en portada política exterior: ¿aznar o zapatero? · 2007. 5. 17. · si alguna vez hubo consenso...

5
a s u n t o s e x t e r i o r e s Si alguna vez hubo consenso sobre la política exterior de España, Aznar lo rompió al cambiar de rumbo. Zapatero, a su vez, ha vuelto a hacer virar el barco, algo no tan sorprendente, pues tales giros ocurren en muchos países como el propio Estados Unidos. FP edición española ha pedido a dos expertos en política internacional que debatan los pros y contras de estas opciones. E n los primeros tiempos, como suele ser habi- tual en nuestros presidentes de Gobierno, José María Aznar mostró mucho más inte- rés por la política interior. Fueron años en los que la diplomacia continuó trabajando como si González siguiera al frente. Poco a poco, el ex presidente popu- lar entró en materia y el cambio se hizo patente en torno a tres ideas: situar a España en una posición internacional de primer orden, avanzando en el cami- no ya recorrido por Calvo-Sotelo y González; libera- lización económica: apertura de mercados, libre com- petencia, reducción del intervencionismo estatal, fin de monopolios, entre otras medidas, y defensa de la democracia liberal y denuncia de las dictaduras. Nunca antes de Aznar la España democrática había sido tan relevante e influyente. Fue la conjun- ción de influencia y programa liberal lo que provocó una fuerte reacción en la izquierda, que había dado por hecho que su política exterior era ya la política ex- Florentino Portero, profesor de Historia Contemporánea en la UNED y analista del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), es coautor del libro Qué piensan los ‘neocon’ españoles (Ciu- dadela libros, Madrid, 2007). José Ignacio Torreblanca es pro- fesor de Ciencia Política de en la UNED y analista principal del área de Europa en el Real Instituto Elcano. ¿Quién ha hecho más daño a la posición de españa? Florentino Portero Un debate entre Florentino Portero y José Ignacio Torreblanca FOTO: SERGIO PÉREZ/REUTERS/CORDON 26 Foreign Policy edición española ¿Aznar o Zapatero? Política exterior: [ EN PORTADA ]

Upload: others

Post on 18-Jan-2021

3 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: EN PORTADA Política exterior: ¿Aznar o Zapatero? · 2007. 5. 17. · Si alguna vez hubo consenso sobre la política exterior de España, Aznar lo rompió al cambiar de rumbo. Zapatero,

asu

ntos

e

x t e r i o re

s

Si alguna vez hubo consenso sobre la política exterior de España, Aznar lo

rompió al cambiar de rumbo. Zapatero, a su vez, ha vuelto a hacer virar el

barco, algo no tan sorprendente, pues tales giros ocurren en muchos países como

el propio Estados Unidos. FP edición española ha pedido a dos expertos

en política internacional que debatan los pros y contras de estas opciones.

EE n los primeros tiempos, como suele ser habi-tual en nuestros presidentes de Gobierno,José María Aznar mostró mucho más inte-

rés por la política interior. Fueron años en los que ladiplomacia continuó trabajando como si Gonzálezsiguiera al frente. Poco a poco, el ex presidente popu-

lar entró en materia y el cambio se hizo patente entorno a tres ideas: situar a España en una posicióninternacional de primer orden, avanzando en el cami-no ya recorrido por Calvo-Sotelo y González; libera-lización económica: apertura de mercados, libre com-petencia, reducción del intervencionismo estatal, fin demonopolios, entre otras medidas, y defensa de lademocracia liberal y denuncia de las dictaduras.

Nunca antes de Aznar la España democráticahabía sido tan relevante e influyente. Fue la conjun-ción de influencia y programa liberal lo que provocóuna fuerte reacción en la izquierda, que había dadopor hecho que su política exterior era ya la política ex-

Florentino Portero, profesor de Historia Contemporánea en la

UNED y analista del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES),

es coautor del libro Qué piensan los ‘neocon’ españoles (Ciu-

dadela libros, Madrid, 2007). José Ignacio Torreblanca es pro-

fesor de Ciencia Política de en la UNED y analista principal del

área de Europa en el Real Instituto Elcano.

¿Quién ha hecho más daño a laposición de españa?

FFlloorreennttiinnoo PPoorrtteerroo

Un debate entreFlorentino Portero y José Ignacio Torreblanca

FOTO

: SE

RG

IO P

ÉREZ

/REU

TER

S/C

OR

DO

N

26 Foreign Policy edic ión española

¿Aznar o Zapatero?

