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NICOLAS MAQÜIAVELO

El Príncipe Edición bilingüe:

Italiano - castellano

Prólogo y notas por: Luce Fabbri Cressatti

Traducción: -stella Mastrángelo

~~ nordan comunidad

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Diseño gráfico: ComunArte Portada: Ruben O, f'Tieto

© Editorial Nordan-Camunidad Avda. Millán 4113, te!: 35 56 09 lZ900 Montevideo, Uruguay

Impreso en Uruguay -ISBN: 9974--42-003-2

In dice

Maquiavelo: entre el ser y el «deber ser» ......................... 9

Versión ita!iana / Versión Caste!!ana

36 ......................... Dedicatoria ......................... 3 7

40 ......................... Capítulo 1 ........................ .41

42 ......................... Capítulo 11 ........................ .43

46 ......................... Capítulo III ........................ .4 7

60 ......................... Capítulo IV ......................... 61

66 ......................... Capítulo V ......................... 67

70 ......................... Capítulo VI ......................... 71

78 ......................... Capítulo VII ......................... 79

80 ......................... Capítulo VIII ......................... 81

98 ......................... Capítulo IX ......................... 99

106 ......................... Capítulo X ......................... 107

110 ......................... Capítulo XI ......................... 111

116 ......................... Capítulo XII ......................... 117

126 ......................... Capítulo XIII ......................... 127

132 ......................... Capítulo XIV ......................... 133

138 ......................... Capítulo XV ......................... 139

142 ......................... Capítulo XVI ......................... 143

148 ......................... Capítulo XVII ......................... 149

154 ......................... Capítulo XVIII ......................... 155

160 ......................... Capítulo XIX ......................... 161

176... ...................... Capítulo XX ......................... 177

184 ......................... Capítulo XXI ......................... 185

192 ......................... Capítulo XXII ......................... 193

196 ......................... Capítulo XXIII ......................... 197

200 ......................... Capítulo XXIV ......................... 201

204 ......................... Capítulo XXV ......................... 205

214 .......... , .............. Capítulo XXVI ......................... 215

Conclusión ......................... 225

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MAQlJIAVELO:

Entre el ser y el «deber ser»

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Sentimos a Maquivelo como un contemporáneo porque estamos vi-­viendo una crisis en cierto modo homóloga a la del siglo XVI, y por­que él nos proporciona los elemen­tos para juzgarla y es el único que lo ha hecho con tan implacable clari­dad.

Hay un Maquiavelo de leyenda, que tiene mala fama, el del fin que justifica los medios, el polítco sin escrúpulos, el consejero de los tira­nos. Y está el Maquiavelo que nos presentaron nuestros profesores si .... guiendo a De Sanctis y a Croce, un Maquiavelo creador de la ciencia política, un pensador que, en los u!Ilbrales del Renacimiento, descu­brió que la política es independiente de la moral, pertenece a otra esfera, la esfera de lo útil, como la economía. Y nos ha enseñado que en la historia lo que cuenta es el ser, no el «debe ser»: la realidad, no la justicia.

Dice De Sanctis que en la obra de Maquiavelo «están los derechos del Estado; faltan los derechos del hom­bre»1. <<Por la patria todo es lícito y las acciones, que en la vida privada son

l. Francesco De Sanctis, Storia della lettera­tura italiana. Milano. Treves. U, p. 86.

delitos, se vuelven magnánimas en la vida pública. Razón de Estado y salud pública eran las fórmulas vulgares en las cuales se expresaba ese derecho de la patria superior a todo derecho,2• Y Croce se hace en esto, como en casi todo lo demás, el continuador de De Sanctis, incorporando el pensamien .... to de Maquiavelo a su definición de lo útil, diferenciado netamente de lo éti­co. 'y remacha este concepto, respal .... dando esta visión del pensamiento de Maquiavelo, con negar que haya me­dios ~nmorales. La acusación que se levanta contra Maquiavelo, de reco­mendar medios inmorales para fines morales, medios que se justificarían con la moralidad de los fines, carece, para Croce, de todo fundamento, pues sólo los fines son morales o inmorales; los medios son adecuados o inadecua­dos'. Y aplica el mismo criterio al pensamiento de Marx, en quien veía -dice Boulay4- «el Maquiavelo del proletariado».

2.. lbidem, p. 56. 3. Benedetto Croce. Materialismo storico ed

economía marxista. Laterza, Bari. 1918. Pp. 112-113.

4. Charles Boulay. B. Croce jusqu'en 1911. Ed. Droz. Géneve. 1981. P. 345.

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Una visión que cambia

Ahora bien: si nos acercamos a Maquiavelo directamente, olvidando las introducciones académicas a las distintas ediciones de sus escritos, le­yendo estos últimos en orden cronológico, teniendo encuentaacada paso quién y cómo era el autor, qué sucedía en ese momento, qué otras cosas escribía contemporáneamente y además, la reciente herencia medie,.. val y el entorno humanístico y rena­centista, nuestra visión del escritor cambia, no radicalmente, pero lo sufi­ciente para sostener que:

Maquiavelo no excluye la morali­dad de la política y no es en ese sentido que hay que considerarlo el fundador de la política como ciencia, sino en el sentido de haber estudiado el deseo de poder en su eterno choque con la exigencia humana de libertad, reco­nociendo en este choque el principal factor de la historia';

El no recomienda nunca a los pue­blos el absolutismo, que él considera una degeneración de la monarquía2, no sostiene los derechos del Estado, no hace primar la razón de Estado por sobre los derechos de los ciudadanos, excepto en el caso del «estado popu­lar», que responde a los intereses del mayor número y que degenera cuando el pueblo se corrompe, es decir cuando

l. No creo que se pueda citar un pasaje deter,.. minado a este respectó, pero este es el cri­terio que se desprende del conjunto de la obra rnaquiveliana y, en particular, de los primeros capítulos de los Discursos ... y de El PrCncipe en· su totalidad.

2. N. Machiavelli. Discorsisullaprimadecadi Tito Livio. 1, 2.

los ciudadanos aprovechan la libertad para..su interés particular3;

c;Jnsideró la libertad republicana como el valor político supremo4;

Su pensamiento no es monolítico y hay ~n él contradicciones que, todas, tienen su explicación en un plano psicológico o histórico.

El mismo se nos presenta en toda su complicación en una célebre carta a F. Vettori5 y en una octava autobio~ gráfica, con la que me parece oportu~ no entrar en el tema del «hombre» Maquiavelo como clave de su pensa­miento:

3. Como ejemplo entre muchos, Ibidem, l, 17 y 18.

4. Esto resulta clarísimo en todos los escritos de Maquiavelo anteriores a 1512 (por ej. «Decenall>>, vv. 25-27, «Ritratto detlecose della Magnan, «Discorsi ... n ya citado, 1 li­bro, etc.). Después de esa fecha para él trágica, su lenguaje se hace más cauteloso, pero el sentimiento republicano inspira evidentemente el resto de los «Discursos sobre la primera «decan de Livio (típico es el segundo capítulo del segundo libro) y asoma en El príncipe, en cuanto afloja la autovigilancia. Además del capítulo V, que será objeto de una consideración especial, podemos citar, como·_ejemplo de los indi­cios del republicanismo del autor, ocultos en la abundancia misma de argumentos en que se apoyan los preceptos dirigidos al «príncipe nuevon, unas líneas del cap. XII. Allí, en un contexto dirigido al príncipe para convencerlo de la eficacia de las mil idas nacionales y de las desventajas que presen­tan las milicias mercenarias, entre muchas razones estratégicas y ejemplos históricos, a mayor abundamiento, el autor cita el hecho indudable (positivo para él, pero segura­mente no para el príncipe, y menos para el príncipe nuevo) de que los ciudadanos ar­mados más difícilmente se dejan dominar por un caudillo ambicioso.

5. N. Machiavelli, Lettere, Ed. Feltrinelli. Milano, 1981. P. 372.

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Yo espero y mi esperanza agranda mi tormento, yo lloro y el llanto me alimenta el corazón, yo río y esa mi risa no penetra adentro, yo ardo y no pasa ese fuego al exterior. Yo temo lo que veo y lo que siento, cada objeto renueva mi dolor. Así, esperando, lloro, río y ardo: lo que oigo y veo me llena de pavor.

Aun haciendo pesar en el juicio la moda literaria de la contraposi­ción, característica de la época, ese autorretrato nos habla de un ser tan polifacético como su pensamiento político.

Este pensamiento suyo no se po­dría empezar a estudiar sin tener en cuenta, de entrada, su cualidad de florentino. Florencla había conser­vado tempestuosamente sus institu~ dones republicanas hasta el siglo XV, cuando la familia de los Médici, banqueros, había establecido en ella su dominio señorial, muy resistido sin embargo, tanto que fue inte~ rrumpido dos veces por revolucio~ nes que dieron lugar a dos paréntesis de sobrevivencia republicana. Maquiavelo vivió justamente ese período conflictual.

Nació en Florencia en 1469, llegó a la edad de la razón bajo Lorenzo el Magnífico, tenía 25 años cuando los Médici fueron expulsados y se restau-

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raron en la ciudad-estado las liberta­des municipales. Si echamos Una mi­rada al horizonte europeo, Veremos que en ese entonces ( 1494) lqs Reyes Católicos acababan de unificar Espa·· ña con la toma de Granada y Colón había realizado su primero y segundo viaje (Maquiavelo llegó a tiempo para comprender la política absolu.tista de Fernando el Católico, no para vislum­brar las consecuencias del descubri­miento de Colón). En Francia, Carlos VIII estaba aprovechando los frutos de la obra absolutista de su antecesor. En Inglaterra, de la reciente guerra de las Dos Rosas había salido el pujante absolutismo de los T udor.

Eran tiempos de luchas feroces por el poder y este se ejercía de modo absoluto. En la mayor parte de las ciudades italianas la república mu­nicipal característica de la Edad Media había sido sustituida, a través de un proceso plurisecular, por el poder unipersonal e irrestricto· del Señor. Florencia parecía ir a contramano de la historia. justa­mente cuando ese horizonte euro.­peo se estrecha alrededor de 1 talia, y Europa, por decirlo así, se le cae encima haciendo de la península el escenario de sus luchas, los floren­tinos ( 1494) aprovechan la ocasión para liberarse de los Médici, suges­tionados por los recuerdos de la li­bertad medieval, por los ideales del reciente humanismo, centrados. en la república romana y en ía gloria de los dos Brutos, y por la predicación de esa especie de Calvino italiano que fue fray Jerónimo Savonarola. Siguió un paréntesis republicano de 16 años, para el joven Niccolo, de­claradamente, el período más feliz

de su vida. En los Discursos sobre los primeros

dt~~ libros de Tito Livio él habla, a propósito de hechos históricos, pero pensando el)_ su trayectoria personal, de «los tiempos áureos, cuando cada ct:tal puede tener y defender la opi­nión que quiere» 1

• Antes de 1512, en efecto, él escribió lo que quiso y sus escritos de ese período son los únicos que se pueden juzgar en sí y por sí, sin tener en cuenta la presión de los hechos. Nosotros hemos aprendido, en la experiencia de todo el último siglo, qué sutil, y a la vez pesada, puede ser la presión de los hechos sobre un escritor.

Las obras que Maquiavelo com­puso en este período republicano son la menos estudiadas, porque son, naturalmente, las menos maduras, pero nos sirven como piedra de to~ que para interpretar la producción posterior. Las principales son: los Decenales, crónica florentina en ter ... ce tos dantescos, los informes corres.­pondientes a las misiones diplomá­ticas que Maquiavelo desempeñó por cuenta del gobierno de Florencia, transformados luego por él en otros tantos ensayos, probablemente al­gunos escritos literarios difícihnen .. te ubicables en el tiempo (Belfagor, cuento misógino en prosa, algunos de los Capítulos, algunas de las Ri­mas) y, casi seguramente, el Libro 1 de los Discursos sobre los primeros diez Libros de Tito Livio, que él conside­raba evidentemente como su obra fundamental.

l. «Discorsisulla primadecadi T. Livio» l, 10.

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El enamorado de la República. Todo estudio sobre el pensamiento de Maquiavelo tendría que centrar­se -creo yo- en esta última obra, concebida en un plano teórico des­interesado no circunstancial, y no en El Príncipe, escrito en condicio­nes anúnicas excepcionales y con una fmalidad circunstancial deter­minada (recuperar el empleo, hacer menos duro el dominio de las nue­vas autoridades sobre el pueblo florentino), que a posteriori se transforma en la otra: hacer de Florencia el núcleo activo de la uni­ficación de Italia.

Estos Discursos estudian la vida política de los tiempos de Maquia­velo a través de un comentario pun~

tual de la historia de la república romana hasta las guerras samníticas inclusive. ¿Por qué éligió Maquiavelo esa parte de la obra de Livio? La razón reside en la tendencia, típica~ mente humanística, a buscar en la antigüedad útiles modelos de con­ducta. En esa primera <<deca» de la obra de Livio Roma es aún la polis dentro de la cual el pueblo pugna por desempeñar su papel, y su en­grandecimiento en los límites de la península ·itálica se parece, especial.­mente en sus comienzos, a la expan.­sión de algunas de las ciudades de Italia, y en particular de Florencia, en las postrimerías de la Edad Me­dia. Era un proceso que se daba a través de luchas entre los principa-

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les estados italianos, intérrumpido por «la diplomacia del equilibrio» de Lorenzo el Magnífico, pero que se podía reanudar en cualquier mo­mento, ahora que había que luchar contra un enemigo común, el ocu.­pante extranjero. Por eso la historia de la república romana le parece a Maquiavelo tan actual.

En esos escritos anteriores a 1512, se revela claramente la figura espiri­tual de su autor, enamorado de su república florentina, pesimista, mor.­daz, con una aptitud para la metáfora política que no ha sido bastante estu­diada, con cierto desprecio de raíz popular por los personajes encumbra­dos, con un amor profundo por la libertad, cuyo fundamento reconoce en la igualdad (Dice que los Suizos gozan de una «libre libertad» porque su población es homogénea y nadie sobresale entre los demás, sino en el breve período en que desempeña una magistratura 1•

A todo esto Maquiavelo agrega el convencimiento de que solo el pue.­blo en armas y no la milicia merce.­naria, es decir el ejército profesional de ese entonces, podía defender la independencia de la patria y la liber­tad de los ciudadanos. Como fun­cionario del gobierno florentino, Maquiavelo, a partir de 1506, trató en efecto de organizar esas milicias ciudadanas, que eran muy bisoñas en 1512 y no estaban estructuradas como su creador hubiefa querido; por esto y otras .razones que sería

l. En <<Rapporto delle cose della Magna» (comprendido en: N. Machiavelli. ll principe e opere politiche minori. Ed. Lemonnier. Firenze, 1896, p.161.

muy largo examinar aquí, fracasaron al defender la ciudad del ejército esj)añol que en ese año puso prácti­camente la ciudad en manos de los Médici. Pero éstos no perdonaron a Maquiavelo el haberlas creado.

. ·'~

Post res pérditas

En ese año 1512 en que volvió el poder señorial a Florencia y todo su mundo se derrumbó, Maquiavelo no huyó, no fue al destierro como mu­chos de sus amigos: eligió quedarse y contemporizar con la nueva situa.­ción. A partir de ese entonces acos.­tumbró fechar sus escritos contando los años desde la catástrofe, con el agregado «Post res pérditas»: tantos años después de la «pérdida de las cosas», donde res tiene un sentido muy amplio: desde la libertad repu­blicana al prestigio personal del es­critor, ligado al empleo que había desempeñado (aludía a la vez a las res publicas y a las res privaras).

Sospechoso para los nuevos se­ñores, Maquiavelo a los pocos meses fue detenido, torturado y, una vez liberado, costreñido a vivir en el campo. Es el momento en que escri­be El Príncipe, el pequeño libro en que se basa su antigua fama. Es muy probable que remonten a ese difícil momento los tercetos de los prime­ros cinco cantos del Asno de oro, poema inconcluso, iniciado como desahogo personal, en el metro y con el espíritu de los Decenales2• El

2. Luigi Fóscolo Benedetto, al editar en 1920 . esta obra junto con otras del mismo autor y deL mismo tipo (N. Machiavelli. Operette satiriche. Ed. UTET. Torino.lntroducdón), fundamenta con excelentes argumentos la

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poeta imagina haberse extraviado en el territorio dominado por la maga Circe, que, en la parte del poema

nunca fue escrita, lo iba a trans.­en burro. En los cantos que

autor narra, a manera préílogo, sus amores con una bella

encargada por Circe de a pastar al heterogéneo reba­

de sus cx.-amantes, tnetamor.­roseauu,, según la costumbre cono-

de aquella corte, en varios

En estos tercetos, el deseo de ver caer de nuevo el dominio de los Médici (expresado bajo forma de profecía: «al fin los encumbrados caerán»3 se tnezcla de modo intere.­sante con las observaciones genera.­les acerca de la diversidad de los estados y de las razones de estado imperantes. La amargura del autor por su situación personal y por el derrumbe de las libertades florentinas le arranca acentos de protesta con.­tra la corrupción del mundo. El pro­tagonista, aun convertido en burro, denunciará la desvergüenza difusa, «antes de que se coma la montura» 4

-clara alusión a la difícil situación económica del escritor, provocada por la pérdida del empleo- y «ni

hipótesis de que, de los 8 cantos del «Asno de oro» que Maquiavelo escribió, los prime ... ros 5 pertenezcan al momento mismo en que cayó la república, pues reflejan la con .. goja de ese momento, mientras la atribu .. ción tradicional al año 1517 se basa en la fecha de acontecimientos mencionados to­dos en los útlimos tres cantos, que ti~nen además un carácter literario muy distinto.

3. N. Machiavelli. Obra citada. «Asina d'oro», IV, 39. P. 82.

4. Ibidem, ], 120. P. 65.

Dios podrá impedirle que rebuzne» 5•

Mientras trataba de consolarse con su vocación menor, la poesía jocosa, que pasa en este momento al catnpo estrictamente personal y se.­creto, en su actividad más seria, la ensayística política basada en la his­toria, deja de lado por un momento los Discursos sobre Tito Livio y es­cribe El Príncipe.

El Príncipe

Imposible -creo yo- entender el verdadero significado de esta obrita explosiva si se la considera aisladamente y, a la vez, como un todo homogéneo. Hay que estudiar­la en su complejidad y tener en cuenta múltiples factores.

El primer impulso para la compo­sición de El Príncipe fue dado indu­dablemente por la importancia que de golpe adquiere en Florencia, en 1512, el fenómeno histórico del poder unipersonal absoluto. El pro­ceso en Italia ya estaba en pleno desarrollo en tiempos de Dante, quien, en la segunda parte de su vida, conoció forzosamente a mu.­chos «señores» (los Delia Scala, los Polenta, los Malatesta, los Malas­pina ... ) y fue amigo de alguno de ellos, pero cuando los mira en su conjunto, como buen ciudadano de una república, los califica de «tira­nos» (Como protagonista de la Co­media, le dice a Guido da Montefeltro, en el canto XXVII del Infierno: «) amás sin guerra estuvo tu Romaña/dentro del corazón de

5. Ibidem, 1, 108. P. 64.

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sus tiranos»). Después, de a poco, casi todos los

municipios libres restantes habían ido desapareciendo. Al iniciarse el siglo XVI, Florencia era, sin embar­go, aún una república. Hasta ese momento, con Venecia, había sido la principal excepción a la tenden­cia general hacia la mini monarquía absoluta, no por haber conservado intacto, como V enccia, el régimen republicano, sino por no haberse resignado al principado, que había sido su forma de gobierno en la se­gunda mitad del siglo anterior, y por haber vuelto al régimen municipal en la primera ocasión. Ahora, con el retorno de los Médici, entraba de nuevo en la normalidad de la época, con carácter definitivo, al parecer.

Maquiavelo se resigna e inte~ rrumpe los Discursos sobre la primera «deca» de T. Livio, en los que estu~ diaba como modelo la república ro­mana, para dedicarse a estudiar el principado.

En la composición de El Príncipe influyen -decía- varios factores. El primero es el pensamiento del autor como se había formado a través de la experiencia del secretariado en tiempos de la república y como so­brevivió al terremoto mental y ma­terial de 1512.

El gobierno del pueblo y la moral.

El hombre -pensó él ~iempre- no cambia en su naturaleza profunda; por eso nos sirve el estudio de la historia romana. Ese hombre, que es el sujeto de la historia, es natural­Inente egoísta y aprovechador; de ahí que cualquier tipo de sociedad

degenere, para etnpezar a recuperar~ ~e cuando la degeneración ha llega-· do a un grado insoportable: el poder unipersonal degenera fatalmente en tiranía, contra la que los nobles se rebelan en nombre de una libertad

· ·q\.Ie no es tal porque al poco tiempo se traduce en un régimen opresivo para el pueblo. Este cobra concien­cia y fuerza y abate el régimen oligárquico para establecer una re­pública popular, estructura que co­rrespondería al ideal de Maquiavelo, pero no se mantiene: el interés per~ sonal, que Maquiavelo llama co­rrupción, hace degenerar esa liber­tad en licencia. Un ambicioso en­tonces aprovecha el descontento difuso para establecer en esa socie­dad su dominio absoluto: y el proce­so vuelve a etnpezar1• «Del bien de~ riva el mal, del mal el bien» dice Maquiavelo, a propósito de lo mis­mo, en El Asno de oro2•

Más lentamente fue madurando en él su idea fundamental: que el arte de conquistar, mantener y au~ mentar el poder no tiene nada que ver con la moral y que por lo tanto, todos los tratados antiguos y medie· • vales acerca de cómo debe ser el «buen príncipe» (cuyo prototipo podría ser el De regimene principum del cardenal Egidio Colonna) no tienen ningún asidero en la realidad de los hechos, que Maquiavelo lla­ma «la -realidad efectual»'. En este

l. N. Machiavelli. Discorsisullaprimadeca ... l, 2.

2. N. Machiavelli. Operette satiriche. «Asina d'oro». V. 104, P. 91.

3. N. Machiavelli. ll prindpe. XV (primera parte).

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terreno se ha producido el gran alentendido acerca del pensa­

:iento de Maquiavelo, atribuible a la poca precisión con que se usa la palabra «política»: ..

Si limitamos su srgmflcado al «arte de gobernar», indudablemente Maquiavelo da origen a una ciencia política basada en lo útil y comple-

. tamente separada de la ética. Pero Maquiavelo no se ocupa sólo de los gobernantes. El, que se jactaba de ser «hombre popular», estudia, como especialista en ciencia política, no sólo a quien gobierna, sino también a quienes tratan de ser gobernados lo menos posible, como, por ejem~ plo, la plebe romana antigua o el pueblo florentino de su tiempo. El se considera un técnico en la materia y establece fríamente lo que debe ha­cer el príncipe para dominar y lo que deben hacer los pueblos para defen· der su libertad contra los príncipes. En esto consiste la ciencia. Pero solo la técnica del poder está separada de la moral. La libertad, la república fundada en buenas leyes y defendida por sus ciudadanos, pertenecía -y todos los Discursos .1obre la primera «deca» de T. Livio lo demuestran- al campo del «debe ser», de la morali­dad, porque, si el interés del prínci­pe comúnmente es opuesto al inte~ rés general, que es para Maquiavelo la medida de lo moral, los deseos populares coinciden casi siempre con el bien cmnún, pues los integrantes del pueblo no tienen posibilidad de acceder al poder individualmente y por lo tanto deséan naturahnente, para todos, la libertad.

El error principal de De Sanctis es justamente el de considerar que

Maquiavelo justifica el poder abso­luto con el interés general, cuando el escritor florentino, con la sola excepción del último capítulo de El Príncipe, estudia el poder absoluto

· sin justificarlo más que desde el pun­to de vista de una técnica al servicio de las ambiciones personales del príncipe, y en cambio dice explíci­tamente que ese poder es, en gene~ ral, opuesto al bien común.

Los príncipes se mueven en el campo de la realidad efectual. El «Óptimo príncipe» de Egidio Colonna pierde inevitablemente el poder; para conservarlo, tiene que observar las reglas que da Maquiavelo es su obrita: ser bueno cuando se pueda, parecerlo en cualquier caso, pero ser malo, mentiroso, incum~ plidor, asesino, cuando sea necesa~ rio.

Maquiavelo está orgulloso, mo­ralmente orgulloso, de decir en voz alta la verdad y terminar con la hi­pocresía del «buen príncipe», Pero, en los Discursos, dice con todas las letras que en la resistencia al despotismo está el «deber ser».

«No el bien particular, sino el bien común engrandece las ciuda­des. Y, sin duda, solo en las repúblicas se cuida el bien común( ... ) Lo con­trario sucede cuando hay un prín­cipe, porque en general lo que lo aventaja perjudica a la ciudad y lo que conviene a la ciudad lo perjudi­ca a éh (Discorsi sulla prima Deca di T. Livio, 11, 2).

Además, considerando que el príncipe suele salir de la nobleza y, de todos Inodos, tiene entre los no~ bies los rivales que desean suplan­tarlo, puede interesar, como corola~

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rio, este otro pasaje: «Si se considera el fin de los nobles y de los que no son nobles, se verá en aquellos un deseo grande de dominar y en estos solamente el deseo de no ser domi­nados y, por consiguiente, un tnayor deseo de vivir libres». {Ibidem, 1,5).

La verdad vigilada Estas eran las ideas de Maquiavelo cuando sobrevino la crisis política de 1512 que divide= vida en dos partes profundamente distintas, exactatnente como el forzoso destie.­rro había dividido en dos partes pro­fundamente distintas, dos siglos antes, la vida de Dante.

La «realidad efectual» ha caído sobre el autor bajo la forma de pér­dida del empleo, cárcel, tortura, confinamiento en el campo. Los caracteres del absolutismo ya no son objeto de estudio, sino de experien­cia directa. Y acontece lo que Maquiavelo siente más en lo hondo: se termina la libertad de palabra.

No podemos, por eso mistno, leer El Príncipe con los mismos criterios con que leemos los ensayos sobre las condiciones políticas de Francia o Alemania, escritos en tiempos de la república, ante res pérditas.

esbirros de los Médici los mtvam !ll'i -encontrado en el allanamiento

· -~n ello esté la causa de la tortura y la posterior imposibilidad para autor de recuperar el empleo1•

, De todos modos, el desc,ubri­rrüento que él había hecho, de que historia no es una galería de ej plos para educar a los niños, una ciencia implacable y de que vida política debe ser analizada es y no mitificada como debería ser, lo de lh El proclama su verdad como desafío a la hipocresía mtJji¡sata, latinmnente llama virtuoso llc''>'~IUG es eficaz en su terreno, hace que hace)a César Borgia, que en Decenales había presentado una serpiente ponzoñosa 408).

Este realismo lo lleva a ori.~n'"• en lo personal un criterio que puede llamar oportunista y que ciliaba -según él, y yo no lo · co- su interés particular de var o recuperar el empleo interés de Florencia de ser golhet·no•­da -dentro de la tragedia de pérdi­da de sus libertades- lo mejor posi­ble. Siempre fue partidario del menor». Hay varias pruebas de línea de conducta, además de comparación de El Príncipe con los Decenales anteriores y el Asno de contemporáneo. Si en El ljrínr·ih"

aconseja al rnonarca que no man ... tenga las promesas cuando no le convenga, en los Discursos afirma que, donde el pueblo interviene en

l. Véase el «Prólogo'> de Luigi Fóscolo Benedetto a las «Üperette satiriche», ya

¡.gobierno y lo controla, los pactos e :cumplen más fielmente que en se a monarquía y que, por lo tanto, uria alianza- con una república es l', mpre más segura (Indirectamen-ste l . . te.sugería a as potenctas extranJeras

ue ayudaran a apoyar en Florencia ~república) 1•

,-. , Cuando el papa León X, que des­dé::Roma era, a través de sus pa ... rtentes, el virtual señor de Florencia, le-:pidió que estructurar~ una nueva constitución para la ciudad, Ma­quiavelo le propone un curiosísimo prpyecto de poder unipersonal a tér­ffiino, destinado a durar mientras viyiera el papa, para ser sustituido déspués por un régimen republicano rrifiluciosamente descrito2

;

':por otra parte él proclama legíti· mp -el oportunismo cuando se trata de1 it>terés general. En los Discursos e.~~ltaalprimero de los Brutos, quien s(!lluló la locura para poder preparar m .. ál\ •. ·_tr:mt.¡ui'.latnente la revolución

el rey Tarquina: «Conviene ha91"rse el loco, como Bruto; y has-

hace uno el loco, alabando, h:iljlando, viendo, haciendo cosas en conrt:a de lo que se pi~nsa, para có•\íl]}lacer al príncipe»3

, .,wt:ras de las conclusiones a las estaba llegando

cy':~pclo se produjo la crisis decisiva

DISCORS! DI NICCOLO MAO::HlAVf.l.l.:l t;lTTADIN01 I!T UV

GRE'IAlUO I:'IOREN'l'INO SOPRA

LA PRIMA LlECA DI 'TITO LIVIO A' ZANOllltiVONI

DELMON'l'l, ET.

A' CO~IMO,

R.VCELlAf.

M. D. X X X l.

Portada de/libro

de 1512 era que la multiplicidad de pequeños estados en que Italia esta· ba dividida, con la secuela de las En El Príncipe triunfa el realismo,

pero es un realismo vigilado, lleno de precauciones. Y, a pesar de que esto es evidente, cas~ nunca se ha tenido en cuenta al juzgarlo. Maquiavelo no· dice lo que no pien­sa, pero dice solo la mitad de lo que piensa: la otra mitad la dice en el Asno de oro, cuyos primeros cantos, por el momento, oculta cuidadosa­mente en un cajón. Puede que los citadas, pp. 20~29. !li0 •<•.·cu••·

· pequeñas interminables guerras in· ternas en las que repúblicas y prínci· pes empleaban milicias mercenarias en su mayor parte extranjeras, debi­litaba desastrosamente la península, destinándola a transformarse en dominio francés o español, a menos que, como Francia en tiempos ante.­riores o España en esos mismos años, se unificara. La victual, aunque efí-

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mera unificación de la Italia central, doce ai'ios antes, por parte de César Borgia le hizo pensar que una de las ciudades-estados o uno de los prín­cipes italianos podían ser agentes de una unificación que, por más que se la quiera definir hoy como utopía, en ese entonces estaba en el ambiente. Cuando julio 11 levantó la bandera antifrancesa con el grito de «¡Fuera los bárbaros!», se apo~ yaba en cierta conciencia colecti~ va. Hay que decir que muy pronto se reprodujo, en favor de Florencia, la circunstancia que, a principio de siglo, había favorecido a César Borgia: el vínculo de parentesco entre el eventual agente unificador y el papa, puesto que el señor de Florencia, Juan de Médici, fue elegi­do pontífice con el nombre de León X, y dejó solo nominalmente el go­bierno de la ciudad en manos de su hermano julián, y luego de la muer­tecle éste ( 1516), en las de su sobrino Lorenzo.

Esta coincidencia debió impre­sionar profundamente a Maquia­velo, que recordaba con qué faci­lidad César Borgia, apoyado inte­resadamente por el papado (que siempre se había opuesto a la for­tnación de un estado unitario en la península, pero que, en esa opor~ tunidad, por razones de parentesco, la favorecía), se había apoderado de Umbría, parte de las Marcas y Romaña, derrotando a los minús~ culos señores de sus ciudades y a las milicias mercenarias de estos últi~ mas. Ahora la situación se reprodu­cía, pues un Médici ocupaba el trono de S. Pedro. Y esta vez, en el año 1513, era Florencia, la ciudad a la

que Maquia velo amaba «más que a §.~ alma» 1

, la que se encontraba en ·ra situación particularmente afortu­nada en la que se había encontrado¡ en 1500, César Borgia.

. ~;,_

«El Príncipe», personaje trágico

El Príncipe, compuesto en 1513, e un momento marcado para el auto por la detención y la tortura, reflej todos esos elementos contradicto~ rios.

La obrita consta, a mi modo de ver, de tres partes completamente distintas. La primera es la dedicato­ria. No nos queda la originaria, a J ulián de Médici, muerto en 1516. Tenemos, en cambio, la que Ma~ quiavelo escribió para el sucesor y sobrino de éste, Lorenzo. Es la pági­na más estilísticamente tradiciona~ lista que Maquiavelo haya escrito, de períodos amplios y pesados, de acento obsequioso. Quiere hacer -dice- al príncipe de Florencia un regalo en sí humilde, pero que es el mejor que pueda ofrecer, pues es el resultado de largos años de estudios y experiencias. Luego expresa el deseo de que el destinatario «llegue a la grandeza que la suerte y sus demás cualidades le prometen». A esta frase se limitaba la adulación característica de semejantes dedica~ torias. Y no es difícil -a pesar del interés que Maquiavelo tenía en granjearse el favor de Lorenzo­descurbrir una remota luz de ironía en ese haber puesto la suerte (es decir el parentesco con el Papa)

l. N. Machiavelli Lettere. Ed. citada. P. 505.(Carta a F. Vettmi del16/IV 1527).

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amo la cualidad principal del ho­~enajeado. Pero, aun tan limitada, sa alabanza debió pesarle'.

e La segunda parte es la obra mis­ma, con exclusión del último capí­tulo. De.insólita brevedad, de estilo cerrado y enérgico, caracterizado por

1uomentos por un· esquematismo de tratado científico, dotado casi siem­pre de una pasionalidad reprimida por prudencia y por una búsqueda de imparcialidad que pareció cinismo, este libro es poderosamente unitario, porque es obra de un artista dramá­tico, que ve la historia como una inmensa cmnedia o una intnensa tragedia. Y El Príncipe es un retrato, el retrato de un personaje trágico, arrastrado a cometer crímenes, a matar en sí al hombre, por la lógica férrea del poder.

No corresponde este retrato a un personaje histórico detennlnado, pero es coherente, pues reúne los rasgos comunes a César Borgia, Ale-

2. En la dedicatoria de los «Discursos sobre la primeta deca» de T. Livio» a sus amigos Zanobi Buondelmonti y Cosme Rucetlai, Maquiavelo se refiere con palabras conde; natorias a la costumbte de dedicar obras literatias a los príncipes: «Me parece con esto (la dedicatoria a los amigos) haber salido de la costumbre de los escritores, los cuales suelen siempre dedicar sus obras a algún príncipe; y, cegados por la ambición y la avidez, lo alaban atribuyéndole todas las virtuosas cualidades cuando deberían ·reprocharle todos sus aspectos repudiables». Es imposible que, al escribir esto, no pensa­se en sus propias palabras, escritas -se cree­poco antes. Es este uno de los tantos indi; dos que nos permiten juzgar a Maquiavelo como figura hamlética, como la encarna; ción misma de un problema moral-y por consiguiente político- no resuelto, sino lú; cidamente planteado y dramáticamente padecido.

jandro VI, Fernando el Católico, Agátocles de Siracusa y muchos otros. Es un personaje trágico, sin amigos (solo debe confiar en quien tiene un interés personal en serle fiel), más temido que amado, más preocupado por su imagen que por su ser, olvidado de sí mismo en la tensión tremenda hacia los cuatro puntos cardinales, para no perderse ni un síntoma de peligro que podría ser mortal, ni el espacio huidizo de una posible conquista. Es el retrato de un jugador, absorbido y anulado por la pasión del juego, un juego en que se apuesta la vida misma. El adversario del príncipe en este juego es la Fortuna con mayúscula, dueña de la mitad del destino: la otra mitad pertenece a la voluntad del hombre. Y en este sentido el príncipe es un personaje épico, porque es un lucha­dor que está al acecho para aprove­char todos los atisbos de buena suer­te y contrarrestar la mala suerte con toda la energía de su voluntad de poder.

Cotno buen autor drmnático, Maquiavelo no puede reprimir su ad­miración despavorida por el personaje César Borgia cuando, encontrándose en situación sumamente desventaja~ sa, sin armas, sin amigos, bajo la amenaza de una conspiración contra su vida, consigue rehacerse, elimi~ nando fríamente, a traición, a todos los conjurados. Maquiavelo historia­dor, ciudadano florentino, hombre, lo había definido como la más inteligente de un conjunto de serpientes vene­nosas en lucha recíproca (Decena! 1); Maquiavelo autor dramático ve en él a un potente personaje trágico; Maquiavelo teórico del arte de gober-

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nar lo aplaude como prototipo del príncipe: siempre hizo lo más acertado para conquistar y mantener el poder. Cometió muchos delitos, pero no cometió delitos que para sus fines fueran inútiles. Maquiavelo da un ejemplo: el pueblo de Romaña era difícli de dominar. César Borgia mandó allí con plenos poderes a un gobernador enérgico y cruel que mantuvo el orden haciéndose odiar. Y bien: cuando el duque pensó que tanto rigor ya no era necesario, para evitar que se atribu-­yeran a él las crueldades pasadas, hizo que los habitantes de Cesena encon­trasen una mañana al gobernador, «Cortado en dos partes en la plaza, con un pedazo de madera y un cuchillo ensangrentado al lado». El pueblo quedó -agrega el escritor- <<satisfecho y estupefacto» 1•

En <<hacer bien lo que se hace» consiste la virtud en el vocabulario del Renacimiento, en que las palabras tienen su valor etimológico. Su raíz es V ir (hombre) y vale virilidad, y por lo tanto, según el concepto tradicional, energía, originalidad, eficacia. En­tonces César Borgia, acaso el asesino de su hermano en Roma y seguramente el de sus compañeros de armas en Senigalia, que no tuvo reparo en co­meter alevosos homicidios cuantas veces lo consideró conveniente a sus intereses, es un príncipe «virtuoso», es decir eficaz como príncipe.

La naturaleza mism~ del poder es demoníaca. En los Discursos sobre la primera «deca» de T. Livio, el escritor lo deja entender en más de una opor­tunidad. A propósito de la deporta-

l. N. Nachiavelli. ll príncipe. Cap. VIL

ción de pueblos enteros por Filipo de Macedonia, dice: <<Estos procedi­

"liíientos son exccsivatnente crueles, enetnigos de todo vivir no solo cris-­tiano, sino humano, y cualquiera de-­bería desecharlos, eligiendo vivir como ciudadano privado y no como rey al precio de la ruina de tantos hombres. Sin embargo, quien no quiera em­prender ese pritner camino, que es el del bien, si se quiere mantener (en el poder), debe entrar en este mab 1•

El medio principal para obtener y conservar el poder es el engaño: <<Alejandro VI no hizo nunca otra cosa, no pensó nunca otra cosa que no fuera engañar a los hombres, y siempre pudo hacerlo. Nunca hubo hombre que fuera tan eficaz en afinnar una cosa con los mayores juratnentos, y que menos la pusiera en práctica. Y siempre tuvo éxito en sus engaños». Más adelante, en el mismo célebre capítulo de El Príncipe: <<Hay un príncipe en los tiempos presentes al que es mejor no nombrar (se trata de Fernando el Católico), quien no pre­dica nunca otra cosa que paz y fe y es decidido enemigo de una y otra; y una y otra, si él las hubiera llevado a la práctica, varias veces le hubieran he-­cho perder la reputación y el estado»2•

Al principio de este mismo capí­tulo, Maquiavelo sostiene que el príncipe debe saber ser hombre

l. N. Machiavdli. Discorsisullaprimadeca ... !, 26.

2. N. Machiavellt. ll príncipe. Cap. XIII (El ejemplo de Alejandro VI y la alusión a Fernando el Católico sirven, en este capítu, lo, de pilares para una sólida estructura, situados como están, el primero exacta, mente en la mitad del largo discurso, y la segunda como triunfal conclusión).

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ando le convenga y, cuando le cu . . l d ' nvenga, bestm, a ternan o, segun ~~ ciscunstancias, la ferocidad del

la, n con la astucia del zorro, no eo d l . antenien o as promesas s1no

n\entras mantenerlas dé fruto polí-m d . tico. Estas recomen ac10nes, y otras del mismo tipo que forman sistema, le han proporcionado a este librito su fama de <<manual del perfecto tirano» y a su autor la caracteriza, ción completamente desenfocada de teórico de la razón de estado al ser­vicio del poder absoluto.

El corazón está con la libertad

Hay que observar que los elogios de Maquiavelo a los peores tiranos son exclusivamente técnicos. El entu-­siasmo que tiembla en sus palabras cuando en los Discursos habla de las libertades republicanas, en El Prín­cipe falta completamente ( excep­tuando siempre el último capítulo), sustituido por el orgullo del pensa­dor que dice la verdad donde los demás la ocultan y por cierta euforia

estética del artista frente al persona­je trágico que está moldeando. El siente este carácter «poético» de su príncipe. Una vez, en 1525, escri­biendo a Guicciardini, se finna así: «N iccoló Machiavelli, istorico, comico e tragico 1». «lstorico» se refiere a las Storie fiorentine, que en ese entonces estaba componiendo; «Comico», al sector jocoso de su labor literaria y especialmente a La Mandrágora, que en esos días se es-­taba representando, y «trágico', evi-­dentemente al El Príncipe, pues no hay entre sus escritos ninguna trage.­dia propiamente dicha.

Maquiavelo no aconseja nunca al pueblo que obedezca a su príncipe. Se comporta en este librito con la misma objetividad de que generalmente hace gala en los Discursos, donde hay un capítulo sobre el Decenvirato romano en que el autor se propone mostrar «muchos errores cometidos por el se-­nado y la plebe en daño de la libertad

l. N. Machiavelli. Lettere. Ed. citada. P. 440 (21/X/1525).

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y muchos errores hechos por Apio, jefe del decenvirato, en desmedro de la tiranía que se había propuesto esta­blecer en Roma»2• El corazón de Maquiavelo está con la plebe y la libertad: por momentos lo dice y siem­pre lo deja entender. Pero, cuando se trata de la ciencia política, es decir de la política que él por primera vez pre­senta como ciencia, anota diligente-­mente y demuestra los errores y acier-­tos de las partes contendientes, desde el punto de vista de los fines que cada una se propone. No es que prescinda de la moral: la moral está del lado del pueblo y de la libertad, y lo dice; pero el aspecto técnico tiene una positividad y una negatividad distintas de las del aspecto moral. Esto, en los Discursos sobre la primera «deca" de T. Livio. En El Pr(ncipe prevalece la consideración técnica por dos razones: por el tema circumscrito, que admitía al pueblo solo como contrapartida necesaria del protagonista, y por el hecho de tener la obra un carácter circunstancial, desgajada como había sido de los Discursos, porque el tema había co­brado repentina y pavorosa actualidad en Florencia. Se podría agregar una tercera razónj y es que en Florencia había desaparecido la libertad de pala­bra, Maquiavelo acababa de ser some­tido a la tortura, y por otra parte, alimentaba la esperanza, justamente gracias a sus conocimientos técnicos, de recuperar el empleo.

Pobre oportunismo, el de Maquia­velo. Oigamos las instrucciones que da a su príncipe, en el caso de que se haga

2. N. MachbvetlL Discorsisullaprimadeca ... 1, 40.

dueño (como les había ocurrido a los Médici) de una ci¡ldad acostumbrada a vivir libre, es de¿ir de una república. Me refiero al capítulo V, en el que el autor sostiene que la forma tnás segura de mantener eldpminio sobre ese te­rritorio es destruir la ciudad. Dice: «Quien se adueña de una ciudad acos­tumbrada a vivir libre y no la destruya, prepárese a ser destruido por ella; por­que siempre tiene como refugio, en la rebelión, el nombre de la libertad y sus antiguos ordenamientos, los cuales, ni por largo tiempo que transcurra, ni por beneficios que se reciban, nunca se olvidan. Y por más que se haga, si no se dispersa a los habitantes, éstos re..­cuerdan aquel nombre y aquellos ordenamientos y en seguida, al menor accidente, vuelven a ellos ... »

Aquí, lógicamente, saldría a relucir el ejemplo de Florencia, que, en 1494, aprovechando la invasión de Italia por Carlos Vlll, se había levantado contra los Médici. Prudentemente Maquiavelo se reprime y da un ejem­plo menos ajustado, el de Pisa: « ... como hizo Pisa después de cien años de ser­vidumbre bajo el dominio florentino». Eso había ocurrido en la misma oca­sión y en el mismo año del otro hecho que hubiera sido más natural, pero más imprudente haber evocado y surge por asociación de ideas, como sus ti tu~ tivo apresurado2•

2. Maquiavelo había desempeñado una fun­ción importante, como secretario de los «Diez de la guerra», en la larga lucha de su Comuna para recuperar a Pisa, en el perío­do que él consideró siempre como el más positivo de su vida. En el desempeño de sus tareas, hizo todo lo posible para que su ciudad lograra ese objetivo, considerando que ese era el deber de todo buen ciudada­no. Pero nunca ocultó su dolorosa simpatía

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Sigue el autor cmnparando esta si~ tuación con la de alquien que se haga dueño de una ciudad acostumbrada al principado, cuya dinastía se haya ex­tinguido o haya sido eliminada vio­lentamente. Los súbditos entonces -dice Maquiavelo- «estando por un lado acostumbrados a obedecer y por otro no teniendo más al príncipe an~ terior, para nombrar otro entre ellos no se ponen de acuerdo, vivir libres no saben; de tnodo que son más lentos en tomar las armas ... >> Y reafirma: «En cambio en las repúblicas hay mayor vida, tnayor odio, más deseo de ven­ganza; no los deja, ni puede dejarlos descansar la memoria de la perdida libertad: de modo que el camino más seguro es destruirlas (aquíMaquiavelo recuerda de nuevo que vive en Florencia bajo los Médici, y agrega una coma y una recmnendación supletoria de últi~ mo tnmnento), o habitar en ellas». Con este último recurso sin-desarrollos, el autor trata de evitar que los Médici consideren este capítulo como una velada amenaza, pues ellos mismos eran ciudadanos de Florencia y tenían allí su palacio. Pero en este capítulo, que es un verdadero canto de libertad o muerte, la voz del Maquiavelo repu­blicano y «popular» se hace sentir con una intensidad mayor que en los versos

por la rival desafortunada de Florencia y por su herOica resistencia Esta ya se vislumbra en los «Decenales>>, donde se siente su des­precio por los aliados de Pisa que se dejaron comprar por el gobierno florentino. Y sigue, dirigiéndose -como, siempre en los <<Decenales»- a sus conciudadanos: Pues, como Pisa había quedado sola, la rodeasteis sorpresivamente: no podía entrar allí sino quien vuela. Y, aunque fuera obstinada enemiga, por la necesidad rota y vencida, volvió llorando a la cadena antigua. (Dec. ll, 157-59/163-65}

citados del Asno de m· o. Cierto que, en el resto de este pe­

queño libro, la impasibilidad del téc­nico indiscutiblemente domina. Pero también es cierto que El Príncipe no sirvió para que los señores de Florencia olvidaran que Maquiavelo había sido el organizador de las milicias destina­das a cooperar en la resistencia contra ello's- Sólo más tarde, en 1520, Maquiavelo empezó a recibir algún encargo: en ese año León X le pidió ese proyecto de constitución para

3. Hubo un momento, en 1515, en queJulián pareció dejarse convencer a emplearolo; pero vino en seguida la contraorden desde Roma: «Escribidle de mi parte que yo lo aconsejo a no tener nada que ver con Niccoló», comunicaba a un intermediario el Cardenal de Médici, primo del papa. (Roberto Ridolfi. V ita di N iccoló Machiavellí,Sansonl. Firenzc, 1978, p. 254).

HISTOR.!E FIOR.ENTIN§ DI NICCOLO MACHIAYE.Lt

Ll CITTADIN01 Et Sf¡l G:RETAR.IO FIOt

R.ENTINO.

AL SANTISS, ET BEATISS. f.&1 DR.E.S,N,CI.EMENTE SEl't

TIMO PONTEElCE

MAS S.

M, D, XXXII,

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1 . de que ya hablamos y que

F orenela , d , d

, l rra 1nuerta, y, mas tar e aun, que o e 'b' 1 h' . d

1 ·d· > que escn teta a tstona e

se e pt 10 " ·

1 . d d No era esta, preC!Samente,

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ue e esea a, una tarea en a tarea q 'b . 'b'

d. ra contn mr, no a escn tr, que pu te . . z . hacer htstona . stno a

E[ problema del último capítulo

Al npletamente distinto hay que

go cot d l d' '[ . d . ropósito e ar tente u tlmo ec;r "¡ p el XXVI, que para mí consti­

capttu o, tercera parte, netamente se~

tuye una l d incongruente con e resto, no palra a, ceptualmente, sino también so o con 1 1 .1 en el aspecto fo';"d , ~ues e esft o es característico mas e avona

1ro ~que

d M quiavelo. Desaparece a terrea e a . . . l, . de las contrapostctones taJantes og~ca sas y el período se desarrolla Y vtg~rodo en base a secuencias de conctta ' . . . af

. 'ones o mvocactones apasto~ ¡rmact . d' . d

u e se suman asm ettcamente, na as, q . . con abundancm persuas1va~ P?r mso­

fuertemente metatOnca. e mentas , b'bl' l las imagenes 1 teas, con es~ agio dpanruzada. La palabra «estado» no u o ec , l . figura en este capttu oafn~ una ~;'z.

Al, coroien1zo, una t~acton am.-

b. En Ita ia corren tiempos como ¡gua:« " .

h nrar a un pnnCipe nuevo»; es para o d d

. ¡ autor toma como punto e ecu e

- ·¿F. Ca,ta ya ctta a, a ranctsco 2 Euna' ¡ · n. . dini (del 21/X/1525), Maquive o

Gutcctar M 'b a este respecto: « e aumentaron escn e. nducados por las «Historias» (alu~ hasracte ¡ · · ' l d 1 bs «Historias F orentmas», tttu o e a de a e le había sido encomendada). Em~ o?ra ql

1ora a escribir de nuevo y me des~

ptezo a cusando a los príncipes, que, todos ahogf a ho lo posible para traernos hasta han

1~lude con estas palabras a la victoria aqtClÍ"·¡ y en Pavía ya sus consecuencias, ¿,eros ll'(NM d ometedoras para ta m, · · n1

a a ,pr Ed. citada. P. 444). etter ·

partida la realidad absolutista del mo· mento. Es como si pensara: ha llegado la hora de aceptar esta realidad ineluctable y aprovecharla de la mejor manera posible. Sigue diciendo que las desgracias de Italia ofrecen a un prín­cipe prudente y ;,;iftuoso la ocasión de procurar honor a sí mismo y alivio a todos los italianos (es la primera y única vez-creo- que Maquiavelo une el bien del príncipe con el del pueblo y esto habla de la excepcionalidad de la tesis desarrollada en este último capítulo). Para esto hay que levantar la bandera, que toda Italia seguirá, de la lucha contra «la crueldad e insolencia de los bárbaros» (es decir, de los franceses, de los españoles y de las milicias merce­narias). Nadie mejor que Lorenzo di Fiero de Médici -cuyo tío es ahora pontífice y que tiene, pues, el apoyo de Dios y de la Iglesia- para desempeñar esa tarea, que implica una «justicia grande».

Es la única vez, en todo el libro, que, a propósito del príncipe, se habla de justicia. Maquiavelo está verdadera­mente desesperado por la inminente ruinad e Italia: viendo esa posible salida, se aferra a ella y habla, no su lenguaje sino el que él mismo había escuchado con escepticismo, pero que había auastrado bajo su mirada a las mu­chedumbres, en su juventud, en tiem­pos de Savonarola. La empresa -dice­no es imposible. «Hay aquí síntomas ~extraordinarios, sin ejemplo, que vie, nen de Dios: se abrió el mar; una nuebe os mostró el camino; la piedra derramó agua; llovió el maná; todo ha contri­buido a vuestra grandeza. Lo demás debe ser obra vuestra», Las metáforas proceden de la Biblia. Esos aconteci­mientos milagrosos habían acampa-

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ñado, según la tradición, recogida en el Pentateuco, el éxodo del pueblo de Israel desde Egipto bajo el mando de Moisés, y simbolizan aquí la serie de hechos que había llevado a Lorenzo a su posición encumbrada: la derrota de la república, la elección de su tío Juan al trono papal, la muerte de su otro tío Julián.

El acceso al papado de JuandeMédici (febrero de 1513) o, más probablemen­te, unanuevareflexiónsobre eseh~ho en el momento del gran peligro para Florencia y para Italia (después de la batalla de Mariñán el enfrentamiento entre Francia y el Imperio se manifes­taba como un conflicto decisivo entre fuerzas mucho mayores que antes; y ese conflicto, ya entonces, parecía desti­nado a tener en Italia su desenlace) transformó de golpe el libro, para su autor, en un posible instrumento de lucha para salvar a la península de una inminente dominación extranjera. De ahí, esta invocación patética, que in.­cmpora en cierto sentido al campo del «deber ser», de la In oral al príncipe nuevo, que se había Inovido, hasta ese momento, en el campo, de la «realidad efectual», gobernado solo por la utili­dad personal.

No hay adulación, sino solo exhor­tación. «En Italia hay gran virtud en los miembros (los pueblos), falta en las cabezas (los príncipes)». Se necesita, pues que surja una cabeza, que alguien tome la iniciativa de fonnar un ejército de ciudadanos, ya que las milicias mercenarias no sirven y son una plaga.

Lo que el secretario de la Segunda Cancillería no había podido llevar a cabo en tiempos de la república, lo intenta ahora, tratando,cmnoremedio extremo, de transfonnar al pobre Lo-

renzo, que no era sino un títere de Juan, en el capitán destinado a liberar a Italia de la dominación extranjera. A esta solución, que se le presentaba como una cuestión de vida o tnuerte, Maquiavelo sacrificaba, durante pocas páginas, no solo sus ideales republica­nos, sino también su papel de técnico imparcial, que aconseja a los gobernan­tes en el ámbito de la mera realidad efectual, dejando de lado toda preocu­pación del «deber sen>.

El sentimiento de patria invade, diría que usurpa, el campo de la moral, le­gitimando lo que la conciencia del hombre naturalmente repudia. Es este el aspecto más actual del drama íntimo de Maquiavelo, y hace que este librito, tan despiadado en su realismo, adquiera, al final, un carácter patético. ' Concluyendo, insisto en que la idea que se tiene de Maquiavelo es parcial­mente falsa. No separó la moral de la política, sino solo del poder y estudió tanto la técnica del poder mismo como la de la resistencia contra él, aunque esta última no en El Príncipe, sino en los Discursos soiYre la primera «deca» de Tito Livio. No justificó el crimen con la razón de estado, sino que demostró que la razón de estado suele llevar al crimen (y ésta es una justificación solo para quienes admiten la legitimidad de la

l. Hay que leer a Maquiavelo dando a las palabras el valor que él les daba. Cuando dice que el príncipe nuevo se ve obligado a veces a ser inhumano para «conservar el estado», no entiende por «estado)> lapa~ tria y su integridad en sentido colectivo, como parece interpretar esta tan repetida expresión F. De Sanctis (y Croce con él). Maquivelo quiere decir que el príncipe, con esos medios, salva su posición en la ciudad, su propio poder, a menudo en des, medro del bienestar común. El significado

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razón de estado) 1• No exaltó el poder absoluto, sino que indagó las leyes de su proceso, así como del proceso contra~ rio.

Actualidad de la antinomia maquiaveliana Para nosotros, Maquiavelo es una figura ilnportantc; la sentitnos ac.­tual, tanto en su aspecto positivo,

de la palabra es aún vacilante; está aún muy cerca de su origen participial. En El Príncipe a veces vale «condición», a veces «poder, gobierno>>, a veces «territorio con sociedad organizada y gobierno». Leamos un fragmento en que el sustantivo está estrechamente relacionado con el verbo que le ha dado origen. Se refiere a los príncipes «civiles», que reciben el poder del pueblo y encuentran un estorbo en los magistrados: «En el ültimo caso (cuando haya magistrados), su estado (su condi~ dón) es más débil y peligroso, pues ellos están (se mantienen) con la voluntad de los ciudadanos que ocupan las magistratu~ ras, quienes, máxime en los tiempos adver~ sos, les pueden quitar con gran facilidad el estado (el poder)». Estas líneas se pueden leer hacia el final del capítulo IX de El Pr(ncipe. El hecho de que la ambigüedad del término pueda mantenerse en la tra­ducción es significativo. Pero, en general se puede decir que, para traducir a Maquia~ velo, hay que partir de una interpretación previa de su pensamiento político. Y esta depende del peso que se dé a algunas pa~ labras~claves como esta. Si salimos del <~Príncipe>>, la pluralidad de sentidos de esta palabra tan discutida se hace más evidente aún. Dice, por ejemplo el viejo Nicia en la lll escena del ll acto de la «Mandrágora»: Chi non ha lo stato in questa terra, de nostri pari, non trova cane che gli abbab>. (Quien no tiene estado en esta dudad, de los de nuestra condición, no encuentra perro que le ladre»), donde la palabra equivale a <(buena situación>>, especialmente en lo económico.

como en su aspecto negativo. Es difícil ponerse de acu~tdo sobre sus positividades y negatividades, y este es un síntoma claro de su actualidad.

Centró la historia en el choque entre la voluntad de,J'lPder y el deseo de libertad; y hoy nosotros palpamos en los hechos, después de tanto determinismo econótnico, el valor esencialmente político, en el senti~ do de la dominación, de la posesión de los medios de producción e inter­cambio. Reveló la antinomia entre gobierno y moral, afirmando que solo pueden permitirse el lujo de obrar según su propia conciencia quienes no aspiren a. imponerse sobre los demás. Quien pretenda gobernar (se refieré en forma éspec:ial al gobierno absoluto) y no sabe engañar, no sabe «aggirare il cervello degli u ominh> 1,

inevitablemente fracasa. Gobernar es un arte complicado que se basa en conocimientos psicológicos y en una sutil alternancia de ctueldad e hipo­cresía, pero sobre todo en una abso~ !uta frialdad, en una ausencia com­pletadesentimientoshumanos, bajo una apariencia de normalidad moral y emotiva. Sobre esta base, hace del príncipe un poderoso retrato, de una grandiosidad trágica, que supo apre­ciar más tarde Victorio Alfieri, el dramaturgo italiano del siglo de las luces, que fue tan popular en Amé­rica Latina durante las revoluciones anliespañolas. El Saul de Alfieri es el príncipe de Maquiavelo en plena crisis.

La consecuencia natural de las premisas maquiavelianas es que el

l. N. Maquiaveb. H Príncipe. Cap. XVIII.

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gobierno mejor es el que gobierna menos, el que se encuentra en roa~ yor medida bajo el contralor del pueblo. Maquiavclo lo dice bien alto y varias veces en los Discursos, es.­pecialmente al referirse a los con­flictos entre la plebe y el Senado en Roma. Hasta aquí, el aspecto que quien ama la libertad y aborrece las dictaduras considera positivo en Maquiavelo. Es el aspecto que lo hace resaltar como figura poderosa­mente original entre los pensadores políticos de su época.

Pero este príncipe, que había sido estudiado a lo largo del libro con la imparcialidad de un naturalista que analiza el comportatniento de una especie animal, cobra de golpe en el último capítulo el carisma de salva­dor de la patria. Se le exhorta a hecerse héroe y a combatir por la justicia, se le promete, en este casO, la obediencia entusiasta de los pue­blos. Este último capítulo ha llena­do de entusiasmo a los patriotas ita~ lianos del siglo pasado. Se ha consi­derado, y se considera aún, que en él Maquiavelo se rescata de la inmora­lidad de los capítulos anteriores, demostrando que los escribió en función de la finalidad superior de salvar a Italia de la ruina inminente. Y es -creo yo- todo lo contrario. Este capítulo, hermoso y apasionado, instrutnentaliza el libro a posteriori, es heterogéneo respecto a él y revela el punto débil de ese poderorso pa­norama mental de Maquivelo, en que se reflejaba toda la historia pa­sada como explicación de la con­tetnporánea.

Ese punto débil es el reconoci­miento resignado de la eficacia de la

fuerza bruta, en un momento de extrema tensión emocional, con la consiguiente disminución de luci­dez. Todos dicen que este último capítulo es utópico; y lo es, pero no en el sentido que le da en este caso a la palabra la opinión más difundi­da. La unificación de la península no era una utopía en ese mmnento, más que en el sentido fácil de que no se realizó. Maquiavelo tenía razón en pensar que ese era un tnomento excepcionalmente favorable. La utopía consistía en confiar, para eso, en «el príncipe». Todos los que en Italia ejercían, en pequeña o gran escala, el poder unipersonal estaban dependiendo de una u otra de las grandes potencias extranjeras, in­clusive ese julio Il, quien lanzó, con­tra los franceses, ese grito tan pÓpu .... lar de «¡Fuera los bárbaros l », mien .... tras se apoyaba en la creciente po­tencia española. Esta efímera justifi­cación del príncipe en el terreno del «deber ser» hizo que Maquiavelo fuera considerado, ya en sus tiem~ pos, como el teórico del despotismo. Es cierto que las comparaciones en terreno histórico son siempre pcli.­grosas; pero a veces las experiencias que se viven en la historia conte1n .... poránea ayudan a entender el pasa­do. ¡Cuántos espíritus abnegados de nuestro tiempo, sedientos de liber­tad y de justicia, se han resignado a sacrificar la primera (inútil -se les dijo- a quien no tiene pan) en aras de la segunda! Les !,a pasado, en el terreno de la justicia social, lo que le pasó hace cinco siglos a Maquiavelo en el terreno del patriotismo. Es la utopía autoritaria que se repite.

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Un drama que se repite

La crisis política florentina de 1512 fue la tragedia de la vida de Maquiavelo. Para entenderla, ha­bría que cotnparar su resistencia a la tortura con un soneto obsecuente que escribió desde la cárcel a Julián de Médici, la fría imparcialidad de El Príncipe con los reproches drá­maticos a Pier Soderini por no haber actuado tempestivamente contra los partidarios de los Médici y con el apasionamiento dolorido del Asno de oro, todo esto con el auxilio de las cartas personales de ese tnotnento. Entonces veríamos todo lo que hay de desesperado en el llamamiento del último cap(tulo de E1 Príncipe. Maquiavelo se aferra a su personaje trágico como, en nuestro inmediato ayer, en Barbusse, un Sartre, un César Pavese se han aferrado al mito del poder al servicio de la justicia.

Es un drama que se repite en la historia. Ya Julio César confió en la dictadura sin término para imponer la reforma agraria y no hizo sino fundar el imperio destinado a ser dominado por el latifundio. Pero en César estaba la componente de la ambición personal. Maquiavelo no era un político ambicioso, sino un escritor, y la gloria a que aspiraba era la de la lucidez en ver los hechos como son. Esa lucidez hace que la ilusión del principado positivo en él

sea siempre efímera: veía demasiado claramente el d[.l.,ma. Una última cita: «Realizar buenas reformas polí­ticas requiere un hombre bueno Y hacerse violentame~te príncipe en una república requiere un hombre malo; por esto es difícil que acontez­ca que un hombre bueno quiera ro­mar el poder por el camino del mal por más que sea con una buena fina~ lidad, y que un perverso, hecho p:íncipe, quiera obrar bien, y usar bren la autoridad mal adquirida» .

1

• El haber sufrido ese problema, que es permanente en la histoira, pero que es para nosotros particular~ mente agudo y atomentdor, pues estamos viviendo una crisis en cier~ to modo homóloga a la del siglo XVI, hace que sintamos a Maquiavelo casi como un contetn~ poráneo. No llega a negar el poder; se lhnita a sentirlo trágicarrlente. Pero nos proporciona los elementos para juzgarlo, y es el único que lo ha hecho con tal implacable claridad. Quien lea El Príncipe y los Discursos sobre los primeros diez libros de T. Livio, nunca esperará justicia de ningún poder absoluto; la buscará donde no haya hombre que se en­cumbre sobre otro, condición ne~ cesaria -lo dice Maquiavelo ha­blando de los Suizos- para una «li­bre libertad».

LucE FABBRI CRESSATTI

l. N. Maquiavelo. Discorsi. sutls prima deca ... ], 18.

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El Príncipe se divide naturalmente en tres partes, netamente distintas por su estilo: la dedicatoria, los capftulos 1-25 y el capftulo 26. Estas tres partes corresponden respectivamente a tres aspectos de la complicada personalidad de Maquiavelo: el aspecto oportunista, que siempre lo lleva, en las catástrofes, a buscar el mal menor, prevalece en la primera; su vocación de técnico de la vida polftica, y a la vez de artista dramático, en la segunda; su pasión patriótica en la tercera. En las primeras dos, el moralista, el Maquiavelo del «deber ser»,no está ausente, sino reprimido, y a veces asoma; en el último capítulo aparentemente triunfa, pero llevado por el patriotismo a un terreno que no es el suyo, escribe, en un estilo que tampoco es el suyo., palabras apasionadas, que han sido consideradas definitorias y son las más circunstanciales, instrumentales, contradictorias con su pensamiento habitual que hayan salido de su pluma.

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Nicolaus Maclavellus ad Magtiificum Laurentium Medicem ,.

Sogliono, el piú delle vol te, coloro che desiderano acquistare grazie appresso uno Príncipe, farsegli incontro con quelle cose che. infra le loro abbino piú care, o delle quali vegghino lui piú delettarsi; donde si vede molte volte essere loro presentati cavalli, arme, drappi d'oro, pietre preziose e simili ornamenti degni della grandezzadi quelli. Desiderando io, adunque, offerirmi alla V ostra Magnificenzia con qualche testimone della servitú m.ia verso di quella, non ho trovato, intra le mia suppellettile, cosa quale io abbi piú cara o tanto esistimi, quanto la cognizione delle azioni degli uomini grandi, imparata da me con una lunga esperienza delle cose moderne e una continua lezione delle antique; le quali avendo io con gran diligenzia lungamente escogitate ed esaminate, e ora in uno piccolo volume ridotte, mando alla Magnificenzia V ostra.

Notas a la dedicatoria Maquiavelo escribió El Príncipe a renglón seguido, en 1513 (con o sin e[ último capCtulo, que muy bien podrfa haber sido agregado después). Esta dedicatoria, en cambió, es bastante posterior y pertenece a los últimos meses del año 1515 o al año siguiente; en efecto, :está dirigida a Lorenzo de Pie ro de' Médici, quien en ese per(odo se hizo cargo del gobierno de Florencia porque el precedente señor, Juliano (al que Maquiavelo hab(a dedicado el libro en un priiner momento), enfermó gravemente en 1515 y murió en 1516.

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Nicolás Maquiavelo al Magnífico Lorenzo de' Méj¿ci

'

Suelen las más de las veces quienes desean adquirir gracia ante un príncipe ira su encuentro con las cosas que entre las suyas más estiman, o de las cuales lo ven a él más deleitarse; por lo cual se ve que muchas veces se les ofrecen caballos, armas, paños de oro, piedras preciosas y 'ornamentos similares, dignos de la grandeza de ellos. Deseando yo pues ofrecerme a Vuestra Magnificencia con algún testimonio de mi servidumbre hacia ella, no he encontrado entre mis pertenencias cosa que yo más quiera o en más estime que el conocimiento de las acciones de los hombres grandes, adquirido con una larga experiencia de las cosas modernas y una continua lección de las antiguas: las cuales habiendo yo con gran diligencia largamente meditado y examinado y reducido ahora a un pequeño volumen, envío a la Magnificencia Vuestra. -

Suelen las más de las veces ... he conocido. Este exordio, elaborado con sumo cuidado para que suene lo más parecido posible a los que se estilaban en aquella época, adopta el tono y el léxico cortesanos («mi servidumbre» , «la Magnificencia Vuestra» . .. ) y la amplia, arquitectónica sintaxis que el Renacimiento heredaba de Cicerón. El contraste con el tono de El Príncipe no puede ser más neto e impactante.

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E benché io giudichi questa opera indegna della presenzia di quella, tamen confido assai che per su a umanita li debba éssete attetta, considerato come da me non gli possa essere fatto maggiore dono che darle faculta a potcre in brevissimo tempo intendere tutto quetlo che io1: ix1 tan ti anni e con tanti mia disagi e periculi, ho conosciuto e in teso. La qmile opera io non ho ornata né ripiena di clausule ample, o di paro le ampullese e magnifiche, o di qualunque altro lenocinio o ornamento estrinseco, con li quali molti sogliono le loro cose descrivere e ornare; perché io ho voluta, o che veruna cosa la onori, o che solamente la varieta della materia e la gravita del subietto la facei grata. Né voglio sia reputata presunzione se uno uomo di basso ed ínfimo stato ardisce discorrere e regalare e' governi de' principi; perché, cosí come coloro che disegnano e' paesi si pongono bassi nel piano a considerare la natura de' monti e de' luoghi al ti, e per' considerare quella de' bassi si pongono alti sopra e' ffionti 1 similmente; a: cono'scere -bene la natura de' populi, bisogna essere príncipe, e a conoscere bene quella de' principi, bisogna essere populare.'

Pigli, adunque, V ostra Magnificenúa questo piccolo dono con quello animo che io lo mando; il quale s\: da quella fia diligentemente considerato e letto, vi conoscera dentro uno estremo mio desiderio, che Lei pervenga a quella grandezza che la fortuna e le altre sue qualita gh promettano. E se V ostra Magnificenzia dalla apice della sua altezza qualche volta volgera gli occhi in questi luoghi bassi, conoseera quanto io indegnamente sopporti una grande e continua malignit<l di fortuna.

La cual obra ... la hagan grata. En esta parte central de la dedicatoria asoman, detrás del aspirante a cortesano, el moralista y el artista, que en este caso se identifican. El príncipe en sí, prescindiendo de la dedicatoria, no es el libro de un cortesano, pues no es agradable: un cortesano habría dorado la ptldora. Maquiavelo en cambio es crudo y duro. St.i pintura de las exigencias inhumanas del poder tiene algo de ascético. La verdad que expone tto necesita de adornos estilísticos. Hay en esta justificación del estilo de El Príncipe toda una estética antiacadémica y una orgullosa afirmación de sí por parte del escritor: esa verdad desnuda exige de él, no abundancia de imágenes, pero sí valor. Este orgullo se propaga al trozo siguiente·.

Y no quiero •••. popular. Es el orgullo, disfrazado de modestia, del hombre de pueblo, entendiendo por pueblo la multitud de $úbditos del príncipe que no son ni nobles ni cortesanos. Maquiavelo tampoco era rico. Miraba pues el principado desde abajo, desde donde ~dice~ se tiene la perspectiva mejor. Es una toma de distancia, necesaria tanto para juzgar como para representar: tanto para el historiador como para el artista.

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Y bien que juzgue yo esta obra indigna de la presencia de ella, sin embargo mucho confío en que por su humanidad deba ser aceptada, considerando que para mí es imposible hacerle regalo mayor, que darle facultad de poder en brevísimo tiempo entender todo lo que yo en tantos años y con tantas incomodidades y peligros he conocido. La cual obra no he adornado ni llenado de ningún otro rebuscamiento u ornamento extrínseco con los cuales suelen muchos describir y ornar sus cosas, porque yo he qu~rido que o ninguna cosa la adorne o solamente la variedad de la materia y la gravedad del tema la hagan grata. '(no quiero que sea reputada presunción el que un hombre de bajo e ínfimo estado se atreva a discurrir y regular los gobiernos de los príncipes; porque así como los que dibujan los paisajes se ponen abajo enelllano a considerar la naturaleza de los montes y los lugares altos, y para considerar la de los bajos se ubican alto sobre los montes, del mismo modo P,a~a conocer bien 13. n3.tliraléia· de los pueblos es necesario ser un príncipe, y ,para conocer bien la de los príncipes es preciso ser popular.

Acepte pues Vuestra Magnificencia este pequeño regalo con el mismo ánimo con que yo lo mando; el cual si fuese por ella diligentemente considerado y leído, conocerá en él un extremo deseo mío, que llegue Ella a la grandeza que la suerte y sus demás cualidades le prometen. Y si Vuestra Magnificencia desde el ápice de su altura vuelve alguna vez los ojos hacia estos lugares bajos, conocerá cuán inmerecidamente soporto yo una grande y continua malignidad de la suerte.

Acepte pues ... malignidad de la suerte. En este deseo ·de grandeza para el príncipe y en la súplica final se concentra la obsecuencia cortesana de la dedicatoria, cuidadosamente pensada para conceder a esta necesidad que el escritor debía considerar penosa (véase la nota 24 a la Introducción) lo menos posible. La grandeza del príncipe es deseada, no afirmada; su posibilidad, o si se quiere, probabilidad, se basa en la buena suerte de Lorenzo (ser sobrino dd papa) «Y sus demás cualidades» . El hecho de considerar a la suerte como una cualidad refieja sobre «las demás» una leve pero indudable luz de ironía, probablemente involuntaria. La preocupación evidente del escritor es la de obtener la benevolencia del gobernante sin ofender la verdad. En este estilo ampuloso y solem:ne que no es el suyo, Maquiavelo en esta dedicatoria hace sin embargo su declaración de fe estética: la verdad se basta a sí misma y crea su forma. Y nos dice cómo ve él a su protagonista: como quien lo contempla desde lejos y desde abajo, con la mirada del autor dramático hacia su personaje.

