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Estimados lectores y colaboradores

En nombre del equipo de redacción y en el mío propio, presentamos el

número 15, correspondiente al verano, de la revista Terral.

El diseño de portada es de Enrique Bodero, a partir de la obra,

Efímeros, de Salvador Palomo.

En este número queremos rendir un homenaje a tres escritores que se

nos han ido en un espacio breve de tiempo. Y lo hacemos con el hermoso y

emotivo texto que nuestra colaboradora, Mar Solana, les ha dedicado.

Gracias a todos por seguir con nosotros, apoyándonos y participando.

Lola Buendía López Directora de la Revista Terral - ISSN 2253-9018

Vuelan más Letras al Cielo

Por Mar Solana.

Hace tiempo una amiga me habló de una extraña sensación. Ella sentía que se abrían portales desde la Bóveda Celeste y una camarilla de angelotes bajaba para recoger a personas necesarias «allá arriba». Y se marchaban así, todas casi al mismo tiempo, como si el «Gran Jefe» les dijera:

«¡Eh, Querubines, aquí necesitamos a alguien que arregle esas rosas… o algunos que construyan más estancias, que el Cielo se nos queda pequeño… o unos cuantos que sepan hacer y hornear nuestro delicioso pan de cada día… o Hacedores de Letras, que nos desvelen los misterios de los de «allá abajo», empapelen este Edén de belleza y de paso echen una manita a las Musas en el Helicón, que andan de capa caída…!»

No tuve por menos que coincidir con mi amiga: yo había sentido lo mismo muchas veces…

Con apenas un día de diferencia, coincidiendo con el Solsticio de Verano y la celebración de San Juan, eso fue lo que ocurrió la semana pasada: tres Plumas muy especiales emprendieron su viaje.

El lunes, veintitrés de junio, fue un amanecer brumoso y destemplado en la sierra madrileña, Máximo Fuertes Rodríguez, Max Mismo o Max Estrella, como se apodó él para los amigos, acudió raudo a su cita con las Musas. ¡Menudo era Max, de ninguna manera iba a dejar el Helicón con unos Soplos desganados; faltaría «máx»!

El destino me brindó la oportunidad de conocerle. Coincidí con él en un par de Talleres Literarios impartidos por nuestro maestro común, Ramón Alcaraz. Cuando nos presentaron, me dijo algo que me hizo sonreír y, que por supuesto, me habló de su bonhomía. ¡Cuánto me alegro de haber compartido esos buenos momentos con él en aquellos estupendos Talleres de «El Desván de la Memoria»!

«No tengáis miedo, estamos salvados: la poesía mana a borbotones (…) Nota del autor: obviamente, este sitio no es más que el despliegue de un ego, que es lo que es, una cola de pavo real, algo raída y deslucida, porque uno es como es… Permítaseme, no obstante, decir que no hay puntada sin hilo… En cualquier caso, yo me estoy riendo un montón haciendo este ejercicio. Si te puedes reír tú también, con cierta condescendencia y sin animadversión, entonces, nos sirve a los dos.»Máximo Fuertes... Max Mismo.

Hasta siempre, Máx. Estoy convencida de que las Musas te habrán recibido con los honores que tú mereces y que desde la Bóveda Celeste nos seguirás enviando toneladas de inspiración…

Al día siguiente, mientras en muchos lugares se celebraba San Juan, nos dejó nuestro compañero, Juan Ballester Palazón, el Caballero Poeta de Canal-Literatura. No se podrán quejar en el Helicón, no, ¡menudos refuerzos han reclutado!

A Juan no le conocía personalmente, pero seguía sus publicaciones y poemas, habituales en Canal-Literatura. Una de mis compañeras, Elena Marqués, dejó en un comentario algunas perlas del Caballero Poeta, que ella misma ha apodado (muy acertadamente) «greguerías ballesterianas». Con su permiso, y el de Juan, os dejo con las que más me han gustado y con uno de sus delicados e inspiradores Poemas: «Páginas de mi Vida».

«Si quieres leer mis poemas en formato electrónico, espera a que sea de noche y enciende la luz.»

«Lo que asusta de las Parcas es que, además, son parcas en palabras.»

«Buenos días. Si hoy te sientes triste, no olvides pasarte por mi corazón a recoger tu abrazo diario.»

«Buenos días. Quizá los ángeles no existen, pero sí existen personas que tratan de hacernos la vida un poco más feliz. Están a nuestro alrededor. A veces no nos damos cuenta, pero están ahí, silenciosas, invisibles. Cuidémoslas. Tal vez algún día las echemos en falta y sea ya demasiado tarde.»

Páginas de mi Vida

Mi vida es como un río que fluye hacia tu boca, es como un viento cálido que repite tu nombre; mi

vida es una fiesta que a gozar me convoca porque me siento un hombre.

Mi vida es una brújula que señala tus ojos, un imán que me lleva hacia tiempos felices; mi vida es tierra fértil sin piedra y sin abrojos donde echo mis raíces.

Mi vida sabe a versos, a silencio y miradas, a tardes confortables, a noches sin bombillas; mi

vida no termina con lágrimas ahogadas, con húmedas mejillas.

Mi vida tú la mueves, la conduces, la guías, la llenas de esperanza, de horizontes, de metas; mi

vida junto a ti son dos manos vacías, son dos manos repletas.

© Juan Ballester

Hasta siempre, compañero, mi gratitud por toda la belleza que nos has brindado.

Y todavía con las hogueras de San Juan humeando, con millares de buenos deseos flotando entre la espuma del salitre y las brumas matinales, de

puntillas y sin grandes desmanes o alharacas, también se marchó una de mis cuentistas preferidas: nuestra sempiterna Matute. Ya estaban necesitando a alguien que los contara «allá arriba».

Crecí con los cuentos de Ana María. Cuando yo aún llevaba pañales, ella ya había escrito un buen manojo de ellos e incluso, le habían concedido algún que otro reconocimiento. La obra más deliciosa que he leído de esta Maga de Letras es, sin lugar a dudas y entre otras muchas, «Paraíso Inhabitado». Aunque si tenéis ocasión, no dejéis de leer su excelente volumen de Cuentos Completos: «La Puerta de la Luna».

De Ana María os dejo con este entrañable micro cuento, uno de mis preferidos.

Música

Las dos hijas del Gran Compositor -seis y siete años- estaban acostumbradas al silencio. En la casa no debía oírse ni un ruido, porque papá trabajaba. Andaban de puntillas, en zapatillas, y sólo a ráfagas, el silencio se rompía con las notas del piano de papá.

Y otra vez silencio.

Un día, la puerta del estudio quedó mal cerrada, y la más pequeña de las niñas se acercó sigilosamente a la rendija; pudo ver cómo papá, a ratos, se inclinaba sobre un papel, y anotaba algo.

La niña más pequeña corrió entonces en busca de su hermana mayor. Y gritó, gritó por primera vez en tanto silencio:

-¡La música de papá, no te la creas...! ¡Se la inventa!

Ana María Matute

Hasta Siempre Máx, Juan, Ana María… vuestro Tesoro de Letras está a buen recaudo.

Revista Terral Número 15

©Todos los derechos reservados

ISSN 2253-9018

Colaboradores en este número:

Edición: Lola Buendía López – Enrique Bodero Moral

Equipo de redacción: Enrique Bodero – Lola Buendía – Ramón Alcaraz

Erena Burattini

Obra de portada: “Efímeros” de Salvador Palomo

Diseño de portada: Enrique Bodero

Editorial: Mar Solana

Cine: Ramón Alcaraz – Ángel Silvelo

Opinión: Erena B. Burattini - Pablo R. Guy

Crítica literaria: Ricardo Guadalupe – Ángel Silvelo – Aarón García

Poesía: Noemí Trujillo - Máximo Fuertes – Juan Ballester

Relatos: Rafael Borrás – Juan Soria – Mar Solana

Ser escritora: Mar Solana – Lola Buendía

Flamenco: Rafael Silva Martínez

Arte: José Manuel Velasco – Salvador Palomo

El viajero: Lola Buendía – Pepa J. Calero

La otra realidad: Mariano Vázquez Alonso

Diseño digital: Lola Buendía – Carmen Guerrero

Maquetación: Lola Buendía López

Diseño Web: Ana García ~ 644 26 28 80 ~ [email protected]

CINEXPLICABLE

(Ramón Alcaraz García. www.tallerliterario.net) ¿Sabías que la película El hombre tranquilo contiene un personaje

fantasma?

El hombre tranquilo es una película de John Ford por la que sentía especial predilección, y una de las películas favoritas para los amantes del cine clásico. Es una joya del cine que no te puedes perder, que para Ford tenía un valor emotivo añadido porque evocaba a su Irlanda de origen. Por eso son constantes las bellas imágenes de sus prados verdes y los idílicos paisajes de la imaginaria Innisfree.

John Ford dirigió muchas producciones para los grandes estudios, pero de vez en cuando realizaba por su cuenta películas que se alejaban de los temas de moda y en las que podemos encontrar un componente especial aún más suyo. Con un coste reducido pagado con mucho esfuerzo de su propio bolsillo o asociado a una pequeña productora independiente, han alcanzado mucho más renombre y fama

que otras películas de elevados presupuestos. Es el caso de El hombre tranquilo, Qué verde era mi valle, El sol siempre brilla en Kentucky…

El hombre tranquilo fue escrito por el escritor Maurice Walsh. Inicialmente fue un relato que alcanzó un gran éxito en su época. Si leemos el original, nos daremos cuenta del trasfondo político de la historia, con continuas referencias a la lucha de Irlanda y al IRA. Estas referencias nos permiten entender mejor algunos acontecimientos de la película y algunos de sus diálogos. Sin embargo, no son necesarias para entender y disfrutar el argumento de una película entretenida y divertida, una historia de reencuentros y, sobre todo, de amor; de un amor que lucha contra las dificultades de los convencionalismos y

las tradiciones sociales, que exalta el valor de la tierra y de las relaciones humanas.

La película fue nominada a 7 premios Oscar, de los que obtuvo 2: el de director para John Ford y el de fotografía; y es que la plasticidad y color de las imágenes es destacable, hemos de pensar que se estrenó en 1952. También contiene una de las escenas de mayor contenido erótico de la cinematografía, la de MaureenO’Hara y John Wayne bajo la intensa lluvia en el cementerio, en donde curiosamente destaca transparentado el cuerpo de Wayne, no el de ella.

Es una obra costumbrista, que refleja una sociedad patriarcal y sometida a las tradiciones. También refleja la dureza de la emigración y el amor a lo propio, a la familia y al pasado. Entre sus anécdotas, parece ser que John Ford se encargó de “calentar” a los dos actores antes de que protagonizaran la memorable pelea. Hemos de imaginar a dos hombres tan corpulentos como Wayne y VictorMcLaglen poniendo un “empeño” especial en esa escena. El resultado: una secuencia magnífica tras la que Victor sufrió una pequeña conmoción y Wayne acabó con dos fracturas en las costillas. Y después continuar tan amigos en la vida real.

John Ford en 1936 dio a Walsh, autor del libro, un pago simbólico de diez

dólares por la reserva de los derechos hasta que lograra reunir suficiente

dinero para producir la película, para lo cual tardó 15 años. El resultado no es

solo una joya de la cinematografía, sino que ha sido objeto de análisis y

estudios: por ejemplo el documental Innisfree de José Luis Guerín. John Ford

rodó las imágenes en el condado irlándes de Cong, cuna de sus antepasados,

pero quiso darle una ubicación indeterminada y nombró al lugar como Innisfree,

que es un pueblo ficticio del poeta dublinés William Butler Yeats. El documental

de Guerín recrea los lugares y personajes de la película. Otro estudio muy

interesante sobre la película es el que realizó la universidad irlandesa de Notre

Dame y que publicó Cork University Press con el mismo título: Thequietman.

