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A principios del siglo xix el continente americano estaba casi vacío de población, en tor- no a veinticinco millones de habitantes, unos dieciséis millones en Norteamérica y el res- to en América Central y del Sur. De 1880 a 1914 tuvieron lugar los grandes movimientos migratorios europeos hacia ese continente. Se calcula que entre esas fechas se desplaza- ron unos treinta y cuatro millones de personas, en su mayoría hombres y mujeres jóvenes. Los países principales de destino fueron aquellos situados en zonas templadas de la fa- chada atlántica: Estados Unidos, Brasil y Argentina. Las causas que hicieron posible las migraciones transoceánicas se asocian a los cambios producidos con la segunda revolu- ción industrial. El incremento del consumo en los países industrializados de Europa hizo crecer la demanda de productos agrícolas procedentes de los países de América Latina y por parte de estos su baja densidad poblacional, la demanda de mano de obra para trabajar en el campo. A su vez este intercambio fue posible gracias a los avances que se estaban introdu- ciendo en el transporte marítimo. La sustitución del barco con casco de madera y velas por el de vapor con casco de hierro y hélice, produjo un cambio sustancial en las travesías oceánicas. Después de la Primera Guerra Mundial los movimientos migratorios no tuvie- ron la misma magnitud, además las migraciones económicas se iban a solapar con el despla- zamiento masivo de refugiados procedentes de los países europeos. Es evidente que esos desplazamientos fueron posibles gracias a las políticas migra- torias favorables de los países emisores y receptores, en este último caso Argentina y Brasil fueron pioneros en la formulación de medidas para favorecer la llegada y asentamiento de inmigrantes. Pero desde principios de los años veinte los países americanos, empe- zando por Estados Unidos (Ley de 1924), recrudecieron sus medidas de política inmi- gratoria. A ello contribuyeron varios factores: 30 Alicia Alted España, de país emigrante a país de inmigración España, de país emigrante a país de inmigración Alicia Alted UNED. Madrid [INTRO] Un grupo de participantes de la gira de la Juventud de Cudillero con rosquillas de anís, manzanas y sidra-champagne “El Gaitero”, productos con los que se pretende rememorar en Cuba las romerías de Asturias, La Habana, h. 1917. Autor: Benito B. Frejeiro COLECCIÓN DE ANA FLEITES GUTIÉRREZ. MUSEO DEL PUEBLO DE ASTURIAS, GIJÓN, ASTURIAS [Introducción]

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A principios del siglo xix el continente americano estaba casi vacío de población, en tor-no a veinticinco millones de habitantes, unos dieciséis millones en Norteamérica y el res-to en América Central y del Sur. De 1880 a 1914 tuvieron lugar los grandes movimientosmigratorios europeos hacia ese continente. Se calcula que entre esas fechas se desplaza-ron unos treinta y cuatro millones de personas, en su mayoría hombres y mujeres jóvenes.Los países principales de destino fueron aquellos situados en zonas templadas de la fa-chada atlántica: Estados Unidos, Brasil y Argentina. Las causas que hicieron posible lasmigraciones transoceánicas se asocian a los cambios producidos con la segunda revolu-ción industrial. El incremento del consumo en los países industrializados de Europa hizocrecer la demanda de productos agrícolas procedentes de los países de América Latina y porparte de estos su baja densidad poblacional, la demanda de mano de obra para trabajar enel campo. Asu vez este intercambio fue posible gracias a los avances que se estaban introdu-ciendo en el transporte marítimo. La sustitución del barco con casco de madera y velaspor el de vapor con casco de hierro y hélice, produjo un cambio sustancial en las travesíasoceánicas. Después de la Primera Guerra Mundial los movimientos migratorios no tuvie-ron la misma magnitud, además las migraciones económicas se iban a solapar con el despla-zamiento masivo de refugiados procedentes de los países europeos.

Es evidente que esos desplazamientos fueron posibles gracias a las políticas migra-torias favorables de los países emisores y receptores, en este último caso Argentina y Brasilfueron pioneros en la formulación de medidas para favorecer la llegada y asentamientode inmigrantes. Pero desde principios de los años veinte los países americanos, empe-zando por Estados Unidos (Ley de 1924), recrudecieron sus medidas de política inmi-gratoria. A ello contribuyeron varios factores:

30 Alicia Alted España, de país emigrante a país de inmigración

España, de país emigrante a país de inmigraciónAlicia AltedUNED. Madrid

[INTRO] Un grupo de participantes de la gira de la Juventud de Cudillero con rosquillas de anís,manzanas y sidra-champagne “El Gaitero”, productos con los que se pretende rememoraren Cuba las romerías de Asturias, La Habana, h. 1917. Autor: Benito B. Frejeiro COLECCIÓN DE ANA FLEITES GUTIÉRREZ.MUSEO DEL PUEBLO DE ASTURIAS, GIJÓN, ASTURIAS

[Introducción]

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• Situación en Europa: Revolución Rusa, ascenso de los movimientos totalitarios,huida masiva de “rusos blancos” y de judíos procedentes de las zonas de Europacentral, así como desplazamientos de refugiados debido a los cambios de fronterastras la Primera Guerra Mundial. Aesto hay que añadir, en lo que concierne a España,la Guerra Civil de 1936-1939.

• Inestabilidad política, social y económica en muchos países del continente ameri-cano, lo que contribuyó al auge del movimiento obrero y a la consolidación de los res-pectivos Partidos Comunistas en esos países.

• Temor de los trabajadores autóctonos a la competencia profesional de los inmi-grantes.

• Incidencia de la crisis económica de 1929 que acentuó la inestabilidad ya existente,sobre todo en algunos países, e hizo que en la década de 1930 se cerraran aún máslas puertas a la inmigración.

Tras la Segunda Guerra Mundial se reanudó la emigración a América, pero en cifrasmuy inferiores a la etapa precedente. Hay que tener en cuenta que Europa estaba enpleno proceso de reconstrucción, había perdido mucha población joven y necesitabamano de obra.

Con referencia al caso español, los movimientos migratorios están en la raíz de las trans-formaciones de la sociedad española desde el último tercio del siglo xix. En realidad nopodemos olvidar que emigración, industrialización y urbanización constituyen procesos pa-ralelos e interrelacionados desde comienzos de la revolución industrial en Inglaterra.

En el análisis de los movimientos migratorios (incluido el español) la tipología ha-bitual distingue entre los clásicos y los modernos. La divisoria histórica serían los pe-riodos de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. En las migraciones clásicasprima el componente de aventura o de colonización. Se da una afluencia a países enproceso de expansión económica, con muy baja densidad de población y enormes re-cursos naturales. Se va con la idea de hacer dinero, de prosperar económicamente. Aunquesiempre hay un inicio en la cadena o red migratoria, enseguida se constituye un entra-mado de acogida que facilita la inserción social y profesional de los recién llegados ysus posibilidades de salir adelante.

En las migraciones modernas pierden relevancia el espíritu de aventura y la iniciati-va individual. Los motivos de la emigración están condicionados por las estructuras eco-nómicas de los países de origen (en los años cincuenta y sesenta, regiones atrasadas delsur de Europa, España entre ellas) y receptores (sociedades avanzadas del continente eu-ropeo). Estas migraciones son resultado de las “desigualdades en el desarrollo” y se las con-sidera propiamente migraciones “laborales”.

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Hasta finales de los años cincuenta del siglo xx, el grueso de la emigración españolapuede identificarse con la emigración a América, aunque no se puede desconocer la im-portancia de los desplazamientos internos, así como la emigración a Francia y hacia el nor-te de África (Argelia). En el caso de Argelia había ya una amplia colonia de inmigrantesespañoles en la segunda mitad del siglo xix. El mayor contingente de emigrantes se con-centró en el primer tercio del siglo xx. La Guerra Civil de 1936 –1939 constituye una cla-ra fisura en el proceso emigratorio.

Carlos Martínez Shaw (1993) estima que, entre los siglos xvi y xviii, se establecie-ron en las tierras conquistadas de América medio millón de españoles. En el periodo de1825 a 1881 emigraron hacia ese continente unas 600.000 personas. En un primer momen-to esta emigración fue reducida porque hasta 1853 era ilegal en casi todos los países, ade-más tras la independencia de las colonias hubo, en los primeros tiempos, un claro recha-zo hacia lo español o bien una ambigüedad de sentimientos, que poco a poco se superarongracias al sustrato cultural común. El periodo de 1880 a 1930 fue el de la “emigración en ma-sa” (según acepción de Nicolás Sánchez Albornoz) de españoles hacia América. Coincidióen el tiempo con el periodo de las grandes migraciones transoceánicas.

Después de la independencia de los países americanos la política migratoria del go-bierno español sufrió varios cambios. Al principio se prohibió la emigración a los paísesque se habían independizado, aunque continuaron funcionando más o menos legalmen-te las redes migratorias, pues eran muchos los grupos económicos interesados en el fomen-to de la emigración. Fueron sobre todo las grandes compañías navieras las que ejercie-ron una mayor presión en este sentido. A esto se oponían las elites terratenientes quepugnaban por mantener el sistema agrario tradicional, basado en la explotación intensi-va de numerosa mano de obra muy barata.