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I Quot sint genera principatuuni'''et quibus modis acquirantur

Tutti gli stati, tutti e' dominii che hanno avuto e hanno imperio sopra gli uomini, sano stati e sano o republiche o principati. E' principati sano, o ereditarii, de' quali el sangue del loro signare ne sia suto lungo tempo principc, o e' son o nuovi. E' nuoví, o son o nuovi tutti, cOme- fu M llano a Francesco Sforza, o sano come membri aggiunti allo stato ereditario del principe che li acquista, come e el regno di Napoli al re diS~agr,'a.Son~ questi dominii cosí acquistati, o consueti a vivere· sotto·Hno pnnctpe, o us1 ad essere liberi; e acquistonsi con le armi d'altri o con le proprie, o per fortuna o per virtú.

N atas al capítulo I Todas las posibilidt:tdes del «principado» están contempladas en este cap_ítulo proen:ial, pero el

verdadero protagonista del tratado es el «Príncipe nuevo», el usurpador.:o, excepc.wna.lmente, fundador, quien llega al poder casi siempre por la violencia. Es figura repetida en .la hlStona.de los siglos XV y XVI y, en Italia, constituye laforma•que adopta, ~n el marco redu~1do de la c;:zudad~ estado, el fenómeno histórico ~general en ese momento~ del triunfo d~l absol~tJsmo, de.stJn~o a durar hasta la revolución francesa. El «príncipe nuevo» es el protagomsta trágico de la hzstona del Renacimiento y del drama moral de Maquiavelo. .

Si dejamos de lado la dedicatoria y el último capítulo, el núcleo sustancwl y coherente q~ queda se subdivide a su vez en tres partes: una primera descriptiva y clasificatoria, en la que el prínc¡pe nuevo es encuadrado en toda la gama de posibilidades del poder unipersonal ( capítulosJ ~XI); un breve sector central, dedicado a las milicias ciudadanas (caps. XII, Xlll Y. XIV); una última (caps. ?<V-'XXV), donde está clara y dramáticamente planteada la problemática de la co~ducta J:l prmap~ como protagonista de historia, encarnación de una voluntad de po~r que. lo obseSJo.na, lo arsla Y lo agzganta.

Este primer capítulo se puede considerar come elsumarw.prevwde la ?nmer~de estas tre~ Part~s y se suele citar como ejemplo del estilo dilemático de Maqwavelo. La dzferenc¡a con la ded1cato~1a que precede es impactante, hasta diría desafiCmte, si pensamos en los solemnes y ela~orados e~ordw.s de las obras literarias más famosas del renacimiento en toda Europa. El tono, el rltmo, la smtax¡s cambian. El autor nos introduce directamente en su mundo mental, que es un mundo desnudo Y

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I De cuántas clases son los principados y de qué modos se adquieren

Todas los estados, todos los dominios que han tenido y tienen imperio sobre los hombres, han sido y son o repúblicas o principados. Los principados son, o hereditarios, de los cuales la sangre de su señor ha sido príncipe por mucho tiempo, o bien son nuevos. Los nuevos, o son nuevos del todo, como fue Milán para Francisco Sforza, o son como miembros agregados al estado hereditario del príncipe que los adquie­re, como es el reino de Nápoles para el rey de España. Estos dominios así adquiridos, o. están acostumbrados a vivir bajo un príncipe o habituados a ser libres; y se adqmeren o con las armas de otro o con las propias, o por suerte o por virtud,

austero: él piensa por dilemas, y con una serie de dilemas rigurosamente encadenados construye la jaul~ del prínci~e ~uevo. A primera vista, este esqu,ema lógico que se superpone a los hechos para explzcarlos clas¡ficandolos puede parecer empobrecedor. Maquiavelo piensa que la naturaleza del hombre no varía sustancialmente. Por eso ubica a su protagonista, más que en el tiempo y en el espacio, en este esquema mental. Su príncipe se desplaza idealmente de Roma primitiva a Sicilia, de la Atenas de Pisístrato a la Turqufa de los sultanes, de la Persia de Ciro a la Italia renacentista, donde sin embargo esa figura adquiere naturalmente la soltura y los colores de la vida. De todos modos laestaticidad que el pensador florentino atribuye a la condición humano le permite superponer a la perspectiva temporal y espacial esa visión puramente lógica bosquejada en este primer capítulo.

Pero el esquema no es empobrecedor más que en la apariencia inicial,- pues los dilemas no son, como suelen ser, de descarte; las posibilidades desechadas ·van a poblar el telón de fondo: el tnincipado se destaca porque hubo y hay repúblicas; los principados nuevos surgen entre repúblicas y principados hereditarios. Y los príncipes completamente nuevos (como Francisco S forza en Milán, César Borgia en la Italia central y Romaña, Francisco María della Róvere en Urbino) tienen que competir con las tentativas de expansión de los viejos principados y con la codicia de los soberanos extranjeros, quienes en Italia son ellos mismos «Príncipes nuevos», pero de características distintas, pues gobiernan desde sus viejOs dominios (principados mixtos).

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Notas al cap.II Es uno de los capítulos más breves. Los prinCipados hereditarios tienden a la rutiria Y por lO tanto ofrecen menos interés.para el historiador. . l d la ·

Yo dejaré •.. mantenerse. Estas primeras líneas, que se re[1eren en generd a td a P~mera parte del tratado, nos prueban que cuando Maquiavelo las escribía ya habí~ re ~c~a o un l'_lum~ro sustancial de capítulos de los Discursos sobre las primeras décadas de Ttto Ltv~1¡;¡ue bt·1r~n principalmente las repúblicas, Obsérvese cómo la prosa de Maquiavelo, en su martz _ so ne a ' está fuertemente nutrida de imdgenes. El primer capítulo se le presenta como un canamazo, una

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II De los principados hereditarios

Yo dejaré de lado el hablar de las repúblicas, porque ya en otra ocasión me ocupé extensamente de ellas. Me ocuparé únicamente del principado e iré tejiendo las tramas descritas más arriba, y discutiré cómo pueden esos principados gobernarse y tnantenerse.

Digo pues que en los estados hereditarios y acostumbrados a la sangre de su príncipe hay mucho menos dificultades para mantenerlos que en los nuevos, porque basta sólo con no preterir los ordenamientos de sus antepasados, y después contemporizar con los accidentes: de modo que, si ese príncipe es de normal capacidad, siempre se mantendrá en su estado, a menos que lo prive de él una f\lerza extraordinaria y excesiva; y si fuera privado de él lo readquirirá a la primera adversidad que sobrevenga al ocupante.

Nosotro.s .tenemos en Italia por ejemplo al duque de Ferrara, que no resistió a los ataques de los venecianos en el '84, ni a los del papa Julio en

urdimbre, que él va a llenar en lo sucesivo para ofrecernos el buen paño. Era florentino, perteneda a una ciudad de tejedores y el lenguaje del oficio le era familiar.

El tema básico del capítulo es la rutina adormecedora, que vuelve cómodo para el príncipe el poder hereditario. Su única preocupación en el terreno político es no hacerse odiar y tratar de salir lo mejor posible de dificultades inesperadas que se pueden presentar sin afrontarlas directamente, sino más bien dándoles espacio para que se resuelvan solas. Eso lo dice Maquiavelo con cuatro palabras; «contemporizar con los accidentes».

El ejemplo del persistente dominio de los Es tenses en Ferrara era particularmente eficaz entonces, por ser estrictamente contemporáneo.

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príncipe naturale ha minori cagioni e minore necessitil di offendere; donde conviene che sia piú atnato; e se estraordl.narii ~zii non lo fann

1o

odiare, e ragionevole che naturalmente sia benevoluto: da' sua. E nel a antiquita e continuazione del dominio son.o spente le memorie. e le cagioni delle innovazioni; perché sempfe una mutazione lascta lo addentellato per la edificazione dell'altra. '~-

Y en la antigüedad ... edificación de la siguiente. Estas últimas líneas son un buen ejemplo de las fonnas distintas que puede tomar la visión dual que Maq~ia~elo tiene de la realidad. ~~ principado hereditario se caracteriza por su antigüedad y por su contmuzdad. En ese largo transcurrzr de años, se apagan los recuerdos y las causas de los cambios (en cierto sentido diñamos que.se apaga la historia) . Esta pareja recuerdos~causa es exactísima en la dimensión temporal Y sus térmmos están eficazmente orientados en direcciones opuestas: se extinguen a la vez los . recuerdos de las innovaciones pasadas y las esperanzas de las futuras. Esas esperanzas son VIStas co~o causas históricas, pues en Maquiavelo no sólo el príncipe tiene voluntad creadora. Los gob1ernos, en

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el' 1 O, po; otra razón que la de ser antiguo en ese dominio. Porque elpríncipe natural nene menos razones y menos necesidad de ofender, por' lo cual es ló~ico que sea tnás amado; y si no tiene extraordinarios vicios que lo hagall od1_ar,e~. razonable q~e ~ea naturalmente bien querido por los suyos. y en la antlguedad ycontlnmdad del dominio se borran el recuerdo y las causas de las mnovac10nes, porque un cambio siempre deja el asidero para la edificación del siguiente.

genera}, teme.n la~ innovaciones; los pueblos las desean. La última parte del período nos explica porq~e al extmgume el recuerdo de. cambios pasados se extingue también -con ventaja para el fr(nc¡pe~ el dese?~causa de cambws futuros: porque cada innovación prepara el terreno para mn.ovacwnes ul~e.rwres. Y aquí tenemos nuevamente el lenguaje de los oficios (ahora la albañ!'lería) aph~~do a la pohtzc~: addentellato, que hoy es de uso corriente en el sentido de «asidero», entonces sz~ifzcaba una sallen.te en un~ P~~ed para apoyar la viga de otra. Esa novedad que se engancha facdmente a las antenores no s¡gnifica Para Maquiavelo destrucción, sino edificación. Donde se ve que las metáforas no son adornos, sino simplemente expresividad.

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III De principatibus mixtis

Ma nel principato nuovo consistono le difficulú, E prima, se non e tutto nuovo, ma come membro (che si puü chiamare tutto insieme quasi misto) le variazioni sua nascono in prima da una natural e difficulta, quale e in tutti e' principati nuovi: le quali sano che li uomini mutano volentieri signare, creciendo migliorare; e questa credenza gli fa pigliare !'arme contra aquello; di che s'ingannono, perché veggono poi per esperienza avere peggiorato. Il che depende da una altra necessita natural e e ordinaria, qua! e fa che sempre bisogni offendere quelli di chi si diventa nuovo principe e con gente d'arme e con infinite altre iniurie che si tira dietro el nuovo acquisto; in modo che tu hai inimici tutti quelli che hai offesi in occupare quello principato, e non ti puoi mantenere amici quelli che vi ti hanno messo, per non li potere satisfare in que! modo che si erano presupposto e per non potere tu usare contra a di loro medicine forti, sendo loro obligato; perché sempre, ancora che uno sia fortissimo in sugli eserciti, ha bisogno del favore de' provinciali

Notas al cap.III Con el cap.III entramos en el verdadero tema del libro, que es «el pr~ncipe.':uevo» .. La_ conjunción adversativa inicial marca la separación. E[ autor empieza con la consrderac10n del prmcrpado ~ue~o mixto, que es un dominio nuevo agregado a uno hereditario ya consolidado por una larga hrstorw anterior. •

En 1513, los ejemplos típicos de príncipes nuevos mixtos en Italia er~n el rey de E~paña, Fernando el Católico, que acababa de anex~r a sus vastos territorios la Italia del sur, Y Lws XI~, rey de Francia, que justamente el año anterior había sido desalojado por ~egunda vez de Lombar~ta (<(virtuoso» pues el primero, inhábil el segundo). Como a Maquiavelo le mteres~n~nformaespecwl las dificultades, elegirá este segundo ejemplo para decimos todo lo que t;-n,pnncrpe que tenga un dominio hereditario no debe hacer, si quiere adquirir y conservar un dommw nuevo que se agregue al antiguo. . . . . m protagonis~a de este «Prin~ipado mixto» tendrá.que .e,r;-frentar las .drfrcultades naturales en todo dominio que se inicia y otras, mherentes a la combmacwn de lo anttguo con lo nuevo·

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De los principados mixtos

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Pero en el principado nuevo consisten las dificultades. Y ante todo si no es del todo nuevo, sino como miembro, que en conjunto puede llamarse casi mixto, sus variaciones nacen en primer término de una dificultad natural que existe en todos los principados nuevos, que es que los hombres de buen grado mudan de señor creyendo mejorar, y esa creencia los hace tomar las armas_ en ~ontra de aquel; en lo cual se engañan, porque después ven por expenencra que han empeorado. Lo cual deriva de otra necesidad natural y ordinaria, que hace que siempre haya que ofender a aquellos de quienes se llega a ~er príncipe nuevo, con ejércitos y con otros infinitos agravios que trae constgo la nueva adquisici~n; de modo que tien~s por enetnigos a todos aquellos a quien e~ has ofendido' al ocupar el nuevo principado, y no puedes cor;servar- la amrstad d& los que te pusieron en él, porque no puedes sattsfacerlos del modo que ellos se habían imaginado y tampoco puedes emplear contra ellos remedios fuertes, porque estás obligado con ellos.

Pero en el principado ••• penetrar en una provincia. Estas líneas pueden servir de intro~ d~cción gener~l al te m~ del «príncipe nuevo»; las dificultades específicas del principado mixto se irán Vtendo a traves del eJemplo de Luis XII, que abarca todo el capítulo. Pero por encima de esa dist!~ción y de todas l~s ~istinciones anteriores, este capítulo se presta para observar algo que se v:rifr.ca en todo .El Prmctpe Y más aún, en toda la obra de Maquiavelo: el nexo entre príncipe y subdrtos se conctbe, no tanto dentro de un todo orgánico, sino como una relación tensa, tácitamente negociada en co~dici~nes de temor recíproco, entre dos entes distintos y heterogéneos, el príncipe y el pueblo. La sttuactón se complica por la existencia, entre uno y otro, de un tercer elemento: los nobles que, con distinto grado de potencia, pero aún muy importantes entonces constituían una clase prepotente y levantisca, cuyos desmanes hacían que por momentos el pueblo se apoyara en el príncipe. De. todos. modos, .la relación entre estos tres factores se basa en la fuerza material y a n:enudo enla.vwlencra. ~~~bren del estado» entendido como patria, que los politólogos -apoyándose sm mucho astdero en el ulttmo capítulo de El Príncipe- atribuyen como finalidad al Protagonista de la obra, no aparece por ninguna parte.

La primera dificultad con que tropieza un principado nuevo es pues la hostilidad de los súbditos tanto de los partidarios del régimen anterior como de los descontentos, quienes, después de ha be~ ayudado al cambio, no se sienten recompensados en la medida de sus esperanzas.

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a intrarc in una provincia. Per queste ragioni Luigi XII re di Francia occupü subito Milano, e subito lo perdé; e basto a tognernc, la prifl)».,volta, le forze proprie di Lodovico; perché quelli populi che gli avevono aperte le porte, trovandosi ingannati della opinione loro e di quello futuro bene che si ave vano presupposto, non potevono sopportare e' fastidi del nuovo principe.

'E ben vera che, acquistandosi poi la seconda volta e' P::\,esi rebellati, si perdono con piú difficulta; perché el signo re, presa occasione dalla rebellione, e tneno respettivo ad assicurarsi con punire e' delinquenti, chiarire e' suspetti, provvedersi nelle parti piú deboli. In modo che, se a fare perdere Milano a Francia basto.la prima volta, uno duca Lodovico che romoreggiassi in su' confini, a farlo di poi perdere, la seconda, gli bisogno avere, centro, el mondo tutto, e che gli eserciti suoi fussino spenti o fugati di Italia; il che nacque dalle cagioni sopradette. Nondimanco, e la prima e laseconda volta, gli fu tolto.

Le cagioni universali della prima si sano discorse; resta ora a dire quelle della seconda, e vedere che remedii lui ci aveva, e quali ci puó avere uno che fussi ne' termini sua, per potersi meglio mantenere nello acquisto che non fece Francia. Dico, pertanto, che questi stati, quali acquistandosi si aggiungono a uno stato antiquo di quello che acquista, o e' sono della medesima provincia e della medesilna lingua, o non sano. Quando e' siena, e facilita grande a tenerli, massime quando non siena usi a vivere liberi; e a possederli securamente basta avere spenta la linea del principe che li dominava, p'erché nelle altre cose, mantencndosi loro le condizioni vccchie e non vi essendo disformita di costumi, gli uomini si vivono quietamente; come si e visto che ha fatto la Borgogna, la Brettagna, la Guascogna e la

Por estas razones Luis XII ••• se lo quitaron. La figura de Luis XII domina este largo capítulo. En su desafortunada tentativa de conquistar el reino de Nápoles y en las dos e.tapas de su efímero dominio sobre el ducado de Milán ofrece a la despiadada ló&>ica de Maquiavelo el ejemplo negativo que necesitaba. Para apoderarse del sur de Italia buscó la alianza del rey de España, quien, a raíz de la disputa surgida por el reparto y de la guerra subsiguiente, se quedó con todo ( 1504); el apoyo del papa y de Venecia le facilitó la ocupación de la Lombardía que, perdida una primera vez y vuelta a conquistar, quedó en sus manos del año 1500 a 1512, cuando el prevalecer de las armas españolas, a la vez que llevaba de nuevo a los Médici a Florencia, ocasionaba una efímera restauración del señorío de los S forza en Milán. Esto~ últimos acontecimientos eran recientes cuando Maquiavelo escribía ( 1513) , y el escritor los comenta como hechos•conocidos, sobre la base de alusiones, por momentos vivacísimas. Para que Luis XII perdiese Milán la primera vez, bastó con que un duque Ludovico «alborotase» ( rumoreggiasse) en Las fronteras: ese artículo indeterminado que precede al nombre tan conocido de Ludovico el Moro está lleno de desprecio, y el rumoreggiare (alborotar) es a la vez pintoresco y devaluatorio. La contraposición entre el primer momento y el segundo de esta derrota es dinámico: vemos moverse a·los actores en el escenario abstracto del mapa con rapidez de titeres: antes es sólo «Un duque Ludovico»: luego es el mundo entero que se echa sobre los dominios italianos de Luis XII. El párrafo se cierra con una frase breve y lapidaria: <<sin embargo, la primera y la segunda vez se lo quitaron."

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Porque siempre, aun cuando uno sea fortísimo con sus ejércitos, tiene necesidad del favor de los provincianos para entrar en una provincia. Por estas razones Luis XII, rey de Francia, ocupó Milán rápido, y rápido lo perdió, y para quitárselo la primera vez bastaron las fuerzas de Ludovico, porque los pueblos que le habían abierto las puertas, viéndose engañados en su opinión y en el futuro bien que habían supuesto, hallaron insoportables los fastidios del nuevo príncipe.

Es muy cierto que, si vuelven a readquirirse los pueblos rebelados, es muy difícil que se pierdan, porque con motivo de la rebelión el señor tiene menos reparos para asegurarse castigando a los delincuentes, denunciando a los sospechosos y proveyendo a las partes más débiles. Es así que si la primera vez bastó para hacerle perder Milán a Francia un duque Ludovico que alborotase en los confines, después para hacérselo perder la segunda fue necesario que se le pusiera en contra el mundo entero, y que sus ejércitos fuesen aniquilados o expulsados de 1 talia, lo cual nació de las razones antes dichas. Sin embargo la primera y la segunda vez se lo quitaron. Las razones universales de la primera se han discurrido ya; falta ahora examinar las de la segunda, y ver qué remedios tenía él, y cuáles puede tener uno que esté en la situación de él, para poder mantener su adquisición mejor de lo que hizo Francia. Digo por lo tanto que los estados que al adquirirse se agregan a un estado antiguo del que los adquiere, o son de la misma provincia y de la tnisma lengua o no lo son. Si lo son es una gran ventaja para conservarlos, especialmente si no están acostumbrados a vivir libres, y para poseerlos con seguridad basta con haber extinguido el linaje del príncipe que los domina­ba, porque en lo detnás, si se les mantienen las condiciones de antes y no

Las razones universales ... la de las colonias es útil. La segunda pérdida, por no ser inevi~ table, requiere explicación. Y esto le da modo al escritor de entrar en el tema especifico del capítulo: el principado mixto. Con su acostumbrada técnica dilemática, empieza por descartar el caso menos interesante, pues presenta pocas dificultade~: la conquista de un territorio afín al que ya se posee por la lengua y la costumbres de sus habitantes. Concentra entonces sus observaciones en la problemática del caso opuesto, representado por las conquistas de Luis XII en Italia, y las compara con la de Constantinopla por los turcos y ~en la antigüedad~ con la de Grecia por los romanos. En el curso del capítulo, dará cinco reglas al príncipe que quiera conservar un dominio nuevo agregado al viejo: 1) ir a vivir personalmente en él, o 2) enviar allí colonias y no ejércitos de ocupación, 3) debilitar a los habitantes más poderosos, 4) favorecer a los menores entre los poderosos (en otras palabras, dividir a la nobleza) , 5) cuidar de que no entre en el nuevo dominio otro extranjero tan potente como él. En su violenta hostilidad contra las milicias mercenarias que caracterizaban los ejércitos de su tiempo, desarrolla con amplitud el tema de las colonias_ que, dice, «ofenden menos». Y aquí hace una observación que se ha hecho famosa acerca del peligro de las «ofensas menores»: a los hombres hay que acariciarlos o suprimirlos, porque se vengan de las ofensas leves, de las graves no pueden (<<Un muerto no piensa en vengarse», dirá más claramente en el capítulo VI del tercer libro de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio). La observación responde al implacable realismo del autor y refleja el trasfondo feroz de la refinada civilización del Renacimiento (¿y qué diremos de la nuestra?).

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Normandia, che tanto tempo sano state con Francia; e benché vi sia qualche disformit<l di lingua, nondimeno e' costumi sono~~imili, e possonsi fra loro facilmente comportare. E chi le acquista, volendcile tencre, debbe avere dua respetti: !'uno, che il sangue del loro principe antiquo si spenga; l'altro, di non alterare né loro legge né loro dazii; talmente che in brevissimo tcmpo di venta, con loro principato antiquo, tutto uno carpo.

Ma, quando si acquista stati in una provincia disfO-rfue di lingua, di costmni e di ordini, qui sono le diffículta; e qui bisogna avere gran fortuna e grande industria a tenerli. E uno de' maggiori remedii e piú vi vi sarebbe che la persona di chi acquista vi andassi ad abitare. Questo farebbe piú secura e piú durabile quella possessione: come ha fatto il Turca, di Grecia; il quale, con tutti gli al tri ordini osservati da lui per tenere quello stato, se non vi fussi ito ad abitare, non era possibile che lo tenessi. Perché, standovi, si veggono nascere e' disordini, e presto vi puoi rimediare; non vi stando, s'intendono quando e' sano grandi e che non vi e piú reme-dio. Non e, oltre di questo, la provincia spogliata da' tuoi officiali; satisfannosi e' sudditi del ricorso propinquo al principe; donde hanno piú cagione di amarlo, volendo essere buoni, e, volendo essere altrimenti, di temerlo. Chi degli esterni volessi assaltare que1lo stato, vi ha piú respetto; tanto che, abitandovi, lo puo con grandissima difficulta perdere.

L'altro migliore remedio e mandare colonie in uno o duo luoghi che siena quasi compedes di qucllo stato, perché e necessario o fare questo o tenervi assai gente d'arme e fanti. N elle colonie non sí spende tnolto; e sanza sua spesa, o poca, ve le manda e tiene; e solamente offende coloro a chi e' toglie e' campi e le· case per darle a' nuovi abitatori, che sano una mínima parte di quello stato; e quegli ch'egli offende, rimanendo dispersi e poveri, non gli possono 1nai nuocere, e tutti gli altri rimangono da uno canto inoffeSi, e per questo doverrebbono quietarsi, dall'altro paurosi di non errare, per thnore che non intervenisse a loro cmne a quelli che sano stati spogliati. Concludo che queste colonie non costana, sano piú fedeli, offendono 1neno; e gli offesi non possono nuocere, senda poveri e dispersi, come e detto. Per il che si ha a notare che gli uomini si debbano o vezzeggiare o spegnere; perché si vendicano de1le leggieri offese, delle gravi non possono; sí che l'offesa che si fa all'uomo debbe essere in modo che la non tema la vendetta. Ma tenendovi, in cmnbio di colonie, gente d'anne, si spende piú assai, avendo a consumare nella guardia tutte le in trate di quello stato; in modo che lo acquisto gli torna perdita; e,offende molto piú, perché nuoce a tutto quello stato, tramutando con gli alloggiamenti il suo esercito; del quale disagio ciascuno ne sente, -e ciascuno gli diventa inhnico; e sano inimici che gli possono nuocere, rimanendo, battuti, in casa loro. Da ogni parte, dunque, questa guardia e inutile, come quella delle colonie e utile.

Debbe ancora chi e in una provincia disforme come e detto, farsi capo e defensore de' vicini minori potenti, ed ingegnarsi di indebolire e' potenti di quella, e guardarsi che, per accidente alcuno, non vi en tri uno forestiere

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existe diferencia de costumbres, los hombres viven tranquilos, como se ha visto que ocurrió con Borgoña, con Bretaña, con Gas cuña y con N ormandía, que tanto tiempo han estado unidas a Francia; y si bien hay alguna diferencia de lengua, las costumbres son similares y con facilidad se soportan entre ellos. Y quien los adquiere debe cuidar dos cosas, si desea conservarlos: uno, que la sangre de su príncipe antiguo se extinga; la otra, no alterarles las leyes ni los impuestos, y de ese modo en brevísimo tiempo formarán un solo cuerpo con su principado antiguo.

Peró cuando se adquieren estados en una provincia distinta en la lengua, en las costumbres y en los órdenes, ahí están las dificultades, y ahí es preciso tener mucha suerte y mucha habilidad para mantenerlos; y uno de los mejores y tnás vivos remedios sería que quien los adquiere fuera personal~ mente a habitar en ellos. Eso haría más segura y más duradera esa posesión; como hizo el Turco con Grecia: porque con todos los demás órdenes que observó para mantener ese estado, si no hubiera ido a habitar en él no era posible que lo conservara. Porque estando allí se ven nacer los desórdenes y rápido se pueden remediar; no estando, se conocen cuando ya son grandes y no hay remedio. Además de eso, la provincia no es saqueada por tus funcionarios, los súbditos quedan satisfechos con la posibilidad de recurrir a un tribunal próximo al príncipe, y por ende tienen más razón para amarlo si quie;en ser buenos, y de temerlo si quieren ser de otro modo. Cualquier extranJero que desee atacar es~ estado tendrá más reparos; de modo que habitando en él es sumamente difícil que se pierda.

El otro mejor rcmedio_es mandar colonias a uno o dos lugares, que sean casi como soportes de ese estado, porque es necesario hacer eso o tener en él muchas tropas de caballería y de infantería. En las colonias no hay que gastar tnucho, y con poco o ningún gasto las establece y las mantiene, y solamente ofende a aquellos a quienes les quita los campos y las casas para dárselas a los nuevos habitantes, y aquellos son una mínima parte de ese estado; y los que han sido ofendidos, como quedan dispersos y pobres, no pueden perjudicarlo nunca, y todos los demás quedan por un lado sin ofensa y por eso deberían permanecer quietos, y por el otro temerosos de errar, po; miedo de que les pase a ellos lo mismo que a los que fueron despojados. Concluyo que esas colonias no cuestan nada, son más fieles, ofenden menos; Y bs ofendidos no pueden hacer daño, como se ha dich,o, por estar pobres y dtspersos. Sobre lo cual debe notarse que a los hombres hay que mimarlos o extinguirlos; porque se vengan de los agravios leves, pero de los graves no pueden, de manera que la ofensa que se le hace a un hombre debe ser tal que no haya que temer su venganza. Si en cambio en lugar de colonias se mandan tropas, se gasta mucho más, y hay que consumir en la guardia todos los ingresos de ese estado, de manera que la adquisición se convierte en pérdida, y ofende mucho más, porque perjudica al estado entero al trasladar su ejército de una localidad a otra, y esa incomodidad la sienten todos. y todos se le vuelven enemigos; y son enemigos que puedan hacerle daño

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potente quanto lui. E sempre interverri\ che vi sari\ messo da coloro che saranno in quell~ mal contenti o per troppa ambizione o per paura; come si vidde gia che gli Etoli missero e' Romani in Grecia; e in ogni altra provincia che gli entrorono, vi furono messi da' provinciali. E l'ordine delle cose e che, subito che uno forestiere potente entra in una provincia, tutti quelli che so no in essa tneno poten ti gli aderiscano, mossi dajnvidia hanno contra a chi e suto potente sopra di loro: tanto che, respetto a questi minori poten ti, lui non ha a durare fatica al cuna a guadagnarli, perché su bita tutti insieme volentieri fanno uno globo col suo stato che lui vi ha acquistato. !-la solamente a pensare che non piglino troppe forze e troppa autorita; e facilmente puo, con le forze sua e col favore loro, sbassare quelli che sano potenti, per rimanere, in tutto, arbitro di quella provincia. E chi non governera bene questa parte, perdera presto quello ara acquistato; e mentre che lo terra, vi ara, dentro, infinite difficulta e fastidii.

E' Romani, nelle provincie che pigliorono, osservorono bene queste partí; e mandorono le colonie, intratennono e' meno potenti sanza crescere la loro potenzia, abbassorono e' potenti, e non vi lasciorono prendere reputazione a' poten ti forestieri. E voglio mi bastisolo la provincia di Grecia per esemplo: furono intrattenuti da loro gli Achei e gli Etoli; fu abbassato el regno de' M acedo ni; funne cacciato Antioco; né mai e' meritidegli Achei o degli Etoli feciono che permettessino loro accrescere alcuno stato; né le persuasioni di Filippo gli indussono mai ad esserli amici sanza sbassarlo; né la potenzia di Antioco possé fare gli consentissino che tenessi in quella provincia alcuno stato. Perché e' Romani feciono, in questi casi, quello che tutti e' principi savi debbono fare; li quali, non solamente hanno ad avere riguardo agli scandoli presenti, ma a' futuri, e a quelli con ogni industria obviare; perché, prevedendosi discosto, facilmente vi si pub rimediare; 1na, aspettando che ti si appressino, la medicina non e a tempo, perché la malattia e divenuta incurabile. E interviene di questa, come dicono e' fisici dello etico, che, nel principio del suo male, e facile a curare e difficile a conoscere, ma, nel progresso del tempo, non l'avendo in principio conosciuta

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porque, derrotados, quedan en su casa p d guardia es tan inútil como la de las co'l· ~r t~ .01 s esos aspectos, pues esa

Q . ~ ontas ut1 ' men esta en una provincia distinta com . .

. hacerse cabeza y defensor de los v . 0 se ha dtcho debe además debilitar a los más poderosos y guectdnos mdenos potentes, y esforzarse por

11 ' ar arse e que por , 1 , 'd penetre en e a algún forastero tan p d 'l '' gun acct ente no

, . d 'd o erosocomoe Y s' . , sera tntro uct o por quienes está ll d · tempre ocurnra que ambición o por miedo como se n. en e a escontentos por exceso de

' vto que los t 1' · romanos en Grecia y en todas las d ~ . ~ 0 tos Introdujeron a los · d 'd ' emas provmctas en r mtro uct os por provincianos. y el orden d 1 que entraron weron forastero poderoso penetra en un . .e as cosas es que cuando un menos poderosos adhieren a e'l m a pdrovmcta, todos los que en ella son 1 h 'd ' ovt os por la env·d · · e que a st o más poderoso que ell . d d 1 ta que stenten hacia

menores, él. no tiene que hacer o_s, ~m o~ o que respecto a esos poderosos inmediatamente todos se unen enntngL¡n bes uerzo para ganárselos, porque allí. Sólo tiene que pensar en un g o d co.n el estado que ha adquirido demasiada autoridad, y fácilmen~ue u~dea c'¿uteran de~asiadas fuerzas ni favor de estos .otros reba¡'ar a los q P 'd n sus proptas fuerzas y con el , b' d ' ue son po eros d ar rtro e la provincia. y quien no obier b. os para que ar como único pronto lo que haya adquirido y g nl ten esta parte perderá muy dificultades y fastidios. ' mtentras 0 tenga tendrá allí infinitas

Los romanos, en las provincias que tom b y mandaron colonias mantuvt'er ~ron, o sevaron bien estas partes

' onamtgosal d ' acrecentar su potencia rebajaron 1 os menos po erosos sin reputación a los poder~sos foraste~o osyrnuy poderosos y no dejaron adquirir la provincia de Grecia solamente Ali' lfmero que me baste como ejemplo y a los etolios, rebajaron el reino d. e 1 te os mdantuvieron a raya a los aqueos

· , 1 , . os mace ontos exp 1s A , y Jamas os mentas de los aqueos o de los e . . . ' u aran a nttoco, aumentarse algún estado nt' las per . tahas htcteron que les permitiesen

. ' suastones de Fil' 1 · d . a ser amtgos suyos sin reba¡'arlo nt' 1 . d tpo os m u¡eron nunca 1 . . ' a potencta e Ant' d h e permttteran tener en aquella provincia estad 1 toco pu o acer que

• 0 a guno. Porque los roma,

lo Quien está en una provincia .•• mal como bien En l . a s Poderosos que viven en el nuevo domin. l . . o que se refiere a la forma de tratar están relacionadas con él el eiemplo de l zo y a as ~otenc;as extranjeras que de alguna manera ¡ p l" d ' J os romanos era melud bl El . a o •.tlca e Roma en Grecia en el mom t l . ¡ e. escntor se detiene en examinar ~e la disputaban' por la analog/a que presen~~b~ í: que ~: remos helenísticos de Macedonia y Siria m ternas con la de Italia en tiempos del autor d ~zt{~on de. este territorio lacerado por discordias papel que los romanos en la Grecia de la ant. ' .. c;p e a ra~Cla de Luis XII representaría el mismo a la c~nquista total. Ningún indicio enes te a~g&~si:~· pero [m la estra~e~a polftica que llevó a Roma estu~lese ~a prese~te en el plan, tan sistemático del: q;: e -:smha del ultzmo capítulo de El Príncipe que. ~e ale!e del cnterio técnico del «hacer bie~ lo ~ \ o ay, .en todo el capítulo, una palabra pas.wn agua el ánimo del autor, no puede no tr que se ace», mientras que, cuando una fuerte poluólogo, como pasa en el capítulo V. ansparentarse a través de los [ríos preceptos del

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né medicata, di venta facile a conoscere e difficile a curan~-. Cosí interviene nellc cose di stato; perché, conoscendo discosto (il che n~n e dato se non a uno prudente) e' mali che nascono in quello, si guariscono presto; ma quando, per non li avere conosciuti, si lasciono cresccre in modo che ognuno li conosce, non vi e piú remedio.

. ' PerO e' Romani, vedendo discosto gli inconveniend, vi rimediorno

sempre; e non li lasciorno mai seguire per fuggire una guerra, perché sapevono che la guerra non si leva, ma si differisce a vantaggio di al tri; pero vollono fare con Filippo e Antioco guerra in Grecia, per non la avere a farc con loro in Italia; e potevano per allora fuggire !'una e l'altra; il che non volsero. Né piacque mai loro quello che tutto dí e in bocea de' savi de' nos tri tempi, di godere el benefizio del tempo, ma sí bene quello della virtú e prudenzia loro; perché il tetnpo si caccia innanzi ogni cosa, e puO condurrc seco bene come male, e 1nale come bene.

Ma tornimno a Francia, ed esaminiamo se delle cose dette ne ha fatto alcuna; e parlero di Luigi, e non di Carla, come di colui che per avere tenuta piú lunga possessione in Italia, si sano meglio vis ti li suoi progressi: e vedrete come egli ha fatto il contrario di quelle cose che si dcbbano fare per tencre uno stato in una provincia disforme.

El re Luigi fu messo in Italia dalla ambizione de' Viniziani, che volsono guadagnarsi mezzo lo stato di Lombardia per quella venuta. lo non voglio b1asimare questo partito preso dal re; perché, volendo co1ninciare a mettere uno pié in Italia, e non avendo in questa provincia amici, anzi, sendoli, per li portamenti del re Carla, serrare tutte le porte, fu forzara prendere quelle amicizie che poteva; e sarebbegli riuscito el partito ben preso, quando negli altri maneggi non avessi fatto errare alcuno. Acquistata, dunque, il re la Lombardia, si riguadagno subito quella reputazione che gli aveva tolta Carla: Genova cedé; e' Fiorentini gli diventorono mnici; Marchese di Mantova, Duca di Ferrara, Bentivogli, Madonna di Furlí, signare di Fa enza, d1 Pesara, di'Rimino, di Camerino, di Piombino, Lucchesi, Pisani, Sanesi, ognuno se gli fece in contra per essere suo amico. E a llora posserno considerare e' Viniziani la temerita del partito preso da loro; i quali, per acquistare dua terre in Lombardia, feciono signare, el re, del terzo di Italia.

Consideri ora uno con quanto poca difficulta posseva il re ten ere in Italia la sua reputazione, se egli avesse osservate le regale soprascritte, e tenuti securi e difesi tutti quelli sua amici, li qu!lli, per essere gran numero, e deboli e paurosi, chi della Chiesa, chi de' Viniziani, erano sempre necessitati a stare seco; e per il mezzo loro poss·eva facihnente assicurarsi di chi ci resta va

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·hos··en ese caso hicieron lo que deben hacer todos los príncipes sabios, los cuales deben estar atentos no sólo a los escándalos presentes, sino a los futuros, y hacer todos los esfuerzos por obviarlos; porque previéndolos de lejos es fácil remediarlos, pero si esperas que se acerquen el remedio no llega a tiempo, porque la enfermedad se ha vuelto incurable. Y ocurre en esto como dicen los físicos del hético, que el principio de su mal es fácil de curar pero difícil de conocer, pero con el paso del tiempo, no habiéndolo conocido ni medicado desde el principio, se vuelve fácil de conocer y difícil de curar. Así ocurre en las cosas del estado, porque conociendo de lejos (lo que no es dado más que a un prudente) los males que nacen en él, se curan pronto, pero cuando por no haberlos conocido se dejan crecer al punto que los conoce cualquiera, ya no hay remedio. Pero los romanos, viendo de lejos los inconvenientes, siempre los remediaron y nunca para no incurrir en una guerra los dejaron subsistir, porque sabían que la guerra no se evita, sino que se posterga con ventaja de otros; por esto quisieron combatir con Filipo y Antíoco de Grecia, para no tener que hacerlo con ellos en Italia; y por el momento podían sustraerse a ambas eventualidades, 1nas no quisieron. Ni les gustó nunca lo que está continuamente en la boca de los sabios de nuestra época, que es «gozar de las ventajas del tiempo»; les gustó en cambio la ventaja que procedía de su propia virtud y prudencia, porque el tiempo empuja hacia adelante todas las cosas y trae consigo tanto bien como mal, tanto mal cmno bien. 1

Pero volvatnos a Fral!_cia, y exmninemos si de las cosas dichas hizo alguna; y hablaré de Luis y no de Carlos, porque por haber tenido aquel más larga posesión en Italia se vieron mejor sus procedimientos, y se verá que hizo lo contrario de lo que se debe hacer para mantener un estado en una provincia distinta.

El rey Luis fue traído a Italia por la ambición de los venecianos, que con esa venida quisieron ganarse la mitad del estado de Lombardía. Y o no quiero censurar esa decisión tomada por el rey, porque queriendo él e1npezar a meter un pie en Italia y no teniendo en esta provincia amigos, sino 1nás bien todas las puertas cerradas debido a las acciones del rey Carlos, se vio obligado a aceptar las amistades que pudo, y el partido le habría resultado bien tomado si en los otros manejos no hubiera cometido error alguno. Tras adquirir, pues, el rey la Lombardía, recuperó de inmediato la reputación que le había quitado Carlos: Génova cedió, los florentinos se volvieron sus amigos, el marqués de Mantua, el duque de Ferrara, los Bentivoglio, la señora de Forlí, el señor de Faenza, el de Pésaro, el de Rimini, el de

Peto volvamos: a Francia ... expulsarlo a él. La torpeza de la conducta de Luis XII en Italia está luminosamente demostrada con convincente vivacidad y con eficacia sintética. El soberano francés violó las cinco reglas e hizo en todos los casos lo contrario de lo que le convenía hacer.

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grande. Ma lui non prima fu in Milano, che fece il contrario, dando aiuto a papa Alessandro, perché egli occupassi la Romagna. Né si accorse con questa deliberaúon?, ~he faceva sé debo le, togliendosi gli amici e quelli che se. gh erano gltt~tl, m grembo, .e. la Chiesa grande, aggiugnendo allo spmtuale, che gh da tanta autonta, tanto temporale. E fatto uno primo errare, fu costretto a seguitare; in tanto che, per porre fine alla ambizione di Alessandro e perché non divenissi signare di Toscana, fu costretto venirc in Italia. Non gli basto avere fatto grande la Chiesa e toltisi gli amici, che, per volere 1l regno d1 Napoli, lo divise con il re di Spagna· e dove lui era prima, arbitro d'Italia, e' vi tnisse uno compagno, a ciO che' gli ambiziÜSi di quella provincia e mal contenti di lui avessino clave ricorrere· e dove posseva .lasciare in quell? regn? uno re suo pensionario, e' ne lo t;asse, per mettervt uno che potesst cacctarne lui.

'E cosa veramente tnolto naturale e ordinaria desiderarc di acquistare; e, s~m~re, ~uando gli uomini lo fanno che possono, saranno laudati o non b!asnnat¡; n;a quando non possono e vogliono fado in ogni modo, qui e lo errare e tl btastmo. Se Francia, adunque, posseva con le forze sua assaltare Napoli, doveva fado; se non pote va, non doveva dividerlo. E se la di visione fece: ~e?' Vin~ziani, di Lmnbardia, meritO scusa per avere con quella messo el pte ~r: Italia; questa merita biasimo, per non essere escusata da quella necesstta.

Ave; a, d~nque~ Luigi fatto questi cinque errori: spenti e' minori poten ti; accres~tu~o tn !taha potenzia a uno potente; messo in quella uno forestiere potenttsstmo; non venuto ad abitarvi; non vi tnesse colonie. E' quali errori ancora, vi vendo lui, possevano non lo offendere, se non avessi fatto el sesto: di t_orre 1~ stato ~, Vin~ziani; perché, quando e' non avessi fatto grande la Chtesa,.ne messo tn Italta Spagna, era ben ragionevole e necessario abbassarli; ma a vendo preso quelli pritni partiti, non doveva mai consentire alla ruina loro: perché, senda quelli poten ti, arebbono sempre tenuti gli altri discosto dalla 1m presa d1 Lombardia, sí perché e' Viniziani non vi arebbono cansen tito

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Camerino, el de Pimnbino, los luqueses, los pisanos, los seneses, todos fueron a su encuentro para ser sus amigos. Y entonces pudieron los venecianos considerar la temeridad del partido que habían tomado, que por adquirir dos plazas en Lombardía hicieron al rey señor de dos tercios de Italia.

Considérese ahora con cuán poca dificultad podía el rey conservar su reputación en Italia, si hubiese observado las reglas antes dichas y mante­nido seguros y defendidos a todos aquellos amigos suyos, los cuales, por ser numerosos, débiles y temerosos unos de la Iglesia y otros de los venecianos, estaban forzados a estar siempre con él, y por medio de ellos podía fácilmen­te asegurarse de los grandes que quedaban. Pero él apenas estuvo en Milán hizo lo contrario, dando ayuda a Alejandro para que ocupase Ro maña. Y no se dio cuenta de que con esa decisión se debilitaba a sí mismo, despojándose de los amigos que se habían arrojado a su regazo, y agrandaba a la Iglesia, agregando tanto de temporal a lo espiritual que le da tanta autoridad. Y cometido un primer error, se vio obligado a seguir, en cuanto para poner freno a la ambición de Alejandro y para que no se apoderase de Toscana, se vio forzado a venir a Italia. Y no le bastó con haber agrandado a la Iglesia y haberse quitado los amigos, sino que por querer el reino de Nápoles lo dividió con el rey de España; y donde él antes era árbitro de Italia, se trajo un socio, a fin de que los ambiciosos de aquella provincia y los descontentos de él tuvieran a quién recurrir; y pudiendo dejar en aquel estado un rey que fuera tributario suyo, lo quitó para poner a uno capaz de expulsarlo a él. ·7\f--Es cosa verdaderamente muy natural y ordinaria desear adquirir, y siempre cuando los hombres lo hacen y pueden serán alabados, o no censurados; pero cuando no pueden y quieren hacerlo de todos modos, ahí está el error y la censura. Si Francia pues podía con sus propias fuerzas atacar Nápoles, debía hacerlo; si no podía, no debía dividirlo. Y si la división que hizo de Lombardía con los venecianos merecía excusa porque con ella metió

. un pie en Italia, esta otra merece censura porque no la excusa la necesidad. Luis. pues había cometido estos cinco errores: extinguir a los poderosos

Es cosa verdaderamente ••• muy ordinario y razonable. La alabanza de los que, pudiendo y sdbiendo hacerlo, realizan conquistas, se da en un plano técnico, que es el plano en que, a lo largo de toda la obra, se encara al «príncipe». La historia para Maquiavelo es una continua lucha entre fuerzas deseosas de aumentar su potencia, interrumpida por momentos por sublevaciones de los pueblos que no quieren ser dominados. La puesta del juego no es la riqueza, sino el poder, que despierta una codicia exclusiva y transfonna al «príncipe» en un jugador solitario e implacable, sin amigos y sin amor, cuyo orgullo se nutre de la humillación de los demás. En el mundo de los poderosos, que Maquiavelo estudia en esta obra, el éxito en las conquistas produce alabanzas. Y si Luis XII se debilitó por favorecer u la Iglesia, merece reproche, aunque lo ha)'a hecho por cumplir la palabra empeñada, pues más adelante se verá que los príncipes deben mantener fe a las promesas sólo cuando les convenga. Obsérvese que Maquiavelo, tanto aquí como en el capítulo respectivo (el XVIII), dice expresamente que se trata de una norma para los príncipes. Más aún: en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio el escritor dedica un capítulo entero a demostrar que se puede confiar más en la palabra de una república que en la de un príncipe (capitulo 59 del libro I).

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sanza divcntarne signori loro; sí perché gli altri non arebbono voluta torla a Francia per darla a loro; e anclare a urtarli tutti e dua nQ!l arebbono avuto animo. E se alcurio dicesse: il re Luigi cedé ad Alessandr~ la Romagna e a Spagna il Regno per fuggire una guerra, respondo, con le ragioni dette di sopra: che non si debbe mai lasciare seguire uno disordine per fuggire una guerra; perché la non si fugge, ma si differisce a tuo dis¡wvantaggio. E se alcuni altri allegassino la fede che il re aveva obligara al papa, di fare per lui quella impresa perla resoluzione del su o matrimonio e il cappello di Roano, respondo con quello che per me di sotto si dira circa la fede de' principi e come la si debbe osservare. Ha perduto, adunque, il re Luigi la Lombardia per non avere osservato alcuno di quelli tennini osservati da altri che hanno preso provincie e voluta le tenerc. Né e tniracolo alcuno questo, ma malta ordinario e ragionevole. E di questa materia parlai a Nantes con Roano, quando il Valentino (che cosí era chiamato popularmente Cesare Borgia, figliuolo di papa Alessandro) occupava la Ro magna; perché, dicendomi el cardinale di Roano che gli italiani non si intendevano della guerra, io gli risposi che e' Francesi non si intendevano dello stato; perché, se se n'intendessono, non lascerebbono venire la Chiesa in tanta grandezza. E per esperienza si e visto che la grandezza, in Italia, di quella e di Spagna e stata causara da Francia, e la ruina sua causara da loro. Di che si cava una regala generale, la quale mai o raro falla: che chi e cagione che uno diventi potente, rovina; perché quella potenzia e causara da colui o con industria o con forza; e l'una e l'altra di queste cose e sospetta a chi e divcntato potente.

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1nenores; aUinentar la potencia en Italia de un poderoso; tncter en ella a un extranjero poderosísitno; no venir a residir en_ ella; no poner colonias. Y todavía esos errores podían no haberlo ofendido mientras él vivió, si no hubiera cometido el sexto: quitar el estado a los venecianos; porque si no hubiera agrandado a la Iglesia ni metido a España en Italia, era bien razonable y necesario rebajarlos, pero una vez tomados aquellos primeros partidos jamás debía permitir la ruinad e ellos, porque siendo poderosos ellos siempre habrían mantenido a los otros alejados de la conquista de Lombardía, tanto porque los venecianos no la habrían permitido tnás que para ser señores ellos como porque los otros no habrían querido quitársela a Francia para dársela a ellos, y ninguno habría tendio ánimo de ir contra los dos juntos. Y si alguien dijera: el rey Luis cedió Romaña a Alejandro y el reino a España para evitar una guerra, respondo cOn las razones dichas más arriba; que nunca se debe dejar seguir un desorden por evitar una guerra; porque la guerra no se evita, sino que se difiere en perjuicio tuyo. Y si algún otro alegara la promesa que el rey le había hecho al papa, de hacer esa campaña por él a cambio de la disolución de su matrimonio y el capelo para Rouen, respondo lo que más abajo diré sobre las promesas de los príncipes y cómo deben observarlas. Perdió pues el rey Luis Lombardía por no haber obsevado ninguno de los términos observados por otros que han tomado provincias y querido conservarlas. Y no es eso milagro alguno, sino muy ordinario y razonable. Y de este asunto hablé en N antes con Rouen cuando el Valentino, como era llamado popularmente César Borgia, hijo del papa Alejandro, ocupaba Romaña; porque diciéndome el cardenal de Rouen que los italia­nos no entendían de guerra, yo le respondí que los franceses no entendían de estado, porque si entendieran no dejarían que la Iglesia llegara a tanta grandeza. Y por experiencia se ha visto que la grandeza de aquella y de España en Italia fue causada por Francia, y la ruina de esta última fue causada por aquellas. De lo que se deduce una regla general, que nunca o raramente falla: que quien es causa de que otro se haga poderoso, se arruina: porque esa potencia es causada por él o con industria o con fuerza, y tanto una cosa como la otra son sospechosas para el que se ha vuelto poderoso.

Y de este asunto hablé ••• se ha vuelto poderoso. Aparece aquí por primera vez el nombre dd que muchos consideran ~erróneamente, a mi entender~ el verdadero protagonista de El Príncipe: César Borgia, el hijo del papa Alejandro VI, cardenal secularizado, duque de Valentinois por gracia del rey de Francia, autor de un número considerable de homicidios para despejarse el camino hacia el poder o para mantenerlo, héroe de la fulmínea aventura de la formación de un estado personal extenso en el ámbito territorial de los estados pontificios, estrella fugaz, cuyo fulgor se apagó súbitamente cuando, en 1503, Alejandro VI murió, Maquiavelo lo juzga aquí negativamente desde el punto de vista de los intereses franceses; lo había considerado en los Decenales como el hombre de pueblo considera a los poderosos: serpiente hábil que devora a sus rivales más torpes; en el capítulo VII lo presenta como un modelo de «príncipe nuevo» porque ejerció bien su oficio desde el punto de vista de sus propios intereses (adquirir y conservar el poder) .

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IV Cur Darii regnum quod Alexander occupaverat a successoribus suis post Alexandri mortem non defecit'

Considerare le difficuld\ le quali si hanno a tenere uno stato di nuovo acquistato, potrebbe alcuno maravigliarsi donde nacque che Alessandro Magno di vento signare della Asia in pochi anni e, non l'avendo appena occupata, morí; donde pare va ragionevole che tutto quello stato si rebellassi; nondimeno e' successori di Alessandro se lo mantennono; e non ebbono, a tenerlo, altra difficulta che quella che intra loro medesimi, per ambizione propria, nacque. Respondo come e' principati de' quali si ha memoria si trovono governati in dua tnodi diversi: o per uno príncipe e tutti gli altri servi, e' quali come ministri, per grazia e concessione sua, aiutano governare quello regno; o per uno príncipe e per baroni, e' quali, non per grazia del signare, ma per antiquita di sangue, tengano que! grado. Questi tali baroni hanno stati e sudditi proprii, li quali li riconoscono per signori e hanno in loro natural e affezione. Quegli stati che si governano per uno principe e per servi, hanno el loro príncipe con piú. autorit8.., perché in tutta la sua

Notas al cap .IV Este capítulo constituye algo así como un paréntesis en el riguroso desarrollo del tema según el

esquema del capítulo 1, y se debe al escrúpulo de no dejar ninguna posible objeción sin respuesta. ¿Cómo pudo el más célebre de los principados nuevos, el imperio de Alejandro, durar tanto tiempo, si se formó en poquísimo tiempo y su forjador murió antes de poder consolidarlo? Es la ocasión de inco:porar al panorama del principado nuevo, que én la Europa del siglo XVI tenía su punto de partida en la luchas por el poder entre las grandes casa.s nobiliarias (que luego conservaban parte de su potencia), los despotismos de tipo oríental, organizados en base a una red de funcionarios ligados al soberano por vínculos de férrea obediencia. Estos últimos ~dice Maquiavelo~ se conquistan más difícilmente y se conservan con más facilidad. La afirmación es históricamente discutible. Pero interesa relevar cómo Maquiavelo no pierde ocasión de manifestar su fastidio hacia la aristocracia de su tiempo, levantisca y parasitaria, fuente de debilidad para el principado (lo hace fácil de conquistar y difícil de mantener) y obstáculo en una república para la verdadera libertad, que se ba.sa en la igualdad (Discursos ... , libro I, capitulo 55).

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IV Por qué razón el reino de Darío, que fue ocupado por Alejandro, no se rebeló contra sus sucesores después que Alejandro murió.

Considerando las dificultades que existen para conservar un estado recién adquirido, alguien podría preguntarse cuál fue la causa de que Alejandro Magno haya llegado a ser señor de Asia en pocos años y después cuando apenas la había ocupado, murió, de modo que parecía razonable que todo aquel estado se rebelase, y sin embargo los sucesores de Alejandro lo conservaron, y no tuvieron para mantenerlo otra dificultad que la que nació entre ellos mismos, por su propia ambición. Respondo que los principados de que hay memoria se encuentran gobernados de dos maneras distintas: o por un príncipe, siendo todos los demás siervos que como ministros, por gracia y concesión suya ayudan a gobernar ese reino, o por un príncipe y barones, los cuales no por gracia del señor sino por antigüedad de sangre tienen ese grado. Esos tales barones tienen estados y súbditos propios, que los reconocen como señores y sienten por ellos natural afecto. Los estados gobernados por un príncipe y siervos tienen a su príncipe con más autoridad,

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provincia non e alcuno che riconosca per superiore se non lui; e s~ obediscano qualcuno altro, lo fauno come ministro cc~pffizialc, e non gh portano particulare amare. .

Gli esempli di queste due diversit8. di governi sano, ne' nostri tetnpt, el Turco e il re di Francia. Turra la monarchia del Turco e governata da uno signare; gli altri sano sua servi; e, distinguendo. il suq )~~gno in s.angia~hi, Vi manda diversi amtninistratori, e li muta e vana come pare a lu1. Ma tl re di Francia e posta in mezzo d'una moltitudinc antiquata di signori, in qucllo stato riconosciuti da' loro sudditi e amati da quelli: hanno le loro preeminenzie; non le puó il re torre loro sanza su o periculo. Chi considera, adunquc, !'uno e l'altro di questi stati, troverra difficulta nello acquist~re lo stato del Turco, tna, vinta che sia, facilita grande a tenerlo. Cost, pe~ adverso, troverrete per qualche rispetto piú facilita a occupare lo stato d 1

Francia, ma difficulta grande a tenerlo. Le cagioni delle difficulta in pote re occupare il regno del Turco sono per

non potere essere chiamato da' principi di quello regno, né sperare, con la rebellione di quelli ch'cgli ha d'intorno, potere facilitare la sua impresa. ll che nasce dalle ragioni sopraderre; perché, sendogli tutti stiavi e obhgatr, si possono con piú difficulta corrompere; e quando bene si corrompessino, se ne puó sperare poco utile, non possendo quelli tirarsi drieto e' popult pe~ le ragioni assignate. Onde, chi as salta il Turco, e necessario pensare ~t averlo a trovare tutto unito, e gli conviene sperare piú nelle forze propne che ne' disordini d'altri. M a, vinta che fussi, e rorro alla campagna in modo che non possa rifare eserciti, non si ha a dubitare di altro che del sangue del principe; il qualc spento, non resta alcuno di chi si abbia a t~tner.e, n~n avendo gli altri credito con li populi: e come el vincitore, avantrla vrrrona, non poteva sperare in loro, cosí non debbe, dopo quella, temere dr loro.

El contrario interviene ne' regni govemati come quello dt Francm; perché con facilita tu puoi intrarvi, guadagnandoti alcuno barone del regno; perché sempre si trova de' malcontenti e di quelli che desiderano inno:are; costoro, perle ragioni dette, ti possono aprire la vi a a q~el~o stat? e fa~th.ta:·tt la vittoria. La quale di poi, a volerti tnantenere, st ttra dneto tnÍlntte difficulta, e con quelli che ti hanno aiutato e con quelli che tu hai oppressi. Né ti basts spegnere il sangue del principe, perché vi rimangono quelli signori che si fanno capi delle nuove alterazioni; e non li P,otend? né contentare né spegnere, perdi quello stato qualunque volta venga 1 occasrone.

Ora se voi considerrete di qua! natura di governi era quello di Dario, lo troven:ete simile al regno del Turco; e pero ad Alessandro fu necessario prima urtarlo turro e torli la cámpagna; dopo la qualevittoria~ se':'do Dario morto, rimase ad Alessandro quello stato srcuro per le ragrom dr sopra cliscorse. E li suoi successori, se fussino suti uniti, se lo potevano godere oziosi; né in que! regno nacquono al tri tumulti che quellich~' loro pr~prii suscitorono. Ma li stati ordinati come quello dr Francra e rmpossrbtlc possederli con tanta quiete. Di qui nacquono le spesse rebellioni di Spagna,

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p.orque"" en to.da la provincia r:o hay nadie a quien reconozcan por superior smo a el, y sr obedecen a algun otro lo hacen como a ministro y oficial· y no sienten por él particular amor. '

Los ejemplos de estas dos diversidades de gobiernos en nuestros tiempos son el T urc:' y el rey de F;·ancia. Toda la monarquía del Turco es gobernada por un solo s:n~r; los de""mas son s~s siervos y, distinguiendo su reino en sangiachi (provm~ras), envra a ellos drfcrent~s administradores y los muda y los varía como a elle parece. El rey de Franela en cambio se encuentra en el centro de una multitud de señores antiguos, reconocidos en ese estado por sus súbditos y a~ados por elbs, los cuales tie':'cn sus preeminencias que el rey no puede qmtarlcs sm pelrgro. Qmen consrdere pues uno y otro de esos estados hallará dificultad para conquistar el estado del Turco, pero gran facilidad par; conscr­v""ar.lo una vez conquistado. Inversamente, encontrareis en algunos aspectos tnás f.í.crl ocupar el estado de Francia, pero muy difícil conservarlo.

Las causas de las dificultades para poder ocupar el reino del Turco consisten en no poder ser llamado por los príncipes de aquel reino ni tener esperanza de facilitar la empresa con la rebelión de los que lo rod~an, cosa que n""ace de.las razones antes dichas. Porque como todos son esclavos suyos y estan obhgados con él, es más difícil corromperlos; y aun cuando se corrompieran no se puede esperar mucho beneficio, porque por las razmies antes dichas no pueden arrastrar al pueblo tras ellos. Por lo tanto quien ataque al Turco tlene que pensar que lo encontrará unido, y debe confiar en sus propias fuerzas antes que en los desórdenes ajenos. Pero si llegara a vencerlo y derrotarlo en batalla de manera que no pueda rehacer sus :jércitos, nada t~ene que tetner más que la sangre del príncipe, y, extinguida esta, de nada mas hay que preocuparse porque los demás no tienen crédito con los pueblos; y así como antes de la victoria el vencedor no podía esperar nada de ellos, después no tiene nada que temer.

Lo c~r:trario ocurre en los reinos gobernados como el de Francia; porque con facrlrdad puedes penetrar en ellos, ganándote a algún barón del reino porque siempre hay algunos descontentos y algunos que desean innovar: Estos, por las razones antes dichas, te pueden abi-ir el camino hacia ese estado y facilitarte la victoria, la cual después, si quieres mantenerte trae consigo infinitas dificultades tanto con los que te ayudaron como c¿n los que dendiste. y no te basta con extinguir la sangre del príncipe, porque subststen los senores, que ahora se hacen cabeza de las nuevas alteraciones y como no puedes ni contentados ni extinguirlos, pierdes ese estado a 1~ primera ocasión que se presente.

Ahora, si se considera de qué naturaleza era el gobierno de Darío, se hallará que era similar al reino del Turca, y por eso Alejandro necesitó primero chocar! o de frente y quitarle la campaña y después de esa victoria, muerto Daría, le quedó a Alejandro ese estado seguro por las razones antes examinadas. Y sus sucesores, si hubieran estado unidos, podrían haberlo

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di Francia e di Grecia da' Romani, per li spessi principati che eran o inquegli stati: de' quali mentre durO la memoria, sempre ne futOH9 e' Romani incerti di quella possessione; ma, spenta la memoria di quelli, con la potenzia e diuturnitft dello imperio, ne diventorono securi possessori. E posserno anche, quelli, combattendo di poi infra loro, ciascuno tirarsi drieto parte di quelle provincie, secando l'autorira vi aveva presa ~ntro; e quelle, per essere el sangue de' loro antiqui signori spento, non riconoscevano se non e' Romani. Considerato adunque tutte queste cose, non si maravigliera alcuno della facilita che ebbe Alessandro a tenere lo stato di Asia, e delle difficulta che hanno avuto gli altri a conservare lo acquistato, come Pirro e molti. ll che non e nato dalla malta o poca virtú del vincitore, ma dalla disformita del subietto.

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gozado ociosos, pues no nacieron en aquel reino otros tumultos que los que ellos mismos suscitaron. Pero los estados ordenados como el de Francia es imposible poseerlos con tanta tranquilidad. De ahí nacen las frecuentes rebeliones de España, Francia y Grecia contra los romanos, por los muchos principados que había en aquellos estados; porque mientras duró la memoria de ellos. sie~pre estuvieron los romanos inciertos en su posesión, pero una vez extmgmdo su recuerdo con la potencia y la persistencia del imperio, llegaron a ser poseedores seguros de esos territorios. Y también, al combatir después entre ellos pudieron arrastrar tras de sí cada uno una parte de aquellas provincias, según la autoridad que en ellas habían adquirido; y las provinci;..as, p~r haberse extinguido la sangre de su antiguo señor, no reconooan mas que a los romanos. Considerando pues todas estas cosas nadie se maravillará de la facilidad con que Alejandro conservó el estad~ de Asia ni de las dificultades que han tenido otros para conservar sus conquistas, como Pirro y muchos otros. Lo cual no nació de la mucha o poca virtud del vencedor, sino de la distinta calidad de la materia.

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V -,. Quomodo administrandae surít civitates vel principatus, qui, antequam occuparentur, suis legibus viv~ebant

Quando quelli stati che si acquistano, come e detto, sano consueti a vivere con le loro leggi e in liberta, a volerli tenere ci sono tre modi; el primo, ruinarle; l'altro, andarvi ad abitare personahnente; el terzo, lasciarle vivere con le su e leggi, traendone una pensione e creando vi drento uno stato di poch( che te le conservino amiche. Perché, sendo quello stato creato da quello principe, sache non puü stare sanza l'amicizia e potenzis sua, e. ha a fare tutto per mantenerlo; e piú facilmente si tiene una citt8.. usa a vtvere libera con i1 mezzo de' suoi cittadini, che in alcuno altro modo, volendola preservare.

In exemplis, ci so no gli Spartani e li Romani. Li Spartani tennono Atene e Tebe creandovi uno stato di pochi, tamen le riperderno. Li Romam, per tenere Capua, Cartagine e Numanzia, le disfeciono, e non le perderono;

N atas al capítulo V Cerrado el paréntesis extraeuropeo, volvemos a Florencia con este capítulo V. El tema del principado mixto está agotado. Llegamos lentamente al núcleo temático del libro: ¿cómo ~ebe d prfncipe nuevo gobernar su reciente conquista? Según la acostumbrada visión dual de Maqwavelo, las posibilidades se reducen a dos: la ciudad conquistada, o era una república, o ya estaba sometida al poder unipersonal de un príncipe. El cap(tulo V está consagrado a examinar esta diferencia fundamental. En el segundo caso, d príncipe nuevo no tiene más que instalarse cómodamente en la rutina del viejo. Pero si los nuevos ,.Súbditos estaban acostumbrados a la libertad, ¡cuidado! Aquí Maquiavelo no se contiene: el príncipe nuevo deberá destruir la ciudad y dispersar a los ciudadanos; de lo contrario la ciudad acabará con éL Luego de la acometida amenazante, que lo hace retroceder con la imaginación a la lucha abortada del año anterior, Maquiavelo se recobra Y agrega el otro recurso posible: habitar en la ciudad sometida. Y con esto se recuperad tono técnico, de quien ve las cosas desde el punto de vista del prfncipe, puesto que a este se refiere el título de la obra. Parece querer decir que en la primera parte no se refería a los Médici, pues estos emplearon este segundo recurso y viven en Florencia.

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~ ''('· . \ f .,~.._~, {',~' "'-'1 v'"-''-'-1 ÁJ~t..re".s; e, cu-~'-' V ¡-r;. "á,."~~'"''' "J '(~S.~uv-t¡~\=',.;;._\)

De qué modo deben gobernarse las ciudades o los principados que antes de ser ocupados vivían con sus leyes

Cuando los estados que se adquieren, como se ha dicho, están habituados a vivir con sus leyes y su libertad, si se desea mantenerlos hay tres modos: el primero es destruirlos; el segundo, ir a residir personalmente en ellos; el tercero, dejarlos vivir con sus leyes, exigiéndoles un tributo y creando en ellos un estado de pocos que te los mantenga amigos. Porque ese estado, habtendo stdo creado por ese príncipe, sabe que no puede estar sin su amistad y su potencia y tiene que hacer todo para mantenerlo. Y es más fácil mantener una ciudad acostumbrada a vivir libre por medio de sus ciudada­nos que de ninguna otra tnanera, si se desea conservarla.

Como ejemplos tenemos a los espartanos y los romanos. Los espartanos tuvieron dominadas a Atenas y a Tebas creando en ellas un estado de pocos, y las perdteron. Los romanos para conservar Capua, Cartago y Numancia

, ~uando los es:~d.os que .se adquieren ... si se desea conservarla. Hasta aquí habla el tecnrco: En el analms que srgue, de estos tres modos, quedan sólo el primero y, admitido subordinadamente, el segundo. El tercero es un recurso, bastante contradictorio («sus leyes ... un estado de pocos») , que se apoya en esa condición final: «si se desea conservarla». Se reserva este método para el caso en que verdaderamente se quieran salvar las dos cosas inconciliables; el dominio sobre ~na ciudad de espíritu libre y la existencia misma de la ciudad. Una buena parte del capitulo se dedrcará .a demostrar que este último recurso es inviable o, ·por lo menos) ef(mero.

Como ~Jemplos tenemos ... fuera de la ruina. Estos ejemplos sirven para reafirmar el concepto de que la libertad es tan consustancial a un pueblo de espíritu libre (que en otros lugares llama «no corrompido»), que no se destruye sin destruir a ese pueblo. Los espartanos instituyeron en Atenas, derrotada por ellos en la guerra del Peloponeso, un gobierno oligárquico amigo, y su suprema da sobre ella no ~l~anzó a durar más de un año; los romanos, conquistada Grecia, la dejaron libre con gobiernos rom~noftlos y, pa:a no perderla, poco después tuvieron que destruir o dañar gravemente muchas de s~. nudades (Connto fue arrasada en el año 146 a.c.) y reducir todo el territorio a provincia. Lo mismo htaeron con Cartago ( 146 a.c.) y pocos años después ( 133 a.c.) con Numancia. La última frase, en su brevedad, concluye el escueto pero abarcativo ejemplo como una lápida.

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. i come tennono li Spartani, faccendola liber~ volsero tenere la Grecm quas l . . modo~Ghe furo no costrettl

d l . 1 1 · non successe oro. m .• e lascian o t e s~e __ egp, e . da er tenerla. Perché, in venta, no~ disfare di molte cltta di qdelf pr¡vm h 'la ruina E chi di viene patrone d1 d e modo securo a p~sse e¡\;'' a tro en la disfaccla, aspetti di essere disfatto una dtta consueta a v!Vere h era, e nf . nella rebelhone . el nome della da quella; perché se~pr~ a .~e~ re \f~~ er la lunghezza dei te m pi né per liberta e gli ordim annchl suoEI, h qua chpe si facda o si provvegga, se non

f. .. . . ¿· ticano per cosa l , bene tzu mat st u~e~ . . b. . ' non sdimenticano que no me ne si disuniscono o d!ss!pano ha. ltat?¿n, ete y¡' r¡'corrono· come fe Pisa dopo

l. ¿· . b't in ogm acCI en • ¿ 1 queg 1 or mi, e su 1 o . 't' d 'f¡'orentini. Ma quan o e . h ll uta posta m servl u a . cento annt e e e a eras . · e!' pe e quel sangue Sta

. . v¡vere sotto uno prm ' d l dtta o le provmcw sono use a . d bb ¿· dall' altro non a ven o e

d d anto USI a o e !re, l'b . spento, sen o a uno e . f l o non si accordano, vivere t en non

. . h' farne uno m ra or . , f ·¡· • ¡1· pnnctpe vece to, . " d' i liare le armi, e con ptu act tta se sanno: di modo che sono pm tar 1 ~ P g . ¿· 1 ro Ma nelle republiche e

. . dagnare e asstcurarst t o · .· ; , puo uno pnne1pe g~a . . , d . derio di vendetta; né li lase1a, ne p~o maggiore vita, magg!Ore odiO¿' pll es:. a liberta: tale che la piú sicura vm lasdare riposare la memona e a an ¡qu e spegnerle o abitarvi.

1 tinos Maquiavelo no sugiere a los Médici que y quien se hace señor ... po\lob· f or: h y, para elfos está el refugio del otro recurs~:

destruyan Florencia: sabe que no .lo u JeT: la cin~~n;idad de es~ sentimiento de i~pendinfCJa vivir en ella. Pero quiere que sten~an to toen ue fueron sometidos. y sm saber o ue municipal que animaba a los florentmos en el mame~ 'nos ~prove.chando que los Médici se ve(an profeta. Catorce años después, enc1527' loVJt~: ~ra~no de ellos, se sublevaron y luegoi e~ e~ debilitados por la derrota del papa . emente rte esa libertad reconquistada. Hay en estas pa a .as famoso sitio de 15 29 .. 15 30' defeadrnheron a.m~ al final del período el autor reacciona en el s:nudo un oscuro desafío bajo f~rma de . vertencta.. :¡~ revuelta antimedicea de 1494 en F.lorencta' en del oportunismo y sustituye el eJemplo oCbvtf. VIII por la rebelión de Pisa, en la mtsma,fechad_Y;

" de la acometida del rey francés ar os . '. . La expulsión de Piero de Mé ICI ocaswn ·dad t 1ieldomrmoflorentmo. d' . 'd aprovechando la misma oportum da ' {on. r ·p. del primer Decenal de Maquiavelo' mg¡ ~ a sus de Florencia en ese año se recuer . a pnnct 10 los que cada uno puede decir lo que ptensa: conciudadanos y escrito en los «tlempos áureos» en

«No pudisteis gozar como debíais por haberos librado de aquel y~go, que os tuvo dobregados por sets decadas,

porque visteis la patria devas~a, vis'teis a la ciudad en gran peligro (Decenall, vv. 25 .. 30) y el ostentoso orgullo de los galos.»

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las destruyeron, y no las perdieron. Quisieron tener a Grecia casi cmno la tuvieron los espartanos, haciéndola libre y dejándole sus leyes, y no tuvieron éxito, de modo que se vieron obligados a destruir muchas ciudades de esa provincia, para conservarla. Porque en realidad no hay modo seguro de poseerla, fuera de la ruina. Y quien se hace señor de una ciudad habituada a vivir libre y no la destruye, que espere ser destruído por ella, porque en la rebelión siempre tiene por refugio el nombre de la libertad y sus propios órdenes antiguos, los cuales no se olvidan jamás, ni por el transcurso del tiempo ni por beneficios. Y por cosa que se haga y se provea, si no se desunen y dispersan los habitantes, nunca olvidan aquel nombre ni aquellos órdenes, y en cualquier accidente inmediatamente vuelven a ellos, como hizo Pisa después de cien años que llevaba sometida a la servidumbre por los Florentinos. Pero cuando las ciudades o las provincias están acostumbradas a vivir bajo un príncipe y esa sangre se extingue, estando por un lado acostumbrados a obedecer, y por el otro no teniendo al príncipe antiguo, para hacer otro entre ellos no se ponen de acuerdo, vivir libres no saben, de modo que son más lentos para tomar las armas y con más facilidad puede un príncipe ganárselos y asegurarse de ellos. Pero en las repúblicas hay mayor vida, mayor odio, más deseo de venganza; y no las deja ni puede dejarlas descansar el recuerdo de la antigua libertad, de manera que el camino más seguro es destruirlas o residir en ellas.

