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En los ferrocarriles "a vela" e"hidr8ulico" se aprecia indudablemente un componsnte slsmsntal de ciancie-ficcibn PRESENCIA DEL fERROCARRIL EN LA CIENCIA - fICCION (De Dickens a Asimov, viajando en tren por la literatura de anticipación.) L A creación literaria es siempre testimo- nio de la vida. Por mucha importancia que se atribuya a la fantasía o a la sensibili- dad del escritor, su primera materia es siempre la propia experiencia, el modo de vivir instalado en el mundo y en el tiempo. Los psicólogos rastrean, analizando la crea- ción literaria -como cualquier creación ar- tistica-, qué hay en ella de proyección e identificación, cómo la personalidad del au- tor y su sistema de valores se reflejan en el resultado de su trabajo, en la obra artistica. Para los sociólogos y los historiadores la creación literaria es fuente de datos sobre la trama social, las formas de vida y de pensa- miento de una época. En la novela, el escritor nos habla por medio de los personajes y del argumento. Pero también nos habla al describir et am- biente en que la acción se desarrolla, el "cli- ma"' de opiniones y creencias en que los personajes viven insertos, los medios técni- cos que utilizan... la "forma", en fin, de la sociedad imaginada o captada como esce- nario. Y precisamente este lenguaje, por permanecer como los gestos en buena parte inconscientes en segunda Ifnea de la aten- Por J. MARIA SUAREZ CAMPOS ción del autor, ofrece pistas muy revelado- ras. No hace falta insistir en este valor del re- lato literario como testimonio. Testimonio de épocas pasadas o de sociedades actua- les. ^También de épocas o sociedades futu- ras? Entre las técnicas prospectivas, la del "escenario" intenta precisamente, partiendo del hoy para Ilegar al mañana a través de una secuencia lógica de sucesos razonables, construir por anticipado una imagen proba- ble de la sociedad futura, utilizando no sólo la razón geométrica, sino también la fanta- sía iluminada. Imaginar escenarios es, en definitiva, una tarea de creación como, por ejemplo, la del novelista. LA IMAGEN LITERARIA DEL TREN La imagen del tren ofrecida por la litera- tura del siglo XIX es claramente una imagen H. G. Wells, autor de "La guerra de los mundos" y uno de los precursores de la literatura de ciencia-ficción, viaja en un coche de primera clase.

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En los ferrocarriles "a vela" e"hidr8ulico"se aprecia indudablemente un componsnte slsmsntal de ciancie-ficcibn

PRESENCIA DEL fERROCARRILEN LA CIENCIA-fICCION

(De Dickens a Asimov, viajando en tren por la literatura de anticipación.)

L A creación literaria es siempre testimo-nio de la vida. Por mucha importancia

que se atribuya a la fantasía o a la sensibili-dad del escritor, su primera materia essiempre la propia experiencia, el modo devivir instalado en el mundo y en el tiempo.Los psicólogos rastrean, analizando la crea-ción literaria -como cualquier creación ar-tistica-, qué hay en ella de proyección eidentificación, cómo la personalidad del au-tor y su sistema de valores se reflejan en elresultado de su trabajo, en la obra artistica.Para los sociólogos y los historiadores lacreación literaria es fuente de datos sobre latrama social, las formas de vida y de pensa-miento de una época.

En la novela, el escritor nos habla pormedio de los personajes y del argumento.Pero también nos habla al describir et am-biente en que la acción se desarrolla, el "cli-ma"' de opiniones y creencias en que lospersonajes viven insertos, los medios técni-cos que utilizan... la "forma", en fin, de lasociedad imaginada o captada como esce-nario. Y precisamente este lenguaje, porpermanecer como los gestos en buena parteinconscientes en segunda Ifnea de la aten-

Por J. MARIA SUAREZ CAMPOSción del autor, ofrece pistas muy revelado-ras.

No hace falta insistir en este valor del re-lato literario como testimonio. Testimoniode épocas pasadas o de sociedades actua-les. ^También de épocas o sociedades futu-ras? Entre las técnicas prospectivas, la del"escenario" intenta precisamente, partiendodel hoy para Ilegar al mañana a través deuna secuencia lógica de sucesos razonables,construir por anticipado una imagen proba-ble de la sociedad futura, utilizando no sólola razón geométrica, sino también la fanta-sía iluminada. Imaginar escenarios es, endefinitiva, una tarea de creación como, porejemplo, la del novelista.

LA IMAGEN LITERARIA DEL TREN

La imagen del tren ofrecida por la litera-tura del siglo XIX es claramente una imagen

H. G. Wells, autorde "La guerra de los mundos"y uno de los precursores de la literaturade ciencia-ficción, viajaen un coche de primera clase.

