entrevista a natalie perez. revista entrecasa. julio 2013

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¿Qué te deja el personaje de Camila? Estoy emparentada con el personaje. Si a mí me dicen que algo está mal pero yo siento que está bien, voy y no me quedo a mitad de camino. Camila se enamoró, se la jugó y fue para adelante sin importarle las consecuencias. ¿De tanto cantar te vas a transformar en cantante? Cuando canto desde un personaje puedo cantar lo que me pi- dan, pero cuando estoy en el rol de cantante siendo yo, arriba de un escenario, me cuesta mucho, me da pudor. Arrancaste a los 11. ¿Siempre te creíste actriz? Nunca dudé. Tengo momentos de duda, pero por cuestiones de inseguridad… Toc-toc. Alguien golpea la puerta con dos golpes sin espa- cios. “No se puede”, dice Natalie. “Es la primera vez que en mi camarín se dice no se puede. Hasta me sentí mal de decirlo”. Dice, y se ríe. Reímos. Las inseguridades vienen durante el proceso de los ensayos. En esos momentos frustrantes cuando las cosas aún no sa- len. Ahí me pregunto por qué no me dediqué a otra cosa. ¿Qué hubieras sido si no fueras actriz? No podría haber sido otra cosa. Esto es lo mas auténtico y más real que me nace. Pero siempre quise ser veterinaria, porque me encantan los animales. ¿Qué hacés cuando no actuás? Estoy leyendo Rayuela de Julio Cortázar, salgo a correr por el parque con mi perro y me encanta cocinar porque me relaja. Amaso mucho y hago tortas para regalar. Esto lo aprendí de mamá y de mi abuela. Son mis formas de entregar amor de diferente maneras. A paso firme NATALIE PEREZ SE LUCE EN EL MUSICAL CAMILA. EN PLENA MADUREZ PROFESIONAL, LA ACTRIZ Y CANTANTE CONFIESA SUS PROYECTOS Y REVELA SUS ANHELOS. SON LAS 7 DE LA tarde un jueves de junio en la vereda del tea- tro Lola Membrives en avenida Corrientes. Acá actúa Natalie Pérez en Camila, en el rol de una mujer enamoradísima de un cura (Peter Lanzani). Una mujer que ama hasta que la ma- tan. No es la primera vez que la ex Graduados participa en un musical. Ya lo hizo en El diluvio que viene. Ahora aguardamos por ella bajo la mampostería del teatro (circa 1917). La ac- triz se baja de un taxi y a medida que avanza se une a la voz de Pavarotti que brota desde el parlante de un local aledaño. Juntos cantan “O Sole Mío”. Natalie saluda y avanza, pero unas fans la interceptan como galgos a su presa para sacarse unas fotos. Ella accede y segundos después entramos. Desde el ingreso hasta el camarín nos separa un camino paralelo a la sala del teatro que se transita cuesta abajo, en penumbras y a tientas. En la otra punta se divisa una señora entrada en canas sentada en un sillón junto a un utilero que trabaja. Nos acercamos y el utilero saluda. La señora no dice ni dirá nada. Es una figura impávida de algún decorado. Son días tranquilos laboralmente para Natalie. No está gra- bando tiras, ni cine, ni nada que le ocupe gran parte del día. Sin embargo, otros detalles la tienen con inocultable nervio- sismo. Se acaba de mudar con una prima, y dejó la casa fami- liar que compartía con sus hermanos, padres y abuelos. Aún no termina de acomodarse en la nueva casa, que por ahora tiene la decoración a medio camino. Además, tiene insomnio, y ni bien se mudó se enfermó. Para colmo, su abuela está in- ternada. “¡Me está faltando el beso de mamá de todas las noches! Eso me falta, me acabo de dar cuenta”. dice Natalie, como quien descubre oro bajo sus pies. A pesar de ser porteña, Nata- lie está cansada de la ciudad, y en los momentos previos a dormir, fantasea con la idea de vivir en un campo, tener una familia, hijos y trabajar en lo que le gusta: la actuación. Para comprar un campo guarda sus ahorros, trabajo casi siempre hay. Para lo otro, todavía espera al compañero perfecto. ¿Entonces no tenés novio? No. Por eso no tengo nada de todo esto que te estoy contan- do. Ni hijos, ni campo ni nada. ¡Si tuviera novio, no estaría viviendo con mi prima! TEXTO Juan Pablo Margutti MUJERES Las inseguridades vienen durante los ensayos. En esos momentos frustrantes cuando las cosas todavía no salen. REPO EC/28

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¿Qué te deja el personaje de Camila? Estoy emparentada con el personaje. Si a mí me dicen que algo está mal pero yo siento que está bien, voy y no me quedo a mitad de camino. Camila se enamoró, se la jugó y fue para adelante sin importarle las consecuencias.

