ficciones nª 13 - invierno 2013

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Publicación Del Taller de escritura creativa del módulo CT5 - GES

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Esta pùblicación está escrita y editada por alumnos y alumnas del Taller de escritura creativa (Invierno 2013) - GES

Institut Obert de CatalunyaLa fuente de la ilustración es: https://www.facebook.com/improbableslibrairiesimprobablesbibliotheques

EQUIPO DE REDACCIÓN DE LA REVISTA

Unai Goñi Olaizola (IG)Ana Estefanía Añó Díaz (AM)Andreu Axel García Santoja (LC)Deborah Peirano Francesco (BD)Miguel Marcé Prats (IG)Cristian Postigo García (EV)Dayana Rosell Sánchez (CB)Sandra Gallego González (BCN)Ana Alonso Ruiz (BCN)Esther Sánchez Arco (BCN)Pedro de Blas García (BCN),Josep Ros Companyo (vv)Judit Mesas (BE)Mª del Carmen Rodríguez (IG)Jordi Calero (BCN)Felix Ruiz (PA)Lara Sansegundo Carrascosa(BCN)Dakota Bueno Sampietro(CB)Consolación Ruiz Ramos(BE)Josefa Peinado Férnandez(OLV)Jessica Calero Padilla (BD)Guillermo Gil Medan (BE)Maria Cristina Giménez Ybargüengoitia (PR)Miranda Cortés Noller (VV)Kevin Acevedo Cruz (VV)Juana Funes Almor (BCN)Xavier Carriqui Diaz (LC)Miquel Aicart Almazan (BCN)Veronica Perez Vallès (CB)Javier Marcelo Curbelo Palavecino (VV)Rosanna Carmona Alonso (LC)Rafael Campaña Vicent (BA)

...Autores de los trabajos

Miquel Aicart Almazán (BCN)

Maria Victoria Rios Ituarte (EV)

Kevin Josué Acevedo Cruz (VV)

Xavier Carriqui Diaz (LC)

Ana Alonso Ruiz (BCN)

Josefa Peinado Fernández (OLV

Juana Funes Almor (BCN)

Lara Sansegundo Carrasco (BCN)

Personas y escenarios como en un cuadro

Dulzura, felicidad, alegría, timidez... Son algunas de las palabras que se me vienen a la mente al observar la imagen de una preciosa niña rubia, de pelo largo, tez blanquecina y mejillas sonrojadas, quizá por el efecto del calor propio de un día de verano.

Su enorme sonrisa en la que se puede apreciar la visita del ratoncito Pérez, denota la inocencia propia de la corta edad que tiene y a su vez refleja la picardía que poseen todos los niños a estas edades.

Se aprecia por la foto que está disfrutando mucho comiéndose un enorme cucurucho de helado, sentada en una silla blanca de plástico, dando la espalda a una maceta con geranios rojos en lo que parece ser una terraza de alguna heladería.

Viste una preciosa camisa sin mangas de color amarillo y lleva unos pendientes con la cara de Hello Kitty.

Como complemento lleva un enorme collar de color rosa a modo de guirnalda que le da un hermoso reflejo de color a su cara de niña.

Xavier Carriquí Díaz (LC)

Resplandor en el puente

El resplandor del inacabable puente, el cual parece tener tenebroso final, choca con el sombrío y espeso bosque. Árboles añiles, combinando color verde botella de las ramas que se doblan y verde musgo con las que se caen, invitan a adentrarse en la frondosidad y desconectar de los pensamientos y escuchar el sonido del viento, el suave paseo de los tallos húmedos y el rechinar de las hojas color castaño en el suelo.

Golpea contra el río las resistentes ramas que nacen de las más viejas raíces. Mientras rozan los árboles el río, al agua fluye descolorida en un tono verdinegro apagado, hacia algún lugar donde empiece el mar brillante y turquesa.

Asimismo, mientras el puente se mece en el abismo del caudaloso río, este luce su fuerte barandilla color plomo, el cual invita a cruzar y desaparecer en el infinito.

Lara Sansegundo Carrasco (BCN)

La playa

La playa estaba desierta y el mar en plena calma, del horizonte venia una brisa fresca y húmeda que se agradecía en esa calurosa tarde de verano. En el cielo se podía apreciar el sol que formaba una esfera perfecta de un color naranja que iluminaba un nítido cielo por la ausencia de nubes.

