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Esplendor y miseria de la crítica de la traducción en los medios Julio César Santoyo Hay un momento en el evangelio según san Mateo, allá por el capí- tulo 22, versículos 23-33, en el que cuenta el discípulo como a Jesús "se le acercaron unos saduceos, esos que niegan que haya resurrec- ción, y le preguntaron": Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriese sin tener hijos, su hermano se casará con la viuda, para dar descendencia a su herma- no. Ahora bien, había entre nosotros siete hermanos. El primero se casó y muñó Y, no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. Sucedió lo mismo con el segundo, y con el tercero hasta los siete. Después de todos murió la mujer. En la resurrección, ¿de cuál de los siete será la mujer? Porque todos la tuvieron. Era una trampa evidente que con cebo sutil los saduceos tendían al rabí, trampa que fue hábilmente resuelta por el interpelado. Conse- cuentemente, a trampas similares, por aquellos sus primeros protago- nistas, se las ha llamado siempre trampas saduceas. Imagino que, a estas alturas de la introducción, ya se han pregun- tado ustedes más de una vez sí yo me he equivocado de curso de ve- rano y a cuento de qué viene recor- dar esa anécdota evangélica. Pues viene a cuento de que hace algunos meses yo, bastante más in- cauto que el Maestro, caí en una de esas trampas saduceas, artera- mente tendida entonces por el Dr. Vega Cernuda, coordinador de este curso y bien conocido de todos ustedes y de cuantos en España nos interesamos con los Estudios de Traducción. Y digo lo dicho porque en algún momento de los meses pasados me llegó un correo electrónico ('emilio' para los íntimos) que firmaba el Dr. Vega y que más o menos venía a decir: Como a ti te 'gusta' tanto Orte- ga, podrías hablar sobre 'Esplendor y miseria de la crítica de la traduc- ción en los medios'... Dejemos de lado la explícita iro- nía del Dr. Vega con el tema de Or- tega, porque ya he dicho en más de una ocasión que Ortega ha sido el diletante que más daño ha hecho en este país a los Estudios de Traduc- ción. El resto ('podrías hablar sobre esplendor y miseria de la crítica de traducciones en los medios?'), el resto, digo, fue una trampa saducea muy bien tendida (fíjense en ese podrías tan amable, pura condición y Potencialidad...), trampa saducea en la que, incauto de mí, caí -como digo-, porque acepté el encargo sin haber medido bien mis fuerzas ni tampoco el alcance de la propuesta. Y es que allí y en aquel mo- mento dieron comienzo los proble- mas, porque fue lo primero acudir al diccionario y ver qué entende- mos exactamente por 'esplendor'. Y nuestra docta Academia dice que 'esplendor' tiene tres distintas acep- ciones: 1. lustre y nobleza; 2. apogeo y auge; y 3. color blanco, hecho de Cascaras de huevos, que servía pa- ra iluminaciones y miniaturas. Descartada por inadecuada al % üeronymus 127

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Esplendor y miseria de la críticade la traducción en los medios

Julio César Santoyo

Hay un momento en el evangeliosegún san Mateo, allá por el capí-tulo 22, versículos 23-33, en el quecuenta el discípulo como a Jesús"se le acercaron unos saduceos,esos que niegan que haya resurrec-ción, y le preguntaron":

Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriese sintener hijos, su hermano se casará con laviuda, para dar descendencia a su herma-no. Ahora bien, había entre nosotros sietehermanos. El primero se casó y muñó Y, noteniendo descendencia, dejó su mujer a suhermano. Sucedió lo mismo con el segundo,y con el tercero hasta los siete. Después detodos murió la mujer. En la resurrección, ¿decuál de los siete será la mujer? Porque todosla tuvieron.

Era una trampa evidente quecon cebo sutil los saduceos tendíanal rabí, trampa que fue hábilmenteresuelta por el interpelado. Conse-cuentemente, a trampas similares,por aquellos sus primeros protago-nistas, se las ha llamado siempretrampas saduceas.

Imagino que, a estas alturas dela introducción, ya se han pregun-tado ustedes más de una vez sí yome he equivocado de curso de ve-rano y a cuento de qué viene recor-dar esa anécdota evangélica.

Pues viene a cuento de que hacealgunos meses yo, bastante más in-cauto que el Maestro, caí en unade esas trampas saduceas, artera-mente tendida entonces por el Dr.Vega Cernuda, coordinador de estecurso y bien conocido de todosustedes y de cuantos en España

nos interesamos con los Estudiosde Traducción.

Y digo lo dicho porque en algúnmomento de los meses pasados mellegó un correo electrónico ('emilio'para los íntimos) que firmaba el Dr.Vega y que más o menos venía adecir: Como a ti te 'gusta' tanto Orte-ga, podrías hablar sobre 'Esplendory miseria de la crítica de la traduc-ción en los medios'...

