evangelizacion contextual

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Visiones y Herramientas 2008 p. 31-40 ¿Qué tiene que ver la teología con la evangelización? Alberto Fernando Roldán La evangelización tiene su punto de partida en Dios, se sustenta por Dios y tiene su fin en Dios. Por esa razón, la evangelización no puede ser concebida como una faceta de la actividad de la Iglesia, sino como el mismo centro de su vida, y por consiguiente, como una expresión de la teología. Orlando Costas Introducción Los temas de la evangelización y la misión de la Iglesia son los que más atención han recibido en las últimas décadas del siglo pasado y en lo que va del presente. Sin embargo, no siempre ambas realidades centrales para el cristianismo han sido debidamente definidas. Si estamos atentos a lo que se dice y se escribe sobre el tema, en general abundan los clisés, las frases hechas y las fórmulas que no siempre representan lo que la Biblia dice sobre el tema sino que más bien reflejan la manera cómo, en ciertas culturas dominantes, se ha definido y practicado la evangelización y la misión de la Iglesia. Llegan a nosotros, entonces, envasadas en ciertas culturas que nos resultan extrañas, tanto a nosotros que ya conocemos el Evangelio como a los potenciales destinatarios en nuestras ciudades latinoamericanas. Es preciso, en consecuencia, definir adecuadamente lo que entendemos por evangelización y, sobre todo, reflexionar sobre las relaciones entre la teología y la evangelización. Partimos de la premisa de que no todos entienden que entre la teología y la evangelización existe una relación inextricable. Ya la mera formulación de nuestra pregunta, denota que para algunos, o quizás muchos, no hay demasiada relación entre evangelización y teología. No todos comprenden que no puede haber evangelización sin teología. Por eso, en el presente ensayo, responderemos la siempre inquietante pregunta: ¿Qué es el Evangelio? Primero, mostraremos la teología del Evangelio, luego pensaremos en lo que significa una evangelización contextual y, finalmente, reflexionaremos sobre lo que significa una evangelización sin teología. ¿Qué es el Evangelio? Nuestro punto de partida no puede ser otro que intentar definir lo que es Evangelio. Originalmente, la palabra procede del griego euaggelion que en los clásicos griegos se refería a la recompensa que se daba a un mensajero, antes que al mensaje mismo. El sentido de euaggelion como “buena noticia”, parece ser posterior. Lo más aproximado a lo que tenemos en el NT es que “evangelio” era la buena noticia de victoria que un ejército había logrado en el campo de batalla. Eso era “evangelio”. En el NT la palabra sale unas 75 veces con la noción específica de “buenas nuevas” o “buenas noticias”. Comenta Culbert Rutenberg: El evangelio es la gloria de la fe cristiana. Ninguna religión tiene un evangelio. La palabra “evangelio” significa buenas nuevas. Ambas palabras son importantes. El hecho de que las nuevas sean buenas es un comentario sobre la naturaleza de Dios, quien ha venido a nosotros

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Page 1: Evangelizacion Contextual

Visiones y Herramientas – 2008 – p. 31-40

¿Qué tiene que ver la teología con la evangelización?

Alberto Fernando Roldán

La evangelización tiene su punto de partida en Dios, se sustenta por Dios y tiene su fin en Dios.

Por esa razón, la evangelización no puede ser concebida como una faceta de la actividad de la

Iglesia, sino como el mismo centro de su vida, y por consiguiente, como una expresión de la

teología. Orlando Costas

Introducción

Los temas de la evangelización y la misión de la Iglesia son los que más atención han recibido

en las últimas décadas del siglo pasado y en lo que va del presente. Sin embargo, no siempre

ambas realidades centrales para el cristianismo han sido debidamente definidas. Si estamos

atentos a lo que se dice y se escribe sobre el tema, en general abundan los clisés, las frases

hechas y las fórmulas que no siempre representan lo que la Biblia dice sobre el tema sino que

más bien reflejan la manera cómo, en ciertas culturas dominantes, se ha definido y practicado

la evangelización y la misión de la Iglesia. Llegan a nosotros, entonces, envasadas en ciertas

culturas que nos resultan extrañas, tanto a nosotros que ya conocemos el Evangelio como a los

potenciales destinatarios en nuestras ciudades latinoamericanas. Es preciso, en consecuencia,

definir adecuadamente lo que entendemos por evangelización y, sobre todo, reflexionar sobre

las relaciones entre la teología y la evangelización. Partimos de la premisa de que no todos

entienden que entre la teología y la evangelización existe una relación inextricable. Ya la mera

formulación de nuestra pregunta, denota que para algunos, o quizás muchos, no hay

demasiada relación entre evangelización y teología. No todos comprenden que no puede

haber evangelización sin teología. Por eso, en el presente ensayo, responderemos la siempre

inquietante pregunta: ¿Qué es el Evangelio? Primero, mostraremos la teología del Evangelio,

luego pensaremos en lo que significa una evangelización contextual y, finalmente,

reflexionaremos sobre lo que significa una evangelización sin teología.