Era increíble mirar al horizonte con ese color lila púrpura en la cercanía, mientras que poco a poco se desvanecía el sol tras él, arrastrando esa luz y dejando un tenue cielo en total armonía con el mar.

El suave ir y venir de las olas creaba un oleaje que describía un movimiento poco amenazante para la costa arenosa y las rocas amontonadas que dan forma de espigón. Su choque constante creaba un sonido relajante que invitaba a permanecer en silencio y disfrutar de esa paz de la que pocas veces disfrutamos.

La imagen suscitaba una sensación de tranquilidad y a la vez de cambio entre el día y la noche, dejando entrever el contraste del cielo y del mar en pleno ocaso.

Personajes de cuento

Entre dos mundos

Todo parecía normal, los niveles de contaminación estelar no superaba la tasa marcada por el ministerio. En el ministerio de sanidad espacial crecía la desconfianza. Roger, un fantástico astro físico por darle un nombre que pueda explicar su complicado trabajo. Controlaba cualquier incidencia en la nave, y teniendo en cuenta que estaban a 100.000.002 años/luz de su planeta natal, eso era muy importante. Tenía unos ojos grandes, grises y una mirada perdida en el vacío, moreno, alto, delgado y con una melena desordenada que vista desde arriba hacía dudar al más listo de si era un perro, pero también poseía una inteligencia muy por encima de la media, todo hay que decirlo.En todos los años que hacía que los Orgens (civilización formada en el planeta tierra después de la gran glaciación en el 4.000 d.C) viajaban por el universo, no habían conseguido formar un equipo tan impecable. Un ejercito así; pensadores, jueces, matemáticos, arquitectos, profesores, guías espirituales y por supuesto, muchas familias. Una agrupación de personas dispuestas a poblar un nuevo planeta, otorgado de un clima y unas características únicas para la vida tal y como la conocemos. Después de que los militares hicieran su intrusión, fueron llegando las primeras naves con humanos y animales para colonizar ese nuevo planeta, pero sin una buena base, la población empezó a enloquecer, a tantos kilómetros de casa, con los militares dirigiendo todo, eso se convirtió en un infierno. Esa vez sería distinto, el nuevo puente sideral conseguía unir en en 3 minutos lo que antes era impensable. Solo debían de recargar combustible en un planeta cercano ( a 2 años de el plantea tierra). Era como se imaginaria cualquiera, un arco enorme de metal pesado, de un color gris oscuro, maquinas, ordenadores alrededor y un botón rojo para activar y desactivar el portal. De hecho Roger, controlaba toda esa zona en la nave, era el pilar de la nave, él y su pequeño equipo de científicos.En ese buque gigante entrarían unas 5.000 personas, gente de todas las naciones del planeta. Supuestamente debía acoger a toda clase de gente y de todas las clases, pero la realidad del ser humano es aún más triste que su historia. Solo aquellos con más poder adquisitivo y mejor posición social accedieron a ese submarino gigante. Estas 5.000 personas convivían en una armonía aparente, porque en realidad, las voces de pasillo, después de más de dos años de convivencia empezaban hacerse insoportables. No tenían nada que hacer, y lo que hacían era hablar, hablar, hablar y a continuación, seguir hablando. Tenían que llegar lo antes posible. El equipo de Roger empezaba a notar cosas raras en él. Ya no salía de su camarote cuando estaba librando. Se recluía en su cabina, grande como una casa y con todas las comodidades para no salir de ella. Empezaba a hablar de cosas extrañas, o quizá no tan extrañas. Roger estaba preocupado de que si en estos dos años de viaje, los comandantes de la nave habían creado una cárcel en la cual estaba el 30 % de la población del buque a espera de llegar al nuevo planeta para ser igualmente tratados y encarcelados por delitos como, violación, robo, asesinato, pedo filia... estaba convencido de que ese barco espacial era un error, que nunca esas personas debían de civilizar ese mundo.

