entusiasmo y obsesión. notas para una paideia en adolfo couve

6
“Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servido- res. Pasaron cinco años y el dibujo aún no estaba empezado. ‘Ne- cesito otros cinco años’, dijo Chuang Tzu. El rey se los concedió. Transcurridos los diez años, Chuang Tzu tomó el pincel y en un instante, con un solo gesto, dibujó un cangrejo, el cangrejo más perfecto que se hubiera visto” Cuento chino Entusiasmo y Obsesión: notas para una paideia en Adolfo Couve. por Cecilia Bettoni Piddo Es difícil situar a Adolfo Couve, fijar su imagen de manera más o menos acertada, medianamente definitiva, en la Historia del Arte en Chile. No solamente porque haya sido el defensor de un paradigma muy impopular –y, a primera vista, anacrónico-, sino también porque esta misma Historia del Arte en Chile es algo con lo que estamos en deuda 1 . Con el respeto que esta dificultad inicial merece, intentaré acá perfilar un territorio de trabajo a partir de dos polos anímicos que me parecen determinantes a la hora de pensar el legado de Couve: el entusiasmo y la obsesión. Sin embargo, no trataré de interpretar su legado-obra; más bien, me interesa averiguar esa otra herencia –pedagógica, si se quiere- que inaugura en Chile una antigua forma de hacer y pensar el Arte 2 . En este sentido, la presente lectura ha sido elaborada a partir de una serie de entrevistas que Couve diera a lo largo de su vida, donde fueron consignadas no sólo sus opiniones, sino, sobre todo, sus obsesiones 3 . Couve se reconocía como un melancólico sin retorno. Lo angustiaban la vejez y la muerte, al punto de afirmar que “el estado de ánimo que rige al istmo 107

Upload: alejandro-tapia-san-martin

Post on 19-Dec-2015

30 views

Category:

Documents


5 download

DESCRIPTION

Ensayo publicado en la revista Istmo, que elabora una aproximación especulativa al trabajo del pintor y escritor chileno Adolfo Couve

TRANSCRIPT

  • Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tena la de ser diestro

    en el dibujo. El rey le pidi que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu

    respondi que necesitaba cinco aos y una casa con doce servido-

    res. Pasaron cinco aos y el dibujo an no estaba empezado. Ne-

    cesito otros cinco aos, dijo Chuang Tzu. El rey se los concedi.

    Transcurridos los diez aos, Chuang Tzu tom el pincel y en un

    instante, con un solo gesto, dibuj un cangrejo, el cangrejo ms

    perfecto que se hubiera visto

    Cuento chino

    En

    tusi

    asm

    o y

    Ob

    sesi

    n

    : n

    ota

    s p

    ara

    un

    a p

    aid

    eia

    en

    Ad

    olf

    o C

    ou

    ve

    .por Cecilia Bettoni Piddo

    Es difcil situar a Adolfo Couve, fijar su imagen de manera ms o menos acertada, medianamente definitiva, en la Historia del Arte en Chile. No

    solamente porque haya sido el defensor de un paradigma muy impopular

    y, a primera vista, anacrnico-, sino tambin porque esta misma Historia del

    Arte en Chile es algo con lo que estamos en deuda1. Con el respeto que esta

    dificultad inicial merece, intentar ac perfilar un territorio de trabajo a partir

    de dos polos anmicos que me parecen determinantes a la hora de pensar el

    legado de Couve: el entusiasmo y la obsesin. Sin embargo, no tratar de

    interpretar su legado-obra; ms bien, me interesa averiguar esa otra herencia

    pedaggica, si se quiere- que inaugura en Chile una antigua forma de hacer

    y pensar el Arte2. En este sentido, la presente lectura ha sido elaborada a

    partir de una serie de entrevistas que Couve diera a lo largo de su vida, donde

    fueron consignadas no slo sus opiniones, sino, sobre todo, sus obsesiones3.

