encarar a los gigantes · 2019. 3. 9. · gigantes!3 1. v. Éxodo 16 2. v. Éxodo 13:21,22 3. v....

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ENCARAR A LOS GIGANTES Ármate de valor ¿Hora de cambiar de profesión? Cómo descubrir la ideal para ti Un mundo en silencio Mi bienvenida al año nuevo CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

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Page 1: eNCARAR A LOS GIGANTeS · 2019. 3. 9. · gigantes!3 1. V. Éxodo 16 2. V. Éxodo 13:21,22 3. V. Números 13 4. Deuteronomio 31:6 B e t h a n y K e l l y pregunto en qué quimeras

eNCARAR A LOS GIGANTeSÁrmate de valor

¿Hora de cambiar de profesión?Cómo descubrir la ideal para ti

Un mundo en silencioMi bienvenida al año nuevo

C AMB I A TU MUNDO C AMB I ANDO TU V I DA

Page 2: eNCARAR A LOS GIGANTeS · 2019. 3. 9. · gigantes!3 1. V. Éxodo 16 2. V. Éxodo 13:21,22 3. V. Números 13 4. Deuteronomio 31:6 B e t h a n y K e l l y pregunto en qué quimeras

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Director Gabriel García V.Diseño Gentian SuçiProducción Samuel Keating

© Activated, 2015Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd.A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.

Año 17, número 1

A NUEST ROS AMIGOSConst ruir el futuro

El fin del año es ideal para hacer inventario y pon-derar lo realizado, una gran ocasión para reflexionar sobre lo sucedido en los últimos 12 meses. Claro que el ejercicio puede dejarnos un sabor agridulce, por las experiencias y personas que se han alojado en nuestro pasado.

En cualquier caso, todo final da pie a un reinicio, es una oportunidad de recomenzar. Popularmente el principio del año es un buen momento para hacerse propósitos y reimpulsar iniciativas, mirar con ilusión hacia el futuro, repasar lo que tuvo resultados positivos el año anterior y edificar sobre esa base.

Es posible que al adentrarnos en el nuevo año —con el incesante bombardeo de noticias de hambrunas, conflictos sociales, guerras y catástrofes— nos lleve-mos la impresión de que nunca en la Historia ha estado el mundo tan mal o tan dividido. El futuro nos puede parecer tan negro como el betún, y las pruebas que se avecinan, francamente espeluznantes. Pero no hay que encogerse por eso.

Gandhi no se arredró ante los obstáculos y las circunstancias adversas: «Es la acción, no el fruto de la acción, lo que importa. Tenemos que obrar como es debido. Puede que el fruto no esté en tu poder, que no venga en tu tiempo. Sin embargo, eso no significa que debas dejar de obrar rectamente. Quizá no llegues a saber nunca qué consecuencias resultarán de tu acción. Pero si no haces nada, no habrá consecuencias».

Con el cronómetro del 2016 ya oficialmente en marcha, hagámonos el pro-pósito de mejorar y enriquecer nuestra vida y la de quienes nos rodean. Seamos un poco más cariñosos, un poco más desinteresados, un poco más corteses. En vez de trabajar más horas, hagámoslo con más inteligencia. Dediquemos más minutos a nuestros seres queridos y menos a las últimas aplicaciones que hemos descargado a nuestros dispositivos. Seamos un poco más generosos con los que son menos afortunados que nosotros. Olvidemos los desaires y tenda-mos puentes de amistad a nuestro alrededor. Aprendamos de nuestros errores.

Por supuesto, la mejor manera de asegurarnos el éxito en lo que sea que nos propongamos es incluir a Dios en el proceso, paso por paso. Preguntémosle qué cambios redundarán más en nuestro bien y pidámosle que nos facilite fuerzas, paciencia, determinación y cualquier otra virtud que nos haga falta para triunfar cada día.

¡Brindemos por el 2016!

Gabriel García V.Director

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1. Salmo 118:24

El primer bocado

Joyce Suttin

He visto que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte. […] Dios le llenará de alegría el corazón. Eclesiastés 5:18,20

La gratitud hacia Dios hace que aun una bendición temporal tenga sabor a Cielo. William Romaine (1714–1795)

Tomé un bocado de tortilla francesa y se lo agradecí a Dios en silencio. Tenía hambre, y me supo excepcionalmente delicioso. Degusté los sutiles sabores y el queso derretido, y me detuve un instante a pensar en la divina Providencia y en cómo nos cuida Dios.

Sé que a veces como algo apuradamente y ni siquiera me acuerdo de agradecérselo a Dios. Al menos esta vez lo hice, aunque mi oración me punzó la conciencia porque el momento en que la hice no fue del todo adecuado. Podría haberle agradecido el omelet antes del primer bocado, antes de saber que era delicioso.

