epistemologÍa de las ciencias sociales 1
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Revista trimestral publicada por la Unesco Vol. X X X V I (1984), n.° 4
Redactor jefe p.L: Ali Kazancigil Maquetista: Jacques Carrasco Documentación fotográfica: Florence Bonjean
Corresponsales Bangkok: Yogesh Atal Beijing : Li Xuekun Belgrado: Balsa Spadijer Buenos Aires: Norberto Rodríguez
Bustamante Canberra: Geoffrey Caldwell Colonia: Alphons Silbermann Delhi: André Béteille Estados Unidos de América: Gene M . Lyons Florencia: Francesco Margiotta Broglio Harare: Chen Chimutengwende Hong Kong: Peter Chen Londres: Cyril S. Smith México: Pablo González Casanova Moscú: Marien Gapotchka Nigeria: Akinsola A k i w o w o Ottawa: Paul L a m y Singapur: S. H . Alatas Tokio: Hiroshi Ohta Túnez: A . Bouhdiba
Temas de los próximos números: Comparaciones internacionales Sistemas alimentarios Educación y ciencias sociales Los jóvenes
Cubierta: Globo ocular en el que se refleja un teatro (dibujo de Nicolás Ledoux [1736-1806], arquitecto francés). Edimcdia
A la derecha: El misterio de.la mente humana (dibujo de Robert Fludd, Utriusque Cosmi Historia, 1619). Explorer
REVISTA INTERNACIONAL , s ™ 0 7 6 2
DE CIENCIAS SOCIALES
EPISTEMOLOGÍA DE LAS CIENCIAS
Ernest Gellner
Stefan Nowak
Emérita S. Quito
Claude Ake
Philippe Braillard
Edmund Burke. Ill
Milton Santos
T . V . Sathyamurthy
G . B . Benko
Jacques Lombard
SOCIALES 102
Editorial
Análisis general
El rango científico de las ciencias sociales
Escuelas filosóficas y métodos de trabajo científicos en ciencias sociales
El valor c o m o factor de la acción social
La transformación de las ciencias sociales en mercancía
Disciplinas
Las ciencias sociales y el estudio de las relaciones internacionales
La institucionalización de las ciencias sociales: su trascendencia social y política
L a geografía a fines del siglo x x : nuevas funciones de una disciplina amenazada
El á m b i t o d e las ciencias sociales
La investigación sobre el desarrollo y las ciencias sociales en la India
La ciencia regional: treinta años de evolución
La enseñanza de la antropología: estudio comparativo
Servicios profesionales y d o c u m e n t a l e s
Libros recibidos
Publicaciones recientes de la Unesco
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Editorial
E n cierto m o d o , la actividad científica podría compararse con la práctica de un deporte. U n deportista debe observar los gestos que realiza y analizarlos en detalle con el fin de perfeccionarlos y de obtener mejores resultados. D e igual manera, el investigador no debe menospreciar el autoanálisis profesional, la reflexión sobre la orientación y el alcance de su trabajo, así c o m o sobre los medios teóricos y metodológicos que le permitirían mejorar sus resultados, a fin de dominar más completamente su tema.
E n realidad, dicha reflexión no puede separarse de la actividad de investigación en sí misma. Reviste especial importancia en las ciencias del hombre y de la sociedad, en las que la relación entre el investigador y su objeto de estudio tienen características particulares, distintas de las que existen en las ciencias relativas a la vida y la naturaleza. N o obstante, los fundamentos epistemológicos de las investigaciones vinculadas a las ciencias sociales no siempre se explicitan, ni son objeto de un análisis sistemático con la frecuencia que sería conveniente. L a teoría del conocimiento ofrece la posibilidad de echar una provechosa mirada a las ciencias sociales, con la condición de evitar el Caribdis de la obsesión epistemológica, por un lado, y el Escila de un empirismo estrecho, por otro.
L a mayor parte de los artículos publicados en el presente n ú m e r o se dedican a un autoanálisis de las ciencias sociales y exponen puntos de vista sobre ciertos aspectos epistemológicos e institucionales de tales discipli
nas. Ernest Gellner se pregunta si las ciencias sociales pueden ser admitidas en el club exclusivo de las ciencias. ¿Puede el universo social ser estudiado científicamente, o bien debe dejarse dicho estudio a los filósofos y los poetas? Gellner no propone una respuesta definitiva, pero demuestra con elocuencia la inconsistencia de los argumentos tendientes a excluir las ciencias sociales del paraíso científico. Stefan N o w a k examina las relaciones entre los métodos científicos utilizados en la sociología y diversas corrientes filosóficas, y demuestra que las elecciones metodológicas reflejan orientaciones filosóficas y epistemológicas. E n su contribución, Emérita Quito analiza las relaciones existentes entre los valores, c o m o objetos de estudio y c o m o factores que influyen en las investigaciones en las ciencias sociales. Claude A k e propone un enfoque que puede calificarse de economía política de las ciencias sociales; se desprende del mi smo que estas últimas, por estar sujetas a las leyes del mercado y operar en un contexto en el que predomina el valor de intercambio y no el valor de uso, se transform a n en mercancía. Los tres últimos artículos de la sección temática son análisis epistemológicos de algunas disciplinas, tomadas en diferentes contextos. E d m u n d Burke III estudia las fuerzas económicas y sociales que orientaron la institucionalización de la sociología en Francia, a fines del siglo pasado. Philippe Braillard se refiere al estudio de las relaciones internacionales, y Milton Santos se ocupa de la geografía.
600 Editorial
Los artículos de la sección "El ámbito de las ciencias sociales" presentan puntos en común con los de la sección temática. T . V . Sathyamurthy describe el notable auge de las ciencias sociales en la India, desde que dicho país accedió a la independencia; G . B . Benko relata el nacimiento de la ciencia regional, un campo de estudio interdisciplinario que se ha desarrollado en el transcurso de las últimas décadas; Jacques Lombard presenta una reseña histórica comparada de la enseñanza de la antropología en Bélgica, en la República Federal de Alemania, en Francia, en el Reino Unido y en los Países Bajos.
E n el pasado, la RICS ha dedicado varios números a temas vinculados al del presente número. Cabe mencionar los volúmenes xvi, n.° 4 , 1964; xx , n.° 2 , 1968; xxn , n.° 1,
1970; xxiv, n.° 4 , 1972 y xxix, n.° 4 , 1977. La lista de los números publicados figura al final del volumen.
Aprovechamos esta oportunidad para informar a nuestros lectores acerca de un reciente cambio en el equipo de redacción. Peter Lengyel, redactor jefe de la Revista desde 1963, ha dejado la Unesco en la que había ingresado en 1953. E n su carrera al servicio de la Organización, dedicada a los diversos aspectos de la cooperación internacional en el ámbito de las ciencias sociales, se destaca particularmente la labor que ha realizado en la dirección de la RICS.
A. K. Traducido del francés
El rango científico de las ciencias sociales
Ernest Gellner
La idea de lo "científico'
El problema de si las ciencias sociales son auténticamente científicas plantea de inmediato dos preguntas: ¿qué son las ciencias sociales? ¿qué es lo científico?
L a primera de estas dos preguntas no plantea grandes dificultades y puede ser contestada nombrando o enumerando las ciencias sociales, que son simplemente el objeto de la práctica profesional de sus especialistas. L a definición contiene así una referencia encubierta (pero no demasiado) a los juicios consensúales, o mayoritarios, o indiscu-tidos, que imperan en las sociedades contemporáneas e identifican, por su clasificación tácita o expresa, qué universidades, asociaciones profesionales e individuos son, por
Ernest Gellner enseñó en la London School of Economics and Political Science, y es hoy catedrático de antropología en el King's College, C a m bridge, Reino Unido. Sus publicaciones más importantes son Words and things (1959), Thought and change (1965), Saints of the Atlas (1969), Muslim society (1981) y Nations and nationalism (1983).
decirlo así, establecedores de normas o paradigmáticos, con lo que efectivamente definen, mediante su propia asignación de etiquetas, la naturaleza y el alcance de las ciencias sociales.
Esta referencia encubierta a la opinión o al consenso público no vicia la definición ni la hace tautológica. Mayorías, consenso, solidaridad cultural general, todas estas nociones no son, por supuesto, ni infalibles, ni estables, ni desprovistas de ambigüedad. N o hay contra
dicción alguna en la sugerencia de que la opinión pública, en una fecha dada, se halla en error. Si tales fuentes pueden estar equivocadas, ¿podrían acaso engañarnos, identificando falsamente el objeto o conjunto de objetos de los que vamos a ocuparnos, es decir las ciencias sociales? N o . El objeto central de nuestra indagación es, justamente, las ciencias sociales tal c o m o realmente son practicadas y reconocidas en las sociedades
contemporáneas. L a opinión publica, por m u y amplia que sea su definición, no puede inducirnos a error en esto, porque el objeto de nuestro interés es, precisamente,, un objeto definido por referencia a las normas culturales corrientes. N a turalmente, también podemos estar interesados por una ciencia social ideal, trans-social, culturalmente neutral, si es que existe; pero nuestra
preocupación fundamental radica en las prácticas concretas actualmente reconocidas c o m o "ciencias sociales".
Pero la situación es m u y distinta cuando pasamos al segundo término que ha de ser definido: el de "científico". Aquí , ni la denominación ni la enumeración sirven absolutamente de nada. N o nos interesa especialmente saber qué es lo que la sociedad ha dado en llamar "científico", y por otra parte, el uso
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real de esta etiqueta por nuestros contemporáneos no es concluyente. A decir verdad, las opiniones parecen estar m u y divididas con respecto a este punto, y se observan debates m u y significativos acerca precisamente de los límites de su campo de aplicación. Pero no tenemos ningún interés en convocar un referéndum sobre el caso, ni en ver cuál de los muchos grupos contendientes consigue imponer su punto de vista en un m o m e n t o u otro. Estamos profundamente interesados, en cambio, en hallar una noción de lo "científico" realmente normativa, auténticamente autorizada. Deseamos descubrir si las ciencias sociales son realmente científicas.
Éste es en sí m i s m o un punto interesante y significativo. Al formular nuestra pregunta: ¿son científicas las ciencias sociales? empleam o s al parecer c o m o sujeto un término que es definido convencionalmente o por denotación —todo lo que es llamado de hecho por ese nombre se incluye ipso facto en el m i s m o — , mientras que nuestro predicado es platónico o normativo y concebido c o m o algo que no debe estar a merced de las convenciones o el capricho humanos. Se supone que las reglas de aplicación están basadas en una autoridad superior e independiente.
Nuestra frase parece así lógicamente un híbrido: el sujeto es nominalista o convencional, el predicado es platónico, esencialista y prescriptivo. ¿Es permisible esta ambigüedad? N o creo que la situación sea en realidad tan anómala o desacostumbrada. Pero es significativa.
Si ambos términos se definieran convencionalmente, por referencia al uso real, o mayoritario, o convenido, de cada uno de ellos, la pregunta sería fácil de contestar y carecería de toda profundidad o importancia. Bastaría con hacer una encuesta, averiguar si y en qué medida la gente usa una de las etiquetas ("ciencias sociales") de m o d o tal que caiga dentro del radio de aplicación de otra etiqueta de más amplio espectro ("científico"). Pero ninguna encuesta de este tipo se estimaría en realidad pertinente ni, en todo caso, válida y definitiva, con respecto a la pregunta que efectivamente hacemos.
Este "platonismo del predicado", que nos obliga a tratar el término en cuestión como sise refiriera a algo constituido de forma totalmente independiente de nuestro albedrío y costumbre y dotado de autoridad sobre nosotros, es interesante y significativo.
Repárese en que ésta es una antigua y constante característica de los análisis y debates referentes a las delimitaciones de "ciencia" o "significado". Aquellas famosas disputas por las demarcaciones tenían toda la pasión e intensidad de circunscribir lo salvado y lo condenado, de definir lo lícito y lo ilícito, de descubrir una verdad importante y dada, y no simplemente de asignar etiquetas.
El convencionalismo con respecto a la delimitación de conceptos sólo se invocaba, con algún apuro y visible falta de convicción, cuando el teórico se veía acorralado, por ejemplo, por la insistente pregunta acerca de la legitimidad del principio de verificación mismo. ¿Era éste un informe experimental o una convención que definía los límites de un término?
Se mantenía la ficción de que la demarcación de verificabilidad del significado o de la ciencia era meramente una convención nuestra. Pero el verdadero espíritu en que se inspiraba esta delimitación era evidentemente m u y distinto. Se propugnaba c o m o una norma objetiva, autorizada, platónica. Circunscribía el ámbito de la salvación cognoscitiva.
N o cabe la menor duda de que las discusiones acerca de lo que es y no es "científico" se sostienen dentro de este espíritu manifiestamente platónico, normativo y no convenciona-lista. Se trata de saber si algo es verdaderamente, realmente científico. Los debates parecen basarse en el supuesto de que lo que se ventila es una importante frontera conceptual, en la naturaleza misma de las cosas y totalmente fuera del alcance de lo que nosotros optemos por llamar lo que sea.
H a y otra explicación posible: no somos conceptualmente rígidos porque somos platónicos, sino que llegamos a ser platónicos porque somos conceptualmente rígidos. Cuando los conceptos nos apremian nos volvemos platónicos malgré-nous. N o siempre nos es
El rango científico de las ciencias sociales 603
dado elegir nuestros conceptos, y en cambio éstos sí tienen a menudo autoridad sobre nosotros. El hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede desear lo que quiere, y no siempre puede elegir libremente sus conceptos. A veces éstos tienen sobre nosotros una autoridad irresistible. ¿ Y por qué somos . en algunos casos tan rígidos conceptualmente? ¿Por qué consentimos en ser esclavos de los valores e imperativos que encierran ciertas ideas?
Genéricamente, puede decirse que esto sucede porque cierto conglomerado o síndrom e de rasgos, encerrados unos con otros en este o aquel concepto de una lengua o estilo de pensamiento dado, tienen buenas razones, por decirlo así, para mantenerse encerrados en mutua compañía justamente de esa manera, con esa particular combinación de ingredientes, y para tener alguna especie de dominio compulsivo sobre nuestro pensamiento. A d e m á s , la carga moral, positiva o negativa, con que tales conceptos están lastrados no puede ser arrancada de ellos.
Las razones que conducen a la cristalización de tales conceptos, en los que se aglutina un conjunto de rasgos, pueden ser generales o específicas; pueden ser inherentes a la condición humana como tal o guardar relación con alguna situación social o histórica concreta. Pero la fórmula general correspondiente a este caso tiene que ser algo así: surgen (y a veces persisten) situaciones que impelen a una comunidad lingüística y conceptual a pensar en términos de un concepto T, definido en términos de atributos, a, b, c, etc.; y, además, es de suma importancia para esa comunidad establecer si un objeto dado o una práctica determinada se inscribe o no en el marco del concepto T, si es parte integrante de la vida misma, del uso y, con ello, de la definición operacional de tal concepto. Eso es lo que ocurre con su carga moral. Algunas fronteras conceptuales tienen para determinadas sociedades una importancia que dimana de la índole misma de su situación y no pueden ser abrogadas por decreto.
Es obvio que, en nuestra sociedad moderna, el concepto de lo "científico" es precisa
mente de esa clase. L o necesitamos, y sólo puede ser una noción importante y autorizada; C o m o tantas veces ocurre, seremos o no capaces de especificar exactamente qué es lo que entendemos por él; lo que podríamos llamar paradoja de Sócrates, a saber, utilizar una noción sin ser capaces de definirla, tiene aplicación aquí, c o m o en tantos otros casos. Pero cualesquiera sean los componentes del conjunto de rasgos que la idea define, ésta es indiscutiblemente importante, y no es, por decirlo así, discrecional. N o sabemos lo que es exactamente, pero sí que es importante y que no podemos tomarla a la ligera.
La idea de "científico" es una noción de esta clase. Pero no siempre ha sido así. Sin duda posee alguna leve afinidad con el viejo deseo de definir el verdadero saber por oposición a la mera opinión, y con la preocupación aún más vehemente de identificar la verdadera fe. E n este último caso, sabemos m u y bien por qué la noción era tan importante: la salvación y la condenación personal dependían de ella. Pero las fronteras de lo científico, aunque puedan tal vez superponerse, no coinciden en extensión (y menos aún en intensidad) ni con el verdadero saber ni con la verdadera fe.
La "sociologización" de la ciencia en segundo grado: Popper y Kuhn
Si convenimos en lo afirmado más arriba, ¿en qué consiste, pues, lo científico? L o "científico" no ha sido una noción decisiva y definitiva en todos los tiempos y todas las sociedades. E n las sociedades en que se hallaba bien establecida la institución del "sabio" era natural que adquiriese gran difusión la preocupación por distinguir entre saber verdadero y espurio, entre acceso genuino y fraudulento a recetas y fórmulas de excelencia y estilos de vida virtuosa. Constituía una especie de "protección del consumidor" para aquellos que entraban en el mercado en busca de sabiduría y servicios de asesoramiento para acceder a la vida virtuosa; y al parecer esto dio el primer
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estímulo poderoso para él desarrollo de la teoría del conocimiento. E n aquellos tiempos de presuntos mesías en competencia, los criterios para identificar al verdadero parecían ser m á s de carácter demostrativo y espectacular que de naturaleza puramente epistemológica. C u a n d o la revelación llegó a estar monopolizada y codificada en escrituras, la preocupación central pasó a ser, naturalmente, la identificación del único o casi único punto de revelación y de la autenticidad del supuestamente único mensaje, o mensajero, o de la institución permanente o serie de vínculos personales entre el punto de comunicación auténtico y el presente. Sobre el telón de fondo de estos diversos supuestos institucionales y doctrinales, cada una de las cuestiones planteadas, y sin duda otras variantes de las mismas, tenían sentido. A u n q u e , en efecto, : presentan alguna coincidencia limitada y cierta afinidad con la cuestión que aquí nos ocupa, evidentemente no son idénticas a ella.
El punto principal de coincidencia es que, en todas estas cuestiones, los hombres estaban interesados por la validación o legitimación de postulados m á s específicos en virtud de un criterio m á s general. Cuando determinam o s que algo es "científico" o no lo es, estamos ipso facto decidiendo si tiene o no cierto derecho legítimo a merecer nuestra atención y quizá incluso a que le demos crédito. La condición de ser "científico" no es necesariamente la forma exclusiva o dominante de conferir tal autoridad a postulados específicos; pero es, sin duda, al menos una de las formas de validación universalmente reconocidas y respetadas. H u b o un tiempo en que ni siquiera era una entre muchas; en que era, de hecho, desconocida.
Esto, a mi entender, constituye una clave decisiva. Ante todo es indispensable identificar aquellas condiciones sociales de origen o de fondo que han engendrado esta forma particular de validación, que crea así esta nueva y potente noción de "científico" y la dotan de autoridad.
Esto imprime automáticamente a nuestra indagación una orientación sociológica, obligándola a tomar conciencia de las diferencias
generales entre clases de sociedad y a interesarse por ellas. Cuando menos , tendremos que ocuparnos de las diferencias existentes entre las sociedades que engendran esta noción y las que no lo hacen.
H a y por lo menos dos maneras de abordar el problema de la definición de "ciencia": la filosófica y la sociológica. Podemos caracterizar a la primera del siguiente m o d o : el investigador que opta por este enfoque actúa con arreglo a un tipo u otro de modelo de investigación o de adquisición del saber, modelo cuyos elementos serán tomados de las actividades individuales, c o m o el tener ideas, experiencias, montar experimentos, relacionar las lecciones de la experiencia o los resultados de los experimentos con generalizaciones basadas en las ideas iniciales, y así sucesivamente. U n a teoría extremadamente individualista de la ciencia sería aquella que ofreciese una teoría y una demarcación de la ciencia sin traspasar nunca los confines de un modelo construido de esta manera. Semejante teoría estaría dispuesta acaso a conceder, o incluso a hacer resaltar, el hecho de que, en realidad, los científicos son m u y numerosos y habitualmente cooperan y se comunican entre sí, pero esto sólo sería un elemento contingente e inesencial. Conforme a tal teoría, un Robinson Crusoe podría practicar la ciencia. C o n los recursos, la longevidad, el ingenió y la aptitud pertinentes, ningún logro de la ciencia, tal c o m o nosotros lo conocemos, estaría "en principio" m á s allá de sus facultades. Los que sustentan teorías de esta clase no tienen inconveniente en admitir que, en efecto, la crítica, la verificación, la corroboración, son, en términos generales, actividades sociales, y que dependen, para su eficacia, de una infraestructura matemática, tecnológica e institucional que se halla, con m u c h o , más allá del poder y de los medios de cualquier individuo; pero se sienten, supongo yo, obligados a sostener que la circunstancia de que un medio social ofrezca o no estas condiciones previas es, por decirlo así, una condición externa de la ciencia, pero no, de ningún m o d o , una parte esencial de ella.1
H a y varios modos y grados de introducir
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LE PROVOCATEUR DE PLUIE L a ciencia de Prometeo: el provocador de lluvias, D . R .
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un elemento sociológico en esta visión individualista. Siempre se puede alegar que la sociedad constituye una condición previa esencial, pero sólo la sociedad c o m o tal, y no necesariamente esta o aquella clase de sociedad. E . Durkheim sería un ejemplo de esta posición. Sostenía que el pensamiento era imposible sin una compulsión conceptual, la que a su vez dependía de la existencia de la sociedad y, sobre todo, del ritual colectivo. Esto, de ser cierto, convierte a la sociedad en una condición previa esencial de la ciencia y, en realidad, de todo pensamiento; un individuo auténticamente presocial, por capaz que fuera, por m u c h o tiempo que viviera y por bien equipado que estuviese, jamás podría elevarse a la formulación de una idea general.2
U n segundo grado en la sociologización de la teoría de la ciencia supone insistir no meramente en la existencia de una sociedad, sino de una determinada clase de sociedad. L a teoría de la ciencia de Popper parece ser de esta índole: la sociedad no es suficiente, la generación de la ciencia requiere el "espíritu crítico". Las sociedades cerradas no pueden engendrar ciencia, pero una sociedad abierta sí puede hacerlo. Sociedad abierta es aquella en la que los hombres someten sus opiniones a la crítica mutua, y que, o bien posee apoyo institucional para dicha práctica o, al menos , carece de medios institucionales para inhibirla. Las ideas de Popper sobre este asunto presentan algunos aspectos que acaso no se hallen enteramente en armonía.
Cuando se destaca la continuidad del proceso de ensayo y error c o m o base de todo avance cognoscitivo en la historia de cualquier ser vivo, diríase que el hombre comparte el quid secreto del método científico con toda la vida orgánica y que jamás precisó aprenderlo. (Sólo hemos aprendido en cierto m o d o a acelerar un poco el proceso y a tener piedad de los portadores de ideas que no prosperan.) N o parecen requerirse instituciones especiales de ninguna clase. Sin embargo, en el contexto de su refutación de los relativistas que invocan la incapacidad h u m a n a para superar el prejuicio y el interés, Popper parece dispuesto
a conceder que muchos (¿quizá la mayor parte?) de los hombres se muestran reacios a corregir sus opiniones propias a la luz de consideraciones en contrario y tal vez incluso necesiten el prejuicio para hacer descubrimientos; pero insiste en que la ciencia es precisamente el tipo de institución que no está a merced de las virtudes o vicios de las personas que la sirven.
L a verificación pública, por parte de una comunidad de científicos diversificada e incon-' trolable, garantiza la eliminación última de las ideas erróneas, por dogmáticos e irracionales que sean sus partidarios. Según este análisis, la ciencia y su adelanto dependen claramente del apoyo institucional aportado por esta verificación plural y pública. Por otra parte, nuevamente en el contexto de la discusión sobre el origen del espíritu científico, Popper se inclina a invocar las figuras de los heroicos fundadores-liberadores prometeicos jónicos, que de alguna manera vencieron su proclividad h u m a n a al dogmatismo e incitaron a sus discípulos a ejercitar la crítica, inventando con ello la ciencia. El filósofo jónico precursor de Popper desempeña en este sistema un papel similar al del filósofo en La República: él, y sólo él, con su aparición un tanto misteriosa, puede romper el círculo vicioso del que, de no ser así, el hombre no podría escapar.
La filosofía general de Popper llama la atención sobre el hecho de que la ciencia tuviera que ser inventada en la historia humana , donde la vemos c o m o el gran acto liberador que nos redime de la sociedad cerrada, aunque originariamente no hubiera necesitado invención, en la historia general de las especies, pues la ameba la poseía c o m o privilegio innato. E n la naturaleza, los organism o s eliminaban las hipótesis erróneas eliminándose entre sí. Los hombres salvajes, pre-científicos, también se eliminaban alegremente unos a otros, pero no eliminaban las hipótesis; por alguna razón, dejaban sobrevivir las ideas, o mejor dicho, las preservaban sin discriminación, en vez de eliminarlas. Implacables entre ellos, manifestaban una tierna solicitud por las ideas. Los científicos
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modernos eliminan las hipótesis, pero no se eliminan entre sí, por lo menos cuando observan su comportamiento óptimo. La curiosa consecuencia de esta filosofía de la historia es que existe una especie de edad de las tinieblas o caída, que tuvo lugar entre la aparición de la humanidad sobre la tierra y los albores de la ciencia y de la sociedad abierta. El privilegio innato de la ameba se perdió durante el periodo primitivo de la historia humana, tribal y supercolectivista, y se recobró, heroica y milagrosamente, en Jonia. Es interesante la coincidencia de que esta teoría de la edad de las tinieblas sea compartida, aunque de forma distinta, por el cristianismo, por el marxismo y por Popper.
El segundo filósofo de la ciencia m á s influyente en nuestros días, T h o m a s K u h n , al parecer también sociologiza la materia en segundo grado. E n su opinión, la sociedad resulta esencial para la existencia y el progreso de la ciencia, pero no precisamente cualquier sociedad, sino aquélla dotada de un paradigma. Aparentemente, hay sociedades que no poseen esta cualidad: por ejemplo, la comunidad de los especialistas en ciencias sociales.3
Hasta donde podemos discernir, la diferencia decisiva entre sociedades capaces y sociedades incapaces de hacer ciencia, según este m o d o de ver, será, lisa y llanamente, la ausencia o presencia de un paradigma. K u h n no parece tener opinión con respecto a la diferencia entre paradigmas científicos y no científicos, y a mi entender, es ésta una debilidad decisiva en su posición. Los paradigmas parecen no sólo ser inconmensurables, sino también constituir una clase curiosamente indiferenciada. El profeta de su inconmensurabilidad parece tener escaso sentido de su profunda diferencia de naturaleza, de que algunos de ellos son más inconmensurables que otros. Pero en tanto que la importancia de los paradigmas, y el hecho de que sean socialmente transmitidos, perpetuados e impuestos, le lleva abierta y confesadamente a dirigirse a la sociología, se ve expuesto al sarcasmo de Popper: ¿qué sociología va a utilizar el filósofo de la ciencia? ¿En qué
paradigma sociológico podrá confiar cuando se valga de la sociología para abordar el problema general de la naturaleza de la ciencia, con objeto de esclarecer la posición de todas las ciencias, incluida la sociología mism a ? Al referir toda actividad científica a los paradigmas, y supeditar la filosofía de la ciencia a la sociología (que presumiblemente no está más exenta de la dependencia de los paradigmas que cualquier otra ciencia o investigación), diríase que en su actitud hay un elemento de círculo vicioso.4
L o que nos interesa aquí es que tanto Popper c o m o K u h n sociologizan la filosofía de la ciencia en segundo grado, es decir, hacen depender la ciencia no sólo de la mera existencia de la sociedad, sino de la presencia de un tipo particular de sociedad.
L a forma en que lo hacen, sin embargo, es m u y distinta y, en realidad, diametralmente opuesta. Para Popper, la única sociedad capaz de hacer ciencia será aquella cuyo control
i social es tan laxo que permite la crítica incluso de sus sabios m á s respetados (o mejor todavía, quizás, aquélla dotada de garantías institucionales que posibilitan o incluso estimulan semejante crítica); para K u h n , la ciencia sólo es posible si existe un control social conceptual suficientemente estricto para imponer un paradigma a sus miembros en casi todos (aunque no absolutamente todos) los momentos , no obstante el hecho de que los paradigmas no son lógicamente o, por decirlo así, objetivamente coactivos. Es la presión social la que los impone, haciendo posible de este m o d o la ciencia. A menos que las cuestiones profundas se prejuzguen arbitrariamente, la ciencia no puede progresar: aparece. Pero al igual que T h o m a s Hobbes insistía en que cualquier soberano es preferible a la anarquía, así también T h o m a s K u h n destaca que cualquier paradigma es preferible a la terrible libertad de los especialistas en ciencias sociales contemporáneos, que siempre debaten y ponen en tela de juicio principios fundamentales y, por esa misma razón, merced a su gran "apertura", inhiben el nacimiento de ciencia genuina en su propio seno.
N o es preciso optar aquí entre el filoanar-
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quismo de Popper y el autoritarismo de K u h n , que recomienda lealtad, a los paradigmas en • casi todos los m o m e n t o s , aunque evidentemente reservándose el derecho de rebelión ocasional (durante unas igualmente mal definidas, y creo que en principio indefinibles condiciones de "revolución científica"). L o que sí es pertinente para nuestro propósito es señalar un error c o m ú n a ambos. Para definir la ciencia, es preciso sociologizar la filosofía de la ciencia en tercer grado, y no meramente en segundo grado. N o basta con reconocer la función de la sociedad y distinguir entre sociedades capaces y sociedades incapaces de hacer ciencia; es necesario también efectuar esta distinción con arreglo a características de la sociedad que no correspondan solamente a sus actividades cognoscitivas, y considerar esas sociedades cuando participan en otras actividades. Tendremos que examinar las repercusiones de las primeras sobre las segundas. Esto, en mi terminología, es sociologizar la materia en tercer grado, y es algo que debe hacerse. ¿ D e qué manera?
Características de las sociedades capaces de hacer ciencia
Para comprender por qué la noción de lo científico es tan influyente, por qué esta señal de aprobación es tan significativa, habremos de examinar qué es lo que la "ciencia" hace a la sociedad, y olvidar por un m o m e n t o la usual y fascinante cuestión de c ó m o logra hacerlo. Las teorías filosóficas de la ciencia, c o m o las incorporadas en las diversas tentativas filosóficas de demarcar el hecho científico, se esfuerzan básicamente por responder a la pregunta relativa a c ó m o actúa la ciencia, de qué manera se logra el gran milagro del progreso y el consenso científico. Pero para determinar qué es lo que confiere a la ciencia tal poder taumatúrgico, tal hechizo, no debem o s mirar tanto c ó m o opera, sino qué es ese efecto mágico. ¿Por qué la ciencia entraña tanta diferencia para la sociedad, que asigna un prestigio especial a toda actividad suscepti
ble de ser incluida dentro de su círculo mágico y sustraída de todo aquello no calificable c o m o "científico"?
Este contraste, c o m o acabo de formularlo, simplifica un poco una realidad más compleja: los filósofos de la ciencia, naturalmente, también se interesan por las características de la producción de la ciencia, por la clase de teoría que ésta produce. D e todos modos , tienden a considerar dicha producción c o m o un dato. Su problema es determinar c ó m o se consigue. Es el sociólogo quien se interesa primordialmente por los efectos y las consecuencias de las diversas clases de conocimiento que proporciona la ciencia. Para simplificar la exposición, fingiré que esta división del trabajo es más neta de lo que es en realidad.
Así planteada la cuestión, la mejor m a nera de responder a ella es ofrecer un breve bosquejo de la historia de la humanidad, esquemático pero pertinente, que divida dicha historia en tres grandes fases. Lãs filosofías trinitarias de la historia son bastante corrientes. Está, por ejemplo, la teoría de Auguste C o m t e con sus tres etapas históricas: la religiosa, la metafísica y la positiva, o la doctrina de la dominación sucesiva de la magia, la religión y la ciencia, postulada por Sir James Frazer, o la versión, menos intelectualista, de Karl Polanyi, que establece la sucesión de tres formas de sociedad: comunitaria, redistributiva y de mercado. El nuevo patrón de la historia universal que está ya cristalizando en nuestros días y que constituye, creo yo, la concepción de la historia de nuestra era no oficial, no formulada y a veces inconfesada, pero tácitamente reconocida, es un tanto diferente. Comparte con los esquemas de Comte y Frazer algo de su intelectualismo y de su alta valoración de la ciencia, aunque se muestra m á s preocupada —que Frazer, por lo m e n o s — por los efectos de la ciencia sobre el ordenamiento de la sociedad.
Las etapas cruciales de la historia de la humanidad son las siguientes: primera, la de la caza y recolección de frutos silvestres; a continuación, la de la producción de. alimentos (agricultura y pastoreo), por último, la
El rango científico de las ciencias sociales 609
L a desesperación cognoscitiva. Roger-vioiiet.
610 Ernest Cellner
basada en la producción directamente vinculada al auge del saber científico.
Las teorías que presentan las fases históricas en términos de organización social no sirven: es la base productiva cognoscitiva la que parece depararnos la gran línea divisoria; y a un lado y a otro de esta gran línea hallamos una diversidad de formas sociales. E n el presente contexto, el m u n d o de los cazadores y recolectores no nos interesa mayormente. Pero la diferencia entre el m u n d o agrario y el científico-industrial nos importa considerablemente.
L a noción de una sociedad agraria plenamente desarrollada incluye no solamente el hecho de contar con la producción de alimentos, sino también otras dos características importantes: la-alfabetización y la centralización política. Las sociedades agrarias desarrolladas se distinguen por una división del trabajo bastante compleja pero relativamente estable. Pero es un error tratar la división del trabajo c o m o un producto homogéneo: sus consecuencias para la sociedad varían según, precisamente, qué es lo que se convierte en una especialidad. L a alfabetización y la centralización política, la aparición de una clase ilustrada y de un régimen de gobierno tienen consecuencias m u y distintivas, que no pueden asimilarse sin m á s a las especializaciones económicas menores que intervienen en el proceso de producción tomado aisladamente.
Los regímenes de las sociedades agrarias ilustradas no son todos iguales. E n realidad, difieren muchísimo entre sí. Es de sobra conocida la diversidad de los regímenes políticos agrarios. Las clases de funcionarios y burócratas de los regímenes agrarios también varían enormemente en su organización, reclutamiento y m o d o s de ser. E n un sitio pueden formar parte de una organización única, centralizada y celosamente monopolista; en otro, pueden constituir un gremio holgado y liberal abierto a todos los hombres instruidos y devotos. E n un lugar diferente, pueden form a r una casta estricta, m a s no centralizada, o constituir una burocracia seleccionada m e diante oposiciones, con un monopolio administrativo pero no religioso.
Ahora bien, no obstante esta variedad, pueden observarse algunos rasgos comunes o genéricos importantes. E n tales sociedades, el saber registrado y archivado se utiliza para los documentos administrativos, especialmente los que atañen a la imposición fiscal; para la comunicación entre toda una jerarquía política y religiosa; c o m o parte del ritual y para la codificación de la doctrina religiosa, la cual proyecta una especie de sombra en forma dé magia de la palabra, pleitesía rendida por la magia manipuladora a la religión fundada en las Escrituras. L a conservación de la verdad escrita, y posiblemente su cumplimiento en la práctica, son preocupaciones centrales, antes que su expansión en forma de adquisición de m á s verdad. (Todavía no es un ideal plausible la ampliación del saber.) Pese a su complejidad interna, a veces m u y considerable, tanto el sistema de jerarquización social c o m o los sistemas cognoscitivos dentro de sociedades c o m o éstas tienden a ser bastante estables, y lo mismo suele ocurrir con su sistema productivo. El peso normativo y conservador confiado a la palabra escrita, a cargo de las clases ilustradas, tiende a producir un dualismo o pluralismo cultural en semejante sociedad, una diferenciación entre la tradición grande (culta) y la tradición o tradiciones pequeñas. Algunos elementos de la gran tradición escrita pueden contener ideas generales de una penetración y potencialidad considerables, observaciones agudas y exactas de la realidad o sistemas deductivos de gran rigor; no obstante, genéricamente hablando, puede decirse que un cuerpo de esta clase no posee ninguna comprensión sólida, ningún conocimiento profundo y acumulativo de la naturaleza. Su principal función y significación estriba en la legitimación social, la edificación de las personas, la conservación de documentos y su comunicación, antes que en una verdadera exploración cognoscitiva de la naturaleza. C o n respecto a la manipulación y al conocimiento de las cosas, el contenido cognoscitivo del cuerpo en cuestión suele ser inferior a los saberes prácticos del artesano, el trabajador manual o el profesional en ejercicio. L a ansiedad de saber expresada con tanto vigor
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en el discurso inicial del Fausto de Goethe es, evidentemente, una manifestación suscitada por esta situación.
C o n menos angustia y acaso más indignación, y con auténtico cela misionero en n o m bre de una presunta alternativa, hallamos un sentimiento análogo, por ejemplo, en lo que podríamos llamar populismo panhumano o carte blanche de Michel Oakeshott.s La obra de Oakeshott estuvo m u y en boga en la Inglaterra de posguerra, y probablemente continúe siendo el principal filósofo político conservador del Reino Unido. Su obra viene m u y a propósito para el fin que nos ocupa porque, c o m o base, ostenta una premisa que es mitad epistemológica, mitad sociológica, y que puede resumirse así: el saber auténtico es "práctico", lo cual quiere decir que se conserva y transmite merced a la práctica de un arte, y sólo puede perpetuarse a través de una tradición viva; su contenido no puede ser nunca captado adecuadamente en documentos escritos y, desde luego, no puede ser transmitido de un hombre a otro solamente por la escritura. A la ilusión de que esto es posible, que confiere una autoridad independiente a los asertos abstractos y escritos, él la llama "racionalismo", en un sentido m u y peyorativo, y sostiene abiertamente que éste es el azote y la ruina de la vida moderna. La doctrina de Oakeshott oscila un tanto entre, por una parte, un panpopulismo global que da por buenas todas las tradiciones y condena todos sus escolasticismos, los cuales surgen y prosperan cuando aquéllas adoptan la escritura y la imprenta tomándolas demasiado en serio, y, por otra parte, el apoyo resuelto a una tradición concreta y bienaventurada que, gracias presumiblemente a una constitución no escrita, a un derecho consuetudinario y a la pragmática sabiduría de los políticos conservadores, ha resistido al "racionalismo" algo mejor que otras, aunque, hacia 1945, no lo hizo todo lo bien que debiera y despertó las iras del doctrinario. Si es éste el logro de una tradición peculiar, ¿podrá ser también una receta válida para todas las demás, sin contradecir implícitamente su propio principio esencial, a saber, la ausencia de cualquier clase de
principios abstractos y universales válidos? La posición de Oakeshott es pertinente
para nuestro argumento porque, ofrezca o no un buen diagnóstico de la difícil situación política del hombre moderno, nos brinda, sin proponérselo, una exposición esquemática m u y exacta de la función del saber abstracto en el régimen político de las sociedades agrarias ilustradas. Es una descripción bastante aceptable de la relación existente entre el saber codificado y las competencias prácticas de estas sociedades, pero sólo de ellas. Las escrituras, los códigos legislativos, las epopeyas, los manuales, etc., confiados a la custodia de sus escribas, celosamente preservados y m u y estables a lo largo del tiempo, no son superiores a la sabiduría práctica inarticulada del miembro vitalicio del clan o del gremio. Aquellos formalizan, falsean, parodian, se hacen eco de esta sabiduría; y aunque, contra lo prescrito por la diatriba anti "racionalista", el respeto reverencial por la versión codificada del saber puede en ocasiones ser beneficioso —ya que, por ejemplo, este respeto por la norma codificada la hace menos dúctil a la manipulación oportunista—, es cierto que la autoridad absoluta reclamada para lo escrito bajo custodia del escriba no está justificada. L a teoría escrita es parasitaria de la praxis vivida. Sea, pues, así; o, por lo menos , así fue, en otro tiempo, en las sociedades agrarias ilustradas. N o en nuestros días.
Es visiblemente falso respecto a la ciencia moderna y la sociedad en ella basada. C o m o fenómeno social, la ciencia natural moderna posee una serie de rasgos característicos: Sin ser enteramente consensual, lo es en un
grado asombroso. Es intercultural. A u n q u e prospera más en
ciertos países que en otros, parece capaz de subsistir en una amplia variedad de climas culturales y políticos y de ser, en gran medida, independiente de ellos.
Es acumulativa. Su ritmo de crecimiento es pasmoso. Éste es también un rasgo único entre los sistemas cognoscitivos en general.
A u n q u e evidentemente puede enseñarse a hombres procedentes de cualquier sus-
612 Ernest Cellner
trato cultural, requiere una ardua y prolongada capacitación para adquirir m o dos y técnicas de pensamiento que no ofrecen continuidad alguna con los de la vida cotidiana y que con frecuencia van totalmente en contra de la intuición.
L a tecnología en constante crecimiento que esta ciencia engendra es inmensurablemente superior a las técnicas y los saberes prácticos de los artesanos de la sociedad agraria, y cualitativamente distinta de ellos.
Son estos rasgos, u otros estrechamente relacionados con ellos, los que han engendrado la persistente y obsesionante pregunta acerca de qué es la ciencia. N o se trata ya, en rigor, de qué es la verdad, la sabiduría o el conocimiento verdadero. Los hombres obsesionados por la pregunta respecto a la naturaleza de la ciencia no niegan necesariamente que el saber y la verdad existen también fuera de la ciencia; no todos dicen, c o m o lo enunciaba irónicamente el autor de un libro en contra de la ciencia en cierta ocasión: Extra scientiam nulla saliis.6 M a s por lo general están imbuidos por el sentido del carácter distintivo de esta especie de saber y desean localizar su fuente. N o es que quieran matar la gallina de los huevos de oro, lo único que anhelan es descubrirla, con objeto de utilizarla al máxim o y tal vez guiarla hacia nuevos campos. (Algunos sí desean equiparar saber con saber científico, no porque desprecien los m o d o s cognoscitivos precientíficos y abjuren de ellos, sino porque los consideran básicamente análogos a la ciencia, sólo que m á s primitivos y m á s endebles, y entienden que merecen la misma etiqueta. Personalmente considero errónea esta suerte de "tesis de la continuidad".)
Esta definición, digámoslo así, externa, sociológica, de la ciencia, elaborada desde el punto de vista de sus efectos sobre la topografía y los procesos productivos cognoscitivos de la sociedad (dejando aparte la cuestión de su mecánica interna, el secreto de su éxito), puede, naturalmente, ser impugnada. Puede negarse que la ciencia constituya la victoria del saber trans-social, explícito, formalizado y
• abstracto sobre las intuiciones, o competen
cias, o sensibilidades, comunicadas por otras vías que el discurso en privado. Puede afirmarse que la gallina de los huevos de oro no es, al fin de cuentas, radicalmente distinta de las viejas técnicas y saberes prácticos. Puede alegarse que la percepción y comprensión de un problema científico, la capacidad de proponer y verificar una solución requieren cierto instinto especial, sagacidad o "sapiencia personal" que está más allá del alcance de las palabras o la escritura y que no puede formalizarse. El Fingerspitzengefühl (tino, habilidad) goza de perfecta vigencia, y, lo que es más importante, sigue siendo indispensable. Michael Polanyi no fue sino un adepto m á s , aunque posiblemente el m á s célebre, de esta manera de entender las cosas.7
Es difícil decir c ó m o podría evaluarse esta interpretación. A veces se funda en argumentos c o m o el de la regresión infinita de la formalización, que nunca logra estar a la par de sí misma; 8 se afirme lo que se afirme, será sólo un caso de "saber qué", y presupondrá un nuevo y práctico "saber cómo" aplicarlo, y si eso a su vez se articula y se hace explícito, entrará en juego el argumento inicial, y así indefinidamente. O bien suele sustentarse mediante la plausible y difundida opinión de que aunque exista una lógica de la verificación, no hay ninguna lógica del descubrimiento: sólo la inspiración, fluctuante e incontrolable, que acude o no acude según su antojo, pero que parece mejor dispuesta a manifestarse en presencia de tradiciones de investigación bien asentadas, aunque elusivas e indefinibles.
Pero aun cuando se admita todo esto, lo que importa desde el punto de vista social es que la proporción, el equilibrio que existe entre el saber práctico o el instinto inefable, por una parte, y el conocimiento formal explícito, por la otra, se transforme, hasta ser irreconocible, en una sociedad industrial que se sirve de la ciencia. A u n cuando un elemento de intuición o tradición, situado m á s allá de las palabras, sea decisivo para el gran descubrimiento excepcional y sobresaliente, o necesario en pequeñas dosis regulares para mantener una tradición de investigación vigo-
El rango científico de las ciencias sociales 613
rosa, la enorme masa de investigación corriente y de actividad tecnológica funciona de m o d o m u y diferente: se parece más bien a los viejos escolasticismos explícitos de las sociedades agrarias ilustradas, salvo en un solo aspecto crucial: toda esta actividad funciona. El escolasticismo, pese a toda su ineficacia, parece haber sido una magnífica preparación para un vigor auténticamente productivo. Las sociedades talmúdicas se dan con alacridad a la ciencia.
Las consecuencias generales para la sociedad que se sirve de la ciencia son también bastante obvias. Toda sociedad dotada de una tecnología pujante y en constante crecimiento vive de la innovación, y su estructura laboral profesional se halla en evolución perpetua. Esto determina una movilidad profesional bastante notable, y, con ello, un grado de igualitarismo que, aunque insuficiente para satisfacer del todo a los igualitarios, es e m pero bastante mayor que el de la mayoría de las sociedades agrarias. Es igualitario porque es móvil, no móvil porque sea igualitario. La movilidad, la frecuente transmisión abstracta de ideas y la necesidad de alfabetización universal, es decir, una comunicación razonablemente desvinculada de los contextos, también conducen a una función enteramente nueva de la cultura en la sociedad: la cultura aparece ligada a la escuela más que al hogar y tiene que ser razonablemente homogénea en todo el ámbito cubierto por un sistema educativo. Al fin, las grandes tradiciones realmente dominan y en gran medida reemplazan a las pequeñas tradiciones. Así, el Estado, que otrora se presentara c o m o el defensor de la fe, hoy deviene en efecto el protector de una cultura. E n otras palabras, el Estado nacional moderno (basado en el principio: un Estado, una cultura) se convierte en la norma, y surgen nacionalismos irredentistas allí donde esta norma no se satisface. El potencial de crecimiento sin precedentes conduce a una política de, la abundancia: el intento de aplacar con la prosperidad material el descontento y de atenuar los conflictos sociales con regalías y ventajas económicas en todo y para todo, se convierte, c o m o es sabido, en una
trampa terrible, cuando, tras haberse transform a d o esas ventajas en una expectativa inculcada, c o m o de algo debido por derecho, el cuerno de la abundancia temporalmente se seca o simplemente reduce su caudal, c o m o es natural de cuando en cuando.
Éstos parecen ser los rasgos genéricos de la sociedad que se sirve de la ciencia. Dichos rasgos la diferencian profundamente de la mayor parte o de todas las sociedades agrarias, que son malthusianas en vez de orientadas al crecimiento, y se caracterizan por la estabilidad cognoscitiva y productiva m á s que por su expansión (las innovaciones, cuando se producen, suponen cambios de grado más que de clase, y en cualquier caso llegan como apariciones furtivas, aisladas). Las teorías de las fases o épocas históricas de la organización social (capitalismo/socialismo es la más popular) parecen haber fallado, por cuanto la sociedad que hace uso de la ciencia (es decir, la industrial) resulta ser compatible con diversas formas de organización, dentro de los límites de sus rasgos genéricos compartidos; pero esos rasgos, a su vez, la distinguen de todas sus predecesoras. L a cuestión sobre la naturaleza de la ciencia es, en realidad, la del m o d o peculiar de cognición, que a su vez define una etapa completa de la historia del género h u m a n o .
Algunas teorías filosóficas de la ciencia
Las teorías filosóficas de la ciencia, tal como aquí se las entiende, no definen la ciencia a la manera sociológica presentada en las páginas anteriores, en términos de su efecto sobre la sociedad, a la que tienden a ignorar, sino que tratan de descubrir el secreto que la faculta para hacerlo.
Es imposible enumerar aquí todas las teorías que rivalizan en este campo , y aun cuando hiciéramos una lista de todas, no tendríamos medio alguno para elegir entre ellas. N o existe consenso en este ámbito. La ciencia puede ser consensual; la teoría de la ciencia no lo es.
614 Ernest Gellner
Pero vale la pena, para el fin que perseguim o s , reseñar algunos de los principales contendientes:
1. El ultraempirismo, apegado a los hechos observables, acumula las observaciones; únicamente va más allá de ellas cuando los datos acumulados apuntan firmemente en alguna dirección; y, más que nada ¡no irrumpe en lo trascendente! Esta cauta versión del empirismo, asociada con Bacon o H u m e y que sobrevive hoy "día en el conductismo moderno, se ha visto m u y desacreditada últimamente. Sus detractores no siempre saben apreciar el valor que ha tenido este veto de la transgresión cognoscitiva. Los sistemas de creencias de las sociedades agrarias solían estar construidos de tal suerte que se perpetuaban a sí mismos mediante una circularidad, y el veto de la transgresión era la mejor forma de eliminarlos.
2. El diagnóstico kantiano, que combina el veto de la transgresión con cierta osadía recomendada dentro de límites apropiados y en un marco conceptual presuntamente impuesto por la estructura de la mente hum a n a .
3. La autopropulsión colectiva mediante la resolución de las contradicciones internas, respetando una praxis privilegiada (de la que la praxis de la clase privilegiada es un ejemplo) y la dirección de un desarrollo social prescrito. Esta es la mejor aproximación que puedo encontrar para formular una de las teorías del conocimiento comúnmente asociadas con el marxismo.
4. M á x i m a audacia de las hipótesis dentro de los límites de la verificabilidad: la teoría de Popper.
5. La obediencia a una concepción de fondo (eliminando así el caos característico de los temas no científicos y garantizando el quehacer comparativo y de este m o d o la acumulación de conocimientos), excepto en raras ocasiones "revolucionarias", que no pueden ser genéricamente caracterizadas ni presumiblemente vaticinadas, y que después conducen a la progresiva substitución de una concepción de fondo por otra. Dentro de los límites de esta teoría, que declara que estas sucesivas
concepciones de fondo son inconmensurables, es imposible, empero, demostrar racionalmente que la concepción pos-revolucionaria es superior a la substituida. Aunque la idea de progreso científico es un supuesto, y en realidad fija los términos del problema, no puede afirmarse coherentemente, pues esto exigiría comparar sucesivos "paradigmas", que se nos dice son inconmensurables, por referencia a algún metaparadigma, que, ex hypothesi, no poseemos ni podemos poseer. Esta es la discutidísima teoría propugnada por Thomas K u h n . 9
6. La mejora sucesiva de conjuntos de proposiciones con miras a refinar tanto las predicciones y la manipulación externas como la coherencia y la elegancia internas por medio de métodos que, según se afirma, ofrecen perfecta continuidad con los que han regido la evolución biológica. Esto es el pragmatismo, eficientemente representado en nuestro tiempo por W . van O . Quine,10 quien enuncia la tesis de la continuidad más coherentemente que Popper (en cuya obra choca con la discontinuidad entre pensamiento abierto y pensamiento cerrado). Si hubiera de producirse una ruptura fundamental en la historia del conocimiento, según esta versión lógico-pragmatista, surgiría en el punto en que empezaron a utilizarse entidades abstractas y, en cierta manera, adquieran realidad, permitiendo así el espectacular desarrollo de las matemáticas.
N o es éste lugar adecuado para debatir los méritos de las citadas teorías. H a y otras, sin duda. Pero habremos de referirnos a los temas que en ellas se debaten: observación exacta, verificación, matematización, valores conceptuales comunes, rechazo de la trascendencia o circularidad.
M i tesis consiste en que por "ciencia" se entiende un tipo de cognición que ha transform a d o radicalmente, cualitativamente, la relación del hombre con las cosas: la naturaleza ha dejado de ser una referencia para pasar a ser objeto de auténtico conocimiento y manipulación. L a ciencia es un sistema cognoscitivo peculiar con cierto misterioso mecanismo interno que asegura su crecimiento sostenido
El rango científico de las ciencias sociales 615
"El efecto Pirandello" consiste en reducir la distinción entre los actores y los espectadores de una obra. U n a escena de la obra de Pirandello Seis personajes en busca de autor, interpretada por la compañía Pitoeff en 1936, en París. Rogcr-vioiiet.
y perpetuo, el cual ha sido profundamente beneficio para los sistemas productivos h u m a nos y corrosivo para nuestros sistemas de legitimación social. E n realidad n o sabemos c ó m o se alcanza este crecimiento sostenido y consensual, pero sí s abemos que se alcanza, y "ciencia" es. el n o m b r e q u e designa el m o d o en que se logra, sea cual sea. Por eso la cuestión concerniente a si es o n o apropiado incluir los estudios sociales en el ámbito de la
ciencia n o es, en m o d o alguno, m e r a m e n t e terminológica: se trata de determinar si n o está sucediendo lo m i s m o con nuestra c o m prensión y manipulación de la sociedad.
Pero esta forma de exponer el problema encierra "una simplificación importante. D a a entender q u e la carga valorativa contenida en la denominación "ciencia", debido a su prom e s a implícita de conocimiento y control, es entera, total e inequívocamente positiva.
616 Ernest Gellner
Pero no es así, ni muchísimo menos. A u n q u e existe una importante industria académica de producción de libros que explican a los especialistas en ciencias sociales lo que realmente es la ciencia y c ó m o deben convertirse en auténticos científicos, existe también otra, con una producción no menos floreciente, que pretende que el estudio de la sociedad y del hombre no puede ser científico, o bien, si ha de conservarse el término "científico" con carga positiva, que sí se trata de ciencia pero en un sentido radicalmente distinto del que rige en la ciencia natural. L a idea de que los métodos de las ciencias naturales y sociales son básicamente idénticos es, hoy por hoy, casi una definición de "positivismo", y el positivismo es un término que en los últimos años se ha usado peyorativamente con d e m a siada frecuencia. Esto es significativo: originalmente, el tema central del positivismo era la interdicción de la trascendencia. Los antipositivistas modernos tratan de escapar de las debilidades inherentes al hombre y de los hechos (principalmente la contingencia y la corregibilidad), rio ya para descubrir una región trascendente de verdades puras e imperecederas, c o m o era uso establecido en los tiempos agrarios, sino para acceder a la región de lo social y lo h u m a n o ; y, a tal fin, deben insistir en que lo h u m a n o o cultural es radicalmente distinto de la naturaleza. U n o también tiene a veces la impresión de que "positivista" es cualquier persona dispuesta a someter una teoría predilecta a la indignidad de la verificación por los meros hechos.
Los argumentos que pretenden demostrar que el estudio del hombre y de la sociedad no puede ser científico (y su variante de que sólo puede ser científico en un sentido radicalmente distinto del aplicable al estudio de la naturaleza) pueden también catalogarse. Los autores que sostienen esta tesis suelen combinar, por supuesto, en distinta proporción estos distintos elementos. D e todos m o dos, es conveniente enumerarlos por separado.
1. El argumento basado en la ideografía: los fenómenos humanos , sociales o históricos, o bien son intrínsecamente individuales, o bien nuestro interés recae en sus aspectos
individuales e idiosincrásicos; o, naturalmente, ambas cosas.
2. El argumento basado en el holismo. La sociedad es una unidad; el. "principio de las relaciones internas", que hace hincapié en que todo es lo que es en virtud de sus relaciones con todo lo demás dentro del mismo sistema, se aplica a ella. Si el lema principal de la antigua metafísica era la realidad de los objetos abstractos, entonces esta idea, en diversas terminologías, es el lema central de la socio-metafísica moderna. La investigación empírica, sin embargo, sólo puede ocuparse, ex hypothesi, de hechos aislados y no puede captar ninguna totalidad. D e ahí que deforme y tergiverse, esencialmente, la realidad social. Esta doctrina puede combinarse con la idea de que es función efectiva, consciente o latente de la investigación empírica de hechos objectivos ocultar la realidad social y falsear nuestra percepción de la misma, al servicio del orden establecido, cuyos representantes tienen motivos fundados para temer la percepción clarividente de la realidad social por parte de los miembros de la sociedad menos favorecidos. Naturalmente, esta tesis puede también combinarse con una dispensa especial para su promotor mismo y los que piensan como él, que poseen medios de acceso privilegiados al conocimiento de la naturaleza real de la sociedad, visiones de fondo que les permiten ir m á s allá de los meros átomos que son los hechos empíricos, bien custodiados por los perros guardianes ideológicos del orden establecido.11
3. El argumento basado en la complejidad de los fenómenos sociales puede utilizarse para reforzar los dos argumentos precedentes.
4. El argumento basado en el significado. Las acciones e instituciones humanas no se definen por ciertos rasgos materiales comunes, sino en términos de lo que significan para los participantes. Este hecho (si es tal) puede esgrimirse, total o parcialmente, para deducir de él que los fenómenos humanos o sociales están exentos ya de la causalidad, ya de la investigación empírica externa y comparativa, o ya, naturalmente, de ambas cosas.
Este argumento puede exponerse así: el
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nexo que existe entre los fenómenos o clases de acontecimientos naturales es independiente de cualquier sociedad, c o m ú n a todas ellas, e impermeable a los significados imperantes en una u otra. Pero las acciones se definen por lo que significan para los participantes, y los significados que las identifican se extraen del fondo semántico común de una cultura dada, que no se identifica necesariamente, y quizás nunca, con el de otra cultura. D e ahí que no pueda existir ninguna generalización causal válida en la que uno de los eslabones sea una clase de acciones determinada, es decir, acontecimientos reunidos solamente en virtud de los significados, por así decir colectivamente privados, que resultan estar en uso en una cultura dada, pues no guardan relación alguna con ninguna especie o categoría natural. L a naturaleza no sabría reconocerlos ni identificarlos y, en consecuencia, no puede aplicarles ninguna relación de causalidad. E n cuanto a los nexos que es costumbre observar entre dos o más de tales categorías portadoras de un significado social, son establecidos en virtud de la semántica de la cultura en cuestión y sólo pueden aprehenderse penetrando a fondo ese sistema, y no mediante una investigación externa. La investigación intersocial y las generalizaciones comparativas son absurdas e imposibles por cuanto los sistemas de significados de las diversas culturas no son comparables ni coincidentes o bien sólo lo son de forma contingente y parcial.12
Si se contempla esta tesis desde una perspectiva histórica, puede decirse que el idealismo goza de perfecta vigencia actualmente y se ampara en el nombre de la hermenéutica. Las ideas que en otro tiempo se articularan con la ayuda de términos como Geist o espíritu, hoy ven la luz en términos de "significado" o de "cultura".
5. La construcción social de la realidad.13 Este argumento se superpone claramente con el precedente; tal vez sea idéntico a él, diferenciándose sólo en el m o d o de presentación y en su estirpe filosófica. La formulación anterior está enraizada sobre todo en la obra de L . Wittgenstein, mientras que esta
otra proviene de las ideas de E . Husserl y A . Schutz.
6. La llamada construcción individual de la realidad. Esta designación, aunque no utilizada realmente, que yo sepa, por el movimiento en cuestión, podría emplearse para caracterizar la tesis de una escuela últimamente en boga, conocida c o m o etnometodo-logía y asociada con el nombre de Garfin-kel.14 L a doctrina central de este movimiento resulta ser que nuestra aptitud para describir (hacer "explicables") los hechos es exclusivamente individual, y que, en consecuencia, el único conocimiento científico que podemos alcanzar es la descripción (?) o la puesta de relieve (?) o la ejemplificación de los actos mismos de creación-explicabilidad individual. El movimiento no se distingue ni por la claridad de expresión ni por su disposición al análisis racional (renuencia ésta que puede a su vez racionalizarse mediante su visión central, que excluiría la verificación de la generalización interpersonal, puesto que no existe, pero que también sitúa convenientemente al movimiento fuera del alcance de la crítica). Este movimiento es a la "construcción social de la realidad" lo que Fichte a Hegel; el ego desarrolla su propio m u n d o , en vez de desarrollarse el m u n d o gracias a una especie de esfuerzo colectivo. Pero el orden temporal parece invertirse esta vez diametralmente, ya que Fichte precedió a Hegel. Esta tesis combina idealismo con ideo-grafismo.
7. El efecto Pirandello. L a alusión hace referencia al artificio tan magistralmente creado por Luigi Pirandello para suprimir la neta distinción entre personajes, actores, productores, autores y espectadores de una obra de teatro. Sus obras, en las que los personajes discuten el ulterior desarrollo de la trama argumentai entre ellos y, aparentemente, con el autor y con el público, se proponen sin duda provocar el desconcierto en los espectadores echando abajo la confortable separación entre el escenario y la sala, forzando así la participación del espectador. L a obra, parece decir este autor, no es un espectáculo sino una situación. Otro tanto ocurre en la
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observación de la realidad social, y esto es lo que la distingue de la naturaleza.
U n o de los cargos que se han imputado a la investigación social empirista o cientificista (aunque todavía no se ha formulado con estas palabras) es que pretende que una sociedad puede ser un espectáculo, y no una situación, para el investigador. Esto es falso, insisten los críticos, constituye un engaño de los demás y, si se es sincero, constituye un autoengaño por añadidura. E n nuestra elección de ideas, o problemas, o interpretaciones, contraemos un compromiso, y la elección no es ni puede ser imparcial, ni estar guiada exclusivamente por criterios lógicos, ni, quizá, en absoluto. D e esta manera, la ineludible participación del investigador en su materia de estudio torna espuria toda pretensión de "objetividad científica". Cuando se invoca realmente, este argumento aparece generalmente fundido con varios otros de la lista precedente.
8. También puede reclamarse uri status cognoscitivo especial para la investigación de la sociedad y del hombre, no tanto en virtud de consideraciones generales, c o m o las enumeradas hasta ahora, sino de supuestas características sustantivas especiales del objeto o el m o d o de investigación específico. Por ejemplo, en el vivo debate sostenido respecto al carácter científico del psicoanálisis, se reivindica a veces (en defensa de la legitimidad de esta técnica) que los métodos tan excéntricos en ella empleados (según las normas corrientes en otras investigaciones) se justifican por la peculiarísima naturaleza del objeto investigado, es decir, el inconsciente. Su astucia y disimulación ante la investigación, a la que trata de eludir y de burlar, justifican la aplicación de medidas cognoscitivas de emergencia, que serían consideradas ilícitas conform e a las reglas de prueba y demostración vigentes en los tribunales normales de la ciencia. Frente a un enemigo tan despiadado, se conceden poderes especiales al magistrado investigador y se le dispensa de las habituales restricciones que pesan sobre los métodos de investigación. El inconsciente no puede ser aprehendido de ningún otro m o d o , y la dificultad y urgencia de la tarea justifican métodos
extremos. (Que éstos realmente sirvan para engañar a la presa o meramente protejan la reputación del cazador, garantizando que nunca pueda culpársele de error fundamental, ya es otra cuestión.)
