etica y politica

105
Cristóbal Arteta Ripoll 1

Upload: katty-onate

Post on 21-Nov-2015

10 views

Category:

Documents


3 download

TRANSCRIPT

  • Cristbal Arteta Ripoll

    1

  • Cristbal Arteta Ripoll

    2

    Antillas/Amauta

    CRISTBAL ARTETA RIPOLL

  • Cristbal Arteta Ripoll

    3

    Coleccin Antillas/Amauta tica y poltica: Una mirada desde la academia Cristbal Arteta Ripoll, 2005. Todos los derechos reservados. Esta publicacin no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperacin de informacin, en ninguna forma ni por ningn medio, sea mecnico, fotoqumico, electrnico, magntico, electroptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial o del autor. Casa Editorial Antillas Ltda. Director Fundador. ABEL VILA Director: ALFONSO VILA PREZ Gerente: ADRIANA VILA PREZ Carrera 45 No.59-22 Tels: (095) 3518150 Cels.: (03) 3008027942 - 3008188373 Barranquilla - Colombia Impreso en Colombia por SantaBrbara Ediciones E.U. Prohibida la reproduccin, venta y/o distribucin sin autorizacin del autor.

  • Cristbal Arteta Ripoll

    4

    PRESENTACION Cristbal Arteta, desde su poca como estudiante de Ciencias Sociales y en su larga trayectoria como profesor universitario ha cogitado obsesivamente sobre los temas de las Ciencias del Hombre. Una evidencia de ello es que como director del Departamento de Postgrados de la Universidad del Atlntico, impuls e inaugur, primero que todo, una maestra en Historia de Colombia, consabido trmino que para Bolvar signific ncleo de integracin latinoamericana, y que tanto nos recuerda a Coln, igual que el nombre de este nos recuerda al autor del presente libro. Lo que en este texto se recoge es un intento de racionalizar una serie de ideas sobre filosofa de la historia, tica y poltica, intento que logra en sus reflexiones, cruzadas de principio a fin por un orden subjetivo, inconsciente, necesario: la Filosofa. Porque la historia, la tica y la poltica en la pluma de Cristbal Arteta no es el simple arte de narrar, cotejar o interpretar hechos pasados o presentes, sino la nota atrevida de la razn. Audacia de la razn frente al hecho histrico es su divisa. E.H. Carr expresa poticamente al respecto: "...Era aquella la edad de la inocencia y los historiadores paseaban por el jardn del Edn sin un retozo de filosofa con que cubrirse, desnudos y sin avergonzarse ante el dios de la historia. Desde entonces, hemos conocido el pecado y hemos experimentado en nosotros la cada; y los historiadores que en la actualidad pretenden dispensarse de una filosofa tan slo tratan, vanamente y sin naturalidad, como miembros de una colonia nudista, de recrear el jardn del Edn...". La ausencia del pecado original, la inocencia, la inslita virginidad, impura por lo estril, no permite salir de la idiotez del paraso. Hay que atreverse al desafo, buscar el rbol de la ciencia y comer de su fruto prohibido. El hombre de hoy es tal por su expulsin; y hoy como ayer hay que volver a pecar para continuar con el largo camino de ser igual a los dioses. Crtica a la ingenuidad de la historia es el llamado de Cristbal Arteta. La repeticin sin creacin es el precio de la castidad por temor a "falsear". Es as como las crnicas desde un principio fueron tomadas tal cual, adjudicndoles un valor absoluto por cuanto para la tradicin emprica, toda discusin debe centrarse alrededor del documento y el documento tiene el carcter de "prueba", sin la cual su concepcin de la historia naufraga". Esta tradicin no se ha perdido y conforman nuestra "historia sagrada". Precisin paleogrfica, archivos, comparacin heurstica entre fechas y cuantificaciones, pero sin internarse en el mundo de su lgica interna, su lenguaje, su episteme y hasta despreciando la tica y la poltica como herramientas bsicas para completar el cuadro. Lo que pretende Arteta en "ETICA Y POLTICA: Una mirada desde la academia" es desbrozar caminos, incitar, agitar ideas sobre algunos temas de evidente actualidad. Sera necio de mi parte pre-condicionar a los lectores con la mediacin

  • Cristbal Arteta Ripoll

    5

    de mis comentarios sobre el libro. Son ustedes los que directamente deben enfrentarse a cada uno de sus artculos y al texto en su conjunto, sin preceptores, para que desde sus respectivos horizontes de inteleccin realicen, cada cual, su propia hermenutica. As se generar el debate: se apoyan sus tesis o se detectan sus errores y fallas; luego la investigacin como corolario. La intencin de Cristbal, es pasar de la crtica histrica a la historia crtica, como un pasado que se hace presente y se proyecta hacia el futuro, pero desde la perspectiva tica de su dialctica, entregando elementos importantes para re-hacer la historia que nos han contado, imprimindole una slida reflexin epistemolgica, ya que es imposible hacer historia sin filosofa. Para l la historia es infecunda sin la filosofa. Precisamente uno de sus grandes mritos es la defensa del anlisis filosfico en el contenido histrico. Tal vez por esta razn, en cada uno de los captulos del presente libro, est presente la reflexin filosfica sobre el comportamiento de la globalizacin, sobre su componente militar: la guerra, y sobre la poltica como expresin mxima de los desarrollos econmicos y sociales. Al respecto son muy importantes sus opiniones sobre la actualidad tica de la poltica colombiana, mostrndonos desde una mirada acadmica, sus aspectos ms relevantes e incluyendo aquellos que hoy son motivos de acalorados y apasionados debates como la reeleccin, la tica de la guerra y los dilogos para alcanzar la tan anhelada pero esquiva paz entre los colombianos. En nuestro pas, antes de 1960 nicamente eran conocidos dos trabajos crticos importantes sobre la historia tradicional: un artculo periodstico del filsofo barranquillero Lus Eduardo Nieto Arteta, "Crtica a un programa de Historia de Colombia" (1946) y otro trabajo de Miguel Aguilera, "La Enseanza de la historia en Colombia" (1951). Slo a partir de 1963 Jaime Jaramillo Uribe y su libro "El Pensamiento Colombiano en el Siglo XIX" nos aporta un modelo aproximado de cmo historiar diferente y que an, segn amigos de confiar, tiene vigencia. En el resto de Amrica Latina tambin en estas ltimas tres dcadas, ha crecido el inters por hacer lo que se ha denominado la "nueva historia" (incluyendo la enseanza de la misma, por supuesto), en donde se han asumido (y Cristbal la asume) resueltamente actitudes tericas y filosficas distintas. Esto es, al decir de Arteta, introducir la reflexin tica y poltica de la historia que se construye hoy sobre hechos de hoy. Gastn Bachelard afirmaba que la historia no slo es el ordenamiento y coleccin cronolgica de los documentos empricos del pasado. Ellos son un simple rastro, generalmente parcial que hay que reconstruir y representarlo con metforas que aparentan realidad "ya que nuestro contacto inmediato... (Con los documentos histricos) slo es un dato confuso, provisional, y ese contacto fenomenolgico reclama inventario..." (Racional).

  • Cristbal Arteta Ripoll

    6

    "Ninguna rama de la ciencia vive sin respirar filosofa", afirma el jusfilfoso Carnelutti, a propsito del Derecho. Igualmente sucede con la historia y sus vecinas. Cada hecho histrico debe ser el resultado de un proceso crtico y reflexivo. La lupa de Arteta se dirige en esta misma perspectiva. Sus artculos escudrian, interrogan, violentan. Reflexiona. Est en la "nueva historia" y quiere hacer, situado, como dira Heidegguer, la historia nueva que tanto reclama nuestro ser latinoamericano. Sin esquemas, modelos o arquetipos fijos de los autores o sistemas de Occidente, sino apropindose del semen universal del pensamiento para producir los instrumentos tericos que nos permitan analizar nuestro verdadero ser, ya que la realidad, en su mltiples expresiones reclama un tratamiento especfico. La "nueva historia" es la que tiene que ser escrita por los latinoamericanos, por sus nuevos historiadores. No bajo el cdigo epistemolgico cartesiano del yo pienso, luego yo domino, de Occidente sino con plena conciencia de buscar nuestro ser dominado en perspectivas de ser libre y autodeterminado sin que se soslayen la globalizacin y los conflictos internacionales que repercuten en nosotros. En los escritos que hoy presentamos est latente y palpitante la necesidad de criticar, sin caer en el eclecticismo, las opiniones recibidas o impuestas, las tradiciones transmitidas y las ideas admitidas, lo mismo que superar las supuestas sntesis de Occidente que todo y nada explican. Se impone en Arteta hacer conciencia de no seguir imitando, calcando, repitiendo. En el rgido sistema Hegeliano no caben los hombres de Amrica Latina como no caban los brbaros en la filosofa de Aristteles. Debemos encontrarnos nosotros mismos, con nuestra historia para determinar nuestras posibilidades de ser, ya que el futuro no se espera sino que se comienza a construir en el presente. Lo que seamos maana depende de lo que hagamos ahora. Hay que autoproblematizarse y, por consiguiente, producir respuestas para llegar a una autntica filosofa de la historia que nos permita mirar lo que hemos sido y nuestras reales perspectivas de ser. Escribir la nueva historia, partiendo de una reflexin filosfica enlazada con nuestra realidad y con el proyecto de crear una cultura no refleja, sino una cultura capaz de expresar los valores del hombre en esta parte del mundo. Esto es, la bsqueda de la identidad con el ser propio en nuestra especfica circunstancia espacio-tmporo-existencial. La conciencia de la dependencia, de la distorsin de nuestras culturas, ha conducido al replanteamiento de los discursos histricos y filosficos, ticos y polticos tradicionales que como subdesarrollados o, eufemsticamente, en vas de desarrollo, nos ubican con rezago por "haber accedido tardamente a la civilizacin", quince siglos despus de Cristo, cuando aqu apenas se sala del

  • Cristbal Arteta Ripoll

    7

    neoltico y ni siquiera se conoca la rueda. Por tanto, no futuro, trascendencia ni superacin. En la medida en que se devele esta ideologa de la justificacin de la expansin de Occidente a Amrica que comenz en 1492, no hay otro sendero que re-pensar nuestra historia, nuestra especificidad y nuestra particular misin en el conjunto mundial de la historia y de la cultura. Reflexionar sobre la historia latinoamericana (que es el estudio del tiempo a travs de las huellas que nuestros pueblos han dejado en su movimiento en este espacio sub-continental) es siempre de profunda significacin. Es el comprobar que por esa historia estamos aqu y ahora, en Latinoamrica, que causa expectativa, que se enciende por las guerras, la angustia, la injusticia y que, a pesar de todo o por ello, empieza a preguntarse seriamente por s misma, por su ser usurpado, inventado, despojado; por su historia, por su pensamiento, por su filosofa. Estos son, a mi parecer, los motivos que tuvo el profesor Cristbal Elpidio Artera Ripoll, mi compaero de aula, de lides y de ideas, para entregarles hoy su libro "ETICA Y POLTICA: Una mirada desde la Academia"; los mos no son otros que esta interpretacin cifrada. La descifrada le corresponde a ustedes, seores lectores.