Dejemos de lado la explícita iro-nía del Dr. Vega con el tema de Or-tega, porque ya he dicho en más deuna ocasión que Ortega ha sido eldiletante que más daño ha hecho eneste país a los Estudios de Traduc-ción. El resto ('podrías hablar sobreesplendor y miseria de la crítica detraducciones en los medios?'), elresto, digo, fue una trampa saduceamuy bien tendida (fíjense en esepodrías tan amable, pura condicióny Potencialidad...), trampa saduceaen la que, incauto de mí, caí -comodigo-, porque acepté el encargo sinhaber medido bien mis fuerzas nitampoco el alcance de la propuesta.

Y es que allí y en aquel mo-mento dieron comienzo los proble-mas, porque fue lo primero acudiral diccionario y ver qué entende-mos exactamente por 'esplendor'.Y nuestra docta Academia dice que'esplendor' tiene tres distintas acep-ciones: 1. lustre y nobleza; 2. apogeoy auge; y 3. color blanco, hecho deCascaras de huevos, que servía pa-ra iluminaciones y miniaturas.

Descartada por inadecuada al

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caso esta última acepción, el Dr.Vega suponía, pues, que yo debíatratar hoy del lustre, la nobleza, elauge y el apogeo de la crítica detraducciones en los medios. ¡Quéiluso -pensé en aquel momento-,qué ingenuidad la del Dr. Vega, quecree en el auge, en el apogeo, en ellustre y la nobleza de la crítica detraducciones en los medios!

Como me quedaba la otra carade la moneda, la de la miseria,acudí también acto seguido a laAcademia, y entre otras acepcionestan poco pertinentes como las ante-riores cascaras de huevo, hallé queel término 'miseria' vale tanto comocantidad insignificante ("me envióuna miseria"), mezquindad y parsi-monia, falta de lo necesario, pobre-za extremada...

Sí, aquello ya parecía encajaralgo mejor en la idea preconcebidacon la que uno se había acercado altema que el Dr. Vega proponía.Porque yo partía de la idea de quede esplendor, nada de nada, y encambio mucho de miseria (en lasacepciones y sentidos aludidos).¿Estaba o no estaba yo en lo cierto?

Los que hoy llamamos mediosde comunicación son un fenómenorelativamente reciente en la histo-ria: los más antiguos datan del sigloXIX y alguno de ellos apenas tienequince años. En cambio, la críticade traducciones y traductores tieneya siglos, y hasta milenios, de his-toria, en los que, junto a muy esca-sos elogios, en general se ha veni-do despachando muy a gusto con-tra ellas (las traducciones) y conse-cuentemente también contra ellos(los traductores), con actitudesdesairadas y frases más que lapi-darías. No resulta novedoso afirmar

que la traducción ha sido durantesiglos el pimpampum de la literatu-ra, la cenicienta de las letras y elblanco de todo tipo de dardos y ve-nablos envenenados.

Siendo como es uno de losoñcios más antiguos del mundo esmuy probable que sólo otro oficiobien conocido, y también ances-tral, haya coleccionado y tenga ensu haber tanto denuesto, diatriba ydescrédito.

Ya san Jerónimo se queja, a fi-nales del siglo IV, en su epístola aPamaquio, de las "lenguas estúpi-das" que censuraban con duras crí-ticas una de sus traducciones me-nores, una simple carta del papaEpifanio: Ladran contra mi. —dice-y por ahí van pregonando entre ne-cios que soy un [traductor] falsario".Y repite dolorido: Me llaman falsa-rio y hasta las mujerzuelas, entrehusos y bordados, me clavan lasuñas.

El franciscano inglés Roger Baconfue en el siglo XIII un crítico acerbode traductores y traducciones, enparticular de las llevadas a cabo enla mal denominada 'escuela' de To-ledo. En varías obras y ocasionescita por sus nombres a Gerardo deCremona, Miguel Escoto, Alfredo elInglés, Hermann el Alemán y demástraductores toledanos "de innume-rables obras" -dice-. Y añade su crí-tica censoria:

Pero no conocían las ciencias ni las lenguas,ni tampoco el lattn... Tradujeron mal, pési-mamente, y con la falsedad de sus traduc-ciones alteraron toda la filosofía. Gracias aellos quedaron inutilizados sobre todo loslibros de Aristóteles... Nadie sabe hoy quédice Aristóteles, pues lo que un traductordice otro lo niega... Hay tanta falsedad ensus obras que a ninguno de ellos es posibleadmirar. Para que una traducción resultecorrecta conviene que el traductor conozca lalengua de la que traduce, la lengua a la que

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traduce y la ciencia que quiero traducir.Pero... ninguno de los citados supo algo quemerezca la pena sobre las lenguas y lasciencias... Hermann el Alemán, [por ejemplo],del que Gerardo de Cremona fue muy amigo,todavía vive y es obispo. Al preguntarle yopor algunos libros de lógica que tuvo quetraducir del árabe, me dijo con toda claridadque no sabía lógica... Tampoco supo bien elárabe, como me confesó, por lo que fue uncolaborador de las traducciones más que untraductor, pues tuvo consigo en España asarracenos, que fueron fundamentales ensus traducciones. Del mismo modo MiguelEscoto se atribuyó muchas traducciones,pero es seguro que trabajó en ellas un judíollama Andrés..., y no conoció las ciencias nilas lenguas. Y así todos los demás...

