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Ensayo de 5 paginas. Tema: Estudio sobre los movimientos independencistas de Centro america (1811-1814) Tema particular: "a Escoger" Bibliografia de apoyo: Monografia de El Salvador de Roque Dalton. partes: Introduccion. -parte introductoria - a quien se presenta - por quien - motivo - parrafo -metodologia Desarrollo. 5 paginas. Justificacion Conclusiones: - 1 conclusion del contenido 1 conclusion de enseñanza y aprendizaje independentistas* El Primer movimiento independentista en San Salvador de 1811, conocido como el Primer Grito de Independencia de Centroamérica, fue una sublevación en contra de las autoridades de la Capitanía General de Guatemala . A finales del siglo XVIII, la Intendencia de San Salvador se había mantenido como la principal productora de añil en la región, pero el monopolio comercial impuesto por las casas comerciales guatemaltecas, junto a la crisis económica y política que sobrevino a las colonias americanas del Imperio español a inicios del siglo XIX, motivó a los pobladores de la ciudad de San Salvador para lograr un gobierno autónomo. El 5 de noviembre de 1811 los salvadoreños fueron liderados por un grupo de criollos encabezados por Manuel José Arce , y los sacerdotes José Matías Delgado junto a los hermanos Aguilar . Los alzados lograron deponer a las autoridades coloniales y nombrar a sus propios dirigentes, pero la revuelta no encontró respaldo en los demás poblados de la intendencia, por lo que la ciudad quedó aislada. Las autoridades de la Capitanía General de Guatemala enviaron una

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Ensayo de 5 paginas.

Tema: Estudio sobre los movimientos independencistas de Centro america (1811-1814)

Tema particular: "a Escoger"

Bibliografia de apoyo: Monografia de El Salvador de Roque Dalton.

partes: Introduccion. -parte introductoria - a quien se presenta - por quien - motivo - parrafo -metodologia

Desarrollo. 5 paginas. Justificacion Conclusiones: - 1 conclusion del contenido 1 conclusion de enseñanza y aprendizaje independentistas*

El Primer movimiento independentista en San Salvador de 1811, conocido como el Primer Grito de Independencia de Centroamérica, fue una sublevación en contra de las autoridades de la Capitanía General de Guatemala. A finales del siglo XVIII, la Intendencia de San Salvador se había mantenido como la principal productora de añil en la región, pero el monopolio comercial impuesto por las casas comerciales guatemaltecas, junto a la crisis económica y política que sobrevino a las colonias americanas del Imperio español a inicios del siglo XIX, motivó a los pobladores de la ciudad de San Salvador para lograr un gobierno autónomo.

El 5 de noviembre de 1811 los salvadoreños fueron liderados por un grupo de criollos encabezados por Manuel José Arce, y los sacerdotes José Matías Delgado junto a los hermanos Aguilar. Los alzados lograron deponer a las autoridades coloniales y nombrar a sus propios dirigentes, pero la revuelta no encontró respaldo en los demás poblados de la intendencia, por lo que la ciudad quedó aislada. Las autoridades de la Capitanía General de Guatemala enviaron una misión de índole pacífica para restaurar el orden en la localidad. Este movimiento fue también el primer intento de sublevación en la capitanía, previo a la Independencia de Centroamérica en 1821.

Índice

1 Antecedentes o 1.1 Crisis económica y políticao 1.2 Las Reformas Borbónicas y otras políticas de la corona españolao 1.3 Las tensiones entre Guatemala y San Salvador. El rol de los mestizos

2 Inquietudes políticas en San Salvador o 2.1 Participación de sacerdotes en el movimiento

3 Acontecimientos o 3.1 Sucesos del cinco de noviembre

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4 Sucesos posteriores en la región 5 El encuentro entre los delegados guatemaltecos y los sublevados 6 Objetivos de los sublevados 7 La campana de La Merced 8 Conmemoraciones

o 8.1 Centenarioo 8.2 Bicentenario

9 Véase también 10 Notas 11 Referencias

o 11.1 Bibliografíao 11.2 Bibliografía adicional (no utilizada directamente en este artículo)

12 Enlaces externos

Antecedentes

Territorio que abarcaba la Intendencia de San Salvador.

Desde el inicio del siglo XVII, el cultivo de añil había sido la base económica de la Intendencia de San Salvador.1 Las plantaciones cubrían casi todo el territorio,1 2 y el tinte extraído era la principal exportación del Reino de Guatemala.3 Precisamente, la provincia de San Salvador había sido la principal productora en los últimos 25 años del siglo XVIII.4

La industria era controlada por una élite criolla conformada por españoles, criollos y ladinos,2 propietaria de considerables extensiones de tierra.5 Dicha élite ostentaba el poder político en la intendencia salvadoreña, gracias a que el añil también propiciaba que la hacienda fuera una importante unidad productiva.1 Además existía la participación de los pequeños productores o poquiteros (en su mayoría ladinos y mulatos)6 que rendían un estimado de dos tercios del monto total.5 Por otro lado, la actividad económica de este rubro incentivaba la ganadería en Honduras, Nicaragua,7 y Costa Rica.6

Sin embargo, la explotación del añil no beneficiaba a los indígenas, quienes proporcionaban su fuerza laboral a la industria. Sus mejores tierras habían sido despojadas para el cultivo,1 además, los hacendados disponían de su trabajo a través del repartimiento obligatorio, el cual había sido legalizado en 1784, a pesar de que se había prohibido su ocupación en haciendas de añil desde el siglo XVI.8 Esto se debía a que el proceso de elaboración del tinte causaba muchas muertes entre los trabajadores, pues los obrajes eran focos de infección de enfermedades.9 Esas duras condiciones laborales ocasionaron la huida de los nativos a lugares aislados.10

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A mediados del siglo XVIII, la demanda de añil era creciente por parte de la manufactura textil de Inglaterra y Cataluña, y alcanzó su apogeo entre los años 1760 y 1792.11 También el sistema de navíos sueltos, implantado por la corona española desde 1778,12 había favorecido el comercio.13 Sin embargo, la exportación del producto hacia los puertos españoles desde el Reino de Guatemala, y los flujos comerciales en la parte septentrional del istmo (que incluía a San Salvador), era dominada por los comerciantes de Guatemala,7 quienes estaban vinculados con las casas comerciales de Cádiz.3 Precisamente, la prosperidad del añil conformó una nueva elite de criollos e inmigrantes españoles que se radicaron en la Ciudad de Santiago de los Caballeros y posteriormente en Nueva Guatemala de la Asunción.11 14 Aunque en pocos en número, ellos lograron controlar el comercio interno.13 15 La familia Aycinena era la más prominente entre la aristocracia guatemalteca, y entre sus haberes se contaban haciendas de ganado en Guatemala y de añil en San Salvador, así como almacenes y tiendas de menudeo en esta misma ciudad y San Vicente.15

En general, las demás provincias centroamericanas se encontraban a merced del monopolio mercantil de la Ciudad de Guatemala, que tenía el respaldo de la corona española. Por tanto, aunque la mitad de la producción de añil para exportación provenía de los llamados poquiteros de El Salvador, Honduras y Nicaragua, era la aristocracia guatemalteca la que establecía los precios y tenía la capacidad de comprar a los grandes productores; también concedía préstamos y obligaba a los demás provincianos a llevar sus productos a Guatemala para venderlos en tiangues y ferias.3 15 Además, la capital del Reino tenía la ventaja de la cercanía de las aguas navegables, que la comunicaban con Santo Tomás de Castilla.14 Asimismo, la aristocracia tenía el control del Real Consulado de Comercio, que le ayudaba a dominar el monopolio del comercio exterior.16 La supremacía guatemalteca incrementó las protestas de las otras provincias, principalmente entre los años 1770 y 1790,4 el tiempo de mayor actividad de la industria.

Crisis económica y política

José de Bustamante y Guerra.

El comercio del añil decayó por la crisis económica que sobrevino en los años finales del siglo XVIII.13 Por un lado, la planta comenzó a ser cultivada en otras regiones como la India o Venezuela.17 Otra circunstancia era la guerra sostenida por España contra Inglaterra

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en los años previos a las Guerras Napoleónicas, la cual interrumpió el comercio, ocasionando que los productores de añil no pudieran vender sus productos en el exterior.18 Además, la corona española demandó el apoyo financiero de las colonias americanas a través de contribuciones patrióticas y la consolidación de vales reales,Nota 1 medidas que impactaron en San Salvador, pues muchos debían dinero a la Iglesia Católica, institución que otorgaba préstamos. Por ejemplo, la familia de Manuel José Arce, quien sería uno de los involucrados en el alzamiento de 1811, se vio obligada a pedir dinero prestado para pagar la consolidación.17 En contraparte, la familia Aycinena se beneficiaba de las pérdidas de sus deudores.17 Otra adversidad fue una plaga de chapulín que había destruido la cosecha de los años 1802 y 1803.17

Debido a que la sociedad centroamericana descansaba sobre bases agrarias,19 fueron los centros urbanos los que reflejaron más la crisis, pues el desempleo intensificó las migraciones a las ciudades. Esto sucedió con más énfasis en Nicaragua y San Salvador, importantes centros productores de ganadería y añil, respectivamente.20

Aparte de la crisis económica, también San Salvador no era ajena a la crisis política desatada por la invasión francesa a España en 1808, pues en América surgió la incertidumbre debido a los regímenes en disputa de José Bonaparte y la Junta Suprema Central.21 A pesar de los acontecimientos, la élite comercial guatemalteca pudo sortear las inquietudes independentistas de la Capitanía, creando una alianza entre ellos y las autoridades, especialmente con José de Bustamante y Guerra.22 A pesar de todo, el reconocimiento de las posesiones americanas como parte esencial de la monarquía española en 1809, por parte de la Junta Central, fue un hecho trascendental en la formación de un sentimiento libertario en América.23

Las Reformas Borbónicas y otras políticas de la corona española

Uno de los objetivos de las Reformas Borbónicas implantadas en América, por parte de la corona española —medidas vinculadas al movimiento cultural de la Ilustración—, era ganar más poder frente a las élites criollas locales.24 En el Reino de Guatemala la medida no surtió efecto, pues con el establecimiento del régimen de intendencias, los cargos fueron ocupados por miembros de la Real Audiencia de Guatemala, más leales a los intereses comerciales monopolistas de la Ciudad de Guatemala.25 Pese a la situación, en San Salvador gobernaron intendentes interinos entre 1798 y 1804, lo que dio posibilidad a los criollos de experimentar cierta autonomía.26

Las reformas también estimularon la creación de gremios de productores medianos y pequeños de añil en San Vicente, por parte del mismo Presidente de la Audiencia, Matías de Gálvez y Gallardo, quien además estableció la Sociedad de Cosecheros de Añil en 1782, como una institución de crédito para los productores. Sin embargo, la dependencia económica de los productores hacia los comerciantes guatemaltecos, predominó ante cualquier tentativa de autonomía.27 28

Otra medida fue el traslado de la feria comercial al importante centro productor de añil de San Vicente en 1783, pero los guatemaltecos lograron mudarla a San Salvador en 1787, y

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mantuvieron la práctica de fijar precios por medio de sus representantes allí afincados, en perjuicio de los cosecheros locales.27 Asimismo, en vista de la crisis económica, en 1811 también fue creada una junta de la Sociedad Económica en San Salvador, organismo encargado del mejoramiento de la educación y la actividad económica, así como del fomento de la actividad artesanal.29

Las tensiones entre Guatemala y San Salvador. El rol de los mestizos

En los últimos años del periodo colonial los salvadoreños tenían una economía dinámica, contraria a la guatemalteca, que era estacionaria y autosuficiente.30 Mientras los guatemaltecos vivían de las transacciones comerciales y el trabajo indígena, los salvadoreños estaban más relacionados con la actividad productiva.30 Sin embargo, de todas las provincias de la Capitanía, San Salvador era la que recibía la influencia más directa por parte de la metrópoli guatemalteca, la cual no siempre era beneficiosa.31 Esto dio lugar a que las relaciones políticas entre ambas provincias fueran tensas, por la existencia de intereses en juego, y la presencia de los grupos sociales de más base económica en el Reino.32

