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Escritos y Testimonios de las Luchas Intervencionistas en México.

La vida del Segundo Imperio en la obra literaria de Juan de Dios Peza

3

Gonzalo Tlacxani Segura

Escritos y testimonios de las luchas intervencionistas en

México. La vida del Segundo Imperio en la obra literaria de Juan de Dios Peza

Prólogo de Juan M. Martínez Ramírez

Revisión de Daniela Carro.

MINERVA

México 2014

4

Primera edición Minerva: 2014

MINERVA, REVISTA LITERARIA ©

Gonzalo Tlacxani Segura ©

https://revistaminerva.files.wordpress.com/

INDAUTOR: 03-2013-092613463000-01

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización

escrita del titular de los derechos patrimoniales, y de la propia editorial.

Versión electrónica realizada en México.

5

JUAN DE DIOS PEZA (1852-1910)

(Fotografía de finales del siglo XIX. Colección de la Familia Peza)

6

En el I Centenario de la muerte de Juan de Dios Peza (1852-1910)

A la memoria de José Emilio Pacheco , de Ana María y Rubén Peza Perau

7

AGRADECIMIENTOS

Toda obra histórica, literaria, o cualquiera que fuese el género, es producto del

contacto del autor con una colectividad. No se encuentra aislada de lo social, ni de

lo cultural, sino todo lo contrario, esta activamente influenciada por el contexto de

su producción. De esta manera no existe un solo autor, sino varios; a pesar de ello

no bastan las palabras para expresar tanta gratitud y cariño hacia aquellas personas

que han sacado este trabajo de la utopía a una materialización concreta.

En este sentido quiero agradecer en primer lugar a mis mentores que

siempre creyeron en mis palabras y propuestas de estudio. A Carlos Amaya, las

palabras faltan para agradecer tanto apoyo y gratitud, sin lugar a dudas fueron sus

clases donde pude lograr la racionalidad del conocimiento y tomar el camino hacía

el estudio histórico. A él por siempre mi respeto y admiración.

Mi camino hacía las veredas del conocimiento histórico quedarían

incompletas sino agradeciera a Elvia Pacheco Mora, y a Guillermina Peralta,

quienes refirmaron la vocación que hoy tengo como discípulo de Clío. Sus

comentarios y conversaciones en las aulas y en los pasillos los tengo presente más

que nunca.

A José de Jesús Orozco O.C.D y a Eduardo Báez Macías, a pesar de ser este

libro tema de otros de mis intereses sobre el pasado humano, el agradecimiento

quedaría incompleto sin evocar sus nombres. Sus pláticas sobre el glorioso pasado

español no podrían haberme permitido comprender el amor que Juan de Dios Peza

tuvo por la vieja madre patria, dedicando dentro de sus escritos un hermoso poema

a la madre Teresa de Jesús.

Mi aproximación a los estudios del periodo decimonónico mexicano no

hubiera sido posible sin las clases y pláticas de Rosa Camelo. Mi maestra y segunda

guía en los quehaceres de la historia, a quien agradezco la oportunidad de poder

trabajar junto a ella dando clases en la Facultad de Filosofía y Letras, y compartir la

realización de varias investigaciones.

Al Instituto de Investigaciones Históricas, quen me ha acogido en las

estancias de investigación que realizo con la maestra Rosa Camelo. En este sentido

8

mi agradecimiento se extiende a los investigadores en éste orden, mi gratitud a

Alfredo Ávila por los comentarios alusivos a la familia Peza y al Segundo Imperio;

Javier Sanchíz quien me permitió conocer la historia y genealogía de la familia

Peza, agradezco sus charlas y comentarios en torno a esta investigación.

A Juan M. Martínez, sin el apoyo y la iniciativa que puso a este proyecto

sobre la vida y obra de Juan de Dios Peza, el presente trabajo no podría ser posible.

Sus comentarios están presentes en cada página de este libro.

A Jimena H. Benglio, tu investigación de tesis de licenciatura me ayudó a

tener otro panorama de entender a Peza en relación a su tiempo histórico.

Agradezco todas tus atenciones.

A la Biblioteca Nacional de España, que mediante su programa de

digitalización de documentos y libros pude tener acceso a las obras del ―cantor del

hogar‖. En este sentido agradezco al Centro de Estudios de Historia de México

Carso, a su director Manuel Ramos Medina, por permitirme tener acceso a la

documentación relativa al Segundo Imperio y la correspondencia personal de Peza.

A la familia Segura Peza, con quien me siento profundamente agradecido y

comprometido en esta investigación, y la familia Peza Luna (―los del norte‖),

conocerlos y poder platicar con ustedes me fue de gran ayuda, muchas gracias. A

Rubén Peza Perau †, fueron tus platicas e inquietudes las que despertaron en mí el

conocimiento por nuestra familia; a ti dedico esta obra, por tratar de entender a los

personajes que componen a la gran familia Peza.

A mis amigos con quien comparto el profundo interés por la historia, a

Gustavo, Sergio, Javier Eduardo, Omar, Carolina, Rebeca, Mariana, Alberto,

Mauricio, Pablo, Susana, León, Fátima, Eduardo, Chucho, María Fernanda,

Mariajose, Alfredo, Jorge Alberto, Mario Carlos, Yamile, Tania, Beto Avendaño,

Daniela Carro, entre otros muchos con quien me encuentro profundamente

agradecido.

El agradecimiento no podría estar completo sin el apoyo de mis padres y

hermano, sumándose ahora el cariño de mi pequeño sobrino. A ustedes mi infinito

agradecimiento y respeto. La gratitud no puede ser expresada con la suficiente tinta

y papel, que sea el presente trabajo el que hable por ello.

9

PRÓLOGO

En torno a Peza

Nuestra poesía en español está por cumplir cinco siglos. Diversificada a través de

las Américas en temas, formas y estilos, es tal la multiplicidad, que un sinnúmero

de autores originales y de alta calidad, han quedado relegados, casi desterrados, del

canon de los versos americanos en castellano. Por fortuna, Juan de Dios Peza no ha

caído en el olvido.

A pesar de esta relativa benignidad de que goza su memoria, tampoco puede

hablarse de una reivindicación de su obra. Son pocos los estudios donde su poesía

– y su prosa – quedan al nivel que merecen, sin adulaciones ni deméritos. Es por

ello que este ensayo sienta precedente en ubicar a Peza como hombre, como

político, como prosista y como poeta, en la única dimensión que puede tener, y que

es la de la imparcialidad más completa a la que se pueda aspirar.

Tardío romántico, allegado a la esfera intelectual que rodeó al grupo de los

Científicos, cuando Díaz accedió al poder por segunda vez, en 1884, Juan de Dios

Peza emerge en la segunda mitad de nuestro siglo XIX como una figura peculiar y

talentosa. Colaborador de Vicente Riva Palacio, compañero periodista de Manuel

Acuña y Justo Sierra, diputado en el Congreso de la Unión, autor de relatos de

memorias que recobran la realidad de los últimos años de turbulencia política y de

la última intervención militar a gran escala que sufriera el país en esa centuria,

Peza se nos muestra como un autor de su tiempo, pero sobre todo, como un

hombre de su tiempo, fruto y protagonista al mismo tiempo de él.

Si bien, es epítome de un movimiento ya mórbido en el momento de su

aparición en el escenario de las letras mexicanas, no podemos negar que sus versos

trascendieron, en muchas ocasiones gracias a la memoria popular, más que los de

varios de sus contemporáneos. Su lenguaje, a la mitad entre el giro coloquial que

podemos hallar en La Musa Callejera o el Romancero Nacional, y la pulida estética

de los modernistas – contemporáneos y rivales suyos – ayudó a la preservación de

algunos de sus poemas en la mente de la población, que aún ahora, a más de cien

10

años de su fallecimiento, son capaces de decir, con emocionados ademanes que

apuntalan – e incluso exaltan – las emociones transmitidas por sus letras, poemas

tan conocidos como Fusiles y muñecas.

Sin separar del contexto, que es México, y en particular, la ciudad de este

mismo nombre, en el declive del XIX, Gonzalo Tlacxani nos presenta a un Peza de

cuerpo completo y en tres dimensiones. Podemos apreciar una investigación

perfectamente bien sustentada en documentos y autoridades previas, que, al

tiempo que cuenta con una seriedad y una madurez envidiables, no cae en excesos

de paráfrasis y repetición de ideas ajenas, algo que, desgraciadamente, abunda

cada vez con mayor profusión. El valor, pues, de este libro que editamos

conjuntamente, el autor y el Consejo Editorial de la Revista Literaria Minerva, es

indiscutible, aunque, para evitar pecar de soberbia o pedantería, dejamos el juicio

en los lectores. Sea de ustedes la última palabra.

EN TORNO A LOS LIBROS DE MINERVA

Minerva nació como un esfuerzo colectivo para dar a conocer nuevos escritores. A

pesar de la irregularidad entre los números de julio de 2013 a agosto de 2014,

esperamos, con esta tercera época, lograr una periodicidad bimestral que no se

perturbe, para, cada dos meses, entregar a los que deseen leer, textos que muestren

la evolución de jóvenes que cultivan las letras – o están aprendiendo a ello, como se

quiera ver – en sus respectivos géneros, estilos y temáticas.

Conocedor del proyecto de investigación de Gonzalo Tlacxani, lo invité a

presentar, en principio, un ensayo sobre Juan de Dios Peza, a fin de dar a conocer

los resultados de sus pesquisas – que, como se podrán notar, ni por mucho son

mínimos – y de ofrecer al lector un fragmento de la historia de la literatura

nacional, tratada con la exhaustiva minucia que solamente un amante del arte de

Clío podría tener.

11

Emulando a otras empresas de difusión literaria – Ulises, Cvltvra, por

mencionar un par – tomamos la determinación, en el Consejo Editorial, de dar luz

verde a este proyecto. Nuestro afán fue el de complementar nuestra propia

producción, con textos de crítica e investigación – como es este caso –, o de rescate

y divulgación de obras poco impresas, difíciles de conseguir o, simplemente,

olvidadas. Así, la amalgama de lo nuevo y lo consagrado, irá nutriendo nuestro

catálogo, que se precia de tener este texto del joven investigador Tlacxani, como

número 1.

Esperamos que este esfuerzo colectivo – junto con este, particular, personal

– sea útil y agradable al público.

Juan M. Martínez Ramírez

Director

Revista Literaria Minerva

México, D.F., 22 de octubre de 2014.

12

PALABRAS PRELIMINARES

Más que un simple homenaje, la revitalización de la obra de Juan de Dios Peza

busca llenar ciertos vacíos que sobre la historia social y cultural de México

(específicamente de la segunda mitad del siglo XIX) existen. La obra presente no

busca ofrecer una visión enciclopédica sobre la historia del Segundo Imperio, sino

más bien acotada, presentando las memorias y las opiniones de un hombre que

presencio ése pasado.

Oculto en las penumbras del parnaso mexicano por sus detractores, Peza fue

objeto de estudio de unos cuantos eruditos de la literatura, que hoy yacen muertos:

José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Clementina Díaz y de Ovando, Isabel

Quiñonez… A pesar de ello, la vivencia histórica de la que están impregnados

grandes partes de sus escritos, empezó a ser retomada para explicar el devenir, las

costumbres y tradiciones de la sociedad mexicana en los años críticos para la

defensa y consolidación de su soberanía.

Alabada y duramente criticada en su tiempo, la obra de Peza es fiel y vivo

testimonio de los trascendentales momentos de la historia nacional. La

combinación periodística y literaria de su pensamiento le permitió comprender y a

la vez criticar el desarrollo histórico de la sociedad mexicana.1

Como bien lo señaló el virtuoso Vicente Riva Palacio en su tiempo, ―la

personalidad de Juan de Dios Peza es extraña y a la vez cautivadora, que es

imposible decir algo sobre su persona‖. El pensamiento y el proceder de Peza en los

círculos literarios corresponden, como señala Rosa Camelo, a la figura genérica del

hombre de letras. Pero, ¿qué debemos de entender por éste término categórico? A

aquellos hombres que además de desempeñar una función u oficio de vida son,

militares, políticos, diplomáticos, poetas, periodistas, entre otros cargos dentro de

la vida y la burocracia nacional.

En este sentido el siglo diecinueve mexicano no sólo se caracterizó por los

grandes acontecimientos que, la llamada historia de bronce recalca en cualquier

1 La narración titulada “La Semana Santa en otros tiempos” nos habla de la nostalgia que alberga el espíritu

de Peza por las costumbres de la sociedad mexicana en que él creció y que, para el tiempo en que escribe, han

desaparecido.

13

momento. Es el siglo de la más notable producción literaria e histórica que la

nación ha dado en sus dos largos siglos de vida, donde personas como Lucas

Alamán, José María Luis Mora, José Joaquín Fernández de Lizardi, Guillermo

Prieto, Francisco del Paso y Troncoso, José Joaquín Pesado, Ignacio Manuel

Altamirano, Manuel Acuña, Juan de Dios Peza, Manuel Payno, Vicente Riva

Palacio, Manuel Gutiérrez Nájera, entre otros, fueron los exponentes que dieron

vida y testimonio de aquel tormentoso – y para algunos – doloroso pasado.2

Algunos de estos distinguidos personajes fueron participes de los proyectos

de gobierno que los diferentes representantes del liberalismo y conservadurismo

mexicano intentaron establecer, de esta manera Lucas Alamán fue el ideólogo del

conservadurismo de Santa Anna y sus allegados; de igual forma que lo fue el padre

José María Luis Mora en el liberalismo laico de Valentín Gómez Farías en la

primera mitad del siglo XIX.3 Prieto, Riva Palacio y Peza, no fueron la excepción en

este sentido, donde el intelectual y el letrado formaban parte de las filas del

gobierno liberal mexicano del último tercio de siglo, dotando a través de su

prolífica pluma la legalidad, el valor y el heroísmo de los representantes del poder

que para aquellos años se encontraban ocupando la silla presidencial o alguna

curul en el Congreso.4

De esta manera el estudio de la obra histórico-literaria de Juan de Dios Peza

ofrece otra perspectiva para el entendimiento de los procesos históricos que

marcaron notablemente a la sociedad decimonónica mexicana. No fueron

únicamente Los Cantos del Hogar los que caracterizaron el espíritu paternal de

2 Los testimonios escritos de forma narrativa y poética que dejaron aquellos representantes de las letras se

diferencian por la emotividad y la ideología que cada uno de ellos expresa. En el caso del Segundo Imperio se

cuenta el testimonio que ofrece José Fernando Ramírez, que a diferencia de México durante su guerra con los

Estados Unidos donde describe a la sociedad mexicana como participe de una etapa crítica para la vida

nacional, en el caso de sus Memorias el interés cambia de un relato doloroso, explicado con pasión y hondura,

a un compromiso personal adquirido por su participación activa en el establecimiento del gobierno

monárquico. Véase José Fernando Ramírez, Memorias para servir a la historia del segundo imperio

mexicano, en Obras históricas III. Época moderna., edición de Ernesto de la Torre y Villar, México, UNAM,

2001, pp. 173-592. 3 Lucas Alamán como ideólogo del conservadurismo legó una serie de escritos que dan testimonio del

nacimiento y el desarrollo de la nación mexicana; sobre su incursión en la política y sobre su pensamiento

véase el estudio que realiza Arturo Arnáiz y Freg: Lucas Alamán, Semblanzas e ideario, prólogo y selección

de Arturo Arnáiz y Freg, México, UNAM, 2010, pp. V-XXX. 4 Cfr. Juan de Dios Peza, Memorias reliquias y retratos para la “Gaveta intima”, prólogo de Isabel

Quiñonez, México, Porrúa, 1990, pp. 98-110, 142-154, 238-245. En estas páginas podrán encontrarse algunas

semblanzas de personajes de la política mexicana y española que eran amistades de Peza.

14

nuestro escritor en su época, sino su fervoroso patriotismo y amor al terruño los

que hicieron de él el poeta más aclamado y leído en cada país de habla hispana.5

Fueron las Epopeyas de mi patria y los Recuerdos de mi vida las obras que

identifican de mejor manera las tristezas y alegrías de Peza insertas en las más

profundas batallas del liberalismo mexicano de la Reforma y la Intervención

francesa, su propia figura y la de sus ancestros son participes de aquellos caóticos

momentos inscritos en los Anales patrios.

De esta manera, apreciable lector, pongo ante sus manos una muestra de la

profunda investigación, que hoy día, seguimos realizando sobre el ―cantor del

hogar‖. La investigación en archivos públicos y privados, hemerotecas y colecciones

particulares continúa sorprendiéndonos cada vez que revisamos documentación

relativa a nuestro tema, permitiéndonos así sacar este libro. La obra ha sido

dividida en dos secciones. La primera sección titulada ―El Autor y la centuria

intervencionista‖ ofrece un panorama histórico que gira entre la figura de Juan de

Dios Peza y los hechos trascendentales de su época, permitiéndonos explicar a

través de sus escritos el establecimiento y posterior caída del Segundo Imperio en

nuestro país, la importancia de éste gobierno toma importancia, tanto para Peza

como para nosotros, para dar a conocer el linaje y la ideología política de sus

ancestros.

La segunda parte: ―La escritura sobre el intervencionismo‖ constituye la

parte más extensa de nuestro trabajo, donde es posible encontrar un estudio sobre

la obra de Peza y las temáticas que el poeta del hogar aborda en sus escritos, la

selección crítica y anota de los escritos alusivos al Segundo Imperio de Peza

constituyen la novedad de nuestro trabajo. Publicados hace más de cien años por

editoriales particulares, su nueva aparición resulta importante y fundamental para

comprender la vida social en tiempos del imperio, encontrando de esta manera

rupturas y continuidades en las costumbres sociales de la segunda mitad del siglo

XIX. En estos textos he respetado la puntuación y la ortografía original con que

Peza los publicó, respetando ante todo el espíritu decimonónico que albergan.

5 Véase: J.D. Peza, Recuerdos de España. Artículos, anécdotas y poesías referentes a España., México, E.

Gómez de la Puerta editor, 1922, pp. 5-11.

15

―Desvarío laborioso y empobrecedor el de componer vastos libros; el de explayar en quinientas páginas una idea, cuya perfecta exposición oral cabe en pocos minutos.‖

Jorge Luis Borges (1899-1986)

―…porque si los muertos no hablan, hay vivos que todavía hablan de ellos…‖

Juan de Dios Peza (1852-1910)

16

PRIMERA PARTE

EL AUTOR Y LA CENTURIA INVERVENCIONISTA

17

Juan de Dios Peza. El Cantor de la patria y del hogar.

Corría el año de 1852 y la situación política de México se agravaba más y más a raíz

del descontento social que había producido la perdida de grandes extensiones

territoriales que conformaban a la nación con el tratado Guadalupe-Hidalgo,

firmado en febrero de 1848. Las rebeliones populares fueron la nota del día.

Yucatán, Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí, Chihuahua, Oaxaca, Guerrero,

Tlaxcala y Chiapas fueron los principales focos rojos que brillaban a causa de los

problemas sociales que no había resuelto la Independencia hasta la fecha. A pesar

del ánimo y la confianza depositada hacia estos movimientos por parte de

habitantes del sector rural, toda esperanza fue duramente reprimida por las

autoridades civiles de cada región.6

De esta manera, la nación mexicana pasó en sus tres primeras décadas de

vida independiente del gran entusiasmo a una situación de desastre. Las distintas

experiencias de gobierno establecidas durante este periodo – el Imperio, las

repúblicas federalistas y centralistas – que desembocaron en el santannismo, no

dieron remedio a las demandas y quejas que agobiaban a una sociedad

independiente.

Es bajo este escenario que nació Juan de Dios Peza en la ciudad de México,

hijo del segundo matrimonio del coronel Juan de Dios Peza Fernández de Córdoba,

quien fuera Ministro de Guerra y Marina durante el gobierno de Maximiliano de

Habsburgo. Sobre su niñez se tiene poco conocimiento sólo lo que el propio Peza

describe en sus memorias personales, destacando la figura del tío Tochi (soldado de

Morelos en tiempos de la insurgencia), que cuidó de él cuando su padre salió al

exilio en París con el establecimiento de la República Restaurada de Juárez.7

Con el surgimiento de aquella generación de políticos y letrados que, en esos

años de conflicto y desorientación generalizada habían fortalecido la conciencia

nacional de la sociedad mexicana, surgió la necesidad de superar los problemas y

transformar a profundidad la estructura del país, a pesar de los impedimentos que

6 Cfr. Josefina Zoraida Vázquez, “El establecimiento del México independiente, (1821-1848)”., en Gisela von

Wobeser, coordinadora, Historia de México, México, FCE/ SEP/ AMH, 2010, pp. 175-184. 7 J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit., pp. IX- XXXII, 3-5. Se sugiere en esta selección de

páginas la lectura del estudio de Isabel Quiñonez, el cual aporta varios datos sobre la vida de Peza.

