estudios, colegios, seminarios y universidades en el

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Escuelas, Colegios, Seminarios y Uni- versidades en el Virrevnato del Perú. Ea iglesia y el Estado pactan alianza tácita en la aven- tura homérica de la conquista y colonización del Nuevo Mundo, cuyos más altos símbolos resultan por eso la cruz y la espada. Ambos se ayudan recíprocamente. El poder ci- vil enriquece con ingentes propiedades a los órdenes reli- giosas y el poder eclesiástico robustece, con su autoridad espiritual, la acción expansiva del Estado. Los monarcas acuden a los pontífices para reafirmar sus dominios en las nuevas tierras descubiertas poi Colón. La Bula de 1493 otorgada por el Papa Alejandro V I es el título que la Co- iona de España exhibe ante el mundo para justificar su expansión en América, dándole un carácter político-religio- so. Mientras los rudos soldados ganaban nuevas tierras pai a la Corona, los misioneros conquistaban nuevas almas pai a Dios. Explícase así la llegada de los religiosos junto con los conquistadores y su extraordinario incremento en los largos años de la colonización. Los dominicos fueron los primeros en venir a nuestro país, entre otros Fray Vicente Valverde uno de los protago- nistas de la tragedia de Cajamarca, cómplice de la muerte de Atahualpa y primer obispo del Perú; Fr. Martín de Esquivel primer prior del Convento de Santo Domingo, construido en el solar que hasta hoy ocupa, a los muy pocos años de funda-

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Escuelas, Colegios, Seminarios y Uni-versidades en el Virrevnato del Perú.

Ea iglesia y el Estado pactan alianza tácita en la aven-tura homérica de la conquista y colonización del Nuevo Mundo, cuyos más altos símbolos resultan por eso la cruz y la espada. Ambos se ayudan recíprocamente. El poder ci-vil enriquece con ingentes propiedades a los órdenes reli-giosas y el poder eclesiástico robustece, con su autoridad espiritual, la acción expansiva del Estado. Los monarcas acuden a los pontífices para reafirmar sus dominios en las nuevas tierras descubiertas poi Colón. La Bula de 1493 otorgada por el Papa Alejandro V I es el título que la Co-iona de España exhibe ante el mundo para justificar su expansión en América, dándole un carácter político-religio-so. Mientras los rudos soldados ganaban nuevas tierras pai a la Corona, los misioneros conquistaban nuevas almas pai a Dios. Explícase así la llegada de los religiosos junto con los conquistadores y su extraordinario incremento en los largos años de la colonización.

Los dominicos fueron los primeros en venir a nuestro país, entre otros F r a y Vicente Valverde uno de los protago-nistas de la tragedia de Cajamarca, cómplice de la muerte de Atahualpa y primer obispo del Perú; Fr . Martín de Esquivel primer prior del Convento de Santo Domingo, construido en el solar que hasta hoy ocupa, a los muy pocos años de funda-

da L i m a ; F r a y Tomás de San Martín, Obispo de Chuquisaca y Provincial de la Orden, a cuya iniciativa se fundó la Real y Pontificia Universidad Mayor de San Marcos de Lima ( i ) . E n USS.- autorizados por el emperador Carlos V , llegan a nuestras tierras veinticuatro religiosos mercedarios, a ór-denes del Superintendente Fray Francisco de Cuevas, fundándose entonces en esta capital el Convento de la Or-den (2). Ese mismo año vienen también los primeros fran-ciscanos, entre ellos los frailes Francisco de Ja Cruz, Mar-cos de Viza, Pedro Portugués y Francisco de los Angeles, el primero de los cuales solicitó y obtuvo del Conquistador Francisco Pizarro la autorización respectiva para fundar un convento, el que se erigió alejado del centro de la ciudad, expuesto a los ataques de la gente sediciosa, trasladándose posteriormente al lugar que hoy ocupa ( 3 ) . Los agustinos se unieron luego a las otras congregaciones en el empeño de propagar la fé en América. L a s crónicas de la Orden reco-gen los nombres de Fray Andrés Salazar, F r . Antonio Loza-no, F r a y Pedro de Cepeda, F r a y Antonio Ortega y algu-nos otros que fueron los primeros en llegar al Perú. En 1 55 T s e funda el Convento de San Agustín en Lima y en

los años subsiguientes se extienden por las demás regiones del Virreynato (4) .

En 156S llegan al Callao tres sacerdotes y cuatro co-adjutores de la Compañía de Jesús, llamada a tener tanta importancia en el desenvolvimiento de la pedagogía del Perú Colonial.

L a s órdenes religiosas contribuyeron a morigerar la

(1) Datos consignados en la Crónica Dominicana redactada por Fray Juan Meléndez.

(2) Así consta en la Crónica Mercedaría de Alonso "Ramón (3) Crónica Franciscana redactada por Pr. Diego de Córdol a (4) Fray Antonio de la Calaneha, "Crón i ca JÍoralízadora do' la Orden

de San Agustín en el Perú". Barcelona, 1Ó39. urcien

violencia de los conquistadores, procuraron catequizar a los indios convirtiéndolos al cristianismo y mantuvieron durante trescientos años la dirección intelectual del Yi-rreynato, en todos los grados de la enseñanza. Un escritor peruano, insospechable de toda influencia dogmática, con-fesional o conservadora, José Carlos Mariátegui, marxis-ta convicto y confeso, reconoce y proclama la influencia benéfica de las órdenes religiosas, afirmando que ellas "contribuyeron a la organización virreynal no solo con la evangelización de los infieles y la persecución de las here-jías, sino con la enseñanza de artes y oficios y el estableci-miento de cultivos y obrajes. Importaron con sus dogmas y sus ritos, semillas, sarmientos, animales domésticos y herramientas. Estudiaron las costumbres de los naturales, recogieron sus tradiciones, allegaron los primeros materia-les de su historia. Eos indios explotados en las minas, en los obrajes y en las encomiendas encontraron en los cura-tos su más eficaces defensores" (5) .

E l período agitado y turbulento de la Conquista y de las guerras civiles entre los conquistadores 110 fué propicio al establecimiento y desarrollo de la instrucción, 110 sólo por la bajísima calidad intelectual de los audaces aventu-reros hispanos sino por el continuo sobresalto individual y colectivo en las pendencias entre españoles y ante la ame-naza de posibles sublevaciones indígenas.

Cronológicamente los misioneros resultan los primeros maestros dedicados a la enseñanza de la doctrina católica entre los aborígenes. En la institución de las encomiendas se impuso al encomendero la obligación, incumplida siem-pre, de educar a los indios encomendados, adoctrinándolos

(5) José Carlos Mariátegui, " S i e t e Ensayos do Tuterpretaeíón la Realidad Peruana".

en nuestra fé. Más tarde cuando se consolida la Conquis-ta con la destrucción definitiva del Incanato y se sedimen-tan las pasiones entre los conquistadores y se inicia la fun-dación de las ciudades coloniales, se comprueba la ausen-cia de toda preocupación educativa. Los fundadores distri-buyen los solares en las nuevas urbes, asignando los co-rrespondientes a la Plaza Mayor, la iglesia, el cabildo, la casa del gobernador y las residencias de los vecinos. En ninguna fundación se separa el solar destinado a la escue-la. El espíritu de la escuela, vale decir de la cultura, está ausente en el proceso de fundación de las ciudades perua-nas del virrey nato.

Disponían las Leyes de Indias que todo lo que no es-tuviera previsto en ellas, para el buen gobierno de las colo-nias, debería regirse por la legislación común de la Me-trópoli, No existiendo en ellas ningún dispositivo rela-cionado con la educación, estaba por tanto en vigencia teó-rica en las colonias de América el régimen educativo im-plantado por las Siete Partidas de Alfonso el Sabio cuya absoluta inaplicabilidad en estas tierras, y especialmente entre los indios, es indiscutible si se aprecia el contenido de este Código que establece el régimen escolar desde la en-señanza de las primeras letras hasta ios estudios superio-res; el ''estudio" o sea la reunión de maestros y discípulos para aprender los "saberes" es decir los conocimientos de la instrucción: la ubicación de las escuelas fuera de las ciu-dades en sitios solitarios y saludables; los métodos de la enseñanza y el número de los maestros; la solución de los conflictos entre profesores y alumnos por tribunales en que ellos eran sus propios jueces, excepto en cuestiones de or-den penal; los sueldos a los maestros en caso de enferme-dad y los derechos de sus herederos; las exoneraciones del servicio militar y el pago de contribuciones como una sn-

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pcrvi\enría de las ordenanzas ele 1. empcradore> n míanos 3 de los privilegie>s de las universidades medioevales.

t.a preocupación ele los lejanos monarcas españoles, especialmente de Carlos Y y Felipe I I . sobre la educación en sus colonias queda escrita, solamente escrita, en algunas cédulas reales en las qu<- se ordenaba que "para servir a Dios Nuestro Señor y para el bien público de nuestros rei-no.-. es indispensable que nuestros vasallos y los subditos naturales, estudien y s c gradúen en las ciencias conocidas, • i fin de acabar con la ignorancia".

GRADOS DE L A INSTRUCCION COLONIAL

En c-1 \ ir rey nato del Perú el proceso de la instrucción publica es originalísimo. No se cumple lógicamente desde abajo hacia arriba, empezando con el establecimiento de las escuelas primarias y culminando con los centros de cultura superior. Primero se fundan en el Perú colonial las L m ver saludes, luego los colegios y seminarios, poste-riormente las escuelas. !

En julio de 1548 se establece, en el Convento de Santo Domingo en Lima, fundado ocho años antes, un "Estudio Particular", a iniciativa de su Provincial Fray Tomás de San Martín y como base para los futuros "Estudios Gene-rales". denominación ésta última con la que entonces se de-signaba a las universidades. L a Real Audiencia de Lima el Cabildo y el Pacificador. Don Pedro de L a Gasea convi-nieron el 10 de diciembre de 1549 enviar a España a los procuradores el Capitán Jerónimo de Aliaga y Fray Tomás de San Martín con el objeto de gestionar ante el Emperador Carlos V la autorización correspondiente para fundar una Universidad en esta capital. No pudo el Capitán de Aliaga cumplir tan honroso cometido por haberle sobrevenido una

enfermedad a consecuencia de la cual murió. Viajó, en consecuencia, sólo Fray Tomás de San Martín, llegó a Es-paña después ele varias semanas de penosa travesía, tras-ladándose de allí a Alemania donde se encontraba a la sa-zón el monarca. Sus gestiones fueron arduas y dilatadas

o --y se prolongaron más de un año. Al fin el 1 2 de mayo de 1551 se firmó en Valladolid la Cédula Real ordenando la' fundación de la Universidad de Lima con "iguales fran-quicias y excepciones que tiene y goza el estudio de Sala-manca". Su funcionamiento se inició el mismo año de 153 c (6) aún antes de que regresara a Lima Fray Tomás de San Manín. Como la permanencia de éste en la Corte—infor-ma Melénclez—"viniese prolongándose más allá de lo que él calculara, para no defraudar en sus justos anhelos a ta Ciudad de los Reyes, ni privarla con su demora de los f ru-tos, que se prometieran sus vecinos de la nueva institución, determinó remitir a su Cabildo, la cédula y reales despa-chos que para ella había obtenido, y es así como el Estudio pudo fundarse antes de que el Ntro. San Martín tornara a esta ciudad" (7) . El 25 de julio de 157 1 el Papa Pío Y ex-pidió la correspondiente P>ula por la que se erig-e en Uni-versidad el Estudio General de Santo Domingo (8) . El nombre de San Marcos fué el resultado de 1111 sorteo rea-lizado entre los nombres de los santos evangelistas.

l a Cédula Real de 1 55 1 , la Bula Pontificia de 1571 y los estatutos que le dió el Virrey Toledo constituyeron los títulos de la Real y Pontificia Universidad Mayor de San Marcos de Lima, la primera y más antigua de las que se

((i) O;ila 11 r-lin, Ob. eit, Libro I, Cap. XXXVJ1I . (7) iMeléndoz, '* Tesoros Verdaderos de las I n d i a s " Tomn T T ÍI n

Cap. X, pág. LSI.—Roma. ltiSl. ' ' m o J ' 1 L

(8) Pro Javier Hernández. "Ooleeción de Bulas Breves v otros docu-mentos relativos a la Iglesia de Amériea y Filipinas' ' ' .

crearon y Inficionaron en América. La sigue en antigüe-dad la Universidad de México cuya Cédula Real, posterior a la de Lima, -e f i r m o el 2 1 de setiembre de 1 5 5 1 y cuva Lula Papal Y>i«, se expide en 15^5. Previa aprobación real, el \ irrey Toledo le otorga también a la Universidad su es-cudo de armas que basta ahora ostenta (<;).