El ejemplo de la rebelión de Pisa es menos ajustado, pues el dominio de una ciudad sobre otra no encaja perfectamente en la definición que da Maquiavelo del principado nuevo, pero es sin duda más prudente.

Sigue a esta concitada afirmación de la persistencia del sentimiento de libertad, el análisis breve de lo que pasa cuando un pr(ncipe nuevo se adueña de una ciudad acostumbrada al principado: es una pausa o, mejor, un descenso de tono, necesario para hacer resaltar la soberbia proclamación fina!.

Pero cuando las ciudades •.. asegurarse de ellos. Es un solo per(odo, muy largo, de sintaxis un tanto irregular, que refleja bien la vacilación confusa que se produce con la extinción del principado viejo. Entre todas las posibilidades, resalta la principal: <<vivir libres no saben»; «Vivir libres» es como una luz, que se apaga inmediatamente en aquel «no saben» (la construcción normal, «no saben vivir libres», carecería de todo relieve). La tensión vital se recupera en la conclusión.

Pero en las repúblicas ... o vivir en ellas. El canto de libertado muerte llega hasta l(l penúltima palabra. Y Maquiavelo no ser(a Maquiavelo si no apagara de súbito el entusiasmo con la mención del recurso secundario, el recurso de los Médici; vivir en la ciudad. No es un tecnicismo; es una forma de hacer aparecer inocua una exposición (que es casi una alocución) de contenido explosivo.

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VI De principatibus novis qui armis propriis et virtute acquiruntq,r

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Non si maravigli alcuno se, neliparlare che io farb de' principati al tutto nuovi, e di principe e di statcí, io addurro grandissimi esempli; perché, camminando gli uomini quasi sempre perle vie battute da altri, e procedendo nelle azioni loro con le imitazioni, né si potencio le vi e di altri al tutto tenere, né alta v\rtú di quelli che tu imiti aggiugnere, debbe uno uomo prudente intrare sempre per vie battute da uomini grandi, e quelli che sono stati eccellentissimi imitare, aedo che, se la sua virtú non vi arriva, almeno ne rendaqualche odore; e fare come gli arcieri prudenti, a' quali parendo el loco dove disegnano ferire troppo lantano, e conoscendo fino a quanto va la virtú del loro arco, pongono la mira assai piú alta che illoco destinato, non per aggiugnere con la loro freccia a tanta altezza, ma per potere, con lo aiuto

di sí alta mira, pervenire al disegno loro. Dico, adunque, che ne' principati tutti nuovi, dove sia uno nuovo

principe, si trova a mantenerli piú o meno difficulta, secando che piú o meno e virtuoso colui che gli acquista. E perché questo evento di diventare, di privato, principe, presuppone o virtú o fortuna, pare che l'una o l'altra di queste dua cose mitighi, in parte, di molte difficulta; nondimanco, colui che e stato meno in sulla fortuna, si e mantenuto piú. Genera ancora facilita

N atas al capítulo VI Los dos últimos dilemas del capí<ulo 1, que sirve de sumario previo a la primera parte del libro, se unifican, luego del capítulo V en un dilema solo, y dan lugar a los caps. Vl y Vll: un principado nuevo se adquiere por la "virtud> del prfncipe y con sus propias armas ( capftulo VI) o por el favor de lo fortuna y con arm~s ajenas (capítulo Vll). Este emparejamiento ayuda a aclarar el concepto maquiaveliano de «Virtud'. Quien conquista el poder con armas de otro, está supeditado a la voluntad de ese otro; quien lo conquista con armas propias, no le debe nada a la fortuna ni a ningún otro poderoso y realiza un acto libre, en el sentido de que no está determinado por fuerzas ajenas. «Virtud» es pues libre albedrfo, determinación y capacidad específica. La «virtud» del príncipe no es la misma que caracteriza al buen escritor, o al buen sacerdote, o al buen ciudadano. Al principio

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VI De los principados nuevos qu d . e se a; qmeren con armas propias y vtrtuosamente

Que nadie se maraville si en lo h b . , nuevos en príncipe y en' est d qud a !are .de los principados del todo caminando los hombres casi ~ o, a uzco grandísimos ejemplos, porque procediendo en sus acciones csoremlpr~ P?r bs cammos abiertos por otros y , ¿ 1 n as rmrtactones y · d ' • .\ en to o a vía de otro, ni alcanzar la virtud de'¡ no sre;' o posible seguir· ·. prudente debe entrar siempre por 1 . . os que tmrtas, el hombre '· . . 11 os cammos abrerto h b . e tmttar a aque os que han sido excel , . . spor om res grandes,··'-ellos no te llega te dé al m 1 , enttstmos a fm de que, si la virtud de

d 1 , enos a gun aroma y h 1 .

pru entes, a os que pareciéndoles d . d 1 '. acer como os arqueros ' . herir, y conociendo hasta dónd emlasra. o depno el punto donde quieren , m h , 'b e va a vrrtu de su 1 uc o mas arn a del lugar destinad ll arco, ponen a mira altura, sino para poder con a d d o, no plara egar con su flecha a tanta

O' · yu a e tan a ta mira lleg d d ¡ , rgo pues que en los principados d 1 d ar a on e p anean.

pnncrpe nuevo, se halla para mante 1 e ;o o nuevos, donde haya un sea más o menos virtuoso el nler osdmas o menos dificultad según que

O

· d que os a qmere y e e nvertuse e particular en rínci e . . omo este evento de una u otra de estas dos c¿sas ~ .presupone o vtrtud o suerte, parece que embargo el que ha confiado m'.:'~~ga en¡ parte muchas dificultades; sin

; ! \ •. ' ·.,r ,) , . s en a suerte se ha mantenido más. '{e\ \'

de este capítulo se habla, en el mismo sentido d su mayor o menor alcance, ' e la mayor o menor «Virtud» del arco, es decir de

E[ cap, VI da como ejemplos de príncip ' ann~ propias a Ciro, Rómulo Teseo y ~;~,.evos que conquist~ron el poder por su virtud y con ocas16n propicia ' es • quwnes no recibieron de la t 0rtun ás l Q . · J' a m que a

ue nadte se maraville ••• vivir allí Esta i d . " .

.b obedece a¡ la preocupación, siempre pre;ente e~~aquc~wnl strve también para el capftulo siguiente . uscar en a historia antigua esencialment . wave o y característica del Renacimiento de de hombres excepcionales pue h e. arquettpos, modelos de vida. y hay qu ele . . 'l ' s ay que mtrar alto para alcanzar algo. de ah¡' l ' ·¡ dg¡rl eJemp os ' e s¡mt e arquero.

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essere il príncipe costretto, per non avere altri stati, venire personalmente ad abitarvi. M a per venire a quelli che, per propria ~irtú e non per fortuna, sano diventati principi, dico che li piú eccellenti sano Moise, Ciro, Romulo, Teseo e simili. E benché di Moise non si debba ragionare, senda suto uno mero esecutore delle cose che gli erano ordinate da Dio, tamen debbe essere ammirato solum per quella grazia che lofaceva degno di parlare con Dio. Ma consideriamo Ciro e gli altri che hanno acquistato o fondato regni: li troverrete tutti mirabili; e se si considerranno le azioni e ordini loro particulari, parranno non discrepanti da quelli di Moise, che ebbe sí gran precettore. Ed esaminando le azioni e vita loro, non si vede che quelli avessino altro dalla fortuna che la occasione; la quale dette loro materia a potere introdurvi dentro quella forma parse loro; e sanza quella occasione la virtú dello animo loro si sarebbe spenta, e sanza quella virtú la occasione

sarebbe venuta invano. , Era dunque necessario a Moise trovare il populo d'Isdrael, in Egitto,

stiavo e oppresso dalli Egizii, accio che quelli, per uscire di servitú, si disponessino a seguirlo. Conveniva che Romulo non capissi in Alba, fussi stato esposto al nascere, a volere che diventassi re di Roma e fondatore di quella patria. Bisognava che Ciro trovassi e' Persi malcontenti dello imperio de' Medi, e li Medi molli ed effeminati perla lunga pace. Non posseva Teseo dimostrare la sua virtú, s~ non trovavagliAteniesi dispersi. Queste occasioni, pertanto, feciono questi uomini felici, e la eccellente virtú loro fece quella occasione essere conosciuta; donde la loro patria ne fu nobilitata e divento

felicissima. Quelli e' quali per vie virtuose, simili a costero, diventano principi1

acquistano el principato con difficulta, ma con facilita lo tengono; e le difficulta che gli hanno nello acquistare el principato, in parte nascono da' nuovi ordini e madi che sano forzati introdurre per fondare lo stato loro e

Pero para pasar a los ••• preceptor. La enumeración mezcla épocas históricas bien diferentes, pues Maquiavelo piensa que la naturaleza humana, en su esencia, es constante. Distingue, sí, entre sus arquetipos, a Moisés, por el carácter religioso de su figura y el origen religioso que las escrituras atribuyen a su poder. Pero se trata de una falsa distinción, basada en una sutil ironía. El escritor ve en Moisés a un hombre como Ciro o Rómulo, que tuvo la particularidad de haber usado, consciente o inconscientemente, la religión como instrumento de dominio. Los demás príncipes citados, sin tener «tan grande preceptor:, obtuvieron resultados similares.

Y examinando las acciones ••• venido en vano. Período incisivo, basado en el dualismo «ocasión~virtud», que se traduc.e en el otro: «materia~ forma». La ocasión proporciona la materia; la energ(a inteligente del prCncipe se apodera de ella para darle forma. Así, una rutinaria locución de filosofía escolástica, sin perder nada de su valor conceptual, se transforma en una imagen de gran fuerza plástica, que nos representa al hombre como escultor de su historia, independientemente de todo juicio moral. N átese el tono desolado de esa hipótesis dual del desencuentro entre la ocasión

y la capacidad creadora del hombre. Es pues necesario para Moisés •.• felicísima. ¿Cuál.es' fueron las «ocasiones» para los príncipes nuevos citados a título de ejemplos? Para Moisés fue la esclavitud de los hebreos en Egipto; para Rómulo, la usurpación de Amulio; para Ciro, la degene-ración de los medos y el descontento

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También genera facilidad el verse el rín . bl' d estados, a ir personalmente a vi vi ll~ P Clpe

0 ¡ga o, por no tener otros

propia y no por suerte han llegado~ :er'· _ero pard pasar a los q~e por virtud son Moisés, Ciro, Rómulo, Teseo y si~Í~~~;p~s . ~o qde los r;t~s excelentes. hablar, porque fue un mero ej'ecuto d l · Sl len e Motses no se debe·

b d r e as cosas que Di 1 d b . ··

em argo ebe ser admirado ~ 1 os e or ena a, stn de hablar con Dios. Pero con~~~:~; poCquelll gracia que lo hacía digno o fw;dado reinos: los encontraréis a ~~dos ~d~~r bl ot.ros que han ~dquirido particular sus acciones y sus ordenam· a , es, Y Sl se.cons!deran en de Moisés, que tuvo tan ra d lentos, se vera que no dtscrepan de los vida de ellos, no se ve ~uenh=:a~~eptb;d y dxalinando las acciones y la ()Casión, la cual les dio materia dond~l 'o o ~ a suerte otra cosa que la pareció; y sin aquella ocasión la virt~d dd\ l~m:>duClr la forma que les extinguido, y sin esa virtud la ocast'o'n h b , e an~dmo de ellos se habría

E . a na vent o en vano

ra pues necesano para Moisés hallar 1 b . esclavizado y oprimido por los e i . ~ pue lo de Israel en Egipto; sevidumbre, se dispusieran a segufrict~, a fm, de que ~llos, por salir de la Alba, hubiera sido expuesto al nac~~ p onvema!Cue Ro mulo no cupiese en fundador de aquella patria Era ' .ara que egase a ser rey de Roma y descontentos del imperio de .los me~~ctso !que Cdro b7allase a los persas por la larga paz. No habría podid T s, y d os me os andas y afeminados encontrado a los atenienses dis :rs es~o emostrar su virtud si no hubiese a esos hombres felices y la excpel ots. sas docdastoneshpor lo tanto hicieron

. ~ ' en e vtrtu e esos b h' ocas!On fuese conocida con lo cual! . f obm res ¡zo que esa felicísima. ' a patna ue enno lecida y llegó a ser

Los que por vías virtuosas semejantes ll 11 ld~~?renl edl principado con cÚficultad, per~ :a:f~ciU~:d ~ser prfncipes, as 1 tcu ta es que tienen para adquirir el principad mantienen; y o nacen en parte de los

de Llos persas;. para Teseo, la dispersión de los habitantes del Atic a potencia del príncipe parte pues · d l , a.

sirve de pedestal a su encumbra~iento'c~~:pi~di~idugunEhecho nega~ivo para la ~olectividad, que chadas por el prfncipe nuevo para afirma do. stas calamulades colectzvas son aprove~ Maquiavelo' contrasta pues con el ínter" r su plo er personal. El interés del prfncipe para

la · " . ' ' es genera aun en los caso , '

autor acezan efectwa del prfncipe coincide ( ' l . , s en que' como aqw' para el Con virtud y .con armas propias est , '. s ' con a convemencza común.

enem!gos y ob~tá~ulos, y sin elfavores~f:/~cze~[~r~~~at~r~ncipad?, es decir peleando contra semejantes prmcrpados se adquieran con h s 0 a ocasr6n). Es natural, pues que muy fácilmente (se prepara aquflógicamen:~l t~ esfuerzo. ~ero ". !"ant~enen' dice Maquia~elo' sm esfuerzo' por un golpe de suerte y con a rre~o para asercwn recrproca: lo que se adquiere

, Los que por vía's virtuosas rm~s aJenas' se mantiene difícilmente), de que el cambio perjudica a tod~; ~~:~=~ p~h,~a. dLa dific~ltad de la adquisición nace del hecho que se beneficiarían con la nueva no da s 'd~ ¡ga los porlambtereses a la situación anterior y los

· . n ere zto a as pa ras · da necesztan un uempo de experimentac¡'o'n E t h ' smo que, para r su apoyo

la -t. • so acequeamenudoh · ¡ ' Juerza. De ahí que los profetas desar ad f ayaque1mponere cambio por

Florencia. m os racasan, como fray Jerónimo Savonarola en

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la loro securta. Edebbasi considerare come non e cosa piú difficile a trattare, né piú dubbia a riuscire, né piú periculosa a maneg~i~re; ~he f~rst ca?o a introdurre nuovi ordini; perché lo introduttore ha per mmtct tutn quelld eh~ degli ordini vecchi fanno bene, e ha tepidi difensori tutti quelh che egh ordini nuovi farebbono bene. La quale tepidezza nasce, parte per paur~ ~egh avversarii, che hanno le leggi dal canto loro, parte,dalla mcreduhta egh uomini, li quali non credano in verit8. le cose nuove, se non ne ve~gono nata una fcrma espericnza; donde nasce che qualunque volta quelh che .sono nimici hanno occasione di assaltare, lo fanno partigianament~, e q~eg:t al~n defendano tepidamente: in modo che insieme con loro SI pendtta. E necessario pertanto, volendo discorrere bene questa parte, esamn~ar~ ~e questi innovatori stanno per loro medesilni o se dependano da altn; c10e, se per condurre !'opera loro bisogna che preghino, ovvero possono fo~zare. N el primo caso capitana sempre male e non conducano c~sa alcuna, roa, quando dependono da loro proprii e possono forzare, allora e che ra.re volt~ periclitano. Di qui nacque che tutti e' profeti arma ti v~nsono,. ~ li dt~armat,t ruinorono. Perché, oltre alle cose dette, la natura de popuh e vana;. ed e facile a persuade re loro una cosa, ma e difficile fermarli in quella persuastor::; e perO conviene essere ordinato in modo che, quando e' non credono ptu, si possa fare loro creciere per forza. Moise, Ciro, Teseo e R~mtÜo :'on arebbono possuto fare osservare loro lungamente le loro costltuz.lOlll, se fussino stati disarmati; come ne' nostri tempi intervenne a fra' G1~ola~o Savonarola; il quale ruinó ne' sua ordini nuovi, come la ~olt1t~d1ne comincio a non credergli; e lui non aveva modo a tenere ferm~ quelh che avevano creduto, né a far creciere e' discredenti. Pero questi tah h~nno nel condursi gran difficulta, e tutti e' loro periculi son o fra via, e convt~ne che con la virtú li superino: ma superati che gli hann?, e che c?~nn:cmno ad essere in venerazione, avendo spenti quelli che d1 sua qualtta h avevano invidia, rimangono potenti, securi, onorati, felici. . ..

A sí al ti esempli io voglio aggiugnere uno esemplo mm~r~; ma. b~n~ ~ra qualche proporzione con quelli, e voglio mi basti per tutu h altn stmth: e

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modos Y ordenamientos nuevos que se ven obligados a introducir para fundar su estado y su seguridad. Y se debe considerar que no hay cosa más difícil de tratar, ni más dudosa de alcanzar, ni más peligrosa de manejar, que hacerse cabeza para introducir nuevos ordenamientos. Porque el introductor tiene por enemigos a todos aquellos que con los ordenamientos viejos medran, y por tibios defensores a los que con los ordenamientos nuevos medrarían. Cuya tibieza nace en parte del miedo a los adversarios, que tienen las leyes de su lado, y en parte de la incredulidad de los hombres, que no creen de veras las cosas nuevas si no ven una firme experiencia de ellas. De lo cual nace que cuando los que son enemigos tienen ocasión de atacar atacan como partidarios, y los otros defienden como tibios, de modo que e~ compañía de ellos se corre riesgo. Para discurrir bien esta parte es necesario pues examinar si estos innovadores están por sí mismos, o dependen de otros; es decir, si para realizar su obra tienen que rogar o bien pueden forzar. En el primer caso acaban sie1npre mal y no realizan cosa alguna; pero cuando dependen de sí mismos y pueden forzar, entonces rara vez peligran. Esta es la causa de que todos los profetas armados hayan vencido, y los desarmados se hayan arruinado. Porque además de las cosas dichas, la naturaleza de los pueblos es variable; y es fácil persuadidos de algo, pero es difícil mantenerlos en esa persuasión. Por eso conviene ordenarse de manera que cuando no ' qean más se les pueda hacer creer por la fuerza. Moisés, Ciro, Teseo y ·. Rómulo no habrían podido hacer observar por mucho tiempo sus consti­tuciones si hubieran estado desannados, cmno ocurrió en nuestros tiempos·· a fray Jerónimo Savonarola, quien se arruinó con sus ordenmnientos nuevos en cuanto la multitud empezó a no creerle, y él no tenía modo de mantener firmes a los que habían creído, ni de hacer creer a los descreídos. Por eso estos tales tienen gran dificultad para adelantar, y todos sus peligros están en el camino, y conviene que los superen con la virtud; pero una vez que los han superado y empiezan a ser venerados, habiendo eliminado a los que de su calidad tenían envidia, quedan poderosos, honrados y felices.

A tan altos ejemplos quiero agregar un ejemplo menor, que sin embargo

Esta es la causa de que .•• honrados y felices. El ejemplo de Savonarola no se adapta perfectamente a las exigencias del razonamiento, pues el príncipe nuevo no es un profeta y Savonarola, a pesar del poder que ejerció con su sugestión religiosa, no se ajusta a la definición de «pr(ncipe nuevo». Pero, para Maquiavelo, el fracaso de Savonarola era lógicamente importante y este era el único lugar donde, por analogía se podía hablar de él. Maquiavelo no había sido un «savonaroliano1>; había formado parte de los «discredenti». Pero, después de la restauración de los ~~dici, el nombre del fraile estaba recuperando popularidad como sinónimo de libertad y de republica. De todos modos, cobraba ahora para Maquiavelo una importancia que no había tenido en vida.

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tui di rivato, di vento príncipe di Siracusa; questo e lero:'e Sirabcbusalo. Cdslla for~ma che la occasione; per~~é, ,senda né ancora lut cono . e a tro a no er loro capitana, donde mento d es~ere e' Siracusani oppresst, lo desso p t, etiam in privara fortuna, che cht n~ fatto loro príncipe. E fu dt tanta vtr d, andum praeter regnum». Costut scrive, dice: «quod nihil il\i dd~r~\llÍe;,ova· lasdú le amicizie antich:, spense la milizia vecchta, orbmo . e ~ solda' ti che fussino suoi, possé m

eb e amtc!Zle e , · f · ·n prese del\e nuove; e come . d·f . . tanto che lui duro assat auca t su tale fondamento edificare ognt e t tzto. acquistare e poca in tnantenere.

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tiene alguna proporción con aquellos, y quiero que me baste por otros similares, y es d de Hierón de Siracusa. El de particular llegó a ser príncipe de Siracusa, y tampoco recibió de la suerte otra cosa que la ocasión; porque, estando los siracusanos oprimidos, lo eligieron por su capitán, por lo que mereció ser nombrado su príncipe. Y fue de tanta virtud, incluso en la vida privada, que quien escribe de él dice «que nada le faltaba para reinar más que el reino». El suprimió la milicia antigua y ordenó una nueva, dejó las amistades antiguas y tomó otras nuevas y, cuando tuvo amigos y soldados totalmente suyos, pudo sobre tales cimientos edificar cualquier edificio: tanto que le costó mucho esfuerzo adquirir, y poco mantener.

A tan alto.s ejemplos,,, y poco mantener. Este último ejemplo, que el propio Maquiavelo considera menor, no agrega mucho a la argumentación, pero parece obedecer al propósito de bajar del mito, de las grandes figuras aureoladas por la leyenda, a una historia algo más cercana o, de todos modos, más concreta.

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VII _ De principatibus no vis qui · iilienis armis et fortuna acquiruntur

Coloro e' quall solamente per fortuna diventano, di privati, prindpi, con poca fatica di ventano, ma con assai si mantengono; e non hanno al cuna difficulta fra via, perché vi volano; ma tutte le difficulta nascono quando e' sano postL E questi tall sano quando e concesso ad alcuno uno stato o per danari o per grazia di chi lo concede: come intervenne a molti in Qrecia, nelle citta di lonia e di Ellesponto, do ve furono fatti prindpi da Dario, aedo le tenessino per sua securta e gloria; come erano fatti ancora quegli imperadori che, di privati, per corruzione de' soldati, pervenivano allo imperio.Questi stanno semplicemente in sulla volanta e fortuna di chi lo ha concesso loro, che sano dua cose volubilissime e instabili; e non sanno e non possono tenere que\ grado. Non sanno, perché, se non e uomo di grande ingegno e virtú, non e ragionevole che, senda sempre vissuto in privata fortuna, sappi comandare; non possono, perché non hanno forze che ll possino essere amiche e fede\L Di poi, gli stati che vengano subito, come tuttc le altre cose della natura che nascono:e crescono presto, non possono avere le barbe e corrispondenzie loro; inm6do che el primo tempo avverso le spegne; se gia quelli tali, come e detto, che sí de repente sano divenuti prindpi, non sano di tanta virtú che quello che la fortuna ha messo loro in grembo, e' sappino subito prepararsi a conservarlo, e quelli fondamenti che g\i a\ tri hanno fatto avanti che diventino prindpi, li faccino poi.

lo voglio al\' uno e all'a\tro di questi madi detti, circa il di ventare principe

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VII De l~s principados nuevos que se adquteren con armas y fortunas de otros

Quienes sólo por suerte se convierten d . l esfuerzo llegan a serlo pero con h e parttcu .ares en príncipes, con poco dificultad en el cami~o por mue ~ se manttenen; y no tienen ninguna nacen una vez instalados' Estaque van vodlandlo, pero todas las dificultades · · ssoncuan oaa gu' 1 d o por la gracia de quien lo conc d l ten se e con ce e un estado en las ciudades de Jonia y del r-fel:; c~mo ds odurfió a muchos en Grecia, por Daría, a fin de que las obernas p nto, on e ~eron hechos príncipes como en el caso de aquello! em eradn para su segur~ dad y gloria; o también de los soldados, llegaban al i!:, eri~r~ que de parttcula~es, por corrupción voluntad y la suerte de qut'e p l. hstos se apoyan Slmplemente en la

l b·¡· · n se os a concedtdo d vo u 1 tstmas e inestables y no b . d , que son os cosas

b ' sa en n1 pue en m t d

sa en porque, si no se trata de un h b d- an ener ese gra o; no razonable que habiendo vt· 'd . om re e gran ingenio y virtud, no es

b ' vt o stempre en cahd d d . l

go ernar; no pueden porque n t' f a e partlcu ar, sepa

f. l Ad • o tenen uerzas que le d . te es. etnas los estados que e d _ pue an ser mntgas y

de la naturaleza que nacen y recen e}epdente, como todas las demás cosas . 'f' . crecen rapt 0 no p d • · ramt tcactones de tnanera que l . ' ue en tener sus ratees y ·

menos que, como se ha dicho a e plyn:er tiemp~ a.dverso no los extinga; a en príncipes sean de tanta vir~uJu~e ~~que :an s¿~ltamente se convirtieron conservar lo que la suerte les pusoq l pan mmh latamente prepararse para que los otros hacen antes de en e . regazo, y • agan después los cimientos

convertirse en pnnctpes.

Notas al cap.VII El capítulo VII examina la otra alternativa. la ad . . . , de annas _ajenas. Esta conquista es fácil (el rín~í qumcwn l poder por obr~ de la fortuna y con M~wavelo' pero se mantiene con dific~ltad p; nuevo v[ela en este caso hacta el principado) , dice rmces profundas. La tendencia al dilema h ' arque en a naturaleza lo que crece rápido no echa incst~nte al ten:ta del capítulo anterior' contra~~~i~d e: esrit~:' en la_ eje~plificación' vuelva un. y esar Borg¡a. n ° as OSJtguras htstóncas de Francisco Sforza

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¡· . ne' dí della memoria nostra: per virtú o per fortuna, a~1urre d~ esemlo~~~:t~rancesco per li debiti mezzi e questisono Francesco. ;'rdz~ e . esared' t'. ducadi M llano; e quello che e con una grande sua V1rtu, 1 pnvato 1ven o . ntenne Dall'altra con mille affanni .aveva acquistato~clo~ a~~: t'~~~~::a, acqui~to lo stato parte Cesare Borgm, chmmato dal 11 g 1 rdé· nonos tan te che per lui si con la fortuna del padre; e con que¡ a o phe , er.uno prudente e virtuoso usassi ogni opera e facessl tutte qull bcobe ~ue ;n quelli stati che !'arme e uomo si doveva fare per mettere. e arh ~ come di sopra si disse, chi non fortuna di a !tri gli ~vev¡. concebb. Perc u~a gran virtú farli poi, ancora che fa e' fondamentl pnm~, 1 potre h c~~tore e periculo dello edifizio. Se, si faccino con d!saglO ddl~ are 1 e. d 1 duca si verra lui aversi fatti gran adunque, si considerra tutti e prog{.essl 1~ non ludico superfluo discorrere, fondamenti alla futura potenzm; .¡ q~ad m¡'g\¡'or'¡ a uno príncipe nuovo,

h, . . ali precettl mi are

perc e ID non saprel q~ . ¡· dini suoi non gli profittorono, non che lo esemplo dell~ az!Om suda: e se g 1 ~~ordinaria ed es trema malignita di fu sua colpa, perche nacque a una es r

fortuna. d VI • 1 !ere fare grande el duca suo figliuob, assai Aveva Alessan ro , ne vo , n vedeva vía di poterlo fare Signare

difficulta presentí e futufre. Pnmad, ~Cnho a· e volgendosi a torre quello della d. ¡ t t chenon uss1stato 1 1es , . bb .

1 a cuno s a o . .1 y· . iani non gnene consentlre ano, Chiesa, sapeva che el d':ca di Mi ad~ e "m~tto la protezione de' Viniziani. perché Faenza ~ R¡mmo 1~rano d

1 f\· s e quelle in spezie di chi si fussi Vedeva, oltre d1 questo, anne 1 ta m,

d El de César Borgia es un ejemplo extremo Yo quiero sobre uno y otro ···dJ hadqbía~.Jto;gaob;a de otros: hizo todo lo que debe hacer un

de la dificultad de conservar un est J:: ~~~ :m~~rgo lo perdió. príncipe nuevo para conservar el po ' 6· alía de este célebre aventurero.

m resto dd capítub es una exaltada wr )' d 1 La historia comienza con un análisis de Porque·, como se ha dicho ... por la ~:U~ e rey~rarelterrenoparalasfuturasconquistas.

la política del papa Alejandro VI' su padre¡, d!Tig¡ ~ prep la expedición de Luis Xll contra Milán. f f ·u to con os venec1anos, de V · El primer paso ue avorecer' J n l lii d d l punto de vista de los intereses enecw ~' en

Juzgada negativamente en el capftu o 'd eJa e e . . n vista de este fin específico: el prinetpado general, de ItaHa, esta política es crnsl der~ postt.~~~ de Romaña con el favor del rey de Francia, nuevo de César Borgia. Sigue el re ato.!! c~nqws rana la vez capitanes a su servicio, de la· de la conjuración contra él de los pequenos sen¡ore_s queDe nal Maquiavelo había relatado este

de S . ¡· He aqu( como en e pnmer ece ' matanza emga w. · · ' último acontecimiento: . .

E rivolti tra lar, questl serpentl . . di velen pien cominciar a ~her~mt' . e con gli unghioni a strac~tarst e. e~ denu, e mal possendo el Vale~tt~ fu?brtrst, li bisognO, per ischifar 1l ~schr?, . con lo seudo di Francia ncopnrst;

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Yo quiero sobre uno y otro de estos modos dichos, sobre el convertirse en príncipe por virtud o por suerte, citar dos ejemplos ocurridos en los días de nuestra memoria, que son Francisco S forza y César Borgia. Francisco por los medios debidos y con gran virtud llegó a ser duque de Milán, y lo que con mil afanes había adquirido con poco esfuerzo lo conservó. Por otra parte César Borgia, llamado por el vulgo duque Valentino, adquirió el estado con la suerte de su padre y con la misma lo perdió, a pesar de que hizo todo lo posible, y todas las cosas que debía hacer un hombre prudente y virtuoso, para echar sus raíces en los estados que las armas y la suerte de otro le habían otorgado. Porque, como ya se ha dicho, quien no hace sus citnientos antes podría con una gran virtud hacerlos después, si bien sería con dificultad del arquitecto y peligro del edificio. Si se consideran pues todos los progresos del duque, se verá que él hizo grandes cimientos para su futura potencia, los cuales no considero superfluo exponer, porque yo no sabría dar mejores preceptos a un príncipe nuevo que el ejemplo de sus acciones; y si sus órdenes no le aprovecharon, no fue culpa suya, sino que nació de una extraordinaria y extrema malignidad de la suerte.

Alejandro VI, al querer engrandecer al duque su hijo, tenía muchas dificultades presentes y futuras. Primero, no veía modo de poder hacerlo señor de ningún estado que no fuera un estado de la Iglesia; y de pensar en tomar los de la Iglesia, sabía que el duque de Milán y los Venecianos no se lo consentirían, porque Faenza y Rímini estaban ya bajo la protección de los Venecianos. Veía, adetnás de esto, que las armas de Italia, y en especial

e per pigliar i suoi nemici al vischio, fischiO suavemente, e per ridurli ne la sua tana, questo bavalischioi. Né malta tempo perse nel condurli, ché il traditor di Fermo e Vitellozzo e quelli Orsin che si nemici furli, ne la su.a insidia presto dier di cozzo: dove l'Orso lasciO piU d'una zampa ed al Vitel fu l'altro corno mozzo. (Decennale 1, vv. 388~402) («Furiosas entre sí, estas serpientes/ hinchadas de veneno, se agarraron/ y laceraron con uñas

y dientes./ Y no pudiendo huir, el Valentino/ necesitó, para esquivar el riesgo/ que el escudo de Francia lo cubriera; /para que se entramparan en su visco/ sus rivales y fueran a su cueva,/ silbó suave, ese basilisco. / No empleó mucho tiempo en atraparlos, / pues el traidor de Fermo y Vitellozzo /y los Orsini que tanto lo odiaron/ en sus insidias muy pronto cayeron, /donde el Oso dejó más de una pata/ y el T emero perdió el segundo cuerno.»)

Lo que en el primer Decenal era la supremada en una despreciable lucha entre serpientes, se vuelve aquí habilidad, «Virtud».

En la última parte del capítulo, esta virtud se enriquece con la astucia suprema: ganarse el favor del pueblo en el territorio conquistado.

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. . le mani di coloro che dovevano temere la possuto servtre, essere tn t ft'dare·'"Bendo tutte negli Orstnt

d d 1 . e pero non se ne po e va ' b . gran ezza e papa. 1' . E dunque necessario che si tur assmo e Colonnesi e loro. comp tct. l'ra, at' di c~loro per potersi insignorire quegli ordini, e dtso~dmar~ 1 sta / f '1 er~hé trovo e' Viniziani che, securamente di pane dt quell~~l ~~l:i ~fu~~ ';i~assare e' Franzesi in Italia; il mossi da altre cag!Om, st ero ddisse malo fe' piú facile con la resoluzione che non solamente r:on cd;>tra L .. 'p , adunque il re in Italia con lo del matrimonio antlquo 1 re ~tgL assd. . , ri~a fu in Milano, che il aiuto de' Viniziani e conse¡s? dt Al:d~~o:~~~!; la quale gli fu consentita papa ebbe da lm gente per a tmpr~s d el duca la Ro magna, e per la reputazione del re. Acqutstata, a un¡¡:~ rocedere piú avanti, lo sbattuti e' Colonnesi, volendl~ mantenerheequneon glipparevano fedeli, l'altra, . d' d se· l'una arme sua e 1 1' tmpe tvano ua co. . . , ' h l' O st'ne delle quali s'era va uto, g 1

1 1 • d' F cm· ctoe e e arme r ' 1' a vo anta 1 ran . l t l'impedissino lo acquistare, ma g t mancassino sotto, e non soha'"':eln e ·on li facessi el simile. Degli

l. . 1 q istato e e e t re ancora n d' F tog tessmo o ac u . ' d d o la espugnazione 1 aenza, Orsini ne ebbe uno nscodndtro qduan fo, ddfin quello assalto: e circa il re,

1 , B 1 a ché li vi e an are re 1 1 T . assa to o ogn ' d 1 d to di Urbino assa to a oscana, conobbe l'animo suo quan o, preso e. uca O de che iÍ duca delibero non dalla quale impresa el re lo fece deS!Stl:e. E 1~ rima cosa indebolí le parti dependere piúdalle ar;ne e fon~na ~hé ~~tti ~G aderenti \oro che fussino Orsine e Colonnese m Rom_a, per d 1' . entili uomini e dando loro

l . . · 1' adagno faccen o 1 suot g d' genti 1 uommt, se t gu ; d l l qualita di condotte e 1

. grandi provvisioni; e onorolhh, secon ol' e or~ loro l'affezione delle parti . . d he in poc 1 mest neg 1 amm d.

g?vernt; tn mo o c. el duca. Do o questa, aspettO la occasione t st spense, e tutta st volse n d ¿· pquelli della casa Colonna; la quale

' i Orsini a ven o tsperst d. h spegnere e cap . 1 ' • 1' Perché avvedutisi gli Orsini, tar t, e e li venne bene, e lm a uso meg ~o. 1 '1 ruina feciono una dieta alla la grandezzadel duca e della Chlltesa era al orob llio~e di Urbino e li tumulti M . lP gino· da que anacque are e 1 . d '

ag!One, ne er~ . . ' . l' d 1 d ca· li uali tutti supero con o muto e di Romagna e mftmtl pencu 1 e . u ' ,q . fdando di Francia né di altre Franzesi. E ritomatogh la reputazt~ne, nte st 11. volse agli inganni. E seppe f on le avere a ctmen are, s l . orze esterne, per n h 1. O . . medesimi mediante e stgnor

d. . 1 l' nimo suo e e g 1 rsmt ' . tanto tsstmu are a , l l 'ld anonmancüd'ognirag10ne Paulo, si riconciliorono secad; codn elqdua e 1. u~ste e cavalli· tanto che la d ff. . · rarlo an og 1 anan, v ' d

i 0 tzto per asstcu ' "· . 1. ll sue mani. Spenti, a unque, simplicita loro li condusse a e>mtlgag ta ne. e a aveva il duca gittati assai

. . . d tt' 1' partigiani oro amtct su ' 1 d questl capt, e n o . t 1 . . d tutta la Ro magna con i ucato buoni fondamenti alla potenz~a sua, a ver: o istata amica la Romagna e di Urbino, parendogli, massmle, averst ac;:,'ominciato a gustare il bene guadagnatosi tutti quelli popo t, per avere

essere loro. ¿· . . da essere imitata da altri, non h' t rte e degna 1 not!Zla e d 1 E pete e ques a pa. h bb '1 duca la Romagna, e trovan o a

la voglio lasciare mdneto. Preso e e e e 1

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aquellas de las que habrían podido servirse, estaban en manos de quienes tenían razones para temer la grandeza del papa, y por eso no podía confiar en ellas, pues todas las tenían los Orsini y los Colonna y sus cómplices. Era necesario por lo tanto alterar esos órdenes y desordenar los estados de aquellos, para poder adueñarse seguramente de parte de ellos. Lo cual fue fácil, porque encontró a los venecianos que, movidos por otras razones, habían decidido traer de vuelta a los franceses a Italia; a lo cual no sólo no se opuso, sino que lo facilitó con la disolución del antiguo matrimonio del rey Luis. Pasó pues el rey a Italia con ayuda de los venecianos y consenti­miento de Alejandro, y apenas estuvo en Milán el papa obtuvo de él tropas para la empresa de Romaña, la cual le fue permitida por la fama del rey. Conquistada pues Romaña por el duque, y derrotados los Colonna, queriendo conservar aquella y seguir adelante, tenía dos dificultades: una, sus armas que no le parecían fteles, la otra, la voluntad de Francia; o sea que temía que las armas de los Orsini, de las que se había valido, le fallaran bajo los pies y no sólo le impidieran conquistar sino que le quitasen lo conquistado, y por otra parte temía que el rey le hiciera lo mismo. De los Orsini tuvo una muestra cuando, después de la toma de Faenza, atacó Bolonia, que vio que en ese ataque anduvieron fríes; y en cuanto al rey, conoció su ánimo cuando, tras tomar el ducado de Urbino, atacó Toscana y el rey lo hizo desistir de esa empresa. Por lo cual el duque resolvió no depender más de las armas y la suerte ajenas. Y en primer lugar debilitó los partidos de los Orsini y los Colonna en Roma; porque a todos sus adherentes que eran gentilhombres se los ganó haciéndolos gentilhombres suyos y dándoles grandes provisio­nes; y los honró, según su calidad, con mandos y gobiernos, de manera que en pocos meses se extinguió en los ánimos de ellos la pasión de los partidos, y toda se volcó hacia el duque. Después de eso, habiendo dispersado a la gente de los Colonna, esperó la ocasión de acabar con los Orsini, la cual llegó bien y él la usó mejor; porque comprendiendo los Orsini, tarde, que la grandeza del duque y de la Iglesia era la ruina de ellos, hicieron una dieta en la Magione, en tierras de Perugia. De allí nació la rebelión de Urbino y los tumultos de Romaña e infinitos peligros del duque, los cuales todos superó con ayuda de los franceses. Y recuperada su reputación, no confiando en Francia ni en otras fuerzas extranjeras, por no tener que ponerlas a prueba, empleó el engaño, y tanto supo disimular su ánimo que los Orsini se reconciliaron con él por medio del señor Pablo, con quien el duque no dejó de usar ninguna clase de oficio para tranquilizarlo, dándole dinero, ropas y caballos, tanto que la simpleza de ellos los condujo a ponerse en sus manos en Sinigalia. Liquidados pues esos jefes, y convertidos los partidarios de ellos en amigos de él, el duque había hecho muy buenos cimientos para su potencia, teniendo toda la Romaña y el ducado de Urbino, máxime pareciéndole que había obtenido la amistad de Romaña y se había ganado a todos aquellos pueblos, por haber comenzado ellos a gustar su bienestar.

Y no quiero dejar de lado esta parte, porque es digna de nota y de ser

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suta cmnandata da signori impotenti, 1i qua ti piú presto avevano spogliato e' loro sudditi che cotretti, e dato materia di disuniO:"he, non di unione, tanto che quella provincia era tutta plena di latrocinii, di brighe e di ogni altra ragione di insolenzia, iudicó fussi necessario, a volerla ridurre pacifica e obediente al braccio regio, darli buon governo. Pero vi prepose messer Remirro de Orco, uomo crudele ed espedito, al'•quale dette pienissima potesta. Costui in poco tempo la ridusse pacifica e unita, con grandissitna reputazione. Di poi iudicó el duca non essere necessario sí eccessiva autorita, perché dúbitava non divenissi odiosa; e preposevi uno iudicio civile nel mezzo della provincia, con uno presidente eccellentissimo, clave ogni citt3. vi ave va lo avvocato suo. E perché conosceva le rigorosit8._ passate averli generara qualche odio, per purgare gli animi di quelli populi e guadagnarseli in tutto, valle mostrare che, se crudelta alcuna era seguita, non era nata da lui, ma dalla acerba natura del ministro. E presa sopr'a questo occasione, lo fece a Cesena, una mattina, tnettere in dua pezzi in sulla piazza, con uno pezzo di legno e uno coltello sanguinoso a canto. La ferocita del quale spettaculo fece quelli populi in uno tempo rimanere satisfatti e stupidi.

Ma torniamo donde noi partimmo. Dico che, trovandosi il duca assai potente e in parte assicurato de' presenti periculi, per essersi armato a suo modo e avere in buona parte spente quelte arm.e che, vicine, lo potevano offendere, gli resta va, volendo procedere con lo acquisto, il respetto del re di Francia; perché conos ce va come da! re, il qua le tardi si era accorto del! o errare suo, non li sarebbe sopportato. E cominció per questo a cercare di amicizie nuove, e vacillare con Francia, nella venuta che feciono gli Franzesi verso el regno di Napoli contra agli Spagnuoli che assediavano · O aeta. E l'animo su o era assicurarsi di loro; il che gli sarebbe presto riuscito, se Alessandro viveva.

E questi furono e' governi suoi quanto al! e cose presenti. Ma quanto alle

Tras conquistar la Romaña ... satisfechos y admirados. Se dirfa que Maquiavelo comparte esa satisfacción popular.

Hay que hacer aqu(una observación sófo aparentemente marginal. El hecho de que Maquiavelo recomiende a los príncipes el modelo del Valentino, aun teniendo de él la opinión que se refleja en el primer Decenal, es profundamente serio y no es puramente técnico en el caso particular. Maquiavelo era republicano, pero, debiendo someterse, por la fue'rza de los hechos, al poder de un prfncipe, preferfaque este go~ernara teniendo en cuenta las necesidades del pueblo y preocupándose por ellas. El recomienda a su protagonista ser zorro o león en el juego político con sus rivales, pero insiste en que siempre [e conviene mantener contento af pueb[o. En realidad poco le importa que se maten entre s(los poderosos (se trata, como vimos, de una lucha entre serpientes; por otra parte, toda la sangrienta historia de la Europa renacentista, es representada en los Decenales como una maraña de conflictos por d poder entre distintas clases de anima1es; y el tono es irónico~ despreciativo), En el capítulo XVII, como veremos, observa que César Borgia, al eliminar cruelmente en Romaña a los pequeños señores levantiscos y siempre en lucha recíproca, había sido piadoso hacia la generalidad de fos súbditos, pues había asegurado la paz. En el capítulo VIII

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imitada por_ otros. Tras conquistar la Romañ l , nada por senores impotentes q h b' a~ duque, hallando la gober­corregirlos y les habían dado' ure· a d!andexpolt~do a sus súbditos antes que

ll . mo tvos e esunton y ¿ ·, aque aprovtnciaestaba todallenadela . . no e umon, tanto que de insolencias, juzgó que era necesa i trocm;os, de disputas y de toda clase al brazo sobe'í'hao darle buen b: 0

' st ~ena de¡arla pacífica y obediente messer Ramiro de Larca homb go terlno. arda eso puso al frente de ella a

d ' ' re crue y expe iti . d. po eres. Este en poco tiempo la de'ó 'f vo, a quten to amplísimos reputación. Después el du ue . - J pact tea y umda, con grandísima autoridad, porque temía quqe s Juhzgo que dy~ no era necesaria tan excesiva

. . e tctera o tosa · · " . provmcm un tribunal civil con 'd ' e tnstttuyo en medto de la ciudad tenía su abogado 'y un pres_t ente excelentísimo, en que cada generado algún odio cont.ra éto:~a sabta que ~os rigores pasados habían y ganárselos del todo quiso de ' p t purgados antmos de aquellos pueblos no había nacido de él sino d ¡os rarbque st había habido alguna crueldad chanclo una ocasión lo ht'zo e la acer a naturaleza del ministro. Y aprove: d d ' ca ocar una mañan l l d os pe azos, con un trozo de mader , a en a paza e Cesena en La ferocidad de ese espectácul h. a y un cuchtllo ensangrentado al lado satisfechos y admirados. o tzo que aquellos pueblos quedaran a la ve;

Pero volvamos a nuestro punto de artida D' , muy poderoso y en parte ase urado p . tgo que hallandose el duque armado a su modo y habeg contra los peltgros presentes por haberse

r en gran parte extingu'd ¡ cercanas podían ofenderlo le faltab 1 o as armas que por tas, vencer el obstáculo d~l rey d Fa, pa~a seguir adelante con las conquis­que tarde se había dado- cuenta de raneta; porque[ comprendía que el rey

, b e su error no se 0 · · " y • empezo a uscarse amistades nu ' permtttna. para eso cuando los franceses vinieron ha e~as { ~mostrar "vacilaciones con Francia, que sitiaban Gaeta y su án' e a e remodeNapolescontralosespañoles habría salido bien ~i Ale¡'andtmr oherabde as~gudrarse contra ellos; lo cual le

' o u tera v1v1 0 ,

recomienda convertir las necesarias crueldades «e l .. Pero el tema está tratado en forma especial l n a;nayor utduiad de los súbditos que se Pueda» a[ Prfncipe de dejar siempre satisfecho al PU:bi~ t~:feltd_lo ~IX. En ,_todos est~s lugares, el consej; encu,m¿ra en el marco general de la conducta hábil ( « . ;:d¡s)mo caracter técmco que los otros y se domm10, Pero tiene también ~como a menudo vm » q~e ~be asegurar la continuidad del cun.sta!lcial, relacionada con el hecho de ue ~{a en .El Prm~tpe~ una secreta finalidad cir~ «pnnczpado nuevo», que él deseaba ver trans/ arenera se habw .vuelto, el año anterior un en un principado «civil» como el de C orm~rs:'/asa.das las crueldades del primermomdnto fi,nalidades de El Prínci~e. Si Maquia:slme en e ['g ¡,. Rrecedent~. y esa es una de las múltiple; .sr, el político del «mal menor», e o no es e po ¡tzco del «jm que justifica los medios», es'

Pero volvamos •.. si Alejandro hubie . 'd El como consecuencia de la muerte del padravtdl t: . capftuloterminaconlacaídadelValentino trayec~oria política de su protagonista: harbe! pe~m~r::fo erroz[ que Maquiavelo reconoce en la Maquwvelo relata los antecedentes y ante t d [ ti o ~ue d egase al trono pontificio Julio II de[ los franceses y acercarse a los espdñoles :u:~e ah~b-~ati::J ~ésdr? de su padre, de alejars~ a as tropas de Luis XII' y se empezaban d present ¡ n lue o . e sur de I~alia, derrotando

ar como a potencw hegemónzca de Europa,

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'il

future, lui ave va a dubitare, in prima, che uno nuovo succes.sore alla Chies~ non \i fussi amico, e cercassi torli qudlo <;he Al~se'l¡:tdro gh avev,a dato.D~ che pensO assicurarsi in quattro tnodt: pnma, dt spegnere tuttl e san~ut dt quelli signori che lui aveva sp,ogliati,. per t~rre al papa quella .occas10ne: secando, di guadagnarsi tutti e gentth uommt dt Roma, come e dett~; per potere con quelli ten ere el papa in Üeno: terzo, ri>l~me el Colleg10 pt~ suo che poteva: quarto, acquistare tanto tmpen~, ava.ntt che tl p.apa monsst, che potessi per se tnedesimo resistere a uno pnmo tmpeto. Dt queste quattr~ cose alla morte di Alessandro ne aveva condotte tre; la quarta ave va quast per ~ondotta; perché de' ~ignorí spogli~ti ne. ~mma~z~ quanti. n~ possé aggiugnere, e pochissimi st salvorono; e genuh uomtnl romant Sl aveva guadagnati, e nel Collegio aveva grandissima parte: e, quanto al n~o~~ acquisto, aveva disegnato di ventare signare di Tos:ana, e possedeva dt gt~ Perugia e Piombino, e di Pisa aveva presa la proteztone. E cmne non.~vesst avuto ad avere respetto a Francia (ché non glie;te aveva ad a;ere P'C:• per essere di gEt e' Franzesi spogliati del Regno daglt Spagnuoh, dt quahta che ciascuno di loro era necessitato comperare Pamiciziasua), e' saltava in Pisa. Dopo questo, Lucca e Siena cedeva subito, parte ?er invidia ~e' Fi~r~nti?-i, parte per paura; e' Fiorentini non avevano remedto. Il ;he se h f~ss1 nusctto (che gli riusciva l'anno medesimo che Alessandro mort), st acqutstava tan te forze e tanta reputazione, che per se stesso si sarebbe retto, e non sarebbe piú dependuto dalla fortuna e forze di altri, ma dalla potenzia e virtú sua.

Ma Alessandro morí dopo cinque anni ch'egli aveva cotninciato a trarre fuora la spada. Lasciollo con lo stato di Romagna solamente assolidato, con tutti gli altri in aria, intra dua potentissimi eserciti inimici, e malato a morte: Ed era nel duca tanta ferocia e tanta virtú, e sí bene conosceva come gh uomini si hanno a guadagnare o perdere, e tanto erano. validi e' fondamer;ti che in sí poco tempo si aveva fatti, che, se luí non avesst .av~t~ que?h eserc~t~ addosso o lui fussi stato sano, arebbe retto a ognt dtfftculta. E eh e fondam~nti sua fussino buoni, si vidde: ché la Romagna l'aspetto piú di uno mese· in Roma ancora che mezzo vivo, stette sicuro; e benché Baglioni, ViteÚi e Orsini

1

venissino in Roma, non ebbono seguito contra di lui; possé fare, se non chi e' valle, papa, almeno che non fussi chi non volev~. Mas~ nella morte di Alessandro lui fussi stato sano, ogni cosa gli era factle. E lm mi disse, ne' dí che fu creato lulio ll, che aveva pensara a ció che potessi

Así fue que como se gobernó ••• estaría él también por I?orir. El ac~er~o entre f~ne~ Y medios está aquí racionalizado al máximo, a través de la enumeraciÓn escueta, srgwendo la tecm;a geometrizadora del primer capítulo. El cuadrilátero en que el V a len tino encerraba su presa (segun el plan que el escritor le atribuye, derivándolo de los hechos) se rompe por uno de los I.ados, por un golpe alevoso de la fortuna, que, entre otras cosas, salvó a la república de Florenc1a, de la que Maq'uiavelo era entonces uno de los secretarios y a cuya salvación él cooperó con toda el alma. Su

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Y así fue cotno se gobernó respecto a las cosas presentes. Pero en cuanto a las futuras~ tenía que temer ante todo que un nuevo sucesor en la Iglesia· no fu_ese amtgo suyo y tratara de quitarle lo que Alejandro le había dado, y penso hacerlo de cuatro modos: primero, extinguiendo todos los linajes de los señores a _los que había despojado, para quitarle al papa esa ocasión; segundo, ganandose a todos los gentilhombres de Roma, como se ha dicho, para poder con ellos tener dominado al papa; tercero, tener al Colegio de su p~rte lo más posible; cuarto, adquirir tanto imperio, antes que el papa munese, que pudiera resistir por sí tnismo a un primer choque. De estas cuatro cosas, a la muerte de Alejandro había conseguido tres, y la cuarta la tenía casi realiz~da, porque de los señores despojados mató a cuantos pudo alcanzar Y poqmstmos se salvaron, a los gentilhombres romanos se los había ganado y en el Colegio tenía un partido grandísimo; y en cuanto a nuevas conquist.as, había planead~ llegar a ser señor de Toscana, y ya tenía Perugia Y Plombmo y de Ptsa habm tomado la protección. Y si no hubiera tenido respeto del rey de Francia (que no habría debido tenérselo, porque los franceses ya habían stdo despoJados del Reino por los españoles, de tal modo que cada uno de ellos necesitaba comprar la amistad de él) saltaba sobre Pisa. Después de eso, Lucca y Siena cedían imnediatament~, en parte por envtdta hacta los florentinos y en parte por miedo, y los florentinos no tenían salvación; y si eso le hubiera resultado (que le resultaba el mismo año que Alejandro murió) adquiría tantas fuerzas y tanta reputación que se habría sostenido por sí mismo, y ya no habría dependido de las suerte y las fuerzas de otros, sino d_e la potencia y virtud suyas. Pero Alejandro murió cinco años después que él empezó a sacar la espada, y lo dejó con sólo el estado de Romaña consolidado y todos los demás en el aire entre dos poderosísimos ejércitos enemigos y él enfermo de muerte. Y había en el duque tanta ferocidad y tanta virtud, y tan bien conocía cómo se hace para ganar y perder a lo~ hombres, y tan válidos eran los cimientos que en tan po~~ ttem~o se habta hecho que, si no hubiera tenido esos ejércitos encima, o.st d hubtera estado sano, habría superado todas las dificultades. Y que sus ctmtentos eran buenos se vio: porque Romaña lo esperó más de un mes; en Roma, aunque había estado sólo a medias vivo, estuvo seguro y aunque Baglioni, Vitelli y Orsini fueron a Roma, no hallaron apoyo co~tra él, y si no pudo hacer papa al que él quería, al menos logró que no fuese el que él

admiración, en lo técnico y en lo estético, por César Borgia, no implica que deseara su triunfo en los he.clws. En su momento, deseó lo contrario. Cuando escribió d último capítulo de El Príncipe, dolando P?r el derrumb~~ d: la república y temeroso de la ruina de Italia, devastada y a punt9 de ser. ~ometlda por l~s eJercrtos de las grandes potencias europeas, pensó que cualquier fuerza unifrcadora de ese tipo podía haber sido positiva. Y deseó que ese papel lo desempeñara el príncipe de su Florencia: el mal menor.

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nascere, morendo el padre, e a tutto aveva trovato rerq_edio, eccetto che non pensO mai, in su la sua morte, di stare ancora lui p~r;_Jn~rire. .

Raccolte io adunque tutte le azioni del duca, nonsaprer reprenderlo; anzr mi pare, come ho fatto, di preporlo imitabile a tutti coloro che per fortuna e con l'arme d'altri sono ascesi allo imperio. Perché lui, avendo l'antmo grande e la sua intenzione alta, non si poteva govet.:Q31-r.e altrimenti; ~ solo si oppose alli sua disegni la brevita della vita di Alessandro e la malattrasua. Chi, adunque, iudica necessario nel suo principato nuovo assicur~rst de' nimici, guadagnarsi degli amici, vincere o per forza o per fraude, fars.t amar~ e temere da' populi, seguire e reverire da' soldati, spegne.re quelh che ~~ possono o debbono offendere, innovare con nuóvr modr gh ~rdrm. antlqur, essere severo e grato, magnanimo e liberale, spegnere la mrhzra mfedele, creare della nuova, mantenere le amicizie de' re e de' principi in ~oda che ti abbino o a beneficare con grazia o offendere con respetto, non puo trovare e' piú freschi esempli che le azioni di costui. Solan;rente si puó accu~arlo nella creazione di Iulio pontefice, nella quale lur ebbe mala elezrone; perché, come e detto, non potencio fare uno pap.a a suo ~odo, e' potev~ tenere che uno non fussi papa; e non doveva mar consentrre al papato dr quelli cardinali che lui avessi offesi, o che, di venta ti papi, ave~sino ad ~vere paura di lui. Perché gli uomini offendono o per paura o per odro. Quelh che lui aveva offesi erano, infra gli altri, San Fiero ad Vincula, Colonna, San Giorgio Ascanio· tutti gli altri divenuti papi, aveano a temerlo, eccetto

' ' ' 1 11 . Roano e gli Spagnuoli: questi per coniunzione ed ob igo; que ? per potenzra: avendo coniunto seco il regno di Francia. Pertanto el duca, rnnanzr a ogm cosa, doveva creare papa uno spagnol?, e, non po~endo, dovev~ consentir~ che fussi Roano e non San Pi ero ad V mcula. E ch1 crede che ne personaggr grandi e' benefizii nuovi faccino di~enticare le i"?-iurie ve,C:c~ie, s'ir:-ganna. Erró, adunque, el duca in questa elezrone; e fu cagwne del! ulnma ruma sua.

Exantinadas pues ••. su ruina final. La•elección al trono pontifici~ de]ulián della Rov~re (San PiÚo ad Vincula: los cardenales se. designan a menudo, en el lenguaje popular r~nacenttsta, con el nombre de la iglesia con que están relacionados por su cargo), que se llamó ]ulw II. se presenta antes como una fatalidad, luego como un error ,el único~ del Val.e~tino, que la fav?r~c16, creyendo congraciarse con el nuevo papa, tradicional enemigo de su fam:ha. Esta co~trad!.CC!Ón es n~tur~l en quien como Maquiavelo alterna una visión sistemática y r(g¡damente racwnallsta de la hrstona con la observación fríament~ realísta de los hechos! que nunca se. ajustan a esquemas· En este C_?SO

se trata de observación directa y personal. Maqwavelo fue enviado dos. ~eces a la corte de ~es.ar Borgia cQmo mensajero informal y observador: en 15 02, cuando presencw la matanza de Semgalia,

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no quería. Pero si a la muerte de Alejandro hubiera estado sano, todo le habría resultado fácil. Y él me dijo, el día que fue elegido Julio II, que había pensado en lo que podía ocurrir si su padre moría y para todo había hallado remedio, salvo que nunca pensó que en el momento de esa muerte estaría él también por tnorir.

Examinadas pues todas las acciones del duque, yo no sabría reprenderlo, antes me parece, como he dicho, que debe ser propuesto como imitable a todos los que por la suerte y con armas ajenas han accedido al imperio. Porque él, que tenía el ánimo grande y la intención alta, no podía gober­narse de otro modo, y sólo se opuso a sus planes la brevedad de la vida de Aleja:'dro y la enfermedad suya. Por lo tanto quien juzgue necesario en su pnnctpado nuevo asegurarse de los enemigos, ganarse amigos, triunfar por la fuerza o por el fraude, hacerse amar y temer por los pueblos, seguir y reverencrar por los soldados, acabar con los que pueden o deben ofenderte, tnnov~r. con m_odos nuevos los órdenes antiguos, ser severo y agradable, tnagnantm.o y ltberal, extinguir a la milicia infiel, crear una nueva, mante~ ner las ~mrstades d~ los reyes y de los príncipes de manera que tengan que beneúcrar con gracra u ofender con respeto, no puede hallar ejemplos más frescos que las acciones de él. Sólo se puede acusarlo en la elección de Julio com_o Pontífice, en la cual él eligió mal, porque, como se ha dicho, si no pod~a hacer un papa a su modo, podía impedir que uno fuese papa, y jamás debra consentrr en el papado de uno de los cardenales a quienes él había ofendrdo, o que convertidos. en papas tuvieran que tener miedo de él. Porque los hombres ofenden por mredo o por odio. Los que él había ofendido eran entre ot:os, San Pi~tro in Vincoli, Colonna, San Giorgio, Áscanio; todo; los demas, conve~ttdos en papas, tenían que temerlo, con excepción de Rouen Y los espanoles:. estos _por vi:'culación y obligación, aquel por su potencia, pue~ nene umdo a el al remo de Francia. Por lo tanto el duque, ante todo, tema que nombrar papa a un español, y si no podía debía permitir que fue;a Rouen y no San Pietro in Vincoli. Y quien cree que en los perso_:raJes g;andes los beneficios nuevos hacen olvidar las injurias viejas se engana. Erro pues el duque en esa elección, y eso fue causa de su ruina final.

Y en 1503, cuando el Valentino se encontraba en el momento del derrumbe de su potencia y ya ocupaba el tro~o papal julio II. El hecho de que el Duque creyera en las promesas del cardenal Della ~overe Y le arnmara los voto.;, de. los cardenales borgianos evidentemente constituye una falla en la rmagen de este ~odel? de «Pnnc.¡pe nuevo» y empaña su perfección. El secretario florentino, en su momento, ha?ta escnt.o despectwamente en los Decenales: Iulio sollo nutrí di speme assai;/ e ~quel duca m altrm trovar credette / quella pietil che non conobbe mai. (Lo nutrió julio solo ~e esp~r~nzas;/ y aquel duque creyó encontrar en otros f esa piedad que él nunca conoció.) AqUJ, el]u~cw se transforma en una máxima general, bien maquiavélica: «Chi crede che ne' personagg1 grandi i benefici nuovi faccino dimenticare le iniurie vecchie s'inganna.»

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VIII De his qui per scelera ad principatum pervenere

. . . . . d madi il che non si · Ma perché di privato si dtventa prmctpe ancora m ua . ' da lasciarli puo al tutto o alla fortuna o alla virtú attribuire, non mt p~re re dove si

11, · ·' d'ffusamente rag10na indrieto, ancora che de uno sl possa pm 1 1 he via scellerata trattassi delle republiche. Questi sano, quadndo o per qua e 'tttadino con il

d 1 · · an 0 uno pnvato e • e nefaria si aseen e a prmctpato, 0 qu . . della sua atria. E parlando favore degli altri suoi cmadmt dtventa pnnctpe 1. l' p tt'quo l'altro . , d esemp 1 uno an ' del primo modo, st tnostre:ra co.n ~a .. di ' uesta parte, perché io tnoderno sanza entrare altnmentl ne mentt q indico che basti, a chi fussi necessitato, imitar~lL f a e abietta fortuna,

Agatocle Siciliano, non solo dt pnvataf;nal l tm tme sempre per li gradi d. d' s· e . todiuno tgu o enn ' lVenne re 1 tracusa. ostUl, na . ' - , le sue scelleratezze della sua eta, vira scellerata: nondtmahnco, aclco;nplalgnot'lizia per li gradi di

. , d' . d' rpo e e vo tosta a m ' d con tanta vutu 1 ammo e ' co 'd. s'' . N 1 quale grado essen o quella pervenne ad ess~re preto:e 1 uac_usa: ~ tenere con violenzi_a e costituito, e avendo dehberato dtventare prnctpe to concesso e avuto di sanza obligo d'altri quello che d'accordo.lg l era srutag'tnese il q~ale con gli

d. · 11' ·a con Amt care ca ' d' questo suo tsegno mte tgenzt . '1 ¡0 e ¡1 Senato 1 . . '1' . St' ct'lia rauno una matuna 1 popu bl'

esercltl m11tava m ' d l'b epertinentiallarepu tea; S . 1' · vuto a e 1 erarecos . 1. tracusa, come se eg ~ avesst a d ' ld ti uccidere tutti li senaton e 1 e, ad uno cenno ordtnato, fece a sua 50 a

N atas al capítulo VIII de . . " l rincipados nuevos' Maquiavelo se da cuenta

Pero como hay ... imitarlos. Al clcmfrcar_ os~ VI VII no agotan el tema, aunque agoten el que las dos categor{as analizadas .en los c~prtuloParac~m letardcuadrofalta: 1) examinardcaso esquema previo, delineado en d pnmer caprtulo · . ¡ hp bía habido ejemplos clamorosos, Y h~bía de los príncipes inútir y sádicamente .c~~les -bí~~)~ ~f hablar de[ PTincipado nuevo que se adqur~re que afrontar d problema ante la opmwn pu ' . . . ad . ·¡ . 3) mencionar ros supérstltes

M . lo ll ará «pnne~p o crvl ", con e[ favor popular y que aqurave ~fl1; el Estado Pontificio. A estos tres temas principados eclesiás.ticos, de los cualesJ d mas rmpo{~nr;ga J se dedican, respectiVamente, los caprtulos VIII' y d s relatos ejemplificadores, extraúios uno

Este capítulo VIII está ocupado en su mayor parte por 0

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VIII De los que por medio de maldades llegan al principado

Pero como hay otras dos maneras de convertirse de particular en príncipe, sin que ello pueda atribuirse del todo a la suerte o a la virtud, no quiero dejarlos de lado, aun cuando de uno de ellos se pueda razonar más amplia­mente donde se trata de las repúblicas. Ellos son cuando se accede al principado por alguna vía malvada y nefaria, o cuando algún ciudadano particular con el favor de sus conciudadanos se convierte en príncipe de su patria. Y hablando del primer modo, se mostrará con dos ejemplos, uno antiguo y el otro moderno, sin entrar de otra manera en los méritos de esta parte, porque juzgo que basta para quien tuviera necesidad de imitarlos.

El siciliano Agátocles, de situación no sólo particular sino ínfima y. abyecta, llegó a ser rey de Siracusa. Hijo de un ceramista, fue un malvado toda su vida; sin embargo acompañó sus maldades con tanta virtud del ánimo y del cuerpo, que dedicándose a la milicia llegó a ser, por ese camino, pretor de Siracusa. Estando constituido en ese cargo, y habiendo decidido convertirse en príncipe y mantener con violencia y sin obligación con nadie lo que por acuerdo le había sido concedido, y habiéndose confabulado sobre ese plan suyo con el cartaginés Amílcar, que con sus ejércitos militaba en Sicilia, reunió una mañana al pueblo y al Senado de Siracusa como si tuviera que deliberar alguna cosa pertinente a la república, y a una señal convenida hizo matar por sus soldados a todos los senadores y a los más ricos del pueblo,

de la historia contemporánea, otro de la antigua, según la visión dual que, humanísticamente,. Maquiavelo tiene del desarrollo histórico: la antigüedad como modelo para entender y juzgar lo reciente y actual.

El siciliano Agátocles ••• dejarle Sicilia a él. Agátocles fue tirano de Siracusa en el siglo IV antes de Cristo y su reinado tiene una notable importanica en la historia de la Sicilia prerromana. El relato de Maquiavelo sigue de cerca al historiador romano ]ustino (siglo II d. c.), despojándolo de lo que no le interesa para su argumentación. La frase: accompagnó le sue sceleratezze con tanta virtú di animo e di corpo, che ... pervenne ad essere pretore di Siracusa, nos aclara una vez más el sentido técnico y no moral de la palabra «virtÚ>>. La misma coordinación ~y, por lo tanto, compatibilidad~ con «sceleratezze» se vuelve a encontrar, en este mismo capítulo, al final del relato protagonizado por Oliverotto.

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, ·¡ · · to di quella piú ricchi del popo lo; ll qualt morti, occupo e tennde 'G~rmctpa . fussi due cittil sanza alcuna controversia civile. E benché a' d·artalgmesl 'tta' ma

' d' l é defen ere a sua Cl , , volte rotto e detnutn asse tato, non so um pass 1 lt e assaltO lasciato parte delle sue genti alla difesa della obsidione, c~n e a r d e'

l'Affrica e in breve tempo libero Siracusa dallo assedmd e con ussello ' ' f · t' e.or arst con que ' Cartagtncsi in estretna necessit8.; e urono necesstta t acl l . l Sicilia

d ll · d' Aff · e ad Agatoc e ascmre a · essere contentt e a posscsstOne t nca, . d , cose o Chi considerassi, adunque, le azioni e vita di c~~t~t, non v~~= di so~ra Poche le quali possa attribuire alla fortuna; con ctodsmdcollsa, e·¡· . ll quall

, f d' l aperligra i e amttzta, e detto, che, non per avore. a cuno, m . . . 1 incipato, e con mille disagi e pericull sl aveva guadagnatl, p~rvemsst a prN n Sl puo quello di poi con tan ti partiti anim~si e p~ncudlos.l madtene\~'· mi~i essere ancora chiamare virtú ammazzare e sua cttta tnt, tra t:ed g t a. la ~irtú di

d . , loria Perché se si const erassl

sanza fe e, sanza pteta, sanza g . . ' . ' . 1 dezzadello animo Agatocle nello entrare e nello usctre de pencuh, e ~ grde erché eglt abbia suo nel sopportare e superare le cose avverse, non s\l:nti;simo capitana; ad essere iudicato inferiore da l ~ualunque 't~cce n infinite scelleratezze, nondimanco, la sua eff~ratafcru l ~ ta e ~fur;':a':~' ~~mini celebrato. Non si non consentono che sta m rafg l ecce elllssl. t, quello che sanza l'una e puO, adunque, attribuir~ alla ortuna o a a vtr u

l'altra fu da lui cor:segmto. Al d VI Liverotto firmano, sendo piú N e' tempt nostn, reg~ante essan ro 'f da uno suo zio materno)

anni innanzi ritnaso ptccolo, llanza padr~) ~ i tempi della sua gioventú chiamato Giovanni Foglfn0~ Uvato ~;:'e ~n~pieno di quella disciplina, dato a militare sotto Pau o tte "clcd~o \ : Morto di poi Paulo, milito pervenissi a qualche eccellent~ gra o. t.mt tzta. er essere ingegnoso, e sotto Vitellozzo suo fratello; e m ~~edssl:Jl~~~:P~¡ ~rimo uomo della su~ della persona e dello ammo gag mr o, )' . n o con lo aiuto dt milizia. Ma parendogli cosa ser¡Üe lo st~re colaas~:~i~~ eh~ la liberta della alcuni cittadini di F~rmo a' qua.' ella pm cd~aoccupare Fermo; e scrisse a loro patria, e con tl favore vtte esco,

. . . ~ Este comentario a fa vida de Agatocles 'd · una nt otra constguto. ¡ Quien cons1 ere pues "' sm l . óHtamente débil. Revela un ma estar que se

contiene la substancia teórica deL capftu 0 ' 1Y es 1~. . ~ .que "· propós. i.to de Ia palabra «virtú}} · ·¡ . afundamenta contrautccwn, '.-- . . __ . . . . ,. traduceenvact acwnesyenun . , .. ," ---- .. ( -- Cé.Sivos: NoD. sfpuó chiamare vutu ••• Y se pone de'manifiesto en dos pasaJeS mm

1edJatétpmen eqsue Mnnuiavelo llegado allfmite del horror'

'd . 1 , tu" de Agatoc e... are ce u '""1. " •• - - ' l , ·¡· se si cons1 erasst a vu . . 'd d d 1 p' ... 'on' en·,·rtlo.· .. ··te.'tn.ico "' Io mora. ~que srgm tca un

d .. L d 1 ¡ ttmr a e a se aract .- ... vf"- ... "'.. - .. _ .. - d.- ...... · d · d empezara a uu.ur e a egr d' l --fi-- ¡;"'" fiiJ1)ii.fifjustificar los me JOS' smo eJan o desplazamiento de lo moral desde los me ws adaosde ned· ,' cubr,·m¡'ento El vfnculo de necesidad entre

. ¡ ¡· queessuver ro e · ¡ el cuestionamrento para os mes' b d . d a ese sutil malestar el. autor separa, por o menos' fines y medios no desaparece, pero, 0 e .eoen °h · ¡'ón pues'-siente que la diferencia entre 1' de 1 ¡ . nque sm mue a convrcc , - . d d el «imperio» a «g.ona», ,.au. 'etiva. En este acaso elúni~,9}S~P.f~_1J1~-~e __ :El ~rínclpe. o~, e Agatocle y César Borgla es mas b¡en. subJ , ¿-.;;:2i' .. -a_á-'éíiiliiS-cubierto, a través de crerta vactlacwn d ser_y_eldeber ser se enfrentan_~bu;rtamente,_ eJ_,.tl.. ...- .,--""·"""'<"·t;-- .,.. '<----:v--"-- ,

lógica, el drama intimo de Maquravelo. --

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muertos los cuales ocupó y mantuvo el principado de aquella ciudad sin ninguna oposición civil. Y si bien por los cartagineses fue dos veces derrotado y finalmente sitiado, no sólo pudo defender su ciudad sino que, dejando una parte de su gente para la defensa del sitio, con las otras atacó Africa y en breve tiempo liberó a Siracusa del asedio y condujo a Cartago a una extrema necesidad) de tnodo que tuvieron que hacer un acuerdo con él, contentarse con la posesión de Africa y dejarle Sicilia a él. Quien considere pues sus acciones y virtudes, no encontrará nada, o poco, que se pueda atribuir a la suerte, a pesar de que, como se ha dicho, no por el favor de nadie sino por los grados de la milicia, los cuales se ganó con mil incomodidades y peligros, llegó al principado que después con tantas decisiones animosas y peligrosas mantuvo. Sin embargo no se puede llamar virtud matar a sus conciudadanos, traicionar a los amigos, no tener palabra ni piedad ni religión; tales modos pueden hacer adquirir imperio, pero no gloria. Porque si se considera la virtud de Agátocles para entrar y salir de los peligros y la grandeza de su ánimo para soportar y superar las adversidades, no se ve porqué deber-ía ser considerado inferior a cualquier excelentísilno capitán. Sin embargo su feroz crueldad e inhu:nanidad, .con ,S\113 it;fit~litas n1aldades, no permiten ,que sea celebrado entre! os hombres excelentís'imos. No se puede pues atribuir a la suerte ni a la virtud lo que él sin una ni otra consiguió.

