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Entre el cielo y la Tierra Annabella Giovannetti

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Del cielo una luz serpenteante cayó

Y esta juró venganza a quién le creó.

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¡Cómo has caído del cielo, Lucero, hijo de la Aurora! Has sido abatido a la tierra dominador de naciones! Tú decías en tu

corazón: "escalaré los cielos; elevaré mi trono por encima de las estrellas de Dios; me sentaré en el monte de la divina

asamblea, en el confín del septentrión escalaré las cimas de las nubes, seré semejante al Altísimo.”

Isaías 14:12-14

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<Prólogo> Escrito estaba que Nim protegería a un semi ángel oscuro llamado Zach Brandon que vive en la Tierra, como cualquier

mortal. Desde un principio Nim sabrá que las cosas no serán fáciles, pero cuando se dé cuenta de cuán importante es su

protegido para la humanidad y para la tierra donde ella misma vive, sabrá realmente a lo que se enfrenta.

Ambos tendrán que tomar muchas decisiones juntos, y la menor equivocación hará que la vida en la Tierra penda de un

hilo; las cosas se podrían complicar todavía más cuando se den cuenta de la atracción que sienten uno por el otro.

Zach Brando es el contraposición de Nim, pero ambos encontrarán la manera de quedarse juntos… aunque para Nim eso

signifique elegir entre el cielo y la Tierra; entre Zach y sus amadas alas.

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<La asignación> n guardia celestial es muchas veces conocido como mejor amigo. Los guardianes son criaturas muy parecidas

a los ángeles de la guarda, los ángeles de me menor rango; una cosa que nos diferencia, es que los guardianes

nacimos en la Tierra. Nuestros padres fueron personas comunes y corrientes, pero nosotros fuimos capaces de

encontrar gracia ante los ojos de la Altísima Guardia Celestial, y al morir fuimos reclamados por el cielo.

Así que, definitivamente, un guardia celestial no es lo mismo que un ángel guardián, pese a tener casi el mismo

trabajo.

Y yo soy una guardiana. Bueno, estoy en proceso de convertirme en una.

Soy feliz con ello, porque sé que me gustará mi trabajo. Cuando era humana me gustaba ayudar y proteger a las

personas, así que esto estaba en mi sangre desde entonces.

Justo ahora estoy a punto de recibir mi primera asignación. No hace más de dos siglos que me convertí en

guardiana y estoy pasado por una formación básica bastante rigurosa donde me enseñan – junto con un puñado más de

guardianes de mi misma edad – todo lo que necesitamos saber para realizar correctamente nuestro trabajo para cuando

recibamos nuestra asignación.

Extrañamente, esta mañana un mensajero de las Guardianas me había dicho que me esperaban en la sala de

audiencias para darme mi asignación. No podía creerlo, y dos horas después, sigo sin creerlo. Todo es sumamente raro ya

que un guardián no recibe una asignación hasta que haya cumplido los cuatro siglos de edad, cuando es considerado lo

suficientemente maduro y sabio para llevar a cabo su primera misión celestial.

Que en este preciso momento me encuentre de camino a la sala de audiencias, me convierte en una excepción a la

regla de la edad, y eso ciertamente, me aterra en sobremanera.

U

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Cientos de preguntas se arremolinan en mi cabeza, pero lastimosamente no puedo preguntar absolutamente nada

mientras esté en la sala de audiencias de las guardianas. Cuando nos es dada nuestra primera misión, normalmente el

guardián la toma y sale corriendo. No quiero ser otra excepción.

— Guardiana Nim — la voz gruesa y dura de Kiara me llama tan pronto pongo un pie dentro de la silenciosa

habitación.

He soñado con este momento durante dos siglos y sé muy bien qué es lo que tengo que hacer.

Hago una pequeña y sofisticada reverencia hacia los miembros de la Altísima Guardia. Mi rodilla derecha se une al

piso de mármol, mi cabeza cae vencida y mi cabello se precipita a cubrir mi rostro, creando una espesa cortina pelirroja

entre las guardianas y yo; mi mano encuentra su camino hasta mi pecho, a la altura de mi corazón, el cual está latiendo

como loco. Me muerdo el labio, nerviosa.

La Altísima Guardia está conformada por tres guardianas, quiénes representan las cualidades imprescindibles que

debe tener un guardián. Alissa, la guardiana más dulce y generosa; su cabello es largo y con frescas ondas en un violeta

oscuro, al igual que sus ojos, y su piel es cremosa y promete ser suave y agradable, como su personalidad. Alissa es mi

guardiana favorita, porque representa a algo tan puro y limpio como lo es el amor hacia el prójimo.

La segunda es Kiara, la más estricta de las tres. Representa la disciplina que un guardián debe tener, tanto en sus

clases de formación como en su trabajo diario. Kiara es hermosa a su manera; y digo a su manera porque una cicatriz

enorme surca su rostro de extremo a extremo, pero la cicatriz ha sabido amoldarse a ella y únicamente la hace ver más dura.

Todos sabemos que es una guardiana difícil de conmover. Su cabello es oscuro, tan oscuro como la noche. A decir verdad, su

cabello tan oscuro es lo único que me hace recordar cómo es la noche, después de tantos años de vivir aquí. Sus ojos también

son oscuros y profundos, con la retina bastante grande, flaqueados con por larguísimas pestañas risadas; y su piel es tan

pálida como la luna que hace doscientos años no veo. ¿Ya ven porque digo que es hermosa? Su apariencia es muy

contrastante… y admirable.