Precisamente, por ser San Salvador el centro comercial más importante del Reino, padeció más las consecuencias de la crisis económica. Muchos trabajadores resultaron afectados por el desempleo, lo que desencadenó el descontento en los criollos.33 En consecuencia, por el hecho de vivir bajo dos «dictaduras», la colonial y la guatemalteca, hizo de la provincia la más interesada por la independencia en el istmo.30

Por otro lado, una circunstancia fundamental en la región era el crecimiento poblacional de los mestizos o ladinos. En San Salvador, como sucedía en Nicaragua, Costa Rica y Honduras, se habían convertido en un grupo numeroso.34 De acuerdo a un censo de 1798, en la Intendencia de San Salvador habitaban 69 836 individuos entre españoles y ladinos, mientras los indios totalizaban 66 515.35 Además, hacia el final del siglo XVIII —aunque en los poblados importantes como Santa Ana, San Miguel y San Vicente los criollos y peninsulares tenían el control de la provincia—36 eran los ladinos quienes ocupaban sus tierras, en detrimento de las comunidades indígenas.34 37

Esta característica de la población de San Salvador ayudó para que alcanzara un grado de desarrollo económico con cierto equilibrio social, incluso mayor que todas las provincias del Reino de Guatemala. La población homogénea de San Salvador —así como la de Nicaragua—, y su alto grado de concentración territorial, debilitaron el sistema de castas.38

A finales de la época colonial, el mestizo tenía un peso social determinante. Según el autor Julio Pinto Soria, la línea que separaba a «explotados y explotadores» en San Salvador, no era el rígido sistema de castas que trató de mantener la sociedad guatemalteca, ya que las relaciones económicas y sociales guardaban cierto equilibrio entre los indios, mestizos y criollos. Además, no existían conflictos localistas y había un alto grado de movilidad social, donde los trabajadores apoyaban con prontitud los movimientos anticoloniales.33 Asimismo, aparte de Guatemala, el nivel cultural de la población era más elevado que en el resto de las provincias, lo que facilitaba la incorporación de las masas en la lucha política.30 De hecho,

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el protagonismo de las masas populares en los acontecimientos de 1811, provocó en ciertos casos posturas radicales; y el peligro de que una rebelión escapara del control de las autoridades, obligó a una serie de reacomodos y acercamientos entre las elites criollas de la región, para evitar que tomara el grado de intensidad de Haití o México.33 39

Inquietudes políticas en San Salvador

Los cambios en las ideas, producto de la Ilustración, llegaron a España y sus colonias. La misma Guerra de Independencia de los Estados Unidos y la Revolución Francesa estuvieron influenciadas por los ideales de los derechos de los ciudadanos. En América, ante la incertidumbre de la situación en la península, y la suerte de Fernando VII, una serie de movimientos cundieron con el objetivo de posesionarse del gobierno debido a la acefalía imperial, e invocaron el traspaso de la soberanía a manos del pueblo.40

San Salvador no era ajena ante los acontecimientos: empezaron a circular pasquines en contra de las autoridades coloniales y ciertos informes señalaban que había un grupo sedicioso que se manifestaba por las noticias de España y los sucesos del Virreinato de Nueva España:

…su facilidad de creerlas adversas y que nuestro adorado Monarca no existía, burlándose de las Gacetas y papeles públicos que una u otra vez nos consolaban con su existencia. Distinguiéndose en esto los Presbíteros Aguilares, a cuya casa fui de intento a fin de convencerles que vivía Fernando y que los ejércitos realistas conseguían victorias en uno y otro hemisferio.40

Durante esta etapa, los criollos salvadoreños cuestionaban que Guatemala continuase su dominio en perjuicio de las demás provincias del Reino.41 Para el caso, de San Salvador salía mucho dinero directamente al Arzobispado, con sede en Guatemala, en concepto de rentas eclesiásticas, y por ello surgió la idea de crear un Obispado en la provincia. Esto motivó a los salvadoreños a recomendar al diputado a las Cortes de Cádiz, José Ignacio Ávila, que solicitara «pedir la erección del obispado y fundación de un seminario provincial, a cuyo sostén bastarían la renta de los diezmos…».41

Aunque la moción no prosperó, se demostraba que había un interés nacionalista, y no únicamente religioso.41 Precisamente, en el gobierno colonial el criollo tenía pocas probabilidades de participar, por lo que su única oportunidad era el cabildo, el cual les daba prestigio en la sociedad aunque con poca autoridad política.31 Sin embargo, las Reformas Borbónicas terminaron debilitando esta institución que jugaría un papel importante en los movimientos independentistas, ya que desde allí podía iniciarse o —por el contrario— contrarrestarse.42

La escasa influencia en el poder impulsó a los criollos a fortalecer a sus hijos en el estudio. De esta manera, quienes formarían parte del movimiento de 1811 —fruto de una generación donde existió incremento de la actividad cultural a fines del siglo XVIII—, eran expresión de una minoría culta que asumiría liderazgo.31 Entre ellos figuraban sacerdotes o personas con estudios en Guatemala,43 muchos de ellos egresados de la Universidad de San

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Carlos donde se enseñaban las ideas de la revolución científica y de la Ilustración.44 Esas minorías cultas, cuyos miembros se encontraban relacionadas por lazos familiares en varios casos,45 tenían influencia social y económica.41 Además, de acuerdo a un informe del Capitán General Bustamante, estaban en contacto con los cabecillas del movimiento independentista mexicano.46

Participación de sacerdotes en el movimiento

Un grupo de sacerdotes intervino en la gestación del movimiento de 1811. Mejor preparados intelectualmente, y con una posición importante en la vida pública, eran indiscutibles líderes de la causa. Entre ellos figuraban el párroco José Matías Delgado y los hermanos Manuel, Vicente y Nicolás Aguilar. Su implicación provocó el sobresalto entre los sectores conservadores, pues la Iglesia Católica era una importante aliada del poder colonial. Cualquier participación de los religiosos era considerada una herejía por las altas autoridades eclesiásticas.47 Precisamente, el vicario provincial de San Vicente, Manuel Antonio Molina, expresaría ante los hechos del cinco de noviembre:

No os dejéis engañar con que es posible conservar la Religión, faltando a lo que debemos al Rey.47

Según el historiador Carlos Meléndez Chaverri, los curas, enterados del ajusticiamiento de Miguel Hidalgo en julio de 1811, decidieron intervenir en el movimiento independentista, pero «delegando su entera confianza como eran los parientes más allegados, las facultades que ellos habrían deseado asumir».47 Los nombres de esos personajes incluían a Manuel José Arce, el cabecilla del movimiento; don Bernardo, su padre; su medio hermano el presbítero Juan José Arce; Manuel Delgado, hermano de José Matías; Juan Manuel Rodríguez; Mariano y Leandro Fagoaga; José María Villaseñor y Manuel Morales.

Acontecimientos

Desde 1805, gobernaba la Intendencia de San Salvador don Antonio Gutiérrez y Ulloa, quien mantenía relaciones de amistad con los criollos de la ciudad, particularidad que les favorecería en la preparación de la sublevación.48 En la Capitanía General de Guatemala, José de Bustamante y Guerra había asumido el gobierno el 14 de marzo de 1811 en lugar de Antonio González Mollinedo y Saravia, quien había desempeñado una política moderada en su administración. Sin embargo, González había creado el Tribunal de Fidelidad en Guatemala el año anterior, para perseguir a todos los que propagaren noticias contrarias a la corona española. Ese tribunal había juzgado a los salvadoreños Justo Zaldívar, de San Alejo, y Valentín Porras, por difundir ideas contrarias a la monarquía. Sus bienes fueron confiscados, aunque retornados una vez que el tribunal fue disuelto en febrero de 1811.48 49

Por su parte, Bustamante y Guerra era férreo opositor a las corrientes independentistas y rechazaba el Estatuto de Bayona. También le disgustaba el hecho que González Mollinedo había fomentado la libertad de imprenta en su administración.48 Bustamante promovió el espionaje, y tenía como aliado al religioso Ramón Casaus y Torres quien había calificado con graves epítetos a Miguel Hidalgo y Costilla durante su estadía en México.48

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Entretanto, en la ciudad de San Salvador, durante los meses anteriores al 5 de noviembre había inquietud. De hecho, para el mes de septiembre de 1810 González Mollinedo había comunicado al secretario de guerra y justicia que existían allí síntomas de rebelión contra España.50 Para el 4 de enero de 1811, tanto el gobierno civil como el eclesiástico habían prohibido y mandado a recoger impresos a favor de la independencia en América que circulaban en todas las provincias. Para paliar la agitación, se estableció la derogación de los tributos a los indios, una medida que se haría efectiva a partir del mes de octubre, y cuya noticia fue encomendada a José Matías Delgado como vicario provincial de San Salvador.49

No obstante, los mismos criollos fomentaban las discordias entre las autoridades coloniales y los americanos.48 Por ejemplo, Manuel José Arce fue señalado por un testigo tratando de:

seducir a don Manuel Paredes, uno de los vecinos honrados de esta ciudad, llamándole con artificios y pretextos, para decirle que porqué se tardaba en sacudir el yugo…y hablando muy mal de los europeos para conciliarles el odio y enemigo de los criollos.48

También los hermanos Aguilar se mostraban sediciosos ante las dispocisiones de las autoridades eclesiales de Guatemala, pues se negaron a publicar edictos «contra los insurgentes», y tampoco celebraron la conmemoración del Levantamiento del 2 de mayo.48

Acorde a las circunstancias, en el mes de agosto el Capitán Bustamante y Guerra ordenó trasladar a la ciudad de Guatemala las armas y fondos del tesoro real y del consulado de comercio en San Salvador debido la inquietud política;21 y en septiembre dispuso que nadie podía transitar en el territorio sin el permiso respectivo.49 Es posible que Gutiérrez y Ulloa fuera instruido para actuar en contra de los rebeldes, sin embargo, quizá por la amistad que había mantenido con los criollos de la ciudad desatendió la efervescencia.48

Dos eventos causaron alarma entre los salvadoreños en esos días de agitación. Uno fue el apresamiento del cura Manuel Aguilar en Guatemala en el mes de octubre. El religioso era una persona muy querida en la intendencia de San Salvador, pero fue acusado de mantener correspondencia con «un emisario de nueva España, que estaba dividido en facción, o con uno de los cabecillas del mismo Reino».51 También su hermano Nicolás fue obligado comparecer ante el arzobispado de Guatemala, por compartir el mismo pensamiento con su hermano menor. El otro acontecimiento fue el rumor que el cura Delgado sería asesinado, un bulo quizá provocado por los criollos para aumentar la aversión popular contra las autoridades. En cualquier caso, se armaron turnos entre los vecinos para cuidarlo.51 En vista que la tensión aumentaba en San Salvador, algunos residentes españoles se vieron obligados a dejar la ciudad y tomaron rumbo a otras localidades por su seguridad.51 Informado de los sucesos, Bustamante esperaba la sublevación en Salvador para enero de 1812, y por eso los sediciosos adelantaron los planes.52

Sucesos del cinco de noviembre

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Manuel José Arce.

