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España y la independencia de Colombia, 1810-1825 Rebecca A. Earle

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  • ISBN 978-958-695-986-5

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    REBECCA A. EARLE

    Profesora de historia en la Universidad de Warwick, en Inglaterra. Sus investigaciones se concentran fundamentalmente en la historia cultural y la cultura política de Hispanoamérica, desde los inicios de la colonización europea hasta los primeros años del siglo XX. Es autora de The Return of the Native: Indians and Myth-making in Spanish America, 1810-1930 (Duke University Press, 2008) y The Body of the Conquistador: Food, Race and the Colonial Experience, 1492-1700 (Cambridge University Press, 2012).

    ENTRE 1810 Y 1825, AMÉRICA LATINA SE VIO CONVULSIONADA POR UNA OLA REVOLUCIONARIA que hizo colapsar al imperio español en la región. España y la independencia de Colombia, 1810-1825 presenta un estudio de este proceso en una de las colonias españolas: el virreinato de la Nueva Granada, la hoy República de Colombia. Para efectos de esta investigación, Rebecca Earle, especialista en historia hispanoamericana, utilizó una gran cantidad de documentos españoles nunca antes explorados con el fin de ofrecer una nueva visión de la lucha de Colombia para independizarse de España y sugiere que los realistas españoles maquinaron su propia derrota sin darse cuenta de ello. Así, el libro presenta una explicación revisionista de por qué y cómo España perdió esta colonia. No solo los rebeldes ganaron la guerra, sino que España la perdió. La incompetencia política, la incoherencia ideológica, los conflictos internos y las animosidades personales menoscabaron la autoridad española tanto como cualquier victoria republicana. Los detalles del fracaso español forman parte del tema de este estudio.

    ----“Absolutamente extraordinario. Earle se ubica en la vanguardia de la historio-grafía reciente al reexaminar la naturaleza de las guerras de independencia de la América española; este libro con seguridad estimulará otros estudios similares sobre la lucha y la derrota realistas en otras partes de Suramérica.”

    Christian Archer, profesor del Departamento de Historia de la Universidad de Calgary, Canadá

    Mitos de armonía racial. Raza y republicanismo durante la era de la revolución, Colombia, 1795-1831Marixa Lasso ---Después de la hojarasca. United Fruit Company en Colombia, 1899-2000Marcelo Bucheli

    PUBLICACIONES RECIENTES

    España y la independencia de Colombia, 1810-1825

    Rebecca A. Earle

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  • España y la independencia de Colombia, 1810-1825

    Rebecca A. Earle

    Universidad de los AndesFacultad de Ciencias Sociales

    Departamento de Historia

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  • Primera edición en español: abril de 2014

    © University of Exeter Press, de la edición en inglés, 2000© Rebecca A. Earle© Laura Muñoz, de la traducción al español© Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia © Banco de la República Carrera 7 núm. 14-78 Bogotá, D. C., Colombia Teléfono: 343 11 11

    Ediciones Uniandes Carrera 1.ª núm. 19-27, edificio Aulas 6, piso 2Bogotá, D. C., ColombiaTeléfono: 3394949, ext. 2133http://[email protected]

    Publicado originalmente en inglés como Spain and the Independence of Colombia, 1808 – 1825, de Rebecca A. Earle, por University of Exeter Press, Exeter, UK. / Originally published in English as Spain and the Independence of Colombia, 1808 – 1825, by Rebecca A. Earle, by University of Exeter Press, Exeter, UK.

    ISBN: 978-958-695-986-5

    Corrección de estilo: David GonzálezDiagramación interior: Leonardo CuéllarDiseño de cubierta: Víctor GómezImagen de cubierta: Los desastres de la guerra - No. 15 - Y no hai remedio, Francisco de Goya. Tomado de http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Prado_-_Los_Desastres_de_la_Guerra_-_No._15_-_Y_no_hai_remedio.jpg

    Impresión: Editorial Kimpres Ltda.Calle 19 sur núm. 69C-17Teléfono: 4136884Bogotá, D. C., Colombia

    Impreso en Colombia – Printed in Colombia

    Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

    Earle, Rebecca A.España y la independencia de Colombia, 1810-1825 / Rebecca A. Earle; traducción Laura Muñoz. – Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, Ediciones Uniandes: Banco de la República, 2014. 252 p. ; 17 x 24 cm.

