estudios de lingÜÍstica espaÑola

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FÉLIX RODRÍGUEZ GONZÁLEZ (ed.) ESTUDIOS DE LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA HOMENAJE A MANUEL SECO PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE

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Page 1: ESTUDIOS DE LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA

FÉLIX RODRÍGUEZ GONZÁLEZ (ed.)

ESTUDIOS DE LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA HOMENAJE A MANUEL SECO

PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE

Page 2: ESTUDIOS DE LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA

Este libro ha sido debidamente examinado y valorádo por evaluadores ajenos a la Universidad de Alicante, con el fin de garantizar la calidad científica del mismo.

Publicaciones de la Universidad de Alicante Campus de San Vicente s/n

03690 San Vicente del Raspeig [email protected]

http://publicaciones.ua.es Teléfono: 965903480

Fax: 965909445

©Félix Rodríguez González (ed.) © del texto: los autores, 2012

© de la presente edición: Univer~idad de Alicante

ISBN: 978-84-9717-183-0 Depósito legal: A 477-2012

Diseño de cubiertas: candela ink. Composición: Patricia Barbero

Impresión y encuadernación: Imprenta Kadmos

Reservados todos los derechos. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción

prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Page 3: ESTUDIOS DE LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA

ÍNDICE

Presentación 00 o 00 o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o 0000 o o o O o o o o o o o o o o 00 000 o o o o o o o o o o o o o 00 o o o o o o o o o o o o o o o o 000 000 o o o 11

Manuel Seco Reymundoo Cronología vital oooooOooooooooooooooooooooooooooo o ooooooooooooo 13

Bibliografía de Manuel Seco ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooOOoooooooooooooooooooooooooO 17

Estudios sobre la obra de Manuel Seco oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo 33

Félix Rodríguez González: Laudatio en la investidura como Doctor Hono;is Causa de Manuel Seco 00000000 ooooOOOO o o o. o o o ooooooooooooooooooooooooooooOOOOO 41

Discurso de Manuel Seco ...................................................................... 0 47

LEXICOLOGÍA Y LEXICOGRAFÍA

IGNACIO AHUMADA: Ideología y corrección lingüística: los precedentes peninsulares de los diccionarios de dudas .......................... .............. 55

PEDRO ÁLVAREZ DE MIRANDA: Un galicismo reinterpretado y acortado: pousse-café>puscafé,p!uscajé,pos(t)caféy plus .......................... 0 69

DOLORES AzoRfN: Contribución a la historia de los términos en los diccio­narios generales del español: Salvá y la Academia Española ante el problema de los tecnicismos .......................................................... 0.. 91

IGNACIO BOSQUE Y RICARDO MAIRAL: Definiciones mínimas ................ 119

MANUEL CASADO VELARDE Y FERNANDO ÜONZÁLEZ ÜLLÉ: Apuntes para la historia de mefistofélico .............. 0 ................................................ 0 133

CRISTÓBAL CORRALES Y DOLORES CORBELLA: La terminología azucarera en el DRAE ........................................................................................ 0 153

JANET DECESARIS WARD: Gramática, diccionario y aposición nominal .... o 183

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8

MARIA TEREsA EcHENIQUE: Consideraciones sobre la pronunciación de la lengua castellana en época de Nebrija a la luz de su Vocabulario espa-

Índice

ñol-latino .............................................................. ............................ 197

DAVID L. GoLD: The politicization of a monophthong (A refutation of all the Puerto Rican myths about the native Spanish place name Porto Rico) ................................................................................................. 215

HUMBERTO I!ER.NÁNDEZ: La lexicografía didáctica del español en Hispano-américa. Aspectos teóricos y descriptivos ........................................ 269

M. CARMEN LOZANO ANDRÉS: El tratamiento de la preposición en diccio-narios monolingües de aprendizaje del español ............................... 297

ABRAHAM MADROÑAL: Tasticot y otros duendes de pa_labra en Lope ........ 319

M• ANToNIA MARTÍN ZORRAQUINO: Sobre la labor de María Moliner en el Estudio de Filología de Aragón (EFA) ..................................•......... 331

FEux RoDRíGUEZ GoNZÁLEZ: Origen y evolución de las siglas ............. 355

RAFAEL RoDRíGUEZ MARíN: Clarín, la Academia y el Diccionario ........ 381

JuAN MANUEL SEco DEL CAcHo: ¿Parafasia ca.11ora, mondegreen o pom-porruta? Sobre la denominación de un fenómeno de interferencia pa-ramórfica en inglés y español ........................................................... 417

DIEGO V ARELA VILLAFRANCA: Sobre pagadores paganinis, locos locatelis, bizcos viscontis y vivos vivaldis: estudio de un grupo peculiar de ho-mónimos parasitarios ........................................................................ 433

DIALECTOLOGÍA Y SOCIOLINGÜÍSTICA

GERMÁN CoLóN: La variación diatópica .............................................. ... 459

ANA M• VIGARA: Ese modo, que puede llamarse cheli, de hablar. El Diccio-nario cheli y el cheli en el diccionario ............................................. 473

LENGUAJE Y COMUNICACIÓN

JosÉ ANToNIO MILLÁN: Metagrafía: transgresión y transmigración en las escrituras públicas ............................................................................. 511

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[ndice 9

ESTUDIOS SOBRE LA OBRA DE MANUEL SECO

MARÍA PAZ BATTANER: Y por algo había que empezar: la metodología didáctica de la lengua y la literatura en 1961 ................................... 537

PILAR GARCÍA MoUTON: Norma y variación en el Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española .... . . . . . . . .. . . . .. . .... .......... .. . . . . . ....... .. ... 561

JosÉ PoLO: La visión del dinamismo de la lengua en Manuel Seco (algunos testimonios extraídos de su propia obra: 1961-2006) ............................ 569

JosÉ PoLo: La Gramática de Manuel Seco (primer acercamiento sistemático personal impreso) .......................................................... 585

Page 6: ESTUDIOS DE LINGÜÍSTICA ESPAÑOLA

ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LAS SIGLAS

· o. Introducción

FÉLIX RODRÍGUEZ GONZÁLEZ

Universidad de Alicante

Mucho se ha escrito sobre la historia de las abreviaciones técnicamente ·. conocidas con el nombre de «abreviaturas», como meras representaciones · gráficas de palabras o expresiones, pero no tanto sobre la historia de las «si­

. tal como las definimos comúnmente hoy. En inglés existen algunas refe­rencias de interés sobre esta segunda cuestión, y yo mismo la he abordado en otro lugar (Rodríguez González y Cannon 1994).

En español, sin embargo, las referencias han sido mínimas. El tratamiento de la historia faltó incluso en las dos tesis que dediqué al estudio de las siglas, en español (1980) e inglés (1981), a través del cual conocí precisamente aMa­nuel Seco, quien, por la novedad de este fenómeno lingüístico y la escasa bi­

. bliografía existente, me animó vivamente en aquel momento a publicar una .•· monografía sobre el tema. Por avatares de la vida fui aplazándolo para una mejor

ocasión, sin que aún lo haya llevado a término, y una de las razones fue preci­•. samente mi intención de describir en el futuro, con más sosiego, algunos aspectos . nuevos. Con esta publicación pretendo llenar uno de esos huecos, y de ese modo

dar cumplimiento, siquiera parcial, a sus deseos, como mi mejor homenaje. . Antes de abordar el estudio de la historia de las siglas, interesa hacer un recorrido por la historia de las abreviaciones en general, para así encuadrar

.· mejor elfenómeno.

· l. De la escritura a la abreviatura

Las abreviaciones formadas por medio de siglas, por su frecuencia y su con­figuración, constituyen uno de los fenómenos lingüísticos más característicos

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356 Félix Rodríguez González

de nuestro tiempo, tan característico que Pedro Salinas troqueló la frase, tan manida hoy, de «siglo de las siglas», para calificar la pasada centuria. Pero al igual que ocurre con otros fenómenos lingüísticos de actualidad, como lo; extranjerismos, las siglas cuentan con antecedentes históricos remotos cuyo estudio detenido daría lugar por sí solo a un extenso trabajo.

Por su carácter eminentemente escrito, la historia de las siglas, o de las abreviaciones en general, va ligada a la propia historia de la escritura. Y la escritura, como medio o canal por el que se transmite la lengua, ha llevado impresa desde siempre la necesidad de una comunicación más económica y eficaz, algo inherente a la lengua misma.

Una. de las representaciones escriturales más primitivas que se conocen, la cuneiforme de los sumerios (IV milenio A.C.), fue ideográfica, pues sus ca­racteres -ideogramas- sirvieron para expresar gráficamente una idea o un ob­jeto. Pero la rigidez y la pobreza del sistema ideográfico pronto condujeron a la invención de símbolos que representaban sílabas, y después letras. En esta sustitución de un sistema (icónico) por otro (simbólico), y sobre todo en su difusión, los fenicios desempeñaron un importante papel.

