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Energía nucieoeléctrica ¿Trata el debate energético realmente de la energía? por B. Wolfe* El año pasado la energía nuclear produjo más del 8% de la electricidad mundial. El sueño dorado de los primeros investigadores atómicos de transformar las espadas en rejas de arado y ofrecer a la humanidad una fuente nueva y abundante de energía se había hecho aparentemente realidad cuando el bienestar del mundo puede depender de ello. Pero en muchos lugares se retrasa la implantación de la energía nuclear mientras se sopesan apasionadamente sus méritos y sus riesgos. No estoy convencido de que dichos debates públicos arrojen alguna luz sobre los problemas más importantes. En mi país, los Estados Unidos, los debates tornan frecuentemente alrededor de una cuestión insignificante: "¿Es perfecta la energía nuclear? ". Se tiende a pasar por alto las cuestiones más difíciles, aunque vitales, sobre el mundo que anhelamos tener en el futuro, así como sobre los riesgos e incertidumbres relativos a todas las otras formas de energía necesarias para satisfacer las necesidades mundiales. Dichos debates tienden igualmente a ocultar las motivaciones de orden filosófico en que se fundan los argumentos de los principales participantes. Consideremos brevemente, por ejemplo, la cuestión de los efectos sobre la salud de las radiaciones de bajo nivel. El aire que respiramos, los alimentos que consumi- mos y el suelo en que caminamos son todos ellos radiacti- vos. Cada uno de nosotros se encuentra expuesto por la naturaleza a una dosis anual de radiación de fondo cer- cana a 100 mrem. Habitar una casa de ladrillos en vez de una de madera añadirá unos 10 mrem más, y si nos desplazamos una treintena de metros hacia la cima de una colina se sumará a la dosis un mrem. La explotación normal de un millar de centrales nucleares e instalaciones con ellas relacionadas añadirá igualmente otro mrem. Se sabe que una exposición que sea superior mil veces a la radiación de fondo (100 000 mrem) produce efectos perjudiciales a la salud, pero a los niveles de la radiación natural se encuentren tantas pruebas de la existencia de efectos benéficos como de perjudiciales . Es dudoso que sepamos jamás si los niveles de radiación de fondo pro- ducen algún efecto significativo para la salud, porque los riesgos variables de una vida normal son mucho mayores. Y sin embargo aun hoy en día, tanto los medios de información como los encargados de dictaminar en materia * Este artículo refleja la opinión personal del Sr. Wolfe, Vicepresidente y Director General de la División de Combustible Nuclear y Proyectos Especiales de la General Electric Company, 175 Curtner Ave, San José, California 95125 (Estados Unidos de América). Es adaptación de un capítulo redactado por el Sr. Wolfe para el libro "Nuclear power - both sides", publicado en los Estados Unidos de América por W. W. Norton en octubre de 1982. Algunos estudios estadísticos indican que los residentes de las regiones de los Estados Unidos que tienen una alta radiación de reglamentación consideran esta cuestión como si las entrevistas transmitidas por televisión y los doctos argu- mentos jurídicos pudieran relevar los secretos que la naturaleza rehusa exponer, aun mediante orden judicial. El problema reside en que las radiaciones de bajo nivel engloban efectos tan pequeños que no es posible medir o determinar su importancia. Por lo tanto las declara- ciones públicas sobre las radiaciones de bajo nivel representan juicios que se pueden adornar gracias a consideraciones filisóficas acerca del papel de la energía nuclear en la sociedad. Consideraciones que nada tienen que ver con la cuestión técnica concreta que se discute. En numerosos casos, las discusiones públicas sobre los efectos de la radiación de bajo nivel, si bien presentadas como cuestiones técnicas, parecen en realidad intentos de influenciar al público respecto de problemas sociales que no tienen relación alguna con la radiación. ¿Cómo se pueden explicar, si no, los infructuosos argumentos presentados para determinar si la exposición complemen- taria de un mrem anual causado por productos de fisión de larga vida procedentes de un reactor han de afectar los seres humanos durante los próximos cinco mil años; o, por otra parte, si la energía nuclear servirá para eliminar de nuestro planeta los productos de desintegración de larga vida del uranio radiactivo y salvar así vidas dentro de cien mil años? Más seriamente, ¿cómo se puede explicar la creacción deliberada de temores acerca del escape de gases del reactor de Three Mile Island, cuando el valor de las radiaciones recibidas por los habitantes de las cercanías era equivalente a las que habían recibido en unas vacaciones en las montañas, y cuando el riesgo primario proviene de la demora incurrida en limpiar el reactor accidentado? [ 1 ]. Lo discutible de muchos de estos debates sobre la energía reside en que enfocan las cuestiones técnicas, tales como los efectos de la radiación, de tal manera que los problemas de fondo subyacentes quedan obscurecidos. ¿Es lícito consumir carne de cerdo? Las preocupaciones que causan al público las "mareas negras", los peligros del gas natural líquido, los riesgos que presentan los gasoductos de gas natural, la extracción del carbón, la evacuación de desechos nucleares, los de fondo presentan una tasa de cáncer inferior a la de quienes viven en zonas de radiación baja. Los animales sometidos a niveles bajos de radiación en experimentos frecuentemente presentan mayor longevidad que los animales de control, que no han recibido radiación. No está probado que tales efectos se puedan atribuir directamente a la radiación. La regla general de prudencia es evitar exposiciones innecesarias a las radiaciones; aunque en las circunstancias presentes, mi regla de sentido común es la de no cambiar nuestras costumbres para reducir las exposi- ciones por el equivalente de la radiación natural. 28 OIEA BOLETÍN, VOL. 24, n° 4