Por último está Clarista, quien representa la sabiduría con la que los guardianes debemos manejar las diferentes

complicaciones que se nos atraviesen en nuestra vida de guardián. Ella parece ser la líder de la Altísima Guardia, por

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representar al elemento más importante para nosotros, ya que saber tomar las decisiones con sabiduría es la cosa más

complicada. Su presencia transmite fuerza y tranquilidad; su cabello es largo y de un hermoso color arenoso, que combina

muy bien con su piel tostada; posee un par de ojos color ámbar bastante extraños y profundos, que cuando los miras, sientes

como si ella fuese capaz de ver dentro de ti.

Las tres guardianas son poseedoras de una exuberante belleza y un par de lindísimas alas que se alzan como la de

los ángeles, pero de un dorado divino y resplandeciente.

— Levántate, guardiana — me ordena la dulce voz de Alissa.

Obedezco de inmediato, pero mi cabeza continúa hacia el suelo. Las reglas dictan que debemos mostrar respeto a

las guardianas, por ser los seres más poderosos que habitan en Varkeda.

— Sabes por qué estás aquí, ¿no es así, guardiana? — reconozco la voz de Clarista, y por alguna razón, el miedo

me invade. Clarista siempre está presente en las asignaciones, pero por lo que he escuchado de otros guardianes, rara vez

interviene en ellas.

Siento que mis piernas flaquean y no estoy segura de que logren sostenerme en pie por mucho tiempo.

— S-sí — murmuro tímidamente. Sé que debo mantener mi voz firme sin importar que mi cabeza este gacha, así

que aclaro mi garganta y tomo una gran bocanada de aire—. Me han llamado para recibir mi primera asignación — digo

más convencida, aunque aún siento que tiemblo como una hoja de papel.

El silencio que cae en la habitación parece eterno. Nerviosa, comienzo a juguetear con mis dedos, no debería

hacerlo, pero estoy demasiado inquieta como para poder evitarlo. Afortunadamente, Kiara habla, llevándose mi miedo ante

el repentino silencio desarrollado.

— ¿Sabes por qué estás recibiendo tu primera asignación en este momento? — cuestiona.

Niego lentamente con la cabeza.

— No.

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— ¿Deseas saberlo? — Ahora es Clarista quien pregunta.

— Únicamente si es necesario.

Me siento orgullosa de mi respuesta. Los guardianes no hacemos preguntas, las respuestas nos son dadas según lo

que necesitamos saber, y el resto debemos descubrirlo nosotros mismos.

— Buena respuesta — responde Clarista, y escucho verdadera aprobación en su voz—. Pero no es la que yo

esperaba.

El pánico se apodera de mí. Cuando me dirigía a la sala de audiencias de las Guardianas, sabía que las cosas serían

difíciles. No cualquier guardián en formación obtiene su primera asignación en sus dos siglos de vida. A decir verdad,

ningún guardián la recibe.

Respiro profundamente, sé que tengo que contestar, pero mi boca parece estar aislada del resto de mi cuerpo. Doy

una mirada furtiva a mí alrededor, no es que pueda ver mucho, pero mi visión panorámica me da un leve vistazo de los

muros cremosos que delimitan la habitación. Es una habitación pequeña y bastante llana; en el suelo puedo ver reflejados

los lazos cafés que adornan los muros que sirven de sostén para el techo en forma de cúpula, y el hermoso candelabro que

está suspendido en el centro de la habitación. He visto fotografías de esta sala y sé que todo está adornado en una escala de

colores cremas y dorados, haciendo alusión a las alas doradas de las Guardianas. Muchas personas pensarían que es

vanidad el recalcar que son las únicas guardianas con alas de ese bellísimo color, pero ellas no eligieron la estructura de la

ciudad, ésta nos fue dada a los guardianes y a los ángeles de la guarda por el mismísimo ser que creó la Tierra.

— Estoy… ansiosa —admito—. Y bastante confundida.

En nuestras clases hemos estudiado a antiguos guardianes que han hecho algún hito en la historia, desde cuidar a

algún personaje famoso en la Tierra, hasta los que deshonraron la gracia de la Altísima Guardia. Pero nunca, absolutamente

nunca, he escuchado sobre un guardián que haya sido la excepción a la regla de los cuatro siglos, sin importar qué tan

bueno sea en sus clases de formación.

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— Nunca se le es dada una asignación a un guardián de tu edad, simplemente porque dos siglos nos son

suficientes para que sea enviado a la Tierra — comienza —. En esta ocasión decidimos romper nuestra propia regla

porque tu protegido va a necesitarte, y es de primordial importancia que bajes a la Tierra.

Ante la mera mención de mi protegido, una sonrisa se apodera de mi rostro y una ola de calor recorre mi cuerpo.

«Finalmente sabré su nombre» pienso triunfantemente.

— Él es un caso especial, como tú. Tendrás que hacer un gran esfuerzo ya que tu formación básica aún no está

terminada — me advierte Kiara.

Me pongo seria de repente, esto es importante. Muy importante.

— No tenemos muchos datos sobre tu protegido — interrumpe Alissa —. Como sabrás, nuestros registros y

datos se forman según la frecuencia con la que los humanos rezan.

Mi cabeza está un poco más levantada porque mi espalda está tensa y derecha, pero mi mirada sigue fija en el

suelo. Comprendo perfectamente lo que la guardiana Alissa quiere decir, e inmediatamente me doy cuenta que mi primera

asignación será un verdadero dolor de cabeza.

