felisa

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Historia de vida

3

Hablar con María Felisa es empren-

der un viaje largo, es un ir y venir

de preguntas y respuestas, de co-

mentarios, risas y tristezas. Cuan-

do logramos estar tranquilos y sim-

plemente hablar, la memoria de Fe-

lisa va y viene por todas partes, por

todos los rincones de una larga

vida, de una vida interesante, como

diría aquella vieja maldición china.

Lo que van a leer no es un reportaje

como se debe, es sólo una charla

María Felisa Lemos

de compañeros, un intercambiar de

recuerdos, curiosidades y saberes.

La compañera María Felisa es mé-

dica especializada en epidemiolo-

gía, militante desde siempre, traba-

jadora, madre, luchadora y viajera in-

cansable por nuestras tierras lati-

noamericanas. Esta es una parte de

esa rica historia, y también de su

presente y su futuro, en la larga lu-

cha por un mañana socialista para

nuestros pueblos.

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Primeros años de militancia

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Nací en Goya, en la provincia de Corrientes, en

1938. Fui la segunda de tres hermanos, y digo

esto porque hay qué ver que rumbo tomo cada

hijo, los hombres salieron bien de derecha, y la

Felisa bien a la izquierda. Creo que en mi

formación, como persona, tuvieron que ver

dos hechos importantes.

El primer hecho fue que mi papá era muy

represor, uno de esos señores que creían que

a los hijos se los educa con castigos físicos y

con retos, porque así se inculcaban los valo-

res. No me dejaba salir de la casa, no falté

nunca a la escuela porque me llevaban hasta

cuando estaba enferma, para inculcarme la

puntualidad. No podía salir, pero podía leer lo

que quisiera, podía leer desde los libros de

Corín Tellado de mi mamá, hasta Freud y

Anatole France que leí a los doce años, saca-

ba todo lo había en la biblioteca del pueblo.

Eso hizo que tuviera una cultura que chocaba

con la gente de mi edad. Leer mucho me

permitía también observar mucho lo que pasa-

ba y huir de una realidad violenta y complicada

que era la de mi infancia y adolescencia

El segundo hecho es que reaccionaba ante las

injusticias sociales que veía en mi propia casa con

respecto a la gente que venia del campo a servir,

por la casa y la comida. Éramos una familia

urbana, mi papá era fumigador y mamá maestra

rural, pero en esa época estábamos mejor social-

mente que la gente del campo, que trabajaba por

la comida. Vi situaciones muy injustas, cómo se

trataba a la chica de mi misma edad, que trabaja-

ba haciendo la limpieza de la casa.

Me recibí de maestra en la Escuela Normal

de Goya, con medalla de oro, porque qué otra

cosa hacia si no leía y estudiaba, sí vivía ence-

rrada. Eso fue en el año 56. Cuando me recibí

de maestra, me fui a Buenos Aires, porque

quería seguir estudiando. Me fascinó la medi-

cina porque me gustó mucho un libro llamado

“Los cazadores de microbios”, que era la his-

toria de Pasteur y de Koch, que me hizo pensar

que había otro mundo más interesante que

casarse y trabajar de maestra. En esa época

en Goya...si a los veinte años no estabas casa-

da eras una solterona. No sé si ahora con otros

conceptos de salud y enfermedad me parece-

ría tan fascinante ese libro.

Como tenía una tía viviendo en Buenos Ai-

res, fui a estudiar a Buenos Aires, si mi tía

hubiera vivido en otro lugar del país hubiera

estudiado en otro lado. Como no me podían

mantener, trabajé de cualquier cosa, de lo que

aparecía. En esos años, yo trabajaba, militaba,

estudiaba, me divertía y tenía amores.

Ciudadanade la “República de Corrientes”

Page 5: Felisa

[email protected]

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Primeros años de militanciapolítica

En la Facultad, empiezo a conocer a compañe-

ras del PC que me hablaban de los derechos

de la mujer, de la paz en el mundo, contra la

influencia de la Iglesia. A los diecisiete años

estando en Goya todavía, escribí un proyecto

de ley de salud pública, y también otro escrito

sobre la religión como opio de los pueblos, que

leídos ahora deben ser unos desastres. No

había leído todavía a Marx, pero mis experien-

cias con la Iglesia eran desastrosas, veía como

estaban ordenados los bancos en la iglesia del

pueblo, marcados claramente por la clase so-

cial, adelante iban los terratenientes, los López

Lecube, los Balestra, los Díaz Colodrero, des-

pués la clase media, y al fondo el pueblo. Los

curas daban la misa de espaldas al pueblo, y

encima en latín, que no entendías nada.