Frente al carácter conservador y hermético de la escritura cuneiforme, y des­pués de los jeroglíficos egipcios, cuyo conocimiento se restringía a un pequeño sector de la población -escribas encargados de la ciencia, la administración y la religión-, los fenicios, pueblo comerciante y viajero, animados por un espúitu más abierto y realista y con más contactos con el mundo exterior, rompieron con la tradición anterior y comenzaron a utilizar signos claros, fáciles de repro­ducir y que se correspondían con los mismos fonemas. Su escritura, más sim­plificada, prefiguró los alfabetos hebreo, griego y latino.

El alfabeto latino, derivado del griego a través de los etruscos, fue utilizado por la Iglesia Romana y sobrevivió a la caída del Imperio. Su uso no dejó por ello de ganar terreno y con el tiempo se extendió a la mayoría de las naciones, sobre todo en Occidente.

Desde el momento en que la escritura dejó de ser patrimonio de unos pocos y se generalizó, aunque a nivel receptivo más que productivo, se asistió a una proliferación de abreviaciones. Su desarrollo resulta fácil de explicar si se considera, por un lado, el factor humano: un reducido número de copistas para los que el tiempo era precioso; y por otro, la necesidad de economizar lo más posible el material que servía de soporte a sus escritos (papiro, perga­mino, e incluso piedras).

La frecuencia con que se han utilizado las abreviaciones desde la Antigüe­dad y a lo largo de la Edad Media ha atraído la atención de los especialistas en epigrafía y paleografía que las recogen con minuciosidad dando lugar a

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Origen y evolución de las siglas 357

extensos tratados. Las que mejor se conocen son las pertenecientes a la cultura griega y, especialmente, latina, y sus rasgos gráficos no son muy diferentes de los que encontramos en el español contemporáneo.

La cultura latina usó y abusó de las abreviaturas y siglas. A ella se debe el mismo nombre de sigla, proveniente, según las opiniones más autorizadas, de singulae (litterae) 'letras aisladas', como las llamaba Cicerón, y en este sentido etimológico me referiré a las siglas por el momento. Los romanos las emplearon en las inscripciones lapidarias y también en los epígrafes de mo­nedas y medallas donde, por las razones antes expuestas, se convertían en un recurso especialmente útiL Conocidas son las inscripciones SPQR. (Senatus Populusque Romanus), que los ejércitos romanos exhibían en sus banderas; TNRL (Iesous Nazarenus Rex Iudeorum), que desde Poncio Pilato se viene es­cribiendo sobre las cruces; RIP (Requiescat in pace), colocada sobre los epi­tafios funerarios; igualmente cristiana es la palabra ichtus 'pescado', que los primeros cristianos escribían en las catacumbas e interpretaban como lesous Christos, Theou Uios, Soter (Jesús Cristo, Hijo de Dios, Salvador).

Pero no todas las siglas estaban ligadas al rótulo y a la escultura, también se empleaban en los documentos escritos tanto oficiales (redacción de actos públicos, leyes o decretos) como privados (cartas y negocios particulares): por ej., A.= Amicus; DSP. =de sua pecunia; IOM. = Iovi Optimo Maximo; L =

libertus; y NP = nobilissimus puer. Como estos ejemplos indican, tales abre­viaciones no sólo afectaban a la esfera de los tratamientos y fórmulas estere­otipadas sino que se aplicaban también a los nombres y frases corrientes, es decir, a cualquier palabra o expresión que hubiera alcanzado cierta frecuencia. Y, como el resto de la escritura, en los primeros siglos se escribieron todas en mayúsculas (en la época carolingia, siglo VIII, se llegó a una combinación de mayúsculas y minúsculas).

A medida que la cultura latina se extendía, los manuscritos se multiplica­ban y con ellos las iniciales y otros tipos de abreviaciones. En tales circuns­tancias, para que el sistema abreviativo fuera operativo y eficaz, la lógica imponía como principio básico dotar a la abreviación de un carácter distintivo, conspicuo, dentro del texto, con objeto de que el significado pudiera recons­tituirse sin mayor dificultad. Con el tiempo esto se consiguió de diversas ma­neras: mediante el carácter mayúsculo, en las llamadas «siglas»; o bien, mediante la adición de un signo ortográfico auxiliar, a modo de signo diacrí­tico, especialmente en las «abreviaturas» propiamente dichas. Los signos abreviativos consistían generalmente de un punto (feL 'feliciter'), una letra volada (d0 'dito'; po 'primo') o varias (AL mus 'Altissimus'), una tilde (futis 'futuribus'), una vírgula o apóstrofo (Quo' 'quomodo') y una rayita horizontal colocada por encima de la abreviación (añ 'annos', no 'nostro', eps. Tales

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358 Félix Rodríguez González

signos se hicieron particulannente útiles cuando el texto iba en caracteres un­ciales (DS 'Deus', DNS 'dominus'), pues de otro modo la abreviación no se hubiera hecho notar1

• En la lengua de hoy subsisten algunos vestigios, como la tilde de la letra ñ española, el acento circunflejo (A) de las vocales largas francesas y los puntos diacríticos que suplen ciertas letras en algunos idiomas (Gehénot 1975: 281).

Estructuralmente las abreviaciones respondían a un variado número de tipos. La contextura primitiva de la sigla era mínima, reducida al primer gra­fema de la palabra, o de cada palabra de un compuesto o sintagma, pero pronto se sintió la necesidad de su ampliación, en aras de una mejor comprensión particulannente en los textos legales. Está claro que una sigla como L (liber: tus) siempre sería más fácil de comprender en su forma ampliada LB., más aún en LIB., y todavía más si del radical saltamos a la temünación («contrac­ción»), como en DMS (dominus); el mismo proceso puede observarse en las abreviaturas (Y., Vr. = vester; F., Fr.,jraf = frater).

Indudablemente este procedimiento expansivo facilitaba la interpretación, pero, por otro lado, conforme el número de abreviaciones aumentaba, aumen­taba también su poli valencia significativa ocasionando serios conflictos ho­monímicos. Baste recordar que L. significaba no sólo libertus sino también legio, lex, libra, locus, Lucius, etc., y lo mismo ocurría con las abreviaciones más extensas (FL = filius,flumen, Flavius, etc.). Añádase a esto la variación en que incurrían los propios escribientes quienes, confrontados con tal número de abreviaciones y modos de formación\ se verían ünpotentes de memorizar y asumir las formas más establecidas, quedando la elección así a merced del arbitrio individual.

En estas circunstancias se hacía necesaria una codificación que pusiera orden en el caos producido. Para satisfacer esta necesidad Julio Tirón, liberto y amigo de Cicerón, basándose en los signos abreviativos del poeta romano Ennius, pu­blicó unas notas («Notas tironianas» ), una colección de siglas, abreviaturas y símbolos de todo tipo que fueron perfeccionándose con el tiempo con nuevas aportaciones; Séneca, por ejemplo, llegó a completar una lista ordenada de 5000 notas. Tales notas se convirtieron en una especie de sistema taquigráfico que proporcionaba notable rapidez a los copistas, quienes las mantuvieron vigentes

1 La misma necesidad de diferenciar la sigla tipográfi¡;amente piantea el uso de las modernas mayúsculas en los córnics actuales, sólo que en este caso al no haber una limitación en el ta­maño de los caracteres el problema se resuelve dando a la sigla una mayor dimensión.

2 Entre otros pueden recordarse las <<dobles formas>> ocasionadas por la diferente segmentación al efectuar el acortamiento (A,AM), o por el diferente orden de las palabras (DPS =de pecunia sua; DPS =de sua pecunia). Este tipo de anomalías se produce también en la lengua de hoy, aunque no en un número que cause preocupación (cf. Rodríguez González 1993a).

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Origen y evolución de las siglas 359

por espacio de más de 1.000 años si bien sufrieron algunas modificaciones im­puestas por la evolución de la escritura. Los copistas que las utilizaban se lla­maban notarii, de donde procede nuestra palabra notario.

En distintos períodos de su historia el exceso de formas abreviativas y las dificultades en la interpretación de su lectura en libros y documentos oficiales suscitaron fuertes protestas, llegando en algunos casos a decretarse su prohi­bición; así lo dispusieron, por ejemplo, el Senado romano y más tarde los em­peradores Teodosio II (408-450) y Justiniano (482-565), éste último de una manera severa. Pero el uso prosiguió en la escritura de manuscritos e inscrip­ciones a lo largo de la Edad Media, aunque con sucesivos flujos y reflujos.

