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Marcelo T. de Alvear 1261, 3º Piso, Of. 40 CABA. Tel: 4811-4555 www.consultoradni.com Página 1 Informe DNI Nro. 154 ========================================================================= EVALUACIONES SOBRE POSIBLES EFECTOS DEL TRIUNFO DE DONALD J. TRUMP EN LAS ELECCIONES ESTADOUNIDENSES 1. Introducción El candidato del Partido Republicano, Donald J. Trump, ganó las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América. Se convertirá, de ese modo, cuando asuma el cargo el próximo 20 de enero, en el 45to presidente de los EEUU en sus casi 240 años de historia. Trump ha producido en su campaña electoral; por sus particulares expresiones, propuestas y afirmaciones; no poca preocupación en numerosos actores políticos, económicos y sociales tanto dentro como fuera de los EEUU. Por ello se vuelcan en este trabajo algunas evaluaciones sobre el estado de situación respectivo. 2. El resultado electoral. La elección reciente fue la disputa política entre los dos candidatos más discutidos en muchos lustros. También a una rara (en el país de las innovaciones) regresión generacional nunca vista antes (el actual presidente Obama fue elegido con 47 años de edad y los dos candidatos rondaron los 70 años. Trump tiene 70 años de edad, y será el presidente de mayor edad desde los tiempos en los que el record lo tuvo Ronald Reagan, elegido cuando tenía 70 años). Los dos candidatos tuvieron 15 años más que el presidente saliente (diferencia que se considera como de pertenencia a una generación anterior). Y la misma edad actual que los presidentes anteriores al saliente (Bill Clinton y George W. Bush). La regresión generacional es una rareza.

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Marcelo T. de Alvear 1261, 3º Piso, Of. 40 CABA. Tel: 4811-4555 www.consultoradni.com

Página 1

Informe DNI Nro. 154

=========================================================================

EVALUACIONES SOBRE POSIBLES EFECTOS DEL TRIUNFO DE DONALD J. TRUMP EN LAS

ELECCIONES ESTADOUNIDENSES

1. Introducción

El candidato del Partido Republicano, Donald J. Trump, ganó las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América.

Se convertirá, de ese modo, cuando asuma el cargo el próximo 20 de enero, en el 45to presidente de los EEUU en sus casi 240 años de historia.

Trump ha producido en su campaña electoral; por sus particulares expresiones, propuestas y afirmaciones; no poca preocupación en numerosos actores políticos, económicos y sociales tanto dentro como fuera de los EEUU.

Por ello se vuelcan en este trabajo algunas evaluaciones sobre el estado de situación respectivo.

2. El resultado electoral.

La elección reciente fue la disputa política entre los dos candidatos más

discutidos en muchos lustros.

También a una rara (en el país de las innovaciones) regresión generacional

nunca vista antes (el actual presidente Obama fue elegido con 47 años de edad y

los dos candidatos rondaron los 70 años. Trump tiene 70 años de edad, y será el

presidente de mayor edad desde los tiempos en los que el record lo tuvo Ronald

Reagan, elegido cuando tenía 70 años). Los dos candidatos tuvieron 15 años más

que el presidente saliente (diferencia que se considera como de pertenencia a una

generación anterior). Y la misma edad actual que los presidentes anteriores al

saliente (Bill Clinton y George W. Bush). La regresión generacional es una rareza.

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Debe decirse que, conforme el patrón de comportamiento electoral de la

ciudadanía estadounidense, ciudadanía en la que se privilegian los equilibrios ante

el poder, el triunfo de Trump responde a un patrón de conducta común de la

historia política en 70 años. En efecto, desde el fin de la 2da Guerra Mundial han

habido en los EEUU 6 presidentes demócratas y 6 republicanos (Trump será el

7mo). Los republicanos han ganado 10 elecciones y los demócratas, 9.

El triunfo de Trump confirma una “normalidad de la alternancia” en la

medida en que desde que se impuso la enmienda constitucional que impide a un

presidente tener más de dos mandatos, al fin de la 2da Guerra Mundial, solo hubo

un caso en el que un partido gobernó tres periodos consecutivos (Reagan/George H.