¿Qué es el Evangelio?

Nuestro punto de partida no puede ser otro que intentar definir lo que es Evangelio.

Originalmente, la palabra procede del griego euaggelion que en los clásicos griegos se refería a

la recompensa que se daba a un mensajero, antes que al mensaje mismo. El sentido de

euaggelion como “buena noticia”, parece ser posterior. Lo más aproximado a lo que tenemos

en el NT es que “evangelio” era la buena noticia de victoria que un ejército había logrado en el

campo de batalla. Eso era “evangelio”. En el NT la palabra sale unas 75 veces con la noción

específica de “buenas nuevas” o “buenas noticias”. Comenta Culbert Rutenberg:

El evangelio es la gloria de la fe cristiana. Ninguna religión tiene un evangelio. La palabra

“evangelio” significa buenas nuevas. Ambas palabras son importantes. El hecho de que las

nuevas sean buenas es un comentario sobre la naturaleza de Dios, quien ha venido a nosotros

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en Cristo. No es suficiente que Dios se haya manifestado en carne humana. Lo que es decisivo

es el carácter de este Dios quien “por nosotros y por nuestros pecados” se hizo hombre. Son

“buenas noticias” las que anunciamos porque Dios es esa clase de Dios.1

Esto quiere decir que el Evangelio, en realidad, surge del corazón amoroso de Dios, quien ama

al mundo de tal manera, que dio a su Hijo unigénito para la salvación del mundo (Jn. 3.16). El

Evangelio proclama el carácter salvador de Dios. Pero no solo eso. Sino que el Evangelio, según

lo define San Pablo: “Es una fuerza de Dios y salvación para todos los que creen.” (Ro. 1.16 La

Biblia. Latinoamérica). Cuando se proclama el Evangelio se desata el poder salvador de Dios, se

libera energía, energía salvadora, transformadora, que cambia sustancialmente de raíz al ser

humano, hombre y mujer que se rinde a Jesucristo. El Evangelio no se reduce a dos o tres

afirmaciones verbales, ni a cuatro o cinco leyes espirituales, por más importantes y prácticas

que ellas sean. El Evangelio no se puede reducir a simples fórmulas para captar adeptos.

Es una proclamación (kerusso) de que en Jesucristo se ha librado la batalla final contra las

fuerzas del mal, fuerzas deshumanizadoras y destructivas y que en El, Dios actúa a favor del ser

humano, hoy. Soy de los que comprenden al Evangelio como una fuerza salvadora que

comienza a actuar en el que cree en este mensaje, pero que esa fuerza continúa activa,

transformando cada día la vida del creyente. Por lo tanto, aunque es verdad que somos ya

salvos por la fe en Jesucristo, también es cierto que “estamos siendo salvados” y “seremos

salvados” plenamente en la venida gloriosa de Jesucristo. Algo de esto se percibe en lo que

dice Pablo: “Porque el lenguaje de la cruz resulta una locura para los que se pierden; pero para

los que se salvan, para nosotros, es poder de Dios.” (1 Co. 1.18). La salvación es un proceso

actual, una dinámica en la que estamos insertos todos los que creemos. No es solo algo del

pasado, sino de la experiencia presente, diaria, continua de los que creemos. Por eso este

texto es traducido también: “poder de Dios para los que vamos a la salvación” (Dios habla hoy.

Biblia de Estudio). Y todavía más: no solo ya hemos sido salvos desde el momento de nuestra

conversión a Jesucristo, y no solamente estamos siendo salvados, sino que seremos salvos

plenamente en el apocalipsis o revelación de Jesucristo. Porque, como dice Pablo, “en

esperanza fuimos salvos” (Ro. 8.24).