    Couve se reconoca como un melanclico sin retorno. Lo angustiaban la

    vejez y la muerte, al punto de afirmar que el estado de nimo que rige al istmo 1

    07

  • hombre es saber que se va a morir4. En este sentido, el arte encarnaba la

    resistencia, una forma de capeo, en tanto realidad que el artista logra poner

    fuera del tiempo5. Lector de Baudelaire, sabe que la lucha del artista es

    contra ese tiempo devorador y contra su bostezo, que todo lo engulle. Y sabe

    tambin que para salir victorioso pero con una victoria que asoma como

    una derrota- es necesario ceirse a las exigentes leyes del arte, articular

    un ejercicio testimonial donde se castiga el tema y el lenguaje para producir

    el cortocircuito de la belleza6. Frente a ese tiempo que transcurre de manera

    dolorosa, cada obra de arte produce una manera de despedirse de eso que

    est, desde siempre, yndose.

    De ah el rigor formal que Couve se exige a s mismo. En la lnea de Czanne,

    afirmaba que el arte no tiene nada que ver con crear (en el sentido de la

    pura expresividad desbocada), sino con realizar una traduccin de la realidad

    que slo poda lograrse desde cierta distancia. De hecho, hay pocas palabras

    tan desacreditadas en su diccionario personal como vanguardia, y cuando

    se le pregunta por la definicin de la originalidad, responde que ella es la

    resultante de una conducta, de una actitud y un rigor frente a la naturaleza y

    al hombre. Es la resultante de una retencin, de un sometimiento a las leyes

    de la pintura hasta que finalmente aflora el aporte personal. Es aprendiendo

    y estudiando lo que es original, no expresndose libremente. () De la

    disciplina aflora la originalidad.

    Y esto vale tambin para la literatura, donde, amparado en la objetividad,

    el escritor pasa a ser un descriptor, alguien que describe lo que ve, como

    mencion ms arriba, con un rigor formal muy grande. Este rigor es el

    de la sintaxis perfecta. Su tica est determinada por una comprensin del

    arte como desafo de la muerte, una suerte de trascendencia imperceptible

    donde no hay lugar para sinnimos. La traduccin que hace el realista es

    instantnea, dice Couve, es una cosa en la que se ha puesto mucho trabajo

    algo que se ha perseguido obsesivamente-, pero cuyo producto adviene con

    un solo gesto.

    En este sentido, Couve se queja de la inexactitud y del xito- de autores

    como Isabel Allende o Garca Mrquez. En cuanto a la primera, desprecia su

    lenguaje ambiguo e improvisada subjetividad; respecto del segundo, lamenta

    su promocin de una Amrica falsa, recortada bajo la luz de un realismo

    mgico que nada tiene que ver con lo Americano. Esto ltimo sera, por

    oposicin a lo que pretende el colombiano, la juntura de dos culturas la

    indgena y la espaola-, que todava no ha sido definida de manera acertada.

    Abiertamente, Couve declara que es esta definicin la que est instalada en el

    centro de su programa de escritor-artista; programa que, como mencion al

    comienzo, los escritores jvenes habran de continuar. Su misma adherencia al

    realismo est determinada por dicho programa, que es tambin la forma en

    istm

    o 1

    08

  • que l concibe la nica vanguardia posible, y que culminara con la traduccin

    al francs de este realismo europeo pasado por el cedazo americano7.

    Ms all de lo acertado o no que sea este programa, de lo viable que sea

    su realizacin, creo que su densidad y su pretensin revelan una voluntad

    paradjica: Couve es intransigente en cada uno de los puntos que lo

    componen, y al mismo tiempo desea profundamente embarcar en su

    realizacin a generaciones posteriores. De hecho, insiste en sealar que no se

    fue de Chile, sino que se qued (a diferencia, por ejemplo, de Matta, que

    jams ha pintado una cabeza, una mano, que nunca le ha dado nada a un

    joven chileno8), y se qued haciendo clases durante ms de treinta aos.

    Primero, como profesor de Pintura en el Bellas Artes; luego, abandonada la

    pintura por la literatura, como catedrtico de Historia del Arte y Esttica en

    la Universidad de Chile. Esta extraa vocacin es, me parece, un ejercicio de

    contrapeso: si el artista est siempre en la obsesin, el maestro predica el

    entusiasmo.