Luego recordé las palabras del rey David: «Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él»1. Cuando quiero aprender a ser más agradecida leo los salmos de David. Después de enumerar sus dificultades, siempre da la gloria a Dios. Sin embargo, lo que más me llamó la atención de ese versículo es que nos insta a darle gloria a Dios por cada día nada más despertarnos,

y afirmar desde el momento en que comienza la jornada que nos vamos a alegrar y regocijar.

A veces al acostarme le digo a Dios: «Hoy ha sido un día estupendo. Gracias por todo lo bueno que pasó, por todo lo que pude hacer, por tener buena salud y una familia feliz». Pero no es esa la gratitud de la que hablaba David.

Él se refería a dar gracias y alegrarnos antes que empiece el día. Nos insta a tomar, desde que amanece, la resolu-ción de ser felices y disfrutar de un día excelente. Supongo que es como agradecerle a Dios la tortilla francesa antes de degustarla. Debemos darle gracias en la mañana, aunque más tarde venga una tempestad. Debemos tomar la determinación de estar contentos, aunque luego surjan contrariedades. Antes de hincarle el diente a una tortilla francesa, un nuevo día o incluso un nuevo año, podemos expresar nuestra gratitud, pase lo que pase.

Joyce Suttin es maestr a y escr itor a. Vive en San A ntonio (EE . UU.). ■

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gigantes

Empezar el año es como embarcarse en un proyecto. Desde hace un tiempo vengo trabajando sin tregua para alcanzar un sueño que tengo: crear una empresa que me dé la oportunidad de ganarme la vida haciendo algo que me encanta y que a la vez sea un aporte para el mundo. Ha sido un proceso laborioso en el transcurso del cual he aprendido mucho y he tenido que dar varios saltos al vacío, como invertir en cur-sos, mudarme a los Estados Unidos con mi hija y varias cosas más.

Hay días en que me emociono y me proyecto hacia el futuro con plena confianza, y otros en que caigo en la cuenta de todo lo que aún me falta hacer. Entonces me

Dios quiere liberarlos y llevarlos a un lugar donde fluyen la leche y la miel. Poco después Dios obra milagros para sacarlos de Egipto y encami-narlos hacia la Tierra Prometida, llegando a dividir en dos el mar Rojo para que pasen.

Durante el viaje, Dios les da comida haciendo llover maná del cielo1. De día los protege del calor con una nube, y por la noche les proporciona luz y calor mediante una columna de fuego2.

Cuando llegan a la Tierra Prometida, envían exploradores, que al regresar cuentan que es una tierra magnífica, próspera, en la que hay abundancia de leche y miel. Es su tierra; Dios se la ha prometido; están listos para tomar posesión de ella. ¿Qué los detiene? ¡Pues que los exploradores también han informado que está habitada por gigantes!3

1. V. Éxodo 16

2. V. Éxodo 13:21,22

3. V. Números 13

4. Deuteronomio 31:6

Bethany Kelly

pregunto en qué quimeras estaba pensando cuando me metí en todo esto. El proceso de aventurarme, de aprender y lanzarme a hacer algo nuevo me ha exigido mucho y me ha obligado a superarme en aspectos que jamás creí posibles. Aparte de eso, me está ofreciendo muchas más oportunidades de crecimiento personal de las que me había imaginado.

El otro día leía un libro sobre los hijos de Israel y las etapas por las que pasaron, primero como esclavos en Egipto, luego vagando por el desierto, y por último —tras la muerte de la generación que no tenía fe—, el arribo a la Tierra Prometida. Encontré muchos paralelos con la travesía en la que me he embarcado yo.

Al principio, los hijos de Israel son esclavos en Egipto, hasta que llega Moisés con la noticia de que

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Ten valor. Hoy caminamos en el desierto; mañana, en la Tierra Prometida.

Dwight Moody (1837–1899)

Comprométete plenamente con un sueño. Nadie que pretenda hacer algo grande y

fracase es un fracasado. ¿Por qué? Porque puede estar seguro de que ha triunfado

en la batalla más importante de la vida: ha vencido el miedo a arriesgarse.

Robert Schuller (1926–2015)

Los hijos de Israel se asustan. Obvio. ¿Cómo no iban a tener miedo de todos esos gigantes? Sin embargo, en lugar de actuar con resolución a pesar de sus temores, se acobardan. Dejan que sus aprensio-nes minen su fe en las promesas de Dios. Así pues, en vez de atravesar rápidamente el desierto como era el plan de Dios, se pasan cuarenta años deambulando por terrenos yermos. Naturalmente Dios se ocupó de ellos y de sus necesidades durante ese período. No los abandonó a su suerte. No se desentendió de ellos. Pero se quedaron estancados en el desierto hasta que toda la generación que había dudado se fue muriendo.

¿Cómo se aplica eso a mí?Ya he salido de Egipto —de mi

situación anterior, en la que me sentía cómoda, pero desincenti-vada— y llevo un buen tiempo en la etapa del desierto: haciendo planes,

aclarando mi visión, preparándome y aprendiendo un montón. Dios se ha ocupado amorosamente de mis necesidades, pero no quiero que-darme trabada en esta etapa.