Bush). Esa fue una excepción (que confirma una regla). En todos los demás casos

hubo procesos de dos periodos para gobiernos de un mismo partido (Eisenhower,

Kennedy/Johnson, Nixon/Ford, Clinton, George W Bush, Obama) y solo uno de

un periodo de 4 años a cargo de un partido (Carter). Por ende la lógica histórica es

que después de dos periodos de un presidente de un partido el pueblo elige al

candidato del otro partido.

El partido republicano ha obtenido además un notorio éxito en la elección

para conformar las dos cámaras del Congreso, obteniendo mayoría en ambas

(aunque debe decirse que la Constitución estadounidense requiere para numerosos

trámites mayorías agravadas, que ahora no consigue ningún partido por sí solo, en

particular en el Senado).

Como se sabe, los Estados Unidos son un estado federal. La “Unión”, como

se llama a la federación de 50 estados, se formó por estados (ahora subnacionales)

preexistentes que se reservaron numerosas atribuciones para sí (no fueron

delegadas esas funciones a la federación y permanecieron en poder de los estados

federados) y en materia de elección del presidente se previó que se respete el

equilibrio federal, por lo que para ser elegido presidente se debe ganar en un

sistema indirecto (los sistemas indirectos son también mayoritarios en el

parlamentarismo europeo donde el primer ministro no es elegido por el pueblo en

elecciones directas sino por el parlamento).

En este caso, siendo un sistema presidencialista, para ganar la elección se

debe cumplir con la regla de lograr más electores en un colegio electoral (un

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organismo conformado por 538 electores procedentes de todos los estados y de la

capital, Washington D.C.), por lo que lo relevante es ganar más las elecciones en

los estados y obtener los delegados electores por cada estado.

Eso ha permitido que aun habiendo obtenido Hillary Rodham Clinton (la

candidata demócrata) algunos votos populares más que Trump, al haber

concentrado sus votos en pocos estados y haber ganado Trump en la enorme

mayoría de los estados, la composición del colegio electoral favorezca

holgadamente al candidato republicano. Así, Trump gano en 30 estados y Hillary

Rodham Clinton lo hizo en 20 estados.

Esta es la quinta vez en la historia de los EEUU en la que ocurre que el

candidato con más votos populares individuales no obtiene el triunfo por no

contar con la mayoría de los electores (y es la segunda vez en el siglo).

En realidad, la gran diferencia en votos populares a favor de la candidata

demócrata se produjo en California, el estado más poblado, donde Hillary R.

Clinton obtuvo el 61% de los votos populares y una diferencia de alrededor de 2,5

millones de votos a su favor. En la elección popular nacional, Clinton logro casi

400.000 votos más que Trump, los cuales se explican especialmente por el resultado

de California, sin los cuales Trump habría aventajado a Clinton por unos 2

millones de votos en el resultado popular en el país. El resultado en todos los

EEUU fue casi un empate, con unos 60 millones de votos para cada candidato.

Como modo de entender el comportamiento electoral más usual en EEUU,

puede decirse que en términos de las calidades de los candidatos, es usual que en

las elecciones en EEUU el triunfo corresponda a quien se presenta en los hechos

como candidato más crítico al orden establecido.

En términos históricos puede analizarse que los EEUU sufrieron una seria

crisis de liderazgo desde la muerte de J. F. Kennedy. El asesinato del joven

presidente demócrata inició una serie de desventuras, en las que se vieron la

renuncia a la candidatura para la reelección que le permitía la Constitución por

parte de Lyndon Johnson, la renuncia a la presidencia del acosado Richard Nixon,

la transición de G. Ford y el débil mandato de J. Carter. Todo se enmarcó en un

periodo de crisis política sustancial.

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Desde ese momento el electorado de los EEUU ha privilegiado usualmente,

en el inicio de los ciclos políticos, a los que se presentan como reformadores ante

las elecciones. Los que se oponen a lo que se conoce como establishment de

Washington.