    En una entrevista, Raquel Correa le pregunta a Couve qu es lo que

    quiere dar a los dems. l, muy serio, muy categrico, responde: Nada

    directamente a las personas. Considero que cuando uno le da entusiasmo

    a otro, ya es mucho. Me gustara comunicar ese entusiasmo. Nadie tiene

    derecho a darle nada a los dems9. No se puede dar, pero s se puede

    transmitir. Ms adelante, dice que esto es lo que ms le gusta de la docencia:

    transmitir su experiencia, dar a los jvenes un entusiasmo real10.

    Quisiera pensar que el entusiasmo que Couve pregona es una especie de

    antdoto, el ingrediente principal de un brebaje secreto cuya accin es capaz

    de anular la sensacin de dureza exterior de la realidad. El artista reconoce

    los riesgos del mundo que le ha tocado vivir, un mundo tan sin futuro, con

    todos los valores trastocados, con la gente loca por allegar bienes materiales

    que ni siquiera pueden usar, siempre en competencia y educados en la

    competencia11 y sabe que en un escenario como este, se vuelve urgente

    educar a los jvenes en el afecto del entusiasmo. Su temor a la vejez y a la

    muerte corre paralelo a su apologa de la juventud como poca en que uno

    poda arriesgarse a hablar de todos los temas posibles, incluso aquellos que

    desconoca y precisamente porque los desconoca-. Esas aventuras van

    menguando con el tiempo, y por eso es necesario aprovechar el temprano

    entusiasmo. Bien encaminado, puede devenir el motor de una obsesin12

    mayor.

    Sin embargo, Couve reconoce lo opresiva que puede llegar a ser esta

    obsesin, hasta qu punto es capaz afectarlo profundamente: Yo escribo con

    la tercera mano. Para m es un hecho que el hombre est disociado del artista

    aunque se alimentan uno del otro. Esa dicotoma es la que produce el arte. istmo 1

    09

  • Tan decisivo fue en su obra este temple que, para justificar su migracin hacia

    la literatura, reconoci que la pintura le era demasiado fcil, porque cuando

    pintaba se senta demasiado feliz, mientras que la escritura era una especie

    de padecimiento, un dolor inmenso donde tena -al menos- la impresin de

    estar efectivamente realizando algo13. En este sentido, su intransigencia lleg

    al punto de comparar la vocacin del artista con una vocacin religiosa, que

    impone una serie de sacrificios ineludibles.

    El obsesivo es detallista. No apunta muy alto, sino con precisin. Su habilidad

    es la del hacer minucioso, paciente14. Va hasta el final del camino, y hay veces

    en que pareciera que no va a volver. A Couve le sucedi eso al menos dos

    veces. Primero con El pasaje (cuya produccin le signific no escribir nada

    durante casi diez aos); luego con La Comedia del Arte. La tercera vez,

    definitivamente, no lo logr15. Y es que para Couve, realizar una obra de arte

    era construir una realidad y lograr ponerla fuera del tiempo. Semejante tarea

    exige un esfuerzo casi sobrehumano, pues el artista se toma atribuciones que

    parecen no corresponderle; hace las cosas sin permiso, y el miedo de haberlo

    logrado o apenas intentando- lo acompaa da a da. Poner algo fuera del

    tiempo es, si se quiere, contemplar su contenido de verdad. Mirarlo de frente,

    con atrevimiento: hay que mirar al cielo y saber de qu se trata todo esto16.

    El equilibrio que se construye entre un temple y otro tiene que ver, a mi

    juicio, con la siguiente relacin: el entusiasmo sera el nimo mediante el cual

    podemos hacer sentir a otros una obsesin personal como una necesidad

    colectiva. La efectividad de esta transposicin es fundamental para determinar

    el xito de cualquier programa no slo el artstico. Quien ha mirado largo

    rato una misma cosa, la ha mirado por todos los dems. Podramos decir

    que el programa artstico de Couve consta de tres momentos o etapas: la

    primera tiene que ver con la definicin exacta de lo Americano; la segunda,

    con hacer algo bien hecho; la tercera, con ayudar a los dems. El mismo

    Couve lo sintetiza as cuando Ana Mara Foxley, en una entrevista para el

    diario La poca, le pregunta en qu cree: Creo en esta definicin del lugar

    donde estamos; creo en las cosas bien hechas; creo en poder ayudar a los

    dems, que es apasionante cuando uno se encuentra reflejado en algunas

    expresiones17. Sorprende la simpleza de su voluntad, casi tanto como nos

    sorprende su franqueza, y tendemos a confundirla con soberbia (pero no se

    trata de eso, sino, como l mismo reconoce, de vanidad). Es sobre todo este

    tercer momento el que estara mediado por el entusiasmo.

