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1 En busca de la Luz Personajes: PAMELA, niña de 11 años MANUEL, su papá LUPITA, su tía ALEXIS, personaje imaginario REY, gobernante de Creápolis ÁGATHA, bruja malvada LASTRE, súbdito de Ágatha PENA, súbdita de Ágatha PICASSO, perro de Pamela SEGISFRODIO, archivero de recuerdos MNEMOTECNIA, secretaria de Segisfrodio OMNISCENCIO, sabio pedante PASCUAL, oso de peluche BONIFACIA, muñeca LUCÍA, madre de Pamela ACTO ÚNICO Escenario totalmente a oscuras. Una zona se ilumina y vemos a Pamela con un cuaderno de dibujo y unos colores. Empieza a dibujar y, conforme lo hace, el escenario se va iluminando poco a poco revelando un mundo fantástico y lleno de colorido. Una serie de personajes empieza a poblar este mundo; destaca entre ellos, Alexis, vestido con una armadura de caballero. Se trata de sugerir que lo que está ocurriendo en el escenario está siendo plasmado por Pamela en su cuaderno como uno de sus dibujos. Todo ese mundo vuelve a la oscuridad cuando se escucha un grito desde afuera del escenario. MANUEL: Pamela, hijita, ¿en dónde estás? PAMELA: Aquí estoy, papá. Manuel entra a escena acompañado por Lupita. MANUEL: Pamela, llegó la hora de irme. PAMELA: ¿Tan pronto? MANUEL: Sí, tengo que estar en el aeropuerto a más tardar a las cuatro. Lupita me va a hacer el favor de llevarte a su casa para cuidarte. PAMELA: Papá, tengo que decirte una cosa.

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En busca de la Luz

Personajes:

PAMELA, niña de 11 años

MANUEL, su papá

LUPITA, su tía

ALEXIS, personaje imaginario

REY, gobernante de Creápolis

ÁGATHA, bruja malvada

LASTRE, súbdito de Ágatha

PENA, súbdita de Ágatha

PICASSO, perro de Pamela

SEGISFRODIO, archivero de recuerdos

MNEMOTECNIA, secretaria de Segisfrodio

OMNISCENCIO, sabio pedante

PASCUAL, oso de peluche

BONIFACIA, muñeca

LUCÍA, madre de Pamela

ACTO ÚNICO

Escenario totalmente a oscuras. Una zona se ilumina y vemos a Pamela con un

cuaderno de dibujo y unos colores. Empieza a dibujar y, conforme lo hace, el escenario se

va iluminando poco a poco revelando un mundo fantástico y lleno de colorido. Una serie

de personajes empieza a poblar este mundo; destaca entre ellos, Alexis, vestido con una

armadura de caballero. Se trata de sugerir que lo que está ocurriendo en el escenario está

siendo plasmado por Pamela en su cuaderno como uno de sus dibujos. Todo ese mundo

vuelve a la oscuridad cuando se escucha un grito desde afuera del escenario.

MANUEL: Pamela, hijita, ¿en dónde estás?

PAMELA: Aquí estoy, papá.

Manuel entra a escena acompañado por Lupita.

MANUEL: Pamela, llegó la hora de irme.

PAMELA: ¿Tan pronto?

MANUEL: Sí, tengo que estar en el aeropuerto a más tardar a las cuatro. Lupita me va a hacer

el favor de llevarte a su casa para cuidarte.

PAMELA: Papá, tengo que decirte una cosa.

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MANUEL: Si vas a decirme que no quieres que vaya de viaje… (Suspira) Ya sabes que es mi

trabajo.

PAMELA: Quisiera que pasaras más tiempo conmigo…

MANUEL: ¡Qué más quisiera yo, preciosa! Pero tengo que trabajar, lo sabes.

PAMELA: Pero estás fuera tanto tiempo. Déjame acompañarte.

MANUEL: Hijita, te aburrirías mucho. Mejor que te quedes con tus tíos.

PAMELA (de mala gana, se cruza de brazos): Está bien.

LUPITA: Vete sin pendiente, Manuel. Pamela va a estar muy bien con nosotros.

MANUEL: Gracias, Lupita.

LUPITA: ¿Ya tienes listas tus cosas, Pamelita?

PAMELA: Sí, ya nada más le doy de comer a Picasso.