Un día, sin previo aviso, todas las puertas de las habitaciones se abrieron. Se olía un aroma a campo mojado, a lluvia, a naturaleza y un aire gélido. Eran muchos meses que no estaban en contacto con la naturaleza. La gente salía de las habitaciones, sorprendidos preguntaban:- ¿Hemos llegado ya? ¿Qué pasa?Poco poco se incrementaba el frío, las madres abrazaban a sus hijos, todos se miraban y sus miradas reflejaban la duda, la preocupación y sobretodo el espanto, de saber lo que podía estar pasando.- SE RUEGA A TODOS LOS HABITANTES DE LA NAVE QUE SE DIRIJAN A LA SALA DE EVENTOSUna voz de hombre, distorsionada, habla claro, no daba lugar a dudas,una masa de gente se movía sin control, los guardias no entendían nada, intentaban ayudar a tranquilizarse a las personas, pero ellos también eran individuos y por lo tanto, tenían miedo, así que absolutamente todo el mundo corría a la sala de eventos. En la sala de eventos, no pasaba nada, nada de nada, no había nadie, no existía prueba aparente de que algo hubiese cambiado. Aparente. Del techo asomaban unos aspersores a forma de mariposa. Nadie se percató, nadie se fijó... Roger desde su oficina acababa de meter la última botella de Gas Zyklon B, se sentó y sin ni siquiera pensárselo, apretó el botón, el clásico botón rojo.

Juana Funes Almor (BCN)

Invenciones

Un imperdible olvidado en un cajón

Está amaneciendo, lo noto. Ese suntuoso rayo de sol calienta mi habitación. No sé qué me pasa, intento abrir los ojos pero no puedo. Estoy enferma pero no tengo fiebre, más bien todo lo contrario, estoy helada, inmóvil, mis piernas no se mueven, mis brazos tampoco, pero ¡estoy viva!

Una increíble sensación de vacío se había apoderado de mí, notaba la ausencia de vida, mi corazón ya no latía, pero yo seguía existiendo, lo notaba.

Mi pensamiento se paró un instante, unos ruidos que provenían del salón me hicieron estar pendiente, debe de ser María pensé, ¿Qué día es hoy?, ¿Será miércoles? Ella siempre viene el miércoles, ¡Qué bien!, Ahora entrará en la habitación y me verá aquí tumbada y me despertará...pues seguro estoy soñando.

¡Cuánto tarda!, Mi desesperación va en aumento aunque sé seguro que entrará la ropa, que espera como siempre amontonada sobre la cómoda, oigo el picaporte de la puerta y las inconfundibles pisadas de María, pero no consigo verla y creo que ella a mí tampoco. Está haciendo la cama lo sé, porque siempre tararea la misma canción y entonces me pregunto ¿Dónde estoy? y comienzo a gritar, pero nada, María no me escucha. Y de pronto un golpe brusco hizo voltearme sobre una superficie dura y lisa y un raudal de luz entró en el espacio donde me encontraba, ese espacio que se asemeja a los cajones de mí cómoda, ¡Qué alegría! Ahora si puedo verla y ella también a mí.

Me ha cogido con dulzura entre sus dedos y me ha puesto entre sus exuberantes pechos, entre su escote, sujetando su vestido azul de flores. Y de pronto su cuerpo giró 180 grados, y al mirarse al espejo me vi reflejada y vi que me había transformado en un ¡Imperdible! Y ahí estaba yo, más orgullosa que nadie, ubicada en un estratégico lugar que seguro sería el centro de todas las miradas.

Josefa Peinado Fernández (OLV)

Sin titulo

El ambiente estaba completamente viciado, el olor dulzón del opio se entremezclaba con el rancio de los camastros. Leonardo entreabrió los ojos con la cara pegada al suelo, una anciana permanecía estática frente a él, sentada en una vieja silla de madera y mimbre. Ella le observaba, fumando una alargada y delgada pipa de madera que casi le llegaba a las rodillas. Dudo que en aquel momento, Leonardo supiera qué hora era, o si era de día o de noche. A sus 25 años años había pasado más tiempo en aquel suelo, del que pasó en el suelo de su cuarto jugando a indios y vaqueros.