Desde mediados del siglo xix el gobierno español comenzó a reconocer el derechoa la emigración libre y, en consonancia, empezó a desarrollar medidas legislativas quetendían a proteger a los emigrantes de los abusos de las compañías navieras y de los“ganchos” (individuos que recorrían los pueblos tratando de convencer a la gente paraque emigrase). Pero hasta 1902 no se produjo la plena liberalización de las salidas. En es-te año el gobierno suprimió el permiso de embarque y eliminó las tasas para la obten-ción de los documentos necesarios. En 1907 se promulgó la Ley de Emigración que re-conocía ese derecho y que ponía en marcha la estructura administrativa destinada a regularlo(Juntas de Emigración, inspectores de emigración). No obstante, persistían ciertas restric-ciones como la prohibición de emigrar a ciertos sectores: jóvenes en edad militar, reservis-tas, mujeres solteras menores de 25 años y casadas que no emigrasen con sus maridos; aligual que supeditaba las emigraciones colectivas (de familias de una misma zona) a la auto-rización del gobierno.

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Con Primo de Rivera en el poder se promulgó la Ley de Emigración de 1924 que re-conocía formalmente la existencia e importancia de los flujos migratorios, a la par queestablecía mecanismos para su tutela y fiscalización. Se creó una Dirección General deEmigración y se tomaron medidas para la protección de los emigrantes en los países ex-tranjeros (agregados de emigración y Juntas Consulares), así como su apoyo en materia edu-cativa y laboral. También se contemplaba la organización del sistema de captación de lasremesas enviadas por los emigrantes. A pesar del reconocimiento de la libertad paraemigrar y de la regulación de los flujos migratorios hacia el exterior, en el espíritu de esaLey y de los legisladores seguía predominando la concepción de la emigración comopérdida de mano de obra, que contribuía a sostener un orden económico tradicional basa-do en la agricultura.

Según cálculos de César Yáñez (1994), entre 1882 y 1936, emigraron a América algomás de cuatro millones de españoles. Estas cifras son algo inferiores en los cómputos deConsuelo Naranjo Orovio (1992) y de Blanca Sánchez Alonso (1995). Naranjo Orovio dala cifra de 3.297 312 personas en el periodo de 1882-1930. En esta extensa etapa el “boom”se produjo entre 1904 y 1913.

Los países preferentes de destino fueron Argentina, Cuba y Brasil. Con diferenciadesde un punto de vista cuantitativo en relación con los primeros, Uruguay y México.En cuanto a las regiones de procedencia el primer lugar lo ocupa Galicia, después Asturias,Castilla León, Cataluña y Canarias, aunque la emigración desde esta región es anterioren el tiempo (el flujo relevante comenzó en 1830). Flujos migratorios de menor entidad par-tieron del País Vasco y Andalucía al igual que de otras regiones españolas.

Aunque hubo emigraciones típicamente familiares como las que fueron a Argentinaa finales de la década de los ochenta, a São Paulo en Brasil o una parte de los canariosque se dirigieron a Cuba; el tipo característico de emigrante era el de un hombre joven, en-tre 20 y 40 años, soltero, que se trasladaba solo por lo menos en el primer viaje.Normalmente los hombres volvían a España para casarse, pero las mujeres que llegabansolteras, se solían casar en América con españoles o hijos de éstos. Los emigrantes pro-cedían mayoritariamente de un medio rural, pobre y atrasado, eran de extracción socialbaja y estaban vinculados económicamente a una agricultura de subsistencia.

Las razones para emigrar fueron de diverso tipo. A finales del siglo xix se estabaproduciendo en España un crecimiento continuado de la población debido al periodode “transición demográfica” que se vivía, y que ocasionaba desequilibrios entre la pobla-ción y los recursos disponibles. De forma paralela, estaban teniendo lugar cambios enlas estructuras económicas de diferentes zonas del país vinculados a los procesos de mo-dernización agraria e industrial, que provocaban excedentes de mano de obra. De otra par-te, en el sector industrial, los salarios y condiciones de trabajo que se ofrecían, no compen-

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saban en ocasiones la fuerza que ejercía la “llamada” de los familiares o amigos que conanterioridad habían marchado a América. Un factor más puntual fue el deseo de mu-chos jóvenes de escapar de un servicio militar que les obligaba a luchar en las guerras co-loniales o en Marruecos.

No se puede identificar emigración con situación de miseria. Una gran parte de losemigrantes o de sus familias tenían un medio de vida y las razones para emigrar estabanen mejorar esas condiciones, ascender en la escala social, satisfacer el espíritu de curiosi-dad o aventura por conocer lejanos lugares, escapar del servicio militar, o en algunos casos,de la justicia por delitos cometidos... Además para emigrar hacía falta tener ahorros paracostear el pasaje del barco y apoyos en América (cadenas familiares o de paisanaje). Estoúltimo facilitaba la inserción del emigrante en la sociedad receptora y preservaba suidentidad dentro del grupo.

Argentina fue el país que acogió un mayor volumen de españoles, unos dos millo-nes (César Yáñez, 1994 y Blanca Sánchez Alonso, 1992). Entre 1857 y 1939 estos repre-sentaron más del 30 % de la inmigración total. En el periodo que va de 1880 a 1930 Argentinavivió un fuerte proceso de expansión económica, era uno de los primeros países en rentaper cápita del mundo y atraía fuertes contingentes de capitales financieros y humanos. Losespañoles junto con los italianos contribuyeron en gran medida a su desarrollo. Las re-giones de procedencia eran Galicia (en su gran mayoría), Asturias, León, Cataluña,Andalucía, País Vasco y Navarra. La gran afluencia de gallegos, instalados sobre todo en nú-cleos urbanos, en especial en Buenos Aires, haría que, al igual que en Cuba, gallego seconvirtiera en sinónimo de español. La mayor parte de los que emigraban eran pequeñosagricultores , sin embargo, al llegar a Argentina junto a los trabajadores del campo ocupadosen la agricultura y la ganadería, hubo algunos otros que se orientaron hacia actividades arte-sanales, la industria, la construcción, el comercio y la hostelería. Las mujeres ejercían enactividades domésticas.

Si a Argentina fue el 48 % de la emigración a América en el periodo de 1882-1930, Cubaabsorbió el 34 %, en torno a un millón doscientas mil personas según Naranjo Orovio (1992).Aunque hay que tener en cuenta por su importancia desde el punto de vista demográfi-co que, entre 1895 y 1898, fueron desplazados a Cuba más de 220.000 soldados españo-les, lo que supuso una merma de la emigración tanto a este como hacia otros destinos.Los emigrantes procedían de Galicia, Asturias y Canarias. La presencia de las restantes re-giones fue considerablemente menor. Los canarios emigraron en grupos familiares haciazonas de asentamiento rural, para ocuparse en el cultivo del tabaco y labores relaciona-das con la caña de azúcar. Tras la emancipación de los esclavos el gobierno había incentiva-do el traslado de españoles a los ingenios azucareros para ocuparse de su explotación. Perogran parte de los que llegaron a la Isla, buscaron asentamientos urbanos, en especial en

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La Habana y Santiago, donde se dedicaron a oficios artesanales, al comercio, que fue la ac-tividad principal, la hostelería, los negocios relacionados con el cultivo azucarero y acti-vidades vinculadas a los sectores bancario y financiero.

Brasil acogió a un 8 % de la emigración, en cifras unas 750.000 personas, principal-mente tras la abolición de la esclavitud en 1888. Era una emigración que iba con contra-tos subvencionados, de carácter familiar y que procedía de zonas agrícolas pobres, enparticular de Galicia, así como de otras regiones costeras del norte y este peninsulares.El destino era trabajar en los cafetales abandonados por los negros liberados. Se asentaroncon preferencia en el estado de São Paulo (centro de la región cafetalera). También huboespañoles en el norte del país, en los estados de Pará (Belem) y Amazonas (Manaos). A fi-nales de los años veinte se suprimieron los contratos subvencionados. Los españoles quellegaron a partir de entonces se costearon el viaje y se dirigieron hacia núcleos urbanos.Al ser en su conjunto una emigración familiar, trató de prosperar económicamente e in-tegrarse en la sociedad de acogida.

Uno de los fenómenos que adquirió mayor pujanza entre los colectivos de españo-les inmigrantes fue el del asociacionismo. Un trabajo estadístico realizado en 1929 por laJunta Nacional del Comercio Español en Ultramar, contabilizaba mil doscientas socie-dades, de ellas 568 de socorros mutuos y 438 de recreo. Las sociedades eran de diversotipo: socorros mutuos, beneficencia, de instrucción y recreo o propiamente asociacio-nes recreativas, de carácter regional, religiosas, deportivas, profesionales... Cada una en sufunción cumplió un papel social y cultural de suma importancia, en particular las de so-corros mutuos y beneficencia.

Nada más llegar, el inmigrante se incorporaba a una o varias asociaciones y a travésde ellas se facilitaba su proceso de inserción en la sociedad de acogida, a la vez que su par-ticipación en las actividades que organizaban, le ayudaba a preservar las costumbres de sutierra natal. En suma, por intermedio de las asociaciones y de la prensa que editaban, losinmigrantes recreaban unas prácticas culturales y sociales en las que se aunaban elemen-tos de las sociedades de origen y de las de acogida, a la vez que definían una identidad comúncomo colectivo. Algunas de las sedes de estas asociaciones se alojaron en suntuosos edifi-cios, que reflejaban la importancia cuantitativa y cualitativa de la presencia de los españolesen países como Argentina o Cuba. Nos pueden servir como botón de muestra los CentrosAsturianos de Buenos Aires y La Habana o el Centro Gallego de La Habana.