Pamela sale de escena momentáneamente.

LUPITA: Esa niña es un amor, Manuel. El otro día que se quedó con nosotros me

mostró sus dibujos. Nos impresionó lo talentosa que es.

MANUEL: ¿Tú crees? Son un poco curiosos esos dibujos. Digo, no son casitas ni solecitos

sonriendo.

LUPITA: No la subestimes. Creo que es toda una artista.

MANUEL: Sí, pero te confieso que me preocupa un poco. Todos esos dibujos… Es como si

creara un mundo donde refugiarse.

LUPITA: Todo mundo enfrenta el dolor a su manera, Manuel.

MANUEL: Si no fuera por Pamela, no hubiera podido superar lo de su madre. Ella es mi razón

de vivir.

LUPITA: Si Lucía viviera estaría muy orgullosa de Pamela. Yo lo sé.

MANUEL: No tengo forma de agradecer lo que hacen Marco y tú hacen por Pamela.

LUPITA: ¡Para esos somos los amigos! Lo hacemos con gusto, Manuel No hemos tenido la

bendición de ser padres, pero sí la de ser tíos, aunque sea honorarios.

PAMELA (desde afuera): ¡Picasso! ¡Picasso! ¿En dónde estás?

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Pamela entra a escena muy agitada.

MANUEL: ¿Ahora qué pasa, hijita?

PAMELA: No encuentro a Picasso, papi. Se salió del patio.

MANUEL: Por ahí debe de andar.

PAMELA: Pero no sabe andar solo en la calle. ¿Quién lo va cuidar?

LUPITA: No te preocupes, Pamela. De seguro al ratito regresa. Te prometo que echamos una

vuelta para darle de comer.

PAMELA: No quiero perderlo a él también.

Manuel se ve afectado por el comentario.

LUPITA: Picasso va a regresar. Te lo prometo, Pamela.

PAMELA (resignada): Está bien.

Oscuro. Cambio de cuadro al jardín de la casa de Lupita y Marco. Hay una

jardinera sobre la que está sentada Pamela con su cuaderno de dibujos. Lupita entra con

un vaso de agua.

LUPITA: Te traje un poco de fruta.

PAMELA: Gracias.

Pamela empieza a comer. Lupita se sienta a su lado.

LUPITA: Pamela, estoy segura de que lo sabes, pero… Si alguna vez quisieras hablar, no sé,

de cosas que te preocupan o lo que sea, puedes contar conmigo.

Pamela se limita a asentir.

LUPITA: ¿Y ahora qué estás dibujando? ¿Puedo ver? (Pamela le muestra el dibujo). ¡Qué

lindos! Se parecen mucho a las pinturas de una artista muy famosa que se llama Remedios

Varo. ¿Has oído hablar de ella?

Pamela niega con la cabeza.

LUPITA: Creo que Marco tiene un libro con sus pinturas. Lo voy a buscar para mostrártelo.

No me tardo.

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Lupita sale de escena. Pamela sigue dibujando. De pronto, se siente cansada y

bosteza. Se escucha un ruido.

PAMELA: ¿Tía?

Pamela se pone de pie y sale momentáneamente de escena. Hay un ligero oscuro.

Cuando Pamela regresa a escena. Alexis está sentado sobre la jardinera mirando sus

dibujos. Pamela se asusta al verlo.

ALEXIS (a Pamela): Saludos, oh gran creadora.

PAMELA: ¿Quién eres tú? ¿Cómo sabes mi nombre?

ALEXIS: ¿No me reconoces? Soy yo, Alexis

PAMELA (sorprendida): Eres… El caballero… ¡Yo te dibujé! Pero, ¿por qué no estás en…?

No, esto no puede ser cierto.

ALEXIS: ¿Dudas de mi existencia? Pero, si tú misma me creaste. Estoy en varios de tus

dibujos. Doce, para ser exactos.

PAMELA: No sabía que te llamabas así.

ALEXIS: De alguna forma tenía que llamarme, ¿no?

PAMELA: ¿Y qué haces aquí? ¿Cómo pudiste salir de mi imaginación?

ALEXIS: Estoy aquí porque todos en Creápolis necesitamos tu ayuda.

PAMELA: Crea...¿qué?

