estudios y homenajes hispanoamericanos...

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Efthimía Pandís Pavlakis Dimitrios L. Drosos Anthí Papageorgíou (eds.) ESTUDIOS Y HOMENAJES HISPANOAMERICANOS II

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  • Efthima Pands Pavlakis Dimitrios L. Drosos

    Anth Papageorgou (eds.)

    ESTUDIOS Y HOMENAJES

    HISPANOAMERICANOS

    II

  • Comit Cientfico:

    Riccardo Campa (Universidad de Siena) Rodolfo Cardona (Boston University) Eugenio Chang-Rodrguez (CUNY-Graduate Center) Carlos Alberto Crida lvarez (Universidad Nacional y Kapodistraca de Atenas) Dimitrios L. Drosos (Universidad Nacional y Kapodistraca de Atenas) Ilian Ilinca (Universidad de Timisuara) Fidel Lpez Criado (Universidad de la Corua) Alfonso Martnez Dez (Universidad Complutense de Madrid) Slobodan S. Pajovi (Universidad de Megatrend) Efthima Pands Pavlakis (Universidad Nacional y Kapodistraca de Atenas) Anth Papageorgou (Universidad Nacional y Kapodistraca de Atenas) Liliana Weinberg (Universidad Nacional Autnoma de Mxico) Tony N. Zahareas (University of Minnesota) Edicin 2014

    Ediciones Clsicas S.A. garantiza un riguroso proceso de seleccin y evaluacin de los tra-bajos que publica.

    Este libro ha sido subvencionado parcialmente por el Consejo de Investigacin de la Univer-sidad Nacional y Kapodistraca de Atenas.

    Efthima Pands Pavlakis Dimitrios L. Drosos Anth Papageorgou Alfonso Martnez Dez, Editor & Publisher Ediciones Clsicas, S.A.

    c/ San Mximo, 31, 4 8 Edificio 2000 28041 Madrid Tlfs.: 91-5003174 / 91-5003270 Fax: 91-5003185. E-mail: [email protected] www.edicionesclasicas.com

    ISBN: 84-7923-514-4 Depsito Legal: M-12107-2014 Impreso en Espaa

    Imprime: MALPE

  • NDICE

    Nota preliminar .................................................................................................... 5 ARTCULOS ...................................................................................................... 7

    ANGLICA ALEXOPOULOU - SUSANA LUGO: La literatura en el aula de E/LE .... 9 VICTOR ANDRESCO: La fotografa como espejo transformador de la identidad del escritor latinoamericano ................................................... 17 IOANNIS ANTZUS RAMOS: La cultura oficialista en la Venezuela de los aos 60. El caso de Imagen .................................................................... 23 MARIA CRISTINA CATALDO-HALKIOTI: European influences in the poetic work of Alejandra Pizarnik and Eugenio Montale ......................................... 35 CLAUDIA COSTANZO: Oswald de Andrade: una tradicin moderna ............ 41 DIMITRIOS L. Drosos: La figura femenina en Conversaciones de alcoba de Carmen Domingo y La novela de Pern de Toms Eloy Martnez ............... 47 DIMITRIS FILIPPS: Espaa y Grecia en el siglo XIX: Un estudio documental-ilustrado. Capodistrias y la cuestin espaola Garca

    de Villalta y la cuestin griega ..................................................................... 63 ILINCA ILIAN: La civilizacin del espectculo de Mario Vargas Llosa y las aporas del arte elitista ........................................................................... 75 VIKTORIA KRITIKOU: Cecilia Valds o La Loma del ngel de Cirilo Villaverde: Historia y literatura ................................................................... 83 VIKTORIA KRITIKOU: Las instituciones sociales en la novela Cecilia Valds o La Loma del ngel de Cirilo Villaverde ...................................................... 87 ANGLICA LARDA: Acercamiento psicoanaltico al cuento de Juan Bosch La mujer ................................................................................................... 91 ANGLICA LARDA: Punto de vista narrativo en los cuentos Dos pesos de agua Y El ro y su enemigo de Juan Bosch ........................................ 97 DOMINGO LILN: Literatura y poltica en Amrica Latina: La fiesta del chivo ..................................................................................................... 103 ALFONSO MARTNEZ DEZ: Homero en Amrica. Recepcin literaria ....... 109 ALFONSO MARTNEZ DEZ: Pegaso en la literatura espaola del siglo XX: Segundo Siglo de Oro ............................................................................. 137 SPYROS MAVRIDIS: Invitacin a la muerte: una aproximacin a la dramaturgia de Xavier Villaurrutia a partir de la esttica de Sren

    Kierkegaard ................................................................................................. 165 SPYROS MAVRIDIS: El Gigante Amapolas de Juan Bautista Alberdi: la teatralidad innovadora de uno de los proscritos ................................ 173 MOSCHOS MORFAKIDIS FILACTS: La temtica griega en la obra de E. Gmez Carrillo ........................................................................................... 179

  • SLOBODAN PAJOVI: El concepto del pensamiento latinoamericano como elemento de la identidad regional ..................................................... 187 EFTHIMA PANDS PAVLAKIS: Divertir o ensear? La recepcin de la realidad cultural helnica en La Edad de Oro de Jos Mart ..................... 205 ANTH PAPAGEORGIOU: Valentn Garca Yebra: su aportacin a los estudios metafraseolgicos ......................................................................... 211 AGLAA SPATHI: El marco escnico en Leonela de Onelio Jorge Cardoso y En la sombra de Ins Arredondo .......................................... 217 AGLAA SPATHI: La figura materna en los cuentos Esto,Cancin de cuna, Sombra entre sombrasde ns Arredondo .............................. 223 MARA TSOKOU: Tradicin y Modernidad en el pensamiento de Concha Espina: Simientes ....................................................................................... 229 ARTURO VARGAS ESCOBAR: La dimensin sociolgica de los personajes de Onetti ..................................................................................................... 235 LINA VELLIOU: La tradicin mdica clsica en la ficcin de Cervantes .... 241 LILIANA WEINBERG: El ensayo en Nuestra Amrica ................................. 251 ANTONIS N. ZAHAREAS: La Grecia de los espaoles (La secularizacin de mitos griegos en Espaa) ....................................................................... 257 ADAMANTA ZERVA: Estudio de las formas de tratamiento en las relaciones interpersonales .......................................................................... 277

  • Nota preliminar

    Este tomo comprende estudios e investigaciones que abarcan un amplio campo temtico que va desde la literatura y la realidad sociocultural en Amrica Latina hasta la presencia griega en el mundo hispanohablante. Este material viene a sumarse a varias celebraciones como la que tuvo lugar con respecto a la realidad sociocultural de Latinoamrica en los siglos XX y XXI o los actos conmemorativos del 150 Aniversario de la Facultad de Fi-losofa de la Universidad Nacional y Kapodistraca de Atenas.

    Aunque presentados en orden alfabtico, podramos clasificar sus con-tenidos en cuatro apartados. El primero y ms extenso trata temas literarios entre los cuales encontramos los siguientes: European influences in the poe-tic work of Alejandra Pizarnik and Eugenio Montale (Cataldo-Halkioti), Oswald de Andrade: una tradicin moderna (Costanzo), La figura feme-nina en Conversaciones de alcoba de Carmen Domingo y La novela de Pe-rn de Toms Eloy Martnez (Drosos), Cecilia Valds o La Loma del ngel de Cirilo Villaverde: Historia y literatura (Kritikou), Punto de vista narra-tivo en los cuentos Dos pesos de agua Y El ro y su enemigo de Juan

    Bosch (Larda), Literatura y poltica en Amrica Latina: La fiesta del chivo (Liln), Invitacin a la muerte: una aproximacin a la dramaturgia de Xa-vier Villaurrutia a partir de la esttica de Sren Kierkegaard (Mavridis), El marco escnico en Leonela de Onelio Jorge Cardoso y En la som-

    bra de Ins Arredondo (Spathi), Tradicin y Modernidad en el pensa-miento de Concha Espina: Simientes (Tsokou).

    En el siguiente apartado se abordan temas socioculturales e histricos: La fotografa como espejo transformador de la identidad del escritor lati-

    noamericano (Andresco), La cultura oficialista en la Venezuela de los aos 60. El caso de Imagen (Antzus Ramos), Espaa y Grecia en el siglo XIX: Un estudio documental-ilustrado Capodistrias y la cuestin espa-

    ola Garca de Villalta y la cuestin griega (Filipps), La civilizacin del espectculo de Mario Vargas Llosa y las aporas del arte elitista (Ilian), El concepto del pensamiento latinoamericano como elemento de la identidad

    regional (Pajovi), La dimensin sociolgica de los personajes de Onetti (Vargas Escobar), El ensayo en Nuestra Amrica (Weinberg).

  • Un tercer bloque est integrado por estudios relacionados con la tradi-cin clsica y las conexiones histrico-culturales entre Grecia y Espaa: Homero en Amrica. Recepcin literaria y Pegaso en la literatura espaola del siglo XX: Segundo Siglo de Oro (Martnez Dez), Divertir o ense-ar? La recepcin de la realidad cultural helnica en La Edad de Oro de Jos Mart (Pands Pavlakis), La tradicin mdica clsica en la ficcin de Cervantes (Velliou), La Grecia de los espaoles (Zahareas).

    Por ltimo, se exponen cuestiones relativas a la enseanza de la lengua y la traduccin: La literatura en el aula de E/LE (Alexopoulou - Lugo), Valentn Garca Yebra: su aportacin a los estudios metafraseolgicos (Pa-pageorgou), Estudio de las formas de tratamiento en las relaciones inter-personales (Zerva).

    La obra va dirigida a todos los estudiosos del patrimonio literario-cultu-ral hispnico y espera contribuir a su investigacin. Quisiramos dar las gracias a todos los que han apoyado con sus trabajos la realizacin de esta edicin, pues sin sus aportaciones hubiera sido imposible culminar con xito este proyecto.

    Los editores

  • ARTCULOS

  • E. P. PAVLAKIS - D. L. DROSOS - A. PAPAGEORGOU (eds.), Estudios y homenajes hispanoamericanos II.

    Madrid, Ediciones del Orto, 2014.

    LA LITERATURA EN EL AULA DE E/LE

    ANGLICA ALEXOPOULOU - SUSANA LUGO Universidad Nacional y Kapodistraca de Atenas

    1. Introduccin

    De todos es sabido que ensear lengua es asimismo ensear los valores cultu-rales que la lengua en cuestin vehicula de manera implcita o explcita; esto es, que la construccin de la competencia cultural es indispensable para la construc-cin de la competencia lingstica. En este sentido, la literatura cual reflejo de la realidad en la cual emerge, viene a ser considerada como una herramienta funda-mental para el desarrollo de la competencia cultural desde la perspectiva intercul-tural. De ah que la inclusin de la literatura en el currculo de lenguas extranjeras se reivindique cada vez con ms fuerza.

    No obstante, esto no ha sido siempre as pues la literatura ha contado con una mayor o menor presencia en el aula de lenguas extranjeras dependiendo de las co-rrientes metodolgias y la funcionalidad que le han otorgado las tendencias tericas del momento.

