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ENTRE LA 11 CUMBR[ y LA [)ETENCION DE P'INOCHET CHILE 1998 Fl,ACSO Biblioteca Flacso-Chile

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ENTRE LA 11 CUMBR[

y LA [)ETENCION DE

P'INOCHET

CHILE 1998

Fl,ACSO • Biblioteca

Flacso-Chile

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Entre la II Cumbre y ladetención de Pinochet, Chile 1998

Las opiniones que se presentan en lostrabajos, así como los análisis e interpre­taciones que ellos contienen, son deresponsabilidad exclusiva de sus autores y

. no reflejan necesariamente los puntos devista de FLACSO-Chile, ni de lasinstituciones a las cuales se encuentranvinculados.

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Ninguna parte de este libro/documento,incluido el diseño de la portada, puede serreproducida, transmitida o almacenada demanera alguna ni por algún medio, ya seaelectrónico, mecánico, químico, óptico, degrabación o de fotocopia, sin autorizaciónde FLACSO-Chile.

La publicación de este libro, que recogeparte de las actividades de FLACSO, hasido posible gracias a la colaboración de laFundación Ford, The William and FloraHewlett Foundation y la Fundación JohnD. and Catherine T. MacArthur, a travésdel apoyo a los diversos programas de lainstitución.

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322(83)F572

FLACSO-ChileEntre la II Cumbre

Pinochet, Chile 1998,FLACSO-Chile 1999

334 p.ISBN: 956-2Ü5-134-X

y la detención deSantiago, Chile:

ENCUESTAS POLITICAS I DERECHOS HUMANOS ITRANSICION POLITICA I DESARROLLO ECONOMI­CO I DESARROLLO POLITICO I ANALISIS POLITICO IPARTICIPACION POLITICA I PARTICIPACION SO­CIAL I JUVENTUD I MUJERES I POBLACION INDIGE­NA I INTEGRACION ECONOMICA I POLITICA EXTE·RIOR I PARTIDOS POLITICOS I CHILE

© 1999, FLACSO-Chile. Inscripción W 109.675. Prohibida su reproducción.Editado por FLACSO-Chile, Leopoldo Urrutia 1950, ÑuñoaTeléfonos: (562) 225 7357-225 9938-225 9655 Fax: (562) 225 4687Casilla electrónica: [email protected] en Internet: http://www.flacso.cl

Producción editorial: Indira Palacios, Marcela Zamorano, FLACSO-ChileDiagramación interior: Marcela Contreras, FLACSO-ChileDiseño portada: A-DOS DiseñadoresImpresión: LOM Ediciones

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INDICE

PresentaciónFrancisco Rojas Aravena

CHILE Y LAS AMEIUCAS

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Nuestros miedos 11Norbert Lechner

Visiones latinoamericanasi Latinobarómetro 1998 29Marta Lagos C.

El penúltimo año del siglo en América Latina 47Gabriel Gaspar T.

El proceso de Cumbres Hemisféricas: la nueva : .genda de 63cooperación en las AméricasCarlos Portales C.

POLITICA: EL PROCESO CONTRA PINOCHE r y LOSDERECHOS HUMANOS

Balance de la Política de Derechos Humanos en la transición 87chilena a la DemocraciaJosé Zalaquett

Pinochet y la justicia. Una reflexión sobre los cam bíos en el 99derechoRogelio Pérez: P.

El juicio de la historia. Espectros de pasado 113Detle!Nolte

Las agendas del sector Defensa y Pinochet 125José Luis Diaz

Reacciones de la Cancillería chilena durante el caso. ·inochet 137CEDOC

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CIUDADANIA, PARTICIPACION y POLITICASSOCIALES

Chile 1997-1998. Las revanchas de la democratización 153incompletaManuel Antonio Garretón M.

Participación en políticas sociales: percepción de los usuarios 167Marcela Noé E.

El control ciudadano de la Plataforma de Beijing: un proceso 191social en construcciónTeresa Valdés E., Indira Palacios V.

Rediseño de los partidos políticosCarlos Eduardo Mena K.

La problemática indígena en el Chile actualGerardo Zuñiga N.

Adolescentes/Jóvenes: que poco sabemos de ellosJosé Olavarría A.

ECONOMIA

217

229

255

La economía chilena en 1998 279Osear Muño; G.

Chile en la Cuenca del Pacífico. La importancia de APEC 295Andrés Angula F.

RELACIONES EXTERIORES

Los desafíos de la política exterior chilena durante 1998 303Paz V. Milet G.

Chile-Perú: revisando las agendas con una mirada de futuro 311Francisco Rojas Aravena

El programa de Cooperación Horizontal de Chile 321Sergio Gómez E.

Autores 334

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CHILE ~( LAS AMERIC)\.S

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NUESTROS MIEDOS

Norbert Lechner

En los últimos diez a veinte años América Latina ha esté do bajo el signode la modernización. A diferencia de la fase anterior, é ta es impulsadapor el mercado y una inédita globalización de los fluj )s financieros einformáticos. Tiene lugar una "puesta al día"· de las estructuraseconómicas que muestra algunos resultados auspici )SOS; en 1997,acorde al balance preliminar de CEPAL, las econom as de la regiónregistraron el mejor desempeño en un cuarto de siglo. la tasa media decrecimiento alcanzó el 5,3% y la tasa media de inflaci. m fue inferior a11%. Dicho proceso de modernización va más (; llá del ámbitoeconómico; se trata de un proceso de racionalización SOl ial que afecta alconjunto de la sociedad. Modifica tanto la estructura social como laesfera de la política, tanto la sociabilidad cotidiana cOI 10 los universossimbólicos y los mapas mentales. Toda la organización Ie la vida socialse encuentra en entredicho. Parece que estamos nue 'amente en unaépoca umbral, potenciada por el clima propio de un fin de milenio,donde las rutinas ya no sirven.