Política exterior:[ E N P O R T A D A ]

Page 2: EN PORTADA Política exterior: ¿Aznar o Zapatero? · 2007. 5. 17. · Si alguna vez hubo consenso sobre la política exterior de España, Aznar lo rompió al cambiar de rumbo. Zapatero,

JJoosséé IIggnnaacciioo TToorrrreebbllaannccaa

terior española. De pronto, descubrió que era posibleotra y con cotas de influencia inéditas. Comprendoque los socialistas no se sintieran cómodos con esapolítica, pero no podían esperar que el PP continua-ra la de ellos. El PP representa unos valores diferen-tes y desde ellos no es posible mantener la deferenciahacia Fidel Castro, el antiamericanismo o el pacifis-mo que caracteriza al PSOE de estos días.

Que Zapatero ha dañado la política exteriorespañola parece evidente. La forma en que retiró lastropas de Irak –que no la retirada en sí–, el incum-plimiento de sus promesas electorales y las declara-ciones en Túnez mostraron al mundo dos cosas: losterroristas habían triunfado, logrando lo que busca-

ban con el 11-M, y España ya no era un socio fiable.En ese mismo momento el trabajo realizado por losGobiernos Calvo-Sotelo, González y Aznar para“situar a España en el lugar que merece” se vinoabajo. Los distintos ejercicios de “rendición preven-tiva” (Gibraltar, Marruecos, Niza, fondos europeos,crisis de las viñetas o Alianza de Civilizaciones) hanconfirmado que España es una nación débil que sepliega a las demandas ajenas a la primera de cambio.Se dijo que España volvía al “corazón de Europa”.No consta que Aznar lo abandonara, pero hoy es evi-dente que las relaciones con Francia y Alemaniapasan por un muy mal momento y que nuestrainfluencia en Europa es muy limitada.

28 Foreign Policy edic ión española junio| jul io 2007 29

ZZ apatero no ha apostado contra Estados Uni-dos, simplemente se ha visto obligado a man-tener estas relaciones en un perfil bajo y

esperar una Administración más favorable a los inte-reses europeos de España. Hay que recordar que lapolítica exterior está europeizada. Un Gobierno deMadrid no puede elegir entre Washington y Bruselas.Aunque no se entienda en algunos círculos españoles,en la Casa Blanca lo comprenden a la perfección. EE UU tiene un interés primordial en que Europa fun-cione unida, como el propio Bush reconoció en su visi-ta europea. Curiosamente, Aznar compró la divisiónde Rumsfeld entre “vieja” y “nueva” Europa y estruc-turó su política sobre esa división.

Aznar quiso ofrecer a Washington un aliado en elsur de Europa tan potente y fiable como Reino Unido.Además, la relación transatlántica que diseñó teníauna dimensión latinoamericana y mediterránea muyimportante. El plan tenía mucho sentido, pero sólo sise hacía desde una posición europea y europeísta. Seequivocó al despreciar a Francia y Alemania comosociedades en declive. Olvidó que los intereses econó-micos y de seguridad de España pasan mucho máspor París y Berlín que por Washington. Además, fue

desleal con sus socios, como demostró la Carta de losDiez en The Wall Street Journal. Por tanto, en lugar deliderar Europa, encabezó la división del continente,apoyando a una Administración Bush muy ideologi-zada. Todo ello pasó factura después, durante las nego-ciaciones de la Constitución Europea y de las Perspec-tivas Financieras 2007-2013, dejando a Madrid enuna posición debilitada, cuyo único activo era la ame-naza de veto. Aznar no apostó por EE UU, sino por unGobierno atípico (que ha infligido un daño enorme asus intereses en el mundo). Y, además, lo hizo en con-tra de la opinión pública española y de amplios secto-res del PP. El proamericanismo de Aznar se basó en que“EE UU nunca se equivoca”, tan infantil como el anti-americanismo de quienes creen que es imposible queacierte. Los amigos, como dijo Joschka Fischer, estánpara advertir de que uno se equivoca; lo contrariodemuestra inseguridad y falta de madurez. Y Zapate-ro no apostó por Europa en contra de EE UU; reaccionócontra una Administración que pensó que el mundopodía reconstruirse por la fuerza, obviando el derechointernacional. ¿Qué habría pasado si Al Gore hubierasido presidente y no Bush? ¿Hubiera dicho alguienque Zapatero era antiamericano?