La más antigua Facultad de San .Marcos concorde con las pre..cnpaci»me- e-pirituale- predominante- en la época, lúe la de Teología, cuya fundación la atribuyen unos al propio Fray Tomás de San Martín, otros al Cabildo de Lima, 110 1 altando quienes aseguren que fué el Arzobispo Loayza o el Pacificador La Casca, punto este que 110 está definitivamente dilucidado hasta hov. Los religiosos domi-"lieos del Convento del Rosario tuvieron a su carpo desde 1553» l ; i dirección de esta 1 "acuitad. I .a primera cátedra que se instituyó fué la llamada "Prima de Teología" que estuvo desempeñada por eminentes frailes cutre ellos Die-go de Ojeda, autor de la Crispada. F1 principio teológico campea y se yergue sobre los demás en la tan propicia at-mósfera colonial peruana ( 10).

A F r a y Francisco de San Miguel le corresponde el privilegio histórico de haber sido el primer Rector de San Marcos, en 1 577. Fueron sumamente restringidos en los pri-meros años, las actividades universitarias en los claustros de Santo Domingo, en esta época en que estaba exclusiva-mente reservado a los religiosos el desempeño de los cargos

( íp El escullo «lo armas do la Universidad os cKptier. v i,artillo 7),-iuá o primor lugar, en eamyo «lo oro, o| Evangelista San Maismi ,.,„, M al pío y las letras S. >S, negras. En ol segundo campo ar.nl so levantan las «•oluiuiias do Hércules, «lo plata sobro ol mar. con su leyenda en i <h<, ¡Miis t ltra Exornan tros coronas «lo oro y un jurero do plata. Sobre el i-s.-udo. una cabeza laureada con una guirnalda v dos eornueopías snU«• n,|n p boca Inicia los lados. ' :

, . ( 1 (Ó Carlos Rodríguez Castor. " L a más antigua Facultad do Han M111-~ S 9 Ó 4 1 8 T l ' l f i c o i;t Bibliotoc-a Central do Han Vareos, No. S.

directivos v decentes. Debióse clld sobre todo la muy estrecha capacidad económica de la Universidad apenas sos-tenida por sus exiguas rentas consistentes en trescientos pe-sos que le asignó el Convento y cuatrocientos pesos con que la dotó el Virrey Andrés Hurtado de Mendoza el 18 de agos-ta de 1557. Enseñábase entonces teología, gramática y ar-tes. En sus años primigenios la Universidad, según el acer-tado aunque triste decir de Don Alonso de Salazar "sólo fué un embrión de letras que 110 tenía formación de estudios por falta de espíritus que le debían dar los estipendios de la cá-tedra y de los oficiales necesarias con que fué preciso que los amantes padres sirviesen las que por entonces se habían fun-dado y que al gobierno de aquella Universidad corriese a cargo de los Priores del Convento como Rectores de su Es -cuela ( 1 1 ).

Se imponía laicaizar este centro de cultura para in-tensificar sus actividades y hacer más proficua su labor. Así lo informó el Virrey don Francisco de Toledo a Felipe H y por Real Cédula del 31 de diciembre de 157 1 se ordenó la secularización de la Universidad, iniciándose entonces una nueva etapa para la misma. Con esta medida sufre un positivo quebranto la hegemonía dominicana. Ea Universi-dad se emancipa de los claustros donde había nacido y se traslada a un local especial en la calle de San Marcelo. Apúntase un atisbo de reorganización docente con la fun-dación de nuevas cátedras de Gramática, Artes, Teología, Cánones y Leyes. Se implantó la alternabilidad entre los religiosos y los laicos, tanto en el Rectorado de la Univer-sidad como en la docencia. No están concordes las opinio-nes sobre quien fué el primer Rector lego. A f i r m a n unos

(11) Du. Alonso Eduardo do Salazar y C'evallo: donanzas de la Real Universidad de San Mareos" , r ol Marqués de Castolfuerte.

oust Unciones y Ov~ recopilación ordenada por

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que eso honor insigne le cupo al inéclico Gaspar Meneses,elegido en cscriuinio secreto el J de julio de 157J (12), entanto Cine otros aseguran (¡ue fué el doctor Fernando deValenzuela, Alcalde del crimen en ma\o de J571, a quienlos doctores y alumnos eligier()n Rector del Ivstudio fsemismo mes, según un manuscrito de la éi)oca ( 13). For Cédula del 27 de febrero de 1571 se dispuso ([ue los gradusacadémioí^s debian otorgarse en la Iglesia Mayor por elMaestre-tscuela. nombrado Canciller, en nombre del Rey.

Disfrutó ¡a Universidad entonces de una asignación \'i-rre^mal asci-ndente a 13.000 i)esos. eoniribuyendo adeioása su sosienimienii") diversas rentas de la Corona, prineipal-niente el pr<Klueio de los novenos decimales ix-svi-x-íkIms :dErario en todas las diócesis del Reyno.

Imnortante medida, precursora de las orien!aeii»nes

contemiioráneas de la ])ec!agogía ])Oruana. fué la ereaeiétnde la Cátedra de tbieehua en la l'niversidad Mayor dv SanjNTarcos. el 18 do setiembre de 1580. a fin de (|ue los clérigos aprendieran el idi(»ma naiivo v tuvieran asi mavnr facilidad en el desenipeño de su misión d«HMrinaria ontrv Iíkindígenas ( 14). v^e comprendió desde enitmees la iHn\'>i-dad ríe captar el esjúriin del indio 011 su propio idioma. Flpredominio roligiost^ <le esta época solo ctnisideré) la misiéuievangelixadt">ra entre las grandes l!lasa^ ain«»eionas. léra

indisjKMisable ])ara ello tiue los misioneros aprendiesen la lengua aii'M-igen y ]>redieasen en ella. F>ic hecb'»

(1*_0 Momtilmru. * • «'onst itii.-íonoís y Or.!i'ii:Mi/:í"< .!.• la IS ..] I " ni \. rvj.i; .|«lo San Mar«'.«s".

( nU K-iUljíUroil. I.. \ n..\i.MnI.i i*. 11111.(H) luaiíjiur'' «'"ta ••ái«'.lia «•! Un. ,\lAn««u .!.• v li.« -j»»

la «h'Sí'iaiK'ñaiaui vn«a-sivjuiJ«'nl«' Ins «•anóní^in?; .Juan .in {'aliM».-! .-I |>riirnT j..--niaiio «|ín' so ura^lmt «lo«!«»r—.Moiisn •!«■ Osnrin, «'I >«'ctíir .'•«-i'* K«n«a Mt- íía.los »*an«'>iii«*os Autonio «lo ]a .'^••rjia, Juan .Maoiio'/- iJi- Orina» In a.Vojja. l'rani*is«-o l.ainl«TO. Ariav MaMoii:!»!»». l\».lr.» Xitl.i.»t;i.C'orvnra «.lo Z;:raT«* y nii«»s iná>. 1.a «-álvilra i"n«* T>ii|>rini)»]:< j"»-»:. ri »i nn iit.».

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<iuedó como un valioso precedente histórico. Si,í^-los más tarde cuando se piensa no sóhí en adoctrinar sino en cnltiirizara los indios, se incurn(>, en la etapa inicial de esta campañadesanalfabeti^adora, en el craso error de pretender ense

ñarles a los indii^enas en castcllanf>. idioma extraño al suyo propio, en ^'ez de ohljoar a los maestros, como lucg-o sehizo, a trasniilirles en la Jcng-ua (jucchua los mensajes de lacultura clomental.

Las primeras crisis miiversilanas en San Marcos fueron ]")rovocadas ijor las ríx'aüdades entre las distintas 'ordenes religiosas, intransigentes en sus empeños teológicosy en hacer resaltar sus propios iircsligios. Los jesuitasfundaron en 156S el Colegio AJáximíj de San Pedro y SanPablo, estableciendo en él cátedras que rivalizaron con lasdictadas en San Maros y que pronto fueron ganando lassimpatías del alumnado. Con este motivo los claros en lasat las sanmarquinas tuorfin cada \'ez más ostensibles, en tan-lo que engrosaba ia clieiiiela de las aulas jesuítas, prestigiadas por la ])i-iliaincz de sus maestros. El claustro de SanMarcos, en su emjjcño de e\'itar el éxodo cada vez más creciente. ofreció su Rectoría al i>adre jesuíta José Acosta. Es-le declinó el honor y la Ljnt\'crsidad se quejó de este desaire ante el Virrey 1 oledo. quien en Carta que le dirigeal Rej- Eelipe 31 el 27 de noviembre de 1579 le informa deestos hechos, expresándole (¡uc los religiosos de la Compañía de Jesús **hal)ían (|uerid(í tener competencia con la Llni-versidad General, queriendo) cjue a sus estudios acudiesenlodos los hijos de vecinos". I'njpúsole el remedio "admitiendo que ellí'S tuviesen estudios para sus religiosos y quelos legos concurriesen a la L^ni\-crsidad General". AdemásToledo dió nuc\ o vigor a la Cédula Real de 1571—la misma que había ])rivado zi los dominicos de su prerrogativa

de ejercer exclusivamente el Rectorado de San Marcos—y ordenó en octul)re de 1578 que "ningún estudiante deberla escuchar facultad algxina en los monasterios y conventos de la ciudad". No se resignaron los jesuítas anteesa disposición y apelaron de ella ante el Monarca, í)hte-niendo de Felipe IL la Real Cédula <lel 22 de febrero de1578 tpie los autorizó a reabrir sus cátedras, pudieron recibir en su colegio alumnos externos, con la limitación de110 poder dictarlas a las mismas horas que en San Marcosy no poder C(^nferir grados académicos, ])rerrogativa estaque se reservaba únicamente a la Uitiversidad. Cobró asínucA'i^ auge la Facultad sanmanjuina de 1\a)logia. pero ellono fué obstáculo para <iue el Colegio Aráximo continuasesiendo el epifoco de la más selecta juventud estudiosa de laColonia.

F! Colegio AíáxinK» de San Pedro y San Pablo, cnvoprimer director fué el padre -Miguel do Fuentes, estinodestinado al nrincipio solo para Seminario de la L'ompa-ñia, es decir jiara la jtreparacion de los jéivenes asjiirantesal sacerdocio, ])ero luego a])riéi sus aulas a los alumnos .•reculares (jiie tjuisieran I recuetitarlas. recibiendo a 40 niñoshijos de l(»s n«>bles. ,Fn 1580 estudiaban a.lli J50 jownes dela nobleza limeña y cl año .<igiiieme esplénditlas «limacionesde familias aeatidaladas asegnrar«.n definiiivamenie la

existencia de este jdantel.

Nuevos conflictos surgieron posteriormente entre la

Universidad y los Colegios de las c«^ngregaeiones religio

sas solire el luoiiof^olio de ta citscuanui (pie reclamaba parasí la primera y «pie imiiugnaban los segundos, avocándose

el eonoeiiniento de esta ctiestiém tanli"» la Atidieneia «le Li

ma como el \'irrey Martpiés de Cañete, «piien disi)u<o. entre otras medidas, «pie los estudios do latinidad cntimia-

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sen en los colegios de los jesuítas a los cuales se considerócomo "Escuelas Menores de la Universidad"; que los estu

diantes de latín debían, empero, matricularse en la Universidad y jurar obediencia a su Rector; que los jesuítas dictaran en San Marcos, por su propia cuenta, algunos cursos entre ellos el de Artes; y que era requisito indispensable para optar el grado de bachiller haber cursado todas lasmaterias. No se avinieron enteramente los jesuítas con es

tas medidas del Virrey que los subordinaba a la autoridaddel Rector de San Marcos y formularon algunas representaciones sobre el particular. Pero el Marqués de Cañetemantuvo sus disposiciones en la convicción de que la mejormanera de terminar con estas rivalidades entre la Univer

sidad y los jesuítas era vincular a ambas instituciones enun mismo empeño. Las influencias jesuíticas ante la Corteen España restringieron, en parte, la eficiencia de las disposiciones virreynales, ya C|ue, dispensándolos de lo ordenadopor el Marqués de Cañete, se les permitió dictar clase de Teología y Filosofía en su Colegio.

