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FIN

 

PRIMERA PARTE

La maldad no tiene edad

-Abuelo, ¿mataste a m uchos en la guerra ? -preguntó el niño.-Sí, Pedrito, sí, a muchos… Pero, ¿a qué viene esa pregunta ?-Quiero saber lo que se siente al matar.

 El ancia no puso car a de so rpres a.-Qué cosas se te ocurren… -dijo, y siguió mirando la tele.-Vamos, abuelo, dímelo. ¿Qué se siente al matar ? -insistió el pequeño.

 El vi ejo guar dó s ilen cio unos instant es, y finalm ente contes tó:-No se siente nada, Pedrito. Absolutamente nada.-No me mientas, abuelo. He encontrado tu diario.

 El vi ejo s e quedó de pi edr a.-¿Q-qué? -tartamudeó-. ¿Cómo te atreves a h urgar en mis cosas ?-No cambies de tema. Sé que te encantaba mat ar.-¡Cállate! -exclamó el anciano en voz baja-. ¡Te van a oír tus pad res!-Explícame lo que se siente o me chivo a mamá.-¡Ni se te ocurra! -dijo el hombre, con los ojos desorbit ados-. ¡Como se entere me manda directo al asilo !-Cuéntamelo o me chivo -repitió el niño, sabedor de que tenía la sartén por el mang o.-Está bien, te lo contaré.Con cuidado de que nad ie más lo o yera, el viejo ex combatiente se acercó a su nieto y empezó a habla r.

 Los o jos del n iño se il umi nar on con una per vers a il us ión .

 

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NOOOOOOO!!ranquilo, Juanito, sólo será un momento.

He dicho que no, maldita sea! ¡Soltadme!co y Javi estaban sujetando a su amigo Juanito, porque intentaban hacerle algo con lo que no estaba muy de acuerdo. O, mejor dicho, estaba en

cuerdo.Os he dicho que no llevaré pendiente nunca! ¡Soltadme de una vez!lgún día nos lo agradecerás, ya lo verás. ¡Javi, pásame el taladro! -ordenó Paco, que había tenido la fantástica idea de hacerle el agujero de la oreja con un

atos que se ut ilizan p ara hacer los agujeros de los cinturones.¿Taladro?! -preguntó Juanito con los ojos abiertos de par en par-. ¡¿De qué demonios estáis hablando?! ¡¡Socorro!! -gritó-. ¡¡M e quieren matar!! ¡¡Ay udaao exageres, joder, que no hay para tanto. ¡Javi, ¿y ese taladro?! ¡Que me lo des te digo!

No lo encuentro! ¡Estaba aquí al lado hace un momento!anito aprovechó ese instante de desconcierto para librarse de sus amigos. Cada uno le sujetaba por un brazo. Pero en ese momento notó que aflojaban una, y entonces saltó hacia delante, quedando libre. Salió corriendo como si huyera del mismísimo diablo. Sus amigos salieron despedidos detrás de él.Vuelve aquí! -gritó Paco-. ¡Vuelve o te arrepentirás!ro Juanito no volvió. Siguió corriendo y cada vez tenía más ventaja sobre ellos, de manera que decidieron dejar de perseguirle. El primero que se detuvo fue

ejémoslo, ya no lo podemos atrapar -dijo éste, intentando recuperar el aliento con las manos apoy adas en las rodillas.uede que lo del pendiente no sea tan buena idea, después de todo -dijo Javi, que también había dejado de correr.co seguía doblado, intentando recuperarse, y con la mirada fija hacia delante, viendo cómo escapaba Juanito.encontraban en un bosque cercano a su pueblo, donde solían ir a jugar. Los tres tenían 11 años e iban juntos al colegio. El pueblo en concreto se llamaba B

a situado en la Costa Brava, a unos 60 quilómetros de Barcelona.co era moreno, tenía los ojos oscuros y una mirada muy intensa. Tan intensa que era capaz de hacer llorar a cualquier niño del colegio con el peso de su mira

os de su cara eran muy recortados y angulosos, con la nariz afilada y una barbilla prominente.vi era un chaval pelirrojo y muy delgado. Su estrecho cuerpo le permitía acceder a lugares donde parecía imposible que pudiera caber un ser humano.nalmente, Juanito era un niño rellenito, p ero se movía con una agilidad y rapidez asombrosas. Tenía el pelo muy rubio y sus ojos eran de un intenso color cababa de finalizar el curso escolar 2007-08 y el verano se presentaba ante ellos como la felicidad en estado puro. Tres meses de libertad, durante los cualesenían que hacer era una cosa: divertirse.uede que tengas razón. Quizá no debimos insistir tanto con el tema -dijo Paco-. Pero sigo pensando que, como mínimo, uno de los tres debería llevar pendcuestión de imagen, de respeto. Piénsalo, si vamos por la calle y la gente ve que alguno de nosotros lleva un pendiente, impondríamos respeto. Dirían: ehésos...

No sé..., yo no estaría tan seguro.

Por qué lo dices?Mira, sé de bastantes chavales que usan pendientes de mentira, de plástico, y la gente se da cuenta de esas cosas. Se dan cuenta de que son falsos.

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Ya, pero nosot ros llevaríamos pendientes guapos . Los cogería de la joyería de mi padre.ero tío, ésos valen una pasta. Como se entere tu padre...

Ya... -Paco se quedó p ensativo y, al cabo de unos instantes, cambió radicalmente de tema-. Bueno, ¿nos vamos a la p laya?ale, eso sí es una buena idea. Pero, ¿y Juanito?Nos pasamos por su casa para pedirle perdón, y a ver si quiere venir con nosotros? -propuso Paco.a verdad, no creo que le apetezca mucho, después de lo que ha p asado.

Ya, pero por probar...ale, vamos.

sí que se dirigieron a la casa de Juanito. Vivía en un chalet, a las afueras del pueblo. Sus padres eran alemanes y habían amasado una gran fortuna.chalet era espectacular. Lo componían una gran casa de dos plantas y un enorme jardín lleno de árboles y setos. Por supuesto, no podía faltar la

icamente tenía las dimensiones de una de competición. En definitiva, el lujo rodeaba toda la vida de Juanito.co y Javi se acercaban ya al chalet, cuando oyeron el chapoteo de alguien que se estaba bañando en la piscina.Qué hacemos? ¿Saltamos la valla o tocamos el timbre? -preguntó Javi.altemos. Si llamamos no creo que nos abra. Todavía no ha pasado el tiempo suficiente para que se le haya pasado el cabreo.dispusieron a saltar la valla por donde lo habían hecho un montón de veces, la zona que daba a la parte trasera de la casa. Paco empezó a subir. Al llegauna p ierna por encima de la cerca y entonces vio a Juanito. Estaba bañándose t ranquilamente en la piscina. Una intensa sensación de envidia recorrio

po, como siempre que veía a su amigo bañándose allí. De hecho, Paco no podía quejarse de la situación económica de su familia. La joyería de sus pmitía vivir por encima del nivel de la mayoría de la gente. Pero, aun así, no podía soportar la idea de que uno de sus amigos fuera más rico que él. Juanito lo stidiaba profundamente. Era un sentimiento que estaba por encima de la amistad. No lo podía evitar, tenía la desgracia de ser envidioso. Juanito era conscy por eso muchas veces le había restregado la fortuna de sus padres, cuando estaban enfadados o discutían por algún motivo.

Míralo..., ya se está bañando el ricachón -dijo Paco desde lo alto de la valla. Pasó la otra pierna por encima y se dejó caer al otro lado. Juanito oyó el golpcontra el suelo.

¿Quién anda ahí?! -gritó, pero no obtuvo respuesta-. ¡He dicho que quién anda ahí!entonces oyó el mismo sonido por segunda vez. Era Javi, que también había saltado. Él y Paco fueron al encuentro de su amigo.ranquilo, Juanito, somos nosot ros, no t emas -dijo Javi.

¿Que no tema?! ¡Cualquier ladrón sería menos peligroso que vosotros! ¡Fuera de mi propiedad! -exclamó.uerrás decir la propiedad de tus padres -le rectificó Paco, con los ojos llenos de rabia y envidia.

Lo que es de mis padres también es mío! ¡Y si me da la gana de echaros, os echo! -gritó-. ¡Además, estoy harto de que saltéis la valla! ¡Os lo he dicho mil vla electrificaré!Mira, hemos venido a p edirte perdón, p ero se me están quitando las ganas -dijo Paco.A pedirme perdón? ¿Lo dices en serio? -preguntó Juanito, incrédulo.í -dijo Paco-, quizá nos hemos pasado un poco con lo del pendiente.Un poco? Yo diría que os habéis pasado tres pueblos. ¡Ibais a hacer una carnicería conmigo, animales! -exclamó Juanito, colérico.Qué tal si lo olvidamos todo y nos vamos a la playa? -propuso Javi.d vosotros, a mí no me hace falta, ¿es que no lo veis? ¡Tengo una piscina para mí solo!a estoy cansado del ricachón este. Vamos, Javi, no perdamos más el tiempo con él -dijo Paco, y ambos se dirigieron hacia la salida, cabizbajos.

2

ientras tanto, muy lejos de allí...

ck Peterson había tomado una decisión. Y, como todas las que había tomado a lo largo de su vida, era una decisión firme. Nadie podría hacerle cambiar de p8 años de edad, acababa de descubrir cuál era el verdadero sentido de su existencia. Para qué había nacido. Se había casado a los 20 años con Rachel y teníetos y 25 biznietos. La vida al lado de su mujer había sido muy agradable. Y aún lo era. Ella tenía 83 años, pero se conservaba muy bien y se desvivía pplacentera la vida de su marido.ro, a pesar de todo, Jack siempre había sentido que le faltaba algo, aunque nunca había sabido de qué se trataba exactamente. Ahora, sin embargo,

ubierto y, en consecuencia, había tomado la decisión de recuperar el tiempo perdido.edicaría el resto de su vida a una única misión: matar. Matar a todo aquél que estuviera a su alcance, siempre y cuando pudiera hacerlo sin levantar sospechahora, desayunando en la cocina de su piso de Nueva York, reflexionó sobre cómo había cambiado su vida de la noche a la mañana. Y es que, en realidad, halmente así, ya que todo había empezado la noche anterior. Había ido a sacar la basura, cuando un vagabundo se le acercó.

Tiene un dólar? -le había preguntado.sto en aquel momento, una ventana de la quinta planta se rompió, por causas que ahora mismo no vienen al caso. Jack se apartó rápidamente, pero ente, que tuvo la mala suerte de recibir el impacto de un gran pedazo de cristal puntiagudo en plena coronilla. El vidrio le atravesó el cráneo y el hombre cacomo un saco de patatas.

ck, al ver aquello, sintió algo que no había sentido jamás: una sensación de felicidad absoluta. Se alegraba profundamente de la muerte de aquel tipo y, apo, se sorprendía de lo que sentía.Qué me está p asando...? -se preguntó.

acercó al vagabundo, que yacía en medio de la acera, y observó su rostro con atención. Ojalá no hubiera muerto por accidente, pensó, ojalá hubiera sugo...ios mío... -murmuró. Sus p ropios pensamientos le asustaban, pero eran tan intensos que superaban con creces el miedo que p odía sentir-. ¿Qué demonio

diendo?e repente sintió la necesidad de actuar como si él hubiera asesinado al indigente. Lo escondería en su casa. Era consciente de que la idea era una utamente innecesaria. Podía limitarse a llamar a la policía y explicar las cosas tal y como habían sucedido, pero sentía una imperiosa necesidad de verse inv

quella muerte. Ya que no le había asesinado, como mínimo escondería su cuerpo. Era lo menos que podía hacer para sentirse un poco culpable.iró hacia ambos lados de la calle. Estaba desierta. Pensó que lo mejor que podía hacer era meter el cuerpo en una bolsa de basura tamaño extra-grande y escuarto trastero. A partir de ahora tendría que mantener la puerta cerrada con llave. Sin perder tiempo, volvió a su apartamento de la planta baja, cogió la

só junto al fiambre. A pesar de su avanzada edad, aún era un hombre alto y robusto, de manera que no tuvo demasiados problemas para introducir elo de la bolsa. Antes de ello, había retirado el cristal que tan profundamente había perforado la cabeza del hombre. Al hacerlo, una buena cantidad de

clada con algo viscoso había salido por el orificio de la herida, ante la mirada fascinada de Jack. Arrastró la bolsa hasta la puerta del apartamento, dejando u

tras él. A pesar de todo el cuidado que había tenido, no había conseguido evitar que la bolsa se manchara de sangre por la parte exterior. Entró en casa y arete hasta el cuarto t rastero. Cerró la p uerta y echó la llave. Afortunadamente, Rachel ya se había ido a dormir, y dudaba que el ruido del cristal al rom

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ese despertado, ya que estaba medio sorda. Cogió el cubo y la fregona y empezó a limpiar el rastro de sangre, desde la puerta del trastero hasta el ldente.adie le vio. Ningún vecino entró ni salió del edificio. Nadie pasó por la calle. Todo había pasado en menos de cinco minutos y nadie en absoluto había sidocurrido.

ck volvió a casa. Colocó la fregona y el cubo en su sitio y se sentó en el sofá. El corazón le palpitaba con fuerza y muy deprisa. Pensó en el riesgo que habígiendo el cadáver y llevándolo a su apartamento. ¿Por qué había hecho algo así? ¿Por qué arriesgarse de una forma tan estúpida? Porque has nacido para voz en su interior. Y supo que era cierto. Había descubierto que la felicidad, la verdadera y auténtica felicidad, estaba en matar. Lo supo en el mismo instantáneo de aquel indigente se había quebrado como una sandía. No es que tuviera nada en contra de aquel pobre hombre; simplemente le había parecido mamorir.lo largo de toda su vida, siempre había sido una persona muy razonable y había creído en la justicia por encima de todas las cosas. Pero en aquel momento,sofá, reflexionando sobre lo que acababa de ocurrir, decidió renunciar a sus principios. Y, a fin de cuentas, ¿de qué le servían? El impulso de matar era a

e, que si no se dejaba llevar por él sería infeliz el resto de su vida.

3

anito vio cómo se alejaban sus amigos y pensó que quizá había sido un poco injusto con ellos. Habían ido a disculparse, y él, no solamente no les había peque además les había restregado su dinero por las narices.Está bien, está bien...!, ¡esperadme! -gritó-. ¡Voy con vosotros!lió del agua rápidamente, se puso unas chanclas, recogió la toalla que tenía sobre el césped y fue corriendo junto a sus amigos.ueno, todo olvidado, ¿vale? -dijo.ale -contestaron sus amigos al unísono.los tres se fueron a la playa, pasando antes por las casas de Paco y Javi, para p onerse el bañador y recoger la toalla. Por el camino, a Paco se le ocurrio unaQué os p arece si vamos a t irarnos del rompeolas? -p reguntó.Vale! -contestó Javi, entusiasmado.ueno... -dijo Juanito, a quien no le hacía ninguna gracia lo de lanzarse desde aquel muro, aunque siempre lo hacía, para no quedar como un cobarde. En cam

vi se lo pasaban en grande siempre que iban allí.ra llegar al rompeolas desde la playa, había que cruzar a nado la entrada del muelle, lo cual era bastante peligroso. Uno podía ser arrollado por cualquier n

no se percatara de su presencia. Curiosamente, Juanito, que era el que nadaba más rápido de los tres, era también el que más temía pasar por allí.ero este año ya hemos de tirarnos de cabeza y dejarnos de tonterías -dijo Paco, mirando a Juanito con una media sonrisa en los labios. Sabía que no le gusttirarse desde allí arriba, ni siquiera de pie. Y ya no digamos, de cabeza-. ¿Te atreverás, Juanito?

ues claro, ¿por quién me tomas?, ¿por un gallina? -contestó.Vamos, sé sincero. No te atreverás y tú lo sabes. No tienes lo que hay que tener.

ueno, vamos a tener la fiesta en paz, ¿vale? ¿No habíamos hecho las paces? -protestó Juanito.ale... -dijo Paco, que seguía sonriendo. Le gustaba la idea de ser superior a Juanito, aunque simplemente fuera en algo como atreverse a lanzarse del rompeoegaron a la playa y extendieron las toallas sobre la arena, cerca del agua.Qué tal si alquilamos un p atín, chicos? -propuso Juanito.a, ja, ja! -rio Paco-. De eso nada. ¿Qué pasa? ¿Es que tienes miedo de...? -empezó a preguntar.

Que no tengo miedo, joder! -le interrumpió-. Sólo lo decía porque es algo que también podríamos hacer.ueno, bueno..., pero primero vamos a tirarnos del rompeolas. Y recuerda, ha de ser de cabeza -insist ió Paco.anito dirigió la mirada hacia el muelle. Allí estaba el maldito muro desde donde habría de lanzarse al mar, sólo para demostrar que no era un cobardeundamente aquel montón de p iedras y hormigón. Tenía una altura de 8 metros, de manera que si te tirabas mal y caías en p lancha, t e hacías un dañoso podías llegar a lesionarte gravemente. No entendía por qué les gustaba tanto a sus amigos. A él le parecía la cosa más absurda del mundo. había dicho a Paco que se atrevería a tirarse de cabeza, pero en su interior sabía que no sería capaz. ¡Por el amor de Dios, si le temblaban las piernas cada

raba de pie! Lanzarse de cabeza sería algo absolutamente terrorífico, pensó. E incluso suponiendo que llegara a tener el valor de hacerlo, estaba seguro o salto perdería la estabilidad y daría un tremendo planchazo.sí pues, tenía que hacerse a la idea de que quedaría como un gallina ante sus amigos. Eso era algo muy desagradable, pero lo prefería antes que hacer aquella lco y Javi fueron corriendo al agua, ilusionados. Juanito les siguió, sintiendo que el miedo empezaba a apoderarse de él. Cuando llegó a la orilla, miró h

nes.Seguro que no os apetece más dar una vuelta en patín, chicos? -preguntó de nuevo.

Mira que eres pesado -dijo Paco-. ¡He dicho que no!ero ¿quién te has creído que eres? Aquí cada uno hace lo que quiere, no lo que tú digas -dijo Juanito-. ¿Tú qué quieres hacer, Javi?engo ganas de ir al muelle. Luego vamos a los patines, ¿vale?

Vale -aceptó Juanito a regañadientes-. Dos contra uno, vosotros ganáis.Vamos, rápido! ¡Antes de que pase el próximo crucero! -ordenó Paco, que ya estaba nadando hacia el puerto, al igual que Javi.¿Y qué tal si vamos al muelle caminando?! ¡Cualquier día nos va a arrollar una moto acuática o algo por el estilo! -dijo Juanito desde la orilla.us dos amigos siguieron nadando, sin hacerle ningún caso.

enial... -masculló. Por fin se metió en el agua y empezó a nadar. Pronto los alcanzó, gracias a sus conocimientos de natación.Mirad, ahí viene el crucero! ¡Rápido, pasemos antes que él! -exclamó Paco.¿Estás loco?! ¡No lo conseguiremos! ¡Ya está demasiado cerca! -dijo Juanito-. ¡Dejémoslo pasar y luego vamos nosotros!Está cerca, pero si apretamos podemos pasar antes que él! -insistió Paco.Yo espero a que pase, allá vosotros! -dijo Juanito.na de las cosas que más despreciaba de Paco era su aparente necesidad de buscar peligros de la manera más estúpida que uno pueda imaginar, como en este cVamos, Javi! ¡Enseñémosle a ese gallina de lo que somos capaces!¿Seguro que nos dará tiempo?! ¡Yo no estaría tan seguro! -dijo Javi-. ¡Mira qué cerca está ya!

barco, que se acercaba por la derecha, debía de estar a unos 100 metros de la entrada del muelle. Y teniendo en cuenta la velocidad que llevaba, no tardandos en cruzarse con ellos.Claro que nos da tiempo! -exclamó Paco-. ¡Pero date prisa, joder!os dos nadaron al máximo de sus fuerzas.nseguida empezó a sonar la bocina del crucero, pues el capitán había visto a los nadadores temerarios. Éstos, sin embargo, no dejaron de nadar. Entonces sde alguien que hablaba por un megáfono.Atención, les habla el capitán del crucero! ¡Despejen la entrada! ¡Repito, despejen la entrada!

ro Paco y Javi siguieron nadando todo lo rápido que les permitían sus músculos.Venga, Javi, que lo conseguimos!

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efectivamente, lo consiguieron, pero gracias a una hábil maniobra del timonel, que logró esquivarlos en el último momento desviando el crucero hacia la iza un metro escaso de ellos.anito lo vio todo desde una distancia segura. Pasado el peligro, nadó velozmente para reunirse con los ot ros.a, ja, ja! ¡Lo conseguimos! -gritó Paco, eufórico.vi tenía el rostro blanco, pues había visto la muerte más cerca que nunca.or un momento creí que nos iba a arrollar -dijo con una voz que casi no le salía del cuerpo.Bah! Tonterías. A nosotros no hay quien nos arrolle.anito llegó hasta ellos.Estáis como cabras! -dijo-. ¡Casi os aplasta!

Mira que sois cobardicas. Siempre p ensando en lo peor -dijo Paco-. ¡Pero venga, démonos prisa, que nos esp era el muro!dirigieron hacia unas rocas por las que se accedía al muelle. Había que llevar mucho cuidado al caminar sobre ellas con los pies mojados. Un simple resba

r que te rompieras la cabeza.Qué manera de complicarnos la vida! ¡Con lo fácil que es venir caminando! -se quejó Juanito.ubieron al rompeolas por unas escaleras de piedra. El mar estaba bastante agitado y el sonido de las olas golpeando el muro hizo que Juanito se acojonara aú

Vaya, menudo oleaje! -exclamó Javi, asomándose al vacío-. ¡Fijaos, el mar está tan revuelto que de vez en cuando las rocas del fondo quedan al descubiertohoy no sea un buen día para tirarnos.

oír estas palabras, Juanito sintió un enorme alivio.co miró también hacia abajo y comprobó que su amigo había dicho la verdad. El agua subía y bajaba bruscamente, dejando las rocas al descubierto.

Perfecto! ¡Así será más emocionante! -exclamó.¿Más emocionante?! -repitió Juanito-. ¡Definitivamente, t e has vuelto loco!ijaos en esa gran roca puntiaguda -siguió Paco-. Aproximadamente cada 5 segundos queda al descubierto, pero enseguida vuelve a quedar sumergida y el ametros. Tenemos que lanzarnos cuando el mar esté empezando a cubrirla, así no habrá peligro.

No lo estarás escuchando..., verdad, Javi? ¿No estarás escuchando a este chiflado?No sé... Tengo muchas ganas de tirarme, pero p uede que hoy sea un poco p eligroso.¿Un p oco peligroso?! -exclamó Juanito-. ¡Joder..., cada día flipo más con vosotros!Vamos, chicos, tenemos que hacerlo! ¡Ésta es nuestra gran oportunidad para demostrar de qué somos capaces! ¡Ésta es nuestra oportunidad de convertbres! -exclamó Paco, eufórico.

e recuerdo que tenemos 11 años -rep licó Juanito-. Aunque te t ires seguirás siendo un niño.co le miró fijamente.ú no te tirarías aunque el mar estuviera tan sereno como la piscina de tus p adres.

Qué tontería! ¿Acaso no lo he hecho siempre? Nunca me he rajado.ero de cabeza no te atreves. ¡Maldita sea, reconócelo de una vez! ¡Reconoce que no tienes lo que hay que tener! ¡Reconoce que eres un cobarde!ero tío, ¿de qué vas? Mira, ¿sabes qué? Mejor me piro a mi casa.De eso nada! -gritó Paco-. ¡De aquí no te vas hasta que te tires de cabeza! ¡Y tiene que ser aquí, en la roca puntiaguda!laro, hombre, lo que tú digas. Y en pelotas si hace falta, no te jode... Pero ¿quién te has creído que eres?, ¿mi padre? ¡Que no mandas en mí, tío! -exclamótras daba media vuelta para marcharse.

Pues, si te vas, para nosotros serás un cobarde de por vida!Vete a cagar, hombre! ¡Cobarde lo será tu tía! ¡Además, si no me tiro hoy no es por cobardía, sino porque lanzarse con este oleaje es una locura! -Hablaba minar, dando la espalda a sus amigos.

uanito tiene razón -dijo Javi-, nos podemos matar si saltamos.¿Tú también?! ¡Pero ¿qué os pasa?! ¡¿Tenéis un ataque de gallinitis o qué?! ¡No podemos dejar que cuatro olitas de nada nos acobarden!ranquilízate, Paco. ¿No te das cuenta de que tirarnos sería como jugarnos la vida a cara o cruz?

¿Y qué?! ¡¿Acaso crees que vas a vivir para siempre?! ¡¿Qué más da morir ahora o dentro de 70 años?! ¡Lo realmente importante es vivir a tope!ero esto no es vivir a tope, hombre. Esto es una gilipollez. M ejor nos vamos a por un patín y volvemos aquí mañana.

Haced lo que queráis, p ero yo me tiro. -Y, diciendo esto, se acercó al borde del muro y puso los brazos en cruz, p reparándose para el salto.No lo hagas, Paco, no te la juegues! -exclamó Javi.ro ya era demasiado tarde. Su amigo se inclinó hacia delante y se tiró de cabeza. Se había lanzado de esa manera desde muchos otros sitios, pero nunca dea. A pesar de ello, supo mantener muy bien la estabilidad en el aire, prácticamente como un profesional. Se dirigía hacia abajo como una bala, en ectamente vertical, cuando, de pronto, sucedió algo imprevisto. Antes de tirarse, había esperado a que el agua empezara a cubrir la roca puntiaguda, perod del salto, el agua bajó de golpe, dejando de nuevo la piedra al descubierto.Aaaaaaaaahhh!! -gritó Paco, al ver que se acercaba al peñasco a toda velocidad-. ¡¡Que me matooooooo!!encontraba ya a menos de medio metro del pedrusco cuando el agua le impulsó violentamente hacia arriba, salvándole de una muerte segura. El planc

ante, fue brutal, ya que el miedo le había hecho perder toda la estabilidad que había mantenido al principio del salto.ue nadando hasta las rocas que daban acceso al muelle, lo que no le resultó nada fácil, pues se encontraba medio paralizado por el susto que se acababa de lleanito había vuelto junto a Javi al oír los gritos de Paco, y entre los dos le ayudaron a salir del agua. Se tumbó en el suelo, boca arriba. Respiraba agitadba al cielo con una expresión de terror que sus amigos nunca habían visto en él.

spero que esto t e sirva de escarmiento -dijo Juanito.ro Paco parecía no estar en contacto con la realidad. Poco a poco, su respiración se fue calmando y los músculos de su cara se fueron relajando, hasta quca de horror desapareció. Finalmente cerró los ojos, quedándose profundamente dormido.

4

ck untó una tostada con mantequilla y le dio un mordisco. Estaba deliciosa. Bebió un poco de zumo de naranja. También estaba delicioso. El desayuno a sabido tan bien. Aquella mañana se había levantado de muy buen humor. No podía dejar de pensar en el gran cambio que se iba a producir en su vida. Unal, sin duda. Había pasado gran parte de la noche reflexionando acerca de cómo debería actuar de ahora en adelante. Una de las conclusiones a las que habíue, ya que iba a matar a un montón de gente, los primeros en caer serían los que le caían mal. Y ya había decidido quién sería el primero de la lista: Paul Jlub de petanca.ul era el tipo más engreído que Jack había conocido en toda su vida. A sus 78 años, se había estirado la piel de la cara en varias ocasiones y también

etido a varias liposucciones. Para él el aspecto físico era lo más importante. Su holgada situación económica le permitía gastarse un dineral en ropa, por lo por tres estrenaba traje nuevo. Y, por supuesto, jamás descuidaba su peinado.

n el fondo, ninguna de estas cosas eran despreciables en sí mismas, el problema estaba en el carácter del tipo. Orgulloso a más no poder, nunca desaprovemínima ocasión para ridiculizar a cualquiera que estuviera cerca de él. Y, si no estaba cerca, también, ya que le encantaba hablar mal de la gente a sus espalda

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anto Paul como Jack formaban parte del club de p etanca Silver Balls. En total, lo componían 20 personas y se reunían cada fin de semana en Central Park pnte unas horas. Había conocido a Paul cinco años atrás, el mismo día en que Peterson entró a formar parte del club. Llegó unos minutos tarde, y Paul le dijosí que tú eres Jacky, ¿eh? -Le sonreía de oreja a oreja, pero Jack de inmediato se dio cuenta de la falsedad que irradiaban sus ojos-. Los he visto más puy, pero no te preocupes, te perdonamos por novato, ¿verdad chicos? -dijo dirigiéndose un momento hacia el grupo, pero nadie le contestó. Paul volvióamente, se puso un cigarro en los labios y lo encendió con un lujoso mechero de oro. Después de dar la primera calada, le tiró el humo a la cara y le dijo-y, ¿preparado para perder?terson se fue con los demás sin molestarse en contestarle. No había necesitado ni un minuto para darse cuenta de que aquel tipo y él jamás congeniaario, cuanto más le fue conociendo, más asco le fue cogiendo. Para colmo de males, Paul era francamente bueno jugando a la petanca, lo que aprovechllar a sus rivales. Siempre que le salía una buena tirada, decía oh, pero qué bueno soy... y se paseaba de forma chulesca.ck, mientras desayunaba sus tostadas y su zumo de naranja, recordó que en muchas ocasiones había pensado: mataría a ese gilipollas...  Pues bien,inado el tiempo de pensar, ahora mataría a ese gilipollas. Todavía no sabía cómo, pero ya se le ocurriría algo. Sólo lamentaba que los demás miembros deeran estar presentes en su ejecución, ya que seguramente disfrutarían tanto o más que él viéndole suplicar por su vida.ecisamente aquella tarde tenía partida en el parque. Y, por supuesto, allí estaría Paul. En los años que llevaba en el club, Jack no recordaba ni un solo díal cretino hubiera faltado a la cita. Era demasiado orgulloso para no cumplir con su deber, aunque éste no fuera más que un simple pasatiempo como la ro que el tipo no soportaba la idea de que le reprocharan su ausencia.quella tarde Peterson le propondría un mano a mano. Pero no lo jugarían en el parque, sino en un pequeño bosque a las afueras de la ciudad, donde casi nune. Allí sería donde sucedería.

dos metros de distancia, Rachel fregaba los platos sucios de la noche anterior. Eran las 9 de la mañana cuando Jack tragó el último sorbo de su zumo.Mmmmm..., un desayuno delicioso, cariño.

levas tomando el mismo desayuno desde hace 68 años. No entiendo cómo no lo aborreces.e lo he dicho mil veces. Es el complemento alimenticio más nutritivo que existe: naranja, mantequilla y pan. Es lo mejor que uno puede tomar para empezari tú lo dices... Por cierto, ¿qué vas a hacer esta mañana?

Voy a dar un p aseo. Tengo que pensar, y pasear me ayuda a hacerlo.Qué estás tramando? -preguntó Rachel, mirándole de reojo y sonriendo un poco-. Cuando te pones a pensar... miedo me das. -Lógicamente, la mujer habde broma. De haber sabido cuáles eran los pensamientos que rondaban por la cabeza de su marido, no habría tenido muchas ganas de bromear. De hecha tenido en absoluto. Era una buena mujer, incapaz de matar a una mosca.s algo muy personal, querida. Preferiría no hablar de ello contigo.

achel dejó de fregar y miró a su marido, perpleja.Algo muy personal? -preguntó, incrédula.í.a anciana le miró en silencio durante unos momentos antes de seguir hablando.ack, llevamos 68 años casados. ¿De veras crees que puede existir algo tan personal como para que no podamos compartirlo? -La mujer hablabapungido.ay cosas que deben quedar con uno mismo, créeme.omo quieras -dijo Rachel secamente, y siguió fregando sin decir nada más. Se la veía disgustada.viejo se sintió culpable. Siempre había compartido con su mujer las cosas que le habían preocupado, así como las cosas que le habían hecho feliz. Eran unpara lo bueno como p ara lo malo. Ésa era una de las razones, quizá la principal, por las que habían conseguido permanecer juntos durante tanto t iempo.

ro ahora él no estaba confiando en ella. Por primera vez en la vida se negaba a compartir algo con su mujer, y entendía perfectamente que estuviera doliido había sido! ¿Por qué demonios le había dicho que tenía que pensar? Podía haberle dicho que le apetecía dar un paseo, sin más, por el simple placer deno, el muy idiota tenía que añadir que el paseo era para pensar mejor. Reflexionó sobre ello y se dio cuenta de que si quería dedicar el resto de su vida

e, a partir de ahora tendría que andar con mucho cuidado, y no sólo con sus actos, sino también con sus palabras. No p odía permitirse el lujo de meter la pavez. El más mínimo error podía enviarle directamente a la silla eléctrica.o te enfades, tonta, ¿no ves que sólo bromeaba? -fue lo único que se le ocurrio decir.éjalo, no intentes arreglarlo. La has cagado. -Ahora, más que disgustada, parecía bastante enfadada.ck comprendió entonces la gravedad de la situación. No podría recuperar la confianza de su mujer a menos que le explicase la verdad. Si intentaba engaquier historia, se daría cuenta de que estaba mintiendo. De eso estaba seguro. Jamás se le había dado bien mentir, y menos a ella. Pero ¿qué podía hacer, entarle la verdad? Imposible. Ella jamás lo entendería. ¡Por el amor de Dios, si ni siquiera él lo entendía! Era algo que iba más allá del entendimiento. Era un mpulso tan irracional como irrefrenable. Algo más fuerte que su propia voluntad.o. Imposible explicárselo a Rachel. Simplemente imposible.Maldito hijo de puta! -gritó de pronto la mujer, cogiendo un vaso y estrellándolo contra el suelo-. ¡¿Así es como me pagas toda una vida de cariño y dea ti?! -exclamó, acercándose a él con las manos chorreando agua jabonosa-. ¡¿Así es como me pagas después de toda una vida aguantando tus malos hums, tus apestosos pies y tu mal aliento?! -Ahora le estaba gritando a apenas unos centímetros de su cara-. ¡¿Así es como me pagas después de estar toda la ntando tus estup ideces, tus bromas pesadas, tus aventuras amorosas y t u asquerosa forma de comer?!este repentino ataque de furia de su mujer hubiera sucedido el día anterior, seguramente Jack Peterson no habría reaccionado de la forma en que lo hizo. Nlemente se dejó llevar por su nuevo instinto. Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, tenía el cuello de Rachel entre sus manos y lo apretaba coardó en ponerse morada. Vio cómo el rostro de su mujer pasaba de la furia a la sorpresa, de la sorpresa al dolor, y del dolor al miedo. M iedo de perder la

ana se defendió todo lo que pudo, lo cual, dicho sea de paso, no fue mucho. Golpeó desesperadamente los brazos y la cara de su marido, hasta que laeno la fue dejando sin fuerzas. Jack apretaba sus grandes manos como si de tenazas se tratara. Su rostro, rojo por el esfuerzo, resplandecía de furia crimmuy abiertos, estaban clavados en los de Rachel y sus blancos dientes postizos estaban al descubierto, dando la sensación de que el hombre rugía

edador.De pronto, soltó el cuello de su esposa, y, con un rápido movimiento, le sujetó la cabeza y se la giró bruscamente, partiéndole las vértebras cervicales. Lo instantáneamente. En aquel momento sublime, una increíble sensación recorrio el cuerpo del anciano. Al igual que la noche anterior, cuando vio bundo, sintió el calor de la auténtica felicidad. Pero esta vez fue aún mejor, ya que había que añadir la satisfacción de haber sido él, y no un accidente, el cauerte.r fin la soltó, y ésta cayó al suelo como una muñeca de trapo. La observó durante unos minutos. ¡Qué afortunada eres al morir de una forma tan glorio, pensó. ¿Pues qué mejor forma de perder la vida que a manos del hombre que más la había amado y, lo que era aún mejor, mientras éste había sentido la pleicidad? Sin embargo, y muy a su pesar, ella jamás sabría lo afortunada que había sido. Eso era lo único que lamentaba, que ella no pudiera agradecérselo. Pstaba seguro: si ella hubiera sido plenamente consciente de cómo habían sucedido las cosas, se lo habría agradecido. Si hubiera sabido lo que pasaba por la carido en los momentos en que le estaba arrebatando la vida, se lo habría agradecido. No habría podido desear una forma más digna de desaparecer, de eso noás mínima duda.n un principio, Jack hubiera preferido no matar a su mujer. Le habría encantado poder explicarle sus inquietudes, su nueva forma de ver la vida. Le habría en

se hubiera unido a él en su nuevo “trabajo” y poder compartir con ella todas las experiencias que, sin duda, habrían vivido. Eso era lo que Jack habría qudiera. Pero sabía que todo aquello no habría sido pos ible; después de todo, no estaba casado con una asesina.

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ue a buscar una bolsa de basura tamaño extra-grande. Metió a su esp osa dentro y la guardó en el cuarto trastero, junto al indigente.

5

Y ahora qué hacemos? -preguntó Javi a Juanito. Ante ellos yacía Paco, dormido como un tronco.ejémosle descansar. ¿Alquilamos un patín?ueno.ero vamos andando, ¿vale? Ya hemos tenido suficientes sustos p or hoy -dijo Juanito, y ambos se encaminaron hacia la playa, dejando a Paco allí tumbado.Llevas dinero? -preguntó Javi.anito se llevó las manos a los bolsillos.aya..., siempre traigo algunas monedas, pero hoy no tengo nada -dijo con fastidio.ues yo tampoco. ¡Vaya mierda!ranquilo, me parece que el encargado de los patines conoce a mi padre.Quieres decir que nos dejará uno gratis?ú déjame a mí...egaron a los patines y allí estaba el encargado, descansando en una tumbona, bajo una sombrilla y con un refresco al lado.uenas tardes, señor -dijo Juanito.encargado no respondió. Lentamente, se levantó las gafas de sol que llevaba y miró con indiferencia a los niños. Volvió a colocarse las gafas y se acomodó

mbona, sin decir palabra.Buenas tardes, señor! -insistió Juanito.Qué queréis? -preguntó el encargado, sin moverse ni un milímetro y con un tono de voz muy poco respetuoso.ueremos alquilar un p atín.

Tenéis dinero?Mire, mi padre es... -empezó Juanito.No me vengas con rollos, chaval. ¿Tienes pasta o no tienes pasta?No, pero...Ni pero, ni pera. Ya os podéis ir p or donde habéis venido.

anito lo miró en silencio.Y si nos vamos por ot ro lado? -preguntó finalmente, con chulería.Me estás vacilando, chaval? -preguntó el encargado, incorporándose y quitándose las gafas de sol.

Mi padre es Adolf Hausser, el hombre más rico del pueblo. Y si me da la gana puedo hacer que le quiten este trabajo en menos que canta un gallo, ¿se entera?Hausser es tu padre? Haber empezado por ahí, muchacho... -dijo el hombre, cambiando el tono de voz automáticamente. Su amabilidad era tan empalago-. ¿Qué patín os gusta más? Tú y tu amiguito p odéis escoger el que queráis.o hace falta que finja esa asquerosa amabilidad. Limítese a empujar un patín hasta el agua y punto -dijo Juanito Hausser.encargado dejó de fingir y empujó un patín sin decir nada más. Después volvió a su tumbona y siguió descansando.

vi y Juanito se subieron al patín, lo cual no les resultó nada fácil, debido a las grandes olas que había. Se acomodaron y empezaron a pedalear.Vamos hasta las boyas, ¿vale? -propuso Hausser.

ale.intenso oleaje hacía que el patín se moviera violentamente hacia los lados. Con grandes dificultades, consiguieron orientar el aparato hacia las boyas y emp

zar hacia ellas.uando nos alejemos un poco de la orilla navegaremos mejor -dijo Javi-. El mar está más tranquilo allí delante.ro aún se encontraban cerca de la playa y la pequeña embarcación saltaba sobre las olas como un caballo desbocado.stoy empezando a marearme, tío... -dijo Juanito-. ¡Esto es peor que una montaña rusa!ranquilo -dijo Javi-. Fíjate qué rápido avanzamos, p ronto estaremos en aguas más tranquilas.era cierto, a pesar de los violentos movimientos del patín, éste avanzaba considerablemente rápido, gracias al fuerte viento que lo impulsaba hacia delante.

Aj! Creo que voy a echar las papas... -dijo Hausser, con una mano en la frente y la otra en la barriga. Al cabo de un momento le vino la primera arcada, expconsiderable cantidad de vómito sobre sus p ropias rodillas.Pero hazlo fuera, joder! ¡Mira que eres cerdo, vas a dejar el patín hecho una mierda! -se quejó Javi, que miraba con repugnancia aquello que, hasta hantes, había estado dentro del estómago de su amigo.o me ha dado tiempo... -dijo Juanito, limpiándose la boca con la mano-. Me encuentro fatal, tío, vamos a la orilla.mareo le hacía sentirse muy débil y la cabeza le iba de un lado a otro, sin control, debido a los bruscos movimientos del patín, que seguía moviéndose comnico.ueno, como quieras. Volvamos a la orilla.vi giró la palanca de dirección para dar la vuelta, pero no tuvo ningún efecto.Mierda, esto no va! -exclamó-. Tendremos que pedalear hacia atrás para volver.Qué...? -preguntó Hausser, que estaba a punto de desmayarse.

ntenta pedalear hacia atrás, vamos! -le gritó Javi, pero pronto comprendió que su amigo no estaba en condiciones de hacerlo-. ¡Reacciona, Juanito! ¡Reamó, pero éste y a había perdido el sentido y, en uno de los fuertes meneos del patín, cayó al mar-. ¡Mierda! ¡Que se ahoga!vi se lanzó al agua. Buceó por debajo del patín para llegar rápido al otro lado, y antes de salir a la superficie vio a Hausser, que se encontraba a un mundidad. Lo sujetó por la cabeza y como pudo lo sacó a flote.Respira, Juanito! ¡Respira!ro el niño seguía sin reaccionar.Socorrooo!! ¡¡Ayuda!! -gritó Javi, desesperado. Al cabo de unos segundos vio que alguien se acercaba nadando velozmente. Era el encargado de los pati

a visto lo sucedido y se dirigía hacia ellos. Pero el tipo, en lugar de detenerse para ayudarles, pasó de largo y se subió al patín.Desgraciados! -gritó-. ¡¿Pensabais dejar mi embarcación a la deriva?!Por favor, ayúdenos! ¡Mi amigo se está ahogando! -le rogó Javi.Bah! ¡Tonterías! -dijo el encargado-. ¡Habrá tragado un poco de agua, eso es todo!Le digo que se está ahogando! ¡Por Dios, mírelo, tiene los ojos en blanco!hombre no hizo caso y siguió pedaleando hacia la orilla.

Esto es increíble! -exclamó Javi-. ¡¡Que alguien me ayudeeeee!!r fin, un chico que estaba nadando cerca de allí fue a ver qué ocurría.

Qué pasa, chavales?Mi amigo se está ahogando! ¡Ayúdalo, por favor!

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Que se está ahogando? Yo diría que ya se ha ahogado, fíjate en su cara.Pero ¿qué dices?! ¡Ayúdame a sacarlo del agua!ueno, como quieras, p ero no t e hagas ilusiones.

ntre los dos llevaron a Hausser hasta la orilla y lo tumbaron boca arriba.ranquilo -dijo el chico-, hace poco fui a unos cursillos de primeros auxilios. Son unos cursillos que paga mi empresa, ¿sabes? Van muy bien, uno nunca saba encontrar en una situación como ésta. Recuerdo que hace unos años...

Corta el rollo y haz algo, host ia, que se muere! -le interrumpió Javi.Vale, vale...! -dijo el chico. Se arrodilló y puso la oreja sobre el pecho del niño-. Esto no suena. Lo siento chaval, pero tu amigo ha estirado la pata.ntenta reanimarlo, maldita sea! -gritó Javi, que estaba empezando a llorar.Y si no lo consigo? -preguntó el chico, que enseguida se dio cuenta de la estupidez que acababa de preguntar. Javi ni siquiera le contestó; se limitó a midulidad.chico se inclinó sobre Juanito y empezó a hacerle el boca a boca.

Pero tápale la nariz, inútil, que se escapa el aire! -exclamó Javi-. ¡¿Dónde coño hiciste ese cursillo?!Bueno, bueno...! ¡Un fallo lo tiene cualquiera, ¿no?! -replicó el chico. Tapó la nariz del niño y cogió todo el aire que pudo. Colocó los labios sobre laser y sopló con todas sus fuerzas. La cara se le puso morada del esfuerzo.

Pero no soples tan fuerte, animal, que lo vas a reventar! -exclamó Javi, cada vez más nervioso, al darse cuenta de que la vida de su amigo estaba en man.

Mira, chaval, si no dejas de quejarte no me puedo concentrar!guidamente p asó al masaje cardíaco.

No tan fuerte, que lo aplastas! -gritó Javi-. ¡¿Es que no ves que es un niño, bestia?! ¡No es el muñeco del cursillo! ¡Lo que vas a conseguir es rematarlo!Se acabó! ¡Sálvalo tú, si eres tan listo! ¡Yo me voy! -dijo el chico, que se levantó y empezó a caminar hacia el agua, tan tranquilo. Javi lo siguió con laoncertado.Y se pira como si nada! ¡Hay que joderse! -exclamó.ranquilo, niño, yo soy médico -dijo un señor que estaba allí cerca, entre un grupo de gente que se habían acercado a curiosear. El médico actuó rápidamenesional que era. Se arrodilló junto a Juanito, le tomó el pulso y enseguida se puso manos a la obra con la reanimación. Pronto el niño empezó a toser y apor la boca. Había vuelto en sí. Todos los que se habían agrupado alrededor de la escena se pusieron a aplaudir y a gritar de alegría. Sobre todo Javi, que dab

o loco.

Está vivo! ¡Está vivo! -exclamaba sin parar.Aaajjj! ¿Dónde estoy...?, ¿qué ha pasado...? -preguntó Hausser, totalmente desorientado.ranquilo, muchacho -le dijo el médico-. Ya estás fuera de peligro. ¿Cómo te sientes?odo me da vueltas..., ¿qué demonios me ha hecho usted?Qué insinúas? ¡Te he salvado la vida, niño! -dijo el médico, ofendido. Juanito lo miraba con desconfianza.s verdad, te ha salvado la vida -exclamó Javi-. Prácticamente te ha traído de vuelta desde el otro mundo. Sufriste una parada cardiorrespiratoria.Que sufrí una qué?ue se te paró el corazón y no respirabas.

Me tomas el pelo? ¡Eso no puede ser! -exclamó Hausser, que se negaba a aceptar los hechos.ero ¿por qué eres tan tozudo, niño?, ¿por qué no t e lo crees? -preguntó el médico.Por qué va a ser? ¡Porque no vi el túnel!ero ¿qué dices?, ¿qué túnel ni qué ocho cuartos? Tú has visto muchas películas, me parece a mí... -dijo el médico, muy molesto ante la desconfiada actitud dEs que usted no ha oído hablar de las experiencias cercanas a la muerte? -le preguntó Juanito-. Cuando a una persona se le para el corazón, ve un túnel muyuz al fondo. Ese túnel es el que nos lleva hasta el otro mundo.

Ya he oído suficientes tonterías! -dijo el médico-. ¡Me marcho! ¡Y tú, niño, además de desagradecido tienes la cabeza llena de pájaros! ¡Adiós!Eh, usted! ¡No le hable así al chaval! -exclamó una señora de unos 70 años, que se encontraba en el grupito de curiosos-. ¡Yo he visto ese túnel!

médico, que ya se estaba marchando a paso ligero, dio media vuelta y preguntó:Es usted la abuela del crío?

No.Pues entonces cierre el pico!¿A que se lo cierro yo de una hostia?! -exclamó un anciano de unos 80 años que, al parecer, era el marido de la señora. Caminaba con cierta dificultad pero,antó ante el médico con chulería. Era bastante bajito, de manera que para mirarle tenía que levantar la cara considerablemente. Durante unos momentos esndose fijamente, en silencio-. ¡¿Qué pasa?! -espetó el viejo, buscando pelea.médico prefirio no contestarle, y ya se estaba dando la vuelta para marcharse, cuando el anciano le sujetó de un brazo. Le sorprendió la fuerza que tenía a

vanzada edad.Pero ¿qué hace?! ¡Suélteme!Usted no se va de aquí hasta que le haya p edido perdón a mi mujer!¿Quiere soltarme de una vez?! ¡Me está haciendo daño! -se quejó el médico, que sentía las uñas del viejo clavadas en la carne.Discúlpese!

erdone, señora, no quería ofenderla -dijo finalmente-. ¡Y ahora suélteme!Y si no me da la gana?Pero ¿qué dice?! ¡Suélteme de una puta vez!ígame una cosa -continuó el anciano, que ahora hablaba con toda la tranquilidad del mundo-. ¿No le da vergüenza a todo un hombretón como usted verse d

un pobre viejo como yo?¿Es que se ha vuelto loco o qué le pasa?! ¡Que me suelte, cojones!ro el anciano seguía sujetándole firmemente. Se veía que estaba disfrutando de la situación.onozco a la gente como usted..., sí..., los conozco muy bien, son todos iguales -continuó el abuelo.

¿De qué demonios está hablando?!Usted sabe muy bien de lo que hablo..., lo sabe perfectamente.Maldito chiflado! -gritó el médico, a la vez que daba un último tirón para soltarse. De hecho, lo consiguió, pero las uñas del hombre quedaron marcadas eno arañazos adornaban ahora su brazo izquierdo. Echó a correr unos metros, receloso de que el anciano intentara cogerle de nuevo. Pero no fue así.a, ja, ja... -rio el viejo, viendo cómo se alejaba el otro.endrías que haberle arreado -comentó su esposa.ero, mujer, ¿no crees que ya lo he humillado bastante?

ausser, que ya se encontraba mejor, se acercó al señor mayor.Vaya! ¡Es usted muy fuerte! ¿Va mucho al gimnasio? -le preguntó.

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No, no lo necesito. Es mi fuerza natural -respondió, volviendo junto a su mujer con andares chulescos.Y usted, señora, es verdad lo que dijo?, ¿vio el túnel?or supuesto que lo vi. Pero de eso hace ya mucho tiempo.xplíquemelo, por favor. Nunca he conocido a nadie que haya tenido una experiencia cercana a la muerte.

Mira, niño, ahora tengo cosas más importantes que hacer, como tomar el sol, por ejemplo -dijo la mujer mientras volvía a su toalla. Juanito fue tras ella ó.Por favor, por favor, por favor! -insistió-. ¡Explíquenoslo!a señora se los quedó mirando unos instantes, hast a que por fin cedió.stá bien, os lo contaré. Pero tenéis que prometerme que no se lo explicaréis nunca a nadie, ¿de acuerdo?

De acuerdo! -exclamaron los dos al mismo tiempo.a señora se sentó sobre su t oalla, cogió un bote de crema bronceadora y empezó a ap licársela en los brazos. Hausser y Javi se sentaron junto a ella.o que os voy a contar pasó hace muchos años, cuando yo todavía era una adolescente. Iba caminando tranquilamente por la calle cuando, de p ronto, t ropec

o, sufriendo una parada cardiorrespiratoria.Sólo por caer al suelo? -preguntó Juanito, extrañado-. ¿Qué ocurrio?, ¿se golpeó la cabeza?xacto, me la golpeé brutalmente contra el suelo. Como veis, uno nunca sabe dónde puede encontrar la muerte.ué gran verdad... -dijo Javi.ues, como digo, quedé tumbada en el suelo. Fue entonces cuando lo vi.Qué fue lo que vio? -preguntó Hausser.No seas impaciente, carajo! -exclamó la señora-. Al principio la oscuridad era absoluta, pero luego vi una luz, que se fue haciendo más y más intensa. Entraba al final de una especie de tubo o túnel, llamadlo como queráis. Yo me quedé como alucinada, observando, y fue entonces cuando ocurrio.Qué ocurrio? -preguntó Juanito, con los ojos brillantes de interés.o que ocurrio fue que vi a alguien salir de la luz y correr velozmente hacia mí. Llevaba algo en la mano. Al principio no podía distinguir lo que era, pero luegta, con horror, de que el tipo llevaba un hacha.¿Quéeeeee?! -preguntaron los dos niños a la vez, asombrados.

Así es, pequeños, sostenía un hacha y corría hacia mí a toda velocidad. Yo estaba petrificada, no podía moverme en absoluto. Cuando el tipo estuvo ya a, levantó el hacha como para descargarla sobre mí y gritó como un loco. Fue entonces cuando desperté en la habitación del hospital.Menuda experiencia! -exclamó Javi-. Debió de ser muy impactante.

que lo digas. Durante meses no pude ir tranquila por la calle. Cada vez que veía a alguien corriendo, creía que venía a por mí para matarme. Era como una p

que no podía despertar. Finalmente, tuvieron que internarme en una clínica mental.En un manicomio? -preguntó Hausser.mí no me gusta llamarlo así, pero, en fin... Fue allí donde conocí a mi marido. Como habréis notado, aún no está totalmente recuperado de lo suyo.

a... -dijeron los dos.so es todo, niños. Y ahora, si no os importa, me gustaría tomar el sol tranquila.

Gracias por todo, señora -dijo Javi.í, gracias, y perdone por haberla hecho recordar malos tiempos -dijo Hausser.o importa, eso es algo que nunca podré borrar de mi memoria.despidieron de la señora y volvieron a sus toallas. Una vez allí, se tumbaron para tomar el sol un rato.ye, Juanito, ¿no crees que deberías ir al hospital para ver si estás completamente bien? -preguntó Javi.

Me siento bien, ya se me ha pasado el mareo.ero, tío, no ha sido un simple mareo. Estás vivo de milagro. Deberías ir al hospital para que te hagan un reconocimiento.Tonterías! Estoy perfectamente.ueno, como quieras -dijo Javi, mirando hacia el puerto-. ¿Se habrá despertado ya Paco?

No creo. Se ha llevado un susto de muerte; necesitará un buen rato para reponerse.Vamos a ver cómo está?es tú, si quieres, yo voy a tomar el sol -dijo Hausser, acomodándose mejor en la toalla.ale, ¡hasta luego!asta luego -contestó Juanito con los ojos cerrados. Le encantaba tomar el sol. Le relajaba tanto que casi siempre se quedaba dormido. Su madre le había a

has veces acerca de ello. ¡No te duermas en la playa, Juanito!, le decía, ¡es muy peligroso! ¡Un día te dormirás y no despertarás!  Pero él no hacía caso.n minuto desp ués de marcharse Javi, ya estaba profundamente dormido.

6

terson se arregló y salió de casa.n la puerta principal se encontró con Juliet, la vecina del segundo primera. Era una chismosa de unos 50 años. La aborrecía. Siempre le estaba preguntando qlas cosas. Le preguntaba por su mujer, por sus hijos, por sus nietos, etc., fingiendo que lo hacía porque era una buena vecina y se preocupaba por elson sabía que lo único que buscaba era satisfacer su enfermiza y asquerosa curiosidad. Chismosa de mierda... A partir de ahora tendría que tener mucho

ella.o..., p ensándolo mejor, Juliet sería su próxima víctima. Era un estorbo innecesario para sus planes. La muy perra estaba tan al t anto de todo lo que ocundario, que seguramente no tardaría en descubrir cualquier comportamiento sospechoso de Jack. Así que, si encontraba la oportunidad, acabaría condiato.

Buenos días, señor Peterson! ¿Cómo se ha levantado hoy? -le preguntó con una amplia sonrisa. El día no había hecho más que empezar y la tía yuntando. Sintió la tentación de responderle: ¡¿Y a usted qué coño le importa?!, pero, en vez de ello, respondió amablemente:

Muy bien, gracias.Me alegro, señor Peterson. ¿Y su señora ya se ha levantado o aún sigue en la cama?

í, sí..., ya está levantada. Por cierto, hace un rato me comentó que quería hablar con usted acerca de una receta de cocina. Si quiere pasar a charlar con ella...ck sabía que Juliet no resistiría la tentación de poder curiosear un rato en la casa de un vecino. Así que no se sorprendió cuando la mujer aceptó de buena gaCómo no? Siempre es un placer visitar su casa, señor Peterson.aldita zorra pelota, pensó Jack, voy a hacerte picadillo...brio la puerta. Cuando los dos estuvieron dentro, la cerró y dio dos vueltas de llave. La mujer le miró, algo extrañada.Por qué cierra tanto? -preguntó.

Manías mías..., no se p reocupe. Pero p ase, pase, no se quede ahí. Rachel debe de estar en la cocina.

a mujer avanzó por el pasillo hasta la puerta de la cocina. Estaba abierta.u señora no está aquí, señor Peterson.

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Ah, ¿no? Qué raro...Rachel? -llamó Juliet, dirigiéndose hacia el salón.viejo se apresuró a entrar en la cocina. Abrio el cajón de los cubiertos y cogió el cuchillo jamonero. Una sonrisa se formó en sus labios mientras observ

ración la afilada hoja de 30 centímetros. Hay que aclarar que existen dos tipos de chuchillos jamoneros: los que acaban en punta y los que la tienen redonder cortes indeseados. Afortunadamente para las intenciones de Jack, el suyo tenía una punta afiladísima y extremadamente puntiaguda.uliet, ¿puede venir a la cocina un momento, por favor?! -la llamó.

Enseguida! -respondió la señora desde el salón. Al entrar en la cocina vio que Jack estaba de espaldas a ella, junto al fregadero. Parecía estar observando en las manos-. Dígame, señor Peterson.enga aquí..., verá qué cosa tan curiosa... -dijo Jack, al tiempo que con la mano izquierda le hacía señas para que se acercara.

a mujer, intrigadísima, así lo hizo.Qué tiene usted ahí? -preguntó.n el mismo momento en que la mujer llegaba a su lado, Jack contestó a la pregunta.Esto! -exclamó, y con un movimiento rapidísimo dio media vuelta y apuñaló a la señora en el estómago. Le clavó el cuchillo hasta la empuñadura, endo y se lo volvió a sacar con la misma rapidez. La mujer miró su barriga con ojos incrédulos y después a su verdugo.diós, señora Juliet -dijo éste, sonriendo-. La veré en el infierno.

a mujer cayó hacia atrás cuan larga era y el cabezazo que se dio contra el suelo acabó de rematarla. Un gran charco de sangre se estaba formando a ambos ver. Jack fue a buscar la fregona para ir recogiendo el líquido a medida que su vecina lo iba expulsando.uando dejó de sangrar, cogió una bolsa de basura y metió en ella a la mujer. La llevó al trastero y la colocó junto al vagabundo y a Rachel.oder... -murmuró-, esto se me está llenando de fiambres. Voy a tener que pensar en algo para deshacerme de ellos.lió del trastero y cerró la puerta con llave.

espiró hondo.Y yo que p ensaba que tú serías el primero, Paul... -se dijo para sí.olvió a salir de casa.ta vez no se encontró con ningún vecino. Se montó en su coche, un Chevrolet rojo del 79, y se dirigió al pequeño bosque de las afueras que había escogi

nario para la ejecución de Paul. De niño solía ir a jugar allí. Recordó los buenos ratos que había pasado con sus amigos jugando al pilla-pilla, al escondas,... Pero su juego favorito era uno que llamaban el asesino. Uno de los niños hacía de “asesino” y, para ganar, tenía que conseguir que otro de ellos sangr

podía utilizar cualquier medio a su alcance, como piedras, ramas o cualquier otra cosa que encontrasen por el campo. Desgraciadamente, tras la muerte del my al recibir una pedrada en la sien, ya no volvieron a pisar aquel bosque. Sus padres se lo prohibieron.

ro hoy Jack volvería allí. Y jugaría a su juego favorito: el asesino. Sólo que esta vez cambiaría un pequeño detalle: para ganar no sería suficiente qurara, el perdedor tendría que morir.obló a la derecha por un pequeño camino rural y, de repente, ya se encontraba en  El bosque del niño muerto. La gente había empezado a llamarlo asíraciado accidente del pequeño Jimmy.parcó el coche a un lado del camino y salió para dar una vuelta. Hacía años que no se dejaba caer por el lugar, así que lo más sensato era echar una ojeada. M quería comprobar si aquello seguía siendo igual de solitario.as un buen rato de inspección, llegó a la conclusión de que así era. Definitivamente, aquél era el lugar perfecto para matar a aquel bastardo hijo de

hacaría el cráneo con una bola de petanca. Era lo más adecuado para la ocasión. Y cuando su rostro ya hubiera quedado irreconocible, lanzaría el cuerpo al a en medio del bosque. Alrededor de ese pozo el terreno era ideal para jugar a la petanca, de modo que irían allí, jugarían un rato, y cuando Jack lo decidiera,él. Así de sencillo. Cuando él lo considerara oportuno, pondría fin a la vida de Paul. Esa capacidad de decisión sobre la vida o la muerte de los demásrse tremendamente poderoso. Ahora, mientras p aseaba junto al pozo que habría de ser la tumba de su p róxima víctima, se dio cuenta de que se había conv

monstruo, un juez implacable que condenaba a muerte caprichosamente, simplemente por el placer de matar. En esos momentos, por ejemplo, Paul yenado y ni tan siquiera lo sabía. Pensó en ello y no le gustó. Habría preferido que supiera lo que le esperaba. Pero, claro, eso no era posible..., a menoo!, a menos que, en lugar de matarle, lo encerrara en algún sitio. Entonces le diría que al cabo de una semana lo iba a asesinar. Eso sería mucho mejor que hacesa. Siempre había pensado que el mayor castigo del condenado a muerte no era el propio hecho de fallecer, sino la terrible espera que precedía al momen

echo de saber el día y la hora exacta de su ejecución debía de ser la peor de las torturas. Ver cómo pasan los días, uno tras otro, acercando irremediablemento en que su vida se apagaría para siempre, debía de ser, sin duda, lo peor. Pero, ¿qué podía hacer? No podía llevar a Paul a su casa y mantenerlo allí sec

demasiado arriesgado. Además, ya no tenía edad para andar secuestrando a la gente. No..., lo haría tal y como lo había planeado.olvió al coche. Antes de ponerlo en marcha, bajó la ventanilla y escupió a través de ella. El automóvil se puso en movimiento derrapando sobre el suelo deemprendió el camino de vuelta a casa.llegar a su apartamento, lo p rimero que hizo fue comprobar si las bolsas seguían en el trastero. Era una tontería, pero no se s intió tranquilo hasta cerciorar

an allí.an las 11 de la mañana. Tan sólo llevaba levantado algo más de dos horas, pero habían sido tan ajetreadas que se encontraba realmente cansado.ios mío -murmuró-, ¿por qué no iluminaste mi camino cuando aún era joven y estaba lleno de energía? ¿Por qué tuviste que esperar a que me convirtiera enmostrarme cuál era mi misión en la vida?sentó en el sofá reflexionando sobre lo cruel que había sido Dios por no haberle revelado antes que su misión era matar. Sin embargo, pronto se dio cue

femia que estaba cometiendo.ero ¿cómo puedo ser tan estúpido? No ha sido Dios el que me ha abierto los ojos, sino Satanás... -se dijo para sí-. Perdóname, Dios mío, por atribuirte seidad. Y perdóname también porque no puedo renunciar a mi nueva forma de vida. Es superior a mi voluntad. Sé que no está bien, que no es justo. Pero

-Pensó en ello unos momentos. Era feliz matando..., ¿cómo era posible?-. Maldita sea... voy a pudrirme en el infierno... -susurró-. Y no p uedo evitarlo... -r al verse acorralado por sus propios sentimientos. Él era una víctima más de todo aquello. Pensó que quizás la explicación era que simplemente se hab¿Por qué no? No era tan descabellado teniendo en cuenta su avanzada edad y la horrible escena que había presenciado la noche antes. Ver cómo u

esaba la cabeza de un hombre ante sus mismísimas narices había sido demasiado para él. Su mente no había podido asimilarlo y algo dentro de su cabeo ¡crac!, alterando irremediablemente su forma de pensar y de sentir emociones. A partir de entonces, le maravillarían cosas que antes le horrorizaban y vazonamientos serían totalmente imprevisibles, así como sus acciones, puesto que se había vuelto loco. Y sería un loco el resto de su vida.

n loco capaz de recriminarle a Dios el no haberle mostrado antes que su misión en la vida era matar gente.n loco que asesinaba a su mujer porque simplemente le había sacado de quicio en una discusión.n loco capaz de matar a una vecina chismosa.n loco capaz de planificar el asesinato de un compañero de juegos, sólo porque no le caía bien.nsó en ello y se dio cuenta de que era perfectamente posible. Quizá se había vuelto loco. Entonces recordó algo que su padre solía decir muy a menu

has clases de locura, Jacky, recuérdalo s iempre. Su padre había sido una de esas personas que siempre hablan mal de todo el mundo, y siempre que cen, tarde o temprano le llamaba “loco”. Para él todo el mundo estaba loco. Podían estarlo más o menos, pero de la locura no se salvaba nadie.ueno..., ¿y qué más da si estoy cuerdo o estoy loco? -dijo en voz alta, y, más bajo, añadió-: Sólo sé que si no mato, moriré de pena... -Y, diciendo esto, rr desconsoladamente.

uando se hubo calmado un poco, se levantó del sofá y fue a echarse en la cama. Se sentía agotado física y mentalmente, por lo que no tardó en undamente dormido.

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7

ientras Juanito dormía en la playa, en contra de las recomendaciones de su madre, tuvo un sueño.a de noche, pero él seguía en la playa, tumbado sobre su toalla. El resplandor de una gran luna llena le permitía ver todo lo que había a su alrededor.Qué demonios estoy haciendo aquí? -se preguntó-. ¡Dios mío! -exclamó, al ver que la playa estaba llena de gente. Pero el silencio era total, a excepcióner de las olas en la orilla. La gente estaba tumbada, como tomando el sol, un sol inexistente. Estaban totalmente inmóviles y la luz de la luna les daba a

cto mortalmente pálido. Cerca de Juanito, una señora de unos 40 años p rotegía sus ojos con uno de esos plásticos en forma de gafas que se utilizan para añe la vista. A su lado, una niña de unos 8 años, que debía de ser su hija, se encontraba bajo un parasol para no sufrir quemaduras en la piel.na fresca brisa nocturna movía los bordes de todas las sombrillas.e pronto, Hausser oy ó que algo se movía en el agua. Observó detenidamente, hasta que vio a sus dos amigos junto a unas rocas.Eh, Juanito! ¡Corre, ven! -le llamó Paco.ausser se levantó y se acercó a la orilla.Qué está pasando aquí? -les preguntó.No hagas p reguntas y ven, rápido! -ordenó Paco-. ¡Antes de que lleguen!Antes de que lleguen?, ¿quién tiene que llegar?Mierda, ya están ahí! -exclamó Javi, señalando el otro extremo de la playa-. ¡Corre, entra en el agua!anito miró hacia donde indicaba su amigo. A unos 200 metros de distancia, vio un grupo de personas que corrían hacia ellos. Eran unos 20 individuoezando con la gente que pretendía tomar el sol. Caían una y otra vez, pero se levantaban y seguían corriendo como perros de presa. En el silencio de la nocaramente que gritaban como locos en su agitada carrera.Quiénes son?, ¿qué quieren? -preguntó Hausser.¿Tú qué crees?! ¡Matarnos! -gritó Paco.Matarnos? Pero ¿qué coño dices? -preguntó Juanito, al t iempo que se metía en el agua.Y ahora sumerjámonos, rápido!, ¡es la única manera de que no nos encuentren!, ¡su olfato es muy fino! -dijo Paco.Su olfato? -preguntó Hausser, estupefacto.us dos amigos cogieron todo el aire que les cabía en los pulmones y se sumergieron bajo el agua. Juanito, sin embargo, decidió quedarse en la superficie y esas rocas. Ahora podía oír las voces mucho más cerca. La mayoría eran gritos de rabia, pero muy extraños, como si quienes los emitían no estuvieran en sus

ausser se encontraba ya bastante acojonado y estaba a punto de sumergirse, cuando oyó algo que acabó de helarle la sangre.Ahí, tras las rocas! -exclamó alguien con voz gangosa.niño miró a la orilla y cuál fue su sorpresa cuando vio al encargado de los patines señalándole con el brazo y gritando: ¡¡A por éeeeeel!!

ntonces aparecieron ante la vista de Juanito todos los demás, que, obedeciendo la orden de su jefe, fueron en su busca. El niño p udo ver sus caras, desencafuerzo de cumplir con su misión: matarlo. El alboroto que montaron al lanzarse todos juntos al agua le hizo recordar la última vez que habían ido a la playgio. Todos sus compañeros también se habían metido en el agua juntos, corriendo, gritando y salpicando en todas direcciones.ausser nadó todo lo rápido que pudo, huyendo de sus dementes p erseguidores, pero cada vez que giraba la cabeza veía que estaban más y más cerca. No saos seguían escondidos o si los habían encontrado, pero en aquellos momentos eso era lo que menos le importaba. Estaba demasiado ocupado tratando de ia vida.

¿Dónde está tu papi ahora, eh?! ¡Ja, ja, ja! -se burló el encargado de los patines, que seguía en la orilla, con los brazos en jarras y riendo con satisfacción.niño se dio cuenta de que no podría escapar. Prácticamente lo habían alcanzado. Incluso algunos de ellos ya le tocaban los pies, intentando da

itivamente. De pronto, sintió que le mordían el dedo gordo del pie derecho con unos dientes afilados como cuchillas.ritó de dolor.

Aaaaaaaahh! -aulló, incorporándose bruscamente en la toalla sobre la que estaba tomando el sol.Estás bien, muchacho?, ¿te ocurre algo? -le preguntó una señora de unos 40 años.a luz del sol le cegaba. Tras unos instantes de confusión, recordó que había ido a la playa con sus amigos y que se había quedado dormido.o, gracias, no me pasa nada. Sólo ha sido una pesadilla.i, ji, ji! -rio la hija de la señora, de unos 8 años, que estaba jugando bajo una sombrilla.

ausser la miró con detenimiento y luego a su madre.n momento..., ¡usted estaba en mi sueño!, ¡y su hija también! -exclamó.

Cómo dices, pequeño? -preguntó la mujer.e digo que..., bueno, da igual, olvídelo.anito miró hacia el puerto, buscando a sus amigos. Allí estaban. Paco ya había despertado y parecía estar discutiendo con Javi. Se preguntó qué se ndo.iró a su alrededor. La gente estaba disfrutando de un agradable día de playa, un soleado y magnífico día veraniego. La mujer de unos 40 años cogió unceador, lo destapó y vertió sobre su mano una gran cantidad de crema. La esparció por sus p iernas con una gran seriedad. Cualquiera que le hubiera visto

momento se habría dado cuenta de la enorme importancia que le daba a la protección de su piel. El niño la miraba con atención, comprobando que no dejametro de piel sin pringar. Él siempre había pensado que eso de ponerse crema era una guarrería. Uno no podía disfrutar de la playa con el cuerpo comple

bierto de aquella mierda. Además, ¿quién sabe cómo la fabricarán?, pensaba siempre. Al ver lo que hacía la mujer, le vinieron a la memoria aquellos díasdo él más pequeño, solía ir con sus padres a la playa y su madre le obligaba a llenarse el cuerpo de crema protectora. Recordaba aquellos días con un ascosiempre le venían arcadas antes de que su madre acabara de aplicarle la sustancia. Si tenía suerte, las arcadas eran secas, pero a veces venían con regalito inc

uando la mujer terminó, se levantó y se acercó a la niña.Ahora tú, cariño -dijo mientras vertía sobre su mano un montón de crema-. Hay que p rotegerse del sol.a niña, sin embargo, no parecía muy entusiasmada con la idea. De hecho, estaba empezando a llorar.Pero, mamá..., ayer me prometiste que sería la última vez! -exclamó con su estridente vocecilla infantil.o, cariño..., lo que te dije fue que no te pondría tanta cantidad -le contestó la madre, que ya estaba frotándole la espaldita, pringándola bien.

No, mamá, dijiste que nunca más me pondrías crema!a madre dudó p or unos instantes. No sabía qué inventarse para salir del paso. Finalmente, dijo:ues sí, te engañé. ¿Y qué? Soy tu madre y mando en ti, ¿te enteras?

a niñita se quedó callada, llorando, mientras su madre terminaba de recubrir todo su cuerpo con aquella sustancia pegajosa y asquerosa.ausser, que estaba a un par de metros de distancia y había sido testigo de la escena, no pudo quedarse callado.No le da vergüenza abusar así de una pobre niña? -le preguntó.a señora se volvió hacia él.

¿Abusar?! -le respondió, muy enfadada-. ¡La estoy protegiendo!ero si está debajo de la sombrilla, joder... ¿Cómo le va a hacer daño el sol?

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No me hables así, jovencito! ¡Maleducado!Le hablo como me da la gana! ¡Mala madre!¿Mala madre?! ¡¿Qué sabrás tú lo que es criar a un hijo?! -gritó la mujer, ya fuera de sí. Juanito le había dado donde más le dolía-. ¡¿Qué sabrás tú de mi vidaa señora discutía con el niño sin dejar de aplicarle crema a su hija.aga lo que quiera, señora, allá usted con su conciencia...

Yo tengo la conciencia muy tranquila!ausser dio por finalizada la conversación y volvió a mirar hacia el muelle. Allí sus amigos seguían discutiendo. De hecho, la discusión se estaba convirtiendque eso. Paco y Javi se empujaban el uno al otro y parecía que en cualquier momento p odía producirse el primer puñetazo.Ojalá ese médico no te hubiera salvado! -exclamó la señora.anito, que ya se había olvidado de ella, la encaró de nuevo.eñora, ¿quiere dejarme en paz de una puta vez?

a mujer le miró con ojos de fuego. El niño jamás había visto tanto odio en una mirada.¿Qué pasa?! -añadió con chulería-. ¡Mala madre!to hizo que la mujer perdiera el control. Tiró al suelo el bote de crema y se abalanzó sobre el niño, pero éste se levantó muy rápido y salió corriendo haciadose de cabeza.Te mato! ¡¡Te matooooo!! -gritaba la mujer, llena de ira. Al ver que el niño se lanzaba al agua, dudó un poco. No sabía si tirarse ella también e ir en su rar a que saliera. Respiraba muy deprisa y temblaba de nervios. Estaba histérica.ausser, que ya se encontraba a unos diez metros de la orilla, se giró y exclamó:No se altere tanto, señora! ¡Si es mala madre yo no tengo la culpa!Uaaaaahh!! -chilló la mujer, rabiosa perdida, metiéndose en el agua sin pensárselo más.

Pero, señora, ¿no se da cuenta de que se le va a quitar la crema solar?! -dijo el niño-. ¡Salga del agua!a mujer no hizo caso; siguió nadando tras él.Además, no puede dejar sola a su hijita! ¡No sea irresponsable! -continuó Juanito, metiendo el dedo en la llaga-. ¡No sea mala madre!Calla!! ¡¡Calla!! ¡¡Callaaaaaa!! -gritó la mujer, absolutamente enfurecida. Al hacerlo, tragó bastante agua y tosió fuertemente. Si aquella mañana le hubier

al cabo de unas horas estaría nadando como loca tras un niño de 11 años, no lo habría creído. De hecho, ni siquiera sabía lo que le haría si llegara a alcanzrtinencia del chaval la había sacado de quicio totalmente.o obstante, la persecución no duraría demasiado. Hausser se dirigió hacia el muelle, donde sus amigos seguían con su prop ia disputa. No le gustaba cruzar luerto, pero aquello era una excepción. Estaba seguro de que la señora no se atrevería a pasar por allí, y así se libraría de ella.

plan de escape de Juanito salió tal y como había pensado. Incluso antes de llegar a la entrada del muelle, la mujer se dio por vencida y volvió hacia la playr algo más, pero no alcanzó a entender lo que decía.

8

ientras Jack dormía, también tuvo un sueño, y no fue mucho más agradable que el de Juanito.taba abriendo la puerta del cuarto trastero para realizar la estúpida comprobación de que las bolsas seguían allí. Encendió la luz y lo que vio hizo que las pojaran. Las tres bolsas seguían allí, pero una de ellas estaba vacía. ¡No puede ser!, pensó, aterrado, ¡no puede ser, no puede ser, no puede ser!, repitió su ma vez. Estaba tan asustado que permaneció casi un minuto sin moverse. La bolsa vacía era la de su mujer. Tenía que serlo, a menos que alguien hubiera moas de sitio. Recordaba perfectamente el orden en que las había colocado contra la pared del fondo. En la de la izquierda estaba el indigente, en la del medior, y en la de la derecha, Juliet. Es decir, las había colocado por orden de defunción.guien había entrado en su apartamento y se había llevado el cadáver de su mujer. Pero ¿por qué? ¿O era alguno de los otros dos el que faltaba?, ¿podía estaTendría que comprobar las bolsas que seguían llenas. De repente, la idea de acercarse a un muerto le p rodujo p ánico. Respiró hondo y trató de contos. Ya un poco más calmado, se acercó a la bolsa de la izquierda y desató el nudo. Se asomó dentro y vio la cabeza destrozada del vagabundo. Apestaeabundo era el olor, que Jack no pudo evitar vomitar, y lo hizo dentro de la propia bolsa. La cabeza del muerto quedó totalmente pringada con sus vóm, le vino otra arcada aún mayor que la anterior. Pensó que ya no podía existir una imagen más asquerosa y demencial: un cadáver con la cabeza dest

reando vómitos. Siguió vomitando hasta que ya no quedó nada en su estómago. Luego fue corriendo hasta la ventana del salón, la abrio de par en par so el aire del exterior. Dos minutos después cerró la ventana.  No quiero v olver allí, ¡no quiero!, gritó interiormente. Pero sabía que debía hacerlo. T

probar la otra bolsa. Lentamente se encaminó de nuevo hacia el cuarto trastero. Una vez dentro, volvió a sentir el hedor del indigente. Aguantó la respiracuró a hacerle un nudo a la bolsa. Luego se acercó a la de la derecha y la abrio. Allí descansaba Juliet. No olía tan mal como su compañero de habitacoco era un espectáculo agradable. Volvió a atar la bolsa y salió del trastero. Cerró la puerta con llave y pensó qué debía hacer.hora ya no había duda: alguien había entrado y se había llevado a su mujer. Pero ¿cómo? Sólo él tenía las llaves del apartamento y del trastero. ¿Y quién da estar interesado en llevarse el cuerpo de su esposa?e repente, unos p asos sonaron en el dormitorio. Jack, que podía ver la puerta de la habitación desde donde se encontraba, observó cómo ésta se abría lentanuación, Rachel salió al pasillo, ante la incrédula mirada de su marido. La mujer le observaba con la cabeza inclinada hacia la derecha de forma antinatural, ctura del cuello. Tenía la cara de color lila y los ojos rojos.

Por qué me has matado, Jack? -croó la mujer-. Dime, ¿por qué lo has hecho?no podía articular palabra. Estaba totalmente p aralizado por el horror.

Me has decepcionado -continuó la anciana-. No me esperaba esto de ti -añadió, y empezó a caminar hacia él, arrastrando los pies y meneando involuntariaza.ck quería irse, salir pitando de allí, pero sus músculos no querían obedecerle. Había oído hablar de las parálisis provocadas por el miedo, pero siempre habera una exageración, que en realidad lo que ocurría era que la gente, al asustarse mucho, simplemente no sabía cómo reaccionar. Qué equivocado estaba..simo cómo quería reaccionar: abriría la puerta de la calle y saldría cagando leches de allí. Pero no podía hacerlo; el miedo lo tenía paralizado, y no eraeración. Lo único que podía hacer era observar cómo se acercaba su mujer. Ya estaba a tan sólo un metro de distancia y seguía avanzando, sin prisa pero smente, se detuvo ante él, a la distancia normal en que dos personas suelen conversar.

ebo de estar alucinando, pensó Jack, esto no puede ser real .Sabes qué? -dijo Rachel-. Siempre supe que acabarías matándome. Los tipos como tú siempre acabáis haciéndolo... -Esto último lo dijo dándole unos golpedo índice en el pecho.os tipos como yo? ¡Pero ¿qué está diciendo?! La he tratado como a una reina durante los 68 años que ha durado nuestro matrimonio. Jamás se me paza ponerle la mano encima. Pero..., ¡maldita sea!, ¡¿y qué más da lo que diga un muerto v iviente?! Porque eso es lo que es: ¡un jodido muerto viviente! o que buscar sentido a sus palabras, si seguramente es una alucinación?ero a pesar de todo... te quiero, Jacky -dijo Rachel acercándose más, como para besarle en la boca-, te quiero...

sentir el gélido frío de sus labios, Jack despertó bruscamente. Estaba sudando y respiraba agitadamente. Miró a su alrededor para asegurarse de que la zomparecido. Cuando se hubo convencido de que todo había sido un sueño, miró el reloj de la mesita de noche. Eran las 17:30.

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or Dios..., he dormido más de seis horas... -murmuró, sorprendido.las 18:00 tenía que estar en el parque con los del club, por lo que tenía que darse prisa si no quería llegar tarde y aguantar los irritantes comentarios de Paul

ápidamente se vistió y fue a por sus bolas de petanca, que guardaba en un saquito de terciopelo negro, en el trastero. Al meter la llave en la cerradura de lala absurda certeza de que cuando la abriera y encendiera la luz, descubriría que una de las bolsas, concretamente la de su mujer, estaría vacía, y todo lo o en el sueño sucedería en la realidad, exactamente de la misma forma. Tan seguro estaba de ello que, una vez abierta la puerta, su mano, temblorosa por e

certaba a darle al interruptor de la luz. Cuando al fin consiguió accionarlo, comprobó con gran alivio que las tres bolsas seguían en su sitio, y llenas. Cogió es bolas y volvió a salir.entral Park estaba a unos 10 minutos de su apartamento, yendo a pie. Podía coger el coche, pero le apetecía caminar para desentumir los músculos. Su ma recomendado andar a menudo y él siempre seguía sus indicaciones al pie de la letra. Jack era un hombre que se preocupaba por su salud y la de los srdo, había matado a su mujer, pero antes de hacerlo siempre la había cuidado mucho. Consideraba que el peor pecado que una persona podía cometer era lud. Eso era como menospreciar la vida, y aquel que menospreciara la vida estaba menospreciando el mayor de sus tesoros. Aquel que no era capaz de vdebía ser duramente castigado. Él la valoraba por encima de todas las cosas. Quizá por eso le fascinaba tanto arrebatarla, porque ¿qué gracia podía tener ro

oco valor?salir a la calle se encontró con James Dixon, el marido de Juliet. Sólo tenía 53 años, pero su pelo estaba completamente encanecido, lo que le daba el aspe

ho mayor. Parecía muy p reocupado.eñor Peterson, p ero..., ¿estaba usted en su apartamento? -p reguntó, muy extrañado.í, ¿por qué lo pregunta? No tiene usted buen aspecto, señor Dixon. ¿Se encuentra bien?o encuentro a mi mujer. Esta mañana salió a comprar y todavía no ha regresado. Seguro que le ha pasado algo, de lo contrario..., pero, oiga, si usted estaamento, ¿por qué no me ha abierto cuando he llamado a su p uerta? Ha sido hace unos 15 minutos y yo no me he movido de aquí, así que no me diga que nue en ese caso le habría visto llegar.Qué insinúa?o insinúo nada. Simplemente le he hecho una pregunta. ¿Por qué no me ha abierto? -preguntó con una mirada suspicaz.staba durmiendo. No me sentía bien y me eché un rato a descansar.

Ya veo... -dijo James, que seguía mirándole de la misma forma-. Pues debe de tener ust ed un sueño muy profundo, para no haberse despertado...n absoluto, suelo despertarme con mucha facilidad. Lo que ocurre es que cuando estoy acostado jamás contesto al teléfono ni a la puerta.Y por qué no?

No lo sé..., supongo que en el fondo soy un poco vago..., je, je, je...No se ría! -exclamó el señor Dixon, irritado-. ¡Quería verle porque estoy muy preocupado por mi mujer y quería saber si ust ed la ha visto! ¡Pero, claro, el

a levantarse de la camita! ¡Estaba demasiado a gustito entre las sábanas, ¿no?!uidado con lo que dice. No voy a permitirle que me falte al respeto.Ah, ¿no?! ¿Y qué va a hacer para impedirlo, eh? -dijo James, levantando la barbilla con chulería.erdone, pero he de marcharme. Además, en realidad no he oído que nadie llamara a mi puerta.ck tenía que marcharse de inmediato si no quería llegar tarde, y eso era lo que más le importaba en aquel momento. Ya había empezado a caminar, cuando suarró de un brazo.

Alto ahí..., ¿adónde va con tanta p risa?so a usted no le importa. Haga el favor de soltarme.odavía no me ha dicho si ha visto a mi mujer.ck miró fijamente al señor Dixon y deseó matarlo. Acabar con él allí mismo. Golpearía su entrepierna y, ya en el suelo, utilizaría el pesado saquito de temachacarle la cabeza. Pero, lamentablemente, había mucha gente por la calle.stá bien, sé dónde está su mujer -dijo, muy serio.

¿Qué?! -exclamó el otro con los ojos abiertos de par en par-. ¡¿Y qué coño esperaba para decírmelo?!Acompáñeme, está en mi apartamento.¿En su apartamento?! ¡¿Y qué demonios hace mi mujer en su apartamento?!erá... ella está muy disgustada con usted y nos pidió que la acogiéramos en nuestra casa por unos días. De hecho, prometimos no decírselo a nadie, pero

a usted tan preocupado...ero no lo entiendo. ¿Por qué está disgustada? ¡No hemos discutido desde hace meses!o mejor será que hable usted mismo con ella. Acompáñeme a casa.mes estaba tan sorp rendido por las palabras de su vecino, que todavía no le había soltado del brazo. Cuando se dio cuenta, apartó la mano rápidamente.iscúlpeme, señor Peterson, es que estoy muy alterado. No quería ser grosero con usted.o importa... -dijo Jack, sonriéndole amablemente.a sabe lo importante que es mi mujer para mí...or supuesto. Lo entiendo perfectamente -dijo el anciano mientras abría la puerta de su apartamento-. Yo también estaría de los nervios si fuera usted. Eal del mundo.

na vez dentro, Jack cerró la puerta a conciencia. Dixon miró algo extrañado cómo lo hacía, pero no hizo ningún comentario al respecto.Dónde está mi mujer? -preguntó, ansioso.enga, venga..., está aquí dentro -dijo Jack, al tiempo que se dirigía a la puerta del trastero.mes le miró, estupefacto. Ya había estado en aquel piso muchas veces y sabía perfectamente que aquella puerta era la del cuarto trastero. Extrañadísimo y

pensar, fue junto a su vecino, que ahora estaba abriendo con llave la pequeña habitación. Cuando estuvo abierta, encendió la luz y señaló hacia las bolsas deu mujer está en la bolsa de la derecha -dijo Peterson con toda naturalidad.xon miró a Jack con los ojos tan abiertos que parecían a punto de salirse de sus cuencas.

¿Qué es esto?!, ¡¿una broma de mal gusto?!n absoluto. Compruébelo usted mismo.continuación sucedió justo lo que Peterson había previsto que sucedería. James, que apenas podía pensar con claridad ante aquella situación tan surre

anzó sobre la bolsa de la derecha y empezó a deshacer el nudo con manos temblorosas. Mientras tanto, Jack salió al pasillo y descolgó de la pared un viejo sa conseguido en la India, hacía 47 años. Acarició su filo con un dedo para comprobar si estaba afilado y, al hacerlo, una fina línea roja apareció en la yemar. Perfecto, pensó, una navaja de afeitar no podría cortar más.

situó justo al lado de la puerta del trastero, fuera de la vista de Dixon, sujetando el sable de tal forma que cuando su vecino saliera de la pequeña habría de derecha a izquierda, cortando lo que pillara.mes terminó de abrir la bolsa y miró en su interior.Nooooooo!! ¡¡Julieeeeeeet!! ¡¡Nooooooo!! -gritó, horrorizado. A continuación, Peterson oyó que su vecino rompía a llorar. Ya no eres tan gallito com, pensó, divertido.Qué tal, Dixon? ¿Cómo la ves? -preguntó desde el pasillo, apretando aún más la empuñadura del sable. El corazón le palpitaba con fuerza.

Uaaaaaaahh! -aulló James mientras corría hacia el pasillo, dispuesto a acabar con su vecino.uando Dixon salió del trastero, Jack descargó el sable sobre su cuello con un grito de rabia y esfuerzo. El acero cortó la carne y el hueso limpiamente, co

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ina se tratara. Tan limpio y rápido fue el corte, que la cabeza de James permaneció sobre sus hombros hasta que el cuerpo chocó contra la pared delnces cayó al suelo con un golpe sordo y rodó hasta los pies de Jack. Del cuerpo descabezado salió un p otente chorro de sangre que manchó el techo, las pelo.Maldita sea! -farfulló Jack-. ¡Qué desastre! -Recogió la cabeza del suelo, la encaró frente a él y gritó-: ¡Hasta después de muerto me estás jodiendo, cabral suelo con todas sus fuerzas. Al golpear las baldosas, el cráneo crujió, y de él empezó a salir una mezcla de sangre y sesos-. Joder, voy a tener que pinr toda esta mierda... -dijo mirando a su alrededor.

 

9

anito llegó por fin al puerto. Sus amigos seguían discutiendo acaloradamente.Se puede saber qué os pasa? -preguntó al llegar junto a ellos.Vaya! ¡Mi otro gran amigo! -exclamó Paco, irónicamente-. ¡Mírame, estoy vivo! ¡¿Te alegras?!No le hagas caso! -dijo Javi, muy enfadado-. ¡Dice que le abandonamos para que muriera! ¡¿Qué te parece?!so no es cierto -dijo Hausser-. ¿Cómo puedes pensar algo así? Estabas dormido; vimos cómo respirabas. Y pensamos que lo mejor era dejarte descansar.

¿Y cómo sabíais que estaba dormido?! ¡Podía haber estado en coma!anito y Javi se miraron en silencio. No sabían qué contestar a eso.e acuerdo, quizá fuimos un poco desconsiderados contigo... -dijo Javi-. ¡Pero eso no te da derecho a llamarnos asesinos!

Pues yo creo que sí! ¡Asesinos! -insistió Paco.Vámonos, Javi, ya se le pasará. Ahora es inútil discutir con él -dijo Hausser.

í, será lo mejor, vamos.a se marchaban, cuando Paco les dijo algo más.Os p erdono con una condición!us amigos se dieron la vuelta.Qué condición? -p reguntó Juanito.Que os tiréis del rompeolas de cabeza! -exclamó-. ¡Y sobre la roca puntiaguda, como yo!Mira que eres p esado, chaval! ¡¿Otra vez con lo mismo?! -dijo Javi.Sólo así os perdonaré!

Bueno, pues no nos perdones!los dos reemprendieron la marcha de nuevo, pasando de él olímpicamente.e nuevo volvieron a la playa caminando, pero Hausser, al ver que la señora de unos 40 años seguía allí, no se atrevió a acercarse. Se escondió tras la casedos.avi, ¿puedes ir a por mis cosas? Será mejor que nos p ongamos en otro sitio.Por qué?orque hay una mujer que quiere pegarme una paliza.ero ¿qué dices?s una historia un poco larga. Ya te contaré.

a señora que estaba despachando en la caseta de los helados oyó a los niños y los miró con recelo. No le gustaban los críos. Nunca le habían gustado.Eh, vosotros! ¡¿Vais a comprar algo o qué?! -exclamó, malhumorada-. ¡Si no compráis nada no os podéis quedar aquí!vi fue en busca de las cosas, pero Juanito se quedó delante del mostrador de la caseta.ólo será un momento, señora. Enseguida me marcho.Te lo repito: o compras o te vas!niño se quedó sorprendido de la mala leche que tenía la mujer. Su enfado era totalmente desmesurado.ero, señora, ¿por qué se pone así? No creo que haya para tanto...

¿Por qué te quiere pegar esa señora?! -preguntó la heladera.¿Y a usted qué coño le importa?! -respondió Hausser-. ¡Métase en sus asuntos!No hables así a los mayores, jovencito!Yo hablo como me da la gana! -exclamó el niño-. ¡Además, mi padre es Adolf Hausser!¿Que tu p adre es quién?!Adolf Hausser! -repitió, levantando la barbilla con orgullo.¿Y quién es ése?!Mi padre es el hombre más rico del pueblo!Oooohh...! ¡Qué miedo...! -dijo la heladera, burlándose de él-. ¿Y qué va a hacer?, ¿meterme en la cárcel?, ¿pegarme un tiro, quizá?Se va a arrepentir de esto, se lo juro! -exclamó Juanito, muerto de rabia. Estaba acostumbrado a que todo el mundo le hiciera la pelota cuando decía el nome. ¡Pero esta heladerucha impertinente se había atrevido, incluso, a insinuar que no sabía quién era!-. ¡Voy a hacer que le cierren esta caseta de mierda! -gritfuria-. ¡La voy a dejar en la puta calle!Eso habrá que verlo, niñato! ¡Habrá que verlo!