En este momento me veo a las puertas de la Tierra Prometida. Ya la diviso y me siento lista para entrar. Pero… ¿sabes lo que me pasa? ¡Que al pensar en los gigantes me da pánico! ¿Entrar a la Tierra Prometida será cosa de coser y cantar? De ninguna manera. No será así. Hay un montón de gigantes a los que me tocará enfrentarme: el concepto de mí misma que tengo y que me limita; los pasos que debo dar y que me asustan; el crecimiento personal que debo lograr para que mis sueños se materialicen.

Los largos años que los hijos de Israel pasaron deambulando por el desierto por no contar con la fe necesaria para enfrentarse a

los gigantes constituyen una serio advertencia para mí. ¿Quiero seguir esperando —previsiblemente por largo tiempo—, o tengo suficiente fe para entrar con paso firme a mi propia tierra prometida y tomar posesión de ella?

El último consejo que dio Moisés a los hijos de Israel también puede aplicarse a mi situación: «Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque el Señor tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará»4. Es fabuloso saber que no estoy sola en esta aventura.

¡Liquidemos a los gigantes!

Bethany Kelly presta asistencia a quienes desean comunicar un mensaje a un público numeroso y es fundadora de Courageous Creatives. Vive en los EE. UU. ■

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Muchas de las promesas de Dios son condicionales y requieren una acción inicial por parte nuestra. Apenas empezamos a obedecer, Él empieza a bendecirnos. A Abraham se le prometieron grandes cosas; pero no habría obtenido ninguna si se hubiera quedado esperando en Caldea. Tuvo que dejar atrás su hogar, sus amigos y su país, recorrer sendas descono-cidas y avanzar con determinación y obediencia para llegar a recibir lo prometido. Jesús encargó a diez leprosos que deseaban curarse que se presentasen al sacerdote, y «mientras iban fueron sanados». De haber ellos esperado a constatar la curación de su cuerpo ante de ponerse en camino, no habría pasado nada. Dios estaba esperando para sanarlos, y en el instante en que pusieron su fe en acción, les llegó la bendición.

Cuando los israelitas se vieron atrapados a orillas del mar Rojo por el ejército del faraón que los

perseguía, se les dio la orden de avanzar. En ese momento ya no era su deber seguir esperando de rodillas, sino ponerse de pie y avanzar con fe heroica. Años más tarde, nuevamente se les pidió a los israelitas que manifestaran su fe emprendiendo la marcha a través del río Jordán en su época de mayor caudal. Tenían en sus manos la llave que les abriría las puertas de la Tierra Prometida; empero, esas enormes puertas no empezarían a girar sobre sus quicios hasta que ellos se acerca-sen a abrirlas. La fe era la llave.

Estamos destinados a librar ciertas batallas, y damos por impo-sible nuestra victoria y la derrota de nuestros enemigos. Así y todo, al entrar en la refriega Alguien viene a luchar a nuestro lado. Por medio de Él somos «más que vencedores». De haber esperado con temor y temblor a que llegara nuestro Ayudador antes de lanzarnos a la batalla, habríamos

esperado en vano. Dios se dispone a derramar sobre ti Sus más excelsas bendiciones. Atrévete a avanzar con confianza y denuedo, y reclama lo que te corresponde. «He comenzado a entregarte lo que te prometí. Ahora comienza tú a conquistarlo y tomar posesión de ello». J. R. Miller (1840–1912)

Un poco más de persistencia, un poco más de esfuerzo, y lo que pare-cía un fracaso irremediable puede convertirse en un éxito glorioso. Elbert Hubbard (1856–1915)

La fe que avanza, triunfa. Anónimo

No postergues para mañana lo que se debe hacer hoy, pues quién sabe en qué condición estarás mañana. La rosaleda que hoy está florida, mañana, cuando pretendas arran-car una rosa, quizá no te ofrezca ninguna. Ferdousí (940–1020) ■

AVANZA Y

TRIUNFARAS

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ENCONTRAR EL CAMINODina Ellens

Nunca me han resultado fáciles los cambios inesperados. El año pasado me vi justamente en una situación de esas. Esperaba poder mudarme más cerca de mi hijo y su familia, pero al final no se dio la situación que yo había pensado.

Descorazonada, hice una pausa para sopesar mis opciones. Mirando por la ventana vi que era un día hermoso. Un suave manto de paz me envolvió.

Sabía que Dios estaba atento a lo que me sucedía, igual que estaba pendiente de Su creación. La paz que sentía venía de Él.

«¿Qué ha cambiado?», me pregunté. Sabía que Dios y Su amor habían permanecido inalterables. Lo que había cambiado repentinamente eran mis circunstancias a causa de aquellas noticias decepcionantes que me habían causado inquietud e inseguridad.