En el periodo visigótico y primeros años de la Reconquista, es decir, tras el resquebrajamiento del Imperio y la cultura romana, desaparecida la vida ciu­dadana normal por guerras e invasiones, y descompuesto el latín, el uso de las abreviaciones decayó considerablemente; igualmente las notas tironianas fueron cayendo en el olvido. Sin comprender la lengua, inútil sería para el pueblo con­servar las formas abreviadas y signos anteriores. Las notas siguieron empleán­dose en los conventos hasta el final del renacimiento carolingio, pero no para registrar los discursos sino únicamente como escritura de copia para economizar el pergamino cuyo coste era elevado (cf. Géhénot 1975: 262).

En general los libros y documentos escritos en Europa en tal época raras veces contienen abreviaciones. A partir del siglo X cobran un fuerte impuho que se incrementa a medida que avanza la Edad Media y las lenguas van asu­miendo sus verdaderas formas nacionales. Con su nueva floración los des­manes escriturales anteriores vuelven a repetirse, ocasionando serios errores en la escritura y lectura de siglas y abreviaturas, lo cual conduce a nuevas prohibiciones, esta vez por obra de un rey ya nacional, Alfonso X el Sabio (1221-1284) de Castilla; también en Francia, por esta época, Felipe el Her­moso (1208-1314) prohibió su uso. La prohibición del rey castellano (ley 7, tít. 19, partida 3) tuvo como efecto acabar con las abreviaciones cuya inter­pretación pudiera causar confusión. Afectó a toda clase de documentos legales e inspiró el desarrollo de leyes posteriores. Pero las abreviaturas no por eso dejaron de emplearse. Con la elevación cultural y a falta de imprenta los co­pistas tenían que reescribir una y otra vez los manuscritos para atender una demanda creciente que los superaba, viéndose así sometidos a mayores exi­gencias de tiempo.

En el siglo xv, en los comienzos de la imprenta, las abreviaturas no des­aparecen, antes bien, fueron muchas las empleadas tanto para suplir letras como para representar palabras enteras. Y esto por las mismas razones de eco­nomía que los amanuenses, pero también por otra, como el deseo de vender libros impresos como si se tratara de manuscritos y guardar secreta la inven­ción de la imprenta (Martínez de Sousa 1984: 16).

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360 Félix Rodríguez González

Ahora bien, con la divulgación que la imprenta supuso, el uso de abrevia­turas se hizo pronto intolerable por la confusión que acarreaban al leer y las incorrecciones producidas al traducir una obra. Por otra parte, a partir del siglo xvr la escritura de los manuscritos en Europa Occidental deja de ser im­personal y el sistema de abreviaturas varía con frecuencia de escritor en es­critor, al no estar sometido a un conjunto de leyes ciertas como las que había regido durante toda la Edad Media3• Todas estas circunstancias determinan el abandono de las abreviaciones, en especial de las abreviaturas propiamente dichas, quedando en uso únicamente algunas de carácter general y origen la­tino (A.D., N.B., etc., v.g.), aún empleadas hoy, y otras referidas a palabras que el escritor emplea con frecuencia en un determinado tema y que, para ganar tiempo, deja de escribir en sus formas completas, práctica seguida también en nuestros días.

Así mismo, hay que consignar el abundante uso de siglas que tiene lugar en la esfera de los tratamientos durante los siglos XVI y XVII, época en que florecen los tratamientos de cortesía (Vuestra Merced, Vuestra Majestad, Vuestra Alteza, Vuestra Excelencia, etc.) cuyas fórmulas dan lugar a abrevia­ciones estereotipadas, en caracteres mayúsculos (V.M., V.A., V.E.), de las que provienen las formas actuales. El carácter estereotipado y conspicuo de estas fórmulas abreviadas así como su frecuente uso en la escrilura, a lo que sin duda contribuye la propia naturaleza de este campo léxico --compuesto a me­nudo por términos alocutivos aplicados a un considerable número de perso­nas-, de siempre les hicieron escapar de las normas dictadas repetidamente contra el abuso de las abreviaciones en los documentos públicos4 •

2. De la «abreviatura» a la «Sigla»

2.1. La aparici6n de las siglas en las lenguas europeas

En esta situación llegamos al siglo XIX, y en concreto al último tercio. Por aquel tiempo las abreviaciones cobran un nuevo impulso y un nuevo e inusi­tado rumbo. Hasta el siglo XIX las abreviaciones, se tratara de iniciales o no, constituían un recurso abreviativo al servicio de cualquier escribiente, a modo

3 <<Abreviatura», en Enciclopedia Universal/lustrada Europeo-Americana, tomo 56, Espasa­Calpe, Madrid, c.l927.

4 En inglés las abreviaciones en general tuvieron un peso mayor a lo largo de los siglos xvn y xvm, sobre todo en la escritura de la corte. Se dijo que los escritos eran <<más difíciles de leer que los latinos de épocas anteriores>>, y fue por esta razón por la que en el reinado de Jorge II el Parlamento decretó la prohibición del uso de abreviaturas en documentos legales. (Sobre este punto, véase Rodríguez González y Cannon 1992)

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Origen y evolución de las siglas 361

de signo taquigráfico. Su lectura reproducía, por consiguiente, las formas ple­nas en ellas representadas5

• A partir de entonces surge un buen número de abre­viaciones formadas por medio de iniciales mayúsculas y cuyo rasgo distintivo es su oralizacion. Al asentarse en la lengua, con su entrada en el medio hablado, el conjunto de iniciales o siglas(= 'letras') de un enunciado se va a conocer también con el nombre de sigla. Por el contrario, toda abreviación en el plano gráfico, como mera representación, se llamará abreviatura. No es difícil vis­lumbrar las razones de tales cambios. El paso del medio escrito al oral se pro­duce al amparo de unas nuevas condiciones de vida impuestas por la nueva era que se abre paso. La etapa comprendida entre 1870 y 1914, la llamada «segunda revolución industrial», viene acompañada de considerables transformaciones sociales. En el plano de la ciencia y de la técnica destacan la consolidación del ferrocarril y el nacimiento del automóvil. Junto a este desarrollo de los trans­portes y las comunicaciones tiene lugar también una mayor intercomunicación en la sociedad, favorecida por las grandes concentraciones urbanas, y de ma­nera especial por la difusión de la prensa y de las publicaciones. En general la sociedad se reorganiza y aparecen agrupaciones de todo signo (sociales, polí­ticas, económicas, etc.). Es la época de las grandes empresas, de la creación de asociaciones culturales, deportivas, del reforzamiento de la administración del Estado con el surgimiento paralelo de los partidos políticos y los sindicatos. Toda esta reorganización social da lugar a numerosos organismos, entidades e instituciones con denominaciones demasiado prolijas, propensas por su exten­sión a reducirse en la escritura y también en el habla. Del predominio del «nom­bre» como objeto de abreviación, durante la Edad Antigua, Media y Moderna, pasamos en la época contemporánea al predominio de la «denominación», la cual, por su referencia social y colectiva, lleva implícita un uso más compartido y simultáneo, menos individualizado.

5 Con anterioridad existía la taquigrafía, pero no puede decirse que recogiese la palabra viva. En puro rigor la taquigrafía castellana, tal y como la concebimos hoy, no aparece hasta el siglo XIX, y su fundación se atribuye a Francisco de Paula Martí (cf. Rose!I 1967: 14).

Para Galliot (1955: 332) nada prueba que las siglas del pasado -{fe la época clásica o de la Edad Media-, hayan sido pronunciadas como las nuestras. Las diferentes circunstancias históricas que envuelven a ambas épocas según explico en este estudio, conducen a pensar que hasta el siglo XIX la sigla puede considerarse sólo un hecho de grafía. Esto no quiere decir, sin embargo, que esporádicamente no haya habido casos de siglación espontánea donde las iniciales han sido efectivamente pronunciadas, pero se trata de hechos aislados y con una limitada audiencia, sin repercusión por tanto en el sistema lingüístico. Algeo (1975: 218), por ejemplo, nos ofrece el testimonio del poeta Byron (1788-1824), quien utilizó las abre­viaciones en forma de iniciales M.P. (Member oj Parliament) y MS (manuscript) en su valor fonético, según puede deducirse de la rima de los poemas en que aparecen.