La desconfianza tradicional del electorado al poder político ha hecho que así

como en esta ocasión ha ganado el candidato más “outsider”, hace 8 años obtuvo el

triunfo el entonces joven senador Obama que solo contaba con 6 años de

experiencia en el Senado sin mayor antecedente político, habiéndole ganado la

elección primaria a la candidata de la nomenclatura del Partido Demócrata (Hillary

Rodham Clinton). Y 8 años antes el ganador había sido George W, Bush,

gobernador de Texas, estado sureño, alejado de los centros de poder, que se

presentó como un candidato ajeno a los manejos de la autoridad en Washington,

tras dos mandatos previos de presidencia de Bill Clinton, que no pudo imponer

como presidente a su Vicepresidente Albert Gore. Del mismo modo, cuando Bill

Clinton fue elegido lo hizo acometiendo contra el entonces presidente George H.

Bush, presentándose como un fresco candidato que provenía del poco relevante

estado de Arkansas donde había sido gobernador, alejado de los manejos de poder

y proviniendo de afuera de los centros políticos tradicionales. Antes de ellos,

Ronald Reagan (un ex actor carismático y políticamente profundamente

reformador, proveniente de California) y George H. Bush (su vicepresidente)

habían instaurado el nuevo tiempo post crisis.

Debe decirse que (sin perder de vista que el resultado fue el de un virtual

empate, y que votó menos del 50% de los ciudadanos, y por ello las

consideraciones deben hacerse sin olvidar lo relativo de la generalización) en el

triunfo de Trump ha influido seriamente lo poco atractiva que ha sido la

candidatura de su contrincante. Trump obtuvo menos votos que los candidatos de

su partido en elecciones anteriores (Romney o McCain) que pese a ello habían

perdido, porque se enfrentaron a un candidato como B. Obama que concitó

atracción en minorías (negros, latinos, inmigrantes) que no fueron a votar del

mismo modo a H. R. Clinton (en los EEUU el voto no es obligatorio).

Por lo demás, es también cierto que a Trump lo votaron mayoritariamente

los trabajadores blancos del llamado cinturón industrial (afectados por el avance

de la tecnología), las poblaciones rurales agrarias, las personas de mayor edad y los

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sectores religiosos especialmente cristianos protestantes y católicos (más

conservadores, disconformes con posturas políticas consideradas más liberales en

lo moral de los demócratas).

Ha ocurrido, pues, algo usual. El electorado privilegia propuestas

renovadoras cuando se han cumplido ciclos. Es altamente difícil que un partido

retenga la Casa Blanca cuando ya su presidente no puede ser candidato por la

restricción constitucional que impide una segunda reelección.

3. Las propuestas de campaña

La campaña electoral reciente mostró al candidato triunfante con un discurso

disruptivo, no usual. Algo radicalizado, poco ortodoxo, de mensajes directos,

sencillos, impactantes. Las campañas políticas en los EEUU suelen ser duras pero

dentro del cumplimiento de ciertos límites que en esta ocasión parecen haber sido

sobrepasados.

Esta elección no se ha apoyado en las tradiciones principistas. El candidato del

partido usualmente defensor del libre comercio (Republicano) ha puesto en el

proteccionismo una de sus principales banderas, y la candidata del partido más

apoyado por los sindicatos (Demócrata) apareció como la menos temida por los

líderes de las más modernas actividades económicas. Aunque debe admitirse

respeto por la tradición en Trump al proponer la baja de impuestos y en Hillary

Rodham Clinton con la defensa de las llamadas minorías.

Trump había prevalecido en la primaria contra las visiones republicanas más

tradicionales (estado mínimo, libertad de emprendimiento) y Hillary contra el ala

más intervencionista demócrata (Sanders).