18

encontrarían de la ferviente oposición conservadora. En este sentido, Peza en sus

años de madurez, cuando escribía las Epopeyas de mi patria, fue consciente del

empeño y deseo que aquel grupo de reformadores hacía por mejorar la situación

del país, logrando identificarse con la obra ya consumada del liberalismo en las

cátedras impartidas en los salones de la Escuela Nacional Preparatoria, donde

logró construir amistad con Ignacio Manuel Altamirano y Justo Sierra.8

La incursión que tenía la familia De la Peza en la vida nacional para la

década de 1850 no era poca, Juan de Dios Peza señalaba en una investigación

histórica realizada durante su estancia en España como segundo secretario de la

legación mexicana que encabezaba Vicente Riva Palacio, que los Peza durante el

periodo novohispano habían sido regidores y altos funcionarios del gobierno de la

capital virreinal hasta en los momentos más críticos de la vida nacional como el

periodo de la insurgencia.9 Con el triunfo de la Independencia y el establecimiento

de los diversos proyectos de gobierno en México durante la primera mitad del siglo

XIX, la familia del poeta figuró en los momentos más importantes de la lucha por la

soberanía nacional, siendo el hecho más importante la defensa del sitio de

Chapultepec en 1847.10 En 1859 el apoyo de los Peza al bando conservador en la

Guerra de Reforma (1857-1860) se vio manifiesto mediante el nombramiento de

Carlos Guillermo de la Peza y Peza como Ministro de Hacienda y de la Tesorería

General, durante la presidencia de Miguel Miramón (1859-1860). La labor

desempeñada por Guillermo de la Peza al frente de este ministerio fue el fallido

intento de reorganización de la deuda interna del país mediante los llamados Bonos

Peza.11

Con el triunfo del liberalismo la situación nacional continuó agravándose, la

deuda externa del país resultaba imposible de pagar por los intereses y los pocos

recursos que disponía la Tesorería del Estado. En este sentido Juan de Dios Peza

realizó una serie de cuadros históricos y anecdóticos de lo que fue aquel crítico

periodo del republicanismo mexicano, de esta manera la labor periodista y poética

8 Véase nota 3. En este mismo libro hay anécdotas sobre el paso de Peza por la Escuela Nacional Preparatoria.

9 Véase:. “Mi Apellido” en J.D. Peza, Recuerdos de España…, óp. cit., pp. 97-99.

10 Véase:. “Una reliquia” en J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit., pp. 6-8.

11 Sobre los Bonos Peza véase: “Bonos Peza” en México y sus cuestiones financieras con la Inglaterra, la

España y la Francia: memoria que por orden del Supremo Gobierno Constitucional de la República / escribe

el C. Manuel Payno., México, Imprenta de I. Cumplido, 1862, pp. 287-291.

19

de Peza en los años 80‘s y 90‘s de la centuria decimonónica se fusiono, permitiendo

identificar en su obra – sin temor a errar – la figura del historiador mexicano de

aquella época. La labor emprendida por Peza permitió dibujar de forma poética las

figuras de Maximiliano, Tomás Mejía, Miguel Miramón, Vicente Riva Palacio,

Enrique de Olavarría y Ferrari, Guillermo Prieto, Ignacio Manuel Altamirano,

Manuel Acuña, José María Velasco, entre otros, sin perder el fondo histórico que

poseían para el pasado nacional. Otros relatos de su autoría no sólo permiten ver la

acción heroica de aquellos personajes sino el pensamiento y el parecer de una

época por propia boca de la sociedad mexicana que atestiguo estos hechos, lo que

nos permite, de esta manera, explicar la vida y las costumbres de la capital

mexicana en tiempos del Segundo Imperio, etapa que cambió profundamente la

vida de Peza.

Los inicios del Segundo Imperio. La trascendencia de dos Peza en momentos

distintos.

―La capital del país‖, nos platica Juan de Dios Peza en las Leyendas históricas,

tradicionales y fantásticas de las calles de la ciudad de México, ―se ha

caracterizado por el ánimo y las costumbres que sus habitantes han impregnado y

desarrollado en ella; en lo que respecta al periodo del establecimiento del Segundo

Imperio, la regla en este sentido no es la excepción‖.12

Las fuentes que fundamentan lo dicho por el poeta radican en dos aspectos

fundamentales. Por un lado el propio Peza es participe del desarrollo histórico de

México, siendo importante en ello la figura del coronel Juan de Dios Peza (padre);

en un segundo aspecto, la prensa y los testimonios de la población de la ciudad

fueron un elemento de suma importancia para que Peza desarrollara sus relatos y

12

Véase. J. D. Peza, Poesías completas. Leyendas históricas, tradicionales y fantásticas de las calles de la

ciudad de México., prólogo de Luis González Obregón, París, Garnier hermanos, libreros-editores, 1898. VII-

XVI. Sobre Las Leyendas históricas… de Juan de Dios Peza se cuenta actualmente con un estudio que Jimena

H. Benglio me ha proporcionado gentilmente, véase: Araceli Jimena Hernández Benglio, “El castigo en las

leyendas que Juan de Dios Peza escribe sobre México. Un análisis narratológico y poético”, Tesis de

licenciatura, UNAM, 2014, impreso.

20

Cada 13 de Agosto se conmemoraba en la Nueva España la fiesta del "Pendón" o "Estandarte",

que simbolizaba la entrada triunfal de Hernán Cortés a la ciudad de México en 1521. Dicho

festejo permaneció arraigado en nuestra sociedad desde 1528 hasta los últimos años del

virreinato. En este fragmento de la Gazeta de México se muestra la participación de la familia

del poeta en aquellos festejos, que hoy día tendrían su símil con los festejos patrios de

septiembre.

(Fuente: Hemeroteca Digital Nacional de México, HDNM).

21

poemas alusivos al periodo, y ello lo demuestra de la siguiente manera: ―Los que

lean esto que voy a contarles, me supondrán vulgar o loco, embustero o visionario,

pero juro por mi ánima que es cierto y que viven muchos testigos honorables que

pueden repetirlo‖.13 De esta manera no puede calumniarse de fantástica y poco

realista la obra de Peza, porque el medio o vehículo que usa el poeta para describir

el pasado nacional se encuentra en la literatura, al igual que Ignacio M. Altamirano

y Manuel Payno lo hicieron respectivamente.14

Sobre el triunfo del liberalismo campante de Juárez sobre el

conservadurismo de Miramón y Zuloaga, Peza nos describe el ingreso de las tropas

republicanas encabezadas por Jesús González a la ciudad de México:

Era yo un rapazuelo de ocho años cuando sucedió lo que voy a referir, tal y como se me ha quedado grabado en la memoria.

La noche del lunes 24 de diciembre de 1860 las campanas de la Catedral de México repicaron sin tregua, celebrando el triunfo de las armas liberales.

Aquel repique duró dos días con sus noches y ya estaban aturdidos los habitantes, a la par que asombrados de la tenacidad con que el pueblo solemnizaba la victoria de los que entonces se llamaban puros.

[…] No quiso [el general González Ortega] que las tropas, agobiadas de tantas fatigas, entraran en la capital de la República sin un previo descanso y determinó que la entrada solemne se efectuara el primero de enero de 1861, para augurar a su causa y a su patria un año de prosperidad y de bienestar político.

En cumplimiento de tal propósito, fue al rayar el nuevo año a ponerse al frente de sus numerosos soldados y entró con ellos en la ciudad de México, por el lado poniente, eligiendo lo que hoy se llama Avenida Juárez.

De las azoteas, de las ventanas, de los balcones henchidos de curiosos, llovían coronas de laurel y de rosas frescas sobre el afortunado caudillo. Muchas de estas coronas, arrojadas por finas manos de damas hermosas, las iba él colocando, una tras otra, en sus brazos que ya se le doblaban sobre el cuello del caballo al peso de tantas ofrendas de triunfo… y por otras partes resonaban, entre los ecos entusiastas de las músicas militares y de los cantos del pueblo, los gritos que yo escuche de niño y que no he olvidado con el transcurso de los años:

__ ¡Viva González Ortega! ¡Viva el vencedor de Calpulalpan! ¡Viva el héroe de Zacatecas!15

Hasta aquí la descripción vivida que ofrece el ―Cantor del Hogar‖ sobre

aquellos años de su niñez en la Ciudad de México. Con el triunfo de las elecciones

presidenciales de 1861, Juárez reanudo los proyectos reformistas que en 1857 los

liberales habían emprendido, siendo el primero de éstos la suspensión del pago de

intereses a la deuda extranjera adquirida por los gobiernos precedentes. La 13

“Coincidencias”, en J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit., p. 70. 14

El mejor ejemplo en este sentido son Los bandidos de río frio de Manuel Payno, y El Zarzo de Ignacio

Manuel Altamirano. 15

“El tinterillo de la Reforma”, en J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit., pp. 83-85.

22

molestia generalizada por parte de Francia, Gran Bretaña y España sobre el decreto

originó la intervención conjunta por parte de las potencias para la protección de

sus inversiones en México. Con el arribo de las tropas francesas en Veracruz en

1861, y su posterior ocupación, las intenciones colonizadoras de Napoleón III se

hicieron evidentes; por su parte los británicos y españoles se retiraron en 1862 al

llegar a un acuerdo con el gobierno mexicano. Ocupada la capital de la nación en

junio de 1863 por parte de las tropas francesas, después de librar varias batallas

por diversas zonas del país; provocó que el gobierno del presidente Juárez huyera a

las regiones norteñas del país, mientras que un gobierno conservador provisional

apoyado por los sectores monárquicos del país proclamaba el Imperio Mexicano y

ofrecía la corona, a instancias de Napoleón III, a Maximiliano I, archiduque de

Austria.16

Sobre el desembarco de Maximiliano de Habsburgo en el puerto de Veracruz

y su traslado a la ciudad de México se cuentan con narraciones que dan testimonio

de aquel suceso, siendo el más famoso el que ofrece Francisco de Paula de

Arrangoiz en México desde 1808 hasta 1867.17 Por su parte Peza como periodista

que era, motivado por el espíritu de la verdad, logró legar para las posteriores

generaciones de mexicanos algunos relatos sobre este trascendental hecho de los

Anales patrios.

En un balcón de la calle de San Francisco, al lado de Juan Cordero, hoy

abogado, poeta, literato y autor de conocidos y comentados estudios sobre la música, presencié el domingo 21 de Junio de 1864 la solemne entrada de Maximiliano y Carlota en la ciudad de México… así es que estábamos embobados con el espectáculo y sin que todavía pudiéramos dar una opinión sobre la conveniencia, importancia y trascendencia de aquel memorable suceso. Ya he dicho á los que no lo saben, y éstos han de ser muy pocos, que mi familia era conservadora y monárquica (yo fui la excepción en mi linaje, por liberal y republicano), y en consecuencia, aquellos días que á mis ojos pasaban con su ruido y sus fiestas, como los actos de una grandiosa comedia de magia, han de haber sido de satisfacción para mi casa.18

16

Cfr. Andres Lira, “La consolidación nacional, (1821-1848)”., en Gisela von Wobeser, óp. cit., pp. 194-200. 17

Francisco de Paula de Arrangoiz, México desde 1808 hasta 1867, prólogo de Martín Quirarte, México,

Porrúa, 2000, pp. 584-588. De igual forma José Fernando Ramírez ofrece noticias sobre el recibimiento de los

emperadores, véase: J.F. Ramírez, Memorias para servir a la historia del segundo imperio mexicano, en óp.

cit., pp. 523-525. 18

J.D. Peza, Epopeyas de mi patria. Benito Juárez. La Reforma, la Intervención francesa – el Imperio, el

triunfo de la república. Memorias de Juan de Dios Peza, México, J. Ballescá y sucesores, editores, 1901, p.

159.

23

La franqueza ante los hechos que presencio Peza en el pasado vuelve a ser

expuesta en las siguientes líneas: ―Voy á contar lo que vi tal como lo vi, y lo que

escuché tal como lo recuerdo, y téngase en cuenta que no es flaca mi memoria, ni

las impresiones de la niñez, cuando revisten la magnitud de la que ahora traigo á

cuento, se borran con el transcurso de los años‖.19 Peza realiza una amplia

explicación sobre los preparativos y la entrada de los nuevos monarcas del trono

mexicano, en la ciudad de México:

Grandes eran los preparativos para recibir á los Archiduques que debían de ocupar el trono que tan funesto fué para Iturbide.

Desde que llegaron al Valle de México, se nombraron las comisiones para el arreglo de la recepción en la villa de Guadalupe, y las dividieron en: de compostura de calles y paseos, construcción de arcos; orquestas y músicas militares; adorno de la Colegiata de Guadalupe; tribunas para los jefes, ministros, empleados y personajes del ejército francés; tribuna de señoras, colocación de las autoridades, fuegos artificiales, función de teatro, arreglo del baile en Minería, poesías, iluminación, arreglo de la Hacienda de la Teja, mesa de Palacio, adorno del tramo de la Catedral á Palacio, y comisión de señoras para el arco de flores.

El Ayuntamiento de México había convocado postores para la construcción de galerías con asientos en gradas y palcos, que pudieran ser ocupados por las personas que concurrieran á presenciar la entrada, en todo el tramo comprendido desde el puente de San Francisco hasta el edificio del Hospicio de Pobres, en la parte que mira al Sur; pero cuatro días antes de la entrada, el orden de ella cambió, según lo anunció la Prefectura política de México.

Según ese anuncio, los Archiduques llegarían á Ayotla, de donde, tornándose por entre los dos lagos y siguiendo hasta el puente de Santa Cruz, vendrían por los llanos de Aragón hasta llegar á Guadalupe, en la tarde del 11. El día 12 saldrían de Guadalupe á las ocho de la mañana, con la comitiva señalada al efecto; en la estación del camino de fierro (estaba en la plazuela de Villamil) el Prefecto entregaría á Maximiliano las llaves de la ciudad, y seguiría por las calles del Puente de la Maríscala, San Andrés, Vergara, 2a y 3a de San Francisco y 2a y 1a de Plateros, hasta Catedral, dónde sería cantado el Te-Deum, saliendo después para Palacio, donde al entrar se izaría el pabellón mexicano, seguirían las felicitaciones y se disolvería la comitiva.20

Así transcurrieron los preparativos para recibir en la capital imperial a los

nuevos monarcas de un imperio revivido. De 1864 a 1867 Maximiliano I y su esposa

Carlota gobernaron el Imperio, y para ello fueron designados nuevos ministros

para tratar los asuntos más importantes del país. Sobre ello Francisco de Paula

Arrangoiz nos señala los más importantes: ―[…] y para que no quedara duda de su

plan, nombró para ministro de Negocios Extranjeros a don José Fernando

19

Ibídem., p. 160. 20

Ibídem., pp. 160- 162.

24

Ramírez, republicano de los más rojos en un tiempo, moderado en la época actual…

Para el ministerio de Justicia y Negocios Eclesiásticos llamó S.M. a don Pedro

Escudero y Echánove, hombre muy honrado y de conocido talento y moralidad

[…]‖.21 En lo que respecta a la familia De la Peza, que era, por propia voz del poeta

―conservadora y monárquica‖, nos dice:

[el nuevo monarca] dejo despachando el [ministerio] de Guerra, al subsecretario don Juan Peza, empleado civil, republicano, sin capacidad y sin conocimiento alguno en el ramo en que iba a dirigir, cuando nunca (de acuerdo a la opinión de Arrangoiz) se necesitaba tanto como entonces en el ministerio de la Guerra, un jefe militar de talento, de conocimientos, de grandísima actividad y mucho carácter, para organizar el ejército imperial, y hacer frente a las pretensiones del Jefe francés sobre la oficialidad mexicana […]22

Con el revisionismo histórico que se hizo del pasado nacional en el siglo XX,

el historiador Konrad Ratz señalaría sobre el padre de nuestro poeta, al escribir

sobre la vida de Maximiliano de Habsburgo, que ―[...] El ministro de Guerra y

Marina fue el anodino Juan de Dios Peza, que sólo fue hombre de enlace con los

franceses. Una ley de Maximiliano que preveía la creación de una marina mercante

quedó en el papel […]‖.23 Señalando más adelante que el coronel Peza figuró en el

segundo viaje que el Emperador hizo el 18 de abril al 24 de junio de 1865, donde

Maximiliano visitó a las tropas del ―cuerpo mexicano de voluntarios austriacos‖

estacionados en Puebla y Perote. Una de las acciones de gran importancia para el

Imperio donde Peza participo, Ratz la señala ―[…] En la Hacienda de Jalapilla

continuaban las reuniones con el conde de Thun y el ministro de Guerra, Juan de

Dios Peza, acerca de la fundación de un ejército nacional […]‖.24

Por su parte la investigadora Isabel Quiñonez nos ofrece nuevos datos sobre

Juan de Dios Peza (padre) y su relación con el Segundo Imperio. Quiñonez señala

que además de ser ministro del emperador y coronel del ejército, era gran oficial de

la Orden Imperial de Guadalupe, y que cayó junto con Maximiliano y fue

―condenado a muerte como sus demás compañeros del Gabinete del emperador,

pudo salir del país, residiendo algún tiempo en la capital de Francia‖. Comenta

21

F.P. Arrangoiz, óp. cit., p. 589 22

Ídem. 23

Konrad Ratz, Maximiliano de Habsburgo, México, Planeta DeAgostini, 2002, p. 110. 24

Ibídem., p. 106.

25

Coronel Juan de Dios Ignacio Teófilo Antonio Peza Fernández de Córdova

(Litografía de la segunda mitad del siglo XIX. Colección de la Familia Peza)

26

Quiñonez que ―Don Juan, que figuró entre los conservadores en ‗la guerra de tres

años‘ o de la Reforma podía comer en buena mesa, engalanarse y mandar a las

mejores instituciones a Juanito (y a los dos hermanastros que éste nunca

menciona, como tampoco a la madrastra, doña Rafaela Muñoz, dama de Carlota y

Cruz de San Carlos, alias Orden de Carlos III‖.25

Vida, costumbres y tradiciones en tiempos del Segundo Imperio.

Sobre la cotidianidad de la población de la ciudad de México entre los años de 1861

a 1866, Juan de Dios Peza nos describe varios elementos. Uno de gran importancia

para la sociedad de aquella época que brilla por su valor espiritual y moral resultan

ser las celebraciones de Semana Santa, de lo cual hablaremos a continuación.

En algunos de los relatos que Peza dedica a esta tradición del culto católico,

señala, de forma melancólica, la solemnidad que revestía este hecho, y que para los

años en que está escribiendo – en la década de los 90´s del s. XIX – ya no queda

nada. Demos paso a las descripciones del ―Cantor del Hogar‖. El Viernes de

Dolores, principal día de la celebración litúrgica de la Semana Santa:

[…] era obligatorio levantarse con el alba, é ir á la calle del Puente de Roldán ó al desembarcadero de la Viga á proveerse de amapolas para los altares de la Virgen. Disputábanse las familias la supremacía en el adorno y compostura de dichos altares y eran de verse los platos con trigo, maíz, alegría, linaza, lenteja y garbanzo; las esponjas con piñones; los vasos, las botellas y las jarras de cristal con aguas de colores; los adornos de papel de china, picados, como los más finos encajes de Bruselas, y en medio de todo eso una buena pintura de la Dolorosa ó un Gólgota en que aparecían el Crucificado y la Virgen, al pie de la Cruz, llorando desolada. Los estudiantes se reunían desde antes de que saliera el sol, para tomar por su cuenta las canoas y recorrer el Canal desde la Viga hasta Ixtacalco, entonando alegres y entusiastas canciones y bailando, coronados de mirtos y de amapolas, el melancólico palomo ó las bulliciosas danzas habaneras.26

El colorido y la alegría que pinta el poeta en su narración resultan tan

vívidos, pues enriquece el texto con fuentes que dan credibilidad de la

tradición y costumbre generalizada de los habitantes de la capital:

25

“Prólogo”, en J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit., pp. XVI-XXI. 26

“La Semana Santa en otros tiempos” en J.D. Peza, Recuerdos de mi vida. Cuentos, diálogos y narraciones

anecdóticas e históricos., México, Herrero hermanos, sucesores., 1907, pp. 102-103.

27

El popular novelista Facundo, ha descrito magistralmente la costumbre de los altares en las casas particulares; la distribución y compostura de las aguas frescas de horchata, de chía, de pina, de limón y de tamarindo; las letanías cantadas en coro por la familia y las visitas, y aquellos juegos de prendas en que se imponían castigos originales, como el de decir á cada uno un favor y un disfavor, revelar algún secreto al oído ó hacer de burro, de perro, de gato, de esquina de provincia ó de espejo, imitando los gestos y ademanes de cada uno de los convidados.27

Sobre el recuerdo de aquellas costumbres de la sociedad del mediar de siglo,

señala con tristeza y desconsuelo: ―Para fortuna de los que vivimos, han

desaparecido esos gritos que la tradición conserva, y ya sólo en una que otra casa

de molde antiguo se conocerán los juegos de prendas que eran la delicia de los

niños de otros tiempos… Cuando se ha recorrido un camino largo, sembrado de

hojas secas, y en el cual nos sorprende el crepúsculo, damos un adiós triste á ese sol

que se hunde para no reaparecer nunca!‖.28 Dejando atrás el colorido de la verbena

de aquellos días, del colorido de las frutas y verduras que se vendían en los canales

limpios de la ciudad, da paso, bajo el alma de un cronista, a describir la ciudad de

aquel momento:

Era una ciudad enteramente ascética la nuestra. Había veintitrés conventos

de monjas: San Bernardo, San Jerónimo, Santa Inés, Santa Clara, Santa Isabel, Corpus Christi, Jesús María, la Encarnación, Santa Brígida, San Juan de la Penitencia, La Concepción, Regina Coeli, San Lorenzo, San José de gracia, la Nueva Enseñanza, las Vicgracia, la Enseñanza Antigua, Santa Teresa la Antigua, las Hermanas de la Caridad, Santa Catalina, Capuchinas, Balvanera y Santa Teresa la Nueva.

En la mayor parte de esos conventos eran notables las prácticas de la Semana Santa; los altares, los monumentos, los sermones, el pan de gloria, los dulces de Pascua, las palmas labradas y compuestas, los ejercicios cuaresmales y las pinturas y esculturas que se exhibían al público.

De órdenes religiosas sólo habían quedado los padres de San Fernando, de la Profesa (San Felipe Neri), y la Congregación de San Vicente de Paúl, pero los templos en que se ostentaba con todo el esplendor del lujo el monumento, eran la Catedral, Santo Domingo, la Profesa, la Encarnación, San Bernardo, Santa Clara, Santa Brígida, Capuchinas, Santa Catalina.