    Hasta aproximadamente la primera mitad del siglo XX la literatura se haba convertido en el foco de atencin de una metodologa centrada en la traduccin y en el estudio de las reglas gramaticales. Para el denominado mtodo de Gramtica y Traduccin, que defenda la preeminencia de la lengua escrita sobre la oral, los textos literarios eran el principal soporte para el trabajo en el aula y constituan el eje vertebrador de la enseanza, ya que el objetivo era memorizarlos, traducirlos o imitarlos.

    Con la llegada de los aos 60 y hasta principios de los 70, el nuevo paradigma estructuralista consideraba la lengua como un conjunto de estructuras ordenadas de forma jerrquica en los distintos niveles de descripcin lingstica. Los mtodos de base estructural daban prioridad a las destrezas orales y la literatura se vio deste-rrada de las aulas de idiomas por ser considerada innecesaria para el aprendizaje de la lengua, dado que reflejaba un uso lingstico complejo y de escasa rentabilidad

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    para sus objetivos. Como afirman Gilroy y Parkinson (1996)1 era vista como eli-tista, remota, desviada e inautntica.

    En los aos 70 aparece el primer intento de renovacin metodolgica impulsado por el Consejo de Europa con el desarrollo de los programas nociofuncionales. Por primera vez se abandona el criterio de progresin gramatical y la seleccin de los exponentes se hace con un criterio de agrupacin contextual y funcional. En este contexto, la literatura empieza tmidamente a integrarse, aunque de forma asiste-mtica.

    Es as que la literatura comienza a suscitar inters en el mbito de las lenguas segundas y extranjeras a partir de la instauracin de los modelos didcticos basados en la enseanza comunicativa. No obstante, pese a que el enfoque comunicativo exige trabajar con textos autnticos, el carcter utilitario de sus primeras versiones ms radicales provoca un rechazo hacia el material literario.

    2. La revalorizacin de la literatura en el aula de E/LE

    En el mbito del espaol como lengua extranjera (E/LE), la verdadera restaura-cin de los textos literarios tiene lugar en la dcada de los 90, cuando el proceso de enseanza, en lugar de la mera asimilacin de contenidos, se orienta hacia la acti-vacin de procedimientos. Teniendo en cuenta que lo importante no es tanto la naturaleza del material como el procedimiento didctico que se lleve a cabo para conseguir la implicacin real de los alumnos en su propio proceso de aprendizaje (Acquaroni, 2007: 53), los enfoques comunicativos colocaron en el centro del pro-ceso de aprendizaje al propio discente, destacando la importancia de la seleccin textual, de la explotacin motivadora de distintos tipos de textos y de la elaboracin de un aprendizaje significativo a la medida de sus necesidades.

    La renovada valoracin didctica del uso de los textos literarios se establece a partir de las orientaciones postestructuralistas que, traspasando los lmites de la oracin, abordan el texto como unidad especfica de estudio y convergen en el na-cimiento de la Lingstica del Texto, disciplina que desde sus inicios recibi la fuerte influencia de la teora de los actos de habla y de la pragmtica lingstica.

    2.1. La perspectiva de la pragmtica literaria

    La Pragmtica, que segn Charles Morris (1938) se define como el estudio de las relaciones de los signos con sus intrpretes, se ha venido configurando como una perspectiva particularmente til para el estudio del lenguaje y sus usos. Dicha disciplina atiende a factores tales como los condicionamientos y consecuencias so-ciales del lenguaje, los mecanismos interactivos de la conducta de los emisores-receptores, las implicaturas convencionales y conversacionales, las presuposicio-nes, los actos de habla o la estructura de la conversacin.

    1 Citado en Mendoza (2004).

  • La literatura en el aula de E/LE

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    La aplicacin de estas propiedades al texto literario permite un estudio riguroso de las condiciones que intervienen en la produccin y en la recepcin del texto, as como del modo en que la obra se relaciona con los contextos reales o literarios. Esta perspectiva que se conoce como Pragmtica literaria abre el paso, por pri-mera vez, a un anlisis pragmtico del material literario o, mejor dicho, a un anli-sis del uso literario. La Pragmtica literaria sustituye una potica del mensaje o del texto por una potica de la comunicacin (Calles Moreno, 1999). Como con-secuencia, lo literario no se entiende como un conjunto de peculiaridades lings-ticas, como desvo con respecto a la norma, como postulaba el formalismo ruso, sino como un tipo especial de uso lingstico con marcado carcter social y que responde a una intencin comunicativa precisa; son las normas sociales externas al texto las que explican esas caractersticas lingsticas. En otras palabras, los rasgos lingsticos del texto literario dependen de un contexto de comunicacin que va ms all del texto. Es ms, una vez superada la pretensin formalista / estructura-lista de definir la literariedad segn la presencia de unos rasgos determinantes, se ha redefinido el discurso literario destacando la continuidad de usos lingsticos, dicho de otro modo, el uso del lenguaje est regido por unos principios generales que forman un continuum que impide fijar delimitaciones entre los usos cotidianos y los literarios. Por ejemplo, ciertos aspectos involucrados en el discurso literario son tambin utilizados en nuestros actos de habla cotidianos (elipsis, ordenacin subjetiva de oraciones, parfrasis, smiles, etc.) con la finalidad de establecer una comunicacin ms expresiva y ms personal. Por otro lado, en muchas ocasiones el texto literario se vale de recursos que se emplean habitualmente en la lengua oral, lo cual hace difcil su identificacin fuera de su contexto lingstico, que es el nico factor que permite reconocer la obra literaria como tal y enfrentarse a su lectura.

    Tal y como afirma Van Dijk (1980), ya no se trata de definir la literariedad slo en trminos de las estructuras del discurso literario, sino ms bien en trminos del papel que desempean tales discursos en los procesos de interaccin sociocul-tural.

    Es evidente que el desarrollo de la Lingstica ha repercutido en los estudios de literatura y de potica literaria. Asimismo, el nuevo paradigma terico ha contri-buido a la revalorizacin de la literatura en la enseanza de lenguas extranjeras sin olvidar que su recuperacin viene asociada al desarrollo de la competencia comu-nicativa. Es lo que defienden Gilroy y Parkinson (citado en Mendoza, 2004) cuando afirman que la razn para el regreso de la literatura parece que es la convergencia de ideas procedentes de dos fuentes principales: la primera, la crtica literaria, in-cluyendo el debate sobre la naturaleza del lenguaje literario y la teora de la recep-cin; la segunda, la enseanza comunicativa del lenguaje.

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    2.2. La construccin de la competencia literaria

    El procedimiento de recepcin del texto procedimiento que conlleva compren-der, interpretar y valorar el mensaje literario- implica una actividad de descodifi-cacin que va mucho ms all de la lectura literal. Este proceso presupone una verdadera comprensin del texto que viene ligada a una serie de operaciones tales como inferencias, procesos de percepcin cognitiva, de comprensin de macro y microestructuras. Para ello es preciso crear hbitos de observacin y reflexin, di-cho de otra forma es necesario fomentar la competencia literaria.

    El concepto de competencia literaria, acuado por Manfred Bierswisch en 1965, contempla la adquisicin de hbitos de lectura, la capacidad de disfrutar y de comprender diversos textos literarios y el conocimiento de algunas de las obras y de los autores ms representativos, as como la capacidad de percepcin y apre-ciacin estticas. Dicha apreciacin esttica presupone, como seala Marta Sanz, una serie de conceptos, como la comunicacin, el lector, las reglas del arte y de la retrica, la manipulacin lingstica, la vida, la experiencia del que lee y del que escribe, el contexto humano y social de los emisores y receptores de las produccio-nes literarias e incluso la posibilidad de construir visiones novedosas del mundo o de la realidad (Sanz, 2010:134).

    Como explica Mendoza (1999), el concepto de competencia literaria surgi como una abstraccin paralela a la propuesta generativista de la competencia lin-gstica; es decir, como concepcin ideal de un conjunto de conocimientos interio-rizados que habilita para la produccin y la recepcin de creaciones literarias. Tratndose de una lengua extranjera, el desarrollo de la competencia literaria del discente se ve favorecida por su experiencia previa como lector, dado que la for-macin de la competencia literaria est vinculada muy estrechamente con la lec-tura, pues leer es la actividad de base que hace germinar la competencia literaria. En la interpretacin convergen los saberes que integra la competencia literaria; de lo contrario, interpretar sera slo aventurar juicios (ibid.).

    De modo que la formacin de la competencia literaria se produce a travs de la actuacin, es decir, a travs de la actividad lectora. En este sentido, el uso de los textos literarios en clase de E/LE puede fomentar la competencia literaria de los aprendientes.

    La recepcin del texto literario requiere que se activen conocimientos y habili-dades vinculadas con ambas competencias: la literaria y la comunicativa.

    3. El texto literario como potencial didctico en el aula de E/LE

    La reivindicacin del texto literario como mediador de aprendizaje reside en esa doble dimensin que posibilita trabajar con el material literario de una manera integradora que considera la literatura como medio y como fin.

    Como medio para contribuir a un mayor dominio de la lengua y de la cultura, puesto que el trabajo con textos literarios puede constituir un marco apropiado para situar y encuadrar el desarrollo de la competencia comunicativa.

  • La literatura en el aula de E/LE

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    Como fin para promover la competencia literaria, es decir para contribuir a formar lectores competentes y motivados para toda la vida.

    Lejos de ser excluyentes, ambas perspectivas se complementan y se retroali-mentan, sin olvidar que el texto literario es el punto de confluencia entre lengua, arte y cultura. Aprovechar el enorme potencial didctico que nos ofrece el texto literario como recurso capaz de incidir favorablemente en los procesos de adqui-sicin de E/LE, significa considerar esta doble dimensin y no limitarnos a los meros aspectos de manipulacin formal que equivaldra a una banalizacin inme-recida del material literario.

    De hecho, son muchas las razones que abogan por la utilizacin sistemtica del texto literario como herramienta didctica en la clase de ELE. Albadalejo (2007) aduce cinco razones:

    1. el carcter universal de los temas literarios. 2. el hecho de que la literatura es material autntico, lo que significa que las obras literarias no estn diseadas con el propsito especfico de ensear una lengua, y que por tanto el alumno tiene que enfrentarse a muestras de lengua dirigidas a hablantes nativos. 3. el valor cultural de la literatura, cuyo uso puede ser muy beneficioso en la transmisin de los cdigos sociales y de conducta de la sociedad donde se habla la lengua meta. 4. la riqueza lingstica que aportan los textos literarios. 5. el poder potencial de la literatura para involucrar personalmente al lector, para crear un compromiso personal del estudiante con la obra que lee.

    4. Literatura y conciencia intercultural

    Por ltimo, es importante sealar que uno de los cometidos ms importantes a los que se enfrenta un docente de E/LE es fomentar en sus alumnos la conciencia intercultural para la que resulta imprescindible aproximarse a las manifestaciones culturales tanto de la lengua meta como de su propia lengua.