La mayor parte de los inmigrantes españoles intentaron abrirse camino en la activi-dad comercial, concebida como vía de promoción social y de acumulación de capital.También hubo propietarios industriales, sobre todo en Cuba y México. La idea era ahorrardurante unos años y luego montar un pequeño negocio solo o con otros inmigrantes.Para los préstamos se acudía a compatriotas enriquecidos. Aunque el objetivo de quien

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emigraba a América era mejorar las condiciones de vida y ascender en la escala eco-nómica y social, no todos los consiguieron. Una parte fracasó y otros se mantuvieronen una situación modesta o de subsistencia. Por supuesto que hubo emigrantes quese enriquecieron y que, tras años de estancia en América, regresaron a su tierra deorigen para vivir de las rentas. Con el capital repatriado hicieron inversiones en escue-las, patronatos benéficos, obras públicas... En las construcciones de sus residenciasparticulares o de otro tipo que llevaron a cabo, introdujeron estilos arquitectónicosy elementos decorativos en boga en América. Por otra parte difundieron nuevosusos comerciales, empresariales o financieros que habían aprendido durante su es-tancia en América. Es la figura del indiano. Y como ejemplo de la arquitectura de in-dianos se puede citar la casa-palacio Quinta Guadalupe, en Colombres (Asturias)que perteneció al indiano Iñigo Noriega que hizo fortuna en México. A principiosdel siglo xx la casa se utilizó como centro de reposo y durante la Guerra Civil como hos-pital. Desde 1987 alberga la Fundación Archivo de Indianos.

Estas obras de mecenazgo no sólo fueron propiciadas por los indianos, una partede ellas se hicieron mediante donaciones particulares de españoles que residían en América,o bien de asociaciones. Especial relevancia adquirió la construcción de escuelas en los pue-blos, sobre todo en Galicia y Asturias, así como la de hospitales, casas de beneficencia, mer-cados, lavaderos, fuentes, parques...; al igual que la mejora de las infraestructuras viarias,etc. Además, las asociaciones contribuyeron en momentos puntuales a hacer frente a si-tuaciones de necesidad o crisis provocadas por catástrofes naturales: malas cosechas, in-undaciones, incendios...

Junto a las remesas en forma de capitales repatriados o de donaciones para fines deutilidad pública, están los envíos de dinero que periódicamente mandaban los emigran-tes a sus familiares para contribuir a mejorar su situación económica. Estas remesas re-vistieron gran importancia para la economía española por su elevado número, y desem-peñaron un importante papel en el proceso de transformación y modernización de lasociedad española desde mediados del siglo xix hasta 1936.

Durante el siglo xix la emigración española a Argelia revistió gran importancia an-ticipándose en varias décadas al flujo migratorio hacia América. En 1830 Francia había ocu-pado ese país que, a principios de 1870, pasaba a convertirse en territorio francés de ple-na soberanía. Lo integraban tres departamentos: Argel, Orán y Constantina. Con esteestatuto se mantuvo hasta la independencia en 1962. En 1836 se contabilizaban 5.485franceses y 4.592 españoles. En 1876, el número de franceses era de 156.365 y el de espa-ñoles de 92.510. Estos, asentados en el departamento de Orán, procedían en su casi tota-lidad de Baleares y del levante y sureste peninsulares. En 1890 se encontraban 150.000españoles. Durante la Primera Guerra Mundial se paralizó el flujo, que se reinició en los

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años veinte con altibajos hasta la Guerra Civil. En Argelia la emigración estacional o detemporada era la más frecuente. El jornalero, una vez terminada la sementera en el oto-ño, viajaba a Argelia para escapar del paro, regresando en junio para la siega. Unaparte de estos emigrantes temporeros se quedaban y llamaban a sus familias por lo queel asentamiento se convertía en definitivo. En Argelia continuaron vinculados al ám-bito rural y a la actividad agraria, su formación educativa y su nivel cultural eran muybajos. Era una emigración de jornaleros trabajadores de la tierra poco cualificados.

En 1890 había en Marruecos unos 8.000 españoles. Al establecerse el protec-torado español en el norte del país la situación cambió. El protectorado se mantuvodesde 1912 hasta 1956, pero no fue realmente hasta 1927, tras la pacificación de lazona del Rif, que se puso en marcha. Entre 1916 y 1929 se produjeron más salidashacia Marruecos que hacia Argelia. El máximo histórico se alcanzó en 1935 con 86.000residentes.

Básicamente hasta los años cincuenta del siglo xx el país de destino por excelen-cia en Europa de la emigración española fue Francia. El desarrollo industrial unido aun rápido proceso de urbanización y, en contrapartida, el lento crecimiento de la po-blación, convirtieron al país vecino en el siglo xix en país de inmigración. Allí fueronlos españoles, sobre todo desde finales de siglo, en busca de mejores condiciones devida. En 1911 había en Francia 105 765 inmigrantes económicos españoles. La cota másalta se alcanzó en 1931 con 351 864 personas censadas. La mayoría procedían de la re-gión levantina, tenían un elevado grado de analfabetismo y una escasa cualificaciónprofesional. Eran contratados como asalariados en la agricultura, la minería, y en menormedida, en la industria, con un peso significativo en el sector de la construcción. Las prin-cipales zonas de asentamiento fueron los departamentos del Suroeste y el Mediodíade Francia, en especial los departamentos vitícolas de Hérault, Pyrénnés-Orientales yAude, sin embargo desde los años veinte se dio una progresiva ampliación de las zonasde asentamiento hacia el valle del Ródano, París y su región y algunos departamentossituados al norte del país. Una parte considerable de estos inmigrantes se quedaron enFrancia y se nacionalizaron. En marzo de 1936 la colonia de españoles en Francia erade 253 599 personas. En general, la población francesa tenía una imagen despectiva dela misma por su bajo nivel social y cultural.

La Guerra Civil supuso un corte, una interrupción, en el proceso migratorio descri-to hasta ahora. Por otra parte, la llegada de los exiliados introdujo cambios en las colo-nias de emigrados económicos españoles existentes en distintos países de Europa y América.A finales de 1938 se encontraban en Francia unos 45.000 refugiados (de los que una cuar-ta parte eran niños), como consecuencia de los desplazamientos de población que tuvie-ron lugar desde que estalló la guerra en julio de 1936. Producida la caída del Frente Catalán,

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entre el 27 de enero y el 20 de febrero de 1939 pasaron la frontera con Francia en torno a470.000 exiliados por los puestos fronterizos de un Departamento, el de PirineosOrientales, que entonces tenía una población de un cuarto de millón de personas. En elmes de marzo unos 12.000 refugiados llegaron a Túnez, Argelia y Marruecos.

Para el gobierno francés los exiliados españoles constituyeron un problema desdeel primer momento y por ello fomentaron la repatriación a España o la reemigración a ter-ceros países. A finales de 1939 habían regresado unas 350.000 personas, en algunos casosde manera forzada. En reemigración a países del continente americano fueron 35.000,de ellos alrededor de 22.000 a México. La acogida en este país fue propiciada por la fa-vorable actitud del presidente de la nación, general Lázaro Cárdenas, hacia los republi-canos españoles. Los exiliados tendieron a ir a países donde ya había asentadas de tiem-po atrás colonias de emigrados económicos: Francia, Argelia, México, Cuba, Venezuela,Argentina... Estos reaccionaron de manera muy diversa ante la llegada de los exiliados.En México o Argentina por ejemplo, una parte considerable de las respectivas coloniaseran profranquistas y adoptaron actitudes de franca hostilidad, pero en general y pasa-dos los primeros momentos, los refugiados recibieron ayuda de los emigrados económi-cos, muchos encontraron trabajo en los negocios que éstos tenían y con el tiempo seprodujeron matrimonios mixtos. Además, debido a la larga duración del exilio, una par-te del mismo acabó, ya en los años cincuenta y sesenta, convirtiéndose en inmigración eco-nómica. De todas maneras, el exiliado político que mantuvo su compromiso hasta el final,siempre tuvo clara su diferencia con el emigrado económico.

En los duros años de la posguerra, el régimen de Franco se manifestó contrario atoda política migratoria, pues había que recuperar la caída demográfica provocada por

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[INTRO]Interior de un almacén de mercería, Buenos Aires, h. 1890. Autor: P. Presentado COLECCIÓN CRABIFFOSSE CUESTA, GIJÓN, ASTURIAS

Salida de la primera expedición de trabajadores españoles con destino a Alemania, organizada por la Comisión Interministerial Para el Envío de Trabajadores a Alemania (CIPETA), 1941FONDO M. SANTOS YUBERO

ARCHIVO REGIONAL DE LA COMUNIDAD DE MADRID, MADRID

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la guerra. Esto se tradujo en obstáculos para la salida de españoles del país, tampoco lasituación internacional favorecía esa salida. Europa estaba en guerra y con respecto aLatinoamérica el desarrollo de la contienda en el mar frenó el tráfico marítimo. No obs-tante, la situación de escasez económica que se vivía en España (eran los duros años dela autarquía), propició la salida de españoles hacia Francia y el continente americano. Entre1945 y 1950 se produjo una constante afluencia clandestina de emigrantes económicoshacia Francia, que se decían políticos para acogerse a los beneficios establecidos en elEstatuto de Refugiados que el gobierno francés concedió a los republicanos españolesen marzo de 1945, pero que en realidad eran económicos.

