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Miguel Ángel Fano Martínez (Coordinador) Alvaro Arrizabalaga Valbuena Manuel Ramón González Morales Javier Baena Preysler César González Sainz Federido Bernaldo de Quirós Guidotti Jesús Emilio González Urquijo Victoria Cabrera Valdés José Manuel Maíllo Fernández Elena Carrión Santafé Marco de la Rasilla Vives M.ª Soledad Corchón Rodríguez José Adolfo Rodríguez Asensio Jordi Estévez Escalera Lawrence Guy Straus Juan Antonio Fernández-Tresguerres Velasco Pilar Utrilla Miranda Juan Carlos García Codron LAS SOCIEDADES DEL PALEOLÍTICO EN LA REGIÓN CANTÁBRICA

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Miguel Ángel Fano Martínez (Coordinador)

Alvaro Arrizabalaga Valbuena Manuel Ramón González MoralesJavier Baena Preysler César González SainzFederido Bernaldo de Quirós Guidotti Jesús Emilio González UrquijoVictoria Cabrera Valdés José Manuel Maíllo FernándezElena Carrión Santafé Marco de la Rasilla VivesM.ª Soledad Corchón Rodríguez José Adolfo Rodríguez AsensioJordi Estévez Escalera Lawrence Guy StrausJuan Antonio Fernández-Tresguerres Velasco Pilar Utrilla MirandaJuan Carlos García Codron

LAS SOCIEDADES DEL PALEOLÍTICOEN LA REGIÓN CANTÁBRICA

Foto de portada: Figura grabada de mamut de lacueva de Arco B.Foto cortesía de César González Sainz.

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KOBIE (Serie Anejos). BilbaoBizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de BizkaiaN.º 8, pp. 275 a 308, año 2004.ISSN 0214-7971

EL MAGDALENIENSE RECIENTE EN LA REGIÓN CANTÁBRICA

The late Magdalenian in Cantabrian Spain

César González Sainz (*) Jesús Emilio González Urquijo (*)

RESUMEN

El trabajo recoge una síntesis del conocimiento disponible sobre las sociedades que poblaron la región can-tábrica durante el Magdaleniense reciente, período coincidente con las fases finales de la última glaciación yque se entiende como el final de un ciclo, de una larga época con cierta unidad cultural. Se presta atención a lahistoria de la investigación, al marco cronológico y a los criterios de subdivisión del período, al medio ambien-te que conocieron aquellas sociedades, a los aspectos económicos (tecnología lítica y ósea, funcionalidad y sub-sistencia), y a las transformaciones observadas en el ritmo de crecimiento demográfico así como en el propiopoblamiento de la cornisa. Desde una base materialista, se discuten las vinculaciones entre las modificacionestemporales de esos aspectos, o las variantes detectadas a lo largo de la región, intentando precisar las modifica-ciones en la organización social y en la movilidad de los grupos cantábricos.

Palabras clave: Región Cantábrica, Magdaleniense Reciente, Paleoambiente, Tecnología lítica y ósea, Fun-cionalidad, Subsistencia, Poblamiento.

ABSTRACT

This paper is a synthesis of the available knowledge about the societies who lived in Cantabrian Spain in thelate Magdalenian. This period, which coincided with the final phases of the last Ice Age, is often understood asthe end of a cycle, of an era with certain cultural unity. Attention is given to the history of research, the chro-nological framework and the criteria followed to sub-divide the period. The paper also summarises the informa-tion known about the environmental conditions Magdalenian societies lived in, economic aspects (lithic andosseous technology, functionality and subsistence), and the changes seen in the rate of demographic growth andin the population of Cantabrian Spain itself. Regarding the materialist base, the links between temporal modifi-cations in those aspects or the variations seen throughout the region are discussed, with the aim of establishingthe modifications in social organisation and in the mobility of human groups occupying the area.

Key words: Cantabrian Spain, Late Magdalenian, Palaeo-environment, Lithic and Osseous Technology,Functionality, Subsistence, Population.

LABURPENA

Goi Magdalen aldian zehar Kantauri aldea populatu zuten jendarteei buruz dagoen ezagutzaren sintesia jaso-tzen du lanak. Goi Magdalen aldian azken izoztaroaren amaierako aldiekin batera gertatu zen eta ziklo baten,kultura batasuneko garai luze baten amaieratzat jotzen da. Arreta ematen zaio ikerketaren historiari, alor krono-logikoari eta periodoaren azpi-zatiketaren irizpideei, jendarte haiek ezagutu zuten giroari, alderdi ekonomikoei(harri eta hezurretako teknologia, funtzionalitate eta biziraupena), eta hazkunde demografikoaren erritmoan

(*) Universidad de Cantabria

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El Magdaleniense reciente marca el final de losgrupos de cazadores-recolectores plenamente “paleo-líticos” en la región cantábrica. La época que nosocupa puede caracterizarse, sin duda, por el apogeode determinados rasgos culturales que aplicamos atodo el periodo Magdaleniense, y aun a todo el Paleo-lítico superior regional –expansión de la industria dehueso y asta, arte figurativo, organización flexible dela subsistencia y movilidad relativamente amplia…–y, al tiempo, por el inicio de otros rasgos que antici-pan lo que caracterizará al posterior Aziliense (proce-sos técnicos simplificados y más pragmáticos, enrare-cimiento o abandono de la figuración y cierto replie-gue espacial en la organización del aprovechamientoeconómico, cada vez más diversificado, y de la inte-racción cultural a larga distancia). Un planteamientode este tipo queda limitado, o resulta insuficiente, porlo apuntado en primer lugar, la certeza de que esta-mos en el final de un ciclo, de una larga época concierta unidad cultural, y de que este final viene a coin-cidir, grosso modo, con las transformaciones ambien-tales del final del Pleistoceno superior. De maneraque el juego entre cambio cultural y ambiental (quedebe considerarse en cualquier periodo, no solo alfinal de determinados procesos) adquiere aquí unespecial relieve. La fuerte entidad del cambioambiental durante esta época encuentra su contrapar-tida en unas modificaciones culturales de especialrelieve, aparentemente más importantes que las apre-ciadas en periodos anteriores del Paleolítico superior.De manera que, desde una perspectiva diacrónica,estamos ante un horizonte clave en la Prehistoriaregional, que además puede aportar modelos de inte-rés en una discusión sobre la dinámica del cambiohistórico entre poblaciones de cazadores-recolecto-res, en la medida en que el registro arqueológico de laregión cantábrica es amplio y de cierta calidad.

En este trabajo trataremos de exponer un resumendel conocimiento disponible sobre esta época en laregión cantábrica y de cómo entendemos esas trans-formaciones, integrando y repensando a dúo (induci-dos por el coordinador de este volumen, a quien lógi-camente deben achacarse los excesos que cometamosaquí) aspectos tratados en escritos anteriores junto aotros generados por la investigación más reciente. En

primer lugar se presentan las líneas generales de lainvestigación, con los cambios metodológicos intro-ducidos desde la década de 1970, algunas de sus con-tradicciones, y un breve balance de los enfoquesactuales. Luego, una discusión sobre la cronología delas fases del Magdaleniense y de los criterios más efi-caces de subdivisión; se resume la información radio-carbónica disponible y se aborda el notable impactoque introduce la calibración en la duración de losperiodos. En materia ambiental nos interesa mostrarla problemática de ajuste entre el marco de los regis-tros globales y las evidencias procedentes de losdepósitos arqueológicos cantábricos, y sobre todo,expresar los caracteres esenciales del medio regionalen la época en que se desarrolló el Magdaleniensereciente. La evaluación de aspectos económicos, seala tecnología o el sistema de aprovechamiento econó-mico, incidirá más en aspectos estructurales, de cap-tación y gestión de recursos, y en su relación interna,que en una descripción formal de las modificaciones.Por último se abordan algunos aspectos cambiantesde previsible importancia: las modificaciones en elritmo de incremento demográfico regional y en elpoblamiento de la cornisa, y su relación con losaspectos organizativos de los grupos cantábricos,sean la organización de la movilidad o los comporta-mientos de territorialidad.

Muchos de los cambios que discutiremos tienenuna dimensión geográfica muy superior a la de nues-tro ámbito de análisis, la región cantábrica. La bús-queda de una mayor claridad expositiva y el mismocarácter de la obra en que se incluye este escrito,entre otros factores, aconsejaron limitar el marco dereferencia y prescindir de la comparación con otrosdesarrollos regionales, que habría facilitado unavisión enriquecida de estas transformaciones (cf. Vill-laverde 1995; Aura et al. 1998; Straus 2000-2001,2002).

1. LA INVESTIGACIÓN

Los niveles arqueológicos con restos de actividadhumana de las fases recientes del Magdaleniense sonmuy abundantes en la región cantábrica, donde se han

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izandako eraldaketei, bai eta erlaitz bereko populatzeari ere. Oinarri materialista batetik, alde horiek denboranizandako aldaketen arteko loturak eztabaidatzen dira, edo eskualdean zehar antzemandako aldaerak, Kantaurialdeko taldeen jendarte antolaketan eta mugikortasunean izandako aldaketak zehazten ahaleginduz.

Gako-hitzak: Kantauri aldeko esparrua, Goi Magdalen aldia, Paleoingurugiroa, Harri eta hezurretako tek-nologia, Funtzionalitatea, Biziraupena, Populatzea.

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localizado en una proporción inusualmente alta de losyacimientos excavados en cueva. Este amplio regis-tro no se debe sólo a que el periodo sea fácil de iden-tificar, ya que dispone de un “fósil director” de fabri-cación frecuente (los arpones de asta característicos).Como argumentaremos, cabe inferir una ciertaexpansión del hábitat y quizá de la capacidad degenerar yacimientos por parte de estas sociedades dela segunda parte del Tardiglaciar, y seguramente, unincremento de la base demográfica regional algo másrápido. Añádanse, obviamente, unas condiciones deconservación y accesibilidad de los depósitos supe-riores a las que se dan, por ejemplo, para fases másantiguas del Paleolítico.

Ya desde las primeras excavaciones arqueológicas(y con la salvedad de Altamira, una cueva cuyo acce-so debía ser complicado desde hace unos 14.000años), se localizan capas de este periodo. A las exca-vaciones de H. Alcalde del Río en El Castillo siguie-ron, en esas primeras décadas del siglo XX, otrasactuaciones distribuidas a lo largo del corredor regio-nal (La Paloma, Cueto de La Mina, la Riera, El Pen-do, El Valle, Santimamiñe, Urtiaga, Aitzbitarte IV).Estas investigaciones, permitieron:

a) definir una misma población cultural franco-cantábrica a partir de la similitud de industriasy tendencias de cambio, arte rupestre y mobi-liar. Se entiende la región cantábrica como unapéndice marítimo y meridional de un centrosituado en áreas más continentales del SO deFrancia.

b) al tiempo, se marcan algunas peculiaridades deldesarrollo cultural en este corredor cantábrico,ya entendido como un fondo de saco conectadopor el Este con el núcleo aquitano-pirenaico.En el periodo que nos ocupa, lo más interesan-te era que no se apreciaba aquí una división enla forma de preparar arpones tan clara como enLa Madeleine (V: arpones de una hilera y VI:de dos), sino que los unilaterales, exclusivos alprincipio, coincidían con los de doble hileradespués (Vega del Sella 1917, 144); que algu-nos arpones (los perforados) eran característi-cos de la región, donde a su vez faltaban algu-nos utensilios relativamente frecuentes enFrancia (foënes). Finalmente se subrayaba ladificultad de reconocer el Magdaleniensemedio (o IV de Breuil) en la región cantábrica.

Tras la larga postguerra destacan los ensayos desíntesis de F. Jordá (1958 y 1960) y de J. GonzálezEchegaray (1960), apoyados en un registro ligera-mente ampliado (La Lloseta y El Juyo para fases

magdalenienses previas, Bricia y, algunos años des-pués, El Otero, La Chora y Urtiaga). Estos autoresinsisten en la existencia de flujos más importantescon la zona aquitano-pirenaica en dos horizontes: elinicio del Magdaleniense III y el del V. Subyace ladificultad de aislar el Magdaleniense medio regional,que se entiende como una prolongación temporal delIII cantábrico con reflejos empobrecidos del IV fran-cés. La revitalización de contactos en el Magdale-niense V abría un proceso continuado hasta el Azi-liense. Al tiempo, se intenta precisar las tendencias decambio industrial (desarrollando algunas ideas de J.Carballo), tanto entre las líticas, incluido el trabajo dela misma Sonneville-Bordes en Urtiaga (Barandiarány Sonneville-Bordes 1965), como entre las óseas (P.Janssens 1960 y, sobre todo, I. Barandiarán 1965,1967).

La excavación de la cueva Morín y su publicación(González Echegaray y Freeman 1971, 1973), atentaa las superficies de hábitat y de enfoque multidiscipli-nar, supuso una renovación de los planteamientosarqueológicos aplicados en la región, y además anti-cipa un periodo de extraordinario auge de excavacio-nes y síntesis sobre diferentes periodos del Paleolíti-co superior, entre 1974 o 1975 y mediados o finalesde la década siguiente (excavaciones de Tito Bustillo,La Riera, Los Azules, Rascaño, Ekain, Erralla, oZatoya y Abauntz en áreas cercanas…, revisionesactualizadas de La Paloma, El Castillo, El Pendo,Urtiaga…). El punto de vista más extendido para elperiodo consistía en precisar los cambios en el equi-pamiento durante el Magdaleniense superior-final yhasta el Aziliense, entendiendo un proceso de azilini-zacion paulatina sobre el eje temporal (Moure 1975;GTPC 1976). Este razonamiento estaba muy vincula-do al empleo de la estadística –versión Burdeos–sobre las industrias líticas retocadas (consideradasmás eficaces que las óseas, escasas y fragmentarias).Al mismo tiempo, y sobre todo por la influencia cre-ciente de la arqueología norteamericana, se abríapaso la preocupación ambiental y económica, gene-rando alternativas para explicar la variabilidad de lasindustrias (facies, y territorios de explotación…). Lasmonografías de excavación incorporan de manera yacasi sistemática análisis paleoambientales (sedimen-tológicos, palinológicos, etc…) y tecno-económicos(fauna-subsistencia, ensayos carpológicos…), altiempo que el volumen de dataciones radiocarbónicaspara el Tardiglaciar comienza a ser importante, y losproblemas de su evaluación, en ocasiones (Urtiaga D,Tito Bustillo 1a), decisivos en la consideración delperiodo.

