espiritualidad y fortaleza femenina

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Pilar de Miguel (Ed.)

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  • Pila

    r de

    Mig

    uel (

    Ed.

    )

    ISBN 84-330-2037-4

    ueda especialmente reflejada en este libro la ambigedad de la

    virtud de la fortaleza cuando se aplica a las mujeres. Una expe-

    riencia comn y compartida que emerge rpidamente, bien se

    enfoque desde las distintas experiencias individuales o desde las estructu-

    rales. Sea desde la psicologa, la historia, la economa o la teologa, por men-

    cionar algunas.

    Tal vez la fortaleza femenina y su dimensin resistente y resiliente se deba

    a esta sabidura que ya Hildegarda de Bingen o el maestro Eckhart experimen-

    taron de regar el alma para que crezca, se expanda y se mantenga. Esa

    espiritualidad impregnada y centrada en la creacin cuya comprensin del

    sufrimiento tiene que ver ms con los dolores del parto del universo preados

    de vida y aspirando a plenitud que a pago por el pecado, propio del esquema

    de la cada que conlleva toda esa dimensin sacrificial abusiva, dolorista y

    desastrosa para todos, especialmente para las mujeres. Seguramente no es

    lo mismo acudir a la virtud de la fortaleza desde un esquema teolgico que

    desde otro y, sobre todo, los efectos que uno y otro originan en las mujeres

    (y en todos los seres humanos) son considerablemente distintos.

    Mara Pilar de Miguel es Profesora del IDTP de Bilbao. Coor-

    dinadora del Departamento de Ciencias de la Religin de la

    Escuela Universitaria de Magisterio Begoako Andra Mari (Ads-

    crita a la Universidad del Pas Vasco). Es miembro de diversas

    asociaciones espaolas, europeas e internacionales.

    QQ

    www.edesclee.com

  • Espiritualidad y fortaleza femenina

  • Descle De Brouwer

    Espiritualidad y fortaleza femenina

    Pilar de Miguel (Ed.)

    M Josefa Garca Callado

    M Isabel Matilla

    M Jos Arana

    Antje Rckemann

    Anabella Barroso

  • Pilar de Miguel, M Josefa Garca Callado, M Isabel Matilla,M Jos Arana, Antje Rckemann y Anabella Barroso, 2006

    EDITORIAL DESCLE DE BROUWER, S.A., 2006C/ Henao, 6 - 48009 [email protected]

    Queda prohibida, salvo excepcin prevista en la ley, cualquier forma de repro-duccin, distribucin, comunicacin pblica y transformacin de esta obra sincontar con la autorizacin de los titulares de propiedad intelectual. La infrac-cin de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra lapropiedad intelectual (arts. 270 y sgts. del Cdigo Penal). El Centro Espaolde Derechos Reprogrficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citadosderechos.

    Impreso en Espaa - Printed in SpainISBN: 84-330-2037-4Depsito Legal: BI-3225-05Impresin: RGM, S.A. - Bilbao

  • La Fortaleza de Botticelli

    La iconografa identifica tradicionalmente la virtud de la fortalezacon la imagen de una mujer armada de coraza, lanza, espada yyelmo. Llevar un escudo con el brazo izquierdo, pintndose sobrel una cabeza de len, y sobre ste una maza. La maza representa lafortaleza de cuerpo, la cabeza de len la generosidad de nimo y laespada desnuda sujeta con la diestra en torno a la cual se ha de poneruna gran sierpe que significa la prudencia.... (Para una mayor in-formacin, vase: CESARE RIPA, Iconologa, Akal, Madrid, 1987. Tomo I,pp. 437-440. Editio princeps 1593).

  • NDICE

    1. Deconstruccin-construccin de la virtud de la fortaleza . . 11Pilar de Miguel

    Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13Fortaleza, resistencia, resiliencia? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15Y su dimensin espiritual? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17Presentacin 18Para concluir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23Bendicin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

    2. Mujeres y resiliencia. Ubi Charitas ibi Deus . . . . . . . . . . . . . . . 25M Josefa Garca Callado

    Resiliencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27Las limitaciones del mtodo-mtodos psicoanalticos . . . . 28Semejanzas entre resiliencia y la funcin del cuidado. . . . 31Semejanzas entre resiliencia y profusin emocional . . . . . 37A modo de conclusin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40

    3. Desde el corazn de la vida. Fortaleza femenina y desarrollo . . 43M Isabel Matilla

    Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46Cuerpo econmico: hacer que otros sobrevivan . . . . . . . . . 51Mujeres fuertes: el valor social de la autoestima . . . . . . . . 61Audacia espiritual: reandar a la luz y al calor del

    corazn ardiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68De una tica de supervivientes a una tica de resistencia . . 72Mujeres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77

  • 4. Mujeres y espiritualidad de la resistencia . . . . . . . . . . . . . . . . 79M Jos Arana

    La espiritualidad de la resistencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81Mujeres, espiritualidad y resistencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88Exigencias de la resistencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93Creando redes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96La resistencia de las mujeres del xodo . . . . . . . . . . . . . . . . 98Es necesario rescatar la larga tradicin... de resistencia .

    de las mujeres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100Huellas y modelos en la literatura griega . . . . . . . . . . . . . . 101Siguiendo los rastros de las mujeres a lo largo de la

    historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104La resistencia contina: las mujeres han roto su silencio . . 115Acogemos la espiritualidad desde la resistencia de las

    mujeres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121

    5. Espiritualidad bblica y mujeres fuertes . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125Antje Roeckemann

    Tamar o la justicia prevalece . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131Tamar: una historia que da nimo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135Rajab: una marginada autosuficiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139Rajab: dialogando con el enemigo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141Rut: una mujer toma una decisin radical . . . . . . . . . . . . . . 144Rut: el retorno a una tierra extraa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146Betsab: un asunto entre hombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149Betsab: la protesta de una mujer ninguneada . . . . . . . . . . 152Las matriarcas: modelo para Mateo y desconocidas

    en la tradicin cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154Dilogo con las matriarcas. Elementos para una

    espiritualidad feminista cristiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157Cancin de las preguntas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157

    6. Mujeres, resistencia y vida cotidiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165Anabella Barroso

    Recuperar y generar memoria: una necesidad ineludible . . 168Precisando conceptos: identidad, vida cotidiana y

    experiencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171Historias cotidianas de resistencia. No estn todas las

    que son pero s son todas las que estn . . . . . . . . . . . . . . 180A modo de conclusin: debilidades, amenazas, fortalezas

    y oportunidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196

    NDICE

  • 1Deconstruccion-construccionde la virtud de la fortaleza

    Pilar de Miguel

  • 1DECONSTRUCCIN-CONSTRUCCIN

    DE LA VIRTUD DE LA FORTALEZA

    Pilar de Miguel 1

    Introduccin

    Podemos considerar extraordinario el hecho de la resistencia a lairresistible lgica nazi de destruccin. As comienza, ms o menos,Rachel F. Brenner su libro sobre la Resistencia ante el holocausto deEdith Stein, Simone Weil, Ana Frank y Etty Hillesun2.

    Es sugerente constatar cmo estas mujeres resisten gracias a laintrospeccin y la escritura de cmo desafiaron al terror y a la cats-trofe. Se da en ellas un trabajo de crecimiento personal humano a lavez que una conciencia reflexiva de lo que estaba sucediendo y unaapuesta de carcter tico llamativa a favor del mundo y la humani-dad a pesar de todo.

    13

    1. M PILAR DE MIGUEL es Profesora del IDTP de Bilbao. Coordinadora del Departamentode Ciencias de la Religin de la Escuela Universitaria de Magisterio Begoako AndraMari (Adscrito a la Universidad del Pas Vasco). Miembro de diversas asociaciones espa-olas, europeas e internacionales. Cuenta con publicaciones como: en colaboracin conSefa Amell, Atreverse con la diversidad, Verbo Divino, 2003 o en colaboracin con MercedesNavarro, 10 palabras clave en teologa feminista, Verbo Divino, 2004.

    2. Editado por Narcea, Madrid 2005.

  • Siguiendo la reflexin de Viktor Frankl, superviviente de Auschwitz,la vida es algo potencialmente lleno de sentido en cualquier cir-cunstancia, incluso en aquellas ms miserables y horrorosas, pode-mos descubrir el sentido de la vida a travs de la actitud que adop-tamos frente al sufrimiento inevitable, podra decirse que lo quedio sentido a sus vidas fue su lucha para preservar la fe, en mediode un mundo sin fe, y para seguir amando al mundo a pesar de sufalta de amor.

    El grado de libertad intelectual alcanzado les abri un sentido y lesdio una direccin. No debemos ignorar las posibilidades de com-prensin, adquiridas a travs de una formacin humanstica de pri-mer orden, que sin duda ayud en mucho a su lucidez, al mismotiempo que a su perplejidad ante lo que estaba sucediendo.

    Dice Rachel F. Brenner en la presentacin del libro citado que, esimportante sealar que la conciencia de feminidad subyace y refuer-za el desafo de las cuatro mujeres al terror hitleriano, al identificarlos valores humanistas con el sentido de las capacidades singularesy el destino particular de las mujeres. Sus puntos de vista sobre stasestn vinculados indisolublemente a sus esperanzas y planes deredencin moral del mundo. Aunque como judas, estaban conde-nadas al aislamiento, al sufrimiento y a la muerte, siguieron consi-derndose a s mismas como mujeres con una serie de obligacionespara con el mundo.

    De modo que hay todava un elemento ms o un carcter especficoque aadir a los anteriores y es el de su condicin femenina. Laafrontaron de diversas maneras, cada una a su modo, sin embargoesa conciencia est presente tanto en su camino personal como en sucompromiso tico. No es fcil sustraerse en la tradicin judeocristia-na a esa bendicin-maldicin casi original que llevan intrnsecay ambiguamente las mujeres nicamente por su condicin en rela-cin con su compromiso inexcusable con el cuidado de la humani-dad.

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    DECONSTRUCCIN-CONSTRUCCIN DE LA VIRTUD DE LA FORTALEZA

  • Como bien canta Dulce Mara Loynaz en su poema XXVI 3:

    La palabra noble es ciertamente un indicio; la obra til es ya una esperanza. Pero slo el amor revela-como de un golpe de luz-la hermosura de un alma.

    Esta fe testaruda en el mundo como deba ser no implica ni ingenui-dad tica ni estrechez de miras teolgica. Para preservar el valor delser estas mujeres necesitaron reafirmar a Dios, aunque hubiera desa-parecido del horizonte. Sin negar que Dios podra tener un puesto enel futuro histrico, el Dios al que ellas se volvieron no era el Dios de lahistoria. Ese Dios ya no poda inspirar confianza y paz interior. Su bs-queda de comunin con Dios sigui por caminos ms ticos y reflexi-vos. Podemos decir que se solidarizaron con Dios en su debilidad.

    Su resistencia al horror nos deja un complejo legado para buscar elsentido de la vida en medio de una brutalidad carente de sentido, deodio inimaginable y de muerte atroz.4

    Fortaleza, resistencia, resiliencia?

