extracto del libro la confesión_john grisham

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Extracto del libro “La confesión”. — ¿Fue a juicio a los doce años? — le preguntó Keith. El tic apareció de nuevo. —Algo así. Sí, tenía doce. Me acuerdo de que el juez hizo algún comentario en el sentido de que era demasiado joven para embarcarme en una nueva carrera como delincuente. Qué sabría él… — ¿Por qué delito fue? —Entramos en una tienda y nos llevamos todo lo que pudimos: cerveza, cigarrillos, caramelos, embutidos, patatas chips… Luego nos pegamos un banquete en el bosque y nos emborrachamos. Todo fue bien, hasta que a alguien se le ocurrió mirar el vídeo. Como era mi primer delito, quedé en libertad vigilada. El otro acusado era Eddie Stuart, que tenía catorce años. Pero para él no era su primer delito, así que lo mandaron al reformatorio y no lo he vuelto a ver. Era un barrio duro, con gamberros por todas partes. Cuando no armábamos alguna, nos metíamos en líos. Darrell me gritaba, pero no siempre estaba con nosotros. Mi madre hacía lo que podía, pero no conseguía dejar de beber. A mi hermano lo encerraron a los quince años. A mí, a los trece. ¿Ha estado alguna vez en un reformatorio, pastor? —No. —Ya me lo parecía. Son los niños que no quiere nadie. La mayoría no son malos, al menos al entrar; es una cuestión de falta de oportunidades. Primero estuve cerca de Saint Louis. Era como todos los reformatorios, una cárcel para niños y punto. Me asignaron la litera de arriba de una sala larga, repleta de niños de las calles de Saint Louis. La violencia era brutal. Nunca había bastantes vigilantes o supervisores. Íbamos a clase, pero la educación era de chiste. Para sobrevivir tenías que entrar en alguna pandilla. Alguien miró mi ficha y vio que había sufrido abusos sexuales, así que fui presa fácil de los vigilantes. Después de dos años de

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Page 1: Extracto Del Libro La Confesión_John Grisham

Extracto del libro “La confesión”.

— ¿Fue a juicio a los doce años? — le preguntó Keith. El tic apareció de nuevo.

—Algo así. Sí, tenía doce. Me acuerdo de que el juez hizo algún comentario en el sentido de que era demasiado joven para embarcarme en una nueva carrera como delincuente. Qué sabría él…

— ¿Por qué delito fue?

—Entramos en una tienda y nos llevamos todo lo que pudimos: cerveza, cigarrillos, caramelos, embutidos, patatas chips… Luego nos pegamos un banquete en el bosque y nos emborrachamos. Todo fue bien, hasta que a alguien se le ocurrió mirar el vídeo. Como era mi primer delito, quedé en libertad vigilada. El otro acusado era Eddie Stuart, que tenía catorce años. Pero para él no era su primer delito, así que lo mandaron al reformatorio y no lo he vuelto a ver. Era un barrio duro, con gamberros por todas partes. Cuando no armábamos alguna, nos metíamos en líos. Darrell me gritaba, pero no siempre estaba con nosotros. Mi madre hacía lo que podía, pero no conseguía dejar de beber. A mi hermano lo encerraron a los quince años. A mí, a los trece. ¿Ha estado alguna vez en un reformatorio, pastor?

—No.

—Ya me lo parecía. Son los niños que no quiere nadie. La mayoría no son malos, al menos al entrar; es una cuestión de falta de oportunidades. Primero estuve cerca de Saint Louis. Era como todos los reformatorios, una cárcel para niños y punto. Me asignaron la litera de arriba de una sala larga, repleta de niños de las calles de Saint Louis. La violencia era brutal. Nunca había bastantes vigilantes o supervisores. Íbamos a clase, pero la educación era de chiste. Para sobrevivir tenías que entrar en alguna pandilla. Alguien miró mi ficha y vio que había sufrido abusos sexuales, así que fui presa fácil de los vigilantes. Después de dos años de infierno, me soltaron. Dígame usted, pastor, qué puede hacer un quinceañero al volver a la calle después de dos años de tortura…