Eran tan concurridos los ejercicios piadosos, que en verdaderas romerías iba el pueblo á las parroquias de San Miguel, de Santa Catarina Mártir, de la Santa Veracruz, de San José, de Santa Ana, de la Soledad, de San Pablo, de Santa María, de San Sebastián, de Santa Cruz Acallan, de Santo Tomás la Palma y de San Antonio de las Huertas, en busca de la cédula que acreditase el cumplimiento del precepto sagrado.29

27

Ibídem., p. 103. 28

Ibídem., pp. 104-105, 108. 29

Ibídem., pp. 106-107.

28

Bajo esta misma temática de los ejercicios piadosos de la época, las procesiones con

imágenes del culto religioso no podrían ser dejadas de lado por el poeta:

Recuerdo confusamente las procesiones, pero no se borra de mi memoria la

del Santo Entierro de Santo Domingo y del Señor de la Expiración, semejante á muchos Cristos que hay en Toledo y en Sevilla.

La procesión se efectuaba el Viernes Santo por la tarde. Llenábase de curiosos la Plazuela de Santo Domingo y todas las calles adyacentes; los balcones de la ex-Aduana, los de las casas del portal y las azoteas, ofrecían un conjunto vistoso, por la multitud que los llenaba desde las primeras horas de la tarde… Iban apareciendo las imágenes, pero al salir de la capilla del Cristo de la Expiración, toda la gente se arrodillaba, reinaba profundo silencio, y de pronto se oía la voz del pregonero gritando:

«Hincándose de rodillas, rezando un credo delante de este divino señor, se ganan ciento cincuenta días de indulgencia.»

Y se rezaba el credo en voz alta en calles, casas, balcones, ventanas y azoteas, mientras pasaba el Cristo conducido en elegantes y sólidas andas por señores y jóvenes pertenecientes á las más distinguidas familias de la ciudad, y juro por mi ánima que es cierto, que cuando se cansaban, y el Cristo se ladeaba, y ellos pedían al sacristán que les relevaran, el sacristán les respondió con orgullo y desdeñosamente:

«Hagan lomo y no repelen los que cargan al señor.» Y pujando y sudando, sacaban fuerzas de flaqueza, y el crucifijo volvía á

estar derecho, y ellos seguían hasta la próxima esquina donde daban á otros la carga.30

Sobre el resto de los demás días que conformaban a la Semana Santa nos

describe el joven Peza: ―Desde la mañana del Jueves ya no circulaban carruajes;

enmudecían las campanas, y la gran matraca de la Catedral sonaba anunciando las

horas. Era de tono regalar matracas de plata, labradas de filigranas, representando

caprichosas figuras‖.31 La veracidad del relato nuevamente radica no sólo en lo que

el propio Peza atestiguó, sino en lo que otros escritores describen sobre aquel

momento

A propósito de esto, dice Marcos Arróniz, en un libro escrito algunos años antes de la época á que me refiero:

El Jueves Santo es un día en que México cobra una animación inusitada, pues que la mayor parte del año sólo se dejan ver las damas aristocráticas por las ventanillas de sus rápidos coches; pero ahora asoman su leve pie por entre el raso y terciopelo de sus ricos vestidos, y honran las calles de la ciudad. Visitan todos los sagrarios, que se hallan adornados con un esplendor propio del culto católico, y donde se ven pasajes y escenas de aquellos solemnes acontecimientos que se conmemoran. Grandes lienzos con cuadros de vida del Salvador, cubren las paredes; los altares están vestidos de duelo con velo morado, pero en el monumento aparece toda clase de adornos de oro, de cortinajes, de plantas y flores. La música, con acentos pausados y hermosos, da más prestigio al grandioso espectáculo. En la noche, se encienden y resplandecen con mil luces. En este día no se oye el rodar de

30

Ibídem., pp. 108-109. 31

Ibíd., p. 110.

29

los coches, el pisar de los caballos, ni el toque de las campanas, ni el redoble de los tambores; un silencio respetuoso reina en toda la ciudad.32

Sobre el Sábado de Gloria basta con señalar lo siguiente:

[…] En aquellos tiempos los odios políticos se revelaban el Sábado de Gloria, quemando Judas que representaban personalidades prominentes y que ardían y reventaban en medio de los aplausos y del entusiasmo de sus enemigos. El Sábado de Gloria era también notable, no sólo porque al sonar las diez la ciudad entera resucitaba y se oían por todas partes gritos de regocijo, sino por la entrada del pulque, en carros vistosamente compuestos, tirados por mulas enjaezadas con cascabeles.33

Peza finaliza sus recuerdos sobre aquella celebración, costumbres y

tradiciones que enmarca esa época del año litúrgico, diciendo que la modernidad

de los tranvías y de los focos eléctricos que caracterizan al periodo porfiriano, ha

eclipsado lo que nadie se imagina que ha sido el pasado de aquellos santos días.

En contraparte al relato antes descrito y estudiado de la sociedad rural-

urbana de la Ciudad de México, la celebración realizada por los emperadores

Maximiliano y Carlota, y los funcionarios del Imperio resulta contrapuesta al

colorido y alegría que relata Peza de la sociedad capitalina, siendo la festividad que

ellos encabezan solemne y ordenada. El relato que construye nuestro poeta de

aquel hecho parte de las grandes celebraciones religiosas que caracterizan al credo

cristiano (como la de la Virgen de Guadalupe, la Semana Santa, entre otras).

Realizar el ejercicio de transcripción de los detalles de la celebración de un Jueves

de Corpus que hace Juan de Dios Peza, ameritaría muchas hojas y tinta, siendo

preferible para ello dejar la referencia al público lector y hacer alusión de los

principales detalles de la festividad.

Señala Peza en Memorias, reliquias y retratos que: ―un día de Corpus

salieron los soberanos con gran séquito, del Palacio a la Catedral. Una alfombra y

un toldo estaban tendidos en el trayecto; formábanles guardia las tropas de la

guarnición, que al divisarlos presentaron las armas, batieron marcha y tocaron el

32

Ibídem., pp. 110-111 33

Ibíd., p. 113.

30

Himno Nacional‖.34 Es a partir de este punto que el poeta describe la suntuosidad y

el lujo que tenía cada uno de los miembros de la Corte imperial que acompañaban

al emperador en la procesión que se dirigía a la Catedral, y la que de ésta salió en

dirección a varias partes de la ciudad de México. Peza asevera que ―[…] nunca se

había desplegado mayor pompa en una solemnidad religiosa, así es que las calles,

las puertas, los balcones, las azoteas y las torres, estaban en la carrera que siguió

tan numeroso cortejo, atestadas de espectadores y aumentaban la animación el

rumor de los repiques a vuelo, el tronar de las salvas y los gritos de la multitud que

saludaba a los soberanos con entusiasmo […]‖.35

La opinión de la sociedad concordaba con la del propio Peza: ―—Ni en los

tiempos de su alteza se vieron estas pompas – decía en la calle una anciana a varias

gentes que la rodeaban‖.36 Varias opiniones hacían alusión a los excesivos gastos en

la alfombra y la familia imperial, mientras que otras sobre los miembros que

componían tan fastuosa procesión, ocupando el espacio de esta última

conversación los estudiantes de los Colegios Nacionales. Por su parte, otras señoras

alababan la belleza de su gobernante diciendo: ―— oye tú ¿viste al emperador qué

alto y bonito anda?... ¿Y tú le viste la barba que parece hecha de rayos de sol? ... A

mí me vio al pasar y sentí no se qué cosas‖, entre otras linduras por el estilo.37

La importancia histórica

El cuadro histórico que pinta Juan de Dios Peza en sus memorias, anécdotas y

poesías sobre la centuria decimonónica resultan ilustrativas y a la vez

conmovedoras por parte del sentimiento que impregna el poeta en su narración.

Circunscribir a Peza como un simple poeta romántico por sus Cantos del Hogar o

sus Hojas a Margarita sería olvidar de nuestro escritor lo más importantes: sus

vivencias, sus anécdotas, sus escritos históricos y periodísticos, fruto de la realidad

34

“Un Jueves de Corpus en tiempo de Maximiliano”, en J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit.,

p. 258. 35

Ibídem., p. 260. 36

Ídem. 37

Ibídem., pp. 260-261.

31

que atestigua y trasmite a la sociedad de la modernidad porfiriana que poco conoce

sobre su pasado.38

De esta manera Peza se convierte en fuente para el conocimiento histórico

de nuestro país, es la luz que ilustra e ilumina junto a la de los escritores liberales

decimonónicos como Riva Palacio y Prieto los hechos trascendentales y heroicos de

nuestra historia patria. Es el Thomas Carlyle mexicano que exalta la grandeza de

los hombres que han construido el edificio nacional de lo que para él es México; el

México del orden y progreso, gobernado por un caudillo que luchó por la soberanía

nacional y los principios de la democracia republicana. Las temáticas históricas de

la obra de Peza para estos momentos es vasta, desde ciertas particularidades del

periodo novohispano hasta los años gloriosos del Porfiriato, pasando por la

Reforma, la Intervención y el Segundo Imperio; siendo este último gran periodo el

de importancia para el presente estudio. 39

Padre, poeta, periodista, profesor, diplomático, político, y ahora historiador,

fueron los trabajos que desempeñó en vida el laureado Juan de Dios Peza;

describiendo y expresando su profundo amor al hogar y a la patria que para él fue

uno solo, porque así como amó a Margot y a Juan – sus hijos – también quiso a sus

hermanos de las letras que fueron los constructores del Estado nacional. Así, la

obra de un escritor olvidado como fue Juan de Dios Peza, la cual ha sido poco

valorado actualmente por la crítica destructora y poco edificante de su época, debe

volver a brillar mediante su lectura y estudio, permitiéndonos tener una nueva

visión de una época, de un periodo, de un pasado. No juzgando el pensamiento, los

valores y la ideología del autor sino las circunstancias y razones humanas por las

cuales ha escrito y actuado así en la historia.

38

Sobre la labor periodística de Peza puede mencionarse su trabajo en los siguientes periódicos: La Juventud

literaria. Semanario de letras, ciencias y variedades; El álbum de la mujer; El Lunes. Periódico de la

literatura, política y variedades (editor y propietario Juan de Dios Peza). Para una mejor comprensión se

sugiere revisar la hemerografía utilizada y el estudio realizado por Clementina Díaz y de Ovando en:

Clementina Díaz y de Ovando, Un enigma de los ceros. Vicente Riva Palacio o Juan de Dios Peza, México,

UNAM, 1994. 39

Cfr. “El Castillo de Miramar”, en J.D. Peza, Memorias, reliquias y relatos…, óp. cit., pp. 17-21. En este

mismo libro existen otros relatos sobre la vida de Maximiliano de Habsburgo, y las costumbres y tradiciones

de la sociedad mexicana durante el Segundo Imperio, destacando en este último sentido un relato sobre la

Semana Santa muy parecido al contenido en Recuerdos de mi vida…, titulado “Cuaresma y Semana Santa”.

Sobre este libro de los recuerdos personales de Peza es posible encontrar algunas anécdotas como: “Cosi va il

mondo” y “Los hermanos Valleto”, donde se describe la trascendencia de las casas fotográficas en la vida

nacional, captando a partir de fotografías los hechos y los personajes de la historia nacional.

32

SEGUNDA PARTE

LA ESCRITURA SOBRE EL INTERVENCIONISMO

33

Juan de Dios Peza (1852-1910)

(Una de las primeras biografías de Juan de Dios Peza. Versión de Federico Díaz

Almeyda… Colecc. ―Fediel‖. Colección de la Familia Peza)

34

LA PERSONALIDAD LITERARIA

Casas editoriales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX como Herrero

Editorial, J. Ballesca y sucesores, Garnier Hermanos, E. Gómez de la Puente, al

publicar las poesías y ensayos de don Juan de Dios Peza siempre expresaron la

universalidad de la obra y la fama que nuestro poeta tenía para aquel entonces. Los

elogios que literatos de otras naciones de habla hispana hacían a la figura de Peza –

como Gonzalo Picón Febres, Ricardo Palma, entre otros –, siempre acompañaban

las notas introductorias de las editoriales.

El prestigio internacional del que gozó Peza tuvo lugar en los últimos años

de la década de los 70‘s del siglo XIX. El inicio de su carrera en la política nacional

prestando servicios como segundo secretario de la legación mexicana en España, le

permitió dar a conocer en el viejo mundo una colección de ensayos y poesías de

escritores mexicanos, que recibió el título de La lira mexicana, obra que para

muchos significo por primera vez la introducción de la cultura mexicana en

Europa, y otros, como Vicente Riva Palacio, consideraban que ―el libro de Peza

debería llamarse ‗La lira de mis amigos‘ como el diario de las Escalerillas ‗La Voz de

los Timoratos‘, porque México tiene que ver de una manera muy indirecta y muy

superficial con el uno y con el otro‖.40 A pesar de ello, la crítica realizada por el

general Riva Palacio y otras personalidades cercanas a Peza, como Luis Urbina,

resultaron benéficas y constructivas para el ―cantor del hogar‖.

Sin embargo fue la presencia de críticos literarios voraces como Manuel

Puga y Acal, que bajo una serie de pseudónimos como ―Brummel‖ y/o ―facistol‖, la

que mando a Peza al limbo dantesco. Clementina Díaz y de Ovando señala que

Puga y Acal ―sostuvo contra viento y marea que el reputado y elogiado por propios

y extraños Juan de Dios Peza, era un poeta de versificación anticuada, sin

originalidad, sin ideas, reñido con el verdadero arte, explotador innoble del

40 C. Díaz y de Ovando, Un enigma de los ceros. óp. cit., p. 322.

35

sentimiento, en particular del filial‖, sentenciando que la poesía de Peza ―era lo que

podría sin rodeos llamarse ‗bordar el vacío‖.41

La indignación por parte de Peza no se hizo esperar, contestando a Puga y

Acal en el periódico El Lunes ―no con razones sino con insultos, llamándolo

envidioso, mal nacido y otras lindezas por el estilo‖.42 Sin embargo ¿la crítica de

Puga y Acal no estaba ―bordada en el vació‖? ―Brummel‖ señaló en 1888 que la

cultura del ―cantor del hogar‖ no era del todo grande como su poesía lo

demostraba, y por lo que hacía al conocimiento de la mitología griega, Peza andaba

bastante desencaminado. La fundamentación de lo dicho por el crítico jalisciense

está en una opinión que Riva Palacio ofreció en el periódico La Republica al hablar

sobre la personalidad de Peza, en enero de 1882, seis años antes. El general

señalaba:

Peza fue a España, y no sacó mayor ventaja de tan largo viaje que la de decir señores, ilusiones y la caza de ud. está en tal parte. Es decir, volvió lleno de zetas y soñándose una eminencia.

Quise informarme con él, de la estadística, de la agricultura, del comercio de la antigua madre patria y por única respuesta me dijo dos o tres cuentos de gitano, y como son los mismos que le cuenta todo mundo, vengan o no vengan al caso… Habíanme dicho que era erudito, ¡qué chasco tan completo me dieron con semejante noticia!

¿Erudito? delante de mí le preguntó a Castera si Soconusco era la capital de Chiapas, y yo creí morirme de rubor al escucharlo.

Pero ya se ve, para saber versos no se necesita geografía, ni para ser periodista interesa averiguar los nombres de las capitales de provincia.43

Las críticas trascendieron en el tiempo, mandando a Peza en el olvido una

vez muerto; sin embargo, en vida, las críticas y ofensas poco afectaron la reputación

y la aceptación que gozaba del público que leía y recitaba Fusiles y Muñecas, Reír

llorando, entre otras poesías. El ingreso del ―cantor del hogar‖ a la Academia

Mexicana de la Lengua en 1908, ocupando la silla IX, significó una terrible un

golpe para aquellos que habían juzgado con malas intenciones su obra poética y

literaria.

41

Ibídem., pp. 81-82. De acuerdo a Clementina Díaz y la investigación que se emprendió en la Hemeroteca

Nacional de México, las críticas de Manuel Puga hacia Peza tuvieron lugar en el periódico El Pabellón

Nacional entre el 16 y el 28 de marzo de 1888. 42

Ibídem., p. 82. La respuesta de Peza fue publicada en su periodo llamado El Lunes, correspondiente al año

III, t. III, núm. 13, del día 28 de Marzo de 1888. 43

Ibídem., pp. 320-322.

36

De la fama alcanzada por el ―cantor del hogar‖ a principios del siglo XX

podemos señalar que, al haber sido traducidos sus poemas al francés, al sueco, al

ruso, al portugués, al italiano y al inglés (destacando la primera edición de los

Cantos del Hogar: 1890 en Nueva York), sus versos ya aparecían en la Antología

Hispano-Americana, impresa y publicada por Ryóji Imamura Biikusha, en la

ciudad de Tokyo, Japón, el año de 1905. Como bien refieren los editores ―Herrero

Hermanos, sucesores‖, Imamura era ―un japonés muy ilustrado, profundo

conocedor de la lengua castellana, tradujo al idioma del Mikado los versos de Peza,

como el escritor eslavo Sedorovitch los había traducido al ruso, Longe al sueco,

Facco de Lagarda al italiano, Gillpátrick al inglés, Vedra al portugués, etcétera,

etc.‖.44

Entre los elogios que gozó Juan de Dios Peza en sus años fructíferos como

poeta y literato podemos mencionar los siguientes. El escritor sudamericano

Gonzalo Picón Febres refiere en su Páginas sueltas. Semblanzas y estudios

literarios lo siguiente:

…Sin temor puede decirse que en la América Latina no existe hoy un poeta de más fama que Juan de Dios Peza; en Caracas, en Quito, en Bogotá, en todas partes se le admira, se pronuncia su nombre con elogios, es leído con verdadero entusiasmo: hasta en los periódicos más insignificantes de nuestros más apartados pueblecillos, se reproducen de continuo sus admirables poesías, sencillas como una montañesa americana, frescas como un botón de rosa en primavera, tiernas como una lágrima…45

Las palabras de admiración por la obra de Peza suman varios párrafos más,

sin embargo algunos de estos elogios demuestran el poco conocimiento que se tenía

de la realidad mexicana de las letras, como aquella frase que dice: ―es, quizás, el

fundador de una escuela…‖.46 Hablar de Peza como fundador de escuela resulta

poco probable para los años de mayor fama que gozó (1878-1910), dado que el

movimiento romántico en México había terminado dando paso al Modernismo.

44

J. D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas. México.

Herrero Editorial. 1907, p. 7. 45

Gonzalo Picón Febres, Páginas sueltas. Semblanzas y estudios literarios, Curazao, A. Bethencour e hijos

Editores, 1890, p. 169. 46

Ibídem., p. 174.

37

Sin embargo la mayor muestra que el pueblo sudamericano otorgó al ―cantor del

hogar‖ fue el primoroso álbum de firmas que Paraguay envió al poeta a principios

del siglo XX:

…una nación entera, el Paraguay, le ha honrado enviándole primoroso álbum; con todas las firmas de sus más notables ciudadanos y damas; honor tributado en América sólo á él, siendo el Ministro de México en la Asunción quien envió dicho álbum al señor licenciado D. Ignacio Mariscal, Ministro de Relaciones Exteriores, para que lo entregase al poeta.

El Sr. Mariscal, al enviar el álbum al Sr. Peza, le dijo en Nota número 1.835, girada por la Sección de Cancillería el 8 de Diciembre de 1904:

―Con fecha 8 de Agosto último me comunicó el Ministro de la República en Buenos Aires, que antes de su salida de Asunción, fué invitado por el Presidente del Instituto Paraguayo, una de las Corporaciones Científicas más prestigiadas del Paraguay, á una sesión solemne, en la que se le haría entrega de un álbum firmado por las más distinguidas personalidades del país y dedicado á usted, como un tributo de simpatía y admiración, y en testimonio de gratitud por la publicación de su poema «Canto al Paraguay»… Posteriormente, dicho señor Ministro me hizo saber que por expreso remitía el álbum á esta Secretaría.

Recibido ya en la misma, lo envío á usted con verdadera satisfacción por cuanto dicho obsequio significa merecido homenaje á un mexicano que, como usted, ha sabido conquistar justo renombre en el mundo literario.

Felicito á usted por el alto honor que se le ha dispensado, y le reitero las seguridades de mi consideración y personal aprecio. - Mariscal.‖.47

Tales son algunas de las muestras del aprecio que los escritores y los

gobiernos latinoamericanos realizaron hacia su figura.

En México fueron varias las personalidades de la época, que como Vicente

Riva Palacio o Luis G. Urbina, se expresaron favorablemente sobre la obra de Peza.

El general Porfirio Díaz, siendo presidente en 1879, señala en carta fechada ese

año: ―Felicito a usted por el éxito alcanzado con la obra que ha impreso y cuyo

objeto es dar a conocer en Europa la literatura de nuestro país… envío a usted por

ésta, los testimonios de mi reconocimiento…‖.48 El pensador liberal Ignacio

Ramírez ―El Nigromante‖, de quien Peza fue su estudiante predilecto en la Escuela

Nacional Preparatoria, refiere: ―Fíjese usted, amigo mío, en que usted se eleva

sobre sus jóvenes rivales cuando describe una hermosura real, cuando lamenta una

47

J. D. Peza, Recuerdos de mi vida. óp. cit., p. 13-14. 48

J.D. Peza, Recuerdos de España. Artículos, anécdotas y poesías referentes a España, México, E. Gómez

de la Puente Editor, 1922, p. 8.

38

desgracia que le ha dejado visibles cicatrices… sus versos, entonces, si gozosos,

parecen el canto de un ángel; si tristes, parecen escritos con sangre‖.49

En España existieron otros tantos elogios hacia el ―cantor del hogar‖, como

los del presidente de la Republica Española, Emilio Castelar, de escritores como

Eusebio Blasco, Núñez de Arce, Ramón de Campoamor, José Selgas, Abelardo

López de Ayala, Fernández Merino, entre otros.