En nuestros tiempos, reinando Alejandro VI, Oliverotto de Fermo, que muchos años antes había quedado huérfano, fue criado por un tío materno suyo llamado Juan Fogliani, y en los primeros años de su juventud puesto a militar bajo Pablo Vitelli, con el fin de que, imbuido de esa disciplina, llegase a algún grado excelente de milicia. Muerto después Pablo, militó bajo Vitellozzo, su hermano, y en brevíshno tiempo, por ser ingenioso y gallardo de la persona y del ánimo, llegó a ser el primero de su milicia. Pero pareciéndole cosa servil el estar con otros, pensó, con la ayuda de algunos ciudadanos de Fermo que estimaban más la servidumbre que la libertad de su patria, y con el favor de los Vitelli, ocupar Fermo. Y le escribió a Juan

En nuestros tiempos ... de sus maldades. Si, para contar la vida de Agatocles, Maquiavelo traduce fríamente a ]ustino, relata en cambio la trayectoria criminal y «virtuosa» de Oliverotto de Ferrno con la vehemencia y la indignación de un contemporáneo. Frente a un ser tan despreciable, que ni siquiera había sabido morir con dignidad, la admiración de Maquiavelo no se despierta ni siquiera en el plano técnico, que es el de hacer bien lo que se hace. Y es indudable que Oliverotto habfa hecho lo necesario para adueñarse de su ciudad nataL Su éxito sólo fue empañado, como el mismo Maquiavelo observa, por el tremendo error de haberse dejado engañar por el «silbido suave» del Valentino. De todos modos la diferencia en el destino de estos príncipes sanguinarios plantea un problema, que se trenza con el otro, más íntimo y secreto, de la indiferencia moral de la historia y que se expresa en la copla popular: «pues Dios protege a los malos,/ cuando son más que los bueno.s». Veamos, a este propósito, la última parte dd capftulo.

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Giovanni FogHani cmne, senda stato piú anni fuera di casa, voleva venire a vedere lui e la sua cittft, e in qualche parte riconosc~. el suo patrimonio; e perché non si era affaticato per altro che per acquist8.te onore, acciO che e' suoi cittadini vedessino cmne non aveva speso el tempo in vano, voleva venire onorevole e accompagnato da cento cavalli di sua amici e servidori; e pregavalo fussi contento ordinare che da' Firm.ani fussi ricevuto onoratamente; il che non solamente tornava onore a l~.Ii, ma a sé proprio, senda suo allievo. Non nlanco, pertanto, Giovanni di alcuno offizio debito verso el nipote; e fattolo ricevere da' Firmani onoratmnente, si alloggiO nelle case sua: dove, pass ato alcuno giorno, e atteso ad ordinare secretamen~ te quello che alla sua futura scelleratezza era necessario, fece uno con vito solennissimo, dove invitO Giovanni Fogliani e tutti li pritni uomini di Fermo. E consumate che furono le vivande e tutti gli altri intrattenimenti che in simili conviti si usano, Liverotto, ad arte, mosse certi ragionamenti gravi, parlando della grandezza di papa Alessandro e di Cesare suo figliuolo, e delle imprese loro. A' quali ragionamenti respondendo Giovanni e gli al tri, lui a un tratto si rizzo, dicendo quelle essere cose da parlarne in loco piú secreto; e ritirossi in una camera, do ve Giovanni e tutti gli al tri cittadini gli andorono drieto. Né prima furono posti a sedere, che de' luoghi secreti di quella uscirono soldati, che ammazzorono Giovanni e tutti gli al tri. Dopo il quale otnicidio, montO Liverotto a cavallo, ecorse la terra, e assediO nel palazzo el supremo magistrato; tanto che, perpaura, furono costretü obedirlo, e fermare uno governo del quale si fece principe. E morti tutti quelli che, per essere malcontenti, lo potevono offendere, si corroborO con nuovi ordini civili e militari; in modo che, in spazio d'uno anno che tenne el principato, non solamente lui era sicuro nella citt8. di Fermo, ma era divenuto pauroso a tutti e' sua vicini. E sarebbe suta la sua espugnazione difficile come quella di Agatocle, se non si fussi lasciato ingannare da Cesare Borgia, quando a Sinigaglia, come di sopra si disse, prese gli Orsini e Vitelli; do ve, preso ancora lui, in uno anno dopo el commisso parricidio, fu, insietne con Vitellozzo, il quale aveva avuto maestro delle virtú e scelleratezze sua,

strangolato.

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Fogliani que habiendo pasado varios - f d a él y a su ciudad, y en cierto m~d~s h~era e su hogar q~erfa ir a verlos patrimonio; y como no se habt' e d cer un rcconoctmtento de su

h . a eslürza o por otra d . .

onor,aftndequesusconct'udad . e cosa que por a qutnr anosvresenquenoh b' d 1 . en vano, quería llegar honr a ta gasta o e twmpo . osamente acomp ñ d . b ll amtgos y servidores suyos y 1 b , a a o por cten ca a eros firmianos lo recibieron co~ ho~roga a qle tuvtese a bien ordenar que los sino que se lo haría a sí mism ores, ~ln o cua n? sólo le haría honor a él, Juan de hacer todo lo debido ~'a~~~~ ~ob~~ su puprlo. No dejó por lo tanto por los firmianos, se instaló en su casa do~do~ y estd_ rectbtdo ~on honores de ordenar secretamente todo lo . , pasa fos unos dras y después banquete solemnísilno, al u e invi~~~esano par~ s~ utura maldad, hizo un hombres de Fermo y q J ~dan Fogltant Y a todos los principales

· una vez consumr os 1 · d l entretenimientos que en tales ban os tnanJbares y to os os demás beradamen . . . , . quetes se acostum ran, Oliverotto deli-

del papaAl~J~~~~~~ 'd':~~~~;~~h~:;:ienJ~j graves, hablando de la gra~deza razonamientos respondiendo J J , yl das e;np;el sdas de ellos. A los cuales