La noche del cuatro de noviembre, un grupo de vecinos —encabezados por los Arce, padre e hijo— fueron donde el intendente Gutiérrez y Ulloa para reclamar libertad de Manuel Aguilar en Guatemala, así como anular el comparendo a Nicolás. Gutiérrez expresó su inutilidad al respecto, alegando que era asunto del arzobispado guatemalteco. Tras la negativa, se propusieron apresar esa noche al presunto sospechoso que atentaría contra Delgado. El intentende puso en estado de alerta la localidad y delegó a José Rossi Rubí para que tomase las armas ante cualquier eventualidad. El mismo Rossi comunicó las disposiciones a los vecinos, quienes se organizaron en grupos para proteger la vivienda de Delgado.52

La mañana del martes cinco, los sublevados se dispusieron apresar a los españoles que había en la ciudad, entre ellos a Felipe Cerezo, quien logró escapar. En un informe de Pedro Alda, quien acudió a la residencia de Delgado para pedir explicaciones de tales acciones, dio a entender:

Entonces conocí la maldad que envolvía a semejante proyecto, e hice ver al Padre Cura y a su hermano…el riesgo que corrían sus vidas.53

Entretanto, Gutiérrez y Ulloa se hallaba en su casa rodeado de un grupo de trescientas o cuatrocientas personas53 que intentaban sacarlo, y que además exigían la renuncia de las autoridades coloniales. Como era día de cabildo ordinario, el intendente ordenó tocar las campanas, quizá creyendo que así se podría solucionar el conflicto, pero lo único que hizo fue aglomerar más gente de la que estaba reunida. No existieron más daños en la casa del intendente que un farol roto y el derribo de una puerta.53 Una vez el intendente se hizo presente al cabildo, y en medio de las ofensas del público, los insurgentes demandaron la investidura de Bernardo de Arce como alcalde de primer voto, y delegaron a Manuel José Arce como su representante.45 Al mismo Arce se le adjudica esta proclama:

No hay Rey, ni Intendente, ni Capitán General, sólo debemos obedecer a nuestros alcaldes.49

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Las autoridades, ya doblegadas, accedieron a las peticiones y demandaron protección a sus vidas y propiedades. Cuando terminó la revuelta, un Te Deum fue celebrado a eso del mediodía en la iglesia parroquial, en la que se agradeció el resultado y la ausencia de derramamiento de sangre. Al parecer Arce no concurrió, pues se había dirigido a la casa del Corregidor Manuel Morales debido a que algunos individuos habían asaltado el estanco de aguardiente, y podía ser peligroso para el buen término de la jornada.53

Para el día ocho fueron elegidas las nuevas autoridades. Leandro Fagoaga asumió como alcalde de primer voto, debido a la renuncia de Bernardo Arce. Fagoaga era acompañado del alcalde segundo José María Villaseñor; ocho regidores; y el secretario Juan Manuel Rodríguez. El cargo de intendente recayó en José Mariano Batres.54 Las proclamas eran dictadas por Arce.54 55 Por otra parte, Delgado solicitó a José Rossi que entregase el bastón de mando, pero este replicó: «le respondí con una desvergüenza que aquel bastón me lo había dado el Rey, (y que) no lo largaría, solo que mequitasen el brazo y (así) me dejó».54

Aunque una versión indica que existió el asalto de la sala de armas, y expolio de las cajas reales,55 en términos generales las jornadas se desenvolvieron sin actos de violencia contra las autoridades coloniales. Esto se debió a los esfuerzos de los cabecillas del movimiento para contener cualquier exceso de la multitud.45 54 Nuevamente destacaron el cura Delgado quien predicó obediencia a las autoridades nombradas, y Arce dando voces generales, arengando «que se contuviesen», pues «qué se diría de San Salvador». De esta manera trataban de demostrar que lo sucedido no era un triunfo del libertinaje.54

Los eventos se encuentran plasmados en un documento llamado Relación Histórica, probablemente dictado por Arce.54 En el escrito se convocó a los restantes cabildos de la intendencia con el propósito de formar una Junta Gubernativa, similar a las formadas durante la Guerra de la Independencia Española:

En las sociedades es principio inalterable, qe. mueran unas para qe. renascan otras; y qe. las mismas, qe. renasen, tienen qe. hacer esfuerzos superiores, para vencer la continua desgracias qe. en sus principios, presenta, la felicidad qe. secundariamente esta en manos de los hombres...El día cinco, siendo de cavildo (ordinario) incautamente se tocó aquella campana. cuio sonido reunio no más pocas gentes, como la noche (anterior)...los ánimos indispuestos, el tumulto en movimiento, la potestad dudosa, nadie manda, nadie obedece, y solo el desorden reinaba, la confusión se esculpía en los habitantes de San Salvador. Pero reintegrados un tanto los espíritus de los Españoles Americanos, toman la voz para representar al pueblo qe. el movimiento tumultuario prometía grandes desastres...La predicación de su cura. y Vicario. La confianza de los Españoles Americanos, y la obediencia al alcalde nombrado, fueron los Ángeles tutelares de los Europeos...Concluyendose este acto solemne y misterioso pr. todos sus respectos, y dejando abierta las discusiones, para las sucesivas Juntas, qe. serán ya con (representación) de los Cabildos restantes de la Provincia aquienes se convocan.- San Salvador ocho de Novre. de mil ochocientos once.-55

Sucesos posteriores en la región

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A pesar del éxito logrado, y el curso normal que San Salvador tuvo en los días posteriores,56

los insurrectos no trabajaron con los partidarios de la emancipación en los demás poblados de la intendencia. Al final la ciudad quedó aislada, y los rumores en contra de los alzados permitieron a los ayuntamientos organizarse para repeler cualquier foco de insurrección.57

Las noticias de los sucesos del cinco de noviembre llegaron a San Vicente el día siete por medio de un anónimo, y las autoridades expresaron al capitán Bustamante «el dolor con que ha visto turbada la singular quietud de que nos gloriamos todos los habitantes de este reino»;57 el día nueve el ayuntamiento de San Miguel mandó a quemar en plaza pública la invitación de los independientes para que se unieran al movimiento;58 el once de noviembre el ayuntamiento de Santa Ana protestó contra el movimiento,58 y la calificó de «sacrílega, subversiva, sediciosa, insurgente, y opuesta hasta el último grado de fidelidad, vasallaje, sumisión, subordinación»;57 Metapán emitió un acta de protesta;58 mientras, Zacatecoluca expresó:

En medio del torrente de males que nos amenaza, nuestra firmeza en resistirlos y precaverlos será inalterable, y uniformes nuestros votos declamará constantemente contra toda sociedad intrusa, y seguiremos el camino de la virtud, y nuestros alientos sólo respirarán vivas repetidos por la Religión, Rey y Patria!.59

No obstante, existieron revueltas en la intendencia, no siempre relacionadas con los propósitos de los insurrectos de San Salvador.60 En Usulután los vecinos depusieron al juez real y el teniente subdelegado, y al grito de «mueran los chapetones y repartamos sus intereses», saquearon casas de españoles.60 61 En Santa Ana, mulatos y pardos plantearon demandas a las autoridades, y pidieron la libertad de dos indios mensajeros de San Salvador, a ellos se unieron un grupo de mujeres que tuvieron activa participación. El tumulto se debilitó ante las amenazas de excomunión, y muchos fueron remitidos a las cárceles de la Ciudad de Guatemala.62 En Metapán despojaron del poder a las autoridades y hubo saqueos. Resalta el hecho que, en posteriores testimonios, los apresados de esta ciudad aseguraron no temer represalias, pues a los sublevados de San Salvador «nada les había sucedido».60

También se registraron motines en Chalatenango y Tejutla. Los últimos brotes tuvieron lugar en Cojutepeque (30 de noviembre) y Sensuntepeque (20 de diciembre). En medio de las revueltas, se esparció la noticia que el alcalde primero de San Vicente había armado una milicia de ciento cincuenta hombres para atacar a San Salvador, lo mismo ocurría en Usulután, San Miguel y Sonsonate. Ante la amenaza, los sublevados se acuartelaron.62

Por otra parte, el 10 de noviembre llegó el correo correo ordinario a la Ciudad de Guatemala con las noticias de los hechos en San Salvador, que probablemente incluía la Relación Histórica. Los documentos, que incitaban a los vecinos a tomar la misma decisión,58 fueron calificados como el «parto de algún infatuado».56 Dos días antes el religioso Ramón Casaus y Torres había tildado a los promotores del levantamiento como «enemigos de la religión».58 Sin embargo, la sublevación encontró eco en la ciudad de León, Nicaragua, pues el 13 de diciembre la población se amotinó en contra el intendente José Salvador. Los sucesos en esta provincia no acabaron hasta el año siguiente.63

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El encuentro entre los delegados guatemaltecos y los sublevados

El mismo día que fueron recibidas las noticias desde San Salvador, el cabildo guatemalteco expresó su sorpresa y preocupación. También organizó una diputación con el fin de calmar los «movimientos populares», la cual emplearía todos los «medios que la prudencia dicte y parezcan convenientes». Bustamante aceptó la sugerencia y propuso como diputado a José María Peinado, considerado afín a las ideas liberales y progresistas. Le acompañarían José de Aycinena, investido como el nuevo intendente de San Salvador. A la comitiva se sumó fray Mariano Vidaurre.56

Mientras tanto, por esos días llegó a la Intendencia de San Salvador el liberal guatemalteco Mateo Marure, padre del historiador Alejandro Marure, con cartas de recomendación de Manuel Aguilar. Tras un encuentro en Mejicanos con Nicolás Aguilar, pasó a la ciudad donde se entrevistó con los líderes del movimiento. Allí discutieron el monto de armas y dinero necesarios para cualquier enfrentamiento bélico, que en ese momento eran insuficientes; Marure ofreció reforzar con «un millón de pesos». Los salvadoreños se mostraron alegres ante la propuesta, pero Delgado preguntó al guatemalteco cómo lo conseguiría. Éste respondió con una extraña solución:

...sale al corredor del cabildo un escribano con el verdugo, quien llevará en las manos una palangana y sobre ella un cuchillo: el pregonero gritará: 800.000 pesos dan por la cabeza de don Gregorio CastrizionesNota 2 ¿ai quien puje y quien dé más? Entonces Castriciones saldrá ofreciendo 200.000 pesos y se completa el millón.64

Al final los salvadoreños desoyeron a Marure quien fue encaminado para Guatemala.64

Por su parte, la comisión partió de la capital del Reino el 19 de noviembre.65 Tres días después llegaron a Santa Ana, donde atendieron la pacificación de Tejutla, Chalatenango y Metapán. En esta ciudad Aycinena dispuso que se encarcelaran a los principales involucrados, y no a los que hubiesen tenido una participación menor.65 Arribaron a San Salvador el tres de diciembre donde fueron recibidos por los cabecillas del movimiento. Con una actitud de condescendencia, los enviados aceptaron la separación de Gutiérrez y Ulloa, pero pidieron la disolución de la Junta Gubernativa. También Aycinena asumió como nuevo intendente.66

Es posible que el ambiente de cordialidad que en apariencia tuvo la reunión, se debiera a las personalidades involucradas en el movimiento. Cualquier represión a los miembros de las distinguidas familias salvadoreñas o a los clérigos, muy a pesar de la recia autoridad de Bustamante, pudo haber causado serias consecuencias, algo que no era conveniente por la difícil situación que pasaba la monarquía española.66 Además la fidelidad a las autoridades fue premiada: el presbítero Doctor Manuel Ignacio Cárcamo de Santa Ana, el doctor Manuel Antonio Molina de San Vicente, y el doctor Manuel Barroeta de San Miguel, obtuvieron el rango de Canónigos Honorarios de la Catedral de Guatemala. La ciudad de San Miguel obtuvo el título de Muy Noble y Muy Leal Ciudad, San Vicente alcanzó el rango de ciudad, y Santa Ana el de villa.67

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Fernando VII.

