everest la voz de galicia
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Reportaje sobre LA CONQUISTA DEL EVEREST en el diario La Voz de GaliciaTRANSCRIPT
60 años de la conquista del Everest
EXTRA de La Voz de Galicia 2 DE JUNIO DEL 2013
18� REPORTAJE REPORTAJE �19
EXTRA de La Voz de Galicia 2 DE JUNIO DEL 2013
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La falta de oxígeno dificulta la respiración, aumenta el dioxido de carbono lo que genera cambios en el PH en sangre. Comienza la fatiga, mareos
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A partir de 2.500 metros el cuerpo se ava adaptando para generar la normalidad funcional
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La presión se situa en 2,5 unidades de kilopascales. Un enfermo crítico no baja de 8. A esta altitud los órganos pueden acumular líquidos produciendo hinchazón; en grados extremos resulta incompatible con la vida
Niv
el
el
mar
A nivel del mar una persona normal posee entre 12 y 14 unidades de presión de oxígeno en sangre (kilopascales)
Oxígenoen sangre
La faltade oxígeno
Tenzing Norgay en la cima del Everest el 29 de mayo de 1953
BAJO
MEDIO
ALTO
EXTREMO
MORTAL
Nivel de esfuerzo y riesgo
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Con bombona de oxígenoSin oxígeno
ÓSCAR AYERRAFuente: Elaboración propia
La posibilidad de un edema (acumulación
de líquido) cerebral o
pulmonar se multiplica
Dos métodos de ascensiónDespués de casi 3.500
coronaciones a la cima
del mundo, solo un 1 %
lo ha hecho sin ayuda
de oxígeno, algo solo
reservado a superhom-
bres por su nivel de
exfuerzo extra y riesgo
para la vida que ello
conlleva
La viscosidad de la sangre
puede provocar
congelaciones
El ritmo cardíaco es
alto. La fatiga existe en todo
momento
Dolores de cabeza, dificultad para respirar
Para un alpinista de élite, el uso de
oxígeno artificial no es una opción,
excepto en el tramo final del Everest
8.848 metrosde obstáculos
Hillary, héroe gracias al oxígenoEL PRIMER HOMBRE, JUNTO AL SERPA TENZING NORGAY, EN PISAR EL TECHO DEL MUNDO IBA CONECTADO A UNA BOTELLA. HAY QUIEN PIENSA QUE LA AYUDA QUE SUPONE PARA LOS ESCALADORES EQUIVALE AL DOPAJE
Por Javier Armesto
Fue igual que la llegada a la Luna. Edmund Hillary se llevó la gloria, pero el que apareció en la foto
fue el nepalí Tenzing Norgay (como ocurriría dieciséis años más tarde con Armstrong y Aldrin). La imagen muestra al serpa en la cima del Eve-rest a las 11.30 del 29 de mayo de 1953, ondeando su piolet con las banderas del Reino Unido, Nepal, Naciones Unidas e India; con un pantalón beis desgarrado a la altura de la rodilla derecha, cortavientos azul y una gran máscara de oxígeno conectada a una botella dispuesta en horizontal sobre sus hombros.
La fotografía histórica de la pri-mera ascensión al Everest, de la que esta semana se cumplieron 60 años, muestra un cielo azul oscuro, casi negro, señal de que a 8.848 metros los alpinistas están más cerca de la estratosfera que de la superficie terrestre a nivel del mar. A esa altura, el cuerpo humano consume oxígeno más rápido de lo que lo puede reem-plazar, se incrementa el ritmo respi-ratorio (hiperventilación), decrece el volumen sistólico (volumen de sangre bombeado por un ventrículo) y empiezan a fallar los pulmones y los riñones. Es la llamada zona de la muerte (la frontera está situada en los 8.000 metros de altitud), en la cual la presión de oxígeno es insuficiente para mantener la vida humana.