La fundación de nuevos colegios y seminarios volvióa desequilibrar luego la estabilidad universitaria de SanMarcos. El i.° de agosto de 1582 el Virrey Martín Henri-qnes, cumpliendo orden de Felipe II, funda el I?ea/ Colegiode San Martín, con honores y privilegios reales, con el derecho de ostentar en su fachada las armas de la Coronay con doce becas reales sostenidas por Su Majestad. Fuépuesto bajo la advocación de San Martín y el patronato deFelipe II. La dirección y el profesorado se encargó a lospadres jesuítas, siendo el P. Joseph de Arriaga su primerRector. En sus aulas se enseñaban los mismos cursos queen la Universidad. La finalidad del Colegio Mayor de SanMartín era "educar a los hijos de los conquistadores y de-

más descendientes de ellos y que fuese seminario de Minis-tros y obreros para las iglesias y doctrinas de aquel Rey-no" ( 1 5 ) .

Nueva competencia sufrió la Universidad de San Marcos con la fundación del Colegio Real de San Cclipc, por el Virrey García Hurtado de Mendoza, el 6 de mayo de 1589, con los privilegios de los Colegios Mayores ó c

España, para la instrucción de los hijos de familias nobles, sostenido a expensas de la Real Hacienda ( 1 6 ) ; y con la creación del Seminario por el Arzobispo de Lima, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo en 1585, el primero que se estableció en América. Frente a contingencias, tan llenas de posibilidades adversas, la Universidad de San Marcos hizo una concesión más: consintió en 1636 que las Ordenes religiosas fundaran cátedras en ella, lo que permitió que las citadas congregaciones incrementaran su influencia exten-diéndola a la Universidad.

Altibajos de lucidez y decaimiento atraviesa la Uni-versidad de San Marcos durante el Virreynato En veces

f X r T C n l a S l e t r a s y e n v e c e s s u f r e desmayos por taita de oposición a las cátedras, por el poco interés que ellas despiertan en los alumnos. Quéjase el Virrey - Arzo-

en su F ° n ^ ** U ñ & " y C í s n e r o s d e l * t r L en que peras Í T ° ' i * e ^ ° n t r a b a n l a s cátedras de Prima y Vís-peras de Teología, Cánones y Leyes, así como las de Medi-

n a t o ^ - M e n Z a b l e ^ l n n t Ú ' 0 1 ^ 5 0 T 1 0 3 h o m l 3 r e s " ^ r e s que -lió al Virrey-de Lima v h^iior (lo ! 4 7 • ' € S P l t 0 r d e l a l i o r n a - o r n a m e n t o doa con los retratos ? A m e U a e n C U M , ' e c n i ! ° <<os patios corona-que sus nombres se A T -10S' C ° n , a s i n s i g m a s sus dignidades, para 'Pese a los presentes F 8 " 1 y p a r a , q U C e ' e J e m P l a ^ los pasados e,icen-Colegio fué refundía a n ' ° r y e n l a P r e P a r a c i ó n a los estudios" Este eión de l o s jesuítas ^ C o n v i e t < > " ° Carolino en 1767, a raíz de la expul-

G o l e i ^ f í f a t ' V f e í ' l o l m 1 1 1 1 0 1 0 " 6 e n 1a e a l l ° "amada hasta lioy, por oso, del ' que actualmente ocupa el Estado Mayor del Ejército.

ciña, Prima y Vísperas ( 1 7 ) - El Virrey Don Melchor de Navarro y Rocafull, Duque de la Palata, en su Memoria correspondiente al año 1681 , refiérese también a los flore-cimientos y desmayos de la Universidad. Por cédula virrev-nal del 5 de marzo de 1684 se sacaron a concurso las cáte-dras vacantes y se instalaron las cátedras del Código de Tnstituta, al estilo de las que se regentaban en las univer-sidades europeas. Dictó además algunas medidas para la regularización de las rentas y opinó por la conveniencia de crear en Lima una Facultad de Medicina que él consi-deró la más necesaria ( 1 8 ) . "De la Universidad puede de-cirse—afirma el Virrey Don José de Almendaris—ha sido un orbe de ingenios y un Perú de letras. Tiene 33 cátedras dotadas con la renta de 14.000 pesos. Hoy desgraciadamen-te ha decaído el número de estudiantes, resultando que hay más maestros que discípulos y más doctores que cursantes. L a causa de esto comenzó en la reforma de votos de los es-tudiantes que por evitar las molestias de los opositores en las cátedras se aminoró el número de oyentes. Otro motivo es la falta de premios para los letrados pues viene a ser instituir certamen sin corona, contentándose los hijos de la patria con los honores y los grados y aumentándose és-tos se revoca el claustro. Este exceso de graduados ha venido a tal desorden que los que antes valían 2,500 pesos hoy valen menos de 800 y se pondrán a 500 pesos, decaden-cia que en la vileza del precio se hace desprecio del honor. ,E1 remedio parece que lo he encontrado en reducir los orp-dos a dos de indulto por 1,500 pesos en los primeros cua-tro años, y después a 2,000 pesos. Esta medida bien aplica-da daría dentro de 25 años una renta de 100.000 pesos d<*

(17) Memorias de los Virreyes.—Colección A. M Vnonfne m 205.—Edición de 1859.—Lima. Librería Bailly. ' T C S , ~ l o , n o b P"g.

( 1 8 ) Memorias. Ob. cit.—Tomo TT. pág.' 55 .

fondo para la Universidad. En cuanto alentar a los estu-diantes se van a proveer premios, alcanzados con una asis-tencia regular a sus lecciones. Las demás universidades del Reyno son poco más que estudios privados y por esto no tienen punto aparte. Sin embargo Cuzco y Quito suelen producir sujetos capaces de brillar" ( 1 9 ) .

La autonomía universitaria fué desconocida en el \ i" rreynato. La Universidad no era autónoma y, antes bien, se gobernaba por Cédulas Reales. Estatutos expedidos por los virreyes y confirmados por el soberano, Capítulos de Visitas, Autos del Real Acuerdo y Decretos del Gobierno. Creada por el Estado, la Universidad, era constantemente supervigilada por el poder público quien intervenía en su marcha docente, en la elaboración y aprobación de los pla-nes de estudio y en la provisión de las cátedras/

El Rey Felipe I I I , en una de las Cédulas expedidas en 1618, ordena que los virreyes le informen m i n u c i o s a m e n t e

sobre el estado de las universidades y colegios. " P a r a la doctrina y enseñanza de nuestra Santa Fe Católica, y fa -cultades necesarias a la vida natural y política, hemos fundado las Universidades de Lima y México, y está a cargo de los virreyes principalmente velar por su buen go-bierno, de forma que resulten los buenos efectos para que se fundaron. Y porque Nos tengamos entera noticia de su conservación y aumento ordenamos a los Virreyes que nos envíen relación muy particular en las ocasiones de Arma-das, de las rentas de que gozan, de su distribución, calidad, estado y fábrica; si los Catedráticos de propiedad y tempo-rales acuden a su obligación con la puntualidad que con-viene como se gobiernan los colegios y si los cursantes son regidos y gobernados de suerte que aprovechen de las Fa-

(19) Ob. cit.

cultades que profesan, y en todo se guarden las Constitu-ciones".

Tal es el espíritu invariable de la monarquía. Por eso, ya en los últimos años del Virrey nato, Fernando I I I f i rma en Madrid, el 4 de mayo de 18 15 , una Orden Real estable-ciendo la superintendencia del Príncipe en todas las clases y grados de instrucción pública "considerando que los Co-legios, Seminarios, Universidades y Convictorios Reales, no pueden conseguir el debido lustre, ni conseguido ser de mucha permanencia, por buenos que sean sus estatutos, si de tiempo en tiempo no velan las autoridades su puntual observancia".

Una estricta censura, ejercida por el Fiscal .de la Real Audiencia, sujetaba a la enseñanza universitaria hasta en los menores detalles. L a ley imponía, en este sentido, al Censor Regio obligaciones categóricas. " N o consentirá se defiendan pro-universitate ex-cátedra las cuestiones y ma-terias que 110 sean conforme a la asignatura de la cátedra del que la presida; reprobará las que se opongan a las re-galías de Su Majestad, leyes del Rey 110, derechos naciona-les, concordatos, y cualesquiera otros principios de nues-tra constitución civil y eclesiástica; 110 consentirá se sos-tenga disputa, cuestión o doctrina favorable al tiranicidio o regicidio, 11Í otras semejantes de moral laxa y perniciosa; no admitirá conclusiones opuestas a las Bulas pontificias y decretos reales que tratan de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora" (20) . Ordenóse también a los cate-dráticos que "cuando llegaren a tratar materias en que suele leerse la cuestión de la limpieza de la Serenísima Virgen María Nuestra Señora en su Concepción, no la pa-

(20) Novísima Recopilación de Leyes. Libro I, Título X V I I I , Ley IV.

sen en silencio, y expresamente prueben cómo fué concebi-da sin pecado en el primer instante de su ser natural, s<» pe-na de perder ía cátedra". Necesitábase igualmente la a p r o -

bación real para que entrasen en vigor los planes de estu-dios.

Im provisión de las cátedras se efectuaba en muy di-versa forma, ya sea mediante el nombramiento directo he-cho por el Gobierno, como ocurría con la de Matemáticas: ya por nombramiento del Virrey y recaído en las ternas simples presentadas por el Rector, como sucedía con la Pri-ma de Escritura de los Mínimos de Sn. Francico de Pau-la: ya proveyendo las cátedras mediante la elección de una Junta integrada por el Virrey, el Arzobispo, el Oidor más antiguo de la Real Audiencia de Turna y el Prior de Santo Domingo, tal como acontecía con la Prima de Teología, fundada por Felipe TTI, quien hizo de ella "merced" a la orden dominicana: ya, en fin, proveyendo las cátedras "en general convocatoria", es decir a mérito de una elección rea-lizada por "todos los doctores de la Facultad de que era la cá-tedra que se contendía, el Rector, el maestre-escuela, de-más catedráticos y treintinueve estudiantes del curso, sor-teados entre los que componen los Colegios de San Carlos, Santo Toribio y Gremio de Manteistas". Este último siste-ma constituye uno de los atisbos del co-gobierno en el régi-men universitario peruano.

El Virrey era el Vice-Patrono de la Universidad con la facultad privativa de permitir que el Rector fuese ree-legido por segunda vez.

No permaneció la Universidad al margen de los acon-tecimientos notables que interrumpía de vez en vez la mo-notonía de la vida colonial. La juventud ponía entonces to-do su empeño en exteriorizar sus sentimientos de lealtad a la Corona y ía llegada de los virreyes les brindaba la opor-

— 3 i —

tunidad propicia para ello. Algunas veces se celebraron, en honor del Virrey recién venido, concursos literarios en el cine participaban maestros, alumnos y graduados, ini-ciándose con un desfile callejero que todos ellos, vestidos de gala, realizaban desde el local universitario hasta la Pla-za de Armas. En retribución de este homenaje el Virrey concurría días más tarde a la Universidad donde era reci-bido por el claustro en pleno y en cuyo salón de actos se le exaltaba con una laudatoria académica pronunciada casi siempre por uno de los alumnos más distinguidos ( 2 1 ) .

Las tendencias racistas, claramente expresadas en la estratificación social de la Colonia, tuvieron también su afirmación en la Universidad Real y Pontificia de Lima. Se prohibía el ingreso a ella a quienes no acreditaran su "legitimidad y limpieza de sangre". La cultura universita-ria estaba prescrita para los mestizos y los mulatos, para los indios y para los negros. El Conde de Castelar don Bal-tasar de la Cueva Enríquez prohibió que se les admitiera en la Universidad (22) , más como la orden 110 estuvo con-firmada por el monarca muchos de los afectados con ella consiguieron, después de 110 pocas gestiones y esfuerzos, que se les admitiera y graduara únicamente en Medicina. Para evitar estos desacatos, los Virreyes Conde de la Mon-cloa y Marqués de Villagarcía ratificaron la prohibición y el Rey, por decreto del 27 de setiembre de 1752, la confir-mó, en razón de que los mestizos, zambos, mulatos y cuar-

(21) Documentos Universitarios.—Boletín Bibliográfico de la Universi-dad de San Marcos de Lima, 1925—No. 8 — A c t a levantada para dejar cons-tancia del homenaje que se le tributó a la llegada del V i r r e v A ™ hfí f im

(22) Memorias de los Virreyes. Ob eit l U T v V Z V Y n \ (i tiene otra referencia de índole pedagógica 6 d * C E l s t e l a r 330

terones estallan incapacitados de ingresar y graduarse en universidades y colegios "por la infamia de hecho (pie los manchaba".