El discurso de Trump tuvo no pocas consideraciones polémicas. Sus posiciones

contra la inmigración ilegal (especialmente mexicana), su rechazo al ingreso en

EEUU de inmigrantes musulmanes, su queja contra las importaciones chinas (a las

que amenazó con la imposición de altos aranceles), su advertencia a las empresas

estadounidenses de que propondría impuestos a quienes invierten en el exterior

con la intensión de que las empresas inviertan y generen puestos de trabajo en el

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ámbito local, sus manifestaciones relativas a su intención de modificar los tratados

comerciales internacionales vigentes (especialmente el NAFTA), su crítica a

instituciones internacionales como la OTAN, tuvieron alta repercusión

especialmente en el exterior.

Debe decirse que también el candidato tuvo no pocas propuestas que pueden

ser llamadas como “pro empresa’, como la reducción de impuestos (a las empresas

grandes pero también a las menores y a las familias), la reducción de regulaciones

e intervenciones en al escenario productivo local, la modificación del llamado

ObamaCare en la medida en que se lo considera intervencionista y alejado de las

libertad de elección, la propuesta de descentralizar la educación hacia las escuelas

(voucher educativo), o la propuesta de un ambicioso plan de obras de

infraestructura para movilizar la economía y crear empleo, fueron parte de sus

propuestas.

Mucho de todo lo antedicho ha generado la inquietud. Por las implicancias que

tendría una afectación en el comercio internacional una política proteccionista,

porque en las mismas empresas estadounidenses una afección al libre comercio

transfronterizo complicaría sus negocios, por las implicancias fiscales (y en la tasa

de interés) de un plan de reducción de impuestos y más inversión pública.

La gran discusión en la campaña electoral en EEUU (fundamentalmente

impulsada por Donald Trump) se refirió a los procesos de internacionalización

productiva. Frente a Trump (muy crítico), Hillary Clinton había sido más ambigua

(criticó la apertura económica internacional en público, pero trascendió que ante

referentes de Wall Street dijo que mantiene sus posturas favorables al libre

comercio). Y el propio Presidente Barak Obama siempre se ha expresado a favor de

la inserción económica internacional.

La generación de acuerdos internacionales para incrementar el comercio ha

sido la regla en el mundo hasta hoy.

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La discusión no es menor. Solo EEUU, la UE y China superan el billón de

dólares anuales (cada uno) de generación de comercio exterior.

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El comercio internacional se halla ante una exigencia de competitividad: crece

débilmente en cantidades despachadas (pero ese crecimiento le permite este año

estar un 20% por encima de los volúmenes de hace un decenio) pero al caer los

precios internacionales decrece en dólares pagados. Se vende algo más

(cantidades) aunque a menor precio.

Aún con el descenso de los últimos dos años, el comercio mundial, que arañaba

el 20% del producto global hace veinte años, hoy representa casi 30% de la

producción del planeta.

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Y los costos del comercio transfronterizo han venido descendiendo año a año.

Y la distancia ya no es un obstáculo serio en el comercio y por ello la

integración llegó a los países emergentes.

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Todo lo cual lleva a pensar que sería un shock retroceder en la materia

Aunque es verdad que Estados Unidos, que generaba alrededor del 14% de las

exportaciones mundiales de bienes en el año 2000, hoy genera alrededor del 9% del

total, mientras sus importaciones equivalían al 19% del total mundial hace tres

lustros y hoy suponen el 14% del total. EEUU es el segundo exportador mundial de

mercancías (China es el primero) y el principal importador mundial (China es el

segundo).

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El contenido importado en las exportaciones de manufacturas de EEUU,

empero, alcanza el 15% mientras implicaba el 11% hace veinte años.

Pero EEUU se halla en un proceso de sustancial cambio, lo que se exhibe en el

hecho de que se ha consolidado como la mayor usina de generación de

conocimiento productivo. Por eso, más allá de lo antes explicado sobre el comercio

de manufacturas, si se considera el comercio mundial de servicios (que crece

además en relevancia global) EEUU es por lejos el principal exportador mundial

(15% del total mundial) y el primer importador del globo (10% del total). Y los

servicios representan 80% de su PBI. Y China exporta menos de la mitad que

EEUU (aunque es el 2do importador).