Aznar apostó por EE UU contra Europa;Zapatero, por Europa contra EE UU

TToorrrreebbllaannccaa

EE l daño lo hizo Aznar, dilapidando en Irak unprecioso capital internacional que no erasólo suyo, sino de todos los Gobiernos.

Como todos los presidentes de la democracia, inten-tó mejorar la posición de España. Nada nuevo por ahí.Por otra parte, su liberalización económica era conti-nuista: los socialistas privatizaron, liberalizaron yabrieron la economía al mundo tanto como los popu-lares. Por último, “la defensa de la democracia liberaly denuncia de las dictaduras” sólo se aplicó a Cuba,y pronto se retrocedió al ver que los hoteleros espa-

ñoles, liderados por el ministro de Exteriores, AbelMatutes, ponían el grito en el cielo. La renuncia a pedirla entrega de Pinochet, el silencio ante los excesos deFujimori y los apretones de mano con Gaddafi, entreotras complacencias con regímenes de dudosas cre-denciales, prueban que esa política nunca existió.Salvo algo de retórica anticastrista, socavada porFraga, es imposible situar la política de Aznar bajo elprisma de la promoción de la democracia y los dere-chos humanos (tampoco la de Zapatero; es la granasignatura pendiente de nuestra democracia).

Lo cierto es que la España democrática habíavuelto a la escena internacional tras décadas de ais-lamiento y de marginalización y se había ganadoel respeto de la UE, de EE UU, de América Latinay del mundo árabe. El primer Aznar (1996-2000)fue continuista y acertó. El segundo (2000-2004)apostó todo a una sola carta y perdió. Ello obli-gó a Zapatero a reparar las relaciones con losprincipales socios europeos y a mejorar la imagen

del país en el mundo iberoamericano y árabe.Lejos de perder fiabilidad, su política ha devuel-to a España a una posición centrada en Europa, lasrelaciones con Rabat han mejorado y la Alianza deCivilizaciones ha devuelto al país la imagen deEstado dialogante que respeta los valores en losque se asienta el derecho internacional. España noes débil: hoy lo son EE UU y Reino Unido, sinpoder ni legitimidad.

PPoorrtteerroo

DD e acuerdo, la democratización de la diplo-macia de Aznar fue limitada y tardía.Abordó tarde la política exterior. Quebrar

el principio de no injerencia era muy delicado, más enLatinoamérica. Él tuvo la intuición de que había lle-gado el momento y acertó. Recordemos que entoncesla comunidad internacional lo rompió por primera vezen favor de la injerencia humanitaria. Era ya imposi-

ble cruzarse de brazos ante la violación de los derechoshumanos, y desde el giro en Cuba, la diplomacia espa-ñola se reorientó de forma gradual en ese sentido. Elejemplo de Pinochet no es apropiado (era un proble-ma jurídico relativo a un ex presidente), pero el de Gad-dafi sí es ilustrativo. El libio pidió a Aznar que hicie-ra de intermediario en su desarme y su nueva posición.Y los apretones de mano valieron la pena.FO

TO:

KEV

IN L

AM

AR

QU

E/R

EUTE

RS/

CO

RD

ON

asu

ntos

e

x t e r i o re

s

e

x t e r i o re

s

[ Política exterior: ¿Aznar o Zapatero? ]

Page 3: EN PORTADA Política exterior: ¿Aznar o Zapatero? · 2007. 5. 17. · Si alguna vez hubo consenso sobre la política exterior de España, Aznar lo rompió al cambiar de rumbo. Zapatero,

LL as relaciones entre Madrid y Rabat empe-oraron con Aznar. Partieron de una situa-ción frustrante para Marruecos. Después

de hacer suya la causa saharaui, echando en cara a losconservadores claudicar ante el vecino del Sur, el PSOEse aproximó a Rabat, dejó de lado a los saharauis yacordó con Hassan II la formación de una célula dereflexión conjunta sobre el futuro de Ceuta y Melilla.El PP fue fiel a la posición tradicional española, la delConsejo de Seguridad de la ONU. Rabat entendióque había perdido terreno y –para que calara que siMadrid no cedía en el Sáhara, pagaría un alto precio–comenzó su presión: la crisis de las negociaciones pes-queras con Europa, la insuficiente persecución de lasmafias de la emigración, el incumplimiento de losacuerdos de repatriación y el incidente de Perejil, en elque los españoles comprobaron la solidaridad europeaen materia de seguridad. Fue EE UU quien ayudó a