    Jos Gabriel Coley Prez Profesor Titular Facultad de Ciencias Humanas Universidad del Atlntico Barranquilla Colombia, 2005

  • Cristbal Arteta Ripoll

    8

    LA DIALCTICA TICA DE LAS CIENCIAS DEL HOMBRE

    La historia hace a los hombres El historiador Francs Fernand Braudel, uno de los ms caracterizados representantes de la Escuela de los Anales al lado de Lucien Febvre y Marx Bloch, en una obra interesante: La historia y las Ciencias Sociales reflexiona sobre los estudios histricos, la responsabilidad del oficio del historiador y la integracin y colaboracin de las distintas ramas de las Ciencias Sociales. Quiero compartir, algunas de sus ideas ms importantes con la seguridad que sern de gran utilidad para los estudiosos de las ciencias del Hombre Dice Braudel en una de sus afirmaciones categricas que la rutina acadmica y la monotona sin alcances de los cursos ordinarios, atrincheradas en la ctedras y sostenida por los manuales ha sido la caracterstica ms importante de la historia que hemos venido en-leando. Con ella se ha impuesto la narracin poltica, ideolgica, social, y econmica de acontecimientos, MU alcances profundos en el anlisis y la reconstruccin. Hemos venido proyectando la historia de antao: una pequea ciencia de la contingencia, del relato particularizado, del tiempo reconstruido y, por todas estas razones y algunas ms, una "ciencia" ms que a medias absurda. Y como si fuera poco reduciendo lo mltiple a lo simple, a lo excesivamente simple, desconociendo que el hombre es mucho ms complejo de lo que creemos. Porque no es solo determinacin del pasado, ni de los poderosos ritmos econmicos, ni del progreso o del caos, ni de las constantes tensiones sociales, ni del espiritualismo al que tanto afecto tenia Ranke -y por el que son sublimados, a su modo de ver, el individuo y la amplia historia general,- ni por el reino de la tcnica, ni por la presin demogrfica, ese empuje vegetativo de consecuencias retardadas sobre la vida de las colectividades. El hombre es fruto de cada uno de ellos y de todos al mismo tiempo. Sin embargo, esa tentativa histrica de reducir lo mltiple a lo simple ha significado un enriquecimiento sin precedentes, desde hace ms de un siglo, de nuestros estudios histricos. Una batalla, un encuentro de hombres de Estado, un importante discurso, una carta fundamental, son instantneas de la historia que han desarrollado los conocimientos de esa ciencia. Esos estudios nos han ido colocando progresivamente en la va de la superacin del individuo y del acontecimiento. Habra, no obstante, que poner de relieve que el individuo constituye en la historia, demasiado a menudo, una abstraccin. Jams se da en la realidad viva un individuo encerrado en s mismo; todas las aventuras individuales se basan en una realidad ms compleja: una realidad

    CAPITULO 1

  • Cristbal Arteta Ripoll

    9

    "entrecruzada", como dice la sociologa. El problema no reside en negar lo individual bajo pretexto de que es objeto de contingencias, sino de sobrepasarlo, en distinguirlo de las fuerzas diferentes de l, en reaccionar contra una historia arbitrariamente reducida a la funcin de los hroes quintaesenciados: no creemos en el culto de todos esos semidioses, o, dicho con mayor sencillez, nos oponemos a la orgullosa frase unilateral de Treitschke: "Los hombres hacen la historia". No, la historia tambin hace a los hombres y modela su destino: la historia annima, profunda y con frecuencia silenciosa, cuyo incierto pero inmenso campo se impone ahora abordar. Sin embargo debemos ser conscientes del peligro que entraa una historia social: olvidar, en beneficio de la contemplacin de los movimientos profundos de la vida de los hombres, a cada hombre bregando con su propia vida, con su propio destino; olvidar, negar quiz, lo que en cada individuo hay de irreemplazable. Porque impugnar el papel considerable que se ha querido atribuir a algunos hombres abusivos en la gnesis de la historia no equivale ciertamente a negar la grandeza del individuo considerado como tal, ni el inters que en un hombre pueda despertar el destino de otro hombre. El tiempo hace florecer a las rosas Para el fundador de la Escuela de los Anales el otro gran problema de la historia tradicional es el manejo i Le tiempo. Dice el autor que el historiador tradicional presta atencin solo al tiempo breve de la historia: el de las biografas y de los acontecimientos. Ese tiempo no es, en absoluto, el que interesa a los historiadores economistas o sociales. Las sociedades, las civilizaciones, las economas y las instituciones polticas viven a un ritmo menos precipitado. La historia tradicional, atenta al tiempo breve, al individuo y al acontecimiento, desde hace largo tiempo nos ha habituado a su relato precipitado, dramtico, de corto aliento. Es el tiempo por excelencia del cronista, del periodista. Ahora bien, tngase en cuenta que la crnica o el peridico ofrecen, junto con los grandes acontecimientos llamados histricos, los mediocres accidentes de la vida ordinaria: un incendio, una catstrofe ferroviaria, el precio del trigo, un crimen, una representacin teatral, una inundacin. No sin razn: el tiempo corto es la ms caprichosa, la ms engaosa de las duraciones, por ello no es conveniente pensar tan slo en el tiempo corto, no creer que slo los sectores que meten ruido son los ms autnticos; tambin los hay silenciosos. Recalca Braudel que no existe un tiempo social de una sola y simple colada, sino un tiempo social susceptible de mil velocidades, de mil lentitudes, tiempo que no tiene prcticamente nada que ver con el tiempo periodstico de la crnica y de la historia tradicional. No existe en la realidad una historia particularmente lenta de las civilizaciones, entendida en sus profundidades abismales, en sus rasgos

  • Cristbal Arteta Ripoll

    10

    estructurales y geogrficos. Toda progresin lenta se termina un buen da; "el tiempo de las verdaderas revoluciones es tambin el tiempo en que florecen las rosas". El tiempo que nos arrastra, arrastra tambin aunque de manera diferente- a sociedades y civilizaciones cuya realidad nos sobrepasa, porque la duracin de su vida es mucho ms larga que la nuestra y porque los jalones, las etapas, hacia la decrepitud nunca son las mismas para ellas y para nosotros. El tiempo que es el nuestro el de nuestra experiencia, de nuestra vida, el tiempo que trae nuevamente a las estaciones y que hace florecer a las rosas- seala el transcurso de nuestra edad y cuenta tambin, pero con un ritmo muy diferente, las horas de existencia de las diversas estructurales sociales. No obstante, por mucho que tarden en envejecer, tambin ellas cambian. Terminan por morir. Entre los diferentes tiempos de la historia, la larga duracin se presenta, pues, como un personaje embarazoso, complejo, con frecuencia indito. Admitirla en el seno del oficio del cientfico social no puede representar un simple juego, ni la acostumbrada ampliacin de estudios y de curiosidades. Tampoco se trata de una eleccin de la que la historia sera la nica beneficiara. Bajo los efectos de la larga duracin el pasado penetra en el presente sin fronteras fijas. Cada "actualidad" rene movimientos de origen y de ritmos diferentes: el tiempo de hoy data a la vez de ayer, de anteayer, de antao. La operacin consistente en pasar del tiempo corto al tiempo menos corto y al tiempo muy largo ("este ltimo, si existe, no puede ser ms que el tiempo de los sabios", dice Braudel) para despus, una vez alcanzado este punto, detenerse, reconsiderar y reconstruir todo de nuevo. Ver girar todo en torno a uno, no puede dejar de resultar sumamente tentador para un historiador. Para el gran continuador de la Historia de los Anales: si la historia est abocada, por naturaleza, a prestar una atencin privilegiada a la duracin, a todos los movimientos en los que sta puede descomponerse, la larga duracin parece, en este abanico, la lnea ms til para una observacin y una reflexin comunes a las ciencias sociales. Ser demasiado pedirles a los cientficos de las Ciencias sociales, vecinos de los historiadores, que en un momento de sus razonamientos refieran a este eje sus constataciones o sus investigaciones? Un oficio que retoa y florece a cada instante La historia siempre ha dependido, en su ser y en sus transformaciones, de condiciones sociales concretas. La historia es hija de su tiempo". Su preocupacin es, pues, la misma que pesa sobre nuestros corazones y nuestros espritus. Y si sus mtodos, sus programas, sus respuestas ayer ms rigurosas y ms seguras, y sus conceptos fallan todos a la vez, es bajo el peso de nuestras reflexiones, de nuestro trabajo, y, ms an, de nuestras experiencias vividas.

  • Cristbal Arteta Ripoll

    11

    Ahora bien, stas, en el curso de la ltima centuria, han sido particularmente crueles para todos los hombres; nos han lanzado con violencia hacia lo ms profundo de nosotros mismos y, allende, hacia el destino de conjunto de los hombres, es decir, hacia los problemas cruciales de la historia. De hecho, todos los oficios de las ciencias sociales no cesan de transformarse en razn de sus propios movimientos y del dinmico movimiento de conjunto. La historia no constituye una excepcin. No se vislumbra, pues, ninguna quietud. Nuestra poca es demasiado rica en catstrofes, en revoluciones, en imprevistos, en sorpresas. Para Braudel la realidad de lo social, la realidad fundamental del hombre, nos parece nueva; y, se quiera o no, el viejo oficio de historiador no cesa de retoar y de florecer en sus manos. Las grandes catstrofes no son necesariamente los artfices pero s, con toda seguridad, los pregoneros infalibles de revoluciones reales; en todo caso, constituyen siempre una incitacin a pensar, o ms bien a replantearse, el universo. De la tormenta de la gran Revolucin Francesa, que, durante aos, ha constituido toda la historia dramtica del mundo, nace la meditacin del conde de Saint Simn, y ms tarde, las de sus discpulos enemigos, Augusto Comte, Proudhon y Karl Marx. El hbito de la crtica no es natural, exige ser inculcado y slo se convierte en orgnico tras repetidos ejercicios. El trabajo histrico es un trabajo crtico por excelencia, "cuando alguien se dedica a l sin haberse protegido previamente contra el instinto, se ahoga". El espritu histrico es bsicamente crtico. Pero, ms all de prudencias evidentes, es tambin reconstruccin, como ha sabido decir con su aguda inteligencia Charles Seignobos en varias ocasiones. La labor del Historiador consiste precisamente en sobrepasar este primer margen de la historia. Tiene que abordar, en s mismas y para s mismas, las realidades sociales. Entindase por realidades sociales todas las formas amplias de la vida colectiva: las economas, las instituciones, las arquitecturas sociales y, por ltimo, las civilizaciones; realidades todas ellas que los historiadores de ayer no han ciertamente ignorado, pero que, salvo excepcionales precursores, han considerado con excesiva frecuencia como tela de fondo, dispuesta tan slo para explicar o como si se quisiera explicarlas obras de individuos excepcionales, en torno a quienes se mueve el historiador con soltura. Se piensa siempre en las dificultades del oficio de historiador. Sin pretender negarlas, hay que insistir, una vez y otra vez, en sus insustituibles ventajas. El Historiador puede, en efecto, en un primer examen, desentraar lo esencial de una situacin histrica en lo que a su porvenir se refiere. Discernir entre las diferentes