No debieron seguramente tener estricto cumplimiento tales disposiciones, explicándose por ello que Su Majestad insistiera en aplicarlas y exigiera, por Real Cédula del 14 de Julio de 1768, expedida en Madrid, "legitimidad y lim-pieza de sangre" para ingresar a los colegios y universida-des, optar grados académicos y recibirse de abogados en las Audiencias (23) , en mérito de insistentes gestiones rea-lizadas con tal objeto. " L o contrario—afirmaba la o r d e n -es nocivo al público como vergonzoso a los que no se hallen manchados con el feo borrón de un vilísimo nacimiento de zambos, mulatos y otras peores castas, con quienes se aver-güenzan de alternar y rozarse los hombres de la más me-

(23) La Real Cédula dice así: v ! ' E ! L ~ Pof quanto de paite de la Real Universidad y Protome-cueato de la ciudad de Lima se me lia hecho presente con fecha veintitrés de a u e 7 o r r R e S T i / T V / ciuquenta, que estando dispuestos por la Junta

o v eonf?r m ? í í T 6 C r , l c t l c r a s t ( ; l a r a i c n ( l ° Virrey de aquel Rey-veinte T r i n a n P O r -*1 < 'ap\tu, ,f c L r i r t 0 d 0 l a ,e>* Anquento y siete, titulo S r í c u L s los mZ(?n

rrCT0 ; l c l í l Kueopilación de Indias, no*se admiten a rirntíiv».. 1 1 ' "tunóos, mulatos ni quarteron.es, sinembaTgo con el P^texto de no haberse confirmado cxpezíficamcntc esta exclusión por la UsVréin(omvnnH10 T V " n. ™ °bsCrVe l a SnsU S n dosciefi-del I Z Z I J Z ° !1! " " f i , n a , ««vcrsif loi l (al presente slnquenta y ocho

n l b i / n C ) J x e l m e a l 0 K ( l , , e tuvieran alguna nota le infamia, o ávido algunas de estas castas por medio del favor y p o c o ec o .le los que

han gobernado la escuela, lmn conseguido se los a d m i t a y Jadúe^ con espe-" ) Modizina: Por ,o cual « £ £ V i f i y r i G W o do

í ser admitidos los zambos, mulatos ni quarte-nfamia I w L ( '<» lf 'r,ese algunos grados fuesen nulos por la nota de

rnfamia que tenían en cuya virtud por decreto de el V i r r e y Marqués de n n l f u ' Cn. ?! a i l ° l l e m ü setecientos treintisieto, se repelió a uno de ellos do la oposieion de la Cáthedra de Método, y ponderando los graves inconvenientes que se originan do semejante inobservancia, pues por

í Y ' T ' 1 3 d c a s c e r , 1 e r a l h o , , o r , l e 103 grados y destinos consiguientes a résnlt» v e i , , e m é r i t o s .V Je lo indecoroso que es a la propia Universidad, feotos «n I a l ? s t l , d i 0 d e l a Medizina los que no se hallen con talos dc-fesores en 1n y h a v e r c n d a ñ o d e I b ¡ e a co™1'1" poquísimos pro-c u a t r o ¿ V u e d n í 3 n < l a n F a e" . ]tad de tal suerte que actualmente solo existen haHa eif las otras Z p o r l o « E r a r i o « e c ido el número que se

i n s 0 t r a 3 ' s e m e h a suplicado me digne en esta atención declarar que

diana esfera". Esta Real Cédula fué recibida y cumplida en Lima (24).

Color blanco y cuna honrada exigían el foro y la me-dicina en la época colonial. Sólo los blancos y los bien naci-dos podían graduarse de doctores y recibirse de médicos. Hasta la Iglesia Peruana llegó esta exigencia de la época, pues entonces en ella "no podía vestir ni siquiera en la con-dición ele humilde lego al que llevase en el rostro el es ti o-ma de la esclavitud". "A las demás ciencias natura les -reza en un manuscrito de la Biblioteca Nacional de Lima ya sea porque 110 hay quien las ensene o ya porque las mi-ran con desprecio, se les aplica rarísimo. Una de estas es la Medicina la que dentro de poco se hallará practicada por gente de color si no so remedia este abuso, sin embargo de necesitar esta ciudad más que otras de facultativos doctísi-ma altada ley excluye de h,¡> matrículas y grados a dichos zambos mestizos mulatos y cuarterones, y que tienen incapacidad de obtenerlo por la infa-mia de heeho conque están mam-hados, y mandar para mavor lustre de la profesión literaria que así como en los informes para escribanías y notarías se pregunta si el pretendiente es mulato, se pregunte en las matrículas si es de algunas de las cuatro castas expresadas, y en caso de serlo no se le S s grados V v Z C 0 n 3 e g U l r l « * o r 0 fraude se puedan testar y borrar RUS grados. \ visto en mi Consejo de Yndias con el testimonio eme se ha acompañado de lo mandado por los anunciados virreyes y de lo que dijo mi Fiscal, he venido en hacer la Declaración que se solista para excusar contro-versias y que sirva de regla en lo futuro: Por tanto, mando a mi Virrey v Audienca de Lima, a la misma Universidad y protomedicato de aquella ciu-r / ' y a todos a quienes de cualquier modo correspondiere que enterados de euTUTii Resolución la observen, guarden y ejecuten, y han de guardar, t e y ejecutar puntualmente, en todo y por todo, cómo en ella se com

enibrl )c1in\etecTo i ; , l 1 a ' : e " B u r " a veinte y siete de sep-cumuie ue mil setecientos zincpienta y dos". roai ¿ - . YO EL REY" .

zále z E s c r i b a r , o " Y Z Y r « l ™ » » expedido por Don Luis Agustín Gon-zález, i au ba o lo S M y Real Protomedicato, que dice textualmente: ralea n i í l l l , l a t ° >M Rey mi Scflar: Dn. doaáhin Josepli Vasquez y Mo-Z a r a ^ Z r X Z " V ( ! é d a l n donde Le sacó"éstaLopia t£n d Z v ; J 16 ] a C X ) V I 0 a l D r " D , ) - Ypólito Bueno do la Rosa Cathedrá eyno del X r / l í Real Universidad, y pro íomédL g e n e V d T e ¿^

v a y d e to v verdad 1 mío en T ' ó 7 h a b i 6 n d ° l a « " e j i í o y c o n s t a d o de su Pediymentoave"ba,a ™ V 2 ? * ? T V ° T l de 1769, y en te de ello lo aign? y firmo, es^testSi^io d e % e í d a r

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mos en ella porque su temperamento es hipócrita". Unica-mente se permitía el ejercicio de la cirugía a la "gente de color y mal nacida" Tres modalidades revestía entonces la profesión de cirujano: i ) "cirujano latino" era aquel que conociendo el latín había hecho en esa lengua estudios teóricos y prácticos; 2} cirujano "romanista" o puramente practico; 3- 3J cirujano "flebotómicos" o sangradores cu-. ~ O yo arte quirúrgico no iba más allá de aplicar ventosas o sangrías. A la primera rio estas modalidades perteneció el ilustre polígrafo Dn. José Manuel \'aleles, hijo de ilegítimas relaciones de un indio y una mulata limeña, y quien, a pesar de sus excepcionales méritos, no pudo, por culpa de su co-lor e híbrida casta, iniciarse en el estudio y al ejercicio de la medicina. Optó por eso por la carrera de "cirujano latino", bajo la dirección del doctor Cosme Bueno, y a ella dedicó-se con tal empeño que su prestigio creció ha.sta el punto que el Virrey, el Ayuntamiento y la Audiencia elevaron al Rey de España una súplica para que se dignara dispensarlo de las "tachas de su nacimiento y color" y ordenar se le admitie-se en la Universidad, se le confiriesen los grados corres-pondientes y se le permitiese el ejercicio legal de la medici-na. Carlos IV acogió tan justa solicitud y por Cédula del i r de jumo de 1806, firmada en Aranjuez atendió ampliamen-te la súplica. En tal virtud Valdés se recibió ele bachiller en Medicina el 4 de febrero de 1807 con la solemnidad y requi-sitos de estilo. Solo la intervención del Rey pudo abrirle las puertas de la Universidad a un mestizo eminente. Y aún así, uno de los objetantes del grado, el doctor Dávafos, 110 tuvo reparo en afirmar que "sin la gracia del Soberano, para el zambo José Manuel Valdés, cirujano latino de esta ciudad, siempre hubieran sido de bronce las puertas de este Liceo".

Contó el Virrey nato del Perú con otras Universida-des Pontificias, que sino llegaron al rango de la de San Marcos, contribuyeron en la órbita de sus limitadas acti-vidades al proceso de la cultura colonial. Ellas fueron la de San Ildefonso que tuvo su origen en un colegio establecido por la Orden fie San Agustín en 1608 y elevado posterior-mente al rango de Universidad por Pula de Paulo V (-25) ; la de San Pedro Nolasco, creada por la congregación mer-cedaria y cuya sede fué el colegio del mismo nombre fun-dado en 1626. Ambas funcionaron en Lima "intra-claus-íro", es decir dedicadas exclusivamente a la preparación del personal destinado a las respectivas órdenes religiosas. Existieron en el Cuzco dos Universidades Pontificias: la de San Martín, creada por orden del Virrey Marqués de Mancera el 20 de enero de 1648, encomendada a los jesuí-tas y en la que se dictaban las cátedras de Filosofía y Teo-logía, Metafísica, Cánones y Leyes Instituía de Justiniano, Física y Música (26) y la de San Antonio Abad, fundada por el Obispo don Antonio de la Raya y Lávalos en el Se-minario establecido en 1598 y cuya Bula Pontificia se ex-pidió en Roma por Inocencio XI ! al i.° de marzo de 1692 (27) . En Ayacueho existió la Universidad de San Cristóbal-de Hita-manga, proveniendo de un seminario, como la an-terior. Su fundador fué Monseñor Cristóbal de Castilla. Tuvo esta Universidad, como la de San Marcos de Lima, el rango de Real y Pontificia, en mérito de la Bula Papal de tó77 y de la Real Cédula del 31 de diciembre de r68o v go-

(2;>) Memoria del Virrey Diego Fernández de Córdoba. Marqués de Gua-eazar. 1622. (26) Funcionó esta Universidad hasta 1767. (27) Recopilación de Indias.—Ley de Colegios y Seminarios.

zó, por ende, de los mismos privilegios de las universidades españolas de Salamanca y Valladolid (28).

Ti *es orígenes distinguimos en los Colcyios (¡uc funcio-naron cu el Coloniaje: 1 ) los que crearon los Virreyes. 2) los que establecieron las órdenes religiosas y 3) los que se desprendieron de las universidades. Todos ellos tuvieron una organización híbrida, en el sentido de no ser propia-mente ni planteles de segunda enseñanza, ni facultades 'universitarias, participando de algunas características propias a ambos grados de la instrucción. Entre los prime-ros fnguran los de San Martín y San Felipe de los que ya nos hemos ocupado. Refiriéndose a este último dice el Vi-rrey-Arzobispo Don Melchor Liñán y Cisneros: "En él se imita a los de Salamanca y produce muy buenos sujetos. Por cuestión de rentas su gobierno se halla "descuidado" (29). Estudiaban en ese colegio "diferentes facultades mayores que gramática los hijos y nietos de conquistador y personas beneméritas que han servido a Su Majestad Real en este Reino". «Tenia becas provistas por el Virrey, las cuales "eran muy pretendidas y los colegiales muy respetados porque después de acabar sus estudios los cole-giales salen provistos en oficios honrosos, como son corre-gimientos y otros semejantes". Una provisión virreynal estableció que "el vestido que han de traer dichos colegia-les sea de paño azul oscuro, las becas de paño azul claro con una corona amarilla que caiga sobre el hombro izquier-do y sus bonetes negros" (30) .

