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89 Explotación, dominación y estructura de clase (Notas críticas sobre Erik Olin Wright y el análisis de clase) Miguel A. Cainzos López El análisis de clase ha experimentado desde los años setenta dos procesos simultáneos y con- tradictorios que han dado lugar a una compleja. y aun paradójica. situación actual. Por una parte, hemos asistido a una insólita proliferación de modelos teóricos y analíticos de alto grado de rigor conceptual. flexibilidad y so- fisticación, que ha sido notable tanto en lo que respecta a los planteamientos marxistas como en lo que se refiere a los weberianos. Es suficiente, a modo de muestra, recordar los trabajos de O. Carchedi. E. O. Wright o R. Blom. por un lado, y los de A. Giddens. E Parkin o J. Goldthorpc. por otro. Paralelamente, el análisis de clase ha adqui- rido (al menos en los países centrales del peculiar «sistema-mundo» de 1-a pmducción científico-so- cial) una inusual respetabilidad académica, que se manifiesta no sólo en la consolidación de la posición institucional de muchos defensores «ra- dicales» del análisis de clase, sino también en el aumento de la probabilidad de que ciertas varia- bles «de clase» sean incluidas en los análisis multivariables llevados a cabo por autores ancla- dos en la tnainstream sociology. por utilizar un tér- mino convencional (Wright. 1987b, 45). Sin embargo, al mismo tiempo que se producía esa consolidación cientifica y académica del aná- lisis de clase, ha habido una afloración creciente de criticas radicales de éste, dirigidas no sólo contra la plausibilidad teórica o la validez empí- rica de determinados usos o enfoques del mismo, sino también contra la matriz de supuestos que constituyen su presunto fundamento, Evidente- mente. la abundancia de objeciones al análisis de clase no constituye un fenómeno nuevo, sino que ha sido una constante histórica. Lo significativo y peculiar de la situación presente radica. por una parte. en la convergencia que se ha produ- cido entre críticas sistemáticas construidas desde muy diversos campos de trabajo y ámbitos de referencia (análisis electorales, estudios de las divisiones de género, investigaciones sobre los nuevos movimientos sociales, teoría del Estado, sociología histórica de las revoluciones, etc.) y. por otra parte, en la incorporación a las filas de la oposición al análisis de clase de un importante número de autores formados —y. en algunos casos, aún instalados— en las dos tradiciones intelectuales que han otorgado a aquel una mayor centralidad, a saber, la weberiana y. sobre todo, la marxista. Este creciente cuestionamiento del análisis de clase ha operado en dos planos distintos. corres- 7 Miguel A. Caímos i.ápez. i)pio. Sociología y Ciencia Política. Unís. Sa nhlaigo dc (~,mposicia t¾hha u Srnit-dod. 5 ti ~>). Madrid (pp. 89-105>

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Explotación, dominacióny estructura de clase(Notas críticas sobreErik Olin Wrighty el análisis de clase)

Miguel A. Cainzos López

El análisis de clase ha experimentado desdelos años setenta dos procesos simultáneos y con-tradictorios que han dado lugar a una compleja.y aun paradójica. situación actual.

Por una parte, hemos asistido a una insólitaproliferación de modelos teóricos y analíticos dealto grado de rigor conceptual. flexibilidad y so-fisticación, que ha sido notable tanto en lo querespecta a los planteamientos marxistas como enlo que se refiere a los weberianos. Es suficiente, amodo de muestra, recordar los trabajos de O.Carchedi. E. O. Wright o R. Blom. por un lado, ylos de A. Giddens. E Parkin o J. Goldthorpc. porotro. Paralelamente, el análisis de clase ha adqui-rido (al menos en los países centrales del peculiar«sistema-mundo» de 1-a pmducción científico-so-cial) una inusual respetabilidad académica, quese manifiesta no sólo en la consolidación de laposición institucional de muchos defensores «ra-dicales» del análisis de clase, sino también en elaumento de la probabilidad de que ciertas varia-bles «de clase» sean incluidas en los análisismultivariables llevados a cabo por autores ancla-dos en la tnainstream sociology. por utilizar un tér-mino convencional (Wright. 1987b, 45).

Sin embargo, al mismo tiempo que se producíaesa consolidación cientifica y académica del aná-lisis de clase, ha habido una afloración crecientede criticas radicales de éste, dirigidas no sólocontra la plausibilidad teórica o la validez empí-rica de determinados usos o enfoques del mismo,sino también contra la matriz de supuestos queconstituyen su presunto fundamento, Evidente-mente. la abundancia de objeciones al análisis declase no constituye un fenómeno nuevo, sino queha sido una constante histórica. Lo significativoy peculiar de la situación presente radica. poruna parte. en la convergencia que se ha produ-cido entre críticas sistemáticas construidas desdemuy diversos campos de trabajo y ámbitos dereferencia (análisis electorales, estudios de lasdivisiones de género, investigaciones sobre losnuevos movimientos sociales, teoría del Estado,sociología histórica de las revoluciones, etc.) y.por otra parte, en la incorporación a las filas dela oposición al análisis de clase de un importantenúmero de autores formados —y. en algunoscasos, aún instalados— en las dos tradicionesintelectuales que han otorgado a aquel unamayor centralidad, a saber, la weberiana y. sobretodo, la marxista.

Este creciente cuestionamiento del análisis declase ha operado en dos planos distintos. corres-7

Miguel A. Caímos i.ápez. i)pio. Sociología y Ciencia Política. Unís. Sa nhlaigo dc (~,mposiciat¾hhau Srnit-dod. 5 ti ~>). Madrid (pp. 89-105>

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pondientes a los dos modos básicos de uso delconcepto de clase, empleando en uno y otro casodiferentes mecanismos argumentativos.

En primer lugar, es posible identificar unaofensiva radical contra el uso más duro del análi-sis de clase, según el cual éste es relevante comomodelo de investigación social en la medida enque la estructura de clase es el origen —más omenos directo— de fuerzas sociales cuya acciónes considerada como un factor determinante —amenudo el principal— de la dinámica social, Laargumentación utilizada en este contexto por loscríticos pasa básicamente por la desarticulaciónde cuatro tesis, a saber: la de que las clases sonsujetos: la de que, aunque las clases no son suje-tos, existen sin embargo. actores colectivos declase: la de que es posible identificar intereses declase que constituirían el fundamento racional yobjetivo de determinados patrones de acción so-cial: y. por último, la de que existe algún otro ele-mento (por ejemplo, la experiencia vivida) quefuncionacomo principio unificador de las prácti-cas e identidades de losocupantes de una mismaposición de clase, que garantiza la reducción dela diversidad dispersa y compleja de sus posicio-nes de sujeto a una matriz común (cfr. Laclau/Mouffe, 1985: Hindess, 1987, 1989).

En otro plano, la crítica se dirige contra losusos más estrictamente taxonómicos y distributi-vos del concepto de clase. En estos usos, con eltérmino «clase» no se trata de designar un tipo deactores sociales, sino un factor al cual se atribuyeuna cierta eficacia causal en la distribución esta-dística del ingreso, las actitudes, el comporta-miento electoral, los hábitos culturales o cual-quier otra propiedad. La argumentación de loscríticos en este caso se dirige principalmente a larefutación empírica de aquella atribución de po-der causal específico a la variable «clase», El gra-do de radicalidad y el alcance dc este tipo decrítica varían enormemente, yendo desde la ne-gación de la primacía de la posición de clasecomo explicativa del voto hasta la afirmación dela casi ibsoluta insignificancia de las divisionesde clase que impregna diversas teorías de la so-ciedad (pos)industrial o posmoderna. pasandopor la postulación del carácter válido pero par-cial del análisis clasista.

Cuando el objeto de crítica lo constituyen lasformulaciones marxistas es frecuente que estasdos líneas de argumentación se completen con lapuesta en cuestión de ½teoria general de la bis-

toria y/o dcl desarrollo del capitalismo, a queaquéllas se vinculan de una u otra manera.

El producto conjunto de esta serie dc dispositi-vos críticos es una ofensiva frontal contra laplausibilidad y relevancia del análisis de 1-a es-tructura dc clase para la comprensión de fenóme-nos sociales de todo orden, ofensiva que. llevadaa su extremo siguiendo la primera —y más radi-cal— de las vías arriba esbozadas, acabaría pordesproveer al análisis —cualquier análisis— dela estructura social de toda centralidad en la in-vestigación de las prácticas y dinámica sociales.Por supuesto. en esta hipótesis, el conocimientode la estructura social tendría todavía una ciertasignificación en cuanto clasificación descriptivade los individuos en categorías convencionales,pero perdería el carácter estratégico que posee enaquellos contextos teóricos en los que se postulala existencia de mecanismos causales que esta-blecen una conexión (más o menos sistemática,más o menos directa, pero en todo caso analítica-mente determinable) entre estructura y acción y,de ese modo, permiten atribuir a aquélla una ca-pacidad configuradora de ésta. aunque sea entérminos meramente probabilísticos.