  • Cristbal Arteta Ripoll

    12

    lneas de fuerza cules sern las triunfadoras. Distinguir de antemano los acontecimientos importantes, los que han de tener consecuencias, aquellos a los que, en definitiva, pertenece el futuro. Inmenso privilegio! Quin en efecto, sera capaz, en la compleja urdimbre de hechos de la vida actual, de distinguir con tantos visos de seguridad lo duradero de lo efmeros?. A los ojos de los contemporneos los hechos se presentan, por desgracia con excesiva frecuencia, en un mismo plano de importancia; y los muy grandes acontecimientos constructores del futuro hacen tan poco ruido y, parece que llegaran sobre patas de trtola, deca Nietzsche, lo cual hace difcil adivinar su presencia. Lo que primero percibe el historiador es la tropa de acontecimientos vencedores en la rivalidad de la vida; pero estos acontecimientos se vuelven a colocar y se ordenan en el marco de mltiples posibilidades contradictorias. Conviene, no obstante, tratar de reintroducirlas, porque estos movimientos derrotados representan las fuerzas mltiples, materiales e inmateriales, que en cada instante han frenado los grandes impulsos de la evolucin, retrasado su florecimiento y puesto a veces un trmino prematuro a su carrera. Es indispensable conocerlos. Diremos, pues, que es necesario que los historiadores vayan contra corriente, reaccionen contra las facilidades del oficio y no se limiten a estudiar el progreso, el movimiento vencedor, sino tambin su opuesto, esa proliferacin de experiencias contrarias cuya derrota exigi muchos esfuerzos. Una liebre mucho ms esquiva El documento es fuente de investigacin histrica y el lenguaje del Historiador el instrumento para comunicar su contenido. Braudel sealaba, una y otra vez, la necesidad de tener cuidado con el descubrimiento masivo del documento, pues este ha hecho creer al historiador que en la autenticidad documental estaba contenida toda la verdad. Es indiscutible que all hay parte de la verdad, pero es el oficio del historiador, si est guiado por el mtodo cientfico, el que puede descubrir detrs del documento la otra parte de la verdad. No es, creo, como pensaba Louis Halphen que: "basta con dejarse llevar en cierta manera por los documentos, ledos uno tras otro, tal y como se nos ofrecen, para asistir a la reconstitucin automtica de la cadena de los hechos". Descubrir detrs de la realidad lo que otros no ven, es un objetivo que solo pueden lograr los Historiadores apertrechados con el Mtodo Cientfico de Investigacin. Y ms an, si le meten reflexin filosfica al asunto. Si no lo hacen, sus investigaciones y conclusiones no van a ser de largo aliento. Se quedarn all, en la frialdad del conocimiento, encerrados sobre s mismo, sin mayores perspectivas que ofrecer... ... Si el cientfico social no entiende la importancia de la filosofa en sus investigaciones, de seguro las conclusiones van a carecer del inters que vivifica

  • Cristbal Arteta Ripoll

    13

    la conciencia y le imprime belleza y dinmica a las construcciones gramaticales. .. Ello ocurre cuando el historiador se queda en la descripcin mecnica de hechos y acontecimientos, a manera de crnica..., cuando esto se da, entonces, las inferencias lgicas no sern tan lgicas como aparentan ser ni tan interesantes y profundas como lo exige la epistemologa. Deca Braudel que los historiadores y los cientficos sociales podran seguir devolvindose la pelota hasta el infinito a propsito del documento muerto y del testimonio demasiado vivo, del pasado lejano y de la actualidad prxima en exceso. No crea que en ella resida el problema fundamental, porque presente y pasado se aclaran mutuamente con luz recproca. Y si la observacin se limita a la estricta actualidad, la atencin se dirigir hacia lo que se mueve de prisa, hacia lo que sobresale con razn o sin ella, hacia lo que acaba de cambiar porque lo social es una liebre mucho ms esquiva. Lucien Febvre, durante los ltimos diez aos de su vida, sola repetir: "historia, ciencia del pasado, ciencia del presente". Braudel nos dice: la Historia es, a un tiempo, conocimiento del pasado y del presente, del "devenido" y del "devenir"; la historia es la suma de todas las historias posibles: una coleccin de oficios y de puntos de vista, de ayer, de hoy y de maana. El historiador en su oficio tiene la ventaja y la debilidad de emplear el lenguaje corriente; entindase, el lenguaje literario. Con frecuencia recomend Henri Pirenne a la historia que conservara este privilegio. Por este hecho, dice: nuestra disciplina es la ms literaria, la ms legible de las ciencias del hombre, la ms accesible al gran pblico. Pero una investigacin cientfica comn exige un cierto vocabulario de "base" al que se llegar el da en que dejemos que nuestros conceptos, frmulas y consignas pasen de una disciplina a otra en mayor grado que en la actualidad. Es posible que en esta apreciacin muy respetable por cierto, de Pirenne, resida el error de interpretacin de algunos historiadores que desprecian las posibilidades en el anlisis histrico de utilizar un lenguaje distinto del narrativo literario. Es decir, un lenguaje propio de otras disciplinas, me refiero por ejemplo, al que comnmente utiliza la filosofa u otras ramas de las Ciencias Sociales y Humanas. No creo que deban existir lmites exagerados entre una disciplina y otra a la hora de utilizar las herramientas para la construccin de sus hiptesis, teoras y doctrinas. Al fin y al cabo es tan estrecha la relacin entre las distintas ramas de las Ciencias Sociales y tan difcil saber a veces donde termina y donde comienza el estudio de su objeto particular que es un despropsito pretender utilizar un esquema cuadriculado, psquico-rgido, para encasillar las conceptualizaciones que les son propias. El desprecio que muchos historiadores muestran hacia la filosofa y su importancia enorme en la interpretacin y anlisis de los hechos histricos, es tremendo y

  • Cristbal Arteta Ripoll

    14

    ridculo. A veces es un desprecio que raya en la ignorancia con afanes de pedantera. Si, por el contrario, comprendiesen su importancia y el hecho de que nada quita la una a la otra, ms bien se complementan, un gran favor le hicieran a los estudios histricos y a la necesaria integracin de las Ciencias Sociales y Humanas. Cunta no sera la riqueza del documento escrito o del testimonio vivo si a su frialdad, enmohecimiento y languidez le imprimiramos la inquietud de la reflexin filosfica. Pero cosa parecida ocurre con algunos filsofos o amantes de la filosofa, para quienes la historia tiene poca o ninguna importancia. Parece que no entendieran una verdad de Perogrullo: que es tan imprescindible esta Ciencia que lo que sabemos del pasado de aquella es gracias a su labor y enfoque. Los lmites entre las Ciencias Sociales, por ser justamente su objeto de estudio el hombre, son cada da ms difusos y, ms bien, valdra la pena hablar de fronteras compartidas. La historia es el hombre La Historia se nos presenta, al igual que la vida misma, como un espectculo fugaz, mvil, formado por la trama de problemas intrincadamente mezclados y que puede revestir, sucesivamente, multitud de aspectos diversos y contradictorios. El autor que en las pginas precedentes he venido comentando nos recalca en sus escritos que "la historia es un juego montono, siempre diferente pero siempre semejante, al igual que las mil combinaciones de las piezas de ajedrez: un juego que encausa situaciones siempre anlogas, sentimientos eternamente iguales, bajo el imperativo de un eterno e implacable retorno atlas cosas. Tambin hay aquellas situaciones que en cada edad imponen sus medios, su poder, sus velocidades, mejor dicho, sus lentitudes relativas. "Todo estudio del pasado debe necesariamente comportar una minuciosa medida de lo que, en una determinada poca, afecta exactamente a su vida: obstculos geogrficos, obstculos tcnicos, obstculos sociales administrativos". Si todo cambia en la vida y en la moral de los hombres, si pensamos en esas prestigiosas revoluciones interiores, entonces el horizonte, lento en abrirse paso, se ampla y se complica con ms intensidad an. Hay que recogerlo todo para reinstalarlo en el marco general de la historia, para que, a pesar de las dificultades, de las antinomias y de las contradicciones fundamentales, la unidad de la historia, que es unidad de la vida, sea respetada. Entre las fuerzas en pugna, somos capaces de distinguir aquellas que triunfarn; discernirnos de antemano los acontecimientos importantes, "los que tendrn consecuencias", aquellos a quienes pertenecer en definitiva el futuro. Inmenso privilegio!

  • Cristbal Arteta Ripoll

    15

    La vida es nuestra escuela. Pero sus lecciones no slo las ha escuchado la historia; y, tras comprenderlas, no slo la historia ha sacado sus consecuencias. Otras disciplinas han hecho lo mismo. "Vivir la historia", es una consigna y al mismo tiempo todo un programa. La historia nunca debe suponer un juego de erudicin estril, una especie de arte por el arte, de erudicin que se bastara a s misma. Siempre hay que considerarla como una explicacin del hombre y de lo social a partir de esa coordenada inapreciable, sutil y compleja el tiempo que slo los historiadores sabemos manejar y sin la cual ni las sociedades ni los individuos del pasado o del presente pueden recuperar el ritmo y el calor de la vida. Reconstituir con tiempos diferentes y rdenes de hechos diferentes la unidad de la vida constituye el oficio del historiador, pero al mismo tiempo su tormento, porque junto con los socilogos y dems cientficos sociales son los privilegiados en tener derecho de mirada sobre todo lo humano. "La historia es el hombre", dira en su magistral frmula Lucien Febvre. El lector habr advertido ya a donde queremos ir a parar. Creemos, en efecto, que la historia de las civilizaciones, al igual que la historia a secas, se encuentra en una encrucijada. Necesita, aunque sea contra su voluntad, asimilar todos los descubrimientos que las diferentes ciencias sociales, de nacimiento ms o menos reciente, estn realizando en el campo inagotable de la vida de los hombres. La tarea, aunque difcil, es urgente, ya que la Historia slo podr servir desde primera fila a la inteligencia del mundo actual si permanece firmemente en esta va por la que ya se est encaminando. Pero la vida es demasiado corta para permitir a cualquiera de nosotros la adquisicin de multitud de competencias. El economista continuar siendo economista; el socilogo, socilogo; el gegrafo, gegrafo, y, as sucesivamente. Sin duda, dirn los prudentes, ms vale que as sea, que cada cual hable su lengua materna y discuta de lo que sabe: su tienda, su oficio... El dilogo entre las Ciencias del Hombre Es imprescindible la convergencia de las ramas del rbol que integran las diversas Ciencias Sociales, de modo que cada una sea auxiliar de las dems y todas simultneamente y de concierto laboren por vencer la crisis que al avanzar independientemente las constrie. He expresado ya mi desconfianza respecto de una historia que se limita simplemente al relato de los acontecimientos o sucesos pasados. Pero seamos justos: si existe pecado de abusiva y exclusiva preocupacin por los acontecimientos, la historia, principal acusada, no es ni mucho menos, la nica culpable. Todas las ciencias sociales incurren en este error. Tanto los economistas