(28) H. Unanue, "Guía Política", 1793. (29) Memoria, 1678. (30) Provisión del Virrey Don García Hurtado de Mendoza, Marqués de

Cañete.

Fueron también importantes los Colegios fundados por las Congregaciones Religiosas sobresaliendo entre ellas, por su acción docente, la Compañía de Jesús. En 1568 esta-blecen los jesuítas su primer Colegio en el Perú, con el nom-bre de Colegio de Lima, cambiándolo después con el de San Pedro y San Pablo y tomando luego título de Máximo. Su finalidad fué instruir a los alumnos seculares y preparar al noviciado de la Compañía, siendo cn este sentido sil princi-pal Seminario. Este Colegio llegó a competir con la Univer-sidad de San Marcos en múltiples e interesantes episodios de los que ya nos hemos ocupado. Posteriormente en 1571 fun-daron en el Cuzco el Colegio de. la Transfiguración, aprove-chando para cTlo las valiosas donaciones del Capitán Diego de Si Iva y de Dña. Teresa Ordoñez. Dos años más tarde llega al Perú un jesuíta eminente, el padre Joseph de Acosta, quien recorrió' el sur del Virreynato dejando por doquiera huella fecunda de su paso. En 1578 el Licenciado Diego de Hidalgo, en Arequipa, deja 1111 legado de dos mil pe-sos de renta para establecer allí un Colegio de Jesuítas, blindase en esta época otro colegio en Juli para evangeli-zar a los indios. Y en medio de 110 pocas dificultades pro-signen incansables su labor los hijos de San Ignacio de Lo-yola: en T5S7 fundan el Colegio de San Cruz de la Sierra; en 1591 el de Chuquisaca; cn 1605 el de Huamanga; en 1614 el del Callao; en I 6 T 8 el de Oruro; en 1620 el de Pis-co; en 1623 el de Trujillo; y algunos otros más. En 1613 existieron en el Perú 365 jesuítas, distribuidos en doce do-micilios, de los cuales ocho eran colegios; y en 1636 se con-taban 491 religiosos. Ninguna otra orden o Congregación alcanzó en el siglo X V I I igual número ( 3 1 ) .

• J 3 , 1 ! Cano Pérez, Pedro, "Labor Pedagógica de los Jesuítas en el Virrey-nato del Perú \ Mercurio Peruano.—Vol. XXII.—Lima, 1940.

La organización y el plan de enseñanza en los colegios de los jesuítas del Perú se ciñó estrictamente al "Ratio Studiorum" sistema pedagógico elaborado durante treinta años por los jesuítas más eminentes, confrontado con la experiencia de sus numerosos planteles y universidades europeas y puesto en vigencia en 1599 para todos los cole-gios de la Compañía en el mundo. No trajo el "Rat io Stu-diorum" ninguna reforma educacional. Su mérito estriba en haber metodizado, en un código, las tradiciones escola-res del siglo X V I dispersas en los establecimientos docen-tes del Viejo Mundo. La enseñanza superior comprendía tres momentos: 1 ) la explicación oral del profesor; 2) la repetición del discípulo: y 3 ) el debate entre los alumnos sobre distintos puntos controvertibles. En la enseñanza ele latinidad se empleaban tres procedimientos progresivos: t ) memorización, 2) interpretación y 3 ) redacción y de-clamación. La composición, la declamación y la discusión eran los signos por los que valoraban los educadores jesuí-tas la capacidad intelectual de sus alumnos. Las "pales-tras", ejercicios en público, en que se controvertía una tesis, se realizaban con gran solemnidad, en las principales festi-vidades religiosas del año y en las recepciones de virreyes y arzobispos, a las que acudían especialmente invitados estos personajes, quienes entregaban personalmente los premios a los alumnos más aprovechados.

Existieron tres grados en los colegios de los jesuítas en el Perú, inspirándose en el plan elaborado por el Padre Sainaz, General de la Orden. En los colegios de grado in-ferior se dictaban las clases de latín y gramática castella-na. En los de segundo grado, además de latinidad, se estu-diaba humanidades, artes y retórica y se practicaban ejer-cicios de composición y declamación de comedias y oracio-

nes públicas. En los colegios de tcrccr grado, además de las materias anteriores, se dictaban clases de Filosofía.

Los estudiantes de facultades mayores tenían "dispu-tas científicas" y los de Letras pronunciaban "discursos latinos", declamaciones en prosa o verso, composiciones elegantemente manuscritas que se fijaban en los tapices que adornaban los salones o patios en los que se celebraba el acto. Cuéntase que en las honras fúnebres que se hicie-ron en Lima, en 1761, en homenaje a la Reina María Ama-lia de Sajonia, se exhibieron en el Colegio de San Pablo composiciones poéticas escritas en catorce idiomas: latín, griego, castellano, inglés, francés, alemán, italiano, portu-gués, húngaro, vascuence, toscano, catalán, quechua y aima-rá. Las "representaciones dramáticas", generalmente episo-dios del Antiguo Testamento o alegorías en verso con fines didácticos o piadosos, fueron muy cultivados en los colegios de los jesuítas. Empezaba a introducirse en ellos la represen-tación de las obras de Lope de Vega y de algunos otros dra-maturgos metropolitanos cuando el Padre Provincial, cre-yéndolas peligrosas para la salud espiritual del alumnado,, prohibió en 1630 que "en ningún colegio jamás se hagan co-medias de Lope de Vega ni otro alguno de romance ele las que suelen presentar los comediantes".

Fueron los jesuítas los primeros en implantar entre los españoles el régimen de los internados en los colegios. Funcionaron tres en el Virreynato del Perú: uno en Lima, otro en el Cuzco y el tercero en Chuquisaca. La provisión autoritativa del Virrey Martín de Enríqnez indicaba cla-ramente su finalidad: "en los cuales los dichos estudian-tes viviesen con más recogimiento y clausura". Signo distin-tivo de estos internados fué su carácter clasista y vocacional, ya que solamente tenían acceso a ellos los nobles hijos y des-cendientes de los Conquistadores y los jóvenes que aspiraban

a la carrera sacerdotal. No fué, por lo demás, una novedad en el Perú el sistema de los internados que existieron, siglos atrás, en el Tahuantisuyu, creados por Inca Roca, y que funcionaban en los "yachav-huasi" o casas del saber, don-de vivían los niños de la nobleza junto con sus maestros, los sabios y los poetas, los "amautas*' y los "haravecs".

La finalidad primordial de los colegios de los jesuítas en el coloniaje, sostenidos con apreciables rentas, incrementa-das con ingentes donaciones en dinero efectivo, en hacien-das o granjas agrícolas, estancias de ganado e inmuebles ur-banos fué la sólida formación religiosa y moral de sus alum-nos y el fomento de las vocaciones sacerdotales. La instruc-ción tuvo un aspecto adjetivo. Lo sustantivo fué para ellos la educación. Las Congregaciones Marianas o asociaciones piadosas bajo la advocación de la Virgen María, se estable-cieron en todos los colegios, acomodadas a la edad de los ni-ños, a fm de fomentar entre ellos la piedad, la penitencia, la candad, el ayuno y la frecuencia de los sacramentos. m„,„c T C.°n^aciones religiosas fundaron también al-e Z U ? ° S P a ; t , c u l a r ^ W* funcionaron en Lima, entre

t* * í T ° / ° " l á s d e A q U l n o c r e a d o P ^ los dominicos Z p ; Buenaventura por los franciscanos; y el de U Luenamuerte sostenido por la Orden de San Camilo de

_ También algunos colegios de la Colonia tuvieron su origen en las Universidades de las cuales se desprendieron,

si la Universidad de San Marcos origina los Colegios de ^an Carlos y de San Fernando; v la Universidad del Cuz-co, los de San Bernardo Abad y de la Transfiguración.

Amat en ** S a H C a r l o s > Andado por el Virrey c 5 6 1 1 J 7 7 ° ' l l e £ ó a tener un auge extraordinario. Pos-

teriormente se refundieron en él los colegios de San Mar-tín. de San Fernando y del Príncipe y, así enriquecido en sus perspectivas docentes, el Convictorio Carolino funcio-nó en la Casa del Noviciado de los Jesuítas (32). Dictá-banse las cátedras de Lenguas y Literaturas Clásicas (La-tina y Griega), Filosofía, Metafísica, Lógica y Economía .Política, Geografía Cronológica, Castellano, Derecho Na-tural de Gentes, Historia, Derecho Público, Derecho Ro-mano, Derecho Canónico y Práctica Forense (33) . El pres-tigio de San Carlos se acrecentó durante el Rectorado del Presbítero Toribio Rodríguez de Mendoza, considerado con razón como uno de los precursores de la gesta emanci-padora, en el período de la efervescencia doctrinaria (34).

Rodrí g'uez de Mendoza reformó el antiguo régimen de enseñanza, procurando emanciparla de la tiranía del pensamiento aristotélico y contó para ello, dentro del pro-pio Convictorio, con la colaboración de dos notables pres-bíteros de ideas liberales: Mariano Rivero y Araníbar, uno de los grandes reformadores de la pedagogía de la Co-lonia y el polígrafo Ignacio Moreno, de mentalidad huma-nista y enciclopédica, docto en matemáticas, legislación, jurisprudencia, astronomía, historia sagrada y profana, castellano, latín y griego (35) . Los tres redactan el nuevo plan de instrucción. Con la duda metódica de Descartes y el análisis de Condillac da el Rector Rodríguez de Mendoza un nuevo rumbo a los estudios filosóficos en San Carlos. Moreno amplía en sus aulas las perspectivas de las mate-máticas, reducidas hasta entonces al aprendizaje de arit-mética, álgebra y geometría, con las teorías de Copérnico

eos d é c i m a ° C U p a a c t u a l m e i l t e I a Universidad Mayor de San Mar-(33) Colección de Bulas, Breves y otros documentos (34) Jorge Guillermo Leguía, " E l Precursor" Lima iqoa (35) Mendiburu, Tomo v f pág. 370. 1 9 2 é "

Galileo, Newton y Kepler (36) y se empeña, sin conseguir-lo, obstaculizado por los prejuicios de la tradición impe-rante entonces, en adquirir en Europa aparatos de Física, Mecánica y Astronomía para perfeccionar la instrucción. ,E1 Convictorio adopta, por obra suya, el sistema n e r o n i a -no y como se considerase necesario "para la inteligencia de éste el conocimiento de los principios de una buena me-tafísica del cálculo y geometría, Moreno arregla un curso completo de todas estas ciencias, cn el que no menos ha consultado al recto método y cultura del idioma que al buen gusto y delicadeza de las ideas" (37) . La renovación pe-dagógica amplía más aún los conocimientos de los estu-diantes carolinos con el aporte de tratadistas notables. Se enseña la Historia de la Filosofía, Lógica, Etica, Derecho Natura], de Gentes y Civil por Heinecio; la Física por el padre Isidoro de Celis, autor del notable compendio de ma-tematicas y de física que inició a nuestra juventud en el es-tudio de la física de Isaac Newton; Teología por Duha-mel; Derecho Canónico por Selvagio; Religión por Pau-get. ba¡o el nombre de Filosofía Moral, así bautizado pa-ra encubrir su contenido y eludir la vigilancia dq las au-toridades políticas, representativas del despotismo español, Rodríguez de Mendoza dictó clases de derecho constitucio-nal. Implanta luego en la cátedra de Jurisprudencia los Derechos Natural y de Gentes "con los cuales—afirma acertadamente Leguía—arma a los muchachos de dos ge-neraciones caballeros de la libertad y de la independencia de su patria" (38).

El prestigio cíel Convictorio ¡se acrecienta día a día. "jS u n orgullo para la juventud limeña llevar el uniforme

B fc; Tls. p"MrtM- To™vm-(38) J. G. Leguía, Ob. cit. '

carolino que designara el Virrey Amat, "el de abates, los que se dedicaban a la iglesia; el marcial de espadín a la cinta, los que se dedican al secularismo; bien que unos y otros de paño burato negros". Vistieron ese uniforme los mozos de la más selecta sociedad colonial que después asu-mirían las responsabilidades de la función pública en ho-ras críticas y gloriosas para la Patria, entre otros José Joaquín de Olmedo, Sánchez Carrión, Francisco Javier Mariátegui, Manuel Lorenzo Vidaurre, Luis José Orbe-goso, José Joaquín de Larriva, Juan Manuel Iturregui, Manuel Pérez de Tíldela, Juan de Dios de Olaechea y tan-tos más.