Lo verá, ya lo creo que lo verá! -Y, tras unos instantes, añadió-: ¡Zorra!¿Qué me has dicho?!! -aulló la heladera, que se precipitó hacia la puerta de la caseta, abriéndola con rapidez.sto en aquel momento volvía Javi, y vio cómo Hausser echaba a correr.avi, esa tía me quiere pegar una paliza! -exclamó.

oder, macho, ¿qué te pasa hoy? ¿Todo el mundo quiere zurrarte o qué?a heladera se puso a correr tras el niño, abandonando su negocio. Javi observó divertido la persecución, hasta que los perdió de vista tras una esquina.ste chaval... -murmuró-. Siempre metiéndose en líos...cabo de unos segundos oyó un frenazo, seguido de un golpe sordo. A continuación, varias p ersonas empezaron a gritar. Poco desp ués, Juanito reapareció

s calles que daban a la playa y fue a reunirse con Javi.Qué ha pasado? -preguntó éste-. ¿Ha habido un accidente?Joder, t ío! -exclamó el otro-. ¡Tendrías que haberlo visto! ¡La han destrozado!A quién?¿A quién crees?! ¡A la heladera! -dijo Hausser, llevándose las manos a la cara. Estaba llorando-. ¡Y ha sido por mi culpa! ¡Por mi culpa!h, vamos, eso no es verdad -intentó consolarle su amigo-. Nadie la obligó a perseguirte.

Pero yo la insulté gravemente!

a igual, eso no le da derecho a pegarte, y eso es lo que habría hecho esa fulana si te hubiera alcanzado. Te habría pegado una paliza de muerte. ¡Y el que pno tiene derecho a la vida! ¡¿No te das cuenta?! ¡Se ha hecho justicia!

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anito se quedó pensando en las palabras de su amigo. Tras unos instantes de reflexión, lo vio claro.Tienes razón! ¡Lo merecía! -exclamó, eufórico. Puso los brazos en jarras, miró hacia el mar y respiró hondo-. ¡Ya me siento mucho mejor!

 

10

sto después de que Jack acabara con su última víctima, alguien llamó a la puerta. A través de la mirilla, vio que era Michael Oxford, otro de sus vecinos. Vivta de enfrente y tenía 39 años. Estaba casado y tenía tres hijos. Era un buen t ipo. Por lo menos, nunca había tenido ningún problema con él, pero esogido el peor momento para visitarlo.Jack, ¿estás en casa?! -p reguntó, y de nuevo golpeó varias veces la puerta con los nudillos.as unos instantes de vacilación, Peterson decidió asesinarlo.brio la puerta y le invitó a pasar, escondiendo el sable tras su espalda.asa, pasa..., ¿qué se te ofrece? -le preguntó. Una vez dentro, se apresuró a cerrar la puerta.

Oh, Dios mío! ¡¡Dios mío!! -gritó el señor Oxford al ver la carnicería en que se había convertido el piso de su vecino.ta vez Jack atacó por la espalda. Con un fuerte y rápido impulso, le clavó el sable justo por encima de los riñones y apretó hasta que la empuñadura cho

e. Michael vio, con horror y sorpresa, que de su abdomen salía una espada ensangrentada y, momentos después, volvía a desaparecer. La sangre empezó otones p or ambas heridas, la delantera y la trasera. El hombre no tardó en desp lomarse. Cayó hacia delante cuan largo era, golpeando violentamente el sue. Jack dio un pequeño brinco de euforia al ver el fuerte cabezazo.oder..., me he convertido en un monstruo... -murmuró-, ¡p ero cómo me gusta!ontempló los dos cadáveres con gran satisfacción y respiró hondo. Miró su reloj, que estaba salpicado de sangre, y vio que ya no podría llegar a tiempo aquiera si se marchaba enseguida, dejando todo aquello tal y como estaba. Además, la ropa que llevaba puesta también estaba muy manchada, así como suy sus manos. Si quería acudir a la cita, p rimero tendría que ducharse y p onerse ropa limpia. Iría hasta allí y hablaría con Paul. Con un poco de suerte, coencerle para que jugaran el mano a mano esa misma tarde. Pero, ¿y si no aceptaba? ¿Y si se negaba a ir al Bosque del niño muerto? Pensándolo bien, seguuesta de Jack le resultaría extraña. Pudiendo jugar en el parque, ¿para qué tomarse la molestia de ir hasta las afueras de la ciudad? Jack tendría que invenllevarlo hasta allí. Para llevarlo hasta su matadero.

odo esto lo p ensó mientras aún sujetaba en sus manos el sable ensangrentado.engo que darme prisa -murmuró, al tiempo que se dirigía al baño a paso ligero. Una vez allí, puso el sable en la bañera y lo enjuagó con la ducha. Cuandmente limpio lo secó con una toalla y volvió a colocarlo en la pared del pasillo. A continuación, fue a la cocina a por dos bolsas de basura tamaño extra

ó en ellas los dos cadáveres, sin olvidar la cabeza del señor Dixon, y las guardó en el trastero. Entonces fue a por la fregona y limpió toda la sangre que habo. Luego se quitó la ropa, la metió en la lavadora y la puso en marcha. Fue al baño a darse una ducha y después se vist ió con ropa limpia.salir del dormitorio echó un vistazo a las p aredes y el techo del pasillo.

ueno... -dijo en voz baja-, cuando vuelva le doy una manita de pintura y arreglado.ogió el saquito de terciopelo negro y salió de casa.

uando llegó al parque eran las 19:30. Nunca había llegado tan tarde. Como no podía ser de otra manera, Paul empezó con sus gilipolleces en cuanto le vio.Hombre...! -exclamó-. Ya pensábamos que te habías muerto..., je, je, je...

No, siento decepcionarte, Paul, no estoy muerto -dijo Jack, y pensó-: Pero tú sí que lo estarás muy pronto, hijo de puta...amos, únete a la partida. Si es que tienes ganas de perder, claro, je, je, je...ye, Paul, quería prop onerte algo.

Proponerme algo? Huy , huy , huy ... Eso me suena a proposición indecente... ¿Es que te has vuelto maricón? Je, je, je...ck no sop ortaba aquella estúp ida risita, se ponía de los nervios cada vez que oía aquel carcajeo tontorrón. Al p rincipio de conocerle había pensado que quipo lograría acostumbrarse a aquel sonido y dejaría de sentir ganas de retorcerle el pescuezo cada vez que reía. Pero se había equivocado; no había coumbrarse. Al contrario, cada vez le daba más rabia.

Me gustaría que tú y yo jugáramos una partida solos.Y ésa es la prop osición que tenías que hacerme? -preguntó con una mezcla de desprecio y decepción.í, pero la partida no sería aquí. Sería en el Bosque del niño muerto.En el Bosque del niño muerto? ¡Qué idea más estúpida! -exclamó, sonriendo y extrañado-. ¿Y por qué allí?

Verás, el otro día fui dando un paseo y encontré una roca con unos símbolos bastante raros.ara los analfabetos como tú cualquier símbolo es raro, je, je, je... -dijo Paul, ante lo cual Jack le miró con gesto ofendido-. Está bien, perdona, perdona... je, jecon esos símbolos, a ver?omo tú eres aficionado a esas cosas, he pensado que quizá te gustaría echarle un vistazo. ¿Quién sabe? A lo mejor es algo valioso.laro, claro..., valioso... -dijo Paul en tono burlón-. Por eso lo han dejado en medio del bosque, ¿no?ueno, ¿quieres echarle un vistazo o no? -preguntó Jack, que ya empezaba a estar bastante irritado. Paul lo pensó un p oco y finalmente dijo:stá bien, echaremos una ojeada a tu roca... -lo dijo como si le estuviera haciendo un favor de mala gana-. Pero nada de jugar a la petanca. Si quieres jugar lo

omo quieras. Oye, ¿y si vamos ahora mismo a ver eso?, ¿te va bien?A qué vienen tantas p risas? Estamos aquí para jugar, ¿no?

ck estuvo a p unto de gritarle: ¡Es que tengo prisa por machacarte la cabeza, maldito hijo de puta! Pero, en vez de eso, le dijo:Más que nada lo digo porque ahora, con la luz del sol, lo veríamos mejor.ues vamos otro día, joder, que pareces tonto... -dijo Paul, dándose la vuelta y regresando junto a los demás con andares chulescos.ck tuvo que hacer un enorme esfuerzo de autocontrol para no lanzarse sobre él y arrancarle los ojos allí mismo. Respiró hondo varias veces y pensó:  Anás, ayúdame a controlarme.a más calmado, se unió a los demás y estuvieron jugando hasta las 20:00. Cuando ya se estaban despidiendo, Jack se acercó a Paul y le preguntó:ueno, ¿al final cómo quedamos para ir a ver lo que te he dicho antes?Otra vez con eso? Mira que eres pesado, ¿eh? Veamos... ¿Qué tal mañana a las diez?e acuerdo. ¿Me paso por tu casa?

No, mejor me paso y o por la tuy a, así ves mi nuevo descapotable. -Al decir esto, Jack vio que sus ojos brillaban de orgullo.o sabes cuánto voy a disfrutar acabando contigo, hijo de perra, pensó, pero dijo:aya, ¿te has comprado un coche nuevo? ¿Y es bonito?a lo verás, Jacky, ya lo verás, je, je, je... Por cierto, ¿tú todavía tienes aquel cacharro?, ¿era un Chevrolet, verdad?í, todavía lo tengo. Es viejo, pero tiene un buen motor.Un buen motor? ¡Ja, ja, ja! No me hagas reír, ¿quieres? -dijo, y mirando su reloj, añadió-: Bueno, Jacky, he de irme, ¡hasta mañana!

Hasta mañana -contestó Jack, y vio cómo se alejaba con su estúp ida forma de caminar-. Pobrecito -murmuró-, no sabes lo que te espera...

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11

ausser y Javi aún podían oír los gritos de espanto que provenían del accidente, pero a ellos ya no les importaba.amos más para allá, no quiero que me vea la mujer de antes -dijo Juanito, mirando hacia atrás con ojos desconfiados.

Y dices que ésa también quería pegarte?Ya lo creo! ¡Incluso me persiguió por el agua, la muy puta! ¡Si me pilla, no me pega; me ahoga!guieron caminando en silencio, hasta que oyeron una voz a sus espaldas.Eh, chicos! ¡Esperadme!a Paco, que había regresado del puerto. Ya no parecía tan enfadado.s p erdono, pero que conste que lo hago porque no tengo más amigos que vosot ros.

Menuda gilipollez... -murmuró Hausser.co se hizo el sordo y siguió hablando.

Se puede saber adónde vamos? -preguntó.la playa. Sólo estamos cambiando de lugar, eso es todo -dijo Javi.

Y eso?s que he discutido con una y he tenido que salir corriendo para que no me zurrara -dijo Juanito-. ¿Por cierto, sabes que han atrop ellado a una tía?

Ah, ¿sí?í, y ésa también me quería dar. Si me llega a pillar, me pega una paliza que me mata. Pero la muy abusona ha recibido su merecido, ¿verdad, Javi?Por supuesto! -dijo el otro, y chocaron las palmas alegremente.co los miró con ojos incrédulos, no podía creer que se alegraran de algo así. No obstante, prefirio callarse su opinión; no tenía ganas de seguir discutiendo coueno, creo que aquí ya está bien. Ya nos hemos alejado bastante -dijo Hausser.

os tres entraron de nuevo en la playa y volvieron a ponerse cerca de la orilla. Les gustaba situarse allí porque así podían controlar sus cosas mientras se bndo Juanito y Javi extendieron sus t oallas sobre la arena, Paco se dio cuenta de que no tenía la suya.Mierda, mis cosas! -exclamó-. ¡Ahora vuelvo!-. Y se fue corriendo. Cada vez que apoyaba un pié, un montón de arena salía despedida hacia la gente qndo el sol. Algunos de los más desafortunados eran, sin duda, aquellos que se habían untado el cuerpo con crema solar, ya que la arena les quedaba pegada tenían más remedio que ir al agua a limpiarse.na señora de 60 años, rellenita, que tomaba el sol en topless (contra la voluntad de su marido, hijos y nietos), bostezó en el peor de los momentos: just

pasaba por su lado. La boca se le llenó de arena y se puso a toser fuertemente.n niño pequeño, de aproximadamente un año de edad, y que hacía sus primeros intentos por caminar solo, también fue víctima de la poca delicadeza de r junto a él, un montón de arena fue a parar directamente a su carita, dejándole traumatizado de por vida. Jamás volvería a pisar la playa. A pesamerables intentos de sus padres, a partir de aquel día, cada vez que se acercaran a la arena con el crío, éste se pondría a llorar escandalosamente.n señor de 80 años que leía atentamente el periodico también se llevó lo suyo. En este caso, la arena voladora fue a estrellarse contra su oreja duciéndosele en el oído hasta una peligrosa profundidad. En su desesperación, se golpeaba la cabeza con la mano una y otra vez intentando expulsarla, sin nalmente, un vigilante de la playa se plantó ante Paco, barrándole el paso.¿Se puede saber adónde vas con tanta prisa, chaval?! -exclamó-. ¡Estás molestando a la gente!

niño se quedó callado, mirándole. Debía de tener unos 20 años y era bastante alto, de manera que tenía que levantar mucho la barbilla para mirarle a los ojoalones cortos rojos y una gorra del mismo color eran su única indumentaria.ólo voy a por mis cosas, ¿algún p roblema? -preguntó Paco en p lan chulo.

Mira, niño, como te me pongas chulito...Qué pasa?, ¿me vas a pegar?vigilante, que no esperaba en absoluto esa reacción, por unos inst antes no sup o qué responder.

Voy a tener que sancionarte -dijo finalmente-. Ya verás cuando se enteren tus padres...Cuando se enteren te van a partir la cara!Me estás amenazando? No es por nada, chaval, pero trabajo para el ayuntamiento, así que llevas las de p erder.co ni se molestó en contestar. Intentó marcharse como si nada, pero el vigilante le sujetó de un brazo.

Suéltame! -le gritó.ro el chico no le soltó.o siento chaval, tengo que multarte por mal comportamiento y por desobediencia a la autoridad.

Pero ¿qué autoridad?! ¡¿Quién coño te crees que eres?! ¡Ay! ¡M e haces daño, hijo de...!¿Hijo de qué, eh?! ¡Vamos, continúa! ¡Dilo y te meto en un correccional de por vida!co miraba con odio al chico y estuvo a punto de completar el insulto, pero finalmente se contuvo. La gente que había alrededor veía cómo disfrutaba el vonreía de oreja a oreja.

Eh, chico! -exclamó un señor de 40 años-. El niño es un sinvergüenza, pero ¿no crees que te estás p asando un p oco?Métase en sus asuntos! -dijo el vigilante, sin molestarse siquiera en mirarle.Pero bueno! ¡¿Será posible?! -exclamó el señor, indignado-. ¡Suelta a ese muchacho ahora mismo!¿Qué pasa?!, ¡¿también quiere que le multe a usted?! -le amenazó el chico.

¿Multarme?! ¡¿Y por qué ibas a hacerlo?! -preguntó el señor, cada vez más mosqueado.Por est ar holgazaneando, p or ejemplo!¿Qué insinúas?! ¡¿Me estás llamando vago?! ¡Estoy de vacaciones, joder!Así se habla! -exclamó una señora jubilada.Tú sí que eres un vago! -añadió una voz anónima desde un poco más lejos.Es cierto! -siguió otra-. ¡Siempre ahí sentado bajo la sombrilla y sin pegar golpe!sí, en apenas unos segundos, un buen grupo de gente se había puesto en contra del vigilante. Los curiosos que se acercaban estaban formando un círculo cedor de él y de Paco.

Más vale que lo sueltes, muchacho, o no respondo! -le amenazó el señor de 40 años.Sacúdele! -gritaban algunos.Se lo está buscando! -exclamaban otros.Peguémosle una paliza entre todos! -dijo ot ro, seguido de numerosas aclamaciones que apoy aban la prop uesta.Matémosle! -se atrevió a gritar un loco, pero esta vez no hubo aclamaciones de apoyo, sino un tenso s ilencio, que el vigilante no sup o cómo interpretar.ueno, chico, ya ves lo que hay -dijo el cuarentón, que se había convertido en el portavoz de todos-. O sueltas al chaval... -añadió mirando a la multitu

aba- ...o de ésta no te salva ni tu madre.

a, ja, ja! -rio Paco mirando al vigilante-. ¿Y ahora qué, eh?¿Es que no entienden que hay que darle un escarmiento a este niño?! -dijo el chico, que se negaba a darse por vencido. Era demasiado orgulloso para rendirse

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Me parece que no te das cuenta de cuál es la situación, muchacho -siguió el hombre-. A lo mejor es que de estar tanto tiempo en la playa se te han recalens y ya no te funcionan bien...este comentario le siguieron varias risas burlonas.

Mira, voy a contar hasta tres. Si acabo y no has soltado al chaval... -dijo el hombre, y de nuevo miró a toda la gente que había a su alrededor, como indicáo que una imagen vale más que mil palabras.ntonces, al vigilante se le fue la olla.Quitádmelo vosotros, si tenéis cojones, pandilla de holgazanes! ¡Cabrones! ¡Hijos de...! -No pudo acabar de decirlo. El primer golpe se lo impidió, adrle la mandíbula y destrozarle dos dientes. La multitud, que había estado esperando impaciente, p or fin se le echó encima. Los p uñetazos le llegaban p

es. Los que se ensañaron más fueron los asiduos de aquella playa, que estaban hartos de verle pasearse por allí, con unos aires de importancia que les sacablas. Por fin el engreído estaba recibiendo su merecido, y ellos querían ser testigos de primera fila en su escarmiento. Se acabó lo de pasearse sobre la arenael amo, como si fuera la “autoridad”.

co, ya libre, le golpeó en el estómago repetidas veces, hasta que se cansó.cabo de 15 minutos de paliza ininterrumpida, alguien dijo:

Dejémoslo ya, no sea que lo matemos!ro el chico y a estaba muerto.

12

e regreso a casa, Jack se detuvo en una tienda de pinturas. Ya que no podría asesinar a Paul aquella tarde, la dedicaría a dar una manita de pintura al apartanar así cualquier rastro de sangre. De hecho, lo más sensato habría sido hacerlo enseguida, en vez de haber ido al parque, pero se había dejado llevar por las

s de acabar con aquel miserable.entrar en la tienda, la puerta hizo sonar unas campanillas. Inmediatamente, un joven de unos 20 años acudió a atenderle.

Qué desea, señor? -preguntó amablemente.uiero un bidón de pintura plástica blanca, por favor.

Cómo no? Espere un momento -dijo el dependiente, desapareciendo tras una de las estanterías que había en la tienda. Un momento después, reaparecin y lo depositó delante del mostrador, haciendo una mueca de esfuerzo.esa mucho, señor, ¿cree que podrá con él?

Por qué lo dices?, ¿me estás llamando viejo? -preguntó el anciano de 88 años.or supuesto que no, señor. Sólo quería decir que...engo más fuerza que tú y más que cinco como tú, ¿te enteras? Mira esto. -Jack se arremangó y mostró sus fuertes bíceps. Siempre había sido un

culoso y, a pesar de su avanzada edad, aún se conservaba bastante bien.Vaya... -dijo el dependiente-, está usted en forma, señor.A ver, p on el cartel de “cerrado” -ordenó Jack mientras se ponía bien la ropa.Cómo dice? -dijo el chico, extrañado.Que pongas el cartel de “cerrado”! Quiero hablarte de algo importante y no quiero que nadie nos interrumpa-. Habló con tanta autoridad que el chico, aeció sin rechistar-. Soy muy amigo de tu jefe, jovencito, así que mucho cuidado conmigo. Puedo hacer que te despidan con sólo hacer así. -Jack chasqueó loDe qué quiere hablarme? -preguntó éste, totalmente desconcertado.ara empezar, coge el bidón y mételo ahí dentro -ordenó Peterson, señalando una puerta que había tras el mostrador. El joven obedeció. No queríadieran, y aquel viejo parecía hablar muy en serio cuando había dicho que conocía al jefe. Hacía tan sólo un mes que había conseguido el empleo, y le habíaencontrarlo, que estaba dispuesto a tragarse su orgullo para conservarlo. Así que cogió el bidón y lo llevó al almacén sin decir ni mu.

ck fue tras él. Una vez dentro, cerró la puerta y le dijo:hora ábrelo. Quiero comprobar si la pintura es de buena calidad.chico obedeció.eamos... -dijo el viejo, poniéndose en cuclillas para observar mejor la pintura-. Vaya..., me lo temía, está defectuosa.erdone, señor, pero nunca hemos tenido quejas por la pintura. Es de p rimera calidad.

¿Y qué sabrás tú?! -espetó Jack-. ¡Si llevas aquí cuatro días...! ¡No tienes ni puta idea de este negocio! Anda, agáchate y mira esto, a ver si aprendes algo...joven dependiente, acojonado, se puso en la misma posición que el anciano y observó la pintura con atención.

íjate en esas motitas que tiene, ¿las ves? -dijo Peterson.chico se acercó más, pero seguía sin ver nada raro sobre la superficie blanca.erdone, pero yo no veo nada.s que son muy diminutas, son tan pequeñas que casi no se ven, pero si te acercas un poco más las verás, te lo aseguro.joven acercó la cara aún más a la pintura. Ya estaba a tan sólo 10 centímetros.ues yo no veo nada... -dijo.Que no ves nada? ¡Pues ahora verás! -exclamó Jack, y, sujetando con ambas manos la cabeza del muchacho, la empujó violentamente hacia abajo. Se sumerura con un sonido apagado, ¡plop!, al tiempo que el chico movía brazos y piernas alocadamente.Para entender este negocio hay que vivirlo desde dentro! -Al decir esta última palabra, el viejo empujó la cabeza del dependiente aún más hacia abajo, a

el peso de su cuerpo sobre las manos-. ¡Sólo así llegarás a ser un buen profesional!chico no tardó en tragar pintura en su desesperada lucha por conseguir oxígeno.ver que cada vez se resistía menos, Jack sonrió satisfecho y dijo:sí me gusta, muchacho. No te resistas más, no merece la pena...nalmente, el dependiente dio una última sacudida y después su cuerpo se relajó, muerto. El anciano lo soltó, se levantó y salió del almacén. Cogió otro bidótería y salió de la tienda, procurando no ser visto por nadie. Afortunadamente, estaba cerca de casa y no tendría que llevar aquella pesada carga mucho rato

us manos estaban completamente blancas y su rop a tenía numerosas manchas de p intura. Durante el breve trayecto hasta su apartamento, intentó pensar a excusa que poder contarle a cualquier conocido que casualmente se cruzara en su camino y le viera con aquella pinta, pero no se encontró con nadie.

uando hubo cerrado la puerta de su casa, murmuró:stoy corriendo más riesgos de los necesarios..., maldita sea, esto no p uede ser. Tengo que aprender a controlarme.ejó el bidón en el suelo, se quitó la ropa manchada y la tiró a la basura. Luego se lavó las manos a conciencia. Después se puso ropa vieja y se dispuso alo.na vez terminado el trabajo, se dio otra ducha. Mientras frotaba su cuerpo con la esponja, recordó que al llegar a casa no había comprobado el trastnquilidad le invadió de nuevo. Al cabo de un momento, no obstante, se dijo a sí mismo que no podía estar controlando a cada momento aquellas condenadaa que tranquilizarse y confiar en que todo saldría bien. De lo contrario acabaría volviéndose loco, si es que no lo estaba ya...  Hay muchas clases de locur

o olvides nunca... Las palabras de su padre resonaron en su cabeza. ¿Era eso lo que ocurría?, ¿se había vuelto loco? A él no se lo parecía. No se lo paluto. Pero entonces recordó otra cosa que también solía decir su padre: Los locos siempre dicen que no están locos.

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Maldita sea, yo no estoy loco! -gritó, tirando la esponja al suelo.Estás seguro de eso, Jacky? -Era la voz de su padre. Llevaba enterrado más de 50 años, pero le oyó como si estuviera frente a él.¿Quién anda ahí?! -exclamó, descorriendo la cortina de la ducha bruscamente. Pero el cuarto de baño estaba vacío, por supuesto.oy yo, Jacky, ¿es que ya no reconoces la voz de tu padre?anciano comprendió entonces que la voz debía de venir de su propia mente.

Cállate, no existes! -gritó, con los ojos llenos de lágrimas-. ¡No eres más que una broma de mi subconsciente! ¡Sólo eso!He venido para ayudarte, Jacky -continuó la voz-. Has de acabar de una vez con toda esta farsa.De qué estás hablando?, ¿qué farsa?

Vamos, Jacky..., lo sabes perfectamente. No puedes ir por ahí matando a gente inocente. No es correcto y tú lo sabes.orrecto, incorrecto... ¡estup ideces! ¡¿Y quién demonios decide qué es correcto y qué no lo es, eh?! ¡No son más que tonterías!s muy sencillo, Jacky... Simplemente no hay que hacer a los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros. Ésas son las reglas del juego. Y

etamos... estamos perdidos.ck reflexionó por unos instantes. Seguía en la ducha, con el agua cayéndole sobre la calva.ú no lo entiendes, papá. No puedes entenderlo...A qué te refieres?s difícil de creer, lo sé, pero esto me hace feliz. Realmente feliz, ¿entiendes?

Pero, Jacky, la felicidad nunca puede estar basada en la muerte!e equivocas. En mi caso eso es exactamente lo que sucede.

No, no es posible. Lo que te pasa es que confundes sentimientos, hijo. Lo que sientes al matar no es felicidad.Entonces qué es, eh?, ¡¿qué coño es?!o siento, pero eso es algo que tendrás que descubrir por ti mismo. Ahora sólo puedo decirte que debes pensar en lo que has hecho y tomar una decisión.Qué clase de decisión?ienes que decidir si vas a seguir con esta absurda matanza o si vas a ponerle fin.ck esperó a que la voz volviera a hablar, pero no lo hizo.Papá, sigues ahí? -preguntó, sin obt ener respuesta-. Dios…, ¿qué me está p asando? -Se llevó las manos a la cara y lloró un p oco.r fin salió de la ducha y se secó con la toalla. Se puso el albornoz y se sentó en el sofá, mirando fijamente la pantalla negra del televisor. Reflexionó sobraba de ocurrir. ¿Había estado de veras hablando con su padre, que de alguna manera había venido del más allá para comunicarse con él?, ¿o simplemente endo loco? Mientras le daba vueltas al asunto, fue s intiéndose más y más cansado, hasta que finalmente se quedó profundamente dormido.

13

ntes, incluso, de que terminara la brutal paliza al vigilante de la playa, Paco ya se había marchado. Pero no le resultó nada fácil, al tener que atravesar la me rabiosa.egó hasta donde estaban sus cosas y se puso a recogerlas.

Eh, tú! ¡¿Dónde está tu amigo?! -le preguntó, muy irritada, una señora de unos 40 años. A su lado, una niñita con el cuerpo totalmente embadurnado de creba desconsoladamente.sted debe de ser la que quería pegarle, ¿me equivoco?

¿Pegarle?! ¡¿Por quién me tomas?! ¡Jamás le he puesto la mano encima a un niño! -replicó la mujer.Mentira! -exclamó la niña.a señora, puesta en evidencia por su p ropia hija, se puso tan roja que su cara parecía un tomate maduro.

Maldita abusona... -dijo Paco, y se marchó con sus cosas.a mujer se quedó en silencio, como paralizada y absolutamente avergonzada. La gente la miraba con ojos acusadores.co llegó junto a sus amigos y extendió la toalla sobre la arena.Cómo va eso, chicos? -preguntó.ien -contestó Hausser-. ¿Qué era toda esa gente?ada, un vigilante de la playa que se ha pasado de listo..., nada importante. Bueno, ¿alguna idea para pasar el rato?ues en eso estábamos pensando, pero no se nos ocurre nada -dijo Javi.Qué tal si le gastamos una broma a alguien? -propuso Paco.Una broma? -dijo Juanito-. ¿Qué t ipo de broma?ues..., no sé, pero tiene que ser algo fuerte. M ás que una broma ha de ser una p utada, y de las que no se olvidan fácilmente.Le tiramos un cubo de agua fría a alguien que esté tomando el sol? -propuso Javi.

No..., eso está muy visto -dijo Paco-. Aunque la verdad es que jode bastante..., je, je, je... Incluso hay gente que se ha muerto del susto.o..., mejor hacemos otra cosa -dijo Hausser-. ¿Vamos al muelle y empujamos a todos los que veamos cerca del borde?a, ja, ja! -rio Paco-. Eso no está nada mal. Encima del susto que le pegas, se le moja toda la ropa...

Yo tengo otra idea! -dijo Javi-. Si hay alguien pescando en el rompeolas, le tiramos la caña al agua. A ver si se les quitan las ganas de matar peces.Vale! -dijo Juanito-. Siempre me ha parecido un pasatiempo muy cruel. Y no sólo por los peces. ¿No habéis visto lo que le hacen a los cebos? ¡A lo

nos los empalan vivos!s verdad, qué cabrones..., no tienen corazón -dijo Javi.Pues si estamos todos de acuerdo, venga, en marcha! -dijo Paco.e nuevo se dirigieron al muelle. Esta vez los tres a pie.Mirad! -exclamó Hausser-. ¡Hay unos cuantos!os miraron con un enorme desprecio.Fijaos cómo esperan a que algún pobre pececillo caiga en su trampa y su boquita quede perforada por el maldito anzuelo! -dijo Javi.

eso en el mejor de los casos -añadió Juanito-. Muchas veces se lo tragan entero y se les clava en la garganta o en el estómago. Y luego, cuando el pescaselo para reutilizarlo, le pega un fuerte tirón, ¡RAS!, desgarrándolo por dentro.co y Javi arrugaron la cara y se llevaron las manos al cuello, como si lo estuvieran sintiendo ellos mismos.eso es sólo el principio -continuó Hausser-. Si el pez no ha tenido la suerte de resultar malherido y morir enseguida, le espera una lenta agonía, hasta qu

iado.co y Javi se quedaron hechos polvo al oír estas palabras. Juanito se dio cuenta y añadió, irónicamente:

Pero, chicos, alegrad esas caras! En el fondo no es más que una diversión, una manera de pasar el rato. ¿Cuánto vale la vida de un pez, al fin y al cabo? ¿Arta su sufrimiento, aunque sea enorme?

a habían llegado al puerto y se acercaban a uno de los hombres que estaban pescando. Tendría unos 50 años y descansaba cómodamente en una silla de aba un puro y leía el periodico despreocupadamente.

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Mirad a ese cabrón -dijo Javi en voz baja, pues ya se encontraban a sólo unos metros del tipo.nto al señor se alzaba una flamante caña de pescar de color azul marino. Estaba encajada en uno de los múltiples agujeros que había en el suelo, espe

ñados para ello. Los niños llegaron a la conclusión de que debía de ser muy cara, ya que, aparte de su gran longitud (unos 6 metros), parecía estar hecha criales de gran calidad. Las anillas que separaban los diferentes tramos de la caña brillaban intensamente, así como el carrete, que era muy grande, como lopara pescar en alta mar. Allí, sin embargo, resultaba totalmente fuera de lugar.ueno, ¿cuál es el p lan? -preguntó Hausser.sperad, primero quiero hablar con él -dijo Paco, que se acercó al tipo mirando la caña con falsa admiración-. Buenas tardes, señor.uenas tardes -le contestó, levantando la vista del periodico. Parecía algo molesto ante la presencia del niño. Miró a Paco de arriba abajo y luego siguió leyeniene usted una caña preciosa, señor.tas palabras tuvieron un efecto milagroso en la actitud del hombre, que cambió radicalmente. Lo que antes era un rostro serio y poco amigable se convirt

arte de magia, en una cara iluminada por una amplia sonrisa. Y es que el tipo era un maldito orgulloso a quien le encantaba que le hicieran la pelota y, soadmiraran su caña de pescar. Eso le hacía sentirse el hombre más importante del mundo.Te gusta mi caña, jovencito? -preguntó mientras doblaba el periodico y lo dejaba a un lado-. Es mía y sólo mía -añadió, mirándola con satisfacción.co se quedó un p oco desconcertado ante est e comentario. ¿Es mía y sólo mía? Pero ¿de qué iba este t ío?

Y pesca mucho? -le preguntó.or sup uesto. M i caña es la mejor del pueblo; puedes estar seguro, jovencito.Cuántos peces ha pescado hoy?ues..., todavía ninguno, pero ya verás como no tarda en caer el primero, je, je, je…Le hace gracia?Qué? -respondió el señor frunciendo el ceño.Que si le hace gracia lo de asesinar peces! -gritó Paco.Asesinar peces? Pero ¿qué dices, chaval? ¿Estás mal de la cabeza o qué?Sé quién es usted, le conozco!Mira, márchate de aquí antes de que llame a la policía, jovencito!Deje de llamarme jovencito! ¡Sé quién es usted, el año pasado yo paseaba por aquí con mi primo y usted lanzó la caña sin mirar atrás! ¡¿No lo recuerda?! ¡¡!!señor miró fijamente a Paco, como intentando recordar su rostro.

Tú eres el niño que iba con él?

Sí, maldito cabrón! ¡Usted le enganchó la oreja con el anzuelo y se la destrozó!amos..., aquello fue mala suerte... Además, los malos momentos hay que olvidarlos. Eso es algo que aprenderás con los años, jovencito...Pero ¿cómo puede tener tanto morro?! ¡Ahora verá!co se movió con la rapidez de un rayo. Antes de que el señor pudiera reaccionar, el niño se agachó, sacó la caña del agujero donde estaba encajada y la tirór se levantó y estiró los brazos para alcanzarla, pero lo único que consiguió fue rozarla con la punta de los dedos.Mi caña! ¡¡Mi cañaaaaaaa!! -gritó, desesperado, mientras veía cómo su tesoro caía irremediablemente al mar-. ¡¡Te mato!! ¡¡Te matoooooo!! -aulló, apo que empezaba a perseguir a Paco. Éste, sin embargo, no tuvo dificultades para escapar. Al cabo de p oco, el señor se quedó sin aliento y tuvo que deteneanito y Javi, que habían permanecido atentos a la escenita, se unieron a la huida de su amigo. Al llegar a la playa dejaron de correr.Muy bien hecho, Paco! ¡Ese cretino ha recibido su merecido! -exclamó Hausser.Sí, ha sido genial! -exclamó Javi-. Lástima que no se haya caído al agua él también. Eso habría sido la guinda del pastel.ienes razón, tendríamos que haberle empujado. Por culpa de ese desgraciado mi primo lo pasó fatal.

os tres niños se quedaron callados, lamentando interiormente el penoso accidente.ueno, chicos, yo ya me voy -dijo Juanito.í, ya es tarde, yo también me voy -dijo Javi.ues yo me voy a quedar un rato más -dijo Paco-. Quiero darme otro chapuzón.

erminaron de despedirse y cada uno se fue por su lado.

14

ientras dormía, Jack volvió a soñar.a de noche. Lo poco que veía era gracias al resplandor de la luna llena, que estaba en todo lo alto. Se encontraba en el Bosque del niño muerto, junto al pozrededor. Aunque no veía a nadie, tenía la sensación de que alguien se ocultaba tras algún arbusto y le observaba desde allí. La sensación se fue haciendo mása, hasta que al fin exclamó:

¿Quién anda ahí?! -Al oír su propia voz, se llevó el susto más grande de su vida. No era en absoluto la voz de un anciano, sino la de un niño-. ¿Qué demomuró, y fue entonces, al mirarse las manos, cuando se dio cuenta de que no era más que un crío-. No puede ser...e pronto, oyó que algo se movía entre los arbustos que había a su derecha. Rápidamente dirigió la mirada hacia allí y, a unos 10 metros de distancia, vio apta de un niño.Quién eres? -le preguntó, sin obtener respuesta. En lugar de ello, el misterioso chaval avanzó unos pasos hacia él-. ¡Alto ahí! -exclamó Jack, y se apresuró

edrusco del suelo-. ¡Un p aso más y te abro la cabeza! -le amenazó.niño se detuvo. El resplandor de la luna no llegaba hasta él, puesto que se encontraba bajo la sombra de un gran árbol.No tuviste bastante con matarme una vez o qué? -dijo el chaval, dando un paso más hacia delante y quedando bajo la luz de la luna. Jack le reconoció de inimmy, el pequeño Jimmy, que había muerto en aquel mismo bosque hacía 80 años, cuando sólo contaba con 7. Al acercarse, Jack vio que tenía una horribsien derecha.

Dios mío, Jimmy!, ¿eres t ú? -preguntó, incrédulo.uelta esa piedra.ck obedeció.ime una cosa, Jacky, ¿por qué te gustaba tanto jugar al asesino?erdóname, Jimmy. Tú sabes que fue s in querer...Y qué importa si fue queriendo o sin querer? ¡El caso es que me mataste!upongo que tienes razón...

Pues claro que tengo razón! -gritó Jimmy-. ¡Mira esto! -añadió, señalándose la herida-. ¡¿Lo ves bien?!ck asintió con la cabeza.Yo no debería haber muerto! ¡No lo merecía! -exclamó.

No sabes cuánto lo siento, Jimmy, ojalá pudiera hacer algo p ara compensarte.Pero qué falso eres! -gritó el otro. Recogió una piedra del suelo y se la lanzó con fuerza. Jack la esquivó, pero le pasó tan cerca que le rozó la oreja derecha

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añazo.¿Qué haces?! -exclamó Jack, pero cuando vio que Jimmy volvía a agacharse para recoger otra piedra, dio media vuelta y echó a correr. Apenas había avanzaos cuando sintió un agudo dolor en mitad de la espalda. Una piedra del tamaño de un huevo de gallina le había alcanzado en plena columna vertebraendo, dolorido, mientras detrás de él Jimmy exclamaba:¿No te gustaba tanto jugar al asesino?! ¡Pues venga, juguemos! -Y echó a correr tras él.ck corrio como si le persiguieran todos los demonios, temiendo que la siguiente piedra le impactara en la cabeza. Pronto llegó a una cabaña abandonada yiarse tras una de sus esquinas. Cogió un pedrusco y esperó a que apareciera su perseguidor. En cuanto se asomara, se lo estamparía en plena cabeza, para a

raciársela.Eh! -oyó a su espalda. Se dio la vuelta y allí estaba Jimmy. El muy astuto había dado la vuelta a la cabaña para pillarlo por sorpresa. Jack no se lo pensó dnzó la piedra, del tamaño de una naranja, a la mismísima cara. El niño ni siquiera se tomó la molestia de intentar esquivar el golpe. La piedra le dio en pleiéndosela en el cráneo con un crujido. Debido al fuerte impacto, Jimmy cayó al suelo. Instantes después, sin embargo, se echó a reír y se levantó tranqulos incrédulos ojos de Jack.a, ja, ja! Pobre estúpido..., ¿acaso crees que puedes matar a un muerto? -dijo, y recogiendo la misma piedra que le había aplastado la nariz, se la lanzó a Jacenir directa a sus ojos.

Aaah! -exclamó, despertándose en el sofá de su casa. Fuera era de noche y llovía intensamente-. Maldita sea... -murmuró-, qué pesadilla...pequeño Jimmy. Otra vez el maldito pequeño Jimmy. Hacía más de 60 años que no tenía pesadillas con él, pero ahora había vuelto.día que sucedió lo que sucedió, todos los niños que habían estado allí le encubrieron. Dijeron a la policía que había sido un accidente, pero en realidad habí

nato más que premeditado, y del cual Jack sólo había sido el brazo ejecutor. Todos los amigos habían estado de acuerdo en acabar con aquel niñato insopmpre estaba molestando, siempre gastando bromas pesadas, y eso que era el más pequeño del grupo. La gota que colmó el vaso fue la vez que Jimmy seun bote de zumo de naranja bien fresco. Era pleno verano y aquel día en concreto hacía un calor sofocante.Mirad, chicos, lo ha p reparado mi madre! ¿Queréis un poco? -preguntó, ilusionado.Sí, sí, sí! -exclamó la pequeña Samantha. Era el primer día que iba a jugar con ellos, de modo que desconocía lo aficionado que era Jimmy a gastar bromo de sed!

Pues bebe todo lo que quieras, toma! ¡Verás qué fresquito está! -le dijo el gamberro, dándole el bote. La niña lo destapó y bebió con avidez. Al primer trael recipiente al suelo y se llevó las manos a la garganta. Tenía la cara roja y los ojos abiertos de par en par.Aaaaaaaaahhh!! -aulló la pobre, y a continuación le sobrevino un ataque de tos t an intenso que p erdió el equilibrio y cayó de bruces al suelo.ás tarde, aquel maldito niñato confesó riendo que le había añadido una generosa cantidad de salsa picante al zumo.

omo consecuencia de esta p utada, la pobre Samantha tuvo que pasar una semana en el hospital, y Jimmy había firmado su propia sentencia de muerte. Ela permitir que aquel pequeño hijo de puta siguiera haciendo de las suyas. Estaba decidido: había que liquidarlo. ¿Y qué mejor forma que fingir un accidentesino? En cuanto Jack lo tuvo a tiro, le lanzó un peñasco del tamaño de una manzana y le acertó en la sien derecha. Antes de caer al suelo, Jimmy ya estabaparte del grupo de amiguitos, nunca nadie supo la verdad de lo sucedido. Todo había salido a la perfección. No obstante, a partir de aquel día las peezaron a atormentar a Jack. Soñaba con Jimmy, que, persiguiéndole por todas p artes, intentaba devolverle la pedrada mortal.urante un t iempo no hubo noche en que no soñara con aquel pequeño bastardo. Al cabo de unos meses, no obst ante, las pesadillas pasaron a ser menos fra que un buen día desaparecieron por completo.ahora habían vuelto.ero ¿por qué?! ¡Maldita sea, ¿por qué?!, se preguntó.iró el reloj de la pared. Eran las 3:30 de la madrugada.oder... -murmuró.ogió el mando a distancia y encendió el televisor. En la pantalla apareció una chica en bikini. Alrededor de la cintura se había colocado una especie de faja qua diciendo una voz en off, servía para adelgazar.

Menuda pandilla de mamones... -dijo Jack, y apagó el televisor-. Qué asco me dan. No hacen más que enriquecerse engañando a la gente. Inmorales...levantó y fue al dormitorio. Al p asar junto al trastero sintió una fuerte necesidad de comprobar que todo seguía en orden allí dentro, pero logró controlarsemetió en la cama y procuró dormirse otra vez, sin conseguirlo. Durante un rato siguió pensando en el pequeño Jimmy, pero después sus pensam

aron en la charla que había mantenido con su padre, ¿o había sido una charla consigo mismo? No lo sabía. Y dudaba que algún día llegara a saberlo. Le habenía que tomar una decisión. De acuerdo, lo haría, pero después de matar a Paul. Ya era demasiado tarde para perdonarle la vida. Pensó en lo dulce quetar aquel asesinato, y así, con ese agradable pensamiento, fue relajándose más y más hasta quedarse dormido nuevamente.

 

15

co, Javi y Juanito estaban tomando el sol junto a la piscina de éste último. A pesar de que muchas veces presumía de la riqueza de su familia, era bastante gus amigos, y a menudo les dejaba bañarse allí. Siempre y cuando, claro está, sus padres no se hallaran en casa.Mañana también p odemos venir? -preguntó Paco.Estás loco? Mañana mis padres vuelven de Berlín. Como os vean por aquí, me matan.i que viniéramos a robar... -dijo Paco-. ¿Qué hay de malo en invitar a unos amigos a casa?ada. No tiene nada de malo. Pero eso díselo a mi padre, ya verás lo que te dice.

co se quedó mirando el triste rostro de Hausser. Estaba claro que se sentía muy mal ante la actitud de sus padres en lo que se refería a las visitas de sus amranquilo, ya vendremos otro día -dijo Javi, y durante un p ar de minutos nadie dijo nada. Se limitaron a tomar el sol.co rompió el silencio.ues tú dirás lo que quieras, pero eso no es normal. Como tampoco es normal que tus p adres se piren a Alemania toda una semana y te dejen solo.esde muy pequeño mis p adres me enseñaron a valerme por mí mismo. No tengo ningún p roblema por quedarme solo unos días. M ientras me dejen pasta..ero algún ladrón podría venir por la noche a robar o algo así -dijo Javi.o hay problema, tenemos el sistema de seguridad más caro del mercado. Y por si eso fuera poco, tengo a Chucho para que me defienda. Es el mejor perro

mundo.or cierto, ¿dónde está? -preguntó Paco.o lo sé, hace días que no lo veo. Para mí que está en celo.En celo? Pues olvídate de él por una temporada, colega... Hasta que no haya satisfecho sus necesidades perrunas, no volverás a verlo por aquí. Y otra que ya va siendo hora de que le pongáis un nombre?

ero si ya lo tiene.Me refiero a un nombre de verdad, ¿o acaso pensáis llamarle Chucho toda la vida?

ues sí, ¿qué tiene de malo?

a igual, olvídalo... -dijo Paco, respirando hondo. Tras unos instantes, añadió-: Tú y tus padres a veces me parecéis de ot ro p laneta, tío... -Y, diciendontó y se fue a la piscina, tirándose de cabeza. Al cabo de 10 segundos reapareció en la superficie-. ¡Eh! -exclamó-. ¿Qué es eso que hay en el fondo?

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Qué? -preguntó Juanito.Está en uno de los rincones del fondo! -dijo Paco, señalando el lugar-. ¡Y es bastante grande!vi se levantó y fue corriendo hacia donde indicaba su amigo. Al llegar al rincón de la piscina, se agachó y miró hacia abajo.Qué demonios...? -murmuró. No podía ver bien lo que había allí debajo, ya que el leve movimiento del agua hacía que la imagen se deformara-. ¿Qué es eso?anito se levantó y fue junto a Javi con el ceño fruncido. Al llegar, miró hacia abajo. Mientras tanto, Paco se apresuró a salir de la piscina.

No se ve nada... -dijo Hausser-, esp erad, iré a por unas gafas de bucear.fue corriendo hacia la casa, entrando en ella por una de las puertas laterales.co se encontraba ya junto a Javi, absortos los dos en su intento por descubrir qué era el misterioso objeto sumergido. Pero, por más que se esforzaeguían distinguir de qué se trataba.ste viento de mierda... -se quejó Paco.quella mañana se había levantado un viento bastante intenso, que barría la superficie del agua constantemente. Lo único que veían con claridad era el color d azul claro, muy p arecido al de las paredes y el fondo de la piscina, de modo que uno podía pasar por allí y no percatarse de su p resencia.sto es muy extraño -dijo Paco-. ¿No te parece mucha casualidad que eso sea del mismo color que la piscina?Qué quieres decir? -preguntó Javi.

No sé..., pero me parece muy sospechoso...mbos se volvieron hacia la casa al oír que una puerta se abría. La reacción de los dos al ver a Juanito fue exactamente la misma: abrieron los ojos de padulos. El niño caminaba con paso firme y rostro muy serio. En la mano izquierda llevaba unas gafas de bucear y, en la derecha, una escopeta de doble car junto a sus amigos, la depositó en el suelo y se puso las gafas de buceo.Para qué has t raído eso? -preguntó Paco, señalando la escopeta.or si acaso -contestó Hausser, que ya tenía puestas las gafas, de forma que sus palabras sonaron como si estuviera tan resfriado que no pudiera respir.

Por si acaso? ¿Por si acaso qué? -insistió Paco, que se estaba alterando por momentos-. ¿Acaso sabes manejarla?Tú qué crees? -respondió, y, sin añadir nada más, se tumbó boca abajo junto al rincón de la piscina, de forma que la cabeza le quedaba sobre el agua. Acercóperficie hasta que las gafas se sumergieron un poco.Qué ves? -preguntó Javi, ansioso-. ¿Qué es esa cosa?arece una bolsa... -murmuró Juanito-. Pero juraría que ayer no estaba aquí...Una bolsa? ¿Qué clase de bolsa? -preguntó Paco, agachándose junto al borde.a sé lo que es -dijo Hausser-. Es una bolsa de basura tamaño extra-grande.

Qué?, ¿una bolsa de basura?, ¿y qué hace una bolsa de basura en el fondo de tu piscina? -preguntó Paco.Y yo qué sé... -dijo Juanito, incorporándose y quitándose las gafas-. Supongo que el viento la habrá arrastrado hasta aquí y se ha caído al agua.o me digas... -dijo Paco irónicamente-. ¿Y cómo se supone que ha saltado la verja? Es verdad que el viento es fuerte, pero no es un huracán.s verdad -intervino Javi-. Y, además, pensad que está en el fondo, así que debe de pesar bastante. Quiero decir que no es el tipo de bolsa que sale volando co es fuerte.ienes razón -dijo Paco-. Esto no ha llegado aquí por casualidad. Lo ha traído alguien. -Y, mirando a Hausser con desconfianza, añadió-: ¿No será coses?Qué insinúas? En mi casa no tenemos por costumbre tirar la basura a la piscina, ¿sabes?o no he dicho eso. -Paco dejó de mirar a Juanito y sus ojos fueron hacia el agua-. No creo que haya basura en esa bolsa...Qué quieres decir con...? -empezó Hausser, pero Paco le interrumpió.ame las gafas, quiero echarle un vistazo -dijo, alargando la mano hacia su amigo. Juanito, sin embargo, las escondió tras su espalda.n momento -dijo-, ¿qué has querido decir con eso de que no hay basura en la bolsa? ¿Qué otra cosa podría haber?

No lo sé, p ero esto me da mala espina...vi, que en esos momentos se encontraba detrás de Hausser, alargó la mano y le pegó un fuerte tirón de las gafas, quitándoselas.Dame eso! -exclamó Juanito-. ¡Dame eso ahora mismo!ro Javi ya había echado a correr hacia el otro lado de la piscina. Rápidamente, se puso las gafas y se tiró al agua. Sus amigos le vieron bucear hacia donde slsa.

Sal de ahí, Javi! -gritó Paco-. ¡Puede ser peligroso!ro ya no podía oírle. Vieron cómo llegaba a medio metro de la bolsa y allí se detuvo. La examinó con atención. Primero, por un lado; luego, por el otro. Dció ver algo que le llamó la atención y se acercó un poco más, pero enseguida se echó hacia atrás, asustado. De su boca salió casi todo el aire que había repulmones, de modo que una hilera de burbujas se encaminaron hacia la superficie. Como si no pudiera tolerar que éstas llegaran arriba antes que él, les ra, posiblemente la más angustiosa de su vida. En realidad, tardó en subir menos de 5 segundos, pero a él le parecieron una eternidad. Al llegar a la supe

ó por recuperar el aire que le reclamaban sus pulmones. Cuando se hubo recuperado un poco, nadó rápidamente hasta la escalerilla y salió del agua.Por qué estás t an nervioso? -preguntó Paco-, ¿qué has visto?vi, ya fuera de la p iscina, parecía estar sufriendo un ataque de nervios. Su resp iración era muy agitada y t emblaba de pies a cabeza. Paco lo sujetó p or los emente.Reacciona, Javi, reacciona! -exclamó-. ¡¿Qué has visto ahí abajo?!vi intentó hablar, pero no le resultaba nada fácil. Sus dientes castañeteaban.ay una ca..., hay una ca... -balbuceó.

¿Hay una ca?!, ¡¿qué demonios es una ca?! -exclamó Paco, y, zarandeándolo hacia atrás y adelante, añadió-: ¡Habla claro, joder! ¡¿Qué has visto?!vi, haciendo un esfuerzo por dominar sus nervios, por fin gritó:Una cabeza! -Rompió a llorar al mismo tiempo que caía sobre sus rodillas y se llevaba las manos a la cara.¿Una cabeza?! ¡Pero ¿qué coño estás diciendo?! -exclamó Paco. Detrás de él, Hausser seguía con la mirada fija en el agua. Su expresión era de preocupacióncía sorprendido. Paco se dio la vuelta y le observó con creciente desconfianza.¿Qué está pasando aquí, Juanito?! -le gritó-. ¡¿Qué coño está pasando aquí?! -Pero su amigo no apartaba la mirada de la piscina-. ¡Tú sabes algo, ¿verdad?!vi se levantó y fue al césped, donde estaba su toalla. La recogió, junto a su ropa, y echó a correr hacia la salida del chalet.Yo me piro de aquí! -exclamó.os otros dos observaron cómo se alejaba hasta que lo p erdieron de vista. Entonces Paco volvió a encarar a Hausser y le preguntó:¿Vas a contestarme o no?!Qué quieres que te diga? Yo no sé nada. Además, seguro que sólo son imaginaciones de Javi. Antes, cuando he mirado con las gafas, yo también he vindo que se destaca en uno de los lados de la bolsa, pero seguramente será una pelota o algo así.co recogió las gafas de bucear que Javi había dejado en el suelo y se las puso. Como había hecho antes Juanito, se tumbó boca abajo junto a la piscina y al agua. Tras unos segundos de observación, dijo:

Ahí dentro no hay una pelota.

Estás seguro? Fíjate bien -dijo Hausser, mientras, sigilosamente, recogía la escopeta del suelo. Apoyó la culata en su hombro derecho y apuntó a la cabeo.

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so no es una pelota ni de coña -dijo Paco, sin dejar de mirar bajo el agua-. Será mejor que llamemos a la poli.anito acercó la punta del doble cañón al cogote de su amigo, hasta que Paco notó el frío acero sobre su piel.ero ¿qué...? -murmuró éste.o siento, colega, de veras que lo siento, pero tengo que matarte.

a respiración de Paco se aceleró, al tiempo que Hausser apretaba un poco más el arma contra su nuca.No, por favor... -suplicó.No es nada personal, pero no tengo alternativa, ahora que me has descubierto.

o le diré nada a nadie, te lo juro..., pero no me mates...o sé..., no sé si fiarme de ti. Hoy en día uno no puede fiarse de nadie. Ni si quiera de los amigos. El que hay dentro de esa bolsa cometió el error de fiarse

es cómo ha acabado. Sí, yo lo maté, ¿y qué? ¿Para qué darle más vueltas al asunto? Lo hecho hecho está. Y ahora, compañero, te toca a ti.or favor, Juanito, por piedad...ay cosas que están por encima de la piedad. -Y, diciendo esto, comprobó el cargador de la escopeta, haciendo ese sonido metálico tan característico de latuvo la certeza de que lo siguiente en sonar sería el disparo. Aunque, claro, él no podría oírlo. Seguramente moriría instantáneamente. Pensó en ello y l

ó en parte; todo terminaría en una décima de segundo, sin sufrimientos innecesarios.ompió a llorar.h... vamos..., no me lo pongas más difícil, ¿quieres? -dijo Hausser-. Sabes que tengo que matarte. Lo sabes perfectamente. Tú harías lo mismo en mi lugar.Qué dices...? Yo jamás te haría nada...í, Paco, sí. No te engañes. Me volarías los sesos si tuvieras que hacerlo. Además, ya sabes lo que dicen: no hay que matar…, a menos que sea estricsario, claro.a cabeza de Paco era un torbellino. Apenas conseguía hacerse a la idea de que estaba a punto de morir a manos de uno de sus mejores amigos. Pero, alto no se conformaba con eso; encima le estaba vacilando.

Ay, Paquito, Paquito..., siempre metiéndote en problemas, siempre metiendo las narices donde no te importa. Pero tranquilo, ya no volverás a hacerlo. cio por unos instantes y , finalmente, añadió-: ¿Listo?co, que lloraba desconsoladamente, no supo qué responder. Y, después de todo, ¿cambiaría alguna cosa el hecho de responder sí o no a una pregunta como staba listo p ara morir, por sup uesto que no lo estaba. Tan sólo era un niño; tenía toda la vida por delante.isto? Pensándolo bien, aquella pregunta era mucho más cruel de lo que podía parecer en un principio, porque lo único que conseguía era aumentar su

ldita sea! ¿Por qué no se limitaba a disparar y terminar el asunto cuanto antes?orque quiere torturarme sicológicamente, se dijo.

Es que no me oyes? Te he p reguntado si estás listo para morir.o, no lo estoy... -murmuró Paco. Seguía tumbado y con las gafas de bucear puestas, mirando el fondo de la piscina. La imagen de los dos resultaba casi cópeta, no obstante, le quitaba todo el humor a la situación.Cómo que no estás listo? Mira..., creo que estás enfocando mal este asunto. -El tono de Juanito era aleccionador, como le hablaría un maestro a un alua de suspender un examen-. Tienes que hacerte a la idea de que, más tarde o más temprano, todos moriremos. Es ley de vida. A ti te ha tocado más bien prno te lo discuto. Pero has de intentar ver el lado positivo de las cosas. Piensa en la cantidad de problemas que te vas a ahorrar. La vida es dura, Paco, mndo no te putean en un sitio, te putean en otro. Trabajo, dolores de cabeza,... ¿Por qué soportar toda esa mierda, eh?, ¿quién nos obliga? -Se quedó callntes, como esperando una respuesta. Pero antes de que el otro le contestara, añadió-: Nadie... No nos obliga nadie. Así que créeme cuando te digo que, en etoy haciendo un favor.co, harto de tanta palabrería burlona, gritó:

Pues mátate tú, cabrón! ¡Si la vida es una mierda, pégate un tiro tú y déjame a mí en paz! ¡Yo decidiré lo que...!ausser apretó aún más el cañón de la escopeta contra la nuca de su amigo, hundiendo su cara en el agua y ahogando sus palabras, que se convirtieron en uujeo. Paco, sin aire, agitó brazos y piernas desesp eradamente, hasta que notó que la p resión del arma cedía un p oco y pudo levantar la cabeza lo suficiepoder seguir respirando. Le sobrevino un intenso ataque de tos.

Sabes cuál es tu mayor defecto? -preguntó Juanito, y, sin esperar respuesta, añadió-: Que no razonas. Nunca has razonado. ¿Y sabes cuál es tu segundcto? ¡Que no sabes distinguir cuándo te están gastando una broma y cuándo no!, ¡ja, ja, ja, ja, ja! -rio, mientras arrojaba la escopeta al césped y echaba a corro lado de la piscina.co abrio los ojos de par en par. Seguía inmóvil, incapaz de creer que todo aquello no había sido más que una broma de mal gusto.Hijo de puta!! -gritó, hecho una furia. Se levantó, se quitó las gafas de bucear y las estrelló contra el suelo.a, ja, ja, ja, ja! -reía Hausser. Lágrimas de risa caían por sus mejillas.Te voy a matar!! -gritó Paco, y echó a correr tras su amigo rodeando la piscina.

 

16

Jack le despertó el timbre de la puerta, que sonaba insistentemente. Miró el reloj de la mesilla. Eran las 10 en punto.Mierda! -exclamó, sentándose en la cama-. ¡Olvidé poner el despertador!

puso la bata y fue a abrir. Era Paul, por supuesto.Pero ¿todavía no te has vestido?! -exclamó.

iscúlpame, Paul, parece que el despertador no ha sonado...No me extraña, seguro que es un trasto, como tu coche -dijo, sonriente.ues nunca me había fallado hasta ahora...eguro que es una baratija, déjame ver -dijo Paul, entrando en la casa sin vacilar y metiéndose en el dormitorio-. ¡Ja, ja, ja! ¡Vaya mierda de reloj! -le oyó desde la habitación.to ya es demasiado, pensó, ¡se está riendo de mí en mi propia casa!

ecidió que no podía esperar más. Al cuerno con la visita al Bosque del niño muerto. Lo haría allí mismo. Descolgó el sable de la pared y entró en el dormitoel reloj en las manos y seguía riendo con ganas. Al ver que Jack entraba en la habitación con el sable, dejó de reír. Su sonrisa, sin embargo, permanecía allí.

Qué estás haciendo con eso? -le preguntó, algo extrañado.Voy a matarte -dijo Jack, tranquilamente. Su rostro no p odía estar más serio.a, ja, ja..., ésta sí que es buena...e acabó, Paul, se acabó -continuó Jack-. Ahora vas a pagar todas t us estupideces, todos tus comentarios ofensivos y todos tus menosprecios. Y vas a pagna vez, de un simple sablazo, ¡así! -Como haciendo una demostración, descargó el arma de arriba abajo, cortando el aire con ese sonido tan peculiar.amos, Jacky..., no hagas el payaso -dijo Paul, sin perder la sonrisa-. Tú no eres capaz de matar ni a una mosca -añadió, y siguió mirando el despertador, riejo.

ck dio dos pasos hacia delante y volvió a descargar el sable de arriba abajo, pero esta vez no cortó sólo el aire. La afiladísima hoja rebanó las muñecas de Prvó, incrédulo, cómo sus manos caían al suelo aferradas al despertador. Inmediatamente, dos chorros de sangre salieron disparados de sus muñones, manc

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rio ropero que había enfrente. Jack observó, maravillado, el rostro de su víctima. Era la primera vez que veía en él un gesto que no fuera de preosprecio o burla. Ahora estaba acojonado. Sí, lo estaba, y Jack disfrutó del momento. Tan asustado estaba que no podía ni gritar.ienes razón -dijo Jack-, ese despertador es una mierda, se ha estropeado. Pero, ya que somos amigos, ¿por qué no me lo arreglas? Tú para esas cosas sieun manitas, ¿no? ¡Ja, ja, ja, ja, ja!más se había reído tan a gusto en toda su larga vida. Mutilar a Paul y encima mofarse de ello le hizo sentir que todas sus cuentas con él quedaban saldadas.ro aún no quería rematarlo.Qué, Paul?, ¿cómo lo ves? -preguntó con recochineo.ue entonces cuando empezó a gritar. Y lo hizo de tal forma que hasta el propio Jack sintió algo de lástima.obre imbécil... -dijo, y, descargando el arma de derecha a izquierda, le cortó la cabeza. Ésta cayó al suelo con un golpe sordo, y el cuerpo no tardó en desplock observó el espectáculo. Había sangre por todas p artes.o único que me jode de todo esto es tener que limpiar cada dos p or t res -murmuró-. Pero, ¿qué demonios? ¿Acaso no merece la pena?mpió el sable y lo colocó en su sitio. Después metió las manos, la cabeza y el cuerpo de Paul en una bolsa de basura y la encerró en el trastero.edicó el resto de la mañana a limpiar su habitación, que ahora más que una habitación parecía un matadero. A las 12:00, una vez que hubo terminado, se senagotado. Debería darme una ducha, pensó, pero al cabo de un momento y a estaba dormido.

 

17

espués de completar cinco vueltas alrededor de la piscina, Paco dejó de perseguir a Juanito y apoy ó las manos en las rodillas p ara recuperar el aliento.Ahora ya estamos en paz -dijo Hausser-. Te debía una, ¿recuerdas?

res un hijo de puta. Lo que me has hecho no tiene nombre -dijo Paco, mirando a su amigo con una mezcla de odio y desprecio-. Me has hecho creer que iba Y lo que tú me hiciste en aquella excursión, qué?amos, no compares...

Que no compare? ¿Sabes qué? Tienes razón, no se puede comparar. Esta broma no es nada en comparación con lo que me hiciste tú.ausser se refería a lo ocurrido unos meses atrás en un zoo de animales marinos al que habían ido en una excursión del colegio. Todos sus compañeros sdo muy ilusionados al conocer la noticia de que irían allí. Pero Juanito no estaba en absoluto ilusionado; todo lo contrario. Había oído que en aquel lugotras cosas, una gran piscina especialmente destinada a la crianza de tiburones. Y él tenía pánico a los tiburones. Con 5 añitos, sus padres le habían llevaduna reposición de Tiburón. Aquella película le afectó profundamente. Durante semanas no hubo noche en que no soñara con aquella maldita bestia dev

en, masticando sin piedad con aquellos enormes y afilados dientes, mientras miraba al vacío con sus despiadados ojos negros.e todas formas, tuvo que ir a la excursión, puesto que la asistencia era obligatoria. Al principio todo fue bien. Un empleado del centro les guió a través ddores, mientras hablaba sobre las características de varias especies de peces y moluscos. Podían verlos tras los cristales de enormes peceras instaladades de los pasillos. Todo era tan interesante que Hausser olvidó sus miedos por un rato.asta que llegaron a la piscina de los tiburones. Todos sus temores revivieron de nuevo e imágenes sangrientas acudieron a su mente.quí tenemos diez ejemplares adultos de tiburón blanco -dijo el guía-. Os recomiendo que no os acerquéis a los bordes, a no ser que queráis convertirenda de mis pequeños diablillos, je, je, je…anito miró con extrañeza al hombre. Sabrá mucho sobre peces, pensó, pero es tonto del culo. ¿Mis pequeños diablillos? ¿Cómo podía alguien decir sollez? Además, ¿cómo podía bromear con algo tan serio como el ataque de un tiburón? Él temblando de miedo y aquel imbécil bromeando sobre el tema...Comen carne humana? -preguntó Paco.Por supuesto! ¡Es la que más les gusta! ¡Je, je, je! -respondió el guía-. Así que ya lo sabéis, tened cuidado.Es verdad lo que dicen de los tiburones blancos? -preguntó Paco nuevamente-. Ya sabe, lo de que matan por matar, ¿es verdad?Bah! Eso no son más que tonterías -contestó el hombre-. Estos animales, como todos los demás, sólo matan para alimentarse.Y una mierda! -exclamó Hausser-. ¡El tiburón blanco mata por matar! ¡Todo el mundo lo sabe!Pero bueno! ¡¿Qué modos son ésos?! -exclamó la profesora que acompañaba a los niños-. ¡¿Quieres que te expulse?!or mí, encantado...Descarado! -gritó la maestra.éjelo, señora, no importa..., los niños son así -dijo el guía, sonriendo-. M e gusta su esp ontaneidad.

Entonces me marcho o no? -preguntó el niño.Por supuesto que no! -exclamó la profesora-. Tendrás que aguantarte hasta el final, como todos.guía miró a la profesora con el ceño fruncido y se cruzó de brazos.sí que es eso lo que piensa, ¿eh? -dijo éste.Cómo dice? -preguntó la p rofesora, confusa.o ha dicho bien claro, tiene que aguantarse  hasta el final, como todos. Creía que les interesaban mis explicaciones, creía que me estaban escuchntando...erdone... no quise decir eso... vamos, ust ed ya me entiende... -intentó justificarse la maestra.laro, claro..., por supuesto que la entiendo. -El guía hablaba en un tono muy tranquilo, pero estaba visiblemente molesto-. Y usted también me entenddo le diga que se largue de aquí y se lleve a esta pandilla de niñatos insolentes, ¿verdad?a profesora se quedó de piedra. No sabía qué responder.

Largo de aquí! -vociferó el guía, señalando la puerta bruscamente. Al estirar el brazo, rozó la nariz de la mujer, que se echó hacia atrás, asustada.enga, niños, vámonos. Será lo mejor -dijo, y, volviéndose hacia el hombre, exclamó-: ¡Tendrá noticias del director del colegio! ¡Esto no va a quedar así!ientras todos se dirigían hacia la puerta, Paco tuvo una idea. Él conocía muy bien el temor de Juanito hacia los tiburones. Seguro que lo estaba pasanndo que en aquella piscina había nada menos que diez. ¿Y si lo tiraba al agua? Paco pensó que no podía dejar escapar una oportunidad como aquélla. Deno creía que los tiburones le atacaran. Simplemente se llevaría un buen susto, nada más. Y, ¿qué demonios? Los amigos se gastaban bromas de vez en cuan

n p ensarlo dos veces, empujó a Hausser. No est aba muy cerca del borde, pero el empujón fue tan fuerte que no p udo evitar caer al agua.Aaaaaaaahhh!! -aulló-. ¡¡Socorroooooo!! -El niño golpeaba el agua con los brazos una y otra vez, en un ataque de pánico. De haber controlado sus nea percatado de que a un par de metros a su izquierda había una escalerilla. De hecho, ésa era la única forma de salir de allí, puesto que el agua no se encodel suelo, como en la mayoría de las piscinas, sino casi un metro más abajo.

No quiero morir! ¡No quiero morir! ¡¡No quiero moriiiiiiiiir!! -gritaba, aterrorizado.guía se lanzó a la piscina sin perder tiempo. Pero, justo en ese momento, cuando todavía se hallaba en el aire, uno de los tiburones asomó la cabeza fuera

a boca abierta. Estaba justo en el lugar donde iba a caer el hombre.Aaaaaaaaahh!! -chilló la maestra.Nooooooooooo!! -gritó el guía.Uaaaaaaaaaaaaahh!! -aulló Juanito, a menos de un metro de distancia del tiburón. En esos momentos demenciales, observando las fauces de aquella desco

ble bestia, tuvo la absurda certeza de que aquél era el mismo tiburón, exactamente el mismo de la película que tanto le había traumatizado. El maldito animo ser más que un personaje de una película, había traspasado los límites de la ficción para sembrar el pánico en el mundo real.

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guía cayó de lleno en la boca del pez y, acto seguido, éste cerró sus mandíbulas como un cepo de cazar osos. ¡CHAS! Lo tenía apresado por la cintura, as piernas y la parte superior del cuerpo quedaban fuera de la boca. Al notar que los afilados dientes se hundían en su carne, lanzó un grito que jamás

uno de los allí presentes. Como tampoco olvidarían la forma en que el grito se ahogó bajo el agua, cuando el animal decidió arrastrar al hombre hasta el fondPor la escalera, Juanito! ¡Rápido, sal de ahí! -gritó la profesora-. ¡Por lo que más quieras, sal del agua!ausser temblaba de tal manera que a duras penas podía nadar. Aun así, se las arregló para llegar a la escalerilla. Cuando empezó a subir por ella, miró sbro y vio que el agua se había teñido de rojo en aquel lado de la piscina. Dio un respingo cuando la maestra lo sujetó por un brazo para ayudarle a subir. a, la mujer le abrazó, tratando de calmarlo un poco. El niño, no obstante, se separó de ella enseguida, gritando como loco.Pacooooooo!! -M ientras lo llamaba a voz en grito, lo buscaba ansiosamente entre sus compañeros-. ¡¡Dónde estás, hijo de p utaaaaaaaaaa!!e ha marchado -dijo Javi, acercándose a su amigo-. Echó a correr en cuanto apareció el tiburón.sta vez se ha pasado... -dijo Juanito, respirando agitadamente. Su mirada, fija en el agua ensangrentada, reflejaba un odio sin medida-. Me las pagará... -m

uro por Dios que me las pagará...

18

ck soñó una vez más.encontraba en el p arque, con los demás compañeros del club de petanca. Estaban t odos menos Paul.

gaban tranquilamente cuando, de pronto, una señora empezó a chillar a lo lejos, en otro punto del parque. Todos se volvieron hacia el lugar de donde proves y vieron que una extraña silueta pasaba corriendo junto a la mujer. Al principio Jack no pudo distinguirlo bien, ya que se encontraba demasiado lejos.to se acercó un poco más, se dio cuenta de que era el cuerpo de Paul, descabezado y sin manos, que corría destartaladamente. ¡Viene a por mí! , pensó, ae a saldar cuentas!

a iba a salir corriendo, cuando varios de los compañeros del club lo sujetaron por ambos brazos.¿Qué hacéis?! -exclamó, forcejeando para liberarse-. ¡Soltadme!ro los ancianos no le obedecieron, sino que lo sujetaron aún con más fuerza. Uno de ellos, Nicky, le dijo:uieto, Jack, no pongas las cosas más difíciles.

¿De qué estás hablando?! ¡Soltadme de una vez! -exigió, mientras veía cómo Paul o, mejor dicho, lo que quedaba de él, se acercaba cada vez más. Ya estaba aos.Por qué lo hiciste, Jack? -continuó Nicky-. Es verdad que todos le teníamos manía, y con razón. Era un estúpido, un engreído, un prepotente, un insolent

e tú quieras, pero era del club, Jack, de nuestro club. Y ya conoces las reglas.Por el amor de Dios!, ¡¿de qué demonios estás hablando?!e estoy hablando de reglas, Jack, de normas. Y nuestra norma número 1 lo dice bien claro:  No asesinarás a ningún miembro del club. Tú has incumplido er lo tanto, ahora debes ser debidamente castigado. -Nicky hablaba sin la más mínima emoción, no parecía enfadado, y precisamente eso fue lo que más a

ul prácticamente ya había llegado. Estaba a unos 10 metros y seguía corriendo hacia él. Pero ¿qué le haría cuando llegara?, ¿golpearle con los muñones?uando estuvo a un p ar de metros, el descabezado se detuvo, se sentó en el suelo y cruzó las p iernas. Parecía esperar a que ocurriera algo.e repente, Jack oyó a su espalda algo así como el traqueteo de un carro. Aunque sus compañeros lo sujetaban firmemente, pudo girar el cuello lo suficienver de qué se trataba. Al verlo, se le aflojaron las piernas. Varios hombres y una mujer empujaban una especie de carro sobre el que había instalada una garse un poco más, advirtió que los que transportaban el artilugio eran Rachel, con su cara lila y su cuello partido, Juliet, que, increíblemente, aún llevaba el nero clavado en el vientre, James Dixon, quien, como Paul, también estaba descabezado, el señor Oxford, con el sable asomándole por delante y por mente, el joven empleado de la tienda de pinturas, con la cabeza completamente blanca. Todos sonreían de oreja a oreja, excepto el señor Dixon, más que le faltaba la cabeza.Para qué es eso? -preguntó Jack, casi sin fuerzas p ara hablar debido al terror que sentía.No te lo imaginas? -preguntó Nicky-. Ése es tu castigo, Jack, ni más ni menos. Pero no te p reocupes, aunque a p rimera vista acojona un poco, es la formaos dolorosa que existe. -Guardó silencio unos momentos antes de continuar-. Lo siento, Jack. De veras que lo siento. Ojalá no hubiéramos tenido que llegamos.ck miró a su alrededor buscando algún policía, sin éxito. Pero, ¿realmente sería posible que lo ejecutaran en pleno Central Park sin que nadie intentara impeuntó.r extraño que pudiera parecer, la gente que había por allí cerca no mostraba ninguna curiosidad por la guillotina. Pasaban de largo sin ni tan siquiera dirida, como si estuvieran acostumbrados a verla cada día. Bueno, cuando se den cuenta de que pretenden matarme, me ayudarán, pensó Jack, pero en el a tan seguro de ello.guieron empujando el carro hasta situarlo junto a él. Entonces, Rachel desplegó una pequeña escalerilla que servía para acceder a la plataforma donde se enillotina.ube, Jack -le dijo su esposa, sonriendo-. A todo cerdo le llega su San Martín. Y hoy te ha llegado a ti. -La mujer volvió junto a las demás víctimas de sus, menos el señor Dixon, se reían del comentario que acababa de hacer Rachel.

uando le obligaron a subir, Jack empezó a gritar.Socorro! ¡Que alguien me ayude! -exclamó mientras forcejeaba inútilmente-. ¡Me quieren matar!ro la gente no le hacía ningún caso.

llegar arriba, vio que la plataforma estaba manchada de sangre seca.ueno -dijo Nicky-. Tienes derecho a pedir una última voluntad, si así lo deseas.Pandilla de hipócritas! -esp etó Jack-. ¡M e vais a matar porque he hecho lo que todos queríais hacer! ¡Todos queríais cargaros a ese estúp ido!ntonces Paul se levantó, fue hasta la escalerilla y subió a la plataforma. Se situó enfrente de su asesino y le golpeó en el estómago con uno de los muñoner estado sujeto p or ambos brazos, Jack habría caído al suelo, pues el golpe fue fortísimo.upongo que tengo que interpretar que renuncias a tu última voluntad -dijo Nicky-. Muy bien, estás en tu derecho y lo respeto. -Hizo señas hacia la guiió-: Vamos, chicos, acabemos con esto de una vez.o arrastraron hasta una tabla de madera con tres agujeros: uno grande para la cabeza y dos más pequeños para las manos. Jack, casi sin poder respirar poracababa de recibir, no pudo hacer nada para evitar que le colocaran la cabeza y las manos en los agujeros. Entonces oyó la voz de Rachel.Esperen, esperen! ¡Quiero hacerlo yo! -dijo mientras subía por la escalerilla-. ¡Yo tiraré de la palanca!stá bien, como quiera -dijo Nicky-. Después de todo usted es su esposa.

a anciana se situó junto a la guillotina, agarró la palanca con ambas manos y, mordiéndose el labio inferior, tiró de ella con todas sus fuerzas.

19

amos... -dijo Paco-. No me digas que todavía sigues enfadado por aquella tontería... Eres un rencoroso, ¿sabes? Además, ¿cómo iba yo a saber que aque

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ría? No soy adivino.s inútil discutir contigo..., completamente inútil. Pero, por lo menos, reconoce que aquella putada fue más grande que la de hoy.

Hummm... -Paco pensó por unos instantes-. Como mucho puedo decirte que estamos en paz.res increíble..., pero, en fin, si eso va a servir para que dejes de perseguirme como un poseso, de acuerdo. Estamos en paz. Y ahora veamos qué hay en la

a.Qué? Pero ¿no decías que todo era una broma?e he gastado la broma aprovechando la situación, pero y o no sé nada de esa bolsa.oder...spera, iré a por una cuerda -dijo Hausser, volviendo a la casa.co se acercó nuevamente al rincón donde estaba sumergida la misteriosa bolsa de basura y, de pronto, sintió un escalofrío. Un mal presentimiento se apodeentro había el cuerpo de un hombre, quizá incluso más de uno. La sensación se hizo tan intensa que no pudo permanecer un segundo más en aquel lugar y s

casa en busca de Juanito.sto en el momento en que iba a comprobar si la puerta estaba abierta, su amigo la abrio desde el otro lado.Ah! -exclamó Paco-. ¡Por poco me matas del sus to!Por qué estás tan nervioso? -preguntó Hausser, dirigiéndose con aire decidido hacia la piscina. Sobre el hombro llevaba una cuerda de escalada de 5 metros.ada vez estoy más convencido de que Javi tenía razón -dijo Paco-. Ahí dentro hay un cadáver, ¡seguro!ueno, si Javi tenía razón no tienes por qué p reocuparte; los cadáveres no hacen daño a nadie.

Muy gracioso...anito dejó caer la cuerda al suelo y recogió las gafas de bucear. Al hacerlo, vio que una grieta había aparecido en el cristal.Mira lo que has hecho, mamón! ¡Ahora me compras unas nuevas! -gritó-. Espero que no se cuele el agua...

puso las gafas y cogió un extremo de la cuerda. Se lanzó al agua y se sumergió. Al cabo de medio minuto, que fue lo que tardó en atar la cuerda alrededor bolsa, reapareció en la superficie. Tenía las gafas medio llenas de agua. Se las quitó con fastidio y dejó que se hundieran hasta el fondo. Salió de la p

ezó a t irar de la cuerda, pero ésta no cedía en absoluto.ué raro, parece como si se hubiera trabado en algo... -dijo mientras pegaba fuertes tirones.o digas tonterías, ¿en qué se va a trabar?

Y yo qué sé? El caso es que esto no se mueve. Ven, ayúdame.co asió también la cuerda y los dos t iraron de ella. Esta vez notaron que la bolsa subía un poco, pero su p eso era extraordinario.Qué demonios...? -masculló Hausser, apretando los dientes p or el esfuerzo.

mposible. Así no lo conseguiremos.r fin se rindieron y soltaron la cuerda.ienes razón, no nos va a quedar más remedio que vaciar la piscina.anito fue hasta una caja metálica que había en el suelo, junto a uno de los bordes. Descorrio un pequeño cerrojo y la abrio. Dentro había una palanca. La cas manos y la cambió de posición. Inmediatamente, el nivel del agua empezó a descender.os dos niños se acercaron al rincón de la bolsa y miraron hacia abajo. Muy pronto descubrirían lo que había allí dentro, fuese lo que fuese.entímetro a centímetro, las paredes de la piscina fueron quedando al descubierto, hasta que, por fin, el nudo de la bolsa apareció sobre la superficie. Obserna sin pestañear. Al cabo de un minuto, el agua había desaparecido por completo.nguno de los dos podía apartar la mirada de la forma redondeada que se destacaba sobre uno de los lados de la bolsa.so es una cabeza... -murmuró Paco.o no estaría tan...

Es una cabeza, por Dios! ¡¿Es que no lo ves?!spera...ausser fue a la escalerilla y bajó hasta el último escalón. Desde allí saltó, aterrizando de mala manera en el liso fondo de la piscina. Se acercó a la bolsa y mión la forma redondeada. A continuación, alargó la mano y le dio unos golpecitos con los nudillos, como quien llama a una puerta.

Mierda... -murmuró. Aquello estaba francamente duro. Golpeó de nuevo y, a continuación, se golpeó su propia cabeza del mismo modo, como para comtado fue inapelable: misma dureza, mismo sonido.¿Ves?! ¡Te lo dije! -exclamó Paco, cada vez más nervioso y asustado-. ¡Ahí dentro hay un muerto, t ío!spera, no adelantemos acontecimientos -dijo Juanito, tratando de mantener la calma-. Quizá no sea un muerto, quizá sólo sea la cabeza del tipo, je, je, je...

¿Cómo puedes bromear?!erdona, sólo intentaba quitar un poco de tensión a todo esto.

Estás como una puta cabra! ¿Sabes qué? Voy a llamar a la poli. Es lo que tendríamos que haber hecho desde el principio.Ni hablar! ¡Nada de poli!¿Cómo que nada de poli?! ¡¿Tienes a un tipo frito en el fondo de tu piscina y no p iensas llamar a la policía?!Quieres hacer el favor de calmarte? Todavía no sabemos si aquí dentro hay un tipo frito, como tú dices. Voy a abrir la bolsa.ausser intentó desatar el nudo, pero estaba tan apretado que le resultó imposible. Decidió romper el plástico con las uñas. La tarea, no obstante, no le resAquello se estiraba y se estiraba..., pero no se rompía.

Malditos fabricantes de p lástico... -masculló entre dientes.a estaba empezando a sudar por el esfuerzo, cuando la bolsa se rasgó, dejando una abertura de unos 15 centímetros de largo.

anito miró por el agujero.Me cago en la puta... -murmuró.Qué hay dentro? -preguntó Paco, aunque estaba casi seguro de la respuesta.n embargo, su amigo no le contestó, sino que se dirigió a la escalerilla con cara de creciente preocupación. Salió de la piscina y echó a correr hacia la casa, era mirar a Paco al pasar junto a él.¿Qué pasa?! ¡¿Qué hay en la bolsa?! -p reguntó éste-. ¡M aldita sea, contéstame!Tranquilo, todo está bajo control, yo me encargo! -respondió sin dejar de correr.¿De qué estás hablando?!Es mejor que te marches! ¡Luego te cuento! -dijo Hausser, desapareciendo dentro de la casa.co no sabía qué hacer. Una parte de él le decía que lo más sensato era obedecer a su amigo, marcharse a casa y olvidarse de todo aquel asunto. Pero, por oa saber lo que estaba pasando allí, y dudaba que Juanito le contara la verdad si ahora se iba. Estaba seguro de que dentro de la bolsa había uno o varios cecesitaba ir a comprobarlo. Ni lo necesitaba ni lo deseaba. La sola idea de acercarse para verlo con sus prop ios ojos le revolvía el estómago.nalmente, decidió ir tras Hausser para que le explicara qué había querido decir con aquello de que todo estaba bajo control.esde el principio había tenido el presentimiento de que sus padres tenían algo que ver con aquello. Y ahora, cada minuto que pasaba estaba más conellos alemanes tenían dinero, mucho dinero. Demasiado como para haberlo conseguido honradamente. Sospechaba que andaban metidos en negocios tu

dad, lo había sospechado desde el día en que Juanito le había dicho que desconocía los negocios de sus padres. No le había creído ni una palabra, por sramente debía de estar al tanto de sus actividades, o, por lo menos, en parte. Algo tenía que saber.

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sí pues, fue hasta la puerta por donde había entrado su amigo. No estaba cerrada con llave, de modo que la abrio y entró en la casa. Frente a él había un largconducía hasta la cocina.e pronto, Paco oyó la voz de Hausser a lo lejos. Supuso que estaría hablando por teléfono, pero no podía distinguir sus palabras. La voz sonaba tan lejanera sabía de qué parte de la casa provenía. Avanzó por el pasillo. Quizá al llegar a la cocina lo oiría mejor y podría encontrarlo, pensó. Pero no fue necesarallí. Hacia la mitad del corredor encontró una puerta a su derecha. Estaba abierta y desde allí la voz de su amigo sonaba más fuerte. Entró en una especie d

ero. Había estado varias veces en la casa, pero nunca en aquel cuarto. Al fondo de éste había otra puerta abierta. Al parecer, aquella familia estaba obsesionuertas. Las había por todas p artes. En el cuarto de Juanito, y eso lo recordaba bien, había nada menos que tres, colocadas est ratégicamente para acceder a

es de la casa. Por otra parte, en todas las estancias de la planta baja había trampillas para acceder al sótano. A pesar de ello, ni Paco ni Javi habían bajado nser decía que sus p adres se lo tenían terminantemente prohibido.e tipo de cosas (innumerables puertas y trampillas, estúpidas prohibiciones,...) era lo que había despertado las sospechas de Paco. Dudaba mucho qulemente los caprichos de una pareja un tanto excéntrica. Y mucho se temía que la explicación de todo aquello incluiría alguna actividad ilegal.uzó el trastero y pasó por la puerta del fondo. Ésta daba a otro pasillo, que se extendía a derecha e izquierda. La voz p rocedía de la derecha. Fue entonceo cuenta de que Juanito estaba hablando en alemán. Con sus padres, seguramente. Era una conversación bastante agitada; por lo menos, por parte del niño.co fue hasta el final del pasillo, que daba a la sala de estar. Allí, justo detrás del sofá, una de las trampillas del sótano estaba abierta. No había duda, la voz lí abajo. Se acercó sigilosamente y se asomó. Su amigo estaba sentado a una mesa y llevaba unos auriculares con micrófono incorporado. Delante de él habíaato lleno de botones y lucecitas que se encendían y se apagaban. Paco supuso que se t rataba de una radio muy potente o algo por el estilo.e pronto, Hausser miró hacia arriba y le vio. Dijo algo más en alemán y rápidamente se quitó los auriculares, fue hasta la trampilla y la cerró bruscamente.Dime qué está pasando! -exclamó Paco-. ¡¿Con quién hablas?!o obtuvo resp uesta. Al cabo de unos segundos le oyó hablar nuevamente en alemán.No pienso marcharme de aquí hasta que me expliques de qué va todo esto! -gritó, y a continuación se sentó en el sofá, cruzándose de brazos. Estaba disrar todo el tiempo que fuera necesario.urante cinco minutos estuvo oyendo la acalorada discusión que Juanito mantenía con sus p adres o con quien diablos fuera. Después se hizo el silencio. Esptos más y luego se levantó, colocándose encima de la trampilla.

Sal de ahí! -gritó, y a continuación pateó el suelo enérgicamente con tres golpes secos. Se disponía a hacerlo de nuevo, cuando vio a Hausser a través de la ba junto a la entrada del chalet y agitaba una mano en el aire, como despidiéndose de alguien.nto a la acera, una furgoneta de color negro emprendía la marcha en ese mismo momento. En ella iban dos tipos con unos rostros nada amigables. Por lo mea impresión que tuvo Paco durante el instante que pudo ver sus caras.Qué demonios...? -murmuró, y rápidamente fue a reunirse con su amigo-. ¡¿Quieres dejar de darme esquinazo?!

Por qué lo dices? Yo no te estoy dando esquinazo -dijo Juanito mientras caminaba tranquilamente hacia su toalla. Paco, muy enfadado, le siguió.Saliste por otra de esas malditas trampillas, ¿verdad?! ¡¿Qué tratas de ocultarme?!ada, hombre, nada... Sólo estaba solucionando el problema, nada más.llegar junto a la piscina, Paco vio que la bolsa había desaparecido.

¿Dónde está?! ¡¿Qué has hecho con ella?!ausser se detuvo, miró fijamente a Paco y, sujetándolo por los hombros con ambas manos, le dijo:lvídalo. Hoy no ha pasado nada, ¿de acuerdo? -le hablaba despacio, recalcando cada palabra-. Vamos a hacer como si nada de esto hubiera ocurrido. Tú no

una bolsa, ¿entendido?sos tipos a quienes decías adiós..., ellos se la llevaron, ¿verdad? ¿Son de la mafia?anito apartó las manos de los hombros de su amigo.állate -dijo, y de repente su rostro no podía ser más serio-. Ni se te ocurra volver a repetir esa palabra nunca más. Olvida todo este asunto. Es por tridad, ¿comprendes?Paco comprendió. Vio con claridad que sus sospechas no habían sido infundadas. Los padres de Hausser eran de la mafia, unos malditos asesinos. No mseguir preguntando. ¿Para qué? Lo único que conseguiría sería meterse en problemas. Juanito tenía razón, era mejor olvidarlo todo.

stá bien, como quieras. Pero, ¿y Javi? Él también vio la cabeza.No..., él sólo vio una forma sospechosa tras un plástico, nada más. Cuando le veamos le diremos que hemos abierto la bolsa y hemos encontrado la cabe

quí.ale.

ausser fue hasta la caja que había abierto antes y volvió a cambiar de posición la palanca. Diez potentes chorros de agua aparecieron en las paredes de laó la caja y corrio el pequeño cerrojo.isto -dijo-. ¿Vamos a dar una vuelta?No esperas a que se llene?ranquilo. Cuando esté completamente llena los surtidores se p ararán automáticamente.ntiendo. Última tecnología, ¿eh? Bueno, ¿adónde vamos? -preguntó Paco.ntes de nada tendríamos que ir a casa de Javi, no sea que empiece a alarmar a la gente con la historia de la bolsa.ale.

 

20

Aaaaaaahh!! -chilló Jack, creyendo que le estaban cortando la cabeza. Cuando se dio cuenta de que todo había sido un sueño se calmó un p oco, y, p asáno por la cara, murmuró-: Maldita sea…, estas pesadillas van a acabar conmigo...iró el reloj. Eran las 5 de la tarde. Necesitaba tomar un poco el aire, así que salió a dar una vuelta.ientras caminaba, volvió a pensar en las palabras de su difunto padre. Tienes que tomar una decisión, Jack . Se había permitido el lujo de posponer esadespués de acabar con Paul, pero ahora había llegado el momento.

eflexionó en lo mucho que había cambiado su vida en apenas unas horas. Y había cambiado a mejor, por supuesto, ya que al fin había encontrado lo queamente feliz. No podía permitir que absurdos sentimentalismos se interpusieran en su camino. Hay que respetar las reglas del juego, había dicho su pa

no eran más que palabras vacías. ¿Para qué se habían hecho las reglas, sino para romperlas?o siento, papá, p ero no p uedo dejar de matar -dijo mirando al cielo-. No t engo la suficiente fuerza de voluntad.guió caminando tranquilamente, satisfecho con la decisión que había tomado. Ahora que ya tenía las ideas claras, se planteó cuál sería su siguiente paso oa a ser lo mismo, quién sería su próxima víctima.iró a su alrededor.

a calle estaba llena de gente. Cada una de aquellas personas se dirigía hacia un lugar, cada una tenía sus propios planes. Unas irían a comprar unos zapatosprar comida, otras a visitar a alguien, etc. Cada una tenía su propia vida. Jack pensó en ello y se maravilló al darse cuenta de la cantidad de posibilidade

onía. Altos, bajos, gordos, flacos, jóvenes, viejos,... Los había de todo tipo. Y cualquiera de ellos podía ser el próximo elegido para ser machacado sin do, o estrangulado... ¡Había tantas formas distintas de hacerlo! Y, sin embargo, el resultado siempre era el mismo: la Muerte. ¿Acaso había algo más b

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untó Jack.bservó a un señor que estaba bajando de un coche y pensó: Vives porque yo te lo permito . Se sintió tremendamente poderoso al ser consciente de que aqlutamente cierto. Podía matarlo si le daba la gana, ¿por qué no? No encontró respuesta a esa p regunta, así que se p uso a p erseguir al tipo.evaba ya un rato siguiéndole cuando, de pronto, le llamó la atención una gran bandera de los Estados Unidos colocada en un balcón. Al verla, algo cambió durante toda su vida había sido muy patriota, y ahora se dio cuenta de que, con su conducta asesina, iba en contra de su propio país. Estaba matando a ciu

dounidenses, compatriotas suyos, y, de pronto, se sintió como un traidor.Mierda... -masculló, y se detuvo un momento. Se rascó la cabeza, pensando en este nuevo dilema. Lentamente, siguió su camino reflexionando sobre ello.

cabo de unos minutos pasó junto a una agencia de viajes, y se quedó mirando un anuncio que había en el escaparate. En un cartel estaba dibujada Amno Atlántico y Europa. Sobre el océano, un avión viajaba hacia el viejo continente. ¡Visite Europa a un precio excepcional!, decía el anuncio.ck abrio los ojos de par en par, y una renovada ilusión inundó su corazón.so es!, pensó, entusiasmado, ¡es la solución! ¡Me instalaré en Europa y allí seguiré asesinando!

espiró hondo, como si le hubieran quitado un gran peso de encima.n p ensárselo dos veces, fue a su banco y sacó todo el dinero que tenía. Volvió a casa, hizo un par de maletas y se fue al aeropuerto. T ras pensarlo un pocoe instalaría en España. Sabía hablar español, de modo que así todo le resultaría mucho más fácil. Se establecería en algún pueblecito de la costa mediterráne

a era muy agradable y la cercanía del mar siempre le había hecho sentir una reconfortante sensación de libertad.aquello sería ideal.

sí que cogió el primer vuelo hacia Barcelona. Allí decidiría en qué pueblo instalarse.