La prosa de Juan de Dios Peza puede clasificarse, de acuerdo a una

propuesta nuestra, bajo las siguientes tres categorías: histórica, moral, y de

semblanza. Ligado a su trabajo como periodista, los escritos históricos de Peza son

considerados de gran importancia para el entendimiento de la vida nacional en el

siglo XIX, dentro de éstos podemos encontrar anécdotas recogidas de la viva voz de

su padre y de familiares suyos que estuvieron en la guerra de intervención

norteamericana en 1847: El Asalto de Chapultepec en 1847, 18 de Septiembre de

1847. Noble rasgo del general Monteverde; o anécdotas recogidas de viejos

insurgentes (como el ―tío tochi‖) para recrear el triunfo de la Independencia: Cómo

entró en México el Ejercito trigarante. Sin olvidar la importante obra de contenido

histórico titulada, Epopeyas de mí patria.

En lo que respecta a la cuestión moral, varios de sus relatos contienen un

profundo contenido en enseñanzas de vida y valores, destacando los siguientes: La

respuesta de Dios, Un beso sagrado, Doscientos duros de limosna, entre otros. El

aprendizaje obtenido de estos textos nos hacen entender lo inestable que es la vida,

y por consecuente que la verdadera felicidad no recae en los lujos y la opulencia,

sino en sí mismo; la importancia y el amor de la familia; la desconfianza y la

seguridad, entre otras enseñanzas.

En la categoría de la semblanza, Peza nos habla sobre algunas figuras

políticas y literarias que conoció en sus años de juventud y madurez, como en

aquella titulada El León decrepito donde narra los últimos años de vida del general

Antonio López de Santa Anna. En este sentido su escritura tiende hacia lo

biográfico para explicar la vida de personalidades como Guillermo Prieto, Ignacio

49

Ibídem., pp. 9.

39

M. Altamirano, Manuel Acuña, Enrique de Olavarría y Ferrari, José María Velasco,

entre otros.

Dichas categorías se engloban en un aspecto más profundo que es lo

anecdótico, es decir, proceden de las vivencias personales del propio Peza, donde la

fantasía luce por su ausencia. El vehículo para transmitir lo histórico, visto a lo

largo de su vida, es la prosa como la poesía. En su narración hay una verosimilidad,

mediante la cual ilustra lo que el pasado no puede mostrar porque ha desaparecido,

pero, que mediante los documentos y la historia oral sigue vivo como testimonio

del hecho humano.

40

LA SELECCIÓN. NOTA INTRODUCTORIA.

La selección de textos alusivos a la vida social y política del Segundo Imperio no

responde a un simple capricho del autor, sino más bien a una necesidad, que

consiste principalmente en analizar los momentos y los personajes históricos que

Juan de Dios Peza escribe. Para cumplir este propósito se ha realizado una edición

crítica y anotada de los textos de Peza que, para el tiempo en que nos encontramos

escribiendo son poco conocidos; de ahí que al haber sido publicados por última vez

hace más de cien años en nuestro país se traen bajo un esquema analítico para su

comprensión.

Algunos escritos sobre el Segundo Imperio en México han sido publicados

por la casa editorial Porrúa, de ahí que no decidamos incluirlos, como son: Los

valientes mueren en su puesto (sobre la ejecución de Maximiliano en Querétaro),

Como acabo un baile (Sobre cómo fue recibida la noticia del fusilamiento de

Maximiliano en la corte de Napoleón III), El Castillo de Miramar (relativo a la vida

de Maximiliano y Carlota en su último Alcázar antes de partir hacia América), y Un

Jueves de Corpus en tiempo de Maximiliano.

La selección de textos ha sido dividida en dos partes, por un lado la obra

poética alusiva a los personajes del periodo imperial, y en otro extremo las

narraciones correspondientes a la vida social, cultural y política en tiempos del

Segundo Imperio, destacando en este sentido anécdotas sobre una de la principales

casas de fotografía de la Ciudad de México (la de los hermanos Valleto); sobre las

festividades religiosas de Semana Santa y Corpus Christi, algunos episodios de la

lucha entre franceses y mexicanos que se desarrollaban en aquel tiempo; y una

detallada y no menos importante narración sobre la entrada de los emperadores a

la capital del nuevo Imperio mexicano. Es poca la producción de Peza, pero extensa

en su propio contenido, sobre éste periodo de la historia nacional.

41

POESÍA SOBRE EL SEGUNDO IMPERIO

42

Juan de Dios Peza (1852-1910)

(Litografía de la segunda mitad del siglo XIX. Colección de la Familia Peza)

43

MAXIMILIANO.

A MI MUY QUERIDO PRIMO CARLOS ADAME. 50

I.

Maximiliano de Habsburgo Rige el Lombardo- Vennetto,

Porque Austria impone á la Italia Sus hombres en el Gobierno.

Es gallardo el archiduque, Joven y de gran talento, Avezado á las borrascas

Del mar, que por mucho tiempo Cruzó en todas direcciones Visitando extraños pueblos.

Tiene los ojos azules, Tan azules como el cielo.

Y es tan rubio que semejan Rayos del sol sus cabellos.

Fina y espesa la barba Se la parte por enmedio

Y le baja hasta los hombros Libre dejándole el pecho. Vástago de Carlos Quinto

Y agnado á su trono excelso, Siempre lleva el toisón de oro

Ornando el erguido cuello. Es con las damas galante Y dadivoso en extremo, Con sus iguales altivo

Y con los súbditos tierno, Adora las bellas artes,

Y como amigos discretos Le acompañan sabios libros,

Cuadros de grandes maestros Y estatuas en que palpita El alma del gusto griego.

Cariñoso y desprendido, Es cumplido caballero,

Y juntos en su semblante Brillan conquistando afecto,

La juventud, la nobleza

50

Juan de Dios Peza, Poesías completas. Leyendas históricas, tradicionales y fantásticas de las calles de la

ciudad de Méjico, prólogo de Luis González Obregón, París, Garnier Hermanos, libreros editores, 1898, pp.

193-199.

44

La majestad y el ingenio.

II

En una tarde de Mayo Tranquilos el mar y el cielo,

Maximiliano va solo En sus jardines amenos, Cruzando por las callejas

De castaños y de almendros. Lleva la cabeza baja

Absorto en mil pensamientos, Y está su rostro tan pálido Que se le creyera enfermo; No ha recibido á ninguno

De los hombres del gobierno, Ni ha de sus íntimas cartas Los blancos sobres abierto. Halla de pronto á su paso

Sentado en el césped fresco, Sobre un banquillo de mimbres

Junto al tronco de un abeto, A un hombre de blanca barba

Y escaso y cano cabello, Vestido con traje humilde

Pero limpio, alegre y nuevo. Sonríe Maximiliano

Gustoso de tal encuentro, Y brillan sus claros ojos

Con honda expresión de afecto. -Señor, le dice el anciano Con muy natural respeto;

¿Vuestra Alteza viene triste? - Tienes razón; triste vengo.

- Lo sé, que os conozco tanto Como el que más.

- Bien lo creo; No en vano mi augusta madre

Te nombró mi camarero Siendo yo niño.

-Teníais Seis años ni más ni menos, y desde entonces por nada, Ni de la mar en los riesgos, Ni de la corte en las fiestas, Ni estando en extraño suelo

45

Os he dejado, ni es fácil Que os deje, señor; os quiero

Hasta donde más alcanza Querer un honrado pecho.

- Me ves muy triste… - Os lo he dicho.

- Pues ríe de lo que pienso. - ¿Reír?

- Son cosas de risa. -- Todo en vos es de respeto. - Óyeme y no me hagas caso.

- Señor, siempre os obedezco… - Entre mil supersticiones

Una ridícula tengo... ¿No ves en estos jardines,

En el palacio, en el templo, En las salas de tertulia, En el salón del Consejo,

En los anchos corredores, En todo, en fin, lo que tengo

A mi alrededor, no encuentras Emes de mármol, de hierro,

De alabastro, de madera, De granito?...

- Lo comprendo, Es cifra de vuestro nombre, Y cuanto miráis es vuestro, Natural es que esté en todo.

- Es natural, pero pienso Que tal letra es mi sentencia.

-Hablad, señor, no comprendo. -Ni habrás de entenderme nunca

¡Es un fatalismo necio! Las emes me aterrorizan, Sábelo, me causan miedo,

Y han de estar en todas partes Mi espíritu entristeciendo.

¡Moriré entre muchas emesl - Perdón, señor, que no acierto

En qué podáis cuerdamente Fundaros...

- ¡Presentimiento! Sábelo y ríe, porque risa Provocan y no respeto

Las vanas supersticiones Cual ésta que te refiero...

! Moriré entre muchas emes !

46

Tú lo verás... Bajó el viejo

Los ojos, y hondo suspiro Dejó escapar de su pecho,

y siguió Maximiliano Esa frase repitiendo

Por las alegres callejas De castaños y de almendros.

Lleva inclinada la frente, Pálido está como enfermo, Y están húmedos sus ojos Tan azules como el cielo.

III.

Pasáronse muchos años,

y una mañana de invierno Llegó en una barca inglesía

A Miramar un viajero. El mar estaba agitado,

Estaba plomizo el cielo, Menudos copos de nieve

Bajando en alas del viento Posábanse en las cornisas,

En las torres, en los hierros, En las gallardas almenas

Y en el rico pavimento Del legendario castillo

Tan triste desde hace tiempo. Pidió que le permitieran El visitarlo por dentro, Y acompañóle galante

Un hombre afable y discreto, Blanca y poblada la barba, Escaso y cano el cabello.

- ¿Vivís aquí desde cuándo? Interrogóle el viajero,

-Vivo aquí... pero no vivo, Que yo, señor, soy un muerto;

Me tienen aquí enterrado Entre lágrimas y duelo,

Desde que por negra suerte Mi noble señor no ha vuelto.

Su santa y augusta madre Me nombró su camarero

Desde que cumplió en la vida Seis años, ni más ni menos.

47

Le acompañé á todas partes, Me quiso con hondo afecto, Y una vez en sus jardines,

Allá en Lombardo-Venetto... Me dijo... Mas perdonadme

Que calle un rato; no puedo... Las lágrimas me enmudecen…

Y de los ojos del viejo Rodaron dos grandes gotas Iguales á las que el viento Arranca por las mañanas En el rigor del invierno,

De los vetustos sabinos, Coronados por el heno. Habló después, refirióle

La historia del jardín regio, Y así agregó conmovido,

Al hablar estando trémulo: - No eran, no, supersticiones;

Lo que me dijo, era cierto; Ha muerto entre muchas emes.

Fué de Miramar á Méjico, Imperio de Moctezuma,

Que lo conquistó un guerrero, A quien llamaron Malinche

Los indígenas del suelo, Dos mariscales de Francia Le engañaron y vendieron;

A Querétaro marchóse Reemplazándole en su puesto Márquez, que según me dicen, Le olvidó en el mayor riesgo.

Jefe de los sitiadores Era Mariano Escobedo, Y cuando cayó la plaza,

De Miguel López dijeron No sé qué cosas extrañas

Que á darles fe no me atrevo. Cayó con sus generales

En Mayo, y al poco tiempo Le fusilaron á Méndez

Que le tuvo tanto afecto... Llamóse Manuel Aspíroz

El fiscal de su consejo, Riva Palacio Mariano

Fué á la plaza á defenderlo Con Martínez de la Torre,

48

Abogados muy expertos. Con Miramón y Mejía

Fué á morir mi noble dueño,

Y era un Mejía el Ministro De Juárez, que en el gobierno

Firmó la fatal sentencia Que me tiene en tanto duelo.

Montemayor se llamaba, Y bien su nombre recuerdo,

El capitán que á su lado Hizo la señal de fuego,

Ha muerto el príncipe en Martes; Ya veis, señor, si era cierto Lo que me dijo muy triste

Allá en -Lombardo-Vennetto... ¡Ha muerto entre muchas emes!

Y jamás olvidaremos Que llamó cosas de risa A cosas de tanto duelo.

Después, sin decir palabra El anciano y el viajero,

Siguieron ambos del brazo Por los salones desiertos Del legendario Castillo,

Tan sólo desde hace tiempo.

________

49

TERÁN Y MAXIMILIANO.51

Entre las ondas azules Del bello Mediterráneo, En el Golfo de Trieste,

Surgiendo entre los peñascos, Hay un alcázar que ostenta Con gran arte entrelazados

En muros y minaretes Lo gótico y lo cristiano. Parece, visto de lejos,

Airoso cisne de mármol, Que extiende las blancas alas

Entre dos abismos claros: El del mar, siempre sereno,

Y el del cielo, siempre diáfano.

Ese alcázar tan hermoso, En tiempos no muy lejanos,

Por mirar tanto las olas De MIRAMAR le llamaron,

Y en él vivieron felices Dos príncipes de alto rango, Dos seres de regia estirpe:

Carlota y Maximiliano.

En una tarde serena, Al bello alcázar llegaron Con una rara embajada

Varios próceros extraños. Penetran á los salones

Y al noble príncipe hablando, En nombre de un pueblo entero

(Que no les dió tal encargo) Le ofrecieron la corona Del Imperio Mejicano.

El príncipe quedó absorto;

Para responder dió un plazo; Soñó en pompas, en honores, En fama, en poder, en lauros, Y al despertar de aquel sueño,

Al volver de tal encanto,

51

Ídem., pp. 255-258.

50

A su joven compañera Le fué á consultar el caso.

- Acepta - dijo Carlota,- Eres grande, noble y apto,

Y de este alcázar á un trono Tan solamente hay un paso.

No corrida una semana, El Príncipe meditando En las difíciles luchas

De los grandes dignatarios, Miraba tras los cristales De su espléndido palacio

Enfurecerse las olas, Rojo surgir el relámpago, Y con bramidos horribles Rugir los vientos airados.

De pronto, un ujier le anuncia Que un extranjero, ya anciano,

Hablarle solicitaba Con urgencia y en el acto.

Sorprendido el Archiduque Dijo al ujier: ―Dadle paso‖;

Y penetró en los salones Aquel importuno extraño,

De tez rugosa y enjuta, De barba y cabello cano.

De frente del Archiduque Dijo con acento franco:

- Vengo, señor, para veros Desde un pueblo muy lejano,

Desde un pueblo cuyo nombre Jamás hahréis escuchado;

Yo nací en AGUASCALIENTES, En el suelo mejicano,

Serví á don Benito Juárez De quien ya os habrán hablado;

Le serví como Ministro Soy su firme partidario,

Y mientras aquí os engañan, Yo vengo á desengañaros;

No aceptéis, señor, un trono Que tiene cimientos falsos,

51

Ni os ciñáis una corona Que Napoleón ha labrado,

No quiere Méjico reyes; El pueblo es republicano

Y si llegáis á mi patria Y os riegan palmas y lauros, Sabed que tras esas pompas

Y esos mentidos halagos Pueden estar escondidos El deshonor y el cadalso.

Oyendo aquellas palabras Dichas por aquel anciano, A tiempo que por los aires Cruzó veloz un relámpago, Tiñendo en color de sangre La inmensidad del espacio, Sin dar respuesta ninguna

Quedóse Maximiliano

Rígido, lívido, mudo, Como una estatua de mármol. Corrió inexorable el tiempo,

Huyeron breves los años, Y en una noche de Junio

Triste, sombrío, ensimismado. En vísperas de la muerte El Archiduque germano

En su celda de Querétaro, Y en sus desgracias pensando,

Así dijo conmovido A uno de los abogados

Que fueron á despedirse En momentos tan aciagos:

- Todo lo que hoy me sucede Há tiempo me lo anunciaron;

Un profeta he conocido Que sin doblez, sin engaño,

Me auguró que en esta tierra, A donde vine cegado,

El pueblo no quiere reyes Ni gobernantes extraños, Y que si lauros y palmas Se me regaban al paso, Tras ellos encontraría

El deshonor y el cadalso.

52

- ¿Quién ha sido ese profeta?- Al príncipe preguntaron;

- Era un ministro de Juárez, Sincero, patriota, honrado,

Don JESÚS TERÁN, que ha muerto En su hacienda hará dos años.

¡Ah! ¡Si yo le hubiera oído! ¡Si yo le hubiera hecho caso! ¡Hoy estuviera en mi alcázar Con los seres más amados,

Y no contara las horas Para subir al cadalso!

_________

53

TOMÁS MEJÍA.

A MI RESPETADO SEÑOR Y QUERIDO AMIGO, EL SEÑOR GENERAL DON MARIANO ESCOBEDO.52

I.

Mientras Juárez indomable Va á los desiertos del Paso

A defender su bandera, Firme como un espartano;

En Méjico, sostenido Por el invasor extraño

Se erige un trono y le ocupa, Más que ambicioso, engañado,

Un ilustre descendiente Del más grande de los Carlos

Joven, soñador y apuesto Asciende á lugar tan alto, Sin ver que á lo lejos flota El pendón republicano,

Y sin recordar que el pueblo Por quien se sueña llamado,

En otro tiempo á un monarca Lanzó del trono á un cadalso.

Recibiéronle animosos Los que el cetro le entregaron, Y al entrar por nuestras calles Fué tan grande el entusiasmo,

Que del nuevo rey los ojos No pudieron, deslumbrados,

Mirar que las bayonetas Que lo estaban custodiando Eran de extranjeras tropas Capaces de abandonarlo.

II.

Joven príncipe ¿á qué vienes?

¿Por qué dejas tu palacio En medio de las azules

Ondas del Mediterráneo Como un nido de gaviotas Sobre un peñón solitario? Este cielo azul no es tuyo,

52

Ídem., pp. 259-264.

54

No son tuyos estos lagos; Ni estos sabinos del bosque Que de viejos están canos.

Nada es tuyo, nada entiende Tu acento, nada ha guardado

Cenizas de tus mayores Que en otras tierras brillaron. Tu sangre azul no es la sangre De Cuauhtémoc ni de Hidalgo;

Cuanto te cerca es ajeno, Cuanto te vela es extraño.

Príncipe noble, ¿á qué vienes? ¿Por qué dejas tu palacio Y aquellas ondas azules

De tu hermoso mar Adriático? En medio de las tormentas Que se alzarán á tu paso,

Cuando pronto te abandonen Los que te están custodiando,

Hallarás como consuelo, Como abrigo, como amparo,

La firmeza y el arrojo Del soldado mejicano

Que cumple con su bandera Satisfecho y resignado.

¡Torna, príncipe, al castillo Donde viviste soñando,

Que por las gradas de un trono Subir se puede á un cadalso!

III.

Con inusitada pompa

En el ya imperial palacio Se celebran los natales Del reciente soberano.

Ya las guardias palatinas De uniformes encarnados Apuestos forman la valla

Luciendo adargas y cascos. Ministros y chambelanes

Consejeros y vasallos, Ostentan con arrogancia

Sus pechos condecorados. El salón de embajadores Por su lujo aristocrático,

Recuerda á los que lo miran

55

De antiguos tiempos el fausto. De pronto, por todas partes

Se extiende un rumor extraño Y es que las gradas del trono

El Archiduque ha pisado. Diversas clases sociales

Deben de felicitarlo Y ya están los oradores

Por cada clase nombrados. Un jurisconsulto experto, Elocuente, pulcro y sabio

Es de la magistratura El representante nato.

Le toca el lugar primero, Habla con acento claro,

Con respeto se le escucha, Se le mira con agrado,

Y estudio y saber revela Cada frase de sus labios. Su discurso no fué breve,

Su estilo elegante y franco; Y al acabar dijo alguno:

¡Bien por Lares! anhelando Aplaudirle, sin hacerlo

Por respeto al soberano. Con elegancia vestido,

Al clero representando, Se acercó un obispo al trono

Y dijo un discurso largo, Lleno de notas y citas

Latinas, propias del caso. Era el orador de fama

Por su elocuencia y su rango, Célebre en aquellos tiempos

Entre oradores sagrados. <<No estuvo corto Ormaechea>>

Dijo después de escucharlo Alguno á quien ya cansaba

La severidad del acto. Nuevo rumor se produjo

Después en aquellos ámbitos Al ver que al trono llegaba A paso lento un soldado. De cabellos y ojos negros,

Tez cobriza, aspecto huraño, Descendiente de las razas

Que en Anáhuac habitaron

56

Antes de que la conquista Empobreciera á sus vástagos.

¡Formaba contraste brusco La obscura tez del soldado

Con la tez brillante y blanca. Del Archiduque germano! Quedó el indígena absorto,

Meditabundo y cortado, Sin articular palabra,

La frente y los ojos bajos. - ¿Quién es? - preguntó un curioso

Y le respondió un anciano: - Se llama Tomás Mejía,

Y es general reaccionario; Viene á hablar por el ejército,

- ¿y él hizo el discurso? - Varios

Lo escribieron y ninguno, Según dicen, le ha gustado; El que dirá lo habrá escrito O Muñoz Ledo ó Arango.

- Escuchemos. Transcurrían

Unos minutos muy largos; Mejía estaba en silencio

Todo tembloroso y pálido, En silencio los presentes Y en silencio el soberano.

De pronto ven con asombro, Que el indígena soldado. Abriendo los negros ojos Que brillaban animados.

Perora sin dar lectura. Al papel que está en sus manos.

- « Majestad - calló un momento; <<Majestad>> - siguió turbado; <<Majestad>>, no he aprendido

Lo que otros por mí pensaron, Pero si usted lo que busca Es un corazón honrado, Que le quiera, le respete, Le defienda sin descanso

Y le sirva sin dobleces, Sin interés, sin engaño, Aquí está mi corazón,

Aquí están, señor, mis brazos, Y en las horas de peligro,

57

Si al peligro juntos vamos, Lo juro por mi bandera: Sabré morir á su lado.

Con lágrimas en los ojos, Trémulo Maximiliano,

Las fórmulas de la corte Por un instante olvidando, Bajó del trono y al punto Dió al general un abrazo,

Que aplaudieron los presentes Con lágrimas de entusiasmo.

IV.

Cayó el príncipe más tarde

Y con él cayó el soldado Que le dijo esas palabras Llenos los ojos de llanto.