La emigración a Iberoamérica después de 1939 supuso un volumen de cerca de900.000 personas. Valentina Fernández Vargas (1992) diferencia cinco etapas. La pri-mera va de 1940 a 1946. La segunda viene marcada por el restablecimiento de la Ley deEmigración de 1924 en 1947, y se extiende hasta 1956, en que se crea el Instituto Españolde Emigración que supuso el paso de la emigración reglamentada a la asistida. Una ter-cera que va de 1957 a 1965 en la que los gobiernos de los países de acogida quieren inmigran-tes cualificados. Esto se acentúa en la etapa siguiente, de 1966 a 1975, cuando la emigraciónadquiere un carácter muy selectivo. La quinta etapa, de 1976 a 1988, se corresponde conuna nueva política basada en la cooperación.

Como es lógico, esta evolución de la emigración viene condicionada por la situaciónsocioeconómica de los distintos países de América Latina. Tras la depresión económicade 1929 los gobiernos consideraron necesario estimular la industrialización en sus respec-tivos países, con objeto de evitar la dependencia de los países industrializados patente encuanto al suministro de productos manufacturados. Por otra parte, el fuerte crecimiento

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[INTRO] Llegada de emigrantes a la Estación del Norte,Madrid, h. 1960 ARCHIVO FOTOGRÁFICO ADIF-RENFE, MADRID

Bar “Noche y Día”, Sant Adrià de Besós, Barcelona,1969. Autor: Tomás Riva MuñozMUSEO HISTÓRICO DE LA INMIGRACIÓN DE CATALUÑA

(MHIC), SANT ADRIÀ DE BESÓS, BARCELONA

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demográfico favorecía un desarrollo industrial capaz de absorber una mano de obra que ca-da vez era más numerosa. Apesar del esfuerzo que se hizo para la formación de un sector in-dustrial, pronto empezaron a surgir obstáculos, infraestructuras insuficientes, dificultad pa-ra la adquisición de tecnología avanzada, problemas para la inversión de grandes capitales,incapacidad del mercado nacional de absorber los productos manufacturados...

El periodo de bonanza económica se extendió hasta mediados de los años cincuenta,en que empezaron a darse coyunturas económicas desfavorables que otra vez propicia-ron una fuerte penetración de capitales extranjeros y con ello la dependencia económi-ca del exterior. Esto, unido al fuerte crecimiento demográfico, a la caída de la balanzacomercial, al aumento de la deuda externa, y la inestabilidad social y política; contribu-yeron a frenar la inmigración. Aello se unió el hecho de que, en 1965, el Comité Internacionalpara las Migraciones Europeas (cime), creado en 1947 (y en el que España ingresó enmayo de 1956), aprobó un programa de emigración selectiva hacia América Latina con elfin de contribuir de una forma eficaz a su desarrollo.

Entre 1940 y 1946 llegaron a América Latina 25.691 emigrantes españoles. Estas ci-fras no incluyen la emigración clandestina, sobre todo desde Canarias, que revistió impor-tancia en estos años debido a las restricciones burocráticas impuestas por el gobierno a lassalidas. En los años 1947 a 1956 emigraron 455.776 y retornaron 104.255, con lo que quedaun saldo migratorio de 351.521. Estos emigrantes ya no iban a “hacer las Américas” a lamanera del indiano clásico, sino que lo que buscaban era un trabajo bien remunerado.Los lugares de origen no difieren apenas de los de la etapa anterior. Hay que constatarque casi la mitad de los emigrantes procedían de Galicia (43%), seguida por Canarias (13%).Con una presencia menor al 10% Cataluña, la Comunidad de Madrid, Andalucía, Asturiasy Castilla León. En cuanto a los países de acogida, Venezuela, que no había tenido un pe-so significativo hasta entonces, atrajo a la mayor parte de los emigrantes españoles, enespecial canarios, orientándoles hacia la actividad agraria de producción de alimentos, laindustria, en particular la industria petrolífera, y el sector de la construcción. El auge de lassalidas de españoles hacia Venezuela se extendió desde el final de la Segunda Guerra Mundialhasta principios de los años sesenta.

Además de Venezuela, los españoles se dirigieron hacia Argentina, Brasil y Uruguayque eran los destinos clásicos en la etapa anterior. En estos países el crecimiento económi-co de los años cuarenta y cincuenta estimuló la inmigración. El desarrollo industrial de-mandaba obreros cualificados y técnicos especializados así como colonos agrícolas.Esto hizo que se favoreciera una política selectiva en materia de inmigración, como ocu-rrió con Venezuela. En el caso de Cuba, la creciente conflictividad política y social hizo que,desde finales de los años cuarenta, perdiera interés como destino. Además la llegada alpoder de Fidel Castro en 1959 provocó el retorno a España o la marcha hacia Estados Unidos

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de gran parte de los residentes españoles en el país, y cortó de manera radical la inmigra-ción de nuevos contingentes.

Entre 1957 y 1965 salieron 297.157 emigrantes. Continuó la misma orientación en lorelativo a los países de origen y de acogida, y se acentuaron la tendencia a la acogida se-lectiva de emigrantes cualificados y al reagrupamiento familiar. A finales de los años cin-cuenta, por otra parte, comenzaron a afluir remesas de los emigrantes, en especial de Cuba,como consecuencia de las medidas económicas tomadas por el gobierno español. Esto au-mentó durante los años sesenta y con posterioridad, pero no se trataba tanto del retor-no del patrimonio junto con sus dueños, como de excedentes de capital de los negocios delos inmigrantes en América que buscaban una mayor rentabilidad y seguridad. Una vezen España, estos excedentes de capital se invirtieron en el comercio, la banca, empresas dehostelería o inmobiliarias; en zonas del país donde la inversión resultaba más rentable yproducía más beneficios.

Es importante constatar el descenso significativo de esta emigración desde princi-pios de los sesenta, paralelo al despegue de la emigración hacia Europa. Apartir de 1964 losretornos empezaron a ser más numerosos que las salidas, a la vez que esta emigración aLatinoamérica dejó de tener una repercusión realmente apreciable en la economía espa-ñola. El carácter selectivo se acentuó en la siguiente década de 1966 a 1975, en la que sedio una apreciable disminución de la corriente migratoria, en total 55.573 salidas frente alas cerca de 300.000 de la etapa anterior. La Ley de Emigración de julio de 1971 destaca-ba el concepto de cooperación que desde entonces sería el elemento en torno al que gi-rarían las relaciones entre España y los países iberoamericanos. Cooperación concebidacomo transferencia de conocimientos y recursos científicos y tecnológicos de los paísesindustrializados a los países atrasados para contribuir a su desarrollo económico y esta-bilidad social y política.

Entre 1976 y 1989 emigraron a América Latina 20.576 españoles: técnicos o directi-vos de empresas con contratos laborales y a los que en muchas ocasiones acompañaban susfamilias, religiosos y religiosas (Perú) que iban a ejercer labores de apostolado seglar ycooperantes o integrantes de grupos de voluntariado u ong. Aunque ya en estos años laemigración al continente americano era testimonial, no se puede dejar de considerarque, según cifras del Instituto Español de Emigración, en 1990 residían en América Latina794.786 españoles, de ellos el 90% en América del Sur. Para estas fechas el ciclo de laemigración a América se consideraba cerrado.

En los años de la posguerra en España, la economía se supeditó a planteamientosideológicos de autosuficiencia económica frente al exterior, lo que dio lugar a su estanca-miento e incluso a un retroceso en algunos sectores de la actividad económica con res-pecto a niveles alcanzados antes de la guerra. La política autárquica produjo en la población

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una situación de extrema penuria. Cartillas de racionamiento y mercado negro marca-ron la vida de los españoles en los años cuarenta. A finales de esta década, la tensión en-tre los “dos bloques” dio origen a la llamada Guerra Fría y esto indudablemente favore-ció al régimen de Franco dada la situación estratégica del país.

Por otro lado, el discurso franquista de España como bastión de Europa Occidentaly defensora de la civilización cristiana frente al ateismo marxista, resultaba querido paralos países del bloque occidental liderados por Estados Unidos. Este país empezó a cambiarsu actitud mostrándose cada vez más favorable al inicio de relaciones políticas y comercia-les con el régimen de Franco, lo cual fue decisivo para su mantenimiento y para abordarla crisis de una política económica autárquica que, en esos momentos, estaba llegando auna situación límite.

Junto con los préstamos que España empezó a recibir de diversas entidades financie-ras americanas, en enero de 1950 el gobierno de Estados Unidos aprobó una primera ayudade 62,5 millones de dólares. En 1953 se firmaron los acuerdos económicos y militares conese país y el Concordato con la Santa Sede. Esto abrió la puerta a un progresivo reconocimien-to internacional del régimen que, por su parte, comenzó a abandonar el discurso autárqui-co para hablar de tomar medidas liberalizadoras. En este contexto, la postura restrictivadel régimen hacia la emigración comenzó a modificarse: dado que el país no tenía recursossuficientes para alimentar a una población en fase de crecimiento, podía “exportar” mano deobra excedente hacia los países de Europa Occidental que la demandaban, a cambio deproductos de diverso tipo que el país necesitaba para la expansión de su economía.

