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ÉRASE QUE SE ERA… CUENTOS TRADICIONALES DE CASTILLA Y LEÓN Recopilación y estudio Joaquín Díaz

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  • RASEQUE SE ERA

    CUENTOS TRADICIONALES DE CASTILLA Y LEN

    Recopilacin y estudio Joaqun Daz

  • RASE QUE SE ERA

  • RASE QUE SE ERA

    Recopilacin y estudio Joaqun Daz

    Ilustrado por Santiago Bellido

    Castilla TradicionalEditorial

  • de la edicin Castilla Tradicional Editorial de los textos Joaqun Daz

    1. edicin Diciembre de 2008ISBN 978-84-936875-1-9DL Va

    Diseo Juan Antonio Moreno / Tf. media y diseo. Uruea

    Maquetacin Francisco Rodrguez / Tf. media y diseo. Uruea

    Impresin Imprenta Casares, S.A.

    Editorial Castilla TradicionalCorro San Andrs, 1347862 Urueawww.castillatradicional.com

  • ndice

    Recopilacin y EstudioJoaqun Daz 8

    1 Astucia y necedad 17

    2 Valenta y cobarda 107

    3 Bondad y maldad 137

    4 Riqueza y pobreza 179

    5 Prudencia e imprudencia 189

    6 Lo natural y lo sobrenatural 233

  • La civilizacin del ocio, sa en la que nos encontramos inmersos y de la que disfruta-

    mos hoy, nos ha traido muchas costumbres novedosas que, si bien no han modificado

    las esencias del individuo, al menos le han aportado nuevas formas de mirar y nuevas

    sensaciones que se derivan de esas miradas. La contemplacin de un paisaje durante

    una excursin de fin de semana, por ejemplo, no nos provoca las mismas impresiones

    que pudo producir a un pastor o un agricultor del siglo XVIII, pendientes ambos del cre-

    cimiento de los cultivos o de los pastos, del diseo lgico de las sendas o de los peli-

    gros inherentes a las zonas boscosas. Lo que s que nos ha aportado esa contempla-

    cin, es la certeza de que la naturaleza no existe en estado puro. No slo porque

    probablemente advertiremos la presencia de plsticos o cascos de botella elementos

    que distraern nuestra atencin de sensaciones ms estticas o elevadas sino por-

    que percibiremos una cierta manipulacin en el panorama observado. Alguien traz

    aqu un camino aprovechando determinadas caractersticas del terreno, otro cre all

    un planto deliberadamente para usar las ventajas de la humedad en el suelo y alguien

    ms sembr de cereal aquella planicie para sacar partido a los aperos que otros me-

    joraron para l. En suma, en toda visin general de un paisaje, por natural e intacto

    que nos parezca, aparecern las huellas de diferentes y sucesivas manos que intervi-

    nieron en una evolucin interesada.

    El paisaje, por tanto, como elemento abarcable y definible de aquella misma naturale-

    za intervenida, es el resultado de multitud de aciertos y contradicciones histricas y so-

    ciales que han venido modificando su primitiva esencia. En la modificacin de ese pai-

    saje ha tenido mucho que ver la mano del hombre, as como innumerables y sucesivas

    tecnologas agropecuarias que se aliaron para crear un medio que hasta ahora se de-

    nominaba rstico o rural para diferenciarlo del generado en espacios donde se concen-

    8] rase que se era... Cuentos duales

    Joaqun Daz

    A la memoria de Maxime Chevalier,maestro y amigo.

  • Prlogo [9

    traba de foma ms intensa la poblacin, cuyos patrones han cambiado con tanta ce-

    leridad en los ltimos tiempos que ya no se pueden calificar con el trmino tradicional

    sin provocar equvocos.

    Pero del mismo modo que la mano del individuo ejerci una influencia modificadora so-

    bre su entorno, las bases de su pensamiento se fueron estableciendo sobre antiguas

    creencias que generaron mitos, conformaron relatos legendarios, hicieron nacer fr-

    mulas de comunicacin, etc. El individuo de hoy, al igual que lo hicieron sus antepasa-

    dos, piensa, cree, se expresa, transmite, advierte a otros, se muestra satisfecho de lo

    que consigue Pero no pensemos que esa civilizacin del ocio, de la tecnologa o de

    los avances informticos le ha servido para solucionar sus contradicciones, sus an-

    gustias o sus problemas vitales. Muy pocas personas de las que hoy leen un horsco-

    po, por ejemplo, se figuran la aficin que en tiempos no tan lejanos despert la adivi-

    nacin del futuro por medio de los astros, de las cartas o de otros signos. Los

    almanaques y pronsticos perpetuos trajeron hasta nuestros das la idea de que la li-

    bertad del individuo estaba condicionada por un hado inexorable o por un determinis-

    mo fatal. La aficin hacia esas previsiones o vaticinios no se ha perdido. Cada uno cree

    en unas frmulas o en otras o finge no creer en ninguna pero el resultado es que la

    curiosidad por el destino que pueda aguardarnos o por la suerte que nos depare el fu-

    turo sigue siendo muy grande, hasta en los ms escpticos.

    Muchas personas se preguntan si la tendencia en el individuo a preservar los conoci-

    mientos del pasado es un mecanismo de defensa, una inclinacin gentica o un senti-

    miento de responsabilidad. El primer supuesto nos situara ante un sistema segn el

    cual, el abandono de las experiencias previas sera un grave error para el ser humano

    y el colectivo en el que vive. El segundo concepto tendra que ver con la impresin de

    aquel sistema en los genes, para proteger a la especie de desviaciones cuyo resultado

    se conoce y se teme. La tercera posibilidad tiene ms que ver con el voluntarismo del

    individuo y le facultara para actuar en la medida de sus deseos sobre un legado secu-

    lar cuyo uso y manipulacin, como hemos visto, le competen. Desde los albores de la

    humanidad el individuo necesit creer en algo superior a l que diera sentido a su exis-

    tencia y le ayudara a prolongarla ms all de la muerte fsica. Las distintas culturas y

    civilizaciones que han ido dejando su huella en la historia confirman la idea de que un

    ser o una fuerza ms elevados controlaban y juzgaban al ser humano y sus hechos. De

    esas fuerzas se ha hablado y escrito todo lo que uno pueda imaginarse, porque mu-

    chas veces el hombre las personaliz, las convirti en compaa cotidiana y las confi-

    ri un rostro. Mitos de todas las pocas reflejan las obsesiones y necesidades de nues-

  • 10] rase que se era... Cuentos duales

    tros antepasados que se plasmaban en leyendas acerca del origen de nuestra especie,

    relataban sus presuntos pecados, narraban el castigo infligido por ellos y crean posi-

    ble la regeneracin a travs de un sacrificio o por medio de la venida a la tierra de un

    dios. El diluvio, el fin del mundo, el ms all, son ideas que perpetan todava hoy an-

    tiguas creencias de cuyo origen y desarrollo es responsable el ser humano con toda su

    carga de sueos, de esfuerzos y de preocupaciones. Muchas de esas creencias han lle-

    gado al pensamiento actual desprovistas del significado y simbolismo que tuvieron,

    por eso no es de extraar que su identificacin sea dificultosa hasta para los expertos.

    Sin embargo en antiguas oraciones, en conjuros, en relatos y en cuentos an vigentes

    puede vislumbrarse la importancia que en otras pocas tuvieron determinadas convic-

    ciones y su traduccin puntual a trminos de expresin popular.

    Sorprende, a cualquier persona que se haya molestado en saber qu piensan sus veci-

    nos sobre ellos mismos, la similitud de temas encontrados al revisar lo que podramos

    denominar repertorio comn. Sabemos que, en general, un individuo necesita crearse

    un repertorio de expresiones como factor descriptivo de su personalidad, como elemen-

    to que le servir para integrarse dentro de una identidad y como base para usar y disfru-

    tar de un lenguaje colectivo. En cualquier caso ese repertorio le servir de referencia

    cultural, de referencia geogrfica, de referencia generacional o de referencia emocional.

    Qu pueden tener en comn un vals, un romance, una copla, un tango, un cuento de bru-

    jas, una adivinanza y una leyenda? Pues sin duda al individuo que los memoriza y que los

    hace suyos compartiendo con otras personas de su entorno algunas de las claves para

    mejor comprender y traducir al lenguaje vital todos esos temas y sus conexiones. El es-

    fuerzo por relacionar los conocimientos con la vida es como la piedra angular que per-

    mitir que el arco de la ciencia no se desplome por el peso de cada una de sus piezas.

    Quienes trabajamos en el terreno de los conocimientos legados por la tradicin lo tene-

    mos muy claro: nada en la vida de los individuos se produce aisladamente. Cualquier he-

    cho que tenga que ver con el desarrollo de la personalidad, con la expresin artstica, con

    la relacin con otras personas o con el entorno, se conecta indefectiblemente con otros

    aspectos adyacentes, de tal modo que resulta imposible la comprensin perfecta de ese

    mismo hecho sin conocer las circunstancias que lo provocaron.

    Y de dnde procede el impulso que lleva a un individuo a elegir este tema en vez de aqul?

    Probablemente de la dualidad, de la tensin de fuerzas que se produce entre lo conoci-

    do y lo desconocido en nuestro cerebro. Frente a la incgnita y el misterio, se generarn

    el miedo, el valor y el sentido de proteccin que trataremos de trasmitir a nuestros des-

    cendientes a travs de relatos ejemplares. Frente a lo ya experimentado, frente a lo ya vi-

  • Prlogo [11

    vido, tenderemos a repetir aquellos patrones que sirvieron a otros antes que nosotros pa-

    ra solucionar sus problemas de angustia, de dudas, de incertidumbres, de relacin

    Los cuentos populares nacen como resultado de esa tensin permanente entre dos

    principios cuyas fuerzas influyen sobre el ser humano y modifican su comportamien-

    to: el bien y el mal, la vida y la muerte, la inteligencia y la estupidez, lo normal y lo que

    no lo es No nos extrae que los protagonistas o los personajes de esos relatos apa-

    rezcan bajo capa de animales o caracterizados en profesiones de cierta relevancia so-

    cial. Tampoco debe extraarnos que los hroes estn forjados en la desgracia o en la

    adversidad. Su valor, precisamente, radica en el ejemplo, en sus capacidades para so-

    breponerse al destino, para salir del hogar y volver a l, para derrotar al mal, para ven-

    cer las prohibiciones y pruebas. Tambin todo eso contribuye como factor de seleccin

    a que un tema se transmita con categora de cuento. Porque responde a una ideologa,

    y al decir ideologa utilizo la definicin de Guy Rocher, quien describi el trmino como

    un sistema de ideas y de juicios, explcita y genricamente organizado, que sirve para

    describir, explicar, interpretar o justificar la situacin de una persona o un grupo y que,

    inspirndose ampliamente en valores, propone una orientacin precisa para la accin

    histrica de ese grupo o de esa persona. Nada ms y nada menos.