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Energía nucieoeléctrica

¿Trata el debate energético realmente de la energía? por B. Wolfe*

El año pasado la energía nuclear produjo más del 8% de la electricidad mundial. El sueño dorado de los primeros investigadores atómicos de transformar las espadas en rejas de arado y ofrecer a la humanidad una fuente nueva y abundante de energía se había hecho aparentemente realidad cuando el bienestar del mundo puede depender de ello. Pero en muchos lugares se retrasa la implantación de la energía nuclear mientras se sopesan apasionadamente sus méritos y sus riesgos.

No estoy convencido de que dichos debates públicos arrojen alguna luz sobre los problemas más importantes.

En mi país, los Estados Unidos, los debates tornan frecuentemente alrededor de una cuestión insignificante: "¿Es perfecta la energía nuclear? ". Se tiende a pasar por alto las cuestiones más difíciles, aunque vitales, sobre el mundo que anhelamos tener en el futuro, así como sobre los riesgos e incertidumbres relativos a todas las otras formas de energía necesarias para satisfacer las necesidades mundiales. Dichos debates tienden igualmente a ocultar las motivaciones de orden filosófico en que se fundan los argumentos de los principales participantes.

Consideremos brevemente, por ejemplo, la cuestión de los efectos sobre la salud de las radiaciones de bajo nivel. El aire que respiramos, los alimentos que consumi­mos y el suelo en que caminamos son todos ellos radiacti­vos. Cada uno de nosotros se encuentra expuesto por la naturaleza a una dosis anual de radiación de fondo cer­cana a 100 mrem. Habitar una casa de ladrillos en vez de una de madera añadirá unos 10 mrem más, y si nos desplazamos una treintena de metros hacia la cima de una colina se sumará a la dosis un mrem. La explotación normal de un millar de centrales nucleares e instalaciones con ellas relacionadas añadirá igualmente otro mrem. Se sabe que una exposición que sea superior mil veces a la radiación de fondo (100 000 mrem) produce efectos perjudiciales a la salud, pero a los niveles de la radiación natural se encuentren tantas pruebas de la existencia de efectos benéficos como de perjudiciales . Es dudoso que sepamos jamás si los niveles de radiación de fondo pro­ducen algún efecto significativo para la salud, porque los riesgos variables de una vida normal son mucho mayores.

Y sin embargo aun hoy en día, tanto los medios de información como los encargados de dictaminar en materia

* Este artículo refleja la opinión personal del Sr. Wolfe, Vicepresidente y Director General de la División de Combustible Nuclear y Proyectos Especiales de la General Electric Company, 175 Curtner Ave, San José, California 95125 (Estados Unidos de América). Es adaptación de un capítulo redactado por el Sr. Wolfe para el libro "Nuclear power - both sides", publicado en los Estados Unidos de América por W. W. Norton en octubre de 1982.

Algunos estudios estadísticos indican que los residentes de las regiones de los Estados Unidos que tienen una alta radiación

de reglamentación consideran esta cuestión como si las entrevistas transmitidas por televisión y los doctos argu­mentos jurídicos pudieran relevar los secretos que la naturaleza rehusa exponer, aun mediante orden judicial.