Dicho brevemente: mi tesis es que la críticaradical del análisis de clase se vincula a la de-fensa —implícita o explícita— de un extremo re-duccionivmo accionalista, que puede asumir lasmás diversas formas, desde un weberianismomás atento a las prescripciones metodológicas deWeber que al ejemplo de su propia investigaciónsociológica e historiográfica. hasta un posmar-xismo que intenta recuperar una dimensión de losocial —la acción— que ha permanecido repri-mida en buena parte de la tradición marxista,pasando por la variopinta familia de teorías quesubrayan de manera unilateral la naturaleza dis-cursiva de lo social. De este modo, el intento desuperar lo que ha sido insistentemente caracteri-zado como reduccionismo de clase o reduccio-nismo estructuralista podría acabar conduciendoa un reduectonísmo opuesto y. por tanto, simétri-camente insatisfactorio.

En cualquier caso, ante el fuego graneado desus críticos, el análisis de la estructura social, yparticularmente el análisis de clase. afronta elgran reto de justificar su legitimidad teórica y surelevancia empírica. desprendiéndose de aque-llos supuestos que hayan sido eficazmente desar-ticulados y demostrando su capacidad de cons-truir programas de investigación social progresi-vos. En este sentido, es crucial la superación de la

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simplificación reduccionista a través de la elabo-ración de modelos analíticos que proporcionenmecanismos causales sustentadores de la tesis dela eficacia de la estructura y que, al mismo tiem-po, reconozcan la autonomía última de la acciónsocial; o, dicho con otras palabras, modelos ca-racterizados en el plano epistemológico por sucarácter realista y en el plano teórico por su res-peto del principio de la «dualidad de la estruc-tura» o «dualidad de la praxis» (sobre estas no-ciones. cfr. Bhaskar, 1979,4346, y Giddens. 1984,25-28).

A mi juicio. el trabajo de Erik Olin Wrightconstituye el más sólido y sostenido intento deafrontar aquel desafío mediante la producción deuna original y sistemática teoría de clases y sutraducción en una estrategia de investigación em-pírica operativa a diversos grados de abstracción,ya sea a nivel micro o macrosocial. Por supuesto,las propuestas de Wright tienen, en su estado ac-tual de desarrollo, insuficiencias y lagunas, perotambién abren nuevas perspectivas que permitenvislumbrar la posibilidad de construir un modelototalizador que satisfaga las condiciones a queacabo de referirme. El examen de aquellas debili-dades y estas perspectivas será el objeto del restode este texto.

1 objetivo de Wright es construir unmodelo de análisis de clase marxistaque conserve un núcleo duro y ambi-

cioso de supuestos y metas explicativas, enten-diendo que ello reporta notables ventajas deorden teórico, metodológico e incluso político.En particular, y si bien descree tanto de las ver-siones más osadamente deterministas del mate-rialismo histórico <cfr. Levine-Wright. 1980)como de la identificación aproblemática de lasclases como sujetos (Wright. 1985a. 14, 123-124).Wright ha tratado de establecer una estrecha vin-culación entre su tipología de las estructuras declase y una tipología histórica de modos de pro-ducción (Wright. 1985a, 82 ss., aunque en textosmás recientes Wright muestra un mayor escepti-cismo al respecto: dr. Wright, 1988b). En con-gruencia con ello, su agenda explicativa parte delos postulados de que: 1) «la estructura de claseimpone límites sobre la formación de clase, laconciencia de clase y la lucha de clases», y 2) «las

estructuras de clase constituyen las líneas cuali-tativas de demarcación social en las trayectoriashistóricas de cambio social» (Wright, 1985a. 27.31). al mismo tiempo que 3) estructuran sistemá-ticamente «el conflicto social dentro de tiposdados de sociedad», esto es, dentro de cada modode producción (Wright, 198gb, 43).

Estos postulados se conectan de manera inme-diata con los que Wright considera caracteres bá-sicos comunes a toda concepción marxista de lasclases sociales, a saber, las tesis de que: 1) el con-cepto de clase es relacional (no gradual), 2) lasrelaciones que lo definen son de antagonismo yno de simetría o reciprocidad. 3) ese antagonismotiene su origen en una diversidad de posicionescon respecto a la explotación, y 4) el origen de laexplotación (y. por tanto, de aquel antagonismo>se halla en las relaciones sociales de producción. yno en las relaciones de intercambio o en la orga-nización técnica de la producción (Wright.1983b, 232-233; Wright, l985a, 34-37).

Desde esta óptica ha afrontado Wright explí-citamente la necesidad de ofrecer una justifica-ción del estatuto explicativo otorgado al conceptode clase, exigencia que, desde la adopción de unaepistemología realista que Wright hace explícita(Wright, 1988b, 8-10; 1987b, 2Sss.). se plantea co-mo elucidación de los mecanismos causales im-plícitos en la estructura de clase, es decir, de pro-

— 1 — cesos generadores de efectos observables empíri-camente. aunque susceptibles de ser bloqueadospor la acción de otros mecanismos coexistentescon aquéllos en un sistema abierto. Wright haidentificado tres tipos de efectos atribuibles a laoperación de mecanismos estructurales de clase,que podrían ser tomados como base para la ela-boración del concepto de clase y para la defensade su valor explicativo, a saber: intereses materia-les, experiencia vivida y distribución de las capa-cidades de acción colectiva (Wright. 1988b. 8 Ss.:cfr. Wright. 1983d, 146-148). Sin embargo. Wrightha terminado por negar la validez de los dos últi-mos porque no permiten fundar un concepto declase que satisfaga las exigencias implícitas en suagenda explicativa.

Wright ha argumentado que la experiencia vi-vida no puede proporcionar un fundamento ade-cuado, debido a la imposibilidad de estableceruna estrategia sistemática de especificación delos patrones comunes de experiencia que ha-brían de ser definitorios de la pertenencia a unaclase. Ciertamente, seria posible hallar una ma-triz expe~encial común en un plano muy ele-

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vado de abstracción (modo de producción), perono habría posibilidad de establecer una conexióndeductiva entre aquélla y las relaciones de claseconsideradas en un plano más concreto (forma-ción social, coyuntura) (Wright. 1988a. 105-106:1988b, 25-26). A ello habría que añadir que lamultidimensionalidad de las condiciones dc vidade los individuos —que no se agotan en absolutoen las relaciones de producción— hace difícil launificación de su experiencia en un todo sistemá-tico. Además, aun en el caso de que esa unifica-ción fuese posible, no se le podría atribuir uncarácter «de clase» a menos que se introdujeseun principio integrador externo y objetivo, locual implicaría el recurso a un mecanísmo pro-ductor dc otros efectos, diferentes de la propiaexperiencia compartida. Por último, como el pro-pio Wright ha observado yel sentido común con-firma, hay buenas razones para creer que la ex-periencia vivida originada en situaciones sociales(o posiciones de sujeto) no definibles en términosclasistas puede, en muchas situaciones, tener unvalor predominante desde el punto de vista exis-tencial; este hecho socava radicalmente la posibi-lidad de construir a partir de la categoría de expe-riencia una defensa del central papel explicativoque Wright otorga al concepto de clase.

De manera semejante, la distribución de capa-cidades de acción común entre diversos gruposno puede proporcionar un fundamento al con-cepto de estructura de clase ni una base a su esta-tus teórico, debido a que las condiciones de posi-bilidad de la acción colectiva son enormementecomplejas y desbordan el marco estricto de lasrelaciones de producción. Por supuesto, la distri-bución de recursos sociales derivada de éstasconstituye un determinante clave de las prácticassociales, pero hay otros muchos factores que pue-den ser igualmente decisivos en determinadas si-tuaciones.

En términos más generales. es obvio que tantola experiencia compartida por los agentes situa-dos en una misma clase social como la distribu-ción de capacidades colectivas son factores deextraordinaria importancia en el análisis de lasrelaciones y procesos mediadores entre la estruc-tura de clase, la percepción y conciencia de clasey la formación de sujetos. Sin embargo. su consi-deración ha de ser posterior a la propia determi-nación conceptual de objeto «estructura de cla-se». Y la única vía para llevar a cabo ésta mante-niéndose dentro de las coordenadas que Wrightpropone como definidoras del análisis dc clase

marxista y. al mismo tiempo. consolidando el es-tatuto teórico que le atribuye al concepto de cla-se, viene dada por la noción dc intereses matena-les. Así pues, la cuestión clave pasa a ser la dccómo se han de concebir esos intereses y cómo sedebe definir la estructura de clases para que deella se pueda seguir una atribución sistemáticade intereses a las posiciones.

— II —

n diferentes momentos a lo largo de suevolución intelectual, Wright ha some-tido la noción dc interés de clase a una

explícita tematización, Es posible identificar sig-nificativos deslizamientos conceptuales y cam-bios de perspectiva en sus sucesivas aproxima-ciones al tema. pero aquí me interesa principal-mente delinear los caracteres constitutivos delconcepto de interés (de clase) que Wright utilizade manera más o menos estable.

Según Wright. «decir que un grupo de actorescomparten intereses materiales comunes confi-gurados por las relaciones sociales de produc-ción es decir que. objetivamente, afrontan dile-mas y rrade-oflX similares en la búsqueda delbienestar y el poder económicos» (Wright. 1988b.15). Esto significa que lo característico del con-cepto de interés de clase no es atribuir determina-das orientaciones racionales con un contenido

concreto, sino poner de manifiesto que los indivi-duos situados en una misma posición de claseestán implicados en un juego compartido y quelos cursos de acción y alternativas estratégicas deque disponen son los mismos (lo cual los diferen-cia de —y opone a— los integrantes de otras cla-ses).