El ejercicio de la oratoria brillaba en el Convictorio de San Carlos, en tanto que languidecía en la Universidad. Exaltaban al auditorio los debates en latín en los que par-ticipaban los alumnos bajo la dirección de sus maestros y a los cuales asistía lo más graneado de la sociedad limeña. En esos actos académicos enardecían sus bríos los futuros directores de la Nación. Presenciándolos, algunos ilustres hombres de ciencia como Haenke, Pineda y Nec, venidos de Europa con la expedición científica Malaspina, "decla-raron llenos de entusiasmo que podía San Carlos rivalizar con los primeros colegios del Viejo Mundo" (39). El Vi-rrey Abascal rinde homenaje a los profesores carolinos, afirmando que "son de los más aplicados y han hecho profesión de las ciencias que enseñan" (40).

"Ni la Universidad—exclama entusiasmado Jorge Guillermo Leguía—ni el Seminario de Santo Toribio, ni ios demás centros de instrucción de Lima, que carecían del

( 3 9 ) Haenke, "Descripción del Perú".—Polo " E l Tiempo", 22 de octu-bre, 1864. 1

(40) Memoria de Abascal.—Documentos históricos de Odriozola. — To

número de materias de enseñanza y de un cuerpo docente de las condiciones del que reunía el Convictorio, lograron opacar, ni menos aún igualar el esplendor del plantel más famoso de la América Meridional!" (41) .

En las postrimerías del Coloniaje el Convictorio de San Carlos enarboló con bríos el pendón de la reforma pe-dagógica. Fué el plantel liberal y renovador y tuvo, por ende, que afrontar los embates y las resistencias del tradi-cionalismo. Algunos inquisidores de Lima solicitaron a proposito de la tesis sustentada por el estudiante carolino Juan Antonio de Vivar en la Universidad de San Marcos el i? de octubre de 1787, que el Tribunal del Santo Oficio practicara algunas diligencias con el Rector Rodríguez de Mendoza y los maestros de San Carlos "para que se dedi-quen al estudio de autores de más sana doctrina" "y se les baga ver su mala versación en la dirección literaria de la juventud ' ( 4 2 ) . Por su parte el Arzobispo de Lima no ce-

u e t o r t r C n v r a E s p a ñ a C O n d e " a n d ° las reformas del Con-t T Z r í * V ' SU R C C t 0 r í í m a G S t r o ^blementc após-tata, por ser escolástico traidor a su escuela, y presbítero in-

herente a , intereses de la Iglesia". O ^ J ^ ^ Z . con su recalcitrante insistencia, una real orden prohibiem do en San Carlos la enseñanza del derecho natural y de gentes y que el Tribunal de la Inquisición denunciara cn I/9I a Rodríguez de Mendoza "por leer libros prohibi-óos (43). Lejos de amedrentarse con esta ofensiva, el Rector implantó el aprendizaje secreto de los Derechos su-primidos.

Las semillas del sembrador habían caído en los surcos

í g > J - f V , Leguía, ob. cit. ca.—Mendiburu, t S K ^ ® 1 T r i b u n a l P o r l o s inquisidores Matienzo y Abar-

(43) R. Palma, «Ankles de la Inquisición". Madrid, 1897.

ávidos. El liberalismo prendió en todos los espíritus caro-linos y por eso, en el período de efervescencia doctrinaria, tránsito entre el fidelismo colonial y la lucha armada por la independencia, el Convictorio Carolino fué uno de los epifocos de la conjuración. "En San Carlos—había excla-mado el Virrey Pezuela—hasta las piedras son insurgen-tes". Una investigación ordenada por el Virrey, y practi-cada por el Oidor Pardo, resultó en extremo compromete-dora. Se apeló entonces a un pretexto pecuniario para hostilizar a San Carlos, cuyas rentas fueron incautadas invocando "la penuria fiscal producida por la guerra". Y a la pobreza siguió casi de inmediato su clausura temporal, so pretexto de refeccionar el local y de implantar un nue-vo sistema de estudios. Meses después el Virrey Pezuela reabrió las puertas del Convictorio con un nuevo rector, doctor Carlos Pedemonte, de marcadas tendencias conser-vadoras. Pero siempre, y a pesar de todo, el Convictorio de San Carlos continuó siendo una de las briosas afirma-ciones del espíritu nacional.

De la Universidad de San Marcos se desprendió tam-bién, al igual que el de San Carlos, el Colegio de San Fer-nando. Ambos tuvieron orientaciones disímiles. Mientras el primero se orienta hacia la enseñanza del derecho a la que debía dedicarse exclusivamente desde la iniciación de la República en 1822, San Fernando, en cambio, se orien-tó hacia la medicina a cuya enseñanza se dedicó por entero a partir de 1,810.

Tuvo la Escuela de San Fernando su figura procer en el ariqueño Hipólito Unánue. Allí, bajo la dirección de ese maestro eminente, se agruparon los Chacaltana, Pezet, Paredes, Tafur y algunos más, doblemente proceres de la

Patria y de la Ciencia, que convirtieron a la casa de estu-dios en uno de los epifocos de la conjuración patriota.

Los Colegios de San Carlos y de San Fernando coad-yuvaron, de esta suerte, a forjar en el espíritu de la juven-tud la devoción irreductible a la causa de la libertad. En sus aulas se conspiró activamente en el período de la efer-vescencia doctrinaria. Y allí se educaron quienes más tar-de morirían por la emancipación de la Patria soterrados en las ergástulas o luchando en los campos de batalla; o forjarían, en el gobierno o en las funciones públicas, la fi-sonomía política de la naciente República.

De la Universidad cuzqueña de San Martin se des-prenden dos colegios: el de San Bernardo Abad y el de la Transfiguración.

El de San Bernardo Abad fué fundado por el Padre Provincial de los Jesuítas, Dn. Diego Alvarez de Paz, por provisión del Virrey Príncipe de Esquiladle expedida el

de junio de 1619. "Fué una de las tantas expresiones del clasismo en la pedagogía colonial ya que a sus aulas solo tuvieron acceso quienes acreditaran la pureza de su lina-je y fuesen nobles, descendientes de españoles. Mereció el título de Convictorio Real, otorgado, en nombre del Rey, por la autoridad virreynal el 16 de agosto de 1620. Se dic-taban en sus aulas los cursos de Filosofía, Derecho y Gramática. En las postrimerías del Virreynato, a partir de 1819, el Colegio de San Bernardo Abad vive los años de su apogeo, con la fundación de nuevas cátedras en las ciencias y en las artes. En los primeros días de la Repú-blica, por decreto del Libertador Bolívar, firmado el 8 de julio de 1815, el plantel se transforma en el "Colegio Na-cional de Ciencias" que hasta ahora existe.

El Colegio de la Transfiguración fué, como ya lo he-mos dicho, destinado a i a formación de los sacerdotes.

Los Seminarios, centros de estudios ei\ los que se preparó y capacitó el clero, tuvieron una importante misión en la Colonia. No olvidemos que la cruz y la espada habían sido los símbolos de la Conquista; que el Estado y la Igle-sia se aliaron y robustecieron mutuamente, tanto en esa empresa como en la de la colonización; y que, en conse-cuencia, ambos tuvieron análogo interés en el adiestra-miento y selección del personal destinado a la carrera ecle-siástica. Con este objetivo el Rey Felipe II, en 1573, im-partió órdenes precisas al Virrey Don Francisco de Toledo para la fundación de seminarios en todas las diócesis del Vi-rreynato.

En 1591 se fundó en el Perú, por iniciativa del segun-do arzobispo de Lima, don Toribio Alfonso de Mogrove-jo ( 1581- 1606), el Seminario Conciliar de Santo Toribio, el más antiguo de América, cuya existencia, precaria en un principio por falta de rentas, lo que motivó en repetidas ocasiones su receso, fué cimentándose en épocas posterio-res hasta estabilizarse definitivamente.

El i.° de enero de 1625 se fundó en Trujillo, por ini-ciativa de su Obispo, Monseñor Carlos Marcelo Corni, el Seminario de San Carlos y San Marcelo, así llamado en ho-menaje a su fundador, quien lo dotó de sus bienes, inclusi-ve el local que era patrimonio de su familia. E l propio Obispo redactó el Reglamento que fué perfeccionado por su sucesor Monseñor Baltasar Jaime Martínez de Compa-ñón, prelado ilustre y que debía regir en el Seminario has-

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ta 1846, en que fue sustituido por el que entonces redactó el Iltmo. Mons. José Higinio Madalengoitia autorizado por el Gobierno. Durante dos siglos y cuarto—como lo ob-serva acertadamente Gamarra Hernández—el Seminario de San Carlos y de San Marcelo de Trujillo tuvo el mérito de ser el único colegio de instrucción inedia que tuvo el Perú (44).

Marcados relieves históricos tuvo el Seminario de San Jerónimo fundado en Arequipa por el Iltmo. Mons. Perca y radicalmente transformado el 14 de agosto de 1791 por el Obispo Monseñor Pedro José Chávez de la Rosa, el gran reformador de la enseñanza en el sur del Virreynato. Disgusta al Obispo benemérito el retraso en que encuentra al Seminario cuya enseñanza deficiente se reducía a la Filo-sofía, Teología y Latín; y elabora entonces un nuevo pro-grama de estudios, ampliando las perspectivas del conoci-miento, comprendiendo las cátedras de Metafísica, Sicología, Lógica, Etica, Gramática Castellana, Retórica, Lenguas Orientales, Derecho Natural,, Civil y de Gentes, Física, Ma-temáticas e Historia. L a reforma tenía un profundo conte-nido social y político y, enjuiciándola dentro de las perspec-tivas históricas en que se produce, era—según el acertado decir de Vicuña Mackenna— "eminentemente revoluciona-ria". Dijérase que los espíritus gemelos del Obispo Chávez de la Rosa y del presbítero Rodríguez de Mendoza se her-manaban también en sus obras del Seminario de San Jeróni-mo y del Convictorio Carolino.

L a reforma de Chávez de la Rosa dió al Seminario los relieves de una Facultad académica. Por eso la Real Cédu-

(44) A. Gamarra Hernández, "Datos Históricos de los Colegios del Pe-rú

la del 31 de marzo de 1792 autorizó "el establecimiento de estudios mayores" en ese Seminario Conciliar que resultó así al primer paso hacia la fundación de la Universidad de Arequipa. El anhelo arequipeño de tener una universidad se había cristalizado, años atrás, en las gestiones de Don Antonio de León y don Juan Otárola y Bravo de Laguna para implantar "estudios mayores" en esa diócesis, aprove-chando la donación de sesenta mil pesos destinada por el Dr. Juan Núñez Ladrón de Guevara a la fabricación del monasterio de las carmelitas descalzas. Accediendo sobre todo a los infatigables empeños de Otárola, Felipe V ex-pidió la Real Céduda del 22 de enero de 1714, autorizando el funcionamiento de una Universidad "intra-claustro" en el Convento de Santo Domingo, inaugurada cinco años des-pués y recesada luego por no poder sostenerla, por falta de rentas, la Orden dominicana.

E11 1765 los mercedarios, reunidos en un Capítulo Provincial, proyectaron fundar un Colegio Real y Univer-sidad Pontificia, con los planes y programas de la Univer-sidad de Alcalá de Henares. Presidido por el Vicario General Fray José de la Fuente, el Capítulo prestó su apro-bación al proyecto presentado por el Provincial de la Or-den Fr . Pedro Pacheco de la Cuba y el Canónigo Manuel Moscoso y Peralta, Maestre-escuela de la Catedral y pos-teriormente Obispo de Tucumán y de! Cuzco y Arzobispo de Granada. Constaría de siete cátedras, tres de ellas dota-das por la Orden Mercedaria y las restantes por el canóni-go Moscoso. Cuatro de ellas debían ser regentadas por doc-tores mercedarios y las otras tres por eclesiásticos o segla-res, todas por oposición. Al traducirse esta iniciativa en la práctica se restringieron sus alcances. Sólo se llegó a crear

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el Colegio de la Inmaculada Concepción. La Universidad quedó en proyecto (45).