Aznar se alió con Argel; Zapatero, con RabatPPoorrtteerroo

España. Y ante todos esos actos, Aznar actuó con fir-meza. Las relaciones con Argelia mejoraron mientrasse estabilizaba la situación política de ese país y aumen-taban los intereses comunes energéticos. Argel pre-miaba a Madrid por su enérgica defensa de una solu-ción equilibrada, del Plan Baker, y eso daba laimpresión de una apuesta por ese Estado mayor de lareal. Zapatero no está haciendo una nueva política:sólo continúa la de González. El giro promarroquí enel Sáhara es evidente (defensa del Plan de Autonomíafrente al Plan Baker y reconocimiento de unas aguasde soberanía marroquí que no son tales). Esta segun-da cesión ante Rabat, siguiendo a Arias Navarro y SolísRuiz, ha tenido limitadas gratificaciones. Rabat nocumple sus obligaciones de repatriación. Las críticasde Argel prueban que Zapatero no ha centrado las rela-ciones con el Magreb; las ha escorado, incumpliendolas obligaciones de España y la doctrina de la ONU.

TToorrrreebbllaannccaa

junio| jul io 2007 31

ZZ apatero hizo bien en retirar las tropas. Creoque hay pocas dudas a estas alturas, cuandono sólo la mayoría de las fuerzas de la lla-

mada “coalición” se han retirado o lo están haciendo,sino que en EE UU todos –salvo el presidente Bush yalgunos irreductibles neocons y republicanos duros–discuten cómo y cuándo replegarse y su coste relati-vo, pero no el hecho en sí. Es cierto que la salida se ges-tionó mal, se hizo de forma precipitada y, gracias al ine-fable Bono, se presentó en una clave populista-electoralpara consumo interno que implicó costes innecesariosen la relación no sólo con EE UU sino (más importante)con los socios europeos presentes en Irak.

Con todo, convalidar la decisión de Zapatero conlos datos de hoy no tiene mérito. ¿Hizo bien Zapate-ro, con los datos de entonces? De nuevo, la respuestaes positiva: el rápido deterioro de la situación iraquí unavez acabadas las hostilidades hizo inviable la presenciade las tropas españolas y el cumplimiento de la misión.Como en Afganistán, Aznar envió un contingente mili-tar para reconstruir un Irak teóricamente pacificado.

Pero ni España ni sus soldados estaban preparadospara la luchar contra la insurgencia baazista, el terro-rismo de Al Qaeda o las milicias de Muqtada al Sader.Madrid no tiene un Ejército de combate, y menos aún,uno preparado para la lucha contrainsurgente o elterrorismo urbano a miles de kilómetros de distancia.Entre acuartelarse y retirarse sólo cabía una opción.

La situación en Afganistán es similar, aunque noidéntica. España fue allí con unos objetivos claros: ayu-dar a la reconstrucción del país, no luchar contra lostalibanes. Por eso, en el momento en que las condi-ciones de seguridad impidan el trabajo para el queestán allí las tropas españolas, no habrá más remedioque retirarlas. Unos lo lamentaremos como un fraca-so (sobre todo, por el pueblo afgano, pero también por-que nuestra inseguridad se incrementará si los estu-diantes coránicos vuelven al poder). Otros, pordesgracia, lo celebrarán como un éxito. Quizá tambiénhaya quienes, de nuevo, hagan electoralismo con ello.En estos últimos años, de la política exterior, como delcerdo, se aprovecha todo para consumo interno.

Aznar no apostó a una sola carta, y la prueba esque España nunca había sido tan influyente en Euro-pa. Nunca había hecho tantas aportaciones signifi-cativas en la integración continental. Sólo desde esaposición pudo aislarse a Chirac y a Schröder cuan-do rompieron el principio de que europeísmo yatlantismo son compatibles, en el aniversario delTratado del Elíseo. Ellos provocaron la división.Aznar coincide con Merkel o Sarkozy, lo que nos dauna idea de hasta qué punto su papel es represen-

tativo de la Europa liberal-conservadora. Por cier-to, quien sí tiene serios problemas con esos dosEstados es Zapatero, a pesar de haber centradoEspaña en Europa.