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362 Félix Rodríguez González

Denominaciones abreviadas diversas encontramos en parecidas fechas, lo mismo en Estados Unidos que en los distintos países europeos, especialmente germánicos y eslavos, según se recoge en algunos estudios de la época. Sun­den (1904: nota 5) cita algunas siglas inglesas de primeros de siglo, entre ellas M.P. (Member of Parliament); Rohde (1907) registra para el alemán AIV (Aka­demisch-Juristischen Verein), vdsT (Verein deutscher Studenten), AGFA (Ak­tien-Gesellschaft fur Anilirifabrikation), entre otras; Kjellman (1920) recoge para el francés T.C.F. (Touring Club de France), R.P. (représentation propor­tionnelle), u .V.F. ( Union vélocipédique jranraise), C.G .v. ( Confédération Gé­nérale des Vignerons), etc.6, y también incluye siglas de otras procedencias como el sueco: K.F.U.M. (Kristliga Foreningen av Unge Miin), S.T.F. (Svenska Turisiforeningen), I.K.F. (ldrott~foreningen Kamraterna). Ladó (1963) se ocupa de las siglas húngaras anteriores a 1914, en especial de las referidas a entidades deportivas, y Baecklund (1941) analiza las siglas rusas anteriores y posteriores a esa fecha.

Por el lado angloamericano, aparte de nombres de organizaciones similares recogidos en estos mismos estudios (como por ej. YMCA, YWCA, aún utilizados hoy), o en otros como Pound (1913), que registra nombres de productos co­merciales algunos de los cuales son siglas, cabe mencionar la breve pero in­teresante recopilación de Long ( i 915), quien da cuenta de ciertas iniciales empleadas con frecuencia en los estratos sociales superiores para abreviar frases de la lengua común: c.y.k.(consider yourself kissed),j.h.b. (jamily hold back), m.i.k. (more in the kitchen), w.c. (water-closet), etc. Como puede ob­servarse por la !ongitud y significado de sus formas completas, tales abrevia­ciones, al contrario que las anteriores, se caracterizan por el motivo criptográfico que presidió su acuñación, pero son reveladoras de la extensión del procedimiento abreviativo en el inglés norteamericano. Incluso con ante­rioridad a esa fecha, hacia 1940,hubo en Estados Unidos durante varios años una moda de emplear abreviaciones alfabéticas cuyo legado más característico es la popuHuisima expresión OK ( cf. Read 1963: 5 sigs .) .

Centrémonos de nuevo en el escenario europeo. Según Zumthor (1951: 23-24), la Europa central y occidental (Alemania, Francia, Países Bajos, Es­candinavia, etc.) puede dividirse, a riesgo de simplificación, en dos grandes bloques: anglo-americano y polaco-ruso, nacidos independientemente el uno del otro. A grandes rasgos, puede decirse que las siglas que van a ir fluyendo

6 Cf. también Jeanes (1949), cit. por Galliot (1955: 332). Galliot apunta para el francés el orden de aparición de las siglas en este período: sociedades deportivas (1875-1880), comerciales o de la Administración (como PTI, después de 1880) y jerga política (a principios de siglo; la más antigua de las cuales probablemente es R.P., hacia 1906).

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Origen y evolución de las siglas 363

en estas dos áreas mantienen rasgos morfológicos y semánticos distintos. Mientras en inglés predominan las formaciones de tipo comercial e industrial, en la URSS y Polonia pertenecen al campo político. En esta zona de Europa oriental las siglas se detectan primero en la jerga de los partidos socialistas prerrevolucionarios polacos (por ej. PPS 'Polaka Partja Socjalistycna' y LSD 'Litewska Socjalna Dernocracja', etc.), pero enseguida pasan a Rusia donde van. a constituir un importante método a la hora de crear la terminología po­lítica y administrativa del nuevo Estado (cf. Baecklund 1941: 34-42; Zurnthor 1951: 22; Zalucky 1978: 1-5). La aparición de este foco oriental debe mucho, en opinión de Ginneken (1914) y Seliscev (1928), a la influencia de lasco­munidades judías cuya práctica entronca con la antigua tradición rabínica ( cf. Baecklund 1941: 34, 36).

En la segunda década del siglo XX dos acontecimientos casi simultáneos van a propulsar el uso de las siglas en una y otra zona, la Primera Guerra Mundial (1914-1919) y la Revolución Rusa (1917-1920). La guerra de 1914 por un corto espacio proporciona una inflación de siglas de contenido militar de lo que dan testimonio los diccionarios militares de la época (por ej. AWOL

'absent without officialleave', ANZAC 'Australian and New Zealand Army Corps', etc.). Y fueron tantas y llamaron tanto la atención que hicieron creer al literato francés Robert de Flers, en 1921, que se trataba de un «método de simplificación de tipo militar», y que desaparecería después de la Gran Gu=a ( cf. Pereira 1937: 264). La revolución bolchevique de 1917, por su parte, trae consigo igualmente una verdadera floración de abreviaciones cuya particula­ridad más notable es la composición silábica de sus elementos (e.g. Sovnar­kom 'soviet narodnykh komissarov' =soviet de los comisarios del pueblo, Sovkhoz 'sovietsko'ie khoziaistvo' =explotación agraria soviética). Algunas abreviaciónes corno comintern han sido divulgadas en Occidente gracias a la influencia del partido comunista; también cheka, transcripción de las iniciales rusas 'IK. Cabe suponer, con Sliosberg (1972: 110), que la masa de analfabetos de la Rusia zarista no estaba acostumbrada a la terminología de los nuevos organismos del Estado y que las designaciones abreviadas les eran más acce­sibles, al menos fonéticamente.

La década de los treinta va a ser importante en la consolidación del sistema siglar, especialmente en Estados Unidos. Aunque las iniciales antes de 1930 se reconocían corno una parte del léxico norteamericano, constituían aún una fase aislada de la lengua. A partir de entonces, bajo el gobierno de Franklin Roosevelt, se va a popularizar el método de identificar por medio de iniciales (por ej. T.V.A. 'Tennesee Valley Authority' y c.c.c. 'Civilian Conservation Corps'). Esta «sopa de letras» (alphabet soup ), como se ha llamado al aluvión de entes estatales que surgen con el New Deal, era algo natural si se tiene en

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cuenta que día a día eran noticia en la prensa y que, en ese contexto, el perio­dista se veía incitado a la abreviación, especialmente en los titulares ( cf. Baum 1955: 105-6).

También en Europa la Alemania nazi a partir de 1933 despunta por el nú­mero de siglas empleadas en el terreno político, situación que se repetirá en otros países europeos, entre ellos España, como hiego veremos. A los «felices años 20» siguió una honda crisis económica que afectó sobre todo a las clases medias, las cuales reaccionaron vivamente encuadrándose en formaciones políticas que prometían restituir el orden. De este modo el espectro político­ideológico se vio ampliado, lo que se tradujo en un nuevo brote de siglas de partidos y organizaciones políticas.

Con la Segunda Guerra Mundial (1939-45), tanto en Europa como en los Estados Unidos, la práctica siglar va a verse refor:zada consolidándose defi­nitivamente. Una vez más son los Estados Unidos los que ejercen la mayor influencia. Durante los años que duró la participación norteamericana, la Ar­mada y la Marina hicieron uso de iniciales con la misma fecundidad e ingenio de que había hecho gala el Gobierno Federal una década antes al dotar a mu­chos entes estatales de su propia abreviación (Baum 1955: 106 sigs.). Para dar una idea de la extensión del fenómeno citaré, por ejemplo, algunas de las siglas de que se sirvieron las unidades de servicio en las que participó la mujer (Womens = w):·WAC (Women's Army Corps), WASP (Women's Air Force Ser­vice Pilot), WAVES (Women's Appointed Volunteer Emergency Service). For­maciones análogas se adoptaron en Inglaterra, como WAAF (Women's Auxiliary Air Force Service) y WREN (Women 's Royal Naval Service). Como estos ejem­plos indican, se observa una tendencia a acuñar la sigla en forma más con­densada, que invite a pronunciarlas como si de palabras se tratara («acrónimo»), lo que las diferencia de la «sopa de letras» de los años treinta donde predo­minaba la pronunciación alfabética («!iteración») _7

Pero la guerra dio lugar no sólo a siglas de organizaciones sino de todo cuanto se relacionara con el tema militar. A esta época pertenecen neologis­mos tan conocidos hoy como radar (radio detection and ranging) y jeep (GP, General-Purpose [Vehicle]), pero también formaciones efímeras, ya desapa­recidas, como la expresión kia (soldado 'killed in action', muerto en acción). El Departamento de Marina fue el qne más sobresalió en el empleo de siglas con las que continuamente salpicaban sus comunicados, muchas de las cuales adoptaron extrañas formas y combinaciones, a base de truncamientos (por ej. CoMSUBSPAC 'Commander Submarines Pacific' y CINCLANT 'Commander in

7 Para la tipología de las siglas y sus dificultades, véanse Rodríguez (1984) y Álvarez de Mi­randa (2006).

·_,·¡

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Chief, Atlantic'), que atrajeron severas críticas, algunas en medios tan influ­yentes como el Washington Post (cf. Baum 1955: 105-6). Esta jerga repleta de iniciales tan inusuales en los comunicados militares, recogidos a su vez por la prensa, induce a pensar que su uso respondía no sólo a la necesidad de transmitir sus mensajes con brevedad sino también al oculto deseo de darles un carácter secreto o, al menos, de complicar la tarea de descodificación a los lectores y oyentes del campo adverso (cf. Sliosberg 1972: 110).