El problema reside en que las radiaciones de bajo nivel engloban efectos tan pequeños que no es posible medir o determinar su importancia. Por lo tanto las declara­ciones públicas sobre las radiaciones de bajo nivel representan juicios que se pueden adornar gracias a consideraciones filisóficas acerca del papel de la energía nuclear en la sociedad. Consideraciones que nada tienen que ver con la cuestión técnica concreta que se discute. En numerosos casos, las discusiones públicas sobre los efectos de la radiación de bajo nivel, si bien presentadas como cuestiones técnicas, parecen en realidad intentos de influenciar al público respecto de problemas sociales que no tienen relación alguna con la radiación. ¿Cómo se pueden explicar, si no, los infructuosos argumentos presentados para determinar si la exposición complemen­taria de un mrem anual causado por productos de fisión de larga vida procedentes de un reactor han de afectar los seres humanos durante los próximos cinco mil años; o, por otra parte, si la energía nuclear servirá para eliminar de nuestro planeta los productos de desintegración de larga vida del uranio radiactivo y salvar así vidas dentro de cien mil años? Más seriamente, ¿cómo se puede explicar la creacción deliberada de temores acerca del escape de gases del reactor de Three Mile Island, cuando el valor de las radiaciones recibidas por los habitantes de las cercanías era equivalente a las que habían recibido en unas vacaciones en las montañas, y cuando el riesgo primario proviene de la demora incurrida en limpiar el reactor accidentado? [ 1 ] .

Lo discutible de muchos de estos debates sobre la energía reside en que enfocan las cuestiones técnicas, tales como los efectos de la radiación, de tal manera que los problemas de fondo subyacentes quedan obscurecidos.

¿Es lícito consumir carne de cerdo?

Las preocupaciones que causan al público las "mareas negras", los peligros del gas natural líquido, los riesgos que presentan los gasoductos de gas natural, la extracción del carbón, la evacuación de desechos nucleares, los

de fondo presentan una tasa de cáncer inferior a la de quienes viven en zonas de radiación baja. Los animales sometidos a niveles bajos de radiación en experimentos frecuentemente presentan mayor longevidad que los animales de control, que no han recibido radiación. No está probado que tales efectos se puedan atribuir directamente a la radiación. La regla general de prudencia es evitar exposiciones innecesarias a las radiaciones; aunque en las circunstancias presentes, mi regla de sentido común es la de no cambiar nuestras costumbres para reducir las exposi­ciones por el equivalente de la radiación natural.

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efectos ambientales del petróleo de esquistos, y los de las líneas de transmisión de alta tensión, así como la utilización de la energía solar, cuando se las examina aisladamente, como es frecuente, no conducen a ninguna conclusión. El riesgo asociado con cada una de estas actividades puede describirse deformado por el temor y la emoción; solo cabe una discusión constructiva si se examinan dichos riesgos comprándolos con los que entrañan las demás fuentes energéticas, o la carencia de energía. La cuestión no es determinar si las plataformas marítimas de perforación pueden producir escapes de petróleo, sino más bien, indicar los medios que se pueden utilizar para satisfacer las necesidades energéticas del futuro y el tipo de sociedad que de ello ha de resultar.

Los que crean que el bienestar futuro de la sociedad depende de las nuevas fuentes energéticas de un país verán grandes ventajas en el desarrollo de la energía nuclear, de los recursos petroleros de la plataforma continental submarina, y de los nuevos recursos del carbón, a pesar de que todos puedan presentar ciertos riesgos e inconvenientes. Pero quienes consideren que la sociedad sufre de una ya excesiva utilización de energía, no aceptarán que se corra el más mínimo riesgo o inconveniente como precio del aporte de aún más energía. Una discusión pública del desarrollo energético entre grupos que sostienen tales opiniones contradictorias es como una discusión sobre la utilización de la carne de cerdo entre criadores y matarifes y judíos ortodoxos y musulmanes. Se puede hablar de técnicas humanitarias de sacrificio de los animales, pero la cuestión de fondo es saber si se debe comer o no la carne.