Por otro lado, es inconsistente la idea de que Bushes una cosa y Estados Unidos otra. La ofensa a la ban-dera o las declaraciones de Túnez son un insulto a todala nación. Los demócratas no tienen mejor conceptodel presidente del Gobierno que los republicanos,como se constata en Washington.

en un incidente por un pedrusco –sin valor estraté-gico– que pudo tener consecuencias graves. Por tanto,el saldo fue negativo. Zapatero ha pecado de lo con-trario, de no hacer entender a Marruecos que Espa-ña, como ex potencia colonial, no puede tener otraposición que la tradicional (apoyar el Plan Baker, aun-que retrase el referéndum), pero que eso no puedeprejuzgar las relaciones bilaterales.

La imprudencia de Moratinos al inicio de sumandato, alardeando poder solucionar la cuestión,más la percepción de que Madrid ya no apoya elPlan Baker sino una autonomía, ha perjudicado lasrelaciones con Argelia y la imagen de España entrelos saharauis, además de ser incomprensible para laopinión pública nacional. Donde fracasó Aznar lo

hará también el titular de Exteriores. El conflictoestará bloqueado mientras saharauis y marroquíeselijan el statu quo frente a la autonomía o la inde-pendencia, respectivamente. Pero lograr que ambosprefieran una amplia autonomía bajo supervisión

internacional a la situación actual es una tarea queexcede la capacidad de España. PP y PSOE podríanempezar a discutir cómo aislar las relaciones conArgel y Rabat de la cuestión saharaui sin renunciara los principios que deben regir su solución.

LL a relación con Marruecos es la más delica-da. No hace falta entrar en detalles, losasuntos son conocidos: Ceuta y Melilla,

islamismo, terrorismo, derechos humanos, corrup-ción, tráfico de drogas y personas y el Sáhara. LosGobiernos tienen la responsabilidad y la obligaciónde dejar esas relaciones mejor de lo que las encon-traron al emprender su mandato. Zapatero las encon-tró en un mínimo histórico y hubo de restaurar unaconfianza labrada durante años, hecha pedazos porincidentes como el de Perejil, magnificados para con-tribuir a una estrategia de la tensión. ¿Qué ganóAznar con su firmeza? Los saharauis no acrecenta-ron las posibilidades del referéndum y España salióperjudicada en muchos aspectos, lo que desembocó

¿Fue mejor entrar o salir de Irak?TToorrrreebbllaannccaa

[ Política exterior: ¿Aznar o Zapatero? ]

FOTO

: N

IKO

LA S

OLI

C/R

EUTE

RS/

CO

RD

ON

30 Foreign Policy edic ión española

Page 4: EN PORTADA Política exterior: ¿Aznar o Zapatero? · 2007. 5. 17. · Si alguna vez hubo consenso sobre la política exterior de España, Aznar lo rompió al cambiar de rumbo. Zapatero,

32 Foreign Policy edic ión española

PPoorrtteerroo

EE l PSOE se comprometió en la campaña aretirarse de Irak si no se daban unas con-diciones en un plazo. Se cumplieron a tiem-

po, pero Zapatero ya había ordenado el repliegue,olvidando sus promesas electorales. La forma en quese retiró es impropia de una nación responsable. Secomprende que, para determinadas posiciones ideo-lógicas, sea inaceptable seguir en Irak, pero había queavisar con tiempo, para que los aliados pudieranreorganizarse. Zapatero retiró el grueso del EstadoMayor de una unidad multinacional, dejando a loscontingentes restantes en una situación delicada. Fueuna irresponsabilidad que dañó de forma grave laimagen de España y causó desazón entre su oficiali-dad. El Ejército español está preparado para la con-trainsurgencia. Ello requiere un despliegue apropia-do, con dotaciones apropiadas. Cuando Aznar enviólas tropas, ése no era el escenario. Cuando Zapate-ro las retiró, ésa no fue la razón. El problema era devoluntad: no estaban dispuestos a asumir la respon-sabilidad de combatir a los grupos que ponían en ries-go el proceso democratizador.

En Afganistán, el apoyo a la paz, hoy, implicaluchar. El Gobierno ofrece datos incorrectos. Aumen-tó las tropas para dejar claro que, a pesar de salir deIrak, España era un socio fiable en la guerra contrael terrorismo. Ahora resulta que sólo lo es si no hayriesgo. Otra espantada dejará su crédito por los sue-

los y dañará más la credibilidad de la OTAN. Losislamistas tienen razón: somos un tigre de papel.Con gente como Nancy Pelosi o Zapatero, la victo-ria está asegurada. En Irak y en Afganistán la victo-ria apunta a los islamistas. Sorprende que Europa novalore sus efectos en breve.