No obstante, la atribución de intereses de clasea los agentes sociales tiene su fundamento prima-río en el postulado de que es posible identificarunos «intereses intrínsecos» objetivamente exis-tentes. es decir. unas orientaciones básicas comu-nes. por referencia a las cuales se lleva a cabo laasignación de intereses de clase —en cuanto «in-tereses instrumentales»— (véase sobre esta dis-tinción Wright, 1988b. 10).

Por una parte. Wright entiende que los actorestienen un <¿interés objetivo” en incrementar sucapacidad de actuar» (Wright. 1985a, 28). Ahorabien.

o

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«en la medida en que la capacidad real que los indivi-duos tienen de hacer elecciones y actuar de acuerdocon ellas —es decir, su libertad real— es configuradasistemáticamente por su posición dentro de la esiruc-ura dc clase, tienen intereses de clase objetivos basa-dos en este interés re-al co la libertad» (Wright. i985a.249: cfr, idem, 31-32).

tico de la estructura de clase en cuanto genera-dora de los intereses objetivos así concebidos.

— III —

u uuu*uu 4 u uuuu u

En particular, este parece ser el fundamento dela tesis de que los individuos tienen interés en elcontrol del producto excedente y, por tanto, delas inversiones económicas (interés político declase).

Por otra parte. la asignación de intereses declase tiene un segundo fundamento en el princi-pio de que los individuos tienen un interés obje-tivo en mejorar su bienestar económico entendi-do en términos de la relación entre trabajo, ocio yconsumo o ingreso (interés material) (Wright.1985a, 36; 1988b, II).

Finalmente, si la atribución de intereses objeti-vos es aceptable como punto de partida del análi-sis y como elemento constitutivo de la propia de-finición de las clases, ello se debe a que aquéllosson «objetivos potenciales de los agentes de cla-se». En sus primeros textos. Wright especificabaque los intereses de clase serian «aquellos objeti-vos potenciales que se convertirían en objetivosreales de lucha en ausencia de las mistificacionesy distorsiones de las relaciones capitalistas», esdecir. «si los actores contaran con una compren-sión científicamente correcta de sus situaciones»(Wright. 1978b, 82-83). No es en absoluto eviden-te que Wright suscribiese en la actualidad seme-jante formulación. dc carácter marcadamente ra-cionalista. Sin embargo. es en esa perspectiva co-mo cobra sentido la distinción —que Wright hamantenido hasta sus textos recientes— entre inte-reses inmediatos e intereses fundamentales, es decir.aquellos que «se constituyen dentro de una es-tructura dada de relaciones sociales» y aquellosotros que cuestionan esa estructura (Wright.1978b, 83). o, dicho de otro modo, «intereses defi-nidos dentro de un conjunto dado de ~reglasdeljuego” (...) e intereses sobre las reglas básicas mis-mas» (Wright. 1985a, 62). Esta distinción, apli-cada al análisis de las sociedades capitalistas.permite a Wright afirmar que la clase obrera tie-ne interés objetivo —y fundamental— en el so-cialismo y da, por tanto, una clara proyecciónpolítica a sus propuestas teóricas.

Lo que me ocupará en las secciones sucesivases la consideración del modo en que Wright haafrontado la tarea de construir un modelo analí-

n una primera etapa, Wright intentóconstruir un modelo de la estructura declase que tuviera en cuenta tres proce-

sos fundamentales ocurridos a lo largo del de-sarrollo del capitalismo, a saber, la progresivapérdida de control sobre el proceso de trabajopor partede los obreros, la diferenciación de fun-ciones del capital (particularmente. «la diferen-ciación funcional entre propiedad económica yposesión y la parcial disociación de la propiedadjurídica y la propiedad económica» (Wright,1978b. 61-62) y el desarrollo de jerarquías com-plejas como consecuencia dcl despliegue de lagran empresa capitalista moderna.

Wright tomó como punto departida la diferen-ciación de tres dimensiones en las relaciones deproducción capitalistas:

«el control sobre los medios fisicos de producción; elcontrol sobre la fuerza de trabajo: ci control sobre lasinvestigaciones y la asignación de los recursos. Losdos primeros constituyen lo que Poulanizas ha deno-minado posesión, mientras que el tercero coincideesencialmente con la propiedad económica» (Wright.1978b. 65).

Desde otro punto de vista, el control sobre losmedios fisicos de producción y sobre la asigna-ción de recursos son aspectos de las relaciones deapropiación. mientras que el control sobre lafuerza de trabajo define relaciones de domina-ción y autoridad.

Aceptando el principio de que no hay una co-rrespondencia perfecta entre la posición de losactores en las relaciones de producción según ca-da uno de estos aspectos y de que su posición res-pecto a cada uno de ellos no es de todo o nada (esdecir, control total o nulo), sino qtíe hay situa-ciones intermedias, Wright construyó una matrizcompleja de relaciones de clase en la cual se pue-den identificar posiciones polares. burguesía y pro-letariado, caracterizadas, respectivamente, por ladisposición de control pleno y la desposesión ab-soluta de control en todas las dimensiones de lasrelaciones de producción, pero también situacio-nes contradictorias, caracterizadas por disponer deun grado intermedio de control en alguna de lasdimensiones y por una desigual situación en el

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conjunto de todas ellas, es decir, posiciones queestán simultáneamente en dos clases.

Wright diferenció entre situaciones contradic-torias dentro del modo de producción capitalistay situaciones contradictorias entre el modo deproducción capitalista y el modo de producciónmercantil simple. Entre las primeras. esto es. lasposiciones de aquellos agentes que en un res-pecto están en la burguesía pero en otro formanparte de la clase obrera, Wright sitúa a los directi-vos (que no ostentan propiedad de los medios deproducción pero tienen capacidad de decisiónsobre su uso y ocupan una posición a la vezdominante y subordinada en las relaciones deautoridad) y los supervisores y capataces (que notienen control alguno sobre la asignación de re-cursos ni sobre los medios físicos dc producción,pero tienen cierto grado de control sobre la fuer-za de trabajo, ocupando,pues, una posición dualen las relaciones de autoridad). Entre las segun-das. Wright diferenciaba posiciones contradicto-rias entre la burguesía y la pequeña burguesía,esto es. pequeñospatronos, y posiciones contradic-torias entre pequeña burguesía y proletariado, es-to es. trabajadores semiautónomos (que no poseenlos medios de producción pero tienen una capa-cidad sustancial de dirigir su propia actividadproductiva, es decir, cierta autonomía).

Diversos críticos —y el propio Wright en suautocrítica (1985a, 51 ss)— han sostenido queeste primer modelo de estructura de clase tieneimportantes insuficiencias teóricas y problemasde operacionalización analítica de las categoríasconstruidas. Lo fundamental para nuestros pro-pósitos aquí es’que —según tales autores— elanálisis en términos de las diversas dimensionesdc las relaciones de producción y. por tanto, de ladiferenciación entre situaciones polares y situa-ciones contradictorias no cumple los objetivos bási-cos que Wright se había impuesto, a saber, la identi-ficación de clases que llevasen consigo interewsopuestos.

En primer lugar, Wright utilizaba criterios dediferenciación de posiciones que en modo algu-no llevan consigo la posibilidad de atribuir a losactores sociales unos intereses específicos, dife-rentes y contrarios a los de los integrantes de lasdemás clases. Ello es obvio en el caso de los tra-bajadores semiautónomos, cuya disposición decapacidad de dirigir su actividad no supone enabsoluto una diferencia sustancial de interesescon respecto a los miembros de la clase obrera yes. además, un rasgo dependiente de factores

contingentes externos a la propia naturaleza delas posiciones en las relaciones sociales de pro-ducción. Algo semejante ocurre con la categoríade pequeños patronos. cuya supuesta contradic-ción de intereses con el conjunto de la burguesíano es en absoluto deducible a partir de los crite-rios de diferenciación de posiciones que Wrightpropone. los cuales tienen, ciertamente, un carác-ter gradualista y no relacional.

Por otra parte, y este es un problema de mayoralcance teórico, en su autocrítica Wright afirma-ría que la dificultad de atribuir intereses especí-ficos a las posiciones diferenciadas en este pri-mer modelo tiene profundas raíces en un ínad-vertido deslizamiento desde la explotación a la do-minación como principio configurador de la es-tructura de clase. Ciertamente, aunque Wrightapelara formalmente a las relaciones de explota-ción como fundamento de la división de clase, locierto es que sus categorías estructurales estándefinidas en términos de relaciones de control.dominación y autoridad. Ahora bien, según elpropio Wright lo expresada autocriticamente, «elconcepto de ‘dominación” no implica, en sí y porsí mismo, que los agentes tengan un interés espe-cífico» (Wright. 1985b. 56).

Como trataré de mostrar más adelante, no esen absoluto evidente que esta afirmación sea sos-tenible. Sin embargo, y esto es lo que aquí im-porta lo cierto es que a partir de ella y de la con-siguiente percepción de insuficiencias de su enfo-•que inicial Wright construyó un segundo modelodc analísís de la estructura de clase.