Entré a militar en el Partido Comunista en el

61, a militar en los barrios. No en la Fede,

porque quería un trabajo más barrial. Militaba

en Capital, en el barrio de Monserrat. Hay

cosas que me enseñaron en el PC, y que

salvaron la vida, como las reglas de seguridad,

de contra seguimiento y todo eso. También

aprendí de los encuentros de lectura, en las

pintadas. Me acuerdo haber ido a las cuatro de

la mañana a Grafa, a volantear a los que salían

de trabajar en el turno noche. Era militar en el

barrio, pero sobre todo con los trabajadores.

Trabajé de muchas cosas: de oficinista, de

cajera en un bar, de limpiavidrios en un labo-

ratorio, de vendedora de libros en EUDEBA,

y hasta de promotora de espectáculos.

A través del Partido, conocía a Mercedes

Sosa y a Matos. Un día viene Tejada Gómez a

ofrecerme que intentara vender su espectá-

culo, y me daban un porcentaje de lo que

ganaran. Entonces iba a las cooperativas del

PC y a los centros de estudiantes a ofrecer el

espectáculo, la verdad es que no ganaba

mucho. Ahí me hice amiga de la Mercedes,

que iba a cantar en el local del Partido en

Monserrat. Me acuerdo de una vez que iba

caminando por la calle Paraná, me la encuen-

tro y me abraza, llorando me cuenta que el

Matos se fue con otra. También conocí al hijo

en esos tiempos.

De esos años en Buenos Aires, me acuer-

do que me ligué los gases y los planazos en la

lucha por Laica o Libre en las Facultades, de

las tomas de Facultades, de las manifestacio-

nes contra la invasión yanqui a Santo Domin-

go en el 65, toma de Facultades. En cuanta

manifestación había ahí estaba yo.

Muchas veces no tenía un peso. Una vez me

había quedado sin trabajo, y tenía 49 pesos, no

me alcanzaba ni para la pensión ni para la

comida. Pero sí me alcanzaba para ir al

Page 6: Felisa

Esteros del Iberá

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cine, que salía siete pesos, y me fui siete días

seguidos al Lorraine. Vi el ciclo completo de

Einsenstein Me bancó un mozo de Pipo, que

me dio de comer fiado durante una semana,

después cuando conseguí trabajo y pude le

pagué, nos hicimos íntimos amigos del mozo,

hasta le fui a avisar cuando me recibí.

Me recibo de médica en el 67, y me voy

como médica a los Esteros del Ibera, que no te

imaginas cómo me formó. Antes de recibirme,

hice guardias médicas en villas, en la zona de

Laferrere, que también ayudaron a formarme

como médica y como persona.

En esa época, me fui del PC porque no

soportaba las críticas al Che y a Cuba, según

ellos el Che era un foquista, un aventurero, le

decían. Me acuerdo que en la radio El Mundo

pasaban mucha información sobre la Revolu-

ción Cubana. De noche emitían los avances de

la guerrilla; en una de esas noches en el progra-

ma de radio, fue Guillén, que estaba exiliado en

la Argentina, y leyó sus poemas. Me gustaron

mucho, le escribí, y me contestó, entonces lo fui

a ver al hotel, era un tipo extraordinario, aunque

muchas cosas no las entendí, creo que por la

carga de Goya que llevaba encima todavía.

En los Esteros del Iberá

¿Cómo llegué a los Esteros del Iberá? Cuando

me recibo, estaba trabajando de oficinista en

la Casa de la provincia de Corrientes en Capi-

tal. Un día viene un Brigadier, que era goberna-

dor de la provincia en tiempos de la dictadura

de Onganía, y me dice si iba a volver a Corrien-

tes, y claro que yo quería volver. Ahí me dicen

que había tres lugares que precisaban médi-

cos, que eran Berón de Astrada, San Miguel y

Gobernador Martínez. Yo quería ir a Carlos

Pellegrini, en la entrada del Iberá, pero el Briga-

dier me decía que no era lugar para que

fuera una mujer sola, y ahí le respondí, enojada,

que si Juana Azurduy había peleado por la

independencia bien podía ser médica en los

Esteros. Igual no me mandaron a Pellegrini.

Finalmente, elegí San Miguel, porque quería

ir a los Esteros, aunque era del otro lado del

Iberá, nunca había estado ahí. Cuando llegué, no

había ni luz ni agua potable, el único medio de

comunicación era el telégrafo, y había un colec-

tivo que salía a la mañana y volvía a la tarde, está

a 259 kilómetros de camino de tierra de Co-

rrientes, que era la ciudad más cercana.