    La primera intuicin o inquietud surge ante el abanico tan ampliode connotaciones que comporta la virtud de la fortaleza5 cuando se leatribuye especialmente a las mujeres.

    Esta sospecha hermenutica se hunde muy atrs en el tiempo y enla consciencia o el inconsciente de mi biografa y carpeta de refle-

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    ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA

    3. DULCE MARA LOYNAZ, Antologa lrica, Colecc. Austral, Espasa Calpe, Madrid,1993.4. RACHEL FELDHAY BRENNER, Resistencia ante el Holocausto. Edith Stein, Simone Weil, Ana

    Frank y Etty Hillesun, Narcea, Madrid 2005 pp 14-22.5. Fortaleza (Kartera = firmeza, resistencia) es, por tanto, una disposicin del alma que

    responde a la ley suprema al afrontar las cosas o la conservacin de un juicio estable alsoportar o repeler las cosas que parecen dignas de ser temidas o el conocimiento de lascosas dignas de ser temidas y de sus contrarias o de las que deben ser absolutamente des-preciadas, conservando un juicio estable con respecto a tales cosas... (Esfero, s. III a.C.), dis-cpulo de Zenn y de Cleantes (Los estoicos antiguos, Gredos, Madrid, 1996). Agradezcoespecialmente a mi colega Pedro Marcos de Cossio su ayuda en los temas relativos a los cl-sicos y la informtica.

  • xiones pendientes. Apenas puedo rescatar unas notas de una poesaque no es ma ms que en el impacto que produjo en su momento,cuando empez a dolerme la raz de las alas (Dulce Mara Loynaz)y que dice:

    una mujer fuerte es una masa de cicatrices que duelen cuandollueve, y de heridas que sangran cuando se las golpea, y derecuerdos que se levantan por la noche y recorren la casa de unlado a otro calzando botas. Una mujer fuerte es una mujer queama con fuerza y llora con fuerza y se aterra con fuerza... Y loque la conforta es que la amen tanto por su fuerza como por sudebilidad, que emanan del mismo sitio....

    Precisamente esta virtud desde la perspectiva y experiencia femeni-nas es por lo menos ambigua. As parece entenderlo tambin unacancin de J. M. Serrat que adverta, a quien presumiera de sus redaos,que la vida le dara ocasin para demostrarlo. Confieso que era su melo-da la que sonaba mientras conceba este libro y la que sigue sonan-do tras las aportaciones de cada una de las autoras.

    Como las escritoras se han encargado de ampliar el registro sapien-cial considerablemente desde la primera inquietud, ahora emergeuna ms completa y nueva poesa, siempre poesa, porque... la vidahumana-qu digo, la vida en general-es poesa. Sin darnos cuenta la vivi-mos, da a da, trozo a trozo. Pero, en su inviolable totalidad, es ella la quenos vive, la que nos inventa... (Lou Andreas-Salom).6

    Ando despacio porque ya tuve prisaY llevo esta sonrisa porque ya llor de msCada quien compone su historiaY cada ser lleva en s el don de ser capazde ser feliz....

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    DECONSTRUCCIN-CONSTRUCCIN DE LA VIRTUD DE LA FORTALEZA

    6. LOU ANDREAS-SALOM, Mirada retrospectiva, Alianza Lieratura, Madrid, 2005, p. 9.

  • Conocer las maas y las maanasEl sabor de las masas y las manzanas,Es preciso amor para poder palpitar,Es preciso paz para poder sonrer,Es preciso lluvia para florecer...

    Ando despacio porque ya tuve prisaY llevo esta sonrisa porque ya llor de msHoy me siento ms fuerte, ms feliz, quien sabeSlo tengo la certeza de que muy poco sY nada s.

    Emir Sader7

    Y su dimensin espiritual?

    Tal vez la fortaleza femenina y su dimensin resistente y resiliente sedeba a esta sabidura que ya Hildegarda de Bingen o el maestroEckhart experimentaron de regar el alma para que crezca, se expan-da y se mantenga, esa espiritualidad impregnada y centrada en lacreacin cuya comprensin del sufrimiento tiene que ver ms conlos dolores del parto del universo preados de vida y aspirando aplenitud que a pago por el pecado, propio del esquema de la cadaque conlleva toda esa dimensin sacrificial abusiva, dolorista ydesastrosa para todos, especialmente para las mujeres.8 Seguramen-te no es lo mismo acudir a la virtud de la fortaleza desde un esque-ma teolgico que desde otro y, sobre todo, los efectos que uno y otroproducen en las mujeres (y en todos los seres humanos) son consi-derablemente distintos.

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    ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA

    7. Citada al comienzo por M. JUDITH RESS, Lluvia para florecer, editado por Conspirando,Chile, julio 2002.

    8. Pueden verse MATTHEW FOX, La bendicin original, Obelisco, Barcelona: 2002; DORO-THEE SOELLE, The Silent Cry. Mysticism and Resistance, Fortress Press, Minneapolis, 2001 yCAROLYN OSIEK: Beyond anger. On being a feminist in the Church (la paradoja de la cruz, pp67ss), Paulist Press, Nueva York: 1986.

  • Esa dimensin de la sabidura que se asombra del milagro y la mara-villa de la existencia del ser y que entiende que la humildad-humor-humus es hacernos amigas de la naturaleza. Hay tambin placer enusar los redaos y no slo dolor en derribar obstculos.

    La mitad de la razn espaola es locura (hagamos un guio esteao a Cervantes y su Quijote). As podramos tambin decir que lasabidura es la mitad de la locura cristiana. No se puede vivir sinutopa ni locura. Pero resulta posible vivir sin una pizca de sabidu-ra, sin un poco de dulzura, sin algo de ternura, sin el ardor de unaeterna profeca? Esa sabidura viene de lo alto, no es una forma deadaptarse simplemente a la tierra: Dame la sabidura que est sen-tada junto a ti. Haz que descienda del trono de tu gloria, para quetrabaje a mi lado (Sab 9, 4.10).9

    Me asombra que algunos hombres y algunas mujeres anden porah por las calles orgullosos ataviados con todas esas certezas des-gastadas, rotas, deshilachadas. Seora, me atrev a decir un da, suvestido de certezas est hecho un pingo. Me mir con odio y sealdespreciativa mi cuerpo. Tuve que reconocerlo: yo estaba completa-mente desnuda.10

    Presentacin

    Es fascinante observar cmo las primeras intuiciones, esquemas,encargos sobre la estructura y los posibles contenidos del libro hanido generndose unos a otros y cada una de las autoras ha captadodesde su experiencia, formacin y destreza una pregunta, un deseo,una necesidad del espectro tan amplio que sugiere el ttulo: Espiri-tualidad y fortaleza femenina.

    Queda especialmente capturada esa ambigedad de la virtud de lafortaleza que casi brota sola como una experiencia comn y com-partida, enfquese desde donde se haga, bien desde las distintas

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    DECONSTRUCCIN-CONSTRUCCIN DE LA VIRTUD DE LA FORTALEZA

    9. ADOLPHE GESCH, El sentido, Sgueme, Salamanca: 2004, p 135.10. LOURDES VENTURA, La mujer placer, Belacqua, 2005, p 232.

  • experiencias individuales o desde las estructurales. Sea desde la psi-cologa o desde la historia o la teologa, por mencionar algunas.

    M Josefa Garca Callado nos ofrece una personal y sugerente lecturadel trmino resiliencia como una agradable confirmacin de que lavida puede ms y de que no en todas las ocasiones se puede asegu-rar que somos producto obligado al 100% de nuestro ambiente. A mijuicio, hace una reflexin magistral aunque no exenta de provocacinal crear un marco creativo, ayudndose de este concepto, para recolo-car la cuestin del cuidado y llenarla de sentido. Asunto de gran inte-rs por los ros de tinta y de dificultades cotidianas que origina.

    Finaliza su artculo con un aguijoneo manifiesto, lleno de ternura einteligencia pero sin concesiones. Este doble aspecto de ayudadoray receptora de ayuda nos obliga a hacer mltiples recorridos bus-cando salidas y soluciones y resucitando de alguna que otra muer-te. Conociendo los secretos de la esperanza. Nunca entenderemospor qu ambas facetas han sido subestimadas y menos an por quhan sido subestimadas por las mismas mujeres.

    Al leer la aportacin de M Isabel Matilla, perciba un sinfn de ele-mentos comunes a los utilizados y explicados en un hondo sentidopor la primera contribucin. Son tambin claves importantsimas delectura aplicadas al marco amplio del anlisis estructural y cotidia-no del mundo del desarrollo aqu y ahora desde la perspectiva de lasmujeres. Esta coincidencia epistemolgica me llena tambin de espe-ranza. El amor, la autoestima, la audacia, la apuesta por vivir, laambigedad de las llamadas virtudes si no se redefinen, lo excluidoque resulta ser propuesta y salida para el mundo, la aparente debi-lidad que resulta ser fortaleza, la autovaloracin y la solidaridad sonrecursos personales y polticos..

    Mujeres, cuerpo materno que sirve para dar vida a otros, cuerpoertico para dar placer a otros y cuerpo econmico para hacer queotros sobrevivanexplicar esta autora. Y que Dulce Mara Loynazcompletar cantando11:

    19

    ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA

    11. LOYNAZ o.c. poema XXXII.

  • Sin reparar en que las propias venas se me vaciaban de la sangreprodigada...Qu fuente habr para abrevar este animal cansado...? .

    Es la tica de la resistencia el paso que sigue a la de la superviven-cia. Lo que la caracteriza es la audacia acumulada durante siglos ysus propuestas plantean nuevos niveles de actuacin, diferentes delos canales clsicos de reivindicacin poltica y social. Sigue MIsabel citando a Ivone Gebara: la audacia espiritual es estar cons-truyendo el futuro desde el presente, con la trasgresin, la insumi-sin, la irreverencia, la misericordia, la solidaridad, con el canto ale-gre y la poesa que nace de la vida....

    M Jos Arana rescata la larga tradicin de la espiritualidad de resis-tencia y en especial la de las mujeres. Nos transporta a la poca grie-ga en una bellsima excursin donde nos otorga perlas como esta:Las mujeres estamos tan enfadadas con Eurpides porque ha dichocosas malas contra nosotras o cuando nos cuenta que las mujerestramaron una resistencia original para conseguir el fin de las guerrasdel Peloponeso entre Atenas y Esparta y as alcanzar la paz paratoda Grecia: dicen si queremos obligar a los hombres a hacer la paz,es preciso abstenernos... Y en otro lugar: las mujeres hemos toma-do el partido de reunirnos y salvar entre todas a Grecia. Y desde esereunirnos las mujeres hasta hoy, examina especialmente la impor-tancia de la creacin de redes como elemento clave de la resistencia.