Objetivos de los sublevados

Según lo expresado en la Relación Histórica, los sublevados de San Salvador deseaban la independencia de España y asumir la soberanía. Además, ellos se consideraban los guías que encauzaban los ánimos enardecidos de la población, lo que justificaba la creación de la Junta Gubernativa.68

No obstante, la legitimidad de dicha Junta se enmarcaba bajo la «religión cristiana, bajo las leyes municipales, bajo la superioridad de las Cortes en todo lo justo, y bajo el nombre de nuestro amado Fernando VII…». Para Meléndez Chaverri esa declaración demuestra que los salvadoreños eran conscientes de su impotencia ante cualquier acometida militar que proviniera de Guatemala, y por ello manifestaron la fidelidad hacia las autoridades de la corona española. El mismo reconocimiento al rey, en caso de que volviese a reasumir el trono con todas sus facultades, los ponía «al margen de toda sospecha». Por tanto, era prudente dejar como posible la reincorporación a la monarquía.68

Durante el movimiento se plantearon objetivos concretos como la supresión de las alcabalas, y los estancos de aguardiente y tabaco. Estas demandas podrían haber sido utilizadas para que las masas populares se unieran a la rebelión. Por el contrario, la participación de los pobladores no transcendió, y los efectos del alzamiento no se esparcieron a las áreas rurales, a pesar de los levantamientos ocurridos en Usulután o Santa Ana. Al final, el resultado del movimiento recayó en las mismas elites criollas, ante el temor de una radicalización campesina, como había ocurrido en el Virreinato de Nueva España. Esta circunstancia fue común a las demás movimientos que acaecieron en el área centroamericana anteriores a 1821.69

La campana de La Merced

La leyenda ha perpetuado a José Matías Delgado como el iniciador del Primer Grito de Centroamérica, cuando tocó la campana de la Iglesia Nuestra Señora de La Merced a las

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cuatro de la mañana.70 Sin embargo, la evidencia histórica muestra que las únicas campanas tañidas ese día fueron la del cabildo, y probablemente otra en la Iglesia Parroquial para el Te Deum.71 La supuesta gesta de Delgado cobró fuerza a partir de un discurso de Víctor Jerez el 5 de noviembre de 1911, en la conmemoración del centenario del movimiento. Él mismo recabó el hecho de la tradición, expresando:

El criterio histórico señala al Doctor Delgado como el promotor de esa magna transformación social: y ya que nuestros archivos aún no se han registrado del todo...hemos de recurrir a varios datos que conserva la tradición...Visiblemente contrariado, cierra la ventana, y con presteza sale a la calle…llega al atrio de La Merced; asciende nerviosamente al campanario y al llegar al rellano, ase las cuerdas de las campanas…El Padre Delgado, con patriótica impaciencia, sustituyó al encargado de dar la señal que esperaban los conspiradores…71

Según investigaciones del historiador salvadoreño Miguel Ángel García, esta proeza pudo haber sido confundida con la noche del 24 de enero de 1814, cuando ocurrió el segundo movimiento independentista en Salvador, pues los conspiradores esperaban el sonido de las campanas para dar inicio a este nuevo motín. Esa vez, según testimonios de la época, el encargado de dar el aviso era Manuel Aguilar.71

Conmemoraciones

Manuel Enrique Araujo, presidente de El Salvador entre los años 1911-1913.

Centenario

Entre los días 3 y 7 de noviembre de 1911, durante la administración de Manuel Enrique Araujo, fue celebrado el centenario del Primer Grito de Independencia de Centroamérica. Para la ocasión se organizaron Juegos Florales, congresos de médicos, obreros, estudiantes, y una sesión pública en la Facultad de jurisprudencia donde estuvieron representadas las facultades de jurisprudencia de Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica; a los festejos se sumó el ejército salvadoreño, y asistieron invitados de los demás países de Centroamérica.72

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La efeméride fue aprovechada para erigir el monumento a los próceres, localizado en la actual Plaza Libertad, el cual consiste en un pedestal cuya cúspide ostenta un «ángel de la libertad». Alrededor de la parte media de la base fueron incorporados medallones con las figuras de José Matías Delgado, Juan Manuel Rodríguez y Manuel José Arce.73

Los discursos y manifiestos estuvieron cargados de reinvindicaciones a los grupos indígenas, nacionalismo y llamados a la unión centroamericana. Tal como lo muestran las palabras de Araujo:

No vamos a celebrar un hecho aislado, regional y exclusivo de nuestra historia particular, acaecido en el periodo triste del desmembramiento de la República Federal de Centro América, sino un acontecimiento común a los pueblos de la antigua patria…El Salvador a invitado cordialmente a sus hermanas Repúblicas de la América Central, cuyos dignos representantes hallarán en el hogar salvadoreño el calor del propio hogar y el intimo abrazo que debe estrechar a los hijos de una misma madre. Y en el recuerdo glorioso, se avivará más nuestra fraternidad; y se fortalecerá la esperanza de una real y efectiva unión, al ser evocados en fraternal consorcio los hechos de nuestros antepasados, que no concibieron la patria pequeña y despedazada, sino grande e indivisible.72

Bicentenario

Artículo principal: Bicentenario del Primer Grito de Independencia de Centroamérica.

El 5 de noviembre de 2010, la alcaldía de San Salvador dio inicio a las actividades del bicentenario, en la iglesia Nuestra Señora de La Merced.74 Las celebraciones estuvieron a cargo de una Comisión Municipal para la Celebración del Bicentenario del Primer Grito de Independencia, que fue juramentada por el alcalde Norman Quijano el año 2009.75 Esta institución logró que San Salvador fuera declarada Capital Iberoamericana de la Cultura en 2011.76

Por su parte, el Gobierno de El Salvador constituyó la Comisión Nacional Bicentenario, encabezada por el presidente Mauricio Funes. La Secretaria de Cultura desempeñó el papel de coordinadora y facilitadora de actividades académicas, foros, investigaciones, exposiciones, publicaciones, y concursos para promover la participación ciudadana, actividades que iniciaron oficialmente el 25 de febrero de 2011.77 78 79

Véase también

egundo movimiento independentista en San Salvador de 1814(Redirigido desde «Segundo movimiento independentista de San Salvador de 1814»)

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El Segundo movimiento independentista de San Salvador de 1814, conocido también como el Segundo Grito de Independencia, fue la segunda de las sublevaciones en la

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ciudad de San Salvador con el objetivo de lograr la autonomía con respecto a la autoridades de la corona española.

Inicios

Desde el movimiento independentista de 1811 la situación en la ciudad de San Salvador, y en la Intendencia, era inestable. Para 1813 la tensión se vivía en las calles de los barrios y se manifestaba periódicamente en los pasquines soltados por los independentistas, debido a la cercanía de las elecciones de las autoridades municipales. Entre los organizadores para alcanzar las sillas edilicias estaban Manuel José Arce y Pedro Pablo Castillo, junto a otros ciudadanos de los diferentes barrios.

Especial indignación causaba el apresamiento del padre Manuel Aguilar, desde 1811, por las autoridades de la corona bajo el mando de José María Peinado. Era tanta la presión popular que al fin lo dejó en libertad en enero de 1813. A pesar de esto, el sacerdote aún mantenía una actitud rebelde. Su pensamiento se expresó plenamente en un duro sermón en la iglesia parroquial, el 5 de marzo, ante la feligresía y las autoridades civiles y militares. Entre sus palabras destacaron las siguientes : «Si las autoridades que son las llamadas a hacer respetar las leyes, son las primeras en violarlas inicuamente ¿qué puede exigírsele al pueblo que presencia tales tropelías? De allí viene necesariamente como lógica consecuencia, la revolución; la lucha sangrienta con todo su séquito de horrores, la persecución , la anarquía.» Ante el sermón las autoridades abandonaron el recinto.

«La efervescencia es incesante» fueron las palabras de Peinado, dirigidas por correspondencia, a las autoridades de la Capitanía General, describiendo las acciones dirigidas hacia su autoridad y la del odiado Cuerpo de Voluntarios. Por otro lado, mientras los independentistas mantenían correspondencia con el General en jefe del Ejército Independiente Mexicano, José María Morelos, el Capitán General ordenaba la vigilancia sobre Manuel Aguilar por su encendido discurso.

En diciembre se comenzó a desencadenar la agitación, hubo elecciones de alcaldes de barrios, electores y ayuntamiento, las cuales ganaron los independentistas. Entre los elegidos a la sillas municipales de San Salvador estaban Juan Manuel Rodríguez (alcalde) y Pedro Pablo Castillo (alcalde segundo). El intendente Peinado apeló las elecciones ante el Capitán General por no estar conforme. La victoria fue celebrada en la iglesia parroquial por el cura Vicente Aguilar en un solemne tedeum.

El nuevo cabildo pidió a Peinado que los fusiles de la sala de armas se pusieran bajo su cuidado para sustraerlas del Cuerpo de Voluntarios. Peinado reaccionó haciéndolos llamar ante su autoridad, y advirtiéndoles que estaba al tanto de todos sus planes.

Segundo intento

El 24 de enero de 1814, en Mejicanos, se reunieron los instigadores de una nueva sublevación hacia la autoridad colonial en la casa del cura Nicolás Aguilar. Entre ellos estaban sus hermanos Manuel y Vicente; Pedro Pablo Castillo, Bernardo José y Manuel

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Arce, Domingo Lara, Juan Manuel Rodríguez, Juan Arauzamendi, Leandro Fagoaga, Santiago José Celis y Juan de Dios Mayorga. Peinado ordenó una serie de capturas, entre ellas la del alcalde segundo Castillo. Los apresamientos causaron conmoción: la gente acudió desde el campo y pueblos vecinos; Juan Manuel Rodríguez se presentó ante Peinado para celebrar cabildo abierto, pidiendo su asistencia para confrontar los últimos hechos; Manuel José Arce pidió la libertad de los presos, petición que no fue concedida.

Castillo hizo un llamado general en el ayuntamiento, y la gente formó grupos en la ciudad. Peinado, ante la situación inestable, ordenó la libertad de los presos. La violencia se desató cuando el Cuerpo de Voluntarios disparó a la gente causando muertos y heridos. Arce intentó asaltar el cuartel sin éxito, y ante el Intendente manifestó el estado de insurrección. Peinado permaneció firme y ordenó instruir a Castillo que logró fugarse. El 26 de enero Peinado decretó Ley Marcial y comunicó a la Capitanía sobre el estado de insurrección. Con el pasar de los días continuaron las capturas, entre ellas el alcalde primero Juan Manuel Rodríguez.

Nuevamente la toma de poder se vio frustrada por la débil organización de los independentistas. Durante los siguientes años, las autoridades de la corona y quienes buscaban la autonomía siguieron en estado de tensión.

La celebración oficial del 24 de enero en El Salvador ha caído en desuso desde el último cuarto del Siglo 20.

ovimientos independentistas en Nicaragua de 1811 y 1812Saltar a: navegación, búsqueda

Los Movimientos independentistas en Nicaragua de 1811 y 1812 fueron una serie de revueltas en contra de las autoridades de la Intendencia de León. Los amotinamientos ocurrieron después del levantamiento de la ciudad de San Salvador en noviembre de 1811, y lograron deponer al intendente José Salvador. José de Bustamante y Guerra, Capitán General de Guatemala, encabezó la represión de los sediciosos, quienes sufrieron cárcel, y algunos terminaron siendo liberados hasta 1817.

Índice

1 Sucesos o 1.1 Propagación del movimiento o 1.2 La represión de Bustamante y Guerra o 1.3 Indulto a los involucrados

2 Véase también 3 Referencias

o 3.1 Bibliografía

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Sucesos

Desde el año 1794 la Intendencia de León era gobernada por don José Salvador, quien para 1811 era el funcionario que más tiempo había ocupado el cargo.1 Ese mismo año, el día 5 noviembre en la ciudad de San Salvador había estallado una revuelta encabezada por los criollos de la localidad, los cuales lograron asumir el mando de la intendencia. La noticia de los sucesos tuvo consecuencia en la Intendencia de León.2 3 4 De hecho, el mismo Capitán General de Guatemala, José de Bustamante y Guerra, expresó:

Natural era…que el ejemplo se propagase a otros lugares, o más bien había antigua disposición, semillas echadas y deseos uniformes cuando no fuese un plan combinado…2

Para el día 10 de diciembre empezaron los síntomas de inquietud en contra de las autoridades. Para el caso, los pobladores de León impidieron la salida de don Mariano Murillo de la ciudad, bajo sospecha que su viaje iba en contra de sus planes.2 Para solucionar el percance intervino el obispo Nicolás García Jerez, un sujeto fiel a la monarquía y hábil político.5 6 Sin embargo, el levantamiento era inevitable y la agitación creció para el día trece. Por la gravedad de los hechos, el intendente Salvador convocó a cabildo.