21

vi vivía a unos 5 minutos del chalet de Juanito, en un bloque de pisos. Era el edificio más alto del pueblo, con diez plantas. Él vivía en la décima, de mods desde allí eran inmejorables. Pero había un pequeño inconveniente: de vez en cuando el ascensor se averiaba.uando Paco y Hausser llegaron al portal, éste último apretó el botón del interfono. Al poco tiempo, contestó una voz de mujer.Quién es?omos los amigos de Javi.Ah, así que sois vosotros! -exclamó la voz-. ¡¿Qué le habéis hecho a mi niño?!o le hemos hecho nada, señora, ¿por qué lo dice?, ¿le pasa algo a Javi?

Ha llegado llorando y se ha encerrado en su cuarto! ¡¿Qué le habéis hecho, desgraciados?!eñora, le repito que nosotros no le hemos hecho nada. ¿Podemos hablar con él?Ni hablar! ¡Estoy harta de que mi pequeño vaya con gentuza como vosotros! ¡Me dais asco! -gritó la mujer, y seguidamente oyeron como colgaba el aurfono.Pero bueno! -exclamó Juanito, volviéndose hacia Paco-. ¡¿Qué se habrá creído esta tía?! Nunca me ha caído bien, pero hoy se está pasando de la raya. Si ue es la madre de un amigo, te juro que se iba a enterar.Y si esperamos a que alguien abra esta p uerta? -prop uso Paco-. Cuando estemos dentro y a se nos ocurrirá algo p ara que nos deje ver a Javi.ale, pero yo diría que no nos va a resultar nada fácil. Ya has visto lo cabreada que estaba.

e pronto, la puerta se abrio y por ella salió una chica de unos 20 años, rubia y con un cuerpo espectacular. Los dos niños la siguieron con la miradot izados. Llevaba unos p antaloncitos cortos de color rojo y una camiseta azul claro.Hola! -les saludó alegremente al pasar junto a ellos.Hola! -respondieron los dos a la vez. Tan concentrados estaban en no perderse ni un detalle de su esbelto cuerpo, que olvidaron por completo la puerta. Ca desapareció tras una esquina, volvieron a la realidad.Mierda, la puerta! -exclamó Hausser-. ¿Por qué no la has sujetado?Y por qué no la has sujetado tú?Qué fastidio! Ahora habrá que esperar a que alguien más venga a abrirla. Por cierto, ¿sabes quién es esa preciosidad?

No -contestó Paco-. ¿Quién es?No lo sé, por eso te lo pregunto.

ebe de ser nueva en el edificio; nunca la había visto antes. Desde luego, Javi tiene suerte de tenerla como vecina...que lo digas... Mira, alguien viene.

n anciano estaba cruzando la calle en dirección a ellos. Caminaba muy lentamente, con la ayuda de un bastón. Debido a su avanzada edad, no vio el gran cha delante de él hasta tenerlo a un paso de distancia.

Me cago en... -farfulló con fastidio. Justo en ese momento, un deportivo descapotable pasó sobre el charco a toda velocidad, salpicando al ancianoapado de la cabeza a los pies-. ¡Hijo de perraaaaa! -gritó, mientras agitaba el bastón en dirección al coche.co y Juanito, que habían sido testigos de la escena, estallaron en carcajadas. El viejo rodeó el agua que había sobre el asfalto y terminó de cruzar la calleal portal, los niños aún seguían riendo.

¿Os parece gracioso?! -preguntó, indignado-. ¡A ver si esto también os hace tanta gracia! -Con una rapidez insólita para su edad, golpeó las cabezas de ambel mango de su bastón. Tan sólo dos golpes secos, y las risas desaparecieron instantáneamente. Los dos amigos gritaron de dolor y se llevaron las manos a laAsí aprenderéis a respetar a los mayores! -exclamó el viejo. A continuación, sacó unas llaves de su bolsillo y abrio la puerta.

odo había sucedido tan deprisa y de una forma tan sorprendente, que los niños ni siquiera reaccionaron. Se quedaron quietos, con la mano en la cabeza yo el hombre abría la puerta. Una vez dentro, la cerró de un portazo.os niños se miraron el uno al otro, y al cabo de un momento volvieron a estallar en carcajadas. Si la escenita del charco les había parecido graciosa, el cabreoataque infalible se lo pareció aún más, a pesar del chichón que seguramente ya debía de estar saliéndoles.oír las risas, el anciano volvió a abrir la puerta, pero esta vez los niños salieron corriendo por la acera. Sin embargo, no se alejaron mucho. Se detuvieron

os de la entrada del edificio, conscientes de que el pobre hombre no podría alcanzarles. Miraron hacia el portal. Allí seguía el anciano, agitando su bastón en tándoles.

Cabrones, hijos de puta! ¡Volved aquí! -gritó, encolerizado-. ¡Os aprovecháis de que mis débiles piernas no me permiten perseguiros, cobardes, más que cobejo salió del portal y empezó a caminar hacia ellos. A cada paso que daba, tan sólo avanzaba unos pocos centímetros.

os niños permanecieron quietos, observándolo. ¿Qué demonios pretendía?, ¿llegar hasta ellos y volver a golpearles?, ¿era posible que el viejo fuera tano para creer que le esperarían pacientemente hasta que llegara para zurrarles?

Alto ahí, abuelo, no dé ni un p aso más -le ordenó Paco-. Estamos teniendo mucha paciencia con usted. Nos ha pegado, nos ha insultado, ¿qué más quiere?¿Quiénes son vuestros padres?! ¡Decídmelo ahora mismo, desgraciados! ¡Si es que tenéis padres, claro...! -El viejo seguía caminando hacia ellos, letante.Sabes qué? Este cabrón ya me está empezando a tocar los huevos -dijo Paco.

a mí.o que más me jode es la forma en que nos mira, ¿te has fijado?

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s verdad, qué cabrón..., ¡qué manera de despreciarnos! -exclamó Hausser.Sí, os desprecio, hijos de puta, os desprecio! -Al ver que los muchachos empezaban a ofenderse, en el rostro del anciano se dibujó una cruel sonrisa-. ¡¿Y a despreciar a un par de niñatos malcriados como vosotros?!Oiga, no le consiento que nos hable así! -gritó Juanito, rojo de rabia.Calla, hijo de puta, que tú eres el peor de los dos! ¡Bastardo!ausser sintió que la sangre le hervía en las venas. Se había enfadado muchas veces en su corta vida, pero lo que sintió esta vez no podía compararse con ninabreos que había tenido hasta ahora. Un intenso calor inundó su cuerpo y en su p echo resonaban los latidos de su corazón. Los ojos se le humedecieron poenida. De repente, una sola idea ocupó toda su mente, sin dejar espacio para nada más: tenía que matar al viejo. No se detuvo a pensar si lo que iba a hcto o incorrecto. Simplemente supo que tenía que hacerlo.sto en aquel momento, un enorme camión que iba camino del matadero con un cargamento de 300 cerdos se aproximaba a toda velocidad. Su conductor, u9 años que había considerado seriamente la posibilidad de desobedecer a su jefe y dejar en libertad a aquellos pobres animales, vio que a unos 50 metros dn señor mayor discutía con dos niños, mientras caminaba lentamente hacia ellos. El camión estaba ya a tan sólo 25 metros, cuando uno de los niñoquecer. Echó a correr hacia el anciano y le empujó bruscamente hacia la carretera. En el momento del empujón, el camión se encontraba a tan sólo 10 mncia, con lo cual el viejo ni siquiera llegó a tocar el asfalto. El vehículo lo embistió de lleno. Todos los cerdos que viajaban en el camión empezaron a chillare, provocando un escándalo ensordecedor.uando Juanito vio (y oyó) el tremendo impacto, experimentó la mayor sat isfacción de su vida.Toma ya!! -gritó con toda la rabia que tenía acumulada. En sus ojos ardía el fuego del odio-. ¡¡Así aprenderás, hijo de puta!!

conductor del camión, que jamás se había encontrado en una situación como aquélla, no sabía qué hacer. ¡Acababa de atropellar a una persona! Debería p, ¿qué demonios?, pensó. El tipo est aba muerto, ¿no? Nadie podría haber sobrevivido a un impacto tan brutal. Así que ya no podía ayudarle. Entonces, ¿nerse y buscar problemas?ccionó el limpiaparabrisas para limpiar la sangre que había en el cristal. Siempre había creído que la mejor manera de superar los problemas era huyendo da estaba haciéndolo de nuevo. Pero esta vez..., ¡p or Dios, se trataba de una vida humana! No p odía marcharse así como así, dejándolo como un p erro reveo de la carretera.o obst ante, mientras le daba vueltas al asunto, seguía alejándose más y más del lugar. Se decía una y otra vez que aquello no estaba bien, que debía volverntaba el pie del acelerador. Cuando se encontraba ya a 10 km del lugar del accidente, decidió que era demasiado tarde para regresar, y se esforzó en oldido.

ausser vio que su amigo le observaba, incrédulo.enía que hacerlo, Paco. Tenía que hacerlo... -se justificó.Pero ¿qué has hecho, tío?! ¡Te lo has cargado!No p odíamos p ermitir que ese t ipo nos t ratara como una mierda! ¡¿Qué se creía?!, ¡¿que podía burlarse de nosotros?!, ¡¿pegarnos, insultarnos e irse comohablar! ¡De Juan Hausser no se ríe nadie! Además, a ese viejo hacía tiempo que lo t enía visto por el pueblo y se la tenía jurada. Siempre que p asaba por suba de mala manera. Pensándolo bien, no entiendo cómo he podido tener tanta paciencia con él. Debí haberlo quitado del medio hace tiempo.ios... -dijo Paco-. Te oigo hablar y me das miedo. Eres igual que tus padres. Ya se sabe: de tal palo, tal astilla. ¡Sois todos una panda de asesinos!

Cállate! ¡Hoy no estoy dispuesto a soportar ni un insulto más!co guardó silencio p or unos momentos.ueno... -dijo finalmente-, supongo que cada uno es como es... Y yo tampoco soy ningún santo. No soy quién para juzgarte.

Así me gusta, que razones.or cierto -dijo Paco-, ¿no te parece un poco raro que no acuda nadie a ayudar al herido?Herido?, ¡ja, ja, ja! No me hagas reír, ¿quieres? Si ese tipo sigue vivo, yo soy cura. Pero, ahora que lo dices, tienes razón, es raro que nadie se acerque paracurrido.reo que ya sé lo que pasa. La gente cada vez se escaquea más de este tipo de cosas. Se hacen los despistados y siguen a lo suyo, sin importarle que hayasitando ayuda. La gente cada vez es más egoísta, ¿no crees?í, tienes razón. El egoísmo se está adueñando de la sociedad. Siento asco sólo de pensarlo...ntonces ¿qué hacemos?, ¿llamamos nosotros a una ambulancia para que se lo lleven? -propuso Paco, dirigiendo la mirada hacia lo que quedaba del ancianos calle abajo.

No, eso es cosa de adultos. No te preocupes, tarde o temprano alguien lo recogerá.ueno...olvamos al portal. Esperaremos a que alguien más abra la puerta y nos colamos.ale.

22

urante el viaje, Jack no hizo más que pensar en todo lo que le esperaba al otro lado del Atlántico. La iba a liar, y bien gorda.nto a él viajaba un joven de 20 años. En Barcelona le esperaba su novia, a la cual no veía desde hacía varios meses. Lógicamente, el rostro del joven estaba

egría, ansioso por reencontrarse con su amada. Cualquiera habría dicho que no podía existir una mirada más ilusionada que la de aquel chico. Y, sin embargía: Jack Peterson sentía más ilusión que él, y el brillo que despedían sus ojos le hacía parecer mucho más joven de lo que en realidad era.r ot ra parte, y aunque no es en absoluto relevante para esta historia, hay que decir que el joven acompañante de Jack seguramente no se habría sentido tar sabido lo que estaba haciendo su novia en aquel mismo momento: fornicar con su vecino.r fin llegaron a Barcelona. Jack recogió sus maletas y pidió un taxi. Se montó en la parte de atrás.léveme al hotel más cercano que esté en primera línea de mar, por favor -le dijo al taxista, después de que éste hubiera metido las maletas en el portabultosNo podría ser un p oco más concreto? -le contestó el hombre, con cara de pocos amigos. El tipo tenía una voz ronca y desagradable.erdone, pero es que no conozco la zona. Acabo de llegar de Estados Unidos y ...aya, vaya... -le interrumpió el taxista-. Así que americano, ¿eh?ck no contestó a este comentario.hombre arrancó el taxi y se dirigió a la ciudad.

El viaje es por negocios o por placer? -preguntó el taxista.ck tardó un poco en contestar. M iró al conductor a través del espejo retrovisor y le contestó de mala gana:Acaso tengo el aspecto de un hombre de negocios?ueno, bueno…, no se moleste. Sólo quería darle un poco de conversación.

állese y conduzca, haga el favor -dijo Jack, un tanto irritado.taxista no le replicó. Se limitó a mirarle con desprecio por el retrovisor.

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asi sin darse cuenta, Peterson ya estaba buscando la manera de acabar con él. No obstante, pronto se dio cuenta de que aquello sería muy difícil. No disún arma con que atacarle. Y, aunque la tuviera, ¿qué ganaría con matarle? Le necesitaba para que le llevara a la ciudad. En fin, no le dio más vueltas al asuntseguiría viviendo, qué se le iba a hacer...r fin llegaron a una calle que había junto a la playa. El taxista se detuvo junto al primer hotel que vio.

Le va bien aquí? -preguntó.í -contestó Jack, secamente.gó, cogió sus maletas y se dirigió hacia la entrada del hotel.joven que había en la recepción le asignó una habitación de la quinta planta. Una vez dentro, dejó las maletas en el suelo y se acercó a la ventana. Las vistaespléndidas. Se quedó contemplando las olas, y pronto empezó a bostezar. El viaje había sido agotador, así que decidió echarse un rato en la cama, donde

mido de inmediato.

soñó.olvía a estar montado en el taxi que le había llevado al hotel. El taxista acababa de preguntarle:El viaje es por negocios o por placer?¿Y a usted qué coño le importa, hijo de puta?! -Jack no podía creer lo que acababa de decir. Él no había querido contestar de aquel modo. Era como si su bhubieran cobrado vida prop ia.taxista frenó bruscamente, y Jack, que no tenía puesto el cinturón de seguridad, se estampó contra el respaldo del asiento delantero derecho.

Estúpido viejo de mierda! -gritó el hombre-. ¡Salga de mi coche si no quiere que le parta la cara!taxista fue a la parte de atrás y abrio el portabultos para sacar las maletas.

e p ronto, el cuerpo de Jack pareció cobrar vida prop ia también y, con la agilidad de un chico de 20 años, pasó del asiento t rasero al asiento del conductooche. Las llaves seguían en el contacto y el motor estaba en marcha. Al mismo tiempo que el taxista se agachaba para coger las maletas, Jack metió la marchaa fondo el acelerador.

Aaaaah! -gritó el hombre, sorprendido y dolorido. El parachoques le golpeó las rodillas y cayó hacia atrás, golpeándose la cabeza contra el asfalto. A contiche le pasó por encima, retorciéndole como si fuera un muñeco de trapo. Finalmente, apareció por la parte delantera. El tipo debía de tener la columna vertecinco sitios diferentes, al menos. Sin embargo, mientras Jack le observaba, vio cómo éste empezaba a moverse poco a poco. La espalda se le fue endgrosamente y los demás huesos fracturados fueron recomponiéndose como por arte de magia. El taxista se levantó, se sacudió el polvo de los pantalones r hacia el coche como si tal cosa. Al llegar junto a la ventanilla del conductor, se sacó un revólver del bolsillo, apuntó a Jack y disparó.

23

ausser y Paco llevaban 5 minutos esperando, cuando vieron a una anciana cruzando la calle en dirección al portal. Rodeó el charco y llegó junto a ellos.Hola, jovencitos.Hola -respondió Paco.

ola, señora -dijo Juanito-, ¿cómo va eso?Vamos tirando, hijito, vamos tirando... -La anciana abrio la puerta y empezó a cruzar el umbral, pero de pronto se detuvo y de nuevo se dirigió a los niñmento, vuest ras caras me suenan. ¿No sois vosot ros los amiguitos de mi nieto?Su nieto se llama Javi y vive en la décima planta? -preguntó Paco.sí es. ¿Habéis venido a verle?í, ¿nos deja pasar, por favor?or supuesto. Adelante, pequeños -dijo la señora, apartándose para que pasaran.

os tres entraron en el ascensor. La anciana apretó el botón número 10 y murmuró:spero que lleguemos hasta arriba...Qué ha dicho? -preguntó Hausser.ada, nada...

as puertas se cerraron con un chirrido y el aparato empezó a ascender lentamente.o la he oído -dijo Paco-. Ha dicho espero que lleguemos hasta arriba. ¿Qué ha querido decir, señora?, ¿hay algún problema con el ascensor?o quería alarmaros, pero es que últimamente se estropea cada dos por tres. Ya os podéis imaginar lo que significa para una vieja como yo tener que sula décima planta.

iene que ser bastante jodido... -dijo Paco.Así es, jovencito, es muy jodido. Pero aún es p eor cando te quedas encerrado. A mí me pasó la semana pasada y por poco me da un patatús.Estuvo mucho t iempo encerrada? -preguntó Juanito.

Unas 15 horas.¿Tanto?! -preguntaron los dos niños a la vez, asombrados.í, es que era domingo, y el técnico no quiso venir hasta el lunes por la mañana. Resulta que este ascensor no es como la mayoría, que pueden abrirse con cial. Es mucho más complicado; por eso es imprescindible que venga el técnico. Así que me quedé aquí dentro, detenida entre la octava planta y la nendo que en cualquier momento el ascensor se desplomara. En varias ocasiones estuve convencida de que iba a suceder. Después de todo, no habría sido la

.Ya se cayó antes? -preguntó Paco.sí es, hace 11 años. Aquella familia también vivía en la décima planta. Era una familia numerosa, ¿sabéis? El matrimonio y 7 hijos. Un buen día salieron

s juntos y se montaron en el ascensor. Yo estaba tomando el té en mi casa, tan tranquila, cuando de pronto oí mucha gente chillando. Los gritos se damente, y unos segundos después un fuerte golpe hizo temblar todo el edificio. El ascensor se había desplomado. -La mujer guardó silencio unos irdando el terrible suceso-. Pero, en fin, el caso es que el técnico que tenemos ahora es un irresponsable. ¿Cómo p udo quedarse en su casa, tan tranquilo, mi

moría de miedo aquí dentro?Qué cabrón! -exclamó Paco.s un malnacido -continuó la anciana-. Se llama Eusebio y tiene 45 años. Conozco a sus padres desde hace muchísimo tiempo y toda la familia son una pade puta. Su madre y yo éramos íntimas amigas, ¿sabéis? Aunque eso fue hace muchos años. Ya nada queda de aquella amistad. Ella se encargó de de

ndome el novio, que a la postre acabó siendo el padre de Eusebio. Pero, ¿sabéis qué? En el fondo me hizo un favor quedándose con aquel inútil.ausser miró el indicador electrónico del ascensor. Todavía no habían pasado de la segunda planta.No vamos demasiado despacio? -comentó.aya..., mucho me temo que se ha vuelto a estropear -dijo la anciana, apretando fuertemente el botón número 10-. ¡Maldito trasto! -exclamó, y, con la manoó tres fuertes golpes sobre el panel de los botones.

o diría que estamos parados -dijo Paco.Y ahora qué hacemos? -preguntó Juanito.

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oy a llamar a ese inútil -dijo la mujer, sacando un móvil del bolso.a señora marcó el número con dedos temblorosos y se llevó el teléfono a la oreja. Esperó con impaciencia hasta que, después de siete tonos, oyó queolgaba al otro lado de la línea.Diga? -dijo una voz soñolienta. Seguramente el tipo acababa de despertarse, pensó la anciana.Eusebio, es usted?í, ¿quién es? -Por el tono de voz se adivinaba que no le había hecho ninguna gracia que le despertaran.oy la señora Roberta, ¿me recuerda? Me sacó del ascensor la semana pasada.Roberta? Ah, ya..., ¿cómo le va?ues no muy bien. ¡He vuelto a quedarme encerrada!En el ascensor?No, en el sótano de la Casa Blanca, no te jode...! ¡Pues claro, en el ascensor!ueno, señora, tampoco es para ponerse así...

Haga el favor de venir ahora mismo a sacarme de aquí!erá..., es que hoy estoy muy liado, ¿qué tal mañana?, ¿cree que podrá aguantar?

Está de broma, ¿no?!n absoluto, tengo un montón de cosas que hacer. Pero no se p reocupe, mañana a primera hora estaré ahí.

Es usted un cara dura! ¡¿Cómo puede tener tan poca vergüenza?!No es cuestión de tener más o menos vergüenza, señora. Es puramente una cuestión de p rioridades. Ust ed no es el centro del mundo, ¿sabe? Hay otras p ers

ién requieren mi ayuda.Mentira! ¡¿Por quién me toma?! ¡¿Cree que no me he dado cuenta de que estaba durmiendo?! ¡Lo que pasa es que es un vago! ¡Un vago y un inútil!Señora, no le consiento...! -empezó a decir Eusebio, pero Roberta le interrumpió.Tu padre y yo fuimos novios!, ¡¿lo sabías?! -vociferó la vieja.usebio se quedó tan sorp rendido con el comentario de la mujer, que durante unos segundos no supo qué responder. Finalmente dijo:Pero ¿qué está diciendo?! ¡¿Se ha vuelto loca?!No, no estoy loca! ¡Tu padre y y o fuimos novios, pero le dejé! ¡Sí, le abandoné como a un p erro! ¡¿Y sabes por qué?!Mire...!Por vago! ¡Le abandoné por vago!Mi padre murio hace cinco años, maldita zorra!! ¡¡Respételo!!

oberta se quedó callada. No sabía que el padre de Eusebio hubiese fallecido. Entonces se dio cuenta de hasta qué punto había metido la pata.ueno... -dijo. Quería disculparse y no sabía cómo-. Quizá no fuese tan vago, después de todo...Está usted como una cabra! ¡Váyase al carajo! -gritó Eusebio, y colgó el teléfono.Me ha colgado! -exclamó Roberta, mirando a los niños.o me extraña -dijo Hausser-. Con todo lo que le ha dicho..., lo raro es que no haya colgado antes.

Y por qué le ha mentido? -preguntó Paco-. ¿Por qué le ha dicho que usted abandonó a su padre? A nosotros nos ha dicho que la madre de Eusebio le había ro, así que fue él quien la abandonó a usted, y no al revés.e lo he dicho sólo para joderle, nada más. ¿Acaso no lo merecía? ¡El muy cretino nos deja aquí encerrados y se queda tan pancho!ueno, ¿entonces qué hacemos? -p reguntó Juanito.ejadme pensar... -dijo Roberta.

Por qué no llama a otro técnico de ascensores? -p ropuso Paco-. ¿Es que no hay ninguno más aparte de Eusebio o qué?í que los hay -dijo la anciana-, pero ya os he dicho que este ascensor es muy especial. La única empresa que lo fabrica es la de Eusebio.ero ¿qué tiene de especial? Yo no le veo nada de extraordinario.

Ni yo, pero el caso es que el único que p uede repararlo es Eusebio.oder...ues tendremos que arreglárnoslas nosotros solos para salir de aquí -dijo Hausser-. No sé vosotros, pero yo no estoy dispuesto a tirarme 15 horas aquí met

Ni yo! -exclamó Roberta-. ¡No pienso volver a vivir el infierno de la otra vez!Infierno? ¿Tan mal lo pasó? -preguntó Paco.í, no he pasado más miedo en toda mi vida. La maquinaria del ascensor no dejaba de hacer ruidos extraños, chirriantes, que resonaban en todo el hueco del eso temía que en cualquier momento se desplomara. Si eso pasara ahora, supongo que tendríamos alguna posibilidad de sobrevivir, ya que sólo estamnda planta. Pero aquel día estaba casi arriba del todo. Si el aparato se hubiese caído, yo habría quedado hecha papilla.ues ahora que lo p ienso -comentó Juanito-, podríamos estar en cualquier planta... ¿Cómo podemos estar seguros de que el indicador no está t ambién averia

os tres se miraron en silencio, alarmados ante la posibilidad de que pudieran hallarse en la octava, la novena, o incluso, ¿por qué no?, en la décima planta.ara mí que estamos muy arriba -dijo Paco.¿Quieres hacer el favor de callarte?! -gritó la anciana-. ¡No me pongas más nerviosa de lo que estoy!

 

24

ck se despertó en la habitación del hotel, respirando agitadamente.Me cago en las putas pesadillas! -exclamó.ecordó a un viejo amigo que había combatido en la Segunda Guerra Mundial. Una vez terminado el conflicto armado, empezó a tener pesadillas hcamente, casi todas ellas estaban relacionadas con los terribles momentos que le había tocado vivir durante la guerra. En los sueños siempre terminaba mn nazi. Incluso algunas veces soñaba que lo habían confundido con un judío y lo habían enviado a un campo de concentración. Resumiendo, aquellas pesgaban la vida, así que decidió acudir a un sicólogo para que le ayudara. Al cabo de pocas semanas sus malos sueños habían desaparecido.ck pensó en la posibilidad de hacer como su amigo y acudir a un profesional de la sicología. Pero pronto se dio cuenta de que aquello era imposible. Su amieguido superar el problema porque la causa de éste estaba muy clara: la guerra. Sin embargo, Jack no podría explicarle a nadie lo que seguramente era la caudillas: que se había convertido en un asesino. Podía imaginarse la escena: él tumbado en el diván de la consulta del sicólogo, y éste preguntándole:

Dime, Jack, ¿cuál crees tú que puede ser la causa de esas pesadillas? ¿Ha ocurrido algo inusual en tu vida últimamente?imaginaba al hombre haciéndole estas preguntas de un modo muy cordial y amigable, para que él se sintiera lo más cómodo posible y no se sintiera coque confesarle alguna intimidad.ues verá... -le contestaría- , aparte de que voy por ahí matando gente, no hay mucho que contar...

Mierda! -masculló Jack.o veía solución al problema.

ueno, pensándolo bien, también tenía otra opción: dejar de matar. Lo pensó un par de segundos y se le vino el mundo encima.No! ¡Eso sí que no! -exclamó, negando también con la cabeza. Le aterrorizaba la idea de no volver a matar a nadie nunca más. Y entonces se dio cuenta d

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a forma de vida no era tan sólo algo que le hiciera feliz. Era mucho más que eso. Era como una droga de la cual no podía desengancharse. Tan sólo con pende dejar de asesinar, se apoderaba de él una sensación de tristeza tan profunda que le asustaba.demás, el que dejara de matar no le aseguraba que las pesadillas desaparecieran.ntonces se le ocurrio otra idea: quizás algún sacerdote podría ayudarle. Le explicaría toda la verdad bajo secreto de confesión para asegurarse de qnciaría. No obstante, aquella opción tampoco acabó de convencerle. A lo mejor, el cura, al oír todos los crímenes que había cometido, decidía denunciarle os, aun corriendo el riesgo de perder su empleo. No, definitivamente era una idea descabellada, porque, incluso en el caso de que el sacerdote no le denunciaa podría esperar de él? Seguramente lo único que le diría sería que se entregara a la policía.n fin -murmuró, y sus p ensamientos volaron hacia otro asunto.nía que buscar algún pueblo en el que instalarse, y para ello necesitaba conocer un poco la zona. Así que salió a la calle en busca de una librería. Le sería

n libro en el que se hablara un poco sobre los distintos pueblos de la costa. Pero antes de encontrar una librería, le llamó la atención un escaparate en dondeestas decenas de navajas de los más variados modelos y tamaños. Se fijó en una que le pareció especialmente bonita. Era automática, de ésas que sacan y eja al apretar un botón. Además, tenía doble filo.ck entró en la tienda y no vio a nadie en el mostrador.Hay alguien? -preguntó, pero nadie acudió a atenderle. Eso era algo que siempre le había molestado mucho. No entendía cómo la gente podía dejar desatena. ¡Qué falta de profesionalidad! En ese tipo de situaciones, siempre tenía la tentación de coger lo que quería comprar y marcharse sin más. Pero nuncao. Siempre esperaba pacientemente a que vinieran a atenderle. Sin embargo, el nuevo Jack Peterson ya no tenía tanta paciencia como el de antes, asíarlo dos veces, se acercó al escaparate y cogió la navaja automática de doble filo. Volvió a mirar hacia el mostrador. Aún no había venido nadie.ah, que se jodan... -murmuró, y salió de la tienda metiéndose el arma en un bolsillo. Ni siquiera se detuvo a apretar el botoncito para que la hoja se escond

en la calle, no aceleró el paso, sino que siguió paseando tranquilamente para no llamar la atención. Apretó el botón sin sacar la navaja del bolsillo y, con use escondió en el mango.co después dio con una librería y entró en ella. No había ningún cliente, ni ningún dependiente.der , pensó Jack, ¿es que en este puto país no trabaja nadie?

Oiga!, ¡¿hay alguien?! -exclamó.ada.a madre que los... -empezó a decir, pero se detuvo cuando vio aparecer a un señor por una puerta que había tras el mostrador. Aparentaba unos 60 años. completamente blanco y unas gafas para leer descansaban sobre la punta de su nariz. M irando por encima de ellas, dijo:

En qué puedo ayudarle?Dónde estaba? -le preguntó Jack, molesto.

isculpe..., estaba colocando unas cosas en el almacén.Es que no tiene miedo de que le roben? Ahora, en vez de llamarle, podría haber cogido cualquier libro y marcharme tan tranquilo.fortunadamente no hay tantos ladrones como la gente cree. Y, si los hay, no se dedican a robar libros, créame. Llevo muchos años en este negocio.ck se quedó mirando al librero. Lo que más rabia le daba era la seguridad con que hablaba el tipo. Inmediatamente pensó en la posibilidad de liquidarle.e cree usted muy listo, ¿verdad? -le dijo Peterson, mirándole con desprecio.librero puso cara de sorpresa.ebería llevar más cuidado -continuó Jack, sacándose la navaja del bolsillo con un rápido movimiento-. ¡Mire esto! -Apretó el botoncito y la afilada hoja s

clic!os ojos del librero se abrieron como platos.Qué quiere de mí? -preguntó, acojonado.terson volvió a apretar el botón y se guardó de nuevo la navaja en el bolsillo.e, je, je! Tranquilo, hombre. Sólo era una broma.librero seguía asustado.

Qué quiere? -le preguntó del modo más amable que le fue posible. Estaba deseando despacharle y perderlo de vista.ecesito algún libro donde se describan los pueblos de la costa. Tengo entendido que la Costa Brava es muy bonita, ¿no?í, creo que tengo algo por aquí -dijo el hombre, dirigiéndose hacia una de las estanterías. Al cabo de un momento volvió con un libro titulado  La Costa Bíso terrenal . Se lo entregó a Jack y éste lo hojeó un poco.aya..., parece que no está mal -dijo-. ¿Cuánto vale?0 euros, señor.eamos... -dijo Jack mientras buscaba en sus bolsillos. Sacó la cartera y le entregó dos billetes de 5 euros-. Aquí tiene.racias -contestó el hombre. Cogió el libro, lo metió en una bolsa y se la entregó al viejo.Jack le apetecía bastante acabar con él, pero no veía la manera de hacerlo sin mancharse de sangre. Así que se despidió, diciéndole:olveremos a vernos, amigo.

Adiós, señor -dijo el librero con una sonrisa forzada.

25

go sonó encima del ascensor, como un roce de metales, que hizo temblar todo el aparato.

Ah! -exclamó Roberta-. ¡Ya empieza, ya empieza! -La vieja, muy asustada, se puso en cuclillas.Qué hace? -preguntó Hausser-. ¿Acaso cree que eso la ayudará si caemos al vacío?ruido cesó un momento y, poco después, se oyó un sonido parecido al estallido de un petardo muy potente. El ascensor cayó un par de metros y

nerse bruscamente.Aaaaaaaahh!! -gritaron los tres. Los dos niños cayeron al suelo de mala manera y la anciana, que seguía en cuclillas, se golpeó la frente con las rodillas

ntó y empezó a p edir auxilio.Socorro! ¡Socorro! ¡¡Socorroooooo!! -gritó, mientras aporreaba la puerta con el puño.¿Qué haces?! ¡No des golpes! -exclamó Juanito-. ¡Vas a conseguir que este trasto se desplome!¿Y qué más da?! ¡Se va a desplomar de todos modos!Callaos de una vez! -exclamó la anciana, poniéndose en pie-. Ante todo hemos de mantener la calma.¿Y cómo coño se mantiene la calma en un ascensor que está a punto de caer?! -exclamó Paco.eamos... -continuó Roberta, sin hacer caso del comentario-. ¿Alguno de vosotros tiene una navaja?

Para qué la quiere? -preguntó Hausser.a necesito para abrir la caja de conexiones. Seguro que hay algún cable pelado y ha provocado un cortocircuito.Es que entiende usted de electrónica?

ues sí, un p oco. Hace unos años realicé un curso p or correspondencia.Hizo algún examen?

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or supuesto, realicé un examen final.Y qué nota sacó?Qué importa eso ahora? ¿Tenéis una navaja o no?í, yo tengo una -dijo Juanito-, pero no sé si dejársela. ¿Y si el cortocircuito lo provoca usted y en vez de sacarnos de aquí nos manda directos a la tumbaad, ¿qué nota sacó en ese examen?ues..., es que no lo recuerdo muy bien...

Dígalo! -exigió el niño-. ¿Suspendió, verdad?a mujer dudó unos momentos, y finalmente exclamó:Bueno, sí, suspendí!, ¡¿y qué?! ¡No pienso quedarme cruzada de brazos esperando a que este trasto se desplome!ruido metálico empezó de nuevo y el ascensor volvió a temblar.

Está bien, tenga, tenga! -exclamó Hausser, entregándole la navaja-. ¡Pero, por lo que más quiera, sáquenos de aquí!a mujer empezó a aflojar los cuatro tornillos que sujetaban el panel de los botones. Fue una tarea bastante difícil, ya que el constante temblor del ascensor hnta de la navaja se saliera del sitio una y otra vez. Cuando por fin consiguió retirar el panel, tras él apareció toda una maraña de cables de diferentes cora los estudió con atención.o veo ningún cable pelado..., veamos si por aquí detrás... -Apartó hacia un lado los cables para ver el fondo de la caja-. Parece que todo está en orden. Qué inceramente, señora -dijo Paco-, no creo que el problema esté en esos cables. Algo va mal en el sistema de poleas, ¿no lo oye?sonido metálico se hizo más intenso.

Esto se va a caer de un momento a otro! -exclamó Juanito-. ¡Hay que hacer algo, pero ya!na vez más, descendieron dos metros de golpe con una fuerte sacudida. La primera vez, Roberta se había encontrado en cuclillas y tan sólo se había golp

la frente contra las rodillas, p ero ahora estaba de p ie, y al caer se hizo mucho más daño. Sus débiles p iernas no p udieron soportar el brusco frenazo ylazo bestial contra el suelo.Aaaaaaaahh!! -bramó.

os niños también se dieron un buen batacazo, aunque no tan fuerte como el de Roberta. La mujer chillaba sin parar mientras se retorcía en el suelo. Lágrimas daban sus ojos.Vamos, señora, arriba! -dijo Paco, al tiempo que se levantaba él mismo-. ¡No es momento para lloriqueos! ¡Así no va a solucionar nada!spera un poco, hombre... -dijo Hausser-. ¿Es que no has visto la hostia que se ha pegado? Fíjate, si hasta ha abollado el suelo del ascensor. Seguro qozado los meniscos.co miró hacia abajo y vio que, efectivamente, el suelo estaba un poco hundido allí donde habían impactado las rodillas de la anciana.

Hostias, es verdad! -exclamó-. Ésta no vuelve a caminar ni de coña -Y, tapándose los oídos con las manos, añadió-: ¡Hay que ver cómo grita la tía!hecho de encontrarse en un espacio cerrado y tan reducido hacía que la intensidad de los chillidos se multiplicara, de modo que el ruido era ensordecedor.Déjala que se desahogue! ¡Gritar es su único consuelo! -dijo Juanito-. ¡Aunque, ahora que lo dices, podría no hacerlo tan fuerte! -añadió, tapándose losién. Tenían que hablar gritando p ara poder entenderse.

Es insoportable! ¡¿Y si la dejamos inconsciente?!¿Qué?! ¡¿Quieres cargártela?!No! -dijo Paco-. ¡Sólo hablo de dejarla inconsciente, no le pasará nada!¿Y cómo se supone que vamos a hacer eso?!Hay que dar un golpe seco con los dedos en la base de la nuca, así! -El niño juntó los dedos índice y corazón de la mano derecha e hizo una demostración, amente el brazo hacia delante-. ¡Lo aprendí viendo un video de artes marciales! ¡Si le das bien, la persona queda inconsciente automáticamente!

Bueno, supongo que habrá que probarlo! -dijo Hausser-. ¡Esta tía va a destrozarme los tímpanos!co se agachó junto a Roberta y estudió su cogote.

Apártate de mí! -dijo la mujer entre grito y grito-. ¡Sé lo que piensas hacerme, os he oído!Es lo mejor para usted, créame! ¡Sé lo que me hago!Que no! -se negó la mujer, tapándose la nuca con las manos.Pues entonces deje de gritar, maldita sea! ¡Va a dejarnos sordos!n respuesta, la anciana lanzó un alarido casi sobrehumano.Uaaaaaaaaaaahh!!oder! -exclamó Hausser-. ¡Cualquiera diría que la están despellejando viva!co forcejeó con la mujer para apartarle las manos de la nuca.

Juanito, ayúdame, esta tía tiene más fuerza que un t oro!os dos niños tiraron de los brazos de Roberta, hasta que p or fin cedieron un poco. En cuanto Paco vio una oportunidad, golpeó el cogote de la vieja.a mujer dejó de gritar instantáneamente.Lo has conseguido! -exclamó Hausser.co puso la oreja sobre el pecho de la anciana.

Mierda... -murmuró.Qué pasa? ¿Hay algún p roblema?Mierda, mierda, mierda! -gritó Paco, sin separar su cabeza del pecho de la mujer. Al cabo de unos instantes, se levantó y respiró hondo-. Me temo que mado.

No jodas! -exclamó Juanito, apoyando la oreja contra el pecho de Roberta.Tú not as algo?o. Tienes razón, te la has cargado, colega.a sido un accidente.

Vamos, tío, sabías que esto podía pasar, sobre todo tratándose de una persona mayor.ueno, bueno... -dijo Paco, como queriendo quitarle importancia al asunto-. ¿Para qué darle más vueltas? Ya no tiene remedio. -Pero al cabo de un momentora, quizá no sea demasiado tarde. ¡Intentemos reanimarla!Sabes cómo se hace?Pues claro! ¡Si te reanimaron a ti el otro día! ¡Recuerdo bien lo que hizo aquel médico!ero aquello fue muy extraño..., no sé si...Vamos, no hay tiempo que perder!ntre los dos la colocaron en posición. Paco daba las órdenes.Sóplale en la boca! ¡Y no olvides taparle la nariz!Eh! ¡¿Y por qué tengo que soplar yo?!Éste no es momento para discutir! ¡Sopla, que se nos va!

on cara de asco, Hausser apretó la nariz de Roberta, puso sus labios sobre los de ella y sop ló fuertemente. El pecho de la anciana se levantó un p oco al ll

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uelve a soplar -ordenó Paco nuevamente.anito obedeció. Pero cuál fue su sorpresa cuando, al soplar por segunda vez, notó que los dientes de la señora se movían de un modo extraño.

Mierda! ¡Le he roto la mandíbula, tío!No seas gilipollas! ¡¿Cómo vas a romperle la mandíbula?! ¡Será la dentadura postiza, que se le habrá salido de sitio! -Paco estaba realizando el masaje onando con fuerza el pecho de la vieja-. ¡Sácasela de la boca, rápido, no sea que se le atasque en la garganta!evaban 2 minutos realizando los ejercicios de reanimación cuando, de pronto, Roberta empezó a toser.Lo conseguimos! -exclamó Paco, eufórico-. ¡¿No te lo dije?! ¡Sabía que podíamos hacerlo!Dónde estoy ...? -murmuró Roberta-. ¡Aaah! ¡¿Por qué me duelen tanto las rodillas?!stamos atrapados en el ascensor, ¿no se acuerda? -le dijo Paco-. Cayó al suelo y sufrio una p arada cardiorrespiratoria.Que sufrí una qué?ue se le paró el corazón y no p odía respirar. Pero afortunadamente hemos p odido reanimarla.n momento, sí..., ahora voy recordando... -dijo la mujer, mareada y confusa. Se quedó mirando a Paco con los ojos entrecerrados, y, al cabo de unos imó:

Fuiste tú, cabrón! ¡Tú me mataste!ero ¿qué dice?, ¿se ha vuelto loca?No, no estoy loca! ¡Ahora lo recuerdo p erfectamente! ¡Queríais dejarme inconsciente, pero el truquito se os fue de las manos!so lo habrá soñado al quedar inconsciente. Cuando uno está entre la vida y la muerte se tienen pesadillas muy extrañas, ¿sabe?

¿Y qué sabrás tú?!e leído algo sobre el tema. Los sueños que se tienen en esos momentos tan críticos suelen parecer muy reales; tanto, que la gente llega a confundirl

dad.a anciana le miró en silencio durante unos segundos, como intentando decidir si creerle o no. Finalmente exclamó:Es la mentira más ridícula que he oído en mi vida!sonido metálico, que había desaparecido p or unos minutos, empezó de nuevo.

Ya estamos otra vez...! -exclamó Hausser-. ¡Y ya sabéis lo que dicen: a la tercera va la vencida! ¡Esta vez seguro que nos desplomamos!Basta ya de tanto pesimismo, joder! -exclamó Paco-. A lo mejor estamos muy cerca de la planta baja y no corremos ningún peligro.No te engañes, seguro que estamos muy arriba!¿Queréis dejaros de cháchara y hacer algo?! -exclamó la anciana desde el suelo. Era incapaz de ponerse en pie.anito, muy nervioso, se acercó al montón de cables y los observó detenidamente.

Qué miras? -dijo Paco-. Que el problema no está ahí, tío...¿Entonces dónde está?! ¡¡¿Dónde coño está?!! -Desesperado, se llevó las manos a la cabeza. Estaba sudando. Ya se imaginaba tirado en el suelo, con os rotos-. ¡¡Puto ascensor de mierda!! -En un arrebato de furia, cogió el montón de cables y les dio un fuerte tirón, arrancándolos de cuajo. Inmediatamdel techo se apagaron y quedaron sumidos en la más absoluta oscuridad.

Aaaaaaaaaahh!! -gritaron los tres a la vez.Pero ¿qué has hecho, gilipollas?! ¡¡¿Qué has hecho?!! -exclamó Paco.a anciana no paraba de chillar, aterrorizada. El ruido metálico aumentó mucho más y el suelo vibraba intensamente. Todo ello, unido a la oscuridad que les que Hausser rozara los límites de la locura.Noooooo!!, ¡¡no quiero morir!!, ¡¡no quiero morir!!, ¡¡no quiero moriiiiiiiiir!! -gritó, totalmente fuera de sí.

Trata de controlarte, Juanito, trata de...! -Paco se interrumpió al ver que la luz del exterior llegaba hasta ellos. La puerta acababa de abrirse. Al parecer, arres no había sido tan mala idea, después de todo. El nivel del suelo, no obstante, no coincidía con el suelo del ascensor, sino que estaba a la altura de las caiños, de manera que para salir de allí tendrían que trepar y colarse por el espacio que quedaba-. ¡Rápido, salgamos! -exclamó-. ¡Esto está a punto de caerse!unque la puerta estaba abierta, el ruido y el temblor del aparato seguían allí, amenazantes. Sin pensárselo dos veces, Hausser saltó y se ayudó de pies y mpor el hueco. Tras él subió Paco.

26

terson salió de la librería. Si hubiese querido, podría haberle rajado el cuello a aquel tipejo de mierda. Pero el problema seguía siendo el mismo: no podía ichado de sangre.ueno, no importaba. Se tenía que ir acostumbrando a la idea de que no podía cargarse a todo aquél que se le antojara. Tendría que renunciar al asesinato ddo. La clave estaba en aprovechar las buenas oportunidades, como había hecho hasta ahora.olvió al hotel.na vez en la habitación, se sentó en la cama, sacó el libro de la bolsa y leyó el título en voz alta:a Costa Brava: el paraíso terrenal. -Jack acarició lentamente la palabra paraíso con un dedo y añadió-: Conque paraíso, ¿eh? Pues y a os p odéis ir preparanuta, porque voy a convertir vuestro paraíso en un infierno; al menos para algunos. Lástima que no disponga de armamento nuclear..., entonces sí que or.tudió cada una de las poblaciones que venían en el libro y acabó decidiéndose por una en la que había una gran roca en mitad de la playa. Incluso había unasubir a ella.

pueblo se llamaba Blanes.erca de la playa también había una montaña, coronada por una torre. El libro decía que la montaña tenía el nombre de San Juan.ios mío... -susurró Jack-. Esto t iene que ser una señal...

mediatamente había relacionado el nombre de la montaña con el Apocalipsis, cuyo autor no era otro que San Juan.onocía bien aquella profecía. De pequeño, allá por el año 1929, su profesor de religión le había castigado a aprenderse el Apocalipsis de memoria. Ya no lo re

pero sí el principio.n escalofrío recorrio todo su cuerpo al rememorar las primeras palabras de la profecía bíblica:

evelación de Jesucristo, que para instruir a sus siervos sobre las cosas que han de suceder pronto, ha dado a conocer por su ángel a su siervo Juan, emonio de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo sobre todo lo que él ha visto. Bienaventurado el que lee y los que escuchan las palabras de esta pue observan las cosas en ella escritas, pues el tiempo está próximo...

ck se quedó pensativo.Apocalipsis.fin del mundo.

Acaso era él el encargado de iniciarlo? Negó con la cabeza. ¡Qué idea tan ridícula! Él sólo podría matar a unas cuantas personas, sobre todo teniendo en czada edad. Pero, entonces..., ¿por qué se sentía tan poderoso? Increíblemente, y por absurdo que p ueda parecer, se sent ía capaz de acabar con todas y ca

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ersonas que había sobre la faz de la tierra. Para conseguirlo, tan sólo tenía que encontrar el modo de hacerlo. Parecía una locura, pero Jack creía en ello y, cuenta, ya estaba convencido de que él era el encargado de iniciar el Apocalipsis.amos a ver... -dijo frotándose la barbilla y pensando en lo que debía hacer a continuación. No tardó mucho en decidirlo. Cogió las maletas, que ni siquieto, y se marchó del hotel hacia la estación más cercana.

ogió el primer tren hacia Blanes y en poco más de una hora ya había llegado al pueblo.salir de la pequeña estación, subió a un taxi y le dijo al conductor:

léveme al paseo marítimo, por favor.e acuerdo.

o se volvieron a dirigir la palabra en todo el trayecto.llegar al paseo, pagó al hombre y se bajó del coche.vantó la mirada y allí estaba la montaña de San Juan. Volvió a sentir un escalofrío. aquél era el sitio donde empezaría todo. Aún no sabía cómo, pero estaba seguro de que pronto lo descubriría.

ntró en el primer hotel que vio. Una vez en la habitación, se echó a descansar un rato.durmió.

soñó.

taba en el paseo marítimo de Blanes. M iró a su alrededor y comprobó, extrañado, que no había nadie por ninguna parte, y eso que debía de ser medio dístaba en todo lo alto.Qué demonios...? -murmuró.e pronto, una voz atronadora le sobresaltó:JACK PETERSON!

asustó tanto que a punto estuvo de caerse al suelo. La voz parecía provenir de todas partes.SCUCHA ATENTAM ENTE LO QUE VOY A DECIRTE: MAÑANA A LAS DOCE DEL M EDIODÍA DEBES VENIR AQUÍ Y SENTARTE EN UNMESAS DEL PASEO. A LAS 12:05 TRES NIÑOS SE SENTARÁN EN LA MESA DE AL LADO. CUANDO LLEGUEN, DEBERÁS IR A HABLAR

OS. ESTOS NIÑOS QUIEREN LO MISMO QUE TÚ. ESTÁN DE TU LADO.ntonces despertó.ué sueño tan raro... -murmuró-. ¿Unos niños que quieren lo mismo que yo...? -Estaba confuso-. Bueno..., supongo que no pierdo nada por acudir a esa e

27

Por fin! -exclamó Juanito-. Ya creía que no salíamos vivos de ahí dentro...ye, ¿y qué hacemos con Roberta?

os dos niños miraron hacia abajo y la vieron tendida en el suelo del ascensor. Chillaba como loca. Ni siquiera parecía haberse dado cuenta de que la puertta. No pedía ayuda. Simplemente se limitaba a gritar y gritar, con los ojos fuertemente cerrados.reo que ya es demasiado tarde para ella -dijo Hausser.

Pero, tío, no podemos dejarla ahí! ¡Tenemos que ayudarla!Pues que lo pida y no grite tanto, host ia! ¡Qué pesada! ¡Si es que parece que lo haga por joder!oberta pareció oír estas palabras y abrio los ojos, mirando hacia los niños. Sin embargo, no les pidió ayuda, sino que siguió chillando aún más fuerte.Cállese! -exclamó Juanito-. ¡Cállese de una puta vez! ¡Va a dejarme sordo!Vamos a ayudarla! -exclamó Paco.No! ¡Que lo pida! -Hausser est aba rojo de rabia-. ¡Que lo pida y deje de gritar, cojones! ¡No la soporto más! -Un intenso impulso asesino dominó la mente

pronto, se encontró buscando la manera de acabar con la anciana.nfrente de él, podía ver la parte exterior del techo del ascensor. El aparato estaba colgando de un grueso cable metálico, pero en el extremo de éste, allí dondnchado al ascensor, el metal se encontraba en muy mal estado. Parecía a punto de romperse. Seguro que con un buen golpe se partiría, pensó Juanito. Medor, buscando algo pesado para utilizar a modo de martillo. Por casualidad, vio que se encontraban nada menos que en la novena planta.o sabía -dijo-. Sabía que estábamos muy arriba. ¿Ves como tenía razón? -le dijo a Paco, señalando el número 9 que había en la pared.

Ahora más que nunca tenemos que ayudarla! -dijo éste-. ¡No p odemos permitir que se desplome desde la planta 9!Aaaaaaaaaahh!! -La mujer seguía a su bola, gritando sin parar y cada vez más fuerte.

Ni hablar! ¡Mi paciencia se ha terminado! -exclamó Hausser, y siguió buscando algo con que golpear el cable del ascensor.e pronto, vio que la puerta del 9º 2ª estaba entreabierta. Un niño de unos 5 años estaba mirándole.Eh, chaval! -le dijo, acercándose a él. El pequeño iba a cerrar, pero Juanito se lo impidió poniendo un pie entre el marco y la puerta. A continuación la abrioetó al niño por un brazo-. Ven aquí, enano... ¿Hay alguien más en casa?chavalín guardó silencio; estaba demasiado asustado para hablar.

Contesta, renacuajo! ¡O te parto la cara! -le amenazó Hausser-. ¡¿Hay alguien más en casa o no?!ntonces el pequeño negó con la cabeza, y Juanito se puso a buscar por todo el piso algo que le sirviera para golpear el cable. Al entrar en la habitación del

que lo llenó de alegría: un bate de béisbol. Corrio a buscarlo y volvió frente al ascensor.Qué vas a hacer con eso? -preguntó Paco.anito no contestó. Ondeó el bate en el aire y golpeó el extremo del cable.No hagas eso, cabrón! ¡Es la abuela de tu amigo la que está ahí dentro!Hay cosas que están por encima de la amistad! -exclamó Hausser, y, mordiéndose el labio inferior, golpeó el cable por segunda vez.co, viendo que con palabras sería imposible detener a su amigo, se lanzó sobre él y ambos cayeron al suelo. Entonces, oyeron un fuerte chasquido metáls de la anciana se alejaron rápidamente, hasta que por fin oyeron el estrépito del ascensor al estrellarse en la planta baja. Todo el edificio tembló con el impnstante demencial, Juanito creyó seguir oyendo los gritos de la mujer, pero pronto comprendió que aquello era imposible. Nadie podría haber sobrejante golpe. Seguramente su imaginación y su estado de nervios le habían gastado una mala pasada, haciéndole oír algo que en realidad no existía.

ejaron de forcejear y se pusieron de pie.nhorabuena -dijo Paco-. Ya has conseguido lo que querías, ¿no?lla no pidió ayuda, no lo olvides.

Por el amor de Dios, estaba aterrada! ¡No p odía hablar! ¡¿Es que no p uedes entender eso?! ¡¿Tan estúp ido eres?!igue así y te tiro p or el hueco del ascensor. Lo digo muy en serio. Ya te dije antes que hoy no estoy dispuesto a aguantar ni un insulto más. ¡Ni uno más!

Muy bien. Vamos a buscar a Javi y le dices que te has cargado a su abuela.

ué injusto eres. Sabes de sobra que el ascensor se habría caído de todos modos. Si hubiéramos bajado a ayudarla, ahora mismo estaríamos muertos.ueno, olvidémoslo. Ya no tiene remedio. Pero tú le das la noticia a Javi.

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so será si su madre nos deja pasar, claro. Por cierto, ¿no te p arece raro que ninguno de los vecinos haya acudido en nuestra ayuda? -preguntó Hausser.o, no me parece raro. Como ya te dije antes, la gente se escaquea cada vez más de este tipo de cosas. Es el maldito egoísmo...a, pero me parece muy fuerte que nadie, absolutamente nadie, acuda al oír los gritos desesperados de una pobre anciana. Y en esta escalera hay un mo

s, nada menos que cinco por planta. Es vergonzoso..., ¿hacia dónde va esta sociedad?uánta razón tienes... -convino Paco-. En fin, allá ellos con su conciencia...

os niños subieron el tramo de escalera que llevaba de la planta 9 a la 10, donde vivía Javi.spera un momento -dijo Paco-. ¿Qué le decimos a su madre para que nos deje pasar?eamos... ¡Ya lo tengo! Se me acaba de ocurrir algo que podría funcionar. Tú déjame a mí.co apretó el timbre. Al cabo de un momento oyeron unos pasos que se acercaban. La puerta se abrio tan sólo unos centímetros, lo que permitía la caderidad, y en el estrecho espacio apareció el rostro de Pepa, la madre de Javi.¿Otra vez vosotros?! ¡¿No os he dicho que os larguéis?! -exclamó.erá, es que... -empezó a decir Juanito, pero la mujer le interrumpió.

Fuera de aquí, escoria! ¡O llamo a la policía!La señora Roberta era su madre o su suegra?ero, ¿qué demonios...? -dijo la mujer, confusa.a abuela de Javi acaba de desplomarse junto con el ascensor. Tiene que haber oído el golpe.

a mujer abrio los ojos como platos y salió del piso con tanta prisa que no se detuvo a cerrar la puerta. Se fue corriendo escaleras abajo.Ves? Ya te dije que funcionaría -dijo Hausser.os niños entraron en el piso y cerraron la puerta tras ellos. En ese mismo momento Javi salía de su habitación.Qué pasa? ¿Qué ha sido ese golpe? -preguntó.

Verás... -dijo Juanito, titubeante-. Tu abuela ha sufrido un accidente...¿Cómo?! ¡¿Qué le ha pasado?! -preguntó, alarmado.ues que estábamos saliendo del ascensor cuando, de repente, los cables se han roto y se ha desplomado. Nosot ros dos ya habíamos salido, pero a tu abueltiempo. Lo siento.

Dios mío! -exclamó Javi. Estaba empezando a llorar.No le des tanta importancia, hombre... -dijo Hausser, intentando consolarle-. Al fin y al cabo todos tenemos que morir tarde o temprano, y tu abuela ya or.a verdad es que tiene que haber quedado hecha polvo, cayendo desde tanta altura -dijo Paco-. Dios..., qué forma tan espantosa de morir... Seguro que se le

s los huesos...¿Te quieres callar, idiota?! -le gritó Juanito.vi se fue llorando a su habitación y se encerró allí otra vez.Ves lo que has conseguido? ¡No tienes más que serrín en la cabeza!ausser se acercó a la puerta del cuarto de Javi y dijo:Oye, siento mucho lo de tu abuela, pero habíamos venido a contarte lo de la bolsa de plástico! ¡La hemos abierto!a puerta se abrio al cabo de unos momentos.Qué había dentro? -preguntó Javi, secándose las lágrimas.ra sólo un maniquí. Queríamos decírtelo para que te tranquilizaras.Un maniquí? -dijo Javi con cara de extrañeza-. ¿De verdad?ues claro, hombre. ¿Por qué habríamos de mentirte?vi se quedó pensativo.enga, no te encierres aquí -siguió Juanito-, necesitas que te dé un poco el aire. Vamos a dar una vuelta.í, te hará bien -dijo Paco.Tú calla, sádico! -le gritó Javi.o te enfades conmigo, hombre. Mira la parte buena del asunto: seguro que tu abuela ha muerto instantáneamente, sin sufrir.so es verdad -añadió Hausser, pero pensó: aunque durante la caída tiene que haber sentido un terror espantoso...vi estaba tan abatido que no sabía qué hacer, si ir a dar una vuelta o quedarse en casa. Al final decidió lo más lógico, que no era ninguna de las dos cosas. Ta planta baja, donde seguramente debía de estar su madre.amos para abajo -dijo al fin.

sí que los t res salieron del piso y bajaron las diez plantas por las escaleras.llegar abajo, encontraron a la madre de Javi tumbada boca arriba junto a la puerta del ascensor, totalmente inmóvil y con las manos en el pecho. Al parecer,un infarto.

Mamá! -exclamó Javi, arrodillándose junto a ella. La cogió por los hombros y la sacudió, intentando reanimarla.Déjanos a nosotros! -exclamó Juanito, y, como hicieron antes con Roberta, intentaron devolverle la vida. Sin embargo, cuando llevaban ya un rato sin consegn por perdida.ientras tanto, Javi había ido a llamar a una ambulancia, pero tardaron tanto, que para cuando llegaron, la mujer ya estaba más tiesa que un pan de cinco díasniño estaba desconsolado, y no era para menos; en apenas unos minutos había perdido a su abuela y a su madre. Pero lo peor de todo es que ésa era la únienía. Nunca había conocido a su padre, y, a decir verdad, ni siquiera su madre estaba segura de quién era, pues hubo una época en que había sido de lo má

decirlo de alguna manera. En otras palabras, durante un t iempo había sido la tía más put a del pueblo, y se había tirado a tantos tíos que era incapaz de sal padre de su hijo. Pero, claro, ella jamás le contó la verdad al pequeño Javi, sino que le dijo que su padre había muerto atropellado por una ambulancués de que él naciera.ranquilo, Javi -dijo Hausser-, puedes venirte a mi casa, si quieres. Así no estarás solo.

Mierda de vida... -murmuró Paco, mientras veía cómo los de la ambulancia se llevaban a la madre de Javi en una camilla. Observó cómo la introducían en elario. Ya se disponían a marcharse, cuando les gritó-: ¡Eh! ¡¿Y el ascensor quién lo abre?!ro se marcharon sin hacerle caso.

ntonces, en un arrebato de desesperación, Javi empezó a golpear la puerta del ascensor.Abuela! -gritó-. ¡Abuela, ¿puedes oírme?! ¡Contesta! -Lágrimas de impotencia caían por sus mejillas.e pronto, tras uno de los golpes, la puerta se abrio.o que apareció ante los ojos de los tres niños fue una imagen horripilante: la anciana yacía boca abajo, con la cabeza abierta y el cerebro medio fuera.Hostias! -exclamó Juanito, asqueado.vi se desmayó.ólo falta que se muera éste también... -dijo Paco.

No creo. Seguramente sólo será un desmayo. -Hausser le tomó el pulso y comprobó que est aba en lo cierto.

ntre los dos lo llevaron a casa de Juanito y lo tumbaron en una de las camas. Paco le dio unas palmadas en la cara, a ver si despertaba.éjalo -dijo Hausser, al ver que el niño no reaccionaba. Lo que necesita es descansar un buen rato. Ten en cuenta que acaba de quedarse sin familia.

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ues sí -dijo Paco-, la verdad es que tiene que ser jodido quedarse sin nadie.so sí que no. Puede que se haya quedado sin familia carnal, pero no se ha quedado sin nadie; nos tiene a nosotros.or sup uesto. -Paco se quedó pensando unos instantes, y , finalmente, añadió-: Oye, y o me tengo que ir a casa. Ya es la hora de comer.ete tranquilo. Yo me quedo con Javi.ale, hast a luego.asta luego.Paco se fue para su casa. Durante el camino repasó con la mente todo lo que había pasado en una sola mañana.esde luego... -murmuró-, la muerte aguarda donde menos te lo esperas.

us pensamientos volvieron a la espantosa imagen de la abuela de Javi con la cabeza reventada. Menudo susto se iba a llevar el que se la encontrara...llegar a su casa saludó a sus padres, que ya estaban acabando de comer.

¿Es que nunca puedes llegar a tiempo para la comida?! -le gritó el padre.No tengo hambre -contestó el niño, que con aquel recibimiento había perdido el apetito-. M e voy a mi cuarto.¿Para eso me he pasado toda la mañana cocinando?! -le gritó su madre-. ¡Eres un desagradecido!niño ni se molestó en contestar. Se fue a su habitación y cerró la puerta de un portazo.

u madre soltó los cubiertos y se llevó las manos a la cara.ios mío... -murmuró-, ¿qué haremos con este chiquillo? Cada día es más rebelde.a te dije que tener un hijo no era buena idea -gruñó el padre-, no dan más que problemas.

No digas eso, tener hijos es ley de vida -protestó la mujer.Ley de vida? ¡¿Ley de vida?! -exclamó el hombre, muy cabreado-. ¡Pues yo me cago en la puta ley y en la puta vida! -Dio un fuerte golpe sobre la mesa condo, y todos los platos, vasos y cubiertos temblaron-. ¡¿Tú crees que es ley de vida que yo me mate a trabajar doce horas diarias para criar a un rgüenza que lo único que nos da a cambio son malas contestaciones y dolores de cabeza?!uede que el niño nos haya salido un poco rebelde, sí, pero... -empezó a decir la mujer.¿Un poco rebelde?! -la interrumpió el marido-. ¡Un hijo de puta! ¡Eso es lo que es!a mujer se quedó mirando a su esposo con los ojos abiertos de p ar en par.Me estás llamando puta? -preguntó, ofendida.ero ¿qué dices, joder? Lo que digo es que nuestro hijo es un cabrón, así de claro. Y mira lo que te digo: -El hombre apuntó con un dedo a su mujer-. Enpla los 18, le pego una patada en el culo y que se busque la vida. Si lo estoy aguantando es porque la ley nos obliga a darle cobijo hasta que cumpla la ma. Pero, te digo la verdad, no sé si voy a poder aguantar tanto tiempo a este mamón.

Ya está bien, Francisco! ¡Que estás hablando de tu p ropio hijo!co, sentado en la cama de su cuarto y escuchando la conversación de sus padres, se dio cuenta de que no podía seguir viviendo en aquella casa. Así que, nzoso, cogió una bolsa de deport e, metió en ella toda la ropa que pudo y salió por la ventana de su cuarto.dirigió hacia el chalet de Juanito, decidido a quedarse a vivir con él.llegar, le explicó a su amigo lo que había ocurrido.aya, así que no te quieren en tu casa...xacto, para mí es como si mi familia ya no existiera.ueno, hablaré con mis padres, a ver si te dejan vivir aquí. Y a Javi también, claro. La verdad es que lo veo difícil, pero trataré de convencerles.

Muchas gracias, tío.e nada, hombre, para eso están los colegas, ¿no?ienes razón. Oye, ¿y Javi?, ¿todavía sigue durmiendo?í, sigue como un tronco. Pero venga, te invito a un trago para calmar tensiones.erfecto -dijo Paco.anito sirvió dos copas de whisky y, levantando la suya, dijo:Por nuestra nueva vida juntos!co también levantó la copa y brindaron.

 

28

saron unos días.os padres de Paco ni siquiera denunciaron la desaparición de su hijo. Ya volverá cuando tenga hambre, pensaban.r otra parte, los padres de Juanito regresaron por fin de su viaje, un día antes de lo previsto.entrar en el salón, encontraron a los tres amigos sentados cómodamente en el sofá, cada uno con un cubata en la mano.

¿Qué demonios significa esto?! -exclamó en alemán el padre de Juanito-. ¿No te tengo dicho que no dejes entrar a nadie en casa?!Pero, papá, éstos son amigos míos! -protestó el niño.Estoy harto de que me desobedezcas, Juan! -gritó el señor Hausser. Dejó las bolsas de viaje en el suelo y se quitó el cinturón-. ¡Prepárate! ¡Te voy a pea que no olvidarás! ¡Y vosotros dos ya os estáis largando de aquí si no queréis recibir también! -les gritó a los amigos de su hijo.cobardados, Javi y Paco se dirigieron hacia la salida. La madre de Juanito los acompañó hasta la puerta y, antes de cerrarla, les gritó:

No os quiero volver a ver por aquí, hijos de puta! -Y cerró dando un portazo.oder con los padres de Juanito... -comentó Paco.ios..., ¿has visto lo cabreado que estaba el señor Hausser? ¡Le va a pegar una paliza de muerte! ¿Y si llamamos a la poli?

Me parece que será lo mejor -dijo Paco, sacándose el móvil del bolsillo.ientras tanto, dentro de la casa...ú sujétalo bien -dijo la señora Hausser-. Yo me encargo de azotarle. Pásame el cinturón.niño iba a salir corriendo cuando su padre se le echó encima, inmovilizándolo con una llave de judo. A continuación, la madre le bajó los pantalon

oncillos.Ahora verás… -le dijo mientras agitaba el cinturón en el aire, como preparándose un p oco antes de empezar con los azotes.

en cuidado -dijo Adolf-, no me vayas a dar a mí sin querer.ranquilo, sé lo que me hago.entonces empezaron los gritos.

Qué hijos de puta! -exclamó Javi al oír los aullidos de su amigo.Maldita sea! -se quejó Paco, con el móvil pegado a la oreja-. ¡Y éstos que no contestan!No, por favor!, ¡no, por favor! -repetía Juanito entre grito y grito.

co sintió unas enormes ganas de cargarse a aquellos dos malditos maltratadores. Y entonces la vio: la escopeta con la que su amigo le había gastado aqueda estaba todavía sobre el césped, junto a la piscina. Se guardó el móvil en el bolsillo y salió corriendo en busca del arma.

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vi siguió a su amigo con la mirada y, al verlo recoger la escopeta, sintió una inmensa alegría.Eso es! -exclamó.

llegar junto a la puerta, Paco la golpeó con la culata del arma tres veces. Automáticamente, los gritos de Juanito dejaron de oírse. Paco dio dos pasos hacitó con la escopeta hacia la puerta, dispuesto a disparar en cuanto la abrieran el padre o la madre de su amigo.Maldita sea! -se quejó la mujer-. Tú sigue sujetándole -le dijo a su marido, y, dirigiéndose a su hijo, añadió-: Aún no he terminado contigo, jovencito. -Condio, fue hasta la puerta y la abrio.co apretó el gatillo.

a maltratadora recibió el disparo en plena cara, cayendo hacia atrás cuan larga era.dolf Hausser, acostumbrado a ese tipo de situaciones, reaccionó con rapidez. Soltó a su hijo y sacó la pistola que llevaba en el bolsillo interior de su chahó tras el sofá para protegerse de un posible ataque y, asomando la cabeza, apuntó hacia el pasillo, del cual sólo podía ver un par de metros desde dntraba. Esperó a que alguien apareciera, dispuesto a disp arar.mismo tiempo, Paco apuntaba hacia el salón desde el otro extremo del pasillo. En cuanto aquel mafioso asomara la cabeza, le volaría la tapa de los ses

a hecho con su esp osa.só un minuto y nadie se movía de sus posiciones.

uan -dijo el señor Hausser en voz baja-, ve a echar un vistazo.niño, muy dolorido y con los ojos llenos de lágrimas, se acercó a la entrada del pasillo y vio a Paco con la escopeta preparada, apuntando hacia el salón.quí no hay nadie -dijo, adivinando las intenciones de su amigo-. Míralo tú mismo.

uando Adolf se asomó, Paco disparó. No acertó a darle en la cabeza, sino que le hirio la mano con la que sujetaba la pistola. Ésta cayó al suelo y Juanito apmomento de confusión para recoger el arma. Paco volvió a apretar el gatillo, pero ya no le quedaba munición.Mierda! -masculló.Maldito seas! -gritó Juanito a su padre mientras le apuntaba con la pistola. Un incesante torrente de lágrimas caía ahora por las mejillas del chaval-. ¡¿Por qpegarme siempre?! ¡¿Por qué?!hombre se sujetaba la mano herida y miraba a su hijo con un gran desprecio.

Qué crees que haces con eso? -le preguntó, mirando la pistola-. No eres más que un mocoso llorón..., ¡no tienes ni puta idea de lo que es la vida!uede que no sepa lo que es la vida -dijo Juanito, y, lleno de rabia, añadió-: ¡Pero sí sé que a ti se te ha acabado! -Y apretó el gatillo repetidas veces, mie se sacudía en cada impacto-. ¡Toma, cabrón! ¡Toma, toma, toma! -gritó, descargando por fin todo su odio.uando el arma se quedó sin balas, el niño siguió apretando el gatillo, como enloquecido.dolf Hausser cayó al suelo, hecho un coladero.

co corrio hacia el salón y Javi le siguió. Entre los dos intentaron calmar a su amigo.ranquilo, tío -le dijo Paco-. Has hecho lo correcto.s verdad -dijo Javi-. Este par de cabrones maltratadores no merecían vivir.anito cerró los ojos lentamente y se sentó en el sofá, exhausto por la experiencia que acababa de vivir. No obstante, el intenso dolor que sintió al sentarsntarse de nuevo, como si un muelle le hubiera impulsado hacia arriba.Uaaaaaah! -gritó-. ¡Joder, cómo duele! ¡Seguro que me han dejado el culo en carne viva! ¡Malditos cabrones! -Corrio hacia el cadáver de su padre y lo pateóuta, hijos de p uta, hijos de p uta! -repetía sin cesar mientras golpeaba el cuerpo ensangrentado.Qué hacemos? -le preguntó Javi a Paco.ejémosle. Necesita descargar toda su rabia.

Es que no tiene bastante con habérselo cargado?arece que no -murmuró Paco.Me cago en la puta vida! -exclamó de pronto Juanito. Había dejado de patear a su difunto padre. Se volvió hacia sus dos colegas y les dijo-: ¡La vida es da! ¡¿Tengo o no tengo razón?!os otros dos asintieron.

ntre los tres escondieron los cadáveres en el sótano y limpiaron la sangre.uando hubieron terminado la desagradable tarea, volvieron al salón y Juanito p reparó unos cubatas para que los tres pudieran tranquilizarse un poco.rmanecieron con la mirada perdida, cada uno de ellos p ensando en sus propios problemas.vi pensó en su madre, en su abuela y en que no tenía a nadie, salvo a sus dos amigos.co pensó en sus padres, que para el caso era como si estuvieran muertos, y se dio cuenta de que él tampoco tenía a nadie, salvo a sus dos amigos.nalmente, Juanito también pensó en sus padres, y también se dio cuenta de que no tenía a nadie más que a sus dos colegas.na inmensa tristeza llenaba los corazones de los tres chavales.

Mierda de vida... -murmuró Hausser, dando un t rago a su cubata.Qué haremos a p artir de ahora? -preguntó Javi-, ¿qué será de nosotros?adie contestó a la pregunta durante un rato.nalmente, Juanito dijo:

Nos apañaremos. -Y, levantando la voz, añadió-: ¡Maldita sea, por supuesto que nos apañaremos! -El niño nunca había tenido un rostro más serio, y la firpalabras impresionó a los ot ros dos-. ¡La vida nos ha jodido, ¿no?! ¡Pues ahora nosotros la joderemos a ella!Y cómo vamos a hacer eso? -preguntó Paco.

¿Cómo crees?! -contestó Hausser, y, levantando el puño a la altura de su rost ro, gritó furiosamente-: ¡¡Matando!!ero... ¿de qué estás hablando? ¿A quién quieres matar?¿A quién?! -exclamó Juanito con los ojos rebosantes de ira-. ¡A todos! ¡A todos, maldita sea! ¡Todos son unos hijos de puta!reo que necesitas descansar un p oco, tío -dijo Paco.

No necesito descansar! -gritó Hausser, y se fue hacia la salida a paso ligero.Adónde vas? -preguntó Paco, pero el otro no contestó, sino que salió de la casa dando un p ortazo.igámosle -dijo Javi-. Éste es capaz de hacer cualquier locura.í, vamos.n embargo, al salir de la casa, Juanito ya no se veía por ninguna parte.eguro que ha echado a correr -dijo Javi-. Y a éste cualquiera lo pilla...

Mierda... -dijo Paco-. Bueno, pues vamos a dar una vuelta por ahí, a ver si lo encontramos.ale.

sí que salieron de la casa y estuvieron un rato dando vueltas p or el pueblo. Pero de Juanito ni rastro.erá mejor que volvamos -dijo Javi cuando ya llevaban un par de horas buscando. El sol se había puesto y estaba empezando a oscurecer.í, será lo mejor. Puede que ya haya regresado.

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29

llegar a casa, Javi dio tres golpes a la puerta. Poco después ésta se abrio, pero sólo un p oco, pues tenía puesta la cadenilla de seguridad. Desde el otro lado

i queréis vivir aquí, tendréis que ayudarme.Ayudarte a qué? -preguntó Paco.

A matar.Y dale... -murmuró Javi. Éste le hizo señas a Paco p ara que fuera con él y se apartaron un p oco de la puerta. En voz baja, le dijo-: Me temo que nuestro am

o majara. ¿Qué hacemos?o sé... -quizá deberíamos ir al hospital y explicarles lo que le pasa. A lo mejor allí podrían ayudarle.ero tío, si hacemos eso seguro que lo encierran en un manicomio.ntonces ¿qué hacemos, eh? ¿Se te ocurre algo mejor?ues no sé..., de momento podríamos decirle que estamos de acuerdo con él y que le ayudaremos. Así ganaremos un poco de tiempo. ¿Quién sabeeguimos hacerle entrar en razón. Al fin y al cabo, puede que no esté loco de remate. Puede que sólo sea algo temporal. Ten en cuenta que se ha cargado a sue, y eso le afecta a cualquiera...ueno, vale, vamos a seguirle la corriente de momento.

olvieron junto a la puerta, que aún estaba tan abierta como permitía la cadenilla de seguridad, y Paco dijo:stá bien, te ayudaremos, ¿podemos pasar?anito se asomó hacia fuera y contestó:De verdad me ayudaréis?ue sí, hombre, que sí, ¿no te lo acabo de decir?niño todavía no se decidía a abrir la puerta. Miraba a sus dos amigos con desconfianza.ienes razón. Hay que matarlos a todos -siguió Paco-. Son todos unos hijos de puta.as unos instantes de reflexión, Juanito sonrió y abrio la puerta:

Sabía que tarde o temprano entraríais en razón! -exclamó-. Vamos, pasad, ¡tenemos mucho que planear!Qué tal si cenamos primero? -dijo Paco-. Yo ya empiezo a tener hambre.

Vale -dijo Juanito-. ¿Qué tal si pedimos unas p izzas?Vale -contestaron Paco y Javi a la vez.

uando Hausser colgó el teléfono después de hacer el pedido, sonrió y dijo:a veréis, nos vamos a convertir en la pesadilla de este pueblo.os otros dos también sonrieron, siguiéndole la corriente. Se fijaron en la mirada de su amigo y ambos se dieron cuenta de que algo había cambiado en ella. abiertos, miraban con una intensidad fuera de lo normal, y había una especie de brillo antinatural en ellos.la mirada de un asesino, pensó Paco, sintiendo un escalofrío. Fue entonces cuando se convenció de que Hausser había cambiado para siempre.no hacían algo para evitarlo, Juanito la iba a liar, y bien gorda.ueno -dijo frotándose las manos-, ¿alguna sugerencia?Respecto a qué? -p reguntó Javi.anito frunció un p oco el ceño, pero sin dejar de sonreír.Respecto a qué va a ser, hombre? ¡Respecto a la matanza que vamos a organizar!vi miró de reojo a Paco unos instantes s in saber qué contestar, y finalmente dijo:Ah, claro! ¡Pero qué tonto soy! ¡Je, je, je! -Se golpeó la frente con la palma de la mano y añadió-: Pues, verás..., es que con el estómago vacío me cuestes?ntiendo... -dijo Hausser-, pero piensa que de ahora en adelante siempre tendrás que estar alerta, tanto si tienes el estómago lleno como si lo tienes vaiéndose a Paco, le dijo-: ¿Y tú qué me dices? ¿Se te ocurre algo?

Me temo que yo tampoco p uedo pensar muy bien con el estómago vacío...Pero ¿qué os pasa?! -exclamó Juanito-. ¡Cualquiera diría que no os hace ilusión mi proyecto! No os estoy hablando de cargarnos a cuatro o cinco tíosando de algo realmente grande! -Esto último lo dijo golpeando el puño derecho sobre la palma de la mano izquierda.as unos instantes de silencio, Paco dijo:laro que nos hace ilusión, hombre. -Miró de reojo a Javi un momento y siguió hablando-: Lo que pasa es que antes de ponernos a planear algo tan imsitamos comer un poco, ¿verdad, Javi?laro. Además, porque esperes un poco no va a pasar nada.

Sí que pasa, maldita sea! ¡Sí que pasa! -gritó Hausser con su nueva mirada desquiciada-. ¡Cuanto antes nos pongamos a pensar, antes nos pondremos a matniño estaba en un estado de nervios creciente y la vena del cuello se le hinchaba al gritar.

ntenta t ranquilizarte, hombre -le dijo Paco-. Voy a prepararte una t ila, ¿vale?Eso no serviría de nada y lo sabes! -gritó Hausser señalando a su amigo con un dedo-. Sólo hay una cosa que podría tranquilizarme. ¡Ni tilas ni hostias! arme a alguien!ero, tío, ¿quieres calmarte un poco? -dijo Paco-. Estas cosas no se pueden hacer deprisa y corriendo. ¿Es que quieres acabar en la cárcel?ausser miró a su amigo en silencio. Entonces Javi tomó la palabra.

aco tiene razón, en estas cosas lo mejor es actuar con tranquilidad.En estas cosas? -dijo Juanito-. Mira quién fue a hablar. El experto asesino, no te jode...Y tú quién te crees que eres? -le respondió Javi-. ¿Jack el Destripador? Vamos, hombre, abre los ojos. El que te hayas cargado a tu padre no te convierrto del crimen.ausser se acercó a Javi y, cuando estuvo a escasos centímetros de su cara, le dijo:Y tú qué coño sabes de mi experiencia criminal?n ese preciso momento sonó el timbre de la puerta.aya, ¿ya está aquí el de las pizzas? -comentó Paco-. Si siempre tardan más que... -Se dirigió hacia la puerta, pero Juanito fue tras él corriendo.

Espera! -le dijo-, ya abro yo. -Empujó a Paco a un lado y abrio la puerta.Hola, ¿traes las pizzas?

í -contestó el repartidor, un chico de 17 años.Cuánto es?0 euros.asa un momento, por favor, que voy a buscar el dinero.

No importa, ya espero aquí fuera.

or favor, insisto -dijo Hausser-. Sería de mala educación hacerte esperar ahí fuera.No te preocupes, no pasa nada, de verdad.

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nsisto -volvió a decir Juanito.der con el niño este, pensó el repartidor. Al final pasó adentro para no perder más tiempo.

Así me gusta -dijo Hausser. Al cerrar la puerta, corrio todos los cerrojos.Por qué cierras tanto?, si voy a salir enseguida -dijo el repartidor.s sólo p or seguridad -mintió Juanito-. Es que últimamente hay muchos robos en el barrio.

Mierda! ¡A ver si me van a robar la moto! -exclamó el repartidor, y enseguida se puso a descorrer los cerrojos para abrir la puerta.ntonces, sin previo aviso, Hausser le lanzó una patada a la entrepierna y el chico cayó al suelo, retorciéndose de dolor.o te preocupes por la moto -dijo Juanito, y, cogiendo un candelabro de bronce que había en una mesita del recibidor, añadió-: Ya no la vas a necesitar.co adivinó las intenciones de Hausser y exclamó:

No, Juanito! ¡No lo hagas! -Fue hacia él para impedir lo que parecía inminente, pero Juanito le lanzó una mirada tan enloquecida y llena de odio, quevo, acojonado.ausser se arrodilló junto al repartidor, que seguía retorciéndose con las manos en la entrepierna. Levantó el candelabro para coger impulso y lo descargóza del chico. El tremendo golpe le alcanzó justo en la sien izquierda, matándolo instantáneamente.anito se levantó y devolvió el candelabro a su sitio. Puso los brazos en jarras, respiró hondo y , mirando al cadáver, dijo:so es, bueno trabajo, Hausser. Y sin sangre, como me enseñó papá. ¿O fue mamá? -se preguntó a sí mismo, rascándose la cabeza-. Bueno, ¿qué másrtante es hacer las cosas bien.co y Javi miraban a su amigo, asombrados ante la frialdad con que había matado a aquel chico. Igual de impactantes habían sido las palabras del chavre, como me enseñó papá... Paco ya conocía los negocios turbulentos de la familia Hausser; lo que no se imaginaba era que sus padres ya hubieran conveio hijo, de tan sólo 11 años, en un asesino. ¡Vaya par de hijos de puta!, pensó, no me extraña que Juanito haya perdido el juicio, porque de eso ya no le cabre chaval estaba más loco que una cabra.

ógicamente, a Javi también le sorprendieron las palabras de Juanito, pero en ese momento no le dio mucha importancia. Recordemos que él desconocía el trifuntos señor y señora Hausser, por lo que no relacionó la frase de su amigo con las actividades de sus padres. Simplemente sup uso que eran palabras sinra algo tan extraño, pensó, teniendo en cuenta que Juanito no estaba muy bien de la sesera.amos, abrid esa trampilla -ordenó Hausser-. Hay que esconder este fiambre.co abrio la compuerta y Juanito arrastró al repartidor de p izzas hasta el hueco, dejándolo caer por él. El cuerpo aterrizó en el sótano con un golpe sordo.continuación, Hausser fue hacia la puerta y la abrio. Cuando se aseguró de que no había nadie por los alrededores, cogió la moto por el manillar y la empo de la casa.Adónde vas con eso? -p reguntó Paco.

o podemos dejarla ahí fuera. Podrían sospechar -contestó Juanito-. Pero tranquilo, sé cómo deshacerme de ella. Sólo tengo que hacer una llamadita.niño dejó la moto junto al sofá, fue al teléfono y marcó un número. Al cabo de un momento estaba hablando en alemán. La conversación no duró muchun minuto desp ués ya había colgado.erá mejor que vayáis a mi cuarto y esperéis allí hasta que yo os avise.o que tú digas. Vamos, Javi -dijo Paco. El niño consideró que en aquellos momentos lo más recomendable para él y para Javi era obedecer a Hausser en toda.uando estuvieron solos en la habitación de Juanito, Javi dijo en voz baja:Qué vamos a hacer con él? ¡Se ha vuelto majara!so parece..., pero no sé, no sé qué podemos hacer...

Llamemos a la poli! -dijo Javi.Ni hablar! ¿Es que quieres que nos metan a todos en el talego o qué? Te recuerdo que yo me he cargado a su madre.ntonces ¿qué hacemos? ¡Esto es una locura!

Lo sé, lo sé, maldita sea! Pero creo que lo mejor será seguirle la corriente, como hemos hecho hasta ahora. No vaya a ser que en un arrebato de los suyos notros también...A nosotros? ¿Crees que sería capaz?

Me temo que sí, se le ha ido la olla completamente.Pero entonces necesita ayuda médica! ¡Hay que avisar a alguien!Que no podemos arriesgarnos, joder! Todos estamos de mierda hasta el cuello. Tú también, p or cómplice.Maldita sea! -exclamó Javi en voz baja. Se pasó una mano por la cara-. ¡Esto es como una pesadilla!í, y todo por culpa de los padres de Juanito. ¡Malditos mafiosos!Mafiosos?, ¿qué quieres decir?erás, el otro día descubrí que la familia Hausser se dedicaba al crimen organizado.vi escuchaba a su amigo con la boca abierta. No podía creer lo que oía.o descubrí cuando vinieron unos tipos a llevarse el muerto que había en la bolsa de la piscina.

Así que no era un maniquí! ¡Me engañasteis!uanito me prohibió que te lo dijera y y o también pensé que sería lo mejor. Estas cosas mientras menos gente las sepa, mejor. Me comprendes, ¿no?ueno, supongo que tienes razón... ¡Pero es increíble! ¡Nuestro amigo… hijo de unos mafiosos! -exclamó Javi, y volvió a pasarse una mano por la cara.

Y eso no es todo. Mucho me temo que Juanito estaba al tanto de todo lo que hacían sus padres y colaboraba con ellos. Ya has oído lo que ha dicho cuando al repartidor de p izzas.

vi recordó las p alabras de Hausser y sintió un escalofrío: Y sin sangre, como me enseñó papá...Mierda! -exclamó el niño, con la cara blanca como el mármol-. ¡Entonces Juanito también es de la mafia! ¡¿Y sabiendo eso no quieres avisar a la poli?! ¡¿Ntros dos también corremos un grave peligro?!

Ya te he dicho que no. Todos estamos pringados. Además, no p odemos traicionar a un amigo.laro, claro… -dijo Javi irónicamente-, no puedes traicionar a un amigo, pero sí puedes cargarte a su madre, ¿no?o me vengas con ésas. Ésa tía era una asesina, por eso me la cargué. Además, le estaba pegando una paliza de muerte a su propio hijo. Así que no me digacía lo que le he hecho. No me arrepiento, y mil veces más lo haría si fuera necesario. ¡Maldita zorra criminal! ¡Ella y el nazi de su marido le han desgraciad

estro amigo!ienes razón, vaya par de cabronazos... La verdad es que merecían el final que han tenido.e pronto, oyeron que un vehículo se paraba cerca de allí. Al cabo de poco, oyeron las voces de Juanito y de otras personas. Tanto Javi como Paco estab

pegada a la puerta, tratando de escuchar lo que su amigo hablaba con los recién llegados. Pronto se dieron cuenta de que hablaban en alemán. Al poco tiea trampilla que daba acceso al sótano y los pasos de varias personas que bajaban por la escalerilla. Pasados unos segundos, volvían a subir por ella. Decómo se cerraba la trampilla, y, en menos de un minuto, se oyeron las puertas de la furgoneta. Se puso en marcha y se fue.nos pasos se acercaban a la habitación. Rápidamente se apartaron de la puerta y, seguidamente, ésta se abrio.odéis salir -dijo Hausser-. Ya no tenemos que preocuparnos por el repartidor de pizzas, ni por su moto. ¿Cenamos?

ale -dijeron Paco y Javi.ada uno cogió una pizza y un refresco y se sentaron en el sofá. Juanito tuvo que colocar varios cojines muy mullidos para poder tomar asiento sin sentir d

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r.Mmmm..., qué rica -dijo éste al dar el primer bocado. Bebió un poco de su refresco y añadió-: No hay nada mejor que una buena comida después de haber h

trabajo.que lo digas... -dijo Paco, siguiéndole la corriente con una sonrisa forzada.

Un buen trabajo?, pensó Javi, Dios..., está para que lo encierren. Miró su pizza y se dio cuenta de que no le apetecía comer. En cambio, los otros dosrando las suyas.enga, Javi, come -dijo Hausser-. ¿No decías que con el estómago vacío no podías pensar?a, pero es que ahora lo tengo revuelto -dijo llevándose las manos a la barriga.

Ah...! Tranquilo, hombre, no te preocupes, eso es por la emoción. Lo que te p asa es que piensas en las grandes cosas que vamos a hacer y , claro, el cuerpo ionar de alguna manera.

ausser hablaba con la boca llena, de modo que no podía pronunciar las palabras correctamente. Se le cayó un trocito de pizza al suelo. Lo recogió y se lo mesin miramientos. Aquel acto asqueroso, sumado a su repugnante forma de hablar con la boca llena, hizo que Javi sintiera ganas de vomitar. Y así lo habría

r tenido algo en el estómago.hicos, creo que me voy a la cama. No me siento bien -dijo levantándose del sofá-. Si queréis, os podéis comer mi pizza.Es que no quieres p articipar en mi proyecto o qué? -se quejó Hausser.ue sí, hombre, que sí..., lo que pasa es que no me siento bien. Necesito descansar.ueno, tú mismo. Te perderás los p reliminares del plan. Paco y yo empezaremos sin ti.a verdad es que yo también estoy bastante cansado -dijo Paco-. En cuanto me acabe esto, me voy a la cama.Cómo? ¿Tú también? -dijo Hausser, contrariado.í. No t e lo tomes a mal, pero es que estoy hecho polvo.

Hecho polvo dice... Ni que te hubieras pasado el día picando piedra, no te jode... Lo que pasa es que no te interesa mi proyecto, ni a Javi tampoco. ¿Creéie dado cuenta? Desde que os empecé a hablar de ello tenéis una cara de acojonados que no veas. Pero tranquilos, ya me encargaré yo de haceros entrar en ravi decidió que no valía la pena contestar y se fue a su cuarto (una de las habitaciones para invitados).

Vamos, hombre, no digas tonterías -dijo Paco-. Yo no estoy acojonado.ueno, puede que no, pero un poco asustado sí. Verás, yo soy como los perros, puedo oler el miedo de la gente. Ésa fue una de las cosas que me enseñaes. El que sí está cagado es Javi. La verdad es que no sé si está preparado para esto.uando Juanito terminó de comer, cogió el mando de la tele y la encendió. Estaba empezando una película. Justo en aquel momento apareció el título en la

Matanza de Texas.Genial! -exclamó Hausser-. ¡Mi peli favorita!co vio que aquélla era la oportunidad perfecta para irse a su cuarto (otro de los de invitados) y dijo:ueno, tío, me voy a la cama.ausser ni le contestó. Toda su atención estaba ahora en la tele. Así que Paco se fue a su habitación.ardó bastante en dormirse, pensando en cómo podía hacer cambiar de opinión a Juanito, si es que eso era aún posible. Pensaba y pensaba, pero no se le De vez en cuando oía las carcajadas de Hausser, cuando en la película aparecían las escenas más sangrientas. Cada vez que le oía reír, Paco perdía un poc

ranza de encontrar una solución al problema. Y es que no eran unas risas muy normales, que digamos, sino exageradas. Y encima no se limitaba a reír,aba con la tele, gritando cosas como ¡eso es!, ¡así se hace!, ¡bien hecho!, cada vez que se producía un asesinato en la película.uando ésta terminó (y con ella las risas y las exclamaciones de Hausser), tanto Javi como Paco pudieron, por fin, quedarse dormidos.

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SEGUNDA PARTE

La unión hace la fuerza

-¡Ay, hijo mío…! ¡ Cuántas cosas t e quedan aún por a prender…! Pero la prim era y más import ante es, sin duda, la que te voy a decir ahora . -El hombre señaló a su hijo con un dedo-. tienes que matar a algui en, no cometas la insensa tez de hacerlo solo; búscate a un cómplice.

-Sí, papá -dijo el ni ño, obediente.

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la mañana siguiente, el primero en despertar fue Juanito, a las 11:00. Fue a ver si sus dos amigos seguían en la cama. Así era.Vamos, dormilones! -les gritó, dando palmas repetidas veces-. ¡Arriba, que hoy tenemos mucho que hacer!

levantaron y desayunaron los tres juntos.Qué os parece si vamos a dar una vuelta por el paseo marítimo? -propuso Hausser-. El aire libre y la vista del mar nos ayudarán a reflexionar acerca de las que hemos de hacer. ¿Qué me decís?los otros dos les pareció bien, y al cabo de poco los tres salían por la puerta.eso de las doce ya estaban en el paseo.Nos sentamos en una mesa? -preguntó Juanito.

