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En camino hacia el 90º aniversario del Instituto A cargo del Consejo Central del Instituto Secular de las Misioneras de la Realeza de Cristo Pro manuscripto Roma, 2007

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En camino hacia

el 90º aniversario del Instituto

A cargo del Consejo Central del Instituto Secular de las Misioneras

de la Realeza de Cristo

Pro manuscripto Roma, 2007

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Introducción “VUESTROS MISMOS OJOS HAN VISTO TODA ESTA GRAN OBRA QUE YAHVÉH HA REALIZADO” (Dt 11,7) Nos preparamos para celebrar el 90º aniversario del ISM. Queremos hacerlo por medio de un camino trienal, conscientes de cuan importante es hacer memoria y al mismo tiempo abrirnos hacia el futuro. El itinerario que se propone se articula, idealmente, en tres años, con el fin de ofrecernos un tiempo favorable de escucha y de conversión. En ese tiempo, animadas por la Palabra, por la vida de las Misioneras y la historia del mundo, hemos sentido la exigencia de revisar nuestras Constituciones, para vivir el Evangelio con renovado valor y pasión en la fidelidad a nuestra vocación y al hombre contemporáneo. Ahora, mientras nos preparamos a la celebración del nonagésimo aniversario del Instituto, advertimos una fuerte exigencia de que el testo escrito no permanezca en el papel, sino se convierta en vida para:

• regresar a lo esencial de nuestra experiencia de fe y de nuestra espiritualidad • atestiguar, de modo creíble y auténtico, con las palabras y las obras, el Evangelio, en

nuestro mundo dividido, desigual y hambriento de sentido • renovar la vida de nuestros grupos, a fin de que se conviertan cada vez más en lugar

de fraternidad y sostén para la misión.

El asombro y la gratitud que sentimos al celebrar el gran don de nuestra vocación, recordando a las numerosas hermanas que nos han precedido y acompañado, nos estimulan para restituirlo a través de nuestra vida donada totalmente al Señor y a los hermanos. Estamos llamadas, pues, a la luz de la Palabra, siguiendo el ejemplo de Francisco y Clara, a hacer discernimiento, a través de un análisis profundo de la situación en la que nos encontramos, ya sea a nivel personal como institucional, para tener la osadía de ser discípulos y vivir el Evangelio sine glossa.

Los hermanos y las hermanas del Consejo Central

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dos mil siete: “Mirarse dentro”

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En escucha Conviene que hoy me quede yo en tu casa (Lc 19, 1-10)

Habiendo entrado en Jericó atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quien era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iva a pasar por allí. Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.” Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban, diciendo: “Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.” Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: “Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres: y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.” Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.”

¿Qué había hecho de su vida Zaqueo? ¿Para qué había vivido? ¿Y nosotras? Para responder a estas preguntas es necesario entrar y mirar dentro de nosotras mismas, hacer luz, salir de los esquemas que nos protegen y ponernos en discusión. Para lograr esto es necesario tener el valor de abandonar el proprio papel, la propia imagen, incluso aceptando aparecer ridículos si fuese necesario. Zaqueo es “jefe de los publicanos” (19,2), tiene una función pública importante, es un hombre importante y rico. Imaginémoslo mientras corre delante de todos, sólo para ver a un discutido maestro que pasaba por Jericó. Aún más, imaginémoslo que se sube como si fuera un jovencito a un árbol, lleno de curiosidad, sin preocuparse de nada. Zaqueo es curioso, no está saciado, busca aún, no obstante la posición de relieve que ocupa. También nosotras tenemos una imagen de nosotras y una que transmitimos a los demás. Para encontrar la mirada de Jesús que puede donar sentido a nuestra vida, debemos estar dispuestas a ponernos en discusión. Sólo de este modo Zaqueo pudo encontrar a Jesús, pudo escucharle y dejar que entrase íntimamente en su vida. Es necesario salir, abrir las puertas cerradas, correr afuera… para encontrar al Señor.

“Conviene que hoy me quede yo en tu casa”.

• Conviene: expresa una necesidad fuerte. El Señor se debe detener en casa de Zaqueo. Ha pasado por ahí para esto; más aún, ha venido al mundo para encontrar al hombre en su vida, en su realidad más profunda.