En la zona de sombra, cabe referir una cierta con-tradicción entre el modelo de monografía de excava-

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ción y el discurso interpretativo. La acumulación deinformaciones procedentes de análisis sobre las con-diciones ambientales o comportamientos técnicos yeconómicos tiene sentido desde una perspectivamaterialista-funcionalista, en la que se entiende lacultura como adaptación. Sin embargo, en el marcode un concepto normativo de cultura, aun dominanteen la investigación española de ese periodo, este tipode aportes es relativamente banal (más allá de la dis-cusión cronoestratigrafía y, menos veces, de la des-cripción de usos económicos) en cuanto que no seemplean esos datos para comprender los elementosprincipales del cambio histórico. Al tiempo, los nue-vos planteamientos –otras perspectivas en la conside-ración de la cultura y aproximación en sistema, incor-poración del análisis de la variabilidad, funcionalis-mo se reflejaron en intentos de ofrecer alternativas alesquema de H. Breuil, en la medida en que Magdale-niense sin arpones o con ellos podían ser configura-ciones sincrónicas, y la diferencia entre los depósitosimplicados, más bien funcional y no tanto cronológi-ca y cultural.

Sobre la amplia documentación generada por lasexcavaciones de años anteriores, hacia finales de ladécada de 1980 se publicaron varios trabajos de sín-tesis sobre el periodo, con planteamientos diversos(Fernández Eraso 1985; González Sainz 1989; Arri-bas 1990). En el caso de uno de nosotros, a partir dela discusión y ordenamiento cronoestratigráfico, seintentaba comprender la variabilidad sincrónica y elcambio temporal sobre diferentes aspectos del regis-tro de las poblaciones del Tardiglaciar, integrando enla medida de lo posible distintas clases de datos eintroduciendo las modificaciones en la organizaciónde la subsistencia y en la movilidad en el eje explica-tivo de los cambios diacrónicos.

La relativa recuperación del esquema clásico(sucesión temporal de Magdaleniense inferior, medioy superior-final, ahora considerados meros periodos)y del interés por el análisis diacrónico, se vio favore-cida por los avances en la definición estratigráfica delMagdaleniense medio gracias a las excavaciones enLa Viña, Las Caldas (Fortea et al. 1987; Corchón1981, 1995) y, más recientemente, en Llonín, La Gar-ma, y El Mirón (Fortea et al. 1999, 2004; Arias et al.2005; Straus y González Morales 1998, 2004), quedaban coherencia a datos anteriores más escasossobre ese periodo (Ermittia III y acaso II inf, TitoBustillo Ic, Cueto de la Mina C…). De otro lado, esosnuevos datos, o los procedentes del análisis de la acti-vidad gráfica, con cierto avance en la datación abso-luta del arte rupestre magdaleniense y un corpusmobiliar y rupestre en expansión (González Sainz2005) tienden en la actualidad a definir un momento

de relativa renovación cultural, no ya en el inicio delMagdaleniense superior, sino desde un momento pre-vio situado en torno a 14500 BP, matizando el plan-teamiento tradicional. De manera que todo el Magda-leniense reciente, desde el punto de vista de la orga-nización en fases industriales, aparece como un pro-ceso continuado hasta las importantes transformacio-nes de entre hace 12 y 11600 BP en la región, al tiem-po que en su desarrollo se advierte una cierta reorde-nación de la forma usual de encarar la subsistencia,sobre la que nos extenderemos.

En los últimos tiempos, además de ensayos de sín-tesis sobre las transformaciones culturales y ambien-tales del final del Tardiglaciar (Moure y GonzálezSainz -eds.– 1995; Straus et al. 2002), de todo elPaleolítico regional (Straus 1992), y de análisis com-parativos entre regiones (Aura et al. 1998; Straus2000-2001), destaca la ampliación del registro queestán generando las nuevas excavaciones en Llonín,Los Canes, La Güelga, Cualventi, Linar, Las Aguas,El Juyo, La Pila, Galería inferior de La Garma y Gar-ma A, La Fragua y El Perro, El Mirón, El Valle, ElHorno, Laminak II, Santa Catalina, en Berroberria yen Santimamiñe (Fortea et al. 1999, 2004; Arias yPérez 1990; García Sánchez et al.. 2004; Lasheras etal., en prensa; González Echegaray y Freeman, 1992-1993; Bernaldo de Quirós et al. 2000; Arias et al.2005; González Morales y Diaz Casado, 1991-1992;González Morales 2000; Straus y González Morales1998, 2004; García-Gelabert y Talavera Costa 2004;Fano 2005; Berganza y Arribas 1994; Berganza yRuiz Idarraga 2002; Barandiarán 1990; y LópezQuintana, com. personal), a las que pueden añadirsela prospección de Sovilla y el estudio de Oscura deAnia (González Sainz et al. 1993; Adán et al. 2002).Más allá de los depósitos particulares, se encara laevaluación del poblamiento e interacción entre diver-sos yacimientos de un mismo territorio en variascuencas fluviales cantábricas, destacando los trabajosde Aguirre, López Quintana y Sáenz de Buruaga(1998-2000) en Urdaibai (río Oka), de GonzálezMorales y Straus en la del Asón (Straus et al. 2002),y de Menéndez Fernández en la del río Sella (GarcíaSánchez et al. 2004).

Por su parte, cabe subrayar la muy superiordiversidad de enfoques aplicados al análisis indus-trial, con mayor atención a los procesos tecnológi-cos y funcionales (entre las óseas, y tras Mujika1983, 1990, o Weniger, 1987, Adán Álvarez 1997; asu vez, entre las líticas: Lagüera 1991; Ibáñez yGonzález Urquijo 1996; Lloret 1997; Cazals 2000;Chauvín 2001), o a la variabilidad de las materiasprimas líticas (Sarabia 1999; Tarriño 2001). Entrelas faunas y junto a los de los autores que han ofre-

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cido casi todos los datos hasta hace pocos años (J.Altuna y P. Castaños), otros trabajos avanzan en lainterpretación económica y cronológica de los res-tos, y muestran mayor énfasis en los aspectos tafo-nómicos y en el procesamiento de los animales(estudios de carnicería y de aprovechamiento dehuesos) (Quesada 1995; Mateos 2002; Yravedra2002; Marín 2004; Costamagno y Fano 2005). Ten-dencias que son igualmente apreciables sobre otrasclases de restos (microfauna: vid. Pemán 1994;Pokines 1998 para fases inmediatamente anterioresy de inicio del Magdaleniense medio; peces: Rose-lló et al. 1994; Fernández García 2002; aves: Díez etal. 1995; Elorza 1997; Moreno 1995 para los molus-cos, etc.).

2. EL MARCO CRONOLÓGICO

Existen distintas posibilidades de delimitación ysubdivisión de la época que nos interesa aquí, en laque se advierten cambios en muchos aspectos cultu-rales. Como ocurre a menudo, estas modificacionesse produjeron con diferentes ritmos en el seno de pro-cesos interrelacionados y complejos. De manera quehay pocos cambios paralelos en el tiempo, y así lasmodificaciones en los utillajes (y aún en los diferen-tes tipos de utensilios), en las formas de explotacióndel medio o en las manifestaciones simbólicas no sonperfectamente sincrónicas. Se han ensayado variosprocedimientos para establecer los límites del perio-do y sus subdivisiones internas. Los intentos basadosen la industria lítica, a pesar del predicamento de quegozan en la historiografía francesa (cf. Thevenin1997; Bodu 2000; Bodu y Debout, en prensa, para unlímite Magdaleniense / Aziliense establecido en tornoa 12400-12300 BP), son manifiestamente inútiles enel Cantábrico dada la continuidad de muchas de lasformas de utillaje, especialmente entre las líticas delfinal del Magdaleniense y las azilienses. Los parale-lismos entre cambios culturales y ambientales, tam-bién ensayados para estos periodos y otros (SánchezGoñi 1993, id. et al. 2001), parecen insostenibles apartir de las evidencias empíricas (especialmente ensus aspectos cronoestratigraficos, así por ejemplo, lapoco probable situación de la transición Magdale-niense-Aziliense en el final del Dryas III). La que semuestra más operativa –por la relativa nitidez crono-lógica de los cambios y porque estos se extienden demanera bastante inmediata por toda la región– son losque afectan a la presencia y morfología de los arpo-nes.

Así, entendemos como Magdaleniense reciente laépoca en que los grupos cantábricos fabricaron concierta frecuencia arpones de asta o hueso de sección

más o menos circular. El cruce de informaciones dediversos yacimientos permite diferenciar algunasfases sucesivas a lo largo del periodo: Magdaleniensemedio (Mm) (protoarpones, con amplia variabilidad),Magdaleniense superior (Ms) (estandarización deformas, piezas de una hilera salvo excepción), y Mag-daleniense final (Mf) (arpones de una o dos hileras dedientes). La mera presencia de estos utensilios, o loscambios apreciables en su fabricación, ni definen cul-turalmente aquellas poblaciones ni son un aspectorelevante en la evaluación del cambio histórico. Sim-plemente ayuda a delimitar y parcelar ese desarrollotemporal. De otro lado, el uso de estas fases sucesivastiene una serie de limitaciones, derivadas de la natu-raleza del registro arqueológico disponible o vincula-das a la diversidad de objetivos en que pueden usarse(vid. González Sainz 1995, 159 y ss.).

Recientemente evaluábamos las fechas radiocar-bónicas disponibles para los diferentes episodiosindustriales del Tardiglaciar en la región (GonzálezSainz y Utrilla 2005):

– Para el Magdaleniense medio (Mm) se utiliza-ban 26 determinaciones de 6 yacimientos: Paloma(M.med), Caldas (IX a IV/III), Viña (IV), TitoBustillo (1c), Galería inferior de la Garma (super-ficie) y Ermittia III.

– Para el Magdaleniense superior-final (Msf), has-ta 47 fechas procedentes de 20 sitios: Paloma(MSup o 4), Oscura de Ania (IIIA, 0B=IIIA), Cal-das (I y –II), Tito Bustillo (1b y 1a), Canes (2C),Cueto Mina (B), Riera (23 y 24), Pila (IV.4 yIV.2), Castillo (6), Garma A (4/5, 4 y 3), Rascaño(2.3 y 2.1), Perro (3), Fragua (4), Valle (niv.1),Mirón (MC-308 y OV-12), Horno (2 y 1), Lami-nak II (lechos 9 y 4), Urtiaga (D sup), Ekain (VIb,V y IVbasse), Berroberría (Einf y Dinf).

El límite inferior más probable para el periodo sesitúa entre 14,4 y 14,2 ka BP., en tanto que el proce-so de formalización de unos arpones más establesparece darse en torno a 13,3-13,2 ka BP. Para el ini-cio de la fabricación frecuente de arpones de doblehilera, frente a la práctica exclusividad anterior de losunilaterales (aspecto que se ilustra en las secuenciasde La Riera, La Pila y El Otero), las informacionesson más escasas en la región, pero pueden ser indica-tivas las fechas en torno a 12,6-12,5, procedentes delnivel E de Berroberría, que además vienen a coinci-dir con las de la base del paquete Magdaleniense finalen La Madeleine (Bouvier 1979). Respecto al finaldel periodo, la situación estratigráfica es clara: losniveles con arpones azilienses se superponen siemprea los que tienen arpones magdalenienses, y no tiene

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sentido considerar una época demasiado larga deindefinición técnica. La situación en la base de lasecuencia aziliense de Los Azules, y en La Pila, delos ejemplares “de transición”, aboga por un cambioen la forma de preparar estas piezas concluido enmuy pocas generaciones. Con los datos disponibles ypriorizando la información radiocarbónica proceden-te de los niveles azilienses de La Pila y Antón Koba(Bernaldo de Quirós et al. 1992; Armendáriz 1997),el límite entre la fabricación de unos u otros tipos dearpones (cambio en el tipo de varilla base, más plana,y abandono del rebaje longitudinal de una o dos len-güetas laterales, reduciéndose al trabajo medianterecorte lateral para definir los dientes; los cambios enla decoración son igualmente notables…), cabesituarlo entre 11,8 y 11,5 BP, sin que pueda precisar-se con seguridad mucho más.

