fatiga

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Cuento contemporáneo

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FATIGA

Mir entonces la mujer que se coloc frente a m. Al llegar a Pino Surez, descendi una marabunta de usuarios y entr una no menos ostentosa cuando el declive del timbre anunci el cierre de las puertas. El vende discos, increblemente, pudo afrontar los apretujones y continuar su marcha mercantil. Ella prendi el tubo justo debajo de la mano por la que me sostena. Al estar a centmetros de m, me impresion ms la presuncin del escote que el perfume sedicioso, la mirada en busca de la ma, el color incandescente de la blusa o los ojos ostensiblemente negros. Qu protuberancias al asomarse la avenida Tlalpan!, me fue inevitable tal conceptualizacin.Mi espalda se restregaba en un largo cristal, su mirada penetraba la ma. Yo con treinta aos, ella se acercaba a los cuarenta. Yo sudaba de la frente y de las manos, ella recorra la punta de la lengua entre sus labios. Yo me mantena inmvil, tieso, ella prens con la suya mi mano que se sostena. Yo expres inconclusamente Disculpe, su mano, ella decidi aprisionarme en un inverosmil fast track. Yo mir por tercera vez la constancia del escote, ella apret con sus dientes la parte izquierda del labio inferior. Yo pens en el bien de la prostitucin, ella no slo me gui el ojo sino desliz su mano por mi brazo, la recorri hasta mi cuerpo y alcanz mi cintura, depositndola sosegadamente ah. Yo escuch el ruido del choque de las puertas y mir la otra estacin que desapareca, ella se restreg en m. Yo respir rpido y transpir alrededor de mi boca, ella cubri su mano con la voluptuosidad de su bolso. Yo mir a todos lados, constat la atmsfera absorta de los individuos del vagn, ella decidi prensarme con fuerza cariosa y decidida el bulto oculto, que se hizo instantneamente macizo, detrs de mi ziper del blue jeans. Yo contuve la respiracin, extravi todo tipo de palabras e imagin la rudeza del paraso, ella era la protagonista del juego. Yo consent la sed de un tacto incansable pero experto, ella me expres algo indescifrable al odo. Pregunt Cmo?, pero slo constat el silencio de sus labios, sin que dejara de prensarme la fiereza completamente erecta pero atrapada en el interior de mi pantaln. Volv a preguntar Qu dices?, pero ocurri lo mismo, salvo cuando las palabras pronunciadas me orillaron a desesperarme y despertar.En efecto, sin rastro de ninguna mujer, despert cuando el vagn se encontraba casi vaco, cuando me hallaba sentado en un austero asiento individual y en una estacin lejana donde deb haber descendido. Abr los ojos con la fantasa hurtada, con las hormonas hechas un bullicio y con la soledad en mis manos.