En dicha reunión se llegaron a algunos acuerdos, como el de no reprimir a los involucrados en la preparación de la revuelta. A pesar de ello, y mientras se desarrollaba la asamblea, un grupo de residentes irrumpió en el lugar situado en la casa del obispo, y plantearon el deseo de no ser más gobernados por los europeos con la excepción de García Jerez.2 Ante los hechos, Salvador renunció a su cargo y depositó el mando en el ayuntamiento.2 3

A pesar de la renuncia del intendente, el alboroto no disminuyó. Durante la noche, una multitud armada de puñales, machetes y palos,2 se congregó en la casa de José Salvador pidiendo su entrega para “hacerse justicia de los agravios que por tantos años habían experimentado”.2 Al final los sublevados entregaron un pliego de peticiones al obispo, que incluía la supresión del monopolio, rebaja de impuestos, la abolición de esclavitud y la libertad de prisioneros.7 García Jerez aceptó las exigencias y exhortó a los alzados que prestaran obediencia a las autoridades, y además les hizo jurar “por Dios, y una señal de la Santísima Cruz”.7

El día 14 de diciembre fueron nombradas las nuevas autoridades, las cuales serían presididas por el obispo García Jerez. Entre las atribuciones, que prácticamente eran las mismas de la intendencia depuesta,8 se contaban la defensa de la religión católica y la obediencia a Fernando VII. La resolución fue mandada al Capitán General Bustamante y Guerra y los demás cabildos de la provincia. Bustamante se mostró de acuerdo con las disposiciones, y el 2 de enero de 1812 dirigió correspondencia a García Jerez, en el que ratificó su nombramiento. Días después la inquietud volvería a la ciudad, pues el obispo envió una carta a Bustamante con fecha 20 de enero del mismo año, en el que comunicaba que la Junta Provincial de León no quería reconocerle como Gobernador Intendente de Nicaragua. Bustamante respondió con la declaración de nulidad de todo lo acordado y actuado por el gobierno provisional, y revocó el indulto a los participantes de los hechos.9

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Aunque el ayuntamiento y la Junta Provincial de León reconocieron a García Jerez ante las amenazas del Capitán General, el religioso pidió la ayuda de una fuerza armada de 500 o 600 hombres desde Guatemala, pues afirmaba que no tenía autoridad alguna:

...me hallo sin la fuerza necesaria para hacerme obedecer y respetar; la que hay, de lo que se aparenta, no está a mi disposición, o al menos no tengo toda aquella confianza que se requiere para contar con ella.9

Propagación del movimiento

Aparte de Léon, también Masaya se vio envuelta en una sedición. En esta localidad, Tomás O'Horan se rebeló en contra de las autoridades, pero fue reducido a prisión en Granada.4 9 La detención provocó un levantamiento el 15 de diciembre de 1811 en las localidades de Monimbó y Diriega, adonde los indios apresaron jueces, aunque fueron puestos en libertad posteriormente. Las revueltas continuaron hasta el 2 de enero.10

Por su parte, las autoridades de Granada, enteradas de las noticias de San Salvador comunicadas por Bustamante el 16 de diciembre, ratificaron la fidelidad a la monarquía española. Empero, dos días después, cuando conocieron del establecimiento de la nueva Junta de León, el ayuntamiento desconoció a las nuevas autoridades, y se reservaron el derecho a gobernarse por sí mismos. Para el día 22, los vecinos de la localidad pidieron la deposición de los empleados españoles, quienes decidieron renunciar y retirarse a Masaya.11

El cura y vicario José Antonio Chamorro emitió esta proclama:

El pueblo insurrecto ha desobedecido a todos los empleados europeos por ser chapetones: es así que también los Reyes de España son chapetones; luego el pueblo ha desobedecido a los reyes de España...El pueblo es traidor a Dios, porque ha menospreciado los textos de las Divinas Escrituras, que nos mandan a obedecer sin réplica a los reyes nuestros señores...Dios, la religión, el Rey y la Patria concluirán con este monstruo infernal del pueblo insurgente.4

Nuevas autoridades fueron nombradas el 1 de enero, presididas por José Argüello, alcalde de primer voto.11 El nuevo gobierno reconocía a la Junta Provisional de León, menos en lo que favoreciera a los empleados expulsados.6 Entre las resoluciones de este ayuntamiento, destaca la admisión de una solicitud del padre Benito Soto el 10 de enero de 1812,11 —quien era enviado por García Jerez— en el que se pedía erradicar la esclavitud.6 Otro suceso relevante fue el asalto al fuerte San Carlos el día ocho de enero por parte de los granadinos, quienes redujeron a prisión a los españoles.10

Por su parte, en la villa de Nicaragua (hoy Rivas), la noche del 23 de diciembre los vecinos armados exigieron la destitución de las autoridades, obligaron a los militares a desalojar la casa consistorial, y nombraron a Féliz Hurtado como Comandante de Plaza. Asimismo, los presos fueron liberados y los alzados pidieron al cura Rafael de la Fuente que aceptara ser su gobernante. Una vez en el cargo, le entregaron un pliego de peticiones para que las pusiese en ejecución.12 Las exigencias incluían la abolición de la esclavitud y el diezmo, y la reducción de la alcabala.4 Posteriormente se formó una Junta Gubernativa como en León,

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que aprobó las decisiones y las comunicó al Capitán General Bustamante, los cabildos de la provincia y las Cortes de Cádiz.12

La represión de Bustamante y Guerra

Ante los acontecimientos de la Intendencia de León, Bustamante y Guerra decidió preparar tropas en Olancho al mando de Pedro Gutiérrez, para acometer a los sublevados de Granada y Masaya; otro batallón fue armado en Cartago al mando de Juan Francisco Bonilla, para dirigirse a la villa de Nicaragua, y otro en San Miguel, con Alonso Saldos al mando, sobre León.13

Gutiérrez arribó a Masaya el 20 de abril de 1812, anunciando a los granadinos que llegaba en misión de paz. Bajo el mando de Miguel Lacayo los vecinos se armaron, abrieron trincheras y emplazaron cañones.4 6 Hubo enfrentamientos los días 21 y 22 de abril.11 De acuerdo a una fuente, los realistas sufrieron unas 28 bajas.6 A pesar de todo, el día 25 fue firmado un acuerdo,3 en el que los granadinos se sometieron a la autoridad real; además se comprometieron a entregar las armas, y acordaron que nadie sería molestado por los hechos ocurridos. El 1 de mayo se realizó una misa de gracias, aunque los ánimos estaban caldeados, pues las familias emigradas de la ciudad, a su retorno, pedían venganza contra los insurrectos.11

Sin embargo, tal acuerdo sería desconocido por Bustamante y Guerra, ya que alegó que no podía pactar con rebeldes, y ordenó al intendente en funciones que instruyera a los implicados.6 En cumplimiento de la disposición, García Jerez comisionó al sargento mayor Santiago Carrascosa, quien durante dos años procesó a los implicados.14 Un bando de las autoridades del Virreinato de Nueva España, emitido el 25 de junio de 1811, sirvió de instrumento legal. En dicho edicto se estipulaba la confiscación de bienes de los encausados.11

La decisión final de las autoridades de la Capitanía fue el fusilamiento de dieciséis rebeldes; nueve serían encarcelados a perpetuidad; y ciento treinta y tres por tiempo determinado.11 15 Posteriormente, a los sentenciados a muerte se les cambiaría la sanción por pena perpetua, y terminaron siendo conducidos a Guatemala. Otros fueron enviados a Cádiz. Mientras, en la Intendencia de León, el 15 de octubre de 1812 fue nombrado como Intendente interino don Juan Bautista Gual.

Indulto a los involucrados

En enero de 1817, Fernando VII decretó un indulto a los implicados en delitos de infidencia. Esta decisión abarcó a los presos de los levantamientos en San Salvador y Guatemala; para los granadinos la suerte fue decidida por un consejo de guerra, el cual dispuso que Miguel Lacayo, José Telésforo Argüello, Joaquín Chamorro, Juan de La Cerda, Juan Argüello, Manuel Antonio de la Cerda, José Dolores Espínoza, Juan Cordero, y el Presbítero Benito Soto, quienes estaban confinados en Cádiz, fueran puestos en libertad, pero con la prohibición de trasladarse a América, y con previo permiso de las autoridades.6

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16 A los presos que se encontraban en este continente, se dispuso su liberación, pero fijándoseles el lugar de residencia de antemano.

1811. Relectura de loslevantamientos y protestas en laProvincia de San SalvadorSajid Alfredo Herrera*Los acontecimientos suscitados en la provincia de San Salvador ennoviembre de 1811 —denominados comúnmente “insurrección”,“levantamiento” o “revolución”— han desencadenado diversas interpretacionesdesde 1830, cuando en Centroamérica inició la denominadahistoriografía “conservadora” y “liberal” con los trabajosde Manuel Montúfar y Alejandro Marure, respectivamente.1 A 200años de haber ocurrido, conviene hacer un balance historiográficoy crítico. Ése es el propósito de este ensayo. Su finalidad no será* Historiador; su campo de estudio es la historia de las ideas y de lasinstituciones políticas, historia de la cultura en el período tardío colonialsalvadoreño y en los primeros años de la federación centroamericana.1 Manuel Montúfar y Coronado, Memorias para la historia de la revoluciónen Centroamérica, San Salvador, Editorial Dutriz Hermanos, 1905, tomoi, p. 7; Alejandro Marure, Bosquejo histórico de las revoluciones de Centroaméricadesde 1811 hasta 1834, Guatemala, Tipografía El Progreso, 1877,tomo i, pp. 13-14.Las independencias iberoamericanas120 121repetir lo dicho hasta ahora. Más bien, a partir de un recuento muysucinto de lo acontecido, se insistirá en aspectos hasta el momentopoco abordados por la historiografía precedente para proponer algunasrutas de investigación.Las interpretaciones decimonónicas de los movimientos de1811 —incluso algunas elaboradas en el siglo xx— se han movidocon base en duplas: independencia versus autonomía, elitesversus pueblo, motivaciones económicas de los insurgentes versusproyectos políticos de los mismos, tradición anglo-francesaversus tradición española. Esta historiografía se ha inclinado porun factor dentro de cada dupla en contraposición al otro, dandocomo resultado visiones parciales de los sucesos. Los trabajos másrecientes han buscado una mirada de carácter integral, aunquesiempre enfatizando en algunos aspectos. Por ejemplo, Julio CésarPinto Soria destacó el factor económico y etno-demográfico de laprovincia. Según él, el alto grado de concentración territorial de lapoblación, la experiencia de vivir bajo dos “dictaduras” (la colonialpropiamente dicha y la de los comerciantes-exportadores guatemaltecos)y el mestizaje, que formó una sociedad más homogéneaen comparación con las otras provincias del Reino de Guatemala,fueron factores favorables “para la organización y desarrollo de unmovimiento anticolonial”.2 Posteriormente, Roberto Turcios buscó

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desentrañar los “entretelones” de los tumultos populares, destacandosu complejidad y la diversidad de posturas no sólo entre laselites criollas y los habitantes de los barrios, sino entre las mismaselites.3 Elizet Payne se ha concentrado en destacar los levantamientosacontecidos fuera de San Salvador, sucesos que “descentralizan”el protagonismo muchas veces adjudicado únicamente a lacapital provincial. Payne subraya dos ideas fundamentales: la capitalno tuvo una hegemonía sobre los demás pueblos y las protestas2 Julio César Pinto, Centroamérica, de la colonia al Estado nacional (1800-1840), Guatemala, Editorial Universitaria, 1989, pp. 38-40.3 Roberto Turcios, Los primeros patriotas. San Salvador, 1811, San Salvador,Tendencias, 1995.de éstos fueron antiespañolas, antifiscales y por disputas locales.4

Jordana Dym, por su parte, ha revisado los hechos en el contextojuntista y pactista de la época. Aunque en el Reino de Guatemalahubo iniciativas para realizar, durante la crisis de 1808, un congresode diputados, una consulta de todos los ayuntamientos yuna junta provincial, ninguna fue llevada a cabo. En ese sentido, elresultado de las revueltas en San Salvador no debe entenderse entérminos de una “junta provincial”, al igual que en otras áreas de laAmérica hispánica, sino como una “junta municipal”. En cualquiercaso la tradición pactista estuvo presente tanto para demostrar lafidelidad al rey cautivo como para deponer a algunas autoridades.5