    Segn Byram y Fleming (2001: 16), el hablante intercultural es un usuario de la lengua que a travs de la sensibilizacin intercultural es capaz de:

    establecer lazos entre su propia cultura y otras mediar y explicar la diferencia y, fundamentalmente aceptar esa diferencia y vislumbrar la humanidad subyacente que la com-pone. Lograr una comunicacin intercultural eficiente requiere tiempo y esfuerzo y

    sobre todo un cambio fundamental de perspectiva. Para que este proceso sea exi-toso, la gran responsabilidad recae en el docente y en su capacidad de potenciar estrategias para estimular la sensibilizacin intercultural.

    Los procedimientos que favorecen la construccin de una competencia inter-cultural se podran codificar en los siguientes puntos:

    1. Toma de contacto con la alteridad.

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    2. Identificacin con la alteridad y comprensin del otro (comprensin o tole-rancia). 3. Anlisis y comprensin de la cultura de origen. 4. Anlisis / apreciacin de similitudes y diferencias entre culturas. Si el desarrollo de la comprensin de la cultura extranjera incluye el paso por

    su literatura, esta puede convertirse en un material privilegiado para aplicar las estrategias de observacin, contraste y reflexin que permitirn al alumno confi-gurar lo que Marta Sanz ha denominado esa franja, intermedia y movediza de conocimientos, valores y actitudes que llamamos interculturalidad (Sanz, 2006).

    A pesar de todo lo dicho anteriormente, sigue existiendo una reticencia frente al uso del texto literario en la clase de E/LE. En la mayora de los manuales se observa que la presencia del material literario es marginal y se limita a pequeos textos situados al final de la unidad didctica como un apndice.

    5. Conclusiones

    Es importante que el alumno de una lengua extranjera se familiarice con una gran variedad de gneros textuales pertenecientes a todas las modalidades discursivas. Dentro de esta variedad, el discurso literario posee un riqusimo potencial didctico que debe ser explotado al mximo en el aula de E/LE, ya que puede contribuir de la mejor manera al logro de la competencia comunicativa de los discentes. Por otro lado, el contacto con los textos literarios puede repercutir positivamente en la cons-truccin de la competencia discursiva, considerada como competencia clave, puesto que todas las subcompetencias convergen en la produccin de textos y de esta ma-nera se convierte en el eje vertebrador del concepto de competencia comunicativa (Celce-Murcia, 2001). Asimismo, en la literatura encontramos un excelente recurso de transmisin cultural, por lo que puede resultar muy til para fomentar la sensibi-lizacin intercultural.

    Para una perspectiva educativa encaminada a facilitar el proceso de adquisicin de una lengua extranjera, y que adems complemente la dimensin instrumental con una dimensin humanstica e intercultural, el texto literario puede ser una he-rramienta valiosa que no debemos desaprovechar.

    Referencias bibliogrficas

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    Byram, M y Fleming, M. Perspectivas interculturales en el aprendizaje de idiomas. Ma-drid: Cambridge University Press, 2001.

  • La literatura en el aula de E/LE

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    Calles Moreno, J.M. La renovacin del paradigma de la teora literaria: algunas notas so-bre pragmtica, semitica y comunicacin literaria. Mosaico 3 (1999). 23-27. http://www.mepsyd.es/exterior/be/es/publicaciones/mosaico/mosaico3/mos3d.pdf

    Cassany, D. et.al. Ensear lengua. Barcelona: Gra, 1997. Celce-Murcia, M. Language teaching approaches: An overview. M. Celce-Murcia (Ed.),

    Teaching English as a second or foreign language (3rd ed.). Boston: Heinle & Heinle, 2001.

    Martnez Salls, M. Los retos pendientes en la didctica de la literatura en ELE. Mosai-cos, 3 (1999). 19-22. http://www.mepsyd.es/exterior/be/es/publicaciones/mosaico/mo-saico3/mos3d.pdf

    . Libro, djame libre. Acercarse a la literatura con todos los sentidos. RedELE, 0 (2004). http://www.educacion.es/redele/revista/pdf/martinez_salles.pdf

    Martn Peris, Ernesto. Textos literarios y manuales de enseanza de espaol como lengua extranjera. Lenguaje y Textos, 16 (2000). 101-131

    Mendoza, A. Los materiales literarios en la enseanza de ELE: funciones y proyeccin comunicativa redELE: Revista Electrnica de Didctica ELE, ISSN-e 1571-4667, N. 1, 2004.

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    . Literatura, Cultura, Intercultura: reflexiones didcticas para la enseanza de espaol lengua extranjera. Lenguaje y textos, 3 (1993). 19-42

    Sanz, Marta. la construccin del componente cultural: enfoque comunicativo y literatura. Marcoele 10 (2010). http://marcoele.com/descargas/expolingua_2006.sanz.pdf

    . Didctica de la literatura: el contexto en el texto y el texto en el contexto. Carabela, 59 (2006). 5-23

    Van Dijk, T. A. El procesamiento cognoscitivo del discurso literario. Acta Potica (Uni-versidad Autnoma de Mxico) 2 (1980). 3-26

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  • E. P. PAVLAKIS - D. L. DROSOS - A. PAPAGEORGOU (eds.), Estudios y homenajes hispanoamericanos II.

    Madrid, Ediciones del Orto, 2014.

    LA FOTOGRAFA COMO ESPEJO TRANSFORMADOR

    DE LA IDENTIDAD DEL ESCRITOR LATINOAMERICANO

    VCTOR ANDRESCO Instituto Cervantes. Atenas

    Me gusta imaginar a Lezama Lima en su despacho de la calle Trocadero en La Habana. Puedo hacerlo por varios motivos: el primero, porque al leerlo durante mucho tiempo y desde hace mucho tiempo, podramos decir copiosamente-- me preguntaba tambin cmo sera el lugar donde escriba; porque cuando estuve en Cuba visit su casa y porque conozco casi desde siempre las fotografas de Lezama rodeado de libros, fumando sus grandes tabacos ante su mesa de trabajo, leyendo mientras su hermana lo mira desde la puerta del despacho o de charla con Julio Cortzar y otros escritores y admiradores.

    No puedo separar la imagen de Antonio Machado, cuando pienso en el poeta, de una de sus fotografas en un caf de Madrid quiero pensar que el caf Comer-cial de la Glorieta de Bilbao. Se conservan muchas fotos pero la primera que me viene a la mente es esa. He visitado su tumba en Collioure y releo a menudo algu-nos de sus pasajes, siempre luminosos, y su rostro siempre es claro, afable y sereno gracias a esa fotografa. No s por qu su ltima foto, la que le hizo Corpus Barga al cruzar la frontera de Port Bou en enero de 1939, desmejorado y triste, est me-nos presente en mi imaginacin cuando es un testimonio tan premonitorio y de-solador de lo que les sucedera a l y a Espaa.

    Algo parecido, aunque las sensaciones sean diferentes en cada caso, me pasa con otros escritores queridos. Con Manuel Vzquez Montalbn y con Romain Gary, con Luis Cernuda o Fred Vargas.

    Con Max Aub, sin embargo, sucede algo diferente. Su imagen icnica es para m una coleccin de naipes dibujados por su heternimo Jusep Torres Campalans, tal vez porque hay algunas afinidades visuales que no se eligen, que surgen direc-tamente de un lugar intermedio entre memoria y deseo (ttulo, por cierto, de la obra potica completa de MVM). Tal vez la fotografa la imagen fotgrfica no siem-pre es capaz de imponerse. O que nosotros no queremos que lo haga.

  • VCTOR ANDRESCO

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    El retrato de Valle-Incln de perfil con sus botines de piqu. Severo Sarduy hecho un ocho en un silln de orejas. Gombrowicz siempre cerca de un espejo. Onetti en la cama con un vaso de whisky Hay tantos escritores inseparables de sus retratos que apetecera preguntarse por el fenmeno del retrato. Cmo y por qu se retratan los escritores y cmo se retratan ellos en sus libros. Y creo que valdra la pena reflexionar sobre los tipos de retratos de escritores. Los retratos clsicos se acuerdan de Oscar Wilde?, los retratos de generacin en el Caf de Pombo, cuadro y foto de la madrilea calle Carretas, los autorretratos aunque tcnicamente no lo fuera, Nabkov tuvo que hacerse retratar en pantaln corto y con su cazamariposas, los retratos de escritores saltando Truman Capote, el autor de A sangre fra, como un nio feliz dando botes bajo el sol de Marruecos, los retratos de escritores con humo Sartre, Laforet, Julio Ramn Ribeyro, nuestro querido Mrkaris, los retratos invisibles de pjaros solitarios como Salinger, Pynchon o Juan Goytisolo, los retratos de autores que dejaron atrs las sombras solo de Argentina vemos ya a Juan Gelman, a Roberto Juarroz, a Ernesto Sbato Pero no es este el propsito de estas breves notas sobre el papel de la fotografa como espejo del escritor latinoamericano. Algunas imgenes pero apenas quinientas palabras sobre Amrica Latina

    Adems de alejar de m la tentacin de explicar las fotografas, de interpretarlas ms all de lo que cada uno de nosotros quiera ver al contemplarlas, quisiera jus-tificar por qu no se ven aqu. Hoy en da habra sido fcil utilizar un ordenador y mostrar estas fotos de las que hablamos, la mayora de ellas universalmente cono-cidas. Me gustara, sin embargo, que esta modesta reflexin sobre la fotografa y sobre los retratos de escritores, particularmente en Amrica Latina, gire en torno a la misma palabra que sirve de materia a los autores y que vehicula (perdn por el verbo), identifica o vertebra una posible identidad iberoamericana. A m juicio es un fenmeno, este, que va ms all de una lengua comn y tiene que ver con los procesos sociales y polticos transformadores. Creo que en esos procesos que en efecto pueden ser transformadores pero tambin regresivos, estancados o de aceleracin del tiempo histrico, como dicen los historiadores siempre se ven involucrados por accin y por reaccin los escritores, pues no en vano son parte esencial de la sociedad (incluso por exterminio), y que otra cosa son los diferentes grados de compromiso o implicacin que asumen (o dicen asumir) en esos proce-sos.