.^.--^^. ^'--f^-^^^ ^ ^ ^ • ^- -- -F,

..^^^' ^^,^^ ^^._: ^^^ ^^ . ^^ ^: ^^^^` `^ ^ ^ .^Antonio Sant'Elia concibió,

en 1914, un proyectoque hoy Ilamarfamos de urbanismo-ficción:

una estación para aeroplanosy trenes con funicular.

de progreso. En principio, el ferrocarril es elsigno acaso más destacado de la revoluciónindustrial. En la novela del siglo XIX es posi-ble verificar el impacto del tren sobre la so-ciedad de su tiempo. Un ejernplo paradig-mático puede encontrarse en Dickens:Pickwick, aparecida en 1837, es -segúnse ha dicho- "la elegía del crepúsculo delas diligencias"; en Dombey e hijo, publica-da en 1848, el ferrocarril cobra ya el valorde símbolo central. Claro es que el progresopresenta también aspectos de coste socialcomo el propio Dickens refleja. En un graba-do de Gustavo Doré, una locornotora cruza,por un alto puente de arcos, sobre losviviendas-colmena en que se hacinan lostrabajadores de un suburbio industrial.

EI triunfalismo del progreso, junto al airede aventura propio de las exploraciones

Un proyecto"imposible"del arquitectofuturistaitalianoVirgilioMarchi,realizadoen 1919:un centrourbanodesplegadoen gradasa lo largode unaestaciónferroviaria.

geográficas de su tiempo, tiene un repre-sentante destacado en Julio Verne. EI trenes, a veces, el medio prodigioso, orgullo dela época, que Phileas Fogg va a utilizar, jun-to al globo y la navegación a vapor, paratriunfar en su intento de dar La vuelta almundo en ochenta d(as, o que sobre el ta-blero de los Estados Unidos de América delNorte, permite cumplir las condiciones im-puestas en EI testamento de un excéntri-co. Otras veces el tren se ofrece como tér-mino de comparación para resaltar otrasmaravillas todavia más increibles. Los hom-bres que viajan De la Tierra a la Luna en elinterior de una bala de cañón comparan suvelocidad con la de los más rápidos trenesexpresos...

Pero, sea como sea, el ferrocarril viaja através del siglo XIX y de su novela. Como

una especie de símbolo, Tolstoi -que escasi como decir el viejo tiernpo rural y profé-tico- va a morir precisamente en una esta-ción de ferrocarril en los albores del nuevosiglo.

En los relatos actuales, en tren se ha he-cho ya presencia acostumbrada, sin otrasconnotaciones especificas que las derivadasde su esper;ial aptitud para servir de marcoa muy diversos gé^eros. EI tren en marchaes un espacio cerrado de convivencia, propi-cio para situar introspecciones y recuerdos,relaciones interpersonales o acción y dina-mismo. EI mundo del ferrocarril, en su con-junto, puede ser lugar de encuentro o des-pedida, velocidad, impaciencia o esperanza.No es tema de estas líneas enumerar nove-las y relatos en que el tren aparece con pesoespecífico importante. Hay, entre ellos, rela-tos policíacos o de "suspense", bélicos, deaventuras, intimistas, realistas..., y de todolo que se quiera. Sin citar ejemplos, por otraparte bien conocidos, baste por lo que ahoraimporta subrayar que la novela de hoy datestimonio de la presencia del tren y su im-portancia como elemento cotidiano de vida.EI ferrocarril es no sólo el pasado, sino tam-bién el presente.

^Y el futuro? ^ Hay una imagen literariadel futuro en que el tren mantenga su pre-sencia? Existe un género muy caracter(sticoque avanza sobre el futuro como una explo-ración literaria: es la ciencia-ficción o"lite-ratura de la imaginación disciplinada", cuyo ^

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auge, como se ha dicho, además de revelar"una de las facetas de nuestra civilizaciónque es esencialmente científica y tecnológi-ca", refleja "los temores y los anhelos delhombre contemporáneo, temores y anhelosque muchas veces gravitan en el plano desu inconsciente colectivo".