A don Tomás le ofrecieron Del patíbulo salvarlo

y él respondió: ―Solamente Que salven al Soberano‖.

Un general victorioso, De gran poder y alto rango,

Que le estaba agradecido Por algún hecho magnánimo.

Fué y le dijo: - Yo podría Lograr veros indultado;

Os estimo y necesito A toda costa salvaros.

¿Queréis que os salve? decidlo, Que no me daré descanso

Hasta que al fin me concedan Lo que para vos reclamo. - Sólo admitiré el indulto-

Respondió el indio soldado- Si me viene juntamente Con el de Maximiliano.

- Me pedís un imposible. - Pues me moriré á su lado. - Pensad que tenéis familia.

- Tan sólo á Dios se la encargo. - Soy capaz de protegeros Si os resolvéis á fugaros.

- ¿Y al emperador?- No; nunca. - Pues su misma suerte aguardo.

Y como lo sabe el mundo,

58

Juntos fueron al cadalso Y allí selló con su sangre

Lo que dijeron sus labios.

11 de Julio de 1890.

__________

UNA RESPUESTA DE MIRAMÓN.53

Ya sonó la media noche En el viejo campanario:

Querétaro está en silencio Que sólo turba á intervalos

El grito del centinela Triste, sonoro y pausado. En un antiguo convento

Que ya en cuartel transformaron, Presos en humildes celdas Están la muerte esperando

Miguel Miramón, Mejía Y un noble: Maximiliano. Ya poco tiempo les queda De vida á los sentenciados

Y el archiduque, que siempre Fué de la forma un esclavo,

Llama á Miramón, queriendo Sobre un punto interrogarlo.

Llega el arrogante jefe, Obediente á tal mandato Y órdenes pide gustoso A su infeliz soberano.

Éste le dice; - Seis horas Nos faltan, - Las voy contando

Pues ya que no tengo sueño He de entretenerme en algo… - Perdonad que os distrajera,

Pero quiero consultaros Cuál traje será el más propio

Para salir al cadalso.

53

Ídem., pp. 273-274..

59

- No entiendo vuestra pregunta. Y agrega Maximiliano:

- ¿Nos vestimos de uniforme O saldremos de paisanos?

Y Miramón le replica: - Majestad, voy á ser franco: Como ésta es la vez primera Que me fusilan, no es raro Que ignore lo que previene

El ceremonial del caso. Sonrióse el archiduque

Y agregó con entusiasmo: - Miguel, en todo os admiro…

¡Qué valor! ¡Dadme un abrazo!

___________

60

POESÍA DE MAXIMILIANO

ESCRITA EN MIRAMAR, AL PARTIR PARA MÉXICO. (Versión de Juan de Dios Peza).54

Ya sin la venda y rotas las cadenas Te muestra el porvenir más dulces lares;

Después de tanta lucha y tantas penas Puedes, saliendo en paz, cruzar los mares.

Es la que se te ofrece ardua tarea, Mas, firme en el honor y en los deberes,

La Fortuna querrá que tuyo sea El lauro que luchando merecieres.

Libre en tu acción, sin trabas y sin dolo, Sigue por una senda sin espinas;

Tu obra prosperará, cúmplela sólo En la lejana tierra á do caminas.

Dios hace fuerte al libre, no al ilota; El libre engendra libres en el suelo,

Donde la libertad radiante brota Se ve bajar la bendición del cielo.

Consuelo en ella encontrarás mañana; Sal sin temor, sin inquietud sombría, Que allá en la nueva tierra tan lejana

Te espera el premio que soñaste un día.

Diciembre 30 de 1904.

54

Ídem., p. 318.

61

RECUERDOS DE VIDA ANTE LA TRAGEDIA.

Tiempos de la Reforma. Los años del Segundo Imperio.

62

(Litografía de 1888 de Juan de Dios Peza, usada en Los poetas mexicanos contemporáneos, de Manuel Puga y Acal, bajo el seudónimo Brummel.

Colección de la Familia Peza)

63

EL TRAJE PARA LEER VERSOS.55 A principios del año de 1867 salía de Veracruz, rumbo á Europa, un vapor francés

conduciendo á varios personajes que culminaron en el ya vacilante imperio de

Maximiliano.

Iba entre ellos mi inolvidable padre que, fiel á sus principios políticos, creyó

de buena fe que la monarquía y la inmigración europea salvarían al país de muchos

desastres en lo futuro.

Y no sé si desengañado ó sin voluntad para continuar en el Gobierno, pues

yo aún no cumplía quince años y nada entendía de política, optó por irse al

extranjero.56

De lo que no tengo duda es de que, tanto sus amigos como sus más

encarnizados enemigos, aplaudieron su honradez sin tacha, única herencia que legó

á sus hijos.

Estaba en los comienzos de aquel destierro, que duró más de ocho años,

cuando se efectuó el drama de Querétaro, y mi madre y nosotros, tres hermanos,

quedamos en la mayor pobreza.

Para vivir se fueron vendiendo todos los objetos de la casa, que desde que

nací miré siempre, si no opulenta, dotada de cuanto exige el buen parecer á una

familia bien relacionada y de limpia cuna.

Yo, que fui liberal desde que tuve uso de razón y que admiraba y quería á

Juárez, obtuve de ese grande hombre una beca, entré á la Escuela preparatoria,

comencé á escribir versos y llegó un 15 de Septiembre en que, elegido por mis

camaradas de colegio, tenía que ir á leer al Teatro Nacional una poesía, que á la

postre resultó disparatada y llena de figurones imposibles.

Desde que me nombraron para leerla, me preocupé, como todos los pobres,

con la adquisición de un traje para presentarme en la tribuna.

55

J.D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas., México,

Herrero Editorial, 1907, pp. 31-34. 56

Sobre la decisión tomada por el coronel Peza, el Diccionario Porrúa de Historia… señala: “condenado a

muerte como sus demás compañeros del Gabinete del emperador, pudo salir del país, residiendo algún tiempo

en la capital de Francia”. Diccionario Porrúa de Historia, biografía y geografía de México., Porrúa, México,

1986.

64

Hablé con mi madre, y ella, triste pero ansiosa de complacerme, me ofreció

que realizaría mi deseo; y en efecto, la víspera de la gran fiesta nacional, ya estaba

en mi poder un traje de buen paño de color azul oscuro.

No disimulé mi alegría; pero al mismo tiempo dije á mi madre:

—-Habría preferido que me lo hubieran hecho negro.

—No era posible — me respondió —, ya te contaré á tiempo esa historia.

El 16 de Septiembre desperté satisfecho de los primeros aplausos que había

recibido en el teatro la noche anterior, y hablé de todas las peripecias ocurridas en

el desempeño de mi comisión poética, delante de mis hermanos, á la hora de la

comida.

Mi madre lloraba.

— ¿No estás contenta?—le pregunté.

—Sí, muy contenta; pero lloro porque veo lo que es la vida. La víspera de que

tu padre saliera de México, me dijo: «lo primero que hay que vender son los

caballos y el coche». Encontré quien me los comprara, y dos semanas después

recibía de la sastrería de Mivielle las dos libreas, la del cochero y la del lacayo, que

ya habían sido pagadas anteriormente. Eran inútiles y estaban flamantes, y me

conformé con guardarlas. ¿Quién había de comprarlas? Eran levita, chaleco y

pantalón, de color azul oscuro, con botones dorados. De una de ellas, achicándola

el sastre, he mandado hacer el traje con que has ido anoche á leer tus versos; por

eso es azul oscuro, y por eso lloro, porque de una librea del cochero ha salido tu

traje de ceremonia.

— ¿Y qué importa, madre mía?

—Es verdad, ¿qué importa?; muchos años tus trajes usados, pero en buen

estado, vistieron á varios niños pobres, y hoy he tenido que vestirte de lo que se

destinaba á la servidumbre.

¡Así es la vida! No te envanezcas nunca por lo que tengas, ni te entristezcas

cuando lo pierdas; sólo las virtudes constituyen el tesoro que se debe de conservar

siempre; y el libro de Job enseña mucho; léelo, hijo mío.

______________

65

¡COSI VA IL MONDO!57

La ciudad de México, en 1866, deslumbraba con el lujo que desplegaron los

servidores del Imperio.

Eran damas de la Emperatriz las mujeres más bellas, más elegantes, y,

digámoslo sin doblez, más virtuosas y más discretas en la sociedad de entonces.

Miente el criado del Emperador, un tal Turcios, que figura en el libro de

Blasio «Maximiliano íntimo», al decir que buscaban al Emperador damas

distinguidas, á quienes nadie creería capaces de una falta.58

¡Miente Turcios! Las damas de la Emperatriz eran todas, sin excepción de

una sola, modelos de pudor, de virtud, de recato, de finura, de elegancia, y, las más

de ellas, de hermosura.

En aquel año, los hermanos Valleto, Guillermo, Julio y Ricardo, tenían su

taller de fotografía en la calle de Vergara.

De entonces á hoy, nunca han abandonado ese trabajo, en el que ya no

necesitan reclamo, ni elogios, ni avisos siquiera, pues á más de ochenta mil

personas han retratado, y la República sabe que son los maestros en el arte debido

á Daguerre, y que tanto avanza en cada nuevo año.

57

J.D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas., óp. cit, pp. 91-

94. 58

Publicado en 1905 Maximiliano íntimo, fue la obra más esperada por los lectores mexicanos de su época.

De acuerdo a Patricia Galeana, la obra no gozó de popularidad por la brillante prosa de José Luis Blasio (que

en realidad era mala), sino por ser las memorias de un personaje que había estado cerca del emperador día y

noche durante el tiempo que duró el Imperio.

Sobre el contacto que tuvo Blasio con Maximiliano, se tiene noticia que lo conoció cuando fue a

implorarle por la vida de un hermano suyo, que era prisionero de guerra del bando juarista; al ser liberado

éste, Blasio presto lealtad al soberano mexicano. Después de haber servido poco tiempo como traductor a

Félix Eloin, un jefe militar belga, el emperador le fue tomando afecto por los servicios que prestaba al

Imperio, ante este hecho Maximiliano decidió nombrarlo su secretario particular. Tras la caída del gobierno

imperial, Blasio visitó a la familia imperial austriaca para narrar lo sucedido al hermano menor del emperador

Francisco José.

Con la consolidación del Porfirismo en México, la figura del último emperador mexicano ya no era

tema de descontento o peligro, sino de curiosidad y estudio. En este último sentido, Blasio como conocedor

de la vida íntima del emperador y para hacerse de algunos fondos decidió escribir sus memorias y titularlas,

Maximiliano íntimo. El libro no logró llenar la curiosidad de los lectores, el autor se limitó a hablar de

cuestiones políticas y a narrar las causas del fracaso imperial. Sobre la relación matrimonial entre

Maximiliano y Carlota son pocos los comentarios; lo que destaca en comparación son las costumbres y gustos

del emperador, de su carácter bromista, de su bondad y amor por la naturaleza… en: José Luis Blasio,

Maximiliano íntimo. El emperador Maximiliano y su corte. Memorias de un secretario, prólogo de Patricia

Galeana, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades, 2013.

66

Llegó á noticias de Maximiliano la habilidad de nuestros compatriotas, y

aunque él había traído de Viena á un fotógrafo distinguido, D. Julio de María

Campos, sin duda le cautivaron las obras de los Valleto, y con su ayudante, el

capitán Rodríguez, mandó suplicar á dichos artistas que fueran á verlo al alcázar de

Chapultepec.

Julio Valleto acudió al llamado imperial, y en breves instantes le hicieron

pasar al gabinete del Soberano.

—He visto magníficas fotografías hechas por ustedes—le dijo—y querría que

me hicieran aquí un retrato.

— ¿Aquí?—dijo Julio.

—Sí, aquí; en Chapultepec.

—Señor; debo decirle á usted...

—Se le trata de Majestad, interrumpió el Edecán de guardia.

—En México no estamos acostumbrados á tratar Emperadores ni Reyes—

contestó Julio Valleto.

—Tiene razón—agregó Maximiliano—, déjelo usted que me trate como

quiera.

—Pues, señor—agregó Julio—bien podríamos hacer aquí, ó donde usted

guste, el retrato que desea; pero la fotografía está en pañales, y no tendríamos las

condiciones artísticas que nuestro taller reúne.

—Bueno—respondió Maximiliano, —hoy es jueves; iré el domingo al taller de

ustedes, á las once de la mañana, si la fiebre intermitente no me ataca, porque estoy

enfermo, y vea usted, Semeleder me ha recetado estas obleas de quinina. Hoy me

ha dado el ataque.

—Pues estaremos preparados — respondió Julio, — y usted, si no puede ir, se

dignará avisarnos.

— ¡Ah! Temprano enviaré á un ayudante.

Se retiró Julio, y el domingo señalado recibió un atento aviso del

Archiduque, diciéndole que no podía ir, porque le había dado con mayor fuerza que

nunca la fiebre intermitente.

* * * * *

67

Y corrió un año, en que se desarrolló el drama trágico de Querétaro.

En 1867, en la misma fecha del mismo mes de Agosto, se presentó don

Benito Juárez en el taller de los hermanos Valleto, para hacer el magnífico retrato

en que aparece vivo y hablando el demócrata de América.

— ¿Cómo quiere usted, señor, que lo retratemos?— preguntó Guillermo

Valleto.

— Como ustedes quieran; yo estoy completamente á sus órdenes.

Hicieron la fotografía, y cuando ya se preparaba á marcharse el señor

Juárez, Guillermo le refirió que en esa misma fecha, en el año anterior, á la misma

hora, Maximiliano quiso retratarse, y sin duda, si la enfermedad no lo impide,

habría estado para ello en el mismo salón, frente á la misma máquina y en la

misma silla que el indio de Guelatao había ocupado minutos antes.

El señor Juárez, tomando su sombrero y sin alterar su fisonomía, sólo

contestó con su genial laconismo:

— ¡Así es el mundo!

________________

LA SEMANA SANTA EN OTROS TIEMPOS.

El Viernes de Dolores. —Las Canoas. —Los Altares. — Juegos de prendas. —Los

puestos de Chía. — Dos viejecitas. —Conventos y Parroquias. —Los

Monumentos, las Procesiones y los Judas. —La Obra de la Reforma.59

Allá por los años de 1861 á 1866, cuando era yo un rapaz de doce á catorce abriles,

la Semana Santa, en la noble ciudad de México, revestía una solemnidad de la que

ya no quedan señales.

59

J.D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas., óp. cit., pp.

102-113.

68

El Viernes de Dolores era obligatorio levantarse con el alba, é ir á la calle del

Puente de Roldan ó al desembarcadero de la Viga á proveerse de amapolas para los

altares de la Virgen.

Disputábanse las familias la supremacía en el adorno y compostura de

dichos altares y eran de verse los platos con trigo, maíz, alegría, linaza, lenteja y

garbanzo; las esponjas con piñones; los vasos, las botellas y las jarras de cristal con

aguas de colores; los adornos de papel de china, picados, como los más finos

encajes de. Bruselas, y en medio de todo eso una buena pintura de la Dolorosa ó un

Gólgota en que aparecían el Crucificado y la Virgen, al pie de la Cruz, llorando

desolada.

Los estudiantes se reunían desde antes de que saliera el sol, para tomar por

su cuenta las canoas y recorrer el Canal desde la Viga hasta Ixtacalco, entonando

alegres y entusiastas canciones y bailando, coronados de mirtos y de amapolas, el

melancólico palomo ó las bulliciosas danzas habaneras.

El popular novelista Facundo,60 ha descrito magistralmente la costumbre de

los altares en las casas particulares; la distribución y compostura de las aguas

frescas de horchata, de chía, de pina, de limón y de tamarindo; las letanías

cantadas en coro por la familia y las visitas, y aquellos juegos de prendas en que se

imponían castigos originales, como el de decir á cada uno un favor y un disfavor,

revelar algún secreto al oído ó hacer de burro, de perro, de gato, de esquina de

provincia ó de espejo, imitando los gestos y ademanes de cada uno de los

convidados.

—Usted, como dolorido y agraciado ¿qué pena le impone al dueño de la

prenda que va á salir?

60

Sobre el popular novelista Facundo encontramos una curiosa nota de Manuel Gutiérrez Nájera donde

señala: “Pero como novelas, propiamente dichas, sólo podemos mencionar las muy notables que con el

seudónimo de „Facundo‟ ha publicado don José Tomás de Cuéllar”. Sobre este escritor poco conocido

(J.T.Cuéllar. 1830-1894), se sabe que fue seguido de cerca por Gutiérrez Nájera a lo largo de su producción

narrativa: Linterna mágica, El pecado del siglo, Los mariditos, entre otras. Véase: Manuel Gutiérrez Nájera,

Obras I. Crítica literaria. Ideas y temas literarios. Literatura mexicana, recopilación de Erwin K. Mapes,

introducción de Porfirio Martínez Peñaloza, México, Universidad Nacional Autónoma de México,

Coordinación de Humanidades, 1995, p. 302.

Nájera circunscribe el género narrativo de Cuéllar al de los llamados costumbristas: “Aquí [en

México] no mendra la novela en ninguna forma, pero caso de medrar en algún género, este es el sentimental o

el de los llamados costumbristas… „Facundo‟ que es excelente costumbrista, no atinó en El pecado del siglo,

novela que quiso ser histórica”, en: M. Gutiérrez Nájera, “Episodios de la Guerra de Independencia, de

Alberto Lombardo” (1893).

69

—Que cante la turronera.

Y salía de dueño de la prenda una anciana del peso de noventa kilos, con su

cabellera dividida en dos gajos sobre las orejas, que lucían finas arracadas de oro,

con su rica mascada de seda terciada sobre el pecho, y prendida con un valioso

camafeo, y renegando de la hora en que naciera, obedecía la ley imperiosa de la

costumbre, se ponía de pie en medio de la sala, y gritaba angustiada:

—Turrón de almén... dra ente... ra y moli... da, turrón de almen... dra.

A algún anciano magistrado le tocaba cantar el pastelero, y gritaba,

causando la hilaridad de todos:

—A cenar, pastelitos y empanadas, pasen niños á cenar...

A la muchacha más recatada y modesta le obligaban á imitar á la sebera, y

sudando de vergüenza poníase la mano á la boca, donde relucían blanquísimos los

dientes, y chillaba con voz agudísima:

—¡¡Hay seboooooo!!

Para fortuna de los que vivimos, han desaparecido esos gritos que la

tradición conserva, y ya sólo en una que otra casa de molde antiguo se conocerán

los juegos de prendas que eran la delicia de los niños de otros tiempos.

Había altares en que se desplegaba inusitado lujo, y en que se repartían

deliciosas aguas frescas, obligando á cada mísero mortal á que probara de todas

con el pretexto de que diera su opinión sobre cada una.

* * * * *

No es fácil olvidar entre los muchos puestos de chía, verdaderos pabellones

de verdura que invitaban al transeúnte con su frescura y su sombra á pasar en ellos

algún rato agradable, el que ponían en la esquina de la Diputación y Callejuela

aquellas viejecitas de cabelleras blancas como un ampo de nieve; modelos de

limpieza en sus personas, en sus ropas, en los vasos, en cuanto les rodeaba.

En aquel puesto que olía á mastranto, á flor de chícharo, á rosas nuevas, se

detenían para probar la horchata, que era la especialidad de renombre, los más

encopetados y linajudos señores, y las damas que llevaban sobre los hombros las

más ricas y valiosas mantillas.

70

En algunos momentos se formaba en el puesto un grande y compacto grupo

de sedientos, y todos eran atendidos por las dos viejecitas que surgen en mis

recuerdos tales como eran, y que daría algo por volver á verlas.

Para todos tenían una frase de cariño.

— ¿Qué toma usté, mi alma?

— ¿Qué apetece el señor?

—Chía, limón, horchata, pina, ¿qué toma chula? ¿Qué quiere, niña?

Y con su trabajo honrado, con aquel infatigable afán de contentar á todos,

con la limpieza de sus efectos y la amabilidad, su trato, hicieron un capital para

vivir tranquilas.

* * * * *

Era una ciudad enteramente ascética la nuestra.

Había veintitrés conventos de monjas: San Bernardo, San Jerónimo, Santa

Inés, Santa Clara, Santa Isabel, Corpus Christi, Jesús María, la Encarnación, Santa

Brígida, San Juan de la Penitencia, La Concepción, Regina Coeli, San Lorenzo, San

José de gracia, la Nueva Enseñanza, las Vicgracia, la Enseñanza Antigua, Santa

Teresa la Antigua, las Hermanas de la Caridad, Santa Catalina, Capuchinas,

Balvanera y Santa Teresa la Nueva.

En la mayor parte de esos conventos eran notables las prácticas de la

Semana Santa; los altares, los monumentos, los sermones, el pan de gloria, los

dulces de Pascua, las palmas labradas y compuestas, los ejercicios cuaresmales y las

pinturas y esculturas que se exhibían al público.

De órdenes religiosas sólo habían quedado los padres de San Fernando, de la

Profesa (San Felipe Neri), y la Congregación de San Vicente de Paúl, pero los

templos en que se ostentaba con todo el esplendor del lujo el monumento, eran la

Catedral, Santo Domingo, la Profesa, la Encarnación, San Bernardo, Santa Clara,

Santa Brígida. Capuchinas y Santa Catalina.

Eran tan concurridos los ejercicios piadosos, que en verdaderas romerías iba

el pueblo á las parroquias de San Miguel, de Santa Catarina Mártir, de la Santa

Veracruz, de San José, de Santa Ana, de la Soledad, de San Pablo, de Santa María,

71

de San Sebastián, de Santa Cruz Acallan, de Santo Tomás la Palma y de San

Antonio de las Huertas, en busca de la cédula que acreditase el cumplimiento del

precepto sagrado.