Los hábitos lingüísticos del periodo bélico tuvieron su continuación más tarde en la vida política de la etapa de posguerra. Irán surgiendo nuevos nom­bres de organizaciones políticas y militares (NATO, UNO, UNICEF, etc.), algunos de los cuales se acuñan muy conscientemente a partir de palabras preexisten­tes con objeto de aportar connotaciones favorables, así como otras asociacio­nes que ayuden a evocar su significado o función (por ej. CARE, SHAPE, ACTION,

etc,), procedimiento ya observado anteriormente en WAVES y empleado abun­dantemente en el lenguaje de hoy (cf. Rodríguez González 1983).

La tendencia a utilizar abreviaciones con formato siglar ha continuado sin parar hasta nuestros días y ha alcanzado en las últimas décadas cotas de ex­pansión jamás soñadas. Por un lado, la sigla ha salido del reducido círculo en que se originó merced a la proyección social que le han brindado los medios de comunicación de masas -prensa, radio y televisión-, que han cont.-i.l:mido poderosamente a su difusión. De este modo las siglas, cuyos orígenes reales son remotos, han encontrado en esos medios un vehículo eficaz para su im­plantación. Primero en el medio periodístico, dado el origen escrito de casi todas las siglas, el cual va a vivir etapas de esplendor como consecuencia de una alfabetización casi generalizada; después a través del medio radiofónico y televisivo, donde alcanzan una mayor difusión y popularización llegando así a los estratos sociales y. culturales más bajos.

Ligado a lo anterior está el hecho de que la sigla ha dejado de ser patri­monio de un grupo político, comercial, o cultural, y se ha extendido en todos los órdenes, en todas las esferas de la vida, formando parte también de las jergas de los grupos más reducidos o insignificantes socialmente (cf. Rodrí­guez González 1992).

De todos ellos destaca por su proyección social el dominio político en cuyo seno se albergan determinadas siglas que alcanzan la máxima «frec;;uen­cia de utilización». Pero el mayor número de siglas («frecuencia léxica») en los tiempos actuales se registra en el terreno de la ciencia y de la tecnología, en concreto en aquellos sectores que por su naiuraleza son propicios a una celeridad en la comunicación; este es el caso de los lenguajes técnicos de las telecomunicaciones y, de manera especial, del nuevo y floreciente campo de

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la informática8• Con esto entramos en la esfera más directamente relacionada con la nueva etapa que nos ha tocado vivir, denominada por algunos «tercera revolución industrial» (a partir de 1945, con la aparición de la electrónica) y, más recientemente, en atención al peso de la informática, «revolución de la información».

En el plano lingüístico destacaré únicamente el hecho de que la sigla ha ido extendiendo su campo léxico-gramatical. Si en un principio la sigla ha tenido un terreno abonado en el campo de las denominaciones, del nombre propio, paulatinamente ha ido invadiendo la esfera de los nombres comunes -terreno antes casi acotado a la abreviatura- y de las expresiones fraseológi­cas, es decir, de todo cuanto adquiere recurrencia en el texto. Por otro lado, la sigla ha salido del marco sintáctico que le es propio, el nominal, para asumir también otros valores, especialmente en lenguas como la inglesa propicias al cambio funcional (cf. Rodríguez González 1987)."

La tendencia creciente a la abreviación es tal que no ha faltado quien, como Gerardo Díego (1968), concibiese el establecimiento en el lenguaje de «la sigla de la sigla», como última etapa imaginable. Pero lo que sería una hipérbole del escritor español se ha hecho realidad en ciertos casos, como en inglés norteamericano, donde algunas siglas se han reducido a su primera ini­cial (tipo AIDS >A [BigA], LSD > L, WC > W, YMCA >Y).

Otro fenómeno muy actual relacionado con las abreviaciones tiene que ver con el uso de las abreviaturas propiamente dichas, que de aparecer em­pleadas especialmente en campos especializados, han irrumpido como recurso abreviativo de primer orden en el lenguaje ordinario utilizado en los mensajes de móviles (los llamados SMS), principalmente por los jóvenes, dando lugar a una verdadera gramática taquigráfica.

Después de este rápido recorrido histórico, a un nivel general, voy a hacer al­gunas puntualizaciones con respecto a la historia de las siglas en nuestro idioma.

2.2. Las siglas y su evolución en la lengua española

Las siglas en nuestro país aparecieron con cierto retraso y después siguieron por lo general-al menos por un tiempo- un ritmo más lento que en otros paí-

8 Testigo fiel del trato de favor que recibe la sigla en los sectores científicos más en punta es su re­copilación en forma de diccionarios especializados de los que son ejemplo: M. Cebrián Herreros, Siglario intemacional de radio y televisión (2' ed., Madrid, 1983); y R. C. Moser, Space-Age Acronyms, Abbreviations and Designations (IFI Plenun Press, Nueva York, 1969); H. Sawoniak, Dicciuriario intemacionui de siglas relativas a la información cient(fica, la biblioteconomía y disciplinas afines; Peter Wenrich, Anglo-American Abbreviations in the Field of Electrical En­gineering (No publicado, Nueva York, 1973); Diccionario de siglas relacionadas con la infor­mática (Madrid, IBM, 1974); E. Puch, Dictionary of Acronyms & Abbreviations in Management, Technology & lnformation Science (Hamden, Connecticut.: Shoe String Press, 1970).

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Origen y evolución de las siglas 367

ses europeos (Francia, Inglaterra, Alemania, Italia, etc.) y de Hispanoamérica ( cf. Stefanovics 1971). A comienzos del siglo XX eran prácticamente inexis­tentes y basta echar una ojeada a los diarios del primer decenio para compro­bar su ausencia. Al examinar, por ejemplo, el diario ABC de 1905, de junio a septiembre, descubrí que las únicas iniciales registradas fueron algunas abre­viaturas de tratamientos (SS.MM., S.A.R., RR. PP., etc.), una abreviatura cercana a las siglas actuales desde un punto de vista gráfico (E.M.= Estado Mayor), y otras similares referidas a nombres de personas cuya identidad se intenta ocul­tar bajo el disfraz de las iniciales9 . Entre estos figuran los autores de un delito (por ej. «M.c.c., hijo parricida del general Linares [ ... ]»),recurso utilizado también hoy, y, como si de pseudónimos se tratara, los autores de algunos ar­tículos periodísticos (F.N.L., M.T.L.), algunos de los cuales van firmados con las iniciales transcritas (AEMECÉ, ENE) que han sufrido un proceso similar al que encontramos hoy en Psoe, Pepé, etc. (cf. infra).

A partir de 1920 emergen las primeras siglas en el dominio político. La­pesa (1963: 14) documenta UGT, CNT, la Urss (aunque en lugar de ésta casi siempre aparece Rusia), entre otras.10 A finales de esta década, en 1929, se fundan CEPSA y CAMPSA.

En la década de 1930, con la caída de Primo de Rivera y la efervescencia política que se origina a lo largo del período republicano, surgen un sinfín de siglas de par-J.dos y agrupaciones políticas, sintonizando así con la práctica seguida en otros países europeos. Las vemos en pancartas e inscripciones mu­rales, pero también en la prensa, y de ahí pasan al habla popular, sobre todo en el periodo de la Guerra Civil. Pío Baroja testimonia bien esta situación en su novela Vitrina Pintoresca:

Actualmente todas las paredes de los pueblos de España están llenas de le­treros políticos: Viva la U.G.T., la C.N.T., la F.A.I., la F.U.E., la F.E., etc. Dan ganas de sintetizar estas ~xclamaciones por una que diga: ¡Vivan todas las letras mayúsculas del alfabeto! 11

9 María Moliner [DUE] ( 1965) y GDESA, entre otros diccionarios, llaman a estos nombres «crip­tónimos>>, si bien el término tiene un uso más amplio pues no se limita sólo a iniciales.

w Es probable que algunas de ellas se leyeran y se llamaran por el nombre completo; así ocurrió con s.D.N. (Sociedad de Naciones), como recuerda el citado autor, y lo mismo ocurriría, creo, con E.M. (Estado Mayor, antes aludido)

11 Cit. por J. Polo (1972: 70). Que no se trataba sólo de epigrafía callejera lo indica muy bien el texto siguiente, extraído del artículo <<La danza de las letras>>, publicado en un diario de la época:

Idas y venidas, vueltas y revueltas, reuniones y conciliábulos de los jefecillos del derrotado marxismo. El pacífico y sereno ciudadano asiste desde lejos a este ajetreo burocrático y seudo-obrerista, donde triunfa a falta de otra cosa la técnica que un día llamamos <<iniográfica>>.