Las empresas tecnológicas, por eso, son las más relevantes del mundo ahora.

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EEUU (que pese a las voces de crítica a la integración productiva tiene un

porcentaje de empresas exportadoras sobre el total que es 6 veces mayor que el de

México) sigue siendo el país con más stock de inversión extranjera en el mundo

(3,5 billones de dólares). Y la IED crece sin cesar en el mundo.

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El 23% del total de IED en América Latina y el Caribe es de origen

estadounidense. Y los países emergentes ya reciben la mitad de toda la IED

mundial, lo que puede ser visto como una “exportación de empleo”, pero a la vez

también como una ubicación en el exterior de eslabones de la cadena que permiten

especializarse a los EEUU en los eslabones más valiosos (diseño, conocimiento,

tecnología, innovación) que son los que generan más rentabilidad. En EEUU no se

pierden empresas o empleos (la tasa de desempleo está en niveles históricos muy

bajos -4,8%-) sino que ha cambiado sustancialmente la matriz productiva.

¿Se pretende retroceder en la evolución? Eso puede ser inútil (no se la puede

vencer definitivamente) o muy pernicioso (sí se la puede obstaculizar).

Dice la UNCTAD que el 80% del comercio mundial ocurre dentro de

cadenas globales de valor (que implican relaciones estables, sistemáticas,

constantes, entre empresas más allá de las fronteras). Richard Baldwin, a través de

lo que él denominó la “smile curve” explicó que en esas cadenas globales, el mayor

valor se genera en dos posibles fases: el inicio de los procesos productivos (diseño,

innovación, aplicación de conocimiento) y/o en la fase final (comercialización);

mientras que en las etapas intermedias (manufacturación) la evolución de la

maquinización hace que el aporte (valor) sea cada vez menor (dibuja la curva con

la línea de una “sonrisa” que tiene los extremos más altos que el medio).

El factor diferencial en la economía moderna es el del capital intelectual. En

él hay dos tipos de actores. Los que generan conocimiento y los que implementan

procesos de aplicación. Los primeros están en una fase de mayor generación de

valor. EEUU se ha trasformado en el gran actor del primer tipo. Pero los procesos

de cambio son críticos. Y no son inexorables.

De modo que una política proteccionista puede afectar seriamente a la

economía mundial y a las propias empresas estadunidenses.

Las empresas estadunidenses se financian en los mercados de capitales, los

que se verían rápidamente afectados (y las valuaciones de esas empresas) con

políticas como las anunciadas. Y las empresas funcionan, como se ha dicho, en

cadenas globales.

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4. El proceso de formación de gobierno.

El actual proceso de formación de gobierno en los EEUU parece a haber

generado cierta tranquilidad. El candidato triunfante se ha mostrado con sustancial

mayor moderación.

En el discurso de admisión del triunfo lució más circunspecto (leyó en el

teleprompter cada aseveración lo que mostró capacidad de ceñirse a cierto

mandato de formalidad) y se refirió respetuosamente a su contrincante a la que

había calificado inusitadamente en la campaña.

Luego de eso ha dado señales de fuerte alineamiento con la nomenclatura del

Partido Republicano. Se trata nada menos del partido partidario de la libertad de

empresa en los EEUU. En las versiones informales sobre la formación de gabinete

se ha nombrado al propio presidente del Comité Nacional del partido (RNC) como

un posible jefe de gabinete del gobierno de Trump. Figuras como Rudolph Giuliani

o Newt Gingrich son muy respetadas por las empresas, y la reunión de alto respeto

con el Presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan fue en el mismo

sentido. Las señales son de moderación.

Es por ende altamente probable que el gobierno de Trump, si bien encare una

propuesta más endocéntrica, no por eso sea rupturista del orden económico

internacional.