Esta literatura planea muchas veces en la"tierra de nadie" que hay entre el sólido ha-Ilazgo cientffico y la intuición del misterio noconocido. En sus mejores obras cumple loque Alvarez Villar ha Ilamado "función heu-rística de la ciencia-ficción", explorandomediante ágiles saltos la tierra desconocidade la que mañana la ciencia sistemática tra-zará un mapa más preciso. A veces, el relatode ciencia-ficción se mueve en coordenadasrelativamente próximas al hallazgo cientifi-co, sobre el que se apoya como sobre ci-miento seguro; en otras ocasiones se lanzaal vacío siendo pura imaginación desborda-da lejos de toda frontera, verosimil o invero-símil, pero sin el abrigo próximo de los dog-mas científicos conocidos. En cualquier ca-so, es una especie de motor o acicate sobrela curiosidad y el afán de comprensión y do-minio del mundo característicos, según mu-chas filosofías, de esto que Ilamamos elhombre.

Pues bien: en los relatos de ciencia-ficción, a la hora de imaginar escenariospara la vida futura de la sociedad, entre tra-zos optimistas de progreso o pesimistas deopresión y angustia, aparece el tren, en oca-siones como medio preferentemente em-pleado y, conviene decirlo, manteniendo aveces un sentido humano en los ambientesmás oscurecidos por el pesimismo o por laruina de las civilizaciones.

METROPOLISY UTOPIAS

En 1926, Fritz Lang dirige su Metrópo-lis, según una novela de Thea von Harbou.Es la historia de una ciudad futura dondereina la máquina deificada y opresora. Véa-se, por ejemplo, la descripción del criticoJean Arroy, en "Cinemagazine": "Los avio-nes se deslizan por las calles, pasan bajopuentes titánicos por donde marchan trenesrápidos e interminables, aterrizando sobreplataformas situadas a seiscientos metrosdel suelo, donde los árboles son reemplaza-dos por alineaciones de columnas metáli-cas, donde ascensores gigantescos bajan alas catacumbas a sus millares de trabajado-res".

Es el mundo de Dickens con la locomoto-ra cruzando sobre altos puentes cerca de losmultitudinarios edificios, como en el dibujode Doré, pero se han añadido, aparte de losnuevos medios técnicos, elementos todavíamás opresores como la mecanización delpaisaje o ei mundo subterráneo del trabajo.Se respira un fermento de revolución socialentre la precisión mecanizada en que noqueda sitio ^ara el árbol o el pájaro. Es, cla-ro está, una escalofriante visión pesimistade la ciudad futura, no demasiado lejana porotra parte de los poemas lorqueños de Nue-va York.

Es una utopfa negativa, como sucede conla mayor parte de las utopfas modernas.

Frente a la utopía filosófica y optimista, des-de Platón al Renacimiento, que sirve comotécnica para exponer el deber ser humano-a juicio, naturalmente, del autor-, pero engeneral describiendo un mundo afortunadoen que los problemas se disuelven ante elimpacto organizador y creador, la nuevautopia es casi siempre radicalmente pesi-mista. EI Mundo feliz, de Huxley, es títuloextremadamente irónico para lo que en elrelato se describe. EI inquietante 1984, deOrwell, o Fahrenheit 451, de Bradbury, sonejemplos de un futuro poco énvidiable, aun-que en todos ellos el hombre acaba rebelán-dose contra su inhumana circunstancia. EImito primigenio del paraíso, el recuerdo deaquella "dichosa edad y tiempos dicho-sos...", desde los que el hombre se ve de-gradado, empuja hacia utopías. Pero no escosa fácil superar la vivencia de un profundopeso de culpa, sea por la civilización corrup-tora del "buen salvaje" o por un más pro-fundo sentimiento interior próximo a la ideadel pecado oríginal y su reflejo antropológi-co a lo Kierkegaard o a lo Unamuno. Porello la búsqueda inquieta del paraíso y, alpropio tiempo, como ambivalencia existen-cial, el temor a que tal paraíso ofrezca frutosamargos de angustia.

Pero volvamos a la ciencia-ficción. Me-

trópolis no era, desde luego, la primeraojeada sobre una ciudad del futuro. Porejemplo, hace cerca de un siglo, un escritorentonces bastante conocido y autor de"best-sellers" de la época, Donnelly, ofreciaen su obra La columna de Cbsar una anti-cipada visión de la Nueva York de mediadosdel siglo XX, visión c4yo grado de realiza-ción efectiva ha dejado bastante que de-sear. En ella, frente a un tránsito rodado es-caso, de carruajes de tracción animal, eltransporte público supone la primacía delferrocarril -en forma de monocarriles quese deslizan por cables colgados de globoscautivos- y del dirigible. En la ciudad haymaravillas tecnológicas de todo tipo, inclui-da la electricidad, la televisión y el correoneumático, pero falta, por ejemplo, el auto-móvil.