ALEXIS: Creápolis, es la ciudad en donde viven todos los personajes que has dibujado.

PAMELA: ¿Y eso en dónde queda?

ALEXIS: En tu mente.

PAMELA: A ver, creo que me estoy confundiendo. Primero que todo, ¿para qué necesitas mi

ayuda?

ALEXIS: No sólo yo… ¡Todos los de Creápolis! He venido hasta acá por ti, necesito que me

acompañes a nuestra ciudad.

PAMELA: ¿Tratas de decirme que quieres que vaya contigo a mi mente?

ALEXIS: Correcto.

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PAMELA: ¿Y si voy a mi mente cómo será posible que pueda entrar si voy a ir con mi mente?

O sea, mi mente no puede partirse en dos, una que yo lleve conmigo y otra a la que me dirija...

Ya me hice bolas.

ALEXIS: Tú sólo acompáñame, es necesaria su presencia en Creápolis, si no todo estará

perdido.

PAMELA: ¿A qué te refieres con eso de que todo estará perdido?

ALEXIS: Escucha, sé que esto suena a locura, pero es la cosa más lógica sobre la faz de la

tierra. Vamos a un mundo lleno de color y de imágenes extrañas, un mundo en donde todo

es posible. Hay enormes cascadas con aguas de muchos colores. El cielo es tornasol, su color

depende del lugar desde donde lo veas. En los campos corren caballos más libres que el

viento.

PAMELA: ¡Ése es el lugar de mi dibujo!

ALEXIS: Ese lugar es tu imaginación, Pamela...

Pamela y Alexis son envueltos por una cortina de humo. Hay un breve oscuro para

cambiar de cuadro. A medida que vuelve la luz se va vislumbrando el fascinante mundo de

la imaginación de Pamela: Creápolis. Todos los habitantes de aquel lugar los reciben de

manera festiva. Pamela, quien saluda con cierta timidez, sin embargo se siente

maravillada.

ALEXIS: ¿Qué te parece, Pamela? Todos te adoran.

PAMELA (maravillada): Alexis, este lugar es hermoso.

ALEXIS: Y lo más increíble es que estamos en tu mente.

PAMELA: ¿Mi mente? Tienes razón, este sitio me parece muy familiar, lo he visto en sueños.

ALEXIS: Espera, ya es hora.

PAMELA: ¿Hora de qué?

ALEXIS: Ven conmigo.

Alexis toma a Pamela por el brazo y la conduce a una tarima en donde está

colocado un pódium. Todos los habitantes se congregan alrededor de la tarima y

continúan lanzando vítores a Pamela. Alexis se acerca al pódium y a señas pide un poco de

silencio al público, quien cede a su petición.

ALEXIS: Damas y caballeros, es hora de iniciar nuestro evento. Recibamos con un fuerte

aplauso al rey de Creápolis.

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El público reacciona lleno de júbilo una vez más y recibe calurosamente a su

monarca. El rey entra con gran altivez y solemnidad seguido de su séquito y se coloca en

el lugar que anteriormente ocupara Alexis.

REY (pide silencio a señas): Gracias, gracias, pueblo de Creápolis. Todos sabemos que nos

encontramos en tiempos difíciles. No es preciso recordarles a ustedes la situación que

estamos viviendo para que tomen conciencia del peligro al que estamos expuestos. Sin

embargo, gracias a la propuesta del compañero Alexis y, por supuesto, de un servidor, hemos

decidido actuar en contra de la adversidad, y para esto, hemos requerido la presencia de un

ser muy especial.

Conforme va transcurriendo el discurso, los habitantes de Creápolis comienzan a

quedarse dormidos. El Rey repara en ello, por lo cual continua su discurso sin miramiento

alguno.

REY (apasionadamente): ¿Por qué es este ser especial? Porque es ella la que nos ha dado

origen a todos y cada uno de nosotros. De su genial omnipotencia y de su sublime inspiración

proviene el etéreo material del cual estamos constituidos todos nosotros... Ella nos ha dado

una razón de ser, nos ha dado un lugar donde vivir, nos ha dado…

ALEXIS (interrumpe): Señor, creo que todos se están quedando dormidos.

REY: Oh, es verdad. (Grita). ¡Despierten!

Todos los seres que se habían quedado dormidos despiertan ante el grito del Rey.