Y en cuanto al fantasma, John Ford en esta película realiza un curioso y extrañísimo guiño a los espectadores, que la mayoría de veces pasa desapercibido. Cuando Sean Thornton (John Wayne) está en casa de la viuda Sarah Tillane, si nos fijamos vamos a descubrir a un extraño personaje junto a la chimenea; este personaje deambula por esta y un par de escenas más de la película, sin que el resto de actores depare en él ni participe más que con su presencia, Solo al final, en la presentación de todos los personajes, si parece ser que provoque cierta atención en alguno de ellos. Es un detalle muy curioso y propio de John Ford, que además de un excelente director sabía dar un toque

personal que solo podemos reconocer en este director norteamericano. Lo que podemos suponer es que ese personaje es el difunto marido de la citada viuda Tillane: su “fantasma”.

Otra curiosidad es que MaureenO’Hara, también irlandesa, pudo mostrarse realmente dolida durante la película porque se rompió un dedo en la escena en que va a abofetear a Wayne y este le para el golpe. Ford se negó a vendarle la mano a Maureen para no cometer un fallo de raccord con las escenas ya filmadas,

El hombre tranquilo es una película que, aunque en algún aspecto nos pueda parecer anacrónica (el papel de la mujer, los convencionalismos sociales, la rigidez de las tradiciones), trata por encima el tema del honor y de la dignidad, de los valores humanos, la amistad y el amor. Una obra con encanto para olvidarnos dos horas de todo lo que nos preocupa y volver a recuperar la sonrisa.

Cine

LA GRANDE BELLEZZA DE PAOLO SORRENTINO QUÉ ES LA VIDA SI NO UN VIAJE HACIA NINGUNA PARTE

Ángel Silvelo Gabriel.

¿Merece la pena tomarse en serio la vida?, porque, qué es la vida si no un viaje hacia ninguna parte. Eso, al menos, es lo que Jep Gambardella (un soberbio Toni Servillo), parece decirnos en cada fotograma de esta bella, en sí misma, película. Con ciertas resonancias de El vientre del arquitecto de Peter Greenaway en cuanto a la sempiterna búsqueda de la belleza, Paolo Sorrentino también nos propone una alianza imposible a la hora de buscar la belleza; única meta posible de un mundo sin sentido donde el hastío se apodera de todo. A este infinito desencanto que nos gobierna, Gambardella opone grandes dosis de cinismo bajo el que cobijarse de esa sensación de eterna búsqueda de la nada. Lejos de apartarse de la vida, Gambardella indaga en ella, pero no encuentra nada, porque quizá todo sea una excusa literaria (quizá la última) a toda una vida, aunque debamos admitir que no debe ser nada fácil escapar de una forma inmune a esa omnipresente belleza que atesora la ciudad de Roma, y que además, se acrecienta con el paso del tiempo. Roma reposo perpetuo de emperadores y

templos, de civilizaciones que cambiaron el mundo y de manifestaciones artísticas que conmueven al más insensible de los seres humanos es, sin embargo, el contrapunto de una actualidad no tan lúcida y que, en La grande bellezza, sale retratada a la deriva en una constante huida de fiestas, mentiras y bótox. No hay un mayor contraste y mejor lenguaje fílmico para expresarlo que el que nos propone Sorrentino al situar ese ático de desenfreno frente al omnipresente y majestuoso Coliseo romano, símbolo del orgullo de una ciudad que, en palabras del propio Gambardella, lo mejor que tiene son los turistas, pues ellos son, sin duda, quienes adoran algo que mucho romanos no son capaces de apreciar. Quizá Roma, nunca haya sido retratada de una forma tan bella, pues Sorrentino, aparte de mostrárnosla en muchas ocasiones de noche, como si fuera una gran bella durmiente, ha fijado su objetivo

en lugares que, aparte de ser bellos en sí mismos, son distintos por anónimos y fuera del alcance del turismo que practicamos en la actualidad. Esa soledad nocturna no hace sino acrecentar el valor de una belleza sublime que, al igual que una gran actriz, es capaz de mojarnos los recuerdos tanto con los chorros de agua de sus múltiples fuentes, como con la luz del atardecer que en forma de una lluvia dorada se posa sobre sus tejados anaranjados; una bruma que, si nos paramos a observarla con detenimiento, desprende una gran multitud de destellos capaces de transformar nuestra percepción del arte y del tiempo. Y así, podríamos continuar hasta el infinito, porque infinitos son también los grandes y pequeños rincones de una ciudad tocada por la varita mágica de la infinita hermosura. Sin embargo, en Roma también existe otra opción para contemplar la belleza, más allá del halago puramente estético, y esa es la de disfrutar del silencio y su melancolía, como solo dos amantes pueden hacer sin perderse en los vericuetos del tiempo. En este caso, Roma también se alza como la excusa perfecta para unir arte y literatura, verdad y belleza, en un juego en el que Sorrentino nos invita a jugar a través de la decadencia de un personaje que, al acabar de cumplir los sesenta y cinco años, siente esa necesidad de seguir viviendo sin más. En esa necesidad de la simple contemplación asistimos a una filosofía de la vida aparentemente

hedonista, aunque ese solo sea un escaparate ficticio bajo el que se esconde la más pura contemplación. Acaso qué es el arte, la poesía, la literatura, la música... sino mera contemplación. ¿Existe algo más bello que ver amanecer cada día que paseando por la ribera del Tevere, o irse a dormir mientras suenan las centenares de campanas de las iglesias y catedrales romanas? En ese permanente éxtasis del hecho de la belleza es donde se resguarda el alma de un Gambardella perfectamente interpretado por un Toni Servillo que ejerce de guía nocturno y existencial de una historia que no se ciñe al mero y puro lenguaje formal del cine comercial, sino que navega y divaga en una caprichosa sucesión de imágenes, como caprichosa es la vida que solo busca la contemplación por la contemplación, pues qué es la vida si no un viaje hacia ninguna parte.

PD: No pasen por alto la excepcional banda sonora de Lele Marchitelli.

Opinión

Affaire Gowex Erena B. Burattini

El verano se calienta con un nuevo capítulo en la escalada de los affaires económicos. Este último protagonista es la empresa Gowex que opera en el sector de la tecnología, y que cotiza en el mercado alternativo de valores. Destapa la olla de las irregularidades desde hace cuatro años la agencia norteamericana Gotham. Un entramado falso que despluma a 3.000 accionistas, sin posibilidad de recuperar sus inversiones.

Sorprenden las declaraciones del gobernador del Banco de España sobre este asunto. Comienza diciendo que desconocía esta empresa. -Curiosa afirmación puesto que este mismo año el Gobierno de España la galardonó con el premio START-EX, ante la presencia de nuestro ministro de economía. También recibió el Premio Nacional de España a la Innovación. Hay que recordar que su fundador y presidente, Jenaro García, se codeaba con los más altos representantes de nuestro país-. El gobernador cree que este caso puede afectar la marca España, aunque afirma que esto sucede en todo el mundo. Termina redondeando su declaración al sostener que se trata de un tema menor.

Esta opinión que a cualquier oyente podría dejar anonadado, no es más que el reflejo de nuestro actual y generalizado unfair play económico. Todavía nos negamos a aceptar que nos encontramos a merced de este juego sucio e insaciable de las finanzas. Lo único que cuenta es la rentabilidad máxima con el mínimo esfuerzo, sin importar el cómo. Todo lo que sirva a ese propósito son artículos de usar y tirar, incluidas las personas ajenas a ese pastel exclusivo, faltaba más. Y para enmascarar su falta de humanismo, el sistema se rasga las vestiduras en defensa de los no nacidos. Cuán altos son los valores éticos de estos personajes, podríamos pensar. Lástima que solo sean fuegos de artificio que tendríamos que aprender a descifrar.

Opinión

Reflexiones, políticamente incorrectas, sobre la vida, el arte, la política...

EL ARTE ES CULTURA

El arte es la manifestación cultural más antigua de la que tenemos conocimiento y

muestras fidedignas de su existencia.

El arte es la manifestación más excelsa de la cultura. La cultura es la manifestación

humana que más claramente nos diferencia del resto de los animales.

El arte está íntimamente integrado en la vida y es parte de nuestra vida y es, a la vez,

el envoltorio.

El arte no es solamente la flor en la solapa, que también lo es. El arte forma parte de

la más rabiosa actualidad, aunque muchas veces no percibamos su presencia. Pero

está en nuestras vidas y en nuestro entorno, en la tecnología y en los medios de

comunicación. Está en el diseño que nos envuelve; ropa, arquitectura, nuevas y viejas

tecnologías, en las miles de imágenes que nos asaltan a cada minuto en nuestra

sociedad, en las ciudades y en los medios de comunicación, en la vida del día a día.

Todo tiene su parte del arte.

Seguramente cuando un artista crea, no es consciente de que, luego, sus imágenes

repercutirán en las diferentes manifestaciones cotidianas. O el diseñador, cuando está

creando un nuevo producto, le añade a ese objeto estilo, belleza, línea, cualidades

táctiles, colorido, etc. o la arquitectura, si además de cumplir los requisitos básicos

para la función que se ha creado, se realiza con valor estético añadido. Todo eso es

arte. Es el arte aplicado a nuestra vida diaria. Es arte para la colectividad. Y no está

contrapuesto al arte que vemos en los museos. Ambos son parte de una manera de

poner belleza y conciencia en nuestras vidas.

Es muy probable que no seamos conscientes, la mayor parte de nosotros, cuando

tenemos un móvil en nuestras manos, que ese objeto está hecho con un sentido

estético determinado, que responde al momento presente, con un colorido, tanto

externo como en las imágenes que se van abriendo con el uso propio del aparato.

Todos los objetos de nuestra vida tienen una dosis de estética muy importante.

Desarrollan secuencias de imágenes y colores que no nos dejan indiferentes. Y es de

suponer y esperar que los nuevos avances tecnológicos nos traigan nuevas formas de

ver y entender la realidad, nuestro mundo. El arte tiene un papel muy importante en

nuestra realidad. La forma más simple de entender esto es pensar en todas aquellas

cosas de nuestra vida diaria que utilizamos con el valor añadido del diseño y la

estética, además de que sirvan para lo que han sido creadas.

Luego, además de la estética, tenemos el valor de que nos ayuda a entender y

disfrutar en ese nivel más profundo y trascendente del ser humano, la conciencia y lo

sublime, del goce intelectual y sensible que solo las artes nos pueden proporcionar,

con la práctica activa del arte o solo con el disfrute de la sensibilidad.

PABLO RODRÍGUEZ GUY. 2014-06-25

Reseña literaria

ANDRÉS ORTIZ TAFUR, “CAMINOS QUE CONDUCEN A ESTO”:

LAS RENDIJAS POR DONDE SE ESCAPAN LA SILUETAS DE LOS SUEÑOS

Ángel Silvelo Gabriel.