    Publicado originalmente en inglés bajo el título: Spain and the Independence of Colombia, 1808-1825. Exeter: University of Exeter Press, 2000. ISBN 978-958-695-986-5

    1. Colombia – Historia – Guerra de Independencia, 1810-1819 I. Munoz, Laura II. Universidad de los Andes (Colombia). Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Historia III. Banco de la República (Bogotá) IV. Tít. CDD 986.103 SBUA

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    Contenido

    Tabla y mapas · ix

    Agradecimientos · xi

    Abreviaciones · xiii

    Introducción. “Esta vil canalla amotinada…” · 1

    Parte I. Crisis. 1808-1814 · 9

    1. Guerra en España y América · 11La guerra peninsular · 11Liberales españoles, juntas americanas · 16Respuestas y representaciones · 33

    2. Enclaves realistas en Nueva Granada · 45Árboles de libertad y bayonetas · 46La retirada a Panamá · 51En defensa del regionalismo · 53

    Parte II. Reconquista. 1815-1819 · 69

    3. La reconquista de Nueva Granada · 71El general Morillo en Venezuela · 73El sitio de Cartagena · 77Consolidación de la conquista · 80El Ejército Expedicionario · 86

    4. ¿Conciliación o confrontación? · 95España y los infidentes · 95Castigo y represión · 99Conciliación e indulto · 105El Virrey y el General · 107

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  • viii españa y la independencia de colombia, 1810-1825

    5. La reconquista de la economía · 115El impacto de la guerra · 116Reconstruyendo la economía colonial · 122Libre comercio en Cartagena · 128

    6. El costo de la reconquista · 133Soldados y civiles · 135Pagar una guerra · 146Las enfermedades y el ejército realista · 156

    Parte III. Colapso. 1819-1822 · 167

    7. La batalla de Boyacá · 169La campaña de 1819 · 169Repercusiones militares · 178Respuestas realistas · 181

    8. Armisticio y rendición · 185La revolución de 1820 en España · 185La constitución en Cartagena · 187Comisiones de paz · 196La rendición de Cartagena · 205Guerrillas realistas en Pasto · 208

    Epílogo. España y la pérdida de Colombia · 213

    Cronología Política 1808-1821 · 221

    Bibliografía · 227

    Índice · 241

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  • ix

    Tabla y mapas

    Tabla

    Tabla 1: Gastos diarios de las tropas estacionadas en Popayán en 1817 · 151

    Mapas

    Mapa 1: Suramérica. Se muestra el Reino de Nueva Granada y la Audiencia de Quito · 10

    Mapa 2: El Virreinato de Nueva Granada, 1810-1820 · 70

    Mapa 3: Sitios de batallas importantes · 168

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    Agradecimientos

    Esta obra empezó su vida como disertación doctoral en la Universidad de Warwick, supervisada por Anthony McFarlane. Siento una inmensa gratitud hacia el Dr. McFarlane por su amigable estímulo, y me siento orgullosa de ha-ber sido su estudiante. Él, así como Christon Archer, John Fisher, Colin Jones y John Lynch muy amablemente leyeron el manuscrito en varias etapas de su vida y realizaron muchas sugerencias provechosas para mejorarlo. Estoy en deuda con todos estos maestros de la historia. Archiveros y bibliotecarios en España e Inglaterra localizaron libros, folletos y documentos, incluso los importantes fondos escondidos entre los “papeles de Cuba” en el Archivo General de Indias. Por su parte, Laura Muñoz Bonilla confeccionó, a partir de mis palabras en in-glés, un texto en castellano que es a la vez elegante y claro.

    Richard Willis, anteriormente de la Exeter University Press, también ha sido de mucha ayuda. Varias secciones de este libro han aparecido como artículos. Agradezco a War in History y a Colonial Latin American Historical Review por concederme permiso para reproducir este material.

    La Academia Británica financió mi investigación en España, así que le agra-dezco también, pero esta investigación en realidad fue posible gracias a David Mond. Sin él nunca hubiera podido acceder al Archivo General de Indias en primer lugar. Hace trece años le dediqué a él la edición en inglés de este libro. Con igual gratitud a él le dedico también esta traducción.

    Rebecca A. EarleLeamington Spa

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    Abreviaciones

    ac Audiencia de Caracasacc Archivo General del Cauca, Popayán, Colombiaagi Archivo General de Indias, Sevilla, Españaags Archivo General de Simancas, Simancas, Españaahnc Archivo Histórico Nacional de Colombia, Bogotá D. C., Colombia. ahnm Archivo Histórico Nacional de Madrid, Madrid, Españaaq Audiencia de Quitoasf Audiencia de Santa Febha Boletín de Historia y Antigüedadesbrah Biblioteca de la Real Academia de Historia, Madrid, Españabl British Library, Londres, Inglaterrafo Foreign Officehahr Hispanic American Historical Reviewsjlas Journal of Latin American Studiesleg. Legajopc Papeles de Cubapro Public Record Office, Kew, Inglaterra$ El peso de plata de ocho reales

    Hacia el final del libro se encuentra una Cronología de eventos políticos en Europa y Nueva Granada entre 1808 y 1821.