• Detenerse: es necesario detenerse, pararse, entrar dentro. Sólo deteniéndonos podemos escuchar a nosotras mismas. Jesús no dice nada a Zaqueo, pero le permite “escucharse”.

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• En tu casa: en la intimidad más profunda, donde se esconden los temores, las frustraciones, los sentidos de culpa, los deseos no manifestados y que no se pueden expresar.

La casa de Zaqueo está fuera, es la casa de un hombre importante y rico, pero en realidad es la casa de un hombre pobre de relaciones, considerado un pecador, que bien sabe que es un ladrón… Allí entra Gesù. ¡Dejémoslo entrar también en nosotras!

FRANCISCO NOS INVITA A MIRARNOS DENTRO: 1 Cel 6-7 Tomamos de la primera biografía de Francisco un pasaje referente a su conversión: en los inicios de su camino Francisco tiene necesidad de entrar en sí mismo, de mirarse dentro, y de retirarse en una gruta para orar y reflexionar.

Cambiado ya, pero sólo en el interior y no externamente, renuncia a marchar a la Pulla y se aplica a plegar su voluntad a la divina. Y así, retirándose un poco del barullo del mundo y del negocio, procura guardar en lo íntimo de su ser a Jesucristo. Cual prudente comerciante, oculta a los ojos de los ilusos la perla hallada y con toda cautela se esfuerza en adquirirla vendiéndolo todo. Tenía a la sazón en la ciudad de Asís un compañero, amado con predilección entre todos; como ambos eran de la misma edad y una asidua relación de mutuo afecto le hubiera dado ánimo para confiarle sus intimidades, le conducía con frecuencia a lugares apartados y a propósito para tomar determinaciones y le aseguraba que había encontrado un grande y precioso tesoro. Gozábase este su compañero, y, picado de curiosidad por lo oído, salía gustoso con él cuantas veces era invitado. Había cerca de la ciudad una gruta, a la que se llegaban muchas veces, platicando mutuamente sobre el «tesoro». Entraba en ella el varón de Dios, santo ya por su santa resolución, mientras su compañero le guardaba fuera. Lleno de nuevo y singular espíritu, oraba en lo íntimo a su Padre (Mt 6,6). Tenía sumo interés en que nadie supiera lo que sucedía dentro, y, ocultando sabiamente lo que con ocasión de algo bueno le acaecía de mejor, sólo con su Dios deliberaba sobre sus santas determinaciones. Con la mayor devoción oraba para que Dios, eterno y verdadero, le dirigiese en sus pasos y le enseñase a poner en práctica su voluntad. Sostenía en su alma tremenda lucha, y, mientras no llevaba a la práctica lo que había concedido en su corazón, no hallaba descanso; uno tras otro se sucedían en su mente los más varios pensamientos, y con tal insistencia que lo conturbaban duramente. Se abrasaba de fuego divino en su interior y no podía ocultar al exterior el ardor de su espíritu. Dolíase de haber pecado tan gravemente y de haber ofendido los ojos de la divina Majestad; no le deleitaban ya los pecados pasados ni los presentes; más no había recibido todavía la plena seguridad de verse libre de los futuros. He aquí por qué cuando salía fuera, donde su compañero, se encontraba tan agotado por el esfuerzo, que uno era el que entraba y parecía otro el que salía.

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Cierto día en que había convocado la misericordia del Señor hasta la hartura, el Señor le mostró cómo había de comportarse. Y tal fue el gozo que sintió desde este instante, que, no cabiendo dentro de sí de tanta alegría, aun sin quererlo, tenía que decir algo al oído de los hombres. Mas, si bien, por el ímpetu del amor que le consumía, no podía callar, con todo, hablaba con mucha cautela y enigmáticamente. Como lo hacía con su amigo predilecto, según se ha dicho, acerca del tesoro escondido, así también trataba de hablar en figuras con los demás; aseguraba que no quería marchar a la Pulla y prometía llevar a cabo nobles y grandes gestas en su propia patria. Quienes le veían pensaban que trataba de tomar esposa, y por eso le preguntaban: «¿Pretendes casarte, Francisco?». A lo que él respondía: «Me desposaré con una mujer la más noble y bella que jamas hayáis visto, y que superará a todas por su estampa y que en todas descollará por su sabiduría». En efecto, la inmaculada esposa de Dios es la verdadera religión que abrazó, y el tesoro escondido es Reino de los cielos (Mt 13,44) que tan esforzadamente él buscó; ¡porque era preciso que la vocación evangélica se cumpliese plenamente en quien iba a ser ministro del Evangelio en la fe y en la verdad!