A mediados de los años cincuenta, la política económica autárquica había tocado te-cho. Estados Unidos y los organismos internacionales exigían una modificación radical

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[INTRO]Clase de un Curso de Preparación Ambiental y Socialpara Emigrantes (PASE), organizado por el InstitutoEspañol de Emigración, 1964MINISTERIO DE CULTURA. ARCHIVO GENERAL

DE LA ADMINISTRACIÓN, ALCALÁ DE HENARES, MADRID

Romeo Gorria, ministro de Trabajo, recibe en el puerto de Barcelona a los emigrantes retornados en la “Operación España”, 1969MINISTERIO DE CULTURA. ARCHIVO GENERAL

DE LA ADMINISTRACIÓN, ALCALÁ DE HENARES, MADRID

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en su orientación: la estabilización de la economía se debía producir mediante la liberali-zación del mercado. Ante esta situación, el régimen accedió a poner en marcha una “nue-va política de estabilización y liberalización de la economía”, que tuvo su expresión en elPlan de Nueva Ordenación Económica o Plan de Estabilización, promulgado en julio de1959. La puesta en marcha del Plan inició una etapa de crecimiento acelerado de la eco-nomía que provocó profundos cambios sociales. Su éxito no se puede entender si no setienen en cuenta dos factores. Primero, la situación económica expansiva de los países deEuropa Occidental. En segundo lugar, la acumulación en España de un capital humanoque pudo beneficiarse de una situación internacional favorable.

El Plan de Estabilización implicó fuertes costes sociales en los primeros momentos, yaque su aplicación llevó aparejada una reducción de la actividad económica con una disminu-ción de la inversión y del consumo internos y un aumento del paro, a la par que la congela-ción de los salarios producía una caída en la renta real. Ante ello, la única alternativa paramuchos trabajadores fue la de emigrar hacia el exterior. Este hecho, junto con el turismo ylas inversiones extranjeras en España, fueron los “nuevos mecanismos compensadores” de laeconomía española en los años sesenta. Así, el principal factor que llevó a la emigración ma-siva de españoles hacia Europa, fue la puesta en marcha del Plan, a lo que se unió la expan-sión demográfica y el exceso de población rural que no podía ser absorbida por la incipiente in-dustrialización, y cuya permanencia en el país hubiera generado tensiones en el mercado detrabajo. Pero no se puede olvidar, como bien ha señalado Carmen Ródenas (1997), que el ré-gimen propició durante los años sesenta la emigración hacia Europa porque constituía unafuente de divisas importante para saldar el déficit comercial con el exterior, al contribuir alfinanciamiento de las importaciones de productos que exigía el crecimiento económico. Asílas remesas de los emigrantes sirvieron para equilibrar la balanza de pagos.

De forma paralela a la salida de trabajadores españoles hacia Europa, ese crecimien-to, que llevaba aparejado un doble proceso de industrialización y urbanización, provo-có el abandono masivo del campo con el desplazamiento de sus pobladores a las regionesmás ricas e industrializadas del país, lo que creó graves desequilibrios regionales. Enuna primera etapa, los campesinos abandonaban el campo para dirigirse a la capital dela provincia en la que residían, donde se asentaban. Los que no encontraban acomodo,emigraban a Europa o bien a los llamados polos de desarrollo que se crearon en estos años,ubicados en zonas donde estaba teniendo lugar un fuerte desarrollo industrial como eranBarcelona, Madrid y el País Vasco. Es evidente que este fenómeno migratorio del cam-po a la ciudad no era nuevo en la historia contemporánea española. La corriente urba-nizadora había comenzado en los primeros años del siglo xx. La Guerra Civil no sólointerrumpió este proceso, sino que además produjo una regresión al obligar, dada la pe-nuria económica de la posguerra, a un retorno al campo.

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Las zonas más afectadas por el éxodo rural fueron Extremadura, Andalucía, CastillaLa Mancha, Castilla León y Aragón. Las consecuencias más llamativas del mismo han si-do la despoblación del campo y el envejecimiento de su población. En los últimos añosse está tratando de frenar esa tendencia que ha provocado el abandono de pueblos ente-ros, con políticas orientadas a mejorar las comunicaciones de los pueblos de las zonasmás afectadas, la creación de infraestructuras y servicios, el impulso de industrias loca-les, sin olvidar la importancia que hoy reviste el turismo rural y la recuperación de antiguospueblos abandonados para actividades educativas, o como forma de vida alternativa alos problemas de todo tipo que genera la gran ciudad.

De 1960 a 1975 la sociedad española se consolidó como una sociedad industrial yurbana, paradójicamente dentro de un marco institucional autoritario y represivo.Entre 1959 y 1966 el pib creció por encima del 7% y la producción industrial por encimadel 10%. La renta per cápita mejoró y aumentó el consumo privado. Apartir de 1966 y has-ta el inicio de la recesión por la crisis del petróleo, el ritmo de crecimiento se moderó,pero no por ello dejó de ser importante. Lo que se denominó el periodo “desarrollista” o el“desarrollismo”, transformó la sociedad española. A mediados de los setenta una granparte de la población vivía en ciudades y percibía un salario con derecho a prestaciones so-ciales y sanitarias, podía acceder a una vivienda y vehículo propios, al igual que a una diver-sa y creciente oferta de bienes de consumo. Esta mejora en el nivel de vida en generalllevó a la formación de una amplia clase media que, tras la muerte de Franco, facilitó la tran-sición pacífica hacia un régimen de democracia.

Pero, como he dicho, el crecimiento de la economía española se vio beneficiado porel proceso de reconstrucción social y expansión económica en el que estaban inmer-sos los países de Europa Occidental, tras los efectos devastadores de la SegundaGuerra Mundial. Países como Francia, Alemania, Suiza, Bélgica, Inglaterra u Holandaabsorbieron considerables excedentes de mano de obra española. El modelo de creci-miento económico de esos países (“modelo fordista”) se caracterizó por la organiza-ción del trabajo sobre la base de cadenas de montaje, lo que se traducía en un impor-tante aumento de la productividad; junto a ello: estabilidad en el empleo, incentivos alconsumo que garantizaban la demanda para una producción en masa, sistemas de cré-ditos, prestaciones sociales y sanitarias, incorporación de las ex-colonias al mercadolaboral y financiero... Este auge económico de Europa Occidental estuvo en gran me-dida sostenido por la aportación laboral de los inmigrantes extranjeros. Fue, pues, unaemigración promovida por los países receptores, que impulsaron acuerdos bilateralescon los gobiernos de los países emisores de mano de obra para el reclutamiento tem-poral de unos trabajadores que procedían de los países periféricos, en especial de la Europamediterránea: Italia, España, Portugal y Grecia; después se incorporarían trabajadores

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de la antigua Yugoslavia y Turquía, de los países del Magreb y de los países subsaharianosde África, así como contingentes de población de las ex-colonias.

Es importante incidir en el aspecto de la temporalidad, porque los flujos migrato-rios siempre se concibieron por el país receptor con un carácter temporal, aunque una par-te de esta inmigración se convertiría en permanente. En este sentido hay que tener en cuen-ta que, a diferencia de las migraciones transoceánicas, ahora no se trataba de poblar ocolonizar nuevos territorios, sino de cubrir un déficit laboral, por lo que el marco legal queestablecieron los países receptores de inmigrantes favorecía ese carácter transitorio. Porejemplo en Alemania el inmigrado era un “gastarbeiter” u “operario invitado” por el go-bierno, que fijaba las condiciones en las que debía desarrollar su trabajo, a la vez que po-nía trabas para dificultar su asentamiento en el país: contratos de trabajos temporalesrenovables, cortos permisos de residencia, dificultades para la reagrupación familiar,trabas para el acceso a la nacionalidad... Pero también al gobierno del país emisor, en elcaso de España, le interesaba que se fomentara esa temporalidad porque garantizaba el en-vío de remesas dinerarias de los emigrantes a sus familiares, lo que se convertía en una bue-na fuente de divisas para el Estado.

El periodo por excelencia de la emigración a Europa se extiende entre 1956 y 1975. Enestos veinte años se calcula que salieron cerca de tres millones de españoles. Es difícil pre-cisar el volumen de emigrantes a Europa por cuanto las series estadísticas publicadas porel Instituto Español de Emigración se refieren a la emigración asistida, es decir, a la que seprotegía de manera oficial mediante programas aprobados por el gobierno del país emisoren el marco de los acuerdos interestatales. Por otra parte, las cifras difieren según proce-dan de fuentes españolas o de fuentes de los países receptores de la mano de obra. Encualquier caso, la emigración ilegal o clandestina supuso casi la mitad del volumen global.

En cuanto a la política del gobierno español en materia migratoria, hasta 1946 no fue de-rogado un decreto de 1941 que impedía la salida de trabajadores españoles al extranjero.No obstante esto, las trabas legales y la ineficacia burocracia siguieron dificultando las salidasal exterior. En 1953 comenzaron a organizarse las agregadurías laborales en el extranjerodependientes de la Organización Sindical Española (ose). Las funciones desarrolladas por losagregados se orientaron en una doble vertiente. Por un lado, asistir y asesorar a los emi-grantes en los países receptores, por el otro, controlarlos políticamente. Los agregados la-borales tuvieron una presencia importante en la firma de los convenios bilaterales y, como se-ñala Ramón Baeza (2000), se convirtieron en los “principales protagonistas de un conatode diplomacia paralela” que desde principios de 1950 mantuvo a la ose en clara competen-cia con otras instituciones del Estado, en especial con el Instituto Español de Emigración.