¡Del Compendium studii philosophiae; eltexto laüno, en J.S. Brewer, ed., Fr. RogeriBacon opera quaedam hactenus inédita,vol. I (Opus Tertium, Opus Minus, Com-pendium Philosophiae), Kraus Reprint, 1965[1859], pp. 466-472J.

Son opiniones de un contempo-ráneo de nuestra mal denominada'escuela' de traductores de Toledo.Y de un contemporáneo muy cua-lificado, por cierto, probablementeuna de las mentes más brillantesde su siglo.

Las invectivas contra traducto-res y traducciones no han cesado,ni antes ni después de Roger Ba-con, y componen toda una secularantología que no ahorra críticas,vitriolo y descalificaciones. Elijo alazar tan sólo unas breves mues-tras, de la edad moderna y con-temporánea:

Gonzalo Jiménez de Quesada,en El antijovio, en torno a 1570: Dehombres doctos se hallarán pocos, yesos pocas veces, que hayan abajá-dose a este oficio de traducciones; ysí alguna vez alguno lo ha hecho, sehabrá hartas arrepentido d'ello.

José Antonio González de Salas,en 1633: Solo se ocupan en traduc-ciones los incapaces... Y repite: Sólose halla acometida (la traducción],

por la mayor parte, de la turba másincapaz...

John Denham, en 1648: Tal esnuestra soberbia, o demencia, o des-tino, que excepto los pocos que nosaben escribir, todos traducen.

Montesquieu, en sus Cartas per-sas: Las traducciones son como lasmonedas de cobre...: flojas siemprey de baja ley.

Georges Lafourcade, ya en 1945:Los traductores.., son unos misera-bles anónimos a sueldo de un ne-grero o, si no, gente de letras de se-gunda fila que sin conciencia ni com-petencia obtienen... la sinecura detraductor habitual de un gran hom-bre y explotan desvergonzadamenteese filón, viviendo como parásitossobre la piel de su autor.

Acaso por esa misma razón, afinales del XVIII Leandro Fernándezde Moratín confesaba entre bromasy veras en una breve cuarteta: Quesi yo me llego a ver / una vez deses-perado,/o me meto a traductor/o medegüello o me caso.

El eterno tópico, pues, cáusticoy denigrativo, del que pueden ha-llarse mil ejemplos además de loscitados.

Todo ello delataba un claroestado de opinión crítica que haperdurado per saecula saeculorum,generación tras generación. Opinio-nes, por otro lado, de autoridad, fir-mas nada menos que por Montes-quieu, Boscán, Cervantes, Moratín,Roy Campbell, Ortega o el padreIsla. Lo paradójico, sin embargo, esque algunos de los citados, tambiénellos, fueron traductores...

En España, lo habitual hasta ha-ce aún muy pocos años (salvo hon-rosas excepciones) ha sido el ano-nimato del traductor, el plagio desu obra y el descrédito de uno y deotra: o se ignoraba esa tarea, o se la

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silenciaba, o se la denigraba, o se laplagiaba. De todo ha habido en estaviña del Señor.

Unamuno, que tradujo trece volú-menes del inglés, tres más del ale-mán y algo del danés, con un totalde más de cuatro mil páginas,cubrió de silencio sus traducciones.La obra traductora de Manuel Ma-chado ha sido pudorosamente si-lenciada. El silencio más total cu-bre también las muchas y muycorrectas traducciones de ManuelAzaña, que fuera presidente de laRepública, a pesar de que vertióal castellano obras de Voltaire, Gi-raudoux, Mme. de Staél, Ches-terton, Bertrand Russell y GeorgeBorrow. Cuando se consulta, porejemplo, la Historia y crítica de laLiteratura Española, dirigida por elacadémico Francisco Rico, y se acu-de a su volumen VII, compilado porel también académico Víctor Garcíade la Concha bajo el título de Edadcontemporánea: 1914-1939, en edi-ción de 1984, el curioso lector hallatres páginas dedicadas a Azaña (16-18), que, después de pasar revista asus obras, terminan con la frase:"Deben cargarse, por supuesto, en elhaber de la literaliedad azañista suoratoria... y sus diarios..." Ningunamención, ni la más mínima, a sustraducciones.

Y de plagios ya no hablemos. En1920-21 un administrativo de laBolsa de Comercio de Madrid, Ma-nuel Pérez y del Río-Cosa, publi-caba la primera traducción espa-ñola de Los cuentos de Canterbury,de Geoffrey Chaucer. Pues bien:todavía hoy se sigue editando yvendiendo en nuestras librerías elplagio descarado que Juan G. deLuaces hizo de esa traducción amediados de los años cuarenta.

En 1980 Ediciones 29, de Bar-celona, publicaba la novela de

Lawrence El amante de ladyChatterley. Firmaba la traducciónJ. León Ignacio, plagiario, y por lotanto ladrón manifiesto de una an-terior traducción firmada por Fede-rico López Cruz y publicada diezaños antes en Méjico y en Santiagode Chile.