    La estima en que la sociedad tiene el cuento en la actualidad es el resultado de consi-

    deraciones morales de literatos decimonnicos, pero, por desgracia, es difcil deste-

    rrar esa prevencin y, por tanto, no es raro escuchar frases como no me vengas con

    cuentos o me vas a venir a m con esas patraas?, o incluso la levemente insultan-

    te t eres un cuentista. Por qu este aparente desprecio por el gnero? Para con-

    testar a esta pregunta habra que adentrarse ya en el terreno de la sociologa, pero se

    podra al menos adelantar que una de las claves est en el desprecio secular de los

    hacedores de la cultura escrita hacia aquello que oliera a rusticidad y que llegaba a

    incomodarles precisamente por no comprenderlo pese a toda su ciencia. Y es que el

    mundo rural ha visto llegar y pasar los avances y los progresos con cierto escepticis-

    mo o, a lo sumo, considerndolos como un mal menor. Sin pretender trascendentali-

    zar un simple prlogo, yo dira que la economa, as como la moral y las costumbres,

    han tenido mucho que ver en estos sbitos amores y desamores por el cuento y otras

    manifestaciones orales. Y no es extrao, ya que en la propia entraa del relato hay siem-

    pre un mensaje ms o menos oculto, y ese mensaje puede incomodar o resultar apto

    para los fines de quienes gobiernan o dominan la sociedad. De hecho, podramos de-

    cir que todos los cuentos poseen un arquetipo tico disfrazado detrs de los ropajes

    del protagonista y su antagonista, o, en otras palabras, tras el bueno y el malo. Porque

  • 12] rase que se era... Cuentos duales

    siempre hay un bueno y un malo; o un comportamiento ejemplar y otro que no lo es. Y

    quin juzga lo que es aceptable o no para una comunidad en un momento determina-

    do? No olvidemos que el cuento fue siempre, adems de un motivo ldico o de distrac-

    cin, una escuela de costumbres; que hasta el siglo XVIII los nios crecan, sobre todo

    en el medio rural, rodeados de una cultura oral que reciban en las veladas cotidianas

    junto al fuego o en el hogar despus del trabajo. Hay, pues, bajo el aspecto de un sim-

    ple elemento como el cuento, una lucha por alcanzar el poder, retenerlo y controlar

    sus resortes en el terreno de la educacin. No de otra forma se explica la abundancia

    de fbulas y relatos moralizantes en el siglo XVIII, que contrasta con la liberalidad, o la

    despreocupacin si se quiere, de otros siglos. Los ilustrados quisieron acabar con el

    atraso del mundo rural, olvidando que en l estaban los cimientos de su propia cul-

    tura y que la traza sucia y desaseada de un pastor o un labrador poda esconder a ve-

    ces respuestas ponderadas y filosficas a las eternas preguntas del ser humano.

    En cualquier caso, el cuento es siempre proposicin, expresin, y en ese sentido llama

    la atencin la propia palabra cuento, del verbo contar (del latn computare), que sig-

    nifica en su primera acepcin numerar o computar las cosas considerndolas como

    unidades homogneas. Es curioso que el trmino computadora y sus derivados, tan

    usado e imprescindible en nuestros das, haya venido a ser el sustituto de las narracio-

    nes en muchos casos para distraer los momentos de ocio infantil. En el fondo hay que

    reconocer que, al menos etimolgicamente, existe una cierta similitud y que, ms en

    la superficie, nadie puede negar que contar un cuento sea expresar una magnitud con

    ciertas unidades o medidas.

    Si despus de todo lo anteriormente expuesto nos atreviramos a dar una definicin de

    cuento, lo haramos, con notables reservas, de la siguiente forma: el cuento es la na-

    rracin intencionada de una historia. Lo cual, adems de ser una frase de elementos

    intercambiables (tambin se podra decir que una historia es un cuento narrado inten-

    cionadamente o que una narracin es la intencin de contar una historia), es una ver-

    dad de Perogrullo, que a la mano cerrada le llamaba puo. Lo que sucede es que a

    esa verdad tan simple y bsica le podemos y le debemos ir aadiendo elementos que

    acoten mejor el campo.

    Para empezar, y teniendo en cuenta que la cultura tradicional sienta sus reales en el

    mundo de la creacin (al desarrollarse en el mbito de la oralidad est sujeta a los cam-

    bios imprevisibles de sus propios portadores que crean y recrean forma y fondo), el g-

    nero depende en gran medida de esos transmisores y de su lenguaje. Quines son y

    cmo actan los narradores? Desde luego habra que aclarar que no todo el mundo

  • Prlogo [13

    puede ser un buen narrador; al igual que en otros campos, se requiere una especiali-

    zacin: inters por el tema, conocimiento de un repertorio amplio y variado, posesin

    de recursos indispensables para el oficio (mente creadora o espritu amante de la fan-

    tasa, facilidad de palabra, capacidad de expresin gestual), todo lo cual configura una

    personalidad atractiva basada en una preparacin singular. Pues bien, las personas

    avezadas en esas tcnicas han sido, con su accin, las controladoras del gnero hasta

    hace muy pocos aos en que su funcin se ha visto sustituida, cuando no ridiculizada,

    por los medios de comunicacin, que, en virtud de su poder, han confinado la labor del

    narrador al mbito familiar y, aun en l, han venido a desprestigiar su labor y reducir

    su importancia bajo excusas de anacronismo o falta de funcionalidad. De nuevo la civi-

    lizacin vuelve a progresar por caminos sospechosos, despreciando sistemticamen-

    te lo antiguo y pretendiendo sustituir a las personas por mquinas. El error no est tan-

    to en la mquina misma, sino en la utilizacin excesiva o desatinada que de ella se haga.

    El hecho es que, en el desarrollo de su actividad, los narradores o especialistas, auto-

    didactas por lo general o con un aprendizaje formal mnimo (hay nios que a los cinco

    o seis aos tienen una facilidad pasmosa para relatar cuentos) han alcanzado o adqui-

    rido una serie de recursos que nos van a permitir definir algo ms los lmites del g-

    nero: el narrador no suele distinguir entre clasificaciones, de modo que puede relatar

    junto a un cuento maravilloso una facecia costumbrista o una fbula de animales, por-

    que en el fondo lo que le interesa es comunicar un cdigo y ese cdigo debe descifrar-

    lo quien escucha el relato e introducirlo en su memoria y en sus pautas de comporta-

    miento. Utiliza casi siempre unas frmulas iniciales y finales que enmarcan lo narrado

    dentro de un cauce o estilo (si empieza diciendo rase una vez, se supone que no va

    a recitar una adivinanza o una oracin; por ejemplo, si dice colorn, colorado, se sa-

    be que el cuento termina); utiliza la narracin en tercera persona o los dilogos de

    acuerdo a su estado de nimo o al pblico que le escucha (un cuentista fuera de su

    contexto tiende a acelerar la narracin; a abreviar, suprimiendo dilogos); elimina o

    acumula fragmentos que no constituyan de por s una frmula irremplazable, segn

    su criterio y voluntad. Da por sobreentendidas a veces esas frmulas o las repite ma-

    chaconamente para que sean ms fcilmente retenidas en la memoria por su audito-

    rio; frmulas que, muy frecuentemente, son inventadas o creadas bajo modelos versi-

    ficados que varan de unos narradores a otros. En la seleccin de material influyen

    factores de orden personal (predileccin por determinados temas), familiar (gustan los

    cuentos en que se reconocen o identifican los protagonistas: padre, madre, hijos, abue-

    lo, etc.) y social (consideracin de la comunidad hacia materias especficas: religin,

    costumbres, minoras tnicas, oficios, etc.) Por ejemplo, muchos de los elementos im-

    portantes que aparecen en un relato como el objeto que da la facultad de conseguir

  • 14] rase que se era... Cuentos duales

    lo que uno quiera se acomodan a los tiempos y a las creencias; as, una varita de vir-

    tud o rama de rbol que durante generaciones posey efectos mgicos o milagrosos,

    se ve convertida hoy en una especie de batuta con una estrellita en la punta por accin

    y efecto de la sofisticacin y el cambio de mentalidad. Los cuentos sobre gitanos, ga-

    llegos, vascos, castellanos o catalanes, que tienen gracia segn se cuenten en unos

    lugares u otros, naturalmente, no son sino una velada defensa de seas de identidad

    (frente a comportamientos que, desde esa perspectiva, se juzgan anmalos o perjudi-

    ciales) e incluso a veces una forma de sacudirse el mochuelo de los defectos propios

    para cargarlos sobre la comunidad vecina, de la que asustan por nuevas y distintas

    sus costumbres. La crtica, por momentos inmisericorde, lanzada contra determinados

    oficios o ministerios (curas, zapateros, sacristanes, segadores) no es sino un control

    social ejercido por quien posee un eficaz sistema para ridiculizar o ensalzar determi-

    nados poderes a muy bajo costo personal o de relacin. De qu otra forma se explica

    que, en un pas como el nuestro, donde desde hace siglos ha habido un control tan ri-

    guroso sobre las costumbres y hbitos morales, existan todava hoy tantos cuentos que

    caricaturizan las desviaciones en el comportamiento de frailes y monjas? A falta de

    pan, buenas son tortas, dice el refrn, y ante la inexistencia de cauces para censurar

    o vigilar conductas heterodoxas, la crtica se sublima o volatiliza para seguir otros de-

    rroteros menos oficiales. Las variantes locales tambin tienen su importancia en cuan-

    to a los elementos que componen el cuento; no se puede hablar de un nogal mgico

    donde no hay ms que palmeras, del mismo modo que no existirn burlas contra los

    gallegos en Valencia, pues la lejana y la ausencia de fricciones en fronteras comunes

    les quitara sentido. Un rito o un elemento del rito pueden variarse para dar sentido al

    relato cuando las primitivas funciones han perdido su fuerza original. Por eso en las

    narraciones maravillosas los oficios suelen ser institucionales o mticos (rey, prncipe,

    princesa, bruja, etc.), mientras en los de costumbres vemos reflejado el entorno (labra-

    dores, pellejeros, sacristanes y, ms recientemente, chferes, aviadores, etc.) Esta

    puesta al da del contenido alcanza tambin al continente; realmente, muchos de los

    temas costumbristas de hace aos o siglos se han refugiado en los chistes actuales,

    pero cuentos como el de El buey y el asno o El zapatero dichoso se pueden recono-

    cer en el Libro de los Gatos o en narraciones de Anacreonte. Piel de asno o El prn-

    cipe rana, La marrana cenicienta o Isabel estn en las colecciones de los Grimm

    o de Perrault, y as podramos seguir con casi todos los ejemplos de esta coleccin. Sin

    embargo, no conviene caer en tentaciones genesacas pensando que tal o cual narra-

    cin nacen de la mente de este o aquel inventor de cuentos; aqu la palabra inventor

    tendra su sentido original (invenire = encontrar) y vendra a designar a quien, habin-

    dose topado con un tema adecuado, sabe darle el tratamiento preciso para que des-

  • Prlogo [15

    pus la suerte o la moda lo difundan a los cuatro vientos; por supuesto que tal trata-

    miento deber entrar dentro de ese peculiar estilo que define a todo lo tradicional y

    que resulta tan difcil de delimitar. De cualquier modo, la gente sabe distinguir un cuen-

    to bien narrado de otro que no lo est, as como en estos momentos por sensibilidad

    o porque las modas y costumbres varan apreciara mejor un texto de Fernn Caba-

    llero que uno de Antonio Trueba, aun perteneciendo ambos al mismo siglo. Que no es-

    toy de acuerdo con la tesis de que el folklore (y permtaseme que al menos una vez uti-

    lice el trmino tan querido y, por desgracia, tan equvoco), por una serie de

    circunstancias, est muriendo, creo que es evidente. Para m existe, como ha existido

    siempre, una transformacin, una evolucin lenta, dolorosa en ocasiones, pero habi-

    tualmente fructfera. Tanto si se trata de crear literatura como si se trata de repetir lo

    que la tradicin nos ha legado para que se transmita oralmente, el ser humano nece-

    sita expresar sus emociones y sus sentimientos a travs de la palabra, procurando ade-

    ms hacerlo con la adicin de criterios estticos. Cada frase, cada poema es como un

    latido, que le recuerda que su corazn palpita y que esa vida procede de la masa de su

    propia sangre, la misma que le vincula a un apellido, a una cultura y a una tierra. Por

    eso creo que tiene tanto sentido que la creacin literaria est unida a los mayores y a

    los nios; porque es como un reconocimiento a un pasado lleno de vivencias que ha po-

    sibilitado ese presente del que ahora disfrutamos y nos dirige hacia el futuro que en-

    tre todos queremos firmar. Siempre he creido que ms que la tipologa de los cuentos

    que es muy abundante y muy representativa nos debe interesar el contenido y la ca-

    sustica. Qu es lo que hace tan atractivos los cuentos de La Cenicienta o de Caperu-

    cita? Indudablemente el carcter y las reacciones de los protagonistas, ms que los

    personajes mismos. En el relato de La Cenicienta se reconoce el premio a la humildad,

    el castigo a la soberbia, el triunfo del amor por encima de las ms adversas dificulta-

    des; en Caperucita, ms all de la positiva relacin intergeneracional (nieta y abuela),

    est la victoria del ser humano sobre lo oscuro, lo numinoso, representado por el bos-

    que y por el animal ms genuino de ese lugar misterioso que asust al individuo duran-

    te cientos de generaciones.