También la Iglesia Católica quiso estar presente en el proceso migratorio a travésde la Comisión Episcopal que enviaba a sacerdotes (capellanes) a los diferentes países de

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acogida de los emigrantes con la finalidad de “preservar” su fe y su moral. Los capella-nes, además de ejercer su actividad pastoral, se volcaron en la labor asistencial. Influidosuna parte de ellos por los nuevos aires que se respiraba en la Iglesia tras el Concilio VaticanoII, se orientaron hacia posturas ideológicas de izquierda reclamando el ejercicio de lajusticia social en lugar de la caridad cristiana y el proselitismo religioso.

El primero de los sucesivos convenios bilaterales que firmó el gobierno español conlos países receptores de inmigrantes, fue con Francia en marzo de 1956. En julio de ese mis-mo año se creaba el Instituto Español de Emigración (iee), dependiente de Presidencia deGobierno hasta mayo de 1958, en que se adscribió al Ministerio de Trabajo. El iee fueconsiderado como el “instrumento ejecutor” de la política emigratoria del gobierno. Enoctubre de 1959 se celebró en Santiago de Compostela el ii Congreso de la Emigracióna Ultramar. Entre las “recomendaciones” incluidas en la ponencia: “Vinculación delemigrado con España”, se propuso la creación de una revista, Carta de España, que ten-dría como objetivo principal mantener el nexo de unión de los emigrantes con su país deorigen, a la vez que quería ser un reflejo de la vida de los mismos en los países de acogida.Editada por el Ministerio de Trabajo, el primer número apareció en 1960, convirtiéndo-se desde entonces en una importante fuente para el estudio de la emigración “asistida”.

El 22 de diciembre de 1960 se promulgó la Ley de Bases de la Emigración que sentó losprincipios que iban a regular el proceso migratorio en los años siguientes. El 3 de mayo de1962 aparecía la Ley de Ordenación de la Emigración dependiente de la anterior, que re-cogía y definía los distintos tipos de emigración y repatriación. El espíritu de esta Ley erael mismo que el de la anterior, en el sentido de que era el Estado el encargado de tutelar ocontrolar todo el proceso, desde la preparación de la salida de España del emigrante hastasu retorno definitivo. El 21 de julio de 1971 se promulgó una nueva Ley de Emigración quetrató de adaptarse a las circunstancias generadas por el proceso migratorio.

La labor de asistencia social y de control político de los emigrantes fue ejercida porel gobierno a través de los Hogares Españoles que, a principios de los sesenta, se convirtie-ron en Hogares de Emigración para transformarse después en las Casas de España.Estas eran centros sostenidos y tutelados por el gobierno español, en estrecho contactocon los consulados y embajadas de los países receptores. Su vertiente cultural eran losInstitutos de España que tenían como finalidad difundir la cultura española en los paísesde inmigración, impartir clases para inmigrantes adultos y sostener centros educativos pa-ra sus hijos. En cualquier caso no tenían nada que ver con las asociaciones y centros re-gionales creados en América, tampoco con otros centros y asociaciones que los inmi-grantes organizaron en Francia, Alemania, Suiza... con un carácter asistencial, recreativoo cultural. Estas asociaciones desempeñaban un papel importante en la vida de aquéllos,dado el desconocimiento de la lengua del país receptor y las dificultades para integrarse en

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sociedades con costumbres diferentes. En la mayoría de los casos, el inmigrante apren-día el idioma de manera rudimentaria y sólo frecuentaba el trato con sus compañeros.

El perfil del emigrante era el de hombre y mujer jóvenes, en edad laboral, solteroso recién casados; con poca o nula cualificación laboral. Una gran parte provenían dezonas rurales y algunos de estratos sociales bajos de núcleos urbanos. El nivel educati-vo era escaso, lo normal era que tuvieran estudios primarios. Procedían sobre todo deGalicia, Andalucía, Castilla León, Extremadura, Castilla La Mancha, ComunidadValenciana y Murcia.

Los países receptores fueron Francia, Alemania, Suiza y Bélgica y, en un segundo ni-vel, Inglaterra y Holanda. En Francia los sectores principales de ocupación fueron la cons-trucción en los hombres y el servicio doméstico en las mujeres. Aquí también revistió granimportancia la emigración estacional vinculada a la agricultura (campañas de la vendi-mia, el arroz o la remolacha). En Alemania, hombres y mujeres se emplearon en la indus-tria, en particular de la metalurgia y de la química. En Bélgica y Holanda, el sector prin-cipal hacia el que se orientaron fue la minería. En Suiza los hombres trabajaban en laindustria, la construcción y la hostelería; y las mujeres en este último sector y en el serviciodoméstico. En este país una parte importante de los inmigrantes españoles estaban em-pleados en el trabajo de temporada en la construcción y la hostelería. Por último, enInglaterra los hombres se dirigieron en especial hacia la hostelería y las mujeres hacia el ser-vicio doméstico.

La inmigración estacional, que alcanzó un volumen significativo, era la que es-taba más desprotegida legalmente. El objetivo del emigrante temporero era reunirun dinero que le ayudara a equilibrar su precaria economía el resto del año. Lo nor-mal era que el contrato de trabajo se lo hicieran al cabeza de familia, al que acompa-ñaban otros miembros de la misma que solían trabajar como ilegales. Era frecuentela presencia de menores. De acuerdo con lo que se estipulaba en los contratos, eran lospatronos los encargados de procurar una residencia a los trabajadores de temporada.En Francia era normal que les alojaran en grandes naves vacías, y en Suiza residían enbarracas a pie de obra que construían las propias empresas que les contrataban. Tampocofueron muy buenas las condiciones de alojamiento de los inmigrantes que iban a tra-bajar por un periodo variable, sobre todo en los primeros momentos. Con el tiempo,los españoles tendieron a agruparse en determinadas zonas de los núcleos urbanos for-mando barrios étnicos en donde abrían pequeños establecimientos comerciales así co-mo bares y restaurantes.

Ya mencioné como la emigración a Europa presentaba un carácter temporal paralos países emisor y receptor. También en el punto de mira de quienes emigraban estabala idea de un retorno rápido. Se iba para un periodo de tres a cinco años con la idea de

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ahorrar lo más posible para saldar posibles deudas, adquirir una vivienda en propiedad,abrir pequeños negocios, adquirir equipamiento y poder modernizar explotaciones ru-rales... en los lugares de origen; pero no siempre fue así. En algunos casos el tiempo sealargó o la estancia temporal se convirtió en definitiva por la dificultad de ahorrar, o la adap-tación de los hijos a la sociedad de acogida.

La idea del retorno ha sido siempre una constante en los emigrantes. Los motivos pa-ra retornar son muy diversos y guardan una relación directa con el grado de integraciónconseguido. En el caso de los emigrantes españoles a Europa, la separación familiar, el des-conocimiento de la lengua del país receptor, el bajo nivel educativo que les dificultaba laintegración, las trabas que se les ponían para que aquella se produjera...; contribuían aalimentar la nostalgia y el deseo de volver. Pero se debe tener en cuenta que tanto el no po-der regresar como el retorno tras varios años de ausencia, podían ser fuentes de frustra-ción, pues todo emigrante tiende a idealizar el mundo que deja, el cual poco o nada tieneque ver con el que se encuentra cuando vuelve. A esto hay que añadir los cambios queexperimentan los emigrantes en su forma de pensar y estilo de vida al contacto con lospaíses de inmigración. Así, el fenómeno del extrañamiento es inherente a toda emigracióncualesquiera que sean sus causas. En el caso de España este problema se agravó por elhecho de que el Estado no puso en marcha auténticas políticas de retorno, que permi-tieran canalizar la formación y experiencia laboral de los que regresaban, en actividadestendentes al desarrollo de la zona de procedencia. En este sentido, el importante volumende divisas que enviaron los emigrantes, no contribuyó a fomentar el desarrollo económi-co de las regiones de origen, sino que se dirigieron fundamentalmente a la creación deinfraestructuras en los grandes centros económicos del país.

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Las cifras de emigrantes retornados varían mucho en función de las fuentes que seconsultan. Con anterioridad a 1985 resulta difícil calcular el volumen de retornos, pueslos datos que ofrecen las distintas fuentes no son fiables. Apartir de ese año se cuenta conlos datos que proporciona el Instituto Nacional de Estadística (ine) que, no obstante,siguen sin coincidir con los proporcionados por otras fuentes. Entre 1960 y 1973 seconstatan oficialmente 900.000 retornos (Carmen Ródenas, 1997). A ellos hay que su-mar una cifra similar o ligeramente superior de retornos no controlados. Siguiendo las es-tadísticas del ine, entre 1974 y 1986 volvieron 529.771 personas, sobrepasando los re-gresos a las salidas durante este periodo. En los diez años siguientes regresaron 168.418.Si tenemos en cuenta las estadísticas que recogen las bajas registradas en los consula-dos de los países de acogida durante los mismos periodos, el número se eleva. El año 1988fue el último en el que se detectó un saldo positivo en la emigración asistida: 14.603 sa-lidas frente a 14.484 retornos. Desde entonces los saldos de salida siempre fueron ne-gativos respecto a los retornos. En 1997 se registraron 810 salidas, lo que constituye unclaro indicador del final del ciclo emigratorio a Europa, al igual que ya había ocurrido des-de mediados de los años ochenta con América y bastante antes con el Norte de África.En ese año continuaba, sin embargo, la emigración estacional con 7.630 salidas oficia-les, casi en exclusividad hacia Francia (sólo 151 a Bélgica).