Page 7: Felisa

Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social

7

Atendía en San Miguel y en Loreto, que eran

pueblos de las antiguas misiones guaraníes de

los jesuitas, que cuando vinieron los mamelu-

cos desde el Brasil huyeron de Misiones al

lugar más difícil de entrar...los Esteros forma-

ron pueblos con los mismos nombres que en

Misiones, y trajeron sus santos tallados y su

estilo de organización

Ahí en el Estero me formé como persona y

como médica. En Buenos Aires me había forma-

do en el Instituto de Investigaciones Médicas, el

Lanari. Cuando llego a los Esteros, con toda la

información de las enfermedades autoinmunes,

me encuentro con el primer paciente, un niño, y

me dicen que lo “meo” la “ura” (no sabía que era

esa patología), le dije que vuelva al día siguiente,

y busqué en los libros sin encontrar nada. Hablan-

do con los enfermeros, entendí que era una mia-

sis, una enfermedad transmitida por un tipo de

mosca deja sus huevos y la piel se agusana.

Aprendí mucho en lo social, a respetar las cultu-

ras del pueblo, cosas viejas leyendas, giros idio-

máticos tradiciones que sólo se conservan en

ese lugar, donde sólo hablaban guaraní, aunque

eran criollos.

Me acuerdo de tantas cosas: hacía las con-

sultas montada a caballo, a veces hacíamos

hasta siete leguas (que vienen a ser unos

treinta y cinco kilómetros), me metía entre los

Esteros, con un caballo que le decían pasero

porque podía pasar el agua, nadaban en el

agua. Desde entonces, sé que quien tengo

enfrente es una persona como yo, y que quien

más sabe de la enfermedad es quien la sufre.

Cuando llegué, nunca se les había ocurrido

que el médico podía ser una mujer, fue toda una

conmoción en el pueblo.

Trabajé ahí con curanderos y con parteras

empíricas, y esa gente me enseñó muchísimo,

era otra forma de trabajar con la gente, aprendí

a ver y respetar los ritos de la muerte, y sus

formas de comunicación. Una vez me llaman

para que vaya a ver a alguien que se estaba

muriendo, y quien me acompañaba, mucha

distancia antes de llegar me dice: “ya murió”

porque la familia empezaba a llorar, de una

forma particular y ese llanto se trasladaba casa

tras casa, familia tras familia, en medio del

silencio de los campos. Digo que ahí empezó

mi formación como educadora popular, donde

juntamos los saberes y construimos un nuevo

saber, porque aprendí más de ellos que ellos

de mi conocimiento médico.

Ahí también conocí la explotación de los

peones rurales de las grandes estancias. Todo

el pueblo estaba rodeado de las estancias de

los grandes propietarios de Corrientes, de

Balestra, Díaz Colodrero, Bencich, Frontini,

Zayas. Ahí vi la explotación más directa. Una

había leído de la plusvalía, de los señores

feudales, pero esa era la práctica y era mucho

peor. A los peones les pagaban en vales, que

sólo servían para comprar en los comercios de

los mismos terratenientes. Eran sueldos mise-

rables, y encima en vales. Un día estaba ha-

blando con un peón, que ganaba sólo cinco

pesos, y estaba enfermo, y le digo: “usted

¿porqué no se va?”, y el hombre me responde:

“¿adonde?”. Exáctamente a dónde podría irse,

con 50 años, enfermo, analfabeto que no tenía

donde ir. Otra vez un peón me dice que él

ganaba bien, que era encargado, y eran treinta

pesos, sí treinta pesos en vales que sólo ser-

vían para comprarle a don Balestra.

Page 8: Felisa

Los ´70

8

En 1970 me voy a estudiar a Buenos Aires la

diplomatura en Salud Pública, becada por la

provincia. Ahí vuelvo a tomar contacto con gen-

te que estaba en la Teología de la Liberación,

que conocía de la época anterior, como a

Miguel Ramondetti, a quien conocía desde el

62, fuimos amigos durante cuarenta años, nos

encontramos en todas partes, en el exilio, des-

pués en Nicaragua. Siempre estábamos ro-

deados de gente de izquierda.

Esos fueron años de acumulación para aden-

tro, de formación. Recorrí mucho, fui a la Pata-

gonia, hasta a Tierra del Fuego. También tomé

clases con Pichon-Riviére, que ayudó a mi

formación. Entre el 70 y el 73 fui coordinadora

de Salud Pública, recorriendo los pueblos de la

provincia de Corrientes, desde Empedrado

Saladas...todos los departamentos hacia el

norte, ahí crucé al Paraguay, por la isla Apipé.

En el 73 me dan una beca, y me voy un año a

Venezuela. Entonces descubrí América Latina,

un mundo entero que yo desconocía, en el curso

éramos cuarenta y dos compañeros de todos los

países de la región. Dos compañeros venezola-

nos me enseñaron como era su país, su historia,

quien era Bolívar, se me abrió el mundo. Vimos

distintos lugares de Venezuela, siguiendo y apren-

diendo las enfermedades de cada zona, por eso

conocí y aprendí tanto. Ahí me agarró el golpe del

11 de septiembre del 73, en Chile.