Contrariamente a la creencia más difundida, el des­acuerdo básico respecto a la eliminación de desechos nucleares no gira en torno del riesgo, sino más bien de las ventajas de tal práctica. Una importante ventaja de un método de eliminación de desechos aceptable para el público es el de eliminar un impedimento para una mayor utilización de la energía nuclear. Así, hay defensores de la energía nuclear que insisten en que se proceda sin demora a una demostración de la efectividad de un cementerio de desechos nucleares, mientras sus contrin­cantes se oponen a que se realice tal demostración aunque solo sea con algunos centenares de conjuntos combustibles agotados en una instalación militar.

La mayor de los grupos antinucleares rechazan la re­elaboración del combustible agotado, la construcción de instalaciones para almacenarlo, y la de cementerios de desechos radiactivos. Al mismo tiempo, esos grupos sostienen que se debería prohibir la energía nuclear, a menos de que se encuentren medios para eliminar el combustible agotado. La cuestión puede presentarse con los términos técnicos de "evacuación del combustible agotado", pero en realidad se trata de un argumento relativo a si es lícito consumir carne de cerdo.

En tanto que el Dr. Richard T. Kennedy, miembro de la Comisión de Reglamentación Nuclear de los Estados Unidos observaba [2]: "Existen hoy muchas personas entusiastas y sinceras que consideran que se debe abando­nar la energía nuclear. No es que traten de hacer más segura la energía nuclear, ni que exijan una mayor vigilan­cia estatal, ni buscan que las centrales se construyan a una distancia respetable. Por el contrario, gran parte de la

oposición a la energía nuclear dimana de una opinión social fundamental de que el futuro energético del país no se debe basar en una tecnología tan compleja como la de la energía nuclear. La esencia de la cuestión se centra cada vez más en el aspecto de "crecimiento o no creci­miento". No quiero decir que sea inapropiado apoyar o rechazar vigorosamente dichas opiniones en esta cuestión tan importante de política general. Lo que me preocupa es el papel que debe desempeñar un órgano reglamentador en este tipo de controversia."

¿Se cuenta con una alternativa aceptable de la energía nuclear?

Los grupos antinucleares no reclaman que la energía nuclear sea más segura, ni más confiable, ni más económi­ca, sino que DESAPAREZCA. Pero cabe preguntar ¿si no ha de haber centrales nucleares, qué habrá entonces?

Las principales organizaciones antagonistas de la energía nuclear se oponen igualmente al desarrollo de la extracción del carbón, del petróleo de esquistos, a las instalaciones de gas natural líquido, a la creación de nuevas instalaciones hidroeléctricas y a la explotación de las perforaciones petroleras submarinas. Antes se habían opuesto a la explotación de los actuales yaci­mientos petrolíferos de Alaska, y hoy se oponen a la prospección de nuevos yacimientos.

Cuando se celebraron las audiencias públicas del Estado de California sobre la central nuclear de Sunde-sert, el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales argumentó, entre otras cosas, que, en vez de una central nucleoeléctrica, se debía estudiar la instalación de una central termoeléctrica a base de carbón. Sin embargo, después de cancelada la construcción de la central nuclear de Sundesert y de que el Sr. Victor Calvo, Parlamentario de California propusiera una ley destinada a facilitar el emplazamiento de una central termoeléctrica de carbón, el Consejo de Defensa de Recursos Naturales escribió a Calvo describiendo todos los inconvenientes del empleo del carbón y concluyendo: "El carbón no es una fuente de abastecimiento energético particularmente conveniente desde el punto de vista ambiental, por lo que sostenemos que su utilización debería minimizarse en la mayor me­dida posible" [3].

Nadie discute la conveniencia de desarrollar los recur­sos solares, energía de carácter renovable. Casi todo el mundo -hasta yo mismo y mi compañía— es partidario de ello. No obstante, como podrá verificar el lector si pide un presupuesto del costo de un generador de insta­lación solar, la tecnología solar, en su forma más sen­cilla de calefacción solar, no se encuentra todavía al alcance de la mano. Por lo que a otras técnicas se refiere, los rotores eólicos siguen perdiendo todavía sus palas cuando el viento es fuerte, y no es claro que la conver­sión en gran escala de la biomasa en energía sea práctica o que tan siquiera ofrezca un saldo energético aprovechable.

La energía como instrumento de cambio social

Los argumentos de defensa de la energía solar van mucho más lejos: un examen detenido revela que quienes apoyan que se pase a corto plazo a una economía basada en la energía solar y se abandonen al mismo tiempo las

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fuentes energéticas actualmaente utilizadas, proponen en el fondo que se cambie el modelo de sociedad, sin indicar explícitamente sus intenciones.