    Cuando el Consejo Mundial de las Iglesias pens en su participa-cin en el Foro Social Mundial de Porto Alegre (Brasil: 2003), enfati-z la espiritualidad de la resistencia con el convencimiento de queera necesario rescatar la larga tradicin de espiritualidad cristianacrtica del poder, que ha dado a los desposedos de poder, fuerzas ycoraje para oponerse a quienes abusan de l. Contina M Jos,una de las cuestiones que, despreciando la dignidad de la dife-rencia, ha contribuido y contribuye ms en la actualidad a eseorden mundial injusto es la situacin de desigualdad de las mujeres

    20

    DECONSTRUCCIN-CONSTRUCCIN DE LA VIRTUD DE LA FORTALEZA

  • en la sociedad y en la Iglesias. Por eso, al final del Decenio de lasiglesias en solidaridad con las mujeres (1998) se record la historiaperseverante de las mujeres y animaron a la Asamblea a caminarcon esperanza y con permanencia constante por las sendas de laespiritualidad de la resistencia.

    Se resiste por opcin tica, por solidaridad, por convicciones pro-fundas o necesidades urgentes y especialmente por o para un cam-bio de mentalidad y de conciencia humana. Sin embargo, se puederesistir adems, por amor o/y con amor, y entonces....

    Antje Rckemann nos ofrece una perspectiva de fortaleza y resis-tencia fundamentada en la lectura bblica. No es una aportacindesde la exgesis sino desde la vida cotidiana de una pastora pro-testante que predica y ejerce su ministerio pastoral. Nos cuentacmo trata de buscar y encuentra textos bblicos que dan coraje yenerga a sus feligresas. De ese modo, tropieza con la genealogade Jess segn el evangelio de Mateo y descubre unas cuantas muje-res de las que, por tradicin eclesial, curiosamente nunca haba odohablar. Se pregunta por qu las introduce Mateo en su evangelio,por qu no hemos odo hablar de ellas en la tradicin y diversoscomentarios y tambin si estos modelos nos aportan algo hoy o sipueden fortalecernos en la fe.

    Contemplando a Tamar, Rajab, Rut y Betsab en el contexto, se pre-gunta por sus potencialidades de actualizacin hoy para la comuni-dad como posibles modelos de fortaleza y resistencia. Yo creo queMateo, ya en el inicio, presenta a estas mujeres, porque habindosevisto en una situacin difcil han sido valientes y se convierten enejemplos dignos de ser imitados. Gracias a ponerse en movimien-to, mejoran su situacin personal y familiar y consiguen entrar en lahistoria de Israel, como antecesoras del mismsimo rey David y, enconsecuencia, de Jess. Las ve reflejadas en la actitud de la mujercananea (Mt 15,21-28). As que considera que algo tendrn que vercon la situacin de las mujeres en la comunidad mateana.

    21

    ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA

  • Algunas de estas figuras bblicas le ayudan a observar otras maes-tras espirituales de la actualidad y a lo largo de la historia con esasmismas actitudes y posibilidades. Pone el ejemplo de la literataescandinava Astrid Lindgren, autora de Ronja, la hija del bandolero yde Pippi Calzaslargas; de la teloga Dorothee Slle, o la tradicin lla-mada cuquera; y de las potencialidades de estas figuras bblicaspara el dilogo interreligioso, especialmente dificultoso en Alema-nia entre las telogas judas y cristianas despus del Holocausto.

    Anabella Barroso aporta desde la nueva metodologa de la historio-grafa contempornea unas claves de comprensin y revalorizacinde lo que supone la vida cotidiana, la experiencia, la identidad y lanecesidad de recuperar y generar memoria para la transformacinconsciente de las desigualdades patentes. Aplica estas claves a losmodos de resistencia de las distintas generaciones contemporneas(mujeres que rondan los 70, los 50, los 30), enmarcndolo en el con-texto de nuestra reciente historia franquista y nacionalcatlica paraseguir la evolucin de los cambios generacionales hasta hoy.

    En estas pginas quiero insistir en la necesidad de escuchar las his-torias recientes y coetneas de muchas mujeres, cuyas vidas coti-dianas son vivos ejemplos de resistencia. Tenemos que generar orecuperar estos testimonios, porque as no caeremos en la tentacinde pensar que sus nuestros logros cotidianos han sido y son irre-levantes. Al poder movernos con cierta autonoma en ella, la coti-dianeidad se convierte en algo potencialmente subversivo y, poreso, especialmente la de las mujeres ha querido ser controlada yminimizada.

    Termina esta autora su reflexin con un elenco de debilidades,amenazas, fortalezas y oportunidades para las mujeres y desde lasmujeres como sujeto histrico y eclesial que se toma en serio, dignode ser meditado y reflexionado como propuesta de camino, caute-la y horizonte.

    22

    DECONSTRUCCIN-CONSTRUCCIN DE LA VIRTUD DE LA FORTALEZA

  • Para concluir

    Agradezco de todo corazn a todas y cada una de las autoras de estevolumen su disponibilidad generosa, as como su deseo de ofrecer,con su aportacin reflexiva, mucho de lo mejor de s mismas al ser-vicio de un mundo ms justo y misericordioso. Estoy segura queayudarn a quienes lo lean y mediten a encontrar brotes de la accinde la Ruah (Espritu) entre los pliegues de la realidad que nos tocavivir paradjicamente felices, absolutamente valientes y siempreen dificultades, que son las caractersticas, segn la tradicin cu-quera, de esa Presencia actuante y generadora aqu y ahora de paz yjusticia.

    Bendicin

    Que llegues a confiar suficientemente en tu propia fortaleza, enrai-zada en tu Di*s

    12, de modo que no tengas miedo de afrontarla y dejarque los otros lo vean. Que tengas la fortaleza de acogerte tambindbil y vulnerable.

    Mi Dios me dijo, mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra per-fecta en la flaqueza... (2 Cor 12, 9-10).

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    ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA

    12. Modo de significar grficamente la divinidad por encima del sexo.

  • 2Mujeres y resiliencia

    Ubi Charitas ibi Deus

    M Josefa Garca Callado

  • 2MUJERES Y RESILIENCIA

    Ubi Charitas ibi Deus

    M Josefa Garca Callado1

    Resiliencia

    Conoc el fenmeno de la resiliencia cuando tuve la oportunidad deleer la detallada descripcin que de ella ofrecen los autores Melillo-Surez Ojeda y Rodrguez bajo el ttulo Descubriendo las propias forta-lezas, y tambin Kotliarenco, Cceres y Fontecilla bajo el ttulo Estadode arte en resiliencia.

    Llama la atencin este fenmeno porque describe como en un entor-no no favorable, unas veces destruido y otras destructivo, podemosencontrar personas hablan generalmente de nios dotados de unsistema psicoinmunitario, libre de todas esas influencias negativasque son de esperar en tales ambientes dada su pobreza de recursosmateriales, morales y afectivos. Se centran en su descripcin sobre

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    1. M JOSEFA GARCA CALLADO es licenciada en Filologa Inglesa (1966) y Psicologa(1971). Psicoanalista (1974). Didacta (1982) de AM.P.P. Miembro fundador de S.E.P.T.G. ymiembro de la A.I. A.S.I.N.J.A. Especializada en Psicoanlisis infanto-adolescente, adul-tos y parejas. Cofundadora de Escuela de Padres Batan-Lucero (1977-85). Autora dediversas publicaciones.

  • aspectos prcticos tales como un adecuado uso del medio, un tonovital de fcil contacto, un comportamiento ordenado, fcil aprendi-zaje de las reglas y normas de responsabilidad, grupalidad, solidari-dad... Rasgos todos ellos que presentan una personalidad organiza-da con autonoma de su medio ambiente, que como queda dichopresenta rasgos de desestructuracin.

    Encuentran en algunos casos la presencia de algn adulto en rela-cin con el cual se observa una etapa de dependencia saludable, locual indica un establecimiento de vnculos estables que posiblemen-te ha actuado de organizador externo. Si pensamos que los humanosvenimos de las cavernas y que vamos remontando estadios evo-lutivos en medio de catstrofes atmosfricas, geolgicas, pestes,guerras, hambrunas, etc., podramos decir que estos casos que cons-tituyen pequeos fractales de nuestra larga historia son una mues-tra de la voluntad de ser, al igual que la flor que crece no ya en ester-colero sino en el bloque de cemento.

    En los admirables relatos que nos ofrece la Mitologa, el personaje-hroe es prototipo representativo del esforzado viaje, necesariohasta conseguir ser humano, y se nos aparece sobreviviendo en suinfancia en medio de peligros, acechanzas, abandonos, etc., peroprotegidos por algn ser sobrenatural que se encargaba de proveerlo suficiente para que el protagonista conservase su inteligencia enmedio de caos y tribulaciones. Quizs si usamos estos pensamientoscontemplamos el fenmeno de la resiliencia como una agradableconfirmacin de que la vida puede ms y de que no en todas lasocasiones se puede asegurar al 100% que somos producto obligadode nuestro ambiente.

    Las limitaciones del mtodo-mtodos psicoanalticos

    Ahora bien, cul sera alguna de las aportaciones que desde la cl-nica psicoanaltica se pueden hacer sobre este tema? Porque laobservacin directa de estos casos, que sin duda abundan tambin

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    MUJERES Y RESILIENCIA

  • en nuestra sociedad no le es dada al clnico en su despacho, sino alsocilogo, al tutor de calle, al antroplogo o al pedagogo. Al despa-cho del clnico se acude tras una situacin de crisis, ms o menosperturbadora de los estados de la conciencia o de los estados delnimo. Bien es cierto que el lento trabajo del psicoanlisis consiste enir ayudando a la persona a descubrir los factores intrapsquicos pre-sentes y activos en su conflicto y ayudarle a desbloquear, desarrollare instrumentalizar sus recursos de la salud y de individuacin.

    Quizs si ajustamos primero nuestra lente al reducido espacio deesta observacin desde el despacho podamos aportar algo al temade la resiliencia en tanto en cuanto sabemos que en un profundointerior de la persona reside incontaminado un programa de vida ala espera de ese interlocutor en dilogo con el cual poner en marchaese programa. Esto es algo comn tanto para la observada en clni-ca, que sera instrumentalizar los recursos de salud, como para laobservada y descrita por los autores mencionados como resiliencia.Ambas son matrices de la identidad. Tienen una entidad indepen-diente de sus circunstancias vitales aunque ligada a ellas. Las cir-cunstancias modelan, modifican, y condicionan determinados esta-dos, pero lo que llamaramos estructura o elementos constantes, per-manece ms all de dichos estados y garantiza el restablecimiento,incluso la regeneracin, del self all donde temeramos su dao y sudeterioro mental.

    Recuperar un tono vital en el que en las experiencias negativashayan dejado un poso de aprendizaje es caracterstico de la vida ens. La naturaleza asume sus prdidas, pero se concentra en su pro-grama evolutivo y por tanto aprende y se adapta aunque tengaque acogerse a sucesivas transformaciones.

    Si los nios de los textos citados parecen un milagro, puesto querompen la lgica funesta: esa lgica de la compulsin de repeticinde un patrn social determinante de inadaptacin y degradacin, alpsicoanalista le sigue pareciendo un milagro la permanencia deestos ncleos, o programas, en medio de, o debajo del sufrimiento,

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    ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA

  • el desorden mental o el falseamiento de los estados de identidad.Segn estos ncleos incontaminados van cobrando extensin, rom-pen la lgica de repeticin que impona su errnea dependencia deun medio, inevitablemente tormentosa.