REY: Pido un aplauso para la gran creadora: Pamela.

Reacción jubilosa por parte del público. Pamela observa todo sin entender nada.

REY: Se acabó el miedo y la incertidumbre... Aquí está la persona que nos va a salvar.

Escuchemos de ella unas palabras. Adelante, Pamela.

PAMELA (nerviosa): ¿Yo? Pero, ¿qué digo?

REY (entusiasmado): Lo que sientas. ¡Adelante! Oh gran creadora.

Pamela queda ante el pódium e, intimidada, contempla la multitud. Voltea a ver a

Alexis y al Rey, y ellos le hacen señas para que comience.

PAMELA (traga saliva, visiblemente nerviosa): Este... ¡Hola!

PUEBLO: ¡Hola!

PAMELA: Bueno, me da un gusto enorme estar aquí con ustedes. Veo a varios conocidos, más

bien a muchos conocidos... Eh... me siento muy... halagada de su recibimiento, y además

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quiero decirles que cuentan con mi ayuda para salvarlos... No sé de qué, pero creo que si me

trajeron aquí es porque de verdad puedo hacer algo.

El Pueblo empieza a hacer comentarios a manera de murmullos. El Rey pone cara

de turbación al oír a Pamela.

REY: Un momento, pueblo, haremos una brevísima junta de emergencia y volvemos.

Rey toma del brazo a Pamela y la jala hacia donde está Alexis.

REY: A ver, ¿cómo está eso de que no sabes de que nos vas a salvar, Pamela? ¿Qué no se lo

dijiste, Alexis?

ALEXIS: Majestad, me dijo que usted se lo diría.

REY: Oh, es verdad. Bueno, creo que es hora de ponerla al tanto.

PAMELA: Se lo agradecería mucho, señor.

REY: Bien, verás, sucede que tenemos un pequeño problemita con una mujer que tú

seguramente conoces. Su nombre es Ágatha.

PAMELA: No, no la conozco. ¿Qué es lo que se propone esa mujer?

En eso entran Ágatha, Pena y Lastre.

ÁGATHA: Apoderarme de este mundo, por supuesto.

Todos los habitantes retroceden temerosos al ver entrar a Ágatha, la mujer sube al

podium y se dirige al Rey y a sus invitados.

ÁGATHA: Querido, rey. No me diga que todavía tiene esperanzas de salvar su reino.

REY: Por supuesto, Ágatha. Aquí con nosotros está Pamela. Ella va a salvarnos.

ÁGATHA: ¿Esta simpática muchachita es Pamela? No puedo creer que una criaturita tan dulce

pueda tener tanto poder como para derrotarme.

ALEXIS: No tengas miedo, Pamela. Si así lo quieres, puedes derrotarla.

PAMELA: ¿Cómo?

ALEXIS: Sacándola de tu mente.

ÁGATHA: Inténtalo.

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Pamela cierra los ojos y hace un esfuerzo para sacar a Ágatha de su mente, pero

fracasa. Ágatha ríe ante la impotencia de la niña.

PAMELA: No puedo.

ÁGATHA: Claro que no… Porque las cosas que menos deseas recordar son las que gozan de

un lugar privilegiado en tus memorias.

PENA: Es usted excelsa, su Majestad.

LASTRE: Mala como usted sola.

AMBOS (la abrazan): Por eso la amamos.

ÁGATHA (se quita a sus súbditos de encima): Permítanme ponerlos al día. Después de muchos

experimentos, por fin pude desarrollar una poción mágica que tiene el poder de borrar todos

los buenos recuerdos de la mente de una persona y de magnificar los malos hasta volverlos

una pesadilla eterna.

PENA: ¡Esa es la jefa!

LASTRE: ¡Qué lista!

ÁGATHA: Lo que pretendo hacer con esta poción es dársela a beber a todos los habitantes de

este mundo. Y así, cuando estén sometidos y atormentados por los malos recuerdos, yo me

proclamaré reina y dueña absoluta de todo y de todos.

REY: No permitiremos que los habitantes de Creápolis beban esa poción.

ÁGATHA: Aquí viene la mejor parte. Hace algunas horas, mis secuaces vaciaron una gran

cantidad de mi poción en el río que abastece a Creápolis. Quien haya bebido agua, aun sea la

más mínima cantidad, estará ya contaminado de mi poción, y por lo mismo, condenado a sus

malos recuerdos para siempre.