Había estado demasiado centrada en mis circunstancias, demasiado

preocupada por mi mudanza. Cuando todo eso cambió, mi mundo como que se me desmoronó.

Hubiera debido centrar más mi atención en Jesús. Esa sencilla verdad me iluminó como si fuera un haz de luz que atravesó la oscuridad. Con toda la emoción y los planes de la mudanza había descuidado mis ratos con Dios y Su Palabra.

Me propuse cambiar. A la mañana siguiente llevé mi Biblia a la terraza donde suelo tomar mi café. La abrí en Mateo 14, donde cuenta que los discípulos, a pesar de ser en su mayoría pescadores avezados, estaban aterrados por la tormenta que amenazaba con destruir su embarcación y truncar su vida.

Así fue hasta que vieron a Jesús caminando hacia ellos sobre el agua.

Ese era exactamente mi caso. Estaba dejando que las tormentas de la vida me desviaran de mi curso. Lo que tenía que hacer era mantener la mirada fija en Jesús y confiar en que Él me ayudaría a capearlas.

Paulatinamente comencé a reorganizar mi vida. Una amiga me pidió que la ayudara en su panadería durante la temporada navideña. Me ofrecí a ayudar como voluntaria en un orfanato en el que los niños segu-ramente tenían más necesidades que yo. En apenas unos meses entablé nuevas amistades y me encontré con un montón de cosas que hacer. Mi decepción anterior se esfumó.

Esa experiencia me enseñó que Dios no siempre está interesado en alcanzar un objetivo. A veces lo que importa es el proceso. Aunque la tormenta ponga a prueba nuestra fe, justamente en esas circunstancias encontramos a nuestro más querido Amigo. Él nos promete: «No te desampararé, ni te dejaré»1.

Dina Ellens fue docente en el Sudeste Asiático dur ante más de 25 años. Ahor a que está jubilada participa activamente en labores de voluntariado y se dedica a escribir. ■1. Hebreos 13:5

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Enero suele ser un mes en que mucha gente quiere cambiar de empleo. Hasta dos de cada cinco personas buscan trabajo con determinación en el primer mes del año. Algunos lo que desean es conseguir un trabajo similar; otros tal vez se plantean un cambio radical de profesión.

Si llevas años en trabajos en que desempeñas una función parecida, tal vez quieras aventurarte a hacer algo completamente distinto. Hay quienes lo hacen, y no solamente

en enero. Pongamos por caso a Andrea Bocelli, el conocido tenor y cantautor italiano que dio el salto de abogado a músico. Justin Welby dejó su cargo directivo en la industria petrolera para convertirse en vicario y a la larga en arzobispo de Canterbury, jefe simbólico de la comunidad anglicana internacional. El conocido físico Brian Cox, que presenta programas científicos en la televisión británica, fue una estrella de rock en los años 90. El actor Harrison Ford era carpintero y ebanista.

Puede que cambios así de notables no estén dentro de nuestro abanico de posibilidades. Sin embargo, el año nuevo es un buen momento —tanto como cualquier otro— para deter-minar lo satisfechos que estamos con lo que hacemos y con el rumbo que llevamos. Si al despertarte el lunes por la mañana no quieres ni pensar

en la semana laboral que comienza, o si te parece que tu talento no encuentra vías de expresión, o que tu paga no se corresponde con el valor de lo que aportas, tal vez sea señal de que es hora de sopesar otras opciones.

La Biblia reconoce la necesidad de ganarse la vida trabajando: «La gente sale a trabajar y realiza sus labores hasta el anochecer»1. También habla de la satisfacción que se deriva del trabajo: «Cuando comieres el trabajo de tus manos, bienaventurado serás, y te irá bien»2. «Las ganancias de los justos realzan sus vidas»3. El apóstol Pablo evidentemente se sentía a gusto con el trabajo que hacía: «Trabajo y lucho con tanto empeño, apoyado en el gran poder de Cristo que actúa dentro de mí»4. Si no te sientes así, tal vez sea hora de buscar una situación mejor o de mejorar la que tienes.

Naturalmente que las decisiones que pueden cambiar por completo

1. Salmo 104:23 (ntv)

2. Salmo 128:2

3. Proverbios 10:16 (ntv)

4. Colosenses 1:29 (ntv)

5. Proverbios 11:14 (nvi)

6. Proverbios 3:6 (ntv)

7. Salmo 25:4

8. Proverbios 10:22

9. V. Salmo 119:105

¿HORA DE CAMBIAR DE

PROFESIÓN? Chris Hunt

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nuestra vida no deben tomarse de prisa. Te propongo la siguiente metodología:

Haz un listado de las cinco carac-terísticas más importantes que para ti debe tener un trabajo ideal. Por ejemplo: que te sientas realizado, que tengas objetivos, la ética de tu empleador, el sueldo, los beneficios complementarios (pensión, acceso a gimnasio, etc.), el ambiente laboral, la camaradería, el horario y la carga de trabajo, tu función y grado de responsabilidad, el aprovechamiento de tus habilidades particulares, las oportunidades de recibir capacita-ción, las posibilidades de ascenso, etc.