N o hay aquí espacio para intentar ningún tipo de evaluación cabal de todos estos argumentos negativos. Baste con decir que ninguno de ellos m e parece remotamente convincente. T o m e m o s , por ejemplo, el que quizá parezca más sólido de todos, aquel que propugna que las categorías de acciones o acontecimientos de una cultura dada se definen con arreglo a los significados vigentes en esa cultura, que son, por decirlo así, privativos de ella, y no coextensivos a las "categorías naturales". Por cierto, pero ello no excluye en m o d o alguno la existencia de un determinismo incluso físico respecto a. los hechos acontecidos dentro de la cultura en cuestión. Simplemente, excluye la identificación de los hechos determinados (si son tales) por referencia a los significados vigentes en la cultura. Las fuerzas determinantes seleccionarán de alguna manera los hechos que sacan a luz con arreglo a unas u otras características que sólo accidental y contingentemente se superpondrán a los significados que acompañan a los acontecimientos y que parecen guiarlos. Por ejemplo, cuando vemos una película, sabemos perfectamente que lo que va a ocurrir está ya determinado, y está determinado por la serie de secuencias recogidas en los carretes y que está trasmitiéndose desde la cabina de proyección. Las relaciones significativas que nos interesan y que parecen guiar y dar sentido a la serie de hechos observados en la ficción que se desarrolla en la pantalla son en realidad epifeno-ménicas e impotentes. Nosotros no sabemos verdaderamente si nuestra vida es así, y la mayoría esperamos que en realidad no lo sea; pero el argumento basado en la significación de la vida social no demuestra lamentablemente en m o d o alguno que no pueda serlo.
Si, por una parte, los argumentos que pretenden demostrar que la vida humana y social no puede ser objeto de explicación científica no son válidos, por otro lado, cual-
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quier análisis de las vivas y vigorosas discusiones que tienen lugar en el campo de.la filosofía de la ciencia revela indiscutiblemente una cosa: que el problema de la naturaleza de la ciencia, del descubrimiento de ese secreto que ha hecho posible el ritmo de crecimiento cognoscitivo del siglo x v n a nuestros días, absolutamente singular y sin precedentes en la historia h u m a n a , continúa sin resolverse. H e m o s reunido, sin embargo, algunas tentativas de explicación m u y notables, convincentes y elegantemente expuestas. Pero seleccionar algunos candidatos brillantes es una cosa, y contar con un ganador claramente identificado, reconocido y aclamado es otra m u y distinta. Y no lo tenemos. L a situación, lisa y llanamente, es que la ciencia es consensual, y la filosofía de la ciencia no lo es.
Las dos tesis que hemos afirmado —la invalidez de las supuestas demostraciones de la imposibilidad de la ciencia en las esferas sociales y la ausencia de una explicación unánimemente aceptada de por qué y c ó m o funciona la ciencia en los campos en que sin duda alguna funciona— van a ser decisivas para responder a la pregunta a que hemos dedicado este ensayo: ¿Son las ciencias sociales realmente científicas?
Conclusión
La pregunta se contesta por sí sola, una vez que la hemos desmembrado en sus distintas subpreguntas o variantes de interpretación, normalmente amalgamadas.
Podemos ante todo examinar las actividades de las ciencias sociales en busca de la presencia o ausencia de los distintos rasgos que aparecen, destacados, en diversas teorías de la ciencia. 'Dichos rasgos son: a) presencia de hipótesis bien articuladas y puesta a prueba sistemática de las mismas; b) medición cuantitativa precisa, y operacionalización de los conceptos; c) observación meticulosa con arreglo a métodos públicamente comprobables; d) estructuras conceptuales complejas y rigurosas; é) paradigmas compartidos, al menos por grandes comunidades académicas, que resisten a la prueba del tiempo.
N o cabe la menor duda de que todos estos rasgos, frecuentemente combinados, pueden hallarse en diversas ramas de las ciencias sociales. Individualmente o dentro de una comunidad, es dudoso que los especialistas en ciencias sociales sean inferiores, en iniciativa e inventiva intelectual, rigor formal, o precisión de observación, a los practicantes de disciplinas cuyo rango científico normalmente no se pone en duda; y para retomar la observación entre irónica y compasiva de Hilary Putnan, distinguido filósofo de la ciencia, ¡los pobrecillos se esfuerzan tanto más en su tarea!15 C o m o queda dicho, no conocemos el secreto de la ciencia; no sabemos exactamente cuál de las muchas señales que brillan ante nosotros es en realidad el fuego sagrado. Sí sabemos que muchas de estas señales son deslumbrantes, y dado lo breve de la lista que los filósofos de la ciencia ponen a nuestra disposición, nos inclinamos a pensar que una de ellas (o quizá varias conjuntamente) lo es. Pero ¿cuál?
M á s concretamente, sabemos que m u chas de las características indiscutibles de la ciencia están presentes con frecuencia en la investigación social. Los aspectos de la vida social que son intrínsecamente cuantitativos u observables con precisión (por ejemplo, en ámbitos c o m o la demografía o la geografía social) se investigan efectivamente con precisión y mediante técnicas complejas y refinadas; sabemos, por otra parte, que en diversas esferas de estas ciencias se elaboran modelos abstractos, también de gran perfección y sutileza, que sirven c o m o paradigmas comunes a vastas comunidades de estudiosos (por ejemplo, los economistas); y, además, en ámbitos donde el aparato conceptual no dista d e m a siado de las ideas de mero sentido c o m ú n , sabemos no obstante que un profesional de la especialidad bien preparado posee informaciones y conocimientos nuevos y de primera m a n o para el desarrollo de la materia en cuestión. E n todos estos sentidos, los estudios sociales son efectivamente científicos. Extensos sectores de los mismos satisfacen plenamente una u otra de las muchas teorías existentes, y convincentes, del fuego sagrado.
620 Ernest Gellner
Y nuestra vida colectiva sería mucho más pobre sin ellos.
Esto en cuanto al carácter científico de las ciencias sociales', tal c o m o lo especifica la filosofía de la ciencia. Pero obtendremos un cuadro distinto si lo miramos desde el punto de vista, no de los métodos empleados, sino de la repercusión sobre nuestro universo cognoscitivo: si preguntamos si existe una actividad cognoscitiva consensual y generalizada, radicalmente discontinua respecto de las percepciones y técnicas del pensamiento ordinario, y que permite inequívocamente acumular conocimientos a un ritmo sorprendente e inconfundible. La respuesta es obvia. E n este sentido decisivo, en términos de sus efectos sobre nuestro orden social, los estudios sociales no son científicos, por mucho que pretendan serlo, y no sin razón, con arreglo al criterio o criterios precedentes. Pretenden haber robado el fuego sagrado. ¿ N o les hará nadie el obsequio de desear robárselo a ellos?
Podemos intentar analizar este fracaso descomponiéndolo en sus partes esenciales. Las técnicas descriptivas, cuantitativamente exactas, no se acompañan de la correspondiente teoría convincente ni de una predicción igualmente exacta. Los modelos abstractos m u y elaborados no se arraigan firmemente en el material empírico. Las grandes visiones de fondo no son consensúales. Existen y reinan paradigmas, pero sólo en comunidades reducidas, y cuando se reemplazan unos a otros, la situación es m u y distinta de lo que comúnmente sucede en las ciencias naturales. E n éstas, generalmente estamos seguros de que hay progreso, pero tenemos grandes dificultades para explicar cómo es posible que sepa
mos que es así, dado que no existe ninguna medida común para comparar visiones sucesivas. Las ciencias sociales nos ahorran esta molestia. N o tenemos por qué inquietarnos acerca de cómo es posible que logremos saber que progresamos, ya que no estamos m u y seguros de que hayamos progresado en realidad. Naturalmente, los defensores de un nuevo paradigma podrán estar seguros de haber progresado (generalmente lo están); pero raras veces muestran la misma certeza en relación con la serie completa de etapas que constituye la historia de su disciplina. Todo lo contrario, su propio avance es, m u y a menudo, un salto atrás, el retorno a un modelo anterior.
Si estoy acertado respecto a la insuficiencia lógica de las supuestas pruebas de inadecuación del m u n d o social a los principios y métodos de la ciencia, no tenemos por qué concluir desesperanzadamente (o esperar confiados, c o m o también puede ser el caso) que esto no vaya a cambiar. Si, a decir verdad, el fuego sagrado de la ciencia no ha sido descubierto hasta la fecha, no sabemos cómo remediar esta situación. La cuestión sigue en pie. Pero sospecho que sabremos que las ciencias sociales se han hecho científicas cuando sus especialistas dejen de pretender que han robado por fin el fuego sagrado, pero haya otros que intenten robárselo a ellos; cuando la filosofía de las ciencias sociales se convierta en búsqueda de explicación retroactiva de un milagro científico cognoscitivo, en vez de perseguir una promesa o una receta para realizarlo.
Traducido del inglés
El rango científico de las ciencias sociales 621
Notas
1. Sir Karl Popper ha expuesto la discutida doctrina del individualismo metodológico, que remite finalmente todas las explicaciones de las ciencias sociales a los objetivos y las creencias de los individuos, y que excluye la invocación de entidades sociales holistas, si no es para la comodidad de la exposición (véase, por ejemplo, Karl Popper, The open society and its enemies, Princeton University Press, 1966). Al mismo tiempo, Popper ha polemizado más recientemente en favor de un "tercer m u n d o " {Objective knowledge, Clarendon Press, 1972), un ámbito de objetos del pensamiento, que se suma a los relativamente bien establecidos mundos cartesianos de los objetos externos y de las experiencias internas. Es interesante que algunos de los argumentos invocados para apoyar esta doctrina —la incorporación en una tradición social y su bagaje de una riqueza de ideas jamás accesible al individuo— sean precisamente aquellos que llevaron a otros a dejarse tentar por el holismo social. ¿Se ha ganado mucho al optar por una terminología esencialista, en vez de holista, para señalar los mismos hechos? Supongo que dependerá de si todos esos mundos culturales son simples partes de un solo y mismo tercer m u n d o , o bien si se permite a cada uno hacer el suyo propio, que no tiene por qué ser comparable ni compatible con otros. E n el primer caso, parecería m á s apropiado un lenguaje platónico para describirlo; en el segundo, un lenguaje sociológico-holístico. Conviene añadir que su individualismo no le obliga a ver la ciencia como sólo contingentemente social; al contrario, en el sentido apropiado, la ve como
esencialmente social. Esto se analiza posteriormente en el presente artículo.
2. Emile Durkheim, Elementary forms of religious life, Free Press, 1954. El principal contraste entre los dos grandes sociólogos, Durkheim y W e b e r , se halla precisamente en su actitud respecto al pensamiento racional: Durkheim ve éste c o m o una característica de toda sociedad que está en correlación con la vida social c o m o tal, mientras que W e b e r lo contempla c o m o un rasgo diferencial, cuya presencia es mucho más acusada en ciertas tradiciones que en otras. Así, uno ve la racionalidad c o m o algo constante y su explicación es, ipso facto, la explicación de la sociedad: hubo, ciertamente, un contrato social, pero asumió la forma de un ritual, no de un pacto. El otro la ve presente de una manera desigual, y su explicación la hace coextensiva no a la sociedad c o m o tal, sino a la aparición y al carácter distintivo de una determinada clase de sociedad, a saber, la que más nos interesa a nosotros, la nuestra propia.
3. Thomas K u h n , The structure of scientific revolutions, 2 . a ed., University of Chicago Press, 1970.
4. Ibid., p. vii-viii.
5. Michael Oakeshott, Rationalism in politics and other essays, Methuen and C o . , 1962.
6. Paul Feyerabend, Against method, N L B , 1975.
7. Michael Polanyi, Personal knowledge: toward a post critical philosophy, University of Chicago Press, 1974.
8. Gilbert Ryle, "Knowing h o w and knowing that", Presidential Address, Aristotelian Society,
Proceedings, vol. X L V I , 1945-1946, p. 1-16; Lewis Carroll, "Achilles and the tortoise", The complete works of Lewis Carroll, R a n d o m House, 1939.
9. T h o m a s K u h n , op. cit.
10. Wiilard van O r m a n Quine, From a logical point of view: nine logico-philosophical essays, 2. a ed. rev., Harvard University Press, 1961.
11. Theodor Adorno y otros, "Sociology and empirical research", The positivist dispute in German sociology, p. 68-86, Heinemann, 1976.
12. Hallamos un argumento de esta clase en la obra de P. Winch, The idea of a social science and its relation to philosophy, Humanities Press, 1970. Encontramos una formulación de esta tesis aún más extremada, combinada con un ideografismo a ultranza, en A . R . Louch, Explanation and human action, Blackwell. Esta posición ha sido frecuentemente criticada; véase, por ejemplo, Robin Horton, "Professor Winch on safari", Archives européennes de sociologie, tomo xvii, n.° 1, 1976; o Percy Cohen , "The very idea of a social science", en I. Lakatos y A . Musgrave (dir. publ.), Problems in the philosophy of science, North Holland Press, 1968; o mi propia contribución "The n e w idealism", en I. C . Jarvie y J. Agassi (dir. publ.) Cause and meaning in the social sciences, Routledge and Kegan Paul, 1973.
13. Peter L . Berger y T h o m a s L u c k m a n , 77ie social construction of reality: a treatise on the sociology of knowledge, Irvington Press, 1980.
14. Véase Harold Garfinkel, Studies in ethnomethodology,
622 Ernest Gellner
Prentice Hall, 1967. Para comentarios críticos, véase un artículo m u y inteligente de A . R . Louch, "Against theorizing", Philosophy of the social sciences, vol. v, 1975,
p. 481-487, o mi propia contribución, "Ethnomethodology; the re-enchantment industry or the Californian way of subjectivity", Spectacles and predicaments,
Cambridge University Press, 1979.
15. Bryan Magee (dir. publ.) Men of ideas, p . 233, Viking Press, 1979.
Escuelas filosóficas y métodos de trabajo científicos en ciencias sociales
Stefan Nowak
Las orientaciones filosóficas de
las ciencias sociales empíricas
C o m o lo indica el título, este artículo presenta un análisis de las relaciones que existen entre los "métodos de trabajo" de las ciencias sociales, por un lado, y las "escuelas filosóficas" por el otro. Entre estas últimas, nos ocuparemos sólo de aquellas que son (o se cree que son) de aplicación para las ciencias sociales y especialmente para las formas de encauzar los estudios sociológicos. El término "métodos de trabajo" denota aquí para nosotros: a) las distintas maneras (pautas normalizadas) de hacer preguntas acerca de la realidad social; b) las distintas maneras normalizadas de dar respuestas a estas preguntas, o sea, tanto la estructura
Stefan N o w a k es titular de la cátedra de metodología de las investigaciones sociológicas en el Instituto de Sociología de la Universidad de Varsóvia. H a publicado, entre otras obras: Methodology of sociological research (1977) y Sociology: the state of art (1982).
Por escuelas filosóficas, desde el punto de vista de la sociología, entendemos aquí las diferentes orientaciones metasociológicas. Los compiladores de un volumen de estudios metasociológicos caracterizan este término de la siguiente manera:
"Metasociología", término popularizado por Paul Furley en The scope and method of sociology; a metasociological treatise, hace referencia a aque
lla rama de la sociología que se ocupa de investigar los supuestos y los juicios de valor en los que se fundamentan las teorías y métodos empleados por los sociólogos. Tales supuestos y juicios de valor suelen empezar por la afirmación de que la sociología es una ciencia y prosiguen incorporando las diversas opciones teóricas (ontológicas) y metodológicas (epistemológicas) que se escogen diariamente. Huelga decir que tales opciones afectan
lógica de las proposiciones que constituyen tales respuestas c o m o los m o d o s de comprobación de dichas proposiciones (deductiva e inductivamente); c) por último, las distintas maneras normalizadas de organizar los conjuntos enteros de estas proposiciones en representaciones descriptivas o teóricas m á s completas y (en los diferentes significados del término), m á s coherentes de la realidad respecto a la cual se han hecho las preguntas iniciales.
directamente al contenido mismo de la sociología, haciendo, con ello, de la metasociología un ámbito de investigación de considerable importancia y alcance.
E n muchos aspectos, la metasociología representa un mecanismo para organizar la disciplina de la sociología [. . .] Al hacerlo así, las argumentaciones en apoyo de los supuestos se distinguen analíticamente de las consideraciones propiamente sociológicas.1
624 Stefan Nowak
Este párrafo pone de relieve el hecho de que los análisis de los supuestos —algunos de los cuales, por lo menos , son ontológicos— y de los juicios de valor pertenecen a la sociología. Por mi parte convengo en que es correcta la afirmación de que esos supuestos se utilizan a m e n u d o para organizar diferentes "enfoques teóricos" del estudio de las fenómenos sociales, y son entonces generalmente considerados c o m o componentes suyos esenciales. E n palabras de J. H . Turner:
Gran parte de lo que se incluye bajo la etiqueta de teoría sociológica no es, en realidad, más que una acumulación inconsistente de supuestos implícitos, conceptos insuficientemente definidos y proposiciones vagas y sin conexión lógica. A veces los supuestos se formulan expresamente y sirven para inspirar enunciados teóricos abstractos que contienen conceptos bien definidos, pero la mayor parte de la teoría sociológica constituye una "imagen de la sociedad" verbal, en vez de un conjunto rigurosamente construido de formulaciones teóricas organizadas en esquemas lógicamente coherentes. Así, esta presunta teoría es más bien una "perspectiva" u "orientación" general para examinar las diversas características del proceso de institucionalización que, si todo sale bien, podrá finalmente traducirse en teoría científica verdadera.
El hecho de que en sociología existan muchas perspectivas de esta índole plantea problemas de exposición, y estos problemas, a su vez, se ven complicados por el hecho de que las perspectivas se mezclan y combinan entre sí, haciendo a veces difícil su análisis por separado.2
Por estas razones, parece más conveniente no analizar aquí todos los "enfoques teórico-filosóficos" del estudio de la sociedad, sino, preferentemente, los supuestos concretos que son, o pueden ser fundamentales para más de una de tales escuelas. Por fortuna, estos supuestos vienen siendo objeto de análisis y discusión desde hace ya muchos años, tanto en el marco de la filosofía de la ciencia c o m o en el de la filosofía de las ciencias sociales. E n este último ámbito se ha logrado cristalizar un cierto número de preguntas formuladas en sentido general, las respuestas a las cuales pueden considerarse equivalentes a los supues
tos antes mencionados. Cualquier monografía razonablemente completa sobre filosofía de las ciencias sociales3 ofrece por lo común un catálogo m á s o menos extenso de las "dimensiones" de los problemas y define cierto número de actitudes posibles respecto a cada una de ellas. Mencionaremos aquí algunas de las más frecuentemente debatidas.
1. E n un extremo de la primera dimensión situamos a quienes creen que el hombre es un ser que piensa y siente y cuyos sentimientos y modos de pensar sobre el m u n d o , la sociedad y sí mismo constituyen componentes tan esenciales de la realidad social que sin "comprender" (Verstehen) adecuadamente estos fenómenos, en la forma en que Dilthey, Weber o Znaniecki querían que los comprendiésemos, todo intento de estudiar los fenómenos sociales es infructuoso. E n el extremo contrario situamos habitualmente a los con-ductistas, con Skinner a la cabeza, y a aquellos teóricos de la sociología positivista primitiva (como D o d d o Lundberg) para quienes el estudio de la sociedad y el de la naturaleza tienen un importantísimo rasgo en común: ambos deben basarse única y exclusivamente en la observación de la realidad, y cualquier otro método, c o m o el del Verstehen, no es más que misticismo precien tífico.4
2. L a segunda dimensión más frecuentemente evocada contempla la cuestión de si los grupos son reales o si el atributo de existencia real debe reservarse solamente para los individuos. A veces esta cuestión no se refiere a grupos u otras colectividades sino a las propiedades de los mismos. Aquí se enfrentan los holistas (llamados a veces "realistas") y los individualistas metodológicos (o, en otros contextos, "nominalistas").5
3. L a tercera dimensión —frecuentemente debatida junto con la segunda— es la que plantea en qué grado pueden explicarse las diferentes proposiciones, y especialmente las diversas generalizaciones y leyes sobre los agregados humanos y sistemas sociales, por las proposiciones y leyes relativas a las "unidades de nivel inferior" y sobre todo por las leyes psicológicas del comportamiento hum a n o . Aquí nuevamente los reduccionistas
Escuelas filosóficas y métodos de trabajo científicos en ciencias sociales 625
están en desacuerdo con los emergetistas, es decir, con aquellos que creen que en cada nivel de análisis pueden surgir ("emerger") nuevas regularidades y propiedades básicamente irreductibles a las propiedades y mecanismos del nivel inferior.6
4. A continuación está la vieja disputa entre deterministas e indeterministas sobre la aplicabilidad de la noción de causalidad al m u n d o en general y a la vida social en particular. L a aplicabilidad del pensamiento causal a los fenómenos sociales puede rechazarse ya sea por principio ("el hombre está dotado de libre albedrío"), ya sea por motivos más prácticos: demostrando que la causalidad implica, en las regularidades descubiertas, un carácter de regla sin excepciones (o sea, de generalidad) y de ¡limitación espacio-temporal (o sea, de universalidad), mientras que en las ciencias sociales por lo c o m ú n se descubren regularidades que son estadísticas e "históricas", es decir, limitadas a algún área espacio-temporal. E n otras palabras, los filósofos de la ciencia (y los sociólogos mismos) difieren en su opinión respecto al grado de aplicabilidad del modelo determinista universal, tan ventajoso en algunas ciencias de la naturaleza, al m u n d o del pensamiento y las acciones h u m a nas y al funcionamiento y la evolución de los sistemas sociales.7.
5. A un nivel de abstracción del discurso filosófico ligeramente inferior hallamos la polaridad de dos enfoques con respecto al estudio de grandes grupos de seres humanos. U n o de ellos (llamado "conductismo pluralista" por D o n Martindale)8 supone m á s o menos conscientemente que la sociedad es una suerte de agregado de individuos, cada uno de los cuales puede explicarse por sus propias "características de origen" consideradas independientemente de las características y comportamiento de otras personas, c o m o en el análisis de los datos de encuestas. El otro enfoque da por supuesto que la sociedad o los grupos e instituciones sociales constituyen un sistema de elementosjnterdependientes, cuya naturaleza sólo puede conocerse adecuadamente tomando en cuenta sus contextos sistémicos.9
6. A u n cuando los científicos estén de
acuerdo en que es esencial una perspectiva sistemática, algunos se muestran m á s inclinados a creer (siguiendo en esto a Spencer, Durkheim, Malinovski o Parsons) que las relaciones internas dominantes son aquellas que garantizan el funcionamiento armonioso y el equilibrio homeostático del sistema, mientras que otros manifiestan más simpatía por la idea tan plenamente destacada por M a r x , Simmel, Coser, Dahrendorf y los neomarxis-tas contemporáneos de que el conflicto y la disfunción internos son las características esenciales de todo sistema social, en los niveles del macro y el microanálisis.
7. Si contemplamos las teorías que tratan del comportamiento social y de los modos de pensar y sentir del hombre acerca de sí mismo y del m u n d o social externo, también hallarem o s cierto número de dimensiones polarizadas que permiten situar diferentes enfoques y teorías. Por ejemplo, podemos creer (con Skinner y algunos conductistas radicales) que la naturaleza h u m a n a es básicamente reactiva, que los individuos reaccionan a estímulos externos y que los esquemas de recompensas y castigos que conforman las pautas de conducta social aprendidas pueden ser captados de un m o d o similar al comportamiento de las ratas en un laboratorio experimental. Pero también podemos estimar, c o m o los "psicólogos humanistas", que la naturaleza h u m a n a posee un potencial creativo y que el impulso hacia la autorrealización es más importante que la reacción al laberinto de trabas y coacciones impuestas por la estructura social y que la necesidad de intercambiar premios y castigos con otros conforme a determinadas reglas de justicia distributiva.
8. Otro aspecto distinto del comportamiento h u m a n o es el que se analiza generalmente en la dimensión "racional-irracional".10 Aquí podemos creer, siguiendo a muchos "teóricos de la acción intencional", de W e b e r a Parsons y a los propugnadores contemporáneos de la aplicación de modelos normativos de la teoría matemática de las decisiones a la explicación de las acciones humanas reales, que es el análisis de los motivos conscientes del comportamiento hu-
626 Stefan Nowak
m a n o en términos de relaciones fines-medios, racionalmente orientados, lo que puede darnos la correcta visión de fondo. Pero también podemos seguir la línea de Freud y Pareto y dar por supuesto que lo que los individuos perciben c o m o motivos de sus acciones son, habitualmente, racionalizaciones (derivaciones) de acciones no necesariamente guiadas por principios de racionalidad en sí mismas. Y aun cuando se admita que el conocimiento de los motivos conscientes es necesario para explicar correctamente la conducta, puede reinar la disensión en cuanto a la metodología empleada en dichas explicaciones. Algunos insisten en que debemos aplicar ciertas "leyes de cobertura" en el esquema de explicaciones nomológico-deductivas, mientras que otros hacen hincapié en el carácter no nomológico de las "explicaciones por el conocimiento".11
Todos estos supuestos (y otros muchos) tratan de la naturaleza de la realidad en su aplicación a los estudios sociales. Pero también hallamos diferencias de concepción de la sociología basadas en las diferencias de opinión acerca de cuál debe ser la actitud de un sociólogo con respecto a sus propios estudios, o en las diversas opiniones sobre el m o d o en que estos estos estudios pueden o deben llevarse a cabo. Aquí tropezamos con la vieja cuestión de la "objetividad" de los estudios sociales. Algunos creen que los estudios pueden prescindir de los valores, mientras otros proclaman que es imposible desembarazarse de los valores que cada cual sustenta y por lo tanto lo mejor que puede hacer un investigador en ciencias sociales es declarar de antem a n o sus preferencias en la materia y seguir expresándolas en sus formulaciones de los problemas así c o m o en su investigación y en sus conclusiones. Todos aquellos que recuerdan las disputas en torno a este problema en los últimos años de la década de 1960 sabrán cuántos significados diferentes se atribuían a cada actitud posible dentro de esta perspectiva.12 Esto se aplica no sólo a esta dimensión concreta de la problemática de la filosofía de las ciencias sociales, sino a la mayoría de ellas, porque no sólo pueden adoptarse diferentes actitudes dentro de cada una, sino también las
dimensiones mismas pueden ser y han sido entendidas de m o d o s distintos.
E n tales circunstancias, cualquier tentativa de analizar detenidamente la congruencia de tales supuestos respecto del proceso global de elaboración de la metodología de investigación requeriría al menos un volumen completo. Aquí nos limitaremos a examinar algunos problemas más generales que afectan a las relaciones entre los supuestos que están en la base de los estudios sociológicos y las formas en que estos estudios se llevan o deben llevarse a cabo.
Validez de los argumentos filosóficos para la metodología de la investigación sociológica
¿Por qué han de desempeñar estos supuestos algún papel? El hecho de que la mayoría de los filósofos y los sociólogos más reflexivos crean en su importancia no constituye prueba suficiente de pertinencia, especialmente cuando algunos otras se inclinan a rechazar por completo toda la cuestión. Por ejemplo, Barry Hindess escribe:
N o propongo ninguna metodología ni epistemología para las posiciones que aquí se critican. Por el contrario, sostengo que los problemas que plantean estas disciplinas son falsos problemas y surgen sólo en función de una concepción del saber que, según puede demostrarse, es fundamental e ineludiblemente incoherente. La epistemología, y las doctrinas derivadas tales como la metodología y la filosofía de la ciencia, no tienen ninguna base racional y coherente. Y sobre todo, no puede haber ninguna metodología pres-criptiva coherente ni racional.13
La metodología, destaca Hindess, trata de prescribir procedimientos supuestamente útiles para generar o para verificar nuevas proposiciones, e intenta validarlos basándose en argumentos filosóficos. Tales procedimientos definen lo que es y lo que no es ciencia:
El saber científico es considerado válido únicamente si se atiene a los procedimientos prescri-
Escuelas filosóficas y métodos de trabajo científicos en ciencias sociales 627
^---•^i^"ij^;
U n a alegoría de la lógica (grabado del siglo x v n ) . Explorer.
628 Stefan Nowak
tos: se deduce que las prescripciones de la metodología no pueden ser validadas por el saber científico [. . .] La metodología establece normas de actuación para la práctica científica que infiere por medio de un "saber" proporcionado por la filosofía. La metodología es producto de la filosofía y las ciencias son una realización de su metodología.14
Si éste fuera el único patrón posible de relaciones entre la ciencia y su metodología por una parte, y los supuestos metacientíficos por la otra, convendría con Hindess en que ello constituiría o bien un caso de pura circularidad tautológica, o peor aún, una situación que reduciría la totalidad del pensamiento científico a la ejecución de las órdenes de una dogmática dictadura ejercida por los filósofos. Afortunadamente no es tal el caso, por diversas razones.
Premisas empíricas, normativas y analíticas de la formulación de problemas y de los métodos de investigación en las ciencias
Antes de pasar a examinar estas razones, cabe recordar la función que desempeñan algunos supuestos menos cuestionables en el proceso de investigación.15 T o d o estudio empírico empieza (o por lo menos debería empezar) por el planteamiento de una serie de preguntas a las que se supone debe dar las correspondientes respuestas.16 C o m o es bien sabido, la formulación de cada pregunta presupone lógicamente que se aceptan c o m o válidos determinados supuestos acerca de los objetos o fenóm e n o s estudiados. Si, c o m o ocurre con frecuencia, estos supuestos no son explícitamente formulados, ello se debe a que parecen acaso tan obvios que nadie se toma la molestia de recordarlos. Resultarían aún más obvios si se tratara de emprender el estudio de problem a s basados en supuestos obviamente falsos. Si uno se propusiera estudiar las actitudes de los representantes de la minoría hispánica en Polonia respecto al sistema político de ese país, no faltaría quien recordase que la cues
tión está "mal planteada" porque se basa en el supuesto obviamente falso,de que allí existe una minoría hispánica. E n cambio, para la realización de un estudio análogo en Nueva York, el supuesto se daría por descontado.
U n a pregunta sólo es aplicable al objeto u objetos que satisfacen sus supuestos previos, pero los mismos no prescriben ninguna respuesta concreta a la pregunta. Nuestros supuestos sólo clasifican la realidad en dos subconjuntos: uno en el que las preguntas "tienen sentido" y otro en el que las preguntas no son procedentes.
L o m i s m o cabe decir de las cuestiones teóricas. Si uno se propone estudiar, en un nuevo proyecto experimental, qué clase de personas son más capaces de "reducir la disonancia cognoscitiva", se partirá del supuesto (explícito o implícito) de que tal disonancia existe, con el fin de elaborar mediante su investigación una teoría más detallada que describa las condiciones en que tal fenómeno tiende a producirse. Si un estudio parte de un conjunto de supuestos válidos, poco importa que sean explícitos o implícitos, pero si los supuestos son erróneos, el investigador descubrirá m u y pronto que las preguntas no cuadran con los objetos y fenómenos escogidos, ya que obtiene respuestas que rechazan los supuestos iniciales.
La validez de los supuestos implica únicamente que podemos hacer ciertas preguntas con respecto a un objeto o clase de objetos dado. L a decisión de hacerlas dependerá de nuestros valores. Sólo éstos pueden incitar a emprender un estudio que busque respuestas a una determinada formulación de problemas. El hecho de exponer nuestros valores (y la curiosidad es, sin duda, uno de ellos) explícitamente o no carece de importancia.
Otro tanto puede aducirse con respecto a los supuestos en que se basa el empleo de un determinado método de investigación. La formulación y el uso de muchos métodos de investigación se basan en ciertas proposiciones idénticas o descriptivas necesarias para establecer su validez. Baste con recordar lo mucho que deben la física teórica y la ciencia de la ingeniería a "instrumentos de investiga-
Escuelas filosóficas y métodos de trabajo científicos en ciencias sociales 629
ción" c o m o el ciclotrón, el microscopio electrónico o la cámara de Wilson para estudiar las partículas elementales. L a situación en las ciencias sociales es análoga. Miles de estudios han demostrado que la "proyección", tal c o m o Freud Ia describe, existe realmente. D e ahí que actualmente utilicemos tests "proyectivos" si sospechamos que los sujetos pueden tener dificultades para revelar sus necesidades, motivos o aspiraciones. Asimism o , utilizamos información acerca de la marca del automóvil o del nivel visible de consumo de un encuestado como "indicadores indirectos" de su renta, porque la correlación entre renta y niveles de vida está bien establecida.
L o que estas proposiciones generalmente implican es que somos libres de utilizar un método dado para un fin cognoscitivo dado. La elección efectiva del método suele depender de ciertas premisas normativas (supuestos de valor), por ejemplo, el grado de exactitud ofrecido por distintos métodos, los posibles márgenes de error inherentes a su empleo y los costos de aplicación de cada uno de ellos. A veces las decisiones metodológicas implican premisas estrictamente éticas, como las que excluyen la aplicación de determinados méto-
• dos (por lo demás eficientes) para el estudio de sujetos humanos. El plan metodológico finalmente escogido resulta de la interacción de consideraciones empíricas referentes a la exactitud y determinadas premisas normativas, axiológicas.
Otro tipo de premisa —los teoremas ("leyes") analíticamente válidos de la lógica formal o matemática— se utiliza en el proceso de razonamiento, en la transformación de las consecuencias lógicas o matemáticas de un cuerpo de información en otro, en deducciones, en la inferencia de proposiciones nuevas a partir de las que han sido ya verificadas, etc. A veces estas leyes o teoremas del pensamiento lógico son tan simples (o estam o s tan avezados a su aplicación) que los aplicamos en forma totalmente inconsciente. E n otros casos son tan complejos que empleam o s los ordenadores más potentes de que disponemos para poder seguir correctamente (y con suficiente velocidad) las vías prescritas
de razonamiento formal que tienen su origen en ciertas tautologías de la lógica y las matemáticas.
Las "visiones" d e la realidad social c o m o fuente de supuestos filosóficos
L o antedicho demuestra únicamente que las ciencias se desarrollan, en efecto, de manera acumulativa, de suerte que los nuevos problemas ofrecidos a la investigación surgen del estado del saber en las distintas disciplinas, y nuevas metodologías se esfuerzan por aplicar el conocimiento positivo de la realidad para habilitar herramientas de investigación m á s eficientes. N o demuestra que la filosofía. —ontologia.o epistemología— contribuya en absoluto a tales fines.
Pero el cuerpo de saber acumulado sólo depara las premisas para el planteamiento de nuevas cuestiones si éstas no son espectacularmente nuevas o, en otras palabras, si el > proceso de desarrollo es lo que K u h n llama "ciencia normal". El desarrollo de la "ciencia normal" es bastante seguro, porque se desenvuelve en el marco de paradigmas recibidos y aceptados; las nuevas cuestiones pueden basarse, así, en supuestos empíricos bien comprobados. Si las cuestiones son tan nuevas que las respuestas podrían constituir una "revolución científica", entonces los correspondientes supuestos no pueden hallarse, por lo común , en el cuerpo de saber científico ya verificado. H a y que ir más allá de este saber y aventurar algunas conjeturas audaces, más o menos hipotéticas, sobre la naturaleza de la realidad.
¿Qué representan tales conjeturas, en el momento de ser formuladas, al abrir camino a cuestiones científicas básicamente nuevas? Cabría decir que no son más que hipótesis científicas audaces en el nivel de generalidad más alto, que estimulan la formulación de hipótesis de nivel inferior. Pero si examinam o s atentamente la historia de la ciencia en su relación con la historia de la filosofía, parecerá más razonable decir que muchos de tales supuestos han sido meramente tomados de la filosofía o podrían ser clasificados con ella. Las "visiones" de la sociedad c o m o un orga-
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nismo se remontan m u y atrás en la historia, pero la antropología c o m o ciencia hubo de esperar a que Malinowski y Radcliffe-Brown utilizaran tales ideas c o m o puntos de partida para establecer principios explicativos en estudios empíricos. N o cabe la menor duda de que la idea de verstehen, tal como la formuló Dilthey, pertenecía a la filosofía, pero todos sus usos posteriores para explicar fenómenos sociales concretos y para elaborar las metodologías correspondientes pertenecen a las ciencias sociales. Es sumamente difícil señalar la frontera entre filosofía y teoría empírica "positiva" en el pensamiento de Karl Marx , pero no hay duda de que la dialéctica hegeliana, transformada por Marx en "dialéctica materialista", desempeñó un importante papel en su reflexión empírica sobre la sociedad, guián-dolo en la formulación de hipótesis verifica-bles acerca de las relaciones entre estructura de clases, conflicto de clases y otros aspectos de los fenómenos sociales.
¿ Q u é sucede cuando la teoría o la investigación generada a partir de tales supuestos filosóficos funciona realmente? Ello implica que los supuestos pueden considerarse indirecta y parcialmente —es decir, sólo inductivamente— confirmados por los descubrimientos empíricos, mediante los cuales se corrobora la teoría. La validez de los supuestos filosóficos iniciales queda entonces demostrada, al m e nos respecto a aquellos segmentos de realidad donde la teoría funciona. Pero esto sólo se aplica a las proposiciones filosóficas que guardan una relación lógica directa o indirecta con las cuestiones de la teoría o el esquema conceptual de la realidad.
E n principio podríamos intentar formular estos supuestos filosóficos, hipotéticos, conform e a la regla de parsimonia máxima, es decir, postulando sólo lo absolutamente necesario para el estudio de las nuevas cuestiones; por ejemplo, postulando la existencia, o posibilidad de existencia, de determinadas entidades nuevas, la posibilidad de que puedan interrela-cionarse en una forma dada, de que puedan cambiar o mantenerse estables, y nada m á s . Si la investigación depara respuestas sensatas, ello significaría, por añadidura, que directa y
parcialmente confirma —o por lo menos no desmiente— la validez empírica de aquellos supuestos en que se basaban las cuestiones.
Pero, c o m o sabemos, la parsimonia no es el m o d o de proceder más típico de la mente humana en esta fase preteórica —y más creativa que ninguna otra— del pensamiento científico. Tampoco le gusta limitarse a formulaciones estrictamente verbales de dichos supuestos, ni a procedimientos rigurosamente lógicos en su formulación. Al pensar en la posible existencia de fenómenos básicamente nuevos, utilizamos con mayor frecuencia la imaginación y nuestra tendencia a visualizar las cosas que nuestro pensamiento verbal y lógico. U n neurofisiólogo diría que la fase creativa, preteórica, de un estudio científico básicamente nuevo moviliza mucho más el hemisferio derecho (imaginativo y espacial) del cerebro, que el izquierdo, considerado como la sede de la lógica.y la verbalización. Por eso las nuevas teorías y campos de estudio se presentan tan a menudo en forma de "imágenes" y "visiones", y por eso se dan también tantas metáforas espaciales en tales visiones. Estas metáforas suelen pasar casi siempre al lenguaje teórico: los grupos ocupan posiciones "superiores" o "inferiores" en la estructura social, aun cuando se sabe que en realidad no difieren en ubicación espacial; los sistemas son visualizados c o m o estructuras compuestas o recuadros relacionados por flechas, aun cuando sus elementos sean propiedades abstractas de estos sistemas y las interrelaciones entre los mismos no guarden la menor semejanza con las conexiones de un televisor.
A u n cuando se formulen vagamente, y se parezcan m á s a representaciones gráficas que a hipótesis proposicionales, estas visiones suelen estimular una cierta actividad. estrictamente científica, sugiriendo tanto las cuestiones c o m o las hipótesis. Pueden determinar un enfoque de la realidad estudiada, entendida c o m o un conjunto de cuestiones que investigar, sin más ; en consecuencia, tales visiones o nociones vagas pueden conducir finalmente a teorías proposicionales.
Las visiones de esta índole son por lo
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"Modelos ontológicos": un filósofo inscribe un hombre y una mujer en diversas figuras geométricas (siglo XVIl). Snark/D.N.
c o m ú n "estructurales" e incluyen determinados componentes de las totalidades visualizadas. Estos componentes pueden luego ser designados mediante los conceptos del nuevo enfoque (si han sido correctamente conceptua-lizados) o al m e n o s por una cierta terminología teórica, cuyo significado se hace m á s o m e n o s claro. Estos conceptos constituyen las verbalizaciones de la estructura de aquellos aspectos de la realidad social en que se centra el interés del enfoque; constituyen un patrón clasificador o marco de referencia en el que se ubican los fenómenos y del que toman sus significados m á s o m e n o s teóricos.
Pero las "visiones" y sus verbalizaciones finales pueden comprender también, explícita o implícitamente, relaciones entre fenómenos, a los que transforman así en estructuras interconectadas. Estas parecen ser las auténticas proposiciones, iguales a los elementos de los enfoques, pero rara vez pueden ser clasificadas c o m o proposiciones generales. Parecen serlo porque su grado de generalidad ha sido exagerado. E n realidad, suele tratarse de las denominadas "proposiciones elípticas" que requieren, para su verificación, indicaciones suplementarias, que expresen en qué medida , dónde y bajo qué condiciones son verdaderas.
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Por lo c o m ú n , la formulación apropiada deberá ser: " X algunas veces se relaciona con Y " o " X puede estar relacionada con Y " , etc.
Pero estas proposiciones que presumen la existencia, o aun la posibilidad de existencia, de ciertos fenómenos y posibles relaciones, pueden desempeñar el papel de supuestos que nos permiten formular los problemas de la investigación, que determinan el estudio de fenómenos desde ese ángulo particular, así c o m o las hipótesis que son luego empíricamente verificables (en la medida en que nos es dado verificar cualquier proposición general).
Si las "imágenes" de los fenómenos que intervienen en un enfoque dado son suficientemente detalladas, puede ocurrir que, desde un punto de vista estrictamente lógico, sólo se necesiten algunos de sus elementos como, supuestos de aquellas nuevas cuestiones que conducen a investigar las hipótesis, mientras que otros pueden no ser necesarios. Ahora bien, aunque innecesarios para el estímulo directo de la ciencia, pueden servir para aclarar otros elementos que son supuestos directos de nuestras preguntas o, por lo menos , pueden ser psicológicamente necesarios c o m o elementos de una nueva Gestalt que permita contemplar lo ya conocido de una forma básicamente nueva, c o m o a m e n u d o hace la filosofía.
Durante por lo menos veinticinco siglos de tradición intelectual europea (y probablemente más en otras culturas), la filosofía ha desempeñado una función de exploración, esforzándose por decir algo sobre la naturaleza, el origen, el funcionamiento y la evolución, del m u n d o o de aquellos de sus componentes que cautivaban la atención de los filósofos, aun cuando la ciencia tuviera poco que decir acerca de ellos. A u n q u e por lo c o m ú n sean más bien especulativos, imprecisos y a veces casi nebulosos, los productos del pensamiento filosófico proporcionaron no obstante algún conocimiento (verdadero o no), satisfaciendo con ello la curiosidad de la mente humana y desempeñando también una función esencial al estimular las investigaciones y teorías científicas. Así, algunas suposiciones filosóficas fueron verificadas c o m o
teorías científicas, pero otras evidentemente resultaron ser falsas con arreglo a la investigación que habían estimulado. L a historia de la ciencia a lo largo de los últimos veinticinco siglos ilustra ampliamente dicho proceso; casi todas las disciplinas científicas nacieron de la especulación filosófica y evolucionaron a par-, tir de ella (las demás nacieron de competencias prácticas), demostrando de ese m o d o que, en parte al menos , estaba bien fundada.
L o m i s m o puede afirmarse con respecto a la filosofía social y las ciencias sociales de ella emanadas. N o basta decir que las visiones de la realidad social postuladas por diversos enfoques, o al menos algunos de sus elementos más especulativos, pertenecen al ámbito de la filosofía. El pensamiento filosófico tradicional se dividía, por lo c o m ú n , en varias ramas: gnoseología, ontologia y axiología. Las "visiones" que aquí nos ocupan incluyen, en forma m á s o menos disfrazada, estas tres ramas. E n primer lugar, suelen decir algo sobre el proceso de cognición del m u n d o social; con ello abrazan supuestos estrictamente gnoseológicos, que por lo general vinculan el enfoque adoptado con su metodología específica. E n segundo lugar, las imágenes de los fenómenos que incluyen o implican también los conceptos de este enfoque y guían —conceptualmente al m e n o s — la formulación de los problemas de investigación y de hipótesis más o menos generales pertenecen casi siempre a la ontologia del m u n d o social. Por último, estos enfoques llevan aparejados, explícita o implicitamente, determinados supuestos normativos, axiológicos, que confieren a los diversos elementos o aspectos de las "visiones" sus valores positivos o negativos.
Supuestos filosóficos de la metodología de la investigación científica
Los supuestos empíricos y ontológicos también tienen su importancia para la metodología de la investigación. E n primer lugar podemos decir que, en la medida en que los
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métodos de estudio incluyen la formulación del problema objeto de investigación, o están determinados por ella, en su elección o su carácter, las repercusiones de estos supuestos alcanzan a la metodología de la investigación.
Se considera que el "método de investigación" implica o lleva aparejadas cuestiones de una clase especial, incluidos conceptos especiales para formularlas. El análisis que hace Robert Merton de las "funciones manifiestas y latentes" es, sin duda, una contribución a la "metodología funcionalista". L o que aporta —junto con el resultado de algunas reflexiones sobre la naturaleza de la realidad social— son ciertos conceptos mediante los cuales pueden plantearse tipos especiales de preguntas funcio-nalistas. Estas conducen a la formulación de explicaciones o teorías funcionalistas referentes a ciertos fenómenos sociales específicos. La metodología marxista consiste fundamentalmente en hacer preguntas marxistas utilizando conceptos particulares, porque se adopta una visión marxista de la realidad social en la que estas cuestiones y conceptos tienen su raíz. Ninguno de estos enfoques es m u y esclarecedor con respecto al m o d o en que los conceptos y las preguntas correspondientes son transformados en un plan de investigación concreto, ni a qué datos o herramientas de investigación se emplean para verificar hipótesis y proposiciones. Por otra parte, la metodología de la práctica de encuestas, que constituye un plan de investigación detallado que hace intervenir todas las técnicas de obtención y análisis de datos, parece basarse en el supuesto de que el objeto de estudio es un agregado bastante inconexo de personas cuyo pensamiento y conducta dependen principalmente de sus características individuales. Esto corresponde a la filosofía del conductismo pluralista antes que a ningún sistema coherente en que el comportamiento se rija sobre todo por la interconexión entre los individuos, y en el que acciones y reacciones vengan además determinadas por la red de condicionamientos sistemáticos, lo cual, naturalmente, puede suponer una diferencia radical para la metodología de la investigación.
¿ Q u é decir de los métodos de acopio de
datos o de comprobación de las hipótesis mismas? E n su mayoría parecen basarse en algunos supuestos básicos respecto de la naturaleza de los fenómenos estudiados. Al adoptar un método de evaluación indirecta del intelecto de los individuos (ya sea mediante cuestionario de encuesta o a través de entrevista clínica: test proyectivo para medir la ansiedad o test de inteligencia para evaluar las facultades expresivas), estamos admitiendo (con Dilthey) el hecho de que los seres humanos piensan (o por lo menos que pueden pensar) y de que el investigador puede tener acceso indirecto, pero en cierto m o d o válido, a los contenidos de sus mentes. Ahora bien, para emplear cualquiera de los métodos antes mencionados, no basta con suponer que "puede comprenderse a las personas". Tenem o s que hacer muchas suposiciones adicionales acerca de las condiciones en las que se logra esta comprensión, la posibilidad de comunicación lingüística (o de otras clases) entre el investigador y sus sujetos en condiciones dadas, las circunstancias en que los individuos se sienten libres de inhibición para revelar lo que realmente piensan, etc. La mayor parte de estas suposiciones son empíricamente verificables pero, todas ellas, pueden hacerse únicamente si son válidos los supuestos más generales con respecto a la posibilidad y la necesidad de comprender lo que pasa en la mente de los seres humanos . Otro tanto cabe decir de muchas otras situaciones en las que las condiciones filosóficas que constituyen el marco m á s general de referencia para la interpretación se entrelazan con enunciados empíricamente controlables (y controlados) acerca del fragmento de m u n d o estudiado. Al adoptar un método para determinar conexiones causales entre variables, ya sea un experimento de comparación transcultural, un "análisis de la trayectoria" de datos biográficos o un análisis multivariante tradicional, damos por supuesto (las más de las veces, implícitamente) que los fenómenos, o por lo menos algunos de ellos, pueden estar causal-mente interrelacionados. Sin esta suposición, ningún intento de descubrir nexos causales tendría sentido.
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Pero, además, se saben muchas m á s cosas sobre las situaciones. Se sabe, por ejemplo, si las variables son cuantitativas; si puede uno postular causación de una sola dirección o retroacciones causales con interdependencias mutuas; si es razonable creer que las variables incontroladas externas (errores) son independientes unas de otras o parece m á s aconsejable postular relaciones de dependencia estadística entre ellas; si es posible seleccionar grupos experimentales y de control al azar o si deben tomarse en sus agrupamientos o series naturales. Todos estos elementos (que pueden, desde luego, ser empíricamente c o m probados o manipulados) tienen consecuencias esenciales tanto para la elección del método de análisis causal c o m o para cuanto atañe a las conexiones causales entre los fenómenos estudiados. Implica que se utilicen conocimientos empíricos en el contexto de una doctrina filosófica de la causalidad social más amplia.
Examinemos un poco más detenidamente las relaciones entre los supuestos, por una parte, y los métodos de investigación por la otra. Suponiendo que busquemos resultados suficientemente ceñidos (=) a las características o relaciones que se dan en el m u n d o real, podemos designar los resultados del estudio por R e , representando por R m la naturaleza de las cosas tal c o m o son en el m u n d o de la realidad. L o que buscamos es un método que arroje el resultado de R e — R m . Designamos entonces el método aplicado por M, y los supuestos con arreglo a los cuales presumimos que el método M produce resultados suficientemente ceñidos a las características del m u n d o real lo designamos por SM. Esquemáticamente, las relaciones que se dan entre ellos pueden entonces representarse así:
( S M - M - ^ ( R c = R m )
M á s sencillamente, si los supuestos son correctos, el método conducirá a resultados correctos. E n algunos casos sabemos que los supuestos de nuestro método son correctos porque han sido ya verificados en experimentaciones anteriores o pertenecen al acervo del saber c o m ú n . Algunos ejemplos de este tipo se han dado ya anteriormente.
Por otra parte, muchos métodos no están basados en supuestos cuya validez esté demostrada o pueda demostrarse. N o hay m o d o de verificar, en última instancia, si el individuo piensa realmente. Pero si desecháramos este supuesto, tendríamos que inventar una filosofía del m u n d o social diferente y probablemente complicadísima para explicar lo que puede explicarse mediante el "modelo de la inteligencia humana de Dilthey".
N o obstante, a veces se reinterpretan totalmente los datos reunidos y las generalizaciones aceptadas, lo que viene a constituir un cambio básico de "paradigma" o "revolución científica". Entonces se forjan nuevos supuestos, los cuales pueden modificar el significado de todos los descubrimeintos previos y la validez indicativa de muchos instrumentos y técnicas de investigación. Afortunadamente, las revoluciones científicas no ocurren con frecuencia. Mientras prevalezca el viejo paradigma, seguirá desenvolviéndose el proceso normal merced al cual muchos elementos de lo que originalmente no era sino tentativo e hipotético, m á s filosófico que teórico, se transforman poco a poco en ciencia positiva. Esto vale para los supuestos en que se basan las cuestiones del paradigma aceptado tanto como para las conjecturas hipotéticas en las que se fundan la construcción de instrumentos de investigación y la validación de métodos científicos. D e esta manera, algunos elementos de las visiones o modelos ontológicos de la realidad son transformados en proposiciones científicamente verificadas, otros son rechazados por la investigación, mientras que una tercera categoría permanece en la filosofía, de donde procede.
Podemos distinguir dos clases de "modelos ontológicos" de los aspectos o componentes de la realidad estudiada. El primero consiste en aquellas imágenes que están estrictamente relacionadas con ciertos aspectos sustantivos de la realidad, por ejemplo, la presunción de la existencia de clases sociales, mentes humanas , etc. La mayor parte de los enfoques que se hallan en el origen de muchas teorías pertenecen a esta categoría de m o d e los ontológicos sustantivos, y sus conceptos
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designan fenómenos humanos o sociales específicos, m á s o menos claramente definidos, aun cuando éstos sean m u y generales.
Otro tipo de modelo ontológico es estrictamente formal, o sea exento de contenido. Los conceptos no denotan ningún fenómeno sustantivo particular, por cuanto se refieren a cualquier fenómeno del ámbito de cualquier ciencia que se ajuste a sus supuestos formales. Para formularlos, se emplean exclusivamente instrumentos formales, lógicos. La tipología de las relaciones estadísticas propuesta por Lazardsfeld, por ejemplo, constituye un modelo estrictamente formal de un proceso causal multivariante que podría ser válido para cualquier conjunto de variables atribui-bles a un agregado no estructurado de elementos, ya sean acumulativas o interactivas, paralelas u ordenadas en una cadena causal, etc. La reducción de una relación o teoría a otra puede funcionar en cualquier ciencia, pero antes de que se establezca la prueba de su aplicabilidad a un campo determinado, no es sino un modelo ontológico abstracto, exento de contenido, de cualquier realidad imaginable que se ajuste a él. Algunas de las formulaciones más abstractas del "funcionalismo" (por ejemplo, las de Ernest Nagel) son ejemplos típicos de enfoque formal, como lo son algunos análisis de la dinámica de determinados procesos.
Algunas ciencias especializadas como la cibernética y la teoría general de los sistemas, construyen lo que llamo modelos ontológicos de fenómenos posibles, a tal punto que llegan a ser estrictamente formales, es decir, exentos de toda referencia a una ciencia propiamente empírica. E n otros casos, se puede sospechar que la preocupación por el contenido manifestada por los autores de un determinado tipo de modelo matemático de fenómenos sociales o de un sistema cibernético es un pretexto para reivindicar el carácter empírico de su labor, cuando en realidad están mucho más interesados en la construcción de mundos lógica o matemáticamente posibles.
La distinción que he propuesto anteriormente es m á s bien analítica, porque en los enfoques reales de fenómenos sociales los
supuestos sustantivos y los "estructurales" formales por lo general se dan juntos y están mutuamente interrelacionados. A u n las "visiones" más simples presuponen que las variantes postuladas por un modelo causal constituyen un agregado poco estructurado de causas.
La necesidad de "ontologias
de alcance medio"
Los supuestos examinados —tanto los empíricos c o m o los filosóficos— deben ser válidos al menos para un sector de la realidad estudiada. ¿Merecen realmente ser llamados supuestos filosóficos? Por lo común se admite que la filosofía, y sobre todo la ontologia, tratan de las características más generales del m u n d o . C o m o observa Barry Hindess, citando a Winch: "La diferencia entre los fines respectivos del científico y el filósofo pueden expresarse c o m o sigue: Mientras que el científico investiga la naturaleza, las causas y los efectos de cosas y procesos reales concretos, el filósofo se interesa por la realidad c o m o tal en general."17
Esto expresa bastante bien la aspiración de los filósofos a la validez universal de sus juicios. El término "ontologia" entraña la noción de un conjunto de conceptos, en cierto m o d o universal y sin exclusiones, que abraza la totalidad de la realidad social, con un campo de aplicabilidad sumamente amplio. Pero si recordamos que estos modelos ontológicos son meros suplementos de un saber necesariamente parcial, que son añadidos por la intuición y la imaginación a lo que se sabe sobre distintos aspectos o fragmentos de la realidad, o que estimulan esas visiones fragmentarias del saber científico, entonces c o m prendemos que los modelos ontológicos no abarcan totalidades, sino meras visiones parciales de la realidad social desde un punto de vista particular. Algunas perspectivas filosóficas contemporáneas aplicadas en sociología comparten con las filosofías tradicionales — o por lo menos compartían hasta hace poco tiempo— su pretensión de validez universal y
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definitiva y su postulado de verdad total, esto, al m e n o s , según algunos de sus adeptos. Así, el psicoanálisis es la verdad última en psicología para quienes creen que Freud dijo todo lo esencial acerca de la mente humana. Por lo tanto, cualquier intento siquiera sea de complementar a Freud constituye un peligro de revisionismo. Para los creyentes en la etnome-todología, el análisis multivariante de respuestas a cuestionarios normalizados es una pseu-dociencia, y viceversa.
Por otra parte, los modelos ontológicos que ven las sociedades desgarradas por conflictos internos son tan parciales como los que se centran principalmente en sus fuerzas integradoras. Sí las célebres "teorías de alcance medio" de Merton pudieran ampliarse, tendríamos por analogía la noción de "ontologias de alcance medio", es decir que sería posible introducir modelos filosóficos de los fenómenos sociales con enfoque parcial, mutuamente complementarios.
Por fortuna, algunos de tales enfoques "ontológicos" del m u n d o social son conscientemente parciales, y en consecuencia suele dárseles el nombre de "modelos". U n científico que presenta un "modelo" como punto de partida de la investigación empírica puede empezar con algunos supuestos de sentido c o m ú n sobre la existencia de objetos o de sus características, o puede recurrir a supuestos basados en investigaciones anteriores. Luego habitualmente procede a una reestructuración conceptual, definiendo algunos conceptos nuevos, por lo común enumerando variables que aparentemente vengan al caso e indicándolas mediante algunos "recuadros". Por último, dibuja flechas entre dichos recuadros y deja pendiente la cuestión de los valores a obtener para determinadas variables, o si éstas se interrelacionan en cada caso concreto y con qué intensidad. D e esta manera el enfoque, el "modelo", define la estrategia de la investigación. U n científico no se sentiría defraudado si la investigación revelara algunas relaciones constantes generalizables entre las variables: esto implicaría una buena teoría proposicional. Pero sin duda no llegaría a pretender que su modelo constituye un enfoque universal
para explicarlo todo, desde la lucha de clases a la formación de mecanismos de defensa del inconsciente. El carácter parcial de todo modelo ontológico es evidente.
Otro tanto cabría decir de casi todos los demás supuestos ontológicos respecto a los problemas y las metodologías de investigación en la ciencia en general y en las ciencias sociales en particular. H a y sociedades en las cuales tiene más sentido presumir que el conflicto es la característica esencial de las relaciones entre distintos grupos, y otras en que la idea de armonía cuadra mejor y puede conducir a la formulación de hipótesis más fructíferas para la investigación. Existen pautas de comportamiento con respecto a las cuales tiene sentido suponer que han sido condicionadas por premios y castigos externos, y otras que son fruto de una intensa reflexión moral o social en el curso de un prolongado proceso de adopción de decisiones. E n algunas situaciones, es mejor trabajar sobre el supuesto de encontrarnos frente a un agregado de individuos y otras en que aprendem o s más dando por supuesto que tratamos con un sistema social coherente.
L o mismo puede decirse de casi todos los supuestos generales. La opción entre reduccio-nismo y holismo puede finalmente resultar ser una opción espuria: en algunos ámbitos de realidad podemos hallar interconexiones entre leyes o teorías a distintos niveles, mientras que otras teorías no presentan ninguna interre-lación reductiva, aun cuando esto no estuviera previsto. Tal es la situación en la ciencia contemporánea, en la que abundan tanto las conexiones reduccionistas c o m o las lagunas o baches en este sentido. L o mismo puede resultar ser cierto por lo que atañe al supuesto de causalidad. Nos hemos acostumbrado a las explicaciones en términos causales en situaciones complejas, pero no podemos explicarlo todo de esa manera. E n física existen dos teorías básicas: la geometría de la relatividad estrictamente determinista y la teoría básicamente indeterminista de los quanta.
Casi todas las demás alternativas filosóficas de nivel inferior enumeradas al comienzo de este artículo son inequívocamente espurias
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c o m o alternativas disyuntivas. C o m o ya se ha señalado, son complementarias en el sentido de que distintos fragmentos de la realidad social pueden satisfacer los supuestos de diferentes escuelas filosóficas (ontológicas). Pero su complementariedad puede llegar aún m á s lejos. Si los dos polos de una "dimensión" determinada de problemas no son definidos de tal m o d o que uno de ellos constituya una simple negación lógica del otro (o, dicho de otra manera, cuando su existencia simultánea en un determinado fragmento de realidad sea lógicamente imposible), pueden perfectamente existir casos respecto a los cuales el postulado de validez concomitante de supuestos considerados c o m o mutuamente excluyen-tes esté justificado y sea teóricamente fructífero. Cabe suponer, por ejemplo, que los procesos del pensamiento h u m a n o pueden entenderse c o m o parcialmente racionales y parcialmente irracionales —según los distintos significados de estos términos—, para intentar con ello explicar las creencias e ideologías de los diversos grupos. A veces también es lícito suponer que, en una determinada sociedad, obran intensamente las fuerzas cohesivas al par de las conflictivas, mientras que en otra no parecen hallarse en acción ni cohesión ni conflicto, porque los diferentes grupos e individuos se asemejan más a un agregado inorgánico que a un sistema caracterizado por fuer
tes retroacciones internas, tanto positivas c o m o negativas.
El hecho de que, en la tradición de la filosofía de la ciencia (o en algunas disputas metodológicas o filosóficas esenciales, en sociología), dos suposiciones "opuestas" se consideren mutuamente excluyentes, requi-riéndose con ello una "opción filosófica" en favor de una o de otra, no quiere decir que, sean empíricamente contradictorias, en tanto no lo sean en el plano de la lógica. Sólo a partir del saber empírico o de conjeturas filosóficas (ontológicas) m á s o m e n o s intuitivas, puede decidirse si, con respecto a cada caso particular considerado separadamente, o con respecto a una clase entera de casos generalmente definidos, una, ambas o ninguna de las posiciones ontológicas "opuestas" puede ser fuente de supuestos válidos y fructíferos para formular problemas de investigación m á s precisos y un plan de investigación m á s complejo. Y corresponderá a los estudios empíricos sucesivos, que apunten a verificar hipótesis o a responder a la cuestión inicial, poner de manifiesto hasta qué punto una o m á s "opciones ontológicas" que algunos creían mutuamente excluyentes resultan ser válidas para los casos estudiados o para los sectores de realidad más amplios que nos circundan.
Traducido del inglés
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Notas
1. W . E . Snizek, E . R . Fuhrman y M . K . Miller, Contemporary issues in theory and research—a metasociological perspective, p. vii, Connecticut, Greenwood Press Westport, 1979.
2. J. H . Turner, The structure.of sociological theory, p. 9, The Dorset Press, 1979.
3. Véase M . Brodbeck (dir. publ.), Readings in the philosophy of the social sciences, Nueva York, 1968; S. N o w a k , Understanding and prediction—essays in the methodology of social and behavioral theories, Dordrecht (Países Bajos), D . Reidel Publ. C o . , 1976. Véase también: Snizek y otros, op. cit.; P. Sztompka, Sociological dilemmas-toward a dialectical paradigm, Academic Press, 1979; D . E m m e t y A . Maclntyre (dir. publ.), Sociological theory and philosophical analysis, The MacMillan C o . , 1970.