Chile representa un buen ejemplo para estudiar las paradojas de lamodernización en curso. En los últimos doce años ,1 país tiene uncrecimiento económico sostenido de un 7% anual, redu ce la inflación yel desempleo a tasas de 6% e incrementa las remunerac ones en casi 4%anual. Paralelamente, a pesar de -o precisamente a re íz de- ese buendesempeño de las variables macroeconómicas, existe UI difuso malestarsocial. Diversos estudios (Campero 1998, Martínez 19( 8, PNUD 1998)coinciden en señalar la encrucijada: los avances de la n odernización noguardan relación con la subjetividad de la gente. Ta sintonía no esbaladí desde un punto de vista normativo que mira a las personas entanto sujetos efectivos del desarrollo. También es rel rvante desde unpunto de vista analítico, pues la percepción subje tiva decide, en

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definitiva, cómo la gente aprecia las oportunidades y amenazas deldesarrollo. En resumidas cuentas, la relación de modernización ysubjetividad se revela como una tensión problemática de la cualdebemos hacernos cargo.

La subjetividad importa. No sabemos cuanto ni cómo, pero la vida nosenseña que ella es tan real y relevante como las exigencias de lamodernización. La subjetividad es un fenómeno complejo que abarcavalores y creencias, disposiciones mentales y conocimientos prácticos,normas y pasiones. Me referiré a un aspecto acotado: los miedos. Losmiedos son una motivación poderosa de la actividad humana y, enparticular, de la acción política. Ellos condicionan nuestras preferenciasy conductas tanto o más que nuestros anhelos. Son una fuerte pasiónque, con mayor o menor inteligencia, nos enseña la cara oculta de lavida.

Del Informe del PNUD sobre el Desarrollo Humano en Chile 1998 sedesprenden pistas sugerentes para una reflexión sobre algunasinseguridades que subyacen al malestar. El material empírico permitedistinguir tres tipos de miedos:

- el miedo al Otro, que suele ser visto como un potencial agresor;- el miedo a la exclusión económica y social;- el miedo al sinsentido a raíz de una situación social que parece estarfuera de control.

A continuación esbozaré -en una interpretación estrictamente personalde los antecedentes- algunos temas estratégicos del proceso chileno enla perspectiva de un Desarrollo Humano. ¿Qué desafíos planteannuestros miedos para lograr un desarrollo donde las personas sean elsujeto y beneficiario del proceso?

1. El miedo al Otro

Los miedos de la gente tienen una expresión sobresaliente: el miedo aldelincuente. La delincuencia es percibida como la principal amenazaque gatilla el sentimiento de inseguridad. Sin ignorar las altas tasas dedelitos en todas las urbes latinoamericanas, llama la atención que lapercepción de violencia urbana es muy superior a la criminalidadexistente. Por ende, no parece correcto reducir la seguridad pública a un"problema policial". Probablemente la imagen del delincuenteomnipresente y omnipotente sea una metáfora de otras agresiones

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Nuestros Miedos Norhert Lechner

difíciles de hacer. El miedo al delincuente parece crisi alizar un miedogeneralizado al otro. Varias razones alimentan esa des .onfianza en lasrelaciones interpersonales.

1•1 La mala memoria

Nuestros miedos tienen historia. A veces una historia nuy reciente: elsignificado actual del delincuente no está lejano de lo r [ue representabaayer el "extremista" o el "delator". La experiencia trat mática de Chileha dejado heridas sin cicatrizar. El tupido velo del sile icio no las hacedesaparecer. Es tanto el miedo a los miedos del pasado ( ue los negamos.Es imposible vivir sin olvido, pero ni siquiera percibim. .s lo compulsivode nuestros 01vidos. Tenernos mala memoria (De la Parra 1997). Omiedo a la memoria. No sabemos qué olvidar, qué re .ordar. No basta"mirar al futuro". La5 expectativas están cargadas de experienciaspasadas, de sus miedos y esperanzas. Para hacer futuro, previamente hayque hacer memoria.

El peso de la noche parece no haberse disipado. Los conflictossilenciados conservan actualidad. Cualquier evento P iede activar losfantasmas del pasado. Tal vez desconfiamos del otro pe rque tememos alconflicto. El otro representa una amenaza de conflicto .. unenaza no sólode agresión física, agresiva es también la vida diaria en una sociedadcompetitiva. Cuando crecen las dudas acerca de "lo p 'opio" aumentanlos miedos al "invasor'. Los miedos hablan de nosot .os. ¿No será elmiedo al agresor un miedo a nuestra propia agresividad? Posiblementedesconfiamos por sobre todo de nuestras propias capac dades (psíquicase institucionales) de manejar conflictos. Si entenderno: por democraciala institucionalización de los conflictos, su funcionami ento depende denuestra capacidad de abordar y resolver conflictos. ¿Hémos aprendido atolerar, negociar y decidir las luchas de intereses y l.s diferencias deopinión?

Asumir la historia implica confesar nuestra vulnerabili dad. Precariedadde las condiciones materiales de vida y, por sobre todo, precariedad denuestra convivencia, de nuestras identidades, de I uestras ideas ycategorías. Una precariedad reñida con el exitismo. E 11 un país dondetodos quieren ser ganadores, no es fácil declararse vuln erable. A lo más,nos quejamos de los problemas que impiden mayor es éxitos; pocasveces nos interrogamos acerca de los criterios de éxito. Demasiado fácilse toman los resultados obtenidos por los resultados po ibles. Se pasa dela constatación "el sistema funciona bien así" a la con .lusión falaz que

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"el sistema no funciona bien sino así". Ello acalla las dudas eincertidumbres, pero también la crítica y la innovación.