    Hemos atravesado una poca ciertamente crtica, pues el cambio en las preferencias

    y el sistema de vida del ser humano han dado al traste con muchos elementos tradi-

    cionales que parecan inamovibles. Pero estas narraciones siguen existiendo y divul-

    gndose a travs de las sendas ms insospechadas, tal vez porque nacieron para ser

    contadas y transmitidas en ese lenguaje oral, dctil, manejable, pero tambin rico e

    imaginativo. Al menos, tan imaginativo como pueda llegar a ser el verbo de quien lo

    narra y la mentalidad de quien lo escucha.

  • 19 La raposa y los fresqueros

    20 El oso y la zorra

    22 La raposa y Juanitonto

    24 La raposa y el queso

    25 La zorra y el queso

    26 El lobo y la zorra

    28 La raposa y el gaviln

    29 Alcaravn com

    31 Rabo corta mucho

    32 El gallo y la raposa

    33 El gato y la raposa

    34 La tortilla

    36 El galgo y la zorra

    37 La urraca y la zorra

    39 El campo de trigo

    42 Los animales viejos

    43 El corcho de miel

    44 El sapo y la raposa

    45 El gallo Matas

    46 La zorra

    47 La pata del raposo

    49 La raposa y la cigea

    50 La cigea y la raposa

    51 El guila y la raposa

    52 Juanitonto

    54 El labrador listo

    56 Los dos raposos

    57 El gallo capn

    58 El sapo y las prisas

    59 Los cinco cabritos

    60 El ratn de campo

    61 El zagal y los frailes

    62 El cura y el tratante

    63 El cura y la molinera

    64 El pastor y el cura

    66 El cura, el sacristn y el capelln

    68 El cura y el monaguillo

    70 El cura y el chocolatero

    71 El cura corto

    72 El cura y el cabrero

    73 El gitano y el cura

    74 Las truchas

    76 Las borrachas

    77 La matanza

    79 El perilln

    81 El arroz del soldado

    82 Ni don Juan ni don Manuel

    83 Cuento de las jarras

    84 La seorita y la criada

    85 De paseo Su Majestad

    87 Cuando el rey visitaba los monasterios

    89 El sacristn y los segadores

    90 El caldo y los garbanzos

    91 El mal yerno

    92 El to Conejo

    95 To Zumbones

    97 Los seis burros

    98 El listo

    99 La chica y el cubo

    100 El testamento

    101 El cura y los huevos

    102 El ramo de albahaca

    104 Los frailes y el zagal

    1 ASTUCIA Y NECEDAD

  • Astucia y necedad [19

    La raposa y los fresqueros

    Estaba la raposa durmiendo en un camino y pasan unos con un carro de fresco, y dicen:

    -Hombre, una raposa; qu piel ms bonita tiene...

    -Pues chala al carro.

    Estaba dormida, pero se despierta al olor de las sardinas que llevaban los fresquerosy tira una cesta, y va tirando, tirando sardinas; coge la cesta, luego las va recogiendo yse marcha. Y cuando se estaba comiendo la ltima sardina llega Juanitonto y dice:

    -Cmo huele a pesca...

    Dice:

    -S, mira; estaba dormida en un camino, han pasao los fresqueros, me han tirao al ca-rro, he tirao todas las sardinas y luego me las he cogido.

    -Ah, s? N ms hacer eso?

    -N ms.

    Y va Juanitonto corriendo, corriendo, y se pone delante del carro.

    -Hombre, un oso. Vamos a cogerle.

    Van a coger un hacha del carro y ven que la raposa ya se ha ido y les faltan las sardinas.

    -Ah, pues ste no nos la da.

    Y le pelaron vivo y le quedaron en la carretera. Y luego la raposa:

    -Huy, pero cmo ests!

    -Ve ah. Por ti. Te voy a comer...

    Conque la raposa ech a correr mucho y se salv. Y Juanitonto anduvo, hasta que le sa-li la piel, buscando a la raposa que cada vez le haca una faena.

  • Pues sta era una zorra que tena mucha hambre, y como ya empezaban las tripas aquejarse de una manera alarmante, se le agudiz el ingenio. Se puso en medio de uncamino por donde solan pasar los carros que iban con el fresco y se hizo la muerta. Alrato pas un fresquero y dijo:

    -Anda, una raposa muerta; la voy a echar atrs y me hago con el pellejo una bufanda...

    Conque fue y la tir encima de las canastas de sardinas. Pero en cuanto se puso de es-paldas, cogi la zorra y fue tirando sardinas por el camino hasta que no qued ni una.

    Luego se baj ella, reuni todo y se prepar a darse un banquete.

    En eso llega el oso:

    -Hombre, amiga zorra, qu haces?

    -Pues ya ves, voy a almorzar.

    -Ah, muy bien, y pensabas comerte todo eso y no invitarme?

    -Naturalmente, como que estas sardinas son mas y buen trabajo me ha costado reu-nirlas. Trabaja t, que te pasas medio ao dormido y otro medio atontado.

    -Y cmo lo has hecho?

    -Pues muy fcil; me hice la muerta, me mont un fresquero en su carro y le cog todaslas sardinas.

    -As de sencillo?

    -As de sencillo.

    Conque al da siguiente va el oso al mismo sitio y se tumba en el camino. Al rato llegael fresquero, y al ver al oso all cruzado, dice:

    -De modo que me quieres jugar la misma de ayer? Pues ahora vers.

    20] rase que se era... Cuentos duales

    El oso y la zorra

  • Astucia y necedad [21

    Y sac la navaja y le desoll vivo; slo le dej la piel de la cabeza y de las patas.

    As, dolorido y escocido, se ech a andar por el camino, pensando:

    -En cuanto encuentre a la zorra, la mato.

    Cuando la zorra le vio venir, le grit desde lejos:

    -Eh, el de las botas y el sombrero, cmo te fue con el fresquero?

    -Agurdate ah, que te lo digo en dos palabras.

    Pero s, s; buena era la zorra de lista. Como para dejarse coger...

  • Juanitonto tena mucha hambre y estaba deseando comer a la raposa, y siempre esta-ba escondindose; conque ya:

    -Qu haces, raposa?

    -Mira, estaba mirando ah (haba un lago), que mira que queso ms grande hay.

    Y dice:

    -Huy, s. Cmo lo cogeramos?

    -Pues mira, vamos a beber agua hasta que merme.

    Y ya, tanta agua bebi Juanitonto que se le sala por el culo.

    Y va la raposa (como son tan listas):

    -Espera, espera, que voy a ver.

    Y encontr un tapn (de esos que van a merendar y quedan los tapones en las cunetas)y se le puso en el culo. Pero como se fue la luna ms all ya no estaba el queso.

    -Ay, me has engaao. Qu malo estoy!

    Y ya van andando, andando, y llegan a un sitio que era un convento de frailes que tenanlabor, trillaban y eso. Y estaban trillando.

    -Buenos das (era el tiempo que hablabis todos los animales)1.

    -Buenos das.

    -Qu decs?

    -Ay, que tenemos una desgracia muy grande; que se nos ha muerto un caballo y no po-demos trillar.

    22] rase que se era... Cuentos duales

    La raposa y Juanitonto

    1 Dirigindose la narradora al auditorio.

  • Astucia y necedad [23

    -Anda, enganchar a Juanitonto deca la raposa. Enganchar a Juanitonto, vers qu bien.

    Conque enganchan a Juanitonto y le dan dos palos. Se le quita el tapn del culo y em-pez a irse trigo y todo por una cuesta.

    -Ay, Dios mo...

    Y la raposa, mientras, fue corriendo a otro convento de monjas que haba all, que lestraan la comida a los frailes, y dice:

    -Ay, monjitas, monjitas, que se os est estropeando la cosecha. Se est inundando.

    Mientras tanto, como ya tenan preparada la comida, se comi toda la comida, toda la car-ne y dej los huesos y se hizo un collar. Y ya no se poda mover de lo que haba comido.Conque se echa a andar por la carretera y ya no poda ms, y se echa a la sombra de unrbol. Y Juanitonto, que le haban pegao una panadera buena, iba que no se poda tener.

    Y dice:

    -Qu haces, raposa? Vamos, que qu mal nos ha salido el da hoy. Anda, vamos!

    -No puedo ir, que estoy muy malita.

    -Vamos!

    -Que no, que mira: me levanto y me caigo; no puedo andar.

    Conque:

    -Pues trae, yo te cojo a cuestas.

    Y la llevaba a cuestas. Y de vez en cuando deca:

    -Lera, lera, lera;comme la comiday me voy caballera.

    Y Juanitonto callao. Y vuelve a decir:

    -Lera, lera, lera...

    -Qu dices?

    -Nada, un cantar.

    Y ya llegan a un puente.

    -Lera, lera, lera,comme la comiday me voy caballera.

    -Pues ah te va esa pera! (y la tir al ro).

    Y ah ya despert Juanitonto.

  • Era por la noche y la raposa tena mucha hambre, y estaba en un pozo que sacaban aguapa dar a las mulas, y haba dos calderos, uno que suba y otro que bajaba, y mir y es-taba all la luna. Estaba el queso.

    -Cmo me bajara yo?

    Se meti en el caldero y baj, y subi el otro, y luego no poda ni bajar ni subir. Peroms adelante se asoma Juanitonto que la andaba buscando los vientos y dice:

    -Qu haces ah? (Ya se haba sentao el agua).

    -Pues mira, comiendo este queso, que me estoy poniendo...

    Y dice:

    -Ay, cmo has bajao?

    -Mtete en ese caldero, vers qu pronto bajas.

    Subi el caldero pa arriba y dice la raposa:

    -Anda, que siempre sers Juanitonto...

    Conque vienen los mozos que iban a dar agua y lo primero que sacan es a Juanitonto.

    -Anda, que vaya una broma que han hecho. Han tirao aqu un oso.

    Y al sacarle se ech a correr; como estaba vivo...

    24] rase que se era... Cuentos duales

    La raposa y el queso

  • Astucia y necedad [25

    Pues resulta que la zorra, despus de corretear todo el da para ac y para all, no ha-ba encontrado nada que echarse a la boca y tena ms hambre que el perro de un vo-latinero. Cuando se hizo de noche se acerc a un pozo a beber, y vio abajo la luna re-flejada, que pareca un queso de redonda y blanca que era.

    -Cmo podra yo arreglrmelas para bajar y coger ese queso?

    Se meti en un caldero que haba all mismo, en el brocal, y sin encomendarse a nadiese agarr de la maroma que haba en la polea y se tir; pero al bajar un cubo subi elotro lleno de agua, y ella se qued en el fondo sin poder salir.

    -Pues vaya negocio que he hecho... Compuesta y sin queso.

    Al rato, cuando ya casi haba desesperado de que pasase nadie por all, se asom el oso.

    -Qu haces ah abajo, amiga zorra?