En síntesis: Evangelio es anuncio, buena noticia de que en Jesucristo, el eterno Dios ha actuado

a favor de su mundo. En el Evangelio proclamamos la buena noticia de la salvación, pero esa

buena noticia no queda en el terreno del mero discurso, sino que desata, pone en acción,

libera energía salvadora y transformadora, en la cual los que creemos estamos siendo salvados

con la esperanza firme de una salvación integral, escatológica, que incluirá la redención de

nuestros cuerpos.

La teología del Evangelio

Es imposible en el corto espacio de que disponemos, elaborar o siquiera esbozar una teología

del Evangelio. Nos limitaremos, por lo tanto, a destacar los aspectos que nos parecen

indispensables y más relevantes en cuanto al tema. Partimos de la premisa de que no se puede

evangelizar sin teología. Porque al hablar del Evangelio, al proclamar las buenas nuevas de

1 Culbert G. Rutenber: El evangelio de la reconciliación, El Paso: CBP, 1973, p. 10. Cursivas originales.

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salvación en Cristo, surgen preguntas insoslayables tales como: ¿Salvación de qué? ¿Salvación

cómo? ¿Salvación para qué? ¿Son todos salvados? ¿Cómo nos salvamos? ¿quién es el que

salva? ¿Cuál es el Dios del Evangelio? ¿Cuál es el Jesucristo que proclamamos? ¿Qué papel

juega el Espíritu Santo en la evangelización? ¿Qué relación hay entre el Evangelio y la acción

social de la Iglesia? ¿Qué relación entre el Evangelio y la misión de la Iglesia? ¿O se trata de

términos equivalentes? En el Evangelio, bien entendido, entran todos los temas de la teología:

Dios, hombre/mujer, pecado, cristología, soteriología, eclesiología, escatología.

El Evangelio proclama el Reino de Dios. Sobre todas las cosas, debemos enfatizar que, al

evangelizar, estamos anunciando el Reino. Jesús, en el comienzo mismo de su ministerio así lo

hizo. Nos dice el Evangelio: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca.

Conviértanse y crean en la Buena Noticia.” (Mr. 1.14 Libro del pueblo de Dios). Comenta

Orlando Costas: Al anunciar Jesús la aproximación del Reino de Dios, proclama, pues, la

irrupción de una nueva era en la cual se hace manifiesto el reinado soberano de Dios, pero en

la que también se contempla la revelación final de ese Reino. Es “bajo la tensión de este ‘no

más’ (cumplimiento)”, nos dice Blaw, “y el ‘todavía no’ *promesa+ que nace la predicación del

Evangelio a todas las naciones”.2

En este tema debemos ser sumamente claros: el Reino de Dios o, mejor aún, el Reinado de

Dios primero y principalmente es “de Dios”. Dice Pannenberg, en contra de cierta perspectiva

liberal del Reino, por caso, la de Albrecht Ritschl, que definía el Reino como la acción de los

hombres inspirados por el amor: El reino de Dios no será establecido por los hombres. No será

el resultado de ninguna planificación de las perspectivas del futuro. Es sumamente serio que

permanezca el reino de Dios, cuyo camino a través de la historia se ha dado a conocer, la

mayor parte de las veces, con la caída del orgullo humano.3

El Reino de Dios es la irrupción del gobierno de Dios en un mundo donde existen otros reinos.

En efecto, el Reino de Dios proclama, encarna y anuncia la justicia de Dios en un mundo de

injusticias. Es el Reino de la paz en un mundo de enfrentamientos. Es un Reino de vida en un

mundo donde cunde la muerte en todas sus formas. Es, finalmente, un Reino de alegría, en un

mundo donde las personas están sumidas en la tristeza y la desesperanza.

Dice Gustavo Gutiérrez: Entrar en el Reino es entrar en la vida. La resurrección de Jesús es la

confirmación por el Padre del don de la vida hecho en el Hijo. [...] El dios en quien creemos es

el Dios de la vida. Creer en la resurrección implica defender la vida de los más frágiles de la

sociedad. Buscar el Señor entre los vivos lleva a comprometerse con quienes ven su derecho a

la vida violado permanentemente. Afirmar la resurrección del Señor es afirmar la vida frente a

la muerte. [...] El mensaje de la resurrección del Señor y de la nuestra con él, es claro: la vida y

no la muerte es la última palabra de la historia.4

2 Orlando Costas: “Aspectos salientes del ministerio de Jesús y sus implicaciones para la evangelización”,

en Orlando Costas (copilador): Hacia una teología de la evangelización, Buenos Aires: La Aurora, 1973, p. 38. 3 Wolfhart Pannenberg: Teología y reino de Dios, Salamanca: Sígueme, 1974, p. 56. Cursivas originales.