La necesidad de soñar es inherente al ser humano, si no, ¿de qué valdría vivir

una vida apegada a esa realidad de la que tanto renegamos? Andrés Ortiz lo

sabe muy bien y nos regala veinticuatro bocados de

aire fresco en los que el ser humano se enfrenta a

su otro yo, ese que nos aguarda cuando estamos

solos sin poder dormir bocarriba en la cama, o ese

que nos aborda cuando nos proponen aquello que

nunca imaginamos que podría tener cabida en el

mundo real. Andrés Ortiz juega a repreguntarse la

vida desde el otro lado, ese en el que no se

despacha más que bebidas sin razón aparente,

pero con una aplastante humanidad que, en

ocasiones, nos deja sin aliento. Ese es uno de los

grandes aciertos de esta recopilación de relatos: la sorpresa, la diferencia, el

hacernos encontrar bien ante un hombre color azul cobalto de una estatura

visiblemente inferior a la normal... ese otro mundo es el que presenta este

relatista jienenses como una suerte de caminos que conducen a esto de una

forma tan natural, que no pretende asustarnos, aunque sí sorprendernos. A

través de sus palabras, revivimos de una forma sencilla la necesidad de

cambiar la realidad, por ejemplo, a través de una naranja de cuya cáscara es

blanca, o con esa mujer barbuda que el destino la hace, esta vez sí, enfrentar

sus sueños como ser individual frente al resto de los sueños del mundo.

Porque, ¿quién no ha tenido el miedo a que nos rompan el molde de las reglas

y de esa forma derribar nuestro sueños?, como el personaje de El médico-

sociólogo y el suceso-milagro.

Otro de los grandes aciertos de esta recopilación de relatos es la brevedad de

los mismos. Desde que inicié mi andadura en esto de intentar escribir relatos,

siempre he oído lo mismo una y otra vez, el arte de escribir es un diez por

ciento de escritura y un noventa por ciento de corrección; una corrección

sustentada en la supresión de todo aquello que sobra. El arte del relato tiene

mucho de concisión y de quitarle grasa al músculo como ha dicho Gonzalo Calcedo, para el que suscribe, el mejor relatista español vivo, al que

acompañarían una nómina formada por otros grandes como: Carlos Castán, Sergi Pàmies, Guillermo Busutil o Félix J. Palma, por citar solo a los más

sobresalientes maestros del relato corto español. Una lista en la que habría que

incluir desde ya a Andrés Ortiz, porque esta primera recopilación de relatos,

que lleva por título Caminos que conducen a esto, desprende el aroma de los

grandes libros, esos que están cargados de grandes aciertos. Andrés Ortiz Tafur, de esta forma tan sobresaliente, se erige en el gran hallazgo como

relatista del año en el panorama literario español, pues su voz es potente, muy

potente, y personalísima, y distinta a cualquier otra, y propia, tan propia, que se

convierte en mágica, pues cual mago, nos toca con su varita cargada de

palabras el resorte de nuestra imaginación y de los deseos más ocultos,

mostrándonos con una sencillez y una fuerza apabullantes, las rendijas por

donde se escapan las rendijas de los sueños, dejándonos con la necesidad de

ir en su busca y no parar hasta encontrar ese espacio infinito donde siempre

tiene cabida el deseo de soñar; y esa es una cualidad que poseen muy pocos

en su verbo y en su prosa, y Andrés Ortiz Tafur en este libro las posee

ambas, es más, yo diría que todas.

Crítica literaria

El diario del ron, de Hunter S. Thompson Ricardo Guadalupe

Hay muchos motivos para leer un libro y cada uno tendrá el suyo, pero uno en

el que coincidimos bastantes, creo yo, es el simple o no tan simple hecho de

que alguien te cuente algo en confianza. Y esto, señores, Hunter S. Thompson

lo hace de perlas. Uno llega a sentirse su colega, y ya

sabemos que de un buen colega te interesa casi

cualquier cosa que te cuente.

Con esta personal forma de contar, Hunter –me

permito llamarle así, somos colegas–, creó en los

años sesenta el periodismo Gonzo, un estilo de

reportaje en el que el periodista se convierte en parte

importante de la historia y en el que realidad y ficción

se confunden. Especialmente sonado fue su artículo

sobre los Ángeles del Infierno, la banda de moteros

con los que convivió y viajó durante un año.

El diario del ron, o como dice su protagonista: “las aventuras de Paul Kemp, el

Periodista Borracho”, la escribió en Puerto Rico, donde está ambientada, en

1960, aunque no fue publicada hasta 1998, cuando Johnny Depp, otro colega

del autor, descubrió accidentalmente el manuscrito en una de sus visitas al

rancho de Hunter en Colorado. No sólo tomaron la decisión de publicarla sino

también de adaptarla al cine. El propio Depp fue el protagonista de la cinta

algunos años más tarde, como ya lo había sido de una película basada en otro

libro de Hunter, el titulado Miedo y asco en Las Vegas.

“Por mucho que deseara con vehemencia todas aquellas cosas para las cuales

se necesita dinero, había una especie de corriente diabólica que me empujaba

en otra dirección…, hacia la anarquía y la pobreza y la locura. Hacia ese delirio

enloquecedor que sostiene que un hombre puede llevar una vida decente sin

alquilarse a sí mismo como un mercenario”. Este fragmento de la novela bien

podría servir de tarjeta de presentación de Paul Kemp, álter ego de Hunter, un

espíritu libre.

Otro fragmento que me dio que pensar, quizás por identificación, y que sienta

las bases de una manera de vivir, es aquel en el que reconoce los riesgos de

sus decisiones, siendo consciente al mismo tiempo de que para él no hay

elección, puesto que de otro modo no encontraría sentido a su vida: “Y era esta

tensión entre ambos polos –un inquieto idealismo, por una parte, y un sentido

de inminente perdición, por otra– lo que me mantenía en el camino”. Hunter

acabó con su vida de un disparo en la cabeza a los 67 años. Puede que para

entonces, después de no pocos excesos, su cuerpo no le permitiera asumir los

riesgos que el bueno de Hunter necesitaba para sobrevivir.

Quedémonos con la ilustración de la portada, realizada a partir de una foto de

Hunter con 23 años, en Puerto Rico, posiblemente escribiendo El diario del ron,

un momento antes de levantar la vista y decir: «Ey, Ricardo, colega, ¿otro par

de copas?».

Reseña literaria

“RELATOS CON ABRELATAS”, de Ricardo Guadalupe

Por: Aarón García Peña

En su tercer libro, Ricardo Guadalupe vuelve a demostrarnos lo mucho que le

cuesta satisfacerse pues, no conformándose con un prólogo, añade dos; no

conformándose con escribir los relatos incorpora, al final de cada uno, unas

glosas para que el visitante participe de su conversación interior. De este modo

se dan dos opciones para el orden de lectura, y ambas óptimas para producir

placer: el relato antes que el comentario y el

comentario antes que el relato. Sea como fuere,

con estos comentarios no explica, aumenta el

radio de acción.

Hay, desde la primera palabra de la cubierta, a la

última de la contracubierta, un empleo

intencionado de la síntesis. Se insinúa con acierto,

se le deja pensar al lector, se permite que el lector

se sienta inteligente completando por sí mismo lo

que solamente se le dio como sugerencia. No

destacan los excesos ni se echan de menos los defectos. Abundan las

dilaciones y escasean las digresiones. O, tal como diría el autor, se emplean

muy pocas lítotes.

El libro tiene originalidad de tramas: se emplea el ab ovo u orden natural,

también el comienzo in medias res y extremas res; a veces vemos introducirse

el conflicto, a veces se inicia con él; en ocasiones este conflicto es físico y en

otras psicológico —las más—... También cuenta este libro con variedad en el

empleo de personajes principales masculinos y femeninos, y en el empleo de

personajes protagonistas de edad avanzada y niños, y una utilización de frases

largas en mezcla con las cortas, imágenes y explicaciones, riqueza de los

modos expresivos...; y se sirve de los puntos de vista del narrador en primera,

segunda y tercera persona, además de cuatro poemas en primera voz lírica.

Entramos en su contenido. Este libro podría haberse titulado —sin desmerecer

ni mucho menos el que finalmente se escogió— “El abrelatas de la libertad” o

“Los abrelatas de la esclavitud”. Cuesta mucho esfuerzo imaginarse que no

pretendiera el autor una unidad temática en torno a este asunto de la

esclavitud, que más que anunciar o resumir el contenido de “Relatos con

abrelatas”, está presente en él de modo transversal, a veces como un estigma,

a veces como un bálsamo.

Fíjense, nombre por nombre, en cada uno de sus relatos: En El rizo de

Ventura, la libertad es esclava del buen funcionamiento de la memoria. Con La

estela del ovillo se advierte de que no existe esclavitud peor que tratar de

esclavizar al otro. El heredero nos informa de que el deseo de trascendencia en

el lector es, en realidad, la mismísima tragedia; la esperanza como fuente de

dolor y éste como germen de la belleza. Una esclavitud que, de nuevo,

pretende ser compartida simplemente con el acto de publicar un libro. En

Fronte tampoco hay libertad sino un azar que todo lo engulle. En En busca del

galeón comprobamos que los orígenes bíblicos, apoyándose en la fe, insisten

en lo insólito de explicarse por medio de la ciencia. Y que es esclava la Iglesia

por dicha pretensión. Vasos no comunicantes: La esclavitud de la

incomunicación actual en las sociedades tecnológicas. Un texto estupendo por

más de un motivo. El hacedor: Esclavos de nuestras propias limitaciones, pues

nunca podremos llegar a leer todos los libros de nuestra propia biblioteca. Y

esclavos de la exasperación que produce tratar de superar dichas limitaciones,

a sabiendas de que lo harás sin conseguirlo. Los miembros: Esclavos de la

afición desmedida a tener la oportunidad de mostrar lo que sabemos. Por

cierto, texto que parece intrascendente pero que te hace reír, y nada que te

produzca risa termina siendo intrascendente… Cuando pensé que podría estar

siendo el resultado de una obsesión lectora para identificar la unidad del

contenido, avancé hasta observar el título del último texto: “La libertad”.

Si el tema transversal del libro es la esclavitud, los afectos familiares tienen un

protagonismo compartido y complementario en casi la mitad de los relatos.

Ricardo Guadalupe advierte en uno de sus comentarios que no tiene padre; y

ya sea por esta ausencia o por otro motivo que ahora no venga al caso, la

familia como suma de elementos independientes tiene aquí su comprobable

protagonismo. En El aspirante, en realidad el niño era aspirante a seguir

teniendo padre. En Ituina de nuevo el padre como una ausencia destacada, y

de nuevo el hermoso comportamiento con que se le habría obsequiado de

haberlo tenido.

La memoria como otro tema complementario, pero una memoria en cohesión

con los asuntos más de orden social y político: no sólo nos topamos con ella en

los relatos que la incorporan ya en el título: “El olvidón” con el que se traslada

que somos esclavos de nuestra memoria; o en “Memoria histórica”; sino,

también, por ejemplo, en los relatos “El rizo de Ventura” y “La estela del ovillo”,

pues en ambos la memoria sirve de motor de cambio, de progreso, avance,

evolución, ascenso cualitativo o como quiera llamársele.

El azar. Y para ello podría hacer falta devolver las emociones al sentido del

humor. Las aliteraciones y la hegemónica presencia de la erre, tanto en todos

los nombres del texto alógrafo como en los títulos de los relatos: dan un total de

57 erres, 57 erres entre el texto alógrafo y los títulos de los relatos. Las

casualidades en torno a la erre se extienden a la propia dedicatoria que me dio

Ricardo, la cual incluye otras 14 erres; ¡una dedicatoria con 14 erres no se ve

todos los martes! El resultado final se obtiene de la suma de las 57 y las 14 de

la dedicatoria: 71 erres, ¡71 erres!, el cual es idéntico a la suma de los números

del fax y el teléfono de la editorial con que publica. El azar es el sino de la

propia obra. Fíjense en el título que destaca en la cubierta: FRONTE, el único

en el libro que trata del azar. Llegados a este punto, opté por santiguarme.