  • Cristbal Arteta Ripoll

    16

    como los demgrafos y los gegrafos estn divididos y mal divididos, entre el pasado y el presente, y discurren por el mismo camino. Mientras que los historiadores aplican a los documentos del pasado sus viejos mtodos consagrados, hombres de ciencia cada vez ms numerosos dedican con entusiasmo su actividad al estudio de las sociedades y de las economas contemporneas. Esto sera inmejorable, claro est, si cada cual, en la prctica de una especializacin legtima, en el cultivo laborioso de su jardn, se esforzara, no obstante, en mantenerse al corriente de la labor del vecino. Pero los muros, entre las distintas Ciencias Sociales, son tan altos que muy a menudo impiden ver. Y, sin embargo, cuntas sugestiones inapreciables respecto del mtodo y de la interpretacin de los hechos, cuntos enriquecimientos culturales, cuntos progresos en la intuicin surgiran entre los diferentes grupos gracias a intercambios intelectuales ms frecuentes!. El porvenir de la historia depende de estos intercambios, como tambin de la correcta inteleccin de los hechos que maana sern historia. Sin tener explcita voluntad de ello, las Ciencias Sociales se imponen las unas a las otras: cada una de ellas intenta captar lo social en su "totalidad"; cada una de ellas se entromete en el terreno de sus vecinas, en la creencia de permanecer en el propio. La economa descubre a la sociologa, que la cerca; y la historia quiz la menos estructurada de las ciencias del hombre-acepta todas las lecciones que le ofrece su mltiple vecindad y se esfuerza por repercutirlas. Es igualmente imprescindible que la reunin de las ciencias sea completa, que no se menosprecie a la ms antigua en provecho de las ms jvenes, capaces de prometer mucho, aunque no siempre de cumplir mucho. Tanto si se trata del pasado como si se trata de la actualidad, una consciencia neta de esta pluralidad del tiempo social resulta indispensable para una metodologa comn de las ciencias del hombre. Por lo mismo, no imaginemos que existen entre el historiador y el observador de las dems Ciencias Sociales las barreras y las diferencias que antes existan. Todas las ciencias del hombre, comprendida la historia, estn contaminadas unas por otras. Hablan o pueden hablar el mismo idioma. Pero son comnmente los historiadores los que ven a menudo con evidente retraso a nuestras ciencias vecinas. De esta forma, de una ciencia a la otra se establece un clima de incomprensin, a pesar de que todas las ciencias humanas se interesan por un nico y comn paisaje: el de las acciones pasadas, presentes y futuras del hombre. Tenemos que poner nuestros relojes a la misma hora, o si no resignarnos a intiles e inverosmiles disquisiciones aisladas y a veces sin sentido.

  • Cristbal Arteta Ripoll

    17

    Se trata ms bien de trazar, a travs de nuestras investigaciones, las lneas si lneas hubiere- que pudieran orientar una investigacin colectiva y tambin los temas que permitieran alcanzar convergencias para bien del conocimiento cientfico. Hay que seguir el ejemplo de la Escuela histrica de las Anales, en donde especialmente Lucien Febvre y Marc Bloch, edificaron lentamente una ciencia histrica que se apoy sobre el conjunto de las ciencias del hombre y no sobre una de ellas en particular. Este legado hay que asimilarlo crticamente y convertirlo en el camino que deben recorrer los cientficos sociales. El maridaje de un cientfico con su disciplina no puede romper las relaciones con sus vecinas. La circulacin de los bienes culturales Cuando un socilogo nos dice que una estructura no cesa de destruirse ms que para reconstruirse, aceptamos de buena gana la explicacin, confirmada por lo dems por la observacin histrica. Pero en la trayectoria de nuestras habituales exigencias aspiraramos a conocer la duracin precisa de estos movimientos, positivos o negativos. La animadversin que los socilogos experimentan no va dirigida, en definitiva e inconscientemente, contra la historia, sino contra el tiempo de la historia, esa realidad que sigue siendo violenta incluso cuando se pretende ordenarla y diversificarla; incide en este proceso reconstructivo el hecho de que los bienes culturales, microelementos de la civilizacin, no cesan de viajar; y por esta misma razn se distinguen de los fenmenos sociales ordinarios: simultnea o alternativamente, las civilizaciones los exportan o los toman en prstamo. Las unas se muestran glotonas, las otras prdigas. Esta enorme circulacin no se interrumpe nunca. Ciertos elementos culturales, como la ciencia y las tcnicas modernas, son incluso contagiosos, a pesar de que todas las civilizaciones no se encuentran igualmente abiertas a intercambios de este tipo. Pero no todos los intercambios se realizan sin tropiezos: existen a veces resistencias a tomar en prstamo, ya sea una forma de pensar, de creer o de vivir, ya sea un mero instrumento de trabajo. Algunas de estas resistencias van incluso acompaadas de una consciencia y de una lucidez aguda, mientras que otras son ciegas, como si estuvieran determinadas por umbrales, por cerrojos que impiden el paso. No es necesario multiplicar los ejemplos para explicar hasta qu punto se ha enriquecido la historia en los ltimos aos gracias a las adquisiciones de las ciencias vecinas. De hecho, puede decirse que se ha construido de nuevo. Por eso nuestra premisa de que se impone un dilogo con todas las Ciencias Sociales: de la historia con los demgrafos, pues la civilizacin es hija del nmero

  • Cristbal Arteta Ripoll

    18

    y un empuje demogrfico puede provocar, y de hecho provoca, rupturas, mutaciones.; un dilogo tambin con la sociologa, con la economa, con la estadstica, con la geografa econmica para ver cmo se registran en espacios econmicos dados las ondas y las peripecias de la historia. Braudel, por ejemplo, trat sin lograrlo por sus nicos medios, de mostrar lo que poda ser, a fines del siglo XVI, la vida del Mediterrneo. Es un buen ejercicio de la utilidad de la geografa en el anlisis histrico. La geografa, con las modificaciones aportadas por un siglo frtil en innovaciones, puede constituir en el caso francs un plan vlido de investigacin y una manera de alcanzar, en espera de mejorar, esas capas de historia lenta cuya vista nos es encubierta por sus espectaculares modificaciones y crisis. Con razn Braudel deca que la historia est necesitada de un Vidal de la Blache que, en lugar de pensar esta vez tiempo y espacio, pensara espacio y realidad social. A partir de entonces, se concedera la primaca en la investigacin geogrfica a los problemas del conjunto de las ciencias del hombre. Una de las obras ms fecundas para la historia, quiz incluso la ms fecunda de todas, ha sido la de Vidal de la Blache, historiador de origen, gegrafo por vocacin. Pero seguimos insistiendo hasta el cansancio que tenemos discrepancias con Braudel en algunos de sus bellos paisajes literarios cuando nos dice: El historiador deba beneficiarse al mximo de la ventaja de utilizar las palabras vivas del lenguaje vulgar y evitar resueltamente el uso de un vocabulario inmovilizado, esclerotizado, como el de los filsofos (que, por otra parte, al igual que el de los matemticos, no deja tambin de evolucionar, dgase lo que se diga). El filosofo, atento al aspecto subjetivo, interior, de la nocin del tiempo, no experimenta jams ese peso del tiempo de la historia, del tiempo concreto, universal, como ese tiempo de la coyuntura que describe Ernest Labrousse en el umbral de su libro bajo los rasgos de un viajero siempre idntico a s mismo que recorre el mundo e impone por doquier idnticas coacciones, cualquiera que sea el pas en el que desembarca, el rgimen poltico o el orden social que existe". Contrario a lo que piensa Braudel, con el respeto que merece un historiador de su talla, la filosofa es la atmsfera que oxigena y vivifica a sus vecinas y a todas las ciencias. Gracias a ella estas pueden trascender hacia las causas ltimas que explican el conjunto de los fenmenos fsicos y humanos. El oficio del historiador y el de los dems cientficos sociales es ms cualificado, si el est acompaado del profundo espritu reflexivo de la filosofa.

  • Cristbal Arteta Ripoll

    19

    LOS LMITES DEONTOLOGICOS DE LA POLTICA Savater, tica y poltica La discusin y los movimientos sobre la realidad poltica latinoamericana y del pas nos exigen, desde una visin acadmica, una reflexin del ms alto nivel sobre lo que es la poltica y su sentido en este momento, pero tambin lo que es la tica, ligadas al ejrcito ciudadano. Nada ms apropiado que acudir a Fernando Savater, una de los filsofos ms brillantes, influyentes y controvertidos de esta generacin, y, desde su perspectiva terica dialogar para extraer de su pensamiento lo que hay de pertinente en el y as contribuir con la necesaria transformacin de nuestra cultura poltica, hoy ms deteriorada que ayer. Savater naci en el pas Vasco, en San Sebastin, el 21 de junio de 1947. Ha escrito numerosos libros que le han dado la vuelta al mundo, entre ellos: La tica como amor propio, La tica para Amador, La Filosofa tachada, La tarea del hroe y El valor de Educar. El 26 de Abril de 1997, fue invitado a Mxico a dictar una conferencia por quienes aspiraban a que en ese pas la democracia poltica abriera sus espacios y transitara hacia una mayor participacin. Esa conferencia fue publicada bajo el ttulo: tica, poltica, ciudadana. Dice Savater que la falta de tica nos ha llevado a una postracin que nosotros eufemsticamente llamamos la crisis de valores, pero que en realidad es una forma de decadencia econmica y poltica, es un desdibuja-miento de las formas tradicionales del poder. La ruptura sistemtica de los ideales fundamentales de la poltica por parte de quienes la practican es, tal vez, su causa fundamental. Hay que aspirar a que la poltica se haga de modo distinto, sujeta a los grandes principios fundamentales que estn inscritos en lo profundo de la conciencia de cada uno de nosotros. No hay posibilidad de transformar el mundo si no se le comprende y se le explica, de tal manera, que una buena poltica dirija esos cambios. De hecho quienes aspiran a dirigir el Estado y a sus instituciones deben dedicar mucho tiempo al estudio para comprender la realidad y transformarla de una manera positiva. Es un error decir que la poltica es un asco, que la poltica es toda ella repulsiva, olvidando que en una democracia poltica somos todos polticos. Para Fernando Savater precisamente lo que diferencia a una democracia de un rgimen autoritario, de una dictadura, es que en estos regmenes la poltica est monopolizada, secuestrada por un grupo pequeo de personas que son las que deciden y dan rdenes por todos los dems. Y en las democracias, la poltica es