4. Para una discusión detallada de este problema véase 5. N o w a k , "Concepts and indicators in humanistic sociology", Understanding..., op. cit.
5. Para una discusión excelente de este problema, véase M . Brodbeck, "Methodological individualism, definition and reduction", en M . Brodbeck, op. cit. Véase también J. Coleman, "Properties of collectivities", en J. Coleman, A . Etzioni y J. Poster,
Macrosociology, research and theory, Boston, 1970; R . C . Bealer, "Ontology in American sociology", en Snizek y otros op. cit.
6. Véase E . Nagel, "Reduction of theories", The structure of science, Nueva York, 1961. Véase también S. N o w a k , " A logic of reductive systematizations of social and behavioral theories", Understanding..., op. cit.
7. S. N o w a k , "Comparative social research and the methodological problems of sociological induction" y "Causal interpretation of statistical relationships in social research", Understanding..., op. cit.
8. D o n Martindale, The nature and types of sociological theory, Boston, 1960.
9. P . Sztompka, System and function, toward a theory of society, Academic Press, 1970. Véase también J. W . Sutherland, A general system philosophy for the social and behavioral sciences, Nueva York, 1973.
10. Véase un análisis de este problema en G . C . Hempel , "Explanation by reasons", Aspects of scientific explanations, Nueva York, 1965.
11. P. Sztompka en su libro, Sociological dilemmas, p. 28, discute la siguiente lista de los que él llama "dilemas metodológicos": "1. Naturalismo/ antinaturalismo;
2. Reduccionismo/ antirreduccionismo; 3. Cognoscitivismo/ activismo; 4. Neutralismo/ axiologismo; 5. Pasivismo/autonomismo; 6. Colectivismo/ individualismo."
12. Véase S. N o w a k , "Empirical knowledge and social values in the cumulative development of sociology", Understanding..., op. cit.
13. B . Hindess, Philosophy and methodology in the social sciences, p. 2, The Harvester Press, 1977.
14. B . Hindess, op. cit., p. 4.
15. Véase otra formulación de los puntos de vista siguientes en S. N o w a k , "Approaches, theories and sociological subdisciplines", en T . Bottomore, S. N o w a k y M . Sokolowska (dir. publ.), Sociology, the state of art, Sage Publications, 1983. Para un análisis de la naturaleza de los supuestos en la inducción, véase S. N o w a k , "Logical and empirical assumptions of validity of induction", Understanding..., op. cit.
16. Huelga decir que, en las ciencias sociales, el problema de la investigación suele formularse una vez que se han recogido y analizado los datos, pero entonces se trata más bien del "problema del informe de la investigación" y no del estudio propiamente dicho.
17. B . Hindess, op. cit., p. 3.
El valor como factor de la acción social
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Emérita S. Quito
L a cuestión de los valores es tan compleja, y sin embargo tan c o m ú n , que constituye un objeto de debate en casi todos los campos del saber h u m a n o . L a lista de libros y artículos sobre la materia parece no tener fin. La ética no ostenta ya los derechos exclusivos sobre ella, pues las ciencias, tanto las físicas c o m o las sociales, se plantean abiertamente la pregunta: ¿pueden existir las ciencias sociales al margen de los valores?1 o ¿están exentas las ciencias físicas de los juicios de valor de los científicos al escoger éstos sus hechos y sus datos?2 El valor está siempre presente en todos los actos humanos conscientes y deliberados, y, no obstante, esta presencia es inaprensible, difícil de encerrar en una definición; m á s difícil aún es determinar su etiología y evolución. Para comprobarlo, basta con mirar la variedad de definiciones formuladas por una legión de filósofos y de teóricos de las ciencias sociales.3
Su gran complejidad, empero, proviene del hecho de que, si es verdad que el valor está siempre presente en todos los actos humanos conscientes y deliberados, debe dársele por supuesto; y si las ciencias no se hallan exentas de los juicios de valor, entonces los valores deben constituir por lo menos un dato científico m á s y ser por ello accesibles al
Emérita S. Quito es rectora del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Salle (Manila) desde 1965. En 1980 fue promovida a la cátedra de humanidades. Entre sus principales publicaciones cabe destacar. A new concept of philosophy (1967), Oriental roots of occidental philosophy (1975), y Homage to Jean-Paul Sartre (1981).
análisis científico. Es imposible, por supuesto, prescindir de los valores debido a su papel determinante en la conducta h u m a n a y a sus efectos de largo alcance en la acción social, pero la indefinibilidad del valor lo hace impenetrable al examen científico.
N o vamos a repetir aquí el prolongado debate sobre la cuestión de los valores. Nuestro c a m p o de indagación es filosófico, y c o m o va a tratar de determinar el origen, los niveles
y la amplitud del valor en la acción social, será también sociológico.
Cabe establecer desde el comienzo los siguientes principios: a) los valores de los individuos se recogen en los valores de la sociedad a la que pertenecen; b) los valores secundarios no pueden ser separados de la libertad h u m a n a ; c) los valores secundarios se modifican constantemente, cuando no se transfor
m a n radicalmente, en el transcurso de la vida h u m a n a .
Se trata fundamentalmente de saber si el valor concierne a la ética, o a "lo que debe ser", o si es lisa y llanamente un "cálculo de placer".4 N o cabe la menor duda de que estos dos puntos de vista son correctos, pues ambos se ajustan a nuestra experiencia. L o que no se ha debatido tan ampliamente es la existencia, en realidad, de dos niveles de valores humanos .
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Teoría de los valores
Los seres humanos poseen un hondo sentido de los valores acerca del bien y del mal o acerca de "lo que debería ser", que empieza a formarse en los albores mismos de la conciencia y continúa afirmándose durante los años formativos. Este nivel de valores es, para los moralistas, como una segunda naturaleza del hombre, un sistema de estimación de lo justo y lo injusto profundamente arraigado hasta la edad de 12 años,5 periodo después del cual ninguna instancia moral puede suplantarlo o recrearlo. Este nivel constituye el sistema ético humano de valores primarios, un superego freudiano que rige las acciones. Raras veces el individuo es consciente de este sistema ético tan hondamente implantado, y aun cuando lo fuera, no alcanzaría tal vez a comprender cómo se formó tal sistema, ya que ello acontece en la primera infancia, de la que no guarda el menor recuerdo.
Existe también otro nivel más superficial de valores secundarios de los que la gente sí es consciente porque es de formación más tardía. A este nivel ya no se efectúa la elección entre bien y mal, justo e injusto, negro y blanco, puesto que estas opciones se realizaron ya al nivel m á s profundo. A este nivel más superficial, los seres humanos actúan en una zona gris, una matizada gama de mejor o peor, de placer o sufrimiento, de conveniente o inconveniente, de ahora o luego, de aquí o allí, en suma, una escala de valores relativos, no de valores absolutos.
Este nivel secundario es la base inmediata de nuestras opciones, base que se halla a su vez enraizada en el nivel primario o más profundo, del que ya ni siquiera somos conscientes. El nivel superficial de valores no es permanente; el ser humano lo modifica conscientemente en el transcurso de su vida, a medida que adquiere nuevos conocimientos o experiencias. Sin embargo, ningún conocimiento o experiencia nueva puede conmover el cimiento de valores primario o más profundo, sólidamente constituido en la primera infancia. Mientras que dicho nivel más profundo es el pilar inconmovible de "lo que
deber ser", es en el nivel secundario donde se efectúan las opciones deliberadas en la vida posterior. E n la formación del nivel de valores primarios no interviene libertad alguna, puesto que es recibido de los padres, maestros o tutores, y de esta suerte pertenece al pasado que no puede ya ser revocado ni modificado. E n cierta manera, este sentido más profundo de los valores pertenece al inconsciente.
El valor desempeña un papel activo en el comportamiento humano intencionado. Cada objetivo propuesto, cada motivación a la que se responde, implica un valor. Por esta razón, las ciencias sociales no pueden desentenderse de los valores, ni más ni menos que la física no puede desentenderse de la energía ni las matemáticas emanciparse de la cantidad. Y por eso también las ciencias físicas no pueden considerarse exentas de los juicios de valor, porque el científico, sin darse plena cuenta de ello, basa su elección de datos en un sistema de valores que determina su grado de importancia. Gunnar Myrdal sostiene que las parcialidades o inclinaciones de los científicos están tan hondamente arraigadas que pueden deslizarse en los campos de investigación en todas sus fases.6 Así, un sistema de valores acompaña a todas las acciones humanas deliberadas.
¿ C ó m o forma inicialmente un individuo su sentido primario de los valores? El origen debe buscarse en la primera infancia. Cuando los niños son premiados o castigados antes de los 12 años, adquieren inconscientemente un sentido de los valores. Azotes y caramelos son determinantes de valores primarios. Hasta los 12 años, cuando aún no se ejerce una auténtica libertad, el niño forma su sentido primario de los valores, es decir de lo justo y lo injusto, del bien y del mal. Esto pasa a formar parte de su segunda naturaleza, pues el niño lo asimila tan naturalmente como la leche materna. E n la vida ulterior, este sentido de los valores puede quedar enterrado bajo gruesas capas de experiencia, pero subsiste en un nivel de conciencia más profundo.
Posteriormente, el individuo, consciente o inconscientemente, va creando una jerarquía de valores, pero siempre dentro de la escala primaria, o sea entre los dos extremos
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Relatividad (grabado de Escher). Snark.
de lo justo y lo injusto. El individuo establece una escala de satisfacciones, de conveniencias, de más o menos, de mejor o peor. Esta escala secundaria de valores puede evolucionar en el transcurso de la vida, y en efecto se modifica, y algunas veces se transforma radicalmente. Sólo en la edad provecta se estabiliza esta escala secundaria de valores, cuando las escalas primaria y secundaria finalmente coinciden.
Cuando el individuo pasa del seno familiar a una sociedad más amplia, la escala
secundaria sufre una rigurosa reevaluación. La censura, el ridículo, los elogios pueden modificar estos valores; la educación puede alterarlos en medida considerable. Cuando uno adquiere nuevos conocimientos, esta adquisición incide en la escala de valores secundaria. Nuevas percepciones, teorías, perspectivas, formas de conducta nuevas o alternativas rectifican o reforman la escala de valores del individuo adulto. Los medios de comunicación social son también susceptibles de manipularla. Si la televisión brinda fácil
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oportunidad de ganar un aparato electrónico sólo con comunicar por teléfono la respuesta correcta a una simple pregunta, si los periódicos ofrecen pingües recompensas por obligaciones fáciles de cumplir ¿cómo va a permanecer incólume la escala de valores? Si las retribuciones del trabajo son asequibles por otros medios, ¿podrá la ética laboral seguir reclamando una alta prioridad en la escala de valores? E n realidad, todo factor o acontecimiento, sea económico, social o político, incide en la escala de valores secundarios.
¿Conserva el individuo su escala de valores cuando se integra en la sociedad o grupo m á s amplio? "La institución no es sino la sombra dilatada del hombre." 7 "La praxis personal es el molde sintético del que debe emanar la acción c o m ú n . " 8
Contrariamente a la creencia general, un individuo nunca renuncia realmente a sus valores cuando se hace miembro de una institución, partido, groupo social, etc. La acción de grupo o colectiva es una yuxtaposición de acciones individuales. Sólo en medio de una muchedumbre , donde el individuo supedita su personalidad al grupo, pierde éste realmente su individualidad y, con ella, sus valores individuales.
U n individuo puede pertenecer a tres clases de grupos, y en cada uno de ellos mantiene sus valores en grados diferentes. La cohesión de los grupos depende en amplia medida de los objetivos de quienes los componen. H a y grupos que se forman a causa de una
identidad de propósito, c o m o un grupo de gente que espera para tomar un medio de transporte o que hace cola para entrar en el cine. U n a vez conseguidos estos simples propósitos, el grupo se dispersa. Es evidente que aquí la escala de valores secundarios se conserva íntegra.
H a y también grupos cuyo objetivo puede ser m á s difícil de alcanzar, c o m o en el caso de grupos revolucionarios que aspiran a derrocar un régimen político. La constitución de este grupo es espontánea porque emana de una voluntad profundamente arraigada, que ha llegado a hacerse habi
tual y que, por la misma razón, es menos consciente que en el primer grupo. Quienes forman un grupo de esta clase tienen un fin único, colectivo, que sólo puede lograrse merced a la acción colectiva, pero esta colectividad no rescinde los valores individuales.
H a y grupos que se congregan con miras a un beneficio o interés mutuo: instituciones, clubes sociales, partidos políticos, asociaciones o sindicatos pertenecen a esta clase. Sus objetivos no presentan ningún carácter de urgencia. Sus miembros se unen motivados por un interés social, que en el fondo es, en realidad, un interés o utilidad personal. Ésta es la auténtica base de las instituciones o colectividades cuyo objetivo es permanente. La utilidad social de las instituciones no se discute porque ninguna sociedad puede existir realmente sin la estabilidad que las instituciones le confieren. Al Estado, por ejemplo, puede considerársele una institución, porque los ciudadanos estiman deseable pertenecer al m i s m o , en la medida en que les dispensa protección y beneficios. E n la institución el individuo conserva íntegra su escala de valores.
¿Existen, entonces, valores capaces de movilizar a la sociedad en su conjunto? Por regla general, las personas que comparten una cultura, costumbres, una mentalidad, comparten también los mismos valores. Cada tipo de sociedad tiene una escala de valores común y, en consecuencia, un código común de comportamiento. El honor, para los japoneses, es un valor socialmente aceptado que puede inducirles a la autodestrucción voluntaria. L a defensa de la democracia y la justicia puede llevar a británicos y norteamericanos a la guerra. El atropello de los valores cristianos puede impulsar a los cristianos a la acción colectiva. L a reparación de agravios, la opresión, la injusticia desenfrenada son algunos de los motivos m á s apremiantes y espectaculares para la acción social. La desigualdad de los sexos en lo que hace a oportunidades de empleo y retribución salarial inspiró el movi-
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La escala de las facultades y su trascendencia (tomado de Utriusque Cosmi Historia, de Robert Fludd, 1619). Explorer.
miento de liberación de la mujer con miras a corregir estas anomalías.
Por regla general, los orientales (entendiendo por ello todos los asiáticos) difieren de los occidentales (es decir, europeos, americanos del norte y del sur) en cuanto a los valores reconocidos por sus respectivas sociedades.
El oriental se centra en la persona, mien
tras que el occidental se orienta m á s hacia las cosas, y estas orientaciones determinan sus juicios de valor y sus acciones conscientes.
El occidental valora la eficiencia y la productividad. C a d a esfuerzo realizado debe producir resultados m á x i m o s . D e ahí que el tiempo sea precioso para el occidental. C a d a "minuto inexorable" debe estar compuesto
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K'ung Fu-tzu (Confúcio), 551-479 A . C . Edimedia.
por sesenta segundos de esfuerzo. H a y una norma de excelencia que debe respetarse: el fallo en este empeño constituye una falta que debe censurarse.
L a confianza en sí mismo es otro de los valores occidentales. L a iniciativa personal es el ideal. El parasitismo a costa de la familia suscita desaprobación y reproches. C o m o consecuencia, los jóvenes abandonan el seno familiar tan pronto c o m o son capaces de sobrevivir por sí solos, y a la inversa, cuando los padres envejecen, son enviados a asilos de ancianos. El ciclo se reproduce cuando estos hijos son padres a su vez. L a glorificación de la eficiencia y la aparente incapacidad de algunos occidentales para conformarse a estos valores socialmente aceptados son causa de numerosos suicidios.
El oriental, en cambio, se interesa ante todo por la persona. Su consideración por los sentimientos humanos es el valor supremo, al que están subordinados todos los demás valores. El tiempo o la puntualidad no constituyen una norma. El zapatero o el sastre que ha
prometido terminar un encargo en un día y hora determinados puede disculparse con facilidad diciendo que estuvo ligeramente indispuesto y por lo tanto no pudo cumplir lo convenido. Esto no constituye ninguna calamidad en la cultura oriental: nadie se irrita porque sus zapatos o su camisa no estén listos a tiempo. L a paciencia es una característica oriental.
Otro valor vinculado a los sentimientos humanos o personales es la necesidad de "salvar las apariencias". E n Oriente, uno no pone nunca a una persona entre la espada y la pared. Siempre deja abierta una puerta para que el otro pueda salir airosamente del trance. A u n cuando una persona deje mucho que desear, se la trata con toda clase de miramientos. Se evitan siempre las situaciones francamente embarazosas.
El oriental vive centrado en la familia o el, grupo. Es esencial, para él, tener relaciones armoniosas con los demás. Aceptar sin discutir la voluntad de la mayoría es parte del sentido oriental de los valores. Las riñas o altercados destruyen la armonía de las relaciones humanas y por lo tanto no tienen cabida en el código de conducta oriental. A este respecto, la familia es soberana, y se honra y venera a los padres. C o m o fruto de este estrecho contacto con la familia, el oriental, por lo c o m ú n , no medra aisladamente o separado de la familia y con frecuencia llega a depender demasiado de ella. A u n cuando un hijo o hija puede permitirse ser independiente, permanece en el seno de la familia hasta que se casa, e incluso después del matrimonio, y continúa consultando a sus padres acerca de decisiones importantes. U n oriental no vive solo y por su cuenta. Prospera o cae con su familia.
¿Pertenecen estos valores orientales y occidentales al nivel primario o a la escala secundaria de los valores? Para comprobarlo con certeza, es necesario determinar si una persona actúa inconscientemente (instintivamente) o conscientemente (libremente). El sentido primario de los valores pertenece al inconsciente porque se formó cuando el niño no ejercía libertad propia ni poseía conciencia
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epistemológica. Cuando una persona actúa casi instintivamente, esto es, sin raciocinio, el acto emana del nivel primario de valores, y por ello mismo, de un "sentido de los valores", o de la falta de él. Cuando una persona obra con conocimiento y con noción epistemológica de las consecuencias de sus actos, entonces este obrar emana del nivel secundario y, en consecuencia de una "escala de valores".
La polémica relativa a la cuestión de los valores se basa en el argumento de que el hombre no siempre actúa con plena conciencia de estar obedeciendo a una escala de valores. E n realidad, algunas acciones, precisamente porque emanan del nivel primario, están totalmente desligadas de cualquier escala de valores. El sabio chino Confúcio estableció la diferencia entre yi y //.' U n a persona obra movida por yi cuando obra inspirada por un sentido de lo que es justo o "lo que debe hacerse en ese momento". Así, si salva a alguien que se está ahogando o se encuentra en cualquier otro peligro inmediato, actúa inspirada por yi, si no ha efectuado ninguna deliberación consciente previa. Si la salva, pero sólo después de haber determinado de quién se trata y sopesado el posible peligro para su propia seguridad, entonces actúa movida por li. Los actos de heroísmo realizados sin tomar en consideración la seguridad propia están inspirados por yi, mientras que las acciones movidas por afán de provecho o ganancia están inspiradas por li. Yi corresponde al nivel primario de valores, y li al secundario. Así pues, un mismo tipo de acto puede estar inspirado por yi o por li. U n acto consciente sin deliberación emana de yi o nivel primario de valores, y un acto consciente deliberado dimana de li o nivel secundario de valores.
Los valores orientales han estado siempre tan integrados en la urdimbre misma de la vida que no existe ya conciencia de ellos. U n oriental obra movido por yi cuando trata de "salvar las apariencias". Los valores occidentales también han llegado a formar parte de la segunda naturaleza de un occidental, de suerte que se condenan automáticamente la
pereza y la pérdida de tiempo y de energías. A u n q u e siempre hay excepciones, estos valores orientales y occidentales constituyen códigos de conducta no escritos. Cuando algunos occidentales y orientales infringen estos códigos, lo hacen, por supuesto, movidos por li.
Modificando un poco la doctrina confu-ciana, quizá convenga precisar que un adulto m u y raras veces actúa por puro yi. E n otras palabras, una persona no basa sus actos únicamente en el nivel de valores primario, lo cual implicaría que uno puede regresar a ese estado de inocencia en el que obra movido por una neta percepción del bien o el mal, o por "lo que debe hacerse". E n la vida adulta, el "deber ser" depende considerablemente de la situación, circunstancias, conveniencia, egoísmo, altruismo, nacionalismo, amistad y un sinfín de motivos más: en suma, depende de li. Estos motivos se aprenden del grupo o sociedad en que uno se integra. Rousseau afirmaba que el hombre es bueno solamente en estado natural, y que una vez que se incorpora a una sociedad es lentamente corrompido por ella, lo cual quiere decir que, sin sociedad, el ser h u m a n o conservaría su virtud original.
Esta teoría de la virtud original tiene que ser, no obstante, revisada. Los seres humanos no nacen ni buenos ni malos; nacen en un estado de tabula rasa en donde lentamente va inscribiéndose un "sentido de los valores" adquirido a través de los premios y castigos recibidos. U n niño que nunca es premiado ni castigado jamás desarrollará un sentido ético o un sentido de los valores profundamente arraigado. Será semejante a un animal, sin el menor sentido de lo justo y lo injusto, y vivirá como le plazca. Rousseau estaba en lo cierto, sin embargo, al postular que la sociedad puede corromper a un individuo, en el sentido de que éste efectúa reajustes en su escala de valores para amoldarse al comportamiento socialmente aceptado.
La escala secundaria de valores se forma dentro de la sociedad, esto es, en compañía del prójimo. Es , por lo tanto, un lustre de cultura, un barniz de civilización, una mera pátina que recubre los valores primarios. U n
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Las relaciones fluctuantes entre los valores religiosos y la ciencia: Galileo Galilei (1564-1642) es obligado por el tribunal de la Inquisición a abjurar la teoría de la rotación de la tierra, D . R .
salvaje crecido en la selva que jamás ha tenido el m e n o r contacto con seres humanos ni sociedad alguna no poseerá ni el sentido primario ni la escala secundaria de valores;10
una persona que ha vivido sometida a otra, aun en total aislamiento, puede formar y de hecho forma un sentido primario de los valores, pero difícilmente poseerá una escala secundaria de valores; en cambio, una criatura que, sin sumisión a autoridad en la edad temprana, se ve arrojada directamente en una sociedad, c o m o los niños abandonados a su suerte, sólo desarrollará una escala secundaria de valores que será frágil y sin fundamento. L a diferencia entre un niño que ha crecido bajo la protección de padres o tutores y otro que se encuentra librado a sí mi smo en la sociedad a edad m u y , temprana es que el primero siempre tendrá una base, un último
recurso, en caso de que la escala secundaria de valores falle, mientras que el segundo actuará sólo por oportunismo, porque no conoce otra manera de comportarse.
C o n harta frecuencia, la sociedad juzga según leyes que corresponden a normas de conducta prescritas, derivadas de principios claramente establecidos acerca de lo que está bien y lo que está mal. Estos principios son rígidos porque se basan en valores primarios; pero las acciones humanas , si bien se inspiran en los valores primarios, también obedecen a valores secundarios. Si los seres humanos obraran siempre movidos por el sentido primario de los valores, no podrían hacer nada malo. Tenía razón Sócrates cuando decía que "si el hombre conociera la ley, no la violaría". Dicho de otra manera, si el sentido primario de los valores fuera siempre la base de las
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La demostración de la rotación de la Tierra mediante el péndulo de Léon Foucault (1819-1868), en la catedral de St. Paul, en Londres. Camera Press.
acciones deliberadas, los seres humanos no incurrirían en yerro alguno. Obedecerían al imperativo categórico de Kant, según el cual un hombre debe porque debe. Infortunadamente, nunca se hallan los hombres en un estado primitivo en el que no existan convenciones, ni coacciones sociales, ni complicaciones humanas . El comportamiento h u m a n o está siempre supeditado a una sociedad y a sus valores, a los que el individuo debe amoldarse: "si a R o m a fueres, haz c o m o vieres", dice el refrán. El grado de adaptación de un individuo depende en gran medida de su mayor o m e n o r aptitud para ajustarse a los valores de la sociedad.
U n oriental puede encontrar una dificultad enorme en adaptarse a los valores occidentales, al igual que para un occidental es difícil adaptarse a los valores orientales. Pueden
hallarse fórmulas de compromiso sólo al nivel secundario, jamás al primario. Los primeros años de la vida son por consiguiente esenciales, pues los valores inculcados en esta fase no podrán nunca desarraigarse.
Filosofía de los valores
El nivel primario, sin embargo, no puede ser objeto de cuantificación, y por lo tanto de análisis. N o existe un patrón científico que permita determinar la profundidad y la extensión de los valores primarios. Las ciencias sociales aspiran a estudiar los valores para determinar el comportamiento h u m a n o , pero las motivaciones y los fines son sólo las consecuencias de los valores. Antes de fijarse un objetivo o ser motivado por él, el h o m b r e
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obedece a una escala de valores* o de prioridades previa. Las ciencias físicas buscan eliminar los juicios de valor del campo científico, por creer que los valores no tienen cabida en la ciencia. Sin embargo, el problema de los valores sigue planteándose en las ciencias, pues la elección de experimentos y de objetos de estudio está en sí misma cargada de valores. L a lista de obras publicadas sobre el tema es larga, porque los especialistas en ciencias sociales se empeñan en cuantificar lo incuantificable, mientras que los físicos se esfuerzan por analizar el valor con sus propios instrumentos. El proyecto está condenado al fracaso desde el comienzo.
Sólo la axiología, o filosofía de los valores, puede esclarecer la confusa discusión sobre esta materia, pues los valores tienen su raíz en la libertad. Si el hombre fuese un animal, sería fácil programar su conducta, pues los animales están estructuralmente orientados hacia valores inherentes a su especie, de los que no pueden apartarse. Los seres humanos , por su parte, se orientan hacia la felicidad y son libres de perseguir este objetivo con medios de su elección. Y aquí interviene una amplia variedad de imponderables que no pueden ser previstos ni programados. ¿Por qué una persona persigue incansablemente un objetivo? ¿Por qué no abdica frente a probabilidades adversas abrumadoras? Por el contrario, ¿por qué otros sucumben a la desidia ante la m á s ligera dificultad? ¿ O por qué un hombre trueca su fortuna y su reputación de toda una vida por unos pocos momentos o meses de placer? E n cada uno de los casos, ¿por qué valoran los humanos un bien más que otro?
C o m o señala Louis Lavelle, una escala de valores entra en juego cada vez que se aprecia una "desigualdad entre las cosas", o cuando una ha de ser antepuesta a otra, o ser juzgada superior o inferior.11 Por esta razón, los valores son siempre de carácter filosófico, porque implican siempre una elección, una opción, en las que interviene todo el arsenal de la cultura, la experiencia, la educación, las veleidades, los caprichos, etc.
Los teóricos de las ciencias sociales jamás
podrán agotar el tema de los valores, debido a la existencia de la libertad. Ninguna instancia humana puede predecir un acto futuro, un acto libre. Todas las ciencias humanas quedan reducidas a la impotencia cuando entra en juego la libertad, pues un individuo puede renegar de toda su escala de Valores en virtud de un solo acto supremo de libertad. Puede inclusive transgredir su sentido de los valores primarios. Los valores son principios rectores y referencias en materia de comportamiento, pero no son los únicos factores determinantes de la acción social, y ello se debe a que el hombre es libre. Trasciende así la sabiduría de la doctrina de Bergson: aquellos estados cuya esencia consiste en fluir, c o m o la vida, la conciencia, la libertad y la duración, jamás pueden ser comprendidos por el intelecto; sólo por la intuición.12 El intelecto aprehende aquello que puede detenerse o que ya sé ha cumplido, pero nunca lo que se halla en estado de flujo. Puesto que los valores no pueden desligarse de la libertad y de la conciencia, que están siempre en movimiento, se infiere que los valores son inescrutables para el intelecto.
Cuando el hombre se integra en una sociedad, lleva consigo su sentido y escala de valores. Así pues, la acción social está siempre teñida de libertad individual. Por esta razón, el comportamiento del hombre en sociedad será siempre un enigma. La cuestión del valor se reduce a una sola: "ser o no ser", y a esta pregunta puede responder únicamente el individuo, a solas o en sociedad. Contrariamente a la creencia general, la sociedad no reacciona c o m o tal. La sociedad está formada por individuos que disfrutan de libre albedrío o de una libertad de indiferencia. L a acción social, por lo tanto, es ante todo una acción individual. Marx tenía razón al decir que la existencia de seres humanos es "la premisa inicial de toda la historia humana". 1 3
Naturalmente, existe una interacción entre el individuo y la sociedad..La sociedad puede influir en el individuo à través de sus valores aceptados así c o m o el individuo puede influir en la sociedad por medio de sus reacciones a estos valores. L a socialización es un
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proceso complejo. Es la transmisión del conjunto de la cultura acumulada a lo largo de muchas generaciones, razón por la cual se prefiere hoy el término "aculturación".14 N o hay forma de medir el grado de reacción a esta aculturación, pues interviene siempre ese factor imprevisible que es la libertad.
Todas las ventajas de la tecnología moderna, toda la sutileza y la complejidad estadística de las disciplinas contemporáneas son impotentes cuando se enfrentan con una libertad irreductible. Quizá sea saludable para el hombre que no todas sus facultades puedan ser previstas o dirigidas por computadoras.
E n el siglo xx , la filosofía ha abandonado
muchísimo terreno a las ciencias sociales y físicas. E n las universidades, la filosofía deja lugar, en los programas, a materias más cuantificables. Y sin embargo, ¿abarcan realmente las ciencias todas las facultades humanas? Es evidente que, por ahora, la doble facultad del hombre de libre evaluación y libre decisión no ha podido ser medida y programada . La libertad y los valores son la esencia misma de la humanidad del hombre, lo que hacen de él lo que es. E n cierto sentido, puede m u y bien decirse: " Y o valoro, luego soy".
Traducido del inglés
Notas
1. M a x Weber , The methodology of the social sciences, Nueva York, The Free Press, 1949.
2. Ernst Nagel, The structure of science, Nueva York, Harcourt, Brace and World, Inc., 1961.
3. Véanse los dos tomos de W . H . Werkmeister, Historical spectrum of value theories, Lincoln, Nebraska, Johnsen Publishing Company, 1970. Estos dos tomos sólo contienen obras de autores alemanes y angloamericanos sobre los valores. Ni siquiera se incluye a autores franceses.
4. Ibid., vol. i, p. 3. La expresión pertenece a Jeremy Bentham.
5. Los psicólogos especialistas de la infancia, incluido Piaget, consideran que la edad de 12 años marca el fin de la edad
de ^inocencia. Hasta esa edad, se considera al niño impresionable, dócil y capaz de asimilar normas de comportamiento éticas o morales.
6. Gunnar Myrdal, Objectivity in social research, p. 52, Nueva York, Pantheon Books, 1969.
7. John F . Emling, Value perspectives today, p. 27, Nueva Jersey, Associated University Presses, Inc., 1977.
8. Jean-Paul Sartre, Critique de la raison dialectique, p. 543, París, Gallimard, 1960.
9. Confucius, Analects, libro iv, 16, Nueva York, Vintage Books, 1938.
10. El filósofo y teólogo católico Tomás de Aquino enseña que el hombre nace con sindéresis, un poder casi angélico para
discernir entre el bien y el mal, de suerte que aun cuando una criatura humana naciera y se criara en la selva, no dejaría de conocer por ello la ley moral. Esta doctrina, empero, bordea lo teológico {Summa theologiae, P . I . , Q . 79, A . 12.)
11. Louis Lavelle, Traité des valeurs, vol. ï, p . 3, Paris, Presses Universitaires de France, 1951-1955, 2 vols.
12. Henri Bergson, Essai sur les données immédiates de la conscience, Paris, Presses Universitaires de France, 1961.
13. La ideología alemana, primer capítulo: Feuerbach.
14. S. Takdir Alisjahbana, Values as integrating forces in personality, society, culture, p. 132, Kuala Lumpur , University of Malaya Press, 1966.
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La transformación de las ciencias sociales en mercancía
Claude Ake
La génesis
Las ciencias sociales se han convertido en una mercancía, y diríase que el mayor desafío con que se enfrentan hoy es la solución de los problemas vinculados a esta transformación. E n efecto, la misma limita en aspectos m u y fundamentales el desarrollo científico de las ciencias sociales y su contribución al bienestar h u m a n o . M á s concretamente, disocia su producción de las necesidades sociales, hace que su saber se incline a favorecer la dominación más que el conocimiento y centra la investigación en problemas de limitado valor científico. Estos problemas sólo se perciben y comprenden en el contexto de las particularidades del fenómeno. ¿Cuáles son estas particularidades?
El principal impulso hacia la conversión de las ciencias en mercancía proviene de la revolución industrial. A decir verdad, este proceso de la ciencia estriba en la esencia misma de dicha revolución. Según Marx , la revolución industrial puede dividirse en dos fases: una fase inicial, el "periodo de manufactura", en que el m o d o de producción es revolucionado esencialmente por la fuerza de trabajo, y los instrumentos de producción son todavía en gran medida las herramientas; y una segunda
fase, la "industria moderna", en que el m o d o de producción es revolucionado por los instrumentos de trabajo, que ahora son máquinas. La automatización de la producción fue el verdadero elemento revolucionario, pues con ella la ciencia empieza a dominar la producción y abre infinitas posibilidades para la innovación'. Pues, por su naturaleza misma, la ciencia jamás acepta la situación presente c o m o satisfactoria, nunca acepta soluciones ni
límites absolutos, y se esfuerza siempre por superarse. Marx estaba en lo cierto cuando decía: "La industria moderna jamás considera y trata como definitiva la forma actual de un proceso. L a base técnica de esa industria es, por lo tanto, revolucionaria, mientras que todos los modos de producción anteriores a ella eran esencialmente conservadores. Mediante m a quinaria, procesos quími
cos y otros métodos, dicha industria está continuamente determinando cambios no sólo en la base técnica de la producción, sino también en las funciones de la m a n o de obra y en las combinaciones sociales del proceso de trabajo." Y es tanto más cierto cuanto que el capitalismo posee una dinámica que emana de la competencia. Cuando las máquinas pasan a ser el eje de la producción, la competencia tiende cada vez más a utilizar la ciencia para
Claude Ake, especialista en ciencias políticas nigeriano, es decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Port-Harcourt, Nigeria. H a publicado libros y artículos sobre las ciencias políticas y la economía política de África.
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mejorar la base técnica de la producción, en un esfuerzo incesante por llevar la eficiencia al m á x i m o y acaparar el mercado. E n la medida en que el capitalismo se mantiene a la altura de su ideal, es decir, mientras no deja de ser competitivo, muestra un insaciable apetito de ciencia, hecho paradigmáticamente representado por la inversión cada día mayor de las grandes empresas en investigación y desarrollo. N o es sorprendente, pues, que el capital (privado y público) se haya convertido en el principal consumidor de ciencia, y c o m o tal, ejerza una influencia decisiva sobre la producción de la misma.
Inevitablemente, la producción de ciencia respondió a la demanda efectiva y pasó a depender de ella. A medida que el capital fue forzando a la ciencia a entrar a su servicio y estimuló su producción, la ciencia se transformó progresivamente en mercancía, ya que, cada vez m á s , cumplió la función de producto intermediario, necesario para producir otros, o de bien de consumo en creciente demanda, y por tanto, objeto de intercambio. H a y , no obstante, cierta ambigüedad en la naturaleza mercantil de la ciencia. E n cierto nivel, ejércitos de científicos más numerosos cada día se esfuerzan, mediante su trabajo de investigación, por producir valores de cambio, exactamente c o m o los obreros de una fábrica de calzado. Desde este punto de vista, el carácter de mercancía de la ciencia es obvio. E n otro nivel, especialmente en las empresas de m a y o res dimensiones, se da una tendencia a internalizar el consumo del producto científico, a monopolizar aspectos del mismo, de suerte que no pueda ser utilizado o comprado en forma indiscriminada. Desde este punto de vista, está claro que la ciencia no sólo es transformada en mercancía, sino también "acumulada" y almacenada.
Estas tendencias se observan tanto en las ciencias naturales c o m o en las ciencias sociales, si bien en estas últimas sus manifestaciones son más sutiles. La revolución industrial creó una inmensa demanda en estos dos ámbitos de conocimientos. El proceso de acumulación primitiva que precedió a la revolución industrial planteó el grave problema de
controlar los comportamientos, de hallar representaciones ideológicas adecuadas del nuevo m o d o de producción que despuntaba. E n primer lugar, hubo que arrancar inmensos contingentes de seres humanos de las relaciones de producción precapitalistas y expropiarlos, luego disuadirlos de dedicarse a actividades "improductivas", c o m o la mendicidad y el robo, e inducirlos a ofrecer su fuerza de trabajo c o m o una mercancía. Los cimientos de las ciencias sociales contemporáneas se echaron precisamente en este contexto y crecieron al ritmo del capitalismo industrial, como lo indica claramente el caso de la economía política. Ésta se convirtió poco a poco en la disciplina que permite comprender y racionalizar el capitalismo industrial, y su crecimiento ha seguido la evolución del capitalismo. Durante los primeros tiempos de su historia, a la economía política le resultó fácil asumir una apariencia de objetividad y universalidad. Pero a medida que crecían las contradicciones del capitalismo, su carácter ideológico se tornó más y más evidente. Hacia mediados del siglo xix, la economía política había entrado en lo que Isaac Rubin llamó (en su A history of economic thought) una "fase vulgar", en la que sus investigaciones se limitaban, cada vez m á s , a "estudiar los fenómenos superficialmente, tal c o m o podían presentársele al capitalista, én vez de indagar las conexiones internas entre los mismos". Fue éste el periodo de la escuela marginalista, cuando la economía política se enfrascó más y más en el refinamiento de la técnica mientras las cuestiones que planteaba se tornaban más nimias y específicas y cada vez menos útiles para comprender el sistema social, por oposición a su manipulación con fines determinados.
La transformación de las ciencias en mercancía se vio reforzada por el desarrollo del Estado moderno, producto asimismo del capitalismo industrial. El Estado es el correlato político del capitalismo. Idealmente, el Estado es la modalidad de dominación de clase que corresponde al m o d o de producción capitalista. Pues lo que singulariza a esta modalidad de dominación es el hecho de que esté mediatizada por el intercambio de produc-
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Elogio de la dialéctica, de R e n é Magritte (1898-1967). Giraudon.
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tos. Gracias a esta mediatización, los mecanism o s institucionales de dominación aparecen diferenciados y disociados de la clase dirigente, y aun de la sociedad, presentándose así c o m o una fuerza objetiva "establecida junto a la sociedad". Infortunadamente, esto ha de quedar c o m o una aserción dogmática, ya que su exposición razonada nos apartaría d e m a siado de nuestro tema.
Al igual que las grandes empresas, el Estado mostraba un tremendo apetito de ciencia. C o m o expresión institucional clásica de la relación capitalista, el Estado compendiaba necesariamente el inflexible racionalismo del capitalismo. Necesitaba de la ciencia para mantener las condiciones de la acumulación, así c o m o para resolver las contradicciones entre los capitales privados y también entre éstos y el capital social. Estas contradicciones debían ser resueltas para que el capitalismo sobreviviera, pero ello no podía hacerse de manera eficaz sin la ciencia, en una época en que ésta había pasado a ocupar una posición dominante en la producción material. A d e m á s , c o m o árbitro, el Estado se hallaba en competencia con los capitales privados (si no podía igualar su poder, no podía tampoco disciplinarlos para preservar las condiciones de la acumulación) y tenía que estar bien pertrechado, en realidad mejor pertrechado que las empresas, que se veían obligadas a acumular constantemente m á s ciencia. Por otra parte, la tendencia del capitalismo a la globalización inauguró la era de la competencia entre Estados-naciones y entre imperialismos, así c o m o las luchas coloniales. El Estado-nación necesitó la ciencia para seguir funcionando dentro del nuevo sistema. Tales fueron las circunstancias en que los propios estados se convirtieron en ávidos consumidores de ciencia.
Consumieron ciencia de una manera que promovió y aceleró la transformación de ésta en mercancía, particularmente en el caso de las ciencias sociales. Al tener por objeto los seres humanos y las relaciones sociales, las ciencias sociales son aptas para mantener órdenes sociales existentes o para provocar su subversión. Naturalmente, los gobiernos advir
tieron pronto que no podían permitirse fomentar la producción generalmente incontrolada de conocimientos en materia de ciencias sociales. E n consecuencia, se preocuparon por controlar las condiciones en que se producía la ciencia social y en alguna medida intentaron ejercer este control creando dependencias dentro de su propia estructura, para ajustar la producción de la ciencia social a sus necesidades. Pero este enfoque plantea otros serios problemas en los que no nos podemos detener aquí. Resultaba más conveniente encomendar dicha producción a instituciones clientes, que formalmente eran extragubernamentales pero que en buena medida dependían o estaban controladas por los gobiernos. Entre ellas cabe destacar las facultades universitarias de ciencias sociales y los institutos académicos semiindependientes. E n tales condiciones, la transformación de las ciencias sociales en mercancía es un resultado lógico e inevitable, pues su producción es obra de instituciones especializadas, no para su propio consumo, sino para el del Estado y las clases hegemónicas. Conviene observar que ésta es una forma de producción bastante singular, que recuerda, en algunos aspectos, el sistema exclusivista de producción en régimen gremial. Pues aquí ni el productor ni el consumidor de la mercancía son realmente independientes. N o es difícil imaginar hasta qué punto este fenómeno puede perjudicar el adelanto científico de las ciencias sociales.
La transformación de las ciencias sociales en mercancía se ha visto impulsada por la especialización funcional y por las circunstancias particulares en que nacieron las profesiones científicas. La producción de conocimientos científicos exige una formación prolongada, tediosa y m u y costosa que ha de ser constantemente actualizada. Es un empeño que requiere dedicación absoluta. Para quienes la producen, la ciencia es, sin discusión alguna, una profesión. U n a de las características esenciales de la profesión científica es que, invariablemente, adopta la forma de producción de bienes. Sólo en circunstancias m u y excepcionales el científico puede darse el lujo de ser independiente, contar con medios
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personales y orientar sus investigaciones según su voluntad. L o más frecuente es que busque trabajo en una institución que le pague un sueldo y además le brinde acceso a medios c o m o bibliotecas, laboratorios y los fondos necesarios para utilizar sus capacidades. E n una palabra, el talento científico está divorciado de las condiciones objetivas imprescindibles para su desenvolvimiento. El investigador accede a dichas condiciones objetivas únicamente como productor de bienes. El producto científico es, de esta manera, un medio de intercambio, y la actividad científica, más que una libre expresión de creatividad o una búsqueda desinteresada de la verdad, es la ejecución rutinaria de tareas que no interesan necesariamente al investigador. Debido al valor que generalmente se confiere a la posición social y al bienestar material, el investigador suele poner enorme interés en canjear sus competencias para acrecentar al máximo tales "utilidades", y no para hacer progresar el conocimiento o el bienestar humano . Se concibe que se preocupe por evitar la devaluación de sus competencias y la reducción de su valor de cambio. Esto a veces lo lleva a obstaculizar el progreso científico y la difusión del conocimiento; por ejemplo, puede llegar a desacreditar iniciativas científicas nuevas y mejores y a ocultar la incongruencia y las deficiencias de determinados métodos, técnicas y teorías para asegurarse de que sus propios servicios sean siempre necesarios.
Los problemas
Los problemas inherentes a su transformación en mercancía constituyen quizás el mayor obstáculo para el progreso de las ciencias sociales y su contribución al bienestar humano. N o intentaremos aquí examinarlos todos. Sólo señalaremos algunos de los aspectos más sobresalientes, y ello únicamente a grandes rasgos.
Siempre que la producción se convierte en mercancía, tiende a disociarse de las necesidades sociales. Este fenómeno es particularmente evidente en el caso de las ciencias
sociales. Las condiciones de su producción y la naturaleza del producto pasan entonces a definirse especialmente en el marco de la interacción entre la oferta y la demanda. Por una parte, el tipo de conocimientos producidos en las ciencias sociales está determinado por la índole de la demanda efectiva que exista respecto al mismo. E n este caso concreto, la demanda efectiva proviene de una fuente limitada, a saber, las grandes empresas, el Estado y su aparato. L a demanda general efectiva es mínima, y la que existe no es lo suficientemente precisa c o m o para obligar a modificar los tipos de conocimientos que realmente se producen. La necesidad de conocer los medios que permiten mantener el orden, por ejemplo, no atrae inmediatamente la atención de quien se halla urgido por los problemas de la supervivencia diaria y no está en condiciones de ejercer una dominación sobre el prójimo. Y aun cuando la necesidad de tal saber atrajese la atención popular, habría escasos medios de satisfacerla. E n tales circunstancias, la demanda efectiva es ejercida por aquellos intereses, restringidos pero poderosos, que controlan al Estado y a las grandes empresas.
Esta situación se ve lamentablemente reforzada por lo que acontece en el ámbito de la oferta. Cabe normalmente esperar alguna disociación de la oferta con respecto a la demanda, en la medida en que la demanda efectiva sólo determina parcialmente el contenido de la oferta. L a producción real depende hasta cierto punto de lo que los proveedores o productores pueden ofrecer, mientras que los productores pueden a menudo crear una cierta demanda para sus productos. N o obstante, en el caso de las ciencias sociales, los productores no gozan de mucha autonomía respecto de aquellos . qué determinan la demanda efectiva: el Estado y las empresas proporcionan las condiciones materiales para la creación del saber, al aportar el contexto institucional, las bibliotecas y los laboratorios, las subvenciones y los instrumentos de investigación que permiten que el investigador produzca. Esta falta de autonomía se ve acentuada por la situación socioeconómica
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específica de los especialistas en ciencias sociales. Aquellos que se hallan en condiciones de producir conocimientos significativos se encuentran personalmente en posiciones de alto privilegio, pues su situación de clase es esencialmente idéntica a la de los poderosos intereses que controlan al Estado y a las grandes empresas; en realidad, esta élite es un mecanismo m á s de dicho control.
T o d o esto significa que, en las ciencias sociales, la producción de saber responde en gran medida a intereses m u y restringidos. Está disociada de las necesidades sociales, si no realmente en contra de ellas. Pues, en virtud de sus intereses objetivos, los grupos que ejercen el control de las grandes empresas y del Estado exigen un tipo de saber social m u y concreto, esto es, aquel que reproduce su esquema de . dominación y explotación del resto de la sociedad.
E n ninguna parte esta disociación es m á s evidente que en el África poscolonial. Los extranjeros' han intentado influir en el carácter y la enseñanza de las ciencias sociales en África con el fin de favorecer sus designios imperialistas. L o hicieron en buena medida por intermedio de las grandes fundaciones, el envío de profesores universitarios a África, la concesión de becas a los estudiantes africanos m á s destacados c o m o parte de los programas de formación de personal universitario, y el financiamiento de la producción de manuales. T o d o ello, sumado al legado de educación occidental que dejó la experiencia colonial, estableció sólidamente la corriente dominante de las ciencias sociales occidentales en la mayor parte del continente africano. Esta corriente cimentada en los clásicos famosos apuntaba a defender los valores del orden y el capitalismo, y eso era exactamente lo que los países africanos no necesitaban. U n breve ejemplo, por lo que al valor del orden se refiere: aquellos que producían y propagaban las ciencias sociales centradas en dicho valor. eran los mismos que definían a los países recién llegados a la independencia c o m o sub-desarrollados y pretendían que dichos países debían salir con toda urgencia de su situación, c o m o una prioridad absoluta, ya que subdesar-
rollo significaba, entre otras cosas, probreza abrumadora, dependencia debilitadora, ignorancia y enfermedad, atraso tecnológico, libertad limitada e inestabilidad política. E n otras palabras, una sociedad subdesarrollada, absolutamente indeseable, debía ser rápidamente transformada de manera radical. Si se acepta este postulado, es totalmente absurdo estudiar tal sociedad en el contexto de ciencias sociales cuyos valores de referencia e instrumentos conceptuales giran fundamentalmente en torno al mantenimiento del orden. Sería más lógico recurrir a aquellas que tienen afinidades con la revolución.
Las ciencias sociales implantadas en África incurrieron en contradicción incluso en relación con su propia finalidad. E n un intento de seducir mediante apariencias de congruencia, adoptaron una postura de impulso del desarrollo; se consideraba que las sociedades se inscribían en un proceso continuo, y se consideraba al subdesarrollo en términos de posibilidad de avanzar hacia el desarrollo. Por desdicha, aunque el aparato conceptual y teórico de las ciencias sociales dominantes en Occidente era perfectamente capaz de analizar el problema del orden, resultaba del todo inadecuado e incluso contraproducente para elaborar el cambio, especialmente el cambio en gran escala que los países subdesarrollados necesitaban. D e ahí la contradicción: los instrumentos de las ciencias sociales no se ajustaban al fin propuesto.
L a disociación que existe entre la producción de conocimientos de ciencias sociales y las necesidades sociales guarda relación con el hecho de que aquellos intereses que promueven dicha producción son exclusivamente intereses de clase. Esta parcialidad clasista no es algo simplemente contingente, es objetivamente necesaria. Es inherente a la naturaleza y al origen de las ciencias sociales. C o m o ciencias de las relaciones humanas , las ciencias sociales surgieron en realidad de la diferenciación de clases y de la necesidad de controlar el compartamiento y las relaciones humanas con miras a la explotación. Infortunadamente, la falta de espacio no nos permite profundizar esta tesis, pero podemos ofrecer
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un razonamiento esquemático. E n las sociedades precapitalistas simples, como las que Durkheim caracterizó por su "solidaridad automática", la necesidad de las ciencias sociales no se percibe realmente. Aunque existen, en efecto, contradicciones y conflictos, el conocimiento de las relaciones sociales no es problemático, cada cual conoce su posición y sus deberes, no hay necesidad alguna de interpretación por especialistas de las expectativas de función social, las leyes y castigos, ni siquiera de la cultura. El conocimiento de las relaciones sociales se halla tan ampliamente difundido, está tan bien interiorizado durante el proceso de socialización, que cualquier estudio especializado sería en gran medida redundante. Por la misma razón, se echan de menos muchas formas de especialización funcional y estructural (por ejemplo, la presencia de un aparato administrativo especializado) y las funciones pueden ser difusas sin ningún riesgo de confusión en cuanto a la orientación.
Pero cuando la solidaridad automática deja paso al individualismo y la diferenciación de intereses, cuando la sociedad se escinde en grupos sociales en conflicto que luchan por la hegemonía, la situación cambia fundamentalmente. Las relaciones sociales se tornan problemáticas y otro tanto sucede con el conocimiento de las mismas. Este saber ya establecido y ampliamente compartido va haciéndose más y más inadecuado a medida que se acentúa el impulso centrífugo de las nuevas fuerzas sociales. Los principales problemas que plantean las relaciones sociales son entonces los de coordinación para la consecución de objetivos, la integración, la conservación del sistema y el mantenimiento del orden. Es precisamente de estos problemas de los que se ocupan las ciencias sociales. El interés que suscitan es esencialmente específico de una determinada clase social: surgen fundamentalmente cuando han aparecido contradicciones irreductibles, cuando el mantenimiento de la hegemonía se ha vuelto problemático y cuando ciertas personas tienen que controlar y dirigir a otras.
La parcialidad clasista de las ciencias sociales no es un accidente histórico. N o
responde al hecho de que una clase determinada, en un determinado m o m e n t o , haya adquirido el control de un sistema de ciencias objetivas y las haya puesto al servicio de sus estrechos intereses. Es inherente a la naturaleza y la génesis de las ciencias sociales. Por lo mismo, no es un producto de la configuración particular de las condiciones de producción de estas ciencias. Pero, por supuesto, dichas condiciones refuerzan su carácter clasista, sobre todo al transformarlas en mercancía. Pues, como hemos visto, el carácter peculiar de las condiciones de producción de este bien de consumo es que sus productores no son autónomos respecto de sus principales consumidores, que constituyen un grupo altamente monopolista.
Nos hallamos ahora en mejor posición para elucidar la disociación entre la producción de conocimientos de ciencias sociales y las necesidades-sociales. Esta disociación no debe interpretarse en un sentido absoluto, pues las ciencias sociales sirven a algunas necesidades sociales. Pero son fundamentalmente las del pequeño grupo social dominante que, en virtud de su hegemonía, controla tal producción en función de sus intereses objetivos. El problema, naturalmente, es que estas necesidades son distintas y tienden a oponerse a las de la inmensa mayoría de los seres humanos que componen la sociedad. E n este sentido, es decir, desde el punto de vista del conjunto del cuerpo social, es c o m o podemos referirnos a la disociación de la producción de conocimientos de ciencias sociales respecto de las necesidades sociales.
Consecuencias para el progreso científico de las ciencias sociales
Examinaremos ahora las consecuencias que la naturaleza de las ciencias sociales y las condiciones de su producción tienen para su progreso científico. Al ser sobre todo producto de intereses m u y restringidos en virtual conflicto con el resto de la sociedad, estas ciencias tienden a ser representaciones ideológicas
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'MêÉÊÊm Las ciencias sociales contemporáneas se desarrollaron a la par del capitalismo industrial. La industria precapitalista, fabricación de alfombras en El-Minya, Egipto, H . omier-Bresson-Magnum.
antes que instrumentos de conocimiento científico. Basten unos ejemplos tomados de la economía política: confunde deliberadamente la causa y el efecto cuando presenta c o m o rasgos de la naturaleza h u m a n a m o d o s de ser (por ejemplo, el individualismo adquisitivo) que no son sino productos históricos del m o d o de producción capitalista; define erróneamente el intercambio desigual que tiene lugar en el mercado c o m o un intercambio de equivalentes; minimiza o hace caso omiso de la contribución de la fuerza de trabajo a la creación del valor y atribuye al egoísmo la función de medio para la promoción óptima del interés público.
P o d e m o s ilustrar m á s concretamente el carácter ideológico de las ciencias sociales haciendo referencia a algunos trabajos que se
inscriben en la principal corriente de investigación sobre los países en desarrollo. Debido a los intereses de quienes patrocinaron este esfuerzo de investigación, el problema central del desarrollo se redujo esencialmente a la cuestión de c ó m o conseguir que los países en desarrollo se parecieran m á s a Occidente, y en consecuencia, en la práctica, de c ó m o conformarlos a su imagen. A nadie puede sorprender que este enfoque no hiciera progresar la ciencia toda vez que trivializaba el desarrollo y lo asimilaba a un determinado tipo de cambio, sin intentar en absoluto cerciorarse de la conveniencia, la viabilidad o aun la necesidad de llevarlo a cabo. Había escaso interés por comprender la singularidad de estos países y sus propias leyes de desarrollo.
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La máquina de vapor de Powell, que obtuvo una medalla de oro en la Exposición Universal de París, en 1867. Explorer.
E n tales circunstancias, las investigaciones realizadas aportaron una comprensión m u y limitada del desarrollo y de los países en cuestión. A h o r a bien, en los países desarrollados tampoco prosperaron m u c h o las ciencias sociales. Su desenvolvimiento científico se vio obstaculizado por su preocupación de preservar y racionalizar el orden social existente. L a suposición de que dicho orden social era lo que debía ser excluyó las cuestiones científicas realmente interesantes, privando a las ciencias sociales del estímulo esencial y circunscribiéndolas a problemas relativamente triviales y al refinamiento de sus técnicas. U n a prueba de esta tendencia es la corriente representada por investigadores que, c o m o Daniel Bell, preconizan el "ocaso de la ideología", y la confusión del empirismo con la ciencia y del
creciente uso de las matemáticas en el planteo deproblemas menores con elprogreso científico.
Los grupos que controlan la producción de las ciencias sociales, especialmente los gobiernos y las empresas, fomentan la investigación, sin duda, pero es un tipo de investigación que no contribuye m u c h o al progreso de dichas ciencias. Y a h e m o s mencionado brevemente una de las razones de este fenómeno, a saber, la tendencia a eludir determinadas clases de problemas. A d e m á s , dada la parcialidad motivada por su preferencia de líneas de investigación que corroboren sus propias políticas, tienden a inclinarse fuertemente hacia investigaciones que resuelvan, sobre todo, los problemas políticos a corto plazo. H a y m u y poca investigación fundamental sin orientación rígida, que ponga en tela de juicio los
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supuestos básicos de la práctica de las ciencias sociales existente. Los objetos de investigación son a menudo definidos por funcionarios públicos y empresarios que desean respuestas inequívocas a cuestiones bastante limitadas. Y , por lo general, no son los interesados en el progreso científico quienes evalúan la investigación y determinan las posibilidades de proseguirla, sino aquellas personas con intereses prácticos para las que el adelanto de la ciencia es un asunto secundario.
L a situación no mejora, por supuesto, con la transformación de los especialistas en ciencias sociales en productores. C o m o era de esperar, orientan su esfuerzo productivo en aras de la demanda efectiva y del rendimiento. m á s elevado. Esto ha inducido a algunos investigadores a suscribir los designios utilitarios de los gobiernos y las empresas, a colaborar en el empleo de la ciencia como instrumento de racionalización y no de conocimiento. Puesto que sus competencias tienen valor comercial solamente en función del reconocimiento social, controlado principalmente por los grupos sociales hegemónicos, se ven obligados.a permanecer en la "corriente dominante", donde la práctica está regida por los valores de esos mismos grupos hegemónicos. Peor aún, algunos llegan a oponerse activamente a toda clase de ideas nuevas y científicamente más prometedoras que amenacen con devaluar sus propias competencias. T o m a n d o en consideración todos estos factores, es m u y posible que el carácter limitado del progreso científico de las ciencias sociales se deba menos a la complejidad de su objeto de estudio que a las circunstancias en que se producen y consumen.
Conclusión
Los problemas vinculados a la transformación de las ciencias sociales en mercancía limitan considerablemente su progreso científico y su contribución al bienestar humano . Estos problemas constituyen tal vez el mayor desafío con que se enfrentan hoy dichas ciencias. ¿ C ó m o responder a este desafío? E n primer
lugar, es indispensable intensificar la crítica de la práctica actual de las ciencias sociales. Y a se está realizando una importante labor crítica, pero es preciso incrementar su alcance y su profundidad, y darle un carácter más concreto. Hasta ahora no se ha prestado una atención suficiente a las condiciones en que las ciencias sociales se producen o al fenómeno de su transformación en mercancía y sus consecuencias. Por lo demás, no se han examinado con bastante claridad algunas cuestiones relativas al carácter objetivo de las ciencias sociales, sobre todo para saber si los problemas aquí considerados se deben a las particularidades históricas de determinados productores o consumidores o a las condiciones de producción, o si las ciencias sociales deben esencialmente su origen a una necesidad de dominación y explotación. Cabe señalar aquí que ni siquiera la existencia de una ciencia social radicalmente crítica, como el marxismo, zanja de m o d o concluyente semejantes cuestiones. El marxismo surgió de las contradicciones que caracterizan a las que hemos llamado ciencias, sociales dominantes y es, en última instancia, su negación. Pero c o m o producto y antítesis de las ciencias sociales más antiguas, se halla paradójicamente en unidad dialéctica con ellas, y no está nada claro cómo puede concebirse el marxismo c o m o ciencia social más allá de esta negación.
T a m p o c o la experiencia de los regímenes socialistas contemporáneos resuelve dicha incertidumbre. Las diferencias entre ellos y las sociedades capitalistas son bastante fundamentales; no obstante, los problemas de las ciencias sociales aquí examinados les afectan también en medida considerable, porque estos problemas son inherentes a la naturaleza del Estado y al fenómeno de la transformación en mercancía, que es, evidentemente, un rasgo c o m ú n a ambos tipos de sociedad. E n los regímenes socialistas contemporáneos, el trabajador se halla también privado de los medios para alcanzar su realización personal y afectado por el fenómeno de alienación, como condición para obtener el acceso a dichos medios. Naturalmente, en este caso, su alienación no se confunde con la explotación, es
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decir, quizás no acarree la expropiación de la plusvalía. Sin embargo, los efectos adversos de la transformación de las ciencias sociales en mercancía que aquí hemos expuesto tienen poco que ver con este último aspecto. E n cuanto al Estado, representa una modalidad de dominación y presupone contradicciones, antagonismos y lucha de clases. El Estado no es nunca, en realidad, el Estado de todos, sino que expresa más bien là hegemonía de, un grupo. C o m o relación de dominación caracterizada por intensas luchas hegemónicas, el Estado jamás puede ser democrático en el sentido real de la palabra. Esto es aún más evidente en los regímenes capitalistas, pero„ también es cierto, aunque en menor medida, en las sociedades en que han pasado a ser hegemónicas las clases populares. Por otra parte, las necesidades de la dominación y la lucha de clases imponen estructuras jerárquicas que tienden a alienar a. aquellos que ejercen directamente el poder estatal respecto de aquellos otros a quienes se supone que representan. Así, el marxismo en el poder entra invariablemente en grave contradicción con el marxismo en la oposición, y es incapaz de ofrecer una imagen fiable de lo que sería una ciencia social enraizada en los intereses populares. El problema no se resuelve invocando la autenticidad del marxismo en la oposición y extrapolando, pues el marxismo se halla tan enteramente en unidad dialéctica con el sistema que se esfuerza por negar, y vive tan entregado al limitado objetivo de la negación que no formula lo que acontece después. E n realidad, la doctrina entraría en contradicción con su esencia misma si no dejara la determinación del futuro a la dialéctica de la historia.
Las condiciones en que se produce y consume el saber de las ciencias sociales dificultan la tarea de ampliar y profundizar la labor crítica que hemos propuesto. N o obs
tante, pueden tomarse c o m o punto de partida las contradicciones observables en la práctica, actual de las ciencias sociales: la contradicción entre sus funciones ideológicas latentes y sus funciones científicas manifiestas, y la contradicción entre su utilidad práctica para los fines manipuladores de los grupos hegemónicos y su inutilidad para la comprensión de la vida social. Estas contradicciones deparan una base objetiva para promover el desarrollo de la conciencia crítica que consideramos conveniente.
Esta nueva conciencia crítica no se materializará a partir de la nada, sino que ha de basarse en condiciones objetivas, especialmente en las contradicciones que aparecen en la vida material. Ello implica que la tarea de abordar los problemas de la transformación de las ciencias sociales en mercancía es, primero y principalmente, una tarea "política", y sólo incidentalmente una tarea científica. E n efecto, el primer punto del orden del día habrá de consistir en decidir qué problem a s , y de quién, están llamadas a resolver las ciencias sociales, qué intereses han de servir y qué valores han de enaltecer. Y éstas son, sin duda alguna, decisiones políticas. Las ciencias sociales contribuirán al bienestar de la humanidad en la medida en que los especialistas : decidan comprometerse firme y concretamente en su práctica, con los intereses populares. Este compromiso aportará al progreso de las ciencias sociales el mayor de los estímulos, pues, con él, estas ciencias entran en la corriente principal de la historia, afrontan y hacen suyos problemas que son decisivos para el género h u m a n o y se nutren con las dificultades de su tarea. ¿Serán las ciencias sociales capaces de avanzar resueltamente en esta dirección? Si lo hacen, serán radicalmente distintas de lo que son ahora.