En efecto, el c.N. de la U.G.T. se reúne y pide auxilio a c.E. de la U.G.T. y del P.S.o. No se sabe lo que pensarán de esto el C.E. de la C.N.T. (A.l.T.) y los de la F.A.I. También se ignora la actitud del C.N. del P.C. (Informaci6n, 25-11-1935, pág. 1).

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Durante la pasada contienda las siglas políticas alcanzaron una frecuencia tal que atrajeron poderosamente la atención de un distinguido visitante como el escritor Orwell que, recordando su estancia en Cataluña, comenta:

As for the kaleidoscope of political parties and trade unions, with their tire­sorne names -P.S.U.C., P.O.U.M., F.A.I., C.N.T., U.G.T., J.C.!., J.S.U., A.J.T.- they merely exasperated12

Al igual que ocurre en otros países (cf. Zumthor 1951: 22), la proliferación de siglas políticas arranca de los movimientos obreros y partidos de izquierda ( co­murústas, socialistas, anarquistas) y se extiende luego a formaciones de derecha (por ej. CEDA) y extrema derecha (P.E., J.O.N.s.). Concluida la Guerra Civil e im­plantado el régimen franquista, la mayoría de las siglas de orgarúzaciones de izquierda caerán en el olvido, sin otro uso que el que quieran darle en sus res­pectivos grupos los diezmados militantes y simpatizantes, y esta situación va a mantenerse durante mucho tiempo. Ahora bien, en la prensa de los años 40 y 50, volcada principalmente hacia las noticias de fuera, aparece un gran número de siglas extranjeras, muchas de ellas de carácter internacional (ONU, OCDE,

UNESCO, EFTA, CEE, MCE, etc.). Todavía a principios de los años 60 cuando se habla de las siglas se reconoce en ellas una condición de lo extranjero. Al decir del académico Martínez de Campos (1962: 419-20):

«La sigía nunca ha sido muy corriente en nuestro idioma. Modernamente, tendemos más a utilizar siglas ajenas que a implantarlas de motu propio. [ ... ] La sigla, pues, llega de fuera; es algo así como un extranjerismo ... ».

Sin embargo, el aluvión de siglas extranjeras, algunas tan farrúliares como las nortea..rnericanas FBI y CIA, irá espoleando los tímidos brotes experimentados por nuestro idioma. Irán surgiendo y popularizándose siglas autóctonas en los nombres de sociedades económicas, como SEAT, ENSIDESA, etc. A mediados de los años 60 el profesor Muñoz Cortés se hace eco de esta moda en una serie de números del diario Madrid (9, 16 y 23 de noviembre de 1965) dentro de la sec­ción «El lenguaje y la vida», en uno de los cuales (16 de nov.) dice:

La tendencia a emplear la sigla es ya una manía. Se está extendiendo en la Prensa española este uso. Se habla de o.r. ( ... ),de L.A.I., y hoy ht visto un anuncio en que dan el contenido del próximo número de B.y N.

Y, en efecto, basta echar una mirada a la revistasP, laque mejor toma el pulso al país en esa época, dado su característico estilo «interpretativo» y el aire progresista que le anima13

, para darnos cuenta de la dimensión que va asu­miendo el fenómeno, incluso en el hasta entonces soterrado campo político.

12 Homage to Catalonia, Harcourt Brace Jovanovich Inc., 1952, pág. 48. 13 «Como nació SP>>,SP, 15-12-1962, págs. 57-58.

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Como botón de muestra citaré el cúmulo de siglas que se recogen en el re­portaje «Agitación universitaria» del número publicado el 8-5-1966 (AET, APE,

ASDU, FES, PUDE, FUNS, GMP, JUME, UED, UJDC, UNEC, etc.), que constituyen úni­camente versiones estudiantiles del repertorio ideológico de la España de 1966, a las que habría que añadir una más conocida, el SEU, como se conocía el sindicato oficial.

De cualquier forma, hasta entrados los años 70 el fenómeno de las siglas no parece alcanzar la amplitud que registra en algunos países latinoamerica­nos, como México o Brasil, si hacemos caso de la opinión de Stefanovics (1971) 14 y tenemos en cuenta los dicciünarios que por esa época existen ya en esas latitudes. Pero a principios de la década, con el vacío de poder que representa el final del franquismo, se produce una eclosión de grupos y gru­púsculos políticos, todos ellos con sus correspondientes siglas. Las paredes se llenan de pintadas y las calles de octavillas, siendo éstas junto a los órganos de los partidos los principales medios a través de los cuales expresan sus co­municados la mayoría de los grupos políticos entonces en la ilegalidad. En un principio, como quien teme constatar una realidad que está presente, la prensa oficial silencia estas siglas que comienzan a ser las más difundidas en la calle y a las que se termina por conocer más que por sus nombres comple­tos. Por eso, a veces, para restar legitimidad y a modo de subterfugio, no dirá el PCE sino «el llamado partido comunista». Pero la realidad acabará pronto imponiéndose y progresivamente se irá tomando contacto con ella a través de una pléyade de revistas de información general, de gran contenido político, entre las que destaca Cambio 16, que con su estilo abierto y desenfadado re­coge la herencia de SP. Se puede decir, pues, que el punto de arranque son los años 70, con un despertar predemocrático, que alcanzará un punto de inflexión a mediados de la década con la agonía del franquismo. El cenit del movi­miento ocurrirá con las primeras elecciones de junio del 1977. Desde entonces las siglas se han extendido a todos los rincones de España y a todos los do­minios, incluidos los lenguajes técnicos.

A partir de entonces, en multitud de campos, las nuevas instituciones y un buen número de conceptos se dieron a conocer en forma de siglas, siendo éstas la denominaciones que muchas veces nos resultan más familiares, y a veces incluso las únicas conocidas A modo de ejemplo pasaré revista a algu­nas de las novedades surgidas en el campo de la enseñanza y la política edu-

14 Una comparación de publicaciones le lleva a Stefanovics (1971: 179) a siíuar a España, así como a Ecuador y Paraguay, entre los países <<abreviaturófobos>>, en comparación con otros como México. Andando el tiempo, otro observador de la prensa española, Carlos Segoviano (1987: 37), repara en la <<abreviaturofilia>> de los diarios. Ambas evaluaciones aparecen en la misma revista, Lebende Sprachen, y las separan tan sólo tres lustros.

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cativa (COU,EGB, BUP, FP; ERPAS; APA, EPA, LAU, LRU, LODE, LOGSE), en la eco­norrúa e industria (PNB, PIN; ERT, INH), en las diferentes ramas del ejército (el IMEC, el JEME, el JEMA), en la jerga de otros ministerios (el FORPPA, el IRYDQA,

el !CONA), yen el lenguaje parlamentario (la LOAPA, el PEN).

La presencia de múltiples siglas en la prensa escrita de los 70, especial­mente en el campo político, produjo como resultado el florecimiento y popu­larización de un buen número de derivados (PCE >pecera, PSOE> psoísta, UCD > ucedista), llegando a un nivel de implantación mucho más acusado que en inglés, por razones lingüísticas y extralingüísticas (cf. Rodríguez González 1988; 1989).

Igualmente digna de señalarse en las siglas de los años 70 en adelante es su popularización y difusión también por los medios de comunicación oral. Atrás quedaba el medio escrito de los años 30 y 40, cuando la prensa más de una vez utilizaba formas abreviadas, incluso con mayúsculas, que no se pro­nunciaban sino e,n sus formas plenas, como recuerda Rafael Lapesa a propó­sito de la s.D.N. (Sociedad de Naciones), precursora en los años 40 de la actual ONU. Con una prensa mucho más difundida y una radio y televisión que llega a todos los estratos sociales, la sigla se enraíza en los hábitos lingüísticos, a lo que no es ajena la aureola de distinción que la rodea. A este respecto, citaré algunos testimonios un tanto individuales y anecdóticos pero que ilustran fiel­mente el grado de difusión y prestigio del fenómeno adquirido en la vida co­tidiana. Interesante es el nombre de una agencia matrimonial que, en lugar anunciarse como tal en el periódico, lo hace bajo el rótulo de ICROM (Institu­ción Científica de Relación y Orientación Matrimonial)15; el de un delincuente que para desviar el curso de las investigaciones relacionadas con su crimen, se confiesa autor del mismo en una carta anónima que firma con la sigla GADAC (grupo de afectados del aceite de colza), institución inexistente a la que pretende traspasar la autoría del crimen16

; y, a un nivel más elevado, el de un novelista (Antonio Rato), quien al ser preguntado sobre cómo definiría su tarea literaria contesta: «como ONNIS, Objeto narrativo no identificado» 17;

es decir, con una sigla inexistente que, ideada por analogía con OVNIS, asume una función metalingüística.