    Creo que nos obliga a revisar criterios en relacin con la etiologaambiental de los trastornos psquicos, sobre todo aqullas que pre-tenden establecer relacin directa de causa-efecto entre ambiente ydesarrollo, y entre familia y salud mental. Tales circuitos se puedenconvertir en autnticos cercos que constrien la capacidad diagns-tica, con el peligro de conducirnos a una visin de lo humano comotan solo producto determinado por unas causas. Tambin nos sugie-re una mayor relativizacin al definir criterios, pues no nos presen-ta los comportamientos resilientes como comportamientos excepcio-nales en un ambiente de degradacin, sino que intenta dar conalgn elemento que, en medio de la exclusin, desgracia o precarie-dad, pero independiente de ella, ha permitido que estos individuospudieran organizar su integridad usando experiencias de vnculosuficientemente buenas y suficientemente constantes.

    Convertido este supuesto en una hiptesis de trabajo para ser obser-vada, es una tarea larga, lenta y minuciosa que coloca el inters delinvestigador en la salud de los procesos identificativos, lo que esequivalente a suponer en estos procesos suficiente dosis de cuidadoafectivo como de frustracin y suficiente dosis de descarga emocio-nal permitida para los estados de malestar y agresividad.

    Quizs s, quizs hay una coincidencia suficiente para pensar que laresiliencia es una poderosa voluntad de ser que se encierra en peque-as cpsulas depositadas por entre lo humano. Tan slo lamentamosque pueda ser como una lotera, como un condenado azar que tantodesconcierto y pesar nos deja, pues esta ley no siempre se cumple ysupone un reto para las ciencias humanas. No vamos a caer en elerror de considerarlo un privilegio selectivo pero, hoy por hoy, noconocemos una explicacin convincente. Es preferible dejar abierta lacuestin. Tambin debo aclarar que, como tal, existe resiliencia en

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    MUJERES Y RESILIENCIA

  • hombres y en mujeres. A estas alturas del pensamiento psicoanalticono hay lugar para confusiones entre fisiologa y psicologa. La pode-rosa voluntad de ser se manifiesta en todos con ms o menos esfuer-zo y con ms o menos xito. Las diferencias que podamos encontrar,que las hay, son cualitativas, responden a modos, costumbres y nece-sidades culturales. Algunas de estas diferencias culturales son hoyverdaderos fsiles que slo la inercia mantiene en activo. Otros encambio son como pequeos sagrarios que han mantenido vivas algu-nas luces beneficiosas para la humanidad.

    Puesto que nuestro ttulo reza as: la resiliencia y las mujeres, entresa-camos al mundo femenino del conjunto mujer-hombre, y procura-mos observar algn aspecto que cultive en nosotras, de una maneraespecfica, factores resilientes. Y vamos a seleccionar en este captu-lo unas cuantas reflexiones sobre la funcin del cuidado.

    Semejanzas entre resiliencia y funcin del cuidado. Descripcin

    La funcin del cuidado es una ancestral encomienda de los dioses,que inspiraban sus secretos a mujeres magas para que los transmi-tiesen a madres, curanderas, vestales, etc. Esta funcin pas en elNeoltico, segn parece, y, sobre todo, tras la Edad de los metales;a condicin de servicio, es decir, tarea de siervos. Y como la fuerzamotriz masculina no se poda desperdiciar, pues era necesaria tam-bin como servicio para la cantera, la mina, la caza, la guerra, etc. Lafuncin del cuidado, ya rebajada desde la condicin de virtud a lacondicin de servicio, pas de ser una gracia-donacin a ser unaobligacin para la mujer.

    Nunca hemos pensado que ningn sexo fuese ms o menos inteli-gente o ms o menos dotado genticamente para ninguna funcin aexcepcin, claro est, de la inseminacin para ellos y la gestacin,parto y lactancia para nosotras. Pero s podemos comprender quemientras a lo largo de milenios las mujeres fuimos multparas, deforma natural haba de seleccionarse como tarea mayoritariamente

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    ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA

  • femenina la tcnica de los cuidados de nios, de enfermos y de ancia-nos. Significa que focalizada en los cuidados de la prole, absorbe tam-bin los cuidados de toda la familia. Y as nos los encontramos enpleno siglo XX intactos, autnomos, inscritos en un consciente colec-tivo: las mujeres tontas o listas, sanas o enfermas, fuertes o dbiles,cultas o analfabetas, en un 80% aproximado hemos sido instruidas enlos caracteres adscritos al rol, uno de los cuales ya sabemos cul era:la casa y la familia. Los hombres tambin han sido instruidos en lossuyos y muchos tambin relegados por la condicin de servicio. Ladiferencia que se estableci dividi a ambos sexos.

    Lo que quizs en la antigedad tuviera ms sentido de reparto detareas, pronto se convirti en divisin y en divisin excluyente. Porese camino vemos que cuidar la vida, lo que en s es una Gracia deorden cuasi divino por creativo, se va convirtiendo en una obliga-cin y quizs, en ocasiones, en una condena. Desgraciadamente sepervierte el orden de valoracin y quedan rebajadas la funcin yquin la ejerce, o sea la mujer.

    Diversas teoras especulan sobre esto. Nosotros no vamos a entraren comentarlas porque el objetivo de este trabajo es otro. Se trata dereflexionar sobre la funcin del cuidado como funcin de resiliencia,pero no como algo instintivo innato a la mujer, sino como algo cul-tural y por tanto, algo que desarrolla una pedagoga. Dentro de laspedagogas de los roles insertamos la pedagoga de los cuidados ycomo tal educacin supone un meticuloso entrenamiento.

    La internalizacin de saberes mediante los cuales ocupar un lugaren la sociedad. Para que la aportacin psicoanaltica sea til tendre-mos que analizar qu musculatura psquica se hace fuerte en esteentrenamiento, cmo otorga o no carcter de identidad, cmo ayudaal desligamiento, al colocar lo bueno en aquello que hay que cuidar,experimentando preocupaciones o satisfacciones a medio caminoentre egocentrismo y alteridad. Cuidadoras de la higiene, del ordeny de todas las atenciones de las que dependen la vida y la salud.Tambin mdicos, enfermeros, bomberos, etc., aprenden lo que toda

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    MUJERES Y RESILIENCIA

  • mujer aprenda per se: una responsabilidad en funcin del riesgo,responsabilidad que no permite la desidia ni la duda ni la eleccin:no se puede dejar caer un nio, ni dejarle morir de hambre, ni sopor-tar un llanto largo tiempo, ni tampoco a un enfermo o a un anciano,porque supondra prdidas irreversibles para la comunidad. Slodesde el trastorno mental entenderamos la dejacin de estas tareas.

    Hay una musculatura psquica que fabrica ncleos protegidos enel interior de quienes se ocupan de cuidar de otros ms all del can-sancio, del fastidio y de todas las contradicciones que se puedanplantear:

    Preparadas para diagnosticar el fallo o la necesidadpreparadas para soportar la frustracinpreparadas para cultivar, contemplar y cuidar lo que crecepreparadas para contemplar las transformacionespara cuidar lo enfermo, contemplar los tiempos de sanaracompaar en los duelospreparadas para arreglar o restaurar lo que vive.

    No son actividades o funciones exclusivas, sino que, en mayormedida, educan la observacin, paciencia, el tesn, la vigilancia delo que se regenera, la repeticin, el arreglo, la reparacin. Diagnstico-organizacin-sincronizacin-evaluacin, etc. Me consta que en le-yendo todas estas palabras se abren multitud de universos por losque caminamos como por casa sin pensar en la excelencia que encie-rran. Las funciones de cuidado evolucionaron hacia la Puericulturay la Medicina.

    Los seres humanos somos expertos en la contradiccin, hemos tra-do a este mundo la guerra y la medicina. Podemos torturar y des-truir, a la par que acompaamos y cuidamos a los nios, a los quesufren, a los enfermos... Nos agredimos. Somos un misterio paranosotros mismos. Una de las expresiones de ese misterio la encuen-tro cuando contemplo a mujeres aparentemente insignificantes y

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    ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA

  • gracias a las cuales no se hundi una granja, hubo comida para unnio o calor para la cama de un anciano. O esa otra que apenas sabelas cuatro reglas y le toma la leccin a su hija para que no se quededonde ella se qued.

    Como herencia de un viejo orden social, en el que tena un sentidoadjudicar tarea y distribuir roles, nos encontramos con la pedagogay la didctica de cada rol: estas pedagogas se fueron especializandosabiamente. Todo individuo perteneciente a cualquier cultura, antesde llegar a la edad de su proceso inicitico, llevaba ya incorporadossus rasgos de identidad colectiva y unas cuantas tareas encomenda-das a su sexo-gnero. Se ensea la caza, los cultivos, los curtidos, laguerra, la extraccin de los metales, la transformacin de los alimen-tos, la confeccin de tejidos, la higiene, la vigilancia del hogar, la eco-noma... todo tiene una didctica. E internalizando unos conocimien-tos y desarrollando unas capacidades hemos ido creando identidad.

    Concebimos el trmino identidad en trminos de identificacin des-de las etapas primarias del desarrollo, y ello supone la existencia deofertas identificativas pero sabemos muy bien que el procesoidentificativo se va desarrollando al tiempo que los procesos deaprendizaje. Ambas cosas, o su defecto, fabrican tambin identidad,en mejor o en peor estado.

    Pienso que la secular encomienda del rol y sus funciones, internali-zadas mediante una pedagoga meticulosamente programada ytransmitida, constituyen identidad. Para bien y para mal, el cumpli-miento de una tarea, dentro de un conjunto de creencias y princi-pios, nos dice quin y qu somos, nos condiciona y nos enriquece,nos secuestra y a la vez encauza nuestro desarrollo.

    En esa doble dialctica, sin idealismos, por una parte, y sin crticasnegativas, por la otra, intentaremos explicar en qu aspectos obser-vamos que el desarrollo de la funcin del cuidado puede generarncleos de resiliencia en la identidad de quien los ejerza, en nuestrocaptulo: la mujer.

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    MUJERES Y RESILIENCIA

  • Comenzamos por presentar una descripcin de esta tarea y suscaractersticas. La funcin del cuidado tiene un objeto esencial pri-mario: el Otro y la atencin de sus necesidades. Estas necesidadesabarcan el rea de la alimentacin, el rea de la limpieza y la cura desus enfermedades o el alivio de los sufrimientos. Tiene dos reastroncales: la crianza de los pequeos y la atencin a ancianos oenfermos. Tanto una como otra se despliegan en tres subreas: ali-mentacin, limpieza y medicina.

    El rea de la alimentacin comparte con la qumica y la biologavarias tcnicas: el conocimiento y clasificacin de los elementos, sususos especficos, las tcnicas de transformacin: dosis, temperatura,medida de los tiempos, las tcnicas de conservacin, etc.