La Altísima Guardia tiene un registro de todos y cada uno de los seres que habitan en la Tierra, ellas son las únicas

que saben el número exacto de humanos que hay en este preciso momento y cuántos quedarán cuando el inminente final

llegue. Lamentablemente, ellas pueden saber cuándo nace alguien y cuándo muere, pero no pueden saber nada sobre su

vida a menos que dicha persona esté en constante comunicación con Dios. El que mi protegido no tenga un buen registro en

el archivo de las guardianas, definitivamente, no es un buen presagio.

— El último registro que tenemos de él es en Claireville — informa Kiara.

No debo preguntar, sé que no debo hacerlo, pero la pregunta quema en mis labios y finalmente me atrevo a

escupirla.

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— ¿Hace cuánto tiempo de eso? — tan pronto como sale de mi boca, siento ganas de estrellar mi cabeza contra

una pared, sé que no me haría daño, pero al menos dejaría un cosquilleo en mi cabeza.

Imagino a Kiara alzando una ceja, y habiendo visto cómo actúa cuando alguien hace algo fuera del protocolo, sé

que está preparándome un sermón. Pero bueno, el hecho de que yo esté aquí en este preciso momento, es estar totalmente

fuera del protocolo, así que…

— Hace cinco años — contesta Alissa, salvándome del inminente regaño de Kiara que seguramente estaba por

venir—. Cuando cursaba el último grado en la universidad de filosofía de Claireville.

«Puedes hacerlo. Si estás aquí, ahora, significa que definitivamente puedes hacerlo» Me animo mentalmente.

Me remuevo en mi lugar, ansiosa. Su nombre, necesito saber su nombre. La angustia me mata, no quiero abrir la

boca nuevamente, pero es como un vómito verbal que me ataca, no puedo tragarlo, así que tengo que escupirlo.

— ¿Cómo se llama?

En este momento realmente quiero estrellar mi cabeza contra alguna de las murallas que rodean Varkeda. Lo

considero, sinceramente lo estoy considerando. ¿Por qué no puedo mantener mi estúpida boca cerrada?

— Zach — la voz de Clarista no suena muy feliz. Está enojada por mi osadía, lo sé.

Hago un gesto y en mi imaginación, me veo a mí misma golpeando mi cabeza con un mazo en repetidas ocasiones.

¡Que alguien me mate antes de que la Altísima Guardia me saque a patadas de Varkeda porque no puedo mantener mi

inteligente boca cerrada!

— Su nombre es Zach — continúa Clarista, sin mucha más emoción—. Y es el hijo del rey de la mentira y el

engaño.

Esa información cae como una cubeta de agua helada sobre mí. Mi cabeza se alza automáticamente y mis ojos

amenazan con salirse de mis sus orbitas. ¡El hijo del rey de la mentira y el engaño!

¡El hijo de Lucifer!

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<Instintos>

bandono la habitación de las guardianas un poco aturdida y asustada, sé que tengo que hacer un estupendo

trabajo, porque sin duda ese tal Zach debe ser muy importante para que las guardianas decidan que necesita

de alguien más para que lo cuide. Esto también quiere decir que él no está con su padre, ya que si lo hiciese, ni

en broma obtendría ayuda del cielo.

Me encuentro caminando por el corazón de Varkeda, mi ciudad y la de los ángeles, también conocida como la

ciudad de luz. Hace muchísimos años Varkeda fue construida por el mismo ser que creó la Tierra, Él tenía todo previsto

para que cuando fuese necesario, los Guardianes viviésemos en ella; desterró las sombras y la maldad de esta ciudad celestial

cuando estas intentaron penetrar nuestras murallas y llenó tanto a Varkeda de su espíritu, que las sombras nunca más

entraron.

Cuando llegué aquí, me di cuenta por qué nunca fui capaz de sentirme en casa cuando era humana. Varkeda era

mi casa… mi hogar.

Aprecio mi ciudad, hay un enorme parque en el centro, a dos manzanas más de la habitación de las guardianas,

donde me gusta ir a pensar. Me gusta especialmente tirarme a la merced de un gran roble desde dónde puedo observar casi

todo el parque y contemplar como los hermosos niños aprenden a remontar el vuelo con sus blancas alas.

Los ángeles, como seres meramente celestiales y gloriosos, poseen alas totalmente blancas. Los guardianes, por otro

lado, tenemos alas blancas con pequeñas motitas negras; esta diferencia de color es porque nosotros, al haber sido humanos,

fuimos concebidos en el pecado de Eva y la mancha indeleble de ella se puede apreciar en nuestras alas. Aun así, estas son

hermosas y me hacen sentir feliz y llena de dicha.

A

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Voy tan ensimismada que paso entre los transeúntes sin ser vista, moviéndome con mi característico aplomo,

cuando escucho una voz elevarse por encima del barullo de la ciudad.

— ¡Mariposa!

Alguien grita detrás de mí, y es porque conozco esa gruesa voz masculina, que miro de soslayo sobre mi hombro.

Lo primero que vislumbro es su melena castaña oscura, que va a medio camino de los hombros con un corte desigual, en un

sutil signo de rebeldía. Sonrío, tenía tiempo sin verle.

Aflojo el paso y pronto se une a mí; hay una sonrisa dividiendo su rostro en dos, la cual es increíblemente

contagiosa, y me encuentro sonriéndole de vuelta.

— ¿Qué hay, Luca? — saludo, tratando de enmascarar el mal humor que predominaba en mí tras haberme

enterado del nombre de mi protegido.