En resumen, y retomando los argumentos expuestos anteriormente, pode­mos concluir que la aparición del fenómeno de las siglas tal y como lo cono­cemos hoy ha estado estrechamente ligada a la primera y segunda revolución industrial, y al desarrollo del periodismo impreso, pero se expande con el pe-

15 Cit. en El País, 16-8-1984, pág. 26. 16 Cit. en Deia, 19-1-1984, pág. 21. 17 Diario 16,3-6-1984, pág. 12.

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Origen y evolución de las siglas 371

riodismo radiofónico y televisivo que acompaña a la revolución científico técnica de nuestros días, y está encontrando un campo abonado en las mo­dernas telecomunicaciones.

Siempre que ha habido un nuevo adelanto técnico que ha supuesto una mayor intercomunicación, o bien acontecimientos políticos o militares que la han forzado repentinamente, el sistema siglar se ha desarrollado en gran manera. Por el contrario, en momentos hoy lejanos de escasez de medios materiales e impresos, lo que ha prevalecido ha sido la abreviatura, esto es, la sigla no pro­nunciada, y no fundada o instituida sino empleada individualmente como mero apoyo taquigráfico.

3. Actitudes ante las siglas

Para completar este análisis sobre la evolución de las siglas, añadiré ahora algunas notas sobre su evaluación como procedimiento lexicogenésico, ya que en el transcurso de su historia han suscitado reacciones distintas.

En España, desde que en los años 30 del siglo pasado comienzan a utili­zarse las siglas con cierta profusión, se han producido airadas críticas en roe­dios académicos y periodísticos, especialmente por el confusionismo que su uso genera y por el carácter extranjero que en un principio han tenido (cf. Martínez Campos, supra). Expresivos son en este sentido los comentarios de Ramón y Caja! (1970: 63), quien en los años 30 decía que para aclarar su sig­nificado haría falta, en frase de un ministro, «crear una asignatura universi­taria», al tiempo que señalaba, denostando la influencia extranjera, que «carecemos de originalidad hasta para lo frívolo» (cit. por Martínez de So usa 1984: 29). Su creciente número en los años 40 llamó la atención a Carlos Ar­niches (1948), quien en un ensayo divulgativo, se refirió a ellas como «ma­nantial desbordante que amenaza anegar el cauce de los idiomas».

Llevados por el mismo reflejo purista, algunos académicos de la lengua como Dámaso Alonso (1962) y Rafael Lapesa (1963) criticaron este subsis­tema léxico por servirse de una morfología descarnada e inmotivada, o sea, semánticamente opaca. El primero escribió un conocido poema en el que iró­nicamente se refiere a las siglas como «gris ejército esquelético», «legión de monstruos», «fríos andamiajes en tropel». Y, más explícitamente, en una con­ferencia pronunciada en Oviedo denunció que la invasión de siglas estaba «matando el idioma» 18

• Con un toque mas lingüístico y menos apocalíptico, el segundo habla de «Plaga universal de monstruos que, por no tener raíz lé­xica, no evocan nada, y cuyo cuerpo sonoro, formado por azar y no por evo-

18 P. García, «Tiempo de sig!aS>>,Abc, ¿?, 1985, pág. 18.

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lución orgánica, se eriza de combinaciones fonéticas inusitadas para nuestros oídos» (Lapesa 1963: 201). Aparte de resultar más explícito, el comentario de Lapesa apunta a otro hecho, desde un punto de vista fonológico, cual es la vio­lación de ciertas constricciones fonotácticas consideradas propias del idioma, un punto al que vuelve a referirse posteriormente (Lapesa 1977: 216)19 •

El mismo purismo, si no mayor, se observó en esos años 60 al otro lado del Atlántico. En Argentina, la Academia de Letras llegó al extremo de invitar a las restantes academias representadas en el IV Congreso de Academias de la Lengua Española, reunido en Buenos Aires, a considerar la urgente nece­sidad de interceder ante los gobiernos de los distintos países, órganos de prensa, instituciones, empresas públicas y privadas, a fin de que no se utili­zasen siglas en la denominación de entidades, instituciones y empresas, etc., recomendando que se retomase a la denominación completa de las mismas, con lo que se lograría «Una mayor comprensión por parte de los lectores, a la vez que una más lógica y correcta expresión» (Estrella 1966). Postura ex­trema, sin duda, que hoy cualquiera tomaría como descabellada20

Muy diferente, sin embargo, fue la ponencia de la Academia Nacional de Letras del Uruguay, expuesta por José Pereira Rodríguez (1966), al abogar por una actitud comprensiva tras considerar el nuevo ,lenguaje abreviado como un hecho idiomático enquistado en el habla. Y para reforzar su argumento evocó estas palabras de Américo Castro recogidas en su trabajo El elemento extraño en el lenguaje (1921): «En la lengua entra por mucho la moda, y así como las modas femeninas, por atrevidas que sean, no se modifican con las predicaciones religiosas y morales, tampoco el lenguaje hace gran caso a las riñas gramaticales o académicas». En consonancia con este espíritu más rea­lista, su propuesta no se orientó hacia la eliminación de las siglas sino hacia la necesidad de elaborar un registro de ellas en forma de diccionario de siglas.

Algunos años más tarde, autores como el filólogo venezolano Ángel Ro­senblat (1967: 164) y el académico Manuel Seco (1977: 191-196)21 continúan con este tono mesurado y el mismo talante pragmático, reconociendo la in­evitabilidad y la universalidad del proceso siglar, dada la tendencia general de la lengua a reducir sus medios expresivos.

19 Por parecidos motivos en Portugal, ya en los años 40, se produjeron reacciones contra lo que llamaron <<a simplifica~ao complicada>> y <<O confuso e inexpresivo sistema das iniciais» (cf. Paiva Boléo 1953-55: 60).

20 Ante el eievado número de siglas que aparecen en esta época en algunos países latinoame­ricanos, Pansini (1966: 42) habla de <<Siglomanía>> y «siglitiS>>. De forma similar, en inglés para referirse a dicha moda se han utilizado los términos <<abbreviomania>>, «acrcnymania>>, <<acronymese>>, <<initialese>> y «alphabetease>>.

21 Su posición ante las siglas puede verse también, años más tarde, en Seco (1985).

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Todas estas llamadas de atención equilibradas por parte de notables e in­fluyentes lingüistas, a ambos lados del Atlántico, alcanzan mayor relieve si se tienen en cuenta las continuas voces que por esa época se alzaron a su alre­dedor, en el ámbito periodístico, en contra del repentino y abusivo empleo de

siglas y su indescifrable significado. Sobre todo en los años 70, cuando la irrupción de las siglas se hace más notoria.

Los textos siguientes extraídos de la prensa diaria española no pueden ser

más explícitos:

[ ... ]nunca se podrá decir, mejor que hoy, hay siglas hasta en la sopa. Quizás la evolución de los idiomas retorna hacia el cabalismo o fuga de letras vo­cales y así, pronto, con el signo HB se podría significar, entre otras cosas, hombres, hambre, hembra, hombro y con MS: masa, mesa, misa, musa. (<<Sopa de letras», SP, 15-12-1970, pág. 17).

Se nos han rebelado las siglas. La rebelión ha venido, nadie sabe cómo ha sido. Es un decir. Ya lo creo que sabemos cómo ha venido la rebelión de las siglas. ¿Ha venido poco a poco? Ha venido de repente. Por lo menos, para mí. Porque es hoy, aquí y ahora, cuando me doy cuenta de que muchas siglas se me han escapado, por la sencilla razón de que no sé lo que significan. [ ... ] Para descifrar todo esto necesitaríamos hacer un cursillo de formación acele­rada, muy acelerada. Y ya no está üno para estas aventuras. ¡Acudan ustedes en mi ayuda! Y para que se percaten ustedes de que estoy en peligro, lanzo una sigla fácil: <<¡SOS!» (Francisco Javier Martín Abril, «La rebelión de las siglas», El Norte de Castilla, 4-4-1976, 32).