Este periodo Magdaleniense reciente, o con arpo-nes (Mmsf), así delimitado, tiene una duración enaños de radiocarbono de entre 2,9 y 2,4 ka. Este lap-so se dilata notablemente en cronología calibrada.Con las curvas actuales (hemos empleado Calpal:Weninger et al. 2004) pasa a una duración de entre4400 y 3950 años. Tal expansión contrasta con laestabilidad en la duración del Magdaleniense sinarpones (inicial e inferior), de entre 2900 y 2200años, que es muy similar en cronología radiocarbóni-ca y calibrada (aunque desconocemos hasta qué pun-to tal diferencia entre las dos grandes fases magdale-nienses se debe al distinto conocimiento de la curvade calibración, más precisa para el Magdaleniensereciente, sobre todo para el periodo posterior a 12340BP., vid. Jöris y Alvarez 2002, 319). De otro lado, yes un aspecto importante, la expansión temporal delMagdaleniense reciente no se reparte de forma homo-génea, sino que afecta en mayor medida al Magdale-niense superior, cuya duración prácticamente sedobla. Es decir, tiende a modificarse la percepcióntradicional del periodo Magdaleniense, con dos fasestemporalmente equivalentes (sin y con arpones), encuanto que el periodo reciente parece ahora notable-mente más extenso. Al tiempo, y en el interior deéste, un periodo antes muy corto como el Magdale-niense superior, se expande y supera incluso a losinmediatos.

3. MARCO PALEOAMBIENTAL

El Magdaleniense reciente se desarrolla en el mar-co general de la deglaciación que sucede al últimomáximo glacial y a su prolongación amortiguada enel Dryas antiguo. Aunque existen importantes proble-mas de correlación, trataremos aquí de conjugar, bre-vemente, la información referida a ese marco másgeneral, procedente sobre todo del análisis de fondosmarinos y de columnas de hielo, con la informaciónambiental proporcionada por los mismos hábitats dela región cantábrica.

La disposición Este-Oeste de la región, entre lasmontañas y el mar, y la existencia de unas caracterís-ticas ambientales y fisiográficas en lo esencial comu-nes a toda ella (especialmente entre 0 y 500 m de alti-tud), han propiciado una evaluación de sus informa-ciones ambientales relativamente autónoma (Hoyos1995, 16). A partir de las evidencias ambientales decuevas y abrigos ocupados (sin duda con importantesfactores particulares y, por tanto, problemas de corre-lación, pero también con industrias cambiantes en eltiempo y un número notable de dataciones absolutas)la aproximación de mayor interés para el Tardiglaciares la realizada por M. Hoyos (1995), apoyada en elanálisis sedimentario de varias secuencias estratigráfi-cas en la región, datadas por radiocarbono. Para laépoca que nos interesa aquí, Hoyos distinguió unasucesión de episodios fríos y templados (y aún máshúmedos): tras la fase Cantábrico V que correspondeal final del Dryas antiguo, se advertía una fase muchomás húmeda y más templada, con procesos de sedi-mentación y erosión de facies fluvial, frecuentesremovilizaciones, erosiones y otros fenómenos vincu-lados al incremento de las temperaturas y de la hume-dad. Esta fase CantábricoVI se asociaba al Bölling dela zonación del polen, y se mantenía su datación deinicio hace unos 13300 BP. Una discusión de las evi-dencias ambientales de los yacimientos cantábricos,ordenadas priorizando, ciertamente, la informaciónsedimentaria de Hoyos, apuntaba un inicio algo ante-rior para esa oscilación templada, más clara entre hace13400 y 12900 BP. (González Sainz 1989, 149 y ss).Las condiciones se hacían de nuevo más frías desdehace unos 12.700 y hasta hace unos 11.700 BP. Con-

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Fases industriales BP cal BC Duración Duración Diferencia(fecha de inicio) CalPal (2004) años C14 años cal

Magd. inicial e inferior 17,0 / 16,6 18462 / 17963 2800 / 2200 2900 / 2250 100 / 50

Magd. medio 14,4 / 14,2 15725 / 15584 1200 / 900 1450 / 1200 300 / 250

Magd. superior 13,3 / 13,2 14395 / 14276 800 / 700 1750 / 1600 950 / 900

Magd. final ca. 12,5 ca. 12663 1000 / 700 1350 / 1050 350

Aziliense 11,8 / 11,5 11615 / 11312 2800 / 2500 3450 / 3150 650

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viene recordar que esa larga fase Cantábrico VII era,en su primera mitad, ligeramente más fría y menoshúmeda que la VI, en tanto que parecía más fría y secaen la segunda, entre 12200 y 11700 BP. Por último, seapreciaba con dificultad en la región una nueva faseatemperada, mal representada estratigráficamente: elCantábrico VIII, que en lo esencial coincide con laoscilación de Allerod (11800-10800 BP).

Desde hace años, las secuencias ambientales decarácter regional deben leerse a la luz de los cambiosdetectados en los fondos marinos, o en el hielo pro-fundo de Groenlandia o la Antártida, de carácter másglobal, y cuya datación y correlación con depósitospolínicos continentales de centroeuropa ha experi-mentado además importantes avances (vid. Jöris yWeninger 2000, y Jöris y Álvarez 2002). La curva delGRIP define la transición desde el último máximoglacial al Holoceno, y es la más influyente en lainvestigación cantábrica. En la segunda parte del Tar-diglaciar, y tras un largo estadio (GS-2) que sucede yviene a prolongar el máximo glacial, ese sondeo defi-ne dos periodos mayores: un largo Complejo Interes-tadial (GI-1) y una importante y última fase estadial(GS-1), antes del recalentamiento del inicio del Holo-ceno. El primero de esos periodos mayores marca unfuerte y rápido aumento de las temperaturas en su ini-cio, equiparables a las actuales, que luego tienden aaminorarse. En su desarrollo se han diferenciado has-ta siete periodos: cuatro muy templados y de ampliaduración (GI.1e, 1c3, 1c1 y 1a), especialmente el pri-mero, y tres episodios fríos más cortos (GI.1d, 1c2 y1b), sobre todo los dos más antiguos.

La comparación de GRIP u otras curvas consecuencias ambientales de la región cantábrica planteaproblemas importantes. De hecho, han comenzado aser estudiados los problemas de correlación del GRIP–que refleja la temperatura en latitudes altas– con laevolución ambiental en otros lugares, o en otrosaspectos que no sean las temperaturas. Así en el sur dela Península Ibérica (Moreno et al. 2005) se comprue-ba que otros fenómenos ambientales como la aridez,la productividad del medio, el régimen fluvial o el devientos pueden variar de tendencia varios centenaresde años antes o después –según el caso– que los picosobservados en el O18 del hielo de Groenlandia. Esinteresante reseñar que parece observarse (Moreno etal. 2005, 1634, figura 6) que las fases frías son neta-mente más cortas en las latitudes medias, y que elcomienzo de una fase de enfriamiento progresivo enGroenlandia puede ser contemporánea de otra decalentamiento progresivo en la Península.

Volviendo a los problemas de la región cantábrica,no creemos razonable plantear como alternativos dos

enfoques que trabajan en planos distintos. La compa-ración entre las alternativas climáticas del GRIP y sucronología precisa (a partir de Jöris y Weninger 2000,y de la reflexión de Jöris y Alvarez 2002) y los datoscantábricos (especialmente Hoyos 1995), todo ello encronología calibrada, muestra un grado de ajusterazonable en los momentos en que la calibración delradiocarbono y su correlación con secuencias conti-nentales es más precisa, desde hace 12,0 ka BP enadelante, en tanto que hay problemas más serios enlas fases centrales del Tardiglaciar (González Sainz yUtrilla 2005). No parece descabellado relacionar:

• inicio del Holoceno (OIS 1) – fase Cantábrico X • Dryas más reciente o III – GS-1 (10760-9620 cal

BC) – fase Cantábrico IX (10815-9276 cal BC).

En horizontes anteriores, del Complejo Interesta-dial, es razonable y acorde con las dataciones, lacorrelación entre:

• Alleröd – GI-1c3 a GI-1a (11980-10760 cal BC)– fase Cantábrico VIII (11638-10815 cal BC).

E incluso es posible que no sea meramente casualla correspondencia entre un horizonte de enfriamien-to fuerte, pero muy corto, bien marcado en las colum-nas de Groenlandia en torno a 12000 cal BC (la faseGI-1d: 12090-11980 cal BC), y el momento álgido dela fase Cantábrico VII (su parte final, entre aproxima-damente 12200 y 11800 BP: 12292-11747 cal BC).

En todo caso es obvio que los problemas másserios se localizan en esa larga época fría CantábricoVII y en los momentos anteriores, correspondientesal inicio y horizontes más antiguos del ComplejoInterestadial o GI-1. En el norte de Europa (GRIP ysecuencias continentales de polen) se está fechandoese inicio en unos 12720 cal BC, en tanto que losdatos cantábricos apuntan un importante incrementode la humedad y de las temperaturas al menos desde14460 cal BC (inicio de la fase VI de Hoyos). Caberecordar que otras curvas de temperaturas a partir decolumnas de hielos (GISP2, Vostok 1999) marcan uninicio del recalentamiento anterior y más paulatino alde GRIP. Y puede ser de interés, a este respecto, quelas dificultades de sincronización entre GRIP y lassecuencias polínicas del centroeuropa crezcan de nor-te a sur (Álvarez y Joris 2002, 318), lo que acaso seaacorde con un inicio más precoz de ese fuerte atem-peramiento en una región meridional como la cantá-brica. Uno de los elementos quizá más decisivos en ladinámica ambiental de este periodo reside en que lacorriente del Golfo, ralentizada y desplazada hacia elsur durante el máximo glacial, volvió a afectar a lascostas cantábricas (probablemente desde un momen-

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to bastante anterior al 12720 cal BC que marca el ini-cio del GI-1 en Groenlandia).

Lo que parece claro es que tras el prolongado ymuy estadial Dryas antiguo, que en la región pareceprolongarse, como mucho, hasta unos 13300 BP(14461 cal BC), la segunda mitad del Tardiglaciarmarca una tendencia general al atemperamiento,orientada a los tiempos holocenos actuales. En eseComplejo Interestadial, que uniría las fases Bolling aAllerod, o Cantábricos VI a VIII de Hoyos, se desa-rrollan el final del Magdaleniense medio, el superiory el final completos, y aún el inicio del Aziliense(que, tras el Allerod-Cantábrico VIII, se prolongadurante el posterior Dryas más reciente-CantábricoIX y el Preboreal: un desarrollo muy pautado ambien-talmente que nos avisa de los peligros de correlacio-nar de forma estrecha, o con mecanismos causa-efec-to, el cambio ambiental y el cultural).

Las dataciones de radiocarbono disponibles paralos niveles con industrias del Magdaleniense medioindican el desarrollo de este periodo industrial duran-te los últimos compases del Dryas antiguo (GS-2, yfase Cantábrico V) y también, en un horizonte poste-rior mucho más húmedo (fase Cantábrico VI deHoyos, 1995, que debería corresponder a los iniciosdel primer recalentamiento del Complejo Interesta-dial en la región). La fecha considerada para el iniciode la fase Cantábrico VI (13300 BP, o 14461 cal BC)es bien posible que pueda envejecerse. Por su parte,las dataciones disponibles para el Magdaleniensesuperior-final, lo hacen coincidir con buena parte deldesarrollo de las fase Cantábrico VI y toda la VII deHoyos. Finalmente, los últimos niveles magdalenien-ses y de transición al Aziliense corresponden al pri-mer tercio de la fase Cantábrico VIII (asociable conclaridad al Allerod y, probablemente, a la serie GI-1c3, 1c2, 1c1, 1b y 1a del GRIP).

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Figura 1. Cronología radiocarbónica (calibrada y antes de Cristo) de los principales eventos ambientales y de los modelos industriales de la regióncantábrica.

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Frente a modelos de áreas europeas más septen-trionales y continentales, la región cantábrica muestracondiciones ambientales menos rigurosas y máshúmedas, con una más clara pervivencia de taxones(y por tanto de recursos) animales y vegetales de con-diciones templadas. La influencia marina, y el espa-cio muy compartimentado por un relieve semimonta-ñoso, entre otros factores, incidieron en una aminora-ción de los contrastes entre fases ambientales sucesi-vas, y en una continuidad de las poblaciones anima-les y vegetales mayor que en zonas continentalesrelativamente próximas (piénsese, por ejemplo, en lanotable continuidad de ungulados en la región frentea los cambios más pautados en el SO de Francia, apesar de que ambas regiones están conectadas y delpapel que el corredor cantábrico juega como zonarefugio).

De otro lado, la fuerte inercia de los fenómenosambientales (que se manifiesta de forma más o menosralentizada o inmediata, según clases de restos objetode análisis), entre otros factores, obliga a ser cautosen la interpretación de las curvas de temperatura. Elque durante algunos momentos del Complejo Interes-tadial (especialmente al principio, en GI.1e), la curvade temperaturas sea tan alta como en el Preboreal, noimplica unas mismas condiciones de vegetación yfauna, ni una misma situación de la línea de costa. Ylo mismo cabe decir para las fases frías: el ambientevivido en la región durante el Dryas más reciente(situación de la costa, vegetación o faunas existentes–ya muy disminuidas las más características delPleistoceno -) no es comparable al del máximo gla-ciar ni al de su prolongación aminorada durante elDryas antiguo.

El Magdaleniense reciente cantábrico coincide enbuena parte, ciertamente, con el desarrollo de eseComplejo Interestadial, y se desarrolla en unas condi-ciones ambientales atemperadas respecto al Magdale-niense inferior o el Solutrense. En su transcurso seadvierten, en todo caso, modificaciones ambientalesde cierto relieve, incluida alguna fase de carácterestadial, de las que al menos está bien marcada en losdepósitos de la región la situada entre unos 12,2 y11,8 BP (momento álgido de la fase VII de Hoyos1995) (González Sainz 1989, 153). Cabe una refle-xión respecto a la entidad de los episodios algo másfríos dentro del Complejo Interestadial. Con los datosactuales, este Complejo parece prolongarse hastacuatro milenios (asumiendo su inicio en la fase VI deHoyos) y los momentos de enfriamiento comparativoson más bien cortos y poco acusados. En un escena-rio normal, con poblaciones vegetales termófilasrefugiadas en el corredor cantábrico, debería esperar-se una reforestación más rápida y completa, similar a

la que se aprecia en la región tras el Dryas III. Lainercia puede explicar una cierta ralentización de losprocesos, pero 4000 años es mucho tiempo. O bien larecuperación climática no es tan grande o bien losperiodos fríos han sido más largos y acusados de loque nos parece ahora con los datos groenlandeses.