    CAPITULO 2

  • Cristbal Arteta Ripoll

    20

    una tarea no a tiempo completo, en buena medida a tiempo parcial, de todos los ciudadanos; por lo tanto, es intil simplemente quejarse o maldecir a los polticos. O sea que las quejas universales sobre la poltica, sobre todo cuando a veces caen de maravilla a los jvenes que simplemente oyen maldecir, o comentarios como " la poltica es un asco", a lo nico que llevan es a que ellos se retiren, se aparten del juego poltico con gran beneficio de los que van a monopolizar la poltica para provecho propio. Lo que se debe hacer cuando se est en contra de las corrupciones polticas no es rechazar la poltica y alejarse de ella, sino intervenir para limpiarla de esas corrupciones. Apartarse con una mueca desdeosa, favorece nicamente a los corruptos polticos, a los que se aprovechan de ese apartamento de los ciudadanos para manejarla a su antojo. Savater no es partidario de que se recurra a la tica como una panacea, o una solucin mgica, para los problemas de la poltica, a pesar de que evidentemente, los valores, tanto los de la tica como los de la poltica, como otros valores sociales y ciudadanos confluyen en ltimo trmino. La perspectiva de la tica y la de la poltica son diferentes. La tica es la actitud o las intencin del individuo frente sus obligaciones sociales y personales. La tica siempre est en nuestras manos individuales para actuar de conformidad con nuestros propios niveles de conciencia. La tica es siempre una reflexin sobre la propia libertad en el aqu y en el ahora. La poltica tiene y necesita la complicidad y el apoyo de otros, la poltica no siempre est en nuestras manos, debemos convencer a los otros de las necesidades de determinadas reformas o proyectos para llevarlos a cabo. Tiene perfecto sentido decir que un proyecto poltico no se puede realizar hoy, pero se puede realizar dentro de 2 meses, o dentro de 3 o 4 meses. Entonces la poltica admite el aplazamiento, pero la tica no; la poltica admite el largo plazo, la poltica exige el hecho de que se cuente con el apoyo y la complicidad de los otros, pero la tica no. La poltica requiere de instituciones y no simplemente de buena voluntad o intenciones, de modo que la poltica es diferente de la tica y no puede resolverse exclusivamente por inyecciones de tica. La tica busca mejorar a las personas, la poltica busca mejorar las instituciones. Por lo tanto, la idea de que se puede curar o modificar la poltica por dosis de tica es una ilusin engaosa de la que hay que despertar. La poltica requiere mejor poltica, la reforma de la poltica requiere mejor poltica, transformacin de las instituciones. Pero evidentemente para Savater la tica, es decir, la reflexin sobre la libertad, sobre lo que queremos, sobre los valores, sirve o tiene o brinda un marco necesario para las expectativas de los polticos. Esta bien que adems de hacer buena poltica, relacionemos los ideales polticos con los ideales morales ms generales de la sociedad, sobre todo con los aspectos colectivos, porque la

  • Cristbal Arteta Ripoll

    21

    tica tiene una faceta, una dimensin personal en la bsqueda de la excelencia, de la perfeccin personal, pero igualmente, una faceta social o colectiva de nuestras relaciones con los dems y lo que queremos hacer juntos como ideal. En el prximo espacio seguiremos analizando el pensamiento de Fernando Savater. Nos vamos a referir a los ndulos de valoracin en los cuales coinciden la tica y la mejor poltica. Fuentes de valor de la tica y la poltica Para Fernando Savater hay fundamentalmente tres valores, tres fuentes de valores, tres ndulos duros de valoracin en los cuales coinciden la tica y la mejor poltica. En primer lugar, la inviolabilidad de la persona humana. Es decir, no sacrificar al individuo, no sacrificar a ninguna persona que sea fin en si misma, a objetivos colectivos; no instrumentalizar a la persona, no sacrificar una generacin por el bien de la siguiente; ni sacrificar parte de la poblacin por el bienestar de otra parte de la misma poblacin; no convertir a las personas en meras herramientas o instrumentos, sino considerarlas inviolables. Hay cosas que simplemente no pueden hacerse a la persona, hay lmites. El Estado, la colectividad, puede exigirles, puede imponerles una serie de cargas, pero hay unos lmites ms all de los cuales la persona es inviolable. No se puede forzar a la individualidad personal incluso por las mejores razones. La inviolabilidad de la persona, del individuo humano, es uno de los lmites ticos con los que tiene que contar la poltica. Savater recalca que las cuestiones ticas siempre se refieren a las personas, porque lo nico que puede ser moral e inmoral es una persona, no es una institucin o una colectividad; las instituciones son buenas, malas, eficaces, deseables, indeseables; pero lo nico que puede ser ticamente bueno o malo es una persona, no una institucin o una colectividad. No hay pases buenos, ni pases malos, no hay partidos buenos, ni partidos malos, sino personas en el sentido moral, buenas o malas. El segundo valor para el filsofo Vasco es la autonoma de la persona, Es decir, el valor intrnseco que tienen los planes de vida, los objetivos, los ideales, los estilos de utilizar la libertad que tiene cada persona. Naturalmente hay normas necesarias en todos los grupos, leyes que los grupos se tienen que dar as mismos para marcar las fronteras de lo admisible o lo inadmisible dentro de una colectividad. Pero las personas tienen derecho a su autonoma, a plantearse objetivos, proponerse cosas diferentes quiz de las que se proponen otros, ideales, formas de vida, transformaciones, experimentos en el campo de la esttica, en el de la sensualidad, inclusive en el del planteamiento el desarrollo econmico. La autonoma de la persona, es tambin un elemento que la poltica tiene que reconocer. La necesidad de que haya leyes comunes y de que se respeten

  • Cristbal Arteta Ripoll

    22

    fronteras comunes en el desarrollo personal no puede ser causa de que la persona sea violada en su autonoma personal. Y la tercera valoracin es la dignidad de la persona. Se debe tratar a cada una de las personas de acuerdo con sus mritos y con sus acciones concretas reales a las que son sujetas, y no de acuerdo con su sexo, raza, ideologa religiosa u otros criterios excluyentes de este tipo. La dignidad de la persona, el hecho de que valoremos para premiar, o quiz para castigar a una persona en un grupo social, no puede provenir ms que de sus acciones y no de lo que es. De ah que la poltica tenga que estar dispuesta a reconocer la dignidad humana sin discriminaciones de ningn tipo, sin clasificaciones en humanos de primera, humanos de segunda, de tercera, de cuarta o de quinta. Entonces, la inviolabilidad de la persona para no sacrificarla a los fines comunes, la autonoma de la persona para respetar sus planes de vida y sus proyectos de forma quiz divergentes de las de otros grupos humanos y la dignidad de la persona no basada es su etnia, su sexo, sus preferencias en los rdenes de su demostracin expresiva y su vitalidad son los lmites ticos de cualquier desarrollo poltico. Dice Savater que el poltico no debe preocuparse porque la defensa de esos tres ndulos de valoracin tica le generen dificultades. No hay que asustarse de los conflictos, es normal que existan en las comunidades; slo las colectividades que estn sometidas a las tiranas carecen de conflictos. Uno de los grandes tericos de la poltica del siglo XVIII, Monstesquieu, deca que para saber si en una comunidad hay tirana o no la hay, no hacia falta ms que acercar el odo; si se oye ruido y discordias, quejas, entonces es que hay libertad; si no se oye nada es que hay tirana. Entonces es necesario aceptar que las sociedades humanas libres son conflictivas y, en cuanto ms libres, ms conflictivas. Los grupos humanos no pueden hacer las cosas como n solo hombre, porque no somos ni un solo hombre ni una solo mujer, sino muchos, y debemos hacer las cosas de la manera ms armnica, ms consesuada, ms pactada; pero tambin sabemos que los conflictos nunca acabarn, que van a continuar y van a estar constantes en el esfuerzo de transaccin. Y a veces, esos esfuerzos adquieren incluso una dimensin trgica. La historia puede mostrar muchos ejemplos en esta direccin. Nuestros lmites deontolgicos El operativo de rescate adelantado por la fuerza pblica para liberar a los secuestrados que se encontraban en poder de las Farc y que termin con la prdida lamentable de la vida de la mayora, entre ellos la del ex-gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria puso de manifiesto un debate tico que se ha soslayado en las diferentes interpretaciones que sobre el asunto se adelantaron.

  • Cristbal Arteta Ripoll

    23

    Est claro que el Estado tiene que intentar poner a salvo a los ciudadanos y garantizar sus vidas, porque esa es una de sus funciones y porque de alguna manera formamos parte de una colectividad institucional. Pero si la intromisin estatal hubiese sido de tal contundencia que eliminara o borrara del mapa a todos los subversivos, eso hubiera ido en contra de los lmites morales de la accin pblica y del individuo. As como fue en contra de los lmites morales del individo y de la accin pblica del Estado la accin subversiva al eliminar a los secuestrados. La vida es el bien ms preciado y nadie tiene derecho a quitarla por razones polticas, ideolgicas, religiosas o de cualquier otra ndole. La trasgresin de la ley debe ser castigada, pero ella no implica la prdida de la condicin y dignidad humana. Todo humano tiene derecho a ser considerado humano, quiz a ser condenado o castigado, pero no a ser simplemente eliminado como si fuese simplemente una mancha de tinta sobre la ropa. Esa delimitacin tica es importante si tenemos en cuenta, como lo apunta constantemente Savater, que los conflictos nunca acabarn, que van a continuar y van a estar constantes an en el esfuerzo de transaccin, esfuerzos que en cualquier momento adquieren incluso una dimensin trgica. Refirindose al secuestro de altos funcionarios pblicos en la embajada del Japn en Lima en el ao de 1.997, Savater deca: la tragedia, que evidentemente es trgica, presenta el choque difcil entre dos cosas contrapuestas. La inseguridad de un grupo de personas que deba ser rescatado y aliviado de la situacin del secuestro injusto que sufra. Y, por otra parte, el grupo de personas, que no dejaba de serlo por el hecho de estar transgrediendo las leyes, por el hecho de estar llevando a cabo una accin reprobable. No dejaban de ser un grupo de seres humanos con vinculaciones, con una historia, con un tipo de demandas concretas y sociales. Para Savater existan delimitaciones deontolgicas tanto para unos como para otros. Por eso critic fuertemente la accin subversiva, pero igualmente la accin liquidacionista del estado. Este tipo de tragedias ocurren en la poltica y ocurrirn. Para ellas no existe una solucin mgica. Sin duda que tiene que haber un elemento represivo, pero tiene unos lmites ticos que son inviolables. De acuerdo con estos lmites ticos convertir las crceles en verdaderos infiernos de hacinamiento y marginacin, sin alguna funcin resocializadora, o implementar la tortura, la brutalidad policial, y tantas otras cosas, pervierte evidentemente la funcin represiva, cuya racionalidad, entonces, pasa a ser un instrumento brutalizador de la colectividad. Esos lmites deontolgicos estn inscritos perfectamente en la relacin entre la tica y la poltica y deben ser tenidos en cuenta si de lo que se trata es buscarle soluciones racionales a los grandes males y conflictos violentos de la sociedad. Pero existe una tica general, una tica en trminos ms absolutos, que es la tica que tenemos cada uno en cuanto seres humanos en tanto buscamos un destino, ms o menos de felicidad y de dignidad. Todos tenemos un determinado conjunto