La imagen de la gruta en la que Francisco se recogía manifiesta incluso físicamente su voluntad de “mirarse dentro”, de entrar en sí mismo para descubrir mejor la voluntad de Dios. Entre otros, el pasaje habla también de la presencia de un amigo que acompaña a Francisco: ¡es hermosa esta presencia amigable, incluso en el momento de entrar en sí mismos! El final de la narración trozo muestra que a partir de este momento de retiro en sí mismo hace una decisión que se vuelca hacia el exterior, con la imagen, muy adecuada a un joven capaz de grandes deseos: “¡la mujer más noble y bella que jamás hayáis visto, y que superará a todas por su estampa y en en todas descollará por su sabiduría!”. También nosotras estamos invitados, de vez en cuando, a retirarnos en la gruta, a mirarnos dentro, quizás acompañados por un amigo paciente, para acoger la revelación de la voluntad de Dios, que nos indica una vocación evangélica que realmente ¡es la más bella que cualquier otro matrimonio! CLARA NOS INVITA A MIRARNOS DENTRO: Testamento de Clara 6-8

Es, pues, deber nuestro, hermanas queridas, tomar en consideración los inmensos beneficios de Dios en nosotras; y, entre otros, los que por medio de su servidor, nuestro amado padre el bienaventurado Francisco, se ha dignado realizar en nosotras, no sólo después de nuestra conversión, sino incluso cuando vivíamos en la miserable vanidad del siglo.

Las palabras de Clara al comienzo de su testamento son una invitación para mirarnos dentro, para “meditar los beneficios de Dios”: se trata de una invitación para cultivar la actitud profundamente bíblica del “hacer memoria”, para recordar el camino que ya hemos recorrido con una mirada inteligente y escrutadora, capaz de reconocer en los acontecimientos de la propia vida el designio de Dios. Para Clara, esta historia personal de beneficios de Dios se mezcla a la figura y al nombre de Francisco, que ella reconoce como el medio a través del cual Dios se ha servido para actuar en su historia.

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Para ref lexionar - Hacer la memoria de mi historia …: ¿quiénes son las personas y cuáles los acontecimientos

salientes? - Trato de entrar en mí misma … ¿qué dones, deseos, temores, desilusiones, adaptaciones …

descubro? - ¿Qué obstáculos me impiden realizar las espectativas, los “sueños” que viven en mí?

- En la historia comunitaria del Instituto, ¿cuáles son las etapas y los momentos que puedo

redescubrir, ya sea pensando en la historia de los orígenes, como pensando en la historia del ISM en mi País o en mi realidad?

- ¿Cómo podemos “mirar” dentro de nuestra comunidad fraterna, en nuestro grupo y hacer

verdad, luz? En la histor ia “Debemos vivir con nosotros mismos como con todo un pueblo: entonces se conocen todas las cualidades de los hombres, buenas y malas. Y si deseamos perdonar a los demás, primero debemos perdonar nuestros defectos a nosotros mismos.”

“Creo que la vida pretenda mucho de mí y que me reserve también mucho, pero debo saber escuchar mi voz interior, debo permanecer honesta y abierta y no escapar a ese sentimiento.”

“Ser fiel a todo sentimiento, a todo pensamiento que ha comenzado a germinar. Ser fieles en el sentido más amplio del término, fieles a sí mismos, a Dios, a los propios momentos mejores. ¡Y donquiera que estemos, estar «al cien por ciento». Mi «hacer» consistirá en «ser»!” (Etty Hillesum, muerta en Auschwitz, por haber elegido compartir la suerte de su pueblo)

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dos mil ocho: “Mirarse en torno a sí”

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En escucha

Al verle tuvo compasión (Lc 10,29-37)

Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?». Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: ‘Cuida de él y si gastas algo más , te lo pagaré cuando vuelva’. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?». El dijo: «El que tuvo misericordia de él». Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

