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En nombre de Allah, el Clemente, el Misericordioso

«A quienes sigan al Enviado, el Profeta iletrado, a quien ven mencionado en sus textos: en la Torá y en el Evangelio, que les ordena lo que está bien y les pro-híbe lo que está mal, les declara lícitas las cosas bue-nas e ilícitas las impuras, y les libera de sus cargas y de las cadenas que sobre ellos pesaban. Los que crean en él, le sostengan y auxilien, los que sigan la Luz en-viada abajo con él, ésos prosperarán»

(Corán 7:157).

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DATOS BIOGRÁfICOS

DEL AUTOR

Abdulahad Dawud (1867-1940), autor de la serie de artículos que componen la presente obra, es el nombre del ex reverendo David

Benjamin Keldani, sacerdote católico romano de la secta unitaria caldea. Nació en 1867 en Urmía, Persia (hoy Irán), y fue instruido a una tempra-na edad en este mismo pueblo. Entre 1886 y 1889 fue miembro del cuer-po docente de la misión del Arzobispo de Canterbury a los cristianos asirios (nestorianos) de Urmía. En 1892, fue enviado por el cardenal Vaughan a Roma, donde cursó estudios filosóficos y teológicos en el co-legio de la propaganda Fide, y en 1895 fue ordenado sacerdote. En 1892, el profesor Dawud colaboró con The Tablet con una serie de artículos sobre Asiria, Roma y Canterbury; y con el Irish Record acerca de la au-tenticidad del Pentateuco. Realizó varias traducciones del Avemaría en diferentes idiomas, publicadas en las Misiones Católicas Ilustradas. Mientras se encontraba en Constantinopla (Estambul), de camino hacia Persia, en 1895, contribuyó con una larga serie de artículos, en inglés y francés, sobre las iglesias orientales a un periódico diario bajo el pseudó-nimo de El Heraldo de Levante. Ese mismo año se adhirió a la misión lazarista francesa en Urmía y publicó por primera vez en la historia de esa misión un periódico en siríaco vernáculo, llamado Qala La-Shara, es decir, ‘La voz de la verdad’. En 1897, dos arzobispos caldeos, los de Ur-mía y Salmas, le nombraron delegado para representar a los católicos orientales en el congreso eucarístico celebrado en Paray-le-Monial

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el profeta muhammad en la biblia

(Francia) bajo la presidencia del cardenal Adolphe Perraud. Esta fue, por supuesto, una invitación oficial. El discurso pronunciado por el padre Benjamin se publicó ese mismo año en sus anales, llamados Le Pellerin. En él, el arcipreste (tal era su título oficial) criticó el sistema educativo católico de los nestorianos, augurando la inminente aparición de los sa-cerdotes rusos en Urmía.

En 1898, el padre Benjamin volvió a Persia. En su pueblo natal, Digala, que estaba a una milla de la ciudad, abrió una escuela gratuita. Al año siguiente, fue enviado por las autoridades eclesiásticas a hacerse cargo de la diócesis de Salmas, donde había surgido un intenso y escandaloso con-flicto entre el arzobispo caldeo Judabash y los padres lazaristas, amena-zando con un cisma. El día de Año Nuevo de 1900, el padre Benjamin pronunció su último y memorable sermón ante una gran congregación, incluidos muchos armenios no católicos, en la catedral de San Jorovabad, en Salmas. En el sermón, que llevaba por título «Nuevo siglo y nuevos hombres», recordó los hechos de los misioneros nestorianos antes de la aparición del islam, destacando que habían predicado el Evangelio en toda Asia, abriendo numerosos establecimientos en la India (sobre todo en la costa Malabar), Tartaria, China y Mongolia, y que habían traducido el Evangelio al turco uigur y a otros idiomas. Hizo hincapié, asimismo, en el hecho de que las misiones católicas, americanas y anglicanas, aunque habían supuesto cierto bien para la nación asirio-caldea en el ámbito de la educación primaria, fragmentaron la nación, ya dispersa entre Persia, Kurdistán y Mesopotamia, en numerosas sectas hostiles, destinando sus esfuerzos a provocar su derrumbe final. Por consiguiente, aconsejó a los autóctonos a que hicieran algunos sacrificios para valerse por sí mismos, alzándose como hombres para no depender de las misiones extranjeras.