Poesía

En recuerdo

Máximo Fuertes Rodríguez:

Nací en Madrid, en 1957. Tiempos intensos (y tan difíciles como todos) que enmarcan el entorno sociológico y trayectoria vital que se desgrana en mis escritos y charlas (hablo mucho). Mi pasión por la ciencia, la cultura y el presente, desolador a veces, se traslucen en un punto de compromiso que no pasará desapercibido a mis amables lectores. Estaría en mi salsa en el Renacimiento, buscando la compañía y enseñanzas de los genios polifacéticos y multidisciplinarios.

¡Prefiero saber a creer!

… Aún queda una poesía

Las fronteras de la poesía de amor, espiritual, social o de naturaleza no están claras, al menos para mí: todo lo que escribo lo escribo desde los mismos rincones donde brotan sensaciones inefables, apenas aprehensibles, que simplemente vagan por ahí:

Aún queda una poesía pendiente de la pluma. Aún queda pendiente un verso escrito en calma: en la penumbra de la lumbre, al calor de la noche, cuando el sueño huye y rojas sombras furtivas desvanecen y crean figuras en los rincones recónditos del tormento al acecho de la próxima batalla.

Villalba de Duero

Si me pongo muy, muy social, suelo retar a que tengamos el valor de ponernos en duda. Pasaba un día por Villalba de Duero, y esto que voy a escribir lo sentí de verdad: ¡no me cabe duda!

El monte tiene un pino, seco desde sus raíces, junto a las cepas de ribera, en la vega del Duero. El monte tiene un enebro, entre el bosquecillo de encinas. Todos ellos comparten en el fondo de sus raíces, los gusanos y los huesos, de una fosa de la guerra, junto a un merendero casi tan vivo como muertos los muertos. Bosque tan inocente como si nada hubiera pasado. Como en tantos parajes donde el silencio oculta la infamia de que todos fueron iguales, de que descansen en paz, que no los movamos,

que los olvidemos, que todos … todos, todos fueron iguales: ni malos ni buenos. Injusticia y dolor. El monte tiene un pino, seco desde sus raíces: Seco. Y hay un enebro, frondoso, en el bosquecillo de encinas –sobre la fosa– entre la hierba, junto a las cepas que beben del rocío de la mañana que cuaja de la niebla espesa. Algunos son pino, otros somos vino, … enebro y encinas.

Poesía

En recuerdo

Juan Ballester Palazón

“El caballero poeta de Canal-literatura” por su dedicación apasionada y discreta a la poesía y su colaboración desinteresada durante diez años a la labor de la Asociación Canal Literatura. Poema a la mediocridad II Certamen Poemas sin Rostro 2006

Yo nací, como todos, pobre y frío,

un domingo cualquiera de verano;

me arrojaron al mundo, y en mi mano

no pusieron ni un pan, sólo el vacío.

Nací para ser piedra, o tal vez río,

nací llorando ya, desde temprano,

y temo que mi llanto será en vano

lo mismo que es en vano mi albedrío.

Yo nací con el gris por compañero,

con la mediocridad como estandarte,

con el dolor anónimo en las venas.

Yo nací sin timón y sin sendero,

sumido en un silencio que me parte

los sueños de cristal que soñé apenas.

Poesía Noemí Trujillo

Del poemario Solo fue un post, Noemí Trujillo Playa de Ákaba, 2012

EL AMOR ES UN NÓMADA, un fantasma que no tiene casa,

alguien que habla cinco mil lenguas

desde Madagascar hasta Pascua.

El amor es un tormento, una prisión de libertad,

una canción de cuna que está al otro lado de las cosas.

________

NECESITO UN EDITOR QUE SE LLAME ELOESSER y que entienda que la poesía de hoy

patalea como un recién nacido que tiene hambre;

es Frida Kahlo, paisaje urbano, rosa ajada en la mesa.

Deseo fertilidad y letras hebreas.

_________ LUNA ADENTRO HE SIDO TUYA, más que de nadie, he sido tuya. __________

LLEGASTE HERIDO Y ROTO por las costuras.

Llegaste

y mi soledad caníbal

se posó en tus ojos

como una luciérnaga

de espera y paciencia.

Llegaste

y ya no soy

hija

de la ciénaga.

AMOR, QUIERO UNA JAIMA EN CADAQUÉS

___________

AFRONTÉMOSLO, fallamos los dos. Te devuelvo el corazón, te lo regalo,

ya no me sirve para nada.

Todo lo que yo quería era una acuarela,

quédate con todos mis pecados.

Del poemario Solo fue un post, Noemí Trujillo Playa de Ákaba, 2012

Relato TRESCIENTOS SEGUNDOS Rafael Borrás

Sus ojos gemían desenfocados e implorantes, con esa entrega incondicional de

quien necesita ayuda a cada momento. Mi ayuda. No me mires así, susurré,

estás acabando con mis nervios. El vaho del agua, igual que una bruma

fermentada, me provocó una tos ronca y precipitada. Trastabillé al removerme

sobre el suelo mojado. ¡Maldita sea! Mis pies descalzos resbalaron. Escudriñé

la palangana como un druida ante el caldero. Fluía una aleación semilíquida de

costras, pelos, espíritus malignos y secreciones que acababa de exorcizar del

cuerpo de Sara y que no evitaría el desenlace. Y un lamento mohoso. Y el

silencio. Sara temblaba, ausente y pálida, con el frío del tiempo metido en cada

partícula de su organismo.

Entonces me percaté de que se me había mojado el reloj en el agua,

caliente y espumosa como caldo grasiento. Ya me lo he cargado, maldije entre

dientes.

Durante el baño sostenía la esponja en una mano metida a intervalos en el

agua, el reloj en la otra muñeca, un reloj de cuerda que ahora tenía la esfera

empañada, sudando humedad. Con su cabeza en mi mano derecha saqué el

brazo izquierdo de la palangana y desabroché la hebilla con los dientes;

aprehendí la correa y agaché mi cabeza con el reloj en la boca hasta dejarlo en

un lado, junto a la arcadia químico-santera: desinfectantes, tabletas de

antiinflamatorios, vendas, ungüentos milagrosos, jeringas, amuletos, un frasco

de agua de colonia y una estampita de la Virgen de Regla que aportó Julia para

que librara a Sara de sufrimientos.

La campana de la puerta sonó en el zaguán, luego la cadencia

parsimoniosa del caminar de Julia por el pasillo. No parecía haber nadie más;

por fortuna los niños estarían jugando arriba. Un craqueo de cerrojo, pasos,

cuchicheos de una conversación apagada. Que no les escuchen, por Dios,

deseé receloso. Desvié los ojos al reloj sobre el paño. Se había evaporado la

humedad de la esfera, marcaba las dos y media. Siempre puntual este hombre,

concedí. Y entonces me sorprendió el que mi reloj de cuerda funcionara a

pesar de haberse mojado. Un consuelo huérfano de razón en aquellos minutos

de tristeza.

Meses sin poder caminar. Apenas podía enderezar el cuello cuando le

administraba el jarabe con una jeringa; sus articulaciones retorcidas por la

artrosis cedieron al fin sin posible retorno. El Tiempo siempre termina por

echarte el guante, sentencié en mi interior. En las últimas semanas debía

sostenerla para que orinara, lavarla dos veces al día ya que no controlaba los

esfínteres, velarla por las noches, vigilar su descompensada respiración. Me

estás matando poco a poco, quise gritar. No fui capaz, sofocado por el calor de

aquella minúscula sauna, por la angustia ante lo inevitable. Vas a acabar

conmigo, y lo sabes, como supiste desde el día que pisaste esta casa que me

ibas a tener incondicional todo el tiempo.

Sara limpia y con el pelo seco, ese pelo entrecano de siempre. Ay, los

inconfundibles mechones pelícanos de Sara. Los ojos gris-verdosos como

musgo del valle, ahora entrecerrados, la cabeza recostada en mi antebrazo y

las extremidades inmóviles. La rocié con agua de colonia a falta de párroco y

Santos Óleos. Acostada cuan larga era, bajo la manta, no parecía tan flaca, tan

ahuesada, tan frágilmente inexpresiva, pacífica hasta el final de su larga

existencia. Un puro esqueleto, con esa delgadez extrema de quien ha resistido

el largo asedio de la muerte. Dejé en el suelo la palangana con el mejunje

turbio, la esponja amarillenta flotando en la superficie.

Me dio por acariciarla y reconocí su piel enllagada y los bultos bajo las

axilas, fruto de la dolencia que había sido su verdugo, el tacto gélido de las

mejillas, las esquinas angulosas de su cuerpo y la papada como pellejo fláccido

bajo la cabeza inerme. Y temblé, aun sin proponérmelo, porque reconozco que

soy vulnerable y puedo llegar a asustarme de mi propia ternura.

Un sobresalto. El chirrido de la puerta a mis espaldas. Entraron como en un

santuario y pasaron por mi lado rodeando a la moribunda. Julia miraba la pared

con un grumo de derrumbe en su bonachona presencia, movimientos

desnortados. Ernesto, con su maletín de asas negro, me comentó algo que

apenas entendí. Se acercó a Sara, le tomó el pulso, le levantó los párpados y

luego nos miró interrogante, como esperando una venia. Julia asintió sin

mediar palabra, se recogió el delantal, dirigió su mirada al techo y huyó de la

habitación. Yo no supe reaccionar, aunque no hubo necesidad puesto que el

veredicto no admitía matices.

Con la minuciosidad de un calígrafo frente a un incunable, Ernesto extrajo

sus utensilios del maletín. Cada uno de sus gestos obedecía a un protocolo

riguroso. Cargó la jeringa con el anestésico, después otra con el preparado

letal.

No se va a enterar, me advirtió, la sedaré y será para ella como entrar en un

sueño oscuro y plácido. Y yo reflexioné algo irritado sobre qué sabría ese

hombre lo que se siente, si nunca era evidente, pues respiraba había

traspasado el último túnel.

¿Cuánto durará?, quise conocer.

Unos cinco minutos desde que comience a inyectarle, respondió en tono

profesional. Trescientos segundos, musité para mí.

Con Sara en manos de Ernesto recuperé mi reloj del mantel. Hubiera jurado

que lo dejé intacto, y ahora, inexplicablemente, tenía el cristal de la esfera roto,

con una grieta atravesándolo de las once a las cinco. Pero funcionaba. Tras

fijar el torniquete Ernesto inició su trabajo con la primera jeringa, y yo, a mi vez,

la marcha inversa al tictac del segundero. Cuando llevaba contados ciento

treinta comenzó con la segunda jeringa. Despacio. Ciento ochenta, doscientos,

doscientos cuarenta, doscientos ochenta… trescientos. En ese instante las

manecillas de mi reloj se detuvieron. Dejó de funcionar. Lo que no había

conseguido el baño jabonoso lo acababa de hacer la Parca. Sara ya no estaba

allí. Rictus estoico y sereno de quien nunca conoció el miedo a la muerte.

Ambos se cruzaron en el pasillo. Ernesto saliendo tras cumplir

impecablemente con su tarea, Julia entraba silenciosa portando una sábana

limpia con la que poco después amortajamos cansinamente a Sara.

Una finísima lluvia sin peso bajaba desde la sierra resbalando sobre el

viento helado que percutía en los tejados y se filtraba por las rendijas,

entonando algo semejante a una peculiar salmodia. En aquel atardecer invernal

de luz azafranada cavamos una fosa bajo el castaño, junto a la valla del corral.

Allí la enterramos en melancólico silencio, los corazones en sombra estrenando

un hueco nuevo y ante la mirada perdida de su hijo York, el mastín más

hermoso de todas las camadas que engendró Sara. Una campeona entre las

de su raza.