Los tribunales de justicia -nadamenos- han condenado a VázquezMontalbán -nada menos- por haberplagiado la traducción del JulioCésar, de Shakespeare, que habíahecho y publicado nuestro colegaÁngel Luis Pujante, catedrático deFilología Inglesa en la Universidadde Murcia. Y el .pasado 12 de mayoel asesor jurídico de la AsociaciónColegial de Escritores, en repre-sentación también de Ángel LuisPujante, presentaba una demandapor plagio de esa misma traduc-ción, esta vez contra Manuel LuisCanseco Godoy. Vide Vasos comu-nicantes, 16 (2000), p. 84.

El domingo 21 de febrero de1988, El País (p. 14) daba el títulode Traductores ignorados' a su sec-ción 'El onbudsman', en la que, co-mo es bien sabido, se recogen ycomentan las quejas de los lectores.Al parecer,, dos semanas antes deesa fecha el crítico Rafael Conte ha-bía publicado en el mismo periódicouna reseña de la versión españolade la obra de Le Clézio El buscadorde oro. Y el escritor Manuel SerrâtCrespo, que era el traductor deltexto desde el francés, había escritoal periódico "para formular -se diceallí- una enérgica protesta". Sigoleyendo en el diario madrileño:

En la ficha del libro de Le Clézio se omitía elnombre del traductor. Serrât piensa que setrata de un evidente olímpico desprecio queel señor Conte muestra hacía el colectivoliterario de los traductores, cuya labor es,sin embargo, imprescindible y meritoria. Ensu queja -prosigue el periódico- alude aotras crítícas del mismo periodista en las que

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también faltaba en la ficha el dato del tra-ductor. "Creo", escribe [Serratl, qué es ho-ra ya de que tales desafueros terminen...Serrât reclama: El traductor es autor depleno derecho con respecto a su traducción,y el reconocimiento de este derecho -paramí y para todos mis colegas- me parece algodebido a la justicia m á s elemental, justiciaque El País se empecina en negarnos...

Y sigue la explicación, que no jus-tificación, de Rafael Conte, paraacabar el onbudsman reconociendoque "una información esencial, comoSerrât acertadamente califica estosdatos, no se ha facilitado completaen esté caso y en otros.

Silencios, pues, olvidos, plagios,descrédito, censura, anonimato...No son términos muy alentadoresque digamos. Pero ese era mi puntode partida.

¿Había hoy en día otro pano-rama? ¿Hay hoy una crítica sólida(constructiva o destructiva, pero só-lida) de la labor de los traductores?¿La hay en los medios? Tales eranlas preguntas a las que se me pedíaque diera respuesta.

* * *

Comencé, por lo tanto, hace yaalgunos meses a 'peinar' los me-dios, los medios de comunicación,que, como también acota el dic-cionario, son los órganos destina-dos a la información pública. Nosabría ahora decir sí la cosecharecogida es digna del tiempo y elesfuerzo empleado, pero he de re-conocer que sí rae ha resultadointeresante comprobar el estado dela critica de traducciones en nues-tro país, a fecha de 1999 y de 2000,es decir de hoy, o de ayer mismo.

Acompáñenme ustedes unos mo-mentos y repasen conmigo esos"órganos destinados a la informa-ción pública".

En primer lugar, de la prensadiaria ni siquiera cabe hablar, por-que son muy otros los temas que enel diario devenir interesan al lector:deportes, política nacional e inter-nacional, sucesos, notas necroló-gicas, toros, economía, el tiempo,horóscopo, crucigrama y cotilleosocupan la práctica totalidad decualquier periódico nacional. Y na-da digamos de los diarios regio-nales o locales.

Nada digamos tampoco -porquenada hay que decir- de esa multi-tud de semanarios, de toda índoley condición, que llenan quioscos,salones de peluquería, antesalas dedentistas y -no nos engañemos-muchos también de nuestros hoga-res. Semanarios de cotilleos, ecosde sociedad y amplísima circulacióncomo Hola, Lecturas, Diez Minutos,Pronto y Semana, o bien de condi-ción sociopolítica como Cambio 16,Tiempo o el desaparecido Tribuna.En cuanto a Interviú, bien sabenustedes de qué va, que no es pre-cisamente de traducciones.

La televisión es hoy en día unode los medios más universales ymás presentes también en la vidade cualquiera de nosotros. Pero unrepaso detallado a la programaciónde las cadenas nacionales o auto-nómicas se llena inmediatamente,en cualquier época del año, defútbol y demás deportes (hasta lasaciedad), películas, concursos, se-ries españolas o americanas, dibu-jos animados, documentales, noti-cias, anuncios, más anuncios, ypoco más.

Los tres canales de TelevisiónEspañola (incluido el internacional)dedican mínimos espacios al libroy cuando lo hacen se ocupan, co-sa lógica, del autores españoles o,como mucho, hispanoamericanos.Así, el pasado viernes 16 de junio la2a cadena de TVE ocupó entero su

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espacio 'Libros' al nuevo título deAna Ma Matute, Aranmanoth. Y elprograma 'Blanco sobre negro', dela 2a cadena de TVE, se dedicóíntegramente el siguiente domingo,25 junio, a la obra de AntonioColinas.