Memorable es, igualmente, la lamentación recogida en esta nota periodística enviada a la Academia Colombiana también por esa época:

La polilla del idioma es la sigla. El desbarajuste. Podan el vocablo, lo despojan de su familia de letras, como a un árbol de sus ramas. Quedan solamente las mayúsculas. Con unas cuantas de ellas forman la voz nueva, con la que preten­den decir muchas cosas a un tiempo, en el habla en lo escrito. Inútil. Con ello no se gana ni tiempo ni espacio. La mayor parte de los lectores, no expertos en interpretaciones cabalísticas, al llegar a la sigla, si esta no trae, entre paréntesis, la explicación de lo que el infortunado engendro quiere decir, se pierde en un mar de confusiones. [ ... ] No sé qué afición se ha despertado por esa abreviatura de morbosa proliferación, pues que se multiplica con mengua penosa del léxico. Y el hecho es que, por esta nueva forma de hablar, como a brincos, la lengua pierde su serenidad, su equilibrio, más aún, su embeleso. La sigla es un torso sin afirmación de líneas, sin brazos, sin talle, sin movimiento; un bloque in­forme, con la prohibición absoluta de usar artículos ni verbos ni preposiciones; [ ... ]. (Amira de la Rosa, <<La polilla del idioma>>, Boletín de la Academia Co­lombiana, vol. 21, núm. 90, 1971, 562-563).

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En los años 80, a medida que las siglas se van sedimentando en el idioma, se recogen algunas voces más templadas en los medios de comunicación en tomo a este fenómeno, como éstas:

Parece-que hay una necesidad universal y atemporal de abreviación, producto de la pereza humana para utilizar en toda su extensión las palabras que ha inventado para significar las cosas. De ahí nacieron la siglas, aprendidas por todos desde la niñez (¿quién no recuerda al Cristo del colegio con el INRI a la cabeza?), utilizadas por todos en los años estudiantiles (¿quién no se ha confeccionado su propia sigla para memorizar la lista de los reyes godos?) [ ... ]Pero si a la pereza mental se añade la perfección visual, las siglas apa­recen en nuestra vida como el mejor canal de transmisión de imágenes pú­blicas· que la sociedad ha puesto en manos de sus creadores y de sus receptores. Es más fácil recordar ONU que Organización de las Naciones Uni­das y más rápido escribir Kg, que kilogramo. (José"Ramón Sánchez Guzmán, «Las siglas», Ya, 12-9-1982, 13).

Similares reacciones pueden encontrarse en la prensa inglesa en parecidas fe­chas, algunas tan airadas como la siguiente, datada en los años 60.

Our language is in danger of losing its function as a means of communication as a result ofheavy and spreading infection with acronyms. A specialist who has made a particular study of L'ris disorder describes the course and sympthons of the malady, and calls for vigorous prophylactic measures. ( «Acronymania -a modero contagion»,New Scientist, 29-32-1968). [Trad. 'Nuestra lengua está en peligro de perder su función como medio de comunicación como re­sultado de la fuerte y creciente infección de siglas. Un especialista que ha hecho un estudio detallado de este desorden describe el curso y síntomas de la enfermedad, y exige vigorosas medidas profilácticas].

Igualmente, varios lustros más tarde, refiriéndose a la relativa modernidad del fenómeno siglar, Russell Baker, desde las páginas del Sunday Observer se hace eco de quienes reconocen que

«expansive technology, science and government have overloaded the lan­guage with so many big, hard to remember, hard to pronounce words that the substitution of a shorthand languagc is inevitable» ( «Alphabet Soup», The New York Times Magazine, 27-10-1985, sec.6, pág. 28). [Trad. 'la tecnología en expansión, la ciencia y el gobierno han sobrecargado la lengua con tantas palabras difíciles de recordar y de pronunciar que la sustitución de un len­guaje taquigráfico parece inevitable']

Pero aunque esta premisa es fácil de asumir y casi nadie la discute hoy, la crí­tica aflora una y otra vez en la prensa al considerar la hipertrofia de un sistema abreviativo que descansa en un corto número de iniciales, pese a las múltiples combinacionés que éstas permiten. Se maldice el confusionismo creado ante

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la dificultad que entraña el descodificar un léxico de tal magnitud y que for­zosamente ha de crear poli valencias (el carácter polisémico o polivalente que, con más fundamento, atrajo la ira de los romanos).

Desde ópticas y postulados muy distintos, algunos autores como el filósofo norteamericano Herbert Marcuse (1981 [1965]: 124-125) y el crítico literario británico Roger Fowler, aun admitiendo lo razonable y justificado de abreviar designaciones largas, al mismo tiempo convergen en la crítica al poder mani­pulador de la sigla, señalando la complacencia de las instituciones con un len­guaje que resulta sobradamente alambicado y críptico, hecho para iniciados, y que además resta conciencia a sus usuarios sobre las connotaciones de su sig­nificado. Al decir de Marcuse, refiriéndose a las siglas de instituciones, «Este lenguaje, que constantemente impone imágenes, milita contra el desarrollo y la expresión de conceptos. Su inmediatez y su estilo directo, impide el pensa­miento conceptual: así, impide el pensamiento.[ ... ] el lenguaje funcionarizado, contraído y unificado es el lenguaje del pensamiento unidimensional».

En la misma línea crítica, Lambdin (1973: 282) alude al recurso a las siglas para controlar el lenguaje como característica de los regímenes totalitarios, señalada ya en su día por George Orwell:

Totalitarian rulers know that the best way to control people is to control their language. Get a naiion accustomed to quacking the gibberish of bureaucrats and you have a programmed populace that will móuth such things as Bw-cw for biological and chemical warfare and never stop to think they're talking about horrible ways of killing human beings. [Trad. 'Los gobernantes tota­litarios saben que el mejor camino para controlar a las personas es controlar su lenguaje. Consigue que una nación se acostumbre a graznar el galimatías de los burócratas y tendrás a un pueblo programado para recitar cosas como BW-CW, refiriéndose a guerras biológicas y químicas, sin pararse a pensar que están hablando de modos horribles de matar a seres humanos ']22

Sin negar estas últimas objeciones, conviene matizar que la misma complacen­cia se muestra con el lenguaje críptico en general que caracteriza a los distintos registros o sub lenguajes en los que aparece la sigla. De hecho, ambas ideas apa­recen fundidas en las críticas que se hacen a los que así se expresan. A este res­pecto resulta bien ilustrali vo el artículo «Contra las siglas y el lenguaje críptico» del periodista Luís de Castresana, al referirse al desarrollo de una jerga técnica y un lenguaje especializado que proliferan de tal modo que «aumenta la cere­monia de la confusión, como si la palabra ocultara el pensamiento» (El País, 20-10-1984, 31). O este otro, del periodista Fernando Castelló:

22 El artículo se titula, muy significativamente, «COMPATPLANEREPRONSPAC», y corresponde al acrónimo de Commander Patrol Plane Replacement Squeadrons Pacific, el más largo utili­zado hasta entonces.

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Los políticos, como los médicos, se rodean de una jerga protectora de su sa­piencia frente al vulgo. Ya no se trata de que nadie les entienda cuando hablan a nivel de planteamiento de la problemática, etc., sino que, además, se ex~ presan, para abreviar, por siglas cuyo significado sólo ellos dominan. («Es­coja su sigla», Diez Minutos, 17-10-1981, 11)

En línea con estos planteamientos críticos, algunos novelistas como el norte­americano Thomas Pynchon han utilizado profusamente siglas en sus obras de ficción con fines humorísticos y una clara intención satírica. Con su bizarra morfología Pynchon pretende subrayar las aberraciones de las modernas for-mas de comunicación y la supremacía creciente de la gran burocracia sobre la sociedad y la vida del individuo, con los resultantes efectos deshumaniza- ·. '··· dores (cf. Pütz 1991).

De cualquier modo, y pese a todos los reparos que puedan aducirse, hemos de convenir en que la sigla hoy día constituye un procedimiento de formación de palabras plenamente enraizado en el idioma, que, mal que nos pese, hay que asumir y analizar, y que el abuso que conlleva la siglación, y que conviene atenuar, no es muy diferente del cometido con otras innovaciones léxicas, como los préstamos de voces extranjeras, particularmente anglicismos. La novedad y la profusión del fenómeno de las siglas han producido, ciertamente, un uso exacerbado en algunos momentos, pero, por lo general, el sistema de la lengua termina imponiendo mesura, extirpando los brotes más atípicos y anómalos y haciendo volver las aguas de la inundación a su cauce normal. Ante lo inevitable del fenómeno, y para paliar los nocivos «ruidos» en la co­municación que el desconocimiento de las siglas ha de producir en algunos hablantes o lectores, no sólo se debe recurrir a la publicación y continua ac­tualización de diccionarios y glosarios que las registren sino que también debe explicarse su significado cuando por primera vez aparecen en el texto.

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