Todos los que pasaron ese día, por el camino desierto que bajaba de Jerusalén a Jericó, vieron a un hombre al que habían golpeado y robado y lo habían abandonado medio muerto. Dos de ellos “pasaron de frente”. Hay muchos modos de mirar. De hecho, ver sólo con los ojos no es suficiente. Todos vemos muchas cosas, pero no todas quedan fijadas en nuestra mente y, menos aún, tocan nuestro corazón y estimulan nuestras elecciones. Existe un ver artificial que no implica la vida; como el sacerdote y el levita, podemos ver y continuar por nuestro camino, con nuestros objetivos, con nuestros esquemas. Es indicativo que estas dos personas sean dos hombres “religiosos”, vinculados de modo particular con el templo. Conocen la ley, lo que Dios manda, la Palabra fuerte de los profetas; ven, pero pasan de largo. Hay otro modo de ver, que la parábola atribuye a un Samaritano, un excluido, según la tradición evangélica, un herético. “Al verle tuvo compasión”. Este hombre ve con los ojos y con el corazón. Deja que lo que ve entre en lo íntimo, modifique sus proyectos y sus ritmos. Tiene el valor de no quitar la mirada, sino de mirar el sufrimiento y el dolor del hombre caído en tierra. Se detiene, se acerca y se ocupa del otro, lo toma a su cargo como si fuese su tarea. Su camino cambia, se vuelve aquel que ha determinado el encuentro. Este es el modo de ver entorno a nosotras, el modo de ver del discípulo que sigue a su Maestro que es el buen Samaritano. FRANCISCO NOS INVITA A MIRAR EN TORNO A NOSOTRAS: Testamento 1-3

El Señor dio de esta manera, a mí el hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia; en efecto, como estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me condujo en

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medio de ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de los mismos, aquello que me parecía amargo, se me tornó en dulzura de alma y cuerpo; y, después de esto, permanecí un poco de tiempo y salí del siglo.

El comienzo del Testamento de Francisco nos muestra a un hombre que recuerda su propia conversión marcada por su “mirarse en torno a sí” y por descubrir en torno a él a hermanos: los leprosos. Francisco descubre al Señor al “hacer misericordia” a los hermanos: esos hermanos leprosos cuya vista le parecía demasiado amarga y en medio a los cuales le conduce Dios. Si deseamos un buen ejemplo de un “mirarse en torno a sí” que genera conversión, aprendamos de los inicios de Francisco: él mira en su alrededor y, después de muchas veces en que su mirada había rechazado fijar la amarga presencia de los leprosos, finalmente el Señor abre sus ojos a la misericordia. Quizás es así también para nosotras: se trata de mirar en nuestro alrededor y reconocer a los que están junto a nosotras, incluso cuando se trata de presencias desagradables. Y en esta mirada, y en este encuentro, puede tener lugar también para nosotras la revelación del Señor. CLARA NOS INVITA A MIRAR EN TORNO A NOSOTRAS: Testamento de Clara 18-23

¡Con cuánta solicitud y con cuánto empeño del alma y del cuerpo debemos cumplir los mandamientos de Dios y de nuestro Padre, para devolver multiplicado, con la ayuda del Señor, el talento recibido! Pues el mismo Señor nos puso a nosotras como modelo para ejemplo y espejo no sólo ante los extraños, sino también ante nuestras hermanas, que fueron llamadas por el Señor a nuestra vocación, con el fin de que ellas a su vez sean espejo y ejemplo para los que viven en el mundo. Así, pues, ya que el Señor nos ha llamado a cosas tan grandes que en nosotras se puedan mirar aquellas que son ejemplo y espejo para los demás, estamos muy obligadas a bendecirle y alabarle y a confrontarnos más en El para obrar el bien. Por lo cual, si vivimos según la sobredicha forma, dejaremos a los demás un noble ejemplo, y con poquísimo trabajo nos granjearemos el premio de la eterna bienaventuranza.

Clara se dirige a sus hermanas y les exhorta para que se asuman la tarea “por todos los que viven en el mundo”. En estas palabras de Clara el “mirarse en torno” corresponde a quien reconoce tener una tarea para con el prójimo: tarea de testimonio y misión para el bien de cada persona. También nosotras misioneras sabemos que no estamos llamadas para nosotras mismas, sino para una misión, que es el Reino de Dios: mirarnos en torno significará para cada una de nosotras reconocer el lugar concreto donde el Señor nos llama para que también nosotras seamos “ejemplo y espejo… para todos los que viven en el mundo”.