De las cadenas privadas de te-levisión, casi mejor no hablar: lacrítica de libros no es mediática-mente rentable, y la de librostraducidos mucho menos. Calidad,cultura e intelecto siguen en esospagos sendas muy distintas de lasque a nosotros nos interesan, comomás de uno habrá podido compro-bar en el fenómeno cultural porexcelencia de este verano: GranHermano dicen que se ha llamado...Ni siquiera en el nombre han sidooriginales, porque son muchos losaños que han transcurrido desdeque George Orwell habló de 'BigBrother' en su novela NineteenEighty Four.

De programas de radio, más delo mismo: música, noticias, deporte(mucho deporte), publicidad, entre-vistas, tertulias de actualidad... Hayuna excepción: yo soy un adicto aRadio 5 I Todo Noticias. Tiene esacadena de ámbito nacional un es-pacio diario sobre libros que he ve-nido siguiendo con atención desdeque el Dr. Vega me embarcó en estanave. Y he oído allí todos los díascomentarios sobre títulos en espa-ñol, como el libro de poesía Ensayogeneral, de Francisca Aguirre (3 dejulio) o Los fuegos del sacramento,del uruguayo Alejandro Paternain(17 julio); y comentarios tambiénsobre muchos libros traducidos,como Sobreviviré, de Helen Fielding(12 julio), en versión del inglés, Lahora de la estrella, de ClariceLispector, traducida del portugués(15 de junio) o Los Maia, de Eça deQueiros, también traducido del por-tugués. Sin embargo, en ninguno,

en ninguno de esos casos se men-cionó siquiera el hecho de que setratara de traducciones ni, por su-puesto (¡faltaría más!) se mencionóel nombre del traductor. Muchomenos se hizo una crítica de sucondición traducida. Silencio... total

Atareado como he estado por elencargo del Dr. Vega, en los mesespasados he repasado también contodo detalle los suplementos cul-turales de varios periódicos: 'Babe-lia', de El País, 'Caballo Verde', deLa Razón, 'El Cultural', de ABCy también 'El Cultural' de El Mun-do...: como es habitual en talessuplementos, reseñaban, comenta-ban, 'hablaban' en definitiva, entreunos y otros, de lo que calculopueden haber sido varios cientos detraducciones de reciente publica-ción en España. Pues bien: lo quede esos cientos de traducciones, encuanto traducciones, se dice o secomenta en tales suplementos cul-turales y literarios cabría, con bue-na letra, en algo menos de un folio.

Para empezar, el suplemento delibros y arte 'Caballo Verde' del pe-riódico La Razón no hace en susreseñas la más mínima mención deltraductor de una obra extranjera nimención alguna al hecho de que seesté hablando de una traducción.Los números correspondientes al 9y al 16 de junio son claro ejemplode ello: la biografía de DorothyParker, de Marion Meade (Edit.Circe), el estudio de Joseph PearceTolkien: Hombre y Mito (Edit. Mi-no tauro), la obra de Gertrude SteinGuerras que he visto (Edit. Alba), elnuevo bestseller de Harold BloomCómo leer y por qué (Edit. Ana-grama) , El puente del Cuerno deOro (Edit. Alfaguara) de la escritoraturco-alemana Emine Sevgi Özda-mar o la nueva novela del escritorserbio Mirolad Pavíc El último amoren Constantinopla (Edit. Akal)...,

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todos son títulos que podrían pen-sarse escritos en español, dado queen ese suplemento de La Razón niel traductor ni la condición tradu-cida de la obra aparecen por partealguna. Tan sólo en el caso de labiografía de Dorothy Parker (reseñade página completa), al mencionar ala autora [Marion Meade], se añadede pura pasada qué "por cierto, hasido traducida con deficiencia envarios tramos". Todo un ejercicio decrítica sólida y bien fundada, comopuede apreciarse.

En el suplemento 'Caballo Verde'el traductor se ha tornado invisible.Y si Laurence Venuti ha tituladouno de sus libros The Translator'sInvisibility, es más que probableque tal título se le ocurriera al leerlas reseñas de este suplemento deLa Razón.

En 'Babelía', el suplemento se-manal de El País, sí se mencionacasi siempre el nombre del traduc-tor al comentar determinada ver-sión de un título extranjero. Pero yocalculo, de nuevo, que en más del95 % de las reseñas está ausentecualquier comentario, crítico o no,sobre la traducción. Y cuando loshay suelen ser de una banalidadque sonroja. Así, al comentar el 10de junio la primera versión espa-ñola de Enfantines, ocho relatos deValéry Larbaud, se dice únicamenteque el libro está "traducido ahora, yespléndidamente, con el título de Dela tierna edad". Nada más. Así, el12 de agosto, en la media páginaque se dedica a la novela delirlandés Flann O'Brien El tercerpolicía, tan sólo se dice que "lapresente traducción de Héctor Arnausuena muy bien en castellano".