Relato

METAMORFOSIS DE UN ESCRITOR

(Remedo de la Metamorfosis de Kafka)

JUAN SORIA PALACIOS

Cuando le plantearon escribirlo se lo tuvo que pensar bastante. No tengo

experiencia – decía –, la idea anduvo ronroneando en su cabeza mucho

tiempo, cociéndose a fuego lento. Cogió el ordenador un buen día, no recuerdo

cuánto tiempo hace de esto, y se sentó en el sofá del salón para escribir.

No hubo escrito ni siquiera un párrafo cuando fue interrumpido por una

señora de provecta edad que, a paso de buey, se acercó con unos rulos

puestos sobre su cabeza y, con una mopa en la mano intentando obtener brillo

en un suelo difícilmente refulgente, le dijo con gesto agrio:

- Levanta los pies.

No le hizo caso, levantó los pies y los colocó sobre la mesa, esperando

que esas tiras deshilachadas dejaran de deslizarse bajo sus pies.

- Baja esos pies de ahí – le inquirió con tono desabrido –.

Los bajó de nuevo y se puso a imaginar el lugar donde pensaba esa

señora que los tenía que colocar, ¡acaso da a entender esta señora tan extraña

que los tenía que colgar en mi cuello! – dijo para sí mismo –. No, mi cuerpo ya

no está tan flexible como para poder hacer ese tipo de contorsiones –

respondió, sin que nadie le exigiera respuesta –.

Como no le hizo caso y se negó a llevarle la contraria, al rato volvió y le

increpó de nuevo:

- Hay que arreglar la taza del váter, el agua se sale.

- Llamaremos al fontanero – le contestó –.

- Llama tú, que estás sin hacer nada (cómo podrás, con las cosas que se

pueden hacer) – se le ocurrió contestarle mientras se devanaba los sesos

pensando cómo iniciar el siguiente párrafo.

A mi amigo le pareció una respuesta tan banal como kafkiana. Advirtió un

ligero escalofrío que le cruzó todo el cuerpo como una exhalación y empezó a

sentir que se le helaba la sangre. No le dio importancia; pero, de pronto, el culo

le empezó a aumentar de volumen hasta el punto de ocupar la mitad del sofá.

Pocos minutos después de que hubiese cerrado la puerta la señora y se

hubiese enredado con el segundo párrafo entró su hijo y sin mirarle a penas a

la cara le soltó a bocajarro:

- Eres un “friki”, te pasas el día sentado delante del ordenador. No sé cómo

puedes aguantar tanto tiempo ahí sentado, sin salir.

En esta ocasión no pudo aguantar más la tentación y tomó el diccionario

para buscar “esa palabrita” – que para más inri se escribe con k y que con tanta

insistencia le repetía sin cesar día tras día –. Como no encontró entrada en el

diccionario, por el contexto y la entonación con que se la arrojaba con tanta

insistencia, dio por válido que significaría una especie de payaso extravagante

(extravagancia manifestada por la nula intención de hacer reír a nadie).

- Ya que estás ahí sin hacer nada podías ir a hacerme unas fotocopias.

Pasado mañana tengo un examen.

- ¿Por qué no vas tú? – le respondió –.

- Porque tengo que estudiar.

- Pero, ¿dónde vas ahora?

- He quedado con mis amigos.

Cuando la puerta quedó cerrada de nuevo, mi amigo siguió a lo suyo. Su

piel empezó a segregar un líquido viscoso. Se tocó la barriga y comprobó que

la tenía fría y pegajosa como si se hubiese dado unas friegas de vaselina.

No hubo pasado mucho tiempo, cuando entró su hija, acompañada de

dos amigas, y le rogó:

- ¿Podías irte al cuarto de los invitados?, mis amigas y yo vamos a ver una

peli y te vamos a molestar – era la forma que los hijos adoptan cuando te

quieren decir que les estorba tu presencia –.

No rebulló el pico – sabía que negarse le acarrearía problemas –, cogió

los bártulos y se confinó en un cuarto. Cuando estaba cerrando la puerta, su

hija solicitó su ayuda:

- ¡Podías ir a la universidad!, tengo que rellenar un formulario para pedir una

beca y no tengo tiempo, ¡ya sabes, los estudios!

Como en otras ocasiones la ayuda consistía en recorrer la universidad

durante toda la mañana, de área en área, haciendo enormes colas – por

supuesto –, con la posibilidad de que, en última instancia, algún funcionario te

lanzase al rostro el típico “pero para echar la solicitud tiene que venir la

interesada en persona”.

El cuarto de invitados, así habían dado en llamar a una salita en la que

había sólo un sofá cama cerrado, una tabla para planchar y unas cajas vacías,

estaba muy sucio (desde el sofá se quedó mirando un buen rato cómo rodaban

las vedijas por el suelo).

Se levantó del sofá, se acercó a un espejo viejo que había colgado en

una pared. Se dio un susto tremendo. Su aspecto era repugnante. La cabeza

se le había hinchado y padecía tal deformación, que no se pudo reconocer a sí

mismo.

Con los ojos totalmente hinchados, como un esparrin en el último asalto,

se sentó de nuevo en el sofá y empezó a desesperarse. Con ese aspecto de

sapo asqueroso, se sintió culpable y pensó qué podría hacer para volver a la

rutina. Pero le resultó difícil incluso salir del cuarto de invitados, optó por

incomunicarse en ese cuarto lleno de suciedad y de utensilios inservibles.

Entró un cuervo por la ventana. Mi amigo dio un salto e intentó

esconderse entre unas cajas vacías que había en un rincón, pero los cuervos

son demasiado inteligentes. Le lanzó un picotazo y le taladró el cuello. Se oyó

a unos niños decir “mirad, ese cuervo lleva un sapo colgado del pico”.

Nunca más volví a saber nada de mi amigo.

Microrrelatos Propósitos chamuscados

«Dejaré de fumar, voy a abandonar este vicio inmundo…». Se repetía todas las

mañanas a modo de mantra, cuando le asaltaba esa tos perruna que convertía

su primer resuello en fluidos espesos…

Hasta el siguiente cigarrillo. En la primera bocanada de humo se

encaramaba el diablo del olvido y según aspiraba con fuerza el peligroso

placer, el propósito matinal desaparecía en aquella fumarada convirtiéndose en

cenizas… Y al día siguiente aquel oxidado y maloliente cenicero lo resumía

todo.

«Sé que puedo

dejarlo, no va a acabar

conmigo…». Se

arremolinaba este

pensamiento en sus

intenciones, machacón,

como una orquesta de

principiantes… Pero una

madrugada, un humo

negro como la pez, nada

placentero, le invadió sus oscuros pulmones. Algún pitillo mal apagado en

aquel oxidado y maloliente cenicero fue a parar a la basura y…

«Tengo que dejarlo, ya no fumaré más…». Le decía a uno de los

bomberos que acababa de sofocar el último rescoldo de las llamas que habían

convertido su casa en escombros y pavesas… Su mano tiznada atravesó el

recio hombro del bombero que ya no podía escucharle.

Texto: Mar Solanahttp://marsolana.blogspot.com.es

Ilustración: Estefanía Lópezhttp://cuadrosartista.blogspot.com.es

Cómo se escritora

Escribir y Hacer Pasteles

Por Mar Solana

La otra tarde, mientras tomábamos un té, me decía mi amiga Chelito que

ahora se ha puesto de moda y le ha dado por escribir a todo el mundo, que es

muy chic, igual que cocinar con nitrógeno líquido, hacer Pilates o alojarse en un

hotelito con spa.

«¡Claro —me decía mientras sorbía un poco de su té, con el meñique

enhiesto—, es que ahora todo el mundo tiene «bló», o «feisibú» o «gües!»

A medida que iba nombrando todos aquellos ciber-términos, algunas

miguitas de su pasta de chocolate salieron propulsadas en tropel como

impulsadas por un ventilador invisible. Y es que mi amiga Chelito tenía la fea

costumbre de hablar a boca llena.

Yo le argüí que una cosa no era consecuencia de la otra, y viceversa. Es

decir, no todo el que escribe tiene necesariamente un espacio web o los que

tienen «bló» no escriben per sé. Algunos garabatean los papeles hace mucho

tiempo y el blog solo les ha brindado una bonita y curiosa oportunidad de

compartirlo con otras personas. Pero también es cierto, Chelito, que muchos

prójimos le dan a la tecla como consecuencia de abrir un «bló» —llevas razón—;

desde entonces no han parado, mejor o peor, y ahí siguen, a pie de cañón o

mejor dicho, a pie de «bló».

También le dije que escribir se parecía un poco a cocinar; todo el mundo lo

hace más o menos, pero no todos dan el punto justo y perfecto que se merece

cada plato. Muy pocos consiguen mezclar los ingredientes de tal manera que al

probar el resultado final quieras volver a repetir una y otra vez; o te chupes los

dedos embadurnados de chocolate, igual que cuando éramos pequeños y

creíamos que no existía felicidad mayor al engullirlo.

Traté de explicar a Chelito que escribir se parecía más a la repostería o a la

elaboración de un pastel, quizás de lo más complicado que existe en el vasto

universo culinario; porque freír un huevo, muy hecho o con la clara titilante, todo el

mundo sabe, ¿o no?

Sin embargo, hacer una buena tarta es algo más que verter aceite en la

cazuela y dejar que el alimento quede a nuestro gusto, vuelta y vuelta. Mucha

gente ha hecho pasteles, bizcochos, galletitas, tartas, brazos gitanos y mousses,

pero, Chelito… ¿quién sabe preparar ese delicado pastel que te llevará al cielo?

No nos engañemos, muy pocos mortales saben hacerlo.

Porque ser un «repostero-a literario-a» aceptable, mínimamente aceptable,

no es baladí, no Chelito. Debemos mezclar todos los ingredientes de tal manera,

que consigamos que los otros se chupen los dedos del alma y se les curen las

penas del corazón. Siempre los precisos, ni un gramo más, ni un gramo menos.

En el caldero donde preparamos nuestras deliciosas historias, combinaremos los

elementos más exactos para dar el punto perfecto al pastel de letras.

Cien gramos de «puedo» y una pizca de «ilusión», espolvorear poco a

poco el abecedario y remover; pero no de cualquier manera, no, ahí está el quid

del asunto, le dije a mi amiga, hay que remover con la suficiente pericia como

para meter la mezcla en el horno en el momento adecuado. Eso es lo que

caracteriza la bondad de los pastelitos de un buen cocinero de letras.

Chelito me dedicó una mirada suspicaz y arrugó la testuz. Ella continuaba

erre que erre, insistía en la idea de lo fácil que es para todo el mundo escribir si se

tiene «bló».

Ay, Chelito, a ver si te enteras ya de una vez. Existen reposteros de letras

hace mucho tiempo, plumas con raigambre, con talento para dar y tomar; que

escriben desde que iban con patucos, aprendieron a colorear a Bambi y

conocieron a La Cenicienta. Reposteros que llevan ensamblado en su alma el arte

de cocinar letras.

Cómo ser escritora

La escritura es un Tsunami.

Lola Buendía

“No se puede poner la valía de tu escritura en los demás. Hay que estirar las historias

con un hilo, desde las entrañas, pasando por el corazón y superar el montículo del

hombro, para que bajen por los brazos hasta que salgan por los dedos y se conviertan

en palabras”.

Mercedes Salvador

Con estas palabras de la profesora y escritora catalana, residente en Nueva

York, que expresan lo que todo creador siente y debe preocuparle a la hora de

escribir, continúo adentrándome en los placeres que otorga la escritura. Ya sé

que el placer se puede entender de muchas maneras: para algunos obtener el

máximo beneficio y rentabilidad posible de sus creaciones, para otros ser

reconocido y famoso, salir en los medios, satisfacer el propio ego…, para los

que valoramos el sentir de Mercedes, el gozo de escribir está en ese tsunami

que sacude las entrañas para remover todas las emociones y potencialidades

con las que estamos dotados y acabar recalando mansamente en la blancura

del papel.