Traducido del inglés
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Las ciencias sociales y el estudio de las relaciones internacionales
Philippe Braillard
El rápido desarrollo de las ciencias constituye, sin duda, uno de los fenómenos m á s importantes de nuestro siglo. L a diversificación de los enfoques, la adopción de nuevos instrumentos y métodos en la investigación, la ampliación del c a m p o de análisis y la conquista de nuevos objetos han trastornado profundamente, sobre todo en el curso de estas últimas décadas, el paisaje de las ciencias sociales. Estos cambios múltiples y rápidos las han llevado a reivindicar un estatuto auténticamente científico, así c o m o un reconocimiento y un lugar propio en las instituciones académicas y en el m u n d o de la investigación en general. Por otra parte, han aparecido numerosos sectores nuevos debido a la voluntad de aplicar directamente las ciencias sociales en la esfera de la acción.
Esta evolución, con todo, no se ha realizado sin tropiezos, sin confrontaciones entre diferentes concepciones acerca de la naturaleza m i s m a de las relaciones sociales, entre diversos enfoques y métodos de análisis. T a m b i é n ha tenido por efecto conducir las diversas disciplinas hacia una especialización cada día m á s acentuada, fenómeno que denuncian voces cadavez m á s numerosas, preocupadas por la tendencia de las ciencias sociales a reflejar de m o d o frag-
Philippe Braillard es profesor de teoría y sociología de las relaciones internacionales en el Institut Universitaire de Hautes Études Internationales de Ginebra. Es autor de varias obras, entre ellas: Théorie des systèmes et relations internationales (1977), L'imposture du Club de Rome (1982) y Tiers Monde et relations internationales (1984).
m e n t a d o , y a m e n u d o reduccionista, una realidad rica y compleja. E n la actualidad se llega incluso a poner radicalmente en duda el proyecto de una ciencia social rigurosa, invocando las limitaciones radicales que entrañan el etnocentrismo y el compromiso ideológico inevitables de todo Investigador.
D a d a la imagen compleja y cambiante que las ciencias sociales ofrecen hoy, es lícito y aun necesario interrogarse acerca de las
tareas que pueden asignárseles, así c o m o de los retos y las dificultades, e incluso los límites, que encuentran en su desarrollo. Sin e m b a r g o , antes que proceder a una reflexión general y abstracta, nos ha parecido interesante dedicarnos a un c a m p o de estudio particular de la realidad social. Esto nos permitirá abordar de manera m á s precisa y concreta algunos de los problemas con
que actualmente se enfrentan las ciencias sociales.
Entre los diversos ámbitos de estudio de la realidad social hay uno que parece prestarse óptimamente a este tipo de reflexión: el de las relaciones internacionales. E n efecto, éstas constituyen un objeto cuyo estudio es hoy un punto de convergencia privilegiado de las diversas ciencias sociales. Tradicionalmente , contribuían al estudio de las relaciones
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internacionales la filosofía política, la historia diplomática, el derecho internacional y la economía política; en el curso del presente siglo fueron invadiendo poco a poco este c a m p o de estudio otras muchas ciencias sociales, c o m o la sociología, la ciencia política, la etnología, la psicología, la antropología, la demografía, etc. Por eso puede decirse que, desde el periodo transcurrido entre las dos guerras, las relaciones internacionales no sólo se convirtieron en un objeto de estudio independiente, sino que experimentaron una descentralización, debido al recurso cada vez mayor a numerosas ciencias sociales en trance de evolución acelerada, además de las disciplinas tradicionales.
Por otra parte, la importancia que hoy adquieren las relaciones internacionales en la vida de las diversas sociedades no puede dejar indiferentes a los especialistas en ciencia sociales, c o m o atestigua el rápido crecimiento del número de investigaciones realizadas en este ámbito. E n efecto, vivimos en una época profundamente marcada por los conflictos, y en la que los medios de destrucción de que dispone el hombre hacen incalculables las consecuencias de una conflagración general. A raíz del segundo conflicto mundial, la guerra fría, expresión del enfrentamiento estratégico e ideológico de Ias dos superpotências, afectó profundamente a la estructura, la evolución y las condiciones de vida de numerosas sociedades, debido, sobre todo, a la constitución de sistemas de alianzas dominados respectivamente por los Estados Unidos y la Unión Soviética. L a aparición del tercer m u n d o en la escena internacional abrió una nueva dimensión en las relaciones internacionales y condujo hacia una confrontación entre los países en vías de desarrollo y los países industrializados. E n el interior m i s m o del tercer m u n d o , los conflictos se multiplican y extienden constantemente, y sus consecuencias tienden con frecuencia a sobrepasar con creces los límites de las regiones directamente afectadas. Así pues, en el transcurso del presente siglo, el sistema internacional se ha tornado realmente planetario y las relaciones internacionales han adquirido con ello una
dimensión global: ningún país puede ya aislarse del contexto estratégico internacional..
Esta evolución y la importancia adquirida por las relaciones internacionales no tienen, empero, c o m o única causa los adelantos tecnológicos en el ámbito de los armamentos y la mundialización, virtual al menos , de los conflictos. También es consecuencia del desarrollo de los intercambios económicos, tecnológicos y culturales entre las diversas sociedades. Dicho desarrollo, que constituye uno de los resultados del proceso de modernización emprendido por la revolución industrial, ha tejido, indiscutiblemente, la trama de una compleja red de interdependencias entre las diversas sociedades. Este fenómeno se caracteriza por la existencia de importantes desigualdades o asimetrías en la interdependencia, al punto de que ésta se convierte a m e n u d o en instrumento de penetración y dominación. Pero no es menos cierto que, en general, las diversas sociedades se hallan m á s interpenetradas, que es m u c h o más difícil distinguir la esfera de la política extranjera de la de la política interna, y que innumerables fuerzas transnacionales y actores no estatales tienden a limitar el margen de maniobra de los gobiernos. Las relaciones internacionales tienden, pues, en la actualidad, a desempeñar un papel cada vez m á s determinante en el funcionamiento y la evolución de nuestras sociedades.
La exigencia de interdisciplinariedad
Es frecuente oír a algunos investigadores, sobre todo especialistas en ciencias políticas, afirmar que el estudio de las relaciones internacionales ha determinado, con su desarrollo, el nacimiento de una disciplina propia y autónoma.1 Tal afirmación se funda por lo general en la convicción de que es indispensable tomar en cuenta la especificidad de las relaciones internacionales c o m o objeto de estudio. Se hace especial hincapié en la distinción que existe entre las estructuras y los procesos políticos propios de las sociedades integradas y el sistema internacional, el cual
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Las empresas multinacionales y las fuerzas transnacionales desempeñan un papel cada día más importante. Rapho.
se caracteriza por un débil grado de integración y por la ausencia de estructuras políticas que vinculen a sus miembros . E n otras palabras, las herramientas conceptuales y los instrumentos metodológicos habilitados en el estudio de las sociedades integradas serían inoperantes y aun peligrosos para estudiar un sistema social en estado de naturaleza.
Parece difícil poner en duda la especificidad de las relaciones internacionales. E n efecto, la existencia de u n m e d i o internacional formado por entidades estatales soberanas y facultadas, dentro de ciertos límites, para recurrir legítimamente a la fuerza armada en defensa de sus intereses2 caracteriza de m a nera correcta y suficiente u n c a m p o de relaciones sociales. Desde luego, hoy es cada vez m á s difícil distinguir las esferas de la política interior y exterior. E s evidente asimismo el creciente papel desempeñado en las relaciones internacionales por entidades no estatales c o m o las sociedades multinacionales y las
fuerzas transnacionales, entidades que tienden a restringir el poder de los, estados. El rápido desarrollo de nexos de interdependencia económicos, tecnológicos, culturales y estratégicos, y la aparición de innumerables estructuras de cooperación, sean gubernamentales o no gubernamentales, revelan por lo d e m á s una organización cada vez m a y o r de las relaciones internacionales, que tiende a reducir la posible distancia existente entre el sistema internacional y los diversos sistemas políticos integrados de los estados-naciones.
Sin e m b a r g o , esta evolución de las relaciones internacionales no puede conducir a negar la existencia de estados y de fronteras entre las diversas sociedades que c o m p o n e n los estados. A h o r a bien, la característica específica de las relaciones internacionales es la existencia de flujos que atraviesan las fronteras. Estas relaciones no son por lo tanto determinadas primero y principalmente por la naturaleza de los actores entre los que se
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establecen —estados u otras entidades sociales— sino por la estructura del sistema en que aparecen: existencia de fronteras atravesadas por flujos de comunicaciones. Cabe , pues, destacar la especificidad de las relaciones internacionales definiéndolas c o m o aquellas relaciones sociales que atraviesan las fronteras y se establecen entre las diversas sociedades constituidas en estados-naciones. El hecho de hablar de relaciones que se establecen entre diversas sociedades permite cubrir no sólo las relaciones intergubernamentales, en las que los actores son los estados, sino también aquellas que se sitúan a un nivel infragubernamental, al considerar c o m o actores a grupos sociales tan diversos c o m o las empresas, las sociedades científicas, las agrupaciones deportivas, religiosas, etc.
Esta definición de las relaciones internacionales se halla, sin duda alguna, históricamente condicionada. Sólo es de aplicación, en efecto, a un objeto cuya existencia puede ser limitada en el tiempo. Es concebible, por ejemplo, que desaparezcan un día las estructuras estatales. U n cambio semejante, sin embargo, no sólo haría caducar tal definición, sino que quitaría todo sentido a la noción m i s m a de relaciones internacionales.3
El reconocimiento de una especificidad —aunque relativa y parcial— de las relaciones internacionales puede conducir lícitamente a delimitar un objeto de estudio, un c a m p o de análisis. N o justifica en cambio, a nuestro juicio, la reivindicación de una disciplina nueva en el seno de las ciencias sociales, disciplina que tomaría el nombre de "relaciones internacionales". E n efecto, lo que caracteriza a una disciplina no es sólo su objeto, sino la perspectiva adoptada en el estudio de ese objeto y, por consiguiente, la forma de delimitar el c a m p o de análisis. A h o r a bien, si consideramos el estudio contemporáneo de las relaciones internacionales habremos de reconocer que, lejos de ser obra de una disciplina única, constituye un espacio en el que conviven numerosas ciencias sociales, c o m o la ciencia política, la sociología, la economía, el derecho, la historia, la antropología, la psicología social, etc., cada una de las
cuales aborda las relaciones internacionales desde un punto de vista particular. E n las relaciones internacionales hay en efecto múltiples dimensiones—económica, política, social, cultural— y, a menos que reduzcamos éstas a una considerada primordial, no es posible dar cuenta del tema eminentemente complejo que son los fenómenos internacionales a través de una sola disciplina, aunque sea nueva.
Sin embargo, c o m o ya se ha destacado anteriormente, ¿no se correrá el riesgo de que las ciencias sociales sean incapaces de abordar fructuosamente el estudio de las relaciones internacionales mediante conceptos y modelos elaborados en el análisis de las sociedades integradas? L a especificidad de las relaciones internacionales —relaciones sociales que atra-
• viesan las fronteras— no excluye la existencia de cierto grado de organización y de cooperación en estas relaciones. Por otra parte, el estudio de las sociedades llamadas integradas tiende en buena medida a descartar, siguiendo en ello la vía abierta por la sociología marxista, el modelo de una sociedad exenta de conflictos y protegida de la anarquía. Las ciencias sociales han integrado así ampliamente en sus enfoques la dimensión conflic-tiva que caracteriza toda relación social, lo que les permite elaborar modelos capaces de dilucidar las relaciones internacionales.
Debido a la existencia de varías disciplinas y por lo tanto de una diversidad • de enfoques, el estudio contemporáneo de las relaciones internacionales ofrece la imagen de un objeto parcelado e incluso atomizado. El enriquecimiento que aporta una multiplicidad de perspectivas tiende efectivamente a producirse en detrimento de la coherencia del análisis. L o que en principio es garantía de riqueza tiende en realidad a convertirse en una fuente de incoherencia. E n efecto, asistim o s hoy a una fragmentación del estudio de las relaciones internacionales en una multitud de perspectivas y de disciplinas por lo general con escasa o ninguna vinculación recíproca y m u y poco preocupadas por unir sus enfoques respectivos en una visión global del objeto estudiado. Volvemos a encontrar aquí un fenómeno que caracteriza actualmente al con-
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junto de las ciencias sociales y cuya percepción cada vez m á s aguda ha llevado a numerosos investigadores a preconizar la adopción de una actitud y un proceder interdisciplinarios.
La interdisciplinariedad se ha convertido así en un tema de m o d a , y el estudio de las relaciones internacionales no ha quedado fuera de su alcance. H e m o s de reconocer, sin embargo, que hasta la fecha no ha ido m á s allá del discurso mágico que preconiza una integración de las diversas disciplinas, al punto de que se alzan numerosas voces denunciando la interdisciplinariedad c o m o un fracaso o, por lo menos , c o m o una ilusión. Por lo demás, a nuestro juicio, no puede ser de otra manera mientras no se salga de un proyecto global e indiferenciado que sólo puede llevar a una simple yuxtaposición desordenada de puntos de vista diferentes. E n efecto, un verdadero enriquecimiento interdisciplinario fundado en una integración de las distintas dimensiones de la realidad social no podrá realizarse a nivel global ni por decreto. C o m o hacen investigadores cada vez m á s numerosos, conviene partir m á s modestamente de las necesidades concretas que se presentan en el estudio de un fenómeno o de una estructura, tratando de obrar, en el análisis de este objeto preciso, una fecundación mutua entre perspectivas diferentes. Así, por tomar sólo algunos ejemplos en el campo de las relaciones internacionales, temas c o m o el estudio del desarrollo, el de las empresas multinacionales o las organizaciones internacionales, e incluso el de los conflictos internacionales, podrían prestarse a un tratamiento interdisciplinario.
E n primer lugar, este tratamiento podría consistir en integrar, dentro de una disciplina, dimensiones, variables e.hipótesis consideradas y verificadas por otras disciplinas. Así, por ejemplo, el especialista en ciencias políticas que se propone estudiar la estratificación del sistema internacional, y en particular la influencia de los países industrializados sobre los países en desarrollo, tomará en consideración en su análisis las normas del derecho público internacional c o m o elemento de esta estratificación y c o m o instrumento de dominación.4 Y a la inversa, el jurista que analice la
elaboración progresiva de las leyes del desarrollo no podrá ignorar la estructura de poder que caracteriza al sistema internacional contemporáneo, pues contra esta estructura luchan precisamente los países del tercer m u n d o que aspiran a establecer los grandes principios de un nuevo orden económico internacional.
Esta primera forma de enriquecimiento interdisciplinario no puede bastar por sí sola, sin embargo, para satisfacer las necesidades que se perciben en el estudio de ciertos fenómenos. N o es suficiente integrar dentro de una disciplina puntos de vista que corresponden a otras, pues algunos fenómenos deben considerarse desde un principio de manera global. Sólo una transdisciplinariedad que sobrepase los marcos disciplinarios tradicionales y abra camino a un paradigma de la complejidad5 permitirá respetar la multidi-mensionalidad y la complejidad de ciertos objetos. El estudio del desarrollo es m u y revelador a este respecto. E n efecto, se reconoce hoy que el fenómeno del desarrollo, que ocupa un lugar importante en el estudio de las relaciones internacionales, no puede ser aprehendido de forma satisfactoria por los m o d e los elaborados en el marco de una disciplina específica, aun cuando estos modelos tomen en cuenta las aportaciones de otras disciplinas.6 N o hay un desarrollo económico, o un desarrollo social, o un desarrollo político independientes. El desarrollo es un fenómeno total que es preciso aprehender desde el principio c o m o tal, en sus múltiples dimensiones económica, política, social, cultural, etc. Tal exigencia sólo puede ser satisfecha por un enfoque transdisciplinario que aspire a trascender las fronteras propias de las disciplinas tradicionales, elaborando marcos conceptuales y modelos nuevos. E n el esfuerzo por responder a esta necesidad de transdisciplinariedad, el estudio de las relaciones internación nales podrá sin duda superar en el futuro la fragmentación que hoy le caracteriza.
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En busca de un paradigma
El estudio de las relaciones internacionales no se encuentra fragmentado, atomizado, solamente debido a la diversidad de las disciplinas y de los puntos de vista que lo fundamentan, sino también, y de manera m u c h o más profunda, a causa de la falta de acuerdo entre los investigadores acerca de lo que constituye la especificidad, la esencia de su objeto, y acerca de la elaboración de un marco explicativo general que permita organizar la investigación. E n otras palabras, este estudio se caracteriza por la ausencia de un paradigma,7 por la contraposición de varios modelos explicativos generales, de varias concepciones de su objeto. Esta situación, por lo demás, no es privativa del estudio de las relaciones internacionales, ya que caracteriza a la totalidad del c a m p o cubierto por las ciencias sociales.
U n a primera concepción de las relaciones internacionales, que deriva de la teoría del estado de naturaleza de T h o m a s Hobbes , pone el acento en la naturaleza no integrada, anárquica, y por lo tanto conílictiva, del sistema internacional. V e en el recurso al conflicto, m á s exactamente en lo que Raym o n d A r o n llama la "legitimidad del recurso a la fuerza armada por parte de los estados", la característica específica de las relaciones internacionales. E n esta primera perspectiva, el Estado es el actor central de las relaciones internacionales, cuya dinámica es la evolución de la relación de fuerzas entre los estados. La política exterior es una esfera bien diferenciada de la de la política interior, y su preocupación central es la seguridad del Estado. Las opciones en materia de política exterior son opciones racionales que se m a n e jan siempre en función del interés nacional. Sin llegar a suprimir la naturaleza profundamente anárquica del sistema internacional, la política exterior de los estados puede no obstante asegurar un nivel mínimo de orden y cierto equilibrio en la relación de fuerzas, principalmente a través de la diplomacia, el desarrollo del derecho internacional y el de las organizaciones internacionales.8
Después de la segunda guerra mundial,
esta concepción de las relaciones internacionales fue ampliamente difundida por la corriente realista norteamericana que combatía la visión wilsoniana, idealista y legalista, de una sociedad internacional en vías de pacificación y de integración por efecto de un proceso de democratización. El fracaso de la Sociedad de Naciones y el segundo conflicto mundial, seguido por la instauración• de la guerra fría, dio un peso incuestionable a este enfoque de las relaciones internacionales, que ocupó una posición dominante hasta los años sesenta y que todavía se encuentra ampliamente representado.
U n a segunda concepción de las relaciones internacionales hace hincapié en la interdependencia y la cooperación, y considera que las relaciones internacionales contemporáneas no corresponden al modelo conflictivo e interestatal del paradigma realista. E n efecto, la dinámica de la modernización iniciada por la revolución industrial y que, tras la segunda guerra mundial, conoció un impulso sin precedentes c o m o consecuencia del desarrollo de la tecnología y del aumento de los intercambios internacionales, ha contribuido a tejer una compleja red de interdependencias entre las diferentes sociedades, y a hacer intervenir nuevos tipos de actores en las relaciones internacionales. Este proceso de modernización, en particular, suscitó necesidades y demandas nuevas en nuestras sociedades e hizo surgir sistemas de valores fundados en el bienestar económico y social. El modelo de desarrollo progresivamente adoptado por las diversas sociedades, ya sea en el tercer m u n d o o en los países industrializados, ha impuesto nuevas tareas sociales y económicas al Estado, que se ha mostrado cada vez menos apto para satisfacer por sí solo estas nuevas exigencias. E n consecuencia, otras fuerzas —supranacio-nales, transnacionales, subnacionales— se han asentado en el teatro internacional, tendiendo a limitar en numerosos casos el margen de maniobra de los estados, c o m o atestigua por ejemplo el auge de las empresas multinacionales. E n general, el Estado, para responder a las demandas de desarrollo económico y social, ha tenido que abrirse cada vez
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La ilusión positivista se halla sólidamente arraigada en las mentalidades colectivas. Templo de la Humanidad, perteneciente a la Iglesia positivista del Brasil. Edimcdía.
m á s a los intercambios con el exterior, c o m prometiéndose así en u n a interdependencia creciente cuya consecuencia directa es una restricción de su autonomía. Por eso resulta cada vez m á s difícil distinguir la política exterior de la interior y, por lo tanto, explicar el comportamiento internacional de un estado en términos puramente estratégicos y militares.
E n este contexto, el fomento de la coope
ración internacional, con la multiplicación sobre todo de esas estructuras de cooperación q u e son las organizaciones internacionales, refleja una evolución fundamental de las relaciones internacionales, cuya naturaleza conflic-tiva tendería a pasar a segundo plano, y u n a tendencia a la organización de un sistema internacional cada vez m á s profundamente caracterizado por la interdependencia y la comunidad de intereses.
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Esta visión de las relaciones internacionales estaba ya presente en las tesis funciona-listas de teóricos c o m o David Mitrany, que veía en las exigencias de la cooperación funcional, técnica y económica los fundamentos de un nuevo sistema internacional más integrado. 9 Sirvió también de marco ideológico para la creación y el funcionamiento de gran n ú m e r o de organizaciones internacionales después de la segunda guerra mundial. Por lo demás , adquirió una importancia cada vez mayor , desde comienzos de los años sesenta, en los trabajos de ciencias políticas dedicados a las relaciones internacionales, en particular a la organización internacional,10 a la resolución de conflictos,11 a la elaboración de la política exterior,12 etc. Esta concepción constituye igualmente el núcleo de numerosos análisis de las relaciones Norte-Sur.13
U n a tercera concepción de las relaciones internacionales, m á s o menos directamente inspirada en una visión marxista de las relaciones sociales, considera que el sistema internacional es, en nuestra época, la expresión directa' del funcionamiento, de la evolución y de las contradicciones del capitalismo. E n otras palabras, el sistema internacional está marcado por la dinámica del capitalismo. Este último, a causa de sus contradicciones, es portador de una política imperialista. Esta visión de las relaciones internacionales se halla formulada en las obras de Rudolf Hilferding, Nicolás Bujarin, Rosa Luxemburgo y Lenin, quienes intentaron explicar la expansión colonial de fines del siglo xix, así c o m o los conflictos qué surgieron entre las potencias imperialistas. Después de la descolonización, numerosas corrientes de investigación neomar-xistas o inspiradas en algunas de las tesis marxistas-leninistas trataron de demostrar que el imperialismo seguía siendo el factor dominante de las relaciones internacionales y permitía explicar el subdesarrollo de los países del tercer m u n d o .
Según este enfoque, el capitalismo, para poder sobrevivir, tiene que apoyarse en la explotación de una periferia, a la que exporta sus capitales, que obtienen allí beneficios más elevados y donde encuentra también un mer
cado para una parte de su producción, al tiempo que se asegura fuentes de aprovisionamiento de materias primas. Esta situación de dependencia de la periferia, mantenida y reforzada por toda clase de medios —empresas transnacionales, organizaciones internacionales, ayuda, exportación de capitales, autoco-lonización, función de relevo del imperialismo desempeñada por las élites del tercer m u n d o , etc.— conduce así a un saqueo del tercer m u n d o por los países capitalistas industrializados.14 Esta visión de las relaciones internacionales constituye la base de las reivindicaciones de un nuevo orden económico internacional y de una importante corriente de estudio de los problemas del desarrollo que se niega a analizar el subdesarrollo exclusivamente en términos de factores endógenos (culturales, políticos, sociales, etc.), y trata de explicar este fenómeno por la dependencia de las sociedades del tercer m u n d o y, m á s exactamente, por la inserción de las mismas en la economía mundial capitalista. L a evolución de las relaciones internacionales, en particular con la partición del m u n d o en países ricos y pobres, se inscribiría de este m o d o en la lógica del sistema capitalista mundial.1S
Esta fragmentación del objeto estudiado, tal c o m o lo muestran estos tres paradigmas de las relaciones internacionales, no es totalmente insuperable. Es evidente, en efecto, que cada una de estas concepciones de las relaciones internacionales se funda en una dimensión importante de los fenómenos estudiados y que, en su e m p e ñ o por destacar dicha dimensión, tiende a menospreciar otros aspectos igualmente importantes. Se comprende asimismo que el desarrollo de cada paradigma está ligado a la evolución misma de las relaciones internacionales, y que cada concepción de estas últimas tiende a reflejar determinadas tendencias y preocupaciones de una época, descuidando, c o m o es natural, otros factores que a veces ya han sido destacados antes. Así, por ejemplo, el segundo paradigma, al restar cierta importancia al conflicto, privilegia el crecimiento de la interdependencia y la irrupción de actores no estatales, fenómenos característicos de los
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años sesenta, que, a favor de la distensión, parecían conducir a una regresión del conflicto Este-Oeste. E n tal sentido, puede que los diversos paradigmas sean, c o m o empieza a comprenderse hoy, más complementarios que irreductiblemente opuestos, y muestren las diversas caras de una sola y única realidad hecha a la vez, c o m o toda realidad social, de armonía y de conflicto, de interdependencia y de dependencia, de equilibrio y de cambio.16
Esta complementariedad de los paradigm a s , tal c o m o aparecen hoy, tiene no obstante una limitación radical, en la medida en que su apreciación de esta o aquella dimensión de las relaciones internacionales descansa en filosofías de la historia, en visiones de las relaciones sociales y en opciones ideológicas difícilmente compatibles. E n otras palabras, si cabe la esperanza de integrar en un modelo c o m ú n los diversos aspectos de las relaciones internacionales recogidos y transmitidos por los paradigmas, dicha integración sólo podrá realizarse disociando esos aspectos de los marcos filosóficos e ideológicos en que se presentan. Queda por saber, entonces, c ó m o integrarlos en una estructura coherente que pueda llegar a ser un día el paradigma en torno al cual se desenvuelva la investigación. Este problema es complejo pues no es de naturaleza técnica, sino que implica opciones filosóficas e ideológicas para sustentar dicha estructura paradigmática.
Hacia un proceder científico
E n el curso de las tres últimos décadas, el estudio de las relaciones internacionales, a semejanza de los demás campos de estudio de la realidad social, se ha distinguido por la búsqueda de un estatuto científico. H a aumentado el número de investigadores resueltos a adoptar una metodología científica para estudiar los fenómenos internacionales y se han desarrollado debates en torno a los criterios de un enfoque científico en este ámbito.
Afortunadamente, se ha superado ya el falso debate entre los enfoques denominados clásicos, que recurren en buena medida a la
intuición y al análisis cualitativo, y los enfoques denominados científicos, fundados en la cuantificación de los fenómenos sociales y en el recurso a la formalización.17 Se ha c o m prendido, en efecto, que ni la cuantificación ni la formalización podían conferir carácter científico a la investigación, pues estos instrumentos sólo intervienen una vez delimitado un objeto de estudio, planteada una problemática y adoptados un marco conceptual y algunas hipótesis de partida. Se tiende así a reconocer que lo que confiere rango científico a un m o d o de investigación es la delimitación precisa de su objeto, cierta ruptura con las nociones del sentido c o m ú n y el control intersubjetivo al que se somete, y no el recurso generalizado a procedimientos rígidos.18
Q u e d a planteada, sin embargo, la cuestión de saber si no existe una diferencia de naturaleza esencial entre las relaciones sociales, sean nomotéticas o ideográficas, y las ciencias llamadas exactas. C o m o acertadamente indica Jean Piaget, "al tener c o m o objeto al hombre en sus incontables actividades, y al ser elaboradas por éste en sus actividades cognoscitivas, las ciencias h u m a nas se sitúan en la excepcional posición de depender del hombre a la vez c o m o sujeto y c o m o objeto".19 Esta situación epistemológica implica que es m u c h o m á s difícil separar el sujeto epistémico del sujeto egocéntrico. Cabe incluso dudar —si admitimos con Jürgen Habermas que las ciencias sociales proceden de intereses gnoseológicos (Erkenntnisinteresse) diferentes de los que fundamentan a las ciencias de la naturaleza—20 que tal separación sea realmente posible en las ciencias sociales. Por este motivo, el investigador que estudia la realidad social debe proceder a una constante crítica ideológica de su enfoque y de su propia situación en relación con su objeto, sin dejar de reconocer el carácter relativo y parcial de dicho enfoque. Sólo con esta condición pueden las ciencias sociales adquirir una verdadera dimensión crítica, adoptar una mirada crítica de la sociedad y evitar ser simples técnicas destinadas a solventar problem a s 2 1 e instrumentos que, bajo la apariencia de un enfoque desligado de todo valor, tien-
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den a justificar un orden social establecido.22
Sin embargo, eso es lo que ha ocurrido hasta ahora, con demasiada frecuencia, en el estudio de las relaciones internacionales. Sectores enteros de la investigación han sido en gran medida determinados por opciones ideológicas de que los investigadores no tenían conciencia y que se reflejaban en la elección de instrumentos de análisis o de marcos conceptuales. El análisis de sistemas es, a este respecto, bastante ilustrativo. Por una parte, se remite demasiado a m e n u d o a un simple lenguaje pseudocientífico que, mediante el uso confuso de términos y conceptos utilizados por las diversas ciencias exactas (sistema, estructura, función, equilibrio, homeostasis, morfostasis, morfogénesis, feedback, etc.) aspira a procurar al investigador de ciencias sociales un estatuto científico y un reconocimiento social. Por otra parte, y sobre todo, el análisis de sistemas, tal c o m o se ha practicado generalmente en el estudio de las relaciones internacionales, tiende a ser profundamente normativo en la medida en que valora el statu quo, atribuye carácter de normalidad a cuanto contribuye a la armonía interna del sistema al mantener las estructuras existentes y considera desviante y disfuncional todo aquello que aleja al sistema de su equilibrio.23 Así, por ejemplo, John Burton estima que, en el estudio de los sistemas internacionales, hay que distinguir los comportamientos sistémicos de los comportamientos no sistémicos, dado que los primeros implican procesos integradores y los segundos procesos desintegradores basados en una diferenciación de la potencia.24
Otro ejemplo es el recurso, actualmente cada vez m á s frecuente, al concepto de interdependencia, que fundamenta incluso uno de los paradigmas del estudio contemporáneo de las relaciones internacionales, y que también tiende a introducir en el análisis opciones ideológicas implícitas. Al hacer hincapié en el crecimiento de la interdependencia y presentar ésta c o m o una situación simétrica (dependencia mutua de actores sociales), se tiende a ocultar la dimensión conflictiva de las relaciones internacionales y la estratificación del
sistema internacional. Semejante actitud aparece m u y claramente en numerosos análisis de las relaciones Norte-Sur que ponen de relieve los lazos de interdependencia existentes entre países industrializados y países del tercer m u n d o , pasando por alto el carácter asimétrico de esta interdependencia y los profundos conflictos de intereses que separan a estos dos grupos de países, c o m o lo atestigua el fracaso de las negociaciones encaminadas a definir concretamente la estructura de un nuevo orden económico internacional. El informe de la comisión independiente presidida por Willy Brandt es m u y sintomático a este respecto. E n efecto, dicho informe trata de demostrar que la solución del conflicto Norte-Sur pasa por el reconocimiento, tanto en el Norte c o m o en el Sur, de una interdependencia que refleja profundos intereses comunes. Al proclamar que el desarrollo del Norte pasa por el desarrollo del Sur, y viceversa, y que esta interdependencia debe fundar un nuevo orden económico internacional que descanse sobre los intereses comunes, el informe Brandt oculta la realidad de una interdependencia asimétrica y suscribe un proyecto de reestructuración de la economía mundial que sólo aspira a consolidar la integración de los países del tercer m u n d o en un sistema económico m u n dial en el que se hallan en situación de dependencia.
C o m o puede comprobarse, la crítica ideológica es esencial, tanto en el estudio de las relaciones internacionales c o m o en el de otros sectores de la realidad social. Sin embargo, si se la considera c o m o una simple técnica, entraña el riesgo de una vuelta al positivismo al que tiene por misión combatir, al crear la ilusión de un proceder definitivamente depurado de toda contaminación ideológica. Este riesgo es tanto mayor cuanto que la ilusión positivista está sólidamente arraigada en la mentalidad colectiva, lo que por otra parte permite a algunos investigadores utilizar la referencia a un análisis científico y exento de toda ideología para ocultar deliberadamente su compromiso ideológico y sus opciones políticas.
U n buen ejemplo de esta actitud es el
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El rey U b u , personaje central de las obras satíricas de Alfred Jarry (1873-1907) que describen los aspectos absurdos de los tiempos modernos (litografía del autor). Snark.
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comportamiento del Club de R o m a , que reúne a un centenar de personalidades —grandes empresarios, profesores universitarios, etc.— y que se ha fijado el objetivo de dilucidar los complejos problemas del m u n d o actual y proponer nuevas orientaciones prácticas para que el m u n d o pueda escapar a las amenazas que pesan sobre él.25 El Club de R o m a declara no tener "ningún prejuicio ideológico ni político".26 Por otra parte, ha tratado de hacer validar su análisis del m u n d o actual mediante varios informes redactados por equipos de investigadores, informes que en algunos casos recurren al análisis m a t e m á tico y a las computadoras.27 D e esta manera se pretende sustituir el mito del crecimiento, eje del modelo de desarrollo de nuestras sociedades que amenaza llevarlas a la ruina, por una visión científica y lúcida del m u n d o actual y de sus problemas. Ahora bien, c o m o h e m o s demostrado ya en otra parte,28 el análisis que se desprende, por un lado, de los informes presentados al Club de R o m a y avalados por éste, y, por el otro, de las publicaciones y declaraciones del presidente de este grupo, el italiano Aurelio Peccei, se queda en el plano del discurso mítico e introduce subrepticiamente un conjunto de opciones políticas que trata de presentar c o m o simples consecuencias indiscutibles de un análisis lúcido y científico. E n realidad, mientras pretende hablar en nombre de la humanidad, o más precisamente, c o m o defensor de la supervivencia de la especie h u m a n a , el Club de R o m a , valiéndose de una ideología tecnocrática, trata de imponer una sociedad mundial planificada guiada por gerentes cuyo modelo sería la empresa multinacional.
La naturaleza y los límites de la teoría
E n búsqueda de un estatuto científico y de un reconocimiento social, las diversas ciencias sociales nomotéticas —sociología, ciencia política, economía, etc.— se fijaron c o m o objetivo, al estudiar las relaciones internacionales, la elaboración de una teoría explicativa de
naturaleza abstracta, general e intemporal. Su enfoque se fundaba en una epistemología positivista que tendía a encerrar las ciencias sociales en el molde de las ciencias de la naturaleza.
Se trataba de descubrir, entre los diversos acontecimientos que constituyen el ámbito de las relaciones internacionales, cierto número de recurrencias y de extraer los modelos explicativos o las leyes del comportamiento de los actores internacionales. E n otras palabras, el objetivo consistía en reunir, en modelos explicativos, un determinado número de variables, y en someter estos modelos a prueba utilizando la historia c o m o laboratorio, ya confrontándolos con el pasado de las relaciones internacionales, ya tratando de aplicarlos al presente, o bien incluso efectuando previsiones que se verificarían llegado el m o m e n t o . La reunión de datos estadísticos y la búsqueda de correlacione ; en el estudio de los conflictos internacionales29, o la elaboración de modelos en sectores tales como el de la adopción de decisiones en matena de política exterior30 son totalmente representativos de un proceder encaminado a este tipo de objetivo.
H o y es preciso reconocer que se está lejos de la meta propuesta, y q1.3 el proyecto de una teoría explicativa general e intemporal, independientemente de quien la aplique así c o m o del lugar y el m o m e n t o en los que se la aplica, ha conducido la investigación a un callejón sin salida.
T o d o modelo explicativo implica una elección, una selección entre el sinfín de las variables relativas a un conjunto de fenómenos. Se trata de localizar, en la complejidad de lo real, los factores significativos, dejando de lado los que no lo son. Es necesario, por otra parte, establecer relaciones precisas entre las variables seleccionadas. Ahora bien, en el estudio contemporáneo de las relaciones internacionales se han logrado pocos progresos satisfactorios en este proceso de selección y de ordenación. La mayor parte de los "modelos explicativos" elaborados son de hecho simples taxonomías o marcos conceptuales que ponen de relieve un conjunto de
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variables susceptibles de intervenir en los fenómenos y los procesos estudiados, sin haber efectuado realmente la selección y la ordenación indispensables para elaborar un modelo explicativo.
Por citar solamente un ejemplo, cuando G r a h a m Allison intenta dilucidar los procesos de adopción de decisiones en política exterior, hace hincapié, en cada uno de los tres paradigm a s (racional, organizativo, burocrático) que propone, en cierto número de variables que podrían determinar la toma de decisión, pero no establece relaciones precisas entre estas variables y se limita m á s bien a describir el proceso que rige la elaboración de una política exterior (en este caso, la que caracteriza la crisis de los misiles de C u b a en 1962) .31 Por lo demás, no nos dice realmente c ó m o integrar las tres lecturas distintas que él hace del proceso de decisión con arreglo a los tres paradigmas que presenta. L a contribución de Allison es, pues, descriptiva y taxonómica.
Podría sentirse sin duda la tentación de eludir esta dificultad de integrar las diversas variables explicativas potenciales en un modelo y recurrir para ello a un enfoque reduccionista que fundara la explicación en un-factor único.32 N o obstante, se ha demostrado ampliamente que dicho enfoque es incapaz de dar cuenta de las múltiples facetas de los fenómenos sociales y de sus causalidades múltiples.
L a actual imposibilidad de encontrar una teoría explicativa de las relaciones internacionales, que en realidad no ha logrado superar el nivel taxonómico, no puede sino conducir a los investigadores a ser m á s conscientes de las posibilidades y de los límites de la elaboración
. teórica. Al optar por la generalidad, los representantes de las ciencias sociales nomoté-ticas aspiraron a elaborar una teoría d e m a siado intemporal, cuyo único vínculo con la historia estaría en la acción neutra del investigador en una esfera de experimentación. N o comprendieron que no es posible comprender las relaciones internacionales sin integrar la dinámica histórica en los modelos explicativos mismos. A u n cuando la definición de un conjunto de variables explicativas potenciales
tenga un alcance general y no esté ligada a una situación específica, el investigador sólo puede y debe elegir y ordenar estas variables al interpretar una coyuntura histórica determinada. E n otras palabras, la etapa taxonómica sólo puede superarse si se toma en consideración una dinámica histórica específica, en el análisis de una coyuntura histórica dada.
Existen sin duda elementos explicativos comunes a las conflictos contemporáneos, c o m o la guerra fría o la guerra del Vietnam, y a los conflictos de los siglos x v m y xix que marcaron la historia de Europa. N o pueden, empero, elaborarse modelos explicativos de estos conflictos sin tener en cuenta la dinámica y las fuerzas que intervinieron en el sistema internacional en cada uno de esos periodos. Por lo demás, no podemos pretender inferir las leyes que rigen el funcionamiento y el equilibrio de los sistemas internacionales comparando la simple polaridad del sistema contemporáneo con la del sistema europeo del siglo xix, sin tener en cuenta otras características estructurales esenciales de cada uno de estos dos sistemas (principalmente la estratificación y el grado de h o m o g e neidad ideológica y cultural) y sin tomar en consideración la dinámica de su desarrollo.33
Pueden sin duda concebirse otras esferas de generalización, fuera de la de poner en evidencia variables explicativas potenciales. L a elaboración de diversos modelos explicativos centrados en coyunturas históricas específicas puede permitir a los investigadores deducir algunas leyes relativas a las tendencias evolutivas,34 así c o m o algunas estructuras explicativas comunes a diferentes fenómenos.3S
Esta búsqueda de generalidad que se manifiesta en la teoría de las relaciones internacionales no debería efectuarse, sin embargo, mediante la negación de la dimensión cultural de estas relaciones, c o m o por desgracia ha sucedido con demasiada frecuencia hasta ahora.36 E n efecto, no será generalizando a partir del estudio de una sociedad dada —en el caso que se discute, sobre todo los Estados Unidos—, y negando con ello la diversidad cultural, c o m o la teoría de las relaciones internacionales adquirirá una verdadera
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dimensión transcultural, transnacional y extensiva a todas las sociedades, capaz de responder a las exigencias de u n enfoque n o m o t é -tico. L a diversidad cultural, al igual que la
dinámica histórica, debe situarse en el centro de la teoría que proponen las ciencias sociales para estudiar las relaciones internacionales.
Traducido del francés
Notas
1. Véase por ejemplo Hoffman (dir. publ.) [1960], p. 2-3. Véase también Taylor (dir. publ.) [1978], p. 1.
2. Tal es la característica en la que hace hincapié R a y m o n d Aron [1962] para, delimitar la especificidad de las relaciones internacionales.
3. Podríamos preguntarnos entonces si no sería preferible concebir las relaciones internacionales como la expresión —en un momento dado de la historia— del desarrollo de un sistema mundial, sistema que pasaría a constituir el objeto de estudio. Véanse por ejemplo las obras de Immanuel Wallerstein, que apuntan a desarrollar una teoría de los sistemas-mundo, principalmente The capitalist world economy [1979]. D e esta manera, la eventual desaparición de las entidades estatales no afectaría al
contenido del objeto estudiado, puesto que no constituiría más que una fase de la evolución de un sistema social. Sin negar el peligro de un enfoque reduccionista que remitiese todas las relaciones internacionales a las entidades estatales, y reconociendo por lo tanto el interés de semejante perspectiva sistémica [véase nuestra obra Théorie des systèmes et relations internationales, 1977a], no nos parece posible —sin recurrir a otra forma de reduccionismo— descartar la realidad del Estado como elemento estructurante del medio internacional.
4. Véase, a este respecto, Bedjaoui [1979].
5. Véanse las observaciones de Morin [1982], p. 273, en Science avec conscience.
6. Véanse sobre este particular las observaciones de
McGranahan [1974] en "Réflexions à propos des recherches...".
7. Sobre el concepto de paradigma, véase Kuhn [1972].
8. Véase por ejemplo Morgenthau [1975].
9. Véase Mitrany [1946].
10. Véase Haas [1964].
11. Véase Burton [1969].
12. Véase Morse [1969].
13. Véase por ejemplo el informe de la Comisión Brandt [1980].
14. Véase la obra de Jalee [1973]. Con respecto a las diversas teorías del imperialismo, véanse Braillard y de Sénarclens [1981].
15. Véase principalmente Wallerstein [1974].
16. Véanse, sobre este
Las ciencias sociales y el estudio de las relaciones internacionales 617
particular, las observaciones m u y atinadas de Ralf Dahrendorf [1967], p . 486 que pone de relieve la necesaria complementariedad de los modelos cooperativo y conflictivo en el estudio de la sociedad.
17. C o n respecto a este falso debate, véanse Knorr y Rosenau (dir. publ.) [1969].
18. Véase, sobre este punto, m i . obra Théorie des relations internationales [19776], p . 21-22.
19. Véase Piaget [1970], p . 45.
20. Véase Habermas [1976].
21. C o x habla de "problem-solving theories". Véase su estudio "Social forces, states and world orders . . ." [1981], p . 129.
22. Véanse las observaciones de Himmelstrand [1982], p . 542, en "Ideología, ciencia y acción . . . ." Puede observarse, por otra parte, que el desarrollo en Europa de las investigaciones sobre la paz, en el curso de los últimos veinte años y a instigación principalmente de Johan Galtung, se ha esforzado por adoptar una verdadera actitud crítica que ha marcado
profundamente el estudio de los conflictos internacionales.
23. Véase mi obra Théorie des systèmes... [1977a], p . 99-101. Ésta tendencia conservadora, sin embargo, en mi opinión, no es inherente al concepto de sistema m i s m o .
24. Véase Burton [1968], cap. vi y vu.
25. Véase Peccei [1976], p . 128-129.
26. Véase Peccei [1975], p . 75.
27. Véase principalmente M e a d o w s y otros [1972]; Mesarovic y Pestel [1974].
28. Véase mi obra L'imposture du Club de Rome [1982],
29. Véase, por ejemplo, Singer y Small [1962].
30. Véanse Snyder, Brück y Sapin (dir. publ.) [1962]; Rosenau [1971].
31. Allison [1971].
32. Por ejemplo, la sociología de los conflictos de Gaston Bouthoul [1970] que, en último análisis, reduce la interacción «inflictiva a la dinámica demográfica.
33. Esta es la razón por la cual los diversos análisis dedicados hasta ahora a la estabilidad de los sistemas internacionales contemplados desde el punto de vista de su polaridad son tan poco convincentes. Véase por ejemplo, Deutsch y Singer [1964]; Waltz [1964]; Haas [1970].
34. U n peligro que acecha a la investigación de tales leyes radica en la adopción de un enfoque teleológico mediante el que se piense poder explicar y justificar una evolución por su desenlace, como a menudo han hecho los representantes del análisis funcionalista.
35. Véanse a este respecto las observaciones m u y oportunas de Boudon y Bourricaud en su Dictionnaire critique de la sociologie [1982], p . 261-267.
36. Véanse las observaciones de Preiswerk en " L a place des relations interculturelles..." [1975]. El estudio de la política exterior es un sector que ilustra bastante bien esta negación de la especificidad cultural de las sociedades que constituyen el sistema internacional. Véanse a este respecto las observaciones de Korany en "Les modèles de politique étrangère..." [1974].
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La institucionalización de las ciencias sociales: su trascendencia social y política
Edmund Burke III
Introducción: estructuras, discursos, crisis
¿ C ó m o se constituyen las disciplinas? ¿ C ó m o imponen su autoridad? ¿ Y c ó m o declinan? Estas preguntas son esenciales para la sociología del conocimiento y adquieren hoy una renovada pertinencia. Acaso porque nuestra época es un m o m e n t o de apertura intelectual y de conciencia epistemológica, en el que tienden a confundirse los límites entre las disciplinas y se ponen en entredicho los paradigmas imperantes, la preocupación por los orígenes de las ciencias sociales modernas y sus efectos sobre la sociedad se halla en el núcleo de la discusión intelectual. E n estas condiciones, los presupuestos básicos del pensamiento social aparecen con especial claridad, y es posible seguir el rastro de la formación y cristalización de las disciplinas y de los discursos a que han dado lugar.1
Mediante un examen del desarrollo de la sociología en Francia durante el periodo 1880-1925, nos proponemos en este artículo intentar aclarar algunos de los procesos generales de la institucionalización de las ciencias sociales y políticas. A nuestro juicio, la institucionalización de una nueva disciplina no es
simplemente el resultado de ideas clave, personalidades dominantes y recursos financieros, c o m o lo sostiene una noción en baga, sino que hay que situarla en su particular contexto intelectual y político. Los resultados de esta reconstrucción de los orígenes de las disciplinas y escuelas de pensamiento son a m e n u d o sorprendentes, c o m o lo demuestra un e x a m e n del caso de la escuela de Durkhe im en Francia durante el periodo 1880-1914.
El desarrollo autónom o de la sociología colonial en Francia durante este periodo pone de m a nifiesto una división del trabajo de facto en este c a m p o , y constituye nuestro segundo tema de discusión. E n esta parte estudiaremos especialmente la aparición de la sociología del Islam. Contracorriente insignificante en el impetuoso caudal de la ciencia parisiense, la sociología del
Islam estuvo no obstante ligada a la política metropolitana según modalidades que influyeron directamente en la índole de su producción. Ideológicamente saturado pero intelectualmente flojo, el discurso de la sociología del Islam fue, sin embargo, políticamente poderoso. El estudio de este caso permitirá analizar c ó m o se generan los discursos que crean escuela, c ó m o terminan por imponerse y qué efectos producen.
Edmund Burke III es profesor de historia y director del Centro de Estudios Comparativos e Internacionales de la Universidad de California, en Santa Cruz. Es autor de' Prelude to protectorate in Morocco: patterns of protest and resistance (1977) y codirec-tor de publicación de Islam and social movements (de próxima publicación).
680 Edmund Burke III
Finalmente, la exploración de la función de las controversias en la vida de las disciplinas nos permitirá examinar la crisis de autoridad que afecta a todas las disciplinas, para concluir que dichas crisis son parte integrante del desarrollo de las mismas y son el vehículo mediante el cual las nuevas concepciones se imponen o son objeto de resistencia por parte del orden establecido. La lucha por un paradigma científico es consustancial a esta operación: la competición por los campos epistemológicos y los objetos de estudio es inseparable del adelanto de la ciencia. C o m o veremos, en el centro m i s m o de la institucionalización de las ciencias sociales se halla la interrelación de los diversos procesos políticos, ideológicos, racionales y científicos. El problema de la autoridad de los enunciados científicos se plantea, pues, en estos términos: ¿cómo se crea, se impone y se institucionaliza esta autoridad? Gracias a la obra de Michel Foucault y Pierre Bourdieu sabemos que la ciencia no surge de la ingenuidad del m o m e n t o de intuición crítica, sino de una determinada coyuntura social e intelectual.2 T o d o saber es, por lo tanto, contingente. Esto plantea algunas cuestiones importantes en torno a la sociología del conocimiento y la institucionalización de las ciencias sociales, que abordarem o s en una breve conclusión.
La institucionalización: el caso de la sociología en Francia
Estudios recientes sobre el origen de las ciencias. sociales modernas han modificado considerablemente nuestra noción sobre las formas en que se institucionalizaron. Hasta entonces, el estudio de la historia de las ideas se había centrado en los orígenes intelectuales del pensamiento científico social contemporáneo, destacando las influencias recíprocas entre las sucesivas generaciones de pensadores y la importancia de la innovación intelectual.3 El objetivo implícito o declarado de este enfoque consistía en valorizar la propia genealogía intelectual conectándola con una prestigiosa cadena de autoridades, al tiempo
que se descalificaba la de los adversarios demostrando la relativa debilidad de su tradición intelectual.
M á s recientemente, los estudiosos se han mostrado insatisfechos con el valor explicativo de este enfoque, al par que han concebido sospechas sobre la afirmación de autoridad que necesariamente implica. El nacimiento de las disciplinas pasó a considerarse no c o m o el inevitable triunfo de unas ideas más fuertes sobre otras m á s débiles (como se desprendía del referido estudio sobre la historia de las ideas), sino c o m o una lucha multifacética entre distintos grupos y facciones por obtener ventajas intelectuales y políticas. L a sociología del conocimiento ha avanzado así hacia una comprensión más sociológica de la cuestión.
L a implantación de la escuela de Durk-heim en Francia (1880-1914) es uno de los casos de institucionalización mejor estudiados por la sociología del conocimiento. Gracias a esto, las circunstancias exactas en que D u r k -heim y sus discípulos consiguieron imponer la disciplina sociológica en Francia son mejor conocidas que las de cualquier otro caso en la historia de las ciencias sociales.4 Precisamente por la profundidad con la que se ha estudiado, la escuela de Durkheim es un caso especialmente útil para quienes desean comprender c ó m o se forman las disciplinas.
L a disciplina central en el sistema universitario francés del siglo xix era la filosofía, que atraía a los estudiantes mejor dotados y m á s ambiciosos, concedía los títulos académicos m á s valorados y, por su gran importancia en los exámenes de bachillerato y de concursos para cátedras (agrégation), ejercía su dominio sobre el sistema educativo. Hacia las postrimerías del siglo entró en un periodo de crisis intelectual prolongada c o m o consecuencia de una fatal atracción del espiritualismo. Este m o m e n t o de crisis deparó la oportunidad para el nacimiento de nuevas disciplinas. La influencia del positivismo, el kantismo y el racionalismo (tendencias claramente minoritarias en la época) creó las condiciones intelectuales para que pudiera proponerse, con algunas posibilidades de éxito, la reorganización
L a institutionalization de las ciencias sociales: su trascendencia social y política 681
Emile Durkheim (1858-1917) ha desempeñado un papel primordial en la institucionalización de la sociología en Francia (foto tomada de Leçons de sociologie, con la autorización de Presses Universitaires de France).
de la enseñanza universitaria de la filosofía. Se ha sugerido que la obra de Durkheim puede interpretarse c o m o uno de los principales empeños por resolver la crisis de la filosofía en la universidad mediante la transformación del contenido intelectual del programa de estudios y la sustitución de los docentes espiritualistas por el nuevo personal dotado de una visión científica y positivista.5
L a importancia de las crisis de autoridad intelectual en la aparición de nuevas disciplinas es un tema sobre el que volveremos al final de este artículo. Por el momento basta con repasar el contexto intelectual del desarrollo de la sociología en Francia.
U n o de los primeros que estudiaron el nacimiento de las ciencias sociales en la Fran
cia moderna fue Terry N . Clark, cuyo libro y artículos se centran en el contexto del fenóm e n o y las estrategias de los diversos grupos contendientes en la academia francesa. ¿ C ó m o puede explicarse la institucionalización de la sociología en el sistema universitario francés?, se pregunta Clark. ¿Por qué sólo triunfó su versión durkheimiana? Clark anota que a fines del siglo xix existían en Francia cuatro escuelas de sociología, y sin embargo sólo la de Durkheim consiguió establecerse en la universidad. Estas cuatro escuelas eran: a) los diversos grupos de seguidores de Le Play; b) los estadísticos sociales Bertillon y Levasseur y sus colegas, la mayoría de los cuales eran funcionarios; c) el grupo un tanto anómalo congregado en torno a R e n é W o r m s , y su periódico la Revue internationale de sociologie, y Gabriel Tarde; d) los partidarios de Durkheim.
El enfoque de Clark se basa, en las estructuras institucionales y pone de relieve una perspectiva interactiva. "Para que las nuevas disciplinas se desarrollen.—dice— son esenciales tres elementos básicos: buenas ideas sobre las que edificar, individuos con talento y apoyo institucional suficiente."6
Observa que los durkheimianos lograron imponerse porque procedían de los m á s prestigiosos círculos académicos,' estaban mejor organizados que sus rivales, sabían hacer valer su definición del campo dentro de la universidad (mediante Les règles de la méthode sociologique, de Durkheim, 7 y su definición del "hecho social") y, finalmente porque contaban con la protección del rector de la Sorbona, Louis Liard. Los grupos rivales, señala, estaban menos favorablemente situados y afirmaban con menos habilidad sus aspiraciones al predominio. Por medio de sus escritos, y sobre todo gracias a la revista L'année sociologique, los durkheimianos poseían los medios para imponer su autoridad y sus definiciones de la disciplina. Clark sostiene que los debates ampliamente difundidos de Durkheim con algunos de sus rivales, especialmente Gabriel Tarde y Georges Sorel, le permitieron definir con claridad los límites del campo y llamar la atención del público hacia su escuela.
682 Edmund Burke IH
Restando, importancia a las ideas de Durk-heim y centrándose en las estrategias que éste empleó para implantar la nueva disciplina, Clark ofrece una nueva perspectiva sobre el asunto. Sin embargo, pese a su valor informa-, tivo, el enfoque de Clark tiene sus límites. Así, por ejemplo, no puede explicar la recepción de las ideas de Durkheim en Francia, ni las condiciones sociológicas que rigieron su institucionalización. E n realidad, puede observarse que el esquema de Clark deja de hacer preguntas precisamente en el punto en que debía empezar a formularlas. Por falta de análisis riguros o del contexto intelectual y político en que se desarrolló la sociología, el autor llega a conclusiones demasiado vagas, si no erróneas. N o obstante, la labor del Groupe d'Etudes Durkheimiennes ha permitido c o m prender m u c h o mejor este aspecto de la cuestión.8 D e este m o d o puede conocerse en forma m á s completa y satisfactoria el proceso general de institucionalización de las ciencias sociales.
Para entender plenamente la estrategia de Durkheim, es preciso situar la sociología en el ámbito intelectual de su época y en el marco institucional en que se desarrolló. Según el destacado especialista Victor Karady, pese al indiscutible prestigio y carisma de Durkheim y al cuasi monopolio durkheimiano de las cátedras de sociología en el sistema universitario francés, su debilidad institucional es evidente. Karady hace una útil distinción entre prestigio, intelectual y prestigio institucional. Sostiene que, a pesar de la innegable autoridad intelectual de Durkheim y la reconocida utilidad social de la disciplina, su notable debilidad institucional impidió seriamente el desarrollo de la escuela de Durkheim en la universidad. La sociología durkheimiana nunca logró establecer su autonomía institucional con respecto a la filosofía, no pudo hallar un mercado laboral para sus egresados y los títulos obtenidos gracias a sus programas de estudio tenían escaso valor. A d e m á s , debido a que se enseñaba en la Facultad de Letras, y no en la de Derecho, la sociología tenía mayores dificultades para obtener reconocimiento ya que las disciplinas
•sociales que se desarrollaban en la Facultad de Derecho aseguraban su autonomía y prestigio sin grandes obstáculos. Pero también sacaba provecho del elevado rango intelectual de las disciplinas clásicas de letras, particularmente de la filosofía. E n una palabra, desde el punto de vista del sistema de valores dominante en la universidad, de los requisitos para abrirse camino en una carrera y de la jerarquía de las disciplinas en el m u n d o académico francés, la escuela durkheimiana alcanzó, a lo sumo, un éxito parcial.
Finalmente, para completar esta exposición, es importante considerar la significación política y social de la sociología en el contexto político de la sociedad francesa de fines del siglo pasado. L a función primordial de las ciencias sociales en ese periodo era contribuir a elaborar la ideología republicana de la Tercera República en pie de guerra. La aportación de los durkheimianos consistió en inculcar ideas correctas que facilitaran la vida en común de los individuos y de las clases. Así, al terminar su primer año en Burdeos, Durkheim concluyó su curso de ciencias sociales definiendo la función social de la sociología. Puesto que el problema social era consecuencia del debilitamiento del espíritu de colectividad, afirmó, era preciso inculcar de nuevo la conciencia de la unidad orgánica de la sociedad.
Pues bien, caballeros, yo creo que la sociología puede, más que ninguna otra ciencia, restaurar estas ideas. La sociología hará comprender al individuo lo que es la sociedad, cómo le completa y cuan pequeño es [cuando queda] reducido a sus propias fuerzas. La sociología le enseñará que él no es un imperio en medio de otro imperio, sino el órgano de un organismo. Le hará ver cuan provechoso resulta desempeñar conscientemente su función como órgano.9
E n virtud.de su carácter republicano, su anticlericalismo, sus convicciones favorables a Dreyfus y sus opiniones no marxistas sobre la cuestión social, la sociología durkheimiana se hallaba cerca del centro del espectro político de la sociedad francesa de preguerra. El catolicismo e internacionalismo de sus princi-
La institutionalization de las ciencias sociales: su trascendencia social y política 683
pales rivales (los partidarios de Le Play y los de René W o r m s ) los situaban en una posición menos favorable y contribuyeron a sellar su destino.
El centrismo político de la sociología en el esfuerzo liberal por reformar la sociedad no estuvo limitado a Francia, como tampoco la relación ambigua con el legado intelectual y político de Karl Marx. La formación de las disciplinas sociales modernas trajo como consecuencia la aparición de estudios especializados sobre distintos aspectos de la existencia humana. La rama de la sociología se desgajó de la economía política en el m u n d o anglopar-lante y de la filosofía en Francia, y eligió como campo propio el estudio de las relaciones sociales. H o y en día podemos ver que su formación estuvo directamente vinculada a la maduración de la "cuestión social" en la Europa del siglo xix: el nacimiento de una clase trabajadora cada día más militante y el desafío al orden burgués producido por la quiebra de las estructuras sociales. Las obras de Ferdinand Tönnies, M a x Weber , Henry Maine, Auguste Comte , Emile Durkheim, Robert Redfield y Talcott Parsons pueden, de un m o d o u otro, percibirse c o m o respuestas a los peligros planteados por la anomia social derivada de la' revolución industrial y como otros tantos diálogos con el espectro de Marx. Así, en algunos aspectos, el desarrollo de la sociología occidental puede verse como un intento de salir al paso al desorden social derivado del derrumbe de la comunidad, ofreciendo una teoría del orden social. Según los postulados básicos de la naciente disciplina •sociológica, las relaciones sociales eran causales en sí mismas, independientemente del contexto político o económico.10
La sociología del Islam: un discurso de dominación
La definición del campo de la sociología en Francia excluía, a todos los efectos prácticos, el estudio de las sociedades coloniales. Esto se dejaba a la pintoresca amalgama de aficionados ingeniosos, funcionarios coloniales ilustra
dos y (algún tiempo después) etnólogos profesionales, cuyos escritos, en su conjunto, constituyen el cuerpo de lo que a la sazón se llamó sociología colonial. Pese a la amplísima diversidad de temas ofrecida por L'année sociologique, Durkheim manifestó escaso interés por las sociedades coloniales; Marcel Mauss y sus otros colaboradores principales apenas prestaron una ligera atención al tema. La falta de prestigio del estudio de los temas coloniales en Francia desempeñó sin duda un importante papel en la implantación de esta división del trabajo de facto. Pero la orientación intelectual resueltamente metropolitana del grupo de Durkheim tuvo quizás, a este respecto, una importancia aún mayor. Contrariamente a la incipiente profesión antropológica que se imponía en el m u n d o de habla inglesa proclamando los méritos del trabajo de campo, los durkheimianos se oponían a la observación participante y propugnaban la utilización de. fuentes impresas.11 D e esta manera, la sociología académica nació bifurcada en Francia; mientras los durkheimianos, con su elevado prestigio, se dedicaban a los dilemas de la sociedad moderna, la sociología de las colonias se dejaba en manos de los etnólogos.
U n a de las ramas más importantes de la sociología colonial francesa fue la sociología del Islam. U n examen de sus distintas dimensiones puede ayudarnos a comprender no sólo el proceso de institucionalización, sino también el contexto de ideas políticas y sociales y sus consecuencias en la política práctica. C o m o veremos, el aspecto fundamental de la sociología del Islam fue no tanto su importancia intelectual o su alcance institucional en Francia como la repercusión política de su discurso.
La tradición francesa del estudio empírico de las sociedades musulmanas comenzó en 1798 con la expedición napoleónica a Egipto. Los paradigmas centrales de esta tradición fueron establecidos en los veintitrés volúmenes de la Description de l'Egypte, (París, 1809-1823), desarrollados posteriormente en Argelia (1830-1870) y Marruecos (1900-1930). Las grandes fases de su evolución coinciden con las vicisitudes del colonia-
684 Edmund Burke III
lismo francés. Al estallar la guerra de Argelia, en 1954, se había convertido en una versión momificada de su ser originario y, evidentemente incapaz de explicar el estallido de la guerra o su raison d'être, se derrumbó bajo su propio peso. E n cierto m o d o , una tradición iniciada con aspiraciones de llevar los frutos de la revolución francesa a tierras del Islam había terminado defendiendo al imperio, difundiendo estereotipos racistas y produciendo un folklore inútil. N o es accidental que el tiempo de existencia de esta tradición intelectual quede comprendido entre los albores del imperialismo francés en Oriente Medio y su sangriento y convulsivo final.