    -Pues ya lo ves, que me estaba comiendo este queso y no puedo ms de lo harta queestoy.

    -Oye, pues djame bajar, que a mi lo que me sobra es el hambre.

    -Ah tienes el caldero; mtete dentro y ven ac, que te dejo lo que queda.

    En cuanto se meti el oso en el cubo subi la zorra a escape.

    -Anda, bobalicn, para ti todo el queso, y que te hartes.

    Y colorn colorado, este cuento se ha acabado.

    La zorra y el queso

  • Pues eran el lobo y la zorra, que se encontraron una noche en una era. Y al asomarseal pozo, se vea la luna reflejada en el agua.

    -Menudo queso dijo el lobo, cmo hara yo para comrmelo?

    -Es muy sencillo contest la zorra. Basta conque te bebas todo el agua del pozo y elqueso es tuyo.

    -Pues dicho y hecho, que luego es tarde.

    Y empez el lobo a tragar y tragar cubos de agua; pero segn lo beba por delante sele iba por detrs, porque tena el muelle un poco flojo.

    -As no hacemos nada dijo la zorra; te voy a hacer un tapn con un manojo de espi-gas, porque pareces una regadera.

    Conque al rato ya estaba el lobo, hinchado como un odre y tan orondo que no poda niacercarse al brocal.

    -Comadre zorra, asmate al pozo y alcnzame el queso, que yo me he bebido toda elagua y tengo la panza como un tambor...

    -Insensato! Te lo has tragado y ni siquiera te has dado cuenta.

    -Pues, oye, puede que tengas razn, porque estoy bastante lleno...

    -Espera, que te voy a aliviar un poco.

    Y fue y quit el tapn del trasero del lobo, y empez a correr toda el agua por la era.Entonces la zorra fue a avisar a los segadores, que estaban almorzando:

    -Rpido, venid! Que el lobo os est mojando el trigo y se os va a pudrir.

    Se levantaron todos a una y salieron a perseguir al lobo; entretanto, la raposa subi alsobrado de la casa y agarr todos los chorizos que pudo; pero al bajar por la escalerala venci el peso y fue contando los peldaos, uno a uno, con el hocico, hasta abajo.

    26] rase que se era... Cuentos duales

    El lobo y la zorra

  • Astucia y necedad [27

    Mientras, los segadores haban agarrado al lobo y le haban metido en el cuerpo tal so-manta que le haban roto las costillas. Cuando lleg la comadre zorra estaba su com-paero quejndose.

    -No grites tanto, que yo tambin he medido el suelo y mira cmo traigo el hocico dehinchado.

    Conque empezaron a discutir sobre cul de los dos estaba peor, y como no se ponande acuerdo, decidieron que hiciera de juez el primero que pasara por all, y que quienperdiera tendra que llevar a cuestas al otro hasta su casa. En esto pas una oveja, y,como es natural, por el odio que tena al lobo, dijo que haba sido ms grave lo de la zo-rra, as que el pobre tonto carg con ella, a pesar de tener las costillas rotas; y a cadados pasos deca la raposa, con el hocico como un botijo:

    -Romeras, como stas,que no te cansasy te llevan a cuestas.

    Y dale; y vuelta.

    -Pues a m las romerasque me las den como stas,que no te cansas naday te llevan a cuestas.

    Y ya se hart el lobo, y al pasar por un puente dijo:

    -Pues al agua, que apestas.

    Y la tir al ro.

    Yo os lo digo y no miento, que como me lo contaron os lo cuento.

  • Era la raposa, que cuando nieva y eso, pues claro no encontraba comida, y ve en unapea puesto un gaviln, as, va por detrs y aum, se le cogi, y le tena todo en laboca.

    Y va el gaviln y dice:

    -Ay raposita, ya que me comas d: al gaviln com.

    Y claro, al abrir la boca pa decir al gaviln com, dice:

    -A otro tonto, pero no a m.

    Y se march.

    28] rase que se era... Cuentos duales

    La raposa y el gaviln

  • Astucia y necedad [29

    Era una aguililla que tena un nido en un pino muy alto, y la zorra andaba por ah y notena comida. No encontraba y tena hambre. Y ya, pues vio a la aguililla y le dice:

    -Aguililla, aguililla, dame un hijo.

    Y dice:

    -No, no. Cmo te voy a dar un hijo? Son mos.

    Dice:

    -Pues como no me des un hijo, rabo corta mocha, rabo corta mocha...

    Y le tir un hijo. Y al otro da, que viene con hambre, lo mismo, que le tire un hijo. Cogey le tira otro hijo. Y ya se pone a llorar, a llorar, y pasa el alcaravn y dice:

    -Qu haces, amiga aguililla? Por qu lloras?

    Y dice:

    -Pues mira, que ha venido la zorra dos veces, que tena mucha hambre y la he tenidoque dar un hijillo, y si no la doy el hijo me ha dicho que rabo corta mocha.

    Y la dice:

    -Pues mira; cuando venga otra vez la zorra y te diga que rabo corta mocha, la dices:

    Rabo que no tiene acero no corta madero.

    Conque viene la zorra y dice:

    -Aguililla; aguililla, dame un hijo, que tengo mucha hambre.

    Dice:

    -No, no te doy un hijo.

    Alcaravn com

  • 30] rase que se era... Cuentos duales

    Dice:

    -Como no me des un hijo, rabo corta mocha, y os como a todos.

    Dice:

    -Rabo que no tiene acero no corta madero.

    Y dice:

    -Quin te lo ha dicho?

    -Mi amigo el alcaravn.

    -Pues ahora voy al alcaravn y donde le encuentre le como.

    Y ya corri pa ac, pa all, y encontr al alcaravn, y le encontr dormido y se le trag.Se le trag entero.

    Y el alcaravn despierta y dice:

    -Pero dnde estoy yo?

    -Yo, que te he comido por decir a la aguililla que rabo no corta mocha.

    -Huy, pues mira; es que mi padre y mi madre estn muy lejos de aqu. Di alcaravncom, pa que lo sepan.

    Y salta la zorra:

    -Alcaravn com.

    -Dilo ms fuerte, que mi padre y mi madre estn lejos de aqu.

    -Alcaravn com!

    -Dilo ms fuerte, que mi padre y mi madre estn lejos de aqu.

    -Alcaravn com!

    Y sale el alcaravn y dice:

    -A otro tonto, que no a mi.

  • Astucia y necedad [31

    Estaba un gaviln en un rbol y tena los hijos; y pasa una raposa con un hambre...

    -Buenos das, gaviln.

    -Buenos das, raposa.

    -Oye, qu haces?

    -Mira, aqu con mis hijos.

    -Pues trame uno, que tengo mucha hambre.

    -Huy, qu cosas me vas a decir...

    -Pues ahora tiro el rbol, te caes t tambin y os como a todos.

    Y empez con el rabo, tran, tran, en el rbol, y el gaviln:

    -Hacha corta mocha, pero no rabo de raposa.

    Rabo corta mucho

  • Pues esto era el tiempo en que las gallinas campaban por sus respetos y no tenanque dar discuentos a nadie, ni siquiera a la hora de poner un huevo. Y estaban unasgallinas con un gallo, escarbando y picoteando gusanos, cuando de pronto aparecila raposa.

    Patas, para qu os quiero! Echaron todas a correr y entrevolar asustadas, y se es-condieron donde mejor pudieron: una tras un arbusto, otra en un hoyo, otra al abri-go de una piedra... Pero el gallo peg un vuelo y vino a encaramarse en la copa de unrbol:

    -Quiquiriqu, que no llegas aquii...!

    Gritaba, mofndose de la raposa. Y la raposa, como una loca, pegaba rabotazos en eltronco del rbol una y otra vez, mientras deca:

    -Corta, corta, rabo,que comers gallo.

    Pero ni el tronco se mova ni el gallo dejaba de chancearse:

    -Con hacha sera otra cosa,pero no con el rabo de la raposa.

    32] rase que se era... Cuentos duales

    El gallo y la raposa

  • Astucia y necedad [33

    Estaban una raposa y un gato charlando, y dice la raposa:

    -Oye, y t, cuntos trucos sabes?

    -Yo, uno.

    -Vamos, vamos, no me engaes; si yo s ciento y un saco lleno...

    -Pues te juro que yo no s ms que uno.

    Y en esto se presenta un cazador con unos perros, y el gato, de un brinco, se sube a unatapia; los perros que ven a la raposa, echan a correr tras ella, tirndole dentelladas,mientras el gato le voceaba:

    -Raposita, echa mano de los trucos del saco, que los ciento se te van acabando!

    El gato y la raposa

  • Esto era un raposo que haba robado unos chorizos y le dijo a la raposa:

    -Mira, si t trajeses ahora unos huevos podramos hacer una buena tortilla...

    Conque fue la raposa a un gallinero y se vino con media docena. Y cuando estabanrelamindose pensando en el banquete que se iban a dar, pas por all un lobo y ledijeron:

    -Si traes un par de panes, te invitamos a merendar.

    Ni corto ni perezoso fue el lobo y arrampl un par de monumentales hogazas y volvicorriendo.

    -Y ahora, quin nos prepara la tortilla?

    En eso, pasaba por all una mujer y les dijo:

    -Todo el mundo sabe que el que mejores tortillas prepara es el herrero que vive allabajo, cerca del ro.

    Pues all fueron los tres a pedirle al herrero que les preparase la comida; pero comoal herrero le gustaba la tortilla ms que comer con los dedos, dijo:

    -Estoy conforme, pero tenis que venir a comerla por separado.

    Aceptaron, y se marcharon a esperar a una chopera cercana. Entretanto el herrero sezamp la tortilla, y todava se estaba relamiendo cuando lleg el lobo, que, por ser elms fuerte, haba querido ir primero:

    -Qu, va buena?

    -Va buena, pero espera que la voy a dorar un poquito ms por este lado...

    Y agarr un hierro de la fragua y, mientras estaba aguardando el lobo, le meti la ba-rra ardiendo por debajo del rabo.

    34] rase que se era... Cuentos duales

    La tortilla

  • Astucia y necedad [35

    Santa Mara, qu exclamaciones! Las patas corran por delante del cuerpo. Qu do-lores! Qu picor! Cuando estaba llegando a la chopera pens:

    -Yo a estos dos no les digo ni palabra; que vayan tambin ellos a probar...

    Conque:

    -Qu tal estaba la tortilla?

    -Estaban muy picantes los chorizos?

    Y el lobo:

    -Pues picar... s picaban, s; como que he venido hasta aqu chupndome las patas...

    Sali el raposo escapado y lleg a la fragua en un periquete. Pero antes de que dijeraesta boca es ma ya le haba agarrado el herrero y le estaba dando golpetazos contra elyunque. Mareado y hecho unos zorros nunca mejor dicho volvi a donde estaban losotros dos, pero tampoco se quej.

    Por fin fue la raposa, y dijo el herrero:

    -Anda, si me haba olvidado de ti. Aguarda, que tengo aqu tu parte...

    Y la agarr de la cola, la empez a dar vueltas y la tir a veinte metros.

    Cuando se vieron juntos los tres, tan maltrechos y doloridos, decidieron hacerse vege-tarianos por una temporada.

    Y colorn colorete, por la chimenea sale un cohete y por la puerta diecisiete.

  • Esta era una zorra muy lista que se coma todos los das la merienda de un labrador.Y ya, el labrador, cansado de que le tomara el pelo, dijo:

    -Pues maana me llevo el galgo. A ver qu va a pasar aqu...

    Conque, en efecto, al da siguiente llev el hato con la merienda y dej al galgo vigilan-do. Al rato lleg la zorra, y fue verla y salir corriendo el galgo detrs como un rayo.Cuando iba a meterse la zorra en su hura la agarr el galgo de una pata; cuanto mstiraba la una, ms fuerte sujetaba el otro. Ya, vindose sin fuerzas, dijo la zorra:

    -Infeliz,tira, tirade la raz.