Los miedos son fuerzas peligrosas. Pueden provocar reaccionesagresivas, rabia y odio que terminan por corroer la sociabilidadcotidiana. Pueden producir parálisis. Pueden inducir al sometimiento.Los miedos (como el miedo al sida) son presa fácil de la manipulación.Hay "campañas del miedo" que buscan instrumentalizar y apropiarse delos temores para disciplinar y censurar. Más difusos son los temores ymás tentador exorcizarlos mediante drásticas invocaciones de laseguridad. A veces la seguridad toma forma de cárcel. Entonces, ¿cómolograr una seguridad en el ámbito de la libertad? Hay que conversar losmiedos. Sacarlos de la oscuridad. Darle nombre. Sólo entonces somoscapaces de compartir los miedos, de acotarlos y enfrentarlos.

Tanto los miedos como la seguridad son un producto social. Tienen quever con nuestra experiencia de orden. Cualquier evento puedetransformarse en una amenaza vital cuando no nos sentimos acogidos yprotegidos por un orden sólido y amigable. ¿Cuál es empero la vivenciade nuestro entorno inmediato? El barrio y la ciudad suelen ser vividoscomo algo ajeno y adverso, disgregado y carente de significadoemocional. Si no sentimos aprecio y orgullo por nuestro hábitat máscercano, difícilmente nos apoderamos del orden social como algo propioy valioso. La fragilidad del orden tiene no sólo un trasfondo histórico;tiene que ver también con un estilo de modernización que no echa raícesen la subjetividad de la gente.

1.2 La fragilidad del nosotros

Si el extraño causa alarma, es porque desconfiamos de nuestras propiasfuerzas. El miedo a los otros es tanto más fuerte cuanto más frágil es el"nosotros". La modernización rompe con el estrecho mundo señorial deantaño y abre amplias "zonas de contacto". Incrementa lastransacciones, pero no genera necesariamente lazos sociales. La mayoríade las relaciones suelen ser anónimas y fugaces. Apenas se conoce alvecino. Vemos día a día cómo los procesos de secularización,diferenciación y mercantilización de la sociedad moderna, potenciadospor la globalización, socavan las identidades colectivas. Se debilitan loscontextos habituales de confianza y sentido. La familia, la escuela, laempresa, el barrio, la nación ya no son lugares evidentes de integracióne identificación. Los nuevos lugares públicos -centros comerciales,estadios de fútbol, recitales de rock- ofrecen nuevos rituales, pero no

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Nuestros Miedos Norbert Lechner

conforman lazos de cohesión social. Crecen las "tribu:", agrupacionesmóviles y flexibles, que comparten emociones, símb ilos e interesespuntuales, pero sin la autoridad y duración necesari 1S para ofrecernormas y creencias estables.

Con la erosión de las identidades colectivas tambiér se dificulta laidentidad individual. ¿No es paradójico que el indivi luo -pilar de lamodernidad- pierda su cuadro habitual de inserción? Entre los añostreinta y setenta la "modernidad organizada" (Wagner 1 )97) brindaba alindividuo un marco normativo, cognitivo y organizativc para estructurarsu lugar en el mundo. Su crisis (tematizada como posrr odernidad) hacetambalear los modelos de socialización, la distribuci. m de roles, losplanes de vida. Nuestro Yo, liberado del Nosotros, se encuentra en unaespecie de ingravidez societal. Ya no se trata sólo del r .iedo al Otro; esel miedo a uno mismo. La inseguridad brota de mi misrr J.

El individuo autónomo y racional sigue siendo el fu adamento de lademocracia liberal y de la convivencia diaria. Pero, ¿e e qué individuoestamos hablando? El discurso prevaleciente sobre el ¡ ndividuo resultaabstracto. El énfasis en el individuo como "unidad" de a vida social noha sido acompañado por una reflexión acerca del iroceso real deindividuación. ¿Cuál es el balance, visto en perspectiva histórica, de esatarea civilizatoria? La promesa de individualidad, .jue adelantó lamodernidad, parece revocada a diario por el individ 10 atemorizado,aislado, anestesiado de nuestra sociedad. Al hablar de nuestros miedoshay que hablar también de las dificultades de ser indivi luo en medio deun "individualismo negativo" (Giddens 1995).

La precariedad del nosotros acentúa la retracción al h ogar. La familiaaparece como el último refugio frente a las fuerzas has iles del entorno.Ella representa no s6/0 el principal apoyo en cas > de problemaseconómicos; ella suele ser igualmente la (casi) única re serva de sentidode cara a los dilemas morales y afectivos. Particularrr ente en sectoresmedios y bajos, la familia depende exclusivamente de sus propiosrecursos económicos y normativos para enfrentar una multiplicidad detareas: desde la enfermedad y la precariedad laboral t asta los peligrosde delincuencia, drogadicción o de embarazo precoz. \. las exigenciasexternas se añaden las tensiones internas, generadas por la incorporaciónde la mujer a un empleo remunerado. La pareja ya no p iede apoyarse enlos roles heredados. En tales circunstancias, el halar deviene unafortaleza asediada por TOdas las inseguridades y la fa¡ iilia comienza asufrir una sobrecarga notoria. Y por si fuera poco, se la imputa laresponsabilidad de socializar las normas y los valores elle cohesionan la

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vida social. En una época marcada por la descomposición yrecomposición de la vida familiar, la defensa de los "valores familiarestradicionales" no sólo resulta vacua; además inhibe reformular elsignificado de la familia en el nuevo contexto.