Por todo lo anterior, hay quien piensa que lo que se debería haber celebrado el mes pasado son los 35 años transcurridos desde el 8 de mayo de 1978, cuando el italiano Reinhold Messner y el austríaco Peter Habe-ler hicieron cumbre en el Everest sin utilizar oxígeno suplementario. Una ayuda que, para los más radicales, equivale al doping deportivo.
Messner, leyenda del alpinismo (fue el primero en completar los 14 ocho-miles), respondía así en una entrevista publicada en Desnivel: «El oxígeno es un tratamiento médico, no es doping. Arriesgas más si vas sin oxígeno, te arriesgas a un edema. ¿Y por qué alguien se tiene que arriesgar a un edema porque yo haya subido sin oxí-geno? Cada cual es libre». No obstante, advertía que «si un doctor especiali-zado fuera al campo base del Everest y tomara muestras, descubriría que el 90 % de los alpinistas van dopados».
En el libro La conquista del Everest, editado por Blume y que narra la primera ascensión desde el punto de vista de George Lowe, el fotógrafo de la expedición, se explica de forma diáfana lo que supone escalar con oxí-geno. Lowe cuenta cómo, todavía en el campo base, hicieron varias pruebas para acostumbrarse a las máscaras y a las botellas y ver si la ventaja de llevar estos equipos era mayor que la desventaja del peso adicional (en el Everest cada gramo cuenta). Empe-
zaron añadiendo 3 litros de oxígeno por minuto a su respiración natural. «En lugar de jadear y resoplar, pude respirar profunda y constantemente y subí sin la sensación de fatiga que se tiene antes de estar aclimatado», relata. Luego aumentaron el caudal de oxígeno: «Me sorprendí al verme en la rocosa cima [subían desde 5.485 a 6.100 metros] en diez minutos. Con 6 litros sentía que podía correr y subir como si estuviera al nivel del mar».
La muestra más elocuente de los poderes del oxígeno la pronunció el propio Hillary tras subir del campa-mento III (6.248 metros) al IV (6.706) y regresar en medio de una gran ven-tisca. «Ed se quitó el equipo y dijo que era ‘‘condenadamente maravilloso’’», recuerda Lowe. En el asalto final a la cumbre fueron vitales dos botellas de oxígeno dejadas por la primera cordada que lo intentó, formada por Tom Bourdillon y Charles Evans, justo debajo de la cima sur, a 8.500 metros.
MONTAÑA DE RÉCORDSPero el uso de oxígeno no debe empañar la gesta de Hillary y Norgay. Tuvieron que pasar tres años hasta la segunda ascensión al Everest, a cargo de un equipo suizo, y la tercera llegó en 1960 —la hicieron los chinos por la cara norte—. Hasta finales de los 70 las expediciones eran muy escasas. En 1980, Reinhold Messner culminó la que está considerada la mayor gesta del himalayismo: subió al Everest en solitario, sin oxígeno y en época mon-zónica. Luego, en 1986 Nepal abre la concesión de permisos de escalada y el Everest pasa a ser la montaña de los récords: la primera ascensión desde el nivel del mar (Tim Macartney-Snape, 1990), la acampada más larga (Babu Chiri, que permaneció 21 horas en la cima en 1999), la ascensión más rápida (Pemba Dorje, 8 horas y 10 minutos, en el 2004), el más joven en subir (el esta-dounidense Jordan Romero, de 13 años, en el 2010), el más anciano (Yuichiro Miura, japonés de 80 años, el pasado día 23)... Todos ellos han experimen-tado lo que describía George Lowe, el último miembro que quedaba de la expedición de 1953, fallecido en marzo: «Asciendes, llegas a la parte superior de una pendiente helada, haces llegar a tu segundo hombre de la cordada, marcas peldaños, tocas las rocas y, ágilmente, asciendes de nuevo; de vez en cuando se oye un grito entusiasta de alivio o triunfo; tienes miedo y el hombre que tienes detrás también; los dos lo sabéis, pero no pensáis en ello, ni decís nada».