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Para ref lex ionar - Miro en torno a mí: ¿qué solicitudes, estímulos y provocaciones veo en la realidad en la que

vivo y en el hoy de la historia para mí y para la comunidad? - ¿El haber visto genera en mí compasión, deseo de compartir, compromiso para restituir lo

que he recibido? ¿A qué elecciones concretas nos mueve individualmente o como comunidad?

En la histor ia “Si deseas ayudar a un hombre que ha caído en el fango, no pienses que es suficiente darle una mano. Es necesario que bajes completamente en el fango. Cuando estarás allí, agárralo con fuerza y levántalo contigo hacia la luz” (Shlomo di Karlin, Rabbino) “Es noche profunda. La noche del empobrecimiento. La noche de la opresión y de la explotación. La inflación galopa, la desocupación inunda. El hambre crece. Son los pobres los grandes profetas, hoy” (Alex Zanotelli, Italia, misionero comboniano) “El ejército del hambre en marcha, marcha para saciarse de pan, para saciarse de carne, para saciarse de libros, para saciarse de libertad” (Nazim Hikmet-Turchia, una de las más importantes figuras de la literatura turca. Fue el único escritor de importancia que habló de las masacres armenas)

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dos mil nueve: “Mirar hacia”

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En escucha

Han visto mis ojos tu salvación (Lc 2, 22-38)

Cuando, según la Ley de Moisés, se cumplieron los días de la purificación de ellos, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel»… Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquel preciso momento, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Simeón y Ana son dos personas ancianas, pero no han renunciado a mirar hacia adelante, a tener una perspectiva. De su edad tienen toda la sabiduría y la belleza. Su mirada es joven, luminosa, capaz de llenarse de gozo, de mirar hacia el futuro. Viven en el Templo, a la presencia del Señor, escondidos en su sombra, con el corazón abierto a su proyecto de salvación; por esto su mirada es capaz de ir más allá de lo visible, para captar la realidad más profunda de los acontecimientos que los circundan. ¿Qué ven estos dos ancianos? A un niño como muchos, que es llevado al Templo como todos, pero precisamente saben reconocer en él el signo de la esperanza y de la presencia del Señor que entra en su morada. Son los primeros que ven y acogen la salvación de Dios que se presenta en la fragilidad y en la humildad, transtornando los proyectos de los grandes y de los potentes. Frente a los acontecimientos de la historia, a veces aparentemente insignificantes, reconocen la presencia de Dios y ven cumplirse su salvación . El niño pequeño que sube al Templo con su Madre es el signo de una profecía que se realiza a través de lo que el mundo considera como nada. Simeón y Ana han experimentado y atravesado la fatiga y la oscuridad de la espera, sin dejar de mirar y de esperar, sin perder la fe en la promesa del Señor. Ahora su vista ya no está nublada. El Señor los sorprende y ellos se dejan tocar por la novedad, hasta el punto que su boca se abre para narrar la gloria de Dios y alabar su nombre.

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Mientras su vida se realiza y llega a su plenitud, son capaces de ver más allá, de intuir con los ojos de la fe, la fidelidad de Dios en la historia y confiarse en sus manos porque sus ojos han visto su salvación. FRANCISCO NOS INVITA A MIRAR HACIA: Carta a toda la Orden 8-9

Escuchad, señores hijos y hermanos míos, y prestad atención a mis palabras. Inclinad el oído de vuestro corazón y obedeced a la voz del Hijo de Dios. Guardar sus mandamientos con todo vuestro corazón y cumplid sus consejos perfectamente. Alabadlo, porque es bueno y enaltecedlo en vuestras obras; pues para esto os ha enviado al mundo entero, para que de palabra y de obra deis testimonio de su voz y hagáis saber a todos que no hay otro omnipotente sino El. Perseverad en la disciplina y en la santa obediencia y cumplid lo que le prometisteis con bueno y firme propósito. Como a hijos se nos brinda el Señor Dios.