El Sr. Edward Nichols. Director Adjunto del diario San Diego Union, encabezaba su artículo sobre una importante conferencia sobre energía solar (a la que asistieron más de 1000 delegados) con las siguientes pala­bras [4]:

"Es posible utilizar la energía solar para calentar el agua del baño sin tener por ello que ser un decidido adepto del movimiento naturista, es la conclusión a la que llegó recientemente el Washington Post.

"Así es y así lo hacen muchos. Sin embargo, también es cierto que la mayoría de los que se encuen­tran en primera füa del movimiento organizado a favor de la energía solar opinan de otra manera. Saben que la energía solar está llamada a desempeñar una im­portante función en el futuro energético de América, pero también creen que ellos pueden reestructurar sustancialmente la sociedad americana mediante la energía solar.

"Recientemente, en la Segunda Conferencia Anual de Ciudadanos celebrada en la Universidad de Colorado, en Boulder, han definido claramente sus objetivos sobre la energía solar. Como se refleja en los discursos y resoluciones, la finalidad perseguida por los reforma­dores sociales organizados en torno a los grupos de presión a favor de la energía solar, se resume más o menos en lo siguiente: obligar a las compañías de electricidad a financiar su propia extinción; utilizar un impuesto sobre los beneficios extraordinarios apli­cable a las grandes compañías petroleras para finan­ciar otros medios de producción de energías, de manera que también desaparezcan al terminar la "era del pe­tróleo"; eliminar energía nucleoeléctrica; limitar la producción y la distribución de energía al más bajo nivel posible: a nivel comunal, si es factible; conse­guir que las principales fuentes energéticas en los Estados Unidos sean las llamadas "fuentes renovables".

Evidentemente, la solución del problema técnico para producir energía económicamente solar es únicamente un objetivo de menor cuantía para una gran parte del grupo de presión en favor de la energía solar.

Tres temas

No es posible caracterizar en conjunto a los diversos movimientos antinucleares, aunque se traslucen tres im­portantes temas recurrentes en sus declaraciones sobre la energía.

• El primero consiste en una desconfianza general respecto de un modelo de sociedad que cuente con abundantes fuentes de energía. Así vemos que el Profesor Paul Ehrlich, de la Universidad de Stanford, portavoz del movimiento ambiental antinuclear, declara: "En realidad, ofrecer a la sociedad energía abundante y barata en este momento sería equivalente a regalar a un niño idiota una ametralladora" [5]. Amory Lovins, del grupo "Friends of the Earth", se expresa así: "En mi opinión sería poco menos que desastroso para nosotros decubrir una fuente de energía limpia, barata y abundante,

a causa de los que podríamos hacer con ella. Debemos buscar fuentes energéticas que sean adecuadas para nuestras necesidades, pero que no ofrezcan una demasía de energía concentrada con la cual podríamos causar perjuicio a la tierra y a nosotros mismos" [6] .

En consonancia con esta opinión se encuentra la doctrina de que cualquier riesgo, inconveniente u obli­gación constituye un precio demasiado alto a pagar por energía que, de todas maneras, es probable que resulte perjudicial. En febrero de 1979, en un discurso pro­nunciado en Charleston (Carolina del Sur) el Sr. Leo Krulitz, Asesor Jurídico del Departamento del Interior de los Estados Unidos, abogaba ante grupos de ecologistas: "Todo lo que pedimos es su cooperación en nuestro esfuer­zo por equilibrar las preocupaciones ambientales con la necesidad de explotar las enormes posibilidades de la plataforma continental de los Estados Unidos para resolver nuestros graves problemas en materia de energía". El abogado Bruce Terris, que con frecuencia representa a las organizaciones antinucleares, respondió que ese equilibrio "implica concesiones y sacrificios. Ese es el papel que a ustedes corresponde. El nuestro no es el de equilibrar, sino el de velar por que se cumpla la ley" [7]. Lo que esto significa, en realidad, es una oposición \ contimua y demoras ruinosas debidas a litigios intermi­nables. El Sr. Krulitz indica que tales litigios son "la amenaza más grande contra el programa de la admi­nistración relativo a la plataforma continental" y destinado a desarrollar nuevas fuentes de petróleo y de gas. Esa oposición continúa todavía.