A continuación se hará un recuento muy escueto de los acontecimientode 1811. Luego, en el apartado II, se reflexionará sobrealgunas problemáticas que, o bien no han sido hasta el momentoprofundizadas o simplemente no han sido exploradas. Todas ellas,y otras más, proporcionarían en el fututo mayores luces sobre ladenominada “revolución del 11”.ILas protestas se realizaron en la ciudad de San Salvador entre el 4y el 6 de noviembre de aquel año. Dicha ciudad era la capital dela Intendencia del mismo nombre, ubicada en el Reino de Guatemala.Para esas fechas, la población se componía de españoles4 Elizet Payne, “¡No hay rey, no se pagan tributos! La protesta comunal enEl Salvador. 1811”, Intercambio, núm. 5, 2007, pp. 15-44.5 Jordana Dym, “Soberanía transitiva y adhesión condicional: lealtad einsurrección en el Reino de Guatemala, 1808-1811”, Araucaria. RevistaIberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades, año 9, núm. 18,2007, <http://alojamientos.us.es/araucaria/nro18/monogr18_5.htm> yen Manuel Chust (coord.), 1808: la eclosión juntera en el mundo hispano,México: Fondo de Cultura Económica, Fideicomiso Historia de las Américas,El Colegio de México, 2007, pp. 105-137.Relectura de los levantamientos y protestas en la Provincia de San SalvadorLas independencias iberoamericanas122 123(4,729), indios (71,175) y “mulatos” (89,374).6 Desde meses atrásse venía experimentando un fuerte enfrentamiento entre peninsularesy criollos al interior del ayuntamiento de la ciudad. En un contextode guerras de independencia (tanto en la América hispánicacomo en la Península), las autoridades regias previnieron cualquieriniciativa de sublevación. Es así como el capitán general del Reino,

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José Bustamante, tomó la decisión de trasladar en agosto lasarmas existentes en San Salvador a la capital de Guatemala. Porotro lado, en octubre, el arzobispo de Guatemala, Ramón Casáus yTorres, ordenó el arresto del cura Manuel Aguilar, quien se hallabaen Guatemala, y la comparecencia de su hermano, también cura,Nicolás. Según los funcionarios regios, a los hermanos Aguilar lesfue descubierta la correspondencia que mantenían con los insurgentesde la Nueva España. No era remoto pensar, de acuerdo conlos funcionarios regios, que existían los elementos suficientes comopara desarrollarse un plan rebelde en la mencionada provincia.Los curas Aguilar, Nicolás, Manuel y Vicente eran miembrosde una amplia red de familias criollas de la ciudad de San Salvadorque, mediante alianzas matrimoniales, económicas y de clientelas,ocuparon importantes cargos políticos y religiosos. Las otras familiasemparentadas con ellos eran los Delgado, Arce y Fagoaga.Aunque sus riquezas tuvieron diversas fuentes (inversiones, capellanías,raciones entregadas por los pueblos de indios), todos eranproductores-comerciantes de xiquilite o añil, producto que desdefines del siglo xviii venía experimentando una crisis debido fundamentalmentea factores internacionales. Pero además de este factor,los productores-comerciantes de añil no eran los máximos beneficiadosdel circuito económico. Todo lo contrario. Los comerciantes-exportadores de la ciudad de Guatemala ejercían un poder6 Antonio Gutiérrez y Ulloa, Estado general de la Provincia de San Salvador:Reyno de Guatemala (año de 1807), San Salvador, Dirección de Publicaciones,1962, anexo. En el Reino de Guatemala los términos “mulatos”,“pardos” y “ladinos” hicieron referencia indistintamente a la población deorigen africano.sobre aquéllos, traducido en ocasiones en relaciones clientelares,al intentar fijar los precios del añil o con los préstamos otorgados.A los comerciantes-exportadores pertenecían familias muy importantesde la ciudad de Guatemala, como los Aycinena, con influenciaen la vida política y religiosa capitalina. Esta situación condujoa que los provincianos sansalvadoreños se plantearan y llevaran acabo estrategias de carácter autonomista: petición de un obispado,creación de un montepío de cosecheros de añil, mayor incidenciaen el poder local a través de los curatos y el ayuntamiento.7

El 4 de noviembre corrió el rumor en la ciudad de San Salvadorde que el cura Manuel Aguilar fue arrestado y que el intendenteAntonio Gutiérrez y Ulloa tomó medidas preventivas, como permitira los españoles que se armaran, ante cualquier alzamientopopular. Pero lo sospechado ocurrió. Ese mismo día los alcaldesde los barrios de la ciudad y algunos líderes criollos, parientes delos curas Aguilar, movilizaron a muchas personas para protestar encontra del gobierno. Los líderes criollos (Bernardo Arce, ManuelJosé Arce, Mariano Fagoaga, José Matías Delgado, entre otros)eran de la idea que el problema podía solucionarse no con disturbios,los cuales ya comenzaban a darse, sino a través de un cabildo.Y así se hizo. Al día siguiente, al toque de la campana fue convocadauna multitud de personas en la plaza mayor. Mientras el intendenteGutiérrez y Ulloa se encontraba confinado en su propia casa

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por temor a ser agredido y mientras algunos individuos intentabansustraer las pocas armas que se hallaban en el depósito real, unosfuncionarios le pidieron al cura de la ciudad, José Matías Delgado,7 Consultar: Christophe Belaubre, “Redes sociales y poder: microhistoriade una confrontación política en Centroamérica (1822-1827)”, Memoriadel Primer Encuentro de Historia de El Salvador, 22-25 de julio de 2003, SanSalvador: concultura, 2005, pp. 91-102; José Antonio Fernández, Pintandoel mundo de azul. El auge añilero y el mercado centroamericano, 1750-1810, San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, 2003; VíctorHugo Acuña, “Capital comercial y comercio exterior en América Centraldurante el siglo xviii”, Revista de Estudios Sociales Centroamericanos, CostaRica, núm. 26, 1980, pp. 71-102.Relectura de los levantamientos y protestas en la Provincia de San SalvadorLas independencias iberoamericanas124 125que apaciguara los ánimos. De hecho, la presión era tan fuerte queuna multitud exigía el arresto del intendente y de todos los europeos.Por ello, a petición de los criollos, se eligió como alcalde deprimer voto a Bernardo Arce y, a petición del intendente Gutiérrezy Ulloa, se le permitió a “la plebe” elegir a su representante. Resultócomo tal Manuel José Arce, hijo de Bernardo, ambos parientesde los curas Aguilar (Bernardo era primo de éstos). En el día 5 seimpuso, entonces, la presión popular pues las autoridades políticasestaban acorraladas, las autoridades militares habían huido oestaban escondidas y no era claro que la tendencia moderada delos criollos triunfara. Sin embargo, se llegó a acuerdos: concederlas peticiones de los descontentos a cambio de respetar las vidasy las propiedades de los europeos.8

Al día siguiente, se eligió un nuevo gobierno en San Salvador.Con la participación de las principales familias criollas de la ciudady de los habitantes de los barrios de ésta, se procedió a nombrar aun nuevo intendente, José Mariano Batres, oriundo de Guatemala,y al nuevo ayuntamiento compuesto por Leandro Fagoaga, JoséMaría Villaseñor, Bernardo Arce, Domingo Durán, Juan Delgado,Fernando Silva, Manuel Morales, Miguel Rivera, Francisco Vallesco,Tomás Carrillo y Juan Manuel Rodríguez. La mayoría de loselectos eran miembros de las principales familias criollas sansalvadoreñas,quienes representaban al sector moderado de los días anteriores.El ayuntamiento reasumió así las funciones políticas de losfuncionarios depuestos, según llegó a declarar el acta de aquel momento.Dicha acta manifestó que las nuevas autoridades rendíanfidelidad al rey cautivo, Fernando VII, quedaban bajo la superioridadde las Cortes gaditanas y bajo el amparo de la religión cristiana.Declaró que reasumían los derechos naturales y civiles “q[u]e.ha tres siglos están usurpados”. Con tales planteamientos y posturas,el nuevo gobierno actuaba en consonancia con el fenómenojuntista de la época.9 Además, el nuevo gobierno se comunicó in-8 Roberto Turcios, Los primeros patriotas, pp. 139-155.9 Véase, por ejemplo, Christian Büschges, “Entre el antiguo régimen y lamediatamente con la ciudad de Guatemala y con los demás pueblosde la Intendencia para hacerles ver del cambio político ocurrido.Invitó a estas últimas a enviar su representante a San Salvador. Días

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más tarde se reorganizaron las milicias y se abolieron los estancosy las alcabalas, monopolio e impuesto que, según los criollos, eranmuy gravosos a sus afectadas economías domésticas.10

Sin embargo, durante el mismo mes de noviembre se llevaron acabo protestas en algunos pueblos de la provincia: Usulután, Zacatecoluca,Santa Ana, Metapán y Santiago Nonualco, entre otros. Elliderazgo de los mestizos, ladinos e indios en estos movimientosfue indiscutible; pero, al igual que en la capital, tampoco las protestastuvieron un impacto militar más allá de sus localidades. En unospueblos, los amotinados depusieron a las autoridades españolas yliberaron a los presos; además, protestaron contra los tributos, impuestos,estancos y alcabalas, llegando, incluso, a suprimirlos. Porsu parte, los criollos y españoles contrarios a las conmociones, bajola consigna de “Dios, rey y patria”, movilizaron a las milicias depoblaciones como San Vicente y San Miguel, no sólo para mostrara los sediciosos su fuerza sino para contenerlos.11 Pero las autoridadesde Guatemala evitaron un derramamiento de sangre mayor.Buscando que las protestas no excedieran los límites provinciales,José de Bustamante, capitán general del Reino, tomó la decisiónde dejar pasar algunas acciones realizadas por el nuevo gobiernosansalvadoreño, como fue la deposición del intendente Gutiérrez yUlloa. A cambio, les envió a dos criollos originarios de Guatemalay pertenecientes a las poderosas familias de dicha ciudad, Josémodernidad: la nobleza quiteña y la Revolución de Quito, 1809-1812”,clahr, núm. 2, 1999, pp. 133-151. Para ubicar este fenómeno en latradición hispánica, consúltese: José Antonio Maravall, Las comunidadesde Castilla. Una primera revolución moderna, Madrid, Alianza Editorial,1994; Pierre Vilar, Hidalgos, amotinados y guerrilleros. Pueblos y poderesen la historia de España, Barcelona, Crítica, 1999, principalmente pp.93-140.10 Roberto Turcios, Los primeros patriotas, pp. 156-166.11 Elizet Payne, “¡No hay rey, no se pagan tributos!”, pp. 18-40.Relectura de los levantamientos y protestas en la Provincia de San SalvadorLas independencias iberoamericanas126 127Aycinena y José María Peinado, para asumir la jefatura del gobiernosansalvadoreño. Esta actitud estratégica de Bustamantehizo más visibles las dos posturas de los provincianos, pues aquellosmás moderados y defensores del constitucionalismo gaditanoestuvieron conformes con la llegada de Peinado, uno de los redactoresde las Instrucciones dadas al diputado guatemalteco en Cortes,Antonio Larrazábal. Los sansalvadoreños más radicales (entrequienes se encontraban los curas Aguilar y los líderes de los barriosladinos de la capital) se opusieron a la estrategia de Bustamante,tratando de desestabilizarla al impedir la llegada de Aycinenay Peinado. El plan era apresarlos. Sin embargo, la línea moderadade los criollos se impuso. El 3 de diciembre, los guatemaltecos llegarona la capital provincial con actitud conciliadora, suprimiendolas medidas tomadas en contra de los curas Aguilar y prohibiendola persecución de los participantes en los eventos de noviembre.12