—Iv—

», u..

n esta nueva formulación (Wright,1983c. 1985a, 1985b). Wright toma lasrelaciones de explotación como eje de-

finidor de las posiciones de clase. Siguiendo aJohn Roemer. Wright entiende por relación deexplotación aquella que existe entre dos indivi-duos o grupos de tal modo que el bienestar mate-rial de uno de ellos tiene como condición el ma-lestar del otro. Wright considera que el origen dela explotación se halla en la desigual distribuciónde la propiedad de bienes productivos (entre loscuales diferencia fuerza de trabajo, medios físi-cos de producción. bienes organizacionales —esdecir, control sobre los mecanismos de toma dedecisión en organizaciones— y cualificaciones).

b

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Cada uno de ess tipos de bienes es central en ladefinición de un modo de producción, al cualcorresponden diferentes mecanismos de explota-ción. Sobre esta base, Wright especifica las con-diciones de existencia de explotación del modosiguiente. Existe explotación si, 1) existe desigual-dad de propiedad de uno de aquellos tipos de bie-nes productivos, 2) existe una alternativa hipotéti-camentefactible en la cual un grupo (el explotado)estaría en una situación mejor que la actual y elotro grupo <el explotador) estaría peor que en elpresente, y 3) en la situación actual un grupo(el explotador) se apropia parte del productofrutodel trabajo del otro <el explotado) (Wright, 1985a..64 ss.).

De acuerdo con estos principios Wright identi-fica una serie de esquemas dicotómicos de explo-tación y clase que corresponderían a los modosde producción «puros». Ahora bien, en las socie-dades reales no existen aquellos modos de pro-ducción aisladamente, sino interpenetrados o ar-ticulados entre sí. Debido a ello, es necesarioconstruir «mapas» de las clases presentes en lasformaciones sociales en las cuales coexistenvarios modos de producción. En ellas existiránclases que ocupan posiciones de explotado deacuerdo con uno de los ejes de las relaciones depropiedad y de explotador de acuerdo con otros.Así, en el caso de las formaciones sociales capita-listas, Wright diferencia 12 posiciones de clase,que incluyen las dos clases «puras»del modo deproducción capitalista (burguesía y proleta-riado), la clase propia del modo de producciónmercantil simple, y una serie deposiciones contra-dictorias en las relaciones de explotación, que sonexplotadas según el eje de la propiedad demedios de producción (es decir, según las relacio-nes de producción capitalistas), pero ocupanposiciones explotadoras según los ejes de los bie-nes organizacionales (relaciones propias delmodo de producción estatista. según Wright) olas cualificaciones (relaciones propias del modode producción socialista, según Wright). Particu-larmente relevantes son los casos de los directivos(en posición de explotación organizacional. peroexplotados en términos capitalistas) y de los ex-penos altamente cualificados (en posición de ex-plotación según las cualificaciones, pero explota-dos en términos capitalistas y organizacionales).A ello habría que añadir la ulterior complicaciónintroducida por la existencia de posiciones inter-medias a lo largo de cada uno de estos ejes (su-pervisores, trabajadores cualificados...).

En principio, este nuevo enfoque de Wright pa-rece ofrecer un más adecuado punto de partidapara la construcción de categorías de clase queimpliquen una correlativa distribución de intere-ses contrapuestos, puesto que resulta obvio quelos individuos o grupos ligados por relaciones dcexplotación afrontarán alternativas estratégicasdiferentes en su intento de maximizar su bienes-tar material y su capacidad de acción. Al estable-cer una correlación entre relaciones de propie-dad, explotación y modo de producción, pareceproporcionar una sólida base para un conceptomaterialista de clase que opere en el intento deexplicación de las trayectorias de cambio epocalen un elevado plano de abstracción. Al mismotiempo, el carácter multidimensional de los mo-delos de explotación utilizados semeja permitirun matizado reconocimiento de una diversidadde posiciones contradictorias que definen intere-ses ambivalentes o contradictorios internamente.Esto —junto con la introducción de categoríastales como las de situación de clase mediada (vs.directa) y de posición de clase ambigua, o la deindeterminación temporal de la situación de clase.que Wright ha realizado últimamente (Wright.1988b, 1989)— permitida un análisis flexible delas determtnacíones de clase que configuran lasprácticas sociales y políticas en una perspectivaintrasistémica y en un plano más bajo de abstrac-ción (formación social singular). Sin embargo, elnuevo modelo está aquejado de carencias quepudieran mermar su capacidad de alcanzar losobjetivos para los que está diseñado.

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s posible diferenciar tres grandes gru-pos de problemas que afectan al mo-delo de Wright y que, en gran parte.

han sido ya señalados por diversos críticos. Enesta sección enumeraré algunos de esos proble-mas para. en la siguiente. apuntar hacia unacuestión de fondo que, aunque —por lo que yosé— no ha sido suficientemente puesta de relievehasta ahora, afecta al núcleo de la estrategia se-guida por Wright en la construcción de aquelmodelo y está detrás de algunos de los problemasa que seguidamente aludiré.

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- Problemas con el concepto de explotaciónutilizado y, por tanto,con la naturaleza global del enfoque

Primero, el concepto de explotación utilizadoparte de la identificación de alternativas hipotéti-camente factibles en las cuales unos agentes esta-rían mejor y los otros peor. Sin embargo, ni Roe-mer ni Wright proporcionan reglas metodológi-cas claras para la construcción dc tales alternati-vas hipotéticas. lo cual hace imposible diferen-ciar entre las aceptables y las espúreas (Carchedi,1987, 118-119).

Segundo, no es en absoluto evidente qué pesose debe dar a la exigencia de «factibilidad hipoté-tica» de las alternativas definidas: por una parte,la consideración de la factibilidad de una alter-nativa es dependiente de factores ideológicos y.por otra parte. las condiciones objetivas de la fac-tibilidad (o, desde otra perspectiva, las condicio-nes que hacen que exista una cierta explotaciónsocialmente necesaria) son históricamente varia-bles y no fijas. lo cual, sise aplica estrictamente elcriterio de Wright. parece indicar que un mismotipo de relación objetiva es, en ciertas situacio-nes, explotadora, y en otras no. Este problemasólo se podría obviar —y este parece ser el ca-mino elegido por el propio Wright— atenuandola exigencia de factibilidad y subrayando la natu-raleza hipotética de las alternativas definidas,que quedarían así reducidas a meras «alternati-vas imaginables en un experimento mental».pero ello conllevaría una notoria arbitrariedady ahistoricidad en la definición de las situacio-nes de explotación (Carchedi, 1987, 116: l3urrís.1988. 64).

En tercer lugar. la deseabilidad de las alternati-vas —es decir, la mejora o empeoramiento relati-vos de la situación de los explotados y de losexplotadores— depende de factores externos a lapropia existencia de transferencias de pluspro-dueto de unos agentes a otros, lo cual hace quedeterminadas alternativas más equitativas que lasituación actual sean, sin embargo. indeseablespara los agentes explotados en términos de subienestar material y. por tanto, si se toman en suliberalidad los criterios de Wright y Roemer.aquellas alternativas no permitirían definir comoexplotadora la situación actual, aunque en ella sediese apropiación del producto de unos indivi-duos por otros: así, una alternativa igualitaria po-dría ser indeseable si fuese acompañada de faltade incentivos o de costos de transición que impli-

casen un empeoramiento de la situación materialde los individuos, aunque fuese en un contextode mayor igualdad y libertad (cfr. Offe. 1985. 85:Przeworski. 1985. 237). Este punto es enorme-mente importante por dos razones. Por un lado,parece síntoma de la subjetivización del concep-to de explotación que está implícita en el plantea-miento de Wright y que, al establecer la existen-cia o no de explotación en términos de la de-seabilidad relativa de una situación para unosactores sociales, desprovee a aquel concepto debuena parte de su valor analítico (identificaciónde dimensiones objetivas de lo social) y critico(Offe. 1985. 85-86). Por otro lado. aquellas para-dojas parecen indicar los límites de todo intentode fundamentar la deseabilidad de una sociedadigualitaria y libre únicamente sobre el principiode los intereses en el bienestar material (porcon-traposición a los intereses políticos), pues puedeocurrir que éstos conduzcan a la defensa de so-ciedades más injustas —por ejemplo, el capita-lismo— debido a los costos implícitos en la cons-trucción de una sociedad más justa y libre —elsocialismo.

En cuarto lugar, todos estos problemas se com-plican debido al carácter más gradualista que re-lacional que puede ser atribuido al modelo deWright. En efecto. las posiciones de clase diferen-ciadas en términos de propiedad o no propiedadde cada uno de los bienes productivos se sitúanen un continuo en el cual toda diferenciacióncategórica tiene un carácter arbitrario, especial-mente en lo que respecta a las posiciones inter-medias.

En quinto lugar. no es en absoluto obvia lacoherencia del modelo de Wright en cuanto sig-nifica una fusión de algunas del-as propuestas deRoemer, en particular su modelo de teoría de jue-gos. con algunas tesis más tradicionales del aná-lisis de clase marxista. En particular, no está cla-ra la plausibilidad del criterio de transferencia deproducto del trabajo de unos agentes a otros unavez que se haya abandonado la teoría del valortrabajo. ya que no es fácil, en ese caso, encontrarun criterio para determinar las proporciones en-tre trabajo y producto consumido (Carchedi.1987. 118-1 19).