Sólo en 1792 con el Seminario de San Jerónimo se for-ja una de las tres bases para la fundación de la Universi-dad de Arequipa. El Obispo Chávez de la Rosa fué uno de los precursores inmediatos. Y este título bastaría para consagrarlo en la historia de la pedagogía peruana sino tu-viera. como las tiene, otras ejecutorias valiosísimas y tras-cendentales. Fué, como Rodríguez de Mendoza, un sem-brador. No trabajó para su época sino para la posteridad, >a que sus discípulos fueron, más tarde, los forjadores de la libertad de la Patria. "Nada importa—afirma Zegarra Bailón—que después la Corona de España hubiera querido cercenarla prohibiendo la enseñanza del Derecho. En las aulas del Seminario se había encendido una antorcha tan poderosa que su luz iba a dirigir 110 sólo la cultura de Are-quipa sino los destinos de la República por varios lustros" (46).. "De allí salieron—agrega, completando este pensa-miento, el Dr. Federico Ugarte—cultos sacerdotes y emi-nentes prelados, juristas y legisladores sabios, maestros abnegados, geógrafos e historiadores, oradores y poetas, progenitores de la Patria y de sus instituciones, patriar-cas de la democracia y mártires del ideal y de la gloria. . . Eos Villavaso y los García, los Montúfar y los Cornejo, los Cosío y Huerta y los Lafuentes, los Revollar y los Pé-rez, los La Rosa y los Gómez Sánchez, los Quiroz y los

(4o) El religioso mercenario Fr. Víctor M. Barriga lia publicado en la «evista Universitaria de Arequipa, No. 1/—setiembre de 1942—las actas de cer >i 6,1 C ' " e c 0 1 1 8 ^ ' 1 ) o s acuerdos de la Orden, en 1705, para estable-

' , c n Arequipa un Colegio Real que sea erigido en Universidad Pontif icia; naeiemio cesión jurídica de la capilla v sitio para ese objeto; y dotando do catearas a la proyectada universidad.

E f R y erto Zegarra Bailón Valdez, " L a Universidad de Arequipa a años" .—Discurso de Orden leído en la sesión solemne para

conmemorar el primer centenario do la fundación de la Universidad del G 1 adre San Agustín.—Arequipa, 1930

ran

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Chave z, los Bustamante y los Martínez, los Arce y los Rey de Castro, los Cuadros y Loayza, los Lazo, los Corvacho, los Piérola, y cien más entre los que se yerguen, como las más altas cumbres, el poeta Melgar, el presbítero Arce, los hermanos Paz Soldán. Vigil y Luna Pizarro, honor to-dos de la Arequipa de antaño, gloria del Perú, precursores de una nueva conciencia americana".

El Ayuntamiento de Arequipa no fué ajeno a las preo-cupaciones por crear una Universidad mistiana. El 30 de diciembre de 1789 se reunió en pleno, integrado por el Go-bernador Intendente de Arequipa Dn. Antonio Alvarez y Jiménez, el Alcalde Dn. Manuel Lorenzo de Bustamante, el Alcalde Ordinario y Regidor perpetuo Coronel Dn. Fi "ancisco José de Rivero y Benavente y otras distinguidas personalidades, para tratar sobre el donativo de veinte mil pesos hechos por el ex-Obispo de esa Diócesis Mons. Juan Moscoso y Peralta, quien entonces se encontraba al frente de la Arquidiócesis de Granada. El objeto de la do-nación era crear cinco cátedras para la futura Universi-sidad de Arequipa. Dilatadas fueron las gestiones admi-nistrativas realizadas en las Cortes de España hasta que dos años después el Rey Carlos IV firmó el 7 de diciembre de 1791 dos Cédulas, las que recibidas en el Perú pasaron a sus respectivos antecedentes.

Uno de los aspectos del problema universitario era la inasistencia de los alumnos. No sentían los jóvenes atrac-ción hacia las aulas sanmarquinas, tanto por la aridez de sus cátedras, como por la brillante competencia del Con-victorio Carolino. El número de estudiantes de San Mar-cos era mínimo, "a tal punto—dice el Virrey en su Memo-ria—que son más los maestros que los alumnos, lo que se debe, según parece, a la gran cantidad de grados de indul-to" haciendo luego hincapié en la conveniencia de "dismi-nuir el número de doctores que sin estudio alguno llegan a ser tales". Se agravó este problema durante el gobierno virrey nal del Conde de Superunda (1745-1762) porque los catedráticos imitaron el pernicioso ejemplo de los dis-cípulos. Escasearon entonces por los viejos claustros uni-versitarios los maestros que dictaran sus clases y los alum-nos que las escucharan, a tal punto que el Virrey expidió un decreto instruyendo al Rector para que obligara a los catedráticos a dictar clases los días y horas señaladas y exi-giendo la asistencia de los alumnos como condición espe-cial para postular el grado de bachiller. A pesar de su poco adelanto, la Universidad de San Marcos mantiene su im-portancia porque todos aspiran a recibir en ella los grados de doctor o licenciado (47), con los mismos privilegios de la Universidad de Salamanca. Antes se ordenó al Rector que no se otorgaran los llamados grados de gracia ni que se convocara al claustro con este fin; y que las cátedras se pro-veyeran por oposición (48).

, E 1 gobierno del Virrey Amat (1761-1766) se preocu-p o a l g ° de la instrucción pública. Se inició con él un atisbo de la cultura de extensión universitaria, disponien-

perunda. M e i n o n a d e l Virrey Dn. Antonio Manso de Velasco, Conde de Su-

Marqués W s l S S ? ? * Y S ° t 0 m a y ° r '

do que a la cátedra de matemáticas, que había sido funda-da por el Conde de Santisteban en el siglo X V I I I , "concu-rran los caballeros cadetes así de la plaza y presidio del Callao como de la Marina y fronteras de Jauja y Tarma, que debían venir a esta capital con orden de asistir diaria-mente a oir las clases". Se fundó una cátedra de Teología para que se explicara la doctrina de Santo Tomás de Aqui-no. Se autorizó a los religiosos de San Juan de Dios para que estudiasen medicina, filosofía y cirugía y pudiesen in-corporarse a los estudios y grados de la Universidad. Y el Virrey expidió un decreto ordenando que el Rector y el claustro de la Universidad dispusieran que "todos los gra-duados, catedráticos y maestros hagan juramento al ingre-sar a sus oficios y grados de observar y enseñar la doctri-na contenida en la Sección X V del Concilio de Constanza y que no enseñarán 111 oirán, ni aún con título de proba-bilidad, las del regicidio y tiranicidio contra las legítimas potestades" (49).

La educación de los indios, uno de los capítulos más importantes de la pedagogia peruana, se restringió en la Colonia a las discusiones doctrinarias y a los buenos aun-que incumplidos propósitos de los gobernantes lejanos de la Metrópoli.

El descubrimiento del Nuevo Mundo encendió en el siglo X V I una acalorada disputa teológica. Nada habían dicho las sagradas escrituras sobre la existencia de estas tierras y de las razas que la habitaban. El propio Colón murió sin apreciar el portento de su propia obra creyendo

(49) Memoria del Virrey don Manuel Amat y Jvmient, trigésimo primero del Peni.

haber llegado al continente asiático. Y cuando la ciencia comprueba la verdad asombrosa, hay teólogos recalcitran-tes, aferrados a los antiguos conceptos, que le niegan el carácter humano a las nuevas razas y que consideran a los indios en una escala zoológica de irracionalidad. Tal fué la tesis sustentada por el teólogo Fr. Juan de Sepúlveda, cro-nista delEmperador y jurisconsulto de muy arraigado prestigio en su época. En su libro (dialogado "Demócra-tes" trató de demostrar cjue, a veces, la guerra era necesaria para el triunfo de la Iglesia. Sobre esta premisa, com-plementó su pensamiento en la obra "De justis belli caus-sis apud indos" tratando de justificar las crueldades es-pañolas en la conquista del Nuevo Mundo y la obligación que teman los indios de someterse a los españoles "como los menos entendidos se someten a los más prudentes".

brente a ^ Sepúlveda se irguió la figura apostólica de b r Bartolomé de las Casas y como la polémica se apa-sionara cada vez más el fn ry ~ , TCCr , „ . . . . r ' e y d e España convoco, en ¡loíos Z d i n m i r l a C a Congreso de Teólogos y Fi-lósofos que se reunió en Valladolid. Apoyándose en las be ñas aristotélicas, Sepúlveda defendió personaimen-

, U ^natura l izando el raciocinio del Estagirita quien había afirmado que unos hombres nacen para ser

hres y otros para ser esclavos. Sepúlveda sostuvo que los ndiosi eran serví a natura", es decir esclavos por natura-

l e s porque eran barbaros; "eran bárbaros porque eran hombres sin razón; eran irracionales porque eran infieles; y, por lo mismo, estaban condenados por la naturaleza", lesis semejantes justificaba que a los indios se les traía-

la como bestias. Basando sus argumentos contrarios en las mismas fuentes en las que había bebido su contendor, recurriendo como él al aristotelismo en busca de razones v de luces, enriqueciendo sus fundamentos con causales ju-

rídicas, de las Casas demostró la racionalidad de los indios, integrantes de la humanidad con los mismos derechos que las demás razas. Lo ayudaron en este empeño frailes emi-nentes como Antonio de Córdoba, Domingo Soto, Melchor Cano y otros más cuyos nombres ha recogido la historia. Y su tesis humana triunfó en el Congreso de Yalladolid. Pero fué más bien un triunfo simbólico. Una transacción entre la teoría y la práctica. En teoría se otorgó a los abo-rígenes de América los derechos del hombre condensados en la letra bella pero muerta de las magníficas Leyes de In-dias; y en la práctica se les trató como a bestias de carga y en algunos casos peor que aquellas. Recuérdese, en efecto, que en más de una ocasión los conquistadores obligaron a centenares de indios a cargar, como en litera, a los caba-llos para que estos no se fatigaran en las pesadas marchas.

Disponía la legislación metropolitana que en todo aquello que no se hubiera ordenado precisamente para las Indias Occidentales regía el Código de las Siete Partidas de Alfonso el Sabio. L a educación de los indios quedaba incorporada, de esta suerte, en términos generales, en la órbita de ese Código, totalmente inaplicable para los abo-rígenes.

Preocupación teórica de los Reyes de España fué la edu-cación de las élites indias para manejar y dominar por medio de ellas a las grandes masas. Consecuente con estos propósi-tos Felipe II, en carta que le dirig'e el 2 de diciembre de 1573 al Virrey Toledo, le ordena fundar colegios y semina-rios en todos los Obispados de la Colonia "para que se cria-sen y fuesen adoctrinados los hijos de los caciques". Estas instrucciones quedaron incumplidas. Los encomenderos, a su vez, tenían la obligación de adoctrinar a los indios en-comendados y pretendían tranquilizar su conciencia cum-pliéndola nominalmente, ordenando que alguno de sus su-

Inordinados, o algún clérigo si lo había, les leyera en latín algunos capítulos del Evangelio a los indios que no enten-dían esa lengua, a las seis de la mañana, antes de que sa-lieran a sus trabajos.

Felipe I I I , hijo y sucesor de Felipe II, fiel a los de-signios de su padre, f irma en San Lorenzo la Cédula Real del 3 de setiembre de 1616 para atender al sostenimiento de un Colegio para los hijos de los caciques, sin gravamen alguno para los aborígenes. Instruye luego al Virrey Prín-cipe de Esquiladle para que se informase e interesase "por entender que es cosa muy importante que los hijos de los caciques que han de venir a gobernar a sus súbditos sean desde pequeños instruidos en buenas costumbres". Impulsa-do por estas apremiantes palabras, el Virrey cumple inme-diatamente la voluntad del monarca, fundando el Colegio del Príncipe en Lima y el Colegio del Sol en el Cuzco. No en vano Felipe I I había advertido a Toledo en 1576 que "es-taría bien que en la Compañía del nombre de Jesús se ense-nase a los hijos de los caciques y principales (indios)".