“La escritura es una liberación. Al escribir se consigue transformar

un sufrimiento mental en un placer.” (Luigi Malerba).

En la escritura puedes ridiculizar una estupidez o injusticia, puedes

domesticar palabras que se resistan -cualquier esfuerzo es una victoria-; hay

ideas en cualquier lugar, como fruta caída en el campo, aguardando al

caminante con los cinco sentidos abiertos a la belleza. Es una excelente forma

de salud terapéutica – lo pude comprobar en los talleres presenciales que

coordiné en Benalmádena, donde los alumnos mostraban en sus escritos

muchos de sus recuerdos dolorosos o felices.

Mediante la escritura vivo dos veces: mi percepción se agudiza, los sentidos se

ponen a trabajar: “para acariciar los divinos detalles”, como decía Nabokov. El

tiempo se aprecia con más intensidad y se desaprovecha menos; y los seres

que me rodean cobran importancia, porque pueden ser los protagonistas de

mis historias, de mis relatos, de mis críticas o de mi valoración, pero nunca

serán indiferentes o invisibles para cualquier escritor creativo. Cualquier

palabra acertada, símil, metáfora lograda, para expresar un texto, significa un

paso en la evolución del arte, en la continuidad de la contribución a la cultura

de los pueblos, en bálsamo para algunos hambrientos de consuelo, en

potencialidad para poner a tope todas las fibras de tu cuerpo.

Flamenco

UNA PRIMERA APROXIMACIÓN ESTILÍSTICA

Rafael Silva Martínez

La Trilogía de que se compone lo que llamamos Arte Flamenco consta del Cante, el Toque y el Baile. Cante y Baile quizá aparecieron más o menos a la vez en el tiempo, y la guitarra fue la última en incorporarse. El Flamenco como expresión musical nueva y distinta surge de una mezcla de influencias y corrientes musicales anteriores, y sobre todo, de la fusión de la personalidad gitano-andaluza, es decir, de la expresión de un pueblo que se enfrenta a su historia y su destino. El Flamenco es por tanto queja, protesta, pena, sufrimiento, dolor, desolación, amargura, desgracia, resignación, pero también es alegría, alborozo y disfrute. Todo ello bajo el prisma flamenco, que le impone a la interpretación del cante, del toque y del baile unas características propias muy diferenciadas.

Cultivado inicialmente en la intimidad de los hogares, de las familias bajoandaluzas, de ahí que existan multitud de familias que han cultivado el cante de generación en generación, el Flamenco se fue abriendo a escenarios más amplios durante su historia, escenarios que fueron al principio camperos y rústicos, a la vez que marineros, en los centros históricos de población representados por los pueblos y los barrios andaluces. Pero con el paso del tiempo, el Flamenco dejó de cultivarse en sus primitivos escenarios, tales como la fragua, el cortijo, la taberna, la venta, el patio de vecinos, etc., que pueden ser sus escenarios más naturales, para pasar a los escenarios más grandiosos que marcaron su evolución, tales como los Cafés Cantantes, los Colmaos, los Tablaos, las Plazas de Toros, los Teatros, los

Festivales, y por supuesto, la discografía, que aunque no es un escenario como tal, nos permite poder escuchar no sólo a los artistas del momento, sino también a los antiguos maestros.

Taberna El Pimpi - Málaga

Y en todos estos escenarios es donde el frondoso árbol de los estilos o palos flamencos se va desarrollando. El triángulo formado por las provincias de Málaga, Cádiz y Sevilla parece ser el que más aporta a esta gestación de los cantes flamencos, y aquí aparecen las formas más primitivas de los estilos, tales como la Toná o la Seguiriya. La Toná, única modalidad que no se acompaña de guitarra, sino que se canta a palo seco, se iría modulando en Martinetes, Carceleras o en Tonás que recibirían un nombre propio. Son cantes tristes y desgarrados, crónica de las penas de la vida cotidiana. La Seguiriya ya sí se canta con acompañamiento, pero sigue siendo el cante trascendental para expresar el sufrimiento y el dolor. Es uno de los estilos que posee más variantes. Pero al lado de estos cantes tristes, también se cultiva la alegría de la reunión, el jaleo de la celebración, y de dichas formas antiguas proceden los cantes por Soleá y por Bulerías, el primero de ellos como cante serio y solemne, pero el segundo ya impregnado del compás, el ritmo y la alegría de la reunión flamenca. La Soleá posee también infinidad de variantes, así como las Bulerías.

En el campo de los cantes festeros, a todos ellos se le unen los Tangos, quizá los cantes de jaleo más antiguos, con un compás característico, y con multitud de variantes, según la localidad donde se cantan, o el artista creador de los mismos. Y según avanza la consolidación de todas estas formas y estilos, cada provincia andaluza va aportando, según su propia personalidad, una serie de estilos propios, de creadores de estilos, o bien de matices de interpretación. De esta forma, en Málaga, de los primitivos verdiales, van surgiendo los Cantes Abandolaos, las Malagueñas y algunos cantes de artistas locales, como los Cantes de Juan Breva o del Piyayo. Cádiz y toda su provincia aportan al Flamenco una de las gamas más numerosas, tales como las Cantiñas, con o sin nombre propio, como los estilos por Alegrías, las Romeras, el Mirabrás o los

Caracoles.

Por su parte, Sevilla y sus alrededores representan otro puntal flamenco por excelencia, donde sobresale en la capital su barrio de Triana, y numerosos pueblos de su provincia. Y al igual que en Cádiz, en Sevilla se alzan grandes nombres de flamencos de la época, que marcaron historia en el devenir de nuestro arte. Por ejemplo, el legendario Silverio Franconetti, pionero en difundir los cantes antiguos al gran público y en abrir un Café Cantante de la época, los artistas locales de Alcalá de Guadaira, que dieron sello propio al Cante por Soléa, desde Archivo Histórico provincial- s.XIX

Joaquín el de la Paula hasta Juan Talega, la grandiosa Niña de los Peines, quizá la cantaora más grande de todos los tiempos, o Antonio Mairena, el cantaor más completo de la historia y III Llave de Oro del Cante.

Todas estas provincias abundan en los estilos que ya hemos comentado, es decir, Seguiriyas y Soleares, en los cantes más serios, y Bulerías y Tangos, en los más festeros. Y el resto de provincias andaluzas, como decíamos, aportan estilos diferentes, o bien matices interpretativos distintos. Tal es el caso de Córdoba, que por su carácter más serio y sentencioso, apunta en los estilos que cultiva unos rasgos diferenciadores, como en la Soleá, las Alegrías o los Fandangos, que son influídos por los cantes abandolaos de la provincia de Málaga, y se manifiestan sobre todo aquí, en el Fandango de Lucena. Por su parte, la provincia de Huelva es la más rica en variedad de Fandangos locales y personales, donde prácticamente cada pueblo o comarca cuenta con el suyo propio (Encinasola, Almonaster, Alosno, Andévalo, Calañas, Valverde, etc.), además de varios nombres de grandes artistas locales que los hicieron a su forma, o los engrandecieron, como por ejemplo José Pérez de Guzmán, Antonio Rengel, Juan María Blanco, José Rebollo o Paco Toronjo.

Por último, las provincias andaluzas más orientales, como son Granada, Jaén y Almería, incluyendo también a Murcia, son cuna de lo que podemos llamar los Cantes Mineros o Levantinos, otra gama de fandangos artísticos que reflejan el trabajo en las minas, y por tanto las vivencias cotidianas de los mineros y de su entorno. Son por ello los tipos de fandangos más trágicos y desgarrados que existen, y se plasman en los estilos de la Taranta, el Taranto, la Minera y la Cartagenera, con todas sus variantes. Valga por tanto este recorrido a vuelapluma como una semblanza de la grandeza de nuestro Arte Flamenco, de la inmensa variedad de sus estilos, de sus matices y de sus intérpretes, y de la aportación que cada provincia realiza al gran árbol del Flamenco.

El viajero

Una ruta de leyenda: la Road 66

Lola Buendía

En mi recorrido por California, acompañada por unos buenos amigos

californianos, que me sirvieron de cicerones, recorrí un tramo de la mítica

carretera 66, la que va de los Ángeles hasta Arizona. Sustituida en la

actualidad por nuevas y modernas autopistas, aún quedan unos pocos tramos

intactos del trazado original, los mayores en

Arizona y California.

En el pasado, la ruta 66 iniciaba su

trayecto en Chicago, atravesaba Illinois,

Missouri y Kansas hasta llegar a Oklahoma,

donde giraba para atravesar Texas, Nuevo

México y Arizona hasta terminar en

California. El destino final se encontraba en

las playas de Santa Mónica, en los Ángeles.

En total, 4000 kilómetros de longitud.

La ruta 66 fue uno de los grandes impulsores de la economía americana

durante esos años, ya que a su paso se construyeron numerosas estaciones

de servicio, gasolineras y hoteles que ayudaron económicamente al país.

Viajábamos cuatro personas en el Mercedes automático conducido por

Don, con el aire acondicionado a tope. A pesar del ambiente fresco de su

interior, los cristales quemaban. Todo el paisaje, desolado y árido, aparecía

cubierto por una neblina ardorosa que se elevaba desde el suelo reptando

como un millar de serpientes. No había ni un solo árbol en los páramos que

abarcaban nuestros ojos. Algunos neumáticos reventados aparecían de trecho

en trecho, y las estaciones de servicio eran escasas. Si hubiéramos tenido un

accidente no sé dónde nos habríamos resguardado. Ni un matorral alrededor,

con letreros advirtiéndonos del peligro de serpientes venenosas y un sol

despiadado en lo alto… eran argumentos suficientes para aguantar las ganas

de detenernos. ¡Señor, que no se acabe la gasolina, ni reviente un neumático!

–pedía yo.

Por fortuna, el conductor y el auto eran muy buenos. Después de muchas

millas, paramos en una gasolinera antigua, que me recordaba a las que pintó

Edward Hopper. Todo el complejo estaba compuesto por un par de surtidores

amarillos, algo oxidados, y detrás un pequeño almacén de color gris, donde se

veían algunos de los productos a la venta. A unos metros se erguía el poste

con la insignia de la compañía expendedora de oil, y algunos viejos

neumáticos, tirados en el entorno. Junto a la puerta había un viejo enjuto

sentado a la sombra de un avance

de la techumbre. Llevaba una gorra

y un mono azul con tirantes, como

los okies de las uvas de la ira.

Mientras, parsimoniosamente,

bombeaba los surtidores, las

mujeres fuimos a los servicios.

Estos consistían en un agujero con

salida al campo, no había agua corriente en el grifo, ni papel higiénico. Yo tenía

miedo de que una de aquellas serpientes se colara por el agujero y me picara.

En las estanterías de la tienducha había algunas chucherías, bollería rancia y

repuestos para el automóvil. Tuvimos que comprar agua embotellada a precio

de whisky. Estos precios caros eran normales, porque la 66 se haía convertido

en una atracción turística, ya nadie la usa para cruzar de oeste a este.

Fuera, el termómetro marcaba más de 40 grados, y estábamos en junio.