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    Introducción“Esta vil canalla amotinada…”

    En 1808, la República de Colombia aún no existía. En su lugar se encontraba el Virreinato de la Nueva Granada, que era una colonia de España y no un Estado independiente. La Nueva Granada definitivamente no era la joya de la Corona española; los funcionarios metropolitanos la consideraban un elemen-to de segunda categoría dentro del imperio ibérico. Desde el punto de vista de la monarquía, la importancia de Nueva Granada alguna vez había recaído en el oro que se encontraba en los arroyos de las provincias de Popayán, Chocó y Antioquia, oro que en los siglos anteriores había generado ganancias sustan-ciales para la metrópolis. En 1808, las minas anticuadas de estas provincias ya no producían ingresos suficientes para cubrir los costos de la administración del virreinato. Sin embargo, Nueva Granada todavía tenía una utilidad para España. El virreinato constituía un puerto caribeño estratégico en Cartagena de Indias, y su población, tal y como el virrey Pedro de Mendinueta le explicó su sucesor Antonio Amar y Borbón en 1803, era “dócil”1. Al ser una sociedad de régimen antiguo de quizá 1.400.000 habitantes, Nueva Granada no parecía ser una colonia particularmente problemática para España. A pesar de que en 1781 la Rebelión de los Comuneros había desafiado el derecho de la Corona a generar nuevos impuestos, para 1808 los funcionarios españoles creían que la mayoría de la población de Nueva Granada era fiel súbdita del Rey. Cuando en febrero de ese año las tropas francesas invadieron la península Ibérica ba-jo el mando de generales de Napoleón, el virrey Amar y Borbón esperó que la población del virreinato se reuniera alrededor de la postrada metrópolis. El Virrey recordó a los habitantes de la Nueva Granada: “Siempre ha sido noto-rio vuestro amor a la Religión Católica, vuestra sujeción à los Reyes legítimos de España, vuestro respeto à los Magistrados y autoridades establecidas”.

    1 Relación de Mando de Pedro de Mendinueta, diciembre de 1803, en Eduardo Posada y P. M. Ibáñez (eds.), Relaciones de Mando. Memorias presentadas por los gobernantes del Nuevo Rei-no de Granada, Imprenta Nacional (Bogotá, 1910), p. 482. Para el erario colonial ver Anthony McFarlane, Colombia before Independence: Economy, Society, and Politics under Bourbon Rule, Cambridge University Press (Cambridge, 1993), caps. 8 y 11.

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  • 2 españa y la independencia de colombia, 1810-1825

    Se exhortó al público a contribuir a la defensa de España: “Imitad a las Heroínas Españolas; cercenad vuestros gastos; renunciad a vuestras superfluidades; no quede en vuestro suelo una sola onza de plata labrada, ni de oro que no sea para los usos mas preciosos de los Sacrificios religiosos”2.

    El virrey Amar no se decepcionó; en el lapso de unos meses el virreinato había donado medio millón de pesos a la guerra contra Francia. Sin embargo, menos de dos años después una rebelión en contra de España expulsó a Amar de Nueva Granada. En palabras del Virrey, el motivo de su expulsión fue “el desenfreno de aquellos naturales, que [se revistieron] por sí mismo[s] con el nombre de pa-triotas y patriotismo para sacar de sus quicios las legítimas autoridades”. Para 1817 su sucesor, el virrey Juan Sámano, calificaría a sus súbditos neogranadinos como unos “infidentes” empeñados en la independencia de España3.

    Entre 1808 y 1817, los españoles vieron a los habitantes de Nueva Granada pasar de ser fieles súbditos de la Corona a ser, en palabras de otro funcionario realista, una “vil canalla amotinada” determinada a rechazar la autoridad pe-ninsular4. Esta transformación se reprodujo por toda América. Entre 1809 y 1825 el hemisferio estuvo envuelto en una ola de revolución que destruyó el imperio español en las Indias. Colonia tras colonia se rebelaron, desconociendo la auto-ridad peninsular y estableciendo Gobiernos independientes. A los funcionarios españoles les resultó difícil comprender este paso de la lealtad a la sedición, pero esto no evitó que la metrópolis hiciera todo lo posible por mantener el control. No obstante, a pesar de grandes esfuerzos, para 1825 España había perdido to-das sus colonias en el continente latinoamericano, con la excepción de las islas de Cuba y Puerto Rico. Esta obra estudia el proceso del colapso imperial en el Virreinato de Nueva Granada, que ahora es la República de Colombia.