1.3 La erosión del vínculo social

La cara banal del miedo es la "sociedad desconfiada" (Fitoussi &Rosanvallon 1997; Paramio 1997). Las inseguridades generanpatologías del vinculo social y, a la inversa, la erosión de la sociabilidadcotidiana acentúa el miedo al otro. No es casual el reciente interés por laconfianza. En efecto, ¿qué queda cuando se desvanecen los grandesrelatos, las identidades nacionales, las tradiciones consagradas, lospaisajes de la infancia? La vida social sigue, por cierto; sigue en base amúltiples redes de interacción, formales e informales. Día a díarepetimos actos de confianza y establecemos alguna relación decooperación. Las organizaciones no gubernamentales y sin fines delucro se multiplican. Simultáneamente empero, suponemos que losdemás son agresivos, egoístas, insolentes y dispuestos a pasar porencima de cadáveres con tal de lograr sus propósitos. Es decir, lapresencia de las redes asociativas al nivel microsocial parece desdichapor su ausencia al nivel macrosocial. 0, mejor dicho, a la experienciapráctica de cooperación se sobreponen un discurso y una imagen dedesconfianza.

La imagen de sociedad desconfiada nos habla de la desconfianza ennosotros mismos, en la fuerza de nuestros lazos. La erosión del vínculosocial tiene, en el caso chileno, razones históricas. Pero además reflejael impacto de la actual estrategia de modernización. Esta incrementa laautonomía y libre elección del individuo, que conquista nuevasoportunidades de iniciativa y creatividad. Hace estallar las viejasataduras, pero sin crear una nueva noción de comunidad. La celeridaddel proceso y la expansión del mercado a ámbitos extra-económicos(como educación, salud o previsión) tienden a modificar profundamentenuestra mirada de la sociedad y el significado cultural de "vivir juntos"(Touraine 1997). Prevalece una visión individualista del mundo, de susoportunidades y sus riesgos. Dicho esquemáticamente: los procesos deindividuación desembocan en procesos de privatización. Privatizaciónde normas y conductas, privatización de riesgos y responsabilidades.Ello debilita la integración de la vida social y -como muestra el miedo ala delincuencia- deja al individuo desamparado.

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El vínculo social representa un patrimonio de conocim entos y hábitos,de experiencias prácticas y disposiciones mentales qie una sociedadacumula, reproduce y transforma a lo largo de gen .raciones. Es el"capital social" de un país (Putnam 1993,1995). Y, co no todo capital,su desarrollo exige un entorno favorable. Pues bien, .abe dudar si laactual estrategia de modernización favorece el despli :gue de nuestro"capital social". Las políticas neoliberales no valoran la experiencias dela gente, no dejan lugar al ocio, no fomentan la zcción colectiva.Interiorizando las exigencias de productividad, ,ompetividad yflexibilidad se hace más difícil "producir sociedad": da 'le densidad a lainteracción social y espesor simbólico a la vida en corm n.

El capital social es una "red de redes". Exige lazos acti 'os de confianzay cooperación, conversaciones fluidas sobre asuntos d ~ interés común.Exige la participación y articulación de un sinnúr iero de actoresorganizados (desde Rotary hasta asociaciones le vecinos) yagrupaciones informales (bandas juveniles, alcohó icos anónimos,grupos literarios, etc.). De esa trama depende en buen grado lacapacidad organizativa, gerencial e innovadora de un país para hacerfrente a la competencia internacional. Ella generó. el "clima deconfianza" tan requerido por la inversión extranjera. J or el contrario,una desregulación excesiva erosiona el marco normativ ) del "fair play".Se vislumbra pues una situación paradójica: la misi ta estrategia demodernización que exige un fuerte capital social, pu .de debilitarlo yprovocar una real pérdida de capital.

El capital social se encuentra asociado al desempeño y . :1 credibilidad delas instituciones políticas (Putnam ]993; Inglehart 19S7). A la inversa,experiencias de desconfianza en la vida cotidiana afectan igualmente laconfianza en la política. En efecto, estudios de opiniói pública indicanque los chilenos "no confían en los políticos ni en las institucionespolíticas mostrando un creciente cinismo político, a tiempo que sealejan progresivamente de su adhesión a los partidos pe líticos (lo que sedemuestra en el sistemático aumento de quienes se a itodefinen comoindependientes)". (Manzi-Catalán 1998,555).

2. El miedo a la exclusión

Nuestros miedos se expresan fundamentalmente el las relacionesinterpersonales. Pero están igualmente presentes en t. relación de laspersonas con los sistemas funcionales. Los chilenos r -conocen que susituación general, su situación educacional, labo 'al, previsional,

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etcétera, es mejor que la de sus padres. En efecto, la modernización delpaís amplió el acceso a empleos y educación, mejoró los indicadores desalud, estableció la contratación individual de la previsión; en suma,agilizó el funcionamiento de los diversos sistemas. Sin embargo, lagente desconfía. No confía en lograr una educación y capacitaciónadecuada. Incluso quienes tienen empleo temen quedar excluidos de unmercado laboral muy dinámico y competitivo. Quedar excluidos, porende, de los sistemas de salud y previsión. Excluidos del consumo debienes y servicios en una sociedad donde prestigio social y autoestimase encuentran muy vinculados al estilo de vida. En suma, las personastemen quedar excluidas del futuro.

2.1 Las deficiencias de los sistemas

La desconfianza de la gente de obtener protección contra las infortuniosy de poder aprovechar efectivamente las mayores oportunidades no esarbitraria. Quiero destacar tres factores que provocan un sentimiento dedes validez e impotencia.