  • Cristbal Arteta Ripoll

    24

    de valores ticos que son semejantes. Pero hay una serie de ticas concretas de acuerdo con la actividad o el puesto o el papel social que cada uno desempea en un grupo humano. Este tipo de ticas concretas es la deontologa que viene de la expresin griega taderontak, que significa lo debido, lo que corresponde a un grupo determinado. La deontologa no es entonces una tica global o general para todo el mundo, sino el cdigo tico que tiene un tipo de persona determinada que hace una accin determinada, por lo que hay lmites deontolgicos para unas profesiones, o para unos puestos en la vida, que no corresponden en cambio a otros. A toda profesin y a toda persona en particular le es propia una deontologa, de conformidad con la cual procede y acta. Hay una deontologa de los periodistas y de las personas que deben informar. Cualquier persona normal puede comentar un rumor que acaba de escuchar. Un periodista, en cambio, requiere tener una deontologa que le impida propalar rumores sin fundamento, porque tiene una responsabilidad con sus lectores, oyentes y receptores. De modo que es importante recordar que, adems de la tica en el sentido global, general, fundamental, hay deontologas que slo corresponden a grupos determinados, tal vez esos grupos, quiz cada uno de nosotros en cuanto que formamos parte de un grupo y no slo somos de la humanidad, sino tambin parte de otros papeles, debemos reflexionar sobre la deontologa de cada uno en esas actividades. La tica no es simplemente comportarse bien para dar gusto a los dems. La tica es buena para la persona que reflexiona racionalmente sobre su condicin humana y sabe que hay cosas mejores que otras. Que es mejor, por ejemplo, ser un ciudadano libre y respetuoso que un bandido amante de lo ajeno y de la corrupcin. Es bueno ser ticos no por razones de trascendencia ni de recompensas intramundanas, hay que ser ticamente sanos porque de esa manera garantizamos vivir una vida mejor. La deontologa del poltico El poltico en el ejercicio de su funcin pblica debe ser consciente de la deontologa poltica que debe practicar, es decir de aquellas obligaciones o ticas concretas que les son propias por ser un servidor del Estado. Entre estas, sin lugar a dudas, la ms importante es la transparencia de su gestin, de tal manera, que los ciudadanos puedan mirar con claridad lo que se hace sin necesidad de acudir a estrategias espaciales de carcter investigativo para saber que destino toman los dineros del Estado o hacia dnde se dirigen las polticas pblicas. Como bien lo explica Fernando Savater, en la obra que he venido comentando: la transparencia es el pacto de honradez entre el poltico y los ciudadanos. Transparencia que no impide una cierta discrecin en algunos campos, pero s el secretismo sistemtico en el ejercicio de la funcin pblica. Los polticos no

  • Cristbal Arteta Ripoll

    25

    pueden ser una casta que viva a espaldas de los ciudadanos y que de esa manera fragen sus alianzas, relaciones, planes y proyectos. Parte de la deontologa de un poltico es negarse al secretismo, negarse al oscurantismo y favorecer la informacin permanente sobre los resultados de su actividad y cuando sea necesario responder las inquietudes y preguntas de los ciudadanos. Cuando utilizamos el concepto poltico aqu nos referimos al que est en ejercicio, pues polticos somos todos y los que mandan o estn en el ejercicio de un cargo pblico son los mandados por nosotros, o por nuestros representantes, para que durante un tiempo determinado ejerzan esas funciones Nadie ha nacido para la autoridad, ni para mandar, ni nadie ha nacido para obedecer. En las democracias, todos mandamos en un determinado mbito y obedecemos en otros mbitos, y nadie ha nacido, como deca muy bien Thomas Jefferson, con una silla de montar al lomo para que otros se suban y le conduzcan con las riendas. Hay cosas perfectamente lcitas y administrables para un particular que no lo son para un poltico. Por ejemplo: recibir regalos y obsequios no es nada moral-mente ilcito para cualquiera de nosotros, en cuanto que somos ciudadanos privados. Ello no supone ningn demrito moral; en cambio, si alguien ocupa un alto puesto poltico y recibiera esos regalos, orientados a ganar sus favores en un sentido u en otro del desarrollo de su funcin pblica, ya es distinto. Quien est en una determinado funcin pblica, no podra admitirlos en ese sentido, porque su deontologa, -es decir, una moral que no prohbe eso cuando se est haciendo de hombre de la calle normal- le prohbe eso cuando est actuando en un cargo pblico, y esto se extiende no solamente a los polticos. La deontologa del poltico exige que tenga bien claro tres fines que tiene la actividad de una persona con un cargo pblico: en primer lugar, los fines privados que son fines que los tenemos todos, tales como las satisfacciones personales, llevar una vida cmoda y grata y hasta desplegar actividades ldicas. Estos fines son perfectamente respetables siempre que se consigan por las vas adecuadas. En segundo lugar, estn los fines partidistas, pues el poltico normalmente forma parte de un partido poltico. Lamentablemente a veces estos fines son contrarios al inters comn o termina este subordinado a aquellos. Y por ltimo estn los fines del estado que se supone deben coincidir con los del bien comn, pero que muchas veces no sucede as. Cuando el poltico confunde o mezcla estos fines se presentan las desviaciones ticas en el comportamiento poltico. Los tres fines son legtimos, pero lo son mientras no se mezclen; es decir una persona, impoltico no puede tomar unas determinadas decisiones que le beneficien a l personalmente, o a su partido, con el pretexto de que benefician a la colectividad. Lo importante es que se distingan esos fines, que el poltico sepa diferenciar la actividad con unos fines o con otros. Y si uno no es capaz de distinguirse entre los diversos fines, no debe ofrecerse para la actividad pblica. Esta persona no puede ocupar un cargo pblico, ni tampoco lo puede hacer una

  • Cristbal Arteta Ripoll

    26

    persona fanatizada y obsesionada con su propio partido, porque esta obsesin lo muestra incapaz de ver a la sociedad como un todo. El dinero que reparten los polticos, sobre todo en pocas preelectorales y electorales, comnmente en casi todos los casos sale del bolsillo de los ciudadanos y debe tener como nico fin el bien comn y no el bien individual. Lo que debe ofrecer un poltico a los ciudadanos es un servicio pblico, una buena gestin y no debe ser una especie de prncipe del renacimiento que va repartiendo beneficios y regalos para que la gente vaya detrs de l. Esa idea clientelar, dice Fernando Savater, de que el buen poltico es como el torero de finales del siglo pasado, que reparta lo que acababa de ganar en la plaza entre el pblico e invitaba a comer y a beber a todo el mundo, sa no es la actitud ni la actividad del poltico. Es importante informarse y enterarse de lo que piensan los partidos polticos, en vez de exigir que los partidos se conviertan en circos gigantescos para que todo el mundo se entere de lo que hacen, planeen y dicen. Pero esto tambin es una cuestin de educacin, de ah que sea importante que la ciudadana, en una democracia, est educada. Que sea capaz de buscar sus fuentes de informacin y de enterarse de las propuestas partidistas. La deontologa del poltico exige una cierta funcin ejemplar o educativa en el cumplimiento de su deber, poltico est a la vista, ms expuesto que los dems; por lo tanto, su actitud pblica, su forma de comporte, sus gastos, domicilio, vestuario, el de su familia, lodo eso tiene una funcin ejemplar de cara a la sociedad. El hecho de que l se comporte no slo de una manera decente, sino que tambin se vea decencia, honradez y austeridad en su alrededor, sobre todo cuando los pases atraviesan por momentos de depresin econmica y cuando saben que hay muchos conciudadanos que estn atravesando situaciones muy difciles econmicamente, es un ejemplo digno que educa por s solo. Es responsabilidad del poltico no "mostrarse de una manera insensata, con ostentacin, como si fueran una especie de sultn de los antiguos tiempos. Es importante, adems, que el poltico se porte bien y se muestre mejor, pues, "la mujer del Csar no solamente tiene que ser decente, sino tambin parecerlo". El poltico tiene que ser, pero al mismo tiempo parecer. Los ciudadanos estamos en la obligacin de recordarles a los polticos que ellos tienen una deontologa, | decir una tica especfica que debe ser el fundament de su comportamiento ciudadano, especialmente en el ejercicio de su funcin pblica. Sobre todo, en estos tiempos en que formamos parte de sociedades muy complejas y sus problemas ya no se van a poder seguir planteando a escala meramente individual. En esta complejidad los campos en que tica y poltica entran en colisin son muy numerosos y, por tanto, su relacin va a seguir siendo muy conflictiva. Al punto de que cuestiones aparentemente ticas se convierten en problemas polticos de primera magnitud. El mundo va avanzando hacia una globalizacin econmica e igualmente hacia una globalizacin poltica.

  • Cristbal Arteta Ripoll

    27

    Hoy los problemas de la humanidad son comunes a todos los pases y las actitudes de la economa y tica deben corresponderse con esa realidad. Eso indica claramente que hay muchos problemas que ya no se van a poder seguir planteando a escala meramente individual como la prohibicin de las drogas, por ejemplo, la cual responde a un tipo de moralidad puritana y surge no por razones mdicas, sino por razones puramente morales a comienzos del siglo XX en Estados Unidos. Igualmente, la utilizacin de ideas religiosas como fermento de discordias polticas y los nacionalismos extremos, el apego a un nosotros que excluye a los otros, un nosotros que se convierte en un no a los otros y que en algunos lugares est creando dificultades de convivencia inmensa.