Vale -contestaron los ot ros.ientras se sentaban, a Hausser le llamó la atención un anciano que había en la mesa de al lado. El hombre miró su reloj. Parecía estar esperando a algdad, el señor no llamaba la atención por nada en especial, pero Juanito sintió algo muy curioso al observarle: tuvo la sensación de que le conocía de toda la vausser habló a sus amigos en voz baja:Vosotros conocéis a ese viejo?iraron al anciano y negaron con la cabeza.Y tú le conoces? -preguntó Paco.reo que sí, pero no sé de qué... -Juanito se rascó el mentón mientras miraba de reojo al anciano.

ntonces el hombre le miró.iga, ¿quién es usted?, ¿le conozco? -preguntó el niño.anciano se levantó de la mesa y se sentó junto a él.

No, no me conoces. Ni tú ni tus amiguitos -dijo señalando a los otros dos-. Pero nos vamos a conocer muy bien, ya lo veréis.De qué está hablando? -preguntó Juanito.e venido desde muy lejos para cumplir una misión -dijo el anciano, mirando hacia el mar con ojos soñadores-. Pero yo solo no puedo conseguirlo. Necesitoa.Nuestra ayuda?, ¿para qué? -preguntó Hausser.viejo le miró con los ojos muy abiertos y brillantes.ara matar -dijo apretando los dientes.ero ¿qué coño dice este tío? -le susurró Javi a Paco, que estaban sentados al otro lado de la mesa.Y a mí me lo preguntas? -contestó Paco, que no podía apartar la mirada del viejo. Siguió prestando atención a la peculiar conversación entre el niño y el anciPara matar a quién? -preguntó Juanito.Cómo que a quién? -contestó Jack, y, mirando a la gente que paseaba por allí, exclamó-: ¡A todos! ¡A todos y cada uno de ellos! -A continuación, miró ués a Paco. Luego se levantó y le dijo a Hausser-: ¿Puedes venir conmigo un momento?

laro -contestó éste, y, volviéndose hacia sus amigos, les dijo-: Enseguida vuelvo. -Se levantó y se alejó con el anciano hasta que estuvieron a unos diez me.

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ntonces el hombre tendió la mano hacia el niño y le dijo:Me llamo Jack Peterson, ¿y tú?uan Hausser, pero puede llamarme Juanito, si lo prefiere -contestó, estrechando la mano del anciano-. ¿Sabe una cosa? Tengo la sensación de que le conozcoda.ué curioso -dijo Jack-, a mí me pasa lo mismo contigo. Pero puedes estar seguro de que no nos hemos visto antes. A menos que hayas viajado a Américestado allí alguna vez?ues no. ¿Es usted americano, entonces?or favor, deja de tratarme de usted. M e hace sentir viejo.ale. Entonces, ¿eres americano?sí es. De Nueva York, concretamente.

Vaya, p ues hablas muy bien el español.Gracias. Bueno, mira, te he pedido que me acompañaras hasta aquí porque creo que tus amigos no son como tú y como yo, no sé s i me entiendes.Qué quieres decir exactamente?ck miró a su alrededor y comprendió que hablar sobre aquello en plena calle no era muy prudente.engo muchas cosas que contarte, Juanito, pero éste no es el lugar aprop iado. Alguien podría oírnos. ¿Te importa venir conmigo al hotel donde me hospedolaro, no hay problema. Espera un segundo, que se lo digo a mis colegas.e acuerdo, aquí te espero.

ausser fue junto a sus amigos.h, chicos, me voy un rato con Jack.Quién demonios es ese tipo, Juanito? ¿De dónde ha salido? -preguntó Paco.ranquilo, es buena gente.ero, tío, ¿no has oído lo que ha dicho? ¿No te parece mucha casualidad que te hable de matar? Seguro que es un poli. No sé cómo, pero de alguna manado de lo que andamos tramando.a, ja, ja! -rio Juanito-. ¿Cómo quieres que sea un poli? Pero si es un pobre anciano. ¿A qué edad crees que se jubilan los polis?

Mira, no sé. Pero a mí me da muy mala espina.ranquilo, Paco. Sé lo que me hago.ueno, allá tú.

Hasta luego -se desp idió Hausser, y volvió junto a Jack.

amos -dijo éste-, mi hotel está cerca de aquí.í, vamos -contestó el niño.

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na vez en la habitación del hotel, Jack se lo explicó todo. Desde la muerte accidental del vagabundo neoyorquino, hasta el extraño sueño en el que alguieno dónde encontraría a los tres niños. Incluso le contó su teoría acerca de la montaña de San Juan y el Apocalipsis. En este punto de la explicación, el ancianoano a la frente y abrio mucho los ojos. Cogió al niño por los hombros y exclamó:Por todos los santos! ¿No t e das cuenta de que tú también te llamas como el autor del Apocalipsis? ¡Juan!Dios..., es verdad! -dijo Hausser, fascinado-. ¡Eso lo confirma todo! ¡Nosot ros somos los encargados de iniciar el Fin del Mundo!Ven a mis brazos, hijito! -exclamó Jack, emocionado, y se abrazaron fuertemente.uede que al lector le parezca un tanto precipitada la conclusión a la que llegaron Jack y Hausser. En fin, no es que yo quiera defenderles, pero debéisprender que, tanto el niño como el viejo, no andaban muy bien de la cabeza, y eso siempre ayuda a la hora de creer cosas increíbles.n embargo, aparte de eso, lo cierto es que Jack había soñado con alguien que le había dicho dónde y cuándo encontrar a los niños. Y aquello se había cumpliespués de aproximadamente un minuto, dejaron de abrazarse y Juanito p reguntó:ero ¿cómo haremos para acabar con todos?erás -dijo Jack, secándose las lágrimas que había derramado a causa de la emoción-, he estado pensando y se me ha ocurrido algo que podría funcionar.El qué? -preguntó Hausser con los ojos brillantes de interés.Has oído hablar de los lavados de cerebro?í, pero no sé mucho sobre el tema, la verdad. ¿Por qué lo dices?orque es algo que nos puede ayudar mucho en nuestra misión. Ahora te cuento. Lo único que necesitamos es un lugar seguro y un radiocasete.o puedo ofrecerte mi casa -dijo el niño-. Mis padres ya no viven conmigo. Bueno, de hecho ya no viven. Hace poco tuvieron un desgraciado accidente.aya, no sabes cuánto lo siento -dijo el anciano, poniéndole una mano sobre el hombro.

Gracias, la verdad es que ha sido un golpe muy duro, pero ya me voy recuperando.obrecillo, qué mal lo tienes que haber pasado...í, pero por suerte tengo a mis dos amigos viviendo conmigo.viejo agachó la cabeza y dijo:laro, tus amigos... ¿Sabes, hijo? Mucho me temo que ellos no piensan como nosotros. Sólo me ha hecho falta un momento para darme cuenta de ello.

ienes razón, parece que no están muy entusiasmados con mi proyecto. Perdona, quería decir nuestro proyecto.or supuesto, hijito, por supuesto. Los dos estamos en el mismo barco y remamos en la misma dirección. En cambio, tus amigos..., me temo que habrá qudas drásticas con ellos.A qué te refieres exactamente?ues que si no conseguimos hacerles entrar en razón por las buenas..., habrá que lavarles el cerebro.aya..., ¿crees que será necesario?ues no sé, chico, no sé. Pero tranquilo, en caso de que sea necesario, no correrán ningún peligro. Tengo un manual donde se explica cómo hacerlo sin ningúnTienes un manual de lavar cerebros? -preguntó Hausser, sorprendido-. ¿De dónde lo has sacado?e Internet.aya, desde luego..., en Internet se puede encontrar cualquier cosa, ¿eh? Je, je, je...que lo digas.

o que pasa es que si lo sacaste de Internet... -dijo el niño, frotándose el mentón-. Quiero decir..., en fin..., ¿cómo puedes estar seguro de que funcionará?ranquilo, hijo, el proceso es mucho más simple de lo que parece. Incluso te lo puedo explicar en pocas palabras. Mira, se coge a una persona y se la llevación. Allí la atas y la amordazas para que no haga mucho ruido. Luego enciendes un radiocasete donde está grabada una o varias frases. Por ejemplo:o. Estas frases las tiene que oír durante varios días, sin interrupción. Al final, llega un momento en que la persona acaba creyendo lo que ha estado oyend

enteros.Vaya..., p ues no p arece un método muy sofisticado, que digamos... -dijo Juanito.

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s contó todo lo que le había sucedido, igual que se lo había explicado a Hausser, desde el cristal que quebró la cabeza del vagabundo, hasta el extraño suealguien le había dicho que debía reunirse con ellos tres para iniciar el Apocalipsis.medida que el anciano les iba explicando, uno tras otro, los crímenes que había cometido, tanto Javi como Paco se fueron quedando cada vez más asombradomo veis -dijo Jack-, es el destino el que nos ha reunido para que trabajemos juntos en esto.continuación, les explicó la idea de instalar un lavadero de cerebros en la casa, y el procedimiento que debían seguir para ir captando más miembros.

ue tanta la pasión y el entusiasmo con que Jack les explicó todas sus aventuras y sus ideas para el futuro, que Paco se quedó completamente fascinaddo apenas un rato antes había estado renegando de aquel viejo sospechoso, ahora lo veía como un ídolo a quien seguir y admirar el resto de su vida.ueno, chicos, ¿qué me decís? -dijo Jack-. ¿Queréis participar en esto?

Sí! -exclamó Paco-. ¡Sí, sí, síííííííí!vi miró a su amigo con los ojos abiertos como platos.Paco! -exclamó-. ¡¿Es que te has vuelto loco?!ero ¿qué dices? -replicó el otro-. ¿No has oído todo lo que ha dicho el amigo Jack? ¡Es fascinante!¿Ahora le llamas amigo Jack ?! -exclamó Javi, perplejo-. Estás de coña, ¿no?co no le hizo caso. Se dirigió hacia los otros dos:

El lavadero de cerebros lo podríamos montar en el sótano! ¿Qué os parece? -propuso, entus iasmado.Vaya... -dijo Jack mirando a Juanito-. ¿Tienes sótano? ¡Eso es perfecto p ara nuestros p lanes! ¿Y es muy grande?

ues bastante -dijo Hausser.Perfecto! Entonces utilizaremos el sótano. -Jack se volvió hacia Javi-. ¿Y tú qué me dices, hijo? No te veo muy entusiasmado.n realidad, el niño estaba empezando a marearse.ios mío... -dijo-. ¿Es que os habéis vuelto todos locos? ¿Qué demonios está p asando aquí...?levantó y se dirigió hacia la salida.

Adónde vas? -preguntó Hausser, pero el otro no respondió.Seguro que quiere chivarse a la poli! -exclamó Paco. Se levantó y salió disparado detrás de Javi. Éste ya estaba abriendo la puerta cuando Paco la volvió a ortazo.No os saldréis con la vuestra! -dijo Javi-. ¡No lo permitiré!

Ah, ¿no? -p reguntó Paco en tono burlón-. ¿Y cómo vas a impedirlo?ck se sacó un pequeño frasco de un bolsillo y un pañuelo del otro. Abrio el frasco y vertió un poco de su contenido en el pañuelo. Se lo dio a Hausser y lbaja:

onle esto en la nariz, vamos. Se dormirá en el acto.niño obedeció y fue corriendo hacia Javi. Le puso una mano detrás de la cabeza y con la otra apretó el pañuelo contra su cara. Un par de segundos desp unsciente.uen trabajo, chicos -dijo Jack-. Ahora llevadlo al sótano, atadlo y amordazadlo.e acuerdo -contestó Hausser-. Vamos, Paco, ayúdame.

ntre los dos cogieron a su amigo y lo llevaron abajo.ck fue tras ellos y, al ver la gran amplitud del lugar, se quedó maravillado.Excelente! -exclamó-. ¡Ni en el mejor de mis sueños habría imaginado nada igual! ¡Aquí hay espacio suficiente para tratar  a más de cien personas a la vez!olocaron a Javi tumbado en el suelo, lo ataron bien fuerte y lo amordazaron.o os preocupéis por vuestro amigo -siguió el viejo-. Dentro de un rato despertará, aunque me temo que tendremos que lavarle el cerebro. -Y, dirigiéndoseió-: Desgraciadamente no es tan sensato como tú.ero eso de lavar cerebros... -empezó a decir Paco, dubitativo-. ¿No te deja medio chiflado?i se hace bien, no hay peligro -contestó Peterson.

Ah, entonces supongo que ya lo ha hecho usted otras veces.or favor, hijo, no me trates de ust ed. Y..., pues no, no lo he hecho nunca, pero tranquilo, tengo un manual donde lo explica todo perfectamente.e todos modos, yo lo probaría con otra persona antes que con Javi -intervino Juanito.í, yo también creo que sería lo mejor -convino Paco.ueno, como queráis -dijo Jack-. Pero, venga, no perdáis tiempo. Id a buscar a algún chiquillo y traédmelo. Yo mientras tanto iré pensando en los cambios

hacer en el sótano para convertirlo en un buen lavadero de cerebros. -El viejo miró a su alrededor, sonriente. Dentro de poco tendría a toda una legión de nines.ale -dijo Hausser-. Hasta luego.asta luego -dijo también Paco.

Suerte! -les dijo Jack levantando una mano.uando ya estaban en la calle, Paco dijo:ye, Juanito, perdona por haber desconfiado de Jack.

No importa, eso ya es pasado. Lo realmente importante es que has entrado en razón.í, es verdad. Lo que no entiendo es cómo Javi puede estar en contra de un p royecto tan genial.o sé, tío..., no sé qué vamos a hacer con este chaval.ueno, ya habrá tiempo de p ensar en eso. Ahora vamos a lo que vamos. ¡Mira, ése podría servirnos!

unos 50 metros de distancia, un niño de unos diez años jugaba solo en un descampado, dándole patadas a una p elota.A por él -dijo Hausser.uando estuvieron cerca del chaval, Juanito le dijo:Vaya, qué pelota t an chula!racias -respondió el niño-. Me la regaló mi padre porque saqué muy buenas notas a final de curso. ¿Queréis jugar?

Vale! -dijo Hausser-, ¡pásamela, anda!así empezaron a jugar los tres.Cómo te llamas? -le preguntó Paco.oni, ¿y vosotros?

Yo soy Paco y éste es Juanito.Vienes cada día a jugar aquí? -preguntó Hausser.asi cada día, y normalmente somos más, pero hoy no ha podido venir ninguno de mis amigos.guieron hablando un buen rato, y una espontánea amistad fue surgiendo entre ellos, como suele pasar entre los críos.

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ientras tanto, Jack estudiaba el sótano a conciencia.e pronto, oyó un ruido a su espalda. Era Javi, que estaba empezando a despertarse.

Vaya, vaya... -murmuró Peterson-. Ya se ha despertado el dormilón...vi, al ver que estaba atado y amordazado, empezó a forcejear para liberarse.amos, chaval, no me seas rebelde -dijo Jack acercándose al niño-. Estate quietecito y todo será mucho mejor para ti, créeme.n embargo, Javi siguió forcejeando.He dicho que te estés quieto! -gritó Peterson-. ¡Obedece!niño siguió sin hacer caso y, claro, esto hizo que Jack empezara a perder la paciencia. Tuvo que reprimirse para no patearle la cara. En vez de ello, se agacse sacó la navaja automática del bolsillo y la puso a escasos centímetros de la cara del chaval. Al apretar el botoncito, la afilada cuchilla salió conterístico, e inmediatamente Javi se quedó quieto como una estatua. Miraba la navaja con ojos aterrorizados.

Ahora sí que te estás quieto, ¿eh? -dijo Jack con una sonrisa de satisfacción, pero enseguida volvió a ponerse serio-. Mira, niñato asqueroso, si todavíado es porque tus amigos me caen bien y quieren colaborar conmigo. Pero como sigas tocándome las pelotas te rajaré como a un cerdo. ¿Lo has entendido?vi hizo un breve asentimiento con la cabeza, y siguió absolutamente quieto. Y es que Jack Peterson podía ser muy convincente cuando se lo p roponía.ar el botoncito de la navaja y la hoja se escondió. Luego se guardó el arma en el bolsillo y se puso en pie.sí me gusta -dijo, volviendo a sonreír-. ¿Ves como hablando se entiende la gente?

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ye, ¿te gustaría venir a mi casa un rato? -le dijo Hausser a Toni-. Mis padres están de viaje, y si quieres te puedo enseñar unas pelis p orno que tengo.Vaya!, ¿en serio? -dijo Toni con los ojos brillantes de interés-. Nunca he visto una peli de ésas. ¿Molan o qué?a te digo..., vas a flipar -intervino Paco.ueno, ¿qué me dices?, ¿te vienes? -preguntó de nuevo Hausser.

Vale, voy!Muy bien -dijo Juanito, riéndose por dentro-. Venga, vamos.

los tres se fueron p ara casa.llegar, Toni se quedó impresionado.

De verdad vives aquí? -preguntó.

anito, que estaba abriendo la puerta, le contestó:í. Venga, vamos. Ya verás el montón de pelis porno que tengo.so, eso..., vamos a ver las pelis -dijo Toni, ilusionado.na vez dentro de la casa, Juanito le dijo que se sentara en el sofá que había frente a la tele. Después se puso a buscar entre la larga fila de películas que habntería, junto al televisor.A ver qué t enemos p or aquí..., sí, ésta misma servirá.

ientras Juanito sacaba el DVD de la caja, Toni le preguntó:Cómo se titula?so es lo de menos, hombre. Ya verás qué divertida es...co se sentó junto a Toni.oy a buscar unos refrescos -dijo Juanito, saliendo del salón. Pero, en lugar de ir a la cocina, abrio una de las trampillas que daban acceso al sótano y bajó. enseguida se llevó un dedo a la boca, indicándole que no hablara. Se acercó a él, que estaba sentado en una pequeña mesa, y le susurró:a tenemos a uno. Está arriba, viendo una peli guarra.erfecto -dijo Jack, sacando de nuevo el frasquito de cloroformo y el pañuelo. Se los dio a Hausser-. Ya sabes lo que tienes que hacer, ¿no?í.en cuidado con el frasco, no lo vayas a romper.escuida.anito volvió arriba y se acercó sigilosamente al sofá por la parte de atrás. Se agachó junto a éste, abrio el frasco de cristal y vertió un poco de su contenelo. Volvió a tapar el frasco y lo depositó en el suelo con mucho cuidado de no hacer ruido. A continuación se levantó y, con un movimiento tan rápido cdrilo al atacar a su presa, aplastó el pañuelo contra la cara de Toni. En un primer momento el niño se resistió, pero Paco también puso un poco de ndole un fuerte puñetazo en el vientre. El niño se llevó las manos a la barriga y, poco después, perdió el conocimiento.

Gracias, tío. Por un momento pensé que se me escapaba.e nada, hombre.enga, vamos a llevarlo al sótano.spera que acabe esta escena -dijo Paco-, no veas cómo está la tía...anito dio la vuelta al sofá y apagó la tele.

Ahora no hay tiempo p ara tonterías -dijo-. Vamos, tenemos cosas import antes que hacer.ueeeeno, está bieeeen... -dijo Paco con fastidio-. Llevemos a este idiota al sótano.

ntre los dos lo arrastraron hasta ponerlo junto a la trampilla más cercana. Juanito la abrio y gritó hacia el agujero:

Misión cumplida, Jack!Perfecto! ¡Bajadlo y haced como con Javi!De acuerdo! -contestó Hausser.ye -dijo Paco en voz baja-, a este tío le gusta mucho mandar, ¿no? ¿Se supone que tenemos que obedecerle en todo o qué?ues ahora que lo dices..., es verdad. Hasta ahora no ha hecho más que mandarnos.

Y nosotros le hemos obedecido sin rechistar.¿A qué estáis esperando?! ¡Bajadlo de una vez! -exclamó Peterson.os dos amigos se miraron muy serios.amos a dejarle las cosas claras -dijo Paco.ale, p ero déjame hablar a mí.

os dos bajaron por la escalerilla y se dirigieron hacia la mesa en la que Jack estaba sentado. Éste se los quedó mirando mientras se acercaban.Algún problema? -les preguntó, al ver que no traían a Toni.ues sí -dijo Hausser.Qué ocurre?erás, los dos estamos de acuerdo contigo en este proyecto. Pero hay algo que no nos hace mucha gracia.

Os referís a los lavados de cerebro? Ya os he dicho que...No, no es eso -le interrumpió Juanito-. Desde que has entrado en esta casa, no has hecho más que mandar.

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terson miró a los niños en silencio unos instantes.sí que es eso -dijo finalmente-. ¿No me aceptáis como jefe?

Jefe? -dijo Hausser, sorprendido-. ¿Es eso lo que crees que eres?, ¿nuestro jefe?ero ¿de qué va este tío? -dijo Paco mirando a su amigo.

Vamos a ver, chicos... -empezó Peterson en tono aleccionador-, yo soy mayor que vosotros y tengo mucha más experiencia de la vida, por lo tanto lo más.Lo más lógico es que cierres el pico! -gritó Paco-. ¡A mí no me manda ni mi padre!ck se quedó desconcertado ante la brusquedad del niño y se limitó a guardar silencio. Juanito trató de tranquilizar a su amigo.o le hables así, hombre -le dijo-. Estoy seguro de que podemos solucionar esto civilizadamente. -Y dirigiéndose hacia el anciano, añadió-: ¿Verdad?terson miraba fijamente a Paco. De pronto sentía unas enormes ganas de rajarle el cuello.

Voy a p edirte una cosa, hijo -empezó a decir, pero Paco volvió a interrumpirle.No me llames hijo! -gritó.Joder, Paco!, ¿quieres poner un poco de tu p arte? Jack sólo intenta ser amable.Es que me revienta que me llame hijo!ueno, está bien, está bien..., no volverá a llamarte hijo -dijo Hausser, y, volviendo a mirar a Jack, añadió-: ¿Verdad?viejo no contestó. Se puso en pie y se acercó a Paco.

i tanto te molesta que te llame hijo, no tenías más que decírmelo. No hace falta que me grites. -El anciano miraba al chaval con ojos fríos como el hielo.Deja de mirarme así! -exclamó Paco, cada vez más nervioso y agresivo-. ¡Deja de mirarme así, hijo de puta!ntonces, con una rapidez impropia de su edad, Jack lanzó su mano izquierda hacia delante y agarró fuertemente el cuello del chaval. Acto seguido, se sacó a otra mano, la acercó a su cara y apretó el botón. Un instante después, el niño tenía la punta de la cuchilla presionando la piel de su cuello, pero sin

arse.No vuelvas a gritarme en tu vida! ¡¿Entendido?! -exclamó Peterson-. ¡No sop orto que me griten! ¡No lo soporto!ausser reaccionó rápidamente: se dirigió a un pequeño armario y abrio uno de los cajones. De allí sacó un revólver, y un par de segundos después tenía el c

apoyado contra la sien del viejo.uéltalo o te mato -ordenó el niño con firmeza.ck miró de reojo a Juanito al sentir el frío acero del revólver en su cabeza.stúp ido crío... -dijo-. ¿Qué crees que haces con eso?anito echó hacia atrás el percutor del revólver y se oyó el clic característico. Esto acojonó un poco a Jack, que ya no las tenía todas consigo.

ispárale… -dijo Paco con dificultad, pues el anciano le apretaba mucho la garganta.Calla! -espetó Jack y apretó un poco más la navaja contra el cuello del niño. De hecho, le estaba empezando a brotar un hilillo de sangre.Crees que no soy capaz de dispararte? -preguntó Juanito-. ¿Acaso crees que tú eres el único asesino que hay aquí?ispárale... -repitió Paco, que apenas podía respirar.ro Hausser seguía sin apretar el gatillo. En lugar de ello, siguió hablando.Acaso crees que me has impresionado con tus crímenes de Nueva York? Pues para que te enteres: yo me he cargado a muchos más. A muchísimos más.ck, que desde el momento en que había conocido a los tres niños se había sentido el líder del pequeño grupo, de p ronto ya no se sentía tan líder. Aquel na comportando en absoluto como un niño. Hablaba con una gran madurez, y, lo que era más inquietante aún, parecía estar diciendo la verdad.ero si no eres más que un crío. ¿A quién vas a haber matado tú?esulta bastante fácil cuando se tiene a unos padres que se dedican al crimen organizado. Yo les echaba una mano de vez en cuando.to desconcertó a Jack por unos instantes, lo que Paco aprovechó para lanzarle una patada a la entrepierna. El viejo soltó la navaja y el cuello del niño, y se

os a sus partes íntimas. La patada había sido muy certera y dolorosa; tanto, que el hombre cayó al suelo retorciéndose de dolor.co se llevó las manos al cuello y empezó a toser, intentando recuperarse del estrangulamiento al que había sido sometido. Cuando estuvo un poco rec

ezó a patear a Jack, que seguía en el suelo.No hagas eso! -exclamó Hausser-. ¡A ver si te lo vas a cargar!, ¿no ves que es muy mayor?co se volvió hacia Juanito y le espetó:

¿Ahora le defiendes?! ¡¿Es que no has visto lo que ha hecho?! ¡Por poco me mata! ¡Dame esa pistola! ¡Voy a acabar con él ahora mismo! -Se abalanzó sobrel objetivo de arrebatarle el arma, y los dos cayeron al suelo, forcejeando.co tenía cogido el revólver por el cañón y Hausser por la culata.

Estate quieto, joder! -exclamó Juanito-. ¡No podemos matarle!¿Que no?! ¡Espera y verás! ¡Suelta de una vez! ¡Sueltaaaaa!

forcejeo siguió un poco más, hasta que Paco recordó que había otra arma con la que podía eliminar al viejo: la navaja. Así que dejó de forcejear y se pusa su alrededor y pronto vio la brillante arma blanca, cerca de Jack. Corrio hacia ella, la recogió y se arrodilló junto a Peterson con la intención de

ladas. Empuñó la navaja con ambas manos y la alzó todo lo que pudo p ara clavársela con la máxima fuerza posible. Pero justo en aquel momento, Juanito Quieto! -El niño estaba apuntando a su amigo con el revólver-. ¡No lo hagas! ¡O te juro que te mato!co le miró con ojos incrédulos, aún con las manos alzadas y armadas.

No serás capaz -dijo.Que no? Me he cargado a mi propio padre, ¿crees que no seré capaz de hacer lo mismo contigo?as unos momentos de vacilación, Paco bajó los brazos lentamente.

Tío, no hay quien te entienda! -exclamó-. ¡Este cabrón ha estado a punto de matarme! ¡¿Cómo puedes defenderle?!lgo me dice que este hombre es muy importante para el éxito del proyecto. No debe morir. Al menos de momento. -Se guardó la pistola en la ciiéndose a la escalerilla, añadió-: Ahora vuelvo. Vigílale, y no hagas ninguna tontería, ¿de acuerdo?co asintió con la cabeza.

ausser se apresuró a subir al salón, donde aún yacía Toni, profundamente dormido, o quizá sería mejor decir “profundamente drogado”. Cogió el fformo y el pañuelo y volvió al sótano. Echó un poco de líquido en el pañuelo y lo aplastó contra la cara de Jack, que se quedó dormido casi al instante.

Vamos a atar a éste y a Toni -dijo Juanito.ale.así lo hicieron.

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na vez atados y amordazados, Paco preguntó:Y ahora qué?

eamos... -dijo Hausser, frotándose la barbilla-, déjame pensar.ntonces, Javi, que había permanecido en silencio observando todo lo que pasaba, empezó a forcejear de nuevo.

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Anda! -dijo Paco-. Pero si ya se ha desp ertado el traidor...ausser fue hacia Javi, se agachó junto a él y le quitó la mordaza de la boca.Dejadme marchar, por favor! -fue lo primero que dijo-. ¡Ese viejo chiflado me ha dicho que quiere rajarme!ranquilo, hombre -le dijo Juanito-. Seguro que sólo te lo ha dicho para acojonarte un poco.

Pero soltadme, cabrones! ¡¿Por qué me habéis atado?!bas a chivarte a la poli -dijo Hausser-. Lo siento, pero no podíamos p ermitirlo.i me dejáis marchar os prometo que no me chivaré, ¡lo juro!so no son más que palabras -siguió Juanito-. Y aunque ahora estés diciendo la verdad, ¿quién me garantiza que no cambiarás de opinión más tarde? -Neza-. No, lo siento, amigo, pero no podemos correr ese riesgo.Entonces ¿qué vais a hacer conmigo, eh?! ¡¿Qué vais a hacerme?! -Javi estaba empezando a llorar-. ¡No pensaréis tenerme atado toda la vida, ¿no?!ta vez Juanito no contestó, sino que cogió el frasco de cloroformo y volvió a mojar el pañuelo. Se agachó junto a Javi e intentó ponérselo en la cara. El n

argo, se resistió moviendo bruscamente la cabeza de un lado a otro.Déjame en paz, cabrón! ¡Déjame! -exclamó.¿Quieres estarte quieto?! ¡Todo esto lo hacemos por tu bien! -dijo Hausser, y a continuación le pegó un fuerte puñetazo en el vientre. Esto hizo que Javi er la cabeza y Juanito pudo volver a drogarlo. Una vez inconsciente, volvió a amordazarlo.aya tela... -dijo Paco-. ¿Y ahora qué hacemos con estos tres?o primero que hay que hacer es dejarle las cosas claras a Jack. Tiene que entender que aquí nadie está por encima de nadie.ale.o jodido es que vamos a tener que esperar a que se despierte. ¿Jugamos a las cartas mientras t anto?ale.sentaron a una mesa y se pusieron a jugar con unos naipes que Hausser sacó de uno de los cajones. Durante un buen rato estuvieron jugando sin que nin

res drogados despertara.oni fue el primero en hacerlo. Al darse cuenta de que estaba atado, enseguida empezó a forcejear para desatarse y a gritar por la nariz, pues la boca la teda con un gran trozo de esparadrapo.éjame a mí -dijo Paco-, yo haré que se tranquilice.

ue hasta Toni corriendo y le pegó una patada en el estómago. El niño se dobló por la cintura automáticamente, gimiendo de dolor. Acto seguido, Paco sea él y se sacó la navaja de Jack. Apretó el botón y acercó el arma a la cara del chaval, que tenía los ojos cerrados por el dolor del vientre. Así que no se dio

ue tenía una navaja muy cerca del rostro hasta que la punta de la cuchilla le acarició la mejilla. Entonces abrio los ojos y pareció olvidar el dolor de la barrig

eocupación estaba en el afilado acero que acariciaba su cara.ranquilízate o te rajo -le amenazó.oni se quedó todo lo quieto que p udo, aunque resp iraba agitadamente debido al miedo.i te port as bien no te pasará nada -siguió Paco. Luego se p uso en p ie y volvió a la mesa para continuar con la partida. Mientras volvía a coger las cartas, dijdespierta el viejo de una puta vez...garon durante un cuarto de hora más y, de pronto, Jack despertó.

Mmmmmm! -exclamó nasalmente, pues tenía la boca tapada con esparadrapo.a era hora... -dijo Paco.amos a hablar con él -dijo Hausser.

os dos niños se levantaron y se acercaron a Peterson. Juanito se agachó y le arrancó el esparadrapo de un tirón.Maldita sea! -fue lo primero que dijo Jack-. ¡¿Qué demonios estáis haciendo?! ¡¿Por qué me habéis atado?!e pusiste agresivo -dijo Hausser.

Tu amigo me llamó hijo de puta! ¡¿Qué querías que hiciera?!, ¡¿que le diera un abrazo?! -Guardó silencio unos instantes, y, ya más calmado, añadió-: Nme falten al respeto, me saca de quicio.anito se p uso a desatar al anciano.erdona por haberte atado -le dijo-, pero debes entendernos. Estabas t an alterado que no p odíamos arriesgarnos a que cometieras alguna locura.

No importa, no importa... -Una vez desatado y de pie, le dijo a Paco-: Eso sí, por favor te lo pido, no vuelvas a insultarme nunca más.stá bien, trataré de evitarlo -respondió el niño-. Pero t ú no vuelvas a darnos órdenes. Aquí no hay ningún jefe.stá bien, está bien..., si es eso lo que queréis, así será.

Me alegro de que por fin estemos los t res de acuerdo -dijo Hausser, y respiró hondo-. Lo que tenemos que hacer es trabajar juntos por el bien del proy ecto.ienes toda la razón -dijo Peterson, y dirigiendo la mirada hacia Toni, añadió-: Vaya, vaya..., mira lo que tenemos aquí...í. Como ves, ya se ha despertado -dijo Juanito.

Ya veo, ya. Parece un poco asustado, ¿no?n realidad el chaval estaba temblando de miedo. Jack se acercó a él y se agachó a su lado.o tengas miedo, muchacho -le dijo-. No vamos a hacerte ningún daño, te lo prometo. -Entonces Toni miró a Paco con ojos aterrorizados. Jack volvió la cab

y le preguntó-: ¿Por qué te mira así? ¿Le has hecho algo?e pegué una hostia p ara que se t ranquilizara. Estaba intentando desatarse.ntiendo -dijo Peterson, y volvió a mirar a Toni-. Te p rometo que eso no volverá a pasar.i te portas bien, claro -puntualizó Paco.

ck se puso en pie.ayamos arriba -dijo a los otros dos, y al ver que permanecían quietos, añadió-: Si os parece bien...ntonces los niños se pusieron en marcha.

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na vez que los tres estuvieron arriba y la trampilla estuvo cerrada, Jack le dijo a Paco:o te lo tomes a mal, pero creo que tranquilizar a la gente a base de hostias no es buena idea. El chaval estaba muerto de miedo. ¿Qué habríamos hecho si sr en los pantalones?anito y Paco se miraron con cara de sorpresa, y al cabo de unos segundos estallaron en carcajadas.

No os lo toméis a broma, joder! La cosa parece graciosa, pero no lo es. Si el chaval se llega a cagar, todo el sótano habría quedado apestado.os niños rieron aún con más ganas, hasta que las lágrimas brot aron de sus ojos y el estómago empezó a dolerles. Jack se cruzó de brazos, resignado, y espaque de risa remitiera. Al cabo de poco, los niños se fueron calmando, mientras se limpiaban las lágrimas con las manos.erdona, Jack -dijo Hausser en cuanto p udo hablar-, no lo he podido evitar.

Ni yo tampoco -dijo Paco.stá bien -dijo Peterson-, pero lo que sí p odéis evitar es pegar a la gente que secuestremos.

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ienes razón -dijo Paco-, no volveré a hacerlo.Muy bien -dijo Jack-. Sentémonos, tenemos que hablar de lo que hemos de hacer a continuación.os tres se sentaron en el sofá.eamos -siguió Jack-, como habíamos acordado, vamos a lavarle el cerebro a éste que habéis traído. Antes de que llegarais, estaba escribiendo algunas fríamos utilizar para grabar en el casete. A ver qué os parece. -El anciano se sacó del bolsillo un papel doblado, lo desp legó y empezó a leer-:

bedeceré a Jack, Juanito y Paco en todo lo que me ordenen, puesto que ellos son mis amos y mis salvadores.atar gente es mi deber.me detienen, jamás delataré a mis amos, ni haré nada en su contra.

 ck levantó la vista del papel y dijo:ueno, ¿qué os parece?or mí está bien -dijo Hausser, y miró a Paco a la espera de su op inión.o también creo que está bien.erfecto -dijo Peterson-. Entonces ya podemos grabar una cinta de casete, repitiendo estas frases hasta que esté llena por las dos caras. Si queréis no

ando los tres, para no tener que estar hablando tanto rato.ero, Jack, ¿es que nunca has usado un ordenador? -preguntó Juanito.ólo una vez, ayer por la tarde, cuando se me ocurrio la idea de los lavados de cerebro. Pensé que en Internet podría encontrar información sobre el tema ycafé. Pero yo no sé manejar esos aparatos, así que le di 20 euros a un chico para que me ayudara. La verdad es que esos trastos nunca me han hecho graciaciones que a la larga te funden el cerebro.o, hombre, no... -dijo Hausser-. Puede que los ordenadores más antiguos emitieran algunas radiaciones, pero hoy en día son completamente seguros.

Aun así... -dijo Peterson-. La verdad, creo que ya no tengo edad para esas cosas.Ja, ja, ja! -rio Juanito-. Ésta sí que es buena. Así que ya no tienes edad para aprender a usar ordenadores, pero sí que la tienes para convertirte en un as ¿no?ueno, visto así... -dijo Jack-. Pero de todas formas, ¿a qué viene hablar ahora de ordenadores?on un ordenador puedes grabar lo que quieras y hacer que lo repita una y otra vez, durante todo el tiempo que haga falta. No es necesario que nos tire

s grabando una asquerosa cinta de casete.aya -dijo Jack-, supongo que tengo que ponerme al día con las nuevas tecnologías. Seguro que nos pueden ser de mucha ayuda para el éxito del proyecto.

ues sí.ueno, hagámoslo así, pues -dijo el anciano-. ¿Dónde tienes el ordenador?n mi habitación. Ahora lo traigo.anito fue a su cuarto y enseguida volvió con un p ortátil en las manos.sentó en el sofá y lo encendió, preparándolo para la grabación.

isto -dijo finalmente-. ¿Quién quiere grabar las frases?Yo voto por Jack -dijo Paco-. Más que nada porque la voz de un adulto sonará más autoritaria y convincente.

uena idea -convino Hausser-. Seguramente el “lavado” será más efectivo si se hace con la voz de un adulto que si se hace con nuestras voces.s posible que tengáis razón -admitió Jack-, aunque en el manual no especifica nada al respecto. En fin, por si las moscas ya lo hago yo.

Vale -dijo Hausser-. Mira, cuando apriete este botón y a puedes decir las t res frases, alto y claro.e acuerdo.anito contó hasta tres y apretó el botón.on voz firme y enérgica, Peterson dijo las t res frases:

bedeceré a Jack, Juanito y Paco en todo lo que me ordenen, puesto que ellos son mis amos y mis salvadores.atar gente es mi deber.me detienen, jamás delataré a mis amos, ni haré nada en su contra.

ausser le dio al “stop”.oder, macho! -exclamó-. ¡Te ha salido de puta madre! ¡Si hasta se me ha puesto la carne de gallina!

Y a mí también! -dijo Paco.racias. Lo he hecho lo mejor que he podido -dijo el anciano.amos a ver cómo ha quedado grabado -dijo Hausser, y le dio al “play”.

a voz de Jack volvió a oírse. La grabación se había realizado con éxito.erfecto -siguió Juanito-. Ahora sólo falta conectar un par de altavoces al portátil para que el sonido sea de la máxima calidad.niño fue a buscarlos a su habitación y seguidamente bajaron los tres al sótano. Colocaron el ordenador en una mesa y le conectaron los altavoces. Luego le

ni del suelo y lo sentaron en una silla, junto a la mesa.Estás cómodo? -le preguntó Jack.niño asintió con la cabeza, aunque seguía atemorizado.

Ahora vas a oír unas cosas -siguió el viejo-, pero t ú no te asustes. Estate tranquilo y ya verás como todo sale bien.Lo pongo ya? -preguntó Juanito.uando quieras -contestó el anciano.

ausser le dio al “play” y la voz de Peterson surgió con una potencia bestial:OBEDECERÉ A JACK!! -rugieron los altavoces con un estruendo ensordecedor.

os tres se taparon las orejas con las manos. Al parecer, Juanito no había visto que el volumen estaba al máximo.oni fue quien más se asustó, puesto que ya estaba acojonado de antemano. Y además, él no tenía las manos libres para taparse las orejas. El chaval saltó coy cayó de bruces un par de metros hacia delante, mientras la silla rodaba por el suelo.anito se apresuró a darle al “stop”.

Mierda! -exclamó-. Olvidé mirar el volumen de los altavoces.oni gritaba por la nariz y forcejeaba ansiosamente en el suelo, intentando desatarse. Los ojos se le salían de las órbitas.Maldita sea! -exclamó Peterson-. ¡Rápido, ¿dónde está el cloroformo?! ¡Si no lo drogamos enseguida se va a cagar!anito se apresuró a sacar el frasco y el pañuelo de uno de los cajones de la mesa.Sujetadlo entre los dos, si no será imposible! -exclamó Hausser mientras vertía un poco de líquido en el pañuelo.co y Jack sujetaron a Toni, de modo que Juanito pudo aplastar el pañuelo contra su cara.

na vez inconsciente, los tres se pusieron en pie y oyeron a Javi, que había despertado con el estridente sonido de los altavoces. Él también estaba gritany forcejeando para desatarse.

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Rápido! -exclamó Jack-. ¡Droguémosle a él también!os tres corrieron hacia Javi e hicieron lo mismo que con Toni.uando estuvo dormido, Juanito le preguntó a Jack:ye, ¿drogarlos tantas veces no será peligroso?ues, si te digo la verdad, no lo sé -contestó el anciano.Cómo que no lo sabes? -preguntó Hausser, entre incrédulo y enfadado-. ¿No t e das cuenta de que quizá estemos p oniendo en riesgo la vida de nuestro amigo siento... -se disculpó Jack-, supongo que tienes razón, p ero no podíamos p ermitir que se cagara.

oder... -masculló Hausser, al tiempo que se arrodillaba junto a Javi y le tomaba el pulso. Enseguida lo encontró y respiró aliviado-. Parece que está bien. -Sdirigió a Peterson-: A ver, ¿de dónde has sacado el cloroformo? ¿Y cómo te pones a usarlo sin saber los riesgos que conlleva?ues verás, hace muchos años que tenía ese frasquito en casa. Me lo regaló un amigo farmacéutico, aunque la verdad es que no recuerdo muy bien por qué lodo ya tanto t iempo...aya tela... -murmuró Paco.

Y cómo conseguiste viajar en avión con el frasco? -preguntó Hausser-. ¿No está prohibido viajar con ese tipo de sustancias?ues no lo sé, pero yo, por si acaso, me escondí el frasquito en los calzoncillos, je, je, je...anito, que aún tenía el frasco en las manos, se apresuró a dejarlo sobre la mesa con cara de asco y salió corriendo del sótano.¿Adónde vas?! -preguntó Paco, yendo t ras él.¿Tú qué crees?! -respondió Hausser.co siguió persiguiéndole hasta que lo vio entrar en el cuarto de baño. Al asomarse a la puerta, vio que su amigo estaba lavándose las manos cticamente.

Aj! -exclamó Juanito-. ¡Qué asco, qué asco, qué ascoooo!ntonces Paco entendió y se echó a reír.a, ja, ja! Tranquilo, hombre, seguro que Jack se lava cada día.

Muy gracioso... -masculló Hausser, que seguía frotándose las manos enérgicamente.cabo de unos instantes llegó Peterson.

ero ¿qué haces, hombre? -le preguntó-. Que no tengo ninguna enfermedad contagiosa, ¿eh?co miró al anciano tratando de contener la risa y le preguntó:Estás seguro?ck miró al niño, que estaba a punto de echarse a reír de nuevo. De hecho, ya se le estaban escapando algunas risitas, lo que hizo que Peterson se con

ién tuviera ganas de reír. Durante unos segundos pudieron contenerse, pero finalmente estallaron en carcajadas.ros a la mierda! -gritó Hausser, y cerró la puerta del baño dando un p ortazo.

37

co y Jack se fueron al salón tapándose la boca para que sus risas no se oy eran tanto. El p rimero en dejar de reír fue el anciano.ueno, dejémonos de cachondeo -dijo éste-. En cuanto vuelva Juanito vamos para abajo y ponemos el ordenador en marcha.co después, Hausser salió del baño y fue al salón. Tenía cara de pocos amigos.

Qué? -dijo-, ¿ya se os han pasado las ganas de reír?ck no hizo caso del comentario, y, dirigiéndose hacia la trampilla del sótano, dijo:enga, volvamos al trabajo.

os tres bajaron en silencio.llegar abajo, Jack olfateó el aire y suspiró aliviado.racias a Dios... -dijo-. Ninguno de los dos se ha cagado.Qué hacemos con Toni? ¿Lo volvemos a sentar en la silla? -propuso Hausser.o no lo haría -dijo Peterson-. Ahora que está dormido, para sentarlo en la silla habría que atarlo, de lo contrario se caería. Pero el caso es que si hacemos esoerte y se vea más amarrado todavía, seguro que forcejea y se cae al suelo con silla y todo, corriendo el riesgo de golpearse la cabeza contra el suelo. Yo lo d

mo está y pondría el ordenador en marcha.arece buena idea -convino Hausser.mí también me lo parece -dijo Paco-, pero esta vez asegúrate de que el volumen de los altavoces sea el correcto.

í, sí, t ranquilo... Bueno, ¿lo pongo ya?uando quieras -dijo Peterson.

ausser puso el volumen en el nº5 (había hasta diez), le dio al “play” y la voz de Peterson volvió a surgir de los altavoces:Obedeceré a Jack, Juanito y Paco en todo lo que me ordenen...Qué os p arece? ¿Está bien así? -preguntó Hausser.o creo que sí -dijo el anciano.

Y yo -convino Paco.ien -dijo Hausser-, pues esto ya está.

erfecto -dijo Jack-, ahora hay que sacar a Javi de aquí. De lo contrario, él también sería “lavado”.ntre los tres levantaron al niño del suelo y lo subieron por las escaleras de la trampilla, mientras a sus espaldas la voz grabada de Peterson seguía sonando,gica: ...ellos son mis amos y mis salvadores. Matar gente es mi deber...o llevaron a su habitación y lo dejaron sobre la cama. Eso sí, sin desatarlo ni quitarle el esparadrapo de la boca.Y ahora qué? -dijo Paco mientras regresaban al salón.l manual de lavados dice que hay que esperar 48 horas para poder comprobar si el proceso de cambio mental ha tenido éxito -dijo Jack.Y cómo sabremos si ha tenido éxito? -preguntó Paco.

Muy fácil -siguió el anciano-. Según el manual, el proceso de lavado ha tenido éxito cuando la persona “lavada” repite en voz alta las mismas frases que estáando se apaga el casete (en este caso, el ordenador), la persona sigue repitiendo las frases durante varios minutos, hasta que finalmente se echa a reír.co y Juanito se miraron con cara de sorpresa e incredulidad.

Venga ya! -dijo Hausser-. ¿De verdad pone eso en el manual?Qué pasa?, ¿no os lo creéis?

No es eso, hombre -dijo Juanito.Dónde tienes el manual? -preguntó Paco-. Me gustaría echarle un vistazo.stá en mi maleta, en el hotel.

ye, ¿no sería mejor que te instalaras aquí? -dijo Hausser.No te importaría? -preguntó Jack.

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Cómo me va a importar? Todos mis amigos son bienvenidos en esta casa.ues muchas gracias. Ahora mismo voy a por la maleta, pago la cuenta del hotel y me vengo para acá.ale -dijeron los dos niños al unísono.

a estaba andando hacia la puerta, cuando se dio la vuelta y dijo:or cierto, ¿quién tiene mi navaja?o -dijo Paco, y se metió la mano en el bolsillo para devolvérsela. Se la estaba sacando cuando, accidentalmente, le dio al botoncito y la cuchilla salió, hacié

ero en los pantalones-. ¡Joder! -exclamó.Hay que tener mucho cuidado con eso, muchacho -dijo Peterson-. No es ningún juguete, y ya ves lo afilada que está. Has tenido suerte de no rajarte la piern

co volvió a darle al botón para esconder la cuchilla y le pasó el arma a Jack.ueno, hasta luego -se despidió el viejo.

Hasta luego -contestaron los niños.uando el anciano se hubo marchado, Paco dijo:ye, ¿qué tal si vemos un rato la peli que le pusiste a Toni mientras esperamos a que vuelva Jack?uena idea -dijo Hausser-. Ves poniéndola, que yo voy a hacer una cosa.anito fue a la cocina y se puso unos guantes de plástico, de esos que sirven para lavar los platos. Luego fue al sótano, a por el frasco de cloroformo. Vona, donde encontró un pequeño bote vacío, y vertió en él el contenido del frasco de Jack. Luego lo cerró bien y se lo guardó en un bolsillo.anto los guantes como el frasco contaminado acabaron en el cubo de la basura.

38

einte minutos después de haberse marchado, Jack estaba de regreso.anito fue a abrir la puerta, mientras Paco seguía mirando atentamente la película.

Hola -dijo Jack-, ya estoy aquí.Hola -respondió Hausser-. Tenemos que hacerte una copia de las llaves para que puedas entrar y salir cuando quieras.

e acuerdo -dijo Peterson mientras entraba en el salón-. Hola, Paco.ola -contestó el niño sin dejar de mirar la tele.aya, vaya... -dijo Jack al darse cuenta de lo que estaba viendo el chaval-. ¿No eres muy joven para ver esas películas?

i ya tiene edad para matar, también la tiene para ver pelis porno, ¿no crees? -dijo Hausser.Hombre, visto así... -dijo Peterson-, supongo que t ienes razón... ¡Qué demonios! ¡Je, je, je!ueno, ya está bien de cachondeo -dijo Juanito, apagando la tele.

Mierda! -se quejó Paco-. ¡¿Qué haces?! ¡Ahora que estaba en lo más interesante!éjate de tonterías y vamos a cosas serias -dijo Hausser-. A ver, Jack, ¿tienes el manual de lavados?í -contestó el anciano mientras ponía la maleta sobre la mesa del salón. La abrio, sacó de ella un folio arrugado y se lo pasó a Juanito-. Aquí tenéis.ero... ¿qué coño es esto? -dijo Hausser-. ¿Esta mierda es el manual de lavar cerebros?aya tela... -murmuró Paco.

Acaso vosotros tenéis algo mejor? -dijo el viejo, un poco ofendido.Y ni siquiera pone quién lo ha escrito... -s iguió quejándose Juanito-. Est o se lo ha inventado cualquier chalado y lo ha puesto en Internet.Bueno, ya está bien! -exclamó Jack-. Eso es lo único que tenemos. Así que, si no se os ocurre nada mejor, no tenemos más remedio que seguir las instruccmanual.odríamos buscar un poco más en Internet, a ver si encontramos algo mejor -p ropuso Paco.

Me parece bien -convino Hausser-. No te lo tomes a mal, Jack. Sólo queremos hacer las cosas como Dios manda.ueno, está bien... -aceptó el anciano a regañadientes-. Busquemos un poco más...amos a la habitación de mis padres, allí hay un ordenador con conexión a Internet.

espués de varias horas de búsqueda, todavía no habían encontrado nada.aya mierda... -masculló Paco.

Y que lo digas -dijo Juanito-, pero ya se sabe que estas cosas llevan su t iempo.tuvieron otro p ar de horas buscando, sin ningún resultado.

Sabéis qué? -dijo Hausser-. Sigamos las instrucciones del manual de Jack y que pase lo que tenga que pasar. Ya estoy harto de buscar.Vale -dijo Paco-. A fin de cuentas, no p erdemos nada por p robar.Ahora que lo pienso -intervino Peterson-, Toni ya debe de haber despertado. Iré a ver.os otros dos le siguieron hasta en sótano. Encontraron al niño tumbado boca arriba, con los ojos muy abiertos y totalmente inmóvil. Mientras tanto, la inde Jack seguía saliendo por los altavoces del ordenador: ...Obedeceré a Jack, Juanito y Paco en todo lo que me ordenen...jaos -dijo Hausser-, p arece como si estuviera hipnotizado.enemos que llevarlo al lavabo -dijo Jack-. Ya hace mucho rato que no hace sus necesidades. Vamos, ayudadme.

ntre los tres lo llevaron a un cuarto de baño que había en el mismo sótano. Lo desataron, le bajaron los pantalones y los calzoncillos, y lo sentaron en la. Toni no op uso ninguna resistencia. Seguía con los ojos muy abiertos, mirando siempre al frente.

aya careto... -comentó Paco.so es porque el lavado ya ha empezado a hacer efecto -dijo Jack.Tan pronto? -preguntó Juanito.or lo menos eso p arece -dijo Peterson-. Aunque a mí también me extraña que haya entrado en ese estado tan pronto. Apenas han pasado cuatro horas. -Slla, pensativo-. Quizás es porque lo hemos drogado varias veces.uede ser -convino Hausser-. Y supongo que también ha influido lo bien que hemos grabado tu voz en el ordenador. Si hasta a mí me acojona un poco, je, je, jn fin -dijo el anciano, observando el rostro de Toni-, seguramente todo ha influido. -Llevó la mano hasta el esparadrapo que tapaba la boca del niño y se cuidado-. Como el proceso de transformación p arece que va más rápido de lo normal, será mejor que esté sin mordaza, puesto que no sabemos cuándo emir las frases del ordenador.

Y si no hace sus necesidades? -preguntó Paco-. De momento ni mea, ni caga, ni nada de nada.aciencia... -dijo Jack-. El manual también habla de eso. Según dice, la persona que ya ha empezado a “transformarse”, como en este caso, al sentarla en laactiva los sistemas de excreción.

Sistemas de excreción? ¿Qué es eso? -preguntó Paco.s lo que hace posible que podamos mear y cagar -explicó el anciano.ues éste no parece estar mucho por la labor -dijo Hausser.

n embargo, al cabo de unos segundos, Toni empezó a orinar y después hizo de vientre. El chaval ni siquiera pestañeó.erfecto -dijo Jack-. Ahora sólo falta limpiarle el culo.

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Aj! ¡Qué asco! -exclamó Paco-. Yo no lo hago ni de coña.ues y o tampoco -dijo Juanito, que, como su amigo, se estaba tapando la nariz con la camiseta p ara no oler la peste a mierda.

Hay que ver cómo sois los jóvenes de hoy ... Os da asco de todo -se quejó Peterson-. Ya lo hago yo. Vamos, levantadlo un poco.na vez realizada la tarea, volvieron a atarlo y lo dejaron tumbado en el suelo, cerca de la mesa donde estaba el ordenador.ero este chaval tendrá que comer algo, ¿no? -dijo Hausser.o es necesario. Con que le demos un poco de agua de vez en cuando es suficiente -dijo Jack-. El manual lo dice bien claro: durante el proceso de lavado m

que alimentar al cautivo, tan sólo darle agua para que no se deshidrate.Vaya... -murmuró Hausser.

ranquilos -siguió el viejo-, una persona puede estar sin comer durante mucho tiempo. En cambio, si no bebe, moriría de sed en un par de días o tres.En serio? -dijo Paco-. No lo sabía.ues así es -continuó Jack-. ¿Por qué creéis que algunas personas hacen huelga de hambre y en cambio no hacen huelga de sed? Porque saben que puedenho tiempo sin comer. Pero, claro, si beben todo lo que quieren... eso no tiene mérito. Si son tan valientes, ¿por qué no hacen huelga de sed, eh? -Jack hablaante alterado. Se veía que aquel tema le molestaba de verdad-. Si hicieran huelga de sed, todo sería mucho más rápido: o les conceden lo que reclaman o la res días.ues es verdad -dijo Juanito-. Nunca se me había ocurrido.os tres guardaron silencio unos instantes, hasta que Paco dijo:avi también debe de haber despertado. Voy a ver si quiere algo de comer o ir al baño.erá mejor que vayamos los tres, no sea que intente escapar -dijo Peterson.uando llegaron a la habitación, encontraron a Javi despierto.co se acercó a él y le arrancó el esparadrapo de la boca.

Ah! -se dolió Javi.Quieres ir al baño o comer algo? -le preguntó Paco.Lo que quiero es que me soltéis, joder!

No sé si eso va a ser posible, Javi. Compréndelo, no es nada personal, pero no p odemos correr el riesgo de que avises a la poli.No lo haré, ¡os juro que no lo haré!

amos afuera un momento -dijo Jack.os tres salieron de la habitación y cerraron la puerta.

Mirad, chicos -dijo el anciano-. Yo creo que si lo acojonamos un poco, no se atreverá a chivarse.

A qué te refieres exactamente con lo de “acojonarlo un poco”? -preguntó Hausser.ues no sé..., quizá podríamos raptar a alguien, traerlo aquí y rajarle el cuello delante de él.No te pases, hombre -dijo Juanito-. Se trata de meterle miedo, no de que le dé un infarto. ¿No ves que es muy asustadizo?

anciano se frotó la barbilla unos instantes y luego dijo:uede que tengas razón. Dejadme un minuto a solas con él. Le amenazaré un p oco y ya está.

os niños estuvieron de acuerdo con la idea y Jack entró en la habitación. Se acercó lentamente a la cama, mirando al niño fijamente.Recuerdas lo que te dije hace un rato? -le preguntó mientras se sacaba la navaja del bolsillo. Apretó el botón, ¡clic!vi quería llamar a sus amigos, pero el miedo le había dejado mudo.amos a desatarte, pero no intentes salir de la casa, y mucho menos avisar a la policía. De lo contrario, te buscaré hasta el fin del mundo si es necesario, y centre... -Jack se mordió el labio inferior y, abriendo mucho los ojos, se puso a apuñalar el aire una y otra vez. Lo hizo unas diez veces, y finalmente acercó lara de Javi, diciéndole-: ¿Te ha quedado claro?niño asintió, temblando de miedo.sí me gusta -dijo el anciano. Se guardó el arma en el bolsillo y, volviéndose hacia la puerta, exclamó-: ¡Ya podéis pasar!co y Juanito entraron en la habitación.

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ver que Javi temblaba como un flan, Hausser le preguntó:Por qué t iemblas?, ¿qué te pasa?ada, nada... -dijo Javi-. Es que tengo un poco de frío.ero ¿qué dices? Si estamos en pleno verano.o es necesario que mientas, Javi -dijo Peterson, y dirigiéndose hacia los otros dos, añadió-: Le he amenazado con coserlo a puñaladas si se chiva a la poli.

Ah, así que es eso -dijo Hausser, y mirando a Javi, añadió-: Entonces no tienes nada que temer, hombre, porque no te vas a chivar, ¿verdad?niño seguía temblando, pero no contestó a la pregunta. Entonces Jack volvió a sacarse la navaja del bolsillo y de nuevo apretó el botón, ¡clic!ontesta -ordenó el anciano-, ¿te chivarás o no?vi negó con la cabeza.arece que vuestro amigo sólo se entiende con ésta -dijo Jack, meneando un poco el arma.Quieres tranquilizarte de una vez? -dijo Hausser-. Ya has oído a Jack. No te p asará nada si te portas bien.

n embargo, Javi no podía dejar de pensar en Jack apuñalando el aire con el rostro desquiciado. Aquello no le había parecido ninguna advertencia, sino unastra de lo que, tarde o temprano, acabaría haciéndole. Estaba convencido de ello.Podéis dejarme a solas con él, por favor? -pidió Juanito.os otros dos salieron de la habitación.ausser se sentó en la cama, puso una mano sobre el hombro de su amigo y le preguntó:Por qué estás t an asustado? Ya te hemos dicho que no te p asará nada.s ese viejo..., quiere matarme, Juanito..., ¡está completamente loco!

No, hombre, no... Sé que a veces p uede ser un poco brusco al hablar, pero en el fondo es un buen t ipo.Un buen t ipo? No me jodas... -dijo Javi-. Ese tío es un psicópata. En cuanto os descuidéis os rajará el cuello.ue nooo..., que no nos quiere hacer nada… -dijo el otro pacientemente.

Cómo puedes estar tan seguro? Yo me quiero ir de aquí, tío, déjame marchar.Y adónde irás?, si no tienes a nadie... Seguro que acabarías yendo a la poli.Que no, coño, ya os he dicho que no iré a la poli!ausser miró a su amigo fijamente.o te creo -le dijo.

Cómo que no me crees? ¿Me estás llamando embustero?Sabes cuál es tu p roblema, Javi? -Hausser guardó silencio unos segundos antes de continuar-. Que eres un buen chico, siempre lo has sido y siempre lo será

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vi puso cara de desconcierto.A qué viene eso ahora? -preguntó-. No tiene nada que ver con lo que estamos hablando.e equivocas -siguió Juanito-, ésa es precisamente la clave de la cuestión.Qué quieres decir?ausser no le contestó. Se volvió hacia la puerta y exclamó:Entrad!co y Jack entraron en la habitación.yudadme a llevarlo al sótano -dijo Juanito-. No vamos a tener más remedio que lavarle el cerebro.

¿Qué?! -gritó Javi-. ¡No!, ¡eso sí que no!Estás seguro de que no hay otra solución? -preguntó Paco.

No, no la hay. De lo contrario tarde o temprano acabaría delatándonos.ienes razón -convino Jack-. En realidad yo lo he calado desde el p rincipio. No es t rigo limpio.ero aún no sabemos si el método de lavado que estamos usando es efectivo -dijo Paco-. Hasta podría ser peligroso. ¿No habíamos quedado en esperar a viona Toni?

e pronto, Javi empezó a gritar:Socorro!, ¡socorro!, ¡me quieren matar!Será cabrón! -exclamó Juanito, y se dispuso a drogarlo de nuevo.Policía, policía, policíaaaaa! -seguía gritando Javi.Toma policía! -dijo Hausser, est ampándole el pañuelo en la cara. Un momento después ya volvía a estar dormido.ien hecho -dijo Peterson.ero, tío, ¿cómo le metes cloroformo otra vez? -dijo Paco-. Al final nos lo vamos a cargar, ya verás.l se lo ha buscado -contestó Juanito-. Venga, vamos a llevarlo al sótano.

ntre los tres así lo hicieron y lo dejaron en el suelo, junto a Toni.ay algo que me preocupa, chicos -dijo Jack.El qué? -preguntó Juanito.ues que Javi lleva ya mucho rato sin hacer sus necesidades.aya, es verdad -dijo Hausser-. ¿Hacemos como con Toni?, ¿lo sentamos en el retrete?l problema es que Toni ya estaba bajo los efectos del lavado, y Javi todavía no. Sólo está drogado, por eso no sé si funcionará.

ueno, por probar no perdemos nada, ¿no? -dijo Paco.stá bien, intentémoslo -dijo Jack.e modo que volvieron a hacer lo mismo que con Toni. Llevaron a Javi al lavabo y lo sentaron en la taza. Sin embargo, el tiempo pasaba y el niño no expulsalido ni líquido.o que me temía... -murmuró Jack.uizá sacudiéndolo un poco... -propuso Juanito.ero, tío, ¿cómo vamos a pegarle estando drogado? -dijo Paco-. Entonces fijo que la palma.o, animal... -contestó Hausser-. Me refiero a sacudirlo, no a zurrarle. Si lo sacudimos de arriba abajo quizá se le remuevan las tripas y haga de vientre o meué ocurrencia... -dijo Paco-, ni que una persona fuera como un salero, que lo agitas y sale la sal…

Se te ocurre algo mejor? -preguntó Hausser-. Si quieres lo dejamos tumbado junto a Toni, y, cuando se lo haga encima, tú te encargas de limpiarle y lavarlete parece?stá bien -aceptó Paco finalmente-. Sacudámoslo un poco, a ver qué pasa.

os dos niños lo cogieron por las axilas y lo levantaron un poco. Cuando estuvo a unos 10 centímetros sobre el retrete, empezaron a sacudirlo arriba y aza del chaval empezó a bailotear en todas direcciones, de modo que Jack se apresuró a sujetarla. Llevaban medio minuto sacudiéndolo como a un salerodijo:

oder, cómo cansa esto… ¿Ves algo por ahí abajo, Jack?ada de nada -contestó el anciano.co soltó a Javi, con lo cual el niño volvió a quedar sentado en el retrete.ero ¿qué haces? -se quejó Hausser.Esto es ridículo! -exclamó Paco-. ¿No veis que no sirve de nada? Y además cansa un montón...ué va a cansar... -dijo Juanito-. Lo que pasa es que estás hecho de mantequilla.ver -dijo Jack-, déjame a mí. Tú sujétale la cabeza.

ntre Jack y Hausser volvieron a sacudir a Javi. Después de un par de minutos sin resultados satisfactorios, decidieron desistir.sí no vamos a conseguir nada -dijo Jack-. Dejadme que pruebe otra cosa.viejo llevó sus manos al vientre de Javi y apretó con fuerza varias veces.

Maldita sea! -exclamó-. ¡No sale nada!Y si lo dejamos aquí sentado? -propuso Juanito-. Cuando le entren ganas ya hará lo que tenga que hacer.uena idea -dijo Jack.

sí que ataron a Javi a la cisterna para que no se cayera al suelo, y, al salir, Hausser cerró la puerta con llave. Eso sí, tuvieron el detalle de dejarle la luz encend

aya -dijo Paco-, es la primera vez que veo cerrar la puerta de un cuarto de baño con llave.n esta casa todas las puertas pueden cerrarse con llave, incluso las de mi habitación.En serio? -preguntó Jack-. ¿Y eso p or qué?s una simple cuestión de seguridad -contestó el niño-. Ya sabes, p or el trabajo de mis padres.ero, entonces... -empezó Jack, vacilante-, ¿lo de que tus padres se dedicaban al crimen organizado era cierto?ues claro -respondió Juanito.Y es verdad que tú les ayudabas?í. Al principio me costó un poco acostumbrarme, pero cuando le coges el tranquillo, matar a una persona es como matar a una mosca.n eso no estoy de acuerdo -dijo Jack-. ¡M atar personas es mucho mejor! ¡Ja, ja, ja!

Hay que ver lo cachondo que eres, tío -siguió Hausser-. Y eso que a simple vista pareces un tipo muy serio.De veras? -preguntó el anciano.a te digo -convino Paco.ueno, ¿y ahora qué hacemos? -dijo Juanito.amos a darle un poco de agua a Toni -dijo Jack-. Hace bastante que no bebe nada.ale, voy a buscar una botella -dijo Hausser.

uando estuvo de vuelta, vio que habían recostado a Toni contra una de las paredes para que pudiera beber mejor. Jack echó la cabeza del niño hacia atrás y ca.

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amos, échale un poco -le dijo a Juanito.Estás seguro de que hay que darle el agua así? -preguntó Paco-. A ver si se va a atragantar o algo.ranquilo -dijo Peterson-, el manual dice que es así como debe hacerse.ueno, si lo dice el manual... -se conformó Paco, aunque no muy convencido.amos, echa agua -volvió a decir Jack.anito destapó la botella y la acercó a la boca de Toni. Vertió dentro de ella un poco de líquido y el niño tragó sin dificultad.

Vaya -dijo Paco-, tenías razón.or supuesto -contestó el viejo.ero es increíble -siguió Paco-, bebe como si estuviera despierto...ueno, técnicamente no está desp ierto, pero tampoco est á dormido -dijo Peterson-. Digamos que está en un estado intermedio.anito seguía echando agua en la boca de Toni.ara un poco -le dijo Jack-. También tiene que respirar.ausser así lo hizo y, después de un breve descanso, volvió a darle de beber. Al cabo de unos segundos, el anciano dijo:reo que por ahora ya es suficiente. Si le damos demasiada agua corremos el peligro de que se mee en los pantalones.

sí que volvieron a dejar al niño tumbado en el suelo.oder... -se quejó Paco-, esto es un rollazo. Hay que darles de beber, llevarlos al baño..., y claro, eso tendremos que hacerlo con todos los que traigamos. ¡Ll

mento en que no p odremos encargarnos de t odos!No te preocupes por eso, hombre -dijo Jack-. Esto lo estamos haciendo nosotros porque de momento no tenemos a nadie más que pueda hacerlo. Pero e

y Javi estén t ransformados, ellos serán los que se encarguen de estas tareas tan p esadas. Recordad que nos obedecerán en todo.aya... -dijo Paco-. Tienes razón. Va a ser divertido eso de ordenarles cosas y que obedezcan sin rechistar, je, je, je...ye, Jack -intervino Juanito-. Cuando el lavado de cerebro se haya completado... ¿Toni seguirá con esa mirada de búho?spero que no -contestó el viejo-, si el manual no se equivoca, una vez esté completada la transformación mental, Toni volverá a comportarse como una

mal. La única diferencia será que habrá asimilado las órdenes que hemos grabado en el ordenador. De modo que nos obedecerá en cualquier cosa que le ordo si eso fuera lo más natural del mundo. En cuanto tenga oportunidad de cargarse a alguien, lo hará. Y jamás nos delatará ni hará nada en nuestra contra.aya... -dijo Hausser-, esto es una pasada. Ojalá todo salga bien.aldrá bien -dijo el anciano-, de eso puedes estar seguro. Recuerda que ha sido el destino el que nos ha unido para realizar esta gran hazaña. La hazaña de la.

Sí! -exclamó Paco, apretando el puño derecho.

Por supuesto que sí! -convino Hausser, haciendo el mismo gesto-. ¡Limpiaremos la Tierra!Eso es, muchachos, así se habla! -dijo Jack, y, rodeando con sus brazos los hombros de sus dos p equeños amigos, añadió con absoluta determinación-: ¡Acodos!

40

día siguiente, todos se levantaron a la misma hora. Lo primero que hicieron después de desayunar fue ir a ver cómo estaba Javi.sar toda la noche sentado en el retrete, y atado a él, había sido la peor experiencia de su vida. Desde que despertó del sueño p rovocado por el cloroformode la noche, no había vuelto a dormirse, en parte por la incomodidad y en parte por la preocupación, puesto que no dejaba de oír en su cabeza las pa

ito: No vamos a tener más remedio que lavarle el cerebro... Toda aquella situación, unida al hecho de que no tenía ningún medio de saber qué hora era, hize se le hiciera interminable. De modo que al lector no le sorprenderán mucho las palabras de Javi cuando Juanito abrio la puerta del baño a las 10 de la ma

uenos días, ¿cómo estás?ijos de puta... -contestó el niño, mirándole con ojos llorosos-: Cuánta razón tenía mi madre cuando me decía que no fuera con vosotros, que no erais

ria.h, no te pases -dijo Paco-. Si aquí hay algún hijo de puta, eres tú, que querías denunciarnos a la poli. Y eso que somos tus amigos.Mis amigos? -dijo Javi haciendo una mueca-. Vosotros no sois mis amigos, ¡vosotros sois unos cabrones de mierda!co no le contestó verbalmente, sino que lo hizo golpeando su estómago con el puño derecho. El intenso dolor hizo que a Javi se le nublara la vista.e lo advertí -dijo Paco-. Te dije que no te p asaras.p esar del dolor, Javi aún tuvo fuerzas para murmurar:

Hi... jo... pu... ta...co ya iba a host iarle de nuevo, cuando Juanito lo sujetó.

Déjame! -exclamó Paco-, ¡déjame, que lo reviento!Ayúdame, Jack! -gritó Hausser-. ¡Éste se ha vuelto loco!anciano también agarró a Paco y entre los dos lo sacaron del cuarto de baño.

¿Qué te pasa?! -exclamó Juanito-. ¡¿Es que te lo quieres cargar o qué?!n el baño, Javi se había recuperado un poco del puñetazo e insistió con los insultos:Paco!, ¡tu madre es una zorra, una perra en celo!, ¡la más p uta de todas las put as!Uaaaah! -aulló el insultado, abalanzándose hacia el lavabo. Pero Juanito y Jack le impidieron la entrada-. ¡Maldita sea!, ¡dejadme pasar, que lo mato!, ¡lo maRápido, Juanito, métele cloroformo a Javi otra vez! -dijo el anciano.

ausser obedeció, y en pocos segundos los insultos de Javi cesaron. De nuevo estaba dormido como un tronco. Después, Juanito salió del baño y cerró la p

a puedes soltarlo -le dijo a Jack.viejo así lo hizo y Paco fue directo a la puerta del cuarto de baño. Al comprobar que estaba cerrada, le dijo a Hausser:

Dame la llave!o he vuelto a drogar -dijo Juanito-. Ahora no puedes pegarle. Si lo hicieras, le matarías.

Eso es lo que quiero hacer, maldita sea! ¡Quiero matarlo! ¡¿No oíste lo que dijo sobre mi madre?!co estaba tremendamente enfurecido, y cuando eso ocurría era muy peligroso.e ha pasado toda la noche atado a un retrete -dijo Jack-. ¿Qué esperabas?, ¿que nos diera las gracias? -El anciano puso las manos sobre los hombros de Pfijamente-. Hay algo que debes entender. Si quieres que este p royecto tenga éxito, no puedes dejarte llevar por tus impulsos. A partir de ahora deberás ap

rolar todos y cada uno de tus actos. Hay que ser prudente, muchacho, o de lo contrario acabaremos todos entre rejas.Pero nadie se va a enterar si nos cargamos a Javi! -protestó el niño.sa no es la cuestión -siguió el anciano-. Lo más inteligente en este caso no es matarlo, sino lavarle el cerebro. En cuanto esté listo, te obedecerá en todo des.s cierto -intervino Juanito-. Piénsalo, cuando esté t ransformado podrás humillarlo y putearlo cuanto quieras. ¿No crees que merece la pena esperar un p oc

co permaneció unos instantes en silencio, reflexionando.Sabéis qué? Me habéis convencido -dijo finalmente.

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Así me gusta, muchacho -dijo Peterson-. Pero recuerda que lo más importante a partir de ahora es que tú, yo y Juanito seamos capaces de controlar atos de furia.ale -contestó el niño.

Muy bien -dijo Jack-, pues no p erdamos t iempo. Saquemos a Javi del lavabo y pongámoslo cerca de los altavoces.sí lo hicieron. Pero cuál fue su sorpresa cuando, al colocarlo junto a Toni, éste empezó a repetir en voz alta y clara las mismas palabras que había estadoe el día anterior:bedeceré a Jack, Juanito y Paco en todo lo que me ordenen, puesto que ellos son mis amos y mis salvadores.

Host ias! -exclamó en voz baja Peterson-. ¡Ya se ha transformado! ¡Pero si no han pasado ni 24 horas! ¡Ráp ido, Juanito, apaga el ordenador!ausser fue hacia el portátil y le dio al “stop”. Ante la mirada fascinada de los tres, el niño siguió recitando las frases, tal y como había previsto el manual:Matar gente es mi deber… Si me detienen, jamás delataré a mis amos...

Ahora hemos de esp erar unos minutos -dijo Jack, frotándose las manos con impaciencia.e modo que esperaron a ver qué ocurría, mientras Toni seguía repitiendo una y otra vez las frases que ya estaban grabadas en su cerebro. Miraba al techabiertos como platos. A decir verdad, la escena resultaba un poco tétrica. Incluso Jack sintió algo de miedo al oír las monótonas palabras del niño, que ah

un niño parecía un autómata. De pronto se sintió aliviado por el hecho de que el chaval siguiera atado.cabo de dos minutos, Toni guardó silencio, y la expectación aumentó al máximo.

e, je, je... -empezó a reír el chaval, pero muy bajito y sin ningún cambio en su mirada.Esto es normal? -preguntó Juanito en un susurro.i idea... -contestó el viejo-. El manual sólo dice que se tiene que poner a reír, no especifica nada más.

e, je, je, je, je... -seguía riendo el niño en el mismo tono bajo, tan bajo que apenas podía oírse.Me cago en la puta... -murmuró Jack.Qué pasa? -le preguntó Juanito.ues que ha tardado muy poco tiempo en empezar a hablar, y el manual dice que hay que esperar al menos 48 horas. Eso es lo que me preocupa. Y esa fña de reír...El manual no dice nada de cuánto tiempo tiene que estar riendo? -intervino Paco.

No -contestó el anciano.e pronto, Toni dejó de reír y cerró los ojos. Al cabo de un momento volvió a abrirlos, pero esta vez lo hizo de forma normal, y, mirando a las tres persoa ante él, preguntó:Qué ha pasado? ¿Por qué estoy atado?

alla y escucha -dijo Peterson-. Nosotros tres somos Jack, Juanito y Paco, tus amos.niño permaneció en silencio, observándolos.erdona que te hayamos atado, pero era necesario -siguió el viejo, mientras empezaba a desatarle-. Ayudadme, chicos.ntre los tres lo desataron en un momento.

Ahora vuelve a tu casa y diles a t us p adres que te p erdiste en el bosque y que no has logrado salir de allí hasta ahora -le ordenó el anciano.e acuerdo -respondió el niño con toda naturalidad.n cuanto puedas, convence a alguno de tus amigos para que venga aquí contigo.e acuerdo -repitió el chaval.

Ahora ya puedes irte -dijo Jack, y le acompañaron hasta la puerta.asta luego -dijo Toni mientras cruzaba el umbral.

Hasta luego -contestaron los demás.ué pasada... -dijo Juanito desp ués de cerrar la puerta-. Obedece como un perrito amaestrado...so parece, aunque todavía no las tengo todas conmigo -dijo Peterson-. Ha tardado tan poco tiempo en transformarse... -El viejo se frotó la barbilla, pensaupongo que lo único que p odemos hacer es esp erar.

41

oni tenía hambre y le dolía un poco la cabeza, pero por lo demás estaba perfectamente. Al llegar a su casa, en un bloque de pisos, su madre fue corriendo haHijo mío! -exclamó con los ojos llenos de lágrimas-. ¡¿Dónde has estado toda la noche?! ¡Tu padre y yo estábamos muy preocupados!erdona, mamá, me perdí en el bosque.En el bosque? ¡Pero ¿no te he dicho mil veces que no te alejes de casa cuando sales a jugar?! -En menos de un segundo, la alegría de la mujer se había transnfado-. ¡¿Cuántas veces te lo tengo que decir?! ¡Vete ahora mismo a tu cuarto y no salgas de allí hasta que yo te lo diga! ¡Estás castigado!

niño comenzó a caminar hacia su habitación y le preguntó a su madre:Dónde está papá?¿A ti qué t e parece?! ¡Trabajando!

sea, que no hay nadie más en casa, ¿no?Claro que no! ¡Pero deja de hacer preguntas estúpidas y vete a tu cuarto de una vez!í, ya voy -dijo Toni, pero en lugar de ir a su habitación, entró en la cocina y cogió el hacha de cortar carne. La mujer no se dio cuenta de ello, puesto que e

bía sentado en el sofá para seguir viendo su telenovela favorita: Amantes hasta la muerte.oni entró en su habitación y escondió el hacha bajo la almohada. Entonces se puso a gritar:Aaaaay! ¡Qué daño! ¡Mamáaaaa!a mujer corrio a la habitación y le preguntó a su hijo:Qué pasa?, ¿por qué gritas?niño estaba sentado en la cama y tenía el pie derecho cogido con ambas manos.uando he ido a quitarme el zapato me ha empezado a doler, ¡ay!éjame ver -dijo la madre, agachándose. Le quitó el zapato y el calcetín-. Qué raro... no veo nada fuera de lo normal.

Seguro? Fíjate bien.a mujer agachó la cabeza aún más para ver mejor el pie de su hijo. Éste, con mucho sigilo, metió una mano bajo la almohada y empuñó el hacha de cocina. a mujer pudiera darse cuenta de sus intenciones, Toni levantó el hacha con ambas manos y la descargó sobre su cuello, ¡chack! El utensilio de cocina part

uca de la mujer, matándola instantáneamente. Eso sí, no llegó a cortarle la cabeza, pues el acero tan sólo había penetrado unos centímetros, lo justo parue resultara mortal.nsó en lo que debía hacer a continuación y decidió acudir a sus amos en busca de consejo, pues no sabía qué hacer con el fiambre de su madre.

ue a la cocina y cogió uno de los cuchillos más afilados. Se lo guardó en el bolsillo y salió de casa.

n el rellano de la escalera se encontró con Marta, la vecina de enfrente.Dios mío, Toni! ¡Por fin has aparecido! -exclamó la mujer-. Tus padres estaban muy preocupados. ¿Dónde has estado toda la noche?

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chaval no contestó, sino que sacó el cuchillo y le rajó el cuello con una rapidez asombrosa. Marta cayó cuan larga era, golpeando brutalmente la cabeza . Este sonido alarmó a otra vecina, Berta, que vivía en el piso contiguo al de Marta. Salió al rellano para ver qué ocurría, y cuando vio a su vecina en el sueo rajado y al pequeño Toni empuñando un cuchillo ensangrentado, empezó a gritar. El niño no perdió tiempo y le lanzó el cuchillo desde donde estaba, a uos de ella. La puntería del joven hizo que el arma se clavara justo en el corazón de la mujer, que, lógicamente, también cayó al suelo.oni se apresuró a arrancarle el cuchillo del pecho, cuando un anciano acudió a la puerta a ver qué ocurría. Toni fue hacia él y le pegó una patada en la entrep

cayó al suelo, dolorido, y el niño acabó de rematar la faena degollándolo.chaval actuaba como una máquina de matar.iró a su alrededor y murmuró:engo que largarme de aquí...pasar junto a Marta, que ya se encontraba en medio de un enorme charco de sangre, la puerta de su piso se abrio, apareciendo tras ella un niño y una

ma. Antes de que p udieran darse cuenta de lo que le había pasado a su madre, Toni les rajó el cuello a los dos de golpe, arqueando esp ectacularmente el erda a derecha.

¿Qué está pasando ahí arriba?! -exclamó alguien desde la planta inferior.oni p ermaneció en silencio y se escondió en uno de los p isos.ero... ¿qué demonios es eso? -dijo el vecino al ver que algo chorreaba por el borde del rellano de la planta superior. Sin embargo, ni se le pasó por la caera ser sangre. Subió las escaleras, y entonces vio a los cinco muertos. Todo el suelo estaba encharcado de sangre.Santa Madre de Dios! -exclamó, tapándose la boca con las manos, y volvió a bajar a paso ligero.

Mierda -murmuró Toni-, este hijo puta va a llamar a la poli...niño salió de su escondite, saltó por encima de la barandilla del rellano y aterrizó sobre el vecino, que aún estaba bajando las escaleras. Aprovechó el impu

a para rajar la espalda del hombre.Aaaaah! -gritó el tipo cuando una herida de 40 centímetros apareció en su espalda.alla, cabrón, que vas a alarmar a todo el vecindario -dijo Toni, y se apresuró a degollarlo a él también.

Papá, ¿qué pasa?! -exclamó un niño que había acudido a ver qué ocurría. Al ver a su padre, gritó-: ¡Abuela, abuela! ¡Le han hecho daño a papá!oni, que se había escondido junto a la entrada del piso al oír aquella voz, entró ahora en la casa y se encontró de frente con el huérfano. Éste, al ver a Tonillo en la mano, se quedó paralizado de miedo, lo cual aprovechó el joven asesino para, cómo no, degollarlo a él también.Qué ocurre? -dijo una voz de anciana desde el salón. Si la vieja hubiera permanecido en silencio, Toni se habría marchado, pero al hacer aquella preguna firmado su sentencia de muerte.niño corrio por el pasillo y entró en el salón.

Quién eres tú? -preguntó la vieja, que estaba cómodamente sentada en un sillón.Que quién soy? -dijo el chaval, y, acercándose a la mujer, añadió-: Soy su verdugo, señora. -Y la degolló a ella también. De izquierda a derecha, ¡zas!n aquel mismo instante, oyó voces en el rellano.Dios mío! ¡Pero ¿qué es esto?! ¡¿Qué es esto?! -exclamó una voz masculina.Aaaaah! -aulló otra voz, en este caso femenina.

Malditos cabrones... -masculló Toni-, ¿es que voy a tener que mataros a todos o qué? -Y con paso firme se dirigió hacia el rellano.Toni! -exclamó el hombre, al ver aparecer a su joven vecino-. ¡¿Qué es todo esto?!, ¡¿quién lo ha hecho?!

Menos mal que estáis aquí... -dijo el niño, fingiendo estar asustado y con el cuchillo escondido tras la espalda-, por poco me mata a mí también...Pero ¿quién?! ¡Por el amor de Dios! ¡¿Quién?!arecía extranjero. Creo que ha escapado escaleras abajo.vecino se apresuró a bajar por las escaleras, pero para ello tenía que pasar junto al niño. En el momento en que lo tuvo más cerca, Toni atacó. Otra vez lo

quierda a derecha, ¡zas!, y un degollado más. El hombre cayó rodando hasta el siguiente rellano.Aaaaah! -gritó la vecina, aterrorizada. Sin embargo, sus gritos no duraron mucho tiempo, puesto que Toni ya iba a por ella. La mujer nada pudo haceez del chaval, que, como ya he dicho antes, se había convertido en una auténtica máquina de matar. Había adquirido una gran habilidad cortando cuellos, lazo derecho como si de un látigo se tratara. De modo que también fue éste el método que utilizó para acabar con la señora, que dejó de chillar de inmediato.oni, que pronto sería conocido como El Degollador de Blanes, echó a correr escaleras abajo con la intención de salir de allí de una vez por todas. No obr la mano en el pomo de la puerta principal, vio que la tenía completamente roja.

Mierda… -se dijo-. No puedo salir así a la calle.es que las manos no eran lo único que tenía manchado. Estaba cubierto de sangre de la cabeza a los pies.Y ahora qué hago? -se preguntó, contrariado-. Si subo a ducharme y cambiarme de ropa, seguro que al salir ya habrá llegado la poli. ¡Mierda!os temores del crío eran razonables. Quizá alguno de los vecinos que quedaban con vida ya había avisado a la policía al oír los gritos.a sé lo que haré -murmuró.quitó la camiseta que llevaba puesta y se la colocó a modo de capucha sobre la cabeza. Con el cuchillo le hizo un par de agujeros a la altura de los ojos, pa

Al menos así no le reconocerían. Se guardó el arma en un bolsillo y salió a la calle, en dirección a la casa de sus amos.fortunadamente no había mucha gente por la calle, aunque, eso sí, los pocos que le vieron se quedaron muy extrañados ante su extravagante aspecto.a estaba a medio camino de la casa de Juanito, cuando comprendió que era muy arriesgado ir directamente hasta allí. Si alguien lo veía entrar en el chalea, podía poner en peligro a sus amos, y eso estaba prohibido para él.erca de donde se encontraba en ese momento había una zona boscosa y decidió esconderse allí. Seguiría el camino por la noche, cuando era menos probera gente por la calle.

42

ientras tanto, en casa de los Hausser, Javi seguía su proceso de lavado y los demás mataban el tiempo, cada uno a su manera. Juanito y Jack jugaban al ajujoso tablero de mármol, y Paco veía la tele, cómodamente sentado en el sofá. Concretamente estaba viendo la interesante película con la que habían enga.uando ésta finalizó, se puso a hacer zapping, y cuál fue su sorpresa cuando en uno de los canales vio la imagen de una de las calles de Blanes.Eh, mirad, tíos! -exclamó-. ¿Eso no es Blanes?ues sí... -dijo Juanito, observando la tele con curiosidad.

ntonces una voz empezó a relatar la noticia:ste pintoresco pueblo de la Costa Brava ha vivido hoy una de sus jornadas más negras. Al parecer, un desequilibrado mental ha terminado con la v ionas en este bloque de pisos. Les adv ertimos que las imágenes que vamos a emitir a continuación pueden herir su sensibilidad .

continuación aparecieron en pantalla las imágenes de las víctimas, casi todas degolladas y en medio de un gran charco rojo.Host ias! -exclamó Hausser-. ¡Eso ha sido Toni, seguro!

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s posible -dijo Jack, mirando la tele con los ojos brillantes de interés.Shshsh! ¡Callaos! -exclamó Paco-. A ver qué más dicen.

De momento la policía no ha detenido a ningún sospechoso, pero están trabajando duro para encontrar al culpable de estos horribles crímenes.informativo continuó con otras noticias.iene que haber sido él -repitió Juanito.i en verdad ha sido Toni, parece que de momento está cumpliendo perfectamente con su obligación -dijo Peterson-. En fin, habrá que esperar a que vuelva yuenta.oy a echar un vistazo a Javi -dijo Hausser, y bajó al sótano. Encontró a su amigo igual que cuando lo habían dejado allí. Seguía con los ojos cerrados, pero ovía levemente en cada respiración, lo cual tranquilizó a Juanito-. Bueno, al menos sigue vivo -murmuró, y volvió a subir al salón.Cómo está? ¿Ya ha abierto los ojos? -preguntó Peterson.o. Sigue igual.ueno, tengamos paciencia -dijo el anciano.sto de tener que estar bajando al sótano cada dos por tres es un rollo -dijo Hausser-. ¿Qué os parece si instalamos una cámara de vídeo abajo y la conectAsí podríamos tenerlo todo controlado desde aquí.uena idea -dijo Jack-, pero tendríamos que comprar unas cuantas. Dentro de p oco tendremos todo el sótano lleno de gente y habrá que vigilarlos a todos.s verdad -dijo Juanito-. Pero una cosa es instalar una cámara y otra muy distinta montar t oda una red de cámaras. -El niño se frotó la barbilla, pensativo.Y si raptamos a un técnico? -propuso Paco-. Le lavamos el cerebro y le ordenamos que haga el trabajo.Buena idea! -exclamó Jack, señalándole con un dedo.anito también estuvo de acuerdo.hora hay que pensar en el modo de traer hasta aquí a un técnico de ésos -dijo Peterson-. No va a ser tan fácil como engañar a un niño.

os t res guardaron silencio mientras pensaban en esta cuestión.a lo tengo -dijo finalmente el anciano-. Llamamos al técnico, le decimos que se nos ha estropeado la tele, y cuando esté aquí le golpeamos y le metemos cloerfecto -dijo Paco.ausser fue a buscar las páginas amarillas y buscó en el apartado de técnicos audiovisuales.

Mirad -dijo-, aquí tenemos uno.terson se levantó y se dirigió al teléfono. Descolgó el auricular y dijo:ver, dime el número.

anito se lo dijo y Jack lo marcó en el aparato. Al tercer tono, una voz malhumorada y ronca contestó:

eparaciones Gutiérrez, diga.uenas, tengo un p roblema con mi televisor -dijo Peterson.Qué tipo de p roblema? -preguntó el técnico.ues verá..., no sé qué le pasa al volumen. A veces se pone al máximo solo, y me llevo unos sustos de muerte.

A ver, espere un momento -dijo Gutiérrez, y Jack oyó que soltaba el auricular sobre una mesa. Al cabo de unos segundos lo volvió a coger y dijo-: Mirenes no voy a poder ocuparme de lo suyo, es que estoy de trabajo hasta el cuello.Hasta el viernes? -preguntó Jack, contrariado-. Pero si estamos a lunes.o siento, amigo, pero eso es lo que hay. Si quiere mis servicios tendrá que esperar hasta el viernes.ueno, quizá pueda esperar..., pero dígame una cosa, ¿usted sabe instalar redes de vídeo? Es que necesito instalar varias cámaras de seguridad en el chalet. Hn suelto hoy en día...or supuesto que sé instalarlas. ¿Ya tiene usted las cámaras o aún las tiene que comprar?

Aún las t engo que comprar.ues si lo desea yo puedo aconsejarle sobre el tipo de cámara que más le convenga. Verá, aparte de reparar electrodomésticos, también tengo un pequeñoe puede usted encontrar las cámaras que necesita. ¿De cuántas estaríamos hablando?ues... yo diría que unas veinte, más o menos. Pero si hacen falta más, ponemos más; el dinero no es problema.oír esto, Gutiérrez empezó a relamerse de avaricia. Y es que la venta e instalación de veinte cámaras de vídeo le proporcionarían una sustanciosa suma de

Muy bien, muy bien -dijo-, pues cuando usted quiera puede pasarse p or la tienda. -El hombre le dio la dirección.spere un momento -dijo el anciano-. Ya que voy a hacerle una compra tan cuantiosa, supongo que podrá replantearse lo de no venir hasta el viernes, ¿verdaues no sé..., tendré que volver a mirarlo en mi agenda, quizá encuentre algún hueco para hoy mismo.erfecto -dijo Peterson-, llámeme en cuanto sepa si p uede venir hoy .

Así lo haré, hasta ahora.técnico colgó el teléfono. En esos momentos se encontraba solo en su taller de reparaciones.einte cámaras... -murmuró sonriendo y frotándose las manos. Se quedó mirando el montón de electrodomésticos que tenía que reparar-. Bah..., que esperenamó a Jack.Diga? -dijo el anciano al levantar el auricular.oy Gutiérrez, el técnico.í, dígame.aga el favor de darme su dirección y en cuanto pueda me paso por ahí.ck le dio las señas.

Tiene previsto salir de casa? -preguntó el técnico.No, t ranquilo. Estaré aquí, esperándole.e acuerdo, hasta luego.asta luego.terson colgó el teléfono y se dirigió a los niños:Veis qué pronto ha cambiado de opinión cuando ha visto que puede llevarse un buen dinero?a ves... -dijo Paco.ada vez me da más asco esta sociedad -siguió el viejo-. Dinero, dinero y más dinero. La gente sólo piensa en el puto dinero.uánta razón t ienes -dijo Juanito-. Este sistema está p odrido por culpa del maldito dinero.ueno -dijo Jack-, esperaremos a que venga, y, en cuanto veamos la oportunidad, lo dejamos KO de una patada en los huevos. ¿Queda mucho clorofountó a Hausser.a mitad, más o menos -contestó el niño.ueno, si te parece bien y o me encargo de arrearle y tú le drogas, p ero tienes que poner bastante líquido en el pañuelo. Ten en cuenta que ahora se t rata de udría darnos problemas. Por si las moscas, sería mejor que fuéramos t odos armados, no sea que algo salga mal. Si el tipo intenta escapar, lo acribillamos y liuena idea -dijo Hausser.