    El rea de la limpieza no nos resulta fcil de apreciar desde nuestracircunstancia actual. Apenas conocemos lo que significa la escasezde agua excepto en algunas zonas en las que en verano y por causade la sequa hay cortes en el suministro de agua. Pero hay muchaszonas en el planeta en las que el agua se valora ms que la comida.En esos casos, acarrear agua es tarea de todos, pero administrarla yeconomizarla suele ser asunto femenino y es toda una tcnica. Lim-pieza, desinfeccin y orden son la antesala de la higiene y sta, a suvez, es la antesala de la salud. Creadora de limpieza, orden y bie-nestar, y salud vigilante de que el espacio se diferencie del entor-no, de que los cuerpos, las ropas y los objetos reciban bautismosy recuperen la inocencia.

    La tercera subrea es la atencin a los enfermos, sus cuidados y suscompaas. Hasta la poca de los laboratorios, que es muy reciente,tambin estaba ms encomendada a la mujer el conocimiento deplantas y preparados con que curar o aliviar males. Amn de laempata, la vigilancia y el desvelo y el acompaamiento en el dolor,en la tristeza o en la desesperacin. Contenedoras de la desintegra-cin psquica que produce la enfermedad.

    En algunas mitologas cualquier tcnica en cuanto comporta unconocimiento, es decir, uso del aprendizaje intelectual, se ha consi-

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    ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA

  • derado sabidura inspirada o enseada directamente por los dioses atravs de misteriosos rituales de transmisin. Quizs, como todo loque conlleva una disciplina y cuesta un esfuerzo, las clases domi-nantes fueron consiguiendo que se lo dieran servido las clases domi-nadas, esclavos, siervos, etc., y esta ecuacin cuidado-servicio ha idohaciendo vulgarizacin de lo manual hasta convertirlo en plebeyo.

    En cambio, la funcin del cuidado, tiene aspectos en que puede serconsiderado arte y entonces se llama puericultura, artes culinarias ofarmacopea. Cuidar de algo y sobre todo cuidar del otro, suponeinevitablemente ensanchar el rea del pensamiento, extenderlo alotro y colocar ah quizs lo mejor de cada cual. El otro como objetode cuidado, se convierte en una razn para superar los lmites que aveces dejan al yo a merced de sus tendencias egocntricas o autoli-mitadas. Esta dilatacin de lmites inevitablemente se mide en tr-minos de crecimiento.

    Es cierto que no podemos esconder de esta descripcin el cansancio,el rechazo y el error. Ni por otra parte dejar de pensar que a veces elexceso de celo produzca descuidos en el cuidado de uno mismo. Soncontradicciones inherentes a lo humano. Pero, como todo ejerciciomantenido, estas llamadas artes hacen musculaturas fuertes en elpsiquismo. Quien las ejerce desde una identificacin con la tarea nosuele cronometrar el tiempo por razones econmicas nicamente,porque hay una razn ms fuerte, que es una razn supraindividual.La razn o la necesidad del Otro hasta cuando comporta necesidadesposesivas o egostas, fabrica ncleos resilientes en quien la ejerce.

    No tiene premio. No se vende. Se podr cobrar un sueldo si se pro-fesionaliza pero la fortaleza que manifiesta se percibe en otra dimen-sin no materializable y nos permite asomarnos a esas cpsulas deconcentrado vital que se auto regenera dentro de esas personas. Esfortaleza fsica?, Es fortaleza psquica? Es algo ms, algo que cuan-do se nos hace patente llamamos espinita: alienta el nimo, agran-da el corazn, despeja la muerte... Como capacidades que residen enel inconsciente a la espera de ser entrenadas para funcionar con auto-

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    MUJERES Y RESILIENCIA

  • noma, autonoma a veces de la percepcin de los propios lmites.Es muy frecuente observar cmo rehusan buscar la diversin si staresulta algo exagerada. La explicacin no hay que considerarla porsu alta categora moral sino ms bien se explica porque lo que lasrecrea es la satisfaccin de asegurarse que la misin est cumplida.

    Llegados a este punto, creo que es importante hacer una aclaracin.Es obvio que una buena parte del sector femenino acusa rechazo otorpeza, ante esta funcin y no creo que constituya ms obligacinpara la mujer que para el hombre. Simplemente constatamos quepor tradicin ha sido encomendada en su mayora a las mujeres yparadjicamente hemos sido las beneficiarias. Esta disciplina mentalno selecciona ms o menos inteligencia abstractiva, ni siquiera ex-celencia cultural. Mujeres de humilde condicin y pocas letras,manifiestan una fortaleza y fidelidad cuando tienen que cuidar dealguien, que parece que las inmuniza contra el abatimiento o contrala ruindad. La expresin popular: la sostiene el espritu, lo dicetodo. No nos cansaremos de repetirlo, hay una razn que se colocapor encima del yo, es la razn del cuidado del Otro.

    Semejanzas entre resiliencia y profusin emocional

    En este apartado vamos a girarnos para contemplar un rea un pocodistinta; el rea que nos permite ver la facilidad concedida a la mujerpara sentir y expresar variedades emocionales: variedades emociona-les en contradiccin y variedades emocionales en intensidad. Estosaspectos han sido objeto de descripcin a lo largo de la historia de laliteratura. En principio conforman magnficos personajes en elmundo griego, en el drama del siglo XVII, en el teatro del XVIII yentran despus en la novela del XIX. Puesto que los firmantes deobras literarias eran varones, advertimos en estos perfiles la aplica-cin de la ptica del varn. Son descripciones de comportamientosms o menos universales, ms o menos acertados. Conviene contem-plarlos desde ah, desde la descripcin de los comportamientos.

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    ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA

  • El novelista observa, supone, interpreta; su tarea es ms o menosfotogrfica y su arte en este terreno consistira en la recreacin delpersonaje. Raras veces puede acertar en lo que sera la descripcinde las motivaciones pues no las conoce ya que tiene poco acceso a laverdadera intimidad de la mujer: ni por va de entrevista ni porva de identificacin. No obstante, no les negamos su valor ni litera-rio ni psicolgico. Ms o menos realsticas, ms o menos acertados,nos ofrecen una galera de retratos la mayor parte de las veces defor-mados por el deseo, el despecho o el miedo que media en la relacinde ambos sexos.

    Ellas escriban poco y a veces usando el ardid o la servidumbre(segn se opine) de que las firmasen varones de su familia. Esto sig-nifica que la intimidad, las motivaciones y objetos del mundo inter-no femenino seguramente poco tenan que ver con los tipos que que-daban descritos en esa literatura.

    En lo relativo al comportamiento los clichs que abundan y abun-daron tambin en el siglo XX nos pintan como emocionalmente lbi-les y psicolgicamente dependientes, inconsecuentes y contradicto-rias, inabarcables, caprichosas, imprevisibles y hasta brutas, testaru-das y poco dotadas para el discernimiento. Amn de tiernas, dulces,generosas, cantarinas, alegres, etc. Cosas que seguramente eranacertadas en aquel tiempo y en cada caso particular y, por tanto, nocometera yo aqu el error de refutarlas.

    Lo que s pienso es que es obligatorio poner en sospecha la tentacinde hacer generalizaciones y cristalizar en tipos lo que verdadera-mente proviene de observaciones y experiencias demasiado particu-lares. Y aunque generan un buen nmero de coincidencias, conside-ro peligroso elevarlas a la categora de patrn tipo. Vamos a encua-drarlas en la produccin literaria de sus pocas y prudentementecuidamos de no pasarlas al mbito de la psicologa, pues constituyetanto un error metodolgico intentar hacer interpretaciones psicol-gicas de personas alejadas de nosotros en el tiempo y en el espaciocomo un error metodolgico esperar calidad psicolgica de lo queencuentra su campo y su objeto en la novela, la poesa y el teatro.

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    MUJERES Y RESILIENCIA

  • Lbiles emocionales, dependientes, afectivas, contradictorias, ina-barcables, inconsecuentes, imprevisibles y a veces brutas, tentado-ras, lloronas, ridculas... Desconcertantes. Y en cambio, segn mues-tra la primera parte de este trabajo, educadas en la disciplina multi-disciplinar de lo econmico, de la praxis cotidiana, de la sincroniza-cin de tareas, de la previsin, del pequeo detalle, de las noches envela, de la empata con el nio, el anciano, el enfermo, el marido...

    Y todo es cierto. El amplio abanico de rasgos que se deriva de unas yde otras descripciones nos permite posicionarnos en un ngulo de miradesde el que podemos captar tal complejidad, la que queda ya apunta-da y todas las etcteras que sin duda han quedado en el tintero.

    Y viene a resultar que nos encontramos ante espacios de una granresonancia interior y de abundancia de registros, variedad de mati-ces y sensibilidades que nos obligan a ampliar el arco de recorridopara dar cabida a una riqueza que slo es posible si damos tambincabida a la contradiccin. El recorrido de las contradicciones dota deflexibilidad al aparato psquico. Riqueza no debe ser confundida conbondad sino con disponibilidad de recursos. De la ira a la pena, dela extraversin al sigilo, del miedo al sacrificio... En realidad sonpolaridades caractersticas de lo humano, pero tradicionalmenteprohibidas para el varn y permitidas a las mujeres. Y se da la para-doja de que lo que viene permitido por ancestrales definiciones queslo colocaban a la mujer como infradotada (casi sin el alma), obser-vadas desde el otro lado, es la oportunidad de disfrutar de unavariabilidad de expresin de la que el hombre es privado. Quizs enaquellos tiempos ambas psicologas quedaban promediadas, perouna vez que la cultura permite desalojar atavismos e ignorancias yla mujer accede a los bienes intelectuales y cientficos de la cultura,tiene la oportunidad de sumar sin perder.

    En los ltimos tiempos, nos llegan valoraciones estadsticas escolaresy universitarias que ofrecen inversin de resultados. Si hace 50 aosse daba por supuesto que los chicos daran altas calificaciones enmanipulativa y numrica, y las chicas en verbal, posteriormente fue-ron las chicas las que apuntaban alto en abstraccin y en numrica.

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    ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA

  • Peligroso resultara sacar conclusiones tan cerca y tan pegadas a lainformacin. Mejor parece extraer la fundamentada sospecha de quedesarrollamos aquello que una cultura favorece y nos quedamos pri-vados de aquello que prohbe. La tentacin que se deriva de ello, mirahacia el lado del hombre como el gran perdedor de la cultura en lo rela-tivo al mundo de la riqueza emocional y afectiva, no ya en el terrenode los valores ticos, sino en el que aqu nos ocupa, el de los recursospsquicos para la descarga de las tensiones y la elaboracin de los con-flictos emocionales y afectivos. Pero esto es tarea para otros espacios.

    Si aludimos aqu a esta libre circulacin de emociones, es porqueentendidas como lenguajes entran en las ondas de la comunicacin yson vehculos a travs de los cuales puede hablar nuestro enfermar ybuscar horizontes de salud por el pensamiento. Su defecto o carenciaobliga a usar el cuerpo como lenguaje del dolor psquico. En estoscasos el horizonte se termina en el analgsico o en el quirfano.

    Las turbulencias emocionales, o como podramos decir hoy, lascatstrofes, empujan nuevos rdenes y, as, conducen dinmicas degeneratividad. A mi entender, esto tambin es resiliencia. Natural-mente que esto no se puede convertir en patente de corso para camu-flar procesos primarios. La justificacin porque s de las explosionesemocionales, tanto en hombres como en mujeres, supone ligereza eignorancia diagnstica. Es a la hora de valorarlo como energa vital,cuando canalizada convenientemente genere vida psquica.

    A modo de conclusin

    Cuidadoras y garantes de la conservacin de lo que vive?

    Endiablados poliedros afectivos?

    Cuidadoras y neurticas?

    El permiso para hacer una neurosis sin que ello signifique quepierde los papeles consiente a la mujer el que pueda acudir a pedirayuda (exceptuando los casos de acusado narcisismo o de acusadomasoquismo).

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    MUJERES Y RESILIENCIA

  • Y esa doble circularidad, de ayudadora y de receptora de ayuda nosobliga a hacer mltiples recorridos buscando salidas y soluciones yresucitando de alguna que otra muerte. Conociendo los secretos dela esperanza.

    Nunca entenderemos a fondo por qu ambas facetas han sido subes-timadas, cada una por separado y ambas combinadas en las muje-res. Y, menos an, por qu han sido subestimadas por las mismasmujeres.

    Craso error del que ya es hora de salir. Ignorancia atvica o apol-tronamiento? No lo s. Quiz la coincidencia de ambas se expresa enesa falta de auto respeto que cantidad de mujeres se dedican contras mismas subestimando su tarea unas veces o desempendola a lafuerza o con desgana otras veces.

    Cuidadoras neurticas... Resiliencia no es perfeccin ni superiori-dad moral. Es algo mucho ms consistente: dejar que la Vida nosviva y compartirla con los que nos rodean. Vida con mayscula esvida inteligente, o quizs Inteligencia. No siempre consciente, perocuando se expresa, lo hace generando significados. La cultura losorganiza y los transmite. Tambin puede destruirlos.

    Por eso, a veces parece como si la Vida los protegiera hacindolosinvisibles por entre los repliegues de lo inconsciente y los vemosemerger en actuaciones sencillas, desapercibidas, silenciosas y fuer-tes, cargadas de espritu.

    Quien porta estos significados es eso, el/la portador/a. Quien loscomparte, hace caridad, aunque no le preocupe, o quizs ni conozcala palabra. Porque hace circular la vida.

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    ESPIRITUALIDAD Y FORTALEZA FEMENINA

  • 3Desde el corazon de la vida

    Fortaleza femenina y desarrolloM. Isabel Matilla

  • 3DESDE EL CORAZN DE LA VIDA

    Fortaleza femenina y desarrollo

    M. Isabel Matilla1

    Oscurece, cae la noche sobre la noche y se multiplican las lunas en las retinas de mil mujeres: lunas como bombillas ciegas en el taller de las esclavas chinas; lunas crepitando rotas bajo el t de las temporeras magrebes; lunas, las calabazas huecas sobre la mesilla de todas las prostitutas. Lunas cansinas y tristes en la autopista de la desgracia.

    Xabi Larraaga

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    1. M ISABEL MATILLA BLANCO es licenciada en Economa (1982) y Suficiencia Inves-tigadora en Antropologa (1994), ambas por la UPV/EHU. Misionera en Manab(Ecuador) durante siete aos, y Delegada de la zona Norte de la ONGD, Solidaridad,Educacin y Desarrollo (SED). Ha participado en el Consejo Asesor de Cooperacin alDesarrollo del G. Vasco representando a la Coordinadora de ONGDs del Pas Vasco.Actualmente es profesora de Formacin Profesional en Durango (Bizkaia), colaboradoradel IDTP, y participante de la ATE.

  • Introduccin

    La iconografa actual nos muestra la diversidad de mujeres que pue-blan campos y ciudades en un mundo donde el slo vivir se estconvirtiendo en privilegio. Sus vivencias, escasamente recogidas,hablan de contradicciones, de violencias, y de insignificancias, perotambin de resistencias, de esperanzas y de ciudadana activa. En eltrnsito se ofrecen a s mismas, se desgastan para que otros vivan, enuna suerte de entrega espiritual que el pensamiento patriarcal visi-ble en todas las religiones, recoge como fortaleza femenina.

    Las dimensiones socioculturales y psicolgicas de esta forma denombrar han tenido efectos perversos sobre la vida de las mujeres,obligadas a considerarse haber sido construidas como seres-para-otros y hasta seres-a travs de-otros, lo que equivale a decir que exis-ten y son a travs de la presencia, el afecto y el respaldo de otros. Superspectiva es de inmersin en la realidad de los otros, no hay elec-cin posible.

    Desde esta asuncin de responsabilidad a tiempo completo del cui-dado de la vida y de la salud de la tierra, las mujeres de los pasesempobrecidos intentan mostrar con sus estrategias de supervivencialos deseos de superar las heridas y cicatrices que una economairresponsable y una democracia deficiente ocasionan urbi et orbi.

    Sin embargo, para el moderno universalismo no es aceptable hablarde debilidad. Los conceptos que se manejan son otros: calidad, xito,I+D... y no existe en el mbito socioeconmico semntica que le dnombre a la gestin y experiencias de organizacin para la subsis-tencia que realizan las mujeres de los sectores populares y campesi-nos para que sus familias sobrevivan.

    La estrecha vinculacin existente entre lo concreto cotidiano y elproyecto social global que orienta su quehacer no concilia volunta-des polticas suficientes y termina siendo visto por todos como par-ticularidades destacables. Dado que trabajan a nivel local, son invi-sibles al poder, por lo que les es necesario tener capacidad de inter-

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  • locucin con otros espacios venciendo la fragmentacin2 interesadaque supone aislamiento tanto de los diferentes como de los iguales3.Fragmentacin como marca de un sistema que despus se dedica aorganizar la soledad, esa soledad masificada, en palabras de HannahArendt, que no es otra que el individualismo.

    En efecto, mientras los derechos laborales se debilitan, las organiza-ciones de base con experiencia autogestionaria integradas por muje-res, basculan hacia las microfinanzas respondiendo al denominadosndrome del superviviente: hacer algo en situaciones lmites perovolver cclicamente al punto de partida, dado que son acciones indi-viduales o colectivas que intentan aislar el poder opresor, en lugarde enfrentarlo directamente. Difcil para las mujeres pobres barajaropciones porque lo urgente es sobrevivir.

    Acuciados por una crisis econmica insostenible y preocupados porel desarrollo, todos los organismos han comenzado a tener en cuen-ta a las mujeres no tanto en cuanto madres y encargadas de losnios/as, sino en tanto productoras econmicas. La multiplicacindel trabajo femenino y su importante participacin econmicaactual se debe a la bsqueda de ventajas comparativas, precisamen-te en la mano de obra de las mujeres por ser ms disciplinada, labo-riosa, y sobre todo ms barata. El filn tambin es percibido por ins-tituciones privadas que sienten que de la pobreza pueden seguirextrayendo beneficios.

    Es rentable exigir a las mujeres incluso lo que no tienen, lo que nohan recibido previamente, como puede ser una formacin adecuadapara el trabajo asalariado o para la gestin de pequeos negociosfamiliares. Los microcrditos fomentan el autoempleo y se cimien-tan en la creencia de que la pobreza es un problema superable con laparticipacin y la organizacin de base. Es una manera de priorizar

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    2. MARYSE BRISSON, Migraciones... alternativa inslita? (DEI, San Jos 1997).3. ROSA ALAYZA MUJICA, Hay lugar para las personas en la globalizacin? en Cmo

    decir Dios: desafos de un cambio de poca (CEP, Lima 2001) pp. 9-36.

  • el compromiso antes que la eficiencia y que utiliza el tiempo, la viday la salud de las mujeres para enriquecerse.

    Vivir permanentemente ocupadas y en casa, impide que establezcanrelaciones basadas en vnculos horizontales, dejndoles nicamenteel campo de las relaciones familiares y vecinales. En todos los hoga-res, las mujeres son quienes proporcionan la estabilidad de la fami-lia pero este encierro domstico las asla, les genera dependenciaeconmica y afectiva, imposibilita su autonoma, y, refuerza y recreasu subordinacin.

    Esta forma de aislamiento debilita porque mantiene a la gente aso-ciada a los mismos referentes, promueve su inseguridad y hace quese pierda la capacidad de interactuar y proponer cambios.

    Para la teologa de la inevitabilidad (Hinkelammert, 1981) la subor-dinacin y el sacrificio femenino estn justificados dado el modelode feminidad histricamente promulgado y actualmente observadoen el sincretismo religioso tanto latinoamericano como africano. Enellos, la maternidad es el imperativo y la consagracin al hogar sig-nifica asumir todas las renuncias y realizar los sacrificios necesarios.La familia es su responsabilidad sea o no que tambin lo sea dealguien ms4.

    Vivir en este trnsito entre modelos contradictorios, cuerpo maternoque sirve para dar vida a los otros, cuerpo ertico para dar placer a losotros y cuerpo econmico para hacer que otros sobrevivan, tiene para lasmujeres un alto coste psquico. Es el precio de la fortaleza femenina.

    Las propuestas organizativas de y para las mujeres, estn sacando ala luz las trampas de esa fortaleza y pretenden revertirla intentandoque se dirija hacia ellas mismas. No es un camino fcil porque la cul-tura organizativa sigue manteniendo el ideal de participacin igua-litaria, algo que no es puesto en prctica ni en las relaciones cotidia-nas ni en la vida pblica de ninguna sociedad actual.

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    4. AMARTYA SEN, Desarrollo y Libertad, Planeta, Buenos Aires 2000 pp. 282. l dice que lapobreza es nuestra responsabilidad, aunque lo sea de alguien ms.

  • En lo pblico y poltico, el desprecio por los enfoques feministassobre el ideal de sociedad solidaria, trae la inercia de un orden mun-dial totalitario5, donde existe la creencia de que la posibilidad deinfluir en las decisiones polticas es muy baja o inexistente, lo que darazones para la no participacin poltica. Sin embargo, los derechosy la poltica marchan de la mano a la hora de la construccin de con-diciones sociales, econmicas, polticas, culturales y religiosas de losseres humanos. Por eso la mayor violacin hacia los derechos huma-nos consiste en impedir que individuos, grupos o culturas puedanexpresarse y luchar por su dignidad.

    La construccin de esa soada democracia6 pasa por la decisincolectiva de conjugar la libertad propia y la de los dems a travs dela representacin y los consensos de lo que E. Dussel7 denominaciudadanos vivos. La negacin de opciones a las mujeres parte dela ausencia de reconocimiento y de no entender que los derechoshumanos, como ideales de justicia, no son slo una apuesta moralsino una necesidad vital.

    La lucha por el reconocimiento y la resistencia que lleva a construiruna nueva realidad, provoca a veces identidades defensivas, de ahque hoy veamos que el sentimiento de sociabilidad que mueve a lasmujeres de los sectores empobrecidos est en pugna con el esprituindividual8 que campea a sus anchas sin marcos de referencia y sin ins-tituciones que produzcan espiritualidad pblica. En las actuales for-mas de religiosidad definidas como hbitos del corazn9, las Iglesias sedefinen no como comunidades polticas, sino como comunidades de

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    5. RIANE EISLER, El derrumbe de la evolucin: un futuro dominador en El Cliz y laEspada, Cuatro Vientos, Madrid, 2003.