    La invasión francesa a España, y en particular la captura de la familia real española por parte de Napoleón en mayo de 1808, fue la chispa que encendió la revolución en la América española. Pero la mecha era larga. Los habitantes del Virreinato de Nueva Granada primero respondieron a la invasión francesa con preocupación. Los concejos municipales de Nueva Granada aplaudieron la crea-ción en España de un Gobierno de resistencia, la Junta Central, y la indignación pública hacia las acciones de Napoleón era general. No obstante, en el espacio de

    2 Proclama de Antonio Amar y Borbón a los generosos leales habitantes del Nuevo Reino de Granada, Santafé, 15 de septiembre de 1808, reimpreso en Mario Herrán Baquero, El virrey Don Antonio Amar y Borbón. La crisis del régimen colonial en la Nueva Granada, Banco de la República (Bogotá, 1988), pp. 293-96. Para la población de Nueva Granada en 1808, ver José Manuel Restrepo, Historia de la revolución de Colombia, Ediciones Bedout (Medellín, 1969), vol. 1, p. 401. Si se incluye a la Presidencia de Quito, la población ascendía a unos dos millones.3 Antonio Amar y Borbón al Consejo de Regencia, La Coruña, 13 de enero de 1811, reimpreso en Herrán Baquero, Antonio Amar, pp. 305-10.4 Tomás de Arechaga, Quito, 21 de abril de 1810, agi, Estado 72, doc. 64.

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  • 3introducción

    un año la unidad se había roto. En la ciudad de Quito se estableció un concejo de gobierno, o junta, que competía con las que existían en España, y pronto otras ciudades neogranadinas conformaron juntas independientes que buscaban gober-nar durante la ausencia de los monarcas españoles. Aunque aparentemente eran leales al encarcelado monarca Fernando vii, de inmediato estos cuerpos fueron percibidos como revolucionarios, y para 1812 la mayoría se habían declarado inde-pendientes de España. Sin embargo, el papel unificador de España no fue asumido por ninguna otra entidad. Los esfuerzos por crear un Gobierno central en Santa Fe, la capital colonial, fracasaron. Por el contrario, se crearon varios Gobiernos en Nueva Granada que competían entre ellos por el control total y que pronto se declararon la guerra. Por lo tanto, en 1814, cuando Fernando vii regresó al trono después de la derrota de Napoleón, no se encontró con una Nueva Granada in-dependiente, sino con varios Estados pequeños y desconectados.

    Las rebeliones en Nueva Granada y en otros Estados americanos habían causado preocupación en las juntas españolas antinapoleónicas, pero hasta la derrota de Napoleón estas últimas solo generaron respuestas insuficientes. En 1814 Fernando vii estaba determinado a sofocar las revoluciones americanas. Se formó una fuerza militar considerable cuyo objetivo era la reconquista del Virreinato de Nueva Granada. Este ejército, comandado por el general Pablo Morillo, un veterano de la guerra peninsular, llegó a la Capitanía General de Venezuela en abril de 1815. Al encontrar a Venezuela ya prácticamente bajo el control español, Morillo trasladó a su ejército expedicionario a Cartagena, que todavía se encontraba en manos insurgentes. Luego de que fuera sitiada duran-te 106 días, Cartagena se rindió a los españoles, y el ejército de Morillo pronto recapturó el resto del país, completando así la “reconquista” de Nueva Granada. En el sur, la Audiencia de Quito ya había sido devuelta a España gracias a un ejército de realistas locales bajo el liderazgo de Juan Sámano y Toribio Montes. Por lo tanto, a mediados de 1816 la situación en Nueva Granada parecía prome-tedora para los realistas. El interior del país había sido recapturado tras ofrecer una resistencia irrisoria, y los funcionarios españoles parecían estar muy bien encaminados hacia el restablecimiento del Gobierno colonial. Sin embargo, para 1817 la situación había cambiado considerablemente. Una creciente oposición a los militares realistas le estaba haciendo la vida difícil al Ejército Expedicionario, y para 1818 el general Morillo predecía la catástrofe. En 1819, tropas republicanas desplazaron a las tropas realistas hacia el norte de la capital, y en tan solo un año el control español estaba confinado únicamente al sur y al norte del país. En 1822, las últimas tropas españolas se retiraron del virreinato, y Nueva Granada, re-bautizada República de Colombia, consiguió ser verdaderamente independiente.