4 Gustavo Gutiérrez, El Dios de la vida, Salamanca: Sígueme, 1994, pp. 50-51.

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Como resurrección y vida, Jesús anuncia el Reino de Dios. Y junto al anuncio, actúa a favor de

los pobres, los despreciados, los humillados de la historia, los ciegos, los hambrientos, los

perseguidos por causa de la justicia. El vino a dar de comer a los pobres, a liberar a los presos,

a dar vista a los ciegos, a sanar a los quebrantados, a anunciar el año agradable del Señor (Lc.

4). Su anuncio del Evangelio del Reino no quedó en mero discurso, sino que se transformó en

un poder liberador: perdonando pecados, sanando a los enfermos, liberando a los oprimidos

por el diablo, porque el Señor estaba con Él. Cada vez que un pecador se arrepentía, cada vez

que un enfermo era sanado, cada vez que un poseído era liberado, ahí se hacía presente el

Reino de Dios. Porque, como diría Pablo, “el reino de Dios no consiste en palabras, sino en

poder.” (1 Co. 4.20). La evangelización de Jesús de Nazaret fue acompañada de prodigios y

milagros, sanidades y liberaciones y aún resurrecciones, porque el Evangelio, para él, no era un

mero discurso sino una acción salvífica, transformadora, que reconstituía al ser humano en su

integridad. Es a la luz de estos conceptos que surgen nítidamente de la lectura de los

evangelios, que como cristianos y cristianas debemos unir evangelización a acción social en el

mundo, mensaje y acción. Porque, como admirablemente sintetiza Carl Braaten: Palabras y

hechos deben ir juntos. Porque, evangelización y humanización van juntos, así como evangelio

e interés social, fe y acción política, adoración religiosa y obra social. No podemos compartir el

punto de vista de aquellos que insisten en la primacía de la evangelización, si por ella

entienden separar lo que los cristianos dicen de lo que hacen. Porque el evangelio no es solo

algo para ser dicho, sino que en sí mismo es acción de Dios en el mundo, tomando la forma

tanto de palabra evangélica y hecho apostólico.5

La teología del Evangelio no solo se relaciona con el Reino sino, por supuesto, con la persona

de Jesucristo. Toda verdadera evangelización proclama a Cristo y a este crucificado ya que es

por la cruz de Cristo que Dios ha querido reconciliar al mundo y salvar al mundo. Aquello que

los seres humanos no alcanzaron a conocer por su sabiduría, Dios ha querido ofrecerlo a los

creyentes por la cruz que, se ha tornado escándalo para los judíos y locura para los griegos.

Dice Pablo: “Pues el mundo, con su sabiduría, no reconoció a Dios cuando ponía por obra su

sabiduría; entonces a Dios le pareció bien salvar a los creyentes con esta locura que

predicamos.” (1 Co. 1.21 La Biblia. Latinoamérica). La proclamación del Evangelio se centra,

como tema, en el Cristo crucificado y, por supuesto, resucitado. Ese escándalo y esa locura

para el mundo incrédulo.

Pero también el Evangelio proclama no solo a Cristo como Salvador sino, sobre todo, como

Señor. De modo que si confesamos con nuestra boca que Jesucristo es el Señor y creemos de

corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, somos salvos (Ro. 10.9). No hay tal cosa

como anunciar a un Jesucristo Salvador, sin que esté implicado su señorío. Somos salvos a

partir de la confesión por el Espíritu, que Jesucristo es el Señor, ya que nadie puede llamar a

Jesús Señor, sino es por la acción del Espíritu Santo (1 Co. 12.3).6

5 Carl E. Braaten: The flaming center. A theology of the Christian Mission, Filadelfia: Fotress Press, 1977,

pp. 91-92. 6 Para ampliar el tema de Jesucristo como Señor remito a mi libro Señor total, Buenos Aires:

Publicaciones Alianza, 1998.