Con todo y con eso, el suple-mento 'Babelia' protagonizó en sudía el ejemplo más extremo decomentario, que ya otras veces he

citado: era el ejemplar correspon-diente al 26 de septiembre de 1992y la reseña trataba de la entoncesreciente edición y traducción espa-ñola del libro Ensayos y conferen-cias. Como no podía ser menos, allíse citaba correctamente a su autor,el escritor austríaco Robert Musil;pero a la hora de mencionar al tra-ductor, se leía (me crean o no) losiguiente, al pie, píe de la letra:"Traducción de Fulano de Tal".No cabe mayor desdén ni mayordesaire: y me da igual sí fue error,broma, olvido o duende de impren-ta. No se decía: un libro tituladoXXX; ni se leía: Autor, Fulano deTal. No: la expresión se reservó parael traductor o traductora. En todocaso, sintomático. La mano anóni-ma tira la piedra contra el tejado decristal y, si algo se rompe, tampocoimporta mucho.

El 'Cultural' de ABC camina porparecidos senderos, siempre etéreose imprecisos. De una traducción delalemán tan sólo se dice que es"dúctil" (10 junio, p. 22). De otra,también del alemán (nada menosque las Poesías completas deNovalis), se anota brevísimamenteque el traductor "ha optado por unaversión muy libre, que sin embargoresulta en todo momento coherente ylegible" (17 junio, p. 15). De unatercera, en este caso del francés, senos dice que el traductor "en un parde ocasiones se arriesga quizá másde lo preciso, pero... siempre con-sigue transmitirnos lo importante deforma irreprochable" (24 junio, p.30).

Pocas, muy pocas son las excep-ciones que se escapan a esta reglageneral de conducta, de modo quecuando no es el silencio total es labanalidad crítica, sí de crítica pode-mos hablar, naturalmente.

¿Opinión personal? No lo creo.En una de esas reseñas ('El Cultu-

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ral' de ABC, 17 junio, p. 22) AnaEchegoyen reconoce que "pocas ve-ces se dice apenas algo del tra-ductor". Visto lo visto, yo diría másaún: pocas, muy pocas veces sedice apenas algo de la traducción.

Pero en busca de otras opinio-nes, traigamos aquí una voz dife-rente de la mía y veamos lo queopina. Es en este caso la voz deJuan Gabriel López Guix, que ellunes 4 de octubre de 1999 comen-taba en El trujamán:

En muchos lugares, la información sobre eltraductor se considera superflua y se omite.En los periódicos, por ejemplo, casi nunca seincluye el nombre deltraductor en los avances editoriales de unaobra Y luego, claro está, existe el graue pro-blema de los reseñadores que comentan unatraducción como sí hubieran leído el original.

Algunas semanas más larde, elmartes 16 de noviembre, y animadoquizá por esta primera reflexiónsuya, López Guíx volvía a interveniren El trujamán con una páginatitulada 'Ausencias', en la que des-cendía al terreno de lo concreto yejemplificaba lo dicho en octubre.Le cedo dos minutos la palabra:

Los siguientes fragmentos [dice] pertenecena reseñas aparecidas a lo largo de 1999 enel suplemento literario del diario de mayordifusión de España.

Sobre [la edición española de]Paraíso, de Toni Morrison:

"Paraíso es una gran novela, pero no es unanovela perfecta... Ciertas debilidades espo-rádicas... palidecen merced a la maestría desu lenguaje. Un lenguaje que desala bellezay elasticidad. Un lenguaje cuya grandeza yfuerza poética resuenan en lo más recónditode nuestra conciencia, y por el que cuantosla hemos leído estamos en deuda con ella"

¿Y con nadie más? [se preguntaLópez Guíx].

Sobre [la edición española de]Chaqueta blanca, de HermanMelville:

"El hilván narrativo de Chaqueta blanca esaccidental, pero su descripción se sustentaen el poderío de una prosa que, aun no sien-do tan fatalista como en Moby Dick, levantaoleajes y despliega pasiones con una rotun-didad inolvidable. Asombra más todavía sa-ber que Chaqueta blanca fue escrita en dosmeses".

[Y López Guix se pregunta:] ¿Yen cuántos fue escrita la traducción?

Sobre [la edición española de] Elretorno del halcón, de Yasar Kemál;

"Kemál utiliza una lengua, la turca, rica enregistros poéticos, en realidad más linca queépica, una lengua que se engasta a una cul-tura literaria firmemente entroncada en Lasmil y una noches y en Hornero por la par-te clásica, y en Chejov y Stendhal por lamoderna".

Prodigioso crítico [concluye LópezGuíx], que leyendo en castellano en-tiende en turco.