    -Mentira dijo el galgo.

    Y al decir mentira, abri la boca y solt la pata de la zorra, que se salv otra vez porlista.

    36] rase que se era... Cuentos duales

    El galgo y la zorra

  • Astucia y necedad [37

    Acordaron una zorra y una urraca poner un campo de trigo a medias. Cuando lleg lahora de la sementera dijo la urraca:

    -Vamos, que nos toca sembrar.

    -Pues el caso es que no me encuentro bien del todo...

    Conque fue la urraca y lo sembr sola.

    Al tiempo de aricar, volvi a decir:

    -Ea, que hay que darle vuelta al terreno...

    -Pues el caso es que no acabo de hallarme bien del todo volvi a decir la zorra.

    Cuando vino el tiempo de escardar, se present otra vez la urraca:

    -Anda, coge la azadilla, que me tienes que ayudar...

    -Pues no es por nada, pero parece que con el cambio de tiempo no estoy bien del todo.

    Bueno, pues se ech encima el verano y hubo que segar el trigo:

    -Amiga zorra, ten el hocino, que vamos a segar el triguito...

    -Ay de m; con estos calores no me encuentro bien del todo.

    Cuando hubo que acarrear y trillar, volvi la urraca con el mismo cantar:

    -Zorra, zorrita, vamos a la trilla...

    -La cosa es que con esta sequedad no estoy bien del todo.

    Cuando acab la urraca todas las faenas, se sinti en la obligacin de decrselo a la zo-rra para ver cmo lo repartan.

    La urraca y la zorra

  • 38] rase que se era... Cuentos duales

    Dijo la zorra:

    -Amiga urraca,ya est repartido:para ti la pajay para m el trigo.

    Y dej a la urraca con tres palmos de narices. Entonces se puso la urraca a llorar, y pa-s el galgo:

    -Qu tienes, amiga urraca?

    -Pues nada, que la zorra me ha engaado.

    Y le cont toda la historia.

    -No sufras, que la zorra no va a encontrarse bien del todo durante una buena tem-porada.

    Fue y se escondi en una morena y slo se le vea un ojo.

    Conque pasa la zorra y dice:

    -Hombre, qu suerte, una aceitunita.

    Y sale el galgo:

    -Djala quieta, que no est madurita.

  • Astucia y necedad [39

    Se juntaron un da el lobo y el raposo, porque andaban los dos a tres menos cuartillo,y dijo el raposo:

    -Compadre, podamos plantar un campo de trigo y as por lo menos tendramos pan pa-ra todo el ao.

    -Me parece bien, pero qu comemos mientras sembramos y preparamos el terreno?

    -Est todo pensado. Matamos un cerdo y lo enterramos; y para saber dnde lo tene-mos enterrado, le dejamos el rabo fuera.

    -Pues me parece muy bien.

    Conque, dicho y hecho; enterrado el marrano, pusieron manos a la obra. El lobo traba-jaba de lo lindo, arriba y abajo, pero el raposo, ms astuto, haca que haca y no daba nigolpe. En cuanto tuvo hambre le dijo al lobo:

    -No ha odo, compadre? Parece que me llaman.

    Y puso una oreja en el suelo, escuchando atentamente.

    -S. Es una comadre que me llama para que sea padrino en el bautizo de su hijo.

    -Pues vaya usted all, pero no se olvide de traerme alguna sobra, que siempre las hay.

    Sali corriendo el raposo, fue a donde estaba el cerdo y se comi una buena parte. Alrato volvi.

    -Qu, ya le han bautizado?

    -Cumplidamente.

    -Y cmo le han puesto?

    -Pues... Empec.

    El campo de trigo

  • 40] rase que se era... Cuentos duales

    -Vaya un nombre curioso. Y no me trae ninguna sobra?

    -El caso es que la familia era humilde y escasamente hemos tenido para los invitados...

    Al da siguiente volvi a decir el raposo:

    -Oye usted, compadre? Parece que me llaman.

    -Pues no oigo nada.

    -S, me avisan que tengo que ser padrino de otro bautizo.

    -Pues qu coincidencia... Bueno, vaya usted; pero no se olvide de las sobras.

    All fue corriendo el raposo y le meti otro viaje al marrano.

    -Ya vuelve usted? Fue bien el bautizo?

    -De maravilla.

    -Y cmo le pusieron?

    -Segu.

    -Vaya, ese nombre parece que me gusta algo ms. Y no se acord usted de las sobras?

    -Es que no las hubo tan siquiera.

    Al otro da volvi a decir el raposo:

    -No oye usted, compadre?

    -Caray, no me diga que le invitan a otro bautizo...

    -Pues s.

    -Qu casualidad que siempre le invitan a usted.

    Bueno, pues se march el raposo y acab con lo que quedaba del cerdo. Dej el rabodel marrano fuera, como si no hubiese pasado nada, y volvi.

    -Ya vengo, compadre.

    -Qu, cmo fue la cosa?

    -Extraordinaria.

    -Y cmo le pusieron esta vez?

    -Termin.

    -Raro nombre. Y no haba sobras?

    -Tampoco.

  • Astucia y necedad [41

    -Bueno, pues como yo tengo ya mucha hambre y he trabajado tanto en preparar la tie-rra y sembrar, creo que me merezco echarle un tiento al marrano.

    Conque se van donde haban enterrado el cerdo, tira el lobo del rabo y se queda con lentre las garras.

    -Vaya, tan fuerte tir que le arranqu el rabo.

    Se pone a escarbar, pero el cerdo no apareca por ninguna parte.

    -Usted me ha engaado y se ha comido el cerdo!

    -Yo? Habrse visto descaro! No me extraara nada que, en lo que yo estaba fuera,usted se lo hubiese zampado.

    Y se liaron a discutir, que si uno, que si el otro... Por fin dijo el raposo:

    -Bueno, para qu cansarnos si lo vamos a saber enseguida. Al que le sude la barriga,se se ha comido el marrano.

    -De acuerdo dijo el lobo, que estaba seguro de s mismo.

    Pero como estaba tan cansado del trabajo y tan poco alimentado, se durmi al mo-mento. Entonces fue el raposo y le me la barriga; al rato empez a hacer ruido paraque se despertara el lobo y dijo:

    -Ah, compadre, as que fue usted quien se comi el marrano? Fjese cmo tiene la ba-rriga de sudada...

    Y otra vez le enga al lobo.

  • Este era un gallo que oy decir al ama que el domingo de Pascua le iba a poner en pe-pitoria. Sali corriendo del corral y se ech a andar por un camino; y al poco rato se en-contr con un burro:

    -Dnde vas, burro?

    -Dnde voy a ir! Que mis amos dicen que ya soy viejo y no me quieren.

    -Pues vente conmigo.

    Siguieron andando, y de all a poco se toparon con un toro:

    -Dnde vas, toro?

    -Huyendo de mi amo, que me quiere hacer filetes porque dice que ya no sirvo para nada.

    -Pues vente con nosotros.

    Siguieron andando un trecho, y vieron una cabaa de pastor abandonada. Se metieron ally se echaron a dormir. Pero la zorra, que siempre anda buscando qu comer, les vio y dijo:

    -Vaya un banquetazo; voy a buscar al oso para que me ayude.

    Conque vuelve con l y le dice:

    -Yo creo que entras t el primero, porque como ms mayor te toca elegir pieza...

    Pero en esto se haba despertado el gallo, y en cuanto que oye decir eso a la zorra avi-sa al burro y al toro y se ponen detrs de la puerta.

    Entra el oso, y empieza el toro a darle cornadas y el burro a darle coces; y el gallo, su-bido a una viga, venga a cantar:

    -Quiquiriqu, quiquiriqu...!

    Ech la zorra a correr, y el oso detrs quejndose:

    -Esprame, esprame, que hay unos gigantes que me han clavado sus espadas, me handado de patadas y, encima, haba uno que todava deca: Dejdmelo a mi, dejdmelo a mi!

    42] rase que se era... Cuentos duales

    Los animales viejos

  • Astucia y necedad [43

    Eran una raposa, un lobo y un oso, que no tenan qu comer.

    Y dijo el oso:

    -As no podemos seguir. Cada uno que robe lo que pueda y a la noche nos reuniremosaqu a repartir lo que hayamos recogido.

    Conque sali la raposa corriendo a un gallinero, y ya estaba para saltar la cerca, cuan-do sali un perrazo que le meti dos buenos mordiscos en los perniles y la dej singanas de comer. El lobo, por su parte, sigui a un rebao hasta el aprisco, y cuandopens que estaran dormidos los perros se aventur a acercarse. En un santiamnsalieron dos mastines, que le dejaron sin orejas y sin rabo. El oso, como goloso, se fuea un colmenar y quiso llevarse un panal; pero en cuanto las abejas sintieron que al-guien meta un corcho para probar la miel de la colmena, salieron en defensa de losuyo y le pusieron como un acerico.

    Con el corcho todava en la mano lleg el oso a donde haba quedado con sus compaeros.

    -Qu trais?

    -Yo unos muerdos en las nalgas dijo la raposa.

    -Pues ya me ves a m dijo el lobo. Desorejado y descolado.

    -Bueno, pues nos tendremos que repartir el corcho coment el oso.

    -Eso, eso dijo la raposa. El que ms aos tenga, para l.

    Dice el lobo:

    -Yo soy ms viejo que la orilla del ro.

    -Cuando el ro hizo la orilla ya exista la raposilla dijo la raposa.

    Y el oso, acordndose de lo mal que lo haba pasado y del hambre que tena, dijo:

    -Pues yo no tengo ms que ocho, pero ay de aqul que toque el corcho!

    El corcho de miel

  • Una raposa y un sapo empezaron a porfiar sobre cul de los dos correra ms.

    Y deca el sapo:

    -Mira si estoy seguro de que te gano, que te doy dos pasos de ventaja.

    -Hasta dnde?

    -De la charca al pinoy volver por el mismo camino.

    Conque se puso la raposa delante, y cuando iba a echar a correr, de un salto se le su-bi el sapo en la cola. Y al poco la animaba:

    -Vamos raposita!

    Y ella, creyendo que vena detrs corriendo, apretaba el paso. Al llegar al pino, dijo elsapo:

    -Del pino a la charca,que all est la marca.

    Y otra vez la raposa como loca corriendo. Cuando iba a alcanzar la charca se par:

    -Dnde estar este demonio de sapo que ya no le oigo?

    Momento que aprovech el sapo para dar un salto desde la cola y llegar el primero.

    44] rase que se era... Cuentos duales

    El sapo y la raposa

  • Astucia y necedad [45

    Estaba una vez el zorro hambriento rondando alrededor de un gallinero; sali en esoun gallo, y le ech la zarpa encima.

    -No me coma, seor zorro; le prometo que si viene usted para la Pascua estar muchoms gordo y sacar usted ms provecho de m.

    -Pues s que parece que tienes razn, porque ahora ests como el espritu de la go-losina. Bueno, esperaremos a la Pascua; pero dime cmo te llamas para preguntarpor ti cuando vuelva.

    -Me llamo Matas.

    -Pues esprame, Matas, que vendr a hacer de las mas.

    Conque pas el tiempo y lleg la Pascua, y all fue el zorro a ver si le haba engordadola pechuga al gallo.

    -Matas!, Matas!

    Pero Matas estaba esperando al zorro subido en la rama ms alta de un pimpollo.

    -Mndeme, seor zorro.

    -Baja, no tengas miedo, que traigo una orden que acaba de salir, que todos los ani-males tenemos que ir juntos.

    -Ah, pues me parece estupendo; pero dgaselo primero al seor perro que viene poraquel camino.

    -Y viene muy lejos?