SS i por ello se entiende que Zapatero partici-pa de la escuela realista, sin duda, no. Elpresidente no actúa a partir de una fría eva-

luación de los intereses del Estado. Si significa quees un pragmático, tampoco. Al presidente delGobierno la política exterior sólo le interesa comoinstrumento de estrategia interior. En realidad, suconocimiento de estos asuntos es muy limitado. Notiene ideas sobre la construcción europea o lasrelaciones con los Estados latinoamericanos. Losfundamentos de la Alianza de las Civilizacionesreflejan gran ignorancia del islam. Comparte unsentimiento pacifista y antiamericano con esemundo progre con el que tan bien se comunica. Noparece consciente de los retos en el horizonte, lesresta importancia y alimenta la esperanza de sus

votantes. A menudo, los analistas dan una ideademasiado racional de sus actos.

Aznar se presenta como un clásico liberal, enla línea de Margaret Thatcher. Y lo es. La palabraneoconservador es un insulto y, como tantos otros,poco preciso. La gran mayoría no se dan por alu-didos. Las preocupaciones de los supuestos fun-dadores no coinciden por completo con las delex presidente. En la segunda generación (Bill Kris-tol, Robert Kagan y Gary Schmitt, entre otros)hay una coincidencia en temas de política exte-rior, pero sólo eso. Aznar tiene mucho más que vercon Tony Blair que con los neocons. Él llega a unadeterminada política exterior a partir de posicionesy perspectivas europeas. Las luchas internas en elPartido Republicano le quedan muy lejos.

Zapatero es realista y Aznar ‘neocon’PPoorrtteerroo

TToorrrreebbllaannccaa

CC omparto el diagnóstico. Zapatero no es unrealista ni un pragmático. Se ha aproxima-do a la política exterior desde la interior: ha

intentado valorar al mundo desde los principios yexperiencias que había acumulado en el ámbito nacio-nal. Se ha afirmado (y se ha criticado) que su retórica

tiende a situarse en el plano moral, por encima de lapolítica, y favorece una visión de la vida política (diá-logo, talante, tolerancia...), en la que lo negativo estáausente. No le interesa el conflicto, así que lo evitasiempre que puede. Nunca ha querido ser un Churchill.No quiere forjarse en las decisiones a vida o muertetípicas de las relaciones internacionales. Por eso se hasentido tan cómodo con Kofi Annan, la Alianza deCivilizaciones y la cooperación al desarrollo y tanincómodo con Afganistán, la OTAN y todo lo rela-cionado con la seguridad. El problema es que, al reser-varse los aspectos morales, la retórica y la imagineríade la política exterior, ha dejado la política exterior deverdad, la del día a día, en manos de un equipo dediplomáticos muy clásicos, tan excesivamente prag-máticos que casi pueden tildarse de conservadores.

Aznar es su reverso. Mientras Zapatero obtiene suseguridad de su esfuerzo por exportar sus principiosa la esfera internacional, el ex presidente ha importa-do gran parte de sus valores y principios del contex-to mundial posterior al 11-S (hasta el punto de que, aveces, parece como si España hubiera participado enla Segunda Guerra Mundial con los aliados). Aznar noes un neocon de pedigrí (pues se requiere haber sidoun radical en la juventud), sino un conservador moder-no: neoliberal en lo económico, conservador en losocial, tradicional en lo moral y realista en lo inter-nacional (aunque a veces se disfrace de idealismo).

NN i Aznar ni Zapatero han diseñado una estra-tegia coherente hacia la región. Las empre-sas españolas se establecieron allí porque

había negocio, y a los Gobiernos les pareció bien, eincluso lo promovieron. Pero todos han sido miopes.España podía haber jugado un papel mucho másamplio si se hubieran concertado. Los partidos políti-cos españoles, tan raquíticos como cortos de miras, nohan invertido tiempo ni dinero en ayudar a la socie-dad civil, organizaciones y partidos de esa región.Aznar fue incapaz de orientar el rumbo de Perú, Ecua-dor o Argentina, pero España hubo de absorber lariada migratoria que provocó el fracaso político deesos países. Con Zapatero, La Paz y Quito han vueltoa la inestabilidad populista, con similares efectos. Comoconsecuencia, España ha carecido de influencia cuan-

do las elecciones han creado problemas en algún país.Es loable querer moderar al presidente venezolano,Hugo Chávez y al boliviano, Evo Morales, pero losmimbres con los que tejer esa influencia son escasos.