Por otro lado, debe decirse que lo que alguna vez Raymond Aron llamó la

“república imperial”, en la que (según creía Aron) terribles cambios y persistentes

contradicciones son parte de su misma unidad como país, tiene un sistema político

con enormes instrumentos para evitar extremismos. En EEUU existe la

Constitución, y lo que la ciencia política (Duverger, por caso) llamó la supremacía

constitucional. Los equilibrios políticos (con un Congreso con poder propio como

consecuencia del arraigo personal que sus miembros tienen en las comunidades

que los eligen, mayor incluso que con su propio partido), la alta y fuerte burocracia

estatal (en asuntos como la seguridad o la diplomacia), la tremenda influencia de la

opinión pública, el poder de los jueces (desde que Eduard Lambert comenzó a

habar de el “gobierno de los jueces” como limite al poder ejecutivo, y desde que el

célebre Juez Marshall instauró la tradición de invalidar lo que contraría la

Constitución); todo hace que las instituciones (esas que son tan relevantes que

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permitieron que se aceptara que habiendo conseguido Al Gore más votos, no fuera

presidente porque conforme el sistema en el que prevalece el federalismo no debía

serlo), modere cualquier extremismo posible.

Trump contará como freno con una relevante bancada demócrata opositora,

y con buena parte de los legisladores republicanos aferrados a sus ideales más

cercanos a las libertades económicas. Y sería el Congreso el que deberá aprobar

reformas a tratados internacionales, normas sobre inmigración, reforma tributaria

o la cobertura de vacantes en la Corte Suprema.

5. La relación bilateral

En la relación bilateral debe decirse que el comercio entre Argentina y

EEUU es menos relevante que antaño.

Al finalizar el periodo republicano de Reagan/George H. Bush las

exportaciones argentinas a EEUU representaban el 10% del total exportado, luego

al finalizar el periodo demócrata de Bill Clinton ya el 18% del total se dirigía a

EEUU; pero al finalizar los periodos republicano de George W. Bush (7% del total)

y ahora el del demócrata Obama (7% este año, aunque recuperándose después de

cifras menores en años anteriores), el comercio bilateral es menos relevante. Y la

relación bilateral comercial es deficitaria (4.257 millones de déficit el año pasado, y

probablemente de unos 2.400 millones este año).

El comercio entre ambos cayó en relación al año anterior: Ya en 2014 las

exportaciones argentinas a EEUU habían alcanzado 4.046 millones de dólares, y las

importaciones desde EEUU fueron de 8.907 millones (por lo que la relación arrojó en

2014 también un alto déficit de 4.860 millones de dólares).

Una diferencia muy relevante se observa en la evolución de la importancia

relativa de la principal economía del mundo para nuestras ventas y compras totales.

En 2001, año de inicio del siglo XXI, EEUU explicaba el 10% de las

exportaciones y el 18% de las importaciones. Pero el intercambio entre ambos países

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comenzó a perder relevancia relativa mientras crecieron otros mercados en vínculo

relativo con Argentina.

Mientras en 2005, EEUU aún generó un 11% de las ventas argentinas y un 14%

de nuestras compras desde el exterior, fue en la segunda década del siglo XXI cuando

ya se exhibió una relevancia de menor rango. En 2010, sólo explicó exportaciones por

el 5% del total e importaciones por el 11%. Mientras tanto, en 2014, EEUU representó

también el 5,6% del total de exportaciones y el 13,6% de las importaciones. Y

finalmente en 2015 las exportaciones fueron el 5,9% del total y las importaciones el

12,7% del total.

De ser el segundo destino de nuestras exportaciones en 2001 pasó al 3er lugar

en 2014 y en 2015. Y de ser el segundo origen de las importaciones (lo que se

despachaba desde EEUU en 2001 representaba más del triple de lo que se importaba

desde China) pasó a ser el tercer emisor de bienes hacia Argentina, luego de Brasil y

China.

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año 2001 año 2005 año 2010 año 2015

Participación de los EEUU en el total de exportaciones argentinas

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Estados Unidos genera el 15% de las importaciones mundiales, por lo que el

vasto mercado norteamericano aparece como una oportunidad, aunque no exenta de

numerosas dificultades potenciales ahora.