Tiene la manía de jugar con mi cabello, y hoy pese a estar bien cepillado y recogido en un sencillo pero elegante

semi-moño, no es la excepción. Suelto un chillido que pronto es sustituido por una risita pequeña y pasajera. Luca es mi

mejor amigo y es imposible estar enojada o de mal humor con él rondando cerca. Él es del tipo que sin importar qué tan

enojada estés o qué tan mal marche tu día, logra sacarte una sonrisa.

— Visitando a los amigos, mariposa — se encoge de hombros. Lleva unos vaqueros desgastados y una camiseta

azul a cuadros que hace resaltar sus pálidos ojos.

Hago un pequeño gesto, no me gusta que me llame mariposa, pero él insiste en que mi manera de volar le recuerda

a ese pequeño insecto volador, cosa que definitivamente no tiene sentido, ya que no hay forma en que pueda volar como una

mariposa. Lamentablemente, para mí, ganarle a una persona como Luca, es prácticamente imposible.

— ¿No deberías estar abajo con…? ¿Cómo se llama? ¿Camille?

Él tuerce el gesto y la sonrisa desaparece un poco de su rostro. Solamente un poco.

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Luca es un ángel guardián de doce siglos de edad, lo que en la escala de edades angelicales, lo coloca como un

adulto joven, aunque en ocasiones se comporte más como un niño pequeño. Camille Bronte es su protegida esta vez, una

chica humana bastante caprichosa y quisquillosa que lo único que hace es meter en problemas a Luca cuando este trata de

salvarle el pellejo. Normalmente los ángeles vigilan desde aquí a sus protegidos, pero Camille se ha encargado de mantener

tan ocupado a Luca que ha tenido que quedarse abajo por una larga temporada.

— Ni me menciones a esa chiquilla desconsiderada — murmura, fingiendo enojo—. Realmente me gustaría

darle un buen susto a esa niña; mostrarme ante ella o…

— ¡Detente! — le corto, sabiendo muy bien por dónde van sus pensamientos — Sabes perfectamente que no

puedes mostrarte a tu protegida. ¡Te echarían de Varkeda y tus alas morirían!

Luca me da una mirada de soslayo, y en su rostro aparece el rastro de una sombra de arrepentimiento.

— Lo sé, y no voy a hacerlo. Soy demasiado sexy con mis alas — bromea, y para enmarcar su comentario,

despliega sus alas un poco para que pueda verlas. Son realmente hermosas y de un pulcro blanco celestial. Luego de unos

segundos, las acomoda nuevamente en su lugar —. Pero de verdad, de verdad tengo ganas de mostrarme ante ella y decirle

de una vez por todas que deje de meterme en tantos líos.

Otra de las cosas que diferencia a los ángeles de los guardianes, es que los ángeles, al tener una ausencia de cuerpo

terrenal, tienen estrictamente prohibido mostrarse frente a los mortales con todo su esplendor angelical. Lo guardianes, por

otro lado, alguna vez fuimos humanos, así que podemos adoptar una forma humana cuando bajamos a la Tierra para

ayudar a nuestros protegidos. En síntesis, un guardián puede andar por el mundo junto a su protegido, mientras que un

ángel debe mantenerse oculto para que los mortales no lo vean.

— Deja de pensar tonterías — le riño. La idea de imaginar a Luca mostrándose frente a Camille y perdiendo sus

alas en automático, hace que mi piel se erice.

— Oye, tranquila. No es que vaya a hacerlo, de todos modos — se da cuenta de que me importa demasiado lo que

pueda sucederle si pierde sus alas, y es que Luca no es sólo mi mejor amigo, es mi único amigo y el único ser celestial con el

que puedo ser yo misma.

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Le sonrío, para que se tranquilice un poco. No me gusta el repentino cambio del ambiente entre nosotros, así que

vuelvo a mi modo juguetón con él, golpeando su hombro.

— ¿De dónde venías? — pregunta.

Dudo sólo un momento antes de responder:

— De la sala de audiencias.

Luca detiene su andar, me vuelvo hacia él y me observa con los ojos grandes y sorpresivos, su boca ligeramente

abierta. Me regocijo con su reacción.

— Pero quien lo iría a decir, he cogido con la guardia baja a Luca B. Gristolle — me mofo.

Le toma solamente un segundo recuperar la compostura.

— Bueno, eso tenía que suceder algún día, ¿no crees? — Murmura, encogiéndose de hombros —. ¿Eso significa

que tú…?

Deja la pregunta inconclusa pero sé a qué se refiere. Asiento, intentando sonreír porque se supone que esté debería

estar feliz con mi primera asignación.

— ¡Eso es increíble! ¡No, imposible! ¿Cuántos siglos tienes? ¿Dos? ¡No puedes ser una excepción a la regla de los

cuatro siglos de los guardianes! Es inaudito.

Realmente disfruto de su desconcierto y la sonrisa en mis labios se hace auténtica. Estoy gozando muchísimo la

expresión en el rostro de Luca aunque aún me es difícil creer la noticia.

— Es verdad — digo, tanto para él como para mí—. Me llamaron esta mañana, enviaron a Jill para decirme que

las guardianas me esperaban para darme mi primera asignación.

Jill es uno de los guardianes que trabaja en el palacio de la Altísima Guardia. Es realmente viejo ya que murió por

causas naturales, y bueno, también tiene poco más de cien siglos de haberse convertido en guardián.

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— No puedo creerlo — dice, negando con la cabeza mientras sonríe.

— Pues créelo — bromeo, y continúo caminando.

Hemos dejado atrás el centro de Varkeda y el parque central, en este lado de la ciudad predominan las grandes

casas donde los ángeles y guardianes vivimos.

— ¿Quién es él? ¿Cómo se llama? Debe de ser muy importante para que te manden de una vez, sin haber

esperado a que terminaras tu formación básica.