Otra opinión complementaría esla de nuestra colega Julia Escobar,también en El Trujamán del jueves9 de marzo de este mismo año2000. Dice allí:

Hay una objeción que los traductores, aúnmás que los traductólogos, suelen hacer alos suplementos literarios y a las revistasque se dedican a la crítica de libros: es queno prestan la merecida atención a latraducción. La mayoría se limita a cumplircon el requisito de citar al traductor y losmás puristas llegan, como mucho, amencionar la lengua de la que ha sidotraducido el libro. Pare usted de contar.Quienes somos traductores a un tiempo quecríticos hemos tenido más de una vez ladolorosa expe-ríencia de Ver mutiladosnuestros textos precisamente donde más nosduele: en las escasas líneas que el exiguoformato de la revista o el periódico de tur-no nos permite, dedicadas a la traducción; yda igual que lo hagamos para denostarla oensalzarla: la tijera del editor no encuentra

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mejor segmento de nuestro discurso que elque se dedica precisamente a analizar di-chos aspectos.No hay duda de que la critica de la traduc-ción es algo más serio y profundo que unamera apreciación estilística y que no bastacon despachar con un adjetivo todo un pro-ceso de elaboración filológica (que es lo quese suele hacer casi siempre), pero de ahí alabsoluto silencio sobre una transacción inte-lectual sin la cual el libro no sólo no podríaser objeto de crítica sino tan siquiera de lec-tura por parte de quienes carecen de compe-tencia lingüistica para acceder al original,hay un gran paso que todavía no se hadado.

Parece, pues, que no solo setrata de opiniones mías, que entodo caso, si lo fueran, quedaríanbien corroboradas por manifesta-ciones tan claras como las que aca-bo de leer.

Cambiemos de tercio y acuda-mos ahora a las revistas especia-lizadas en libros, que tampoco sonmuchas.

Las más de 100 páginas de larevista mensual Qué leer representauna importante decepción en el as-pecto que hoy tratamos. Sus re-señas de libros para nada men-cionan la condición traducida demuchos de ellos, limitándose (y nosiempre) a dar el nombre del tra-ductor en la correspondiente fichabibliográfica. Como mucho, y deciento en viento, se halla la consa-bida coletilla 'apreciativa'. En todoun número, el 45, del pasado mesde junio, tan sólo se nos dice, alhablar de la versión catalana de Laciudad de los prodigios, de EduardoMendoza, que su traductor "ha con-seguido una versión más que co-rrecta... La novela fluye perfecta-mente en catalán" (p. 78). Eso estodo: de las demás traduccionesreseñadas, absolutamente nada.

Tampoco la Revista de Libros, dela Fundación Caja Madrid, destacapor sus críticas de traducciones.

Como ejemplo, valga la reseña de laversión española, Huesos de sepia,de Eugenio Móntale (n° 43-44,julio-agosto 2000), p. 49), en la que,aunque se habla mucho y de pasa-da de otras versiones de Móntale yse detiene el reseñador en el epílogoque el traductor añade al final dellibro, de la versión como tal tansólo se escribe una línea escueta,que dice: "El trabajo del traductor esriguroso".

Sí tengo que destacar en uno delos números de esta publicación(ibid., pp. 26-28) un único frag-mento crítico que, aunque breve,me ha parecido digno de lectura:Viene incluido en la amplia reseñade varías traducciones de MartínHeidegger, reseña que firma RamónRodríguez. Y resulta doblementenotable comprobar que Ramón Ro-dríguez no es crítico de profesión, nitraductor o editor, ni autor tampocohabitual de reseñas en estos me-dios. Es catedrático de Filosofía enla Universidad Complutense.

Hay, sí, un buen número de pu-blicaciones periódicas de caráctercultural, con importantes seccio-nes literarias, entre ellas Lateral,Album, cuadernos de Literatura In-fantil y Juvenil, Quimera, Letra In-ternacional, Reseña de Literatura,Arte y Espectáculos, etc. Todas lashe repasado y, aunque alguna hadedicado algún que otro dossierespecial a la traducción (Quimeraen su n" de octubre de 1995 y Le-tra Internacional en noviembre de1993), la crítica de traducciones co-mo tal está tan ausente de ellascomo de todo lo demás hasta ahoracitado.

Eliminadas radio, televisión, pren-sa diaria y semanarios, eliminadoslos suplementos culturales, y elimi-nadas las revistas literarias o 'de

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libros', ya que muy poco es lo quenos llegan a ofrecer, muy poco estambién lo que nos queda...

Porque de Internet tampoco ca-be decir mucho en el momentoactual, aunque esté empezando aser el medio más visitado, muycerca ya de la televisión: no haycrítica de traducciones en Internet.O yo al menos no las he encontradoen el mundo de habla hispana. Unbuen lugar para ello habría sido eldel Trujamán, del Instituto Cervan-tes. Pero me he repasado todas ycada una de sus páginas, desdehace ya casi dos años y hay de todomenos crítica de traducciones.

Sólo de vez en cuando, muy devez en cuando, han aparecido allíalgunas pinceladas críticas, siem-pre muy breves (apenas uno o dospárrafos, tampoco llegan a más) deRamón Irigoyen sobre la traducciónde Retrato del artista adolescente,de James Joyce, que hiciera Dá-maso Alonso (7 junio 1999); o la deEl gran Gatsby, de Scott Fitzgerald,que firma E. Pinas (13 septiembre1999); o la de El guardián entre elcenteno, de Salinger, que CarmenCriado publicó en 1978 (29 febrero2000); o bien sobre la labor de LuisGil como traductor de los clásicos(9 diciembre 1999), las Elegías dePropercio en español (30 mayo2000) o la antología de La poesíainglesa, en edición bilingüe deMariáManent (21 octubre 1999).