En una visión a largo plazo, las poblaciones delMagdaleniense reciente se enfrentaron a un medioambiente cambiante que, a pesar del atemperamientorelativo, aun cabe considerar como típicamente pleis-toceno. La banda costera emergida es aún importan-te. Aunque la transgresión marina, tras el máximofrío, aparenta ser más paulatina que las curvas detemperatura, que muestran alternativas más contras-tadas, se han apreciado aceleraciones del ritmo deelevación del nivel del mar en los inicios del Bolling-Allerod y hacia el final del Dryas más reciente (Uriar-te 2003, 125). En todo caso, al final de la época quenos interesa aquí, durante la oscilación de Allerod-Cantábrico VIII, el nivel del mar en el Atlántico nor-te está aun a –60 m., y a –50 o –45 m en el inicio delPreboreal (Labeyrie 1984). Así pues, durante el Mag-daleniense reciente se recortó ligeramente la bandacostera litoral (con una línea de costa que debía estara una media de 3-4 km al norte de la actual), y altiempo, comienzan a desarrollarse los estuarios,ampliándose la diversidad de recursos aprovechables.El mismo caudal de los ríos cantábricos tendió aganar entidad y a ofrecer, probablemente, mejoresoportunidades pesqueras. Otra consecuencia impor-tante de la transgresión es que comienzan a quedarsumergidos los afloramientos cretácicos con sílex dela banda litoral, especialmente en el centro y occiden-te regional, agudizando la diferencia Este-Oeste en elacceso a sílex de cierta calidad.

Por su parte, la reforestación es aún limitada. Lasituación de partida es un territorio dominado por losherbazales atlánticos y los brezales, pero con man-chas de arbolado caducifolio en zonas protegidas,además de pinos y otras especies arbóreas resistentesal frío. La presencia de restos de corzo y de jabalí enlos depósitos cantábricos de distintos momentos delPaleolítico superior, aunque en porcentajes muypequeños (González Sainz 1994), es acorde con elmantenimiento de vegetación termófila en nichosprotegidos de las zonas bajas de la región durante eseperiodo, comúnmente admitida en la actualidad(Blanco Castro et al. 1997, 48; García Antón et al.2002). Sobre esa base, las especies arbóreas enexpansión, aunque aún limitada, son Juniperus, Betu-la y Pinus, que tenderán a ir ganando altitud en laregión ya durante el Complejo Interestadial, con posi-bles pequeños incrementos iniciales del roble en laszonas más bajas (García Antón et al. 2002). Algunos

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de los problemas sobre la vegetación que venimosexaminando encuentran un buen punto de contrasteen el registro polínico recuperado en los fondos mari-nos de la costa NO peninsular (Roucoux et al. 2005).Los sondeos en el Atlántico, que hipotéticamentereflejan la vegetación del valle del Duero, Miño y dela mayor parte del Cantábrico vienen a mostrar unaexpansión progresiva de la vegetación arbórea a par-tir de los mínimos alcanzados en torno al 15550 calBC. La expansión incluye un cambio en la composi-ción del bosque, con una presencia cada vez mayor deQuercus durante el Complejo Interestadial, con máxi-mos entre 12050 y 11050 cal BC.

Las faunas, finalmente, reflejan un estado muyavanzado del proceso de simplificación que se pro-duce durante el Pleistoceno reciente. No aparecen enla región ya (al menos desde unos 13500 BP) ni rino-ceronte, mamut o megaceros, y los carnívoros mayo-res parecen en proceso de extinción (Castaños 1992),quizá como consecuencia de la acción humana,como argumentaremos más adelante. Las faunas deungulados cazados están dominadas por ciervos ycabras, y porcentajes más pequeños de renos, rebe-cos, caballos, grandes bóvidos (además de uros, elbisonte aparece representado en las paredes de lascuevas hasta hace unos 12000 BP –dataciones de lasMonedas–, y probablemente se mantuvo en el terri-torio cantábrico hasta el final del Pleistoceno).Hemos destacado en trabajos anteriores la paradojade que, durante el Magdaleniense reciente, los reba-ños de renos campeasen sobre la banda costera can-tábrica con mayor frecuencia que en otros periodosanteriores más fríos (como el Dryas antiguo). Frentea la aparición ocasional de restos de este animal enlos depósitos de fases anteriores del Paleolítico supe-rior, sorprende lo usual de su presencia en buena par-te de los yacimientos de la banda costera durante elMagdaleniense reciente, hasta hace unos 11800 añosBP, aunque con frecuencias pequeñas respecto al NRo NMI de ungulados. El arte rupestre y mobiliar delMagdaleniense reciente cantábrico, donde la presen-cia del reno es también relativamente abundante,ratifica la mayor frecuencia de caza que muestran losyacimientos en ese periodo, especialmente del centroy oriente regional (lo que es lógico teniendo en cuen-ta su procedencia: las llanuras del SO francés) (Gon-zález Sainz 1989, 167). En el mismo sentido, es rela-tivamente frecuente la presencia en los yacimientoscosteros de fauna marina de carácter septentrional(Tito Bustillo, Santa Catalina…). Por el contrario, ypor último, continúan siendo muy esporádicos losrestos de corzo y de jabalí, que solo muestran incre-mentos iniciales en un momento muy avanzado delComplejo Interestadial, durante la oscilación deAllerod-CantábricoVIII.

4. ASPECTOS ECONÓMICOS: TECNOLOGÍAY SUBSISTENCIA

Por las razones que se exploran en el primer apar-tado de este texto, dedicado a la historia de la inves-tigación, tanto la tecnología como la subsistenciadurante el Magdaleniense reciente han sido objeto deatención especial. Aquí evitaremos una descripcióndetallada de estos aspectos, que sería necesariamenteprolija, y nos concentraremos en aquellas cuestionesque nos parecen más relevantes para reconocer laorganización económica y social del periodo.

4.1. Los utillajes de piedra

La producción de utillaje de piedra tallado duran-te el Magdaleniense reciente se orienta claramentehacia el uso de sílex. En buena parte de los conjuntosdel periodo el sílex supera el 90% del utillaje y de losrestos. Las excepciones se concentran en la parteoccidental de la región, donde se recurre también acuarcitas de calidad. Esta distribución diferencial,bien conocida, se explica en buena medida por lasdiferencias en la disponibilidad del sílex a lo largo dela región (que se describe en Sarabia 1990, 1999;Urtiaga et al. 1990; López Quintana 1996; Tarriño yAguirre 1997; y Tarriño 2001). Los afloramientos deesta materia se dan sobre todo en el Cretácico supe-rior, en los materiales de edad senoniense (Elorza yGarcía-Garmilla 1993) que están más extendidos enla parte oriental y que apenas llegan al oeste de Riba-desella. A su vez, las diferencias regionales en elaprovisionamiento implicaron diferencias en la pro-ducción de soportes y aun en la entidad de determina-dos grupos tipológicos (González Sainz 1989,1992a).

A lo largo del Magdaleniense reciente se observantambién cambios diacrónicos, más visibles en el oes-te de la región. Ahí se aprecia una tendencia crecien-te a la concentración en el sílex a lo largo del Magda-leniense inferior y medio, que culmina hacia el finalde este periodo. En la cueva de Las Caldas, por ejem-plo, la práctica totalidad del utillaje de los nivelesmás recientes del Magdaleniense medio son ya desílex, a diferencia de lo ocurre en los niveles inmedia-tamente anteriores (Cazals 2000). De manera opues-ta, la selección del sílex decrece hacia el final delMagdaleniense y, sobre todo, durante el Aziliense.De nuevo se recurre a materias locales de menor cali-dad, con variedades probablemente más locales desílex y un mayor uso de la cuarcita, como se observaen La Riera o Los Azules. Este cambio está relacio-nado probablemente con las modificaciones en laorganización territorial y con las variaciones en ladisponibilidad y visibilidad de las materias primas, y

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sus implicaciones en la composición del instrumentalserán especialmente fuertes en el occidente regional,con cambios más aparatosos (González Sainz 1989,1992a; Ibáñez y González Urquijo 1998).

Producción. La producción lítica en el Magdale-niense cantábrico es laminar, con varios tipos deláminas y laminillas. A partir del Magdaleniensemedio (Cazals 2000) se abandona prácticamente porcompleto la producción de lascas, de manera que laslascas aprovechadas proceden de la preparación omantenimiento de los núcleos laminares. En efecto,desde el Magdaleniense medio se instala en el Cantá-brico un sistema de producción de soportes que com-prende dos tipos de láminas y otros dos tipos de lami-nillas. Cada una de estas producciones está organiza-da de manera diferente en cuanto a los requisitos demateria prima y de recursos técnicos que se emplean.Las láminas largas se fabrican en bloques conforma-dos someramente y en los que se suele instalar unaplataforma opuesta en el curso de la explotación. Jun-to a estas láminas largas se encuentra una producciónde láminas más cortas y robustas extraídas de bloquespequeños sin apenas preparación: a menudo son cor-ticales salvo la cara de lascado y la plataforma, comovemos incluso en momentos anteriores en Erralla V,o Rascaño 5 y más tarde en Laminak II, n2 o SantaCatalina, n2 (Baldeón 1985; Ibáñez y GonzálezUrquijo 1998; Cazals 2000). Se mantiene también, enmomentos avanzados del Magdaleniense, una pro-ducción específica de lascas espesas que sirvieroncomo núcleos para la producción de las laminillasmás pequeñas.

Las laminillas presentan dos producciones dife-rentes. Una primera, más cuidada, generalmente ennódulos, que sirve para obtener series de productosbastante regulares de al menos 40 mm. de longitud–pero también más pequeños– y otra, en la que seemplean lascas como núcleos, que sirve para produ-cir laminillas cortas, de menos de 25 mm. de longi-tud (ya en Berroberria G y en Las Caldas III –Cazals2000, 171, pero también en Ekain, Merino 1984,140, y en Laminak II –Ibáñez y González Urquijo1998).

El esquema de producción que hemos resumidopuede considerarse representativo del conjunto regio-nal, pero resulta más visible en el oriente cantábrico,desde la cuenca del Asón hasta la del Bidasoa, y esmás laxo hacia el occidente. Algunos yacimientosasturianos mantienen el uso de la cuarcita, y el índicede soportes no laminares en sílex es mayor (por laprevisible menor abundancia de ese material y lamenor capacidad de selección de calidades y tama-ños).

Estas diferencias en los soportes se deben al tipode gestión y uso de cada uno de los tipos de utillaje.Las láminas más largas, por ejemplo, muestran unagestión más compleja, con desplazamientos entreasentamientos y usos diferidos. El ejemplo de SantaCatalina nos permite apreciar que estas láminas, usa-das sin retocar o transformadas sobre todo en raspa-dores y buriles, se emplean en cada lugar en el con-junto de labores que resultan estratégicas en cadasitio, que pueden ser diferentes según la funcionali-dad del asentamiento. Así, en el nivel magdaleniensefinal de Santa Catalina se usan sobre todo en el traba-jo de la piel seca y en la elaboración de utillaje óseo,mientras que en el nivel aziliense se destinan, comoraspadores, casi por completo a la limpieza de la pielfresca. Las diferencias en la producción de laminillasrefleja también el doble destino a que se orientanestos productos. Las laminillas grandes sirven básica-mente para la elaboración de puntas de dorso –usadascomo proyectiles– y laminillas de dorso -usadascomo cuchillos de carnicería. Por su parte, las lamini-llas de dorso pequeñas, que proceden de los núcleossobre lasca en su mayor parte, han servido como bar-bas de proyectil (González Urquijo e Ibáñez 1999).

Los elementos centrales de este esquema concep-tual en cuanto a la fabricación, gestión y uso del uti-llaje parecen bastante estables desde el Magdalenien-se medio hasta el inicio del Aziliense pero se vanapreciando algunos elementos de cambio hacia elfinal del periodo. Por ejemplo en la intensidad decada una de estas producciones, lo que va a generarrepertorios de soportes algo diferenciados. La tenden-cia general muestra una disminución progresiva delos soportes más grandes –que sin embargo se man-tienen hasta el final del periodo y también en el Azi-liense, especialmente en la parte oriental de laregión– y una mayor concentración en los productosde menor tamaño.

También se observan cambios en los criterios deselección de los soportes que van a ser usados o reto-cados. Estos criterios se van relajando hacia el Mag-daleniense final y sobre todo durante el Aziliensecon la consecuencia de que cada vez se usa y retocauna mayor proporción de soportes, incluidos los debaja calidad –irregulares, gruesos, accidentados, cor-ticales o procedentes del inicio de la talla–, es decir,aquellos que habrían sido desechados en momentosanteriores. Un resultado característico de la aplica-ción de este criterio de selección es la aparición delas “puntas azilienses”, que son justamente las pun-tas fabricadas sobre estas laminillas más gruesas eirregulares. La ratio entre “puntas azilienses” y las“microgravettes” –puntas similares fabricadas ensoportes más regulares– va aumentando en conse-

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cuencia a partir del 12500 BP, con la característicagradación Oeste-Este: en la parte occidental el fenó-meno es más temprano y acusado. Los soportes seemplean en una mayor proporción y se generalizanlas evidencias de reavivados intensos, que producentipos de útiles característicos como los microrraspa-dores, fabricados en material de cierta calidad (y másfrecuentes allí donde éste es más escaso: el occiden-te). Del mismo modo, algunos tipos de útiles, comolos buriles, que necesitan de soportes más regulares,van a ser cada vez menos abundantes y técnicamen-te más sumarios: los ejemplares sobre plano naturalo fractura, siempre más frecuentes hacia el occiden-te, tienden a ser más numerosos en términos relativosen todo el corredor al final del Magdaleniense (Gon-zález Sainz 1989, 210 y ss.).