    La guerra de Independencia de Colombia ya ha atraído una historiografía importante. La gran obra de José Manuel Restrepo, que sigue siendo la piedra angular para la mayoría de estudios posteriores, se ocupa principalmente del

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    desarrollo del Estado colombiano5. Docenas de libros exploran las ideas y es-critos de Simón Bolívar. Otros estudian las causas que subyacen al movimiento hacia la independencia. John Lynch ubica sus orígenes en las crisis sociales y económicas que enfrentaba la América Española de los Borbones. Indalecio Liévano Aguirre atribuye el fracaso inicial de la insurgencia a los conflictos sociales irresueltos que existían entre los neogranadinos, mientras que Jaime Rodríguez asegura que el objetivo principal de los insurgentes era la autonomía más que la independencia6. En un esfuerzo por rastrear los orígenes del naciona-lismo colombiano, otras obras han explorado el simbolismo y la ideología de los movimientos de independencia7. La mayoría de estos estudios están enfocados en los insurgentes victoriosos y en quienes los apoyaban. Sin embargo, como el historiador Timothy Anna resaltó al referirse a la independencia mexicana, “la vasta bibliografía dedicada al proceso de la victoria rebelde solo cuenta la mitad de la historia sobre cómo España perdió el control político”8. La guerra no solo la ganaron los insurgentes; también la perdieron los españoles. Bolívar y sus aliados no vencieron al Ejército Expedicionario de Morillo solo por ser mejores patriotas, y las batallas no solo se libraron en la esfera de la ideología, por importante que sea este campo. Las razones de la derrota española también deben buscarse en España misma y en las dinámicas destructivas dentro del campamento realista en Nueva Granada.

    5 Ver Germán Colmenares, “La historia de la revolución por José Manuel Restrepo: una prisión historiográfica”, en Germán Colmenares et al., La independencia: ensayos de historia social, Instituto Colombiano de Cultura (Bogotá, 1986), pp. 9-23; y Restrepo, Historia de la revolución.6 John Lynch, The Spanish American Revolutions, 1808-1826, W. W. Norton (Nueva York, 1986); “The Origins of Spanish American Independence”, en Leslie Bethell (ed.) The Independence of Latin America, Cambridge University Press (Cambridge, 1987); Indalecio Liévano Aguirre, Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, 2 vols., Editorial Tercer Mundo (Bogotá, 1985); y Jaime E. Rodríguez O., The Independence of Spanish America, Cambridge University Press (Cambridge, 1998).7 Ver, por ejemplo, Inge Buisson, Günter Kahle, Hans-Joachim König y Horst Pietschmann (eds.), Problemas de la formación del Estado y de la nación en hispanoamérica. Lateinamerikanische Forschung 13, Böhlau Verlag (Cologne, 1984); Georges Lomné, “Las ciudades de la Nueva Granada: teatros y objetos de los conflictos de la memoria política (1810-1830)”, Coloquio Internacional: Les Enjeux de la Mémoire (París, 1992); Margarita Garrido, Reclamos y representaciones. Variaciones sobre la política en el Nuevo Reino de Granada, 1750-1815, Banco de la República (Bogotá, 1993); Caravelle, edición especial de “Ĺ expression des identités américaines a partir de 1492”, vol. 62 (1994); François-Xavier Guerra y Mónica Quijada (eds.), Imaginar la Nación, Ahila (Hamburgo, 1994); Hans-Joachim König, En el camino hacia la nación: nacionalismo en el proceso de la formación del Estado y de la nación de la Nueva Granada, 1750 a 1856, Banco de la República (Bogotá, 1994); y Anthony McFarlane, “Identity, Enlightenment and Political Dissent in Late Colonial Spanish America”, Transactions of the Royal Historical Society, sixth series, vol. 8 (1998).8 Timothy Anna, The fall of the Royal Government in Mexico City, University of Nebraska Press (Lincoln, 1978), p. ix.