Examinada en su perspectiva histórica, la tradición francesa de la sociología del Islam se c o m p o n e de tres corrientes generales, cuyas complejas interacciones fueron configurando el c a m p o durante un siglo y medio.1 2 La experiencia argelina constituye en muchos aspectos el paradigma de los acontecimientos posteriores. Estas tres corrientes eran las de los "Bureaux Arabes", los aficionados civiles y los académicos. Vinculados a las fuerzas sociales reales por intereses efectivos y percepciones de la sociedad, estos tres grupos son de primordial importancia' para comprender no sólo el desenvolvimiento del campo intelectual, sino también gran parte de la dinámica de la política colonial francesa.
L a corriente m á s importante de la Argelia colonial fue la tradición militar de los oficiales responsables de asuntos nativos, encuadrados en los Bureaux Arabes. D e estos "Robinsones con galón", c o m o los llamó Jacques Berque, provino una parte considerable de las obras más importantes sobre la sociedad, la religión y las costumbres argelinas.13
Los oficiales se interesaban especialmente por descubrir las estructuras de la sociedad tribal, así c o m o su "topografía moral" y los aspectos materiales de su cultura. L a segunda corriente importante de la sociología francesa del Islam fue el trabajo de aficionados y exploradores civiles, cuyos escritos aparecían teñidos por su interés directo en la adquisición de tierras y el bienestar de la sociedad colonizadora. A u n que su contribución intelectual fue la menos
importante de las tres, resultaba fundamental en términos políticos.
L a intensificación, después de 1871, del debate entablado en la Argelia colonial entre los intereses de los colonos y los principales protectores de las poblaciones musulmanas, los Bureaux Arabes, condujo a una creciente politización de la etnología francesa. D e subproducto intelectual, cuasi autónomo, de los Bureaux Arabes, la etnografía de Argelia pasó a estar cada vez m á s dominada por el discurso de la política colonial francesa. Puesto que los musulmanes habían dejado de constituir una amenaza grave, ya no había que tomarlos en serio. Entre 1871 y 1919, los clisés de la doctrina colonial cristalizaron en una imagen racista de la sociedad argelina.14
A u n q u e pueden hallarse elementos de este enfoque en escritos anteriores, en la versión posterior a 1871 aparecen su carácter generalizador y el esfuerzo por forjar una práctica política sistemática basada en ellos. Antes de concluir este artículo volveremos a abordar la evolución del discurso de la sociología del Islam.
Los académicos franceses, tercera corriente de la sociología del Islam, no se perfilaron c o m o un grupo bien definido hasta después de 1871, en respuesta a la expansión de la educación francesa y al desarrollo de las ciencias sociales en sus formas modernas. Fue Emile Masqueray quien, más que ningún otro, dio prestigio y legitimidad al estudio académico de la sociedad argelina. Su obra Formation des cités chez les populations sédentaires de l'Algérie apareció en 1886.1S Egresado de la prestigiosa École Normale Supérieure, Masqueray estuvo en el centro de las corrientes intelectuales de su tiempo, en vez de quedarse al margen c o m o los demás académicos francoargelinos. A u n q u e hizo m u c h o por establecer la École d'Alger como una respetable institución provincial y podría haber sido el Durkheim de la sociología del Islam (no le faltaba ambición: su tesis fue un ataque frontal a la obra de Fustel de C o u -langes, el historiador m á s notable de su época), finalmente fue incapaz de trascender los lacerantes efectos de la politización de la
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sociología colonial, y no tuvo discípulos. La fundación de la École d'Alger, y en
particular del grupo reunido en torno a René Basset a fines del siglo, marca la aparición de un grupo de académicos franceses interesados por el estudio de la sociedad argelina. Originado en las mismas fuerzas que habían conducido a la transformación de la enseñanza superior francesa a fines del siglo xix (incluida la cristalización del grupo de Y Année sociologique en torno a Durkheim), el grupo de la, École d'Alger poseía considerables ambiciones. E n E d m o n d Doutée tenían un importante adalid intelectual, un autodidacta en materia de sociología, que supo vincularse a los durkheimianos merced a algunas maniobras ingeniosas.16 L a producción intelectual del grupo de la École d'Alger estuvo centrada en el estudio del folklore, la religión popular y la dialectología, es decir, ;en temas de interés y ambición intelectual menores. Estuvo también altamente politizada por la atmósfera de chovinismo dominante en el periodo que condujo a la crisis de Marruecos de 1905. E n vísperas de su profesionalización, pues, la sociología del Islam (y de la sociedad argelina) había generado un discurso profundamente impregnado y conformado por la presencia colonial francesa. ¿ C ó m o y por qué se llegó a esta situación, y con qué efectos? Para responder a estas preguntas parece obligada una breve digresión.
El estudio de los temas islámicos en Francia estaba dominado por el orientalismo, una tradición intelectual fundamentada en la disciplina de la filología e interesada por el estudio de textos clásicos asiáticos como m o d e los ejemplares de los distintos aspectos de sus civilizaciones. E n su variante de estudios islámicos (que aquí incluye lo que venimos llamando sociología del Islam), el orientalismo pretendía hablar con voz autorizada sobre la civilización islámica gracias al conocimiento de las lenguas correspondientes. Decíase que la civilización islámica, al igual que otras, civilizaciones asiáticas, se definía por algunos rasgos esenciales, que los orientalistas, en virtud de su especial formación, se hallaban mejor situados que nadie
para discernir. El carácter altamente interesado (por no decir racista) de buena parte de la producción orientalista ha sido señalado por numerosos autores, incluido el autor de estas líneas.17
Las críticas del orientalismo han demostrado las numerosas deformaciones y errores que caracterizaron su descripción de las sociedades islámicas. Pero fue preciso esperar la publicación de la notable obra de Edward Said, Orientalism,™ para que se demostraran las formas en que el orientalismo constituye un discurso en el sentido foucaultiano de la palabra.19 L a aportación de Said consiste en hacer ver c ó m o la evolución del discurso del orientalismo estuvo determinada por el contexto particular en que se desenvolvió esta tendencia.
Orientalism constituye una oportuna disección de una tradición intelectual y sus correlatos culturales y políticos: la dominación imperialista y la imagen literaria y artística del exótico Oriente. Mediante un detallado estudio de la obra de algunos de los orientalistas m á s importantes de la época (principalmente franceses e ingleses) —Silvestre de Sacy, Ernest Renan, E d w a r d Lane, Louis Massignon y H . A . R . Gibb— Said examina los supuestos y atributos comunes de la práctica del orientalismo. El autor se inter resa fundamentalmente por el orientalismo c o m o discurso del poder que, merced a una serie de calculados pasos intelectuales, logró afirmar el dominio de Occidente sobre los pueblos orientales. Llamando la atención sobre las formas en que el orientalismo representa sus temas y asuntos, mediante figuras retóricas, floreos literarios y artificios narrativos, así c o m o sobre los públicos a quienes la producción orientalista iba destinada, Said pone de manifiesto la capacidad de penetración de la versión orientalista de la historia de los asiáticos. Said sostiene que el texto orientalista crea no sólo conocimiento sino, en cierto sentido, la realidad misma que pretende des-, cribir. Reduciendo la civilización islámica a unos pocos textos que supuestamente explican todo lo que se necesita saber acerca de ella, en vez de cotejar el universo de textos no
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EI orientalismo crea no sólo conocimientos, sino también, de alguna manera, la realidad misma que pretende describir. U n pintor orientalista trabajando en El-Kantara, en la región de Aures (Argelia), a principios de siglo. Rogcr-Viollet.
seleccionados o la complejidad de las múltiples realidades de las sociedades musulmanas, el orientalista afirma su autoridad sobre unos y otras: aquello que puede conocerse, puede controlarse. El orientalismo y el imperialismo nunca estuvieron m u y lejos uno de otro.
Las crisis de autoridad
Todas las disciplinas, en algún sentido, generan un discurso dominante, y son frutos de contextos intelectuales determinados. D e igual manera, se hallan ubicadas dentro del espectro político de su tiempo. El ejemplo de la sociología del Islam ilustra de m o d o dramá
tico que los discursos son fuertemente moldeados por esos factores contextúales, muchas veces en formas totalmente imprevistas. Esto explica tanto la autoridad de las escuelas dominantes (como la escuela de Durkheím o la École d'Alger) c o m o su poder político en las sociedades en que han existido. Estos ejemplos permiten comprender el grado y el m o d o en que todo saber es saber para, al servicio del poder y su ejercicio. Pero cabe preguntarse si los discursos de las ciencias sociales (en el sentido en que Said emplea el término) son jaulas de hierro que irremediablemente atrapan las mentes de quienes las practican, orientando pensamientos y sentimientos sin alternativa, aun cuando dichos
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Mujeres de Argel en sus aposentos óleo de Eugène Delacroix [1798-1863], M u s e o dell Louvre). BUIIOZ.
profesionales generen versiones autorizadas de su objeto de estudio. ¿ C ó m o podemos entender la relación entre la institucionaliza-ción de las ciencias sociales, las consecuencias (tanto políticas c o m o intelectuales) de los discursos que generan y el hecho del cambio? U n a consideración sobre la función de las crisis de autoridad de las disciplinas en la, determinación de sus propios destinos y los de los discursos a que dan lugar puede iluminar esta cuestión.
U n a curiosidad de la palabra "discurso" no observada por Foucault ni por Said es que su significado original implica un ir y venir entre sujeto y objeto, entre interrogador e interrogado. U n discurso, pues, se refiere
menos a una afirmación de poder y autoridad que a una relación más compleja y dialéctica. Tal observación lleva a reexaminar el m o d o en que se construyó el discurso del orientalismo, pero también las formas en que discursos y disciplinas nacen y se establecen. Por último, sugiere una reconsideración del papel de las crisis de autoridad en la producción y reproducción del conocimiento.
¿Es el orientalismo la representación autorizada de las realidades asiáticas como parte de un discurso de poder y dominación? U n a formulación semejante, aunque entraña cierta verdad, acentúa lo que el orientalismo hace c o m o discurso, más que el proceso merced al cual ha nacido, y reifica m á s que
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explica. B . S. Cohen, en una obra de próxima aparición, estudia el nacimiento de la tradición del orientalismo inglés en la India.20 U n ejemplo decisivo presentado por dicho estudio inédito pone bien de relieve la cuestión de la naturaleza de la disciplina: se trata de la compilación del primer diccionario sánscrito-inglés. Cohen ha descubierto en qué medida el diccionario no fue simplemente una manifestación del poder británico para fijar y controlar la lengua misma de la India, sino un producto conjunto m u c h o más complejo y mediatizado, fruto de una activa colaboración entre orientalistas británicos y eruditos indios. Las palabras incluidas en el diccionario, no menos que las descartadas, y los significados atribuidos a las mismas, fueron objeto de discusión y debate. El caso de la elaboración del m a p a lingüístico de la India fue similar: nuevamente el resultado está lejos de una simple aplicación del poder. El discurso así generado reflejaba tanto los intereses de los informantes c o m o los designios imperiales del a m o y señor colonial. Si existe un textualismo del orientalista —se nos advierte—, existe también el textualismo de los guardianes de las sagradas escrituras. Cada uno de ellos hace uso del otro, cada uno sirve y es servido en la elaboración del producto resultante.
L a imagen de un discurso como mera expresión de autoridad y de poder es falsa en un segundo aspecto, c o m o lo demuestra una
, breve consideración de la llamada crisis del orientalismo. Se han estudiado cuidadosamente los orígenes intelectuales del nacionalismo en muchos países asiáticos e islámicos. U n o de los hallazgos, que generalmente no se cita en este contexto, es el m o d o en que los escritos de los orientalistas pudieron servir (y efectivamente sirvieron) c o m o fuentes de autoridad y legitimidad del naciente contradiscurso nacionalista. Estos filoorientales, c o m o podría llamárseles, desempeñaron un papel crucial, por ejemplo, en el despertar intelectual del nacionalismo indio. David Kopf, entre otros, ha demostrado que la obra de E . L . Jones y sus colaboradores fue asumida y apropiada por algunos de los primeros nacionalistas (entre ellos R a m m o h u n Roy)
para confirmar la grandeza pretérita de la civilización india y la esperanza de su resurrección.21
Análogas observaciones se han efectuado respecto al nacionalismo de Turquía, Egipto e Irán, donde una vez más los escritos de los filoorientales (hombres c o m o Leon Cahun, W . S. Blunt y Arthur de Gobineau) desempeñaron un importante papel dando inspiración y legitimidad a la primera generación de nacionalistas culturales.22 La misma relación precaria entre historiadores occidentales nacionalistas y revisionistas puede observarse en el desarrollo de la contraversión nacionalista argelina del periodo colonial de la historia de Argelia.23 Si estudiamos la elaboración de un contradiscurso nacionalista advertirem o s una vez m á s la compleja relación que existe entre el orientalista y los orientales. E n una palabra, el orientalismo fue un producto negociado procedente de la relación recíproca entre los que estudiaban y los estudiados, y que portaba desde su origen las semillas de su destrucción c o m o discurso. Ésta era necesariamente una relación intelectual y política al mismo tiempo. Tanto los orígenes c o m o la significación de la crisis del orientalismo de la época actual adquieren una coloración algo distinta cuando se miran desde este ángulo, y aparecen m á s claramente las limitaciones del estudio del discurso.
¿Cuál es. la función de la crisis en la transformación de las disciplinas? ¿Qué tipos de crisis se traducen en transformaciones permanentes de las disciplinas y cuáles no? Está en la naturaleza de las cosas que las disciplinas se hallen siempre sujetas a desafío. También es evidente que los paradigmas sólo pueden consolidarse excluyendo aquellos elementos que ponen en entredicho el crédito de la disciplina. ¿ C ó m o podemos distinguir una crisis seria, con probabilidades de traducirse en una nueva ruptura, del cotidiano entrechocar de los monstruos sagrados del m u n d o académico?
Por ejemplo, en los Estados Unidos ha causado gran agitación el ataque de Derek Freeman contra la obra y la reputación de la difunta Margaret M e a d . 2 4 La crítica va diri-
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gida a cuestiones fundamentales: la validez del trabajo de campo (la piedra de toque de la disciplina) y, más allá, algunos de sus supuestos básicos. El ataque de Freeman ha cobrado importancia debido a que lo ha vinculado explícitamente a una ofensiva generalizada contra lo que denomina "determinismo cultural", y con ello la escuela de Franz Boas, A . L . Krober y Robert Lowie. Sostiene, en cambio, la primacía del determinismo biológico y de la sociobiología de Edward Wilson y su escuela. E n realidad, con el pretexto de un ataque contra M e a d , Freeman intenta desacreditar el paradigma reinante en la antropología norteamericana desde la década de 1920: la noción de que los seres humanos son producto no sólo de la naturaleza (como propugnaba en la época la pseudociencia de la eugenesia racista), sino también del ambiente (en inglés nurture) esto es, de la cultura. Franz Boas y sus discípulos (entre ellos Margaret Mead) ; lucharon por establecer la legitimidad de esta posición en la década de 1920. L o que está en juego en la controversia Freeman/Mead es, por consiguiente, de extraordinaria importancia. Pero es improbable que conduzca a una transformación significativa de la disciplina.
N o es posible dar una explicación completa sobre el tema en este artículo. Acaso baste con reparar en lo marginal de la posición que tanto M e a d como Freeman ocupan en la disciplina, la falta de una oposición institucional organizada (el ataque de Freem a n , pese a sus pretensiones de alcance más amplio, es en gran medida un ataque ad feminem; él mismo carece de escuela y no es miembro de ninguna). Finalmente, el reto de la psicobiología a la disciplina de la antropología (y en realidad todo el debate naturaleza/cultura) fue zanjado hace tiempo en lo que a los antropólogos norteamericanos se refiere; la verdad es que fue precisamente este debate lo que dio impulso a la profesión en su forma moderna. C o m o consecuencia, las posiciones adoptadas por cada bando son bien conocidas, y existen defensas establecidas contra ellas. N o será ésta la manera de derribar a la antropología.
U n segundo ejemplo negativo nos permi
tirá formarnos una idea más completa del problema. E n mi propia investigación sobre la sociología francesa del Islam he sostenido que esta disciplina atravesó un periodo de profunda crisis entre 1890 y 1914. L a primera crisis del orientalismo francés, c o m o lo he llamado, fue expresión de la crisis más general de la enseñanza superior francesa que dio origen a las disciplinas modernas (singularmente la escuela de Durkheim).25 Es decir, fue una crisis en la concepción de la disciplina, su organización interna y su relación con el contexto intelectual de la ciencia francesa. E n este periodo hizo su primera aparición lo que puede denominarse sociología del Islam en un sentido moderno. Se crearon nuevas instituciones, se lanzaron nuevas publicaciones periódicas, se reivindicó la legitimidad científica del nuevo campo y se elaboraron nuevos métodos de trabajo; en suma, todo lo que caracterizaba a los durkheimianos.
La crisis afectó también al propio paradigma orientalista; hubo una ruptura con sus estereotipos y su esencialismo, una apertura momentánea a la historicidad y la variedad de los pueblos musulmanes, e incluso se permitió a los musulmanes aparecer c o m o sujetos al par que c o m o objetos de estudio. La expresión principal de este aspecto de la crisis fue la revista Revue du monde musulman, que apareció de 1906 a 1926. Se trataba de una publicación "ni orientalista, ni colonialista", según palabras de su fundador, Alfred LeChatelier, que ocupó la cátedra de sociología y socio-grafía musulmanas en el Collège de France. E n otra obra hemos reseñado la notable apertura de la Revue a las corrientes de la época, su negativa a admitir la hipóstasis del Islam y los musulmanes, su inclinación al diálogo. Todos estos rasgos eran inequívocamente nuevos y planteaban un serio desafío a la vieja concepción orientalista, que concentraba, la atención en los textos, hablaba del Islam como de una esencia intemporal y se resistía resueltamente a reconocer el dinamismo de las sociedades musulmanas contemporáneas.
¿Por qué, entonces, la primera crisis del orientalismo, que sin embargo poseía muchas
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de las características de la crisis que hizo nacer la sociología en Francia, no le permitió a la sociología del Islam convertirse en una disciplina moderna? Las limitaciones de espacio no permiten dar en este trabajo una respuesta plena y suficiente. Los lectores interesados en el tema pueden consultar nuestro ensayo antes mencionado. E n realidad, la respuesta consta de varias partes. La primera de ellas tiene que ver con el contexto histórico particular de las relaciones entre Francia y las sociedades islámicas en los primeros años del siglo xx . Las incertidumbres de la ofensiva colonial francesa en Marruecos en el periodo 1890-1904 favorecieron la aparición de concepciones que no estaban de acuerdo con los estereotipos de la doctrina colonial aplicados a la sociedad musulmana.
E n segundo lugar, y más generalmente, es éste un periodo de excepcional apertura en las relaciones entre liberales europeos y musulmanes . E n su c o m ú n deseo de establecer regímenes constitucionales, gobiernos representativos y estados de derechos, y conociendo las fuerzas que amenazaban estas posiciones en sus respectivas sociedades, los liberales europeos y musulmanes tenían un vasto terreno de entendimiento. La Revue du monde musulman es fruto de esta esperanza política compartida. El cambio de vientos políticos que la primera guerra mundial trajo consigo socavó la base de esta momentánea apertura, y el viejo paradigma orientalista recuperó su vigencia.
Por lo tanto, la primera crisis del orienta
lismo no convirtió a la sociología del Islam en una nueva escuela o en una disciplina moderna, fundamentalmente porque el campo mismo se hallaba tan politizado que cualquier esperanza de transformación fundamental dependía decisivamente de coyunturas políticas particulares. U n ligero cambio en las corrientes políticas fue suficiente para cerrar la apertura. Por último, la posición intelectual relativamente marginal, tanto de la École d'Alger c o m o de Alfred LeChatelier, con respecto a las nacientes disciplinas sociales que empezaban a imponerse en Francia debilitó aún m á s cualquier posibilidad de que este fortuito m o m e n t o tuviera un resultado más fructífero y satisfactorio.
El estudio de una crisis que, en algunos aspectos fundamentales, bien podría haber llevado a una transformación del campo, a la forja de un nuevo paradigma y a la cristalización de una nueva disciplina, sin lograrlo, tiene por lo tanto un interés particular. Nos permite apreciar c ó m o los medios en que se crea, se impone y se institucionaliza la autoridad de los discursos depende de una compleja interrelación de fuerzas intelectuales y políticas, así c o m o del lugar que en ellas ocupe la orientación intelectual que procura imponerse. El estudio de la institucionalización de las ciencias sociales y de sus efectos y repercusiones requiere necesariamente una clara comprensión de estas relaciones.26
Traducido del inglés
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Notas
1. Véase, por ejemplo, Clifford Geertz, "Blurred genres", American Scholar, 1980, p. 165-179.
2. Michel Foucault, Les mots et les choses: une archéologie des sciences humaines, Paris, Gallimard, 1966, y Pierre Bourdieu, Esquisse d'une théorie de la pratique, Ginebra y Paris, Droz, 1972.
3. Se encontrarán dos de los mejores ejemplos de este enfoque en R a y m o n d Aron , Les étapes de la pensée sociologique, 2 vols., Paris, Gallimard, 1967, y en Talcott Parson, The structure of social action, 2 vols., Nueva York, M e G r a w Hill, 1937. Reedición Free Press, 1968.
4. E n relación con Durkheim, véanse, entre otros, Terry N . Clark, Prophets and patrons: the French university and the emergence of the social sciences, Cambridge, Harvard University Press, 1973; Steven Lukes, Emile Durkheim: his life and work, Londres, Allen Lane, 1973; y los diferentes números especiales de la Revue française de sociologie, dedicados a Durkheim: " À propos de Durkheim", vol. xvii, n.° 2 , 1976, y "Les durkheimiens", vol. xx , n.° 1 1979, especialmente los artículos de Philippe Besnard y Victor Karady.
5. Victor Karady, "Stratégies de réussite et modes de faire-valoir de la sociologie chez les durkheimiens", Revue française de sociologie, vol. xx, n.° 1, 1979, p. 54-56.
6. T . N . Clark, Prophets and patrons, p. 242. Véase también su artículo titulado "Emile Durkheim and the institutionalization of sociology in the French university system", Archives européennes
de sociologie, vol. ix, 1968, p. 37-71.
7. Publicada por primera vez en 1895, esta obra es hoy un clásico de la historia de las ciencias sociales. Su magistral definición del ámbito sociológico ha desempeñado un papel esencial en la definición de los parámetros que han guiado el desarrollo de la sociología francesa hasta la segunda guerra mundial.
8. Las consideraciones que se enumeran a continuación se inspiran en dos artículos de Victor Karady, "Durkheim, les sciences sociales et l'université: bilan d'un semi-échec", Revue française de sociologie, vol. xvii, n.° 2 , 1976, p. 267-311, y "Stratégies de réussite et modes de faire-valoir de la sociologie chez les durkheimiens", op. cit., p. 49-82 ; así c o m o en el artículo de Philippe Besnard, "La formation de l'équipe de VAnnée sociologique", Revue française de sociologie, vol. xx , n.° 1, 1979, p. 7-31. Véase también Steven Lukes, Emile Durkheim: his life and work, op. cit.
9. Durkheim, citado en George Weisz, "L'idéologie républicaine et les sciences sociales: les durkheimiens et la chaire d'économie sociale à la Sorbonne", Revue française de sociologie, vol. xx , n.° 1, 1979, p. 84.
10. Leon Bramson, The political context of sociology, Princeton, N . J., Princeton University Press, 1961. Véase también Alvin W . Gouldner, The coming crisis of Western sociology, Nueva York, Basic Books, 1970.
11. Sobre la relación entre la etnografía francesa y los durkheimianos, véase Donald Ray Bender, Early French
ethnography in Africa and the development of ethnology in France, Northwestern University, Anthropology, 1964. (Tesis de doctorado.)
12. L o que sigue está tomado de mi artículo "The sociology of Islam: the French tradition", en Malcolm H . Kerr (dir. publ.), Islamic studies: a tradition and its problems, p. 73-88. Malibu, California, U n d e n a Publications, 1980.
13. Jacques Berque, Le Maghreb entre deux guerres, p. 124, Paris, Seuil, 1962.
14. C o n respecto a la doctrina colonial francesa y al mito cabila, véase Charles-Robert Ageron, "La France a-t-elle eu une politique kabyle?", Revue historique, n.° 223, 1960, p. 311-352.
15. Recientemente reeditado, con un importante prefacio de Fanny Colonna (Aix-en-Provence, Edisud, 1983). Véase también el ensayo de esta última (en colaboración con Claude Brahimi) " D u bon usage de la science coloniale", en Henri Moniot (dir. publ.) L e mal de voir. Ethnologie et orientalisme: politique et épistémologie, critique et autocritique (Cahiers Jussieu, n.° 2), p. 221-241, París, Colección 10/18, 1976.
16. Lucette Valensi, "Le Maghreb vu du centre: sa place dans l'école sociologique française", en Jean-Claude Vatin (dir. publ.), Connaissances du Maghreb: étude comparée des perceptions françaises et américaines, Aix-en-Provence, Éditions du C N R S , de próxima publicación.
17. Para una introducción a Io que se ha convertido en una abundante literatura, véanse, entre otros, Anouar Abdel-Malek, "L'orientalisme en crise", Diogène, n.° 44, 1963,
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p. 103-140, y Abdallah Laroui, La crise des intellectuels arabes, Paris, Maspero, 1974. Véanse también mis artículos "The image of the Moroccan state in French ethnological literature: a new look at the origin of Lyautey's Berber policy", en Ernest Gellner y Charles Micaud (dir. publ.) Arab and Berbers from tribe to nation in North Africa, p. 175-199, Londres, Duckworth, 1973; y "Fez, the setting sun of Islam: a study of the politics of colonial ethnography", The Maghreb Review, vol. n, n.° 4, 1977, p. 1-7.
18. Edward Said, Orientalism, Nueva York, R a n d o m House, 1978.
19. Se encontrará un importante análisis crítico de la forma en que Foucault y Said emplean el término "discurso" s
en el artículo de James Clifford publicado en History and theory, vol. xix, h.° 2, 1980, p. 204-223.
20. B . S. Cohen, "The c o m m a n d of language and the language of command", manuscrito inédito, 1983. Véase también su conferencia, "The colonial sociology of
knowledge", Universidad de California, Santa Cruz, febrero de 1979.
21. David Kopf, British orientalism and the Bengal renaissance, Berkeley y Los Angeles, University of California Press, 1969.
22. Véase, por ejemplo, Niyazi Berkes, The rise of secularism in Turkey, Montreal, McGill University Press, 1964; Albert Hourani, Arabic thought in the liberal age, Londres, Oxford, 1962; Nikki R . Keddie, Roots of revolution, an interpretative history of modern Iran, N e w Haven, Yale University Press, 1982.
23. La obra clásica que debe consultarse a este respecto es la de Yves Lacoste, André Nouschi y André Prenant, Algérie: passé et présent, Paris, Editions Sociales, 1960.
24. Derek Freeman, Margaret Mead and Samoa: the making and unmaking of an anthropological myth, Cambridge, Mass. Harvard University Press, 1983. Freeman ataca las primeras obras de M e a d sobre Samoa, en
particular A coming of age in, Samoa, Nueva York, William Morrow, 1928. U n debate de gran magnitud se está llevando a cabo desde hace meses. Entre las opiniones más importantes, véanse George E . Marcus, New York Times Book Review, 27 de marzo de 1983 y James Clifford, Times Literary Supplement, abril de 1983. Para conocer el punto de vista de los propios interesados, véase Robert Trumbull, "Somoan leader declares: 'both anthropologists are wrong'", New York Times, 24 de mayo de 1983, p. 18.
25. Para un estudio más completo de la cuestión, véase mi artículo "The first crisis of French orientalism", en Jean-Claude Vation (dir. publ.), Connaissances du Maghreb: étude comparée des perceptions françaises et américaines, Aix-en-Provence, Editions du C N R S , de próxima publicación.
26. Pierre Bourdieu, "Les conditions sociales de la production sociologique: sociologie coloniale et décolonisation de la sociologie", en Henri Moniot (dir. publ.) Le mal de voir, op. cit.
0MmËMm La geografía a fines del siglo xx: nuevas funciones de una disciplina amenazada
Milton Santos
Entre los múltiples aspectos del periodo actual, es esencial reconocer la revolución histórica y científica que atribuye a las ciencias del hombre y de la sociedad un lugar privilegiado en el conjunto de los saberes humanos. E n un m u n d o reestructurado de tal suerte, ha de corresponder un papel particular a la ciencia geográfica —ciencia del espacio del hombre— y hemos de interrogarnos acerca de los problemas que, ya en esta perspectiva, se presentan para su realización y para la actualización de la disciplina. ¿Podemos pensar que la inercia vencerá al movimiento, impidiendo su desarrollo, o debemos creer m á s bien que conseguirá afirmarse una geografía renovada?
Milton Santos es profesor de geografía en la Universidad de São Paulo, Brasil. Es autor de varias obras, entre ellas Les villes des pays sous-dévelop-pés (1971), L'espace partagé (1975) y Por uma geografia nova (1978). Su dirección: rua Nazaré Paulista 163, apt. 64, 05448 São Paulo, Brasil.
Redescubrimiento y reestructuración del planeta en el periodo científico-técnico y nuevas funciones de las ciencias
D e la internacionalización a la mundialización
N o sin razón habló K . Polanyi [1957] de "gran transformación" para saludar los profundos cambios impuestos a nuestra civilización desde comienzos del presente siglo. Q u é decir
entonces de la auténtica conmoción revolucionaria que experimentó el m u n d o a raíz de la segunda guerra mundial, cuando, por efecto de la mundialización, comenzó una fase enteramente nueva de la historia h u m a n a . '
Sin duda, lo que ahora estamos viviendo es el fruto de una larga preparación, y el proceso de internacionalización no data de hoy. El proyecto de mundializar las relaciones económicas, sociales y políticas se inició con-
la extensión de las fronteras del comercio a comienzos del siglo xvi, progresó irregularmente a través de los siglos de expansión capitalista, para tomar cuerpo al fin en el m o m e n t o en que una nueva revolución científica y técnica se impone y en que las formas de vida experimentan una súbita transformación en nuestro planeta: con los formidables medios puestos a su dis
posición, las relaciones del hombre .con la naturaleza conocen hoy un giro decisivo. Sobrevienen así cambios cualitativos sorprendentes, y no es el menos notable la posibilidad de conocerlo y utilizarlo todo a escala planetaria, que en adelante será el marco de las. relaciones sociales. Se puede hablar de m u n dialización, cuando antes se trataba tan sólo de internacionalización [Amin, 1980, p. 188].
D a d a la nueva proyección de la historia,
694 Milton Santos
es preciso "revisar totalmente toda la estructura de los postulados y de los prejuicios en que se funda nuestra visión del m u n d o " , según G . Barraclough [1965, p. 10]. M á s recientemente, Katona y Strumpel [1978, p. 2-3] critican una visión económica que no toma suficientemente en cuenta las nuevas realidades, deplorando que factores como las finanzas se estudien aún dentro de un marco puramente nacional y no en su contexto mundial. La sociología, tal como fue concebida en la segunda mitad del siglo xix, tendría que ser sustituida, según A . Bergesen [1980, p. 1], por una "visión sistémica del m u n d o " , m á s adaptada a las nuevas realidades.
Sin embargo, ¿cabe deducir de lo antedicho que existe realmente ese sistema mundial [Bergesen y Schoenberg, 1980], ya se llame sociedad mundial [Pettman, 1979], o sistema global [Modelski, 1972]? Sería el resultado de la interconexión entre las sociedades nacionales más alejadas y dispares desde todos los puntos de vista, merced a nuevas condiciones de realización de la vida social, es decir, de una división mundial capitalista del trabajo fundada en el desarrollo de las fuerzas productivas a escala mundial y. dirigida a través de los Estados y de las grandes corporaciones o
. empresas transnacionales [Maza Zavala, 1976, p. 43].
L a universalización existe ahora en los hechos: universalización de la producción, incluida la producción agrícola, de los procesos productivos y de comercialización, de los intercambios, del capital y de su mercado, de la mercancía, de los precios y del dinero c o m o mercancía-patrón, de las finanzas y de las deudas, del modelo de utilización de los recursos mediante técnicas universalmente interrelacionadas [S. Breton, 1968, p. 112], del trabajo, es decir del mercado de trabajo y del trabajo improductivo, del medio ambiente, de las empresas y de las familias; universalización también de los gustos, del consumo, de la alimentación, de la cultura y de los modelos de vida social, universalidad de una racionalidad al servicio del capital constituida en moralidad igualmente universalizada, universalidad de una ideología comercial, importada
del extranjero, universalización del espacio, de la sociedad que ha pasado a ser mundial y del hombre amenazado de enajenación absoluta.
Vivimos en un m u n d o donde una ley del valor mundializada rige la producción total, por conducto de las producciones y de las técnicas dominantes, las que utilizan el trabajo científico universal previsto por M a r x [E. Mandel , 1980, p. 132]. L a base de todas estas producciones es también universal, y su realización depende, de aquí en adelante, de la existencia de un mercado mundial.
Pero esta mundialización ¿es completa? Para muchos, no podría hablarse, por ejemplo, de mundialización de las clases sociales [Bergesen, 1980 y Navarro, 1982, p. 10] ni de una moralidad universal, siquiera fuese la moralidad de los estados. Si las empresas multinacionales crean por todas partes burguesías transnacionales [R. L . Sklar, 1977], y si instituciones de índole semejante están presentes en todos los países, las clases en cambio todavía se definen territorialmente, de la misma manera que las aspiraciones y el carácter de un pueblo siguen siendo determinados por los legados históricos. Los estados, cuyo número se ha multiplicado en virtud de las nuevas condiciones históricas, constituyen un sistema mundial, pero, individualmente, son a la vez una puerta de acceso y una barrera para las influencias exógenas. Su acción, aún autoritaria, se funda en las realidades preexistentes, razón por la cual nunca favorece una mundialización completa de las estructuras profundas de la nación. Pero eso no basta para impedir que se hable de mundia: lización. H o y , lo que no está mundializado se halla condicionado por la mundialización.
¿Un periodo técnico-científico?
Es posible estar en desacuerdo respecto a la denominación y las características del periodo histórico actual. Nosotros lo vivimos, y no hay nada más difícil de definir que el presente. Pero sabemos ya que nuestra época lleva aparejada una revolución global no realizada aún del todo, mas cuyos efectos son percepti-
La geografía a fines del siglo xx: nuevas funciones de una disciplina amenazada 695
La mundialización de las relaciones económicas: un buque panameño en los astilleros de Kawasaki en Kobé , Japón. Pierre Blouzard.
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bles en todos los aspectos de la vida. C o m o dice Lucien Goldmann [1978, p. 185-186]: " A partir de la segunda guerra mundial, se hace cada vez más evidente para los investigadores serios que tenemos un tercer tipo de capitalismo, respecto al cual se emplea toda una serie de denominaciones: capitalismo de organización, sociedad de masas, etc. Sigue tratándose de capitalismo, sin duda, pero han aparecido cambios esenciales." Nuestra época sugiere que tengamos bien presente la advertencia de M a r x , para quien "es destino de las nuevas creaciones históricas el ser consideradas c o m o si no fueran m á s que una contrapartida de las formas antiguas e incluso periclitadas de vida social, a las que se asemejan" [1970, p. 58].
Nosotros creemos, c o m o tantos otros, que los trastornos que caracterizan esta fase de la historia h u m a n a se deben en gran parte a los extraordinarios progresos efectuados en el ámbito de las ciencias y de,las técnicas. Nos hallamos en el periodo del capitalismo tecnológico, según L . Karpik [1972], o de la sociedad tecnológica, según H . Lefèbvre [1968].
Sin duda podemos preguntarnos, por una parte, si el desarrollo económico no ha dependido siempre del progreso científico [Aron, 1961; Bettelheim, 1967; Ellul, 1954; Jalee, 1969; Tsuru, 1961], o recordar, como ha hecho E . Mandel [1980], que ésta es sólo la tercera revolución científica; y, por otra parte, deberíamos replantearnos m á s a menudo la pregunta de R . Heilbroner [1967] : "¿hacen las máquinas la historia?" Algunos analistas creen en una especie de determinismo tecnológico [Ferkiss, 1970, p. 30] y otros nos previenen contra toda arriesgada tentación de creer en una "ilusión tecnológica". Nosotros preferim o s sumarnos a estos últimos, sin minimizar por ello el papel fundamental desempeñado por los progresos científicos y técnicos en las transformaciones recientes de nuestro planeta. Esta "transformación total de los fundamentos de la vida humana" de que habla Bernai habría sido, si no, imposible [Richta, 1970, p. 43].
Se trata ahora de una verdadera interdependencia entre la ciencia y la técnica, contra
riamente a lo que sucedía antes. E n realidad, como bien ha observado R . Richta [1970, p..37], hoy "la ciencia precede a la técnica", aunque la realización de la primera esté cada vez más subordinada a la segunda. La tecnología resultante se utiliza a escala mundial, y lo único que cuenta es la búsqueda desenfrenada de beneficios, allí donde las condiciones lo permiten. Es éste un dato fundamental de la situación actual. El hecho de que la tecnología se haya convertido en un elemento exógeno para gran parte de la humanidad — fenómeno señalado por A . Herrera [1977, p. 159] — acarrea consecuencias de enorme alcance, pues su utilización universal, generalmente sin proporción con los recursos naturales y humanos locales, es causa de graves trastornos. Ahora bien, todo ello ha sido posible sólo y exclusivamente porque el trabajo científico se ha puesto casi siempre, de forma directa o indirecta, al servicio de la producción. L a ciencia tiene ahora una función productiva directa [Thibault, 1967].
Mundialización perversa y perversión de las ciencias
La mundialización que conocemos es perversa [Santos, 1978]. Concentración y centralización de la economía y del poder político, cultura de masas, cientificización de la burocracia, centralización agravada de las decisiones y de la información constituyen las bases de una agravación de las desigualdades entre países y entre clases sociales, tanto como de la opresión y desintegración del individuo. Comprendemos entonces que exista una correspondencia entre sociedad global y crisis global. E igualmente comprensible, aunque lamentable, es que este movimiento general haya alcanzado a la actividad científica misma.
El redescubrimiento del planeta y del hombre, es decir, la amplificación del saber que les concierne, no son sino los dos términos de una misma ecuación. Esta ecuación se halla condicionada por la producción en sus formas materiales e inmateriales. Los conocimientos obran sobre los instrumentos de tra-
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U n m a p a m u n d i del siglo xvi. Arts décoratifs.
bajo, imponiéndoles modificaciones a menudo brutales, y aportando apremios o beneficios, según las condiciones de su utilización.
Cuando la ciencia es cooptada por una tecnología cuyos objetivos son más económicos que sociales, se hace tributaria de los intereses de la producción y de los productores hegemónicos y renuncia a toda vocación de servir a la sociedad. Se trata de un saber instrumentalizado en el que la metodología sustituye al método.
U n saber comprometido con intereses e institucionalizado en función de conocimientos estrictamente delimitados acaba por sufrir una fragmentación cuya consecuencia no es la deseable autonomía de las disciplinas científicas, sino su separación. La evolución económica agrava estas disociaciones y nos aleja cada vez m á s de una visión global y de la visión crítica que ésta permite. El quehacer del hombre de ciencia queda entonces despojado de su contenido teleológico y tiene que
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efectuarse con arreglo a una óptica puramente pragmática para satisfacer a aquellos que encargan las investigaciones o dirigen las instituciones de enseñanza. Cuando el quehacer científico tiene que responder así a objetivos establecidos desde un punto de vista utilitario, nos hallamos ante un divorcio entre teoría y praxis [Gouldner, 1976]. D e ahí la posibilidad de un éxito práctico de las falsas teorías [Bunge, 1968]. Por eso se ha hablado con razón de perversión de la ciencia [Ravetz, 1977, p. 79].
Las ciencias sociales no son ninguna excepción en este contexto. También las ha deformado el movimiento referido. Nunca se hará suficiente hincapié en los riesgos de una ciencia social monodisciplinaria, desinteresada de las relaciones, globales a pesar de todo, entre los diferentes vectores de que la sociedad está en su conjunto constituida. Quizás una de las causas más importantes de la actual crisis de las ciencias sociales resida precisamente en su aislamiento. Buena parte de la producción intelectual en este terreno descuida los estudios mundiales totalizantes. Este retraso con relación al m u n d o es uno de los signos de la inadecuación de las ciencias humanas.
Incapaces ya de apreciar la separación entre principios y normas [Catemario, 1968, p . 74], y de este m o d o empobrecidas, no es sorprendente que estas ciencias adopten múltiples formas de sumisión a intereses con frecuencia poco gloriosos del m u n d o de la producción. A veces se ponen sin el menor juicio crítico al servicio del marketing, de lo que se ha dado en llamar relaciones humanas, de toda suerte de "ingeniería social", y de la producción por encargo de las ideologías [Useem, 1976], reduciendo así gradualmente sus posibilidades. D e esta manera, las ciencias sociales se interesan por un muestrario tendencioso de las contradicciones más importantes: el Estado y las empresas transnacionales, el Estado y la nación, el crecimiento y el e m p o brecimiento, el Este y el Oeste, el desarrollo y el subdesarrollo, etc., ocultando las causas reales de las mismas y los resultados previsibles de los encadenamientos entre fenómenos.
Al reducir así su alcance y restringir su campo de acción, se internacionalizan a la vez que se tornan incapaces de adoptar una visión mundial y crítica. Los excesos de especializa-ción y la pérdida de ambición de universalidad son dos aspectos de una misma cuestión, que permiten que las ciencias sociales sean utilizadas de manera perversa.
La geografía no se libra de esta tendencia. Desarrollada en parte bajo el signo del utilitarismo, fundada en la economía neoclásica, y por lo tanto sin tomar en cuenta el espacio, estaba llamada a negarse a sí misma. Así es c o m o cuenta, entre sus flaquezas, el hecho de no tener un objeto claramente definido y la pobreza teórica y epistemológica sobre la que descansa su práctica. La inexistencia de un sistema de referencias más sólido explica, por lo demás, el importante papel que esta disciplina ha desempeñado en la reorganización nada igualitaria del espacio y de la sociedad.
Posibilidades que se ofrecen a las ciencias del h o m b r e
Si bien el periodo histórico actual se caracteriza por actividades científicas m u y a menudo dirigidas hacia preocupaciones inmediatas y utilitaristas, contiene igualmente el germen de un cambio de tendencia. Si, por una parte, la ciencia se convierte en una fuerza productiva directa, por la otra aumenta la importancia del hombre —es decir de su saber— en el proceso productivo. Este saber permite un conocimiento más amplio y profundo del planeta, un verdadero redescubrimiento del m u n d o y de las enormes posibilidades que encierra, puesto que la actividad humana misma es revalorizada. N o falta ya más que poder poner estos recursos inmensos al servicio de la humanidad. Se trata de una tarea que exige mucho tiempo y esfuerzo, pero no es imposible, y supone la existencia de una ciencia autónoma, tal como la ha definido R . Wuthrow [Bergesen, 1980, p. 30].
Por el momento , las condiciones locales de realización de la economía internacional acaban por dar la primacía al imperativo
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tecnológico, a conjuntos técnicos considerados fijos, ya que la ciencia económica misma parece organizar sus postulados en función de ecuaciones técnicas rígidas. Se trata ahora de llegar a una liberación de este imperativo tecnológico y de subordinar las opciones técnicas a finalidades m u c h o m á s amplias que la propia economía. V e m o s pues que no se trata en m o d o alguno de una cuestión técnica, ni del ámbito de las ciencias exactas, sino que compete, por el contrario, a las ciencias sociales, cuya responsabilidad así se acrecienta.
A u n q u e impuesto por necesidades históricas, el reciente redescubrimiento de la naturaleza y del hombre debe atribuirse, sobre todo, a las disciplinas naturales, biológicas y exactas, es decir a las "ciencias". Esto ha comunicado a las "no ciencias", disciplinas de la sociedad y del hombre, un valor nuevo, todavía insuficientemente medido, en la contruc-ción razonada de la historia.
Los nuevos saberes llamados "científicos" apuntan al reino de lo posible, mientras que su realización concreta depende más bien de las condiciones económicas, culturales y políticas. C o m o el futuro no es único, sino que debe ser escogido, son las ciencias sociales las que han de servir como base para la construcción voluntaria de la historia. ¿ C ó m o ? Se trata de ampliar su base filosófica hasta admitir que las preocupaciones teleológicas no son óbice para su fiel transcripción de los fenómenos.
Las nuevas realidades son a la vez causa y consecuencia de una multiplicación de posibilidades, potenciales o plasmadas en hechos reales, cuya pluralidad de combinaciones es factor de complejidad y de diferenciación crecientes. N o es cuestión aquí de adaptar el pasado, sino de trastocar las concepciones fundamentales, las formas de enfoque, los temas de análisis. Es decir que cambian a la vez contenido, método, categorías de estudio y palabras clave.
E n calidad de promesa, el crecimiento de las posibilidades concierne al m u n d o entero y a toda la humanidad, pero la "historicización" y la "geograficización" de las posibilidades
están sometidas a la ley de las necesidades. L a división de los campos suele no ser nítida, pero cabe pensar que en un m u n d o así constituido son las ciencias del hombre las que ganan en alcance. Por lo demás, muchas combinaciones ahora posibles no son deseables, mientras que otras, también m u y n u m e rosas, no convienen a tal o cual país o región.
Renovación de una disciplina amenazada
Una disciplina amenazada
L a importancia actual del territorio (para.no hablar de espacio) en la realización de la historia viene tal vez indicada por el creciente interés que en él ponen no sólo los geógrafos, sino también, y m á s cada día, urbanistas, planificadores, científicos especializados en ámbitos tan diversos c o m o son la economía, la sociología, la etnología, la política, la historia, la demografía, etc. Tanto Neis Anderson [1964, p. 5] c o m o , m á s recientemente, Pierre George [1982, p. 1] han observado que el supuesto objeto tradicional de la geografía era tratado, cada vez m á s , por especialistas diversos. "Nuestro objeto" será mejor estudiado por otros, se lamenta V . D . Dennison [1981, p. 271-272].
Por otra parte, la geografía, que ha sucumbido a las tentadoras solicitaciones del m u n d o de la producción, ¿no es víctima de una especialización exagerada? M . Sorre, ya en 1957 [p. 10; p. 35-36], hablaba de una amenaza de "despedazamiento". J. Allan Pat-more [1980] había llamado la atención sobre estos riesgos, y, a pesar de su escepticismo, R . J. Johnston [1980] no dejó de indicar que, de continuar así, la disciplina iba hacia la anarquía. La misma preocupación hizo decir a Brian Berry [1980, p. 449] en su discurso presidencial (de la Asociación de Geógrafos Americanos) que se seguía el r u m b o que va "del pluralismo al desenfreno". ¿Podrá decirse entonces, con M . E . Eliot-Hurst [1980, p. 3], que se trata de una disciplina moribunda? Se trata, sin duda alguna, de una
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disciplina amenazada; pero las amenazas vienen m á s de ella misma, en su estado actual, que de las disciplinas vecinas.
L a cuestión se complica si admitimos, con el m i s m o Johnston [1980], que hay tantas geografías c o m o geógrafos, o si reconocemos, con H . Lefèbvre [1974, p. 15], que "los escritos especializados informan a sus lectores acerca de toda clase de espacios precisamente especializados [. . .] y existe, según parece, una indefinida multiplicidad de espacios: geográficos, económicos, demográficos, sociológicos, ecológicos, comerciales, nacionales, continentales, mundiales". Y . Lacoste [1981, p. 152] sintetiza hasta cierto punto estos dos puntos de vista cuando escribe: " D e hecho, hay tantas concepciones del 'espacio geográfico' o del 'espacio social' c o m o tendencias de 'escuelas' en geografía, en sociología o en etnología; en último extremo, hay tantas maneras de ver las cosas c o m o individualidades que llevan a cabo una investigación aplicando un procedimiento científico."
Desde luego, existen percepciones diversas de las mismas cosas puesto que existen individuos diferentes. Pero ¿hemos de renunciar por ello a intentar una definición objetiva de las realidades? D e otro m o d o , ni siquiera sabríamos por dónde empezar el trabajo científico, estaríamos siempre a merced de una ambigüedad. E n realidad, respecto a lo que aquí nos incumbe, hay que transformar el problema aparentemente doble en uno solo. Se trata de definir el espacio de la geografía, aunque sea una geografía renovada o redefinida, y de fijar así su objeto y sus límites [Holt-Jensen, 1980, p. 4].
En busca de un objeto: el espacio
U n sistema de realidades, es decir, un sistema formado por las cosas y la vida que las anima, supone leyes: una estructuración y normas de funcionamiento. U n a teoría, es decir su explicación, es un sistema forjado en el pensamiento cuyas categorías reproducen la estructura que rige el encadenamiento de los hechos. Si lo llamamos organización espacial, estructura espacial, organización del espacio, estruc
tura territorial o simplemente espacio, sólo la denominación cambia, y eso no es fundamental. La cuestión es encontrar las categorías de análisis que nos permitan erigir su conocimiento sistemático, es decir la posibilidad de proponer un análisis y una síntesis de esa realidad con los mismos elementos constitutivos.
Recientemente, los geógrafos han malgastado no poco tiempo y talento en una discusión semántica sin salida. Se han divertido incluso inventando denominaciones nuevas. Por ejemplo, los hay que prefieren hablar de espacialidad o incluso de espacialización de la sociedad, rechazando la palabra espacio, aun cuando se trate del espacio social. Sin e m bargo, la renovación de la geografía requiere afinar la noción de espacio y buscar nuevas categorías para su análisis. Cuando A r m a n d o Corrêa da Silva [1982, p. 52] enuncia que no hay geografía sin teoría espacial consistente, dice también que esta "teoría espacial consistente" sólo es analíticamente válida si dispone de un "concepto relativo a la naturaleza del espacio".
El espacio no es una cosa, ni un sistema de cosas, sino una realidad compuesta por relaciones: cosas y relaciones juntamente [Mabogunje, 1980, p. 5]. Por eso su definición sólo puede hallarse por referencia a otras realidades: la naturaleza y la sociedad, mediatizadas por el trabajo. El espacio no es, pues, c o m o en las definiciones clásicas de la geografía, el resultado de una interacción entre el hombre y la naturaleza bruta, ni tampoco una amalgama formada por la sociedad actual y el medio ambiente.
El espacio debe considerarse como un conjunto indisociable en el que participan, por un lado, cierta combinación de objetos geográficos, objetos naturales y objetos sociales, y, por el otro, la vida que los colma y anima, es decir la sociedad en movimiento. El contenido (la sociedad) no es independiente de la forma (los objetos geográficos), y cada forma encierra una fracción del contenido. El espacio, por consiguiente, es un conjunto de formas, cada una de las cuales contiene fracciones de la sociedad en movimiento. Las
La geografía a finas del siglo xx: nuevas funciones de una disciplina amenazada 701
"¿Hacen las máquinas la historia?": una escena de la película de Stanley Kubrick 2001: odisea del espacio (1967). Edimedia.
formas, pues, cumplen una función en la realización social.
C o m o totalidad, la sociedad es un conjunto de posibilidades. La totalidad, según Kant, "es la pluralidad considerada como unidad", o "la unidad de la_diyersidad", según A . Labriola [1902] y E . Serení [1970]. Esta unidad no es sino la esencia nueva o renovada cuya vocación es dejar de ser potencia para convertirse en acto. Podemos comparar tal contenido —la esencia— con una sociedad en marcha, en evolución, en movimiento. O mejor aún, con su presente todavía no realizado.
El contenido corporeizado, el ser ya transformado en existencia, es la sociedad ya plasmada en las formas geográficas, la sociedad convertida en espacio. La fenomenología del espíritu de Hegel hablaría de la transformación de la sociedad total en espacio total. La sociedad sería el ser y el espacio sería la existencia. El ser es metamorfoseado en exis
tencia mediante los procesos impuestos por sus propias determinaciones, las cuales hacen aparecer cada forma como una forma-contenido, un individuo separado capaz a su vez de influir en el cambio social. Es un movimiento permanente, y merced a este proceso infinito, la sociedad y el espacio evolucionan contradictoriamente.
Importancia actual del espacio
La mundialización de la sociedad y de la economía engendra la mundialización del espacio geográfico, aportándole un nuevo significado [Amin, 1980, p . 226]. E n la evolución de la sociedad, cada uno de sus componentes desempeña un papel distinto en el movimiento de la totalidad, y el papel de cada uno de ellos es diferente en cada m o m e n t o .
El espacio adquiere hoy una importancia fundamental, pues la naturaleza se transforma, en su totalidad, en fuerza productiva [Prestí-
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pino, 1977, p. 181]. Cuando todos los lugares han sido alcanzados, de m o d o directo o indirecto, por las necesidades del proceso productivo, se crean paralelamente selectividades y jerarquías de utilización debido a la competencia activa o pasiva entre los diversos agentes. D e ahí una reorganización de las funciones entre las diferentes fracciones de territorio. Cada punto del espacio se torna, pues, importante en potencia o en los hechos; su importancia dimana de sus propias virtualidades, naturales o sociales, preexistentes o adquiridas en virtud de intervenciones selectivas. C o m o la producción se mundializa, las posibilidades de cada lugar se afirman y se diferencian a nivel mundial. C o m o consecuencia de la creciente internacionalizacion del capital y del auge de las empresas transnacionales, se observará una tendencia a la fijación mundial —y no ya nacional— de los costos de producción, y a una igualación de las tasas de beneficios debido a la movilidad internacional del capital [Mandel, 1978, p. 187-188], mientras que la búsqueda de los lugares más rentables será una constante.
Por eso las diferenciaciones geográficas adquieren una importancia estratégica fundamental, c o m o lo demuestra Y . Lacoste [1977, p. 147], Se puede escoger a distancia el sitio ideal para una empresa dada. Ross, Shakow y Susman [1980] recuerdan a este respecto que, en nuestros días, los proyectos locales están subordinados a las exigencias mundiales.
Puede decirse, por lo tanto, a propósito de estas nuevas realidades, que tales utilizaciones especializadas del territorio, ya sean originalmente naturales o culturales, o provengan de intervenciones políticas y técnicas, implican un verdadero redescubrimiento de la naturaleza, o cuando menos una revalorización total, en la que cada parte, cada lugar, recibe una función nueva, adquiere un nuevo valor.
C o m o el fenómeno es general, podría decirse que en esta fase de la historia se está afirmando el carácter geográfico de la sociedad, al que C . van Paassen se refería ya en 1957 [Grano, 1981, p. 22]. El hombre alcanza por fin un conocimiento analítico y sintético
de toda la naturaleza y adquiere la aptitud de una utilización general y global de las cosas que le rodean. E n la medida en que la naturaleza se define de un m o d o nuevo y son renovadas sus relaciones con el hombre, resulta necesario también renovar las disciplinas que la estudian. E n el ámbito de la geografía, se requieren nuevas perspectivas y una nueva aptitud para trabajar con leyes universales.
Hacia una geografía mundial
¿Pero acaso la geografía no era ya mundial? Hace un siglo, K . Ritter y Vidal de la Blache hablaban de la unidad de la tierra. U n autor como K . Boulding [1966, p. 108], a pesar de ser un economista, no vacila en afirmar que la geografía es, entre todas, "la disciplina que ha interpretado la visión del estudio de la tierra como un fenómeno global". Pero, en un artículo reciente, V . D . Dénnison [1981, p. 271-272] parece responder con reservas a la cuestión, aun cuando a su juicio esta disciplina sea sinónimo de estudios mundiales. U n a cosa es la ambición de llegar a serlo, es decir la voluntad de abarcar la totalidad de los fenómenos y traducirlos en formulaciones científicas, y otra m u y distinta es lograrlo [McConnell, 1982, p. 1633-1634].
La vieja tradición de las escuelas nacionales de geografía o, cuando menos los supuestos históricos de la evolución de la ciencia geográfica en los diversos contextos nacionales, ha constituido quizás un obstáculo que impidió llegar a la fase de los estudios geográficos globales. Verdad es que esta preocupación de mundialización ha conocido mejor fortuna, y ya de larga data, en el ámbito de lo que llamamos geografía física [Voropay, 1978, p. 611], mientras que en la esfera de los hechos sociales se ha revelado más difícil. E n efecto, en este terreno, los esfuerzos de teorización sobrepasan difícilmente el estado embrionario, cuando no son francamente desafortunados o se quedan en meras palabras.
La internacionalizacion de la economía ha permitido hablar de ciudades-mundiales, verdaderos eslabones en la cadena de rela-
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704 Milton Santos
ciones múltiples que dan su armazón a la vida social del planeta [Santos, 1978]. Pero, en realidad, se ha mundializado el espacio entero, y no queda ya un solo punto del globo que p o d a m o s considerar aislado.
L a teoría geográfica habría de construirse, pues, con una perspectiva mucho más amplia. J. F . Unstead, ya en 1950, preconizaba la necesidad de elaborar una "geografía m u n dial" o una "geografía global". Pero los proyectos formulados en este sentido no han tenido consecuencias prácticas. Oscilando entre la descripción y la generalización, desde la antigüedad hasta el siglo xix, la geografía no ha podido nunca describirlo todo ni evitar generalizaciones a m e n u d o inconsistentes. A finales del siglo pasado y comienzos del presente,asumió una voluntad de teorización —o por lo m e n o s de independencia científica— con la postulación de principios. Sin embargo, el planeta es todavía mal conocido, y muchas otras ramas del saber se hallan aún en sus albores. N o obstante, la geografía está realizando un gran esfuerzo para establecerse c o m o ciencia, pero no lo ha logrado del todo.
A nuestro juicio, la razón de estos fracasos no reside en la falta de talento de los geógrafos, sino en el hecho de que las condiciones históricas concretas no eran ideales, lo que dificultó la elaboración de una teoría geográfica. E n el transcurso de este siglo, el debate sobre la verdadera naturaleza de la geografía se confundió con el de sus pretensiones científicas, y ambos dejaron en la sombra preocupaciones epistemológicas más sólidas. Incluso los esfuerzos emprendidos después de la segunda guerra mundial han dado sólo una parte de los frutos esperados. Pero nosotros creemos que es ahora cuando las condiciones históricas se hallan reunidas para constituir esta geografía mundial, y también teórica, tan perseguida desde hace un siglo.
Globalización y empirización de las categorías
A h o r a que el planeta se ha mundializado, ¿qué va a ocurrir con la geografía? Sin duda,
el m u n d o ha sido siempre uno solo. Sin embargo, no era posible captar su unicidad, salvo respecto a algunos fenómenos de alcance m á s genérico, y más bien fuera del ámbito social. H o y día, con la internacionaliza-ción de las técnicas, de la producción y del producto, del capital y del trabajo, de los gustos y del consumo, la mundialización de las relaciones sociales de todo orden (económicas, financieras, políticas) es una garantía de universalidad que permite comprender cada fracción del espacio mundial en función del espacio global.
Sólo a partir de esta universalidad, que es empírica, pueden algunas de las categorías filosóficas ser transcritas en un lenguaje geográfico con toda su significación. Es el caso de las categorías de universalidad, particularidad y singularidad, y de las de forma, función, proceso y estructura, ésta última entendida c o m o sinónimo de esencia, es decir de oposición —no suficientemente estudiada— entre paisaje y sociedad, o incluso paisaje y espacio.
La geografía está ya en condiciones de superar la "paleodialéctica" de los geógrafos clásicos y aun actuales. Puesto que la "ley cero" de la dialéctica propuesta por E . M a r -quit [1981, p. 309-310] —la ley de la interconexión universal— es empíricamente verifica-ble, la función de la contradicción en el proceso de elaboración del saber, tan justamente destacada por San Sayers [1981-1982], se impone con toda su fuerza. Llegamos a ello precisamente porque el proceso de internacio-nalización iniciado hace casi cinco siglos se ha convertido en un proceso de mundialización. Hasta entonces, la totalización con que podíam o s trabajar era ante todo intelectual y se realizaba incompletamente en los hechos. E n nuestros días, tiene lugar primero en los hechos y en las relaciones, antes de imponerse al intelecto.
Puede decirse ahora que los grandes universales se vuelven empíricos cuando, por una parte, la realización práctica de las técnicas se hace independientemente del medio que las recibe, y cuando, por la otra, el conjunto de técnicas utilizadas es en todas partes potencialmente el mismo. La indepen-
La geografía afines del siglo xx: nuevas funciones de una disciplina amenazada 705
dencia de las técnicas frente al medio y la mundialización del modelo técnico constituyen un verdadero universal concreto [Ladrière, 1968, p. 216-217; Breton, 1968, p. 114], instrumento de una solidaridad cada vez mayor entre momentos y lugares. Nos hallamos ante un conjunto técnico homogéneo, que se ha hecho sistemático porque está regido y. animado por relaciones internacionales mundializadas y, por consiguiente, también sistémicamente unificadas. Dentro de este contexto general actúan las instituciones supranacionales y las empresas transnacionales, así como los grandes organismos burocráticos centralizados que existen gracias a la expansión mundial de los medios de comunicación y de transporte.
El valor universal del m o d o de producción en su momento actual representa la base material para llegar a conceptos universales. Samir A m i n [1980, p . 4] afirma que son generalmente válidos aquellos conceptos cuya posibilidad de aplicación es general, recordando que el m o d o de producción feudal no tiene forzosamente validez universal en la medida en que fue sólo una parte de la historia y de Europa. Considera, por otro lado, que Marx no pudo llegar a ciertas leyes universales a causa de su limitada experiencia de las luchas sociales y de la ignorancia entonces generalizada con relación a los países no europeos. Quizá no sea exactamente así, pero como en esa época la internacionali-zación no había alcanzado aún su fase actual de desarrollo, la elaboración de categorías universales resultaba a menudo imposible.
La cantidad de relaciones que intervienen en el funcionamiento de la sociedad, de la economía y de la política aumenta de forma exponencial, de suerte que el abanico de variables ligadas a un objeto o a un fenómeno es mucho más denso en el periodo actual. Así pues, las grandes generalizaciones no sólo son posibles sino también necesarias, y se tornan a la vez más sistemáticas y más elaboradas. Su base, no lo olvidemos, es empírica.
D e este m o d o podríamos volver al viejo tema de la geografía como "ciencia de los lugares", a la que se asocian nombres como
Vidal de la Blache y C . Sauer, o a la reactivación de esta misma polémica con el debate sobre la uniqueness, en que se hallan empeñados, entre otros, Bunge [1966 y 1979], G o u rou [1973], Grigg [1965], Hartshorne [1955], James [1972], Kalesnik [1971], Schaefer [1953], etc.