En términos generales, lo que se observa es elpaso de un sistema de producción de utillaje muy nor-malizado durante el Magdaleniense medio, superior yquizá parte del final que incluye (1) la captación rigu-rosa de materas primas de calidad incluso allí dondeéstas son escasas o lejanas, (2) la fabricación estereo-tipada de soportes exclusivamente laminares, (3) laselección estricta de los soportes aptos para el uso,con el desecho de una buena parte de los productosgenerados y (4) la gestión compleja de los utillajes,con usos inmediatos y diferidos según el tipo de úti-les, a otro sistema de producción, al final del Magda-leniense y durante el Aziliense, en el que las técnicasde talla y la gestión del utillaje son similares en losustancial pero donde la captación de materia prima yla selección de los soportes son menos recurrentes yestrictos (normalizados).

4.2. Los utillajes en materias óseas

Además de la confección de útiles sobre hueso,alcanza valores muy importantes en esta época el tra-bajo del asta, casi siempre de ciervos en la regióncantábrica. No hay evidencias suficientes para discri-minar entre la recolección de astas de desmogue o elaprovechamiento de las astas de matanza como ori-gen de la materia prima (Adán 1997) pero el tipo decaza, a menudo concentrada en rebaños de ciervas ysus crías, y la misma etología del ciervo, poco con-centrado en tiempo y espacio, sugieren un aprovisio-namiento basado en las piezas de desmogue. A partirdel 12000 BP se recurre también en ocasiones a lascuernas de bóvidos, incluidos caprinos (Adán 1997,323).

A pesar de que, como subrayábamos más arriba,el reno era un animal habitual en la banda costeraentre hace 14 y 11,8 ka BP, y de que fue más cazadodurante el Magdaleniense reciente que en fases ante-riores, su incidencia en la dieta y en la confección del

utillaje de asta fue muy inferior a la del ciervo en laregión. Este rasgo diferencial respecto a las poblacio-nes magdalenienses situadas al norte del Pirineodebió implicar algunas diferencias en la captación ytransformación de las astas, en general poco explora-das por la investigación. Algunas diferencias tipoló-gicas entre esas regiones se derivan de la distintamorfología de las astas de esos animales. Así, la fre-cuencia relativa de los bastones perforados sobrepuntas laterales y con una sola perforación, frente alos modelos en T, aprovechando el aplanamiento delas bifurcaciones en el caso del reno; o la escasezrelativa en el cantábrico de puntas fabricadas porpares como las de base ahorquillada (vid. Múgica1983; Petillon 2004), que exigen de varillas muy lar-gas más fácilmente obtenibles sobre reno. A nuestromodo de ver, y teniendo en cuenta el comportamien-to de esos animales (más gregario en el caso del reno,y especialmente entre los machos adultos), el fuertedominio del ciervo en el cantábrico debió suponer unacopio de astas de desmogue más disperso en el espa-cio y en el tiempo que en las regiones transitadas poramplias manadas de renos, con un aprovisionamientomás predecible y abundante. Las diferencias en elcérvido dominante y, sobre todo, en la captación deastas, debieron implicar procesos de transformaciónmás intensiva y menos normalizados en la zonas conun aprovisionamiento menos predecible. Ello puedereflejarse en la aparente mayor diversidad tipológicade las puntas de caza (azagayas) cantábricas, al me-nos en la época que estudiamos, con una variedad detamaños y formas de sujeción más amplia que en losyacimientos al norte del Pirineo, en los que es másusual una fuerte concentración en unos pocos tipos depunta.

A lo largo del Magdaleniense, y más claramenteen el Magdaleniense reciente, se llega a una adecua-ción casi completa entre el tipo de materia y el tipo deutillaje. El hueso se escoge para el utillaje que parti-cipa en trabajos de contacto en presión mientras elasta se reserva para los útiles con contacto en percu-sión. La razón estriba probablemente en la percep-ción de que el asta resulta más resistente a la fractura–hasta tres veces más resistente que el hueso– mien-tras éste puede ser trabajado con más precisión y esmás resistente a la fricción (para una explicaciónalternativa, Adán 1997, 323).

Durante el Magdaleniense reciente se aprecia,hasta unos 12500 BP, un aumento de la variabilidaddel utillaje de caza, con la formalización de variantesen los arpones y con la multiplicación de azagayas detamaños diversos, especialmente de azagayas depequeño tamaño. G. Adán ha señalado el uso de can-diles y luchaderas, y no solo ya de las ramas princi-

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pales de las astas, para la fabricación de estas azaga-yas pequeñas. En lo esencial, se ha subrayado (Gon-zález Sainz 1989):

– En el Magdaleniense medio, una amplia variabi-lidad de utensilios de hueso y asta. Destacan losprotoarpones, técnica y morfológicamente muyvariables (en lo referido a materia prima, númerode hileras de dientes –pequeños y poco sobresa-lientes– o forma de enmangue, en muchos casossimilares al de las azagayas de la época). Éstasson muy variables: en la región continúan siendomuy abundantes las bases monobiseladas y apun-tadas. Además, aparecen en fases avanzadas unaspocas ahorquilladas (una solución escasa en elcantábrico, frente al Pirineo, donde muy probable-mente se vincula al procesamiento de largas vari-llas de asta de reno perforadas en ojal por su mitadpara definir dos bases opuestas, vid. Múgica 1983;

Petillon 2004). Las secciones de estas azagayasson igualmente variables, siendo frecuentes las detipo trapezoidal en el centro del fuste y triangularen la punta. Junto a protoarpones y azagayas, seprepararon varillas de asta de sección plano-con-vexa, bastones, espátulas, punzones y, entre loscolgantes novedosos, contornos recortados (sobrehueso hioides) y rodetes. Incluso ha aparecidorecientemente, en la Galería inferior de La Garma,un propulsor sobre asta.

– El instrumental de hueso y asta del Magdale-niense superior es una prolongación de lo comen-tado en el medio. La principal novedad es laestandarización de la forma de preparar arpones,con unos pocos tipos, unilaterales, que presentanya unos sistemas de enmangue por torsión y derecuperación específicos. Son frecuentes ahora lasbases con perforación circular sobre lengüeta late-

ral (arpones de tipo cantábrico), ocon abultamiento simple, siempre,lógicamente, en el mismo lado enque se han trabajado los dientes. Secontinúan fabricando algunas escasasazagayas de base ahorquillada, aun-que son más frecuentes las monobi-seladas, biapuntadas, o las basesrecortadas, junto a ellas comienzan aprepararse algunas puntas con baseen doble bisel. Son muy abundanteslas varillas plano-convexas y otraspiezas típicamente magdalenienses(bastones, espátulas, colgantes diver-sos) así como punzones, agujas etc.

Sin embargo, a partir de 12500 BP,el repertorio tiende a simplificarse yla cantidad de utillaje parece dismi-nuir (al menos, tiende a disminuir suproporción respecto a las líticasretocadas. Vid. González Sainz1989, 226 y ss), unos rasgos que vana continuar durante el Aziliense.Con el resto del utillaje, realizadobásicamente en hueso, ocurre algosimilar. Las varillas plano-convexasy las espátulas se van enrareciendo apartir de esta fecha y son los punzo-nes (de fabricación muy rápida yexpeditiva) y los arpones (no susti-tuibles en las pesquerías por puntasde madera con microlitos), los gru-pos más abundantes al final delMagdaleniense y, especialmente,durante el Aziliense.

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Figura 2. Cueva de Tito Bustillo (Ribadesella, Asturias). Industria de hueso y asta de nivel 1c,Magdaleniense medio (González Sainz 1989, 37)..

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– En resumen, en el Magdaleniense final se fabri-caron arpones de una o de dos hileras de dientes(éstos en proporción creciente hacia el oriente regio-nal, que refleja su mayor proximidad e interaccióncultural con las poblaciones al norte de los Pirineos),con bases en doble abultamiento, o de tipo cantábri-co. Además, azagayas de base en doble bisel y sec-ción circular, junto a monobiseladas, recortadas (unasolución especialmente frecuente en las abundantespuntas de pequeño tamaño) y más rara vez, biapunta-das. Las secciones son casi siempre de tipo circular,incrementándose ligeramente en las fases más avan-zadas las subcirculares y aplanadas. Algo que, apa-rentemente, cabe situar en paralelo a lo indicado conla industria lítica: una menor normalización de losprocesos de trabajo, algo más expeditivos ahora, yuna tendencia a transformar en puntas enmangables(azagayas) soportes o partes del asta antes más fre-

cuentemente desechadas para ese fina causa del débil espesor de las capascorticales de estas zonas de las astas.Son ya muy raras las varillas plano-convexas y las espátulas, y quizá notanto, los bastones.

En paralelo a los cambios resumidosmás arriba, el procesado que lleva ala fabricación de las piezas de cazaóseas se va simplificando a lo largodel Magdaleniense reciente. Entreotros elementos que destaca G. Adán(1997), el acabado de las superficieses cada vez menos cuidado, abando-nándose el pulimento por la abrasiónen torno al 13000 BP. En cualquiercaso, el uso dado a los buriles sugie-re la existencia de fases de cepilladode las varillas, quizá en la parte ini-cial del desbastado, y también en lareparación de los útiles de asta (Ibá-ñez et al. 1993). Las caras de las aza-gayas presentan a menudo rugosida-des y no se eliminan los restos delcanal medular, algo que resulta cadavez más complicado cuando se utili-zan porciones de las astas, como loscandiles, con capas corticales másfinas. G. Adán (1997) ha relacionadoeste rasgo técnico con el abandono delas piezas de asta como campo deco-rativo. En coherencia con esa tenden-cia a la simplificación de los proce-sos técnicos, no parece que la expan-sión del trabajo en volumen quemuestran muchos objetos de asta y

hueso durante el Magdaleniense medioy el superior se prolongue hasta el final del periodo.

4.3. La subsistencia. Organización y modificacióntemporal

Los datos disponibles muestran una organizaciónde la subsistencia relativamente variable en esta épo-ca del Magdaleniense reciente y en otras. Es fáciladvertir esa variabilidad según yacimientos y entor-nos orográficos y de vegetación, según niveles en unamisma secuencia estratigráfica (aunque menos), ycabe además suponerla entre las diversas ocupacionesque se yuxtaponen en nuestras unidades arqueológi-cas, que no tuvieron idénticos caracteres ni jugaronun mismo papel necesariamente. La recurrencia dealgunos aspectos, entre esa variabilidad, permite pro-poner algunas modificaciones en la organización

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Figura 3. Cueva de La Pila (Cuchía, Cantabria). Industria de hueso y asta de niveles 4.3 y 4.2,del Magdaleniense superior-final (González Sainz 1989, 69).

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general del aprovechamiento económico a lo largodel Magdaleniense reciente. Tales modificaciones serefieren sobre todo a la forma más usual de encarar laintensificación, que lógicamente no afecta por igualni de la misma manera a todos niveles y yacimientosdel periodo. El registro disponible permite subrayardos aspectos más relevantes durante el Magdalenien-se reciente:

a) tiende a reducirse el grado de especializacióncinegética desde los yacimientos de la banda cos-tera y emboque de los valles medios (con una ten-dencia a espectros de ungulados cazados menospolarizados en el ciervo).

b) creció la diversidad de recursos aprovechadosde manera mucho más clara que en épocas ante-riores y, sobre todo, creció el peso de los recursoscomplementarios (no derivados de la caza deungulados) en la organización de la subsistencia yen el mantenimiento del sistema.

Consideramos que estos cambios no son interpre-tables únicamente como una situación intermediaentre las formas de aprovechamiento característicasdurante el Solutrense avanzado y Magdalenienseantiguo, de una parte, y el Aziliense de otra. Sino quese produjo en el periodo que estudiamos, especial-mente en sus fases más avanzadas, una reorientacióngeneralizada en la forma más usual de afrontar laintensificación, de solventar las crisis entre poblacióny recursos. Partiendo de un resumen de trabajos ante-riores (González Sainz 1989, 1992b, 1995), tratare-mos de discutir aquí, con brevedad, la integración deotros factores que ha ido desvelando la investigaciónmás reciente en la región.

4.3.1. La especialización cinegética. Modificacionestemporales

La fauna cazada en la región durante el periodoMagdaleniense muestra una composición variablesegún yacimientos, en función, entre otros factoresmenos decisivos, de la orografía y cubierta vegetaldel territorio circundante a cada sitio. Además, a lolargo de ese periodo se han apreciado cambios en lacomposición del espectro de caza que esencialmentetienen que ver con modificaciones en las estrategiasde aprovechamiento, y no, o solo muy secundaria-mente, con modificaciones de las poblaciones anima-les realmente existentes, esto es, con modificacionesambientales.