Seguidamente califica tu empleo actual en base a esas característi-cas. Si no cumple con al menos la mitad de los requisitos que para ti son más relevantes, es probable que no estés en el lugar más adecuado y que sea hora de empezar a buscar otra cosa.

Piensa en lo que realmente te gusta hacer. Entérate bien de lo que conlleva. ¿Se ajusta a tu perfil de capacidades, experiencia, formación y aptitudes? En caso negativo, ¿se trata de algo que puedes ir apren-diendo sobre la marcha o existe alguna otra vía para acceder a ese tipo de empleo? Investiga un poco.

Pide consejo. Según los Proverbios, «el éxito depende de los muchos consejeros»5. Asesórate con personas que ya se desempeñan en el campo en que te gustaría trabajar. Habla del tema con tus amigos y fami-liares, o tal vez con un orientador profesional.

Procura hacer realidad tus sueños, pero sé realista. La gran mayoría trabajamos porque tenemos que pagar las cuentas. De modo que si tu carrera soñada no está a tu alcance y tienes que seguir en tu empleo actual, considera la posibilidad de colaborar de forma no remunerada en el sector que te interesa. Si es algo que te apasiona de verdad, proba-blemente podrás dedicarle algunas tardes o un día del fin de semana.

Un contador no se convertirá en asis-tente social de la noche a la mañana, pero puede prestar servicios en un club juvenil.

Busca la orientación de Dios. «Busca Su voluntad en todo lo que hagas, y Él te mostrará cuál camino tomar»6. Puede que te hable en tus ratos devocionales, de meditación o de lectura de la Biblia, o tal vez puedes pedirle directamente: «Muéstrame, oh Señor, Tus caminos; enséñame Tus sendas»7. Cualquiera que sea el caso, procura incluirlo en tus planes y recuerda que «la bendi-ción del Señor es la que enriquece»8, no solo materialmente, sino también en términos de paz interior.

Enero es apenas un mes. Puede que tu cambio de profesión no se dé ahora mismo. En todo caso, cuando sea que ocurra, Dios estará a tu lado para ayudarte e iluminar tu camino9.

Chr is Hunt vive en el R eino Unido. Ha sido lector a de Conéctate desde que comenzó a publicarse en 1999. ■

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Todo lo hizo hermosoEn un día excepcional en que dispuse de un rato libre para organizar mis cosas, me di cuenta de una manera muy mía de ser —nada muy halagüeño—, y es que dejo muchas cosas a medias, al menos de mis asuntos persona-les. Cuando me llega una tarea con fecha tope, me esfuerzo por terminarla a tiempo. Como alguien espera que yo sea cumplida, procuro no atrasarme para no defraudarlo.

Pero de lo demás, dejo muchas cosas inconclusas. En mi cajón tengo algunos bordados en punto de cruz que comencé hace años. Casi 200 artículos que empecé a escribir para mi blog aún están en mi carpeta de borra-dores. Mis álbumes de fotos —muchos, ocupan toda una repisa— están con paquetes de fotografías encima, en lugar de tener las fotos en las fundas plásticas tal y como debería ser.

Después están todos los libros y novelas que quiero o espero escribir. He preparado un archivo de Excel con sus títulos provisionales. Contiene más de 90 ideas sobre obras de ficción y no ficción. En una columna tengo ano-tado el número de palabras que he escrito de cada libro hasta la fecha. Entre todos suman cerca de 200.000 pala-bras, pero ninguno supera las 20.000.

Suelo preguntarme por qué dejo inconclusas tan-tas actividades personales. ¿Por qué me resulta tan

complicado terminar siquiera una? ¿Y por qué manejo así mis asuntos?

Un motivo tal vez sea que continuamente me acuden ideas a la cabeza. Si tengo un sueño muy vívido, antes del mediodía ya he escrito el esquema de otro libro. Cuando voy sentada en el autobús o estoy leyendo o haciendo cualquier tarea, en mi mente van tomando forma los versos de un poema.

Y ¿qué pasa con los blogs? Cada vez que mis pensa-mientos inconexos comienzan a adquirir coherencia, me pongo a escribir, sobre una experiencia que tuve ese día, un recuerdo o algo que acabo de entender.

Pero ahí radica el problema, en que me limito a empezar. Después recibo una llamada telefónica, o llego a mi destino, o uno de mis hijos me pide algo, o me doy cuenta de que debo terminar otra tarea o preparar la cena. Y lo que he comenzado queda a medias.

¿Será pereza? ¿Excesivo trajín? ¿Desorganización? ¿Demasiados castillos en el aire? ¿O todo lo anterior? ¿Cuál es la solución para terminar todas esas tareas pendientes y esos proyectos literarios que tengo en la cabeza, de manera que sirvan para algo?