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La teología del Evangelio no se agota en la cristología. A partir de Jesucristo, la revelación del

Padre, es que podemos llamar a Dios: Padre nuestro. Por eso, en rigor, el Evangelio no solo es

cristocéntrico sino trinitario. No es frecuente relacionar la evangelización con la Trinidad, ya

que en la práctica, como insinuaba Karl Rahner, los cristianos terminamos siendo más

monoteístas que trinitarios al punto de que, decía él, si en una alocada hipótesis en el futuro

se demostrara que la Trinidad era una doctrina errónea, la mayoría de libros que se han escrito

sobre Dios en el ámbito cristiano podrían seguir circulando. Pero, definitivamente, la Trinidad

no es ni una aritmética divina, ni una especulación filosófica, sino la manera nueva en que se

presenta el Dios de Abraham y los profetas, en el Nuevo Testamento. Es el nuevo nombre de

Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Otra vez citamos a Orlando Costas7 que, partiendo de la

premisa de que el Evangelio presupone un doble movimiento: de Dios hacia el mundo y del

mundo hacia Dios, describe las siguientes relaciones: Del Padre hacia el mundo: Dios como

Padre amoroso e Hijo obediente. Del mundo al Padre: el Espíritu Santo como eslabón entre el

Hijo y el Padre. El amor enviando y buscando: Dios como misión y unidad. Y luego sintetiza: El

evangelio se fundamenta, pues, en un dios comunitario. Es la historia del doble movimiento

del Padre, enviando al Hijo para dar su vida por un mundo quebrantado, condenado a muerte

y sin Dios, para liberarlo y transformarlo en nueva creación. Esa historia involucra también el

envío del Espíritu por parte del Padre, en nombre del Hijo, para unir al mundo con Dios en el

amor abrazador de la comunidad divina.8

En breve: la teología del Evangelio incluye, entre otros temas medulares: el Reino de Dios y el

Dios del Reino, el Cristo que muere por el mundo y que resucita para nuestra justificación y

redención. Es un Evangelio que proclama a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo, un Dios

activo en la historia y comprometido plenamente con su creación, no solo la humana sino

también cósmica. Porque nunca debemos olvidar que en el centro del propósito de Dios está la

redención de la humanidad, pero alrededor de ese centro está la reconciliación de todas las

cosas y la redención final de nuestro mundo. Escribe San Pablo: “En efecto, toda la creación

espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios. Ella quedó sujeta a la vanidad, no

voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero conservando una esperanza.

Porque también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la

gloriosa libertad de los hijos de Dios.” (Ro. 8.20-21 Libro del pueblo de Dios). Solo esta

referencia es un botón de muestra que nos indica que el Evangelio como buena noticia, no

solo es buena noticia de salvación personal, sino que es feliz anuncio para la creación entera

que un día experimentará la libertad gloriosa que corresponde a los hijos e hijas de Dios como

primicias del propósito salvador del Dios trino y uno.

¿Qué sucede con una evangelización sin teología?

A la luz de lo expuesto, debemos superar las viejas dicotomías entre evangelización y teología,

teología y evangelización. Como si se pudiera evangelizar sin contenidos teológicos bíblicos y

fundamentados. Criticando la contraposición entre esas dos realidades, escribía hace unos

veinte años René Padilla: ¿Puede haber una evangelización realmente bíblica –una

7 Orlando Costas, Evangelización contextual. Fundamentos teológicos y pastorales, San José de Costa Rica: SEBILA, 1986, pp. 74-76 passim. 8 Ibíd. p. 77.

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presentación de todo el consejo de Dios– sin una reflexión teológica que busque la

comprensión de la pertinencia del evangelio a la totalidad de la vida humana en un contexto

histórico definido? La reducción del evangelio que caracteriza al pueblo evangélico

latinoamericano es un reflejo de la tradición que ha sido impuesta por el movimiento

misionero que le diera origen. Y temo que hay poca esperanza de cambio mientras la

estrategia para el crecimiento de la iglesia siga siendo asunto de misioneros “expertos” en la

materia, cuyas teorías perpetúen el divorcio entre la evangelización y la teología.9

A varias décadas después de que fue escrita esta reflexión, las cosas no han cambiado

demasiado. Todavía es preciso plantear que es necesario articular y presentar la teología que

da sustento bíblico y fundamentación al Evangelio. Porque debiéramos pensar en qué deriva

una evangelización sin teología o con una teología deficiente. He aquí algunas posibles

derivaciones: En primer lugar, una evangelización sin teología deriva en una serie de

afirmaciones sueltas, especie de fórmulas preelaboradas que, aplicadas convenientemente,

permiten al evangelista de turno dar por sentado que la gente ha sido evangelizada. Como dice