Tienes t res p istolas? -le preguntó el anciano.ues claro. Si algo sobra en esta casa son armas. Ahora vuelvo.

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chaval fue hacia la escalera que había en uno de los extremos del salón y subió por ella hasta el desván. Allí había todo un arsenal. Sobre una mesa deslas de varios tamaños, escopetas de cañón recortado e incluso una caja llena de granadas. En una de las paredes había una gran estantería repleta de muniiferentes t ipos de arma.anito cogió un par de pistolas más bien pequeñas, para que Paco y Jack pudieran manejarlas con facilidad, y las cargó.omo el lector recordará, Hausser ya tenía su propio revólver, con el que había amenazado a Peterson el día anterior.olvió al salón y entregó las pistolas a sus amigos.erfecto -dijo Jack, colocándose la suya en la cintura-. Y ahora, a esperar.

43

o había pasado ni un cuarto de hora cuando sonó el timbre. Peterson se acercó a la p uerta y se asomó por la mirilla. Al ot ro lado había un hombre robbros anchos y brazos musculosos, p or la costumbre de cargar con televisores y todo t ipo de electrodomésticos.reo que es él, chicos -dijo el anciano en voz baja, y abrio la puerta-. Hola, ¿es usted el señor Gutiérrez?l mismo -contestó el técnico. Llevaba una gran caja de herramientas en la mano derecha.ase, pase..., estoy aquí con mis nietos.ola, chicos, ¿qué tal? -les saludó el hombre con una falsa sonrisa.

Hola -contestaron los dos niños al unísono. En aquel momento estaban sentados en el sofá.Ésta es la tele que da problemas? -preguntó Gutiérrez señalando el televisor.

Así es -dijo Peterson-. Como ya le dije por teléfono, el volumen se ha vuelto loco. Tan pronto se sube solo, como se baja hasta el mínimo.a verdad es que es bastante raro -dijo el técnico dirigiéndose hacia la tele. Cuando estuvo junto a ésta, dejó la caja de herramientas en el suelo y, jusento, Jack le arreó una patada en los cojones. El tipo chilló como una niña, se llevó las manos a la zona dolorida y cayó al suelo.

Ahora, rápido! -exclamó Peterson-. ¡El cloroformo!anito cogió el bote y el pañuelo. Vertió una buena cantidad de líquido en él e intentó aplastarlo contra la boca y la nariz de Gutiérrez. El hombre, sin embtó estar tan KO como había parecido en un principio. Movía la cabeza bruscamente hacia los lados, lo que hacía muy difícil drogarle.Estate quieto, coño! -le gritó Jack, y volvió a golpearle en la entrepierna. Pero el técnico se protegía su zona íntima con las manos, y no las retiraba de allí a atadas de Peterson-. ¡Qué hijo de put a más tozudo! -exclamó el viejo-. ¡Ahora verás!ck abrio la caja de las herramientas y sacó un martillo. Lo alzó en el aire y lo descargó sobre las manos de Gutiérrez.

Aaaaah! -aulló éste, al notar que una de ellas se le quebraba. Por fin dejó la entrepierna desprotegida, y entonces Jack no tuvo piedad: con una mirada reboe asestó un terrible martillazo en los huevos.hombre gritó como si lo estuvieran quemando vivo, y, por unos instantes, dejó de agitar la cabeza.

Ahora! -exclamó Peterson-. ¡Aplástale el pañuelo contra la cara!anito obedeció. Al cabo de unos segundos los músculos del hombre se relajaron, señal de que el cloroformo había hecho efecto.stá bien -dijo Jack-, ya p uedes quitarle el pañuelo.

Menudo toro está hecho el tío -dijo Paco.ues sí. Suerte que tenía la caja de herramientas aquí mismo... -Jack se quedó en silencio unos instantes y en su rostro se dibujó un gesto de contrariedad. Sal cuerpo del técnico y observó sus manos. Una de ellas, la que había recibido el martillazo, estaba muy enrojecida y había empezado a hincharse-. ¡Mierd

Qué ocurre, Jack? -preguntó Juanito.Me temo que le he roto la mano. ¡M aldita sea! Ahora no podrá instalar las cámaras.A lo mejor sólo es un golpe y no se ha roto nada -dijo Paco.

jalá fuera así, pero le he dado muy fuerte. Me jugaría el cuello a que la mano está rota.ues qué bien... -dijo Hausser con fastidio-. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Buscamos a otro técnico?ué remedio... -dijo Jack-. Pero vamos a tener que pensar en otro sistema para que no nos vuelva a pasar lo mismo otra vez.

Y con éste qué hacemos? -preguntó Paco.a que lo tenemos aquí, lo mejor será que le lavemos el cerebro, ¿no os parece? -propuso Jack.ale -contestaron los chavales.ero vamos a tener que atarlo bien fuerte -siguió Peterson-. Como se despierte y consiga liberarse... -El anciano guardó silencio unos instantes y luego prto-: ¿Tienes cadenas? Lo digo porque lo ideal sería encadenarlo.adenas no, pero sí tengo varias esp osas, ¿servirán?

Hace poco vi una peli donde inmovilizaban a un tipo con dos pares de esposas -intervino Paco-. Primero lo tumbaron boca abajo, después le esposaron la espalda, luego le levantaron los p ies de forma que quedaran cerca de las manos, y le pusieron otras esposas en los t obillos, entrelazándolas con las espoos. De esta forma el tipo queda totalmente inmovilizado.uena idea -dijo Jack-, podríamos hacerlo así.ues venga, démonos p risa -dijo Hausser-. Hay que hacerlo antes de que desp ierte.

ntre los t res lo bajaron al sótano, lo esposaron como había explicado Paco, y finalmente le pusieron un esp aradrapo en la boca.ueno -dijo Jack-, ahora habrá que llamar a otro técnico. Vamos a...

Eh! -le interrumpió Juanito-. ¡M irad! ¡Javi tiene los ojos abiertos, como los tenía Toni!

co y Jack miraron hacia Javi y comprobaron que era cierto. Los ojos del niño estaban muy abiertos y miraban fijamente al techo, sin pest añear.Genial! -exclamó Peterson-. Eso es que él también ha empezado el proceso de transformación. Pero venga, no perdamos tiempo, llamemos a otro técnico.os tres subieron arriba y Juanito volvió a buscar en las páginas amarillas. Esta vez llamaron a un tal Pérez. La conversación con él fue curiosamente pareior con Gutiérrez. Primero dijo que tardaría unos días en poder ir, pero en cuanto Jack le habló de las cámaras de vídeo, resultó que el tipo también eño negocio de electrodomésticos y, de pronto, ya tenía hueco para ir aquel mismo día a casa de los Hausser.ien -dijo Peterson al colgar el teléfono-, ¿tenéis un bate de béisbol o algo parecido?í, yo tengo uno -dijo Juanito-, ¿para qué lo quieres?

Mirad, cuando llegue Pérez le haré pasar, y en cuanto me dé la espalda le arrearé con el bate en la cabeza.Y si te lo cargas? -dijo Paco.se es un riesgo que tendremos que correr -contestó Jack-. Aunque si tenemos la mala suerte de darle en mal sitio y se muere, tampoco pasa nada. Llamamoco y listos. Pero t ranquilos, es p oco probable que muera, seguramente sólo perderá el sentido. Por cierto, ¿t ienes más esposas, Juanito?í, en el desván tengo unas cuantas más.erfecto, entonces lo esposaremos igual que a Gut iérrez.cabo de cinco minutos sonó el timbre de la puerta.

oder, ¿ya está aquí? Qué tío más rápido... -dijo Peterson-. Corre, Juanito, t ráeme el bate.

timbre volvió a sonar, esta vez con más insistencia.Un momento, por favor! -exclamó Jack-. ¡Enseguida abro!

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ausser le llevó el bate al anciano y éste abrio la puerta, de tal modo que el palo quedaba oculto tras ella.ase, pase... -dijo Peterson-. ¿Es usted el técnico, verdad?í, M anuel Pérez, p ara servirle -dijo el hombre, al tiempo que tendía una mano hacia Jack. Éste se la estrechó, pero en una postura algo dificultosa, puesto eguir ocultando el bate tras la puerta. Por un momento, a punto est uvo de p erder el equilibrio.

Le ocurre algo? -preguntó Pérez.No se p reocupe, es la espalda. La edad no perdona, ¿sabe?

omprendo -dijo el técnico con cara de lástima. Por fin entró en la casa-. Hola, chavales, ¿qué tal? -les dijo a los niños.terson aprovechó ese momento para atizarle con el bate en la cabeza. El hombre cayó al suelo como un muñeco de trapo. Jack se arrodilló junto a él y leo.emos tenido suerte -dijo-, sigue vivo. Rápido, el cloroformo, antes de que vuelva en sí.anito drogó a Pérez y lo llevaron al sótano, esp osándolo de pies y manos, como habían hecho con Gutiérrez.

nas horas más tarde, los dos técnicos t enían los ojos tan abiertos como Javi, lo que indicaba que su transformación también había empezado.s increíble -dijo Jack-, todo va mucho más rápido de lo previsto en el manual. Seguro que es el cloroformo lo que acelera el proceso. Por cierto, ¿cuántito?stá a punto de acabarse -contestó el niño.amos a tener que conseguir más -dijo Peterson-. Voy a la farmacia.

44

anciano salió a la calle y se dirigió a la farmacia más cercana. Apenas conocía la zona, pero ya se sabe que preguntando se puede llegar a cualquier sitio.o había ningún cliente en la farmacia cuando Jack entró en ella; sólo un farmacéutico. Al cerrar la puerta, Peterson le dio la vuelta al cartelito que ponía “ABun lado y “CERRADO” por el otro.Qué hace? -dijo el farmacéutico, entre sorprendido e irritado-. Vuelva a girar el cartel ahora mismo.ierra el pico, hijo de puta -dijo Jack sacándose la pistola. El hombre, de unos 50 años, levantó las manos, acojonado.or favor, no dispare -le rogó.so depende de ti. Si haces lo que te diga, no te pasará nada. Vamos a la trastienda.hombre obedeció. Una vez allí, Peterson le dijo:

léname una bolsa con botes de cloroformo.o que usted diga, pero por favor, no dispare.ue no, p esado…, pero obedece de una vez si no quieres que cambie de opinión.as bolsas están bajo el mostrador. Ahora vuelvo.lto ahí -dijo Jack cuando el farmacéutico ya se iba-. ¿Crees que me chupo el dedo? Lo que quieres es escapar. Busca por aquí, seguro que encuentras algunahombre miró dentro de una caja y allí encontró una. A continuación abrio un armario. Estaba lleno de pequeños botes. Empezó a sacarlos y a meterlos en l

Seguro que eso es cloroformo? -preguntó Jack, desconfiado.í, señor.uando el hombre terminó de llenar la bolsa, Peterson le dijo:azle un nudo y déjala junto al armario.farmacéutico obedeció.

Ahora coge otro bote, échate un poco de cloroformo en la manga y póntela sobre la nariz hast a que te quedes dormido.ero, señor, soy alérgico al cloroformo, si hago eso me podría... -empezó a decir el hombre.azlo o te mato -dijo Jack, echando hacia atrás el percutor de la pistola.o que usted diga... -dijo el farmacéutico, y obedeció las instrucciones del viejo. Cuando iba a llevarse la manga mojada de cloroformo a la nariz, Peterson le de aconsejo que te tumbes en el suelo antes de hacer eso.hombre así lo hizo. A continuación se llevó la manga a la nariz y empezó a cerrar los ojos, como si ya se estuviera durmiendo. Sin embargo, estaba fi

antaba la respiración para no caer bajo los efectos de aquella sustancia.Me tomas por gilipollas o qué? -dijo Jack, que se había dado cuenta-. M ira que como te pases de listo te p ego un t iro... ¡Respira!De acuerdo, de acuerdo! -exclamó el tipo-. ¡Pero no disp are, por lo que más quiera, no disp are!der, qué tío más cansino..., pensó Jack.

Cierra la bocaza de una puta vez y respira el cloroformo! -le gritó.farmacéutico obedeció por fin y enseguida cayó bajo los efectos de la droga.terson se dirigió hacia donde estaba tumbado y se agachó junto a él. Le sujetó la cabeza firmemente y, con un rápido movimiento, la hizo girar hacia laéndole las vértebras cervicales y provocándole la muerte instantánea. Si no le había disparado, sólo había sido p or p recaución; el ruido p odría haber alede la calle.

ogió la bolsa y salió de la farmacia.llegar a casa, dijo:

Mirad, con esto tendremos para una temporada. -Y dejó la bolsa encima de la mesa.

anito y Paco fueron a abrirla.Vaya! -exclamó Hausser al ver el contenido-. ¿Todo esto es cloroformo?Así es -contestó el viejo.Cómo lo has conseguido? -preguntó Paco.ues ya te lo puedes imaginar. He tenido que cargarme a un farmacéutico. Por cierto, Juanito, ¿tienes silenciadores para estas pistolas? En la farmacia nido a disparar, por no llamar la atención.í, creo que hay unos cuantos en el desván. Voy a ver.ientras Hausser subía las escaleras, Paco le preguntó a Jack:Y cómo te has cargado al farmacéutico, entonces?e he obligado a drogarse a sí mismo y luego le he partido el cuello. Así. -El viejo hizo una demostración con las manos, como si estuviera retorciendo unaible-. Tiene que ser un movimiento rápido y fuerte, para que se quiebren las cervicales.co se frotó la nuca tras la explicación del viejo.

Vosotros aún no tenéis edad para matar así. Hace falta bastante fuerza -siguió Peterson.anito volvió con los silenciadores y les dio uno a cada uno.racias -dijo Jack-. La verdad es que es una suerte que tengas todo eso en el desván.

ues sí -contestó Hausser.Cómo siguen los de abajo? -preguntó Peterson.

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gual -dijo Paco-. Pero la mano de Gutiérrez cada vez tiene peor aspecto.abrá que avisar a un médico -dijo Jack mientras colocaba uno de los silenciadores en el extremo de su pistola-. A ver, ¿dónde están las páginas amarillas?quí -dijo Juanito-, espera, ya lo busco yo. -Al cabo de medio minuto, dijo-: Ya lo tengo: Gabinete médico.erfecto. Dame el número -dijo Peterson.ausser se lo dio y el anciano lo marcó en el teléfono. Poco después contestó una chica:abinete médico Rodríguez, dígame.uenas, ¿es usted doctora? -p reguntó Jack.

No, señor. Yo soy la secretaria del doctor Rodríguez. ¿En qué puedo ayudarle?Podría ponerme con el doctor, por favor?isculpe, señor, pero primero debe decirme lo que desea.erá, mi mujer, de 96 años, se ha tropezado con el perro y se ha caído. Le duele mucho la cadera. Ni siquiera he podido levantarla del suelo.spere un momento, voy a comunicárselo al doctor.ientras Jack esperaba, los niños se reían de la mentira que acababa de inventarse el anciano.hshsh... -les dijo Peterson, mientras con una mano tapaba la parte inferior del teléfono-. Como os oigan reír van a empezar a sosp echar.

os chavales se taparon la boca para ahogar sus risas.Oiga? -dijo la secretaria.í, dígame -contestó Jack.eme su dirección y el doctor irá enseguida.terson así lo hizo y la conversación telefónica finalizó.ueno -dijo el anciano-, con éste haremos como con Pérez: golpe de bate y cloroformo.ale -dijeron los niños.ck se quedó pensativo durante unos instantes.

Mierda -murmuró.Qué pasa? -preguntó Paco.ues que le he dado esta dirección a la secretaria, y cuando empiecen a investigar la desaparición del médico, lo primero que hará la poli será venir aquí. -Slla y añadió-: Vamos a tener que liquidarla.

os niños asintieron con la cabeza most rando su conformidad.ero lo p rimero es lo p rimero -siguió Jack-. Ahora centrémonos en el matasanos, que ya debe de estar en camino. Juanito, t en el cloroformo a punto.

anciano cogió el bate de béisbol y dio unos cuantos golpes al aire, como ensayando.n momento -dijo Hausser-. ¿No sería mejor que antes de dejarlo K.O. le obligásemos a curar a Gutiérrez? Si lo dejamos para más adelante, puede que eeore mucho.s verdad -convino Peterson-, pues entonces le diremos que primero se encargue de la mano. Veamos, en cuanto entre en el salón y la puerta esté cerrada, lotamos con las p istolas, ¿de acuerdo?e acuerdo -contestaron los otros.

poco rato sonó el timbre de la puerta.ck se asomó por la mirilla y vio a un tipo con una bata blanca y un botiquín en la mano.s él -dijo, y abrio la puerta.uenas tardes, soy el doctor Rodríguez -dijo el hombre.ienvenido, doctor, menos mal que ya est á aquí. Mi mujer tiene unos dolores t erribles. Pase, pase...Dónde está? -preguntó el hombre al cruzar el umbral.ck observó al médico con más detenimiento. Era bajito y extremadamente delgado.ero ¿usted es médico de verdad? -le preguntó con una sonrisa burlona.Cómo dice? -dijo el doctor, atónito.ranquilos, chicos -dijo Peterson a los niños-. Con éste no tendremos ningún p roblema. No tiene ni media host ia. -Y, diciendo esto, le dio un empujón al ho

ándolo al suelo sin la menor dificultad.uando el doctor empezó a levantarse, Jack se sacó la pistola de la cintura y le apuntó con ella.uieto o t e mato -le amenazó.continuación, Paco y Juanito también sacaron sus pistolas y apuntaron al hombre.Qué... qué queréis de mí?Ves aquel agujero en el suelo? Dirígete hacia allí.hombre obedeció. Estaba acojonado; tanto, que Peterson se dio cuenta de que podía hacerse sus necesidades encima en cualquier momento.spera -le dijo-. Ves a ese pasillo.Qué dices? -p reguntó Juanito, extrañado.ranquilo, sólo será un momento -contestó Jack.terson acompañó a Rodríguez hasta el baño.ájate los p antalones y siéntate en el váter -le dijo.

hombre obedeció sin rechistar.Los calzoncillos también, idiota! -gritó Jack.hombre volvió a obedecer. Pero, aunque temblaba de miedo, no parecía tener muchas ganas ni de orinar ni de hacer de vientre. De modo que Peterson

arle un poco más. Se acercó a él y le puso el cañón de la pistola en la frente.Voy a decirte la verdad -le dijo-. M e han pagado mucho dinero para que te mate, y eso es lo que voy a hacer ahora mismo. Contaré hasta tres y dispararé. -T

ntes, el viejo empezó la cuenta-. Uno..., dos...ntonces el doctor se cagó de miedo, literalmente. El pobre hombre estaba llorando.Arriba ese ánimo, caramba! -le dijo Jack-. ¡Sólo estaba bromeando! Nadie me ha pagado para que te mate. Anda, límpiate y ven conmigo.odríguez estaba tan aturdido que tardó un poco en reaccionar. Finalmente se limpió, se levantó y fue conducido hasta el sótano. Al ver a Javi, Gutiérrezvilizados, amordazados y con los ojos tan abiertos, volvió a asust arse mucho. Y cuando oy ó las frases que emitían los altavoces del ordenador, se puso

uevo. Al darse cuenta de esto, Jack le dijo:Hay que ver lo asustadizo que eres, ¿eh? No temas, hombre, que tú no acabarás como ellos. Eso sí, siempre y cuando hagas todo lo que te ordenemos, claro

cio unos instantes-. Dime, ¿te portarás bien?doctor asintió con la cabeza enérgicamente.uen chico -dijo Peterson, y lo llevó junto a Gutiérrez-. Este hombre ha recibido un golpe en la mano. Examínasela.

médico se agachó junto al técnico y observó la mano con detenimiento.Madre de Dios... -dijo-, esto tiene muy mala pinta. ¿Qué le ha pasado?

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a te lo he dicho: ha recibido un golpe.ero ¿qué tipo de golpe? -insistió el médico-. Trabajaré mucho mejor si sé lo que le ha pasado exactamente.e pegué un martillazo.ntiendo... -murmuró el doctor, que a aquellas alturas ya no se sorprendía de nada-. Pero a este hombre hay que quitarle las esposas. Fíjese, la hinchazón hala muñeca y el hierro le está dificultado la circulación. Si no actuamos con rapidez, la mano podría gangrenarse.

ueno, supongo que no pasa nada por soltarle una mano -dijo Jack-. De todas formas, poco podría hacer con ella. -El anciano se sacó una pequeña llave deeró la mano herida.Este hombre está drogado? -preguntó el doctor, mirando los ojos del técnico.Y a ti qué te importa? -contestó Peterson.s muy probable que tenga que operarle la mano, y , si t engo que p onerle anestesia, primero debo saber si ha tomado algún t ipo de estup efaciente.stá bien. Le hemos obligado a respirar cloroformo.Cloroformo? Entonces habrá que esperar a que desp ierte. No puedo anestesiarlo estando bajo los efectos de esa sustancia.Por qué no? -preguntó Jack.orque p odría sufrir daños cerebrales irreversibles.o importa, correremos el riesgo, ¿no os parece, chicos?

os niños se encogieron de hombros, de modo que la decisión quedó en manos de Peterson.erdone, señor -dijo el médico-, pero no puedo poner en peligro la vida de una persona sabiendo que...pérale o te mato -ordenó Jack, volviendo a apuntarle con la pistola.

De acuerdo, de acuerdo! -exclamó el médico, levantando las manos-. Necesito mi botiquín.oy a buscarlo -dijo Paco, y subió corriendo las escaleras.

uando el doctor tuvo sus herramientas de trabajo, examinó un poco más la mano de Gutiérrez y llegó a la conclusión de que debía operarle. Le puso anestesizó la operación. Cuando hubo puesto cada hueso en su lugar, cosió la piel, le vendó la mano y dijo:sto ya está.

Muy bien -dijo Jack-. Ahora túmbate en el suelo y cierra los ojos. Como los abras t e mato, ¿entendido?í -contestó el doctor.terson le hizo señas a Juanito para que le diera el cloroformo y el pañuelo. El niño se los dio y el anciano drogó al médico en apenas unos segundos.on éste canijo no harán falta esposas -dijo el viejo, poniéndose en pie-. Lo atamos como a Javi y a Toni, ¿no os parece?

No sé, y o le pondría unas esposas -dijo Juanito-. Tot al, en el desván todavía quedan muchas y son más fáciles de poner.

ueno, como quieras -dijo Peterson.espués de esposar al médico, Jack dijo:hora hay que encargarse de la secretaria del matasanos. En las páginas amarillas viene la dirección, ¿verdad?í -dijo Hausser-, voy a ver.

os tres subieron al salón y Juanito buscó de nuevo en las páginas amarillas.Aquí está -dijo, y leyó la dirección en voz alta.

erfecto -dijo Peterson-. Vosotros quedaos aquí vigilando a los prisioneros, que yo me encargo de ella.Vale -contestaron los niños.

45

uando llegó a la consulta, una chica morena de unos 20 años le abrio la puerta.uenas tardes, señor, ¿tiene visita programada? -le preguntó.ck contestó a la joven sacándose la pistola y pegándole un tiro en la cara. La chica cayó hacia atrás cuan larga era. El anciano se apresuró a entrar y cerró lrigió al escritorio donde seguramente debía de trabajar la secretaria y se puso a buscar en los papeles que allí había. Seguro que en alguno de ellos tenía ta la dirección de la casa de los Hausser. Debía encontrarlo y destruirlo.evaba un rato buscando sin encontrar nada, cuando sonó el timbre de la puerta.Maldita sea! -masculló Jack. Fue a la entrada y apretó el botón que abría la puerta de la calle. La consulta estaba en la tercera planta, así que tenía tinder a la muerta. La arrastró hasta el cuarto de baño, dejando un rastro de sangre en el suelo.ck abrio la puerta de la consulta para recibir a quienquiera que fuese.na mujer de unos 70 años de edad subía las escaleras muy lentamente. Cuando le faltaba poco para llegar arriba, dijo:Ay! Mis pobres piernas... ¡A ver si ponéis ascensor de una puta vez! -La anciana aún no había visto a Jack y se imaginaba que le estaría esperando la cpre. La vieja, paciente habitual de la consulta, siempre se estaba quejando por todo, y la pobre secretaria tenía que aguantar sus malos humores. De hana se comportaba así con todo el mundo, pero como aquella muchacha tenía más paciencia que una santa, la mujer se aprovechaba y se lo pasaba eéndose con ella. Así que, en aquellos momentos, mientras subía los últimos escalones que daban al rellano de la consulta médica, la mujer estaba ansargar toda su mala leche con la chica.na vez subido el último escalón, por fin levantó la mirada y vio a Jack.Quién demonios es usted? -espetó la anciana, y antes de que Peterson pudiera responder, la mujer añadió-: ¿Dónde está la inútil de la secretaria?

a tenido que ir al baño un momento.Al baño? Claro..., lo que sea con tal de no trabajar. Esta juventud de hoy da asco. ¡Pero quítese del medio, estúpido! -exclamó la mujer al llegar junto al viejoterson sintió que la ira se apoderaba de él. Agarró a la tipa por un brazo y tiró fuertemente de ella, lanzándola hacia el interior de la consulta. La señora ibrio, cayó sobre la mancha de sangre y se deslizó sobre ella hasta chocar contra la puerta del baño. Jack caminó con paso firme hasta situarse a metro y mer. La apuntó con la pistola, apretó los dientes y le disparó cinco tiros en la cabeza.sí aprenderás, vieja de mierda -dijo el anciano de 88 años. Y, no contento con esto, le pateó el estómago hasta que su rabia estuvo completamente saciad

da con todo -murmuró-. Yo le meto fuego a esto y a tomar por culo.sacó un mechero del bolsillo y prendió los papeles que había en la mesa. Cogió otro montón de papeles que había encima de una fotocopiadora, los arrugóque ardieran mejor, y los puso bajo una cortina que había junto al escritorio.peró un poco para asegurarse de que las llamas prosperaban, y cuando vio que así era, murmuró:erá mejor que me largue. Aquí ya empieza a hacer mucho calor.lió del edificio y volvió al chalet.

Misión cumplida -dijo al entrar en la casa-, ahora sólo nos queda esperar.

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las doce de la noche, Toni salió de su escondite y fue a casa de los Hausser.ck, Paco y Juanito estaban viendo la tele cuando sonó el timbre de la puerta.Quién coño será a estas horas? -dijo Hausser, levantándose del sofá. Cuando abrio, se quedó pasmado ante lo que vio-. ¡Hostias! ¿Eres tú, Toni? -Tuntárselo para asegurarse de que era él, porque tenía toda la cara manchada de sangre seca y oscurecida, lo que hacía difícil reconocerle.í, soy yo, ¿puedo pasar?laro, pasa, pasa... -dijo Juanito, echándose a un lado-. ¡Pero, tío, parece que vengas de una guerra! ¿Estás herido?

No, no..., esta sangre es de otras personas.Entonces es verdad! -exclamó Paco-. ¡Has sido tú el que se ha cargado a casi toda una comunidad de vecinos! ¡Si hasta han dado la noticia por la tele!h, ¿sí? -dijo Toni.

Muy bien, chaval -dijo Jack, acercándose a él-. Hiciste lo que tenías que hacer. Estoy orgulloso de ti.ueno, usted me dijo que trajera a algún niño, pero me ha sido imposible…

No te preocupes, hombre, ya habrá tiempo para eso. Lo realmente importante es que hoy te has portado como un valiente.Ya te digo! -exclamó Paco, mirando a Toni con admiración-. Yo también estoy orgulloso de ti.

yo -dijo Hausser, dándole unas palmaditas en la espalda-. Anda, date una ducha, que te hace falta. -Y le indicó donde estaba el cuarto de baño.espués de lavarse, Juanito le dejó ropa de la suya.sta no me la manches de sangre, ¿eh? -le dijo guiñándole un ojo.o intentaré. Aunque me temo que eso es difícil si mato con cuchillo. La sangre lo salpica todo… -dijo con fastidio.ienes razón -dijo Jack-. Yo tuve que p intar mi piso de Nueva York para ocultar las manchas de sangre.Entonces es usted de Nueva York? -preguntó Toni.í. -El viejo miró a Juanito y le dijo-: ¿Por qué no le das una pistola? Así podrá cumplir con su deber sin necesidad de mancharse.laro, ahora le traigo una -dijo Hausser, dirigiéndose a las escaleras.s una verdadera lástima que matar con arma blanca manche tanto -dijo el anciano, y, con la mirada perdida, añadió-: No hay nada en el mundo qupararse a la sensación de cortar carne humana...stoy de acuerdo con usted -dijo Toni.or favor, no me trates de usted, me hace sentir viejo -dijo el anciano.omo quieras, Jack.co después volvió Juanito, con una pistola y su correspondiente silenciador.quí tienes -le dijo a Toni-. Lo mejor es que te la guardes en la cintura.

e acuerdo.ye -dijo Hausser-, ¿te gustaría quedarte a vivir aquí?ues..., no sé...

No te preocupes -dijo Peterson-. Duerme aquí esta noche y mañana ya lo decidirás.stá bien -aceptó el niño, y, llevándose una mano a la tripa, añadió-: ¿Tenéis algo de comer? Me muero de hambre...hora te preparo algo -dijo Jack, dirigiéndose a la cocina.

Muchas gracias.cabo de un rato, el viejo volvió con un plato de patatas fritas y un par de chuletas. Toni se lo comió todo con avidez, y, ya con el estómago lleno, el cansa

o empezaron a apoderarse de él.reo que me voy a la cama, amigos -dijo-, estoy reventado. ¿Dónde puedo dormir?compáñame -dijo Juanito-. Dormirás en una de las habitaciones para invitados.

uando los dos se perdieron de vista escaleras arriba, Paco le preguntó a Jack:Tú crees que es buena idea que se quede a vivir aquí?

No sé..., esperemos a que venga Juanito y lo discutimos entre los tres.ale.

ausser volvió al salón.ye, Juanito -dijo Paco-. ¿De verdad te parece buena idea que Toni se quede aquí?

Yo no veo inconveniente -contestó Hausser-, ¿y vosotros?n principio no creo que pase nada porque se quede a vivir aquí -dijo Jack-, pero de todas formas habrá que pensarlo un poco más. Y por otra parte, ríamos planificar mejor lo que vamos a hacer de ahora en adelante.n ese momento Paco bostezó.Qué tal si lo dejamos para mañana? -dijo-. Yo ya tengo sueño.

yo también -dijo Hausser-. Sí, mejor lo dejamos para mañana, ¿vale, Jack?e acuerdo, como queráis -respondió el anciano.así los dos chavales se fueron a dormir, mientras que Peterson se quedó sentado en el sofá.

a tele estaba encendida y él miraba la pantalla, pero su mente estaba dándole vueltas a otras cosas más importantes. Pensó en lo que habían hecho hasta el man raptado a un niño, a un médico y a dos técnicos reparadores de electrodomésticos. Bueno, también estaba Javi, pero su caso no p odía considerarse un sue él solito se lo había buscado. Toni ya estaba transformado, y de momento el lavado parecía haber tenido éxito, puesto que el comportamiento del chaostraba.

abrá que traer a todos sus amigos... -murmuró Jack, y, con ese pensamiento, sintió que el sueño se apoderaba de él. Ni siquiera se molestó en irse a su hambó en el sofá y enseguida se quedó dormido.

47

la mañana siguiente, él fue el primero en despertar. Lo primero que hizo fue ir a comprobar cómo estaban los cuatro del sótano. Todos estaban diciendo en smo que decía el ordenador.

Fantástico! -exclamó Jack, entusiasmado.ápidamente, fue en busca de Juanito y de Paco. Cuando los tres estuvieron en el sótano, Peterson le dijo a Hausser:ara el ordenador, anda.niño obedeció y los cuatro cautivos siguieron recitando un minuto más. Luego se callaron y cerraron los ojos. A continuación, se echaron a reír igual que

o Toni en su momento, en un tono bajo e inquietante. Finalmente, guardaron silencio y abrieron los ojos todos a la vez, como autómatas perfeonizados.ntes de que pudieran decir nada, Peterson habló.

o soy Jack, vuestro amo. Guardad silencio a menos que os pregunte algo, ¿entendido?ntendido -repitieron los cuatro al mismo tiempo.

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ste es Juanito -dijo Peterson señalando al niño-, y éste es Paco. Miradlos bien, pues ellos también son vuestros amos y tienen poder absoluto sobre vosotrprimero que desataron fue a Javi.

uedes hablar, si quieres -le dijo Paco.or favor, perdonadme por haber sido tan estúpido -empezó el niño-. La verdad es que no entiendo cómo he podido estar tan ciego y no ver lo maravillotro proyecto. Gracias por haberme hecho entrar en razón.

No hay de qué -dijo Hausser-. Para eso están los amigos, ¿no?siguiente que desataron fue al médico, y finalmente a los dos técnicos.

scuchadme bien -dijo Peterson a los tres hombres-. Hoy pasaréis el día en esta casa. No salgáis de ella bajo ninguna circunstancia. Al llegar la noche, votros hogares y explicaréis a vuest ras familias que no recordáis nada de lo que os ha ocurrido. Les diréis que habéis despertado en el bosque y ya está. ¿Ententendido -respondieron los tres al unísono.ien, vamos para arriba, chicos -dijo el anciano dirigiéndose a Paco, Javi y Juanito.

na vez en el salón, Jack dijo:Vosotros tres t enéis móvil?í -dijeron los niños.ues yo no. Voy a comprarme uno. Ahora vuelvo.

viejo salió de la casa y, preguntando, dio con una tienda de telefonía móvil.uenos días -dijo al entrar.uenos días, señor, ¿qué desea? -dijo el dependiente, un joven de unos 20 años.uiero el mejor móvil que tengas. El más caro.

Muy bien. Mire, es éste -dijo el chico, sacando uno que había bajo el mostrador.Muy bonito -dijo Jack-. Prepáramelo, que me lo llevo.

e acuerdo.dependiente lo preparó todo y , finalmente, dijo:

erán 590 euros, ¿pagará en tarjeta o en efectivo?terson miró hacia la calle y comprobó que no había nadie por los alrededores. Sacó la pistola y, apunt ando al chico, contestó:n efectivo.continuación le disparó en la frente, cogió el teléfono y se marchó.

olvió a casa.Mirad qué móvil más chulo -dijo al entrar.Guau! -exclamó Hausser, cogiendo la caja-. ¿Cuánto te ha costado?na bala.

Qué? -dijo Juanito, extrañado, pero al cabo de un momento comprendió-. Ah, ya… La bala que has usado para cargarte al dependiente, ¿no?xacto -contestó el viejo-. Bueno, ahora ya estamos todos en contacto, estemos donde estemos. -Guardó silencio unos instantes y luego dijo-: Por ciemos con Toni?, ¿le dejamos que se quede a vivir aquí o no?o he estado pensando -dijo Hausser-, y me parece que lo mejor será que se vaya. Puede que la poli lo esté buscando, y si se enteran de que está aquí poproblemas.

ienes razón -dijo Jack-, será mejor que se vaya.ecisamente en ese momento, Toni bajaba por las escaleras.Buenos días, dormilón! -exclamó Peterson.uenos días -contestó el niño-, ¿cómo va eso?ues estábamos hablando de ti -dijo el anciano.De mí?í, hemos decidido que lo más sensato es que vuelvas a tu casa.e acuerdo -contestó el chaval.ero debes esperar a que sea de noche -siguió Peterson-. Es mejor que nadie te vea saliendo de aquí.e acuerdo -volvió a decir Toni, y fue a la cocina a prepararse el desayuno.ueno, chicos, me voy a dar un paseo -dijo el anciano, y salió de casa.

48

ientras Jack caminaba por las calles de Blanes, iba pensando en el proyecto, y de pronto se dio cuenta de que estaban cometiendo un grave error. Era ineran realizando lavados de cerebro en casa de los Hausser. Si querían que aquello tuviera una repercusión mundial, deberían pensar en un sistema que se reí mismo. Es decir, que cada uno de los transformados lavasen el cerebro a aquellos que tenían más a su alcance, como sus familiares y amigos, de modo quz, lo hicieran con otros, y así se crearía una cadena de lavados que se extendería a una gran velocidad.

apresuró a volver a casa y les explicó a los niños lo que había pensado.o que dices es razonable -dijo Hausser-, p ero entonces... -el chaval se quedó pensativo por unos instantes-, entonces tendremos que cambiar las frases del xacto -dijo Jack-, introduciremos una nueva orden: Debo lavar el cerebro a todos mis amigos y familiares.

Pero esa orden contradice la orden de matar! -dijo Juanito-. Cuando tengan la ocasión, no sabrán si matar o lavar el cerebro.aya..., es cierto -dijo Peterson frunciendo el ceño-. Entonces habrá que eliminar la orden de matar.

Si hombre! ¡Pues entonces vaya gracia! -exclamó Hausser-. ¿Para qué queremos transformar a la gente si al final no hacen lo más importante?Mierda! -exclamó Jack, golpeándose la frente con la mano-. ¿En qué estaré pensando? Tienes razón, no podemos eliminar esa orden. Pero entonces...

No vamos a poder crear el sistema en cadena que has p ropuesto.Y cómo haremos para cargarnos a todos? -intervino Paco.hizo un largo silencio mientras todos reflexionaban.

e repente, en un ataque de rabia, Juanito golpeó la mesa del salón y gritó:Maldita sea! ¡Tiene que haber una solución! ¡Tiene que haberla!n aquel mismo momento, la tele estaba dando una noticia de última hora. Al parecer, un grupo perteneciente a una secta satánica había realizado un tivo, en el cual habían perdido la vida 25 personas.

Eso es! -exclamó Juanito, golpeándose la palma de la mano izquierda con el puño derecho-. ¡Es la solución!

Qué quieres decir? -preguntó Jack.omo tú bien dijiste, eliminaremos la orden de matar y la sustituiremos por la de lavar cerebros.

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Pero seguimos en las mismas! -exclamó Peterson.No! -siguió Hausser con un nuevo brillo de ilusión en los ojos-. Porque añadiremos una orden más a la lista.Qué orden? -preguntó Paco.La orden de suicidarse después de haber lavado unos cuantos cerebros!co y Jack comprendieron que aquella era la solución ideal.

Sí! -exclamaron los dos, levantando los brazos en un gesto de victoria.ues venga -dijo Hausser-, no perdamos tiempo y grabemos la nueva lista de órdenes en el portátil. También habrá que grabar las instrucciones de cómo sbro.a se dirigían hacia la trampilla cuando Jack se detuvo y dijo:sperad.Qué pasa? -preguntó Juanito.i lo que hemos pensado sale bien, al cabo de unos días ya no quedará nadie a quien podamos matar con nuestras propias manos... -Jack hablaba con unración.Y qué? -dijo Paco-. Que se maten ellos solitos. ¿Dónde está el problema?anciano miró a los niños con un gesto de tristeza que no habían visto antes en él.h, vamos..., ¿qué te pasa, Jacky? -le preguntó Juanito.o quiero dejar... no quiero dejar de matar... -El hombre hablaba con un profundo abatimiento.ero, Jack -dijo Juanito-, la única manera de acabar con todos es haciendo lo que hemos hablado.

No -dijo de pronto Javi, que estaba sentado en el sofá.ombre, por fin abres la boca -dijo Paco-. ¿Y tú qué sugieres, a ver?se sistema no servirá para acabar con las tribus indígenas que viven en la selva, puesto que no entran en contacto con el resto de la sociedad.

Vaya, t ienes razón, eso se nos había pasado por alto -dijo Paco-. ¿Se te ocurre alguna idea para que podamos exterminarlos a todos?a única manera de conseguir eso es envenenar el aire de todo el planeta -dijo Javi-. Aunque dudo mucho que eso se pueda conseguir. Y por otra parte, ién la palmaríamos, claro.

Mierda! -gritó Hausser, contrariado.n momento, se me acaba de ocurrir algo -dijo Jack-. Podríamos eliminar la orden de matar y sustituirla por la de lavar el cerebro a amigos y familiares,

os dicho. Cuando la gran mayoría del planeta esté bajo nuestras órdenes, utilizaremos ese poder para acabar con todos, incluso con los grupos de gente aue hablaba Javi. Debéis tener en cuenta que tendremos control absoluto sobre todos los ejércitos del mundo. Lo único que tenemos que hacer para

ezcan es ir a hablar con el presidente de cualquier país y ordenarles lo que sea.ien pensado -dijo Hausser-, p ero falta un pequeño detalle.Cuál? -p reguntó Paco.

Además de la lista de órdenes, debemos introducir nuestras fot os en el ordenador para que todo el mundo nos reconozca.ierto -dijo Jack-. Todos los transformados deben ver nuestras fotos para poder reconocernos, y cuando ellos les laven el cerebro a otros, deberán most.., mierda, no todo el mundo tiene ordenador.o hay problema -dijo Juanito-. La gente que no tenga ordenador puede transformar a otros con cintas de casete, como me dijiste tú al principio, ¿recuerdalas pueden hacer en papel, no hace falta que las miren en un ordenador.

ienes razón -convino Jack-. En fin, tendremos que introducir todo eso en la nueva lista de órdenes.e modo que realizaron los cambios oportunos en la lista, se hicieron las fotos con el nuevo móvil supersofisticado de Jack e introdujeron las imágennador. Grabaron varias copias en CD y se las entregaron a los tres hombres y a Toni. Antes de esto se habían asegurado de que todos ellos tenían ordenar las 3 de la madrugada, los cuatro transformados (no contamos a Javi, que se quedaría a vivir con sus amigos) salieron sigilosamente de la casa y regresaa la suya, con la orden de lavar el cerebro a los amigos y familiares que tuvieran más a mano.ueno -dijo Jack, mientras cerraba la puerta de la casa-, ahora habrá que esperar unos días a ver qué pasa.

o voy a explicar todas las transformaciones que realizaron estos cuatro, p orque entonces no acabaríamos nunca con esta historia. Baste decir que Toni tranadre y a todos sus amigos. El médico a su mujer, a sus hijos y a unos cuantos amigos. Y los dos técnicos audiovisuales tres cuartos de lo mismo.ta segunda generación de transformados dio paso a una tercera mucho más numerosa, y así, cada día que pasaba, aumentaban en número cada vez más rápito que cada vez había más gente “trabajando” en el proyecto.

49

nos días después de liberar a Toni y a los otros tres, Paco le preguntó a Juanito:Cuánto tiempo más tendremos que esperar para saber si nuestro p lan está funcionando?so mismo me pregunto y o.encontraban junto a la piscina, tomando el sol. Javi también estaba con ellos, mientras que Jack había ido a dar un paseo por el pueblo.

so es muy fácil de comprobar -dijo Javi.Cómo? -preguntó Paco.

Cómo va a ser? Pues dándole una orden a cualquier desconocido. Si nos hace caso, es que y a se ha t ransformado y será señal de que el proyecto prospera.uena idea -dijo Hausser-, ¿hacemos la prueba?Vale -contestaron los otros dos.

levantaron del césped y fueron a dar una vuelta por el pueblo. La primera persona con la que se cruzaron fue un señor de unos 50 años. Cuando estuvierouanito le dijo:Hola, señor.Hola -respondió el otro.

ace calor, ¿verdad?Y que lo digas, hijo, este verano está siendo horroroso -dijo el hombre, pasándose una mano por la frente.

ues me temo que va a tener usted más calor todavía.Cómo dices, hijo? -preguntó el hombre, extrañado.úmbese en el suelo y haga diez flexiones.hombre tardó un poco en reaccionar, pero finalmente dijo:e acuerdo. -Se tumbó en el suelo e hizo las diez flexiones.

os niños estallaron en carcajadas.

Hostias! -exclamó Paco-. ¡Esto es genial!uando el hombre terminó, con bastante esfuerzo, p or cierto, se levantó y siguió su camino como si nada hubiera pasado.

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Eh! ¡Alto ahí! -exclamó Paco.señor miró hacia atrás y, aún jadeando, dijo:

Sí?Adónde crees que vas? Vuelve aquí ahora mismo.e acuerdo -dijo el hombre mientras volvía junto a los niños.

Ves ese escaparate? -dijo Paco señalando una tienda de ropa-. Lánzate contra él.e acuerdo -contestó el tipo, y salió corriendo hacia el escaparate. Al parecer, el hombre no llevaba la suficiente velocidad o el cristal era demasiado duro. E

no consiguió romperlo, sino que cayó al suelo, inconsciente.a dependienta de la tienda, de unos 25 años, rubia y con un cuerpo espectacular, salió a ver qué ocurría. Cuando vio al hombre caído en el suelo, les pregus:Qué ha pasado?aya, vaya..., mira lo que tenemos aquí... -dijo Paco, mirándola de arriba abajo-. Quítate esa blusita que llevas puesta.e acuerdo -dijo la chica, y obedeció la orden.

os niños se quedaron con la boca abierta al ver los pechos desnudos de la muchacha, pues no llevaba sostén.Madre mía! -dijo Hausser, tras un largo silencio.Nos la quedamos? -propuso Paco.Qué quieres decir?, ¿que nos la llevemos a casa? -preguntó Hausser.Pues claro! -dijo Paco-. ¿No ves que ésta nos hará todo lo que le p idamos?

No es mala idea, pero todavía es demasiado pronto. No sabemos cuánta gente está transformada, y si ven que nos la llevamos a casa, alguien podría sosp echupongo que tienes razón -dijo Paco, y, dirigiéndose a la chica, le ordenó-: Ponte la blusa, anda.

a joven así lo hizo, y luego fue a ver cómo estaba el hombre que se había golpeado contra el escaparate.Eh! Deja a ése en paz -dijo Paco-. Vuelve a la tienda y sigue con tu trabajo.e acuerdo -respondió la chica, y volvió a sus ocupaciones.co se acercó al hombre y, dándole unas palmaditas en la cara, exclamó:

Tú, despierta!ver que no reaccionaba, le pegó un buen bofetón. Esto sí que lo despertó.

Qué ocurre? -preguntó el tipo.ierra el pico, capullo, y acompáñanos.

e acuerdo.Por qué quieres que nos acompañe? -preguntó Javi.ara divertirnos un poco. A ver, prueba a mandarle algo.racias a una pequeña modificación en la lista de órdenes de los lavados de cerebro, ahora Javi también tenía control sobre los transformados.stá bien -dijo el niño, y, dirigiéndose hacia el hombre, le preguntó-: ¿Cómo te llamas?ablo -contestó el tipo.

Muy bien -dijo Javi-. M ira, vamos a hacer una cosa, Pablo. A la primera persona que nos crucemos le tienes que pegar un p uñetazo en el estómago. Pero bie

e acuerdo.co y Hausser se echaron a reír.ué cabrón, Javi, cómo te pasas... -dijo Paco, y s iguió riendo.

Mira quién habla... -contestó Javi, uniéndose a las risas de sus amigos.Eh, tú, capullo! -le dijo Paco a Pablo-. Ves unos metros por delante de nosot ros, no vay an a pensar que vamos juntos.e acuerdo.eja de decir “de acuerdo”, joder, que pareces un disco rallado... -dijo Paco-. Limítate a obedecer y punto.cabo de poco, vieron acercarse a un señor, también de unos 50 años. Al llegar junto a Pablo, le saludó alegremente.

Buenos días! -le dijo. Al parecer, era un amigo suyo.Buenos días! -contestó el otro, y a continuación le arreó un brutal puñetazo en el estómago. El hombre cayó al suelo, con las manos en la barriga y una mr en el rostro.arias personas que habían visto lo ocurrido se acercaron para ayudar al agredido.Eh, vosotros! -les gritó Paco-. ¡Dejad a ese hombre en paz y volved a lo vuestro!e acuerdo -dijeron todos a la vez, y cada uno siguió su camino.

Esto marcha! -exclamó Javi-. ¡Todos obedecen!í, eso parece -dijo Hausser-, pero sigamos haciendo pruebas. A ver, ¿le decimos al tío este que se pire o qué?ueno -contestó Paco, y, dirigiéndose a Pablo, le gritó-: ¡Tú, capullo! Pírate, anda, pírate... Mira que pegarle a un amigo...el hombre se marchó tan tranquilo.

os tres chavales siguieron caminando hasta que se cruzó con ellos una anciana. Debía de tener unos 80 años y llevaba una cesta llena de frutas y verduras.spere, señora -le dijo Javi-. ¿Viene usted de hacer la compra?s bastante evidente, ¿no te p arece? -respondió la mujer.

sí que nos ha salido chulita la vieja, ¿eh? -dijo Javi-. Tire al suelo todo lo que lleva en la bolsa. ¡Vamos!e acuerdo -dijo la mujer, y vació la cesta, quedando toda la compra esparcida por el suelo.sí me gusta. Ahora póngase a cuatro patas y vaya gateando hasta la playa. Cuando llegue al agua, échese a nadar y diríjase siempre hacia el horizonte, has

maye de cansancio.e acuerdo -dijo la mujer. Se puso a cuatro patas y se dirigió hacia la playa, seguida de cerca por los tres chavales.

as rodillas no tardaron en despellejársele, pero la anciana tenía una orden que cumplir, y eso estaba por encima de cualquier otra cosa.a gente empezó a acercarse a ella pensando que necesitaba ayuda, pero cada vez que esto ocurría, los niños les ordenaban que se marcharan. En su caminoa, unas 50 personas intentaron ayudar a la abuela, pero ante el mandato de los chavales, todos se iban.Qué p asada! -exclamó Javi-. ¡Todos obedecen! ¡El pueblo entero está t ransformado!so parece -dijo Hausser.r fin llegaron a la playa. Estaba llena de gente, por lo que Paco gritó:

Abrid paso! ¡Vamos, vamos, vamos! ¡Apartaos, pandilla de holgazanes!odos obedecieron, dejando un pasillo libre hasta el agua. La vieja llegó hasta la orilla y por fin se echó a nadar, lenta pero constante, hacia el horizonte.rvaron cómo se iba alejando mar adentro.e pronto, un vigilante de la playa se acercó a ellos. Concretamente, era el que habían puesto en sustitución del que había sido linchado unos días atrás.

¿Qué diablos está pasando aquí?! -exclamó. Aún no se había fijado bien en el rostro de los niños, por eso habló de ese modo.co se dirigió a algunos de los veraneantes que había allí, y, señalándoles con el dedo, les dijo:

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A ver, tú, tú, tú y tú, coged a este idiota y ahogadlo.os veraneantes corrieron hacia el vigilante, que no podía creer lo que acababa de oír, lo arrastraron hasta el agua y lo hundieron en ella hasta darle muerte. eron a sus toallas y siguieron tomando el sol.

Esto es la rehostia! -exclamó Hausser-. ¡Tenemos el pueblo entero en nuestras manos!í -dijo Paco-, ¿y quién sabe cuántos pueblos más? No sabemos hasta dónde ha llegado la cadena de transformaciones.s verdad -dijo Javi.ola, chicos -dijo Jack, apareciendo de pronto. Estaba paseando cerca de allí cuando Paco se había puesto a gritar a la gente que dejara paso a la anci

ndalo había atraído su atención.Has visto, Jack? -dijo Hausser, muy ilusionado-. ¡Todos hacen lo que nos da la gana! ¡La cadena funciona!

Así es -dijo Peterson poniendo los brazos en jarras-. Parece que la cosa va viento en popa. -Miró a su alrededor y añadió-: Fijaos en toda esta paraciados. Cualquiera de ellos se quitaría la vida con tan sólo una palabra nuestra.os cuatro guardaron silencio por unos momentos. Observando a toda aquella gente, les embargó una inmensa sensación de poder. Eran los amos. Los  putse hacía lo que ellos decían, así de sencillo.enemos que comprobar hasta dónde han llegado las transformaciones -dijo Jack-. Yo iría a Lloret, a ver cómo están las cosas por allí.

os demás estuvieron de acuerdo.ver, tú -dijo Peterson a uno de los que se habían cargado al vigilante-, ¿has venido en coche?

í -contestó el tipo.ues coge las llaves, que vamos a dar un paseíto.hombre obedeció y fue con ellos hasta el aparcamiento donde había dejado el vehículo.s éste -dijo.

Muy bien -dijo Jack-, ahora llévanos a Lloret. ¿Conoces el camino?í, señor.ues venga, en marcha -ordenó el viejo.

50

llegar al pueblo vecino, Juanito dijo:

are, aquí ya nos va bien.bajarse del coche, Hausser le dio una última instrucción al conductor.Ve aquel taxi que está aparcado allí? -dijo señalando hacia delante.í -contestó el otro.ues acelere todo lo que pueda y empótrese contra él.e acuerdo -contestó el tipo, y pisó a fondo el acelerador. Los neumáticos chirriaron sobre el asfalto y el coche salió disparado hacia el taxi, que estaba aos de distancia. El taxista no tuvo tiempo de reaccionar. Vio cómo el coche se le echaba encima sin poder hacer nada para evitarlo. El impacto, concretamene trasera, no fue excesivamente fuerte, aunque sí lo suficiente para cabrear al taxista, que salió del coche dispuesto a partirle la cara a aquel conductor temeargo, éste cerró las ventanillas rápidamente y echó el seguro de las puertas. Se incorporó de nuevo a la circulación y volvió a Blanes.Vuelve aquí, cabrón! -gritó el taxista, que enseguida volvió a montarse en el coche para perseguir al otro. Pero cuál fue su sorpresa cuando, al intentar poha, sólo se oía un ruido débil y cansino. Al parecer, el golpe le había jodido el arranque.

Mierda! -exclamó, y golpeó el volante con las palmas de las manos.amos a hablar con él -dijo Hausser-, a ver si nos obedece.acercaron al taxi. El hombre había salido del coche y estaba levantando el capó.

Eh, usted! -le gritó Juanito, que siempre había tenido manía a los t axistas. En su op inión, eran todos unos ladrones.hombre no le hizo caso y siguió a lo suyo.

Eh! -insistió Hausser cuando estuvo junto él-. ¡Le estoy hablando!argo de aquí, mocoso -contestó el tipo. Supo que era un niño por la voz, pues ni siquiera se había tomado la molestia de mirarle.

n ese momento el hombre estaba inclinado sobre el motor del coche.on un rápido movimiento, Juanito soltó la palanca que sujetaba el capó y éste cayó pesadamente sobre el taxista.Aaah! -gritó el tipo al notar el fuerte golpe contra la espalda y la cabeza.Vámonos, rápido! -dijo Hausser, y los cuatro se alejaron del lugar.ra cuando el taxista logró salir de debajo del capó, ya habían doblado una esquina.ien hecho -dijo Paco-, eso le ha tenido que doler.a te digo..., ese capó era enorme -dijo Javi.

Maldito hijo de puta... -dijo Hausser con los dientes apretados-. M ira que llamarme mocoso... A ese cabrón lo tengo que matar. ¡Lo tengo que matar!gunos transeúntes miraron al niño al gritar ésta última frase.uidado con lo que dices, Juanito -dijo Jack-. A ver si nos vas a meter en un lío. Cálmate.s que no puedo calmarme, tío, ¡no puedo! ¡Tengo que acabar con ese taxista de mierda! -El niño tenía la cara roja de rabia.

stá bien... -dijo Peterson-, ahora lo matamos, hombre, ahora lo matamos..., pero respira hondo y trata de t ranquilizarte, ¿de acuerdo?anito le hizo caso. Cerró los ojos y respiró hondo varias veces. Cuando volvió a abrirlos, Jack le preguntó:Qué tal?, ¿más tranquilo?ólo estaré tranquilo cuando ese cerdo esté muerto -contestó el niño.omprendo… -dijo Jack-. Déjamelo a mí.Qué vas a hacer? -preguntó Hausser.hora verás. Esperadme aquí.terson entró en una carnicería que había cerca de allí y gritó:

Atención todo el mundo!uatro mujeres que estaban haciendo cola y el prop io carnicero miraron a Jack, sorprendidos y extrañados.eñoras, váyanse de aquí ahora mismo.e acuerdo -respondieron, y , una a una, fueron saliendo de la tienda.ú, carnicero -dijo Peterson acercándose al mostrador-. Escúchame bien y haz exactamente lo que yo te diga.esde fuera, los tres niños observaban a los dos hombres. Jack hablaba y gesticulaba con las manos, como dando instrucciones, y el otro iba asintiend

za. Finalmente Peterson dejó de hablar y salió de la tienda. El carnicero se quitó la bata blanca, que estaba manchada de sangre animal, y la colgó en una pe

a en la pared. A continuación, cogió la pesada hacha de cortar carne y la envolvió en un trapo. Salió a la calle. Al pasar junto a Jack, le saludó levantando unaura del hombro. Peterson correspondió al saludo con una leve inclinación de cabeza.

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carnicero caminó con determinación hacia la calle donde había ocurrido el incidente con el taxista.igámosle -dijo Jack-, pero sin acercarnos demasiado.así lo hicieron.

uando el hombre llegó junto al taxi, había un grupo de personas rodeando al taxista, que yacía en el suelo, quejándose de un fuerte dolor en la espalda. El carnpaso entre el corrillo de gente, diciendo:

Déjenme pasar, p or favor, déjenme pasar! ¡Soy médico!fortunadamente, no había nadie entre aquellas personas que le conociera. El hombre se arrodilló junto al herido.s usted taxista, ¿verdad? -le preguntó. Pero el hombre no estaba para preguntas, aunque fueran tan sencillas como aquélla. Tenía la cara torcida en un gesto u lugar, una de las personas que se encontraba allí contestó:í, es taxista. Quedó atrapado bajo el capó de su coche.anito, mientras tanto, se fue escurriendo entre la gente para ver lo que ocurría allí.carnicero depositó el hacha envuelta en el suelo.

Qué es eso? -preguntó un curioso.Hagan el favor de no molestar! -dijo el falso médico-. Este hombre necesita ayuda de inmediato. Ayúdenme a darle la vuelta; tengo que examinarle la espa

que es ahí donde está el problema.os personas se ofrecieron voluntarias para ayudar. Al empezar a moverlo, el hombre gritó de dolor.Con cuidado! -exclamó el carnicero con gesto de preocupación-. Podría tener la columna dañada. Vamos, intentémoslo de nuevo.nalmente consiguieron darle la vuelta al tipo, dejándolo boca abajo.

Gracias -dijo el farsante-. Ahora apártense, p or favor, necesito espacio p ara trabajar.gó un tirón de la camisa que llevaba el taxista, dejando al descubierto la espalda, que estaba bastante enrojecida debido al golpe del capó.ueno -dijo el carnicero-, en principio no parece que tenga nada roto. Es una simple contusión.Está seguro? -preguntó alguien-. Parece que le duele mucho.

más que le va a doler... -murmuró el impostor, y, con un rápido movimiento, desenvolvió el hacha, la alzó en el aire y la descargó sobre la espalda del taxs sus fuerzas, ¡¡CHACK!!uando la gente se dio cuenta de lo que pretendía, ya era demasiado tarde. La pesada hoja de metal había partido en dos la columna vertebral del desgraccomo un cerdo en el matadero.Aaaaaaaaaahhh!!anito, que observaba cerca de allí, apretó los puños en un gesto de satisfacción. ¡Toma ya, cabrón!, exclamó interiormente.

a mayor parte de la gente se apartó, horrorizada. Pero uno de ellos se lanzó sobre el carnicero, sujetándole del cuello. Otro también se animó y le pegó una pano con la que sostenía el hacha. El utensilio de cocina, convertido en arma homicida, salió disparado y calló sobre el asfalto sin herir a nadie.ausser ya había visto suficiente. Salió de entre la gente y volvió junto a sus amigos.

Muchas gracias, Jack -dijo el chaval-. Ha sido genial.No hay de qué -contestó el viejo.Qué ha pasado? -preguntó Paco a Juanito.l carnicero le ha partido la espalda al mamón del taxista. ¡Ha sido una gozada! -Hausser sonreía de oreja a oreja-. Pero ¿por qué no habéis venido a verlo?s que una extranjera nos ha preguntado una cosa y nos ha entretenido -dijo Paco-. No veas cómo estaba la tía, ¿verdad, Javi?a te digo.ueno -dijo Peterson-, ya sabemos que un habitante de este pueblo está transformado: el carnicero. Sigamos haciendo p ruebas.

Vale -contestaron los niños.robemos con un extranjero -p ropuso Jack, y se dirigió hacia un señor de unos 30 años que tenía pinta de británico-. Perdone -le dijo en su idioma-, ¿es usteí, señor -respondió el hombre con una amable sonrisa-, ¿por qué lo pregunta?úmbese en el suelo y haga diez flexiones -dijo Jack.inglés se echó a reír y siguió su camino, creyendo que se trataba de una broma.

Eh! -insistió Jack levantando la voz-. ¡Vuelva aquí ahora mismo!británico se volvió con un gesto de extrañeza en el rostro y se quedó mirando a Peterson.

Le he dicho que haga diez flexiones! -repitió Jack gritando a pleno pulmón.Váyase a la mierda, viejo loco! -contestó el otro, y siguió su camino sin prestarle más atención.aya, vaya... -dijo Jack, rascándose la barbilla-. Éste no está transformado.robemos con otro que sea del pueblo -propuso Javi.na mujer de unos 30 años se aproximaba hablando por el móvil. Al llegar a la altura de Paco, éste le quitó el teléfono de un tirón. La señora se quedó mi

pero no se quejó, pues lo había reconocido de inmediato. Paco tiró el móvil al suelo y lo pisoteó. Luego miró a la mujer y le preguntó:Eres de Lloret?í, ¿por qué? -le contestó.Ves ese camión que se está acercando? Cuando vaya a pasar por nuestro lado, salta a la carretera para que te atropelle.e acuerdo -contestó la mujer con toda naturalidad, y, cuando el camión estaba a punto de pasar junto a ellos, saltó como una rana hacia el morro del vehíco entrar en detalles para no ser excesivamente desagradable, pero, como os podréis imaginar, la tipa perdió la vida.ápido, vámonos de aquí -dijo Paco, y los cuatro se alejaron del lugar, mientras la gente, atraída por una morbosa curiosidad, empezaba a amontonarse en el

dente.Mirad cómo van a curiosear, los muy cabrones... -dijo Hausser mirando por encima del hombro-. No van para ayudar, sólo para curiosear. Siempre he detipo de gente.ienes razón -dijo Javi-. Aunque me temo que en este caso nadie puede ayudar.ues eso es lo que digo. Sólo se acercan por el morbo.s verdad -dijo Paco-, qué hijos de puta... ¿Qué os parece si les damos un escarmiento?uena idea -dijo Hausser-. Esperadme aquí.niño volvió corriendo hacia el lugar del accidente y, cuando estuvo a unos 5 metros de la gente amontonada, gritó:

Atención todo el mundo!, ¡atención! -Dio unas palmas para que la gente le mirara. Muchos se volvieron hacia él-. ¡A ver, todos los que os hayáis acercado ención de curiosear venid conmigo!

proximadamente la mitad de la gente echó a andar hacia Juanito.d allí -ordenó Hausser señalando una parada de autobús.grupo, formado por diez personas, obedeció.chaval volvió a gritar a los que seguían curioseando:

¿Y vosotros qué?! ¡¿No me habéis oído?! ¡Venid aquí ahora mismo! -ordenó.

n embargo, los curiosos desobedientes lo miraron con extrañeza y no le hicieron caso.stos no están transformados… -murmuró, y enseguida se dio cuenta de que todos ellos eran extranjeros. Se rascó la cabeza, pensativo, y dirigió la mirada

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habían ido a la parada del autobús. Aproximadamente la mitad de ellos parecían extranjeros, y la otra mitad, españoles. Para asegurarse, se acercó y les pa de ello. Efectivamente, cinco de ellos eran del pueblo y los otros cinco, extranjeros.compañadme -les dijo, y se dirigió hacia sus amigos.a, ja, ja! -rio Paco al ver que Juanito volvía acompañado de los diez individuos-, ¿qué piensas hacer con esta pandilla?amos a darles un buen escarmiento, pero antes os quiero comentar algo. Mirad, la mitad de éstos son del pueblo, y la otra mitad, extranjeros. Y otra cosa: t

no me han hecho caso y se han quedado curioseando eran extranjeros.aya… -dijo Jack rascándose la barbilla-. No creo que sea simple casualidad…ues claro que no -dijo Javi-. Los que han desobedecido a Juanito no están transformados, y seguramente eso es porque son recién llegados y no ha p asado iente para que les laven el cerebro.ntiendo -dijo Jack.además tienen que entender el castellano; si no, es imposible que se hayan transformado.

Mierda! -exclamó Jack-, ¿cómo se nos ha podido pasar eso por alto? Para que el proyecto tenga éxito a escala mundial, debemos hacer versiones de lanes en todos los idiomas.í, hombre… -dijo Javi-. ¿Tú sabes el mogollón de idiomas que hay en el mundo? Si intentásemos hacer traducciones a todas las lenguas, no acabaríamos nque con traducir la lista a los idiomas de los países más poderosos será suficiente, ¿no os parece? Al fin y al cabo, si tenemos el control de los ejércitos

dos, los p odremos usar para acabar con todos los demás.ien pensado -dijo Jack.ueno, pero dejemos eso p ara más t arde -dijo Hausser-. Ahora ocupémonos de estos diez. Hemos de castigarles p or su repugnante y enfermiza curiosidad.ale -dijo Paco-, ¿qué hacemos con ellos?

Matarlos, por supuesto -contestó Juanito-. La cuestión es cómo.éjame pensar… -dijo Paco-. ¡Ya lo tengo! -Y, dirigiéndose hacia una mujer que estaba entrando en un portal, exclamó-: ¡Eh, señora, espere un momento!

a mujer, de 40 años, estaba a punto de cerrar la puerta, pero se volvió al oír a Paco. Éste se acercó a ella y le dijo:ráigame la llave del terrado.e acuerdo, ahora la traigo -contestó la mujer.e puta madre… -murmuró Paco-. Otra que está t ransformada. ¡Venid todos! -ordenó a los curiosos. Enseguida fueron hacia el portal, donde se apelotonaro

Fuera de aquí, joder! -dijo un hombre de 60 años, vecino del edificio. Quería entrar, pero la gente amontonada junto a la puerta se lo dificultaba mucho-. ¡¿r qué coño está pasando aquí?! ¡Apartaos!Atención todos! -dijo Paco, y, señalando al tipo, añadió-: ¡Golpead a este hombre hasta que muera!

Pero ¿qué…?! -fue lo único que pudo decir el vecino antes de recibir el primer puñetazo en la boca. Todos se abalanzaron sobre él. La lluvia de hostias quque perdiera el conocimiento en apenas unos segundos.Muy bien, chicos, muy bien! ¡Así se hace! -exclamó Paco-. ¡Vamos, seguid hostiándole!uando la mujer volvió con la llave del terrado, la paliza aún seguía.Dios mío! -exclamó ésta-. ¡¿Qué está pasando aquí?!Y a usted qué le importa? -dijo el niño, quitándole la llave y pegándole un rodillazo en la entrepierna. La mujer aulló de dolor y cayó al suelo. Yariamente a lo que mucha gente piensa, a las mujeres también les duele mucho un golpe en sus partes íntimas.

Está bien, ya es suficiente! -exclamó Paco al cabo de un par de minutos-. ¡Dejadlo en paz!vecino agredido le salía sangre por la boca, la nariz y los oídos, aparte de tener multitud de contus iones por todo el cuerpo. Cuando lo dejaron “en paz”,

rto.Vamos, seguidme todos! -ordenó Paco.Qué piensas hacer? -preguntó Jack.hora lo verás. -Se dirigió hacia los diez curiosos y les dijo-: Subid por las escaleras hasta arriba del todo.e acuerdo -dijeron todos a la vez.

Nosotros vamos en el ascensor -dijo Paco.os cuatro se montaron en el aparato elevador y subieron hasta la última planta, la 7ª. Al llegar arriba, se bajaron del ascensor y oyeron los pasos deendo por las escaleras. Cuando por fin llegaron, subieron todos juntos al terrado.hora poneos en fila india mirando hacia ese muro -ordenó Paco.chaval se acercó hasta el muro en cuestión, que le llegaba a la altura del cuello, y se asomó hacia el otro lado.ostias…, qué alto está esto -murmuró, sintiendo algo de vértigo. Entonces advirtió que se había formado un corrillo de gente en torno al cadáver del vecinoe le ayudaba; sólo miraban-. ¡Malditos curiosos! -exclamó-. ¡Ahora veréis lo que es bueno! -El niño se dio la vuelta y, dirigiéndose a los diez, les ordenó-: d por aquí! ¡Vamos, vamos, vamos! -Lo dijo dando palmas, como si fuera un entrenador de fútbol y estuvieran realizando algún ejercicio de preparación físino tras otro, los diez fueron saltando por encima del muro. Y lo hicieron tan rápido, que antes de que el primero llegara al suelo, el último ya había saltadoron sobre el grupo de curiosos que se había formado junto al fallecido, matando a muchos de ellos e hiriendo a otros tantos.os tres niños y el viejo se asomaron para ver el espectáculo. Había un montón de muertos, y los que no lo est aban se retorcían de dolor sobre charcos de saBuf! -dijo Hausser-. La que has liado, cabrón, je, je, je...n ese momento, una mujer de unos 60 años salió al terrado cargada con una cesta llena de ropa.Eh, señora! -exclamó Paco-. Tire toda esa ropa por encima de este muro. -El niño apuntó al mismo lugar por el que habían saltado los curiosos.e acuerdo -contestó la mujer. Fue junto al muro y vació la cesta por encima de éste.

Ahora tire el cesto.a mujer obedeció.Y ahora tírese usted.a señora pasó una p ierna por encima del muro y desp ués la otra, ya que no estaba en forma para saltar. Su rost ro no most raba ningún tipo de miedo. Más bpresión satisfecha de quien cumple con su obligación. Cuando hubo pasado las dos piernas, cayó al vacío. Bueno, lo de “vacío” es un decir, porque allí abade gente. La mujer aterrizó golpeando espectacularmente la cabeza contra el bordillo de la acera, de modo que reventó como una bomba y los sesos

arados en todas direcciones. Un trozo de cerebro impactó en la cara de otro nuevo curioso que se acercaba a la macabra escena. Se pasó la mano por eando con repugnancia los sesos que se le habían quedado pegados en una mejilla.ck y los niños salieron del terrado y volvieron a montarse en el ascensor. Al salir a la calle se encontraron con una escena dantesca. Si bien ya la habían via, la cosa cambiaba bastante al tenerla justo delante de las narices. La acera que había delante del portal parecía un campo de batalla después de la lucha.Ayuda, ayuda! -gritó uno de los heridos-. ¡Me duele!ues te jodes -le contestó Paco, y, dirigiéndose a sus amigos, les dijo-: ¿Qué?, ¿nos vamos?í, vámonos -convino Jack-. Aquí ya está todo hecho.

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continuación se ocuparon del asunto de los idiomas. Buscaron a un estadounidense, un inglés, un francés, un alemán, un ruso y un japonés. Todos ellos cius países más poderosos. Estaban transformados, lo que facilitó mucho las cosas. No fue muy difícil dar con ellos, puesto que aquel pueblo era muy turísaban gentes de todas p artes del mundo.ueron todos juntos al hotel donde se hospedaba el inglés y allí grabaron la lista de órdenes en los idiomas de cada uno de ellos. Esto fue posible gracias a qn hablar castellano. Cada uno se guardó una copia en CD grabada en su correspondiente idioma. De este modo, cuando regresaran a sus respectivos parían lavando el cerebro a sus compatriotas. La idea era que la cadena de transformaciones creciera y creciera hasta que por fin llegara a los dirigentes

ones. Una vez que esto se hubiera conseguido, los tres niños y el viejo tendrían el mundo en sus manos.plan, sin embargo, tenía un pequeño inconveniente: no sabían cuánto tiempo habrían de esperar. No tenían ningún medio para averiguar la velocidad a lagarían los lavados de cerebro, de modo que tendrían que ir comprobándolo personalmente, viajando a los distintos países.o esperaría un par de semanas antes de ir al extranjero a comprobar cómo va la cosa -dijo Jack.Y mientras t anto qué hacemos? -preguntó Juanito.o que nos dé la gana -dijo el anciano-. Yo le daré un poco de trabajo a ésta. -El viejo se dio unas palmaditas en el bolsillo de los pantalones, donde guardaba

mática.Eh! -exclamó Paco-. ¡Se me acaba de ocurrir una idea genial!El qué? -preguntó Hausser.a semana que viene son las fiestas de Blanes. Y ya sabéis cómo se pone el pueblo de gente…e gentuza, querrás decir -le interrumpió Juanito con cara de mala leche-. No puede uno ni andar por la calle.ienes razón -siguió Paco-. Yo también odio esa estúpida fiesta. La gente se vuelve loca por ver cuatro petardos de mierda… -El niño se refería al imurso internacional de fuegos artificiales que se celebraba en el pueblo y que duraba nada menos que 7 días.

Yo tampoco lo he entendido nunca -dijo Javi-. No sé p or qué viene tanta gente.Ni yo -dijo Paco-, pero creo que ya va s iendo hora de darles un buen escarmiento, ¿no os parece?En qué estás p ensando exactamente? -preguntó Juanito.ues…, muchas veces, cuando he estado entre toda esa gentuza, he pensado lo guay que sería tener una metralleta y liarme a tiros con todos.a, ja, ja! -rio Hausser-. ¡Qué cabrón!e esa manera sólo te podrías cargar a unos cuantos -intervino Javi-. La gran mayoría escaparía.

Ya… -dijo Paco-, pero s i tuviéramos a todo un ejército bajo nuestras órdenes…odavía es muy pronto para hacernos con el control de ningún ejército -objetó Juanito.

No, hombre, no… -dijo Paco-. Les damos armas a mil transformados y ya tenemos ejército.

aya tela… -dijo Javi-. ¿Y de dónde vas a sacar mil metralletas? Porque llevarían metralletas, ¿no?or supuesto -respondió Paco-, y de última generación. Seguro que los amigos mafiosos de Juanito p ueden conseguirnos lo que necesitamos, ¿verdad?Mil metralletas de última generación? -dijo Hausser, algo dubitativo-. Eso son muchas armas, y muy caras.Vamos…! -exclamó Paco-. ¿No me digas que ahora te vas a quejar por el dinero? Si estás forrado. Además, es muy posible que ni siquiera tengas que pan transformados…stá bien, está bien -le interrumpió Juanito-, veré lo que puedo hacer.Y qué hacemos cuando tengamos a los mil tíos armados? -preguntó Javi.os colocamos a lo largo de la calle del paseo marítimo, y, cuando empiecen los fuegos artificiales, se pondrán a disparar a toda la gente que haya entre ellos es la zona donde se pone la gran mayoría para ver los fuegos de artificio. Nosotros podríamos ver el espectáculo desde algún balcón que dé al paseo.Qué gozada! -exclamó Javi, frotándose las manos.ck se acercó a Paco y, dándole unas palmaditas en la espalda, le dijo:nhorabuena, muchacho. Es una idea digna de un gran criminal. Estoy orgulloso de ti.racias Jack -dijo el niño, algo abrumado por el halago.

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os siguientes días los pasaron reclutando gente para su ejército popular . No quiero decir con esto que se llevaran a la gente a casa. Lo que hicieron fue s en el pabellón polideportivo municipal, el siguiente jueves a las 3 de la madrugada.anito hizo las gestiones para conseguir las metralletas. Al cabo de tres días, dos enormes camiones negros aparcaron junto a la casa. Iban repletos de ción. En este sentido, Hausser había sido muy claro con los traficantes: Quiero munición para media hora de combate. Asimismo, había pedido que la mu

eran en mochilas. De ese modo, cada uno de los miembros del ejército popular  llevaría consigo un buen cargamento de balas.n el momento en que llegaron los camiones, Jack, Juanito, Paco y Javi estaban tomando el sol junto a la piscina.a traen las armas -dijo Hausser.Todo eso está lleno de armas? -p reguntó Javi, asombrado.ues claro, ¿qué creías?, ¿que mil metralletas se pueden llevar en una furgoneta? Además, aparte de las armas también traen la munición.Y dónde vamos a meter todo eso? -p reguntó Jack.n el sótano -contestó Hausser.Y no sería más práctico que las llevaran el jueves al polideport ivo? -preguntó Jack-. Así p odríamos repartirlas directamente a nuestros soldados.

a, ja, ja! -rio Paco-. Nuestros soldados dice… Seguro que no tienen ni puta idea de cómo usar un arma.sos chismes son muy fáciles de manejar, no te preocupes por eso -dijo Hausser.ueno, ¿qué me dices? -insistió Jack-. ¿No crees que sería mejor llevar las armas directamente al polideportivo?ues ahora que lo dices…, es verdad. Meter todo eso en el sótano sería un follón. Voy a hablar con ellos.ausser se levantó del césped y se acercó a la cabina de uno de los camiones. Cruzó unas palabras con el conductor y volvió junto a sus amigos. Los culos arrancaron y se marcharon.Te han p uesto alguna pega? -preguntó Jack.

No, son de confianza. Hace años que nos conocemos.erfecto.

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r fin llegó el jueves. A las 2:30 de la madrugada, el viejo y los tres chavales ya estaban esperando en la puerta del pabellón. Juanito tenía todas las llasitaba. Lo único que tuvo que hacer para conseguirlas fue pedírselas al recepcionista aquella misma tarde.

onto empezaron a llegar los soldados y les hicieron pasar a la pista p rincipal.os cuatro esperaron hasta las 3:05, a ver si llegaba alguien más. Después entraron y cerraron la puerta con llave. Se dirigieron a las gradas de la pista don

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la gente.Me dejáis hablar a mí? -preguntó Juanito. A todos les pareció bien y el niño se dirigió a la multitud-: ¡Atención, amigos y vecinos! -Todos los allí reunidosnito, atentos a sus palabras-. ¡Os hemos reunido aquí para daros una gran noticia! ¡Habéis sido elegidos para llevar a cabo la hazaña más grande que jamásen este pueblo!

De qué está hablando? -preguntó uno de los presentes, bajito y calvo.¿Quién te ha dado permiso para hablar?! -exclamó Juanito-. ¡Silencio!A mí no me calla nadie, y mucho menos un crío! -respondió el hombre.aya..., me temo que se nos ha colado uno sin transformar -dijo Jack.

oder… -murmuró Hausser con cara de fastidio.Y ahora qué hacemos? -preguntó Javi.anito sacó su pistola y apuntó al tipo.Quieto o disparo! -le gritó.hombre levantó las manos, acojonado.

Como des un solo paso te mato! -insistió Hausser.tipo bajito y calvo obedeció y permaneció absolutamente inmóvil. Unos segundos después, Juanito disparó y le dio en pleno pecho, causándole

mpatibles con la vida.Ja, ja, ja! -rio Paco-. ¡Qué cabrón! Pero s i no se ha movido. ¿Por qué le has disp arado?e dije que se estuviera quieto para poder apuntar mejor, je, je, je…gunos de los que estaban más cerca del herido se agacharon junto a él con la intención de ayudarle.

Que nadie lo toque! -gritó Juanito-. ¡Ap artaos de él y dejadlo morir en paz!o de dejarlo morir “en paz” era un decir, porque el tipo estaba ahogándose en su propia sangre, en un agonía espantosa.Y si lo rematamos? -propuso Javi.Y que deje de sufrir? De eso nada; que se joda. ¡El muy cretino me llamó crío! -exclamó Hausser, indignado, y, tras unos instantes, añadió-: Mierda… ¿ydo alguien más sin transformar?so tiene fácil solución -dijo Peterson-. Los contamos, y si hay mil es que está todo en orden.ues qué bien… -se quejó Paco-. Cualquiera cuenta a este rebaño…so lo hacemos en un momento, hombre -dijo Jack-. Sólo es cuestión de colocarlos bien. Dejadme a mí.anciano se puso a dar órdenes a los  soldados, y en apenas 15 minutos tenía organizados a los mil en 10 grupos perfectamente alineados. Cada uno de lo

cuadrados de 10x10 p ersonas.Habéis visto? -dijo Peterson-. De este modo no hace falta ni contarlos. Se ve claramente que ni falta ni sobra nadie.s impresionante -dijo Javi-. Ahora sí que parece un ejército de verdad.ueno, yo voy a seguir con el discurso -dijo Hausser, y, sintiéndose como un general que le habla a sus trop as, continuó-: ¡Amigos y vecinos, como os ibade esta lamentable interrupción, habéis sido elegidos para llevar a cabo una gran hazaña! ¡Una hazaña de la que estaréis orgullosos el resto de vuestras vid

éis contar a vuestros nietos algún día! ¡Cuando la gente hable sobre ello, vosotros tendréis el privilegio de poder decir: Yo estuve allí. Sí, yo fui uno de ellosaba levantando la barbilla con orgullo, y acompañaba sus palabras con gestos enérgicos de sus brazos y manos-. ¡Amigos y vecinos, no quiero seguir anas ramas! ¡Os hemos reunido aquí p ara encargaros un trabajo que todo ser humano está obligado a hacer, aunque por desgracia la mayoría ni siquiera dó silencio unos instantes antes de p roseguir-. ¡El hombre ha venido a este mundo p ara matar a sus semejantes!ck, Paco y Javi se miraron entre ellos y tuvieron que hacer un esfuerzo p ara no echarse a reír.Sí, amigos! -prosiguió Juanito-. ¡Ése es el verdadero destino del hombre! ¡Puede que ahora os cueste un poco entenderlo, pero os aseguro que es la verdad!sto es ridículo -le dijo Javi a Paco en voz baja-. Si de todos modos harán lo que les digamos. No tenemos que convencerles de nada.a, es verdad -dijo Paco, encogiéndose de hombros-, pero déjale, déjale, a ver qué más dice, je, je, je…

Seguro que más de una vez os habéis preguntado por qué nacemos, cuál es el sentido de la vida! ¡Pues bien, ahora ya lo sabéis! ¡De hecho, al nacer llevamosotros el instinto asesino, pero la sociedad se encarga de reprimirlo! ¡Afortunadamente, muchas veces no lo consigue y los hombres acaban matando!dó unos momentos de silencio mientras paseaba la mirada sobre los mil hombres-. ¡Fijaos en las arañas! ¡Dicen que la naturaleza es sabia, ¿no?!, ¡pues ellasopia madre nada más nacer!ueno, tío, ya está bien de tonterías -le interrumpió Javi-. ¿Qué coño dices de las arañas, joder? Diles lo que tienen que hacer y no te enrolles más.anito miró a Javi en silencio, algo ofendido. Al cabo de unos instantes resp iró hondo y se pasó una mano por la cara.erdonad, chicos -dijo finalmente-. Se me ha ido un poco la olla…sto en aquel momento, oyeron el ruido de vehículos en el exterior.Las armas! -exclamó Juanito con renovado entusiasmo-. ¡Ya están aquí!

niño salió corriendo, abandonando las gradas, y se dirigió a la pista donde estaba formado el ejército blandense. Allí había varias puertas que daban accesolle y Hausser abrio una de ellas, saliendo al exterior. Habló con los camioneros y enseguida se pusieron a descargar la mercancía. Las armas venían guaras negras, del mismo color que las mochilas donde iba la munición.omo si de un ejército profesional se tratara, los soldados  fueron recogiendo uno a uno las metralletas y las mochilas, volviendo después a su lugar espondiente.

na vez que todos estuvieron armados, Juanito se despidió de los camioneros y éstos se marcharon. El niño cerró la puerta que comunicaba la pista con ló corriendo a las gradas.

Atención! -dijo dirigiéndose a las trop as-. ¡Abrid los paquetes largos! ¡Dentro encontraréis las armas con las que realizaréis vuestra misión!niño, que entendía bastante de armas debido al antiguo oficio de sus padres, les enseñó cómo debían cargar y disparar las metralletas. Eran bastante pesadabían tenido eso en cuenta a la hora de elegir a los soldados, p ues todos ellos eran de complexión fuerte y robusta.espués de la instrucción armamentística, que, dicho sea de paso, no tenía ningún misterio, Juanito le cedió la palabra a Paco para que les explicara lo qur la noche del 26 de julio, pues ésa era la fecha que habían elegido para la gran matanza.al y como había dicho el día en que se le ocurrio la idea, les indicó que debían colocarse a lo largo de la calle que había junto al paseo marítimo, dejando edistancia de un par de metros. Durante aquellos días, la circulación de vehículos estaba prohibida en esa calle, de modo que no había ningún problema en esuando empezaran los fuegos artificiales, empezarían también los disparos. Primero matarían a los policías que siempre había por allí los días de fnuación avanzarían hacia la playa, aniquilando a toda la gente.

Mierda! -exclamó Javi, dándose una palmada en la frente cuando Paco llegó a esta parte de la explicación.Qué pasa? -preguntó éste.Pero qué idiotas somos! -exclamó Javi-. ¿No os dais cuenta? ¡Si lo hacemos así, muchos se echarán a nadar y podrían escapar con vida!so tiene fácil solución -dijo Paco-. Conseguimos algunas barcas y ponemos a unos cuantos hombres armados en ellas, cerca de la orilla. Desde allí emp

arar a la gente que esté viendo los fuegos artificiales desde la playa, y, cuando éstos huyan hacia el paseo, entonces empezarán a disparar todos los demás,haremos un bocadillo con la multitud. No sabrán dónde meterse para huir de los disparos. -Paco dijo estas palabras apretando fuertemente los puños y m

res compañeros con ojos fríos como el hielo, desprovistos del más mínimo ápice de piedad.Muy bien pensado -dijo Jack-. ¿No os parece, chicos?

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vi y Juanito estuvieron de acuerdo.

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r fin llegó el día 26.an las diez de la noche. Faltaba media hora para que empezaran los fuegos artificiales. Los cuatro se dirigían hacia la feria paseando tranquilamente. Teníantodo desde algún balcón que diera al paseo. Después de echar un vistazo a las fachadas de los edificios, se decidieron por un piso que se encontraba en u

ta. En el balcón había toda una familia cenando tranquilamente, a la espera de que empezara el espectáculo.amos a joderles la cena a esos idiotas -dijo Paco con una sonrisa.

provechando que uno de los vecinos del edificio salía a la calle, los cuatro se colaron dentro. Subieron a la quinta planta y llamaron al timbre de la única pua en el rellano. La abrio una mujer de unos 30 años.Qué desean? -preguntó, algo extrañada.

Ves ahora mismo a la playa y quédate allí -ordenó Juanito.e acuerdo -dijo la mujer, que sin decirle nada a su familia, se montó en el ascensor y se fue para abajo.

os cuatro entraron en la casa y les dijeron lo mismo a todos los que había en ella. Cuando la familia al completo se hubo marchado, los tres niños y elmodaron en la terraza. Desde allí las vistas eran estupendas.

lo largo de la calle, vieron a los soldados con sus largas fundas y sus mochilas. Para no llamar la atención demasiado, no estaban colocados formando una línecta, sino que algunos estaban un poco más adelantados que otros. Eso sí, cuando empezara el ataque se alinearían.esde el balcón también se veían perfectamente las cinco lanchas motoras que habían colocado cerca de la orilla. En cada una de ellas había dos soldados.Qué ganas tengo de que empiece esto! -dijo Paco frotándose las manos.Y yo! -contestaron los otros tres al mismo tiempo.cada minuto que pasaba, la impaciencia se hacía cada vez más grande, y eso que faltaban apenas unos minutos para las 22:30.las 22:29, los cuatro sentían sus corazones p alpitando con fuerza, y no podían apartar la mirada de las lanchas, p uesto que de ahí estaba previsto que em

ue.e pronto, el primer cohete se elevó en el cielo nocturno, dejando tras de sí una estela dorada. ¡PUM!, hizo al explotar, e, inmediatamente después, los soanchas empezaron a disparar a la multitud congregada en la playa.os p rimeros instantes fueron de desconcierto general. Mucha gente pensó incluso que aquello formaba parte del espectáculo pirotécnico, puesto que los ext

añones de las armas se iluminaban de fuego al disparar. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que estaban equivocados.mpezaron a oírse los gritos de la gente; algunos de miedo, otros de dolor. Otros muchos oyeron el silbido de las balas al pasar muy cerca de sus cabezas.a gente empezó a abandonar la playa alocadamente, empujándose los unos a los otros, pisando sin ningún miramiento a los muertos y heridos que yacíana. Pero claro, al ponerse de pie se convertían en un blanco más fácil y eran abatidos más rápidamente. Esto complicaba más la evacuación de la playa, puvez eran más los cuerpos que obs taculizaban el paso de los que querían huir.ientras tanto, los soldados que esperaban al otro lado del paseo se alinearon perfectamente y desenfundaron sus armas. Las diez metralletas de las lanchho ruido, pero resultó no ser nada en comparación con el estruendo que provocaron las ot ras 990 armas al abrir fuego todas a la vez.os primeros en caer fueron los policías y la gente que estaba sentada en las terracitas de verano. Sus vidas fueron barridas en cuestión de segundos, pues laalas que estaban siendo utilizadas era, de hecho, muy superior a la necesaria.os soldados empezaron a avanzar lentamente hacia la playa, acribillando las atracciones de feria instaladas en el paseo. Las balas también alcanzanguito, destrozando el panel de precios. Los que trabajaban allí se habían escondido al empezar los disparos, tendiéndose en el suelo. No obstante, cuados llegaron hasta allí, se asomaron por encima de la barra y les dieron su ración de metralla, acabando con todos ellos.a fila siguió avanzando, implacable.a gente que había salido de la playa, huyendo de los disparos procedentes de las lanchas, empezaron a caer como moscas. Y es que las balas eran tan grametros) y las armas, tan p otentes, que atravesaban un cuerpo y seguían teniendo el impulso suficiente para herir mortalmente a otro. Había personas queena hechas p edazos, puesto que habían recibido tal cantidad de balazos simultáneos, que habían perdido partes de su cuerpo, como brazos, p iernas o la mza.sí, la gente dejó de intentar huir por el paseo, y, como los soldados de las lanchas también seguían disparando, se encontraron sin ruta por la que escapar.no habían sido abatidos no hacían más que ir de un lado a otro, desesperados y presas del pánico más terrible.r fin, la fila de soldados llegó junto a la playa y dejaron de avanzar. Ahora se limitaban a disparar moviendo de un lado a otro las metralletas, como quien

n con una manguera. Ni en el mismísimo Desembarco de Normandía se vio una carnicería semejante. Los múltiples impactos de bala hacían que la sangre decara en todas direcciones, de modo que incluso los que aún no habían sido heridos estaban ensangrentados de la cabeza a los pies.iles de personas gritando, acompañadas por el estruendo de los disparos, hacían de aquélla una escena dantesca y espeluznante. Bueno, las cosas coluznante para la mayoría, pero maravillosa para Jack y sus tres amiguitos, que observaban entusiasmados la masacre.ientras tanto, los fuegos artificiales seguían iluminando el cielo con sus fantásticas formas y colores. Quizá os preguntaréis qué clase de degeneradosrgados de encender los fuegos de artificio (es decir, los pirotécnicos), que parecían pasar olímpicamente de lo que estaba sucediendo a su alrededor. Pues dad no lo estaban haciendo porque fueran mala gente, sino porque varios soldados les estaban obligando a punta de cañón. La orden la había dado Paco elón en el pabellón polideportivo. Se le ocurrio que todo sería mucho más divertido si los fuegos artificiales adornaban el cielo mientras la playa se converrno.

Esto tengo que verlo de cerca! -exclamó el niño, y salió corriendo hacia la calle.uando llegó junto a la fila de soldados, se colocó entre dos de ellos. Éstos dejaron de disparar un momento y, mirando al chaval, le saludaron al estilo militar.evolvió el saludo y después les animó a que siguieran con su tarea.co contempló la playa, satisfecho. Había sangre por todas partes. Pocos eran ya los que quedaban en pie, sin darse cuenta de que lo más inteligente qur era tumbarse y fingir estar muertos.Qué, ¿ya no os gustan los fuegos?! -gritó el niño-. ¡Pero si son muy bonitos! ¡Mirad, mirad! -Paco señaló hacia arriba en el momento en que una graninaba el cielo nocturno. En condiciones normales, el público habría exclamado “Oooooohhh”, maravillados por su belleza. Pero esa noche los estúpidos ración habían sido sustituidos por gritos de dolor y terror.chaval se cruzó de brazos y siguió contemplando la sangría con una maliciosa sonrisa.

e p ronto, se oyeron las sirenas de un coche patrulla que llegaba por la calle del paseo. Alertados por el sonido, los soldados dejaron de disparar, dieron medieron fuego contra el vehículo policial. En apenas unos segundos recibió tantos balazos, que no tardó en estallar.

espués de esto, el Ejército Popular de Blanes volvió a dar media vuelta y siguió acribillando a la gente de la playa.uando ya no quedaba nadie en pie, y aparentemente todos estaban muertos, los disparos siguieron durante un buen rato más. Esto también había sido idean el niño, muchos listillos intentarían salvar la vida haciéndose el muerto, pero no se saldrían con la suya.medida que se fue agotando la munición de los soldados, el estruendo de las metralletas fue disminuyendo, hasta que finalmente se hizo el silencio. Un sile

ecogedor, si cabe, que los disparos. Ahora el único sonido era el leve romper de las olas en la orilla. Los fuegos artificiales habían acabado, así como la viécnicos.