Cuba es aún la joya de la corona (simbólica) de lapolítica exterior española hacia América Latina, ytanto Aznar como Zapatero se han equivocado. El pri-mero, porque antepuso la dureza a los resultados; elsegundo porque ha renunciado a hacer política. Cubaes para España como Israel para EE UU: la presión quese ejerza desde Washington o desde Madrid no move-rá ni una coma de un discurso en Tel Aviv o en LaHabana, a menos que se haga de forma completamentediscreta, pero lo que dicen en público es muy impor-tante para el mundo y para los cubanos. Con Cuba seha hecho esencialmente política interior española.

[ Política exterior: ¿Aznar o Zapatero? ]

FOTO

: C

RIS

TOPH

E SI

MO

N/A

FP/C

ON

TAC

TO

FOTO

: ZO

HR

A B

ENSE

MR

A/R

EUTE

RS/

CO

RD

ON

asu

ntos

e

x t e r i o re

s

e

x t e r i o re

s

América Latina, la olvidadaTToorrrreebbllaannccaa

junio| jul io 2007 33

Page 5: EN PORTADA Política exterior: ¿Aznar o Zapatero? · 2007. 5. 17. · Si alguna vez hubo consenso sobre la política exterior de España, Aznar lo rompió al cambiar de rumbo. Zapatero,

asu

ntos

e

x t e r i o re

s

e

x t e r i o re

s

34 Foreign Policy edic ión española junio| jul io 2007 35

[ ¿¿AAllggoo mmááss?? ]

PPoorrtteerroo

DD iferentes Gobiernos españoles sí han ayu-dado al avance de la democracia y aldesarrollo económico en algunos países

de Latinoamérica. Sin embargo, el Ejecutivo actual noparece tan dispuesto a defender la democracia enVenezuela, Bolivia o Ecuador. En su discurso se per-ciben simpatías por los populistas, que coincidencon actos y gestos de su política interior. MientrasGonzález visita a Rice para manifestar su alarmapor la deriva antidemocrática en esos países, ZPexpresa su sintonía. Ve en esos movimientos expre-siones de una nueva izquierda y coincide con ellos enla crítica a la globalización liberal y a Washington.

En cuanto a Cuba, mientras viva Fidel, nohabrá cambios. El problema no radica, por lo tanto,en definir políticas eficaces a corto plazo. ¿Quésentido tiene levantar las sanciones ahora? ¿Cómoes posible criticar a EE UU por haber abandonadoa los demócratas españoles y ahora ignorar a laoposición cubana? Si la situación política es unproblema que concierne a los cubanos, ¿por qué noescuchamos lo que dicen? Ellos saben mejor quenadie cómo gestionar su transición.

¿España cuenta más o menos?PPoorrtteerroo

EE n Washington, España no cuenta nada, yen Bruselas y en Latinoamérica, muchomenos que con González o Aznar. Con

Sarkozy en la presidencia francesa, es aún peor. ElEjecutivo rehúye los asuntos de trascendencia y seescuda en planteamientos como la Alianza de Civi-lizaciones. Es inútil. España no caerá mejor ni

habrá buen rollito. Cuando Europa empieza areaccionar ante los fallos de las distintas estrate-gias de asimilación de la población inmigrante ylos efectos negativos de algunas medidas legales,como el reagrupamiento familiar, el Ejecutivo selanza a esta estrategia sin sentido y alejada de lasposiciones de sus socios.

TToorrrreebbllaannccaa

DD esde hace algún tiempo, España no cuentaen Washington: ¿Por qué será? Bromasaparte, tampoco Blair ha contado mucho

en la Casa Blanca. Si ir a Irak era el precio por tener,por fin, una política estadounidense para OrienteMedio que de verdad apostara por una solución nego-ciada al conflicto palestino-israelí, tal vez me he perdidoalgo. Habría que preguntar a Berlusconi... Bueno, tam-poco parece que empantanarse en Irak le haya dadoalgo de influencia sobre Bush, ni a los daneses ni a losholandeses ni a los japoneses... En Europa, sí cuenta

más. Aznar hizo una magnífica tarea dividiéndola, unaenorme prueba de liderazgo (negativo, claro). Chiracy Schröder fueron oportunistas, cierto; pero no muchomás que Cheney y compañía. Cuando Zapatero llegóal poder, los seis contribuyentes netos se habían con-jurado contra Madrid y, en la propuesta de perspecti-vas financieras de la Comisión para 2007-2014, nisiquiera había plazo de transición para el Fondo deCohesión. Se salvaron los muebles, y la negociaciónacabó dando la vuelta (“Todos contra el cheque britá-nico”), con muy buen resultado para España.

