evtuchenco y los toros

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Page 1: Evtuchenco y los toros

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EVTUCHENCO Y LOS TOROS.-

Page 2: Evtuchenco y los toros

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“No me gustan – querido Néstor Luján (Periodista,

gastrónomo y escritor español. Licenciado en Filosofía y

letras en 1943. Gran aficionado a la tauromaquia, tema

sobre el que editó varias obras)-, no me gustan los toros.

No soy aficionado por largas y complejas razones (que

algún día desplegaré en un ensayo), menos relacionadas,

por supuesto, con la sensiblería de los miembros de la

Sociedad Protectora de Animales, que con la sensibilidad

de una hipotética Sociedad Protectora del Hombre…… y

diré que leo golosamente cuantos ensayos se escriben

de interpretación de eso que me resisto a llamar “una

fiesta” y mucho menos, naturalmente, “la Fiesta

Nacional”…. Dos gruesos volúmenes necesitó hace

treinta años, don José María de Cossio para su antología

“Los toros en la poesía castellana”. Hoy necesitaría, por

lo menos, tres; porque la restauración de lo castizo es

uno de los signos de la España que nos ha tocado vivir….

No es cierto que el forastero (obsérvese su europeísmo

antes mencionado, no utiliza la expresión extranjero), no

pueda entender. Muchas veces la virginidad de su retina

capta cosas que la mirada habitual no percibe…. He aquí

el tema. El poeta ruso Eugenio Evtuchenko ha

presenciado, en la primavera pasada, una corrida de

toros en Sevilla, cuya emoción l ha trasvasado a un

extenso poema aparecido en la revista soviética

“Ogoniok”. Es, lo anticipo, un hermoso poema.

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No hablaré de su explicita tesis política, que

proclama que “la corrida ha sido creada para habituar al

pueblo a ver sangre”, de ahí que “las autoridades apoyen

esta fiesta y que el gobierno acuda infaliblemente a

estos espectáculos” con el intento seguro de “ocultar

artificialmente la sangre que todavía no se ha secado en

España tras la guerra civil”, porque –entre otras cosas-

antes de nuestra guerra civil, hay un siglo entero de

sangrienta historia taurina.

Llevaré el comentario al fondo permanente del

poema: el diálogo entre la bestia y la muchedumbre. Un

poco a la manera de Rubén Darío, en su famosa “Gesta

del Coso”, en la que hace hablar a estos dos (no sugiero,

claro está, imitación alguna), el poeta ruso enfrenta la

bondad natural del astado:

Soy el toro.

¿Quieres que me convierta en una mole de pelo y cólera?

He sido el ternero más bueno que observaba el mundo

confiadamente.

Hierba, perdóname haber cambiado tanto y que me

hayan separado de ti.

Hierba, me clavan de uno y otro lado banderillas.

El torero humillado me pide que envista la roja muleta.

¿Le lamo la mejilla perdonándole…? Quizás el tire el

estoque…

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Mi imagen como la faz de la muerte se dobla ante mis

ojos.

Es un toro igual que yo, pero el estúpido teme aceptarlo.

………………………………………………………………………………………

De entre los interlocutores de este tremendo poema,

destaco el público, el “respetable”. Dice muchas cosas.

Estas por ejemplo:

Soy un bosque joven que ha madurado con sangre, y su

olor me es familiar.

Soy el público creado por los espectáculos.

Y los espectáculos han sido creados para mí.

Las astas de los toros luchan por la vida,

Pero junto a la arena ensangrentada oímos:

“caramelos, bocadillos, cerveza fría”.

La corrida es un asunto sucio, pero el nuestro es un

mundo distinto

………………………………………………………………………………………

Y el torero, a su vez, exclama:

Soy el torero,

Actrices, condes e incluso prelados me reciben en sus

casas

………………………………………………………………………………………

Mientras que su madre le dice:

Eres campesino.

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Estás obligado a volver a la tierra. La tierra está tan

abandonada…

Estás enajenado.

Arrogante has traicionado el arado y los campos sin ti

están mudos.

Eres el asesino de los toros que lamían tu blanda

fontanela sin cabello

………………………………………………………………………………………

Si. Es un hermoso, un tremendo poema.