En su libro The Weathering Grace of God, Ken Gire habla de la importancia de la quietud:

1. Eclesiastés 3:11

2. www.just1thing.com

Jewel Roque

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«Los poetas conocen la importancia de […] la quietud, de la calma. Saben que si guardan silencio por el tiempo que sea necesario, la obra de arte en que trabajan les hablará, les dirá lo que quiere ser y lo que precisa de ellos para adquirir esa forma anhelada. Todos los artistas saben eso, ya sea que trabajen con el pincel, con el torno, con las letras o con notas musicales.

»Miguel Ángel sabía guardar silencio ante la piedra y escuchar al David que esta contenía en su interior. Strauss sabía quedarse inmóvil ante el Danubio y escuchar el vals que se arremolinaba en sus aguas. Monet sabía perma-necer callado ante la laguna y escuchar a los nenúfares asolearse en su superficie. […] En nuestra cultura no estamos acostumbrados a escuchar de esa manera».

Para plasmar las mejores ideas no solo hace falta tiempo, sino también silencio y quietud de cuerpo, mente y espíritu. Hay que escuchar para saber cómo desean ser expresadas y terminadas. Si guardo silencio y escucho, sabré lo que debo hacer con esas ideas y la mejor manera de materializar cada proyecto y dar término a cada tarea.

Es fácil comenzar algo. Es bueno hacerlo. «Camino comenzado, medio andado», reza el refrán. Pero terminar lo comenzado, llevarlo a cabo, no siempre es sencillo.

Toma tiempo, además de paciencia y fe, tres recursos que no siempre se consiguen fácilmente. No siempre los hallamos escarbando en nuestro interior o rebuscando en lo que nos rodea. Pero si elevamos la vista y pres-tamos oído a la voz queda y apacible de Dios, que nos habla en susurros cuando nos detenemos a escucharlo, sabremos la senda que debemos tomar. Sabremos termi-nar lo que hemos empezado… y lo que Él ha empezado en nuestra vida.

En cierta forma todos somos obras inacabadas de Dios. Él ha iniciado un montón de proyectos que partieron bien, que incluso podrían considerarse perfectos, pero que están sin concluir. La obra del Maestro en Su creación sigue gestándose; Él continúa moldeando, formando, recortando, puliendo. Y eso viene acompañado de la promesa: «Todo lo hizo hermoso en Su tiempo»1.

Fíjate tú, ¡ya tengo un artículo terminado!

Jewel Roque es r edactor a y cor r ector a de textos. Vive en los EE . UU. Este artículo es una adaptación de un podcast publicado en Just1Thing2, portal cr istiano destinado a la for mación de la ju ventud. ■

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DISFRUTAR DEL VIAJE

PA SOS

Señor, en el momento de tomar el camino del año que comienza, lo cierto es que no sé bien a dónde me llevará; pero por donde sea que vaya, ruego que me des fuerzas para reco-nocerte paso a paso. Cualesquiera que sean las alegrías y dificultades que encuentre, que Tu presencia me conceda paz1.

¿Acaso no se fija Dios en mis caminos y toma en cuenta todos mis pasos? Job 31:4 (nvi)

Sustenta mis pasos en Tus caminos, para que mis pies no resbalen. Salmo 17:5

Por el Señor son ordenados los pasos del hombre, y Él aprueba su camino. Salmo 37:23 ■

Estoy aprendiendo lo importante que es disfrutar del viaje y no solo entusiasmarme con el destino final. Lógicamente, el destino define el viaje y, claro está, es muy importante. Pero en muchos casos empleamos más tiempo viajando que disfrutando del objetivo final; de modo que conviene aprender a valorar más lo cotidiano.

Dado que soy impaciente por naturaleza, he tenido la costumbre de fijar la vista en el objetivo y no prestar mucha atención a los detalles antes de alcanzarlo. En muchas oca-siones en que me he exasperado por tener que esperar días, meses o en algunos casos años para lograr cierta meta, he perdido mucho tiempo mirando el reloj y ansiando lo que me proponía alcanzar u obtener en vez de disfrutar de cada minuto y de las pequeñas bendiciones que mi Creador amorosamente me concede de día en día.

Por ejemplo, en enero del año pasado hicimos planes para ir a ver a mi familia en Portugal en agosto. Así

que empecé a contar los días. A partir de ese momento, lo más importante cada día era que este terminara pronto, para que agosto llegara antes. Esa actitud me llevó a hastiarme de mis actividades cotidianas en vez de estar agradecida por el regalo que supone cada instante de vida.