La deficiencia principal radica en el acceso desigual a los sistemasfuncionales. Las posibilidades de la gente de acceder a los bienesbásicos (educación, salud o previsión) se encuentran fuertementecondicionadas por su nivel socioeconómico. Las desigualdades deingreso se vuelven humillantes cuando dificultan obtener niveles básicosde salud y previsión. Comparando los propios sacrificios con la riquezaexultante de otros, nace el sentimiento de un trato injusto, de aportar a lasociedad más de lo que se recibe de ella (Campero 1998). En el caso delos chilenos que viven en situación de pobreza (uno sobre cuatro),nisiquiera están en condiciones de elegir y asumir las oportunidades ylos riesgos de la modernización. Tales desigualdades en aspectosfundamentales de la vida de cada uno, socavan el "discurso de laigualdad" como marco de referencia para desarrollar las diferenciassociales legítimas.

Otra deficiencia proviene de la excesiva monetarización de losproblemas. El dinero es un mecanismo eficaz para formalizar los flujossociales y prolongar cadenas de acción. La monetarización abreposibilidades al reducir la complejidad social, hacerla comprensible ymanejable. Una monetarización abusiva, en cambio, cierra posibilida­des. Ella excluye a personas sin recursos financieros de serviciosbásicos. Pero además, excluye fenómenos no traducibles en precios. Lamercantilización no valora el significado de una palabra, la importancia

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Nuestros Miedos Norbert Lechner

afectiva de una cosa. Ella es insensible a demandas de reconocimiento,integración y amparo. Por lo tanto, no logra procesar al ecuadamente lasdemandas de trabajo, educación, salud o previsión. l iichas demandastienen, más allá de su relevancia material, una fuerte carga simbólicapara las personas. Pienso en los sentimientos de dignid id, identificacióne integración que generaba anteriormente el trabajo; ignificados muydebilitados en la nueva organización de las empresas. Actualmente, laprivatización de ciertos servicios públicos, reconduc idos a contratosprivados e individuales, tiende a eliminar la dimensi in simbólica sinofrecer una compensación equivalente. Por cierto, no es tarea delmercado, por eficiente que sea, generar lazos de arrai ;0 y pertenencia.El Estado chileno, por su parte, siendo la instancia principal de laspolíticas sociales, no tiene un discurso (una representar ión colectiva) dela sociedad. Entonces, aunque las prestaciones mejore 1, la gente no sesiente acogida y protegida, reconocida y respetada ce no partícipes deuna comunidad.

El sentimiento de desprotección tiene que ver igualme rte con un nuevotipo de amenazas. Cada vez hay más riesgos producir os por la mismasociedad. Por ejemplo, las enfermedades mentales y ne viosas generadaspor el actual estilo de vida. O la flexibilización de l empleo por ladescentralización empresarial en redes y la desagreg ición del trabajomediante subcontratación, aprovisionamiento sub .idiario, trabajoparcial, empleo por cuenta propia o consultorías. Nu .stras sociedadespueden estar más o menos bien preparadas para los infortunios"naturales", pero tienen dificultades en asumir las trai isforrnaciones encurso y los debidos mecanismos de protección. Ello se Jebe, en parte, alprotagonismo del mercado. Este suele anticipar proble nas en tanto sontraducibles a precios, pero no contempla los costos y . esponsabilidadessociales (por ej. reconversión o desempleo). Ello puede provocarfrustración. La gente se siente forzada a participar e I un "modelo dedesarrollo" que, por su parte, no se hace cargo de toe os los problemasque conlleva. El resultado suele ser una mezcla de desv alidez y rabia, derebeldía y desconexión.

Particularmente la desconexión puede transformarse en una estrategia desobrevivencia. Para defenderse, al menos subjeti: amente, de lasdinámicas de exclusión, la gente se retrotrae a su n undo individual.Cuando recorre -corno en el zapping delante del telev sor- las distintasopciones ofrecidas, sin comprometerse con ningu la, logra gozarmomentáneamente el sentimiento de controlar su des ino. El placer (oilusión) de la desconexión puede ser una estrategi 1 válida para elindividuo, pero me pregunto por su impacto sobre la in egración social.

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2.2 Una demanda de complementariedad

FLACWJ-Chile

El miedo a la exclusión está estrechamente vinculado a un rasgofundamental de la sociedad actual: la creciente autonomía de las lógicasfuncionales. En la medida en que la racionalización social avanza, lossistemas parecen adquirir vida propia, independizarse de los sujetos, yobedecer exclusivamente a su "lógica" interna. El proceso tiene unadoble cara. Por un lado, parecen disminuir efectivamente lasposibilidades de disposición e intervención social. Es bien sabido yaprendido, que el control político del sistema económico tiene límitesestrechos. Cabe preguntarse empero cuán inmutables e ineludibles sondichas lógicas. Tal vez las supuestas "jaulas de hierro" seanconvenciones conversables, o sea, modificables por acuerdo social. Dehecho, son bienes públicos y materia de intervención política lo que unasociedad defina como tales. Definimos pues los límites que tiene laautonomía de los sistemas cuando definimos los límites de la política.

Hoy por hoy, sin embargo, las "lógicas de sistema" se erigen enverdaderos "poderes fácticos". El discurso neoliberal "naturaliza" loscambios en curso (Bourdieu 1998). La "lógica de mercado" ilustra latransfiguración de una "racionalidad de sistema" en una especie dehecho natural, supuestamente inamovible, que se impone a las espaldasde la gente. Pero también el sistema político se vuelve cada vez másautoreferido e impermeable a influencias externas.

