espantapajaros
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EL ESPANTAPAJAROS
Don Jonás, tenía un hermoso campo sembrado de arvejas, habas y
maíz. Estaban en la etapa de maduración y los frutos se sazonaban con
envidia al paso de los días.
Don Jonás, pensó en resguardar su campo y se dijo – si contrato a
alguien, para que cuide de los pájaros y rateros, me cobrarán y no
quiero invertir más de lo que ya tengo gastado en esta siembra.
De tanto cavilar, se le vino a la mente, la idea de hacer un
espantapájaros y prontamente se puso a rebuscar en su desván, las
cosas que pudieran servirle. Encontró un gabán viejo y descolorido, una
chalina rojiamarilla, un sombrero de paja deshilada, una escoba a la que
cruzó otro palo, para hacerle las manos, entonces resultó el
espantapájaros.
Lo clavó en medio del sembrado y le dijo – ya sabes lo que tienes que
hacer ¡que no se acerque ningún pájaro!. Pero al espantapájaros, no le
gustaba este oficio, se sintió inconforme.
El espantapájaros, se quedó muy triste, se sentía desvalido, porque
clavado y sin libertad, sentía una opresión denigrante, a él le hubiera
gustado saltar y brincar por los campos, regocijarse esquivando las
lluvias, estando como está, envidió a los pájaros, que libres volaban de
un lugar para otro y en cierto modo, los admiraba por su vida gregaria,
sus cantos de madrugada y a la hora de comida posarse en el sembrado
para picotear las vainas de arvejas, habas y darse el trabajo de abrir las
mazorcas de maíz para comerlas.
Se mantenía inmóvil para no espantar a los pájaros y se complacía
mirándolos disfrutar. En el fondo tenía un buen corazón, él decía – si
hay tanto, porqué no compartir.
Sin embargo, el espantapájaros cumplía con su obligación y hacía todo
lo posible para espantar a los pájaros, sobre todo si el viento le
ayudaba.
Cuando ya no había sol y los pájaros también se ocultaban, le venía una
tristeza y sintiéndose desvalido, se puso a cantar una canción, que
había escuchado, no recordaba donde, pero, era una canción que
llamaba a la luna y ésta era una noche, en que la luna estaba llena, el
campo parecía de día y el espantapájaros cantó emocionado
contemplando la bella luna – me estoy enamorando de la luna, se dijo; y
cuán hermosa la vio y lloró, por no poderse mover y alcanzarla. Inclinó
su cabeza hacia un costado y se quedó dormido, a la mañana siguiente,
continuó con su trabajo que para él era vergonzante, pues decía- porqué
impedir que coman los hambrientos habiendo tanto, en el cerco de don
Jonás.
Aquella tarde, hubo un viento fuerte y las matas de arvejas y de habas
se inclinaban indefensas y los pájaros también asustados, huyeron para
otros lares. El espantapájaros gritó fuerte y le dijo al viento – me puedes
hacer un favor?, el viento le contestó – que quieres - ven esta noche, le
pidió el espantapájaros y llévame donde la luna, la quiero y ella también
me amará, lo presiento porque cada vez que le canto ella viene a mí,
pero no puedo llegar a ella. El viento le dijo – vendré en cuanto
oscurezca y salga la luna, yo te llevaré. Así fue, que el espantapájaros,
voló y voló hasta llegar a la luna, había hecho un viaje muy riesgoso,
pero se sentía contento de haberlo hecho, aún cuando no pudo decirle
nada a la luna, se deslumbró por su belleza y fue feliz. El
espantapájaros agradeció la gentileza del viento y le pidió que cuando
fuera otro día de luna llena, volviera para llevarlo.
Pasaban los días y el espantapájaros vuelto a su trabajo, tenía que
cumplir con su obligación, lo hacía con la esperanza de que otro día
volvería a visitar a la luna.
Después de muchos días, el viento lo visitó y le dijo – esta noche será
de luna llena. El viento estaba recordando que llevaría al
espantapájaros el día de luna llena. Cuando llegaron el espantapájaros,
se apresuró en saludar a la hermosa luna, pero ella indiferente le dijo -
yo no te conozco. Y coqueta y altanera como era, entre níveas gasas y
resplandor de oro, siguió su curso, la vanidosa luna. El espantapájaros
desilusionado empalideció y enmudeció. El viento le dio ánimos, -- tú
tienes un gran corazón, eres bueno y sé que eres querido por los
pájaros, los gorgojos, los sapos y luciérnagas a quienes día a día, noche
a noche los dejas vivir, permitiéndoles comer de tu sembrado.
Al cabo de algún tiempo volvió don Jonás y le grito como un loco, viendo
muchas vainas y mazorcas comidas, le gritó al espantapájaros que era
un inútil, que no había servido para nada. En un arranque de cólera
empezó a darle de bofetadas, el pobre indefenso, quedó derribado y
regado por pedazos en el campo. De pronto, sopló el viento fuerte y
encontrando a su amigo, así de desvalido, le ayudó a juntar su
vestimenta. El viento congregó a todos sus amigos del espantapájaros:
a los gorgojos, las luciérnagas, los grillos, los sapos y los pájaros, para
cantarle con todo cariño y decirle a una voz – ¡eres libre!. El
espantapájaros comprendió que esta vez estaba libre y podía saltar,
bailar y viajar con el viento, su mejor amigo, y hacer lo que le plazca, sin
tener que espantar pájaros.