En las iglesias del centro, eran de vérselos grupos de encantadoras polluelas,

con las cabezas graciosamente cubiertas por el tápalo negro, esperando que el

confesor las llamara por turno á depositar los secretos más íntimos.

¡Oh días hermosos de la juventud! ¡Cuando se ha recorrido un camino largo,

sembrado de hojas secas, y en el cual nos sorprende el crepúsculo, damos un adiós

triste á ese sol que se hunde para no reaparecer nunca!

* * * * *

Recuerdo confusamente las procesiones, pero no se borra de mi memoria la

del Santo Entierro de Santo Domingo y del Señor de la Expiración, semejante á

muchos Cristos que hay en Toledo y en Sevilla.

La procesión se efectuaba el Viernes Santo por la tarde. Llenábase de

curiosos la Plazuela de Santo Domingo y todas las calles adyacentes; los balcones

de la ex-Aduana, los de las casas del portal y las azoteas, ofrecían un conjunto

vistoso, por la multitud que los llenaba desde las primeras horas de la tarde.

Escuchábanse los gritos populares «á dos rosquillas y un mamón», «un vaso

de chicha fresca», «nieve, nieve», y de pronto un rumor imponente era el anuncio

de que la procesión comenzaba.

Iban apareciendo las imágenes, pero al salir de la capilla del Cristo de la

Expiración, toda la gente se arrodillaba, reinaba profundo silencio, y de pronto se

oía la voz del pregonero gritando:

«Hincándose de rodillas, rezando un credo delante de este divino señor, se

ganan ciento cincuenta días de indulgencia.»

Y se rezaba el credo en voz alta en calles, casas, balcones, ventanas y azoteas,

mientras pasaba el Cristo conducido en elegantes y sólidas andas por señores y

jóvenes pertenecientes á las más distinguidas familias de la ciudad, y juro por mi

ánima que es cierto, que cuando se cansaban, y el Cristo se ladeaba, y ellos pedían

72

al sacristán que les relevaran, el sacristán les respondió con orgullo y

desdeñosamente:

«Hagan lomo y no repelen los que cargan al señor.»

Y pujando y sudando, sacaban fuerzas de flaqueza, y el crucifijo volvía á estar

derecho, y ellos seguían hasta la próxima esquina donde daban á otros la carga.

* * * * *

El Santo Entierro que todavía se conserva en Santo Domingo, representa el

cadáver de Cristo, y salía en una vistosa urna de cristal, adornada con garzotas de

colores y con prismas en que los rayos de la tarde producían los más variados

cambiantes.

Seguía tras esa escultura, la de la Virgen de la Soledad, que forma la

devoción del pueblo, y por donde pasaba, le dirigían en voz alta, súplicas y

plegarias que producían un rumor lastimero.

Desde la mañana del Jueves ya no circulaban carruajes; enmudecían las

campanas, y la gran matraca de la Catedral sonaba anunciando las horas.

Era de tono regalar matracas de plata, labradas de filigranas, representando

caprichosas figuras.

A propósito de esto, dice Marcos Arróniz,61 en un libro escrito algunos años

antes de la época á que me refiero:

El Jueves Santo es un día en que México cobra una animación inusitada,

pues que la mayor parte del año sólo se dejan ver las damas aristocráticas por las

ventanillas de sus rápidos coches; pero ahora asoman su leve pie por entre el raso y

terciopelo de sus ricos vestidos, y honran las calles de la ciudad. Visitan lodos los

61

Son pocas las noticias que tenemos sobre Marcos Arróniz, se sabe que nació en Orizaba, Veracruz, y murió

en San Martín Texmelucan, Puebla, en 1858. Poeta del género romanticista . Estudió en la Ciudad de México

y colaboró en diversos periódicos. Fundó el Liceo Hidalgo. Conservador, militar de carrera durante los

gobiernos de Antonio López de Santa Anna. Su muerte está envuelta en el misterio. Sus versos, que no

llegaron a coleccionarse, se publicaron en la prensa de la época. Véase: Ángel Muñoz Fernández, Fichero

bio-bibliográfico de la literatura mexicana del siglo XIX, México, Factoría Ediciones, 1995.

Sobre sus trabajos literarios se conoce El Manual de viajeros en México, ó compendio de la historia

de la ciudad de México, publicado en París, 1850, con el fin de satisfacer el enorme interés de un amplio

público lector sobre la historia, desarrollo cultural, geografía, literatura, puntos de interés, servicios, usos y

costumbres mexicanas.

73

sagrarios, que se hallan adornados con un esplendor propio del culto católico, y

donde se ven pasajes y escenas de aquellos solemnes acontecimientos que se

conmemoran. Grandes lienzos con cuadros de vida del Salvador, cubren las

paredes; los altares están vestidos de duelo con velo morado, pero en el

monumento aparece toda clase de adornos de oro, de cortinajes, de plantas y flores.

La música, con acentos pausados y hermosos, da más prestigio al grandioso

espectáculo. En la noche, se encienden y resplandecen con mil luces. En este día no

se oye el rodar de los coches, el pisar de los caballos, ni el toque de las campanas, ni

el redoble de los tambores; un silencio respetuoso reina en toda la ciudad.

* * * * *

Era un México muy triste y muy atrasado el de aquellos tiempos. Para venir

á la capital, los negociantes de los Estados emprendían viajes de verdadero peligro,

y alguno de estos viajeros, como los que venían de la frontera, necesitaban

resguardarse con numerosas escoltas de mozos bien armados, que emprendían

serios combates con los bandoleros esparcidos en los caminos.

La diligencia de Toluca era asaltada dos ó tres veces en el monte de las

Cruces, y no se podía ir á veranear á los pueblos cercanos sin el temor de que en la

noche menos pensada despojaran á la familia de todo cuanto llevaba.

Como dice el sabio Ignacio Ramírez, las campanas de las torres marcaban la

distribución de la vida; nadie daba un paso sin que el director espiritual lo aprobara

ó lo ordenara; se confiaba el triunfo económico al milagro del Santo patrono, y

nadie soñaba en los prodigios que hoy vemos realizados por la evolución social

dentro del medio apropiado y preparado juiciosamente.

* * * * *

Cualquiera que estudie nuestro pasado comprende los transcendentales

trabajos que hubieron de emprenderse para llevar á cabo la obra de la Reforma, y

no hace muchos días tuve ocasión de leer un admirable trabajo sobre ésto, escrito

por el Senador, ex-Presidente del Congreso Pan-Americano, Licenciado Genaro

74

Raigosa,62 en que con toda la lógica positiva y con riquísimo caudal de

observaciones y de reflexiones, expone de una manera real el cuadro biológico del

antiguo México, los errores económicos de sus prohombres, y deja ver con toda

claridad los beneficios de la Reforma.

* * * * *

En aquellos tiempos los odios políticos se revelaban el Sábado de Gloria,

quemando Judas que representaban personalidades prominentes y que ardían y

reventaban en medio de los aplausos y del entusiasmo de sus enemigos.

El Sábado de Gloria era también notable, no sólo porque al sonar las diez la

ciudad entera resucitaba y se oían por todas partes gritos de regocijo, sino por la

entrada del pulque, en carros vistosamente compuestos, tirados por muías

enjaezadas con cascabeles.

No es posible dar una idea de todo esto al que no lo ha visto. En el México

actual, alumbrado por millares de focos eléctricos, lleno de tranvías, de teléfonos,

de fonógrafos, de ferrocarriles, nadie se imagina lo que fueron en pasados tiempos

estos días santos.

Todo pasa y todo cambia, pero hay algo como una sensación de frescura que

vigoriza y conforta cuando todo lo ido se trae á la memoria por los que vivíamos

entonces.

Todo ha cambiado felizmente, porque todo lo nuevo eclipsa y supera á lo

antiguo, pero hay que exclamar con Jorge Manrique:

Cualquier tiempo pasado fue mejor.

___________

62

Sobre Genaro Raigosa contamos con una breve descripción que nos ofrece Antonio Diaz Soto y Gama en

su Historia del Agrarismo en México: “Si queremos llegar a concreciones y análisis técnicos, nadie puede

ilustrarnos mejor que el señor licenciado Genaro Raigosa, especialista que fue en la materia. Dicho letrado

apoya su crítica sobre el latifundio mexicano, en esta consideración primordial: las bases fundamentales de

toda industria, de toda empresa humana en lo económico, son dos: el superior aprovechamiento del medio

natural, o físico, disponible y la mayor eficacia de la labor manual”., en Antonio Díaz Soto y Gama, Historia

del Agrarismo en México, prólogo y estudio biográfico por Pedro Castro, México, Ediciones Era/

Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, 2002, p. 536.

75

DIENTE POR DIENTE.

Episodio de la guerra de intervención.

(Años de 1862 á 1867.)63

Estaba en todo su vigor de encarnizamiento y de crueldades la guerra entre

mexicanos y franceses.

Bazaine tenía como aliados á los austríacos, á los húngaros, á los belgas y á

los argelinos.64

Estos últimos eran unos negros hercúleos, vestidos como los zuavos, pero

con uniforme de color azul pálido con vivos amarillos.

Los niños de entonces nos quedábamos sorprendidos cuando por las calles

veíamos aquellos soldados de rostro de ébano, en que resaltaba la blancura de los

ojos y la de los dientes; aquellos cuerpos de elevada talla, arrogantes al caminar y

quietos como gigantescas estatuas de bronce cuando estaban de centinelas á la

puerta de Palacio.

Las gentes del pueblo salían á los zaguanes de las casas de vecindad, cuando

algún chicuelo gritaba con voz de terror: ¡Los negros! ¡Los negros!, y los miraban

con una curiosidad indecible.

En Tamaulipas, en donde el coronel Dupín había cometido toda clase de

excesos, contándose por centenares los fusilamientos, los incendios, las violaciones,

los saqueos de casas y tiendas, los plagios de mujeres y niños y cuanto de cruel é

inhumano puede concebirse, había un guerrillero liberal, valiente como un Cid, que

era el que se batía sin tregua con aquella legión de demonios infernales que

acaudillaba Dupín.65

Ese guerrillero era Pedro Méndez.66

63

J.D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas., óp. cit., pp.

146-149. 64

François Achille Bazaine (Versalles, 13 de febrero de 1811 - Madrid, 23 de septiembre de 1888), mariscal

de Francia. Sirvió en la Guerra de Argelia, en la Guerra de Crimea y en la Segunda Intervención Francesa en

México. Sin embargo, es más conocido por su fracaso como comandante en jefe del ejército del Rin y por

haber contribuido a la derrota francesa en la Guerra franco-prusiana de 1870. 65

Coronel Charles Dupin "La Hiena de Tamaulipas", militar frances enviado por Napoleon III a organizar las

operaciones anti-guerrilla durante la etapa del Imperio de Maximiliano. 66

Pedro José Méndez Ortiz (1836-1866). Fue un general del estado mexicano de Tamaulipas. Ante el golpe

de Estado del presidente Ignacio Comonfort y el posterior desenlace de la guerra civil entre liberales y

76

Y se vengaban el uno del otro, y tenían tales revanchas, que en cierta ocasión

Méndez enterró vivos á varios soldados de Dupín, dejando que á flor del suelo

asomaran las cabezas.

Entonces provocó al Jefe francés para que se viniera sobre aquel punto con

el ímpetu que acostumbraba, y los cascos de los caballos rompieron, como débiles

nueces, los cráneos de los prisioneros, mientras Pedro Méndez se alejaba satisfecho

de su obra.

* * * * *

Dupín tenía por brazo derecho al capitán Margueritte, y Pedro Méndez al

capitán Amador.

Cierta noche Margueritte sorprendió á Amador, lo derrotó completamente,

lo hizo prisionero, lo colgó de un árbol y lo fusiló colgado, alejándose en seguida de

aquel punto.

Todo indicaba que Amador estaba muerto, pero Méndez, que á las pocas

horas fué á verlo, encontró que vivía, merced á una bala que le perforó el cuello

abajo de la tráquea, abriendo una hoquedad, por donde, sin saberlo aquel infeliz,

siguió respirando.

Lleváronlo para curarlo, y con grandes atenciones y remedios de hierbas

quedó listo á los pocos meses; volvió á batirse como siempre, y una noche

sorprendió en un baile á Margueritte y lo hizo prisionero con todos sus argelinos.

—Le confieso á usted, Sr. D. Guillermo (le decía Amador á mi buen amigo D.

Guillermo de Landa y Escandón, que me ha referido estos hechos), que me dio

lástima pasar por las armas á todos aquellos gigantes, tan valientes y tan bien

formados, y sólo perdoné á uno de dieciocho años para que viniera á México á dar á

Bazaine la noticia.

— ¿Y qué hizo usted con el capitán Margueritte?

—A ese lo fusilé, mandando yo personalmente la ejecución; le di un tiro de

gracia; después, con una gran piedra le estuve machacando la cabeza, hasta dejarla

conservadores, Méndez siempre demostró lealtad al presidente Benito Juárez y a la constitución, muriendo

por la republica en 1866.

77

como tortilla; en seguida mandé llamar al cirujano de mayor fama en aquellos

contornos, y le dije: «Le doy á usted cinco horas de plazo para que saque, lo más

completa posible y me la entregue, la piel de este hombre.»

—Y venga usted á ver, Sr. D. Guillermo, aquí la tengo muy bien cuidada y en

muy buen sitio.

Y Amador condujo á Landa á su recámara y alzó de junto á la cama un

amplio tapete de paño rojo, sobre el cual estaba extendida y ajustada la piel del

capitán Margarille.

— ¡Qué lástima—agregó Amador—que le hubiera yo desbaratado la cabeza y

la cara, pues tenía muy buena cabellera rubia y un bigote muy espeso!

* * * * *

Así eran las venganzas de entonces y así eran de crueles y desalmados

algunos guerrilleros.

_____________

78

UNA ANÉCDOTA PATRIÓTICA

DEL ACTUAL ARZOBISPO DE MÉXICO.67

En tiempo del Imperio, cuando por las calles de la ciudad sólo se veían soldados

franceses, argelinos, austríacos, egipcios y belgas, era Prebendado de la Catedral y

Rector del Nacional Colegio de San Juan de Letrán el actual Arzobispo de México,

D. Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera,68 que hoy, 19 de Marzo de

1907, cumple cincuenta y dos años de su canta misa.

El Colegio de San Juan de Letrán tenía hermosa historia. En el terreno que

ocupaba en el año de 1529, el guardián de San Francisco fundó una escuela de

primeras letras para los indios, y fué primer maestro el angelical lego Fray Pedro de

Gante.

Don Antonio de Mendoza, primer Virrey de México, dio su amparo á aquella

Escuela, y con la protección del Gobierno de España; fué progresando de tal suerte

que se le concedieron rentas y privilegios, y en 18 de Agosto de 1548 previno una

Real cédula que «en el repartimiento perpetuo que se había de hacer tuviese

67

J.D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas., óp. cit, pp. 114-

119. 68

Próspero María Alarcón y Sánchez de la Barquera (1825-1908) Don Próspero inició sus estudios

eclesiásticos en el Seminario Conciliar de México. Consiguió el título de Licenciado en Filosofía en 1846 y el

de Doctor en Teología en 1856. En 1855 el Arzobispo Lázaro de la Garza y Ballesteros nombró a Don

Próspero cura de la Parroquia de Santa Ana en Querétaro. A partir de 1864 y hasta 1891 trabajó en la Catedral

de México ejerciendo diferentes cargos.

León XIII nombró a Próspero María Alarcón arzobispo de México el 17 de diciembre de 1891, casi

un año después de la muerte de Mons. Pelagio Antonio de Labastida. Fue consagrado en la Catedral el 7 de

febrero de 1892 por Ignacio Montes de Oca, obispo de San Luis Potosí.

Desde los primeros años de su gobierno, el arzobispo se dedicó a organizar y hacer mejoras al

Seminario: aumentó el sueldo de los profesores, otorgó becas a estudiantes de escasos recursos y contrató a

los más sabios sacerdotes para que dieran las cátedras. Durante los años siguientes restauró conventos, abrió

escuelas primarias, instituyó un nuevo seminario en Valle de Bravo, ayudó a mejorar el funcionamiento de las

parroquias y sacó al gobierno eclesiástico de la bancarrota que había dejado Mons. Labastida.

En 1895 el arzobispo de México convocó al V Concilio Provincial Mexicano que se llevó a cabo del

23 de agosto al 1 de noviembre y en 1898 asistió al Concilio Plenario que convocó el Papa León XIII para los

obispo de América Latina, en Roma. Mons. Alarcón continuó con las obras de restauración de la antigua

Basílica y tuvo la dicha de coronar a la Virgen de Guadalupe el 12 de octubre de 1895, en presencia del

episcopado mexicano, de prelados extranjeros y de cientos de fieles.

El Arzobispo de México falleció el 29 de marzo de 1908 después de una larga enfermedad en las vías

respiratorias., en Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México, “Próspero María Alarcón y Sánchez de

la Barquera”. (consultado el 1 de septiembre de 2014).

79

respecto á dejar y señalar alguna renta para hacer y acabar el dicho Colegio y para

que pudiera permanecer y sustentarse».

Primeramente enseñaba allí á los naturales la doctrina, y más tarde se

convirtió en lo que hoy llamaríamos Escuela Normal de Profesores, pues la cédula

de 8 de Septiembre de 1557 dio constituciones al Colegio, y á las claras hizo ver que

tenía por principal objeto instruir maestros que fueran luego á establecer colegios

en todos los departamentos de la Nueva España.

La Nacional y Pontificia Universidad establecida donde hoy está el

Conservatorio Nacional de Música y Declamación, quiso encargarse de dicho

Colegio y darle un edificio propio; pero se encontró con la oposición firme del

Ayuntamiento.

La escuela fué empobreciendo á tal grado, que para lograr recursos se

dispuso que sus alumnos, imitando á los niños del Hospicio de pobres, asistieran á

los entierros por paga, lo cual no dio el resultado apetecido, y siguió decayendo,

hasta encontrarla en ruinas don Ambrosio Llanos Valdés. que fué nombrado Rector

en 1770.

El Sr. Llanos Valdés era progresista y abolió la costumbre de la asistencia á

los entierros; buscó de mil modos la manera de que. ingresaran alumnos; formó un

vasto programa de enseñanza é hizo progresar, no sólo moral, sino materialmente,

el colegio, ensanchándole y haciéndolo simpático á todas las clases sociales.

En la época del Imperio de. Maximiliano, estaba declarado Escuela especial

de Filosofía y se regía por la ley y reglamento de 27 de Diciembre de 1865.

Los lateranenses sentían orgullo de haber tenido en tiempos anteriores

camaradas como Altamirano, Chavero, Manuel M. Flores, Juan y Manuel-Mateos,

Juan Díaz Covarrubias, Marcos Arróniz, Florencio M. del Castillo y otros muchos

que, bajo el rectorado de Lacunza, se habían distinguido por liberales, y para no

desmentir esos antecedentes, se dirigieron al Rector, D. Próspero María Alarcón, á

fin de que les permitiera celebrar el glorioso aniversario del 5 de Mayo.

El Sr. Alarcón les hizo ver que en el mismo Colegio estaba alojado un

destacamento de gendarmes franceses, del cuerpo que mandaba el Barón Thindall;

pero después de admirar su sincero patriotismo, les concedió que conmemoraran

dicho aniversario en un salón interior, á fin de no dar escándalo.

80

Los colegiales sabían que el Sr. Alarcón, cuando se había mandado al

Cabildo metropolitano una acta de adhesión al Imperio, para que la firmasen los

Canónigos, había dicho, y así lo expresó por escrito, que él reconocía como

Soberano al Sumo Pontífice; pero que para su patria deseaba un gobernante

mexicano, y que por esto no firmaría aquella acta. Trataron los jóvenes de arreglar

un salón interior; pero era obscuro y frío, y volvieron á ver al Sr. Alarcón, para que

les permitiera hacer su fiesta en uno de los salones más importantes.

—Pues escojan el que más les guste—les respondió aplaudiendo su

entusiasmo.

No se conformaron con esta segunda concesión los estudiantes, y volvieron

todos juntos á suplicar á su Director que les hiciera la honra de presidir la fiesta.

Mucho discutió con ellos el Sr. Alarcón, pero al fin les dijo sonriendo:

—Bueno; pues yo iré á presidir, suceda lo que suceda.

¿Y qué sucedió? Que en la ocasión en que se efectuó la velada, cuando ya

había leído unos versos patrióticos muy ardientes el alumno Francisco Montano

Ramiro, hoy Diputado, y otros [como] Enrique Sánchez, recibiendo los atronadores

aplausos de sus compañeros, entre los que descollaban Jesús Zeñil, hoy Ministro

plenipotenciario de México en Viena; Valentín Canalizo, hoy Magistrado; Manuel

F. Villarreal, hoy Secretario de una Sala del Supremo Tribunal y Tesorero de la

Sociedad de Geografía y Estadística; Manuel Cruzado, hoy Juez; Carlos Sánchez

Mejorada y Emilio Monroy, reputados jurisconsultos, Benjamín Bonilla, Francisco

Hermosillo, Refugio López, M. Mendiola, y acaso de los profesores, Teófilo

Fonseca, José María Cos y Rafael Ángel de la Peña, el eminente hablista y amado

maestro mío, se oyeron fuertes golpes en las puertas del Colegio, que se habían

cerrado para efectuar la velada.

Acudieron á ver quién llamaba con tanto imperio, y se vio que era el

destacamento de gendarmes franceses que volvía de la retreta.

Negáronse á abrir los estudiantes, y no lograron los franceses entrar hasta

que concluyó la velada.

Informóse el jefe de la causa por lo cual les habían detenido en la calle, y al

saber que era porque los estudiantes estaban conmemorando la derrota del ejército

francés en Puebla, se quejaron con el Mariscal Bazaine; éste fué á querellarse con el

81

Emperador, y cuentan que por ese motivo se suprimió el internado, y á poco se

cerró el Colegio.