Un sexto problema que se plantea es el de larelación entre los diversos ejes que configuran lamatriz mutidimensional de explotación y decía-ses en una formación social y, particularmente.en una formación social capitalista. En efecto, enel análisis de Wright no hay la necesaria temati-

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Explotación, dominación y estructura de clase... 97

zación de las relaciones sistemáticas existentesentre la explotación capitalista, como dominanteen las formaciones capitalistas, y los demás tiposde explotación, que se hallan articuladas o inter-penetradas con aquélla (Burris, 1988, 62-65). locual es especialmente chocante habida cuenta deque, en otros contextos. Wright ha abordado 3-aimportante cuestión de la relación entre los mo-dos de producción coexistentes en tina forma-ción social (cfr. Wright. l983a). Por otra parte, eltratamiento que Wright hace de la explotacióncapitalista, como un tipo particular de un con-cepto más amplio y general de explotación, obli-tera la consideración de algunos de sus caracte-res esenciales y distintivos (OfIe. 1985, 86-87).

2. Problemas respecto a los tiposde bienes productivos diferenciados

Como se ha señalado anteriormente, Wrightdiferencia diversos tipos de bienes productivos alos que se atribuye una específica centralidad enla definición de los modos de producción y de lasrelaciones de explotación propias de ellos, queson fundamento de las relaciones de clase. Esposible señalar algunos importantes problemasrelativos a la definición de aquellos tipos de bie-nes y a su operatividad en la conceptualizacióncíe modos de producción y estructuras de clase.

En primer lugar (aunque se trata de un asuntobastante marginal para nuestro interés presente),la utilización del criterio de lapropiedad de fuer-za de trabajo como definidor del modo de pro-ducción feudal es obietable. En efecto, si bien esees uno de los rasgos característicos de las relacio-nes de producción feudales, no es por sí solo sufi-ciente para definir éstas. Es necesario, además,introducir como elemento esencial la propiedadde los medios de producción fisicos y, en particu-lar, de la tierra (Callinicos, 1987a, 190).

En segundo lugar, hay toda una batería de pro-blemas relativos a los bienes productivos inaliena-bleus es decir, las cualificaciones, y al concepto deexplotación según la cualificación. Primero, la pro-pia definición de las cualificaciones es altamenteproblemática, puesto que depende de una multi-plicidad de factores variables, incluyendo los denaturaleza político ideológica. Segundo, es difícilestablecer una clara separación entre las cualifi-caciones y la fuerza de trabajo como bienes pro-ductivos (Carchedi, 1987, 117). Tercero, la postu-lación de que hay una explotación según las cua-

lificaciones da por supuesto que existe una rela-ción directa entre cualificaciones y credenciales,productividad y reintegro mercantil, de modoque se produce una perfecta correspondenciaentre el grado de cualificación y el bienestar ma-terial de los agentes; sin embargo. es altamentedudoso que esta correspondencia perfecta se déde hecho (Burris, 1988, 62-63). Cuarto, no es enabsoluto obvio que los agentes cualificados seanexplotadores de los menos cualificados: pareceigualmente posible que sean, simplemente,menos explotados desde el punto de vista de lasrelaciones capitalistas, es decir, capaces de rete-ner una proporción elevada del producto ex-cedente que generan (Meiksins. 1986, 104: 1988.76-77). Cabe suponer que los elevados ingresosde los individuos que desempeñan funciones querequieren altas cualificaciones tienen origen enla mayor productividad de su trabajo (Becker.1989. 83; Stinchcombe, 1988. 68 Ss.), o en el carác-ter estratégico de sus posiciones o, finalmente, enprácticas de mercado tendentes a la monopoliza-ción del conocimiento por parte de algunos agen-tes (Brenner, 1988, 87-88). Quinto, aún si sesupone que existe explotación según las cualifi-caciones, ésta no sería en ningún caso indepen-diente de la explotación capitalista, pero su rela-ción con ésta no está en absolutoclarificada en elplanteamiento de Wright (Burris, 1981, 61-62>.

El concepto de explotación a partir de la desigualdistribución de los bienes organizacionales planteatambién algunos problemas. Primero, no es deltodo clara la peculiaridad de este tipo de bienesen el contexto de las sociedades capitalistas;parece difícil diferenciar entre la posesión de bie-nes organizacionales (es decir, control sobre losmecanismos de toma de decisiones sobre la acti-vidad económica) y propiedad de los medios deproducción en sentido tradicional (Callinicos.1987b, 93). Segundo, en el planteamiento deWright no hay una adecuada especificación de laartieulación/interpenetración de relaciones deproducción/explotación capitalistas y organiza-cionales (estatistas); sin embargo, hay mecanis-tilos alternativos que aspiran a explicar la pecu-liar posición y privilegios de los directivos, obje-tivo para el cual ha producido Wright —si-guiendo a Roemer— el concepto de explotaciónorganizacionM. y que parecen, al menos, tanplausibles como éste y. al mismo tiempo, ofrecenuna más clara especificación de aquella relación.El propio Wright (1981. 71) ofreció en el pasadouna explicación de la situación de los directivos

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en términos de la necesidad, por parte del capital.de asegurarse su lealtad y la responsable ejecu-ción de sus funciones., lo cual íes permite asegu-rarse altos ingresos y otros tipos de beneficios. Lavieja solución de Wright parece más adecuadaque el planteamiento en términos de bienes orga-nízacionales para su propósito (sobre cuya plau-sibilidad volveremos más abajo) de evitar el des-lizamiento hacia la dominación que considerainaceptable en un modelo de estructura de clasebasado en la identificación de intereses constitu-tivos de la unidad de las clases, pues el uso delconcepto de bien organizacional no parece tandiferente como Wright querría del enfoque webe-tiano en términos de relaciones de autoridad <cfrHindess. >987.65). Esto.entiéndase bien, no tieneporqué ser un inconveniente de su nuevo modelo(incluso podría ser una notable ventaja, comoveremos más adelante), pero es inconsistente consus objetivos explícitos y revelador de una ciertainconsciencia acerca de algunas de las implica-ciones reales del modelo construido,

3. Problemas de operacionalizaciánde las categorías

Los interrogantes suscitados en torno a los ti-pos de bienes productivos que Wright define ypostula como base de las relaciones de explota-ción y de clase se complican con importantesproblemas de operacionalización analítica desus categorías. Puesto que el examen dc la estra-tegia de investigación empírica de Wright quedafuera del alcance de este texto, no entraré en laconsideración detenida de estos problemas deoperacionalización. Me limitaré a señalar queafectan principalmente a las categorías de cuali-ficación y de bienes organizacionales. Especial-mente graves son los que se refieren a las cualifi-caciones. puesto que suponen una recaída, aun-que sea indirecta, en el criterio de autonomía.que el propio Wright había desechado por razo-nes tanto prácticas como teóricas, Además, en ladistinción de posiciones atendiendo a las cualifi-caciones, se acaba recayendo en el recurso a ca-tegorias ocupacionales no reflexionadas, lo cualpuede introducir peligrosos sesgos en el análisis<Rose/Marshall. 1986, 453-454), Todo ello puededar lugar a paradojas y resultados aberrantes de-rivados de los criterios establecidos para la ope-racionalización (cfr Marshall ti aL. 1988. 55 ss.).

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onsciente del alcance de algunos de losproblemas a que acabo de aludir.Wright ha dedicado sus textos más re-

cientes (Wright, 1987a. 1987b. 1988a. 1988b. 1989)a responder a sus críticos y revisar su propio es-quema conceptual en una doble dirección, deampliación y corrección de aquél.

Por una parte, ha introducido nuevas nocionesy distinciones que permiten complejizar más elanálisis, prestando atención a otros factores de-terminantes o mediadores de la atribución de in-tereses a los individuos. Cabe mencionar, en estecontexto, la distinción de posiciones de clase «cfi-rectas» y «mediadas» y las categorías de «posi-ciones objetivamente ambiguas», y «posicionesduales»,

Paralelamente, Wright ha revisado profunda-mente su modelo teórico, abandonando algunasdc sus premisas. hasta dar lugar a un plantea-miento híbrido entre sus dos planteamientos glo-bales precedentes (véase Wright. 1988b, 46 ss.).En particular, ha recuperado la noción de «posi-ciones contradictorias de clase», entendiendoque las situaciones de «clase medía» se han dedefinir por su carácter contradictorio interna-mente al modo de producción capitalista —talcomo defendía en su primer modelo— y no comoposiciones definidas por su carácter ambivalentepor referencia a las relaciones de explotación ca-racterísticas de dos (o más) modos de produccióndistintos —como proponía en su segundo mo-delo—, Consiguientemente, la diferenciación deformas de explotación coexistentes en una for-mación social ha perdido su centralidad analíti-ca y. bajo la forma de distinción entre explota-ción principal (capitalista) y explotaciones se-cundarias. ha pasado a proporcionar un criteriode división de estratos dentro de las clases.

Como resultado de este doble movimiento. elcontrol de recursos organizacionales o de cualifi-caciones no es ya definidor de fronteras de clase,sino que suministra una base potencial para que.a través de un proceso de capitalización de lasrentas basadas en aquel control, los individuoslleguen a ocupar posiciones de «clase media» (esdecir, contradictorias en el interior del modo deproducción capitalista) debido a su condicióndual de trabajadores asalariados y poseedores deun capital acumulado sobre la base de la explota-ción organizacional y/o basada en cualificacio-

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nes De este modo, si los directivos son miembrosde la «clase media» ello se debe a que su posicióninvolucra simultáneamente —aunque en gradovariable según el nivel que ocupen en la jerar-quía organizacional— el ejercicio de prácticas declase «obreras» y «capitalistas», mientras quelos expertos no son, per se, parte de la «clase me-dia», sino un estrato de la clase trabajadora cuyaposición tiene la peculiaridad de estar temporal-mente indeterminada, puesto que su incardina-ción en trayectorias o carreras profesionales y susposibilidades de capitalizar las rentas que obtie-nen en términos de explotación en virtud de sucualificación dejan abierta la posibilidad de suentrada en la «clase media».