  • Cristbal Arteta Ripoll

    28

    LA BRUTALIDAD TICA DE LA GUERRA La guerra contra Irak No creo que sea exagerado decir que la poltica exterior Norteamericana se transform en forma sustancial a partir de los actos terroristas desarrollados por los fanticos suicidas de la Red Alqueda, el pasado 11 de Septiembre del ao 2.001, contra el centro del poder financiero de la nacin ms grande y poderosa del mundo. Pero ese no fue su nico efecto. El impacto fue tan contundente que no existe esfera de la vida social, econmica, poltica y cultural de los distintos pases a donde no haya llegado su incidencia. Y es natural que esto ocurriera as, por lo que son y significan los Estados Unidos y por la integracin e interaccin que mantienen con el resto del mundo. Los diferentes anlisis que se han realizado sobre el particular han coincidido en afirmar que los hechos ocurrieron por la capacidad de la organizacin terrorista para generar episodios inesperados y debido a la vulnerabilidad de la poltica de defensa y seguridad norteamericana. De igual manera, los analistas polticos se identifican en las causas, la proyeccin y sentido de tan lamentables episodios. Por esta razn, no es novedoso decir que es en la poltica, como mxima expresin de la economa, y en la ideologa en donde hay que encontrar los motivos que tienen los enemigos de los Estados Unidos para atentar contra sus intereses dentro y fuera de la gran nacin. La hegemona de los Estados Unidos en el mundo fue posible gracias al papel jugado por esa gran potencia durante la Primera Guerra mundial (1.914-1.918) y al desarrollo posterior de una poltica neocolonialista que se consolid durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y con posterioridad a la misma. Esta expresin de poder y dominio es la proyeccin, en todos los campos y niveles fundamentales de la vida, de una filosofa poltica, pragmtica y utilitarista, asumida de Inglaterra desde su colonizacin por este pas y luego adaptada, con mucho tino y rigor, a sus propias circunstancias. Es aqu, en donde hay que buscar las causas ms esenciales y ltimas que explican y fundamentan la visin del Estado Norteamericano sobre la realidad para actuar frente a su pueblo y frente a los dems pueblos del mundo. Teniendo en cuenta, adems, que el Pragmatismo y el Utilitarismo trascienden y se enganchan con una filosofa religiosa, segn la cual, los estadounidenses, estn predestinados por la divina providencia a ser los defensores de la libertad y del equilibrio mundial. Es igualmente una filosofa religiosa la que les sirve, a sus ms encarnizados y fanticos enemigos en el mundo, para explicar las razones de su odio a la primera potencia, para pronosticar su derrota y con ella la destruccin del mal y la

    CAPITULO 3

  • Cristbal Arteta Ripoll

    29

    hegemona del bien. Es posible que esta misma concepcin e ideologa providencia-lista les sirva ahora para considerar, no como un accidente, sino como un castigo divino la tragedia del transbordador espacial Columbia, ocurrida el primero de Febrero del ao 2003, a las 9 y 16 a.m, cuando descenda a la atmsfera terrestre a una altura de 61.000 metros y a una velocidad 18 veces mayor que la del sonido, es decir a 20.000 kilmetros por hora. Ese doloroso episodio que enluto a los norteamericanos y a los hombres de ciencia y de progreso en el universo, decamos en su momento, en un artculo periodstico: no va a frenar a los Estados Unidos de Norteamrica en su afn por dominar el espacio, porque su manera de ver la realidad no tiene espera ni cede ante cualquier fracaso. Mucho menos va a evitar la confrontacin militar contra Irak para derrotar al rgimen de Sadam Hussein y controlar la exploracin, explotacin y comercializacin del petrleo en el Medio Oriente... ...El mundo estuvo a la expectativa de las evidencias que prometi presentar el Secretario de Estado Collin Powell, el pasado 5 de Febrero ante el Consejo de Seguridad de la ONU, sobre las armas de destruccin masivas que posee Irak y sobre sus vnculos con grupos terroristas. La idea era justificar ante la humanidad una intervencin y ocupacin militar directa contra ese pas... .. .Hoy los analistas se preguntan si el mismo poder que tiene el Consejo de Seguridad para abordar la discusin del asunto, lo tiene para evitar una decisin unilateral de declaratoria de guerra de los Estados Unidos. De sus 15 miembros solo este pas, Inglaterra, Bulgaria y Espaa estaran listos para aprobar una guerra contra Irak. El resto de pases que lo conforman miran con buenos ojos una salida diplomtica a la crisis, sobre todo, Rusia, Francia y China que son tres de los cinco miembros permanentes con derecho a vetar cualquier resolucin del mximo organismo... Y rematbamos el escrito diciendo...An as, todo parece indicar que nada ni nadie impedirn las pretensiones blicas e imperiales de los Estados Unidos. Nada ni nadie lo impidi. Maquiavelo y la guerra para justificar el fin Nicols Maquiavelo naci en Florencia-Italia (1469-1527). Su pensamiento poltico ejerci una gran influencia en la filosofa poltica, especialmente en la filosofa del Estado. Su concepcin historicista y naturalista lo llev a mirar a la historia como "la realidad" y al hombre como un sujeto impulsado por los mismos motivos y sujeto a las mismas pasiones que lo llevan siempre a aspirar al poder, al orden o la seguridad. La naturaleza humana es invariable, segn Maquiavelo, y tiene una caracterstica especial: es corrompida y dispuesta a satisfacer sus pasiones, por lo que es

  • Cristbal Arteta Ripoll

    30

    menester sujetarla a un principio de autoridad, con orden, coaccin y fuerza a fin de hacer posible el desarrollo normal de la sociedad. Para el Florentino esa autoridad debe ser hbil, astuta e inescrupulosa, si fuese necesario, para humillarse cuando sea menester, pero para luego imponerse sobre quienes se ha humillado. Debe saber cuando halaga a las multitudes para manejarlas mejor y cuando es necesario utilizar todo el peso de la violencia para someterlas a sus designios. Por una trgica paradoja, el afn de seguridad que constituye la mdula del Estado maquiavlico hace que ste quede constitutivamente inscrito en el horizonte de la guerra. Para maquiavlico la guerra no es un estado de excepcin, caso extremo o posibilidad lmite, sino una situacin ordinaria. Por una razn profunda y grave: mientras las cosas y los hombres sean como son, la guerra es el supuesto de la seguridad. El Espaol Francisco Javier Conde, en su libro: El saber poltico en Maquiavelo nos recuerda algunos rasgos de la antropologa maquiavlica proyectados obre los Estados: la vecindad no une a los Estados con lazos de amor, sino de odio. El motor ltimo es el mis-o que en los individuos: la ambicin de dominar, la envidia del otro. La situacin natural entre dos Estados est determinada por el odio, la ambicin y el miedo. Ms que como pasiones individuales han de entenderse aqu estos trminos en sentido poltico. El Estado Maquiavlico es a modo de un hombre en grande ominado por las pasiones. Ambicin, temor, odio, ingratitud, determinan sus acciones. En su famosa obra El Prncipe, en el captulo de la ambicin, describe Maquiavelo los atroces efectos de esta pasin cuando no puede desfogarse dentro del mismo Estado y busca un objetivo externo para descargar en l su furia arrolladora. Como el hombre, tambin el Estado es ordinariamente ingrato y esencialmente egosta. En estas condiciones, la seguridad exige que el Estado maquiavlico viva siempre en estado de guerra. El mismo Maquiavelo ha cifrado este insoslayable destino en una frase lapidaria: la guerra es siempre posible y slo es seguro un Estado que se ordena como si la guerra fuese siempre real. Apenas cabe dentro de estos supuestos un concepto de paz en sentido positivo. Ms que de paz se puede hablar de tregua o armisticio. La ecuacin Estado-Seguridad se amplia con un trmino nuevo: guerra. Estado significa seguridad y sta, poder hacer siempre la guerra. Slo es autnomo (medio siglo despus se dir "soberano"), mejor, slo es Estado un Estado en la medida en que puede hacer la guerra. El fundamento de la seguridad y de la autonoma del Estado son, por esta razn, "las armas propias" las "buenas armas," el "ejrcito justo". La dialctica del mando y la obediencia est en la proporcin directa del poder armado. En la dialctica externa de dos Estados, el mejor armado impone la ley al otro, mientras este pierde su autonoma, deja de ser Estado. En el poder de darse as mismo la ley y no recibirla de nadie estriba la

  • Cristbal Arteta Ripoll

    31

    autonoma del Estado, su seguridad, lo que en l hay de Estado propiamente dicho. Por eso un Estado que no sepa o no pueda hacer la guerra es para Maquiavelo un concepto esencialmente contradictorio, un contrasentido, o ms bien, un contra-ser. En este pluriuniverso poltico, cuya situacin normal es la guerra y en el que cada Estado ha de estar en condiciones de poder hacer siempre la guerra, no hay margen para la neutralidad. El neutral no se evita a s mismo la guerra, slo logra diferirla. La seguridad interior y exterior del Estado depende fundamentalmente de su fama. As como el mayor peligro interior estriba en el desprecio de los sbditos hacia el que manda, as en la poltica exterior un Estado al que los dems desprecien es objeto seguro de injuria y, por tanto, de nuevas causas de guerra. Por otro lado, permanecer neutral entre dos que combaten no es saludable desde el punto de vista poltico ya que es mostrarse amigo intil y enemigo no formidable La neutralidad engendra odio en el que pierde y desprecio en el que vence, y el odio y el desprecio son siempre razones de nueva guerra. Obligado a optar entre el odio y el desprecio, Maquiavelo no vacila en subrayar el mayor peligro que el segundo comporta. Si la poltica interior descansa en buena parte sobre la opinin e importa ms para el que manda parecer bueno que serlo, la seguridad exterior del Estado maquiavlico depende tambin de la opinin de los dems Estados. En ltima instancia, la guerra inevitable y unificadora, y la paz, inalcanzable e incierta, son valores secundarios frente a la gloria, deidad suprema para Maquiavelo. La preservacin y conservacin del Estado (su fortuna, fama, gloria, seguridad y estabilidad ),- razn filosfico- poltico de su existencia como bien supremo para Maquiavelo,- parece estar presente en la poltica exterior Estadounidense al utilizar todos los medios a su alcance, incluyendo los ms brbaros y crueles de la guerra, para justificar el fin ltimo de un Estado con gloria y fama por su control hegemnico y excluyente del mundo, no importa que para ello sea necesario ser ms temido que amado. Marcuse y la brutalidad de la guerra Herbert Marcuse, naci en Berln en 1.898. Las primeras influencias las recibi de Husserl y de Heideger. Su temprano inters por Hegel y el Socialismo lo llevaron a profundizar en el Marxismo. En el ao de 1.933, por sus cercanas con algunas orientaciones sociales y polticas de Adorno y Horkheimer, ingres a la Escuela de Frankfurt. A partir de 1.967, sus ideas filosfico-polticas despertaron gran inters entre los estudiantes de Alemania y Francia, extendindose esa influencia, a comienzos de la dcada del 70, por todos los confines de Amrica Latina. En nuestro pas impact en la conciencia del movimiento estudiantil que para esa poca se realizaba. Tal vez la ms interesante contribucin de Marcuse a la filosofa fue haber establecido el enlace entre el pensamiento de Marx y el de Freud. No haba