Cuando regresé a Corrientes, tomé contacto

con los exiliados que venían de Chile, de Uru-

guay, con compañeros tupamaros, que estaban

confinados en un hotel de la provincia en Empe-

drado. Cada nueva etapa era una transforma-

ción de mi mirada y militancia A partir de esa

permanencia en Venezuela y lo de Chile nunca

más me abandonó ese sentimiento de lati-

noamericaneidad, eso de sentir en lo profundo

que pertenezco a esta nuestra América y no

puedo evitar mirar cada cosa con esa mirada

Siempre trabajé en salud, y siempre para el

Estado, en todas partes, en Corrientes, en Nica-

ragua, en Rosario. Nunca quise tener consultorio,

salvo un tiempo en Goya, cuando el consultorio

me servía como cobertura para los compañeros.

En el 74 me mandan castigada a Goya, a

dirigir el hospital de la ciudad, que era un

hospital grande, ahí me vuelvo a involucrar

mucho con Ramondetti y con los compañeros

de Vanguardia Comunista. Al poco tiempo,

ingreso al PRT (Partido Revolucionario de los

Trabajadores), en donde ser médica y encima

directora del hospital me daba una cobertura

enorme. Había un centro de salud, en la zona

más pobre de Goya, (barrio San Ramón) don-

de iban los trabajadores del tabaco, y decidí

que iba a atender un puesto de salud en ese

lugar, porque me involucraba con la gente del

barrio, era a una cuadra de la casa de Ramon-

La militancia en los ´70

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[email protected]

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detti. Gratis obvio...como el que creamos en la

isla, con otro cura Arroyo, era un ranchito pero

le pusimos de nombre Che Guevara.

En el barrio San Ramón conocía quien fue

mi compañero, Enrique, que era francés y fraile

laico. Ya teníamos un grupo del PRT en la zona.

Cuando viene el Golpe del 76, la misma

noche empezamos a pensar que hacer, nos

dábamos cuenta que no era un golpe común,

que no era como los anteriores. Muchos nos

fuimos a Buenos Aires, en un

grupo nos fuimos María

Esther, Ramondetti,

el compañero Qui-

que y yo.

Me pierdo en

Buenos Aires,

pensando que no

había tanta coor-

dinación entre las

provincias, que

así podría zafar.

Después me en-

tero que Enrique cae pre-

so en Goya, y yo ya estaba totalmente sola,

asustada, en la ciudad, sin nadie que me con-

tenga. Mi compañero estuvo preso en Resisten-

cia, en Coordinación Federal, en Devoto, Case-

ros, en la U9 de La Plata. Cuando estaba en

Coordinación, ahí en Capital, pude comunicar-

me a través de la esposa de un preso común,

que me pasaba informaciones. En ese momen-

to, yo trabajaba en negro en una especie de

servicio de emergencias con mi auto, y todo lo

que hacía figuraba a nombre de otro médico.

En este periodo negrísimo, del que no quie-

ro hablar mucho, una vez lo trasladan a Enri-

que, y no sabia adonde, le perdí el rastro. Un día

tocan el timbre y me dicen que un familiar que

estaba buscando estaba en la U9 La Plata,

nunca supe si era un familiar de otro preso, o un

servicio, no quise ni averiguar.

También desaparecen mis dos amigas:

Amalia y la Negrita

Con mi compañero preso conseguí contac-

tar a la madre de Enrique en Francia, que ya

tenía más de setenta años. Eran de una familia

de la nobleza allá, con título nobiliario

desde la época de las Cruza-

das en el 1300. Con la

madre, fuimos al

Consulado de

Francia. Ella con-

fiaba mucho en lo

que podía hacer la

Iglesia, era una

católica funda-

mentalista, fuimos

a ver a altas perso-

nalidades de la Igle-

sia, pero nunca con-

seguimos nada.

Enrique había dejado su congregación religio-

sa, que era la congregación de Foucault, pero en

la cárcel volvió a reivindicarla y ellos lo aceptaron.

En esas recorridas, en una visita organizada

por una comisión de mujeres de presos, que

eran del COSOFAM (Comité de Solidaridad

con familiares de presos políticos, desapareci-

dos y muertos de la Argentina), conocí al Pío

Laghi, que nos hizo una sanata bárbara, que no

podía hacer mucho, que él también estaba en

peligro. No le creí nada, todas le besaban el

anillo, y yo sólo le di la mano.

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Libro: Nicaragua el ojo del Huracán Revolucionario

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Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social

Page 12: Felisa

El exilio

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Finalmente, la madre de Enrique consiguióque le dieran la opción de salida a Francia el 11de marzo del 78, y yo viajé a Francia el 15 demayo de ese año. A Ezeiza me llevo el Cónsulfrancés y me fui con mucho miedo.

Allá nos juntamos con Enrique y nos casa-mos, me pongo a estudiar francés, entramos amilitar en el comité de apoyo latinoamericano(donde había militantes de varias organizacio-nes). Vuelve a repetirse mi historia: trabajaba,estudiaba para rendir la equivalencia comomédica, militaba en tareas de solidaridad. Vi-víamos en una casa tomada.

