escuchar acompañar-orientar maría sabina ochoa

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Escuchar-Acompañar-Orientar Una responsabilidad de los adultos hacia niños y adolescentes. Desde la psicología clínica se estudia y se analizan los procesos mentales y el comportamiento de los pacientes con el fin de aliviar su dolor, buscando mejorar su condición humana y así sentirse en integración con la sociedad. Una preocupación en nuestros días es el reconocer que muchos niños y adolescentes acuden a consulta al estar presentando dificultades de integración social ya sea en su familia o bien en el ámbito escolar. Estas dificultades han llegado a tal grado que nuestro país cuenta con el nada honroso primer lugar en Latinoamérica de problemas de Bull ying o acoso escolar. Como estudiante de psicología en mis prácticas profesionales me ha tocado en múltiples ocasiones escuchar a madres de familia que tocan a la puerta del consultorio en busca de una cita porque están teniendo problemas con sus hijos, en unos casos los maestros reportan problemas de conducta, en otros son sus hijos víctimas de violencia escolar, hay situaciones en que la madre reporta que su hijo es muy rebelde, grita, pierde el control, le agrede verbal e incluso físicamente e incluso que niños de 6 años amenazan con quitarse la vida. La pregunta clave es reconocer donde estos niños y adolescentes aprendieron a afrontar sus problemas reaccionando de esta manera, ya sea agrediendo a otros o agrediéndose a sí mismos o incluso permitiendo ser agredidos por otros. El constructo personal lo vamos formando en nuestra interacción con otros y cuando somos menores de edad, considero que son los adultos significativos quienes colaboran en esta formación del auto concepto, y en el crear y reconocer recursos propios para afrontar la vida con un sentido pleno y feliz. Desde mi hipótesis somos los adultos los que no estamos haciendo nuestra tarea. Y el trabajo del psicólogo consistirá en apoyar a padres, madres de familia, maestros educadores a intervenir en un quehacer preventivo donde se escuche, acompañe y oriente a niños y adolescentes. No hacemos nuestra parte, no necesariamente por que seamos malos padres sino porque no sabemos cómo hacerlo, no pensamos que necesitamos educarnos y formarnos, consultar con otros o incluso acudir a una terapia psicológica para reconocer que es lo

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Page 1: Escuchar acompañar-orientar maría sabina ochoa

Escuchar-Acompañar-Orientar

Una responsabilidad de los adultos hacia niños y adolescentes.

Desde la psicología clínica se estudia y se analizan los procesos mentales y el

comportamiento de los pacientes con el fin de aliviar su dolor, buscando mejorar su

condición humana y así sentirse en integración con la sociedad.

Una preocupación en nuestros días es el reconocer que muchos niños y adolescentes

acuden a consulta al estar presentando dificultades de integración social ya sea en su

familia o bien en el ámbito escolar.

Estas dificultades han llegado a tal grado que nuestro país cuenta con el nada honroso

primer lugar en Latinoamérica de problemas de Bull ying o acoso escolar.

Como estudiante de psicología en mis prácticas profesionales me ha tocado en múltiples

ocasiones escuchar a madres de familia que tocan a la puerta del consultorio en busca de

una cita porque están teniendo problemas con sus hijos, en unos casos los maestros

reportan problemas de conducta, en otros son sus hijos víctimas de violencia escolar, hay

situaciones en que la madre reporta que su hijo es muy rebelde, grita, pierde el control,

le agrede verbal e incluso físicamente e incluso que niños de 6 años amenazan con

quitarse la vida.

La pregunta clave es reconocer donde estos niños y adolescentes aprendieron a afrontar

sus problemas reaccionando de esta manera, ya sea agrediendo a otros o agrediéndose

a sí mismos o incluso permitiendo ser agredidos por otros.

El constructo personal lo vamos formando en nuestra interacción con otros y cuando

somos menores de edad, considero que son los adultos significativos quienes colaboran

en esta formación del auto concepto, y en el crear y reconocer recursos propios para

afrontar la vida con un sentido pleno y feliz.

Desde mi hipótesis somos los adultos los que no estamos haciendo nuestra tarea. Y el

trabajo del psicólogo consistirá en apoyar a padres, madres de familia, maestros

educadores a intervenir en un quehacer preventivo donde se escuche, acompañe y

oriente a niños y adolescentes.

No hacemos nuestra parte, no necesariamente por que seamos malos padres sino porque

no sabemos cómo hacerlo, no pensamos que necesitamos educarnos y formarnos,

consultar con otros o incluso acudir a una terapia psicológica para reconocer que es lo

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que como padres o adultos significativos de los menores estamos consciente o

inconscientemente influyendo en su manera de ver la vida, en su forma de pensar y en su

manera de actuar y comportarse socialmente.