Al incorporarse, los mechones rubios le tapaban la cara e intentaba apartarlos a base de soplidos. Quien iba a decir que aquel andrajoso, con pinta de no haberse dado un baño en varios días, era uno de los investigadores y periodistas más importantes de la ciudad. A él le gustaba creer que era como Dupin, el afrancesado protagonista de su cuento favorito <<Los Crímenes de la calle Morgue>> de Allan Poe, filósofo y analista, y que como él, su alma, además de su moral, podían permitirse dobles licencias. La afición por Poe le sobrevino de niño, cada vez que Poe publicaba un cuento nuevo, su padre también aficionado a lo oculto y al misterio, se lo regalaba.

Su reloj de bolsillo marcaba casi las seis, fuera de la mañana o de la tarde, era una buena hora para un refrigerio y puede que para un baño. Todavía le quedaba mucho por hacer en la facultad, siempre quería saberlo todo sobre todo, pasaba noches en vela estudiando casos en los archivos de la policía, horas y horas estudiando medicina forense y criminología y como buen ratón de biblioteca había engordado hasta alcanzar unos rollizos 70 kilos. Puede que con un poco de suerte, llegue a casa justo para que la Sra.Flashwood sirva la cena, así no tendrá que volverse a escurrir con el candelabro por los pasillos, de noche, hasta la despensa, cual alma en pena.

Miquel Aicart Almazán (BCN)

Escribir sobre nosotros mismos

El duelo

Cuentan los que la conocieron antes de su declive, que Anto era una hermosa y joven mujer de aspecto aniñado, que aunque en apariencia frágil; por su tronco estrecho y su estatura baja, era una mujer fuerte y vivaz capaz de resolver cualquier contratiempo con la máxima lucidez, y sin perder nunca la sonrisa. Sin embargo, ocurrió algo a lo que que ella no pudo poner remedio.

Anto tenia un hermano, Ruben, cuatro años menor que ella, y cuya figura y personalidad eran totalmente opuestas a la de ella. Eso, a él no le gustaba, quería ser como ella, y eran tantos los celos, que una desmedida falta de aceptación hacia si mismo, seguida de una profunda depresión, le llevaron a poner fin a su vida. Tras el trágico final de su hermano. Anto empezó a despreciarse a si misma, creyéndose culpable de lo sucedido. Así, que no tardó mucho en buscar una salida, y ésta vez no fue la más acertada. Justo al lado de su casa había un bar decorado con espejos del que no tardó en hacerse asidua, era allí donde anestesiaba su impotencia y su dolor, con unas cuantas copas.

Una noche mientras se encontraba en el bar, ya embriagada, pero sin ninguna intención de dejar de beber, vio una mujer frente a ella con expresión triste, amargada, y muy tensa, tanto, que Anto pensó que de un momento a otro empezaría a escupir sus propios dientes, machacados por la presión de su mandíbula. Sin dejar de mirarla balbuceó estas palabras: “habla zorra, dime algo que cambie el concepto que tengo de ti, o estás muerta” .Pero la mujer no se movió se quedó inmóvil frente a ella, con la misma expresión amarga y patética, y con los ojos clavados en ella

con aire desafiante. Anto giró la vista a un lado, puede que para pensar, pero no estaba dispuesta a transigir, así que cogió el vaso y se lo lanzó, con tanta fuerza que el espejo se hizo añicos, desvaneciéndose así la imagen de la mujer que la desafiaba.

Lamentablemente esa misma mujer apareció en otros espejos.

Ana Alonso Ruiz (BCN)