En París estábamos bien, había consegui-do un buen trabajo, militaba, pero no me queríaquedar. Solía ir a la tumba de César Vallejo, yvarias veces repetí: “yo no me quiero moriraquí”. Vallejo murió exilado, como decía en elpoema “me moriré en París con aguacero / undía del cual tengo ya el recuerdo”.

Mientras tanto, militaba, creamos un comitéde ayuda a los ex presos que iban llegando, elCOMED, donde ayudábamos en sus proble-mas médicos. Un día cayó un compañero ne-gro, casi azul, y me pareció que no hablabafrancés, pensé que era africano, y era de Haití,me dio un ataque de vergüenza. También re-cuerdo a una compañera argentina, quemadacon fósforo durante la tortura. Mi tarea eracontener los/as compañeros escuchar sus re-latos y luego según la enfermedad biológicaque tuvieran, acompañarlo al médico u hospitalfrancés solidario con los refugiados políticos

(que no eran tantos)Durante el tiempo en Europa, viajé

bastante. Recuerdo cuando estuve en Lenin-grado, en el Instituto de la Gripe, conocí susteatros, como el Bolshoi, es una ciudad precio-sa, conocí las noches blancas porque era vera-no y el día no terminaba nunca, tomé vodka ycomí caviar negro como nunca en mi vida.También estuve en Argelia, donde conocí a loscompañeros del FLN, vimos las cárceles don-de torturaron los franceses, fue muy interesan-te impactante diría yo conocer la revoluciónargelina desde adentro. Fuimos también mu-chas veces a Bruselas, Holanda, Italia, y portoda Francia denunciando las dictaduras delCono Sur.

En Francia, lo conocí al Gordo Sánchez, delPRT, con quien después estuvimos en Nicara-gua, y que murió en el 89 en el Regimiento deLa Tablada. Cada compañero que salía de lascárceles argentinas y/o uruguayas iba a micasa. Madres como Olga Arédez también conla que nos hicimos amigas...éramos muy pare-cidas. pata’ e perro las dos y alegres

Como quería irme de Europa a algún lugardonde fuera útil, durante un tiempo pensé enirme como médica a colaborar con los paísesque estaban dejando de ser colonias de Portu-gal. Habíamos elegido Mozambique, pero cuan-do apareció la posibilidad de ir a Nicaragua nilo dudé. Cuando pude optar por Latinoaméri-ca, me enganché de cabeza.

Primero empezamos a pagarle el viaje en-tre todos a los que iban a combatir al Frente Suren Nicaragua, colaborábamos para pagar lospasajes, entre otros Irurzun, que estaba enMadrid, y el que hacía el nexo era Ramondetti.

El exilio en Europa

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[email protected]

13

En el corazónde la revolución sandinista

Llegamos a Managua en noviembre del 79,

con Enrique, en medio de la euforia del triunfo,

no tuvimos ni que pasar por la aduana, nos

recibió Irurzun, el Capitán Santiago, uno de los

compañeros históricos del PRT.

Me ofrezco para trabajar como médica, y

me ofrecen varios lugares, elijo Matagalpa

porque de los destinos que me daban era el

más cercano a Managua. Tengo que decir que

nunca me sentí extranjera en Nicaragua, desde

el primer momento me integré a la realidad

nica. En Matagalpa, la gente me recibió y me

contó como era la cosa en la época de Somoza,

me dicen que tenía que atender a la población

de dieciocho fincas, porque no había médicos y

los pocos que había se estaban yendo esca-

pando de la revolución sandinista (como ha

pasado en muchos procesos revolucionarios,

los profesionales liberales huyen ante la falta de

libertades). Cuando quiero ponerme a vacunar

y pregunto donde está el censo, me dicen que

en la época de Somoza no se había hecho

ningún censo, así que no teníamos datos de la

situación de la población, ni de nada.

Buena parte de mi historia durante el sandi-

nismo la conté en el libro que hicimos con Irma

Antognazzi (NICARAGUA, EL OJO DEL HURACÁN REVOLU-

CIONARIO, ver imágenes en página central).

Me acuerdo de la primera Nochebuena que

pasamos allá, los peones dormían en galpones,

a los que llamaban camarotes. Parecían cam-

pos de concentración nazis, sin luz, sin agua, sin

nada. El 24 de diciembre de 1979 a la noche,

termino de trabajar, y les digo: “feliz Nochebue-

na” y enseguida me sentí mal, no había ninguna

fiesta, para los peones sólo eran los frijoles de

siempre, y después a dormir en la oscuridad.