    -Est llegando.

    -Pues entonces me voy, no sea que no sepa leer.

    Y escap de all lo ms ligero que pudo, mientras Matas gritaba desde el pimpollo:

    -Seor zorro, ensele la orden! Ensele la orden!

    El gallo Matas

  • Era una vez una zorra que lleg con hambre a un gallinero y entr. Y, claro, todas lasgallinas echaron a correr pa donde pudieron. Y la zorra:

    -No corris, no os asustis, que no va a pasar nada, que ha venido una orden que to-dos los animales tenemos que andar juntos...

    Conque algunas gallinas se lo creyeron y pararon de correr, pero en eso sali un gallocon unos buenos espolones, que saba bien lo zorras que son las zorras, y dice:

    -Es verdad eso, doa Zorra?

    -Tan cierto como que le estoy viendo a ust, don Gallo.

    -Pues cunteselo a los perros del amo.

    Y abri la puerta a los perros, que se echaron encima de la zorra y la molieron.

    46] rase que se era... Cuentos duales

    La zorra

  • Astucia y necedad [47

    Iban el raposo y la raposa por el monte, y se le antojaron a la raposa unas castaas.

    -Mira qu castaas ms hermosas. Qu buenas deben de estar! Por qu no subes yme alcanzas unas pocas?

    -Y si caigo y me rompo algo?

    -Quita all, cmo vas a caer con lo gil que ests?

    Conque subi el raposo, y justo: se cay y se rompi una pata.

    -Ay, ay..., corre, vete a casa del leador y pdele unas astillas para entablillarme la pata.

    Sali la raposa como una exhalacin y lleg adonde estaba el leador.

    -Leador, dame unas astillas para mi raposillo, que se ha cado del castao y se ha ro-to una pata...

    -Yo te las dara dijo el leador, pero el herrero se ha llevado las llaves de la leerapara repararlas y no puedo abrir.

    Corri la raposa a casa del herrero y le dijo:

    -Herrero, dame las llaves de la leera del leador, que tiene que sacar unas astillaspara mi raposillo, que se ha cado del castao y se ha roto una pata...

    -Estoy terminando de repararlas. Vete mientras a casa del panadero y le pides una ho-gaza para el almuerzo.

    Conque la raposa sigui corriendo, corriendo, y lleg a la tahona.

    -Panadero, dame el pan para el almuerzo del herrero, que me tiene que terminar lasllaves de la leera del leador, que tiene que sacar unas astillas para mi raposillo, quese ha cado del castao y se ha roto una pata...

    -Estoy acabando de hornear. Vete mientras a casa del pastor y pdele un queso para queno vaya sola la hogaza, que ya sabes que pan con pan, comida de tontos.

    La pata del raposo

  • 48] rase que se era... Cuentos duales

    All fue la raposa corriendo.

    -Pastor, dame un queso, que se lo tengo que llevar al panadero para que me d unpan para el almuerzo del herrero, que me tiene que terminar las llaves de la leeradel leador, que tiene que sacar unas astillas para mi raposillo, que se ha cado delcastao y se ha roto una pata...

    -Pues estamos arreglados, porque la oveja no me ha dado leche esta maana y no hepodido hacer queso, as que vete a hablar con ella y se lo pides.

    All que se fue la raposa a todo correr.

    -Oveja, dame leche para el pastor, que me tiene que hacer un queso, que se lo tengoque llevar al panadero para que me d un pan para el almuerzo del herrero, que metiene que terminar las llaves de la leera del leador, que tiene que sacar unas asti-llas para mi raposillo, que se ha cado del castao y se ha roto una pata...

    -Si no he dado leche ha sido porque el prado no me ha dado hierba y no he pastado; asque vete al prado y te las arreglas con l.

    Pues all fue la raposa.

    -Prado, dame hierba para que coma la oveja y me d leche para el pastor, que me tie-ne que hacer un queso, que se lo tengo que llevar al panadero para que me d un panpara el almuerzo del herrero, que me tiene que terminar las llaves de la leera del le-ador, que me tiene que sacar unas astillas para mi raposillo, que se ha cado del cas-tao y se ha roto una pata...

    -A m no me lo digas; dselo a la nube para que me d agua primero, porque me estoysecando.

    Y otra vez la raposa corre que te corrers.

    -Nube, dame agua para el prado, que tiene que dar hierba para que coma la oveja y med leche para el pastor, que me tiene que hacer un queso, que se lo tengo que llevar alpanadero para que me d un pan para el almuerzo del herrero, que me tiene que ter-minar las llaves de la leera del leador, que tiene que sacar unas astillas para mi ra-posillo, que se ha cado del castao y se ha roto una pata...

    Conque fue la nube y de la pena que le dio ver a la raposa tan apurada, se puso a llo-rar, y empezaron a caer gotas en el prado, que dio hierba que comi la oveja y dio le-che para que el pastor hiciera un queso que llev la raposa al panadero, quien termi-n la hogaza para que almorzara el herrero, que termin las llaves de la leera delleador, que por fin pudo sacar las astillas para entablillar la pata del raposo.

    Pero cuando lleg a donde el raposo, ya estaba bueno.

    -Como tardabas tanto, me fui a casa del curandero, y me dijo: No te vas a morir, por-que no puedes estirar la pata, as que esto te lo arreglo yo de dos tirones. Y zis, zas,me puso como nuevo.

    Y colorn colorado, este cuento se ha acabado.

  • Astucia y necedad [49

    Pues esto eran una raposa y una cigea que se encontraron; y dice la raposa:

    -Amiga cigea, te tengo que convidar porque van a ser mis das de aqu a poco.

    Conque fue y la convid a puches; pero como la cigea tena el pico tan largo y tan es-trecho, slo haca que picar y picar y no sacaba provecho. Cuando termin la raposa delamer y relamer el plato, dice:

    -Bueno, y cundo es tu santo? Porque, me invitars, no?

    -Qu hacer..., naturalmente.

    Conque a la celebracin, fue la cigea y prepar tambin puches; pero las ech en unaalcuza, y la raposa se tuvo que conformar con mirar cmo meta la cigea el pico.

    La raposa y la cigea

  • Eran una cigea y una raposa:

    -Te tengo que convidar, que es mi santo.

    Y fue la raposa y la convid a puchas. La convid, y ella con el pico no poda comer, y laraposa todo se lo coma. Y ya dice:

    -Bueno, cundo es tu santo?, que me tienes que convidar.

    Y dice:

    -Ya pronto.

    Y fue la cigea y ech las puchas en un botijo, y meta el pico, y la raposa mirando. Nopoda ni poco, ni mucho, ni nada. Conque dice la cigea:

    -Si vieras... voy a ir a una boda al cielo.

    Y la raposa, como son as muy listas y golosas:

    -Huy, cmo te envidio. Yo quisiera ir. Llvame.

    -Y cmo te voy a llevar?

    -Montada.

    Se mont encima de la cigea y hala, hala.

    Y la raposa:

    -Pero, cundo llegamos? Que tengo mucha hambre...

    Dice:

    -Ahora.

    -Muvete un poco, que me vas a caer...

    Se movi un poco, se volvi boca abajo y se cay la raposa. Y miraba pa abajo y habauna pea, y deca:

    -Qutate, pea, que te parto!

    50] rase que se era... Cuentos duales

    La cigea y la raposa

  • Astucia y necedad [51

    Estaban un da charlando el guila y la raposa.

    -Pues tengo que ir a una boda al cielo...

    Y la raposa, que nunca se harta, en cuanto oy eso salt:

    -Voy contigo.

    -Pero pesas mucho...

    -Qu dices..., me hago un rebujito as y como si fuera una pluma ms.

    Bueno, pues tanto y tanto porfi la raposa que tuvo que cargar con ella el guila. Peroal poco rato de ir por el aire, como son tan curiosas las raposas, asomaba el hocico pa-ra mirar...

    -Huy, qu bonito!

    Conque en esto se asom ms de la cuenta y se cay; y segn llegaba al suelo, ve unapea y dice:

    -Aprtate, pea, que te parto!

    El guila y la raposa

  • Estaba un hombre arando con unos bueyes y lleg Juanitonto, que era un lobo que te-na mucha hambre, y le quera comer un buey.

    Y dice el labrador:

    -Hombre, no me le comas.

    Y dice Juanitonto:

    -Bueno, pero me vas a hacer un favor, ya que te le hago yo a ti. Cuando venga la rapo-sa le dices que no me has visto, a ver si la puedo coger.

    Conque le tap en el hato, y el hombre tena all un azadn muy grande, y le tap con lamanta. Llega la raposa:

    -Buenos das, labrador.

    -Buenos das.

    -No has visto por aqu a Juanitonto?

    Y dice:

    -No, no le he visto.

    Y dice la raposa:

    -Pues a perruno huele.

    Conque le dice al labrador:

    -A que no pegas ah con todas tus fuerzas con ese azadn?

    Y dice:

    -Si ah no hay nada; ah no hay nada.

    52] rase que se era... Cuentos duales

    Juanitonto

  • Astucia y necedad [53

    Y cogi, claro, adrede, y le peg en la cabeza y le mat a Juanitonto.

    Y deca la raposa:

    -Ay, con qu me lo pagars?; ahora me has matao a Juanitonto. Vamos, me has ma-tao a Juanitonto; pues ahora llamo a no s quin y te come un buey.

    Y dice el labrador:

    -Espera, que est una gallinita con pollos en casa y voy a por ella y te la traigo.

    Y le dice a la mujer:

    -Dame la gallina con pollos, que la raposa me va a comer un buey.

    Y dice la mujer:

    -Ay, la gallina te voy a dar...

    Y fue, y en vez de meterle en el saco la gallina con los polluelos le meti la perra conlos perrines.

    Conque llega el hombre y dice la raposa:

    -Qu, ya me lo traes?

    Y dice el labrador:

    -S, ya, ya.

    Y dice la raposa:

    -Pues, a perruno me huele. Anda, anda, antes de llegar a m, vaca el saco ah.

    Vaci el saco, y la perra que se entera que est all la raposa, se echa a correr detrsde ella, y iba la raposa diciendo:

    -Ayudadme zancas, que en este mundo todas son trampas.

  • Hay que reconocer que el seor lobo tena aquel da ms hambre que nunca; corre-teando de un lado para otro buscaba una presa para calmar su apetito, cuando en unaladera vio a un labrador que estaba arando con una mula. Escapado baj para all,pero al orle llegar, se volvi el labrador:

    -Con Dios, seor lobo; buen da tenemos hoy, eh?

    -Eso ser para ti, majadero, que con el desfallecimiento que tengo yo no me da parapararme a mirar cmo est la maana. Quita de ah que te voy a comer la mula.

    -Pero seor lobo, ser posible que el hambre no le deje ver el mal ao que tiene la po-bre? No se da usted cuenta de cmo se le sealan todas las costillas? Qu va a ga-nar con chuperretear cuatro huesos pelados? Aguarde usted y ver: todas las maa-nas pasa por aqu la raposa, que est rolliza de hartarse a conejos... Yo le escondo austed aqu en el hato y cuando llegue le hago una sea.

    Bueno, pues all bajo el hato se meti el lobo a esperar. En esto se presenta la raposa.

    -Buenos das, labrador.

    -Buenos los tenga, seora raposa.

    -O has cambiado de condicin o a lobuno me hueles.

    -A lobuno? Qu dice usted?

    -Que qu digo yo? Que si no quieres que te coma la mula, quemes el hato aquel quetienes all.

    Conque fue el labrador y prendi fuego al hato; al minuto no quedaban del lobo msque unos pelos mal chamuscados.

    -Ay de m! Ay de m! chillaba la raposa.

    -Pero qu pasa ahora? protest el labrador.