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co alzó los brazos en gesto de victoria.Misión cumplida! -exclamó, y, dando unas palmaditas en la espalda a los soldados que había junto a él, añadió-: Buen trabajo, chicos, podéis volver a casa. ron, como les había sido ordenado el día de la reunión en el pabellón: una vez que la munición se les hubiera terminado, debían volver a casa y seguir con

mal.odos los miembros de la larga fila dejaron las metralletas en el suelo, y lo mismo hicieron con las mochilas vacías. A continuación se marcharon hacia suilamente, como quien vuelve del trabajo.co lanzó una última mirada hacia la multitud de cuerpos ensangrentados y murmuró:sí aprenderéis, hijos de puta. -Escupió hacia ellos con cara de desprecio y se dirigió al edificio donde estaban los otros tres. Levantó la mirada hacia el balc-: ¡Se acabó la fiesta!Sube, sube! -dijo Jack-. ¡Verás qué bonito se ve todo desde aquí!

niño obedeció y subió de nuevo hasta la quinta planta. Al salir al balcón comprobó que Peterson tenía razón; el paisaje que se veía desde allí era dración. Aunque Paco ya había visto la carnicería desde allí arriba, ahora era muy distinto. El imponente silencio le daba a la escena un aire de soleesionante. Toda la playa estaba cubierta de cadáveres hechos p edazos, de manera que uno tenía que esforzarse para adivinar que se trataba de seres humanoder, macho…, qué pasada… -dijo Paco-. Sabía que esto molaría, pero no pensaba que fuera a ser tan…, tan……tan precioso? -sugirio Jack con una sonrisa.Eso! -dijo el chaval.os cuatro guardaron silencio durante casi un minuto, contemplando el resultado del brutal y traicionero ataque.e pronto, llegaron al paseo varios coches de policía. Los agentes se apearon de sus vehículos y se dirigieron a la playa corriendo. Cuando vieron lo que anos se llevaron las manos a la cara, sobrecogidos de espanto, mientras que otros no pudieron evitar el vómito.Qué hacemos, sargento? -p reguntó uno de los p olis a su jefe, pero éste no contestó, sino que se limitó a recorrer la playa con ojos incrédulos.co a poco fueron llegando más coches patrulla, hasta que toda la policía del pueblo estuvo en el lugar, o, mejor dicho, la que seguía con vida.

esde el balcón, los cuatro observaban la escena, divertidos.esde luego, esta policía… -dijo Hausser irónicamente-, nunca está cuando se la necesita.

Qué harán ahora? -preguntó Javi con curiosidad.i idea -dijo Jack-. No creo que se hayan encontrado nunca ante una situación como ésta, así que deben de estar desconcertados.cabo de un par de minutos llegó una ambulancia a toda velocidad.a, ja, ja, ja, ja! -rio Paco al ver el vehículo sanitario-. ¿Adónde creen que van esos gilipollas?es hombres salieron de la furgoneta médica y corrieron hacia la playa, dispuestos a salvar vidas. Sin embargo, al ver lo que había sobre la arena, reaccio

a semejante a los policías. Dos de ellos se llevaron las manos a la cara, abriendo los ojos de par en par, mientras que el tercero vomitó la cena que habíaa apenas una hora.Hay que ver lo cerdos que son! -exclamó Paco.egaron un par de ambulancias más, y la reacción de sus ocupantes fue similar a la de sus colegas salvadores de vidas.

Menuda pandilla de inútiles… -dijo Jack, mientras observaba a policías y sanitarios andar de un lado a otro sin saber qué hacer.jalá todavía estuvieran aquí nuestros soldados -dijo Paco-. Se iban a enterar éstos...a te digo -convino Hausser.ues anda que los que tengan que limpiar toda esa porquería de la playa… -dijo Javi-. ¡Menudo marrón! ¡Ja, ja, ja! -Y sus carcajadas contagiaron a los os.erá mejor que dejéis de reír -dijo Jack-. Al final vamos a llamar la atención de la poli.s verdad -dijo Juanito, intentando sofocar su risa-. Será mejor que guardemos las formas, chicos. Ante t odo hemos de ser p recavidos.ero si no pueden acusarnos de nada, hombre -dijo Paco-. No tienen pruebas.ues también es verdad -dijo Hausser.te diré más -siguió Paco-. Seguro que si bajamos y les decimos que se maten los unos a los otros, lo harían.

eguramente -dijo Javi.Lo hacemos? -propuso Paco con ojos t raviesos.

No creo que sea buena idea -dijo Jack-. Hay muchos polis ahí abajo. Si les dices que se maten los unos a los otros , en el tiroteo p odrían darte a ti sin querer.ueno, está bien… -se resignó el chaval.

os cuatro permanecieron en el balcón un rato más, hasta que, aburridos, decidieron irse a casa.

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día siguiente, la noticia había recorrido el mundo entero y en todos los canales de televisión hablaban del tema. La mayoría coincidían en la hipótesis de qobra de un grupo terrorista islámico. Numerosos testigos afirmaban haber visto a cientos de individuos armados acribillando a la gente, si bien nadie apruno de ellos tuviera rasgos árabes. Aunque eso parecía importar poco a los periodistas, que seguían insistiendo en la teoría del atentado terrorista islámico.esde luego, cuando se les mete algo en la cabeza… -dijo Juanito, que estaba viendo las noticias mientras desayunaba con Jack.os periodistas son todos unos hijos de puta -dijo el anciano justo antes de dar un sorbo a su zumo de naranja. Después siguió hablando-. Los muy caban de dar malas noticias porque saben que eso es lo que más le interesa a la gente. Y sólo por el morbo.

uánta razón t ienes -dijo Hausser, y dio un mordisco a una tos tada con mantequilla.ye, Juanito -dijo Peterson con gesto serio-, esta noche he estado p ensando en el proyecto. -Dio otro sorbo al zumo y guardó silencio, frunciendo el ceño.Qué pasa con el p royecto? ¿Hay algún p roblema? -preguntó el niño.ues sí, lo hay. Supongamos que todo sale como tenemos planeado y acabamos con la vida de todos los seres humanos del planeta. -El viejo se cruzó de bió-: ¿Qué haremos luego, cuando los únicos que quedemos vivos seamos nosotros cuatro?anito dejó de masticar el trozo de tostada que tenía en la boca y se quedó inmóvil, petrificado ante la dura realidad. Si el plan de acabar con todos saués ya no les quedaría nada que hacer. La ilusión de matar se les habría acabado para siempre, a menos que empezaran a cargarse a animales, pero aquello no

mo. Después de matar personas, acabar con la vida de un pobre animal indefenso no tenía ningún aliciente.Te das cuenta de que ya nada tendrá sentido para nosotros? -siguió el anciano. Tenía los ojos brillantes; parecía estar a punto de echarse a llorar-. No sé túa ilusión es matar.

la mía también, hombre, la mía también -dijo Hausser, poniendo una mano sobre el hombro del anciano.Sabes? -dijo Jack, que y a estaba empezando a sollozar-. Después de lo de anoche…, después de haber contemplado un esp ectáculo tan maravilloso…, seportable la idea de que dentro de poco será imposible volver a presenciar nada parecido… -El anciano se tapó la cara con las manos, y por fin se derrumbde lágrimas.ero hombre, no te pongas así... Seguro que p odemos encontrar alguna solución a todo esto.

uando Peterson se recuperó un poco, se secó los ojos con el dorso de las manos y dijo:or desgracia no hay solución posible. -Levantó la mirada hacia el niño y añadió-: La profecía del Apocalipsis debe ser cumplida, y nosotros hemos sido los

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esa tarea.No sé, Jack…, quizá todo eso de la profecía no sea del todo cierto, ¿no crees?Cómo que no? ¿Acaso no recuerdas lo que te expliqué? Un ser superior, Dios, Satanás o quien fuera, me hizo saber lo que teníamos que hacer. Si no obedecén sabe el horrible castigo que recibiríamos? No quiero ni pensarlo.ero, Jack, quizá aquello no fue más que un sueño.mposible. Me habló de vosotros; me dijo dónde os encontraría. ¿Cómo iba a ser un sueño?anito frunció el ceño y se rascó la barbilla, pensativo.Ves como todo es cierto? -dijo Jack-. Nuestro destino es llevar a cabo el Apocalipsis. -El viejo volvió a llevarse las manos a la cara para ocultar su llanto.Ya lo tengo! -exclamó el niño-. ¡Tengo la solución!Qué…? -preguntó el viejo, apartando otra vez las manos de la cara.Que tengo la solución!Es que no has oído lo que acabo de decir? La única solución, si es que puede llamarse así, sería desobedecer las órdenes que nos han sido dadas. Y yo uesto a correr ese riesgo. Prefiero morir de tristeza antes que enfrentarme al castigo de Satanás.Ahora resulta que fue Satanás quien te habló? ¿No decías que no sabías quién era?ues no, no me lo dijo. Pero cada vez estoy más convencido de que era el Demonio. Sí, el mismísimo Príncipe de las Tinieblas, al que también llaman Satán, fer, el Ángel Caído, el Maligno o el de los Mil Nombres. -Jack hablaba con la mirada perdida.aya, no sabía que tuviera tantos nombres -dijo Hausser-. Pero mira, sea quien sea el que te habló, no te dijo cómo teníamos que llevar a cabo el exterminio, ¿

No, ¿por qué lo dices? -preguntó Peterson.o digo porque si no te habló del tiempo que debíamos tardar en hacer el trabajo, podríamos ir organizando  fiestecitas como la de anoche. Así, Él vería quepliendo lo que nos ordenó, pero no sabría que nuestra intención es pasarnos toda la vida matando.ck miró a Juanito con el ceño fruncido.ver si lo he entendido bien -dijo-. Propones que vayamos organizando matanzas como la de ayer para que Satán crea que le estamos obedeciendo. Pero co

do hay tanta gente, nos moriremos de viejos y aún quedará gente viva. De ese modo conseguiremos pasarnos toda la vida haciendo lo que nos gusta. ¿Es eses decir?so mismo -dijo el niño.Pero tú te crees que el Diablo es gilipollas o qué? ¡A Él no se le puede engañar! Es más, seguramente ahora está escuchando esta conversación.anito miró a su alrededor, como si esperara encontrar a Lucifer escondido en algún rincón, con su tridente en la mano y sus cuernos retorcidos. Al cabondos, dijo:

ues entonces y a me dirás qué hacemos.No lo sé, maldita sea, no lo sé! -esp etó el viejo-. ¿Por qué crees que estoy tan agobiado?ntiendo… -El niño volvió a frotarse la barbilla, pensativo-. Tiene que haber alguna solución a este problema.or desgracia, mucho me temo que sólo tenemos dos opciones: cumplir la orden o no cumplirla.uizá haya alguna otra opción -dijo el chaval-. Quizá podríamos llegar a algún acuerdo con Él para que todos salgamos ganando.inceramente, no creo que eso sea posible. En primer lugar, porque su orden fue muy clara, y, en segundo lugar, porque no tenemos ningún medio para ponacto con Él.n eso te equivocas -dijo Hausser-. Con un simple tablero de Ouija podemos hablar con Él.

¿Es que te has vuelto loco?! -exclamó Peterson, escandalizado-. ¡Esos chismes son muy peligrosos! ¡Sin querer podríamos atraer a algún espíritu maligno

ranquilo, no creo que nos p ase nada. Al fin y al cabo, se supone que contamos con la prot ección del más p oderoso de los esp íritus malignos: Satanás.so es mucho suponer, ¿no te parece? ¿Qué te hace pensar que contamos con su p rotección?ueno…, nos ha encargado un trabajo, ¿no? Me imagino que no le interesa que nos pase nada malo.

No sé, no sé... -dijo Jack, dubitativo.ue sí, hombre, que sí, no te preocupes por eso. Si mientras estamos haciendo la sesión de Ouija, algún espíritu maligno de ésos se cuela en este munos, ya se encargará el Diablo de darle su merecido.ero ¿tú sabes cómo se utiliza un tablero Ouija?so está chupao, hombre. Lo compramos en cualquier juguetería y seguimos las instrucciones de uso.Seguro que eso lo venden en las jugueterías? -preguntó Jack, extrañado.ues claro. En este país la mayoría no cree en espíritus y ese tipo de cosas, así que consideran la Ouija como un juguete más.ntiendo… -Jack guardó silencio unos instantes y luego dijo-: Está bien, supongamos que somos capaces de ponernos en contacto con Belcebú. ¿Qué le decún no lo sé, pero seguro que pronto se me ocurrirá algo. Sólo necesito un poco de tiempo para pensar… -El niño no dejaba de frotarse la barbilla, señal d

bro estaba trabajando intensamente. Al cabo de unos instantes dijo-: Voy a dar una vuelta; caminando pienso mejor. Hasta luego.Hasta luego -contestó Jack.

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niño se dirigió hacia el paseo marítimo. Al llegar allí, vio que la zona había sido acordonada por la policía, de modo que no se podía acceder a la playa.

to tampoco es que tuviera muchas ganas de acercarse, más que nada por la peste que empezaban a despedir los cadáveres.o a una excavadora en uno de los extremos de la playa. Estaba recogiendo restos humanos con su gran pala y a continuación los depositaba en un camión den utilizarse para transportar tierra y cosas por el estilo.ué manera de tratar a los muertos… -murmuró Juanito al ver la repugnante tarea.que lo digas -dijo un anciano que también estaba mirando las maniobras de la excavadora-. Menuda panda de inútiles. Ni identificación de cadáveres n

s al camión y listos. ¡Esos cabrones tienen más delito que los responsables de esta matanza!stoy de acuerdo con usted -convino Juanito.o he visto nada igual en toda mi vida, ni siquiera en la guerra del 36.

Luchó usted en la Guerra Civil? -preguntó el niño, súbitamente interesado en la vida del anciano.or desgracia sí, hijo. Luché en el bando de los nacionales.anito, que sabía muy poco sobre la Guerra Civil Española, se quedó extrañado ante las palabras del anciano.Qué quiere decir con que luchó en el bando de los nacionales? -preguntó-. ¿Es que los otros eran extranjeros?

No, hijo, no. Pero como si lo fueran. De todas formas, tú aún eres demasiado p equeño para entenderlo.Demasiado pequeño? ¿Qué se habrá creído el idiota éste?, pensó Juanito. Si supiera que yo soy uno de los responsables de lo que pasó aquí anoche, segurecería tan pequeño…

ausser se largó sin despedirse del anciano, que lo siguió con la mirada mientras se alejaba.  Estos jóvenes de hoy…, pensó, son todos unos maleducados.anito se centró en buscar una solución al asunto que de verdad le importaba. ¿Qué podían proponerle al Demonio para que tanto Él como ellos cuatro

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ficiados?evaba un rato devanándose los sesos para encontrar la respuest a a esa pregunta, cuando pasó junto a dos señores que, al parecer, estaban hablando de una hues sí, como te digo -comentó uno de ellos-, Celestino murio el año pasado, pero ya lo había dejado todo bien dispuesto para que sus bienes se repartieranntad.

oír aquellas palabras, fue como si en la cabeza de Juanito se encendiera una bombilla. Aquel tipo del que hablaban lo había dejado todo dispuesto antes di ellos cuatro también lo dejaban todo dispuesto antes de morir? ¡Claro, ésa era la solución! Dejarían todo listo para que, cuando ya no quedara vivo ninguno, otros se encargaran del exterminio a escala planetaria.ausser reflexionó sobre esta idea y se dio cuenta de que era muy probable que el Maligno se negara a aceptar un trato así. Más que nada porque en realidaa ningún trato, sino una p etición.guió dándole vueltas al asunto un rato más, hasta que empezó a dolerle la cabeza, por lo que decidió volver a casa y dejar sus cavilaciones para otro momen

llegar al chalet, vio que los otros tres se estaban bañando.Hola, chicos -dijo con aire apesadumbrado, y se sentó junto al borde de la piscina.Hola -contestaron los otros.vi se acercó nadando hacia donde estaba Juanito y le dijo:ack nos ha hablado sobre vuestra conversación. Dime, ¿se te ha ocurrido algo?í, pero dudo mucho que sirva de nada -contestó Hausser con fast idio.co y Jack también se acercaron a Juanito y éste les explicó lo que había pensado.Qué os parece? -preguntó finalmente Hausser-. ¿No aceptará, verdad?ues… -empezó a decir Jack-, no sé, la verdad. Con Belcebú nunca se sabe.oder, macho -dijo Paco-, hablas como si lo conocieras de toda la vida.ólo sé que es caprichoso e imprevisible -dijo Peterson-. Nadie puede predecir sus decisiones, aunque, eso sí, todas ellas tienen el objetivo de hacer daño.ero ¿cómo sabes que es caprichoso e imprevisible? -preguntó Paco.ace muchos años leí algo sobre satanismo.

Leíste sobre satanismo? ¿Y dónde, si se puede saber?ueno, basta ya de tanto interrogatorio. Ni siquiera recuerdo dónde lo leí.No será que alguna vez formaste parte de alguna secta satánica?Cállate ya, mocoso! -Y Jack le tiró agua a la cara con un rápido movimiento de sus manos.

Ah! -exclamó Paco, sorprendido-. ¿Conque ésas tenemos, eh? ¡Pues ahora verás!mpezaron a salpicarse el uno al otro, entre risas, y Jack volvió a sentirse como un niño, como si de pronto hubiera retrocedido 80 años en el tiempo y endo con sus amiguitos en el pequeño lago que había junto al Bosque del Niño Muerto.anito se apartó rápidamente de allí para que no lo mojaran.

¿Queréis estaros quietos?! -exclamó-. ¡Estamos hablando de cosas serias!uando la pequeña guerra acuática hubo finalizado, Paco dijo:

Yo creo que podríamos p roponérselo. Total…, no perdemos nada intentándolo, ¿no?aco tiene razón, no perdemos nada por intentarlo -dijo Javi.terson también estuvo de acuerdo, de modo que ya estaba decidido: comprarían la Ouija e intentarían ponerse en contacto con Lucifer.

anito fue el encargado de ir a comprar el tablero. Se dirigió a la tienda de juguetes más cercana, y, al llegar junto al escaparate, vio precisamente lo que bustablero Ouija. Junto a éste había un cartel publicitario donde se veía a una familia sentada en torno a una mesa. Sobre ésta había un tablero como el del escapuatro miembros de la familia (un niño y una niña de unos 10 años y una pareja de unos 40) tenían un dedo sobre un vaso puesto boca abajo en medio de cuatro sonreían alegremente, como si se lo estuvieran pasando en grande.ero si esto es para hablar con los muertos, pensó Juanito, ¿de qué coño se estarán riendo? Luego leyó lo que ponía sobre la foto de la familia feliz: ¡Desrtido que puede ser el más allá!ué fuerte… -murmuró Hausser-. La gente se lo toma todo a cachondeo…niño entró en la juguetería y vio a una mujer de unos 50 años detrás del mostrador.uenos días -la saludó.uenos días -contestó la mujer, con una sonrisa tan amplia como falsa. Lo único que le importaba de aquel mocoso era el dinero que pudiera gastarse en saba 30 años trabajando en la juguetería. Era casi una chiquilla cuando puso el negocio. Por aquel entonces le encantaban los niños. Su ternura, su inocencia…doraba. De hecho, fue precisamente eso lo que la decidió a embarcarse en la aventura de poner un negocio de juguetes.n embargo, con el paso de los años fue descubriendo poco a poco lo que se escondía tras el tierno aspecto de los niños: egoísmo, crueldad, falsedad, lo…, y un sinfín más de cualidades despreciables. De modo que aquella atracción que había sentido en su juventud fue transformándose progresivamencada vez más p rofundo.uchas veces había pensado seriamente en la posibilidad de dejar de una vez por todas la maldita juguetería y dedicarse a otra cosa, pero nunca había term

dirse.uando vio a entrar a Juanito, lo caló de inmediato: un gamberro, pensó, tendré que vigilarlo bien; seguro que intentará robarme algo.uiero un tablero Ouija como el del escaparate -dijo el niño.

o siento -dijo la señora-, para comprar ese juguete tendrás que venir con tus padres.guramente la mujer estaba transformada, de modo que Hausser sólo tenía que decirle que le diera el tablero y se dejara de hostias, pero en lugar de ello, le diCómo? ¿Tienen que venir mis padres?

Me temo que sí. Ese juguete puede ser muy p eligroso si no se utiliza con la ayuda de un adulto.omprendo…, p ero apuesto a que no es tan peligroso como esto -dijo el chaval sacando la pistola.

a mujer había visto suficientes pistolas de juguete en su vida como para darse cuenta de que aquélla era de verdad.Abre la boca, zorra! -esp etó el niño.a señora obedeció, acojonada. Juanito apuntó a la cavidad bucal de la mujer y disparó, dando en el blanco. La bala le salió por la nuca y se incrustó en la parea dueña de la tienda cayó al suelo como un saco de patatas. Hausser se guardó la pistola en la cintura, se acercó a la muerta, e, inclinándose sobre ella, le gritóAsí aprenderás, hija de puta!niño remató la frase pegándole un fuerte puntapié en la cara.

ogió la Ouija del escaparate y se marchó.

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uando Hausser llegó a su casa, los otros tres seguían bañándose. Se acercó a la piscina y les dijo:

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Mirad, ya traigo la Ouija. Venga, salid de ahí, que tenemos que hablar con el Demonio.Ahora no p uede ser, hombre. ¿No ves que aún es de día? -dijo Jack.Y qué? -contestó Juanito.Cómo que y qué? Con Satanás sólo se puede hablar de noche. Todo el mundo lo sabe.

Ah, ¿sí? Pues yo no lo sabía -contestó el niño.Ni yo -dijo Paco.Ni yo tampoco -dijo Javi.

esde luego, qué poca cultura satánica tenéis…erá gilipollas… -dijo Paco, y empezó a salpicarle de nuevo-. ¡Vamos, Javi, ayúdame! -Y así empezaron otra guerra acuática, mientras reían alegremente.anito sintió envidia de ellos, así que dejó la Ouija en el suelo, se quitó la camiseta y los zapatos, y se lanzó al agua. Ahora eran tres contra uno, con lo cuía tanta agua en la cara, que empezaba a tener dificultades para respirar.

Está bien, me rindo, me rindo! -exclamó el viejo.os chavales dejaron de salpicarle.ois unos cabrones -dijo Jack. Tenía los ojos enrojecidos debido al cloro-. Qué manera de aprovecharse de un pobre viejo y desvalido… -añadió en plan de bDesvalido? ¡Ja, ja, ja! -rio Paco-. ¡Un p uto asesino, eso es lo que eres!ueno, eso no te lo discuto, je, je… -convino Peterson-. Aunque lo de “puto” sobra. -Y, diciendo esto, salpicó a Paco cogiéndolo por sorpresa. Los tres eron a atacar a Jack, pero éste ya se dirigía hacia la escalerilla para salir de la piscina.

No huy as, cabrón! -gritó Paco.anciano salió del agua y se tumbó en su toalla. Poco después, los demás hicieron lo mismo.ueno, así que tenemos que esperar a que se haga de noche, ¿no? -dijo Hausser.n realidad no hace falta que sea completamente de noche. Con que se haya puesto el sol es suficiente -dijo Jack.n fin, habrá que tener paciencia… -dijo Juanito, resignado.

uando el sol se puso, se reunieron todos en torno a una mesa del sótano. Para crear un poco de ambiente, encendieron una par de velas, que colocaron sobrebos lados del tablero Ouija.terson apagó la luz eléctrica, de modo que la única iluminación consistía ahora en las dos velas. Como el sótano era tan grande, los rincones más alejados dan sumidos en la oscuridad.No podríamos hacerlo con la luz encendida? -propuso Javi, un p oco asustado.

Qué pasa? -dijo Jack-. ¿Te da miedo la oscuridad?No es eso…nda que no… -dijo Paco-. Siempre te ha dado miedo la oscuridad, no lo niegues.vi guardó silencio y Peterson le dijo:ranquilo, chico, la oscuridad no es peligrosa.anciano cogió el manual de instrucciones de la Ouija y empezó a leer en voz alta:nhorabuena por haber adquirido este fantástico producto. Le garantizamos que con él pasará muy buenos ratos en familia. Y cuando decimos “familiaimos sólo a los vivos, sino también a los que, por suerte o por desgracia, ya no están en este mundo . -Jack tosió un poco y siguió leyendo-:  Este Tablerouija es lo único que usted necesita para abrir la puerta del Más Allá.ero sáltate t odo ese rollo, hombre -le interrumpió Paco-. Ves directo a las instrucciones.eamos…, sí, aquí está:  Preparación para la sesión de espiritismo. Deben crearse unas condiciones ambientales apropiadas para que la sesión tenga éxiciones son las siguientes: situarse en un lugar tranquilo, donde los ruidos del exterior no perturben vuestra concentración. En segundo lugar, la iluminr muy tenue, y debe provenir del fuego, jamás de luz eléctrica (eso sería una falta de respeto hacia los muertos).ueno, de momento esas dos cosas ya las hemos hecho -dijo Hausser.terson siguió leyendo.

Una vez desplegado el tablero sobre una mesa, se deberá coger un vaso de cristal y colocarlo boca abajo, justo en medio de la Ouija. A continuación, tentes deberán cogerse de las manos para crear un círculo de energía. Después cerrarán los ojos y respirarán hondo cinco veces para adquirir el eentración necesario. Al realizar estas cinco respiraciones, todos los reunidos han de pensar única y exclusivamente en aquel con quien quieren connuación han de abrir los ojos y soltarse de las manos, tratando de no perder la concentración. Cada uno deberá colocar el dedo índice de la mano derecso, empujándolo levemente hacia delante. Si el espíritu invocado quiere ponerse en contacto con vosotros, el vaso irá de letra a letra para hablaros, uién los números si lo considera oportuno. Si el vaso no se mueve, uno de los presentes debe preguntar al espíritu si está presente. En caso de que el vo, eso significa que aquel con quien queréis contactar no tiene ningún interés en hablar con v osotros. -Jack levantó la vista del papel y añadió-: Eso es todco cogió las instrucciones.n momento -dijo el niño-. Aquí abajo pone algo más en letra pequeña.Qué pone? -preguntó Juanito.s que está muy pequeño, a ver… -El niño se acercó el papel a la cara y leyó en voz alta-: Muy importante: jamás intenten ponerse en contacto con Satanásstás de coña, ¿no? -dijo Hausser. Le quitó el papel de las manos y comprobó que, efectivamente, ponía lo que Paco había dicho-: ¡Serán cabrones! ¿Po

drán en letra tan pequeña?Vaya tela… -dijo Paco-, y eso que pone “muy importante…”

Y ahora qué hacemos? -preguntó Javi.No creo que corramos ningún peligro por invocar al Maligno -dijo Jack-. Al fin y al cabo, Él se puso en contacto con nosot ros.irás contigo -dijo Javi.ueno, sí, pero ahora formamos un equipo, ¿no?

urante unos momentos los cuatro permanecieron en silencio, mirándose los unos a los otros, y finalmente se cogieron de las manos, tal y como indicucciones.hora pensemos en Satanás, el hijo de puta más grande que existe -dijo Peterson.

¿Te has vuelto loco?! -espetó Hausser-. ¡¿Cómo te atreves a insultarle?!so no es un insulto, hombre -dijo Jack-. No es más que la verdad, y a Él le gusta que se lo digan.Cómo lo sabes? -preguntó Paco, que también se había quedado de piedra al oír las palabras del anciano.o recuerdo de aquel libro sobre satanismo que leí hace años.spero que sep as lo que haces -dijo Hausser.ues claro que sí, chicos, no os p reocupéis. Y ahora cerremos los ojos y pensemos en Él.cieron las cinco respiraciones p rofundas y , al abrir los ojos, sintieron que la temperatura descendía bruscamente.Qué está pasando? -preguntó Juanito.

ilencio -dijo Jack-, no perdamos la concentración. -Entonces, el anciano puso el dedo índice de la mano derecha sobre el vaso, y los tres niños le iigno! -exclamó de repente, sobresaltando a los demás-. ¡¿Estás ahí?!

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cabo de unos segundos, un fuerte viento surgido de la nada inundó el sótano, apagando las velas y dejando a los cuatro sumidos en la más absoluta oscuridNo os mováis, chicos -dijo Peterson en un susurro-. Creo que ya está en camino.n uno de los rincones del sótano apareció un débil resplandor rojo, que poco a poco fue haciéndose más y más intenso.Eh, chicos, mirad eso! -dijo Paco, y todos dirigieron la mirada hacia el rincón.a intensidad del resplandor fue aumentando cada vez más, hasta que llegó un momento en que se vieron obligados a cerrar los ojos, pues el brillo era ceg

de unos segundos, oyeron el sonido de unos pasos que se acercaban hacia ellos. Abrieron los ojos y volvieron a mirar al rincón donde había aparecido la a desaparecido, pero en su lugar vieron a un ser monstruoso.Es Él! -exclamó Jack en voz baja-. ¡Es Satanás!ebía de medir dos metros de altura, y su corpulencia era impresionante. Su piel, de color rojo, emanaba un resplandor que rodeaba todo su cuerpo. Dosnos, como los de un toro, adornaban su frente, y era completamente calvo. Sus ojos eran como los de un gato, sólo que más grandes. La nariz, práctistente, consistía en dos agujeros sobre la boca, y de ésta sobresalían unos grandes colmillos, como los de un vampiro. En lugar de pies, tenía pezuñas, y despalda le salía un rabo acabado en un pincho. A pesar de estar desnudo, no podían verse sus genitales, pero esto no t iene nada de raro, pues es bien sabid

les no tienen sexo. Y Satanás es uno de ellos, como bien lo indica uno de sus nombres: El Ángel Caído. Dos grandes alas adornaban su espalda, y en la manoenía un tridente ensangrentado.

acercó a la mesa donde estaban los cuatro, petrificados ante la horrible visión. Todavía permanecían con los dedos sobre el vaso de cristal. El Diablo sea ellos y miró el vaso. Frunció el ceño, inclinó un poco la cabeza hacia delante y el vaso salió disparado como una bala, haciéndose añicos contra un

des.No me gustan estas mariconadas -dijo Satán con una voz potente y ronca-. ¡Ni Ouijas ni hostias! -Y entonces fue el prop io tablero el que salió volando hac

aredes del sótano.Demonio se había colocado entre Paco y Juanito. Dejó el tridente en el suelo y apoy ó sus manazas sobre los hombros de los dos niños, mientras éstos se

razón se les iba a salir del pecho.amos a ver -dijo el Maligno-. ¿Qué queréis de Mí?

adie se atrevió a abrir la boca; estaban demasiado intimidados. Y es que ellos p ensaban que s implemente se comunicarían con Él mediante la Ouija. Tente superaba todas sus expectativas y les había dejado prácticamente mudos.A ver, tú, viejo, ¿por qué me has llamado hijo de puta? -preguntó Lucifer.

ck hizo un esfuerzo para hablar y consiguió decir:o se enfade, por favor, creía que le gustaba, lo leí en…

Tonterías! -le interrumpió-. Han escrito mucho sobre Mí, pero casi todo son mentiras y estupideces. ¿Cómo me va a gustar que me llamen hijo de p

era tengo madre? ¿No te das cuenta de que no tiene sentido, carcamal?iene razón, le pido perdón.o seas ingenuo, anciano; no vuelvas a pedirme perdón jamás. Nunca he perdonado a nadie. Por algo soy quien soy. Si te dejo vivir es porque tienes que jo para Mí, con la ayuda de estos t res muchachos. Por cierto, lo de la playa no estuvo nada mal. Vais p or buen camino.recisamente de eso queríamos hablarte -dijo Peterson.Alto ahí! -le interrumpió Belcebú-. ¿Te he dado p ermiso p ara tutearme?erdón, no quería...Que no me p idas perdón, cojones! ¡¿Es que estás sordo o qué te pasa?! -Alargó un brazo hacia Jack, y, apuntándole con el dedo, añadió-: Como me calienta ahorrarte los pocos años que te quedan, vejestorio.e acuerdo, no volverá a ocurrir -contestó Jack.

Más te vale. -El Demonio se cruzó de brazos y siguió hablando-. En realidad no hace falta que me digáis lo que queréis de Mí. Lo sé perfectamente. Queréida matando gente y encargar a otros lo que Yo os he encargado a vosotros. -Guardó silencio unos instantes, como si estuviera reflexionando sobre quér. Finalmente dijo-: La respuesta es no. Y si no me obedecéis, acabaréis así. -Señaló con un dedo hacia la mesa, cuya superficie se transformó, como poa, en una especie de pantalla. La imagen que apareció heló la sangre a los cuatro. En una especie de patio había cuatro fogatas, todavía apagadas, y en lo altode ellas estaban atados a un palo Jack, Paco, Juanito y Javi. De pronto, Satanás apareció en escena con una antorcha en la mano. Una a una, fue encendieras, mientras se tronchaba de risa. Cuando terminó lanzó la antorcha lejos y, poniendo los brazos en jarras, exclamó: ¡Esto está que arde, ¿eh, chicos?! ¡!

as llamas crecieron con rapidez, y no tardaron en alcanzar las piernas de los cuatro desgraciados, que chillaban y se retorcían a causa del indescriptible dolora pantalla desapareció de golpe y volvió a aparecer la superficie de la mesa.

Haremos lo que Usted quiera -dijo Jack con ojos aterrorizados.os tres niños asintieron enérgicamente con la cabeza, dando a entender que estaban de acuerdo con Peterson. Todos tenían la misma mirada de acojonados.Qué pasa? -dijo Satán sonriendo-. ¿Ya se os han quitado las ganas de pasaros la vida matando? -Los cuatro asintieron-. Lo comprendo. La perspectiva

mado hace cambiar de opinión a cualquiera, ¿verdad? -Empezó a pasearse lentamente por el sótano, mientras se frotaba la barbilla, pensativo.guió un largo silencio, tan sólo roto por el sonido de las pezuñas de Lucifer al caminar sobre el suelo de madera. Ninguno de los cuatro se atrevía a decir na claro que el Demonio estaba reflexionando, y no querían interrumpir sus pensamientos. Y es que después de la amenaza que les había hecho, cualquiera s

portunarlo…r fin, volvió a acercarse a la mesa y dijo:e cambiado de opinión.

os cuatro le miraron con cara de sorpresa.

Por qué me miráis así? -siguió Belcebú-. Como bien dijo Jack, soy caprichoso e imprevisible, y si me da la gana de cambiar de opinión, lo hago, ¿pasa algo?os otros negaron con la cabeza.sí me gusta. -Volvió a cruzarse de brazos, respiró hondo y siguió hablando-. Bien, he reconsiderado mi decisión sólo y exclusivamente por una razón: sde puta. -Ante la cara de estupefacción que pusieron los cuatro, el Diablo se apresuró a decir-: Por favor, no os lo toméis como un insulto. Ser un hijo de pr que puede pasarle a una persona. Y cuando digo esto no quiero decir que la madre de éste o aquél sea una puta, sino que me refiero a la maldad. Es decir,e puede pasar a un ser humano es que sea malo; cuanto más, mejor.iene toda la razón -dijo Jack-. Yo pienso igual que Usted.

No me seas pelota, Peterson. Es algo que no soporto.e acuerdo -dijo el anciano agachando la cabeza.ueno -siguió Satanás-, como os iba diciendo, he cambiado de opinión. Acepto vuestra propuesta. Os pasaréis toda la vida asesinando, pero debéis aseguuna vez hayáis fallecido y os reunáis conmigo en el Infierno, otros se encargarán del exterminio total de la raza humana.n momento -dijo Jack-, ¿está diciendo que iremos al Infierno?a, ja, ja, ja! -rio el Príncipe de las Tinieblas-. No, si te parece iréis al Cielo, no te jode… Verás, quizá te resulte un poco difícil de entender, pero resulta quepor costumbre acoger a asesinos en el Paraíso.

ero yo siempre he oído que Él lo perdona todo.

so son habladurías, hombre. Aunque sea mi enemigo, he de reconocer que Dios es justo, y os aseguro que lo último que haría es abrir las puertas del Cielones como vosotros.

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os cuatro se miraron entre ellos con cara de preocupación, ante lo cual Lucifer dijo:o tengáis miedo, chicos. Puede que el Infierno no sea tan agradable como el Cielo, pero tampoco está tan mal. Os doy mi palabra.ck se preguntó hasta qué p unto se podía confiar en la palabra del Diablo, pero sólo consiguió inquietarse aún más.n fin -dijo Satán-, creo que eso es todo. ¿Alguna duda?adie dijo nada, de modo que el Ángel Caído se despidió:ueno, pues entonces hasta la vista. -Recogió su tridente y añadió-: ¡Suerte!

gachó la cabeza y fue desvaneciéndose en el aire. El resplandor que emanaba de su piel se fue apagando, y finalmente el sótano quedó a oscuras.anito se levantó y, a ciegas, se dirigió al interruptor de la luz con los brazos extendidos hacia delante. Una vez que estuvo encendida, los cuatro comprobafecto, el Maligno se había marchado. Por si acaso, Hausser preguntó:Sigues ahí, Satán?adie respondió.¿Os dais cuenta, chicos?! -exclamó Jack, y, levantando los brazos en señal de victoria, añadió-: ¡Lo hemos conseguido! ¡Podremos pasarnos toda la vida e!guramente las palabras de Peterson habrían tenido más sentido de haber sido mucho más joven, pero en fin…

os tres niños también estallaron en gritos de alegría, pues su gran sueño se había convertido en realidad: se pasarían toda la vida asesinando.Vamos a matar a unos cuantos para celebrarlo! -propuso Paco, entusiasmado.Buena idea! -convino Jack, señalándole con un dedo.Eso, eso! ¡Vayamos de caza! -exclamó Javi.os cuatro salieron a la calle.Vamos todos juntos o nos separamos? -preguntó Juanito.

Yo voto por que cada uno vaya por su cuenta -dijo Jack.os demás estuvieron de acuerdo y cada uno tomó un camino diferente.

58

los pocos minutos de haber salido de casa, Peterson aprovechó que un señor estaba abriendo un p ortal para colarse dentro del edificio. El tipo, de unos 40untó:

A qué piso va?Y a usted qué le importa? -respondió Jack.otro se introdujo en el ascensor, ofendido, pero Jack sujetó la puerta para que no se cerrara.e he hecho una pregunta -insistió el anciano.Qué? -dijo el otro, extrañado.e he preguntado qué le importa al piso que voy. ¡Conteste!señor comprendió entonces que aquel viejo debía de estar chiflado, por lo que le contestó:n realidad no me importa a donde vaya, amigo. Suelte la puerta, por favor.o no soy amigo suyo. ¿Por qué me llama amigo? -le preguntó Jack, frunciendo el ceño.

Suelte la puerta de una vez! ¡No me obligue a usar la fuerza!aya, vaya…, así que se cree más fuerte que yo, ¿eh?

Bueno, basta! -gritó el otro, y ya se disponía a empujar a Peterson cuando éste se sacó la pistola y le apuntó a la cara.Alto ahí, bastardo, o te reviento la cabeza.

tipo se quedó tan quieto como una estatua.o-por favor -tartamudeó-, no… no me haga daño…

Un momento… -dijo Peterson-. ¿Ibas a empujarme?otro guardó silencio, mientras el anciano se frotaba la barbilla, pensativo.  Este mamón no está transformado, pensó, de lo contrario, jamás habría intent

i contra.Has estado en Blanes estos últimos días? -le preguntó.í -contestó el otro.

No puede ser!, pensó Jack, contrariado. Estaba convencido de que a aquellas alturas todo el pueblo estaba transformado.No me reconoces? -preguntó el viejo-. ¡Fíjate bien! -exclamó, y, señalando su cara con un dedo, añadió-: ¡Soy Jack! ¡¿No te dice nada mi nombre?!o siento, señor, pero no sé quién es.

Maldita sea! -gritó Jack al comprender que algo había fallado en la cadena de lavados de cerebro. Al ver lo asustado que estaba el tipo, le dijo-: Tranquirá nada si haces lo que yo te diga.e acuerdo, ¿qué quiere?ete al fondo del ascensor.hombre obedeció, retrocediendo hasta que su espalda dio con la pared.uen chico, ahora vamos a tu casa. ¿Tienes familia?

No les haga nada, por favor… -sup licó el tipo.so depende única y exclusivamente de ti. Si me obedeces en todo lo que te diga, no os pasará nada ni a ti ni a tu familia.No le creo! -se reveló de pronto el tipo-. ¡No pienso decirle donde vivo! ¡Máteme a mí, si quiere, pero a mi familia no la tocará!ta reacción sorprendió un p oco a Jack, y p or unos instantes no supo qué hacer. Finalmente, dijo:amos, hombre…, ¿de veras crees que merece la pena arriesgar la vida por tres mocosos y la puta de tu mujer?

uriosamente, Peterson había adivinado el número de hijos que tenía el tipo.Maldito cabrón! ¡Ha estado espiando a mi familia!í -mintió Jack.Pero ¿por qué?!uidadito con el tono, que t e mato.ero ¿yo qué le he hecho? ¿Por qué nos ha espiado?terson p ensó un momento y dijo lo primero que se le ocurrio:o siento, no est oy autorizado para revelar esa información.abla usted como un…, ¿es usted policía? -preguntó el tipo, extrañadísimo ante la posibilidad de que aquel viejo fuera un poli.ampoco estoy autorizado para revelar esa información -contestó Jack.

Ya…, pero sí que est á autorizado p ara amenazarme de muerte, ¿no?sta conversación ya no t iene ningún sent ido -dijo Peterson, y , apuntándole a una rodilla, disparó.

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Aaaaah! -gritó el tipo mientras caía al suelo-. ¡Hijo de puta!ck volvió a dispararle en la misma rodilla, dañándola aún más. Si aquel tipo lograba sobrevivir, nadie podría salvarle de la cojera. El desgraciado aullaba de dterson le disparó por tercera vez en el mismo sitio, ante lo cual el hombre se desmayó. Éste es uno de los recursos que tiene el cuerpo humano cuando ilar un dolor de altísima intensidad.olvió a dispararle en la misma rodilla y el tipo despertó.sí me gusta -dijo el anciano con una cruel sonrisa-. No quiero que te pierdas detalle.continuación, Peterson disparó todas las balas que le quedaban en la pistola, y todas en la misma rodilla. Al terminar, el desgraciado no estaba ni consc

nsciente, sino en un estado intermedio, como un borracho al borde del coma etílico.ck sacó el cargador vacío y lo tiró a la cara del desdichado. Después se sacó otro del bolsillo y lo encajó en la culata de la pistola. Volvió a apuntarle a lla y disparó en ella todas las balas. Se deshizo del cargador vacío, sacó otro del bolsillo y empezó de nuevo. Al agotarse ese cargador, lo sust ituyó p or ot rootro, y otro, y otro, y otro más.e pronto, Jack se dio cuenta de que la rodilla había desaparecido. La pierna había quedado partida en dos, y el herido ya había dejado de serlo, para convver. Sin embargo, la muerte no se debió a la terrible herida. Su corazón no había podido resistir el despiadado ataque y había sufrido un infarto.terson le tomó el pulso, y, cuando comprobó el fallecimiento, se guardó el arma y salió del edificio, en busca de otra presa.

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anito iba caminando por la calle con aire decidido. Miraba a su alrededor con rostro serio, estudiando a cada una de las personas que se iban cruzando con e encontró con Óscar.

scar vivía en Blanes, estaba casado con una bella mujer, tenía un niño de 2 años y un trabajo muy bien pagado. Sin embargo, todo eso no era suficiente paaba el riesgo y las emociones fuertes, de modo que se las había ingeniado para liarse con la mejor amiga de su mujer, con la que le ponía los cuernos cada vla gana.ecisamente estaba fornicando con ella, cuando sonó su móvil. Interrumpió el acto sexual porque estaba esperando una importante llamada del trabajo. Peró el teléfono y vio quién llamaba, volvió a dejarlo sobre la mesita de noche con un gesto desdeñoso.s la idiota de mi mujer -dijo, colocándose de nuevo sobre su amante y reanudando el acto, mientras el móvil sonaba y sonaba.

a esposa de Óscar repitió la llamada varias veces, hasta que al final desistió. Estaba intentando ponerse en contacto con su marido porque el niño había t

dente en la guardería. El chavalín se había subido a una de las mesas, había perdido el equilibrio y había caído de cabeza al suelo. Al quedar inconsciente, lguida a una ambulancia y lo llevaron al hospital, donde se debatía entre la vida y la muerte. Todo esto mientras su padre se lo pasaba en grande comerio. Cuando éste y su amante terminaron el coito, él se recostó sobre la cabecera de la cama y encendió un cigarrillo. Dio la primera calada, soltó el h

ería y dijo:Hay que ver lo tonta que es mi mujer. No sospecha nada de lo nuestro, la muy boba… -Y soltó unas risitas.uando se terminó el cigarro, se puso su traje de chaqueta y corbata y se despidió de su amante con un apasionado beso.asta mañana, cariño -le dijo, y se marchó.lió a la calle colocándose bien la corbata y diciéndose a sí mismo:  Pero qué bien me lo monto…, ahora para casita, que la cornuda de mi mujer ya marada la cena, je, je, je… Una sonrisa mezquina y ruin apareció en sus labios al pensar estas cosas.e pronto, un niño se le acercó. Era muy rubio, tenía los ojos azules y la piel muy blanca, lo que le hizo pensar que posiblemente no fuese español. M ás bieco.chaval le dijo:h, tú, acompáñame. -Y le hizo señas para que le siguiera por un callejón.adúltero se detuvo un momento y miró al niño con cara de sorpresa.

anito vio a un tipo vestido con traje y corbata. Menuda pinta de cabronazo tiene, pensó. Justo en ese momento le vio sonreír.  Me lo cargo, decidió. Rápiente infantil se puso a pensar dónde y cómo liquidarlo. Miró a su alrededor y vio un callejón por donde casi nunca pasaba nadie. Aquí mismo, pensó. Se dquina de la callejuela y esperó a que el tipo llegara. Cuando estuvo muy cerca, se dirigió a él, diciéndole:h, tú, acompáñame. -Y le hizo señas para que le siguiera por el callejón.tipo se detuvo un momento y miró al niño con cara de sorpresa.

A qué esperas? ¡Que vengas, te digo! -ordenó Hausser.o obstante, el hombre del traje le mostró el dedo corazón en ese gesto vulgar que todos conocemos, y le dijo:ue te den, niñato.tipo siguió su camino, dejando a Juanito perplejo.

Me ha desobedecido… -murmuró, desconcertado-. Pero ¿qué está p asando aquí?co después llegó a la conclusión de que seguramente acababa de llegar de viaje, y que, por tanto, aún no había sido transformado.

Pues éste no se me escapa! ¡Por mi padre, que no se me escapa! -exclamó, aunque quizá esta última frase no tenía mucho sentido.puso a perseguir al adúltero, que ya se había olvidado del niño. El tipo estaba pensando en qué excusa pondría al día siguiente en el trabajo para poder m

s y pasar otro buen rato follando con su amante.

egó al portal de su casa, y Hausser, rápido como una liebre, se coló en el edificio cuando el hombre abrio la puerta.Otra vez tú, chaval? ¡Largo de aquí! -le gritó.anito se sacó la pistola y le apuntó con ella.as a morir, chulo de mierda -dijo el niño en un tono bajo, pero firme. Sujetaba el arma con ambas manos, apuntando al pecho del adúltero.

Que te p ires de aquí, niñato! ¡O te pego una host ia que te desmonto! -le amenazó el hombre, dando por sentado que la pist ola era de juguete. Ni por un insó por la cabeza que p udiera tratarse de un arma de verdad.anito lanzó una rápida mirada hacia la calle, pues el tipo mantenía la puerta abierta para que él saliera. En ese momento no pasaba nadie por delante del aprovechó para disparar al adúltero en la mano con que sujetaba la puerta. Aut omáticamente ésta se cerró, puesto que y a nada la sujetaba.Ah! -gritó el hombre con una mezcla de sorpresa, miedo y dolor.

No grites, bastardo, o te vuelo la tapa de los sesos -dijo Hausser.scar se miró la mano con incredulidad. El balazo la había atravesado y sangraba abundantemente.En qué piso vives? -preguntó el niño sin dejar de apuntarle con la pistola.ro el adúltero seguía mirándose la mano, sin poder creer lo que veía.

Te estoy hablando, capullo! -exclamó Juanito-. ¡¿Dónde coño vives?!tipo miró entonces al niño. A pesar de la gravedad de la situación, era tan orgulloso y tan prepotente que, en lugar de responder a la pregunta del ch

anzó sobre él para arrebatarle la pistola.Mocoso de mierda, ahora verás! -gritó.

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on su agilidad y rapidez innatas, Juanito se apartó justo en el momento en que se le echaba encima. Al mismo tiempo, estiró una pierna para hacerle la zao cual el hombre tropezó y cayó al suelo cuan largo era. Se golpeó la nariz contra las baldosas, oyéndose claramente el sonido de ésta al quebrarse. Inmediaezó a sangrar abundantemente p or los orificios nasales. De este modo, y a eran dos las p artes de su cuerpo que sangraban generosamente, por lo que el sueezando a quedar escandalosamente manchado de rojo.ntonces la puerta de la calle se abrio. Era el presidente de la comunidad de vecinos, que, curiosamente, también volvía de follar con su amante. En cuannita que le esperaba al otro lado de la puerta, exclamó:¿Qué demonios est á pasando aquí?!anito le pegó un tiro en la cabeza, y el presidente se desplomó.scar miró al muerto, y, cuando vio el agujero de bala que adornaba su frente, la poca prepotencia que le quedaba desapareció. Volvió a mirar al niño. Ltando directamente a la cara.or favor, no me mates -sup licó.e he preguntado donde vives, idiota. ¿Vas a contestarme o quieres acabar como tu vecino?ivo en el ático.onque en el ático, ¿eh? Pues venga, vamos para allá.scar se levantó y se metió en el ascensor, seguido por Hausser.A qué esp eras? -dijo el niño-. Dale al botón.hombre obedeció y el ascensor empezó a subir.

Qué quieres de mí? -preguntó el adúltero.chaval no contestó. Se limitó a mirar al tipo fijamente, sin dejar de apuntarle a la cara con la pistola. Óscar pensó en la posibilidad de desarmar al niñmiento rápido, pero pronto descartó la idea. El riesgo era demasiado grande y no quería acabar como el presidente de la comunidad.Qué quieres de mí? -volvió a preguntar.ue te calles. Eso es lo que quiero.ascensor se detuvo. Juanito abrio la puerta con una mano, mientras con la otra no dejaba de apuntar al t ipo.

Hay alguien esperándote en casa? -le preguntó.í, mi mujer -contestó el otro, pues no sabía que ésta se encontraba en el hospital.Está buena? -preguntó Juanito.Óscar le sorprendió esta pregunta.ues… -empezó a decir, pero no acabó la frase.

ontesta o te mato.o está mal, es una buena mujer.No te he preguntado si es buena o mala. Te he preguntado si est á buena.

a te he dicho que no está mal. sea, que no está buena, ¿no?

scar no sabía qué contestar.Qué pasa?, ¿es que tienes miedo de que la viole o qué? -preguntó Hausser.hombre guardó silencio.enga, abre la puerta, idiota -dijo el niño haciendo señas con la pistola.tipo obedeció. Entraron en el piso y Juanito cerró la puerta.lámala -ordenó.o le hagas nada, por favor.ue la llames -insistió, levantando la pistola amenazadoramente.

¿Estás ahí, cariño?! -dijo Óscar levantando la voz.o obtuvo resp uesta.Cariño, ¿dónde estás?! -insist ió, sin resultado.No decías que estaba en casa, gilipollas?so creía, pero debe de haber salido a comprar algo.ueno, pues entonces la esperaremos. Siéntate ahí -ordenó el niño señalando el sofá con la pistola.hombre obedeció.anito cogió una silla y se sentó frente a él, a un par de metros de distancia.as un largo silencio, durante el cual los dos permanecieron mirándose fijamente a los ojos, Hausser dijo:o me gusta tu cara.otro no contestó.

Y sabes por qué no me gusta? -siguió el niño-. Porque tienes la típica cara de hipócrita, falso y embustero. Te crees muy listo, pero en realidad no eres mátón de basura.anito no había podido ser más certero en su descripción, lo cual hizo que Óscar se sintiera ofendido e irritado.odo lo que tienes en la vida lo has conseguido jugando sucio, ¿verdad? -continuó el niño, mostrando un profundo desprecio-. Sí…, seguro que no me ezco muy bien a los de tu calaña. Y me atrevería a decir que le pones los cuernos a tu mujer, ¿a que sí?

Bueno, basta ya! -explotó por fin el adúltero.e dado en el clavo, ¿verdad? ¿Con quién la engañas?, ¿con alguna amiga suya, quizá? Seguro…, eso es típico de la gentuza como tú. Es más, no me extrañahora mismo vinieras de echar un polvo con la zorra de tu amante. Dios…, pero qué asco me dais los adúlteros. Sois repulsivos. Si no te conformas con tqué no te separas de ella? Así te podrás follar a todas las que quieras. -Guardó silencio unos instantes antes de continuar-. Pero qué tontería estoy diciend

rases ya no sería tan emocionante ir con otras, ¿verdad? Ya no te daría morbo.hecho de que Juanito estuviera adivinándolo todo hizo que Óscar se cabreara, cosa que demostraba con su respiración, cada vez más agitada, y su mirada rao te pongas nervioso, hombre -dijo el niño-. Te aseguro que no te servirá de nada. Voy a matarte de todos modos… -Se puso de pie y se acercó un poco ade apuntarle a la cara-. ¿Listo?cabreo de Óscar desapareció en una fracción de segundo, y el miedo volvió a apoderarse de él.

No, por favor -suplicó, tapándose el rostro con las manos.ausser pensó unos instantes, y luego dijo:

Mira, vamos a hacer una cosa. Dame el nombre y la dirección de tu amante y te perdono la vida.scar acept ó el trato y le dio el nombre y la dirección.s amiga de tu mujer, ¿verdad?hombre asintió con la cabeza, avergonzado, mientras lágrimas de impotencia caían por sus mejillas y se mezclaban con la sangre que le manaba de la nariz.

o sospechaba -dijo el chaval-. No podías conformarte con engañarla, ¿verdad? Encima tenías que hacerlo con una amiga suya. Pero ¿cómo se puede ser ta por el amor de Dios? -Guardó silencio unos instantes y luego añadió-: ¿Sabes qué? He cambiado de opinión.

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Qué… qué quieres decir? -preguntó Óscar.ue voy a matarte a ti y luego a la puta de tu amante.guidamente apuntó a la entrepierna del adúltero y disparó dos veces.

Uaaaaahh! -gritó el tipo, retorciéndose de dolor.na sonrisa demoníaca adornaba ahora el rostro de Hausser.Esto no es tan excitante como el adulterio, ¿verdad?! -le gritó justo antes de pegarle un tiro en cada rodilla. Después le disparó en los hombros y, a continuaobillos.scar sentía un inmenso dolor envolviendo todo su cuerpo, hasta el punto que estaba deseando recibir un disparo en la cabeza para que aquel martirio termvez.Qué, te duele? -preguntó Juanito, con recochineo-. Seguro que a tu mujer también le habría dolido descubrir tu adulterio, ¿no crees?Mátame ya, por favor, mátame…! -dijo Óscar entre grito y grito-. ¡No puedo soportarlo más…!Sabes qué? Iba a pegarte un tiro en la frente, pero lo he pensado mejor y voy a dejar que te desangres. Jódete.ausser se guardó la pistola en la cintura y volvió a sentarse en la silla, donde permaneció cruzado de brazos, contemplando la agonía del adúltero.

cabo de un buen rato, cuando el sofá ya estaba empapado de sangre, Óscar perdió el conocimiento. Aparentemente estaba muerto, puesto que no se auna señal de que estuviera respirando. Juanito podría haberle tomado el pulso, pero no le apetecía mancharse de sangre, así que se levantó, le apuntó a la aró dos veces.

Así aprenderás -dijo entre dientes.a iba a salir del piso, cuando pensó en la escenita que se encontraría la mujer del muerto al llegar a casa. Ella no sabía que su marido le estaba poniendo los ue seguramente lamentaría mucho su pérdida.o mereces que nadie llore por ti -le dijo Juanito al cadáver. Buscó papel y bolígrafo y escribió la siguiente nota para la señora de la casa:

ola.e asesinado a su esposo porque he descubierto que se estaba follando a Marta, una amiga de usted, según tengo entendido. No puedo revelarle quién o decirle que me dedico a matar adúlteros.

or favor, no llore la pérdida de su marido. No se merece que derrame ni una lágrima por él.terminar de escribir esto voy a ir a por Marta. Puede estar segura de que ella también recibirá su merecido.

entamente,

n amigo. ejó la nota sobre la mesa del salón y se marchó.llegar a la dirección que le había dado Óscar, llamó al telefonillo.

Sí? -contestó una voz de mujer.Eres Marta? -preguntó Juanito.Quién lo pregunta?aya, vaya…, encima de zorra, desconfiada, pensó Hausser.raigo un mensaje urgente de Óscar.ero ¿quién eres? -insistió la mujer.oy un amigo suy o. Me ha pedido por favor que te entregue una carta.Una carta? ¿Y por qué no me llama al móvil?o lo sé, sólo me ha dicho que es muy urgente, y que debes leerla cuanto antes. Es cuestión de vida o muerte.arta estaba cada vez más extrañada. ¿Cuestión de vida o muerte? Seguramente sería algo relacionado con su relación secreta. Quizá su mujer sospechaba algueno, sube -dijo al fin.niño subió a la segunda planta, donde vivía la golfa. Estaba esperando con la puerta abierta.

Hola -la saludó Juanito-, ¿puedo p asar?a mujer no terminaba de fiarse del chaval, por lo que antes de dejarle pasar le preguntó:Dónde está la carta?evaba puesto un pequeño camisón rojo muy fino, por el que se transparentaban todos sus encantos. La tía estaba realmente buena, las cosas como son. Jó mirando descaradamente los exuberantes pechos de la mujer. Cuando ésta se dio cuenta, se tapó las tetas con los brazos y exclamó:¿Qué estás mirando?! ¡Dame la carta de una vez!Qué carta ni qué niño muerto! -espetó el chaval, y le pegó una patada de karate en el estómago.arta se dobló en dos, agachando la cabeza, lo que aprovechó Hausser para cogérsela con ambas manos y empujarla hacia el interior del apartamento. La t

de pasos hacia atrás y se cayó de culo.anito cerró la puerta y se sacó la pistola.

Hay que ver lo buena que estás... -le dijo-. Lástima que todo lo que tienes de atractiva lo tengas también de put a.e apuntó a la cabeza y disparó cinco veces.ausser salió de allí y se dispuso a buscar otra p resa.

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co estaba entusiasmado. Tanto, que por unos minutos se olvidó de cualquier tipo de precaución. A todo aquel que se encontraba por la calle lo liquidaba simiento. Su puntería era asombrosa, y eso que no estaba acostumbrado a utilizar armas de fuego.ampoco perdía de vista las ventanas y terrazas de las viviendas. En cuanto veía asomarse a alguien, tardaba apenas un segundo en apuntarle y dispararle . No fallaba ni un disparo. Ni él mismo se lo creía; parecía cosa de magia.

os coches que circulaban por la calle tampoco se libraron de él. A medida que iban pasando por su lado, eliminaba a sus ocupantes, con lo cual no ucirse un accidente y el consiguiente atasco. Se podría comparar a las personas que ocupaban estos vehículos con insectos atrapados en la tela de una ar

o haré, porque, de hecho, la gente de los coches podía salir de ellos y echar a correr. Es decir, no estaban realmente atrapados. Incluso habría sido posnos de ellos hubieran salvado la vida si todos hubiesen intentado huir al mismo tiempo. Pero no fue así. Sólo algunos se atrevieron a hacerlo, por lo que ningún p roblema para abatirlos.

e pronto, un anciano apareció en una terraza. Había sido aficionado a la caza toda su vida y aún conservaba la escopeta con la que había pasado tantos buenando animales. En ese momento tenía el arma en las manos y apuntaba con ella a Paco, pero el niño no podía verlo, pues estaba mirando a otro lado.

viejo disparó, y el chaval notó que la mejilla derecha le ardía. Había salvado la vida por muy poco. Los perdigones sólo le habían rozado la cara, pero hiente para hacerle sangrar.

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Mierda! -exclamó Paco, sorprendido y enfadado. Se dio la vuelta y vio al anciano. Tan sólo llevaba puestos unos calzoncillos. Seguramente ya estaba do empezó el tiroteo, pensó el niño. El hombre seguía apuntándole con la escopeta, disp uesto a abrir fuego una vez más. Paco saltó hacia un lado como untbol, justo antes de que el anciano disparase por segunda vez. De haberse quedado quieto, los perdigones le habrían destrozado la cara. En medio del salto

ejo y apretó el gatillo. Un instante después, el anciano caía hacia atrás, sobre los geranios que adornaban su balcón.n perder tiempo, el niño corrio hacia los coches y siguió con la matanza. Se le acabó el cargador, pero apenas tardó unos segundos en recambiarlo por otro

ue antes de salir de casa, se había llenado los bolsillos de munición.r fin apareció la policía; concretamente un par de unidades motorizadas. En cuanto Paco los vio, se deshizo de ellos con sendos tiros en la cabeza. De eron los cascos que llevaban puestos.niño siguió divirtiéndose un rato más, hasta que se quedó sin balas.

uego volvió a casa, satisfecho.

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vi, que también llevaba los bolsillos llenos de cargadores de recambio, se detuvo en un portal, apuntó a la cerradura y disparó. La puerta quedó abierta.nsor y fue a la primera planta. Llamó a una de las puertas del rellano. Poco después, la abrio una mujer con la boca llena. Al parecer estaba cenando. Le dispe y ésta cayó al suelo. Entró en el piso y acabó con todos los que había en la casa.lió de allí y llamó a la siguiente puerta. La abrio un hombre de unos 50 años. ¡PUM! El tipo cayó con la cabeza agujereada. Javi entró en el piso, revisó ha

habitación, como en el piso anterior, y fue eliminando a todo el que encontraba. Sólo utilizaba una bala por persona. No había que derrochar; al menos eso decir su madre (antes de morir, claro).vi salió del piso cuando hubo acabado con todos sus ocupantes. Llamó a la siguiente puerta y volvió a repetir la misma operación.uando ya no quedaba nadie vivo en la primera planta, se ocupó de la segunda, luego de la tercera y, por último, de la cuarta, hasta que el edificio entero se na gran tumba colectiva.lió a la calle, se dirigió al siguiente portal y, apuntando a la cerradura de la puerta, la destrozó de otro balazo. Subió a la primera planta y vuelta a empezar.

uando se le acabó la munición, había acabado con todos los ocupantes de cinco edificios. Pero para entonces ya se encontraba bastante satisfecho, y eno de vuelta a casa con una sonrisa en los labios.

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las 11 de la noche ya estaban de vuelta los cuatro. Pidieron unas pizzas y unas cervezas, y, mientras cenaban, hablaron sobre lo que habían estado haciendue una cena muy amena y divertida. Los cuatro asesinos brindaban a cada momento por la gran vida que tenían por delante, si bien Jack no pudo evitdia de los niños. Ellos sí que eran afortunados; podrían disfrutar de toda una vida derramando sangre. En cambio, a él apenas le quedaban unos años. Aa bastante bien físicamente, era consciente de que no podía durar mucho más. Intentó apartar esos pensamientos de su mente y dedicarse a festejar con

nes amigos. Hacía muy poco tiempo que los conocía, pero ya les había cogido tanto cariño que prácticamente los consideraba como parte de su propia famrvó en silencio mientras los tres seguían hablando entusiasmados. Su vitalidad infantil era contagiosa, de manera que por unos instantes tuvo la sensacio ellos, un niño más. Sin embargo, cuando fue a coger un trozo de p izza y vio su mano llena de arrugas, volvió a sentirse profundamente t riste. Juanito se lo:Qué te pasa, Jack? ¿A qué viene esa cara?ranquilo, no es nada. Se me pasará.Qué ocurre? -preguntó Paco-. Todo está saliendo como queríamos, ¿no?uéntanoslo, Jack -dijo Javi-. Sabes que en nosotros p uedes confiar.

nte la insistencia de los niños, Peterson se sintió moralmente obligado a contarles lo que le ocurría.Veréis… -empezó, t itubeante-, estoy muy contento p or el acuerdo al que hemos llegado con Satán…, pero hay algo que me entristece mucho.El qué? -preguntó Juanito.ues que yo no soy más que un pobre viejo, con la muerte esperándome a la vuelta de la esquina, y en cambio vosotros tenéis toda la vida por delante. Mado tanto poder compartirla con vosotros… -Peterson estaba cada vez más abatido. Hablaba sin levantar la vista de la mesa.n un primer momento, ninguno de los tres chavales supo qué decir. El ambiente festivo que se había respirado en el salón hasta aquel momento había dado pcio como de luto.Veis como no merecía la pena que os lo contara? -dijo Jack-. Es mejor no hablar de las cosas que no tienen remedio.spera un momento -dijo Javi-. Quizá sí tenga remedio.De qué estás hablando? -preguntó Juanito.No habéis oído nunca esa historia del tío que le vendió el alma al Diablo a cambio de no envejecer?anito y Paco negaron con la cabeza, pero Jack respondió:í, la historia se llama El retrato de Dorian Grey. Como bien dices, el tal Grey vendió su alma al Diablo a cambio de la eterna juventud. -Peterson guardóinstantes antes de añadir-: ¿Y qué?

Cómo que y qué? ¿Es que no lo ves? Tú podrías hacer lo mismo que ese tío.

ero ¿qué dices, hombre? Esa historia es una novela, no pasó de verdad.vi agachó la cabeza, avergonzado.Y cómo puedes estar tan seguro de que no pasó de verdad? -intervino Paco-. Quizá el tipo que escribió la novela se basó en una historia real.s verdad -convino Juanito-. Deberíamos preguntárselo a Satanás.Insinúas que Le invoquemos ot ra vez? -p reguntó Jack, escandalizado-. ¡Pero si ap enas hace un rato que hemos hablado con Él!Y? -dijo Hausser.ues que al Diablo no se le puede andar molestando cada dos por tres. Sobre todo después de haber conseguido que acepte nuestra propuesta. Podría enfer a cambiar de opinión.ueno, pues esperemos hasta mañana, entonces -dijo Paco.Mañana? Ni hablar -exclamó Jack-. Hay que esperar por lo menos un p ar de meses.Tanto? -dijo Hausser.í, es lo mejor.Y si te mueres antes de que pasen dos meses? -preguntó Paco.

No me jodas, hostia… -contestó el viejo-. Soy mayor, pero aún me siento bastante bien.a…, la abuela de Javi también se sentía bastante bien y mira cómo acabó.

refiero que no hablemos de eso, p or favor -dijo Javi.Cómo acabó? -preguntó Jack, que no sabía nada del asunto.

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avi tiene razón -dijo Juanito-, es mejor que no hablemos del tema. Además, menudo ejemplo has ido a poner, colega… Aquello fue un accidente; la edadque ver.ueno, puede que tengas razón -respondió Paco-. Lo que quiero decir es que con la gente anciana suele pasar eso: un día se sienten bien y al siguiente la palmso sí que es verdad, Jack -dijo Hausser-. Quizá deberíamos hablar con el Maligno cuanto antes.

Que no me va a pasar nada, joder! -exclamó Jack, irritado.os niños guardaron silencio, y al cabo de poco Peterson volvió a hablar:

Veamos…, estoy dispuesto a rebajar la espera a un mes, pero no más.omo quieras -dijo Hausser.

ambiando el tema de conversación, Jack dijo:or cierto, no os he dicho algo que me ha pasado con el tipo ese al que le he destrozado la rodilla. Resulta que el tío no me reconoció. ¡Incluso intentó agredirm

No p uede ser -dijo Javi-. Ya hace muchos días que empezamos la cadena de transformaciones. Todos los habitantes del pueblo t ienen que estar transformadso mismo pensé yo -siguió el viejo-. Entonces supuse que acababa de volver de algún viaje y aún no había pasado el tiempo suficiente para que lo transfcuando se lo pregunté me dijo que los últimos días los había pasado en Blanes.uede que te mintiera -dijo Javi.lo mejor -convino Jack.

ué curioso… -dijo Hausser-. A mí me ha pasado lo mismo con el adúltero. No me ha reconocido, pero no le he dado mucha importancia. Igual que tú, suaba de volver de algún viaje, aunque la verdad es que no llegué a preguntárselo.ues a mí me ha disparado un tío desde un balcón -dijo Paco.

No jodas! -exclamó Jack-. Otro que no estaba transformado, de lo contrario jamás te habría atacado.quí está pasando algo muy raro -dijo Juanito-. Espero que la cadena de lavados de cerebro no esté fallando…ues a mí no me ha pasado nada de eso -dijo Javi, y, tras reflexionar unos instantes, añadió-: Claro que, ahora que lo pienso, tampoco les he dado muchoque pudieran hacer nada contra mí. En cuanto los veía me los cargaba.ueno -dijo Peterson-, me parece que mañana deberíamos investigar qué es lo que está pasando; si es que realmente está pasando algo, claro. Tambiénbilidad de que todo haya sido casual. Quizá a mí me mintió el idiota de la rodilla y s í que acababa de volver de viaje. Lo mismo puede haber pasado con elel caso del tío que ha disparado a Paco, puede que simplemente no llegara a ver bien su cara desde el balcón, lo que explicaría su ataque.jalá sea ésa la verdad -dijo Hausser con cara de preocupación.

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TERCERA PARTE

Simón, el vagabundo

Y los humillados serán ensalz ados, dijo el Señor.

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la mañana siguiente, los cuatro salieron para investigar la cuestión.a primera persona con quien se encontraron fue un señor de pelo canoso.h, oiga -le dijo Jack.Sí? -contestó el hombre.úmbese en el suelo y haga 50 flexiones.e acuerdo -contestó, y obedeció la orden de inmediato. La gente que pasaba por su lado lo miraba con extrañeza.ero, Manolo, ¿qué coño estás haciendo? -le dijo alguien de repente. Al parecer, era un amigo suyo.No lo ves? Hago flexiones.ero… -empezó a decir el amigo.ierra el pico -le ordenó Jack-. Túmbate en el suelo y haz como él.e acuerdo -respondió el hombre, y también obedeció.

urante un buen rato, Peterson fue diciendo a todos los que pasaban por allí que se pusieran a hacer flexiones.odos obedecieron.n 10 minutos, ya había treinta p ersonas haciendo gimnasia en torno a los cuatro asesinos.odos obedecen… -dijo Hausser frotándose el mentón.n efecto -convino Jack-. Pero vayamos a otra zona del pueblo.Qué tal si nos separamos y cada uno va a una zona diferente? Así tardaremos menos.uena idea -dijo Peterson.sí que cada uno se fue por su lado.

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anito se fue hacia el paseo marítimo y echó un vistazo a la playa. Ya habían recogido todos los cadáveres, si bien la arena seguía teñida de un color oscurosangre seca. En aquella época la playa solía estar llena de bañistas, pero al parecer la gente era reacia a tumbarse sobre la arena ensangrentada.iga, usted -le dijo Hausser a una señora de piel morena.

Sí?aya a la playa y revuélquese en la arena.e acuerdo. -La mujer soltó la bolsa de la compra que llevaba y obedeció la orden del niño.

n señor que pasaba junto a Hausser se quedó mirando a la tipa, que, tumbada en la arena, giraba sobre su p ropio cuerpo, como un cerdo revolcándose en el Qué demonios hace esa mujer? -dijo el hombre.o mismo que vas a hacer tú ahora mismo. ¡Venga! -ordenó Juanito.señor, que no se había fijado bien en el rostro del niño, creyó haber oído mal sus palabras, y le preguntó:

Cómo dices?ntonces Hausser encaró al hombre y le gritó:Que hagas lo mismo que está haciendo ella!

reconocer el rostro del chaval, el tipo contest ó:e acuerdo. -Fue junto a la mujer y se puso a hacer lo mismo que ella.

sí, a medida que la gente pasaba cerca de allí y se quedaban mirando la extraña escena, Hausser les decía que se unieran a los demás. En pocos minutos, unente se revolcaba sobre la arena ensangrentada.ueno, ya he visto suficiente -murmuró Juanito, y regresó a casa.r el camino fue dando algunas órdenes a la gente que se iba encontrando. A uno le dijo que se pusiera a saltar a la pata coja, a otro que se pegara un tortaia cara, a otro que le escupiera a su acompañante, a otro que se dejara caer de espaldas al suelo, a otro que se subiera al techo de un coche aparcado, a otodo el dinero que llevaba encima, a otro que entrara en una tienda y robara lo primero que viera, a otro que aguantase la respiración, a otro que siguiera cacon los ojos cerrados, etc.

odos obedecieron.a estaba llegando a casa, cuando se preguntó cuánto tiempo permanecerían revolcándose en la arena todos aquellos transformados.ah... -murmuró al cabo de unos instantes-. ¿Y a mí qué me importa…?

65

co fue al mercado municipal. Nada más entrar, vio un puesto de golosinas y le pidió a la dependienta todas las que quiso. Las fue metiendo en una pequástico hasta llenarla.ame la bolsa -le dijo el niño, y cuando la tuvo en sus manos, añadió-: No voy a pagarte. ¿Algún problema?or supuesto que no -contestó la mujer con una sonrisa.

Muy bien, hasta luego -dijo Paco mientras se metía una golosina en la boca.mpezó a andar tranquilamente hacia el siguiente puesto. Era una librería.uenos días -le dijo al dependiente-. ¿Tiene El Quijote?uenos días -contestó el librero, que era totalmente calvo-. Déjame que lo mire, creo que lo tengo por aquí. -El hombre se dio la vuelta y buscó en una gran ede libros-. Sí, aquí está. ¿Lo quieres en tapa dura o en tapa blanda?ura, por favor.erfecto -dijo el hombre. Cogió el libro de la estantería y lo p uso sobre el mostrador-. Son 20 euros.ambién quiero La Odisea, ¿la tiene?éjame ver…librero volvió a dar la espalda a Paco, momento que éste aprovechó para coger El Quijote. Más que un libro parecía un ladrillo. Cogiendo todo el imp

o, se lo lanzó al hombre, que recibió el impacto en plena calva.Ay! -gritó, llevándose las manos a la cabeza.n par de personas que habían visto la gamberrada del niño se acercaron con la intención de regañarle. Sin embargo, cuando reconocieron su rostro cambión y siguieron su camino.¿Qué coño ha pasado?! -preguntó el librero al niño.

e he tirado El Quijote a la cabeza.hombre seguía con las manos en la calva, donde ya estaba empezando a salirle un chichón.

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aramba, cómo duele... -dijo.ódete -comentó Paco.librero no contestó a esta grosería. Se limitó a recoger El Quijote del suelo y siguió buscando el otro libro que le había pedido el chaval. La actitud del hom

resión de Paco era prueba suficiente de que estaba transformado, o al menos así lo consideró el niño, que se metió otra golosina en la boca y fue al siguientea una carnicería. La dependienta tenía unos 50 años, era rubia de bote y llevaba puesto un delantal manchado de sangre. En aquel momento estaba atendienra muy entrada en carnes. La carnicera estaba cogiendo un pollo de la cámara frigorífica.órtale la cabeza, por favor -dijo la clienta.co se acercó a ella y le dijo:ti te la tendrían que cortar, hija de puta. ¡Largo de aquí!

a mujer miró al niño y acto seguido se marchó.Qué te pongo? -le preguntó la carnicera al chaval, mientras volvía a colocar el pollo en la cámara frigorífica. Había oído perfectamente lo que Paco le había d

ma cliente. Sin embargo, se dirigió al niño con toda naturalidad. Seguramente aquello era prueba suficiente de que la mujer estaba transformada, pero Paurarse.óngame un kilo de salchichas.a tipa cogió lo que el niño le había pedido y , tras p esarlas, se dispuso a envolverlas en un papel.uieta -dijo Paco-. No las envuelva todavía.

a mujer miró al niño y le dijo:i quieres algo más ya lo envolveré en otro papel. Es mejor poner cada cosa aparte.Y qué sabrás tú, zorra? -le dijo el chaval.levo muchos años en este negocio y sé lo que me hago, créeme -contestó la carnicera. La grosería del niño no parecía haberla molestado lo más mínimo.sí que vas de lista, ¿eh? A ver, coge una salchicha y métetela por el culo -ordenó Paco.

a mujer empezó a bajarse la falda, dispuesta a obedecer. Entonces el pequeño asesino empezó a reír, y cuando la tipa cogió una salchicha con la inteufársela en el trasero, le dijo:Pare, pare, por Dios! No hace falta que lo haga. -El niño hablaba con dificultad debido a la risa-. Vístase, ande, vístase…

dirigió hacia el siguiente puesto comercial, una pescadería, riéndose todavía de la ridícula escena que acababa de presenciar. Ya más calmado, se fijó enonas que estaban esperando para ser atendidas.Quién es el último? -preguntó.

Yo -contestó un señor de unos 40 años. Saltaba a la vista que era un vagabundo. Su ropa estaba sucia y rota por varios sitios. Casi no tenía pelo, per

dosa y mugrienta barba que acariciaba constantemente.ada más verle, a Paco le cayó de puta madre.ta vez esperó pacientemente su turno, mientras iba comiendo golosinas.iga -le dijo al andrajoso, y, mostrándole la bolsa de los dulces, añadió-: ¿Quiere?

Vale -contestó el tipo, y metió una mano roñosa en la bolsa.der, qué tío más guarro… , pensó Paco al ver la cantidad de mugre que tenía en las uñas.uédeselo todo, yo ya no quiero más -dijo el chaval.racias -dijo el hombre, entusiasmado. Al sonreír, dejó al descubierto su oscura dentadura.tipo se puso a comer las golosinas como si fueran patatas fritas. Al p arecer estaba muy hambriento.

Cómo te llamas, amigo? -le preguntó el niño.imón -contestó el otro con la boca llena-. ¿Y tú?aco.estrecharon las manos.

ncantado -dijo Simón.o mismo digo -contestó el chaval-. Tienes hambre, ¿verdad?a te digo…

Y dinero?Acaso tengo pinta de tener dinero? -preguntó el hombre.co no contestó. Cuando el vagabundo se hubo acabado las golosinas, tiró la bolsa vacía al suelo y dijo:racias, chaval. Estaban muy ricas.e nada.r fin llegó el turno de Simón.

Tienes algo para darme? -le preguntó al pescadero.Hoy no puedo darte nada, lo siento.

amos, hombre, no seas tacaño… -insistió Simón-. Dame unas cuantas sardinas, aunque sea.a te he dicho que hoy no puede ser, y deja de molestar, que tengo más clientes. -Se dirigió a Paco y le dijo-: ¿Qué te pongo?ero qué cabrón eres… -siguió el indigente-. Ya no te acuerdas de cuando íbamos juntos al colegio, ¿verdad?Lárgate de una vez, Simón! -gritó el pescadero.Ya no te acuerdas de cómo te defendía cuando todos querían zurrarte? Anda que no te libré de palizas…

e eso hace ya mucho t iempo -dijo el pescadero.Mucho tiempo dice… ¡Ese tipo de deudas no caducan nunca!Que te p ires, joder, que te p ires! -insistió el pescadero, chasqueando los dedos.No me da la gana! -exclamó Simón, descargando el puño sobre unos calamares.¿Qué coño haces?! ¡Lárgate ahora mismo o llamo a la policía!onque a la policía, ¿eh? Sigues siendo el mismo cagado del colegio, siempre dejando que los demás te solucionen los problemas.e pronto, Simón cogió un p uñado de calamares y se los lanzó.Ah! -exclamó el pescadero cuando impactaron contra su pecho-. ¡M aldito chiflado!vagabundo cogió entonces un p ez espada y también se lo lanzó. Se trataba de un ejemplar muy joven, pues los adultos miden unos cuatro metros. El pez

con su afilada nariz apuntando hacia delante. Ya iba a clavarse en el cuello del pescadero, cuando éste hizo un rápido movimiento y consiguió esquivargo, resultó que su mujer estaba justo detrás de él, contando el dinero de la caja registradora, y la desgracia fue inevitable. El pez espada se le clavó en onando la médula espinal y matándola instantáneamente. Cayó al suelo con un billete de 50 euros bien apretado en la mano derecha.Nooooooo!! -gritó el pescadero, horrorizado.co, que estaba flipando con todo aquello, volvió la cara hacia Simón, pero éste ya había echado a correr, huyendo del lugar.

Que alguien llame a una ambulancia, por favor! ¡Que alguien llame a una ambulancia! -gritaba el pescadero, desesperado.

co salió corriendo, pero no con la intención de llamar a una ambulancia, sino para alcanzar a Simón. Lo vio salir por la puerta principal, donde chocóra, tirándola al suelo. Bajó las escaleras a toda pastilla y siguió corriendo calle abajo. Paco lo siguió, y, aunque lo perdía de vista cada vez que doblaba una

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o volvía a localizarlo.Cómo corre el cabrón! -exclamó el niño sin dejar de perseguirlo.

vagabundo no se detuvo hasta llegar al paseo marítimo. Entonces se sentó en una de las mesas, agotado.co después llegó Paco.

Tú! -exclamó Simón, intentando recuperar el aliento-. ¡¿Por qué me has seguido?!uiero proponerte algo -contestó el niño, tratando t ambién de recuperar el aliento.

Proponerme algo? -dijo el otro con mirada desconfiada.i quieres, puedes venirte a vivir a mi casa. Allí no te faltará comida.món no se fiaba ni de su sombra, y mucho menos de aquel niño, más que nada porque le había visto matar a la mujer del pescadero. Seguramente aquella pna trampa p ara entregarlo a la poli, pensó.engo que irme -dijo el barbudo-. ¡Y no me sigas!hombre se levantó y empezó a alejarse.

Vuelve aquí, Simón! -dijo Paco en tono autoritario.indigente se dio la vuelta y volvió junto al niño. que suponía, pensó el chaval, también está transformado. No obstante, para asegurarse, le dijo:égate un bofetón.otro obedeció, ¡PLAS!Paco le había caído tan bien aquel tipo, que habría preferido no tener que ordenarle las cosas, sino razonarlas como amigos. Pero si no había más remedio...imón, a partir de ahora confiarás siempre en mí, ¿de acuerdo?e acuerdo.iéntate aquí otra vez, anda. -Simón obedeció, y a continuación empezó a acariciarse la barba mientras miraba al horizonte con indiferencia. Paco siguió h

ha encantado lo que has hecho en el mercado, ¿sabes?vagabundo miró al chaval con el ceño fruncido y dijo:

Qué?as hecho lo que cualquier persona sensata habría hecho en tu lugar.ero yo no tenía intención de matar a nadie… Y ya has visto cómo ha caído aquella mujer. Seguro que está muerta…, ¡seguro! Dios…, ahora sí que estoy ac

ombre estaba empezando a sollozar.rriba ese ánimo, caramba -le dijo Paco, apretándole un hombro-. Para empezar, no has de sentirte culpable por lo que has hecho.

Cómo no voy a sentirme culpable? -dijo Simón, limpiándose las lágrimas-. ¡He matado a una persona!Shshsh! -dijo Paco mirando a su alrededor-. No hace falta que lo grites a los cuatro vientos. ¿Qué quieres?, ¿que te detengan y te fusilen?Fusilarme?í, han reinstaurado la pena de muerte en España, ¿es que no te has enterado? -se inventó el niño.stás de coña, ¿no?

Me temo que no, amigo. Como te pillen, te fusilan; de eso puedes estar seguro.món, que no era muy espabilado, se tragó la mentira y miró al chaval con ojos aterrorizados.Ayúdame, por favor! ¡Tienes que ayudarme! -exclamó el hombre en voz baja y apretando un brazo del niño.ranquilo, hombre, tranquilo. Por supuesto que voy a ayudarte. Pero suéltame, joder, que vas a romperme el brazo. -Simón obedeció-. Lo primero que harenderte en mi casa.ero tus padres… ¿estarán de acuerdo?

No vivo con mis padres.Con quién vives, entonces?on unos amigos. Pero no te p reocupes por ellos; no p ondrán ninguna pega porque te escondas allí.

Seguro?ue sí, hombre, que sí. Venga, vamos para casa -dijo Paco, levantándose.Dónde vives?uando el niño le dijo que vivía a las afueras del pueblo, Simón le miró con ojos asustados.Mierda! -exclamó en voz baja-. ¡Para llegar hasta allí hay que cruzar todo el pueblo! ¡Y seguro que la poli ya me está buscando! ¡Sería un milagro llegar hastme vean!

No exageres, hombre. A lo mejor hay suerte y no nos cruzamos a ninguna patrulla.No me jodas, que me estoy jugando el cuello! ¡A lo mejor hay suerte dice, no te jode…!h, no te pases, colega. No vuelvas a hablarme en ese tono nunca más, ¿entendido? -dijo Paco, mirando a Simón muy seriamente-. No te voy a permitir que mspeto. Y mucho menos cuando estoy intentando salvarte el pellejo.indigente resp iró hondo y dijo:stá bien, perdona, es que me parece muy arriesgado cruzar el pueblo paseando como si nada.o sólo es arriesgado, sino que es una auténtica locura. Cuando te lo he dicho sólo bromeaba.o te lo tomes a mal, pero ahora mismo no estoy para bromas -dijo Simón, mirando desconfiadamente a su alrededor.o comprendo, no es momento para bromas -admitió Paco-. Mira, ¿sabes lo que vamos a hacer? Voy a llamar a un taxi. -El niño se sacó el móvil del b

ezó a marcar el número.Pero el taxista me verá, y seguro que están en contacto con la poli!ranquilo, éste es de confianza. Hace un año que salió de la cárcel y es marroquí.món guardó silencio unos instantes y luego dijo:Eres amigo de un taxista ex presidiario?ueno, en realidad es el padre de un amigo mío. Le conozco de cuando voy a jugar a su casa.Y seguro que puedo fiarme de él?ues claro. La gente que ha estado en la cárcel siempre ayuda a los delincuentes, ¿no lo sabías?món miró al niño con cara de no estar muy convencido.i tú lo dices… -murmuró.

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co terminó de marcar el número y se llevó el teléfono a la oreja. Sonaron tres tonos antes de que una voz contestara:

ígame.Mohamed, ¿eres tú?

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Hombre, Paquito!, ¿cómo va eso, chaval? -dijo el hombre con un marcado acento árabe.Muy bien, gracias. ¿Y tú qué tal?

amos tirando, chico, vamos tirando…erás, un amigo mío está en apuros. ¿Ahora mismo estás trabajando?í, estoy en el taxi. Dime, ¿cuál es el problema exactamente?

Mi colega se ha cargado a la pescadera del mercado y quiero esconderlo en mi casa.Vaya, vaya… Así que es a tu amigo a quien anda buscando la pasma… Acaban de pasarnos su descripción por radio a todos los taxistas. Quieren que les ay

alizarlo, pero conmigo lo llevan claro…Puedes venir a recogernos, por favor? Estamos en el paseo, junto al chiringuito.ohamed no contestó.Estás ahí? -preguntó Paco.í, sí…, aquí estoy .e p reguntaba si puedes venir a buscarnos.ues… no sé, Paquito, hay mucha gente buscando a ese tipo. Si me pillan con él en el taxi se me puede caer el pelo. Sobre todo teniendo en cuenta mis anteco pasará nada, hombre. Si va agachado en el asiento de atrás nadie lo verá.

No sé, no sé…Mira, Mohamed -dijo Paco, que ya estaba empezando a cabrearse-. Como no vengas, le cuento a tu mujer el rollo que tienes con la vecina de arriba.¿Qué?! -exclamó el moro.o que oyes. Si no me ayudas, ahora mismo voy y se lo cuento.

No serás capaz de hacerme esa putada, ¿verdad?! -exclamó. Su acento árabe cada vez era más fuerte.Que no seré capaz? Tú ponme a prueba.as unos instantes de silencio, Mohamed exclamó varias cosas en su lengua natal.Qué has dicho?Sabes qué? Prefiero quedarme sin mujer antes que volver al talego.Serás cabrón! -exclamó Paco. Pensó un poco y añadió-: Como no vengas, voy a la poli y me chivo de que sigues traficando con coca.Hazlo y te rajo el cuello! -contestó el marroquí.

hizo un tenso silencio entre ambos, y , de pronto, Paco se dio cuenta de lo estúp ido que estaba siendo.Mohamed, ven aquí ahora mismo -le dijo en tono autoritario.

Voy -contest ó el moro, y colgó el teléfono.co no le había dado ninguna orden directa a Mohamed durante la conversación. Simplemente se había limitado a pedirle un favor. Ése había sido su error.a me vale… -murmuró, mientras se guardaba el móvil.

Qué pasa? -preguntó Simón-. ¿Viene o no?ranqui, ya está en camino.niño dirigió la mirada hacia los coches que iban pasando, y entonces se llevó una mano a la cabeza.

ero ¿cómo puedo ser tan gilipollas? -dijo.Qué pasa?ada, nada…, no tiene importancia.co se acababa de dar cuenta de que llamar a Mohamed había sido una tontería y una pérdida de tiempo. Podía acercarse a cualquier coche, ordenar al condu

etuviera y les llevaría a él y a Simón a cualquier sitio. Podía darse el caso de que el conductor no estuviera transformado, pero en tal caso lo único que tr era buscar a otro que sí lo estuviera. Así de sencillo.h, ¿has visto a ésos de allí? -dijo el vagabundo, interrumpiendo los pensamientos del niño.Qué?

Mira. -Simón señaló a un grupo de personas que se revolcaban en la arena, a unos cien metros de distancia.uando Paco los vio, dijo:Qué están haciendo?i idea.

e pronto, al niño le pareció reconocer a Juanito en el borde de la playa. En ese momento hablaba con un hombre que estaba a su lado, y seguidamentgicamente hacia los que se estaban revolcando. El tipo fue junto a éstos, se tumbó y se puso a hacer lo mismo que los demás.a, ja, ja! -rio Paco, comprendiendo al fin lo que ocurría.

De qué te ríes? -preguntó Simón.e nada, de nada…, olvídalo.

n taxi aparcó junto al paseo.hí está, vamos -dijo Paco, y se dirigieron al vehículo-. Hola, Mohamed -le saludó al montarse.

món ocupó la parte de atrás. En cuanto cerró la puerta, se tumbó p ara que no lo vieran desde fuera.ola -dijo el musulmán-. ¿Adónde os llevo?chaval le indicó la dirección.cieron todo el trayecto en silencio. Al llegar al chalet, Paco le dijo al moro:

o le digas a nadie que nos has traído aquí, ¿entendido?ntendido.ntes de cerrar la puerta, Paco le señaló con un dedo y le dijo:or cierto, no vuelvas a p onerle los cuernos a t u mujer nunca más.e acuerdo -aceptó el árabe como si tal cosa.amos, largo de aquí -dijo el niño, y cerró la puerta del coche. El taxi aceleró y no tardó en perderse de vista. -Acompáñame -le dijo a Simón mientras entra

n.Vaya! -exclamó el indigente, asombrado ante tanto lujo-. ¿Ésta es tu casa?í. No está mal, ¿eh?Y de verdad vas a dejarme vivir contigo?ues claro, hombre.ero ¿por qué?Qué pasa?, ¿vuelves a desconfiar de mí? -dijo el niño mientras abría la puerta.

No es eso…Entonces qué es?

No sé…, sup ongo que no estoy acostumbrado a que la gente se porte bien conmigo.ntiendo -dijo Paco, entrando en la casa-. Lo que pasa es que el mundo está lleno de egoístas hijos de puta a los que les importa una mierda que los demás n

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para comer.uánta razón t ienes…laro que tengo razón, p ero yo soy diferente. Bueno, yo y todos los que vivimos en esta casa. Si vemos que alguien necesita ayuda, no dudamos en dárselarigió al mueble bar y preguntó por encima del hombro-: ¿Quieres un trago?í, gracias.co llenó dos copas de whisky y le dio una a Simón.