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  • 5introducción

    Este libro ofrece una nueva explicación sobre cómo y por qué España perdió a Nueva Granada. Las razones para la caída del Gobierno español en Nueva Granada se pueden explicar desde debilidades españolas específicas. En primer lugar, España nunca desarrolló una estrategia coherente para responder a sus colonias rebeldes y, a menudo, trató de establecer varias políticas contradictorias. De hecho, Timothy Anna, cuyas investigaciones han esclarecido bastante este aspecto del fracaso español, sugiere que su estudio sobre las políticas españolas hacia las insurgencias americanas podría subtitularse: “Lecciones sobre cómo perder un imperio”9. Esta crisis institucional yace en el centro de la respuesta fallida de España.

    Los eventos que ocurrieron en España deben considerarse junto con los eventos que ocurrieron en Nueva Granada. La reconquista sufrió no solo por la falta de unidad administrativa en Madrid, sino también por otros problemas que durante un largo tiempo habían aquejado a los administradores colonia-les. Durante las guerras de independencia, en Nueva Granada, al igual que en los demás lugares de la América española, la mutua desconfianza que existía de parte de los miembros de estructuras coloniales establecidas —como las Audiencias—, hacia los oficiales militares y viceversa, a menudo eclipsó los es-fuerzos por derrotar a los insurgentes. Además, los funcionarios coloniales, al igual que los funcionarios en España, tenían profundos desacuerdos en cuanto a las soluciones que proponían para hacer frente a la insurgencia. Algunos, co-mo el presidente de Quito, Toribio Montes, defendían una política de perdón, mientras que otros, como el último virrey de Nueva Granada, Juan Sámano, creían que solo el castigo severo detendría a los rebeldes. Quienes abogaban por estas diferentes políticas se enfrentaban abiertamente y, en ocasiones, dedicaban más tiempo a socavar las opiniones opuestas que a derrotar a los insurgentes. En el nivel más alto, el general Morillo y el virrey Francisco Montalvo llegaron a odiarse mutuamente, y cada uno planeó la caída del otro. En 1820, la revolución liberal de España desencadenó más conflictos; con ella llegó un renovado brote de faccionalismo a Nueva Granada, lo que llevó al derrocamiento del virrey Juan Sámano.

    El desacuerdo en cuanto a las políticas era solo una de las facetas de la cri-sis realista en Nueva Granada. La escasez crónica de dinero que se sufría en el Ejército y en la Administración civil era igual de grave. España misma estaba apremiada por cuestiones de dinero, y no podía proveer los fondos adecuados para el Ejército Expedicionario de Morillo, que, a su vez, acudía a la pobla-ción de Nueva Granada para buscar sustento. Las continuas demandas por fondos y provisiones desgastaron el apoyo inicial de Nueva Granada hacia la

    9 Timothy Anna, Spain and the Loss of America, University of Nebraska Press (Lincoln, 1983), p. xv.

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    reconquista, al igual que la conducta arrogante y ofensiva de las tropas realis-tas. Para 1817 el enojo hacia los reconquistadores era general. La dependencia del ejército en el pueblo no hubiera sido tan fuerte si la Administración hubiera podido reactivar la economía colonial. A pesar de los esfuerzos por restablecer los monopolios estatales y por revivir el comercio, la economía neogranadina permaneció estancada, y solo generaba una fracción de los ingresos usuales de dos décadas atrás. Al sufrir la constante falta de dinero, el ejército y la Ad-ministración debieron recurrir a préstamos forzosos y a confiscaciones para mantenerse a flote. Esta resultó ser una base inestable para una reimposición del control español.

    Por último, el Ejército Expedicionario mismo no era muy seguro. Desde su arribo a Venezuela, este ejército empezó a sufrir los problemas de salud que final-mente lo reducirían a un estado de nulidad. Las fuerzas británicas que luchaban en el Caribe estaban tristemente familiarizadas con los efectos mortales de las enfermedades tropicales, y las tropas españolas también aprendieron a temer prestar servicio en las colonias. Casi un año después de su llegada a América, la disentería, la fiebre amarrilla, las infecciones y otras enfermedades habían reducido el ejército de Morillo en casi un tercio. A pesar del reclutamiento con-siderable que se realizó en Nueva Granada y en Venezuela, el general Morillo nunca pudo restaurar su ejército a su número original. Es más, este continuo reclutamiento resultó ser otra fuente de molestia para los neogranadinos, que cada vez más consideraban al ejército realista como un opresor parasitario. Era imposible esperar que obligar a los civiles a trabajar para el ejército sin remune-ración, así como confiscar su dinero y posesiones, consiguiera calmar la opinión local. El efecto de los numerosos errores realistas fue que los habitantes de Nueva Granada, quienes en su mayoría habían bienvenido al Ejército Expedicionario en 1816, para 1819 apoyaran con entusiasmo la campaña de Simón Bolívar.