Los habitantes muestran señas de pánico. El Rey intenta calmarlos.

REY: Calma, pueblo. No todo está perdido. Levante la mano la persona que no haya tomado

agua en las últimas cuatro horas.

Nadie levanta la mano a excepción de Pamela y Alexis.

REY: ¡Todo está perdido!

PAMELA: Pero tiene que haber una cura para los efectos de esa poción.

ÁGATHA: Me temo que no, dulzura. Al menos no que yo sepa. Además, considerando que la

poción tarda en hacer efecto entre cuatro y ocho horas, deben estar conscientes de que será

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imposible hallarla, en el caso de que existiera, por supuesto. Una vez transcurridas esas cuatro

horas, jamás podrán curar a los que se hayan contaminado. Bueno, sólo me resta decirles que

disfruten sus últimos buenos recuerdos.

ALEXIS: No creas que vamos a quedarnos cruzados de brazos, Ágatha. No has ganado aún.

ÁGATHA: Alexis, resígnate. No tienen ninguna esperanza de vencerme. Y ahora, a esperar a

que los malos recuerdos invadan cada una de las pequeñas cabecitas que conformarán mi

dominio: tu mente, Pamela. Bueno, hasta la vista, no se olviden de mí. De todos sus malos

recuerdos, seré el peor.

Ágatha y sus secuaces salen. Los habitantes de Creápolis lucen desesperanzados.

PAMELA: Rey, siento mucho no poder hacer nada.

ALEXIS: Pamela, no puedes rendirte.

PAMELA: Pero ya oíste a Ágatha. No hay cura para su poción. Tenemos que resignarnos.

REY: Bueno, Pamela, ella no dijo que no había una cura, dijo que no la conocía. Tal vez sí

hay una forma de neutralizar el poder de esa poción.

ALEXIS: Pamela, tú sigues siendo la única que nos puede sacar de esto. Eres la mente de cada

uno de nosotros.

PAMELA (desalentada): Pero, ¿no viste que no pude sacar a Ágatha de mi mente? Creo que

no hay nada qué hacer.

Entra a escena Picasso, el perro de Pamela.

PICASSO: Esa no es la Pamela que yo conozco.

PAMELA: (sorprendida) ¿Picasso?

PICASSO: El mismo que corre y ladra.

Pamela lo abraza llena de alegría.

PAMELA: Picasso, mi perrito, pensé que te habías perdido, Y además, ¡puedes hablar! Y estás

algo grande.

ALEXIS: Así lo has dibujado en tus pinturas.

PAMELA: ¿Y qué haces aquí? ¿Cómo llegaste?

PICASSO: Como tu guardián oficial, tengo el deber de acompañarte en todas tus aventuras.

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PAMELA: ¿Yo te traje? ¿Y cómo pude hacerlo?

ALEXIS: No tienes idea del poder que existe en ti, Pamela. Quizá no pudiste sacar a Ágatha

de tu mente, pero eso no significa que no podamos vencerla.

REY: Escuchen todos, ustedes son los únicos que no han bebido agua del río. En sus manos

deposito los destinos de todos los habitantes de Creápolis.

ALEXIS: La decisión está en ti, Pamela. ¿Buscamos la cura o nos damos por vencidos?

Reina un silencio, todos voltean a ver a Pamela, quien está decidiendo qué hacer.

PAMELA: Está bien, busquemos esa cura.

PICASSO: Sabía que no ibas a rendirte, Pamela.

ALEXIS: Se me ocurre algo: podemos ir a visitar a Segisfrodio, el archivista de recuerdos. Él

es experto en malos y en buenos recuerdos, a lo mejor puede ayudarnos.

PICASSO: Bien, pues manos a la obra.

UN HABITANTE (delirando): No, mamá, no me des sopa de espárragos; la odio, la odio.

PAMELA: ¿Qué fue eso?

REY: Las primeras víctimas. Deben darse prisa.

ALEXIS: Vámonos ya.

REY: Buena suerte. Recuerden que contamos con ustedes.

Pamela, Alexis y Picasso emprenden el camino. Oscuro.