d. . d uan y os emas e e repent 1 , rc:en o que esas cosas eran para hablarlas , 1 , e se evanto,

~~~~:a~~~ h"a~~:~ ~~~~~~l~~~~~~rd~¡ual ~~od~s ~~;d~~~s s;i~rd~d~~oss~ soldados que mataron a Juan t d í" ugan;s secreto~ de ella salieron Oliverotto montó a caballo ysye ,aado<:'~ doslder_nads.dDespues del homicidio

1 ueno e a cm a si ti d 1 1 .

a os supremos magistrados tant , an o en e pa acto obedecerlo y formar un-gob,ierno o d~l~J"r)üe~~ se v~eron obligados a todos aquellos que, por estar desc~ntent a e s~ tzo prtnctpe. y muertos con nuevos órdenes civiles y militares de o~~odran ofenferlo, ~e dorroboró

~~: ~~f:n~t~incipado, él no sólo estaba segu~o~~,l=~i:de:da~1

~e:~~ s~~~ difícil com~ eld~r ~~~~~~l~~s s:e~~n~:· ~ub~:rend~adiento habría sido _tan Borgta cuando en Sinigallia com d" , a eJa o enganar por Cesar a los Vitelli d d , b?' se, !JO mas arnba, apresó a los Orsini y

, on e preso tam ren el un añ d , d . parricidio, fue estrangulado junto con Vitelloz o eslrub' ~dcoml ettdo el de sus virtudes y de sus tnaldades. zo, que a ta st o e maestro

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Potrebbe alcuno dubitare donde nascessi che Agatocle e alcuno simile, dopo infiniti traditnenti e crudelta, possé vivere lungamente sicuro nclla sua patria e defendersi dagJi inimici esterni, e da' suoi cittaCiini non gli fu mai cospirato contra; con cíO sia che molti altri, tnediante la cruddta, non abbino, etiam ne' tempi pacifici, possuto mantenere lo stato, non che ne' tempi dubbiosi di guerra. Credo che questo avvenga dalle crudelta maJe usate o bene usare. Bene usare si possono chiamare quelle (se del maJe e lecito dire bene) che si fanno a uno tratto, perla necessita dello assicurarsi, e di poi non vi si insiste drento, ma si convertiscono in piú utilita de' sudditi che si puo. Male usate sano quelle le quali, ancora che nel principio siena poche, piú tosto col tempo crescono che le si spenghino. Coloro che osservano el pritno modo, possono con Dio e con gli uomini avere allo stato loro qualche remedio, come ebbe Agatocle; quegli al tri e impossibile si mantenghino.

Onde e da notare che, nel pigliare uno stato, debbe 1' occupatore di esso discorrere tutte quelle offese che gli e necessario fare, e tutte farle a un tratto, per non le avere a rinnovare ogni dí, e potere, non le innovando, assicurare gli uomini e guadagnarseli con beneficarli. Chi fa altrimenti, o per timidita o per mal consiglio, e sempre necessitato tenere il coltello in mano; né mai puo fondarsi sopra li sua sudditi, non si potencio quelli, per le fresche e continue iniurie, assicurare di lui. Perché le iniurie si debbono fare tutte insietne, acciü che, assaporahdosi meno, offendino meno: e' benefizii si debbono fare a poco a poco, accio si assaporino meglio. E debbe, sopra tutto, uno principe vivere con li suoi sudditi in modo che veruno accidente o di maleo di bene lo abbi a far variare; perché, venendo, per Ji tempi avversi, le necessitft, tu non se' a teffipo altnale, e il bene che tu fai non ti giova, perché e iudicato forzato, e non te n'e saputo grado alcuno.

Alguien podría preguntarse ••• no te lo agradecen en absoluto. Si el capítulo V, el de «la libertad que no se olvida», era amenazador, este, como todo el resto de El Príncipe, es acomodaticio. Maquiavelo quiere arrastrar a los Médici hacia el <<principado civil» y convencerlos de que había que cerrar el primer período de toda ocupación violenta y preocuparse lo más posible del bienestar de los súbditos. Las crueldades son menos peligrosas, si se"Cometen al principio y todas juntas, para no tener que estar después ''siempre con el cuchillo en la mano». Las «crueldades» pueden usarse, pues, bien (de golpe, y enseguida) o mal (a 1o largo de todo el gobierno). Las palabras «bien usadas», referidas a <<crueldades», llevan a la crisis del malestar que serpentea por todo el capítulo, y Maquiavelo estalla en el famoso paréntesis: «SÍ del mal es lícito hablar bien». La expresión de esta duda, lejos de ser una concesión al superficial moralismo del lector común, como sostiene Russo, ilumina de una súbita luz el angustioso nudo psicológico del que surgen las contradicciones, que han dado lugar a las mú,ltiples interpretaciones del pensamiento maquiaveliano. Es el drama moral del que inventó la dinamita, o de quienes realizaron los descubrimientos que llevaron a fabricar la bomba atómica. El técnico de la vida

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Alguien podría preguntarse cuál es la causa de que Agátocles y otros similares, después de infinitas traiciones y crueldades, hayan podido vivir por mucho tiempo seguros en su patria y defenderse de los enemigos externos, sin que sus conciudadanos hayan conspirado nunca contra ellos, . <-> \­mientras que otros mediante la crueldad no han podido mantener el estado 1 ,~,,,\ ·

ni siquiera en tiempos pacíficos, mucho menos en los dudosos tietnpos de,,-~ "' -guerra. Creo que est?deriva de]l!s frt¡elQl!tl~§);¡i~P.l!S~~as? t¡tal':;~\'d~s, Bi"n ;'~,~1'1$~~\'f g~,~Jrs,~,l!S\ll~l!3'~1]!:~%J1~lfü'~á~1~]]~;}~~i4i,~¿9!f~s~)iacen (l~t!Ji" vez, ,por h1nece$tdad efe asegu,arse~y Clespues no se mstste en ellas, . sfl'lo que se las convierte hasta donde es posible en utilidad de los súbditos. ly!al us~sli!c~"'~~r\,:'cE\~~)!f\~Sl\!')1 ¡¡\!!);.(;JJ.íl!}go en el principio sean pocas, con el tiempo crecen en lugar de desaparecer: Quienes observan el primer modo, pueden con Dios y con los hombres hallar algún remedio para su estado, como lo halló Agátocles; los otros es imposible que se mantengan. Por lo que cie]:,~é~o~¡tt?\'qY'\~l.tQ!):l\'E ll")s~t~ci<;>, ~"be <¡1\'\;'e !?ocupa .discurrir toct<!~~~~¡~~.s3'.~,;~¡¡~ ~le~~B~.s~ilcl.~s! ª~~;¡~'f~'tl\ª~.!itl~4~o9\'s .• c1e.\!f1a vez, par;;t h:'<rtener. que rénovar]as t0gp§ los dí<:ts N¡pg¡l~¡:, no renovándolas, tr'\rtquitizar a los hombres y ganárselós beneficiándolO'!. Quien obra de otro modo, por timidez o por mal consejo, tiene que tener siempre el cuchillo en la mano y nunca puede apoyarse en sus súbditos, porque estos, por los continuos y renovados agravios, no pueden estar seguros de él. Porque los agravios deben hacerse todos juntos, a fin de que, saboreándose tnenos, ofendan menos; los beneficios deben hacerse poco a poco, para que se saboreen mejor. Y sobre todo debe un príncipe vivir con sus súbditos de manera que ningún accidente para mal o para bien lo haga variar: porque cuando por los tiempos adversos llega la necesidad, no estás a tiempo de hacer el mal, y el bien que haces no te sirve de nada, porque lo juzgan forzado y no te lo agradecen en absoluto.

poletica debe recomendar al príncipe medios adecuados a su fin, como, en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, recomendó al pueblo los medios necesarios para defenderse de la tiranía. Pero, en el primer caso,- el «bien» de la técnica no coincide, como en el segundo, con el bien común, sino sólo con la terrible lógica del poder. El «bien» en el sentido moral que le da a la palabra el lenguaje corriente, está en la libertad, y no en las crueldades del príncipe nuevo. Maqui ave lo habla con desprecio de los habitantes de Fermo a' quaü era piU cara la servitii che la liberta della lora patria, y por eso apoyaron a Oliverotto.

Esa duda fugaz no sale del paréntesis y no influye en el resto de la obra, pero constituye, para mí, el punto culminante de este capítulo relativizador; representa, en la complicad psicología del autor, un punto de ruptura o, por lo menos, de fuerte vacilación: ¿en qué medida los dos terrenos, el de la técnica, en que el medio debe simplemente adecuarse al fin para ser juzgado Positivo, y el de la moral pueden verdaderamente separarse?

La tensión, que en este capítulo ha llegado a su punto máximo, se afloja en el siguie·nte.

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IX De principatu civili

Ma venendo all'altra parte, quando uno privato cittadino, non per scelleratezza o altra intollerabile violenzia, ma con il favore degli al tri suoi cittadini di venta principe della sua patria (il quale si puo chiamare principato civile; né a pervenirvi e necessario o tutta virtú o tutta fortuna, tna piú presto una astuzia fortunata), dico che si ascende aquesto principato o con il favore del populo o con quello de' grandi. Perché in ogni citta si trovono questi dua umori diversi; e nasce daquesto, che il populo desideranon essere comandato né oppresso da' grandi, e li grandi desiderano comandare e opprimere il populo; e da questi dua appetiti nasce nelle citta uno de' tre effetti, o principato o liberta o licenzia.

El principato e causato o dal populo o da' grandi, secando che !'una o l'altra di queste parti ne ha la occasione. Perché, vedendo e' grandi non potere resistere al populo, cominciano a voltare la reputazione a uno di loro, e fannolo principe per potere, sotto la sua ombra, sfogare illoro appetito. El populo ancora, vedendo non pote re resistere a' grandi, volta lareputazione a uno, e lo fa principe, per essere con l'autorit3. sua difeso. Colui che viene

N atas al capítulo IX Este capítulo sobre el principado civil se contrapone netamente al anterior por su tema y por su tono, pero constituye, junto con él, una zona matizada y meditativa, excepcional en este librito tajante. Ambos representan un agregado al esquema, tan sobrio, diseñado en el primer capítulo de la obra y obedecen probablemente a consideraciones posteriores, relacionadas con la situación de Florencia en ese año 1513. El Príncipe es, entre otras coSas, un mensaje a]ulián de' Médici, sobre el cual el autor intenta influir indirectamente en el sentido, muy maquiaveliano, del mal menor, para que el régimen que se estaba estructurando 'fuera una especie de despotismo ilustrado, basado en d pueblo, y no en los nobles. La pasión de Maquiavelo era no sólo de juzgar, sino de moldear la historia. Hab(a podido hacer algo en ese sentido desde la IF cancillería; ahora, perdido el puesto, no le quedaba más que la pluma para tratar de modificar el curso de los acontecimientos. No hay que olvidar que el Señor de Florencia, si bien se había adueñado del poder por la violencia, era el heredero de una tradición de principado civil, como había sido el de Cosme el Viejo, fundador de la potencia poUtica de su familia.

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IX De los principados civiles

Pero pasando a la otra parte, cuando un ciudadano particular llega a ser príncipe de su ciudad no por maldad u otra intolerable violencia, sino con el favor de sus conciudadanos, lo cual se puede llamar principado civil (y para llegar a él no es necesaria toda virtud o toda suerte, sino tnás bien !Jlla astucia afortunada) digo que se accede a ese principado con el favor del pueblo o con el favor de los grandes. Porque en toda ciudad se encuentran esos dos humores distintos, y esto es porque el pueblo desea no ser mandado ni oprimido por los grandes, y los grandes desean mandar y oprimir al pueblo, y de esos dos apetitos distintos nace en las ciudades uno de [os tres efectos: o principado o libertad o licencia. . . . ,

El principado es causado por el pueblo o por los grandes, según que una u otra de esas partes tenga la ocasión; porque cuando los grandes ven que no pueden resistir al pueblo comienzan a orientar la reputación hacia uno de ellos, y lo hacen príncipe para poder, bajo su sombra, desahogar su apetito. El pueblo también, cuando ve que no puede resistir a los grandes, orienta la reputación hacia uno y lo hace príncipe para ser defendido por

Pero pasando a la otra parte ••• libertad o licencia. Uno de los indicios de la naturaleza dubitativa de esta parte del libro es la atenuación ,a través de correcciones, de la implacable lógica dilemática que caracteriza el resto de la obra: no ••• toda virtud o toda suerte, ... tres efectos: o principado o libertad o licencia (esta última posibilidad puede ser una justificación del prin, cipado civil). Subsiste el dilema principal, que domina todo el capítulo: el príncipe deberá necesariamente apoyarse o en los nobles o en el pueblo. Y aquí, debajo de la «realidad efectual», asoma el «deber ser» de Maquiavelo, que es la libertad popular: los grandes desean opimir, el pueblo, no ser oprimido. En esta observación aparentemente objetiva está contenida la evidente opción del autor. Es un «deber ser» obvio que sirve, sin embargo, sólo para el autor y el lector. El príncipe deberá apoyarse en el pueblo porque le conviene. Y a convencerlo de esto está dedicado el capítulo.

El principado es _causado ••• por su autoridad. Hay, entre los dos últimos períodos, una perfecta simetría: se repite el molde sintáctico y también el semántico para hacer resaltar el contraste, con un gran poder de persuasión. A través de estos detalles estilfsticos se revela, a pesar de una imparcialidad aparente, el carácter apasionado del pensamiento de Maquiavelo.

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al principato con lo aiuto de' grandi, si mantiene con piú difficulta che quello che di venta con lo aiuto del populo; perché si truova principe con di mol ti intorno che li paiano essere sua equali, e per questo non li puo né comandare né maneggiare a su o modo. Ma colui che arriva al principato con il favore popolare, vi si trova solo, e ha intorno o nessuno o pochissimi che non siena parati a obedire. Oltre aquesto, non si puO cep onesta satisfare a' grandi e sanza iniuria d'altri, ma sí bene al populo: perché quello del populo e piú onesto fine che quello de' grandi, volendo questi opprimere, e quello non essere oppresso. Praeterea del populo inimico uno principe non si puO mai assicurare, per essere troppi; de' grandi si puü assicurare, per essere pochi. El peggio che possa espettare uno principe da! populo inimico, e lo essere abbandonato da lui; ma da' grandi, inimici, non solo debbe temere di essere abbandonato, ma etiam che loro li venghino contra; perché, senda in quelli piú vedere e piú astuzia, avanzono sempre tempo per salvarsi, e cercano gradi con quello che sperano che vinca. E' necessitato ancora el principe vivere sempre con quello medesimo populo; ma puo ben fare sanza quelli medesimi grandi, potencio farne e disfarne ogni dí, e torre e dare, a sua posta, reputazione loro.

E per chiarire meglio questa parte, dico come e' grandi si debbano considerare in dua madi principalmente: o si governano in modo, col procedere loro, che si obligano in tutto alla tua fortuna, o no. Quelli che si obligano, e non sieno rapad, si debbono onorare ed amare; quelli che non si obligano si hanno ad esaminare in dua modi. O fanno questo per pusillanimita e defetto naturale di animo; aliara tu ti debbi servire di quelli massime che sono di buono consiglio, perché nelle prosperita tene onori, e non hai nelle avversita da temerne; ma quando non si obligano ad arte e per cagione ambiziosa, e segno come pensano piú a sé che a te; e da quelli si debbe el principe guardare, e temerli come se fussino scoperti inimici, perché sempre, nelle avversita, aiuteranno ruinarlo.

Debbe, pertanto, uno che di ven ti principe mediante il fa vare del populo, mantenerselo amico; il che li fia facile, non do mandando lui se non di non essere opptesso. M a uno che, contra al populo, diventi principe con il favore de' gran di, debbe, innanzi a ogni altra cosa, cercare di guadagnarsi el populo;

El que llega al principado ••• son pocos. Maquiavelo acumula aqu( las ventajas de apoyarse en el pueblo, con una secreta ansiedad que procede ~e su vehemente deseo de convencer. Recurre a todo su repertorio de nexos coordinatit•os, poniendo a contribución hasta su rutinario lat(n cancilleresco (praeterea), para abrumar con el peso de sus razones. Y cuando se le escapa una velada amenaza (no conviene tener al pwiblo por enemigo, porque es numeroso), enseguida la corrige con la consideración que sigue.

Lo peor que puede esperar ••• espera que gane. El pueblo enemigo es menos peligroso, porque en general no acomete. La afirmación contradice lo anterior y está en directa oposición con el contenido del capitulo quinto. Se trata de una atenuación precaucional, que forma parte del dificil equilibrio que intenta mantener el autor entre la ciencia política, basada en el realismo, los intereses de Italia y del pueblo florentino, su conveniencia personal (no ser perseguido, recuperar d empleo),

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su autoridad. El que llega al principado con la ayuda de los grandes se mantiene con más dificultad que el que llega a él con la ayuda del pueblo, porque se encuentra príncipe con muchos alrededor, que se sienten sus iguales, y por eso no puede darles órdenes ni manejarlos a su modo. Pero el que llega a ser príncipe con el favor popular se en?uer:tra solo, y alrededor no tiene a ninguno o tiene a muy pocos que no es ten dtspuestos a obedec~r. Además de esto, no es posible satisfacer a los grandes honestamente y sm agraviar a alguien, pero al pueblo sí, porque la fin~lidad del P';'eblo es más honesta que la de los grandes, puesto que estos qmeren opnmtr Y aquel no ser oprimido. Por otra parte, un príncipe jamás puede asegurarse contr~ el pueblo enemigo, porque son demasiados; contra los grandes ;s postb!e asegurarse porque son pocos. Lo peor que puede esperar un pnnctpe por parte de un pueblo enemigo es ser abandonado por él, pero de los grandes, si son sus enemigos, debe temer no sólo que lo abandonen stno que vayan contra él, porque habiendo en ellos más visión y más astucia, tratan de ganar siempre tietnpo para salvarse, y buscan hacer méritos con ~1 que esperan que gane. Además el príncipe tiene que vivir siempre con el mtsmo pueblo, pero bien puede arreglárselas sin los mismo.s grandes, pu~s, puede hacerlos Y deshacerlos todos los días, y darles y qmtarles reputacton a su placer.

y para aclarar mejor esta parte, digo que es preciso considerar a los grandes de dos modos principalmente. O se comportan en ~u pro?eder de manera que se ligan en todo a tu suerte o no. Los que se l~gan, st no son rapaces deben ser considerados y amados; los que no se !tgan deben ser examin~dos de dos modos: o lo hacen por pusilanimidad y defecto natural de ánimo, y entonces tú debes servirte de ellos, máxime si son de ~uen consejo, porque en la prosperidad te honras haciéndolo y en la adver:tdad no tienes nada que temer de ellos. Pero cuando no se ltgan a tl con arttftCto y por causa de ambición, es señal de· que piensan tnás en .sí mismos qu~ en ti, y de ésos el príncipe debe guardarse, y temerles com? st fuese:' enemtgos descubiertos, porque siempre en la adverstdad ayudaran a arrumado.

su prepotente tendencia a la sinceridad, que necesita continuamente ser corregida por una prudencia a veces excesiva .. · l d "

La enu~eración no está terminada: un último argumento se presenta Y. se aip'ega a os e:_nas · Además el príncipe ... a su placer. E[ pueblo es el elemento contmuauvo de un Rms; la

aristocracia es hechura del prfncipe y depende de él, as( como el mism~ P:fncip~ nuevo, o se ~~R~ne con violencia, 0 es hechura del pueblo o de los nobles. Pero, ni el pnnc~~e, ;t'los nobles extstman sin el pueblo, cuyo destino se identifica con el de la ci~a4· La observacro~ t1ene un alcance mayor del que parece y va mucho más allá de la circunstancwhdad de este capztul~ ·

y para aclarar mejor .. arruinarlo. Este pasaje, agregado a todo lo _an.tenory P:esentado c?mo aclaración) parece dirigido a reforzar la desconfianza natural que el Pl}nczpe exp~nmenta hacl~br entorno, especialmente si se pone en relación con lo que dice en las .lmeas a~tenores ds la P~s~ e oposición solapada de los nobles, que, en caso de conflicto, ganan tiempo mientras hacen mentas

con el eventual vencedor.

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il che li fia facile, quando pigli la protezione sua. E perché gli uomini, quando hanno bet;e da chi credevano avcre male, si obligano piú al beneflcatore loro, dtventa el populo, subito, piústw benivolo che se si fussi condotto al principato con li favori suoi. E puosselo el príncipe guadagnarc m molti modi; li quali, perché variano secando el subietto, non se ne puo ciare certa regala, e pero si lasceranno indrieto. Concludero solo che a uno príncipe e necessario avere el populo amico;' ''altrimenti non ha, nelle avversita, remedio.

Nabide, príncipe delli Spartani, sostenne la obsidione di tutta Grecia e di. uno esercito r?mano vittoriosissimo, e difese contra a quelli la patria sua e ti suo stato; eh basto solo, sopravvenente il periculo, assicurarsi di pochi: che se cgli avessi avuto el populo inimico, questo non li bastava. E non sia akuno che repugni aquesta mia opinione con quello proverbio trito, che cht fonda 1l1 .su! pop:'lo, fonda in sul fango, perché quello e vero quando uno c.madmo pnvat,o vr fa su fondamento e dassi a intendere che il populo lo hbcn, quando e fusst oppresso da' nimici o da' magistrati (in questo caso si potrebbe trovare spesso ingannato, come a Rmna e' Gracchi e a Firenze messer Giorgio Scali); ma senda uno príncipe che vi fondi su, che possa comandare, e sta uomo di core né si sbigottisca nelle avversit8. e non manchi delle alu·e preparazioni, e tenga con lo animo e ordini suoi ~nimato lo universale, tnai si troverra ingannato da lui; e li parra avere fatti li suoi fondamenti buoni.

. Sogliono questi principati periclitare quando sano per salire dalla ordine ctvtle al! o assoluto. Perché questi principi, o comandan o per loro medesimi o per mezzo de' magistrati; nell'ultimo caso, e piú debo le epiú periculoso 1~ stare loro; perché gli stanno al tutto con la volunra di quelli cittadini che

. De~e por lo tant? ··· ~n la adversidad. Es, en todo el cap{ tu lo, el pasaje más ligado al interés mmedwto del autor-: mf/.wr para que el gobierno de ]ulián de' Médici adopte una lfnea de política popular, aun habiendo llegado al poder contra el pueblo.

Nabis1 .... no le hubiera bastado. Nabis gobernó tiránicamente Esparta durante trece años entre los Siglos ~I y III a.c., siguiendo un~ política violentamente antinobiliaria, con un program~ de reformas socwles que le granjeó el favor popular, Maquiavelo no dice que haya salido victorioso en su luc~a c~ntra los demá~ esta4os [,rriegos y contra Roma (pues fue derrotado y perdió el dominio s??re vanas m;Jades ~ometJdas hasta entonces al poder espartano) , sino que pudo sostener un largo s;tw Y conservo el gob1erno de Esparta, lo que no hubiera sido posible sin el apoyo del pueblo. Estas lmeas son not~bles por d?! razones: c~ns.tituyen ante todo uno de los poquísimos lugares en que se ~ab!a de Pat:w en relanon con el pnnczp_e (y esto ocurre porque Nabis, al defenderse, salvó la mdepende~cw de ~sp~rta); en s~gu~do lugar, menciona «Patria>> y «estado» distinguiendo claramente los dos termmos, lo que mdtca que en general, cuando el autor le recomienda al príncipe

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Debe por lo tanto uno que llega a ser príncipe mediante el favor del pueblo, mantener su amistad, lo cual es fácil, porque él no pide sino que no lo opriman. Pero quien en contra del pueblo llega a ser príncipe con el favor de los grandes debe ante todo tratar de ganarse al pueblo, lo cual le resultará fácil si elige protegerlo. Y como los hombres, cuando reciben bien de quien creían que iba a hacerles mal, se sienten más obligados a su benefactor, el pueblo se vuelve inmediatamente más benévolo hacia él que si hubiera llegado al principado con su favor; y el príncipe puede ganárselos de muchos modos, de los cuales no es posible dar regla segura porque varían según el sujeto y por eso los dejaré de lado. Concluyo solamente que para un príncipe es necesario tener al pueblo de amigo: de otro modo no tiene remedio en la adversidad.

N abis, príncipe de los espartanos, enfrentó el asedio de toda Grecia y de un ejército romano victoriosísimo y contra ellos defendió la patria y su estado; y cuando sobrevino el peligro le bastó sólo con asegurarse contra pocos, que si hubiera tenido al pueblo de enemigo no le hubiera bastado. Y que nadie responda a esta opinión mía con aquel manido proverbio de que quien se basa en el pueblo se apoya en el fango, porque eso es cierto cuando un ciudadano particular se apoya en él, y espera que el pueblo lo libre cuando es oprhnido por enemigos o por los magistrados. En este caso con frecuencia puede verse engañado, como en Roma los Gracos y en Florencia messer Jorge Scali. Pero cuando quien se apoya en el pueblo es un príncipe capaz de mandar y hombre de coraje, que no se asuste en la adversidad y no carezca de las otras preparaciones, y con su ánimo y sus órdenes tnantenga animada toda la sociedad, jamás se verá engañado por él, y encontrará haber hecho bien sus citnientos.

los medios necesarios para salvar el estado, se refiere sólo a su poder personal y no a la «polis», al país organizado, como se ha pretendido. . . . .

y que nadie responda: ... sus cimientos. Maquiavelo quiere prevemr toda posJble objeCJÓn. Y esto era tan fuerte, que, con otras palabras, la repetirá él mis.mo al fi.nal del ~apítulo, aun9~ allí ~e aluda a la gente en general, y no a la distinción entre pueblo y anstocracw. Aqw responde al VlCJO refran limitando su legitimidad a los casos en que quien confía imprudentemente en el favor popular sea un ciudadano privado. La limitación no parece justificada. Los ejemplos, como siempre, :o~ dos: uno, extraído de la historia antigua (los hermanos Gracos, tribunos romanos, promotores, en el stglo II a.,c. , de la reforma agraria, muertos violentamente, uno por los sicarios del senado, otro por un esc~v.o {¡el, que lo sustrajo así, a su pedido, a las hordas que lo andaban buscando), el otro, de los acontenmzen.tos florentinos del siglo anterior al del autor ( «messer» Giorgio Scali, uno~ los j~fes de la plebe ~or~n.una en d breve período de su triunfo, después del tumulto de los «Ciompl», qwen fue luego aJUSUctado en 1382, sin que el pueblo más humilde, que lo había encumbrado, lo defendiera).

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•,Y;. \

sono preposti a' magistrati: li !~~ali, massime ne' tempi avversi, li possono torre con facilita grande lo s(aro, o con farli co11tro o con non lo obedire. E el principe non e a tempo, ne' periculi, a ¡iigliare la autorita assoluta; perché li cittadini e. sudditi, che sogliono avere e' cotnandamenti da' magistrati, non sono, in quelli frangenti, per obedire a' suoi; e ara sempre, ne' te m pi dubii, penuria di chi lui si possa fidare. Perché simile principe non puo fondarsi sopra quello che vede ne' tempf quieti, quando e' cittadini hanno bisogno dello stato; perché aliara ognuno corre, ognuno promette, e ciascuno vuole mórire per lui, quando la morte e discosto; mane' tempi avversi, quando lo stato ha bisogno de' cittadini, allora se ne trova pochi. E tanto piú e questa esperienza periculosa, quando la non si puo fare se non una volta. E pero uno principe savio debba pensare uno modo per il quale li sua cittadini, sempre e in ogni qualita di tempo, abbino bisogno dello stato e di lui; e sempre poirli saranno fedeli.

'1'•'

Esos principados suelen ••• pueda fiarse. Empieza aquí la última parte del capítulo. Se tiene la impresión de que Maquiavelo quiere convencer a los Médici de que el suyo es, a pesar de todo, un principado civil, como el de Cosme el Viejo; les sugiere, en efecto, que no lo transformen en absoluto, adjetivo que aquí parece sinónimo de «tiránico», ultraautoritario, persecutorio, enemigo del pueblo. Genera confusión, sin embargo, la referencia a los magistrados, cuya coexistencia con el príncipe había tradicionalmente servido a dar una apariencia de legalidad a los estados que querían ser, según la expresión de Maquiavelo, «Principados civiles». Supongo que Maquiavelo prefería en ese momento que los Médici ejercieran el poder apoyándose directamente en el pueblo, y que no encumbraran en las magistraturas a nobles de su partido.

Porque un príncipe come ese ••• !fiempre fieles. ¿Cuándo el ciudadano necesita del estado y del príncipe? Cuando el príncipe se preocupa de los ciudadanos y el estado, si les quita la libertad, les da bienestar (la libertad ~había dicho en el capítulo v~ es lo primero para quien está acostumbrado a vivir libre; pero aquí estamos en el terreno del «mal menor»). El largo período con que se abre esta última parte es un pasaje de amarga comedia en dos momentos, animado y lleno de movimiento el primero (todos corren, todos prometen ..• ) , solitario y desolado el segundo. La consideración que sigue es irónicamente pesimista y casi feroz: es una experiencia que se puede h~cer sólo una vez, pues generalmente el príncipe pone, como apuesta en el juego, la vida. Todo lleva, entonces, a las líneas de conclusión: hay que apoyarse en el pueblo,

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Estos principados suelen derrumbarse cuando están por ascender del orden civil al absoluto, porque esos príncipes o mandan por sí tnistnos o por medio de magistrados. En este último caso, es más débil y más peligrosa su situación, porque dependeh totalmente de la voluntad de los ciudadanos que ocupan las magistraturas, los cuales, sobre todo en tiempos adversos, con gran facilidad pueden quitarles el estado, yendo en contra de ellos o no obedeciéndolos. Y el príncipe en los peligros no tiene tiempo de tomar la autoridad absoluta, porque los ciudadanos y súbditos, que suelen recibir órdenes de los magistrados, no van a obedecer las suyas en esas dificultades; y en los tiempos dudosos siempre tendrá escasez de personas de las que pueda fiarse. Porque un príncipe como ése no puede basarse en lo que ve en los tiempos tranquilos, cuando los ciudadanos tienen necesidad del estado, porque entonces todos corren, todos prometen y todos quieren tnorir por él, cuando la muerte está lejos; pero en los tiempos adversos, cuando el estado tiene necesidad de los ciudadanos, entonces encuentra pocos. Y tanto más es peligrosa esta experiencia cuanto no es posible hacerla tnás que una vez. Y por eso un príncipe sabio debe pensar un modo por el cual sus ciudadanos, siempre y en todo tiempo, tengan necesidad del estado y de él: y después serán siempre fieles.

Toda esta última parte es ambigua y amarga. Algo análogo a lo que dice ahora al príncipe, Maquiavelo lo había dicho, un año antes, a Pier Soderini, gonfalonero de la moribunda república (Discursos ••• , libro III, capítulo III y XXX), E inútilmente,

Terminada la lectura del capítulo, no podemos definir con seguridad el «Principado civil>> según Maquiavelo, ya que no basta la definición contenida en el título, que alude sólo a la adquisición del poder sin violencia. En la última parte, al contraponerlo al principado absoluto, parece atribuirle un carácter afín al de las monarquías constitucionales; pero entonces los magistrados tenían que ser inherentes a su naturaleza, y Maquiavelo aconseja al príncipe civil que prescinda de ellos, Quizás aquí «civil» quiera decir simplemente benévolo y abierto, humano, en contraposición con las dranías descritas en los demás capítulos, que sólo tienen en cuenta las exigencias implacables del poder. Maquiavelo debía considerar tal principado una excepción, en tiempos que tendían irresistiblemente h~c.ia el absolutismo, tanto que ni siquiera lo menciona en el esquema inicial. Para él, que había VWldo los últimos coletazos de las libertades municipales, que habían caracterizado, en Italia, la baja Edad Media, esta forma intermedia representa una posibilidad (en la que parece, sin embargo, no creer mucho) para-su Florencia, y por eso la incluye.

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X , . Quomodo omnium prindpatuum vtres perpendi debeant

. are le ualita di questi principati, un'altra Conviene avere, nello esamtr:- . ~ tanto st8.to che possa, bisognando, considerazione: cioe, se uno pnnctphe a necessit3. della defensione di

d . · ovvero se a sempre · per se me estmo reggerst; ¿· mne io iudico coloro poterst altri. E per chiarire meglro questa parte, reo e bundanzia di uomini, o di

d . . che possono, o per a reggere per se ~e . estmt, . . o e fare una giornata con qualunque danari, mcttere msreme uno eds.ercrtolrust er·e sempre necessita di al tri, che

. d ¡ . os·í iu tco co oro av . · 1i vtene a assa tare. e e l . . . ampagna tna seno necessttatt · contra a ntmtco tn e , . ~ d' non possono campante d ll N el primo caso sr e rscorso

. . d ¡¡ mura eguar are que e. ' . , d' rifuggrrsr rento a e ' l N l secando caso non sr puo rre l · d' 0 que! o ne occorre. e ·

e per o avventre trem 1. . . . fortificare e munire la tetra propna, altro, salvo che confortale ta r pnncrpE a alunque ara bene fortificata la sua e del paese non tcnere a cuno conl?· d~~ti si fia ma~eggiato come di sopra terra, e circa gli al~n ??vern,t con 1 su ran ris etto assaltatO; perché gl,i e detto e di sotto sr drr~, :a;dsllpre co~ ~ove si~egga difficulta, né si puo uomini sano sempre nrdmrcr e h ubl,~la sua terra gagliarda e non sia odrato ved ere facilita as saltan o uno e e a 1

dal populo. . . . h oco contado, eobediscano Le ciita di Alamagna sano lrbenssrme, anno p no né quello né altro

allo imperadore quando le voglionoh ~ lo no~~~ modo fortificate" che potente che le abbino intorno; perc e e s

Notas a! capítulo X . l !a problemática det capítulo anterior, Este capítulo contiene el desarroUo dl U;n caso ~~~e~[~r::cipe y el pueblo. Estas son muc~o~ás dedicado a la necesidad de buenas ,.e_ acwnes_ :n. o chico Era este ei caso de muchísimas o u . es necesarias cuando el estado elsbpequenh y be} e;:~~[to « señ~rfos ». Su príncipe era muchas vec:s Je1e italianas que, de municipiOs t _r~s, se a ~an , oderosos (es el caso de Ofi~er~tto, senor e de bandas mercenarias al servtcw de «senores_» mas_p. ado en la trampa de Semgalta). _Per~ au!1 Fermo uno de los satélites infieles del Valenttf~o_, ehmt~ queño ejército se reclutaba en eL terntono cuand~ fas señores no hacían de la guerra un o rcw y su n~rasus vecinos o la necesidad de defenderse de su ciwlad~estado, la hostiridadde cada uno ~e eU~s ca., generaban continuos conf!ictos. Por eso contra los señorios más poderosos en proceso epexp~anss!YO~o mercenarias era primordial, dedica un

l la defensa con armas ro l ¡ bl Maquiavelo' para e que 'l' d las relaciones entre e[ príncipe y e pue o. capítulo entero al aspecto mt ¡tar e

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X De qué modo debe medirse la fuerza de todos los principados

Al examinar las cualidades de estos principados conviene tener presente otra consideración: que es ~i 1111 príncipe ti~net~n,to ~st¡,~? 'lu.~ p~eda,,en

,,¡¡a$ o 4t.!!!'.\~.s.id~~·.sostenersej)órsflíiismd;•obleir slsiempre tiene necesidad "'fl<O'la defensa de'llrr6S: Y para aclarar mejor esta parte digo, que juzgo que

pueden sostenerse por sí mismos los que pueden, por abundancia de hombres o de dinero, reunir un ejército adecuado y dar batalla campal a cualquiera que vaya a atacarlos; y del mismo modo juzgo que tienen siempre necesidad de otros los que no pueden enfrentarse al enemigo en el campo, sino que tienen que refugiarsae dentro de los muros y defender estos. Del · primer caso ya se ha dicho, y en adelante diremos lo que haga falta. Del segundo caso no se puede decir más que exhortar a tales príncipes a que fortifiquen y armen su ciudad y no se preocupen del campo. Cualquiera que tenga su ciudad bien fortificada y en los demás aspectos con sus súbditos se haya gobernado como se ha dicho más arriba y se dirá más abajo, siempre será atacado con gran respeto, porque los hombres son siempre enetnigos de las empresas donde se ve mucha dificultad, y no se puede ver facilidad en atacar a uno que tenga su ciudad gallarda y no sea odiado por el pueblo.

Las ciudades de Alemania son libérrimas, tienen poco territorio alrede­dor y obedecen al emperador cuando quieren, y no temen a él ni a ningún otro poderoso que tengan alrededor, porque están fortificadas de manera

Las ciudades de Alemania son libérrimas ... Desde el punto de vista psicológico, es interesante la exaltación que Maquiavelo realiza en este capítulo de las ciudades libres de Alemania, que conoció directamente sólo en zonas periféricas (Suiza y Tirol, Trentino), en ocasión de su misión ante el emperador Maximiliano por encargo del gobierno florentino en tiempos de la república y constituían para él el modelo ideal de estado: independientes, democrdticas, autosuficientes y ricas en su sobriedad. Especialmente apreciaba las ciudades suizas, cuya libertad ,dice.- quedaba asegurada por la igualdad entre los ciudadanos, por la ausencia de una nobleza. Es esta para él la libertad verdadera, la «libre libertad» (Rapporto delle cose della Magna, en apéndice a El Príncipe, Ed. Lemonnier, Firenze, 1896, p. 161). No se trata de la igualdad económica, de la que llamaríamos hoy <<justicia social», sino de la igualdad de dignidad, derechos y deberes, la que fue bandera del Tercer Estado en vísperas de la revolución francesa.

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ciascuno pensa la espugnazione di esse dovere essere tediosa e ~i~fici~e. · Perché tutte hanno fossi e mura conveniente; hqo,;p.o artiglieria a sufftctenzta; tengo no sempre nelle cano ve publiche da bere e da mangiare e da ardere per uno anno; e oltre aquesto, perpotere ten ere la plebe pasciuta e sanza perdtta del pubblico, hanno sempre in comune, per uno anno,. da potere dar~ l?ro da lavorare in quelli esercizii che siena il nerv<;t e la vtta dt qudla Cltta, ~ del! e industrie de' quali la plebe pasea. Tengo no ancora gli eserctzu mtlttan in reputazione, e sopra questo hanno molti ordini a ma~tene~li . .

Uno principe, adunque, che abbi una cittaforte e nonst facct ~citare, non puü essere assaltato· e se pure fussi chi lo assaltassi, se ne parttrebbe con vergogna; perché le ~ose dd mondo son o sí varie, ~he egli e quasi impossibil~ che uno potessi con gli eserciti stare uno anno oztoso a campeggtarlo: E cht replicasse: se il populo ara le sua possessioni fuora, e illungo assedto ~ la carita propria lifara sdimenticare d principe, re~p~ndo, che uno ~nnctp~ potente e animoso superera sempre tutte quelle dtfftculta, da~do a s~ddttt ora speranza che d mal e non fia lut;go, ora timoredella cr~delta del mmt~~, ora assicurandosi con destrezza dt quellt che glt paressmo troppo ardlt!. Oltre aquesto, el nimico, ragionevolmente, debba arde re e ru~nare el paese in sulla sua giunta, ene' tempi quando gli animt deglt uommt sano ancora caldi e volonterosi alla difesa; e pero tanto meno el principe debbe du~ttare: perché, dopo qualche giorno,. che li anhni s?no raffreddi, sono dt gm f~tn e' danni sano ricevuti e' mah, e non vt e ptu remedto: e allora tanto pm st vengan~ ad unire con il loro principe, parendo eh~ lui abbia, ~on loro, obligo, senda loro sute arse le case, ruin~ te le .posses~t~.nt, pe~ la dtfesa sua. E la natura degli uomini e, cosí obligarst per lt beneftzu che Sl fa~no,. c?':'e per quelli che si ricevano. Onde, se si consideró bene tutto, non fta dtfftcÜe a uno principe prudente tenere prima e poi fermi gli animi.de' sua ~tttadtnt nella obsidione, quando non li manchi da vivere né da dtfenderst.

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que todos piensan que expugnarlas debe ser tedioso y difícil. Porque todas tienen fosos y tnurallas convenientes, tienen artillerías suficientes, tienen siempre en los almacenes públicos comida, bebida y leña para un año y además de eso, para poder tener siempre a la plebe satisfecha sin pérdida de los bienes públicos, tienen siempre en común lo necesario para poder darle trabajo en los ejercicios que son el nervio y la vida de la ciudad y de las industrias de las que la plebe se alimenta. Consideran, además, importantes ~los ejercicios militares, y sobre esto tienen muchas ordenanzas para tnantenerlos.

\,Ji;);Pt,Íf'S(Ped?\)~s,,ql,l(Oteqgauna ci\)dadfu~rte y no se haga odiar,nd py¡¡,qe'ser atacado, y si de todos móclos hay alguien que lo ataque, se irá éon y~~güenza, porque las cosas del mundo son tan variadas que es imposible que alguien pueda estar con su ejército un año ocioso asediándolo: Y si alguien replicase: si el pueblo tiene sus posesiones afuera y las ve arder no lo soportará, y el largo asedio y el interés personal les harán olvidar al príncipe, respondo que un príncipe poderoso y animoso superará sie1npre todas esas dificultades, infundiendo a sus súbditos ya la esperanza de que el mal no sea largo, ya el temor a la crueldad del enemigo, y asegurándose con destreza contra los que parezcan demasiado atrevidos. Además de esto el enemigo, razonablemente, debe quemar y arruinar las campiñas al llegar, en el momento en que los ánimos de los hombres todavía están vueltos con calor y voluntad a la defensa; y por eso tanto menos debe temer el príncipe, porque pasados los días, cuando los ánimos se enfrían, los males ya están hechos, los daños recibidos y ya no hay remedio; y entonces tanto más vienen a unirse con su príncipe, por parecerles que él está obligado con ellos, puesto que les han quemado las casas y arruinado las posesiones por la defensa de él. Y la naturaleza de los hombres es obligarse tanto por los beneficios que se hacen como por los que se reciben. Por lo cual, si se considera bien todo, no será difícil para un príncipe prudente tener antes y después filmes los ánimos de sus ciudadanos en el asedio, siempre que no les falte con qué vivir y con qué defenderse.

Aquí, sin embargo, las comunidades alemanaS están citadas como ejemplo de eficiencia en la autodefensa. El aspecto político de esa superioridad (la libertad interna) ~que en el infonne sobre las cosas de Alemania resaltaba tanto~ aquí está sobreentendido, pues no es el que interesa al príncipe, y sólo se menciona la potencia que las hace independientes frente al emPerador.

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XI De principatibus ecclesia~ticis

Restad solamente, al presente, a ragionare de' principati ecclesiastici; circa quali tutte le difflculta sano a van ti che si possegghino; perché si acquistano o per virtú o per fortuna, e sanza l'una e l'altra si mantengano; perché sono sustentati dagli ordini antiquati nella religione, quali sano suti tanto poten ti e di qualita che tengo no e' loro principi in stato, in qualunque modo si procedino e vi vino. Costara soli hanno stati, e non li defendano, sudditi, e non li governano: e li stati, per essere indifesi, non sano loro tolti; e li sudditi, per non essere governati, non se ne curano, né pensano né possono alienarsi da loro. Solo, adunque, questi principati sano slcuri e felici. Ma senda quelli retti da cagioni superiori, alle qu<Ili mente umana non aggiugne, lascero il parlarne; perché, senda esaltati e mantenuti da Dio, sarebbe offizio di uomo prosuntuoso e temerario discorrerne. Nondimanco, se alcuno mi ricercassi donde viene che la Chiesa, nel temporale, sia venuta a tanta grandezza, con ciO sia che, da Alessandro indrieto, e' potentati italiani, e non sol u m quelH che si chiamavono e' potentati, roa ogni barone e signo re, benché minimo, quanto al temporale, la estimava poco, e ora uno re di Francia ne trema, e lo ha possuto cavare di Italia e ruinare e' Viniziani; la qual cosa, ancora che sia nota, non mi pare superfluo ridurla in buona parte

alla memoria.

N atas a[ capítulo XI Ahora sólo nos falta ••. discurrir sobre ellos. En cuanto aparece el tema religioso, o, mejor

dicho, eclesiástico, el tono de Maqufavelo cambia. Sin que se pueda definir o decir dónde empieza y dónde termina, aparece cierta ironía socarrona, que no modifica en nada el martiHeo de la estructura dua[, sino que la acentúa.

La figura retórica de la preterición (decir que no se dice lo que se dice) está aquí usada sutilmente con finalidad irónica. Con el mismo tono alude el autor a Moisés en el capítulo VI, como vimos, aunque, en ese caso, la ironía no alcanzaba al personaje en sí mismo, exaltado a la par de los demás, sino sólo al halo religioso que acompaña su nombre. Aquí la ironía cala hondo y el procedimiento dilemático, característico de Maquiavelo, se usa para superar, paradojalmente, los dilemas más graves a los que se enfrenta el príncipe nuevo y de los que el príncipe eclesiástico no tiene que preocuparse: Dios le soluciona todos los problemas.

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XI De los principados eclesiásticos

Ahora sólo nos falta hablar de los r' . d l . , . cuales todas las dificultades existenp l~Cl~a os ec lstastlcos, respecto a los por la virtud o por la suerte y st'n l an esl e poseer os: porque se adquieren

. ' aunant aotrasema t' . .. sostentdos por los ordenamientos anti uos de 1, 1' . ~ tenen, porque estan, tan poderosos y de tal calidad qu g . " a re tglDn, los cuales han sido

l . , e mantte~n a sus prín · d

cua qmera que sea su modo de proceder d . . S 'l ctpes .en ese esta o y no los defienden, tienen súbditos y no~ e Vlblr. o o ellos ttenen estados defienden no les son quitados y l ?bsdgo lernan; y os estados que no . . , os su 1tos que no g b mqmetan, ni piensan ni pueden al· d ll o lernan no se . . d 1enarse e e os Así pu · 'l pnnopa ossonsegurosyfelices Pero ,·e d 'd . es, so o estos

t. h · s n oregt os por causa. ·

.. a mente umana no alcanza, dejaré de lado el hablar de ell supeno:, que ellos exaltados y mantenidos por Dt'os , f' . d h obs porque, stendo . · l d , sena o teto e om re p y ten;erano e iscurrir sobre ellos. Sin etnbar . l . resuntuoso de donde viene que la Iglesia hay ll d ro, Sl a gmen me preguntase -siendo que antes de Ale)· andro al ega o en do te;npl?ral a tanta grandeza

'd os potenta os tta mnos y n 'l l reconoct os poderosos sino cualqut'er b .. - ' o so o os l

, aran o senor por mí · f atentan en poco en cuanto a lo te m 1 h ' d ntmo que u ese,

y fue capaz de sacarlo de 1 talia y de a~:~~~~: l~sr~~~::i~n~;rancia le teme, superfluo reconducir todo ello en buena parte a la m . -,no me parece cosa sabida. emana, pese a que es

Sin embargo, si alguien ... cosa sabida. Se , M . l . . a las luchas entre las grandes familias n bl d,~n aqwave~, lapotencwdelpapado, ligada pontificio el papa Borgia Alejandro VI q o. es h· ama, era cast nula, hasta que llegó al trono de él, Julio II pudo arr~inar a¡ . , U:tense ¡zorespetary temer; como consecuencia, después península (alude aquí a los hecho;s ~~~~~~~os) _hacer. temblar{~ reyd de Francia Y echarlo de la Venecia, promovida por el pontífice l : mas reczentes: a ¡ga e Cambrai de 1508 contra mismo papa y que llevó, daño ante;d'r : l~~~~~;~~~i~~ ~~ ~~tra.los fra1ncbeses1, reunida por el punto de partida de la ruina de la potencia f . rtnctpe, a a ata la de Ravenna, concepto se desarrolla y se estudia a los d ran~esa er; Italza). ~.n la segunda parte del capítulo, este considerándolos en su calidad de prínci;: ~as¡ suceswos pontiJ ¡ces en su aspecto temporal, es decir

Desdeahorasepuedeobservarquel · ¡·J d' , por el poder resalta objetivamente de [~n~o¡a ¡ . ~ mtnndec~e ia vida política basada en la lucha exa taCJon que, es e punto de vista de esta última,

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Avanti che Cario re di Francia passassi in Italia, era questa provincia sotto !'imperio del papa, Viniziani, re diNapoli,sjucadi Milano e Fiorentini. Questi potentati avevano ad avere dua cure 'j)rincipali: !'una, che uno forestiero non intrassi in Italia con le armi; l'altra, che veruno di loro occupassi piú stato. Quelli a chi si aveva piú cura crano Papa e Viniziani. E a tenere indietro e' Viniziani, bisognava la ~,Qione di tutti gli al tri, cotne fu nella difesa di Ferrara; e a tenere basso el Papa, si servivano de' baroni di Roma; li quali, senda divisi in due fazioni, Orsini e Colonnesi, sempre vi era cagione di scandolo fra loro; e stando con le arme in mano in su gli occhi al pontefice, tenevano il pontificato debole e infermo. E benché sorgessi qualche volta uno papa animoso, come fu Sisto, tamen la fortuna o il sapere non lo possé mai disobligare da queste incommodita. E la brevitil della vita loro ne era cagione; perché in dieci anni che, ragguagliato, vive va uno papa, a fatica che potessi sbassare una delle fazioni; e se, verbigrazia, l'uno aveva quasi spenti e' Colonnesi, surgeva uno altro inhnico agli Orsini, che li faceva resurgere, e gli Orsini non era a tempo a spegnere.

Questo faceva che le forze temporali del papa erano poco stimate in Italia. Surse di poiAlessandro VI, il qua! e, di tutti e' pontefici che sano stati mai, mostro quanto uno papa, e con il danaio e con le forze, si posseva prevalere; e fece 1 con lo instrumento del duca Valentino e con la occasione della passata de' Franzesi, tutte quelle cose che io discorro di sopra nelle azioni del duca. E benché lo intento suo non fussi fare grande la Chiesa, ma

Maquiavelo realiza de la eficacia de los métodos de Alejandro VI, el papa de cuya muerte, en el primer Decenal, habla en estos términos:

Mentre che la Tremoglia ne veniva e che fra il Papa e Francia umor asco so e collera maligna ribolliva,

maló Valenza, e per aver riposo portato fu tra l' anime beate lo spirto d' Alessandro glorioso:

del qual seguiron le sante pedate tre sue familiari e care ancelle, lussuria, simonia e crudeltate. (vv. 439-447)

(«En tanto que Trémouilles se acertaba/ y entre Francia y el Papado el malhumor/ y una ira maligna fermentaba, /enfermó el Valentín, y a su reposo/ entre los elegidos fue llevado /de Alejandro el espíritu glorioso; / sus santas huellas a la vez seguían / sus tres siempre queridas compañeras, /lujuria, crueldad y simonía., Tremoglia (T rémouilles) es el jefe del ejército francés enviado en auxilio de las tropas sitiadas en Gaeta por los españoles, que se habían adueñado del Reino de Nápoles, antes en alianza y luego en rivalidad con la Francia de Luis XII).

Este es el papa que, según Maquiavelo, fundó la potencia política del papado en el Renacimiento, después del largo paréntesis que se abrió en tiempos de Dante, con la humillación y la muerte de Bonifacio VIII.

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qtle Carlos, rey de Francia, viniera a Italia, es.taba.esta provincia' eLiwperi'.o. del papa, los venecianos,,el rey de Nápoles,·el duque de

""~(f'·"."P'· Esos pote!).tados debían tener dos cuidados princi-- ·' !H'l!,•·\.1·'1!¡ "·"'llw"ext~anjero entrase en Italia con tropas; el otro 1 que·--''

e lilas oc:Uf>asernás estado. Aquellos a quienes más se temía eran y _los venecianos. Y para mantener frenados a los veneci"anos hacía unión de todos los demás, como ocurrió en la defensa de Ferrara; y

para tener a raya al papa se servían de los barones de Roma, los cuales por estar divididos en dos facciones, la de los Orsini y la de los Colonna, siempre tenían motivo de escándalo entre ellos 1 y estando siempre con las armas en la mano ante los ojos del pontífice mantenían al pontificado débil e inseguro. Y si bien de vez en cuando surgía un papa animoso 1 como fue Sixto 1

sin embargo ni la suerte ni el saber pudieron nunca liberarlo de esas incomodidades. Y la causa era la brevedad de la vida de ellos, porque en diez años que, en promedio, vivía un papa, con dificultad podía rebajar a una de las facciones; y si, por ejemplo, uno había casi extinguido a los Colonna, surgía otro enemigo de los Orsini que los hacía resurgir, y no tenía tiempo de extinguir a los Orsini. Esto hacía que las fuerzas temporales del papa fueran tenidas en poco en Italia. Surgió después Alejandro VI que, de todos los pontífices que han existido jamás, mostró hasta dónde podía prevalecer un papa, con el dinero y con la fuerza, e hizo, con el instrumento del duque Valentino y con la ocasión de la venida de los franceses, todas las cosas que

Antes que Carlos, rey de Francia ... entre los barones. En la segunda parte del capftulo, Maquiavelo retrocede al período inmediatamente anterior al pontificado de Alejandro VI, para referirse más en detalle a los dos decenios en que los dos papas mencionados se habían destacado en lo que a él más le importaba estudiar: la lucha por el poder. El período que considera corresponde al de su propio secretariado y al tema de los dos Decenales, que son algo así como una crónica en versos, Se abre, como el primer Decenal, con la expedición de Carlos VIII, rey de Francia, a Italia para conquistar el Reino de Nápoles ( 1494). Para hacer resaltar el cambio producido por la acción de Alejandro VI, ele&,rido dos años antes, describe engeneralla situación anterior: enumera las cinco mayores potencias de la península y alude con ejemplos a las guerras y a las intrigas ocasionadas por la avidez de dominio, especialmente de los venecianos y del papa. La política del momento, inaugurada por Lorenzo el Magnífico, era la del equilibrio de las fuerzas.

Del relato mismo se desprende la diferencia entre los estados pontificios (principado eclesiástico) Y las demás potencias. Contra Venecia, que quería arrebatar Ferrara a los marqueses de Este, el papa ( 1482) tuvo que coaligar todos los demás estados; contra el papa no se hacen ligas: la lucha es más sorda y se desarrolla en el cónclave, en el momento de la elección, o, antes y después, por las calles de Roma, a través de los conflictos entre las familias nobles, encabezadas por los Orsini Y los Colonna. La mención de Sixto IV ( 1471 ~84), cuyo papado es anterior a la expedición de Carlos VIII, se debe a la necesidad de responder a una posible objeción: Sixto fue un papa enérgico, pero no pudo fortalecer polfticamente a la iglesia; Alejandro pudo, con los medios que todos conocen.

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il duca, nondimeno cio che fece torno a grandezza della Chiesa; la quale, dopo la sua morte, spento il duca, fu erede d.('lle su e fatiche. V enne di poi papa Iulio; e trovo la Chiesa grande, avend~ tutta la Romagna e senda spenti e' baroni di Roma e, per le battiture di Alessandro, annullate quelle fazioni; e trovo ancora la via aperta al modo dello accumulare danari, non mai piú usitato da Alessandro indrieto. Le quali cose Iulio non solum

. "~

seguito, ma accrebbe; e penso a guadagnarsi Bologna e spegnere e' Viniziani e a cacciare e' Franzesi di Italia: e tutte queste imprese li riuscirono; e con tanta piú sua laude, quanto fece ogni cosa per accrescere la Chiesa e non alcuno privato. Mantenne ancora le parti Orsine e Colonnese in quelli termini che le trovo; e benché tra loro fussi qualche capo da fare alterazione, tamen dua cose li ha tenuti fermi: !'una, la grandezza della Chiesa, che gli sbigottisce; l'altra, el.non avere loro cardinali, e' quali sono origine de' tumulti infra loro. Né mai staranno quiete queste parti, qualunque volta abbino cardinali, perché questi nutriscono, in Roma e fuora, le parti, e quelli baroni sano forza ti a defenderle: e cosí dalla ambizione de' prelati nascono le discordie e li tumulti infra e' baroni. Ha trovara, adunque, la Santita di papa Leone questo pontificara potentissimo; il quale si spera, se quelli lo feciono grande con le arme, questo, con la bonta e infinite altre sue virtú, lo fara grandissimo e venerando.

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más arriba discurrí al hablar de las acciones del duque. Y si bien su intención no era engrandecer la Iglesia sino al duque, sin embargo lo que hizo dio como resultado la grandeza de la Iglesia, la cual después de su muerte, acabado el duque, fue la heredera de sus esfuerzos. Vino después el papa Julio, y encontró la Iglesia grande, pues tenía toda la Romaña y estaban acabados [os barones de Roma, y anuladas sus facciones por los golpes que Alejandro les había asestado, y halló además abierto el camino al modo de acumular dinero, nunca usado antes de Alejandro. Y estas cosas Julio no sólo las continuó sino que las aumentó, y pensó en ganar Bolonia, liquidar a los venecianos y expulsar a los franceses de Italia y todas esas empresas le resultaron, y contanto y:~sy:~;ito s~y~ ?uanto todo lo hizo para engran- ;

Al\'cll~r a la Iglesia y no a ningún partiéulai:: :Mantuvo además los partidos de -~lOS Orsini y los Colonna en los mismos términos en que los encontró, y si bien había entre ellos algún jefe capaz de causar alteración, dos cosas los

(

mantuvieron quietos: una, la grandeza de la Iglesia que los atemoriza; otra el no tener cardenales, los cuales son origen de tumultos entre ellos. Jamás estarán quietos esos partidos mientras tengan cardenales, porque estos !alimentan, en Roma y fuera de ella, los partidos, y los barones están \obligados a defenderlos, y así de la ambición de los prelados nacen las (discordias y los tumultos entre los barones. Halló pues la santidad de papa León este pontificado poderosíshno, y se espera que si aquellos con sus armas lo hicieron grande, este con la bondad e infinitas otras virtudes suyas lo hará grandísimo y venerable.

Halló pues la santidad de papa León •.. venerable. Después de semejante preparación, la exaltación de la «bondad» de Juan de' Médici recién llegado al trono papal puede parecer incongruente o irónica, y no es ni lo uno ni lo otro, El papa era en ese momento el dueño de los destinos de Florencia; y lo que Florencia (no el papado) más necesitaba después de tanta tempestad era que los vencedores fueran buenos. A pesar de todo su tecnicismo, en esta fórmula casi obligatoria de adulación cortesana, Maquiavelo se deja llevar por su «caridad de patria» , que coincide, por otra parte, con su vehemente deseo de recuperar su puesto,

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XII Quot sint genera militiaé'et de mercenaribus militibus

A vendo discorso particularmente tutte le qualita di quelli principati de' quali nel principio proposi di ragionare, e considerara, in qualche parte, le cagioni del bene e del male essere loro, e rríostro e' madi con li quali molti hanno cerco di acquistarli e tenerli, mi resta ora a discorrere generalmente le offese e difese che in ciascuno de' prenominati possono accadere. Noi abbiamo detto di sopra come a uno príncipe e necessario avere e' sua fondamenti buoni; altrimenti, di necessita conviene che ruini. E' principali fondamenti che abbino tutti li stati, cosí nuovi come vecchi o misti, sano le buone legge e le buone arme: e, perché non puo essere buone legge dove non sano buone anne, e dove sano buone arme conviene si e no buone legge, io lascero indrieto el ragionare delle legge e parlero delle arme.

Dico, adunque, che !'arme con le quali uno principe defende il suo stato, o le sano proprie o le sano mercenarie, o ausiliarie, o miste. Le tnercenarie e ausiliarie sano inutile e periculose: e se uno tiene lo stato suo fondato in sulle arme mercenarie, non stara mai fermo né sicuro; perché le sano disunite, ambiziose, sanza disciplina, infedele; gagliarde fra gli amici; fra e' nimici, vil e; non timare di Dio, non fede con gli umnini; e tanto si differisce la ruinaquanto si differisce lo assalto; e nella pace se' spogliato da loro, nella guerra da' nimici. La cagione di questo e che le non hanno altro amare né altra cagione che le tenga in campo, che uno poco di stipendio; il qua le non e sufficiente a fare che voglino morire per te. Vogliono bene esser tuoi soldati mentre che tu non fai guerra; ma come la guerra viene, o fuggirsi o andarsene. La qua! cosa doverrei durare poca fati ca a persuadere, perché ora la ruina di Italia non e causara da altro che per essere in spazio di molti anni

Notas al capítulo XII · Con el capítulo XI se cierra la primera parte de El Príncipe, como el mismo autor deja entender

en las primeras líneas de este, cuando dice que considera terminada allí la tarea programada en forma escueta y orgánica al principio del libro. Se inicia ahora un intermezzo de tres capítulos, en los cuales Maquiavelo desarrolla sus ideas en cuanto al aspecto militar de la_ historia, en la antigüedad y en sus tiempos.

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XII Sobre los géneros de la milicia y sobre los soldados mercenarios

Habiendo examinado particularmente todas las cualidades de aquellos principados que en el principio me propuse tratar, y considerado en alguna medida las causas de su bienestar o malestar y mostrado los modos con que muchos han tratado de adquirirlos y conservarlos, me resta ahora discurrir en general los ofensas y las defensas que en cada uno de los mencionados pueden acontecer. Hemos dicho más arriba que es necesario para el príncipe tener buenos cimientos, pues de otro modo es probable que caiga. Las principales bases que tienen todos los estados, tanto los nuevos como los viejos o los mixtos, son las buenas leyes y las buenas armas. Y como no es J:l.Q.sible que haya buenas leyes donde no hay buenas armas, ·y donde hay buenas armas es probable que haya buenas leyes, dejaré de lado el hablar de 1;;s leyes y hablaré de las armas. · ·-··oigo pues que las armas con que un príncipe defiende su estado son o propias o son mercenarias, o auxiliares, o mixtas. Las mercenarias y auxi.­liares son peligrosas, y si alguno tiene su estado apoyado en armas merce­narias nO estará jamás firme ni seguro, porque son desunidas, ambiciosas, indisciplinadas y desleales, animosas entre los amigos y entre los enemigos cobardes, sin temor de Dios ni palabra con los hombres; la ruina de él demorará tanto como demore el ataque, y en la paz despojan ellos y en la guerra los enemigos. La causa de esto es que no tienen otro amor ni otra causa que las tenga guerreando que un pequeño salario, lo cual no es suficiente para hacer que quieran morir por ti. Bien quieren ser soldados tuyos mientras tú no estás en guerra, pero en cuanto llega la guerra lo que quieren es huir o irse. Lo cual debería yo p~der demostrar con poco esfuerzo,

Digo pttes que las armas ••• o mixtas. Se trata, como siempre en Maquiavelo, de un dilema, y no de la enumeración de cuatro posibilidades; por esto se repite el verbo después de «armas propias». La gran diferencia se establece entre los combatientes del lugar y los ejércitos mercenarios o aliados, que no defienden su tierra y son por lo tanto indiferentes. En primer término, el aÜtor considera las compañ(as mercenarias, y de estas se hablará en el resto del capítulo.

Las mercenarias y auxiliares ••• armada con armas externas. Es la parte más hermosa del capítulo. Mirando el problema en la pequeña escala de la ciudad.-estado italiana, Maquiavelo hace

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riposatasi in sulle arme mercenarie. Le quali feciono gia per alcuno qualche progresso, e parevano gagliarde infra loro; ma, come venne el forestiero, le mostrorono quello che elle erano; onde che a 'cario re di Francia fu licito pigliare la Italia col gesso. E chi diceva come e' n'erano cagione e' peccati nostri, diceva il vera; ma non erano gi3. quelli che credeva, ma questi che io ho narrati: e perché elli erano peccati de' ptincipi, ne hanno patito la pena ancora loro. ~

lo voglio dimostrare meglio la infelicita di queste arme. E' capitani mercenarii, o e' sano uomini nelle anni eccellenti, o no: se sono, non te ne puoi fidare, perché sempre aspireranno alla grandezza propria, o con lo opprimere te che li se' patrone, o con lo opprimere <tltri fuora dell<t tua intenzione; ma, se non e il capitana virtuoso, e' ti rovina per l'ordinario. E se si responde che qualunque ara le arme in mano fara questo, o mercenario o no, replicherei come le arme hanno ad essere opera te o da uno principe o da una republica: el principe debbe anclare in persona, a fare lui l'offizio del capitana; la republica ha a mandare sua cittadini; e quando ne manda uno che non riesca valen te uomo, debbe ca1nbiarlo; e quando -sia, tenerlo con le leggi, che non passi el segno. E per esperienzia si vede a' principi soli e republiche armate fare progressi grandissimi, e alle arme mercenarie non fare mai se non danno; e con piú difficulta viene alla obedienzia di uno suo cittadino una republica armata di arme proprie, che una armata di armi es terne.

Stettono Roma e Sparta molti secoli armate e libere. E' Svizzeri sono armatissimi e liberissimi. Delle armi mercenarie antiche in exemplis sono e' Cartaginesi; li quali furono per essere oppressi da' loro soldati mercenarii, finita la prima guerra con li Romani, ancora che e' Cartaginesi avessino, per capi, loro proprii cittadini. Filippo Macedone fu fatto da' Tebani, dopo la morte di Epaminonda, capitana delle loro genti; e tolse loro, dopo la vittoria, la liberta. E' Milanesi, morto il duca Filippo, soldorono Francesco Sforza contra a' Viniziani; il quale, superati gli inünici a Caravaggio, si

una defensa apasionada de su tesis, favorable a un ejército local, formado por los ciudadanos armados, Y contraria a las milicias mercenarias y de potencias aliadas. Por un lado recuerda sin duda a Petrarc~, quien, en su Canción a Italia, había tenido acentos similares a propósito de los mercenarws que se burlaban de la muerte y la evitaban levantando el dedo en señal de rendición ~er.o ~ucho más evoca la historia vivida, con el lenguaje alusivo que establece una relación de viva~ mtlmulad.con el lector contemporáneo. Nos dice, por ejemplo que, gracias a ser defendida sólo por mercenanos, Italia era tan débil, que Carlos, rey de Francia, la había conquistado con la tiza. La frase era de Alejandro VI, se había popularizado y se refería a la expedición napolitana de Carlos VIII en 1494, que no había encontrado en un primer momento ninguna oposición, Sólo había costado el trabajo ~dice jocosamente e[ papa y repite Maquiavelo~ de marcar con tiza de antemano los alojamientos de la oficialidad a lo largo de la marcha. La oposición vino después y el rey tuvo que abrirse camino, al regreso, con la batalla de Fornovo, pero mientras tanto se había demOstrado que I t~lia, dividida y ~dice Maquiavelo~ sin ejércitos propios, era presa fácil ele cualquier potencia extranJera. La mente lúcida del florentino preveía la ruina. Y, en efecto, unos treinta años después

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porque la ruina actual de Italia no procede de otra cosa que de haber descansado muchos años en las armas mercenarias. Las cuales antaño hicieron algún progreso para alguien, y entre ellas parecían gallardas, pero cuando vino el extranjero mostraron lo que eran. Por eso pudo Carlos, rey de Francia tomar Italia con la tiza, y quien decía que la causa de ello eran nuestros pecados decía la verdad, aunque no eran los que él creía sino estos que yo he descrito; y como eran pecados de príncipes, ellos también han sufrido la pena.

Yo quiero demostrar mejor la infelicidad de esas armas. Los capitanes mercenarios, o son hombres excelentes o no: si lo son, no puedes confiar en ellos porque siempre aspirarán a la grandeza propia, ya sea oprimiéndote a ti que eres su patrón u oprimiendo a otros fuera de tu intención; pero si no es virtuoso por lo ordinario te arruina. Y si se responde que cualquiera que tenga armas en la mano hará eso,. sea mercenario o no, respondería que las armas deben ser empleadas o por un príncipe o por una república. El príncipe debe ir él en persona, y hacer él el oficio de capitán; la república debe enviar a sus ciudadanos, y cuando envía a uno que no resulte hombre valiente debe cambiarlo, y cuando lo sea frenarlo con las leyes para que no se pase de la raya. Y por experiencia se ve que sólo los príncipes y las repúblicas armados hacen progresos grandísimos, y las armas mercenarias no hacen más que daño. Y es más difícil que llegue a tener que obedecer a uno de sus ciudadanos una república armada con armas propias que una armada con armas externas.

Roma y Esparta vivieron muchos años armadas y libres. Los suizos están armadísimos y son libérrimos. De las armas mercenarias antiguas son ejemplo los cartagineses, quienes estuvieron a punto de ser oprimidos por sus propios soldados mercenarios al término de la primera guerra con los romanos, a pesar de que los cartagineses tenían por jefes a ciudadanos suyos. Filipo de Macedonia fue hecho por los tebanos capitán de sus tropas, después de la muerte de Epaminondas, y después de la victoria les quitó la

de su muerte, gran parte de la península caía en las manos de España. Pero, en 1513, cuando Maquiavelo escribe El Príncipe, había esperanzas, y Maquiavelo intenta, con desesperada energía, convencer a los demás, y en primer término a los florentinos, de que hay que cambiar de método para sobrevivir.

En su entusiasmo, revive las discusiones aún recientes que precedieron al ensayo de organizar milicias ciudadanas en Florencia en los últimos tiempos de la república y, sin darse cuenta, repite el.principal argumento en su favor, que no es seguramente el más adecuado para convencer al príncipe: la existencia de un ejército ciudadano hace que sea difícil, para un ambicioso, adueñarse del gobierno de la ciudad. De vez en cuando Maquiavelo se aparta de la línea, rigurosamente lógica Y coherente, de este tratado y, como un caballo joven, hace sorpresivamente un corcovo lateral, que revela, al lado de la pasión por la «realidad efectual», la pasión polftico~moral por la libertad,

Roma y Esparta ••• les quitó la libertad. Empieza aquí la parte del capüulo dedicada a la ejemplificación, dividida, como siempre, en dos sectores, uno antiguo y el otro contemporáneo . .Pero el entusiasmo de la admiración hace que los suizos (ejemplo contemporáneo) se introduzcan en el

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congiunse con loro per opprimere e' Milanesi suoi patroni. Sforza, suo padre, senda soldato della regina Giovanna di Napoli, la lascio in un tratto disarmata; ande leí, per non perdere el regno, fu Cܧtrettagittarsi in grembo al re di Aragona. E se Viniziani e Fiorcntini hanno perlo adrieto cresciuto lo imperio loro con queste armi, e li loro capitani non se ne sano perO fatti principi ma li hanno difesi, respondo che e' Fiorcntini in questo caso sono suti favoriti dalla sorte; perché de' capitani viti:Uosl, de' quali potevano tetncre, alcuni non hanno vinta; alcuni hanno avuto opposizione: altri hanno volto la ambizione loro altrovc. Quello che non vinse fu Giovanni Aucut, del quale, non vincendo, non si poteva conoscere· la fede; ·ma ognuno confessera che, vincendo, stavano e' Fiorentini a sua discrezione. Sforza ebbe sempre e' Bracceschi contrarii, che guardorono !'uno l'altro. Francesco valse l'ambizione sua in Lombardia; Braccio contra alla Chiesa e il regno di Napoli.

Ma vegnimo aquello che e seguito poco tempo fa. Feciono e' Fiorentini Paulo Vitelli loro capitana, uomo prudentissimo, e che, di privata fortuna, aveva presa grandissima reputazione. Se costui espugnava Pisa, veruno fía che nieghi come conveniva a' Fiorentini stare seco; perché s'e' fussi

primer sector para servir inmediatamente de espejo a los dos mitos máximos de Maquiavelo: Roma y Esparta.

El ejemplo de la revuelta de los mercenarios cartagineses, que, después de la primera guerra púnica, puso en peligro la existencia misma de Cartago (241~23_7 a.c.) es sin duda el más pertinente. Se podría objetar que todos los ejércitos, por el hecho mismo de estar armados entre gente desarmada, representan un análogo peligro: la historia de Roma antigua y toda nuestra historia contemporánea lo demuestran. Pero ese peligro reside nb en los reclutas, sino en los cuadros profesionales. Maquiavelo tendía al ideal de la «nación armada», defendido, en el proceso del Risorgimento italiano, por Carlos Cattaneo. Su referencia repetida a los suizos parece indicar que sus «milicias ciwladanas» tenían ese carácter, aunque la apresurada aplicación práctica de esas teorías en los años 1506~ 1512 tuvo una naturaleza bastante distinta, pues las soldadescas entonces fueron reclutadas en el campo y en las pequeñas ciudades que integraban el dominio de Florencia en Tos cana y, por lo tanto, entre súbditos y no entre ciudadanos.

Mucho menos adecuado parece el ejemplo de Filipo de Macedonia, al que Maquiavelo recurre evidentemente para demostrar la peligrosidad de las potencias extranjeras aliadas, mencionadas como posibilidad al principio del capítulo junto a las milicias mercenarias, pero de las que se olvida luego, en el resto del capítulo.

Los milaneses, muerto el duque Felipe .•• hacia la Iglesia y el Reino de Nápoles. La ejemplificación extraída de la historia reciente se convierte en una reseña de las distintas compañías mercenarias que actuaron en Italia al final de la baja Edad Media y en el Renacimiento. Este pasaje está dominado por la figura de Frandsco Sforza, uno de los model9s del «Príncipe nuevo» de Maquiavelo, considerado aquí como jefe de compañ(as mercenarias. Era hijo de Muzio Atténdolo Sforza, que ejercía la misma profesión de empresario de la guerra y, como tal, había combatido en favor de la reina de Nápoles, a la que había dejado indefensa con su improviso abandono. Francisco, después de la muerte del padre, pelea al servicio del papa, del duque de Milán, de los florentinos, sirviendo hoy a quien combatirá mañana, en rivalidad con otros capitanes a sueldo, como Braccio

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libertad. Los milaneses, muerto el duque Felipe, contrataron a Francisco Sforza contra los venecianos y él, después de derrotar a los enemigos en Caravaggio, se alió con ellos para oprimir a los milaneses que eran sus patrones. Su padre S forza, estando a sueldo de la princesa Juana de Nápoles, la dejó de repente desarmada, por lo cual ella para no perder el reino se vio obligada a arrojarse en brazos del rey de Aragón. Y si en el pasado los venecianos y los florentinos han aumentado su irnperio con esas annas, y no por eso sus capitanes se han hecho príncipes de ellos, sino que los han defendido, respondo que en ese caso los florentinos fueron favorecidos por la suerte, porque de los capitanes virtuosos de los que podían temer, algunos no triunfaron, otros tuvieron oposición y otros volvieron su ambición hacia otra parte. El que no triunfó fue Juan Hawkwood, cuya lealtad no se puede conocer porque no venció, pero todos tendrán que admitir que si vencía los florentinos estaban a su discreción. Sforza tuvo siempre en contra a los hombres de Braecio de Montone, de modo que se frenaron mutuamente: Francisco volvió su ambición hacia Lombardía, Braccio hacia la Iglesia y el Reino de Nápoles.

Pero vengamos a lo ocurrido hace poco tiempo. Nombraron los florentinos

de Mon'tone y Piccinino. Estas rivalidades ~dice Maq_uiavelo~ salvaron la libertad de Florencia, hasta que los capitanes se fueron de Toscana, llevados por su ambición en opuestas direcciones. Francisco Sforza pasó de nuevo al serviciO de Felipe María Visconti, duque de Milán, y se tasó con su hija Blanca María. Muerto el duque, los milaneses recuperaron sus libertades republicanas y nombraron capitán de la ciudad a Francisco Sforza, quien, después de haber derrotado a los venecianos en Caravaggio, empleó sus milicias en dar un golpe de estado y transformarse en duque de Milán. El mismo peligro" había corrido Florencia, más de medio siglo antes, por parte de ]ohn Hawckwood, famoso capitán inglés, que había combatido en Francia durante la guerra de los Cien Años (que fue el caldo·de cultivo de las comPañías mercenarias) y luego pasó a Italimosas y peligrosas mantuvo. Sin embargo no. se puede llamar virtud matar a sus conciwladanos, traicionar a los amigos, no ten r palabra ni piedad ni religión; tales modos pueden hacer adquirir imperio, pero ntida.

Pero vengamoS ••• obedecerle. Maquiavelo no veía el problema de los mercenarios, como lo veía Petrarca, desde su gabinete de escritor; lo había vivido dramáticamente cuando era funcionario de la república como secretario de la segunda cancillería y, a la vez, del organismo encargado de la guerra para recuperar la ciudad de Pisa, perdida por Florencia cuando,.en 1494, Carlos VIII invadió Italia (los Diez de la Guerra). Pablo Vitelli, ya mencionado en el capítulo VIII como famoso capitán, era el comandante supremo en esa guerra y, por las razones que Maquiavelo explica, fue llamado con un pretexto, arrestado y, luego, procesado y ajusticiado como traidor el1!! de octubre de.1499. Las responsabilidades en este episodio son colectivas, pero la personal de Maquiavelo no fue seguramente pequeña. El pensaba q!A-e por la patria hay que hacer, siempre, lo necesario. Es la regla del poder y de la guerra. Pero el hecho ~frecuente en la alta política de todos los tiempos~ debe haber dejado en él una huella profunda, reforzando su pesimismo general y su hostilidad a las milicias mercenarias en particular. Hay acaso un oscuro intento de justificación en este atribuir la injusticia implícitamente admitida (no se habla de t,raición) a la naturaleZa misma de estos ejércitos' a sueldo, que obligaba a una república a comportarse como cualquier príncipe. Y, a mayor abundamiento, cita, a continuación, el ejemplo análogo de la república de Venecia, que, po.r el mismo temor de caer en manos de un «príncipe nuevo», ajustició a Carmañola.

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diventato soldato di loro nimici, non avevano remedio; e se lo tenevano, aveano a obedirlo. ~

E' Viniziani, se si considerra e' progressi loro; ~Si vedra quelli 3vere securamente e gloriosamente operato mentre ferono la guerra loro proprii (che fu a van ti che si volgessino con le loro imprese in terra) do ve co' gentili uomini e con la plebe armata operorono virtuosi.~simamente; ma come cominciorono a combattere in terra, lasciorono quéSfa virtú, e seguitorono e' costumi delle guerre di Italia. E nel principio dello augumento loro in terra, per non vi avere molto stato e per essere in grande reputazione, non aveano da temere molto de' loro capitani; ma, come egli ampliorono, che fu sotto il Carmignuola, ebbono uno saggio di questo errare; perché ved u tolo virtuosissimo, battuto che loro ebbono sotto il suo governo el duca di Milano, e conoscendo dall'altra parte come egli era raffreddo nella guerra, iudicorono non potere con lui piú vincere perché non voleva, né potere licenziarlo, per non riperdere cio che aveano acquistato; onde che furono necessitati, per assicurarsene, ammazzarlo. Hanno di poi avuto per loro capitani Bartolommeo da Bergamo, Ruberto da San Severino, Conte di Pitigliano, e simili; con li quali aveano a temere della perdita, non del guadagno loro; come intervenne di poi a Vaila dove, in una giornata, perderono quello che in ottocento anni, con tantafatica ave vano acquistato. Perché da queste arme nascono solo e' lenti, tardi e deboli acquisti, e le subite e miraculose perdite. E perché io sono venuto con questi esempli in Italia, la quale e stata mol ti anni governata dalle armi mercenarie, le voglio discorrere piú da alto, accio che veduto la origine e progressi di esse, si possa meglio correggerle.

A vete dunque a intendere come, tosto che in questi ultimi tempi lo imperio comincio a essere ributtato di Italia e che il papa nel temporale vi prese piú reputazione, si divise la Italia in piú stati; perché molte delle citta grosse presono le armi contra a' loro nobili, li quali, prima, favoriti dallo imperatore, le tenevono oppresse; e la Chiesa lefavoriva perdarsi reputazione nel temporale; di mol te altre e' loro cittadini ne diventorono principi. Onde

Los venecianos ••• de matarlo. Maquiavelo siempre sostuvo que Venecia tenía su potencia en el mar y que era peligroso para ella extender demasiado sus dominios en tierra firme. F.ue esta ambición ,dice Maquiavelo, que la llevó a contratar milicias mercenarias, que fueron, al frnal, su ruina (en ese moment~, parecía que la derrota ~ Vagliate , V ailá en el t~xto, marcara el o. caso definitivo de la potencia de Venecia, que en cdmbw se recuperó). En un pnmer momento el n~s.go no fue grande, pues el estado veneciano no poseía ~andes w¡itorios que. cJ;sper~aran las cod1c1as de los capitanes a su sueldo. Pero, después de los pnmeros éxr.tos ~ un cap!tan «VIrtuoso» Y, por lo tanta, victorioso, se transformaba en un peligro para las instituciones republicanas. Pas~ entonces con el conde de Carmañola, que ganó para los venecianos:, en 14 27, la batalla de Maclodw, lo que, al final del siglo, pasó con Pablo Vitelli en Florencia.

Después tuvieron por capitanes ••• milagrosas pér~idas. Los capitanes que aqu~ se nombran~ no fueron «Virtuosos» , sino ineficientes, y llevaron a la ruma al estado que los contrato. Queda ~SI demostrado que las milicias mercenarias son peligrosas en todos los casos: cuando ganan Y, mas,

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capitán de su ejército a Pablo Vitelli, hombre prudentísimo, que de parti­cular había alcanzado grandísima reputación. Si él expugnaba Pisa, no habrá nadie que niegue que los florentinos tenían que quedarse con él, porque si hubiera pasado a ser capitán de sus enemigos ellos no tenían remedio; y si lo conservaban tenían que obedecerle.

Los venecianos, si se consideran sus progressos, se verá que actuaron en forma segura y gloriosa mientras hicieron la guerra ellos mismos, que fue antes de que sus empresas se volvieran hacia la tierra; antes con los_nobles y con la plebe armada operaron virtuosísimamente, pero cuando comenza, ron a combatir en tierra dejaron esa virtud y siguieron las costumbres de 1 talia. Y en el principio de su aumento en tierra, por no tener en ella mucho estado y tener en cambio gran reputación, no tenían mucho que temer de sus capitanes, pero cuando crecieron, que fue bajo Carmagnola, tuvieron una muestra de su error. Porque viéndolo virtuosísimo, después de derrotar bajo su mando al· duque de Milán, y conociendo por otra parte que él andaba frío en la guerra, juzgaron que con él no podían lograr más victorias, porque no quería, y tampoco podían despedirlo para no perder lo que habían adquirido, por lo cual se vieron en la necesidad, para asegurarse de él, de matarlo. Después tuvieron por capitanes suyos a Bartolomé de Bérgamo, a Roberto de San Severino, conde de Pitigliano, y otros similares, con los cuales debían temer pérdidas, en lugar de ganancias, como ocurrió después en Vailá, donde en una batalla perdieron lo que con tantos esfuerzos habían adquirido en ochocientos años. Porque de esas armas nacen sólo las adquisiciones lentas, tardías y débiles, y las súbitas y milagrosas pérdidas. Y como he llegado con estos ejemplos a Italia, que durante muchos años ha sido gobernada por las armas mercenarias, quiero examinarlas desde más arriba, a fin de que viendo sus orígenes y sus progresos sea posible corrregirlas mejor.

Debéis entender pues que cuando apenas en estos últimos tiempos el imperio comenzó a ser expulsado de Italia y el papa adquirió más reputación en lo temporal, Italia se dividió en más estados, porque muchas de las

cuando pierden. El adjetivo «milagrosas», que califica a <<pérdidas», está usado con toda intención: se trata de pérdidas injustificadas, fuera del orden natural de las éosas, debidas a la causa que detallará en el párrafo siguiente: el deseo, natural en quien no está directamente interesado, de salvar su vida y ahorrarse esfuerzos.

Y como he llegado con estos ejemplos a Italia ••• vituperada por los suizos. Dice: «He llegado a Italia», porque partió de Esparta, Roma y Cartago, pero ese comienzo se debe a su acostumbrada preocupación por la simetría entre la historia antigua y la que para él era contem, poránea. Toda el capítulo, sin embargo, refieja sus discusiones recientes en favor del ejército ciudadano por él organizado en Florencia en las postrimerías de la república y en defensa de la misma. Muchos príncipes italianos alquilaban tropas mercenarias, pero él aquí sólo habla del peligro que ellas representan para ciudades libres, que, por culpa de ellas, se enfrentan con reales o potenciales «Príncipes nuevos» (Milán con Francisco S forza, Florencia con Pablo Vitelli, Venecia con Carmañola) .

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che, essendo ven uta !'Italia quasi che nelle mani de !la Chiesa e di qualche republica, ed essendo quelli preti e quegli altri cittadi,u.i usi a non conoscere anne, cominciorono .a soldare forestieri. El primo eh~ dette reputazione a questa milizia fu Alberigo da Conio, romagnolo. Dalla disciplina di costui discese, intra gli altri, Braccio e Sforza, che ne'·loro tempi furono arbitri di Italia. Dopo questi, vennono tutti gli altri che Hno:i nostri tempi hanno governato queste armi. E la fine della loro virtú e stato, che Italia e stata corsa da Carla, predata da Luigi, sforzata da Ferrando e vituperata da' Svizzeri. L'ordine che egli hanno tenuta, e stato, prima, perdare reputazione a loro proprii, avere tolto reputazione alle fanterie. Feciono questo, perché, senda sanza stato e in sulla industria, e' pochi fanti non davono loro reputazione, e li assai non potevono nutrire; e perO si ridussono a' cavalli, dove con numero sopportabile erano nutriti e onorati. Ed erano ridotte le cose in termine, che in uno esercito di ventimila soldati non si trovava dumila fanti. Avevano, oltre aquesto, usato ogni industria per levare a sé e a' solda ti la fatica e la paura, non si ammazzando nelle zuffe, ma pigliandosi prigioni e sanza taglia. Non traevano la notte alle terre; quelli delle terre non traevano alle tende; non facevano intorno al campo né steccato né fossa; non campeggiavano il verno. E tutte queste cose erano permesse ne' loro ordini militari, e trovate da loro per fuggire, come e detto, e la fatica e li pericoli: tanto che gli hanno condotta Italia stiava e vituperata.

Dice el autor que Italia ha sido «gobernada» por mucho tiempo por las armas mercenarias. Naturalmente quiere aludir no al gobierno propiamente dicho) sino al poder efectivq que da la fuerza material. Y) para explicar el fenómeno, remolilta a los orígenes mismos de (as ciudades~estado italianas, que, al final de la alta Edad Media, se tranformaron de feudos en municipios libres, con la ayuda de la Iglesia (a la que Maquiavelo atribuye con razón finalidades polfticas) y con la oposición del Imperio. Como la finalidad de las ciudades era el desarrollo de la vida civil y no la guerra y los clérigos no estaban preparados para llevar annas, recurrieron a los mercenarios. A partir del primer capitán de esta clase ( Alberico de Barbiana, conde de Cunio, fundador de la compañía de San jorge), distingue someramente tres perfodos en la historia de estas milicias: el de los orígenes, el de mayor brillo (que se resume en el nombre de Francisco S forza) y el de la decadencia, cuando, por haber confiado en ellas, Italia se vio invadida impunemente por Carlos VIII, rey de Francia

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ciudades ricas tomaron las armas contra sus nobles, los cuales antes con -el favor del emperador las tenían oprimidas, y la Iglesia las favorecía para ganar reputación en lo temporal; de muchas otras sus ciudadanos se hicieron príncipes. Por lo cual, habiendo pasado Italia casi toda a las manos de la Iglesia y de alguna república, y estando aquellos curas y aquellos ciudadanos acostumbrados a no conocer armas, empezaron a contratar forasteros. El primero que dio reputación a esa milicia fue Alberigo de Cunio, romañol. De la disciplina de él descendieron, entre otros, Braccio y S forza, que en sus tiempos fueron árbitros de Italia. Después de ellos vinieron todos los demás que hasta nuestros tiempos han gobernado esas armas. Y el fin de su virtud fue que Italia fue ocupada por los suizos. El orden que ellos tuvieron fue, primero, para darse reputación a sí mismos, quitarle reputación a la infan~ tería. Eso lo hicieron porque, como carecían de estado y vivían de su profesión, unos pocos soldados a pie no les daban reputación, y muchos no podían alimentar; por eso se litnitaron a los caballos, donde con tnenor número que mantener podían alimentarlos y honrarlos. Y habían llegado las cosas al punto de que en un ejército de veinte mil soldados no se encon­traban dos mil infantes. Además de esto habían hecho todo lo posible por eliminar para sus soldados el esfuerzo y el temor, no matándose en las escaramuzas, sino tomándose prisioneros y sin rescate. No asaltaban las ciudades de noche, y los de las ciudades no atacaban las tiendas; no hacían alrededorde los campamentos empalizada ni foso, no guerreaban en invierno. Y todas esas cosas se permitían en sus órdenes militares y habían sido descubiertas por ellos para evitar, como se ha dicho, los esfuerzos y los peligros: tanto que condujeron a Italia a la esclavitud y el vituperio.

( 1494~ 1495), luego por su sucesor Luis XII, quien ocupó la Lombardía ( 1499) y, en los dos años siguientes, de acuerdo con Fernando de Aragón, rey de España, el reino de Nápoles. Por la posesión de este último se trenzaron en lucha, en territorio italiano, los ejércitos de España y Francia: el rey de España resultó vencedor y el sur de la península pasó a ser dominio español. Maquiaveio siente esa prepotencia como una violación. Los suizos no combatieron en Italia por su cuenta, sino al servicio de unos y otros (eran los mejores soldados mercenarios de Europa). Su misma presencia, según Maquiavelo, humillaba a los italianos, que no sabían tomar las armas para defender su independencia.

Los últimos párrafos del capítulo se dedican a las características naturales y militarmente negativas del mercenarismo. En todo e! libro, este es el capítulo que mds se acerca al espíritu del último, tan excepcional. Y es porque aquíMaquiavelo se olvida un poco del tema dominante y piensa «desde más arriba» en la tragedia de Italia. ·

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XIII De militibus auxiliariis, mixfis et .. propnts

L'armi ausiliarie che sono.l'altre armi inutili, sano quando si chiama uno potente che con' le armi sue ti venga ad aiut~re e defer:dere: cm~ e fece ne' prossimi tempi papa Iulio; il quale, avendo vtsto nella tmpr~sa dt Ferrara la trista prava delle sue arme mercenarie, st vols.e alle aus.tl.mne, e cor:-venne con Ferrando re di Spagna che con le sue gentt ed eserettl dovesse mutarlo. Queste arme possono essere utile e buone per loro medesim~, ma.so"?-o, per chi le chiama, quasi sempre dannose; perché, perdendo, nmam dtsf~tto: vincendo, res ti loro prigione. E ancora che di questi esempli ne siano ptene le antiche istorie non di manco io non mi voglio partire da questo esemplo fresco di Papa lullo II; il partito del quale non possé essere manco considerato, per volere Ferrara, cacciarsi tutto nelle maní d'uno forestiere. Ma la sua buona fortuna fece nascere una terza cosa, accio non cogliessi el frutto del! a sua mala elezione: perché, sendo gli ausiliarii suoi rotti a Ravenna, e surgendo e' Svizzeri che cacciorono i vincitori, fuora di ogni opinione e su a e d'altri venne a non rimanere prigione degli inimici, sendo fuga ti, né degli ausiliarÚ sua, avendo vinta con altre armi che con le loro. E' Fiorentini, sendo al tutto disarmati, condussono diecimila Franzesi a Pisa per espugnarla; per il quale partito portorono piú pericolo che in qualu~que temp~ d~' travagli loro. Lo imperadore di Costantmopolt, per opporst alh suot vtctm, tnisse in Grecia diecimila T urchi; li quali, finita la guerra, non se ne volsono

Notas al capftulo XIII Las armas auxiliares ••• con otras armas• que las de ellos. Utilizar en la guerra las armas

de una potencia aliada significa situarse en condición de dependencia J:ente .a es~a.ú!tima. El.capítulo no es más que una serie de ejemplos destinados a demost~ar esta afirmacJór:- tm.cwl. El pnmero es el de Julio II que, queriendo conquistar Ferrara, recurnó, e~ 1511, al eJérato de Fernando el Católico, rey de España, sin conseguir su objetivo. E[ año siguiente, en la batalla de Ravenna, los españoles fueron derrotados por los franceses, pe~'o estos pe~dieron lll;U,Y pront? .los fruto.s. de su victoria por varios factores, entre los cuales MaqUJavelo cons1dera decmva la efJcJencw m1lztar de los suizos, que llegan en ese momento a su máxima potencia. Gennaro Sa;so, en sus n~tas a El Príncipe (Ed. La Nuova Italia, Florencia, 1963, p.125), observa que el eJemplo es ambzvalente,

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XIII Sobre las tropas auxiliares, mixtas y propias

Las armas auxiliares, que son las otras armas.inútiles, son cuando se llama a un poderoso que con sus armas te venga a ayudar y a defender, como lo hizo en ttempos cercanos el papa Julio, quien, habiendo visto en la empresa de Ferrara la mala muestra de sus armas mercenarias, se volvió a las auxiliares y -convino con Fernando, rey de España, que lo ayudara con sus gentes y sus ejércitos. Esas armas pueden ser útiles y buenas por sí mismas, pero para para quien las llama so? .cast siempre dañinas, porque si pierden quedas derrotado y si vencen quedas pns:onero de ellas. Y aun cuando de estos ejemplos están llenas las historias anttguas, sm embargo no quiero apartarme de este ejemplo fresco del papa Julio, cuya decisión no pudo ser menos ponderada, ponerse enteramente en mar;-os de un forastero por querer tomar Ferrara. Pero su buena suerte hizo que nactera una tercera cosa, a fin de que no recogiese los frutos de su mala elección, porque siendo derrotados sus auxiliares en Ravenna y surgiendo los suizos, que derrotaron a los vencedores fuera de toda expectativa suya y de cualquiera terminó por no quedar prisionero de los enemigos, porque habían huido ni d~ sus auxiliares porque había triunfado con otras armas que las de ello~. Los florentinos estando desarm~dos, llevara~ diez mil franceses a Pisa para expug­narla, Y por esa medtda corneron mayor nesgo que en cualquier otro momento de esa trabajosa empresa. El emperador de Constantinopla para oponerse a sus vecinos metió en Grecia diez mil turcos, quienes una vez terminada la guerra

porque, si los españoles eran «auxiliares», los suizos eran «mercenarios»: sirve para este capftulo pero contradice la tesis del anterior. '

. Los florentinos ... los infieles. El primero de estos dos episodios forma parte de la experiencia directa del autor, que había desempeñado una función tan importante en la guerra de Florencia cont;aPisa, E~tas t.r~pas auxiliares, enviada~ por el rey de Francia, eran mercenarias y se rebelaron, suscztando sen~ dificultades para la república en el último año del siglo XV, El ejemplo siguiente Pertenece al s1glo XIV y a la historia de las luchas dinásticas en el Imperio Bizantino. Juan Can~acuzeno, en .lucha con los Paleólogos, llamó en su ayuda a un contingente de turcos, que, termma:Zo el confl~cto, se quedó en el territorio y constituyó la avanzada de los ejércitos que, al cabo de un s1glo, termmaron, con la toma de Constantinopla, la conquista de los últimos restos del Imperio Romano de Oriente.

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partire; il che fu principio della servitú di Grecia con gli inf~dcli. . Colui, adunque, che vuole non potere vtncere, .st ~yagha ?t. queste ar:nt;

perché scíno molto piú perico lose che'le mercenan.e. t'~rche m queste e la ruina fatta: sano tutte unite, tutte volte alla obed1enZ1a d1 altn; ma nelle mercenarie, a offenderti, vinta che le hanno, bisogna piú tempo e maggiore occasione non senda tutto uno carpo, ed essendo trovare e pagate da te; nellc quali uno terzo che tu facci capo, non puü pigliaú~\ubito tanta autorit8. che ti offenda. In somma, nelle mercenarie, e piú pericolosa la ignavia, nelle ausiliarie, la virtú.

Uno principe, pertanto, savia, sempre ha fuggi.to queste a:me, e voltos~ allc propric; e ha volsuto piuttosto perdere con h sua che vmcere con gh al tri, iudicando non vera vittoria quella che con le anni aliene si acquistassi. lo non dubitero mai di allegare Cesare Borgia e le suc azioni. Questo duca intrO in Ro magna con le armi ausiliarie, conducendbvi tutte gente franzesi: e con quelle prese !mola e Furlí; ma non li parendo poi tale arme secure, Sl

valse a !le mercenarie, indicando in quelle manco periculo; e soldo gli Orsini e Vitelli, le quali poi nel maneggiare trovando dubie ed infedeli epericulos~, le spense, e volsesi alle proprie. E puossi facilmente vedere che differenzm e infra !'una e l'altra di queste arme, considerara che differenzia fu dalla reputazione del duca, quando aveva e' Franzesi solí e quando aveva gli Orsini e Vitelli, a quando rünase con lisüldati suoi e sopra se Stesso: e se1npre si troverra accresciuta; né mai- fu stünato assai,. se non quando ciascuno vidde che lui era intero possessore delle sue armi.

lo non mi volevo partire dagli esempli italiani e freschi; tamen non voglio lasciare indrieto lerone Siracusano, senda uno de, soptanmninati da 1ne. Costui, come io dissi,-fatto da, Siracusani capo degli eserciti, conobbe subito quella milizia mercenaria non essere utile, per essere condottie'ri fatti come li nostri italiani; e parendoli non li potere tenere né lasciare, li fece tutti tagliare a pezzi: e di poi fece guerra con le arme sua e non con le aliene. Voglio ancora ridurre a memoria una figura del Testamento Vecchio, fatta a qucsto proposito. Offerendosi David a Saul di anclare a combattere con Golia, provoca tare filisteo, Saul, per dargli animo, !'armo delle arme sua; le quali, come David ebbe indosso, recuso, dicendo con quelle non si poteva bene valere di se stesso, e perO voleva trovare el nimico con la sua fromba e con il suo coltello.

In fine !'arme d'altri, o le ti caggiono di dosso o le ti pesano o le ti

Nunca vacilaré en alegar a CésarBorgia ••• era enteramente dueño de sus armas. Para las vicisitudes de César Borgia, véase el capítulo VII,

Yo no quería salir de los ejemplos italianos' ... y no con las ajenas •. ~-lierón de Sir~cusa ya ha sido citado en el capftulo VI. Aquf Maquiavelo desarrolla el aspecto mtlrtar de su gob1erno. Había dicho que «suprimió» la milicia vieja; ahora aclara: mandó cortar en pedazos a sus jefes.

Quiero también recordar una figura ... o te aprietan. Este ejemplo bíblico no tiene carácter propiamente histórico, sino alegórico. Se encuentra en el capítulo 27 del libro I de Los Reyes

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no quisieron irse, lo que fue el comienzo del sometimiento de Grecia por los infieles.

Por lo tanto, válgase de esas armas quien quiera no poder vencer, porque son mucho más peligrosas que las mercenarias; porque con ellas la ruina es inmediata: están unidas y sometidas a la obediencia de otro; en cambio en el caso de las mercenarias, para que te ataquen después de una victoria hace falta más tiempo y mayor motivo, ya que no forman un solo cuerpo y, como las contrataste y las pagas tú, un tercero que pongas a la cabeza de ellas no puede adquirir de inmediato autoridad suficiente para perjudicarte. En una pal~bra, en las mercenarias es más peligrosa la ineficiencia, en las auxiliares, la vtrtud.

Por lo tanto, un príncipe prudente siempre ha evitado usar estas armas prefiriendo las propias, y ha querido antes perder con las suyas que ganar co~ las de otro, juzgando que no es victoria verdadera la que se alcanza con armas ajenas. Yo nunca dudaré en alegar sobre esto a César Borgia y sus acciones. Este duque entró en Ro maña con armas auxiliares, llevando allí sólo tropas frncesas, y con ellas tomó !mola y Forlí; sin embargo después no le par~cieron seguras esas armas y recurrió a las mercenarias, que juzgó menos pehgr?sas, contratando a los Orsini y los Vitelli. Pero como después, al maneJarlas, las encontró dudosas, infieles y peligrosas, las eliminó y se orientó hacia las suyas propias. Y fácilmente se puede ver la diferencia que hay entre unas armas y otras, considerando la diferencia entre la reputación del duque cuando tenía solamente franceses o tenía a los Orsini y los Vitelli, y la que tuvo cuando se quedó con sus soldados y apoyándose sólo en sus propias fuerzas: y siempre se hallará que aumentó, y sólo fue respetado cuando todos vieron que estaba en plena posesión de sus armas.

Yo no quería apartarme de los ejemplos italianos y recientes, pero no quiero dejar de lado a Hierón de Siracusa, al que me referí anteriormente. El, como dije, puesto por los siracusanos al frente de los ejércitos, vio enseguida que esa milicia 1nercenaria no era útil, pues sus jefes eran cmno los nuestros italianos, y como le pareció que no podía ni mantenerlos ni despedirlos, los hizo descuartizar a todos, y de ahí en adelante hizo la guerra con sus armas y no con las ajenas. Quiero también traer a la memoria a una figura del Antiguo Testamento que viene al caso. Cuando David se ofreció a Saúl para ir contra Goliat, el filisteo que los desafiaba, para darle ánimo Saúlle prestó sus armas: pero David apenas las sintió encima las rechazó,

( vers.38~40). Trasladado a este libro tan concreto, con un brusco pasaje del terreno histórico al simbólico, adquiere una particular vivacidad. Infine ~concluye Maquiavelo~ l'arme d'altri, 0 le ti caggiono di dosso, o le ti pes ano, o le ti stringano. El modismo bien característico del lenguaje florentino de repetir pleonásticamente el sujeto con la partícula átona delante del verbo le da a la frase un vigor de refrán y de fresca sabiduría popular. Naturalmente, la imagen ha perdido vigencia Porque nadie lleva ya armadura; pera apreciarla hay que situarse en los tiempos de Maquiavelo, cuando la artillería estaba aún en pañales.

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stringono. Carla VII, padre del re Luigi XI, avendo, con la sua fortuna e virtú, libera Francia dagli lnghilesi, conobbe questa n;;cessita di armarsi di arme proprie, e ordino nel suo regno l'ordinanza dell;,·gente d'arme e delle fanterie, Di poi il re Luigi, suo figliuolo, spense quella de' fanti, e comincio a soldare Svizzeri: il quale errare, seguitato dagli altri, e, come si vede ora in fatto, cagione de' pericoli di quello regno. Perché av<;ndo dato reputazione a' Svizzeri, ha invilito tutte le arme sua; perché le fanteiie ha spento in tutto e le sue genti d'arme ha obligato alle anni d'altri; perché, senda assuefatte a militare con Svizzeri, non par loro di potere vincere sanza es si; di qui nasce che Franzesi contra a Svizzeri non bastano, e, sanza Svizzeri, contra ad altri non provano. Sono, dunque, stati gli eserciti di Francia misti, parte mercenarii, e parte proprii: le quali anni tutte insieme sono molto migliori che le semplici ausiliarie o le semplici mercenarie, e malta inferiore alle proprie. E basti lo esemplo detto; perché el regno di Francia sarebbe insuperabile, se l'ordine di Carla era accresciuto e preservato. Mala poca prudenzia degli uomini comincia una cosa, che, per sapere allora di bueno, non si accorge del veleno che vi e sotto: come io dissi, di sopra, delle febbre etiche.

Pertanto colui che in uno principato non conosce e' mali quando nas cono, non e veramente savia; e questo e dato a pochi. E se si considerassi la prima cagione della ruina dello ünperio romano, si troverra essere suto solo cominciare a soldare e' Goti; perché da quello principio cominciorono a enervare la forze dello imperio romano; e tutta quella virtú che si levava da lui, si clava a loro.

Concludo, adunque, che, sanza avere arme proprie, nessuno principato e secura; anzi e tutto obligato alla fortuna, non avendo virtú che nelle avversita con fede lo difenda. E fu sempre opinione e sentenza degli uomini savi «quod nihil sit tam infirmum aut instabile quam fama potentiae non sua vi nixa». E l'armi proprie son quelle che sano campaste o di sudditi o di cittadini o di creati tuoi: tutte l'altre sono o mercenarie o ausiliarie. E il modo a ordinare l'armi proprie sara facile a trovare, se si discorrera gli ordini de' quattro sopranominati da me, e se si vedra come Filippo, padre di Alessandro Magno, e come molte republiche e principi si sano armati e ordinati: a' quali ordini io al tutto mi rimetto.

Carlos VII, padre del rey Luis XI ••. de las fiebres de los tísicos. Carlos VII e$ el rey de Francia que, a mediados del siglo XV, ayudado pdr Juana de Arco, derrota a lm ingleses, cerrando así la llamada b-<erra de los Cien Años. Fue el creador del ejército permanente centralizado, que le permitió prescindir de las bandas mercenarias. Su hijo y sucesor, Luis XI, volvió a contratar milicias suizas, preparando ~dice Maquiavelo~ males futuros, Su imprevisión se parece a la de quienes no dan importancia a las febr(culas de la tuberculosis incipiente, de lm que ha hablado en el capítulo III.

Por lo tanto, aquel que, en un principado ••• completamente me remito. En esta líneas conclusiVas, Maquiavelo reafirma su tesis y, en su acostumbrada búsqueda de equilibrio, cita dos

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diciendo que con ellas no podía valerse bien de sí mismo, y por eso quería enfrentar al enetmgo con su honda y su cuchillo.

En fin, las armas de otros o se te caen de encima, o te pesan o te aprietan. Carlos VII, padre del rey Luis IX, después de haber liberado con su buena suerte y su virtud a Francia de los ingleses, vio esa necesidad de armarse con armas propias y org~nizó en su re3no la caballería y la infantería. Más tarde el rey Luis, su htJo, aboho la tnfantena y empezó a contratar suizos; ese error, continuado por sus ~ucesores, es causa, :omo se ve ahora en los hechos, de los peligros de aquel remo.Porque al valonzar a los suizos ha desvalorizado todas sus armas, ya que ha abo!tdo por completo la infantería y ha subordinado la caballería a las armas aj~nas, porque a:ostumbrada a militar con los suizos cree que no puede ve.ncer stn ellos. De aht que los franceses contra los suizos no bastan, y sin los s~uzos ~ontra otros no dan buena prueba de sí. Los ejércitos de Francia, pues, han stdo mtxtos, en parte mercenarios y en parte propios; y esas armas combinadas ~on ~nucho mejor~s que las sólo auxiliares o sólo mercenarias, pero muy mfenores a las proptas. Y baste con este ejemplo, porque el reino de Francia sería insuperable sise hubieran mantenido e intensificado las medidas de Carlos. Pero la poca prud~ncia de los hombres comienza una cosa que por su buen sabor mteml no de¡a ver el veneno que esconde, como dije más arriba de las fiebres de los tísicos.

Por lo tanto el que en un principado no reconoce los males cuando nacen no es verdaderamente sabio; y serlo es dado a pocos. Y si se considera 1~ primera causa de la ruina del imperio romano, se verá que fue solamente empezar a contratar a los godos, porque desde entpnces empezaron a perder su nervio las fuerzas del imperio romano; y toda ra virtud que se le quitaba a éste se daba a aquéllos.

__ Co~cl.uyo pues que sin tener armas propias ningún principado est;i seguro; mas aun, depende enteramente de la fortuna, no teniendo una virtud que lo defienda fielmente en las adversidades. Y siempre ha sido opinión y sentencia de los hombres sabios «que nada es tan débil e inestable como la fama de una potencia no sostenida por las propias fuerzas». Y armas propias son las que se componen de súbditos o de ciudadanos o de dependientes tuyos: todas las demás son ':'ercenarias ~ auxiliares. Y será fácil hallar el modo de organizar el ejército propto s1 se constderan los ordenamientos de los cuatro que tnencioné y se observa cómo se armó y organizó Filipo, padre de Alejandro Magno, y muchas repúblicas y príncipes, a cuyos ordenamientos me remito por entero.

ejemplos más, pertenecientes a la historia antigua. La decadencia del imperio romano empezó c~ndo el empera_dor Valente, en el año 376 d.c., contrató por primera vez milicias godas (se puede ob;etar que este e;emplo corresponde más al capítulo anterior que a este, pues se trata de mercenarios Y no de aliados. Además es discutible que tal. contratación sea la causa primera de ·[a decadencia ya qu~ es ella mis~~ una consecuencia de la centralización burocratizada del poder imperial). El otro e;emplo, de F1l1po de Macedonia, también es objetable, pues claramente anticipa el tema del capítulo si¡;,ruiente. Maquiavelo se ve entonces obligado a referirse a 5US ejemplos anteriores. Los cuatro modelos a que alude son César Borgia, Hierón, Carlm VII y David.

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XIV Quod principem deceat circa: militiam

. ·\ ..

Debbe, adunque, uno príncipe non avere altro obietto né altro pensiero, né prendere cosa alcuna per sua arte, fuora della guerra e ordini e disciplina di essa; perché quella e sola arte che si espetta a chi comanda; ed e di tanta virtú, che non solamente mantiene quelli che sano na ti principi, ma molte vol te fa gli uomini di privara fortuna salire a que! grado; e, per adverso, si vede che e' principi, quando hanno pensato piú alle delicatezze che alle armi, hanno persa lo stato loro. E la prima cagione che ti fa perdere quello, e negligere questa arte; e la cagione che te lo fa acquistare, e lo essere professo di questa arte.

Francesco Sforza, per essere armato, di privato diventó duca di Milano; e' figliuoli, per fuggire e' disagi delle arme, di duchi diventorono privati. Perché, intra le altre cagioni che ti arreca di male lo essere disannato, ti fa contennendo: la quale e una di quelle infamie dalle quali il príncipe si debbe guardare, come di sotto si dir:l; perché da uno armato a uno disarmato non e proporzione alcuna; e non e ragionevole che chi e armato obedisca volentieri a chi e disarmato, e che il disarmato stia secura intra servitori armati; perché, senda nell'uno sdegno, e nell'altro sospetto, non e possibile operino bene insieme. E pero uno príncipe che della milizia non si intenda, oltre alle altre infelicita, non puó essere stimato da' sua soldati, né fidarsi di loro.

Notas al capítulo XIV Por lo tanto un príncipe no debe tener otro objeto ••• perito en ese arte. Este capítulo XIV, que relaciona todo lo dicho con El Príncipe, parece escrito para justificar la inclusión en la obra de los dos anteriores (referidos más bien a las fepúblicas), que a Maquiavelo interesaba difundir, como paree de su lucha contra las milicias mercenarias y extranjeras. Para eso pone de relieve el interés que el problema militar tiene para el príncipe, interés basado en la relación necesaria entre la guerra y el poder: la guerra es «el único arte que corresponde a quien manda».

Francisco Sforza ,,, se convirtieron en particulares. «Hijos» está por «descendientes». Hijo de Francisco fue Ludovico el Moro, quien perdió su estado, ocupado por las tropas del rey francés Luis XII, en el año 1500. Pero, en 1512, cuando los franceses fueron derrotados, Florencia fue devuelta a los Médici y Milán al hijo de Ludovico Sforza. (y por lo tanto, nieto de Francisco), Maximiliano, quien perdió el poder en 1515, como consecuencia de la campaña victoriosa del nuevo rey francés, Francisco I.

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XIV Lo que conviene a un príncipe acerca de la milicia ·

Por lo tanto un príncipe no debe tener otro objetivo ni otro pensamiento, ni tomar por tarea suya ninguna otra cosa, que la guerra y los órdenes y la disciplina de ella; porque ése es el único arte que corresponde a quien tnanda. Y es de tanta virtud que no sólo mantiene a los que nacieron príncipes, sino que muchas veces hace ascender a ese grado a los particu­lares; y por el contrario se ve que cuando los príncipes han pensado más en las delicadezas que en las armas han perdido su estado. Y la primera razón que te lo hace perder es descuidar ese arte; y la causa que te hace adquirirla es ser perito en ese arte.

Francisco S forza por estar armado se convirtió de particular en duque de Milán; sus hijos, por evitar las incomodidades de las armas, de duques se convirtieron en particulare-s. Porque entre otras causas de males que te trae el estar desarmado, te hace despreciable, lo cual es una de las formas de desprestigio de las que el príncipe debe guardarse, como más abajo se dirá. Porque entre un armado y un desarmado no hay proporción alguna; y no es razonable que quien está armado obedezca de buen grado a quien está desarmado, ni que el desarmado esté seguro entre servidores armados. Porque habiendo en el uno cólera y en el otro sospecha, no es posible que operen bien juntos. Y por eso un príncipe que no entienda nada de la

La cronología interesa, pues demuestra que El Príncipe, escrito en 1513, fue retocado después, Estas líneas, por ejemplo, no pueden ser anteriores a 1515, Esto da mayor fuerza a la hipótesis de que el último capítulo también, que con este está estrechamente relacionado por su tema, haya sido escrito en ese momento, en que la expansión francesa y la formación del enorme estado de Carlos V amenazaban en forma angustiosa la independencia de los estados italianos. , El resto del capítulo, según la acostumbrada técnica dicotómica de Maquiavelo ,que corresponde,

sm duda, a su Particular forma mental, se divide en dos partes, Considera en primer término lo que el príncipe en este campo tiene que hacer, y luego, lo que tiene que estudiar (Maquiavelo habla de dos formas del «hacer»: con las obras y con la mente), La primera parte está centrada en el ejemplo de Filopémenes, quien, dice Plutarco, en tiempo de paz no hacía sino pensar en la guerra, estudiaba el terreno de posibles batallas y hacía participar a sus amigos en estas investigaciones. La voc~ción de Maquiavelo por la dramatización le hace transformar esta breve noticia de Plutarco en una escena llena de vida.

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Debbe, pertanto, tnai levare il pensiero da questo esercizio della guerra, e nella pace vi si debbe piú esercitare che nella guerra: il che puo farc in duo madi; !'uno con le opere, l'altro con la mente. E, qua'nto allc opere, oltre al tenere bene ordinati ed esercitati li suoi, debbe starc sempre in sulle cacee, e mediante quelle assuefarc el carpo a',disagi; e parte imparare la natura de' siti, e conoscere cmne surgono e' tnonti, come itnboccano le valle, come iacciono e' piani, ed intendere la natura de' fiumi e· dé' paduli; e in questo porre grandissima cura. La qual cognizione e utile in due modi: prima, s'impara a conoscere el suo paese, e puó tncglio intendcrc le difese di esso: di poi, mediante la cognizione e pratica di quelli si ti, con facilita comprendere ogni altro sito che di nuovo lisia necessario specularc. Perché li poggi, le valli, e' piani, e' fiumi, e' paduli che sano, verbigrazia, in Toscana, hanno con quelli delle altre provincie certa similitudine; tal che, dalla cognizione del sito di una provincia, si puofacilmente venire alla cognizionedelle altre. E que! principe che manca di questa perizia, manca della prima parte che vuole avere uno capitana; perché questa insegna trovare il nimico, pigliare gli alloggiamenti, condurre gli eserciti, ordinare le giornate, campeggiare le terre con tuo vantaggio.

Filopemene, principe degli Achei, intra le altre laude che dagli scrittori gli sano date, e che ne' tempi della pace non pensava-mai se non a' madi della guerra; e quando era in campagna con gli amici, spesso si fermava e ragionava con quelli: -Se li nimici fussino in su que! calle, e noi ci trovassimo qui col nostro esercito, chi di noi arebbe vantaggio? come si potrebbe ire, servando gli ordini a trovarli? se noi volessitno ritirarci, cotnc aremmo a fare? se loro si ritirassino, coine aremmo a seguirli?- e proponeva loro, andando, tutti e' casi che in uno esercito possono occorrere; intendeva la opinione loro, diceva la sua, corroboravala con le ragioni: tal che, per qucste continue cogitazioni, non posseva mai, guidando gli eserciti, nascere accidente alcuno, che lui non avesse el remedio.

Ma quanto allo esercizio della mente, debbe il principe leggere le istorie, e in quelle cOnsiderare le azioni degli uomini ecccllenti; ved ere come si son governati nelle guerre; esaminare le cagioni delle vittorie e perdite loro, per potere queste fuggire, e quelle imitare; e, sopra tutto, fare come ha fatto per lo adrieto qualche uomo eccellente, che ha preso ad imitare se alcuno

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milicia, además de las otras infelicidades, como se ha dicho, no puede ser estimado por sus soldados ni confiar en ellos.

Por lo tanto no debe apartar nunca el pensamiento de ese ejercicio de la guerra, y en la paz debe ejercitarse en él más que en la guerra, lo que puede hacer de dos modos: uno con las obras y el otro con la mente. En cuanto a las obras, además de tener bien ordenados y ejercitados a los suyos, debe estar sietnpre de caza, y tnediante ella acostumbrar el cuerpo a las inco~ modidades y al mismo tiempo conocer la naturaleza de los lugares, y ?prender cómo surgen los montes, cómo se abren los valles, cómo yacen las llanuras, y comprender la naturaleza de los ríos y de los pantanos y poner mucho cuidado en eso. Ese conocimiento es útil de dos maneras. Primero, aprende a conocer su territorio y puede comprender mejor sus defensas; después, mediante el conocimiento y la práctica de esos lugares, comprende con facilidad cualquier otro sitio nuevo que tenga necesidad de explorar: porque los cerros, los valles, las llanuras, los ríos, los pantanos que hay, por ejemplo, en Toscana, tienen cierta similitud con los de las otras provincias, tanto que del conocimiento de los lugares de una provincia se puede llegar fácilmente al conocimiento de las demás. Y el príncipe que carece de esa pericia carece de la primera cualidad que debe tener un capitán, porque eso enseña a encontrar al enemigo, a escoger alojatniento, a conducir los ejércitos, a ordenar las batallas y a sitiar las ciudades con ventaja.

Filopémenes, príncipe de los aqueos, entre las otras alabanzas que le tributan los escritores tiene la de que en tiempos de paz no pensaba sino en los modos de la guerra, Y- cuando estaba en el campo con sus mnigos, a tncnudo se detenía y razonaba con ellos: «Si los enemigos estuvieran en aquel cerro, y nosotros nos encontráramos con nuestro ejércitos aquí, ¿quién tendría ventaja? ¿Cómo podríamos ir a su encuentro, conservando los órdenes? Si quisiéramos retirarnos, ¿cómo tendríamos que hacer? Si ellos se retiraran, ¿cómo deberíamos seguirlos?» Y anclando, les proponía todos los (2asos que puedan ocurrir en un ejército, escuchaba sus opiniones, decía las ele él, las corroboraba con razones; de manera que por esas continuas cavilaciones nunca podía nacer un accidente, guiando los ejércitos, para el cual él no tuviera el remedio.

Filopémenes, príncipe de los aqueos ... no tuviera el remedio. Filopémenes fue jefe militar («estratega») de la Liga Aquea, que reunía la mayor parte de las ciudades del Peloponeso, en el período inmediatamente anterior a la conquista de Grecia por los romanos, pues murió en el año 183 a.c. El primer período de este pasaje es sumamente (pero también eficazmente) irregular en cuanto a sintaxis. El lenguaje hablado irrumpe por momentos en este tratado de alta polftica. En este caso, el deseo de dar relieve al personaje acariciado por la fantasía evocadora perturba la trabazón ló[,rica de las palabras.

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innanzi a lui e stato laudato e gloriato, e di quello ha tenuta sempre e' gesti ed azioni appresso di sé: come si dice che Alessar:dro Magno imitava Achille; Cesare, Alessandro; Scipione, Ciro. E qualiü'ique legge la vita di Ciro scritta da Senofonte, riconosce di poi nella vita di Scipione quanto quella imitazione li fu di gloria, e quanto, nella castita, affabilita, umanita, liberalita Scipione si conformassi con quelle cose che di Ciro da Senofonte sano sute scritte. · ,.,.;.:

Questi simili modi debbe osservare uno principe savia, e maine' tempi pacifici stare ozioso; ma con industria farne capitale, per potersene valere nelle avversit8., acció che, quando si muta la fortuna, lo truovi parata a resistere.

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Pero en cuanto al ejercicio de la mente, debe el príncipe leer las historias, y en ellas considerar las acciones de los hombres excelentes, ver cómo se gobernaron en las guerras, examinar las causas de sus victorias y de sus derrotas, para poder evitar éstas e imitar aquéllas, y sobre todo hacer como han hecho en el pasado muchos hombres excelentes, que se han puesto a imitar a alguno que antes que ellos hubiese sido alabado y ensalzado y han tenido siempre presentes sus gestos y sus acciones, como se dice que Alejandro Magno imitaba a Aquiles, César a Alejandro, Escipión a Ciro. Y quienquiera que lea la vida de Ciro escrita por Jenofonte reconoce después en la vida de Escipión cuánta gloria le trajo esa imitación, y hasta qué punto Escipión se conformaba en la castidad, la humanidad, la generosidad, a las cosas que J enofonte escribió de Ciro. Tales modos debe observar un príncipe sabio, y jamás en los tiempos pacíficos estar ocioso, sino industriosamente hacer capital del que poder valerse en la adversidad, a fin de que cuando la fortuna cambia lo encuentre preparado para resistirla.

Pero, en cuanto al ejercicio de la mente ••• preparado para resistirla. Toda esta segunda parte gira alrededor del tema human(stico de la imitación. El príncipe debe leer la historia para encontrar en ell.a modelos. F:;l programa del Renacimiento era la imitación de la antigüedad; pero en la misma antrgüedad buscaba ejemplos de imitación, como hace aquíMaquiavelo, pues ese canon era heredado: los romanos se propusieron imitar a los griegos. La originalidad es un valor relativamente moderno.

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XV De his rebus quibus homines et praesertim principes laudantur aut vituperantur ,,

Resta ora a vedere quali debbano essere e' madi e governi di uno principe con sudditi o con gli amici. E perché io so che molti di questo hanno scritto, dubito, scrivendone ancora io, non essere tenuto prosuntuoso, partendotni massime, nel disputare questa materia, dagli ordini degli al tri. Ma senda l'intento mio scrivere cosa utile a chi la intende, mi e parso piú conveniente anclare drieto alla verita effettuale della cosa, che alla imaginazione di essa. E molti si sano imagina ti republiche e principati che non si sano mai visti né conosciuti essere in vero; perché egli e tanto discosto da come si vive a come si doverrebbe vivere, che colui che lascia quello che si fa per quello che si doverrebbe fare impara piuttosto la ruina che la preservazione sua: perché uno uomo, che voglia fare in tutte le parte professione di buono, conviene rovini infra tanti che non sono buoni. Onde C necessario a uno principe, volendosi tnantenere, imparare a potere essere non buono, e usarlo e non l'usare secando la necessit3..

Notas al capítulo XV El Príncipe propiamente dicho (es decir, se&rún mi opinión, sin la dedicatoria y sin el último capítulo) comprende, como ~e vio, tres partes. La primera termina con el capítulo XI, en cuyas últimas líneas de sabor cortesano algunos quisieron reconocer un verdadero final, como si, en la intención del autor, en un primer momento, el libro debiera terminar allí. Luego, vienen los tres capítulos de tema militar, que ofician de bisagra con la tercera, que comienza en este capftulo XV. Mientras la primera parte es más bien analftica y descriptiva, la tercera es aparentemente normativa. Pero, a través de los preceptos técnicos, dirigidos a asesorar al príncipe en la adquisición y conservación del poder, surge un impactante retrato. En todos los capítulos que siguen a este, Maquiavelo moldea su-personaje, contemplándolo con mirada de artista. El capítulo XV tiene un claro carácter introductivo, desde el punto de vista ¡netodológico. El autor retoma su tema y plantea claramente el problema moral que en él está necesariamente involucrado.

Resta ahora ver ... según la necesi_dad. Se manifiesta una dolorosa exigencia moral en esta sinceridad del pesimismo maquiaveliano, que anticipa el «horno homini lupus)) de Hobbes (tanto El Príncipe como Leviathán están ligados al triunfo del absolutismo en los sigloS XVI y XVII respectivamente), pero, a diferencia de este último, ve en modo realista las distintas posibilidades de organización política, aun considerándolas todas efímeras, y, de todas ellas, piensa que sólo las repúblicas persiguen el bien común (Discursos ••. JI, 2). Pero aquí se habla del príncipe y de lo que tiene que hacer si quiere conservar el poder. Si se empecina en ser bueno, rodeado como está por ambiciosos feroces y sin escrúpulos, fatalmente fracasa.

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XV Sobre las cosas por las que los hombres y especialmente los príncipes son alabados o censurados

Resta ahora ver cuáles deben ser los modos y conductas de un príncipe con los súbditos y con los amigos. Y como sé que muchos han escrito sobre esto, temo ser considerado presuntuoso al escribir también yo, especiahnente apartándotne en el examen de esta materia de los criterios de los demás. Pero como mi intención es escribir ~lgo útil para quien lo entiende, me ha parecido más conveniente ir detrás de la verdad efectual de las cosas que de la imaginación de ellas. Y muchos se han imaginado repúblicas y principados que nunca se han visto ni conocido en la realidad, porque de como se vive a como se debería vivir hay tanta distancia, que quien deja lo que se hace por lo que se debería hacer aprende antes su ruina que su preservación; porque un hombre que quiera hacer profesión de bueno en todo lo que hace tiene que arruinarse, entre tantos que no son buenos. Por lo cual un·prfncipt:;,­que q11iera re,~f\S~f\ers~ ,ti~J;l~,que aprender a poder no ser bueno; ylísiíf!ü d

,,f\~,t(!irut:r~~t<fSJí':l;Jltli~2~~9¡;&~~~a;:' ·

Aquí se hace necesaria una aclaración. La diferencia, tan comentada, entre El Príncipe y El cortesano de Baltasar de Castiglione no consiste sólo en el heclro de que este último idealiza al príncipe y a su corte, sino también y principalmente en la profunda disparidad del enfoque. Maquiavelo tenía amistades aristocráticas y cortesanas, pero, mentalmente, era ave de otro corral. Se consideraba <<popular» y lo dice en la dedicatoria de El Príncipe; se siente en él la herencia de la larga lucha del pueblo florentino contra los «grandes», es decir los nobles de toda nobleza, de origen feudal, a los que se habían sumado los aristócratas del dinero. Entre ellos, el príncipe tiene que abrirse camino.

El autor de los Decenales mira ese mundo desde afuera, desde el llano, a menudo con sorna. En todo su discurso dilemático, en que el príncipe aparece solitario y los demás dan la impresión de un bloque peligroso, que por momentos se desdibuja con el nombre abstracto de Fortuna, hay en realidad una tripartición: príncipe, nobles y pueblo, Se alternan entonces situaciones aparentemente similares, en que la dicotomía se produce, bien entre príncipe y grandes, bien entre príncipe y pueblo. De ahí, muchas aparentes contradicciones. Los hombres del pueblo nó son mejores que los grandes o que el príncipe; pero, como no tienen esperanza de llegar al poder, el interés de cada uno de ellos coincide con el bien común ( veánse los Discursos sobre la primera década de Tito Livio y, especialmente I, 5, 58, 59; JI, 2). Paresa el «deber ser» reside en el pueblo y los regímenes populares son mejores, aunque no duran, porque el hombre no es bueno y se corrompe.

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Lasciando, adunque, indrieto le cose circa uno principe ünaginate, e discorrendo quelle che sano vere, dico che tutti gli uor!lini, quando se ne parla, e massime e' principi, per es.sere posti piú alti, soilO notati di alcune dí queste qualita che arrecano loro o biasimo o laude. E questo e che alcuno e tenuta liberale, alcuno misero (usando uno termine toscano, perché avaro in nostra lingua e ancora colui che per rapina des id era_ di avere, misero chiamiamo noí quello che si as tiene troppo di usare il súo); alcuno e tenuta donatore, alcuno rapace; alcuno crudele, alcuno pietoso; !'uno fedífrago, l'altro fedele; !'uno effeminato e pusillanime, l'altro feroce e animoso; l'uno umano, l'altro superbo; l'uno lascivo, l'altro casto; l'uno intero, l'altro astuto; l'uno duro, l'altro facile; l'uno grave, l'altro leggieri; l'uno religioso, l'altro incredulo, e simíli. E io so che ciascuno confessera che sarebbe laudabílissíma cosa in uno príncipe trovarsi, di tutte le soprascritte qualita, quelle che sano tenute buone; ma perché le non si possono avere né interamente osservare, per le condizioni umane che non lo ·consentono, gli e necessario essere tanto prudente che sappía fuggíre !'infamia dí quellí vizíi che li torrebbano lo stato, e da quelli che non gnene tolgano, guardarsi, se egli e possibile; tna non possendo, vi si puü con meno respetto lasciare anclare. Et etiam non si curi di incorrere nella infamia di quelli vizíi sanza quali e' possa difficílmente salvare lo stato; perché, se si considerra bene tutto, si troverra qualche cosa che parra virtú, e, seguendola, sarebbe la ruina sua; e qualcuna altra che parra vizio, e, seguendola, ne riesce la securta e il bene essere suo.

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Dejando pues de lado las cosas imaginadas respecto a un príncipe, y discurriendo de las que son verdaderas, digo que en todos los hombres, cuando se habla de ellos, y especialmente en los príncipes, que están colocados más alto, se señalan algunas de estas cualidades que les atraen censura o. elogio. Y son que alguno es considerado liberal, otro mísero (usando un término toscano, porque avaro en nuestra lengua es aún el que desea tener por rapiña, y mísero llamamos al que se abstiene demasiado de usar lo suyo); alguno es considerado dadivoso, otro rapaz; alguno cruel, otro piadoso; uno desleal, otro fiel; uno afeminado y pusilánime, otro feroz y animoso; uno humano, otro soberbio; uno lascivo, otro casto; uno entero, el otro artero; uno duro, el otro fácil; uno grave, el otro ligero; uno religioso, el otro incrédulo y otros semejantes. Y_y0.séque todos admitirán que sería ad:Tiii:"Eilis_imo que unpríncipe tuviera, de todas las cualidades antes dichas, ras que se cons~-~eran bti~naS{i)ero como no es posible tenerl;;¡s, ni óbservar.­~a§~poL:.CO::ti,l¡)_letó; por las condicioneshumanas que no le permiten, es 'necesario que sea tan pfudehte qué sépa evitar la infamia de las que le quitarían el estado, y de la que no se lo quiten se guarde, si es posible, pero si no puede, en ellas puede dejarse ir con menos reparo. Y además, que no se cuide de incurrir en la fama de aquellos vicios sin los cuales difícilmeñl:e .Podría salvar el estado; porque si se considera bien todo, se encontrará algo que parecerá virtud y siguiéndolo sería su ruina, y algo que parecerá vicio y siguiéndolo conduce a su seguridad y bienestar.

Dejando, pues, de lado ... y otros semejantes. Al hablar de las cualidades que al príncipe le conviene tener, Maquiavelo procede, como siempre, por dilemas, es decir, aquí, por parejas de antónimos. A cada una de las primeras cuatro parejas, corresponderá luego un capítulo de esa parte de la obra, de modo que este capüulo.desempeña, al principio de ella, la misma función de sumario previo que el capítulo I en la primera.

Y yo sé que todos admitirán ooo seguridad y bienestar. Ha sido observado (Gennaro Sasso, en el comentario a I1 principe e al tri scritti de N. Machiavelli, Ed. La Nuova Italia, Firenze, 1963, p.138) que, en las últimas líneas de este famoso pasaje, lo contrario de vicio no es virtud, sino seguridad y bienestar. Esto no se debe, como parece creer Sasso, a falta de valor para llevar hasta las últimas consecuencias la visión realista de las cosas, sino al hecho de que Maquiavelo quiere recalcar el carácter técnico y no moral de la contraposición, que, por otra parte, no se plantea entre virtud y ruina, ni entre vicio y bienestar, sino entre el primero y el segundo de estos dos vínculos causales (la virtud causa la ruina y el vicio, bienestar). Las palabras «salvar el estado», que en este pasaje tienen. tanto relieve, han contribuído mucho a generar el malentendido alrededor del pensamiento de Maquiavelo, pues se le ha dado a la palabra «estado» el sentido moderno en su acepción más amplia, Pero aquí, como casi siempre en la obra, no significa más que «SU situación», es decir, su gobierno, En efecto, al final, se habla, a este propósito, de su ruina, de su seguridad y bienes_tar.

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XVI De liberalitate et parsimonia

"'\._

Cominciandomi, adunque, al! e prime soprascritte qualita, dico come sarebbc bene essere tenuta liberale: nondimanco la liberalita, usara in modo che tu sia tenuta, ti offende; perché se la si usa virtuosamente e come la si debbc usare, la non fia conosciuta, e non ti caschera la infamia del suo contrario. E peró, a volersi mantenere infra gli uomini el nome del liberale, e necessario non lasciare indrieto alcuna qualira di suntuosita; talmente che sempre uno principe cosí fatto consumera in simili opere tutte le su e faculta, e sara necessitato alla fine, se si vorra tnantenere el notne del liberale, gravare e' populi estraordinariamente ed essere fiscale, e .fare tutte quelle cose che si possono fare per avere danari. ll che comincera a farlo odioso con sudditi, e poco stimare da nessuno, di ventando pavero; in tnodo che, con questa sua liberalita, avendo offeso gli assai e premiato e' pochi, sente ogni primo disagio, e periclita in qualunque primo periculo; il che conoscendo lui, e volendosene ritrarre, incorre subito nella infamia deltnisero.

Uno principe, adunque, non potendo usare questa virtú del liberale, sanza suo danno, in tnodo che lasia conosciuta, debbe, s' egli e prudente, non si curare del nmne dcltnisero: perché col tetnpo sara tenuta sempre piú

N atas al capítulo XVI ;La estatua del príncipe estd esculpida a golpes de disyuntivas, como vimos en el capítulo anterior. Pero no se trata de características personales de cada príncipe; son cualidades que el príncipe asume, eligiendo, de cada pareja de atributos contrarios, el que más le conviene, para componer una imagen adecuada. En esto, Maquiavelo anticipa o aparenta anticipar, el papel de los actuales e$pecialistas publicitarios, que conducen la propaganda electoralp maquillando, material y espiritualmente, a los candidatos, sus clientes. El príncipe debe, ante todo, ser un buen actor, construir su personaje, hacer de su persona ficticia un instrumento de dominio. Debajo de ella, deberá construir otra, que tendrá una existencia fáctica, pero que tampoco será l.a suya (la suya está destinada a desaparecer, y por eso el destino del príncipe es trágico), sino que está determinada por las férreas exigencias del poder, que Maquiavelo a lo largo de la obra va indicando. Fi&rura trágica y solitaria, el príncipe; y, sin embargo, determinada, a través de un juego de acciones y reacciones, por su entorno (la corte) ~ que enes te capítulo adquiere un relieve especial, contraponiéndose netamente al pueblo~ y, de forma sutil y remota, por sus relaciones con el pueblo mismo.

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XVI Sobre la liberalidad y la parsimonia

Empezando pues con las primeras de las cualidades antes dichas, digoqu~ sería bueno ser considerado liberal; sin embargo la liberalidad, usada de modo de criar fama, te perjudiCa; porque si es usada virtuosamente y como se debe usar, no será conocida y no evitarás el desprestigio de su contrario. Y por eso, si se quiere mantener entre los hombres la fama de liberal, es necesario no dejar de lado ningún tipo de suntuosidad, de manera que siempre un príncipe de ese tipo consumirá en tales obras todo su haber y al final, si quiere 1nantener su fmna de liberal, tendrá que gravar extraordina~ riamente a los pueblos, ser malvado al imponer y al cobrar los impuesto, y hacer todo lo que se puede hacer para obtener dinero. Lo cual empezará a hacerlo odioso para sus súbditos, y poco estimado por nadie, si se vuelve pobre; de modo que, como con esa liberalidad ha ofendido a muchos y premiado a pocos, la primera dificultad la siente y el primer peligro lo derriba; y si él lo conoce y quiere desdecirse, cae de inmediato en el desprestigio del mísero.

Como el príncipe, pues, no puede usar esta virtud de la liberalidad de modo que sea conocida sin daño suyo, debe, si es prudente, no cuidarse de

Empezando, pues, con las primeras ••• en el desprestigio del mísero. Este capítulo debió ser uno de los más hirientes de toda la obra en los tiempos de Maquiavelo, cuando en las cortes se volvía a cultivar, como en la época trovadoresca, el ideal de la «COrtesía», de lt;t que la largueza en regalar, la «liberalidad», era un aspecto importante. Para significar «dadivoso» y <<avaro'', Maquiavelo usa los términos «liberale» y «misero>,, En el capítulo anterior, se justifica por no usar, en cambio de «misero>>, el término entonces y ahora más usual en el resto de Italia: «avaro", diciendo que en Florencia el término significaba aún rapaz. Tal, en efecto, era el significado mediqeval. Cuando Dante nos presenta su loba como símbolo de avaricia, no se refiere a exagerada parsimonia, sino a codicia violenta de bienes y poder,

Como el príncipe ••• que son pocos. La recomendación de este capítulo, en el fondo, es un caso particular del precepto general, que Maquiavelo ha subrayado en la primera parte de la obra, de buscar la amistad del pueblo más que de la de los nobles. Es mejor no quitar a los muchos, que regalar a los pocos. Maquiavelo paladea esta contraposición, a través de múltiples variaciones, a

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liberale, veggendo che con la sua parsimonia le sua intrate li bastano, puo defendersi da chi li fa guerra, puo fare imprese sanza gravare e' populi; talmente che viene a usare libera lita a tutti quelli a¡}¡¡ non toglie, che sono infiniti, e miseria a tutti coloro a chi non da, che sano pochi. N e' nostri tempi noi non abbiamo veduto fare gran cose se non a quelli che sono stati ten u ti miseri; gli altri essere spenti. Papa Julio 11, come si fu servito del no me delliberale per aggiugnere al papato, non penso pdi a mantenerselo, per potere fare guerra; el re di Francia presente ha fatto tan te guerre sanza porre uno dazio estraordinario a' suoi, solmn perché alle superflue spese ha sumministrato la lunga parsimonia sua; el re di Spagna presente, se fussi tenuta liberale, non arebbe fatto né vinta tante imprese.

Pertanto uno príncipe debbe esistimare poco, per non avere a rubare e' sud di ti, per potere defendersi, per non di ventare pavero e contennendo, per non essere forzato a diventare rapace, di incorrere nel nmne deltnisero: perché questo e uno di quelli vizii che lo fanno regnare. E se alcuno dicessi: Cesare con la liberalita pervenne allo imperio, e molti altri, per essere stati ed essere tenuti liberali, sano pervenuti a gradi grandissimi; rispondo: o tu se' príncipe fatto, o tu se' in via di acquistarlo: nel pritno caso, questa liberalita e dannosa; nel secando, e bene necessario essere tenuta liberale. E Cesare era uno di quelli che voleva pervenire al principato di Roma; ma se, poi che vi fu venuto, fussi sopravissuto e non si fussi temperato da quelle spese, arebbe destrutto quello imperio. E se alcuno replicassi: molti sono stati principi, e con gli eserciti hanno fatto gran cose, che sano stati teQ.uti liberalissimi; ti rispondo: o el príncipe spende del suo e de' sua sudditi o di quello d'altri; nel primo caso, debbe essere parco; nell'altro, non debbe lasciare indrieto parte alcuna di liberalita. E que! príncipe che va con gli eserciti, che si pasee di prede, di sacchi e di taglie, maneggia quello di al tri, li e necessaria questa liberalita; altrimenti, non sarebbe seguito da' soldati. E di quello che non e tu o, o de' sudditi tuoi, si puo essere piú largo donatore, come fu Ciro, Cesare ed Alessandro; perché lo spendere quello di al tri non ti toglie reputazione, ma te ne aggiugne: solamente lo spendere el tuo e quello che ti nuoce. E non ci e cosa che consumí se stessa quanto la liberalita: la quale mentre che tu usi, perdí la faculta di usarla, e diventi o

lo largo de todo el capítulo. En realidad, Maquiavelo expresa con vigor el deseo de todos los pueblos, de que el gobierno no cobre excesivos impuestos y no emplee el dinero que con ellos obtiene en granjearse con dádivas el favor de los más poderosos o influyentes. Como siempre, Maquiavelo piensa en el momento en que vive y en su FloTencia.

Siguen ejemplos y la admisión de que a veces las dádivas son inevitables, pero sólo para llegar a! poder.

Y si alguien replicase ••• el gastar lo tuyo es lo que te perjudica. La paradoja es sóto aparente. Maquiavelo cala hondo en la realidad. Y la dice en la forma mds chocante posible. Para

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de tnísero: porque con el tiempo será considerado cada vez 1nás cuando se vea que con su parsimonia sus ingresos le bastan, puede

ifendere>e de quien le hace la guerra, puede hacer empresas sin gravar a los iueblc•s; de tal mamera que viene a ser liberal con todos aquellos a quienes

quita, que son infinitos, y mísero con aquellos a quienes no les da, que En nuestros tie1npos no hemos visto hacer grandes cosas más que

t))l.<{U<""" que fueron considerados míseros; los otros fueron liquidados. El · !1, una vez que se sirvió de la fama de liberal para llegar al papado,

después en mantenerla, para poder hacer la guerra. El rey de ll'rmi•cia actual ha hecho tantas guerras sin poner impuestos extraordinarios

:;·.:~· .. •uo suyos sólo porque cubrió los gastos superfluos su larga parsimonia. El (¡\yclel~s¡mfíaactual, si fuera considerado liberal, no habría hecho ni ganado ;t:~ntas empresas.

lo tanto un príncipe, para no tener que robar a sus súbditos, para .<:1nocier defenderse, para no volverse pobre y despreciable, para no verse

ptJug:aao a volverse rapaz, no debe temer incurrir en la fama de mísero, ; ·~?;:~~~éste es uno de esos vicios que lo hacen reinar. Y si alguno dijera: .·; la liberalidad llegó al imperio, y muchos otros, por haber sido

·;:;'bG¡;sicler:adcls liberales, llegaron a grados grandísimos, respondo: o tú eres :;'princJtpe hecho, o estás en vías de adquirirlo: en el primer caso esa libera­

es dañina; en el segundo caso sí es necesario ser considerado liberal. era uno de los que querían llegar al principado de Roma; pero si

<<cfes¡pu<;s que lo alcanzó hubiera sobrevivido y no hubiera moderado sus , .. ··.: .ga:stps, habría destruido aquel imperio. Y si alguien replicase: muchos han

· .. príncipes y han hecho grandes cosas con los ejércitos, que fueron considerados muy liberales, te respondo: o el príncipe gasta de lo suyo y de sus súbditos, o de lo de otros: en el primer caso, debe ser parco; en el otro, rto debe dejar de lado ninguna liberalidad. Y el príncipe que anda con los ~jércitos, que vive de presas, de saqueos y de tributos, maneja lo de otros y tiene necesidad de ser liberal, pues de otro modo no lo seguirían los soldados. Y de lo que no es tuyo ni de tus súbditos se puede ser ampliamente generoso, como lo fueron Ciro, César y Alejandro; porque el gastar lo de otros no te quita reputación sino que te la agrega; solamente el gastar lo tuyo es lo que

la mentalidad protocapitalista del siglo XVI, aparentar generosidad regalando lo ajeno era algo que debía tener muy mal sabor, aunque eso sea lo que todos los «Príncipes» nuevos hicieron en todas las épocas. Lo hicieron los &,lfandes conquistadores y lo hacían, en esos días, los minúsculos «·Príncipes nuevos» , que vivían ~dice aquí Maquiavelo~ «de presas, saqueos y tallas» . Lo extraño es _que ningún intérprete (que yo sepa) haya notado el .desprecio implícito en estas palabras y la am17rgura de todo el capítulo (de todo el libro) por el hecho de que la gente común se sitúa al mismo nivel y, por ejemplo, desprecia al que ha empobrecido. Pero, al lado de esta amargura, se siente en el autor la altiva cqmplacencia de llamar las cosas por su nombre.

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ire la poverta, rapace e odioso. E intra pavero e contennendo, o? p~r fur'aebbe guardare, e lo esse<~ contenn:nd~ tutte le cose di ~he un.o ?nu~tpe s l'altra cosa ti conduce. Pe;tanto, e J. m e odioso¡ e la hberaltta a un~ e che arturisce una infamta sanza o 10,

sapienzia tenersi el nomeddelll~btserlo, esse~e necessitato incorrere nel no me 1 1 nome e 1 era e,

che, per vo ere e ·nf . con odio. . ,, del rapace, che parturisce una t amta

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te perjudica. Y no hay cosa que se consuma a sí misma tanto cmno la liberalidad, la cual mientras la usas pierdes la facultad de usarla, y te vuelves o pobre y despreciable o, para evitar la pobreza, rapaz y odioso. Y entre todas las cosas de las que debe guardarse un príncipe está el ser despreciable y odioso, y la liberalidad te conduce a ambas. Por lo tanto es más sabio quedarse con el nombre de mísero, que produce un desprestigio sin odio, que, por querer la fama de liberal tener necesidad de incurrir en el nombre de rapaz, que produce un desprestigio con odio.

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XVII .,,_ De crudelitate et pietate; et an slt melius amari quam timeri, vel e~ontra

l' • d' he ciascuno Scendendo appresso alle altr~ prealle~a~:t;u~:~~~s~c~ ~on crudele: príncipe debbe desiderar~ dl. essere a:e male questa pieta. Era tenuto nondimanco debbe avvertlr~ dl non us ll sua crudelta aveva racconcia Cesare Borgia crudele; nondtml ~neo que ~ f de ll che se si considerra

. l ridotto a m pace e m e . la Ro magna, umto a, l . , ietoso che il populo fiorentino, b · dra quello essere stato m o to pm P · D bb . ene, SI ve . l d l crudele lascio destruggere Pisto m. e e, ¡[ quale, per fuggtre e no me ~ d, lla infamia di crudele, per ten ere

Principe non s1 curare e 1. , ·" pertanto, uno. . . ! • h" n ochissimi esemp 1, sara ptu li sudditi suol unltl e m fede, perc e, c~a lasciono seguire e' disordini, pietoso che quelli e'. quali, per tro~p:;~hé ~ueste sogliono offendere una di che ne nas ca occ!SlOnl 0 rapm~, P no dal rinci e offendono universalita intera, e quelle es~c~zt~nt ~he :¡;;:;,cipe n~ovo ~ impossibile uno parrticulare. E intra tulttl e prtnCIP(. tati nuovi pieni di periculi. E fuggire el nome del crude e, pe.r essere 1 s Virgilio, nella bocea di Dido dtce:

Res dura, et regni novitas me tal.ia cogunt Moliri, et late fines custode tuen.

Notas al capftulo XVII . d ¡ . a ítulo etil el anterior asoma el «deber ser» a traves e

Examinando ..• mtolerable. En este ~ P Y ¡XVI y la «crueldad piadosa» en este. La bien de los súbditos: la limitación J_e los Impuestos, ~n ~alme~te contra la nobleza levantisca, como crueldad del soberano absoluto se eJe: da e~tonce~s esq e e es el único ejemplo en el libro a este respecto en el caso de la acción de César Borgw e¡ ?J:ana, u~ tanto la parsimonia, como la represión y sobre el cual Maquiavelo vuelve comp acl mente. l ero;ino en un plano instrumental, desde el de los desmanes se presentan no como no:mas mora es.' te en granjearse el favor de los muchos a punto de vista del interés político del pr(nope' que consts . . expensas de los pocos. ,. t atécnicos. el deseo de contribuir a la reducnón

Esto no exduye que influyan aqw fa:rJ:. e~ r ¡ desti~atario inmediato de su discurso, el del fiscalismo (Maquiavelo nunca p¡er VISta e

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XVII Sobre la crueldad y la piedad, y si es mejor ser amado que temido o lo contrario

Examinando las otras cualidades antes dichas, digo que cada príncipe debe desear ser considerado piadoso y no cruel; sin embargo debe tener cuidado de no usar mal esa piedad. César Borgia era considerado cruel; sin embargo esa crueldad suya había restaurado a Romaña, la había unido y reducido a la paz y la lealtad. Y si se considera bien esto, se verá que él fue mucho más piadoso que el florentino, que por evitar el de cruel destruir

~~~~11~\!f'~l'~~f~~:~~~: porque éstas suelen ofender a una colectividad entera, mientras que ejecuciones que vienen del príncipe ofenden a un particular. Y entre todos los príncipes, al príncipe nuevo le es imposible evitar el nombre de cruel, porque los estados nuevos están llenos de peligros. Y Virgilio por boca de Dido dice:

«la dura necesidad y la juventud del reino me obligan a usar tales medios, y a defender con vasta guardia los confines".