La Dra. Shefali Tsabary quien es psicóloga clínica con un grado de doctorado de la

universidad de Columbia en NY, y autora de 2 libros: “The Conscious Parent” y “Out of

Control” comenta que los padres buscan tener control sobre sus hijos manipulándoles en

vez de confiar en crear lazos que fortalezcan su relación. Desde su perspectiva los niños

y adolescentes no necesitan ser manipulados con modos externos que los controlan y

con lo que se llenan de resentimiento hacia padres y educadores convirtiéndose en

espectadores pasivos de este control, además aprenden a tratar a otros de esta misma

forma. Estas son lecciones peligrosas que los adultos enseñamos a los menores. En su

trabajo como terapeuta, asesora familiar y conferencista ella invita a los adultos a conectar

con los niños y adolescentes al mismo nivel de ellos enfocándose en nutrir la relación

mutua ya que es a través de conectar que niños y adolescentes aprenden.

Los métodos de disciplinar mediante la amenaza, el castigo, y el control, lastiman el auto

estima y corroen las bases de la relación con ellos. Escucharles, acompañarles y orientarles,

tratar de entenderles da resultados mucho más plenos y efectivos.

Los jueves por la mañana me uno a un grupo de señoras que imparten un curso de valores

en una escuela primaria pública ubicada en la zona sur de Monterrey. Un jueves de marzo

en los que tuvimos todos los climas posibles en nuestra ciudad me toco impartir la clase

de valores al grupo de segundo de primaria, cuando llegue se sentía frio y caía una fuerte

tormenta, razón por la cual los niños tuvieron su recreo en el salón. Por lo visto estaban

solos en el salón comiendo su lonche y corriendo alrededor del salón cuando ocurrió un

accidente, uno de los estantes donde había libros y libretas se cayó, para cuando yo entre

al salón ya se habían recogido los libros y libretas, la maestra ya estaba en el salón de

clase y todos los alumnos estaban sentados en círculo. Llego yo y noto que hay una

discusión entre 4 alumnos de la clase. Una niña bastante molesta les gritaba a 2

compañeros y una compañera que ya no sería su amiga, y que se cambiaría de escuela

porque no quería volverles a ver, usaba malas palabras y en su gesto era evidente que

estaba muy enojada. Los otros compañeros insistían que ella estaba mal y la acusaron

conmigo porque ya no quería ser su amiga.

Confieso que yo llevaba preparada mi clase y las actividades que trabajaríamos en grupo

y tuve la tentación de pasar por alto el incidente, tomar el control del grupo y cumplir con

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mi cometido de hablar y reflexionar sobre el valor de la obediencia, pero la realidad es

que a estos 4 alumnos les costaba dejar de lado lo que había pasado y más aún la reacción

de la compañera molesta.

Entonces decidí Escucharles, que cada uno hablara de la versión de los hechos, invitando

a escucharnos entre todos sin interrumpir y permitiéndonos conocer como cada uno se

sentía con lo sucedido. Fue entonces cuando me enteré que mientras jugaban en el salón

y todos corrían alrededor de él. Al pasar cerca del estante donde estaban los libros, este

que no estaba bien pescado a la pared cayo provocando miedo en los alumnos que

estaban ahí cerca por la posible reacción de la maestra y entonces señalaron a la

compañera que estaba más cerca como responsable. Decidí Acompañarles preguntando

a cada uno como se sentía, reconociendo y aceptando su emoción sin juzgarles, al

contrario justificando a cada uno en su sentir. Vimos que los demás estantes que aún

colgaban en la pared también estaban a punto de caer por una falta de mantenimiento,

vimos que hubiera pasado si en vez de caerse justo cuando Karla pasaba por ahí le hubiera

tocado a Calos o a Martha y ellos hubieran recibido las miradas inquisidoras de sus

compañeros. Les pregunte porque habían reaccionado así si Karla ni siquiera había tocado

el estante, y ellos contestaron que temían ser regañados por la maestra. Les pregunte qué

había pasado con la maestra y afortunadamente ella no había regañado a nadie

seguramente porque estaba consciente de las condiciones en que estaba el estante. Ellos

seguían preocupados por la reacción de Karla que molesta les decía que no sería su amiga

y que ellos le valían. Entonces yo les Orienté comentando que era válido el enojo de

Karla y que debíamos dar tiempo a que ella lo procesara, lo platicara con sus papás y que

si finalmente decidía cambiarse de escuela era una decisión de ella y de sus padres. Los

invite a continuar con la clase a lo cual accedieron todos, después de contarles un cuento

sobre la obediencia les pedí a 7 de ellos representarlo e invite a algunos de los

compañeros ofendidos y a Karla a hacerlo junto a otros compañeros del salón. Fue muy

divertido para ellos hacer la representación y al final les pedí anotaran una reflexión sobre

lo aprendido. Antes de terminar la clase Karla levanto la mano y dijo que ya no quería

cambiarse de escuela y que volvería a ser amiga de sus compañeros, ellos sonrieron y sus

miradas tenían un brillo especial, habían aprendido a escuchar y ponerse en los zapatos

del otro, habían aprendido a reconocer y aceptar sus sentimientos y de los demás, y

habían resuelto el conflicto de manera favorable.