II

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Hasta el momento se han usado diversos apelativos para referirsea lo sucedido en noviembre de 1811. ¿Qué fue en realidad? ¿Una“insurrección”, una “protesta” o un “levantamiento”? Algunoshistoriadores que han trabajado el tema de las rebeliones en laAmérica colonial han destacado que las definiciones de éstas noson muy claras en la práctica. Así, William Taylor afirma quelas insurrecciones (actos políticos violentos de carácter regionalque buscaron reorganizar las relaciones entre las comunidades)y las rebeliones (actos también violentos que fueron de carácterfocalizado y cuyo objetivo fue “restablecer el equilibrio acostumbrado”)tuvieron las mismas consecuencias en varios pueblos dela Nueva España.13 María Luisa Laviana Cuetos, por su parte, es12 Roberto Turcios, Los primeros patriotas, pp. 169-200.13 William B. Taylor, Embriaguez, homicidio y rebelión en las poblaciones colonialesmexicanas, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, p. 173.consciente de que las tipologías de los movimientos subversivos enla América hispánica nada más tienen el objetivo de proporcionaruna “claridad expositiva”, pues “cada proceso subversivo es en símismo un hecho complejo”.14 Si observamos lo ocurrido en SanSalvador durante noviembre de 1811, siguiendo los criterios declasificación presentados por Laviana Cuetos, nos percataremosde que hubo una conjunción de varias rutas de descontento social,pero que ninguna —por separado o en su conjunto— decantó enuna sublevación, es decir, no fue un movimiento popular masivocon acciones militares que desbordó los límites regionales. Más bienhubo movimientos de protesta social contra el mal gobierno y susinjusticias; movimientos con motivaciones económicas por los abusosde las autoridades en materia fiscal y movimientos de carácterpolítico o ideológicos (conspiraciones) que buscaban la independenciade España.15

Al considerar aquellos sucesos como una conjunción de variasrutas de descontento social, advertimos de lo parcializado que seríaclasificarlos como movimientos motivados exclusivamente porrazones económicas o por razones políticas.16 Ambas razones seentremezclaron en la ciudad de San Salvador y al interior de laprovincia. Según informes judiciales, los amotinados en el pueblode Metapán, por ejemplo, despojaron al alcalde ordinario de suVéanse similitudes y diferencias en el planteamiento de Eric Van Young,La crisis del orden colonial. Estructura agraria y rebeliones populares de laNueva España, 1750-1821, México, Alianza Editorial, 1992, pp. 307 yss. y Brian Hamnett, Raíces de la insurgencia en México. Historia regional,1750-1824, México, Fondo de Cultura Económica, 1990, pp. 62-123.14 María Luisa Laviana Cuetos, “Movimientos subversivos en la Américaespañola durante el siglo xviii”. Clasificación general y bibliográfica básica,Revista de Indias, núm. 178, 1986, p. 476.15 Ibid., pp. 472-473; 475-476; 499.16 Uno de los que creen en la exclusividad de las motivaciones o causaseconómicas de los acontecimientos es Miguel Ángel Durán, Ausencia ypresencia de José Matías Delgado en el proceso emancipador, San Salvador,Tipografía Guadalupe, 1961, pp. 33 y 35.Relectura de los levantamientos y protestas en la Provincia de San SalvadorLas independencias iberoamericanas

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128 129vara de autoridad y forzaron a los encargados de la administraciónfiscal (tabacos, aguardiente y alcabalas) a suprimir sus cobros oreducirlos.17 Igualmente, advertimos de lo prejuiciado que seríaclasificarlos como un movimiento único dirigido por el patriciadocriollo, en cuyo caso los indios, mestizos y ladinos participaron encalidad de masa o turba manipulable.18 Al igual que en el antiguorégimen, las nuevas instituciones que estaba instaurando elconstitucionalismo liberal español proporcionaron mecanismos porlos que aquellos grupos americanos pudieron exigir, demandar ypronunciarse en contra de los abusos cometidos por las autoridadesy representar a los suyos ante las diversas instancias. Dicho de otraforma, la invisibilización del discurso y del protagonismo de losindios, mestizos, ladinos y negros ha sido producto de quieneshan reconstruido los hechos. Casos como el que según consta enlos procesos judiciales llevados a cabo en el pueblo de Santa Anamuestran el liderazgo de los “subalternos”, sus prácticas y discursos.En el tumulto, por ejemplo, alguien sostuvo que “asi como algunasNaciones llevan interprete p[ar]a. explicarse por medio de el asila Plebe havia elegido al Negro Fran[cis]co. Reyna p[ar]a. q[u]e.hablase por todos”.19

Esto último lleva a reparar en lo siguiente. Aunque las protestasde 1811 tuvieron una particularidad no mostrada por levantamientosanteriores en aquella provincia del Reino de Guatemala, su importanciatuvo también una buena dosis de invención criollista,en primer lugar, y de construcción historiográfica nacionalista, ensegundo. La invención criollista del 11 ya la encontramos en los17 Archivo General de Centroamérica, Guatemala (en adelante, agca),B2.3, Exp. 715, Leg. 26, fol. 1.18 Estudiosos de las sublevaciones en la América colonial han señaladoeste prejuicio. Por ejemplo, Anthony McFarlane, “La rebelión de los Barrios:una insurrección urbana en el Quito borbónico”, Revista Ecuatorianade Historia Económica, núm. 10, 1994, pp. 47-98.19 agca, B2.1, Exp. 682, Leg. 22, fol. 7: Expedientes de comparecenciade testigos de los tumultos realizados en Santa Ana, provincia de SanSalvador, el 17 de noviembre de 1811.escritos de uno de los que participó en el suceso: Manuel José Arce.En su Memoria, escrita en los años treinta del siglo xix, cuandoestaba exiliado en México luego de haber fungido como el primerpresidente federal, Arce describía el acontecimiento como el puntode partida de la independencia. “Una larga carrera en la empresa dela independencia —sostenía—, comenzada desde el año de 1811,me fijó en el partido liberal”.20 Más adelante, este mismo argumentoserá utilizado por los primeros constructores de la historiografíasalvadoreña del siglo xix. En diciembre de 1846 se publicó en elperiódico El Salvador regenerado una caracterización del procesoindependentista centroamericano, el cual debía dividirse en tresetapas: 1811, 1814 y 1821, representando los dos últimos años lassublevaciones acaecidas nuevamente en San Salvador y la rupturacon España, respectivamente.21 En el siguiente siglo se continuócon la invención, incluso la tradición historiográfica marxista colaboró

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con ella. Así, en los años sesenta del siglo xx, Roque Daltony Dagoberto Marroquín consideraron a las protestas de 1811, aligual que Arce, como el punto de partida de la independencia, aunquecreyeron que se trataba de verdaderas protestas populares cuyacontención estuvo en manos de las elites criollas.22 No obstante,en la visión de marxistas como Dalton, el protagonismo de “lasmasas populares” queda disminuido durante el siglo xix por actuaralienadamente, sin conciencia de clase y defendiendo los interesesde las oligarquías criollas.23

20 Manuel José Arce, Memoria, San Salvador, Dirección de Publicacionese Impresos, 1997, p. 25.21 “Comunicado”, El Salvador regenerado, San Salvador, 17 de diciembrede 1846, núm. 9, tomo 2, pp. 34-35.22 Roque Dalton, El Salvador (monografía), San Salvador, uca editores,1996, pp. 40-41; Dagoberto Marroquín, Apreciación sociológica de la independenciasalvadoreña, San Salvador, Dirección de Publicaciones e Impresos,2000, pp. 65 y ss.23 Roque Dalton, El Salvador, pp. 66 y 69. Para una perspectiva diferente,siempre dentro del ámbito marxista, véase: Eric Hobsbawm, Rebeldes primitivos.Estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglosRelectura de los levantamientos y protestas en la Provincia de San SalvadorLas independencias iberoamericanas130 131Además de lo mencionado anteriormente, la perspectiva nacionalistasobre lo acontecido en noviembre de 1811 ha impedidouna interpretación regional de la insurgencia en la América Septentrional.No cabe duda de que los amotinamientos, protestas yagresiones respondieron a demandas concretas de carácter local;sin embargo, y a pesar de haberse manifestado desorganizada yespontáneamente aquellas acciones, hay indicios de que se estabaconfigurando una red muy amplia de la insurgencia novohispanaen el Reino de Guatemala. Igualmente, los realistas de esta regiónestaban muy bien informados de los acontecimientos en el virreinato.El 22 de mayo de 1811, por ejemplo, el ayuntamiento deSonsonate acordó mandar a cantar una misa de acción de graciaspor las noticias “más plausibles y dignas del mayor jubilo” acercadel encarcelamiento del cura Hidalgo y de otros cabecillas.24 Sinembargo, al igual que en el Reino de Guatemala, para aquellos díasla insurgencia en la Nueva España no era un bloque consolidado.La Suprema Junta Nacional Americana, compuesta en agosto de1811 y cuyo presidente fue Ignacio Rayón, intentó aglutinar todoslos esfuerzos dispersos de los rebeldes. Además, en sus Elementosconstitucionales, la Junta defendió la soberanía popular, la cual residíaen la persona de Fernando VII y su ejercicio se hallaría en unSupremo Congreso Nacional Americano. Pero el cura José MaríaMorelos, otro cabecilla insurgente novohispano, tenía su propiavisión del asunto. En noviembre de 1810 declaró la igualdad entrelos habitantes de América, abolió la esclavitud y el pago de tributos,aunque consideró innecesaria la alusión al rey cautivo, por loque se inclinó por una postura de soberanía popular sin más.25

El que los curas Aguilar y otros provincianos tuvieran correspondenciacon los insurgentes novohispanos no debería causar exxix

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y xx, Barcelona, Crítica, 2001.24 Archivo General de la Nación, El Salvador (en adelante, agn), Fondocolonial, Exp. 49: Libro de actas del ayuntamiento de Sonsonate, fol. 11.25 Alfredo Ávila, En nombre de la Nación. La formación del gobierno representativoen México (1808-1824), México, Taurus y Cide, 2002, pp. 147-154.trañeza a pesar de las dificultades de comunicación de la época.Hay indicios no sólo de la admiración que se le tenía a los líderesinsurgentes del virreinato por parte de algunos habitantes delReino de Guatemala, sino también de querer establecer redes decooperación para extender la lucha hacia el sur. Por ejemplo, elsargento Manuel Antonio Gordón, oriundo de Guatemala, estuvocomisionado en San Salvador en 1810, en donde contrajo matrimonio.En una carta escrita por éste el 3 de enero de 1812, y quetenía por destinatario a un vecino sansalvadoreño llamado RamónFornier, Gordón manifestaba su desencanto por los resultados delas protestas suscitadas en noviembre del año anterior. Él esperabaque “una ciudad que ya estaba declarada é independiente” diera elejemplo a otras vecinas, pero no fue así al aceptar la pacificación venidadesde el gobierno español con sede en Guatemala. Afirmaba,“Puebla, Tlascala, Oaxaca, y todas las mas Provincias de Megico lastiene cogidas el Padre Morelos, y entre breve tomará la Capital sinduda alguna”.26

En las comparecencias judiciales de Nicolás Aguilar, en agostode 1813, éste sostuvo que había tenido conversación con el fraileJuan de Dios Campos, que habían tocado el tema de la “revolución”de noviembre, pero que no se acordaba haberle dicho que enSan Salvador habían 10 mil hombres “destinados para vengar agravios”,que ignoraba la comunicación tenida por algunos de SanSalvador con Morelos y mucho menos sabía si había planes parauna nueva sublevación.27 Similares declaraciones dio su hermano,Manuel, igualmente en agosto de 1813.28 Según el intendente deSan Salvador, José María Peinado, el fraile Campos declaró lo contrario:“que los de San Salvador tienen correos privados de á pié26 agca, B2.7, Exp. 789, Leg. 33, fol. 2: Carta del sargento 1° del Batallónde infantería de Guatemala, Manuel Antonio Gordón, dirigida a unvecino de San Salvador, 3 de enero de 1812.27 agn, Fondo colonial, Exp. 65.28 agca, B2.7, Exp. 796, Leg. 34, fol. 94: Proceso judicial seguido alfranciscano Juan de Dios Campos por infidencia.Relectura de los levantamientos y protestas en la Provincia de San SalvadorLas independencias iberoamericanas132 133con Morelos [...]; que los S[eño]res. Curas, con quienes comió eldía que refiere, le aseguraron con sentimiento grande que habíaseis mil hombres dispuestos a vengar agravios [...], y quatro milmas de aquel territorio”.29