Desde los trabajos ya clásicos de L.G. Freeman(1973), L.G. Straus (1977) y J. Altuna (1972, 1979),se proponía un incremento de la especialización en el

Magdaleniense inferior, o ya desde el Solutrenseavanzado. Sin embargo, las frecuencias obtenidaspara el Magdaleniense reciente y el posterior Azilien-se muestran una cierta tendencia al descenso o alrecorte de aquella polarización en una especie animalpor yacimiento (ciervo o cabra), con valores algo másvariables, según sitios, que en el Magdaleniense anti-guo. Las gráficas con medias de frecuencias (a partirdel NR y, sobre todo, del NMI) muestran que efecti-vamente la especialización en ciervos crecía hasta elMagdaleniense inferior e incluso el medio-superiorinicial, y luego parecía caer en fases más avanzadasdel Magdaleniense superior-final. Al tiempo, la pro-porción por épocas entre yacimientos y niveles concaza polarizada en una especie, y los no polarizados,era cambiante a lo largo del Paleolítico superior. Losconjuntos polarizados tienden a incrementarse en elSolutrense y, sobre todo, durante el Magdalenienseinferior, en tanto que se inicia un declive primero sua-ve y luego más profundo durante el Magdaleniensereciente, estabilizado en el Aziliense. La polarizaciónfue acompañada de incrementos en la proporción deindividuos infantiles y juveniles frente a los adultos(esencialmente en las dos especies objeto de la espe-cialización, no en otras cazadas más ocasionalmente).Pero las curvas no parecen paralelas: la proporción deindividuos infantiles y juveniles creció de maneracasi paulatina hasta el Magdaleniense superior-final,estabilizándose después (González Sainz, 1989,1992b). Los valores altos de individuos juveniles einfantiles responden al interés creciente que fueroncobrando los rebaños de ciervas con sus crías, menosmóviles (especialmente al principio del verano) y desituación y caza más predecible para los grupos decazadores, frente a los ciervos machos, especialmen-te los más viejos, más dispersos durante casi todo elaño.

La información disponible, tal como la interpreta-mos, permite pues diferenciar dos grandes épocas a lolargo del periodo Magdaleniense, en la región cantá-brica:

– una de especialización creciente, en los yaci-mientos de la banda costera, sobre el animal másrentable (abundante, de escasa migración estacio-nal y de situación predecible: el ciervo). La cazade rebaños de este animal se convirtió en el eje delsistema de aprovechamiento cantábrico durante elMagdaleniense antiguo y fases iniciales delreciente, implicando probablemente una movili-dad logística y, en menor medida, residencial,relativamente amplia (dentro de los límites estre-chos que ofrece la región cantábrica). La caza deciervos y, más ocasionalmente, o de maneramenos sistemática, de otros ungulados en la ban-

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da costera se completó con la caza de caprinos(esencialmente Capra pyrenaica) desde los yaci-mientos situados en áreas de más fuertes pendien-tes. La polarización en Capra es, en todo caso,mucho menos relevante que la apreciada en labanda costera, en cuanto que las opciones cinegé-ticas eran más reducidas en esas áreas de roquedo,y de hecho, los cambios diacrónicos de la activi-dad cinegética a lo largo del Tardiglaciar sonmenos acusados en ellas. La especialización sobreuna especie concreta -ciervo o cabra según yaci-mientos– probablemente estuvo unida a una altaestandarización de los procesos de descarnado yacarreo, aprovechamiento de los animales etc.,bastante eficiente.

– en el Magdaleniense reciente, se observan algu-nos cambios relevantes en materia cinegética,especialmente durante el Msf. Desde yacimientosantes centrados en la caza masiva de ciervo, sepractica ahora, además, una caza relativamenteimportante de cabras. Apuntan en este sentido,aunque con distinta claridad, los valores de faunaobtenidos en Tito Bustillo, Cueto de la Mina, LaRiera, Castillo, Otero, Lumentxa, Urtiaga y Ekain(donde el fenómeno es más complejo). Otros yaci-mientos muestran valores similares a los de épo-cas anteriores, especialmente, como es lógico, lossituados en áreas interiores de roquedo. Laampliación de objetivos comentada no parecedeberse a cambios medioambientales y en laspoblaciones animales existentes en el territorio,sino que esencialmente se liga a modificacionesen la organización general del aprovechamientoeconómico, en la medida en que, como argumen-taremos, muestra cierta coherencia con otros cam-bios observados (intensidad del aprovechamientode las carcasas y, sobre todo, diversidad de losrecursos aprovechados).

En lo referido al grado de intensidad del aprove-chamiento de las carcasas, los trabajos más recientes(Adán 1997; Mateos 2002; Marín 2004; Costamagnoy Fano 2005), permiten deducir que desde el Magda-leniense inferior y sobre todo en el medio y superiorse estableció un tratamiento carnicero más intensivoen la región, que supone:

• la separación de grandes paquetes musculares–que se tratan con ayuda de cocinados y ahuma-dos para permitir un consumo diferido que pare-ce más frecuente en esta época (Adán 1997).

• un aprovechamiento intensivo de las partes ana-tómicas ricas en médula que parece responder aun procesado habitual a lo largo del Magdale-

niense reciente, y especialmente en la fase Mag-daleniense superior (Marín 2004, 30, a partir delos restos del nivel 4 de La Fragua, datado entorno a 12960 BP). Este aprovechamiento estáacompañado por una fracturación sistemática delos huesos para recuperar las grasas que contie-nen las paredes corticales con la ayuda de la coc-ción (Costamagno y Fano 2005). En este sentidose puede recordar el nivel 2 (Msf) de Santa Cata-lina, donde se aportaron cientos de cantos dearenisca, que presentan huellas de alteración tér-mica y que fueron empleados con toda probabi-lidad para el calentamiento de materiales, entreellos los líquidos (González Urquijo e Ibáñez2002).

Desde una óptica diacrónica, es de especial interésla propuesta de G. Adán (1997), que observa unincremento progresivo de las marcas de descarnado alo largo del Paleolítico superior, alcanzándose losvalores más altos en los niveles de esta época Magda-leniense superior-final.

4.3.2. La diversidad de recursos aprovechados

Frente a la idea inicial de algunos autores (asíStraus 1992, 2000-2001), es difícil en la actualidadasumir que la diversidad de recursos aprovechadoscreciera a lo largo del Tardiglaciar en paralelo a losavances en la especialización cinegética. El registrodisponible en la región sugiere que la diversidad derecursos comenzó a incrementarse de manera decisi-va solo a partir del momento en que la especializa-ción cinegética alcanza su mayor desarrollo, y se ago-tan las posibilidades de expansión de un sistemabasado en ella, y al tiempo, el cambio ambientalcomienza a ofrecer otras posibilidades.

Esto es, en las duras condiciones del pleniglacialy su prolongación en Dryas antiguo (GS-2), duranteel Magdaleniense antiguo y parte del medio, los apor-tes del marisqueo costero, la pesca en ríos y estuario,o las escasas posibilidades de recolección vegetal noparecen ofrecer sino recursos limitados, y de caráctermuy subsidiario, dentro de un sistema organizado enfunción de unas practicas de caza muy polarizadas,incluso en la banda costera.

A lo largo del Magdaleniense reciente se genera-liza una mayor presión sobre los recursos comple-mentarios. Esto es más claro en materia de pesca enlos ríos y estuarios incipientes de la región. El regis-tro de peces de tamaño medio o grande (sobre todosalmónidos, espáridos y pleuronectiformes) crece enparalelo al desarrollo de utensilios de caza específi-cos, especialmente en el Msf (González Sainz 1989,

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253). También parece incrementarse el marisqueocostero desde los yacimientos más cercanos al litoraly estuarios, especialmente en las fases más avanzadasdel periodo. A su vez, las posibilidades de recolec-ción vegetal comenzaron a incrementarse en las fasesCantábrico VI a VIII o, si son identificables, en elComplejo Interestadial. La voluntad de diversificar elaprovechamiento incluso se aprecia en actividadesantes mucho más esporádicas como la caza de aves(bien estudiada en Berroberría, Laminak II o, más tar-de, en Urratxa III).

La diversidad de recursos aprovechados, que ya esimportante en el Magdaleniense final, supone unaoptimización de los recursos del territorio cantábricoy de su gestión. Se vincula a un interés creciente poraquellos más predecibles y, por ello, frecuentementemás rentables (incluso en sectores concretos como lacaza de ungulados), y apunta a una cierta reduccióndel área total de donde se obtienen recursos al cabode un ciclo anual o mayor, y a un posible alargamien-to temporal de la ocupación de sitios concretos, espe-cialmente en la banda costera. En los epígrafes quesiguen trataremos de precisar el alcance y vinculacio-nes de estas tendencias de cambio.

5. DEMOGRAFÍA Y PATRONES DE POBLAMIENTO

A grandes rasgos, la distribución de yacimientosdel Magdaleniense reciente es similar a la de otrosperiodos del Paleolítico superior: los hábitats sesitúan entre 0-500 m de altitud, especialmente entre 0y 200 m, con mayor densidad en la banda costera y enpuntos de acceso a los valles medios y zonas derecursos diferenciados. La vinculación a los caucesfluviales es muy superior en esas zonas más interio-res que en la banda costera, donde también se ocupancuevas en los interfluvios.

Hay sin embargo dos diferencias importantes. Poruna parte, parece incrementarse la densidad de yaci-mientos. Por otra, se aprecia un cierto reequilibrio enla distribución E-W que lleva de concentraciones másaltas en la parte central y occidental del Cantábrico auna distribución más homogénea por el aumento delos yacimientos en el País Vasco, hacia el final delMagdaleniense y durante el Aziliense. A partir deAllerod - Cantábrico VIII, y ya en un contexto indus-trial Aziliense, se añade otra diferencia, dado quecomienzan a ocuparse cuevas más elevadas en altitudcomo Antón Koba, Urratxa III, yacimientos azilien-ses en la zona de Riaño y en Liébana… (Armendáriz1997; Bernaldo de Quirós et al. 1997; Muñoz y Ber-ganza 1997).

El recuento del número de yacimientos conocidospor épocas es un procedimiento de evaluar cambiosdemográficos que no hace feliz a nadie. Pero no haymucho donde elegir. Cuando hemos valorado esto(González Sainz 1995) se apreciaba un incrementoimportante del número de yacimientos durante elMagdaleniense reciente, y aun más del número desitios por milenio. Obteníamos una visión de los cam-bios a lo largo del Paleolítico superior regional enparte distinta a la defendida por L.G. Straus (en bre-ve: explosión demográfica en máximo frío –Solutren-se), que entendíamos condicionada por un problemade visibilidad arqueológica (dada la abundancia yubicuidad de las puntas líticas solutrenses). Frente aese esquema, los datos cantábricos no permiten asu-mir un incremento demográfico importante (ni tam-poco, según interpretamos, en la competitividadsobre los recursos del territorio) durante el máximofrío y su prolongación, sino sobre todo a partir deunos 13500 BP.

Cabe encontrar otra medida adicional de la pre-sión demográfica humana en la composición de lapirámide trófica. A lo largo del Tardiglaciar desapa-recieron de la región la mayor parte de los grandescarnívoros competidores de los humanos (Castaños1992), seguramente por la presión directa e indirecta(mayor competencia cazadora) de los grupos huma-nos. Como contraste, los pequeños carnívoros, quedependen de otras presas menos interesantes para loshumanos, se ven poco afectados y muestran mayorcontinuidad. Uno de ellos, el lobo, es objeto de lasprimeras experiencias de domesticación desde fasesantiguas del Magdaleniense regional (Altuna 1994).

Nuestra impresión es que en esta época del Mag-daleniense reciente se alcanza un grado de antropiza-ción y de control sobre el territorio entre 0 y 700 m dealtitud muy completo y sistemático, como en ningúnotro periodo anterior. Ello supuso reforzar una ten-dencia que viene de épocas previas: el aprovecha-miento sistemático no solo de las áreas más ricas dela banda costera, sino de aquellas con recursos máspolarizados estacionalmente y menor posibilidad dealternancia, estando implicado, aparentemente, unincremento algo más rápido de la base demográficaregional.

Movilidad y territorialidad son conceptos intro-ducidos desde antiguo en la historiografía del cantá-brico, usados de manera bastante polisémica, a vecesen un sentido económico equivalente al de área deexplotación, a veces en un sentido cultural, como lazona ocupada por un grupo con identidad propia(Barandiarán 1967; Utrilla 1977, 1981; Bailey 1983;Fernández Eraso 1985; Clark 1986). De hecho, las

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expresiones territoriales o espaciales son el resultadode procesos diferentes, que pueden funcionar cadauno de ellos a diferentes escalas y con diferentes lógi-cas, como intentaremos mostrar en el caso del Mag-daleniense reciente. El espacio es un recurso socialque se gestiona para atender las necesidades econó-micas, sociales e ideológicas de los grupos, en estecaso de cazadores-recolectores, por medio de la cir-

culación tanto de personas, como de productos y deideas. Por lo tanto, el territorio, y su gestión a travésde la movilidad, es el resultado de las relaciones quela población ha establecido y determinado socialmen-te con el medio físico y con los otros grupos humanos(cf. Terradas 2001) y de la propia organización inter-na del grupo. Nos interesa señalar aquí, que estasrelaciones presentan un conjunto de propiedades quepueden ser leídas en distintos aspectos del registroarqueológico, algunas de manera casi evidente y otrasno tanto.