    En efecto, España no solo carecía de políticas coherentes, sino que tampoco llevaba a cabo los planes que lograba aprobar. Nueva Granada vio los efectos de esta falta de política. Al carecer de fondos y de unión, los realistas en Nueva Granada no representaban una imagen favorable de las virtudes de la unidad con España. El proceso mediante el cual Nueva Granada obtuvo su indepen-dencia fue en sí una ilustración del fracaso de España como poder colonial. La “disfunción sistémica” del Gobierno español que señala Anna impidió la victoria realista, y el comportamiento destructivo de los militares y funcionarios realistas en Nueva Granada prácticamente aseguró el triunfo republicano10. Que España perdió la guerra es tan cierto como que los republicanos la ganaron.

    10 Anna, Spain and the Loss of America, p. xv.

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  • 7introducción

    Esta obra se ocupa de los detalles de este fracaso español; no solo busca ex-plicar cómo España perdió a Nueva Granada, sino que también busca arrojar una nueva luz sobre una porción importante de la historia colombiana. En es-tudios de la guerra de Independencia, la reconquista usualmente se aborda en unos pocos párrafos11. Esta obra argumenta que el periodo de la reconquista es de importancia crítica para evaluar seriamente la guerra de Independencia y la pérdida, por parte de España, de sus colonias americanas.

    Unas pocas palabras sobre el nombre “Nueva Granada”. En 1808, el Virrei-nato de Nueva Granada era un espacio amorfo, que incluía el Reino de Nueva Granada, la Audiencia de Quito y la Capitanía General de Venezuela. El Reino de Nueva Granada, a su vez, incluía lo que hoy en día son Colombia y Panamá. Todas estas regiones estaban bajo el mandato del virrey en Santa Fe de Bogotá, pero, en la práctica, el capitán general de Venezuela y el presidente de la Audien-cia de Quito funcionaban con autonomía. Sigo el uso contemporáneo al emplear el término “Nueva Granada” para referirme al territorio ahora comprendido por Colombia. El término “virreinato” se refiere a la totalidad de Venezuela, Nueva Granada, Panamá y Quito. La terminología es algo complicada por el hecho de que en 1812 el Virreinato de Nueva Granada fue degradado a Capita-nía General, y su virrey fue remplazado por un capitán general —esta decisión fue revertida en 1816, cuando la región fue de nuevo promovida a virreinato—. Por lo tanto, desde 1812 hasta 1816, el título (realista) correcto para la región era “Capitanía General de Nueva Granada”. El título de la ciudad capital del país experimentó fluctuaciones similares. Durante el período colonial se le llamaba indistintamente “Santa Fe”, “Santafé” y “Santafé de Bogotá”. El título preferido por los republicanos era “Bogotá”, nombre que buscaba enfatizar los orígenes indígenas de la ciudad12. Este estudio se ocupa de Nueva Granada y, en menor grado, de Panamá y la Presidencia de Quito, que compartían con la Audiencia de Santa Fe la jurisdicción sobre terrenos del sur de Nueva Granada. Así mismo, se mencionarán con frecuencia eventos ocurridos en Venezuela, cuya historia está ligada íntimamente a la de Colombia.

    11 Ver, por ejemplo, Rafael Gómez Hoyos, La independencia de Colombia, Mapfre (Madrid, 1992).12 Ver Rebecca Earle, “Sobre Héroes y Tumbas: National Symbols in Nineteenth-Century Spa-nish America”, Hispanic American Historical Review, vol. 85:3 (2005), pp. 375-416.

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  • Parte ICrisis

    1808-1814

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  • Mapa 1: Suramérica. Se muestra el Reino de Nueva Granada y la Audiencia de Quito.

    Reino de Nueva Granada

    y la Audiencia de Quito

    Capitanía General de Venezuela

    Oceano Atlántico

    Oceano Atlántico Sur

    Oceano Pacífico

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  • 11

    1Guerra en España y América

    La guerra peninsular

    El príncipe de Asturias [príncipe Fernando] es un bruto, una mala persona… nada

    menos que una larga guerra me induciría a reconocerlo como rey de España.

    Napoleón a Talleyrand, Bayona, mayo 1 de 18081.