Estos últimos meses he escuchado varias charlas que me han ayudado a captar esta enseñanza, y creo que finalmente la estoy internalizando. Ayer por la tarde salí a caminar por un parque cercano con mi marido, David, y nos llevamos algo para comer después del paseo. Lo disfru-tamos mucho. Nuestra conversación estuvo salpicada de expresiones de gratitud y comentarios positivos sobre la dicha de poder comer rodeados de tanta belleza, la salud de que gozamos, la paz que nos llena el alma y más que nada lo gratificadora que es la vida que llevamos.

A ldina Bolick es profesor a de inglés. Vive en México y está afiliada a LFI.  ■ 1. V. Éxodo 33:14

Aldina Bolick

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Rosane Pereira

Al comenzar el año me acuerdo de una canción popular de los años 70: «Día tras día, día tras día, Señor mío, tres cosas pido: Verte más claramente, amarte más entrañablemente, seguirte más de cerca, día tras día»1.

«Verte más claramente…» La Biblia dice que Dios es Espíritu2, que es invisible3 y que aun así podemos verlo en Jesús4, en el amor que se manifiestan los creyentes5 y en la belleza de Su mundo6.

«Amarte más entrañablemente…» «Lleguemos ante Su presencia con alabanza»7. Puedo demostrarle a Dios mi amor agradeciéndole las bendicio-nes que me concede. El Salmo 118:24 dice: «Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él». Procuraré tener una actitud agrade-cida cada día del año entrante.

«Seguirte más de cerca…» Esta puede ser la parte más difícil, pero si pongo los ojos en Él8 y lo amo, sentiré Su presencia cargada de amor guiándome suavemente hacia donde quiere que me dirija. Y puedo cantar esa canción que dice: «Mi Señor sabe por dónde cruzar el desierto; solo tengo que seguirlo. Fuerzas para el día siempre me da, y cuanto necesito para vivir. Mi Señor sabe por dónde cruzar el desierto, solo tengo que seguirlo»9.

También le pediré alegría, la cual viene de vivir día a día. Quienes están siempre esperando que un gran acontecimiento los haga felices casi

nunca lo son. Estoy convencida de que la felicidad se encuentra valorando los pequeños sucesos de la vida.

Por último —pero no por ello menos importante— le pediré paz interior. Jesús dijo: «La paz os dejo, Mi paz os doy; Yo no os la doy como el mundo la da»10. El apóstol Pablo nos da la receta en detalle: «No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que Él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús»11.

Ese es mi plan para este año, o más bien, mi sentida oración.

Rosane Per eir a es profesor a de inglés y escr itor a. Vive en R ío de Janeiro (Br asil) y está afiliada a LFI. ■

1. Stephen Schwartz en Godspell, 1971

2. V. Juan 4:24

3. V. 1 Timoteo 1:17

4. V. Colosenses 1:15

5. V. 1 Juan 4:16

6. V. Romanos 1:20

7. Salmo 95:2

8. V. Hebreos 12:2

9. Sidney Cox (1887–1975)

10. Juan 14:27

11. Filipenses 4:6,7 (ntv)

DÍA tras DÍA

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UN MUNDO EN SILENCio

Al abrir la puerta de la calle me llama la atención el silencio que reina fuera. ¡Qué increíblemente callado está el mundo! Por lo general hay al menos algo de ruido y movimiento a esta hora. Hoy no. Hoy todo está quieto.

Del cielo gris, encapotado, caen unos copos de nieve, acentuando el aire de misterio. Me abrocho el abrigo y entro en ese delicado mundo de silencio.

Es la primera mañana del año. Tranquila, amplia, preñada de esperanzas y expectativas. Aunque las celebraciones duraron hasta la madrugada, ahora por lo visto soy el único que está despierto.

El paso de un año a otro fue de todo menos apacible. Al contrario, fue ruidoso y por momentos hasta ensordecedor. Pero ahora que las

primeras luces matinales horadan la oscuridad todo está sosegado.

Quiero creer que también reinaba el silencio cuando Dios estaba a medio crear el mundo. Puedo imaginarme la quietud que imperaba justo antes que poblara el mundo de aves, mamíferos y finalmente los primeros seres humanos. Tal vez apenas se oía el suave murmullo de la brisa cuando agitaba las hojas de los árboles y quizás el rumor de un arroyo.

Creo que es más fácil hacer contacto con Dios en el silencio. Casi da la sensación de que uno puede tocarlo. Uno lo oye susurrar palabras de amor y sabiduría: «No te preocupes. También cuidaré de ti».

¡Qué magnífico es caminar con Él por estas calles desiertas!

De golpe un hombre tuerce la esquina. Al igual que yo, camina sin rumbo. Simplemente disfruta de la vista y escucha el mismo silencio.

Al cruzarnos nos sonreímos.—Gelukkig Nieuwjaar!1 —me

dice al tiempo que se le iluminan los ojos.

Asiento con la cabeza. Luego desaparece, y una vez más estoy solo con mis pensamientos; pero ahora mi corazón se regocija. ¡Qué hermoso es el mundo cuando gobiernan la quietud, las sonrisas, la amistad y la gentileza! ¡Qué bello es poder palpar a Dios en la quietud y dejar que Su Espíritu atraviese el duro caparazón de nuestros corazones egocéntricos!