Las personas sienten que sus miedos y anhelos, sus motivaciones yafectos para nada cuentan; que ellas son simples agentes de unengranaje abstracto. Ello nos indica la otra cara de la crecienteautonomía de los sistemas. La consolidación de una lógica abstractatiende a aniquilar la vida concreta, a descartar los mil pliegues de lasubjetividad, a eliminar los detritos de la experiencia, lo que no fue peropudo haber sido. Blanquea la memoria de las pérdidas. Y, mirando alfuturo, acota lo posible. Tiende a reducir las posibilidades a lo factibleen el marco de lo dado. A reducir la subjetividad a su utilidad para lossistemas funcionales. Ahora bien, la subjetividad produce y requieretales cauces estructurales, pero no se agota en ellos. Ni los sujetospueden disponer libremente de las lógicas funcionales, ni los sistemaslogran apropiarse completamente de la subjetividad. También lainstrumentalización de la subjetividad tiene un límite. La subjetividadsiempre produce un excedente extra-sistémico, un "plus" que desbordacualquier institucionalización. ¿Qué pasa con ese excedente, con esasubjetividad denegada?

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Nuestros Miedos Norberr Lechner

Quiero hacerme cargo de una interpretación frecuente que atribuye elsentimiento de inseguridad a un "exceso de expectati: as" de la gente,que no logra ser satisfecho por [os sistemas. Visto a~ í, el miedo a laexclusión no sería sino el resultado de una moderniza: ión insuficiente.La solución radicaría en un funcionamiento más :ficiente de lossistemas. Pues bien, más allá de las deficiencias señala Ias, el problemade fondo parece ser otro. La interpretación presupone q Le expectativas ysatisfacción se encuentran en un mismo ámbito cuan ío posiblementeoperen en registros diferentes. ¿No estaremos ante exp .ctativas que, enparte, no pueden ser satisfechas por los sistemas en u forma actual?Tomemos el trabajo que es no sólo la principal fuente de ingreso, sinoigualmente el ámbito donde las personas hacen una ex] eriencia vital delo que puede ser la dignidad, el reconocimiento y la i itegración a unatarea colectiva. Por lo tanto, la precarización del em ileo (aunque noafecte a las remuneraciones y al desempleo) afecta e sa experiencia yacentúa las demandas no-materiales. Parecen ser fundar tentalmente esasexpectativas las que a.limentan tanto la desafección iolítica como lademanda de Estado.

Me parece más plausible concebir la tensión entre SI jetos y sistemascomo una relación de complementariedad. Esta pued: adoptar formasdiversas. Una de ellas, la más conocida, es la que el cama el Estado.Entre los años veinte y setenta el Estado fue la instanc a privilegiada demediación entre la subjetividad (más y más dife renciada) y lasexigencias de la modernización económica. Sobre este trasfondohistórico se entiende que, por exitosas que Layan sido lasprivatizaciones, por dinámica que sea la iniciativa pri rada en Chile, lareivindicación de un Estado activo persiste. En el fone o, ella reivindicauna forma de comunidad que logró articular las demai das sociales y laregulación económica en un contexto de sentido Vi lido para todos.Observamos cómo esa "comunidad" se hace añicos m el proceso deglobalización, quedando pendiente una forma nuevr de integración.Posiblemente sea esta exigencia la que subyace a 11 invocación delEstado. Una invocación que no se dirige en contra del nercado; nace desus limitaciones. En consecuencia, no se restringe a las regulacioneseconómicas. De hecho, la nueva preeminencia del r iercado redefine,pero no reduce la función reguladora del Estado. En ( ambio, mutila sudimensión cultural y simbólica. Se trata de un aspecto sistemáticamentesoslayado en el actual debate. Es allí, sin embargo, de nde se juega hoypor hoy nuestro "modo de vida".

La forma de Estado nos dice mucho de la manera en lue una sociedadtematiza y canaliza la subjetividad. Ello es silenciado por un enfoque

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gerencial. Por consiguiente, resulta difícil hacerse una idea del papel delEstado en la producción y reproducción del orden social. El ordenconsiste no sólo de determinada estructuración de las condicionesmateriales y sociales de vida; implica también lazos de reconocimientoy pertenencia y, en particular, un "sentido de orden". Dicho en otraspalabras, construimos orden no sólo mediante instituciones y leyes, sinotambién a través de un "espíritu de las leyes" que anima y orienta lasdinámicas institucionales. Pues bien, cuando el Estado institucionaliza ygarantiza determinadas convenciones sociales, también afianzadeterminado orden simbólico. Precisamente a través del derecho, peroigualmente por medio de la socialización escolar y múltiplesregulaciones (desde el horario laboral hasta las emergenciasmedioambientales), la acción estatal ayuda a transformar la realidad enun orden inteligible y, por lo tanto, moldeable. Y contribuye además adelimitar un marco de referencia más o menos común a todos, queotorga sentido a las transformaciones en marcha. Una de las funcionessobresalientes del Estado reside en la generación de un "sentidocomún". Precisamente de su desvanecimiento trata del tercer miedo.

3. El miedo al sinsentido

El más difuso de los temores es el miedo al sinsentido. Emerge deexperiencias nuevas -el stress, el auge de las drogas, la persistencia de lacontaminación, el trato agresivo y los atascamientos del tráfico- quecrean la sensación de una situación caótica. La impresión se veacentuada por una globalización vivida como una invasiónextraterrestre. La vida cotidiana, acelerada a un ritmo vertiginoso pormiles de afanes, una sucesión interminable de sobresaltos y unatransformación permanente del entorno laboral y del paisaje urbano,deja a la gente sin aliento para procesar los cambios. La realidad deja deser inteligible y aparece fuera de controL ¿Cuál es, en medio deltorbellino, el sentido de la vida?