• Un segundo tema es el de que se debería forzar a la sociedad a que cambie y se reoriente, a fin de minimizar su consumo energético. Entre los medios propuestos para lograr este objetivo, además de limitación de suministros mediante la prohibición de construcción de nuevas cen­trales, se encuentra la elevación del precio de la energía por medio de impuestos; la aplicación de multas a los que consuman excesiva energía; la obligación de utilizar aparatos más eficaces desde el punto de vista energético pero más caros; la eliminación del aparcamiento gratuito en los lugares de trabajo; el establecimiento de límites obligatorios de temperatura en verano y en invierno en el interior de los edificios; el control de la utilización de aparatos electrodomésticos desde centrales a distancia; á la obstaculización de las actividades de la vida nocturna mediante la aplicación de tarifas más elevadas de electri­cidad durante la noche; y el fomento de las tareas manu­ales a diferencia de las mecanizadas.

• El tercer tema es un descontento general respecto de las estructuras sociales y económicas de la sociedad actual y la sugerencia de que la energía debería de servir como medio de cambio social no directamente relaciona­do con la energía.

Barry Commoner, en una importante reunión pública celebrada en Battery, en la ciudad de Nueva York, el 23 de septiembre de 1979, apenas si mencionó en su discurso la energía nuclear: "Aquí estamos reunidas 200 000 per­sonas. ¿Por qué? ¿Quién es dueño del aire? ¿A quién pertenece el agua? ¿Quién es el propietario de la tierra? ¿De quién es el sol? Conocéis muy bien la respuesta: el pueblo de los Estados Unidos de América. Pero ¿quién controla nuestros recursos? Las empresas de electricidad, las compañías petroleras: ellas son quienes deciden si,

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junto con la energía, hemos de recibir radiaciones. Ellas deciden si debemos ingerir cancinógenos con nuestros alimentos. ¿A quién pertenece América? ¿Para beneficio de quién se gobierna este país? ¿Para el pueblo, o para obtener dividendos? ¿Dónde se encuentra el poder político? Yo os diré dónde. Aquí mismo: En las alianzas antinucleares, los "Shads", los "Clams", los "Catfish", los "Abalones", que están forzando a la industria nuclear a ponerse de rodillas. ¡Lo que queremos es ter­minar con la energía nuclear: ahora! ¡Queremos que se aproveche la energía solar! Queremos hacer bajar el precio del combustible, queremos lograr el control público de las compañías de petróleo, para que se administre este país teniendo en cuenta los intereses de los ciudadanos y no los intereses de los accionistas. Ahora podemos comenzar la batalla para restituir a los ciudadanos de este país el poder que es legítimamente suyo, para gobernar nuestros propios recursos, nuestras vidas, nuestros propio país."

Barry Commoner propone alejarse del capitalismo; Ralph Nader preconiza una economía "controlada por los consumidores", los Friends of the Earth son partidarios de una economía estable de características en que apenas se reconoce a la Ame'rica actual; Jane Fonda y Tom Hayden nos dicen que "esa pestilencia que nos rodea se llama capitalismo de las grandes empresas", y que la respuesta se encuentra en la energía solar, en un nuevo sistema económico de planificación y control públicos llamado "democracia económica" [8]. La finalidad es cambiar la sociedad, a pesar de que los cambios perse­guidos por las diversas fuerzas antinucleares no siempre son los mismos.

Se necesitará más energía

Lo mismo que sucede con los oponentes, no resulta posible agrupar a todos los partidarios de la energía nu­clear bajo una sola bandera. Pero en general, quienes están a favor de la energía nuclear abogan también por el desarrollo de otras fuentes energéticas ya disponibles, tales como el carbón y el petróleo de la plataforma sub­marina, o posibles en el futuro, como la energía solar y la fusión. El problema energético de los Estados Unidos se describe como resultado del agotamiento de las re­servas nacionales de petróleo y de gas y la consiguiente dependencia excesiva de suministros importados, obje­table a largo plazo. La solución propuesta no es forzar un cambio de modelo social, sino hacer mínimos los cambios forzosos facilitando el suministro de otras formas de energía.

Desde un punto de vista filosófico, la mayoría de los partidarios de la energía nuclear consideran que una energía abundante es un elemento clave de una sociedad productiva y estable. Ponen de relieve la estrecha corre­lación existente entre la energía y el empleo y entre la energía y el Producto Nacional Bruto. Hacen observar igualmente la correlación casi universal a nivel mundial entre el poder adquisitivo per capita y el consumo ener­gético per capita.