En los primeros tiempos, me contaron como la

destrucción de Managua, con el terremoto del 72,

transformó la ciudad, la dejó sin centro, es multi-

céntrica, y Somoza aprovechó el derrumbe para

urbanizar sus propias tierras sin ningún plan urba-

no, mejor dicho con un plan hacer una ciudad

multicentrica donde la gente no tuviese un lugar

de referencia para reunirse y protestar. Somoza

era dueño de la Cementera, de la Línea Aérea de

Nicaragua, y más. Era dueño de medio país.

Al principio de la revolución sandinista, la

situación social, en especial en la salud, era peor

que la había visto y vivido en Corrientes. La

pobreza era increíble, la miseria allá era increíble,

había visto pobreza e injusticia en Corrientes,

pero Nicaragua era más dura, no tener luz y tener

sólo un poquito de vela para la noche, porque no

les alcanzaba para comprar velas a cada rato.

Milité mucho en Nicaragua, integrándome

de lleno al FSLN (Frente Sandinista de Libera-

ción Nacional). Participé en las milicias popu-

lares, en el CDS (Comité de Defensa

Sandinista, a la manera de los CDR

Page 14: Felisa

En la revolución sandinista

14

cubanos), estuve en la campaña de alfabetiza-

ción por todos lados, en el Sindicato de traba-

jadores de la salud (en donde fui secretaria en

la sexta región, en Matagalpa, Jinotega y Va-

salla, estoy muy orgullosa de haber transitado

una experiencia sindical con los compas), tam-

bién estuve en la escuela de cuadros del san-

dinismo (donde veíamos el rol del imperialis-

mo, la historia de Nicaragua, de América Cen-

tral, del capitalismo, bastante simplificada),

todo eso lo hice en Matagalpa. En la zona de

guerra, en El Cuá – Bocoy, entre el 86 y el 88,

iba a reuniones de partido, a trabajar casa por

casa de los alzados a convencer a sus madres

para que hicieran que sus hijos se salieran de

la contra, estuve en todos los actos.

Me emboscaron tres veces y salí herida,

pero viva para contarlo.

Me acuerdo que con un compa nica joven

armamos una radio muy casera, con un viejo

pasacasete, y un parlante, para movilizar a la

población. Había mucho debate ideológico y

político entre la población.

Era muy fuerte, influenciaba mucho so-

bre la población, la campaña anticomunista que

hacían desde las radios de la contra desde Costa

Rica y Honduras. Jugó un rol jodido en la concien-

cia de muchos nicaragüenses en esa época.

Una etapa muy fuerte fue cuando estuve en la

zona rural en El Cuá – Bocay, más cerca de la

frontera con Honduras, en plena zona de guerra.

Fui como responsable de salud, después que la

contra asesinó a un compañero muy querido, el

vasco Ambrosio Mogorrón. En Bocay

Salir de Matagalpa fue todo un cambio, la

vida era mucho más dura. Pero la solidaridad,

el compañerismo también eran muy grandes.

Hasta hoy, recuerdo al Cuá como un lugar con

mucha intensidad, donde vivimos la guerra de

cerca, y donde hicimos de todo:

salud, educación, milicia, de todo.

Participé también en las dos

campañas electorales presidencia-

les, en 1984, y también en 1990 ya

nacionalizada nicaragüense, pero

siempre como militante de base,

yendo casa por casa.

Por la militancia en los años ni-

cas, me dieron la medalla del déci-

mo aniversario (en el 89), me die-

ron una de los trabajadores de la

salud (donde te elegían los trabaja-

dores de todo el país, primero por sección,

después por región, hasta el nivel nacional),

también por la brigada alfabetizadora, y de los

trabajadores del campo (de la ATC, Asociación

de Trabajadores del Campo).

Tuve pocos vínculos con los compañeros

del PRT que estaban allá, aunque nos vimos

algunas veces. Estaba Gorriarán Merlo, me

acuerdo de una fiesta en su casa en Managua.

Page 15: Felisa

15

Movimiento por laUnidad Latinoamericana y el Cambio Social

Muchos quedaron allá hasta ahora, como Pola

Augier, Néstor Napal, y nos cuantos más.

En la elección de 1990, militamos muchísimo,

trabajando casa por casa, y estaba convencida

que íbamos a ganar. No supimos ver los signos

contrapuestos. Por ejemplo, en una casa, el pa-

dre era un sandinista convencido, y me decía que

iba a votar por el sandinismo, pero si mirabas

bien, tenía un hijo alzado, con la contra, y otro

fallecido combatiendo en el Ejército Sandinista,

ese compañero votó por la UNO, aunque decía lo

contrario, porque no se soportaba más la guerra,

y la Violeta Chamorro prometía la paz.

Después de la derrota, me quise volver a la

Argentina, no soportaba que todo por lo que

habíamos luchado se viniera abajo, que se

privatizaran los servicios de los hospitales que

habíamos armado. Fueron doce años de mi

vida en Nicaragua.