Cambio de cuadro. En el centro del escenario se colocan algunos archiveros y un

escritorio pintados de forma psicodélica. La secretaria, Mnemotecnia, está mascando un

chicle y leyendo una revista de modas. Segisfrodio entra con un montón de papeles, lleva

una diadema con una lámpara y una lupa integradas.

SEGISFRODIO: Buen día, Señorita… señorita…

MNEMOTECNIA: Mnemotecnia…

SEGISFRODIO: Sí, eso… Voy a estar en mi oficina.

Segisfrodio se desplaza hacia su lado izquierdo, pero la oficina está en el extremo

contrario.

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MNEMOTECNIA: Señor Segisfrodio, su oficina está en el otro lado.

SEGISFRODIO: Ay, sí es cierto, se me olvidó.

Segisfrodio sale de escena. Mnemotecnia se encoge de hombro. Alexis, Pamela y

Picasso entran a escena.

PAMELA: ¿Qué tal? Buscamos al señor Segisfrodio, el archivista de recuerdos.

MNEMOTECNIA: ¿Quién lo busca?

ALEXIS: Es Pamela.

MNEMOTECNIA (incrédula): ¿Pamela? ¿Pamela, la de…? Claro que sí: ¡eres Pamela!

PAMELA: ¿Usted también me conoce?

MNEMOTECNIA: Nosotros nos encargamos de archivar todos tus recuerdos. Le voy a avisar a

mi jefe. (Habla por un intercomunicador). Señor Segisfrodio, Pamela está aquí, vino a

buscarlo.

Entra de nuevo Segisfrodio, se desplaza con una maleta a lo largo de la oficina. Va

de salida.

SEGISFRODIO: Señorita Mnemotecnia, voy a mi casa. Me apunta todos los pendientes.

MNEMOTECNIA (confundida): Pero, señor, le dije que Pamela había venido a buscarlo.

SEGISFRODIO: ¿Qué Pamela?

MNEMOTECNIA: La poseedora de los recuerdos que estamos archivando.

SEGISFRODIO: ¿Y usted me dijo que vino a buscarme?

MNEMOTECNIA: Sí, acabo de decírselo. Ella está ahí, al lado de usted.

SEGISFRODIO (ve a los muchachos): Oh sí. Aquí están. Buenas tardes y mil disculpas.

Últimamente no sé dónde dejo mi cabeza. (Preocupado). Por cierto, ¿la traigo puesta?

ALEXIS: ¿Qué cosa?

SEGISFRODIO: Mi cabeza, por supuesto, ¿la traigo puesta?

PAMELA (extrañada): Sí.

SEGISFRODIO: Uf, ¡qué alivio! Señorita, ¿quién dijo que me buscaba?

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PAMELA: Yo, Pamela.

SEGISFRODIO: Ah, Pamela. ¡Qué gusto tenerte por aquí! ¿En qué puedo ayudarte?

PAMELA: Verá, sucede que una mujer llamada Ágatha está borrando los buenos recuerdos de

todos los habitantes de mi mente utilizando una poción especial para eso. Su plan es

coronarse reina de todo este mundo.

SEGISFRODIO: ¿De veras? ¡Qué cosa tan terrible!

ALEXIS: Hemos venido con usted para ver si sabe como contrarrestar esa poción.

SEGISFRODIO: Pero muchacho, yo no soy químico, soy... soy...

PICASSO: Archivista.

SEGISFRODIO: Eso, archivista. Gracias, perrito. No veo cómo podría yo ayudarles.

ALEXIS: Usted es experto en recuerdos. Tal vez no sea una fórmula lo que necesitamos sino

algo más que usted conozca.

SEGISFRODIO: Bueno, tengo algo que quizá pueda servirles. Sólo que no recuerdo dónde lo

puse.

MNEMOTECNIA: ¿Qué necesita, señor?

SEGISFRODIO: La caja blanca.

MNEMOTECNIA: Yo la tengo guardado aquí en mi escritorio.

Saca la caja y se la entrega a Segisfrodio.

SEGISFRODIO: Gracias, señorita Mnemotecnia.

PAMELA: ¿Qué es eso?

SEGISFRODIO: Esta caja blanca contiene tus mejores recuerdos, Pamela. Los tenemos aquí

guardados porque… porque... no recuerdo por qué, pero aquí están.

PAMELA: ¿Son tan poquitos?