Suspiro. Eso es algo que definitivamente no me hace feliz, pero no puedo ocultárselo a Luca; él me conoce mejor

que nadie, no por nada fue mi ángel guardián cuando aún era humana… no hizo un estupendo trabajo cuidándome de mí

misma, pero sin duda fue de un gran apoyo para mí en mis oscuros días mortales.

Abro la boca, dispuesta a decir que mi protegido es nada más y nada menos que el mismísimo hijo de Lucifer, pero

cuando intento sacar las palabras que se han formado en mi mente, mi boca escupe otras totalmente diferentes.

— Es un chico del tipo acosador y esas cosas — hago un gesto de desagrado—. Asqueroso.

Luca me observa, no muy convencido con mi declaración. ¿Por qué rayos le he mentido? No sé qué le sucede a mi

boca que parece tener vida propia y decir lo que ella quiere.

« ¡Mantenlo en secreto! » Grita una voz en mi cabeza. Me estremezco, nunca antes la había escuchado y realmente

me asusta porque no sé de dónde pudo haber venido. Por alguna extraña razón, obedezco a la voz en mi cabeza y me callo la

verdad.

Observo a Luca, quien aún me ve sin estar totalmente convencido con lo que le dije sobre mi protegido.

— Es hijo de algún político de una ciudad llamada Claireville, es primordial mantenerlo sano y salvo — me

encojo de hombros —. Creo que tal vez será presidente de la nación o algo así.

— ¿Las guardianas no te dieron información? — se ha puesto serio de repente, en su posición de ángel

guardián.

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— No — niego con la cabeza para reafirmar mi negativa—. Él no ha estado en comunión desde hace cinco años.

Luca hace una mueca.

— Eso no es bueno. Encárgate de cambiarlo cuando bajes a protegerlo.

Asiento, y así como así, tengo a mi Luca bromista de vuelta. Me gusta estar con él, hace que la tensión sobre mi

nueva asignación desaparezca casi por completo y me encuentro relajada mientras continuamos el camino hacia mi casa.

Luego de que Luca se haya ido de mi casa, alegando que necesita su sueño embellecedor, me dejo caer sobre la

cama y entierro mi cabeza en la almohada. Las cosas que han sucedido esta mañana me caen encima como un costal de

papas y me encuentro diciendo en voz alta cuán desdichada soy por esta asignación.

Sé que un guardián debe sentirse orgulloso siempre, pero en estos momentos yo me siento pésimo. No creo que

nadie quiera estar en mi lugar, cuidando del hijo de Lucifer.

Levanto la cabeza y achico los ojos, pensando en esa interrogante. ¿Por qué el hijo de Lucifer necesita protección

del cielo? Sé que se trata de una persona muy importante y que posiblemente el que esté sano y salvo será sumamente

significativo para la humanidad… pero, ¿por qué yo de entre todos los guardianes? Sin duda alguna hay guardianes mucho

más capacitados y experimentados que yo, así que simplemente no puedo comprender por qué me eligen a mí de entre todos

los demás. Suspiro frustrada por no poder contestar todas las preguntas que se acumulan en mi cabeza.

Alguien llama a la puerta y así doy por terminada mi sesión de autocompasión para saltar fuera de mi cama; miro

furtivamente el reloj que está en mi cómoda, y me sorprende descubrir que es demasiado tarde para que alguien me visit e, a

esta hora todos deberían estar durmiendo.

« ¿A dónde se ha ido mi tarde? »

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Del otro lado de la puerta encuentro a un ángel encapuchado, es una mujer, no cabe duda, pero la capucha que

está alzada sobre su cabeza, mantiene su rostro oculto.

— ¿Guardiana Nim?

— ¿Sí? — arqueo una ceja, inquisitiva.

— La guardiana Clarista la espera en la fuente del palacio — susurra.

— ¿La guardiana Clarista? — estoy sorprendida e incrédula. ¿Por qué la Clarista querría verme?

— Debe darse prisa — ella parece agitada y levanta la cabeza para mirarme directamente a los ojos. No puedo

verle el rostro, pero sus ojos, de un hermoso violeta oscuro, lo eclipsan todo, es como si no pudiera apartar la vista de su

mirada —. ¡Deben darle un mensaje muy importante antes de que baje a la Tierra! —sisea desesperada.

Un cosquilleo recorre mi espalda y me estremezco. Siento una presencia detrás de mí y una mirada penetrante fija

en mi nuca; me giro, buscando la fuente de aquella desagradable sensación, pero no encuentro nada. Mi ceño se frunce

automáticamente, estoy confundida.

Vuelvo mi atención a la puerta de mi casa, pero encuentro el umbral vacío.

La mujer se ha ido, dejándome con un fuerte desconcierto.

Agito la cabeza, tratando de sacudirme esas sensaciones. Los ojos violetas de la chica encapuchada se parecían a

los ojos violetas de Alissa, pero eso es totalmente absurdo e imposible.

Pese a todo, cojo mi capucha y me deslizo sigilosamente por la puerta trasera. Por alguna razón, siento la

necesidad de mantenerme oculta, así que hago mi mejor trabajo por pasar desapercibida. Las calles de Varkeda están

desiertas ya que es la hora en la que todos duermen, y ciertamente, yo debería estar metida en la cama, contemplando el

hecho de que mañana me espera un largo viaje de camino a la Tierra.