Michael Green: La evangelización no es ningún sistema. Con demasiada frecuencia se la

presenta como un paquete que consiste en tres puntos claros, cuatro leyes espirituales o cinco

cosas que Dios quiere que sepas. Yo no tengo nada en contra de tales ayudas para la memoria

de aquellos que están comunicando las buenas nuevas. El peligro surge cuando el Evangelio se

encoge hasta las dimensiones de unas fórmulas selectivas y limitadoras. Por causa de la

sencillez, se abre la puerta a falsos conceptos, la superficialidad e incluso la herejía.10

En segundo lugar, una evangelización sin teología puede, por su énfasis unilateral en Jesucristo

“como único y suficiente Salvador”, restar importancia al señorío de Jesucristo. Porque, como

hemos visto, la salvación se obtiene por confesar a Jesús como Señor, como Kyrios, como Amo

y Dueño de la totalidad de nuestras vidas y no la obtención de un pasaporte celestial con vuelo

non stop. Se cae –tal vez inconscientemente– en una cristología puramente soteriológica, que

separa el señorío de Jesucristo de su carácter salvador. Jesucristo es Salvador en cuanto es

Señor, es decir, cuando es reconocido como Aquel que nos desafía al seguimiento, al

discipulado, en muchos casos, costoso y aún riesgoso. No otra cosa fue el discipulado de los

primeros siglos de la Iglesia cristiana.

En tercer lugar, una evangelización sin teología no puede distinguir los falsos evangelios del

verdadero Evangelio. Abundan los falsos evangelios que cubren un amplio abanico que va

desde el Jesús de la piedad personal que “salva nuestra alma” hasta un Jesús guerrillero que

está únicamente interesado en el cambio de las estructuras sociales y políticas sin apelar a la fe

y al arrepentimiento. Está el “evangelio de la prosperidad” que nos ofrece un paraíso aquí en

la tierra, con garantía de salud permanente y creciente y sostenida prosperidad económica

porque “somos hijos del Rey.” En un evangelio de esas características, se apela al “sálvese

quien pueda”, quien tenga “la llave del éxito”, y en ese evangelio no hay lugar para la

solidaridad, porque cada uno debe lograr ese éxito que, por supuesto, es marcada y

desembozadamente individualista. La teología bíblica y sistemática, debidamente contextual

9 C. René Padilla: “La contextualización del evangelio” en Misión Integral, Buenos Aires: Nueva Creación,

1986, p. 10 Michael Green: La iglesia local, agente de evangelización, Buenos Aires: Nueva Creación, 1996, p. 17.

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enraizada en la realidad histórica y cultural en la que vivimos nos permite detectar estas

formas equívocas del evangelio y alertar sobre sus negativas consecuencias.

Finalmente, una evangelización sin teología no permite vislumbrar ni expresar el propósito de

Dios con su mundo. Separa al Dios Salvador del Dios Creador. Cae en dicotomías tales como:

cuerpo vs. alma, Iglesia vs. mundo, fe vs. razón, presente vs. futuro. Una evangelización sin

teología no ofrece a la Iglesia un servicio adecuado para guiarla en su misión en el mundo y se

torna irrelevante porque responde preguntas que quizás nadie hace y no establece puentes

con la cultura. Porque toda evangelización que se precie de ser bíblica y que represente el

cumplimiento de la misión de Dios en el mundo debe, necesariamente, ser contextual, en el

sentido de responder a las preguntas implícitas o explícitas de la situación histórico-social en la

cual se produce. “La evangelización es contextual en el sentido que es un acto comunicativo

histórico-social; una tarea práctica, donde se transmite un mensaje con una finalidad

transformadora.11” La pregunta clave para saber cuál es la realidad humana, histórica y social

a transformar por el Evangelio comienza por plantear en qué consiste esa realidad, cuáles son

sus características, cuáles son sus necesidades a las cuales el Evangelio viene a responder. Y

para ello, no hay otro camino que reinterpretar el Evangelio en esa realidad histórica que,

como tal, es única e irrepetible. Solo una teología que se preocupe por la realidad histórica,

social, cultural y política de nuestros pueblos puede constituirse en sustrato válido para una

evangelización integral, acorde a las necesidades de nuestro mundo.

Alberto Fernando Roldán es Doctor en Teología por el Instituto Universitario ISEDET. Ha

cursado la Maestría en Educación en la Universidad del Salvador y es candidato a la Maestría

en Ciencias Sociales y Humanidades en la Universidad Nacional de Quilmes. Es director de la

revista Teología y Cultura www.teologos.com.ar y pastor de la Iglesia Presbiteriana San Andrés.

Su correo electrónico es [email protected]

11

Orlando Costas: Evangelización contextual, p. 18.