El Colegio del Príncipe se instaló en Lima el i J de enero de 1619 con doce alumnos y el Colegio del Sol o de San Prmmsco de Borja funcionó en el Cuzco en 1628. Am-bos eran internados y estuvieron regentados por los jesuí-tas Las Constituciones y Ordenanzas expedidas en "mar-zo de 1Ó2T establecieron las condiciones requeridas para el ingreso, a saber: ser hijo mayor de los caciques, sucesor del cacicazgo y, a falta de este, ser sobrino o ser pariente con derecho a sucesión. El período de estudios se iniciaba a los diez años de edad. Terminaba cuando el educando llegaba

te i° d e . m a t ™ o m o , o sucedían a su padre o a su parien-W n r p C a G l c a z ^ ° 0 c u a " d o los virreyes o gobernadores lo

S r r r ^ L a f i n a l i d a d P e r d í a ! de esta edu-cación era la religiosa. Lo secundario fué la enseñanza de la

lectura y escritura castellanas, el cálculo y la música. Feli-pe I I I en 1619 había ordenado que en esos colegios "críen y sustenten y sean doctrinados y enseñados en las cosas de la Santa Fé, ley natural y policía cristiana, y a leer y escri-bir y las demás cosas que parecieren". Y exaltando el ob-jetivo religioso dispuso el Virrey Príncipe de Esquiladle "que de ellos salgan instruidos en las cosas de nuestra sa-grada religión y policía cristiana, y se ocupen y ejerciten en las obras de piedad compatibles con su edad y capaci-dad" (50).

Aparte de estos dos colegios para los hijos o sucesores de los caciques, los Padres de la Compañía de Jesús se. de-dicaron también a la educación elemental de la masa abori-gen, 110 en las escuelas, sino mediante las catcquesis donde establecían el centro de sus misiones evangélicas. La doc-trina de Jitli, pueblo en el altiplano de Titicaca, fué una de las más importantes en donde la catequización de las ma-sas se realizó al influjo del esplendor del culto católico. L a instrucción jesuítica se impartía de un modo gradual y ordenado en el propio idioma aborigen. Los "doctrineros" trataban a los indios adultos como a niños y los compelían con castigos cuando era necesario. Se revistieron de la au-toridad y ele la paciencia necesarias para hacer más eficaz su obra. Prefirieron que la instrucción se realizase cíe modo continuo y estable en pueblo ya formado y no en mi-siones ambulantes. La población indígena de Juli ascendía a JÓ,000 habitantes, dividida en cuatro parroquias O par-cialidades bajo el cuidado de un religioso cada una. Se les enseñaba a los indios a leer, escribir, contar y a cultivar la música. Se les dio "la instrucción que se da a todo hombre para salvarse". "De las otras ciencias—ordenada el Padre

(50) Provisión virreynal «le mayo de 1621,

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Superior José de Acosla cn i 589—bastaba que supiesen lo conveniente para la vida que habían de llevar y el oficio que habían de ejercer. E s de decir, convertirlos no en há-biles artesanos, sino cn hombres hábiles para el trabajo propio de stt condición". De esta suerte los jesuítas procu-raron que los indios de Juli se perfeccionaran en su oficio de pastores y cn la cría del ganado lanar—llamas, alpacas, ovejas—que entonces, como ahora, constituía la primor-dial actividad de la región. Sólo cn casos excepcionales los instruyeron en las artes, en atención a la habilidad espe-cial que para ellas demostraban algunos indios o por la necesidad que tenían de tales artesanos ( 5 1 ) .

En el siglo X V I I I , gobernando el Perú Don Teodoro de Croix, Caballero de Croix ( 1785- 1790) , trigésimo cuar-to virrey, proyectó el Obispo de Trujillo Don Baltasar Jai-me Martínez Compañón establecer en su Diócesis un Semi-nario y un Colegio de Enseñanza para indios (52) . El di-ligente prelado realizó su empeño. Consta así en una Carta que la dirigió al Rey de España comunicándole, alboroza-do, la fundación, en su jurisdicción eclesiástica, de dos se-minarios para clérigos, dos casas de educación—una para indios y otro para indias—y de 42 escuelas de primeras le-tras. Conocedor de la. sicología aborigen, el Obispo es-timuló a los indios más aprovechados, sorteando entre ellos yuntas de bueyes, muías, instrumentos de labranza y algunas otras cosas de utilidad práctica e inmediata.

Acertada medida de los gobernantes hispanos fué la de ordenar que la enseñanza a los indios se realizará en len-gua aborigen. Así lo dispuso Felipe I I en su Real Orden

/ 5 1 ) Vargas Ugarte, Rubén, S. J. " E l Método de la Compañía de Jesús t / v v t 1 6 1 0 1 1 d e l ^digena.—La doctrina de Juli " .—Mercurio Peruano.— VOJ. XXII .—Lima, 1940.

(52) Memoria del Virrey Don Teodoro de la Croix, 1790.

para que aprendiesen el idioma nativo los clérigos de' las colonias. Con esa misma finalidad se había fundado la cá-tedra de quechua en la Universidad de San Marcos. Per-seguíase con ello un mayor éxito en la evangelizacíón, a fin de que los aborígenes comprendieran mejor, en su propio idioma y no en un lenguaje extraño, las verdades de nuestra Fé. Sensiblemente durante el transcurso del Co-loniaje varió tan laudable criterio. Y en los albores del si-glo X V I I I , Felipe V . primer rey de la dinastía borbónica, ordenó que "en los Reynos de las Indias, islas adyacentes y de Filipinas se pongan en práctica y abunden los medios que se refieren y ha propuesto el Arzobispo de Méjico a fin de conseguir que se destierren los diferentes idiomas y sólo se use el castellano, con el f in de que pueda adminis-trar la enseñanza a los naturales y éstos puedan ser en-tendidos por sus superiores". Al Virrey Marqués de Cas-telfucrte (1724-173Ó) le correspondió cumplir en el Perú esta real ordenanza (53) . La cátedra de quechua había si-do suprimida en la Universidad de San Marcos de Lima.

Tuvo, pues, como lo hemos comprobado, un triple ob-jetivo la instrucción de los indios en el Virrey nal o: conver-tirlos al cristianismo, asimilarlos a la cultura europea y uti-lizarlos en la producción industrial del suelo peruano. Sólo este último objetivo se pudo realizar plenamente.

El Estado se despreocupó en absoluto de la instrucción elemental en la Colonia. Enseñar al que no sabe 110 era en-tonces, como lo es hoy, un ineludible deber estadual sino sim-plemente una de las obras de misericordia, aconsejadas por

(53) Memoria del Virrey Do. José de Armendariz, Marqués de Castel-fuerte.

la caridad cristiana. Fue este espíritu piadoso el que ins-piró la creación de escuelas para la instrucción elemental en Lima: la de Sania Cruz de Atoche para niñas, fundada en 1659 por Mateo Pastor de Velasco y su esposa Dña. Francisca Yélcz Michel, quienes le asignaron una renta anual de 15,832 pesos, provenientes de sus bienes; y la de Desamparados, para niños, sostenida por los jesuítas. Dos condiciones se exigían para la admisión cn ambas escuelas: ser huérfano e hijo de españoles. Escuelas de la misma índole se crearon por iniciativa particular en Cuzco, Are-quipa, Tacna, Castro virrey na y Moquegua. Fácil es com-prender las deficiencias de la instrucción en todas ellas.

Fas familias acomodadas educaban a sus menores hijos en el seno del bogar. La educación primaria fué, por eso, hogareña en el Virreynato del Perú y estuvo, en conse-cuencia, carente de pautas pedagógicas. Maestros contra-tados, que eran. casi siempre religiosos seculares o regu-lares, o también personas laicas de moralidad ejemplar, acudían diariamente a las residencias de las familias para atender a la educación de los niños. A los varones se les en-señaba catecismo, moral, historia sagrada, aritmética, geo-grafía y urbanidad. A las mujeres se les instruía en cate-cismo, urbanidad y labores domésticas. Esta educación fe-menina se encaminaba a privar a las mujeres de toda acti-vidad extra-hogareña. No se vislumbraba la posibilidad de que una mujer honesta pudiera instruirse, ni enriquecer L s perspectivas de su espíritu con la cultura universitaria. L n adagio de la época decía: "Mujer que sabe latín, nunca ha de tener buen fin".

. En las porterías de los conventos o en los lugares ve-cinos a las parroquias, bajo la dirección de los frailes, cié-ugos o sacristanes, casi siempre estos últimos, se enseñaba a los niños pobres de la vecindad las primeras letras y la

repetición de memoria del catecismo. "Retener es saber" era el lema de esta instrucción conventual y parroquial de muy limitados efectos.

El clasismo, la religiosidad, el dogmatismo, el merao-rismo rutinario, la disciplina garantizada por los castigos corporales, la heterogeneidad y la inconexión, he ahí los principales caracteres de la educación en la Colonia.

El clasismo tuvo un doble sentido: aristocrático y ra-cista. Fué racista por que sólo los individuos de raza blan-ca que acreditasen su "pureza de linaje y de sangre" te-nían derecho a ser educados en los distintos grados de la cultura. Y entre los blancos, entre los españoles, el clasismo tuvo un signo de aristocracia porque la educación era un privilegio de las clases superiores. Los mestizos no tenían acceso a la cultura. Y sólo nominalmente, en teoría más que en la práctica, se permitió que concurrieran a colegios especiales a los indios nobles, hijos o sobrinos de los caci-ques y herederos del cacicazgo. Aún entre los indios tuvo también, por eso, la educación el sello aristocrático.

La religiosidad fué otro de los caracteres predominantes en la historia de la pedagogía colonial, explicable por el po-derío de la Iglesia y por su influencia decisiva en las orien-taciones del pensamiento. La Teología absorbía aún hasta las ciencias físicas y naturales que se consideraban partes integrantes de aquella. El ideario de Aristóteles, conocido en el Virreynato a través de las interpretaciones de Santo Tomás, había adquirido 1os relieves de un dogma. No lle-gaban entonces al Perú las corrientes del neoplatonismo, las Investigaciones geniales de Copérnico, el talento profundo de Cableo, toda esa revolución científica que había destro-

nado al aristotelismo medioeval. Religiosidad, dogmatis-mo y memorismo fueron los signos distintivos que se vin-cularon estrechamente y ejercieron recíproca influencia. El dogmatismo del "magister-dixit" ejerció una indiscuti-da tiranía intelectual con el doble objetivo de anular la per-sonalidad e iniciativa individuales y garantizar la sumisión incondicional del pensamiento a los intereses del Estado y de la iglesia. Los jóvenes estudiantes repetían de memoria, en sistema que nos hace recordar al de la China Imperial de la Antigüedad, largas páginas de contenido religioso. Con-fucio era el predilecto de aquel Imperio antiguo. Los santos doctores, que variaban según las congregaciones religiosas, en mérito a sus respectivas predilecciones, fue-ron los padres espirituales del estudiantado colonial. Los dominicos comentaban con deleite a Santo Tomás. Merce-danos y jesuítas participaban de la corriente tomista. Los franciscanos seguían reverentes las huellas de San Buena-ventura y Scote. Los agustinos/encunibraban al "Gran Pa-dre", fundador de la Orden y Obispo de Hipona, y a San Gregorio. La Iglesia ejerció un verdadero monopolio en la educación del Virreynato. Memorista y rutinaria, basada en la repetición de lo que se aprendía con dificultad o de lo que 110 se entendía, la educación colonial se imponía por el temor, bajo el acicate de los castigos corporales, realizan-do el lema "la letra con sangre entra".

La instrucción en la Colonia era finalmente, heterogé-nea e inconexa. Constatábase la ausencia de coordinación y de unidad en el espíritu, en el contenido y en los métodos de la enseñanza. Existía lamentable confusión entre los distintos grados y las diversas materias de la misma. Los colegios, algunos de ellos brillantes, eran organizaciones híbridas que tenían caracteres simultáneos de planteles de segunda enseñanza y de facultades universitarias. Esca-

seabau las escuelas primarias en contraste con las seis uni-versidades que funcionaban en distintas regiones del Vi-rrey nato.

Maestros prestigiosos marean, siglo tras siglo, los avances de la pedagogía colonial, con un ritmo lento, ex-plicable por las modalidades del espíritu social en un am-biente impregnado de conservadurismo y religiosidad.

Tal es. en síntesis, el legado múltiple que, en la histo-ria de la pedagogía peruana, le deja el Virreynato a la Re-pública.

ROBERTO M A C - L E A N Y ES T E N O S .