"fábula", de miguel hernández camacho

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Catálogo de la exposición "Fábula", de Miguel Hernández Camacho. Prólogo de Fernando Castro Flórez. Texto de Pablo Navazo Ostúa. Galerías del Cardenal Salazar, Córdoba, febrero de 2013

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EEl efecto de extravío es propio de la fotografía, un instrumento para

las nuevas mixtificaciones porque desvela y deforma a la vez, dentro de

la exactitud, lo que sigue siendo la eterna codicia que llamamos "real".

Al mirar siempre hay algo que no se ve, no porque se lo perciba como

falta, sino porque no pertenece a lo visible. Por medio de la fotografía

se abre el espacio del vértigo óptico y de la deriva onírica. En las

imágenes encontramos fragmentos de realidad, la fotografía es una

representaciónrepresentación de la "vida" más que de su grabación. Laplanche y

Pontalis observaron que la fantasía no es el objeto del deseo, sino su

encuadre. En la fantasía el sujeto no busca el objeto ni su signo:

aparece él mismo capturado por la secuencia de imágenes. El punctum

es un suplemento, es lo que la mirada añade a toda fotografía, una

especie de sutil más-allá-del-campo, como si la imagen lanzase al deseo

atravesando la barrera de lo que muestra: "la fotografía –apunta Roland

BarthesBarthes en La cámara lúcida- ha encontrado el buen momento, el kairós

del deseo". Se puede pensar en la fotografía como una huella,

fetichista, del encuentro con el enigma de la sexualidad. En el espacio

perverso, nada es fijo, todo es móvil, no hay una finalidad particular. El

fotógrafo se comporta como un voyeur, familiarizado con un lugar

desierto espera algo, su fantasma produce un cuerpo evanescente. Por

otro lado, es evidente que el registro fotográfico es un agente de la

fantasíafantasía colectiva de la cohesión familiar, siendo la cámara la

herramienta que detiene el movimiento, sostiene las huellas de un

teatro de la memoria; Pierre Bourdieu señaló que la fotografía misma no

es, con mucha frecuencia, más que la reproducción de la imagen que

fabrica un grupo de su propia integración.

Un objeto no es algo simple, ni algo que se conquiste si previamente no

se ha perdido: "un objeto es siempre una reconquista. Sólo si recupera un

lugar que primero ha deshabitado, el hombre puede alcanzar lo que

impropiamente llaman su propia totalidad.

Según Lacan, el término esencial en lo que se refiere a la constitución del

objeto, es la privación, una deriva de ese reconocimiento del Otro absoluto

como sede de la palabra.

LaLa metáfora es la función que procede empleando el significante, no en su

dimensión conectiva en la que se instala todo empleo metonímico, sino en

su dimensión de sustitución. Con todo, la constitución del objeto no es

metafórica sino metonímica, se produce allí donde la historia se detiene: el

velo se manifiesta, la imagen es el indicador del punto de la represión. El

fetiche ciertamente es tanto un símbolo cuanto un síntoma neurótico, el

despliegue de la perversión. Ya se trate de una parte del cuerpo o de un

objetoobjeto inorgánico, el fetiche es, simultáneamente, la presencia de aquella

nada que es el pene materno y el signo de su ausencia: símbolo de algo y de

su negación, proceso mental que puede mantenerse sólo al precio de una

laceración esencial, produciéndose una fractura del Yo. El fetichismo implica

tanto el gusto por lo no-acabado cuanto el proceso de la sustitución

metonímica, que, por otro lado, hemos determinado como característica del

arte del index. En cuanto presencia, el objeto-fetiche es en efecto algo

concretoconcreto y hasta tangible; pero en cuanto presencia de una ausencia, es al

mismo tiempo inmaterial e intangible, porque remite continuamente más allá

de si mismo hacia algo que no puede nunca poseerse realmente. Formas que

celebran siempre su aparición fantasmagórica, cifras (convulsas) de una nada

indeterminable.

A veces nos domina el miedo a perder todas las imágenes o incluso retorna

la ansiedad infantil ante la pesadilla de la sustracción violenta de los ojos

en el proceso de la dualidad monstruosa. La diferencia de lo idéntico supone

también la manifestación de la disimetría, anclada tanto en el deseo cuanto

en la lógica de la mirada: "Desde un principio, en la dialéctica del ojo y de la

mirada –leemos en el seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis de Lacan-, vemos que no hay coincidencia alguna, sino un

verdadero efecto de señuelo. verdadero efecto de señuelo.

