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Estilo e Ideología del Club 7 (Salvación 1) Sergio Román Armendáriz

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Estilo e Ideología del Club 7 (Salvación 1)Sergio Román Armendáriz

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Estilo e Ideología del Club 7 (Salvación 1)

Sergio Román Armendáriz, declara que: ‘Estilo e Ideología del Club 7’1 es un título misceláneo y virtual que va componiendo y disolviendo con fragmentos (unos, publicados; otros, inéditos) capturados de recuerdos, lecturas y apuntes de la época mercurial (Ecuador, 1951-1962). Gracias a Ximena y a su ‘Efecto Alquimia’, comienza hoy, 13 de septiembre de este dos mil diez, a compartirlos…

‘Inicialmente fueron, en efecto, siete los poetas que integraron este grupo de cuasi adolesecentes (en 1951). Dos de ellos desertaron, no sabemos por qué razones, al poco tiempo y antes de la edición de la obra colectiva.’ Cazón Vera, Fernando 2

La triple epifanía del Club 73

La línea ética o social, la estética o íntima y la existencial o metafísica arman una trama cuyo sustrato, por convicción o por intuición, fue un quehacer mixto entre ideológico y estilístico y conciencial, en pro de 3 horizontes fugitivos: la magia inesperada pero inevitable, el poema perfectible y la sociedad solidaria.

Luchamos por lograrlo, pero...

Enfatizo que estas tres electricidades trenzan nuestra obra, las cuales al conjuntarse y, ahora, examinadas desde la perspectiva del medio siglo que nos separa de ese momento, forman 1 Carlos Benavides Vega, Gastón Hidalgo Ortega, Ileana Espinel Cedeño, David Ledesma Vázquez y Sergio Román Armendáriz, lo conformaron (1951-1962). 2 Cazón Vera, Fernando. ‘Club 7, el libro de cinco jóvenes poetas’. En: Revista Diners 70, Ecuador, Año VIII, marzo de 1988. Pág. 63. (El artículo comprende las págs. 61-65). 3 Donoso Pareja, Miguel. ‘De por qué Club 7 lo integran solo cinco’. En: A río revuelto, memorias de un Yo mentiroso. Quito, Seix Barral. Colección Biblioteca Breve, 2001. Pág. 104, de 440.

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un solo tejido. Los tonos nos diferencian o, acaso sea menos impreciso decir que fue la prioridad de cada acento lo que estableció la saludable distancia y el carácter individual y del equipo. A veces, predominó lo sardónico. Otras, lo patético. Algunas, lo conversacional. Entre los formatos, el acercamiento a las variaciones del haikú, del soneto, del verso libérrimo. Entre las figuras, la disolvencia de la metáfora en la fluidez de la frase llana. Ciertos giros compartidos por respiración recíproca: “la sal de la entrepierna”, verbigracia, o “Amor mío... / ¿Qué cosa puedo darte?”. Y entre los objetos cotidianos que se fueron cargando de significación antes de estallar, dos: los zapatos y las corbatas. Trece opciones que provocan una infinita gama para analizar, sintetizar, imaginar. Sabrosa invitación para una tesis académica.

David y la triple línea del Club 7

Los límites de este ejercicio llevan, por ahora, sólo a marcar el punto de inicio y de cierre de cada línea pero, tratándose de David Ledesma Vázquez, el varón emblemático que fue compañero nuestro en afanes críticos y creativos, su trascendencia exige un compromiso plural posterior. Es, precisamente, por su generosa militancia política y literaria,

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que debe ser considerado representante significativo de nuestro pueblo y de nuestra década curvada sobre la mitad del siglo 20.

La línea social, en DLV, nos lleva desde su “Canción del picapedrero”, su “primer poema conocido” (nota pie de pág. 143, 1951) que muestra su temprana preocupación por nuestros prójimos hasta sus “Guerrilleros” (pág. 196, 1961), cédula explícita. En este paisaje, el ser humano trabaja y combate entre el grito de la roca y el futuro que, en un audaz giro de bumerán, pugna por parir el presente.

La línea íntima se desliza de su “Mujer, la de ébano ardiente” (pág. 157, 1951) a su “Elegía por Isadora Duncan”4 (pág. 203, 1961). Una hembra enciende la noche erótica mientras otra se apaga en busca del misterio.

Y la línea existencial gime desde su “Autobiografía del viajero” (pág. 43, 1951) a su “Relato del ermitaño” (pág. 197, 1961). El poeta viene y va donde la vida (o la muerte o el exilio) lo lleve conformando un ritornelo corporal y anímico que convierte al solitario en su propia caverna.

4 Sin ánimo de ser impertinente, señalo que el último verso registra, en la Obra Poética Completa, 2007: ‘polveo’ (debe ser ‘polvo’): ‘(…) rosa ebria de cenizas / contra el polvo quemante de los siglos’. (Pàg. 203).

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Ya en su “Arte poética” (pág. 57, 1952), nuestro autor bosqueja esta triple línea única a partir de un grito que expulsado en sangre lo identifica con cualquier humano, reservorio de la especie, cuyo transcurrir enfrenta la brevedad del sujeto y choca contra el insondable desafío que entraña transformarse en una cadena de vida, muerte, exilio.