El resultado final de esta revisión es la sustitu-ción del esquema muy fragmentado (doce cate-gorías) que caracterizaba al segundo enfoque sis-temático de Wright por un modelo tricotómico dela estructura interna del modo de producción ca-pitalista, burguesía/clase obrera/clase media, en-riquecido mediante una complejificación internadel análisis de la clase obrera —en lacual se dife-rencian diversos estratos en términos de grados ymecanismos secundarios de explotación— y me-diante una específica consideración de la dimen-sión temporal —trayectorias profesionales y pa-trones probables de movilidad ascendente—, locual lleva consigo un cierto grado de indetermi-nación estructural de algunas posiciones.

Este planteamiento permite, en mi opinión,solventar algunos de los más importantes proble-mas del precedente modelo analítico de Wright.Sin embargo, otras deficiencias y lagunas siguensin resolver y, sobre todo, las nuevas propuestasde Wright sufren de una asistematicidad y prag-matismo que acaba conduciéndolas al borde dela inconsistencia interna. Ello se debe principal-mente a que en tales propuestas coexisten un re-conocido —y saludable— pluralismo de estrate-gias de diferenciación de posiciones de clase (enparticular, de categorías de «empleados no-prole-tarizados». Wright, 1988b, 58) y el principio for-mal de definición de las clases en términos derelaciones de explotación. Además, este postu-lado formal es incompatible con la utilizacióndel concepto de «posiciones contradictorias den-tro de las relaciones de clase capitalistas» queWright utiliza de nuevo, particularmente en ladiscusión de la situación de los directivos ysupervisores, que. como el propio Wright recono-ciera en su autocrítica, se realiza en términos derelaciones de dominación y no de explotación.

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A mi juicio, este punto de partida de Wrightconstituye un error y es origen no sólo de la men-cionada inconsistencia —que, aunque no tieneinmediata traducción empírica sí puede distor-sionar seriamente la interpretación y organiza-ción teórica de la evidencia obtenida—, sino tam-bién de otras graves limitaciones de análisis, porejemplo, la incapacidad de integrar sistemática-mente la esfera de las relaciones dentro de la pro-ducción, que sólo puede ser intelígida en térmi-nos de relaciones de dominación pero, al mismotiempo, es esencial para comprender el contextosituacional y factores mediadores de las relacio-nes de explotación.

Wright ha aportado dos argumentos en defen-sa de su convicción de que sólo las relaciones deexplotación pueden definir clases en cuanto posi-ciones generadoras de intereses. En primer lugar—como ya he indicado anteriormente—, entien-de que «el concepto de “dominación” no implica.en sí y por sí mismo, que los agentes tengan uninterés específico». Así, por ejemplo, «los padresdominan a los niños pequeños, pero esto no un-plica que los padres y los niños tengan interesesopuestos» (Wright, 1988b, 56). Por otra parte, se-gún Wright, los planteamientos basados en la do-minación «se deslizan en un enfoque de “múlti-ples opresiones” para comprender la sociedad...Clase, entonces, deviene tan sólo una de muchasopresiones, sin ninguna centralidad particularpara el análisis social e histórico...», lo cual esinaceptable «si uno quiere retener la tradicionalcentralidad que el manósmo ha atribuido al con-cepto de clase» (Wright, 1985a. 57).

Ambos argumentos son falaces, Empezandopor el último, la realidad es que la aceptación deun enfoque pluralista y ecléctico que no otorgueespecial centralidad a las relaciones de clase esigualmente posible desde una perspectiva basadaen las relaciones de explotación. Como el propioWright ha reconocido (y lo han señalado repeti-damente tanto sus críticos —Callinicos. 1987a,192-193— como sus defensores —Van Parijs.1987, 458 ss.) la capacidad de apropiarse el exce-dente social puede tener su origen en muchosfactores aparte de la propiedad de los bienes pro-ductivos; así, Wright ha aludido al control sobrelos medios de ejercicio de la violencia militar, ladominación masculina dentro de la familia, ladominación racial y el control sobre los «mediosde salvación» religiosa (Wright, 1985a. 97). Apar-tir de estas diferentes formas de poder cabría de-finir relaciones de explotación de carácter no cIa-

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sista, sin otorgar una especial primacía explica-tiva a la explotación de clase, o bien, alternativa-mente. ampliar el concepto de clase hasta incluira todas aquellas relaciones, de modo que acaba-ran siendo identificadas explotación y clase yesta categoría quedase desprovista de un estatutoteórico peculiar. En suma, la cuestión del mante-nimiento de la centralidad —o, pura y simple-mente. la especial relevancia— de las relacionesde clase es independiente dequeéstas se conside-ren vinculadas a la categoría de explotación o ala de dominación o a ambas. La clave para eludirel pluralismo ecléctico está —como el propioWright percibió en otro contexto— en reservar elconcepto de clase para aludir a aquellas relacio-nes basadas city definidas por las relaciones de pro-piedad de los bienes productivos <‘o fuerzasproducti-vas.) correspondientes a cada modo de producción.Esta restricción del uso del término «clase» nonecesita ningún tipo de justificación apriorísticao esencialista, sino que es fruto de una opciónpor un determinado programa teórico integradopor ciertas hipótesis o postulados orientadores dela investigación. En este contexto, la atribuciónde centralidad a la estructura de clase en la expli-cación del cambio y las prácticas sociales signi-ficaria reconocimiento de la primacía causal dccierto tipo de relaciones definidoras de interesescontrapuestos, a saber, aquellas que tienen sufundamento en las matrices complejas de rela-ciones de propiedad que definen cada formaciónsocial como fruto de la articulación e interpene-tración de los modos de producción que la cons-tituyen. Esta hipótesis podría ser defendida, des-de una posición marxista bastante clásica, comofundada en la asignación al desarrollo de lasfuerzas productivas de un papel determinante dela direccionalidad del desarrollo histórico y en lacaracterización de las relaciones de propiedad debienes productivos por su implicación sistemá-tica en la subsistencia básica de los individuos ypor la peculiar interdependencia que crea entrelos explotados y los explotadores (y, cabe afladir.entre los dominados y los dominadores). Tal de-fensa es la que el propio Wright ofreció en sumomento (Wright, 1985a, 97-98) y. sea cual sea suvalidez, es preciso insistir en que ésta es por com-pleto independiente de la utilización de catego-rías de dominación o de explotación o. comoaquí propondré, de ambas.

En lo que respecta al otro argumento deWright en favor de la exclusión de las relacionesde dominación como constitutivas de las relacio-

nes de clase, es igualmente inaceptable. De he-cho, la tesis de que la existencia de dominaciónno engendra intereses enfrentados es escasamen-te consistente con los postulados generales pro-puestos por Wright acerca de los intereses objeti-vos intrínsecos a partir de los cuales deriva sunoción de intereses (instrumentales) de clase. Enefecto, si se parte —como Wright— de la idea deque los hombres tienen interés real en expandirsu capacidad de acción resulta evidente que lasrelaciones de dominación generan interesesopuestos. Puesto que la dominación de un indivi-duo —o grupo— sobre otro significa un aumentode la capacidad de actuar —el poder para (Ben-ton, 1981>—del dominante a través de una dismi-nución de ¡a capacidad de actuar del dominado.los individuos dominados estarían objetivamentemejor. en lo que respecta al alcance de su capaci-dad de acción, en una situación en la cual, per-maneciendo las demás cosas igual. se aboliese larelación de dominación. Y, en cualquier caso, elconjunto de actores dominados bajo una mismarelación afronta iguales alternativas, trueques ydilemas estratégicos. Ahora bien, según la defini-ción del propio Wright, esto es lo mismo que de-cir que aquellos actores tienen unos intereses ob-jetivos comunes. En la sección siguiente elabo-raré esta idea más extensamente.

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e aludido anteriormente a los proble-mas existentes en relación con el usode modelos de alternativas hipotética-

mente factibles para la definición de las relacio-nes de explotación y de clase. A mi juicio, estosproblemas se pueden obviar, al menos en parte.si distinguimos entre la definición —en sentidoestricto— de las relaciones de explotación, poruna parte. y la caracterización de distintas for-mas de explotación, por otra, Con este punto departida no sólo se eludirían los referidos proble-mas sino que, además sería posible establecer unesquema homológico de (la definición y tipologi-zación de) las relaciones de explotación y domí-nacion.