Y con eso, como decía Julia Es-cobar, puede pararse ya de contar,porque nada más puede ofrecernoseste medio extraordinario de la red,al menos de momento.

De todas las maneras, poco im-portaría todo lo hasta ahora dicho ycomprobado, poco importaría eseescasísimo panorama, si no fuera

por una importante circunstanciaconcomitante.

Traducir es esencialmente comu-nicar, traducir no es sino una for-ma de comunicar. Pero en todo pro-ceso de comunicación, sobre todoen la literaria, hay un grupo de lec-tores previos que mediatiza larelación entre autor y lector yque influye considerablemente enla producción y recepción de lostextos. Son los que Iris M. Zavaladenomina 'lectores privilegiados'.En nuestro caso, esos lectores pre-vios, privilegiados, son los críticosde libros, los autores de reseñasde textos traducidos, los editoresde medios de comunicación. Ellos-escribe Carmen Toledano- valoran,seleccionan y promocionan lasobras antes de que lleguen a manosde los lectores. Su lectura no esnunca una lectura inocente. Suvaloración en radio, televisión yprensa determina en buena medidala circulación de una obra. Plena-mente consciente de ese papel, JoséJavier Etayo escribía al término deuna reseña en 'El Cultural' de ElMundo (12—18 julio 2000, p. 20):

Yo ni quito ni pongo ley, pero ayudo a milector, en la medida de mis fuerzas, a quebusque su interés.

Le ayuda a que busque su in-terés, y bien me parece, pero altiempo se le sustrae parte impor-tante de la información: la relativa ala condición traducida de la obraque se informa y a las razones quejustifican esa condición.

Porque esa es, y no otra, la cir-cunstancia concomitante a que healudido: por todo lo visto y hastaaquí repasado, los lectores 'privile-giados' de cualquiera de los mediosactuales de comunicación (y lo quees peor: los propios medios de co-municación en cuanto tales) des-consideran sistemáticamente, salvo

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muy raras excepciones, la condi-ción traducida de los textos que re-señan; desconsideran la labor tra-ductora; con su silencio y bana-lidad crítica desconsideran inclusoal propio traductor. Y es más queevidente que utilizo el término des-considerar con clara intención eufe-mística: podrían usarse sinónimosmás explícitos.

Y todo ello (¡qué paradoja!) enun mundo en el que la traducciónse ha convertido en materia prima ynecesidad primaria de la comu-nicación. Hace diecisiete años, enseptiembre de 1983, yo escribía:"Querámoslo o no, vivimos inmersosen una cultura cuyo rasgo más ca-racterístico, más señalado y decisi-vo es el de ser una cultura tra-ducida". El mes pasado, más lacó-nicamente y con más autoridad queyo, el Premio Nobel antillano DereckWalcott esdríbía también: "Vivimosen un contexto de traducción" ('ElCultural' de El Mundo, 12—18 julio2000, p. 3).

Por ello, precisamente, porque vi-vimos en una cultura traducida yen un contexto de traducción, no esintranscendente el silencio, la ba-nalidad y en definitiva la descon-sideración con que los medios tra-tan a traducciones y traductores.En nuestro ámbito de traductores yde estudiosos de la traducción laactitud de tales lectores 'privile-giados' llega a ser decisiva y car-dinal, por ser excluyente y deter-minante.

etc. de alguien o algo. Atinado títuloel del curso, a la luz de lo que sobretraducciones y traductores encon-tramos en los medios de comuni-cación: porque cuando se silenciaalgo o a alguien y para nada se lomenciona, o cuando se habla dealgo o de alguien de manera insus-tancial y desconsiderada..., sobreese algo o alguien, sobre su honor,calidad, virtud o veracidad no cesande pesar dudas, sospechas, suspi-cacias e incertidumbres.

Que, al parecer, es lo que siguepesando sobre el quehacer de lostraductores.

Si entre nosotros (pero sólo en-tre nosotros) no son nada infre-cuentes las quejas y lamentos poresta situación (recuérdense las pa-labras de López Guíx o de Julia Es-cobar), uno también se preguntadónde están las soluciones, dóndelos remedios.

Yo, desde luego, no los tengo. Seme he pedido un análisis clínico dela crítica de traducciones en los me-dios y espero habérselo ofrecido:mucha más miseria, mezquindad,pobreza y cicatería, incluso muchomás silencio, puro y duro, que lus-tre, auge y esplendor. Porque es-plendor, lo que se dice esplendor,yo no he apreciado ninguno, Dr Ve-ga. Como mucho, pálidos destellosen una noche por demás oscura.

Lleva por título este curso El tra-ductor en entredicho. Y vuelvo, co-mo al principio, al diccionario de laAcademia y encuentro así definidoel término 'entredicho' en su cuartaacepción; Duda que pesa sobre elhonor, la virtud, calidad, veracidad,

Julio César Santoyo

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