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La fábula como breve composición narrativa, protagonizada por animales y personajes simbólicos, es la metáfora de la que nos valdremos para titular y presentar la quinta exposición llevada a cabo en el espacio de las Galerías del Cardenal Salazar durante el presente curso 2012-2013.

ElEl recorrido fotográfico que iniciamos como espectadores de esta muestra de Miguel Hernández Camacho, está dirigido hacia la esfera interior de un indagador de emociones, un montador de sueños, miedos y deseos, tan frecuentes y comunes a todos nosotros, que al ser plasmados con esta sensibilidad penetrante, asociada a la ruda honestidad del autor, no les dejará indiferentes.

AA través de esta selección de imágenes que reflejan el sentir voluble del artista, recorrerán un total de cinco series distintas, unidades temáticas concebidas como discursos narrativos completos e independientes. Se trata de cinco breves historias sobre objetos, animales y humanos, a modo de fábulas contemporáneas, cargadas de reminiscencias cinematográficas y literarias, de la historia del arte y la fotografía, pero también y sobre todo, Miguel nos despliega su propia trayectoriatrayectoria personal íntima, los aspectos más introspectivos de su joven existencia, desde recuerdos y sensaciones infantiles hasta sus experiencias vitales, ideales y temores más inmediatos.

Nacido casualmente en la ciudad de Madrid en 1988, en el seno de una familia con gran interés por el arte, Miguel pronto se trasladará a la provincia de Ciudad Real, donde a los dieciocho años de edad comenzará sus primeros estudios artísticos. Probando primero con diferentes disciplinas, se decidirá finalmente por orientarse hacia el campo fotográfico, principalmente motivado por las limitaciones expresivas que las técnicas pictóricas parecían ofrecerle. La presente exposición se componecompone de un total de 45 imágenes tomadas por el fotógrafo manchego, todas ellas disparadas en el interior de una antigua alberca perteneciente a una finca abandonada en la localidad de El Viso del Marqués, Ciudad Real.

LoLo que aquí recogemos supone una selección de instantáneas tomadas en los años de 2010, 2011 y 2012, los que representan sus tres primeros años de carrera como fotógrafo. Como espectadores de esta exposición seremos conscientes, porque la obra mostrada así lo deja patente, de que este joven artista no se ve obligado, como otros creadores de la fotografía, a viajar a lejanos países exóticos para inspirar su retina y sus lentes. Miguel enriquece la película fotográfica con las fuertes luces y sombras de las tierras clunienses,clunienses, extraordinariamente ricas en matices y contrastes, asociadas a una desbordante imaginación compositiva. Las obras mostradas proyectan sobre nosotros una serie de sueños lúcidos del artista, un conjunto de imágenes movedizas entre ideales conscientes y temores instintivos. La sugestión de un mundo íntimo y su experiencia vital son los elementos de los que se sirve el artista para desplegar un bestiario personal único. Experimentar con las distintas formas plásticas y técnicas de la fotografía es una constante en su obra. Gracias a su variada formación en diversas prácticas artísticas -pintura, dibujo o escultura- como recientemente en el campo digital, Miguel ha sido capaz de configurar un particular modo de representar sus realidades y ensueños. Orientado hacia una plástica estética que se nutre de lo evocativo como elemento central, hace del deseo y la pulsión onírica su auténtico impulso creativo.

LasLas series de la colección expuestas se encuentra totalmente abiertas a posibles interpretaciones y variaciones, y su sentido adquiere un total significado con la presencia e intervención cognitiva del espectador. Es ineludible destacar como el artista hace recaer sobre la mirada del espectador la responsabilidad final de cerrar las líneas de significación narrativas. Por ende, la contemplación de estas obras puede resultar tan rica y diversa como interpretaciones y valoraciones subjetivas posean los visitantes.visitantes. A pesar de sus claros referentes oníricos, la obra de Miguel tiene como punto de partida unas consistentes bases figurativas de fácil acceso, entremezcladas con matices frutos de su fantasía creativa, evidenciando una personalidad y un estilo poderosamente individualizado.

Dicho esto, y antes de proseguir desgranando la obra de Miguel Hernández Camacho, quisiera mostrar mi más sincero agradecimiento tanto a la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba, como personalmente a José Álvarez y Pablo Rabasco, por haber confiado en mí para esta gratificante tarea de comisariar e introducir con el prólogo de este catálogo, una colección fotográfica tan sugestiva como la presente.

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