¿De tanto cantar te vas a transformar en cantante? Cuando canto desde un personaje puedo cantar lo que me pi-dan, pero cuando estoy en el rol de cantante siendo yo, arriba de un escenario, me cuesta mucho, me da pudor.

Arrancaste a los 11. ¿Siempre te creíste actriz? Nunca dudé. Tengo momentos de duda, pero por cuestiones de inseguridad…

Toc-toc. Alguien golpea la puerta con dos golpes sin espa-cios. “No se puede”, dice Natalie. “Es la primera vez que en mi camarín se dice no se puede. Hasta me sentí mal de decirlo”. Dice, y se ríe. Reímos.Las inseguridades vienen durante el proceso de los ensayos. En esos momentos frustrantes cuando las cosas aún no sa-len. Ahí me pregunto por qué no me dediqué a otra cosa. ¿Qué hubieras sido si no fueras actriz?No podría haber sido otra cosa. Esto es lo mas auténtico y más real que me nace. Pero siempre quise ser veterinaria, porque me encantan los animales. ¿Qué hacés cuando no actuás?Estoy leyendo Rayuela de Julio Cortázar, salgo a correr por el parque con mi perro y me encanta cocinar porque me relaja. Amaso mucho y hago tortas para regalar. Esto lo aprendí de mamá y de mi abuela. Son mis formas de entregar amor de diferente maneras.

A paso firme NATALIE PEREZ SE LUCE EN EL MUSICAL CAMILA. EN PLENA MADUREZ PROFESIONAL, LA ACTRIZ Y CANTANTE CONFIESA SUS PROYECTOS Y REVELA SUS ANHELOS.

SON LAS 7 DE LA tarde un jueves de junio en la vereda del tea-tro Lola Membrives en avenida Corrientes. Acá actúa Natalie Pérez en Camila, en el rol de una mujer enamoradísima de un cura (Peter Lanzani). Una mujer que ama hasta que la ma-tan. No es la primera vez que la ex Graduados participa en un musical. Ya lo hizo en El diluvio que viene. Ahora aguardamos por ella bajo la mampostería del teatro (circa 1917). La ac-triz se baja de un taxi y a medida que avanza se une a la voz de Pavarotti que brota desde el parlante de un local aledaño. Juntos cantan “O Sole Mío”. Natalie saluda y avanza, pero unas fans la interceptan como galgos a su presa para sacarse unas fotos. Ella accede y segundos después entramos. Desde el ingreso hasta el camarín nos separa un camino paralelo a la sala del teatro que se transita cuesta abajo, en penumbras y a tientas. En la otra punta se divisa una señora entrada en canas sentada en un sillón junto a un utilero que trabaja. Nos acercamos y el utilero saluda. La señora no dice ni dirá nada. Es una figura impávida de algún decorado. Son días tranquilos laboralmente para Natalie. No está gra-bando tiras, ni cine, ni nada que le ocupe gran parte del día. Sin embargo, otros detalles la tienen con inocultable nervio-sismo. Se acaba de mudar con una prima, y dejó la casa fami-liar que compartía con sus hermanos, padres y abuelos. Aún no termina de acomodarse en la nueva casa, que por ahora tiene la decoración a medio camino. Además, tiene insomnio, y ni bien se mudó se enfermó. Para colmo, su abuela está in-ternada. “¡Me está faltando el beso de mamá de todas las noches! Eso me falta, me acabo de dar cuenta”. dice Natalie, como quien descubre oro bajo sus pies. A pesar de ser porteña, Nata-lie está cansada de la ciudad, y en los momentos previos a dormir, fantasea con la idea de vivir en un campo, tener una familia, hijos y trabajar en lo que le gusta: la actuación. Para comprar un campo guarda sus ahorros, trabajo casi siempre hay. Para lo otro, todavía espera al compañero perfecto. ¿Entonces no tenés novio?No. Por eso no tengo nada de todo esto que te estoy contan-do. Ni hijos, ni campo ni nada. ¡Si tuviera novio, no estaría viviendo con mi prima!

TEXTO Juan Pablo Margutti

MUJERES

Las inseguridades vienen durante los ensayos. En esos momentos frustrantes cuando las cosas todavía no salen.

REPO EC/28

EC/29