Las contradicciones entre los religiosos eran naturales ante susometimiento al sistema judicial. Antonio Ibarra, analizando elcaso de los infidentes novohispanos, sostiene que la crisis monárquicay las luchas suscitadas a ambos lados del Atlántico convirtieronal sistema judicial “en un asunto de seguridad política”.Toda palabra o gesto era vigilado y en una relación entre acusadoracusado

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las fronteras entre la obediencia y la disidencia eran muytenues. Por tanto, no era raro que los acusados, como forma deautodefensa, negaran su participación en la insurrección.30 De cualquierforma, la presencia de emisarios novohispanos continuó enla región según informaron los funcionarios regios de la época. En1814 es hecho prisionero en San Salvador un “comisario” de Morelosllamado Manuel Vera y Rosas, quien realizaba sus gestiones,según información judicial, en el Corregimiento de Chiquimula. Aeste “mexicano” se le acusaba de haber participado en las protestaspopulares de 1811 en San Salvador.31 O el mismo caso del frailefranciscano al que se aludió anteriormente, Juan de Dios Campos,refuerza esta idea. Campos había “esparcido noticias a favor deMorelo[s]” según denunció el vicario de San Vicente, Manuel AntonioMolina y Cañas, en agosto de 1814. El religioso propagabaque “la Metrópoli había abandonado [a] las Americas”.32

Por otro lado, el tratamiento nacionalista de las protestas de1811 ha parcializado la “perspectiva Atlántica” de los acontecimientos.Las motivaciones de los líderes y cabecillas, fundamental-29 Ibid., fol. 71.30 Antonio Ibarra, “De los delitos políticos y la vida privada: los infidentesnovohispanos, 1809-1815 (escenas cotidianas de obediencia y disidencia)”,Anuario de Estudios Americanos, núm. 2, 1995, pp. 102 y 119.31 agn, Fondo colonial, Exp. 122 y 130.32 agca, B2.7, Exp. 796, Leg. 34, fol. 81.mente criollos, se basaron, para una parte de la historiografía de lossiglos xix y xx, en las ideas ilustradas francesas y en la declaración deindependencia de los Estados Unidos.33 No obstante, algunos matizaron,sosteniendo que, a pesar del conocimiento de ideas anglofrancesas,los principios y prácticas observadas en los sucesos deSan Salvador eran de tradición española. Ante la ausencia del rey,entraron a funcionar los cabildos y juntas, asumiendo la soberaníaque estaba depositada en el monarca. Renacía así, sostiene RobertoMolina y Morales, “la doctrina antiquísima de la soberanía popular,defendida y enseñada por los más grandes teólogos y filósofosespañoles del Siglo de Oro”.34 Pero la puesta en práctica de lo sostenidopor las doctrinas pactistas no es el único referente del impactohispánico en aquellos días. Si bien es cierto que los actualesestudios señalan las dimensiones atlánticas de una transformaciónmonárquica a partir de 1808, no se ha reparado lo suficiente en lavinculación de las protestas con el nuevo régimen político-social.No basta decir que la Provincia de San Salvador estuvo bajo el régimengaditano sólo por haber enviado a su diputado a Cortes en1810 o que los levantamientos populares de noviembre de 1811se hayan llevado a cabo en un contexto de Cortes generales y extraordinarias.Es necesario advertir que muchos elementos de las33 Por ejemplo, José Figeac, Recordatorio histórico de la República de ElSalvador, San Salvador, talleres Gráficos Cisneros, (sin año), pp. 55-56;Francisco Gavidia, Historia moderna de El Salvador, San Salvador, ImprentaMeléndez, 1917, p. 74; Carlos Meléndez Chaverri, El presbítero y doctorDon José Matías Delgado en la forja de la nacionalidad centroamericana, SanSalvador, Dirección General de Publicaciones e Impresos, 1961, p. 134.

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34 Roberto Molina y Morales, Los precursores de la independencia, San Salvador,Editorial Delgado, 1985, p. 76. Véase también en esta línea lostrabajos de José Salvador Guandique, Presbítero y Doctor José Matías Delgado,San Salvador, Ministerio de Educación, 1961, pp. 35-36; RamónLópez Jiménez, José Matías Delgado y de León. Su personalidad, su obra ysu destino, San Salvador, Ministerio de Educación, 1961, pp. 21-42; JoséBarón Castro, José Matías Delgado y el movimiento insurgente de 1811, SanSalvador, Ministerio de Educación, 1962, pp. 69 y ss.Relectura de los levantamientos y protestas en la Provincia de San SalvadorLas independencias iberoamericanas134 135protestas sólo pueden entenderse dentro de las transformacionessuscitadas a partir de los decretos de la Regencia y de las Cortes,por ejemplo, el pago de tributos al que estuvieron sometidos losindios y los ladinos había sido eliminado a través de un decreto deCortes. Igualmente, ya se tenían noticias de la igualdad civil entrelos grupos étnicos americanos y de éstos con los peninsulares. Y sino se había jurado la Constitución que preparaban los diputados,ya eran conocidos en las provincias ultramarinas principios muyimportantes que ellos proclamaron, como el de la soberanía de laNación. De hecho, el argumento de algunos líderes criollos contrariosa los levantamientos se basó en la fidelidad no sólo al rey sinoa la soberanía de las Cortes.35 Por tanto, el no acatamiento de estasdisposiciones en la provincia generaron, junto al malestar históricoacumulado de la población, las protestas violentas de 1811. Igualsucedió en la vecina Provincia de Totonicapán en aquel mismo año.Los indios se sublevaron en contra de las autoridades por no habersuprimido los tributos según lo establecía la Asamblea gaditana.36

Por supuesto que las discrepancias en torno a la igualdad no sólose dieron en los territorios americanos, incumpliendo, como seve, con la supresión de antiguas medidas fiscales. En las mismasCortes los debates entre los diputados americanos y peninsularessobre la representación política estuvieron empantanados en la exclusión-inclusión de las castas.37 Pues bien, días después de haber35 “A los habitantes de esta Vicaría provincial de la Villa de S[an]. Vicentede Austria”, 15 de noviembre de 1811, en Miguel Ángel García, Diccionariohistórico enciclopédico de la República de El Salvador. El Doctor José MatíasDelgado, San Salvador, Imprenta Nacional, 1932, pp. 488-492.36 Aarón Pollack, Levantamiento k’iche en Totonicapán, 1820. Los lugares delas políticas subalternas, Guatemala, avancso, 2008, pp. 83 y ss.37 Marie Laure Rieu-Millan, Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz,Madrid, csic, 1990, pp. 146-167; Manuel Chust, “Legislar y revolucionar.La trascendencia de los diputados novohispanos en las Corteshispanas, 1810-1814”, en Virginia Guedea (coordinadora), La independenciade México y el proceso autonomista novohispano, 1808-1824, México,unam, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 2001,ocurrido los levantamientos de San Salvador, los alcaldes españolesdel pueblo de Zacatecoluca le informaron al capitán general delReino, José Bustamante, que suspendieron el cobro de tributospor los motines de inicios de noviembre, ya que estaban rodeadosde seis pueblos de indios “temibles por su carácter insolente e insubordinado”y por hallarse sin recursos para una defensa militar.38

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En el mismo mes, en el pueblo de Santa Ana los pardos gritaronque ya era hora que se “quitacen los tributos, Estancos del tabaco,Aguar[dien]te. no se pagacen las Alcabalas, ni el fondo con quecontribuyen los Pardos”, según relataban los procesos judiciales.Otros dijeron que “ya era llegado el tiempo en que los Españolesno tubiesen tan subordinados a los Mulatos”.39

Para finalizar, se hace necesario un estudio sobre el vocabulariopolítico utilizado en la Intendencia de San Salvador y sus variacioneso matices semánticos. Ello permitiría comprender el porqué deciertas prácticas, conocer algunas inclinaciones de los actores de laépoca y subrayar aspectos hasta ahora disminuidos. Ya en 1960,Francisco Peccorini se había adelantado a perspectivas contemporáneasal sostener que lo ocurrido en San Salvador en 1811 no serigió por un sentimiento antirreligioso, antimonárquico o nacionalista.“No existía, en aquel entonces —afirmaba—, un sentimientonacionalista, y que el concepto de Patria no tenía otro contenido,para ellos [los sublevados], que el vasto Imperio español”.40 Ademásde criticar a las argumentaciones teleológicas de la historiografíaimperante, Peccorini nos advierte de ser muy cuidadosospp. 45 y ss.38 En Miguel Ángel García, Diccionario histórico enciclopédico de la Repúblicade El Salvador. Procesos por infidencia contra los próceres salvadoreños dela independencia de Centroamérica desde 1811 hasta 1818, San Salvador,Imprenta Nacional, tomo i, p. 62.39 agca, B2.1, Exp. 682, Leg. 22, fol. 1 y 8.40 Francisco Peccorini, La voluntad del pueblo en la emancipación de El Salvador.Un estudio sobre las relaciones del pueblo con los próceres en la independenciay en la anexión a México, San Salvador, Ministerio de Educación,1972, pp. 31-40.Relectura de los levantamientos y protestas en la Provincia de San SalvadorLas independencias iberoamericanas136 137con el vocabulario utilizado en aquella época. Baste señalar uncaso. Por esos días el vocablo “pueblo” comenzaba a tener cada vezmás un significado político al interior de la monarquía hispánica.Significaba el conjunto de individuos con derechos de representary ser representados; también se le empezó a ver como sinónimode Nación.41 En el San Salvador de 1811, la versión predominanteera la de plebe. Así lo utilizó el ayuntamiento de San Vicenteal saber de las conmociones en la capital de la provincia. La voz“Pueblo” fue sinónimo de “pueblo bajo” o “populacho inquieto”.42

El vicario de aquella villa, Manuel Molina y Cañas, al pronunciarun sermón meses después, caracterizó al pueblo en los siguientestérminos: “no tiene carácter propio; recibe el que quiere dársele; esun conjunto desorganizado, que se compone a discreción del quele mueve: una masa confusa susceptible de cualquiera forma: sedeja seducir fácilmente”.43 Hubo que esperar, entonces, unos añosmás para ir viendo el arraigo de la acepción liberal de aquella vozal interior de la provincia.IIILas conmociones provincianas de noviembre de 1811 representan

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ahora para los investigadores un pequeño escenario en donde esposible observar el entrecruzamiento de variables políticas, económicas,jurídicas y sociales que ayudan a explicar no sólo lo queocurría en esa zona del Reino de Guatemala sino en la monarquía41 María Teresa García, Las Cortes de Cádiz y América. El primer vocabularioliberal español y mejicano (1810-1814), Sevilla, Diputación de Sevilla,1998, pp. 307 y ss.42 agca, B2.9, Exp. 848, Leg. 38; agca, B2.9, Exp. 860, Leg. 38.43 “Sermón de Pasión predicado en la Iglesia parroquial e la ciudad deSan Vicente, Viernes Santo del año de 1812, por su párroco el Sr. Dr. yMtro. D. Manuel Antonio Molina y Cañas”, Revista Próceres, núm. 5 y 6,1912, p. 165.hispánica en aquellos días de crisis. La conjunción de varias rutasde descontento social y de propósitos a alcanzar por parte de lossublevados señala la complejidad de los levantamientos provincianos.La vía pro-insurgente novohispana e independentista se unióa la autonomista que estaba a favor de una monarquía constitucional,tal como se estaba configurando en las Cortes de Cádiz, ya la rebeldía popular que exigía no sólo el respeto a sus curas sinotambién el cumplimiento de medidas ya aprobadas por el soberanocongreso gaditano. La historiografía nacionalista construyó unanarrativa teleológica bastante simplista, anulando o encubriendolas últimas dos vías para resaltar la independentista. Sin embargo,trabajos recientes nos han permitido observar a los movimientosdesde otra perspectiva, aunque todavía queda por responder algunasinterrogantes y por atar varios cabos sueltos. Aun así, la historiografíanacionalista se convierte en un estupendo material deanálisis de cómo, a lo largo de estas centurias, se “inventó” o “imaginó”una comunidad moderna. A 200