Nuestro “mirar hacia” quiere decir tener objetivos, proponerse metas, dirigir el paso en alguna dirección. En este breve texto Francisco nos indica cuál es la dirección y nos ofrece como una síntesis de nuestro envío en misión, declarando que “por esto os ha enviado al mundo entero”: se trata de la razón por la cual hemos sido enviadas. Según Francisco, la tarea consiste en “dar testimonio de su voz de palabras y de obras”: ¡nuestra tarea como Misioneras encuentra una síntesis eficaz en estas palabras! De inmediato sigue otra formulación de la misma tarea, de particular eficacia: “Hagáis saber a todos que no hay otro omnipotente sino El”. Nuestra vida en el mundo, nuestro testimonio en palabras y obras simplemente quiere llevar a las personas a plantearse interrogantes, a preguntarse por qué, a intuir que nuestra vida está movida por el único Omnipotente: porque “no hay otro omnipotente sino El”. CLARA NOS INVITA A MIRAR HACIA: Bendición 11-16

Os bendigo en mi vida y después de mi muerte, en cuanto puedo y más de lo que puedo, con todas las bendiciones con que el Padre de las misericordias, ha bendecido a sus hijos e hijas y los bendecirá en el cielo y en la tierra, y con las que el padre y la madre espirituales han bendecido y bendecirán a sus hijos e hijas espirituales. Amén. Sed siempre amantes de Dios y de vuestras almas y de todas vuestras hermanas, para que observéis siempre solícitamente lo que al Señor prometisteis. El Señor esté siempre con vosotras y ojalá vosotras estéis siempre con El.

El pasaje es la conclusión de la Bendición de Clara, un texto comprendido en sus escritos en el que encontramos uno de los pocos ejemplos de bendición al femenino, no sólo porque la persona que bendice es una mujer, sino también porque entre los destinatarios de la bendición expresamente se recuerda y se subraya a las mujeres. Esta bendición nos ofrece un estimulante ejemplo del “mirar hacia”: la mirada al futuro se funda en la bendición de Dios, en su fuerza que nos sostiene y nos anima. La dirección hacia la cual ir es la del amor, indicada por Clara: “Sed siempre amantes de Dios y de vuestras almas y de todas vuestras hermanas”. Es este objetivo que, como Clara, también nosotras nos

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proponemos, conscientes de que de este modo observaremos realmente “lo que hemos prometido al Señor”. El resultado final, ya proyectado en la vida externa, será también para nosotras, como para la frase final de la bendición de Clara, precisamente “estar siempre con el Señor”. Para ref lex ionar

- ¿Qué pasos dar y en qué dirección para acoger su salvación?

- ¿Cuáles son nuestros SI a los retos del hoy para construir junto con todos los hombres y las

mujeres nuestro mañana? - La comunidad se modifica, cambia, ¿cómo podemos captar y vivir juntas las novedades del

carisma? - ¿Cómo logramos pensar nuestro futuro? ¿En qué se basa nuestra fe?

En la histor ia “….Ayúdame a repensar el mundo porque la muerte de un solo niño es una condición terriblemente suficiente y urgentemente necesaria para repensar el mundo. Es necesario, entonces, ajustar tornillos, quitar resortes y botar por el aire estructuras e indicar a los culpables con nombre, apellidos y cuenta bancaria.” (Mariana Yonusg Blanco – Nicaragua, poetisa)

“….Mi voz se mezcla con miles de mujeres de pie para romper, todas juntas, estos sufrimientos y estas cadenas. Soy la mujer que se ha despertado, he encontrado su camino y nunca tornaré hacia atrás” (Meena Alexander - India, profesora universitaria de inglés y escritura creativa)

“Para lograr un cambio total, es preciso tener el valor de inventar el porvenir. Debemos arriesgar para inventar el porvenir. Todo lo que viene de la imaginación del hombre es realizable para el hombre.” (Thomas Sankara – Burkina Faso, primer Presidente, asesinado el 15 de octubre de 1987)

“Deberíamos pasar hoy de un universalismo abstracto a uno concreto, que haga el balance de la relación entre historia y memoria, que sepa definir el diálogo en función de su encarnación en la complejidad social, capaz de hacernos salir de nuestras fragilidades. Porque la modernidad tiene una función esencial, no sólo técnica o económica: la de hacernos emancipados de lo que somos para poder alcanzar lo universal.” (Khaled Fouad Allam, periodista y político argelino)