    Es coherente, tiene sentido circunscribir a Amrica Latina un proceso de transformacin vinculado al retrato fotogrfico de sus escritores, pensadores o in-telectuales? Sin duda podra extrapolarse el fenmeno. O reducirlo al mbito con-creto de pases pequeos como la Repblica Dominicana o Nicaragua, dos peque-os estados que en los ltimos tres o cinco aos parecen haber cobrado conciencia de lo que representan sus creadores y dedican una parte importante de sus esfuer-zos, ministeriales y privados, a la reflexin y difusin del papel de los escritores, cantautores o poetas, quiero creer que con independencia de la trayectoria ms o

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    menos difcil, con mayor o menor xito de cada uno de ellos. Exposiciones, con-gresos, ferias y publicaciones monogrficas se dedican a recoger el trabajo de sus escritores a partir de sus retratos, como parte de una recuperacin que est direc-tamente relacionada con la vocacin mestiza de escritura y de divulgacin de autores/polticos como Jos Rafael Lantigua o Sergio Ramrez. Y nos consta que en otros lugares, empezando por Gales y su mundialmente famoso Hay Festival, se presta una especial atencin al fenmeno de identificacin del escritor por parte de la sociedad civil, tanto en encuentros directos charlas, conferencias con pre-guntas del pblico o participacin en ferias como gracias a la difusin de su ima-gen icnica. Si en Amrica Latina en su conjunto puede hablarse de un fenmeno de estas caractersticas con alcance global es gracias a la lengua compartida por centenares de millones de personas. El espaol es el vehculo de unin mercantil, desde luego, pero tambin espiritual, en el menos litrgico de los sentidos entre autores de un continente tradicionalmente obligado a una lucha continua por la defensa de sus intereses y de sus fronteras frente a las potencias exteriores, ya sean europeas o de los Estados Unidos de Norteamrica.

    Si decimos Pablo Neruda difcilmente podemos imaginar sus versos antes que su oronda figura, su generosa risa o, con frecuencia, su voz derramndose por so-netos y cordilleras. No es raro que Borges sea tanto una oferta imprescindible en los kioscos o un anciano ciego de perfil tanto como sus versos de perfecta factura o la voz cavernosa que escuchamos durante aos repetida en grabaciones de radio y televisin. Los medios de comunicacin han aquilatado la imagen de algunos autores tanto como sus lecturas en la imaginacin de la gente. Las novelas a ratos maravillosas de Osvaldo Soriano pueden cambiar con cada nueva lectura pero su imagen es inseparable de los tremendos habanos y la sonrisa franca que lo acom-paaron en cada una de las fotografas que de l se conservan. Nadie que lea hoy Las venas abiertas de Amrica Latina puede ignorar la elegante, impasible mirada clara del mutilado capilar uruguayo Eduardo Galeano. Vivir leyendo, morir mirando

    Tomo del fotgrafo Alberto Garca-Alix el ttulo de sus textos reunidos (Mo-riremos mirando) para avanzar en esta pequea indagacin sobre la fotografa como espejo de los autores, y en alguna medida subsecuente, de la literatura o de la creacin. Mirar es casi siempre inevitable; ver y mirar son dos funciones com-plementarias de la inteligencia humana, o que pueden serlo al menos. Leer es una derivacin compleja de las anteriores y nos permite, acaso con una asistencia pautada por el autor a lo largo del texto, viajar por mundos que las otras artes la msica, la pintura, la arquitectura, la danza insinan de distinta manera. Es indu-dable, adems, que hay tantas versiones de un libro como lecturas. Lo ms positivo de la fotografa de escritores como fenmeno colectivo es que ha situado, o ha comenzado a situar en un corpus fcilmente identificable a los autores de textos (ya sean novelas, poemas, traducciones o piezas teatrales) que sin este nexo iden-

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    tificador tendran una mayor dificultad para ser considerados global, colectiva-mente como escritores. Que esto sea bueno o malo es ahora lo de menos. Hasta hace algn tiempo publicar era el requisito indispensable para que un escritor fuera considerado como tal; ahora, adems, necesita ser retratado como escritor, y a ser posible por Daniel Mordzinski.

    Importa que la consideracin social del escritor haya aumentado para el con-junto de la sociedad y, en el caso de la Amrica hispanohablante de los ltimos treinta aos, haya servido como parece indicar la creciente presencia de los es-critores en los medios de comunicacin y en los mercados de la cultura para me-jorar la comunicacin entre autores y lectores y para progresar en la transparencia de la informacin, en la actitud crtica de la sociedad civil y en la mejora del bie-nestar cultural de la sociedad. S que esto es mucho decir, pero tambin creo que las buenas fotos de escritores son mucho decir de los retratados. Jesse Fer-nndez, legendario fotgrafo y pintor cubanofrancs, deca que le causaba tristeza no haber llegado a fotografiar a escritores como Ortega o Azorn. Creo que sa-carles fotos deca sera escarbar en lo ms recndito de aquella poca. La foto-grafa otorga una informacin no intercambiable con la que nos deparan otras fuentes. Fernndez, que retrat a personalidades como Lezama, Marlene Die-trich, Susan Sontag o Marcel Duchamp, deca tambin que a travs de un buen retrato uno puede sentir el pulso de la poca. Entrar en relacin profunda con el personaje, recibir el estmulo para leer su obra. Es un aliciente muy fuerte, porque informa por medio de lo simblico. La pintura, por el contrario, nunca informa. El fotgrafo ve, el pintor es visionario.

    Testigo de un medio/siglo XX trepidante, a Fernndez le impresionaba que la imagen fotogrfica se hubiera convertido, hace ya casi otro medio siglo, en un slido emblema para el imaginario universal: [] la fotografa es ya la realidad. Hay nuevas generaciones que han aprendido a leer una foto. En nuestro tiempo, la gente se ha vuelto drogadicta de la imagen. En Francia se ha llegado a presentar una tesis doctoral, defendida por Roland Barthes, consistente en treinta fotos. Esto da una idea muy precisa y grfica del fenmeno. El problema, entonces, es lograr una fotografa concentrada que no se conforme con el rostro, que atienda parale-lamente al fondo, que sea eficaz y, al mismo tiempo, sigilosa; que sea rotunda, pero que respire por su fragilidad.

    Eficaz y sigiloso, el mercado sigue imponiendo sus leyes y la fragilidad de los creadores poco puede contra la lgica de los beneficios. Unido al de los medios de comunicacin, el mercado global de la literatura tiene parcelas aparentemente a salvo de los rigores comerciales pensemos en la Universidad, en las bibliotecas, en las antologas pero necesita canales de distribucin eficaces. Como un arma de doble filo, la fotografa de escritores se ha ido erigiendo en herramienta util-sima para la definicin del producto editorial (incluso cuando la creacin literaria es preponderante). Sus virtudes no estn solo en dependencia de la calidad o for-tuna de cada retrato, tambin en funcin del uso que se haga de ellas. Queremos creer que en su conjunto tienen los retratos de escritores un papel necesario y positivo que ha ido poniendo cara y ojos a los autores de las ficciones que los

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    lectores amamos (o detestamos). Los intentos por suplantar, barnizar o corregir determinadas proyecciones pblicas de escritores acaban vinindose abajo ante las fotografas definitivas de esos mismos autores, que se retratan, sin remedio y para siempre, en cada una de sus textos y en el conjunto de sus obras, para gran consuelo de lectores.

    Hemos dejado para otra ocasin, junto a las distintas plataformas que amparan y se alimentan de la fotografa de escritores pienso en festivales, ferias, congre-sos, los diferentes tipos de libros de fotografa con los que este proceso de iden-tificacin social de los escritores ha ido cobrando carta de naturaleza. Libros de viaje, catlogos generacionales, libros de exposiciones, antologas de festivales, libros de homenaje a un autor

    Al final se trata, al menos en una parte sustancial, de una tensin entre infor-macin y mercado, de tratamiento de la materia fotografiada los escritores y por ello tambin, necesariamente, de la fotografa. La fotografa de escritores transforma la percepcin de estos por parte de la sociedad y, en condiciones regio-nales precisas, como las de Amrica Latina en la frontera de los siglos XX y XXI, modifica la consciencia de los propios escritores sobre su papel pblico.

    Entre las muchas maneras de combatir la nada, una de las mejores es sacar fotografas, dej escrito Julio Cortzar. El resto es literatura y fotos de escri-tores. Fotos que a veces amamos tanto como los libros porque les pasa como a aquellos das de los que habl otra poeta: valen oro y no pesan nada. / Y van siempre con nosotros...

  • E. P. PAVLAKIS - D. L. DROSOS - A. PAPAGEORGOU (eds.), Estudios y homenajes hispanoamericanos II.

    Madrid, Ediciones del Orto, 2014.

    LA CULTURA OFICIALISTA EN LA VENEZUELA

    DE LOS AOS 60. EL CASO DE IMAGEN

    IOANNIS ANTZUS RAMOS Universidad de Salamanca

    Cuando cay finalmente la dictadura de Marcos Prez Jimnez a principios de 1958, la democracia venezolana comenz un proceso de consolidacin institucio-nal, para lo cual tuvo que combatir los extremismos polticos (tanto la guerrilla comunista como el golpismo militar) que se oponan a la estabilidad del sistema. La problemtica que Venezuela estaba viviendo en ese momento a nivel nacional era inseparable de la situacin internacional, pues sus enemigos en poltica interior eran secundados por pases vecinos como Cuba o la Repblica Dominicana. De este modo, tambin en su gestin exterior, el Estado venezolano se convirti en un firme defensor de la democracia. Esta defensa incondicional de la libertad frente a la amenaza del totalitarismo convirti a Venezuela durante este perodo en un aliado fundamental de los EEUU, que, como consecuencia del triunfo de la Revo-lucin cubana (1959), se haba visto forzado a cambiar su estrategia continental. Entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la llegada al poder de Fidel Castro, la poltica exterior de los EEUU hacia el continente haba sido ms bien pasiva. Sin embargo, el triunfo de la Revolucin en Cuba y, sobre todo, el temor a su expansin, hizo imprescindible la adopcin de una nueva poltica hemisfrica, que se centr en impulsar el desarrollo econmico de Amrica Latina. El programa Alliance for the Americas puesto en marcha por el gobierno de Kennedy a partir de 1961 es en este sentido emblemtico, pues con l los EEUU pretendan invertir en Amrica Latina la suma de 20.000 millones de dlares durante diez aos con el objetivo de promover la mejora econmica de la regin y frenar el auge de los movimientos revolucionarios. De este modo, mientras que en los aos cincuenta EEUU haba dado su apoyo a regmenes dictatoriales como los de Prez Jimnez o Batista (por citar slo dos), a partir de los sesenta se empez a interesar por gobiernos reformistas y moderados, es decir, por aquellos que, como era el caso

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    de la Venezuela democrtica, buscasen reformar, pero tambin preservar, la es-tructura de relaciones econmicas y sociales existente1. El carcter centrista y consensual de la democracia venezolana, su inspiracin liberal, el apoyo decidido al empresariado y a los intereses norteamericanos y sus avances en polticas so-ciales, la convirtieron a ojos de los EEUU en el modelo poltico perfecto que opo-ner a la Revolucin cubana.

    La cercana entre las posiciones polticas de Venezuela y de los EEUU durante este perodo de mximo apogeo de la Guerra Fra dio lugar asimismo a una coin-cidencia en las estrategias ideolgicas de ambos pases2. Ello motiv que el Estado venezolano favoreciera el mismo concepto de la cultura y de las artes que durante este perodo estaba promocionando a nivel internacional el Congreso por la Liber-tad de la Cultura (organismo cultural fundado por la CIA en 1953 cuyo objetivo primordial era contrarrestar la influencia comunista durante la Guerra Fra). Ya desde finales de los aos 50, este Congreso vena suavizando la imagen anticomu-nista que haba asumido en los comienzos de esa dcada3 y destin todos los re-cursos disponibles a impulsar la desmilitarizacin de la cultura4. Su objetivo fundamental (como en el caso de la Alliance for the Americas) era lograr el apaciguamiento ideolgico e impedir que se produjeran nuevos alzamientos re-volucionarios. Para ello, el Congreso adopt la consigna del fin de las ideolo-gas, con la que pretenda generar la desilusin con respecto al socialismo [], demostrar lo innecesario de la revolucin, probar que se puede llegar a los mismos fines sin pasar por ninguna ruptura violenta, desalentar de este modo todo impulso revolucionario y, subrepticiamente, convalidar el statu quo5.