EL TREN ENLOS MUNDOS FUTUROS (")

La visión del ferrocarril corno medio detransporte característico de mundos futuros,se apoya en razones sólidas, tales como la

(") Agradezco a Manuel Suárez Ervesún, entu-siasta del género, su valiosa información sobre el te-ma. I

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Otro proyecto de acera rodante en la estaciónparisiense de Saint-Denis, que daberfacontar con tres pistas a distintas velocidades.TambiAn técnica o ciencia ficticia.

Acera rodante elevada-prScticamente un FC.-, aparecida

en una obra norteamericanade divulgación cientffice.

La acere podr(aser de "cercan(as" y "expréss".

EI "monocarril" gozade muy buena aceptacibn en el gónerode literatura de anticipación.

necesidad de conceder primacía al interéscolectivo y la posibilidad de aplicación detécnicas avanzadas. Por supuesto, los tre-nes que se ven circular en las novelas deciencia-ficción son casi siempre sofisticadosmodelos... que en realidad existen ya hoymuchas veces en prototipos experimentalesy hasta en explotación comercial. Sin nece-sidad de acudir a la literatura de anticipa-ción, los turbotrenes y automotores de altavelocidad se encuentran ya en servicio envarios pafses y se ensayan prototipos bas-culantes y técnicas de tracción como el"motor lineal", especialrnente ventajosopara vehfculos de suspensión fluida o mag-nética, con posibilidades teóricas de alcan-zar velocidades de hasta 500 krn/h. Siste-mas de explotación y automatización conabundante empleo de la automatización y lacibernética forman parte ya del ferrocarril denuestro tiempo.

La literatura de anticipación mantiene sufe en la presencia futura del ferrocarril. Y nisiquiera siempre en formas muy sofistica-das. AI fin y al cabo, el prestigio futurista delmonocarril no se corresponde con una exce-siva sofisticación real de esta técnica. E in-cluso, como en La nube purpúrea, de M. P.Shiel, es la vieja locomotora de vapor laque, tras una catrástrofe universal que deja

vivo a un solo hombre sobre la faz de la Tie-rra, permite a este hombre desplazarse portierras de Europa.

De igual modo, si ya en obras precurso-ras como la Mellonta Tanta, de E. AllanPoe, o la Utopfa moderna, de Wells, el fe-rrocarril mantiene su presencia; o si, en Unmundo feliz, de Huxley, se juega el guiñoirónico de la baja velocidad para los trenesque transportan como venas continuas lasmercancias necesarias, la presencia semantiene en clásicos como Asimov, Hein-lein, Niven o Clarke y en muchos otros auto-res.

Isaac Asimov, en su relato Cuevas deacero, por ejemplo, nos asoma a una conur-bación norteamericana -Boston-NuevaYork-Washington- enlazada por silenciosostrenes subterráneos. Robert A. Heinlein des-cribe, en un par de páginas de su Jones, elhombre estelar, un ferrocarril propulsadopor cohetes en el interior de un tubo subte-rráneo que atraviesa montañas y ríos y en elque, la altísima velocidad, no impide el con-fort de los viajeros en su cabina presurizaday cómoda. También los trenes subterréneosjuegan un gran papel en Un mundo fueradel tiempo, de Larry Niven, enlazando in-cluso los continentes bajo las aguas de losoceános. La idea de ciudades submarinas

enlazadas por trenes bajo el mar se ofrecetambién en Deep Renger, de Arthur C.Clarke. Y la catástrofe apocalíptica que seabate sobre la Tierra, tiene un ejemplo másen J. London, que en La peste escarlatamuestra un mundo donde, tras el desastre,al paso de los años, quedan en pie herrum-brosos puentes metálicos y carriles, que loshombres siguen como caminos o Ifneas deorientación. En un popular ejernplo hispáni-co, Ls saga de los Aznares, el tren cobraun viejo aire colonizador cuando los hom-bres que Ilegan a un lejano planeta trazansobre su suelo un ferrocarril, con material devidrio especial y tracción eléctrica...

Seguramente podr(an enumerarse mu-chos más ejemplos. Pero no hace falta paraadvertir cómo el tren, que nació como sfm-bolo de tecnificación y de progreso, sigue enla imaginación de los hombres como un me-dio con posibilidades de futuro. La creaciónliteraria tiene siempre mucho de catarsis, deliberación de tensiones actuales y sín dudaes éste uno de los papeles que juega laciencia-ficción. Tiene también mucho detestimonio, de reflejo de la sociedad en queel autor vive o del horizonte que vislumbra.En este sentido puede resultar interesanteun viaje en tren hacia la ciencia-ficción.n J. M. S. C.

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