Entiendo que se puede definir una re/ación deexplotación entre dos actores como aquella queimplica que, en virtud del control de determina-dos recursos, un actor —explotador— es capazde apropiarse (la totalidad o parte de) el producto

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excedente generado por el otro actor —explota-do—; es decir, se da una transferencia de plus-producto de un actor a otro. Esta es una defini-ción tradicional, que Roemer pretendía superaryabandonar pero que, de hecho, Wright conservaen su concepto de explotación, dándole el papelclave de demarcar opresión económica y explota-ción. De modo paralelo, como ya he adelantadomás arriba, se puede definir una relación de domi-nación como aquella en la cual, en virtud del con-trol de determinados recursos, un autor —domi-nador— expande su capacidad de acción porme-dio de la reducción de la capacidad de acción delotro —dominado—; es decir, se da —aunque laexpresión sea un tanto metafórica— una transfe-rencia de la capacidad de acción de un actor aotro. Las dos relaciones tienen idéntica estruc-tura formal, a saber:

Desigual control de recursos —

Transferencias de un «bien básico»

(Mecanismo mediador)

Lo que diferencia a una y otra relación es eltipo de «bien básico» que se transfiere de unosactores a otros. En un caso, producto del trabajo(y. por tanto, idoneidad de la relación trabajo/producto/ocio); en el otro, capacidad de acción.Esta diferencia es analíticamente crucial, pero ennada obsta pan’ que ambas relaciones sean gene-radoras de matrices de intereses objetivos.

En este orden de cosas, la utilidad del uso demodelos de teoría de juegos y. en particular, de laconstrucción de alternativas hipotéticamente fac-tibles, es la de realizar una diferenciación siste-mática de las formas de explotación y domina-ción según la diversidad de tipos de recursoscuyo control puede capacitar a los actores paraerigirse en beneficiarios de una transferencia deproducto y/o de capacidad de acción. La cons-trucción de alternativas hipotéticamente factiblesconsiste entonces en la modelización de situacio-nes ideales en las cuales la única variación res-pecto a la situación estudiada sea la de la distri-bución de los tipos de recursos de que se trate, demodo que sea posible decidir acerca de la exis-tencia de una relación entre la distribución ac-tual de los recursos y las transferencias observa-bles.

Se podría, pues, construir una tipología de re-laciones de explotación y dominación que inclu-yese tantos tipos como recursos se revelasen sus-

ceptibles de ser incluidos en la fórmula generalsiguiente:

1. en la situación actual considerada existeuna desigual distribución del recurso x;

2. en la situación actual se verifica una trans-ferencia de capacidad de acción y/o de productodel trabajo del actor A al actor B (es decir. Bdomina y/o explota a A);

3. es posible imaginar una situación alterna-tiva en la cual el recurso x estuviese distribuidoigualitariamente. y

4. en tal situación alternativa no existiríatransferencia de capacidad de acción y/o de pro-ducto del trabajo del actor A al actor 8, es decir.A estaría mejor y E estaría peor que en la situa-ción actual.

En lo que se me alcanza, caben dos tipos deobjeciones contra este replanteamiento de la es-trategia de definición y construcción de tipolo-gías de las relaciones de explotación y domina-ción.

En primer lugar, podría parecer un empefioimproductivo, meramente elucubratorio y sin in-cidencia en la resolución efectiva de los proble-mas que aquejan al cnfoque de Wright. puestoque supone la conservación del uso dc modelosideales alternativos. A mi juicio, éste no es el ca-so. Primero, porque en la formulación aquí ofre-cida se postula una definición estrictamente «ob-jetiva» de la explotación, que no apela en abso-luto a comparaciones con situaciones ideales o acriterios de deseabilidad relativa que pueden serafectados por variables externas. De este modo,se parte de un concepto de explotación analíticay críticamente operativo. Segundo, porque laconstrucción de «alternativas hipotéticamentefactibles» (o. más exactamente. «alternativas hi-potéticas», puesto que su Factibilidad y, por tanto,el carácter necesario o innecesario de la situaciónactual son irrelevantes a la hora de establecer lanaturaleza explotadora de ésta) tiene un estatutolimitado, de mero instrumento cuyo uso en la ela-boración de tipologías no conlíeva la asunciónde supuestos teóricos sustantivos (por ejemplo, elde que existe una relación intrínseca entre explo-tación e indeseabilidad efectiva de una situaciónpara los sujetos).

En segundo lugar, se podría argumentar que elplanteamiento aquí sugerido involucra la adop-ción de una concepción de dominación, y de laderivación de intereses a partir de esta, que seenfrenta a contraejemplos refutadores. En par-ticular. se podría aludir a relaciones como la que

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102 Miguel A. Cainzos López

el propio Wright utilizaba a modo de ejemplo —

la relación entre padres e hijos pequeños—. quesemejan implicar dominación pero no interesesopuestos. En realidad, este aparente contraejem-pío —y lo mismo ocurre con otros similares— noes tal, como se puede percibir en cuanto se incor-pora la consideración de la dimensión temporalal análisis de las relaciones de dominación. Enefecto, los padres restringen la capacidad deacción de los hijos pequeños en la convicción(fundada o no, esa es otra cuestión) deque de esemodo, tomando por ellos decisiones que los hijosno están en disposición de adoptar adecuada-mente, expanden su capacidad futura de acelon.Por tanto, considerada en la oportuna perspec-tiva temporal, esa relación no es de dominacióny, por ello mismo, no define intereses contrapues-tos. Si, por el contrario, la restricción de la capa-cidad dc acción dc los hijos por los padres sebasase —como no es infrecuente— en una puraarbitrariedad o en la búsqueda del ejercicio delpropio poder, sí habría dominación y, de hecho,sise podría hablar de interesescontrapuestos. Encualquier caso, lo importante es tener en cuentala relevancia de la dimensión temporal para elanálisis de las relaciones de dominación. Y. cier-tamente. se podría decir lo mismo de las relacio-nes de explotación. Dc hecho, un caso de explo-tación que presenta una notable analogía formalcon la relación padres/hijos recién consideradaes el de la relación entre dos actores en una situa-ción imaginaria en la cual: 1) uno de ellos (A) seapropia el producto excedente generado por otro(B); 2) en caso contrario, E consumiría todo suproducto, incluido aquella parte que es necesarioinvertir para asegurar la reproducción de su eco-nomía: 3) A invierte —no consume— todo el pro-ducto que se apropia. así como su propio pro-ducto excedente. En este caso, considerandooportunamente la dimensión temporal. proba-blemente habría que concluir que no hay explo-tación en sentido estricto, aunque sí. ciertamente.dominación,

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uuuua adopción del esquema homológicode explotación y dominación sugeridoen la sección precedente abre la posibi-

lidad de construir un modelo sistemático de con-

ceptualización de las relaciones de clase que sigauna estrategia mixta de explotación/dominación.conservando lo más valioso de los hallazgos deR¿emery Wright, pero abandonando algunos desus supuestos más discutibles. En particular. se-ría posible así incorporar en un mareo globaliza-dor las rectificaciones y nuevas propuestas queWright ha avanzado recientemente y a las quemás arriba aludí de manera sumaría. El resul-tado último sería un enfoque capaz de integrar laconsideración de los efectos —sobre todo. la dis-tribución del ingreso y el trabajo. por un lado, ydel ejercicio del poder, por otro— que se siguende las relaciones de propiedad y las prácticaseconómicas consiguientes. que definen las rela-ciones de clase. De este modo se conjugarían lasvirtudes de las caracterizaciones convencionalesde las clases en términos de explotación, propie-dad y dominación (o. si se prefiere, de produc-ción, mercado y poder).

Obviamente, la elaboración de semejante mo-delo es una tarea que desborda el alcance de estetexto. Lo único que puedo ofrecer aquí, a modode conclusión provisional, es una enumeraciónde algunos principios elementales y formales queconstituyen un punto de partida para ulterioresdesarrollos.

Primero. Las relaciones de clase constituyen untipo particular de una categoría más general, asaber, la de relaciones generadoras de interesescontrapuestos.

Segundo. Es preciso distinguir entre relacionesde apropiación. de explotación y de dominación.Las primeras determinan la capacidad de losagentes para apropiarse (una parte de) el exce-dente socialmente generado Las segundas deter-minan la capacidad de algunos actores paraapropiarse (una parte de) el excedente producidopor otros; es decir, son aquellas relaciones deapropiación que implican transferencias de pro-dudo de unos actores a otros, Las relaciones dedominación determinan la capacidad de losagentes para aumentar su capacidad de acciónmediante la reducción de la de otros.

Tercero. Todas estas relaciones son definiblesmultidimensionalmente. es decir, hay una diver-sidad de factores que pueden serorigen de la des-igual posición de los actores con respecto a ellas.Las relaciones de propiedad constituyen uno deesos factores y cabe atribuirles una cierta prima-cía histórica (sobre todo en lo que respecta a lageneración de relaciones de apropiación y explo-tación), pero hay otros muchos, como el control

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Explotación, dominación y estructura de clase~. 103

del poder militar o la discriminación racial o se-xual, que tienen una significación variable.

Cuarro. Las clases se definen por las relacionesde propiedad constitutivas de un modo de pro-ducción (o, en un nivel más bajo de abstracción.por la matriz compleja de relaciones de produc-ción coexistentes en una formación social dada)y por las prácticas económicas que de ellas sesiguen. Las relaciones de clase involucran rela-ciones de explotación y/o de dominación cuyaespecificidad reside en que se trata de aquellasque tienen como base un tipo peculiar de recur-sos, a saber, los bienes productivos. Es decir,

Relaciones de Propiedad — Clases —

Explotación y/o dominación

Quinta Consideradas en el plano de abstrac-ción en el cual se sitúa el concepto de modo deproducción, las relaciones de apropiación sonsiempre relaciones de explotación, salvo en unimaginario modo de producción comunista, en elcual existiese una distribución igualitaria de to-dos los bienes productivos. De hecho, se puedecaracterizar el modo de producción comunistacomo aquel en que las relaciones de apropiaciónno son explotadoras. En cualquier otra estructuraeconómica «pura», los actores que controlancierto tipo de bienes productivos —y que, consi-guientemente, llevan a cabo determinadas prácti-cas económicas— se apropian parte del productogenerado por (es decir, explotan a) los otros.