Un mayor proteccionismo estadunidense afectaría más a los actuales socios

de EEUU, a los que podría restringírsele acceso a sus empresas, pero Argentina no

está entre ellos (no tiene mayores acuerdos comerciales bilaterales). Aunque sí

podría encontrarse con un menor interés de EEUU en avanzar en negociaciones

que parecen estar en la agenda de la nueva administración argentina. Por otro

lado, si se produjese una retracción en el internacionalismo económico de los

EEUU, eso sí podría generar costos en el creciente auge del encadenamiento

productivo y comercial transfronterizo que se observa en el mundo, lo que podría

afectar para todo el mundo el dinamismo de la globalización productiva y podría

producir volatilidades en precios o afecciones productivas por cambios en las

condiciones de operación.

En materia de inversiones, el inicio de políticas de desincentivo a las

inversiones estadunidenses en el exterior podría afectar a la Argentina en la

medida en que EEUU es el principal inversor extranjero en Latinoamérica. Estados

Unidos es, como país, el principal emisor de inversión extranjera en el mundo (con

un stock de inversiones en el mundo que supera los 3.700 billones de dólares)

En las relaciones comerciales entre nuestro país y los EEUU en los últimos

años ha habido cambios recurrentes. En 2015 las exportaciones argentinas a EEUU

llegaron a 3.382 millones de dólares, y las importaciones desde EEUU sumaron

7.655 millones de dólares. Las exportaciones representan el 5,9% del total, y las

importaciones el 12,7% del total de compras argentinas desde el exterior. En 2015

la relación arrojó un déficit de 4.272 millones de dólares

6. Previsiones sobre un futuro gobierno.

Lo que puede afirmarse ahora son conjeturas. Pero es altamente probable

que un gobierno de D. J. Trump, por la dependencia en el congreso de su propio

partido republicano, por la alta limitación institucional del sistema político de los

EEUU (jueces, congreso burocracia del poder, opinión pública, mercados y lobby

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económico), por el propio pragmatismo del nuevo presidente será una

administración de cambio peor no de radicalizaciones.

Es de prever un plan de infraestructura que puede impulsar la economía

pero a la vez afectará la situación fiscal de EEUU y elevará la tasa de interés

consecuentemente.

En materia de comercio internacional es más esperable una re negociación

de la relación bilateral con México y con China que una modificación de la

situación general con todo el mundo.

La condición de empresario pragmático de Trump (no es un idealista ni un

ideólogo, sino un hacedor practico o un líder negociador) lo pondrá seguramente a

generar acuerdos en la aérea en temas más cercanos a la microeconomía (cuotas

cupos, reparo recíproco de ventajas) que a un cambio integral de doctrina.

Con todo, si se mantuviera en su pensamiento de campaña eso afectaría no

solo la relación con sus principales aliados sino (dado el encadenamiento producto

transfronterizo a nivel global), con todo el mundo, con fluctuaciones de precios,

afecciones al funcionamiento de las cadenas de valor, retracciones en la inversión

internacional y probables volatilidades monetarias y bursátiles. Si eso ocurriera las

afecciones se reproducirían por encadenamiento en buena parte del mundo.

La integración económica internacional ha permitido el descenso de la

pobreza en el mundo recientemente. Cualquier modificación de esa tendencia

generaría costos.

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Y la proliferación del comercio ha coincidido con la reducción de la

violencia mundial.

Las señales vistas hasta ahora parecen indicar que EEUU será más

endocéntrica que proteccionista, más duro negociador en sus relaciones

económicas pero no rupturista, más doméstico que global, pero no disruptivo. De

todos modos todo está por verse a partir del 20 de enero de 2017.

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Hay aún más preguntas que respuestas. Más supuestos que certezas. Pero

puede preverse más moderación que la que surgiría de las previsiones surgidas de

los discursos de campaña.

Marcelo Elizondo

Director General

Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI)