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Patrocinio Navarro

ESPERANDO EL AMANECER

Cualquier persona que mire el mundo sin prejuicios toma conciencia de que estamos en un compás de espera como nunca estuvimos. El mundo anocheció y esperamos una nueva aurora. Según Tolstoi, existen tres tipos humanos genéricos: el individualista, egoísta, poco más que con conciencia animal, que solo se preocupa de sí mismo y es insensible a todo lo comunitario. Le sigue el que tiene una concepción social de la vida, que además de preocuparse de sí mismo se preocupa también de la familia, la comunidad, el país, etc. Y por último el

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hombre con una concepción espiritual de la vida, que además de preocuparse de sí, de lo social y común, se preocupa de su relación con Dios. Para Tolstoi, tanto como para el autor del presente libro, este último constituye el eslabón más avanzado de la escala de la evolución, entre otras muchas razones porque los dos primeros tipos evolutivos han fracasado históricamente, como se verá en este libro. Y si hemos de señalar cuáles son las herramientas que valoran por igual todos los buscadores espirituales y en las que todos están de acuerdo como leyes espirituales válidas cualquiera sea su sentido espiritual, religión, etc., hemos de señalar dos: Los diez Mandamientos dados a Moisés y el Sermón de la Montaña de Jesús el Cristo. Desde que un puñado de científicos se propuso investigar el misterio del átomo y este les condujo al misterio del ser, el horizonte de la realidad comenzó a acerarse a la mística milenaria y alejarse de los límites que le impusieran Descartes, Newton y Darwin tanto como los filósofos materialistas. Se puede decir que el mundo ya no puede ser mirado de la misma manera a partir de entonces. Términos tales como “razón”, “conciencia”, “ metafísica”, “universo”, “Dios”, “ciencia”, “espiritualidad”, “humano”, “economía”, “política”, “religión”, “espacio y tiempo”, y otros que hasta ahora tenían sus propios territorios bien delimitados y encorsetados, de pronto adquieren nuevos significados. Y no solo eso, sino que descubrimos a la luz de la nueva ciencia y la espiritualidad libre que todos esos conceptos han sido manipulados y han conducido a la humanidad y al mundo animal a un estado de injusticia, asesinatos a gran escala, dominación e infelicidad sin precedentes y situado al Planeta al límite de lo habitable. El conocimiento de la estructura de la materia nos coloca ante un nuevo modelo de Universo – que siempre estuvo ahí ciertamente – donde el hombre no es ni el centro – como se nos quiso hacer creer durante siglos- ni tampoco la periferia, sino un ser implicado en un Todo absoluto, y cada ser humano una manifestación de ese Todo a cuya esencia pertenece. A través de progresivos descubrimientos sobre la naturaleza de la realidad, la física se dirige hacia un reencuentro con la metafísica, con el lado espiritual que siempre mantuvo hasta que le fue negado por el racionalismo a ultranza y por la ciencia materialista y manipulado por las Iglesias falsamente cristianas. Ciertas ideas procedentes de las filosofías orientales y del cristianismo originario tal como es expuesto en la actualidad a través de Gabriele de Würzburg, nos acercan a una nueva comprensión de la naturaleza, y a la

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resolución de las viejas cuestiones pendientes sobre los misterios de la existencia y las relaciones del hombre con ese Todo Universal inteligente y creador al que algunos llamamos Dios o Padre. Y el hombre pragmático, desconcertado, manipulado tanto como desengañado, sumergido en el torbellino de una civilización que se desmorona , vuelve la mirada esperanzada hacia todo eso que promete acabar con su soledad sin claves y revelarle su verdadera condición, tanto como las claves de sus diversas existencias o reencarnaciones como seres humanos. Con el tiempo, especialmente desde la era industrial y cada vez más deprisa el hombre occidental ha ido viendo desgarrarse su existencia entre la moral farisaica que le predican las Iglesias y los gobiernos y su propio desconcierto a la hora de elegir una alternativa para salirse de las trampas que se le han ido tendiendo. Y hoy más que nunca, cada uno se ve empujado por este sistema corrupto que gobierna el mundo a ser no el hombre libre, inteligentemente integrado en el Universo y sus leyes, sino un engranaje individualista de la gran máquina de producción-consumo- destrucción que llamamos Sistema, capitalismo financiero, o neoliberalismo. Sin embargo, ante los nuevos horizontes científico-espirituales, se tiene ahora la oportunidad de acceder a conocimientos y experiencias que permiten a cada uno encontrar su dignidad atropellada por la gran máquina y sus servidores y afrontar valientemente el reto del siglo 21: el reencuentro consigo mismo, con Dios, la naturaleza y los semejantes, todo a la vez y sin fragmentaciones ni campos vallados. Advertimos que no es fácil este retorno a lo primigenio esencial, porque esta sociedad militar-industrial- financiera- eclesiástica que gobierna la aldea global está haciendo todo lo posible para que tal cosa no suceda, y para ello tiene en pie de guerra, literalmente hablando, a ejércitos de banqueros, militares, jerarcas religiosos, profesores acomodaticios, tecnócratas, científicos sin conciencia, intelectuales corruptos, y toda clase de intermediarios al servicio del egocentrismo de los dirigentes espirituales de la sombra y atrapados por el propio egocentrismo. A causa de esta distorsión, existe a nivel mundial una “programación de la ignorancia” igual que existe una programación de la producción de cualquier cosa material. Por ello existen muchos conceptos tradicionalmente tenidos como válidos, pero que ocupan exactamente el lugar de su propio cadáver a la vista de los nuevos descubrimientos. Nos hallamos en este momento tanto ante la fragmentación del conocimiento en parcelas separadas y poco dadas a converger entre sí como ante una esquizofrenia entre lo individual y lo social que ha llegado a materializarse en un individualismo gregario donde todo mundo da la

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espalda a todo el mundo pero hace las mismas cosas y se encuentra en los mismos sitios a las mismas horas. Y todo está programado para que así suceda. Existe, por último, como consecuencia de todo esto, la conciencia generalizada de que no hay salida, que es lo que el Sistema quiere que sintamos para que seamos pasivos, sumisos y sordos al prójimo. Si se priva a alguien de una razón para vivir y ser feliz encontrará muchas razones para morir o ser desgraciado. Esto al sistema no le importa. No solo hace negocios con los que enferman y mueren (seguros, medicinas, hospitales, médicos, tecnología, funerarias y cosas por el estilo, sino que siempre quedan otros que le seguirán manteniendo. ¿Hasta cuándo? En los Diez Mandamientos y el Sermón de la Montaña creyentes y no creyentes; seguidores tanto de una fe como de otra, existen indicaciones difíciles de rechazar por quienes tienen eso que se llama “buena voluntad”, pues tales indicadores del camino de la evolución son en realidad la hoja de ruta de la conciencia espiritual de los hijos de Dios que somos todos, no importa en qué creamos. “Creo que es Max Muller quien cuenta la sorpresa de un indio convertido al cristianismo, el cual había asimilado su esencia, y que, viniendo a Europa, vio cómo vivían los cristianos. Quedó perplejo delante de la realidad tan absolutamente opuesta a lo que hubo imaginado encontrar entre los pueblos cristianos. Nosotros no nos asombramos con la contradicción que existe entre nuestras creencias y las instituciones y costumbres, porque las influencias que ocultan esta contradicción actúan también sobre nosotros. Si solo observáramos nuestra vida desde el punto de vista de aquel indio que había comprendido el cristianismo en su verdadero significado, si miráramos de frente esa barbarie salvaje de la que nuestra vida está repleta, recularíamos aterrados delante de las contradicciones en medio de las cuales vivimos sin percibir. Basta recordar las previsiones de la guerra, las granadas, las balas plateadas, las minas... y la cruz roja; las prisiones celulares, las experiencias de electro-ejecución... y la preocupación del bienestar de los prisioneros; la actividad filantrópica de los ricos... y su vida que produce los pobres a los cuales prestan socorro. Y estas contradicciones no vienen, como se podría creer, del hecho de que los hombres fingen ser cristianos, mientras, al contrario, son paganos, sino del hecho de que los hombres sienten que les falta algo, o que existe una fuerza que les impide ser aquello que deberían y les gustaría ser. Los hombres de nuestro

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tiempo no demuestran odiar la opresión, la desigualdad, la desunión y todas las crueldades contra los hombres y hasta contra los animales; no, ellos realmente detestan todo eso, pero no saben cómo hacerlo desaparecer, y no se deciden a abandonar lo que mantiene todo eso y que les parece necesario. De hecho, pregunte a cada individuo, por separado, si él considera loable y digno de un hombre de nuestro tiempo tener una ocupación que le procura un sueldo desproporcionado a su trabajo; exigir del pueblo - muchas veces miserable - tasas destinadas a pagar cañones, navíos de guerra, instrumentos de muerte para combatir a hombres con los cuales queremos vivir en paz y que tienen el mismo deseo; o dedicar toda la vida, por un salario, a organizar la guerra o a instruirse e instruir a los demás para la masacre. Pregúntele también si es loable y digno, o aun conveniente, a un cristiano tener por ocupación remunerada la de arrestar a pobres marginales, muchas veces analfabetos, borrachos, con el pretexto de que se apropiaron de los bienes ajenos, en proporciones mucho mas pequeñas de las nuestras, o por matar de un modo diferente de aquel que nos es habitual; .encarcelarlos, torturarlos, matarlos por esto? ¿Es loable, es digno del hombre y del cristiano, siempre por dinero, enseñar al pueblo, en vez del cristianismo, flagrantes supersticiones, groseras y peligrosas? ¿Es loable y digno del hombre tomar por placer aquello que es indispensable a las necesidades primarias del prójimo, como hacen los grandes propietarios de tierras? ¿U obligarlo a un trabajo superior a sus fuerzas, como hacen los propietarios de fábricas o fabricantes para aumentar sus posesiones? ¿O aprovecharse de las necesidades de los hombres para aumentar la propia riqueza, como hacen los comerciantes? Y cada uno de ellos, aisladamente, sobre todo al hablar de algún otro que no sea él, responderá que no. Y, con todo, el mismo hombre que ve toda la ignominia de estos actos, a los cuales no es forzado por nadie, a menudo sin provecho material de un salario, por una simple vanidad pueril, por una baratija de esmalte, por un pedazo de cinta, por un galón que se le permitirá llevar, se alistara voluntariamente en el servicio militar; se hará juez instructor o juez de paz, ministro, comisario, arzobispo o sacristán, funciones que lo obligaran a cometer actos de los cuales no puede ignorar la deshonra y la ignominia…

(León Tolstoi: EL REINO DE DIOS ESTÁ DENTRO DE VOSOTROS) El presente libro es un intento (uno más) de descubrir en qué mundo vivimos, por qué funciona como funciona, cual es la responsabilidad que nos corresponde en este Apocalipsis que nos toca vivir, y acercarnos a ver las respuestas que nos proporcionar el cristianismo sobre quiénes somos, de

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dónde venimos y qué nos aguarda tras la muerte. Se encuentra en la línea de mis libros anteriores: Hijos del Cosmos, Una pedagogía del amor, La hora de la verdad y Genealogía de la inmoralidad. Si con cualquiera de ellos aporto algo a cualquier persona en el sentido de abrir una pequeña ventana para mirar el Universo pensando con el corazón pero sin olvidar la cabeza, me sentiré feliz y todavía más agradecido a Dios, nuestro Padre común.

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NI RACIONAL NI RAZONABLE

El subconsciente, tanto individual como colectivo, sabe lo que el consciente no se atreve a formular y menos a aceptar, pero que acaba por manifestarse de un modo u otro, y en la vejez termina por predominar. ¿Es esto lo que sucede finalmente en esta civilización decrépita? ¿Qué hay en el subconsciente colectivo? Pesimismo con respecto al futuro, miedo, inseguridad, desconcierto ante un mundo que se desdibuja perdiendo los paradigmas conocidos que daban sensación de estabilidad y certeza y del cual se conocían las reglas. Ahora se derrumba día a día todo lo que servía de base a los pilares formales del mundo. Los políticos mienten y son tan corruptos como tantos de los jueces que pisotean la justicia en nombre del derecho o de turbios intereses partidistas y ya nadie cree en su imparcialidad; las iglesias, enriquecidas, ignoran, al igual que los gobiernos, la creciente pobreza mundial mientras sus ministros principales, igual que los ministros de los gobiernos, viven principescamente en palacios. Por su parte, los empresarios retoman – menguado por las presiones sociales de antaño- el poder de explotar y despedir a cualquier trabajador sin dar explicaciones, mientras los banqueros especulan y arruinan a las naciones con la complicidad de los gobiernos y contra toda idea de justicia. Las reglas del juego han cambiado, se han hecho imprevisibles, amenazantes, injustas e insufribles para muchos y el mundo se sume en el desconcierto y el pesimismo.

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De existir una conciencia espiritual suficientemente sólida a nivel mundial, todo esto no hubiera sido posible, porque la energía positiva proveniente de los sentimientos de amor, cooperación, paz, igualdad, justicia, unidad y semejantes hubieran actuado como una fuerza neutralizadora de las injusticias y abusos de unos y otros y otras serían las reglas del juego social mundial que serían espirituales y sujetas a las leyes divinas. Como tal cosas no ha sido posible todavía, no hay más que observar el éxito de las películas sobre catástrofes o amenazas de catástrofes , violencia, corrupción ,o fenómenos paranormales al estilo Hollywood para descubrir que el racionalismo materialista proclamado por el Siglo de las Luces no nos ha salvado de nada, sino todo lo contrario: nos empuja, temerosos, hacia un abismo sin fondo, a donde se dirige el derrumbe de esta sociedad falsamente civilizada que puede calificarse de “civilización fallida” por cuanto no evoluciona, sino que primero se estanca y luego, inevitablemente involuciona. Si algo se percibe con absoluta evidencia en medio del estruendo de esta que llamo “civilización fallida”, es la caída en picado, no solo de la justicia y de la idea del humanitarismo del buen samaritano, sino también del valor de la “diosa Razón”, siempre contrapuesta a la Fe como enemiga principal. Ahora todo lo que piden los dirigentes sociales es eso, fe. En ellos, naturalmente. Pero ¿quién puede creerles cuando no cesan de manipular, anular derechos, provocar dolor, guerras, restringir libertades, arruinar en masa a la humanidad y al Planeta, reprimir a los pacíficos y mentir? ¿Qué fe en el futuro pueden pedir para justificar el daño que producen mientras no cesan de crear nuevas formas de malestar social y los más débiles, los enfermos y los ancianos ven perder sus ya menguadas ayudas asistenciales y todo son recortes y más recortes en educación y sanidad? La razón, aliada a lo que se llamó realismo y que tanto predicamento tuvo en la literatura y en el arte como en la vida social, llegó a tener tal auge que sólo lo racional y lo supuestamente realista ha gozado durante siglos de ese prestigio que antes se otorgaba a lo divino. Desde el siglo 18 nunca se habló tanto del uso racional de tal o cual fuente de energía o de una distribución de riqueza, de la racionalidad de una conducta o de un acontecimiento, etc. Lo racional, “vendía”. Al menos hasta ahora. Sin embargo, con tan pobres resultados como podemos observar viendo el deplorable estado del Planeta y de sus recursos, de la economía, de la distribución de la riqueza y de las relaciones humanas, ¿de qué sirvió el racionalismo materialista y su dogma de fe en un Progreso que resultó falso

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y limitado? Sirvió para enriquecer a unos a costa del resto, algo, en fin, ni racional ni razonable. Y ahora sus artífices son los que nos piden con insistencia más fe en ellos y en sus promesas de futuro como si aún fueran creíbles, pero han derrochado todo su capital de credibilidad. Los racionalistas atacaron los dogmas de las Iglesias y su doble moral, y eso estuvo bien, pero quedaron anclados en el ataque a los fantasmas que las Iglesias promovieron a dioses, y no se atrevieron a dar un salto cualitativo de su conciencia, porque creyeron que a la cerrazón de las ideas eclesiásticas bastaba con oponer otra cerrazón: el intelecto al servicio del yo inferior (del mío, mí, para mí), del interés personal, como no podía ser menos. Y el intelecto bastaba – eso creían -para proclamar la muerte de Dios,- y colocarse en Su lugar al menor descuido- pero sucede que en la naturaleza del intelecto está la incomprensión de lo espiritual del mismo modo que en la naturaleza de un mono está la incomprensión de un crucigrama. La herramienta intelectual racionalista aplicada a lo social alcanzó en el siglo 20 un punto culminante, que fue un siglo de grandes revoluciones sociales, tan grandes como inútiles para el progreso de la civilización, pero útiles para el progreso de otra clase de racionalistas: los que comenzaban por llamarse representantes de los pueblos para terminar siendo sus nuevos amos. Y a lo largo de la segunda mitad del siglo, el lenguaje y la organización de la sociedad toda han sido tan racionalmente codificados como nunca antes , y posteriormente más desde que los ordenadores catalogan, procesan, organizan todo fragmento de la realidad que pueda ser medible, contable y previsible según ajustados programas .Gracias a esto han habido notables progresos tecnológicos y otros que pueden esperarse, pero también un enorme control sobre los recursos de la Tierra, los individuos y las ventas de todo tipo de mercancías y objetos no solo útiles sino inútiles y hasta perjudiciales usando tres herramientas con buenos resultados hasta hoy: el marketing, los ordenadores y los conocimientos mejorados de la psicología. Todo ello para servir a minorías que se enriquecen mediante el engaño y la manipulación cuando no mediante el uso de la violencia, pues también el progreso del racionalismo materialista ha conseguido poner en marcha una tecnología militar de tal poder destructivo como jamás conoció siglo alguno. Podemos decir que hemos avanzado enormemente en todo lo dicho con el intelecto alejado de la conciencia y por tanto puesto al servicio del ego- del personal y del de los dirigentes del mundo- ello no nos han conducido a ser

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mejores personas ni a vivir en un mundo racional, sino todo lo contrario: hay un enorme retroceso en la calidad de los objetos y en su duración, estudiada para que duren lo que tienen que durar, a la vez que se instrumentalizan las relaciones humanas para rentabilizar las empresas (incluso deslocalizando empresas , reformando leyes laborales para abaratar los costes en contra de los derechos adquiridos por los trabajadores, enviándoles lejos de sus hogares familiares, etc.), lo que produce desarraigos forzados y problemas emocionales personales y familiares , enrarece las relaciones laborales, y deshumaniza aún más las relaciones de producción llevando a un retroceso en los valores humanos que ahora se sitúan por debajo de los valores de producción y consumo. Valores espirituales, civilizadores y de progreso como amor, bondad, altruismo, solidaridad, confianza, respeto, etc. se van dejando en la cuneta a medida que avanza la autopista de la modernidad hacia un pretendido y falso progreso. Y esto es real. Real, si, pero ¿racional? ¿Inteligente acaso? Para quien considere que la razón es un instrumento aceptable para valorar el estado del mundo, para quien considere que solo es real lo medible, y racional todo cuanto pueda apoyarse en una realidad tan objetiva como incuestionable, sin duda el siglo 20 ha sido el Siglo de la Razón con mayúsculas y tildará de loco o ignorante a quien se oponga a semejante punto de vista. “Todo lo real es racional”, afirman filosóficamente concluyentes. Y es cierto, pero no del modo que se pretende, Pues ¿acaso se opone a la razón cualquiera de los valores espirituales positivos? ¿Se opone la razón a los valores mencionados como civilizadores? Pero estos no forman parte de los planes de políticos, economistas, empresarios, multinacionales, militares, investigadores al servicio de las empresas, etc. Los racionalistas creen que lo real es lo material, pero si se les pregunta cuál es la esencia de la realidad, sobre qué se esconde tras el mundo de las apariencias materiales, ya no saben qué decir. Y no saben contestar esta pregunta porque han caído en el utilitarismo y el pragmatismo, que es “lo que se lleva” en el siglo por una razón tan simple como esta: produce dividendos. El concepto de utilidad ha sido sobrepasado con creces más allá de los planteamientos teóricos de sus filósofos y convertido en utilitarismo pragmático ha terminado por invadir terrenos como el científico, el militar, el financiero, el religioso, el educativo y otros aparentemente alejados entre sí pero realmente conectados por esa misma filosofía que termina por impregnar la vida cotidiana de la humanidad. Y a pesar del éxito que tal modo de pensar y actuar tiene en el mundo, no puede decirse que vivamos una sociedad de la razón, y ni siquiera una sociedad racionalista sino una sociedad de sinrazones, de conductas irracionales

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simplemente materialistas, y donde la reina le infelicidad. Así que el único progreso que el uso de la facultad de pensar intelectual ha supuesto para los pueblos de la Tierra ha sido un progreso técnico y distorsionador de las necesidades reales que ha convertido en necesidades artificialmente creadas para el consumo compulsivo teledirigido. Las gentes llenan sus casas de objetos pero ¿con qué llenar el vacío de sus almas? El común de los hombres, marginado o auto marginado –según los casos- de este tipo de problemas, se desenvuelve en mundos poblados por los fantasmas de su subconsciente previamente programado por él mismo o por las influencias de los programadores exteriores mediante la educación, la religión o los medios de comunicación, que le tienen sumido en una ignorancia contra la que deberá enfrentarse en algún momento de esta vida o de otras posteriores. Entre tanto, la ignorancia programada contra lo real y verdadero constituye la base de todo tipo de alteraciones psíquicas y de falsas interpretaciones de sí mismos y del mundo, pero también la plataforma perfecta para sostener los argumentos del ego y los buenos negocios de los mercachifles mundiales. La realidad deformada o envilecida, la realidad ignorada o impronunciable resulta más que rentable para infinidad de industrias y negocios cuya enumeración vendría a coincidir casi exactamente con los mayores enemigos de la verdad. Esto explica por qué en la educación de las jóvenes generaciones no se procura desarrollar seres humanos demasiado inteligentes, ni demasiado críticos, ni demasiado sensibles o inclinados a la cooperación altruista. De lo contrario se pondría mucho más cuidado en compatibilizar la vida laboral de los padres con los horarios escolares y necesidades emocionales y educativas de los hijos. Ni siquiera se trata de formar generaciones de personas cultas, pues de ser tal la intención se dedicarían muchos más medios a la formación de profesores y nunca tendría que ser noticia la escasez de profesores y recursos en las escuelas públicas, ni la pobreza de sus contenidos educativos. Para los impulsores del racionalismo materialista-mercantilista la inteligencia es un peligro público, la cultura libre y crítica es arma que puede ser utilizada en contra del Sistema, y es preciso mantenerla bajo control estricto, tanto como a la sensibilidad compasiva y cooperativa hacia el prójimo, un factor de riesgo laboral o militar. Y si el pensamiento libre y el espíritu amistoso y de cooperación que pudiera llevar a la idea de comunidad se quieren controlar, no podía quedarse al margen la espiritualidad que pudiera servir de fundamento a la conciencia. Aquí el Sistema pone todos sus medios para que espiritualidad se confunda con pertenecer obediente a religiones “protegidas” y jerarquizadas, porque sabe

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que sin instituciones religiosas adormecedoras de conciencias que viven a su amparo y juegan el papel de paraguas moral quedaría en evidencia la inmoralidad de los poderosos a los que cada Iglesia – en recíproca correspondencia- agasaja y recibe con honores. En consecuencia, los programas de educación escolar o religiosa son contrarios al desarrollo de las cualidades y principios que pueden ayudar al cambio de la mentalidad y la sensibilidad del género humano y servir al verdadero progreso, pero los programadores de la Gran Máquina ya hacen lo posible para que tal cosa no ocurra. Es así como muestran, una vez más su verdadero rostro de enemigos de la humanidad mientras la conducen hacia la ignorancia, la apatía, la sumisión, la esclavitud laboral, el fanatismo, la idolatría, las supersticiones y otros modos de corrupción que conducen hacia el crepúsculo de la inteligencia y la razón, y por tanto hacia modos de pensar y sentir antinaturales y contrarios a las leyes divinas y de la naturaleza. ¿Cómo deben ser mirados los poetas, los niños, los místicos, los profetas, los que tienen facultades llamadas paranormales? ¿Cómo deben ser mirados los pueblos considerados como “primitivos” cuando no se someten a los parámetros del realismo pragmático tecnológico, inmoral y consumista promovido por sus pretendidos civilizadores? Construir un mundo donde prevalezca la justicia, el amor, la paz y la libertad exige una dosis de intuición y una dosis de conocimientos, pero también un corazón abierto al pensamiento espiritual libre y altruista. Sin todo eso, no es posible la evolución de nadie. Uno de los parámetros que nos pueden servir de punto de observación para saber qué está pasando es la actitud ante la naturaleza y los animales. Ahora mismo no es excesivo afirmar que cualquier indio de una tribu amazónica tiene más conciencia de pertenencia a la naturaleza, y de amor y respeto por ella que cualquier supuesto civilizado graduado en las escuelas del mundo supuestamente civilizado que mandan bombardear territorios y personas o hacer pruebas nucleares, entre otras barbaridades antihumanas. Y en cuanto a los animales, las tribus “salvajes”, los cazan y usan estrictamente para sobrevivir, pero jamás como diversión, y son cuidadosos en no abusar de su caza o pesca. Todo esto, lo mismo que experimentar con ellos, son inventos de los “civilizados”.

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No es excesivo afirmar que cualquiera de estos hermanos de las grandes selvas o de las aldeas africanas, por ejemplo, tiene más sentido comunitario y más alegría de vivir a pesar de todos sus innumerables infortunios y privaciones que el supuesto civilizado de las ciudades, hasta que llega el “civilizador “y lo pervierte y degenera, como han hecho los imperios europeos con los pueblos que cayeron bajo su bota militar. Sin que esto se interprete como un canto al” buen salvaje” como modo ideal de vida, existen en muchos pueblos primitivos rasgos de sabiduría, conocimientos y valores emocionales de mucha mayor riqueza que la que nos ha querido mostrar la historia oficial, hecha al fin y al cabo por sus enemigos y vencedores. La historia oficial en todas partes se construye desde el partidismo, el simplismo, el reduccionismo, y la manipulación de los hechos para que todo ello sea grato al poder del vencedor, héroe siempre por villano que fuere. Y siempre lo es y se le edifican estatuas. Las culturas indígenas en particular han soportado toda clase de deformaciones históricas sobre su realidad, y una especialmente llamativa inexistente en la cultura oficial contemporánea: el mundo entendido desde una cosmovisión. Llama especialmente la atención la importancia que se concede al vínculo espiritual, al sentido de lo trascendente y a la fe en la supervivencia del alma tras la muerte, junto al respeto por sus ancianos y antepasados. Todo ello condiciona y da sentido a las actividades personales y sociales que se ejercen en estricta armonía con una naturaleza a la que se respeta como a una madre. Se pueden descubrir sus ingenuidades de acuerdo con formas de espiritualidad y cosmovisiones más avanzadas, pero de lo que no cabe duda es de que existe un conocimiento sobre las leyes naturales, una sensibilidad y una necesidad espiritual que les son ajenas al manipulado hombre occidental de hoy alejado de la naturaleza, de los valores espirituales y de la preocupación sobre su verdadero ser y de la relación que tiene con todo y todos los demás. Esto sitúa a la actual humanidad ante un abismo y le empuja hacia él mientras descubre el lado inquietante que supone para este hombre moderno y supuestamente civilizado la ignorancia acerca de su verdadero ser, del sentido de su vida y de su muerte y de su relación con el Más allá, con Dios y con el conjunto del Universo, sus semejantes, los animales y la naturaleza toda. ¿Qué ha superado en su interior el hombre moderno ilustrado respecto a los primitivos egipcios, indios norteamericanos, o mayas, por ejemplo?

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ANTE SÍ, ANTE LOS OTROS Y ANTE EL UNIVERSO

En occidente se ha perdido el sentido de lo sagrado, o lo que es peor tal vez: se ha pervertido. Esto es una fuente de infortunios sinnúmero. En el mundo tecnológicamente avanzado, el individuo se ve sometido a un proceso de adaptación, tan forzada como fragmentada, dirigido por una minoría encumbrada que pretende incorporarlo a un sistema de producción que pretende tener bajo su control los recursos de la Tierra y explotarlos hasta acabar con ellos si se les deja. En este lado del mundo, el individuo se halla frente al mundo exterior entendido como la Naturaleza, el Otro y la Sociedad global sometido a una serie de fuerzas desarmónicas procedentes de la estructura social desarmónica cuyas diversas manifestaciones en la vida cotidiana empujan al individuo hacia su propia desarmonía interna. El volumen de consumo mundial de ansiolíticos, tranquilizantes, somníferos, antidepresivos y semejantes para intentar paliar las consecuencias de toda la presión laboral, horaria, intelectual, mediática, familiar, política, etc. es tal, que revela una situación insostenible. Ante las tan generalizadas situaciones de stress, muchos acuden al médico y otros a las Iglesias, pero resulta que ni uno ni otros- sometidos como están a sus propias instituciones, prejuicios, ignorancia e intereses mundanos- calman las inquietudes del alma que de ese modo protesta contra su maltrato.

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La agresión a la autoestima del más débil es inseparable del sistema de dominación mundial, y el resultado en cada caso va a depender de cómo se ve a sí mismo cada sujeto agredido, a si sabe o no responderse a la pregunta de quién es y cuál es el sentido de su vida. El proceso dialectico permanente entre lo que uno supone de sí mismo y lo que los otros suponen que es o que debe hacer, es una lucha constante de ajustes, también emocionales, con repercusiones sociales semejantes a lo que sucede cuando alguien arroja una piedra sobre las tranquilas aguas de un estanque. Cuando la imagen que uno tiene de sí no se corresponde con la que se le intenta imponer desde el mundo exterior, siempre más pobre y sesgada hacia el utilitarismo, o para exclusivo beneficio ajeno, se produce un conflicto. Y el conflicto en este mundo es algo permanente. Muchos no lo pueden soportar. Cuando la realidad exterior es hostil y pobre de interpretaciones y no se intenta cumplir con las leyes de la naturaleza o con las leyes espirituales que le dan sentido, por considerar que eso no forma parte de uno mismo, se produce un desgarro interior. Los “otros” aparecen como competidores o como sujetos potencialmente amenazantes, y en esta situación lo que llamamos “Sistema” o “Sociedad civil” tiene la puerta abierta para realizar en cada uno su escalada de control del pensamiento, deseos y emociones ocupando con prejuicios y llenando de objetos de consumo el vacío espiritual que deja el desprecio a lo sagrado. Así la imagen de uno mismo no solo puede llegar a resultar falsa, sino perversa y pervertidora, conduciendo al sujeto a todas las formas conocidas de depresión, inseguridad, stress, ansiedad, y otras manifestaciones del alma atormentada que a su vez atormentará a otros a semejanza de las ondas que se produce en el estanque tranquilo si una piedra cae sobre él. Esto lleva al suicidio a cada vez más personas, incapaces de soportar tantas presiones en un mundo que perciben como hostil a sus necesidades más elementales. Reconozco la dificultad- tan antigua como el hombre- del autoconocimiento, y proclamo la necesidad de cada uno de iniciar esa búsqueda que en todo caso debería ir pareja a la de las leyes por las que se rige el Cosmos del que formamos parte inseparable. Para tal viaje es necesario un buen aporte de ciencia y rebeldía, de espíritu crítico, amor y escasos prejuicios. No, no es sencilla la tarea, de lo contrario tendríamos ya una humanidad capaz de disfrutar de una verdadera civilización. Tampoco lo era hace cuatro mil años cuando en los templos iniciáticos egipcios se invitaba al hombre a conocerse a sí mismo para conocer el universo y a los dioses. Y es que de acuerdo con la ley hermética del Principio de

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Correspondencia, conocer el microcosmos personal daba acceso al conocimiento del macrocosmos. Conocerse a sí mismo, daba acceso a conocer a todos los demás. No. Todo eso no era sencillo entonces, pero aún se complica más ahora por quienes dirigen este mundo que pretenden convertirlo en una masa de glotones, individualistas, insatisfechos consumistas y sumisos amedrentados por todas las formas de miedo en el más acá y en el Más allá. Pretenden convertir el mundo entero en una fábrica de idiotas a un paso del 1984 de Orwell y del Mundo Feliz de Huxley, pero a millas de distancia de los valores que liberan conciencias y transforman a la humanidad. ¿Es posible liberarse de semejante presión? ¿Cómo? Muchos dan recetas para la liberación en forma de revoluciones donde las masas actúen a la vez, pero esto nunca ha sido posible, porque la conciencia de la mayoría de los individuos es finalmente la que va a determinar el comportamiento colectivo. Pero ¿cómo se despierta esa conciencia? Si algo nos quedó claro tras todas las experiencias violentas llevadas a cabo por las masas fanatizadas por las ideas de transformación social es que ese no era el camino, pues tales ideas estaban cojas, faltas de ese ímpetu de liberación que solo proporciona la conciencia liberada del ego por la fuerza del amor, que siempre es altruista y nunca impone, nunca violenta, nunca empuja a otro en una dirección que acomode al que actúa. Este es el amor del Cristo en Su Sermón de la Montaña. “La situación actual de las personas se parece a la de las abejas enjambradas en un panal que pende de una rama. Su situación es transitoria y debe cambiar irremediablemente: deben salir volando y encontrar un nuevo lugar donde vivir. Todos lo saben y desean cambiar su situación y la del resto, pero no lo pueden hacer hasta que todas las demás también lo hagan. No pueden echar a volar todas a la vez, porque al estar unas encima de otras dificultan al resto separarse del enjambre, y por ello continúan pendiendo de la rama. Parecería que las abejas no tienen ninguna posibilidad de salir de esta situación, como le parece a la gente que está atrapada en la concepción social de la vida. Si la abeja que si puede salir volando no lo hiciera, las demás nunca se moverían, y entonces el enjambre nunca cambiaría su situación. Y si la persona que ha asimilado una concepción cristiana de la vida no empezara, sin esperar al resto, a vivir de acuerdo con esta concepción, la humanidad tampoco cambiaría nunca su situación. Del mismo modo que basta con que una abeja despliegue las alas y salga volando y tras ella lo haga una segunda, una décima y una centésima el enjambre que pende inmóvil se convertirá en otro que vuela libremente. Así, basta con que

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una persona entienda la vida tal como le enseña el cristianismo y empiece a vivir de esta manera, y tras ella lo haga una segunda persona, una tercera y una centésima se destruirá el círculo vicioso de la concepción social de la vida del que parecía no haber salida. Pero se cree que la liberación de los hombres por este medio es demasiado lenta, que hay que encontrar y emplear otro sistema que pueda liberarlos de una sola vez. Esto es como si las abejas, a pesar de querer echar a volar, encontraran que deben esperar demasiado hasta que todo el enjambre, abeja por abeja, alce el vuelo, y que es necesario encontrar un medio para que cada abeja por separado no tenga que desplegar las alas y alzar el vuelo, y en vez de eso lo haga todo el enjambre a la vez. Sin embargo, esto es imposible: hasta que la primera, segunda y centésima abeja no desplieguen las alas y alcen el vuelo, el enjambre no encontrará una nueva vida. Hasta que cada individuo no asimile la concepción cristiana de la vida y no empiece a vivir conforme a ella, no habrá solución para la contradicción de la vida de los hombres y no se establecerá una nueva forma de v3ida. .(León Tolstoi, obra citada) Grano a grano se forman graneros, y ese es el camino que nos indica la historia cuando nos muestra la admiración que suscita e invita a la acción la actitud y las enseñanzas de los mejores de entre nosotros, de los que Jesús de Nazaret es el más claro ejemplo, pues nos mostró que quienes Le siguen y no reconocen más Ley que la de Dios, no conceden a su ego ni a persona o gobierno alguno el derecho de estar por encima, por lo cual se liberan de ataduras internas y externas, pues la Verdad nos hace libres, como nos enseña el cristianismo. Y eso sucederá, pues ya Cristo nos dijo que ningún alma se perderá; pero entre tanto, se malvive.

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EL ASALTO DE LA CODICIA Y EL PODER

Estamos ante una dictadura de los banqueros, la primera gran crisis global que cambiará el mundo materialista y lo dirigirá hacia su declive a consecuencia de la codicia sin límites de unos cuantos enfermos mentales del mundo financiero a los que se les someten otros de su condición que gobiernan naciones y empobrecen a sus gentes para enriquecer a sus amos. Desde finales de los ochenta del siglo pasado hasta ahora mismo han sucedido cambios progresivos en la organización de la economía a medida que los grandes bancos y grupos financieros han ido tomando posiciones más y más relevantes en la organización de la economía mundial. Finalmente nos hallamos hoy sumergidos en una profunda crisis económica que afecta a una gran parte del mundo occidental, y que repercutirá de distinta manera en todas partes. Lo que diferencia fundamentalmente a la crisis que padecemos hoy, si la comparamos con las típicas crisis cíclicas del capitalismo liberal, es que ha sido calculadamente provocada por los grandes bancos norteamericanos con la complicidad del FMI, los bancos centrales, y los políticos de los países tomados por asalto en auténticos golpes de estado en el que los representantes de los promotores de la crisis llegan a presidir gobiernos, como sucede en Grecia y en Italia. Con estas complicidades su extensión se ha multiplicado, pero su profundidad aún no ha terminado de manifestarse. De momento ha sucedido como si una gran carga de profundidad se hubiese hecho estallar en las tranquilas aguas de un océano en el que todos sus habitantes ocupaban espacios previsibles. Y ahora todo sucede de un modo vertiginoso, todo se descoloca y apenas si los efectos inmediatos de la explosión dejan ver la amplitud de los daños, y menos aún evaluar sus consecuencias finales tras haber cambiado el orden anterior. ¿Qué sucederá tras el derrumbe del capitalismo clásico? Estamos empezando a

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sentirlo en forma de agresión social y autoritarismo de los gobiernos, sordos para los pueblos pero con exquisito oído para sus patronos. Y esto es solo el principio del desastre. En épocas anteriores, los acontecimientos económicos, sociales o culturales que se producían en un determinado país sobrepasaban sus fronteras con lentitud, y solo afectaban a sectores puntuales de otros países que tuvieran relación directa con el primero, pero en la aldea global todo está interconectado y los acontecimientos se suceden de un modo vertiginoso, más rápidamente cuanto mayor es la riqueza de los países. Los demás, los más pobres, están sujetos a sus fluctuaciones y cambios. En el desarrollo del capitalismo burgués o capitalismo clásico industrial, las crisis económicas erosionaban de un modo intolerable los ya de por sí miserables salarios y condiciones de vida de los trabajadores y sus familias, que respondían contra tales agresiones con huelgas, manifestaciones, revueltas, boicots, y todas las formas posibles de hacer frente a los recortes en derechos y salarios que imponían los patronos. Hoy están tan desconcertados aún como atemorizados, pero la indignación crece sin cesar y las manifestaciones callejeras lo demuestran en toda Europa y en los Estados Unidos. Entre tanto, en países como Gran Bretaña los niños se ven obligados a trabajar de nuevo para ayudar a sostener la economía familiar, mientras la clase media se desmorona y salen de ella nuevos pobres obligados a pedir ayudas sociales que se van recortando en esta economía insostenible. Antes, las crisis sociales terminaban por arrancar mejoras a los poderosos tanto en derechos laborales como sociales y políticos, y en casos extremos sabemos cuántas revoluciones sociales se han dado como respuesta en muchos países de todo el mundo. Ahora, los gobiernos de los banqueros imponen recortes drásticos que empobrecen a la población sin mostrar la más mínima disposición a cambiar. Las gentes se manifiestan y exigen cambios sin resultado alguno, y la única respuesta que obtienen es adelantar elecciones. Entonces no cesan de esgrimir argumentos vacíos y mucha policía agresiva, y unos engañados y otros por miedo, les siguen el juego. En nuestro tiempo, además, se ha producido un cambio cualitativo importante, porque el capitalismo se ha fragmentado en dos bandos: el capital financiero y el capital industrial que mantienen entre sí una lucha de poder. Veamos esto.

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El capital financiero – defendido por los grandes bancos y grupos de inversión- apuesta por obtener beneficios a corto plazo mediante la especulación. En lugar de hacer correr el dinero en los circuitos de la economía productiva prestando a los pequeños y medianos empresarios, el especulador lo invierte en juegos de Bolsa y otros juegos financieros retirándolo de la creación de riqueza. Esto beneficia a los inversores y a las empresas multinacionales, pero no al conjunto de la economía de cada país, que se sustenta fundamentalmente en pequeños y medianos empresarios que ahora no reciben dinero de los bancos por ser menos rentable para sus juegos de inversión. Como consecuencia inmediata vemos desaparecer por días pequeñas y medianas empresas hasta ayer mismo florecientes. Comienzan los despidos y con ello la ruina de trabajadores, especialmente de los que cayeron en la trampa del juego de los banqueros con hipotecas a bajo interés, que ahora no pueden pagar y se ven desahuciados. A medida que esto sucede, desciende la capacidad de consumo, el nivel de contestación social –por estar atrapados en la hipoteca y el miedo a perder el empleo y no poder pagar- y la demanda de productos por parte de la población ahora empobrecida. El país entra en recesión. Hasta aquí todo parece lógico, claro está que con la lógica de los banqueros. Es injusto, desde luego, pero es el modo de actuar eterno del ego compartido de una clase parásita – la de los más ricos y sus allegados y protegidos- y su codicia insaciable aplicada a dominar la estructura social. El ego (mío, mí para mí), el señor “Quieromás” es el rey del mundo materialista. Así que se ha producido un cambio cualitativo – el auge de los grupos financieros sobre las antiguas clases burguesas- y un cambio cuantitativo: la disminución del número de mano de obra necesaria para el funcionamiento de esta sociedad tecnológica que también expulsa obreros de sus trabajos por la aplicación de nuevas tecnologías en las grandes empresas. Podríamos pensar que con las nuevas tecnologías podríamos liberarnos de muchos trabajos, yendo hacia un mundo de desocupados carentes de necesidades donde todos tuvieran acceso gratuito a los bienes necesarios para la vida: vivienda, educación, cultura, asistencia médica, tiempo libre creativo, auge de comunidades libres, y etc. Esto podría haber formado parte de un proceso civilizador positivo, al que en lugar de acercarnos nos alejamos. La liberación del trabajo por la tecnología se convierte en paro y miseria para los trabajadores y sus familias; los dueños de las grandes industrias se enriquecen, al igual que los bancos que reciben dinero de los contribuyentes a través de los gobiernos para sacarles a flote de sus miserables juegos cuando pierden mientras desahucian a los que engañaron con hipotecas baratas que no pueden pagar y se niegan a prestar

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dinero al mismo pueblo que les “rescata” como ellos dicen porque quieren seguir jugando a lo mismo. Son todos estos los que hablan de crisis, como si tal crisis hubiese sido algo caído del cielo como un pedrisco, inesperadamente. Y hay gente que les cree. La crisis, efectivamente, existe, pero no para ellos, ni tampoco por las razones que cuentan. Existe, sí, por su causa y sus sinrazones. Y por vez primera, las clases sociales desde la media hacia abajo, se sienten desprotegidas, puestas contra las cuerdas y faltas de una ideología de redención social en la que creen como antaño creyeron sus abuelos, que sirvieran de guía en el presente. Pero, gran calamidad, en el presente esas ideologías están desacreditadas a causa de las amargas experiencias históricas, y sus detentadores actuales se hallan divididos entre sí en pequeños grupos testimoniales desconcertados acerca de qué hacer y cómo. Existe una fuerte repulsa social protagonizada por jóvenes que muestran una gran conciencia social y ven su futuro tan incierto como su presente afectado por el vuelco histórico que supone el neoliberalismo, pero no se da con el modo de vertebrar todos esos movimientos en torno a un proyecto común más allá de la repulsa concreta. Se levantan banderas, pero tras ellas no hay más que romanticismo. Y mientras las clases dominadas y empobrecidas se indignan y manifiestan por las calles siendo aporreadas por los uniformados, los ricos son más ricos que nunca y los gobiernos tienen más medios que nunca para someter por la violencia y el engaño. La crisis no es para ellos. Estamos en un mundo que se configura de otro modo, un mundo que no tiene nada que ver con el que vivieron nuestros padres y en el que es necesario y urgente tomar posiciones defensivas y hallar medidas alternativas olvidándonos de los lastres ideológicos del pasado y estando abiertos a otra visión del mundo más acorde con nuestra verdadera condición, que es espiritual, que es de seres libres, y que no es la de esclavos del sistema ni la de siervos de ninguna de sus Iglesias. En adelante va a ser necesario agudizar el ingenio para evitar la miseria y la manipulación a través de los medios y vamos a tener que dar necesarios pasos para desaprender todo lo que nos dijeron que teníamos que ser: consumistas, individualistas, insolidarios, sumisos, pasivos y confiados en el que el Poder lleva a sociedades del bienestar, a la paz y al orden. Vivimos un tránsito hacia un mundo empobrecido y si algo goza de claridad meridiana es que debemos desconfiar desde ya de los cuentos para niños que nos cuentan los mismos que nos arruinan.

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LA FILOSOFÍA DE LA DEGRADACIÓN

La degradación es el pensamiento central del yo inferior. Despolarizar, el viejo sueño de los rebeldes del Paraíso Primigenio. ¿Y cuál es el papel de la Ciencia en todo esto?

A la vista de lo que vamos introduciendo y hasta repitiendo para hacer ver los asuntos esenciales desde distintas perspectivas vamos tomando conciencia de que el mundo gira justamente al revés. Que lo más valioso : Dios, el alma, la mujer, la infancia, lo bello, lo sutil, lo puro, la poesía, la inteligencia, la felicidad, y mucho más es negado, maltratado, ensuciado, degradado, despreciado, disfrazado, perseguido, o convertido en mercancía de algún tipo. Con esta que podríamos llamar Filosofía de la Degradación, los servidores de lo peor de la humanidad, pugnan a diario por invertir y poner en negativo cuanto alcanzan a controlar. Una muy importante parte de los avances en el conocimiento de la Naturaleza se emplean precisamente contra la Naturaleza, entran a saco contra sus recursos y la degradan hasta haber conseguido alterar los parámetros por los que se rige y obligarla a responder mediante el cambio climático y todas las demás respuestas geofísicas agresivas para defenderse de tanta violencia insensata. Como no podía ser menos, del mismo modo se actúa en todos los demás campos: salud, educación, cultura, tecnología, comunicación, arte, literatura, etc. etc. En todos hallamos esa Filosofía de la Degradación, esa adulteración de los valores que se invierten para dar paso a la cara sucia de todo eso, porque la cara sucia de todo eso tiene un gran aliciente para el Sistema de los Mercachifles: produce beneficios, da poder y prestigio y permite hacerse importantes a algunos notables enanos.

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La suma de todas esas fuerzas negativas se convierte en obstruccionismo para el progreso humano, para una civilización de nobles ideales. El principio del beneficio-a-toda-costa prima sobre cualquier conocimiento, sobre cualquier otro valor, sobre cualquier posibilidad de investigar aquello que aún pudiendo ser necesario y hasta urgente para la humanidad se deja a un lado por intereses del más bajo calibre pero de la más alta rentabilidad. Llegados a este punto podemos estar de acuerdo de dos cosas muy importantes: la primera, como ya se ha dicho, que no se investigará nada que no suponga un nuevo negocio o sirva de soporte y ampliación a otro que ya exista. La segunda, que se silenciará todo lo que sea necesario silenciar sobre cualquier verdad que pudiera entorpecer esa determinación en el momento preciso y por el tiempo que sea necesario. Por esto podemos explicarnos que en las investigaciones sobre las ciencias físicas renuncien a hacerse preguntas sobre lo que en realidad es la materia y la fuente universal de la energía; o que no se hagan igualmente preguntas sobre cómo es posible la inteligencia del universo, prefiriendo colocar al AZAR en un papel imposible de creer: mucho más imposible que el creer en Dios, del que no quieren saber nada. Esa huída de la búsqueda de lo esencial universal no exime a los llamados científicos de elaborar lo que podríamos llamar “esoterismo científico”, del que la afirmación de la existencia del Azar con mayúsculas ya formaría parte. Es aquí donde corresponde hablar del rostro oculto de la Ciencia. Me refiero a todas aquellas áreas de investigación que no trascienden a la opinión pública por diversos motivos que siempre nos vemos obligados a suponer: secretos de Estado, intereses comerciales, políticos, militares, estratégicos, temor a efectos psicológicos no convenientes sobre las poblaciones, y otros de esa índole. Todos oscuros, naturalmente. ¿Quién se asombraría de saber que en estos mismos instantes se investiga sobre armas letales desconocidas capaces de diezmar poblaciones enteras en minutos? ¿Quién se sorprendería si se enterase de que se llevan a cabo en secreto experimentos médicos para probar vacunas contra armas biológicas de fabricación propia para medir su efecto sobre pobres desgraciados sin nombre que ocuparán tumbas sin lápidas en lugares jamás revelados? ¿Cuántos experimentos químicos para comprobar esto o lo otro sobre quiénes y dónde? ¿Cuántos experimentos psicológicos, por ejemplo sobre presos, para averiguar datos sobre los límites de la resistencia al dolor, a la manipulación mental, al miedo, a la soledad, a esto o lo otro?

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Esto es lo que forma el rostro oculto de la ciencia, pero no solo, sino otras muchas cosas, por ejemplo los tratamientos psicológicos en los medios de comunicación de masas: qué tono de voz, qué vocabulario, qué silencios sobre unos u otros tema, o qué resaltar una y otra vez hasta producir el efecto que se desea sobre la población a la que se desea manipular mediante la información, mediante cierto tipo de películas, cierto tipo de concursos, mensajes directos o subliminales para obtener resultados deseables y manejar la conciencia pública acerca de lo que se quiere que sea su realidad, lo que deben tener por tal. Teorías, datos, investigaciones, experimentos, conclusiones, circulan vertiginosamente por los laberintos secretos de los despachos de alta seguridad militar, de los presidentes de consejos de administración de los grandes bancos, del Vaticano o de tal o cual multinacional y en otros que ni imaginamos que existen. Todo está cuidadosamente programado para la escuela de los consumidores de imágenes o prensa escrita, para el ciudadano de a pie, el trabajador activo o en paro, el adolescente, el soldado de la milicia, el escolar, el ama de casa, el anciano jubilado y muchos más. Todo para extraer de ellos lo que se desea y venderles lo que interesa en forma de mercancías o de pensamientos para estructurar su imagen del mundo y acomodarlos a ella. Todas estas reflexiones sobre la servidumbre de la Ciencia y de sus indeseables alianzas y resultados chocan frontalmente con la pretendida imagen de neutralidad del científico, que se nos quiere hacer ver como a un nuevo oráculo de verdades incontestables. Aparece ante las multitudes en una especie de oráculo de la verdad, como un guardián aséptico de la Sabiduría Incontestable más allá del bien y el mal, representante de la Objetividad y del Hecho Incuestionable. En estos tiempos de desconciertos, ignorancia y escepticismos, y amparados por los progresos de los dos últimos siglos, estos supuestos Guardianes de la Sabiduría quieren hacernos creer que pueden garantizar indefinidamente nuestra salud, nuestro bienestar, y hasta prolongar nuestra vida sin límite en el tiempo. En un mundo cada vez más inseguro ante el presente y el porvenir pretenden hacernos creer estos mercenarios de las multinacionales que pueden representar una nueva casta sacerdotal que como todas las antiguas tienen en su poder las claves de verdades incontestables y arcanas que solo ellos pueden interpretar y administrar. Y lo grave es que muchos todavía esgrimen como argumento aquello de “Lo ha dicho la Ciencia”. Son los mismos que dicen “Lo ha dicho la Televisión”. Afortunadamente, no todos

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los científicos son iguales ni juegan hasta el final el juego del Sistema para ocultar lo real. Y es que lo real es lo que importa, porque si es real es verdadero, pero no es tan fácil siempre descubrir dónde está. Para empezar, lo real no siempre es evidente a primera vista. Puede estar oculto bajo muy diversas apariencias. Tampoco lo evidente es un libro abierto donde puede leerse toda la verdad por todos y con las mismas palabras. Vemos a menudo esto en la vida cotidiana observando cómo ante los mismos acontecimientos varían las lecturas y las conclusiones de cada cual, pues cada uno ve según su capacidad, conciencia, prejuicios, y otros elementos. Así que resulta que lo evidente para unos es un misterio para otros. Y durante años la ciencia ha pretendido establecer unos parámetros capaces de adentrarse en los fenómenos para descubrir lo que ocultan y exponerlo de un modo objetivo, razonable y alejado de todo subjetivismo aplicando el famoso método: observación experimentación, medición, reproducción voluntaria del fenómeno. Pretendían dejar así de lado con Newton lo que pudiera parecer sujeto al azar, y eso parecía funcionar hasta que llegó la Física cuántica. Hay que reconocer a la razón, por supuesto, su importancia; ¿cómo negarnos a utilizar tan precioso instrumento? ¿Cómo negarle su valiosa colaboración para luchar contra los dogmas religiosos y científicos, los engreimientos de los intelectuales y las supersticiones de todo tipo? La lucha de la razón por penetrar todos los terrenos del ser humano ha sido una constante histórica. Para librar esa batalla los humanos nos hemos ido sirviendo de instrumentos básicos que acompañan a la razón: razón, teorías, tecnología y experimentación. Sobre estos cuatro pilares se ha ido edificando en Occidente el edificio de la ciencia y la cultura. Por desgracia, la una y la otra han sido secuestradas y con ellas los instrumentos que les sirven, mientras la razón, convertida por su parte en racionalismo materialista, fue a parar a las mismas manos adúlteras. Así que dadas las condiciones sociales en que se realiza el trabajo científico y la cultura, solo cabe hablar de prostitución. No en todos los casos, desde luego, pero hablando a grandes rasgos esto es lo que prevalece. Frente a la ciencia sin conciencia de la mayoría de lo que llamamos “comunidad científica”, un sector de la misma, y precisamente el más capaz y abierto a captar nuevas realidades y establecer nuevas pautas de investigación (la Física cuántica) tendente a afrontar el desgarro que supone para nuestro mundo la triple brecha existente actualmente debido a la física de Newton, el pensamiento cartesiano y el dogmatismo religioso. Los nuevos físicos se adentran en la investigación de la realidad como una Totalidad no fragmentada en campos distantes entre sí como hasta ahora.

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Desde la física de partículas a la psicología, a la filosofía, la educación o a la estructura del lenguaje mismo se abren vías intercomunicadas que sin duda habrán de dar un vuelco a todos esos campos y a otro importantísimo que surge como consecuencia de la investigación sobre las partículas subatómicas y la energía: una espiritualidad racional ni racionalista ni dogmática. En este intento de la nueva ciencia por acercarse a la Totalidad se huye de todo tipo de prejuicios, incluso de prejuicios científicos sobre la naturaleza de la realidad. No se trata de arrojar las campanas al vuelo ante la idea de una nueva ciencia que nos libere de todas nuestras necesidades y que con sus coincidencias con la filosofía mística nos lleve al Cielo liberados de nuestras miserias por el camino de la fe, porque sin fe activa, sin trabajo interior, no hay cielo posible; pero al menos hay que reconocer que se ha abierto una ventana nueva para mirar el Universo. Tampoco nos vale la idea de creer en que es posible volver al romanticismo científico de siglos pasados, a la fe ingenua en una ciencia y un progreso que acabó por sustituir los dogmas de la religión por otros propios; el sectarismo de las Iglesias por el sectarismo científico y el Papa de roma por otros pontífices igualmente intocables. Se trata de valorar el hecho de que nos hallamos ahora mismo ante nuevos científicos con vocación filosófica desde Einstein a Schrödinger o David Bohm que pueden tener puntos de encuentro con un seguidor de Chrisnamurti lo mismo que con un cristiano originario o un budista. Cada vez es más posible que campos como ciencia, espiritualidad y filosofía pueden volver a reconciliarse superado el materialismo como ya lo estuvieron en la época de la Grecia clásica y sus grandes filósofos. El resultado de esa confluencia hará surgir nuevos puntos de vista enriquecedores para la comprensión del universo y ayudarán a conducir al menos a una toma de postura crítica contra los fundamentos de la Sociedad de los Mercaderes y su Gran Máquina homologadora de cerebros y creencias. La ciencia necesita algo más que gentes inteligentes y honradas. Precisa con urgencia de un control social. Todos los poderes de este mundo, como por ejemplo, los poderes políticos y económicos dominantes, necesitan urgentemente ese control real. La Ciencia es uno de esos poderes y no el más pequeño ni el de menor relieve. Por lo tanto tenemos derecho a saber, cada uno de nosotros tiene derecho a saber cuatro cosas esenciales sobre la Ciencia: Qué se investiga, con qué objeto, quién paga las investigaciones y qué consecuencias van a tener esas cosas sobre todas las formas de vida.

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Ante la decadencia del progreso que estamos presenciando, también los instrumentos del progreso y sus servidores se ven obligados a adentrarse a regañadientes a otro modo de entender la Ciencia y la vida, empujados por los resultados de una ciencia cuántica que ha sido capaz de inventos como el chip, que ha revolucionado el mundo. Esta nueva ciencia nos conduce a una aún borrosas frontera cuya línea inferior es el átomo que forma la materia visible, y cuya línea superior se pierde en el infinito compartiendo la misma incertidumbre pero también las mismas esperanzas de la metafísica y la poesía, sus inevitables compañeras de viaje. Atrás quedarán como viejos desechos los signos de este tiempo: lo caduco, lo inútil, lo excesivo, lo agresivo, lo anacrónico, lo ciego, lo pasivo, lo demasiado humano, el crepúsculo de esta civilización fallida.

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LOS LÍMITES DE LA CERTEZA

Cada vez más la gente busca seguridad, a medida que los gobiernos difunden más el miedo como arma de control. Pero el miedo expresa más que otra cosa el miedo a sí mismos, a la verdad de sí mismo que no se quiere ver y se esconde en el subconsciente. De estar libres de ese miedo, la gente se reiría del que se les quiere inculcar. El miedo a sí mismos se traduce en miedo en general que luego puede derivar y manifestarse de mil maneras. El miedo a la verdad es la razón de ser de gran parte de nuestra historia como humanidad. Por eso se mata a tantos profetas, iluminados y defensores de la verdad divina que es la verdad absoluta, sin que la mayoría se rebele por ello. ¿Y qué es la verdad absoluta, aparte de ser una manifestación de Dios, sino la expresión de lo Real con mayúsculas? ¿Qué es la verdad general, sino certeza y realidad? Pertenece a una larga tradición filosófica la discusión acerca de qué es real y, por tanto, cierto. Al margen de cualquier discusión, el cerebro humano aparece como el núcleo donde se asienta el conocimiento. Nuestra sociedad racionalista ha elevado al cerebro al más alto peldaño de lo humano, y su función de pensar por encima de la conciencia de sí mismo y de la conciencia ética, porque la actividad del pensamiento debe traducirse en rendimiento material, en eficacia comercial, industrial o financiera. Las ciencias han desbancado a las humanidades en los planes de estudios de las universidades y los estudios humanistas son empujadas contra las cuerdas del ring del mundo por los estudios técnicos. Para los amantes de la técnica, el cerebro es el rey del conocimiento pero un rey misterioso del que conocemos algo, pero no lo suficiente, por lo que apenas sabemos utilizar una pequeña parte de sus posibilidades. Tal limitación se añade a la propia de los sentidos- inferiores en gran medida a

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los de muchos animales- para captar los datos del mundo exterior necesarios para elaborar el pensamiento discursivo y racional, aunque no el intuitivo, pero como se ha dicho, este último no es bien recibido por la modernidad. A pesar sus limitaciones los racionalistas confían en su instrumento cerebro de un modo que puede considerarse exageradamente optimista. Operan y obtienen resultados, ciertamente, pero para adecuarlos a una sociedad de cerebros empobrecidos. ¿Qué realidad y qué verdades podríamos descubrir si fuéramos capaces de utilizar mejor nuestro cerebro, si pudiéramos ampliar nuestro campo de percepción hasta límites que hoy solo sospechamos cuando se leen las experiencias de quienes han experimentado con sustancias alucinógenas como los científicos Huxley (“Las puertas de la percepción”), o Carlos Castaneda,( “Las enseñanzas de D. Juan”), por poner solo dos ejemplos? ¿Y qué decir de los aprendizajes a través de la meditación? Ahora bien: por poco neutrales que seamos entre los diversos tipos de pensamiento es fácil que tengamos la abrumadora sensación de hallarnos bastantes disminuidos con nuestro cerebro que mide y calcula ante fenómenos que también tienen cabida en el mismo cerebro y son considerados paranormales, como la profecía, pues el profeta, lo mismo que el vidente, no depende de los sentidos para conocer. Parece que tenemos que elegir entre el modo de pensar gris del hombre domesticado por los programas del Sistema y los propios de su ego y el hombre libre de mente abierta al universo espiritual al que tienen acceso gentes tan diversas como ciertos artistas, ciertos poetas, ciertos buscadores espirituales, místicos, y otros dentro de ese campo de investigación de la verdad con la mente no discursiva. Es cierto que cabrían muchas matizaciones entre los ejemplos citados, pero no es menos cierto que todas las personas referidas pretenden con su trabajo – aunque este no sea siempre su propósito explícito- ampliar los horizontes del cerebro humano y descubrir nuevas rutas de aproximación a eso tan vago que llamamos “realidad”, y cuyo encuentro sería el Conocimiento, una puerta que puede conducir a la sabiduría si el conocedor realiza aquello que conoce

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LA NUEVA ERA NO ES EL NUEVO ORDEN MUNDIAL

Nueva Era es Nuevo Mundo El viejo mundo del poder materialista quiere imponernos otra cosa completamente opuesta: Un Nuevo orden Mundial, que es el orden de los enemigos de Dios, ya se autotitulen ateos o teístas, demócratas, socialistas, republicanos, o monárquicos. Tanto da. Todos cantan la misma canción: Money, Money, Money. Sacudir las conciencias: esta es la tarea, porque la Nueva Era es la Era del Amor, de la Liberación, de la Paz y de la Verdad. Este libro se encamina a poner en evidencia tanto la necesidad de la Nueva Era, que es la Era de Cristo, la Era de la Paz, como la barbarie del Nuevo Orden Mundial que aquí se denuncia como el orden agónico del mundo. En los últimos 7 años ha aumentado de un modo extraordinario la inversión en gastos militares, especialmente en armamento, en todas las naciones con ejército. Más inversiones cuando en ese país se fabrican y cuanto mayor es su poder. Y como las armas son para matar, se busca un argumento cualquiera para promover guerras. Gasto militar significa reducción de gasto social en cada país; y para el conjunto del mundo un dramático aumento de la pobreza que afecta a uno de cada tres seres humanos. Comenzó entre los más pobres y se extiende devorando el bienestar de las clases medias, que a su vez se empobrecen por días. Entre tanto, los ricos aumentan sus fortunas, poder y osadía de un modo como jamás.

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Los grandes bancos han adquirido tal grado de prepotencia que controlan directamente democracias tan antiguas como las europeas, obligando a los gobiernos a ponerse de rodillas antes los magnates sin conciencia que en la sombra manejan con sus hilos la vida de los pueblos a los que arrebatan derechos centenarios, les desalojan de sus viviendas y les dejan en la miseria y sin trabajo abandonados a su suerte allá donde alcanzan sus tentáculos. Y manifestaciones populares, huelgas generales y protestas de todo tipo contra la injusticia generalizada tienen dos respuestas de los gobiernos: una, llamando a la calma a través de sus medios de comunicación y anunciando un futuro esperanzador que habrá de seguir a los presentes sacrificios de los desfavorecidos. La otra, es la contundente intervención de los uniformados. Entre ambas, el sistema de explotación de los humanos se dirige hacia nuevas fronteras de pobreza y esclavitud que pueden conducir a progresivamente graves conflictos sociales. Esta es una parte del caos. Un cambio climático provocado por vez primera por la humanidad y causado en primer lugar por los dueños de las grandes industrias, y de la ganadería extensiva, está dando lugar a una extinción acelerada de especies, al calentamiento de los polos y su tendencia creciente hacia el cambio magnético, escasez de lluvias, extensión de los desiertos, incendios de bosques que sobrevivieron a las moto-sierras, y muchas cosas más. ¿Qué hay detrás de estos horribles crímenes? Ambición, codicia, Ego de unos pocos humanos espiritualmente muertos que toman decisiones sobre la vida del género humano. Gentes sin conciencia que arrastran a una humanidad que se ha dejado encandilar con los cuentos del progreso y del respeto a los derechos humanos. ¿Y cómo actúa la mayor parte de los afectados? Calla resignadamente, temblando y esperando su propio turno. Si un observador extraterrestre elaborara un frío informe para su planeta de origen, tendría forzosamente que afirmar que se queda corto con todo lo que aquí se dice y que podría enumerar muchas más calamidades que hacen infelices y enferman a los humanos. Por todo ello se vería obligado a concluir que la civilización de los terrícolas es una civilización patológica donde es raro el que no tiene tendencia alguna al suicidio pasivo o a la muerte rápida (como los fumadores, bebedores, consumidores de carnes, militares, etc) y que en conjunto tiende la especie humana a autodestruirse destruyendo su propio medio natural y es incapaz de poner en marcha sus sistemas de defensa para evitarlo. ¿Y qué medios de defensa podrían evitar la gran catástrofe de este Apocalipsis en el que vivimos? Sin duda que la única salida es la espiritual. Las demás, las que provienen de las guerras y falsas revoluciones ya se han ensayado y fracasado tantas veces que es

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innecesario recordarlas. Tras las guerras y las revoluciones en todas partes sucede lo mismo: se vuelve a la situación anterior bajo el mando de nuevos amos tras, eso sí, muchos muertos, muchos nuevos argumentos para el odio y el rencor y muchas enfermedades y necesidades que solo afectan a los pobres. El sujeto responsable de todos los fracasos históricos es siempre el mismo: el egocentrismo. A veces encarna en un líder que responde a las expectativas del egocentrismo de mayorías, que esperan beneficios para su propio ego: más bienestar, por ejemplo y sin importarle el precio. Para combatir el egocentrismo , Moisés recibió del propio Dios los Diez Mandamientos que son un extracto de las leyes celestiales, y el Hijo Primogénito de nuestro Creador, encarnado en Jesús, nos expuso con Su Sermón de la Montaña el camino correcto para salir del Ego humano que de muy diversos modos mata, roba, desea lo que no es suyo, derrocha su energía, y mantiene otras formas negativas de sentir, pensar y vivir que nos está destruyendo y haciendo que el Planeta se convierta en un lugar hostil para la vida. ¿Seremos capaces? Cada uno deberá responder a sus propios retos. Muchos creen que venimos a este mundo a pasarlo bien, a ser felices, etc. pero quien ha escuchado a Cristo sabe que venimos a purificar, expiar y aprender para seguir evolucionando. Muchos creen que debemos intentar ser ricos, cuanto más mejor, sin importar las consecuencias para la Tierra y los demás; pero quien ha escuchado a Cristo sabe que los ricos son solo administradores de bienes comunes y que deberán responder de su forma de distribuirlos. Y también sabe que los ricos son los más pobres de entre nosotros hasta el extremo de necesitar rodearse de lujos y brillos externos con objetos de consumo de alto coste o a través del brillo social. Muchos creen que poseer poder sobre los demás es sinónimo de superioridad. Pero quien escucha a Cristo sabe que quienes ocupan los altos sillones del poder mundial para hacerse servir son a su vez los siervos del enemigo de Dios, tanto en el campo mundano como en las Iglesias. Muchos creen que la cultura, la ilustración, es sabiduría; y una compleja red de industrias les coloca modelos a imitar. Pero quien escucha a Cristo sabe que conocimiento no es sabiduría, y que no es sabio el que tiene más conocimientos incluso espirituales, sino el que realiza lo que sabe.

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Muchos admiran, imitan y hasta dan la vida por sus autoridades civiles o religiosas, creyendo en su ignorancia que representan valores elevados dignos de sacrificio y emulación. Pero quien escucha a Cristo sabe que ninguno de ellos utiliza su poder para administrar justicia, ejercer la bondad, respetar la vida, o mostrar la verdad, sino que actúan solo para su propio bien. Y para conseguirlo sacrifican, como en el ajedrez, cuantos peones hagan falta. Muchos creen que este mundo, al que ven perdido, tienen salvación, y que bastan ideas altruistas o votos acertados para que tal cosa suceda. Pero quien escucha a Cristo sabe que el mundo materialista se hunde de un modo irreversible. No el Planeta, sino todas las miserias de baratijas humanas llamada civilización que hemos colocado sobre su piel. Otros muchos –cegados por los dirigentes de la política mundial- creen que las guerras son necesarias en tal o cual circunstancia, especialmente cuando peligran las fuentes de energía, y que existen guerras legítimas o justas, pero quien escucha a Cristo sabe que lo único legítimo y justo es la paz, la armonía, la igualdad, la hermandad, la libertad y la justicia, valores deseados por casi todo el mundo y que nunca se consiguen con guerras, sino transformando la conciencia para hacerlos posibles en uno mismo antes de dirigirse al resto para pedirlos.

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INTELECTUALES Y CIENTÍFICOS, ¿A DÓNDE NOS CONDUCEN?

En nuestro mundo, los intelectuales son considerados como pertenecientes a una escala superior de la inteligencia, personas especialmente dotadas para expresar verdades de cuya validez se pretende hacer testigos a la sociedad que se acerca a sus obras. Por ellos muchas personas cambian de opinión sobre la vida, les imitan en sus modos de pensar, incluso de vivir, y defienden como propias las ideas de las que han sido convencidos. Esto puede tener repercusiones kármicas, especialmente cuando las ideas sean erróneas, pues los influenciados se atan con el que influencia. No sucede lo mismo con los sabios, los místicos, o los profetas. Una persona de cultura media hacia arriba tendría ya dificultades para determinar si Buda, Gandhi, Krishnamurti, Isaías, Osorio, Gabriele, por ejemplo, son místicos, sabios o profetas. Sin embargo, ninguno de ellos es un intelectual en el sentido que les conocemos: no son personas conocidas por sus trabajos desde el intelecto. Para esta humanidad, que ha perdido el sentido de lo sagrado en su mayor parte, los intelectuales, al igual que los científicos, son los más dignos de interés y credibilidad. Los otros, sospechosos de sectarios o “iluminados” en sentido peyorativo. Excepto para minorías, el interés por la sabiduría, la mística, y no hablemos de la profecía, está cada vez más fuera de su campo de preocupaciones y, por tanto de su vida. Puede decirse que la humanidad actual ha ido perdiendo su interés por los asuntos de su alma y se dedica más y más a su cuerpo y a su intelecto. El culto al cuerpo está al día tanto como el culto al intelecto.

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Prevalece en nuestras sociedades una mezcla de agnosticismo, ateísmo, indiferencia, hedonismo, egolatría y otras flores del variado jardín del omnipresente Ego. Y en este proceso ha tenido mucho que ver la evolución de la economía de agraria a industrial, con la disgregación consecuente de las familias tradicionales y de las relaciones naturales ligadas al individualismo que engendra el modo de producción capitalista. Las comodidades y placeres de la sociedad del consumismo han alejado a muchos de otro tipo de inquietudes más relacionadas con su mundo interior, para centrarse más en el exterior, en el mundo de los sentidos y en sus goces, a lo que ha contribuido en gran medida la existencia de religiones disfrazadas de corderos siendo lobos cuyo juego sucio ha terminado por descubrirse, y ahora muchos huyen de ellas y rechazan todo lo que tenga alguna relación con sus prédicas. Otros, en cambio, luchan ferozmente por sobrevivir cada día de su vida en las más injustas e inhumanas condiciones de pobreza, enfermedades y toda clase de obstáculos para pensar en los valores espirituales ni siquiera en cultivar su intelecto. El papel de intelectuales y científicos ha sido decisivo durante muchos años, porque unos y otros han venido a decirnos que la vida material es la única existente, contribuyendo con sus diseños de un mundo sin Dios, y sus especulaciones teóricas, al deterioro del pensamiento espiritual del mundo. Y hay que reconocer que han tenido éxito. A medida que pasa el tiempo, un mayor número de personas obedecen a los modelos de vida y pensamiento prefabricados por la sociedad del consumismo. De modo que los imitadores no cesan de crecer. Pero el que imita no “es”: sólo quiere ser ; más no ser él mismo, sino ser otro. Por tanto, se halla en conflicto en su interior, dividido y enfrentado a sí mismo y consiguientemente al mundo. Así que viven en conflicto, y quien vive en conflicto no puede tener paz, armonía ni cualquier otro componente espiritual que lleve a la felicidad que cada uno desea. Los intelectuales no ayudan a resolver el conflicto porque ellos mismos viven en él y de él, y de continuo lo manifiestan con bellas palabras para vender esos conflictos convertidos en productos. El que quiere ser como uno de esos famosos impuestos por los creadores del marketing mundial, u otro tipo de intelectuales que se dedican a orientar los gustos y modas, nunca podrá alcanzar a ser “el otro”; por lo tanto, vivirá frustrado, desazonado, y sabiendo más de su modelo que de su propio ser. Ha perdido la maravillosa experiencia de vivirse a sí mismo empeñado en vivir al otro: vive en un vacío existencial, en una mentira. Por

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eso acepta con facilidad a los mentirosos, ya sea a los políticos que vota, a los jerarcas religiosos de sus iglesias o a cualquier otro fariseo. Los intelectuales, pretenden ser un modelo de inteligencia, creen saber y por eso se atreven a aparecer en público. Unos son políticos de este o aquel partido y creen tener la solución de los problemas del mundo; otros predicadores de alguna iglesia, creen tener la verdad y se sienten obligados a predicar, hasta aburrir, verdades que su institución no cumple, creyendo que es legítimo forzar las voluntades para hacer conversos. Y la institución manipula las conciencias con dogmas, ritos, y diversos métodos de sumisión en defensa de privilegios terrenales de los que dirigen la institución. Otros, en fin, escriben en libros o periódicos larguísimas reflexiones sobre esto o lo otro. Unos pretenden arreglar el mundo, otros exponer sus personales frustraciones. Fingen saber, pero ¿quién dice la verdad? Hablar de ellos es hablar de “su” verdad, pero no de la Verdad. Ellos no creen en la Verdad Absoluta, pues niegan a Dios o lo ignoran, y han preferido instalarse en el mundo de los relativismos. ¿Nos están engañando y son responsables por ello? Rotundamente, sí. A menudo son criticados los intelectuales, pero esas críticas, dada la consideración en que se les tiene, no puede hacerlas cualquiera: por lo menos ha de estar a su nivel para merecer ser escuchado. Así se suele pensar. Mas ¿de qué nivel hablamos? ¿De su nivel de ingenio, de su nivel cultural, de su preparación técnica, de su capacidad de engatusar para hacer sentir sus palabras como verdaderas? Todos esos niveles son sólo aparentes, y aunque lleguen a decir no dicen, y aunque lleguen a deslumbrar no hay en ellos luz si no se halla en ellos la Verdad. De no hallarse la Verdad, sólo existe el entretenimiento, el juego mental, la complicidad con las ideas que este o aquel expone, sean o no verdaderas, y, por supuesto, la polémica y las envidias entre profesionales del intelecto. La maestría del intelectual consiste en eso: en hacer creer que lo que dice es cierto, lo crea él o no, (y esto ya lo separa del sabio) con la fluidez de su verbo cuidado con el esmero que un florista sus rosas. Y esto también lo separa del sabio, que desea hacer notar el fondo sobre la forma. De modo que los intelectuales, más que cualquier otra prueba, han de pasar la de la Verdad. Y aunque consigan hacer creíbles y verdaderas las cosas

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que sólo son producto de su imaginación, su arte de escribir, su ingenio, su cultura o cosas semejantes, si no hay Verdad en todo eso sólo son humo, paja y viento. Así sucede que tantos y tantos libros son como bellos vestidos vacíos que llenan estanterías muertas. La pregunta ahora es: ¿a qué estamos llamando “Verdad”? Todos los sabios y místicos de la humanidad en todas las culturas y religiones han coincidido en sentir, vivir y luego expresar ideas clave para evolucionar impregnadas de una validez universal. Sabios muy distantes en tiempo, cultura y geografía han dejado obras como El Tao Te King, El Baghavad Gita, El Dhammapada (O sendero de la Ley), El Kybalion , (exceptuando sus contradicciones y manipulaciones), Las Grandes Enseñanzas Cósmicas de Jesús de Nazaret, y otras de Sus manifestaciones proféticas como Esta es Mi Palabra– enseñanzas de Cristo no reconocidas y perseguidas por el clero. Todos ellos muestran la existencia de verdades universales compartidas, y nos hacen saber que la Verdad con mayúsculas es así exactamente: universal y de origen divino. Lo que diferencia a las religiones no es su porción de verdad, sino la manipulación de los intelectuales religiosos, los teólogos y afines que dirigen las instituciones. Cuanto más pura es un alma que piensa, más capacidad tendrá de comprender la Verdad con mayúsculas y menos necesita de “su verdad” o de la opinión de los otros. La Verdad es impersonal, no está adscrita a una religión ni se encierra en el intelecto, porque la Verdad es Dios y todo cuanto Le pertenece. Pero el intelectual, civil o religioso, pretende ser muy personal, porque eso le ayuda con el editor, le da la imagen pública que él desea, y satisface su ego. O le eleva a Papa, según el caso. La existencia del Ser Supremo, del alma Universal, a la que pertenecemos, y su carácter inmortal; las leyes de la armonía cuerpo mente y espíritu con las leyes divinas y las leyes naturales, el descubrimiento de los centros de conciencia o chakras como centros de recepción y distribución de energía a nuestro cuerpo, la constitución atómica de la materia, todos estos conocimientos procedentes de la sabiduría –y no de la opinión intelectual- han sido los pilares espirituales de la evolución de la humanidad. Todos ellos manifiestan la Verdad una y múltiple, por ello han dado frutos positivos que nos han hecho conscientes de nuestro verdadero ser divino y ayudado mejorar y transformar nuestras vidas. Llegamos fácilmente a la conclusión de que la común Verdad, vivida predicada y practicada por místicos, profetas y sabios de todos los tiempos:

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budistas, hinduistas, cristianos, sufís, aunque incidan en distintos aspectos, forma parte de la Verdad Universal, la única posible. Ninguno de esos místicos o sabios iniciaría una guerra de religión contra otro; eso lo hacen los intelectuales religiosos que usurpan la Verdad y montan el “aparato religioso”, en forma de iglesias, para defender las suyas. Ellos son los que arrastran a los jóvenes a las guerras, a la incertidumbre ante la Verdad, a mentir, a buscar los bienes de este mundo por encima de los espirituales, y a otras degeneraciones que se intentan justificar llevando una doble moral. Mi verdad, tu verdad, la de cualquiera, es eso, la de cualquiera, la de su ego, la verdad circunstancial y pasajera, pero no la Verdad que permanece, a no ser que vivamos inmersos en la transformación espiritual habiendo elegido un camino que nos aproxime a Dios, fuente de alegría, paz y armonía, tan alejado del Dios Bíblico que predican los clérigos investido de severidad. Los intelectuales del tipo que sean, como todos los seres humanos, sólo pueden expresar los dos tipos de verdad: la verdad inmutable o la verdad mudable; la universal o la personal. La verdad a medias no es una media verdad, sino mera opinión o una mentira tendenciosa disfrazada. Muy inclinados a ser diferentes a los demás (porque su trabajo será expuesto en el mercado), buscan ser originales, distintos, llamativos, para sobresalir y ser aplaudidos y vendidos sus trabajos. Empujados por la necesidad de satisfacer su ego mental y social y cubrir sus necesidades vitales, los intelectuales trabajan espoleados por estos asuntos. Por tanto, caen fácilmente en la trampa del ego. Dios nos ha dicho que en sus filas no hay intelectuales, sino hombres de la Verdad, que son los hombres del corazón abierto al bien. ¿Y por qué dirá esto? Porque el intelectual es ante todo mental, reacio a lo espiritual, aunque pertenezca a una religión institucional. Orgulloso, egocéntrico, se manifiesta en posesión de la certeza. Otra cosa es que crea en ella. Así los hay escépticos, nihilistas, fatuos, obsesivos, pillos, mentirosos, imitadores, vengativos, vendedores de baratijas, oportunistas, y otras especies de “hombres de la pluma”. La diferencia entre un intelectual y un sabio es que el intelectual dice lo que piensa- pero no se obliga a vivir según su ello- y el sabio vive como piensa según las leyes divinas. Por ello, las palabras del primero son escurridizas y cambiantes porque giran en torno a su ego mental, a su intelecto. Y el intelecto humano vibra con la frecuencia del Planeta, pero

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las palabras del sabio son parte de la Ley universal y dejar pasar el infinito a su través, porque vibran con frecuencias más altas que las terrestres. Si alguna vez tienes la oportunidad de entrar en un almacén de libros, puedes quedarte petrificado ante la inmensidad de escritos que no son más que una mínima parte de los que existen en el mercado. Sin embargo, la humanidad se halla en un grado de retroceso espiritual, pero también mental, que ha superado a todas las épocas. Hay muchos libros, pero pocas verdades. Muchos intelectuales pero pocos sabios. Tal vez convendría que dejáramos de pensar tanto desde nuestro ombligo- que es siempre pasajero y vivir más desde nuestro corazón espiritual, que es eterno. Los intelectuales han hecho mucho daño en este terreno, porque se declaran agnósticos, ateos, materialistas, y se ríen abierta o encubiertamente de lo divino. Creen haber superado a Dios, que es algo así como si una ardilla creyese, llena de orgullo por sus propios pensamientos, haber superado la mente universal que hace surgir la naturaleza de su bosque, y después se atreve a mostrarlo para que otros también lo crean así. Lo que sería preocupante para las demás ardillas es comprobar la motivación de sobresalir que le llevó a aquella a manifestarse. Y lo que es peor: observar que con tanta sabiduría se autodestruyera con alcohol u potras drogas, llevase una vida poco en consonancia con su forma de pensar escrita, fuese internada en un psiquiátrico, o se suicidara, como es el caso de tantos renombrados escritores y escritoras, en cuyas vidas privadas hay mucho más de hiel que de miel. Todo el mundo goza del libre albedrío divino, y puede hacer decir o pensar lo que quiera, en su vida o en sus libros, incluidos, por supuesto, filósofos, novelistas, poetas, dramaturgos, y toda la variedad de creadores de opinión. Cualquiera de nosotros puede serlo en un entorno que le sea favorable: un padre, una madre, un profesor o profesora, u otros, asumiendo así ante aquellos a los que pudiéramos influir con nuestras opiniones, y por las mismas razones que los intelectuales, una enorme responsabilidad. Una opinión no es una verdad y es muy peligroso fabricar opiniones y venderlas, porque quien lo hace es responsable ante su conciencia y está sometido a la Ley de Causa y Efecto.

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El daño que uno pueda hacer a otros con sus pensamientos, desviándoles de su camino o creándole preocupaciones innecesarias para satisfacer sus propias necesidades, por poner dos ejemplos, revertirá sobre él en esta existencia o en otra existencia posterior. El que se deja seducir por influencias de intelectuales religiosos o civiles, también se daña a sí mismo, y se hace responsable de quedar atrapado en la red de pensamientos del seductor. Y este, a su vez, sufrirá daños. El mismo daño exactamente. Por eso hay que tener mucho cuidado con las palabras, y preguntarnos: ¿Qué contienen de aparente verdad del ego y qué de Verdad universal? Porque sólo la Verdad Universal nos guía hacia nuestro verdadero ser, que es divino. La función de los intelectuales es muy peligrosa para ellos y para la sociedad si no habla la sabiduría por su boca o sus escritos. Pero la sabiduría sólo habla por boca de los sabios, los místicos y los profetas. A través de Moisés, Dios nos ha transmitido los diez Mandamientos. A través de Cristo, nuestro Redentor y hermano, conocemos el Sermón de la Montaña. Esa es una propuesta de camino evolutivo que pocas personas de buena voluntad rechazarían teóricamente. Otra cosa muy distinta es cumplirlos, pero ahí están como indicadores de libertad .Prestar su voz a la sabiduría de los cielos es la función de los profetas. Iluminar conciencias su objetivo.

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EL FILO DE LA NAVAJA

Las personas que nos interesamos por la vida espiritual caminamos sobre el filo de la navaja.

Muchos de los que hemos pasado por las catequesis católicas estamos como vacunados cuando se nos proponen reflexiones espirituales. Si algo bueno ha conseguido este catolicismo no cristiano, que aún padecemos, es hacernos desconfiados de lo que oímos sobre temas como el que aquí se exponen; y si algún mal ha producido en nosotros yo destacaría el de extender esa desconfianza hasta hacernos abominar de lo que realmente somos: seres del infinito, inmortales, venidos transitoriamente a este Planeta para enmendar errores de otras vidas escritos en el libro de nuestras almas. Algún día tendrán que dar cuenta todos los que viven en palacios y enseñan sobre Cristo, del daño que han producido a la humanidad durante siglos manteniendo a tantos en la ignorancia, la doble moral hipócrita y la falsedad espiritual.

A estas alturas, alguno de los “vacunados” tras el bautismo-yo mismo lo fui durante años- ya estará pensando que va a recibir una lección de catecismo antisistema. Nada más lejos de la intención de quien esto escribe que adoctrinar a nadie. Por fortuna bastantes años de experiencias, diversas escuelas filosóficas y espirituales, abundancia de informaciones y conversaciones junto a otras circunstancias, me colocan en una situación de compromiso con ciertas verdades. Me ha parecido oportuno intervenir con escritos en este preciso momento en que existe tanta desorientación en nuestro mundo, en que la ignorancia, la injusticia, la inseguridad y la infelicidad prevalecen debido a nuestro modo de pensar, sentir y actuar

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contrario a las leyes de la vida. De ellas trato de hablar desde lo aprendido y vivido.

Todos hemos visto alguna vez el caminar de un funambulista sobre la cuerda en medio del vacío. Con profunda concentración, y mientras todo el mundo contiene el aliento, el funambulista extiende su larga pértiga y hace su camino cuidando evitar al abismo que a uno y otro lado le amenaza. Esto es el símbolo de lo que significa caminar sobre el filo de una navaja. El ejemplo del funambulista nos recuerda que nosotros también caminamos sobre el filo de la navaja cuando tomamos decisiones en la vida evitando caer en algunos de los extremos que llevan a laberintos emocionales o a extremos indeseables. Entonces caminamos sobre el filo de la navaja.

Un budista diría:- Elegí el camino del medio .Esto no quiere decir que la virtud esté en el término medio, que suele confundirse con la mediocridad. La virtud, precisamente, está en elegir libremente entre opciones distintas aquellas que sean acordes con las leyes que es preciso respetar para que no se rompa la cuerda que nos sostiene y nos veamos precipitados al vacío. Esto es lo que hace un místico de no importa qué corriente espiritual cuando respeta las leyes divinas. Y esto es también caminar sobre el filo de la navaja.

Así que este caminar precisa de varios elementos: una meta, libertad, concentración, equilibrio. Nada de esto es fácil, porque obliga a tener clara la meta, aceptarla libremente, ser capaz de no distraerse con otras metas secundarias y ser ecuánime, por lo que un fanático no puede caminar sobre el filo de la navaja de la vida. Por eso, ni lo intenta: prefiere obligar a los demás a hacer todo aquello que a sí mismo se dispensa. Suelen practicar algún tipo de extremismo político o religioso convertidos en azote de los demás.

Somos libres de caminar o no sobre delgadas sendas, pero quien camina por el camino fácil y ancho, de seguro que se va de este mundo sin saber sobre sí mismo precisamente aquello que le motivó a venir a él. Se podría decir que estuvo ciego o vegetando. Son los ingenuos o los espiritualmente ciegos.

Algunos dirán: muy bien, pero conseguí ser rico. Otros: yo pude gozar de reconocimiento, prestigio, poder, etc. viven atrapados en las redes de maya (la ilusión). Entre estos están algunos de los más peligrosos de los ignorantes, pues además buscan situarse por encima de los demás y dominarlos.

Muchos pasan por el mundo creyendo que nacemos para disfrutar de la vida, que es transitoria y única, y se deprimen en cuanto llegan las

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inevitables citas con el destino que han sembrado. Entonces culpan a otros de sus males, que así se agrandan. Son los superficiales que se niegan a profundizar.

Y aún hay de los que opinan, temerosos, que mejor lo malo conocido que meterse en aventuras. Estos suelen amar las tradiciones y ser sumisos.

Por último están los que dicen que únicamente venimos a este mundo a sufrir, y tras la muerte se descansa al fin. Son los derrotistas, los ignorantes y los existencialistas negativos. Creen en una especie de predestinación fatalista y que la muerte es el fin de la vida en lugar del fin de la existencia.

Todas estas son formas mentales creadas por el engaño o el autoengaño. Y todos los que piensan y viven de este modo son las víctimas más fáciles del Sistema. De cualquier Sistema con mayúsculas, pues carecen del poder de la verdad que libera y caen con facilidad en el autoengaño o en las mentiras prefabricadas por los servidores del sistema (religiosos o laicos), de las tradiciones y de mitos de toda clase.

Sin duda ninguno de ellos se encuentra en el filo de la navaja, sino metidos en el camino ancho, el que lleva al vacío. Lejos de un deseo de liberación de los propios errores, incapaces de ver sus propias metas, viven al día y se dejan arrastrar por todos los caminos secundarios a donde son conducidos seducidos por todos los malandrines que en este mundo viven de los demás. Y en todas partes son privados de algo: de dinero, de amor a sí mismos, de conocimiento, de capacidad de autodeterminación, de dignidad y de todo aquello que los malandrines precisan para vivir como aplicados parásitos que son.

Quien no camina sobre el filo de la navaja acaba por caer en alguna de las innumerables trampas que se le tienen preparadas por los parásitos. Y seducido desde la envidia, la ambición, el sexo y otros deseos no superados en su interior (que son cuerdas de funámbulo propias que aún no ha recorrido) acaban por caer mansamente en sus redes.

Afortunadamente para cada uno de nosotros, la vida se encarga de darnos las lecciones necesarias para ir comprendiendo, y poco a poco, antes o después, acabamos todos por coger la pértiga y empezar a caminar sobre la cuerda suspendida en el vacío llevando a cuestas nuestras cargas personales, liberándonos poco a poco del lastre que nos puede hacer caer.

Lo que suceda luego depende de cada uno, pero dar ese paso significa haber alcanzado una dosis de libertad y sabiduría que nos hace estar a la altura de lo que somos: seres del infinito, libres, inmortales: los poderosos hijos de Dios.

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HUMANOS : ¿CIVILIZACIÓN FALLIDA?

¿Quién puede dudar a estas alturas que la humanidad es infeliz aun siendo la felicidad su mayor deseo? Al intentar abarcar al género humano como una totalidad tendremos ante nuestra mirada un gigantesco puzle con piezas de muy difícil ensamble. Pueblos primitivos que viven poco menos que en el neolítico en Asia, África o en las selvas amazónicas, son contemporáneos de otros pueblos hasta en el propio continente donde ha llegado la modernidad con sus sofisticadas tecnologías, su cultura, sus dioses y sus formas de entender la vida y la muerte. Esto parece dividir al mundo en dos pero es una imagen falsa: ni siquiera entre los más supuestamente civilizados se veneran los mismos dioses ni se tiene acceso por igual a la misma tecnología, a los mismos bienes, a la misma cultura ni se entiende de la misma manera la vida y la muerte. Solo una pequeña parte de los siete mil millones de la población actual ha llegado a un grado de conciencia capaz de superar las barreras de todo tipo (raza, posesiones, religiones, ideas, etc.) que separan a unos de otros y aceptar con la cabeza y el corazón que somos una humanidad. Fragmentada, pero UNA. Es más: como una civilización desigual que no ha conseguido hasta hoy positivar su existencia, plasmar en el mundo sus más altas capacidades y más elevados deseos.

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¿Somos justos si mirando el resultado de miles y miles de años de estancia en este Planeta definimos la civilización humana como UNA civilización fallida? Sabemos que existen los estados fallidos, que por su debilidad son fácil presa de los fuertes. Pero ¿podemos juzgar si la civilización humana es una civilización fallida? Al hacerlo tendríamos que tener una mirada amplia, una mirada capaz de abarcar a la humanidad como un todo, independientemente de sus diferentes formas de ser y de organizarse a lo largo del tiempo y la geografía. Los elementos para juzgar deberían ser aquellos que definimos como utopías o ideales, más allá de formas partidistas, banderas, idiomas, razas, religiones, etc., pues todos esos elementos externos aun siendo a veces opuestos en apariencia y hasta fuentes de enfrentamientos y guerras, tienen en común muchos elementos esenciales: precisamente los que constituyen la esencia de lo mejor de la humanidad. Solo que han sido desviados y pervertidos: despolarizados, sería la palabra. Todo el mundo conoce estos deseos desde siempre: prosperar en un mundo justo, ser felices, amar y ser amados y respetados, vivir en armonía, gozar de salud, y convivir en paz. Estas metas son vistas en todas las generaciones humanas como buenas y deseables. Sin embargo, no es difícil ver que tras miles y miles de años no hemos sido capaces de conseguir nuestros propósitos como humanidad, y que no nos equivocamos al afirmar que tenemos una larga y amplia perspectiva y muchos datos para ver en qué ha consistido la historia del fracaso del género humano hasta ahora mismo. El evolucionar espiritual se ha identificado con la cultura intelectual; la revolución de los conocimientos con la tecnológica; el prosperar con la riqueza; el ser felices con aspirar a un mundo de placeres intercambiables; el amor con el sexo o con programas patrióticos; el vivir en armonía en imponernos para que nos dejen en paz; el gozar de salud lo queremos hacer compatible con el disfrute de los más variados vicios y pasiones que la destruyen, y el vivir en comunidades con alojarnos en ciudades deshumanizadas donde nadie conoce al vecino del otro lado de la pared de su dormitorio. Entre tanto, hemos ido esquilmando sistemáticamente las riquezas de la Tierra, envenenando los cuatro elementos, matándonos en guerra tras guerra, viviendo de espaldas a la naturaleza y a las leyes divinas.

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El hecho evidente es que estamos más lejos que nunca de la consecución de nuestros ideales más altos y el resultado no es otro que el mundo que tenemos hoy ante nuestros ojos. No puede ser otro: estamos ahora mismo ante un mundo materialista que se hunde en medio de tremendas convulsiones del Planeta que ha iniciado a su vez un cambio climático. Este cambio es causado por ver primera por el género humano, que ha resultado un envenenador planetario; un enfermo colectivo que enferma lo que toca, y con tantas carencias como nunca ha tenido. Y entre estas carencias la principal de todas y la más peligrosa: la carencia de una utopía que le ha sido sustraída para convertirlo en un rebaño dócil al servicio de las fuerzas más oscuras que actúan en este Planeta. En la Tierra, los sentimientos intensos que todo el mundo conoce como pasiones inferiores, o del yo inferior, dominan en los seres humanos y los hacen desgraciados. Con su elevado grado de primitivismo, al imperar a nivel mundial. Esas pasiones configuran en gran medida lo que podríamos llamar el clima espiritual de la Tierra. Este tipo especial de atmósfera energética – que Cristo llama “crónica atmosférica”, recoge todos los pensamientos, sentimientos, palabras y actos humanos desde que el mundo es mundo. Es la crónica pormenorizada de nuestras siembras o causas, y actualmente se encuentra en tal grado de saturación que está comenzando a caer sobre nuestras cabezas en formas de golpes de destino, enfermedades, y muchas cosas más. Está sucediendo como cuando las nubes llevan tal cantidad de agua en suspensión que de vez en cuando se descargan aquí o allá. Este clima espiritual presente favorece energías de baja vibración y creando más causas que tendrán sus efectos en cada uno según sea su complicidad con ellas. En nuestro mundo social, ha sido capaz de contaminar a aquellos que debieran ser espejo de virtudes públicas. Presidentes de gobiernos o de instituciones públicas diversas, banqueros, administradores de Esto o Aquello, jueces, abogados, jefes militares, toda clase de representantes de Iglesias, sociedades anónimas, y un largo etc. saltan de cuando a las portadas de los noticiarios como delincuentes. ¿La causa común? haberse dejado seducir por alguna de las pasiones del yo inferior hasta convertirse de representantes superiores de la sociedad a delincuentes comunes o criminales de la peor especie. Como en este mundo no existe la justicia para los altos cargos, ni siquiera son juzgados muchos de ellos sino al contrario: encumbrados con honores. Se les hacen estatuas, se dan sus nombres a calles y plazas, y en muchos casos se mencionan en

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los libros de historia como héroes para ejemplo de generaciones venideras a las que por supuesto se les oculta la verdad. Entre tanto, los verdaderos defensores de la verdad y de la justicia son silenciados de infinitas maneras y hasta asesinados en todas las épocas. El ejemplo más claro es el de Jesús el Cristo, que vino a traernos el Camino, la Verdad y la Vida encarnados en Él mismo como faro para el género humano y fue primero asesinado y luego convertido en un mito rentable para Iglesias que lo desprecian. Estos ejemplos muestran el verdadero estado de la humanidad: Una civilización fallida como resultado de la suma de las pasiones inferiores de cada uno. La pasión, desde el mundo de las ideas y sensaciones se convierte en sentimiento intenso que empuja a la acción desde el corazón. En realidad la pasión tiende a realizarse sin contar demasiado con el intelecto, y es lógico que sea así, pues el intelecto debe estar al servicio del corazón, pero conectado con la conciencia. Y esa conexión de corazón a conciencia, convertida en pensamiento debiera dirigir nuestras acciones. Un pensamiento carente de conciencia es un pensamiento estéril o negativo. Una pasión carente de conciencia es una pasión estéril o negativa. Y el resultado son acciones o causas que producirán antes o después reacciones o efectos. Con todo ello construimos nuestro destino, tanto personal como colectivo. Es así como surge ante nosotros la necesidad de definirnos. ¿Seguir el camino de hasta ahora o cambiar nuestro modo de pensar, sentir y hacer? ¿Ser parte del rebaño que se deja conducir dócilmente atrapado en las miserias propias y en las de quienes dirigen este mundo?... ¿O transformarnos a nosotros mismos para cambiar el clima espiritual del conjunto y dar paso a una civilización donde podamos cumplir nuestros sueños de felicidad, paz, armonía, amor, ayuda mutua o salud que deseamos en lo más profundo de nuestra alma? No creamos que nos quede mucho tiempo para elegir. Nuestra vida como seres humanos es corta, y esta civilización materialista se hunde por días. No hay más que ver los noticiarios. Pasado ya el primer decenio del siglo XXI en el que tantas esperanzas se habían depositado por muchos, existe una especie de consenso general para definir nuestra civilización con una palabra: CAOS. Para los más pesimistas nos hallamos en la misma frontera de la desintegración global del mundo tal como lo habíamos intentado construir hasta ahora. Todos los grandes principios éticos, sociales, culturales y espirituales habíamos intentado convertir en pilares del mundo se han visto progresivamente burlados. Los famosos “derechos humanos”, “derechos

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del niño”, y tantos otros códigos de “buena conducta social nacional e internacional” son sistemáticamente despreciados y pisoteados uno tras otro aquí, allí, o en todas partes a la vez. Para los más pesimistas, todos nuestros derechos son como un terrón de azúcar que se diluye en un vaso de agua. Y el agua son los poderes del mundo. Estos poderes son duramente criticados porque a la vez que son corresponsables del caos global, son directamente responsables de coaccionar a personas y grupos que intentan evitar ese caos, a la vez que adormecen a las masas, las distraen con sus medios de comunicación y técnicas de manipulación psicológica y las convierten en cómplices pasivas. Por tanto, a la impotencia individual o de diversos grupos contestatarios -siempre divididos entre sí y minoritarios con respecto al resto -para proporcionar alternativas útiles, se une la falta de elementos aglutinantes culturales o espirituales capaces de servir de unión y proporcionar la fuerza necesaria para llevar a la humanidad hacia un proyecto común de regeneración.

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LA INCERTIDUMBRE Y SU SOMBRA

La incertidumbre es un estado humano primordial, un punto de partida. Somos engendrados, nacemos y vivimos bajo su signo, que no es otro que el resultado de nuestras acciones de vidas pasadas que conforman nuestro destino, cuyas sorprendentes formas se nos irán revelando cuando menos lo esperamos. Así que vivimos en una especie de no saber qué va a pasar con la energía que se nos regala cada vez que abrimos los ojos al nuevo día. Querámoslo o no, la incertidumbre entendida como indeterminación, inseguridad y otros parecidos términos, forma con todos ellos parte importantísima de nuestro ser y estar en el mundo. Y lo mejor que puede sucederle a cualquiera de nosotros es aprender a convivir con ella y a sacarle partido a las sorpresas que nos depara a diario. Tal vez una de las mejores formas de afrontar la incertidumbre es convertirla en un punto de partida de referencia para vivir más plenamente; en un acicate para la aventura personal y la exploración de lo desconocido. Es posible hacer de la incertidumbre el origen de algo hermoso y hasta útil. Ahora bien, si la afrontamos con el lenguaje del intelecto en lugar de hacerlo con el lenguaje del corazón, como se acostumbra en occidente, ¿hasta dónde nos puede llevar? ¿Puede el intelecto asegurarnos – como pretenden los llamados intelectuales- la llegada a un estado de certeza total o al menos suficiente como para dar respuesta a nuestro estado de incertidumbre primigenia? Me temo que no. En nuestra búsqueda de certezas con el intelecto hallamos por el camino indicios, pistas, evidencias provisionales, ciertos efectos que responden a causas limitadas al tiempo y al espacio. Estamos rodeados de evidencias y efectos, y nosotros formamos parte de eso, porque también somos una

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evidencia y un efecto. En este último caso somos el efecto de nuestras propias causas. Pero el campo que queremos abarca con el intelecto es tan extenso como ilimitado: todas las ciencias, todas las artes, todo el pensamiento. ¿Es esto posible? Sabemos que no, y ante la imposibilidad de abarcar todos esos campos que de conocerlos podrían eliminar gran parte de nuestras incertidumbres.- pensamos- optamos por especializarnos y hemos construido parcelas de todo eso y cada parcela la esgrimimos como fuente fiable para entender lo que pretendemos que se entienda: la Realidad con mayúsculas. Cada uno esgrime la suya. El científico dice: yo tengo la verdad. El clérigo dice: yo tengo la verdad, y así sucesivamente. Pero ¿la tienen? Tienen solo fragmentos, parcelas. Sucede como si un enorme meteorito se hubiese estrellado contra el espejo unitario de la verdad, la hubiese hecho añicos y ahora, ante la incertidumbre, cada uno quisiera con su pequeña parte de espejo convencer al resto de que eso es la verdad, de que se acabó la incertidumbre. Pero cada uno se contempla en su propio espejo y por mucho que intente convencer al resto, a lo más que llega es a una visión mutilada y parcial de la verdad en un mundo dividido en compartimentos estancos regido cada uno por sus propios especialistas y en permanente subdivisión en nuevas especialidades. Así que la incertidumbre se hace cada vez más compleja y la totalidad más difícil de abarcar por el intelecto. La consecuencia de esto es que la incertidumbre en lugar de desaparecer se especializa y disgrega, y el individuo que busca la verdad con la sola razón se siente perdido. La división social del trabajo, la sed de conocimientos, el progreso tecnológico, el afán de poseer y destacar, todos esos elementos – no únicos, por cierto- llevaron a romper el espejo de la Realidad en los múltiples campos que constituyen esto que llamamos “el mundo” que hemos construido con la aportación de todos. ¿Y cómo procedemos? Si un científico quiere analizar una partícula en el microscopio se ve obligado a seleccionarla de entre otras aislándola en cierto modo de un campo más amplio al que pertenece para una observación más concreta y un resultado fiable. Creo que nadie pondrá en duda que semejante método es correcto siempre y cuando se tenga en cuenta por el observador que esa partícula no está verdaderamente aislada, que no existe `posibilidad alguna de contraponerla a la totalidad en la que se halla inmersa, y que incluso forma parte- en alguna medida- del propio observador y del aparato de observación. Quien no tenga en cuenta estos elementos, podemos pensar que está en un error. Y no se encuentra fácilmente a quien tenga en cuenta todos estos elementos pero si al que cree estar fuera de la realidad que observa y que lo observado no tiene nada que ver con su propio aparato de observación.

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Menos correcta socialmente nos parecería aún la actitud de quien siendo responsable de un trabajo socialmente necesario para el bien común empleara su parcela de influencia con un método reduccionista al trabajar sobre la realidad pretendiendo utilizarla para servir a los intereses mezquinos de una minoría social dominante que pretende erigirse contra el bienestar social de una mayoría. Y este tipo de conductas son cotidianas en quienes tienen responsabilidades públicas. Así que por unas u otras razones, la sombra de la incertidumbre se espesa y alarga. El conocimiento de hallar la verdad –que es la Totalidad indivisa o Dios en última instancia- se ha fragmentado y pervertido de tal modo que cada una de las parcelas pretende negar al Todo y erigirse en Su lugar, y que esta es una desintegración interesadamente promovida especialmente desde el comienzo de la era industrial. La consecuencia de este espectacular crack es que todas las ramas del saber tienen un carácter repulsivamente mercenario: ciencia, periodismo, arte, política, economía, teología, medicina, arquitectura, literatura, psicología, y por supuesto la sociología, entre otras. En esas parcelas, como ocurre con los alienados, cada uno lleva sus propios monólogos y sus banderas y no hay forma de entenderse entre ellos y que mantengan una conversación con un mínimo de coherencia. Y como cada parcela sigue conservando la “marca de la casa”, este corral de gallinas contribuye bien poco a disipar el `problema de la incertidumbre a la hora de enfrentarse con el propio destino quien busque la verdad. Está tan alterada y rota que no hay forma de juntar los trozos en el cerebro de nadie. Pero hay algo más. Subyace en el fondo de esta aberración el principio científico materialista de que lo real es el fenómeno material, de que el fenómeno ES la realidad. Según este su sacrosanto principio, todo lo demás, lo que no tiene una apariencia física son especulaciones más o menos gratuitas, olvidando, por ejemplo, que los sentimientos y pensamientos no tienen una forma material, lo que no les impide existir. Con estas aberraciones han sido posibles la filosofía y las ciencias materialistas, el conductismo psicológico, la sociología al servicio de las empresas, las experimentaciones con animales, la industria militar y tantas otras calamidades sociales. Resulta que hombres modernos y sin prejuicios nos embarcamos hace tiempo en la aventura de buscar la Realidad como los caballeros medievales en busca del grial, y pertrechados de teorías y lógicas racionalistas nos lanzamos no ya a una búsqueda, sino a una conquista.

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Quisimos poner a Dios en estado de sitio con las herramientas de la razón en el campo de las ciencias físicas; arrojamos la metafísica a los acantilados de la materia y desde lo que creíamos cimas, ya desligados- creíamos- de las ataduras del espíritu y de sus implicaciones en nuestras vidas, se nos aparecía una sonriente realidad (léase con minúsculas) vestida con trajes pret-a porter, esclava de la moda, en un paseo triunfal por las avenidas de las ciudades del mundo, jaleada por innumerables coros de idiotas exhibiendo automóviles, electrodomésticos, potingues de farmacia, y trofeos por el estilo. Todos esos idiotas, deslumbrados por los hombres modernos y sin prejuicios que creyeron superiores, en el fragor de la lucha por conseguir todos esos trofeos antes que nadie y de mejor calidad, han llegado a olvidarse del precio que tienen que pagar por ello, que puede llegar a ser nada menos que el peligro de extinción de la vida de una especie – la humana- tan amenazada como el resto. Así que todo el castillo de fuegos artificiales que hizo construirse el hombre moderno y sin prejuicios eliminando estorbos como el de la metafísica o la conciencia; esta civilización que pretendió erigirse creyendo que era posible la muerte de Dios mismo, no es más que un infierno que amenaza con quemarnos. El único y verdadero Infierno: el de la conciencia que actúa contra sí misma. He aquí, paradójicamente, cómo un cúmulo de incertidumbres añadidas unas a otras puede llegar a producir una certeza; la certeza de que este mundo se derrumba como todo lo que se quema, y de sus cenizas sólo cabe que surja otro Ave Fénix en forma de una nueva humanidad de hombres verdaderamente libres y sin prejuicios, triunfante sobre el yo inferior.

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LA CIENCIA, ¿CONTRA EL RACIONALISMO?

Para sorpresa de los que se llamaron hombres modernos y sin prejuicios, la Ciencia más avanzada les deja colgados en el tiempo. Acostumbrados como estábamos a intentar explicarnos el mundo con teorías e instrumentos de medida, los nuevos científicos nos ponen en guardia y nos dicen que perdamos la costumbre de confundir las teorías- conceptos del mundo y no realidades- con el conocimiento de la verdad de las cosas; y que no puede existir una prueba experimental concluyente en el terreno de la Ciencia acerca de la verdad o falsedad de una hipótesis general que pretenda abarcar toda la realidad. “No hay razón suficiente – nos dice el físico y premio Nobel David Bohm- parda suponer que hay o habrá una forma final de observación correspondiente a la verdad absoluta; ni siquiera una serie sucesiva de aproximaciones a la misma”. Para los defensores a ultranza de la exactitud científica ilimitada y que confunden teorías con realidades, tales afirmaciones pueden ser fuentes de pesadillas, pese a ser hombres modernos y sin prejuicios, y con una fe considerable en las teorías como arma contra la incertidumbre. A ellos parece dirigirse David Bohm cuando escribe: “Cuando contemplamos el mundo mediante nuestra intuición teórica, el conocimiento de los hechos que obtenemos estará evidentemente adaptado y conformado por nuestras teorías. La experiencia con la naturaleza se parece mucho a la experiencia con los seres humanos. Si uno se acerca a otro hombre con una teoría fija acerca de él como “enemigo” del que tiene que defenderse, él responderá de un modo parecido, y por tanto esa teoría se verá aparentemente confirmada por la experiencia”.

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Otro conocido científico – Bernard D´Espagnat- también escéptico de un modo tajante por lo que respecta a la “sacrosanta” razón- afirma: “La razón discursiva no nos conduce hasta el fondo de las cosas”. Algo, por otra parte, que ya conocen de sobra los místicos, poetas y artistas. La nueva física viene a decirnos que cuanto más nos aproximamos a la profundidad de la realidad física, a las partículas elementales que se encuentran por debajo del nivel atómico, tanto más difícil resulta utilizar instrumentos de medición. El problema de la medida, que aparecía definitivamente resuelto en la física clásica y tomada como juez de la verdad dando pábulo a toda clase de júbilos sobre la posibilidad de conocer y dominar la materia en términos absolutos, se difumina a la luz de los nuevos descubrimientos sobre el comportamiento de las partículas sub-atómicas. La dificultad mayor reside en que a niveles sub-atómicos lo observado es perturbado por el propio observador y sus instrumentos de medida, de tal modo que lo que antes parecía seguro pasa ahora a ocupar el lugar de lo probable en diversos grados. Esto, que constituye la esencia del Principio de Incertidumbre de Heinsenberg, inaugura la Era de lo Probable contra la actual Era de la Exactitud tan falsa como la conciencia de los promotores del mundo moderno, esos dirigentes de los hombres modernos y sin prejuicios. Además viene a marcar en lo sucesivo de los flexible sobre lo rígido en todos los órdenes de la vida, rompiendo de una vez el dogma de que el observador esta “Aquí”, y lo observado “Ahí”. Es así cómo se hace posible el comprender el antiguo principio de la filosofía de Hermes Trimegisto: “El Todo es Uno”, cuyo eco alcanzaba las bóvedas de los templos egipcios hace cuatro mil años. Al fin, la incertidumbre parece mostrar un rostro amable y prometedor. Intentar aproximarnos a ella de otro modo es hallarnos inmediatamente frente a las miserias de esta civilización; frente a las miserias de nuestro pensamiento occidental y frente a un enorme vacío metafísico que subyace en todos nuestros fracasos históricos como especie humana. NO, definitivamente la razón discursiva no nos lleva al fondo de las cosas: el racionalismo ha fracasado y con él todos sus acompañantes. La razón discursiva sirve, si acaso, para ordenar superficies, estructurar evidencias, prever según sus propios códigos, pero no lleva a la verdad, porque además de todo lo expuesto, la razón es tan solo un instrumento intelectual. El corazón es un instrumento del alma que razona de otro modo. Cada ser humano es libre de utilizar el instrumento que quiera, pero es preciso liberar al alma de los códigos constrictores del viejo y trasnochado racionalismo para dejarla crecer hacia el campo espiritual para poder reinventar este mundo. Con el corazón se pueden explorar otras vías del

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conocimiento que llevan a percibir otras caras del poliedro que llamamos “realidad”. Se trata de acceder a otros fenómenos que le Ciencia no quiere incluir en sus investigaciones porque no son rentables y no quiere ni puede explicar,.. Ni siquiera la ciencia más avanzada: la Física cuántica. Siguiendo el camino del corazón aliado con la inteligencia, tendremos la seguridad de hallarnos al menos frente a nuestras propias incertidumbres y en el camino de nuestras propias certezas. Y tengo la seguridad de que ambas se conjurarán armoniosamente para redimirnos con la ayuda de Dios. ¿Cómo ayuda Dios? De muchos modos, pero busquemos Su implicación en el proceso del Universo como Creador y mantenedor. He aquí el Cosmos: energía que fluye incesantemente y vivifica a todas formas de energía existentes: unas materiales, otras semimateriales y otras espirituales puras, a todas ellas según sea su frecuencia de vibración. Más alta frecuencia, más proximidad al espíritu puro, más baja frecuencia, más proximidad a la materia. Paquetes de energía cuántica llegan a cada instante, procedentes del gran Sol Central Primario, a todas las formas de existencia para vivificarlas. Con esta energía, en el mundo material átomos y átomos se relacionan, se ordenan y forman células que a su vez se relacionan, ordenan y forman órganos, y cuerpos físicos de seres que nuevamente se relacionan y forman grupos, sociedades…La voluntad divina en acción, la continuidad de lo simple a lo complejo y la organización universal de la continuidad. La voluntad de Dios guía todo ese proceso, porque es la voluntad activa de la Creación. Otra cosa es que la especie hombre, poseedor del libre albedrío, aceptemos o no la existencia de esa voluntad divina y nos pongamos de su lado o en su contra porque poseemos el libre albedrío. Y esa decisión tiene para nosotros consecuencias existenciales de muy diversa fortuna. Cuando la negamos, nos hallamos desnudos ante el más grande los misterios. Descorazonados por la ignorancia, engreídos a veces por la posesión de verdades descubiertas antes o después como inciertas, asomamos nuestras pobres frentes sobre el balcón del Tiempo histórico y del tiempo personal. Y bajo todas las razones con que nos parapetamos para defendernos de nuestras ignorancias esenciales nos preocupa una imperiosa necesidad de respondernos a preguntas sobre nuestro origen, nuestra razón de existir y nuestra muerte. Esas preguntas, cuando se convierten en algo urgente de responder nos acerca a la comprensión de lo esencial por encima de lo contingente. Descubrimos entonces que lo esencial no es material y

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construye las innumerables redes del Infinito que lo mantienen en actividad constante. Asomamos en el balcón del tiempo personal nuestras frentes interrogantes, y, presos en una materia que se descompone, nos negamos a morir y sentimos la necesidad de perpetuarnos. Siendo conscientes de ser seres de energía, la muerte nos inquieta profundamente ante la idea terrible de ser la única excepción de las leyes cósmicas que rigen la energía universal. No pensamos si el género humano permanecerá o no, pues es evidente que llegará un momento en el que el Sol se transformará y no será posible la vida en el Planeta Tierra. Lo que preocupa a cada uno es si su yo permanecerá, pues nadie quiere dejar de ser. Para muchos, una inexplicable sinrazón se interpone entre el ser físico que se acaba con la muerte y el ser que quiere permanecer. Y esta es la causa de que uno se haga preguntas que otro no se hace acerca de su propio papel y se pongan en camino para encontrar una perspectiva para enfrentarse al misterio de la vida y la muerte. Un simple vistazo a la historia de la humanidad nos da idea de hasta qué punto se halla lejos de haber hallado esa perspectiva, que es necesariamente espiritual, puesto que es la energía que permanece más allá de la materia. Únicamente las almas evolucionadas son capaces de hallar esa perspectiva y descubrir que la vida no consiste en mantenerse simplemente, sino en expansionarse más allá del tiempo y el espacio para ser coherentes con el Universo y las leyes divinas que lo rigen. Para el resto, todo eso es incertidumbre y se sitúan frente a la puerta del misterio con tanto temor a abrirla como a que se abra de repente y se les empuje dentro.

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¿HAY ALGUNA CIVILIZACIÓN EMERGENTE ?

Hoy se habla mucho de sociedades emergentes. En cambio, nadie habla de civilización emergente. ¿Será que no existe, o será que no es bienvenida ?...

Existe tal adoración por lo material, acrecentada por los catequistas del capitalismo, que si una sociedad no suma no sé cuántas inversiones y alcanza no sé qué grado de desarrollo industrial y niveles de consumo, no entra a formar parte de un mundo “como debe ser”. Por lo visto, India, Brasil y China ya forman parte de ese mundo como- debe –ser, y por ello se les llama sociedades emergentes, pero lo que no puede llamarse a ninguna es “civilización emergente”, sino justamente lo contrario: son prototipo –junto a Japón- de civilizaciones decadentes, porque retroceden en lo bueno y progresan en lo peor de sí mismas, como ya sucede con Europa y anteriormente con Norteamérica.

Impregnándose de materialismo y mercantilismo, los pueblos del mundo más empobrecidos abandonan paso a paso valores culturales y morales que les costó milenios alcanzar para adoptar formas de vida y valores propios de Occidente, en lugar de profundizar en los propios valores y formas de vida y pulir todo aquello que impide su propia evolución. Junto a esto, contrasta profundamente la pobreza de miles de millones con la riqueza decreciente, por cierto, de sus riquezas naturales a favor de unos cuantos cientos de familias económicas. Contrasta el atraso de países como Brasil, India o Pakistán con la posesión de sofisticadas armas de destrucción último modelo, cuyo coste hubiera dado para crear miles de escuelas y hospitales, mientras todavía se encuentran leprosos por las calles de India, por ejemplo.

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Muchos culpan a la globalización llevada a cabo por el capitalismo neoliberal de este retroceso destructivo, pero esta invasión y destrucción cultural de Oriente no hubiera sido posible sin que ahí existiese previamente un fuerte estancamiento espiritual y un formidable deterioro de sus propias señas de identidad, todavía presentes como tradición, y por ello fácilmente convertidas en fanatismo violento por millones de ignorantes adoctrinados por castas políticas o religiosas que malviven en campos y ciudades el profundo choque entre su mundo que se desmorona y otro nuevo que no terminan de entender, que se va imponiendo y les produce infinidad de problemas y preocupaciones antes desconocidas: el mundo del capitalismo.

Pero capitalismo no es sinónimo de civilización.

El capitalismo significa a su vez fanatismo económico; se ampara, enmascara y justifica en el fundamentalismo católico, protestante y ortodoxo. Es agresivo y competitivo en todos los aspectos (militares, sociales, culturales, educacionales y científicos) y por su fanatismo en estos aspectos deviene en destructivo tanto como en autodestructivo. Carece de moral y no reconoce otros valores que los del poder, el prestigio y el dinero. Quien por alguna razón posea en alto grado estas cualidades no sólo pertenece al mundo de la gente como debe ser en esta sociedad putrefacta, sino que hasta puede liderarla.

Sin embargo, a esta sociedad que impone la globalización y perversión simultánea de personas, culturas y recursos, y que en su afán destructivo está acabando hasta con las condiciones de vida en el Planeta, ¿quién se atrevería a llamarla “civilización”? ¿No será más apropiado calificar de anti-civilización a esta carcoma que ataca el mundo como lo hace un auténtico virus devastador, actuando sobre los pueblos como actúa cualquier virus en los organismos? ¿Y cómo actúa este nuevo orden capitalista neoliberal sino es destrozando a los débiles y bloqueando crónicamente a los que ofrecen resistencia pero no tienen la suficiente fuerza para expulsarlos?

En todo caso, esto que llamamos Occidente actúa como un factor desestabilizador allá donde pone sus inversiones, sus diplomáticos, sus curas y sus tropas.

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Sin embargo, debemos hablar de fenómenos nuevos de alcance profundo, que están sacudiendo los cimientos del mundo. Corrientes religiosas como budismo e hinduismo han ido penetrando en Occidente desde hace más de medio siglo de manos de la población inmigrante y de intelectuales, médicos, practicantes de artes marciales y místicos procedentes del lado colonizado del mundo. Junto a ellos, otros valores religiosos procedentes del Islam se han extendido ampliamente por todo el mundo occidental, donde chocan frontalmente con el catolicismo debido a sus respectivos fundamentalismos. Estos nuevos movimientos están acabando con el “Imperio Vaticanista”, cada vez desacreditado por su alianza con los otros imperios, por sus riquezas injustificables espiritualmente; por la corrupción de muchos de sus ministros, y porque es bien notoria para muchos la diferencia entre el Sermón de la Montaña y el sermón del cura; entre la forma de vivir del Nazareno y la del Papa, que dice representarlo. Puede decirse sin temor a error que el Papado atraviesa las horas más bajas desde hace siglos, y de esta bajada ya no habrá subida debido a las corrientes modernas del pensamiento espiritual que analizamos, con lo cual el capitalismo, que se ha ido fundamentando en la moral católica, hecha a medida, se queda sin cobertura ética poco a poco a la hora de justificar sus crímenes y tropelías de todo tipo.

Todas las nuevas corrientes espirituales, consolidadas en mayor o menor medida, atraen especialmente a personas y grupos normalmente de ambientes cultos y abiertos que por tanto pueden influir en otros. Y no solo me refiero al aspecto espiritual propiamente dicho. De hecho, la práctica del yoga, la meditación, el vegetarianismo, los estilos de vida alternativos, los movimientos ecologistas, encajan perfectamente con movimientos de liberación social, tales como grupos pacifistas anti sistema, okupas, humanistas, y otras formas de resistencia al pensamiento dominante encuentran entre los jóvenes y menos jóvenes cada vez más simpatizantes, como demuestran las manifestaciones contra la guerra en Irak, las cumbres paralelas de la Tierra, el activismo ecologista de Green Peace, los cada vez más numerosos grupos de defensa de los animales cuyas actividades se multiplican y difunden. Y en medio de estas corrientes, el Dalai Lama es ya más respetado que el Papa a nivel mundial, mientras los seminarios y conventos se vacían de aspirantes a ministros o religiosos católicos.

Simultáneamente, una corriente de la que los medios de comunicación –tan liberales ellos- nunca hablan se extiende poco a poco por toda la Tierra: es el cristianismo originario. A partir de Gabriele, una profeta de la ciudad de Würzburg, en Alemania, se están dando a conocer al mundo las verdaderas

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enseñanzas de un Cristo revolucionario espiritual ocultado hasta hoy por las Iglesias, que se muestra a la humanidad como Redentor y guía espiritual y a la vez profundamente crítico con las Iglesias que se llaman cristianas y los poderes de este mundo que parecen honorables.

Este cristianismo originario, junto a los otros movimientos alternativos que se señalan apenas debido a la necesaria brevedad de un artículo, constituyen sin duda los pilares de otra civilización. Un nuevo mundo se está configurando. Y nosotros estamos en su aurora.

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NOSOTROS, LOS CIVILIZABLES

Civilizado es quien ha superado el nivel social y domina a su ego. Los demás, solo “civilizables”. Hemos construido este mundo materialista a nuestra imagen y semejanza. Pero ¿a imagen y semejanza de quién? ¿Acaso tal imagen se corresponde con nuestro verdadero ser? ¿Responde a una idea de cordura al menos? ¿Es la comunidad humana, a la vista de un observador neutral, siquiera algo parecido a una comunidad y no una abigarrada mezcla de personas en conflicto consigo mismas y con el resto que defienden su bandera del “mío, mí, para mí, yo, yo, yo”? Si aceptamos la idea de ser seres divinos, no hemos divinizado el mundo; y si nos consideramos simplemente humanos, ¿acaso lo hemos humanizado? Claro está que hemos fracasado en ambos intentos. Por un lado las castas sacerdotales de todas las épocas se han encargado de cortar de raíz toda tendencia espiritual liberadora acusándola de herejía y procurando el asesinato moral y /o físico de sus propulsores y seguidores. Por otro lado los poderes civiles, han seguido las mismas pautas de exterminio contra aquellos mismos señalados por los sacerdotes y, por supuesto, contra todo disidente social relevante que pusiese el dedo en la llaga del poder sacerdotal o civil. Por no cansar al lector, citaré tres símbolos indiscutibles entre miles: Jesús, Gandhi y Luther King. Todos sabemos qué hicieron con ellos los enemigos de Dios. Cristianos originarios son todavía hoy señalados al poder civil como peligrosos por las Iglesias católica y protestante que se llaman cínicamente cristianas en Alemania. Y no digamos de la simpatía que derrochan los gobiernos militaristas que dominan el mundo hacia cualquier corriente

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pacifista que defienda la igualdad, la libertad, la justicia, la hermandad y la defensa de la naturaleza incluyendo el derecho a la vida y a la protección de TODOS los animales. Las consecuencias que han tenido para la humanidad las persecuciones incesantes hacia los mejores, siempre puestas al día, han tenido consecuencias graves, algunas de ellas irreversibles, como es el caso del cambio climático, y otras progresivas en perversidad como es el caso de las guerras. Si miramos al Planeta con los ojos de un hijo hacia la madre que lo sustenta, vemos abrumados que la devastación a que está siendo sometido en todos los aspectos pone en peligro nuestra subsistencia y nuestra continuidad como especie. Contaminación, y envenenamiento de los elementos vitales de la naturaleza (tierra, aire, agua), depredación salvaje, tortura y asesinatos de animales y exhaustiva explotación de recursos que son – a la vez- causa de guerras, nos sitúan ante un panorama sobrecogedor. Y si observamos a la comunidad humana nos horrorizamos de los niveles de insolidaridad, injusticias, enfermedades, hambre, ignorancia, y miserias infinitas, hasta el punto que ya solo el pensar en ellas nos estremece. ¿Responden todos estos horrores a una forma correcta de entender a la naturaleza y de entendernos entre nosotros? ¿Reflejan nuestro ser espiritual? ¿Merece el título de civilizada esta forma de proceder entre nosotros, con la naturaleza y con los animales? Es difícil responder afirmativamente, pero sí es fácil descubrir que en el sistema que rige este mundo es una gran máquina que no duerme. Y lo mismo que nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, resultado de nuestros programas personales, tienen son registrados en nuestro consciente, en nuestro subconsciente, en nuestra alma y en los planetas de registro de la gran computadora universal de Dios, el sistema de dominación de los gobiernos y las Iglesias del mundo programan la gran computadora social a la que llamamos el Sistema. Toda actividad con repercusiones sociales se evalúa, se estudian sus posibilidades y variables, y se programan las acciones correspondientes. Esta es la razón por la que se reúnen periódicamente los responsables del gobierno de los países del mundo que toman decisiones sobre nuestras vidas. Así se organiza la gran computadora social. ¿Su objetivo final? El control de nuestras conciencias tras el control de nuestros trabajos, de nuestros bienes, de nuestra vida social acompañado todo ello de la homologación de nuestros modos de pensar y vivir. ¿Consecuencias de tales propósitos hasta hoy? El canto triunfal de la Máquina de dominación, de la gran computadora social mundial. La Máquina nivela para el uso de sus dueños diferencias culturales, religiosas, sociales, y hasta individuales. Arrasa los cerebros, y los modifica para serles de utilidad en su gran engranaje. Ataca las diferencias, pero

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multiplica la superespecialización con objeto de producir objetos inútiles pero necesarios…para el funcionamiento de la Maquina. Su omnipresencia resulta tan imprescindible como esterilizante. Su poder, tan absoluto y corrupto como aparentemente inocente y hasta honorable. Ella regula los latidos del gran corazón social; es el reloj dinámico de todas las empresas y negocios y la gran manipuladora de todas las verdades. Pero aparece como impecable. Tan impecable como una funeraria que matara gente en secreto para asistir a su entierro. Pero no crean que sea un ente de ficción. Supuestamente ya lo saben, pero sus ingenieros están en Wall Street y en todos sus semejantes en el mundo. Desde esos templos de Belcebú nombran hombres de paja que gobiernan, crean fundaciones, fábricas de armas y de diversos venenos químicos y biológicos, subvencionan universidades, órganos de información, partidos políticos, planes de estudios para el pueblo, y muchas cosas más que prostituyen la inteligencia y el conocimiento y degradan la vida. Y como a los vampiros les sucede con los ajos en las películas, el gran enemigo de la Máquina es la inteligencia libre. No puede soportarla: ante ella siente el temor del que intenta enfrentarse a un fantasma con una escoba. Pero la inteligencia se halla dividida. Viendo a la mayoría de intelectuales es fácil llegar a decepcionarse si se espera de ellos algo más de lo que dan. Unos quieren cambiar el mundo manteniendo intacto su ego, el principal obstáculo del mundo, y considerando al mundo como su verdadero y único posible. Los que así piensan viven anclados en las viejas concepciones del materialismo sociológico alimentado por aquellos que la “Máquina” industrial de la cultura lanza al mundo como gurús de la cultura. Como tantos otros, estos intelectuales creen que no hay vida más allá de las ideas, y confunden el intelecto con la sabiduría, olvidando que la experiencia de lo que se piensa es la prueba de fuego para conseguir ser sabio.

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EL CREPÚSCULO DE LOS MALOS TIEMPOS

Hasta la Comunidad Europea ha aceptado el término Apocalipsis. Claro es que los políticos creen estar a salvo. Estos son los tiempos del Apocalipsis (término que hasta la propia Comunidad Europea ha reconocido oficialmente en 2011), y que Dios ya anunció mucho antes en febrero de 2001 a través de la profetisa alemana Gabriele revalidando así la visión de Juan de Patmos. En estos tiempos de destrucción y confusión intelectual y espiritual, la inmensa mayoría de seres humanos confunde tecnología con civilización, de tal modo que esta se mide en función de aquella. Así es como el Sistema quiere que pensemos. Pero si consideramos los efectos que la tecnología (cuya explotación corresponde a minorías) produce sobre el patrimonio de la humanidad, que son los recursos del Planeta, no vemos en ello avance civilizador alguno, sino destrucción progresiva. Si fuéramos hinduistas veríamos en ella la encarnación de Shiva, el Destructor, pues el modo de actuar del sistema y seguidores destruye los materiales naturales necesarios para una vida digna de seres divinos que somos, pretendiendo que solo somos humanos y con fecha de caducidad que es preciso explotar antes del límite. Entre tanto los alimentos y cualquier material natural es adulterado y sustituido masivamente por materiales sintéticos con códigos de barras y fechas de caducidad estampadas en sus cuerpos. Este remedo de la naturaleza no es otra cosa que la consagración de la vulgaridad; una vulgaridad desprovista de otro fin que la propia consunción. Nos hallamos así ante un remedo de civilización tan artificial como artificiosa y decadente como sus materias primas; tan falsa como los objetos que produce. Y esto tiene, entre otras consecuencias, un gran sufrimiento para la Tierra como ser vivo, y para todas las demás especies, nosotros incluidos, pues este sucedáneo de civilización envenena y mata para justificarse a sí misma.

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¿HAY ALGO QUE JUSTIFIQUE TODO ESTO?

Si miramos el mundo sin prejuicios percibimos que su manifestación no es otra cosa que el resultado colectivo de adoptar el signo MÁS como objetivo de vida: más bienes materiales, más poder, más prestigio. Ser más que el que más ha llevado a construir fortunas, haciendas, naciones, imperios, y hasta a querer ser más que Dios y atreverse por ello a modificar las leyes de la naturaleza, como hacen los llamados científicos. Y este modo de proceder conlleva sufrimiento inexorablemente. ¿O es la humanidad, acaso, un ejemplo de buena salud emocional, mental y física? ¿Acaso prevalece la felicidad que cada uno desea como el bien más preciado junto a la propia salud? Exceptuando los dramas derivados de los cataclismos naturales, el sufrimiento es hijo del deseo, efecto de las causas que se siembran individual y colectivamente; causas que se originan en la mente inferior de cada uno y que viene a ser la mente dominante en nuestro mundo. Los sentimientos y aspiraciones del yo inferior (mío, mí, para mí) perturban no solo nuestro cuerpo emocional y nuestros pensamientos, sino nuestro cuerpo físico como receptor material de las ondas negativas que le transmite nuestro sistema nervioso. Estas energías negativas opuestas a las leyes del amor altruista tienen su propia onda expansiva y efecto multiplicador por ser energía, y esa onda expansiva “contamina” la atmósfera espiritual del mundo. Según nos enseña el cristianismo originario, todos los contenidos de los pensamientos, sentimientos y acciones del conjunto de la humanidad quedan grabados en la crónica atmosférica del Planeta. Nos dice Cristo que lo que cada uno piensa, siente y hace individualmente se graba en su consciente, en su subconsciente y finalmente en su propia alma y en los planetas de registro correspondientes

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del macrocosmos de la Caída, a donde se dirigirá el alma si antes no purifica sus cargas negativas en donde se encuentran instaladas. La ayuda para ello es el reconocer, arrepentirse, pedir perdón y perdonar, reparar en lo posible el daño causado y no volver a repetir cosas iguales o parecidas. Tal es el camino cristiano de la liberación espiritual para el que no se necesitan sacerdotes ni confesionarios: invocamos a Cristo y a Su fuerza redentora. De no seguir este camino nos hallamos sujetos a la ley de causa y efecto o de siembra y cosecha. Conocedores de esta realidad, los profetas, iluminados y espíritus libres de todas las épocas han tratado de instruir a sus semejantes sobre la Ley de siembra y cosecha o de causa y efecto, y de proporcionar pautas para conseguir que fuéramos capaces de controlar nuestros pensamientos, palabras y actos recordando que nuestro origen es divino y hemos de volver a nuestro Creador. Y sus premios por ilustrarnos con su palabra y su ejemplo han sido siempre asesinato, cárcel, persecución, difamación, calumnia exclusión social y otros parecidos. Así que ¿a quién puede sorprender que estemos como estamos y que este sucedáneo de civilización no merezca otro nombre que el de Infierno Terrenal Planetario? Conocemos después de miles de años y enseñanzas de profetas e iluminados la respuesta a cómo podemos evitar sufrir. Si seguimos sufriendo pese a que consideramos la felicidad el mayor de los bienes tenemos un grave problema por resolver como humanidad, pero ante todo cada uno consigo mismo para que este Planeta pueda llegar a ser algún día un paraíso terrenal.

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EN EL CIRCO DE MAMMON

Del mismo modo que el deseo sexual acaba antes o después en una relación de pareja, y al acabar el deseo termina a menudo con la pareja misma, el deseo de espiritualidad acaba por convertirse en religiones que terminan con la espiritualidad, y el deseo de justicia se convierte en Derecho que se enfrenta a la Justicia.

Así podríamos enumerar otras cosas más Pero es alrededor de deseos como sexo, pareja, religión, justicia - y sus consecuencias: familia, Estado, Iglesias, donde la mayoría de nosotros asentamos nuestra razón de estar en el mundo.

Tenemos la tendencia a convertir nuestros deseos más puros en devaluados sucedáneos y en instituciones, ritos y ceremonias. Por eso la espiritualidad convertida en religión e institucionalizada en Iglesias controladas por jerarquías; el deseo de justicia, en instituciones de Derecho controlado por los Gobiernos, y así sucesivamente. Ante estas y semejantes cosas, los amantes de la verdadera libertad están contra las falsas democracias; los amantes de la justicia chocan contra el Derecho; los que buscan a Dios contra las Iglesias, y así sucesivamente.

El proceso de institucionalización de las fuerzas contrarias al progreso de la conciencia no sería posible sin la existencia de enormes fuerzas que actúan como elementos “correctores” de los deseos positivos de igualdad, libertad, justicia, fraternidad y unidad. Me refiero a la envidia, al miedo, a la codicia, al deseo de tener, al orgullo y otras fuerzas del ego o yo inferior a cuyo amparo se celebra a diario el más abyecto de los cultos: el culto al Mammon, al dios dinero.

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Cuando alguien observa el circo del mundo en torno a Mammon toma conciencia de contemplar el ojo del huracán que arrastra a la humanidad. Arrastra una espesa niebla de lo sucio, lo oscuro, lo carente de sustancia, donde ley principal es el Tener y sus juegos de felonía, engaño y violencia son jugados de mil y una maneras.

En el circo de Mammon los payasos son tristes, los presentadores mienten sobre lo que anuncian, los trapecistas son derribados a tiros y los niños que presencian los números son invitados a imitar a todos ellos, incluidos los asesinos. Y siempre el circo está rodeado de esa espesa niebla que no es otra cosa que la condensación de la ignorancia de la mayoría de espectadores. En una pista gritan los payasos vestidos de jueces que todos somos iguales ante la Ley mientras patean a los pobres y suben a hombros a los ricos. En otra pista se escucha a payasos vestidos de sotanas decir que iremos al infierno si no creemos que es cierto lo que dicen y no les confesamos nuestros pecados. Allá los payasos vestidos de uniforme gritan que representan el orden mientras disparan contra los trapecistas y bombardean al respetable puede que antes de terminar la función. Es el circo de Mammon. Muchas pistas, pero el mismo circo.

“Entréganos tu yo si quieres participar en nuestro circo” gritan una y otra vez los dueños del circo y sus payasos por los infinitos altavoces. Y a fuer de repeticiones desde la niñez, ¿quién no les ha hecho caso alguna vez y renunció al verdadero yo para ser aceptado en el circo de Mammon? Pero cada vez que hemos renunciado a nuestro verdadero yo nos hemos convertido en sumisos consumidores, sumisos votantes, sumisos homicidas, sumisos creyentes instrumentalizados: en masa sometida. Y a eso se le llama sentido de la responsabilidad, madurez cívica, sentido del deber, y cosas semejantes.

Una vez perdidas las referencias acerca de quién es uno mismo como sujeto y cuál es el sentido verdadero de su existencia, mediante refinados métodos de pedagogía y psicología social aplicados con perseverancia, se consigue el objetivo pretendido. Los diversos antros del Poder de Mammon comienzan por manipular las mentes individuales y terminan dominando masas.

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En tan dramática situación, muy pocos son los capaces de amarse verdaderamente a sí mismos; muy pocos los capaces de enfrentarse al papel que le ha sido adjudicado y le supone una condena a poco que se descuide; una condena a la que también pocos son capaces de enfrentarse negando su veredicto. La inmensa mayoría respeta a sus verdugos, y con un masoquismo singular convertido en actitud social mayoritaria se abandona en sus manos hasta dejarse morir. Y fin de su función personal.

Vivimos unos tiempos tremendamente complejos donde se está poniendo a prueba la capacidad de resistencia de cada ser vivo en este Planeta ante tanta agresión ecológica tanto como la capacidad de resistencia de cada persona ante tanta agresión laboral, social, mediática y espiritual. Tal vez ha llegado la hora de que el velo de la ignorancia caiga de nuestros ojos y tomemos conciencia de nuestro verdadero ser espiritual y trascendente, y de la condición sagrada de la madre Tierra; de nuestra libertad y del derecho a que todo eso sea respetado tanto como de la obligación de respetarlo por nuestra parte. Tal vez estamos en uno de esos momentos históricos en que debamos poner fin a este circo de Mammon para que la comedia humana comience a quedarse sin autores ni actores. Tal vez deberíamos comenzar ya mismo a ir eliminando nuestras propias ficciones y negarnos a interpretar papeles que no nos convienen, para que cada uno pueda hacer obra de su propia vida y vida con sus propias obras .Sólo entonces este mundo de mercachifles adoradores del Mammon interpretarán a coro su canto del cisne y seremos iguales entre nosotros y a nosotros mismos.

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Y fin de la ficción colectiva.

LA CORRUPCIÓN EN EL REINO DE MAMMÓN

La Mismidad es lo contrario de la Unidad, porque impide la libertad y destroza la creatividad y lo genuino. No son necesarios muchos argumentos para darnos cuenta que vivimos bajo sistemas democráticos aparentemente plurales, pero formando parte de algo que podemos llamar Mismidad. Este concepto tiene mucho que ver con el llamado “nuevo orden mundial”, que pretende continuar con lo ya iniciado por el viejo orden mundial, el mismo con otra máscara. La pretensión es la Uniformidad.: edificios uniformes, supermercados uniformes, mentalidad cultural uniforme, sistemas políticos uniformes, etc. Con esa filosofía de Lo Mismo, que forma parte del alma única del Sistema al que venimos llamando Reino de Mammon se deciden a diario leyes y cuestiones que nos implican a muchos niveles sin respetar nuestra voluntad; teóricamente iguales para todos, pero realmente a favor de los más ricos y poderosos. Dado que los gobiernos del mundo se tornan más y más intolerantes y agresivos a medida que se conoce mejor la psicología humana y disponen de herramientas de manipulación cada vez más sofisticadas parece natural querer profundizar en los engranajes de este Mismidad que suele presentarse vestida de democracia formal , pero nunca real y que permite cada vez mayor injerencia en nuestras vidas de los tentáculos de las grandes empresas multinacionales y financieras actuando juntas o por separad en los ámbitos del poder político, social y cultural. La consecuencia de esto es la corrupción de los órganos de gestión política de las llamadas democracias, incluidos sus órganos judiciales. Y esto, que nos aleja cada vez más de la democracia real, que es la democracia participativa, es lógico que deba preocuparnos como personas, como ciudadanos y como trabajadores, pues en esos tres aspectos estamos siendo manipulados, ninguneados, arrojados al paro o estafados mediante este último invento del capitalismo neoliberal que ha llamado “crisis”, y que no es otra cosa que un asalto planificado a nuestros derechos y libertades

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personales, políticas y laborales para hacer negocios, empobrecernos para enriquecerse más y más los ricos y someternos a su antojo para acercarnos a la Mismidad que pretenden donde prevalezca un pensamiento único servido por los miembros más inteligentes y los medios de manipulación de masas que sirven al Sistema. Ahora aprovechan oficialmente los Parlamentos tradicionales de democracia representativa o indirecta de la vieja burguesía, pero solo como tapadera para la dictadura real de los mercachifles de todo tipo: de las armas, de las drogas, de las religiones, de la construcción, de los casinos y de toda clase de negocios sucios y de blanqueo de dinero negro. Pero el dinero nunca blanquea las conciencias, por más blancas que luzcan las limusinas y camisas de sus fiestas.

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¿SON POSIBLES OTROS GOBIERNOS?

Ante esta situación de auténtica emergencia democrática que vivimos a escala mundial, un Estado debería contar con la presencia activa en los Parlamentos de todo tipo de representantes obreros, trabajadores autónomos, sectores profesionales y grupos cívicos de base elegidos en sus medios de procedencia. En lugar de tanto arribista de la política, deberían tener cabida en cada gobiernos desde las asociaciones de vecinos a las cooperativas de todo tipo, círculos culturales, y en general todas aquellas agrupaciones de colectivos que pudieran aportar su propia energía al conjunto y tuviesen que ver realmente con la vida pública, porque lo que nos muestra el presente es que no se pueden dejar los asuntos de interés general en manos de políticos profesionales que no representan los intereses de los pueblos, o en manos de sindicalistas que tampoco representan los intereses de los trabajadores. Unos y otros viven sometidos a múltiples presiones por grupos de poder extraparlamentarios a los que se pliegan, como los banqueros, la Iglesia y las multinacionales diversas. Entre tanto, multitud de asuntos que podrían ser resueltos con la participación libre y directa de los ciudadanos para una mejor convivencia y mayor bienestar son olvidados, pospuestos, desnaturalizados o reprimidos por los que dicen hablar en nombre de la de ley y el orden. Pero ¿no son los ciudadanos los que legalizan el poder? ¿No son ciudadanos los que sufren las consecuencias de una u otra ley? ¿No son los que llenan las abundantes cuentas corrientes y mesas de sus políticos y empresarios? ¿No son los ciudadanos, en definitiva, quienes determinan la existencia misma de los estados? Pues ¿quién con mayor justicia puede decidir los asuntos que deben ser resueltos por los gobiernos locales y nacionales y los modos de llevar a cabo las soluciones de los problemas colectivos? Y, por supuesto, ¿quién con mayor justicia que los trabajadores puede exigir que se hagan efectivas las necesidades de los trabajadores, y así en todos los casos de grupos sociales de base?

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En el actual corrupto y decadente sistema impropiamente llamado democrático es práctica común de los partidos el hacer promesas electorales para engañar a la gente, y asegurarse mediante el engaño y la manipulación el uso de un poder inmerecido en manos de gentes sin ética ni moral. En tal caso, el ciudadano normal debería disponer de los recursos legales necesarios para expulsar de sus escaños a los que no cumplen sus promesas. Parecería lógico,- ¿no es cierto? –exigir que dimitan los irresponsables, los corruptos, los ineficaces, los que no acuden a cumplir sus horarios en los Parlamentos, y todos aquellos que eludan la responsabilidad adquirida al ser elegidos. Tan lógico como posible es esto en una sociedad civilizada con una democracia real. ¿Quién se negaría a vivir en un país con los mencionados avances? Sin embargo, estamos tan lejos, que lo que tenemos actualmente es tan sólo un esbozo pobrísimo de lo que podría ser. Y SI ESTO NO ES POSIBLE, ¿DÓNDE ESTAMOS? ¿No estamos en todas partes bajo dictaduras camufladas? ¿Acaso no estamos, bajo la más refinada forma de un poder dictador que nos hace creer que nos representa para que lo legalicemos con nuestros votos, y que una vez conseguidos nos impide participar adecuadamente para defender nuestros verdaderos intereses como personas y como ciudadanos? Miremos de frente la verdad. No tenemos democracias: sólo bocetos. No tenemos libertades reales, sino libertades vigiladas y encorsetadas. Y lo peor de todo: nuestra conciencia colectiva no ha llegado a ser capaz de encontrar mejor solución a tanta degeneración ética como manifiesta la suma de tantas conciencias individuales sin conciencia ética que gustan de imitar o acceden a aclamar y votar a los mismos que les aplastan. Hay un tremendo déficit ético y moral que actúa envenenando nuestras organizaciones sociales. Sería impensable que una sociedad de espíritus selectos y libres pudiese tener organizaciones sociales tan burdas como las que exhibimos la presente humanidad miremos el país que miremos. Y eso en el mejor de los casos: no digamos cuando son regímenes totalitarios, jefaturas vitalicias obtenidas por violencia, gerontocracias religiosas, o mafiocracias con cobertura política. Estamos lejos de ver la luz al final del túnel. La única que podemos aspirar a ver es otra en primer lugar: la luz de nuestra conciencia, para que nadie la pueda secuestrar en su provecho. Liberar nuestra conciencia de sus ataduras: miedos, dependencias, sumisiones, odios, rencores, envidias y ambición, tratar al semejante y al animal como uno mismo quisiera ser

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tratado es positivar nuestro modo de pensar, sentir y hacer. Convertirnos así en personas libres, alegres, felices, cooperativas, y justas, es ¿por qué negarlo? La principal tarea de nuestra vida. Entre tanto, tendremos que soportar dictocracias y pobreza, no nos auto engañemos

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LA CIRCULACIÓN DE LA ENERGÍA ESPIRITUAL

Las enseñanzas cristianas originarias definen claramente que todo es energía, y que la energía total que mantiene en vida el Universo todo y a todas sus criaturas, incluidos nosotros, procede del Sol Central Primario, que se conoce en términos espirituales clásicos como el Espíritu Santo”. Los pensamientos son energía, y sabemos hasta por la Física que ninguna energía se pierde. Toda energía,- como en el caso de los pensamientos- es una fuerza que busca en el universo energías afines por la ley de atracción entre iguales. Por ello, energías de diversa procedencia pueden influirnos con sus contenidos, tanto positivos como negativos, a la vez que nosotros mismos influimos con las nuestras. Una persona puede recibir telepáticamente de un emisor energías negativas como odio, celos, envidia, deseos de poder, de tener o destacar sobre otro por estar espiritualmente en esa misma longitud de onda y albergar en su alma algo igual o parecido al emisor. De ese modo se ven reforzadas las propias y personales formas de pensamientos con otras iguales o semejantes provenientes de desconocidos que eventualmente pueden ser incluso almas del Más allá. Pueden ser, por ejemplo, almas de personas fallecidas que no se marcharon aún del ámbito del Planeta por querer influir en sus semejantes para conseguir lo que no pudieron en vida. Así utilizan a personas vivas induciéndoles a actuar del modo que ellos quieren aprovechando la Ley de semejanza. También pueden ser seres demoniacos que precisan energía negativa humana para vivir sin tener que encarnar como seres humanos y sufrir las consecuencias de sus actos, o sea, su Karma.

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En el libro “Yo, yo, yo, la araña en la telaraña” (1) podemos leer lo siguiente : “ Si dejamos que segundas, terceras o cuartas personas nos sugestionen sus ideas y deseos, si acogemos las proyecciones de nuestro prójimo, esto es solo posible porque en nuestra alma o en nuestros niveles consciente y subconsciente ya hay grabado algo semejante. Estos engramas ya existentes forman la base, los imanes, por decirlo así, que atraen cosas iguales o parecidas. Lo podemos formular como sigue: la siembra de una persona cae en el suelo fructífero de la otra. Si incorporamos las proyecciones de otros en el repertorio de nuestros programas, de nuestras analogías, hemos ampliado el mundo de nuestros programas. Con la adopción de partes de programas de otros, quedamos a la vez atados a ellos”…. Y un poco más adelante, concluye: “Si reflexionamos sobre las consecuencias de estas breves aclaraciones, seguramente más de uno dirá: “esto es monstruoso”, o. incluso, “esto da miedo”. Ambas cosas son correctas; pues debido al principio “emitir y recibir”, son posibles muchas cosas. Por las proyecciones que nos dejamos sugestionar, o que nos son transmitidas por telepatía a a causa de analogías iguales o parecidas, adoptamos aspectos del carácter de otras personas, a quienes, por ejemplo, seguimos ciegamente. Nos dejamos programar y manipular…. Pero el principio “emitir y recibir” funciona también en lo positivo. Si emitimos pensamientos positivos, pacíficos, amistosos, ellos también transmiten el mensaje que contienen. Por ejemplo, pueden ser acogidos por una persona que está pensando sobre posibilidades de cometer un crimen. Nuestros “pensamientos voladores “positivos pueden introducirse en el pro y el contra de quien está pensando negativamente. El fiel de la balanza de su corazón es tocado por la energía positiva de nuestros pensamientos, las olas de su odio se apaciguan, su sentido común y su conciencia vencen. Si de este modo podemos apartar a esa persona – para nosotros desconocida- de un acto cruel, nos transformamos, sin ser nosotros ni ella conscientes de ello, en liberadores y en un amigo desconocido de quien desistió de aquel acto y cuya vida tal vez dio entonces un giro hacia lo bueno”. Más de uno se preguntará: ¿“Cómo me puedo proteger de influencias, de proyecciones de otros, o incluso de transmisión telepática”? Existe solo una protección y dice así: Aprende a conocerte a ti mismo, tu comportamiento, tu carácter, que consta de tus sentimientos, sensaciones, palabras y actos personales; purifica diariamente con la ayuda del Cristo de Dios los aspectos pecaminosos que el día te muestre, y no vuelvas a cometer esos pecados. Así llegas a tener estabilidad en Cristo y ya no te

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dejas influenciar por los deseos, pasiones, opiniones e ideas de tus semejantes. Cuando hallemos nuestro apoyo en el propio Ser divino, ya no nos apoyaremos en otros ni les imitaremos”. (Hasta aquí la cita) EFECTOS DE LAS FUERZAS DE LA OSCURIDAD EN LA VIDA PÚBLICA Detrás de la degeneración de la conciencia ética y moral de los seres humanos y sus representes públicos no existe otra cosa que la influencia de esos poderes negativos en la sombra que tienen acceso a las conciencias individuales – consciente o no en los afectados, incluida la influencia telepática- debido a la existencia de la mencionada ley de semejanza, que dice: “Lo igual atraiga a igual”. Así actúan corrompiendo a los gobernantes mediante “inyecciones” de deseos y pensamientos de poder, prestigio o riquezas, empujándoles en contra de quienes se opongan para conseguir estos deseos. Las gentes que se les someten tienen formas de pensar, sentir y querer semejantes o iguales, y pueden aceptar por ello ser gobernados en la creencia de que van a recibir también una parte satisfactoria de eso mismo, o sea, del “pastel Tierra”. Por eso les votan, siguen en la TV, aplauden, imitan, admiran, etc.

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LOS ENEMIGOS DE LA PAZ ESTÁN DIVIDIDOS

El mayor gasto de los Gobiernos del mundo en los últimos años es el gasto militar. Entre tanto no cesan las guerras ni las amenazas de guerras. Debido a lo difícil que resultan los acuerdos entre quienes están poseídos por la ambición, la envidia o el de deseo de poder, los poderosos de este mundo están divididos, se atrincheran tras fronteras que han conseguido imponer a sus vecinos y usan diferentes leyes, himnos, banderas, idiomas y hasta religiones. A causa de esta división de intereses en pugna por conseguir mayores porciones del “pastel Tierra”, pueden producirse revueltas sociales orquestadas, fugas de capitales, bloqueos comerciales guerras internacionales o guerras civiles inducidas. Hay mucho dinero para todas esas cosas si fuese necesario. Desestabilizar un país es ahora un juego de niños para empresas multinacionales que pueden tener más riquezas y poder que el total de ese país. Acosar a los gobiernos de un país más pequeño, pero rebelde, que no siga el juego de los grandes cuando interese, o no cumpla debidamente el rol que se espera debe tener, es un asunto diario. Acusar a un gobierno de poseer armas de destrucción masiva sin tenerlas, se hace si conviene, lo que sólo es posible desde una alta comedia de cinismo y extrema desvergüenza, ya que las armas más sofisticadas de destrucción masiva las poseen los “chicos justicieros del club atómico mundial”, los más agresores a nivel planetario, los más poderosos influenciados por el mundo demoníaco. LAS GUERRAS Las guerras vienen a ser la forma más agresiva, asesina y destructiva inventada por los ricos en pugna para hacer sus mejores negocios tanto en

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el comercio de las armas y equipamientos militares como con los negocios posteriores, una vez conseguida la victoria de uno de los bandos. La última excusa para declarar guerras, aparte de una supuesta defensa de libertades y derechos humanos que el país agredido incumple, es la llamada guerra preventiva que permite a los gobiernos más poderosos y agresivos invadir cualquier país del mundo sin siquiera respetar a la marioneta ONU que ellos mismos utilizan como tapadera legal cuando les conviene. Y da igual que medio mundo o siete mundos enteros si los hubiese, se manifiesten contra esas guerras. Las manifestaciones de oposición ya están previstas, y calculado su alcance. Una explosión de protesta por las calles de ciertas ciudades, cargas policiales contra pacifistas, artículos o entrevistas contra la guerra y sus causas, un temporal de consignas y pancartas, y vuelta a la calma... Una calma que continúa, salvo rachas pasajeras de vientos contrarios al belicismo. Pero a todas horas las gentes continúan muriendo, víctimas de las guerras preventivas convertidas fácilmente en guerras de ocupación y expolio, y los muertos se cuentan todos los días en los telediarios, sin miedo a que la visión de los cadáveres pudiera mover la conciencia adormecida de las gentes, ya habituada, y sin que las pantallas lleguen a estallar en los salones domésticos ni en las conciencias.

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HAGAN JUEGO, SEÑORES: LA BANCA GANA

El segundo agujero negro de la economía en Europa y Estados Unidos en los últimos años, después del gasto militar, han sido los bancos. Estamos viendo a diario que la crisis provocada por los banqueros anglo norteamericanos y sus hombres de paja en los puestos de responsabilidad financiera de los bancos centrales y agencias de calificación de riesgos arrastran a países enteros a la ruina. Grecia, máximo exponente de las consecuencias de este juego diabólico está siendo arrastrada a la desesperación con la complicidad de su propio gobierno tildado de democrático y presidido al igual que en Italia- casualidad de las casualidades- por sendos responsables del FMI, uno de los brazos ejecutores de los ricos S.A. a los que ningún ciudadano ha elegido. A primera vista puede parecer increíble la debilidad de todos los gobiernos europeos cuando vemos que se plieguen tan fácilmente a los deseos de los banqueros, hasta el punto de agredir a sus poblaciones con leyes draconianas que acaban con derechos centenarios de los trabajadores, hacen cada vez más insoportable la vida de los más pobres y más fácil la de los ricos, cada vez más numerosos en la misma proporción que arruinan a otros. Sin duda es increíble este proceder que indica un grado de desvergüenza y deshonra propia de malvados y tahúres y lo más alejada de gentes que se suponen de bien hasta el punto de representar a sus países. Tal proceder no se puede explicar tan solo por el hecho de que los partidos gobernantes reciben dinero de los bancos para sus campañas electorales y están en deuda con ellos. Un préstamo no puede tener tantos intereses, a no ser que haya algo más, algo más profundo que hace que los ricos promotores en la sombra tengan en los parlamentos compinches a todo riesgo. Y ese algo son las energías negativas que les permiten a todos ellos el existir: codicia, ambición de poder, deseos de reconocimiento, envidia. Querer tener, ser más que otros, poseer sin medida, no son otra cosa que energías satánicas y estas son las que les empujan a formar parte

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de un juego criminal que consiste fundamentalmente en arruinar economías y provocar guerras de expolio de materias primas para reafirmar su poder, cumplir sus sueños de riqueza y someter a su voluntad al mundo entero para beneficio de las fuerzas oscuras a las que todos ellos sirven en definitiva. Bajo la orientación y presión de esas fuerzas oscuras que nunca tienen rostro, los gobiernos, por altaneros que aparezcan en escena, cada vez se mueven con menos libertad. Siempre empujados por las mencionadas energías contrarias a toda idea de bondad, pueden ser fáciles rehenes de los banqueros y los nuevos imperios transnacionales y tragan todas sus empresas y despropósitos con un barniz de dignidad de mayordomo. Y no digamos los sindicatos, los partidos, y demás asociaciones parceladas de la también fragmentada convivencia nacional o internacional, que viven a su vez de los presupuestos oficiales a cambio de mirar para otro lado, si es necesario, y de actuar convenientemente como se les indique. Y todas estas asociaciones de mayordomos decretan el “orden internacional”, y se apoyan en sindicatos, parlamentos, partidos, Iglesias. Todos tienen su jerarquía estructurada de forma piramidal, y en lo más alto están los máximos delegados del mundo oscuro, sus cómplices, y bajo todos ellos, los siervos y los imitadores: todos aquellos que tienen una conexión con los cómplices de alto rango según la ley de semejanza, pues siempre lo igual atrae a lo igual, y por ello se someten: quieren ser como sus modelos: ricos, poderosos y famosos. Si utilizamos la lógica a falta de mejor modo de medir la cantidad global de energía negativa ambiental, podemos suponer que en la medida que esa energía pueda ser neutralizada desde el amor, la bondad y el altruismo que cada uno de nosotros podamos aportar al conjunto será posible ir instaurando una nueva humanidad y en consecuencia que cambie el orden del mundo. ¿Quién puede dudar a estas alturas que el camino que hemos seguido hasta ahora no era el correcto? Un solo ejemplo puede darnos una pista del punto en que nos encontramos. Se nos anuncia cada vez con mayor insistencia que la falta de lluvia generalizada nos debería obligar a cada uno a restringir al máximo el consumo de agua si queremos tener para todos. ¿Cuántos somos responsables y disminuimos el consumo al mínimo? No se puede ser optimista sobre el resultado. ¿Por qué? Por nuestro individualismo insolidario. A partir de este sencillo ejemplo podemos comprender la división tanto interna como externa de los pueblos del mundo y la falta de criterios conjuntos y de metas colectivas en el sentido del respeto al semejante, el altruismo y la cooperación. Todos esos elementos -que

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aglutinan conciencias,- facilitan la labor de los agresores mundiales convertidos en financieros, empresarios, guerreros y jerarquías religiosas. Así, ¿dónde puede quedar finalmente la libertad, ese bien inmenso y primordial que tanto se proclama, por la que tantas personas han muerto y siguen muriendo en todas las naciones? Está en nuestras manos cambiarnos, y mientras las mayorías no lo hagamos, reforzaremos más y más a los poderes dominantes. La libertad, que es una condición sagrada, se ha convertido ahora mismo en un bien del que se han apropiado ante todo los dueños de las grandes empresas multinacionales y financieras: libertad de movimientos de sus propias personas, de los capitales industriales y financieros, de asentamiento de sus negocios y fábricas y de cuentas bancarias no controladas en sus paraísos fiscales. Ellos no necesitan los papeles; ni permiso de residencia, ni de agrupación familiar. Otros papeles que cotizan en Bolsa son los determinantes en todos los casos. Las cámaras de vigilancia cada vez más extendidas, los incesantes aumentos de policías, los bochornosos controles en puertos y aeropuertos, y los dispositivos policiales en general son cada vez más sofisticados y numerosos y la libertad de expresión más restringida, pues los medios de comunicación están siempre en manos de multinacionales que tienen intereses comunes con los gobiernos o con aquellos que subvencionan sus campañas electorales, y dicen u ocultan lo que deben decir u ocultar de un modo tan unánime que resulta llamativo. En algunos casos, los dueños de medios informativos son fabricantes de armas, y su banco, amigo lector, si es importante, casi seguro es uno de sus inversores en el lucrativo negocio de la muerte. Puede comprobarlo si quiere. ¿CUAL PODRÍA SER LA RESPUESTA? ¿Cómo podemos responder ante las agresiones a que somos sometidos? Estamos viendo la dureza de corazón de los poderosos ante las respuestas sociales. No están dispuestos a escuchar. Pero si somos capaces de unir el pacifismo de Gandhi como forma de acción social con el Sermón de la Montaña unido a los Diez Mandamientos como programas de transformación espiritual tendremos los elementos claves para el cambio del mundo. Se comienza por cerrar un grifo o apagar una luz que no usamos, y por acostumbrarnos a ponernos en el lugar de nuestros semejantes humanos y animales, a y pensar en ellos estando de su parte. Estas cosas fortalecen nuestra conciencia y son enormes fuentes de energía positiva para avanzar hacia una nueva humanidad.

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Sentimientos profundos de libertad, igualdad, fraternidad, justicia y unidad como hijos de Dios y hermanos entre nosotros nos transforman internamente y nos dan fuerzas para distinguir a los lobos con piel de oveja y no participar en sus juegos de poder y maldad. Ahora bien: si de algo no hay duda tras tantas revoluciones fallidas aparentemente motivadas por aquellos nobles propósitos, es la evidencia de que estos no han sido mayoritarios entre los dirigentes ni entre los seguidores, pues ni unos ni otros han sido capaces de organizar sociedad alguna donde rijan tales principios. Demasiadas energías contrarias tales como odio, rencor, revanchismo, violencia, terror, deportaciones, cárceles, asesinatos, manipulación mental, abuso de autoridad, conflictos entre grupos dirigentes rivales, y otras actuaciones de esa índole han hecho de cada revolución un baño de sangre, y – de nuevo concluyeron con la usurpación del poder del pueblo por nuevas minorías encumbradas e indiscutibles. Tan encumbradas e indiscutibles como aquellas a las que sustituyen en esta nueva baza del juego demoniaco. “A rey muerto, rey puesto”.

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ENERGÍAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA

A pesar de las bombas nucleares, las pruebas atómicas, las fugas radioactivas y los peligros que suponen, el conjunto de la humanidad no reacciona. La humanidad jamás podrá olvidar los asesinatos masivos en Hiroshima y Nagasaki perpetrados- como todos sabemos- por las dos primeras bombas atómicas que vinieron a inaugurar una era de destrucción sin precedentes en el Planeta. Desde entonces cada vez más se hace más consciente en muchos el enorme peligro de las centrales nucleares vista la terrible experiencia en Chernóbil y la más reciente en Japón. Y a pesar de habernos convencido durante años de la perversidad de la energía nuclear en todos los casos, y a pesar de lo sucedido ¡precisamente! en Japón en 2011, cuyos datos de muertos y desaparecidos son escalofriantes. Mientras se silencian los efectos de la contaminación en la población japonesa y sobre la tierra y el mar, parece que todavía se intenta convencernos de la necesidad de la energía nuclear ante el inevitable agotamiento del petróleo, encarecido por las guerras en Oriente y el aumento de la demanda en los países emergentes. China, Brasil e India, como potencias emergentes de primera línea unen a esta demanda un desarrollo tecnológico con industrias contaminantes y un incesante aumento de población que agravan los problemas medioambientales que ya han ocasionado el cambio climático artificial del Planeta. Ningún gobierno en este mundo por sí solo goza del poder suficiente para acabar con estos modelos económicos basados en la dependencia de las centrales nucleares y de los hidrocarburos y el consumismo sin límite de energía en todos los ámbitos: el personal, el familiar, el industrial y del

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transporte. Como mucho, se establecen acuerdos-parche de mínimos que nunca se cumplen, ante la alarma mundial por el cambio climático y sus efectos perversos debido al tipo de energía que usamos para mantener en pie este llamado “progreso” que bien pudiera llamarse “destrucción acelerada de la vida en la Tierra”. Y como alternativa se sigue defendiendo por muchos científicos de pesebre modernizar y aumentar las centrales nucleares, obviando tanto su peligro como que seguirán generando residuos radioactivos indestructibles en milenios. ¿Qué se hace con estos residuos entre tanto? Se colocan en lugares apartados de la geografía de algún país con la engañifa de crear puestos de trabajo para el cementerio nuclear, o se ocultan para que nadie sepa dónde van exactamente, aunque se sabe que muchos bidones yacen en el Atlántico, cargados de radioactividad. Esto se viene haciendo desde hace muchos años, oxidándose el metal protector y dejando que su carga se libere. De un infierno a otro, lo que no impide seguir pescando en las mismas zonas y llevando al mercado la contaminación. Al fin el mar nos devuelve lo que se le entrega. Cuando se inauguren nuevas centrales nucleares, que es lo que pretenden las empresas del ramo, habrá manifestaciones ecologistas, pancartas, clamor, largos artículos contrarios durante un tiempo ni demasiado largo ni demasiado corto, hasta que ese diez por ciento de la población del Planeta que desea vivir en la abundancia se haga a la idea de que es necesario nuclearizarse para seguir teniendo sus comodidades: su coche en el garaje, su tecnología punta en esto y en lo otro, y un enorme etc. relacionado con la sociedad de consumo. ¿Quién renuncia ahora a toda esa comodidad y al consumismo fácil? Eso solo lo hará la necesidad antes que la propia voluntad. ¿Consentiremos en poner en peligro nuestra vida antes que cambiar de mentalidad y adoptar nuevos modelos económicos auto sostenibles que nos exijan - eso sí- , renuncias al derroche energético habitual y a cualquier otro, y la utilización de energías limpias, como la hidráulica, la eólica o la solar? Mientras llega esto, si es que es técnicamente posible en la medida que se precisa o si acaso esta civilización no se va antes al garete, podemos preguntarnos hoy mismo con todo derecho: ¿No estamos ante el mayor de los fracasos colectivos humanos en el uso de nuestros medios de vida y de recursos de energía? ¿Es este el mundo al que podemos aspirar, un mundo contaminado que no es capaz de detener el proceso de envenenamiento de nuestro aire, nuestra agua y nuestra comida? ¿No es una condena a muerte nuestro sistema de vida actual? ¿Cómo puede uno intervenir personalmente? Creo que es una pregunta que deberíamos hacernos para poner en práctica la respuesta a nivel

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personal, porque la suma de todas las respuestas positivas cambia el mundo. Creo tan necesario como urgente dar el paso civilizador desde el individualismo al colectivismo, lo cual no significa renunciar a la individualidad, sino conseguir armonizarla con el bien común renunciando al egocentrismo, cuya aspiración es lo mío, el mí y el para mí. Este modo de pensar, una vez institucionalizado, dio como resultado el mundo que nos toca vivir y al que sin duda hemos de superar, no ya para vivir, sino sencillamente para sobrevivir. Y mientras cada uno pensamos las respuestas y qué hacer después, seguimos contaminándonos, explotando el petróleo y sus derivados, lo que lleva a globalizar la economía mundial, al funcionamiento de los insaciables mercados financieros, a crear nuevos pobres, a ver morir inmigrantes en los mares, y a las guerras y los estados policíacos como elementos “correctores” últimos administrados por la demencia gubernamental mundial alimentada con nuestros votos, si es que votamos, o con nuestros deseos, si es que deseamos seguir sus mismas estructuras de “civilización del derroche”. La dependencia de la energía nuclear añadida a la del petróleo ha colocado al mundo en un callejón cuya única salida es una vuelta atrás, un retomar el tema de las energías limpias y retornar a respetar a la madre Tierra y a sus animales, plantas y minerales; retornar a la sobriedad, a la mesura, al cooperativismo, porque es justamente el no haber tomado en cuenta todo eso está acabando con el mundo materialista. Entre tanto, este se hunde lenta e irremediablemente y debemos estar preparados para aceptar el hecho mientras nos ponemos al día con nuestros reconocimientos personales y con otros modos de pensar más acordes con la supervivencia. Para cientos de millones de personas de este Planeta el sobrevivir es ya, ahora mismo, un drama cotidiano, y ya saben lo que dicen sobre las barbas del vecino...

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SAQUEADORES DE NACIONES, SERVIDORES DE LA GUADAÑA

Como se viene anunciando, se prepara otra guerra en Oriente. Por supuesto, otra guerra disfrazada de "necesaria" como las de Libia, Irak o Afganistán. Pero todas estas que se nos presentan a diario como guerras legítimas, no son más que guerras de rapiña, un llevar a la humanidad al abismo por guías tan falsos como su legitimidad. Cristo, el Príncipe del pacifismo, abominó de la violencia y predicó el respeto a la vida incluyendo la vida animal, pero pronto esa organización que devino en anticristiana y se llamó Iglesia, eludió practicar el Sermón de la Montaña, a la par que los Diez Mandamientos, e hizo involucionar el cristianismo originario hacia las guerras de rapiña, las guerras de religión, las hogueras de la Inquisición, la cristianización forzosa en las guerras coloniales y otras manifestaciones del poder demoníaco que la rige. Esta institución, que nunca se atrevió a declararse pacifista vista su historia, sirve, sin embargo, de cobertura moral a los ricos del mundo. Bendice sus cañones, infiltra sus curas entre los mandos de los ejércitos y proclama justas las guerras que interesan a los instigadores. Existen en nuestro Planeta muchos individuos con el grado de poder satánico y riquezas suficientes que les permiten jugar con los pueblos y arruinarlos si les conviene, al igual que organizar ejércitos y llevar a las naciones a la guerra si les conviene igualmente. Se creen con derecho a disponer de bienes y vidas ajenas en su propio provecho y jugar a banqueros, obispos castrenses y soldaditos, pero no con sus soldaditos de plomo con los que seguramente ya jugaban en su infancia de niños ricos, sino con su prójimo, que tiene más emoción. Y eso pese a conocer de sobras (porque son cultos y gozan de títulos universitarios), que eso no es legítimo porque atenta contra las leyes de Dios y contra el derecho a la vida que procede de Él. Convierten sus juegos de muerte en algo legal, eso sí, usando toda clase de trucos de picapleitos y magos negros, pero ni es

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legítimo lo que hacen a diario contra la humanidad, sino indecente tanto como ilegítimo. Pero Dios – que indica lo legítimo en Diez Mandamientos- donde el 5º dice “No matarás” y no tiene letra pequeña- es el Dios que solo les importa como tapadera en actos oficiales, porque muchos de estos, si son occidentales, hasta se declaran cristianos y fingen aceptar el Sermón de la Montaña, o presumen de hombres justos y honorables modelos de triunfadores. Pero no son otra cosa que lobos y tahúres bien vestidos con diferentes tipos de uniformes y sombreros para engatusar multitudes desde palacios y balcones bendiciendo o proclamando la guerra según qué papel hayan decidido representar en la tragedia del asesinato del prójimo. En todas estas que se nos presentan a diario como guerras legítimas, confundiendo taimadamente legitimidad con legalidad porque así lo han decidido la ONU o la OTAN, - tan marionetas como sus gobernantes- los ciudadanos de los países que supuestamente representan se ven arrastrados y antes manipulados mentalmente para aceptar los hechos consumados y las decisiones que se toman sin contar con ellos. Nunca se hace un referéndum para ver si los ciudadanos quieren una guerra o admiten una reforma laboral o financiera que les lleva a la ruina. Son los políticos profesionales de los parlamentos inaccesibles al ciudadano los que deciden todo eso en nombre de sus amos. Con desfachatez inaudita mienten a los pueblos para hacerles creer que, por ejemplo, el paro y la miseria a la que se ven sometidos por ellos anuncia un futuro próspero. En esto adoptan la misma postura que los obispos cuando les hablan a los pobres de resignación. Con la misma desfachatez declaran la guerra y obligan a pagarla a los pueblos mientras sus hijos son llevados al frente obligados por el hambre o por la ley. En tal caso, el gobierno que arrastra a la muerte a sus jóvenes les habla de patriotismo y de misiones pacificadoras y en defensa de los derechos humanos: términos-truco del Sistema absolutamente cínicos. Pero eso sí: pone brillantes medallas, si llega el caso, sobre los ataúdes envueltos en la bandera nacional al pie del altar, mientras un militar-cura oficia la ceremonia para los insaciables seres de la oscuridad. Y a los que destacan como asesinos se les conceden honores y se les llama “héroes”, con derecho a figurar en los libros de Historia, a tener su nombre en calles y estatuas en plazas. Así las nuevas generaciones tendrán un modelo de lo que deber ser un buen hijo de su país. ¿Acabaremos viendo estatuas de banqueros con un rótulo que diga “Benefactor del mundo”? Los hospitales de los países que están siendo destruidos por la guerra se hallan, entre tanto, repletos de heridos que claman. Atentados, bombardeos indiscriminados a la población civil, gentes que lloran a sus muertos, destrucción de la vida animal y vegetal, casas, carreteras, mercados,

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desempleo, hambre, escasez de agua y luz eléctrica, se suceden sin cesar. Y nunca se habla en los telediarios de los gritos de niños en la noche, de las familias rotas para siempre, ni de lo que va a ser de los huérfanos y viudas, de los mutilados y enfermos, de los heridos sin la atención adecuada que se suma a la desprotección que viene de lejos, pues siempre es la población civil la que más sufre: más que los propios soldados. Esa inmensa cantidad de dolor se acompaña del mundo de pensamientos y sentimientos que generan las guerras en víctimas y en verdugos: miedo, odio, traumas físicos y psicológicos, desesperanza, deseos de venganza y rencor, desconfianza en el género humano y otras energías negativas se acumulan aquí y allá y forman auténticos nubarrones. Como ninguna energía se pierde, se forman potentes corrientes de negatividad que van de acá para allá por la atmósfera electromagnética que nos envuelve y se descargan sobre quien está individual o colectivamente en esa onda vibratoria a nivel mental y emocional, alimentando su parte más oscura y contribuyendo así a la extensión del conflicto. Y cada guerra genera energía para la siguiente. Así se produce esta espiral que nunca termina, donde cada uno recoge antes o después su propia cosecha en forma de desgracias y golpes de destino correspondientes a su responsabilidad en esta siembra. El soldado que mata no es más responsable que el general, ni este más que el presidente o el Parlamento y así podríamos continuar hasta los oscuros antros de Ali Babá donde se decide organizar la industria de la muerte a gran escala y el empobrecimiento de los que quedan. El único modo de escapar a todo eso, creo yo, es sostener otra clase de lucha: una lucha en el interior de la conciencia donde cada uno haga prevalecer en su propia vida justamente lo contrario de lo que atormenta a la humanidad y a sí mismo. Esta lucha da sentido a la propia vida y la victoria conduce a la felicidad y a la libertad.

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EGO, El USURPADOR

El principio del ego es siempre el mismo: “Mío, mí, para mí” El Ego es “alguien” en nuestras vidas, una “criatura” personal a la que dimos un papel auxiliar relacionado con nuestras necesidades elementales de supervivencia física y nos encontramos un día con que le hemos dado tanto poder en el desempeño de sus funciones inferiores ( alimentación, reproducción, y conciencia de las funciones biológicas en general) que en lugar de ser nuestro aliado se ha convertido para muchos en todas partes en un tirano que domina nuestra vida a través del intelecto y de los deseos y pasiones inferiores pervirtiendo y despolarizando su cometido del modo que una célula cancerosa acaba por infectar un órgano y extenderse de un modo indiscriminado hasta dominar la salud del cuerpo. Esto es lo que hace el ego con la salud del alma. Para tener una imagen simbólica puede servirnos la de la película “El servidor”, del director inglés Joseph Losey. El principio del ego es siempre el mismo: “Mío, mí, para mí”. Y uno de sus personajes favoritos sería “el señor MAS”: “Más de esto, más de aquello, sin límites y sin importar otra cosa que mi provecho”. El modo de pensar egocéntrico arruina la vida personal de la gente y se extiende por el campo social hasta el punto que acaba por hacerse presente en instituciones religiosas, políticas y de cualquier orden: es el triunfo mundial de la naturaleza inferior humana; el triunfo de lo contrario a las leyes de la igualdad, la justicia o la libertad. Cuando alguien se pregunta por el origen remoto de esta energía negativa que obstaculiza su propia felicidad ha de retrotraerse a la rebelión en los mundos espirituales de donde procedemos como energía que somos con capacidad de sentir, pensar y decidir libremente. Me refiero al momento de la Caída, que es el punto de partido primario de nuestra condición actual. Nuestro cuerpo espiritual original, como creación divina, era puro, libre y feliz, pero a consecuencia de la rebelión contra Dios, cada rebelde se fue cargando de formas de pensar, sentir y hacer contrarias al orden divino que

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ensombrecieron el cuerpo original y dieron lugar a la aparición de la ley personal egoísta, opuesta a la ley de Dios que es de validez universal y se basa en el amor desinteresado. Eso lo sabe nuestra alma, no el intelecto, lo humano, lo que viene a ser el territorio preferido por el ego, que abomina de lo espiritual. Pero cuando nuestra alma divina liberada del ego contempla lo humano sabe que ella no es eso. Cuando nuestra alma divina liberada del ego contempla el cambiante paisaje del mundo en todas sus versiones: familiar, social, física, toma conciencia de que no es ella, sino el ego, el constructor del mundo material, el que ha dado forma concreta a la energía recibida del Creador cambiando su polaridad, y con esa energía negativa pretende hacer frente a Dios y hasta superarlo, y el alma no despierta ha caído en su red y ha colaborado con él contrario a Dios. Si nuestra alma no es consciente de ser la envoltura del Ser, de Dios, cargada de ignorancia cree por el contrario, formar parte de la naturaleza del mundo material en el que existe y busca en el mundo material aquello que ella no es. En un texto de los Upanisads podemos leer: “El Atman, en un cuerpo y velado por la maya (ilusión) se da a la producción de causas”. Y ya sabemos que por la Ley causal cada causa produce su efecto, o karma. Y este puede ser personal, familiar o colectivo, hasta abarcar a toda la humanidad. Y así gira una y otra vez para cada uno la rueda de la reencarnación como oportunidad para que cada hombre reconozca su condición divina y dé la vuelta purificando los defectos lo demasiado humano. El alejarnos de la ley universal – expresada con toda claridad en los diez Mandamientos y posteriormente en el Sermón de la Montaña- trajo como consecuencia un proceso de degradación de nuestro cuerpo original llamado alma desde entonces; un proceso de degradación de nuestra energía espiritual original que nos llevó finalmente a encarnar en un cuerpo físico material y en un planeta material como es la Tierra. En el libro “El Estado de los demonios, sus cómplices y víctimas”- -Editado por Vida Universal- el propio Cristo denuncia la estructura jerárquica del mundo de la oscuridad y pone al descubierto su principio máximo: “Ata, separa y domina”. ¿No es, acaso, este el modo de proceder de los poderosos de este mundo, ya sean políticos, religiosos, banqueros, militares, o de cualquier otra esfera con poder? ¿Y no es, a poco que lo pensemos, exactamente ese el modo de proceder de todo aquel que vive bajo el lema del “mío, mí, para mí, yo, yo, yo”?

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EL BAILE DE DISFRACES

El ego es hábil en el camuflaje.

Igual puede tener disfraz de intelectual, que de persona insustituible, de sabio, y hasta de profeta, como muy bien nos advierte Cristo cuando habla de los sepulcros blanqueados, de los escribas- o teólogos- y de los falsos profetas. Se les descubre el ego en sociedad por querer ser el centro de una reunión, creerse el mejor, buscar el halago, avasallar o despreciar a los que considera por debajo, pretender honores y en general luchar por el reconocimiento y el prestigio personal contra todo principio espiritual, aunque esa lucha alcance diversos grados de violencia. El ego no rechaza la violencia, sino que la necesita a menudo, ya que como es natural se encuentra con el ego de los que aspiran a las mismas cosas. Violentar vidas ajenas, torcer voluntades o despreciar la verdad cuando obstaculiza sus fines, es algo común en sus actuaciones. Anteponer el orgullo al auto reconocimiento, al perdonar o al pedir perdón, es otra de sus tarjetas de identidad. Y nunca se puede uno descuidar. ¿Recuerdan las tentaciones que sufrió el propio Jesús de Nazaret? El ego es de la oscuridad, no de la luz. Cuando se arraiga profundamente en alguien, disminuye su energía vital, y con ello su poder y su felicidad, aunque sea-provisionalmente siempre- un líder de cualquier tipo. La añoranza de la felicidad que no encuentra en el interior, ya que vive en conflicto en su mundo deseos, arrastra al individuo egocéntrico a buscarla en el mundo exterior: en el poder, el dinero, las drogas y otras formas de escapismo, como el intelectualismo, el abuso del sexo, la adicción al trabajo, etc. Como carece de esencia, se reviste de apariencia. De este “personaje” que nos acompaña vida tras vida hasta que superemos espiritualmente lo defectos con los que nos hemos “adornado” - cargado nuestra alma - y que busca la auto complacencia por encima de todo principio ético o espiritual, solo pueden esperarse pensamientos negativos: pensamientos de odio, desprecio, venganza, celos, envidia, y otros de esa índole.

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Se hace impensable cualquier cambio esencial en la civilización sin que antes haya sido derrotado este enemigo de la civilización, pero no en ningún campo de batalla exterior, sino en el interior de las conciencia; de la de cada uno. Por eso, aunque la Historia cambia en sus aspectos externos, su esencia es la misma debido al escaso cambio en las conciencias del género humano. Puede ser diferente, por ejemplo, el esclavismo de las sociedades antiguas al de los negros en Norteamérica o al de los mineros en países africanos actuales pero sigue habiendo esclavismo. Puede ser diferente el desprecio a los pueblos que ejercieron los tiranos de las edades antiguas al deprecio de los nazis o al de los políticos y banqueros neoliberales actuales, pero ¿existen cambios esenciales? Se sigue despreciando la voluntad popular. Puede ser diferente la razón por la que los poderosos de todas las épocas llevaron a sus pueblos a la guerra sin pedir su opinión, pero hoy se sigue llevando a los pueblos a la guerra sin pedir su opinión. En esto podemos ver cómo el ego hace su trabajo sucio en el género humano y cómo lo seguirá haciendo mientras no hagamos la tarea de ponerlo bajo el control de nuestra alma. Entre tanto, es el mejor aliado del mundo demoniaco, cuyos máximos representantes ocupan los altos sillones del mundo. Desde ahí estos actúan a través de los que les son afines en el modo de pensar y sentir, con su eterno lema: “Ata, separa y domina”, que es la política de los enemigos de Dios en toda clase de instituciones políticas o religiosas. Así que uno debería auto observarse para saber de qué lado está y a quien quiere servir, admirar y votar. El ego, pues, es el verdadero constructor de esta civilización materialista que vivimos y que ahora se encuentra en un serio problema de supervivencia, pues hemos engendrado y alimentado una fuerza irracional contraria a nuestro bienestar y felicidad, mientras a la vez no cesamos de alabar los valores racionales y científicos.

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AVISO A LOS CIVILIZADOS: EL EGO MATA

El ego, por su naturaleza primitiva en la que tan presentes se hallan los celos, la envidia, el orgullo, el querer tener y poseer, características todas ella de su oscuridad espiritual, al estar en la onda de la violencia es proclive a ser manipulado por los defensores de las guerras y hasta participa en ellas convencido de estar en el lado correcto, sea cualquiera el bando en el que se esté. El soldado va a luchar contra el enemigo que le han hecho creer sus programadores sociales a través de la propaganda y las falsas informaciones, y una vez allí puede dar rienda suelta a su violencia creyéndola justificada por obedecer a sus jefes, los cuales a su vez la vez justificada por obedecer a los suyos, pero ¿quién se halla al principio de la cadena de mando? Alguien que ambiciona, odia, desprecia a sus semejantes y los utiliza porque tiene el apoyo de las fuerzas de la oscuridad a las que sirve y el apoyo de los ricos y poderosos, que pertenecen a su mismo “club”. Así “Míster Más” y sus servidores realizan sus crímenes. Pero tales hechos tienen efectos secundarios, pues a cada uno, como un boomerang, le vuelve el odio, el desprecio, el miedo, la muerte y el dolor que provocó y todo lo que sembró, contribuyendo al mantenimiento del círculo infernal emisión-recepción mientras el individuo no se arrepienta, pida perdón a sus víctimas y a Cristo, repare su mal en lo posible y salga del “lado oscuro” con la ayuda de Cristo sin volver a caer en lo mismo. Esta es la enseñanza cristiana originaria. Entre tanto, las Iglesias que se llaman “cristianas” no hablan del Ego, ni son pacifistas pues –aparte de su historia belicista y sangrienta- hablan de “guerras justas”, teniendo en su haber enormes cantidades de asesinatos hechos- para mayor deshonra- en el nombre de Cristo o en el nombre de Dios. Ahí se ve a quien sirven de verdad.

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¿Y el alma de los muertos? Las víctimas mortales que mueren odiando engrosan los conflictos enviándoles su propia energía (que se libera con la muerte del cuerpo físico) volcando su odio a quienes así les dañaron en el plano físico, aunque esa energía no se considere como realmente existente. Y da lo mismo creer en esto o no, pero obsérvese lo difícil que resulta detener la guerra en ciertas partes del Globo: Oriente Medio, los Balcanes... Existen ahí focos de irradiación de energías negativas muy potentes desde el principio de los tiempos. Focos de irradiación de energía condensada que se añaden a nivel energético con los procedentes de los arsenales atómicos, de las pruebas atómicas subterráneas, de los residuos radioactivos existentes en todo el Planeta, incluidos sus océanos. Todo eso forma un cóctel de peligrosas dimensiones a las que se añaden otras consecuencias de toda guerra que algunas veces son mostradas en los noticiarios de pasada pero sin analizar las causas y denunciar a los responsables, porque, como ya sabemos, los responsables de grandes medios son accionistas de la guerra. Los efectos secundarios que nos muestran son las migraciones forzadas, los campos de refugiados, toda esa miseria planificada y hasta cuantificada con bastante aproximación en las altas esferas de los poderes mundiales que decretan las guerras. En estas condiciones ¿qué alma sana y qué persona cuerda puede desear semejantes calamidades? ¿Cuántos ciudadanos que se consideran hombres y mujeres de bien -y hasta cristianos- están dispuestos a rebelarse contra la guerra y a practicar la objeción de conciencia y la insumisión en caso de ser reclutados? Serias preguntas que la conciencia de cada ciudadano debería tener contestadas en su intimidad. Y si es cristiano y reclutado debería seguir el ejemplo de su Maestro que ya advirtió a Pedro cuando atacó a uno de los que intentaron apresar a Jesús en el Monte de los olivos: “Quien mata con espada, perecerá por espada”. Quien siembra muerte, cosecha lo mismo.

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LOS PARIAS DEL MUNDO

Unos rechazan las guerras y se marchan lo más lejos posible del peligro. Otros porque la sequía, la inundación, u otra catástrofe natural les dejó en la miseria. Los hay que huyen de la falta de trabajo, del hambre, de la persecución política. O simplemente encandilados por un Occidente que en las parabólicas de sus míseras aldeas aparece como un paraíso. Muchos huyen por tierra, pues la mayoría no sabe nadar. Pero otros muchos embarcan sin saber y sin miedo a morir, pues la muerte que tanto asusta a los habitantes de las sociedades confortables, es un enemigo menor para los que se arriesgan .Y los que llegan por cualquier medio necesitan cuidados, es decir, recursos, para mantenerse: trabajo, asistencia social, médica, escolar, etc. Sabemos de mafias que les animan a emigrar, les estafan, les engañan y les proporcionan medios precarios para huir de sus países de origen. Sabemos que engañan con promesas de trabajo a mujeres y hombres y les obligan a prostituirse en el país de destino que se presentaba como la solución de sus problemas. Quienes emigran en busca de los supuestos paraísos ricos, en el fondo van a reclamar lo que es suyo, a manifestar con su presencia la injusticia mundial aunque no lo planteen de este modo. El Planeta es de todos y les robaron sus recursos. Así que ellos los demandan. Es como si un vecino poderoso va a la casa del vecino más débil y arrasa con su despensa. Lo más normal es que el atracado muerto de hambre vaya a la casa del vecino poderoso, y le pida el favor, humillándose por miedo a su poder, a pedirle algo de su pan robado y un cobijo del que carece. Por tanto, va en son de paz, mansamente, y se instala donde puede, donde el vecino le permite,

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aunque sea en ese cobertizo cubierto de plástico. Mientras tanto, el vecino poderoso se va organizando para seguir extrayéndole energía, pues ahora tiene mano de obra barata, beneficios fiscales, etc. El Estado que acoge al damnificado inmigrante tiene más afiliados a la seguridad social, mejores saldos para las arcas públicas, y más impuestos a su favor, aportados por los trabajadores inmigrados y sus patronos. Todo va así hasta que se planifica una crisis como la actual, escasea el trabajo y los inmigrantes son considerados indeseables, se les hace difícil la vida y son expulsados a la mínima oportunidad. Otros seres humanos que viven en la miseria en el llamado “tercer mundo” son fácilmente manipulados, bien por sus propios ricos gobernantes o por gobiernos extranjeros que pretenden el poder, pero que al igual que sus gobernantes nunca reparten la riqueza y si ganan las guerras que provocan dividiendo a la población en dos bandos mediante la manipulación político-religiosa, siguen los pueblos en la miseria. Los ricos siempre avasallan las despensas del tercer mundo y para hacerlo van con sus propias excusas: democracia, libertad, paz mundial, etc. No es necesario estudiar mucho las estadísticas para ver con qué velocidad se reproduce la población inmigrante (y las adopciones familiares de niños del tercer mundo) en los países ricos y cuán lentamente avanza la población autóctona de estos. Dentro de cierto número de años el mundo occidental será mucho más mestizo, y la antaño invasora, explotadora y orgullosa raza blanca, una raza minoritaria que no tendrá más remedio que ceder el mando a las nuevas savias. Mientras tanto, la inmigración sigue creciendo, dejando muchos muertos por el camino, sí, pero ya es una fuerza imparable e irreversible, porque los pobres vienen a reclamar su derecho a vivir y una oleada de pobres invade occidente por tierra, mar y aire hasta que no haya manera de evitar que se queden y pese a las medidas autoritarias, xenófobas, racistas y clasistas de los gobiernos occidentales se quedarán. Así es como será repartida finalmente la despensa de los ricos. Sin embargo, las desigualdades persisten y persistirán hasta que poco a poco vayan ocupando su propio espacio los inmigrantes de segunda, tercera, cuarta generación...Hasta que todos hayamos comprendido que la despensa es común y cada uno debe tener su parte según sus necesidades, pero no según los baremos establecidos por una clase superior explotadora del sudor ajeno y poseedora de la despensa mundial. Porque sucede que la

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despensa mundial la llena el trabajo de los más pobres y es legítimo que sean los dueños de la llave. Algunos defensores del racismo y la xenofobia esgrimen el terrorismo y su aumento a lo largo de los últimos años del siglo veinte y los primeros del veintiuno en atentados llevados a cabo en muchos casos precisamente por hijos de inmigrantes nacidos en el propio país en que se han educado. Verlo convertido ahora en destino de sus atentados es un síntoma serio de que existen muchas cargas de profundidad instaladas en el seno de las llamadas sociedades del bienestar, prestas a explotar cuando menos se espere. Por tanto, hallamos un foco importante de inquietud política y social entre las poblaciones tanto en Oriente como en Occidente, lo que nos muestra sin lugar a dudas que mientras no haya justicia causada por la revolución de la conciencia espiritual, todo irá a peor. ¿ Y qué clase de revolución puede esperarse de la conciencia espiritual, sino la revolución del amor, la revolución de la paz, la tolerancia y la justicia? Esta revolución es el camino de la integración, de la fraternidad, y no hay otro. Lo demás sólo es política, politiqueo y estados policiales.

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LA TIERRA RESPONDE

Todo el enorme potencial dramático que vemos encarnado en el fenómeno del terrorismo llevado a gran escala por las guerras de los países supuestamente civilizados de Occidente, responsables en tan gran medida de las migraciones masiva forzosas, no es comparable con lo que está sucediendo y tiene que suceder aún como consecuencia del hecho irreversible del cambio climático, que conduce al Planeta a situaciones extremas. La vida, como la conocemos, se modifica a gran velocidad, pues se ha roto el equilibrio ecológico definitivamente. En consecuencia, la Tierra se mueve y modifica también su aspecto. En primer lugar, sus capas tectónicas. El calor interno de la Tierra es tan grande debido a este cambio climático acelerado, que los polos se calientan “desde abajo”, y que el magma se ha vuelto inestable, busca salir a la superficie o produce movimientos de las placas continentales. Así se producen erupciones, tsunamis y terremotos frecuentes. Nos hallamos viviendo sobre un ser vivo (Gaia) muy acosado, pero con una extraordinaria capacidad de regeneración y evolución, ya que -como todo ser vivo evolucionado,- tiene alma propia, consciencia, y forma parte de un sistema cósmico organizado por la inteligencia divina que permite la evolución hacia la perfección de todo lo que existe. En el caso de la Tierra, el paso evolutivo será hacia una materia cada vez más sutil, hasta que finalmente desaparezca la materia y sea lo que fue en su origen antes de la Caída: parte de un planeta espiritual superior. Estas son enseñanzas de Cristo que las Iglesias esconden. Entre tanto, las pruebas atómicas subterráneas y en los mares, la extracción continua de las bolsas de petróleo, la redistribución de las aguas producidas por los polos y los deshielos glaciares que van en aumento, producen sin duda enormes desequilibrios de masas que provocarán a su vez la subida del nivel del mar en todas partes y el desplazamiento del

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centro de gravedad de la Tierra, con lo cual se producirán en un momento dado variaciones notables en el movimiento de rotación. Esto influirá a su vez – ya lo está haciendo parcialmente- en el cambio de los campos magnéticos terrestres y en el modo en que se recibe la energía procedente del sistema solar. Finalmente sucederá, como está profetizado por Cristo, ese salto magnético de los polos que dará lugar a un nuevo cielo sobre el Planeta y a una nueva Tierra donde ya no podrán cobijarse los que hoy destruyen, pues los mares cambiarán de lecho y todas las construcciones humanas quedarán arrasadas. Este final del mundo no es el final del Planeta, pero sí dejará de ser la Tierra un lugar de cobijo para almas poco evolucionadas o que la dañaron, pues para entonces habrá aumentado su frecuencia vibratoria, será de materia más sutil y rechazará a toda energía de frecuencia inferior, que será de materia más densa.

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EL DETERIORO DE LOS CAMPOS MAGNÉTICOS

En el día de hoy tenemos las líneas magnéticas que envuelven a la Tierra lo suficientemente deterioradas como para que no nos llegue correctamente la radiación solar ni la del resto de las radiaciones cósmicas. Lo mismo sucede con las emisiones, porque es fácil imaginar que el Sistema solar es como un organismo gigantesco formado por Planetas con un corazón solar y que entre ellos tiene que haber una relación de dar y recibir armoniosa y equilibrada. Pero en las actuales condiciones ni se reciben ni pueden enviarse correctamente las energías indispensables para un funcionamiento armónico del cuerpo planetario regido por el corazón solar. Existe, pues, no sólo un desequilibrio en las personas, lo que afecta a los animales y al Planeta, sino que luego el del Planeta también afecta al conjunto. Todo el sistema solar acusa en una u otra medida el deterioro de nuestra maltratada Tierra. Las consecuencias ya van conociendo y se conocerán. De momento ya los científicos de la NASA, en la primavera del año 2007 han revelado que en Marte se está produciendo también un cambio climático. ¿Casualidad? Creo que no. No hay casualidades, sólo causalidades, algunas de origen desconocido, que no impiden la existencia de la eterna ley de causa y efecto que rige al Cosmos, donde todo está interconectado según la ley del emitir y recibir. DATOS QUE NO TRANQUILIZAN Al observar la conducta alterada de las corrientes marinas que regulan los movimientos térmicos del Planeta (y la formación de huracanes, etc.) el mundo científico nos advierte que muy pocos grados más de subida de la temperatura en el Globo supondrá una catástrofe de dimensiones inimaginables. Niveles del mar que suben 60 metros, inundaciones formidables en las costas, desaparición de ciudades y países enteros, alteraciones climáticas repentinas, vientos tremendos que arrasarán las

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superficies de cultivo, sequías, lluvias torrenciales, desequilibrios y catástrofes unidas a la alteración de la velocidad de rotación terrestre ( cuya disminución ya es un hecho), forman parte del mismo complejo que hace anunciar a los científicos que estamos al borde de una extinción masiva de especies vivas. Tampoco es la primera vez que se producen extinciones masivas de especies vegetales y animales (ya van cinco), pero sí es la primera vez que una extinción y un cambio geológico se produce por la intervención de una especie: la humana. Y se produce tan aceleradamente como nunca. La intervención humana no podrá hacer nada ya para evitar lo que ha de suceder. Sólo podrá defenderse, y mal, contra sus consecuencias. Aquí cada uno cosechará lo que haya sembrado.

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EL PUNTO CRÍTICO

Camino de la quinta glaciación Es probable que algún experto en matemáticas, en leyes termodinámicas, clima y biodiversidad, esté intentando calcular el tiempo que debe transcurrir para que produciendo determinada cantidad diaria de dióxido de carbono y otros gases contaminantes como se están produciendo, y sin duda se seguirán produciendo inexorable y progresivamente, suba la temperatura de la tierra un determinado número de grados que le aproxime a los 9 Fahrenheit, el punto crítico del Gran Desastre: el deshielo polar acelerado, inundaciones costeras, lluvias torrenciales y sequías extremas, cambios de temperatura bruscos, problemas de salud global y diversos cambios climáticos irreversibles que ya han comenzado a manifestarse con virulencia. Pero el día y la hora solo la sabe Dios, y quien se atreva a dar fechas y asustar no está de Su lado. Ahora mucha gente comenzará a tomarse en serio eso del Apocalipsis que se viene profetizando desde hace mucho desde el mundo espiritual, que Cristo vaticinó haciéndolo coincidir con su venida espiritual, y s. Juan predijo hace dos mil años. A la vez, manifestaciones en este sentido desde el mundo espiritual a almas elevadas, como la profetisa alemana Gabrielle de Würzburg, son difundidas en diversos medios de comunicación en todo el mundo. En ellas se denuncian los poderes negativos del mundo materialista y se proclaman los principios de los diez Mandamientos y del Sermón de la Montaña como los pilares para la edificación de una nueva civilización pacífica, justa, igualitaria, fraternal, libre y respetuosa con la naturaleza y los animales, regida por los principios del amor a Dios y del altruismo y el amor entre iguales según las reglas de “Haz primero a los demás lo que quieras que te hagan a ti”,” “Lo que no quieras que te hagan, no lo hagas tú a otros“, y “Reza y trabaja”. Estos constituyen los pilares para edificar una sociedad del amor, ya que favorecen el desarrollo de la conciencia al margen de cualquier institución religiosa.

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Viendo el estado del mundo cada vez más gente comenzará a comprender que el modelo de desarrollo elegido por las sociedades capitalistas ha sido un grave error y ha fracasado en todos los frentes. Se ha basado en dos polos irreconciliables: se ha antepuesto el tener al ser, y la humanidad se ha dejado embaucar por los predicadores del tener y muchos han olvidado a su propio ser, olvidando así su conciencia, que es la voz del Ser, la voz de Dios en cada uno. Pero no del Dios de las iglesias institucionales y de las religiones y sectas jerarquizadas, sino del Dios del Amor y de la Verdad, que está por encima de las divisiones y poderes de aquellos hipócritas de la teología que dicen representar a Dios. De haber seguido los diez Mandamientos sencillamente, esta humanidad habría podido evitar este cambio climático doloroso. De haber tenido una referencia espiritual basada en el amor, no habría sido posible el egocentrismo y el exterminio de pueblos y recursos naturales. Pero para ello, el ser tendría que haber vencido al tener, la conciencia del amor a la presunción orgullosa del ego. Como tal cosa no ha sucedido, el Planeta y esta civilización son enfermos en fase terminal y ya a solo se le pueden administrar calmantes. Para quien cree en Dios y en el Más allá, este proceso es un momento de transición aceptado, al igual que la oruga acepta convertirse en mariposa para levantar el vuelo. De igual modo se encuentra nuestra alma envuelta en el capullo del ego humano, del que solo podremos librarnos y volar hacia cimas espirituales si aprendemos a sacudirnos de encima semejante lastre.

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CONCIENCIA SOCIAL Y CONCIENCIA ESPIRITUAL

Tal vez algún pragmático salga en defensa de Lo Dado, del Sistema del materialismo institucionalizado y del racionalismo como método para encontrar la verdad. Tal vez alguien nos venga a decir que eso de la conciencia está muy bien, pero que no tiene por qué ser una conciencia espiritual y moral. Que bastaría con una conciencia social y una buena educación cívica. Racionalista, claro está. Materialista, por supuesto. Pero, ¿es esto posible? ¿Sobre qué valores sustentarla? ¿Sobre la defensa del ego –mío, mí- y sus derechos? ¿Sobre algo tan evanescente como la materia? La Historia ya lo ha ensayado sin éxito hasta al aburrimiento. Por otro lado, allá donde se ha intentado edificar la sociedad desde la conciencia social (los países mal llamados socialistas) han fracasado y vuelto antes o después a la propiedad privada lesiva y egoísta que niega la conciencia social. Por tanto, el mío, el mí, para mí acabó por triunfar, como es natural, puesto que el yo inferior es el director de orquesta de todos los sistemas y cambios sociales hasta hoy mismo: el origen y el destino de todos los conflictos entre personas y entre clases sociales. Y para qué hablar de la conciencia social que pueden permitir las sociedades opulentas. Estas están controladas por minorías cada vez más codiciosas, autoritarias violentas e intransigentes con los movimientos sociales o grupos minoritarios que pretenden denunciar los abusos y peligros del Sistema y favorecer el desarrollo de la conciencia social colectiva. Véanse al respecto las actitudes defensivas extremadamente exageradas de los políticos cada vez que se reúnen en los foros mundiales. Los movimientos alternativos, ciertamente más numerosos en cada convocatoria, vienen denunciado la sistemática presencia de policías camuflados entre los pacíficos manifestantes de todos los países con objeto

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de crear desórdenes públicos que provoquen la actuación “necesaria” de la policía uniformada (previamente advertida, claro está, pues se trata de una estrategia policial). Así, se difunden por los medios las imágenes de desorden y violencia programadas por el propio Sistema con objeto de desacreditar a los movimientos alternativos pacifistas y ecologistas que reivindican un mundo limpio justo y solidario, exactamente lo contrario que los políticos tienen previsto en sus agendas repletas de proyectos para seguir contaminando, endeudando personas y países, recortando derechos y promover guerras para eliminar stocks de armamento. En cuanto a la ideología del sistema, podemos hablar de diversos raseros para aceptar las religiones. Si por un lado se subvenciona y protege a las Iglesias, -católica y protestante,- por otro lado se ha declarado hace años una auténtica persecución religiosa en el seno de la flamante Comunidad Europea a un grupo cristiano que auge. ¿Por qué? Porque ven en las enseñanzas del cristianismo verdadero un peligro al igual que sucedió en Roma con los primeros cristianos. Todavía hoy en Alemania, a principios del siglo XXI (en la democrática Alemania, a la que se considera el Carro de Europa) se hacen procesos judiciales contra minorías de cristianos libres que defienden los principios del Sermón de la Montaña y los Diez Mandamientos (de aparente aceptación universal interconfesional) como ejes de la conducta espiritual. Hablamos de grupos pacíficos, legales, declarados en otro momento “de utilidad pública” por el gobierno alemán y que ejercen en diversos oficios que son obstaculizados desde años porque defienden públicamente el cristianismo originario no manipulado por las instituciones eclesiásticas .Ellos predican y practican el vegetarianismo, el principio del salario según la necesidad familiar, el trabajo desde la conciencia y como servicio a los demás, y no como medio de enriquecimiento egoísta, la medicina natural y su conexión con la conciencia, la ayuda espiritual, y en fin, un modo de entender la vida según los principios de la igualdad, libertad, hermandad, justicia y unidad en el Espíritu que significa el verdadero cristianismo. Sus logros son visibles en la que han bautizado como Tierra de la Paz, donde son recogidos y cuidados animales muy diversos para protegerlos de la muerte del carnicero o de los cazadores, una buena extensión de tierra libre donde cada vez se refugian más animales de los bosques próximos por sentirse seguros, ya que nunca son dañados ni explotados ninguno de ellos, sino protegidos, cuidados y amados. En esa misma línea de respeto al prójimo se encuentran los trabajadores de las llamadas “empresas crísticas”, o quienes cuidan a los ancianos a los que se presta asistencia, o el personal de la clínica naturista. Del mismo

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modo ha sido declarada de ejemplar una escuela de la organización por sus resultados académicos y su calidad educativa. El caso es que esto que debería ser ejemplo mundial, realmente lo es pero pone al descubierto las miserias del sistema capitalista y la hipocresía de las Iglesias, especialmente al poder eclesiástico institucional, que se siente en evidencia y desenmascarado como injusto y anticristiano -que es lo que es- y por ello desde las Iglesias se ejercen todo tipo de presiones sobre los medios de comunicación y los poderes públicos para “meter en cintura” a estos peligrosos adictos a la verdad divina. Ahí están los llamados encargados de sectas, herederos de la eterna Inquisición, que velan en los “Estados democráticos” por la pureza de la fe y las buenas costumbres desde la ortodoxia oficial gubernamental y eclesiástica tirando, como siempre, del mismo carro. La espiritualidad libre es considerada enemiga del Sistema iglesia –Estado y quien sigue ese camino es tildado de pertenecer a una secta (palabra neutra que hábilmente manipulada convierte al disidente espiritual en sospechoso de alguna clase de maldad). Porque de la maldad, por lo visto, el Sistema quiere la exclusiva. De modo que: ¿desde qué presupuestos se pueden defender los cambios sociales? Sólo es posible hacerlo desde el inconformismo, como siempre, desde la revolución de la conciencia contra la sin razón y la injusticia, desde la moral revolucionaria del cristianismo tan opuesta a la inmoralidad de las iglesias y de los que se colocan bajo su paraguas falsamente protector para vivir del cuento. La conciencia espiritual es el salto evolutivo próximo de la conciencia social, cuya principal preocupación es el reparto de la riqueza, y un sistema de leyes que garanticen la igualdad de condiciones sin explotadores ni explotados. Eso es justo, pero ¿qué pasa con el ego? ¿Por qué se olvida el lado espiritual del asunto y no se ve que su presencia en cada uno es la causa del fracaso de la civilización humana? Es verdad que siempre hubo ricos y pobres, pues siempre hubo egoístas insolidarios, pero además de las razones kármicas, existen otras unidas a aquellas: no se consiguió nunca un estado de desarrollo conceptual y espiritual individual en grado tal que permitiese a amplias mayorías acabar con la injusticia social. Sin embargo, hoy, como nunca anteriormente, es urgente esa conciencia alternativa global, multipolar, multiétnica, de raíz espiritual verdaderamente pura y opuesta al Sistema, ya que este acrecienta por días la barrera que separa a los países ricos de los pobres y a los pobres de los ricos en cada país.

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Es verdad que siempre hubo pobres, pero ahora hay más que nunca. Es verdad que siempre hubo ricos, pero ahora son menos, mucho más ricos, mucho más poderosos y con mucha menos conciencia. Ellos son los principales responsables del exterminio del patrimonio común de la humanidad que son los recursos de este Planeta. Pero quien no es rico y aspira a serlo debe saber que también colabora al desastre común... El ego siempre canta la misma canción, pero Dios nos dice que el rico es un administrador de bienes y si no lo hace con justicia sufrirá por ello. También nos advierte que los ricos son los más pobres de entre nosotros y es por ello que necesitan brillar de tantas maneras. Con una conciencia espiritual en sintonía con la Conciencia Cósmica existirá una sociedad basada en la justicia y el amor, donde cada uno tendrá lo necesario para vivir, y aún de sobra, y aporte con su trabajo lo necesario para que vivan los demás y todavía sobre. Pero la sociedad de la abundancia compartida nace de la abundancia espiritual que emana del cumplimiento de las leyes divinas, no de un convencimiento intelectual o de una visión humanista tipo ONG., tipo movimientos Antisistema, o, incluso, tipo Teología de la Liberación, que después de todo se somete al arbitraje y a la autoridad del Papa, a quien obedece en última instancia por considerar que pese a todo la Iglesia sigue siendo una Institución, mal dirigida, pero que fue fundada por Cristo a pesar de todo. De modo que la prefieren a las enseñanzas originarias de Cristo dadas a través de la profetisa alemana Gabriele desde hace más de treinta años. En ellas nuestro Redentor niega haber fundado Iglesia alguna, como afirma el mismo Cristo en Sus manifestaciones. Sin embargo, como negocio, es de los mejores para los que necesitan brillar.

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EL NEGOCIO DE LA RELIGIÓN

Las riquezas del Vaticano son incalculables. Es de dominio público que el Estado Vaticano tiene un Banco que canaliza el dinero que recoge el Papado, e invierte como una multinacional más en todo aquello que le produzca beneficios, sea moral o inmoral. Actúa así como un banco más, pero a diferencia de los demás bancos, que al fin y al cabo tienen que rendir intereses a sus impositores, el Vaticano solo recibe, nunca da. Recibe cantidades multimillonarias en cada país con el que firma acuerdos de cooperación o Concordatos. En estos países, la Iglesia se beneficia de subvenciones directas retraídas de los impuestos de los ciudadanos, privilegios de propiedades, exenciones de impuestos, ayudas para divulgar la religión, subvenciones para sus colegios privados, mantenimiento de edificios eclesiásticos y lugares de culto con el pretexto de la cultura, etc. Al mismo tiempo, a lo largo de la historia, esta Institución, se ha ido quedando con bienes procedentes de convictos de la Inquisición, tesoros arqueológicos, herencias, y muchas más cosas. Esto ha facilitado un crecimiento inusitado que le permite ser dueña de enormes fincas en diversas partes del mundo tanto como de edificios. Sólo en la ciudad de Roma se le calcula a la Iglesia la propiedad de una tercera parte de los bienes inmuebles. ¿Es esto lo que vino a enseñarnos el sencillo carpintero de Nazaret? ¿Son estos los principios por los que recibió una muerte solo reservada a los peores de los hombres de su época? Y esta Iglesia, siempre del lado de los ricos y poderosos, siempre recelosa del poder y de la cultura de los pobres, siempre dispuesta a pasarles el cepillo y a cobrar hasta sus rezos, ¿puede tener algo que ver con Jesús, el Cristo de Dios encarnado? Para el Papado como institución, las leyes de la Iglesia están peldaños por encima de las leyes de Dios, pero nunca por encima de las leyes del Mercado, con empresas propias en las que invierten como unos ricos más para boato y esplendor de minorías privilegiadas de la Iglesia. Por tanto los teólogos socialistas cristianos se ven limitados en decir lo que piensan y obligados a callar por obediencia todo lo que al Vaticano le conviene, pues

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al fin y al cabo se trata de “su Santa Madre Iglesia” aunque no les guste el Papa de turno a los “teólogos de la liberación”, como se suelen llamar, olvidando que para un cristiano se trata de la liberación de su conciencia antes que nada, y esta se consigue mediante el auto reconocimiento, el pedir perdón y el perdonar, pero no mediante la lucha armada que algunos clérigos progresistas consideran justificada a causa de la violencia a que son sometidos los pobres por los ricos en América latina. Son esos pobres a los que habría que decirles como a todos los que viven engañados por esta Institución:” La iglesia no es cristiana, y si no es cristiana es anticristiana, y forma parte del anticristo como todos los que se oponen a las leyes de Dios, pues Cristo fue claro en esto: “El que no está conmigo, está contra Mí”. La lucha es espiritual, y la existencia de clases sociales cesará cuando la mayor parte de la humanidad alcancemos una conciencia espiritual desarrollada que no admita la división entre ricos y pobres, lo mismo que un país con mayoría de gentes cuerdas y de buen corazón no admitiría estar gobernado por un loco asesino. Pero esto es lo que hay, y conseguirlo no depende más que del esfuerzo que cada uno realice. Por tanto, no puede contribuir al desarrollo de la conciencia espiritual libre quien la tiene previamente hipotecada por una u otra razón.

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¿HUMANIZARNOS O DIVINIZARNOS?

Muchos son todavía quienes por carecer de una perspectiva trascedente de la propia vida y renegar de las religiones ven en el humanismo y sus manifestaciones filosóficas, sicológicas, sociológicas y culturales una posible vía de evolución de la conciencia personal Piensan que pudiera desembocar a la larga en esa conciencia colectiva que se apunta como deseable desde el punto de vista de la bondad y sociabilidad. Parten los humanistas de una concepción social de la vida y su ideal es una sociedad donde se respeten los derechos humanos. Respeto profundamente ese modo de pensar aunque en mi opinión se limita y limita. El destino final de sus preocupaciones es el Hombre, la Humanidad, constituida en el horizonte del ser humano. Una humanidad libre de opresión y desigualdades sociales, que viva en paz y armonía con sus semejantes y la naturaleza es el horizonte humanista. Ese horizonte no deja de ser un horizonte mundano y aunque contenga elementos deseables y justos no tiene en cuenta que ser humano es una situación provisional, un estado transitorio entre dos mundos, el que se deja atrás cuando uno nace y al que se vuelve cuando uno muere. Ser humano no es nuestro verdadero ser, que es divino. En este punto nos vemos obligados a plantear el tema de la religión y la espiritualidad pues ambos tienen relación con la trascendencia, se crea en ella o no. Hace ya tiempo (especialmente desde los años sesenta del siglo pasado) que se descubrió al humanismo como una filosofía falsamente liberadora en lo espiritual, incluido el humanismo institucional católico, falso donde los haya. Por eso se afirma a menudo que religión y espiritualidad no son lo mismo, sino que la religión es una espiritualidad degenerada por los

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líderes religiosos, que aprovechan las necesidades espirituales del alma humana para “engatusarlas” y conducirlas al vacío espiritual de sus credos, ritos y ceremonias. A pesar de los intentos de ciertos clérigos de diferentes rangos y especialidades a lo largo del siglo XX, tales como el teólogo y escritor Karl Rahner y el científico T. De Chardin, y posteriormente de los teólogos de la liberación en América del Sur con su humanismo católico decantado fuertemente hacia una llamada “Iglesia de los pobres” en oposición a la jerarquizada Iglesia de los ricos” diseñada por el Vaticano, los llamados teólogos no pueden evitar – por su creencia de que la Iglesia fue fundada por Cristo- doblegarse al Papado como Institución y justificar que sus ramas más sociales tengan al fin y al cabo que rendir cuentas al Vaticano, a la vez que este las humilla o las ignora. Este humanismo de la teología de la liberación no ha podido evitar que las iglesias institucionales oficiales continúen contaminando a los pobres del mundo con su falso humanismo y sus ritos y ceremonias hasta el punto de haber convertido los supuestos valores humanos y espirituales en letra muerta. Los movimientos sociales y de caridad - todas esas ramas del social catolicismo que ellas impulsan- perpetúan los modelos que supuestamente pretenden corregir, pues aceptan sus bases de partida- la desigualdad social- y las personalidades católicas que son consideradas demasiado “evangélicas” y progresistas – como los mencionados teólogos de la liberación- estorban a esta línea se ven obligados a vivir a la defensiva, y a circunscribirse a ciertas áreas para evitar ser del todo neutralizados. Pero jamás son apoyados en su intento de divinizar la religión, de emanciparla de la concepción social de la vida y de las pérfidas ideas sociales de la Iglesia ( que solo aspira a recibir y al poder) y convertirla en un verdadero factor de liberación de los pobres. El término “religión” ya se presta a confusión, pues al no existir más religión que la de la relación directa de uno mismo con su Creador, la religión interna, todo lo demás no son más que formas de dar continuidad a una institución moribunda que vive del sudor ajeno, el de los pobres, y practica ritos y ceremonias igualmente ajenos al alma de cualquier humano. Igual cabe decir de la idea de un socialismo humanista cristiano (Roger Garaudy), aunque esto supusiera un paso delante de la Iglesia. Pero un paso circunscrito igualmente a una concepción social de la vida.

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EL HUMANISMO MATERIALISTA

Existió otra visión del humanismo: el humanismo materialista. Se habló de un humanismo marxista (Sartre), y de un humanismo revolucionario (Che Guevara: “Un hombre nuevo y socialista tras una revolución armada”). No pudieron destruir al Sistema, como no lo consiguió la Larga marcha de Mao y sus sucesores. El resultado histórico final es el triunfo del sistema capitalista neoliberal y desalmado en diversas versiones nacionalistas. Y si el nacionalismo es de por sí una limitación del humanismo, mucho más lo será de una idea comunista donde se propugna la unión de los trabajadores de un mundo sin fronteras para eliminar la propiedad y compartir los bienes de la Tierra. El humanismo marxista también se quedó corto y fracasó. Resulta vergonzoso el espectáculo moderno de las ONG en países gobernados por dictadores que viven en la opulencia, y además se aprovechan de la caridad internacional hábilmente diseñada. Los dictadores compran armamento a los mismos países que subvencionan las asociaciones humanitarias, a los que endeudan, se convierten en incondicionales y mantienen a sus propios pueblos bajo la bota militar o con democracias de camuflaje. El lujo asistido de los ricos sátrapas contrasta con la miseria y el hambre de los muchos necesitados de escuelas, médicos, medicinas maestros, recursos sociales, y un sin fin de necesidades que por supuesto ninguna organización de ayuda humanitaria les va a proporcionar por mucho que quisieran. Algunos de estos países “ayudados” hasta pueden tener la bomba atómica y sofisticadas armas de guerra; y los soldados, en contraste con la pobreza indumentaria de sus paisanos, lucen flamantes uniformes importados del país amigo. Esta es la versión capitalista del humanismo. Estamos, pues, ante la nueva versión del rico Epulón y del mendigo Lázaro. ¡Y que tengan que venir instituciones de caridad religiosa o laica a parchear a veces con riesgo de sus propias vidas (lo cual es inaudito) semejante destino!...¡Qué vergüenza para los

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gobiernos de los países pobres, precisamente por causa de los que los gobiernan y sus amigos belicistas y codiciosos del extranjero! ¡Qué desfachatez y cinismo exhiben por su parte los países ricos, disfrazados de civilizados, demócratas, humanitarios, cristianos y de todo lo que haga falta, vendiendo armas a los pobres para que se maten, endeudándolos y permitiendo que acudan allí sus ONG financiadas con médicos para que curen sus heridas y alimentos para demostrar su buena conciencia samaritana, y para lavar su sucia conciencia de fariseos. Y qué poco dicen también estos hechos sobre la evolución de la conciencia de los propios pueblos. Tan poco como la evolución de la conciencia de los pueblos de los países ricos que no se oponen a la guerra imperialista, ni claman contra el cierre de las fábricas de armas, ni contra el expolio de los países pobres y que además apoyan a las ONG, y a los envíos caritativos masivos, aunque se sabe todo esto. ¿No sería mucho más adecuado exigir a los propios gobiernos “caritativos” que practicaran la justicia, en vez de embaucar a sus pueblos en una falsa caridad con los recursos de la casilla correspondiente de la declaración de la Renta? ¿Y qué pensar de las riquísimas y subvencionadas iglesias? No hay más que mirar el mundo para darse cuenta de que está peor que nunca: hay más pobreza, más inseguridad y más conflictos sociales y entre personas .Esto demuestra igualmente el fracaso de todos los modelos de pensamiento y cultura de aquellos países que quieren ser el faro del mundo. Debemos concluir que el materialismo y todas las filosofías exhibidas han pervertido o no han podido evitar la evolución de la conciencia. Y que sólo un cambio de desde una perspectiva no materialista, no dogmática y no sumisa a jerarquías espirituales, una conciencia espiritual libre, (que trasciende a la conciencia cerebral y la idea de la muerte física), puede modificar la existencia individual y dar a luz otra humanidad presidida por el Amor, donde sean posibles los grandes ideales liberadores: Libertad, Hermandad, Igualdad, Justicia y Unidad en Dios: los verdaderos contenidos de la humanidad libre. Pero estos no son objetivos humanistas, sino trascendentales, pues van más allá del ego humano. Como habrá constatado sobradamente el lector exento de prejuicios, se parte de que Todo está en Todo (ya descubrieron eso Lao Tse y después Hermes Trimegisto, y la filosofía védica siglos antes de la venida de Cristo, que corroboró ese y otros aspectos, tales como la valoración del don de la vida como energía con la que se nos nutre eternamente con o sin cuerpo físico, cuyo objetivo final es armonizarse con la energía universal,

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reconciliarse con Dios de la mano de nuestro Redentor. Esta es la clave; una clave que no es humanista, por cierto, sino espiritual trascendente. Despertar esta conciencia, desarrollar posibilidades, acercarnos a lo divino presente en cada uno de nosotros, e insertar nuestra alma liberada de ataduras del ego en el mundo que nos rodea, es fundamental para el verdadero progreso de la humanidad, que no es tecnológico, que no es el que se pretende que creamos que es, sino el progreso interior, el progreso moral, el acercamiento a Dios y al trabajo a nuestro alrededor con esta perspectiva: el definitivo triunfo del Ser sobre el tener. Este es el desafío de cada ser humano y el de la humanidad toda, que así será divinizada. Mientras el mundo materialista perdure a causa de sus prejuicios y falsas ideas sobre la liberación seguirán desapareciendo especies vegetales y animales, y la muerte de los animales será también, finalmente, la de los hombres. ¿De quién depende este final?...¿Cuánto tiempo le queda esta civilización? Si leemos la prensa podemos ir anotando datos: no puede ser mucho, pero eso sólo Dios lo sabe. Despertar la conciencia es en este momento la prioridad absoluta .Dios es omnipresente en todo el Cosmos como Vida Universal, manifiesta en cada forma de vida. Constituye el corazón del alma humana, su centro vital. Las ideas que tengamos sobre Él y el modo de vivirlas es asunto personal, pero Sus leyes básicas son iguales para todos. Si conseguimos uno a uno ordenar y armonizar la energía personal con las leyes universales, respetar la vida, incluida la vida animal, y la naturaleza toda,-pues todo está sostenido en Dios,- estaremos en condiciones de conseguir ese único progreso posible basado en la libertad, la igualdad, la justicia, la hermandad y la unidad de todos los hombres, pues formamos parte de todos y de todo, con cuerpo físico o sin él. Ni siquiera la muerte nos separa de nada (excepto del cuerpo físico), y desde luego, tampoco nos libera de nosotros mismos.

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RELACIONES ESPIRITUALES Y MUNDANAS

Vivimos más que nunca en medio de una complicada estructura social multirrelacional. Teléfonos, videoconferencias, e-mails, y otros métodos relacionados con internet y el mundo de la electrónica son medios por donde circulan sin cesar un infinito número de mensajes a través de los que cientos de millones de personas buscan comunicarse por algún motivo. Para que esta compleja red de comunicaciones sea posible es necesario, obviamente, algún tipo de motivación entre las gentes. ¿Qué buscamos a través de la relación con ese al que llamamos “el Otro”? ¿Por qué nos relacionamos? Vemos en nosotros y a nuestro alrededor que los motivos principales suelen ser: Sexo, afinidad, amistad, interés personal, altruismo, trabajo, Karma, entre otros. Todos ellos son elementos que deben ser observados con atención por ser elementos reveladores de nuestra forma de ser, de nuestro yo. El sexo es una fuerza impresionante que interviene ocupando un primero, un segundo o un tercer plano, pero siempre está presente en las relaciones humanas. No sólo porque es imposible no tenerlo, y por tanto, trasciende de nosotros una determinada vibración energética en la que intervienen nuestras hormonas, sino porque las cualidades que pertenecen a cada uno de los géneros intervienen matizando, conduciendo la relación, limitándola o ampliándola, impregnándola de lo femenino o lo masculino, y de las cualidades que cada persona posea, siempre interactuando con las del sexo complementario. Las conductas entre varones solos o entre mujeres solas no son las mismas cuando se hallan presentes miembros del otro sexo. En este caso, siempre

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se produce una modificación de actitudes, selección de temas, ciertos gestos. Casi siempre se busca gustar. No es necesario que exista un interés sexual concreto de nadie hacia nadie, pero ante la llegada, por ejemplo, de una persona físicamente atractiva y desconocida a un grupo del sexo contrario, todos pueden percibir que no se le recibe con la misma actitud que cuando quien llega es alguien del mismo sexo o nada agraciado-a. El chispazo hormonal se produce de inmediato en el primero de los casos, y la conversación se anima enseguida. Aparece la curiosidad, y cada miembro del grupo pone en marcha su propia película. Le recuerda a, le agrada por, quisiera que, siente...piensa.... pone en marcha sus programas escondidos en el inconsciente o en la memoria: ¿qué desea cada uno de quién apareció ante el grupo y le resultó atractiva su presencia? Desear o esperar algo, aunque sea algo que se mueve en el inconsciente, dirige la relación hacia ese punto, y, por tanto la mediatiza o la impide realmente desde el momento en que la convierte en algo de lo que se espera sacar provecho personal. El provecho personal en general es la razón fundamental por la que la gente se relaciona. La relación altruista que es la verdadera, es la que escasea, especialmente cuando se trata de la relación laboral, de la relación familiar o entre personas de distintos sexos. Si la relación que se desea establecer se hace desde el deseo sexual, y no se producen pasos evolutivos tales como amistad, cooperación, sincera comunicación, que vayan dejando al sexo en un segundo plano, no tendremos nunca una verdadera relación, pues para que exista ha de haber un grado de altruismo tal que el sexo no sea la condición necesaria para que dos personas sientan interés en relacionarse. Y en una pareja que conviva como tal, no puede ser el pilar de sustentación. Si no se cumplen estas condiciones – y no es fácil cumplirlas para muchos de los varones especialmente- nunca existirá amor, sino deseo, insatisfacción, conflictos, y -con el tiempo- más que probables infidelidades de obra de pensamiento; aburrimiento, malestar, separaciones previsibles. Cada día se divorcian muchas parejas, y si se estudian sus casos, casi podríamos asegurar que los argumentos que se suelen exhibir tales como incompatibilidades de diferentes tipos, dificultades económicas, problemas derivados del paro o del trabajo, stress, enfermedades, interferencias de las familias de uno u otro, etc. son circunstancias secundarias, aunque no precisamente atenuantes cuando las cosas van mal, claro está. Los focos de conflicto tienen que ver a menudo con aspectos como la madurez psicológica de los miembros de la pareja, la empatía, la capacidad de dialogar, el funcionamiento sexual, los celos = deseos de posesión, las

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relaciones de poder, la desconsideración hacia el otro, la autoestima de alguno o de ambos, la transparencia emocional, etc. ¿Y qué hay tras todo esto cuando se manifiesta en forma negativa? ¿Cuál es el telón de fondo? La falta de amor desinteresado, la incapacidad para ponerse en el lugar del otro, el no querer asumir responsabilidades, la falta de amistad, de cooperación, de comunicación, de complicidad. Todos estos son síntomas de no relación. Para que se produzca esa relación hacen falta ciertos ingredientes positivos como la afinidad, que trataremos enseguida.

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ALMAS AFINES

Afinidad es proximidad en diferentes grados, aspectos y matices en cuanto al modo de pensar, sentir y actuar, que facilita la comunicación espontánea y el tomar acuerdos. La afinidad despierta el interés por compartir situaciones, pensamientos, sentimientos, contrastar criterios, cooperar, mantener el contacto. Almas afines no quiere decir “iguales”, pues cada una tiene su propio karma,(o cuentas pendientes con la vida) su grado de elevación espiritual y cualidades individuales propias que la identifican. El más alto grado de afinidad se da en la dualidad. En el mundo espiritual existe como algo normal. Lo difícil es que se coincida en una encarnación. Cada alma tiene su dual, su alma gemela, complementaria, en alguna parte del universo, o aquí en la Tierra, y el encuentro es tan inevitable en algún momento del futuro como ya lo fue antes en un pasado que hemos olvidado al encarnar. De la unión energética de dos duales nacen hijos espirituales a los que Dios concede la vida infinita. Esto puede creerse o no, pero estamos en uno de esos momentos en que la verdad debe decirse. Todos nosotros procedemos de los cielos puros, a través de la unión espiritual de dos almas duales, afines y complementarias, a través de las cuales se individualizó la energía universal de Dios Padre creándonos a nosotros a Su imagen y semejanza, con Sus cualidades y atributos: Sabiduría, Amor, Paciencia, Seriedad, Sabiduría, Voluntad y Orden, que constituyen nuestra herencia espiritual y que recuperaremos todos sin excepción gracias a la intervención redentora de Cristo. La afinidad es el punto de partida imprescindible para la existencia de una verdadera amistad, y, por supuesto, de la dualidad, así como para que pueda darse una relación duradera entre personas o entre grupos.

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Los tipos de afinidad grupal son muy diversos, pero se produce en el mundo animal, por tener un alma colectiva según especies. Alma colectiva que se halla en un proceso de individualización y convierte en inmortales a los animales por el hecho de tener alma. En los grupos humanos afines por razones altruistas se manifiesta una fácil comprensión y complicidad en las situaciones que se viven en común, lo que sirve de gran alivio y ayuda en los momentos difíciles y retroalimenta a la vez la relación, haciéndola más firme y saludable. Por lo tanto, este tipo de grupos tiende a crecer, atrayendo hacia sí a personas con diferentes grados evolutivos pero compatibles, y con facetas afines. Quien por error ingresa en uno de estos grupos sin reunir esos requisitos, antes o después acaba por marcharse en busca de otro grupo más próximo a su modo de pensar, sentir y actuar. De nuevo nos encontramos ante la Ley de Semejanza: “lo semejante atrae a lo semejante”. Exceptuando las relaciones obligadas, determinadas por las necesidades sociales ligadas a la supervivencia (como los grupos de trabajo), las elecciones personales basadas en afinidades emocionales son las más duraderas, las más saludables y las que más contribuyen al crecimiento personal de sus miembros. Suelen darse entre grupos espiritualistas, místicos, artistas, profesionales vocacionales y semejantes, siempre que exista la sinceridad y el desinterés, lo que sucede en general entre personas de elevada moral. Cuando no se dan las condiciones morales adecuadas, las motivaciones de los miembros son egoicas, egocéntricas y, por tanto, conflictivas. Entonces los grupos tienden a disolverse por esa causa. No conviene confundir, por tanto, afinidad con el acuerdo fácil entre individuos que buscan alcanzar intereses personales egoístas a través de esos acuerdos. Sucede cuando se establecen relaciones comerciales, de pareja, laborales, o de cualquier género donde cada uno busca el beneficio para sí sin pensar en el otro más que como una fuente de energía, placer, etc. En esos casos, lo que condujo a la relación es el interés del ego que busca recibir, y da en cuanto espera recibir y sólo en ese caso. Cuando sucede esto, los grupos –al igual que los individuos que los forman- viven instalados en un vaivén de zozobras y encontronazos de intereses particularistas que convierten al conjunto en telarañas de energía negativa, en cruces de mil trenes que chocan. Este tipo de grupos tiende a ser muy poco estable, con numerosas entradas y salidas, y poco cohesionado. Está presente entre vecinos, compañeros de trabajo, parejas, círculos de (supuestos) amigos. Igualmente preside las relaciones con el tendero, el banquero, el agente de seguros y cualquier otra persona o asociación que tenga intereses particulares que espera ver satisfechos por otros. La mayor

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parte de la humanidad tiene este planteamiento relacional: dar porque espera recibir, y sólo por esta razón. Entonces no existe relación, sino componendas: “toma y daca”. Así que puede decirse que en la humanidad apenas si existe relación. La sociedad se compone de una inmensa red de estructuras de todo tipo interconectadas por los lazos del ego individual de miles de millones de personas que tienen intereses particulares a los que intentan dar satisfacción de un modo que nunca pierdan sus energías, y obtengan de otros la suya. Estas energías son de muchos tipos: trabajo, dinero, emociones, tiempo. Liberar la energía de cada uno para hacerla rentable es la máxima aspiración de casi todo el mundo. Unos pretenden rentabilizar su dinero, otros su puesto de trabajo, su gestión social, su ascendiente personal, su capacidad intelectual, y así cada cual. Pero si pudiéramos penetrar la motivación de sus esfuerzos veríamos que casi siempre suele ser la misma. Mostrarse generosos con quienes pueden compensarle esa energía, y sólo con ellos, es la pauta casi universal de las conductas humanas, hasta el punto que aquellos que no parecen seguirla son mirados bien con desconfianza,(¿Este tipo raro, qué pretenderá en el fondo?) bien con actitudes como: “Aprovechémonos de este que parece... (Blando, tonto, ingenuo, idiota, novato, etc.).Existen numerosos adjetivos descalificadores para la ocasión. Así piensa el mundo. A tal grado de ausencia o desconfianza en las relaciones humanas han llegado bondad y altruismo que pocos admiten la posibilidad de que existan personas que no practiquen esas virtudes en beneficio propio y perjuicio de terceros. Casi nadie cree en nadie. Hemos inventado una civilización de escépticos. Difícilmente cree uno en sí mismo, difícilmente los hijos en los padres en cuanto llegan a la adolescencia y aún antes; difícilmente la mujer en su esposo y al revés; difícilmente el paciente en el médico; el cliente en el comerciante, un gobierno en sus votantes, unos gobiernos en otros, y así sucesivamente. Las relaciones se establecen con el convencimiento previo de que nadie es de fiar en última instancia, por lo que esta especie de paradigma general distorsiona grandemente la convivencia y se interpone en la relación social. Este paisaje colectivo es un exponente diáfano del grado de inmadurez espiritual, mental, emocional y cultural de los sujetos que formamos este destartalado puzle de piezas unidas por el ego al que llamamos “Mundo”, que no es sino el mundo construido desde y para el yo inferior.

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LIBÉREMONOS DE LA PRISIÓN DEL EGO

Mientras seamos humanos y no hayamos sido capaces de purificar nuestra alma tendremos un ego, un falso yo, un sujeto contrario a nuestro verdadero ser que empuja hacia abajo nuestras necesidades: hacia el tener, el sexo, los placeres, y un largo etc. En cuanto nos descuidamos controla nuestra vida este “personaje”. Además de ese ego inferior relacionado con nuestras necesidades por tener un cuerpo físico, existe el intelecto, con el que tiene una relación estrecha, ya que constituye un vehículo de expresión muy valioso para el dominio del ser humano. Y por encima de ambos, nuestra alma, donde reside nuestro núcleo de vida divina, el corazón de nuestro verdadero ser, la vida: Dios mismo en nosotros. El ego no quiere reconocer al alma, porque de hacerlo se vería obligado a establecer comparaciones y saldría perdiendo; a establecer jerarquías de valores y quedaría por debajo, a renunciar a privilegios a los que se cree con derecho, etc. La muerte del ego es para el alma la máxima libertad en este mundo. No se pueden confundir el orgullo, el odio, la avaricia, la envidia, los celos, la agresión, el deseo de poder y dominio, la búsqueda del placer con daño a sí mismo o a otros, el ojo por ojo, y asuntos parecidos, que son los intereses del ego, con los asuntos del alma libre que responden a la conducta de individuos superiores a que estamos llamados y que se han liberado de la presión de yo inferior mediante el cumplimiento de las leyes divinas en lugar de las leyes del ego (mío, mí, para mí). Todos esos sentimientos, pensamientos y actuaciones que nos producen malestar síquico y físico en nuestro interior , nos predisponen contra los demás, o nos empujan a aprovecharnos de ellos, son propios de individuos

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de baja evolución por muy inteligentes que sean o altos sillones que ocupen. Hemos visto a personajes tenidos por grandes cometer graves delitos; a conocidos famosos vivir y morir en condiciones miserables por vivir atrapados en las prisiones del ego de su yo humano, siempre insatisfecho y empujando a vivir al límite. No podemos creer que nuestro intelecto, por el sólo hecho de pensar, y de razonar sea la fase superior de nuestro modo de conocer; no podemos pensar, sin limitarnos a nosotros mismos, que la inteligencia es el exponente superior de la evolución humana y que lo que la mente intelectual no puede comprender, no existe. El mundo está lleno de psicópatas inteligentes que dirigen países. Y así nos va. Por tanto, cuando actuamos incorrectamente, el ego inferior, que es un medio, lo convertimos en un fin en sí mismo que actúa sólo en beneficio propio: es el egocentrismo la célula cancerosa del cuerpo llamado humanidad, alimentada de energía negativa contraria a Dios, y por ello el ego reniega de Dios, se centra en lo material y abomina de lo espiritual, pues no puede conocerlo debido a su baja vibración. De ahí que la mente intelectual se quede corta. Es algo así como si quisiéramos interpretar una partitura de violín con una instrumento fabricado con cuerdas de cáñamo .Pero si no sabemos esto y actuamos debidamente esta es la partitura que escucharemos toda nuestra vida . El poder del ego convertido en poder social es enorme como inductor y constructor intelectual del mundo material en que vivimos, aparece sin cesar en todas las pantallas y medios de comunicación y es el mentor de tantos y tantos prohombres de portada, de tantos humanos que se nos presentan como ejemplo. Y en efecto lo son: gente a la que el mundo – su mundo- llama triunfadores. Ese mundo está lleno de toda clase de obras motivadas y mantenidas por gentes impresentables que las promueven o participan en ellas: desde edificios a obras de arte; desde religiones a cenáculos literarios o filosóficos; desde agrupaciones financieras o militares hasta comités científicos. En todos, el rey Ego canta su canción victoriosa sobre los altos andamios de esta sociedad construida para su gloria, donde se asientan los tronos del mundo que nos dominan en la medida que nosotros no hemos dominado a ese nuestro yo inferior. A través de nuestras actuaciones motivadas y dirigidas por ese personaje perdemos nuestra libertad y nuestra autonomía en beneficio de este servidor convertido en carcelero e inductor de conductas a las que oponemos más o menos resistencia según sea nuestro poder espiritual. Esta es la lucha interna, personal, entre la luz y la sombra en nuestras vidas. Y

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del resultado de esa lucha depende el éxito o el fracaso de la existencia de cada uno, que será en última instancia el fracaso el éxito de la sociedad toda. Si nosotros hemos construido este mundo, podemos cambiarlo. Cuando en la lucha es el ego quien triunfa, antes o después tomamos conciencia de que ese triunfo ha dado malos resultados. Y al igual que existen árboles que producen frutos amargos, amargos vienen a ser los resultados de nuestros comportamientos que originan nuestro karma y diseñan nuestro destino... Dañamos a personas, animales o a la Naturaleza conducidos por el falso consejero interior que busca su beneficio anteponiéndolo al interés general. Y los frutos amargos los hemos de cosechar antes o después obligatoriamente porque los hemos sembrado nosotros. Esos frutos no nos producen nunca la felicidad que el ego nos prometía, al contrario: por haber dañado a terceros nos hallamos ahora en deuda con ellos, hemos de reparar el daño, y tenemos la oportunidad de comprenderlo cuando otro mal semejante cae sobre nosotros. El que mata será muerto; el ladrón, robado; el esclavista, esclavizado; el rico sin conciencia, vendrá a ser pobre; el cazador, será cazado; el que engaña, engañado, y así sucesivamente. La ley del karma es un asunto extremadamente serio, porque el cosmos funciona con leyes inexorables, entre ellas esta de “Causa y Efecto”, también ley física cuya consecuencia en el plano espiritual es que nos ata la rueda de la de reencarnación por medio del principio acción-reacción. Las leyes del Universo son inexorables. Quien tiene que asumir las causas que ha creado viene obligado a sufrir en su propia carne en alguno de sus nacimientos, el mismo daño que ha hecho a otros, para que así pueda aprender, comprender, arrepentirse, pedir perdón y cambiar de actitud. Para algunos esto puede interpretarse como una especie de ley del Talión, pero no se trata de otra cosa que de leyes del cosmos espiritual: de convertir en energía positiva y devolver al cosmos la que uno mismo, libremente, utilizó negativamente a favor del propio ego. A diferencia de la ley del Talión, el universo es justo: pretende equilibrar su propia energía con una estricta contabilidad. En el libro “Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a sus apóstoles y discípulos”, una Manifestación a través de la profetisa Gabriele- Cristo dicta lo siguiente: “El yo inferior es insaciable. Quiere poseer y tener hasta que el hombre-yo fallece. De forma parecida continúa esto entonces en los reinos de las

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almas o en nuevas encarnaciones. Por eso, cuidad de no caer en la muerte espiritual”. (2) Liberarnos de la opresión del ego sobre el verdadero yo conduce a la afirmación del poder del yo espiritual divino sobre lo inferior humano. Esta sería la derrota del ego y la vuelta de este a ser el servidor en lugar del tirano que dirige nuestras existencias y las hasta ahora egocéntricas civilizaciones humanas. Este sería el final de los karmas de todos y con ello el regreso al Paraíso perdido por la Caída.

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NUESTRAS SUCESIVAS EXISTENCIAS

Como energía eterna encarnamos en diversas existencias en cuerpos humanos materiales, frágiles y poco duraderos. Tras esta experiencia regresamos al Más allá del que procedemos y con un destino acorde a nuestro nivel evolutivo. “Dichosas las almas que han aceptado entrar en la carne para volverse divinas en la escuela Tierra”. ¡Ay de aquellas almas que han aceptado la carne para entregarse nuevamente al placer del cuerpo! el alma en el hombre está en la escuela de vida Tierra para volverse nuevamente divina” (“Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret”). Podemos encarnar en vidas diferentes con cuerpos humanos diferentes, en lugares, con personas, grupos sociales, trabajos, aficiones, etc., diferentes. No es por casualidad que esto suceda – y esta es la segunda cuestión- porque el principio que rige el universo es la Causalidad: causa y efecto, y no el Azar. El Azar no existe en el Universo ni en nuestras vidas. Todo es causa y efecto. Pues bien, nacemos en las circunstancias familiares, sociales y ambientales que van favorecer el encuentro con nuestras causas pendientes de esta o de otras existencias que han generado nuestro destino. Por tanto no son casuales, sino causales, las diversas circunstancias en que encarnamos en cada existencia. El sentido de este “retomar asuntos pendientes”, es que debemos eliminar las causas que los provocaron. Los encuentros y desencuentros, los avatares diversos que tenemos con las personas que nos vamos encontrando en nuestras vidas son exactamente los que deben ser para darnos la oportunidad de corregir lo que podemos corregir: de recoger nuestra cosecha y transformar nuestra siembra. No es casual, por ejemplo, un súbito enamoramiento, el llamado flechazo. Tras el fuego de la pasión es fácil encontrarse con un deudor o una deudora de antaño. Pronto aparecerán los conflictos que permanecían ocultos en el subconsciente, y que a la vez (y este es el lado positivo, nos aportarán datos

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desconocidos sobre nosotros que pueden conducirnos al crecimiento espiritual). No es casual que en un encuentro con una persona cualquiera- fortuito en apariencia- nos encontremos tras la fácil sintonía inicial con alguien en quien suelen hallarse esos defectos que no queremos reconocer en nosotros y que tanto aborrecemos en el otro como espejo, y con los que hicimos daño a terceros, (o a esa misma persona en otra vida). Son esas analogías las que acabarán dañándonos si no alcanzamos a reconocernos y corregirnos en su momento, esta vez a través de esa nueva relación convertida en espejo, a la que seguramente la vida nos pondrá en situación de solucionar lo pendiente. Lo que tanto nos molesta, pues, del vecino, del amigo, de la pareja, son las analogías no superadas. Pero está bien que nos molesten, porque al igual que sucede con los síntomas de las enfermedades físicas, las analogías son síntomas de enfermedades del alma que aparecen en el momento que estamos preparados para poderlas superar, pues Dios no permite que Sus hijos se vean sometidos a pruebas que no pueden afrontar, puesto que no cabe en Él la injusticia. ¿Permitiría un padre humano que un hijo pequeño cargase con un pesado baúl? Además de absurdo sería un acto de sadismo. Otra cosa es que en uso del libre albedrío uno no quiera enfrentarse a ese destino personal que ha ido construyendo, y que constituye su karma y tome decisiones escapistas (drogas, agresiones, provocación de conflictos, suicidios, etc).Entonces todo queda pendiente, como quien tiene que limpiar la suciedad de una habitación y en lugar de eso se marcha. Efectivamente, es libre de marcharse, pero la habitación, que es su responsabilidad, espera a la vuelta, igual de sucia.

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EL PAPEL DEL KARMA EN NUESTRA VIDA

No es casual nacer con un defecto físico, en un país del tercer mundo, o en medio de una guerra, o ser secuestrado, muerto en un bombardeo, tal vez asesinado, o ser mujer violada, etc. Todo lo negativo de nuestras vidas lleva en sí una terrible carga dramática, pero, por duro que resulte el afrontarlo, lleva la misma terrible carga y el mismo dolor producido a otros por el mismo que ahora lo sufre: es la recogida de su propia cosecha. ¿Podemos esperar de los responsables de bombardear un país y matar a miles de personas que tengan, como almas tanto aquí como en los planos del Más allá, correspondientes a su personal vibración una vida espiritual serena? Deberá reparar el daño, ¿en cuántas existencias terrenales? eso dependerá. ¡Cuántos de esos grandes hombres que aparecen con letras de oro en los libros de Historia del ego humano: césares, generales, presidentes de países, obispos, papas, escritores, filósofos, y otros aparentes benefactores de la humanidad no han sido sino perversos individuos que deberán reparar infinitos males infringidos a los hombres! La enseñanza de la ley del Karma es universal. Está presente en todas las filosofías espirituales, en el misticismo de todas las religiones, y en la tradición oral de todas las culturas. Y el refranero castellano sentencia con gran sabiduría: “Quien siembra vientos, recoge tempestades”. Sin embargo la humanidad a menudo vive de espaldas a la escasa sabiduría acumulada por sus propios antepasados y no acepta fácilmente la Ley de Causa y Efecto. En lugar de eso, cuando recibimos alguna dura lección de la vida, o recibimos un reproche o una advertencia sobre nuestra forma de pensar, de actuar o de sentir, inmediatamente nuestro ego establece los sistemas defensivos que justifiquen esas actuaciones nuestras. La primera reacción de ordinario es culpar a otros y no reconocer nuestra propia parte. Igual que a menudo pensamos que son los otros los que tienen

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accidentes, se mueren, tienen guerras, etc. Así también actuamos en nuestras relaciones bajo esa misma filosofía cuando alguien nos daña: la maldad siempre es ajena. Esto tranquiliza mucho a nuestro ego, porque puede seguir reinando tranquilo sobre nuestras conciencias. El defecto que no reconocemos sostiene en el trono al propio ego, sí, pero no ha limpiado su habitación. Limpiar el Karma pendiente comienza por el reconocimiento de la parte de uno en el conflicto con los otros, por descubrir los errores propios, la viga en el propio ojo antes que la paja en el ajeno. Es Cristo quien nos dice:”Reconócete, pide perdón, repara en lo posible el daño y perdona. Y no vuelvas a hacer más algo igual o parecido”. Así es como Cristo nos libera de nuestro karma por Su misericordia y su compasión. “En muchas repeticiones, Yo, Cristo, enseñé siendo Jesús, la ley de Dios y la ley de siembra y cosecha a mis apóstoles y discípulos. A pesar de todo, ellos hablaron una y otra vez de cosas insustanciales y de sí mismos para darse importancia. Una y otra vez les llamé la atención y les hice notar lo insustancial, lo personal. Cuando habláis de vosotros mismos estáis expresando lo que vosotros mismos sois aún. ¿A quien queréis ayudar con ello? Todo lo que no se ha realizado está vacío, en cierto modo hueco, y no lleno de fuerza ni sabiduría. Si habéis realizado poco, tampoco estáis colmados de fuerza ni sabiduría, sino llenos del yo humano, que tiene sus imágenes engañosas. Las palabras vacías, en cierto modo huecas, engañan a su vez solamente al que está él mismo vacío y hueco; pues él mira solo la palabra y al que habla, porque no se oye a sí mismo ni tampoco se ve a sí mismo” ( Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret).

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QUÉ ES UNA VERDADERA RELACIÓN

Para que exista una verdadera relación (y no un simulacro) debería cumplir al menos cuatro condiciones: Libre, cooperativa, igualitaria y altruista Tales condiciones sólo son posibles cuando se alcance, a través del amor desinteresado- factor de impulso y cohesión, -el grado de evolución de conciencia que permita esa relación libre, cooperativa, igualitaria y altruista, donde se halle ausente el deseo de que alguien se convierta en dominador o dependiente del otro; donde uno no sea el proveedor unilateral de energía para satisfacción del otro. Por eso una verdadera relación no es posible sin que exista la necesaria base de respeto y autonomía entre sus miembros, a fin de evitar abusos, sobreprotección, explotación y otras variadas maneras con que el egoísmo de unos chupa (en un acto de vampirismo real) la energía de otros al nivel que el seducido lo permita. Uno de los ejemplos-tipo de este tipo de relación negativa es el machismo. Otro, las relaciones laborales en la economía de mercado, o las relaciones de dominio espiritual de las Iglesias o de los gobiernos hacia sus seguidores. Así no nos resulta extraño comprender por qué esos dos modelos de explotación que tanto definen a nuestras sociedades, capitalismo y patriarcado, estén profundamente emparentados y a la vez tan próximos a la organización de las Iglesias o a la organización de la milicia. Una relación verdadera, sin embargo, no está exenta de conflictos mientras las personas no hayamos superado los propios que perturban nuestra paz interior: nuestros defectos personales. Pero si actuamos conscientemente, a través de la relación se hace posible que esos defectos surjan a la luz en la vida diaria para poder ser vistos, precisados y colocados en la lista de lo pendiente a superar y purificar con Cristo.

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Si no fuese por las relaciones, por muy alejadas de las ideales que sean las que tenemos, nunca tendríamos la posibilidad de hallar en nosotros los obstáculos que impiden nuestro progreso espiritual. Así que las que tenemos son las mejores en cada momento. Exactamente las que precisamos. El rechazo hacia aquellos que nos “caen mal” encubre no tanto el que uno se sepa por encima,- pues el ego cree ser la medida de la perfección en cuanto alguien se descuida un poco, ya se sabe- sino que a la vez sugiere la falta de preparación o el no deseo de uno para enfrentarse a sus propios fantasmas, la inseguridad ante el conflicto, el desinterés hacia el otro, la falta de confianza en las posibilidades de la propia relación y cosas por el estilo, pero ninguna de ellas favorables a nadie. No ver la viga en el ojo propio mientras se ve con toda claridad la paja en el ajeno es una asignatura pendiente en la humanidad. El eremita sobre la montaña alejada, conviviendo con los pájaros, las flores, los insectos, podrá creer que ha alcanzado la perfección porque una sensación de paz le invade llevando una vida ordenada en ese medio. Pero siempre quedará la duda de si es capaz de sortear los obstáculos de la vida social, que es donde afloran los conflictos, las pistas para resolver los enigmas de uno mismo. Alejarse del mundo puede ser huir para evitar reconocerse. Podemos preguntarnos en relación a uno mismo:¿cómo reacciono si aparece alguien con el que no concuerdo en opiniones, muestra una conducta inmoral, se muestra intolerante y agresivo o se define como incrédulo del mundo espiritual? ¿Me enfado? ¿Lo desprecio? ¿Me resulta indiferente? ¿O le acojo con normalidad y le hablo con respeto y humildad, como se habla a alguien a quien se sabe portador de un alma semejante, como a un hermano en la creación divina? Si me altera, la ley de la analogía me dice que algo de eso mismo está en mí y debo purificarlo. Si conseguida la propia liberación se añade a la oportuna crítica o el oportuno consejo siempre que el otro se muestre receptivo o pida eso, entonces se puede decir que se ha establecido entre ambos una verdadera relación, libre, cooperativa, igualitaria, altruista y motivada por el amor. Este es el tipo de relación que hará evolucionar a la humanidad, y ningún otro será posible mientras persistan los actuales esquemas basados en la intolerancia, la desigualdad, la explotación, el gregarismo individualista e insolidario, el orgullo, la violencia, y todas esas formas en que se manifiesta el primitivismo evolutivo que define a nuestras sociedades, se llamen civilizadas o tercermundistas, pues el “espíritu de caverna”

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platoniana no obedece a planteamientos economicistas ni tecnológicos, ni distingue de mundos numerados sino que muestra el estadio evolutivo de la conciencia personal y mundial. Y la conciencia mundial actual tiende peligrosamente a la somnolencia, la intolerancia, la crispación y el suicidio colectivo. Nunca había sucedido esto.

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POR QUÉ EL CATOLICISMO NO ES CRISTIANISMO

Cualquier institución, como cualquier persona, es libre de definirse como le parezca, pero para que sea creíble no puede suceder que se defina de un modo y actúe de otro, que manipule la verdad para adquirir ventaja sobre los demás, y que utilice su poder de convicción y su fuerza moral o legal (si las tuviere) para obligar a terceros a seguir sus ideas. La Iglesia católica es un prototipo de Institución esquizofrénica. La jerarquía católica, que ha manipulado y censurado las enseñanzas del cristianismo originario, pretende hacernos creer que representa al auténtico cristianismo. ¿Y cómo? a lo largo de los siglos no ha cesado de excomulgar, perseguir, ridiculizar, encarcelar, torturar, calumniar, silenciar, desprestigiar o eliminar a cuantos se han atrevido en todos los tiempos a poner en práctica las enseñanzas auténticas de Jesús de Nazaret: bogomilos, cátaros, y personalidades tan destacadas como el obispo Osorio, que fue perseguido por predicar la reencarnación ( no confundir con “transmigración”, como creen los hinduistas o budistas) tal como había sido enseñada por Cristo. Místicos como Juan de la Cruz o Teresa de Jesús, Savonarola o actualmente la profeta alemana Gabriele son ejemplos entre miles para tomar conciencia de que casi desde los primeros tiempos del cristianismo, pero especialmente desde Constantino, la violencia verbal y física, acompañada del asesinato moral, excomuniones y amenazas con el Infierno a los disidentes o incrédulos, han sido y siguen siendo formas habituales de proceder de los ministros de la Iglesia para impedir el flujo de la verdad cristiana y querer imponerse como interlocutora única entre Dios y los hombres. Y el tema es más lacerante aún cuando se sabe que Jesús de Nazaret ni fue sacerdote, ni dudó en desmontar las mentiras de la casta sacerdotal. Resulta bien lejos de Su propósito montar otra casta sacerdotal, y una Iglesia. Sin embargo, Cristo predicó el amor, la paz, la tolerancia, el respeto, la justicia, la unidad, la igualdad, y habló del Cielo y de la misericordia y

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amor de Dios, que vive en cada persona aunque su ego intelectual no lo reconozca. Pero nunca habló de intermediarios, ni de sacerdotes, ni de sacramentos, ni, por supuesto, de papas. El sacerdocio es un invento pagano actualizado por el catolicismo y sus ramas, y aunque se halla presente en otras religiones, ninguna de ellas sigue a Cristo. Innumerables documentos y miles de libros, llenan los estantes de la biblioteca del Vaticano. Excepto el Papa y alguien más del círculo de su absoluta confianza, nadie tiene acceso a lo que allí se esconde. Sin embargo, Cristo sólo nos dijo que cumpliéramos los diez Mandamientos dados a Moisés y siguiéramos Sus enseñanzas del Sermón de la Montaña. Nunca tuvo secretos, porque si Dios no tiene secretos, Su Hijo ¿Por qué habría de tenerlos? Cada uno puede sentir y comprender la parte de verdad correspondiente a su evolución, pero en ningún caso Dios se la oculta a nadie, pues no tiene dogmas ni misterios. La iglesia sí que puede sentir temor a ver descubiertas muchas cosas ocultas, muchos tenebrosos asuntos que perjudicarían su imagen, y que no revela a la humanidad porque en esta ocasión comprendería demasiado bien. Apoyada siempre por los sectores más conservadores y reaccionarios de la sociedad y de los intelectuales y religiosos afines, las jerarquías católicas han ido adquiriendo con el tiempo un poder dictatorial que no viene del cielo precisamente , sino muy de este mundo, con cuyos príncipes en todas las épocas tiene mucho en común: deseos de poder, riquezas, territorio, prestigio mundano. En suma: han elegido el Becerro de Oro; el tener al ser, lo que muy lejos de Dios. Elegir el Tener lleva siempre a alguna escaramuza entre la Iglesia y los poderes civiles por rivalidades entre codiciosos, orgullosos y prepotentes que quieren ser los primeros en todo, incluso recurriendo a las guerras, a pesar de llamarse entre ellos cristianos, etc. Pero finalmente las aguas siempre vuelven a sus cauces. Cristo, que fue el primer pacifista doctrinal, un carpintero, un hombre sencillo del pueblo, nunca tuvo tampoco el menor propósito de ser príncipe, ni enseñó a los suyos que hubiera que luchar por conseguir nada de todo eso que tiene esta Iglesia que se presenta ante la gente como cristiana pero que tiene su historia manchada de sangre (Cruzadas, Inquisición, asesinatos). Sus ministros, a diferencia de Jesús, no trabajan y viven del erario público, de sus redes financieras a partir de la Banca Vaticana, del turismo y de los donativos de sus seguidores. Recibe y nunca da, cumpliendo a la perfección el ideal que los explotadores del mundo realizan pero en medio de conflictos sociales.

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Aún así no ha conseguido el propósito de ser la única, aunque es su máxima aspiración, de ahí Cruzadas, de ahí Inquisición, de ahí su intromisión en asuntos políticos apoyando a los más conservadores y arremetiendo contra todos aquellos que defienden la libertad de elegir parejas, ideas, doctrinas, o filosofías. Hubiera conseguido ser la única a no ser por los cismas que la rompieron: la iglesia ortodoxa oriental, el luterano, el calvinista y todos los que fueron viniendo después como ramas secundarias, también con nombres de iglesias metodistas, evangelistas, mormones y otras. Todas ellas, al igual que sucede en la católica, conservan una estructura jerárquica, con rituales, ceremonias, y cultos externos. Pero mientras estas otras iglesias crecen, la católica ve vaciarse sus iglesias añadiendo a las causas anteriormente citadas la inmoralidad de tantos de sus clérigos, el celibato exigido a los sacerdotes y su pertinaz misoginia. Bajo la dirección del Papa actual, la Iglesia está tomando el mismo tipo de posiciones fanáticas y retrógradas que la caracteriza históricamente. La democracia es inexistente. Las decisiones se toman desde “arriba”, y no me refiero al Cielo precisamente. Por ello, los espíritus críticos nunca son bienvenidos entre los feligreses. Basta con que usted disienta de un obispo en cualquiera de ellas, lo mismo da, para convertirse en sospechoso de herejía. Y no digamos si disiente del Papa en materia de fe, costumbres o cualquier otra que termine con algo así como “habló Roma”, pues es un dogma que el Papa es infalible en eso. Pero Cristo nunca habló de dogmas, sino que razonó, enseñó a razonar y puso ejemplos sobre lo que enseñaba sin tratar de imponer ninguna verdad ni de encerrarla bajo la losa de ningún misterio. Los dogmas se han inventado para que con ese pretexto la jerarquía sacerdotal pueda intimidar, mantener el poder y arremeter contra los auténticos cristianos. Los defensores de la institución católica siguen al Papa porque piensan que representa a Dios. Los egipcios pensaban de sus faraones que eran encarnaciones de sus dioses, y la casta sacerdotal les servía. Por su parte, los romanos, que practicaban entre otros, el culto a Mitra, no solamente tenían sus sacerdotes, sino que también tenían su Papa superior, “Páter patrum” o “Padre de los padres”. Toda la organización jerárquica de la Iglesia procede de cultos paganos, y sus enseñanzas proceden de mezclas de esos cultos con escritos bíblicos manipulados o contradictorios entre sí, finalmente refundidos por el obispo Jerónimo, que hizo una depurada selección de textos y evangelios al servicio de los intereses papales. En el culto romano a Mitra, se practicaba el culto a los sepulcros, y todas las celebraciones religiosas partían del lugar donde se encontraban

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sepulcros. Igualmente, cada Papa toma el relevo de su antecesor partiendo del sepulcro de San Pedro. Pablo de Tarso, o s. Pablo, es tenido por la iglesia católica como el gran artífice del cristianismo en la iglesia primitiva. Pero lo que sucedió es que Pablo no conoció el cristianismo originario, pues procedía del paganismo, e incluso había perseguido a los cristianos. Sus conocimientos estaban impregnados de paganismo, y eso, unido al que poco a poco se había ido infiltrando en las comunidades cristianas, por la presión del medio ambiente pagano, posteriormente tuvo graves consecuencias. Cuando sucedió su conversión a la fe, con su famosa caída del caballo y tras escuchar supuestamente la voz de Dios preguntándole por qué lo perseguía, Pablo fue adquiriendo prestigio entre los círculos de creyentes. Valiéndose de ello introdujo dos aspectos que habían de producir a lo largo del tiempo una profunda transformación del cristianismo: la idea del sometimiento a la autoridad civil, y la de que las mujeres habían de ocupar un segundo plano. Considerando que los primeros cristianos eran insumisos y se negaban a servir al César ( bajo pena de muerte) y que las mujeres no solo no eran vistas como iguales, y habían seguido a Jesús sin ninguna discriminación, sino que incluso había entre ellas profetisas, es fácil ver en la trayectoria de la iglesia hasta hoy mismo, con el machismo acendrado que la caracteriza, y la aceptación de lo militar hasta el punto de servir sus clérigos en los ejércitos y con mando de alta graduación, la trascendencia histórica negativa de s. Pablo, que es tenido, sin embargo, como uno de los principales pilares doctrinales del cristianismo, y que sin embargo, fue el primer opositor decidido a Cristo. De no haberse producido esta desviación hubiese sido imposible ver a ningún Papa bendiciendo cañones, o apoyando a dictadores fascistas como ha sucedido. De no haberse producido esa desviación, las mujeres católicas no habrían tenido que sufrir el machismo patriarcal de sus católicos esposos, serían libres e iguales en la familia y en los puestos de trabajo, y seguramente habría menos violadas, asesinadas y maltratadas por sus católicas parejas. Para que luego vengan los obispos con manifestaciones en defensa de la familia “cristiana”. ¿No sería mucho mejor manifestarse para defender la vida de las familias enteras que mueren bajo las bombas asesinas de sus amigos, los poderosos clubs atómicos del mundo, el “nuevo imperio” y sus aliados?¿No sería más cristiano manifestarse en defensa de la paz en lugar

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de admitir doctrinalmente el concepto de “guerra justa” para poder así bendecir a los que le conviene? ¿No sería cristiano ayudar a los pobres con las riquezas enormes de que dispone la Iglesia, crear escuelas, centros de formación profesional, hospitales, y proporcionar auxilio a los huérfanos y desamparados de las calles suburbiales, a las viudas, a los que no tienen trabajo, ni vivienda, ni apenas donde caerse muertos y que son sus feligreses o piden ayuda inútilmente? Eso es amor cristiano, no los simbólicos escaparates caritativos que se utilizan como reclamos publicitarios, no la propaganda porque este o aquel cura sea estupendo y haga cosas por el prójimo, que además suelen ser obstaculizadas porque el protagonista ha de ser el obispo. No. El amor del que da las migajas no es amor cristiano; es la historia renovada del rico Epulón y del mendigo Lázaro. No existe el infierno. Otro invento eclesiástico que tan pronto se cierra como se reinaugura (Tras ser “cerrado” por el anterior, actualmente ha sido reinaugurado por este Papa, así que cuidado si es usted católico).No existe el Infierno por suerte para tantos y tantos papas, obispos y clérigos de todos los rangos cuyas siniestras historias les darían para eones de fuegos en las calderas. Pero tal vez a todos ellos les pasa como a mí: no creen en el Infierno. Repasen, si quieren, la verdadera historia; sigan las crueldades, envenenamientos, adulterios, abusos sexuales, sodomías, asesinatos, persecuciones, supersticiones, idolatría a imágenes, culto a las reliquias de muertos y un sin fin de asuntos que nada en absoluto tienen que ver con Cristo, pero sí con el paganismo y los más siniestros atentados contra las personas, contra los valores espirituales y contra las leyes de Dios. Cristo habló de que todos somos templos del Espíritu Santo, y de que no son necesarios ritos, ceremonias ni sacerdotes para relacionarnos con Dios, pero basta con hacer un viaje al Vaticano o recorrer las infinitas iglesias, catedrales y otros templos para darnos cuenta del caso que se Le hizo. Cristo predicó el amor a los animales, naciendo incluso entre ellos, y practicando después el vegetarianismo. Los primeros cristianos fueron vegetarianos, pero esa enseñanza, como todas las demás, no han sido adoptadas por la Iglesia católica, que este es su verdadero nombre: católica. No cabe pensar que una corriente espiritual revolucionaria que surgió hace dos mil años y que ha llegado al grado de esclerosis espiritual, filosófica, doctrinal y social que representa el catolicismo sea un producto de la casualidad. Entonces surgen las preguntas: ¿era en verdad revolucionaria la

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doctrina de Cristo? Y si lo era, ¿qué ha podido impedir que el espíritu y las enseñanzas del cristianismo originario no hayan sido asumidos y hayan derivado hacia el catolicismo que conocemos? ¿Estamos ahora más en condiciones de contestarlas? Si es así, este trabajo no ha sido en vano. Si no lo es, pueden seguir leyendo la numerosa bibliografía esclarecedora sobre esta Institución existente en el mercado.

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NUEVOS CIVILIZADOS PARA UNA NUEVA ERA

Mientras amanece la Era de Acuario, que va a ser la Era de Cristo, nos hallamos en un estado de tránsito entre dos mundos. El viejo mundo aparece ante nosotros cada día, noticia tras noticia en el campo que elijamos, como un enfermo en estado terminal consumido por la ambición, el egoísmo, la violencia y todos los demás síntomas de la enfermedad del alma, que es la falta de amor desinteresado. La Regla de Oro de la vida interna dice: “Lo que quieras que te hagan a ti, hazlo tú primero a otros, y lo que no quieres que te hagan, no lo hagas tú mismo”. De haber seguido la humanidad esta sencilla regla, este mundo sería lo más próximo al paraíso en la tierra. Lejos de eso, se ha ido en el sentido contrario. Hemos construido o apoyado un mundo basado en la desigualdad, el odio, la explotación de unos por otros, el expolio sin medida de las riquezas naturales, el exterminio de especies y formas de vida, de razas y pueblos enteros. El resultado de esa sinrazón lo tenemos a la vista. Para un observador extraterrestre una simple hormiga tiene un sentido más inteligente de la supervivencia, pues ¿cuál de ellas es capaz de arrasar su propia casa y atacar a la naturaleza que le da de comer? El comportamiento humano es inferior al de cualquier animal, porque un animal tiene un sentido innato de la economía de la sostenibilidad. Cuando escasea la comida, o el medio es hostil, hay menos nacimientos. Y ninguno toma más de lo que debe para subsistir. Pero el ser humano actúa exactamente al revés: tomamos para vivir todo lo que podemos, aunque no lo precisemos y aun a sabiendas que ese exceso de bienes para uno significará la muerte o la miseria de otros por carecer de ellos. De tal modo se han dormido las conciencias, que aun estando al borde del desastre ecológico, económico y energético, la mayoría todavía confía en el Sistema que le está arruinando la vida y en quienes lo organizan y dirigen, y hasta se convierte en jugador de Bolsa en cuanto tiene ocasión o se mantiene pasiva ante lo irremediable. Este comportamiento es suicida, pero

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esa mayoría, hipnotizada por los diversos poderes, no cree que ese sea el diagnóstico. No le bastan las guerras, las catástrofes naturales que se repiten más y más, ni la destrucción de la capa del ozono, la contaminación plural de la naturaleza, o la desaparición acelerada de especies, el deshielo polar con la subida del nivel de los mares, o la desertización progresiva, ni la crisis económica sin fronteras. Y esto por no hablar de las infinitas miserias de un tercio de la humanidad, del hambre que sufrirán el año próximo 100 millones de niños en todo el mundo y de las guerras que no van a cesar con todas sus secuelas de más desplazados, más hambrientos, más odio, y todo lo demás....Nada de esto basta para sacar a la mayoría del estado hipnótico en que vive. Es precisamente esta mayoría la que mantiene al sistema que la destruye y nos destruye a todos de paso. Contra este estado de cosas no tenemos más remedio que buscar las causas profundas y dejar de mirar a los síntomas pretendiendo corregir todos y cada uno de ellos, cosa tan imposible a estas alturas como coser un pensamiento. Si la Regla de Oro de la conciencia nos vale, pues ese es el mejor camino. Ya que el desastre se produce por falta de amor, pongamos amor a nuestro alrededor; ya que el mal es el egocentrismo, practiquemos el altruismo; y si la envidia nos empuja a imitar, valoremos nuestras buenas cualidades y practiquemos el agradecimiento, ese sentimiento del que tanto escasea nuestro mundo. Valoremos la igualdad sobre la desigualdad, defendamos la justicia donde veamos injusticia, pongamos orden en nuestra vida en lo que se refiere a nuestros pensamientos, sentimientos, actividades, relaciones personales, de tal modo que lleguemos a un estado de armonía que nos permita avanzar hacia metas nuevas. Esto es construir civilización; esto es una verdadera revolución, pues se trata de la revolución sin la cual es imposible cambio alguno: la revolución de la conciencia. Mientras esta no se haga no habrá avance alguno, y cada uno tendrá que cosechar su propia siembra.

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¿EL GRAN CRACK?

El capitalismo internacional (desde Estados Unidos a China o Rusia) se ha puesto de acuerdo en varios aspectos que conviene subrayar y son básicos para su pretendido nuevo orden mundial.

El primero se refiere al uso del dólar como moneda de referencia global, ya que todos los países sea cual sea su signo político y sin excepción alguna, cuentan en dólares la riqueza de sus arcas. La segunda es la configuración económica. El mundo sigue siendo un gran mercado que no se piensa cerrar, porque eso significaría el fin del propio sistema. Sin mercado no hay producción, sin producción no hay flujo de capitales, y sin todo eso no hay trabajo ni consumo, lo que tumbaría al sistema con ayuda de los conflictos sociales que generaría. Por tanto las leyes del mercado no van a ser abolidas, sino únicamente modificadas en algunos de sus aspectos, como por ejemplo, con una mayor intervención de los Estados nacionalizando o inyectando dinero público en bancos moribundos, inyectando recursos públicos a las grandes industrias antes de que cierren y se deslocalicen y dotando de un mayor poder consensuado al FMI, al Banco Mundial y a la Organización Mundial de Comercio para que materialice a nivel mundial aquello que se decida en las altas esferas mafiocráticas a través de reuniones de los “hombres G” y otras... Esto sería el aspecto económico, que tiende después a materializarse en político y social a través de esas reuniones de presidentes-marionetas para ir concretando y concertando negocios, repartos de poder geoestratégicos y estableciendo órganos de discusión, decisión y control, tal vez refundando la ONU como base embrionaria de un gobierno único planetario con capacidad de decisión y número de diputados proporcionales la riqueza y poder de los países más poderosos y de los emergentes como China, India, Brasil… Es por ello que se busca un tipo de pensamiento único y una conciencia sometida,

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acrítica, atrofiada, y adaptada a las necesidades del capitalismo multinacional y su cuarto trastero demoníaco. Y en ello están y por ello somos bombardeados a diario con dosis programadas de sicología conductista-propagandística especialmente a través de dos canales: televisión y cine. A estos se añade la educación escolar y la eclesiástica con el mismo fin: individualismo, pasividad, resignación, aceptación de la ideología conservadora y sometimiento a la autoridad impuesta. Tras estos movimientos estratégicos de dirección de la mente y la conciencia se halla, pues, oculto el verdadero deseo del capitalismo: un solo gobierno mundial, una economía de mercado abierta a retoques intervencionistas puntuales y un accionariado político en el Consejo de Administración del Planeta cuyo peso específico correspondería a las riquezas naturales de sus países y a la capacidad de preservarlas cada uno de la codicia de los otros dependiendo de su arsenal bélico. Tal vez por ello existe en los últimos diez años una llamativa y creciente inversión armamentista, que por ejemplo sólo en EEUU es de un treinta y siete por ciento.

Sin embargo, el proceso de autodestrucción es inevitable y arrastrará tras sí a todos los estados, sociedades financieras y grupos humanos porque la mezcla de codicia sin límites, ansias de poder mundial, economías insostenibles, desempleo creciente, bajo nivel de conciencia social y personal y carrera armamentista forman una mezcla explosiva de primera magnitud: una verdadera bomba del tiempo que ya está en marcha.

No hace falta haber pasado de primero del Instituto para saber que no es posible el sostenimiento de una economía basada en energías y recursos que se acabarán en décadas (petróleo, uranio, otros minerales y el agua) para mantener un sistema productivo basado en todos esos recursos y que precisa crecer indefinidamente para ser productivo. Hay un punto de inflexión, UN NÚMERO DEL CRACK FINAL. A él se llegará, y llegados a ese número fatal, si no antes, las luchas por el poder se recrudecerán hasta llegar al enfrentamiento de naciones contra naciones y comunidades con comunidades.

Hoy, junto a la lucha sin descanso por el poder hegemónico (que ahora podría ser “colegiado” como apunto, tras el declive iniciado del imperio americano y el empuje de las potencias emergentes)es la negociación de alto nivel impregnada de desconfianza, zancadillas, juegos sucios subterráneos, - la partida real de póker entre los principales vampiros -lo

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que prima en las relaciones entre estados lo mismo que entre banqueros, por más fotos para la prensa que muestren sus mayordomos para demostrarnos su amistad. Y mañana serán las guerras por esos recursos escasos (el agua uno de los primeros en hacerse presente).Y a esto se añadirán todas las consecuencias sociales que habrán de traer el número de parados inabsorvibles por el sistema capitalista, la hambruna mundial provocada o consentida y los inevitables números rojos de la seguridad social cuando los que cotizan sean insuficientes para mantener al sistema sanitario y a los parados y pensionistas. El número del crack final aguarda pacientemente su cita con la realidad, cada vez más próxima.

Crecimiento cero o negativo es sinónimo de recesión, y eso obliga a los Estados a intervenir bajo la presión de los grupos de poder financiero. De ahí la idea de nacionalizar provisionalmente para protegerlos en Estados Unidos. Entonces el Estado recoge nuestro dinero y se lo entrega a bancos e industrias ahogadas para que salgan a flote. No se hace cargo de las hipotecas de las familias realmente ahogadas por la crisis provocada por los mismos que cobran esas hipotecas.

En el caso concreto de España, y por lo que a nosotros nos toca, el gobierno no duda en rescatar bancos por miles de millones sin pedirnos opinión –siendo nuestros- ni en regalar esos últimos 50 millones a Berlusconi para que repare un palacio. Este mismo gobierno que se dice socialista con el mayor desparpajo y la mínima vergüenza, se muestra incapaz de fomentar el cooperativismo, de apoyar a los emprendedores que quieran trabajar con energías no contaminantes y programas de economías sostenibles dentro de una filosofía conservacionista, en lugar de conservadora mientras siguen los curas en las clases de religión, y otros privilegios para clérigos. No se hacen programas de ayuda para facilitar el regreso a los núcleos rurales de los jóvenes que tuvieron que emigrar buscando en la ciudad un empleo del que ahora carecen y que podrían rehabilitar las casas de sus abuelos y recuperar el campo, que podría ser repoblado además por inmigrantes y desempleados con los que se conseguiría agrandar los espacios rurales, proteger los bosques de incendios y los terrenos de la invasión del ladrillo, aumentar los servicios en esas zonas y crear así más riqueza nacional, junto a la resolución de muchos problemas sociales actuales. Pero no existe una solución generosa para la economía real. En lugar de eso, cada Estado, como hace el español, favorece a los mismos que desestabilizan la vida económica y envenenan la vida social. En lugar de eso, cada Estado apoya las energías sucias de los hidrocarburos, las energías “terminator” nucleares o térmicas y se

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niega a seguir el camino de la economía sostenible porque eso exige un cambio de mentalidad hacia el anti consumismo y la austeridad en el uso de recursos que es para el capitalismo como la estaca en el corazón para los vampiros de las películas.

En lugar de nacionalizar bancos e industrias para siempre y posibilitar la participación directa de los pueblos en la gestión de sus recursos y en las decisiones de Estado que afectan al interés general para que puedan beneficiarse los pueblos, persigue a los grupos anticapitalistas como si fuesen apestados sociales por decir cosas como estas y los hace ,ante la opinión de los sonámbulos sociales, sospechosos de vandalismo o de terroristas (ellos, los creadores de la injusticia global, del terrorismo y responsables de sus secuelas mundiales). Entre tanto no se deja en paz a los grupos ecologistas obstaculizando sus acciones de protesta y denuncia, mientras se silencian las voces de los minoritarios disidentes políticos o a los restos apenas existentes de sindicalistas no corruptos. Ahora molestan extraordinariamente los que recuerdan a los demagogos de las democracias capitalistas los derechos que no cumplen y los derechos de la verdadera dignidad humana, que es de origen divino, al contrario que el poder de los reyes.

Pretenden los Estados del mundo por todos los medios convertir la verdad en sospechosa y peligrosa y no dudan en atacar al mensajero (léanse la hemerotecas, los informes de Amnistía Internacional o los boletines de Green Peace). Asesinatos nunca aclarados, amenazas, extorsiones, violencia policial, contra periodistas o escritores, destrucción de las riquezas naturales, exterminio de poblaciones indígenas, migraciones forzosas por causa del hambre o de la guerra, millones sin trabajo y sin vivienda, salarios miserables de esclavos encubiertos, cárceles secretas, torturas y secuestros a ciudadanos en cualquier parte del mundo, amenazas a los disidentes del Poder....Esto y muchas cosas más es el Orden Mundial. El viejo y el nuevo. ¿O es que no siguen pasando estas cosas ante nuestros ojos asombrados y nuestros corazones doloridos por tantas injusticias como contemplamos? ¿O es que la policía no sigue pegando a los de siempre, se llame el país como se llame, y su gobierno como le venga en gana definirse?

No es preciso ser amigo de Kropotkin, Proudhon, Tolstoi, o Marx, para concluir que el capitalismo, en cualquiera de su forma de organizarse, no

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es protector del pueblo ni del medio ambiente, ni de las ideas de libertad, progreso y bienestar: basta con abrir los ojos sin miedo a ver lo que nos pasa bajo este supuesto orden mundial. En cuanto se ha puesto a prueba hemos visto lo que es. Basta observar, para tomar conciencia de que el Estado moderno bajo cualquier cobertura ideológica con la que se camufle no es sino un Estado Protector de Ricos y poderosos en la sombra, cualquiera que sea su “denominación de origen”. En época de crisis que estos mismos provocan, su Estado-Madrina correspondiente abre les abre las arcas del dinero de los pueblos, que se supone debe distribuir con justicia entre estos, para entregarles a los que lloran lágrimas de cocodrilo todo lo que ellos dicen que necesitan, pues a falta de transparencia contable, su palabra es suficiente. No tuvieron bastante los bancos con cobrar escandalosos precios de usureros por sus préstamos, ni los dueños de las empresas con robar con protección legal la plusvalía a sus trabajadores. La codicia de todos ellos es comparable tan sólo a la desvergonzada actitud de sus Estados-Madrina.

Esto es importante mencionarlo, porque la ausencia de transparencia en las cuentas y los desfalcos descarados es lo que ha llevado a esta situación. Y sin que haya puesto ningún Gobierno luz y taquígrafo a cada banco pedigüeño, le basta su palabra y sus cuentas trucadas para darle dinero público en detrimento- claro está - de las ayudas sociales, de las inversiones en educación, en energías e industrias ecológicas y en todo lo demás ya señalado. Con estas medidas, los gobiernos pretenden reactivar la economía ¿para qué? para más de lo mismo, para volver a iniciar el circuito infernal. Pero se ha llegado ya demasiado lejos, ahora lo que se pretende con inyectar dinero a los bancos para salvar el sistema es algo así como si a un enfermo en estado terminal se le hacen transfusiones. Es verdad que de momento parece reaccionar, pero como las causas de la enfermedad no se enfrentan, sino únicamente los efectos son los que se quieren suprimir, el enfermo tendrá recaídas sucesivas y cada vez más graves hasta el colapso final ¿Se dieron cuenta de que no hay responsables de robar la salud del enfermo? Nadie irá ante el juez, excepto Vd. si no paga su hipoteca. Todo es opaco, sucio, amañado, indecente, cruel y una burla a los pueblos del mundo.

Parece que el modelo adoptado por la mafiocracia mundial opaca como los poderes que se ocultan tras ellas, oscilará entre las famosas burbujas de esto o aquello que se irán montando en los países que convengan y estas sangrías de las arcas de los pueblos cuando las burbujas inevitablemente estallen. El capitalismo, como todos los sistemas de producción anteriores,

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ha tocado techo, y lo que se va quedando atrás de cada estallido de burbuja no es más que destrucción del tejido industrial generado en torno a cada burbuja, arcas públicas empobrecidas, paro obrero, conflictos sociales y toda suerte de problemas derivados, medioambientales incluidos..

Entre tanto, un candidato ha ganado unas elecciones en Estados Unidos, el epicentro de todas las calamidades mundiales, y por el hecho de ser negro, joven y demócrata quieren hacernos creer que ha empezado una nueva era. Nada menos. (No pueden escuchar mis carcajadas…) .

La Nueva Era sería la era de la conciencia espiritual de una humanidad que se desea liberar de todos los yugos, de un Planeta liberado de todos los venenos. Sería la era de la paz y de la alegría de vivir, de la justicia, unidad y hermandad entre todas las personas y naciones. Para los creyentes libres, sería un mundo donde se hicieran realidad las leyes divinas: Un reino de amor y armonía.

El que se proclama hoy como Nuevo orden Mundial es lo opuesto a esa Nueva Era. Para hacerla posible se precisan cambios en la conciencia de cada uno de nosotros. Nadie nos va a regalar la felicidad, ni el orden, ni la justicia ni la paz: todos ellos son primero estados de conciencia que nacen del cumplimiento de los Mandamientos de Dios, que son leyes de la conciencia universal, no importa qué religión o idea espiritual se tenga. Quien las realiza las convierte en bienes sociales, se convierte en factor de cambio revolucionario y es así como cambia este mundo. Lo demás es hipnotismo social, culto a la personalidad de líderes e intelectuales y autoengaño.

”Busca el Reino de Dios y Su justicia y todo lo demás se te dará por añadidura”. Para muchos esta es la forma de empezar. Otros seguirán preguntándose durante el tiempo que le queda a este sistema a quién votar en cada elección, esperando que les regale todo lo que ellos son incapaces de conseguir por sí mismos.

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¿TENEMOS RAZÓN, O SOMOS JUSTOS?

A medida que aumenta la crispación global en el mundo, las gentes se lanzan a las calles de las ciudades para reclamar justicia y exigir derechos que ven disminuir a un ritmo que comienza a parecer insoportable a cada vez más personas. No obstante, los gobernantes hacen oídos sordos al clamor popular y en lugar de prestar atención a quienes se suponen representan, en lugar de llamar al diálogo civilizado llaman a los uniformados previamente dotados de sofisticados medios y técnicas para disolver manifestaciones que lo único que pretenden es decir que así no. Pero este “así no”, cae en su lugar en manos del juez que termina por enviar a prisión a cuantos no se conforman con el silencio y exigen justicia. Exigen la justicia que se les debe y los derechos justos que les son arrebatados, pero los uniformados y los jueces son convertidos en una doble barrera defensiva. Los primeros forman una barrera violenta; los segundos, esgrimen leyes que dan la razón a los primeros, porque se supone que aquellos las defienden. Los jueces están en auge, porque los gobiernos prefieren mostrar su rostro más sereno pero a la vez más contundente a largo plazo, para hacernos creer que existe la Justicia y que se encuentra en los códigos del Derecho. Si así fuera, si existiera la Justicia, que es equidad, armonía, equilibrio, tendríamos sociedades civilizadas y las gentes no se manifestarían. Pero no estamos ante sociedades civilizadas, sino civilizables, lo que es muy distinto y explica el descontento de multitudes injustamente tratadas contra las que se aplica la fuerza de la Ley, no de la Justicia. Lo primero es contrario a lo segundo en el caso de nuestras sociedades civilizables y para solventar esta disfunción están los jueces. Mas los jueces tienen una doble vara de medir. Con la vara flexible y aterciopelada miden a los ricos que se saltan las leyes, los cuales vienen acompañados de astutos, caros y bien preparados abogados, que les defenderán con toda clase de trucos legales, con lo que suavizarán sus delitos o los convertirán en irrelevantes hasta

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conseguir que no ingresen en prisión a cambio de una buena suma. Y si el delito es demasiado grande se les envía – nunca por demasiado tiempo- a prisiones de cinco estrellas donde gozan de toda suerte de deferencias. Entre tanto, los mismos jueces miden con la vara rígida a los pobres que no pueden gozar de la defensa de buenos abogados, carecen de bienes para pagar su libertad y van directos a cárceles masificadas donde las condiciones de (mala) vida son tanto más penosas cuanto más injusto es el país en que se encuentren. Y un país es tanto más injusto cuanto más pobres vivan en él, más uniformados sean necesarios para proteger a los ricos que les empobrecen y más jueces para aplicar las leyes que hacen los ricos para evitar que los pobres exijan justicia. Como la injusticia global es creciente y cada vez implica a más sectores y grupos sociales de poder, se ha llegado a tales niveles de corrupción mundial y confusión de principios que los jueces se han convertido en una profesión con mucho futuro en nuestras sociedades civilizables. Ocurre lo siguiente: poderes Bibliografía: “El reino de Dios está dentro de vosotros”, de León Tolstoi -¿Quién está sentado en la silla de san Pedro? (tres tomos) En http:/www.vida-universal.org -Historia criminal del Cristianismo, de Karlheinz Deschner (Puede leerse o descargarse libremente en Internet) Esta es Mi Palabra, Alfa y Omega (Cristo habla) (Puede leerse o descargarse libremente en Internet) Origen y formación de las enfermedades (Editorial Vida Universal)