Ahora bien, la estructura económica de unaformación social concreta no está constituida porel sistema de relaciones propio de un único modode producción, sino por la matriz compleja y sin-gular de relacionesque es fruto de la coexistenciaen ella de varios modos de producción en unaespecífica forma de articulación y/o interpenetra-ción (cfr Wright. 1983a). Consecuencia de ello esla inexistencia de una correspondencia perfectaentre relaciones de apropiación y relaciones deexplotación. No se trata simplemente de que ha-ya actores cuya posición en un modo de produc-ción «puro» seria explotadora pero que en unacierta formación social son explotados netos, de-bido a la primacía de otro modo de produccióndentro del cual ocupan una posición explotada.Lo que quiero sugerir es algo más complejo. asaber, que hay formaciones sociales en las cualesciertos actores son explotados desde el punto devista del modo de producción dominante, pero

tienen la capacidad de apropiarse una parte delproducto excedente que generan (e incluso su to-talidad. dejando de ser explotados netos), graciasal control de un determinado tipo de recursos obienes productivos, que va ligado a la posiciónexplotadora en otro modo de producción. perosin que esa naturaleza pontencialmente explota-dora de su posición se actualice en la formaciónsocial considerada. Como quiera que esta ideapuede parecer un tanto oscura, puede ser de inte-rés el examen de un ejemplo ideal.

Imaginese una formación social en la cual coe-xisten tres modos de producción. MPI, MP2 yMP3. caracterizados porque los bienes producti-vos básicos y definidores de las relaciones queconstituyen la estructura de cada uno de ellos sonX. Y y Z. respectivamente, y porque las posicio-nes de explotador y explotado derivadas dc lapropiedad o carencia de aquellos bienes son A yB para MPI; C y D para MP2. y E y E para MP3.En la formación social en cuestión MPI y MP2se hallan articulados, mientras que MP2 y MP3se interpenetran.

La idea que quiero sugerir es que en esta for-mación social las relaciones de clase no tienenpor qué ser producto de la estricta superposiciónde las propias de los diferentes modos de produc-ción ni las relaciones de explotación han de serfruto de la resultante neta de formas de explota-ción interactuantes, sino que la peculiar relaciónde los modos de producción —particularmentedonde se da en términos de interpenetración—puede generar otras configuraciones. Por ejem-plo, es posible una estructura en la cual las posi-ciones A y C sean explotadoras netas (cada unade ellas siendo explotadora bajo un diferente res-pecto). E y D sean explotadas netas (explotadaspor A y C. bajo diferentes respectos), E sea explo-tada por C. y F se identifique con D, con la parti-cularidad de que E es explotada bajo la relaciónde producción típica de MP2 pero, en virtud desu control del bien productivo Z es capaz de ate-nuar parcialmente esa explotación sin que elloimplique explotar a los actores ocupantes de otraposición.

A mi juicio, la adopción de esta óptica puedeser fecunda como punto de partida para el análi-sis de la estructura de clase deformaciones socia-les concretas, en particular de aquellas posicio-nes que son producto de la interpenetación dediferentes relaciones de producción. De hecho. elejemplo que he puesto tiene una gran similitudestructural con lo que podría ser el análisis de

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ciertas posiciones ambiguas y contradictorias enformaciones sociales capitalistas, donde la po-sición E sería la de los expertos o directivos otrabajadores cualificados. Desde esta perspecti-va, los mecanismos que Wright ha sugerido paraexplicar el peculiar estatuto de estas posicionesdentro de las relaciones de explotación aparece-rían como efectos de Ya interacción entre las rela-ciones de propiedad típicas de diferentes modosde producción, en los cuales poseen centralidaddistintos bienes productivos. Entre estos efectostendría especial preeminencia la traducción de laocupación de una posición explotadora bajo unmodo de producción «secundario» en mera po-sibilidad de atenuar —o, en el extremo, anular-la explotación sufrida bajo el modo de produc-ción dominante, sin que ello implique explota-ción de otros actores; este es probablemente elcaso de los empleados «expertos», técnicos, etc..en formaciones sociales capitalistas.

Estas sugerencias requerirían, obviamente,una mayor elaboración, que no es posibleofreceren el presente texto.

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u u, u, única pretensión aquí ha sido some-u uu ter a examen el intento de Erík Olin

Wnght de construir un concepto declase y modelo de análisis que, partiendo de lapostulación de la princípialidad del concepto deinterés, pueda superar el desafio que suponen lascríticas que con, creciente frecuencia e intensi-dad, ha recibido el análisis de clase en general.En esta discusión he tratado de poner de mani-tiesto tango las enormesposibilidades queabre eltrabajo de Wright como algunos de los obstácu-los con que se enfrenta y he intentado sugerir laorientación posible de una superación de losmismos. No es posible aquí avanzar más lejos.Tan sólo, a modo de coda, quisiera hacer unaobservación acerca del propio proyecto de cons-truir un modelo analítico fundado sobre la afir-mación de la centralidad de la categoría de in-terés.

A mi juicio. este concepto ha de ser nuclearpara cualquier teoría que se proponga llevar acabo una indagación sistemática acerca de lasconexiones existentes entre la estructura y lasprácticas sociales. Sin embargo, el avance de se-mejante investigación tiene como una de sus

condiciones necesarias el abandono de los postu-lados más racionalistas y mecanicistas de la con-cepción que Wright ofrece de los intereses declase.

Si bien es posible —según creemos conWright— atribuir a los individuos en generalciertos intereses reales u objetivos, la derivaciónde intereses de clase (o de otro tipo) ha de partirde la constatación —especialmente obvia en unmodelo multidimensional de explotación/domi-nación— de que aquellos constituyen para cual-quier individuo matrices complejas e inconsis-tentes. Ello es así debido a varios factores. Enprimer lugar en virtud de la diversidad de posi-ciones en que puede hallarse ubicado el actor deacuerdo con la pluralidad de determinantes de lasituación de clase. En segundo lugar, por mor dela pluralidad de perspectivas temporales en quese puede situar la evaluación de sus intereses yentre las cuales no cabe hacer una elección apo-dictica o alegorítmica. sino un cálculo depen-diente de factores tales como los recursos discur-sivos accesibles al actor, su inserción en un deter-minado universo moral, etc. En tercer lugar, de-bido a la existencia de un omnipresente «exceso

— IX — de lo social» respecto a las relaciones de clase.que no ha de ser considerado como un residuoirracional respecto a un núcleo racional sino quees constitutivo de la «multiplicidad de determi-naciones’> que, a decir de Marx. forman lo con-creto, y ha de ser escrutado atendiendo a princi-pios teóricos diferentes —y complementarios—de los del análisis de clase.

La ponderada consideración de todos estosfactores permitirá otorgar al análisis de clase sujusto valor a saber, el de un programa teórico degran potencialidad pero que se debe reconocerlimitado.

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66~

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ANALESDELA

REAL ACADEMIADE CIENCIAS MORALES

Y POLíTICAS

xÑo xiiNUMERO 66

SUMARIO

1. ECONOMíAJOSE MARIA DE AREILZA Y MARTINEZ DE RODAS: El final de la guerrafría

JUAN VELARDE FUERTES:PerézCa/dase/fin delAntiguo Régimenyel nacimientode/capitalismoburguésen los «EpisodiosNacionales»

JOSEANGEL SANCHEZ ASIAIN: Banca-industria

II. FILOSOFIA SOCIALMARCELO GONZALEZ MARTIN:

El III Concilio de Toledo. identidadcatólica de las pueblosdeEspañay raícescristianasdeEuropaMARIANO YELA GRANIZO: HybrÑy Némesis:el desencantodel mundo

VICTOR GARCíA HOZ: La calidad educativay los programascontra la drogoALFONSO LOPEZ QUINTAS: RomanoGuardini y la auténticapostmodernidad

III. POLíTICA Y DERECHOMANUEL FRAGA IRIBARNE: La política regionalen Europa

GONZALO FERNANDEZ DE LA MORA: La recepción krausistadeSwedenborgLUIS SANCHEZ AGESTA: Dos principiosde la Constitución

JESUSGONZALESPEREZ:Los actosdelJefrdel Estado:invalidezy controljurisdiccionalJUAN VALLET DE GOYTISOLO:¿Cabeentrelas cienciasjurídicas la legislativa?

RAMON SALAS LARRAZABAL: Procesoa Rizal

IV. CIENCIAS SOCIALESLAUREANO LOPEZ RODO: La reformaadministrativadeLandresdelGobiernoThatcher

MANUEL ALONSOOLEA: La herenciadeGalaPRIMITIVO DE LA QUINTANA LOPEZ: Problemaséticosy moralesquecrea la reproducciónasistida

SALUSTIANO DEL CAMPOURBANO: Elfuturo de GibraltarANTONIO GARRIGUESY DIAL-CAÑABATE:

La eleccióndeDios. Por el cardenalJean-MarieLustiger, arzobispode Parts

Y VIDA ACADEMICARecepcionesAcadémicas

Noticiario AcadémicoDisertaciones