Algo importante es que los adultos aprendamos a diferenciar entre la conducta

equivocada de los menores y su persona. Cuando reprobamos algún comportamiento

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de ellos es la conducta la que no aceptamos y demostrarle que a ellos si les seguimos

aceptando.

Porque sólo en la aceptación podemos lograr los cambios que queremos. Muchas veces

los adultos tendemos a ofender a los menores cuando se equivocan diciendo que es un

inútil, que no entiende, que no sirve para nada y no nos damos cuenta que con estas

reacciones estamos atacando a la persona, a su ser, al concepto que está construyendo

de sí mismo; confundiendo y creyendo que no es valioso por equivocarse. Y desde esta

perspectiva el Doctor Thomas Gordon en su libro “Padres eficaz y técnicamente

preparados nos habla de cómo la equivocación es una oportunidad para aprender,

además reconocer que como padres somos personas reales no dioses y que la tarea de

ser padres es un proceso en el que también nos equivocamos y aprendemos y subraya al

igual que la Doctora Shefali que lo importante es construir una relación permanente con

los hijos.

Los adultos al cuidado de menores de edad tenemos la responsabilidad de autoevaluar

como es el ambiente y la relación que creamos con ellos, cuáles son nuestras actitudes y

nuestras respuestas a sus sentimientos, a su mala conducta y a los contratiempos.

Algunos padres de familia, en especial madres, acuden a terapia manifestando conflictos

con sus hijos adolescentes, y hasta ese momento se dan cuenta que el origen de muchos

de los problemas es la falta de normas y límites claros y bien establecidos en el hogar.

Que la comunicación con los hijos se ha basado en castigos, gritos, amenazas, mentiras y

chantajes y no ha sido correcta y positiva. Se dan cuenta que han utilizado métodos para

disciplinar por medio del control y el castigo, y se sienten desolados ya que con el tiempo

se dan cuenta que estas estrategias no les han funcionado, le han quitado todo aquello

que le gusta a los hijos: juegos de futbol, el teléfono, la computadora, la televisión y no

da resultado porque no se modifican las actitudes, se sienten frustrados y desesperados

y casi seguro que los hijos se sienten igual. Esto igual se da en la relación entre maestros

y alumnos.

Es importante informarse sobre los cambios propios de la edad que vive el menor, que es

lo esperado y saber cómo otros resuelven esas problemáticas, por ejemplo un

adolescente necesita hacer deporte y su participación en el entrenamiento de su equipo

es crucial por lo que no es lo indicado castigar los entrenamientos y los partidos. Es

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saludable que desfogue su energía con el ejercicio y se responsabilice de cumplir sus

compromisos adquiridos.

Una madre en entrevista narra sentirse desesperada por que su hijo de 8 años cuando se

enoja, grita, amenaza con quitarse la vida, golpea y tira las cosas al suelo y ahora sus hijos

de 7 y 4 años imitan el comportamiento del hermano mayor. Cuando se le pregunta a la

madre como maneja ella su enojo y frustración se da cuenta que ella es quien actúa así,

y las lágrimas corren por su mejilla. Ella ha dado un gran paso, se ha dado cuenta, está

tomando conciencia de que aquello que le asusta de su hijo no es más que el reflejo de

como ella actúa.

Desde la psicología humanista Carl Rogers plantea que el ser humano tiene potencial para

desarrollarse y que ese potencial se activa y se actualiza cuando somos escuchados, y

recibimos la empatía y la aceptación incondicional del otro.

Uno libros ampliamente recomendados son el de “Cómo hablar para que los niños

escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen” así como la versión de “Cómo

hablar para que los adolescentes escuchen y cómo escuchar para que los adolescentes

hablen” escritos por Adele Faber y Elaine mazlish quienes basadas en los principios del

célebre psicólogo infantil Haim Ginott ponen de manifiesto cómo se puede fomentar la

autoestima, inspirar confianza y animar a asumir responsabilidades a los menores.

Artículo escrito por: María Sabina Ochoa

Estudiante del sexto semestre de la carrera de psicología

Universidad TecMilenio

[email protected]