SEGISFRODIO: Sí, porque son los más especiales de todos. Con tus mejores recuerdos puedes

neutralizar los recuerdos malos, por más terribles que sean. Sólo que hay un pequeño detalle.

PAMELA: ¿Qué pasa?

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SEGISFRODIO: Como podrán ver esta caja no tiene cerradura, y por consiguiente tampoco una

llave.

PICASSO: ¿O sea que qué?

SEGISFRODIO: Para liberar los mejores recuerdos de Pamela tienen que buscar un lugar en su

mente que se conoce como La Luz. Solamente en ese lugar el cajón podrá ser abierto.

PAMELA: ¿Y en dónde está ese lugar?

SEGISFRODIO: No sé.

PICASSO: ¿No lo recuerda o no lo sabe?

SEGISFRODIO: Nadie sabe a ciencia cierta en dónde está ese lugar, hay quienes dicen que no

existe, hay quienes dicen que sí.

PAMELA: ¿Y cómo iremos a un lugar que no sabemos si en verdad existe?

SEGISFRODIO: El único que puede confirmarles la existencia de La Luz es el sabio

Omniscencio. Él conoce todos los lugares de tu mente, Pamela.

ALEXIS: ¿Y en dónde vive ese sabio?

SEGISFRODIO: No me acuerdo.

PICASSO: Oiga no, iba muy bien, ya hasta había pensado que se le había quitado lo menso...

Ay, perdón.

SEGISFRODIO: Olvidaré eso que dijiste, perrito.

PICASSO: No lo dudo.

MNEMOTECNIA: Podrán encontrar al sabio en la colina del conocimiento.

ALEXIS: Conozco ese lugar.

PAMELA: Pues vámonos, tenemos poco tiempo.

SEGISFRODIO: Bueno, llévense la caja, no se les vaya a olvidar.

PICASSO (toma la caja): No se apure; que yo sepa, lo suyo no se pega.

PAMELA: Gracias, señor Segisfrodio. Por la caja y por el trabajo que está haciendo con mis

recuerdos.

SEGISFRODIO: ¿Qué trabajo? Ah, el de archivarlos. No es nada, estamos para servirte.

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PAMELA: Bien, hasta luego, y gracias una vez más.

Alexis, Pamela y Picasso salen de escena, llevan consigo el cajón blanco.

SEGISFRODIO: Bueno, señorita Mnemotecnia, ahora sí me voy a mi casa.

MNEMOTECNIA: Señor, usted vive aquí.

SEGISFRODIO: Ay, es cierto. ¿Qué haría yo sin usted? Recuérdeme otorgarle un aumento,

¿eh?

Segisfrodio sale de escena.

MNEMOTECNIA (para sí, molesta): Se lo recuerdo todos los días desde hace un año.

Oscuro.

Cambio de cuadro. Pamela, Alexis, y Picasso entran a escena. Se ven fatigados ya

que están subiendo la montaña. Entra a escena una roca, sobre la cual se encuentra

Omniscencio en la misma pose que la famosa escultura de Rodin: El pensador.

ALEXIS (cansado): Uf, la subida fue un poco dura.

PICASSO (se tira en el suelo, exhausto): ¿En dónde estará ese mentado sabio?

PAMELA: La secretaria del señor Segisfrodio dijo que estaba aquí, en esta colina.

PICASSO: Yo no entiendo, si es un sabio ¿por qué vive solo hasta acá arriba? Sería mucho

más fácil para él vivir en lo “planito”.

OMNISCENCIO: La soledad es la mejor amiga del razonamiento.

PICASSO: ¿Quién dijo eso?

OMNISCENCIO (se pone de pie, los chicos lo observan): Aquel hombre que calificas de necio

por decidir alejarse de la superficialidad del mundo.

ALEXIS: Disculpe, ¿usted es el sabio Omniscencio?

OMNISCENCIO (engreído): Ciertamente, mozuelo. Yo soy el hombre que buscan. ¿Se puede

saber quiénes son ustedes y por qué razón han venido a corromper la paz de mi aislamiento?

PAMELA: Necesitamos de su ayuda. Mire, no sabemos si usted sepa lo que pasa en Creápolis,

sucede que...

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OMNISCENCIO (interrumpe irritado): Detente. No me interesa saber nada de esa ciudad ni de

sus habitantes, y mucho menos de su necio rey.