Si bien la creciente opulencia de los Estados Unidos no se ha logrado sin problemas, los partidarios de la energía señalan que esta riqueza ha ido acompañada de efectos sociales benéficos. Han disminuido sensible­

mente las medidas discriminatorias contra los judíos, los orientales y otras minorías. El negro y la mujer han comenzado a liberarse de la esclavitud económica. Los partidarios de la energía nuclear estiman que para lograr objetivos tales como un mayor mejoramiento de las condiciones de vida de los desfavorecidos y la limpieza de las ciudades se requieren nuevos aportes energéticos. A la pregunta formulada por Amory Lovins, relativa al consumo energético de los Estados Unidos: "¿Sería tan terrible tener que vivir con solo la mitad de nuestro consumo energético per capita, como vivíamos en 1960? ", los partidarios de la energía nuclear responden que en 1960, si se compara con la actualidad, vivían en los Estados Unidos en niveles de pobreza el doble de perso­nas que hoy.

Fundamentalmente, los grupos partidarios de la ener­gía se valen del argumento de que, a medida que dis­minuyen los abastecimientos mundiales de petróleo, la mayor utilización de la energía nuclear y de otras fuentes energéticas ayudará a prevenir cambios sociales violentos y facilitará los medios para una mejora mundial de las condiciones de vida. Hacen observar que, con el aumento de la riqueza y del consumo energético que la acompaña, declina voluntariamente la tasa de nacimientos. Esos grupos favorables a la energía sostienen que pocas esperanzas puede haber de mejorar la suerte de la humanidad sin suficientes suministros energéticos, que son esenciales para elevar el nivel de vida. Estiman por consiguiente que se debe aceptar un tanto de riesgos y de inconvenientes para poder disponer de esos suministros.

Lo que llevamos dicho no pretende sugerir que el di­lema energético carece de importantes aspectos de carácter técnico, económico y ambiental. Por ejemplo, es engañoso utilizar el argumento de la necesidad de la energía nucleoeléctrica, cualesquiera que sean sus defec­tos, para encubrir dificultades con respecto a los desechos nucleares, la proliferación de las armas nucleares, los análisis de seguridad de reactores y la economía de reactores. Pero los debates públicos sobre tales dificul­tades también pueden resultar engañosos cuando parten de la base teórica que describen, por ejemplo, Lovins y Ehrlich según la cual la energía nuclear seguiría resultando inaceptable aun en el caso en que se resolvieran los pro­blemas técnicos, sociales y económicos [9, 10].

Es preciso establecer la diferencia entre el reconoci­miento de las dificultades técnicas y la conclusión sugerida, que puede resultar más bien de nuestros principios filosóficos que de consideraciones técnicas. Por ejemplo, la eliminación permanente de desechos nucleares de elevado nivel en los Estados Unidos solo puede llevarla a cabo, en virtud de las leyes vigentes, el Gobierno Federal. ¿Cabe deducir que, porque el Gobierno de los Estados Unidos todavía no ha podido construir un depósito de desechos nucleares, éstos no se prestan a tratamiento alguno y que, en consecuencia, se debería renunciar a la energía nuclear? O ¿no es más lógico concluir que se deben fortalecer los programas guberna­mentales y vencer los obstáculos, a fin de acelerar la construcción de un satisfactorio cementerio de desechos? Si se renuncia a la energía nuclear en favor del carbón, por ejemplo ¿presentarán los desechos de este combustible un problema menor? Y, si se llega a la conclusión de que el carbón no es satisfactorio, o de que el carbón no puede

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compensar el déficit creado por el abandono de la energía nuclear, ¿será más fácil hacer frente al problema de la carencia energética que al de los desechos nucleares?

¿Disminuye la energía nuclear el riesgo de una guerra?

Si se abandona la energía nuclear ¿disminuirá o aumentará la amenaza de una guerra nuclear?

