encuentro inesperado

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Novela

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  • eda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o proce-dimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamiento informtico.

    1811, Johann Peter Hebel 2012, Elaleph.com S.R.L.

    [email protected] p://www.elaleph.com

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  • ESTE LIBRO FUE AUTORIZADO POR ELALEPH.COM PARA EL USO EXCLUSIVO DE JOS LUIS CABALLERO MARTNEZ ([email protected])

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    En Falun, Suecia, hace ya sus buenos cincuenta aos y quiz ms, un joven minero le dio un beso a su joven y her-mosa novia dicindole as: En el da de Santa Luca, nuestro amor ser bendecido por la mano del sacerdote. Entonces seremos marido y mujer y construiremos nuestro nido nup-cial. Y le dijo la novia hermosa con una dulce sonrisa: Y en l habrn de morar la paz y el amor, pues t eres mi nico y mi todo, y sin ti preferira estar en la tumba y no en otro lu-gar. Pero cuando, antes del da de Santa Luca, el sacerdote hubo de preguntar por segunda vez en la iglesia: Alguien sabe de algn impedimento para que estas personas realicen su unin conyugal?, la muerte se present. Pues cuando el joven pas, a la siguiente maana, con su negro traje de mi-nero ante la casa de su amada y el minero lleva siempre su vestimenta mortuoria, toc en verdad una vez ms a su ventana y le dijo: Buenos das, pero sin decirle ya ms: Buenas noches. l nunca volvi de la mina y ella bord intilmente esa misma maana su negra bufanda de cenefas rojas; y como nunca ms volviese, ella guard la prenda y llor por l sin jams olvidarlo.

    Por ese tiempo la ciudad de Lisboa, en Portugal, fue des-truida por un terremoto, y pas la guerra de Siete Aos, y el emperador Francisco I muri, y la orden de los jesuitas fue suprimida, y Polonia fue repartida, y la emperatriz Mara Teresa muri y Struensee fue ajusticiado, Amrica se liber, y los poderes unidos de Francia y Espaa no pudieron con-quistar Gibraltar. Los turcos enclaustraron al general Stein

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    en la cueva de los Siete Veteranos, en Hungra, y el empera-dor Jos tambin muri. El rey Gustavo de Suecia conquist la Finlandia rusa, y la revolucin francesa y la larga gue-rra dieron comienzo, y el emperador Leopoldo II baj tam-bin a su tumba. Napolen conquist Prusia, y los ingleses bombardearon Copenhague, y los campesinos sembraban y segaban. El molinero mola, y los herreros forjaban, y los mineros cavaban en busca de fi lones metalferos en su taller subterrneo.

    Pero cuando los mineros de Faln, en el ao de 1809, poco antes o despus del da de San Juan, quisieron excavar entre dos pozos de mina un boquete, sacaron de entre escombros y agua vitriolada, desde sus buenas trescientas varas bajo el suelo, a un joven envuelto por completo en un bloque de vitriolo, incorrupto e inalterado pese a ello, por lo que an podan reconocerse plenamente los rasgos de su rostro y su edad, tal como si hubiera muerto una hora antes o se hubiese quedado dormido durante el trabajo. Pero cuando hubo de ser puesto a la luz del da, su padre y su madre, sus amigos y sus conocidos haban muerto haca ya largo tiem-po, y ningn individuo quiso conocer al joven durmiente o saber algo acerca de su desgracia hasta que acudi la anti-gua enamorada del minero que un da baj a los tneles y nunca ms regres. Canosa y arrugada, fue al lugar ayudada de una muleta y reconoci a su novio; y ms con jubiloso entusiasmo que con dolor, se inclin ante el amado cuerpo y en seguida de que se hubo repuesto de una prolongada y vehemente conmocin, dijo por ltimo: Es mi amado por el cual he llorado por largos cincuenta aos y que Dios me ha permitido ver de nuevo antes de mi muerte. Ocho das antes del da de la boda, se fue a la mina sin volver nunca ms.

    Entonces los sentimientos de todos los presentes fueron conmovidos hasta la tristeza y las lgrimas al ver a la anciana novia convertida entonces en la imagen de una anciana sin fuerzas y al novio todava en su juvenil hermosura, y cmo resucitaba una vez ms en su pecho, despus de cincuenta

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    Encuentro inesperado

    aos, la llama de su amor juvenil; pero l nunca abri la boca para sonrer ni los ojos para reconocer; y ella, fi nalmente, pidi a los mineros que lo llevaran a su cuartito, hasta que fuese cavada su sepultura en el cementerio monacal, por ser ella la nica a quien le perteneca y tener derecho a l.

    Al da siguiente, cuando fue cavada la tumba en el cemen-terio y los mineros fueron a recogerlo, ella abri un cofreci-llo y le envolvi el cuello con la bufanda negra ribeteada de rojo y lo acompa con sus ropas de domingo como si fuese el da de su boda y no el de su entierro. Entonces, cuando fue puesto en la tumba del cementerio, ella dijo: Duerme bien ahora, un da o diez, en tu fro lecho nupcial; el tiempo no te ser largo. Yo ya tengo poco que hacer y pronto vendr, y pronto ser nuevamente de da, le dijo al marcharse y vol-ver a mirarlo una vez ms.