El Sr. Alarcón, con gran entereza, y sin faltar nunca á sus deberes

sacerdotales, jamás negó su amor á la patria y á la República.

No extrañe á nadie que al triunfar D. Benito Juárez, en 1867, le enviara á su

hijo Benito para que le enseñara latín y filosofía.

El Arzobispo de México es, por estos antecedentes, simpático á todos los

partidos políticos de su patria.

_______________

LOS HERMANOS VALLETO.69

Los distinguidos y reputados artistas fotógrafos Julio, Guillermo y Ricardo Valleto

nacieron en la ciudad de México.

Son hijos de D. Miguel Valleto y de doña Teresa Herrera, originaria de

Veracruz.

Don Miguel perteneció á una familia de abolengo, muy acomodada y muy

conocida en la alta sociedad española, y se separó muy joven del hogar paterno,

consagrándose al teatro, al lado de magníficos actores.

De arrogante apostura, pulcro en el hablar, elegantísimo en el vestir, muy

ilustrado é inteligente, de modales de extremada finura, fué en todas parles

recibido en los más altos y cultos centros sociales, sin que para ello fuera obstáculo

la circunstancia de ejercer la carrera dramática, porque era de aquellos caballeros

sin lacha que lo mismo honran y enaltecen la escena como el estrado, donde se les

escucha con respeto y con cariño.

69

J.D. Peza, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones anecdóticas e históricas., óp. cit., pp.

155-162.

82

El erudito escritor García Cubas encomió á D. Miguel en su obra El libro de

mis recuerdos,70 y no es el único, pues cuantos han tratado de los artistas de otras

épocas le tributan, como á nuestra compatriota Soledad Cordero, justas alabanzas á

su genio y á sus virtudes.

El Apuntador, periódico teatral de aquellos tiempos, le retrataba diciendo:

«el señor Vállelo es bien formado; tiene una fisonomía expresiva, ojos vivos, buena

acción y modales muy finos en la escena y fuera de ella. Su porte es aristocrático, su

trato caballeresco y arreglada y moral su conducta, circunstancias que le hacen muy

estimable en la sociedad, tanto como su mérito en el teatro. En el género serio tiene

sensibilidad, fuego, nobleza y dignidad.»

Era un gran intérprete de las obras de Bretón de los Herreros, y en la vida

social sus amigos fueron siempre los jóvenes más bien educados y más elegantes de

la sociedad mexicana.

Como padre de familia distinguióse por el empeño sin tregua que puso en la

educación é instrucción de sus hijos.

El galano y elegante escritor Enrique de Olavarría y Ferrari, á quien

fraternalmente queremos, encomia al Sr. Vállelo en su erudita y valiosísima

Historia del Teatro,71 obra que reclama ser continuada, por ser única en su género,

y de un mérito extraordinario.

Don Miguel Vállelo vivió algún tiempo en Veracruz, donde nació su

primogénito, que lleva su mismo nombre, y que desde 1876 sirve con eficacia y

exactitud ejemplares, en la Aduana de aquel puerto.

70

Véase: Antonio García Cubas, El libro de mis recuerdos. Narraciones, anecdóticas y de costumbres

mexicanas anteriores al actual estado social, México, Imprenta de Arturo García Cubas, hermanos sucesores,

1904. 71

Enrique de Olavarría y Ferrari es considerado el primer español que realizó una contribución notable en la

escritura de la historia de la cultura mexicana y que adoptó la nacionalidad mexicana al identificarse con el

proyecto liberal de Ignacio M. Altamirano, Vicente Riva Palacio, Guillermo Prieto, entre otros.

Olavarría es conocido por su participación en México a través de los siglos, obra coordinada por

Vicente Riva Palacio, donde escribió el cuarto tomo (Historia de México Independiente). En este sentido

Olavarría es conocido por su incursión en la historia cultural, sobresaliendo obras como: la Reseña histórica

del teatro en México 1538-1911 (1895) publicada por entregas de 1880 a 1884; la Reseña histórica de la

Sociedad de Geografía y Estadística (1891), la Reseña histórica del Colegio de San Ignacio de Loyola

(Vizcaínas) (1889), entre otras.

83

Vino después á radicarse á México, ocupando la casa de la esquina del

Coliseo y San Francisco (donde boy está el hotel de San Carlos), y allí vieron la luz

sus hijos Julio, Guillermo, Ricardo, Concepción y Teresa.

Julio, muy dedicado desde niño á los estudios de Física y Química, se

consagró al arte fotográfico y se puso á trabajar para el público, en el año de 1861,

en un taller establecido en la calle de Vergara, número 7.

Más tarde, interesó la afición de sus hermanos, quienes primero por

ayudarle y después por haberle cobrado amor á la profesión, trabajaron con él,

dando desde entonces los tres hermanos, ejemplo de unión fraternal que, en

nuestro concepto, ha sido el secreto del progreso, de la estabilidad y del crédito de

su casa.

En breve tiempo fueron tan estimados sus trabajos, que ante su cámara

obscura acudieron á situarse para ser retratados los más distinguidos personajes de

aquella época, toda fausto y toda esplendores, porque se ensayaba en México la

forma monárquica, y el Gobierno y la sociedad imitaban el lujo de la corte de

Napoleón III.

El infortunado Maximiliano, como ya lo hemos dicho en otro artículo,

intentó ir á retratarse con los hermanos Valleto, y se lo impidió una enfermedad, y

un año después, el mismo mes, en el mismo día y á la misma hora, el Presidente

Juárez, fué á retratarse, habiendo exclamado cuando supo esta coincidencia: «Así

es el mundo-.

* * * * *

Derribado el Imperio, los generales republicanos vencedores, los diputados,

magistrados,vempleados de alta categoría, etc., acudieron espontáneamente

también á ponerse delante de las máquinas que habían reproducido á mariscales de

Francia, generales austríacos, franceses y belgas; al príncipe Kevenhuller, al conde

de Bombelles, á las damas de la Emperatriz y á las más distinguidas señoras de

México.

Las dignidades de la Iglesia, las eminencias del Foro, de la Banca, de la

Tribuna y de la Cátedra; los desposados más notables en todas las épocas, han ido á

84

ese taller tradicional, y por esto, cuando alguien que ha envejecido en México,

observa y revisa aquellos archivos mirando negativas ó tarjetas, surgen á sus ojos

seres, cuadros, trajes, cosas de tiempos que huyeron, y que allí se codean y se

confunden con lo nuevo, con lo moderno, con lo que priva en la actualidad, como lo

más refinado en el arte.

Los hermanos Vállelo, siempre han estado al corriente de todas las mejoras

en su ramo, y nadie desconoce que ellos han sido los introductores de dichas

mejoras en nuestro país, y que han llamado siempre la atención con sus novedades

artísticas.

En 1871 trasladaron su taller á la primera de San Francisco, 11, y treinta años

más tarde, en 1901, á la segunda de San Francisco, 2.

Es decir, han trabajado sin cesar cuarenta y un años, y en ese tiempo han

desfilado delante de sus cámaras obscuras, más de 90.000 personas.

Julio se consagra en el trabajo á la parte química; Ricardo á los trabajos al

carbón y á las positivas, y Guillermo al decorado, á la posición, á las actitudes, al

conjunto estético de cada obra.

Sus estudios de arte han sido perfeccionados en Europa. Julio Vállelo estuvo

en París al lado del gran maestro veneciano, Ingeniero fotógrafo Montalti, que

acompañó al inmortal Lesseps á los trabajos de apertura del Canal de Suez, y

además estudió en Viena con Heder, en Berlín con Kleffer, en Budapest con el

profesor Khloller.

Guillermo, después de trabajar al lado del Profesor Biber, de Berlín, que era

el fotógrafo del Emperador de Alemania, y su taller reputado como el de mayor

fama y valía, estudió en Ámsterdam (Holanda), en Viena y en Bruselas.

Ricardo, discípulo también del afamado Montalti, aprendió á trabajar al

carbón en Inglaterra é hizo diversos estudios en París y Alemania.

Los tres hermanos, durante esos estudios, trabajaban confundidos con los

obreros de cada país, y observaban la manera más eficaz para obtener buenos

resultados.

En los Estados Unidos visitaron magníficos talleres, y tanto allí como en

Europa, han alcanzado en las Exposiciones altas y merecidas recompensas, siendo

85

ellos los primeros artistas mexicanos que obtuvieron en fotografía premios en los

certámenes de Europa.

En la Exposición Universal de París de 1900, sacaron la medalla de oro, y en

la Exposición también Universal de Saint Louis Missouri, en 1904, obtuvieron el

gran premio.

Acostumbrados desde niños á la vida elegante, lo revelan en todo lo que les

rodea, así en sus salones, como en su «atelier», que es un modelo de orden y de

lujo.

Han vivido trabajando, y su gloria estriba en honrar á la patria en el

extranjero, y en satisfacer las exigencias de un público que acude en su busca sin

ser llamado con «reclames» á la usanza moderna.

Han visto desfilar delante de sus máquinas á niñas que hoy son jóvenes, á

jóvenes que hoy son matronas, á matronas que ya son ancianas.

Un día, frente á esa máquina, colocaron á mi nieto, y yo le decía sin que me

entendiese:

—En ese mismo lugar se ha retratado tu padre.

- ¿S í?

—Y tu abuelo.

- ¿S í?

—Y tu bisabuelo. ¡Ah! ¡Y cuántos pueden decir lo mismo!

Niñitas que allí se retrataron atadas con un cordón de seda sobre una silla y

con el biberón en la mano, llevan hoy á sus hijas á que las fotografíen de igual

manera.

Pero los procedimientos han cambiado, hoy todo tiene mayor realce, más

gusto, más mérito artístico. La ciencia ha progresado mucho, y pronto, muy pronto

acaso, se descubrirá la fotografía con colores.

¡Qué desgracia para aquellos que tenemos el cabello blanco!

En cambio, qué alegría para los de mejillas sonrosadas y cabellos rubios.

Esos verán lo que á muchos ha de escondernos la obscuridad del sepulcro.

Y al pensar en nosotros los que todavía amen nuestro recuerdo, si alguno lo

conserva, nos conocerán en retrato, y al ver la marca «Vállelo hermanos», dirán:

86

«está hablando»; porque sin ofender á nadie, los retratos hechos por ellos, viven y

hablan.

Los tres hermanos son de esos artistas que observan doble culto: al arte, en

sus más brillantes manifestaciones, y á la patria, á la sociedad y á la familia, en todo

lo que tienen de sagrado y de adorable.72

_______________

ENTRADA DE MAXIMILIANO EN MÉXICO. — ENTUSIASTA

RECEPCIÓN. — JUÁREZ Y CASTELAR.73

En un balcón de la calle de San Francisco, al lado de Juan Cordero, hoy abogado,

poeta, literato y autor de conocidos y comentados estudios sobre la música,

presencié el domingo 21 de Junio de 1864 la solemne entrada de Maximiliano y

Carlota en la ciudad de México.

Juan Cordero tendría entonces la misma edad que yo, más ó menos doce

años; así es que estábamos embobados con el espectáculo y sin que todavía

pudiéramos dar una opinión sobre la conveniencia, importancia y trascendencia de

aquel memorable suceso.

Ya he dicho á los que no lo saben, y éstos han de ser muy pocos, que mi

familia era conservadora y monárquica (yo fui la excepción en mi linaje, por liberal

y republicano), y en consecuencia, aquellos días que á mis ojos pasaban con su

72

Sobre el trabajo de los hermanos Valleto véase el interesante estudio realizado por la historiadora Claudia

Álvarez: Claudia Álvarez Negrete, Valleto hermanos. Fotógrafos mexicanos de entre siglos., prólogo de

Aurelio de los Reyes, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones

Estéticas, 2006. 73

Juan de Dios Peza, Epopeyas de mi patria. Benito Juárez, La Reforma. La intervención francesa. El

Imperio. El triunfo de la república. Memorias de Juan de Dios Peza, México, J. Ballesca y sucesores editores,

1901, pp. 159-178.

87

ruido y sus fiestas, como los actos de una grandiosa comedia ele magia, han ele

haber sido de satisfacción para mi casa.

Voy á contar lo que vi tal como lo vi, y lo que escuché tal como lo recuerdo, y

téngase en cuenta que no es flaca mi memoria, ni las impresiones de la niñez,

cuando revisten la magnitud de la que ahora traigo á cuento, se borran con el

transcurso de los años.

* * * * * *

Grandes eran los preparativos para recibir á los Archiduques que debían de

ocupar el trono que tan funesto fué para Iturbide.

Desde que llegaron al Valle de México, se nombraron las comisiones para el

arreglo de la recepción en la villa de Guadalupe, y las dividieron en: de compostura

de calles y paseos, construcción de arcos; orquestas y músicas militares; adorno de

la Colegiata de Guadalupe; tribunas para los jefes, ministros, empleados y

personajes del ejército francés; tribuna ele señoras, colocación de las autoridades,

fuegos artificiales, función de teatro, arreglo del baile en Minería, poesías,

iluminación, arreglo de la Hacienda de la Teja, mesa de Palacio, adorno del tramo

de la Catedral á Palacio, y comisión de señoras para el arco ele flores.

El Ayuntamiento de México había convocado postores para la construcción

de galerías con asientos en gradas y palcos, que pudieran ser ocupados por las

personas que concurrieran á presenciar la entrada, en todo el tramo comprendido

desde el puente de San Francisco hasta el edificio del Hospicio de Pobres, en la

parte que mira al Sur; pero cuatro días antes de la entrada, el orden de ella cambió,

según lo anunció la Prefectura política de México.

Según ese anuncio, los Archiduques llegarían á Ayotla, de donde, tornándose

por entre los dos lagos y siguiendo hasta el puente de Santa Cruz, vendrían por los

llanos de Aragón hasta llegar á Guadalupe, en la tarde del 11.

El día 12 saldrían de Guadalupe á las ocho de la mañana, con la comitiva

señalada al efecto; en la estación del camino de fierro (estaba en la plazuela de

Villamil) el Prefecto entregaría á Maximiliano las llaves de la ciudad, y seguiría por

las calles del Puente de la Maríscala, San Andrés, Vergara, 2.a y 3.a de San

88

Francisco y 2.a y 1.a de Plateros, hasta Catedral, dónde sería cantado el Te-Deum,

saliendo después para Palacio, donde al entrar se izaría el pabellón mexicano,

seguirían las felicitaciones y se disolvería la comitiva.

Recuerdo que el cambio de ruta obligó á trasladar al Puente de la Maríscala

y San Andrés los arcos que levantaron en el Paseo (hoy calle de Bucareli), y en el

Puente de la Maríscala.

* * * * *

Desde la mañana del 11 salieron por la garita de San Lázaro más de

doscientos carruajes de la aristocracia, todos con los cocheros de gran librea y

luciendo en la portezuela los desempolvados escudos nobiliarios que recordaban el

rancio abolengo y la azul prosapia de sus señores.

En briosos caballos y vistiendo el traje nacional, con los anchos sombreros

bordados, las calzoneras con ricas botonaduras, las sillas vaqueras con cabeza y teja

de plata repujada: vistosas espuelas de Amozoc, costosos vaquerillos y hermosos

zarapes del Saltillo, puestos sobre los tientos de la silla, los jóvenes de las altas

clases invadían los llanos de Aragón, hasta encontrar á los viajeros.

Las señoras iban en carruajes descubiertos y con banderas tricolores en las

manos, y en coches reservados las comisiones y los caballeros particulares.

La villa de Guadalupe estaba llena de curiosos, y á las dos de la tarde el

estampido del cañón anunció que los antiguos huéspedes del castillo de Miramar

llegaban al pie de la colina del Tepeyac.

Allí se presentaron el Prefecto político del primer Departamento del

Imperio, el Prefecto municipal de la gran ciudad de México, el Ayuntamiento, el

Arzobispo, las autoridades, el ministro de Francia, el general Bazaine, el general

barón Neigre, y algunos mexicanos que entonces eran prominentes.

Los Archiduques se dirigieron á la Colegiata, después de escuchar fatigosos

discursos, acompañándoles una comitiva compuesta de una música de indios de

Atzcapotzalco, el Colegio de Infantes, con cruz y ciriales, los maceros del

Ayuntamiento, el arzobispo Munguía, los canónigos, batidores y el Cabildo, de

palio.

89

Detrás de todos ellos iban Maximiliano, de frac y pantalón negros, y su joven

consorte, con vestido de gro azul y una sencilla toca en la cabeza.

Junto á ellos iba el Arzobispo de México, los generales Bazaine y Neigre y

otros personajes.

Detrás de todos, los individuos que llamaron «de las banderitas»; los

elegantes jinetes de que he hablado, los carruajes de las señoras y la multitud

impetuosa é insubordinada.

* * * * *

Uno de los concurrentes, dice la crónica de aquel suceso, al ver á los

Emperadores empujados por el gentío, gritó: «Cuidado, señores, que molestan á

nuestros monarcas», y la Emperatriz, con voz dulce, elijo: «Nadie nos molesta, sino

que nos complacen.»

En la Colegiata se celebró un breve acto religioso, y en seguida llevaron á los

Archiduques á la casa que se les tenía preparada, y que pertenecía á dicho templo.

Allí recibieron privadamente á varias personas.

En medio de aquel inmenso griterío de curiosos, nadie recordaba que la

bandera de la República iba en manos de Juárez, bañada por el sol de la esperanza,

y que á alguna distancia de la casa en que Maximiliano se hospedaba, los

guerrilleros defensores de la Constitución y de la integridad de la patria, lo miraban

todo desde las cimas del Ajusco y juraban sobre sus espadas vengar el honor

ultrajado, á costa de todos los sacrificios posibles.

Con esos guerrilleros, que se llamaban Aureliano Rivera, Vicente Riva

Palacio, Rosalío Flores, Nicolás Romero, estaban los firmes defensores de la

Constitución de 1857, encarnada en Juárez, y desde aquel instante sabían que su

baluarte era la roca, su mejor amigo un caballo, su inseparable compañero un rifle,

su misión luchar hasta vencer ó morir, y su ilusión única la bandera tricolor con el

águila libre y sin corona.

* * * * *

90

— ¡Qué pueblo tan dócil, tan galante y tan agradecido! exclamó Maximiliano

en el balcón de su alojamiento, fascinado por el engañoso ruido de aquella multitud

pérfida que lo mareaba con sus gritos.

No veía el infeliz soñador de treinta y dos años, que detrás de aquella

ruidosa algarabía estaban la perfidia de Napoleón III, la firmeza inmortal de Juárez

y un trágico desenlace que asombraría á todos los pueblos de Europa.

Dicen las crónicas de entonces, que pasaban de siete mil indios los que se

reunieron para vitorear á los Archiduques con el entusiasmo más puro y sincero;

pero esos no eran los indios de la talla de Morelos, Ramírez, Altamirano y Juárez,

eran esos humildísimos pobladores de nuestras montañas vecinas, que pecan de

humildes, de abyectos y de curiosos.

El conde de Keratry dice, refiriéndose á ellos: «A la voz del clero, que creía

que al pasar Maximiliano por la capital de los Estados Pontificios, había asegurado

una resolución favorable á sus injustas pretensiones, los «indios» se habían

levantado en masa, llenos de abnegación, pero atentos, ávidos de que cayese de los

labios imperiales una promesa de libertad y de rehabilitación; pero se volvieron

desesperados á sus pobres ranchos.»

* * * * *

El día 12, con la impaciencia de la niñez, esperábamos en el balcón, desde

muy temprano, ver pasar á los que por todas partes llamaban los soberanos, los

emperadores, los monarcas, los árbitros de los destinos de nuestra tierra.

Ya nos habían maravillado los arcos dorados que adornaban cada una de las

tres puertas de Palacio, y el arco de orden romano levantado en la Plaza de Armas,

poco antes de entrar á la 1.a calle de Plateros. Ese arco tenía cuatro columnas de

graneles proporciones, y en los intercolumnios las alegorías, en relieve, de las

ciencias y las artes. Sobre el cornisamiento había un friso, donde estaban

representadas, en bajo relieve, la comisión de Miramar y la Junta de Notables, y

sobre el friso se destacaba la estatua de Maximiliano, de tres y media varas de

altura, teniendo á la derecha una figura que representaba la Equidad y á la

izquierda, otra, emblema de la Justicia.

91

Dos reputados escultores de la Academia. Calvo y Sojo, habían dirigido y

ejecutado en gran parte la obra, y el escritor y poeta español, don Niceto de

Zamacois, compuso los dos dísticos que se veían en el arco.74

En la bocacalle de la Palma y de la Alcaicería se levantaba un arco rústico,

erigido por los potosinos; frente al teatro Nacional, en medio de la calle de Vergara,

se alzaba una glorieta con esta inscripción: «Departamento de Guanajuato;» otro

arco, al entrar á la calle de San Andrés, era el de Zacatecas, y al llegar á Betlemitas

se alzaba otro de estilo gótico-ojivo, que llamaban Arco de las Flores.

En todos ellos había dísticos, cuartetas, décimas y octavas.

En la esquina de la Maríscala, y mirando hacia Villamil, se erguía gigantesco

el Arco de la Paz, de orden compuesto, teniendo al frente los bustos de Napoleón

III y Eugenia; por otro lado, los de Maximiliano y Carlota; sobre los pedestales, las

alegorías de las Artes, del Comercio, de la Música y de la Agricultura, y en el

cornisamiento, los nombres de Bazaine, Márquez, José Hidalgo, padre Miranda,

general Salas, arzobispo Labastida, Robles Pezuela, Saliguay, Almonte, Forey,

Gutiérrez Estrada y Tomás Mejia.

En la calle del Espíritu Santo se levantaba un arco que costearon varios

vecinos de Tlaxcala, y que era de orden gótico.

Los principales edificios estaban lujosamente compuestos y adornados.