¿‘Guerra contra el terrorismo’o Alianza de Civilizaciones?

TToorrrreebbllaannccaa

EE l islamismo ha declarado la guerra a Occi-dente. Llevan años repitiéndolo, aunque amuchos les parezca ridículo. Como no

entienden su lógica, restan importancia a sus decla-raciones. Hay una guerra, que continuará durantemuchos años. No es un conflicto clausewitziano entreEjércitos, sino algo más complejo. Por un lado, estánlos yihadistas y por otro, los islamistas no violentos,que se ganan la voluntad de la gente para acceder alpoder político e imponer luego la sharia (ley islámi-ca) y políticas antioccidentales. Los últimos, los máspeligrosos, promueven la actitud antiintegradora demuchos musulmanes con ciudadanía europea, par-tiendo de que el Corán es incompatible con los valo-res constitucionales del continente y de que integrar-se es corromperse. Alientan las acciones de fuerzacontra quienes no ven la incompatibilidad, desde laconfianza de que la evolución demográfica les dará,

en unos decenios, la posibilidad de exigir su propiosistema jurídico. No dejan de repetir: “Os conquis-taremos con vuestras propias leyes, pero os gober-naremos con las nuestras”.

La Alianza de Civilizaciones es un patético einútil intento de apaciguamiento que pone de relie-ve la debilidad y la falta de convicciones y el relati-vismo moral de quien lo propone. Para los islamis-tas es una prueba más de que cedemos a su chantajea la mínima presión.Y se convierte en esperpénticaen la relación entre individuo y religión. Lo que seniega para Europa se afirma para el islam. ¿Debeentenderse que allí deben vivir sometidos a las auto-ridades religiosas mientras que en España lo correc-to es ofender a los creyentes? Cuando los valores serelativizan pierden su credibilidad. Si no se cree enlos fundamentos de nuestro sistema político, éstetiene los días contados.

PPoorrtteerroo

LL a Alianza de Civilizaciones renuncia ahacer un análisis político de la violenciaterrorista, que es sobre todo política. Ade-

más, como demostró la crisis de las viñetas danesas,puede amparar limitaciones de los derechos básicos,e ignora que el verdadero problema se da dentro delas sociedades. Aunque su gestación fue sumamen-te improvisada, ha habido varias iniciativas de estetipo, lo que prueba su necesidad. El diálogo inter-cultural que propone es necesario, pero de ahí apensar que sea un instrumento alternativo paraluchar contra el terrorismo hay un océano.

Otra cosa es que la famosa guerra contra elterrorismo esté mejor engrasada desde el punto devista conceptual. Se pongan como se pongan los

think-tanks de la causa, ningún historiador deprestigio ha comprado todavía que la lucha con-tra el terrorismo yihadista sea el rasgo definitoriodel nuevo orden, como la lucha contra el fascis-mo o la guerra fría lo fueron en el siglo xx. Elyihadismo no va a derrotar a las democraciasliberales en casa, aunque sí podría reclamar unaautonomía dentro del mundo árabe-musulmán yhacer retroceder la modernización allí donde con-siga imponerse. Como prueban diariamente losatentados en Irak (y los recientes de Marruecos,Argelia o Arabia Saudí), más que un choque decivilizaciones, hay una guerra civil entre musul-manes, lo que en el fondo es una noticia másbuena que mala para la Alianza.

[ Política exterior: ¿Aznar o Zapatero? ]

El pensamiento internacional de José María Aznar está bien reflejado en la recopilación de artícu-los de Rafael Baradají y otros en ¿Qué piensan los ‘neocon’ españoles? (Ciudadela, Madrid,2007). Sobre la política exterior de Rodríguez Zapatero, veáse la entrevista con el presidente delGobierno en FP edición española (febrero/marzo, 2006) y el libro testimonial del periodistaJavier Valenzuela Viajando con ZP (Debate, Barcelona, 2007), escrito en forma de reportaje.

FOTO

: AN

DR

EA C

OM

AS/

REU

TER

S/C

OR

DO

N