Cuando vi la película NICARAGUA, EL SUEÑO DE UNA

GENERACIÓN, donde están los testimonios de mu-

chos argentinos que estuvimos en la revolución

sandinista (incluyendo el mío), me conmoví mu-

cho, fue ver una parte importante de mi vida, y

me parece que está muy bien planteada nuestra

integración al proceso sandinista.

Cuando finalmente volví a Nicaragua, en 2009,

me encuentro con la misma gente que estaba en

el Cuá, en la zona de guerra, que muchos habían

vuelto a ser campesinos. Me gusto mucho la

actitud de los funcionarios de Matagalpa, me

encontré con un compa que había estado con-

migo en la vigilancia revolucionaria, que ahora

estaba como responsable del Ministerio de

interior de Matagalpa, que era muy llano, y

me lleva a recorrer la zona. Me invita a

tomar un café, y lo hace el mismo.

La Secretaria política del FSLN Rosa

Argentina Barahona guerrillera ella ,su

padre y sus hermanos fue la primera mu-

jer que entró como militar de carrera en el

EPS (Ejército Popular Sandinista).me

dedicó su tarde, explicándome los nue-

vos logros y objetivos del FSLN y el nuevo

rol de las mujeres Tiene una claridad

política esa mujer!

Lo que vi ahora en Nicaragua es que hay

mayor trabajo ideológico en la población, se

habla de la construcción del socialismo, hay

una mejora en las condiciones de vida de la

población, el movimiento de mujeres hoy está

volviendo a pelear por la legalización del abor-

to, con el dinero del ALBA se capacita a las

mujeres sobre sus derechos económicos com-

partidos, para los jóvenes en la producción. El

ALBA ha servido también para construir vivien-

das populares, caminos, hospitales y centrales

de salud, calles, escuelas, nueva campaña de

alfabetización (un muy bajo nivel actual, cerca

del 4%). Crearon también un banco para las

cooperativas de todo tipo, campesinas, de pro-

ducción de ropa, etcétera.

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El regreso a la Argentina

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También hay otro hoy en Nicaragua. Con fon-

dos del ALBA se implementa el programa “Ham-

bre Cero”, que consiste en entregar a cada fami-

lia una vaca, dos chanchos, dos conejos, gallinas,

semillas de los alimentos básicos. La familia

debe cuidar los animales, reproducirlos, sem-

brar la huerta, si la producción es suficiente, se

alimenta toda la familia, y si hay excedentes se

vende o se trueca en el mercado local. Esto

también incrementa la producción de alimentos

de un municipio. Hay técnicos en producción

agropecuaria, que aconsejan cómo tener mejo-

res resultados. Todos esos bienes, igual que los

préstamos para microemprendimientos, son en-

tregados casi exclusivamente a mujeres.

Encuentro una diferencia entre Managua y

el interior. En el interior, las relaciones son más

llanas y directas. Tengo una mirada bastante

positiva sobre la situación actual, y sobre todo

sobre el futuro.

Frente a una situación tan grave como se

vive hoy en Honduras y Guatemala, veo que

Nicaragua es el único lugar de libertad real en

Centroamérica, aun con sus contradicciones.

El regreso a la Argentina

Finalmente, regresamos a la Argentina en

1991. El primer tiempo fue un largo peregrinar

con mi hijo, buscando un trabajo. Estuvimos un

tiempo en Cipolletti, hasta que me ofrecieron

un puesto para trabajar en salud pública en la

Municipalidad de Rosario. Así llegué a Rosa-

rio, donde nunca había estado antes.

Cuando me acomodé un poco, empecé una

larga búsqueda de espacios de militancia, des-

de el 92 hasta 2005. Estuve en los movimientos

de mujeres, en el PRONAPO Rosario (con el

Obispo Pagura, que venía del movimiento de

derechos humanos), en el PC, en las asam-

bleas barriales después del 2001, hasta que en

2005 me vinculé con el grupo de compa-

ñeros que hoy estamos en el MULCS.

Tengo una mirada latinoamericana, ese es

mi lugar en el mundo, creo que hay que cons-

truir desde esa mirada, siento a América latina

como mi patria.

En mi último viaje a Guatemala, en enero de

2012, me impactó mucho como me recibieron,

se ve que me conocían, me sentí como una

guerrillera más Estuvimos en Quetzaltenango,

con los principales dirigentes de la antigua

URNG (Unida Revolucionaria Nacional Guate-

malteca), justo al día siguiente de la asunción

de Otto Pérez Molina, que fue uno de los jefes

de la represión contra el movimiento guerrillero

y el pueblo. Hay una movida muy fuerte de

culpabilizar a los dirigentes guerrilleros, al mis-

mo nivel que los militares represores, para

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[email protected]

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liberar al ex presidente Ríos Montt. Hay un

altísimo nivel de violencia y de asesinatos, a

nivel étnico, político y también de los narcos, a

veces todo está bastante mezclado. Existe una

impresionante resistencia social. Muchos ex

militantes de la URNG siguen militando po-

líticamente y también en la lucha social,

con muchas subdivisiones.