«Príncipe» de Florencia), su antipatía por la nobleza, y también-¿por qué no?-el problema moral, que subyace S~iempre a estos planteas, aunque reprimido, pues aqu( se trata del poder, que no puede, por su propia naturaleza, tenerlo en cuenta. La «crueldad piadosa» es un caso particular; no es la que el pr(ncipe nuevo debe usar necesariamente para llegar al gobierno y, luego, más cautelosamen~ te, para mantenerse en él. Su inclusión obedece al deseo de no dejar de lado ningún aspecto de esta

· realidad compleja. El problema de la violencia y de su legitimidad atormenta y atormentará siempre la conciencia humana. Maquiavelo, de- acuerdo con la mentalidad human(stica, encuentra moralmente positivo el puñal del que mata a un tirano (contra quien, a menudo, «no queda» ~dice" «Otro remedio que el hierro» (Discursos ..• 1, 58, al final). Y, sin duda, aprobaba la ejecución de Vitelli, capitán mercenario al servicio de Florencia en la guerra contra Pisa, llevada a cabo más en prevención de peligros futuros, que para castigar un delito comprobado. Por otra parte, el hecho de

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Nondimanco debbe esser grave al credere e al muoversi, né si fare paura da se stesso; e procedere in 1nodo temperato con prud~P,;zia e umanit8.., che la troppa confidenzia non lo facci incauto e la troppa diffidenzia non lo renda intollerabile.

N asee da questo una disputa: s'egli e meglio essere amato che temuto, o e converso. Rispondesi che si vorrebbe essere !'uno e l'e),tro; ma perché egli e difficile accozzarli insieme, e molto piU sicuro esse!e temuto che amato, quando si abbia a mancare dell'uno de' dua. Perché degli uomini si puo dire questo generalmente: che siena ingrati, volubili, simulatori e dissimulatori, fuggitori de' pericoli, cupidi di guadagno; e mentre fai loro bene, sano tutti tua, offeronti el sangue, la roba, la vita, e' figliuoli, come di sopra dissi, quando il bisogno e discosto; ma, quando ti si appressa, e' si rivoltano. E que! principe che si e tutto fondato in sulle paro le loro, trovandosi nudo di altre preparazioni, rovina; perché le amicizie che si acquistano col prezzo, e non con gr\lndezza e nobilta di animO, si meritano, ma le non si hanno, e a' tempi non si possono spendere. E gli uomini hanno meno respetto a offendere uno che si facci amare, che uno che si facci temere; perché l'atnore e tenuta da u;'o vinculo di obligo, il qua! e, per essere gli u o mini tris ti, da ogni occasione dt propria utilita e rotto; ma il timo re e tenuta da una paura di pena che non ti abbandona mai.

Debbe nondimanco el principe farsi temere in modo eh~, se non acquista lo amare, che fugga !'odio; perché puo molto bene stare insieme essere temuto e non odiato; il che fara sempre, quando si as tenga dalla roba de' sua cittadini e de' sua sudditi, e dalle donne loro. E quando pure li bisognasse procedere contra al sangue di alcuno, farlo quando vi sia iustificazione conveniente e causa manifesta; ma, sopra tutto, astenersi dalla roba d'altri: perché li uomini sdimenticano piú presto la morte del padre che la perdita del patrimonio. Di poi, le cagioni del torre la roba non mancono mai; e, sempre, colui che comincia a vivere con rapina, truova cagione di occupare quel d'altri; e, per adverso, contra al sangue sano piú rare e mancono piú presto.

Ma, quando el príncipe e con gli eserciti e ha in governo moltitudine di

que F~orencia, en su época republicana, actuara eomo «Príncipe» colectivo frente a las ciudades sometidas hace que el patriotismo le invierta; como en el último capítulo de El Príncipe, la escala ~e los ~alares. La cosas peores, cuando benefician a la patria, se vuelven positivas, y es un tmperatwo moral aceptarlas o llevarlas a cabo. El reproche, que aquí se hace a los florentinos de no haber reprimido los disturbios de Pistoia (ciudad. que en aquella época estaba en su poder y se veía asolada por luchas entre las familias más encumbradas), indica que el dilema: piedad~crueldad se le planteaba a Maquiavelo también en un terreno general. El pensamiento de Maquiavelo no es ciertamente monolítico, pues está agitado profundamente por diferentes estímulos y debido a su rica problemática (no resuelta más que en el terreno de la descripción de lo que es), abre la' época moderna.

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Nace de aquí una disputa: si es mejor ser amado que temido, o al revés. Se responde que sería deseable ser ambas cosas, pero como es difícil reunirlas, es mucho más seguro ser temido que amado, si se ha de carecer de una de las dos. Porque de los hombres puede decirse en general esto: que son ingratos, volubles, simuladores y disimuladores, evitadores de los peligros, codiciosos de ganancia; y mientras les haces bien, son todos tuyos, te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, como ya he dicho, cuando la necesidad está lejos; pero cuando se te acerca se dan vuelta. Y el príncipe que se ha basado enteramente en sus palabras, hallándose desnudo de otros preparativos, cae; porque las amistades que se adquieren con precio y no con grandeza y nobleza de ánimo se compran, pero no se tienen, y en su momento no se pueden usar. Y los hombres tienen menos reparos para ofender a unQ que se hace amar que a uno que se hace temer; porque el amor es sostenido por un vínculo de obligación que cualquier ocasión de utilidad propia rompe, porque los hombres son malos; pero el temor es sostenido por un miedo a la pena que no te abandona nunca.

Sin embargo el príncipe debe hacerse temer de manera que, si no adquie;' el. amor, evite el odio, ¡JOrque tr,\\'!ybien Pl!~de5' .esmr jl!ntos el ser tl).!l).ido y el no ser odiado; lo cual logrará siempre que se abstenga de tócar ro;bienes de sus ciudad;mos y ele sus súbditos, y las mujeres de ellos; y cuando con todo le resulte necesario proceder contra la sangre de alguno, hacerlo cuando haya justificación conveniente y causa manifiesta; pero sobre todo abas tenerse de los bienes ajenos, porque los. ~?'::bres olvidanmásprontola

..• ~!I~ttecdel padre que 1\' pérdida del patrilñoñíoyDespués, las razones para ''qí,;'ita'f"Ios bienes nunca faltan, y el que empieza a vivir con rapiña siempre enéuentra causa para ocupar los bienes de otros; y contra la sangre, por el contrario, son más raras y faltan antes.

Pero cuando el príncipe está con los ejércitos y tiene bajo su gobierno a

Nace de aquí una disputa •• no te abandona nunca. En esta segunda parte el criterio técnico vuelve a predominar. Miedo, odio, amor, no son más que instrumentos en las manos del príncipe, que los emplea para asegurar su dominio. La descripción pesimista de la masa humana que el príncipe ve debajo de sí, material constitutivo de su poder, es uno de los pasajes más citados de la obra. Repite, con la misma vivacidad, el concepto con que se cierra el capítulo IX. La.diferencia estilística está en el catálogo que figura aquí de las cualidades negativas del ser humano como tal, que tiene fuerza acumulativa. Obsérvese la sutileza de la pareja: simulador~disimulador (el que dice lo que no es ~ el que no dice lo que es), donde asoma la preocupación lingiUstica de Maquiavelo, ya puesta de manifiesto en la distinción, en:~re «avaro» y «mísero» en el capítulo anterior a este.

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soldati, allora al tutto ·e necessario non si curare del nome del crudele; perché, sanza questo notne, non si tenne mai esercito U!}ito ne disposto ad alcuna fazione. lntra le mirabili azioni di Annibale si 'é6nnumera questa, che, avendo uno esercito grossissimo, misto di infinite generazioni di uomini, condotto a tnilitare in terre aliene, non vi surgessi tnai alcuna dissensione, né infra loro né contra al príncipe, cosí nella cattiva come nella sua buona fortuna. I1 che non poté nascere da altró :Che da quella sua inumana crudelt:l; la quale, insieme con infinite sua virtú, lo fece setnpre, nel cospetto de' suoi soldati, venerando e terribile; e, sanza quella, a fare quello effetto le altre su a virtúnon li basta vano. E li scrittori, in questo poco considera ti, dall'una parte ammirano questa sua azione, e dall'altra dannono la principale cagiorie di essa.

E che sia vero che l'altre sua virtú non sarebbano bastare, si puo considerare in Scipione, rarissimo non solamente ne' tempi su a, ma in tutta la memoria delle cose che si sanno: dal quale gli eserciti suoi in lspagna si rebellorono; il che non nacque da altro che dalla troppa sua pieta, la quale aveva data a' suoi soldati piú licenzia che alla disciplina militare non si conveniva. La qual cosa li fu da Fabio Massimo in senato rimproverata, e chiamato da luí corruttore della romana milizia. E' Locrensi, senda stati da uno legato di Scipione destrutti, non furono da luí vendicati, né la insolenzia di quello legato corretta, nascendo tutto da quella sua natura facile: talmente che, volendolo alcuno in senato escusare, disse come erano di tnolti uomini che sapevano meglio non errare che correggere gli errori; la qual natura arebbe col tempo vio lato la fama e la gloria di Scipione, se egli avesse con essa perseverato nello imperio; tna, vivencia sotto el governo del senato, questa sua qualit:l dannosa non solum si nascose, ma li fu a gloria.

Concludo, adunque, tornandp allo essere temuto e amato, che, amando gli uomini a posta loro, e temendo a posta del príncipe, debbe uno príncipe savia fondarsi in su quello che e suo, non in su quello che e d'altri: debbe solamente ingegnarsi di fuggire lo odio, come e detto.

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multitud de soldados, entonces es totalmente necesarionog!Ja.r~ars~dela f .. a.'. made cruel, porque sin esa fama nunca s.e ha mantenido un ejércíÍ:ouhiClo

"" " " i ' ', ,: ', ', > ,_ .. , ... ·.·-··.-- '' ' ': ' -'- _, ni dispuesto a acción alghri:H Entre las acciones admirables de Aníbal se cuenta ésta, que teniendo un ejército grandísimo, tnezcla de infinitas especies de hombres, conducido a luchar en tierras ajenas, nunca surgió en él ninguna disensión, ni entre ellos ni contra el príncipe, ni en la tnala ni en la buena fortuna. Lo cual no puede nacer de otra cosa que de aquella inhumana crueldad de él, que junto con sus infinitas virtudes lo hizo siempre venerable y temible para sus soldados; y sin esa virtud no le habrían bastado las otras. Yl!"s.'escritores poco reflexivos admiran por un lado esa acción suya y por el otro censuran su causa principa,l. Y que es verdad que sus demás virtudes no habrían bastado se puede considerar en Escipión, rarísimo no sólo en sus tiemps sifio en toda la memoria de las cosas que se saben, cuyos ejércitos en España se le rebelaron. Lo cual no nació de otra cosa que de su excesiva piedad, que había concedido a los soldados más licencia de la que convenía a la disciplina militar. Lo cual le fue reprochado en el Senado por Fabio Máximo, que lo llamó corruptor de la milicia romana. Los locrenses, destruidos por un legado de Escipión, no fueron vengados por él, ni la insolencia de aquel legado fue corregida, y todo nació de su naturaleza fácil; tanto que queriendo alguno excusarlo en el Senado, dijo que había muchos hombres que mejor sabían no errar que corregir los errores. Y esa naturaleza con el tiempo habría violado la fama y la gloria de Escipión, si él hubiese perseverado con ella en el imperio; pero viviendo con ella bajo el gobierno del Senado, esa cualidad perniciosa suya no sólo quedó oculta sino que le produjo gloria.

Concluyo pues, volviendo al ser temido y amado, que como los hombres aman cuando les parece a ellos y temen cuando le parece al príncipe, un príncipe sabio debe baJarse en lo que es suyo, no en lo que es de otros; solamente debe ingeniarse por evitar el odio, como se ha dicho.

Pero cuando el príncipe está con los ejércitos ... le produjo gloria. Como caracteriza' al principado, asíMaquiavelo caracteriza lo militar. El ejército es en sí un principado, aun cuando está al servicio de una república. Maquiavelo enseña a los pueblos a liberarse de los príncipes, pero no sueña poder prescindir del ejército. Su república debe «asegurarse», y, por lo tanto. debe ser militarmente fuerte. Y el jefe de cualquier ejército debe seguir forzosamente los preceptos que él da a su príncipe. Con ese criterio, puramente técnico, alaba a Anfbal y reprueba a Escipión. La índole «fácil» de este último, que le hacía evitar la crueldad (no era, pues, piedad, sino comodidad) fue inconveniente mientras tuvo el mando; se volvió gloria cuando se reintegró a la vida civil. La <<crueldad» es, pues, un atributo necesario del poder, y tanto más, cuanto más absoluto es este poder.

Concluyo, pues ... como se ha dicho. La conclusión parece fríamente lógica. Pero este Príncipe que se basa en el miedo que difunde porque lo siente suyo, y que no pide amor, porque el amor es de otros, es una figura terriblemente solitaria, encerrada en la prisión de su yo, que se agota en su poder; es una figura de tragedia, forjada con criterio de artista.

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XVIII ~. Quomodo fides a principibus sit servanda

Quanto si a laudabile in uno principe manten ere la. fede e ~ivere con integridl e non con astuzia, ciascuno lo intende; nondtmanco st vede, per esperienza ne' nostri tempi, quelli principi avere fatto gr~n co~e, eh~ dell~ fede hanno tenuta poco canto, e che hanno saputo cot.' 1 aswzta aggtrare e. cervelli degli uomini; e alla fine hanno superato quelh che st sano fondatt

in sulla lealta. . . . , Dovete, adunque, sapere come sano dua generaztont dt combattere: 1 uno

con le leggi, l'altro con la forza: que! primo e proprio dell'uomo, que! secando e delle bestie: ma perché el primo molte volte non basta, convtene ricorrere al secando. Pertanto, a uno principe e necessario sapere bene usare la bestia e l'uomo. Questa parte e suta insegnata a' principi .cope,rt~ment~ dagli antichi scrittori; li quali scrivono come Achille e moltt altn dt quelh principi antichi furono dati a nutrire a Chirone centauro, che sotto la sua

Notas at capítulo XVIII Este caPítulo XVIII, que trata el problema de si un príncipe debe mantener ~ p~labra dada J

observar los pactos (dicho aquí en forma latinizante; «obser~ar l~ fe»~ es el ~as celebre, el.mas aborrecido por los moralistas rutinarios y, acaso, el de mayornwe.l hterano. Para )Uzg~rlo en S~JUSJ~ alcance, hay que tener presente el capítulo 59 del libro I .de los D1cursos ~o~re la pnmera de e~ a de Tito U vio, donde se sostiene que es más prudente altar se con una repub.hc~ ~ue con un prfnS'Pl, pues una república observa más los pactas, y un prCncipe menos. Lo que slgnrf¡ca ~ue este cap!tU 0

no se refiere a la política en general, sino sólo al poder unip:r~onal, que se al~Ja de las nor~as generalmente admitidas de convivencia tanto más, cuanto mas mcontrolado este. El protagon~sta de este cap(tulo es el <<Prfncipe nuevo», es César ~orgia, es Alejandro VI, es Fernando el Ca~~~~co. Pero su substancia se ajusta al poder en s( mismo. Sus preceptos sirven menos p~r~ un~ repu Ka, porque allí e[ poder está menos concentrado en el gobierno y hay una mayor vzgtlanc1a popular·

Cuán digno de alabanza ... la lealtad. Plantea de entrada, una vez ~ás, el contrast~ er:t~e el ser y el deber ser, siendo este último muchas veces incomp~tible con !a r~ahdad br~taldeleJer~!ClD del poder. Por esto, objetivamente, en sus últimas consecuenczas, E~ yrt.nctp~ ~s. un libro anarqwstl. El elogio inicial de la «buena fe» no es irónico, como se pretend~o, smo d1n~do a dar al cbpftu 0

su justa clave, El autor va a hablar de lo que debe hacer un prfnczpe, y. especwlmente [~d e;~~[ absoluto si no quiere perder el poder y, acaso, la vida. En el ámbzto de la mentar ~o;~cJa absofutis~a de la época siguiente se aborreció aMaquiavelo aparentemente porque daba al «pnnnpe »

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XVIII De qué modo deben los príncipes observar su palabra

Cúan digno de alabanza es en un príncipe mantener su palabra, y vivir con integridad y no con astucia, lo entienden todos; sin embargo se ve por experiencia, en nuestros tiempos, que los príncipes que de su palabra se han preocupado poco y que han sabido con astucia dar vuelta el cerebro de los hombres han hecho grandes cosas, y finalmente han superado a aquellos que se han basado en la lealtad.

Debéis saber pues que hay dos maneras de combatir: una con las leyes y otra con la fuerza; la primera es propia del hombre, la segunda de las bestias; pero como la primera muchas veces no basta, es preciso recurrir a la segunda. Por lo tanto e~ necesario para el príncipe saber usar bien la bestia y el hombre. Esta p8Jte fue enseñada a los hombres en forma encubierta por los escritores antiguos, los cuales escriben que Aquiles, y muchos otros de aquellos príncipes antiguos, fueron confiados al centauro Quitón para que

consejos inmorales, pero en realidad, porque, al presentar esos preceptos como ineludibles, desprestigiaba el poder absoluto. Se intentó entonces una concialiación de la política gubernamental con la moral por medio de la doctrina de la «razón de estado», indicio de un desasosiego del que la obra de Maquiavelo era, pesar de todo, el punta de partida.

No mantener las promesas cuando no convenga y «envolver el cerebro de los hombres»: esa es la conducta normal del príncipe, para el cual el empleo de la astucia no es sólo tarea necesaria sino t~mbién un sutil disfrute: el del cazador, quien, graCias a su habilidad, engaña a su presa'. Ese drsfrute forma parte de la embriaguez del poder y llena el vacfo que el príncipe crea alrededor de sí. . De.beis saber pues ... no es durable. Este segundo párrafo, mucho más largo, es complejo y está

ltteranamente construído con cierta fruición humanística. Se siente en él, una vez más, el naturalismo del Renacimiento, pero también la reminiscencia, un tanto preciosista, de los «bestiarios medievales» y, acaso, del canto XII del <<Infierno» dantesco, el de los centauros. A los centauros, medio~hombre, medio~bestias, los griegos imaginaron confiada la educación de los más antiguos príncipes, pues ~dice Maquw~e?~ para gobe:nar, hay que. emplear ya las leyes, características de los hombres, ya la fuerza, caractenstlcade las best!as. El centauro sería entonceS la materialización fantástica del dilema que siempre ato.nnentó al h~~bre. Para Pascal, ese dilema será: ángel o bestia. Para Maquiavelo, que no era fnttmame.nte relzgwso, es simplemente hombre o bestia, referido, sin embargo, no a los seres humanos en general, sino a los pr(ncipes, y, particularmente, a los príncipes nuevos.

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disciplina li custodissi.ll che non vuole dire altro, avere per precettore uno mezzo bestia e mezzo uomo, se non che bisogna a uno priu'€!ipe sapere usare l'una e l'altra natura; e l'una sanza l'altra non e durabile.

Senda, dunque, uno príncipe necessitato sapere bene usare la bestia, debbe di quellc pigliare la golpe e illione, perché illione non si defende da' lacci, la golpe non si defende da' lupi. Bisogna, adunqueJ essere golpe a conoscere e' lacci, e lione a sbigottire e' lupi. Coloro che stanno semplicemente in sullione; non se ne intendano. Non puü, pertanto, uno signare prudente, né debbe, osservare la fede, quando tale osservanzia li torni contra e che son o spente le cagioni che la feciono promettere. E se gli uomini fussino tutti buoni, questo precetto non sarebbe buono; ma perché sano tristi e non la osservarebbono a te, tu etiam non l'hai ad osservare a loro. Né mai a uno príncipe mancorono cagioni legittime di colorire la inosservanzia. Di questo se ne potrebbe ciare infiniti esempli moderni e Inostrarc quante paci, quante prmnesse sano state fatte irrite e vane perla infidelita de' principi: e quello che ha saputo meglio usare la golpe e meglio capitato. Ma e necessario questa natura saperla bene colorire, ed essere gran simulatore e dissitnulatore: e sano tanto semplici gli uomini, e tanto obediscano alle necessita presenti, che colui che inganna troverra sempre chi si lascera ingannare.

lo non voglio, degli esempli freschi, tacerne uno. Alessandro VI non fece mai altro, non pensO 1nai ad altro, che a ingannare uomini: e sempre trovO subietto da poterlo fare. e non fu mai uomo che avessi maggiore efficacia in asseverare, e con maggiori giuramenti affermassi una cosa, che la osservassi meno: nondimanco sempre li succederono gli inganni ad votum, perché conosceva bene questa parte del mondo.

A uno principe, adunque, non e necessario avere in fatto tutte le soprascritte qualita, ma e bene necessario parere di averle. Anzi ardiró di dire questo, che, avendole e osservandole sempre, sano dannose; e parendo

Como un príncipe, pues, necesita ... se deje engañar. Aqu{, uno de los términos del dilema se abre en otro dilema subordinado que revela enseguida su importancia: ¿zorro o león? Ya una cosa, ya la otra, ~contesta el autor..- según las circunstancias; y explica el porqué a través de una serie de alternativas cruzadas.

Si debbe pigliare la golpe e il Honej perché illivne non se defende da' lacci, la golpe non se defende da' lupi. Bisogna adunque essere golpe a conoscere e' lacci e lione a sbigottire e' lupi.

El sutil juego literario de inversión dd dilema está acompañado por un juego fónico de repeticiones, que hace más incisivo e impactante el razonamiento.

Lo que sigue es dramáticamente pesimista. Al nivel del príncipe, las relaciones políticas están todas viciadas por el egoísmo y la mala fe. En la primera parte, cuando se refiere a los hombres, que <<no son buenos», Maquiavelo piensa especialmente en los rivales del príncipe, que están con él en igualdad de condiciones (ellos tampoc~ observarían los pactos, si no les conviniera); al final, cuando menciona la gente sencilla, que se deja engañar porque está absorbida «por las necesidmb del momento presente», piensa más bien en ·los súbditos. La repetición sigue desempeñando una

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los nutriera y los custodiara bajo su disciplina. Lo que no significa otra cosa tener por preceptor a uno mitad bestia y mitad hombre, sino que el príncip~ < · neces1ta saber ~sa; una y otra naturaleza; y la una sin la otra no es durabl€:

Como un pnnC!pe pues necesita saber usar bien la bestia, debe entre ellas tomar elzorro y elleon; porque el león no se defiende de los lazos, el zorro 110 se defiende de los lobos. Es prec~so ser zorro para conocer los lazos, y león para asUstar a los lobos. Los que es tan stempre de león no entienden de esto. No puede por lo tanto un señor prudente, ni debe, observar su palabra cuando esa observanCia se vuelva contra él y cuando se hayan extinguido las razones que lo movieron a darla. Y si los hombres fuesen todos buenos est~ p~ecepto no s.ería bueno; pero como son malos y no te la observaría~ a tl, tu tampoco t~e?-es que observársela a ellos. Y a un príncipe nunca le faltan. ra.zo?-es l~gttnnas para colorear su inobservancia. De esto podrían darse tnftnttos eJ e¡~p.los modernos, y mostrar cúánt.c'ls paces, cuántas prome; sas fue;on hechas ~rntas y vanas por la infidelidad de los príncipes, y el que ha sabtdo usar me¡or el zorro ha terminado mejor. Pero ~s, 11~cesario saber c_olor~~ ~~~t;:,\:~,ap¡'lt1lraleza, y ser grall ~imulador y disimulador; y'son tan slmp1~sJc:s Bsml5r~s,y :an~o _ob~dec~n ,..las 11Ssesid~des pr~sentes, que el que engana stempreeíicort.trata qufen sé:de'je engáñár.

Yo no quiero de los ejemplos frescos callar uno. Alejandro VI no hizo ~un.Ca-otrfl_:-?~,-~-~,--~_? __ pe~s6l:)_u~c:~_ ep 9tr:~_c_():sa que,en:érq~añar hombres, y __ s1er;cpre encontró m~tena para poderlo hacet: Y no hubo nunca hombre que tuvtera mayor eúcacta en aseverar, y con mayores juramentos afinnase una cosa, que la observase-menos; sin embargo sie1npre le salieron los engaños a su gusto, porque conocía bien esa cualidad del mundo.

. lJI.l~~f/,}j0}!J:\'c'.P1leS:~:rt!;)PJ'C9~it~ te]}~"';,si~hecho, t9~as las cualidades antes q¡chas, pew si necesita párééei tenerras. fncluso rile at¡:~ve,é ~decir esto· Í11l~'~'l.ll:~llcsi~l~s,¡y;?observándolas siempre son perjudiciales, y pareciend~ tenerlas son ut!les; como parecer piadoso, fiel, humano, íntegro, religioso,

función importante en la búsqueda de la eficacia estilfstica. El párrafo entero tiene estructura de estrofa, en la que l.os dos motivos del zorro y del león se unen, se alternan, se intercambian los predicados y, por fin, c~omo entre los dientes de una tenaza, encierran la parte aseverativa: <<no puede P?r lo tanto un senor prudente ... » . El largo párrafo termina con la afirmación de la necesidad de cubnr zorro y león con hermosas apariencias.

Yo n.o quiero de los ejemplos ... esa cualidad del mundo. Es una vigorosa aplicación de lo a.ntenor al campo concreto de. l~ historia. El resultado es esta epopeya negativo..-positiva de AleJandro VI a golpes de repet1cwnes y contraposiciones. Es breve, pero incisiva y ocupa exactame~te ;l centro del capítulo,, como si todo lo demás fuera la pulpa de este carozo.

U'? pn.nctpe, pues, no necesita ... si es necesario. El pasaje es importante por la idea de n;ce~u~ad mherente al poder, Y por el valor que aquf se atribuye a la apariencia, a la escena, en el eJerc1c1~ del mism.o. Al final del segundo pertodo, tan largo, el tú aparece sorpresivo, introduciendo al prínc¡pe. como mterlocutor en medio de una oración completamente impersonal· es un procedí~ mtento esulfstico de gran eficacia, que aqu( se ve reforzada por la incoherencia si~táctica.

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di averle, sono utili; come parere pietoso, fedele, umano, intero, religioso, ed essere; ma stare in modo edificato con l'animo, che;, bisognando non essere, tu possa e sappi mutare il contrario. E hassi ad.inteiidere questo, che uno principe, e massime uno príncipe nuovo, non puO osservare tutte quelle cose perle quali gli uomini sano tenuti buoni, senda spesso necessitato, per inantenere lo stato, operare contra alla fede, contra alla _Earita, contra alla umanita, contra alla religione. E pero bisogna che egli abbia uno animo disposto a volgersi secando eh' e' ven ti della fortuna e le variazioni delle cose li comandano, e, come di sopra dissi, non partirsi dal bene, potendo, ma sapere intrare nel male, necessitato. . Debbe, adunque, avere uno príncipe gran cura che non gli esca mai di bocea una cosa che non sia piena delle soprascritte cinque qualit3.; e paia, a vederlo e udirlo, tutto pieta, tutto fede, tutto integrita, tutto umanita, tutto religione. E non e cosa piú necessaria a parere di avere che questa ultima qualita. E gli uomini, in universali, iudicano piú agli occhi che alle

. 1nani; perché tocca a vedere a ognuno, a sentire a pochi. Ognuno vede quello che tu parí, pochi sentono quello che tu se'; e quelli pochi non ardiscano opporsi alla opinione di mol ti che abbino la maesta dello stato che li defenda; e nelle azioni di tutti gli uomini, e massime de' principi, do ve non e iudizio a chi reclamare, si guarda al fine. Facci dunque uno príncipe di vincere a manten ere lo stato: e' 1nezzi saranno sempre iudicati onorevoli e da ciascuno laudati; perché il vulgo ne va sempre preso con quello che pare, e con lo evento della cosa; e nel mondo non e se non vulgo; e li pochi ci hanno luogo quando 1i assai hanno do ve appoggiarsi. Alcuno príncipe de' presenti tempi, quale non e bene nominare, non predica mai altro che pace e fede, e dell'una e dell'altra e inimicissimo; e !'una e l'altra, quando e' l'avessi osservata, gli arebbe piú volte tolto o la reputazione o lo stato.

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y serlo; pero estar preparadO con el ánimo de 1nanera que, si es preciso no serlo, tú sepas y puedas convertirte en lo contrario. Y débese entender eso: ·que un príncipe, y sobre todo un príncipe nuevo, no puede observar todas las cosas por las que los hombres son considerados buenos, porque a menudo necesita, para mantener el estado, obrar en contra de la lealtad, en contra de la caridad, en contra de la humanidad, en contra de la rellgt<)n.

. . . . ~J~cqig~'Zd'~·g~~~ lff!~:~i;;t~:Á%'IJ~~~~~á~! tl1>n, m¡¡s atrnPa, no enriar en el mal, si es ne·cesario.·"·

pues mucho el príncipe de que jamás le salga de la boca una cosa que no esté llena de las cinco cualidades dichas más arriba, y parecer, al verlo y oírlo, todo piedad, todo lealtad, todo integridad, todo humanidad, todo religión. Y no hay cosa que sea m_ás necesario parecer tener que esta última cualidad. Y los hombres en general juzgan más con los ojos que con las manos; porque ver toca a todos y sentir a pocos. Todos ven lo que tú pareces, pocos sienten lo que eres, y esos pocos no se atreverán a oponerse a la opinión de los muchos, que tienen la majestad del estado que los defiende; y en las acciones de todos los hombres, y máxime de los príncipes, donde no hay tribunal al que reclamar, se mira al fin. Haga pues un príncipe por vencer y mantener el estado; y sus medios serán siempre juzgados honestos y elogiados por todos; porque el vulgo se queda en lo que parece yen el resultado de las cosas, y en el mundo no hay más que vulgo; y los pocos no tienen lugar en él cuando los muchos tienen en qué apoyarse. Algún príncipe de los tiempos_presentes, que no estaría bien nombrar, no predica nunca otra cosa que paz y lealtad, y de la una y de la otra es gran enemigo; y la una y la otra, si las hubiera observado, le habrían quitado muchas ve<,:es o la reputación o el estado.

Debe pues cuidar mucho el príncipe .•• la reputación o el estado. Sigue el tema de la simulación, de lo importante que es la apariencia para gobernar: todos ven, pocos palpan (<<sienten») . Aquí también se recurre a las repeticiones (pocos, pocos; vulgo, vulgo . .. ) y a las contraposiciones (ojos, manos; pocos, muchos; lo que pareces, lo que eres ... ). Esa mayoría que ve desde lejos, pero no toca con sus manos la realidad es el pueblo, que juzga según las apariencias y los resultados. Los pocos que conocen la realidad concreta son, pues, impotentes, ya que los mw;hos se apoyan en los éxitos de los poderosos y se sienten fuertes, por estar del lado de quien tiene el poder. E li pochi non ci hanno luogo ••• Seguimos, en esta frase tan controvertida, el texto de Cassella Y Mazzoni, que es el único que ofrece un sentido coherente con el resto del capítulo. Toda nuestra historia contemporánea nos muestra hasta qué punto el ocupar posiciones de gobierno aumenta la credibilidad.

Todo el capítulo está dominado por este fuerte contraste entre el bien y el mal, que le da un tinte casi religioso. La «necesidad» del mal pesa· sobre el prfncipe y sobre el vulgo como una condena. El ejemplo de Fernando el Católico, al final, reforzado por la exigencia del anonimato, exagerada, creo, pero adecUada para crear una atmósfera de miedo (las armas españolas habían reestablecido a los Médici en Florencia), cierra bien el capítulo, que el otro ejemplo de Alejandro VI corta, casi exactamente en la parte media. Desde el punto de vista estructural, el capítulo ha sido muy trabajado, trabajado como una obra de amarga poesía, que parece cínica y es desolada.

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XIX De contemptu et odio fugiendo

Ma perché, circa le qualita di che sopra si fa menzione, io ho parlato delle piú importan ti, l'altre voglio discorrere breve1nente sotto questa generalitil: che il principe pensi, come di sopra in parte e detto, di fuggire quelle cose che lo faccino odioso e contennendo; e qualunque volta fuggira questo, ara adempiuto le parti sua e non troverra nelle altre infamie periculo alcuno. Odioso lo fa, sopra tutto, come io dissi, lo essere rapace e usurpatore de !la roba e delle donne de' sudditi: di che si debbe astenere; e qualunque volta alle universalitil degli uomini non si toglie né roba né onore, vivono contenti; e solo si ha a combattere con la ambizione di pochi, la quale in molti modi, e con facilita, si raffrena. Contennendo lo fa essere tenuto vario, leggieri, effeminato, pusillanime, irresoluto: da che uno principe si debbe guardare come da uno scoglio, e ingegnarsi che nelle azioni sua si riconosca grandezza, animosita, gravita, fortezza; e, circa e' maneggi privati de' sudditi, vol ere che lasua sentenzia sia irrevocabile; e si 1nantenga in tale opinione, che alcuno non pensi né a ingannarlo né ad aggirarlo.

Que! principe che da di sé questa opinione, e reputato assai; e contro a chi e reputato con difficulta si coniura, con difficulta e assaltato, purché si intenda che sia eccellente e riverito da' suoi. Perché uno principe debbe avere dua paure: una drento, per conto de' sudditi; l'altra di fu ora, per conto de' potentati esterni. Da questa si defende con le buone arme e con li buoni amici; e sempre, se ara buone arme, aril buoni amici; e sempre statanno ferme le cose di drento, quando stieno ferme quelle di fuora, se gia non le

N atas al capítulo XIX Es un capítulo largo y moroso. El historiador prevalece aquí sobre el agudo y sintético observador y sobre el artista.

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hay que evitar el desprecio el odio

Pero como entre las cualidades que más arriba se han mencionado he hablado de las más importantes, quiero discurrir brevemente acerca de las demás bajo esta generalidad: qyeelpríncipepiense, como se ha dicho más

. ~.·.·.·.·.·.i.·b·¡t .. ·.·~~!l"Yitar las cosas que l·.·o···h.acenod. ioso o despreciable; y siempre qve ~Jft~so, habrá cumplido con.su parte,,y no hallará en los otros defectos p~ligro alguno. Odioso lo hac~, sobre todo, el ser rapaz y usurpador de los bienes y de las mujeres de sus súbditos, de lo cual debe abstenerse; y cuando a la universalidad de los hombres no se les quitan ni bienes ni honor, viven contentos, y no hay que luchar más que con la ambición de pocos, la cual se refrena de muchas maneras y con mucha facilidad. Despreciable lo hace el ser considerado variable, ligero, afeminado, pusilánime, irresoluto: de lo cual el príncipe debe guardarse como de un escollo, e ingeniarse por que en

·sus acciones se reconozca grandeza, ánimo, gravedad, fortaleza, y respecto a los manejos privados de sus súbditos querer que su sentencia sea irrevo­cable, y se mantenga en esa opinión, para que nadie piense en engañarlo ni en envolverlo.

El príncipe que da de sí esa opinión es muy bien reputado, y contra quien tiene reputación difícihnente se conjura y difícilmente se lo ataca, siempre que se sepa que es excelente y respetado por los suyos. Porque un príncipe debe tener dos temores: ~no adentro, porcuenta de los súbditos, el otro i\fuera, por cuen.~a·de los poderosos exteriores. De éste se defiende con las buenas armas y éon los buenos amigos, y si tienen buenas armas siempre

Pero, como entre las cualidades ••. envolverlos. En estas primeras líneas está la substancia del capítulo: el príncipe debe hacerse respetar por el pueblo y, por encima de todo, mostrarse firme. Si da la impresión de ser débil, esté perdido. Pero también debe procurar no ser rapaz. Este adjetivo se repite varias veces enes te capítulo y en toda la obra, pues la rapiña era característica del «príncipe nuevo», negativa desde el punto de vista técnico, es decir desde el punto de vista del poder, mientras la simulación es técnicamente positiva.

Sigue una larga digresión acerca de las conjuraciones, tema que Maquiavelo desarrolla amplia~ mente en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio. Evidentemente aquí le interesa recalcar que el príncipe que se haya ganado el amor del pueblo corre poco riesgo de perecer por manos de conjurados (que en la Italia renacentista eran generalmente nobles),

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fussino perturba te da una coniura; e quando pure quelle di fu ora 1novessino, s'egli e ordinato e vissuto come ho detto, quando no_u,,si abbandoni, sempre soSterra ogni impeto, come io dissi che fece Nabide spartano. Ma, circa e' sudditi, quando le cose di fuora non muovino, si ha a temere che non coniurino secretamente: del che il principe si assicura assai, fuggendo lo essere odiato O disprezzato, e tenendosi el populo Si\Üsfatto di lui; il che e necessario conseguire, come di sopra a lungo si disse.~E uno de' piú potenti remedii che abbi uno príncipe contro al! e coniure, e non essere odiato dallo universale: perché sempre chi coniura crede, con la morte del príncipe, satisfare al populo; maquando creda offenderlo, non piglia animo a.prendere simile partito, perché le difficulta che sono dalla parte de' coniuranti sono infinite. e per esperienza si vede mol te essere state le coniure, e poche ave re avuto buon fine; perché chi coniura non puO essere solo, né puO prendere compagnia se non di quelli che creda essere mal contenti; e subito che a uno mal contento tu hai scoperto l'animo tuo, gli d8.i materia a contentarsi, perché manifestamente lui ne puo sperare ogni commodita: talmente che, veggendo el guadagno fermo da questa parte, e dall'altra veggendolo dubio e pieno di periculo, conviene bene o che sia raro amico, o che sia, al tutto, ostinato inimico del príncipe, ad osservarti la fede. E pet ridurre la cosa in brevi termini, dico che, dalla parte del coniurante, non e se non paura, gelosia, sospetto di pena che lo sbigottisce; ma, dalla parte del príncipe, e la maesta del principato, le leggi, le difese degli amici e dello stato che lo defendano; talmente che, aggiunto a tutte queste cose la benivolenzia .Populare, e impossibile che alcuno sia sí temerario che coniuri. Perché, per lo ordinario, dove uno coniurante ha a temere innanzi alla esecuzione del male, in questo caso debbe temere ancora poi (a vendo per inimico el populo) seguito lo eccesso, né potendo per questo sperare refugio alcuno.

Di questa materia se ne patria dare infiniti esempli; ma voglio solo essere contento di uno, seguito alla memoria de' padri nostrL Messer Annibale Bentivoglio, avolo del presente messer Annibale, che era príncipe in Bologna, senda da' Canneschi, che li coniurorono contra, ammazzato, né rimanendo di lui al tri che messer Giovanni, che era in fasce, subito dopo tale omicidio, si levo il populo e ammazzo tutti e CanneschL Il che nacque dalla benivolenzia populare che la casa de' Bentivogli ave va in quelli tempi: la quale fu tanta, che, non restando di quella alcuno in Bologna che potessi, morro Annibale, reggere lo stato, e avendo indizio come in Firenze era uno nato de' Bentivogli che si teneva fino allora figliuolo d'uno fabbro, venno e' Bolognesi per quello in Firenze, e li dettono el govemo di quella citta: la quale fu govemata da lui fmo a tanto che messer Giovanrli pervenissi in et3. conveniente al govemo.

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tendrá buenos amigos; y siempre estarán quieta l d d , f' 1 d f s as cosas e a entro e d esten trmes as e a uera, si no son' perturbadas p . uan o

d 1 d f or una conJuración·

cuan o as e a uera se movieran si él es ordenad h . 'd 'Y aun

d. h . .b ' o y a VlVl o como eh tc o, mtentras no se a andone siempre resistirá u 1 · -- s a

dicho que hizo Nabis el espartano. Pero en cuant~ :~~~~~bdnpetu, como he cosas- de afuera no se muevan debe temer q . ttos, aunque las

1 1 1 , ' ue conJuren secretam nt

contra o cua e pnncipe se asegura mucho · . d l . e e,

d . d . d l evltan o e ser odiado

esprecia o, y temen o a pueblosatisfech d 'l·l 1 . 0

más arriba largamente se ha dicho y uno do le e . ? cua es necesano, como . -- . · e os mas potentes rem d' nene un prmcipe contra las conJ'uras es n d' d l e los que . l o ser o 1a o por a p bl " porque stempre e que conjura cree con la muerte del "' . ~ aclün: pueblo, pero si cree ofenderlo no tiene án' prmclpe satisfacer al porque para los conjurados las dificultad~~~o~a~~~~~ar s~mejante p~rtid?, se ve que muchas han sido las conjura io 1 h' por expenencta Porque el que conjura no puede esnr s~l nes; y P'~tas an tenido buen fin. de los que crea estar descontentos· /una vo,z nl pie he tdmar bompañía salvo a un descontento, le das materia 'a a e que e as escu ierto tu ánimo él puede esperar de ello cualqui~r ~o~odtid:~:rs¿rporqu~ manifiestamente

. ganancia segura, y por el otro dud¡,sa ll d, p ¡que Vlen o por ese lado es preciso o que sea un amigo tuyo y dee~:ra e pl'dgds, para que te sea beal totalmente obstinado del príncipe y cd 1 ~ ¡ 0

que sea enem1go breves, digo que de la parte del q . para re huclr as cosas a términos u e conJura no ay m' l sospecha de pena que ¡

0 asusta· d as que temor, ce os,

majestad del principado las leyes' l~eJtt: e ld plrte del príncipe están la lo defienden; de maner~ que si a 't d e ensa e os amlgos y del estado que popular, es imposible que nadie te:gaala e::~ c?Ja dd suma.la benevolencia lo común, quien conjura debe temer antes d:Y a. e ~~nJurar. Porque por este caso debe temer tambl'e'n d , . a edJeculciOn del mal, pero en

d , d espues temen o a p bl d .

espues el exceso y no pudie d ' ue o e enemtgo De esta materia ~odrían dars~ i~tf:i:;:~~ esperar refugio. alguno.

me con uno solo, que ocurrió dentro de lJ:mplos, ~ero qutero contentar-­Cuando messer Aníbal Bentivoglio abuelo d remo nA deb nluestros padres. ~ríncipe de Bolonia, fue muerto p~r los Ca e meh:r ní a .actual, que era el, y no quedó de los suyos más que m non~sc 1 q;te conjuraron contra - 1 . d es ser 10vanm que r . - d pana es, mm e iatamente después del h . . d. 1 , e a un nmo e a todos los Canneschi. Lo cual nació deol:b~n lO si ev~ntó el pueblo y mató de los Bentivoglio tenía en aquel tiem l Y? encla popular que la casa en Bolonia ninguno de aquel! po, a cu~ u e tanta que, no quedando estado, y teniendo indicio da casa que Fpludtera: muerto Aníbal, regir el

e que en orencta había un hijo de los

De esta materia podrían darse ••• edad conveniente , h de las luchas internobiliarias por el dom'n' d B l . dpara go ernar. Se refiere a un episodio ~'' · ¡· IZO e ooma ondela d ¡ B . tr.m.acwna mente un gran prestigio y, en el si lo XV d ' h c_asa e os entrvoglio tenía

ciudad. La segunda fue en 1445 cuand dg ¡'¡ os vleces abw alcanzado el señorío de la ' o se esarro aran os hechos aquí relatados.

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Concludo, pertanto, che uno principe debbe tenere de1le coniure poco canto, quando il populo li sia benivolo; ma, quando).i sia inimico e abbilo in odio, debbe temere d'ogni cosa e d'ognuno. E li státi bene ordinati e li principi savi hanno con ogni diligenzia pensato di non desperare e' grandi, e di satisfare al populo e tenerlo contento; perché questa e una de1le piú importanti materie che abbia uno principe. . .,_

Intra' regni bene ordinati e governati, a' tempi nostri, e que1lo di Francia: e in esso si trovano infinite costituzioni buone, donde depende la liberta e sicurta del re. De1le quali la prima e il parlamento e la sua autorita, perché que1lo che ordino que! regno, conoscendo la ambizione de' potenti e la insolenzia loro, e iudicando essere loro necessario uno freno in bocea che 1i correggessi e, da1l'altra parte, conoscendo !'odio de1lo universale contra a' grandi fondato in su1la paura, e volendo assicurarli, non volse che questa fussi particulare cura del re per torli que! carico ch'e' potessi avere co' gran di favorendo e' populari, e con li populari favorendo e' grandi; e pero costituí uno iudice terzo, che fussi que1lo che, sanza carico del re, battessi e' grandi e favorissi e' minori. N é possé essere questo ordine migliore né piú prudente, né che sia maggiore cagione de11a securta del re e del regno. Di che si puo trarre un altro notabile: che li principi debbano le cose di carico fare sumministrare ad al tri, que1le di grazia a loro medesimi. Di nuovo concludo che uno principe debbe stimare e' grandi, ma non si fare odiare da! populo.

Parrebbe forse a molti, considerara la vitae morte di alcuno imperatore romano, che fussino esemplí contrari a questa mia opinione, trovando alcuno essere vissuto sempre egregiamente e mostro grande virtú d'animo, nondimeno avere persa lo imperio, o veto essere stato morto da' suo_i che:. gli hanno coniurato contra. V olendo, pertanto, rispondere aqueste obiezioni, discorrero le qualita di alcuni imperatori mostrando le cagioni della loro

Entre los reinos bien ordenados- ... no hacerse odiar por el pueblo. Si en el caso anterior se pasa de la n-orma al ejemplo, en este, que introduce un tema nuevo, se pasa del ejemplo a la norma. Para apoyarse en e[ pueblo sin enemistarse con los nobles y, en gen~ral, p~ra no tene.r .la responsabilidad de las medidas necesarias y desagradables, el rey de Francw ha dejado la ad:n1~1s~ tración de l.a justicia en manos de un organismo autónomo, el parlament,o. Es esta otra de las ta.ct1cas que el príncipe debe adoptar para no hacerse odiar por el pueblo: crear organos de poder que eJerzan las funciones más impopulares. En los Discursos ••. (III, 1), el parlamento francés es exaltado como !imitador del absolutismo real. •

Han sido observadas analog(as entre este pasaje de El Príncipe Y otros de una ob~a P.u~lica;Ja en Francia en 1515: La Grant' Monarchie de France de Claude de Seyssel. Serfa unmdtcw mas, bastante débil por cierto, en favor de'la tesis, que considero probable, de que El Príncipe, escrito en 1513 , haya sido objeto de modificaciones y agregados después de .1515. . .

A muchos les parecerá quizás ... Este enumeración de las cuahd.ades y de la h1~tona de los emperadores del comienzo del Bajo Imperio romano, aunque demas1ado larga, es .Importante, porque, al responder a una posible objeción (el opuesto destino de gobernantes que s¡gweron una misma Une a política) , hace resaltar, al lado de los nobles y del puebl~, .~amo fuerzas. s.obre las. ~~les el príncipe debe tratar de dominar, un tercer elemento, que en la ant1guedad fue dec!S!VO, el eJercito,

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etil:iv·oglio que era tenido hasta ahí por hijo de un artesano, vinieron los )lone1;es a buscarlo a Florencia y le dieron el gobierno de aquella ciudad:

fue gobernada por él hasta que messer Giovanni llegó a edad con-,~n.ier1te para gobernar.

c:oncluyo, por lo tanto, que . debe

7~!,~~1~~~~~:z~~:;~~~~~~~;~~:~~f:;~~,¡;~,;;;·; -·~2·¡~ con roda diligencia e~i~~ .; a los grandes y en satisfacer pueblo y tenerlo contento, porque

es una de las matenas más importantes que tiene un príncipe. ···. . Entre los reinos bien ordenados y bien gobernados de nuestro tiempo está _\d de Francia, y en él se encuentran infinitas instituciones buenas, de las que depende la libertad y la seguridad del rey, la primera de las cuales es el parlamento y su autoridad. Porque el que ordenó aquel reino, conociendo la. ambición de los poderosos y su insolencia, y juzgando que necesitaban ter:er un freno enl~ boca que los corrigiese; y conociendo por otra parte el odto de la poblacton contra los grandes, basado en el miedo, y queriendo asegurarlos,':~ quiso que eso fuera cuidado particular del rey, para quitarle la responsab!ltdad que podna tener con los grandes favoreciendo a los popul~res~ y co:' los p_opulares favoreciendo ~ los grandes, y por eso constttuyo un tnbunal umco, que fuera el que sm responsabilidad del rey afectase a los grandes y favoreciera a los menores. Y no pudo ser ese orden mejor ni más prudente, ni puede haber mayor causa de la seguridad del rey y ~el.remo. De lo cual se p~ede deducir otra cosa digna de nota: que los Ji!!In~!l,',2,, deb~!l h.ac;er.,a.~r:_>l,]'llstrar la~~(}S<lsgravosas ':' ()tr.os, y las gratas ad~lU!Btrarhrs.o~1[g_s....m'§ffi9§.c De nuevo concluyo que un prfncipé~debé estimar a los gran~es, e.ero no hacerse odiar ¡lo! pueblo. . ~. ·--._ ---·-- ---~-- - '-- ·---- --·· ··---~-----~·-""··----"-'" -~,~-~--.. ,_.,_,,, ....

Maquiavelo se encontraba, a ese respecto, en un momento de transición. En la Edad Media feudal, cuando. la :eligión ,Y ~ guerra impregnaban la vida de la sociedad y constitufan sus dos elementos d~fimtonos, el ejército como tal no era una fuerza separada, sino que se identificaba con la clase d?mma~t~, cada uno d~ cuyos miembros tenía armas propias, mientras el poder central era mu~ déb1.l. El r~g¡men «hurgues» de las ciudades emancipadas del feudalismo armó en un primer pen~d~ a sus crudadanos, para que defendieran, dado el caso, las libertades municipales. Con el surg¡m1.ento de nuevos valores, a medida que el dinero revelaba su importancia como instrumento de poder, la nueva clase privilegiada que se formaba en el mundo del trabajo (separación entre «artes» mayores Y menor.e~ ',y entre éstas. y la mano de obra zafral no organizada), prefirió recurrir, en caso c_!e guerra, a las milicias ~.e~cenarws. Y a. ellas siguieron recurriendo los prCncipes que, luego, se ~duenaron del poder. Las mil1c¡as mercenanas llegaron, con el tiempo, a constituir un terrible PelJgro, como el mis~? Maquiavelo señala, pero s~ólo cuando se recurría a ellas. No formaban parte de la est~ctura palluca. Por otra parte, los reg¡menes absolutos que en tiempos de Maquiavelo estaba~ tnunfando en las grandes monarqufas occidentales, el ejército permanente, directamente ~ubordma~o al rey, era algo reciente que se estaba ensayando especialmente en- Francia. La ImP?,rt~ncw, pa:(l nosotros, de este segunda parte _del capítulo estriba en el hecho de que, en lo que al ejercito se refzere, la época nuestra se va pareciendo cada vez más al bajo imperio romano.

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ruina, non disforme da quello che da me si e addutto; e parte mettero in considerazione quelle cose che sano notabili a chi legge le azioni di quelli tempi. E voglio mi basti pigliare tutti quegli imperatori che succcderono allo imperio da Marco filosofo a Massimino: li quali furono Marco, Commodo suo figliuolo, Pertinace, luliano, Severo, Antonino Caracalla suo figliuolo, Macrino, Eliogabalo, Alessandro e Massimino. Bd e, p.rima, da notare che, dove negli altri principati si ha solo a contendere con la ambizione de' grandi e insolenzia de' populi, gli imperadori romani avevano una terza difficulta: di avere a sopportare lacrudelta e avarizia de' solda ti. La qua! cosa era sí difficile, che la fu cagione della ruina di molti, sen do difficile satisfare a' soldati e a' populi; perché e' populi amavono la quiete, e per questo amavono e' principi modesti, e li soldati amavono el principe di animo militare e che fussi insolente, crudele e rapace; le quali cose volevano che lui esercitassi ne' populi, per potere avere duplicato stipendio e sfogare la loro avarizia e crudelta. Le quali cose feciono che quegli imperadori che, per natura operarte, non aveano una grande reputazione, tale che con quella tenessino l'uno e l'altro in freno, sempre ruinavono. E li piú di loro, massime quelli che come uomini nuovi venivano al prindpato, conosciuta la difficulta di questi dua umori, si volgevano a satisfare a' soldati, stimando poco lo iniuriare il populo. Il quale partito era necessario: perché, non potencio e' principi mancare di non essere odiati da qualcuno, si debbano prima forzare di non essere odiati dalle universit8., e, quando nbn possano conseguire questo, si debbano impegnare con ogni industria fuggire !'odio di quelle universita che sano piú potenti. E pero quegli imperadori che per novit3_ avevano bisogno di lavori estraordinarii, si aderivano a' soldati piú tosto che a' populi; il che tornava loro, nondimeno, utile o no, secando che que! principe si sapeva mantenere reputato con loro. Da queste cagioni sopradette nacque che Marco, Pcrtinace e Alessandro, senda tutti di modesta vita, amatori della iustizia, inimici della crudelta, umani, benigni, ebbono tutti, da Marco in fuora, tristo fine. Marco solo visse e tnorí onoratissimo, perché lui succedé allo imperio iure hereditario, e non aveva a riconoscere quello né da' solda ti né da' populi; di poi, senda accompagnato da molte virtú che lo facevano venerando, tenne sempre, mentre che visse, l'uno ordine e l'altro intra e' tennini suoi, e non fu mai né odiato né disprezzato. Ma Pertinace fa creato imperatore contra alla voglia de' soldati,

Lo cual era tan difícil que fue causa ... mantener su reputación con ellos. En esta di~ cotomfa de la sociedad romana (pueblo~ejército), Maquiavelo ~mentalidad dualista por excelencia~ olvida la nobleza latifundista senatorial, o la considera, equivocadamente, poco importante. Pero capta bien el peso paralizante y corruptor del ejército y del miedo que sus armas infunden. Y caracteriza también al poder, cuando dice que el príncipe debe apoyarse en la colectividad ( universit3) más fuerte y, si ésta está corrompida, debe ajustar su acción a esa corrupción. Ni su bondad, ni su maldad dependen de él. Su dominio de la situación es aparente.

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A muchos les parecerá quizás considerando la v'd l d . d . ' . l a y a muerte e algún 'empera or romano, que son eJemplos contrarios a t · · ~ ~

d 1 . . ~ . es a opmton mta hallan

o que a guno VI VIO siempre eg¡,giamente y mostr ~ . d d '~ . -, b d" 1 . o gran vlrtu e ammo y sm em argo per 10 e 1mperio o bien fue m t ¡ . ~¡ Q . ' uer o por os suyos q con]uraroncontrae. uenendopuesresponderaest b' · d ue las cualidades de algunos emperadores mostr d 1 as o JeC!dones, iscurriré

d 1 ' an o as causas e sur ·

n .. o se apartan e o que he dicho· y adema~s pond ~ ·¿ . mna, que bl

' re en cons1 erac1ón las que son nota es para quien lee las acciones d ll . cosas que me baste con tomar a los e d e aque ~s tiempos. Y quiero Marco filósofo a Maximino lo~~~~~e~f~:(~ Macced!erCor; al ¿imperio de

P . J ¡· S , o arco, omo o su hi¡'o

ertmax, u mno, evero, Antonino Caracalla su hi' o M . H . ~ , Alejandro y Maximino. y primero es de nota J '. acrmo, ehogabalo, principados hay que contender sólo con lar qub,' n;;en~asl que en los otros insolencia de los pueblos los emperadore am tetan e os grandes y la

d'f' 1 d 1 d , s romanos tenían una t 1 !CU ta ' a e tener que soportar la crueldad 1 . . d erccra

Lo cual era tan difícil que fue causa de l . Y d avancta e los soldados. difícil satisfacer a los soldados y a los p abÍm~a e myhos, puesto que es tranquilidad, y por eso amaban a los u: os, porque os pueblos aman la amaban al príncipe que fuese de ánim¿'~~~~~~~s mode¡ados; Y los soldados y.rapaz. Las cuales cosas uerían e ~¡ . .'y que uera msolente, cruel poder ver duplicado su suddo y de;,h e e¡erctes~ ~ontra los pueblos, para cosas hicieron que aquellos emperad ogar su avancta y crueldad. Las cuales tenían una gran reputación tal que ores }_le, por naturaleza o por arte, no y otros, cayeron siempre· y los más d~olt a mbntuv~erln frenados a unos principado como homb;es nuevos e os; so re to o os que llegaban al diversos humores, se dedicaban a sa~is~~~e~c~lndo 1~ giferencia entre esos el agraviar al pueblo. Ese partido er ~s so a os, temendo en poco pueden evitar ser odiados por alguie a :r¡,esano~porque los príncipes, si no odiados por la universalidad· y si non, d en es orza;se ante todo por no ser con toda industria por evi~ar el ~u e dentonsefmr eso, deben ingeniarse poderosas. y por eso aquellos er:: to de as co ectividades que son más necesidad de favores extraordinari perdh or~es qt¡e por su novedad tenían pueblos; lo cual, sin embargo, les ~ss~ltab~~~il o o~ so;da¿os antes qu:' a los suptera mantener su reputación e n 11 D o egun que el prtnC!pe nació que Marco, Pertinax y Ale¡· ao d e o~. de estdas rdazon_es antes dichas n ro, sten o to os e vtdas moderadas

'

La larga ejemplificación que sigue representa lapa ~ d Sb'l d , , "como de costumbre, personajes adecuad . rte mas b e 1 el capztulo, pues no elige'

emperadores, que, si bien tienen todos el ra~s, smo, q:t se asa en una serie continua de presentan caracter(sticas demas 'ad . d go comun e haber tenido que lidiar con el ejército n 1 o vana asparaqueselosp d d · ' es,.reservas y explicaciones suplementarias en el , . ue a en~ua rar, sm aclarado~

_Perfil más vigoroso es el de S pt' . S ' ngldo esquema delmeado por el autor El el de César Borgia. e ¡mta evero, que ~observa Sasso~ tiene algunas analog(as ~on

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li quali, senda usi a vivere licenziosamente sotto Commodo, non poterono sopportare quella vita onesta alla quale Pertinace !~,voleva ridurre, onde, avendosi creato odio, e aquesto odio aggiunto el disprezzo senda vecchio, ruinO ne' primi principii della sua amministrazione.

E qui si debbe notare che !'odio si acquista cosí mediante le buone opere, come le triste: e perO, cotne io dissi di sopra, -X~lendo uno principe mantenere lo stato, e spesso forzato a non essere ·bliono; perché, quando quella universita, o populi o soldati o grandi che siena, della qua! e tu iudichi per mantenerti, avere 'bisogno, e corrotta, ti conviene seguire l'umore suo per satisfarle; e aliara le buone opere ti sono nimiche. Ma vegniamo ad Alessandro: il quale fu di tanta bonta, che intra le altre laude che li sono attribuite e questa, che in quattordici anni che tenne lo imperio, non fu mai morto da luí alcuno iniudicato; nondimanco, senda tenuta effeminato, e uomo che si lasciassi governare alla tnadre, e per questo venuto in disprezzo, conspirO in lui lo esercito, e ammazzollo.

Discorrendo ora, per opposito, le qualita di Commodo, di Severo, Antonino Caracalla e Massimino, li troverrete crudelissimi e rapacissimi; li quali, per satisfare a' solda ti, non perdonorono ad alcuna qua! ita di iniuria che ne'populi si potessi commettere; e tutti, eccetto Severo, ebbono tristo fine. Perché in Severo fu tanta virtú, che, mantenendosi e' soldati amici, ancora che i populi fussino da lui grava ti, possé sempre regnare felicemente; perché quelle sua virtú lo facevano nel conspetto de' soldati e de' populi sí mirabile, che questi rimanevano quodammodo attoniti e stupidi, e quegli al tri reverenti e satisfatti.

E perché le azioni di costui furono grandi e notabili in uno príncipe nuovo, io voglio mostrare brevemente quanto bene seppe usare la persona della golpe e del lione: le quali nature io dico di sopra essere necessarie imitare a uno príncipe. Conosciuto Severo la ignavia di luliano imperatore, persuase al suo esercito, del quale era in Stiavonia capitana, che egli era bene anclare a Roma a vendicare la morte di Pertinace, el quale da' solda ti pretoriani era stato morto. E sotto questo colore, sanza mostrare di aspirare allo imperio, mosse lo esercito contra a Roma; e fu prima in Italia che si sapessi la sua partita. Arrivato a Roma, fu da! senato, per timare, eletto imperatore e morto luliano. Resta va, dopo questo principio, a Severo due difficulra, volendosi insignorire di tutto lo stato: !'una in Asia, dove Pescennio Nigro, capo degli eserciti asiatici, si erafatto chiamare impera tare; e l'altra in ponente, dove era Albino, qua! e ancora lui aspira va allo imperio. E perché iudicava periculoso scoprirsi inimico a tutti e dua, delibero di assaltare N igro e ingannare Albino. Al quale scrisse come, senda da! Senato eletto imperatore, voleva partecipare quella dignita con lui; e mandogli il titulo di Cesare e, per deliberazione del senara, se lo aggiunse collega: le quali cose furono da Albino accettate per vere. Ma. poiché Severo ebbe vinta e morto Nigro, e pacate le cose orientali, ritornatosi a Roma, si querelO, in senato, come Albino, poco conoscente de' benefizii ricevuti da

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iín:antes de la justicia, enemigos de la crueldad, humanos y benignos, rvl<oton todos mal fin, con excepción de Marco. Sólo Marco vivió y murió

todos los honores, porque llegó al imperio por derecho hereditario y no que agradecérselo ni a los soldados ni a los pueblos; y como además

acompañaban tnuchas virtudes que lo hacían digno de veneración, c;>s:iernpre.mientras vivió tuvo a ambos órdenes dentro de sus términos, y

<}:,Y:l:j;::riurlc'tíL<eni odiado ni despreciado. Pero Pertinax fue nombrado emperador la voluntad de los soldados, los cuales, acostumbrados a vivir

•·• ···.· ( jc{.Jic<,n<:iosa<nente bajo Cómodo, no pudieron soportar aquella vida honesta que Pertinax quería reducirlos, por lo cual, habiéndose generado odio,

y sumándose a ese odio el desprecio por ser viejo, cayó en el principio mismo de su administración.

Y aquí es preciso notar que el odio se adquiere tanto mediante las obras ··buenas como a través de las malas; y por eso, como dije tnás arriba, un príncipe que quiere mantener el estado a menudo se ve forzado a no ser bueno; porque cuando aquel sector de la población del que tú crees tener necesidad para mantenerte, ya sea el pueblo o los soldados o a los grandes, está corrompido, tienes que seguir su humor para satifacerlo, y entonces las buenas obras son tus enemigos. Pero vengamos a Alejandro: él fue de tanta bondad que entre las otras alabanzas que se le dedican se cuenta ésta: que en catorce años que tuvo el imperio nunca mató a nadie sin juicio; sin embargo fue considerado afeminado y hombre que se dejaba gobernar por su· madre, llegó a ser despreciado, y el ejército conspiró contra él y lo mató.