La utilización de la energía nucleoeléctrica con fines pacíficos, igual que las investigaciones químicas con fines pacíficos, brinda una tecnología y tal vez materiales que se pueden utilizar con fines militares. En este respecto conviene citar al Sr. Sigvard Eklund, ex Director General del Organismo Internacional de Energía Atómica, quien ha indicado que la estrecha cooperación internacional observada en el desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos es la causa que ha incitado a más de cien nacio­nes a renunciar a las armas nucleares suscribiendo el Tratado de no proliferación [11]. En verdad, el plan de 1954 "Átomos para la Paz", del Presidente Eisenhower, por el que ofrecía la cooperación y ayuda de los Estados Unidos en el desarrollo de la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos a cambio de la renuncia a las armas nucleares, respondía a su preocupación al ver que la tecnología de las armas nucleares se difundía rápidamente a otras naciones "tal vez a todas". ¿Sería más seguro el mundo actual en condiciones como las de 1954, en las que no existía comercio nuclear, pero en las que los programas de desarrollo nuclear se llevaban a cabo en todas las naciones independientemente y en secreto? ¿Sería más seguro el mundo sin la difusión de la tecnología de la energía nuclear; o sería más seguro sin el vasto potencial de la energía nuclear, cuando la competición por los escasos suministros de petróleo representaría el principal riesgo de que las grandes poten­cias recurriesen al empleo de las armas atómicas?

La fuente energética perfecta no existe

Estos interrogantes no admiten una respuesta sencilla. Como en la mayoría de los problemas graves de la vida, se deben considerar distintas posibilidades y contrapesar los riesgos, beneficios e incertidumbres de cada una. Por desgracia, no abundan tales consideraciones contrapesadas. Más bien, los procedimientos legislativos estatales y los debates públicos tienden a centrarse, sin sentido de perspectiva, en cada uno de los riesgos e inconvenientes de los proyectos energéticos y de las fuentes de energía propuestos. Ahora bien, la alternativa de nuestras fuentes energéticas imperfectas no es una fuente perfecta, porque

esas no existen. Si seguimos poniendo obstáculos en el camino del desarrollo de las fuentes de energía disponibles, la alternativa que habremos escogido es un cambio de modelo social del orden mundial, determinados ambos por los imperativos del abastecimiento energético.

Ese modelo de sociedad ha sido abundantemente descrito por Friends of the Earth como una sociedad de "elegante frugalidad". Pero si tal adoptáramos, ¿estaríamos de acuerdo con tal caracterización o encontraríamos que es una sociedad con demasiada frugalidad e insuficiente elegancia? ¿Nos contentaría la manera en que se comparte la frugalidad? Más importante todavía, si fuera adoptada, ¿representaría una vía esco­gida con completo conocimiento de los riesgos e incon­venientes que comporta?

Referencias

[1 ] El Atomic Industrial Forum da cuenta de un discurso pronun­ciado por el Profesor Michio Kaku en una Conferencia de movilización para la supervivencia nacional, celebrada en Pittsburgh (Pensilvania) el 31 de enero de 1981. El Profesor Kaku, uno de los autores del l ibro del que está adaptado el presente arti 'culo, declaró: "No debemos permitir que la empresa Metropoli tan Edison vierta su veneno en el r ío. La paralizaremos en los Tribunales, lucharemos contra ella en las calles". "La reduciremos a la impotencia, la forzaremos a la bancarrota, es bien sencillo. Y cuando se desplome, con ella se hundirá la industria." [2] Richard T. Kennedy The Energy Crisis and Nuclear Regulation, Kansas City Rotary Club, Kansas City (Missouri), 6 de abril de 1978.

[3] Laura B. King, Terry R. Lash Natural Resources Defense Council, carta al Parlamentario de California Victor Calvo, del 2 de mayo de 1978. [4] Edward Nichols Solar talk tuned to redesigning U.S. society, San Diego Union, página C-1 (9 de septiembre de 1979). [5] Paul R. Ehrlich Machine guns and idiot children. Not Man Apart, Volumen 5, Num. 18 (mediados de septiembre de 1975). [6] Amory Lovins Plowboy Interview, the Mother Earth,, página 23 (Noviembre/diciembre de 1977). [81 Tom Hayden, Jane Fonda, Ron Dellums, César Chavez A Fable Publicación sin fecha de la California campaign for economic democracy, Los Angeles (California) (1978). [7] Publicado en Energy Daily, Volumen 6, Num. 61 (29 de marzo de 1978). [9] Paul R. Ehrlich - Ibid.

[10] Amory Lovins Soft Energy Paths pág. 56, Ballinger Pub. Co., Cambridge, (Mass.) (1977). [11] Sigvard Eklund Declaración ante la vigésima reunión anual del Institute of Nuclear Materials Management, Albuquerque, Nuevo México (Estados Unidos de América) (16 de jul io de 1979).

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