Una parte de los retornos tardíos han sido consecuencia de las crisis sociales y polí-ticas en las que se han visto inmersos algunos países de Latinoamérica como Argentinao Venezuela. En otros casos, ha sido el deseo de volver a la tierra natal tras la jubilación.Esto ha afectado en particular a los que emigraron a Europa en los años sesenta. Hastafinales de los años noventa Galicia fue el principal destino de los emigrantes que retor-naban, seguido por Madrid y Andalucía. Pero en la bisagra del cambio de siglo (en 1999)quedaban todavía un millón seiscientos mil españoles dispersos por diferentes países deEuropa y América, aportando con sus remesas el 0,4% al pib español.

En 1973 tuvo lugar la primera “crisis del petróleo” que supuso a su vez una crisis delmodelo de crecimiento de los países de Europa Occidental. Esta crisis marcó el final delciclo migratorio que se había iniciado tras la Segunda Guerra Mundial, y abrió un perio-do de restricciones a la inmigración en los países que antes habían desarrollado una polí-tica de reclutamiento de mano de obra extranjera, a la vez que se fomentaba el retorno alos países de origen de los “trabajadores invitados”. Desde entonces se ha producido de for-ma progresiva un proceso de ajuste del sistema económico internacional, cada vez más he-gemonizado por el capital financiero. Pero los flujos financieros son ya de tal magnitud queescapan al control de los Estados, lo cual lleva aparejadas una serie de consecuencias socia-les negativas: disminución del empleo en la industria debido a los cambios introducidospor la revolución electrónica, deterioro de las condiciones laborales y de las prestacio-

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nes sociales y sanitarias, precariedad del empleo asalariado que se ha acentuado con el tras-lado de las grandes fábricas a países con mano de obra barata, surgimiento de bolsas de eco-nomía sumergida, crecimiento incontrolado de las ciudades, problemas de acceso a lavivienda...; transformaciones todas ellas que estamos viviendo hoy en día (primavera de2006) y que se sintetizan en el concepto de globalización.

En ese marco, los distintos elementos económicos operan a escala mundial de ma-nera simultánea, lo que se traduce en una flexibilidad y movilidad de todos los factores pro-ductivos, incluida la mano de obra. Esto provoca una generalización de las migraciones in-ternacionales con unos flujos migratorios desde el Sur hacia el Norte, desde los paísesmás pobres hacia los más ricos, difícilmente controlables. Esos flujos se ven estimuladospor una demanda de mano de obra barata y poco cualificada en la Europa desarrollada ypor una creciente presencia en ella de una economía sumergida que absorbe grandescantidades de fuerza laboral en situación irregular. En este contexto de un mundo cada vezmás globalizado, el desarrollo económico y social, así como la estabilidad política de los países de la cuenca mediterránea (Italia, España, Grecia y Portugal) y su incorporación a laComunidad Económica Europea, ha implicado el cese de las salidas de mano de obra la-boral emigrante, y la llegada cada vez con más fuerza de inmigrantes extranjeros.

Hasta mediados de la década de 1980 la presencia de extranjeros en España fue po-co relevante. En 1975 su número era de 165.000 y representaban el 0,4% de la poblacióntotal del país. De ellos, unos 103.000 llegaban de Europa. Eran jubilados, profesionales ytécnicos vinculados a empresas y actividades del sector terciario. Procedían sobre todo deGran Bretaña, Alemania y Francia; además se daba una pequeña inmigración de trabaja-dores poco cualificados desde Portugal. De América provenían cerca de 50.000, los paísesde mayor afluencia eran Estados Unidos, Cuba, Venezuela, Argentina y Chile. Los quellegaban de Asia y de África representaban cantidades pequeñas, unos 9.000 en el pri-mer caso y 3.300 en el segundo. Sin embargo, en treinta años esa presencia se ha incremen-tado de manera exponencial, a la vez que se han producido cambios significativos en suscaracterísticas y procedencia. De acuerdo con los últimos datos oficiales del padrón mu-nicipal de junio de 2005, en esta fechas había 4.229.113 inmigrantes que representaban el9,5% de una población que entonces alcanzaba los 44 millones de habitantes. De 2000 a2005 la inmigración ha aumentado un promedio de medio millón de personas por año.Si esta tendencia se mantiene, el volumen de población extranjera residente en Españaen el 2010 superará los siete millones de personas, lo que podría suponer en torno al 16% de la población.

Las causas que motivan esta inmigración son diferentes si se tiene en cuenta el lugar deorigen. Para los inmigrantes de la Europa comunitaria no existen factores de expulsión ensus países, ya que las condiciones de vida son superiores o similares a las de España. Por otra

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parte, siguen presentando el mismo perfil que hace tres décadas. Los procedentes de laEuropa del Este, abandonan sus países empujados por el desempleo y la precariedad delos salarios. Al pertenecer a los sectores de población con menos recursos, han quedado des-protegidos en el tránsito de la sociedad comunista a la capitalista tras la caída del muro deBerlín. En los restantes casos de inmigrantes extracomunitarios, los desajustes entre pobla-ción y recursos disponibles constituyen los mecanismos principales de expulsión. Pero nosólo esto, el desarrollo y la opulencia de los países ricos que los habitantes del Tercer Mundocontemplan en las imágenes que les transmite la televisión, actúan como fuertes incenti-vos para buscar en ellos unas mejores condiciones de vida. Una situación que se acentúaen los países del continente africano, sometidos a altas tasas de natalidad, niveles muyelevados de pobreza, terribles hambrunas, cruentas guerras y factores climáticos y natu-rales adversos como las sequías o las plagas de langosta. Estos elementos negativos, uni-dos a una falta total de expectativas de todo tipo, lanzan a los jóvenes africanos a un peligro-so viaje que tiene como horizonte el falso paraíso de los países del Norte. El problemaestá en la forma de llegar porque, en el caso de España, lo cierto es que una gran parte delos inmigrantes que vienen, lo hacen por una vía irregular, fenómeno tan patente que, en-tre 1985 y 2005 el gobierno ha regularizado en cinco ocasiones a una buena parte de los in-migrantes ilegales.

Los que vienen de Latinoamérica y de los países de Europa del Este no precisan, en su ma-yoría, visado para entrar y permanecer como turistas por un espacio de noventa días. La rea-lidad es que se quedan, lo que ha llevado a las autoridades a exigir visado de entrada a los pro-cedentes de países con mayor volumen de inmigrantes “sin papeles”. Los marroquíes ysubsaharianos sólo pueden entrar con visado y además con dificultades, motivo por el cual

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[INTRO] Manifestación contra el asesinato de la inmigrantedominicana Lucrecia Pérez, 1992Autora: Carmen BarriosARCHIVO DE CARTA DE ESPAÑA, MADRID

Inmigrante marroquí en una manifestación del 1º de Mayo, Madrid, h. 1990ARCHIVO DE LA ASOCIACIÓN DE TRABAJADORES

INMIGRANTES MARROQUÍES EN ESPAÑA (ATIME), MADRID

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intentan atravesar la frontera de manera ilegal, tras unos viajes por mar controlados por mafiasy en muy precarias condiciones, que ya están costando demasiadas vidas humanas.

Los contingentes más importantes de inmigrantes proceden de Europa y Latinoamérica.En el primer caso aumenta con rapidez los de los países del Este, en especial de Rumania,seguida por Polonia y Bulgaria. Con respecto a la inmigración latinoamericana, el mayorpeso lo tienen los ecuatorianos y los colombianos. La comunidad marroquí continuabasiendo la más numerosa a mediados del año 2005, seguida por Ecuador, Rumania, Colombia,Gran Bretaña, Argentina y Alemania. Los bolivianos ocupan el octavo lugar y es la colonia quemás ha crecido en el último año. Otras nacionalidades que han aumentado con respecto aaños anteriores son los búlgaros, los chinos, los brasileños y los venezolanos. Pero mientras elvolumen de inmigrantes de Marruecos se mantiene estable, crece el procedente de otrospaíses. Los que vienen de los países subsaharianos y de Asia, en su mayor parte de China,representan cantidades sensiblemente menores.

Aunque la población extranjera aumentó en el 2004 en todas las comunidades au-tónomas (excepto en la ciudad de Melilla), sin embargo su distribución no es uniforme ten-diendo a concentrarse en determinadas zonas. Hay siete comunidades que registran unaproporción de población extranjera superior al 10%. Son: Baleares (donde el 15,8% delos residentes son extranjeros), Madrid, Murcia, la Comunidad Valenciana, Cataluña,Canarias y La Rioja. Las que tienen menos inmigrantes son País Vasco, Galicia, Asturiasy Extremadura. Las que registraron un mayor aumento de extranjeros en el año 2004fueron La Rioja, Cataluña, Murcia y la Comunidad Valenciana (datos del ine).