De vuelta, en el confortable Mercedes, me vino a la memoria el viaje que

aquellos granjeros de Oklahoma de la película “las uvas de la ira”, tuvieron que

recorrer en un viejo camión Hudson, por esta misma carretera 66, cuando el

hambre los arrojó de sus tierras. Don nos explicó la historia de la mítica

carretera:

Durante los años 30, cuando la gran depresión económica atrapó al país,

una sequía cayó sobre las regiones de campo del medio oeste. Murieron todas

las plantaciones en Oklahoma, Kansas y Missouri, y la tierra agrietada se

convirtió en polvo. Cientos de miles de granjeros y agricultores, en la ruina

económica total, perdieron sus hogares, cargaron sus pocas posesiones en

autos o camionetas y se fueron hacia el oeste a buscar trabajo. Generalmente

se los llamaba "okies", por el estado del que eran originarios, pero después fue

un apelativo de desprecio. Muchos pueblos sobre la ruta 66 crearon

campamentos o campos donde los pobres y desamparados viajeros podían

dormir en su coche gratuitamente. La ruta 66 se convirtió en el exilio hacia la

Tierra Prometida, California, donde siempre había sol, cosechas abundantes y

trabajos que pagaban bien. El autor americano John Steinbeck documentó esta

migración en su novela "Las uvas de la Ira", y llamó a la ruta 66 "la ruta madre".

A mi vuelta, leí el libro. El autor hace las siguientes reflexiones en el

capítulo XXV, después del desengaño que les supuso a la familia Joad

comprobar que aquella no era para ellos una tierra de leche y miel:

…”Los frutos de las raíces de las vides, de los árboles, deben destruirse

para mantener los precios y esto es lo más triste lo más amargo de todo.

Cargamentos de naranjas arrojadas en el suelo. La gente vino de muy lejos

para coger la fruta, pero no podía ser. ¿Cómo iban a comprar naranjas a veinte

centavos la docena si podían salir y recogerlas? Y hombres con mangueras

arrojan chorros de queroseno en las naranjas, y se enfurecen ante semejante

crimen y se enfadan con la gente, que ha venido a por la fruta…y el queroseno

rociado sobre las montañas doradas”.

Desde la ventanilla del coche, yo había contemplado el rico valle de San

Joaquín –donde soñaban con llegar las tres generaciones de Joad-. Fértiles

tierras de naranjos y vides verdes se perdían en el infinito, y yo me preguntaba

cuántas vidas tuvieron que sacrificarse y cuántos cambios traumáticos hasta

convertirse en monopolios agrícolas.

Actualmente, para recorrer la Ruta 66, las agencias recomiendan limitar la

exploración a la sección entre Flagstaff –Arizona– y Los Ángeles. En esa parte

se encuentran los tramos más largos de la ruta original, con un montón de

atracciones en los alrededores. El Gran Cañón, Sedona, la Represa Boulder,

Las Vegas, Barstow y el Desierto Mojave están cerca de la vieja ruta 66. Para

realizar este recorrido con estilo, lo ideal es alquilar un Corvette o una Harley

Davidson en Las Vegas, ir hasta Kingman y recorrer la vieja ruta madre.

La Ruta 66 ha dado nombre a varias películas –la de John Ford antes

citada–, una popular serie de televisión, Route 66, en antena desde 1960

hasta 1964 en la CBS.

En 1946, el pianista y compositor de

jazz Bobby Troup escribió su más

conocida canción, "(Get your kicks on route 66”) (Disfruta en la Ruta 66),

después de recorrerla camino de

California.

Además, llevan su nombre: una

línea de vaqueros (Route 66), bares,

gasolineras, equipos de baloncesto,

videojuegos...

El viajero

JERICÓ, OASIS DE PALMERAS.

Pepa J. Calero

“Partieron los hijos de Israel, y acamparon en los campos de Moab junto al

Jordán, frente a Jericó”.

La Biblia. Números 22:1.

Estoy en Jericó, la ciudad de los diez mil años. Territorio palestino

preñado de viveros de palmeras datileras. El punto habitado más bajo de la

tierra, doscientos cuarenta

metros bajo el nivel del mar.

Aunque faltan unas semanas

para las canículas de Santiago,

el calor aquí intenso, pegajoso y

asfixiante se pega a la piel

como una mascarilla espesa.

Un funicular nos lleva hasta el monte de las tentaciones o Jabal al

Quruntul, donde se halla enclavado el monasterio ortodoxo griego al borde de

un precipicio, áspero, seco, desolado. No pude visitarlo porque unas horas

antes unos ladrones entraron y robaron algunos de sus tesoros. Desde este

lugar tan cerca del cielo las vistas son inmejorables, restos arqueológicos de

más de siete mil años, casas de adobe, palmeras, alambradas, oasis y un

horizonte inexpugnable. Recuerdo pasajes de la biblia. Todo sigue igual. Un

par de chiquillos tostados venden bolsas de cacahuetes dulzones que agotan

en un abrir y cerrar de ojos. Minutos después sus pies diminutos bajan veloces

por la ladera rocosa, cómo gacelas en busca de provisiones. Asombroso.

En las tiendas de souvenir abundan las famosas Rosas de Jericó, una

planta originaria de los desiertos de Arabia, que permanece cerrada, seca

durante años hasta que recupera su frescura y su verdor en contacto con el

agua. Cuenta la leyenda que mientras Jesús oraba en el desierto, una rosa de

Jericó le seguía sin descanso, con la humedad del alba se transformaba en

gotas de rocío con las que Jesús calmaba su sed.

Antes de dejar la ciudad de las Palmeras, escuchamos misa en la sencilla

Iglesia católica del Buen Pastor. A pocos metros de la cancha de baloncesto se

halla la fachada nívea, inmaculada de la pequeña iglesia regentada por

Franciscanos. Su acogida y amabilidad refresca el bochorno de la mañana.

Qué alivio.

Veinte kilómetros al sur, llegamos a Qumrán, cuna de los manuscritos del

Mar muerto. Mirando sus montañas rocosas, inhóspitas, peladas, es difícil

imaginar a hombres pastoreando rebaños de ovejas y cabras, como el pastor

beduino que en 1947 halló dormidos en unas vasijas los rollos judíos de más

de dos mil años.

Manuscritos de Qumran y vasija

Los restos arqueológicos, pobres, del monasterio de los esenios

permanecen a medio descubrir. Con la ayuda del guía, Pedro, un joven

sacerdote, doctor en arqueología bíblica, reconstruyó la vida de aquellas

singulares gentes. Cocina, comedores, cisternas, acueductos y el scriptorium

donde se cree que fueron escritos los textos.

Debemos andar por los cuarenta grados, los abanicos resultan inútiles en

estas tierras. En el rio Jordán un grupo de peregrinos rusos, ataviados con

túnicas blancas, se sumergen en las aguas opacas, verdosas del rio, como rito

de renovación de las promesas bautismales. En esta orilla, Juan el Bautista

bautizó a Jesucristo. Compañeros de viaje cogen agua del rio como recuerdo o

encargo para amigos y familiares.

Dejamos para el final el Mar muerto, un pequeño lago, llamado así porque

en sus aguas no crece la vida, no hay peces, ni algas, solo un raro crustáceo,

las artemias que habitan aguas salobres. Situado en mitad de un desierto a

más de cuatrocientos metros bajo el nivel del mar. Las indicaciones son claras

y contundentes; no jugar, salpicar, ponerse boca abajo, nadar ni introducir la

cabeza y mucho menos mojarse los ojos. El escozor, dolor y molestia es tal

que a pesar de los lavados con agua dulce, este persistiría durante horas y

horas. Sus aguas densas, cálidas, espesas, contienen diez veces más sal que

las del resto del mundo. Útiles para curar y rejuvenecer cuerpo y alma, reza un

slogan. Un señor bajito extiende lodo negro sobre su prominente barriga, a

pocos metros de una mujer que posa con un libro abierto en las manos para el

novio que la fotografía sin cesar.

Flotando en el mar de Lot, o mar de la llanura, pienso en tiempos remotos

y en los millones de personas que se han bañado aquí, desde Cleopatra, la

reina de Saba, Salomón, hasta el mismísimo Herodes.

Pronto atardecerá. Desde la ventana del autobús, me despido de la

ciudad de las Palmeras, sembrada de oraciones y minas, soldados y

peregrinos. Sus habitantes la adoran, uno de sus panfletos turísticos reza:

“Jericó, el único punto de la tierra desde donde uno puede alargar el

brazo hacia la luna y sentir que esta reposa en la palma de la mano”.

Arte EFÍMEROS Salvador Palomo http://www.salvadorpalomo.es Efímeros es una reflexión sobre el paso (estancia, tránsito…) del hombre

por la Tierra. Una reflexión que se centra sobre todo en las relaciones entre los

humanos, en su aprendizaje y en las consecuencias de los modos de vida

contemporáneos que desembocan en aislamiento, soledad, anonimato y, a fin

de cuentas, en una búsqueda de la felicidad basada en la ignorancia y el

olvido.

Efímeros es una reflexión a través de las preguntas que quieren formular

estas imágenes al espectador. ¿Sabemos quiénes somos? ¿A dónde vamos?

¿A qué hemos venido?

Este proyecto pretende introducir al espectador en

un espacio casi vacío. Un espacio apenas real, de

luces y sombras, y de silencio. Espacio que quiere

prestarse a la meditación y que pretende facilitar el

pensamiento, sin más distracción que lo que aquí se

cuenta.

En estas imágenes

observaremos a un individuo

desdibujado, diluido y en

tránsito –solitario o en grupo-,

que campa por el mundo como

un espectro autómata al que le

han marcado la dirección y el

destino.

En su ir y venir por la

Tierra, el ser humano

debería conseguir, a través

de sus vivencias,

desprenderse de la

ignorancia y de sus miedos.

Pero el entorno donde el

hombre se mueve, ese

espacio donde habita, está

condicionado por su

pensamiento, y afecta a su

evolución individual y

social.

De este modo, nuestra idea del planeta es fruto de la relación –tantas

veces efímera- entre los individuos y los lugares que habitan. Lo que pone en

relación este tránsito que el ser humano hace por la Tierra con los no-lugares

de Marc Augé.

Este proyecto, Efímeros, se

presentó en Estampa en el año

2012.

Otra de sus obras Programados,

con temática similar, se expuso en

La Sala de Blas en Archidona, el

pasado mes de Julio.

Arte

Arte para recomendar por José Manuel Velasco, Julio-2014

¿España está cambiando? Parece que sí, y ojalá sea para mejor, desde la proclamación de Felipe VI por lo menos hay caras nuevas en esta todavía joven democracia, y en los partidos políticos, empresas…parece que las nuevas generaciones de jóvenes están empezando a hacer el “relevo” generacional, espero que una de las cosas que cambien sea el poner límite a los mandatos. Nunca he sido partidario de que los que gobiernan estén tanto tiempo en el poder ya que, cómo podemos comprobar hoy en día, siempre se acaba con problemas de clientelismos y favores, además de las “impunidades” ante determinados malos usos del dinero público. Por eso pediría, a quien corresponda, que hubiera claridad en las cuentas públicas, sobre todo, para eliminar la impresión que tiene el ciudadano en este momento, de estar rodeado de corrupción, prevaricación, enchufismo, amiguismo, etc…Y, ¿en el Arte? Yo la impresión que tengo es que es más de lo mismo…casi siempre son los mismos…últimamente veo demasiadas fotografías, eso sí gigantes o de pequeño formato formando una composición, que parecen hechas exprofeso solo para exponerlas en unos espacios determinados. Figuras realistas acostadas o tumbadas en el suelo, y para seguir impresionando al espectador y salir en prensa lo de siempre: el sexo y la religión. Hay que buscar un escándalo cómo sea para convertirse en famoso, algunos lo consiguen, pero son algunos críticos, al servicio del poder, los que tienen mucha culpa de esta situación, buscando lo único que ambicionan: todos quieren mercado y más mercado. Pero en el mundo del arte, yo cada vez me sorprendo menos de lo que nos quieren hacer creer como nuevo…y créanme veo mucho dentro y fuera de España. Quizás nos haría falta una revisión en profundidad de los últimos cincuenta años de arte, pero hay ya tantos intereses creados que, entre unos y otros, nos vamos a encargar de matar a la gallina de los huevos de oro. Pero bueno, comienza el verano y es momento de relajarse y disfrutar del sol, y, si se puede, aprovechar el tiempo libre, y para eso paso directamente a daros mis recomendaciones.