La organización territorial de la explotación de losrecursos se reconoce en el desplazamiento de losmateriales cuyo origen puede ser reconocido, en ladistribución espacial de los yacimientos, en la funcio-nalidad de los asentamientos deducida de las activi-

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Figura 4. Distribución de yacimientos del Magdaleniense reciente en la región cantábrica1. Se han incluido, de Oeste a Este: en la cuenca del ríoNalón: Peña Candamo (A.rup.), La Paloma (Mmsf), Oscura de Ania (Mmsf), Sofoxó (Msf), La Lluera I (Msf), Las Caldas (Mms), Entrefoces(Msf) y La Viña (Mms). En la cuenca del Sella: Tito Bustillo (Mmsf, A.rup), Cova Rosa (Msf), Peña Ferrán (Msf), Los Azules (Msf), La Güelga(Mm), yacimiento de La Cavada (Msf), Collubíl (Msf). En el corredor costero asturiano oriental: Bricia (Msf), Cueto de la Mina (Mmsf), La Rie-ra (Msf) y Covarón (A.rup). Sobre la cuenca del Deva y afluentes: Pindal (A.rup), Llonín (Mmsf, A.rup), Los Canes (Msf), Covaciella (A.rup) yEl Bosque (A.rup). Cuencas del Saja-Besaya y zona litoral: La Pila (Msf), Altamira (A.rup), Cualventi (Msf), Linar (Msf. A.rup), Sovilla (Msf,A.rup). Sobre la cuenca del Pas: Castillo (Msf, A.rup), Pasiega (A.rup) y Monedas (A.rup). En el Miera y afluentes: Juyo (Mm), Cobalejos (Msf),El Pendo (Msf), Morín (Msf), Galería inferior de La Garma (Mm, A.rup), Garma A (Mmsf), Piélago II (Msf), Rascaño (Msf). En la cuenca delAsón: La Fragua (Msf), El Perro (Msf), Otero (Msf, A.rup), La Chora (Msf), El Valle (Msf), Cullalvera (A.rup), Mirón (Mmsf), Horno (Msf). Enla zona litoral entre ríos Aguera y Nervión: Urdiales (A.rup), Hoz (A.rup), Arenaza (Msf), En la cuenca del río Oka: Atxeta (Msf), Antoliña (Msf),Santimamiñe (Msf, A.rup), en la del río Lea: Santa Catalina (Msf), Lumentxa (Msf), Abittaga (Msf), Goikolau (Msf), Laminak II (Msf), en el áreainterior de Vizcaya: Silibranka (Msf). Sobre la cuenca del río Deba: Ermittia (Mms), Urtiaga (Msf), Lezetxiki (Msf), en el Urola: Ekain (Msf,A.rup), Erralla (Msf), En el Oria: Altxerri (A.rup). Del Urumea al Nivelle: Aitzbitarte IV (Msf), Torre (Msf) y Berroberría (Msf).

1 Se han omitido yacimientos con referencias menos precisas adepósitos del Magdaleniense superior-final (El Cierro, Viesca,Hermida, Balzola, Bolinkoba), al igual que una amplia serie condepósitos del Magdaleniense final y/o del Aziliense (Balmori,Covarón, Coberizas, Peñajorao, Cobrantes, Langatxo, Iruroin,Potorrosín VI, Jaizkibel). Por el contrario, sí incluimos algunossitios cuyas últimas ocupaciones parecen corresponder ya al ini-cio del Magdaleniense medio (La Güelga, El Juyo, y últimasrepresentaciones parietales de Altamira).

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dades económicas que se llevan a cabo en ellos o enla variedad de recursos explotados desde cada asenta-miento. La circulación de las ideas queda plasmadaen la extensión de conceptos técnicos o, más fácil-mente, en los elementos comunes de los repertoriosgráficos –las técnicas, los motivos o las composicio-nes.

Las evidencias relacionadas con la circulación delas materias primas líticas ya han sido desarrolladasen el apartado correspondiente a la tecnología por loque aquí solo recordaremos las tendencias observa-das. Entre estas, merece destacarse que desdemomentos avanzados del Magdaleniense medio ydurante el superior se aprecia una amplia circulaciónde materiales como el sílex, que permite fabricar lamayor parte del utillaje tallado en esta roca incluso enregiones desprovistas de ella, como el occidente can-tábrico. En el Magdaleniense final –y sobre todo en elAziliense– reconocemos cambios en esta tendenciaque llevan a una captación basada cada vez más enrocas locales. Como podría esperarse dadas las dife-rencias en el sustrato geológico que hemos menciona-do, este fenómeno es más acusado, y apreciable des-de fechas más tempranas, en el occidente de laregión.

Los recursos de origen marino también permitenevaluar el desplazamiento de los bienes. En el caso delos moluscos destinados al consumo alimenticio, laevidencia es en buena medida paralela a la señaladapara las rocas talladas. En las fases iniciales del Mag-daleniense reciente los recursos marinos son trans-portados más a menudo hacia el interior de la regiónque en las fases finales, algo que resulta especialmen-te significativo en un momento en el que la explota-ción de este tipo de recursos se ve intensificada en lazona costera. La circulación de objetos e ideas seplasma a veces en el mismo soporte. Además de esteuso alimentario, los moluscos han servido tambiéncomo elementos de adorno y esa convención y algu-nos de los moluscos que la codifican se han desplaza-do también a largas distancias como las que demues-tran la presencia de conchas mediterráneas en laAsturias magdaleniense (Alvárez Fernández 2002).

La distribución de técnicas o motivos gráficosestá relacionada con la circulación de ideas e imáge-nes y, por ello con las interacciones entre los grupos.En este punto, el contraste se observa entre la mayorextensión geográfica de los elementos figurativos ono de época Magdaleniense, frente a los indicios deregionalización observados sobre todo en el Azilien-se, hasta el final del Dryas III, plasmados en motivosdecorativos muy similares en áreas más pequeñas.Para la primera de esas épocas, puede servir, a título

de ejemplo, la repartición por todo el corredor cantá-brico de azagayas con un mismo motivo decorativocomo son las series de trazos oblicuos cortos alter-nando con líneas longitudinales, que están presentesen un amplio número de yacimientos repartidos entreAsturias y Guipúzcoa como La Paloma niv. 4, Cuetode la Mina B, La Riera 24, La Pila 4.3, El Valle, San-timamiñe VI, Lumentxa C, Ermittia III-II y UrtiagaD, que además parece encontrar refrendo parietal enun motivo de la Galería C de La Pasiega –sector C4,nº 80 de 1913– (González Sainz 1989, 236, 2005).Por el contrario, durante el Aziliense es más habitualencontrar motivos con distribuciones más circunscri-tas territorialmente como los colgantes decorados conidéntico o muy similar motivo de yacimientos delcentro-oriente de Cantabria -Morín, Piélago II, Ras-caño, La Chora, San Juan (González Sainz 1982,1989)–, o los arpones decorados de manera práctica-mente idéntica en yacimientos en este caso asturianos(Los Azules, La Lluera y Oscura de Ania).

Otra forma de acercamiento a la movilidad y terri-torialidad de las poblaciones paleolíticas ha sido ladistribución de los yacimientos ocupados en cadaperiodo, con el establecimiento de áreas o regionesque incluían los yacimientos más cercanos entre sí yque se suponían ocupados por grupos con una ciertaidentidad cultural. Esta vía presenta algunos proble-mas que tienen que ver con la naturaleza parcial ysesgada del registro arqueológico, algo que afectaespecialmente a este tipo de deducciones. Se han leí-do las soluciones de continuidad en las distribucionescomo una evidencia de áreas más o menos vacías queseparan a grupos diferentes. Sin embargo, estos hia-tos son debidos a menudo a las condiciones geomor-fológicas del territorio –en el Cantábrico, mayor omenor abundancia de cavidades cársticas– o al dise-ño de los programas de prospección y exploración,que pocas veces han sido sistemáticos y las más handependido de la accesibilidad de las diferentescomarcas para los investigadores2. En estas condicio-nes, creemos que la simple lectura de los mapas dedispersión de sitios no es suficiente para establecerterritorios grupales en el Magdaleniense.

Una manera complementaria de examinar la cues-tión se ha orientado a partir del estudio de la funciónde los asentamientos. La ocupación del territorioimplica el establecimiento de unas relaciones dentro

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2 Un buen ejemplo, aunque circunstancial, reside en la estrechavinculación entre la red de yacimientos arqueológicos y centrosrupestres descubiertos por H. Alcalde del Río y L. Sierra en losprimeros años del siglo XX, y el trazado y distribución de apea-deros del tren de vía estrecha que recorre la región, entoncesrecién inaugurado (González Sainz 1999, 47).

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del grupo, y de éste con el medio, reflejadas en lasactividades que se realizan o que se evitan en los dife-rentes asentamientos. Esta distribución de las activi-dades se organiza según patrones que permiten reco-nocer algunas de las propiedades de las estrategias demovilidad y territorialidad, siguiendo por ejemplo losmodelos generales de movilidad logística / movilidadresidencial. La función de los asentamientos se haabordado a partir de criterios como el tipo y cantidadde utillaje acumulado en los niveles de ocupación delos yacimientos, la presencia de estructuras, la asocia-ción de las ocupaciones con arte mueble o parietal, lapotencia y continuidad de los niveles o el tipo de res-tos faunísticos.

Un tipo de análisis especialmente productivo, por-que refleja de manera directa la presencia o ausenciade distintos tipos de actividades, es el estudio de lashuellas de uso del utillaje de piedra. En este caso lalimitación deriva de que se ha aplicado en pocos con-juntos (cf. González Urquijo e Ibáñez 2005/2006),por lo que sus indicaciones son tentativas. Para elperiodo que tratamos y los más cercanos a él conta-mos con los resultados de los análisis de Rascaño, El

Juyo (Keeley 1988), Santa Catalina, Berniollo yLaminak II (Ibáñez y González Urquijo 1996), unpoco más alejados encontramos las referencias deAbauntz (Utrilla et al. 2003), El Parco (Calvo 2004)o el conjunto de yacimientos estudiados en torno a LaBalma Margineda (Philibert 1998). La tendencia quese observa es que en las ocupaciones de época másreciente hay una mayor segmentación de los procesosde trabajo (ver figura 5): en algunos asentamientos seconcentran los trabajos de captación de materias y enotros los de transformación más complejos (elabora-ción y acabado de productos en materias óseas y enmadera por ejemplo). Esta distribución de tareas serefleja muy bien en el procesado de la piel. La pielfresca se asocia a las labores de captación porque elprocesado inicial tiene que ser temprano mientras eltrabajo con la piel seca, más costoso en tiempo,esfuerzo y utillaje puede ser diferido y habitualmentese reserva para asentamientos más estables. Estajerarquización de actividades no se da en el nivelmagdaleniense de Santa Catalina, donde se recono-cen casi todas las labores, algo parecido a lo que ocu-rre en momentos más antiguos del magdaleniense enRascaño y El Juyo (Keeley 1988). Un cambio de ten-

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Figura 5. Distribución de actividades realizadas con el utillaje de piedra tallada en los niveles magdaleniense y aziliense de Santa Catalina y enBerniollo.

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dencia similar al que describimos aquí se encuentratambién en el Pirineo, como muestran los estudiosque citábamos de El Parco y Balma Margineda. Estoscambios reflejan una evolución de la organización delas tareas en el territorio, con el paso de estrategias demayor movilidad residencial –el conjunto de lapoblación se desplaza más a menudo para acercarse alos recursos– a otras en las que prima la movilidadlogística –son los recursos captados y procesados losque se desplazan por el territorio para acercarlos a losconsumidores.

De manera más indirecta, la reducción en el gradode polarización cinegética y el aumento en la diversi-dad de recursos aprovechados, que se aprecia mejoren la segunda parte del Magdaleniense reciente, sonigualmente coincidentes en sugerir modificaciones enla organización de la movilidad y los comportamien-tos de territorialidad. A medio plazo, el paso de unsistema económico organizado en función del apro-vechamiento de un recurso cinegético más rentable(los ciervos) a otro orientado a un aprovechamientomás integral de los recursos del territorio, permiteinferir una movilidad territorial reducida con un apro-vechamiento más intenso de parcelas de territoriocomparativamente menores.

El balance de las referencias que hemos discutidohasta aquí sobre la movilidad y territorialidad sugiere(1) una amplia circulación de personas, productos,ideas e imágenes por el corredor cantábrico en lasfases iniciales del Magdaleniense reciente, seguidapor (2) una restricción de la movilidad anual de losgrupos en el aprovechamiento de los recursos a partirdel Magdaleniense final y (3) una posterior territoria-lización en otros aspectos de estas sociedades.

En el comienzo del Magdaleniense reciente seobserva la existencia de un sistema de movilidadcaracterizado por los desplazamientos de los gruposen un territorio amplio en el que se capta una gamade recursos relativamente restringida de maneracada vez más intensiva. Esta amplia movilidad en loque se refiere al territorio explotado está acompaña-da por una movilidad también fluida en la circula-ción de ideas que debe estar relacionada con la exis-tencia de redes de interacción a larga distancia, quevinculan a todo el Cantábrico y quizá a una parte delas regiones pirenaica y aquitana, como parecenindicar unas convenciones gráficas similares, exten-didas ahora incluso a los signos abstractos tipo Pin-dal-Cullalvera.

Lo que sucede al final del Magdaleniense y duran-te el Aziliense es que se incrementa muy notablemen-te la territorialidad de los grupos, especialmente en

regiones “llenas” o densamente pobladas, constreñi-das geográficamente y con posibilidades de expan-sión territorial limitadas (aunque comiencen a apro-vecharse: incrementos en la altitud de algunos yaci-mientos ocupados por primera vez, probable mayorfrecuencia de paso a otras áreas como el valle delEbro…). Este incremento de la territorialidad va uni-do a una reducción de las áreas de aprovechamiento/ciclo y quizá de la movilidad residencial. El cambioen la territorialidad y quizá en la movilidad residen-cial adquiere sentido con una base demográficaamplia, y con un grado de diversificación alta de losrecursos. Y va unida al reequilibrio demográfico de laregión cantábrica. Frente al mayor peso de las redesde poblamiento en zonas abiertas llanas de la bandacostera en el centro y occidente de la región, lo quesucede en el Magdaleniense superior-final y posteriorAziliense, es un reequilibrio y más importante creci-miento de los sitios en el cantábrico oriental, que notiene sentido con anterioridad a la diversificaciónamplia de recursos.