Salud! -dijo el niño, levantando su copa para brindar.Salud! -le imitó el otro, y, levantando la suya, la acercó a la de Paco hasta que se produjo el tintineo de los cristales al chocar entre sí.espués de dar un buen trago, el chaval dijo:l mundo está podrido, amigo. -Y, golpeando tres veces el pecho de Simón con un dedo, añadió-: Po-dri-do.a lo sé… -convino el vagabundo-. Pero ¿qué le vamos a hacer? El mundo es así y nosotros no podemos hacer nada para cambiarlo.n eso te equivocas -dijo Paco, y dio otro trago-. Sí que podemos hacer algo.í, claro, ayudar a los necesitados, como estás haciendo tú conmigo. Pero eso no soluciona el problema. Hay muy poca gente tan generosa como tú.o, no… -dijo Paco negando con la cabeza-. No me refiero a eso. Para arreglar el mundo no hay que ayudar a la gente.h, ¿no? -preguntó Simón, extrañado. Bebió un trago y añadió-: Entonces ¿qué hay que hacer?co respiró hondo, apuró su copa y dijo:

Hay que matarlos a todos.món se quedó tan sorprendido ante la respuesta del niño, que en un principio no sup o qué decir. Se limitó a abrir mucho los ojos y arquear las cejas.o me mires así, hombre -siguió el chaval-. Si lo piensas bien, te darás cuenta de que eso es lo mejor que se puede hacer. Exterminando a la raza huma

ería a sufrir nunca más.te peculiar razonamiento se lo acababa de inventar Paco. Si él deseaba matar, era porque disfrutaba haciéndolo, no porque pensara que de ese modo nadie vr nunca más. Si se había inventado esa mentira era para intentar convencer a Simón de que matar era algo bueno.n realidad podía ordenarle lo que quisiera y el hombre obedecería, pero Paco no quería que su relación con él funcionara a base de órdenes. Si lo había traídorque le había caído bien, en parte por su est rafalario aspecto y en parte porque era una víctima de la sociedad.

uede que al lector le parezcan un tanto extraños t odos estos razonamientos de Paco, pero a fin de cuentas hemos de hacernos cargo de que no era más que ue sabe cómo son los niños; uno nunca sabe lo que les pasa por la cabeza.as los primeros instantes de estupefacción, Simón llegó a la conclusión de que el chaval estaba bromeando.a, ja, ja..., muy bueno. Por un momento he pensado que estabas hablando en serio.

co permaneció en silencio, mirando al indigente con gesto severo.o que acabo de decir lo he dicho completamente en serio.e nuevo Simón se quedó en silencio. Este chaval está como una puta cabra, pensó.

Mira esto -dijo Paco, sacándose la p istola-. ¿Te parece de juguete?vagabundo abrio los ojos de par en par. Aquello no parecía ningún juguete. De pronto, el niño apuntó a un leño de la chimenea y disparó.

Ah! -exclamó el “sin techo” cuando el leño saltó por los aires.odos los que vivimos aquí somos asesinos -dijo Paco, guardándose el arma-. ¿Te gustaría unirte a nosotros?món estaba alucinando. Una intensa sensación de irrealidad se apoderó de él.  Debo de estar soñando… , pensó.n cuanto te vi en el supermercado supe que servías para esto. ¡Si hasta eres capaz de matar con un pescado! Además, te estoy ofreciendo la oportuarte.Vengarme? ¿De quién? -preguntó Simón, cada vez más convencido de que aquello era una pesadilla.De quién va a ser? ¡De todos, hombre, de todos! -exclamó Paco-. Mírate. ¿Quién crees que es el culpable de que te hayas convertido en lo que eres? ¡La són, la asquerosa e infecta sociedad! O lo que es lo mismo: la gente. Cuando vas por la calle te miran con desprecio, se sienten superiores a ti. ¿No ves que tcabrones?, ¿no ves que merecen un escarmiento?, ¡¿no ves que merecen morir?!ero ¿no decías que matarlos era un acto de bondad?, ¿no decías que era para que nadie sufriera nunca más?co se dio cuenta de que le había pillado la mentira. Pensó unos instantes en alguna excusa para no quedar como un embustero, pero finalmente se dio por vestá bien, te he mentido. Mato porque me gusta. Y a ti también te gustará, ya lo verás.

uese o no una pesadilla, Simón llegó a la conclusión de que tenía que salir de allí cuanto antes.erdona, pero me tengo que ir -dijo.Adónde? -preguntó Paco, entre sorprendido y enojado-. ¿Qué puede haber más import ante que lo que estamos hablando?món titubeó un poco antes de decir:o siento, chico, no puedo aceptar tu propuesta.Por qué? -preguntó el niño, frunciendo el ceño.ues porque no sirvo para matar, por eso.ero ¿qué tontería es ésa? Tendrías que haberte visto lanzar aquel pez espada. Está clarísimo que lo hiciste con intención de matar. No lo niegues.¿Qué dices?! ¡Fue un accidente!Venga ya! A otro con ese cuento. Lo que pasa es que no querías cargarte a la pescadera, sino al pescadero. Si no se llega a apartar en el último momento…món comprendió que era inútil seguir hablando con aquel niño loco, así que se dio la vuelta y se dirigió a la salida.Por qué no aceptas la realidad? -siguió el chaval-. Eres un asesino. Lo llevas en la sangre.

te último comentario hizo que el vagabundo se detuviera y se diera media vuelta.Qué quieres decir con eso de que lo llevo en la sangre? -preguntó, enojado-. ¿Estás llamando asesinos a mis padres, acaso?co no contestó a la pregunta. Estaba claro que aquella conversación ya no tenía razón de ser. Simón no se uniría a ellos por voluntad propia, de modo que

zar su autoridad de amo. En fin, si no hay más remedio…, pensó el niño.Simón! -dijo alzando la voz, y, señalándole con un dedo, añadió-: A partir de este momento odiarás a todo el mundo, menos a tus cuatro amos, y dedicaráss días a vengarte por lo que te han hecho. Te han convertido en una escoria humana, en un desperdicio, y eso no tiene perdón. Por lo tanto, participarás

s en la gloriosa tarea de exterminar a la raza humana. -El niño guardó silencio un momento, bajó el brazo y añadió-: ¿Lo has entendido?í, lo he entendido.

Muy bien. Ahora espera aquí, que yo tengo cosas que hacer en la calle. Pon la tele, si quieres.e acuerdo.Paco se marchó.

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vi estaba en el puerto marítimo.lí había un parking de pago y se dirigió al cobrador.

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iga, usted -le dijo.ime -contestó el hombre.eme todo el dinero que tenga en la caja. Bueno, no; sólo los billetes.tipo obedeció, aunque el chaval no le estaba amenazando con ningún arma.quí tienes -le dijo mientras le entregaba el dinero. El hombre lo hizo con la misma naturalidad que si le estuviera devolviendo el cambio a un cliente.racias -contestó Javi. Se guardó el fajo de billetes en el bolsillo y añadió-: Que tenga un buen día.

gualmente -dijo el otro.niño se dirigió hacia la zona donde amarraban los barcos de pesca. Por el camino se encontró a un tipo que conducía uno de esos pequeños vehículos qcargar y descargar mercancías. En ese momento llevaba un buen cargamento de cajas. Javi se acercó a él y le dijo:h, tú.Sí? -contestó el otro, deteniendo un momento el traqueteante vehículo.Cómo te llamas?ordi.

Muy bien, Jordi, acompáñame con ese cacharro. Vamos a hacer una cosa.niño se dirigió hacia la zona de amarre de los barcos y Jordi lo siguió.aya, vaya…, mira a quién tenemos aquí… -murmuró Javi al reconocer a un señor que estaba pescando. Era ni más ni menos que el tipo al que le habíanal agua hacía unos días. Ahora tenía otra en las manos y estaba recogiendo hilo con el carrete. La punta de la caña se movía violentamente, lo cual indicaba q

do una buena pieza.a te tengo, pescadito, ya te tengo, je, je, je… -reía el tipo, sin dejar de recoger hilo.

Ves a ese tío? -le dijo Javi a Jordi.í.mpújalo con tu cacharro para que caiga al agua.e acuerdo -contestó el otro, y condujo el vehículo hacia el pescador de caña. Éste ni sospechó lo que iba a ocurrir, pues estaba demasiado entusiasmado recptura. Cuando el pescado ya asomaba en la superficie, el tipo sintió que algo le empujaba hacia delante, haciéndolo caer al agua.a, ja, ja, ja, ja! -rio Javi.hombre miró hacia arriba y gritó:

Hijos de put a! ¡Ya veréis cuando os atrape!onque ésas tenemos, ¿eh? -dijo Javi, y dirigiéndose a Jordi, le ordenó-: ¡Pisa el acelerador! ¡Quiero que lo aplastes!

e acuerdo.vehículo avanzó y, justo antes de caer al agua, Jordi se bajó de él.pescador de caña, al ver lo que se le venía encima, se cubrio la cabeza con los brazos, como si eso pudiera protegerlo del impacto. Lógicamente, no fue

e lo mató en el acto.cadáver fue arrastrado por el vehículo hasta el fondo y allí se quedó, con la boca abierta. Un pequeño pececillo se introdujo en ella y se puso a hurgar ees, buscando algo que poder aprovechar.gunas personas que había por allí se acercaron corriendo con la intención de lanzarse al agua e intentar ayudar al accidentado, pues creían que aún seguía v

argo, Javi les ordenó a todos que se largaran, y así lo hicieron.chaval siguió paseando por el puerto. A medida que iba pasando junto a las personas que había por allí, les iba ordenando que se tirasen al agua.

odos obedecieron.

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ck ya estaba volviendo a casa. Por lo menos había dado instrucciones a cien personas, y todas habían obedecido sin rechistar, con lo cual cada vez esencido de que los casos de desobediencia del día anterior no se debían a un mal funcionamiento de la cadena de transformaciones.

ntró en el jardín del chalet. Una de las ventanas del salón estaba abierta y oyó que el televisor estaba encendido. Pensando que sería uno de los tres niña viendo la tele, entró en casa tranquilamente. Pero cuál fue su sorpresa cuando, al mirar al sofá, vio que allí sentado había un tipo barbudo y andrajoso.

¿Quién demonios es usted?! -preguntó Peterson, sacando inmediatamente la pistola y apuntando al desconocido.hombre levantó las manos y dijo:

imón González, para servirle.Qué está haciendo aquí?, ¿cómo ha entrado?

Me ha traído Paco, señor. Por favor, no se enfade conmigo; yo estoy con ustedes.Que está con nosotros?, ¿qué quiere decir?n ese momento la puerta de la calle volvió a abrirse y Juanito entró en la casa.Qué está p asando aquí? -preguntó frunciendo el ceño-. ¿Quién es éste?so mismo me pregunto y o.

Mátalo -dijo Hausser.món abrio mucho los ojos.

No, por favor -sup licó-. Ha sido Paco quien me ha traído aquí.Cómo? -dijo Juanito-. ¿Conoces a Paco?í -dijo Simón-. Ya se lo he dicho al señor. Yo estoy con ustedes.Qué coño dice este t ío, Jack? -preguntó Hausser.

Y yo que sé -dijo Peterson, sin dejar de apuntar al vagabundo-. Antes de que tú llegaras también me lo ha dicho; que está con nosot ros. Pero no sé a qué se ranito sacó su pistola y se acercó a Simón. Cuando estuvo a un metro de distancia, la empuñó con las dos manos y estirando los brazos apuntó directao del indigente.ime de qué conoces a Paco, y dime la verdad.món iba a contestar, cuando la puerta volvió a abrirse. Esta vez fue Javi quien entró. Al ver la escenita que había montada en el salón, su primera reacción fstola y apuntar al desconocido.Quién es ése? -preguntó.i idea -respondió Jack-. Cuando he llegado me lo he encontrado aquí, viendo la tele. Dice que Paco lo ha traído, pero no sé si creerle.vi se acercó a Simón sin dejar de apuntarle.Cómo es eso de que Paco te ha traído? -le preguntó.s una historia un poco larga -dijo el vagabundo.

ues abrevia, que tenemos prisa -dijo Juanito, acercando un poco más la pistola a la cara de Simón.stá bien, os lo explicaré, pero ¿podríais dejar de apuntarme, por favor? No vaya a ser que se os dispare algún arma sin querer.

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Quién te has creído que eres para darnos órdenes? -preguntó Juanito, y apoyó la pistola sobre la sien derecha del tipo, que cerró los ojos con fuerzaramos, no será sin querer, de eso puedes estar seguro.ejémosle que se explique -dijo Jack-. Venga, habla.món empezó a contarles cómo y dónde había conocido a Paco. Cuando les explicó lo del mortífero ataque con el pez espada, Juanito exclamó:¿Nos tomas por gilipollas o qué?!é que es difícil de creer, pero pasó así, ¡lo juro!

ntonces, en la tele, que seguía encendida, empezaron a dar una noticia de última hora.Hace escasos minutos, un desgraciado incidente ha tenido lugar en Blanes -dijo una joven presentadora de informativos.

oír el nombre del pueblo, Jack y los niños miraron hacia el televisor. Simón se quedó quieto, pues aún tenía la pistola de Hausser apoy ada en la sien.a periodista siguió hablando:l parecer, un individuo ha herido mortalmente a una de las trabajadoras del mercado municipal. Concretamente, la víctima era dependienta de un pado. Sin duda, lo más destacable de este suceso es el arma que utilizó el criminal: este pez espada.n pantalla apareció la imagen del pez, que yacía en el suelo de la pescadería, en medio de un charco de sangre.oño… -murmuró Javi-. Pues va a ser verdad lo que dice el tío este.

Shsh! A ver qué más dicen -dijo Jack.Varios testigos afirman haber visto a un individuo muy delgado y con barba lanzar el pez hacia los empleados de la pescadería. No obstante, el testigo má

propio marido -o viudo, mejor dicho- de la víctima, quien asegura haber ido a la escuela con el asesino de su esposa.hora apareció en pantalla el pescadero, deshecho en un mar de lágrimas y abrazándose a un hombre que debía de ser un amigo o familiar. Se encontrabital.no de los reporteros del programa se le acercó y le dijo:erdone que le moleste en estos momentos tan duros, pero ¿quiere hacer alguna declaración? Estamos en directo. -El periodista acercó el micrófono al pesnces, el hombre que lo estaba consolando apartó el micro de un manotazo.¿Es que no respetan nada?! -gritó-. ¡Lárguense de aquí, buitres, que son unos buitres!n embargo, resultó que el pescadero sí quería decir algo. Se apartó de su amigo o familiar, diciéndole:

Déjalos, déjalos, ellos sólo están haciendo su trabajo.continuación, le quitó el micrófono al periodista y se acercó a la cámara que le estaba enfocando. Tan cerca se puso, que en la tele el rostro del hombre la pantalla. Con la mano que no sujetaba el micro se limpió los ojos llenos de lágrimas y , de p ronto, su expresión ya no era de tristeza, sino de furia.¡Simón, hijo de puta!!  -Gritó tan fuerte que algunas gotas de saliva salpicaron el objetivo de la cámara-. ¡¡Te voy a matar!!, ¡¡¿me oyes?!!, ¡¡te voy

no!!, ¡¡te juro por Dios que cuando te encuentre te mataré, aunque sea lo último que haga!! -Y, diciendo esto, devolvió el micrófono al periodista. Luego, miliar del pescadero tapó con una mano el objetivo de la cámara.e acabó, dejen de grabar -dijo-, ¿no ven que está muy alterado?n pantalla volvió a aparecer la joven que había empezado a dar la noticia.asemos ahora a la información meteorológica...vi apagó la tele.aya, vaya… -dijo Hausser mirando a Simón con una sonrisa. Seguía encañonándole, pero al menos había apartado la pistola de su cabeza-. Así que es veargado a una tía con un puto pez espada… -El niño se imaginó al pez volando hacia la pescadera y no pudo evitar echarse a reír. Débilmente al principio, pon más ganas, hasta que contagió la risa a Javi y a Jack. El único que se mantenía serio era Simón, que se sentía muy incómodo con tres armas apuntándole.

69

uando por fin las risas remitieron un poco, Juanito le preguntó:ero ¿por qué lo hiciste? -Se le escapó otra carcajada y luego añadió-. ¿No habría sido más fácil usar una pistola o un cuchillo?o no quería matar a esa mujer, de verdad que no. Fue un accidente.i no pasa nada, hombre -dijo Hausser-. No seré yo quien te castigue por haber matado a alguien, te lo aseguro.n serio, sólo lancé ese pez para golpear al pescadero, pero la mala suerte quiso que se clavara en el cuello de su mujer.ue sí, que sí, lo que tú digas..., pero di, ¿por qué te ha t raído Paco a mi casa?

Tu casa? Él me ha dicho que era suya.Qué? Hay que joderse… -dijo Hausser-. Esta casa era de mis padres, pero sufrieron un accidente y murieron.o siento.o lo sientas, eran unos cabrones, pero eso ahora no viene al caso. Lo que quiero decir es que esta casa es mía y sólo mía, ya que me pertenece por herencia

Paco y estos dos vivan aquí es p orque me da la gana, ¿entiendes?ntiendo.ueno, a lo que íbamos -siguió Juanito-, ¿por qué te ha traído aquí el chalado de Paco?ice que puedo esconderme aquí y colaborar con vosot ros en el proyecto.

oder, joder, joder… -dijo Hausser meneando la cabeza-. ¿Qué se habrá creído este chaval? Eso son decisiones que debemos tomar entre todos, ¿no? -dijo my a Jack.

or supuesto -dijo este último.a puerta de la calle se abrio y Paco entró en el salón.A t i te quería yo ver… -dijo Hausser.Qué hacéis apuntando a Simón? -dijo el recién llegado.Se puede saber por qué has traído a este t ío aquí? -preguntó Juanito.ajad las armas y os lo explicaré. ¿No veis que está acojonado?r fin se guardaron las pistolas y Paco les explicó todo, desde que lo vio p or p rimera vez en el mercado hasta que lo dejó en casa de los Hausser.

Así que ahora ya es uno de los nuestros -dijo finalmente.as unos instantes de silencio, Juanito dijo:ienes un morro que te lo pisas, colega. Para empezar, ¿por qué vas diciendo por ahí que esta casa es tuy a, a ver?ueno…, todos vivimos aquí, ¿no? Es como si fuera de todos nosotros.ú lo has dicho, es como si fuera de todos nosotros, pero no lo es. Es mía y sólo mía.amos, hombre, no seas tan orgulloso.n eso tiene razón -intervino Jack, dirigiéndose a Juanito-. No es bueno ser orgulloso. De hecho, es uno de los p rincipales defectos del hombre, si no el mays verdad -convino Simón.

Tú te callas! -le gritó Juanito señalándole con un dedo.No le hables así, joder -dijo Paco-. Ahora es uno de los nuestros .

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Ahí quería yo llegar -dijo Hausser-. No tienes ningún derecho a tomar ese tipo de decisiones por tu cuenta. Las cuestiones que nos afectan a todos utirlas entre todos.n eso tiene razón -volvió a intervenir Jack, esta vez dirigiéndose a Paco.stá bien, lo reconozco, debí consultarlo con vosot ros. Pero después de contaros lo que os he contado, ¿no estáis de acuerdo conmigo en que debería unirse

odos guardaron silencio y observaron a Simón con detenimiento. El andrajoso seguía con las manos en alto.aja los brazos, hombre, que nadie va a hacerte daño -le dijo Paco.

os ojos del indigente reflejaban una gran preocupación.or favor -dijo-, dejadme que me esconda aquí, al menos por un tiempo. Como me coja la poli, me fusilan.Qué? -preguntó Juanito, extrañado.

Menos mal que Paco me advirtió de que han vuelto a instaurar la pena de muerte. Yo aún no me había enterado.Eso le dijiste? -preguntó Hausser a Paco-. Serás cabrón… No me extraña que el pobre esté acojonado. -Y, dirigiéndose a Simón, le dijo-: Tranquilo, amigopena de muerte.Cómo? -dijo el vagabundo, confuso-. Pero, entonces…, entonces…

…entonces tu amiguito te ha tomado el pelo -terminó Hausser, y, dirigiéndose a Paco, añadió-: Lo que no entiendo es por qué le has dicho eso, t ío.s que no quería venir conmigo, y eso fue lo primero que se me ocurrio para asustarle un poco. -Miró a Simón y le dijo-: Perdona, igual me pasé un poira. Pero lo hice con buena intención.indigente sentía una mezcla de sentimientos. Por un lado, tenía ganas de estrangular a Paco por el mal rato que le había hecho pasar, pero, por otro, es

ado al descubrir que la justicia no le iba a condenar a muerte, que la rabia quedó bastante atenuada.Y por qué no le ordenaste que t e acompañara y y a está? -preguntó Javi-. No había necesidad de que te inventaras nada.ueno, bueno…, lo hecho hecho está -dijo Paco-. ¿Qué tal si cambiamos de tema? -Miró a Simón y vio que éste tenía sus ojos clavados en él, acusadores-. Ve mires así, hombre, ya te he dicho que lo siento, ¿qué más quieres que haga?

o fue Simón quien contestó a esa pregunta, sino Juanito:reo que se sentiría mucho mejor si dejaras que te pegara una buena hostia. -Y, dirigiéndose hacia el vagabundo, le dijo-: ¿A que sí?ntes de que Simón tuviera tiempo de contestar, Paco dijo:e me ocurre una idea mejor. -Señaló al andrajoso con un dedo y añadió-: Te ordeno que no sientas rencor hacia mí.e acuerdo -contestó el hombre, y automáticamente dejó de mirarle de aquella manera tan desagradable.imón -dijo Hausser sonriendo-, te ordeno que vuelvas a sentir rencor hacia Paco.e acuerdo -contestó el otro de nuevo, y enseguida volvió a mirar a Paco igual que antes.

De qué vas? -le dijo Paco a Hausser, mientras éste se echaba a reír.Bueno, ya es suficiente! -exclamó Jack-. ¡Vais a volverlo loco, joder! -Miró a Simón y le dijo-: Nunca sientas rencor hacia ninguno de nosotros, ¿de acuerdoindigente asintió con la cabeza.no le ordenéis nada más, hostia -siguió Jack, acercándose al andrajoso y poniéndole una mano en el hombro-. Bastante mal lo ha pasado ya. Yo voto po

e con nosotros.yo -dijo Paco.

o tan deprisa -dijo Hausser-. El que no exista la pena capital no significa que la poli vaya a dejar de buscarle. No olvidéis que es culpable de homicidio. Ean, lo detendrán.menos que siempre vaya acompañado de uno de nosotros, claro -dijo Jack-. En tal caso, sólo tenemos que hablar con el poli que intente detenerlo y le d

so será si el poli está transformado, ¿no? -intervino Javi.te comentario dio paso a unos instantes de silencio. Todos acababan de darse cuenta de que todavía no habían comentado nada sobre la investigación quo por el pueblo.Por qué dices eso? -preguntó Jack-. ¿Te has encontrado con algún otro sin t ransformar?

Yo no, pero eso no s ignifica que no los haya. Por cierto, ¿vosot ros habéis encontrado alguno?odos negaron con la cabeza.Veis? -dijo Peterson-. Los del otro día fueron un par de excepciones. Yo diría que las probabilidades de encontrarnos con alguien sin transformar en el pureducidas. Aparte de los turistas, claro.

urante unos momentos nadie dijo nada.ver si lo he entendido. ¿Cada vez que Simón salga a la calle tendrá que acompañarle uno de nosotros? -preguntó Hausser.

e nuevo se hizo el silencio.ues conmigo no contéis -siguió Juanito-. Si queréis acompañarle vosotros…n momento -dijo Paco-. Se me acaba de ocurrir una cosa. ¿Y si le hacemos un cambio de rostro?

odos le miraron con cara de sorpresa.ero ¿eso se p uede hacer? -preguntó Javi.ues claro, es como hacerse la cirugía estética pero a lo bestia. En pocas palabras: te hacen una cara nueva.na solución un poco radical, ¿no? -comentó Jack.ues a mí me parece bien -dijo Hausser-. Si le cambian la cara, nadie le reconocerá. Y, además de librarse de la poli, también se librará del pescadero; no olvitá buscando para cargárselo.

ero, chicos, ésa es una operación muy delicada -dijo Jack-. No creo que sea buena idea, la verdad.Qué tal si dejamos de discutirlo entre nosotros y le preguntamos a Simón? -dijo Javi-. Al fin y al cabo estamos hablando de su cara, ¿no?os cuatro miraron al vagabundo.Qué dices, Simón? -dijo Paco-. ¿Quieres operarte?ues…, no sé… -contestó, titubeante.amos, hombre, anímate -dijo Juanito-. Ésa sería la solución perfecta.sperad un momento -dijo Jack-. No tenéis ni puta idea de lo que estáis hablando. Una operación de cambio de rostro no es como ir al dentista. Es un asuado, sobre todo en el aspecto p sicológico. Una vez vi un reportaje sobre ese tema. Está demostrado que un alto p orcentaje de la gente que se somete a esaciones acaban sufriendo trastornos psicológicos graves, pudiendo incluso llegar a la locura. Esto se debe al hecho de que, al cambiar de cara, estás destruye de tu identidad, y al mirarte al espejo el cerebro no asimila el cambio. Por mucho que lo intentes, la mente no lo acepta y empieza a funcionar mal.os niños miraban a Jack con interés, mientras que Simón se iba acojonando por momentos.terson siguió hablando.n algunos casos, los operados se vuelven muy agresivos, incluso con ellos mismos; es decir, pueden llegar a autolesionarse. Recuerdo que en el reportaje mcialmente la atención el caso de una señora de 50 años que, en un arrebato de locura, intentó operarse a sí misma con un cuchillo de cocina para recuperar suo. Claro que ése es un caso muy extremo. No t iene por qué p asarte a ti, Simón. Sólo quiero que sepas a lo que te expones si finalmente decides operarte.

Ni loco…, no me opero ni loco!enga ya… -dijo Paco-. Todo eso son pamplinas. Seguro que el reportaje ese lo hicieron entre cuatro farsantes para meterle miedo a la gente.

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lo mejor -dijo Peterson, encogiéndose de hombros-. Yo os he contado lo que vi. Si eran farsantes o no, eso no lo sé. Pero, desde luego, si lo eran, tnocer que son unos verdaderos artistas, porque todo parecía muy real. De hecho era horriblemente real. Tendríais que haber visto la cara de aquellozada a cuchilladas...o hace falta que entres en detalles -le interrumpió Juanito, y dirigiéndose a Simón, añadió-: Bueno, ¿qué?, ¿cómo lo ves?

Que no, que no, ni hablar! -contestó el andrajoso-. Yo no me arriesgo.ntonces ¿qué quieres? -dijo Hausser-, ¿p asarte toda la vida escondido?món se sentó lentamente en el sofá. Estaba abatido.ck se acercó a él y le puso una mano sobre el hombro.amos, hombre, no te desesperes -le dijo-. Todo tiene solución en esta vida. Mira, tú te afeitas la barba, te cubres la calva con una peluca, te pones ropa nue de sol, y no te reconoce ni tu madre.ues también es verdad -intervino Javi.De verdad creéis que con eso será suficiente? -preguntó Simón, ya más animado.laro que sí, hombre, claro que sí -dijo Peterson, apretándole afectuosamente el hombro-. El lavabo está en la primera puerta de ese pasillo. Ya te pando, si quieres.

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uando Simón ya estaba en el baño, Paco dijo:ues yo sigo pensando que debería operarse.

Y dale… -dijo Jack-. ¿No crees que ya es bastante mayorcito para decidir por sí mismo?ues qué quieres que te diga… -contestó el niño en voz baja-. No parece que las decisiones que ha tomado en su vida hayan sido muy acertadas. Te recuerdagabundo.ueno…, en eso tienes razón -dijo Jack-. Pero ponte en su lugar. Imagina que vas a mirarte al espejo y ves que tu cara ya no es tu cara. Dios…, debntoso.o veo por qué -dijo Paco-. Si me hicieran una cara más guapa que la que tengo ahora, no me importaría.so no te lo crees ni tú -dijo Peterson.A que me opero? -dijo Paco en tono desafiante.

Adelante. A ver si tienes huevos -dijo Jack.Queréis dejar de decir tonterías? -intervino Javi-. Paco, para empezar, si te cambiaras la cara, la gente no te reconocería y dejaría de obedecerte.Vaya… -dijo Paco frotándose el mentón-. Bueno, p ero que conste que si no lo hago es sólo p or eso.món terminó de afeitarse y volvió al salón.ijaos -dijo Jack-. Sólo se ha quitado la barba y ya parece otro.

os demás reconocieron que era verdad. El mero hecho de afeitarse le había hecho cambiar de un modo asombroso.continuación le consiguieron ropa nueva, unas gafas de sol y un peluquín. Una vez finalizado el cambio de imagen, su aspecto se había transformado

mente parecía otra persona. La ropa que le habían conseguido era un traje negro, con corbata del mismo color y camisa blanca.a primera vez que Simón se miró al espejo con su nueva imagen, exclamó:Joder! ¿Ése soy y o?Veis? -dijo Jack-. Si no se reconoce ni él, ¿cómo van a reconocerle los demás?ueno, ¿puedo empezar ya? -dijo Simón.Empezar a qué? -preguntó Juanito.matar -dijo el ex vagabundo, frotándose las manos con ansiedad.

h, claro, claro… -dijo Hausser-. Pero necesitarás una pistola. Espera un momento. -El niño subió al desván en busca del arma.ndate con mucho cuidado, Simón -dijo Paco-. Asegúrate de que nadie te vea matar, ¿de acuerdo?ranquilo, iré con cuidado -contestó. Seguía frente al espejo, aplanándose bien las solapas de la chaqueta y ajustándose la corbata. Mientras hacía esto, una msa apareció en su rostro-. No pienso dejar que me atrapen. Ahora que tengo la oportunidad de acabar con todos esos puercos, os aseguro que no dejaréen.sí se habla -dijo Paco.

yeron los pasos de Juanito bajando las escaleras. Cuando llegó al salón, estaba acoplando el silenciador en el cañón del arma.quí tienes -le dijo a Simón-. Es muy fácil de usar. Ya verás lo práctica que te resulta en tu tarea. explicó un par de cosas acerca del manejo de la pistola y se la entregó.ueno, hasta luego -dijo el ex vagabundo, guardándose el arma en la cintura y dirigiéndose a la salida.

Suerte! -le dijeron los cuatro a la vez.Gracias -respondió el otro, y salió de la casa.

ue Dios le p roteja… -comentó Jack.

71

na vez en la calle, el nuevo Simón respiró hondo y recordó las palabras de Paco: …odiarás a todo el mundo…ellos te han convertido en una escoria humaerdicio…y eso no tiene perdón…no tiene perdón…no tiene perdón…quellas últimas palabras se repetían una y otra vez en su cabeza. Y es que era cierto, no tenían perdón, ¡maldita sea, no lo tenían! Por tanto, si no se lonar, había que castigarlos, había que darles un buen escarmiento.

n otras palabras: había que matarlos.primer lugar al que se dirigió fue a una zapatería que había en el centro. Era el único lugar en el que había trabajado, siendo aún muy joven. Estaba conve

el principal responsable de su mala suerte en la vida era el dueño de esa zapatería. No era el único, por supuesto; todo el mundo era culpable. Pero éste tea que los demás. Tan sólo estuvo trabajando allí un par de semanas, pero ese breve periodo de tiempo fue suficiente p ara marcar el resto de su vida.ún recordaba perfectamente el día que lo contrató. Era verano y acababa de cumplir 16 años. Había ido al establecimiento a buscar unas botas que su maddo a arreglar unos días antes. Al abrir la puerta sonó una campanilla y percibió un intenso olor a piel.Hay alguien? -preguntó, al no ver a nadie tras el mostrador.n t ipo de 40 años, p ero que aparentaba por lo menos 50, volvió del almacén con un cigarro en la boca y los ojos entrecerrados.Qué quieres, chico? -preguntó sin quitarse el cigarro de la boca.

engo a recoger unas botas que trajo mi madre el lunes.Cómo se llama tu madre? -preguntó Fabián, pues ése era el nombre del zapatero.

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Mi madre? -dijo Simón frunciendo el ceño-. ¿Por qué quiere saberlo?bián dio una larga calada y esta vez se quitó el cigarro de la boca, soltando el humo en dirección al rostro de Simón. Éste tosió varias veces y apartó ndo una mano delante de su cara.Qué pasa? -dijo el zapatero-. ¿Crees que me la quiero ligar o qué? -Dio otra calada y, abriendo una pequeña libreta que había sobre el mostrador, añadibre dejó cuando vino a traer las botas?h, era eso… -dijo Simón, avergonzado-. Perdone, se llama Beatriz.hombre buscó en la libreta y al cabo de poco dijo:

í, ya están arregladas. -Se fue al almacén y volvió con las botas en una bolsa.Cuánto es? -p reguntó Simón.uinientas pesetas -contestó Fabián, con el cigarro en la boca y los ojos medio cerrados para protegerlos del humo.chico pagó, cogió la bolsa y se dirigió hacia la puerta. Ya la estaba abriendo cuando el zapatero dijo:h, muchacho, ¿te gustaría trabajar para mí?a era una de las frases que jamás se le borrarían de la memoria.

n otra época del año no habría acept ado la oferta, pues era estudiante, pero sus p adres le habían dicho que se buscara un trabajito para los meses de veranotó la oferta y aquel mismo día empezó a trabajar en la zapatería.o primero que hizo fue limpiar el almacén, que estaba realmente sucio. Incluso llegó a ver alguna que otra rata escurriéndose entre las estanterías.ientras limpiaba, un cliente entró en el establecimiento. Intercambió unas palabras con Fabián y éste entró en el almacén a buscar los zapatos del señor.

A ver si te das más prisa, joder, que pareces una tortuga…te fue el primer comentario grosero que le hizo su jefe. Simón, sorp rendido y ofendido, se lo quedó mirando sin saber qué contestar.

Qué miras? Sigue limpiando. -Cogió los zapatos que había ido a buscar y volvió al mostrador-. Aquí tiene -le dijo al cliente. Éste sacó los zapatos de la boprobar si estaban bien arreglados. Los había llevado porque tenían las suelas muy gastadas y quería que les pusieran otras nuevas. Los inspeccnimiento y advirtió que una de las nuevas suelas estaba algo descentrada.sto está mal -dijo el hombre.Cómo dice? -preguntó el zapatero.sta suela está mal puesta, ¿no lo ve? -dijo el cliente, entregando el zapato a Fabián. Éste lo cogió en sus manos y frunció el ceño al observar la chapuza.

Maldita sea, este chaval ya ha vuelto a meter la pata… ¡Simón! -llamó el zapatero-. ¡Ven aquí ahora mismo! -El chico acudió al mostrador-. ¡Mira lo que ha! -Fabián le puso el zapato a escasos centímetros de la cara-. ¡¿Tú crees que ésta es manera de hacer las cosas?! -El hombre estaba hecho una furia. Tenía ecido y la vena del cuello hinchada. Fue tanta la agresividad con que habló a Simón, que el cliente sintió lástima por el muchacho e intervino para ayudarle:

éjelo, hombre, déjelo…, tampoco es tan grave.s que me revienta que haga las cosas mal -dijo Fabián.món estaba alucinando. Sólo hacía un rato que trabajaba allí y lo único que había hecho era limpiar el almacén. ¡Aquel cabrón le estaba echando la culpa de abía hecho! Por un momento estuvo a punto de decírselo al cliente, pero se sintió demasiado intimidado p or el zapatero, que tenía un cabreo impresionanteTira para dentro, anda, tira para dentro, que me estás dando el día…! -dijo Fabián señalando la puerta del almacén.món obedeció, y oyó que el zapatero decía:

No se preocupe, señor, esta vez me ocuparé yo personalmente de arreglar sus zapatos. Mañana a primera hora estarán listos.stá bien, hasta mañana -dijo el cliente, y salió de la tienda.bián entró en el almacén, donde Simón seguía limpiando.Todavía no has acabado, inútil? -le soltó.iga, no le voy a permitir que… -empezó a decir el chico en un arranque de valentía, pero el zapatero le interrumpió.Cierra el pico!! -La vena del cuello volvió a hinchársele, amenazando con estallar en cualquier momento-. ¡¡Aquí mando yo, y tú no hablas a menos que

mita!! ¡¡¿Está claro?!!os gritos del tipo eran tan fuertes que Simón sentía dolor en los oídos. Una de dos: o aquel tío estaba loco o era el hijo de puta más grande que había conoc

Este cabrón es capaz de pegarme, pensó, será mejor que me ande con cuidado.o que usted diga -contestó.sí me gusta -dijo Fabián, calmándose un poco-. Y a ver si acabas de limpiar esto de una puta vez, que hay muchas más cosas que hacer.í, señor.quello era humillante. Simón decidió que no volvería al día siguiente. Y si no se marchaba ya era porque temía por su integridad física. Seguro que aquería en ponerle la mano encima si le decía que dejaba el trabajo. En otras circunstancias, simplemente habría echado a correr hacia la puerta de salida, pero elinstalado un sistema de seguridad que impedía que la puerta se abriera desde dentro, a menos que se apretara un botón que había bajo el mostrador. Simsistemas como ése en joyerías y otras tiendas en las que se vendían cosas de mucho valor, pero en una zapatería de mierda como aquélla le parecía ridículo

e pronto se le ocurrio una idea. Aprovecharía el momento en que entrara o saliera algún cliente para escapar. Claro que si lo intentaba y no lo conseguía…, nmaginarse cómo reaccionaría Fabián. Entonces se dio cuenta de que no era necesario esperar el momento en que un cliente abriera la puerta. Simplemenrle ayuda una vez que hubiera entrado en la tienda, y decirle que su jefe lo tenía encerrado. Le pediría por favor que le sacara de allí. Sí, eso sería lo que hque esperar a que llegara alguien.

uando hubo terminado de limpiar el almacén, fue a decírselo a Fabián. Estaba sentado junto al mostrador, leyendo el periodico con un cigarro en los labios.a he terminado.e dice “ya he terminado, señor” -gruñó el tipo sin levantar la vista del diario.

ale, lo tendré en cuenta -dijo Simón.zapatero cerró el periodico bruscamente, se quitó el cigarro de la boca, y, apuntando al chico con un dedo, le dijo:No te pases de listo conmigo, chaval, o te pego una hostia que te desmonto.ero ¿qué he dicho?, pensó Simón. Madre mía…, este tío está para que lo encierren.

tipo se lo quedó mirando durante unos segundos que al chico se le antojaron interminables. Por un instante, creyó que iba a atizarle. Finalmente, cogió unhabía bajo el mostrador y, levantándose, dijo:en conmigo.hombre se dirigió a la trastienda. En la pared del fondo había una puerta. La abrio y los dos pasaron por ella. Al otro lado había una escalera que llev

a. Subieron por ella hasta que llegaron a un pequeño rellano con una única puerta. No había más escaleras que llevaran a pisos superiores.sta es mi casa -dijo Fabián mientras metía la llave en la cerradura.

uando la puerta se abrio, Simón sintió un desagradable olor. Era una mezcla de peste a ropa sucia y a humedad.Por qué me traerá a su casa?, se preguntó el chico.arre y friega todo el piso -le ordenó el zapatero-. Ahí dentro encontrarás una escoba y una fregona -añadió, señalando a una puerta del pasillo-. Cuando visas. Y date prisa, que hay muchas más cosas que hacer.hombre salió del piso dando un portazo.

mediatamente, Simón se puso a buscar el modo de escapar. Corrio hacia la primera ventana que vio, pero cuál fue su sorpresa al ver que tenía una cerradura abrir.

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Qué coño es esto? ¡El cabrón cierra las ventanas con llave! -exclamó en voz baja.ecorrio todo el p iso y comprobó con desesperación que todas las ventanas estaban igualmente cerradas con llave.Maldito hijo de puta! -exclamó al comprobar la última.e pronto se le ocurrio una idea.El teléfono!o buscó ansiosamente por toda la casa, pero no lo encontró.Será posible que este mamón no tenga teléfono?, pensó, mientras se pasaba una mano por la cara.n ese momento oyó que se abría la puerta principal.Simón? ¿Dónde estás? -preguntó Fabián después de dar un portazo.Mierda! -masculló el chico, que en aquel momento se encontraba en el pequeño salón-. ¡Estoy aquí!bián entró en el saloncito y le dijo:Qué haces?ada -respondió el muchacho. Fue lo primero que se le ocurrio. Sin embargo, enseguida se dio cuenta de que había metido la pata.

¿Cómo que nada?! -gritó Fabián-. ¡¿Para qué coño crees que te pago?!, ¡¿para que te toques los huevos?! -El hombre hablaba mientras se acercaba a Simónvo a medio metro de distancia, le espetó-: ¡Eres un vago! -Y le arreó un bofetón con el revés de la mano derecha. Tan fuerte le dio, que el muchacho ibrio y cayó al suelo. El golpe le había partido el labio y varias gotas de sangre cayeron sobre las baldosas blancas, manchándolas de rojo escarlata.

Mira lo que acabas de hacer! -gritó el zapatero-. ¡Te he dicho que limpies el suelo, no que lo ensucies! -Fabián le pegó entonces una patada en el estómago yncogió de dolor-. ¿Sabes qué? No debí contratarte; eres un gandul. Pero no te hagas ilusiones, no pienso despedirte. Voy a convertirte en un trabajador comda. ¡Por mis cojones que lo voy a hacer! -Y se marchó dando otro p ortazo.món tuvo la extraña y desagradable sensación de estar en una pesadilla de la que no podía despertar. Tendido en el suelo, sangrando, y con las manos en el rido, se preguntó cómo era posible que le estuviera ocurriendo todo aquello.uando se le hubo pasado un poco el dolor de la patada en el vientre, se puso en pie lentamente y se sentó en el sofá del salón. Rompió a llorar, imndose las manos a la cara. Al cabo de un minuto se levantó y se dirigió a la puerta donde Fabián le había indicado que estaban la escoba y la fregona. Y esensato era obedecer sus órdenes, de eso ya no le cabía duda. Así que le obedecería hasta la hora de marcharse a casa y ya no volvería más.r un momento se le pasó por la cabeza que aquel chiflado era capaz de retenerlo allí en contra de su voluntad. Se esforzó por expulsar esa absurda idea de sno lo consiguió hasta las 9 de la noche, hora en que p or fin salió a la calle. Sin embargo, su pesadilla con aquel zapatero aún no había terminado, s inario; acababa de empezar. Y ahora veréis por qué.sto antes de salir de la tienda, cuando Simón ya le había dicho adiós a Fabián, éste le contestó:

spera un momento, t engo que decirte algo muy importante.chico volvió la cabeza hacia el mostrador, tras el cual estaba sentado el zapatero. En aquel momento estaba apagando un cigarrillo en el cenicero.Sí? -preguntó el joven.na vez que hubo apagado el cigarro, Fabián se cruzó de brazos y se recostó en su asiento. Miró a Simón con ojos fríos como el hielo y le dijo:i mañana no vienes, mataré a tu madre.món sintió que el mundo se le caía encima. Las piernas empezaron a temblarle y le costaba respirar.

cuidadito con ir a la poli -siguió Fabián-. Como vayas, no me conformaré con matar a la zorra de tu madre, sino que acabaré con toda tu familia. ¿Te ha?chico asintió lentamente, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.

Mañana te quiero aquí a las 9 en p unto. T e aconsejo que no llegues t arde. -Y, diciendo esto, apretó el botón que permitía abrir la puerta.ientras regresaba a su casa, Simón tuvo la sensación de que todo daba vueltas a su alrededor; tal era el estado de confusión y desesperación en el que se hall

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llegar a casa, su madre le dio un beso y le preguntó:Qué tal, cariño?, ¿cómo te ha ido tu primer día de trabajo?muchacho tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse a llorar.ien -contestó.o sabes cuánto me alegro, hijo. ¿Es amable el señor Fabián?, ¿te trata bien?laro, mamá. Es un buen t ipo.A que sí? Siempre me lo ha parecido -dijo la madre.padre de Simón, que estaba sentado en el sofá, dijo:

ues a mí nunca me ha gustado ese tío. No me preguntéis por qué, pero me da mala espina.n ese momento Simón estuvo a punto de contarles la verdad, pero al recordar las amenazas del zapatero, se contuvo.o digas tonterías -le dijo la mujer a su marido-. Conozco al señor Fabián desde hace años y nunca he tenido ningún problema con él.

món se fue a su cuarto, dejando a sus padres discutiendo sobre su jefe. Esa noche se acostó sin cenar, pues no tenía apetito. Casi no p udo dormir, dándoleue le había sucedido aquella tarde. Constantemente le venían a la cabeza las palabras de Fabián: Si mañana no vienes, mataré a tu madre.  Probablemendía asustarle, p ero ¿y si lo había dicho en serio? Simón no quería correr ese riesgo. Así que mientras no se le ocurriera alguna solución al p roblema

tería a cumplir con su trabajo. Por muy desagradable que fuera, tendría que hacerlo.urante los p ocos minutos que durmió aquella noche, tuvo una pesadilla.encontraba en la trastienda de la zapatería. La puerta que conducía al piso de Fabián estaba abierta. Al pie de las escaleras había un gran charco de sang

o continuaba a lo largo de la empinada escalera. De pronto, oyó un extraño sonido procedente de la parte más alta, que Simón no podía ver desde ntraba. En realidad eran dos sonidos distintos. Uno era de esfuerzo, como si alguien estuviera subiendo por las escaleras algo muy pesado, y el otro eraos. Se acercó al pie de las escaleras, con cuidado de no pisar el charco de sangre, y entonces lo vio: Fabián tenía cogida a su madre por un brazo y la arrastraa, mientras que en la otra mano empuñaba un enorme cuchillo de cocina teñido de rojo. Los golpes sordos los producía la cabeza de la muerta al golpear caeldaños en su ascenso por la escalera. Cuando Fabián vio a Simón, le señaló con el cuchillo y le dijo:e lo advertí, muchacho. No digas que no te lo advertí.despertó incorporándose bruscamente en la cama, con el cuerpo bañado en sudor.

Dios mío! -exclamó en voz baja, y, llevándose las manos a la cara, se puso a llorar.

o tiene mucho sentido que os siga explicando lo que pasó el joven Simón a lo largo de las dos semanas que estuvo trabajando para aquel cabronazo. Baste que soportar insultos constantemente, y raro era el día que se iba a casa sin recibir ninguna hostia. Eso sí, no volvió a pegarle en la cara, pues no queríaes sospecharan que lo maltrataba. Le daba con los nudillos en la cabeza, de modo que el pelo ocultaba los moratones.

omo ya he dicho, dos semanas duró el calvario de Simón, durante las cuales no dejó de buscar una solución a todo aquello. No obstante, no llegó a ocurrírseleúltimo día que trabajó allí, cuando ya era hora de marcharse, Fabián le dijo:

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en aquí, inútil, y escúchame bien.chico, que ya se dirigía a la puerta de salida, volvió hacia el mostrador.stás despedido -dijo el zapatero-. Estas dos semanas sólo me han servido para confirmar lo que sospeché desde el primer momento en que te vi: no sir

chico sólo escuchó las dos primeras palabras: Estás despedido. Fue tanta la alegría que sintió, que no p udo p restar atención a lo que siguió diciendo el tipoibre, ¡libre! Se limitó a observar el desagradable rostro del zapatero mientras hablaba, seguramente de forma humillante y despreciativa. Pero eso a él rtaba.

Es que estás sordo? ¡Que te largues de una vez! -gritó el zapatero, haciendo que Simón reaccionara al fin.chico se marchó, y mientras se dirigía a su casa tuvo la sensación de estar flotando en una nube de felicidad.

n embargo, aquella alegría no habría de durar mucho tiempo. Tenía que estudiar para los exámenes de septiembre y ya estaban a mediados de agosto. Siempun mal estudiante. De hecho, nunca había aprobado todas las asignaturas en junio, y había repetido varios cursos.tercer día después de que le despidiera Fabián, cogió el libro de Historia, una de las asignaturas que tenía que recuperar, y empezó a leer. No habían p

o minutos, cuando un fuerte dolor de cabeza le impidió seguir estudiando. Descansó un poco, y cuando ya se sentía bien volvió a coger el libro. Al igual quetiempo de estar leyendo le volvió el dolor y tuvo que dejar de estudiar otra vez. Decidió que aquel día ya no lo intentaría más.día siguiente, no obstante, cuando volvió a coger el libro de Historia, le pasó lo mismo que el día anterior: a los pocos minutos de estudio, una terrible j

ezó a martillear las sienes. Le vino de sopetón, como si alguien le hubiera golpeado con ambos puños a ambos lados de la cabeza. Ésa fue la primeraionó sus jaquecas con los golpes que había estado recibiendo a lo largo de dos semanas.

Dios mío! -exclamó en voz baja y súbitamente asustado-. ¡¿Será posible que ese hijo puta me haya jodido la sesera?!os días siguientes no hicieron más que confirmar sus temores: los golpes que le había dado Fabián le habían afectado al cerebro.

tiempo pasaba y los exámenes se acercaban, pero el pobre muchacho era incapaz de estudiar más de cinco minutos. Una de las veces intentó hacerse elr estudiando con el dolor, pero éste se hizo tan intenso que no pudo reprimir un grito.

ue al médico, pero sólo le recetaron unas pastillas que no le sirvieron para nada.r fin llegaron los exámenes. Los susp endió todos, p or lo que tuvo que volver a repetir curso.

os meses pasaron, pero sus jaquecas permanecieron. Y era curioso, porque nunca le dolía la cabeza a menos que se pusiera a leer.nalmente, tuvo que dejar los estudios debido a este p roblema.co después sus padres murieron en un accidente de tráfico. Él, su único heredero, vendió la casa para poder comer, puesto que no conseguía ningún tra

se fue a vivir de alquiler. Por culpa de las malas amistades, el dinero que le dieron por la casa le duró tan sólo unos meses, y cuando ya no le quedó nada r el alquiler se quedó en la calle, convirtiéndose en un vagabundo.

n día, al cabo de muchos años, fue al mercado con la intención de pedirle algo de comida a un antiguo compañero de colegio, cuando un niño se le arándole una bolsa llena de golosinas, le dijo:iga, ¿quiere?niño se llamaba Paco, por sup uesto.

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hora Simón ya no era ningún vagabundo.estido con un elegante traje de chaqueta y un arma en la cintura, se dirigía con paso firme hacia una zapatería. Hacía más de veinte años que no entraba en e

que su dueño seguía siendo el mismo de siempre, un tal Fabián. El mismo que le había jodido la sesera a base de hostias.entrar en la tienda, vio que el zapatero no estaba solo. Un chico de unos 14 años apareció por la puerta que daba a la trastienda. Tenía una escoba en la profundas ojeras en el rostro. Tímidamente, le dijo a Fabián:eñor…hora no, joder -le interrumpió el otro con muy malos modos-. ¿No ves que tengo que atender a un cliente? ¡Sigue limpiando!món, que había ido a la zapatería con la intención de hacerle pagar a aquel malnacido lo que le había hecho hacía más de 20 años, comprendió con horra pasando allí. El zapatero estaba haciendo con otro pobre muchacho lo mismo que había hecho con él. Sintió un escalofrío al pensar que, seguramenmado había estado haciendo lo mismo durante todos aquellos años, y quién sabía a cuántos chicos.ios mío… -murmuró al pensar en ello.uenos días, señor, ¿qué desea? -le dijo el zapatero con una amplia sonrisa.món no le contestó. Se sacó la pistola de la cintura y le apuntó directamente a la cara. El otro levantó las manos, acojonado.Qué… qué quiere? -le preguntó, sin apartar la mirada del arma.lame al chico que tiene trabajando para usted.

Pedro, ven aquí! -obedeció Fabián.chico acudió enseguida a la llamada de su jefe. Al ver que un hombre estaba apuntando al zapatero, se quedó estupefacto.ranquilo, chico -dijo Simón-. Voy a librarte de este hijo puta. Ven aquí. -Con la mano izquierda le hizo señas para que se acercara. El muchacho así lodo estuvo lo suficientemente cerca, Simón le pasó el brazo p or los hombros, en un gesto p rotector.e ha est ado maltratando, ¿verdad? -le preguntó.chico no contestó, sino que se puso a llorar, ante lo cual Simón lo apretó un poco hacia él para consolarlo. Todo esto sin dejar de apuntar al propieta

tería, por supuesto.ranquilo, muchacho, tranquilo... No hace falta que digas nada, conozco muy bien a este bastardo. Seguro que te las ha hecho pasar canutas.dro asintió con la cabeza, mientras sus lágrimas seguían cayéndole por las mejillas.No se acuerda de mí? -le preguntó Simón al zapatero.ues… no, lo siento.o me extraña. Con la cantidad de chavales a los que habrá puteado, como para acordarse de todos...o sé de qué me habla.o se haga el tonto. Hace muchos años yo también estuve trabajando para usted. -Volvió la cabeza hacia el muchacho-. ¿Sabes lo que me hacía el muy cabrba en la cabeza para que el pelo ocultara los moratones y mis padres no pudieran verlos.mí también me lo ha hecho… -dijo Pedro.ver… -Simón hurgó con cuidado en el pelo del chico para poder ver el cuero cabelludo, y observó que la piel estaba entre enrojecida y amoratada. Al ver e

nsa rabia se apoderó de él y tuvo que contenerse para no volarle la cabeza al zapatero en aquel mismo momento. No, se dijo, eso sería demasiado compaarte. Tiene que sufrir.ígame una cosa. ¿Por qué le gusta tanto hacer daño? -le preguntó.abusón no sup o qué contestar, así que guardó silencio.

Dispárele! -exclamó Pedro, de repente-. ¡Dispárele, dispárele, dispárele! -Por fin el joven estaba dejando salir todo el odio que había acumulado a lo largo danas que llevaba trabajando allí. Tres semanas de humillaciones y maltratos constantes-. ¡Mátelo! ¡Mate a ese cabrón!

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ranquilízate, hijo, tranquilízate -le dijo Simón-. Todo a su debido tiempo. -Y, dirigiéndose a Fabián, le dijo-: A la trastienda, ¡vamos!zapatero obedeció y los otros dos fueron tras él. En una estantería, Simón vio un rollo de cinta aislante. Lo cogió y le dijo a Fabián:enga, vamos a tu casa.abusón abrio la puerta que daba a la escalera, y, cuando Simón la vio, fue como si hubiera vuelto al pasado. Tuvo un claro recuerdo de los angustiosos m

había pasado allí. Recordó las veces que Fabián le había castigado a subir y bajar por aquellas escaleras cargado con cosas pesadas, como hacían los nazis en algún campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. A veces le obligaba a hacerlo durante horas, hasta que se desmayaba de cansancio.

odos esos recuerdos volvieron muy vívidos a la mente de Simón, y cuando Fabián empezó a subir las escaleras, el ex vagabundo le pegó un fuerte eéndolo caer hacia delante. Se oyó un crujido cuando la nariz del zapatero se estrelló contra el borde de un peldaño.Aaaaah! -gritó.ientras volvía a ponerse en pie, la sangre ya manaba generosamente p or su nariz quebrada.

Mierda! ¡Me ha roto la nariz! -exclamó, volviéndose hacia Simón.Y más cosas que te voy a romper, hijo de puta -le contestó el otro-. ¡Vamos, levanta!an sólo había subido un par de escalones más, cuando Pedro se escurrio por la izquierda de Simón y esta vez fue él quien empujó al zapatero, que volvió a mala suerte que volvió a golpearse de nuevo en la nariz. Lógicamente, esta vez el dolor fue mucho más intenso, pues llovía sobre mojado.Uaaaaaah! -aulló.dro se puso a patear a su jefe, o mejor dicho, su ex jefe.

Toma, cabrón! ¡Toma, toma, toma! -gritaba el chico, fuera de sí.món le dejó que descargara un poco su rabia y, al cabo de aproximadamente un minuto, le dijo:ale, déjalo ya. A ver si al final vamos a tener que subirlo a rastras.dro le hizo caso. El muchacho estaba casi sin aliento, debido a las ganas que le había puesto al arrear las patadas.

Mierda! -se quejó-. Creo que me he jodido un p ie.ódete… -dijo Fabián, con una voz que casi no le salía del cuerpo.Cállate! -gritó Simón, y, levantando la pierna derecha, le pegó un fuerte pisotón en la cabeza. Ésta volvió a golpearse con el borde de un escalón, con tan mael hombre perdió el conocimiento-. Joder…, seré idiota… Ahora vamos a tener que subirlo a rastras. Vamos, ayúdame.ientras los dos transportaban al dueño del negocio, el chico preguntó:Qué piensas hacer con él?o que se merece, ni más ni menos. Pero no seas impaciente; pronto lo verás.Estás seguro de que sólo está inconsciente? Para mí que te lo has cargado.

món miró a Pedro frunciendo el ceño y se agachó para tomar el pulso a Fabián. Le puso los dedos en el cuello y comprobó que su odioso y podrido cor

Aún vive -dijo.guieron arrastrándolo hasta el pequeño descansillo donde estaba la puerta de su casa.ómo pesa el cabrón… -dijo Pedro cuando lo soltaron.món se agachó y registró los bolsillos del zapatero. Encontró unas llaves y comprobó si eran las de la casa. Efectivamente, así era.abrir la puerta, el ex vagabundo se reencontró con el apestoso olor de la vivienda. Habían pasado muchos años, pero el hedor seguía siendo el mismo: pesy a humedad.ué asco, joder… -masculló-. Hay que ver lo cerdo que es este t ío…que lo digas -convino Pedro.

o llevaron hasta el saloncito, lo sentaron en una silla y lo amarraron a ésta con cinta aislante. Una vez que estuvo bien inmovilizado, Simón le dijo al muchacueno, empieza la fiesta.

cto seguido cerró el puño derecho, se lamió los nudillos y, mordiéndose el labio inferior, golpeó la calva de Fabián con todas sus fuerzas.Ah! -gritó éste, saliendo súbitamente de la inconsciencia-. Tardó un p oco en orientarse, pero en cuanto vio a Simón, recordó su entrada en la tienda y todo l¿Qué me ha hecho?! -dijo al verse atado-. ¡Suélteme!alla, capullo. -Y, diciendo esto, volvió a lamerse los nudillos y le arreó otra hostia en plena coronilla.

Ay! ¡Pero ¿qué hace?!amos, Pedro, te toca -dijo Simón.erá un placer -contestó el otro, y, al igual que el ex indigente, golpeó la calva de Fabián.ta vez, no obs tante, los que se quejaron fueron los dos.

Ay! -exclamó el zap atero.Ay! -exclamó también Pedro, doliéndose de la mano.ienes que mojarte un poco los nudillos. Así, ¿ves? -Simón volvió a hacerlo y atizó de nuevo a Fabián.

Ay! -volvió a gritar éste.ruébalo así. Ya verás como no te duele tanto -dijo el ex vagabundo.chico le hizo caso. Se lamió los nudillos y volvió a golpear a Fabián.

Ay! -gritó el zapatero una vez más-. ¡Parad de una vez, por favor! ¡Parad ya!Que paremos? Lo tienes claro, mamón -dijo Pedro, y, mirando a Simón, añadió-: Tenías razón, de esta manera no duele tanto.chico volvió a golpearle.

Aaaayyy! ¡Parad ya, por Dios, parad ya! ¡Si me dejáis en paz, os prometo que no os denunciaré!a, ja, ja! -rio Simón-. ¿Has oído, Pedro? Parece que los golpes ya están empezando a afectarle al cerebro; no sabe lo que dice. -Y, dirigiéndose a Fabián, añaesto que no vas a denunciarnos. ¿Y sabes p or qué? Porque los muertos no p ueden poner denuncias.Cómo? Pero ¿qué…? -empezó a decir el desgraciado, cuando un nuevo golpe de Pedro le impidió terminar la frase-. ¡Aayy!a calva del hombre ya empezaba a estar bastante enrojecida.món acercó su cara a escasos centímetros de la de Fabián y le dijo:Qué crees, estúpido?, ¿que vas a salir de ésta con vida? No, amigo, no. Tú me jodiste la vida y ahora me las vas a pagar. Vamos a molerte la cabeza a hdo nos hartemos te volaré la tapa de los sesos.bián miró con ojos desorbitados al ex indigente, y al cabo de un momento rompió a llorar.

No me seas nenaza! -le gritó Simón, y esta vez le cruzó la cara de un bofetón-. ¡Vamos, Pedro! ¡Ahora a saco con él!ntonces los dos empezaron un ataque brutal. No quiero decir con esto que lo que le habían hecho hasta ahora no fuera brutal, pero ahora lo fue aún mvieron golpeándole ininterrumpidamente durante un buen rato. Se iban turnando; mientras uno le pegaba, el otro cogía impulso.r fin, Pedro se detuvo.

Mierda… -dijo frotándose los nudillos-. Yo ya no puedo más.mí también me empieza a doler -dijo Simón-. Será mejor que busquemos alguna cosa con que arrearle. -De pronto advirtió que los pantalones de Fabián

dos y que en el suelo se estaba formando un charco-. ¡Me cago en la puta!, ¡¿qué coño es esto?!, ¡¿te has meado?!fectivamente, el agredido se había orinado encima debido al miedo. Ya no se quejaba con tanto ímpetu, pues los golpes lo habían dejado medio atontado. E

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e mismo día, durante la comida, Jack comentó:ueno, creo que deberíamos ir pensando en cómo arreglaremos lo del exterminio. O sea, lo de encargar a otros que acaben con toda la población mundial.A qué viene tanta prisa? -preguntó Juanito, y a continuación le dio un bocado al muslo de pollo que tenía en las manos.s verdad -dijo Paco-. Tenemos mucho tiempo para pensar en eso.o no me arriesgaría -siguió Peterson-. Si hay algo que me ha enseñado la vida es a ser precavido. -Frunció el ceño y, frotándose la barbilla, añadió-: Aunqu

nocer que últimamente he corrido más riesgos de los necesarios… En fin, lo que quiero decir es que lo mejor será dejarlo todo listo cuanto antes, no vaya p ase algo y no podamos cumplir lo que le prometimos a Satán.Y qué nos va a pasar? -dijo Hausser, con la boca llena.oder, Juanito, p arece mentira que seas precisamente tú quien haga esa pregunta. Sabes muy bien que la muerte se presenta cuando menos te lo esp eras. Fíjes, por ejemplo. ¿Quién iba a decir que a día de hoy estarían muertos?ues también es verdad… -dijo el niño, y le dio otro bocado al muslo de pollo.Entonces qué? ¿Se os ocurre algo? -preguntó Jack.omo ya os dije una vez, la única manera de matarlos a todos es envenenar el aire a escala mundial -dijo Javi.Y eso puede hacerse? -preguntó Juanito.i idea. Me imagino que habría que utilizar algún tipo de arma bacteriológica.ero esas armas sólo se utilizan sobre territorios relativamente reducidos. No creo que puedan usarse a escala planetaria -dijo Jack.

odos guardaron silencio, reflexionando. Finalmente Javi habló:iene que haber alguna manera de acabar con todo el oxígeno de la atmosfera.eguramente -intervino Paco-, pero dudo mucho que nosotros descubramos la forma de hacerlo.osotros no, pero quizá algún científico sí. Lo que tenemos que hacer es hablar con los mejores químicos. Seguro que a alguno se le ocurre alguna idea.ien pensado -dijo Peterson-, pero antes tendremos que esperar a que la cadena de transformaciones se extienda más.laro, habrá que esperar -admitió Javi. Respiró hondo y añadió-: En fin, dicen que la paciencia es la mayor de las virtudes, ¿no?

Así es -convino Jack.os mejores científicos trabajan en la NASA, en los Estados Unidos -intervino Juanito-. Creo que lo más sensato sería ir allí.uena idea -dijo Javi-. Además, siempre he querido ver la NASA p or dentro.

Y yo! -exclamó Hausser, ilusionado.ueno, pues entonces está decidido -dijo Peterson-. Esperaremos un poco más y luego viajaremos a mi país para ver cómo va el tema de las transformaci

o, yo allí no tendré ningún problema de comunicación, pero si queréis que la gente os obedezca, más vale que aprendáis un poco de inglés.

aya… -masculló Paco.e jode tener que estudiar, ¿eh?, je, je, je… -comentó Juanito.Bah! Yo paso de estudiar. Si no me entienden, que no me entiendan. -Paco miró a Simón y le preguntó-: ¿Tú sabes inglés?ué va… -contestó.ueno, no te p reocupes. De todas formas podremos hacer lo que nos dé la gana. Total…, nadie hará nada contra nosotros…n momento -dijo Jack-. Simón no aparece en el texto de los lavados de cerebro. Ni su nombre, ni su foto. Vamos a tener que iniciar una nueva cadena eién aparezca él. De lo contrario nadie le hará ningún caso.aya, es verdad -dijo Paco-. No había caído en eso.

e modo que dispusieron todo lo necesario para iniciar la nueva cadena de transformaciones. Esta vez fue más fácil, puesto que no era necesario inmovilizaplemente llevaron a un par de personas a casa y les ordenaron que se tumbaran en el sótano. Pusieron la nueva grabación en marcha, y en apenas tres vieron listos. Al parecer, el hecho de que ya estuvieran transformados aceleraba mucho el proceso.espués fueron a Lloret e hicieron lo mismo que la vez anterior. Es decir, cogieron a varios extranjeros de diferentes nacionalidades y les hicieron oír ación en la que también aparecía Simón. De ese modo la cadena se extendería con más rapidez a nivel mundial.ientras esperaban unos días más antes de ir a los Estados Unidos, se dedicaron a matar el tiempo matando gente, valga la redundancia.no de los días se les ocurrio dar uso a las granadas que había en el desván. Iban por la calle, miraban cuánta gente había en cada tienda, y, cuando veían qua bastante llena, abrían la puerta y les lanzaban el regalito. Luego se alejaban corriendo para no resultar heridos con en cristal del escaparate al explotar.a divertidísimo.

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cabo de una semana cogieron un avión y se fueron a Los Ángeles, California. A Jack le habría hecho ilusión enseñarles su piso de Nueva York, pero consiemasiado arriesgado presentarse allí. Si la policía había descubierto los cadáveres que tenía escondidos en el trastero, seguramente ahora lo estarían buscao en la s illa eléctrica.sí que fueron a la otra punta del país.na vez en Los Ángeles, fueron a dar un paseo por la ciudad.an caminando por una de las avenidas principales, cuando pasaron junto a un cine de películas antiguas.

Mirad -dijo Jack señalando la cartelera-. Echan La noche de los muertos vivientes. ¿Os gustaría verla?odos los demás estuvieron de acuerdo.

n la entrada del cine, Jack le dijo a uno de los porteros:Nosotros cinco entramos gratis. No queremos pagar.e acuerdo, señor, pasen, pasen -contestó el tipo, apartándose y haciéndoles señas para que entrasen.terson miró a los otros cuatro y les guiñó un ojo.

Genial! -exclamó Hausser-. ¡La cadena de lavados ya ha llegado hasta aquí!í, eso parece -dijo Paco frotándose las manos.ranquilos, chicos. Será mejor que no os entusiasméis demasiado -dijo Jack-. Parece que la cosa va bien, sí, pero comportémonos como gente civilizada dula. Que el portero esté transformado no significa que lo esté toda la gente que hay aquí. No vayáis a liarla.

os demás admitieron que el anciano tenía razón. No era muy sensato dejarse llevar por el entusiasmo y empezar a ordenar cosas disparatadas a la gente. Luardar las formas.

uando terminó la película fueron al paseo marítimo. Durante un par de horas se dedicaron a ordenar a la gente que se pusieran a hacer flexiones. Aproximadade la gente obedeció.ueno, chicos -dijo Jack-. Ya veis cómo están las cosas p or aquí. Habrá que esperar un poco más.ué remedio… -dijo Simón, y todos siguieron caminando en silencio, alicaídos.amos, chicos, arriba ese ánimo -dijo el anciano-. Sé que es un fastidio tener que esperar, pero quien algo quiere algo le cuesta. A mí también me gustaría ra

o ahora mismo a todos estos mamones -dijo señalando la playa llena de gente-. Pero lo que no puede ser no puede ser.as palabras del viejo no sirvieron para levantar el ánimo del pequeño grupo criminal, pero intentaron resignarse lo mejor que pudieron.

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olvieron al hotel de cinco estrellas donde se alojaban. Podían permitirse estos lujos gracias a la fortuna de Juanito, que ascendía a varios millones de euros.medida que fueron pasando los días, el ánimo de los cinco fue mejorando, pues cada vez era más la gente que les obedecía. Al cabo de dos semanas la grantaba transformada, y decidieron que ya había llegado el momento de ir a Washington, donde se encontraban las oficinas centrales de la NASA.

sí que cogieron un avión y se fueron para allá.

76

uando llegaron a la capital se dirigieron directamente a las oficinas de la NASA.portero del edificio era un militar e iba armado con una metralleta.uenos días -le saludó Peterson.uenos días, señor -contestó el otro.lévenos con el jefe, por favor.ómo no…, acompáñenme. -El militar entró en el edificio y guio a los cinco por una serie de pasillos que conducían al despacho del Director General. Al lle

puerta, el tipo la golpeó dos veces con los nudillos y dijo en voz alta:Señor? Soy Richardson.

Adelante -dijo una voz desde dentro.ntes de entrar en el despacho, el militar se volvió hacia los cinco y les dijo:speren aquí, por favor.

Muy bien -dijo Jack.cabo de medio minuto, Richardson volvió a abrir la puerta.

asen -dijo.na vez que los cinco estuvieron dentro, Richardson saludó a su jefe al estilo militar y salió del despacho.uenos días, ¿en qué puedo ayudarles? -preguntó el director de la NASA.ecesitamos hablar con los mejores científicos que trabajan aquí. Hágalos venir.erdone, señor, pero en este lugar trabajan decenas de científicos, y de las más variadas disciplinas. Si me explican qué es exactamente lo que desean, tho más fácil.so no es asunto suyo -contestó Jack, secamente.

ntiendo -aceptó el director-. En fin, si quieren puedo llamarlos a todos y hacer que se reúnan con ustedes en la sala de conferencias.Me parece bien.guieron unos instantes de silencio, que finalmente fue roto p or Peterson:A qué esperas? ¡Llámalos y a, que no t enemos t odo el día! -Y a continuación dio un par de palmas, metiéndole prisas. Jack se p ermitía estas libertades pente que el hombre estaba transformado. De no haber sido así, ni siquiera se habría dignado a recibirles.erdón, ahora mismo los llamo. Pero primero permítanme que les acompañe a la sala de conferencias.director los llevó hasta allí y volvió a su despacho para avisar a los científicos. Al cabo de 5 minutos llegó el primero. Tendría unos 45 años.uenos días -dijo al entrar en la sala. Fue a darle la mano a Jack, pero éste no la aceptó, sino que se limitó a preguntarle:Cuál es tu especialidad?oy astrónomo, señor.Astrónomo? -p reguntó Jack, arqueando las cejas en señal de sorp resa-. ¿Qué coño hace un astrónomo trabajando en la NASA?tipo se quedó sin palabras ante la estúpida pregunta.

Ja, ja, ja! -rio Jack, y dándole un pequeño puñetazo en el hombro, le dijo-: Que es broma, hombre... No pongas esa cara. Anda, siéntate mientras esperamás.hombre se sentó y se cruzó de brazos.co a poco fueron llegando el resto de científicos. Cuando había aproximadamente unas 30 personas en la sala, apareció de nuevo el director.ueno, ya están todos -dijo-. ¿Desean algo más?o, gracias -dijo Jack.ien, estaré en mi despacho si me necesitan.director ya se dirigía a la salida, cuando Peterson le dijo:

Alto ahí. Tú t e quedas aquí, como todos.hombre obedeció.

os cinco asesinos se colocaron en el lugar donde solían situarse los conferenciantes, y Jack empezó a hablar.ola, amigos. Os hemos reunido aquí porque necesitamos vuestra ayuda. No soy hombre que se ande con rodeos, así que iré al grano: quiero que encuentren

acer desaparecer todo el oxígeno de la atmósfera.tas palabras dieron paso a un murmullo general. Todos parecían desconcertados, lo cual era bastante lógico.

Silencio! -exclamó Jack-. ¿Acaso os he dado permiso para que habléis entre vosotros?mediatamente se hizo el silencio en la sala.i alguien quiere hablar, que levante la mano -siguió Peterson.

proximadamente la mitad de los p resentes levantaron el brazo.ver, tú -dijo Jack señalando a uno de la segunda fila.científico se levantó y dijo:

erdone el atrevimiento, señor, pero lo que usted plantea es una locura. Sin oxígeno todos moriríamos.No me digas? -preguntó Jack, irónicamente. Y tras unos instantes de silencio, exclamó-: ¡Eso ya lo sé, idiota!científico volvió a sentarse, ofendido, y el anciano siguió hablando.ranquilos, no debéis temer por vuestras vidas. Lo más probable es que todos hayáis muerto de viejos cuando esto se lleve a cabo. -Guardó silencio unos inxplicaré mejor. Quiero que encontréis el modo de acabar con el oxígeno, pero esto no debe ocurrir hasta que nosotros cinco hayamos muerto -dijo señalano compañeros-. ¿Alguna duda?adie dijo nada.

ver, que alguien me diga si lo que acabo de decir puede hacerse.omo nadie contestaba, Jack le preguntó al mismo de antes.ú -le dijo señalándole con un dedo-. ¿Esto puede hacerse o no?ues…, ahora mismo no p uedo decírselo. Tendría que pensarlo y consultarlo con mis colegas.ck respiró hondo y dijo:

stá bien, os daré unos días para que estudiéis el asunto. -Y, levantando la voz, añadió-: ¡Pero debéis p oner todo vuestro empeño en esto! ¡¿Está claro?!Sí! -contestaron todos.

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Más os vale! -exclamó el viejo.urante todo el rato, Juanito y los demás se limitaron a observar al anciano, convertido ahora en portavoz del grupo. Tan sólo entendieron algunas palabrauvieron que esperar a que Jack les t radujera todo. Una vez lo hubo hecho, Paco le dijo:iles que si no obedecen les rajaremos el cuello.so no hace falta, hombre, ¿no ves que est án transfor…?

Díselo! -le interrumpió Paco, que de repente estaba de muy mala leche-. ¿No ves que van de listos? Se creen superiores sólo porque han estudiado tros.ienes toda la razón -dijo Simón apretando los puños-. Son todos unos hijos de…Queréis hacer el favor de calmaros? -dijo Jack, impidiendo que Simón completara el insulto-. Os guste o no, necesitamos su ayuda.menázales de muerte -insistió Paco.ueeeeno… -aceptó Peterson, y, dirigiéndose a los científicos, les gritó-: ¡Si en una semana no tengo noticias vuestras…! -Y a continuación hizo el gesto deello con la mano.ué tontería -dijo Hausser-. No es necesario amenazarles. De todos modos harán lo que les digamos.a lo sé -admitió Paco-, pero mira qué careto de acojonados se les ha quedado, je, je, je…ck le dio su número de teléfono al Director General de la NASA y le dijo que le avisara en cuanto los científicos hubieran llegado a alguna conclusión.

77

saron tres días sin recibir noticias del director, pero al cuarto el móvil de Jack empezó a sonar. Cogió el aparato y en la pantalla vio:  NÚMERO PRIVADO.eguro que es el capullo de la NASA -murmuró el anciano. Apretó el botón de descolgar y dijo-: ¿Sí?Señor Jack? Soy…í, sí, ya sé quién eres. Te he reconocido por tu estúp ida voz.otro tardó un p oco en contestar, algo desconcertado ante la inesperada ofensa.erá -dijo al fin-, ya estamos en condiciones de hablarle sobre lo que nos pidió.

Y bien?, ¿puede hacerse o no? -preguntó Jack-. ¿Se puede eliminar todo el oxígeno?lencio al otro lado de la línea.Hola? -dijo Peterson-. ¿Sigues ahí?

í, sigo aquí.Y qué te pasa?, ¿se te ha comido la lengua el gato o qué?No, señor.

ues entonces contesta de una vez. ¿Puede hacerse o no puede hacerse?ues… sí, sí se puede. Pero… -El director dejó la frase a medias.ero ¿qué? ¿Hay algún problema?erá mejor que se lo digan mis hombres cuando hablen con ustedes.ímelo tú, idiota, o voy ahora mismo y te arranco las t ripas -dijo Peterson, que y a estaba empezando a cabrearse.

Verá... -empezó el otro, titubeante-, mis hombres no consideran muy ético lo que usted les ha p edido.Que no les parece ético? Pero ¿qué gilipollez es ésa? Anda, avisa a esa pandilla de cretinos, que ahora mismo vamos para allá.e acuerdo, señor.ck le dio al botón de colgar y se dirigió a sus compañeros:enga, chicos, vamos a la NASA. Los cerebritos ya han encontrado la manera de acabar con el oxígeno.

Genial! -exclamó Paco.os demás también se alegraron mucho y enseguida salieron del hotel.

presentaron en las oficinas centrales de la NASA y les abrio la puerta el mismo militar de la otra vez. Al llegar a la sala de conferencias, los científicos lesrando. Los cinco se volvieron a situar delante de todos y Jack empezó a hablar:Estoy muy enfadado con vosot ros! ¡¿Qué tontería es esa de que no consideráis ético lo que os he pedido?! M enuda pandilla de hipócritas… ¿No os dais vosotros sois los menos indicados p ara dar lecciones de ética? Aquí en la NASA os gastáis millones de dólares en estúpidos cohetes, mientras hay gente muambre. ¿Es eso ético, acaso?adie contestó.ueno -siguió Jack-, como solía decir mi padre, que en paz descanse, quien calla otorga. Pero vayamos a lo importante. Que alguien me explique cómo vaiacabar con el oxígeno.principio nadie se atrevía a hablar, hasta que un tipo calvo y delgado de la primera fila se levantó y dijo:o mismo se lo explicaré.

Cómo te llamas? -le preguntó Jack.om Jordan, señor.

Muy bien, Tom, adelante. -Peterson se cruzó de brazos.erá… -El hombre tosió un poco para aclararse la voz-. Hemos elaborado un compuesto químico que al entrar en contacto con el oxígeno hace que éste se in

ismo tiempo, genera una reacción en cadena que hace que todo el oxígeno que hay alrededor también arda. La reacción sólo termina cuando ya no quedaedor del fuego, de modo que toda la atmósfera arderá. -El hombre volvió a toser-. Como ve, es un sistema devastador.a veo… -dijo Jack, y, frotándose el mentón, añadió-. ¿Seguro que funcionará?eguro, señor. Hemos realizado varias pruebas en cámaras herméticas y todas han sido satisfactorias.Cuántas pruebas habéis hecho?iez, señor. Y, como le digo, todas con resultados p ositivos.

Y no te parece que diez pruebas son muy pocas para asegurar que el sistema funcionará a escala global?e aseguro que no hay error posible, señor. El compuesto químico funcionará.ntiendo… -Peterson repasó con la mirada a todos los presentes y dijo-: ¿Hay alguno de vosotros que no lo vea tan claro?, ¿alguien que crea que el sistemr?adie contestó.ck volvió a mirar a Tom Jordan.Y cómo haríais p ara que el sistema no entre en funcionamiento hasta que nosotros cinco hayamos muerto?endremos que implantarles un chip en el cerebro a cada uno de ustedes.Qué? ¿Estás de guasa? -preguntó Jack, sorp rendido y algo asustado.

o, señor. Ésa es la única forma de hacerlo.ero…, a ver… -dijo Peterson, contrariado-. Explícamelo mejor, porque no lo entiendo.

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s muy sencillo, señor. Los chips que les implantaremos estarán conectados vía satélite con el S.D.G..S.D.G.? ¿Qué es eso?l Sistema de Destrucción Global. Hemos decidido llamarlo así; espero que no le importe.o, no me importa. Pero sigue con la explicación.omo le decía, esos chips estarán en contacto con el S.D.G., de tal forma que cuando éstos detecten la muerte cerebral de ustedes cinco, automáticamente etivará, liberando a la atmósfera una pequeña cantidad del compuesto químico. En cuestión de horas todo el oxígeno del planeta arderá.Y no hay otro método para detectar la muerte? Quiero decir… ¿no nos p odrían poner el chip en otra p arte del cuerpo?mposible. Tiene que ser en la cabeza.ero ¿por qué?on el debido respeto, señor, la respuesta a esa pregunta requiere la utilización de una terminología científica que dudo mucho usted pueda entender.ck miró a Paco e, indignado, le dijo:erá cabrón el tío… Tenías razón: estos tipejos se creen superiores.Por qué lo dices? ¿Qué te ha dicho el sabiondo ese?terson explicó a sus cuatro compañeros todo lo que le había dicho Jordan. Al llegar a lo de los implantes de los microchips, Juanito exclamó:

¿Qué?! ¡Ni de coña! ¡A mí nadie me toca el cerebro!mí tampoco es que me haga mucha gracia, la verdad -dijo Jack-. Pero el tío este dice que es la única manera de hacerlo.

Y qué sabrá él? Seguro que hay otra manera.ver, Juanito, hemos venido aquí porque se supone que éstos son los mejores científicos del mundo, ¿no? ¿Si no les hacemos caso a ellos, qué otra cosa p

r?niño reflexionó unos momentos y finalmente gritó:

Mierda!os otros tres t ampoco parecían muy entusiasmados con la idea de que les implantaran un chisme en el cerebro, y así se lo hicieron saber a Peterson.

Muy bien, ¿y qué hacemos, entonces? -dijo éste cruzándose de brazos.iene que haber otra manera de hacer esto -insistió Hausser-. Busquemos a otros científicos.viejo respiró hondo y dijo:hicos, deberíais ser un poco más valientes, caramba. Ahora estamos en buenas manos. Éstos son los mejores científicos. Si acudimos a otro sitio, qntremos con unos chapuceros.

Pues a mí nadie me va a tocar la cabeza! -gritó Juanito. Estaba tan alterado que abandonó la sala y se marchó al hotel.

ck volvió a dirigirse a Tom Jordan.eamos…, ¿en qué consiste esa operación exactamente?o tiene ningún misterio. Les hacemos una pequeña trepanación aquí -dijo señalándose el centro de la frente-. Luego les…

Un momento -le interrumpió Jack-. ¿Qué es eso que ha dicho: trepa qué?repanación. Es p erforar el cráneo, señor.terson arrugó el gesto.

No se preocupen, no hay nada que temer -siguió Jordan-. Nuestro cirujano es uno de los mejores del mundo, por no decir el mejor.ck se preguntó qué pintaba un cirujano trabajando en la NASA, pero no hizo ningún comentario al respecto.na vez realizada la trepanación -siguió Jordan-, les introduciremos el chip y volveremos a colocar el trocito de hueso en su sitio.Y es muy doloroso? -preguntó Jack, aún con el gesto t orcido.n absoluto. Además, el microchip es una lámina de acero muy pequeña y muy fina.ntiendo. -Jack se frotó la barbilla-. Está bien. Hoy no podemos porque estamos muy ocupados -mintió-, pero prepárenlo todo para mañana.

Muy bien, señor.os cuatro salieron a la calle y Peterson les fue traduciendo su conversación con Tom Jordan. Al llegar a lo de la trepanación, los tres le miraron acojonados.o pongáis esa cara. ¿Qué creíais?, ¿que el chip podía atravesar el cráneo por arte de magia?ues yo una vez leí que se puede llegar al cerebro por la nariz -dijo Javi.

A lo mejor -admitió Jack-, pero quizá este tipo de implante no puede hacerse a través de las fosas nasales. Qué se yo…odríamos preguntárselo -p ropuso Simón-. Si puede hacerse por la nariz, y o lo prefiero.o también -dijo Paco-, antes que serrarme la frente…stá bien, vamos a preguntárselo -dijo Jack.penas se habían alejado cincuenta metros de la NASA, de modo que dieron media vuelta y se encaminaron de nuevo hacia allí. Nada más entrar, vieroan coqueteando con una de las señoras de la limpieza.Tom! -le llamó Jack, y el científico se despidió de la mujer rápidamente.ígame, señor -dijo Jordan al llegar junto a Peterson.

Verás, tenemos una pequeña duda respecto al implante de los microchips.De qué se trata?

Nos estábamos preguntando si sería posible realizar el implante a través de las fosas nasales.Qué ocurre? ¿Les da miedo la trepanación? -preguntó el científico con una leve sonrisa.¿Cómo te atreves?! ¡Yo no le tengo miedo a nada! -dijo Jack, muy molesto, y a continuación le pegó un bofetón.

Ah! -se quejó Jordan.Como vuelvas a sonreír delante de mí, te arrancaré los ojos y te los meteré por el culo!, ¡¿está claro?!í, señor -contestó el otro, agachando la cabeza y llevándose una mano a la mejilla castigada.

Muy bien, y ahora contesta: ¿puede hacerse el implante mediante las fosas nasales, sí o no?í, señor, p ero sería muy p eligroso.oder... -masculló Peterson-. A ver, ¿y por qué es peligroso?orque el chip tiene que estar localizado justo a la altura de la frente. Si intentamos introducirlo por las fosas nasales, habría un alto riesgo de desgarrarbral.ntiendo -dijo Jack, un poco más calmado. Dirigió la mirada hacia la señora de la limpieza, que estaba barriendo a 10 metros de distancia, y, sin dejar de miratás casado, Tom?í, señor.ck dejó de mirar a la mujer y clavó una severa mirada en los ojos del científico.o quiero volverte a ver coqueteando con esa fulana, ¿está claro? Dios…, un hombre casado y respetable como tú… Debería darte vergüenza.o volveré a hacerlo, señor.

Así me gusta -dijo Jack, y, señalándole con un dedo, añadió-: Ante todo hay que ser honrado, Tom. No lo olvides nunca.

No, señor.Adiós.

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diós, que tenga un buen día -dijo Jordan, y se marchó.Qué te ha dicho? -preguntó Javi.ue por la nariz no se puede hacer. Lo siento, chicos, pero nos t ienen que trepanar.

Me cago en la puta! -masculló Paco.Y si le hacemos caso a Juanito? ¿Por qué no buscamos a ot ros científicos? -propuso Javi.í, yo también opino lo mismo -dijo Simón.

Y yo -convino Paco.ck respiró hondo, con resignación, y dijo:n fin, si es eso lo que queréis…enga, vámonos -dijo Paco-. Este sitio ya me está empezando a dar asco.í, vamos -dijo Peterson, y salieron del edificio.

78

n par de horas más tarde, los cinco criminales estaban reunidos en una de las habitaciones del hotel, hablando acerca de lo que debían hacer a continuación.n un momento determinado, Jack dijo:ais a tener que disculparme, chicos. Necesito dar un paseo. Siento las piernas entumecidas.con esa excusa salió a la calle.nía las piernas perfectamente. Lo que no soportaba era oír a aquellos cuatro cobardes hablando sobre cómo encontrar a otros científicos. ¡Qué inconscien

mo no se daban cuenta de que el proy ecto estaba por encima de todo, incluso p or encima de su estúpido miedo a la trepanación?ues, lo queráis o no, os t repanarán -murmuró Jack, y se dirigió con paso firme hacia la NASA.na vez allí, fue al despacho del Director General. Le habló del miedo que tenían sus cuatro compañeros y le propuso que aquella misma noche dispusierasario para realizar las operaciones. Aprovecharía cuando estuvieran durmiendo para anestesiarles, y cuando despertaran y a tendrían implantados los microntonces quedamos así -dijo Jack-. Cuando yo vea que están dormidos, los anestesio y me los traigo para acá.

Me parece bien, pero ¿ya tiene usted anestesia?í. Aunque, ahora que lo pienso, puede que no sea del todo adecuada para esto. Llama a vuestro médico, que quiero hablar con él.

Ahora mismo, señor.

director realizó la llamada, y después de informar al cirujano sobre lo que Jack tenía pensado para aquella noche, le pasó el teléfono al anciano.Hola? -dijo Peterson.í, dígame.omo ya te ha comentado el director, esta noche vas a tener que operar. Pero tengo una duda: ¿Hay algún problema si los drogo con cloroformo?ues... me temo que el cloroformo no es muy aprop iado para este tipo de operaciones, señor.ntiendo -dijo Jack-. ¿Y qué les meto, entonces?tro tipo de anestesia. Espere, ahora mismo se la llevo.stá bien. No tarde.cabo de 5 minutos, el cirujano se presentó con un carrito en el que transportaba una gran botella. Era como las que suelen utilizar los submarinistas, p

a y más larga (metro y medio, más o menos). De uno de los extremos salía un tubo que terminaba en una mascarilla.quí tiene -dijo el médico.

Qué es esto?, ¿una broma? -dijo Jack.sta es la anestesia que se usa para este tipo de operaciones, señor.Y qué hago yo con este trasto?, ¿guardármelo en el bolsillo?cirujano no supo qué contestar.

ero hombre, ¿no tienes algo más práctico? -siguió Jack-. ¿Cómo voy a llevarme esto al hotel?ues… -dijo el médico, rascándose la cabeza-. Me parece que este tipo de anestesia sólo viene en botellas de este tamaño. Déjeme que lo compruebe, os.cirujano se sacó un móvil del bolsillo y llamó a la empresa que fabricaba esas botellas. Les preguntó si existían más pequeñas, pero la respuesta fue negativo siento, señor -dijo colgando el teléfono-. Éste es el único tamaño que fabrican.oder… -masculló el anciano, y, tras unos instantes, añadió-: ¿Y si se lo ponemos p or vía intravenosa?mposible. Este tipo de anestesia sólo puede administrarse en forma de gas, no de líquido -dijo el cirujano.ntonces Jack lo agarró por la pechera y le gritó:Maldito seas! ¡No haces más que p onerme pegas!ero, señor, yo sólo le informo. No quería…stá bien, está bien… -dijo el otro, soltándole-. Sé que tú no tienes la culpa. Perdona, es que me jode mucho que las cosas no salgan bien, o, mejor dichon como yo quiero. En fin, supongo que tendré que llevarme este armatoste. Pero voy a necesitar una furgoneta para t ransportarlo. Preparadme una, vamosdirector hizo una llamada para que dispusieran el vehículo frente a la entrada del edificio.

ientras tanto, el cirujano explicó a Jack cómo debía utilizar la botella de anestesia. Esto era muy importante, porque si se pasaba con el gas, podía lle

al.Mira, ¿sabes qué? Esta noche te vienes al hotel y me ayudas a hacerlo -dijo Jack, y, frotándose la barbilla, añadió-: Un momento…, ahora que lo piensoarles allí mismo. Así no habría que trasladarlos hasta aquí. ¿Qué me dices?médico se echó a reír.

Qué te hace tanta gracia? -preguntó Jack, frunciendo el ceño.ueno…, lo que ha dicho era una broma, ¿no?El qué?, ¿lo de operarlos en el hotel?í -dijo el hombre, y de nuevo se le escapó una risita.ues no, no bromeo. Y como te sigas riendo te corto los huevos, payaso.erdone, señor, es que realizar ese t ipo de operación fuera de un quirófano sería un acto sumamente irresponsable. Por eso creí que estaba bromeando.ero tu colega, Tom Jordan, dijo que era una operación muy sencilla. ¿En qué quedamos?ver..., la operación en sí es relativamente sencilla, pero no olvidemos que no deja de ser una trepanación, y eso siempre es algo serio. Si la cosa se comp

r disponer de un quirófano bien equipado.Si la cosa se complica? ¿A qué viene eso? -preguntó Jack, irritado-. ¿Por qué habría de complicarse?o se altere, hombre. Las probabilidades de que algo se complique son mínimas, pero no nulas. Desgraciadamente, en cirugía nunca existe el 100% de segurid

ntiendo… -dijo Jack-. Pues los traeremos aquí, entonces. Pero tú te vienes al hotel p ara anestesiarlos con el chisme este.omo quiera.

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iles a los de la furgoneta que la tengan lista para esta noche. Que vayan metiendo este t rasto y lo sujeten bien, no vaya a ser que sufra algún desperfecto dp orte. Estad atentos . En cuanto os llame, os vais p ara el hotel.En qué hotel se hospedan? -preguntó el cirujano.n el Saint Louis.e acuerdo, pero ¿nos dejarán subir a las habitaciones con la botella?e eso ya me encargo yo, no te preocupes -dijo Jack, pues sabía que el recepcionista estaba transformado.

terson volvió con sus compañeros.Cómo va eso, chicos? -preguntó al entrar en la habitación.sto es una mierda -contestó Juanito-. No se nos ocurre nada que merezca la pena. Maldita sea…, ¿cómo haremos para encontrar a otros científicos qos?ranquilo, hombre -dijo Jack-. Ya se nos ocurrirá algo. Pero es mejor que por hoy no le demos más vueltas al asunto. Relajémonos un poco; no os quepa lde que todo saldrá bien.

a seguridad con que hablaba el viejo tranquilizó a los demás. Le hicieron caso, y ese día no volvieron a pensar en el tema de los científicos.

79

egó la noche. A eso de las 02:00 todos se habían ido a dormir. Jack bajó a recepción y desde allí llamó a la NASA. Al cabo de 10 minutos, una furgonetcó frente al hotel.a era hora -dijo Peterson saliendo a la calle.médico bajó del vehículo y fue a la parte posterior. Abrio la puerta y bajaron dos tipos corpulentos.