    Esta preocupacin sera lo que lo mueve a la docencia, an cuando nunca

    se haya sentido a gusto en la cofrada de los profesores. Pero ese trabajo

    sutil y silencioso, profundamente vivo al que se dedicaba en los subterrneos

    de Macul, le otorgaba una alegra indescriptible. De ah tambin el secreto

    orgullo que le provocaba el que al menos dos de sus novelas (El Picadero y

    istm

    o 1

    10

  • La Leccin de Pintura) fueran parte del programa de lectura del Ministerio

    de Educacin. Que los nios de una escuela rural de provincia, que estn

    mirando el potrero, la primavera por la ventana, lleven mis libros en sus

    bolsones, es ms que recibir el Premio Nobel18. El reconocimiento que el

    pblico, al que siempre le gusta lo que no es y pasa a llevar lo que es19, y

    los editores nunca le otorgaron, se deja entrever en ese homenaje que, sin

    saberlo, le rinden los pequeos lectores. Y es que, como profesor, Couve

    entiende que su labor consiste en transmitir esas tradiciones estupendas

    que sus profesores le cedieron. Y esta labor es siempre entusiasta20.

    Este es, para Couve, el nico compromiso que admite el arte, el nico que

    no es un compromiso externo, que no atenta contra la pureza del oficio21.

    Frente al compromiso contingente, cuya elucin muchas veces se le reproch,

    l propone uno realmente poltico con un orden y una equidad de ms

    largo alcance22. La soledad obsesiva a la que se entrega en Cartagena, esa

    existencia monacal que no admite interrupciones, se vuelve en Santiago un

    entusiasmo sin lmites: calidez a travs del hielo.

    En 1995, Claudia Donoso le pregunta por el sentido del desplazamiento

    Cartagena-Santiago. Y Couve responde: Hacer clases es una manera de

    ganarme la vida, pero yo necesito ir para all: como no soy una persona

    caritativa ni buena, al mundo le doy a travs de las clases. Me gusta ver a esos

    nios que no saben una cosa y despus salen sabiendo. A lo mejor cuando

    me est muriendo y me pregunten Y no hiciste nada por los dems?, voy

    a poder contestar: S, hice clases durante treinta aos23.

    Notas

    1 Ya lo dice Adriana Valds en el recientemente publicado Textos sobre Arte, de Enrique Lihn,

    donde apunta la necesidad de facilitar la historia del arte en Chile a partir del estudio de la

    crtica: se echan de menos miradas viables, certeras, lcidas, lo suficientemente arriesgadas

    como para emprender una relectura de lo que ha sido y es- el arte en Chile.2 La historia del arte moderno nos ha enseado que hacer y pensar no son actividades disocia-

    bles o independientes en la prctica artstica.3 Agradezco a Catalina Porzio el haberme facilitado, meses atrs, este material.4 Cecilia Valds Urrutia, La Comedia del Arte. Entrevista con Adolfo Couve (Santiago, El

    Mercurio, 1995).5 Enrique Sanhueza B., Peregrinar de Adolfo Couve por la pintura y las letras (Santiago, El

    Mercurio, 1979).6 No hay nada ms extraordinario que la ecuacin entre el lenguaje de una disciplina y el

    tema. Ambos hacen el todo que es la belleza. Ciertamente, hay que castigar un poco el tema y

    otro poco tambin el lenguaje para que ese todo sea universal. Pero el autor debe situarse,

    desde luego, en un lugar adecuado. Detesto el desequilibrio!. En Ana Mara Larran, Yo soy

    lo marginal, lo desacreditado (Santiago, Qu Pasa, 1985).7 Esto es lo que quiero algn da pasar por el Cono Sur y llevarlo de vuelta a las fuentes. Sera

    mi vanguardia. La vuelta a los orgenes con todo el contenido americano. Traducirlo y publicar

    este libro en Pars. Esa sera mi vanguardia. Lo que me va a costar, porque los franceses cuando istmo 1