Desglosando, rescatamos 3 manifiestos tácitos, los cuales, ilustran lo social, lo íntimo y lo existencial:

1.- “Aritmética” (pág. 52, 1952) proclama su rebeldía contra la familia y la escuela y, por fermento, su simpatía por la libertad: “Y no aprendí las tablas (...) / pero he tomado todos los dones (...) / gozándolos intensa y plenamente”.

2.- “Melancoly Raphsody” (pág. 63, 1954) proclama, con un retrospectivo giro fílmico, la transparencia del íntimo amor sereno. Adolescente, su novia le inspira: “Lily era una niña mitad ángel; / la otra mitad, caricia” (...) “...garuaba / sobre su corazón una ternura / siempre a punto de brisa (...)”.

3.- “Última balada de Orfeo” (pág. 130, 1960) proclama la angustia existencial: “La verdad es que siempre uno está solo”,

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contestación con diez años de atraso a: “(...) este anhelo constante / de buscar... ¡y buscar!” (pág. 38, 1952, “La eterna canción”).

¿Hay alguna duda de la rotundidad, pertinencia y constancia de esta triple línea social, íntima y existencial que logra florecer en espinas durante el lapso que se esconde entre 1951 y 1961, principio y fin de la producción de David? 5

Resumen

Por ósmosis, nos contagió la gente y el hechizo y la violencia de nuestro paisaje de abismo y de nieve y de amazonas e islas encantadas, y la ebullición de ideas y emociones y apetencias locales y foráneas de tal modo que, casi sin darnos cuenta, terminamos codificando tres claves que, por obsesión didáctica, concentro así:

1.- La clave social del sueño igualitario y de la justicia terrestre forjó la utopía de pretender transformar la palabra en arma y pan capaces de disolver fronteras geográficas y anímicas, lección que aprendimos de los movimientos contestatarios y aun de los levantamientos transitorios de nuestro tiempo y de nuestra

5 “Que su obra (la de David) siga tocada de gracia y de misterio”. Rodríguez, Juan José. ‘David Ledesma Vázquez, fuga de la memoria y alabanza del fuego’. Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2007. Pág. 17 de 18.

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Latinoamérica, sobre todo los atinentes a la Argentina y Bolivia (1952), Guatemala (1954), el Ecuador (1955), Venezuela (1958) y Cuba (1959). Y de la narrativa ecuatorial realista (1930-1947) de “Los cinco como un puño” (Aguilera Malta, De la Cuadra José, Gallegos Lara, Gil Gilbert, Pareja Díez-Canseco) de quienes heredamos su compromiso con la insurrección y con la escritura, doble espejo.

2.- La clave íntima del culto a la forma y de las correspondencias forjó la utopía de intentar transformar la palabra en música y la música en palabra, lección aprendida del simbolismo y del parnasianismo. Y de la ecuatorial “Generación Decapitada” (Humberto Fierro <1890-1929>, Ernesto Noboa y Caamaño <1891-1927>, Arturo Borja <1892-1912>, Medardo Ángel Silva <1898-1919>), de la que -creo- somos su postrer espasmo.

3.- La clave existencial del transcurrir y la deriva forjó la utopía de emerger del alma a la piel y al más allá gracias a la partitura de Gide Cocteau Camus flotando sobre la infinitud y bajo la eternidad rumbo al patíbulo acompañando nuestras soledades bordadas con la perversidad de la multitud que aúlla contra el extranjero perseguido por la culpa y el corydón que instila la otredad arrastrando de bruces los vislumbres

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y los fosfenos de la evanescente Sombra errática entre la palabra que nunca lleva a ningún sitio y la fragancia de las grosellas y el atardecer en el río de los toachis.

David conoció demasiado pronto el enigma de Eros y Tánatos y Demos. Entonces tenía 26 años de edad. Fue el 30 de marzo de 1961, en el sur, en la casa de su madre y de su padre, el jueves de una Semana Santa. Semejante a César Vallejo (1892-1938). Y a Pablo Palacio (1906-1947).

¿Nos dicen algo ese “Hombre muerto a puntapiés” (1927) y la “Vida del ahorcado”? (1932), que devoró a Palacio antes de matricularse en el manicomio guayaco en 1940?

¿Nos dice algo ese “Yo nací un día (en) que Dios estuvo enfermo” que devoró a Vallejo antes de morirse, en París, de hambre y de dolor por la ya indetenible caída de la España republicana en 1938)?

¿Nos dice algo ese “Dios ha muerto de frío en esta tarde” que David grabó en su Gris de 1958 (pág. 24 / OPC, pág. 58), finiquitando el ajuste de cuentas con su “...de pronto es necesario irse” (“Poema final”, pág. 205).

Versos tomados de: Ledesma Vázquez, David. Obra Poética Completa

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(Colección Memoria de Vida). Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana ‘Benjamín Carrión’, 2007. 267 págs.

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