    En la Venezuela de los aos sesenta, lograr este apaciguamiento ideolgico y generar el mximo consenso posible en torno a la democracia se convirti en uno de los objetivos fundamentales de la poltica interior. Con el Pacto de Punto Fijo (1958) la democracia venezolana se conform a s misma como un rgimen poltico que, al mantener satisfechos a todos los grupos polticamente significati-vos del pas, resumira las aspiraciones polticas del pueblo venezolano. Ello im-plicaba una igualacin entre el fin de la poltica y el sistema democrtico que, al presentarse a s mismo como la norma consensual, se eriga en el estandarte de la

    1 Fernando Coronil, The Magical State: Nature, Money, and Modernity in Venezuela, Chicago & London: The

    University of Chicago Press, 1997, p. 229. Traduccin ma. 2 Esto no era producto de la casualidad, pues ya en los aos 40 Rmulo Betancourt, el primer presidente de la

    nueva Venezuela democrtica, se haba inspirado polticamente en el Discurso de las cuatro libertades, pronunciado por Roosevelt en 1941 y en la Carta del Atlntico, suscrita en agosto de 1941 entre Roosevelt y Churchill. (Vid. Naudy Surez Figueroa, Pensar, plantar, curar la democracia en Rmulo Betancourt, prlogo a Rmulo Betancourt, Seleccin de escritos polticos (1929-1981), Caracas: Fundacin Rmulo Betancourt, 2006, p. 13.)

    3 A lo largo de los aos 50, este organismo intervino en esa batalla de ideas que fue la Guerra Fra lanzando una ofensiva liberal a escala internacional y tratando por todos los medios de contrarrestar los mitos pro-soviticos. (Mara Eugenia Mudrovcic, Mundo Nuevo. Cultura y Guerra Fra en la dcada del 60, Rosario: Beatriz Viterbo Editora, 1997, p. 14.)

    4 Ibd., p. 18. 5 ngel Rama, Los intelectuales en la poca desarrollista, en Marcha, Montevideo, 27 de mayo de 1966, p.

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    moderacin y la cordura ante los extremismos de derecha y de izquierda. Por ho-mologa estructural, en el contexto de radicalizacin poltica pero tambin cultural y esttica de los aos sesenta, el Estado venezolano impuls una cultura liberal y occidentalista que se presentaba a s misma como la norma, con lo que denunciaba implcitamente cualquier orientacin que se alejase de sus postulados. Para lograr la desmilitarizacin cultural de los bandos contrarios al consenso democrtico, los medios culturales del Estado se ocuparon de exaltar las bondades prcticas del dilogo y la tolerancia6, y establecieron una separacin radical entre la cultura y la poltica que les llev a impulsar una esttica de modernidad, fundada en los conceptos de autonoma y universalismo.

    La intervencin del Estado venezolano en la cultura alcanz una dimensin verdaderamente importante a partir del momento en que Simn Alberto Consalvi asumi la presidencia del INCIBA (Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes) en 1965. Del mismo modo que el gobierno de Ral Leoni (1964-1968) haba cam-biado de estrategia con respecto a la guerrilla tratando de reintegrar a los antiguos combatientes a la poltica parlamentaria, el INCIBA intent desmilitarizar la cul-tura y lograr la progresiva unificacin del campo literario en torno al sector oficia-lista. Para alcanzar la unanimidad en torno a la posicin consensual, los organis-mos culturales del Estado hicieron esfuerzos por tender el puente roto entre la izquierda cultural y el resto del mundo venezolano7. Adoptaron para ello una ac-titud inclusiva y dialogante que, bajo la bandera de la tolerancia y de la solidaridad, implicaba en realidad el apoyo a una idea esencialista y desideologizada de la cul-tura8. Al mismo tiempo, el vnculo del INCIBA con las posiciones artsticas ms avanzadas de Occidente cuyas caractersticas eran el internacionalismo cultural, el vanguardismo esttico, la autonoma literaria y el componente crtico- fue un gancho atractivo para la izquierda cultural9. Al apoyar a la literatura internaciona-lista y vanguardista propia del canon liberal defendido tambin por el Congreso

    6 Mara Eugenia Mudrovcic, Mundo Nuevoop.cit., p. 19. 7 Rafael Arriz Lucca, Las tareas de la imaginacin. (La cultura en el siglo XX venezolano), en Carrera

    Damas, Germn et al.: Comprensin de nuestra democracia, Caracas: Fondo Editorial 60 aos de la Contralora General de la Repblica, 1998, p. 190.

    8 La estrategia adoptada por el INCIBA levantaba sospechas ya en 1970. Como afirm Chacn en ese ao: La amplitud con que la nueva administracin del INCIBA resuelve su problema poltico de limar las antiguas asperezas con la izquierda para dotar al Gobierno de un parapeto cultural que hasta entonces le haba sido negado, le permite dar la impresin de que esta organizacin es la gran auspiciadora de lo nuevo en la cultura y que no hay contradiccin entre las expectativas de los intelectuales y los favores del Gobierno, o como muchos sin duda preferirn, el Estado venezolano. La culminacin de este proceso ocurre con la fundacin de la Editorial Monte vila, una empresa que se declara abierta a todas las corrientes. (Alfredo Chacn, Trayectoria ideolgica de la izquierda cultural venezolana 1958-1968, Prlogo a La izquierda cultural venezolana 1958-1968, Caracas: Editorial Domingo Fuentes, 1970, p. 18. La cursiva corresponde a la negrita del original.)

    9 Como afirma el pensador Rancire, la concepcin del arte moderno como arte de la autonoma fue establecida por tericos marxistas porque se trataba de demostrar que, si la revolucin social haba sido confiscada, en el arte se haba mantenido en cualquier caso la pureza de la ruptura con lo que ella comportaba de promesa de emancipacin. Sin embargo, ms tarde esta complicada dialctica se borr en un dogma simple sobre el arte moderno como arte de la autonoma. (Jacques Rancire, El tiempo de la igualdad. Dilogos sobre poltica y esttica, Barcelona: Herder, 2011, p. 204.)

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    por la Libertad de la Cultura, el Estado venezolano, segn vemos en esta cita, re-presentaba un tercer estilo de accin cultural que le distingua de la estrategia adoptada por otros Estados latinoamericanos:

    Frente al intervencionismo cultural y al estrangulamiento econmico que propici el Estado autoritario argentino, o frente al agresivo disciplinamiento encarado por el es-tado nacionalista mexicano, la poltica oficial que adopt el Estado venezolano en los 60 representa, sin duda, un tercer estilo de accin cultural. A mediados de la segunda mitad de la dcada, cuando el resto de los oficialismos latinoamericanos asistan per-plejos a los procesos de politizacin de la vanguardia artstica y se resistan a seguir patrocinndola, el Estado venezolano no slo premia (liberal y ostentosamente) al boom de novela latinoamericana, sino que encara tambin un explosivo proyecto de modernizacin y expansin de toda su industria cultural.10

    Al regresar a Venezuela en 1962, Guillermo Sucre se encontr con que el Es-tado comenzaba a ceder espacios y recursos para promocionar una concepcin cultural y esttica que l mismo comparta. Su estancia de tres aos en Pars (1959-1962) le haba familiarizado con las revistas de corte liberal que se editaban en Francia y le haba permitido adems adentrarse con profundidad en la tradicin de la literatura moderna. Por eso, en las revistas que edit o en las que colabor entre 1962 y 1968, Sucre adopt muchos de los ideologemas de la prensa libre y defendi un canon esttico de modernidad, en que la promesa de emancipacin no se sostiene ms que al precio de mantener la distancia entre la forma disensual de la obra y las formas de la experiencia ordinaria11. Esto confirma que Guillermo tom partido en esa guerra12 que fueron los aos sesenta y que en ella promovi explcitamente la cultura liberal y despolitizada que en ese momento le intere-saba impulsar al Estado venezolano. Con ello no queremos decir que Sucre se so-metiera a una estrategia ajena: lo que sucedi ms bien fue que l conceba el arte y la literatura en trminos semejantes a los que a las instituciones estatales les interesaba favorecer en ese momento.

    A este respecto es paradigmtica la revista Imagen. Quincenario de arte, lite-ratura e informacin cultural, que Guillermo Sucre fund y dirigi entre mayo de 1967 y julio de 1968. Esta publicacin naci enteramente financiada por el IN-CIBA, lo que le concedi una estabilidad econmica gracias a la cual pudo pres-cindir de la publicidad privada. En el primer editorial de la publicacin, titulado Presentacin. Nuestro propsito, se indicaba que el propsito fundamental de Imagen fue cumplir una labor

    de dilogo y de comunicacin de ideas; de expresin, de informacin crtica vivaz, de ponernos al da en todo cuanto al dominio de la Cultura ocurre o acontece en el mundo,

    10 Ibd., pp. 161-162. 11 Jacques Rancire, Polticas estticas, en Sobre polticas estticas, Barcelona, MACBA, 2005, p. 34. 12 En una entrevista, Juan Liscano afirm a propsito del primer quinquenio de los sesenta: Se trataba de una

    guerra, y hay que tener eso muy claro. Y en esa guerra todos tomamos partido. (Entrevista hecha por Toms Eloy Martnez: Un hombre nunca se despierta de la misma manera, en El Papel Literario de El Nacional, Caracas, 4 de abril de 1976.)