A las diez menos cuarto, una salva de ciento un cañonazos, el repique á vuelo

en todas las torres y el ruido de los cohetes, anunció que los Archiduques habían

llegado á la plazuela de Villamil, en el ferrocarril de la Villa, siendo recibidos por el

Ayuntamiento.

74

Niceto de Zamacois fue un periodista y escritor español. En México dirigió el periódico conservador La

Espada de don Simplicio (1855-1856). Durante el periodo de la intervención francesa y el establecimiento del

Segundo Imperio mexicano, fue jefe de redacción de los periódicos imperiales El Cronista de Méjico y La

sociedad mercantil. Véase: Humberto Musacchio, Gran Diccionario Enciclopédico de México, México,

Visual, 1989, t. IV., p. 221.

En este sentido un estudio de la maestra Judith de la Torre Rendón nos señala que buena parte de la

producción poética y periodística de Zamacois correspondiente a este periodo histórico fue publicada en los

periódicos imperiales que él dirigió, encontrándose ahí los versos del recibimiento de Maximiliano en la

ciudad de México. Véase: Judith de la Torre Rendón, “Niceto de Zamacois”, en Antonia Pi-Suñer Llorens,

coordinadora, Historiografía mexicana IV. En busca de un discurso integrador de la nación 1848-1884, en

Juan Antonio Ortega y Medina y Rosa Camelo, coordinación general, Historiografía mexicana, México,

Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2011, pp. 552-553.

92

Allí subieron en una carretela tirada por seis caballos, y se dirigieron por las

calles determinadas en el programa, hacia la Catedral Metropolitana. Juan

Cordero, su hermano Alberto y yo, los vimos perfectamente cuando pasaron ante

nosotros; Maximiliano vestía de gran uniforme de almirante, lleno de bordados,

luciendo al cuello el toisón de oro, y su esposa traje de gro negro con listas blancas

y azules, y un sombrero con ricas plumas.

Por todas partes se oía elogiar la gallarda presencia del Archiduque, su

elegancia, su barba rubia, su cortesía para saludar, y sobre todo sus ojos azules, que

dieron lugar á unos graciosos versos de Guillermo Prieto, que fueron prohibidos

por las autoridades.75

Delante de la carretela de los Archiduques, iban los miembros del

Ayuntamiento, con gran uniforme los dos Prefectos; el conde Zichy, la princesa de

Metternicli y la condesa de Collonitz, en carruajes abiertos, y cerraban la marcha,

un cuerpo de policía de á caballo, otro de á pie, la artillería imperial francesa y los

grupos del pueblo con vítores, músicas y banderas.

En frente del Colegio de Minería se detuvo la comitiva y una niña leyó unos

versos; en Catedral bajaron del carruaje los Archiduques, y les recibieron, debajo

del palio, el Arzobispo de México y los miembros del venerable Cabildo, menos el

canónigo Alarcón, actual Arzobispo dela Metrópoli.

Cuentan que el señor Labastida,76 Regente del Imperio, envió al Cabildo

para que todos la firmaran, una acta de adhesión á los Emperadores, y que el señor

Alarcón puso esta nota: «Como sacerdote, reconozco por Jefe Supremo al Pontífice

de Roma; como mexicano, deseo para mi país un gobernante republicano y que sea

mexicano.»

Acaso á este rasgo de entereza se debió que al triunfo de la República, el

ilustre Juárez confiara al entonces canónigo la enseñanza ele su hijo Benito.

* * * * *

75

No fue posible rastrear el texto de Guillermo Prieto que Peza señala en su ensayo. Sin embargo fue posible

localizar el fragmento de los ojos azules en un estudio sobre Emilio Carballido. Véase: Jaqueline E. Bixler,

Convention and transgression. The theatre of Emilio Carballido, Cranbury, Associated University Presses,

1997, p. 157. 76

Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos (1816-1891). Arzobispo y segundo regente de México.

93

En la puerta de la Catedral había un arco tejido con flores encarnadas,

blancas y amarillas, construido en Xochimilco. Se cantó el Te-Deum, y de allí se

fueron los Archiduques á Palacio á recibir las felicitaciones de rigor en esos casos.

Allí aconteció lo que en un romance publicado en la Lira de la Patria he

descrito en otra ocasión.77

Al general Tomás Mejía, indio puro, no acostumbrado á fórmulas

cortesanas, ni siquiera á vestir el gran uniforme de gala, le nombraron para que en

representación del Ejército le hablara á Maximiliano. Le escribieron un discurso

que se había de aprender de memoria, pero él no quiso aprenderlo, y al

desempeñar su comisión, se turbó al principio; repitió dos ó tres veces la palabra

«Majestad», y dijo, arrojando al suelo el papel en que estaba dicho discurso:

« Señor: yo no sé decir lo que otros han pensado por mí; no sé hablar; soy un

soldado dispuesto á luchar por usted; y le juro que si la desgracia nos empujare

algún día juntos á la muerte, sabré morir por usted, y así se lo prometo sin

hipocresía ni doblez...»

Se quedó mudo, trémulo, con la voz ahogada por la emoción y los ojos llenos

ele lágrimas.

Maximiliano bajó del trono, y muy conmovido dió un estrecho abrazo al

indio que así le expresara sus sentimientos.

Fué el mejor discurso del día, y el mundo entero vio más tarde cómo supo

aquel hombre cumplir su palabra.

* * * * *

Entre los edificios que estaban mejor adornados, recuerdo el de la Legación

francesa, en la calle de Vergara, y el del Club alemán, en la 3.a de San Francisco.

De Catedral á Palacio fueron los Archiduques á pie; por la tarde salieron en

coche abierto, recorriendo el Paseo Nuevo (hoy calles de Bucareli), y en la noche

hubo fuegos artificiales, que comenzaron á las nueve y media, después de un

77

Véase: J.D. Peza, Poesías completas. Leyendas históricas, tradicionales y fantásticas de las calles de la

ciudad de Méjico, óp. cit., pp. 259-264..

94

banquete de cuarenta cubiertos, y para los cuales la archiduquesa Carlota dio la

señal, haciendo partir un cohete desde el balcón principal de Palacio hasta el centro

del aparato pirotécnico.

Los fuegos representaban el castillo de Miramar y la fragata Novara, la

misma que más tarde volvió para conducir á Viena el cadáver de Maximiliano.

El pueblo gritaba lo que le habían ordenado; pero como no tenía conciencia

de sus actos, ni comprendía lo que era el Imperio, lanzaba á veces exclamaciones

como ésta: «¡Viva el Emperador de la República Mexicana!»

La ciudad estaba llena de versos y de inscripciones en latín, en alemán, en

inglés, en francés, y las casas de la aristocracia brillaban ataviadas como nunca

hasta entonces.

¿Qué había de entender el pueblo al encontrarse en las puertas de la

Catedral inscripciones como ésta?:

MAXIMILIANO I

MEXICI, EMPERATORI

PATRI E. PATIE

CIVIUM. AMORI

IAMDIU. EXPECTATISIMO

IN HANC. METROPOLITANAM ECLESIAM

PRIMA, VICE. INGRESSVRO

ILVTUS. CANNONICORUM. COETUS

OVIAM. EN. PROCÍREDIENS

CLAMAVIT, PRINCEPS. SALVE

PRIDIE, IDUS IUNII

ANNO DOMINI. MD.CCCLXIV.

Entretanto, corría de mano en mano un hermoso estudio del gran Emilio

Castelar sobre Juárez y Lincoln,78 y en él decía:

78

Véase: Charles A. Hale, “Emilio Castelar y México”, en Letras Libres, diciembre, 1999. (Consultado el 1

de septiembre de 2014).

95

«Estamos seguros de que si, el príncipe Maximiliano va á México, mil veces

el recuerdo de Juárez turbará su sueño, y comprenderá que, mientras haya un

hombre tan firme, no puede morir la democracia en América. Esos caracteres son

un ideal de moralidad vivo y luminoso, que la historia recoge en las páginas, y que

obra siempre en la vida de los pueblos. Si Washington ennobleció la cuna de una

República, Juárez ha santificado el sepulcro de otra República. Del sepulcro así

ennoblecido, se levantará firme y eterna.»

Y Juárez decía unos meses más tarde, el 1° de Enero de 1865, en el Palacio

Nacional de Chihuahua, en una proclama á sus compatriotas:

« Tal vez el usurpador no quiera pensar en su falsa posición, y en vez de

acoger las verdades que encierran nuestras palabras, las rechace con una sonrisa de

burla y de desprecio. No importa. La conciencia, que nunca olvida ni perdona, las

hará valer y nos vengará. En el bullicio de la Corte, en el silencio de la noche, en los

festines y en la intimidad del hogar doméstico, á todas horas y en todas partes, lo

perseguirá, lo importunará con el recuerdo de su crimen, que no lo dejará gozar

tranquilo de su presa, mientras llega la hora de la expiación; y entonces, para el

tirano, para los que lo sostienen, y para todos los que hoy se burlan de nosotros y se

gozan en las desgracias de la patria, vendrán el desengaño y el arrepentimiento;

pero ya serán estériles, porque entonces, la justicia nacional será inflexible y severa.

»Esa hora llegará, no lo dudéis, mexicanos, como llegó la de nuestros

antiguos conquistadores en el año de 1821. Esperemos, pero esperemos obrando,

con la heroica resolución de Hidalgo y Zaragoza, con la actividad de Morelos, y con

la constancia y abnegación de Guerrero, conservando y aumentando el fuego

sagrado que ha de producir el incendio que devore á los tiranos que profanan

nuestra tierra. »

La profecía de Castelar se cumplió con la restauración de la República.

La profecía de Juárez se cumplió al tornar victorioso en 1867.

Pero en aquel día, 12 de Junio de 1864, los Archiduques durmieron en el

Palacio Nacional de México, oyendo el rumor de los «¡vivas!», de las músicas, del

clamoreo de la engañosa multitud, sin presentir sus futuras desgracias.

96

_________________

UN RASGO DE NOBLEZA79

Se le ocurrió al infortunado Archiduque Maximiliano, cuando ceñía la corona de

Emperador de México, tener un lector de cámara y proteger el teatro tan decaído

entonces. Nombró para esto al afamado poeta español don José Zorrilla,80 que ya

llevaba acaso más de diez años de vivir entre nosotros, mimado por todas las clases

sociales, especialmente por la más elevada, pues hubo familia que, no sólo le

distinguió como constante huésped de su casa, sino que mandó construir una

bellísima finca de campo, un salón con todas las condiciones acústicas, para que el

autor de Don Juan Tenorio leyera sus composiciones ante un auditorio selecto y

opulento.

Zorrilla leía muy bien: la cadencia de sus versos, su manera especial de

cantarlos y acentuarlos con una música que ya no tolera la moderna escuela de

recitación, arrebataba y conmovía á cuantos le rodeaban.

¡Qué pocos saben leer versos, y cuántos son los que se precian de saberlo

hacer, atropellando todas las reglas del gran Legouvé, que ha sido en los últimos

tiempos el rey de los lectores!

Usar de la voz media con la prudencia con que los grandes cantantes la

manejan, ha sido el secreto ele Zorrilla en sus lecturas y de Castelar en sus

discursos.

Pero, divagamos. Por orden del Soberano se improvisó en la antigua capilla

de Palacio un teatro, y se representó allí por Mata, Morales, Servín, Concha

79

J.D. Peza, Epopeyas de mi patria. Benito Juárez, La Reforma. La intervención francesa. El Imperio. El

triunfo de la república. Memorias de Juan de Dios Peza, óp. cit., pp. 263-267. 80

José Zorrilla (1817-1893). Cursó estudios en las universidades de Toledo y Valladolid. Fue miembro de

la Real Academia Española en 1848, cuando contaba con 31 años de edad. Autor de Cantos del trovador, del

poema Granada, y de las obras teatrales El zapatero y el rey, Don Juan Tenorio, Traidor, inconfeso y

mártir, y El puñal del godo. En el año 1850 viaja a Francia y en 1855 a México. Fue nombrado director

del Teatro Nacional por el emperador Maximiliano. En 1889 fue coronado como poeta laureado de España en

Granada por el duque de Rivas en presencia de la reina Isabel II.

97

Méndez, que estaba sumamente joven, el fantástico drama Don Juan Tenorio, que

algunos derivan del Convidado de Piedra de Moreto y del Burlador de Sevilla.

Asistió lo mejor de la Corte, y Zorrilla leyó unas cantigas cristianas y unas

«Kásidas» árabes que hicieron asomar las lágrimas á los ojos de la emperatriz

Carlota.

Esta princesa aplaudió á las actrices, á los actores y al poeta, y habiéndole

caído en gracia la juventud, la frescura, el garbo de Concha Méndez, la obsequió

con una pulsera bellísima, sobre la cual estaban realzadas y guarnecidas con

brillantes, las letras M. C. A. (María Carlota Amalia), iniciales de la augusta hija del

emperador Leopoldo I de Bélgica.

Algunos años después moría el Emperador en las Campanas, y la princesa,

viuda, gemía con la razón perdida dentro de su nativo castillo de Schoembroung.

En México, la República victoriosa infundía ánimo á los escritores, á los

poetas y á los actores.

En el teatro Nacional, recientemente entradas las fuerzas liberales, se daba

en la tarde de un domingo una función dramática, y como viera el numeroso

público aparecer á Concha Méndez, que con tanta gracia cantaba «La Paloma»,81 le

pidió á grito unánime les dejara oir «La Paloma Liberal», parodia de la que la

actriz sabía que en aquellos días era el entretenimiento de los soldados, pues en sus

versos se mofaban del Emperador y de la Corte.

«¡La Paloma Liberal!», gritaban todos, y la joven Méndez permanecía en

medio del escenario, inmóvil, como una estatua, y sin dar gusto á la multitud. De

pronto avanzó algunos pasos, se encaró con el público y dijo, derramando por sus

ojos rayos de entusiasmo:

— Nunca he de cantar lo que me pedís, señores: llevo puesta en mi brazo la

pulsera que me regaló una infeliz princesa, que hoy gime sola, viuda y loca, muy

lejos de nuestra patria.

Ni yo, ni el pueblo mexicano, al que pertenezco de corazón y de cuna, hemos

de insultar la memoria de un príncipe ajusticiado en Querétaro, ni de una dama

81

Existe un interesante trabajo del licenciado Carlos Hernández sobre la joven cantante Concepción Méndez,

véase: Carlos Hernández, Mujeres célebres de México, San Antonio, Casa Editorial Lozano, 1918, pp. 181-

184.

98

virtuosa, que en vez de la corona de reina ciñe hoy la corona del martirio.

Matadme, si queréis, pues prefiero la muerte á ser una ingrata y una infame.

Al decir esto besó la pulsera y se cubrió con las manos el rostro bañado en

lágrimas.

¡Viva México! ¡Viva Concha Méndez! gritó el público, y nunca se le volvió á

pedir que cantara la canción aquella.

Aún vive pobre y olvidada la actriz mexicana, y aún vive viuda y clemente la

augusta princesa.

Yo era joven y estudiante cuando pasó lo que refiero, y aun se me sube á los

ojos algo como una explosión de llanto cuando hago estos recuerdos.

No hay duda que la gratitud es la primera de las virtudes de que puede

vanagloriarse el corazón humano.

_______________

99

―A nuestro querido poeta Sr. Dn. Juan de Dios Peza. Carlos Dumas y Sra‖.

(Fotografía tomada el 17 de abril de 1909 por Manuel Mejía Barcenas.

Colección de la Familia Peza)

100

ANEXO FOTOGRÁFICO.

La descendencia de Juan de Dios Peza

101

JUAN DE DIOS BAUTISTA PEZA ECHEGARAY

Nació en la Ciudad de México en 1881. Casó el 31 de enero de 1906 con Ángela Peza

González. Murió el 22 de mayo de 1940. (Colección de la Familia Peza).

102

JOSÉ RAMÓN CECILIO TOMÁS PEZA FLORES

Nació en la Ciudad de México en 1891. Hijo del segundo matrimonio de Juan de

Dios Peza con Ángela Flores. Casó en 1917 con Margarita Conde, y se juntó años

después con Gloria Perau Rodríguez. Murió el 22 de octubre de 1945.

(Colección de la Familia Peza).

103

TUMBA DE JUAN DE DIOS PEZA

(Localizado en las profundidades del Panteón de la Sociedad española en México,

se encuentra la última morada del escritor, poeta, dramaturgo, político y

diplomático mexicano Juan de Dios Peza (1852-1910), junto a la de sus hijos Juan

de Dios Peza (hijo) y María Concepción Peza.

104

CRIPTA DE LA FAMILIA PEZA FLORES

Localizado en el Panteón de la Sociedad española en México, se encuentran en esta

cripta los restos de la segunda familia de Juan de Dios Peza: Ángela Flores

(segunda esposa) y los tres hijos: Ernestina Peza de Arias, Ramón Peza Flores y

Laura Elena Peza Flores.

105

Archivos y bibliotecas.

Biblioteca Nacional de México (BNM), ciudad de México.

Hemeroteca Nacional de México (HNM), ciudad de México.

Centro de Estudios de Historia de México, Carso (CEHM-CARSO), ciudad de

México.

Biblioteca Nacional de España, (BNE), Madrid.

Biblioteca ―Alberto María Carreño‖ de la Academia Mexicana de la Lengua (AML),

ciudad de México.

Bibliografía82

Obras de Juan de Dios Peza

Peza Osorio, Juan de Dios, Recuerdos de mi vida: cuentos, diálogos y narraciones

anecdóticas e históricas. México. Herrero Editorial. 1907.

______________________, Epopeyas de mi patria. Benito Juárez, La

Reforma. La intervención francesa. El Imperio. El triunfo de la república.

Memorias de Juan de Dios Peza, México, J. Ballesca y sucesores editores,

1901.

______________________, Poesías completas. Leyendas históricas,

tradicionales y fantásticas de las calles de la ciudad de Méjico, prólogo de

Luis González Obregón, París, Garnier Hermanos, libreros editores, 1898.

______________________, Poesías escogidas, prólogo de Luis González

Obregón, México, Maucci hermanos, 1905.

______________________, Recuerdos de España. Artículos, anécdotas y

poesías referentes a España, México, E. Gómez de la Puente Editor, 1922.

______________________, Cantos del hogar, Nueva York, D. Appleton y

compañía, 1899.

82

Las obras aquí mencionadas han sido utilizados para la realización de esta investigación, de igual manera se

menciona la que es sugerida a lo largo del estudio.

106

______________________, Recuerdos y Esperanzas. Flores del Alma y

Versos festivos, México, Porrúa, 1998. (Sepan cuantos: 224).

______________________, Memorias, reliquias y retratos, México, Porrúa,

1990. (Sepan cuantos: 594).

Riva Palacio, Vicente y Juan de Dios Peza, Tradiciones y leyendas mexicanas,

México, J. Ballescá y compañía, editores, s/f.

Obras consultadas.

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México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2010. (Biblioteca del

Estudiante Universitario: 8).

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Madrid, 1949.

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prólogo de Aurelio de los Reyes, México, Universidad Nacional Autónoma de

México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 2006.

Antología de textos. La Reforma y el Segundo Imperio (1853-1867)., introducción

y selección de textos de Silvestre Villegas Revueltas, México, Universidad

Nacional Autónoma de México, 2010. (Biblioteca del Estudiante

Universitario: 145).

Arrangoiz, Francisco de Paula de, México desde 1808 hasta 1867, prólogo de

Martín Quirarte, México, Porrúa, 2000. (Sepan cuantos: 82).

Blasio, José Luis, Maximiliano íntimo. El emperador Maximiliano y su corte.

Memorias de un secretario, prólogo de Patricia Galeana, México,

Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades,

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Semblanzas de académicos. Antiguas, recientes y nuevas., edición de José Luis

Martínez, México, Academia Mexicana de la Lengua/ Fondo de Cultura

Económica, 2004.

Wobeser, Gisela von, coordinadora, Historia de México, México, Fondo de Cultura

Económica/ Secretaria de Educación Pública/ Academia Mexicana de la

Historia, 2010.

110

ÍNDICE

Agradecimientos 7

Prólogo. En torno a Peza 9

Palabras preliminares 12

PRIMERA PARTE.

EL AUTOR Y LA CENTURIA INTERVENCIONISTA

JUAN DE DIOS PEZA. EL CANTOR DE LA PATRIA Y DEL HOGAR 17

Los inicios del Segundo Imperio.

La trascendencia de dos Peza en momentos distintos 19

Vida, costumbres y tradiciones en tiempos del Segundo Imperio 26

La importancia histórica 30

SEGUNDA PARTE.

LA ESCRITURA SOBRE EL INTERVENCIONISMO

LA PERSONALIDAD LITERARIA 34

La selección: nota introductoria 40

POESÍA SOBRE EL SEGUNDO IMPERIO

Maximiliano 43

Terán y Maximiliano 49

Tomás Mejía 53

Una respuesta de Miramón 58

Poesía de Miramón 60

111

RECUERDOS DE VIDA ANTE LA TRAGEDIA.

TIEMPOS DE LA REFORMA- LOS AÑOS DEL SEGUNDO IMPERIO

El traje para leer versos 63

¡Cosi va il mondo! 65

La Semana Santa en otros tiempos 67

Diente por diente. Episodio de la Guerra de Intervención 75

Una anécdota patriótica del actual arzobispo de México 78

Los Hermanos Valleto 81

Entrada de Maximiliano en México 86

Un rasgo de Nobleza 96

ANEXO FOTOGRÁFICO. LA DESCENDENCIA DE JUAN DE DIOS PEZA 100

BIBLIOGRAFÍA 105

112

Escritos y testimonios de las luchas intervencionistas en México. La vida del Segundo Imperio en la obra literaria de Juan de Dios Peza.,

editado por Minerva. Revista literaria, y Gonzalo Tlacxani Segura,

se terminó de diseñar en México, D.F., octubre de 2014. Estuvo al cuidado de Daniela Carro Lachino,

Juan M. Martínez Ramírez y el autor.

113