El palacio de la Altísima Guardia es enorme y es la parte más iluminada de la ciudad; el palacio es una de nuestras

fuentes de luz y poder. He visto algunas fotografías del palacio, pero la verdad es que las pintorescas imágenes no hacen

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tributo al hermoso resplandor que lo rodea. Hay alguna extraña corriente paz que me invade tan pronto atravieso las

murallas del palacio, si Clarista realmente me citó aquí, pensó en la manera de hacerme entrar.

Continúo mi camino por uno de los anchos pasillos del palacio, el jardín no debe estar muy lejos, así que aprieto el

paso. Ser descubierta en el palacio fácilmente podría costarme mi asignación, lo que pienso que realmente no sería tan malo,

pero también podría costarme mis alas, lo que sin duda sería algo terrible. Mi corazón golpetea fuertemente contra mi pecho

y se me hace difícil la simple tarea de respirar, estoy ansiosa y sumamente nerviosa mientras me adentro más y más en las

instalaciones del palacio.

No sé lo qué estoy haciendo, pero hay una sensación que prevalece en mí y me dice qué dirección debo tomar.

Siguiendo ese raro instinto encuentro rápidamente la entrada a los jardines de la Altísima Guardia; estos son una vasta

extensión de tierra verdosa con numerosos árboles y rosales con botones de diversos colores, es algo divino y mágico que

hace que una fuerte sensación de tranquilidad crezca mí.

Aun así los brazos me tiemblan y mis piernas parecen gelatina, miro detrás de mí para asegurarme que no haya

nadie a mí alrededor y me lanzo en una carrera precipitada hasta mi objetivo. En el centro de los jardines se eleva una

cúpula de madera con una enredadera cubriéndola, y bellísimas flores blancas; justo debajo de ella está la fría y llana fuente,

una fuente común y corriente, sin nada excepcional en ella salvo el resplandeciente color dorado.

Sin darme cuenta, comienzo a caminar hacia allí. Mi corazón repiquetea más fuerte contra mis costillas y temo que

de un momento a otro vaya a salirse de mi pecho. Mientras voy acercándome se forma la silueta de una mujer vestida de

blanco de espaldas a mí. Achico los ojos, pues un resplandor cubre la silueta desconocida y la luz es tan centelleante que me

lastima la vista.

— ¿Ho-hola? — susurro temerosa.

No recibo respuesta, pero mis pies siguen en movimiento tranquilo hacia esa mujer. Comienzo a entrar en

verdadero pánico al darme cuenta de que no puedo frenar mis pasos por más que le ordene a mis pies que se detengan.

— Vienes porque te he llamado — canturrea la voz de la mujer desconocida.

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— ¿Guardiana Clarista? — pregunto.

Mis pies siguen su camino hasta que terminan por detenerse justo detrás de donde está la silueta deslumbrante.

Trago en seco, más nerviosa que antes. Clarista está encogida dentro de su capucha blanca y centelleante. Las suaves ondas de sus cabellos caen sobre su

rostro, cubriéndolo casi en su totalidad; aun así logro ver que sus labios están entreabiertos. Me da la impresión que está

agitada, pues su cuerpo está algo encorvado y parece respirar con dificultad.

— ¿Guardiana? — pregunto, midiendo su reacción.

No parece haberme escuchado, estoy por hablarle nuevamente cuando ella alza el rostro hacia mí y me mira

directamente a los ojos. Me estremezco, sus ojos, siempre de un hermoso color azul, se han oscurecido hasta llegar a

convertirse en un negro profundo.

— Tienes mucho poder — sisea, su voz suena rasposa, totalmente diferente al suave y dulce canturreo que

escuché hace un momento. Sus ojos se abren desmesuradamente, pareciendo asustados.

Vuelvo a estremecerme, mientras que un nudo crece en mi garganta. ¿Qué le pasa a Clarista? Se ve tan…

desesperada. Levanta las manos y se descubre el rostro, su cabello está enmarañado; se pasa los dedos por entre su larga

cabellera y veo algunos mechones soltarse y quedarse prendidos a sus largos dedos.

— Gua-guardiana ¿está us-usted bi-bien? — tartamudeó, intentando tragarme el gran nudo que ha crecido en

mi garganta.

— ¡Eres tú! — grita. Me resulta inevitable saltar por la sorpresa que me provoca su grito chillón y espantado. Sus

ojos se enfocan en mí y lucen tan perdidos que las campanas de alarma se activan en mi cabeza… algo anda mal con ella,

algo anda muy mal.

— Guardiana, por favor, tranquili…

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No me permite terminar, acorta la distancia entre nosotras y me toma por los hombros con violencia. Sus manos

me aprietan fuertemente y comienzan a moverme tan fuerte que mi visión se oscurece un tanto; Clarista es demasiado

fuerte, tanto que soltarme de su agarre es prácticamente imposible.

— Guardiana, tranquilícese — elevo mi voz un par de octavas, pero ella parece ser incapaz de escucharme.

— ¡Eres una pieza primordial del juego! — sigue gritando mientras me mueve con excesiva fuerza—. ¡Tienes

que estar atenta y no dejarte llevar!

— ¿Dejarme llevar? ¿De qué está hablando? — soy capaz de escuchar la alarma en mi voz, estoy realmente

asustada por el cambio en la guardiana más pacifica que hay.

— El futuro de Varkeda está en tus manos — gime, su rostro se transforma en una mueca de dolor y sus ojos se

llenan de lágrimas—. El futuro de nuestra ciudad está en tus manos, si fallas… Varkeda morirá. Y con ella todos nosotros.