Discurriendo ahora, por el contrario, acerca de las cualidades de Cómo­do, de Severo, Antonino Caracalla y Maximino, los hallaréis crudelísimos y sumamente rapaces; ellos, por satisfacer a los soldados, no perdonaron ninguna clase de agravio que se pudiera infligir al pueblo; y todos, salvo Severo, tuvieron mal fin. Porque en Severo había tanta virtud que, man­teniéndose amigos a los soldados, aun gravando a los pueblos pudo siempre reinar con felicidad; porque aquellas virtudes lo hacían tan admirable para los soldados y los pueblos, que éstos quedaban en cierto modo atónitos y estupefactos, y aquéllos reverentes y satisfechos. Y como las acciones de él fueron grandes en un príncipe nuevo, quiero tnostrar brevemente cuán bien supo usar la persona del zorro y del león, cuyas naturalezas digo más arriba que es necesario para un príncipe imitar. Conociendo Severo la desidia del emperador Juliano, persuadió a su ejército, del cual era capitán en Esclavonia, de que estaría bien ir a Roma a vengar la muerte de Pertinax, quien había sido muerto por los soldados pretorianos; y con ese pretexto, sin dar muestras de aspirar al imperio, movió el ejército contra Roma, y estuvo en Italia antes que se supiera de su partida. Llegado a Roma, fue elegido emperador, por temor, por el Senado, y Juliano muerto. Después de ese principio, le quedaban a Severo dos dificultades, si quería adueñarse de todo el estado: una en Asia donde Nigro, jefe de los ejércitos asiáticos, se había hecho aclamar emperador; la otra en Poniente, donde estaba Albino que

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lui, ave va dolosamente cerco di ammazzarlo, e per questo lui era necessitato anclare a punire la sua ingratitudine. Di poi ando ~a trovado in Francia, e li tolse lo stato e la vita. · ·•·

Chi esaminera, adunque, tritamente le azioni di costui, lo troverra uno ferocissimo leonc e una astutissima golpe; e vedra quello temuto e reverito da ciascuno e dagli eserciti non odiato; e non si maravigliera se lui, uotno nuovo, ara possuto tenere tanto imperio; perChé la sua grandisshna reputazione lo difese sempre da quello odio eh' e' populi per le su e rapine ave vano potuto concipere. Ma Antonino, suo figliuolo, fu ancora lui uomo che ave va parte eccellentissime e che lo facevano maraviglioso nel conspetto de' populi e grato a' soldati; perché era uomo militare, sopportantissimo d'ogni fatica, disprezzatore d'ogni cibo delicato e d'ogni altra mollizie: la qual cosa lo faceva amare da tutti gli eserciti, nondimanco la sua ferocia e crudelta fu tanta e sí inaudita, per avere, dopo infinite occisioni particulari, morto gran parte del populo di Roma, e tutto quello di Alessandria, che diventü odiosissimo a tutto il mondo. E cominciü ad essere temuto etiam da quelli ch'egli aveva in torno; in modo che fu ammazzato da uno centurione, in mezzo del suo esercito. Dove e da notare che queste simili morti, le quali seguano per deliberazione di uno animo ostinato, sano da' principi inevitabili; perché ciascuno che non si curi di morire lo puo offendere; ma debbe bene el príncipe temerne meno, perché le sano rarissime. Debbe solo guardarsi di non fare grave iniuria ad alcuno di coloro de' quali si serve, e che gli ha d'intorno al servizio del suo principato: come aveva fatto Antonino, il qua! e aveva morto contumeliosamente uno fratello di que! centurione, e lui ogni giorno minacciava; tamen lo teneva a guardia del carpo suo; il che era partito temerario e da ruinarvi come gli intervenne.

M a vegniamo a Commodo; al qua! e era facilita grande tenere lo imperio, pera verlo iure hereditario, senda figliuolo di Marco; e solo li basta va seguire le vestigie del padre, e a' soldati e a' populi arebbe satisfatto. Ma, senda d'animo crudele e bestiale, per potere usare la sua rapacit8.. ne' populi, si valse a intrattenere gli eserciti e farli licenziosi; dall'altra parte, non tenendo la sua dignita, discendendo spesso ne' teatri a combattere co' gladiatori, e faccendo altre cose vilissime e poco degne della maesta imperiale, divento contennendo nel conspetto de' soldati. Ed essendo odiato dall'una parte e disprezzato dall'altra, fu conspirara in lui, e morto.

Restad a narrare le qualita di Massimino. Costui fu uomo bellicosissimo, ed essendo gli eserciti infastiditi pella mollizie di Alessandro, del qua! e ho di sopra discorso, morto lui, lo elessono allo imperio. Il quale non molto tempo possedé; perché dua cose lo feciono odioso e contennendo; l'una, essere vilissimo per avere gia guardato le peco re in T rada (la qua! cosa era per tutto notissima, e gli faceva una grande dedignazione nel conspetto di qualunque); l'altra, perché, avendo, nello ingresso del suo principato, differito lo. anclare a Roma e intrare nella possessione della sedia imperiale, aveva dato di sé opinione di crudelissimo, avendo per li sua prefetti, in

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también aspiraba al imperio. Y como juzgaba peligroso descubrirse como enemigo de ambos, decidió atacar a Nigro y engañar a Albino. A éste le escribió que, habiendo sido elegido emperador por el Senado, quería compartir esa dignidad con él, le mandó el título de César, y por resolución del Senado se lo agregó como colega, y Albino aceptó todo eso como verdad. Pero después que Severo venció y mató a Nigro y calmó las cosas en Asia, de vuelta en Roma, se quejó en el Senado de que Albino, agradeciendo poco los beneficios recibidos de él, había tratado dolosamente de matarlo, y por eso él se veía obligado a ir a castigar su ingratitud. Después fue a verlo en Francia, y le quitó el estado y la vida.

Quien examine pues minuciosatnente sus acciones encontrará en él un ferocísimo león y un astutísimo zorro, y lo verá temido y respetado por todos y no odiado por los ejércitos; y no se maravillará de que él, hombre nuevo, haya podido mantener tanto imperio: porque su grandísima reputación lo defendió siempre del odio que los pueblos habían podido concebir por sus rapiñas. Pero Antonino su hijo fue también él un hombre que tenía cualidades excelentísimas y que lo hacían maravilloso para los pueblos y grato a los soldados, porque era hombre militar, capaz de soportar cualquier esfuerzo, que despreciaba los manjares delicados y toda otra blandura, lo cual hacía que todos los ejércitos lo amaran. Sin embargo su ferocidad y crueldad fue tanta y tan inaudita, porque después de muchas muertes particulares mató a gran parte del pueblo de Roma y a todo el de Alejandría, que se hizo odiosísimo para todo el mundo, y empezó a ser temido hasta por los que tenía alrededor, de manera que fue muerto por un centurión en medio de su ejército. Aquí debe notarse que semejantes muertes, derivadas de la decisión de un ánimo obstinado, son inevitables p"ntlos príncipes, porque cualquiera a quien no le importe morir puede ofenderlo; pero en cambio el príncipe debe temerlas menos, porque son rarísimas. Debe guardarse solamente de no agraviar seriamente a algunos de aquellos de quienes se sirve y a quienes tiene alrededor al servicio de su principado, como había hecho Antonino, que había muerto deshonrosamente a un hermano de aquel centurión, y él todos los días amenazaba; sin embargo lo tenía como guardia de su cuerpo, lo cual era un partido temerario y que podía ser su ruina, como lo fue.

Pero vengamos a Cómodo, quien tenía gran facilidad para conservar el imperio por tenerlo por derecho hereditario, siendo hijo de Marco, y le bastaba sólo con seguir las huellas del padre y habría satisfecho al pueblo y a los soldados; pero siendo de ánimo cruel y bestial, para poder ejercer su rapacidad contra el pueblo se dedicó a entretener al ejército y hacerlo licencioso; por otra parte no mantenía su dignidad, descendiendo con frecuencia a los teatros a combatir con los gladiadores y haciendo otras cosas vilísimas y poco dignas de la majestad imperial, y así se volvió despreciable para los soldados. Y siendo odiado por una parte y despreciado por la otra, se conspiró contra él y fue muerto.

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Roma e in qualunque luogo dello imperio, esercitato molte crudelta. Tal che, commosso tutto el mondo dalla sdegno per la vilta del suo sangue, e dalla odio pcr la paura della sua ferocia, si re bello pi;;rta Affrica, di poi el sen ato con tutto el popo lo di Roma, e tutta 1 talia gli conspiro contra. A che si aggiunse el suo proprio esercito; quale, campeggiando Aquileia e trovando difficulta nella espugnazione, infastidito della crudelta sua, e per vederli tan ti inimici tetnendolo meno, lo· ammazzO. ·- -\;..

lo non voglio ragionare né di Eliogabalo né di Macrino né di luliano, li quali, per essere al tutto contennendi, si spensono subito; ma verro alla conclusione di questo discorso. E dico che li principi de' nos tri tempihanno meno questadifficultadi satisfare estraordinariamente a' solda ti ne' governi loro; perché, nonostante che si abbi ad avere aquelli qua !che considerazione, tamen si resol ve presto, per non avere, alcuno di questi principi, eserciti insieme che siena inveterati con li governi e atnministrazione delle provincie, come erano gli eserciti dello imperio romano. E pen\ se allora era necessario satisfare piú a' soldati che a' populi, era perch'e' soldati potevano piú ch'e' populi; ora e piú necessario a tutti e' principi, eccetto che al Turco e al Soldano, satisfare a' populi che a' soldati, perché e' populi possono piú di quelli. Di che io ne eccettuo el Turca, tenendo sempre quello in torno a sé dodicimila fanti e quindicimila cavalli, da' quali depende la securta e la fortezza del suo regno: ed e necessario che, posposto ogni altro respetto, que! signare se li mantenga amici. Similmente el regno del Soldano senda tutto in mano de' soldati, conviene che ancora lui, sanza respetto de' populi, se li mantenga amici. E a vete a notare che questo stato del Soldano e disforme da tutti gli altri principati, perché egli e simile al pontificato cristiano, il quale non si puó chiamare né principato ereditario né principato nuovo; perché non e' figliuoli del principe vecchio sano eredi e rimangono signori, ma colui che e eletto a que! grado da coloro che ne hanno autorita. Ed esseildo questo ordine antiquato, non si puO chiamare principato nuovo, perché in quello non sano alcune di quelle difficulta che sano ne' nuovi; perché, sebbene el principe e nuovo, gli ordini di quello stato sano vecchi, e ordinati a riceverlo, come se fussi loro signare ereditario.

Ma torniamo alla materia nostra. Dico che qualunque considerra el soprascritto discorso, vedra o !'odio o il disprezzo essere suto cagione della ruina di quegli imperadori prenominati; e conoscer3. ancora donde nacque che parte di loro procedencia in uno modo e parte al contrario, in qualunque

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Réstanos narrar las cualidades de Maximino. El fue hombre belicosísimo y estando los ejércitos hartos de las blanduras de Alejandro, del que he discurrido más arriba, 1nuerto él, lo elevaron al imperio. Pero no lo tuvo mucho tiempo, porque dos cosas lo hicieron odioso y despreciable: una el ser vilísimo, porque había cuidado ovejas en Tracia (lo cual era cosa por todos sabida y le acarreaba gran degradación frente a cualquiera); la otra, que al principio de su principado había diferido el ir a Roma y tomar posesión de la sede imperial, mientras que por medio de sus prefectos había hecho muchas crueldades, en Roma y en todos los lugares del imperio, creando la opinión de que era crudelísimo. De modo que, conmovido todo el mundo por la indignación a causa de la vileza de su sangre y por el odio que provocaba el temor a su ferocidad, se rebeló primero Africa, después el Senado con todo el pueblo de Roma, y toda Italia conspiró contra él. A lo cual se sumó su propio ejército que, atacando Aquileia y hallando dificultad para expugnarla, harto de su crueldad y temiéndolo menos por verle tantos enemigos, lo mató.

No quiero hablar ni de Heliogábalo ni de Macrino ni de Juliano, que por ser totalmente despréciables se apagaron de inmediato, y pasaré a la conclusión de este asunto. Y digo que los príncipes de nuestros tiempos tienen menos esta dificultad de satisfacer extraordinariamente a los soldados en sus gobiernos; porque no obstante que sea preciso tenerles alguna consideración, la dificultad se resuelve pronto, porque ninguno de estos príncipes tiene reunidos ejércitos acostumbrados a intervemir en l?s gobiernos y administraciones de las provin-­cias, como los ejércitos del hnperio romano. Y por eso, si entonces era necesario satisfacer a los soldados más que a los pueblos, era porque los soldados podían más que los pueblos: 'JP()ra es más necesario para todos los príncipes, salvo e.l ,;¡;11r~o y el Sultán, satisfacer a los pueblos más que a los soldados, porque los plíeblos pueden más que ésto§,• De lo cual yo exceptúo al Turca, porque él tiene siempre a su alrededor doce rnil infantes y quince mil caballeros, de los cuales depende su seguridad y la fortaleza de su reino; y necesita mantenérselos amigos posponiendo cualquierotro cuidado. Del mismo modo, como el reino del Sultán está todo en manos de los soldados, es preciso que también él, sin respeto por los pueblos, mantenga la amistad de aquéllos. Y debéis notar que ese estado del Sultán es distinto de todos los demás principados; porque es similar al ponti­ficado cristiano, el cual no se puede llamar ni principado hereditario ni principado nuevo: porque no son hijos del príncipe viejo los que los heredan y quedan señores, sino el que es elegido para ese grado por quienes tienen

Pero volvamos a nuestro tema ... establecido y firme. La conclusión es, como todo d capítulo, complicada y poco clara. Además del precepto --bastante obvio.- de que no hay que imitar ejemplos ajenos cuando las circunstancias son distintas, lo que queda de esta larga argumentación es la exhortación final: el príncipe nuevo debe parecerse a Severo en el momento de fundar su estado (es decir, de tomar el poder) y a Marco Aurelio en el período siguiente, cuando se trata simplemente de mantenerlo. No se olvide que El Príncipe es una larga carta escrita al <<príncipe nuevo» de Florencia.

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di quelli, uno di loro ebbe felice e gli al tri infelice fine. Perché a Pertinace edAlessandro, per essere principi nuovi, fu in u ti! e e dannoso vol ere imitare Marco, che era nel principato iure hereditario; e sií\iilmente a Caracalla, Commodo e Massimino essere stata cosa perniziosa imitare Severo, per non avere avuto tanta virtú che bastassi a seguitare le vestigie sua. Pertanto, uno principe nuovo, in uno principato nuovo, non puO imitare le azioni di Marco, né ancora e necessario seguí tare quelle di Severo; ma debbe pigliare da Severo quelle partí che per fondare el suo stato sano neCessarie, e da Marco quelle che sono conveiüenti e gloriase a conservare uno stato che sia di gia stabilito e fermo.

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i.>·s;i·•··········~~~~;~:~:~0para ello. Y como ese orden es antiguo, no se le puede llamar ···.. nuevo, porque en él no existen algunas de las dificultades que existen

nuevos; porque si bien el príncipe es nuevo, los órdenes de ese estado son viejos, y están ordenados para recibirlo como si fuera su señor hereditario.

Pero volvamos a nuestro tema. Digo que cualquiera que considere lo dicho anteriormente, verá que el odio o el desprecio fueron causa de la ruina de los efhperadores mencionados, y conocerá también de dónde provino que, proce~ diendo parte de ellos de un modo y parte del contrario, en cada uno de ellos uno tuvofinalfeliz y los otros infeliz. Porque aPertinax y Alejandro, por ser príncipes nuevos, les resultó inútil y perjudicial querer imitar a Marco, que estaba en el principado por derecho hereditario, y del mismo modo a Caracalla, Cómodo y Maximino les resultó pernicioso imitar a Severo, por no haber tenido tanta virtud que bastara para seguir sus huellas. Por lo tanto un príncipe nuevo en un principado nuevo no puede imitar las acciones de Marco, ni tampoco es necesario que siga las de Severo, sino que debe tomar de Severo las partes que son necesarias para fundar su estado, y de Marco las que son convenientes y gloriosas para conservar un estado que ya esté establecido y firme.

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XX An arces et multa alia quae d:Jtidie a principibus fiunt utilia an inutilia sint

Alcuni principi, per tenere securmnente lo stato, hanno disarmato e' loro sudditi; alcuni altri hanno tenute divise le terre subiette; alcuni hanno nutrito inimicizie contra a se medesimi; alcuni al tri si son o vol ti aguadagoorsi quelli che gli erano suspetti nel principio del suo stato; alcuni hanno edificato fortezze; alcuni le hanno ruina te e destrutte. E benché di tutte queste cose non si possa dare determinara sentenzia, se non si viene a' particulari di quelli stati do ve si avessi a pigliare alcuna simile deliberazione, nondimanco io parlero in que! modo largo che la materia per se medesima sopporta.

Non fu mai, adunque, che uno principe nuovo disarmassi e' sua sudditi; anzi, quando gliha trova ti disarmati, sempre gli ha armati; perché, armandosi, quelle arme di ventano tua; di ventano fedeli quelli che ti sono sospetti; e quelli che erano fedeli si mantengono e di sudditi si fanno tuoi partigiani. E perché tutti e' sud di ti non si possono armare, quando si benefichino quelli che tu armi, con gli altri si puo fare piú a sicurta: e quella diversita del procedere che conoscono in loro, li fa tua obligati; quegli al tri ti scusano, iudicando essere necessario quelli avere piú merito che hanno piú periculo e piú obligo. Ma quando tu li disarmi, tu cominci a offenderli; mostri che tu abbi in loro diffidenzia o pervilta o per poca fede: e !'una e l'altra di queste opinioni concepe odio contra di te. E perché tu non puoi stare disarmato,

N atas al capítulo XX Algunos príncipes ... el tema por sí mismo permite. En esta introducción estdn ordenadamente enumerados los cuatro temas del capítulo, que van a ser tratados equilibradamente en cuatro partes sucesivas, aproximadamente de la misma extensión, figurando en último término la dedicada a las fortalezaS, a las que tanta importancia se les da en el título. Esta estructura casi escolásticamente ordenada oculta una fundamental heterogeneidad en la sustancia y en las intenciones. Inspiran este capítulo, mezclándose con la preocupación por refiejar la ((realidad efectual» , alternativamente el deseo de mejorar la situación de Italia, en particular la de Florencia y, más en particular aún, la suya personal. El segundo tema comprende dos sub temas: la enemistad que el príncipe provoca entre los súbditos, para mantenerlos sujetos, y la que provoca contra sí mismo, para tener pretexto de luchar y vencer.

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XX Si las fortalezas y otras cosas que los príncipes hacen todos los días son útiles o no

Algunos príncipes, para tener seguramente su estado, han desarmado a sus súbditos; algunos otros han mantenido divididas a las tierras sometidas; algunos han alimentado enemistades contra ellos mismos; algunos Nros ~e han dedicado a ganarse a los que les resultaban sospechosos en el pnne1p10 de su estado; algunos han construido fortalezas; algunos las han derribado y destruido. Y si bien no es posible dar una sentencia determinada sobre todas estas cosas sin entrar en los detalles de los estados donde ha s1do necesario tomar una decisión semejante, sin e1nbargo yo hablaré en esa forma amplia que el tema por sí mismo permite.

Nunca ha ocurrido, pues, que un príncipe nuevo haya desarmado a sus súbditos: más bien cuando los ha encontrado desarmados siempre los ha armado; porque annándolos-esas armas pasan a ser tuyas, los que te resul.­taban sospechosos se vuelven fieles y los que te eran fieles se mantienen, y de tus súbditos se convierten en tus partidarios. Y como no es posible annar a todos los súbditos, con que beneficies a los que armes puedes actuar con más seguridad con los otros, y esa diferencia de procedimiento que recono.­cen respecto a ellos hace que se sientan obligados contigo; los otros te excusan juzgando que es necesario que tengan más mérito los que tienen más peligro y más obligación. Pero cuando los desarmas empiezas a ofender­los, muestras que desconfías de ellos ya sea por cobardía o por escasa lealtad,

Nunca ha ocurrido, pues ... viven cerca de ti. La idea de que los estados italianos debían tener armas propias y no utilizar las mercenarias obsesionaba a Maquiavelo en el período en que escribía El Príncipe. El principado nuevo formará, pues, sus milicias con sus propios súbditos. Como no podrá armarlos a todos (eso es posible sólo en una república, donde todos los ciudadanos tienen interés en su propia defensa), elegirá a los más aptos y fieles, que le serán adictos porque gozarán de privilegios y se sentirán partícipes del poder. Sólo en los principados mixtos, donde la ad4uisición reciente se suma a un dominio anterior, el príncipe podrá desarmar a los súbditos recientes, porque puede formar su ejército con los habitantes del territorio sobre el cual su autoridad está ya sedimentada.

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convie:;e ti vol ti alla milizia mercenaria, la quale e di quella qualita che di sopra Sl e detto; e quando la fussi bu o na, non puü ess¡;¡e tanta che ti defenda da' nim~ci potent.i e ~a' sudditi sospetti. PerO, come iÜl10 detto, uno principe nuovo,.In uno pn~cipato nuovo, sempre vi ha ordinato le armi; e di questi esemph ne sono ptene le istorie. . M~ quando uno prir:cipe acquista uno stato nu<?_'{O che, come membro,

s1 aggmnga al suo vecch10, allora e necessario disarmar"e quello stato eccetto quelli che nello acquistarlo sono suti tuoi partigiani; e quelli an~ora col terr:po e. ~on le occasioni, e necessario renderli molli ed effemina~i, e ordm~rst m ':'odo che solo le armi di tutto el tuo stato sieno in quelli tua soldatt propm,. che ncllo stato tuo antiquo vivono appresso di te.

Solev~no gh antiqui nostri, e quelli che erano stitnati savi, dire cotne era nece.ssano .tenere Pistoia con le partí e Pisa con le fortezze; e per questo nutnvano m qualche. terra lo.ro suddita le differenzie, per possederle piú f~c!lm~nte. Questo, m quelh tempt che Italia era in uno cerro modo b!lanctata, dove_v~ essere ben fatto; ma non credo che si possa ciare oggi per pre~':'tto: perche 1~ non credo che le divisioni facessero mai bene alcuno; anz~ e necess~no, quando il nimico si accosta, che le citta divise si perdino subtto; perche sempre la parte piú debo le si aderira alle forze es terne e l'altra non potra reggere. '

E' Viniziani, mossi, come io credo, dalle ragioni soprascritte, nutrivano le sette guelfe e ghibelline nelle citta loro suddite· e benché non si las~i,assino mai venire al sangue, tamen nutrivano fra l~ro questi dispareri acc10 che, occupati quelli cittadini in quelle loro differenzie non si unissin~ contra di l?ro. Il.c?e, c~me si vide, non tornO loro poi a pr~posito; perché, sendo rottt a Vatla, subtto una parte di quelle prese ardire, e tolsono loro tutto :~. stato. A;guiscano, p~rtanto, simili modi debolezza del principe: perche¡ m uno pnnctpato gagltardo mat si permetteranno simili divisioni· P~;ché:.le fanno solo profitto a tempo di pace, potendosi, mediante quelle: pm factlmente maneggiare e' sudditi; ma venendo la guerra mostra simile ordinc la fallada sua. '

Sanza dubbio e' principi diventano grandi quando superano le difficulta e le opposizioni che sono fatte loro; e pero la fortuna, massime quando vuole

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y una y otra de esas opiniones hace nacer odio contra ti. Y como tú no puedes estar desarmado, es preciso que te vuelvas a la tnilicia tnercenaria, que es de la calidad que se ha dicho más arriba; y aun cuando fuera buena, no puede ser tanta que te defienda de los enemigos poderosos y de los súbditos sospechosos. Por eso, como he dicho, un príncipe nuevo en un principado nuevo siempre ha ordenado en él las armas. De ejemplos de esto están llenas las historias. Pero cuando un príncipe adquiere un estado nuevo que se agrega como mietnbro a su estado viejo, entonces es necesario desarmar ese estado, salvo aquellos que en el momento de adquirirlo han sido partidarios tuyos; e incluso a ésos es necesario, con el tiempo y las ocasiones, volverlos blandos y afeminados, y ordenarse de manera que todas las armas de ese estado estén en manos de los soldados tuyos propios que en tu estado antiguo viven cerca de ti.

Solían nuestros antiguos, y los que eran considerados sabios, decir que era necesario mantener Pistoia con las partes y Pisa con las fortalezas, y por eso alimentaban las diferencias en alguna plaza súbdita de ellos, para poseerlas más fácilmente. Eso, en aquellos tiempos en que Italia estaba más o menos equilibrada, debía estar bien hecho, pero no creo que se pueda dar por precepto hoy, porque no creo que las divisiones hayan hecho nunca ningún bien, antes es necesario que las ciudades divididas se pierdan inmediata­mente cuando el enemigo se acerca, porque siempre la parte más débil adherirá a las fuerzas externas, y la otra no podrá sostenerse.

las razpf*~P 1\!!),t.~s didlfl.S, .alimen;

'";;~eit:~:¡;~:l!:~~~:~··~\;~~~;t:1~~· some~i~'l~ r~l\~s;;.Yjs~~\liín: ... b I})'~,,~&d~~~~o~\I~~~~'~6:{· ~esas·dfS'6<epari&iíís· entre

·~ diferencias, no se 'liM'~ll'óc>tí.tracd<~élfo~,· Lo cual después, según se vio, no les resultó como

esperaban, porque ·· fueron derrotados en Vailá, inmediatamente una parte de aquéllas cobró ánimos y les quitó todo el estado. Por lo tanto, tales modos denuncian debilidad del príncipe: porque en un principado gallardo jamás se permitirán semejantes divisiones; pues sólo traen ventajas en tiempos de paz, porque mediante ellas es más fácil manejar a los súbditos, pero cuando viene la guerra muestra ese tnétodo su falacia.

Solían nuestros antiguos ..• su falacia. En Pistoia y Pisa, Florencia desempeñaba colectiva~ mente en tiempos de la república, a través de sus autoridades, el papel de un «príncipe nuevo». En Pistoia, obedeciendo al precepto tradicional, que hab(a pasado a ser proverbio, hab(a fomentado las discordias entre los partidos, equivocadamente, según Maquiavelo (este reprueba implícitamente también e[ sistema de las fortalezas en relación con Pisa, pero ese es el tema de la última parte del capítulo). El ejemplo de Venecia, que, después de la derrota de Vagliate, no pudo contar con el apoyo de las ciudades de sus dominios, debilitados por las luchas internas que el mismo gobierno venciano habfa fomentado, era de una gran fuerza persuasiva, máxime en ese momento, en que la ruina de Venecia parecía irreversible, La observación corresponde, pue:;, a la «realidad efectual» , pero, detrás de ella está, apremiante, la preocupación del autor por su Florencia y el deseo de que los nuevos dueños aseguren en ella por lo menos la paz,

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fare gra;'de uno príncipe nuovo, il qua! e ha maggiore necessita di acquistare ;eputaz10ne che uno ereditario, li fa nascere de' nimicj, e li fa fare delle 1mprese comro, aedo che quello abbi cagione di superar!~, e super quella scala che h hanno pOrta e' nimici sua, salire piú alto. PerO tnolti iudicano che ~no príncipe savia debbe, quando ne abbi la occasione, nutrirsi con astuzta qualche inimicizia, acció che, oppresso quella, f.l..{\.seguiti maggiore sua grandezza. ...

~an;'~ ~·. principi, et praesertim quelli che sono nuovi, trovato piú fede e pm utÜlta m quegh uomini che nel principio del loro stato sono su ti tenuti sospetti, che in quelli che nel principio erano confidenti. Pandolfo Petrucci príncipe di Si~na, reggeva lo stato suo piú con quelli che li furono sospettl che con h altn. Ma d1 questa cosa non si puo parlare largamente, perché la va;m secor:do el subietto. Solo diro questo, che quegli uomini che nel prmc1p10 d1 un~ principato erono stati inimici, che sano di qualita che a mant~n~fSl abbu:w bisogno di appoggiarsi, sempre el príncipe con facilita grar:d1ss1ma se h potra guadagnare; e loro maggiormente sano forzati a servtrlo con fede, quanto conoscano essere loro piú necessario cancellare con le opere quella opinione sinistra che si aveva di loro; e cosí il príncipe ne trae sempre piu utilira, che di coloro che, servendolo con troppa sicurta, straccurono le cose sua.

. E, p~iché la materia lo ricerca, non voglio lasciare indrieto ricordare a' P:lnctpt che hanno preso uno stato di nuovo mediante e' favori estrinseci d1 quello, che co~siderino bene qua! cagione abbi mosso quelli che lo hanno favonto, a favonrlo; e, se ella non e affezione natural e verso di loro ma fussi solo perché quelli non si contentavano di quello stato, con fatica e difficulta grande se h potd mantenere amici, perché e' fia impossibile che lui possa contentad!. E d1scorrendo bene con quegli esempli che dalle cose antiche e moderne :' tr~ggono, la cagione di questo, vedra esserli molto piu facile guada,gnafSl am1c1 quegh uomini che dello stato innanzi si contentavono e. pero erano suoi inimici, che quelli che, per non se ne contentare lÍ dtventorono amici e favorironlo a occuparlo ' ~ '

suta consuetudine de' prindpi, per potere tenere piú sicuramente lo

Sin,. duda los ~ríncipes .•• aumente su grandeza. Este caso especial de fomento de la discordia no est~ comprendido en_la. reprob~ción anterior, ni es propiamente un precepto. Su importancia es más ~ren de car.á.cter artrstrco. La Imagen del luchador (f_ue sube por la escalera que le sostienen, con su r;ns~a hostilidad, sus enemigos, completa esta figura aventurera, dinámica e implacable del «PnncJpe nuevo». ·

L ' ' 1 o.s prm:tp~s, Y en ge~era los que son nuevos ... los favorecieron para ocuparlo. A ese mismo. pnnnpe nuevo, sm nexo ni aparente justificación del traspaso, Maquiavelo le dirige una adverten~¡a penetrante Y revela?ora: quien adquiere un estado no debe apoyarse en los habitantes ~ue han s1d~ favorables al cambw Por estar descontentos, sino más bien en los que se han mantenidos fz~les al gobwrno derrotado, pues a los primeros es difícil conformar/os. Objetivamente la observa~ CIÓn corresponde a una realidad que se comprueba continuamente en la historia: los revolucionarios

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Sin duda los príncipes se hacen grandes cuando superan las dificultades y las oposiciones que se les hace~; y por eso la fo~tuna, especialm~nte cuando quiere hacer grande a un pnnctpe nuevo, que ttene mayor necestdad de adquirir reputación que un hereditario, hace que le nazcan enemigos y que hagan empresas contra él, a fin de que él tenga causa de superarlas y subir más alto por esa escalera que le han ofrecido sus enemigos. Por eso muchos ·uzgan que un príncipe sabio debe, cuando tenga ocasión, alimentar con ~stucia alguna enemistad, a fin de que venciéndola aumente su grandeza.

Los príncipes, y en especial los que son nu~vo~, _han encontrado m~s lealtad y más utilidad en los hombres que al prmc1p10 de su estado consi­deraban sospechosos que en aquéllos en que al principio confiaban. Pandolfo Petrucci, príncipe de Siena, regía su estado más con los que le habían resultado sospechosos que con los otros. Pero de esto no se puede hablar en general porque varía según el sujeto. Di~é sólo esto: que a. los hombres que en el principio de un estado eran enem1go~, Sl son de c~hda~ tal que p~ra mantenerse tienen necesidad de apoyarse, s1empre podra el prmc1pe ganar­selos con gran facilidad, y ellos más que nadie están obligados a servirlo con lealtad, al reconocer que les resulta más necesario borrar con las obras aquella opinión siniestra que se tenía de ellos. Y así el príncipe obtiene siempre mayor utilidad de ellos que de los que, sirviéndolo con demasiada seguridad, descuidan sus cosas,

Y como el tema lo requiere, no quiero dejar de lado recordar a los príncipes que han tomado recientemente un estado mediante los favores intrínsecos de él, que consideren bien qué razones movieron a quienes lo favorecieron a favorecerlo; y si no es un natural afecto hacia él, sino solamente que no estaban contentos con el estado anterior, con esfuerzo y gran dificultad podrá mantenérselos amigos, porque será imposible que pueda conteritarlos. Y discurriendo bien la causa de esto, con los ejemplos que de las cosas antiguas y modernas se extraen, verá que es mucho más fácil ganarse la amistad de los hombres que estaban contentos con el estado anterior, y por eso eran enemigos de él, que la de aquellos que por no contentarse se hicieron amigos suyos y lo favorecieron para ocuparlo.

son instrumentos de cambio; pero luego, en la segunda etapa, todo gobierno establecido, actuando en calidad de «príncipe nuevo», acaba por apoyarse en los conformistas.

La afirmación de Maquiavelo, sin embargo, tiene una doble raíz: mientras habla en general, el autor piensa en Florencia y también en sí mismo. No era un conformista vulgar, pero veía el triunfo del absolutismo en un plano europeo, no preveía el efímero resurgimiento republicano de 1527 y quería reducir el daño en lo posible y extraer de él algo bueno. Quería recuperar el empleo, para hacer lo único para lo cual se sentía capacitado y para aplicar, en beneficio de Florencia, algunas de sus ideas. El ya se había ofrecido a colaborar con los Médici tan honradamente como había colaborado con la república. Y aquí habla, evidentemente, pro domo sua. Es una posición que la historia repetidamente ha demostrado ilusoria. En efecto, los poderosos no le dieron importancia y la república, al resurgir, lo dejó completamente de lado, en vCsperas de su muerte.

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stato lor~, edificare fortezze, che sieno la briglia e il freno di quelli che ?1segnass1no fare loro contra, e avere uno refugio securo da uno subito •m peto. lo laudo questo modo, perché gli e usitato ab antiqü~': N ondimanco m~ss ... er ~iccoló Vitelli, ne, tempi nostri, si e visto disfare dua fortezze, i~ Cma d1 Castello, per tenere quello stato. Guido Ubaldo, duca di Urbino, nt.or~ato r:ella sua dominazione donde da Cesare Borgia era suto cacciato, r~n:10. fund1tus tutte le fortezze di quella provincia, e iudico ~'anza quelle piú d1ff1Cdmem~ ;•perd~re quello stato. E' Bentivogli, ritornati in Bologna, usorono suntlt termtnt. Sono, dunque, le fortezze utili o no secando e' t~mpi; e se le ti fanno bene in una parte, ti offendano in una a{rra. E puossi d1~correr~ q~esta parte cosí: que! principe che ha piú paura de' populi che de forestlen, debbe fare le fortezze; ma quello che ha piú paura de' forestieri eh;' de' populi, debbe lasciarle indrieto. Alla casa Sforzesca ha fatto e fara pm guerra el castello di Milano, che vi edifico Francesco S forza che ale uno alrro disordine di quello stato. Pero la migliore fortezza che sia, ~non essere ?dtam da! populo; perché, ancora che tu abbi le fortezze, e il populo ti abbi tn od10, ,le n~n t1 sal_vo~o; pe~ché no~ manca,no mai a' populi, preso che gli hanno 1 an.m, forestlen che lt soccornno. N e tempi nostri, non si vede che quelle abbmo profittato ad alcuno principe, se non alla contessa di Furlí quando fu morro el conte Giro lamo suo consorte; perché, mediante quella' possé fuggire l'impeto populare, e aspettare el soccorso da Milano ~ recuperare lo stato. E li tempi stavono allora in modo, che il forestiere n'on posseva soccorrere el populo. Madi poi valsono ancora a leí poco le fortezze quando Cesare Borgia l'assalto, e che il populo suo inimico si coniunse coi forestiero. Pertanto, aHora e prima, sarebbe suto piú sicuro a lei non essere odiar~ da! populo che avere le fortezze. Considerato, adunque, tutte queste c.ose, 10 l~udero chi fara le fortezze e chi non le fara; e biasimero qualunque, ftdandost delle fortezze, stimera poco essere odiato da' populi. ·

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Ha sido costumbre de los príncipes, para poder tener más seguramente su estado, edificar fortalezas para que sean brida y freno de quienes planearan ir contra ellos, y tener un refugio seguro contra cualquier ataque súbito. Yo alabo ese modo porque es utilizado desde la antigüedad; sin embargo en nuestros tiempos se ha visto a messer Nicolás Vitelli deshacer dos fortalezas en Citta di Castcl!o para mantener ese estado. Guido Ubaldo, duque de Urbino, vuelto a su dominio de donde lo había expulsado César Borgia, deshizo hasta los cimientos todas las fortalezas de esa provincia, y juzgó que sin ellas sería más difícil que volviera a perder el estado. Los Bentivoglio emplearon términos similares al regresar a Bolonia .. Lasfortalezas son pues, )ltiles·O no son según los tiempoS; y si te hacen bien en una parte, en otra te ofenden. Y esta parte puede discurrirse así. El príncipe que tiene más miedo de los pueblos que de los forasteros debe hacer fortalezas, pero el que tiene más miedo de los forasteros que de los pueblos debe dejarlas de lado. A la familia Sforza le ha dado y le dará más guerra el castillo de Milán, edificado por Francisco Sforza, que cualquier otro desorden de ese estado. Por eso la mejorfortaleza que hay es no ser odiado por el pueblo; porque aun cuando tengas fortalezas, si el pueblo te odia ellas no te salvarán, porque a los pueblos, una vez que han tomado las armas, nunca les faltan forasteros que los socorran. En nuestros tiempos no se ve que las fortalezas hayan beneficiado a ningún príncipe más que a la condesa de Forlí, cuando fue muerto el conde Jerónimo, su consorte, porque mediante aquella pudo escapar al imperio popular y esperar el socorro de Milán y recuperar el estado. Y los tiempos estaban entonces de modo que el forastero no podía socorrer al pueblo, pero des).:més tampoco a ella le sirvieron de mucho las fortalezas, cuando la atacó César Borgia y el pueblo enemigo de ella se unió a los forasteros. Por lo tanto entonces y antes habría sido más seguro para ella no ser odiada por el pueblo que tener fortalezas./Considerando pue? ;~o4~s est\\,GR1~~·.J9 <:~l'\4~F~c?,<;¡\'!i~'h:ac;<o;fort¡¡l>7~~ '( a~~ieri ,"? la,s,h~ce, .Y ,,;,¿~¡;i~~fil't~~~~\f~ltl.oi-¿¡:á:que, 2ótlfíando én Ías fortalezas, tengáerí poco el ser

odi3.cto'pot el puebl0 .

Ha sido coStumbre ... odiado por el pueblo. lviaquiavelo se ha ocupado varias veces dd problema de la utilidad de las fortalezas. Aquí no da una opinión tajante, aunque se inclina por un veredicto negativo, especialmente en conflictos con potencias extranjeras. Los ejemplos que da no son muy concluyentes, porque en el caso de Caterina S forza, señora de Forlí, debe admitir que la fortaleza la salvó. Pero de algo Maquiavelo estd seguro: más que en las fortalezas, la seguridad dd príncipe está en el no ser odiado por el pueblo (obsérvese que, aunque el concepto se repite tres veces, nunca se habla de «amor del pueblo», sino siempre de ausencia de odio, como máxima aspiración). El capítulo se cierra con una vigorosa reafirmación de esta exigencia, conservando así hasta el final su carácter más pragmático que teórico.

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XXI Quod principem deceat ut egregius habeatur

N essuna cosa fa tanto stimare uno principe, quanto fanno le grandi imprese e ciare di sé rari esempli. Noi abbiamo ne' nos tri tempi Ferrando di Aragone, presente re di Spagna. Costui si puO chiamare quasi principe nuovo, perché, di uno re debole e diventato per fama e per gloria el primo re de' Cristiani; e se considerrete le azioni sua, le troverrete tutte grandissime e qualcuna estraordinaria. Lui nel principio del suo regno assalto la Granara: e quella impresa fu il fondamento dello stato suo. Prima, e' la fece ozioso e sanza sospetto di essere impedito: tenne occupati in quella gli animi di quelli baroni di Castiglia, li quali, pensando a quella guerra, non pensavano ad innovare. E lui acquistava, in quel 1nezzo, reputazione e imperio sopra di loro, che non se ne accorgevano; possé nutrire, con danari della Chiesa e de' populi, eserciti, e fare uno fondamento, con quella guerra lunga, alla milizia sua; la quale lo ha di poi onorato. Oltre a questo, per potere intraprendere maggiori imprese, servendosi sempre della religione, si volse ad una pietosa crudelta, cacciando e spogliando el suo regno, de' Marrani; né puo essere questo esemplo piú miserabile né piú raro. Assalto sotto questo

N atas al capítulo XXI Este capítulo tiene el mismo carácter del anterior: es un receptáculo de observaciones y normas varias, que, todas, sirven para dar la última mano a la figura del protagonista. La más importante de estas observaciones es la que se desarrolla en primer término, pues contribuye poderosamente a darle al «príncipe nuevo» como personaje su colorido dramático. El príncipe nuevo debe sorprender y mantener continuamente en suspenso la atención de los demás estados y de los súbditos, para no dejarles tiempo de pensar en tratar algo contra él. El ejemplo es uno solo, ocupa Úna página entera y es una especie de epopeya: el héroe de esta epopeya es Fernando el Católico. La página debe ser leída recordando la historia, pero tratando de verla como la veía Maquiavelo, es decir, como un 1

maravilloso espectáculo en que la voluntad humana, erguida ante los obstáculos, tiende hacia sus fines, transformando el eterno, mecánico, monótono alternarse de vidas y muertes en dramas dirigidos por la inteligencia, que inspiran en el espectador entusiasmo o indignación, adhesión o rechazo, pero siempre estupor o admiración.

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XXI Lo que conviene a un príncipe para ser estimado

Nada hace estimar tanto a un príncipe como las grandes empresas y el dar de sí raros ejemplos. Nosotros tenemos en nuestros tiempos a Fernando de Aragón, actual rey de España, que puede casi ser llamado príncipe nuevo, porque de un rey débil llegó a ser por fama y por gloria el primer rey de los cristianos, y si consideráis sus acciones las hallaréis todas grandísitnas y alguna extraordinaria. El en el principio de su reino atacó Granada, y esa empresa fue el cimiento de su estado. Primero, la hizo ocioso y sin sospecha de que quisieran impedírsela; tuvo ocupados en ella los ánimos de los barones de Castilla, que pensando en esa guerra no pensaban en innovar, y él mientras tanto adquiría reputación y poder sobre ellos, que no se daban cuenta. Pudo nutrir ejércitos con dineros de la Iglesia y de los pueblos, y con esa larga guerra hacer un cimiento para su milicia, la cual después le hizo honor. Además de eso, para poder acometer mayores empresas, sirviéndose siempre de la religión, se dedicó a ul"la piadosa crueldad, expuhando a l~s marranos ydespojandode ellos a su remo, que J,lO puede ser este eJemplo mas lamentable ni más raro. Bajo ese tnistno manto'\atacó Africa, hizo la etnpresa

En el principio de su reino atacó Granada •.• operar contra él. Coordinación, yuxta~ posición, asíndeto vigoroso y escueto, polisíndeto insistente y casi sofocante son los caractere.s estilfsticos de esta página. En el primer período, ese «Luh} inicial encabeza cor;. fuerza est~ perfd dibujado exclusivamente con hechos históricos. Esas dos primeras s~cas oracwn~s coordn~adas empiezan con «Luh y terminan con «lo stat? s~o}> (su. pode~). Sigue una sene de ora~wnes coordinadas o yuxtapuestas, sin más comphcacwnes smtácticas que -~lgunas subor~ma~as relativas. La primera dice las condiciones necesarias para el plan pohtico, .cuya re~llzac¡ón encontramos en las siguientes. Y las dice con un adjetivo insólito en esa acepciÓn: «Ocr?so» ·.E[ otium, para los romanos era el tiempo libre de las ocupa~iones de la guerra y del.estado, d!spom?le para otras tareas, consideradas hedonísticas y menos Importantes, como la literatura. Aqw ~~ adjetivo indica la ausencia en ese momento de guerras con otros estados. El rey lle~aba e:e ~spa~!O con planes metódicos e inadvertidas acciones laterales, dirigidas todas ellas hacw un umco fm: la formación de un estado fuerte, empezando por el someti~fento de <~~ql!'ellos» barones de Castilla (famosos por levantiscos y alborotadores) y la formacwn de un e]erc!to real. La cadena

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medesimo mantdlo, l'Affrica: fece !'impresa di Italia: ha ultimamente assaltato la Francia; e cosí sempre ha fatte e ardite cose grandi, le quali semprc hanno tenuti sospesi e ammirati gli animi de' suifditi e occupati nello evento di esse. E sono nate queste sua azioni in modo !'una dall'altra, che non ha dato mai, infra !'una e l'altra, spazio agli uomini di potere quietamente operarli contra.

Giova ancora assai a uno príncipe dare di sé esempli rari'Circa e' governi di dentro, simili a quelli che si narrano di messer Bernabo da Milano, quando si ha l'occasione di qualcuno che operi qualche cosa estraordinaria, o in bene o in male, nella vita civile, e pigliare uno tnodo, circa prctniarlo o punido, di che s'abbia a parlare assai. E sopra tutto, uno principe si debbe ingegnare dare di sé in ogni sua azione fama di uomo grande e d'ingegno eccellente.

'E ancora stimato uno principe, quando egli e vera amico e vera inimico; cioe quando, sanza alcuno respetto, si scuopre in favore di alcuno contra ad un altro. Il quale partito fia sempre piú utile che stare neutrale; perché se dua poten ti tuoi vicini vengo no a !le mani, o son o di qualita che, vincendo uno di quelli, tu abbi a temere del vincitore, o no. In qualunque di questi dua casi, ti sara sempre piú utile lo scoprirti e fare buona guerra; perché, nel prilno caso, se tu non ti scuopri, sarai sempre preda di chi vince, con piacere e satisfazione di colui che e stato vinta, e non hai ragione né cosa alcuna che ti defenda né che ti riceva; perché, chi vince non vuole atnici sospetti e che non lo aiutino nelle avversit8., chi perde,

de las coordinadas sirve para dar la impresión de una acumulación de hechos andlogos; pero lo más significativo está en el descenso de tono de las pocas, importantes subordinadas (li quali, pensando alla guerra, non pensavano ad innovare; che non se ne accorgevano; la quale lo ha di poi onorato). Toda la idea que Maquiavelose ha formado de Fernando el Católico estd en las primeras dos de esas subordinadas. Los barones de Castilla son como «el vulgo» Y ,,fas hombres en general» del capítulo XVIII, que ven las apariencias y no tocan con la mano la «realidad efectual».

En seguida después, Maquiavelo entra en el tema que más le interesa: la habilfsima utilización del factor religioso. El carácter de cruzada que revistió la guerra de Granada hizo posible que toda la cristiandad y especialmente la Iglesia contribuyeran a su financiación y a los gastos necesarios para organizar ejércitos nuevos que una vez terminada la guerra, serían el baluarte del poder del rey. La continuidad de la acción metódica es subrayada por el siempre del período siguiente, que se refiere a la expulsión de los judíos conversos de fe dudosa ( m(f)lanos), que dejó exhausta la economía española. En este segundo ejemplo de la utilización del móvil religioso para ocultasr una finalidad política, se habla de· «Piadosa crueldad». No se t-rata de una contraposición de gusto barroco, ni de la «crueldad bien empleada» del capítulo XVII, sino de una rápida ironía, basada en el doble significado de «piadoso», que por un lado equivale a obsecuente a los ritos y a las fórmulas religiosas, y por el otro es sinónimo de compasivo. La frase éle gerundio que sigue extiende el carácter ambiguo de la expresión, pues.descubrimos que víctimas, en el pensamiento de Maquiavelo, no es sólo la multitud de los marranos, sino el mismo reino español, despojado, con esa expulsión, de una valiosa fuente de prosperidad. Fue seguramente un espectáculo «lastimoso e inusitado». Tal dramaticidad

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de Italia, últimamente ha atacado a Francia y así siempre ha hecho y tramado cosas grandes, que siempre han tenido suspensos y admirados los ánimos de sus súbditos, y ocupados en el desenlace de ellas. Y esas acciones suyas nacieron una de otra de tal tnanera que nunca dio espacio a los hombres, entre una y otra, para poder tranquilamente operar contra él.

También beneficia mucho a un príncipe dar de sí ejemplos raros respecto al gobierno de adentro, similares a los que se narran de messer Bernabó de Milán, cuando surge la ocasión de alguno que haga alguna cosa extraordi­naria, para bien o para mal, y adoptar para premiarlo o para castigarlo un modo que dé mucho que hablar. Y sobre todo el príncipe debe ingeniarse para darse en todas sus acciones fama de hombre grande y de inteligencia excelente.

Un príncipe es estimado además cuando es verdadero amigo y verdadero enemigo, es decir cuando sin ningún reparo se descubre en favor de uno y en contra de otro, el cual partido será siempre tnás útil que mantenerse neutral; porque si dos poderosos vecinos tuyos llegan a las manos, o son de tal calidad que si uno vence tengas que temer al vencedor, o no. En cualquiera de esos dos casos, te será siempre más útil descubrirte y hacer buena guerra; porque en el primer caso, si tú no te descubres, siempre serás presa del que venza, con placer y satisfacción del vencido, y no tienes razón ni nada que te defienda ni que te reciba. Porque el que vence no quiere amigos sospechosos y que no lo ayuden en la adversidad; el que pierde no te recibe porque tú no quisiste correr su suerte con las armas en la mano.

le interesa a Maquiavelo como un aspecto de la acción arrolladora de Fernando, quien empleó la tensión en que mantuvo a sus súbditos como un medio de afirmarse en el poder.

Esta tensión se siente en d ritmo del período que sigue, formado por tres membretes cortos, yuxtapuestos y rapidísimos, correspondintes a las empresas de Africa, Italia y Francia, que desembocan en una conclusión pausada, donde el siempre repetido refleja la implacable continui~ dad de este método político, cubierto por el «manto» de la religión y basado en el suspenso.

Esta rápida síntesis del reinado de Fernando el Católico es muy dinámica, a pesar de ignorar la más atrevida de esas empresas, el viaje atldntico de Colón, cuyos alcances políticos Maquiavelo no llegó a aquilatar. · También beneficia,,, de inteligencia excelente. El ejemplo de Bemabó Visconti, señor de Milán a pCtrtir de 1354, junto con sus dos hermanos, y, luego, solo, hasta 1378, cuando fue envenenado por Giangaleazzo su sucesor, extiende este método del suspenso a la pequeña política interna. Búnabó fue célebre tanto por su crueldad como por la extravagancia de sus premios y castigos. Se cuenta, por ejemplo, que obligó a unos embajadores a tragarse los pergaminos con los mensajes desagradables que les habían sido encomendados.

Un príncipe es estimado ... con las armas en la mano. Se pasa sin transición al tema de la neutralidad, que Maquiavelo considera peligrosa. Presenta, como siempre, dos casos. En el primero, los contendientes son tales que el vencedor queda con un gran poder en sus manos: entonces los neutrales serán su presa, con placer y satisfacción del vencido, quien no les dard ayuda ni asilo. Del otro caso (de un vencedor poco poderoso) se ocupará el autor brevemente más adelante. Ahora ilustra el primero con un ejemplo.

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non ti riceve, per non avere tu voluta con le anne in tnano correre la fortuna sua.

Era passato in Grecia Antioco, mcssovi dagli Etoli pei''tacciarne e' Romani. MandO Antioco oratori agli Achei, che erano amici de' Romani, a confortarli a stare di tnezzo; e da altra parte e' Rmnani li persuadevano a pigliare le arme per loro. V enne questa materia a deliberarsi nel concilio degli Achei, dove illegato di Antioco li persuadeva a stare !leutrali: a che illegato romano respose: «Quod autem. isti dicunt non interponendi vos bello, nihil magis alienmn rebus vestris est; sine gratia, sine dignitate, praemium victoris eritis.»

E sempre interverra che colui che non e amico ti ricerchera delta neutralita, e quello che ti e amico ti richiedera che ti scuopra con le anne. E li principi mal resoluti, per fuggire e' presentí periculi, seguono el piú delle vol te quella vianeutrale, e il piú delle vol te ruinano. Ma quando el príncipe si scuopre gagliardamente in favore d'una parte, se colui con chi tu ti aderisci vince, ancora che sia potente e che tu rimanga a sua discrezione, egli ha teca obligo, e vi e contratto l'amore; e gli umnini non sano mai sí disonesti, che con tanto esemplo di ingratitudine ti opprimessino; di poi, le vittorie non sono mai sí stiette, che il vincitore non abbi ad avere qualche respetto, e massime alla giustizia. Ma se quello con il quale tu ti aderisci perde, tu se' ricevuto da lui; e mentre che puO ti aiuta, e diventi compagno di una fortuna che puo resurgere. Nel secando caso, quando quelli che combattono insieme sono di qualita che tu non abbi a temere quello che vince, tanto e maggiore prudenzia lo aderirsi, perché tu vai alla ruina di uno con lo aiuto di chi lo doverebbe salvare, se fussi savia; e, vincendo, rimane a tua discrezione, ed e impossibile, con lo aiuto tuo, che non vinca.

E qui e da notare che uno príncipe debbe avvertire di non fare mai compagnia con uno piú potente di sé, per offendere altri, se non quando la necessit;l lo stringe, come di sopra si dice; perché, vincendo, rimani suo prigione; e li principi debbano fuggire, quanto possono, lo stare a discrezione di altri. E' Viniziani si accompagnorono con Francia contra al duca di

Había pasado a Grecia Antíoco ..• presa del vencedor. El ejemplo pertenece a las postri~ me rías de la historia de la Grecia independiente, cuando se preparaba la conquista romana. La liga etólica (Grecia continental) combatía contra los romanos con la ayuda del rey de Siria, Antíoco 111 (224~ 187 a.c.), de la dinastía helen{stica de los Seléucidas. La liga aquea (Peloponeso), rival de la etólica, simpatizaba con los romanos. En este marco se produce el episodio narrado por Maquiavelo, quien tiene como fuente a Tito Livio, citado no muy exactamente de memoria.

Y siempre ocurrirá que ... una fortuna que puede resurgir. Estas líneas sirven de ca~ mentario al ejemplo anterior y, luegd, para prevenir la posible objeción de quienes digan que también los aliados del vencedor, si este es muy poderoso, corren el riesgo de convertirse en su presa. Aquí, por primera vez, Maquiavelo atribuye al príncipe algo así como un escrúpulo moral, pero en seguida atenúa la afirmación con un matiz interesado: las victorias no son nunca tan netas como para que el vencedor pueda permitirse el lujo de enemistarse con sus aliados, máxime si al hacerlo, se mancha de una patente injusticia e ingratitud.

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Había pasado a Grecia Antíoco, llevado allí por los etolios para expulsar a los romanos. Mandó Antíoco embajadores a los aqueos, que eran atnigos de los rmnanos, para exhortarlos a que se pusieran en tnedio, tnientras por otra parte los romanos los exhortaban a que tomaran las armas por ellos. Vino adeliberarse este asunto en el consejo de los aqueos, donde el delegado de Antíoco los persuadía de mantenerse neutrales, a lo cual el delegado romano respondió: «En cuanto a lo que dicen ellos, que es más conveniente para vosotros no intervenir en la guerra, nada es tnás ajeno a vuestros intereses; sin favor, sin dignidad, seréis presa del vencedor>>,

Y siempre ocurrirá que el que no es amigo te pedirá la neutralidad, y el que es tu amigo te pedirá que te descubras con las armas. Y los príncipes mal resueltos, para escapar a los peligros presentes, siguen las más de las veces la vía neutrat y las tnás de las veces caen. Pero cuando el príncipe se descubre gallardamente en favor de una parte, si aquél a quien tú adhieres triunfa, aun cuando sea poderoso y tú quedes a discreción de él, está obligado contigo y te ha tomado afecto, y los hombres nunca son tan deshonestos que te opriman con tan grande ejemplo de ingratitud. Además las victorias no son nunca tan tajantes que el vencedor no tenga que tener algún respeto, especialmente a la justicia. Pero si aquel a quien tú adhieres pierde, a ti te recibe él, y mientras puede te ayuda, y pasas a ser compañero de una fortuna que puede resurgir. En el segundo caso, cuando los que combaten entre ellos son de tal calidad que no tienes nada que tetner, es tanto mayor prudencia el adherir, porque tú vas a la ruina de uno con la ayuda del que debería salvarlo, si fuera sabio; y si vence queda a discreción tuya, y con tu ayuda es imposible que no venza.

Y aquí debe notarse que un príncipe debe cuidarse de no asociarse nunca con uno m~ís poderoso que él para ofender a otros, a menos que lo fuerce la necesidad, como tnás arriba se dice; porque si vence quedas prisionero de él, y los príncipes deben evitar todo lo posible el estar a discreción de otro. Los venecianos se asociaron con Francia contra el duque de Milán, y podían evitar aquella asociación, que tuvo cmno resultado la ruina de ellos. Pero

Pero si aquel a quien tú te adhieres ... es imposible que no venza. Tampoco en el segundo caso, de los adversarios poco poderosos, es conveniente la neutralidad. El interés de los débiles es el de unirse contra los fuertes; pero, si no son «sabios)) y luchan entre sí, le conviene al príncipe ayudar a uno de los dos, pues, después de la victoria, también el vencedor quedará a su discreción. De aquí, tomando como destinatario de estos consejos al vencedor débil, se pasa fácilmente a la consideración siguiente.

Y aquí debe notarse ... el menos malo por bueno. No hay, pues, que aliarse con otro príncipe más poderoso en una guerra ofensiva, para no quedar a discreción del vencedor ... cuando esto se puede evitar. Este precepto no puede ser tajante. En efecto, los dos ejemplos citados se refieren a dos situaciones distintas. Los venecianos, quienes en 1499 a)'udaron imprudentemente al rey francés Luis Xll para adueñarse de Lombardia contra Ludovico el Moro, lo hicieron sin necesidad, para apoderarse de dos ciudades (véase el capítulo III de El Príncipe), y, como consecuencia, diez años más tarde, fueron deshechos por los mismos franceses en Vagliate. Los florentinos, en cambio,

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Milano, e potevono fuggire di non fare quella compagnia; di che ne risulto la ruina loro. Ma quando non si puo fuggirla (come intervenJ:LC,a' Fiorentini quando il papa e Spagna andorono con gli eserciti ad assaltare laLombardia) allora si debba il principe aderire perle ragioni sopradette. Né creda mai alcuno stato potere sempre pigliare partiti securi, anzi pensi di avere a prenderli tutti dubbii; perché si trova questo nell'ordine delle,fose, che mai non si cerca fuggire uno inconveniente che non si incorra in uno altro; 1na la prudenzia consiste in sapere conoscere le qualita degli inconvenienti e pigliare il meno tristo per buono.

Debbe ancora uno principe mostrarsi amatore delle virtú dando recapito alli uomini virtuosi, e onorare gli eccellenti in una arte. Appresso, debbe animare li sua cittadini di potere quietamente esercitare gli esercizi loro, e nclla mercanzia e nella agricultura e in ogni altro esercizio degli uomini; e che quello non tema di ornare le sua possessioni per timo re che le gli siena tolte, e quell'altro di aprire uno traffico per paura delle taglie; ma debbe preparare premi a chi vuol fare queste cose, e a qualunque pensa, in qualunque modo, ampliare la sua citta o il suo stato. Debbe, oltre aquesto, ne' tempí convenienti dell'anno, tenere occupati e' populi con le feste e spettaculi. E perché ogni citta e divisa in arte o in tribú, debbe tenere canto di quelle universita, raunarsi con loro qua !che volta, dare di sé csemplo di umanita e di munificenzia, tenendo sempre fenna nondimanco la 1naesta della dignita sua, perché questo non vuole mai mancare in cosa alcuna.

no tuvieron más remedio, en el trance de la Liga Santa, reunida por el papa Julio II contra los franceses ( 1512), que tomar partido, y lo hicieron por Franc~a, su tradicional,a!iada, m~·e~tras el papa y E~·paña, en nombre de la Liga, apoyaban las pretenswnes de los Médtn al d.ommw de la ciudad. También en este caso, d resultado de la alia1;1-za con el poderoso fue negattvo, pues los franceses fueron derrotados; pero en este caso había sido necesario arriesgarse. Maquiavelo no habla aquí de la derrota de la república, porque qa derrota había sido la victoria de los mismos que disfrutaban del poder en Florencia y a los cuales el libro estaba dedicado. Pero para él había sido y era una catástrofe, El párrafo se cierra con la consideración realista de Ia imposibilidad de conocer la historia futura y de tomar, por lo tanto, derroteros seguros. Hay que elegir el camino que ofrece menores peligros .. Caemos siempre en la teoría del mal menor.

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cuando es imposible evitarla, como les ocurrió a los florentinos cuando el papa y España fueron con sus ejércitos a atacar ~~mb~rdía, e.ntonces el príncip~ 4e)oe adherir por las razones ar¡tes dicha. Y ;9ue ningún estado crea· :¡<s!sible tomar siempre partidos seguros: que piense más bien que tendrá que tomarlos todos dudoso; porque ene! orden delzs sos¡l~ ?~ ~!)T'ier¡tra ~sW, que ¡·a más se bysca esc.anat;aJ.mJnconYeni~ri.te g\1¡; l'íO'~~:Ii%\rr~IF~m'ró; ¡¡eraJa:P'iifª~l{éTte'<fri~is1i;.eris~b"ic4ñ8c~tG é',;HCfa"Cf Cfelósciti26~~¿1{ie'fi' .t~s, y tomar el menos malo por bueno. · ·Debe además el príncipe mostrarse amante de las virtudes, y honrar a los que s'e destacan en un arte. Después, debe anitnar a sus ciudadanos a que ejerzan tranquilamente sus oficios, tanto en el comercio como en la.' agricultura y en cualquier otro ejecicio de los hombres, y que ninguno tema ornar sus posesiones por miedo a que se las quiten, ni otro abrir un tráfico por temor a los impuestos; antes debe preparar premios para quienes hagan tales cosas y para cualquiera que piense en engrandecer de cualquier modo su ciudad y su estado. Aparte de eso, en los tiempos convenientes del año debe tener ocupados a los pueblos con fiestas y espectáculos. Y como todas las ciudades están divididas en corporaciones o en barrios, debe tener en cuenta esas universidades, reunirse con ellas algunas veces, dar ejetnplos de su humanidad y generosidad, teniendo siempre firme sin embargo la majes· tad de su dignidad, porque esto no debe fallar nunca en cosa alguna.

Debe además el príncipe ••• fallar nunca en cosa alguna. Es este el único lugar de El Príncipe en el que se dan reglas de buen gobierno en terreno no estrictamente político. La recomendación de procurar el bien de los súbditos y asegurarles el tranquilo desarrollo de sus actividades es consuetudinario. Sólo hay que notar que aquí se insiste en la producción y se omite el fomento de las artes y de las letras, que los tratadistas del buen gobierno solían poner en primer término. El último precepto, de entretener al pueblo con fiestas y espectáculos y de hacerse presente en los barrios personalmente y con generosas distribuciones es en cambio muy <<maquiavélico»: corresponde al método condensado en d lema Panero et circenses del Bajo Imperio romano y al sistema, aún no olvidado por los fiorentinos) de Lorenzo el Magnifico. Mientras el pueblo se entretiene no piensa en rebelarse. Pero Maquiavelo debía considerar que el príncipe, preocupado por crear alegría, encuentra más difícil oprimir al mismo tiempo al pueblo con persecuciones sangrimtas. El autor se esfuerza una vez más por impulsar al señor de Florencia hacia el «principado civil».

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XXII De his quos a secretis principes-~habent

Non e di poca importanzia a uno principela elezione de' ministri; li quali sono buoni o no, secando la prudenzia del principe. E la prima coniettura che si fa del cervello di uno signare, e ved ere gli uomini che lui ha d'intorno; e quando e' sano sufficienti e fideli, si puo sempre reputarlo savia, perché ha saputo conoscerli sufficienti e mantenerli fideli. Ma quando siena altrimenti, sempre si puo fare non buono iudizio di lui, perché el primo errare che fa, lo fa in questa elezione.

Non era alcuno che conoscessi Messer Antonio da Venafro per ministro di Pandolfo Petrucci, principe di Siena, che non iudicasse Pandolfo essere valentissimo uomo, avendo quello per suo ministro. E perché sono di tre generazione cervelli: !'uno intende da sé, l'altro discerne quello che altri intende, el terzo non intende né sé né altri; quel primo e eccellentisshno, el secando eccellente, el terzo inutile; conveniva pertanto di necessita, che, se Pandolfo non era nel primo grado, che fussi nel secando; perché, ogni volta che uno ha iudicio di conoscere el bene o il male che uno fa e dice, ancora che da sé non abbia invenzione, conosce le opere triste e le buone del ministro, e quelle esalta e le altre corregge; e il ministro non puo sperare di ingannarlo, e mantiensi buono.

N atas al capítulo XXII No es de poca importancia ... se mantiene bueno. «Ministro>> tiene d significado primitivo, hoy perdido, de dependiente, ejecutor, secretario. Este capítulo -no tendría gran interés (dice que se juzga a un príncipe por el tino con que sabe elegir a sus consejeros) si no fuera por el leve sabor autobiográfico que tienen estas consideraciones del que había sido también secretario, pero de una república, y que deseaba volver a serlo, aunque fuera de un príncipe. El ingenio de este último, dice Maquiavelo, no es necesario que sea de primera categoría. Los mejores cerebros crean, forjan métodos; otros, también buenos, saben distinguir los buenos de los malos consejos y por lo tanto

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XXII De los secretarios que tienen los

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At!iJ/§S\d:tf~&~~itíi'¡í'Sr't~hh\apara unprín"ip~l~ele"ció'\' d~ sus.ministros, los.• C:~ales serán buenos o no, según la prudencia de1 príncipe. Y la primera conjetura que se hace del cerebro de un señor es viendo los hombres que tiene alrededor: cuando son capaces y fieles, siempre se puede considerarlo sabio, porque ha sabido reconocer su capacidad y mantenerlos fieles. Pero cuando son de otro modo siempre se puede hacer juicio no bueno de él, porque el primer error que comete, lo comete en esa elección.

No hubo nadie que conociese a messer Antonio de Venafro como mi­nistro de Pandolfo Petrucci, príncipe de Siena, que no juzgase ser Pandolfo hombre valentíshno, puesto que tenía a aquél por ministro. Y como hay cerebros de tres clases, uno que entiende por sí tnistno, el otro que discierne lo que entiende otro y el tercero que no entiende ni por sí ni por otro; el primero es excelentísimo, el segundo excelente y el tercero inútil; era preciso, pues, que si Pandolfo no estaba en el primer grado, estuviera en el segundo: porque toda vez que alguien tiene juicio para conocer el bien o el tnal que alguien hace o dice, aun cuando no tenga inventiva propia, conoce las obras malas y las buenas del ministro, y exalta las unas y corrige las otras, y el ministro no puede tener esperanza de engañarlo y se mantiene bueno.

eligen bien a su colaborador y aplican lo que este propone. En cambio, no sirven para nada quienes no entienden por sí solos, ni por medio de otros.

Cuando el príncipe no pertenece a la primera c~tegoría, debe por l~ meno.s ~ertenecer. a la segunda, y será considerado excelente. El autor da el eJemplo de Pandolfo I etr_uccr, mano de.S!ena, y de su secretari? Antonio da Venafro, pero piensa probablemr:nte en el senor de Flo;enc!~, que debía estar deseoso de emanciparse en algo de la tutela de la cuna romana (el papa Lean X era un Médici y el cerebro de la familia) .

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Ma come uno príncipe possa conoscere il ministro, ci e questo modo che non falla mai; quando tu vedi el ministro pensare piú a sé che a te e che in tutte le azioni vi ricerca drento l'utile suo, questo tal~ -~osí fatt~ mai fia buono ministro, mai te ne potrai fidare: perché quello che ha lo stato di uno in mano, non debbe pensare mai a sé, ma al príncipe, e non li ricórdare mai cosa che non appartenga a lui. E dall'altro canto, el princiJ!e, per rhantener­lo buono, debba pensare al ministro, onorandolo, faccendolo ricco, oblrgandoselo, participandoli gli onori e carichi; accio che vegga che non puO st~re. sanza lui, e che gli assai onori non li faccino desiderare piú onori, le as.sat ncchezze non li faccino desiderare piú ricchezze, li assai carichi li facCino temere le mutazioni. Quando, dunque, e' ministri e li principi circa e' ministri sano cosí fatti, possono confidare l'uno dell'altro; e quando altrimenti, sempre il fine fia dannoso o per !'uno o per l'altro.

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Pero para que el príncipe pueda conocer al ministro, hay un modo que

,~t!~~~~~~~~~~f~!1~%~M~&e~1iiR~etWfci~~g;1~gfft~ft~;&irif ;Í!li'!Fuhbu~1ltl111llst~b, Jamas podras ftarte de el; porque qmen trene en la ·>fuano ~1-eStadÓ.de otfo,· no debe pensar nunca en sí mismo, sino siempre en

el príncipe, y jamás recordarle nada que no le corresponda a él. Y por el otro lado el príncipe, para tnantenerlo bueno, debe pensar en el ministro, honrándolo, haciéndolo rico, obligándolo con él, haciéndolo participar en los honores y en los cargos, para que vea que no puede estar sin él y los muchos honores no le hagan desear más honores, las muchas riquezas no le hagan desear más riquezas, los muchos cargos le hagan temer las mutacio­nes. Cuando pues los ministros y los príncipes respecto a los ministros son de este modo, pueden confiar el uno en el otro; cuando son de otro modo, el fin será perjudicial para el uno o para el otro.

Pero para que el príncipe pueda conocer ... para el uno o para el otro. Creo que la primera 'parte de este párrafo es importante para clarificar el sentido de la palabra «estado» enes te libro. Aquí se habla exclusivamente de la fidelidad del secretario a la persona y a los intereses del príncipe, y no, como se ha pretendido, de lealtad hacia el estado, en el sentido moderno de la palabra. Los malos ministros «Piensan mds en sí mismos que en tí» (donde el tú es el príncipe). El ministro «tiene en sus manos el estado de uno» (y aquí también uno es el príncipe y por lo tanto su «estado» es su situación hegemónica).

La conocida carta a Francisco Vettori dell 0/12/1513, en laque Maquiavelo da noticia al amigo de la composición de El Príncipe, termina con unas palabras, que parecen tener alguna relación -con la última parte de este capítulo: «A cualquiera le deber(a gustar servirse de alguien que, a expensas de otros está lleno experiencia ... Y quien ha sido fiel y bueno.durane los 43 años que yo tengo, no debe poder cambiar su naturaleza; y de la lealtad y bondad mía da testimonio mi pobreza» .

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XXIII Quomodo adulatores sint fugfendi

N?n voglio lasdare ir:drieto uno capo importante e uno errare da! quale e' pnnc1p1 con dtfftculta s1 defendano, se non sono prudentissimi, o se non h~nno buona elezione. E questi sono gli adulatori, de' quali le corti sono ptene, r.er~~é gli uomini si compiacciono tanto nelle cose loro proprie, e in modo VI SI mgannano, che con difficulta si defendano da questa peste; e a volersene defendere, si porta periculo di non diventare contennendo. Perché non ci e altro modo a guardarsi delle adulazioni, se non che gli uomm1 mtendmo che non ti offendino a dirti el vero; ma quando dascuno puO dirti el vera, ti manca la reverentia. Pertanto uno príncipe prudente debbe tenere uno terzo modo, cleggendo nel suo stato uomini savi e solo a quelli debbe dare libero arbitrio a parlargli la verita, e di quelle s~le cose che lui domanda, e non d'altro. Ma debbe domandarli d'ogni cosa e le opinioni loro udire; e di poi deliberare da sé, a suo modo; e con ~uesti consigli, e con ciascuno di loro, portarsi in modo che ognuno conosca che quanto piú liberamente si parlera, tanto piú li fia accetto: fuma di quelli, non vol ere udire alcuno, anclare drieto alla cosadeliberata ed essere ostinato r;elle deliberazioni sua. Chi fa altrimenti, o e' predpita per gli adulatori, 0 s11nuta spesso perla variazione de' pareri; di che nasce la poca cstimazione su a.

lo voglio aquesto proposito addurre uno esemplo moderno. Pre' Luca, uomo di Massimiliano, presente imperadore, parlando di sua maesta disse

Notas al capítulo XXIII N o quiero dejar atrás ... que se le estime poco. ba condena de los cortesanos aduladores es un lugar común del renacimiento. Pero aqu{ la adulación no es condenada en sí, sino en relación con los intereses del pr~ncipe. Y la pgura del adulador .ocupa el lugar central sólo en la primeras líneas. Luego vuelve el príncrpe a ser el e;e del razonamiento. El problema del príncipe es el de rechazar la adulación Y mantener la «reverencia», necesaria para la conservación de la imagen, que para él es tan importante que llega a anular su verdadero ser, Y aquí, como en las partes más medulares del libro, la norma se vuelve retrato. Y vemos al protagonista, en su orgullosa reserva. seleccionar a sus consejeros, sin tolerar sugerencia.~ no pe di~,. ni mentiras halagadoras. El verdadero príncipe no tolera la adulación y exige la verdad y el conse;o smcero, Pero la decisión en último término es suya.

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XXIII De qué modo deben ser evitados los aduladores

No quiero dejar atrás un asunto importante y un error del cual los príncipes con dificultad se defienden, si no son prudentísimos, o si no saben elegir bien. Y me refiero a los aduladores, de los cuales están llenas las cortes; porque los hombres se complacen tanto en las cosas suyas propias, y de tal manera se engañan en ellas, que con dificultad se defienden de esa peste,

queriendo defenderse de ella se corre el de volverse despreciable.