    La caída del imperio español comenzó en 1807, pues en ese año Napoleón de-cidió invadir Portugal2. Esta decisión tuvo consecuencias dramáticas no solo para Europa, sino también para América, ya que desencadenó una lucha de diez años por la independencia de las colonias americanas de España. Sin embargo, en 1807 las impresionantes repercusiones de la decisión de Napoleón no eran evidentes, y menos aún para la monarquía española. Manuel Godoy, la cabeza de facto del Gobierno español, ingenuamente concedió permiso al ejército francés para que marchara a través de España, ostensiblemente con el propósito de atacar a Portugal. En el transcurso de unos pocos meses, las tropas francesas no solo habían ocupado todo Portugal, sino también gran parte de la misma España. La monarquía española respondió con un dramático despliegue de indecisión, que culminó en una decisión desacertada del rey Carlos iv, quien permitió que lo convencieran a él y a su hijo, Fernando vii, de participar en una conferencia con representantes napoleónicos dentro del territorio francés, en Bayona. Al lle-gar a Bayona, toda la familia real fue encarcelada por los franceses, y Napoleón nombró a su hermano José como rey de España.

    1 J. M. Thompson (ed.), Napoleon ś Letters, Everyman (Londres, 1964), pp. 198-9.2 Para un exhaustivo recuento de la guerra Peninsular, ver Gabriel Lovett, Napoleon and the birth of modern Spain, 2 vols., New York University Press (Nueva York, 1965).

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  • 12 españa y la independencia de colombia, 1810-1825

    Aunque Napoleón aparentemente había consolidado el control francés sobre la península Ibérica, a la larga la detención de los monarcas españoles resultó ser un error fatal. Napoleón no había reconocido el extraordinario entusiasmo que se sentía a lo largo y ancho de España por Fernando vii3. La simple decisión de Fernando de viajar a Bayona ya había causado una protesta popular en contra de Francia, que ocurrió en Madrid el 2 de mayo de 1808. La crueldad con la que la se reprimió la revuelta suscitó un mayor sentimiento antifrancés. Cuando las noticias sobre el encarcelamiento de Fernando llegaron a Asturias, la provincia se sublevó. La recientemente creada Junta General de Asturias urgió: “Asturia-nos […] corramos a aniquilar y arrojar de nuestra Península nación tan pérfida y tan execrable”4. Estos sentimientos pronto fueron replicados por otras juntas formadas de manera similar para defender los derechos del encarcelado Fernan-do. Cuando el desafortunado José i ingresó a territorio español en julio de 1808, encontró un pueblo sublevado y en contra de su reinado. Los ejércitos patrióticos fueron movilizados rápidamente y en el mismo mes las fuerzas francesas su-frieron su primera derrota importante desde 1804. Un ejército conformado por cerca de treinta mil soldados no regulares, bajo el mando del general Francisco Javier Castaños, derrotó a dos divisiones francesas en Bailén.

    Entretanto, la mayoría de las juntas antifrancesas que supervisaban la resis-tencia a Napoleón se combinaron para formar un solo organismo, la llamada Junta Central. La creación de un organismo unido y coordinado fue un paso hacia adelante para las fuerzas de la resistencia, pero la Junta Central no pudo ponerse de acuerdo en cuanto a políticas, y su autoridad para gobernar fue cuestionada, y no en menor medida, por los Gobiernos coloniales en América.

    La reclamación de jurisdicción sobre Hispanoamérica fue particularmente polémica. En enero de 1809, la Junta Central, que en ese momento residía en Se-villa como consecuencia de la recaptura de Madrid por parte de Francia, emitió un importante documento en el que se citaba a los delegados regionales a asistir a sus sesiones. Estas citaciones no solo invitaban a las provincias españolas, si-no también a los virreinatos, a que enviarán delegados, y declaraban que estas últimas regiones ya no serían consideradas colonias, “sino una parte esencial e

    3 La notable popularidad de Fernando vii se extendió hasta Hispanoamérica. Una discusión sugestiva sobre el culto a Fernando en México se presenta en Eric van Young, “The Messiah and the Masked Man: Popular Ideology in Mexico, 1810-1821”, en Steven Kaplan (ed.), Indigenous Responses to Western Christianity, New York University Press (Nueva York, 1995); y Eric van Young, “Quetzalcoatl, King Ferdinand, and Ignacio Allende Go to the Seashore; or Messianism and Mystical Kinship in Mexico, 1800-1821”, en Jaime E. Rodríguez O. (ed.), The Independence of Mexico and the Creation of the New Nation, University of New Mexico Press (Los Ángeles, 1989). 4 Proclama de la Junta General del Principado de Asturias, Oviedo, 24 de mayo de 1808.

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