Sueño frustrado,Todo empezó en un pequeño y remoto pueblo de montaña llamado Soledad. Era un pueblo de fríos inviernos y sus calles olían a leña quemada. La niebla se deslizaba por los tejados confundiéndose con el humo de las chimeneas. En una de las calles del pueblo, había una pequeña casa de piedra donde vivía Leonardo, un chico de 25 años, rubio y muy robusto, de unos 70 kilos y de cuerpo atlético. Era de profesión periodista. Trabajaba en un periódico local, y harto de escribir historias cotidianas sin ninguna relevancia, decidió tomarse unas largas vacaciones. Su sueño era poder llegar a escribir cuentos como los de su escritor favorito Edgar Allan Poe. Lo que no se podía imaginar Leonardo, era que sus vacaciones se iban a convertir en el peor día de su intensa vida. Un día de verano, unos turistas acampados en las montañas del pueblo, encontraron unos huesos, y asustados llamaron a la policía local. En pocos segundos, la noticia había corrido como la pólvora por todo el pueblo, llegando a los oídos de Leonardo. Salió corriendo como alma que llevaba el diablo y se dirigió hacia las montañas campo a través, con un bolígrafo en una mano y una libreta en la otra. Tenía que llegar antes que la policía, debía llegar antes que la autoridad para poder investigar el terreno del suceso y averiguar lo que había ocurrido. Al llegar a las montañas, la policía ya se encontraba en el lugar de los hechos, y un agente le miro sonriendo; Leonardo se apresuro y le pregunto el motivo de su sonrisa, y éste le contestó: - no te emociones, seguro que son huesos de animales-. Leonardo estaba seguro que los huesos no eran de animales y continuó buscando pistas en los alrededores de la montaña. Por fin su búsqueda tenía resultado, rastreando el terreno, Leonardo descubrió un cráneo. Al notificarlo al policía, este se quedó petrificado (no estaba acostumbrado a estas cosas), y inmediatamente llamó a los investigadores de la policía nacional. La zona quedó acordonada de inmediato, impidiendo el acceso al personal ajeno al caso y que no estuviera implicado en la investigación. Pero esto no impidió que Leonardo continuara fisgando por la zona para descubrir nuevas pistas del fascinante caso que tenía entre manos. Al poco rato de rastrear los alrededores, encontró un trozo de madera roto, que tenía aspecto de un mango de alguna herramienta. Leonardo no podía dejar de investigar que había pasado, y después de preguntar a sus fuentes y amistades del periódico donde trabajaba, pudo tener acceso al informe del caso: al parecer el forense había confirmado que el cráneo encontrado, pertenecía a una mujer de unos 60 años, de rasgos extranjeros, y que muy probablemente falleció al ser golpeada por un objeto cortante en la cabeza, hará cosa de unos tres años. Se dirigió a toda prisa al café del pueblo, para preguntar a los vecinos si recordaban haber visto a una mujer con esas características. Pero en el café del pueblo nadie recordaba nada, excepto Juan, el mejor amigo del padre de Leonardo, que había fallecido años atrás al quitarse la vida, tras sufrir una grave depresión. Juan le sugirió a Leonardo que no se preocupara y que dejara el caso en manos de la policía. Pero la curiosidad de Leonardo era demasiado fuerte, y continuó insistiendo, con mayor interés si cabe, al ver la extraña reacción de Juan. Al final Juan no tuvo más opción que decirle la verdad. Con los ojos llorosos le explicaba, que la única persona que había tenido relación con esa mujer había sido su padre. Leonardo no podía creer lo que Juan acababa de contarle y salió corriendo hacia su casa para rebuscar entre las cosas de su padre. Necesitaba saber que tipo de relación había tenido su padre con esa mujer. Después de una intensa búsqueda encontró un objeto envuelto en un trapo viejo, y al desenvolver el trapo apareció un hacha sin mango. ¿ Podría ser la parte cortante de la que hablaba el informe forense? ¿Su padre podría ser el asesino? Recordó que después de su fallecimiento amontonó

una serie de papeles y fotografías en un viejo baúl que guardaba en el desván. Empezó a revolver con insistencia y encontró una carta dirigida a él, en la carta se podía leer: "Hijo mío solo te quiero

decir que mi vida a tu lado a sido muy feliz y te pido perdón por el ultimo año de mi vida, llena de ausencias y desorden emocional. He cometido un error del que me arrepiento mucho, tanto que hoy será el último día de mi vida sabiendo que he destruido la tuya. Hace dos años después de una discusión golpeé a una buena mujer ocasionándole la muerte. Esa mujer solo buscaba a su familia, la que un día le arrebataron. Hijo lo siento, esa mujer era tu madre y yo le quite la vida por no querer compartirte". Leonardo no podía creer que nunca tuvo una madre y en ese momento hubiera preferido no tener padre . Su sueño siempre había sido investigar y en ese momento se arrepintió de haberlo hecho.