Y empiezo recomendando, en el Museo Reina Sofía de Madrid, la retrospectiva más completa del artista inglés Richard Hamilton (Londres, 1922 - 2011), uno de los mayores representantes del Pop Art a nivel mundial quien,

hace unos cinco años y poco antes de fallecer, ideó esta exposición específicamente para el museo madrileño. En esta exposición se reúnen 270 obras creadas por Hamilton a lo largo de más de 60 años y ofrece la posibilidad de contemplar las obras más representativas del artista, algunas incluso inéditas.

La exposición también analiza el papel que jugó en su práctica artística la apropiación y recontextualización de imágenes pre-existentes, así como el diálogo que en muchos de sus trabajos Hamilton estableció con la obra de otros creadores. Dividida en catorce apartados que, aunque con matices, siguen un cierto orden cronológico, en la exposición se pueden ver las obras más conocidas de Richard Hamilton, su diseño para la cubierta del popularmente conocido como “White Album” de los Beatles; o sus polémicas series pictórico-fotográficas Swingeing London 67. Se podrá ver hasta el 13 de Octubre

También, y sin salir del Museo Reina Sofía, podemos ver la interesante exposición de Kerry James Marshall: “pintura y otras cosas”, que se configura como una de las muestras más amplias dedicadas a este autor norteamericano. La trayectoria artística de Kerry James Marshall se articula a través del tratamiento creativo de temáticas relacionadas con la vida, la cultura y la historia afroamericana abordadas desde múltiples ópticas, aportando así nuevas visiones a cuestiones relacionadas con la política racial, la representación cultural y la emancipación

social. Esta exposición reúne una selección de obras en torno a los diversos temas y motivaciones que el artista ha tratado a lo largo de su carrera y en la que es visible el compromiso estético y político del artista. Se podrá ver hasta el 26 de Octubre.

Y siguiendo en Madrid, para comprender mejor la influencia del Greco, en el Museo del Prado, no podéis dejar de ver la exposición “El Greco y la pintura moderna”. Esta nos va a permitir descubrir cómo veían la obra del Greco y el efecto que tuvo en la creación de artistas como Manet o Cézanne, Picasso, Chagall o Kokoschka…así como de otros destacados pintores españoles del último tercio del siglo, en una selección de veinticinco obras junto a ochenta pinturas, dibujos y grabados modernos que pondrán de manifiesto la gran influencia del maestro cretense entre estos artistas del siglo XIX y XX. Las obras expuestas muestran la determinante influencia del Greco en el origen de la pintura moderna. Entre ellas destacan Laocoonte y Visión de San

Juan del Greco, ambas procedentes de Estados Unidos, el Entierro de Casagemas de Picasso y la versión que hizo Cézanne de la Dama del armiño del Greco, que viaja por primera vez a España. Se podrá ver hasta el 5 de Octubre.

Continuamos en la capital donde, sobre todo los amantes de la fotografía, no deben perderse la gran retrospectiva sobre Henri Cartier-Bresson (1908-2004). Que después de pasar por Paris es todo un lujo que podamos verla en Madrid. Pasados diez años de su muerte, se rinde homenaje a este gran artista, también conocido como “el ojo del siglo XX”. Esto es así debido a que recorrió el mundo en varias ocasiones con el fin de relatar los acontecimientos políticos y sociales de los lugares por donde pasaba. Figura indiscutible de la fotografía, además de gran reportero y cofundador de la Agencia Magnum (junto a Robert Capa y David Seymour), también fue pintor, cineasta, poeta y antropólogo. Se han reunido 500 fotografías, pinturas, dibujos y documentales en una retrospectiva cronológica que estará abierta hasta el 8 de septiembre de 2014 en la Fundación Mapfre de Madrid.

De Madrid nos vamos a Santiago de Compostela para ver On the Road en un ambicioso proyecto expositivo con motivo del VIII Centenario del viaje de Francisco de Asís a Santiago de Compostela. La comisaria de la exposición, Gloria Moure, ha reunido un importante grupo de obras de 35 artistas de diversas procedencias, que incluye destacadas figuras del arte contemporáneo internacional de los últimos 40 años. La selección de obras incluye trabajos creados específicamente para la exposición, como los realizados por Francis Alÿs, Jorge Barbi, Tacita Dean, Jimmie Durham, Richard Long, Perejaume o Lawrence Weiner. El conjunto de las 44 piezas en exposición abarca un abanico muy amplio de formatos artísticos: pinturas, esculturas, fotografías,

instalaciones, vídeos y films así como una publicación específica e intervenciones en el espacio urbano. On the Road es un proyecto que ocupará diversos espacios del centro

histórico de Santiago de Compostela. El Palacio de Gelmírez -uno de los pocos ejemplos de arquitectura románica civil aún en pie- será la sede principal de la exposición, ocasión para la cual se reabrirá al público tras años de permanecer cerrado. Asimismo, la Iglesia de Santo Domingo de Bonaval acogerá un grupo de obras adaptadas especialmente para su espacio. Contiguo a esta iglesia, el cementerio y el magnífico parque de Bonaval -diseñado por el arquitecto portugués Alvaro Siza- acogerán dos intervenciones específicas, de los artistas Jorge Barbi y Christian Boltanski, respectivamente. La exposición propone un recorrido a partir de las aproximaciones creativas de artistas cuya mirada nos ayuda no sólo a entender el tiempo en el que vivimos, sino también a ver de un modo diverso nuestro pasado. On the Road se puede ver hasta el 30 de noviembre de 2014

Bajamos al sur y, en Málaga, en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) podemos contemplar la primera exposición en España de Marina Abramović (Belgrado, Yugoslavia, 1946).Artista serbia del performance empezó su carrera a comienzos de los años 70, activa durante más de tres décadas, recientemente se ha descrito a sí misma como la "Abuela del arte de

la performance". En la última década, una de las artistas contemporáneas más importantes de la actualidad. En la exposición, comisariada por Fernando Francés, la artista balcánica invita a los espectadores a que interactúen con su obra a través de las sensaciones y que experimenten con algunos de los objetos expuestos. Además, la exposición está compuesta por fotografías y vídeos de las diferentes etapas creativas de la artista, y un grupo de dibujos inéditos. Se podrá ver hasta el 31 de agosto de 2014.

Y continuamos en la ciudad, todo un acierto la exposición de Darío de Regoyos en el Museo Carmen Thyssen de Málaga que con motivo del centenario del fallecimiento del pintor español se le hace con el título “Darío de Regoyos: La aventura impresionista”. Es una exposición que recorre su amplia trayectoria artística. Inició su formación en Madrid, aunque rápidamente se trasladó a Bruselas, donde formó parte de los grupos europeos de vanguardia L’Essor y Les XX y se interesó por los efectos de la luz, pintando principalmente retratos y paisajes. Su vuelta a España y sus viajes por toda su geografía dieron lugar a un nuevo periodo en su pintura, “La España negra”, una serie de obras más simbolistas en las que muestra el lado más sombrío de la tradición española. Posteriormente, y gracias a su amistad con artistas como Seurat, Signat y Pissarro, conoció y comenzó a aplicar la técnica puntillista, aunque su etapa más conocida es la impresionista, a la que la exposición prestará una especial atención con un importante número de obras. Se podrá ver hasta el 13 de Octubre.

Al lado, en La Casa Fuerte Bezmiliana de Rincón de la Victoria, recomendar la exposición 'El río de la vida', del genial artista Rodríguez Guy.” Es una muestra en la que se reflejan elementos plásticos afines a la pintura de todos los tiempos con otras disciplinas artísticas. El autor refleja aquí las emociones y experiencias del mundo que le rodea y que son el testimonio de unas vivencias, de unos hechos y de las diversas situaciones por las que el ser humano y nuestra sociedad atraviesan”. No se la pierdan. Se podrá ver hasta el 29 de julio.

Para terminar, aprovecho para invitaros a mi próxima exposición en el Palacio de la Merced de Córdoba que con el título de “Ruptura y cambio” presento hasta el 30 de julio. Además os muestro el cartel de una muestra de mi obra que, durante estas mismas fachas, se presenta en Estocolmo (Suecia).

Espero que mis recomendaciones os sirvan de alguna manera para que podáis empezar el verano con “mucho arte”.

La otra realidad

Astrología III Mariano J. Vázquez Alonso

Hablábamos en el número anterior del concepto astrológico de las casas o

divisiones del firmamento. Las casas astrológicas son doce y tienen una

decidida influencia sobre el sujeto, hallándose en correspondencia con la

posición que tienen los planetas en el instante del nacimiento. Además de ello,

cada uno de los planetas posee su propia tendencia, que coincide con las

funciones fisiológicas del cuerpo humano.

La astrología clásica tiene distintas variantes, y en ellas se trata de incorporar a

los planetas ya conocidos en la Antigüedad los descubiertos más

recientemente. Éstos son básicamente tres:

Urano, descubierto en el s.XVIII, Neptuno

descubierto en el s.XIX, más concretamente en

el año 1846, y Plutón que fue descubierto en

1930.

Estas incorporaciones planetarias dieron pie a

profundos cambios, haciendo surgir al mismo

tiempo nuevas tendencias de la astrología moderna, en la que ya se incluyen

elementos de la psicología y del psicoanálisis.

Entre estas nuevas escuelas astrológicas merecen citarse tres: la

cosmobiología, la matematicoestadística, y la psicológica o simbólica.

La primera intenta elaborar una cadena de causas para los efectos

astrológicos. Así, y en primer lugar, tanto el Sol como la Luna y los planetas

ejercen un efecto primario sobre el individuo en el momento de su nacimiento.

Las posiciones de los planetas producen variaciones en el campo gravitatorio

del Sol, generando una serie de alteraciones sobre las capas ionizadas de la

Tierra, todo lo cual tiene un marcado efecto sobre el recién nacido.

En la llamada escuela matemática, uno de cuyos fundadores fue Choisnard, a

finales del s. XIX, se intenta demostrar las relaciones astrológicas mediante la

estadística. Para ello se estudia la posibilidad de que una determinada

constelación planetaria ejerza su influjo sobre una serie de personajes

famosos. Tras analizar varios miles de horóscopos se llegó a la conclusión de

que si bien no existe una dependencia directa, tanto la Luna como Saturno,

Marte y Júpiter, en su aspecto dominante, tienen mucho que ver con una

posible carrera afortunada del sujeto estudiado.

Por último, la escuela psicológica o simbólica, trata de apoyarse en cierta teoría

del gran psicólogo Carl Gustav Jung que utilizaba el horóscopo de alguno de

sus pacientes para establecer ciertas relaciones con sus correspondientes

procesos psíquicos. El exponente máximo de esta escuela fue el psicólogo y

astrólogo americano S. Arroyo, quien desarrolló lo que se dio en llamar

"psicología astrológica", cuyo fundamento máximo es la relación existente entre

el hombre y el Cosmos, y la recuperación de esa pérdida relación, más

acusada en el hombre de nuestros días.

Hemos llegado de este modo al final de este breve trabajo sobre un tema tan

sugerente como es el campo de la Astrología, sobre el cual, evidentemente, se

podría hablar de modo más extenso. Confiamos, no obstante, que estos breves

apuntes hayan podido ser del interés del lector.

Símbolos astrológicos de los planetas y astros