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    no slo en Venezuela, sino en toda Amrica Latina donde hoy se experimenta una actividad artstica extraordinaria, hasta el punto de que ya estamos llegando a mostrar mayora de edad.13

    El objetivo del quincenario era poner a la cultura venezolana al da de lo que aconteca en el mundo y, para lograrlo, la revista trat de suscitar un dilogo entre lo venezolano, lo latinoamericano y lo europeo, estableciendo verdaderos vasos comunicantes entre la inteligencia creadora de todos los pases14. La cultura venezolana, se pensaba desde Imagen, alcanzara su mayora de edad cuando lograra entroncar, desde sus presupuestos particulares, con el discurso esttico de la modernidad15. Por eso, la revista present esta tendencia como la nica forma vlida de expresin cultural y la estableci como modelo para el lector nacional al que la publicacin iba dirigida. Adems de defender una esttica autnoma y uni-versalista, la nocin de la literatura que plante Imagen se bas en dos puntos fundamentales. El primero fue la reivindicacin de la crtica como actividad im-prescindible para crear una conciencia esttica y construir una literatura sobre ba-ses fundadas16. El segundo punto es la creencia de que la literatura es sobre todo y ante todo lenguaje17, y que esa autonoma con respecto a lo real le confiere una dimensin de gratuidad que, por s misma, encierra un carcter crtico y aun ex-plosivo18. En consecuencia, la esttica promocionada por Imagen impugnaba to-das aquellas obras que no reconocan la radical autonoma del lenguaje, es decir, aquellas que se esforzaban por representar ingenuamente la realidad emprica o que ponan la literatura al servicio de propsitos que excedan lo artstico. As, la revista marc una distancia tanto con los nacionalismos o los pintoresquismos li-terarios que tanta fuerza tenan todava en Venezuela, como con el arte utilitario, que perda su carcter crtico en favor de la recompensa o del xito19. Guillermo Sucre consideraba que Borges y la literatura que de l proceda eran el ejemplo a seguir:

    13 Guillermo Sucre, Presentacin. Nuestro propsito, en Imagen, Caracas, nm. 1, 15/30 mayo 67, p. 2. 14 Guillermo Sucre, Primer aniversario, Imagen, Caracas, nm. 24, 1/15 mayo 68, pp. 2-3. 15 Vid. Guillermo Sucre: La prueba de fuego, en Imagen, Caracas, nm. 8, 1/15 de septiembre de 1967, p. 2.

    Y tambin Guillermo Sucre, En el umbral de una nueva literatura, en Imagen, Caracas, nm. 20, 1/15 de marzo de 1968, p. 2.

    16 Vid. Guillermo Sucre, Presencia de la crtica, en Imagen, Caracas, nm. 7, 15/31 de agosto de 1967, p. 2. 17 Esta idea aparece, por ejemplo, en la introduccin al Suplemento dedicado a la joven narrativa venezolana,

    que para Sucre No es una narrativa que se defina por una temtica sorprendente [], sino por la conciencia del lenguaje. Queremos decir, simplemente, que no es el tema concebido como historia o argumento lo que importa en estos relatos. Su validez les viene sobre todo de la perspectiva que asume el narrador: la libertad con que se mueve su mirada, la capacidad de conferir a lo significante un halo de resonancia ms profunda, el don de descubrir en la realidad otros hilos ms sutiles que no estn en la simple apariencia de las cosas. (Guillermo Sucre, En la lnea ms cercana, Imagen, Caracas, nm. 24, 1/15 mayo 1968, p. 9)

    18 Guillermo Sucre, La nueva literatura, en Imagen, Caracas, nm. 27, 15/30 junio de 1968, p. 2. En otro editorial Sucre indicaba, Toda obra literaria autntica encierra una crtica social, propone incluso una requisitoria ms profunda de la condicin humana. [] La literatura es revolucionaria a partir de sus propios valores y no de aditamentos que le son ajenos. (Guillermo Sucre, La opcin de la literatura, en Imagen, Caracas, nm. 9, 15/30 de septiembre de 1967, p. 2)

    19 De esta manera Sucre se distanciaba tanto del realismo socialista como de la cultura de masas. (Vid. Gui-llermo Sucre, El arte y la moda, Imagen, Caracas, nm. 25, 15/30 mayo 68, p. 2.)

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    el hecho concreto y significativo es que lo mejor de la literatura latinoamericana ha dado el salto: ni realismo superficial, ni modelos o cnones del pasado, ni mala con-ciencia de preocupacin social. No por azar la obra de Jorge Luis Borges [] es la que mayor influencia ejerce en los escritores de este continente. Dominada por un sentido ldico, esa obra es tambin la que ha expresado ms profundamente nuestro mundo espiritual. Conciencia de esa influencia la tienen el propio Fuentes, Cortzar, Lezama Lima, Carpentier, Vargas Llosa, Cabrera Infante, Sarduy, es decir, todo lo que actual-mente es ms creador entre nosotros. El ltimo libro de Cortzar [] es una clara demostracin de ello: lo impregna ese espritu borgiano que ve en la literatura una pura creacin del lenguaje donde, sin embargo, se dilucida la propia realidad. Y es que ya el nuevo escritor latinoamericano no se deja chantajear por dudosas pretensiones ideo-lgicas. Su obra s expresa nuestra realidad, pero en una dimensin esttica y no vaga-mente sociolgica. La expresa, pero no la refleja simplemente.20

    La concepcin de la literatura que se defenda en Imagen presenta un vnculo evidente con la que en ese mismo momento estaba siendo promocionada por la revista Mundo Nuevo, publicada en Pars y dirigida por Emir Rodrguez Mone-gal21. La relacin entre ambas publicaciones empez a hacerse visible cuando ya haba salido a la luz el escndalo sobre la financiacin de Mundo Nuevo por parte del ILARI22 (es decir, por la CIA) y por ello el vnculo de Imagen con la revista parisina supona una toma de partido explcita en el polarizado contexto cultural de los aos sesenta.

    De todos los mitos que circularon en la publicacin de Monegal, Mara Eugenia Mudrovcic seala tres que lograron proyectar cierta organicidad a su programa editorial: la imagen espectacular del escritor latinoamericano, la independencia ideolgica del discurso literario y la fe en el lenguaje como estructura universal de sentido23. Precisamente fueron estas tres caractersticas las que se filtraron en la publicacin de Sucre, pues adems de la autonoma literaria y de la fe en el len-guaje, Imagen dio cabida en sus pginas a los autores del boom, sobre todo a Car-los Fuentes y Vargas Llosa. Estos dos autores encarnaban esa imagen espectacu-lar24 del escritor latinoamericano que promova la revista parisina, y as se puede apreciar, por ejemplo, en estas afirmaciones que hace Vargas Llosa sobre su amigo mexicano:

    20 Guillermo Sucre, El arte y la realidad, en Imagen, Caracas, nm. 21, 15/30 marzo de 1968, p. 2. La cita

    sigue: La constituye: revela sus significados ms secretos, traduce sus claves, que no estn dadas tan slo en la apariencia de los conflictos sociales, sino en todo el comportamiento del hombre. Justamente, es una literatura revolucionaria porque tiene conciencia de la palabra, de su autonoma y de su validez. Y no deja de ser importante que esa conciencia esttica traduzca paralelamente una conciencia social, incluso ms despierta e incisiva. [] El arte como reflejo de la realidad o de la sociedad es una teora de perezosos, esto es, de conservadores.

    21 Para la relacin personal de Emir Rodrguez Monegal con Guillermo Sucre se puede consultar el texto de Emir Rodrguez Monegal, Diario de Caracas, en Obra selecta, Caracas: Biblioteca Ayacucho, 2003, pp. 241-276.

    22 Instituto Latinoamericano de Relaciones Internacionales, sucesor del Congreso por la Libertad de la Cultura. 23 Mara Eugenia Mudrovcic, Mundo Nuevoop.cit., p 171. 24 Ibd., p. 61. el carcter homogneo del boom no est dado por el modelo de escritura que el boom postula

    sino por el modelo de escritor que Mundo Nuevo institucionaliza. (Ibd., p. 65.)

  • La cultura oficialista en la Venezuela de los aos 60. El caso de Imagen 29

    Hay en Fuentes, siempre, una especie de irremediable optimismo que resulta conta-gioso. Cuando habla de lo que est escribiendo, o de lo que acaba de leer, o de lo que har maana, parece que estuviera diciendo me saqu la lotera. Y ms adelante: l se las arregla para leer todo lo que importa libros, revistas y artculos de peridicos- para ver todos los espectculos de inters, viaja constantemente y mantiene una corres-pondencia amaznica, y nada de esto lo aparta de su trabajo de escritor, al que dedica cuatro o cinco horas diarias Cmo hace? l claro, se re: es un secreto profesional, dice.25

    Como se advierte ya por la presencia de estos autores, el quincenario dirigido por Guillermo actu como caja de resonancia del canon de Mundo Nuevo y reivindic a aquellos autores que haban sido respaldados por esta publicacin de Rodrguez Monegal. Esta labor de amplificador que cumpli Imagen se aprecia bien en el caso de los novsimos Severo Sarduy, Gustavo Sinz26, Manuel Puig y Nstor Snchez, que haban sido inventados por Mundo Nuevo. Es evidente, adems, que al hablar sobre estos autores, en Imagen se colaron las interpretacio-nes de sus obras que haban sido establecidas por Monegal. As, por ejemplo, en la Nota introductoria al suplemento del nmero 25, que consisti en un captulo de La traicin de Rita Hayworth de Manuel Puig, Sucre destacaba que lo que interesa a Puig, y lo que sin duda es su aporte ms sorprendente, es el tratamiento del lenguaje. En este sentido La traicin de Rita Hayworth lleva a cabo una suerte de exploracin hacia dentro, hacia la esfera misma de la forma narrativa en donde el lenguaje se ha despojado de cualquier conformidad retrica y aborda la palabra en un desplazamiento ms dinmico, esto es, coloquial27. La afinidad de criterio entre Imagen y Mundo Nuevo se advierte asimismo en el hecho de que los nicos

    25 Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes en Londres, en Imagen, Caracas, nm. 12, 1/15 de nov. 1967, p. 3.

    El escritor peruano public tambin un texto sobre Asturias (Un hechicero maya en Londres, en Imagen, Caracas, nm. 3, p. 3) y un ensayo sobre los cuentos de Gonzlez Len (7 relatos de cataclismo y poesa, en Imagen, Caracas, nms. 14-15, 15/30 de dic. 1967, p. 32.) Especial atencin recibi el Premio Rmulo Gallegos de 1967, concedido al propio Vargas Llosa, al que se dedic el suplemento del nm. 7. Sobre Fuentes se publicaron en Imagen: Jaime Lpez Sanz: Carlos Fuente: Zona Sagrada, nm. 9, 15/30 sep. 67, supl., s/p. S/f: Carlos Fuentes y la censura espaola, nm. 11, 15/30 oct. 1967, p. 21; Edras Parra: Fuentes y la pasin por la palabra, nm. 19, 15/28 feb. 1968, p. 24. Adems, el suplemento del nm. 16 fue dedicado enteramente a la obra de Fuentes, con un texto de Rodrguez Monegal, El mundo mgico de Carlos Fuentes, en Imagen, Caracas, nm. 16, 1/15 de enero de 1968. Tambin se dio cabida en la revista de Sucre a Juan Carlos Onetti y a Julio Cortzar.

    26 Sobre Gustavo Sinz en Imagen se public un artculo de Edras Parra, Un paraso perdido: la adolescencia, en Imagen, Caracas, nm. 14-15, 15/30 dic. 67, p. 4.

    27 [Guillermo Sucre] s/f, Nota introductoria al Supl. nm. 25, en Imagen, Caracas, 15/30 mayo 1968. Aunque apareci sin firma, la nota pertenece a Sucre. Una consecuencia del acercamiento a las formas de leer de Mundo Nuevo fue la reproduccin de los errores que haba cometido la revista parisina. Al imitar a la publicacin de Monegal, Imagen cay en el mismo error que la crtica ha sealado a propsito de la lectura de los novsimos emprendida por la publicacin parisina. Segn dice Mudrovcic, la generacin de los novsimos fue mal leda por la revista parisina porque Rodrguez Monegal evalu el post-boom con los mismos paradigmas que haba usado para medir al boom. (Mara Eugenia Mudrovcic, Mundo Nuevoop.cit., p. 76.)