Cuanto más se mundializan los lugares, más singulares y específicos se tornan, es decir más "únicos". Ello se debe a la desenfrenada especialización de los elementos del espacio —hombres, empresas, instituciones, medio ambiente—, a la disociación cada vez mayor de los procesos y subprocesos indispensables para una mayor acumulación de capital, a la multiplicación de las acciones que hacen del espacio un campo de fuerzas multidireccio-nales y diversamente complejas, donde cada lugar es sumamente diferente del otro, pero también donde cada lugar está claramente unido a todos los demás mediante un nexo único dado por las fuerzas motrices del m o d o de acumulación hegemonicamente universal. Nos hallaríamos, pues, ante una totalidad concreta, perceptible a través de una dialéctica concreta, como la presentan G . Lukács en Histoire et conscience de classe [I960] y Karel Kosik en Dialéctica de lo concreto [1967].
Y a no se puede hablar de contradicción entre uniqueness y globalidad. Las dos se completan y se explican mutuamente. El lugar es un punto del m u n d o donde se realizan algunas de las posibilidades de este último. El lugar es parte del m u n d o y desempeña un papel en su historia, o, citando a Whitehead [1938, p. 188] "la menor agitación local hace temblar al universo entero". El m u n d o ha sido siempre un conjunto de posibilidades; hoy, sin embargo, estas posibilidades son todas interdependientes.
Hacia una geografía renovada
Actualmente, como hemos visto, las técnicas se utilizan en todas partes sin que se tomen en consideración los sistemas locales de recursos naturales y humanos, y superpuestas a realidades económicas y sociales diferentes. Los
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resultados, creadores de trastornos y desigualdades en todas partes, imponen en cada lugar combinaciones particulares, que son otras tantas formas específicas de complejidad de la vida social. Por consiguiente, el problema está en reconocer el efecto de estas superposiciones sobre la existencia de cada sociedad.
L a unión entre las posibilidades que se entreabren y el acto de edificar una historia nueva se encontrará en el complejo ámbito donde confluyen estas mismas circunstancias, con arreglo a combinaciones que varían. D e ahí la renovada importancia de las ciencias del espacio del h o m b r e , es decir de la geografía, si se desea poder dominar correctamente las fuerzas de que hoy dispone la humanidad.
Frente al panorama del saber antiguo, el acervo nuevo, multiplicado y diferenciado de los saberes y las posibilidades implica un trastocamiento general del conjunto de las ciencias, con la repartición y la reordenación de los territorios científicos, la creación de nuevas disciplinas y la renovación de las existentes. Las ciencias deben renovarse a partir de las realidades que condicionan su desarrollo y para responder a su reto. Este reto viene definido, sobre todo, por las nuevas relaciones, ya establecidas o ya posibles, entre una sociedad que ha llegado a ser universal y los recursos mundiales.
Por lo que a la geografía se refiere, el hecho nuevo y predominante es lo que puede
llamarse su madurez histórica, es decir el conjunto de circunstancias nuevas que impone la historia del m u n d o a la historia de la disciplina. Para los geógrafos, profesional-mente interesados por el espacio del h o m b r e , la nueva situación es apasionante. Por un lado, su c a m p o de interés se amplía, ya que el espacio llamado geográfico pasa a ser, m á s que nunca, un elemento fundamental de la aventura h u m a n a . Por otro lado, la mundiali-zación del espacio crea las condiciones —hasta ahora insuficientes— para establecer un marco conceptual, un sistema de referencia y una espistemología, recurso de trabajo de que siempre ha carecido esta disciplina y por ello ha restringido su c a m p o de estudio a lo largo del presente siglo.
L a garantía de universalidad es una baza decisiva, pues asegura la posibilidad de c o m prender mejor cada fracción de espacio m u n dial en función del espacio global, y de esta suerte permite reconocer e interpretar las intervenciones a medida que se producen, sin dejar de desarrollar al m i s m o tiempo una ciencia crítica. Esto no era posible antes de que el planeta se mundializara realmente, es decir antes de que fuera objeto, en cada uno de sus puntos, de la acción de variables de dimensión planetaria.
Traducido del francés
Referencias
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La investigación sobre el desarrollo y las ciencias sociales en la India
T. V . Sathyamurthy
Introducción
Durante la última década, se ha producido en toda la India una verdadera proliferación de instituciones de enseñanza superior y de investigación en el ámbito de las ciencas sociales y de los distintos aspectos del desarrollo. N o sólo algunos centros tradicionales de enseñanza superior, c o m o las universidades, sino también el gobierno central, las autoridades de los estados y diversos organismos autónomos y semiautónomos — c o m o el Indian Council of Social Science Research (ICSSR) y la University Grants Commission ( U G C ) — h a n tomado iniciativas con respecto a la creación de dichas instituciones. Estas últimas cumplen una tarea considerable: investigación interdisciplinaria y multi-disciplinaria, amén de trabajos relativos a cada disciplina; estudios sobre política; acopio de datos; trabajos realizados por encargo o actividades que ofrecen un interés específico, puramente intelectual o académico; investigaciones de índole especulativa u orientada hacia el futuro, etc. Ahora bien, sorprendentemente, aunque cada investigador tenga sin duda conocimiento del tipo de investigación que otros están realizando, falta información en cuanto a la labor a nivel interinstitucional. Esto
T . V . Sathyamurthy es miembro del Instituto Christian Michelsen, Bergen (Noruega).
presenta algunas desventajas, y entre las más graves cabe destacar la duplicación de esfuerzos y las dificultades de acceso a un conocimiento crítico de la labor realizada en todo el país.
N o es nuestro propósito enumerar, y mucho menos resumir, los trabajos esenciales de los cincuenta y tantos institutos de investigación sobre el desarrollo que existen en la India, ni centrarnos en ningún aspecto especí
fico de su trabajo,1 ni en los métodos empleados para organizar la investigación y los criterios aplicados para elegir los temas de estudio. Sólo deseamos situar la proliferación de tales institutos en el contexto de la evolución de las ideas relativas a la investigación de las ciencias sociales y a sus prioridades c o m o parte de la historia intelectual de la India independiente. N o nos
detendremos tampoco en los extensos y variados trabajos efectuados en numerosas instituciones u organismos ad hoc por cuenta o bajo la égida de importantes ministerios, organizaciones internacionales y otros órganos oficiales, como la University Grants Commission (UGC).
Es conveniente señalar que ningún otro país en desarrollo (con la posible excepción de Sri Lanka) disponía, en el m o m e n t o de la
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independencia, de una reserva semejante de personal calificado en ciencias sociales a quien podía encomendarse el grueso de la investigación indispensable para dar un respaldo permanente a la acción del gobierno y producir datos empíricos, modelos teóricos, o especificar los problemas cuya investigación pudiera resultar pertinente en la India. L o peculiar del caso, dada esta ventaja inicial, es que durante los primeros quince años de independencia, el crecimiento de las instituciones de eneñanza superior y de investigación en el ámbito de las ciencias sociales y del desarrollo fue increíblemente lento y parcial. Solamente después de 1960, y especialmente durante los años setenta, empezaron a multiplicarse los centros de estudio sobre el desarrollo y varios otros organismos consagrados a la investigación en ciencias sociales. Las razones de este aprovechamiento tardío del potencial con que contaba la India no son difíciles de hallar, c o m o se verá más adelante.
Conviene recordar también que, en la India, el clima psicológico era m u c h o m á s favorable para la investigación de iniciativa indígena sobre problemas económicos, sociales, políticos y culturales del país que para investigaciones basadas en la imitación mecánica de los países desarrollados. Este fenóm e n o es imputable en parte a una preferencia fundada en consideraciones cualitativas, fortalecida por la orientación peculiar que tomó el movimiento nacionalista (acentuar, por ejemplo, el swadeshi; las técnicas de origen indígena que permitieron la no cooperación y la lucha contra el poder colonial; la importancia, al m e n o s en principio, del hombre c o m ú n y corriente c o m o principal beneficiario de la reforma social, el progreso, el desarrollo, etc.), y en parte también al hecho de que, en términos puramente cuantitativos, el país, en el m o m e n t o de la independencia, contaba con un vasto contingente de calificados especialistas en ciencias sociales (inicialmente compuesto sobre todo por economistas) al que se podía recurrir para ampliar los horizontes.
E s menester, no obstante, matizar esta observación general sobre los intelectuales de la India. N o olvidemos que, en el m o m e n t o de
la independencia, la mayoría de los indios que habían realizado estudios universitarios en el país o en el extranjero se hallaban intelectual-mente moldeados por ideas, valores, teorías, modelos y técnicas generados durante un largo periodo en instituciones de enseñanza superior occidentales, aun cuando se aplicaran ostensiblemente a problemas de naturaleza específicamente india en ámbitos c o m o la economía y, en menor grado, la sociología y la antropología. Esto significaba que las mismas personas cultas y con formación académica superior, que prestaron su apoyo incondicional al movimiento nacionalista dirigido por Gandhi (para quien era m u y importante que los indios se negaran a aceptar el sistema de valores colonial, es decir occidental), serían, en la India poscolonial y en virtud de su formación intelectual, las llamadas a imprimir en el desarrollo económico, social y político de la India una orientación esencialmente análoga a la de los países considerados hoy c o m o industrializados, avanzados o modernos, ya sean capitalistas o socialistas.
Esta dualidad derivada de la profunda divergencia entre sus preferencias psicológicas y su formación intelectual fue un rasgo característico de la investigación en ciencias sociales de la India hasta la aparición, ya en la década de 1960, de una generación nueva de investigadores que pusieron en tela de juicio, desde diferentes puntos de vista, la pertinencia de las concepciones del m u n d o heredadas de la época colonial: por ejemplo, volviendo a modos neoindígenas de formular los problemas urgentes que afectaban al país, recurriendo a nuevas formas de marxismo particularmente adaptadas a las condiciones de dependencia y subdesarrollo o reformulando la ideología gandhiana de acuerdo con la situación del m o m e n t o .
La primera etapa (1947-1960)
Durante los primeros quince años de independencia, la principal responsabilidad en cuanto a investigación y enseñanza superior en materia de desarrollo y ciencias sociales corrió a
La investigación sobre el desarrollo y las ciencias sociales en la India 713
cargo de las universidades. A lo largo de los decenios anteriores, los departamentos de economía (y de historia) de varias universidades (en particular, las tres universidades regionales de B o m b a y , Calcuta y Madras) habían logrado constituir una colección de investigaciones sobre problemas relativos a la economía y a la historia económica y social de la India. L a Escuela de Ciencias Económicas de B o m b a y , bajo la dirección de C . N . Vakil, y el Departamento de Economía de la Universidad de Madras, dirigido por John Mathai y P . J. Thomas , se habían mostrado especialmente activos en sus investigaciones en el campo de la economía india, aunque se concentraban en aspectos tradicionales como la hacienda pública, la imposición tributaria, los problemas presupuestarios, la renta nacional, etc., más que en cuestiones de desarrollo propiamente dicho.
Sin embargo, en el momento de la independencia, los departamentos de economía de las universidades disponían de una infraestructura y de un personal calificado que podían servir de núcleos para iniciar una investigación sobre el desarrollo. Y a antes de la independencia, algunos investigadores universitarios del ámbito económico se habían interesado en cuestiones relacionadas con el desarrollo. Así, la Escuela de Ciencias Económicas de B o m b a y había conseguido reunir una multitud dé datos empíricos sobre la agricultura (aunque todavía sin la sutileza teórica que habría de lograrse en años ulteriores), bajo la dirección de maestros c o m o Jathar y Beri; y los departamentos de economía de las tres universidades regionales mencionadas habían realizado trabajos directamente relacionados con la industrialización de la India, en los que se basaron, en cierta medida, los responsables de la elaboración del Plan de Bombay .
Mientras que la enseñanza y la investigación universitarias de las ciencias económicas (y de la historia económica y social) había alcanzado un nivel académico bastante elevado según las normas de las universidades occidentales, no ocurría lo mismo en las otras ciencias sociales como la sociología, la antropología y la ciencia política (aquí también con
algunas excepciones, por ejemplo, Calcutta y Lucknow en antropología, y B o m b a y y Pune en sociología). La interdiscplinariedad de las ciencias sociales brillaba por su ausencia casi total en el conjunto del sistema de enseñanza superior de la India.
La primera promoción de nuevos economistas que volvían del extranjero constituyó el núcleo en torno al cual se organizaron los estudios superiores y la investigación en este campo en la India independiente. E n el nuevo orden político, se daba una importancia desproporcionada a esta disciplina, considerada como la reina de las ciencias sociales por los
. dirigentes más intelectuales, tanto en el gobierno (Nehru, Rajagopalachari, Krishna-machari y Krishna M e n o n ) como en la oposición (Asoka Mehta, Minoo Masani y Hridaya Nath Kunzru). E n cambio, se dejaron de lado la interdisciplinariedad (y, en consecuencia, la multidisciplinariedad), e incluso el desarrollo económico equilibrado (rural y urbano, agrícola e industrial). Enorme atención se prestó, en cambio, al estudio de la economía, con especial referencia a la planificación (y, por supuesto, a la teoría moderna) y a la estadística (y últimamente a la econometria), así como a las aplicaciones de dicha ciencia para industrializar y modernizar la economía india.2
El mayor impulso del estudio y la investigación en ciencias sociales orientados al desarrollo se experimentó en las nuevas escuelas de enseñanza superior creadas bajo el patrocinio del Estado y con un sustancial apoyo financiero. A los pocos años de su creación, centros de investigación y enseñanza superior como la Escuela de Ciencias Económicas de Delhi (posteriormente también el Instituto del Crecimiento Económico) y el Instituto de Estadística Indio de Calcuta (posteriormente establecido también en Delhi), bajo la dirección respectivamente de V . K . R a o y K . N . Ray , y de P . C . Mahalanobis y C . R . R a o , adquirieron considerable prestigio nacional e internacional. E n cierta medida, eclipsaron a los Departamentos de Economía m á s tradicionales de las viejas universidades. Simultáneamente, surgieron algunos centros de investigación independientes, principalmente en el
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c a m p o de la ciencia económica, c o m o el Consejo Nacional de Investigaciones Económicas Aplicadas, cuyo primer director fue P . S . Lokanathan.
Los investigadores formados en estas nuevas instituciones pasaron a enseñar economía y estadísticas en algunas de las universidades m á s antiguas, pero un número apreciable de los mismos crearon departamentos de economía en universidades nuevas (por ejemplo, Jadavpur, Pune, Baroda, Saugor, etc.) fundadas durante los años cincuenta y sesenta. Estos investigadores inculcaron a sus alumnos una nueva conciencia del rigor cuantitativo y la necesidad ineludible de la meticulosidad empírica, así c o m o de los métodos y técnicas de investigación apropiados. Los mejores departamentos de economía de la India se convirtieron así en productores de un vasto cuerpo de economistas y estadísticos competentes, de los que una considerable proporción ocupó puestos oficiales en el ámbito de la planificación y el desarrollo, y el resto pasó a desempeñarse c o m o profesores e investigadores en las universidades. Se produjo también un éxodo de economistas indios, atraídos por los países m á s avanzados y por organism o s internacionales c o m o las Naciones Unidas y sus organismos especializados.
E n conjunto, durante la primera etapa de la independencia de la India, la investigación llevada a cabo en universidades centró desproporcionadamente la atención en los aspectos económicos del desarrollo. Las otras ciencias sociales no gozaron del mismo estímulo, si bien la sociología empezó a ser reconocida por sus propios méritos a principios de los años sesenta. Aparte de la economía, sólo en la historia económica y social hubo un constante crecimiento y una sólida acumulación de conocimientos procedentes de nuevas investigaciones realizadas en universidades indias durante dicho periodo.
Y a en la segunda mitad de los años cincuenta, sin embargo, resultaba evidente que las universidades indias, sometidas a enormes presiones, difícilmente podrían garantizar una investigación sostenida y de alta calidad. E n primer lugar, al ser la ense
ñanza, según la Constitución, prerrogativa de los estados, la mayor parte de las universidades (con excepción de las universidades nacionales que eran sólo unas pocas) estaban controladas por gobiernos autónomos que debían satisfacer las demandas de grandes contingentes de estudiantes con recursos limitados. E n segundo lugar, el acceso a la educación de contingentes cada vez mayores trajo c o m o consecuencia inevitable el deterioro de la calidad de la enseñanza y de la investigación. E n tercer lugar, la cuestión de saber en qué medida la enseñanza superior debía impartirse en la lengua del estado correspondiente, no fue nunca satisfactoriamente resuelta, y esto acarreo una gran confusión en cuanto a la finalidad, el alcance y los principios generales de esta enseñanza en casi todos los estados.
Al mismo tiempo, resultaba apremiante la exigencia de un fomento general de la enseñanza técnica. Las universidades indias, pese a su larga tradición de enseñanza en los ámbitos de la ingeniería y de la medicina, carecían (con m u y pocas excepciones, c o m o la Universidad Hindú de Benarés y los menos conocidos Pilani College e Instituto de Tecnología de Madras) de centros de enseñanza e investigación técnicas. Durante el primer decenio de independencia, el gobierno trató de colmar este vacío mediante la creación, con ayuda de modelos adoptados de diversos países avanzados (Estados Unidos, República Federal de Alemania y Unión Soviética), de institutos indios de tecnología (HT) , cuyo alumnado se sometería a exámenes de ingreso competitivos abiertos a solicitantes de toda la India. E n estos institutos (sitos en Jaragpur, Madras, Powai, en las inmediaciones de B o m bay, Kanpur y Delhi) se han formado estudiantes de nivel universitario y postuniversitario en todas las disciplinas técnicas y en las de "ciencia pura" relacionadas con ellas, mientras que el personal académico se ha dedicado a actividades de investigación y publicación aparte de sus tareas normales de enseñanza y corrección de exámenes.
U n rasgo característico de los IIT ha sido la importancia concedida en sus programas de
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estudio y de investigación a los aspectos socioeconómicos de la modernización y el desarrollo tecnológico así c o m o a las humanidades. Los departamentos de humanidades de estos centros de enseñanza no son meros apéndices añadidos a un conjunto de materias esencialmente técnicas, sino que constituyen
. equipos de alto nivel, compuestos por científicos prestigiosos, que aplican programas de investigación bien concebidos acerca de las consecuencias sociales y humanas dé los avances tecnológicos en el tercer m u n d o en general y en la India en particular.
Sin embargo, la experiencia india de esta nueva fórmula pedagógica ha puesto de relieve varios problemas. Los IIT, en virtud de su dimensión y del inmenso número de departamentos dispares que los constituyen, pronto se convirtieron en focos de competencia interdepartamental para la obtención de recursos. Y al poco tiempo, siguiendo una tendencia característica de la India, un aparato burocrático fuertemente jerarquizado invadió estos centros de enseñanza superior, suscitando un resentimiento y una frustración crecientes no sólo entre los alumnos, sino también entre los docentes.
M á s grave aún que la erosión de la moral académica fue la brecha abierta entre la calidad, el número y la variedad de calificaciones de jóvenes profesionales de ambos sexos (pertenecientes, cabría añadir, a la flor y nata de la intelectualidad india) que produjeron los IIT, por una parte, y, por la otra, la capacidad de los entes públicos y de los diversos establecimientos industriales del país para proporcionarles empleos dignos. G o m o consecuencia, un número considerable de graduados y de investigadores procedentes de los IIT comenzaron a emigrar a países avanzados de Europa occidental y de Norteamérica. El éxito mismo de la política de educación técnica del gobierno indio, juzgada en términos cualitativos, se ha traducido así en una considerable pérdida para el erario público, privando al país, a largo plazo, de los servicios de algunos de sus talentos m á s calificados.
E n 1960, no se podía contar ya con las universidades para asegurar de m o d o previsi
ble la promoción de la investigación y las enseñanza superior en las ciencias sociales o en el ámbito del desarrollo económico, social y político.3 A l mismo tiempo, la visión, más estrecha, de la primera década de independencia, según la cual se atribuía al desarrollo un carácter esencialmente económico y se estim a b a que debía pasar por una industrialización rápida y por la organización, planificada por el Estado, de relaciones de producción capitalistas modernas, fue cediendo lugar rápidamente a una visión de la realidad india más amplia y mucho m á s compleja.
Los economistas mismos, sobre todo los m á s intuitivos, vieron en el desarrollo económico sólo una parte del proceso de desarrollo general, íntegramente vinculado al desarrollo social, cultural y político, y, lo que era más importante, comprendieron que, en el futuro previsible el sector predominante iba a ser el de la producción agrícola, razón por la cual las relaciones agrarias, la reforma agraria, la sociología rural, la política de distritos rurales (mofussil) y la industria relacionada con la agricultura habrían de ser objeto de investigaciones universitarias más sistemáticas y rigurosas qué hasta entonces.
Y así fue c o m o , durante los últimos años cincuenta, cundió entre académicos, profesionales, autoridades públicas y algunos burócratas el sentimiento de que los problemas del desarrollo indio debían estudiarse de un m o d o auténticamente interdisciplinario y de que, incluso en la investigación económica, debía prestarse mayor atención a la sociedad rural y al equilibrio entre agricultura e industria en la incipiente economía india. Al mismo tiempo, la rápida expansión del sector público y el creciente interés manifestado por los gobiernos de los estados por el desarrollo económico y social y la planificación dentro de sus • juridicciones respectivas crearon un ambiente propicio para fundar centros de investigación y de enseñanza superior independientes en el campo de las ciencias sociales y del desarrollo, en vez de seguir contando con la aptitud de las universidades para hacerse cargo de nuevas tareas que, con toda evidencia, las superaban.
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La segunda etapa (1960-1970)
Los años de pensamiento prospectivo, base fundamental del tercer plan quinquenal del gobierno, que reflejaron en-grado considerable la necesidad de información y saber en campos mucho m á s amplios que el de la ciencia económica en el sentido estricto o técnico del término, crearon un clima general m u y apto para el nacimiento de centros de estudios sobre el desarrollo e investigaciones de ciencias sociales (con o sin medios propios para ofrecer una enseñanza superior). A u n así debe recordarse que, durante esta etapa, los especialistas en ciencias sociales continuaron mostrándose remisos a ampliar el horizonte de su disciplina para hacer de la ciencia económica una parte realmente interdisciplinaria de las ciencias sociales consideradas en conjunto, aunque se apreció en ellos una disposición m u c h o mayor a interesarse más , en el marco de la ciencia económica, por los problemas de la. economía rural.
D e esta manera, ^investigación interdisciplinaria tuvo inicialmente por adeptos a investigadores procedentes de disciplinas no económicas. Entre estos figuraban los fundadores del primer centro de estudio integrado del desarrollo, el Centro de Estudio de las Sociedades en Desarrollo ( C S D S ) , fundado en 1963 bajo la dirección de Rajni Kothari, eminente especialista en ciencias políticas, con ayuda económica extranjera, la que, por aquel entonces, no resultaba sospechosa. E n él se emprendieron investigaciones sobre participación política, aspectos psicológicos de la política, psiquiatría, sociología rural, psicología cultural, estudios sobre actitudes políticas, política de las relaciones intercomunales, desarrollo urbano, adopción democrática de decisiones y problemas de edificación de la nación. El enfoque era en buena medida conductista, aunque en años m á s recientes se ha atemperado un poco merced a otras orientaciones y a los intentos sistemáticos de recoger y almacenar diferentes clases de datos empíricos sobre la política, a nivel de estados y distritos, en diversas regiones de la India.
L a inquietud que la financiación extran
jera de los institutos de investigación sobre desarrollo y ciencias sociales4 despertó en diversos sectores indios sirvió indirectamente para estimular la creación de instituciones superiores nacionales e indígenas en estos ámbitos.5 E n realidad, en la década de 1960 se inició dicha actividad y se dedicó cada vez más esfuerzo intelectual a los estudios sobre desarrollo c o m o un campo afín de investigación y enseñanza superior. Aparte del C S D S y de algunos centros de estudios regionales establecidos en algunas universidades (por ejemplo, en Delhi, Rajastán y B o m b a y ) , el periodo que estamos examinando se distinguió por la aparición de tres tipos distintos de instituciones de investigación superior.
E n primer lugar, el propio gobierno central reconoció la importancia de la investigación interdisciplinaria y del acopio y almacenamiento de datos con respecto a la India rural, al crear el Instituto Nacional de Desarrollo Comunitario ( N I C D ) en Hyderabad.6 E n él se dio igual importancia a la administración pública, al desarrollo comunitario, a la ciencia económica y a la sociología. La labor realizada era de utilidad inmediata para ministerios del gobierno central c o m o los de Alimentación y Agricultura, Desarrollo Rural (y Comunitario), Sanidad y Planificación Familiar, etc. C . Subramanian, entonces ministro de Alimentación, se interesó sumamente por el funcionamiento de este instituto. Fue el responsable del acuerdo, m u y discutido, en virtud del cual los datos recogidos en toda la India, c o m o resultado del laborioso trabajo en el terreno efectuado por el N I C D , se comunicaban automáticamente (sin costo alguno) a la Universidad de Michigan para su almacenamiento y uso.7
La creación de una institución de estudios e investigaciones superiores c o m o el N I C D sirvió también para ilustrar otro problema con el que, de cuando en cuando, se enfrentaban los especialistas en ciencias sociales en el panorama académico indio. La primera generación de dichos especialistas (principalmente economistas), formada en universidades indias e inglesas, se caracterizó, c o m o correspondía a su procedencia y su formación uni-
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La Universidad de Bombay (India) Rogcr-vioii«.
especialistas en medio ambiente y muchos otros. A diferencia de las ciencias económicas, las otras ciencias sociales acogidas en las universidades indias eran, en conjunto, o antediluvianas o subdesarrolladas (o ambas cosas) y carecían de prestigio académico. E n tales circunstancias, los especialistas de estas disciplinas jio económicas que regresaban del extranjero no tenían filiación intelectual alguna ni lealtades académicas en el medio indígena. Ello significaba que, aparte de los que se habían formado en la India (en situación desventajosa, puesto que su formación intelectual se consideraba generalmente de nivel inferior con respecto a la norma internacional), un número cada vez mayor de especialistas tenía c o m o grupo de referencia o grupo afín a escuelas de investigación extranjeras donde habían recibido su formación.
D e esta manera, era de esperar que toda
versitaria, por un concepto de la vida relativamente homogéneo. Sus inclinaciones ideológicas se acordaban bien con la política general del gobierno de Nehru, que aspiraba a crear las condiciones para implantar una economía nacional mixta ("el modelo socialista de sociedad"), manteniéndose equidistante de ambas superpotências (con un afán por identificarse con los países pobres). Las generaciones de especialistas en ciencias sociales posteriores a ésta fueron más heterogéneas, y ello debido tanto al número de disciplinas de ciencias sociales a que pertenecían c o m o al hecho de haber recibido su formación académica en universidades extranjeras, en medios ideológica y políticamente diversos.
A u n q u e los economistas siguieron constituyendo la mayoría, se incrementó más y más el número de sociólogos, especialistas en ciencias políticas, geógrafos, antropólogos,
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institución de estudio o investigación superior en ámbitos distintos del económico se convirtiera en un campo de batalla, en el que se enfrentarían los partidarios de diferentes métodos, técnicas, teorías, modelos y valores intelectuales, antes que en un centro donde prosperarían orientaciones divergentes para producir los mejores resultados posibles. A veces se produjeron violentos conflictos entre aquellos que adoptaban una visión "nacionalista" de los problemas de la investigación y aquellos otros a quienes se consideraba "proamericanos", o entre los que asumían una orientación "marxista", por un lado, y los conocidos por sus inclinaciones "funcionalis-tas" o "conductistas", por el otro.
Las diferencias académicas tendían así a traducirse en divisiones ideológicas m á s amplias. Sin embargo un rasgo interesante de este periodo es que tales choques no hayan sido m á s frecuentes. L a razón estriba en que los establecimientos universitarios indios poseen, en general, una tradición de tolerancia y en que, además, se ha manifestado a lo largo de los años una viva simpatía por los enfoques de carácter liberal en sentido lato o izquierdista.8
E n segundo lugar, la idea de crear universidades nacionales exclusivamente destinadas a la educación e investigación para posgradua-dos y llamadas a ser centros de excelencia académica fue enérgicamente defendida, entre otros, por el propio Nehru. A u n cuando tales centros hubieran de dedicarse esencialmente a la investigación "pura", sus actividades serían de aplicación directa a los problem a s de la sociedad india en diferentes esferas; así, no se alejarían demasiado de los intereses de la investigación "aplicada". E n la práctica, sin embargo, el primero de estos centros —la Universidad Jawaharlal Nehru ( J N U ) en Nueva Delhi— no fue realidad hasta la segunda mitad de la década de 1960, para ser seguido, m á s de diez años después, por una institución semejante en Hyderabad.9
L a Universidad Jawaharlal Nehru ha sido un foco de actividades políticas estudiantiles, y hay que señalar que no es un centro de investigación en el m i s m o sentido que
aquéllos a los que se refiere fundamentalmente este artículo. Pero estos últimos, al igual que aquel otro, poseen casi siempre cierta proporción de investigadores matriculados para obtener diplomas superiores (M. Phil y D . Phil); al mismo tiempo, la J N U , por ser una universidad, cuenta con numerosos alumnos que se preparan para grados superiores y el tiempo del profesorado está dividido entre la enseñanza universitaria superior y la investigación. A u n así, sería un error pasar por alto las universidades nacionales de nivel superior, incluso si hay que reconocer que la investigación centrada en las ciencias sociales y el desarrollo representan sólo una fracción de su producción total de investigación y quehacer intelectual.
Los centros de estudios políticos, de estudios económicos, de estudios históricos, de estudios sociales, y los diversos estudios regionales que se cursan en la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Jawaharlal Nehru, en particular, están empeñados en tareas de investigación teórica y empírica m u y diversas que atañen al desarrollo de la India y arrojan luz sobre los problemas del desarrollo comparado en el tercer m u n d o . N o obstante, su situación misma y el alto grado de cohesión de su alumnado la colocan en el centro de la vorágine de la política nacional, lo que da lugar a la crítica, a m e n u d o expresada por las autoridades, de que la Universidad Jawaharlal Nehru no ha justificado realmente las esperanzas de sus fundadores y las expectativas de la nación.
Finalmente, casi al mismo tiempo que se concebía la idea de fundar los mencionados centros de excelencia académica, el gobierno central (y especialmente Nehru) también se propuso crear una institución de investigación provista de todo lo necesario, adonde los renombrados especialistas en diferentes disciplinas pudieran acudir, una vez cumplidas sus obligaciones docentes normales, para concluir sus últimos libros o monografías. Su funcionamiento efectivo comenzó en 1965, un año después del fallecimiento de Nehru, cuando el antiguo Palacio Virreinal de Shinla fue conver-
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tido en sede del Instituto Indio de Estudios Avanzados ( H A S ) . 1 0 U n reducido núcleo de investigadores permanentes en historia y ciencias sociales actuó c o m o catalizador para atraer y estimular a universitarios procedentes de distintos puntos del país. El movimiento fue impresionante, produjo un número cuantioso de publicaciones de variado calibre y dio lugar a conferencias, simposios y seminarios sobre temas interdisciplinarios de ciencias sociales.
Debido al patrocinio directo del gobierno central (y a la filiación política de algunos de sus miembros permanentes), el H A S también se atrajo algunas críticas adversas. Cuando, en 1977, llegó al poder el partido Janata, su primer ministro Morarji Desai se mostró inclinado a cerrarlo, c o m o primer paso de una reestructuración radical que lo transformaría en un ente autónomo semejante a los grupos de reflexión (think tanks) de ciertos países occidentales. El retorno al poder de la señora Gandhi en 1980, sin embargo, dio al instituto un nuevo y fecundo impulso.
Hacia finales de los años sesenta, en círculos universitarios y políticos empezaron a circular dos grandes ideas relativas a la organización y al financiamiento de la investigación en ciencias sociales. Cundía cada vez más la opinión de que la investigación sobre el desarrollo debía tener lugar en diversos centros y de que éstos debían establecerse en diferentes estados (en sus capitales y en otras ciudades), en lugar de concentrarse en la capital nacional o en las grandes urbes. E n cierta medida, algunos académicos con experiencia abrigaban la idea de que la existencia de establecimientos descentralizados con fines análogos denotaría una voluntad de integración nacional en un país donde, a juicio suyo, la atracción del regionalismo iba haciéndose m á s fuerte cada año.
El afán por descentralizar la investigación sobre el desarrollo y las ciencias sociales iba a la par de una incipiente conciencia de la necesidad de diversificar el trabajo más allá del ámbito disciplinario de la ciencia económica, incluyendo otras ciencias sociales, c o m o un primer paso en el e m p e ñ o a largo plazo de
constituir un cuerpo de investigación auténticamente interdisciplinario. E n el ambiente general propiciado por esta actitud, surgió un número de instituciones diversas hacia las postrimerías de la segunda etapa y a lo largo de la siguente. Para los fines del presente artículo, sería conveniente considerar que, • mientras la última parte del periodo de que se ocupa esta sección presenció el nacimiento de la idea de descentralización institucional, solamente en el periodo siguiente se produciría un crecimiento realmente extraordinario de las instituciones y de la investigación fundamental. E n consecuencia, vamos a considerar en detalle el nacimiento de estas instituciones en la sección siguiente. Aquí reseñaremos simplemente que, en esta etapa, se crearon cuatro tipos distintos de instituciones:11 a) academias o institutos de administración (tanto a nivel de gobierno central c o m o de gobiernos . de los estados); b) institutos de gestión; c) los primeros centros de estudios sobre desarrollo y de investigaciones de ciencias sociales;12 d) centros de investigación dedicados al estudio de diferentes formas de "desarrollo alternativo".
V a m o s a concluir con una breve referencia a los métodos que se aplican para la coordinación y la financiación central de . dichos centros y su trabajo. El principal organismo responsable en esta esfera es el Consejo Indio de Investigaciones de Ciencias Sociales ( ICSSR) , creado durante la década de 1960, que ocupa una posición de importancia «crucial en la organización, el financiamiento y la distribución del conjunto de las actividades de la investigación y la enseñanza superior en materia de ciencias sociales. Recibió su impulso original de los infatigables esfuerzos de su secretario fundador, el difunto J. P . Naik, y sus actividades están hoy dirigidas por un ejército en rápida expansión de investigadores de ciencias sociales procedentes de distintas disciplinas.
A u n q u e el I C S S R no escapa a la habitual acusación de que su m o d o de funcionar es más burocrático de lo conveniente, cumple de manera generalmente encomiable con las tareas que le han sido asignadas, las de una
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enorme organización que abarca la totalidad de la India. Entre sus tareas de organización figuran la evaluación de proyectos; la supervisión general y financiación de los diversos centros de investigación, así c o m o el mantenimiento de un registro del trabajo realizado en las distintas disciplinas, encargando a tal efecto informes sobre tendencias; la compilación de bibliografías, y, por último, la organización de seminarios y conferencias de investigación merced a los cuales los resultados m á s recientes del trabajo en curso en diferentes campos especializados pueden comunicarse m á s o menos directamente a científicos adscritos a diferentes instituciones de investigación.
D a d a la complejidad de sus tareas, el I C S S R ha adquirido las competencias necesarias para inducir a los distintos centros de investigación sobre el desarrollo a trascender las fronteras de sus disciplinas y a contribuir a nuestro saber y nuestra información respecto a los problemas de desarrollo .con que se enfrentan el país en su conjunto y sus distintas regiones por separado.
La etapa actual (desde 1970)
L a característica esencial de este periodo es que no se han introducido innovaciones en la concepción de la investigación sobre el desarrollo, sino que representa más bien un periodo de ramificación, crecimiento y evolución, cuando no de ejecución práctica de ideas que habían empezado ya a gestarse en un periodo precedente. Cabe señalar, no obstante, que tanto los responsables políticos c o m o los administradores profesionales y el personal académico han llegado a apreciar^ durante los últimos quince años, la necesidad de un enfoque multipolar de la creación de nuevas instituciones de investigación. Se han identificado tres ámbitos esenciales que exigen especial atención.
E n primer lugar, por supuesto, la investigación y la aplicación de sus frutos a la práctica política en general; en otras palabras, centros donde las ciencias sociales vengan a considerarse no sólo materias de investigación fundamental sino también instrumento o, lisa
y llanamente, ciencia del ejercicio del gobierno.
U n segundo ámbito que ha sido objeto de mucha atención en los últimos años es el de la formación sistemática de administradores en materia de métodos modernos adaptados a las condiciones indias. Dicha formación se dirige principalmente a dos grupos: directores de nivel medio y superior de grandes empresas del sector público, y administradores responsables de las tareas del desarrollo (rural y urbano), así c o m o del mantenimiento de la ley y el orden.
E n tercer lugar, ha podido apreciarse una creciente tendencia a impartir formación para la dirección de empresas conforme a principios científica y académicamente válidos mediante breves cursos intensivos dirigidos por expertos (procedentes de ambos sectores, público y privado, así c o m o de instituciones académicas). Los aspectos jurídicos, financieros (auditoría y contabilidad), organizativos, operacionales y de investigación y desarrollo (R & D ) , entre otros, son objeto de rigurosa atención en estos cursos, en los que el material esencial está compuesto por publicaciones especializadas y los estudios de casos prácticos.
Es preciso comprender la significación sociológica de esta importancia prioritaria atribuida a la formación de personal competente de dirección y administración. Pese a la alegación de que tales cursos inducen a los directores y administradores de la India a adoptar una visión racional de las dimensiones humanas, económicas y sociales de su trabajo, es difícil pasar por alto el hecho de que los recursos invertidos en capacitación en servicio de futuros ejecutivos tienden a favorecer a quienes gozan de poder y privilegio y ejercen control sobre la fuerza de trabajo productiva, mucho m á s numerosa. El crecimiento y la orientación general de tales instituciones elitistas muestran claramente que el Estado indio, a pesar de las afirmaciones de sus gobernantes que pretenden estar empeñados en crear las condiciones idóneas para el nacimiento de "un modelo socialista de sociedad", se basa en un sistema de clases (acentuado por el dirigismo de esta élite de administradores).
La investigación sobre el desarrollo y las ciencias sociales en la India 111
La conciencia empresarial de la burocracia y del sector de la empresa pública aumentó rápidamente como consecuencia del estrecho contacto entre una generación ascendente de directores indios llamados a tomar las riendas de estas grandes instituciones nuevas y los administradores procedentes de países capitalistas y socialistas contratados como instructores o llegados como directores de plantas industriales u otros proyectos llave en m a n o . El auge de una tecnocracia indígena es uno de los principales indicadores del cambio económico y social acaecido en los sectores industrial y urbano de la sociedad. Pero la creciente radicalización que domina la intelectualidad pone en tela de juicio la aptitud del poder tecnocrático para enfrentar los crecientes problemas de pobreza y subdesarrollo que afectan a una inmensa mayoría.
Otra innovación en el ámbito educativo es la conciencia, cada día más clara entre los responsables políticos, de la necesidad de dar mayor prioridad a los requerimientos e imperativos de desarrollo del campo, y de insuflar un vigor y un dinamismo nuevos al desarrollo rural y a la educación (y divulgación) agrícola. La educación e investigación en agricultura, que sólo mereció atención periférica durante el periodo colonial se ha visto atribuir ahora una mayor proporción de recursos y se han creado ya veintidós universidades agrícolas por iniciativa tanto del gobierno central como de los gobiernos de los estados.
D o s influencias fundamentales han entrado en juego en este vasto proceso. Los pocos experimentos realizados con éxito, en las esferas privada y pública, sobre educación e investigación en agricultura-han constituido modelos para este campo de la enseñanza. Al mismo tiempo, el Consejo Indio de Investigaciones Agrícolas (dependiente del Ministerio de Alimentación y Agricultura), dirigido sucesivamente por M . S. Randhava y M . S. Swa-minathan,13 dio un vigoroso impulso a la educación agrícola durante el periodo de su mayor expansión.
Al igual que los IIT, también las universidades agrícolas se han mostrado inclinadas a abusar de la jerarquización y la burocratiza-
ción, así c o m o a seguir la tendencia tan general c o m o indeseable de los académicos y administradores de más alto rango a adoptar actitudes feudales en el trabajo. A l mismo tiempo, la admisión de estudiantes ha sido, en conjunto, reflejo de la estructura de clases de la sociedad rural india: la mayor proporción, suele provenir de familias de labradores ricos, en menor grado de familias de labradores de condición mediana, y son m u y pocos los que proceden del campesinado pobre, para no hablar del proletariado agrícola.14
A pesar de estas dificultades,' se ha mantenido un nivel generalmente alto de trabajo académico y de investigación (sujeto a las fluctuaciones del clima político general del medio en que estas universidades tienen que funcionar). A diferencia de los IIT, y por razones fáciles de comprender, el éxodo de profesionales graduados en las universidades agrícolas ha sido casi inexistente.
La conciencia más clara de las condiciones rurales que despierta necesariamente una educación agrícola y el hecho de que los estudiantes, pese a toda la desigualdad y asimetría, proceden de un espectro social más amplio que la meritocracia mayormente urbana que nutre el alumnado de los IIT han determinado una radicalización política y una más clara comprensión de los problemas de sectores más pobres del campesinado indio. Ello se refleja a menudo en los temas de investigación escogidos por algunos de los académicos.15
A c a d e m i a s e institutos de administración
E n el momen to de la independencia no existía prácticamente ninguna de tales instituciones, aunque a los nuevos empleados del Servicio Administrativo Indio (IAS) y del Servicio de Policía Indio (IPS) —y en menor medida a los aspirantes a los servicios administrativos y policiales de los estados— así c o m o de los demás servicios centrales se les impartía instrucción en periodo de prueba en establecimientos habilitados a tal fin.
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La importancia de la administración pública c o m o disciplina universitaria, íntegramente relacionada con las tareas políticas del desarrollo, se reconoció por vez primera con la creación del Instituto Indio de Administración Pública ( U P A ) . Este instituto cuenta con una numerosa plantilla académica y se dedica a realizar investigaciones y estudios sobre los diversos aspectos de la administración relacionados con todas las ramas de las ciencias sociales. El U P A es una institución autónoma financiada por el gobierno central y sita en Delhi. Posee su propia publicación especializada, la revista trimestral Indian Journal of Public Administration, que contiene artículos ordenados por temas y basados en investigaciones en una extensa variedad de materias pertinentes.
Durante el mandato de Gobind Ballabh c o m o ministro del Interior de la India y luego durante el de Lai Bahadur Shastri c o m o primer ministro, se reconsideró la cuestión de la formación m á s adecuada para los nuevos empleados del I A S y demás servicios centrales conexos. Se percibía cierto descontento por el hecho de que todavía se los formara16 c o m o si fueran candidatos al Indian Civil Service (ICS) de la época colonial y no c o m o a funcionarios públicos de la India independiente y democrática. AI mismo tiempo, se estimó que la dispersión por toda la India de centros de capacitación para aspirantes a más de una docena de servicios centrales distintos suponía no sólo un despilfarro de instalaciones, de infraestructura y de personal docente, sino también una repetición innecesaria de la enseñanza de una serie de materias básicas comunes a todos los servicios.
Por iniciativa de Pant se estableció en Mussourie una academia nacional de administración única (posteriormente bautizada Academia Nacional Lai Bahadur Shastri) a la que son enviados todos los aspirantes admitidos mediante concurso (con excepción de los destinados a los servicios policiales), para que reciban una formación inicial sobre materias comunes antes de dispersarse en los diferentes centros donde completan su formación en las materias que atañen a su servicio particular.
Para los aspirantes al IPS se creó un centro de instrucción aparte en Hyderabad.
Dicha reestructuración recibió un notable impulso gracias a que políticos y administradores tomaron conciencia de la necesidad del desarrollo y comprendieron que el gobierno o la administración de una India predominantemente rural entrañaba un tipo de responsabilidad radicalmente distinto del que exigía el mantenimiento de la ley y el orden, que muchos conceptuaban c o m o el punto de vista colonial del gobierno. E n ambas academias nacionales, por consiguiente, los programas de estudio se componían no sólo de manuales sobre ordenanzas, disposiciones y leyes, sino también de recopilaciones de casos prácticos utilizadas c o m o ejercicios de investigación por competentes especialistas en ciencias sociales.
Durante los últimos quince años, la iniciativa del gobierno central ha estimulado la creación de academias en los estados. Su objetivo consiste en formar a los ejecutivos de los gobiernos autónomos (y en algunos casos incluso funcionarios de categoría inferior). Con ese fin, generalmente se imparte una instrucción mixta de cursos académicos y actividades prácticas.
Mientras que estas academias se ocupan fundamentalmente de las relaciones entre los administradores y el público, se han creado también algunos centros destinados a mejorar el nivel de la plana mayor de los sectores público y privado. El más conocido y más dinámico es el Administrative Staff College of India (ASCI) de Hyderabad. Dispone de una plantilla de expertos bien calificados que tienen la ventaja de aliar a altas distinciones académicas una experiencia práctica larga y diversa en altos cargos administrativos o directivos. Su misión consiste en preparar cursos breves e intensivos sobre distintas materias para grupos de aspirantes cuidadosamente escogidos. A d e m á s , el A S C I también emplea expertos en calidad de consultores para llevar a cabo proyectos de investigación o enseñar materias altamente especializadas. El A S C I es, así, una institución sumamente prestigiosa, comparable a una escuela de estado mayor del ejército.
La investigación sobre el desarrollo y las ciencias sociales en la India 723
Institutos de gestión
E n la India, los problemas de desarrollo y de política social, económica y regional, tanto como la necesidad de dar forma a instituciones financieras y bancarias de inmenso alcance social como el Reserve Bank of India y el State Bank of India, con sus numerosas facilidades de crédito y otros servicios que llegan hasta las aldeas mismas, requieren, según se ha visto, una gestión sistematizada. Ésta exige capacitación en una serie de disciplinas afines. Se introdujo un sistema de gestión de instituciones norteamericanas adaptado a los problemas particulares de la India en desarrollo, en forma de programas de estudios destinados a jóvenes graduados en busca de calificaciones académicas superiores así como a profesionales deseosos de mejorar su rendimiento personal y sus perspectivas de carrera.
El Institute of Management ( U M ) , fundado en Ahmedabad hace veinte años, tuvo como modelo la Harvard School of Management and Business Administration. Su profesorado seguía más que nada una orientación teórica y sus programas de estudios se apartaban de toda consideración de casos prácticos, prefiriendo en cambio sentar una serie de principios básicos, aplicables, en condiciones de subdesarrollo, a la solución de los problemas concretos que se plantean en diversas esferas. Este enfoque se parecía un poco al de la formación administrativa de tipo general asociada con el periodo colonial, pero no conviene llevar las analogías demasiado lejos. El IIM de Ahmedabad ha conservado en conjunto su profesionalismo manteniéndose alejado de la política (tanto en el sentido de los conflictos partidarios c o m o en el de la confrontación ideológica), mientras que, por supuesto, ha resultado de utilidad en la planificación y la economía del sector público. Su personal se caracteriza también por un espíritu de camaradería que es raro encontrar en instituciones indias de enseñanza superior.
Poco después de la fundación del IIM en Ahmedabad , otro grupo interesado por la gestión desde un punto de vista m u y diferente
creó el Institute of Management de Calcuta. Su orientación era mucho más proclive al empleo de casos prácticos. Este IIM de Calcuta tuvo c o m o modelo la School of Management del M I T .
Ahora bien, al poco tiempo de abrir sus puertas, este IIM de Calcuta fue alcanzado por la política radical a la que Bengala Occidental ha sido siempre tan propensa. E n el apogeo del levantamiento de Naxalbari, en la segunda mitad de la década de los sesenta, la mayoría del personal académico se escindió en diversas fracciones de simpatías izquierdistas. U n a característica interesante de este fenómeno de politización fue que algunos académicos (la mayoría de ellos especialistas en ciencias sociales de renombre internacional) relacionaron totalmente sus actividades académicas (elección de temas de investigación, métodos de enseñanza, elección de temas para discusiones intensivas, etc.) con su visión política. Así, aun cuando el IIM de Calcuta, c o m o el de Ahmedabad , es una institución privilegiada, su concepción política y las simpatías de su plana mayor por políticas "favorables al pueblo" han llevado a emplear el método del estudio de casos en forma originariamente imprevista y han cambiado radicalmente su carácter en- el curso de los. últimos quince años.
L a aparición de dos instituciones semejantes, fuertemente identificadas en un comienzo con dos importantes escuelas norteamericanas (y en realidad creadas con ayuda exterior y bajo la atenta supervisión de sus homólogos metropolitanos) dio que pensar en ciertos medios. Se estimaba que ningún esfuerzo para adaptarse a las condiciones específicas del país podría lograr que profesores y alumnos de instituciones tan calcadas sobre modelos extranjeros se acercaran a la realidad india. L o que hacía falta era crear un instituto de gestión de concepción totalmente nacional capaz de generar una ciencia interdisciplinaria de la gestión enraizada en el medio local, y de aplicarse de lleno a la investigación y la enseñanza de problemas propios de la sociedad y la economía indias.
E n 1973, diez años después de la creación
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del IÏM de A h m e d a b a d , se fundó en Bangalore un tercer Indian Institute of M a n a g e ment, nutrido en buena medida por profesionales procedentes esencialmente (y, habría que añadir, paradójicamente) del IIM de A h m e d a b a d . L o dirigía un ingeniero-economista, N . S. Ramaswani , conocido principalmente por su labor sobre la manera de mejorar el rendimiento de los animales de tiro y de persuadir al campesino ordinario a aceptar las innovaciones elementales en el campo de la fuerza locomotriz.
Bajo su dirección, el IIM de Bangalore se expandió rápidamente e incorporó en sus programas de estudios y proyectos de investigación ámbitos tales c o m o la sociología jurídica y los derechos civiles, los problemas del desarrollo rural y urbano, la producción agrícola, la gestión financiera y otros varios. Debido a las modestas dimensions del IIM de Bangalore en sus comienzos, algunos juzgaron que su orientación era un tanto personalista, y se criticó al rectorado por cierto grado de arbitrariedad y dirigisme Pero pasados estos inconvenientes iniciales, el IIM de B a n galore, en los albores de su segunda década, se ha convertido realmente, c o m o sus dos hermanos mayores, en un importante instrumento de producción de informaciones y datos nuevos, así c o m o de conocimientos recientes acerca de las políticas de desarrollo y del funcionamiento de las instituciones. Acaso cabe observar para concluir que, a pesar de su simpatía por las actividades aplicadas y relacionadas con la práctica política, los IIM son esencialmente instituciones de carácter académico y, en este sentido, son fundamentalmente distintos de las academias de administración y del A S C I , considerados en la sección precedente.
Centros de estudios sobre el desarrollo y de estudios e investigaciones sobre ciencias sociales
Recién a mediados de la década de 1960 comenzaron a aparecer, en distintos lugares, centros nacionales de estudios sobre el desarrollo, y después de la primera mitad de la de
1970 se crearon centros de esta naturaleza patrocinados y subvencionados por gobiernos autónomos. C o m o ya queda dicho, estos centros tendían predominantemente, por lo m e nos al principio, a estudiar lo cuantificable, es decir que aquellos estudios sobre desarrollo económico que llevan aparejada la compilación de datos puramente numéricos y el uso de técnicas estadísticas eran los preferidos de un personal académico procedente en gran medida de disciplinas afines de las ciencias económicas, historia de la economía, demografía, planificación, estadística económica, etc.
Pero este cuadro cambió pronto, en parte porque las instituciones que empezaron c o m o centros de investigación de problemas de desarrollo económico vieron en seguida la necesidad de enraizar la investigación económica en el conocimiento sociológico, y posteriormente también político, de una sociedad compleja, y en parte también porque surgieron nuevos centros cuyo cometido explícito era practicar la investigación interdisciplinaria, que se reflejaba en la elección tanto de su personal académico-científico como de los programas, iniciativas y prioridades de investigación a largo plazo.
N o debe suponerse, sin embargo, que esta conciencia de la necesidad de un enfoque general interdisciplinario en el estudio del desarrollo era nueva en el panorama intelectual indio. E n realidad, varios importantes especialistas en ciencias sociales veteranos que tomaron la iniciativa de crear tales centros habían ocupado cargos influyentes en departamentos de responsabilidad política de los gobiernos central y autónomos, en universidades y en otras instituciones públicas.
Al m i s m o tiempo, algunas instituciones y varios departamentos universitarios, con una historia m u c h o más larga de promoción de la investigación en disciplinas de ciencias sociales directamente relacionadas con los problemas indios, aportaron inspiración a los nuevos centros, aun cuando era manifiesta una diferencia de intereses entre las instituciones más antiguas (mucho más orientadas hacia la teoría de cada disciplina) y los centros más
La investigación sobre el desarrollo y las ciencias sociales en la India 725
recientes (que tienden a centrarse sobre todo en problemas específicos y políticas concretas).
El Instituto G o jale de Ciencias Políticas y Económicas (GIPE), con sede en Pune (bajo la dirección del difunto D . R . Gadgil y luego de V . M . Dandekar), y el precursor del Instituto de Estudios Sociales de Surat, en Gujarat meridional (bajo la dirección de I. P . Desai, eminente sociólogo), fueron centros famosos y respetados por la calidad y el alcance de su labor. E n realidad, a diferencia de los directores fundadores de la mayoría de los nuevos centros, que habían hecho carrera en organismos oficiales antes de consagrar todo su tiempo a dirigir investigaciones, el profesorado del Instituto G o jale impulsó una corriente en dirección contraria. Así, por ejemplo, el instituto ofreció los servicios de D . R . Gadgil a la Comisión de Planificación, en la cual desempeñó brillantemente el cargo de vicepresidente durante algunos años.
Entre los centros de estudios sobre el desarrollo y los centros de estudios de ciencias sociales (a los que nos referiremos siempre como C D S salvo especificación en contrario), el Centro de Estudios sobre el Desarrollo (CDS) de Trivandrum y el Instituto para el Cambio Social y Económico (ISEC) de Bangalore fueron fundados por los economistas K . N . Raj y V . K . R a o respectivamente. El primero, tras una carrera académica y una vida pública distinguidas, y el segundo, luego de una larga carrera en la profesión académica rematada con una experiencia política como ministro del gobierno de la Unión, concibieron la idea de concentrar la investigación de ambas clases, aplicada y fundamental, en centros proyectados exclusivamente con tal fin.
Pocos años después, otro centro análogo, el Instituto de Estudios sobre el Desarollo de Madras ( M I D S ) , fue creado en Tamil N a d u por Malcom Adiseshiah, subdirector general de la Unesco durante algunos años y ahora jubilado. Los dos C D S , el de Trivandrum y el M I D S , empezaron como centros de investigación económica, pero pronto supieron apreciar la importancia de ampliar su campo interdisciplinario para dar cabida a otras disci
plinas de las ciencias sociales. E n pocos años, contrataron a sociólogos, antropólogos, especialistas en ciencias políticas y en historia económica c o m o investigadores y docentes a tiempo completo. El C D S de Trivandrum y el M I D S tenían un programa de estudios para posgraduados y otro de investigación para aspirantes al claustro profesoral y al doctorado. El I S E C comenzó como centro interdisciplinario con un ambicioso programa y una plantilla mucho más numerosa que las otras dos instituciones.
Para entender bien la naturaleza y el alcance del trabajo realizado en el ámbito de las ciencias sociales y la investigación sobre el desarrollo, es conveniente describir las actividades de estos tres institutos que servirían de modelo y ejemplo para los muchos que habían' de seguir sus pasos durante la segunda mitad de la década de 1970.'
E n primer lugar, se trataba de centros con un predominio inicial de la investigación y • el estudio de la economía, parcialidad que nunca ha sido superada del todo pese al gran esfuerzo realizado por los fundadores para ampliar el horizonte de actividades a fin de acoger a otras disciplinas mayores de las ciencias sociales. U n a importante razón de que así sea estriba en cierta honestidad intelectual que les impide ocuparse c o m o aficionados de otras ciencias sociales; esta honestidad se. combina a menudo con. el afán de un máximo rigor teórico y metodológico en la práctica de su propia disciplina, que en este caso resulta •
, ser la ciencia económica: una ciencia social relativamente m á s rígida que las demás.
C o m o ya se ha indicado, el I S E C superó la dificultad de situar a todas las ciencias. sociales en pie de igualdad al constituir su plantilla académica con miembros procedentes de distintas disciplinas. El M I D S , está haciendo ahora esfuerzos deliberados por ampliar su dotación interdisciplinaria, para lo cual sigue la política premeditadamente cauta de contratar personal permanente perteneciente a las disciplinas sociológicas y políticas. El C D S , por su parte, cuenta con un profesorado casi enteramente de formación económica, pero ha iniciado una política de rami-
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ficación hacia las otras ciencias sociales contratando personal académico de rango medio en campos tales c o m o la sociología y la antropología.
E n segundo lugar, en estas instituciones se concede casi igual importancia a las dos facetas de su tarea, que consisten en producir trabajo original de calidad por una parte, y, por la otra, en formar economistas (y, en medida limitada, otros especialistas en ciencias sociales) calificados y competentes, mediante un riguroso curso académico que lleva a un título de licenciatura y una labor de investigación supervisada que conduce al doctorado. Esta actividad docente, con un programa pleno de trabajo académico, es parte de las actividades normales del C D S de Trivandrum, y ha dado ya sustanciosos frutos en forma de excelentes promociones anuales de alumnos listos para emprender investigaciones independientes o desempeñar empleos en los campos del desarrollo social, económico y agrario.
U n a variación interesante de esta orientación es la importancia que atribuye el M I D S a la formación de profesores de universidad y de colegios universitarios (principal pero no únicamente de economía) en el estado de Tamil N a d u , para que impartan sus enseñanzas eficazmente y con mayor sentido de responsabilidad y compromiso, amén de con un mejor conocimiento de sus disciplinas. E n Madras , a diferencia de Trivandrum, no hay ningún curso académico a tiempo completo que permita alcanzar la licenciatura. E n cambio, se organizan talleres a lo largo del año para profesores universitarios de economía, en los que se dan cursillos intensivos y rigurosos sobre cuestiones metodológicas, teóricas e interdisciplinarias. L a aportación académica así c o m o la labor de enseñanza llevada a cabo por profesores invitados ha sido realmente notable.
El I S E C es m u c h o m á s una institución que acoge a una diversidad de investigadores confirmados (entre ellos, jóvenes estudiosos que vienen del extranjero, especialmente de los países escandinavos), empeñados en proyectos particulares, a cuyo fin pone a su
disposición una sólida base intelectual y una infraestructura local en la cual sustentar su trabajo. Dirige un cuantioso número de proyectos propios, en las diferentes disciplinas de las ciencias sociales, que abarcan todos los ámbitos del desarrollo, en los que participan tanto su propio personal c o m o todos aquellos que visitan el I S E C .
C o m o los otros dos centros de Trivandrum y Madras, también el I S E C organiza conferencias sobre temas de actualidad. Así, en el apogeo de la controversia nacional sobre las relaciones centro-estados, el I S E C organizó un seminario (agosto de 1983) sobre esta cuestión, al que fue invitado un gran número de participantes de los distintos estamentos: académico, político y profesional. Las ponencias presentadas en la conferencia no sólo fueron de importancia para el tema debatido, sino que, en algunos casos, también constituyeron excelentes contribuciones, bien documentadas, a una materia en la que se observa una marcada tendencia a producir más calor que luz.
E n tercer lugar, estos institutos, cada cual a su manera, se concentran en los problemas del desarrollo a dos niveles, relacionados entre sí. Primero, por supuesto, se interesan por los problemas a escala global (es decir, en este caso, aquellos que afectan a la India en su conjunto) en relación con la planificación, la movilización de recursos, la conservación y uso de la energía, la industrialización, el desarrollo rural, la producción agrícola, etc. Y luego, y m á s importante, también tienden a concentrarse en problemas locales centrados en los estados, distritos y pueblos de su territorio y, con alguna frecuencia, en los estados de la región donde tienen su sede.
E n este último aspecto su tarea es triple: recoger datos primarios y almacenarlos, así como ponerlos a disposición de todas las personas interesadas en investigar, dentro o fuera de la región; emprender estudios orientados a la práctica política en un contexto académico, a petición de los organismos oficiales del gobierno central o de los gobiernos de los estados correspondientes o de unos y otros juntos, y, finalmente, una vez generados sus
La investigación sobre el desarrollo y las ciencias sociales en la India
El Observatorio de Jaipur (India), que data de 1740. H . Cartier-Bresson-Magnum.
propios programas de investigación donde se vinculan las necesidades de la región con las del país en su conjunto, comparar las distintas regiones o subregiones y establecer nexos de entendimiento que abarquen los diferentes aspectos (y no uno solo en particular, minuciosamente definido en términos de una única disciplina) de los problemas específicos con que pueden tropezar en un momento dado.
Así, en el curso de la última década, el M I D S se ha convertido en un avanzadísimo banco de datos que proporciona informaciones actualizadas sobre la economía política de Tamil Nadu (dentro del contexto general de la India) por medio de su Bulletin mensual. El C D S y el ISEC han producido una cantidad inmensa de documentación que cubre diferentes aspectos de la economía política y la sociología de Kerala y Karnataka.
También cabe mencionar las ocasiones, más bien escasas, en que los miembros de estos institutos emprenden investigaciones por encargo —tanto colectiva como individual
mente— de organismos internacionales como la C E S A P , la O I T , la O M S y la F A O (pero por lo general no por encargo del B I R D y el F M I ) . Estos centros, sin embargo, sólo otorgan a este aspecto del trabajo una importancia menor o secundaria respecto de la tarea de generar un flujo constante de información y de saber sobre los problemas del desarrollo económico y el cambio social de la región en particular y de la India en general. La labor de consulta a escala internacional (de países desarrollados) no se. considera por lo común un m o d o socialmente provechoso de utilizar competencias académicas escasas. Los investigadores del ámbito del desarrollo que muestran tendencia a dedicarse con demasiada frecuencia a este tipo de actividad suelen enajenarse el respeto de sus colegas.
Por último, es preciso observar el m o d o de funcionamiento de estos centros de estudio e investigación avanzados. Desde luego, cada uno tiene sus propias idiosincrasias y sus peculiares costumbres y usos académicos, por
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no hablar de los valores que se promueven y consolidan con el tiempo. Sin embargo, pueden inferirse algunas características comunes aun con una observación rápida y superficial de su funcionamiento. Estos centros confieren muchísimo valor a su autonomía y su libertad intelectual, que no tienen ningún deseo de comprometer ya sea con una participación excesiva en los asuntos del estado autónomo o del gobierno central, ya sea con una relación demasiado estrecha con la universidad local u otras instituciones de enseñanza superior.
E n realidad se muestran celosos de su tiempo de ejercicio profesional y de investigación, con el encomiable afán de hacer de él el mejor uso posible. Y esto vale para los investigadores adscritos a estos centros tanto c o m o para las instituciones en sentido colectivo. Estas últimas se caracterizan todas por su gran dedicación. Al mismo tiempo, es de rigor señalar que existe una enorme variación en su funcionamiento interno y en las relaciones que dentro de ellas prevalecen entre profesores y alumnos, entre los miembros del claustro de distintos niveles y antigüedad o entre el personal académico y no académico (por ejemplo, los karmacharis).