Xavier Carriqui Diaz (LC)

Una calle sin salida

Un día más. Un día más de desesperación, cansancio y frustración. Y hambre. Hambre, porque Juan, desde que había salido de su casa a primera hora de la mañana, hasta ahora, cerca de las diez de la noche, en que volvía a ella, sólo había comido un bocadillo de chope y bebido el agua de las fuentes públicas. La única cosa capaz de mitigar su hambre era el miedo, miedo a enfrentarse a la mirada de su mujer Rosa cuando, al llegar a casa y verlo, comprendiera que tampoco este día había logrado encontrar trabajo.Juan, de unos 45 años y de profesión "parásito", tal y como él se definía a sí mismo. Hasta hace unos dos años era guarda de seguridad pero la maldita crisis hizo que su empresa lo despidiera. Físicamente alto, más de metro noventa, y de complexión muy delgada. Antes, cuando trabajaba en una profesión que adoraba, era un hombre que imponía respeto y hasta miedo, de lo que él se vanagloriaba. Ahora, después de muchos meses sin encontrar trabajo, tanto sus músculos como su chulería y hasta su amor propio, habían quedado reducido a la mínima expresión.En casa lo esperaba Rosa, su mujer desde hacia más de 25 años, antes una mujer rechoncha y bajita llena de alegría y buen humor y ahora, igual que él, muy delgada, rayando lo esquelético y con una mirada que la vida había tornado apagada y, ya, sin ningún rastro de humor. Además, estaban Javier y Paula, sus hijos de 15 y 12 años de edad.A pocos metros del portal del que aún era su hogar, Juan se detuvo y, colocándose debajo de una de las pocas farolas que iluminaban la calle, sacó del bolsillo trasero de su pantalón la carta que esta mañana le habían entregado en Correos. Se trataba de la orden de desahucio que debían cumplir en pocos días.Abrumado por el pesar, por la vergüenza y por el miedo a enfrentarse al dolor que sentirían su mujer y sus hijos cuando les diera la noticia, Juan permanecía inmóvil.En estos momentos un silbido penetrante rompió el silencio. El tren de las 10,10 se acercaba. Pidiendo perdón en silencio a su familia por lo que estaba a punto de hacer, Juan arrancó a correr hacia la vía del tren y, con los ojos nublados por las lágrimas, se tendió en ella.Su vida, convertida en un callejón sin salida, había llegado a su final.

Kevin Josué Acevedo Cruz (VV)

Valentina, Valentina

Esta es una historia como otra cualquiera, en la que la protagonista se pasea por su infancia para hacer un balance de su trayectoria a una edad madura en la que puede ver como la vida la ha tratado, sin ser esto ni malo ni bueno.

Valentina nació en el seno de una familia cariñosa y buena, siendo la segunda de cuatro hermanos. El nacimiento fue esperado y muy deseado por sus padres y familiares.

Por su aspecto físico, la mayor parte de su infancia fue de una u otra manera destacada por sus semejantes. En casa, en el colegio, etc.

De niña su mamá siempre la cuidaba el pelo, pues era lo típico en las edades tempranas de las niñas. Su pelo rubio, largo y rizoso sólo lo sabía cuidar con cariño su mamá. En el colegio, para las maestras tenía cara angelical. Y así infinitos comentarios, tópicos y demás chorradas que es lo que le parecían a Valentina.

Ella buscó la forma de empezar a librarse de tal pesadilla, pues siendo coqueta tenía que definir su personalidad. Siempre que podía se apuntaba; cuando a su hermana más pequeña la llevaban a cortar el pelo, Valentina no se lo pensaba, ella también iba.

De hecho, en todas las fotos de su infancia, aparece sin la más mínima melena.

Esto transcurría en un ir y venir entre Santander, tierra de su madre y sus dos hermanas, y Barcelona su ciudad natal, como la de su padre y su hermano mayor. Durante una larga temporada (unos siete años), se fueron a vivir a Cantabria. Desde la edad de once años hasta los dieciocho. Quedó así simplificada la adolescencia en un barrio un tanto peculiar, dando lugar a un carácter ya definido de feminista y revolucionaria a las tradiciones de la sociedad en la que vivía, que con todo respeto, no comulgaba con ella.