Quiénes son éstos? -preguntó Jack.os he traído para que nos ayuden a llevar la botella. Es mejor llevarla a cuestas que en el carrito, por si hay escalones o algo así.aya…, bien pensado. Pero venga, no perdamos tiempo, coged la botella y seguidme.

os dos tipos corpulentos levantaron la botella y los cuatro entraron en el hotel. El recepcionista no puso ninguna pega, pues Jack le había puesto al corEl anciano le pidió una copia de las llaves de las habitaciones donde se alojaban Juanito, Paco, Javi y Simón.

uando estuvieron frente a la puerta de Juanito, Jack metió la llave en la cerradura muy lentamente, para hacer el menor ruido posible. Una vez abierta, entra

ación y se acercaron a la cama con mucho sigilo. Podían ver gracias a la luz del pasillo.anito estaba durmiendo boca arriba, con lo cual el médico no tuvo dificultades para ponerle la mascarilla. A continuación, accionó una pequeña palanca que tella y el gas empezó a salir con un leve siseo. Sólo había movido la palanca un poco, hasta que una aguja indicadora marcó el nº1. Jack advirtió que habciones distintas.cabo de medio minuto, el cirujano cerró el gas y retiró la mascarilla de la cara de Juanito.a es suficiente -susurró-. No se le pasará el efecto hasta dentro de ocho horas, como mínimo.erfecto -dijo Jack-, vamos a por el siguiente.entrar en la habitación de Paco, encontraron al niño acostado de lado y con la cara medio cubierta por las sábanas. El médico retiró la ropa con muchoel chaval se movió en sueños y volvió a cubrirse el rostro. El cirujano empezó a desarroparlo de nuevo, cuando, inesperadamente, uno de los tip os que sola estornudó. En el silencio de la noche, aquello sonó como un trueno.co despertó.

Qué demonios…? -empezó a decir al ver tanta gente en su habitación. Jack, sin embargo, actuó con la rapidez de un rayo: le quitó la mascarilla al mémpó en la cara del niño. Con la otra mano accionó la palanca de la botella bruscamente, poniéndola al máximo. Si antes se había oído un suave siseo, ahoucía un ruido casi escandaloso, al salir con mucha más fuerza.

Pero ¿qué hace?! ¡Va a matarlo con tanta anestesia! -exclamó el cirujano, y se apresuró a poner la palanca en el nº1.co, al no estar tumbado boca arriba, sino de lado, pudo apartarse de la mascarilla echando la cabeza hacia atrás, pero Jack volvió a actuar con rapidez: saltcama e, inmovilizando al chaval, le obligó a respirar el gas anestésico. Poco después el niño dejó de forcejear y volvió a quedarse dormido.te alboroto hizo que Javi, que ocupaba la habitación de al lado, se despertara. El niño salió al pasillo a ver qué ocurría y vio que la habitación de Paco estabomó a ella y, al ver a Peterson, le preguntó:

Jack! ¿Qué está pasando aquí? ¿Quiénes son éstos?avi! -exclamó Jack, y, acercándose al niño, le dijo-: Menos mal que estás aquí. No vas a creerte lo que ha pasado.

Qué ha pasado? -preguntó el chaval, acercándose al viejo.uando estuvo junto a él, Jack le rodeó el cuello con un brazo, inmovilizándolo.Rápido, metedle gas! -exclamó.médico se apresuró a poner la mascarilla en la cara de Javi y accionó la palanca de la botella. Poco después, el chaval ya estaba inconsciente. Entre Jack y elocaron sobre la cama, junto a Paco.ueno, ya sólo falta uno -dijo Peterson-. Esperemos que no se haya despertado…

ueron hasta la puerta de la habitación de Simón y la abrieron. El ex vagabundo dormía como un tronco, de modo que no tuvieron ningún problema para anesevaron a los cuatro hasta la furgoneta y los trasladaron a un edificio que había junto a las oficinas de la NASA. Allí estaba el quirófano donde se llevarían a

antes.todo iba bien, las operaciones no tenían por qué durar más de cinco minutos, p ues sólo había que serrar, destapar el cráneo, poner el chip y volver a colocs sesos. Así de simple.e modo que, uno t ras otro, fueron p asando por el quirófano. El cirujano era realmente bueno, p or lo que no tuvo ningún p roblema a la hora de realizar su t ranalmente le tocó el turno a Jack, quien también fue operado con éxito.las 3:00 de la madrugada, los cinco descansaban plácidamente en habitaciones individuales. Un círculo rojo de un centímetro de diámetro adornaba aes, delatando el lugar por el que sus cráneos habían sido perforados.

80

maneció.anito despertó.ada más abrir los ojos, notó algo extraño. Recordaba muy bien que la ventana de la habitación del hotel daba a los pies de la cama. Sin embargo, ahora la luba por una ventana situada a su derecha.

Qué diablos…? -murmuró, y, al intentar incorporarse un poco, sintió un intenso dolor en la frente-. ¡Ay! -exclamó, llevándose una mano a la zona dolorimentos fueron de una gran desorientación y confusión.

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Dónde estoy?, se preguntó, mirando a su alrededor, ¿y por qué me duele tanto la cabeza?levantó y se vio reflejado en un espejo que había en la pared. De inmediato le llamó la atención algo que tenía en la frente. Se acercó al espejo y comprobó

equeño círculo rojo.Qué es esto…? -murmuró llevándose una mano a la frente. Al tocársela, volvió a sentir un intenso dolor-. ¡Ay! Pero ¿qué coño…? -Y entonces comprendia pasando allí, o, mejor dicho, lo que había pasado-. ¡No, Dios mío!, ¡no es posible! -exclamó, alarmado.

e pronto, la puerta de la habitación se abrio y Jack entró. Juanito se volvió hacia él y vio que el viejo tenía la misma marca sobre las cejas.¿Qué es esto, Jack?! ¡¿Qué cojones es esto?! -gritó señalándose la frente.ranquilízate, Juanito. Era lo mejor para el proy ecto y tú lo sabes.

Así que es cosa tuya! -dijo con los ojos abiertos de par en par-. ¡¿Cómo has podido, cabrón?! ¡¿Cómo has podido?! ¡Dejé bien claro que no estaba de acuoperación! -Las sienes empezaron a martillearle y se mareó un poco, de modo que fue hacia la cama y se sentó.arde o temprano comprenderás que esto es lo mejor para todos. Debes tener en cuenta que…

Eres un hijo de puta! -El niño tenía los ojos cerrados y las manos a ambos lados de la cabeza, como intentando consolar la parte de su cuerpo que hada-. ¡Eres un hijo de puta y un traidor!ck respiró hondo y , dirigiéndose hacia la puerta, dijo:a veo que ahora no se puede hablar contigo. Descansa un poco y reflexiona.

No t engo nada que reflexionar, hijo de p uta! -resp ondió Hausser, insistiendo con el mismo insulto.ck se detuvo, miró por encima del hombro, y a punto estuvo de devolverle el improperio, pero se contuvo. En el fondo comprendía al chaval. Debía de edado. Y es que, las cosas como son, tiene que cabrear bastante que te metan algo en la cabeza sin tu consentimiento. Así que se marchó sin decir nada más.co, Javi y Simón también se enfadaron bastante con el anciano, aunque no tanto como Juanito.

81

urante un par de semanas, siguieron hospedándose en el hotel St. Louis, pues no querían abandonar Washington sin haberse cargado, al menos, a unos cionas. De todos modos, debían esperar unos 15 días p ara ver si sus cuerpos rechazaban los implantes. La probabilidad de que esto sucediera era mínima, ra mejor asegurarse y permanecer en la ciudad por si había que volver a operar.r otra parte, Jack volvió a hablar con los científicos para dejarles claro que debían asegurarse de que el Sistema de Destrucción Global funcionaría inclusoue ellos (los científicos) se hubiesen jubilado o hubiesen muerto. Aquello tenía fácil solución: tan sólo había que ir informando del tema a cada un

jadores que se fueran incorporando a la NASA.ro volvamos al enfado de Juanito. Y es que transcurrio casi una semana antes de que el niño volviera a dirigirle la palabra a Jack; tal era el cabreo que había canciano sabía muy bien que la mejor manera de recuperar la amistad del chaval era matando. Por esta razón, Jack hizo lo que os voy a explicar a continuaci

n día iban los cinco juntos, paseando por la Avenida John Fitzgerald Kennedy, cuando vieron que se acercaba un t ipo muy bien vestido, con traje, corbataminado, gafas de sol y un maletín en la mano. Caminaba de un modo muy resuelto. Sin duda se trataba de un hombre de negocios.hora veréis, chicos. Esto os va a gustar -dijo Jack.anciano se dirigió hacia el tipo trajeado, se sacó una pequeña botella de cristal del bolsillo, y, mostrándosela, le dijo:ébete esto.

a botellita la había conseguido el día anterior en un laboratorio de investigación química y contenía un cuarto de litro de ácido sulfúrico.tipo trajeado dejó el maletín en el suelo, cogió la botella, la miró con curiosidad y, destapándola, preguntó:

Qué es?so no es asunto tuy o -dijo el anciano-. Bébetelo todo, vamos. Puede que sientas un poco de dolor, pero es normal, no te p reocupes.e acuerdo.tipo se llevó la botellita a los labios y se dispuso a beber. Cuando el líquido entró en contacto con sus labios, emitió un extraño y agudo quejido. Al parecer

ho, pero la orden de Jack estaba por encima de cualquier otra cosa, y el hombre empezó a tragar. Unos hilillos de humo habían empezado a brotar de suados por el líquido corrosivo. Entonces se puso a temblar de pies a cabeza, y bajo las gafas de sol aparecieron algunas lágrimas. Ninguno de los cinco podel tipo tenía los ojos extremadamente rojos, consecuencia también de la sustancia que estaba ingiriendo.a, ja, ja! -rio Juanito-. ¿Qué hay en la botella?tas fueron las primeras palabras que Hausser le dirigió a Jack en varios días. Y lo hizo casi sin darse cuenta, pues estaba maravillado ante lo que estaba vienterson se alegró mucho al ver que el huérfano volvía a hablarle.s ácido -dijo-. Ácido sulfúrico, para ser exactos.Ácido sulfúrico? ¡Ja, ja, ja! -volvió a reír Juanito-. ¡Qué cabrón!Mirad, mirad! -exclamó Simón señalando al tipo. Sus labios se estaban deshaciendo y un poco de ácido se le escurría por la barbilla. En pocos segundos el andíbula empezó a quedar al descubierto.j… -masculló Javi-, qué asco…ero ¿qué dices? ¡Anda que no mola! -exclamó Hausser-. Mira cómo sufre el cabrón…

Ahora le salía mucho humo por la boca y por los agujeros de la nariz. La botellita de ácido, ya vacía, se le había caído al suelo. Si no gritaba, no era porqra, sino porque el líquido le había deshecho las cuerdas vocales.o creo que esté sufriendo tanto. Si ni siquiera grita -dijo Paco.

ck se acercó al tipo y le quitó bruscamente las gafas de sol.uítate esto, fantasma… -le dijo, y por fin quedaron a la vista los ojos del desgraciado. Tenía los párpados abiertos a más no poder, como si estuviera viemadamente sorprendente. Pero no veía nada. ¿Y cómo iba a ver, si sus ojos ya ni siquiera parecían ojos? Estaban tan irritados que se habían vuelto compl, dando la impresión de que alguien le había encajado un par de narices de payaso en las cuencas oculares.

Hostias! -exclamó Paco, algo sobrecogido ante la espantosa imagen-. Oye, Jack, ¿no crees que esta vez te has pasado un poco?s verdad, no es necesario que hagamos sufrir tanto a la gente -intervino Javi.Sabéis qué? Puede que tengáis razón -contestó el viejo, y desenfundó una Magnum 44 que se había comprado aquella misma mañana. Empuñó firmementas dos manos, apuntó a la frente del tipo trajeado y disparó.PUUUM!!sonido fue ensordecedor, y en la frente de la víctima apareció un enorme agujero, así como en la parte de atrás del cráneo, por donde salió la bala. El ho

lomó hacia atrás.Guau! ¡Qué potencia! -exclamó Javi.Ya te digo! -convino Paco-. ¡Más que un revólver parece un cañón!sí es, chicos -dijo Jack, mirando el arma con satisfacción-. Siempre quise tener una de éstas, desde que vi las películas de Harry el Sucio.

En qué tienda la has conseguido? Yo quiero una igual -dijo Paco.

Me temo que tú no puedes usarla. Ni tú, ni Juanito, ni Javi.Cómo que no? -dijo Paco frunciendo el ceño-. ¿Qué tontería es ésa?

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No es ninguna tontería, Jack tiene razón -dijo Hausser-. La Magnum 44 es tan potente que su retroceso nos tiraría al suelo. Solamente los adultos pueden ándola bien fuerte. De lo contrario podrían sufrir lesiones en las muñecas. Yo sé todo eso p orque me he criado entre armas.ues vaya mierda… -se quejó Paco.aciencia, chicos, paciencia… Dentro de unos años podréis utilizarlas.éjame verla -le pidió Paco.oma, pero ni se te ocurra disparar, ¿eh? Ya has oído a Juanito, p uedes hacerte daño.

No te p reocupes.niño cogió el revólver.spera, trae acá un momento -dijo Jack, y Paco le devolvió el arma. El viejo apretó el tambor del revólver hacia la izquierda y dejó caer las balas sobre la palmo. Volvió a darle la Magnum al niño-. Toma, ahora ya puedes disparar cuanto quieras.ero bueno, ¿es que no te fías de mí o qué? -preguntó el chaval.

No es eso, hombre. M ás vale prevenir.Guau! ¡Cómo p esa! -exclamó Paco, y a continuación apuntó a Javi.uita -dijo éste-, que las armas las carga el diablo.o digas tonterías. ¿Es que no has visto cómo la ha descargado Jack?a igual. No me gusta que me apunten, aunque esté descargada.

Bah! No seas cobardica. -Y, diciendo esto, no sólo siguió apuntándole, sino que apretó el gatillo. Pero cuál fue su sorpresa cuando, en lugar de oírse un clic el estruendo de un disparo-. ¡Ah! -exclamó, y sintió un fuerte impulso hacia atrás. Afortunadamente, tenía sujeta la Magnum con las dos manos, y, aunquerte dolor en las muñecas, codos y hombros, sus articulaciones no llegaron a quebrarse. Perdió el equilibrio y cayó de espaldas al suelo.vi gritó de dolor y se llevó una mano a la oreja derecha. Luego se miró la palma y vio que la tenía toda manchada de sangre.Mierda! ¡Que me desangro! -exclamó, asustado.ero ¿cómo es posible? -dijo Jack. Abrio la mano donde tenía las balas y las contó. Había cuatro-. ¡Hostia! -exclamó, llevándose la mano libre a la cabeza. EMagnum tenía capacidad para seis balas, y él estaba seguro de haberla cargado completamente antes de salir del hotel. Como sólo había gastado una para ca

trajeado, estaba claro lo que había pasado: al descargarla para dejársela a Paco, se le había quedado una dentro.escasos metros de allí había una fuente. Simón y Juanito acompañaron a Javi hasta ella para lavarle la herida, mientras que Jack se agachó junto a Paco.Estás bien? -le preguntó.niño gemía de dolor. Le dolían los brazos debido al retroceso del arma al dispararse, y la espalda debido al golpe que se había dado al caer.abrón… -contestó-. ¿No la habías descargado?

erdóname. Parece que una de las balas se quedó dentro del tambor.No me digas? -ironizó el niño-. ¿Y Javi?, ¿está bien?e has dado en una oreja. Y podemos estar contentos. Un centímetro más a la derecha y le habrías volado la cabeza.ck ayudó al chaval a levantarse y fueron junto a los demás.vi estaba inclinado sobre la fuente, echándose agua en la herida. La mitad superior de su oreja derecha había desaparecido. Cuando Paco se dio cuenta de estk:

Mira lo que ha pasado por tu culpa.viejo no hizo caso del comentario. En vez de ello se acercó a Javi y le dijo:

erá mejor que te llevemos a un hospital. Esa oreja no tiene buena pinta.

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así lo hicieron. Fueron al hospital más cercano, donde Javi fue atendido por un médico de tez oscura y nacionalidad cubana.Has traído el trozo de oreja que falta? -le preguntó.o. ¿Para qué la quiere?ara cosértela, hombre, ¿para qué va a ser?

Vaya…, p ues no la he traído.i quieres puedo mandar a alguien que vaya a buscarla -dijo el cubano-. ¿Dónde te ha pasado esto?o hace falta que vaya nadie. Créame, dudo mucho que la encuentren.

n realidad, Javi pensaba que el trozo de oreja que le faltaba debía de haberse desintegrado con el disparo de la Magnum, pero no tenía ganas de explicárselo

n fin, como quieras -dijo el cubano-. Pero es una lástima. Además de quedarte bastante feo, no podrás oír bien del todo. No sé si lo sabrás, pero las orejarecibir mejor los sonidos.spere, se me acaba de ocurrir una cosa -dijo el chaval.Qué?Me serviría la oreja de otro?ues…, supongo que sí, pero…o hay peros que valgan. Vamos a la sala de espera, a ver si encontramos algo interesante.

médico y el niño fueron a la sala, donde estaban sentados Jack, Juanito, Paco y Simón. Además de ellos, había bastante más gente, tanto niños como adultoYa está? -preguntó Jack.o, todavía no. Falta un pequeño detalle -contestó Javi, y, dirigiéndose al cubano, le dijo-: Fíjese en mi oreja buena y compárela con las de los niños que haya tenga más parecida a la mía será mi donante.e acuerdo -dijo el médico caribeño, y, uno a uno, fue llamando a los niños y colocándolos junto a Javi. Uno de ellos tenía las orejas prácticamente idénticas

n asesino-. Éste servirá.erfecto. Pues venga, vamos al quirófano. -El niño dijo esto cogiendo por un codo a su improvisado donante y siguió al médico, que ya se dirigía hacia laaciones.a madre del niño escogido para donar su oreja se levantó y dijo:n momento. ¿Adónde llevan a mi hijo?

adie le contestó, así que echó a andar tras los dos niños y el cubano.Alto ahí, señora -dijo Jack, sacándose la Magnum y apuntándola.

produjo un murmullo general entre todos los presentes al ver la imponente arma. La madre del donante se quedó quieta y levantó las manos.ué fea es la hija puta -comentó Paco-. Disp árale a la cara. Total..., ya no p uede quedar peor de lo que está.

os otros tres le rieron la gracia, y cuando las risas fueron calmándose Jack apretó el gatillo.

ta vez el estruendo del disparo fue mucho mayor, al no estar al aire libre.a mujer murio instantáneamente. Su coronilla salió disparada hacia el techo y los sesos quedaron desparramados por toda la sala, manchando a mucho

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entes. Un segundo después, el cadáver de la mujer cayó al suelo con un golpe sordo.

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ientras tanto, en el quirófano de Urgencias el médico cubano se preparaba para realizar el trasp lante, cuando oy eron el fuerte disparo.Dios mío! ¿Qué ha sido eso? -dijo el sanitario, asustado.o se preocupe, seguro que no tiene importancia -dijo Javi, imaginando que sus amigos estarían haciendo de las suyas.

Pero eso parecía un disparo! -exclamó el médico.Te he dicho que no te p reocupes! ¡¿Es que estás sordo o qué te pasa?! -le gritó el niño.stá bien, está bien… -El hombre siguió con los preparativos. Al cabo de un minuto, dijo-: Vaya, no encuentro la anestesia.

No importa, hazlo sin ella -dijo Javi.Podríais decirme de qué va todo esto? -p reguntó el donante, que no entendía nada de lo que estaba pasando.ú cierra el pico y túmbate ahí -le ordenó Javi señalando la mesa de operaciones. En el poco tiempo que llevaba en Estados Unidos, había aprendido uns, por lo que no tuvo problemas para dirigirse al chaval.sto no puede hacerse sin anestesia -dijo el cubano-. Se movería demasiado a causa del dolor, y el corte de la oreja seguro que saldría mal.oír esto, el donante abrio mucho los ojos, acojonado. Miró a Javi y por primera vez vio su maltrecha oreja. Fue entonces cuando se dio cuenta de l

onían hacer con él. No obstante, aun sabiendo lo que le iba a pasar, no intentó escapar. Javi le había ordenado que se tumbara en la mesa de op eracionea desobedecer a uno de sus amos. Eso sí, lo que no pudo evitar fue mearse de miedo en los pantalones. Cuando Javi se dio cuenta de esto, exclamó:Me cago en la puta! -Y, dirigiéndose al médico, le dijo-: Dame una mascarilla de esas que usáis en las operaciones. No quiero respirar los meados de este cer

cubano abrio un armario, cogió una mascarilla y se la pasó a Javi. Pero cuando éste fue a ponérsela vio que no podía, pues tenía que colocarse dos pequeedor de las orejas, y a él le faltaba un trozo demasiado grande de una de ellas.oder! -gritó con fastidio, y tiró la mascarilla al suelo. Luego se agachó, la recogió y se la colocó en la cara sujetándola con una mano-. Venga, acabemos es

s.spera, ya te he dicho que no puedo hacerlo sin anestesia. Se movería y el corte saldría mal. Voy a otro quirófano a buscarla.o hace falta -dijo Javi. Se sacó la pistola y le pegó un tiro en la cabeza al donante. Eso sí, con cuidado de no dañarle la oreja derecha.

Aaah! -exclamó el cubano, aterrorizado.enga, córtasela. Verás que quieto se está.

médico no obedeció de inmediato, pues estaba sobrecogido por lo que acababa de ocurrir, y no podía dejar de mirar al muerto.Que es para hoy! -exclamó Javi.cubano reaccionó por fin, diciendo:

onte junto a él. He de fijarme bien en tu herida para saber por donde tengo que cortar exactamente. Ya sabes, para que encajen bien los dos trozos.ntiendo.vi cogió una silla y se sentó lo más cerca que pudo del fiambre. El cubano cogió un bisturí y empezó a cortar con mucho cuidado. Tardó cinco minutos en r.

Ya está -dijo, y mostró el trozo de oreja a Javi.Muy bien -dijo éste, sujetándose aún la mascarilla con la mano, y, mirando con repugnancia al niño muerto, añadió-: Vamos a otro quirófano que esté limpio

así lo hicieron.ntes de empezar a coserle la oreja, Javi advirtió al sanitario:

Más te vale hacerlo bien, si no quieres acabar como mi donante.o haré lo mejor que pueda -dijo el otro.médico caribeño realizó el implante en poco más de 15 minutos; esta vez con anestesia local. Después Javi volvió con sus amigos. Al entrar en la sala duna mujer en el suelo con la cabeza reventada, pero no le dio importancia. Seguro que había sido obra de alguno de sus colegas.

Ya podemos irnos -dijo.Te ha quedado bien? -preguntó Paco, acercándose.vi le miró en silencio unos instantes y luego le gritó:Vete a la mierda! ¡Si no me hubieras disparado, ahora no estaríamos aquí y yo seguiría teniendo mi propia oreja!erdona, hombre, no te pongas así. Sabes que no fue mi intención. Nunca habría apretado el gatillo de haber sabido que quedaba una bala en el revólver.Eso da igual! ¡Te dije muy claro que no me apuntaras!ck intervino para poner un poco de paz entre los niños.amos, chicos, no discutáis. Si alguien tiene la culpa de lo sucedido, soy yo. Debí asegurarme de que el arma estuviera totalmente descargada.

Es verdad! -dijo Paco, y, señalando a Jack, añadió-: ¡Él es el culpable y no yo!guieron unos instantes de silencio, tras los cuales Javi dijo:n fin, ya no t iene sentido discutir sobre ello. ¡Pero no vuelvas a apuntarme con un arma nunca más!ranquilo, no volveré a hacerlo -dijo Paco.vi miró a su alrededor.¿Y vosotros qué coño miráis?! -gritó a la gente que había en la sala de espera-. ¡Vamos, chicos, acabemos con esta gentuza!

os cinco criminales empuñaron sus armas y se liaron a tiros con todos los presentes. Hacía ya varios días que ninguno de los cinco utilizaba silenciador, puo lo consideraban necesario, de modo que os podéis imaginar el escándalo que se formó en la sala de espera con las cinco armas disparando a la vez.uando hubieron acabado con todos, se hizo el silencio, y los cinco empezaron a pasear lentamente entre los cadáveres, contemplando con regocijo losngrentados.n uno de los p asillos que daban a la sala de espera había una puerta de ascensor que los asesinos p odían ver desde donde se encontraban. Estaba a unos 10 mncia. La puerta se abrio y salió un hombre con bata de médico.h, tú, matasanos, ven aquí -le ordenó Jack haciéndole señas con la Magnum.tipo obedeció y observó horrorizado el matadero en que se había convertido la sala de espera.amos..., no pongas esa cara -dijo Jack-. Tú eres médico, ¿no? Debes de estar acostumbrado a ver sangre.hombre no sabía qué hacer ni qué decir. Y es que nunca había visto nada tan horroroso como aquello.

Apuntadle todos entre las cejas -dijo Jack, levantando su pesado revólver.os otros cuatro le imitaron.

médico alzó las manos y dijo:or favor, no me matéis..., tengo mujer y dos hij…

Vamos, chicos, a la de tres -le interrumpió Jack-. Uno, dos… ¡y tres!

os cinco apretaron el gatillo al mismo tiempo.n realidad, el disparo de la Magnum habría sido suficiente para destrozarle la cara, pero al recibir cinco balazos de golpe, la cabeza del tipo explotó como una

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e que al lector esto le parezca un tanto exagerado, pero eso fue lo que ocurrio. Quizá fue porque todas las balas impactaron justo en el mismo sitio, y, así, se p rodujo la explosión.caso es que el tío quedó descabezado.

Hostias! -exclamó Paco.ué curioso... -dijo Hausser-. Nunca había visto nada igual, y mira que he visto asesinatos en mi vida…upongo que el revólver de Jack ha ayudado bastante -dijo Simón-. Ahora mismo voy a por uno igual.ué rabia no poder usarlo… -dijo Paco, alicaído.ues sí… -convino Juanito.ueno, Jack, ¿me acompañas a la tienda donde conseguiste la tuya? -le pidió Simón.laro, hombre, vamos ahora mismo si quieres.

Yo también voy con vosotros -dijo Paco.Y yo -dijo Hausser.

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final fueron todos juntos a la armería.r el camino intentaron hacer a varias personas lo mismo que le habían hecho al médico. Sin embargo, en ninguno de los casos les explotó la cabeza. Tanó seriamente dañada e incompleta.

Ya veréis cuando yo también tenga mi propia Magnum. Entonces sí que les explotará -dijo Simón, y de pronto una idea acudió a su mente-. Un momentono te compras tú otra igual, Jack? Así yo me compro otras dos y usamos un revólver con cada mano. ¡Nuestro poder de ataque sería bestial! Imagínatos simultáneos de un arma como ésa tienen que ser capaces de reventarle la cabeza a cualquiera.

Ya lo creo… -dijo Peterson-. M uy buena idea, sí señor.r fin llegaron a la tienda de armas y el dependiente les entregó lo que querían. Los tres niños también pidieron una pistola cada uno, iguales a las que ya tenron de la tienda con dos armas cada uno; diez en total. Además, también habían cogido unos cinturones con fundas para llevarlas cómodamente. Parecleros. Sobre todo Jack y Simón, con las relucientes y enormes Magnum.o perdamos tiempo, vamos a cargarnos a alguien -dijo Javi.eron a un hombre alto y robusto que estaba descargando cajas de fruta de un camión. Tendría unos 40 años.

Eh, tú! -le llamó Paco.hombre, que estaba de espaldas a ellos, se volvió con una caja de mandarinas en las manos.Sí? -contestó.os cinco levantaron las diez armas al mismo tiempo.Entre las cejas y a la de tres!, ¡¿de acuerdo?! -dijo Jack.De acuerdo! -respondieron los demás.

Uno, dos… ¡y tres!¡PUUUM!!!como por arte de magia, la cabeza del tipo desapareció. Por unos instantes, el cuerpo descabezado siguió sujetando la caja de mandarinas. Luego se desploeñas frutas rodaron por el suelo.

Genial! -exclamó Paco dando un pequeño brinco-. ¡Vamos a por otro!urante un buen rato estuvieron reventando cabezas. Cuando hubieron acabado con unas 30 personas, Jack dijo:robemos ahora a dispararles en el vientre, ¿os parece?odos estuvieron de acuerdo.eron a un hombre de unos 60 años, de ésos que tienen una gran barriga. Iba paseando a un cachorro de perro salchicha. El pobre animal estaba muy delgadmal aspecto. Sin embargo, esto no se debía a ninguna enfermedad canina. La culpa era de su amo, que lo trataba fatal. Apenas lo alimentaba, y cada dos pba una paliza.os cinco asesinos apuntaron al barrigón del tipo y dispararon todos al mismo tiempo. Cuando las diez balas dieron en el blanco, buena parte de la panzapareció. El hombre, que aún seguía vivo, bajó la mirada hacia su barriga y vio un gran boquete. Los intestinos se le estaban saliendo por el enorme agujero,

iban resbalando hacia el suelo.j…, qué asco… -dijo Simón, y, levantando sus dos armas, disparó al maltratador canino en la coronilla, pues aún seguía con la cabeza gacha, observando sncredulidad.tipo cayó hacia atrás. Sin embargo, su mano derecha siguió sujetando firmemente la correa del perro. El pequeño cachorro tenía el rabo entre las patas y

o. Lógicamente, se había asustado por los disparos.Anda que el hijo puta cuidaba bien a su p erro… -dijo Hausser-. ¿Habéis visto qué aspecto tiene?ck vio acercarse a una joven de unos 20 años y la llamó.Eh, tú! ¡Ven aquí!

chica se acercó.Santo cielo! ¡¿Qué ha pasado?! -exclamó al ver el fiambre.

lvídate de eso -dijo Peterson-. ¿Ves este perro? -El viejo se agachó junto a la mano derecha del muerto, le pisó la muñeca y tiró de la correa-. Suelta, cabulló. Al parecer, la mano había quedado firmemente agarrada a la correa-. ¿Hasta después de muerto quieres seguir jodiendo al pobre chucho?éjame a mí -dijo Simón, y, apuntando a la mano del muerto con una de las Magnum, disparó.

a correa quedó libre. Más que nada porque ya no había mano que la sujetara. Había quedado destrozada con el tremendo balazo, y el impacto incluso habaltara un trozo de suelo.racias -dijo Jack. Cogió la correa y se la dio a la joven-. Quiero que de ahora en adelante te encargues de cuidar a este pobre animal. Y debes hacerlo

ble, ¿entendido?ntendido -aceptó la chica, y se marchó de allí con su nueva mascota. Desde aquel día, nadie volvió a pegarle nunca más y recibió todos los cuidados y atun perro salchicha puede necesitar.os cinco se quedaron mirando cómo se alejaban el chucho y su nueva dueña.s curioso -dijo Hausser-. Nunca tengo ganas de matar a un animal.so es normal -dijo Jack.

Ah, ¿sí? -preguntó Juanito.ues claro, hombre. ¿No ves que los animales son mucho más nobles que las personas? No tienen maldad.s verdad -convino Simón-. Los animales no merecen sufrir. No son como la gente.

xacto -dijo Jack.or cierto, ya hace tiempo que no veo a mi perro -dijo Hausser-. ¿No creéis que y a va siendo hora de volver a casa?

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or mí no hay problema -dijo Simón-. La verdad es que estoy deseando llegar para cargarme a mi amigo el pescadero.a, ja, ja! -rio Paco-. Cuando vayas a hacerlo avísame. No quiero perdérmelo.escuida.ueno, si queréis p odemos irnos ya -dijo Peterson-, p ero antes me gustaría que nos pasáramos por Nueva York para enseñaros mi apartamento.

Genial! -exclamó Paco-. Yo estoy deseando ver tu casa, sobre todo el cuarto trastero, je, je, je…Me pregunto si los cadáveres aún seguirán allí -dijo Jack frotándose la barbilla.No creo -intervino Javi-. Seguramente la policía habrá investigado la desaparición de los vecinos, y es muy probable que hayan forzado la puerta de tu p

trarlo.ienes razón -dijo Jack-, pero no creo que debamos preocuparnos por la poli. Ya veis cómo están las cosas por aquí; todos obedecen. Y, sinceramente, no ueva York sea diferente.

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sí que finalmente abandonaron la ciudad, no sin antes pasar por la NASA para que el cirujano les hiciera un pequeño reconocimiento. Los microchips impabían provocado rechazo en ninguno de ellos, así que pudieron marcharse tranquilos.

llegar a Nueva York, buscaron un hotel cercano al apartamento de Jack, más que nada porque en aquel piso no había sitio para los cinco, y querían queos un par de días para ver la ciudad.na vez inscritos en el hotel, fueron a casa de Peterson.arece que todo está igual… -dijo al entrar.Dónde está el trastero? -preguntó Paco.s esa puerta de ahí -dijo Jack, señalándola.niño se acercó a ella rápidamente e intentó girar el pomo.stá cerrada -dijo.í. Espera.anciano abrio la puerta con la llave y le dio al interruptor de la luz. Las bolsas de basura seguían allí, en la pared del fondo.aya… -dijo Peterson-. Pues nos equivocamos; la policía no ha estado aquí. De lo contrario se habrían llevado los cadáveres.

Anda que la poli de Nueva York…, menudos sabuesos est án hechos -dijo Hausser.

n momento -dijo Paco-. ¿No oléis algo raro?so son los muertos. Até las bolsas bastante bien, pero siempre se escapa algo. Tened en cuenta que y a hace varias semanas que los dejé aquí, y deben de eszado estado de descomposición.tas p alabras hicieron que t odos se cubrieran la nariz con las manos.o quiero verlos -dijo Paco, acercándose a una de las bolsas.Te has vuelo loco? -dijo Hausser-. En cuanto abras una, el pestazo hará que te desmayes. Una persona que lleva muerta varios días huele muy mal, peron varias semanas…, el hedor es demencial, tío, no hay nada más asqueroso. Es imposible respirar ese olor y seguir consciente. Créeme, sé de lo que hablo.A ti te ha pasado eso alguna vez? ¿Te has desmayado por oler a un muerto?ues sí, pero prefiero no hablar de ello. Se me revuelve el estómago cada vez que lo recuerdo.uéntanoslo, anda, ¿cómo fue?e dicho que no quiero hablar de ello -repitió Juanito.amos, hombre, ¿qué te cuesta? -le dijo Jack, que también empezaba a sentir curiosidad.

os demás también insistieron en que lo explicara, de modo que el niño acabó cediendo.stá bien, os lo contaré. Aunque en realidad no hay mucho que contar… Yo sólo tenía seis años. Estaba jugando en el sótano de mi casa y abrí la puerrio. Dentro vi una bolsa como éstas de aquí. También estaba llena, y enseguida imaginé que dentro había un cadáver. Por aquel entonces ya ayudaba a mis pareas criminales y les había visto muchas veces meter cuerpos en ese tipo de bolsas. El caso es que me dio por abrirla. No me preguntéis qué fue lo que ve dio tiempo a ver nada. El pestazo me dejó K.O. en cuanto deshice el nudo. M ás tarde desperté en mi cama. M is padres me habían encontrado inconscie

an llevado a mi cuarto. En cuanto al cadáver del sótano, mi madre me dijo que lo habían guardado allí hacía cosa de un mes y que se les había olvidado. dó silencio unos instantes antes de continuar-. En fin, eso es todo. Como veis, sé muy bien cómo huele un tío que lleva varias semanas pudriéndose. Pmiendo que no abráis ninguna de estas bolsas.a explicación de Juanito hizo que Paco perdiera la curiosidad de ver a los fiambres, y dijo:ueno, pensándolo mejor, ¿a quién le importa el aspecto que tengan estos desgraciados?algamos de aquí y dejémoslos descansar en paz -dijo Jack, y todos salieron del trastero-. Venid, venid, aquí fue donde me cargué a Paul -dijo entran

mitorio.os demás le siguieron.Es ése el despertador del que se cachondeó Paul el día que lo mataste? -preguntó Juanito acercándose a la mesilla de noche.í señor, ése es -contestó el anciano, y también se acercó a la mesilla. Cogió el reloj y lo miró con una sonrisa en los labios-. Dios… qué buenos recuerdos modos los crímenes que he cometido, el de Paul ha sido, sin duda, el más placentero.Aún conservas el sable? -preguntó Paco.

or supuesto. ¿No lo has visto? Está en la pared del pasillo.co salió corriendo de la habitación.Guau! ¡Cómo mola! -exclamó al ver el arma, que descansaba majestuosamente sobre su soporte.niño cogió el sable y lo desenvainó, haciendo ese sonido tan característico. Al ver el brillo de la afilada hoja, el chaval se quedó aún más flipado de lo que es la rehostia… -murmuró.onito, ¿verdad? -dijo Jack.niño estaba tan absorto en la contemplación del sable, que no advirtió la presencia de los demás a su espalda. Así que cuando Peterson le habló, se sobre.

Bonito? Eso es decir poco. Es precioso… -dijo el chaval, acariciando la fría hoja de acero.i tanto te gusta, puedes quedártelo -dijo Jack.

¿En serio?! -preguntó Paco con los ojos llenos de ilusión.ues claro, hombre. ¿Por qué no? Desp ués de todo, estas cosas están hechas p ara usarse, no para estar muriéndose de asco en una pared. Y tú le darás buestoy seguro -dijo el anciano dando unas palmaditas en el hombro del niño.

Muchísimas gracias, Jack! ¡Es un regalo genial!No hay de qué.

chaval empuñó el sable con ambas manos y cortó el aire de arriba abajo. A continuación se volvió hacia Javi y, con un rápido movimiento, puso la punta desos 20 centímetros de su rostro. El niño se echó hacia atrás y exclamó:

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¿Ya estás otra vez con tus tonterías?! ¡Aparta eso!ué poco sentido del humor tienes, colega. ¿No sabes aguantar una broma? -dijo Paco bajando el sable.as tuyas no. ¡Te recuerdo que la última me costó una mutilación! -dijo apuntándose la oreja remendada.aya paz, chicos, haya paz… -dijo Jack-. Vamos, acompañadme a la cocina. Os enseñaré el cuchillo jamonero con el que maté a la cotilla de Juliet.

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saron un rato más en la casa y luego fueron a dar una vuelta.ada más salir, Paco empezó a cargarse gente con el sable. Mientras él iba a lo suyo, los otros cuatro hablaban entre ellos sin prestarle mucha atención. Sin no de sus ataques, hirio a un hombre de tal forma que un chorro de sangre salió disparado hacia la cara de Javi. Y teniendo en cuenta que últimamente laambos niños no era muy buena, la reacción de Javi no puede considerarse exagerada:

Me cago en tu puta madre, chaval! ¡Ya me tienes hasta los cojones! -exclamó el niño con toda la cara manchada de sangre-. ¡Mira cómo me has puesto, joderPero si y o no he sido! -dijo Paco, y, señalando a un tipo que se est aba desangrando en el suelo, añadió-: ¡Ha sido él!vi no le contestó. Se limitó a mirarle con ojos furiosos mientras se limpiaba la cara con la camiseta que llevaba puesta.co siguió matando un rato más, y luego se acercó a sus compañeros.sto es agotador, chicos. Tengo los brazos hechos polvo.endrías que verte -le dijo Simón-. Pareces salido de una batalla campal, je, je, je…era verdad. El niño estaba cubierto de sangre de la cabeza a los pies.Me dejas el sable? -preguntó el ex vagabundo-. Yo también quiero cargarme a unos cuantos.laro, toma. Pero ten cuidado, está muy afilado.arma había pasado del plateado más brillante al rojo más intenso. Cuando el niño se la pasó a Simón, la hoja aún goteaba sangre de la última víctima.

Estás seguro de que quieres hacerlo? -dijo Jack-. Ya ves cómo ha quedado Paco…o importa. Luego me ducho en el hotel.ueno, tú mismo.

Vamos, Simón, dales su merecido! -le animó Paco.ex indigente le miró sonriendo y le guiñó un ojo. Se sacó un pañuelo del bolsillo y lo pasó por la hoja del sable, que recuperó parte de su brillo. Luegelo al suelo y se puso manos a la obra.

u primera víctima fue un hombre que acababa de salir de un portal. Un rápido movimiento y, ¡ZAS!, su cabeza rodó por el suelo.ijaos cómo disfruta el cabrón -comentó Jack.a ves… -convino Paco-. Y pensar que hace cuatro días era un marginado de la sociedad… Lo que son las cosas…n efecto -dijo Jack-. En la vida nunca sabes lo que te espera. ¿Quién le iba a decir que dejaría de ser un muerto de hambre para convertirse en una de las poderosas del mundo? Y todo te lo debe a ti, Paco.ues sí. Y cada día me alegro más de haberlo traído al grupo. Salta a la vista que ha nacido para esto.ientras Paco decía estas palabras, los cuatro observaban a Simón, que seguía enfrascado en su tarea, cortando y rajando ansiosamente, como enloquecido.as unos instantes, Juanito dijo:Os dais cuenta de lo afortunados que somos? Vamos a pasarnos toda la vida haciendo lo que más nos gusta. -Miró a Jack y, señalándole con un dedo, añao, cuando volvamos a Blanes tenemos que hablar con Satanás. Recuerda que tienes que pedirle que te alargue la vida.s verdad -dijo Paco.

No sé, chicos… He estado pensando en ello y quizá no sea tan buena idea. Si nos pasamos pidiéndole cosas p odría enfadarse. Y ya sabéis cómo se las gastatros, pero yo no quiero arder en una hoguera.ausser miró al viejo con gesto de incredulidad y le preguntó:De verdad tienes miedo a morir quemado?ues sí. No sé de qué te extrañas. ¿Es que a ti te gustaría que te quemaran vivo o qué?laro que no, hombre…, pero Satanás nunca te haría algo así, sobre todo teniendo en cuenta que si le pides vivir más, es para poder matar más.Y tú qué sabes lo que Satán haría o dejaría de hacer? Recuerda que es caprichoso e imprevisible. Él mismo nos lo dijo, ¿no te acuerdas?ueno, mira, haz lo que quieras -dijo Hausser-. Al fin y al cabo, tu vida es tuya y puedes hacer con ella lo que te p arezca.or supuesto -dijo Jack, algo enojado.

No te enfades, hombre -intervino Paco-. Juanito sólo quiere que vivas más. Bueno, Juanito y todos nosotros .e pronto, el grito desgarrador de una mujer les llamó la atención. Desde que Simón había empezado a usar el sable, iban oyéndose de vez en cuando los gritmas. Y digo de vez en cuando porque a la mayoría los decapitaba y no les daba tiempo ni de abrir la boca. El caso es que mientras los amigos de Simón convoyendo de fondo estos gritos sin darles mayor importancia. Sin embargo, el que les hizo interrumpir la conversación fue especialmente estremecedor. En e

ctima era una mujer con aspecto de vagabunda.món la estaba cortando por la mitad. Así de claro. había pegado un sablazo de derecha a izquierda, a la altura de la cintura, y el arma se había detenido al chocar con la columna vertebral. Ahora el asesino suñora por el cuello con la mano izquierda, mientras con la derecha movía el sable alante y atrás vigorosamente, tratando de seccionar la columna. La m

ante delgada. De lo contrario, difícilmente p odría haber sido cortada del modo en que lo estaba haciendo el ex vagabundo. Aun así, la columna ofrec

tencia, y Simón tuvo que hacer un t remendo esfuerzo para quebrarla. Apretaba los dientes y tenía la cara roja por el esfuerzo, lo cual le daba un aspecto fargo, su obstinada determinación hizo que finalmente la columna cediera, y el sable pudo rebanar el resto de la cintura con relativa facilidad.a mitad inferior de la mujer cayó al suelo, acompañada de buena parte de los intestinos, mientras el resto quedó colgando de la mitad superior. Simón apretóello de la desgraciada y la alzó sobre su cabeza como si de un trofeo se tratara.SÍIIII!! -rugió mientras la sangre de la tipa caía a borbotones sobre su cara.s podéis imaginar la cantidad de sangre que salía por la herida de la mujer (si es que se le puede llamar herida a algo así), de modo que Simón acabó compleapado. Incluso tuvo que quitarse las gafas de sol, que, al estar mojadas, le dificultaban la visión.os otros cuatro asesinos miraban la escena sin pestañear.oder, qué bestia… -dijo Hausser.ues sí -convino Jack-. Y eso que la tía tenía pinta de vagabunda.Qué quieres decir con eso? -preguntó Paco.ues que me parece un poco fuerte que se ensañe así con una ex colega suya. Recuerda que él también era un vagabundo hasta hace poco.ué tontería… -dijo Paco-. Ni que todos los indigentes fueran amigos… Además, Simón odia a toda la gente por igual. Así se lo ordenamos en su dírdas? Para él todos son culpables de que su vida se convirtiera en un fracaso.í, eso es cierto. Pero aun así sigo pensando que ha sido especialmente cruel con ella.

uede que sí, pero no creo que eso tenga nada que ver con que la tía fuera vagabunda. Seguro que es simple casualidad.No sé, no sé... -murmuró Jack.

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Mirad, ahí viene! -exclamó Hausser.món se acercaba con su trofeo. Cuando estaba llegando a donde se encontraban los demás, Javi le dijo:Qué haces con esa guarrería, hombre? No la acerques más.a verdad es que Javi tenía mucha razón al calificar de guarrería lo que traía Simón. Éste ya no sostenía a la muerta en alto, sino que la tenía cogida de una mtraba por la acera, de manera que buena parte de las tripas le asomaban por la cintura, recordando un poco a una medusa.món se detuvo y dijo:o os lo vais a creer. Yo conocía a esta tía.

Qué? -preguntó Paco arqueando las cejas.ue yo la conocía -repitió, y por fin la soltó de la mano-. Vivía en Blanes, la muy perra… -añadió mirándola con una mezcla de rencor y desprecio.

Que vivía en Blanes? -preguntó Jack-. Vaya, eso sí que es casualidad... Pero ¿estás seguro de que es la misma persona?egurísimo. No olvidaré su asquerosa cara mientras viva.or la forma en que hablas de ella, me atrevería a decir que no te caía muy bien, ¿me equivoco? -preguntó Jack.Caerme bien? Lo que me hizo esta puta no tiene perdón de Dios. Veréis, hace unos años esta tía y yo éramos los dos únicos vagabundos de Blanes. Se llamano, la gente la llamaba Eva, pero su verdadero nombre era Evarista.aya. No conozco a ninguna tía que se llame así -dijo Hausser.o tampoco conocía a ninguna hasta que me topé con ella. Maldita sea la hora en que la conocí.món se volvió hacia la muerta, escupió sobre ella y empezó a contar la historia. Lo hizo de un modo resumido, pero yo considero que debéis conocer lo quun poco más de detalle, así que os lo voy a explicar.

87

n el año 2003, Simón era el único indigente de Blanes. Se pasaba el día recorriendo las calles del pueblo en busca de limosna, y casi siempre conseguíiente para comprarse un par de bocatas. Su cuerpo se había acostumbrado a la escasez de alimento, de modo que con eso tenía más que suficiente para pasa

u vida era una mierda, pero se conformaba. Lo único que echaba en falta era la compañía de una mujer. Y entonces llegó Evarista. Una mujer bastante fea, o son, pero una mujer a fin de cuentas.taba sentado en un banco del paseo marítimo, comiéndose un bocata de sardinas, cuando la vio por primera vez. No hacía falta mirarla más de un segu cuenta de que era una vagabunda. Su pelo moreno, que le llegaba hasta los hombros, estaba muy sucio y revuelto, y la ropa que llevaba puesta parecía rec

ertedero. Concretamente era una camiseta naranja, unos pantalones vaqueros y unas zapatillas deport ivas de color verde.pasar junto a Simón, llevaba las manos metidas en los bolsillos y la cabeza gacha, de modo que el pelo ocultaba la mayor parte de su rostro.ola, guapa… -le dijo Simón, sin haberle visto la cara.

ntonces Evarista levantó la cabeza y le miró a los ojos. Al verle el careto, el vagabundo casi se atraganta con el bocata de sardinas. Unas profundas ojerme nariz aplatanada eran lo que más llamaba la atención de aquel rostro.íete de tu p uta madre, cabrón -le contestó ella con voz ronca, y siguió su camino.món la vio alejarse y de pronto se sintió culpable. Aquella pobre mujer creía que se había cachondeado de su fealdad, cuando no era cierto. Se levantó y cor

erdona -le dijo al llegar a su lado-, no me estaba riendo de ti.a vagabunda se detuvo y miró a Simón con el ceño fruncido.ete a la mierda -le contestó, y reemprendió la marcha.món la siguió.e verdad que no me estaba riendo de ti. Yo piropeo a todas las mujeres, sean como sean.

varista volvió a detenerse.Es que no me has oído? ¡Que te vayas a la mierda!Me perdonas si te doy este bocata? -dijo el indigente mostrándole el bocadillo.hora la mujer le miró con recelo, entrecerrando los ojos. Si no hubiera sido porque estaba muerta de hambre, se habría marchado sin más.Lo dices en serio? -preguntó.ues claro, toma -le contestó Simón, alargándole el bocata.la temía que si intentaba cogerlo, él lo retirara rápidamente y se echara a reír. De hecho, no sería la primera vez que le gastaban esa broma de mal gusto. Y eundo había gente con muy mala leche. Pero Simón, que también había sido víctima de la misma jugarreta en varias ocasiones, adivinó lo que estaba pista. Así que se acercó a un banco que había cerca de allí y depositó en éste el bocata. Se alejó unos metros y le dijo a la mujer:

Ahí lo tienes.varista corrio hacia el banco, cogió el bocadillo y empezó a comérselo, o, mejor dicho, a devorarlo.o te lo comas tan deprisa, mujer, que te va a sentar mal -le dijo Simón. Se acercó y se sentó junto a ella-. ¿Cómo te llamas?va -contestó con la boca llena.onito nombre.racias. ¿Y tú cómo te llamas?imón.

ncantada -dijo justo antes de dar otro bocado al emparedado.o mismo digo.n una conversación normal, probablemente ahora se habrían preguntado mutuamente a qué se dedicaban, pero en este caso no fue necesario, pues el aspecdelataba claramente su condición de vagabundos.uando se terminó el bocadillo, Eva le dijo:Este territorio es tuyo?món se quedó bastante perplejo ante aquella pregunta.Qué quieres decir?

Ya sabes, que si hay más de los nuestros p or aquí.indigente supuso que Eva quería saber si había más vagabundos en el pueblo, aunque no le parecía que referirse a ellos como “más de los nuestros” fu

p iado. Dicho así, parecía que todos los vagabundos formaran parte de un mismo club o algo p or el estilo.o soy el único del pueblo, si es eso lo que quieres saber.Y estarías dispuesto a compartir tu territorio conmigo? -preguntó Eva, hurgándose entre los dientes con una uña roñosa.a la segunda vez que utilizaba la palabra “territorio”, lo cual le pareció curioso a Simón. Aquel término se solía utilizar en las películas de mafiosos. Casu p ropio “territorio”, donde no permitían que miembros de otras bandas metieran las narices.

ues claro, mujer. Aquí hay sitio de sobras para los dos. Además, me vendrá bien tu compañía. No me gusta estar solo.Cómo? -dijo la mujer, quitándose el dedo de la boca-. Oy e, amigo, te he preguntado si p odemos compartir territorio, no si podemos vivir juntos.

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Y por qué no? Así nos daríamos compañía el uno al otro. ¿Es que tú no te sientes sola?varista se quedó mirando a Simón en s ilencio por unos instantes.a estoy acostumbrada -dijo al fin-. Además, más vale estar sola que mal acompañada.so es verdad, pero y o no soy mala compañía. Ponme a prueba unos días, si quieres.la volvió a negarse, pero Simón siguió insistiendo durante un buen rato, haciéndole ver las cosas positivas que conlleva vivir en pareja. Por ejemplo, si algúnlos no conseguía nada de limosna, el otro podía darle parte de lo suyo.

n fin, tanto insistió, que Evarista acabó accediendo a pasar unos días con él, a ver cómo iba la cosa.resultó que se llevaron la mar de bien. Nunca discutían, y una sincera amistad fue surgiendo entre ambos. Al menos eso era lo que creía Simón, que aquellaincera por ambas partes, pero, muy a su pesar, pronto descubriría que Eva era más falsa que Judas.

88

n día se encontraban los dos comiendo unos bocatas en una de las mesas del paseo marítimo. Hacía ya cinco meses que Evarista había llegado al pueblo y deraba una verdadera amiga. En ningún momento se le había pasado por la imaginación que aquella amistad pudiera transformarse en una relación más íntim

omento, nunca se habían metido mano. M ás que nada, porque ninguno de los dos se sentía físicamente atraído por el otro.n fin, estaban comiendo los bocadillos, cuando de pronto Eva estornudó. Se llevó la mano a un bolsillo y se sacó un pañuelo para sonarse. Al hacerlo, algo y Simón se apresuró a recogerlo. Era un DNI. Miró la foto y vio el inconfundible careto de su amiga. Pero cuando leyó el nombre se quedó extrañadísimo:

dez Garrido. Recordemos que desde el día en que se encontraron por primera vez, él la conocía como Eva, pues así le había dicho que se llamaba.ye, ¿qué haces con un carné falso? -le preguntó.

Falso? ¿Quién ha dicho que sea falso? -le contestó ella, quitándole el DNI y guardándoselo de nuevo en el bolsillo.la miró con el ceño fruncido y le dijo:n ese carné no pone tu nombre, sino el de una tal Evarista.ues eso, Evarista. Eva para los amigos. -La mujer dio otro bocado a su bocata.món la observó perplejo unos instantes y luego se echó a reír.la le miró con las cejas arqueadas.De qué te ríes? -le preguntó.ero tía, Eva y Evarista son nombres diferentes -dijo él, intentando contener la risa.

Qué tontería es ésa? Eva es a Evarista lo que Dani a Daniel. Es sólo una forma de abreviarlo.ueno, bueno, lo que tú digas… -dijo Simón, que no quería discutir por aquella tontería.No es que lo diga yo. Es que es así y punto -recalcó la mujer.

ta se cree que soy gilipollas, pensó Simón, y , molesto, le dijo:Mira, si no te gusta tu nombre puedes cambiártelo por el que tú quieras, pero no me digas que Eva es la abreviación de Evarista, porque es una mentira c

n ese momento, un señor de unos 60 años interrumpió la peculiar conversación.erdonen, ¿podrían decirme dónde se encuentra el Jardín Botánico? -preguntó.tipo iba muy bien vestido y llevaba un reluciente reloj de oro en la muñeca izquierda. Saltaba a la vista que estaba forrado.

món le dio las indicaciones pertinentes para llegar al jardín y el hombre le dio las gracias. Ya iba a marcharse, cuando se lo pensó mejor y volvió a dirigirse a isculpen, son ustedes vagabundos, ¿no es cierto?ues sí, ¿por qué lo p regunta? -dijo Simón.eguramente no se esperan lo que voy a hacer -dijo sacándose la cartera-. Verán, yo considero que todo el mundo tiene derecho a una segunda oportunidad enombre empezó a sacar billetes de 500 €, ante la atónita mirada de los dos indigentes-. Veamos…, mil…, dos mil…, y tres mil para usted. -Alargó la manbilletes hacia Simón y éste los cogió. Por un momento, tuvo la sensación de no saber con seguridad si estaba despierto o soñando.tipo le dio otros 3000 € a Evarista y volvió a guardarse la cartera en el bolsillo interior de su chaqueta.reo que con eso será suficiente -dijo el generoso desconocido-. Cómprense ropa nueva, alquilen un piso y búsquense un t rabajo. Buena suerte.diciendo esto, dio media vuelta y se marchó.

an estupefactos se habían quedado, que ni siquiera le dieron las gracias al misterioso individuo. Estaban como hipnotizados, observando los grandes biln en las manos.

ntonces, un niño de unos 5 años les señaló y exclamó:Papi, p api, mira cuánto dinero tienen esos dos!a estridente vocecilla infantil hizo que los dos indigentes “despertaran”, por así decirlo. Miraron al niño y luego a su padre, que les observaba con ecaz. Los vagabundos se apresuraron a guardarse los billetes, pues enseguida comprendieron que debían de estar llamando mucho la atención.món y Evarista se miraron el uno al otro y una sonrisa empezó a formarse en sus rostros. La sonrisa dio paso a la risa. Débil al principio, pero poco a entando en intensidad, hasta que rieron con todas sus ganas. Era risa de felicidad, por supuesto. Felicidad ante las nuevas posibilidades que acababan de abr ¡Tenían la oportunidad de convertirse en gente normal!

món, aún riendo, abrazó a Evarista fuertemente. Luego se separó un poco de ella y, sujetándola por los hombros, le dijo:Dios mío, Eva! ¡¿Te das cuenta de lo que significa esto?! ¡¿Te das cuenta?!

a mujer asintió enérgicamente con la cabeza, pues no podía expresar con palabras lo que sentía.Un momento -dijo Simón, poniéndose muy serio de repente-. ¿Y si ese tío nos ha tomado el pelo? ¿Y si los billetes son falsos?o creo… -contestó Evarista, y sacó un billete para examinarlo con detenimiento-. Parece de verdad.

Huy…, de eso no te puedes fiar. Hoy en día los falsificadores hacen copias muy buenas.De verdad crees que nos ha dado billetes falsos? -preguntó Eva, y, tras unos instantes, negó con la cabeza y añadió-: No, no tiene sentido. Piénsalo,

mente se dedicara a hacer billetes falsos, no iría regalándolos por ahí, sino que intentaría comprar algo con ellos o cambiarlos por billetes buenos. Lo último entregárselos a unos muertos de hambre como nosot ros.

món reflexionó por unos instantes.upongo que tienes razón -dijo.ues claro, hombre. No te preocupes.no ser… -empezó a decir Simón, acariciándose la barba.

Qué? -dijo ella, al ver que se quedaba a medias.A no ser que el tío sea un cabrón que disfruta dando falsas esperanzas a gente como nosotros.No, hombre, no…, qué cosas se te ocurren…oder, Eva, parece mentira que vivas en la calle. Sabes muy bien que en el mundo hay gente para todo. Y ¿sabes qué? A mí me parece que lo más probable

dinero sea falso. Seguro que el tío ese está escondido por ahí, observándonos, esperando a que intentemos comprar algo para ver la cara que se nos ubrir que los billetes son falsos.

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nda que no tienes imaginación, colega… -dijo Evarista, y, levantándose, añadió-: Lo mejor será que vayamos a un banco para que nos saquen de dudas.uena idea.

sí que se dirigieron a la entidad bancaria más cercana e hicieron la comprobación. Efectivamente, eran billetes de verdad y pudieron respirar tranquilos.món propuso que guardaran el dinero en el banco, pero Evarista insistió en que no era buena idea.eguro que si lo metemos, luego no nos lo querrán devolver. Créeme, sé lo que me digo.Es que te ha pasado eso alguna vez? -le preguntó Simón.ues claro, varias veces. Pero ya no me engañan más, descuida.o lo entiendo… -dijo el indigente-. ¿Cómo puede ser que se quedaran con tu dinero? ¿Qué te dijeron?refiero no hablar de ello. Me pongo de muy mala leche cada vez que lo recuerdo.món, que nunca había tenido dinero en un banco y desconocía cómo funcionaban esas cosas, de pronto sintió una gran desconfianza hacia todas las earias.azme caso -insistió ella-. Lo mejor que podemos hacer es llevar el dinero encima.Simón le hizo caso.

quella noche fueron a dormir a una pensión y escogieron una habitación doble. Evarista esperó a que su amigo se quedara dormido y, cuando empezó a ró sigilosamente a la percha donde estaban los pantalones de él. Buscó en los bolsillos y sacó los 3000 €.amanecer, Simón despertó y descubrio que habían desaparecido tres cosas: su dinero, Evarista y sus esperanzas de empezar una nueva vida.

Hija de putaaaaaaa!! -gritó al darse cuenta de lo ocurrido.así fue como el inocente Simón fue engañado por la que consideraba una verdadera amiga. Hizo lo que nunca debe hacer un indigente: confiar en otro iclaro, él no estaba acostumbrado a convivir con otros vagabundos y desconocía lo falsos y traicioneros que pueden llegar a ser. En cambio, Evarista

rta en engaños de todo t ipo, p uesto que provenía de Barcelona, ciudad donde los indigentes se cuentan por cientos. De hecho, había llegado a Blanes huy eciudad, pues allí la conocía mucha gente que se la tenía jurada, por ladrona.que es difícil, pero intentad poneros en el lugar de Simón al descubrir que su dinero había volado. Intentad imaginar cómo se sintió en aquellos momentos

icionado, salió a la calle corriendo y llorando de rabia. Durante horas estuvo recorriendo las calles del pueblo buscando a Eva, aunque en el fondo penramente ya se encontraba muy lejos de allí. Lejos, feliz, con 6000 € en los bolsillos y, de eso estaba seguro, riéndose de él.niendo todo esto en cuenta, podréis comprender la reacción de Simón cuando, cinco años más tarde, en Nueva York, y enzarzado en una salvaje carnic

ecer por una esquina a su antigua amiga: Evarista Méndez.n un primer momento pensó que no podía ser ella. Era demasiada casualidad que coincidieran allí, tan lejos de donde se habían encontrado por prim

ramente debía tratarse de una mujer que se le parecía mucho. Sin embargo, a medida que fue acercándose, sus dudas desaparecieron. Aquellas profundas oaguileña eran inconfundibles. Era ella. Para bien o para mal, el destino había querido que sus caminos volvieran a cruzarse.parecer, de poco le habían servido los 6000 € con los que se había largado de Blanes 5 años atrás, pues seguía teniendo el mismo aspecto de va

ramente había viajado a Estados Unidos con el objetivo de cumplir su “sueño americano” y las cosas le habían salido mal.odo esto lo pensó Simón mientras se acercaba a ella con el sable escondido tras la espalda.va, que al doblar la esquina había visto varias de las víctimas del ex vagabundo, se llevó las manos a la cara, horrorizada, y exclamó:Dios mío! ¡¿Qué ha pasado aquí?!

No te preocupes por ellos -le dijo Simón, que ya estaba a su lado-. ¡Preocúpate por ti!cogiendo muchísimo impulso, le pegó el sablazo.resto de la desagradable escena ya la conocéis. Bueno, lo de “desagradable” es según se mire, porque para Simón, por ejemplo, fue uno de los mome

factorios de su vida, al igual que cuando se vengó de Fabián, el zapatero abusón.

ué hija de puta… -dijo Paco cuando el ex indigente terminó de contar la historia. El niño se volvió hacia la muerta y le escupió. Lo mismo hicieron Jack, Jprofiriendo graves insultos contra ella.ué a gusto me he quedado… -dijo Simón, respirando hondo-. Creía que nunca podría vengarme de esta puerca.ues ya ves -dijo Jack-. Afortunadamente, a veces se hace justicia.í -convino Simón-. Por cierto, Paco, tenías razón. Esto de matar a sablazos cansa un huevo…A que sí? Ya os lo dije antes. Es divertido, pero muy cansado.

Y muy sucio -dijo Hausser-. Tendrías que verte. Das asco, tío…co se miró las manos.erá mejor que vaya a ducharme. La sangre ya se está empezando a secar -dijo frotando los dedos entre sí. Al hacerlo, comprobó que habían pasado de estar ar p egajosos.í, vámonos. Yo también quiero ducharme. Esto es una guarrería…-dijo Simón mirándose el traje.e modo que los cinco volvieron al hotel.os que tenían que asearse lo hicieron, y desp ués fueron todos juntos a darse un baño en la piscina. A continuación se tumbaron un rato a tomar el sol.sto sí que es vida, ¿eh, chicos? -comentó Jack.a ves -dijo Simón.as unos instantes de silencio, Peterson volvió a hablar:Sabéis qué? Lo he pensado mejor. Voy a pedirle a Satán que me alargue la vida.

En serio? -dijo Paco, incorporándose sobre los codos-. ¡Eso es genial!Me alegro de que hayas entrado en razón -dijo Hausser-. Ya verás como todo irá bien.

89

día siguiente cogieron un avión y regresaron a Barcelona. Allí mataron a un taxista y fueron a Blanes con su coche.llegar al chalet de Juanito, éste llamó a su perro varias veces, pero no apareció.

Dónde se habrá metido? -masculló Hausser.gual le ha atropellado un coche -dijo Paco.Cállate, hostia! ¡A mi Chucho no lo ha atropellado nadie!Entonces dónde está, eh?

No lo sé, p ero estoy seguro de que volverá -dijo Juanito.o creo -dijo Paco.

¿Te quieres callar de una puta vez?! -vociferó Hausser a escasos centímetros del rostro de Paco. Éste se pasó la mano por la cara, pues, al gritar, Juanito

cado un poco con su saliva.stá bien, pero no hace falta que me escupas -le contestó.

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Vete a la mierda! -exclamó el otro, y fue a abrir la puerta.odos entraron en la casa y se pusieron cómodos.o te cabrees, hombre -dijo Paco sentándose en el sofá-. Sólo estaba bromeando.n momento -dijo Simón-. ¿Habéis oído eso?

El qué? -preguntó Javi.reo que eran unos ladridos. Callaos y escuchad.

odos guardaron silencio y , a lo lejos, se oyeron los inconfundibles ladridos de Chucho, el mastín de Juanito.Es Chucho! -exclamó éste, y corrio hacia la puerta. Salió afuera y entonces oyó al perro con más claridad. Los ladridos venían de uno de los extremos deestá! -El niño echó a correr hacia el animal riendo de alegría.perro también corría hacia él, con lo que p ronto estuvieron juntos. El can se mostró t an cariñoso como siempre, levantando las dos patas delanteras y apo

e el pecho de su dueño, mientras lanzaba ladridos de felicidad.n embargo, incluso antes de que el perro llegara junto a Hausser, éste advirtió en él algo que le alarmó: el morro y buena parte de la cabeza del animalchados de sangre.Dios mío, Chucho! ¡¿Qué te ha pasado?! -le preguntó, muy preocupado.o examinó con más detenimiento y, al no encontrar ninguna herida, llegó a la conclusión de que la sangre no era del perro.Qué has estado haciendo, eh, granuja? -dijo el niño mientras le rascaba el lomo cariñosamente.e pronto al animal empezó a gruñir y a enseñar los dientes, que también estaban ensangrentados. Volvió la cabeza hacia atrás y empezó a ladrar escandaloto miró hacia donde miraba el perro y vio a una señora de unos 50 años montando en bicicleta.

hucho salió disparado hacia ella.¿Adónde vas?! -exclamó Hausser-. ¡Vuelve aquí!ro el animal no atendía a razones. Corría como alma que lleva el diablo hacia la señora de la bici. Cuando estuvo a un par de metros de ella, saltó. Mientra

el aire, abrio la boca todo lo que pudo, y un momento después la cerraba en torno a la garganta de la mujer. ¡ÑAC! Ésta intentó gritar, pero sólo consiguió sonido ahogado, pues tenía las vías respiratorias obst ruidas por la fuerte presión de las fauces del can.

a bicicleta, la señora y el perro cayeron al suelo aparatosamente.anto Juanito como los otros cuatro, que también habían salido de la casa, se acercaron al lugar del ataque canino.aya… -dijo Paco al llegar junto a Hausser-. Parece que Chucho se ha vuelto un poco agresivo.

Un p oco dice…, ¡fijaos, la está dest rozando! -dijo Javi.hora el perro no se conformaba con apretar sus mandíbulas en torno a la garganta de la señora, sino que además movía la cabeza violentamente hacia los la

ocar el mayor daño p osible en el cuello, que no tardó en desgarrarse. Un último t irón y el perro consiguió arrancar toda la carne que tenía apresada es.oder! -exclamó Paco-. ¡Qué fuerza tiene el cabrón!

os cinco observaron la terrible herida que había en el cuello de la desgraciada. La sangre le salía a borbotones.hucho ya no gruñía. Se acercó tranquilamente a su dueño y depositó ante él la carne que había arrancado del cuello de la ciclista. A continuación, levantó la cuedó mirando a Juanito como suelen hacer los p erros con sus amos, jadeando y con la lengua fuera. Luego se sentó sobre los cuartos traseros y paseó la mtros cuatro. Entonces, Paco sacó sus dos pistolas y apuntó al cánido.

¿Qué coño haces?! -exclamó Hausser-. ¡Guarda las armas ahora mismo!u perro se ha vuelto loco, Juanito. ¿No has visto lo que acaba de hacer? -dijo Paco sin dejar de apuntar al can-. Debe de haber cogido la rabia o algo por el er es que lo matemos.

Y una mierda! ¡Antes t e pego un tiro! -respondió Hausser, e, interponiéndose entre Paco y Chucho, él también sacó sus p istolas y apuntó a su amigo.ranquilos, muchachos, t ranquilos… -intervino Jack-. ¿Cuántas veces tengo que deciros que no debemos discutir entre nosotros?o voy a dejar que nadie mate a mi perro -dijo Hausser sin dejar de apuntar a Paco.

Y yo no voy a dejar que un perro rabioso me ataque -dijo éste-. Ap ártate. Le dispararé en la cabeza; no sufrirá.Mi perro no tiene la rabia!Entonces cómo explicas lo que ha hecho, eh?anito no supo qué contestar.ck se acercó un p oco a Chucho y lo observó con atención.hicos, he visto a muchos perros rabiosos en mi vida y os puedo asegurar que éste no tiene esa enfermedad -dijo el anciano-. Para empezar, si tuviera la rabando, cosa que a éste no le ocurre.ues si no tiene la rabia tendrá otra cosa. Lo que ha hecho no es normal -dijo Paco.n eso tienes razón -convino Jack-, sobre todo teniendo en cuenta que los mastines no suelen ser agresivos. Qué raro… -El viejo se frotó la barbilla, pea no muestra ningún signo de anormalidad. Parece un perro normal y corriente.terson se acercó más al animal y alargó un brazo para acariciarlo.

¿Qué haces?! -gritó Paco-. ¡¿Te has vuelto loco?! ¡Podría arrancarte la mano de un mordisco!ro Jack no hizo caso a la advertencia. Algo en su interior le decía que Chucho no le haría daño. Empezó a acariciarlo y el perro le miró como agradeciéndole

mistad.o que le pasa a este animal es que está falto de cariño -dijo el anciano, sin dejar de acariciarlo.

Ja, ja, ja! -rio Paco-. Ésta sí que es buena... Así que el pobrecillo está falto de cariño y por eso va p or ahí matando gente, ¿no?

n momento -dijo Jack. Estaba mirando fijamente el lomo de Chucho-. ¿Qué es esto?El qué? -preguntó Juanito.terson miró a Hausser y a Paco, que seguían apuntándose el uno al otro.

Queréis dejar de hacer el tonto y guardar las armas de una vez? Venid aquí. He encontrado una especie de inscripción grabada en la piel del perro.Qué? -dijo Hausser, extrañado, y, guardándose las pistolas, le dijo a Paco-: Como le hagas daño te mato.otro bajó las armas, pero aún no se las guardó, por si acaso.

anito se acercó a Jack y se agachó junto a él.Mira, fíjate en esto, parece que hay algo escrito, pero es muy pequeño y no puedo verlo bien. ¿Qué pone? -preguntó el anciano, señalando un punto muy como del can. Era un trocito de aproximadamente un centímetro cuadrado, en donde el animal no tenía pelo y podía verse la piel. En ella había tres cifras dolor rojo.

Aquí pone 666 -contestó Juanito.ielo Santo… -dijo Jack con los ojos muy abiertos-. ¿Estás seguro?í, se ve claramente. Parece como si se lo hubieran tatuado. Qué raro… ¿Qué significa ese número, Jack?Cómo? ¿No lo sabes? -preguntó el viejo.ues no.

s el número de la Bestia, uno de los símbolos del Diablo.En serio? -dijo Hausser, sorp rendido.

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ues claro que lo digo en serio. No me gusta bromear con esas cosas.rmanecieron en silencio unos segundos, intentando hallar una explicación lógica a todo aquello.o lo entiendo -dijo Hausser-. ¿Quién habrá sido el gilipollas que le ha hecho esto a mi perro?uidado con lo que dices. Puede que esto no sea obra de ningún gilipollas, sino del mismísimo Lucifer -dijo Jack.anito miró al viejo con perplejidad y, t ras unos instantes, le preguntó:De verdad crees que esto se lo ha hecho Él?ueno…, eso explicaría su agresivo comportamiento.ero a nosotros no nos ha hecho nada.laro que no -siguió el viejo-. Seguramente el Diablo le ha dado instrucciones de que a nosotros nos respete, y que mate a todos los demás que se vaya enconueno, eso tendría sentido. Pero no entiendo por qué ha tenido que meter a Chucho en todo esto. No es más que un p obre animal y nunca había mordido a n

No te preocupes -dijo Peterson-, no se le ve muy afectado por su cambio de vida. Al contrario, mira cómo mueve el rabo. Los perros hacen eso cuanentos.í, por lo menos parece feliz -dijo Hausser, y, al cabo de unos instantes, añadió-: De todas formas, me gustaría hablar con Satán para que me explique por o.

Vale -convino Jack-. Como de todas formas tenemos que p onernos en contacto con Él para hablarle de lo mío, puedes aprovechar y preguntarle sobre Chucherfecto. ¿Lo hacemos ahora?

Aún no p uede ser -dijo Peterson-. ¿No ves que aún es de día? Hay que esperar a que se ponga el sol.aya, es verdad. Lo había olvidado. Bueno, pues aprovecharé para darle un baño a Chucho, que ya lo va necesitando.

e modo que todos volvieron a la casa, esta vez acompañados del perro asesino, que seguía moviendo el rabo alegremente.

90

saron las horas y se hizo de noche.ck, Juanito, Paco, Javi y Simón estaban sentados en torno a una mesa del sótano. La misma que habían utilizado la otra vez para contactar con el Maligno.hucho estaba sentado junto a su dueño, más limpio que una patena. Una vela colocada en el centro de la mesa era la única iluminación. Esta vez no utiro Ouija, pues en la ocasión anterior Belcebú había dejado claro que no le gustaba.ien, cojámonos de las manos -dijo Jack, y así lo hicieron.

n momento después, Chucho, que estaba situado entre Hausser y Peterson, se alzó sobre las patas traseras y apoyó las delanteras sobre las manos quo Juanito y el anciano. Fue como si él también quisiera participar en la invocación del Demonio. El animal paseó la mirada por todos los presentes y luego do amistoso. Todos se habrían echado a reír de no ser por la solemnidad del momento, y porque se sentían algo asustados ante la inminente aparición del Do ser que podía hacerles daño.Estás ahí, Satán? -preguntó Jack, alzando la voz.peraron un poco, pero no ocurría nada. El único sonido era el leve jadeo de Chucho, que tenía la lengua fuera, mostrando su sonrisa canina.i estás ahí, hazte p resente, Satanás -insistió el viejo-. Tus humildes siervos te necesitan.peraron un poco más, y al cabo de unos segundos les sobresaltó un fuerte ladrido del perro. A continuación, el animal empezó a gruñir.Qué te pasa, Chucho? Pórtate bien -dijo Hausser.ntonces, como la vez anterior, la temperatura descendió bruscamente y sop ló un fuerte viento. Jack se apresuró a poner las manos alrededor de la vela paagara.

n resplandor rojo apareció en uno de los rincones del sótano. En ese mismo momento, Chucho dejó de gruñir, metió el rabo entre las patas y se escondió baju amo.urante unos segundos la intensidad del resplandor aumentó tanto, que todos tuvieron que cerrar los ojos. Cuando volvieron a abrirlos, allí estaba Lucifente y su impresionante cornamenta.ver, ¿qué queréis ahora? -dijo bruscamente mientras se acercaba a la mesa.antes de que apareciera ya estaban un poco asustados, al ver que estaba de mal humor, se acojonaron.omo me hayáis llamado para una tontería, os quemo -les amenazó-. ¿Y éste quién coño es? -preguntó mirando a Simón-. La otra vez no estaba.

No, Señor, se unió a nosotros después de que habláramos con Usted -dijo Peterson.ck, Juanito, Paco y Javi tenían miedo, pero Simón estaba aterrorizado, pues era la primera vez que veía a Lucifer.Cómo que se ha unido a vosot ros? -dijo Éste.í. Pero, Señor, creíamos que Usted ya estaba al tanto de ello -dijo Jack-. Si no recuerdo mal, la otra vez nos dijo que lo sabía todo. Ni siquiera tuvnerle nuestro deseo de pasarnos la vida matando gente.s mentí. En realidad no lo sé todo; sólo algunas cosas. Pero eso ahora no viene al caso. ¿Quién os creéis que sois para incorporar otro miembro al grupo pota? Yo fui quien os escogí para esta gran hazaña y Yo soy el único que puede tomar ese tipo de decisiones, como hice con Chucho poco después de hatros. Por cierto, ¿dónde está?Entonces fue Usted quien le hizo esa marca? -preguntó Juanito.í, Yo lo endemonié, ¿pasa algo?o, no… claro que no. Sólo era curiosidad.

ues sí, p ensé que el perro de un asesino debe seguir el ejemplo de su amo -siguió el Cornudo-. Pero os he preguntado dónde está.quí debajo -contestó Juanito, y, dirigiéndose al perro, dijo-: Chucho, sal de ahí, vamos. Saluda al Señor.ver que el cánido no se movía de su sitio, Lucifer le llamó, pero de una forma que sorprendió a todos los presentes: ladró. El can salió por fin de su escon tranquilamente junto a los pies del Demonio. Éste se agachó y le rascó el cuello amistosamente.uen chico... Estás haciendo muy bien lo que te ordené -le dijo-. Pero no nos desviemos del tema. ¿Por qué habéis metido a éste en el grupo? -preguntó señn.ue idea suya -dijo Jack apuntando con un dedo a Paco, como queriendo sacudirse su parte de responsabilidad en el asunto.elcebú miró a Paco de tal forma que el chaval casi se caga en los pantalones.Es eso cierto? ¿Fue idea tuya? -le preguntó.niño tardó un poco en contestar, pues estaba medio paralizado por el miedo.

Qué pasa?, ¿se te ha comido la lengua el gato? ¡Contesta de una vez! -le ordenó Satanás.í…, fue idea mía, pero yo solamente lo propuse. En realidad fue una decisión tomada entre todos. Simón era un pobre vagabundo que…Cómo? -le interrumpió el Diablo-. ¿Dices que era vagabundo?í.ntonces no se hable más. Me gustan los “s in techo”. Puede quedarse con vosot ros, p ero que sea la última vez que tomáis una decisión de ese tipo sin consu

e acuerdo -dijo Paco, y respiró aliviado.ueno, ¿por qué me habéis llamado? -preguntó el Príncipe de las Tinieblas.

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món y los tres niños miraron a Jack, esperando a que realizara su pet ición.Verá -empezó el anciano-, como Usted sabe, estoy muy ilusionado con este proyecto. Es lo más importante que he hecho en toda mi vida y…

l grano, viejo. No te andes con rodeos.a brusquedad con que hablaba Lucifer hizo que el nerviosismo de Peterson aumentara.e acuerdo -dijo éste. Tosió y siguió hablando-. Soy y a muy mayor y no creo que viva muchos años más…so ya lo sé, no soy gilipollas -volvió a interrumpirle-. ¿Quieres ir al grano de una p uta vez?

a situación, cada vez más violenta, hizo que a Jack se le quitaran las ganas de realizar su petición.ntonces, Juanito, viendo el mal trago que estaba pasando el anciano, intervino en la conversación.o que Jack quiere pedirle es que le alargue la vida -dijo el niño.Qué? -contestó el Demonio, sorprendido-. ¿Que le alargue la vida?í -repitió Hausser-. Ha esp erado un mes entero porque tenía miedo de decírselo.sí que es eso… -dijo el Maligno mirando fijamente a Jack-. Quieres vivir más tiempo…viejo asintió tímidamente con la cabeza.

Y cuánto más quieres vivir?, ¿cinco años?, ¿diez?, ¿veinte?No sé…, lo que a Usted le parezca más justo.

n realidad Jack quiere volver a vivir toda una vida, pero no se atreve a pedírselo -dijo Hausser.ntiendo… Tienes miedo de que te ase como a un pollo, ¿verdad? -dijo el Diablo con una maliciosa sonrisa-. Pues, ¿sabes qué? A veces te miro y me dan rlo.ck abrio mucho los ojos, aterrorizado, y las piernas le empezaron a temblar.a, ja, ja! ¡Que es broma, hombre! No pongas esa cara.rá cabrón..., pensó el anciano, que las estaba pasando canutas.

Veamos… -siguió Belcebú, y empezó a p asearse por el sótano con la cabeza gacha, pensativo. A cada paso que daba, se oía el sonido de sus pezuñas contrasí transcurrieron un par de minutos. Finalmente, se detuvo junto a Jack y, p oniéndole una mano sobre el hombro izquierdo, le preguntó:Por qué quieres vivir más?ara matar más, Señor -contestó Peterson de inmediato.uena respuesta -dijo el Maligno-. No cabe duda de que acerté al escogerte para este proyecto. Eres un asesino de pura raza.racias, Señor.te elogio hizo que Jack se tranquilizara un p oco.

stá bien -siguió Belcebú-. Como eres uno de mis más fieles servidores, te concederé el deseo.El Diablo chasqueó los dedos y, para sorp resa de todos, Jack se convirtió en un niño. Satanás volvió a chasquear los dedos y un gran espejo de pie aparec

Mírate aquí -le dijo a Jack.Oh, Dios mío! -exclamó el pequeño Peterson llevándose las manos a la cara-. ¿Qué me ha hecho?reo que está bastante claro; te he devuelto a la niñez. Ahora tienes toda la vida por delante. Es lo que querías, ¿no?í, claro que sí, pero…Pero qué? -preguntó el Diablo frunciendo el ceño-. ¿Es que no estás conforme?í, sí, es sólo que no esperaba que me convirtiera en niño. Muchas gracias, Señor.e nada. -Ahora Lucifer miró a Simón y le dijo-: ¿Y tú qué? Supongo que también querrás volver a la infancia, ¿no?ues… -empezó a decir el ex indigente, pero Satán no esperó a oír su opinión. Volvió a chasquear los dedos y Simón también se transformó en un chaval.ais a tener que cambiaros la ropa por otra más adecuada a vuestra edad -dijo Satán, sonriendo.es que tanto Jack como Simón parecían dos niños que se hubieran puesto rop a de sus padres p ara jugar, pues les quedaba enorme.

odos estaban estupefactos ante las transformaciones. Y es que, aunque no habían pensado mucho sobre ello, inconscientemente habían dado por supuestfer aceptaba alargarles la vida, lo haría manteniendo su aspecto físico.Tenéis algo más que decirme o me voy ya?vi, al igual que los demás, estaba observando alucinado los nuevos rostros de Jack y Simón, cuando de pronto una idea acudió a su mente.n momento. Creo que tenemos un problema -dijo-. Ahora la gente ya no los reconocerá.ranquilos, eso no es problema -dijo Satán-. La verdadera identidad de las personas está en los ojos. Por mucho que os cambie la cara, vuestros ojos seguir

mismos. Así que no os preocupéis; todo el mundo os reconocerá siempre.aya… -dijo Javi.ueno, ¿alguna duda más? -preguntó Lucifer.

os cinco niños se miraron entre ellos, a ver si alguien preguntaba algo, pero todos permanecieron en silencio.tán volvió a agacharse para acariciar a Chucho.or éste no os preocupéis -dijo-. Nadie le hará daño. De eso ya me encargo Yo.Cómo vas a protegerlo? -preguntó Juanito.Tú qué crees? Como lo hago todo: con Magia.ntiendo -dijo Hausser.ueno, chicos, me voy . Ya no volveremos a vernos hasta que estéis muertos.

Cómo? -dijo Jack con su nueva voz infantil-. ¿Ya no podremos volver a ponernos en contacto con Usted?No -contestó el Otro, secamente.Puedo preguntar por qué?o me gusta el mundo de los vivos. Apesta. Apesta a hipocresía, egoísmo, avaricia, orgullo, envidia y un sin fin de cosas más que me dan ganas de vomitar.omprendo -dijo Jack.n fin, adiós. Os veré en el Infierno. -Y, diciendo esto, Satanás chasqueó los dedos y desapareció.espejo, no obstante, permaneció allí. Jack se miró en él más detenidamente.s increíble… -murmuró, tocándose su nueva cara.món también se acercó al espejo, sujetándose los pantalones p ara que no se le cayeran, y los dos niños se quedaron embobados observando su nuevo aspecanito, Paco y Javi también los miraban atentamente, intentando reconocer en sus jóvenes rostros a los Jack y Simón que ellos habían conocido. Simón tencido a su “yo” adulto, pero Peterson había cambiado tanto que eran incapaces de reconocerle.ck se levantó de la silla y sus p antalones se le cayeron hasta los p ies con un golpe sordo.Qué ha sido eso? -preguntó Javi.

on mis armas -dijo Jack, y se agachó para subirse los pantalones-. ¿Sabéis qué? Esto de volver a ser niño es genial, pero tiene un pequeño inconveniente.

Cuál? -preguntó Juanito.ck volvió a sentarse, desenfundó las dos Magnum y, mirándolas con admiración, dijo:

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ues que voy a tener que esperar unos años antes de volver a usar estas maravillas…ubo unos momentos de silencio, que finalmente fue roto p or Paco.A que jode? -dijo, y, t ras unos instantes, todos se echaron a reír.

EL FIN DEL MUNDO

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Corría el año 2098.n una soleada tarde de verano, Juan Hausser estaba sentado en un banco de la Plaza Catalunya de Barcelona. Una larga barba blanca adornaba su rostroo tenía una bolsa de comida para palomas: unas bolitas de 2 milímetros de grosor. Cogía pequeños puñados y los lanzaba al suelo, de modo que aquella zon

de pájaros que revoloteaban alocadamente para conseguir su ración.los 101 años de edad, Hausser era el único superviviente de los cinco asesinos. Y es que el tiempo no perdona, y es el asesino más implacable.

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saba largos ratos recordando todo lo que había hecho en su vida. Una vida teñida de rojo. El rojo de la sangre, por sup uesto. Eran tantos los buenos recuían a su mente, que casi siempre estaba sonriendo.bía que no le quedaba mucho tiempo. Pronto se reuniría con sus amigos en el Infierno. Sin embargo, la perspectiva de morir no le asustaba; al contrarado con la vida de tantísima gente, que ya tenía curiosidad por saber lo que se sentía en el momento de fallecer. Y, por otra parte, moriría con la concienquila, puesto que él ya había cumplido su misión en el mundo.e pronto le vino un fuerte dolor de cabeza. Últimamente le pasaba bastante a menudo. Se llevó una mano a la frente y se la frotó un poco para intentar mr.uto chip… -murmuró.taba convencido de que aquellas jaquecas eran debidas al microchip que tenía implantado en el cerebro. Hacía 90 años que se lo habían puesto, como a Jacy Simón, y, aparte de los primeros días, nunca le había molestado lo más mínimo. De modo que, aparentemente, no tenía mucho sentido echarle la nuto dispositivo. El caso es que, como el lector recordará, Hausser nunca estuvo de acuerdo con aquella operación. No le hizo ninguna gracia que le aba, y mucho menos para meterle algo dentro. Tarde o temprano esta mierda nos dará problemas, ya lo veréis , solía decir a sus compañeros señalándose la n niño de unos cinco años se acercó corriendo y riendo a las numerosas palomas que había cerca de Juan. Éstas salieron volando, espantadas, lo que hizo quaún más.

ausser observó al chaval con una mirada de odio que duró tan sólo un segundo. Luego sonrió y le dijo:ola, pequeño, ¿cómo te llamas?

onathan.ué nombre tan chulo -dijo el anciano, llevándose una mano al bolsillo. Se sacó un caramelo y se lo ofreció al niño-. Toma, esto es para ti, Jonathan. Te lo regpequeño se acercó y cogió el dulce.

Qué se dice? -preguntó Juan.racias.sí me gusta -dijo el viejo, dándole unas cachetadas cariñosas-. Verás qué rico está.niño empezó a desenvolver el caramelo, pero Hausser lo detuvo.spera, espera, no te lo comas todavía. Estos dulces son muy especiales. Saben mucho mejor si t e los comes justo en medio de la plaza.nathan levantó las cejas, sorprendido.

Ah, ¿sí? -preguntó.Pues claro! Anda, ves.chaval se encogió de hombros y obedeció al anciano.

ay que ver lo fácil que es engañar a los críos. Se creen cualquier chorrada, je, je, je… -murmuró Hausser mientras veía alejarse al pequeño.te se situó justo en el medio de la plaza y desenvolvió el caramelo.so es… -dijo Juan, y se tapó las orejas con las manos. La mirada de odio había vuelto a su rostro.nathan se metió el caramelo en la boca y, un segundo después, su cabeza estalló con un estruendo que pudo oírse varios quilómetros a la redonda.ausser esbozó una amplia sonrisa de satisfacción y se apartó las manos de las orejas.so por molestar a las pobres palomas, pequeño bastardo.rededor del niño había sangre, sesos y diminutos trozos de cráneo, pero el cuerpecito descabezado aún permaneció en pie unos instantes, como u

ntapájaros enano. Finalmente cayó hacia delante.n el año 2098, los métodos utilizados por el terrorismo internacional habían avanzado de un modo asombroso. Lo último eran esos caramelos, en cuyondían una potente carga explosiva. Ésta se detonaba al humedecerse con la saliva.

an se levantó y rio un poco al ver que algunas personas se acercaban al niño con intención de ayudarle. Seguramente aún no han visto que le falta la cabezadirigió a la boca de metro más cercana y bajó por las escaleras mecánicas. Últimamente, uno de sus pasatiempos favoritos era empujar a la gente a la vía

a el tren.situó entre la multitud y empezó a buscar a su próxima víctima. Siempre había algún gilipollas que se colocaba justo al borde del andén. Y en esta ocasió

nto. Había un hombre situado justo donde terminaba el suelo. El tipo en cuestión llevaba una sotana; es decir, que era un cura. O eso o iba disfrazadndo en cuenta que no era época de carnavales, esa opción era bastante improbable.

aya, vaya…, un curita, pensó Juan. Vas a reunirte con tu Dios antes de lo que esperabas…yó que el metro ya se acercaba y se apresuró a colocarse detrás del sacerdote. Éste volvió la cabeza un momento, y quiso el azar que su mirada se cruzara c

asesino. En ese momento el tren ya hacía su entrada en la estación, con lo cual Hausser no podía perder ni un segundo más. Tenía que empujar ya al pa cargárselo. Pero éste aún le estaba mirando, y ahora con el ceño fruncido, como si hubiera adivinado sus malvadas intenciones.

Mierda… -masculló Juan. Y es que, lógicamente, era más difícil empujar a alguien si no se le cogía desprevenido.un así, se abalanzó sobre el sacerdote, incapaz de reprimir su instinto asesino.siervo de Dios, que también pasaba de los 80 años, no tuvo la agilidad suficiente para apartarse y recibió de lleno la embestida de Juan, que, aunque cuesteenía bastante fuerza. No obstante, sucedió algo que Hausser no esperaba: al empujar al cura, éste lo agarró de un brazo en un acto reflejo.Suelta, cabrón, sueltaaaaa!! -exclamó Juan con los ojos abiertos de par en par.ro ya era demasiado tarde. Cayó a las vías junto al sacerdote.NOOOOOOO!! -gritó, al ver que el t ren subterráneo se les echaba encima.

n instante después, el cuerpo de Juan Hausser estaba destrozado (y el del cura también, por supuesto).

sto en el momento en que Juanito murio, un complejo mecanismo que había estado esperando 90 años se puso en marcha. Al detectar la muerte de Haussehabía en su cabeza mandó una señal a Washington, vía satélite.n la azotea del edificio principal de la NASA, una compuerta metálica situada en el suelo empezó a abrirse lentamente.a un día soleado y muy caluroso en la capital de los Estados Unidos, p ues era pleno verano. Sin embargo, y en contra del pronóstico meteorológico, que a

suave bajada de las temperaturas, el calor estaba a punto de aumentar más. Mucho más.a compuerta terminó de abrirse, dejando a la vista media esfera de acero situada en el centro de una superficie también metálica. Sonó un pequeño chasqa esfera empezó a abrirse por el medio, de modo que las dos mitades iban desapareciendo bajo la superficie metálica. A medida que esto ocurría, fue quedubierto un pequeño tubo de ensayo, cuya base estaba encajada en un diminuto pedestal que lo mantenía en posición vertical. El tubito, herméticamente enía en su interior unos cuantos mililitros del compuesto químico más letal que se había creado jamás.

uando las dos mitades de la esfera desaparecieron por completo, un brazo mecánico surgió por uno de los laterales. Se acercó lentamente al tubo de enpo que las pinzas que había en su extremo se iban abriendo. Al llegar a su destino, el brazo se detuvo y las pinzas de acero empezaron a cerrarse en tornosegundos desp ués, el cristal se hizo añicos.

ada más entrar en contacto con el oxígeno, el compuesto químico reaccionó de un modo fulminante: en menos de una milésima de segundo, el líquido se cony empezó a expandirse en todas direcciones, incendiando el aire.

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