~~fdll~~¡~~4~4·'~ ··?~· ·;· que los i!l pen:i cuan:der reverencia. lo tanto un

príncipe prudente debe usar un tercer modo, elegir a hombres sabios en su estado y sólo a ellos dar libre albedrío para que le hablen la verdad, y sólo de las cosas que él pregunta y nada más; debe preguntarles sobre todo, y escuchar las opiniones de ellos; después decidir por sí mismo, a su modo; y con esos consejeros y con cada uno de ellos comportarse de manera que cada uno entienda que cuanto más libremente le hable tanto más le agradará; y fuera de ésos no querer oír a nadie, seguir lo que haya resuelto y ser obstinado en sus decisiones. El que actúa de otro modo, o cae por los aduladores, o muda con frecuencia por la variación de las opiniones~, de lo cual nace que se le estime poco.

Yo quiero respecto a esto citar un ejemplo moderno. El Padre Lucas, hombre de Maximiliano, potente emperador, hablando de su Majestad, dijo

Yo quiero respecto a esto ••. confiar en sus decisiones. El perfil del emperador Maximiliano de Austria, ejemplo de debilidad e indecisión, es decir de lo que un prfncipe no debe ser, está encerrado entre dos series paralelas de consideraciones teóricas, de modo análogo al ejemplo de Pandolfo Petrucci en el capitulo anterior, que en cambio tenía carácter positivo. El desdoblamiento del tema de los consejeros en dos capítulos gemelos nucleados en dos ejemplos contrapuestos obedece a la visión dualista que Maquiavelo tenía de las cosas. La contraposición, en él, no es gusto retórico, sino forma mental. El retrato mismo de Maximiliano es un buen ejemplo de ello. El emperador no pedía consejos, pero no hacía nada a su manera; no comunicaba sus proyectos, pero estos se descubrían; destruía lo que había conquistado el día anterior.

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cmne e' non si consigliava con persona, e non faceva mai di alcuna cosa a suo modo: il ~he nasccva dal tenere contrario termine al sopradetto. Perché lo i~p~radore e uomo secreto, non cmnunica li sua diseg"iii con persona, non ne p1gha parere; 1na, come, nel metterli ad effetti si cominciono a conoscere e scoprire, li cominciono ad essere contradetti da coloro che luí ha d'intorno· e quello, come facile, se nc stoglic. Di qui nascc che quelle cose che fa un~ giorno, destruggc l'altro; e che non si intenda mai que liÓ' si voglia o disegni fare; e che non si puo sopra le sua deliberazioni fondarsi.

Uno príncipe, per tanto, debbe consigliarsi sempre; ma quando lui vuole, e,non quando vuole al tri; anzi debbe torre animo a ciascuno di consigliarlo d alcuna cosa, se non gnene domanda. Ma lui debbe bene essere largo do~~ndatore, e di poi circa le cose domandate paziente uditore del vero; anz1) Intendendo che alcuno per alcuno respetto non gnene dica) turbarsene. E perché molti csis_timano che alcuno principe, il quale da di sé opinione dr prudente, sw cosr tenuto non per sua natura, ma per li buoni consigli che lui ha d'intorno, sanza dubbio s'ingannano. Perché questa e una regola generale che non falla mai: che uno principe, il quale non sia savio per sé stesso, non puO essere consigliato bene, se gi3. a sorte non si rhnettes"Si in uno solo .che al tutto lo governassi, che fussi uomo prudentissimo. In questo caso, potna b~ne essere, ma durerebbe poco, perché quello governatore in breve tempo !t torrebbe lo stato. Ma, consigliandosi con piú d'uno, uno príncipe ch,e non. s1~ s~v~o non ara mai e' consigli uniti, né sapra per se stesso unirli: d~ consrglten cwscun_o pensera alla proprieta sua: lui non li sapra correggere ~e ~on~scere. E ~on s1 possono trovare altrimenti; perché li uomini sempre t1 nusc1ranno tnsti, se da una necessitll non sono fatti buoni. PerO si con elude che li buoni consigli, da qualunque venghino, conviene naschino dalla_ p;udenzia del príncipe, e non la prudenzia del príncipe da' buoni consrglt.

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que no se aconsejaba con ~adie y ja.más ha~ía c~sa alguna a su modo) lo cual acía de hacer lo contrano de lo drcho mas arnba. Porque el emperador es

hombre secreto, no cmnunica sus proyectos a nadie ni pide pareceres sobre ellos: pero apenas comienzan a ser conocidos y descubiertos al ponerse en obra comienzan los que tiene alrededor a contradecirlos; y él, como hombre débiÍ, desiste de ellos. De ahí nace que las cosas que hace un día las destruye al otro, y que jamás se sepa lo que quiere o proyecta hacer, y que no se pueda confiar en sus decisiones.

"U·· n· ríncipe por lo tanto. debe aconsejarse si$'mnre, perocyanc[9):Wi~~ -~#-~~1l~q~~\i1I!lf$:9~f!'~C::!e!!Usüdebe~aeyiñfm7ar--,~a·,~rocroo-~·cré-· (¡u e 'lo 8•1(cohs:ejen sObre algo, sr no Tes pregunta; pero el debe preguntar abundan­temente y después, sobre lo que ha preguntado, escuchar pacientemente la verdad; incluso enojarse cuando entiende que alguien, por respeto, no se la dice. Y aunque muchos estimen que algún príncipe que da de sí opinión de ser prudente sea considerado tal no por su propia naturaleza sino por los buenos consejeros qu~ti~f!e al~~d<;d_or~sil\ duda se engañan. Porqu<¡é~}": .. ~.§ .una regla generalque'né).fB:t\í!';!'\J:\t)..QiJ,{que un príncipe que no .sea sál:iío por ~~ ¡·ols!l),¡,)f)o~'I'!Jli;~q.é'oiih bien aconsejado, a menos que por casualtdad se ponga ~m~ri6sc!'e uno que lo gobierne en todo y que sea un hombre prudentísimo. En ese caso· bien podría ser, pero duraría poco, porque en poco tiempo ese gobernador le quitaría el estado; pero acons~jándos~ con 1?-ás de uno, un príncipe· que no sea sabio no tendrá nunca los conseJOS unidos y tampoco sabrá unirlos por sí mismos.; 1 de los consejeros, cada uno pensará en su propiedad; él no sabrá ni conocerlos. Y no es posible hallarlos de otro

Un príncipe por lo tanto debe aconsejarse ooo por re~peto no se la dice. Resume en e~~as líneas lo que había dicho en la primera parte del capítulo, deJando de lado el tema de la adulacwn, que aquf cambia de signo y se vuelve respeto. . .

Y aunque algunos estiman ooo de los buenos consejos. En esta última parte elautorre.lattVIZ~ el valor de los· consejeros. Si el príncipe no vale por sí, de poco le sirven los buenos c~nseJeros:. SI

son varios, no se pondrán de acuerdo; si es uno solo y verdaderamente vale, desplazara al prfnc¡pe y se quedará con el poder. . . .

El capítulo termina con una contraposición cruzada, de gusto muy maqwaveltano .Y s¡empre n¡.uy eficaz en la prosa ético~ política: «los buenos consejos ... deben nacer de la prudencia del príne~pe, y no la prudencia del príncipe de los buenos consejos» .

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XXIV -~·-Cur Italiae principes regnum amiserunt

Le cose soprascritte, osservate prudentemente, fanno parere, uno principe nuovo, antico e lo rendono subito piú secura e piú fenno nello stato, che se vi fussi antiquato drento. Perché uno principe nuovo e molto piú osservato nelle sua azioni che uno ereditario; e quando le sano conosciute virtuose, pigliono molto piú li uomini e molto piú li obligano che il sangue antico. Perché li uomini sano molto piú presi dalle cose presentí che dalle passate, e quando nelle presenti truovono il bene, vi si godono e non cercano altro; anzi piglieranno ogni difesa per lui, quando non manchi nelle altre cose a se medesimo. E cosí ará duplicata gloria, di avere dato principio a uno principato nuovo; e ornatolo e corroboratolo di buone legge, di buone arme e di buoni esempli; come quello ha duplicata vergogna, che, nato príncipe, lo ha per sua poca prudenzia perduto.

E se si considerrií quelli signori che in Italia hanno perduto lo stato a' n~stri tempi, come il re di Napoli, duca di Milano, e altri, si troverra in loro, pnma, uno comune defetto quanto alle armi, per le cagioni che di sopra a lungo si so no discorse; di poi si vedra alcuno di loro, o che ara avuto inimici e' p6puli, o, se ara avuto -el populo amico, non si sanl saputo assicurare de' grandi: perché, sanza questi difetti, non si perdono li stati che abbino tanto nervo che possino tenere uno esercito alla campagna. Filippo Macedone, non il padre di Alessandro, ma quello che fu vinta da Tito Quinto, aveva non molto stato, respetto alla grandezza de' Romani e di Grecia che lo assaltó; non~imanco, per essere uomo militare e che sapeva intrattenere el

Notas a! capítulo XXIV Las cosas dichas, observadas prudentemente, ... de tu virtud. «Las cosas dichas» son todo el libro, al que este capítulo Y e1 siguiente, íntimamente unidos como los dos anteriores, sirven de conclusión. A lo largo de la composición de la obra, la república se ha ido apartando del panorama concreto (era un mero recuerdo, que sólo en Florencia podía decirse reciente). En Italia ya no quedaban más que príncipes (con la excepción atípica de Venecia): algunos de ellos habfan a~i~r~o las puertas. a invasores extra~j~ros, otr?s había~ huído ante el aluvión; todos empleaban mrlrcras mercenanas. «Pobres, ambrcwsos y vrles » los rtalianos en el conjunto de los soberanos europeos, los califica Maquiavelo en la carta a V ettori del 26 de agosto de ese año 1513 en que

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XXIV Porqué los príncipes de Italia han perdido sus estados

Las cosas dichas, observadas prudentemente, hacen a un príncipe nuevo parecer antiguo, y lo vuelven inmediatamente más seguro y más firme en el estado que si estuviera en él desde mucho tier:'po atrás. Porque ·~!i':. J?;I.(I)E[Pe nuevo es mucho más observado en sus acctones que uno herei:htano, y -cúando se la conoce virtuosas, atrapan mucho más a los hmnbres y tnucho más los obligan que la sangre antigua. Porque .\~~~J~<:t!Jlbres son atrapa&>s, !!'u~ho más allá por las cosas presentes que podas pasadas, y cuando en las presentes hallan el bien, se gozan en él y no buscan otra cosa; antes bien lo defenderán de todas maneras, siempre que en las demás cosas no se falte a sí mismo. Y así tendrá duplicada gloria, de haber dado principio a un principado nuevo, y haherlo orn~do y cor~oborado c_on buen~s leyes, bw:nas armas, buenos amigos y buenos eJemplos; tgualque ttene duphcada verguen­za el que, habiendo nacido príncipe, por su poca prudencia lo ha perdido.

Y si se considera a aquellos señores que en Italia han perdido el estado en nuestros tiempos, como el rey de Nápoles, el duque de Milán Y otros, se encontrará en ellos, ante todo, un defecto común respecto a las armas, por las razones que más arriba se han discurrido largamente; después, se verá que alguno de ellos, o ha tenido al pueblo de enemigo o, si tuvo amigo al pueblo, no habrá sabido asegurarse de los grandes: porque sin esos defectos no se pierden los estados que tengan nervio suficiente para poder m~ntener _un ejército en campaña. Filipo de Macedonia, no el padre de AleJand~o smo el que fue vencido por Tito Quinto, no tenía mucho estado en relacton con

escribía El Príncipe. Maquiavdo no los estima pero constituyen la única realidad .. Piensa .que. si, por lo menos, gobernaran apoyándosoe en el pueblo, refrenaran a las grandes, orgamzaran e~ératos locales y tuvieran buenos consejeros, d deslizamiento hacia el abismo podrta detenerse· Los e)e~plos que Maquiavelo da en este capítulo son todos de príncipes destronados P?r sobe~ano.s extranJer?;· De a poco, el retrato del pr(ncipe nuevo va cediendo el lugar a la P.r~ocup~crón nacw~al. La mencwn de Filipo V de Macedonia obedece a la regla autoimpuesta de eqUilibrar s1em~re un eJemplo ~oderno con uno clásico y pertenece al Maquiavdo humanista, pero aqueos, etolws ,Y maced~mos en la península helénica en la antigU.edad estaban en condiciones que se pueden cons¡Jerar analogas a las

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populo e assicurarsi de' grandi, sostennc piú anni la guerra contra a quelli; e se alla fine perdé il dominio di qualche citta, li rimase nondimanco el regno.

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Pertanto, questi nostri principi, che etano stati molti anni nel principato loro, per averlo di poi persa non accusino la fortuna, ma la ignavia loro: perché, non a vendo maine' tetnpi quieti pensato che possono mutarsi (il che e comune defetto degli uomini, non fare canto, ndh bonaccia, della tetnpesta), quando poi vennono e' tetnpi avversi, pensorono a fuggirsi e non a defendersi; e sperorono che e' populi, infastiditi dalla insolenzia de' vincitori, gli richiamassino. 11 quale partito, quando mancono gli altri, e bu o no; ma e bene mal e ave re lasciati gli al tri remedii per quello: perché non si vorrebbe mai cadete, per creciere di trovare chi ti ricolga; il che, o non avviene, o, s'egli avviene, non e con tuasicurta, per essere quella difesa suta vile e non dependere da te. E quelle difese solamente sono buone, sono certe, sono durabili, che dependono da te proprio e dalla virtú tua.

de los estados italianos del Renacimiento, presa codiciada del conquistador extranjero. A Maquiavelo no se le escapa la causa profunda de esa debilidad en la resistencia, de esa carencia

de esqueleto y de nerviO: la falta de participación popular en el manejo de la cosa pública. La resistencia, en los siglos XII y XIII, había sido obra de ciudades libres, CU)'O ejemplo mds famoso es el de la Liga Lombarda contra Federico Barbarroja, con ejércitos integrados por ciudadanos que volvían a sus ocupaciones habituales después de la victoria. Ese era el ideal de Maquiavelo. La alternativa que presentaban los tiempos era la de la monarquía unitaria y fuerte, que se imponía sobre el particularismo de una nobleza ambiciosa y, para eso, a veces se apoyaba en el pueblo: el mal menor. Para mostrar la ((realidad efectual» del poder absoluto y a la vez contribuir a lograr el mal menor, Maquiavelo escribe El Príncipe, corriendo el riesgo de no ser entendido.

Los innumerables señoríos italianos, en gran parte causa o efecto del empleo de milicias mercenarias, no llenaban ninguna de las dos condiciones: ni eran ciudades libres, ni monarquías fuertes. Mds tarde, en los diálogos del Arte de la guerrá, Maquiavelo intentará una descripción del fenómeno, que coincide admirablemente con el contenido de este capítulo: «Nuestros príncipes italianos, antes de experimentar los golpes de las guerras de origen transalpino, creían que para un príncipe era suficiente saber pensar en un escritorio una aguda respuesta o escribir una hermosa carta, mostrar argucia y ocurrencia en los. discursos, tramar hábilmente un engaño, adornarse de joyas y de oro, dormir Y comer

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la grandeza de los romanos y de Grecia que lo atacó; sin embargo, por ser hombre militar y que sabía tener de su lado al pueblo y asegurarse de los grandes, sostuvo muchos años la guerra contra aquéllos, y si al final perdió el dominio de alguna ciudad, le quedó en cambio el reino.

Por lo tanto estos príncipes nuestros, que habían estado muchos años en sus principados, por haberlos perdido después no deben acusar a la suerte, sino a su propia desidia; porque, no habiendo pensado nunca en los tiempos tranquilos que éstos puedieran cambiar (lo cual es común defecto de los hombres, no tomar en cuenta la tormenta en la bonanza), cuando después, vinieron tiempos· adversos pensaron en huir y no en defenderse, y esperaron que los pueblos, hartos de la insolencia de los vencedores, los llamaran de vuelta. Y este partido es bueno cuando no hay otro, pero es malo haber dejado los otros remedios por él; porque nunca hay que querer caer, por creer que habrá quien te recoja. Lo cual no ocurre o, sí ocurre, no es con seguridad tuya, pues ha sido defensa cobarde y que no dependió d'; tL /:,$0,!~ .~'':l' l;¡gfnas, ciertas y duraderas las defensas que dependen de tt mtsmo y Cle tu 'V'fri:ud. · · ·· · ·

de modo más espléndido que los demás, rodearse de voluptuosidades, conducirse avara y orgullosamente con los súbditos, pudrirse en la ociosidad, conceder puestos de mando en el ejército a los favoritos, despreciar los consejos de quien les mostrase algún loable camino, querer que sus palabras fuesen sentencias de oráculo; y no se daban cuenta, los pobres, de que se preparaban para ser presa de quienquiera los atacara» (Maquiavelo, El a-tte de la guerra, capítulo VII).

Las tres causas de la debilidad de los príncipes: la falta de participación popular, las milicias mercenarias y la prepotencia de los nobles, se reducen en realidad todas a la primera. La indiferencia del pueblo es una consecuencia directa del monopolio de la vida política por parte del señor; por otra parte, e~te no podfa armar a los habitantes sin concederles libertades y no podía prescindir enteramente de los nobles, sin atreverse a conducir una política de corte democrático .. M~uiav_eJo quiere salvar lo que puede de la república dentro del principado: ésta, y no la soñada unidad de Ttalia fue su verdadera utopía. '

En la última parte del capítulo, Maquiavelo lanza una acusación suplementaria a los príncipes italianos: la ignavia, el dejarse estar, el no pensar durante los tiempos tranquilos en la defensa contra previsibles tormentas. Para Maquiavelo, ignavia significa abandonarse a la fortuna. El problema de las relaciones entre el ·hombre y la fortuna, que es el problema del libre albedrío, constituye la materia del siguiente capítulo.

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XXV Quantum fortuna in rebus huffianis possit et quomodo illi sit occurrendum

E' non mi e incognito come moltihanno avuto e hanno opinione che le cose· del mondo sieno in modo governate dalla fortuna e da Dio, che gli uomini con la prudenzia loro non possino correggerle, anzi non vi abbino remedio alcuno; e per questo potrebbono indicare che non fussi da insudare molto nelle cose, ma lasciarsi governare alla sorte. Questa opinione e suta piú creduta ne' nos tri tetn-pi, 9er la variazione grande delle cose che si so no viste e veggonsi ogni di, fuora d'ogni umana coniettura. A che pensando, io, qualche volta, mi sono in qualche parte inclinato nella opinione loro. N ondimanco, perché il nostro libero arbitrio non sia spento, iudico potere essere vero che la fortuna sia arbitra della meta delle azioni nostre, mache etiam lei ne lasci governare l'altra meta, o presso, a noi. E assomiglio quella a uno di questi fiumi rovinosi, che, quando s'adirano, allagano e' piani, ruinano gli alberi e gli edifizii, lievono da questa parte terreno, pongono da quell'altra; ciascuno fugge loro dinanzi, ognuno cede allo impero loro, sanza potervi in ale una parte obstare. E benché sien o cosí fatti, non resta pero che gli uomini, quando sono tempi quieti, non vi potessino fare provvedimenti, e con ripari e argini, in tnodo che, crescendo poi, o egli andrebbano per uno

Notas al capítulo XXV La enérgica conclusión del capítulo XXIV (duran sólo las defensas que dependen de ti, de tu voluntad) lleva naturalmente a plantear el problema d~ los límites de la posiblidad que tiene el hombre de modificar su entorno y de determinar su destino o, dicho en lenguaje medioeval y renacentista, el problema de las relaciones del hombre con Dios y con la Fortuna (considerada esta última por los teólogos como una ejecutora, o, mejor, una metáfora de la voluntad divina), En los tiempos de Maquiavelo la discusión era actual, no sólo porque el humanismo había exaltado el libre albedrío, sino también porque la Reforma, a pesar de tener en el humanismo algunas de sus rafees más profundas, lo eStaba negando. Pero en Maquiavelo se trata de algo mds que de un tema consuetudinarict: y casi obligatorio. El centro mismo de su meditación política es la voluntad del hombre. -

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XXV Cuánto puede la fortuna en las cosa humanas, y de qué modo se debe resistirle

No ignoro que muchos han sido y son de opinión que las cosas del mundo son gobernadas por la fortuna y por Dios de tal modo que los hombres con su prudencia no pueden corregirlas, y más bien no tienen remedio alguno; por esto, podrían juzgar que no hay que esforzarse 1nucho en las cosas, sino., , dejarse gobernar por la suerte. Esta opinión ha sido más aceptada en' nuestros tiempos por la gran variación de las cosas que se ha visto y se ve todos los días, fuera de cualquier conjetura humana. Y pensando yo en esto, alguna vez, me he inclinado en parte hacia esa opinión. Sin embargo, para que nuestro libre albedrío no se extinga, juzgo que puede ser cierto que la fortuna sea árbitro de la mitad de nuestras acciones, pero que ella nos deja gobernar la otra mitad, o casi, a nosotros. Y la comparo con uno de esos ríos de montaña que, cuando se enfurecen, inundan las llanuras, derriban los árboles y los edificios, quitan terreno de esta parte y lo ponen de aquella otra: todos huyen delante de ellos, todos ceden a su ímpetu, sin poder resistirlo en parte alguna. Pero aun cuando sean así, eso no impide que los hombres, en los tiempos en que están tranquilos, puedan tomar precaw;::iones y ponerles reparos y diques, de tal modo que cuando después crecen, o irán

No ignoro que muchos han sido ..• la mitad o casi, a nosotros. El problema atormentaba a Maquiavelo y la solución que le da es mds fruto de esperanza (juzgo que puede ser cierto) que de certeza, Pero se trata de una esperanza fuerte, necesaria en esos tiempos turbulentos, que, mientras inducían al fatalismo, exigían audacia y espíritu de iniciativa, El autor confiesa que, frente a esos cambios «fuera de cualquier conjetura humana», él mismo se había inclinado al fatalismo. En efecto, las cartas de 1513 a Francisco Vettori reflejan desaliento y resignación frente a acontecimientos avasalladores. Pero Maquiavelo no mencionaría ese momento de abandono, si no se hubiera reflejado en escritos destinados a la publicación. Se podría pensar en el Capítulo acerca de la fortuna en tercetos dantescos, que se inspira en los mismos motivos de este lugar' de El Príncipe y se cree que pertenezca a esos años de crisis (1512~1513). Este texto, sin embargo, parece

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canal e, o l'impeto loro non sarebbe né sílicenzioso né sí dannoso. Shnilmente interviene dclla fortuna; la quale dimostra la sua potenzia dove non e ordinata virtú a resisterle; e quivi volta li sua impcti dci;;'é lasa che non sano fatti gli argini e li ripari a tenerla. E se voi considerretel'ltalia, che e la sedia di questc variazioni e quella che ha dato loro il moto, vedrete essere una campagna sanza argini e sanza alcuno riparo: ché, s'ella fussi riparata da conveniente virtú, come la Magna, la Spagna e la Fr·aricia, o questa piena non arebbe fatte le variazioni grandi che ha, o la non ci sarebbe venuta.

E questo voglio basti avere detto quanto allo opporsi alla fortuna, in universali. Ma, restringedomi piú a' particulari, dico cmne si vede oggi questo principe felicitare, e dmnani ruinare, sanza averli veduto mutare natura o qualita alcuna. Il che credo che nasca, prima, dalle cagioni che si sono lungamente per lo adrieto discorse, cioe che que! príncipe che si appoggia tutto in sulla fortuna, rovina, come quella varia. Credo, ancora, che sia felice quello che riscontra el modo del procedere suo con la qualita de' tempi, e similmente sia infelice quello che con il procedere suo si discordano e' tempi. Perché si vede gli uomini, nelle cose che li conducono al fine quale ciascuno ha innanzi, cioe glorie e ricchezze, procedervi variamente; !'uno con respetto, l'altro con impeto; !'uno per violenzia, l'altro con arte; l'uno per pazienzia, l'altro con il suo contrario: e ciascuno con questi diversi madi vi puO pervenire. Vedesi ancora due respettivi, l'uno pervenire a) SUD disegno, )'a)tro no; é simi)mente dua equa)mente felicitare con dua diversi studii, senda !'uno respettivo e l'altro impetuoso: il che non nasce da altro, se non dalla qualita de' tempi, che si conformano o no col procedere loro. Di qui nasce quello ho detto, che dua, diversamente

contemporáneo justamente porque reproduce la oscilación que encontramos en este cap(tulo XXV del Príncipe. Más claramente fatalistas son en cambio los versos deL' Asino d'oro:

Quest' ordine cosl permette e vuole chi d govema, acciO che nulla stia o possa star mai fermo sotto il sale, Ed e, e sempre fu, e sempre fia che il mal succeda al bene, il bene al male, e l'un sempre cagion de l'altro fía. (V, vv. 100~105)

. ( «Est.e sistema l? permite y quiere/ quien nos gobierna, afín de que ninguna/ cosa pueda estar f¡rme bajo el sol./S!empre pasa, pasó y pasará/ que el mal suceda al bien y el bien al mal y que el uno del otro causa sea.»)

Es probable que Maquiavelo, cuando alÚdé al .momento en que había sido fatalista, como ya superado, se refiera alas cartas de 1513 y a estos versos, más bien que al Capítulo sobre la fortuna. En este, -er mediocre poeta acentúa, con énfasis retórica, la fuerza arrolladora de la diosa, para la que repite d símil del torrente, pero, como aquí en El Príncipe, afirma que una ((virtud» éx~ traordinaria por parte del hombre puede vencerla. El Capítulo es por lo tanto contemporáneo o posterior a El Príncipe, mientras que las cartas y estos versos serían anteriores a este capftulo XXV de la obra. Es cierto que en una de esas cartas (aF. Vettori, dell 0/12/1513) se habladellibro como de algo tenninado, pero el autor agrega que la va ((puliendo y engordando». Y nada impide suponer que haya seguido engordándolo en los años si&ruientes y que su última parte sea posterior a 1513.

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por un canal o su ímpetu no será tan desordenado y tan dañino. Algo similar ocurre con la fortuna, la cual demuestra su potencia donde no hay virtud ordenada pararesistírscle, y por lo tanto vuelve sus ímpetus adonde sabe que no hay diques ni reparos hechos para contenerla. Y si consideráis a Italia, que es la sede de estas variaciones y la que las ha puesto en 1novimiento, veréis que es un campo sin diques y sin reparo alguno: porque si estuviese reparada por una virtud conveniente, como Alemania, España y Francia, o esta creciente no habría hecho las grandes variaciones que hizo, o no habría llegado. Y quiero que esto baste en cuanto a hablar de oponerse a la fortuna en general.

Pero pasando ,más a lo particular, digo que se ve hoy a este príncipe prosperar y mañana arruinarse, sin haber visto que 1nude su naturaleza ni ninguna cualidad suya; lo cual creo que deriva, primero, de las causas que largamente se han discurrido anteriormente, es decir que el príncipe que se apoya totalinente en la fortuna, cae cuando ésta varía. Creo, también, que feliz es quien hace concordar su modo de proceder con la calidad de los tiempos, y del mismo modo es infeliz aquel cuyos modos de proceder no están de acuerdo con los tiempos. Porque se ve que los hombres, en las cosas que los conducen al fin que todos tienen, es decir glorias y riquezas, proceden de diversas maneras: uno con cautela, el otro con Ílnpetu; uno con violencia, el otro con arte; uno con paciencia, el otro al contrario: y cada uno de ellos con esos diferentes modos puede llegar al fin. Se ve también que de dos precavidos uno llega a lo que planeaba y el otro no; y del mismo modo se ve que dos pueden tener éxito con dos actitudes distintas, siendo uno cauteloso y el otro impetuoso: lo cual no nace de otra cosa que de la

Y si la alusión de Maquiavelo se extiendiera a los versos citados deL' Asino d'oro, se vería reforzada la hipótesis de Fóscolo Benedetto, según la cual los primeros cinco cantos de este poema inconcluso remontarían al año trágico 1512 y no pertenecerían, como generalmente se admite, al año 1517, que es la fecha comprobada de los últimos tres cantos. ·

En cuanto a la célebre conclusiómn a que ha llegado Maquiavelo, que la fortuna dirige la mitad de nuestra vida y nosotros la otra mitad, es claro que no hay que entenderla en sentido estricto)' cuantitativo, sino como la afirmación de un equilibrio inestable entre la voluntad humana )' el conjunto de factores que la limitan.

Y la comparo ... o no habría llegado. La comparación con el torrente ha quedado famosa y pone una nota de color en el rígido racionalismo del tratado. La conclusión que sigue, dedicada a reivindicar el papel del hombre y de su iniciativa, eStá caracterizada por el más flexible buen sentido e interpreta en clave reatista ese abstracto mitad y mitad del párrafo anterior. El trabajo del hombre consiste en prever y prevenir; si se deja estar, la fortuna prevalece.

Y quiero que esto baste ••• no se mudaría de fortuna. El otro requisito para poder ganarle a la fortuna sería cambiar de táctica cuando la fortuna inesperadamente cambia, empleando cautela y audacia según las circunstancias. Pero la índole de cada uno difícilmente se modifica. De ahí que dos temperamentos iguales tengan resultados distintos en momentos distintos empleando el mismo método y dos hombres diferentes con procedimientos opuestos obtengan en ese caso igual éxito. El 1Járrafo es largo y- repetitivo.

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operando, sortiscono el medesimo effetto; e dua equalmente operando, !'uno si conduce al suo fine, e l'altro no. Da questq ancora depende la variazione del bene; perché, se uno che si governa con··respetti e pazienzia, e1 tempi e le cose girano in modo che il governo suo sia buono, e, viene felicitando; ma, se li tempi e le cose si mutano, e' rovina, perché non muta modo di procederc. Né si truova uomo sí piudente, che si sappi accomodare aquesto; sí perché non si puo deviare da quello a che'ta natura lo inclina; sí etiam perché , avendo sempre uno prosperato camminando per una via, non si puo persuadere partirsi da quella. E pero l'uomo respettivo, quando egli e tempo di venire allo impero, non lo sa fare; donde rovina; ché, se si tnutassi di natura con li tempi e con le cose, non si muterebbe fortuna.

Papa lulio Il procedé in ogni su a cosa impetuosamente; e trovo tanto e' tempi e le cose conforme aquello suo modo di procedere, che sempre sortí fe! ice fine. Considerare la prima impresa che fé, di Bologna, vi vendo ancora messer Giovanni Bentivogli. E' Viniziani non se ne contentavano; el re di Spagna, queltnedesimo; con Francia aveva ragionamenti di tale impresa; e nondimanco, con la sua ferocia ed impeto, si mosse personalmente aquella espedizione. La quale mossa fece stare sospesi e fermi Spagna e Viniziani; quelli per paura, e quell'altro per il desiderio aveva di recuperare tutto el regno di Napoli; e dall'altro canto si tiro drieto el re di Francia, perché, vedutolo que! re mosso, e desiderando farselo amico per abbassare e' Viniziani, iudicü non poterli negare la sua gente sanza iniuriarlo tnanifcstamente. Condusse, adunque, Iulio, con la sua tnossa impetuosa, quello che mai altro pontefice, con tutta la umana prudenzia, arebbe condotto: perché, se egli aspettava di partirsi da Roma con le conclusione ferme e tutte le cose ordinate, come qualunque altro pontefice arebbe fatto, mai li riusciva; perché el re di Francia arebbe avuto mille scuse, e gli altri messo millc paure.-Io voglio lasciare stare Paltre sue azioni, che tutte sano state simili, e tutte li sono successe bene. E la brevita della vita non gli ha lasciato scntire il contrario; perché, se fussino venuti tempi che fussi bisognato procedere con respetti, ne seguiva la sua ruina; né mai arebbe deviato da quelli modi a' quali la natura lo inclinava.

Concludo, adunque, che, variando la fortuna, e stando gli uomini ne'

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calidad de los tiempos, que están o no conformes a su proceder. De ahí deriva lo que he dicho, que dos, operando diversamente, obtengan el mismo efecto; y que de dos que operan igualmente uno alcance su fin y el otro no. De esto depende además la variación del bien; porque si uno se gobierna con respeto y paciencia y los tiempos giran de manera que su gobierno sea bueno, él irá prosperando; pero si los tiempos y las cosas tnudan se arruina, porque él no muda su modo de proceder. In~ s~ ~a¡ la h~":~re tan prudente que sepa acomodarse a. esto; tanto porqu:- ¡;.~ ~g~~téf<'svfªt~ede aquello a lo qu.e la naturaleza lo inclina, como. ta.II,ll:#!l pqrque, habtendop~osperado camr­nahdo siempre por una vía, no puede persuadirse a apartarse de ella. Y por eso el hombre cauteloso, cuando es el tiempo de pasar al ímpetu, no sabe hacerlo, por lo cual se arruina; porque si se mudase de naturaleza con los tiempos y con las cosas, no se mudaría de fortuna.

El papa Julio[] procedió en todas sus cosas impetuosamente, y encontró el tiempo y las cosas tan acordes con ese modo suyo de proceder, que siempre tuvo feliz fin. Considérese la primera empresa que hizo de Bolonia, viviendo todavía messer Juan Bentivoglio. Los venecianos no se conformaban; el rey de España lo mismo; con Francia tenía conversaciones sobre esa empresa. Sin embargo él, con su ferocidad e ímpetu, emprendió personalmente aquella expedición y ese movimiento hizo que quedaran suspensos e inmó~ viles España y los venecianos, éstos por miedo y aquél por el deseo que tenía de recuperar todo el reino de Nápoles, y por otra parte arrastró tras de sí al rey de Francia: porque viendo aquel rey que había entrado en campaña, y deseando ganarse su amistad para atacar a los venecianos, juzgó que no podía negarle sus tropas sin agraviar lo públicamente. Realizó pues Julio con ese movitnicnto itnpetuoso lo que nunca otro pontífice, con toda la humana prudencia, habría realizado; porque si hubiera esperado a salir de Roma con las conclusiones firmes y todas las cosas en orden, cotno cualquier otro pontífice habría hecho, jamás le habría salido; porque el rey de Francia habría tenido mil excusas, y los demás le habrían inspirado mil temores. Yo quiero dejar de lado sus detnás acciones, que fueron todas sünilares y todas le salieron bien, y la brevedad de su vida no le dejó experimentar lo contrario; porque si hubieran llegado tiempos en los que fuera necesario

El papa Julio II ••• lo inclinaba la naturaleza. Si en el ejemplo de Fernando e! Católico del capítulo XXl tenemos la epopeya de la astucia, en este, de]ulio 11, tenemos la epopeya dd ímpetu arrollador. Este papa tuvo siempre éxito, porque no vivió muchos años y la fortuna no tuvo tiempo de camhi.ar: Cambiadas las circunstancias, hubiera fracasado, porque nunca se hubiera comportado de manera d1stmta, dada su índole impaciente y llena de fuego. ]u1io II es visto aquí como el actor de un drama; Bolonia, Francia, España y los venecianos son los demás personaje.s que el papa guerrero arroll.a o ~mee a su carro con la rapidez de su acción. En la siempre nueva"aventura de! hombre que es la lustona, estos campeones de la voluntad no la padecen sino que la hacen, en la medida en que no se abandonan a la fortuna, sino qt~e se yergw::n contra ella o la secundan j)ara encauzarla, o la espían j)ara pasar por las j)uertas que ella entreabre un instante, o la violenwn, porque la fortuna es mujer y le gusta que la acometan._

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l~ro modi ~stinati, sono felici mentre concordano insie1ne e come dtscordano; mfelici. l? iudico bene questo: che sia meglio essere im~etuoso che re¡;em¡o; perche la fortuna e donna, ed e necessario volendola tenere dotto, llatthr fe urtarla. E si vede che la si lascia piú vin~ere da questi che a,q~e I e. e redd~mente procedano; e perO setnpre, come donna, e a;nica

de g10vdant, perche sano meno rcspettivi, piú feroci e con piú audacia la coman ano. ·\~

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proceder con respeto, habrían sido su ruina, pues jamás se habría apartado de aquellos modos a los que lo inclinaba la naturaleza.

.. C::og¡:l!f)'üpllesque, va~ialí.do la fortuna, y estando los h,ombres obstir¡a; dos en su~ JIIodps, son .. f~l[~es ~ier¡tras éstos concuerdan con aquélla e infelices cuando dejan de concórdar: Si juzgo yo esto: que es mejor ser impetuoso que cauteloso, porque la fortuna es 1nujer, y para tenerla domi~ nada es necesario golpearla y chocada. Y se ve que se deja vencer más por ésros que por los que más fríamente proceden. Y por eso siempre, como mujer, es amiga de los jóvenes, porque son menos precavidos, más feroces, y con más audacia le dan órdenes.

Concluyo, pues, que ••• con más audacia le den órdenes. El capítulo termina, en efecto, con la célebre Personificación femenina de la fortuna, que corresponde a un lugar común del\ humanismo renacentista porque ya era lugar común en la antigüedad (hoy suena a «machismo» trasnochado), pero que se renueva aquí tratando de expresar la potencia de la creatividad humana contra los factores materiales adversos.

Tenemos en este último párrafo del capúulo XXV la conclusión de la obra. Y, como toda ella, es ambigua, porque es doble. En el plano racional, la lucha de la voluntad humana por afirmarse en el mundo (voluntad que sólo en El Príncipe es individual y que no es objeto de juicio moral) debe ser audaz o pruden~e según las circunstancias; pero en el plano de las preferencias personales, Maquiavelo aboga por la audacia. Esta actitud apasionada es en parte un producto de la desesperación con que la lúcida mente de Maquiavelo veía la ruina inminente de la independencia italiana y en parte de su concepción dramática de la historia.

En estos últimos capúulos, de todos modos, el tono ha ido cambiando: la exhortación auténtica prevalece sobre el retrato, el principado civil sobre el represor y violento. Las recomendaciones que se repiten al príncipe son: hacerse amar por el pueblo, mantener a raya a los nobles, organizar ejércitos ciudadanos. La pasión republicana que subyace en el capítulo V y asoma en otros lugares, al mencionarse las ciudades libres de Suiza o al señalarse el peligro de las milicias·mercenarias, cede el lugar a otra angustia, que es la de la inminencia de la dominación extranjera. La república parecía haber desaparecido definitivamente del horizonte europeo. Había terminado la edad de los ciuda~ danos: empezaba la de los cortesanos, que duraría dos siglos y medio. Maqui ave lo no era un cortesano, no era un héroe; buscaba el mal menor en una situación apremiante, quería colaborar .. La efímera república de 15 27 tuvo razón en no aceptar sus servicios: necesitaba héroes, necesitaba ese ímpetu que Maquiavelo invoca al final de este capítulo, pero ademds requería una intransigencia llevada hasta la tosudez. Maquiavelo es el hombre de la transición; pero siente el cambio como una tragedia.

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Nota preliminar al capítulo XXVI Por corresponder, con aparente exactitud, a las aspiraciones de ~ ~ul~ra-5ld_ Ri~()rg_h_nep59

:italiano' que en ___ e,J}iglopasadp. _ _Jeto/1?_9-:fCJ_dqJa,tradif=iÓn literaria a pCrftif"dé 'Darité Pci:rá Poiie'tll{ál servicio de las dspiraciones indePendentistas y unitarias, este capítulo ha cobrado una importancia excepcional j ha dado abusivamente su color a todo El Príncipe. Se ha hablado de una intuición unitaria global, utopista en el siglko XVI, pero grávida de futuro, Se ha dicho que la dedicatoria a esos desteñidos Médici, sucesivos señores de Florencia, no era más que un pretexto y que la exhortación a tomar Italia y echar de ella a los bárbaros se dirige, en realidad, a un «Príncipe nuevo» ideal, que respondiera a las características delineadas en el tratado. Por fin se ha sostenido que este en su totalidad ha sido escrito con vista a este último capítulo, que constituye su conclusión natural.

Las tres afirmaciones son inexactas, y sólo en la primera hay algo de verdad. Pero,. ni el ideal 4!?};¿g!J,ui~e,~q era nacionalista en el sentido moderno de la palabra, rti era utopía la fotrtlaci6n de

_::'lftt:-e'ltt.tad-Uititlpio, más o menos extenso en la Italia de la segunda dééCida del siglo XVI. Eran años de múltiples posil:iilidades, que en parte desaparecieron poco después, cuando despuntó en el horizonte la estrella de Carlos V. El proceso de la unidad española era reciente y, en Italia, las tentativas hegemónicas de los Visconti y, luego, de los S forza desde el ducado de Milán, la expansión de Venecia y, por último, la rapidísima, aunque efímera, formación del estado de César Borgia, sin hablar de las ambiciones territoriales y diplomáticas de Florencia bajo el régimen republicano y el de los Médici, hacían que se considerara factible el programa unionista que Cola di Rienzo había acariciado un siglo y medio antes, El papado, completamente mundanizado y mucho más preocupado por sus intereses temporales italianos que por la función universal que había desempe~ ñado teóricamente en la Edad Media, no parecía constituir en ese momento el obstáculo decisivo para la unidad peninsular que había sido desde el período langobardo en adelante. En Alejandro VI el nepotismo había prevalecido sobre las normas tradicionales de la política eclesiástica y Julio II se basó en los intereses territoriales de los Estados Pontificios para una política que lo asimilaba a cualquier otro príncipe italiano de_ la época. La consigna que había lanzado para coaligar a los estados italianos en la Liga Santa contra Luis XII de Francia había sido la humanística de «¡Fuera los bárbaros!» , la misma que figura en el título de este capitulo de Maquiavelo. Se preparaba la Reforma protestante, destinada a romper a breve plazo Europa y a reforzar d principio nacional en formación; el espíritu y las posibilidades del Concilio de T rento, que devolvió a la iglesia su carácter no sólo internacional sino internacionalista, eran aún distantes. Cuando, pues, Maquiavelo dice, en este capítulo, que no hay que dejar pasar la ocasión, habla como realista y no en un arrebato de entusiasmo utópico.

¿Cuál era esta ocasión favorable? Dadas las circunstancias, Maquiavelo no podía mencionarla explícitamente, pero la deja entrever a lo largo del capítulo. El miembro principal de la familia de los Médici ocupaba en ese momento el trono pontificio. Se reproducía, pues, la situación que había permitido a César Borgia la formación rápida de su estado en la Italia central, con el apoyo de su padre, el papa Alejandro VI. Desde los tiempos de Carlomagno, llamado por la Iglesia de Roma para combatir la expansión de los longobardos, el papado siempre se había opuesto tenazmente a la unificación de la península. Ahora, por segunda vez, esta oposición se transformaría seguramente en poderoso apoyo. Pero, en este trance, frente a un mayor peligro y a una desesperada urgencia, la empresa iba a tener mayores probabilidades de éxito y perdurabilidad, pues el núcleo catalizador sería la potencia ya estabilizada y tradicional de Florencia.

A la objeción, que le hace la posteridad y que Maquiavelo fácilmente podía prever por parte de muchos de sus contemporáneos, de que el príncipe de Florencia, sea Piero, sea Lorenzo, no estaba set,ruramente a la altura de esa tarea, el autor había contestado ya en la primera parte del capítulo XXII, al hablar de Petrucci, príncipe de Siena, que fue excelente porque supo elegir bien a su consejero. . .

. ~ b~;-,_+!f¡}tÁ::@~?"-ff!~~~Jg,t;Jk:_~?<~,~r;J~:::W:'&.~lkf~~-\-~-~--~- y~j:&g-~f~lJ;~:;¿~.J,'o es el teórico _de la _«ritttfí(Jifd'·efectual»; Stño"elñera1do ae una empresa sumament~-nrtte:sgal.ltt;F

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XXVI ~xhortatio ad capessendam h:aliam in hbertatemque a barbaris vindicandam

' -\;,_

Considerara, adunque tutte le cose d. d. tnedesimo se, al presente in It ¡· 1 sopra tsc?rse, e pensando tneco rinci e . ' . a ta corre vano tempt da onorare uno nuovo

~i intr~d~~ s: ct era mate na ~he dessi occasione a uno prudente e virtuoso. di qu ll . ~tformache f;r~esstonore a lui e bene alla universitadegli uomini che . e a, mt pare lcon~ornno tan te cose in benefizio di uno priücipe nuovo

to non so qua mat tempo fussi i" tt E ' n~cessario, volendo ved ere la virt~ dt Moo~siu~~~·il pseo,pcoolomed,Íiosrdislsif, era stmvo in Eg'tt . 1 ' ae usst f . t o, e a conoscere a grandezza dello animo di Ciro eh' ' p · ~ssmo ~ppr:ssati da' Medi, e la eccellenzia di Tese o, che li Ate¿iesi fuss~~~

dtsperst, cos~, al presente, volendo conoscere la virtú di uno spirito it 1' eha necessano che la 1 talia si riducessi nel termine che el! , d. a tano,

Ac e la fussi piú stiava che li Ebrei, piú serva eh' e' Perst' ptau' e¿,· t presenhte, le

teniesi · d. , spersa e e 1 sopportat'osadn'zoagc~po, sanza.or tnei battuta, spogliata, lacera, corsa; ed avessi

nt sorte rmna. E benché fino a qui si si amostro qualche spiraculo in qualcuno, da potere

Notas al capítulo XXVI

Consideradas, pues, todas las cosas ... nunca más a t 1 . muchas veces que es la iniciativa del ind' 'd l pd o pira e lo. Maqwavelo había dicho defensa de la libertad $e asegura mejor si ~~;á~~ fi·:fd: PÍo uce. os grandes cambios, mientras la chffciles que estaba atravesando Italia M . n / a a totalzdad del pueblo. En los momentos había escrito esta obrita para exalta; 1 aqu~v~ o, como ant~s Dante, invoca al salvador. No forzosamente que pagar por el pode · al «pnnc~e nuevo»' smo Para decirle qué precio tenía en calidad de tal, en el manejo de lap~?í~i~a fi vez, t' ceír rec;¡notr como experto, volver a entrar' hacia el principado civil y de paso d . oren m~, evar ¿a guna manera ese principado nuevo ahora, terminada la obra' Probabl~m!~';e ua"c",·'erctauadn.tas ve.r ddes. que nunca habían sido dichas. y 1 d d. . L ' zstane~a e tlempo (acas 1 'b a e tcatona a orenzo), se le presenta¡· p 'bTdad d . o a a vez que escn e de liberación. Piensa <<si no han llea:ado ,a ,?s'p" de dae queh ese prínc¡pe nuevo sea instrumento

• ~o.· ws zem os r onoraunp' · en tiempos normales evidentemente no estab d' rrnclpe nuevo»' cosa que capítulo, dictado, noporelespíritucientifico ~in~pueyo a h::cer, Y.ha.ce, en cambio en e$te último distorsionada de ética (se jtmifica . t ', de por a Pasw~ patnótzca, que conduce a una forma terreno del interés inidividual). ' en m eres una colectwuiad, lo que no se justificaría en el

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!

XXVI Exhortación a tomar a Italia y liberarla de los bárbaros .

Consideradas, pues, todas las cosas que se han discurrido· más arriba, y pensando conmigo mismo si en Italia en la actualidad corren tiempos como para dar honor a un príncipe nuevo, y si hay en ella materia que dé ocasión a uno prudente y virtuoso de introducir una forma que haga honor a él y bien a la universalidad de los hombres de ella, me parece que concurren tantas cosas en beneficio de un príncipe nuevo, que no sé qué tiempo haya sido nunca más apto para ello. Y si, como he dicho, era necesario para que se mostrara la virtud de Moisés que el pueblo de Israel fuera esclavo en Egipto, y para conocer la grandeza del ánimo de Ciro que los persas fueran oprimidos por los medos, y la excelencia de Teseo, que los atenienses estuvieran dispersos, así hoy, queriendo Conocer la virtud de un espíritu italiano, era necesario que Italia se redujera a los términos en que se encuentra en el presente, y que fuese tnás esclava qüe los judíos, más sierva que los persas, más dispersa que los atenienses, sin una cabeza, sin orden, derrotada, despojada, lacerada, saqueada, y que hubiera soportado toda clase de ruina.

Y si, como he dicho, era necesario ••• toda clase de ruina. A la «ocasión» real, racional e históricamente identificada (un Médici en el trono papal) , que no se puede esgrimir como argumento sin criticar la política secular de la Iglesia, se le $UStituye la teoría amarga de los desesperados: «tanto peor, tanto mejor», expuesta apasionadamente en uno de los pasajes más elocuentes de toda la obra, pero de los menos maquiavélicos en terreno conceptual, pues está en las antíPodas de la estrategia del «mal menor». Maquiavelo quiere halagar al príncipe e inducirlo a la acción, diciéndole que son las catástrofes las que crean a los héroes (lo que es indudable). Se trata, pues, de un llamamiento a la vanidad del príncipe. Al mismo tiempo expresa su angustia y trata de contagiársela al lector. Sólo en ese clima es posible presentar al «Príncipe nuevo», definido como autócrata obsesionado por d poder y guiado únicamente por su interés personal, como protagonista de una empresa liberadora y justa. No hay que convencer $Ólo al príncipe; para este se echará mano a los argumentos dd honor, de la facilidad, del éxito probable, de la obtención segura de la dij(cil adhesión popular . .. Hay que convencer a los pueblos de que acepten a un prCncipe pintado con tintas tan poco halagadoras y cuyo interés casi nunca coincide con el de sus súbditos: este es un caso excepcional. Esta excepcionalidad, declarada, y confirmada también por d insólito e$ tilo, es una prueba más de que el resto de la obra, si es una fiel pintura de la realidad política del renacimiento y un diagnóstico lúcido de la naturaleza del poder, no es de ninguna manera una exaltación del absolutismo.

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iudicare chefussi ordi t d D' poi, come nel piú alto ;a o da ll to per.sua r~denzione, tamen si e visto da In modo eh . . orso e e aztom sue, e stato dalla fortuna reprobato.

e, nmasa come sanza vit 1 ~~,," sani le su e ferite e pong f , t· ~petta qua possa essere quello che e di Toscana ~ la a. me a sacc l t Lombardia, alle taglie del Reame infistolite. Vedesi co~~aÍ~s~:e d~ J3:1~h:le piagdhe gia per lungo te';'po da queste crudelta ed insole~zie b' b : madn ~ qua[cuno che la redtma disposta a se · b . ar are, ve est ancbra tutta pronta e al presente, ~u~~al~lei a~~;:r~, pur che ci sia uno che la pigli. Né ci si vede, con la sua fortuna e virfú fat~~:fda~.che ;;eNaCillhu_stre casa vostra, quale principe pos f . d. a lO e a a tesa, della quale e ora se vi rechere:: i~rnsat cnazpt' ole t questa r~dendzione. 11 che non fia molto difficile,

. aztont e vtta et sopr · · E b h, uomtni siena rari e maravigl. . d. anomtnatl. ene e quegli ciascuno di loro minore occas:ost, nhn tmanco furono uomini, ed ebbe non fu piú iusta di questa né pi ?[e 1 e 1~ ¡res¡"nte; perché la impresa loro .• Qui e iustizia grande: «i~stum ~ ~el e, ne u a oro ~io piú amico che a voi. armaubinullant'st't'narm· mm estbellum qmbus necessarium, et pia

tsspes est » Quted' · · d essere do ve ' d d' ' . . lspostztone gran issima; ne puü ' e gran e tsposl2lone, grande difficulta, pur che quella pigli

La convergencia entre el honor del prín ·p lb' d se presenta aquí no como una re l'd d ~¡ e y «e ten e la generalidad de los hombres de Italia» · , , a t a , smo como una f,in ¡'dad · 'bl de mteres comun aparece una sola ve en el , ~ 1 no tmpost e alcanzar. Este espartano Nabide pero alli'era u Z , curso dendEI Prmctpe, en el capítulo IX, a propósito del

. ' na fna recome ación b da 1 · · · Prfnctpe apoyarse en el pueblo y ¡ bl asa en a convenzencza: es mterés del c~mbio, Maquiavelo abandona ¡;[ó e~a os ~~a es' porque ;1 pueblo es más numeroso. Aquí, en dtscurso se vuelve concitado· ald'l g¡de '. P ¡nsayar el ulumo recurso del lenguaje m(stico: el afanosa. En luaar de hechos. h¡'stt ;~a su~¡mpre e sucede la enumeración asindética, acumulativa d 1 8 • ancas m¡ agros· en luga d · ' e torrente del capítulo XIV las . ', b(bl' ' r e comparacwnes naturak'stas como la es el desquite de Savonarola ;obr/M_agen.es [ teas. Es 71 desquite del «deber ser» sobre el «ser»; lenguaje encendido con tan superi ~UJ~ve 0 ' que~n t11mpos no muy remotos había juzgado ese

y si bien hasta ahora se ha ;:r ~m~t y qÜe a ra o emplea como recurso supremo. La tentativa truncada por la 'ortunoas ra -0

'" a gas glaand grenadas por el tiempo transcurrido. JI es seguramente e e' B . d . .

ocupa tan ampliamente en el capítulo VII cu , . , es~r. org¡a, e qwen Maqwavelo se se Parece a la de Lorenzo di Fiero de' M-~· . Yf sttualacwnb estrateg¡ca en el panorama italiano tanto después. e lCI a que o ra está dedicada poco más de un decenio

Los saqueos y las contribuciones forzos ( t l' ) la . Maquiavelo piensa en los episodios más reas_ ag.te son s_ secue}as de t~da guerra. Pero aqu( mano en los últimos veinte años y n ól {l1ntes. ~ombardw habw cambzado repet-idamente de sidosometidasadevastacionesex oli~~r:s: 1 ano, smo muciJ~S- o~ras ciudades del' ducado habfan del reino de Nápoles (il Re ) t , 'por otra parte, los e;erwos que se dirigían ala conquista Toscana, exigiendocontribu~:~es~man que ~uz~r toda la península y se detenían a menudo en de Francia, que se hizo entregar po;;i~:; ~e~~~d~ c.onq~istado,.:¡mpezando por el de Carlos VIII conocidas. Naturalmente, el que más sufríoefue :l tcr.vanos ~astl os, ?on las consecuencias bien guerra entre franceses y españoles. mzsmo remo de Napoles, teatro de una larga

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Y si bien hasta ahora se ha mostrado algún vislumbre en alguno que permitió esperar que fuera el ordenado por Dios para su redención, sin embargo se ha visto después que en el más alto curso de sus acciones fue reprobado por la, fortuna. De modo que ella, como sin vida, espera cuál podrá ser aquel que sane sus heridas y ponga fin a los saqueos de Lombardía, a los tributos del Reino y de Toscana, y la cure de sus llagas ya mucho tiempo infectadas. Se la ve rogar a Dios que le mande a alguno que la redima de esas crueldades e insolencias bárbaras. Se la ve también pronta y dispuesta á seguir una bandera, con que haya alguien que la empuñe. Y no se ve al presente de quién puede esperar más que de la ilustre casa vuestra, la cual con su fortuna y su virtud, favorecida por Dios y por la Iglesia de la que hoy es príncipe, puede hacerse cabeza de esa redención. Lo que cual no será muy difícil, si tenéis presentes las acciones y la vida de los antes mencionados. Y si bien aquellos hombres fue¡-on raros 1 rn¡¡ravillosos, :in embar¡s? fu,ero,~ nombres;

~t~~~~~:~f~~~\'W~1~I~~r~,~~¿~~r:2~~~ ~~· Aqut hay gran JUstlcta:~uerra es JUsta para aquéllos para los que es necesaria, y pías son las armas cuando no hay esperanza más que en

La imagen de Italia como una hermosa mujer, cubierta de llagas, llorosa, que invoca a alguien que la salve, surge en Dante (<<Purgatorio», VI, vv.l12, 114) y pasa a Petrarca (Canción Italia mia, primeros versos). En tiempos de Petrarca, los bárbaros eran los soldados mercenarios, casi todos extranjeros al servicio de señores locales; en la época de Maquiavelo, la situación se había agravado, pues los ejércitos eran los de las grandes potencias con ambiciones de conquista. La angustia de Maqui a velo es auténtica y eso hace que no le cueste dirigirse al príncipe y a los jiorentinos con el lenguaje encendido de la religión, que no era el suyo, pero que había resonado en su Florencia, arrastrando a las multitudes, en la época feliz de su juventud. Dios, que no aparece nunca en El Príncipe, sino como objeto de obsecuencia formal, distante y algo irónica, aquí domina hasta el horizonte e impregna todo el discurso.

Se la ve rogar a Dios ... parte de la gloria que nos toca. Italia está tan mal, que invoca al salvador. Tarea de Maquiavelo, que comparte esa utopía, es demostrar al príncipe nuevo que le conviene desempeñar ese papel. Y para que no se asuste ante la magnitud de la empresa, se la presenta fácil, cantal de que siga sus preceptos y se comporte como los protagonistas del capítulo VI de este mismo tratado, y especialmente como T~::seo, Ciroy Moisés, que, al final, no eran más que hombres y, a pesar de eso, tuvieron éxitos maravillosos. Y la ocasión no les fue más favorable, ni Dios más amigo que al señor de Florencia, quien tiene el apoyo de la Iglesia. Además, la causa que hay que defender ahora es tan justa como la de aquellos tres fundadores de estados. Es la primera vez que aparece en este tratado la idea de justicia como valor que el prfncipe tiene que tener en cuenta.

A partir de las palabras de Tito Livio, citadas de memoria con alguna inexactitud, el entusiasmo sube de tono, adquiriendo el acento del profetismo bíblico. Los milagros que acompañaron el éxodo de los hebreos desde Egipto hacia la tierra prometida son aqu( metáforas de la ocasión favorable de la que se habla más arriba, pero están destinados a crear una atmósfera mística y arrolladora de cruzada. Savonarola parece renacer a través de su sarcástico antagonista. Pero el fraile invitaba a la penitencia; Maquiavelo invita a la acción.

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degli ordini di coloro che io ho proposti per mira. Oltre di questo, qui si veggano estraordinari-i sanza esemplo condotti da Dio: el mare si e aperto; una nube vi ha scorto el cammino; la pietra ha versato áC't¡ua; qui e piovuto la manna; ogni cosa e concorsa nella vostra grandezza. El rimanente do vete fare voi. Dio non vuole fare ogni cosa, per non ci torre el libero arbitrio e parte di quella gloria che tocca a noi.

E non e maraviglia se alcuno de' prenominati ltalianiñun ha possuto fare quello che si puO sperare facd la illustre casa vostra; e se, in tan te revoluzioni di Italia e in tanti maneggi di guerra, e' pare sempre che in quella la virtú militare sia spenta. Questo nasce che gli ordini antiqui di essa non erano buoni, e non ci e suto alcuno che abbia saputo trovare de' nuovi: e veruna cosa fa tanto onore a uno uomo che di nuovo surga, quanto fa le nuove legge e li nuovi ordini trovati da lui. Queste cose, quando sono bene fondate e abbino in loro grandezza, lo fanno reverendo e mirabile. E in Italia non manca materia da introdurvi ogni forma; qui e virtú grande nelle membra, quando la non tnancassi ne' capi. Specchiatevi ne' duelli ene' congressi de' pochi, quanto gli ltaliani sieno superiori con le forze, con la destrezza, con lo ingegno; ma, come si viene agli eserciti, non compariscono. E tutto procede dalla debolezza de' capi; perché quelli che sanno, non sono obediti, e a ciascuno pare di sapere, non ci sendo infino a qui al cuno che si sia saputo rilevare, e per virtú e per fortuna, che gli altri cedino. Di qui nasce che, in tanto tempo, in tante guerre fatte ne' passati venti anni, quando egli e stato uno esercito tutto italiano, sempre ha fatto mala pruova. Di che e testimone prima el Taro, di poi Alessandria, Capua, Genova, Vaila, Bologna, Mestri.

Volendo, dunque, la illustre casa vostra seguitare quegli eccellenti uomini

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ellas». Aquí hay disposición grandísima, y donde hay gran disposición no puede haber gran dificultad, siempre que aquélla adopte los ordenamientos de aquéllos que he propuesto como ejemplo. Además de esto, se ven aquí casos extraordinarios sin precedente, realizados por Dios: el mar se ha abierto, una nube ha mostrado el camino, la piedra ha manado agua, aquí ha llovido maná: todo ha concurrido para vuestra grandeza. El resto debéis hacerlo vosotros. Dios no quiere hacerlo todo, para no quitarnos el libre albedrío y parte de la gloria que nos toca. ·

Y no es de asombrarse que ninguno de los italianos mencionados haya hecho lo que se puede esperar que haga vuestra ilustre casa, ni que en tantas revoluciones ·de Italia y en tantos manejos de guerra parezca siempre que la virtud militar se ha extinguido en ella. Esto proviene de que los ordenamientos antiguos de ella no eran buenos, y no hubo ninguno que supiera hallarlos nuevos: y nada hace tanto honor a un hombre que de nuevo su%_con:u:da~JlY.eXil..9o .. !~§~Y:l!l~Qro¡:nanueniR(íJ:t;:~;z§Eill!~~ ~as cosas, cuando sean bien fundadas y tengan en sí grandeza, ~~n digno de respeto y admiración: y en Italia no falta materia para introducir cualquier forma. Aquí hay gran virtud en los miembros, si no faltase en las cabezas. Observad en los duelos y en los torneos, cuán superiores son los italianos en las fuerzas, en la destreza, en el ingenio. Pero cuando se trata de los ejércitos, no compiten. Y todo procede de la debilidad de los jefes, porque los que saben no son obedecidos, y cada uno cree que sabe, y hasta aquí no ha habido ninguno que haya sabido destacarse tanto, por virtud y por fortuna, que los demás cedan. Esta es la causa de que en tanto tiempo, en tantas guerras hechas en los últimos

Y no es de asombrarse que ninguno ... Génova, Vailá, Bolonia, Mestre. La alusión a italianos mencionados anteriormente es genérica y se refiere a todo el tratado: César Borgia, Francisco S forza, Julio II son los nombres que en él vuelven con más relieve. En esta parte central del capftulo, la realidad recupera su imperio sobre el escritor, pues surge naturalmente, ligado con la conmovida invocación, uno de sus temas habituales, el que considera más vinculado con su nombre y su presti¡,I"Ío, el ejército nacional. Exalta para eso al pueblo italiano, critica a sus conductores con su lenguaje de siempre: vuelve el historiador conciso, el razonador riguroso y, por momentos, dilemático. El párrafo se cierra con la serie de las derrotas italianas de los últimos veinte años, todas, menos la última, por obra de los franceses: en 1495 el rey Carlos VIII consiguió forzar el paso contra el ejército de la liga de los estados italianos en la batatla de Fornovo, a orillas del rfo Taro; en 1499 Alejandrfa, en Piemonte, fue tomada por las tropas de Luis XII que se dirigían a conquistar el ducado de Milán; en 1501 Capua fue sitiada por los franceses que querfan apoderarse del reino de Nápoles y ocupada tras un perfodo de resistencias; en 1507 Génova, que se habfa rebelado contra el dominio francés restableciendo la república, fue nuevamente sometida; en 1509 . la potencia de Venecia recibió un fuerte golpe con la derrota de Vagliate (o Agnadello) por obra .de las tropas de Luis XII, aliado en esa ocasión con el papa]ulio TI y los españoles; en 15.11 Boloma, que formaba parte de los Estados Pontificios, cayó en manos de los [r~nceses; por fm, en 1513 Mestre, en las inmediaciones de V e necia y perteneciente a sus dommws, cayó en manos de los españoles, que desde allf querfan cañonear la ciudad de las lagunas.

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che redimemo le provincie loro, e necessario, innanzi a tutte le altre cose, come vero fondamento d'ogni impresa, provvedersi d'arme proprie; perché non si puO avere né piú fidi, né piú veri, né migliori soldati. E benché"C:iascuno di essi sia buono, tutti insieme diventeranno migliori, quando si vedranno comandare da!· loro príncipe e da quello onorare ed intratenere. 'E necessario, pertanto, prepararsi aqueste arme, per potere con la virtú italica defendersi dagli estemi. E benché la fanteria svizzera e spagnola sia esistimata terribite, nondimanco in ambe dua e difetto, per il quale uno ordine terzo potrebbe non solamente opporsi loro ma confidare di superarli. Perché gli Spagnoli non possono sostenere e' cavalli, e li Svizzeri hanno ad avere paura de' fanti, quando li riscontrino nel cmnbattere ostinati come loro. Donde si e veduto e vedrassi per esperienzia, , li Spagnoli non potere sostenere una cavalleria francese, e li Svizzeri essere rovinati da una fanteria spagnola. E benché di questo ultimo non se ne sia visto intera esperienzia, tamen se n'e veduto uno saggio nella giornata di Ravenna, quando le fanterie spagnole si affrontorono con le battaglie todesche, le quali servono el medesimo ordine che le svizzere; dove li Spagnoli, con la agilita del carpo e aiuti de'loro brocchieri, erano intrati, tra le picche loro, sotto, e stavano securi ad offenderli sanza che 1i Todeschi vi avessino remedio; e se non fussi la cavalleria che Ji urto, Ji arebbano consumati tutti. Puossi, adunque, conosciuto el difetto dell'una e dell'altra di queste fanterie, ordiname una dinuovo, laquale resista a' cavalli e non abbia paura de' fanti: il che fara la generazione delle armi e la variazione degli ordini. E queste sono di quelle cose che, di nuovo ordinate, danno reputazione e grandezza a nno príncipe nuovo.

Non si debba, adunque, lasciare passare questa occasione, aedo che la Italia, dopo tanto tempo, vegga uno suo redentore. Né posso esprimere con quale amare e' fussi ricevuto in tutte quelle provincie che hanno patito per queste illuvioni esterne; con che sete di vendetta, con che ostinata fede, con che pieta, con che lacrime. Quali porte se gli serrerebbano? quali populi gli negherebbano la obedienzia? quale invidia se gli opporrebbe? quale Italiano gli negherebbe

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veinte años, siempre que ha habido un ejército totalmente italiano ha hecho mal papel. De lo cual es testigo primero el Taro, después Alejandría, Capua, Génova, Vailá, Bolonia, Mestre.

Si vuestra ilustre casa quiere pues seguir a aquellos hombres excelentes que redimieron sus provincias, es necesario, antes que cualquier otra cosa, como verdadero citniento de cualquier empresa, proveerse de armas propias; porque no es posible tener soldados más leales ni más fieles ni mejores. Y si cada uno de ellos es bueno, todos juntos se harán mejores cuando se vean comandados por su príncipe, y honrados y mantenido~po: él. Es necesario, por lo tanto, prepararse estas armas, ,para poder \ÍeiiEsl~<lliP.tud ... irálica .defenderse de los extranjeros.¡ y si bien se considera que la infantería suiza y la española son terribles, sin embargo ambas tienen algún defecto, por lo cual un tercer ordenamiento podría no solamente oponérseles sino confiar en superarlas. Porque los españoles no pueden resistir a la caballería, y los suizos tienen que temer a los infantes, si en el combate los encuentran tan obstinados como ellos. Por lo cual se ha visto y se verá por experiencia a los españoles no poder resistir a una caballería francesa, y a los suizos ser derrotados por una infantería española. Y si bien de esto último no se ha visto experiencia completa, se vio un indicio de ello en la batalla de Ravenna, cuando las infanterías españolas se enfrentaron con los batallo­nes alemanes, que guardan el mismo orden que los suizos: donde los españoles, con la agilidad del cuerpo y con la ayuda de sus broqueles, se metieron entre ellos por debajo de las picas, y los atacaban en seguridad sin que los alemanes tuvieran remedio; y si no hubiera sido por la caballería que los atacó los habrían acabado. Es posible pues, conociendo el defecto de una y otra de esas infanterías, ordenar una en forma nueva, que resista a los caballos y no tenga miedo de los infantes; lo cual se hará con la clase de armas y la variación de los órdenes. Y éstas son de esas cosa que, ordenadas por primera vez, dan reputación y grandeza a _un príncipe nuevo.

Si vuestra ilustre casa quiere, pues, seguir .•• reputación y grandeza a un príncipe nuevo. Establecida la necesidad y la bon_dad de un ejército nacional, Maquiavelo pasa a formular algunas recomendaciones acerca de su estructura; debe tener las cualidades y evitar los defectos complementarios de las milicias españolas y de las suizas, debe basarse en una infantería nueva, que resista contra la caballería mejor que los españoles, y no le tema a la infantería adversaria a causa de las largas picas que dificultan el combate cuerpo a cuerpo, como los suizos. Maquiavelo no puede dejar de mencionar la experiencia reciente de la batalla de Ravenna (1512), una de las más importanteS y dramáticas de la historia del Renacimiento,· durante la cual los españoles pasaron por debajo de las picas de la infantería alemana, armada comd la suiza, y la hubieran aniquilado (el eufemismo «Consumado» es eficacísimo) sin la intervención de la caballería~ La introducción de esta advertencia técnica en este capítulo de tono encendido, destinado a arrastrar voluntades, suena algo ingenuo y es síntoma del estado de ánimo de Maquiavelo apremiado por sus mútiples finalidades.

Después de esta concesión a la práctica y a su lenguaje habitual, el escritor vuelve al tono épico, que, por el hecho de ser excepcional_ en él, no es menos auténtico. El tono savonaroliano nace de la excepcionalidad de la situación.

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l'ossequio? A ognuno puzza questo barbare dominio. Pigli, adunque, la illustre casa vostra questo assunto con quello animo e con quella speranza che si pigliano le imporese iuste; aedO che, sotto la sua insegna, e questa pafrifi ne sianobilitata, e, sotto li sua auspizi, si verifichi que! detto del Petrarca:

Virtú contro a furore Prendera !'arme, e fia el combatter corto; Ché l'antico valore Nell'italici cor non e ancor morro.

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No se debe, pues, dejar pasar esta ocasión, a fin de que Italia, después de tanto tiempo, vea a su redentor. Y no puedo expresar con qué mnor será recibido en todas las provincias que han padecido estas invasiones extranjeras, con qué sed de venganza, con qué obstinada fe, con qué piedad, con qué lágrimas. ¿Qué puertas se le cerrarían? ¿Qué italianos le negarían su reverencia? A todos hiede este bárbaro dominio. Tome, pues, vuestra ilustre casa este asunto, con el ánimo y la esperanza con que se toman las empresas justas; a fin de que bajo su enseña esta patria sea ennoblecida, y bajo sus auspicios se verifique lo dicho por Petrarca:

«Luchará la virtud contra la furia; será el combate corto: pues el valor antiguo en los pechos itálicos no ha muerto».

No se debe, pues, dejar pasar esta ocasión ••• en los pechos itálicos no ha muerto. Puede que el« Veltro» de Dante esté presente en estas palabras, además de la canción de Petrarca a la que pertenece la cita final y que se siente como reminiscencia ya en las primeras líneas del capftulo. Al hipotético redentor, Maquiavelo le promete el consenso general: la obediencia de los pueblos (caso único en toda la obra de Maquiavelo), todas las puertas abiertas, afecto, lágrimas ... Así los cuatro versos de Petrarca, que hablan el lenguaje irracional de la pasión patriótica, cierran este librito que había planteado su tema con un esquema clasificatorio de carácter casi burocrático.

A esta apasionada invocación al prínCipe nuevo, al que el ahora utopista Maquiavelo quiere insuflarle, desde afuera y a posteriori, la llama del «deber ser», después de haberlo implacable~ mente recluído en el «ser», se debe el que el autor haya quedado en la historia como el preceptor de los tiranos. En nuestros tiempos, ¡cuántos amantes de la libertad se han declarado dispuestos a aceptar la dictadura, porque la consideraban transitoriamente necesaria para alcanzar la justicia social! El proceso psicológico de Maquiavelo me parece bastante análogo. Una lectura desapasionada de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio creo que ayudaría a llegar a esta conclusión. Pero aun en El Príncipe hay elementos suficientes para ver, bajo la impasibilidad técnica, el drama interior.

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Conclusión

Considerado en su conjunto, El Príncipe tiene para nosotros un doble interés: como documento psicológico del choque entre dos épocas en un espíritu excepcio­nalmente lúcido, aunque acomodaticio y siempre en busca del mal menor, y como análisis de la técnica del poder. Desde este segundo punto de vista, El Príncipe, leído sobre el trasfondo de los Discursos sobre la primera décal:l.a de Tito Livio, es un libro objetivamente anarquista, pues se caracteriza por lo fundamental de la posición libertaria, ya que ve la historia como una tensión continua provocada por la lucha por el poder (entre rivales) y entre el poder y la libertad (entre príncipe y pueblo), a la vez que hace coincidir el bien común con la libertad y demuestra, como nadie antes lo había hecho, la fundamental il\humanidad del poder. De ahí a la negación del poder no hay más que un paso, que el autor no da, porque piensa que la libertadfatalmene degenera: «Del mal procede el bien (del despotismo, a través de la rebelión popular, la libertad), del bien el mal (de la libertad, ya que el hombre no sabe autodisciplinarse, resurge el despotismo)". Cada uno de los dos términos, piensa, contiene el germen del otro. Nosotros diríamos que la libertad es una conquista continua, en lo íntimo de cada uno y en la acción colectiva, y que, en cuanto individuos y colectividades bajan la guardia, pierde posiciones.

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