    6. DEMETRIO VELASCO, La construccin de la democracia en Pensamiento poltico con-temporneo Univ. Deusto, 2001 pp. 337-410.

    7. ENRIQUE DUSSEL, Estado de guerra, democracia aparente y razn crtica, Revista deFilosofa, N 40, 2002-1 pp. 40.

    8. JOS CASANOVA, Religiones pblicas en el mundo moderno, PPC, Madrid 2000.9. ROBERT N. BELLAH; R MADSEN;, W SULLIVAN; A. SWIDLER; S. TIPTON, Hbitos del corazn,

    Alianza, Madrid 1989, pp. 131-317.

  • apoyo personal, con un alto valor tico pero sin compromiso social.La persona individual se ha convertido en el filtro con el que se criti-ca o discute las realidades sociales. Se ha ganado un sentido de indi-vidualidad que ha provocado devaluar y desgastar los grupos tradi-cionales.

    La ambigedad con la que hoy se habla de la opcin por los pobresen el contexto latinoamericano, est llevando a los telogos/as ahablar abiertamente de crisis interna de la Iglesia. Sin prisa pero sinpausa y completamente planificado, se est instalando el individua-lismo religioso que habla de tolerancia y no de comunin10.

    En cualquier caso, insisten en que si la fractura caracteriza el mo-mento en que se vive, lo apremiante es volver a construir redescomunitarias, reaprendiendo nuevas relaciones entre los gneros.Sera suicida, por el contrario, poner el nfasis en la sumisin a dog-mas y normas ticas clsicas claramente autoritarias que remitena clericalismo triunfante, machismo oscurantista y hegemona delpensamiento occidental.

    En todo caso, y se diga lo que se diga, el reto principal en el seno dela misma Iglesia es menos ideolgico que tico. Porque lo que deverdad est siendo mortfero, es la falta de coherencia tica con laprioridad evanglica de una humanidad nueva, esa por la que tan-tas mujeres se afanan y a la que la autoridad eclesial persiste enponerles lmites. Ciertamente est siendo un reto a la autojustifica-cin eclesial el que las mujeres se sientan parte y llamadas a la refun-dacin de la humanidad y que por lo tanto se nieguen a vivir con esatica de rebajas que plantea que a nadie se le quitan sus derechoshumanos, sino que son las vctimas mismas, quienes se los quitan11.

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    10. JNGER HABERMAS, De la tolerancia religiosa a los derechos culturales en Claves derazn prctica, N 129, 2003; pp. 4-12.

    11. FRANZ HINKELAMMERT,: La inversin de los derechos humanos: el caso de JohnLocke, en F. HERRERA (Ed.) El vuelo de Anteo. Derechos Humanos y crtica de la razn liberal,Descle, Bilbao 2000 pp. 79-113.

  • Son ellas las responsables de la suerte que sufren, as que no tienenderecho a levantarse contra la injusticia.

    Con la legitimacin de las propias vctimas de la dominacin quesufren, se proclama el fin de las utopas para ir en contra de la ticade resistencia esencialmente pragmtica de las vctimas, que una yotra vez confirman su conviccin de que todo discurso es un en-gao.

    Frente a toda esta ideologa, las mujeres contraponen una tica dondela nocin de responsabilidad precede a la de libertad (Levinas), sien-do espiritualidad y no fortaleza el encuentro entre tica y experienciasacrificial que se da en ese deseo infinito de vaciarse para los otros.Son capaces de proporcionar y alimentar la existencia de espaciostranquilos donde vivir y expresarse, que contrastan con la vida agi-tada y en constante movimiento propio de los tiempos que corren yde la necesidad de tener para ser.

    Es la cultura de la vida que pugna por reforestar el corazn y quecotidianamente inventa razones para la esperanza. Desde la adver-sidad y el menosprecio, como deca J.M. Arguedas12, es donde seencamina uno a la felicidad que pasa por construir una nueva rea-lidad.

    Cuerpo econmico: hacer que otros sobrevivan

    Hoy como antao (Locke) lo que se lleva es apropiarse con hostili-dad de los bienes de otros: materias primas, selvas, ros y de nuevocuerpos (emigracin y prostitucin)13. Quien no mantiene un com-portamiento acumulativo no es un ser racional14 y puede ser despo-jado de todos sus recursos porque son recursos ociosos.

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    12. J.M. ARGUEDAS, Todas las sangres, Losada, Buenos Aires 1968.13. En ningn contexto actual es ms palmario el discurso lockeano como en el del mer-

    cado actual del sexo: las propias vctimas han de pagar al victimario el que las victimice.14. DEMETRIO VELASCO, Propietarismo y exclusin socioeconmica y poltica en Indi-

    vidualismo propietarista y justicia social, Iglesia Viva, N 211, 2002.

  • La creciente presencia femenina en los actuales flujos migratorios(48,4% en el Estado espaol y 49,5% en la C.A.V)15 ha desatado lasvisiones ms oscuras de los holocaustos: humillaciones, trabajodomstico, violencia, plsticos, prostitucin y un largo etctera de ata-ques a la dignidad humana. Las mujeres, tradicionalmente conside-radas como transmisoras de la cultura y portadoras de las esencias dela misma, tanto en el vestido y folklore como en las formas de orga-nizacin comunitaria; se ven hoy urgidas a la emigracin como bs-queda de una vida ms digna para sus hijas e hijos. Este objetivo parala mayora de ellas, puede ms que el fro, el desconcierto y la moralsexual. As, entre la rabia, el dolor y el silencio soportan las humilla-ciones ms vergonzosas, todo para que otros sobrevivan. Estosesfuerzos apenas cuentan para la economa cientfica16 y muy tmida-mente empiezan a ser recogidos por la economa social.

    Homogeneizar y banalizar las actuaciones sociales y econmicas delas mujeres constituye un peligro generado por el orden patriarcalque obliga a la jerarquizacin de las actuaciones: primero la explo-tacin econmica (lucha de clases), luego la opresin cultural (mul-ticulturalidad), ms tarde la violencia poltica (democracia ciudada-na)... En todas ellas, las mujeres como colectivo diferenciado desa-parecen y eso da pie a la inexistencia de marcos tericos que definanla economa de las mujeres (Ina Praetorius, 2003) y los conceptos alter-nativos que se manejan en ella.

    Es una ley no escrita, pero se supone que corresponde a las mujeresmoverse en los dos mbitos de la economa, el de la produccin y eldel cuidado y bienestar de las personas. En sus vidas no se cumplecon el ideal de lo que se llama homo oeconomicus, esa ficcin en la quese sustenta el sistema capitalista del sujeto autnomo y autosufi-ciente cuyas relaciones con los dems se limitan a la colaboracin o

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    15. Fuente: EUROSTAT y EUSTAT.16. En los aos 80, el libro bsico de Economa Positiva que estudibamos en cualquier

    Facultad de Economa era el de R.G. LIPSEY, que dedicaba cerca de 100 pginas a la teoramarginalista de la distribucin de la renta y apenas 10 a los problemas del desarrollo.

  • a la competencia, pero nunca a la responsabilidad. Segn esto, laproduccin de riqueza basada en intereses materiales calculados pres-cinde de la consideracin del conjunto, provocando las lgicas des-tructivas de todo el sistema.

    La lgica econmica femenina en cambio, acta en nombre del inte-rs que cada uno tiene de que el conjunto sea respetado. Es la lgicadel sujeto reprimido y aplastado17 que sabe que el respeto del conjuntoes condicin de su propia vida. No hay lgica sacrificial sino biencomn, al contrario que el sujeto calculador quien en la bsqueda dela ganancia, se sacrifica a s mismo y a los otros.

    En el teatro de las injusticias y de los genocidios ms horrorosos enel que se est convirtiendo frica, esta lgica nos pone a la puerta elespectro de una humanidad selectiva que elimina sistemticamentea los dbiles. Por eso, en la accin para el desarrollo como en nin-guna otra son visibles estos procesos destructivos de la vida huma-na. Lejos de marcar algn avance significativo, la lucha contra lapobreza a nivel mundial vive un retroceso alarmante. El mismo con-cepto de desarrollo sostenible es prueba de la nula voluntad distribu-tiva, unos se quedan con el desarrollo y otras con el sostenimiento dela vida.

    El bien comn, calificado de versin secularizada del orden divi-no18 pasa a ser un problema de instituciones econmicas y poltico-jurdicas para las que las mujeres son sujetos que se revelan comouna ausencia que grita y que est presente, pero lo es como ausen-cia. Si se revela, es a partir de las tendencias autodestructivas del sis-tema interpelndolo. Son acciones de urgencia ante polticas econ-micas genocidas, que expresan el rechazo a la accin de las institu-

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    17. FRANZ HINKELAMMERT, La vuelta del sujeto humano reprimido frente a la estrategiade la globalizacin, en F. Herrera (Ed.) El vuelo de Anteo. Derechos Humanos y crtica de larazn liberal,, Descle, Bilbao 2000 pp. 203-214.

    18. C. OFFE Y B. U. PREU, Instituciones democrticas y recursos morales en Isegora (N2, 1990, pp.45-74).

  • ciones y los gobiernos pero a las que les cuesta procesar experienciasy articular avances hacia formas de expresin poltica que recojan eldescontento popular.

    Es esta debilidad de los lazos comunitarios lo que no permite recom-poner la vida poltica y trabajar por los problemas comunes y per-sonales. A pesar de todo, en su ser sostenimiento de la vida, ven comosus oportunidades para el empleo estn sujetas a lo que se considerasu funcin apropiada dentro de la sociedad, es decir que se limi-tan sus opciones a travs de estereotipos negativos19. Sin duda, algorelacionado con los condicionamientos culturales que tienden aidentificar la fuerza de trabajo femenina como secundaria y comple-mentaria de la masculina, pero a las que se les hace responsablesante la sociedad del bienestar familiar. La responsabilidad para conla vida de los otros llega a ser incluso una cuestin que trasciende ala propia fe religiosa.

    Esta responsabilidad es utilizada por Instituciones, Gobiernos yMicrofinancieras en su afn de extender esa nueva panacea del desa-rrollo, los microcrditos. Para algunas organizaciones, las potencialesbeneficiarias de estos pequeos prstamos son madres solteras, anal-fabetas, con ms de cinco hijos y con un familiar enfermo crnico, talcomo reza en sus folletos de propaganda. As que objetivo consegui-do, la manipulacin social y poltica hace que sean las propias vcti-mas del sistema de exclusiones y desigualdades las que tengan queponer todos los medios para dejar de ser victimizadas. Entre lgrimasy cinismo, la lucha por la sobrevivencia les urge a plantear proyectospersonales y colectivos aunque slo sean a corto plazo.

    Es cierto que las mujeres tradicionalmente se han endeudado paratodo lo relativo a la familia en el mercado informal del dinero y quelos mayores niveles de endeudamiento tenan como destino la edu-cacin de los hijos/as. Cierto, pero precisamente por eso no es acep-

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    19. En algunos pases subsiste legislacin que prohbe trabajos nocturnos y peligrosospara las mujeres, como que fuera necesario protegerlas, al igual que a los menores.