No tengo ni idea de lo que está hablando y mi cabeza duele terriblemente. Un par de lágrimas se escapan de sus

ojos, sus lágrimas son de un rojo carmesí que combina gloriosamente con su piel, como si fueran un adorno más en de su

suave vestimenta; afortunadamente deja de moverme y se limita a dejar descansar fuertemente sus manos en mis hombros.

— Clarista — susurro —. Déjeme ayudarle.

—Toma las mejores decisiones, guardiana — su voz es apenas un audible susurro, su agarre comienza a

debilitarse y me permito relajarme un poco—. No te dejes engañar por sus mentiras.

Está hablando del que habita en el mundo, lo sé.

— Jamás me dejaré caer por él, guardiana — mi voz es firme y dura, estoy convencida de ello. Nada,

absolutamente nada hará que defraude a mi gente.

— No te enamores, Nim… esa es la peor maldición en la que un guardián puede caer.

— No lo haré — contesto, convencida.

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Las manos de la guardiana apenas si me sostienen ahora, con suma facilidad sería capaz de librarme de su agarre,

pero por alguna razón que desconozco, no lo hago. Clarista luce muy cansada ahora, su cuerpo se estremece y temo porque

caiga frente a mí, necesito pedirle ayuda a alguien, ella no está para nada bien y me preocupa en sobremanera la situación

en la que se encuentra.

— Serás fuerte — jadea, su voz suena entrecortada como si le costase demasiado trabajo respirar—. No estarás

sola allá abajo.

Nuevamente no sé a qué se refiere.

— ¿Qué quiere decir con eso? — mi voz es igual de baja que la suya, temo tanto por la forma en la que está que

creo que si alzo más la voz puede llegar a sobresaltarse y actuar como una loca.

— Busca a Mia Paconelli — su mano derecha sube hasta mi mejilla y su pulgar acaricia mi piel. Me observa como

si fuera la cosa más hermosa del mundo.

Esta escena me parece terriblemente bizarra, no entiendo nada y la confusión hace crecer un dolor de cabeza que

comienza a atacarme sin piedad alguna. Cierro los ojos y me toco mis las sienes para comenzar a dar un suave masaje

circular, no me alivia, pero se siente bien. Cuando abro mis ojos nuevamente, los ojos oscurecidos de Clarista me miran

fijamente.

Me estremezco inconscientemente, y por más que me resisto, el miedo vuelve a apoderarse de mí. Una sonrisa se

dibuja en el rostro de mi compañera, pero no es la sonrisa tranquilizante y agradable que siempre predomina en su rostro,

es más bien como una sonrisa perversa que lanza escalofríos a través de mi cuerpo.

Comienzo a abrir los labios para preguntarle si se siente bien, pero ella no me permite hacerlo porque rápidamente

se lanza sobre mí y me hace caer. Parece poseída y no tengo la más mínima idea de cómo debo actuar, mi instinto de

supervivencia comienza a salir a flote y forcejeo duramente con ella, pero como era de esperarse, mis débiles forcejeos no son

nada para una guardiana como Clarista.

Y entonces ella se aprovecha.

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La llana y fría fuente está a mis espaldas y no tengo el tiempo suficiente de decir nada; las manos de la guardiana

se endurecen y me empujan hacia la fuente, mi pie tropieza con el escalón y la parte posterior de mis piernas se estrellan

contra el borde de la pequeña barda, haciéndome tropezar.

— ¡Salva a tu gente! — grita, antes de soltarme y dejarme caer en el agua.

Apenas si tengo tiempo para que mi cerebro procese lo que está sucediendo. Intento aferrarme a los ladrillos de la

fuente, pero éstos están resbaladizos y mohosos por lo que mis dedos rasguñan la pared sin ningún éxito. Solía pensar que

la fuente era pequeña y poco profunda pero mientras caigo me doy cuenta de que no es así; la caída es hace más y más

profunda y la luz de la ciudad se va extinguiendo.

Me aterro… hacía muchísimo tiempo que no estaba en contacto con las sombras.

Intento aferrarme a algo pero me es imposible, cada vez caigo más y esto parece no tener fin. ¿Hasta cuándo

seguiré en esta situación? Desisto de agarrarme a algo e intento desplegar mis alas para salvarme pero muy tarde me doy

cuenta que mis alas no están. ¿Dónde se han ido? Mis alas siempre están pegadas a mi espalda, pero en una rápida

inspección de mi cuerpo me doy cuenta que no están en su lugar.

Entonces realmente me asusto.

Nunca antes he perdido de vista a mis alas y el no tenerlas crea un sentimiento tremendamente grande de vacío en

mi alma, es como una fuerte puñalada de dolor que me atraviesa. Mis alas, mi presidas alas… Lágrimas comienzan a brotar

de mis ojos, que a diferencia de las lágrimas de Clarista, son del color de zafiro; azules y brillantes.

De pronto soy capaz de sentir como si mi alma se desprendiera de mi cuerpo y queda expuesta mientras floto a

través de la nada. Me siento ligera y cuando veo mis manos se ven traslúcidas; mis labios se abren para gritar pero de mi

garganta no sale absolutamente nada. El pánico crece todavía más.

Escucho una voz dulce, pero suena ahogada y muy, muy distante.

“Crisálida doscientos nueve”

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No sé qué significa eso pero de un momento a otro siento como mi alma es ensartada en un nuevo cuerpo que se

siente más frágil que el anterior. Me cuesta encontrarme en esta nueva casa, todo parece tan irreal, endeble e incómodo;

siento que no puedo acomodarme a mi antiguo cuerpo, como si este hubiese dejado de ser mío después de tantos, tantos

años.

Aun así es mi cuerpo y la adaptación es algo que llegará tarde o temprano.