    54] rase que se era... Cuentos duales

    El labrador listo

  • Astucia y necedad [55

    -Que has matado a mi mejor amigo, pedazo de ladrn. Con quin voy a discutir yoahora?

    -sta s que es buena. En qu quedamos?

    -Quedamos en que te coma la mula; as que aparta de ah.

    -Aguarde, que tengo una idea mejor: en un periquete me acerco al corral y le traigouna gallinita con los pollos que est criando.

    -Bueno; siendo as...

    Sali el labrador como un rayo y lleg a su casa; pero en vez de meter en el saco la ga-llina, meti una mastina que era una fiera.

    -Ya vienes?

    -Ya dijo jadeando el labrador.

    -Pues parece que pesan mucho esos pollos, no? Quita, quita, no te acerques: sulta-los ah donde ests.

    La mastina que vio a la raposa sali tras ella; e iba gritando la raposa:

    -Ayudadme, zancas, que en este mundo todas son trampas!

  • Estando de caza un par de raposos, mataron una liebre, y cuando iban a empezar a co-merla, va uno y dice:

    -Oye, y por qu no hacemos las cosas como debe ser? Mientras yo la desuello, t vaspor lea y preparamos un buen guiso.

    -Ya. Y en lo que voy por lea, t te comes la liebre tranquilamente.

    -Qu cosas se te ocurren... Me creers capaz?

    -Capaz y muy capaz; pero bueno, ir. Ahora que, como se te ocurra tocar un pelo de laliebre, no traigo la lea, eh?

    Conque se va, y el otro raposo se sienta a esperar bajo un rbol. Pero pasa el tiempo yque no regresa...

    Una hora, y dos, y tres; y ya dice:

    -Caramba! Si ser zorro, que est haciendo por no venir para tenerme esperando...Pues ahora mismito trinco la presa.

    Y cuando va a hincarle el diente, salta de detrs del rbol el otro raposo como unbasilisco:

    -Que te he dicho que si le tocabas un pelo no traa la lea!

    56] rase que se era... Cuentos duales

    Los dos raposos

  • Astucia y necedad [57

    Era un gallo capn que le echaron no le quera ninguna gallina y se fue por ah, porlos mundos de Dios, y llega a un molino y haba un gallinero:

    -Ca ca ca ca ca ca, breme, breme.

    -Que que que no.

    -Co co co co co co co, breme, que soy capn.

    -Po po po po po por eso no te abrimos.

    El gallo capn

  • Sali el sapo un da de verano a dar una vuelta y lleg a un arroyo. Empez a pensarque cmo lo saltara mejor y se estuvo all seis meses meditndolo. Cuando ya le pa-reci que estaba preparado, infl el pecho y tens las ancas; pero como mientras tan-to se haba deshelado la nieve de la montaa y el arroyo vena muy crecido, calcul maly se qued espatarrado en medio del arroyo.

    -No, si ya saba yo que las prisas no son buenas para nada...

    58] rase que se era... Cuentos duales

    El sapo y las prisas

  • Astucia y necedad [59

    Era una cabra que tena cinco cabritos y se march a buscar comida al monte. Y dijo:

    -Tened cuidado, no venga el lobo y os engae.

    Y lleg el lobo a la puerta:

    -Abrid, hijos mos, que soy vuestra madre.

    Y dicen:

    -No. T tienes la voz ronca; t eres el lobo.

    Y el lobo fue y se tom unas yemas de huevo.

    -Abrid, hijos mos, que soy vuestra madre.

    Y dicen:

    -Ensea la pata por debajo la puerta.

    Y dicen:

    -No, porque nuestra madre tiene las patas blancas y las tuyas son negras.

    Conque fue a una panadera y se unt todas las patas de harina, y lleg:

    -Abrid, hijos mos, que soy vuestra madre.

    Y dicen:

    -No, que nuestra madre huele bien y t hueles mal.

    Y fue al monte, se restreg en una tomillera y entonces fue cuando les enga. Le abrie-ron las puertas y, aum, aum!, se comi a todos menos al pequen, que se meti en laleera. Cuando lleg la madre del monte no encontr a ninguno, pero ya sali el pe-queo y le cont todo. Fueron al ro donde estaba durmiendo el lobo, cogieron unas ti-jeras y le abrieron la panza y salieron los cuatro cabritos bailando. Y, colorn, colorao,este cuento se ha acabao.

    Los cinco cabritos

  • Era un ratn de campo que estaba pasando un hambre...

    Y ya se mete en una bodega, y el amo llevaba queso, chorizo y jamn pa merendar, y lometa en una alacena que tena all. Pero l hizo un agujero por el otro lao y se pusoms gordo que...

    Pero el hombre dijo:

    -Debe de haber ratones. Voy a traer un gato.

    Meti un gato en la bodega y entraba y sala el gato cuando le pareca.

    Pues el ratn se sale por ah de paseo y se encuentra a uno:

    -Hola, compaero.

    -Huy, cmo ests de gordo...

    -Y t? Te vas a morir. Cmo ests de delgao!

    Vente conmigo; tengo un amo que me cuida muy bien: me lleva queso, jamn y de todo.

    Conque estuvieron venga a comer y juguetear los ratones. Dice:

    -Mira, estas son las cuevas, por si viene uno que llaman Candilejas, nos metemos paaqu o pa aqu.

    Conque fue un da Candilejas y salieron los dos corriendo y el otro se march, peroste ya haba engordao tanto que no caba por el agujero y se mete por detrs. Y dio elgato as con la zarpa y le baj el pellejo de los ojos, as por cima.

    Y ya sale otro da de paseo y se encuentran:

    -Cmo te viniste sin decir nada? Anda, vamos; vente conmigo.

    Dice:

    -No; mejor quiero comer pajas de rastrojo que no verme con el pellejo encima los ojos.

    60] rase que se era... Cuentos duales

    El ratn de campo

  • Astucia y necedad [61

    Era un chico que cuidaba chivos, y estaba, claro, en el campo; y llegan unos frailes an-dando y le dicen al chico (tena cortao el pelo):

    -De dnde eres, peln?

    -De la cabeza, seor.

    -Di. Este camino, dnde va?

    Y dice:

    -Este camino no va a ningn sitio, este camino se est quieto.

    Dicen:

    -Anda, con lo pequeo que es... si seguramente no sabrs el Padrenuestro...

    Y dice el chico:

    -Tampoco saben ustedes los dientes que tiene un chivo.

    Y ya los frailes, pues se marchan; y preguntaron en el prximo pueblo que cuntos dien-tes tena un chivo y les dijeron que tenan cuatro. Y a la vuelta encuentran otra vez alzagalillo y le preguntan:

    -Di, di; qu ya has aprendido el Padrenuestro?

    -Ya les he dicho que cuando me digan ustedes los dientes que tiene un chivo, les digoyo el Padrenuestro.

    Y contestan los frailes:

    -Cuatro.

    Y dice el chico:

    -Dnde! Arriba o abajo?

    Y como no saban que los chivos slo tienen dientes abajo, se quedaron con las ganasde que les dijera el Padrenuestro.

    El zagal y los frailes

  • Era una mujer muy guapa que se cas con un tratante que tena mucho ganao y el cu-ra siempre estaba tras de ella, y se lo dijo a su marido ella; que el seor cura le decatodos los das: Seorita, raca, en vez de Buenos das.

    Y dijo:

    -Pues ya vers, un da hago que me voy y cuando ests sacudiendo la alfombra le man-das pasar.

    Conque era de madrugada, y pasa el cura y dice:

    -Seorita, raca.

    Y dice ella:

    -Pase usted.

    Le mand echar en la cama, y dice:

    -Ahora vengo yo.

    Conque a poco llega corriendo, y dice:

    -Ay, que viene mi marido. Y le encerr en cueros en el corral, donde haba chotos pe-queos. As que cuando pas luego el cura a decir misa, sale ella y dice:

    -Seor cura, raca.

    Y dice el cura:

    -Diga ust a su marido que si quiere criar chotos que compre vacas.

    62] rase que se era... Cuentos duales

    El cura y el tratante

  • Astucia y necedad [63

    Pues ste era un cura que estaba siempre detrs de la molinera, y en cuanto no esta-ba el molinero pues iba al molino pa pasar la noche con ella, y se llevaba con l al mo-naguillo, por si vena alguien que le avisara. Conque una noche llegaron los ladrones yles pillaron al cura y a la molinera

    Y dijo uno de los ladrones:

    -Y qu hacemos con estos dos?

    Y dijo otro:

    -Pues nada, atarles detrs de la mula y a moler.

    -Y con el chico?

    -Pues a ese ponerle una vela y que nos alumbre mientras robamos.

    Conque as fue.

    Y al da siguiente, en misa, se vuelve el cura y dice:

    -Anoche, por ser noche de San Andrs,nos hicieron moler a tres.

    Y contesta el monaguillo:

    -Yo no s si eran treso eran dos o era uno,el caso es que toda la noche estuvecon el candil colgao en el culo.

    El cura y la molinera

  • Este era uno que se haba criao en un monte y se haba ido a vivir al pueblo, y su ma-dre le quera hacer ir a misa, y le dice:

    -Mira, te voy a mudar nunca se haba puesto calzoncillos y te vas a misa.

    -Y ande voy?

    -Pues ande entre la gente, all entras t.

    Conque fue y se meti en la carnicera; lleg y se sent en el banco, y todas: una li-bra, un cuartern, media libra... Y llega y dice su madre:

    -Qu, hijo, has odo misa? Te ha gustao?

    Y dice:

    -S, me ha gustao mucho.

    -Qu has aprendido?

    Y dice:

    -Media libra, un cuartern...

    -Ay, pues, ande has entrao? T has entrao en la carnicera. Tienes que entrar andeentren hombres y t, cuando veas que hay un asiento, te sientas.

    Conque va y entra en la barbera. Haba uno sacando una muela, y se quita y se siental. Y le dicen:

    -A ver, abre la boca

    Conque abre la boca y le sacan una muela y va:

    -Ay, no vuelvo a ir a misa...

    64] rase que se era... Cuentos duales

    El pastor y el cura

  • Astucia y necedad [65

    Y dice su madre:

    -Ay Dios, te voy a tener que llevar yo.

    Le llev y dice:

    -Mira, ah es la puerta; todo lo que haga la gente lo haces t.

    Conque entra, y lo primero que ve, que se quitan la gorra, y dice;

    -Jodo, aqu hay gente de rapia.

    Y va a la pila y dice:

    -Quien se haya comido las tajadas que se sorba el caldo.

    Y haca lo que hacan los dems, y vea al cura comiendo la hostia en el altar y la gen-te se daba golpes:

    -Psanos, Seor...

    Y l deca:

    -Danos de ello

    Y va el cura a beber el cliz, consume todo, y coge la cachava y se la tira, y queda en lareja y dice:

    -Ay, si no es por la talanquera, ya te haba dao yo la sorbicadera.

  • Pues esto era una mujer que era muy guapa y la dice el cura cuando se va a confesar:

    -Hay que ver, Mara; con lo guapa que eres y no haber dormido yo contigo..., y dice:

    -Pues... maana a las ocho.

    Va y dice el sacristn:

    -Anda, vas a dormir t con Mara? Pues yo tambin.

    Y dice el capelln:

    -Pues yo tambin.

    Bueno, pues en efecto, al da siguiente dice ella a su marido:

    -Oye, que me ha dicho esto el cura.

    Dice el marido:

    -Pues escndeles al cura en el horno, al capelln donde se mete el pan y al sacristn,detrs de la artesa le escondes.

    Llega el cura y le dice:

    -Ay, escndase aqu, que mi marido viene ahora y marcha luego; llega el capelln y lomismo; llega el sacristn y igual.

    Llega el marido y dice:

    -Mara, vamos a echar a amasar.