◗ UNA ASCENSIÓN LEGENDARIAGeorge Lowe fue el fotógrafo y uno de los escaladores clave de la expedición de 1953. Blume ha editado un libro con su testimonio y las fotos que tomó. A la derecha, Hillary y Norgay durante un descanso.
RAMÓN BLANCO Gallego que alcanzó la cumbre en 1993
«Sentí alivio, tranquilidad»
Nacido en Ourol (Lugo) hace 80 años, Ramón Blanco hizo cumbre en el Everest en 1993
dentro de una expedición británica.—¿Qué sintió al pisar la cima?—Sentí una especie de alivio, de tranquilidad, de emoción. Aparte del esfuerzo físico, ¡cuántos obstáculos tuve que vencer para ir a esa mon-taña! ¿Qué hice? Abrazos con mis compañeros, contemplar el majes-tuoso panorama (el cielo estaba des-pejado), darle mi cámara a mi amiga Ginette Harrison para que me tomara varias fotos. También me abracé con Juanito Oiarzábal, que acababa de llegar.—¿Subió con oxígeno?—Le dije a Steve, el líder de la expe-dición, que intentaría ver hasta dónde podía llegar sin oxígeno. Me dijo que por favor no lo hiciera, que si me sucedía algo echaría a perder la expedición. De todos modos fui con menos de lo que debía, porque un cilindro se me escapó de las manos cuando estábamos en el hombro, a unos 8.500 metros. En la cumbre se me acabó el oxígeno.—Esta semana ha fallecido un espa-ñol, Juanjo Garra, en el Dhaulagiri. ¿Es difícil renunciar a una cumbre cuando se está cerca?—Eso depende de la personalidad de cada montañero y de las condiciones en que se encuentra. El agotamiento físico es enorme y, si no se tienen
fuerzas para continuar, lo sensato es renunciar. Hay montañeros que lo toman tranquilos; otros han sufrido verdaderos traumas emocionales.—¿Qué importancia tiene el com-pañero de cordada?—Hay más seguridad, pero no siem-pre es así. El compañero del acciden-tado va por ayuda, que, dependiendo de dónde se encuentren, puede lograr o no. Y, por otra parte, ¿cuánto se puede sacrificar uno por su com-pañero? Un caso, en una montaña en Perú: dos escaladores en una pared de nieve; uno de ellos cae y se frac-tura una pierna y queda colgado de la cuerda que sujeta su amigo. No se ven, se hablan. Pasa un tiempo. Ya era tarde. El que está arriba, incapa-citado para moverse, siente que no
hay otra posibilidad y corta la cuerda. Su compañero cae al vacío... Pero se salvó. Apareció al día siguiente en el campamento, arrastrándose. ¡Qué sorpresa y trauma para el que cortó la cuerda!—¿Qué montaña ha disfrutado más?—Para mí todas son inolvidables, desde el más sencillo cerro hasta esas de más arriba. Pero guardo un recuerdo muy especial del volcán Popocateptl, en México. Llegué al cráter sin saber que lo iba hacer. Aquel boquerón, de más de 600 por 800 metros de ancho, en el fondo otro pequeño cono volcánico y, en el fondo de este, una laguna verde esmeralda. ¡Qué belleza! Se me salieron las lágri-mas de emoción.—La masificación, ¿puede acabar con el Everest?—Para muchos es como una atracción turística, que suelen pagar muy cara, o física o emocionalmente. Cuando yo fui, en 1993, el Gobierno de Nepal solo permitía una expedición por ruta cada temporada. Pero esa masifica-ción significa muchos millones de dólares para su presupuesto—Creo que ahora hay cuerdas fijas.—Son necesarias e inevitables. Hay tramos muy complicados en los que es necesario asegurarse. Siempre hay que tener presente que tiene que haber alguien que las coloque. Aquí aparece el escalador experimentado, que sí ama el montañismo hasta el tuétano.
Por J. A.
EN EL TECHO DEL MUNDO. Ramón, con la bandera de Galicia en la cumbre del Everest.