    11

  • leen mis cosas las encuentran igual a las de ellos. Si otros escritores chilenos estn pegando

    fuerte all lo estn haciendo por lo extico, y yo quiero entrar por lo profundo. Debo encontrar

    editores franceses que se den cuenta de que lo que estoy mandando es un Balzac pasado

    por Amrica. En Cecilia Valds Urrutia, La Comedia del Arte. Entrevista con Adolfo Couve

    (Santiago, El Mercurio, 1995).8 Adolfo Couve, La poesa nos va a salvar. Conferencia en La Sebastiana.9 Raquel Correa, El escritor dentro del bal (Santiago, Ercilla, 1977).10 dem.11 Enrique Sanhueza B., Peregrinar de Adolfo Couve por la pintura y las letras (Santiago, El

    Mercurio, 1979).12 Obsesin no es, en el diccionario de Couve, una palabra negativa. Ms bien, es la palabra

    que l opone a creacin, y da cuenta del entusiasmo propio del hacer artstico. [Los artistas]

    son personas que estn en la obsesin porque a m me carga la palabra creacin, porque es

    nefasta- de realizar cosas y en una introspeccin que les impide relacionarse con la cuenta del

    agua, con la cuenta de la luz, con las mujeres, con los amigos, con todo. En Philippe Fardel,

    La soledad de un artista es espantosa (Santiago, El Mercurio, 1996).13 A m me cuesta mucho menos pintar que escribir. Cuando pinto estoy feliz. Pero no estoy

    creando. Se crea en el dolor noms. La felicidad va en contra del talento. El talento es dificul-

    tad. Es fe. Escribiendo lo paso psimo. En Mal Sierra, La difcil realidad de Adolfo Couve

    (Santiago, Paula, 1976).14 Es sagrado eso de comunicarse con los dems. [Los escritores profesionales] creen que bas-

    ta con tener una mquina de escribir. Y publican cuarenta novelas. Otros hacen dos novelas al

    ao. Virgilio escribi cuatro cosas y son perfectas. Baudelaire un solo libro y es un libro santo.

    En Raquel Correa, El escritor dentro del bal (Santiago, Ercilla, 1977).15 Cuesta mucho ms vivir cuando se ha desdoblado uno tras haber alcanzado una cosa in-

    temporal. Entonces se siente mucho ms el transcurso del tiempo, la vejez, lo precario de todo.

    Cuando se ha podido cincelar un prrafo, bruir una pgina, eso se vuelve en contra tuyo,

    me entiendes? Se vuelve muy inestable y precaria la existencia de uno. En Marta Blanco, En

    los desrdenes de Couve (Santiago, Paula, 1977).16 Raquel Correa, El escritor dentro del bal (Santiago, Ercilla, 1977).17 Ana Mara Foxley, Adolfo Couve: un sentimental que se castiga (Santiago, La poca,

    1989).18 Beatriz Berger, Un enamorado de la belleza (Santiago, El Mercurio, 1993).19 Raquel Correa, El escritor dentro del bal (Santiago, Ercilla, 1977).20 () yo agradezco enormemente a los profesores que me transmitieron tradiciones estu-

    pendas. Ser mejor haber triunfado afuera o haber tenido la oportunidad de ayudar a gente

    que tena el entusiasmo pero no otra opcin que ver las grandes obras en reproducciones

    diapositivas? En Carolina Ferreira, Cuando la casa es grande (Santiago, La poca, 1997).21 Y una buena obra de arte es siempre una buena obra poltica. No necesita comprometerse

    polticamente. En cambio a veces lo necesitan los hombres e incluso algunos artistas, porque

    creen que el mensaje poltico tiene que ser evidente. Son artistas ms aprehensivos que nece-

    sitan del compromiso poltico para definir ciertas cosas que el arte de por s lleva implcitas En

    Mal Sierra, En los desrdenes de Junio (Santiagom, Paula, 1970).22 M. C. G., Preguntando a un joven escritor (Santiago, El Cronista Dominical, 1976).23 Claudia Donoso, Los artistas son monjas (Santiago Caras, 1995).

    istm

    o 1

    12