No es nuevo tal desvanecimiento de todo lo establecido. Nuestrassociedades han conocido grandes migraciones junto con la subversióndel mundo rural y no menos radicales reagrupaciones en torno aindustrias y las grandes urbes. La modernidad es una historia dedescomposiciones y recomposiciones de hábitos y tradiciones, deidentidades sociales y representaciones colectivas. Sucesivas olasmodernizadoras permitieron al individuo liberarse de trabas yrestricciones, pero también significaron desarraigo y atomización. ¿Esdiferente el proceso actual? Los cambios crean nuevas oportunidades: se

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abre una perspectiva global de la realidad, diferencias egítimas logranexpresarse, el pensamiento escapa a la ortodoxia y surg en nuevas redesde interacción social. Simultáneamente la actual moden ización a escalamundial descoloca los referentes espacio-temporal ~s de nuestrasrepresentaciones cognitivas, dificultando orientarnos en un contextoinédito. Además, debilita las reservas de afecto y sentido que lasociedad en su desarrollo depositó en la familia, e~ cuela, empresa,nación. Entonces la realidad desborda el ordenam ento instituido.Estamos en un mundo de referentes móviles y provisori is, caracterizadopor la contingencia. Aparentemente todo vale, todo e ' posible. Es eneste contexto que el miedo al otro y el miedo a la exc usión adquierenverosimilitud.

3.1 Tolerar la incertiidumbre

La subjetividad se ve amputada de sus referentes hab tuales al tiempoque conquista nuevos ámbitos. Tal tensión es ntrínseca a lamodernidad; no la podemos eliminar. Toda vida rumana incluyeinevitablemente grados más o menos significativos de incertidumbre ytodo cambio social la aumenta. Los procesos de secularización,globalización, diferenciación e individualización remu ven las certezasestablecidas. Y en la medida en que crece la contingenc ia se vuelve másdifícil producir nuevas certezas. Se disiparon las espera Izas de controlarla incertidumbre mediante el progreso técnico; el misrr o fabrica nuevasincertidumbres. Vivimos en una "sociedad de riesgos" (Beck et al,1997).

También es propio a la modernidad no someterse a u 1 destino dado yhacerse cargo de ese desafío. Una sociedad es modern: cuando aprendea manejar la incertidumbre. Ello implica, en primer lugar, acotar elreino de la incertidumbre. Las convenciones jurídice s e institucionessociales, las representaciones simbólicas y cognitivas, son medios paradelimitarla y otorgar a la convivencia cierta calculabildad. A partir delos años veinte, la organización de los intereses, la re .structuración delas pautas de acción y la consolidación de un Estado Social fueron unmodo eficaz de asegurar esa previsibilidad. En la m :dida en que lasconvenciones sociales se flexibilizan, los argumentos: e trivializan y larealidad misma se "virtualiza", el manejo de la incertir umbre se vuelveproblemático. Esta es la novedad y es aquí (y no en la 1 lera presencia deincertidumbre) donde radica el desafío.

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Nos cuesta acotar la incertidumbre, entre otras causas, por la sencillarazón de que carecemos de lenguaje. Carecemos de una codificación dela incertidumbre. Disponemos apenas de un pobre "código económico"para dar cuenta de los diversos "shocks" de las finanzas internacionales,de los altibajos de la bolsa de valores o de la tasa de cambio. Lasincertidumbres cotidianas empero, se quedan sin palabras. A falta decategorías para pensar y acotar la incertidumbre, parece racional tomarpor referente a los conductas de los demás. Impulsado por los medios decomunicación masivos, se instala un conformismo ramplón comoantídoto contra el "miedo al vacío" (Mongin 1993).

En segundo lugar, el desafío consiste en incrementar nuestra toleranciaa la incertidumbre. Si no podemos evitarla, ¿cómo la hacemossoportable? Parece haber un umbral antropológico, cruzado el cual laincertidumbre carcome la identidad (individual y colectiva). Existe unmecanismo privilegiado para elevar las barreras de tolerancia: lavinculación intersubjetiva. En la medida en que las personas asumen laincertidumbre como un problema compartido y desarrollan redes deconfianza y cooperación, ellas generan un marco de certezas. El Otrodeviene, más que un "factor calculable", un socio indispensable paraconstruir, frente a los avatares, un futuro común.

La vinculación intersubjetiva presupone estructuras de comunicación.No sólo una comunicación privada entre las partes. El vínculo social seinserta en determinado lenguaje, en premisas normativas y códigosinterpretativos. Es decir, hace uso de una determinada codificación,producida y reproducida en el ámbito público. Cuando el espaciopúblico se debilita, necesariamente se empobrecen las. estructurascomunicativas y, por tanto, nuestra capacidad de descifrar la realidad.De hecho, nos cuesta reflexionar lo que nos pasa. Hay dificultades enestablecer el registro de la conversación, en precisar las categoríasclasificatorias, en discutir las ambivalencias, disipar las malosentendidos. La comunicación se llena de ruidos, interferencias y dudas.Lo no dicho (como los miedos) se entremezcla con la indecible (elmisterio) y se cubre de un manto opaco de silencios.

Para que la tolerancia a la incertidumbre no sea ingenua, requiererespaldo. La confianza en el otro presupone que eventuales engaños oabusos de confianza sean sancionados. Es lo que proporcionan el Estadode Derecho y las reglas de urbanidad. Por eso, la percepción (correcto oerrónea) de que las leyes no se cumplen, que reina la impunidad y que ladecencia y el respeto son un lujo, incide inmediatamente sobre elvínculo social. Este enfrenta mayores exigencias pues debe, por sus

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propios mecanismos, regular posibles conflictos. Y t, les mecanismosinformales de negociación y arbitraje hacen más costosa (menosamigable) la interacción social.