    Y encuentran al sacristn detrs de la artesa.

    -Cmo!, pero t aqu? O dos ochavos o la vida.

    -Mire usted, que tengo ocho hijos y no tengo dinero...

    66] rase que se era... Cuentos duales

    El cura, el sacristn y el capelln

  • Astucia y necedad [67

    -Bueno, pues vamos a echar a hacer el pan y ahora vamos a ponerle con el culo paarriba y ponemos ah la vela.

    Bueno, pues, en efecto. Llega y dice:

    -Mara, que ya hay que empezar a encender el horno...

    Y dice el capelln:

    -Ay, que me ahogo!

    -T ah? O tres onzas o la vida.

    Le dio las tres onzas y se march el capelln como un demonio corriendo. Y lleg alcura:

    -Y t, o dos onzas o la vida.

    Y se march tambin corriendo.

    Al da siguiente Mara se haba comprao un vestido; se haba puesto pues muy guapa,y se fue a misa. Y al darse vuelta el cura a decir Ite misa est, dice:

    -Qu guapa vienes, Mara.

    Y dice el capelln:

    -A cuenta tuya y la ma.

    Y dice el sacristn:

    -Y yo, por no tener dinero, el culo me pusieron por candelero.

  • Era en un pueblo que tena el cura una vaca y la tenan que mantener todos los veci-nos, cada da uno. Y ya, un da:

    -Que no va la vaca a casa; que no va la vaca a casa...

    -Pues se ha metido en casa de Fulano.

    Y se lo dijeron al cura. Y el hijo del que tena la vaca era monaguillo, y ya se lo pregun-t al chico:

    -Oye, comis carne?

    Y dijo el chico:

    -S.

    -Y dnde la tenis?

    -Mi padre la tiene en el cuarto de abajo y mi madre nos pone los pucheros.

    Bueno, pues ya le sac un refrn y dice:

    -Mira, hijo, el da de la Pascua vas a decir lo que yo te diga, y te compro un traje. Vas adecir:

    La vaca rabonadel cura chiquito,mi padre la tieneen un cuarto bajito, ymi madre nos ponebuenos pucheritos.

    Y dice:

    -Bueno.

    68] rase que se era... Cuentos duales

    El cura y el monaguillo

  • Astucia y necedad [69

    Conque ya va el chico a casa y se lo dice:

    -S? (dice el padre). Ya vers, t tis que decir lo que te diga yo.

    -Es que me compra un traje...

    -Yo te lo comprar.

    Conque ya van a misa todos y dice el sermn el cura y al acabar dice:

    -Y ahora, antes que se vayan ustedes, queridos feligreses, van a escuchar, cierto y muycierto, lo que va a decir un nio sin conocimiento. Y todos tan callaos. Y salta el chico:

    El cura chiquitoduerme con mi madre,la danza va a sersi mi padre lo sabe.

    Y dice el cura:

    -Orates, frates, no hagan ustedes caso de disparates.

  • Se fue a confesar uno que era chocolatero, y dice:

    -Acsome, padre, que el otro da iba a robar un carnero.

    -Huy, huy, hijo, qu pecao; no te puedo dar la absolucin.

    Dice:

    -Pero si no le rob, que se me escap...

    Dice:

    -Con la intencin basta. Como no me traigas cinco o seis libras de chocolate no te echola absolucin.

    Bueno, pues al otro da trae debajo la capa las libras de chocolate.

    -Qu, me las traes?

    Dice:

    -S.

    -Pues trae.

    -F. (Haciendo ademn de drselas y retirndolas luego). As me hizo a m el carnero.

    70] rase que se era... Cuentos duales

    El cura y el chocolatero

  • Astucia y necedad [71

    Era un cura que le gustaba mucho jugar y jugaba con la panda de amigos a la brisca, yun da en misa se vuelve y dice:

    -Oros es triunfo... (en vez de Orates frates).

    El cura corto

  • Era un matrimonio que el marido era pastor. Y tena costumbre de pasar por la puertadel cura, y todos los das que pasaba el cura le deca:

    -Cabrito.

    Y cuando regresaba a casa le deca a la mujer:

    -No sabes que el cura me llama cabrito? Todos los das que paso me lo dice.

    -Si te lo dice ms veces, me avisas, que ya hablar yo con l.

    Conque un da dice:

    -Ya no aguanto ms. No paso ms por su puerta, porque no hace ms que decrmelo...

    Y dice la mujer:

    -Vas a venir conmigo y vers cmo le pongo.

    Va la mujer con el marido, llega a la puerta del cura y le llama:

    -Oiga, seor cura Encinas,comedor de mis gallinas,padre de mis hijitos,mi marido cabrito? Cornudo y bien cornudo.

    Y deca el marido:

    -Ay, Luca, cmo le has puesto! No le digas ms... No le digas ms...

    72] rase que se era... Cuentos duales

    El cura y el cabrero

  • Astucia y necedad [73

    Era un gitano que se fue a confesar, y el cura tena una pitillera de plata, pues as, enla manga de la sotana, y el gitano se la quit sin que se diera cuenta. Y dice:

    -Hijo, a ver de qu te arrepientes.

    Pues acsome, padre, de que he robao una pitillera de plata.

    Y dice:

    -Pues mira, hijo, se la tienes que devolver a su dueo.

    Y dice:

    -La quiere ust, padre?

    Dice:

    -Yo, no, hijo mo; se la tienes que dar a su dueo.

    Dice:

    -Si es que se la doy y no la quiere...

    Dice:

    -Pues en ese caso, qudate con ella.

    El gitano y el cura

  • Este era un pescador que pesc tres buenas truchas, y dijo:

    -Maana hace aos que me cas, as que se las doy a la mujer pa que las prepare y anpodemos invitar al seor cura.

    Bueno, pues al da siguiente, mientras l iba a avisar al cura, se qued la mujer frien-do las truchas. Pero como le gustaban mucho, cuando acab de frer dice:

    -Voy a ver cmo ha quedao la ma.

    Y prob un poco. Y dijo:

    -No quisiera que la del seor cura no estuviera en su punto...

    Y ech un tiento a la otra. Y, probando, probando, acab con las dos. Y cantaba:

    -Si el cura quiere truchasque se vaya al roque no quiero que se comala de mi marido.

    Pero al rato llega el marido con el invitao:

    -Estn las truchas?

    -S; las tengo en el horno pa que no se enfren.

    Y dice:

    -(A ver cmo arreglo yo esto...).

    Y ya se le ocurre; deja al cura en la sala y se lleva al marido a la cocina:

    -Marido, mientras se acomoda el seor cura en la sala, aflame este cuchillo, que nocorta.

    74] rase que se era... Cuentos duales

    Las truchas

  • Astucia y necedad [75

    Bueno, pues en lo que estaba el marido a la piedra dale que dale, llega ella a donde elcura y le dice:

    -Seor cura, que mi marido est afilando el cuchillo pa cortarle a ust las orejas, por-que dice que se la juega!

    El cura, que oye eso, se arremanga la sotana y echa a correr, y la mujer sale pa la co-cina, gritando:

    -Marido, que el seor cura se lleva las truchas!

    Sale el marido con el cuchillo tras del cura, pegando voces:

    -Seor cura, seor curadjeme siquiera una...

    Y el cura, corriendo a todo correr, deca:

    -Ni una, ni dos, ni tresmis orejas no las ves.

  • Era una madre y una hija que las gustaba mucho el vino, y tena el marido una cubetaaeja. Conque los domingos se iba de pesca, y iban ellas, sacaban un garrafn de vinoy echaban cantos; el marido llegaba y estaba el vino arriba:

    -Pues no han sacao de la canilla.

    Hasta que ya se llen la cuba de cantos. Entonces la vieja, cuando l se marchaba a pes-car, se esconde all entre unos forrajes y dice:

    -Ay, pescador que pescas en el da de los Santos, la cuba de vino se te volvern cantos.

    Y el hombre se march a casa y encontr la cubeta llena de cantos, y dice:

    -Anda, es verdad; pues me han embrujao.

    76] rase que se era... Cuentos duales

    Las borrachas

  • Astucia y necedad [77

    Era una vez un matrimonio que tenan un hijo y le queran mucho, y un ao por Noche-buena, que estaban haciendo la matanza, se muri el hijo. Y entonces los padres nohacan ms que llorar y decan:

    -Hijo mo, qu vamos a hacer con la matanza? Quin se va a comer la matanza?

    Y viva al lao uno que era carpintero, y dijo:

    -Cmo me las arreglara yo pa comerme la matanza de estos hombres?

    Conque pensando, pensando, una noche se subi al tejao y se asom por la chimenea,y estaban llorando los dos abajo de la chimenea:

    -Ay, nuestro hijo, quin se va a comer la matanza?

    Y dice el carpintero desde arriba:

    -Madre...

    -Hijo, dnde ests?

    -Es que me ha mandao San Pedro porque en el cielo tenemos mucha hambre y comoyo saba que tenan la matanza...

    -Pero hijo, y... qu quieres que te mande?

    -Pues lo que ust quiera: unos chorizos, jamn; todo nos viene bien.

    -Y cmo te lo vas a llevar?

    -Pues yo le mando un cubo que me ha dao San Pedro.

    Conque ech una cuerda con el cubo por la chimenea, lo llen y lo tir pa arriba, y dice:

    -Me voy corriendo que me estn esperando. Otro da volver.

    La matanza

  • 78] rase que se era... Cuentos duales

    -S, hijo; vuelve que te doy ms.

    Y as pasaron muchos das, hasta que se acab la matanza, y ya el ltimo da dice lamadre:

    -Hijo, ya no tenemos matanza pa darte. Ya no vas a venir a vernos? Fjate, en todo eltiempo no te he visto, no s si ests delgao o gordo... No te podras asomar y te vea-mos un poquito?

    Y dice el carpintero:

    -Ahora si me asomo me conocen. Qu hago yo?

    -Anda, hijo, no te vayas; asmate que te veamos la cara.

    Conque va el carpintero, se baja los pantalones y se sienta en la chimenea; y se pone amirar la madre, y dice:

    -Ay, hijo, hijo, qu cara tan hinchada y qu ojo tan hundido!

  • Astucia y necedad [79

    Eran unas seoritas, tres solteronas, que tenan una finca y tenan un perilln pa queles espantara los tordos y los pjaros, pa que no les comiera la fruta. Bueno pues ya,llega el perilln, cuando ya tena quince aos, y dice:

    -Ay, seorita, que qu buen dormir tengo...

    Y dice:

    -Ah, pues esta noche duermes conmigo.

    Va al da siguiente la hermana y dice:

    -Qu tal el perilln?

    -Huy, tiene un dormir mu bueno, mu bueno.

    -Ah, pues maana conmigo.

    Llega la otra y lo mismo.

    Bueno, a los tres meses que si estn malas que si andan vomitando...

    -Pues hay que llamar al mdico.

    Avisan al mdico, iba a ver unas fincas, iba con el caballo y se baj del caballo y le ata la reja de la ventana.

    -Vamos a ver..., pues qu las pasa?

    -Pues mire usted; que estamos malas...

    -Esto tiene que ser que han tocao ustedes con algn hombre.

    Dicen:

    -No, no, no; slo con el perilln que tena un buen dormir...

    El perilln

  • 80] rase que se era... Cuentos duales

    Dice:

    -Pues el buen dormir es ste.

    -A ese perilln en cuanto le pesquemos le vamos a...

    El perilln que lo oye sale corriendo, coge el caballo del mdico y pruum, marcha porla calle adelante corriendo. Va el mdico a salir a coger el caballo y las dice:

    -Pues hijas, ste no se llama jode tres, que se llama jode cuatro, que a ustedes lasha quedao preadas y a m me ha llevao el caballo...

  • Astucia y necedad [81

    Era un soldao que