Durante la pasada década, estos centros, y especialmente sus principales investigadores, se han visto m u y solicitados c o m o asesores consultores y miembros de comisiones públicas de encuesta, tanto del poder central c o m o de los gobiernos de los estados. La asistencia de este género que se espera de dichos centros se halla en notable desproporción con respecto al tiempo que los especialistas pueden sustraer a sus responsabilidades y obligaciones en la docencia y la investigación, las que se llevan a cabo en un marco institucional con instalaciones e infraestructuras bastante limitadas (según baremos internacionales).
. El clima general de estímulo a la investigación sobre el desarrollo ofrecida por estos centros coincidía con el interés manifestado por el I C S S R de fomentar el establecimiento de una cadena de tales institutos de enseñanza superior e investigación específicamente consagrados al estudio de las ciencias sociales. Al m i s m o tiempo, numerosos especialistas en
ciencias sociales y responsables políticos consideraban que, en un país dividido por lenguas y culturas, por una parte, y por los problemas derivados de su desigual desarrollo económico por la otra, los centros de investigación científica sobre problemas de desarrollo político, económico y social, erigidos en diferentes puntos del país, no podían sino ejercer una influencia unificadora. A u n q u e este sentir no llegó a alcanzar nunca suficiente fuerza, el impulso que propició el nacimiento de gran número de centros de estudios sobre desarrollo y ciencias sociales, financiados en la mayoría de los casos en un 50% por el I C S S R y el gobierno autónomo correspondiente, fue realmente considerable.
Algunos dirigentes políticos de los estados y no pocos especialistas en ciencias sociales que enseñaban en universidades sitas en las capitales de los mismos advertían la necesidad de dedicar las investigaciones sociales y económicas a problemas que se plantean al nivel de los estados y niveles inferiores. El primer centro de investigaciones sobre el desarrollo que se estableció por iniciativa del gobierno de un estado fue el Instituto de Estudios Sociales A . N . Sinha (ANSISS) , de Patna, fundado en 1964. Dieciséis años después, en el vecino estado de Uttar Pradesh se creó, con sede en Allahabad, un instituto análogo, el Instituto de Ciencias Sociales Gobind Ballabh Pant (GBPSSI) , nombre del primer jefe de gabinete de este estado después de la independencia. Actualmente existen varios institutos más de procedencia similar, que deben su origen a la iniciativa y al apoyo financiero de los gobiernos de algunos estados.
E n sus comienzos, el A N S I S S , producto típico de los años sesenta, se dedicó en gran medida, a la investigación económica. Influyeron en él los intereses de sociólogos y especialistas en ciencias políticas así c o m o de académicos que realizaban estudios laborales y agrarios en la universidad de Patna. E n los últimos años, el A N S I S S ha acometido una serie de proyectos que abarcan la sociología política y la economía política tanto c o m o investigaciones centradas en las condiciones
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económicas, sociales y políticas de las poblaciones tribales de Bihar.
El G B P S S I , un centro mucho más reciente, fue concebido y fundado en una época en que la interdisciplinariedad de las ciencias sociales estaba m u y en boga y el predominio de la disciplina económica entre las ciencias sociales no era ya axiomático o universalmente aceptado. A m b a Datt Pant, su director y fundador, es un especialista en ciencias políticas y profesor de gran reputación en la Universidad de Allahabad, a la que estuvo vinculado durante casi tres décadas. E n un breve lapso, ha conseguido reunir un variado grupo de estudiosos procedentes de disciplinas afines como la sociología, la ciencia política, la economía y la geografía.
El G B P S S I , como otros institutos análogos en la India, se enfrenta con algunos problemas. E n primer lugar, las fluctuaciones del poder político dentro del estado, entre las distintas facciones del Congreso así c o m o entre el partido del Congreso y las combinaciones Janata/Lok Dal, han transmitido cierto grado de incertidumbre a las expectativas de tales instituciones (cuando no han tenido sobre ellas, a veces, un efecto totalmente desestabilizador), en la medida en que dependen del apoyo financiero del gobierno del estado autónomo. Esto se ha visto en parte contrarrestado por las aportaciones del ICSSR, que sufraga el 5 0 % de los gastos corrientes anuales en forma de subvenciones periódicas. Pero no puede negarse que estas instituciones son vulnerables a las presiones y contrapresiones de la política de los estados.17
E n segundo lugar, la presencia simultánea de especialistas veteranos y de profesores m u y jóvenes que investigan en diversas disciplinas de las ciencias sociales suele ser una empresa difícil. La brecha generacional, en un contexto donde las relaciones de jerarquía. social se trasladan al lugar de trabajo, inhibe la libertad de intercambio o comunicación entre ambas partes, ya que cada una abriga prejuicios con respecto a la otra de los que le cuesta bastante desprenderse. A esto hay que añadir los problemas creados por el aislamiento de las disciplinas, generalmente m á s
graves para.los especialistas de cierta edad que para los m á s jóvenes. La consecuencia de tales tensiones suele ser una dilución de esa orientación interdisciplinaria que es premisa tan fundamental.
U n subgrupo de centros algo diferente es el constituido por aquellos que parten de una disciplina específica distinta de la económica para realizar un trabajo interdisciplinario. Ejemplo de ello es el Centro de Estudios sobre Ciencias Sociales (CSSS) de Calcuta, creado hace unos diez años por un grupo de historiadores económicos y sociales firmemente convencidos de que la historia es una ciencia social importante y de que en ella está la clave de un conocimiento científico del origen de los actuales problemas del desarrollo. Durante su labor de diez años como primer director del C S S S , Barun D e , historiador de renombre, fortaleció el aspecto histórico del trabajo del centro con la colaboración de varios colegas ya conocidos por sus contribuciones a la historia económica y social de Bengala y de la región del nordeste de la India.
A este equipo se sumó A m i y a K u m a r Bagchi, uno de los más distinguidos economistas de la India, que abandonó gustoso la vida de la élite internacional y el poder académico que le daba su cátedra de economía en la Universidad de Calcuta para pasar a ser miembro del C S S S . Nunca se ponderará bastante su papel c o m o promotor y conductor de la investigación, su habilidad en el arte de inspirarse en el trabajo de los investigadores más jóvenes para encontrar otros temas de estudio y, sobre todo, su capacidad para mantener en el centro un nivel de investigación académicamente irreprochable y social y políticamente adecuado a los problemas de la India. Pertenece a esa rara categoría de estudiosos capaces de combinar un excelente conocimiento de su materia con una penetrante comprensión de los intereses esenciales de otras disciplinas de las ciencias sociales.1*
El Centro de Estudios Sociales (CSS) de Surat, en Gujarat Meridional, es un instituto con mucha antigüedad, fundado por I. P . Desai, sociólogo de elevada reputación.19 Su dedicación total permitió que el centro se
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convirtiese en una verdadera planta de producción de conocimientos académicos sobre Gujarat, uno de los estados más dinámicos y económicamente avanzados de la India. C o m o sociólogo interesado por la condición de los pobres y oprimidos, ha conseguido estimular la investigación encaminada a poner de relieve la opresión y las relaciones sociales de dominación a que están sometidos los obreros agrícolas, los trabajadores emigrantes, los obreros industriales urbanos, las mujeres, las poblaciones tribales y las comunidades atrasadas, así c o m o las minorías dentro de las distintas colectividades.
U n a vez retirado I. P . Desai, el C S S quedó bajo la dirección de Ghanshyam Shah, joven sociólogo de gran renombre por su labor de investigación empírica y en el terreno, especialmente en los estados de Gujarat y Bihar. El C S S se ha esforzado, en los últimos años, por ampliar aún más su radio disciplinario, contratando especialistas en ciencias sociales de los campos de la antropología, la ciencia política, la pedagogía, las ciencias económicas y los estudios sobre la mujer.
El Instituto Giri de Estudios sobre el Desarrollo (GIDS) , con sede en Lucknow, fue fundado en 1973 y alcanzó rango nacional en 1977, dirigido por T . S. Papóla, economista que cursó estudios en el IIM de A h m e -dabad. Antes de su llegada a Lucknow, el instituto había sido el brazo investigador del Departamento de Economía de la Universidad de Lucknow, pero ya en los años cincuenta tuvo una sagaz visión acerca de la investigación interdisciplinaria en estudios sobre el desarrollo.
E n el G I D S , un grupo de economistas, sociólogos, antropólogos y especialistas en ciencias políticas han emprendido un estudio conjunto de los problemas agrarios de Uttar Pradesh, con especial referencia a las zonas más pobres de sus regiones orientales, los distritos de la región Terai y los sectores más pobres de las áreas cubiertas por la Revolución Verde. El G I D S es un buen ejemplo de un centro que, entre 1973 y 1977, fecha en que obtuvo estatuto nacional, demostró su aptitud para ampliar su orientación inicial,
centrada en las ciencias económicas, para dar cabida a otras ciencias sociales. Fue éste un periodo especialmente delicado en la política nacional y en la de Uttar Pradesh. Inmediatamente después del estado de excepción (1975-1977), tanto el nuevo gobierno central de Janata c o m o su homólogo en el estado se mostraron recelosos de las prerrogativas del G I D S , ya que había gozado de la protección y el apoyo de los anteriores regímenes, pertenecientes al Partido del Congreso.
El hecho de que el director recientemente nombrado no hubiera tenido ninguna relación política directa con el Partido del Congreso, así como el estímulo recibido de algunos altos funcionarios públicos con disposición al estudio y al saber y con intereses intelectuales, contribuyeron a allanar el camino del G I D S , que hoy goza de una envidiable posición como generador de datos sociológicos, económicos y políticos, sólidos y fiables, relativos a los distintos niveles administrativos del estado.
Nuestro último ejemplo es el Instituto de Estudios sobre el Desarrollo de Jaipur (IDSJ), que se inició con dedicaciones disciplinarias un tanto diferentes de los tres primeros. El alma de este establecimiento era, en 1980, el profesor S. P . V a r m a , especialista en ciencias políticas m u y respetado, cuya prolongada asociación con la Universidad de Rajastán hizo que el IDSJ se instalara en dependencias de la misma. Pero se trata de un instituto de investigación autónomo fundado con la ayuda del gobierno del estado de Rajastán y del ICSSR en igual proporción, lo mismo que otras instituciones semejantes de otros estados.20
D o s rasgos interesantes del IDSJ merecen ser destacados. E n primer lugar, fue conscientemente organizado según el modelo de institutos.análogos del m u n d o occidental. C o m o lo revela el documento relativo a su fundación,21 su creación se remonta a un proyecto elaborado por un docto visitante canadiense (de origen indio), a petición del designado director honorario del IDSJ y del vicerrector de la Universidad de Rajastán. Este proyecto era innecesario, habida cuenta
La investigación sobre el desarrollo y las ciencias sociales en la India 731
de que, para finales de la década de 1970, la India había acumulado ya una rica y variada experiencia en la fundación de instituciones de esta clase, de sólida concepción indígena y con excelentes resultados, en las que nuevos institutos y centros podían fácilmente inspirarse.
Y en segundo lugar, después del C S D S (fundado casi veinte años antes del establecimiento del IDSJ), éste fue el primer instituto de investigación sobre el desarrollo que se creó sobre una base aportada por las ciencias políticas. E n el IDSJ, la interdisciplinariedad tiene algunas características que dimanan directamente de este hecho. Al igual que el C S D S , el IDSJ no realiza investigaciones sobre problemas relativos a la economía política india; pero sí se interesa por el quehacer interdisciplinario que abarca problemas de medio ambiente, de energía y cuestiones de política de la ciencia, así c o m o por la esfera de la administración.
E n teoría, no obstante, el interés del IDSJ por la investigación interdisciplinaria es de carácter mucho más amplio y completo, aunque, por la forma en que se expresa dicho interés, es difícil saber si lo que se pretende es reunir distintas disciplinas para estudiar un conjunto de problemas o dejar espacio institucional en el IDSJ a disposición de un número determinado de disciplinas a fin de permitirles "llevar a cabo sus propias actividades".22 El IDSJ, que aún se halla en su fase formativa, tiene todavía que demostrar su temple, pero no hay razón alguna para dudar de que, a su manera, hará significativas aportaciones a nuestro saber sobre los problemas del desarrollo de la India en general y de Rajas-tán en particular.
L a era de expansión de la investigación en ciencias sociales y sobre el desarrollo quizá se esté acercando rápidamente a su fin. E n los próximos años, con por lo menos uno de tales centros en cada estado, financiado por ambos gobiernos, el central y el del estado correspondiente, la principal tarea consistirá en consolidar la situación, produciendo trabajo de investigación y generando datos que puedan ser útiles para los responsables políticos y los promotores de cambios sociales.
Puede que se requieran algunos ajustes, c o m o el paso de un enfoque académico rígido a otro, más flexible, orientado hacia las necesidades de la práctica; o actividades menos centradas en el acopio de datos y más en la resolución de problemas; o un cambio de método, pasando del empirismo escueto a la teorización o viceversa; o una variación de estrategia interdisciplinaria a fin de resolver los nuevos problemas con que tropiezan los investigadores en el curso de su trabajo.
Centros de investigación dedicados a estudios "alternativos" sobre el desarrollo
El fortalecimiento del poder del Estado en la India (como en los países del tercer m u n d o en general) durante las dos últimas décadas y el creciente alejamiento de las alternativas de la izquierda respecto de la política populista actual, han inducido a ciertos medios a buscar una seria vía alternativa de desarrollo con base indígena. El enorme poder que maneja el Estado aparece directamente relacionado con las políticas de modernización, industrialización rápida y medidas públicas encaminadas a apoyar a la industria m á s que a la agricultura, a una agricultura mecanizada antes que a una agricultura con uso intensivo de fuerza de trabajo, y a las grandes innovaciones
- tecnológicas a expensas de las artesanías y pequeñas industrias indígenas.
Hasta ahora, la exigencia de una transformación estructural fundamental que sitúe al pueblo en el centro del proceso político y democratice la adopción de decisiones mediante un aumento de la participación política a todos los niveles en un régimen esencialmente descentralizado sólo ha sido planteada por los partidos del ala izquierda del espectro político.
Sin embargo, en los últimos años, la iniciativa de este tipo de pensamiento y acción ha provenido de organizaciones populares de diferentes puntos del país, y ha comenzado a menudo con vigorosas campañas respecto a cuestiones conflictivas concretas (como las relativas al medio ambiente; campañas contra
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la deforestación c o m o en el movimiento chipco; cuestiones referentes a las condiciones de trabajo en el campo en regiones específicas, donde el sistema de castas es más agobiante que en otras partes; el movimiento feminista en el ámbito sanitario en el Maharashtra rural; problemas que afectan a las condiciones de vida y a la opresión social de poblaciones tribales o a las condiciones de los habitantes de barrios bajos en las ciudades).
Al mismo tiempo, esta tendencia se refleja también en la distinción que algunos dispensadores de ayuda exterior hacen entre una ayuda concebida de forma que llegue directamente a sus beneficiarios y la canalizada por intermedio de los gobiernos. Esta orientación general implica una desconfianza hacia los países del Norte, y, en particular, los países occidentales, a los que m u y comúnmente se acusa de haber detenido el progreso con sus políticas de apoyo a dictaduras militares y a regímenes represivos antidemocráticos y contrarrevolucionarios en muchos países pobres.
Desgraciadamente, sin embargo, no todo este nuevo despertar que se manifiesta en forma de movimientos populares "minúsculos" o "en gran escala" apuntan en una dirección progresista o democrática. C o m o bien ha señalado un observador, el desencanto masivo, c o m o el que han experimentado muchos países pobres en los últimos veinte años, no conduce necesariamente a cambios en una dirección más democrática, sino que "puede engendrar movimientos retrógrados que tienden a impulsar a estas sociedades a revivir los periodos oscuros de su historia, o movimientos que se nutren de las sombras m á s recientes y mucho más inquietantes de los postulados chovinistas y fascistas. A m b o s tipos de movimientos están de hecho surgiendo en la actualidad".23
L a India ha empezado ya a absorber esta nueva tendencia a salir del marco de referencia de los enfoques m á s convencionales y a considerarla c o m o otra dimensión más de la investigación institucionalizada de las ciencias sociales bajo el rubro genérico de "enfoques ! alternativos del desarrollo". La clave del
avance de este aspecto particular del estudio y la investigación radica en la participación de intelectuales e investigadores particularmente activos, especializados en los problemas sociales y económicos a diferentes niveles. Y a el C S D S ha acumulado varios años de experiencia de esta clase de trabajo en su proyecto conocido c o m o Lokayan.24
E n los últimos cuatro o cinco años, algunos miembros del proyecto Lokayan han emprendido un tipo de investigación en ciencias sociales equivalente al padayatra25 con la intención expresa de identificar los diversos esfuerzos iniciados con miras a un "desarrollo alternativo" a nivel popular en distintas regiones del país. Su objeto es cambiar "el paradigma vigente del saber social y su empleo". Para trabajar en la creación de nuevos paradigmas , los investigadores comprometidos en el proyecto Lokayan, dirigidos por Rajnai Kothari, han identificado "los grupos de acción y micromovimientos así c o m o los participantes clave de estos procesos", a quienes posteriormente se pone en contacto "entre ellos, así c o m o con intelectuales, periodistas y, cuando es posible, incluso con los funcionarios públicos competentes".26
D a d o que proyectos c o m o el Lokayan se orientan todavía hacia los "formadores de opinión" y los "definidores de tendencias" a nivel local, resulta difícil evitar cierto escepticismo y puede pensarse que, en último análisis, este enfoque otorga demasiada importancia a quienes detentan el poder local (o a quienes les son adictos), a expensas de la auténtica democracia. E n realidad todo puede quedar en aquello del "vino viejo en odres nuevos".
E n numerosos institutos de investigación se aplican m á s o menos sistemáticamente las ideas gandhianas dentro de las disciplinas de ciencias sociales, mientras que en otros se dedica m u c h a m á s energía a elaborar y profundizar los pensamientos y creencias de Gandhi acerca del desarrollo especialmente adaptado a las condiciones rurales indias.
La Fundación Gandhi para el Fomento de la Paz ( G P F ) , con sede en Delhi, se ha propuesto dar al gandhismo una proyección
La investigación sobre el desarrollo y las ciencias sociales en la India 733
internacional, además de estimular los trabajos relativos a su influencia sobre los problemas nacionales. U n tercer tipo de institutos comprometidos en estudios gandhianos se dedica casi por entero al desarrollo rural (por ejemplo, el Instituto Rural Gandhigram de Enseñanza Superior).27
El Instituto de Estudios Gandhianos de Varanasi (GISV) es acaso el instituto de mayor potencial de cuantos se dedican a la investigación en el campo de las ciencias sociales, tal c o m o comúnmente se la entiende, y emplea métodos y paradigmas gandhianos en forma crítica y sutil. U n o de sus proyectos, por ejemplo, hace una interesante diferenciación entre dos tendencias contradictorias de la experiencia política, social, económica e incluso científica de la India —basada una en un rechazo consciente de la estructura de valores coloniales y la otra en una voluntaria asimilación de la misma—, las cuales han coexistido en la experiencia política del movimiento nacionalista y anticolonial en todas sus fases y han persistido a lo largo de todo el periodo transcurrido desde la independencia.
E n los trabajos del G I S V se aprecia la conciencia de que existen otras teorías diferentes de las ideas de Gandhi, que tienen su origen en Occidente tanto como en otras regiones del m u n d o , y el afán de someter al gandhismo a una crítica general, en lugar de presentarlo sin más c o m o una panacea para los problemas de la India. Tales institutos reciben ayuda del gobierno de una forma u otra, y el G I S V está reconocido y subvencionado por el ICSSR.
Conclusión
E n sus dos dimensiones, cualitativa y cuantitativa, el interés puesto por los especialistas en ciencias sociales de la India en el difícil empeño de mejorar las condiciones de vida de los sectores más desfavorecidos de la sociedad ha producido dividendos importantes, siendo uno de los principales el enorme impulso dado por la dedicación de muchos de ellos a los objetivos sociopolíticos, así como al rigor
intelectual del análisis, el descubrimiento de hechos significativos, la obtención de datos y la generalización teórica sobre bases firmes.
Ahora bien, sería una insensatez ignorar que, en algunas esferas de la investigación y la enseñanza superior, hubo que aprender lecciones m u y arduas. Así por ejemplo, en el campo de la educación técnica, se plantean a m e n u d o dos cuestiones cuando se intenta reevaluar la naturaleza y el alcance de los IIT: ¿no se ha producido la expansión demasiado rápidamente para que la infraestructura de la educación técnica pueda resistir a las presiones motivadas por el número de alumnos así c o m o por los rápidos progresos realizados en esta esfera? A d e m á s , ¿no es excesiva esta expansión respecto del ritmo de desarrollo tecnológico del país en su conjunto? H a y alguna verdad en la opinión expuesta por ciertos críticos de los IIT según la cual la enseñanza técnica superior se ha desarrollado en forma desequilibrada y asimétrica, de suerte que la industria india no ha podido hacer el mejor uso posible de los graduados de estas instituciones. Por último, la rápida expansión de un ámbito tan especial c o m o éste, en una atmósfera política de rigidez jerárquica y burocrática, ¿no ha contribuido a inducir una osificación prematura del sistema en su conjunto, teniendo en cuenta las enormes ventajas iniciales con que se puso en marcha?28
E n la investigación en ciencias sociales, un factor fundamental es que el sistema político en su conjunto está pasando por una crisis de confianza, esta crisis se caracteriza por la tendencia a poner en duda el futuro a largo plazo de las estructuras institucionales a través de las cuales se ejerce el poder del Estado. E n estas circunstancias, a los investigadores de las ciencias sociales activos orientados hacia el desarrollo, que se han educado en una atmósfera relativamente estable, les cuesta mucho asimilar súbitamente las exigencias de un sistema en pleno cambio, cuyos derroteros exactos es difícil todavía predecir.
A u n así, entre los especialistas en ciencias sociales y los analistas políticos en la esfera del desarrollo socioeconómico y poli-
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tico, hay u n a vanguardia bien situada para estudiar las diferentes evoluciones históricas que podrían producirse en el próximo cuarto de siglo c o m o consecuencia de los cambios políticos, de los distintos tipos de tensiones concomitantes y de la necesidad de resolver agudas contradicciones sociales y económicas. Según u n cálculo aproximado, basta con que u n 2 0 % del n ú m e r o total de investigadores en
íos diversos c a m p o s de las ciencias sociales sea consciente de estos problemas, para que la inversión de recursos financieros y talento h u m a n o esté justificada. L a evaluación que h e m o s realizado tiende a demostrar que la India, en conjunto, ha alcanzado el objetivo propuesto.
Traducido del inglés
Notas
1. C o m o por ejemplo, los nexos entre la investigación de ciencia social y la política gubernamental, que fueron examinados hace unos años por Myron Wiener en un polémico trabajo. Véase su "Social science research and public policy in India" (en 2 partes), The Economic and Political Weekly, vol. xiv, n.° 37 y 38, 15 y 22 de septiembre de 1979, p. 1579-1587 y 1622-1628. Para conocer la correspondencia en torno a esta polémica, véase Ibid., vol. xiv, 1979, p. 2029, Ibid., vol. xv, 1980, p. 49.
2. Es interesante observar que, durante este periodo, los economistas que centraban la atención en los problemas agrícolas en gran escala tendían a ser de procedencia extranjera o indios cuya disciplina principal era la historia económica (por ejemplo Daniel Thorner; M a n Habib).
3. H a y que señalar, sin embargo, que, a pesar de las dificultades, parece que en la mayoría de las universidades hubo un contingente resuelto, aunque pequeño, de profesores e investigadores capaz de llevar a cabo una labor de alto nivel y acreditada calidad.
4. Esta preocupación alcanzó proporciones especialmente graves en 1967, cuando, por vez primera, la participación de la C I A en actividades de investigación en ciencias sociales en él tercer m u n d o fue reconocida en Washington D . C , como consecuencia del escándalo internacional causado por un proyecto de investigación en ciencias sociales, en Chile, denominado en clave "Camelot".
5. E n realidad, en la India son m u y pocos los casos de institutos de investigación en ciencias sociales creados con recursos
extranjeros. (Otro ejemplo de institución de estudios e investigaciones superiores financiada por los Estados Unidos es el Centro de Estudios Surasiáticos de la Universidad de Rajastán.) Al cabo de un tiempo, tales instituciones han pasado a estar enteramente financiadas por fuentes indias, casi siempre a través de subventions anuales concedidas por el ICSSR. El hecho de que el propio I C S S R reciba recursos de procedencia exterior es otra cuestión m u y distinta, pues como éste es un cuerpo responsable ante el gobierno central, que lo es su vez ante el . Parlamento, se trata de un problema de orden m u y diferente. Es verdad que, desde hace ya casi dos decenios, a ninguna institución de enseñanza superior de la India se le ha permitido recabar recursos financieros directamente del exterior.
La investigación sobre el desarrollo y las ciencias sociales en la India 735
6. Fundado en 1958, el N I C D fue el primer cuerpo dé investigación organizado que se dedicó a acopiar una cantidad impresionante de datos primarios de todas clases correspondientes a la India rural en su conjunto. Durante los años sesenta, los directores de_ los departamentos de sociología y ciencia política recorrieron todo el país, con el exclusivo propósito de localizar y clasificar las fuerzas sociales y políticas rurales por medio de datos
: derivados de la observación directa.
7. Los especialistas en ciencias sociales indios, incluida una apreciable proporción de los que trabajaban en el N I C D , se sintieron profundamente agraviados por el hecho de que una universidad extranjera (y
! además, norteamericana) tuviera acceso a datos delicados sobre la India. Dada la insobornable independencia de los especialistas en ciencias sociales en tales cuestiones y su tendencia general a desconfiar de las instituciones académicas
¡ norteamericanas, la descarada ; política del entonces ministro de Alimentación de compartir (o
, m á s bien regalar) información fue ampliamente criticada.
8. U n a considerable proporción ; de estudiantes de ciencias sociales que han frecuentado las universidades norteamericanas (sobre todo después de los años
: sesenta) o estaban ya : "orientados a la izquierda" antes ! de salir de la India o han : regresado de su experiencia americana con bastante menos simpatía por el "funcionalismo",
i el "positivismo", el "conductismo" o las diversas maneras de "jugar" con las estadísticas. -
9. L a Universidad Jawaharlal Nehru difiere de otras ; universidades nacionales o centrales m á s antiguas \—Benarés, Aligarh,
Santiniketán y Jamia Milia— en un aspecto esencial. Estas últimas se ocupan fundamentalmente de la formación de estudiantes que preparan un diploma, a lo que'se añaden cursos para posgraduados e investigación, mientras que la primera, c o m o ya se ha indicado, sólo se dirige a los posgraduados (excepto en el campo de lenguas extranjeras).
10. Al director fundador, el historiador del arte N . R . R a y , le sucedió S. C . D u b e , antropólogo social. Cabe señalar que un rasgo característico del H A S ha sido el dar menos importancia a las ciencias económicas que a las otras ciencias sociales. Aparte de las ciencias sociales y la historia, al parecer han merecido considerable atención la cultura, la arquelogía, la lingüística y la filosofía. A D u b e le sucedió B . B . Lal, arqueólogo de renombre, que en la actualidad cumple la función de director interino, mientras se concluye la reestructuración del instituto.
11. E n esta clasificación, por supuesto, no se incluye un gran número de instituciones que están directa o indirectamente empeñadas en investigaciones sobre el desarrollo, pero en contextos altamente especializados y excluyentes como son la investigación sobre el movimiento sindical, sobre la productividad, sobre la contaminación y lás investigaciones referentes a antyodaya (término indígena con que se designa el desarrollo alternativo contrario a la modernización en sus dos versiones, occidental y socialista, y que alcanzó gran difusión en la India durante el régimen Janata).
12. D e aquí en adelante, se hablará indiferentemente de "centros de estudios sobre el desarrollo" y de "centros de
investigaciones o estudios de ciencias sociales" sin establecer ninguna distinción, ya que, tanto en unos c o m o en otros, se lleva a cabo el mismo género de actividad.
13. M . S. R a n d h a w a era un alto funcionario del ICS que simpatizaba con los labradores ricos y poseía grandes conocimientos de agricultura práctica. M . S. Swaminathan es . un científico que dimitió recientemente de la Comisión de ;
Planificación para hacerse cargo de la Dirección del Instituto Internacional de Investigaciones sobre el Arroz, de Manila. Antes de incorporarse al Consejo Indio de Investigaciones Agrícolas de Pusa, contaba con una larga carrera c o m o científico e investigador y posteriormente c o m o Director del Instituto ¡ Indio de Investigaciones sobre el Arroz, de Bhubaneswar.
14. H a y , no obstante, algunos simpatizantes naxalitas, tanto entre los alumnos c o m o entre el profesorado, en algunas universidades agrícolas. Estos focos de simpatía izquierdistas se activan de cuando en cuando, \ cada vez que surge alguna injusticia flagrante que es preciso combatir, o cuando las autoridades adoptan una actitud de arrogancia, complacencia o protectora indiferencia frente a reivindicaciones elementales que atañen a las condiciones de trabajo, la enseñanza, la comida servida a los estudiantes, etc. Actualmente, en las universidades agrícolas del Punjab, por ejemplo, puede apreciarse un grado considerable de actividad política, no toda, ni m u c h o menos , de carácter naxalita, dirigida contra la política ; adoptada por el gobierno central ' en la crisis del Punjab.
15. Personalmente, he dado con varios encomiables ejemplos de profesores e investigadores de
736 T. V. Sathyamurtliy
este talante, quienes, a fuerza de e m p e ñ o , han logrado acopiar un abundante material de investigación m u y útil para comprender la explotación padecida por el campesinado indio en diferentes regiones del país.
16. Hasta mediados los años cincuenta, es decir, casi diez años después de la independencia de la India, los alumnos del IAS solían recibir su formación general inicial en Metcalfe House, Civil Lines, Delhi, donde se les convertía en pequeños sahibs de quienes se esperaba mantuvieran las tradiciones de sus antecesores del ICS cuando fuesen a sus subdivisiones y distritos. Los encargados de la formación durante este periodo eran, naturalmente, miembros veteranos del ICS. E n estricta justicia, hay que añadir que una buena proporción de los funcionarios que fueron formados de esta manera desecharon luego el "blanqueado" cultural a que su formación en Metcalfe House les sometiera y aprendieron a comprender cabalmente los problemas indios, aun cuando no se convirtieran en fieles servidores del pueblo indio.
17. E n el m o m e n t o de escribir estas líneas, el G B P S S I , que ocupa locales provisorios, está haciendo todo lo posible por persuadir al gobierno de que desembolse los fondos ya asignados para la construcción de nuevos edificios donde pueda
. instalarse su personal, en constante expansión. Los repetidos viajes a Lucknow para convencer a los ministros de que liberen los fondos hace ya tiempo presupuestados suponen un tremendo despilfarro de
, tiempo y dinero, ya que el esfuerzo que implica viajar hasta la capital del estado es considerable. El IDSJ encuentra problemas análogos con el gobierno de Rajastán, aunque
tiene la suerte de estar situado en Jaipur mismo (sede del gobierno de Rajastán). N o es nuestra intención insinuar que los gobiernos referidos muestran mala voluntad, pero estos ejemplos sirven para denunciar los obstáculos burocráticos que entorpecen la rápida y efectiva traducción de las promesas en hechos concretos antes de que sea demasiado tarde.
18. Entre los muchos proyectos en que participa el profesor Bagchi figura una historia del State B a n k of India (SBI), encargada por las autoridades del banco, cuyo primer volumen ha sido ya concluido. N o cabe la menor duda de que la historia del SBI escrita por Bagchi será una importante fuente para • estudiar la historia económica y financiera de la India contemporánea.
19. I. P . Desai se formó en Pune, donde estudió sociología y antropología bajo el magisterio de G . S. Ghurye e Iravati Karve, m u y respetados ambos no sólo por su erudición sino también por su liberalismo político de corte radical.
20. C o n arreglo al Sexto Plan Quinquenal, Orissa iba a tener en 1978-1979 un instituto de investigaciones de ciencias sociales en Bhubaneswar, más adelante sería el turno de Assam. El Instituto de Ciencias Sociales Lalit Narayan Mishra ( L N M I S S ) , así llamado en recuerdo del ex ministro de Ferrocarriles de la Unión, que perdió la vida en 1974 en Samastipur, fue fundado por el gobierno de Bihar en Patna, principalmente gracias a los esfuerzos de su hermano, el D r . Jagannath Mishra, que fue primer ministro de Bihar durante el estado de excepción y nuevamente de 1980 a 1983.
21. El título de este documento es: Institute of Development Studies, Jaipur: genesis and growth of an idea. Fue escrito
por el profesor S. P. V a r m a y publicado en Jaipur hacia finales de 1981 o comienzos de 1982.
22. Véase por ejemplo, el . siguiente pasaje: "Se pidió al profesor Somjee que preparara una nota sobre el instituto, nota en que se basó luego el profesor S. P. V a r m a para redactar una propuesta de fundación del Instituto de Estudios sobre el Desarrollo que, aunque limitándose principalmente al estudio de los problemas sociales, económicos, culturales y políticos, tendría aptitud, se consideró, para abordar problemas de investigación que trascendieran las ciencias sociales." (Institute of Development Studies, Jaipur..., op. cit., p. 7-8.)
23. D . L . Sheth, "Grass-roots stirrings and the future of politics", Alternatives, vol. ix, 1983, p. 1-24 (p. 8).
24. Lokayan (derivado del sánscrito) significa literalmente "movimientos populares", es decir, movimientos de y por el pueblo y para el pueblo. Sheth define el proyecto como "una combinación de acción e investigación" por su naturaleza, y lo describe c o m o algo que obra "en el punto de contacto entre saber social y las instituciones sociales, entre las instituciones académicas y los grupos m u y activos". Sheth, op. cit., p. 11.
25. Padayatra es un término especial que se emplea para designar la acción de aquellos líderes políticos que salen en busca de la verdad social o la realidad política, recorriendo a pie el país de punta a punta a fin de conocer directamente los hechos. La figura política más reciente que emprendió una padayatra (1983) fue Chandra Sejar, el jefe del Partido Janata. E n sus tiempos, Gandhi y Vinoba Bhave, el "Sabio Paunar" (muerto en 1982), solían emprender padayatras en forma periódica.
La investigación sobre el desarrollo y las ciencias sociales en la India 737
26. D . L . Sheth, op. cit., p. 11.
27. La inspiración de esta ' investigación provino originalmente del movimiento Bhoodan, iniciado por Vinoba Bhave poco tiempo después de la independencia. El movimiento en sí no tuvo éxito,
pero los diversos institutos de estudios rurales creados para difundir las ideas de Gandhi sobre el desarrollo y la cooperación rural siguen funcionando.
28. C o m o evaluación crítica reciente de la labor de las
instituciones de investigación en la esfera de la economía agrícola, véase un informe titulado "Agricultural research: decline of agro-economic research centres", The Economic and Political Weekly, vol. x v m , n.° 23, 4 de junio de 1983, p. 993-996.
La ciencia regional: treinta años de evolución
G. B. Benko
Los elementos básicos de la ciencia regional: intento de definición
L a ciencia regional es tal vez la rama m á s reciente de la ciencia social. Su existencia se debe a los numerosos problemas que no han podido ser tratados de forma adecuada con los métodos tradicionales de la ciencia social. C o n la introducción de esta ciencia nueva, m u chas teorías, técnicas y conceptos han enriquecido las investigaciones ya existentes.
Se trata de una disciplina-encrucijada, que se sitúa en la intersección de la ciencia económica, la geografía, la sociología, la ciencia política y la antropología. Su principal objeto de estudio es la intervención h u m a n a en el territorio. Las descripciones hechas por ingenieros, geólogos, meteorólogos o biólogos son poco significativas para la ciencia regional, pero ésta las utiliza en caso de necesidad. U n investigador o un profesional de esta disciplina posee una visión m á s cuantitativa; se interesa por fenómenos tales c o m o la distribución de la población, la localization de las actividades, la contaminación ambiental, el turismo, el creci-
, miento de las ciudades, etc.
G . B . Benko realiza investigaciones en el Centre de Recherche et de l'Analyse de l'Espace (Université de Paris I—CNRS) . Es autor de estudios sobre el desarrollo regional y la geografía urbana y se dedica asimismo a la ordenación del espacio.
E n suma , la ciencia regional presenta u n carácter de ciencia de síntesis: a partir de los datos analíticos suministrados por diferentes especialistas, es posible deducir, de la s u m a de casos particulares que la región ofrece, algunas leyes fundamentales que rigen la distribución de las actividades.
E n su centro de gravedad hallamos la ciencia económica, y m á s particularmente una rama especializada, la economía espacial,
cuyo objeto básico es la localization de las actividades económicas, el comportamiento espacial de las empresas, la contabilidad territorial, etc. Los economistas espaciales se han sentido marginados de sus colegas y a fin de dar mayor peso a sus reflexiones se han separado del marco general de la economía para crear una rama especializada. E n sus análisis, han
, recurrido a métodos m a temáticos y econométricos para verificar las hipótesis propuestas.
Junto a los economistas, los geógrafos son los m á s involucrados en el estudio regional, ya que por definición la geografía h u m a n a describe y explica la distribución de los seres humanos , de sus actos y de sus obras en la superficie de la tierra [P. Claval]. E n el m o m e n t o de surgir la ciencia regional, la geografía se hallaba en plena mutación, y los
740 G . B. Benko
antiguos métodos elaborados por las diversas escuelas nacionales ya no satisfacían la curiosidad de los investigadores. E n la década de 1950, éstos se dedicaron a forjar los nuevos instrumentos indispensables para responder a las nuevas demandas sociales. E n el periodo de posguerra, el crecimiento económico y demográfico era fuerte, y aumentaron las necesidades de planificar el territorio y de controlar el desarrollo urbano. Posteriormente, en los años setenta, con la evolución de la situación económica y social, se acentuó la d e m a n d a con respecto al control de la contaminación, el ahorro de energía, la conservación del medio ambiente, el equilibrio social y, en general, la gestión y planificación del entorno, ámbito en el que irrumpieron los geógrafos, en relación con problemas tanto económicos c o m o sociales.
Tanto para la sociología, que estudia la realidad social y la acción h u m a n a en los diferentes medios sociales y físicos, c o m o para la economía y la ciencia política, el entorno físico y la visión espacial son consideraciones marginales. Para la ciencia regional, en cambio, el conocimiento y la comprensión de los objetivos, los fines y los intereses de los diversos' grupos sociales situados en puntos diferentes del espacio son prioritarios. Así, el estudio de la vida familiar, de las relaciones entre individuos y entre grupos sociales y de las clases sociales proporciona los datos necesarios para analizar las sociedades en su conjunto. Es esencial comprender las metas y los valores de los distintos grupos sociales en las diversas regiones del m u n d o y seguir sus evoluciones y sus orientaciones frente a los problemas regionales para encontrar los medios que permiten alcanzar los objetivos y resolver los conflictos sociales. L a ciencia regional ha contribuido así en gran medida al desarrollo económico; en cambio, no ha aportado nada —al menos en sus comienzos— en el plano social, y hasta podría decirse que ha sido destructora en lo relativo al medio ambiente. C o m o tantas experiencias lo indican, el desarrollo económico no puede entablarse sin un conocimiento del medio social y físico.
Por lo que a la antropología se refiere, cabe distinguir la antropología física, consagrada a estudiar los factores biológicos.del ser h u m a n o y su relación con su medio físico, de la antropología cultural que estudia las sociedades y las culturas en vías de desaparición y, sobre todo, los elementos inconscientes de la vida social, identificando la distribución geográfica de los pueblos y de las culturas a través del m u n d o . L a antropología ha influido ampliamente en la evolución de las ciencias sociales de la posguerra; con su aportación teórica y empírica, ha contribuido a definir modelos de política de desarrollo, sobre todo en el tercer m u n d o , y a elaborar planes económicos y sociales en los que la ciencia regional desempeña un papel preponderante.
L a ciencia política ofrece un soporte administrativo y legislativo para llevar a cabo el desarrollo regional. A mediados del siglo xx , se tomó conciencia de las disparidades regionales del desarrollo. E n este sentido, la ordenación del territorio (puede llamársele también planificación regional u organización del espacio), que es una elaboración política y económica del espacio, es preocupación c o m ú n a todos los países industrializados o en desarrollo. L a Organización de las Naciones Unidas y sus organismos especializados hacen esfuerzos para favorecer la promoción económica y social de los países económicamente débiles cuyos habitantes viven en condiciones precarias. Incluso dentro de los países más avanzados, el crecimiento económico se distribuye de manera desigual en el espacio y se observan disparidades y desigualdades regionales. Los economistas y los políticos se interesan por este problema e intentan reducir este desequilibrio utilizando los instrumentos suministrados por la ciencia regional.
La dificultad de definición de esta disciplina proviene de su complejidad, c o m o acabam o s de ver; existen casi tantas definiciones de ella c o m o investigadores. Walter Isard, en su obra Introduction to regional science [1975], formula trece definiciones. E n las descripciones relativamente recientes, con relación a publicaciones anteriores, la dominante económica ha sido desplazada por el medio
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ambiente, la ecología y el hombre. Todo ello nos lleva a formular esta definición de síntesis: "La ciencia regional, c o m o disciplina, se consagra al estudio atento y paciente de los problemas sociales en sus dimensiones regionales o espaciales, para el que se emplean diversas combinaciones de investigación analítica y empírica."
Los fundamentos históricos y el nacimiento de la ciencia regional
Las raíces m á s antiguas de la ciencia regional se remontan a von Thünen con la publicación de Der isolierte Staat, en 1826. Sus verdaderos precursores fueron los economistas y los geógrafos, c o m o August Lösch o Walter Christaller, que mostraron interés por los problemas de localízación de las actividades. Sus m o d e los teóricos se conocen por el nombre de "teoría de los lugares centrales". A principios de siglo, el espacio era una variable ignorada o menospreciada en el m u n d o científico, especialmente en economía; sólo los geógrafos, por vocación, constituían la excepción a la regla, puesto que ya en el siglo xix habían elaborado el concepto de región, que serviría luego de referencia a muchos trabajos espaciales. A partir de 1930, las investigaciones se tornaron m á s sistemáticas. D e los análisis sectoriales —agricultura, industria, comercio, actividades terciarias en general— pasaron al esquema genérico del equilibrio espacial del sistema; dicho esquema, establecido por Lösch, constituye el concepto unificador de los modelos específicos que sirven también de nexo con la teoría económica general. Durante éste periodo, los pioneros son sobre todo los alemanes y los escandinavos. E n los Estados Unidos, Edgar Hoover [1948] innovó en el terreno de los costos del transporte y elaboró una teoría general de la "frontera" c o m o elemento de localízación de la empresa. Durante los años de la guerra, las técnicas de contabilidad territorial progresaron y empezaron a aplicarse a nivel de regiones y de ciudades. Se elaboraron diferentes modelos para medir las migraciones de población, las
zonas de atracciones comerciales; nació la ley de gravitación, y la noción de jerarquía urbana, la ley rango-dimensión de Zipf [1949], la relación densidad-distancia se utilizaron cada día m á s : quedaron así superadas las primeras etapas del análisis urbano.
Walter Isard, economista por su formación, sigue ejerciendo una gran influencia en la actualidad. Sus obras parten de una base económica keynesiana. Resumió los trabajos de sus predecesores, innovando y haciendo la síntesis de diferentes corrientes de pensamiento, y dio un nuevo impulso a la teoría del multiplicador. Siguió así la vía abierta por H o m e r Hoyt [1933], uno de los fundadores de la economía urbana, que utilizó en 1937 el concepto de multiplicador. Isard dotó rápidamente al análisis regional de un instrumento esencial, utilizable tanto en los debates teóricos c o m o en las aplicaciones prácticas.
El valor social de esta enseñanza fue considerable durante el periodo de expansión económica de la posguerra. Por eso, Isard no tuvo dificultades en reunir a investigadores y responsables políticos procedentes de distintos horizontes para crear una asociación cuyo objetivo era facilitar la difusión de los conocimientos. E n diciembre de 1954, se creó y celebró su primera reunión la Asociación de la Ciencia Regional, y a partir de esta fecha empezó a hablarse regularmente de "ciencia regional". Esta asociación es internacional y se ha fijado objetivos científicos utilizando los cauces económicos, sociales y políticos.
E n algunos aspectos, el punto de vista de Isard con respecto a esta nueva disciplina es semejante al de Auguste Comte frente a la sociología. C o m t e creía que el pensamiento científico seguiría evolucionando hasta alcanzar lo que él llamaba "un estado positivo" que marcaría el punto final de la evolución científica. C o m t e consideraba que el saber de las diversas ciencias es unificado y correlativo y supuso que los hilos del pensamiento científico acabarían por converger en una sociología positiva. N o cabe duda de que sobreestimó la capacidad de los científicos para mantenerse al corriente de los últimos avances en todas las esferas del pensamiento. Creía, para
La ciencia regional: treinta años de evolución 743
un futuro lejano, en una sola ciencia unificada. D e forma similar, al principio, Isard y sus discípulos no consideraron la ciencia regional c o m o una actividad interdisciplinaria, sino c o m o una disciplina nueva, unificada.
El interés que desperto esta nueva rama de la ciencia fue en aumento. Los coloquios anuales europeos se hicieron regulares a partir de 1961; más tarde se sumaron a este empeño las demás regiones del m u n d o . Las asociaciones se multiplicaron sin cesar en Francia, por iniciativa de Jacques Boudeville y François Perroux con el apoyo de Isard, en Escandinávia, en el Japón, en Inglaterra, en la República Federal de Alemania, en H u n gría, en América Latina y, más recientemente, en los otros continentes.
Esta nueva ciencia se enseñaba al principio en los departamentos tradicionales, como los de economía y geografía; posteriormente, aparecieron programas de enseñanza específicos bajo la denominación de ciencia regional, sobre todo en los ciclos superiores; Cada año se publican unas treinta revistas especializadas y han aparecido diversas colecciones dedicadas a esta disciplina.
El investigador en esta disciplina no es un planificador activo, sino un analista dotado de una visión crítica de los problemas actuales, que formula las hipótesis y las verifica, saca conclusiones y sugiere recomendaciones; de esta manera desempeña un papel clave en el proceso de toma de decisiones. La segunda fase de la acción regional está en manos de los responsables políticos, a través de los cuales se entra en la etapa de la "ordenación del territorio" o "planificación regional" (aménagement du territoire o planification régionale en francés, town and country planning o regional planning en los países anglófonos, Raumordnung en alemán y pianificazione teri-toriale en italiano). La ordenación del territorio tiene por objeto definir los conceptos y las grandes opciones políticas que conducen a la realización efectiva de la organización del territorio y del espacio nacional.
Las grandes corrientes de pensamiento
Tras la primera integración del espacio en la teoría económica a principios de siglo, la ciencia regional, esa síntesis concertada, dio un nuevo impulso a las investigaciones en ese ámbito. Los trabajos se. iniciaron con un interés c o m ú n , centrado en "la dimensión espacial de la vida", y con un nuevo talante, cuyos primeros descubrimientos le situaban ya ante el laberinto de la interdependencia de las regiones. "Este laberinto vincula entre sí conjuntos interregionales de población, así c o m o de tipos de recursos, localizaciones industriales, economías locales, cuentas sociales, balanzas de pagos, mercados, regiones polarizadas y regiones urbanas, estructuras e instituciones sociales y políticas, valores, móviles y fines sociales. Todos estos conjuntos, que se interpenetran a través de conjuntos interregionales e intersectoriales, de flujos reales y monetarios, de movimientos de población, de informaciones y, en general, de relaciones socioculturales, determinan los procesos de toma de decisiones". [Isard, 1960]
Las investigaciones encaminadas a elucidar el concepto de región son m u y antiguas. E n el siglo xix y a principios del x x fueron sobre todo los geógrafos quienes manifestaron gran curiosidad a propósito de este problema, y, a partir de los años cincuenta, los economistas y los teóricos de la ciencia política se arriesgaron a definir y a hacer operativo el concepto de región. E n una primera etapa se efectuó un desplazamiento progresivo de la noción de región natural a la de región económica; a continuación se produjo una renovación de las ideas bajo la inspiración de los economistas espaciales y merced al impulso de la "nueva geografía" que intentaba explicar los fenómenos regionales. Los primeros intentos de definición fueron parciales Brocard, Lösch, Leontief, etc. Posteriormente, el fundador de la ciencia regional, Isard, consideró que el concepto de región era engañoso y que se trataba de una simple generalización del intelecto, por lo que atribuyó considerable
La ciencia regional: treinta años de evolución
A la izquierda: La utilización contrastada del espacio: U n a campiña urbanizada. Magnum. Arriba: U n rincón del campo en la ciudad. Magnum.
importancia a un buen análisis de las estructuras y de los flujos que caracterizaban la porción de espacio contemplado.
E n la tercera fase de esta investigación fundamental, Perroux, Boudeville y Richard-son, que se complementan en el análisis de los espacios económicos aplicados a la región, establecieron una distinción entre: a) la región homogénea (the homogeneous region), que es de inspiración agrícola y que se define por una dispersión mínima de las características de cada unidad elemental respecto de la media de conjunto; b) la región polarizada (the nodal region), que es esencialmente industrial y corresponde al concepto de espacio c o m o c a m p o de fuerza; c) la región-plan o de programa (the planning region) de carácter prospectivo, que es u n concepto operativo y concebido para la acción al servicio de la empresa y de la autoridad pública. Lajugie [1979] elaboró una definición de síntesis inspirándose en investigaciones anteriores: " L a región corresponde a un área geográfica consti
tutiva de una entidad que permite a la vez describir los fenómenos naturales y h u m a n o s , analizar los datos socioeconómicos y aplicar una política. Se funda en dos rasgos principales: homogeneidad e integración funcional, y culmina con un sentimiento de solidaridad vivida y con relaciones de interdependencia con los otros conjuntos regionales y con el espacio nacional e internacional."
Los trabajos sobre el proceso de desarrollo regional se iniciaron en Francia con Claude Ponsard [1955 y 1958], en el marco neoclásico, que resumió los trabajos anteriores y al m i s m o tiempo innovó, al construir espacios matemáticos en correspondencia con los espacios económicos. Mediada la década de 1950, François Perroux [1955] inventó la expresión, así c o m o la teoría, de la "polarización", lo que dio un nuevo impulso a las investigaciones y señaló el punto de partida d e una reflexión francófona, original. L á noción de "región polarizada", definida c o m o u n espacio heterogéneo cuyas diversas partes son
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complementarias y mantienen entre sí, y especialmente con los polos dominantes, más intercambios que con la región vecina", marcó fuertemente tanto el pensamiento espacial, c o m o la acción de ordenación.
Desde comienzos de los años cincuenta, los países subdesarrollados despertaron el interés de los teóricos, quienes estudiaron las dificultades con que tropezaban las empresas en dichos países. Este mal funcionamiento está relacionado con la economía externa. Los primeros que examinaron el problema y propusieron soluciones fueron Ragnar Nurkse y Albert O . Hirschmann, quienes sugirieron que se realizaran inversiones en los sectores estratégicos para obtener un crecimiento rápido y duradero y tener acceso a economías externas. Los primeros análisis de este fenóm e n o , efectuados por Alfred Marshall, fueron retomados por M e a d e y por Scitovsky [1954], en tanto que Balassa [1962] examinó la integración económica.
E n las décadas de 1950 y 1960 las técnicas de análisis del espacio evolucionaron rápidamente. El m á s vasto campo de estudio fue el de la meso y la macroeconomia, marcado por la teoría neoclásica, para la cual lo esencial era definir una geometría de los espacios, pero también responder a imperativos inmediatos de localización. Los investigadores intentaron descubrir principios universales y ponerlos al servicio de la planificación regional. Describiremos a continuación, a título indicativo, algunos métodos que han ayudado a los expertos a aprehender las realidades regionales.
Para medir el número y la naturaleza de las industrias que podrían instalarse en una región se utilizaron diferentes instrumentos de análisis. Así nació el método del costo comparativo, m u y conveniente para la planificación regional. El objetivo del estudio consiste en determinar la región donde una industria puede obtener el m á s bajo costo total de producción y distribución de su producto: con ello se justifica la implantación local de dicha industria. Esta técnica no toma en cuenta factores no económicos, c o m o los modelos culturales. Por esta razón son muchas las
tentativas de desarrollo industrial que han fracasado. Posteriormente, se utilizaron diversos modelos econométricos y coeficientes de localizaciones a fin de medir las ventajas de las regiones y luego representarlas y clasificarlas según su cociente de localización.
Los cuadros relativos a los intercambios interindustriales, técnica m u y importante a nivel de la formalización y la interpretación de los datos, fueron objeto de investigaciones y permitieron descubrir los procesos sobre los que se asientan las relaciones entre las regiones de un territorio y los diferentes aspectos de sus economías. El Premio Nobel de Economía 1973, W . Leontief [1953], que efectuó una labor innovadora en. este ámbito, en colaboración con A . Strout, e investigadores c o m o Gerking, Isard [1971] y Miernyk [1965], hicieron progresar la aplicación del referido método.
La técnica de la programación lineal interregional hace hincapié en la interdependencia general de las actividades; se aplica al estudio de un sistema interindustrial y procede por optimización. Este método proporciona un modelo de eficiencia, al tiempo que aborda el problema de los distintos tipos de insuficiencias regionales.
Otros enfoques cuantitativos, c o m o los modelos de gravedad, ponen de relieve aspectos significativos de la movilidad social, especialmente las migraciones intraregionales, entre otros fenómenos. Esta ley sirve también para medir la esfera de influencia de las ciudades o, c o m o su primera aplicación nos indica (la que efectuó Reilly en 1931), para estudiar la competencia en el ámbito del comercio al por menor. Este modelo se construye a partir de una analogía con la física (fenómenos magnéticos o gravitación universal).
El concepto de entropía en ciencias sociales tiene también su origen en la física, especialmente en el segundo principio de la termodinámica. A raíz de las investigaciones de Shannon, pasó a ser la principal medida de la teoría de la información. Son numerosos los artículos que tratan de su utilización, sobre todo en los países anglosajones, representa-
La ciencia regional: treinta años de evolución 747
dos por Medvedkov, Semple, Wilson, o en Francia por B . Marchand.
Trazar la frontera entre mesoeconomía y microeconomia es una tarea difícil, porque los criterios son forzosamente arbitrarios, pero en los análisis se revela una distinción fundamental: en la primera, el individuo no es la base unitaria de la decisión, mientras que sí lo es en la segunda.
Las bases de la microeconomia espacial se remontan también a Isard, y, en Francia, a Ponsard. Luego, la organización funcional y humana del espacio fue estudiada, por un lado, mediante métodos cuantitativos, como la teoría de los grafos, y por el otro, utilizando la percepción del espacio, que se halla en la fase de las investigaciones fundamentales sobre la epistemología de las ciencias humanas y sobre el ciclo información-decisión. Se ha desarrollado un enfoque conductista en la toma de decisiones de las firmas, y los investigadores se han agrupado en torno a las ideas de H . Simon (Premio Nobel de Economía 1978), Cyert y March. Hamilton y sus coautores analizaron la lógica del comportamiento de las organizaciones en el espacio, poniendo de relieve los elementos, c o m o la información o el entorno, que influyen en los responsables de la adopción de decisiones.
El desarrollo de los métodos cuantitativos, en el que cabe destacar el progreso de la formulación de modelos de programación espacial, la econometria espacial, el análisis y la clasificación de los datos, que se explotan para explicar la organización y la dinámica espaciales aplicadas a redes urbanas y a estructuras industriales, son características del enfoque neoclásico y neopositivista de la geografía contemporánea.
La teoría de los juegos ayuda a comprender la lógica de las decisiones cuando se toman sin conocer las intenciones de los asociados. La cibernética —merced al impulso de su fundador N . Wiener, en la década de 1950— permite contemplar desde un nuevo punto de vista el problema de la regulariza-ción social e inspira asimismo los primeros interrogantes sobre los sistemas.
L a tercera tendencia importante de las
investigaciones, la visión crítica del espacio, es de inspiración marxista. Esta corriente crítica nació en los años 1950-1960 en Francia, en Italia y en los países de América Latina, y a partir de los años setenta se mostró cada vez más floreciente en los Estados Unidos y en el Reino Unido. Este gran debate sobre el papel ideológico que desempeña el espacio en la sociedad moderna gira en torno a cuestiones esenciales c o m o son la justicia espacial, la igualdad, el equilibrio del medio ambiente, y las estrategias de los grupos dominantes.
Estos trabajos marxistas y neomarxistas contribuyen a los análisis económicos practicando una encuesta sistemática sobre los mercados de bienes raíces y sobre la teoría económica de la renta residencial, sobre la cuestión de la vivienda, con las demostraciones de Castells [1972], Lipietz [1974] y Topalov [1973], entre otros. Este debate de naturaleza- epistemológica, todavía poco operativo, se extiende también a las cuestiones de estrategia y geopolítica, a nivel internacional con la contribución de Y . La-coste. L a sociogeografía, representada por K . Cox y D . Harvey, completa las actuaciones de economistas y sociólogos, que estudian los problemas de las ciudades modernas, los fenómenos de segregación y, en general, los efectos del sistema capitalista sobre la urbe contemporánea.
D e esta rápida presentación se desprende que las investigaciones en la ciencia regional se iniciaron, con el desarrollo de los métodos de análisis, para comprender mejor la realidad espacial, utilizando medios diversos, como los modelos espaciales, la econometria, los métodos cuantitativos, todo ello con base en las teorías recientes. Algunos modelos han llegado a ser operativos y se han aplicado a la política regional.
Las hipótesis teóricas han sido continuamente revisadas y renovadas, y se advierte cada vez más la contribución de la "nueva geografía" y de la sociología, que han permitido, efectuar un análisis más" a fondo del comportamiento social en el espacio; en los últimos tiempos se han acentuado los debates
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La ciencia regional: treinta años de evolución 749
teóricos, epistemológicos y filosóficos entre diferentes corrientes de pensamiento, pero sin perder de vista los objetivos fundamentales, esto es, demostrar y explicar la función del espacio en las prácticas sociales, en la medida en que es la sociedad entera la que interviene en la tarea de distribuir y configurar el espacio.
Nuevas perspectivas en el análisis del espacio
Toda la controversia que rodea al hecho regional obliga a adoptar un enfoque pluridis-ciplinario. Así, economistas, geógrafos, sociólogos y tantos otros tienen mucho que ganar asociándose. Pues la región se explica tanto por sus características económicas como por sus atributos geográficos, socioculturales e históricos. E n efecto, hay personas que se aferran a una porción de espacio por razones m u y distintas de las económicas. El importante papel del espacio en las ciencias sociales se descubrió m u y tarde. Los análisis y las investigaciones no se estructuraron hasta hace unos treinta años. Los trabajos nos permiten descubrir, por una parte, el marco espacial de la economía, y por la otra, la función ideológica del espacio en la sociedad moderna. L a ciencia regional — c o m o hemos visto— es el estudio de casos de los fenómenos de compor
tamiento económico, social y político desde el punto de vista de una dimensión espacial, y, con el descubrimiento de las particularidades del espacio, se ha convertido en una disciplina autónoma.
Las políticas regionales no obran siempre de concierto con los análisis y las recomendaciones de la teoría regional, y en consecuencia los investigadores se hallan cada vez más relegados al nivel académico. ¿ C ó m o evolucionará la realidad regional? L a revolución industrial hizo que la estructura regional, que se explicaba hasta entonces por criterios de homogeneidad, se tambaleara. Fue preciso añadirle nociones de aplicabilidad y funcionalidad para entenderla y administrarla mejor. E n los albores de una revolución tecnológica y teniendo en cuenta el aumento de la velocidad y la expansión territorial de los intercambios (bienes y servicios, capitales, informaciones, etc.), ¿veremos estallar "nuestro espacio", nuestra organización territorial? U n a cosa es cierta, y es que ésta va a cambiar. U n enfoque
, pluridisciplinario inteligente y lúcido es hoy m á s esencial que nunca. Las contradicciones entre análisis y acción pueden y deben superarse a fin de responder a los intereses de los hombres, armonizar nuestro espacio y conseguir un "marco espacial" de vida mejor para todos.
Traducido del francés
750 G. B. Benko
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La enseñanza de la antropología: estudio comparativo
m
Jacques Lombard
Durante el II Congreso Mundial de Antropologia que se reunió en Copenhague en 1938, la comisión permanente de investigaciones destacó el interés de llevar a cabo "un estudio sobre la enseñanza de la antropología y la etnología en los países representados en el congreso y sobre los obstáculos que se oponían a la introducción de esta enseñanza". M á s de cuarenta años después, este proyecto aún no se ha realizado, y es lamentable comprobar la escasa atención que otorgan las asambleas académicas a los aspectos más elementales de la perpetuación de las investigaciones y del mejoramiento de la transmisión de los conocimientos.
La inserción de una disciplina en un sistema de formación es, sin e m bargo, una de las garantías más sólidas de su desarrollo y de la ampliación de su público. Pero curiosamente, la reflexión sobre los métodos de enseñanza, tanto de las técnicas de investigación c o m o de los contenidos generales de la disciplina, raras veces figura en el programa de los encuentros científicos entre investigadores o universitarios. E n Francia, particularmente, se la deja en manos de algunos especialistas vinculados a las instancias ministeriales de la enseñanza, quienes a su vez, y en nombre de la autonomía pedagógica de las
Jacques Lombard es profesor de antropología en la Universidad de Ciencias y Técnicas de Lille. Ex presidente de dicha universidad, es autor de diversas obras, entre otras, Structures de type féodal en Afrique Noire, y L'anthropologie britannique contemporaine.
universidades y de las juntas examinadoras, consideran prerrogativa del docente manejar las riendas de su pedagogía.
Por esta razón, un grupo de docentes-investigadores pertenecientes a distintos países, estimó conveniente reunirse en el marco del X I Congreso Internacional de Ciencias Antropológicas celebrado en Quebec en agosto de 1983 para intercambiar reflexiones sobre la situación actual de la enseñanza de la
antropología, m u y distinta de lo que era en 1938, cuando por primera vez se puso de relieve el interés de tal estudio. Participaron en esta reunión representantes de Bélgica, Francia, el Reino Unido, los Países Bajos, Portugal, la República Federal de Alemania, Yugoslavia y Sudáfrica, y pudo establecerse un primer balance a partir del ejemplo de cinco países.1
Este balance se centra esencialmente en la enseñanza de la antropología llamada "social y cultural", y sólo se refiere brevemente a la enseñanza de las especialidades vecinas como la antropología física y biológica, la lingüística antropológica y la prehistoria. M á s allá de las diferencias que puedan establecerse entre los sistemas de enseñanza, tributarios de sus correspondientes tradiciones, se observan profundas semejanzas en lo relativo a la evolución actual de la
756 Jacques Lombard
enseñanza, profundamente afectada por la crisis económica que castiga a las universidades europeas y a las nuevas orientaciones de la disciplina antropológica, la cual, c o m o se ha señalado a menudo," atraviesa también una crisis interna.
¿Antropología o etnología?