Las causas que explican esta concentración se deben a la mayor facilidad para en-contrar empleo y a la benignidad del clima. Más de un 30% de los extranjeros que vivenen España, son jubilados o disponen de suficientes recursos para montar sus propios ne-gocios. Vienen atraídos por el sol y el clima suave de las Islas y la costa mediterránea. En lasComunidades de Madrid y de Cataluña se encuentran las dos ciudades mayores del país.Barcelona y Madrid son importantes centros financieros y comerciales que atraen a un flu-jo significativo de ciudadanos de la Unión Europea. También tienen mucho peso las colec-tividades de latinoamericanos y africanos que se dedican a la construcción, la agricultu-ra, la hostelería o el servicio doméstico. Importancia creciente están adquiriendo los chinosen el comercio (tiendas de “un euro y más” o de artículos textiles al por mayor). Hay quedestacar la presencia de africanos en Andalucía dedicados a la agricultura intensiva. En es-ta comunidad y en las otras de la zona mediterránea (Comunidad Valenciana y Murcia), asícomo en Baleares y Canarias trabajan también en la construcción y en actividades delsector servicios relacionadas con el turismo.

Si nos detenemos en el perfil medio del inmigrante atendiendo a las variables de gé-nero, edad y nivel educativo, se ve que con respecto al sexo predominan los hombres en

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la distribución media de la población inmigrante, pero hay que matizar esta constata-ción. Así, entre los europeos se da una relación equilibrada entre los sexos, que se inclinaa favor de las mujeres entre los que vienen de América Latina y de los hombres entre losoriginarios del continente africano. Estos grupos en los que existe un predominio deuno de los sexos, tienen mayores dificultades para adaptarse a la sociedad de acogida ya queles resulta más difícil reproducir en ella las pautas familiares de sus lugares de origen. Al res-pecto, hay un elevado número de hombres y mujeres solteros o casados cuyo cónyuge y loshijos permanecen en el país de procedencia. Esta situación se produce especialmente enlos colectivos de las mujeres latinoamericanas que se ocupan de las tareas domésticas yel cuidado de las personas mayores. Muchas de ellas dejan a sus hijos a cargo de las abue-las o de otros miembros femeninos de núcleos familiares en donde todavía el sentimien-to de comunidad solidaria es fuerte. Son mujeres que, para atender a nuestras personas ma-yores, tienen que romper sus familias y separarse de sus hijos, lo más duro para ellas, quetienen que sentirles crecer a miles de kilómetros de distancia.

En cuanto a la distribución por edad, el grupo más numeroso es el comprendidoentre los 16 y los 44 años, es decir, el que se corresponde con una población activa. A fi-nales del año 2004 representaban el 65% de los extranjeros. Los menores de 15 años eranun 15%. La presencia de niños y adolescentes se relaciona de forma directa con el gradode estabilidad de los inmigrantes, pues cuando mayores son las posibilidades de asenta-miento mediante el trabajo y la vivienda, más lo son las de reagrupamiento familiar obien las de formar una familia a través de matrimonios con miembros de un mismo co-lectivo o con españoles. Es importante destacar el papel que están jugando los inmigran-tes en el rejuvenecimiento de una de las poblaciones, como es la española, más envejecidasa nivel mundial. Por otra parte, este cambio se refleja en la escuela en donde la presenciade niños y jóvenes inmigrantes es cada día mayor, lo que tiene su incidencia en el plante-amiento general del sistema educativo. Sobre el particular, y atendiendo a la variable delnivel educativo alcanzado por los inmigrantes que vienen en edad laboral, se aprecia queentre los inmigrantes de Europa del Este y América Latina predominan los que tiene estu-dios secundarios y, en menor medida aunque con cierta relevancia ,universitarios. En cam-bio los que presentan un nivel educativo más bajo son los africanos, en especial los ma-rroquíes, lo cual está en consonancia con el nivel de estudios en su país y el grado dealfabetización alcanzado.

Desde el punto de vista de los sectores de la actividad económica, los extranjeros comu-nitarios se orientan hacia los sectores comercial y financiero o ejercen una profesión libe-ral. Los inmigrantes de América Latina se ocupan con preferencia en el servicio domésti-co y la hostelería. La población de Europa del Este se dirige hacia la construcción y lasactividades agrícolas, al igual que los marroquíes y subsaharianos que vienen para campa-

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ñas de temporada o a zonas de agricultura intensiva. Los chinos tienen una mayor presen-cia en el comercio y la hostelería. El objetivo de los inmigrantes no comunitarios es conse-guir un trabajo que les permita hacer frente a las necesidades materiales básicas, así comoahorrar algo de dinero para enviarlo a sus lugares de origen. Pero la realidad laboral es muycompleja y con frecuencia las expectativas se ven frustradas. Abunda la contratación tempo-ral y la irregularidad en los puestos de trabajo que afecta con más fuerza a los inmigrantes “sinpapeles”, dificultándoles el derecho a solicitar el permiso de residencia en los procesos de re-gularización, a la vez que la inexistencia de un contrato laboral da lugar a situaciones deabuso por parte de los empresarios hacia este tipo de trabajadores (discriminación salarial,largas jornadas de trabajo, condiciones insalubres o peligrosas...).

A los problemas laborales se unen las dificultades para acceder a una vivienda. Lamayoría de las ocupadas por extranjeros extracomunitarios son alquiladas, de tamañomuy pequeño y en donde viven como mínimo entre cuatro y seis personas. Es frecuente tam-bién el alquiler de habitaciones, compartiendo con otros inquilinos el baño y la cocina. Apartedel tamaño, hay que tener en cuenta lo que ofrecen y sobre este particular una parte delas viviendas no cuentan con servicios mínimos como calefacción o agua caliente. Además,no se puede olvidar que entre un 5 y un 8% (para el colectivo africano) de los inmigrantesviven en infraviviendas que carecen de unas condiciones mínimas de habitabilidad.

Un aspecto muy importante en todo fenómeno migratorio para los países de origen,y que ya vimos en paginas precedentes, es el de las transferencias dinerarias que hacen losinmigrantes. En este sentido, en los últimos años las divisas que reciben muchos paísespobres, se han convertido en su principal fuente de riqueza, incluso por encima de las inver-siones extranjeras y de la ayuda al desarrollo. Se estima que en el año 2003 las remesas delos inmigrantes realizadas mediante transferencias legales, ascendieron a 150.000 millo-nes de dólares, pero esta cifra se queda pequeña si se tiene en cuenta que gran parte deesas transferencias se hacen por canales de distribución informales. En ese mismo año losinmigrantes que residían en España, mandaron a sus países 2.895 millones de euros.

Es evidente que de esos enormes flujos de dinero depende la economía domésticade miles (y a escala global millones) de familias de los lugares de origen de los inmigran-tes. Como siempre ha ocurrido, ese dinero sirve para saldar deudas, arreglar o comprar unavivienda, adquirir tierras, ganado y utillaje para las labores en el campo o el cuidado delos animales, montar un negocio...; y financiar el viaje de nuevos miembros del núcleofamiliar que quieren emigrar. Porque es evidente que las remesas desempeñan en la ac-tualidad un importante efecto llamada, que, en realidad, oculta el sufrimiento y las pri-vaciones que la experiencia emigratoria supone para quien se lanza a ella.

El aumento rápido y creciente de la inmigración en España, se ha traducido en un incre-mento igualmente veloz de las remesas que los inmigrantes mandan a sus países. En 1990

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los envíos de dinero ascendían a 119 millones de euros. En 1995 alcanzaban los 360 millonesde euros. En el año 2005 llegaron a los 3.844 millones de euros. En este año esa cifra toda-vía era inferior a la de los envíos que hacían los españoles residentes en el extranjero y quellegó a 4.296 millones de euros. Sin embargo, la distancia entre ambas se acorta cada vezmás y en poco tiempo la primera superará a la segunda. Pero, además de aumentar el volumen,ha crecido la frecuencia de los envíos, sobre todo entre los inmigrantes latinoamericanos.Estos se suelen hacer en la mayor parte de los casos a través de las empresas de envío rápi-do, aunque ya las entidades bancarias se han dado cuenta de lo que supone la canalizaciónde estos ingresos, y están ofreciendo con ese fin servicios de diverso tipo a los inmigrantes.

Está claro que la inmigración es beneficiosa para el crecimiento económico de unpaís, pues los extranjeros normalmente realizan trabajos que no aceptan los nacionales.Por otra parte, son una población activa que proporciona ingresos a la SeguridadSocial, y una población joven que está contribuyendo al rejuvenecimiento de una po-blación muy envejecida. Sin embargo, estos efectos positivos no siempre son percibi-dos por la sociedad; una sociedad preocupada por los problemas del desempleo, el te-rrorismo, las drogas, la inseguridad o la violencia y que señala a los inmigrantes comoprimeros responsables de estos males.

Nos guste o no España es ya una sociedad multicultural, pero se debe avanzar en el ca-mino de la interculturalidad. Los problemas a los que se enfrentan los países desarrollados,entre ellos España, con las avalanchas continuas de inmigrantes, no se solucionan conbarreras, la desesperación acaba arramblando con todo. Los países del Norte tienen ne-cesidad de encauzar y regular los flujos migratorios, pero también tienen la obligaciónde contribuir a crear en los países de origen de los inmigrantes, unas condiciones queposibiliten a los jóvenes que allí viven un futuro digno y esperanzador sin necesidad detener que marcharse.

Observación: Para las referencias bibliográficas véase la bibliografía general que se recoge al final del libro.

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