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    autores cubanos que tuvieron repercusin en la revista caraquea fueron Jos Le-zama Lima, Guillermo Cabrera Infante28 y Severo Sarduy, precisamente los mis-mos que estaban siendo promocionados por Monegal. En lo que respecta a Sarduy, Mudrovcic ha sealado que la revista parisina jug un rol fundamental en los procesos de constitucin y consolidacin autorial, y que apadrin su funda-cin mitolgica inscribindolo dentro de cierto linaje prestigioso que permite, por ltimo, su incorporacin consagratoria al flujo de las letras latinoamerica-nas29. Tambin la revista dirigida por Sucre contribuy a la consolidacin de este autor novel, que hasta ese momento slo haba publicado Gestos (1963) y De donde son los cantantes (1967). En Imagen apareci una entrevista con l reali-zada por Basilia Papastamatu: Severo Sarduy: una nueva interpretacin del Ba-rroco30, y tambin se public un texto breve del propio Severo sobre el artista cubano Jos Ramn Daz Alejandro31. Adems, Sucre escribi sobre su segunda novela el ensayo Sarduy: los plenos poderes de la retrica e insisti en la cen-tralidad concedida al poder del lenguaje:

    Trama, desarrollo, desenlace, contenido ideolgico, coherencia significativa, anlisis psicolgico, reconstruccin realista: todo ello est lejos de ser lo esencial de su obra. [/] De donde son los cantantes es la novela que primero se asume como retrica, como poder del lenguaje. El lenguaje no cumple en ella tan solo, como sera lo normal, una funcin expresiva; no es un simple vehculo, sino que es su tema central, su mbito de irradiacin, su verdadero personaje y hasta su nica aventura.32

    A propsito de Lezama Lima, la publicacin dirigida por Guillermo tom pres-tados artculos que ya haban aparecido en Mundo Nuevo33, por lo que la revista caraquea reprodujo la interpretacin de Paradiso (1966) establecida antes por Rodrguez Monegal. Este crtico uruguayo haba insistido en el componente ho-

    28 Sobre Cabrera Infante se public el artculo Edras Parra, Cabrera Infante. Tres tristes tigres, en Imagen,

    Caracas, nm. 5, 15/30 de jul. 67, p. 14. 29 Mara Eugenia Mudrovcic, Mundo Nuevoop.cit., pp. 95 y 97. La marca internacionalista que Fuentes

    asegura al modelo a travs de su relacin gozosa con la cultura de masas, se superpone ahora al componente-Sarduy que incorpora, por su lado, el prestigio y el control del lenguaje codificado del grupo Tel Quel, foco representativo de la lite cultural ms selecta de la poca (Ibd., pp. 62-63.)

    30 Basilia Papastamatu, Severo Sarduy: una nueva interpretacin del Barroco, en Imagen, Caracas, nms. 14-15, p. 3

    31 Severo Sarduy, Mquinas, en Imagen, Caracas, nm. 26, 1/ 15 de junio de 1968, p. 19 32 Guillermo Sucre, Sarduy: los plenos poderes de la retrica, en Imagen, Caracas, nm. 20, 1/15 de marzo

    de 1968, p. 24. 33 Mario Vargas Llosa y Rodrguez Monegal, Paradiso, en Imagen, Caracas, 11, p. 21. Emir Rodrguez

    Monegal: Paradiso en su contexto, en Imagen, Caracas, nm. 25, 15/30 mayo de 1968, pp. 4-5.

  • La cultura oficialista en la Venezuela de los aos 60. El caso de Imagen 31

    mosexual de esta novela y en la oposicin que ello supona a la poltica empren-dida a ese respecto por el rgimen cubano34. Otros autores que Imagen tom di-rectamente del canon de Mundo Nuevo fueron Jos Donoso35 y Guimaraes Rosa36, prcticamente el nico brasileo del que se trat en la publicacin venezolana. Aparte de estos escritores, algunos crticos que haban participado en Mundo Nuevo, como Julio Ortega, Sal Yurkievich, Csar Fernndez Moreno y Jos Mi-guel Oviedo, lo hicieron tambin en la revista caraquea dirigida por Guillermo Sucre. Por otro lado, la afinidad que Imagen estableci con Mundo Nuevo y con otras publicaciones liberales hace que las exclusiones sean igualmente previsibles. Como ha sealado Julio Miranda, en el quincenario hubo descuidos Arreola, Bioy Casares, Monterroso, la literatura del Brasil, la del Caribe anglo o francopar-lante- y tambin omisiones, como

    Adoum, Antonio Cisneros, Roque Dalton, Juan Gelman, Enrique Lihn, ngel Rama que coinciden con la de casi todos los escritores cubanos an por entonces en la Isla, de Desnoes a Vitier, de Guilln a Retamar, de Barnet a Padilla, de Jess Daz a Virgilio Piera. En lo que concierne a los poetas, y salvo Guilln, Lihn, Padilla y Vitier, las exclusiones son las mismas de La mscara, la transparencia [], el brillante libro de ensayos de Sucre, y de la Antologa de la poesa hispanoamericana moderna [], coordinada por l. No podran encontrarse omisiones tan sistemticas entre los narra-dores y poetas venezolanos publicados o comentados en Imagen, notamos, s, la au-sencia de la gente de Tabla Redonda, Trpico Uno, En letra roja, sin poder precisar el grado de autoexclusin.37

    Adems del vnculo literario, la relacin entre Imagen y Mundo Nuevo se esta-bleci asimismo en el plano poltico. Tal como era la norma en los medios libe-rales, la revista dirigida por Sucre trat este tema de forma tangencial, sobre todo a travs de denuncias a la censura. En este sentido, el quincenario denunci el veto de libros llevado a cabo por algunos Estados latinoamericanos como Per o Ar-gentina. Esta cuestin, que nuestro autor tomaba directamente de Mundo Nuevo38, sirvi para establecer una oposicin entre la libertad de expresin y la intervencin

    34 Segn Emir Rodrguez Monegal, la obra de Lezama era un libro maldito para la revolucin porque, como dir ms tarde, [e]n momentos en que el Gobierno cubano haba decidido la persecucin de los homosexuales, su concentracin en campos de trabajo y reeducacin de la UMAP, Lezama Lima entrega una novela que presenta en forma directa y a la vez metafrica las actividades homosexuales de algunos de sus protagonistas []. Tra-tando justamente de hacer explcita esta contradiccin, Mundo Nuevo ley Paradiso enfatizando casi exclusiva-mente el componente homosexual que acta en la base de la obra de Lezama. (Mara Eugenia Mudrovcic: Mundo Nuevoop.cit., pp. 105-106.)

    35 Marta Mosquera, Dos novelas de Jos Donoso, en Imagen, Caracas, nm. 8, 1/15 de sep. 1967, p. 24. 36 Sobre Guimaraes Rosa, Imagen public dos artculos: Rodolfo Izaguirre, Guimaraes Rosa, Gran sertn:

    Veredas en Imagen, Caracas, nm. 5, 15/30 ago. 67, supl. pp. 10-11, y Otoniel Santos Prez, Guimaraes Rosa visto por terceros, en Imagen, Caracas, nm. 13, 15/30 nov. 67, pp. 8 y 17.

    37 Julio Miranda, Lucha armada, lucha escrita: Zona Franca e Imagen en la Venezuela de los 60, en Sal Sosnowski et al., La cultura de un siglo: Amrica Latina en sus revistas, Buenos Aires, Alianza, 1999, pp. 417-418. Sobre la literatura brasilea ya hemos indicado que la excepcin fue Guimaraes Rosa, precisamente un autor ya reivindicado por Monegal.

    38 El editorial al que nos referimos es El destino del libro en Amrica Latina, correspondiente al nm. 19, 15/30 feb. 68. En Mundo Nuevo el tema haba sido tratado en el nm. 20, de febrero de 1968. El editorial del nm. 21, El arte y la realidad, tambin citaba explcitamente a la revista de Monegal.

  • IOANNIS ANTZUS RAMOS 32

    estatal en la cultura, que era rechazada por las publicaciones liberales, partidarias ms bien de un pasaje paulatino de las industrias culturales a manos privadas y de la transnacionalizacin de la literatura latinoamericana39. Asimismo Imagen llam la atencin sobre la censura del rgimen franquista a Cambio de piel (1967) la novela de Carlos Fuentes premiada por Seix Barral40- asunto que apareci en Mundo Nuevo un mes ms tarde, y, en general, la revista de Sucre se opuso siste-mticamente a cualquier forma de intervencin destinada a silenciar el mensaje de las manifestaciones artsticas41.

    En suma, el nexo que Imagen mantuvo con Mundo Nuevo (as como su parti-cipacin en el intercambio de informacin que se estableci entre las revistas li-berales de la poca42) es sintomtico de la poltica cultural que el Estado venezo-lano trat de impulsar a lo largo de los aos 60. En efecto, la publicacin dirigida por Guillermo Sucre trat de promocionar una esttica de modernidad, autnoma y universalista, segn la cual la condicin bsica de la literatura era un ahonda-miento en su propia materialidad, lo que le conceda un componente crtico al que no poda renunciar. Al proponer una distancia entre la cultura y las otras esferas de la vida, la revista Imagen se apartaba de aquellas posturas estticas que conce-dan a la literatura una funcin ancilar y que advertan en ella una va para su politizacin. En su despedida de la direccin de Imagen, a la altura del nmero 29, en julio de 1968, Guillermo Sucre hizo este balance de la publicacin:

    Creo que, en cierto modo, Imagen es la revista no tanto de una nueva generacin como de una nueva actitud venezolana, y me atrevera a decir latinoamericana, frente a la cultura y a la responsabilidad de la inteligencia. Es posible que represente, ms all de diferencias de edad o de diferencias ideolgicas y an estticas, a quienes entre noso-tros propician una nueva confrontacin con la creacin intelectual. Esta nueva pers-pectiva tiene, adems de otros, dos rasgos esenciales que la definen. Por una parte, una

    39 Ibd., p. 150. Estos medios rechazaban cualquier intervencin estatal en la cultura siempre que sta no

    favoreciera sus propios intereses, como sucedi en el caso de Venezuela. 40 S/f: Carlos Fuentes y la censura espaola, en Imagen, nm. 11, 15/30 octubre de 1967, p. 21. El mismo

    asunto apareci en la revista de Monegal un mes ms tarde (Mundo Nuevo, nm. 17, nov. 1967, pp. 90-91.) 41 Guillermo Sucre, Un comit contra la censura, nm. 26, 1/15 de junio 1968, p. 2. En cuanto al tema de la

    URSS, en Imagen se public la entrevista Un da con Solzhenitsin, tomada de La Quinzaine Littraire. En ella el escritor ruso haca hincapi en los aos de privacin de libertad que haba sufrido por expresar en una carta sus puntos de vista sobre el rgimen de Stalin, y se insista en la esencia crtica del escritor y de la literatura. (Un da con Solzhenitsin, en Imagen, Caracas, nm. 10, 1/15 oct. 67, p. 3). Adems se incluy un artculo sobre la Novela joven en la URSS y una resea titulada Cuba y los premios de Casa de las Amricas.