En principio, el orador fue correcto pero su sermón incluía observa-ciones no muy favorables a los intereses de los misioneros. Esto hizo que el delegado apostólico monseñor Lesne, que siguió siendo amigo del pa-

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datos biográficos del autor

dre Benjamin hasta el final, se desplazara de Urmía a Salmas. Ambos re-gresaron a Urmía donde, en 1899, se había establecido una nueva misión rusa. ¡Los nestorianos estaban abrazando con entusiasmo la religión del zar de todas las Rusias!

De este modo, cinco grandes y ostentosas misiones —americana, an-glicana, francesa, alemana y rusa—, respaldadas por ricas sociedades re-ligiosas, cónsules y embajadores intentaron convertir a unos cien mil asirio-caldeos de la herejía nestoriana a una de las otras cinco herejías. Sin embargo, fue la misión rusa la que no tardó en desbancar a las demás y la que en 1915 empujó o forzó a los asirios de Persia, así como a las tribus de montaña del Kurdistán, que por aquel entonces habían emigra-do a las llanuras de Salmas y Urmía, a alzarse en armas contra sus respec-tivos gobiernos. El resultado fue el perecimiento de la mitad de este pue-blo en la guerra y la expulsión de la otra mitad de sus propias tierras.

La gran pregunta, que durante mucho tiempo estuvo buscando res-puesta en la mente de este sacerdote, se acercaba ahora a su culminación. ¿Era el cristianismo, con sus numerosos colores y formas, y sus inautén-ticas, falsas y corrompidas escrituras, la verdadera religión de Dios? En el verano de 1900, se retiró a su pequeña torre en medio de los viñedos, cerca de la famosa fuente de Chali-Boulaghi, en Digala, y estuvo allí un mes rezando y meditando, leyendo una y otra vez las Escrituras en sus lenguas originales. La crisis terminó en una carta formal enviada al arzo-bispo de Urmía, en la que le explicaba con franqueza a monseñor Touma Audu los motivos de su renuncia a las funciones sacerdotales. Todos los intentos por parte de las autoridades eclesiásticas para que diera marcha atrás en su decisión fueron en vano. No había ninguna desavenencia o disputa personal entre el padre Benjamin y sus superiores; se trataba de una cuestión de conciencia.

Durante varios meses, Dawud, como ya pasó a llamarse entonces, fue contratado en Tabriz como inspector en el servicio persa de correos y

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aduanas bajo la supervisión de expertos belgas. Luego, fue a prestar ser-vicio al príncipe heredero Muhammad Ali Mirza como profesor y tra-ductor. En 1903, visitó Inglaterra de nuevo, adhiriéndose a la Asociación Unitarista. En 1904, esa asociación lo mandó con una misión educadora e instructiva a los miembros de su comunidad. En su viaje hacia Persia, visitó Constantinopla (Estambul) y, tras varias entrevistas con el sheij Yamaluddin Affandi y otros ulemas, abrazó el islam. Falleció en 1940.

Cuando le preguntaron sobre su conversión al islam contestó: “Mi conversión no puede ser atribuida a otra causa que a la guía graciosa de Allah Todopoderoso. Sin esa guía divina, cualquier aprendizaje, investi-gación o esfuerzo por hallar la verdad pueden llevar incluso a una desvia-ción. Ahora creo en la Unicidad absoluta de Dios y su noble Mensajero, Muhammad (al que Allah bendiga y dé paz) se ha convertido en un mo-delo para mi conducta y comportamiento cotidianos.