Finalmente mi caída termina y mi delicado cuerpo mortal se estrella contra el frío y duro suelo lleno de hojas secas.

Cuando nos decían en nuestra formación básica que caeríamos a la Tierra como mortales cuando recibiéramos nuestra

asignación, nunca creí que la palabra ‘caer’ fuera empleada tan literalmente.

Lentamente parpadeo hasta adentrarme en las penumbras de la noche y un escalofrío me recorre la espina dorsal.

He pasado tanto tiempo estando en luz, envuelta en el resplandor del espíritu, que la oscuridad me parece pesada y

tenebrosamente inquietante. Me pongo de pie y sacudo mis ropas, sigo llevando mi vestido blanco y mi capucha, pero ahora

están sucias y llenas de lodo. Aún continúo confundida por lo que había pasado allí arriba.

Mi cabeza cae hacia atrás para mirar el cielo oscurecido y estrellado. Desde aquí abajo Varkeda parece lejana y

surreal.

— Eso sí que fue una caída dura — murmuro bajito.

Hay bastantes interrogantes que todavía asechan mi mente, pero me obligo a dejarlas de lado al menos hasta que

llegue a Claireville y decida cómo comenzar mi búsqueda. Mi cuerpo inmortal se ha quedado suspendido en algún lugar de

mi caída y mi alma ha sido depositada en mi antiguo cuerpo mortal; había olvidado lo que era sentirse tan delicada y frágil,

es como si cualquier cosa fuese capaz de partirme en dos… aunque eso es prácticamente imposible ya que en alguna parte

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dentro de mí mis poderes de guardiana deben estar esperando para ser activados, al igual que mis alas. Ahora solamente

tengo que averiguar qué activa mis poderes y cómo lograr que mis alas emerjan a través de este cuerpo.

Quito algunas ramitas y hojas de mi cabello, el cual está hecho un completo lío, mientras miro a mi derredor,

analizando el terreno en busca de alguna señal. Lastimosamente no encuentro nada que parezca serme de especial ayuda;

opto por intentar abrir mis sentidos y averiguar a qué distancia de Claireville me encuentro y qué dirección debo tomar. Mi

ubicación en el espacio es uno de mis poderes celestiales, pero por más que me esfuerzo, no logro averiguar cómo invocar ese

poder. Lo necesito, por supuesto que lo necesito. ¿Cómo esperan que encuentre Claireville si no sé dónde rayos me

encuentro?

— Pudieron haberme dado un mapa — sugiero, esperando que Clarista o cualquier otra guardiana de la

Altísima Guardia, me escuche.

Comienzo a caminar hacia mi izquierda; las ramas secas de los árboles ceden ante mi peso y es el único sonido que

me acompaña en mi tranquila y solitaria caminata. Intento mantenerme serena, puesto que no tengo nada que temer ya que

no soy solamente una guardiana, sino que el cielo también cuida de mí. Encuentro la carretera en cuestión de unos cuantos

minutos; esta se encuentra totalmente desierta mientras hago mi camino, siento el frío y húmedo pavimento bajo las plantas

de mis pies descalzos, deseo realmente poder invocar mis alas y hacer mi recorrido por el aire, volando tan alto y tan rápido

que los débiles ojos mortales no serían capaces de percibir mi presencia sobre sus cabezas. Sonrío, imaginando cómo se

sentiría sobrevolar los cielos de la Tierra en la que hace tantos años fui habitante; anhelo ver cuánto ha cambiado desde que

la abandoné cuando fui llamada, pero pronto mi sonrisa se desvanece. No puedo llamar mis alas porque no tengo la menor

idea de cómo invocarlas para que aparezcan en mi espalda.

Nunca me sentí más patética en mi vida de guardiana como en este momento.

Después de caminar un par de kilómetros más, logro vislumbrar a lo lejos las luces de la ciudad. Es tarde, la

oscuridad cae pesada sobre mí y repentinamente tengo la sensación de que estoy siendo observada, intento sacudírmela pero

el sentimiento es fuerte y constante. Miro detrás de mí para no encontrar nada. Niego con la cabeza.

— Estás siendo paranoica, Nim — me digo a mí misma en voz alta para calmarme.

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Mi atención vuelve al frente, a la ciudad, donde podría encontrarlo todo… y perderlo todo.

«El futuro de nuestra ciudad está en tus manos, si fallas… Varkeda morirá. Y con ella todos nosotros».

Recordar la desesperación en la voz de Clarista me hace estremecer. No sé a qué se refería precisamente, pero estoy

segura que lo que me espera en Claireville, no será nada bueno.

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Agradecimientos

Primero que nada, muchísimas gracias a mi correctora Lucero Silvero, quien muy amablemente accedió a encargarse de

todos los horrores que cometo al escribir. Mi linda Lucero, quien hace alusión a su nombre ¡Gracias!

También quiero agradecer a mi adorable y poco cuerda editora, quien amablemente realizó un excelente trabajo de edición

con la portada: Marie Bushnell. Muchísimas gracias a ti también, primor.

Mi corazón, mi novia-esposa virtual que me proporciona muchísima inspiración con todas las imágenes que me ha hecho

llegar Alejandra Almeida, ¡Te amo, preciosa!

Mi poetiza, mi ángel… Tania Ga.

En fin… a todas las hermosas personas que han colaborado para hacer este pequeño adelanto y este proyecto realidad.

Gracias por todo su apoyo y su espera.

Este adelanto es para todos ustedes quienes confían en mí. Realmente espero no haberlas defraudado… o no hacerlo en un

futuro.