  • Cristbal Arteta Ripoll

    32

    advertido Freud, dice Marcuse, que las represiones de que dio cuenta y para las cuales trat de encontrar una teraputica, se presentan al mismo tiempo con una serie de represiones suplementarias originadas en forma de dominio social. Su permanencia en los Estados Unidos, -trabajando primero en el Instituto de Investigacin Social, asociado con la Universidad de Columbia y luego en el Departamento de Estado,- le permiti estudiar y comprender de cerca las tendencias del Capitalismo Americano que, segn l, condujeron a una sociedad cerrada que disciplina e integra todas las dimensiones de la existencia, privada o pblica. Esta sociedad industrial avanzada es unidimensional y crea una concepcin unidimensional en el hombre que es la que prevalece y con la que se quiere cuestionar lo que es: una sociedad falaz porque presenta el rostro de la abundancia, la libertad y la tolerancia ocultando su verdadera realidad: el dominio social y el conformismo. Es una sociedad en donde el tpico sobre "la banalidad del mal" se ha revelado como carente de sentido: el mal se muestra en la desnudez de su monstruosidad como contradiccin total a la esencia de la palabra y la accin humanas La sociedad cerrada sobre el interior se abre hacia el exterior mediante la expansin econmica, poltica y militar. Es ms o menos una cuestin semntica, dice, saber si esta expansin es del "imperialismo" o no. Tambin all es la totalidad quien esta en movimiento: en esa totalidad apenas es posible ya la distincin conceptual entre los negocios y la poltica, el beneficio y el prestigio, las necesidades y la publicidad. Se exporta un modo de vida o este se exporta as mismo en la dinmica de la totalidad. Con el capital, los ordenadores y el saber-vivir, llegan los restantes valores: relaciones libidinosas con la mercanca, con los artefactos motorizados agresivos, con la esttica falsa del supermercado. En todas partes reina la agresin de la lucha por la existencia: a escala individual, nacional, internacional esta agresin determina el sistema de las necesidades. Las contradicciones internas del capitalismo son ms fuertes y ms llamativas que en los estadios anteriores del desarrollo. As mismo se han hecho totales. Su forma ms general, la contradiccin entre la riqueza social y su empleo destructivo determinan a esta sociedad en todas sus dimensiones y en todos los aspectos de su poltica. Empero, ninguna contradiccin social, ni siquiera la ms fuerte, estalla por s misma: la teora debe poder mostrar y evaluar las fuerzas y los factores objetivos. La sociedad existente lograr contener a las fuerzas del cambio mientras consiga producir cada vez ms "mantequilla y caones" y burlar a la poblacin con la ayuda de nuevas formas de control total. En Febrero de 1.967, en el Prefacio a la edicin Francesa del libro: El hombre unidimensional, refirindose al la guerra en Vietnam, -que para la poca estaba en su apogeo,- deca: esta ha tomado tales proporciones que pueden hacer de ella un hito en la evolucin del sistema capitalista. Por dos razones: Primera, el exceso

  • Cristbal Arteta Ripoll

    33

    de brutalidad, de agresin y de mentira al que tiene que recurrir el sistema para asegurar su estabilidad ha alcanzado tal medida que la positividad de lo existente encuentra aqu su lmite: el sistema en su conjunto se revela ser este "crimen contra la humanidad". Segunda, la aparicin del lmite es visible asimismo en el hecho de que, por vez primera en su historia, el sistema encuentra fuerzas resistentes que no son " de su propia naturaleza"; estas fuerzas no le libran un combate competitivo por la explotacin en su propio terreno, sino que significan, en su misma existencia, en sus necesidades vitales, la negacin determinada del sistema enfrentndose a l y combatindole en tanto que totalidad. Es aqu donde reside la coincidencia de los factores objetivos y los factores subjetivos del cambio de sentido. Continuaba diciendo: el hecho de que los hombres 11 las pobres de la tierra, apenas armados, los ms atrasados tcnicamente, tengan en jaque- y esto durante aos- a la mquina de destruccin ms avanzada tcnicamente, ms eficaz, ms destructiva de todos los tiempos, se alza como un signo histrico-mundial, incluso si estos hombres son finalmente derrotados, lo que es verosmil, puesto que el sistema de represin de la sociedad opulenta sabe mejor que sus crticos liberales lo que est en juego y est dispuesto a poner en accin todas sus fuerzas. Estos "condenados de la tierra", las gentes ms dbiles sobre las que gravita con todo su peso el sistema existen en todas partes; son pueblos enteros, no tienen de hecho otra cosa que perder que su vida al sublevarse contra el sistema dominante. Y remataba sus reflexiones sobre Vietnam: La expansin que salva al sistema, o al menos lo fortalece, no puede ser detenida ms que por medio de un contramovimiento internacional y global. Por todas partes se manifiesta la interpretacin global: la solidaridad permanece como el factor decisivo. Y es esta solidaridad la que ha sido quebrada por la productividad integradora del capitalismo y por el poder absoluto de su mquina de propaganda, de publicidad y de administracin. Es preciso despertar y organizar la solidaridad en tanto que necesidad biolgica de mantenerse unidos contra la brutalidad y la explotacin inhumanas. Esta es la tarea. Comienza con la educacin de la conciencia, el saber, la observacin y el sentimiento que aprehende lo que sucede: el crimen contra la humanidad. La justificacin del trabajo intelectual reside en esta tarea, y hoy el trabajo intelectual necesita ser justificado. Cuntas de esas ideas, contenidas en la Filosofa poltica de Marcuse y en su interpretacin sobre la Guerra contra Vietnam, tienen hoy plena vigencia y actualidad, mientras se realiza una nueva guerra criminal expansiva y de conquista contra Irak a nombre de la libertad, la justicia y el equilibrio mundial ? Por supuesto, guardando las distancias y circunstancias diferentes entre un momento y otro.

  • Cristbal Arteta Ripoll

    34

    Habermas y la crisis de la guerra Jurgen Habermas, naci en 1.929. Ense Filosofa en Heidelberg y en Francfort, donde continu proyectando los principios de la Escuela Filosfica iniciada por los pensadores Horkheimer y Adorno. Su inters por explorar nuevos caminos y analizar los viejos teoremas sobre las crisis del capitalismo tardo o de organizacin, entre ellos la teora Marxista, lo lleva a estudiar el papel de la superestructura en el proceso social a la luz de los problemas actuales. Para este pensador el enorme crecimiento econmico del Capitalismo ha transcurrido sin superar sus crisis, a pesar de los esfuerzos que se han dado en esa direccin y los intentos de entregar al Estado el papel de dirimir los conflictos en el plano econmico y sociocultural, primero como complemento del mercado, y luego, sustituyndolo en su funcin de regulador automtico de los intercambios. Habermas define el capitalismo tardo como un rgimen en que el conflicto de clases del capitalismo liberal se ha vuelto latente y las crisis peridicas se han convertido en crisis permanentes y larvadas que se expresan siempre en la necesidad de que se acepte como legtimo el poder poltico, an en las condiciones de una persistente desigualdad social. Con abundantes argumentos acerca de la inevitabilidad de la crisis del .sistema y sus posibilidades de solucin en cada uno de los mbitos pertinentes, muestra una estructura no concluyente tanto en el subsistema de la economa cuanto en el mbito de la evitacin de conflictos por el Estado y concluye que parece que la tesis de Marx, .1 cerca del desarrollo capitalista, deberan modificarse para una realidad que se ha transformado. Como en el Capitalismo tardo la sociedad se caracteriza por la distribucin asimtrica de las oportunidades de vida, la exigencia de que los intereses legtimos sean generalizables opera como desestabilizador del sistema y las nicas posibilidades de su transformacin se trasladan al problema de la tica. Por esa razn considera que si la teora no se corrobora en la prctica, es porque existen problemas de la ideologa y de la conciencia falsa que se convierten en obstculos para el esclarecimiento de la mente de los hombres. En su libro: Problemas de legitimacin del Capitalismo Tardo seala que el rpido proceso de crecimiento de las sociedades de este sistema ha puesto a la sociedad mundial frente a problemas que no pueden considerarse fenmenos de crisis especficos, aunque las posibilidades de conjurar tales crisis s estn limitadas por la ndole especfica del mismo. Se refiere a la ruptura del equilibrio ecolgico, a la quiebra de los requisitos de congruencia del sistema de la personalidad (alienacin), y a la carga explosiva de las relaciones internacionales. Con una complejidad creciente, dice: " el sistema de la sociedad mundial desplaza sus lmites a expensas de su ambiente a punto tal que tropieza con barreras de capacidad tanto respecto de la naturaleza exterior como de la interior. Los equilibrios ecolgicos definen un lmite absoluto de crecimiento; los equilibrios antropolgicos, menos perceptibles, definen un lmite que solo puede superarse a

  • Cristbal Arteta Ripoll

    35

    costa de una transformacin de la identidad sociocultural de los sistemas sociales. El peligro de autodestruccin que entraa el equilibrio internacional es una consecuencia del crecimiento de fuerzas productivas que pueden emplearse para la destruccin". Para Habermas los peligros de autodestruccin del sistema mundial por el empleo de las armas termonucleares son evidentes. El potencial de aniquilamiento acumulado es una consecuencia de alto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, que, por virtud del carcter neutral de sus fundamentos tcnicos, pueden adoptar tambin la forma de fuerzas destructivas (y la han adoptado de hecho, a causa de la ndole espontnea o natural de las relaciones internacionales). En los sistemas militares de accin, dice: "las partes enfrentadas se objetivan, unas en relacin con las otras, bajo el aspecto de la naturaleza exterior: en la lucha organizada a vida o a muerte, la destruccin del enemigo es la ultima ratio. Hoy estos sistemas disponen, por vez primera, de un potencial tcnico que permitira la mortfera destruccin del sustrato natural de la sociedad mundial. Ello dicta a las relaciones internacionales un nuevo imperativo histrico de autolimitacin. Esto vale, en general, para todos los sistemas de sociedad con alto grado de militarizacin; pero las posibilidades de salir al paso de este problema estn limitadas por la ndole especfica del sistema. Un desarme efectivo es improbable, si se atiende a las fuerzas impulsoras de la sociedades de clase capitalistas y postcapitalistas; sin embargo, la regulacin de la carrera armamentista no es incompatible con la estructura de las sociedades del capitalismo tardo, en la medida en que se logre compensar el efecto-ocupacin de la demanda de bienes de consumo improductivos por parte del Estado con un acrecimiento del valor del uso del capital". Para Habermas si las instancias constitutivas de una forma de vida racional han de conservarse, ellas mismas no pueden convertirse en objeto de una formacin racional de la voluntad, y se requiere ms bien el llamado para la toma de partido a favor de la razn. Pero esta, como toma de partido