E n la terminología aparece ya una primera convergencia, y es la preeminencia creciente del término antropología sobre el de etnología. Sabemos que, tanto en el Reino. Unido c o m o en los Estados Unidos, cunas respectivas de la antropología social y de la antropología cultural, se abandonó m u y . pronto el empleo del término etnología, vinculado en estos países a las teorías evolucionistas y al enfoque histórico conjetural; "Estoy dispuesto a abandonar la historia de los pueblos arcaicos actuales a la decrepitud", decía Kroeber, pensando, c o m o sus colegas británicos, que esta ciencia se había dedicado en demasía a la investigación enumerativa de los rasgos cultu-
. rales o a tentativas de reconstrucción histórica —y en definitiva poco científica— de las razas y de las culturas. Esta utilización preferente del término antropología fue retomada en muchos otros países, c o m o los Países Bajos, y actualmente en Francia, donde antropología es cada vez más sinónimo de etnología, aun cuando el término se haya asociado tradicionalmente al estudio de las razas y de las características físicas del hombre, opuesto en eso a la etnología, y aun cuando a veces adquiera una connotación más amplia que la de etnología, con un contenido de estudio general del hombre en el espacio y en el tiempo, tal c o m o lo utiliza Lévi-Strauss. Sin embargo, el término etnología continúa empleándose en la nomenclatura administrativa de las disciplinas de enseñanza universitaria. E n la República Federal de Alemania, el término etnología se conserva en las publicaciones científicas, c o m o atestiguan algunos títulos de reciente aparición, desbordando la distinción clásica en este país entre la Völkerkunde, antropología de los pueblos no euro
peos, y la Volkskunde, antropología vinculada al folklore y a las tradiciones locales en Europa. Sin embargo, no es raro actualmente encontrar el término de Sozial und Kulturanthropologie en algunas publicaciones, lo que demuestra, también aquí, la creciente influencia de la terminología angloamericana. N o obstante, los etnólogos de la tradición Völkerkundler desconfían de estos términos, por cuanto la antropología ha conocido en Francia una fuerte tradición de asociación con la antropología física y biológica.
Pero esta convergencia c o m ú n en torno al término antropología se refleja en una evolución m u y similar de las relaciones de esta ciencia con sus vecinas; E n pocos decenios, las relaciones privilegiadas que, especialmente con relación a la enseñanza de la antropología física y biológica, existían entre la prehistoria y la lingüística por un lado, y la antropología social y cultural por otro, han ido desapareciendo poco a poco en beneficio de un acercamiento a la sociología, y ello particulamente en el Reino Unido, en Francia y, hasta cierto punto, en los Países Bajos.
A principios de siglo, el antropólogo inglés era también un,especialista en arqueología y antropología física, y existía, por ejemplo, una Facultad de,Arqueología y A n tropología en Cambridge, y un departamento de Etnología y Prehistoria en Oxford. Desde la década de 1960, en Cambridge, el estudiante no puede optar más que entre la antropología, la sociología o la psicología social, y ya no la arquelogía o la antropología física. El mismo fenómeno puede observarse en Francia, donde, hasta 1968, el M u s e o del H o m b r e , en París, ofrecía un curso que abarcaba la antropología social y cultural, la lingüística, la prehistoria y la antropología física y biológica. Tras la reforma de la enseñanza superior, la creación de cátedras llamadas de etnología en las universidades y la tendencia general a incorporarlas a las antiguas facultades de letras y ciencias humanas han fragmentado en cierto m o d o la antropología en sentido lato, para no conservar de ella m á s que su aspecto etnológico. L a etnología se convirtió así en una enseñanza auxiliar de la sociología y de
La enseñanza de la antropología: estudio comparativo
L a antropóloga y sus objetos: Margaret M ë a d . Rapho.
las ciencias sociales en general. E n los institutos especializados, y con excepción acaso del Institut de Langues et Civilisations Orientales, la antropología se enseña como disciplina única, o dentro del marco de una área cultural, c o m o en el caso por ejemplo de la École de Hautes Études en Sciences Sociales. E n los Países Bajos, los departamentos de antropología se hallan siempre integrados en las facultades de ciencias sociales, y su enseñanza está estrechamente asociada en los programas de estudios al de la sociología no occidental. U n a situación similar, pero menos sistemática, se advierte a veces en Francia y en el Reino Unido. E n Bélgica se observa un fenómeno de igual naturaleza, pudiendo hallarse la antropología adscrita a la sociología en una universidad, a la psicología en otra, etc. E n Alemania, en cambio, la etnología constituye una enseñanza específica que ha tomado sus distancias tanto respecto de la arqueología y la prehistoria c o m o respecto de la sociología y las ciencias empíricas de la cultura (Empirische Kulturwissenschaften). Sólo la lingüística —y, en menor medida, la
historia de las civilizaciones— está integrada en la formación, lo que contribuye a aislar a los antropólogos de los arqueólogos, sociólogos y biólogos, y a entorpecer la práctica interdisciplinaria.
Las condiciones históricas
de la enseñanza
Estas semejanzas que pueden observarse en los cinco países, con los matices de rigor, se explican también, sin duda y en parte, por situaciones históricas bastante similares. E n Europa occidental, más que en lugar alguno, la antropología fue "la hija de la colonización", y esta situación no pudo sino determinar la índole y el contenido de la enseñanza.
L a antropología de los países lejanos y diferentes floreció principalmente en Francia, el Reino Unido, Portugal, España, Bélgica, los Países Bajos, la República Federal de Alemania e Italia, mucho menos en las naciones de Europa central, donde la investigación se centró, en cambio, en el estudio de las costumbres regionales y del folklore, con
758 Jacques Lombard
objeto de revalorizar las culturas locales de los pueblos que reivindicaban su identidad nacional (Polonia, Hungría, etc.). Algunos países, por último, conocieron una situación intermedia, cuando el estudio de las comunidades "exóticas" tenía c o m o imperativo la constitución de una nación plural integrada para responder a preocupaciones de política interior. E n los Estados Unidos, la antropología se desarrolló inicialmente en el terreno de las reservas indias, antes de conocer otros horizontes, y otro tanto ocurrió en Australia o en la República de Sudáfrica. Estas distintas situaciones históricas fueron determinantes para la concepción misma de la enseñanza antropológica. El caso de Francia es, a este respecto, particularmente ejemplar: la colonización y la voluntad política de una unidad cultural francesa —una e indivisible— disminuyeron el interés por los estudios folklóricos y los particularismos regionales para fijarla en los países de ultramar y de África en particular. Pero si la colonización determinó las orientaciones científicas, la concepción de ésta desempeñó asimismo un papel en el desarrollo de la investigación y, con ello, de la enseñanza. H a podido así comprobarse que los estudios antropológicos comenzaron en los territorios británicos antes que en los franceses, en gran parte debido a que en los primeros se aplicaba un sistema de administración indirecta, en el cual era más necesario conocer las costumbres locales, mientras que en los segundos, la política asimilacionista hacía menos urgente el estudio de las organizaciones sociales y de las culturas.
E n cambio, el final de la colonización tuvo el efecto contrario, y tanto en el Reino Unido c o m o en Francia pudo comprobarse una renovación del interés por las costumbres regionales y los particularismos provinciales. Por razones políticas y también financieras, el acceso al "terreno" extranjero, en los nuevos países independientes, se había tornado m á s difícil para los investigadores. A esto se añadía, por lo que respecta a Francia, el deseo de sostener un gran movimiento de descentralización correspondiente a la voluntad de una población que soportaba cada vez menos la
uniformidad impuesta y los condicionamientos urbanos. Así, a partir de los años sesenta, empezaron a multiplicarse los trabajos etnológicos sobre Francia y a modificarse, en cierta medida, el contenido de los programas de enseñanza, sobre todo en las universidades provinciales. Otro tanto sucedió en el Reino Unido, donde las primeras generaciones de investigadores y docentes centraron su interés en los países de África, de Oceania y en la India, mientras que hoy la investigación abarca otras partes del m u n d o , incluidas las propias Islas Británicas.
Una doble crisis: la de la antropología y la de las universidades
El creciente interés que despertó la antropología a partir de los años sesenta, y la afluencia cada vez mayor de estudiantes de todas las procedencias atraídos por esta disciplina no pueden ocultar del todo la profundidad de la crisis. E n el Reino Unido, antes de la guerra, sólo había seis universidades que contaban con departamentos de antropología; en la actualidad, se imparten cursos de esta disciplina en m á s de treinta universidades, sin hablar de aquellas en las que la sociología y la antropología están asociadas. Su enseñanza se ha implantado también, y fomentado luego, en otros departamentos, c o m o los de pedagogía o psiquiatría. El mismo fenómeno ha podido observarse en Francia donde, después de 1960, se crearon nuevos cursos en las universidades, así c o m o facultades en los institutos especializados, por ejemplo en la École de Hautes Études en Sciences Sociales. Al mismo tiempo, el número de investigadores del Centro Nacional de Investigaciones Científicas ( C N R S ) se incrementó notablemente hasta, aproximadamente, 1976. E n los Países Bajos, de ocho universidades importantes, seis dispensan, en las facultades de ciencias sociales, una formación completa de antropología a cerca de 2.000 alumnos (antropología y sociología del tercer m u n d o ) . E n Alemania, el número de estudiantes se cuadru-
La enseñanza de la antropología: estudio comparativo 759
plicó entre 1974 y 1983: 8.300 matriculados en total, de los cuales más de 4.000 tienen la etnología como materia básica. Las razones de este éxito son ambiguas. A . Doutreloux, de la Universidad Católica de Lovaina, se interroga acerca de los motivos de semejante demanda, que viene tanto de estudiantes de psicología, de derecho; de letras o de arquitectura como de alumnos de ciencias sociales. Se explicaría, quizá, no tanto por la necesidad de adquirir conocimientos precisos de antropología como por el deseo, confusamente percibido, de tomar distancias respecto de su propia sociedad y hallar un enriquecimiento cultural y una fuente de humanismo en culturas lejanas y menos anónimas que las nuestras.
Al parecer, en todo caso, este éxito ha convertido a la antropología en una disciplina que apunta al enriquecimiento cultural y complementario de muchas otras formaciones, pero que ha perdido la especificidad y la vocación de profesionalización que tenía en el pasado. D e esta manera, aporta a los estudiantes más "cultura" e "ideas" que "técnicas" o "conocimientos prácticos". Ese es el precio del prodigioso desarrollo experimentado en las universidades por las ciencias y las técnicas nuevas, vinculadas a las profesiones que exigen una formación a la vez precisa y especializada. C o m o consecuencia, se ha producido una oposición considerable entre la enseñanza especializada y técnica pero con fines profesionales, y la enseñanza general y "cultural" pero sin empleos garantizados. E n todos los estudios relativos a este tema se destaca la ausencia casi general de contratación, tanto en el cuerpo docente como en el de investigadores, fenómeno que no se debe únicamente a la crisis de la antropología o de la universidad en general, sino también y sobre todo a las crisis económica propiamente dicha.
F . Valjavec indica que en la República Federal de Alemania, la etnología ha sacado poco provecho de la expansión cuantitativa de la enseñanza superior durante los años de crecimiento económico. Algunas encuestas efectuadas en las universidades de dicho país han revelado que la proporción entre profe
sores y alumnos en etnología era de 1 por 85 en 1983, mientras que la media de todas las demás disciplinas era de 1 por 47. C o m p r o b a ciones semejantes podrían encontrarse sin duda en otros países.
Esta crisis de la antropología se percibe en todos los niveles; en su objeto m i s m o , con la desaparición de las sociedades llamadas "tradicionales" y el desplazamiento de su especificidad, de un objeto desaparecido a un método y a técnicas de investigación m e n o s dominadas por el instrumental cuantitativo que la sociología; en sus límites poco claros, c o m o disciplina; y sobre todo, en la utilización de sus profesionales, demasiado numerosos en relación con las escasas oportunidades de empleo.
E n algunas universidades, dotadas con recursos humanos y financieros reducidos, hubo un momento en que la antropología pudo recobrar impulso con el auge de las investigaciones sobre el desarrollo de los países del tercer m u n d o , pero la experiencia demostró, que, en este ámbito, las ciencias de la naturaleza (ciencias de la tierra, biología marina, etc.) movilizaban más investigadores que las ciencias sociales y que, entre éstas, la economía y la demografía eran privilegiadas respecto de la antropología e incluso de la sociología.
La situación actual de las universidades . no predispone tampoco al optimismo J. S . Eades señala que, en el Reino Unido, c o m o el gobierno ha decidido detener el crecimiento del sector universitario y se ha propuesto a muchos profesores una jubilación anticipada, las filas de los eminentes antropólogos no se colmarán, sin duda, con nuevos nombramientos, lo que comprometerá la renovación del cuerpo docente y la promoción de los conferenciantes más brillantes. El alza de las tarifas de escolaridad también podría restringir el acceso a la universidad, sobre todo de los estudiantes del tercer m u n d o . Este fenómeno ya se ha observado en Bélgica con respecto a los estudiantes del Zaire, que se trasladan a las universidades del norte de Francia donde el importe de las matrículas es menos elevado.
Queda el consuelo de que, por el
760 Jacques Lombard
m o m e n t o , esta doble crisis no ha impedido-que se desarrolle la enseñanza de la antropología, aun cuando su finalidad y su objeto se hayan modificado y hayan perdido parte de la especificidad que les era propia.
La organización de la enseñanza
D o s importantes fenómenos, ya destacados, van a influir considerablemente en la organización de la enseñanza de la antropología: El acercamiento progresivo y continuo de la
antropología y la sociología (occidental o tercermundista, según los casos) a expensas de la antigua formación más ampliamente interdisciplinaria, que comprendía también la prehistoria, la etnolingüística y la antropología física;
L a tendencia general a que la antropología sea una enseñanza de "cultura", abierta a u n número creciente de estudiantes de otras procedencias y a que, por consiguiente, proporcione una formación cada, vez menos especializada a un público menos directamente involucrado en la disciplina que en el pasado.
A estas dos tendencias, comunes a los cinco países, se suma una divergencia en la concepción tradicional que tienen dichos países de la enseñanza de la antropología. E n Francia, sobre todo, rara vez se ha concebido esta disciplina c o m o materia de un plan de estudios que conduzca a la obtención de una licenciatura o una maestría. Hasta 1968, la etnología era una licenciatura por la que se podía optar después de dos años de estudios superiores. Era, pues, una especialidad abierta a los estudiantes ya adelantados y, particularmente, en ciertas instituciones, c o m o la École Pratique de Hautes Études de París o el Museo del H o m b r e , para postgra-duados deseosos de iniciarse en la investigación. Después- de 1968, se han expedido licenciaturas y maestrías de etnología en algunas universidades, pero con una enseñanza y una tramitación específicas a partir solamente del tercer año de estudios (ocho universidades de las diecisiete donde existen cursos de
antropología, según una encuesta reciente de la Asociación Francesa de Antropólogos). E n otras universidades, las materias de etnología y sociología están asociadas y conducen a licenciaturas y maestrías de sociología con, según los casos, cursos obligatorios o facultativos de antropología. E n los otros países, en cambio, esta disciplina ha gozado tradicionalmente de una mayor autonomía, con planes de estudio más largos. El Reino Unido, en particular, cuenta con departamentos universitarios autónomos que conducen hasta un nivel de postgraduación, universidades donde los departamentos de sociología y antropología están asociados, otras en que la antropología se enseña más ampliamente en cursos de ciencias sociales y otras, por último, en las que la enseñanza es aún más interdisciplinaria entre facultades diferentes. L o mismo ocurre en los Países Bajos, donde seis universidades disponen de departamentos de antropología que imparten su formación en cinco años y expiden un diploma en esta disciplina, y otro tanto en Bélgica, donde se ofrece una enseñanza completa de antropología, especialmente en la Universidad Libre de Bruselas y en la Universidad Federal Católica Flamenca de Lovaina. E n la República Federal de Alemania, por último, la etnología se enseña como materia principal en unas quince universidades, de las cuales las más importantes por su alumnado son las de Berlín, Munich, Gottingen, Colonia, Francfort, Maguncia, Hamburgo y algunas más . L a duración de los estudios para obtener la maestría es también de cuatro a cinco años, durante los cuales la antropología es una materia obligatoria.
Pero la organización tradicional de la enseñanza de la antropología puede presentar otras variantes. N o sólo por la autonomía o la especificidad de la disciplina con relación a las demás, sino también por la autonomía y la especificidad de la universidad respecto al tipo de enseñanza y a los programas de estudio. Desde este punto de vista, pueden contraponerse las universidades británicas y neerlandesas, por una parte, a las francesas y alemanas, por la otra. E n el Reino Unido, efectivamente, los departamentos de antropología
La enseñanza de la antropología: estudio comparativo
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El etnólogo aficionado: una escena de la isla de Pascua, enviada a la célebre actriz Sarah Bernhardt por el escritor francés del siglo xix Pierre Loti, conocido por sus novelas "exóticas". Edimages.
762 Jacques Lombard
han permanecido fieles a las tradiciones de algunos catedráticos jefes de departamento que han vinculado su nombre al de algunas universidades: Evans-Pritchard al de Oxford, Fortes y Leach al de Cambridge, Gluckman al de Manchester, cada una de ellas caracterizada por una determinada concepción de la antropología y por "ámbitos" privilegiados. Cada universidad estaba ligada a una "escuela" y, por consiguiente, estaba un poco "cerrada" sobre sí misma. E n los Países Bajos, la especialización se produjo sobre todo en torno a regiones o áreas culturales particulares, o bien en torno a especialidades antropológicas, c o m o el África negra e Indonesia en Leiden, Europa y el Mediterráneo, el sudeste asiático y la lingüística en Amsterd a m , América Latina en Utrecht, el Océano Pacífico y la antropología económica en Nimega.
Esta tendencia de las universidades a la especialización no se encuentra en Francia o en la República Federal de Alemania, donde las enseñanzas son al parecer m á s intercambiables y se especializan sobre todo en función de la personalidad y la experiencia de los profesores, cada uno de los cuales orienta sus cursos y sus investigaciones con arreglo a sus propios criterios. E n cambio, en algunos institutos, tanto en la República Federal de Alemania c o m o en Francia (Institut des langues et civilisations orientales, École de Hautes Études en Sciences Sociales y el M u s e o del H o m b r e , en París), la enseñanza puede revestir un carácter tanto más especializado cuanto que se destina a la formación de estudiantes adelantados. Otro rasgo particular del sistema francés es el de haber disociado en cierta medida la enseñanza general, dispensada esencialmente en las universidades, y la enseñanza de la práctica de la investigación, concentrada sobre todo en París y en establecimientos especializados.
La pedagogía y los estudiantes
L a pedagogía y los métodos de enseñanza han cambiado según las épocas, al igual que los
centros de interés de la investigación antropológica. La atención que se presta a determinadas sociedades o continentes sufre también la influencia de las modas, divulgadas por la prensa y los medios de comunicación social.
E n Francia, por ejemplo, la m o d a africana, m u y importante entre 1950 y 1965, fue relevada poco después por la del indio de América del Sur, para culminar, por último, en los años setenta, en la exaltación de los terruños franceses.
Otro tanto ocurre con los métodos de enseñanza. Señala Eades que en el Reino Unido —y el ejemplo podría sin duda generalizarse— los años sesenta fueron los de los estudios monográficos, dedicados a una etnia exclusiva perteneciente a una zona rural de algún país colonizado. El estudio de las actividades tradicionales se contemplaba en un presente etnográfico. E n 1970, el enfoque dinámico de Gluckman y la influencia marxista impulsaron progresivamente a los investigadores hacia el estudio del cambio social, el de las sociedades complejas y las migraciones laborales. Finalmente, en 1980, la contribución marxista se incrementó aún más , mientras que se perfilaba una antropología mucho más asociada a los problemas del desarrollo, en el marco de una interdisciplinariedad más activa y adelantada (economía, historia, ciencias políticas). E n cambio, algunos países, c o m o la República Federal de Alemania y Austria, conocieron durante largos años la influencia de escuelas c o m o la del difusio-nismo (Kulturkreislehre, Kulturmorphologie), influencia que se percibió ampliamente en la orientación pedagógica de todas las universidades. Esta prolongada popularidad de la corriente difusionista (escuela etnohistórica) desplazó a las demás tendencias, y sólo recientemente se ha manifestado una mayor diversificación teórica y temática, con influencia creciente de las teorías anglosajonas sobre antropología social y cultural, y ello pese a la existencia de corrientes propiamente alemanas, c o m o la etnosociología de Thurnwald y M ü h l m a n n .
Si la enseñanza está determinada por las orientaciones propias de una universidad (en
La enseñanza de la antropología: estudio comparativo 763
el Reino Unido, en alguna medida) o incluso del conjunto de un país (República Federal de Alemania, en el pasado), también lo está por la naturaleza del material pedagógico mismo, en este caso la literatura sobre antropología que puede ponerse a disposición de los estudiantes.
E n Francia, por ejemplo, la traducción por parte de algunos editores de gran número de obras de Malinowski, de Evans-Pritchard o de antropólogos americanos, y su publicación en ediciones económicas han contribuido a difundir las tesis y las materias preferidas de estos autores a alumnos principiantes o no especialistas, aun cuando luego una enseñanza más avanzada pueda inducirles a tomar ciertas distancias con respecto a esas primeras adquisiciones básicas. Sólo en una segunda etapa, en efecto, en el marco de una formación más avanzada, podrá el profesor, abandonando ese aspecto general y "cultural" de su enseñanza, abordar lo que le parece más fundamental: la transmisión de la experiencia del "terreno", otrora considerada como el elemento esencial de la formación y del savoir-faire del etnólogo. A ello vendrá a añadirse la atención prestada a un ámbito más particular, más especializado de la investigación antropológica (parentesco, economía, ritual, política, etc.). E n Francia, no obstante, la enseñanza de una especialidad no podrá extenderse a la mayoría hasta que no se generalice la fórmula de edición barata conocida por paperback, que reúne en un solo volumen artículos de diferentes autores sobre un mismo tema.
E n términos generales, y con la excepción acaso de la República Federal de Alemania, donde la evolución es más lenta, la interdisciplinariedad en el proyecto pedagógico se extiende de m o d o considerable. E n el Reino Unido, algunos cursos son impartidos por grupos de profesores de disciplinas diferentes. E n los Países Bajos, la antropología se enseña conjuntamente con otras ciencias sociales, en' particular aquellas que se utilizan en las investigaciones sobre el desarrollo del tercer m u n d o . E n Francia, una tradición vinculada a Durkheim y Mauss tiende a fundamentar teóricamente la asociación cada vez
m á s estrecha entre sociología y antropología, asociación justificada además por las escasas oportunidades de empleo que ofrece esta última disciplina. E n Bélgica, A . Doutreloux señala que el antropólogo, dadas las circunstancias, tiende a convertirse en una "especie de factótum de ciencias humanas" y la antropología en "el arte de la interdisciplinariedad", en la medida en que su vocación ha llegado a consistir no tanto en responder a una teoría, sino en saber tomar en consideración, ante un fenómeno concreto, los diferentes niveles u órdenes de realidad que lo constituyen.
E n cuanto al plan de estudios, varía no sólo según los países sino también según las universidades y, con mayor motivo, según los establecimientos m á s especializados. Salvo en Francia, donde dicho plan es menos prolongado, incluso en las universidades que expiden título de maestría en etnología, el modelo general es una formación en tres o cuatro años, o m á s naturalmente en caso de preparación de un doctorado (tipo Ph.D o tercer ciclo en Francia). Los estudios pueden entonces durar hasta cinco o siete años.
E n el Reino Unido, el primer año de estudio sigue siendo m u y pluridisciplinario: sociología, derecho, economía y ciencias políticas alternan con la antropología-(Universidad de Kent). E n segundo año se abordan las diferentes especialidades antropológicas, y en tercero, la especialización por área cultural o los temas de aplicación al desarrollo.
E n los Países Bajos, donde la antropología sigue siendo una materia bastante específica y no reviste, en la misma medida que en Francia y en Bélgica, ese aspecto de "enseñanza de cultura", el primero y segundo año dejan amplio lugar también al aporte multidis-ciplinario: sociología, ciencia política, filosofía, economía del desarrollo, y la antropología se enseña conjuntamente con la sociología del tercer m u n d o (Universidad Libre de Amsterd a m ) . Es en tercer año donde comienza la especialización en antropología y en una disciplina que el estudiante elige. Así, un alumno que se prepara para trabajar en América Latina podrá especializarse, por ejemplo, en
764 Jacques Lombard
antropología política y en antropología religiosa c o m o segundo tema, y escoger la lengua española c o m o disciplina de opción. L a formación para la investigación comienza realmente en cuarto y quinto años, cuando el estudiante prepara su doctorado a partir de las especialidades escogidas en tercer año.
E n Francia, en cambio, la enseñanza de la antropología no se aborda verdaderamente hasta el tercer año (licenciatura), y aun así solamente en determinadas universidades que expiden títulos de licenciatura y de maîtrise en etnología. Sin embargo, según los casos, podrán darse algunos cursos en primero y sobre todo en segundo año, en el marco del programa de sociología.
Las formaciones de antropología especializada no aparecen realmente hasta el quinto año (Diplome d'études approfondies), en las preparaciones de doctorado y los seminarios que se imparten en los institutos especializados (Museo del H o m b r e y École des Hautes Études), y a veces también en las escasas universidades donde se ofrecen, a este nivel, diferentes especialidades.
E n la República Federal de Alemania, la maestría se obtiene al término del cuarto año, tras de lo cual la formación conduce al doctorado. L a enseñanza, un poco como en Francia, está ligada a la personalidad de los universitarios, m á s que a la de las universidades, c o m o en los Países Bajos y el Reino Unido. E n consecuencia, se presta menos a un proyecto de organización de conjunto, pues no es ni homogénea (idéntica formación en todas las universidades) ni especializada (cada universidad tiene su especialidad definida de acuerdo con una estructura global). Según F . Valjavec, no existe una planificación de la formación ni una diferenciación de los estudios, aparte de la puramente formal entre primero, segundo y tercer ciclos. E n este país, pero también en Bélgica y en gran medida en Francia, las partes interesadas se han quejado de la excesiva importancia que se da a la teoría, a m e n u d o desligada de la experiencia de campo. A . Doutreloux destaca la dificultad que halla el estudiante para "percibir el hecho concreto en su realidad
ordinaria, diversificada e incluso inconexa", puesto que a menudo se le atiborra de conceptos y de teorías, y acude al terreno armado con métodos y clasificaciones preestablecidas.
Esta tendencia puede observarse también en Francia, donde la escuela de antropología marxista ha desarrollado una importante teorización sobre las formaciones precapitalistas y las, formas de transición entre modos de producción, particularmente sobre la base de conceptos, otrora de m o d a , como el de " m o d o de producción asiático". E n cambio, el retorno a la etnología local y al estudio de las costumbres regionales ha renovado el interés por el enfoque descriptivo y la etnografía, utilizados antaño en las monografías relativas al "terreno" exótico.
. E n cuanto al alumnado, en busca no tanto de una formación cuanto de una "cultura", desalentado por la ausencia de toda profesionalización, pero cada vez más interesado por los acontecimientos del m u n d o no europeo, colmó los anfiteatros de las universidades occidentales y acudió a la antropología a partir de los años 1965-1970. Fue la época de los grandes debates de ideas y de las revisiones críticas de la sociedad occidental. Esta atracción por otros pueblos y por culturas diferentes se debió también al auge de grandes teorías como el estructuralismo de Lévi-Strauss, que había desbordado considerablemente el ámbito universitario. E n Francia, particularmente, los textos de antropología tenían gran audiencia en los liceos y eran ampliamente utilizados por los profesores de enseñanza secundaria.
Actualmente, la crisis económica, el aumento del paro y la recesión de las disciplinas generales tradicionales en beneficio de las enseñanzas tecnológicas que dan acceso al m u n d o del trabajo han modificado las mentalidades y las expectativas de los estudiantes, más interesados por los conocimientos prácticos que por el saber en sí mismo. Los nuevos -instrumentos de la formación (estadísticas, informática) van introduciéndose progresivamente en los programas de ciencias sociales y ayudan a los estudiantes en sus elecciones. Los que mejor dominen estas técnicas preferi-
La enseñanza de la antropología: estudio comparativo 765
rán la economía a la sociología, y más adelante, la sociología a la antropología. E n Francia, donde no existe selección de ingreso en las universidades, una encuesta practicada en octubre de 1983 en la Universidad de Lille puso de manifiesto que el 75% de los estudiantes que entraban en primer año de sociología eran de sexo femenino, y que los varones escogían más bien esta disciplina como formación complementaria. E n la República Federal de Alemania, asimismo, el alumnado femenino es cada vez más importante en etnología.
Existe, sin duda, una estrecha relación entre la ausencia de oportunidades de empleo y la tendencia de la antropología hacia uña enseñanza "de cultura". Esta tendencia no podrá sino consolidarse si aumenta el número de estudiantes matriculados en disciplinas próximas, o incluso si, provistos de un título y de una profesión, éstos tienden a considerar cada vez más un diploma de antropología como el "pasaporte cultural" que les abrirá las puertas para una estancia inteligentemente preparada en algún país lejano.
¿De qué manera pueden remediarse estas diversas crisis, de la enseñanza, de la universidad, de la antropología? Ésta es la pregunta que formula J. S. Eades a propósito del Reino Unido: ¿cuáles son, a corto y a largo plazo, las posibilidades de la antropología como disciplina académica?
Dicho autor piensa que a corto plazo conviene seguir respondiendo a la demanda de una minoría de estudiantes y conservando el conjunto de la formación antropológica. Pues los departamentos de antropología existen y deben continuar satisfaciendo la
Nota
demanda de un público siempre atraído por el exotismo. A largo plazo, hay dos estrategias posibles: la primera podría dar a la enseñanza una orientación m á s histórica, ligada a las culturas en vías de desaparición y que exija un análisis más a fondo del considerable material acopiado por los predecesores. Tal orientación podría interesar a un reducido número de estudiantes, aun cuando carezca de base institucional en el sistema académico. L a segunda podría dar a la antropología una orientación más contemporánea, asociándola a los problemas del m u n d o actual, pero ello conduciría a una fragmentación de la disciplina, dada la necesidad de realizar investigaciones realmente interdisciplinarias. El antropólogo debería entonces acercarse, tanto en el plano teórico como en el empírico, a especialistas de otras ciencias sociales, con los.que se vería llamado a colaborar más estrechamente de lo que lo hacía, en otros tiempos, con sus antiguos colegas, especializados en otros ámbitos de la antropología.
La antropología ha aportado ya a otras ciencias sus técnicas específicas, c o m o la observación participante, el análisis de grupos de pequeña dimensión, y se ha reconvertido ya al estudio de las sociedades complejas, aun cuando allí estas técnicas sean a veces menos apropiadas que en las sociedades rurales. H a sabido también, en los debates interdisciplinarios, hacer valer siempre la realidad y la complejidad de toda situación sociocultural. Todavía tiene que buscar una mayor adaptación al m u n d o contemporáneo, aun cuando deba perder en ello una parte de lo que fue su "sustancia inicial".
Traducido del francés
1. XI Congreso Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas. Fase I: Quebec, 14-17 de agosto de 1983, Coloquio A - 2 0 8 : " L a enseñanza de la antropología".
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Organización Mundial de la Salud. Oficina Regional de Europa. Family planning and sex education of young people. Copenhague, W H O Regional Office for Europe, 1984. 41 p . ( E U R O reports and studies, 89.)
Antropología social
Koenig, Jean-Paul. Malagasy customs and proverbs. Montreal, Sherbrooke, 1984. 50 p . , ilustr., bibliog.
Polo, Jaime B . The Binalayan fishing ritual-drama: a fellowship at sea. Tacloban City, Divine W o r d University Publications, 1983. 110 p . , ilustr., bibliog.
Literatura
Collet, Paulette. Les romanciers français et le Canada, 1842-1981: anthologie. Sherbrooke, Éditions N a a m a n Paris, Agence de Coopération Culturelle et Technique, 1984. 163 p. , glosario, índice.
Historia
Pichardo, Hortensia. Biografía del Colegio de San Cristóbal de La Habana. La Habana, Editorial de la Academia de Ciencias de Cuba, 1979. 292 p . , bibliog.
Publicaciones recientes de la Unesco (incluidas las auspiciadas por la Unesco)
Bibliografía de vocabularios, tesauros, encabezamientos de m a teria y esquemas de clasificación de ciencias sociales (mono y plurilingues), por A S L I B , J. Aitchi-son y C . G . Alien. París, Unesco, 1983. 1Ö0 p. (Informes y documentos de ciencias sociales, 54.) 18 francos franceses.
Bibliographie internationale des sciences sociales : anthropologie sociale et culturelle I International bibliography of the social sciences: social and cultural anthropology, vol. 26, 1980. Londres / Nueva York, Tavistock Publications; París, Offilib, 1983. 528 p. 560 francos franceses.
Bibliographie internationale des sciences sociales: science économique I International bibliography of the social sciences: economics, vol. 30, 1981. Londres / Nueva York, Tavistock Publications; París, Offilib, 1983. 522 p . 560 francos franceses.
Bibliographie internationale des sciences sociales: science politique I International bibliography of the social sciences: political science, vol. 30, 1981. Londres / Nueva York, Tavistock Publications; Paris, Offilib, 1984. 534 p . 560 francos franceses.
Bibliographie internationale des sciences sociales: sociologie I International bibliography of the social sciences: sociology, vol. 31,1981. Londres / Nueva York, Tavistock Publications; Paris, Offilib, 1983. 383 p. 560 francos franceses.
Comunicación y percepción en las migraciones, por Daniel Prieto Castillo. París, Unesco; Barcelona, Serbal, 1984. 148 p . , cuadr., bibliog. (Libros del tiempo, 19.) 60 francos franceses.
El concepto del poder en África, por I. Akinjobgin, P . Diagne, G . Hagen (y otros); París, Unesco; Barcelona, Serbal, 1983. 178 p . (Colección de temas africanos, 10.) 44 francos franceses.
Declaración universal de derechos humanos y realidades sura-fricanas, por Marion Raoul. París, Unesco; Barcelona, Serbal, 1984. 294 p . 84 francos franceses.
El derecho a comunicar, hoy, por Desmond Fischer. París, Unesco, 1984. 55 p . (Estudios y documentos de comunicación social, 94.) 12 francos franceses.
El derecho de ser hombre, por Jeanne Hersch. París, Unesco; Madrid, Tecnos, 1984. 600 p . ilustr. 100 francos franceses.
El desarrollo y la nueva concepción de la dinámica económica, por François Perroux. París, Unesco; Barcelona Serbal, 1984. 229 p. (Libros del tiempo, 17.) 66 francos franceses.
La descolonización de África: Africa austral y el Cuerno de Africa, por A . A . Mazrui, E . K . Mashingaidze, E . L . Ntloe-dibe (y otros). París, Unesco; Barcelona, Serbal, 1983. 197 p. (Colección de temas africanos, 12.) 54 francos franceses.
Dinámica de la fuerza de trabajo femenina en la Argentina, por Zulma Recchini de Lattes. París, Unesco, 1983. 109 p . , figs., cuadros. (Las mujeres en una perspectiva mundial.) 30 francos franceses.
Las dimensiones internacionales de los derechos humanos; 3 vqls., por Karel Vasak. París, Unesco; Barcelona, Serbal, 1984. 963 p . ,
cuadros, bibliog., índice. 330 francos franceses.
Enseñanza de la filosofía e investigación filosófica en Africa, por E . P . Elungu, F . Haddad-Cha-m a k h , P . J. Hountondji (y otros). París, Unesco; Barcelona, Serbal, 1984. 339 p. 100 francos franceses.
Estudios superiores: exposición comparativa de los sistemas de enseñanza y de los títulos y diplomas, 2 . a ed. París, Unesco; Barcelona, Serbal, 1984. 728 p. 235 francos franceses.
Historia en blanco y negro: análisis de los manuales escolares en Sudáfrica, por Elizabeth D e a n , Paul Hartmann, M a y Katzen. París, Unesco; Barcelona, Serbal, 1984. 196 p. cuadros, bibliog. (Colección de temas africanos, 18.) 58 francos franceses.
La igualdad de oportunidades para las jóvenes y las mujeres en la enseñanza técnica, la formación profesional y el empleo, por Germaine Borcelle. París, Unesco; Barcelona, Serbal, 1984. 182 p. 44 francos franceses.
La información sobre Africa austral: cómo informan desde el sur de Africa las agencias occidentales de noticias, por Phil Harris. París, Unesco; Barcelona, Serbal, 1984. 188 p . cuadros, bibliog. (Temas africanos, 19.) 58 francos franceses.
La mujer como jefe de familia en el Caribe: estructura familiar y condición social de la mujer, por • Joycelin Massiah. París, Unesco, 1984. 65 p . , cuadros. (Las mujeres en la perspectiva m u n dial.) 25 francos franceses.
La situación de la mujer en Zim-
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babue antes de la independencia, por A . K . H . Weinrich. París, Unesco; Barcelona, Serbal, 1984. 198 p . , figs, cuadros. (Colección de temas africanos, 17.) 66 francos franceses.
Sobre la resistencia a las violaciones de los derechos humanos: trabajos debatidos en la reunión de expertos dedicada al análisis de los fundamentos y formas de la acción individual y colectiva
.de oposición a las violaciones de los derechos humanos, celebrada en Freetown, Sierra Leona, del 3 al 7 marzo de 1981, por A . Eide. N . E . Ghozali, I. B . K a k é (y otros). París, Unesco; Barcelona, Serbal, 1984. 266 p. (Libros del tiempo, 16.) 62 francos franceses.
Unesco yearbook on peace and
conflict studies, 1982. Paris, Unesco; Westport, Greenwood Press, 1983. 269 p. , cuadros. 250 francos franceses.
World directory of national science and technology policy making bodies I Répertoire mondial des organismes directeurs de la politique scientifique et technologique nationale I Repertorio mundial de organismos responsables de la política científica y tecnológica nacional. París, Unesco, 1984. 99 p. (Science policy studies and documents / Etudes et documents de politique scientifique / Estudios y documentos de política científica, 59.) 21 francos francesses.
World directory of social science institutions, 1982, 3rd ed. rev. I Répertoire mondial des institu
tions de sciences sociales I Repertorio mundial de instituciones de ciencias sociales. París, Unesco, 1982. 353 p . (World social science information services, II / Services mondiaux d'information en sciences sociales, II / Servicios mundiales de información sobre ciencias sociales, II.) 60 francos franceses.
World list of social science periodicals, 1982, 6th ed. rev. I Liste mondiale des périodiques spécialisés dans les sciences sociales I Lista mundial de revistas especializadas en ciencias sociales. París, Unesco, 1983. 446 p. (World social science information services, I / Services mondiaux d'information en sciences sociales, I / Servicios mundiales de información sobre ciencias sociales, I.) 72 francos franceses.
C ó m o obtener estas publicaciones: a) Las publicaciones de la Unesco que llevan precio pueden obtenerse en la Oficina de Publicaciones de la Unesco, Servicio Comercial (PUB/C) , 7, Place de Fonlenoy, 75700 París, o en las distribuidoras nacionales; b) las publicaciones de la Unesco que no llevan precio pueden obtenerse gratuitamente en la Unesco, División de Documentos ( C O L / D ) ; c) las co-publicaciones de la Unesco pueden obtenerse en todas aquellas librerías de alguna importancia.
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Argelia: Institut pédagogique national, 11, rue Ali-Haddad, A L G E R . Office des publications universitaires ( O P U ) , Place Centrale Ben Aknoun, A L G E R . Todas las publicaciones: E N A L , 3 bd Zirout Youcef, A L G E R . Publicaciones periódicas solamente: E N A M E P , 20 rue de la Liberté, A L G E R .
Argentina: Librería El Correo de la Unesco, EDI -L Y R S . R . L . , Tucumán 1685, 1050 B U E N O S A I R E S .
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Austria: Buchhandlung Gerold and Co. , Graben 31, A-1011 W I E N .
Bahamas: Nassau Stationers Ltd., P . O . Box N-3138, N A S S A U .
Bangladesh: Bangladesh Books International Ltd., Ittefaq Building, 1 R . K . Mission Road, Hatkhola, DACCA 3.
Barbados: University of the West Indies Bookshop, Cave Hill Campus, P . O . Box 64, B R I D G E T O W N .
Bélgica: Jean D e Lannoy, 202, av. du Roi, 1060 B R U X E L L E S . C e p 000-0070823-13.
Benin: Librairie nationale, B . P . 294, P O R T O N O V O ; Ets. Koudjo G . Joseph, B . P . 1530, C O T O N O U . Librairie Notre-Dame, B . P . 307, C O T O N O U .
Birmânia: Trade Corporation no. (9), 550-552 Merchant Street, R A N G O O N .
Bolivia: Los Amigos del Libro: casilla postal 4415, L A P A Z : Avenida de las Heroínas 3712, casilla 450, COCHABAMBA.
Botswana: Botswana Book Centre, P . O . Box 91, GABORONE.
Brasil: Fundação Getúlio Vargas, Serviço de Publicações, Caixa postal 9.052-ZC-02, Praia de Botafogo 188, Rio D E J A N E I R O RJ (GB) .
Bulgaria: H e m u s , Kantora Literatura, bd. Rousky 6, SOFIJA.
Canadá: Renouf Publishing Company Ltd., 2182 St. Catherine Street West, M O N T R E A L , Q u e . H 3 H 1 M 7 .
Colombia: Instituto Colombiano de Cultura, carrera 3A n.° 18-24, B O G O T Á .
Comoras (República Federal Islámica): Librairie M A S I W A 4, rue Ahmed Djoumoi, B .P . 124, MORONI.
Congo: Librairie populaire, B.P. 577, B R A Z Z A VILLE, POINTE NOIRE, L O U B O U M O , N K A Y I , M A K A -B A N A , O W E N D O , OUESSO, IMPFONDO.
Costa de Marfil: Librairie des Presses de l'Unesco, Commission nationale ivoirienne pour l'Unesco, B . P . 2871, A B I D J A N .
Costa Rica: Librería Cooperativa Universitaria, Ciudad Universitaria "Rodrigo Fació", S A N J O S É .
Cuba: Ediciones Cubanas, O'Reilly n.° 407. L A H A B A N A . Solamente El Correo de la Unesco: Empresa C O P R E F I L , Dragones n.° 456 e/Lealtad y Campanario, L A H A B A N A 2.
Checoslovaquia: S N T L , Spalena 51, P R A H A 1 (exposición permanente). Zahranicni literatura, 11 Soukenicka, P R A H A 1. Para Eslováquia solamente: Alfa Verlag, Publishers, Hurbanovo nam. 6, 89331 B R A T I S L A V A . Para la distribución de "El Correo de la Unesco": P N S - U E D , Jindrisska 14, P R A H A 1.
Chile: Bibliocentro Ltda., Constitución n.° 7, casilla 13731, S A N T I A G O (21).
China: China National Publications Import Corporation, West Europe Department, P.P. Box 88, B E U I N .
Chipre: " M A M " , Archbishop Makarios, 3rd Avenue, P . O . Box 1722, NICOSIA.
Dinamarca: Munksgaard Export and Subscription Service, 35 N0rre S0gade, D K 1370 K O V E N H A V N K .
Ecuador: Publicaciones periódicas solamente: D I N A C U R Cía. Ltda., Santa Prisca n.° 296 y Pasaje San Luis, Oficina 101-102, casilla 112-B, Q U I T O . Todas las publicaciones: Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Guayas, Pedro Moncayo y 9 de Octubre, casilla de correo 3542, G U A Y A Q U I L y Ave . 6 de diciembre n.° 794, Casilla 74, Q U I T O . Nueva Imagen, 12 de octubre 959 y Roca, Edificio Mariano de Jesús, Q U I T O .
Egipto: Unesco Publications Centre, 1 Talaat Harb Street, C A I R O .
El Salvador: Liberia Cultural Salvadoreña, S . A . , calle Delgado n.° 117, apartado postal 2296, S A N SALVADOR.
España: Mundi-Prensa Libros S . A . , Castelló 37, M A D R I D 1. Ediciones Líber, apartado 17, Magdalena 8, O N D À R R O A (Vizcaya). D O N A I R E , Ronda de Outeiro 20, apartado de correos 341, L A C O R U -Ñ A . Librería Al-Andalus, Roldana 1 y 3, S E V I L L A 4. Librería Castells, Ronda Universidad 13, B A R C E LONA 7.
Estados Unidos de América: Unipub, 205 East 42nd. St„ N E W Y O R K . N . Y . , 10017. Para pedidos: Unipub, P . O . Box 1222, A N N A R B O R , M l 48106. Para "El Correo" en español: Santillana Publishing Company-Inc., 575 Lexington Avenue, N E W Y O R K , N . Y . 10022.
Etiopía: Ethiopian National Agency for Unesco, P . O . Box 2996, A D D I S A B E B A .
Filipinas: National Book Store Inc., 701 Rizal Avenue, M A N I L A .
Finlandia: Akateeminen Kirjakauppa, Keskuskatu 1, 00100 HELSINKI 10; Suomalainen Kirjakauppa O Y , Koivuvaarankuja 2, 01640 V A N T A 64.
Francia: Librairie de l'Unesco, 7, place de Fonte-noy, 75700 PARIS ; C C P Paris 12598-48.
Gabon: Librarie Sogalivre, LIBREVILLE, P O R T G E N T I L , F R A N C E V I L L E . Librarie Hachette, B .P . 3923, LIBREVILLE.
Ghana: Presbyterian Bookshop Depot Ltd., P . O . Box 195, A C C R A . Ghana Book Suppliers Ltd.,
P . O . Box 7869, A C C R A . The University Bookshop of Ghana, A C C R A . The University Bookshop of Cape Coast. The University Bookshop of Legon, P . O . Box, 1, L E G O N .
Grecia: Grandes librairies d'Athènes (Eleftherouda-kis, Kauffmän, etc.); John Mihalopoulos & Son S . A . , International Booksellers, 75 Hermou Street, B . O . B . 73, T E S A L Ó N I C A . Commission nationale hellénique pour l'Unesco, 3 rue Akadimias, ATHÈNES.
Guadalupe: Librairie Papeterie Carnot-Effigie, 59 rue Barbes, P O I N T - A - P I T R E .
Guatemala: Comisión Guatemalteca de Cooperación con la Unesco, 3.a avenida 13-30, zona 1, apartado postal 244, G U A T E M A L A .
Guinea: Commission nationale guinéenne pour l'Unesco, B . P . 964, C O N A K R Y .
Haiti: Librairie " A la Caravelle", 26, rue Roux, B . P . Ill, P O R T - A U - P R I N C E .
Honduras: Liberia Navarro, 2.a avenida n.° 201, Comayaguela, T E G U C I G A L P A .
Hong Kong: Federal Publications (HK) Ltd., 2 D Freder Centre, 68 Sung W o n g Toi Road, Tokwa-wan, K O W L O O N . Swindon Book Co . , 13-15 Lock Road, K O W L O O N . Hong Kong Goverment Information Services, Publication Section, Baskerville House, 22 Ice House Street, H O N G K O N G .
Hungría: Akadémiai Könyvesbolt, Váci u. 22, B U D A P E S T V . A . K . V . Könyvtarosok Boltja, Népkoztársaság utja 16, B U D A P E S T VI.
India: Orient Longman Ltd.: Kamani Marg, Ballard Estate, B O M B A Y 400038; 17 Chittaranjan Avenue, C A L C U T T A 13; 36 A Anna Salai, Mount Road, M A D R A S 2; 5-9 41/1 Bashir Bagh, H Y D E R A B A A D 500001 (AP); 80/1 Mahatma Gandhi Road, B A N -GALORE-560001; 3-5-820 Hyderguda, H Y D E R A B A D -500001. Subdepósitos: Oxford Book and Stationery Co. , 17 Park Street, C A L C U T T A 700016, y Scindia House. N E W D E L H I 110001; Publications Unit, Ministry of Education and Culture, Ex. A F O Hutments, Dr. Rajendra Prasad R d . , N E W D E L H I 110001.
Indonesia: Bhratara Publishers and Booksellers, 29 JI. Oto Iskandardinata III, J A K A R T A , Indira P . Y . , Jl. Dr. Sam Ratulangie 37, J A K A R T A P U S A T .
Irán: Commission nationale iranienne pour l'Unesco, Seyed Jamal Eddin Assad Abadi A v . , 64th st., Bonyad Bdg., P . O . Box 1533, T É H É R A N . Kharazmie Publishing and Distribution Co. , 28 Vessal Shirazi Street, Enghélab Avenue, P . O . Box 314/1486, T E H E R A N .
Irlanda: The Educational Company of Ireland Ltd., Ballymount Road, Walkinstown, D U B L I N 12. Tycooly International Publ. Ltd., 6 Crofton Terrace, D u n Laoghaire Co . , D U B L I N .
Islândia: Snaebjörn Jonsson & C o . , H . F . Hafnars-traeti 9, R E Y K J A V I K .
Israel: A . B . C . Bookstore Ltd., P . O . Box 1283, 71, Allenby Road, T E L A V I V 61000.
Italia: L I C O S A (Librería Commissionaria Sansoni S.p.A.) , via Lamarmora 45, Casella postale 552, 50121 F I R E N Z E ; F A O Bookshop, Via délie Terme di Caracalla, 00200 R O M A .
Jamahiriya Árabe Libia: Agency for Development of Publication and Distribution, P . O . Box 34-35, TRIPOLI.
Jamaica: Sangster's Book Stores Ltd., P . O . Box 366, 101 Water Lane, K I N G S T O N . University of the West Indies Bookshop, Mona , K I N G S T O N .
Japón: Eastern Book Service Inc., 37-3 Hongo 3-chome, Bunkyo-Ku, T O K I O 113.
Jordania: Jordan Distribution Agency, P . O . B . 375, A M M A N .
Kenya: East African Publishing House, P . O . Box 30571, N A I R O B I .
Kuwait: The Kuwait Bookshop Co . Ltd., P . O . Box 2942, K U W A I T .
Lesotho: Mazenod Book Centre, P . O . M A Z E N O D .
Líbano: Librairies Antoine A . Naufal et frères, B . P . 656, B E Y R O U T H .
Liberia: Code and Yancy Bookshops Ltd., P . O . Box 286, M O N R O V I A .
Leichtenstein: Eurocan Trust Reg., P . O . Box 5, SCHAAN.
Luxemburgo: Librairie Paul Brück, 22, Grand-Rue, L U X E M B O U R G .
Madagascar: Commission nationale de la République démocratique de Madagascar pour l'Unesco, B . P . 331, A N T A N A N A R I V O .
Malasia: Federal Publications, Sdn. Bhd., Lot 8238 Jalan 222, Petaling Jaya, S E L A N G O R , University of Malaya Co-operative Bookshop, K U A L A L U M P U R 22-11.
Malawi: Malawi Book Service, Head Office, P . O . Box 30044, Chichiri, B L A N T Y R E .
Mali: Librairie populaire du Mali, B .P . 28, BAMAKO.
Malta: Sapienzas, 26 Republic Street, V A L L E T T A .
Marruecos: Todas las publicaciones: Librarie "Aux belles images", 281, avenue M o h a m m e d - V , R A B A T (CCP 68-74). Librairie des écoles, 122 Avenue Hassan II, C A S A B L A N C A . "El Correo" solamente (para los docentes): Commission nationale marocaine pour l'Unesco, 19, rue Oqba, B . P . 420, A G D A L R A B A T (CCP 324-45). Société chrérifienne de distribution et de presse ( S O C H E P R E S S ) , angles rue de Dinant et St. Saens, B . P . 683, C A S A B L A N C A 05.
Mauricio: Nalanda Co. Ltd., 30 Bourbon Street, P O R T - L O U I S .
Mauritania: G R A . L I . C O . M A . , 1, rue du souk X , Ave. Kennedy, N O U A K C H O T T .
Mexico: S A B S A , Insurgentes Sur n.° 1032-401, M É X I C O 12, D . F . Librería "El Correo de la Unesco", Actipán 66, Colonia del Valle, M É X I C O 12, D . F .
Monaco: British Library, 30, boulevard des Moulins, M O N T E C A R L O .
Mozambique: Instituto Nacional do Livro e do Disco (INLD), avenida 24 de Julho 1921, r/c e 1.° andar, M A P U T O .
Nepal: Prakashan, Polchowk, K A T H M A N D U .
Nicaragua: Librería Cultural Nicaragüense, calle 15 de Septiembre y avenida Bolívar, apartado n.° 807, M A N A G U A . Librería de la Universidad Centrame-ricana, Apartado 69, M A N A G U A .
Niger: Librairie Mauclert, B . P . 868, N I A M E Y .
Nigeria: The University Bookshop of Ife. The University Bookshop of Ibadan, P . O . Box 286, I B A D A N . The University Bookshop of Nsukka. The University Bookshop of Lagos. The Ahmadu Bello University Bookshop of Zaria.
Noruega: Todas las publicaciones: Johan Grundt Tanum, Karl Johans Gate 41/43, O S L O 1. Universi-tets Kokhandelen Universitetssentre, P . O . B . 307, Blindem, O S L O 3. "El Correo" solamente: A / S Narvesens Litteraturtjeneste, Box 6125, O S L O 6.
Nueva Caledonia: Reprex S A R L , B . P . 1572, NOUMEA.
Nueva Zelandia: Government Printing Office, Bookshops: Retail Bookshop-25 Rutland Street, Mail Orders-85 Beach Road, Private Bag C . P . O . , A U C K L A N D ; Retail-Ward Street, Mail Orders-P.O. Box 857, H A M I L T O N ; Retail-Cubacade World Trade Center, Mulgrave Street (Head Office) Mail Orders-Private Bag, W E L L I N G T O N ; Retail-159 Hereford Street Mail Orders-Private Bag, C H R I S T -C H U R C H ; Retail-Princes Street, Mail Orders-P.O. Box 1104, D U N E D I N .
Países Bajos: Libros solamente: Keesing Boeken B . V . , Joan Muyskenweg 22, P . O . Box 1118, 1000 B C A M S T E R D A M . Publicaciones periódicas solamente: D & N - F A X O N B.V. , Postbus 197, 1000 A D A M S T E R D A M .
Pakistán: Mirza Book Agency, 65 Shahrah Quaid-e-azam, P . O . Box 729, L A H O R E - 3 .
Panama: Distribuidora Cultural Internacional, apartado 7571, zona 5, P A N A M Á .
Paraguay: Agencia de Diarios y Revistas, Sra. Nelly de Gracia Astillero, Pte. Franco n.° 580, ASUNCION.
Perú: Liberia Studium, Plaza Francia 1164, apartado 2139, L I M A .
Polonia: Ars-Polona-Ruch, Krakowskie Przedmies-cie 7, 00-068 W A R S Z A W A ; ORPAN-Import, Palac Kultury, 00-901 W A R S Z A W A .
Portugal: Dias & Andrade Ltda, Livravia Portugal, rua de Carmo 70, L I S B O A .
Reino Unido: H M S O Publications Centre, 51 Nine Elms Lane, L O N D R E S S W 8 5 D R ; Government Bookshops: Londres, Belfast, Birmingham, Bristol, Edinburgh, Manchester; Third World Publications, 151 Stratford Road, B I R M I N G H A M B U 1 R D . Para los mapas científicos únicamente: McCarta Ltd., 122 King's Cross Road, L O N D R E S W C I X 9 D S . Para ordenar pedidos: H M S O , P . O . Box 276, LONDRES, SW8 5DT.
República Árabe Siria: Librairie Sayegh, Immeuble Diab, rue du Parlement, B . P . 704, D A M A S .
República de Corea: Korean National Commission for Unesco, P . O . Box Central 64, S E O U L .
República Democrática Alemana: Librairies internationales ou Bachhaus Leipzig, Postfach 140, 701 LEIPZIG.
República Dominicana: Librería Blasco, avenida Bolívar n.° 402, esq. Hermanos Deligne, S A N T O DOMINGO.
República Unida del Camerún: Le Secrétaire général de la Commission nationale de la République unie du Cameroun pour l'Unesco, B . P . 1600, Y A O U N D E , Librairie aux Messageries, Avenue de la Liberté, B . P . 5921, D O U A L A ; Librairie aux Frères Réunis, B . P . 5346, D O U A L A ; Centre de diffusion du livre camerounais, B . P . 338, D O U A L A ; Librairie des Editions Clé, B . P . 1501, Y A O U N D E ; Librairie Saint Paul, B . P . 763, Y A O U N D E .
República Unida de Tanzania: Dar es Salaam Bookshop, P . O . Box 9030, D A R E S S A L A A M .
Rumania: A R T E X I M , Export-import, Piata Scien-teii n.° 1, P . O . Box 33-16, 70005 B U C A R E S T I .
Senegal: Librairie Clairafrique, B . P . 2005, D A K A R . Librairie des 4 vents, 91 rue Blanchot, B . P . 1820 DAKAR.
Seychelles: N e w Service Ltd., Kingstate House, P . O . Box 131, M A H É . National Bookshop, P . O . Box 48, M A H É .
Sierra Leona: Fourah Bay, Njala University and Sierra Leone Diocesan Bookshop, Freetown.
Singapur: Federal Publications (S) Pte Ltd., Times Jurong, 2 Jurong Port Road, S I N G A P O R E 2261.
Somalia: Modern Book Shop and General, P . O . Box 951, M O G A D I S C I O .
Sri Lanka: Lake House Bookshop, Sir Chittam-palam Gardner Mawata, P . O . Box 244, C O L O M B O 2.
Sudán: Al Bashir Bookshop, P . O . Box 1118', KHARTOUM.
Suécia: Todas las publicaciones: A / B C . E . Fritzes Kungl, Hovbokhandel, Regeringsgatan 12, Box 16356, S-103 27 S T O C K H O L M 16. "El Correo" solamente: Svenska FN-Förbundet, Skolgränd 2, Box 15050, S-10465 Stockholm. (Postgiro 184692). Para las publicaciones periódicas solamente: Wennerg-ven-Wilüams A B , Box 3004, 9-104 25 S T O C K H O L M .
Suiza: Europa Verlag, Rämistrasse 5, 8024 Z U R I C H . Librairie Payot, 6, rue Grenus, 1211 G E N È V E 11. Libraries Payot en Ginebra, Lausana, Basilea, Berna, Vevey, Montreux, Neuchatel y Zurich.
Suriname: Suriname, National Commission for Unesco P . O . Box 2943, P A R A M A R I B O .
Tailandia: Nibondh and Co . , Ltd., 40-42 Charoen Krung Road, Siyaeg Phaya Sri, P . O . Box 402, B A N G K O K . Suksapan Panit, Mansion 9, Rajdam-nern Avenue, B A N G K O K . Suksit Siam Company, 1715 R a m a IV Road, B A N G K O K .
Togo: Librairie évangélique, B . P . 378, L O M É . Librairie du Bon Pasteur, B . P . 1164, L O M É , Librairie universitaire, B . P . 3481, L O M É .
Trinidad y Tabago: National Commission for Unesco, 18 Alexandra Street, St. Clair, T R I N I D A D W . I .
Túnez: Société tunisienne de diffusion, 5, avenue de Carthage, T U N I S .
Turquía: Haset Kitapevi A . S., Istiklâl Caddesi n.° 469, Posta Kutusu 219, Beyoglu, I S T A M B U L .
Uganda: Uganda Bookshop, P . O . Box 145, K A M PALA.
U R S S : Mezhdunarodnaja Kniga, M O S K V A e-loo.
Uruguay: Edilyr Uruguaya, S . A . , Maldonado 1092, MONTEVIDEO.
Venezuela: Librería del Este, avenida Francisco de Miranda, 52, Edificio Galipán, apartado 60337 C A R A C A S . D I L A E C . A . (Distribuidora Latinoamericana de Ediciones C A . ) , calle San Antonio entre A v . Lincoln y A v . Casanova, Edificio Hotel Royal, local 2, Apartado 50.304 Sabana Grande, CARACAS. .
Yugoslavia: Jugoslovenska Knjiga, Trg Republike 5/8, P . O . B . 36, 11-001 B E O G R A D . Drzavna Zalozba Slovenije, Titova C 25, P . O . B . 50-1, 61-000 L J U B L J A N A .
Zaire: Librairie du C I D E P , B . P . 2307, K I N S H A S A . Commission nationale zaïroise pour l'Unesco, C o m missariat d'État chargé de l'éducation nationale, B . P . 32, K I N S H A S A .
Zimbabwe: Textbook Sales (PVT) Ltd., 67 Union Avenue, S A L I S B U R Y .
Bonos de libros de la Unesco Se ruega utilizar los bonos de libros de la Unesco para adquirir obras y periódicos de carácter educativo, científico o cultural. Para toda información complementaria, por favor dirigirse al Servicio de Bonos de la Unesco, 7, place de Fontenoy, 75700 París.
Los números aparecidos
A partir de 1978 esta Revista se ha publicado regularmente en español. Cada número está consagrado a un tema principal.
Vol. XXX, 1978
N . ° 1 La territorialidad: parámetro político N . ° 2 Percepciones de la interdependencia
mundial N . ° 3 Viviendas humanas:
de la tradición al modernismo N . ° 4 La violencia
Vol. XXXI, 1979 .
N . ° 1 La pedagogía de las ciencias sociales: algunas experiencias
N . ° 2 Articulaciones entre zonas urbanas y rurales N . ° 3 Modos de socialización del niño N . ° 4 En busca de una organización racional
Vol. XXX1I, 1980
N . ° 1 Anatomía del turismo N . ° 2 Dilemas de la comunicación:
¿tecnología contra comunidades? N . ° 3 El trabajo N . ° 4 Acerca del Estado
Vol. XXXII1, 1981
N.° 1 La información socioeconómica: sistemas, usos y necesidades
N . ° 2 En las fronteras de la sociología N.° 3 La tecnología y los valores culturales N . ° 4 La historiografía moderna
Vol. XXXIV, 1982
91 Imágenes de la sociedad mundial 92 El deporte 93 El hombre en los ecosistemas 94 Los componentes de la música
Vol. XXXV, 1983
95 El peso de la militarización 96 Dimensiones políticas de la psicología 97 La economía mundial: teoría y realidad 98 La mujer y las esferas de poder
Vol. XXXVI, 1984
99 La interacción por medio del lenguaje 100 La democracia en el trabajo 101 Las migraciones
Edición francesa: Revue internationale .
des sciences sociales (ISSN 0304-3037), Unesco, París (Francia). Edición inglesa: International social science journal (ISSN 0020-8701), Unesco, París (Francia). Edición china: Guóji shehuikexue zazhi, Gulouxidajie Jia 158, Beijing (China).
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Toda correspondencia relativa a la presente revista debe dirigirse al redactor jefe de la Revista internacional de ciencias sociales, Unesco, 7 , place de Fontenoy, 75700 París.
Composición: Coupé S . A . , Sautron Impresión: Imprimerie des Presses Universitaires de France, V e n d ô m e © Unesco 1984