3.2 La construcción de futuro

Quien se preocupa de los miedos en nuestras socier ades fácilmenteatrae la sospecha de ser un "hobbesiano" encubierto. T iles etiquetas nodeben inhibimos. Nuestros miedos pueden llegar a se' productivos, sicontribuyen a traducir] as carencias en tareas. En el fe tdo, el miedo alsinsentido clama por un horizonte de futuro. El mañana implica siempreun horizonte de sentido por intermedio del cual ponerru 's en perspectivaal presente. Precisamente por ser fugaz e irreversible, II vida no se dejaencapsular en la inmediatez. La clausura de horizont es es la muerte.Sobre este contexto simbólico trabajó el plebiscito de ] 988 en Chile. Ellema "la alegría ya viene" interpela la subjetividad de los chilenos,vinculando dos grandes pasiones: el miedo y la e: peranza. En unambiente dominado por los miedos invoca la esperar za en el avenir:algo que todavía no es pero puede llegar a ser. In roca un vínculoemocional y un compromiso afectivo con el futuro P' r hacer. De estaanticipación se nutre la acción política.

¿Qué nos inhibe soñar? Hay deseos de cambio. Un anhelo dereapropiarse del proceso en marcha. Y -junto con ese deseo- existe elmiedo al cambio. Un miedo enraizado en experien .ias traumáticas.Sabemos que los sueños pueden engendrar pesadillas. Sabernos que loscambios conllevan conflictos y que los conflictos p Jeden echar portierra al orden, las esperanzas y el mismo sentido de v da, Mientras queesa experiencia no sea asumida y elaborada, toda rnirrda al futuro serátemerosa. No sólo el presente, según vimos, también e! futuro nos exigerecuperar el pasado. Podemos aprender del pasado. D ebernos impulsarun proceso de aprendizaje que permita superar ine cias y a la vezactualizar las tradiciones significativas. Aquí conviene recalcar, que sóloresguardando las libertades conquistadas, tenemos den cho a cambiar loestablecido. En efecto, es tan importante liberarse de r .peticiones comoconservar una continuidad histórica. La historia pue le ser fuente deconfianza: nosotros que pudimos hacer tantas cosas juntos, tenemosrazones para seguir juntos construyendo el futuro.

El futuro suele ser inevitable y , día a día, toda decisiór lo condiciona deuna u otra manera. Siempre construimos futuro. ] 'ero no siempresabemos qué país queremos, qué orden deseamos. Nos 'alta imaginación

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fundada en sólidos motivos. Carecemos de mapas cognitivos para poderestructurar la realidad, acotar su complejidad e interpretar el sentido delos cambios. ¿Cómo trazar un horizonte de futuro sin hacer inteligiblelos procesos en curso? Para no obedecer ciegamente los cambios encurso, hay que conocerlos; precisar tanto lo que tienen de necesariocomo de opción. Sólo entonces ponderamos la medida en que son objetode intervención y regulación social. Es en ese marco que se construyenlas alternativas. Bien visto, hay futuro (y no sólo un destino ineludible)cuando hay alternativas.

Los mapas cognitivos remiten a universos simbólicos. Para formamosuna idea de la condición humana, de su desarrollo en un ordencomplejo, del significado de la sociedad nacional en un mundoglobalizado, para hacernos una imagen de todo ello requerimosrepresentaciones simbólicas. Señalé la relevancia del Estado y de lapolítica para representar (simbolizar) al conjunto de la sociedad. En elfuturo, el protagonismo de los medios audiovisuales y de una "culturade la imagen" incrementará la producción, circulación y manipulaciónde símbolos. En consecuencia, la densidad simbólica de la política serámás importante.

La construcción de futuro presupone -ya lo dije- un vínculo emocional yafectivo. Es en un determinado contexto de temores y anhelos que lasalternativas propuestas adquieren (o no adquieren) sentido. Sólo unfuturo que acoge a los agobios, las dudas y los sueños del presenteresulta atractivo. No basta que un futuro sea posible; hay que tener lamotivación para querer realizarlo. Hay que tener pasión. Sin embargo,tan sólo nombrar a las pasiones provoca recelos. Y tenemos motivos desobra para temer explosiones de irracionalismo y fanatismo. ¿Pero noserán tales fenómenos precisamente la venganza de una subjetividad queno encuentra cauces institucionales? Contraponiendo la razón a lapasión, mutilamos por partida doble la acción reflexiva (Bodei 1995).

El futuro es anticipado como promesa. Por eso una política con miras defuturo está cargada de promesas. Ellas ayudan no sólo a identificar "loposible", sino a identificarnos. La anticipación de lo posible no abarcasolamente una proyección de lo materialmente factible. Implica unareflexión acerca de lo socialmente deseable. Especialmente en épocas dealta contíngencia, cuando la gama de lo posible se havuelto tan abierta,resulta indispensable trazar perspectivas. Es lo que delinea la promesa:esboza criterios para discernir entre todas las posibilidades aquellas quenos permiten (a todos) vivir mejor. Por cierto, la frustración por tantaspromesas incumplidas enseña a ser cautos. No obstante, el "sentido de

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vida" de cada uno de nosotros reclama un futuro dor de no tengamosmiedo al otro, no tengamos miedo a la exclusión ~ -formulado enpositivo- gocemos de un entorno favorable para que v vir juntos tengasentido.

Conferencia con motive de la Asamblea General de FLi .CSO en Ciudadde México, 14 de mayo de 1998.

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