    42 Imagen tom varios artculos de revistas liberales francesas, muchas veces con traducciones de Alfredo Silva Estrada, corresponsal de la publicacin en Pars. Podemos citar: Un da con Solzhenitsin, en Imagen, Caracas, nm. 10, 1/15 oct. 67, p. 3., que se tom de La Quinzaine Litteraire, y el artculo de Jean Dubuffet, Cultura y subversin, en Imagen, Caracas, nm. 29, 15/30 de julio de 1968, cuya versin original haba apare-cido en la revista LArc, nm. 35. De La Quinzaine Littraire se tom el artculo de Carlos Fuentes sobre Juan Goytisolo (Carlos Fuentes, Aprender una nueva rebelin, en Imagen, Caracas, nm. 25, 15/30 mayo de 1968, p. 24.) Los materiales publicados en el suplemento dedicado a Baudelaire procedan de un Coloquio organizado en Francia por la Asociacin por la Libertad de la Cultura en enero de 1968. De l se publicaron el artculo de Jean Starobinski, Baudelaire, de la crtica a la poesa y otro de Gilles Hennault, Modernidad y tecnologa. Ambos aparecieron en Imagen, Caracas, Supl. 19, 15/29 de febrero de 1968. El suplemento del nm. 28, de Jos Mara Castellet, Tiempo de destruccin para la literatura espaola, apareci inicialmente en Les Lettres Nou-velles.

  • La cultura oficialista en la Venezuela de los aos 60. El caso de Imagen 33

    actitud crtica que permita ir ms all de las jerarquas establecidas y crear un estado de conciencia menos deferente []. Pero, adems, a este espritu crtico va asociada una voluntad solidaria, por encima de mezquindades regionalistas, con todo lo que en nuestro pas y fuera de l constituye un riesgo creador y una nueva formulacin de la cultura. Claro que no han faltado quienes hayan puesto reparos a esta solidaridad, in-vocando como siempre esos vagos sentimientos patriticos muy propios del espritu de seriedad (J. P. Sartre) que estimula tanta falsificacin en todas las actividades del hombre. Pero creo que sta ha sido la mejor lnea de Imagen, lo que ha hecho de ella una revista en ruptura con la idolatra verncula y con la pereza mental tan extendida entre nosotros. Y, lo ms importante, es que tengo la conviccin de que no se interrum-pir esa lnea.43

    Como se aprecia por la cita, Imagen hizo del componente crtico un elemento fundamental y en base a l estableci una solidaridad ecumnica, ms all de li-mitaciones regionales o partidistas. Una cultura universalista y, como era lo propio de las democracias occidentales, separada de los otros mbitos de la vida. Al adop-tar esta perspectiva, la revista trataba de que el arte venezolano alcanzara una po-sicin de igualdad con respecto al gran arte occidental y de instaurar una cultura que fuera estructuralmente homloga de la democracia que comenzaba a consoli-darse en el pas.

    BIBLIOGRAFA Arriz Lucca, Rafael. Las tareas de la imaginacin. (La cultura en el siglo XX venezo-

    lano), en Carrera Damas, Germn et al.: Comprensin de nuestra democracia, Cara-cas: Fondo Editorial 60 aos de la Contralora General de la Repblica, 1998.

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    Miranda, Julio. Lucha armada, lucha escrita: Zona Franca e Imagen en la Venezuela de los 60, en Sal Sosnowski et al.: La cultura de un siglo: Amrica Latina en sus re-vistas, Buenos Aires: Alianza, 1999, pp. 409-419.

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    . El tiempo de la igualdad. Dilogos sobre poltica y esttica, Barcelona: Herder, 2011.

    43 Guillermo Sucre: Con la misma adhesin, en Imagen, Caracas, nm. 29, 15/30 jul. 68, p. 2.

  • IOANNIS ANTZUS RAMOS 34

    Rodrguez Monegal, Emir. Paradiso en su contexto, en Imagen, Caracas, nm. 25, 15/30 mayo de 1968, pp. 4-5.

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    Surez Figueroa, Naudy. Pensar, plantar, curar la democracia en Rmulo Betancourt, prlogo a Rmulo Betancourt: Seleccin de escritos polticos (1929-1981), Caracas: Fundacin Rmulo Betancourt, 2006.

    Sucre, Guillermo. Presentacin. Nuestro propsito, en Imagen, Caracas, nm. 1, 15/30 mayo 67, p. 2.

    . Presencia de la crtica, en Imagen, Caracas, nm. 7, 15/31 de agosto de 1967, p. 2. . La prueba de fuego, en Imagen, Caracas, editorial nm. 8, 1/15 de septiembre de

    1967, p. 2. . La opcin de la literatura, en Imagen, Caracas, nm. 9, 15/30 de septiembre de 1967,

    p. 2. [Sucre, Guillermo:] s/f. Carlos Fuentes y la censura espaola, en Imagen, nm. 11, 15/30

    octubre de 1967, p. 21. [Los artculos sin firma los atribuimos a Guillermo Sucre por ser el director de la publicacin]

    Sucre, Guillermo. El destino del libro en Amrica Latina, correspondiente al nm. 19, 15/30 feb. 68.

    . En el umbral de una nueva literatura, en Imagen, Caracas, nm. 20, 1/15 de marzo de 1968, p. 2.

    . Sarduy: los plenos poderes de la retrica, en Imagen, Caracas, nm. 20, 1/15 de marzo de 1968, p. 24.

    . El arte y la realidad, en Imagen, Caracas, nm. 21, 15/30 marzo de 1968, p. 2. . Primer aniversario, Imagen, Caracas, nm. 24, 1/15 mayo 68, pp. 2-3. . En la lnea ms cercana, Imagen, Caracas, nm. 24, 1/15 mayo 1968, p. 9) . El arte y la moda, Imagen, Caracas, nm. 25, 15/30 mayo 68, p. 2. [Sucre, Guillermo] s/f: Nota introductoria al Supl. nm. 25, en Imagen, Caracas, 15/30

    mayo 1968. Sucre, Guillermo: Un comit contra la censura, en Imagen, Caracas, nm. 26, 1/15 de

    junio 1968, p. 2. . La nueva literatura, en Imagen, Caracas, nm. 27, 15/30 junio de 1968, p. 2. . Con la misma adhesin, en Imagen, Caracas, nm. 29, 15/30 jul. 68, p. 2. Vargas Llosa, Mario. Carlos Fuentes en Londres, en Imagen, Caracas, nm. 12, 1/15 de

    nov. 1967, p. 3.

  • E. P. PAVLAKIS - D. L. DROSOS - A. PAPAGEORGOU (eds.), Estudios y homenajes hispanoamericanos II.

    Madrid, Ediciones del Orto, 2014.

    EUROPEAN INFLUENCES IN THE POETIC WORK

    OF ALEJANDRA PIZARNIK AND EUGENIO MONTALE

    MARIA CRISTINA CATALDO-HALKIOTI Universidad de Atenas

    Montale was born in Genoa on 1896, while Pizarnik came to the world in Bue-nos Aires on 1936. The difference of genre, age and geographical location would leave anyone skeptical about making a comparison between the two poets; apart from the fact that they were keeping a diary, started at an age in which they were just planning to dedicate themselves to literature.

    Alejandra was seventeen years old when she began writing her Diarios and Eugenio was twenty one. It is important to stress the fact that Pizarnik published her first collection of poetry La Tierra ms Ajena when she was nineteen, while Montale made his debut with Ossi di Seppia (Cuttlebones), when he was twenty five.

    In what follows I will try to give an account of the readings of the two artists, for demonstrating that they were influenced by French Symbolism. In doing so, I will confine my analysis on the Quaderno Genovese and on the Diarios written before 1960.

    The so called Quaderno Genovese is a sort of notebook signed with dates that Montale was probably writing from February to August 1917. It was published in 1983; two years after Montale had passed away. In the chronology of the edition curated by Giorgio Zampa that I am referring to, we learn that in 1916 Montale was keeping another diary that he probably destroyed.

    From this singular document we learn the making of the young artist and his readings that were determined by what was available in the library, since he was not attending any university. He was also very fond of Melodrama and Opera. In the few pages of the Quaderno, we have the impression of entering a private field, where Montale confesses things that he would hardly say in the critical essays that he wrote afterwards.

  • MARIA CRISTINA CATALDO-HALKIOTI 36

    Alejandra Pizarniks Diarios, edited by Anna Becciu, was published in 2003, many years after the tragic end of the poetess, who died in 1972. The diaries in-clude not only the every-day life of Alejandra between 1954 and 1971, but also considerations on painting, philosophy and literature, short stories and the outside world that seems to be neglected in the confined space of her poetry.

    As Enid Alvarez argues, diaries, biographies and autobiographies help us to understand the making of an identity. In the Hispano American countries the ma-jority of the available literature refers to foreign authors, as if there was a sort of shyness in talking about the lives of their country-fellows. Alejandra was keeping her diary with the intention of publishing it. In this sense Pizarnik seems not to conform to the Hispano-American standards.

    French Symbolism is one of the key words that both Montale and Pizarnik have in mind when thinking of poetry. In one page of his Quaderno, Montale talks about Les Potes et la Posie, a critical essay written by Georges Duhamel in 1914. The thesis of the French author assumed that Symbolism was not only a huge literary movement, but the coming of a new way of thinking. Montale considered symbolism as an outcome of Romanticism (Quaderno, p.1304) Il simbolismo non che il romanticismo che prende coscienza artisticamente di s.

    The passion for Symbolism had started in Europe before Montales birth. In his essay Gli Ismi Contemporanei of 1898, the Sicilian author Luigi Capuana was accusing European poets of having lost their geographical identity due to the fact that they were following the same linguistic and stylistic canons established by the French movement. Such a homologation was for Capuana a symptom of a wider phenomenon that he addressed as cosmopolitan.

    To support his point, Capuana examined a lyric of the Portuguese Eugenio De Castro, where the poet was describing the woman he loved. Apart from the lan-guage in which the lyric was written, the reader was given the idea of a theatrical lady covered with a silky black tunic. Avremmo voluto avere l'impressione di un angolo di cielo e di terra portoghese1 Capuana remarks, but the choice of abstract nouns and adjectives was not giving the perception that the author was in Portugal, talking about a Portuguese lady.

    In Montales opinion, French Symbolism would have never existed without the contribution of Edgar Allan Poe and Walt Whitman2, authors that he considered as the fathers of modern poetry (Quaderno, p.1309). With regard to Poe, it is well known the influence the North American author had on Baudelaire,3 who was completely fascinated by Poes literary theories. Some critics still doubt about

    1 p. 22, We would have liked to have the sensation of a spot of Portugue