El conjunto de datos sobre la circulación de pro-ductos e ideas y sobre la organización de las activida-des implica comportamientos territoriales más inten-sos en el Aziliense. Este proceso de territorializaciónafecta inicialmente a la explotación de los recursos yno es completamente contradictorio con el manteni-miento de una cierta capacidad de interacción a largadistancia, algo que viene sugerido por el ajuste deesos temas decorativos abstractos azilienses, comolos de línea-puntos, con lo que sucede en ampliaszonas del SO europeo (González Sainz 1982, 1989;D´Errico y Vanhaeren 2000), o la misma identidad delos procesos técnicos “azilienses” en amplias áreasdel Cantábrico y Pirineos.

6. SÍNTESIS

El Magdaleniense reciente se extiende a través devarias fases entre el 14400/14200 y el 11800/11500BP, a lo largo de algo más de cuatro milenios, y coin-cide con las fases finales de la última glaciación, enmomentos relativamente atemperados dentro de unambiente aún pleistoceno. El cambio climático yambiental más general que lleva del Pleniglacial has-ta el Holoceno (del 20000 al 10000 grosso modo)parece haber ido introduciendo nuevas tensiones ynuevas alternativas a los grupos humanos que ocupa-ron la región cantábrica, pero, aunque hemos discuti-do con cierto detalle las condiciones ambientales ysus variaciones a escala milenaria o incluso secular,parece evidente que los principales cambios cultura-les son bastante independientes de las fluctuacionesclimáticas de ciclo más corto.

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Los cambios más generales como la reforestación,fluctuante pero progresiva a partir de las especiesarbóreas refugiadas en estos territorios, la modifica-ción geográfica que supone la transgresión marina -con la inmersión de las zonas costeras del Pleistoce-no y la formación de estuarios con cada vez mayoresbiomasas–, la apertura de la circulación termohalinahacia el norte del Atlántico, el aumento del caudal delos ríos, la progresiva disolución de las condicionesglaciares y periglaciares en las zonas de montaña can-tábrica, los cambios en el cortejo faunístico de ungu-lados y carnívoros –algunos condicionados por elcambio ambiental y otros por la acción humana– vana ir promoviendo un escenario con recursos y condi-ciones de acceso a ellos diferentes a los típicamentepleistocenos. Este nuevo escenario ambiental no esexactamente, en nuestra perspectiva, el generador delos cambios históricos y culturales contemporáneossino un factor en buena medida independiente queofrece oportunidades diferentes a las anteriores paralas nuevas necesidades económicas y sociales de losgrupos de cazadores-recolectores del Cantábrico.

Desde el Solutrense avanzado y el Magdalenienseinferior en la región parece instalada una dinámicabien descrita (Straus 1977, 1986, 1992, 2000-2001;González Sainz y González Morales 1986) que llevaa una explotación económica concentrada y especia-lizada en un repertorio reducido de recursos, básica-mente una o dos clases de ungulados, el ciervo y lacabra. Estos ungulados presentan una amplia serie deventajas para este tipo de explotación –la abundancia,el carácter predecible, la estabilidad estacional, eltamaño o la etología– y parecen haber constituido labase de la explotación de recursos para la subsisten-cia durante estos periodos.

Este tipo de aprovechamiento implica una movili-dad en territorios relativamente amplios y la ocupa-ción de manera preferente de las partes de la regiónmás favorables para esta estrategia, las que mostra-rían mayores densidades de este tipo de recursos: lasllanuras litorales y los valles más abiertos de la partecentral y occidental.

En esta estrategia de movilidad se da una débildivisión y jerarquización de las actividades entre losdiferentes asentamientos. En todos ellos, especial-mente creemos en los situados en la banda costera, seencuentran representadas de manera equilibradatodas las fases de captación y procesado de los mate-riales.

Los grupos humanos muestran una organizacióny unos comportamientos, a falta de un término sufi-cientemente preciso, estereotipados, normativos,codificados, normalizados o consensuados, aprecia-

ble en numerosos aspectos. Entre ellos destaca laproducción y gestión del utillaje, para el que sedesarrolla un sistema que incluye (1) la captación dematerias primas de calidad -proyectiles óseos casiexclusivamente en asta, aprovechando sobre todolas ramas centrales, producción lítica centrada en elsílex sin recurso a otras materias–, (2) la aplicaciónde técnicas de producción cuidadas –por ejemplo,en el acabado del utillaje óseo o abandono de la pro-ducción de lascas en la talla de la piedra– y (3) unaselección rigurosa de los soportes –en el caso de lalítica, en el que se tienden a usar o retocar solo lossoportes regulares. El esfuerzo en la captación demateriales de buena calidad y la circulación de pro-ductos acabados entre los asentamientos sugieren encualquier caso una cierta planificación de las activi-dades.

En la expresión gráfica, tanto en las representacio-nes parietales como muebles, éste es el momento enque las convenciones siguen pautas más estrictas, lastécnicas son más homogéneas y cuidadas, las compo-siciones están mejor acabadas y los motivos tienenextensiones geográficas más amplias. El mundo sim-bólico de estos grupos, tal como esta reflejado enestas manifestaciones, presenta elementos a la vezcomplejos y precisos, compartidos por poblacionesde amplias regiones en el Suroeste y aun el centro deEuropa.

Se detecta un elemento notable de cambio en elinterior del periodo y es que en la explotación econó-mica es evidente una tendencia a la intensificación, alo largo del Magdaleniense medio y (sobre todo) en elMagdaleniense superior, que se expresa en tres estra-tegias que deben entenderse como complementarias:(1) una caza masiva concentrada en las ciervas y suscrías, (2) un aprovechamiento exhaustivo de las car-casas de los animales cazados con explotación de lamédula y diseño de técnicas que permiten recuperarla grasa de los huesos, por fragmentación y cocido y(3) un tratamiento carnicero y conservador que per-mite el almacenamiento y un consumo diferido de lacarne.

La densificación de la red de yacimientos a lo lar-go del periodo y la extinción o abandono paulatino dela región por parte de los grandes carnívoros compe-tidores de los humanos sugieren un importanteaumento poblacional que puede situarse en la base delas tensiones de cambio económico que se observanen el periodo.

El contexto general que describimos hacia el13000 BP presenta algunas de las condiciones quellevan al incremento de tensiones sociales intragrupa-

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les. La formación de grupos más grandes, con siste-mas de aprendizaje / coerción más rígidos, gestión deexcedentes alimentarios almacenados, planificaciónde actividades y producción de utillaje de uso diferi-do y la intensidad de las relaciones entre grupos dis-tintos fomenta la aparición de ámbitos públicos don-de se introducen lógicas de relación social ajenas alas domésticas. Estas situaciones inducen la apariciónde desigualdades en el seno de los grupos de cazado-res-recolectores, en aspectos tan sensibles como elreparto de las tareas y el reparto de las recompensassociales como el poder, el prestigio y la información(cf. Murdock y Provost 1973; Hayden et al. 1986;Testart 1986; Karlin et al. 1992; Brightman 1996,inter alia).

A menudo esta tensión social se resuelve con laaparición de diferencias dado que hay grupos quetienden a monopolizar o controlar el acceso a estosrecursos sociales. Las referencias etnográficas sugie-ren que estas diferencias intragrupales se organizanen muchas ocasiones con criterios de género. Ladetección de diferencias sociales en el registro paleo-lítico es delicada y en el caso del Magdaleniensereciente cantábrico faltan los elementos que podríanser definitorios (como los ajuares de los enterramien-tos, los análisis de paleodietas o la presencia de evi-dencias de acumulación). En el estado actual de lainformación resulta difícil pronunciarse sobre si estastensiones se manifestaron en la generación de estasdesigualdades o se diluyeron y reorientaron con loscambios generales que se producen a partir de estemomento.

A partir del 12500/12000 BP se asiste a una reo-rientación de las estrategias económicas en un con-texto en el que las fórmulas anteriores de intensifica-ción parecen haber encontrado un punto de satura-ción. Como decíamos, el cambio ambiental va a irmodificando progresivamente el aspecto del territorioy también la gama de recursos explotables por laspoblaciones cantábricas. Uno de los elementos prin-cipales de esta reorientación es la diversificación delos recursos explotados, una diversificación queincluye la ampliación del espectro de ungulados caza-dos a partir de los asentamientos y el aprovechamien-to cada vez más intensivo de recursos alternativoscomo los peces, las aves, los moluscos marinos y qui-zá los vegetales.

De hecho, el comienzo de esta tendencia diversi-ficadora es probablemente anterior y se ve reflejadopor ejemplo en la aparición de los arpones destinadosa expandir el abanico de animales capturados. Algu-nas de estas estrategias de diversificación requierende pocas modificaciones, por ejemplo este tipo de

innovación técnica en la morfología de la punta delproyectil que supone el arpón. Sin embargo, otrasrequieren de cambios sustanciales -sobre todo en laorganización de la movilidad– que son más difícilesde conciliar con la polarización cazadora de losmomentos anteriores.

Los territorios ocupados en la región y las estrate-gias de movilidad en el seno de estos territoriosvarían acordes con esta reorientación. La diversifica-ción lleva a la ocupación de las zonas altas de mediamontaña –un fenómeno especialmente apreciabledesde el Allerod-Cantábrico VIII– y reequilibra elpoblamiento regional, con la aparición de una ocupa-ción tan densa en la parte oriental, más quebrada,como en la central u occidental.

Se observa una reducción de la movilidad o lo quees lo mismo, una territorialización de la explotacióneconómica. En este modelo, los asentamientoscomienzan a cumplir funciones diferentes en losciclos a lo largo del año o según su posición en elterritorio. En algunos de ellos se centralizan las acti-vidades de procesado más complejas como el trabajode la piel o la elaboración de los utillajes mientrasotros se especializan en la captación de materias pri-mas, sobre todo las animales.

Las actividades técnicas muestran una relajaciónde los constreñimientos normativos de los mileniosanteriores (del relativo preciosismo en el acabado ydecoración, a la tendencia al pragmatismo en el Azi-liense, ya indicada por Fernández-Tresguerres 1980)que se manifiesta en una captación menos exigente entérminos de calidad de las materias primas -de proce-dencias más locales, en la simplificación de algunosprocesos técnicos y en una selección menos rigurosade los soportes que sirven para fabricar los utillajes.Los útiles de asta están peor acabados y se hacen ensoportes mediocres, y en el Aziliense se recupera elhueso como materia prima para los proyectiles óseos,mientras en la industria lítica se usan o se fabricanútiles en tipos de lascas o laminillas irregulares queeran desechados en el Magdaleniense medio o supe-rior.

La territorialización económica probablementeafecta a los contactos culturales a larga distancia quehabían sido característicos del Cantábrico a lo largode la mayor parte del Magdaleniense, especialmenteentre 14500 y 12500 BP. Uno de los ejemplos de estaafección sería la desaparición del típico repertoriográfico figurativo magdaleniense. Desde el trabajo deGonzález Sainz (1989) en el que se situaba este fenó-meno en el contexto del resto de los cambios econó-micos y sociales del momento, algunos autores han

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3 “specifically related to making a living under often brutal glacialconditions in open environments”.

insistido en la relación entre el colapso del arte figu-rativo y las otras modificaciones del periodo. De estecambio tan radical en el arte, M. R. González Mora-les (1991, 212) deduce la necesidad de una “seriecompleta de cambios en la organización social de laproducción [vinculado a cambios en las condicionesmateriales de la producción y a las relaciones de lasfuerzas productivas]”. L. G. Straus (2000-2001, 275)desde una perspectiva más adaptativa, entiende que laiconografía magdaleniense resultaba anacrónica einsostenible en el contexto ambiental del Allerod alquedar obsoleta su función de garante de la supervi-vencia en un medio ambiente glacial3.

En cualquier concepción de la historia más omenos sistémica como la que hemos desarrolladohasta aquí resulta evidente que estos cambios impor-tantes de las manifestaciones simbólicas deben estarrelacionados con alteraciones igual de sustanciales enla organización económica y social de los grupos delperiodo, en la línea de lo que señalan L.G. Straus y

M.R. González Morales. Sin embargo, nos parecehaber mostrado que los cambios económicos, socia-les e ideológicos no han seguido los mismos ritmos yque desde luego no han sido simultáneos y mecáni-cos. La diversificación de la explotación de recursosy la reducción de los territorios económicos, porejemplo, es una tendencia que precede en varias cen-turias a la desaparición del arte parietal figurativo. Enla medida en que éste puede tomarse como prueba delos contactos a larga distancia que funcionaron duran-te la mayor parte del Magdaleniense reciente, éstosdebieron mantenerse un cierto tiempo, quizá adaptan-do sus funciones. Aunque más tarde son evidentes lasmanifestaciones de esta regionalización cultural –enalgunos tipos bien formalizados o en los motivosdecorativos– se aprecia la existencia de relacionesbien fluidas hasta el final del Pleistoceno (en elaspecto general de los conjuntos de utillaje o inclusoen algunas las convenciones gráficas azilienses o epi-paleolíticas), dos aspectos que no tienen por qué seren sí mismos contradictorios.

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