En Honduras, estuvimos en San

Pedro Sula, donde estuve viviendo en

la casa de la madre del vice de Zela-

ya, y ahí estuve con uno de los compa-

ñeros de LIBRE. Hay una represión

mucho más política que en Guatemala, con

mucho poder en los terratenientes. Hay una

resistencia muy fuerte, hay barrios donde no

entra la policía del gobierno actual, estuve con

familias enteras que colaboran activamente

con la resistencia. Toda la resistencia está en

el Frente Nacional de Resistencia Popular

(FRNP). El golpe de 2009 despertó un fenóme-

no de resistencia inmensa, que recuerda bas-

tante a la historia de la resistencia peronista.

También estuvimos en El Aguán, con el

movimiento campesino y con el COPINH (Con-

sejo Cívico de Organizaciones Populares e

Indígenas de Honduras). Ahí en el Bajo Aguán

estuve en los asentamientos atacados por el

hacendado de la zona, Facusse, que tiene

600 colombianos mercenarios con armas

israelíes, que dice ser el propietario de las

tierras. Los campesinos están organiza-

dos en el MUCA (Movimiento Unido de

Campesinos del Aguán). Cuando fui allá,

era con la intención de quedarme a orga-

nizar la formación en salud, como parte de

una brigada de salud, quería transmitir las

experiencias que tengo, en Corrientes,

Nicaragua, en los asentamientos del MST

en Brasil. Pero como fui la única que res-

pondió a ese llamado, no se hizo la brigada.

Fue una lástima.

Antes estuve en el seminario de derechos

humanos en el Aguán, organizado por el Ob-

servatorio del Aguán y con la apoyatura del

COPINH, que duró tres días. Ahí se denunció la

situación de los campesinos, los familiares de

los compañeros asesinados, con mucha pre-

sencia de campesinos hondureños, y

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Después de muchos años, cuando me separé,

estuve buscando una casa acá en Rosario, y

encontré la casa donde vivo ahora, en calle

Necochea. Al poco tiempo, supe por los comen-

tarios de los vecinos de la zona que en este lugar

habían secuestrado y asesinado a varios mili-

tantes durante la dictadura. Yo no sabía nada,

porque como te dije no conocí Rosario hasta los

90. Averiguando descubrí que el 2 de agosto de

1976 la Policía Federal hizo un operativo cuyo

centro fue la casa que ocupo hoy, y mató a

Edgardo Silva y a Juan Tumbetta, y se llevaron

heridos por el pasillo a Ricardo Klotzman y a

Cecilia Barral, que estaba embarazada de nue-

ve meses. Todos eran militantes del PRT.

A Ricardo lo vieron vivo, muy herido y reci-

biendo torturas en un centro clandestino, acá

en Fisherton, después nadie lo vio, permanece

aun desaparecido. No se sabe donde llevaron

a Cecilia, que también está desaparecida,

La casa actual

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¿Casualidades?: de la casa de Felisay el eterno regreso del pasado

incluso no se sabe donde fue su parto. Ellos

son los padres de la nieta recuperada 103,

cuyos apropiadores vivían en Santa Fe. Co-

nozco ahora a la hija mayor de Ricardo, Ana

Klotzman, que estuvo aquí en casa para ver

como había sido el lugar del que se llevaron a

su papá. Ella es hija de Ricardo con su compa-

ñera anterior (que también era militante del

PRT) y tenía tres años cuando él desapareció.

Ahora tengo reunidos todos los datos a

través de entrevistas a vecinos, a otros militan-

tes, a la hija de Ricardo. Tenemos pensado,

junto con los compañeros, organizar un home-

naje en el Museo de la Memoria, y otro más

popular, acá en el barrio, frente al mural que

recuerda a los compañeros.

La vida te da esas vueltas, venir a vivir

muchos años después donde asesinaron a

compañeros de nuestra organización. No sé si

es una casualidad

de muchos militantes populares de otros paí-

ses. Se hizo en la ciudad de Tocoa.

Cuando pienso en el futuro, pienso que quiero

estar viva y lúcida para ver la revolución. Unos

muchachos jóvenes, acá en Rosario, me dije-

ron alguna vez que en veinte años haríamos la

revolución, y les dije que quiero vivir para verla.

Quiero seguir viendo como está Nicaragua,

donde se ven los efectos reales del ALBA, que

es mucho más que la teoría, que lo superes-

tructural, donde vi los efectos en la gente con-

creta de la colaboración entre los pueblos.

Quiero que gane Chávez, y que siga avan-

zando el proyecto del ALBA. Hay que consoli-

dar el proceso popular y socialista en todos

nuestros países, en nuestra América Latina.

Rosario, septiembre de 2012

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