Valentina vivía y veía en su barrio, Cazoña, ciertas limitaciones en la adolescencia que ella misma se busco. Era un fenómeno bastante habitual, que niñas de entre trece y dieciséis años ya estuvieran pedidas para el matrimonio o casadas con dos o tres hijos, sin tener la mayoría de edad. También es verdad, que todo dependía de cómo fuese la familia, pues no todas, claudicaban a tal acontecimiento, pero si la mayoría.

Por mucho que quisiera cambiar ciertas cosas, que para ella eran obvias, la realidad le daba la espalda, y sea dicho de paso, no podía presumir de ser una niña estudiosa. Cosa que tendrá que arrastrar hasta que, ya de adulta se decida a terminar los estudios que nunca dejó y nunca los olvidó, sino que los trasladó de un lugar a otro.

Cuando Valentina se dio cuenta que para mejorar ciertas cosas hay que prepararse, no dejar de aprender, hacer todo lo que se pueda por lo que se quiere, entonces vio el progreso.

Maria Victoria Rios Ituarte (EV)

El secreto de Icarius

De pequeño siempre le había dado miedo subir a aquel desván, en invierno la madera crujía y no le dejaba conciliar el sueño, parecía que alguien caminara sobre su habitación. Al hacerse mayor dejó de molestarle, un día su padre afianzó las vigas del suelo y pudo volver a dormir a pierna suelta. Un día en el colegio le mandaron un trabajo sobre su árbol genealógico, al llegar a casa le preguntó a su madre, y esta, recordó que en el desván había algo que ayudaría a su hijo a realizar su trabajo. Recordó que en el desván, se guardaba un baúl que había sido del abuelo de su padre, el abuelo de Miguel. Miguel todavía recuerda las historias que su abuelo le contaba sobre su abuelo, aunque nunca acabó de creérselas. Contaba que había sido pirata en mares que no podían encontrarse en los mapas, que había viajado por tierras donde los animales y las plantas podían hablar y que se enamoró de una mujer tan bella que las estrellas caían rendidas a sus pies.Miguel subió las escaleras decidido a rebuscar en el baúl de su tatarabuelo. Grandes sábanas lo cubrían todo, pero logró hallarlo, sobre la tapa encontró el arlequín con el que dormía de pequeño

y el libro de cuentos que su padre le leía antes de dormir. Al abrir el baúl se encontró que estaba lleno a rebosar, una brújula antigua, un catalejo, dibujos y mapas. Pero lo que más le llamo la atención, fue una llave en forma de corazón. Entre todo aquello encontró un diario, escrito de la propia mano de su tatarabuelo y se dispuso a leerlo. No podía creer las historias que en él se habían escrito, hablaba de viajes por aire, por tierra y por mar, pero todos los nombres de esos parajes eran extraños. Entre todas esas historias había instrucciones para el que quisiera llegar a esos sitios. Y todo empezaba por esa llave en forma de corazón, quien la tuviera, podría abrir la puerta que le conduciría hasta esos extraños sitios que se describían en el diario.Miguel pasó la tarde leyendo, se hizo con varios objetos y bajó a su cuarto para hacer el trabajo del colegio. Al cabo de unos días ocurrió algo, estando solo en casa alguien pico a la puerta, no sabía quien podía ser. Al abrir la puerta no podía creer lo que veía, un hombre enano con sombrero estaba plantado frente a la puerta. Con mucha solemnidad se presentó como Icarius y preguntó si aquella era la casa de los descendientes de Marcelus, el tatarabuelo de Miguel. Miguel respondió que así era y le invitó a pasar. Durante un buen rato Miguel estuvo escuchando al enano, hasta que este le confeso que buscaba una llave muy especial con forma de corazón. Miguel le mostró a Icarius lo que había hallado en el desván, y este le invitó a descubrir todos los secretos que se ocultaban dentro de aquel baúl. Aquella tarde Miguel e Icarius subieron al desván y desaparecieron durante años, pero eso ya es otra historia.

Miquel Aicart Almazán (BCN)

Profesoras del Módulo:Bea Marín Peralta

Núria Córdova Medina

GES - Mòdul CT5 Taller de escritura creativaÀmbit de la Comunicació

Institut Obert de Catalunya