  • table el discurso actual de que los microcrditos son una herramien-ta que puede romper con los esquemas simblicos de clase y gne-ro, porque aunque es indudable que a travs de ellos adquierenautonoma formal y reconocimiento en su entorno, las decisionesque toman afectan estrictamente al mbito familiar y se siguen ma-terializando bsicamente en alimentar a sus hijas/os y poder esco-larizarlos.

    No se observa ningn avance, son los mismos elementos que hanestado a su cargo desde siempre y que ellas han ido resolviendo sinlas supuestas ventajas de las finanzas solidarias.

    El apoyo y estmulo a las organizaciones de economa solidaria, pen-sando que las instituciones econmicas y el mercado se comportande manera igualitaria con relacin a ambos sexos, supone obviar quelas mujeres en todos los niveles confrontan no slo la situacin depobreza y desigualdad, sino tambin, las relaciones de poder a lasque mujeres y hombres estn sujetos.

    Hoy, ya no se oculta en los estudios de realidad social que la familiade los sectores empobrecidos del Sur, se constituye sobre la ausen-cia psquica e incluso en el mbito latinoamericano, sobre la ausen-cia fsica del padre/esposo20, lo que produce en su interior un gradoimportante de indiferenciacin de roles intrafamiliares que se ex-tiende al conjunto de la sociedad y del Estado. Al constituir simple-mente parientes y no ciudadanos, la familia inhabilita a sus miem-bros para obtener instrumentos y vivencias que los califiquen paraejercer los derechos de ciudadana en contextos sociales y polticosms amplios.

    Las mujeres, reconfirman su rol predominante en el mundo doms-tico y de los afectos, as se constituyen en madres poderosas y espo-sas dbiles, pero sobre todo, en ciudadanas econmicas. Ahora tienen

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    20. Para ahondar ms, puede verse AAVV, I. MATILLA, Desvelando itinerarios compartidos.Las mujeres y los planes de evangelizacin de las misiones de las dicesis vascas en la costa deEcuador. Folletos para la solidaridad, 4. Misiones diocesanas vascas, 2005.

  • la responsabilidad principal no slo por el trabajo domstico, queincluye el cuidado y la salud de la familia, la provisin de alimen-tos... sino tambin por la gestin de la vivienda y servicios bsicos dela comunidad, as como la capacidad de obtener un ingreso me-diante el trabajo productivo. En realidad, la comida, la vivienda y elagua son necesidades bsicas de toda la familia, pero interesa que seidentifiquen con necesidades de gnero.

    El problema de la situacin de las mujeres en los pases en desarro-llo no es nuevo, pero sigue habiendo poco consenso sobre la natu-raleza de sus principales dificultades, las posibles soluciones oincluso el impacto del cambio econmico sobre sus vidas. En unosaos han recorrido tres fases econmicas21: la primera ha consistidoen ser dependientes y no productivas por lo tanto invisibles sus con-tribuciones econmicas; la segunda, en ser un recurso no utilizadoque puede proporcionar una contribucin econmica al desarrollo;y la tercera, descargar en ellas, en su tiempo y su trabajo el bienes-tar de todos.

    Desde la produccin de alimentos hasta el control de la renta, todoslos indicios apuntan a que la posicin de la mujer en el seno de laseconomas de subsistencia se est volviendo cada vez ms insegura.

    Cuando ellas ya no pueden aumentar su carga de trabajo, empiezana confiar ms en las aportaciones de los hijos, sobre todo de las hijas.Y esta es precisamente la trampa de la poblacin: muchas de las ini-ciativas polticas de los programas de desarrollo, han llegado aincrementar la dependencia de las mujeres respecto a sus hijos/ascomo fuente de status social y de seguridad para todos. Una y otravez, las instituciones sociales y polticas slo las piensan en su rolreproductivo y al no tomarlas en cuenta como generadoras de ingre-sos, elaboran polticas sociales concretas que endurecen sus condi-ciones de vida en lugar de facilitarla.

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    21. Ver los enfoques MED y GED para el desarrollo.

  • Algunos ejemplos:

    Los medios sanitarios son frecuentemente subutilizados ya quesus turnos de consulta son inapropiados para las madres quetrabajan.

    Los horarios de los transportes colectivos estn pensados nica-mente para los varones que trabajan (muy temprano a la maa-na), dificultando las actividades que han de realizar las mujeresantes de ir al trabajo, y haciendo aumentar el tiempo de los des-plazamientos debido a los trasbordos, dado que viven en lossuburbios y van a trabajar al centro.

    En cambio, los actuales Estudios de la Mujer sobre las relaciones degnero en las sociedades, empiezan a rescatar el condicionante deltrabajo domstico y reproductivo para cualquier anlisis del mbitoeducativo. De ah que ellas les den ms importancia a las guarderas,a la educacin no formal, a la salud y educacin sexual y, a la efi-ciencia terminal que a la relacin entre educacin y trabajo, anlisisms propio de occidente.

    Son curiosas en este sentido, las recomendaciones de la OIT que con-sidera, al igual que en Europa, que la formacin profesional constitu-ye un medio clave para aumentar la empleabilidad de las mujeres enel sector formal de la economa y tambin para el autoempleo. Pareceque lo nico que preocupa es el impacto de la educacin en el mer-cado de trabajo y no el papel que juega la educacin en la reproduc-cin de la desigualdad social de las mujeres. De ah que muchos fon-dos de cooperacin vayan dirigidos a capacitacin para el trabajo.

    Evidentemente todas las mujeres creen que es una educacin trans-formadora la clave para revertir la situacin de inhumanidad en laque se ven obligadas a vivir, pero son conscientes de la ambigedadcon la que son tratadas. Necesarias para la cohesin social a travsde la vida familiar pero prescindibles para ejercer autoridad ya seasocial, poltica o eclesial.

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  • De hecho social y polticamente, siguen apareciendo victimizadas,destacando su miseria y tragedia cotidiana22 pero ocultando las expre-siones de resistencia y lucha, toda la fuerza, creatividad y coraje queexpresan en las acciones y expresiones cotidianas de sus pueblos.

    La miseria y las acciones para superarla se sobredeterminan mutua-mente en el quehacer de las gentes de los sectores populares. El hori-zonte se enmarca en una perspectiva de justicia y sobre todo en unacultura de vida23. Las localidades y los barrios se estn convirtiendoen espacios abiertos donde recomponer la vida poltica y trabajarpor los problemas comunes y personales. Se trata, de pelear porencarnar los valores en sentimientos, actitudes, costumbres e inclu-so, instituciones.

    No es cierto que la solidaridad est reida con la eficacia y de eso damuestra el compromiso por la transformacin y el cambio de mlti-ples organizaciones de mujeres. Sin embargo, falta una revisin delas dimensiones del compartir esfuerzos y de la corresponsabilidadentre hombres y mujeres. Romper la fragmentacin inducida en laque se vive, supondr fortalecer igualmente a las personas y a lasinstituciones.

    Afortunadamente, el enfoque de gnero en el desarrollo (GED) hapermitido tomar conciencia de la construccin social de las relacio-nes al interior de las sociedades y visualizar que hombres y mujeresjuegan roles diferentes, siendo sus diferencias de gnero construidaspor determinantes ideolgicos, histricos, religiosos, tnicos, econ-micos y culturales; constatando la subordinacin de las mujeres entodos ellos. Pero a la vez, se ha ido destacando que sus resistenciasa que esta situacin se prolongue estn produciendo dolorosos con-flictos y violencias varias que acarrean demasiado sufrimiento.

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    22. Despus de unos meses del tsunami que asol el sudeste asitico, todas son pre-guntas acerca de los porcentajes elevadsimos de muerte de mujeres en la tragedia.Cnicamente no se quiere reflexionar sobre lo poco que importa la vida de una mujer enalgunas sociedades.

    23. PEDRO TRIGO, La cultura de los barrios en Teologa y Liberacin III. Religin, cultu-ra y tica. Ensayos en torno a la obra de G. Gutirrez, (CEP, Lima 1991) pp. 115-118 y 131.

  • Porque efectivamente, el hombre sigue utilizando el mecanismo dela violencia para controlar y castigar la trasgresin femenina delmodelo de mujer vigente en la sociedad. Modelo que supone no sloel cumplimiento de las tareas asignadas a su rol reproductivo, sinoque implica, el ejercicio de una sexualidad maternal y de una ser-vidumbre ertica, dentro de la norma cultural de la conyugalidad.Y es ah, en el seno familiar donde se produce la fusin de los trescuerpos: maternal, ertico y econmico. Espacio cerrado y lleno detrampas para la fortaleza femenina que no deja espacios para queellas puedan expresar sus debilidades.

    Desde los actuales anlisis feministas latinoamericanos sobre el temade la violencia, se llega a afirmar incluso, que la familia es el espacioprivilegiado para la violacin de los derechos humanos fundamenta-les, especialmente de los miembros ms vulnerables como son lasmujeres y las nias24. Segn esos informes, la persistencia del trato dis-criminatorio y el llevar la carga desproporcionada de los efectos de lapobreza, entorpece su capacidad para disfrutar de los derechos huma-nos cabalmente y en condiciones de igualdad. Ms vulnerables aldesempleo y a la subcontratacin, observan que aunque haya mejora-do sustantivamente la situacin educativa e incluso con una legisla-cin ms favorable, esto no redunda en cambios sustanciales de roles.

    Los avances legales en los derechos de las mujeres son una realidada nivel jurdico en todos los pases, pero a nivel social se sigue trans-mitiendo un conjunto de valores, prescripciones y expectativas dife-renciales segn gnero. Para superar estas visiones, el anlisis eco-nmico puede ayudar, pero no sirve25 para resolver los problemas dela desigualdad y la exclusin. Con libertad deficitaria y sin propie-dad, la incapacidad poltica es slo una consecuencia26. Por eso son

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    24. Segn UNICEF, corresponden a casos de incesto el 43% del total de denuncias reci-bidas en las Comisaras de la Mujer y la Familia de Quito y Guayaquil (Ecuador).

    25. JOAN PRATS I CATAL,Instituciones y desarrollo en Amrica Latina. Un rol para latica? (Apuntes del Master Deusto sobre Poltica y gobernabilidad, 2004-2005).

    26. B. CONSTANT, Escritos polticos, (Centro de estudios Constitucionales), Madrid 1989;pp. 66

  • necesarios propuestas claras en el mbito de las polticas y las insti-tuciones pblicas. De ah que desde modernos anlisis economtri-cos algunos economistas como Rodrik y Subramanian27, demuestrenque la calidad de las instituciones es el nico determinante positivo ysignificativo del nivel de ingreso. Con instituciones debilitadas, laorganizacin popular poco o nada puede hacer.

    Si se neutralizan stas vas mnimas de participacin social, el impac-to de las polticas econmicas para las poblaciones puede ser y estsiendo brutal. Slo la democracia participativa y la reconstruccin deltejido