El mundo se va despertando. Pasa un auto, y al acercarme a una casa oigo el televisor proferir palabras ininteligibles. Si bien se rompe la quietud, mi corazón aún conserva la serenidad que Dios me ha dado.

Koos Stenger es escr itor independiente. Vive en los Países Bajos. ■1. ¡Feliz año nuevo! (en holandés)

Koos Stenger

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Imagínate

allíOtra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de Él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar. Y les enseñaba por parábolas muchas cosas. Marcos 4:1,2

Imagínate por un momento que eres uno de los presentes y responde a las preguntas.

¿Te habías propuesto asistir a ese evento al aire libre o te topaste con él al pasar por ahí? ¿Estás con amigos, con familiares o solo?

¿Es invierno o verano? ¿Sientes un poco de frío tan cerca del mar, o buscas un poco de sombra que te resguarde del sol ardiente? ¿Aspiras profundamente el vigorizante aire fresco del mar o más bien la suave brisa te ayuda a aguantar el calor?

¿Puedes ver claramente lo que sucede? ¿A qué distancia estás de la orilla? ¿Encontraste un buen lugar desde donde observar lo que acontece, o la multitud te tapa la vista? ¿Cómo es la barca en la que está sentado Jesús? ¿El mar está sereno, claro como un espejo, o un poco picado?

¿Te asalta la duda de si deberías estar en otra parte? ¿Te preguntas si te puedes dar el lujo de estar ahí ocioso? ¿Crees que tal vez deberías estar atendiendo los cultivos o el rebaño, consiguiendo provisiones en el mercado o visitando a un familiar enfermo?

Seguramente te han llegado toda suerte de rumores acerca de este Maestro. ¿Ya lo habías oído hablar? ¿Te has preguntado cuánto de lo que dice será cierto? ¿Cuestionas si verdaderamente tiene poder para sanar a la gente con Su voz y el toque de Su mano? ¿Te ha sanado a ti?

—Oíd —comienza diciendo1.¿Alcanzas a oír lo que dice?

¿Entiendes de qué habla?

Su sermón terminó. La multitud se dispersa, y tú echas a andar. Es posible que no tengas muchas ganas de hablar. Prefieres guardar silencio y reflexionar para tratar de asimilar lo que dijo. ¿Qué significa para ti? ¿Ha alterado tu perspectiva de las cosas?

Ese día Jesús concluyó Su sermón declarando:

—El que tenga oídos para oír, que oiga2.

Los que sacaron mayor provecho de lo que dijo fueron los que escucharon.

Escuchar no es abrir la Biblia y leer por encima, a toda velocidad, unos cuantos párrafos o versículos. Es meditar sobre lo que leemos, aplicarlo y hasta revivirlo en nuestra imaginación. De esa manera es posible que hagamos descubrimientos sublimes.

Abi May es docente, escritora y promotora voluntaria de salud. Vive en el Reino Unido. ■

1. Marcos 4:3

2. Marcos 4:9 (nvi)

Momentos de sosiegoAbi May

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ProPuestA PArA este AñoCada año viene cargado de novedades, progresos y nuevas experiencias; de segundas oportunidades, actos de perdón y ocasiones de volver a empezar. Pero también trae consigo múltiples pruebas, desafíos y una buena dosis de dificultades y problemas.

En este nuevo año, lo más importante es tu relación conmigo. Estando Yo a tu lado, tienes la garantía de que superarás todo obstáculo que se te presente.

Se ha dicho que la Tierra es un campo de pruebas y la vida en ella una experiencia de aprendizaje. Teniéndome a Mí como guía e instructor, tu éxito está asegurado. Puede que ese éxito no se ajuste al concepto popular de éxito; no obstante, triunfarás en lo que perdura más allá de esta vida y tiene valor eterno.

Atraviesa conmigo el umbral de este nuevo año. Por tu mano en la Mía y deja que Yo te oriente y te guíe. Si bien no te puedo prometer que los caminos que recorras este año serán fáciles ni que estarán exentos de altibajos, sí te puedo asegurar que Mi fuerza te bastará y que no afrontarás ninguna dificultad tan grande que no podamos vencerla entre los dos. Si crees esto y te comprometes a confiar en Mí pase lo que pase, descubrirás que nada logrará desestabilizarte hasta el punto de socavar tu fe y esperanza en Mí.

Cuando surjan dificultades y situaciones que te pongan a prueba, recuerda que he prometido ayudarte. No olvides que cuando eres débil, Yo soy fuerte. La certeza de que Yo —el creador del Cielo y de la Tierra— te acompaño te infundirá paz y confianza para este año que tienes por delante. Aguarda con ilusión un año más en Mi compañía.

De Jesús, con cariño