ALEXIS: Es que el asunto que venimos a tratar con usted se relaciona directamente con

Creápolis.

OMNISCENCIO: Entonces pueden emprender la retirada, ya que de mi sabiduría no recibirán

ni una gota si es en pos de una ciudad que no merece ni siquiera mi pensamiento.

PICASSO: Por lo que se ve, usted está un poco molesto con la gente de Creápolis.

OMNISCENCIO: ¿Qué podría esperarse de mí después de haber sido ridiculizado y humillado

por todos sus habitantes?

PAMELA: ¿De qué habla?

OMNISCENCIO: Hace años, durante un discurso que pronunciaba en conmemoración de un

aniversario más de la fundación de nuestra ciudad, fui objeto de las burlas y de las risas de

todos y cada uno de esos necios.

ALEXIS: Ah, ya recuerdo, usted era aquel hombre que... (Alexis suelta la carcajada y

permanece riendo).

PAMELA: Alexis, ¿estás bien?

OMNISCENCIO: ¡Insensato! ¿Cómo osas burlarte de mi desgracia en mi presencia?

ALEXIS (sin poder controlar su risa): Lo que pasa es que subió al estrado a pronunciar su

discurso y... (Vuelve a reír).

OMNISCENCIO: No te atrevas a rememorar tan penoso e indeseable incidente.

ALEXIS (con la risa): Se le salió un...

PICASSO: ¿Un qué? Ya nos dejaste picados.

OMNISCENCIO: Piensa bien antes de abrir la boca, muchacho.

ALEXIS: ¡Un gas!

PAMELA: ¿Un gas? ¿Cómo que un...(Comprende a qué se refiere Alexis). Ay, ¡guácala!

Todos se ríen. A Ominsencio no le causa gracia.

OMNISCENCIO (indignado): ¿Ahora entienden por qué decidí alejarme de todos ustedes, seres

inferiores? Su simplicidad de mente y su hilaridad irracional me resultan altamente irritantes.

Deben saber que el despido de gases del cuerpo humano es un acto totalmente natural.

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Ustedes lo toman como motivo de escarnio. ¡Cuán grande es su ignorancia! Ciertamente mi

erudición debe permanecer inaccesible para sus paupérrimas y estancadas mentes.

ALEXIS: Señor sabio, eso que le pasó no es para que lo tome tan a pecho, fue un accidente

nada más, un accidente muy gracioso... (Vuelve a soltar la carcajada).

OMNISCENCIO: Anden, búrlense. Al fin y al cabo me mantendré firme y no les proporcionaré

ningún conocimiento. Porque de seguro eso es lo que quieren, ¿no? Quieren que los ilumine

con el faro de mi sabiduría. Pues, ¡qué pena! Jamás lo haré.

ALEXIS: Ya no nos vamos a burlar más.

PAMELA: Queremos pedirle disculpas si lo hicimos sentir mal.

OMNISCENCIO: ¿Ahora sí, verdad? Al verlo todo perdido deciden mudar de estrategia.

PAMELA: Señor, Creápolis está en peligro. Si usted no nos dice en donde está La Luz, sus

habitantes perderán su libertad para siempre.

OMNISCENCIO: Así que lo que quieren saber es en dónde está La Luz. ¡Lástima! Jamás lo

sabrán.

PICASSO: Oiga, ya le pedimos disculpas. ¿Quiere que nos arrodillemos o qué?

OMNISCENCIO: Ni aun me dieran todo el oro del mundo les diría en donde está La Luz.

PAMELA: No se cómo puede usted considerarse un sabio si no se preocupa por la gente de su

ciudad.

OMNISCENCIO: Los errores se pagan. Y la gente de Creápolis pagará el haberse burlado de

mí.

PAMELA: Entonces, ¿no nos piensa decir nada?

OMNISCENCIO: Ni una sola palabra.

ALEXIS: Vámonos, Pamela, debe haber otra forma de dar con La Luz.

PAMELA (muy triste): El que está cometiendo un grave error es usted.

Los tres se dan la media vuelta y emprenden el camino de regreso, pero se vuelven

cuando...

OMNISCENCIO: Esperen. Si de verdad quieren saber en donde está La Luz voy a darles una

oportunidad para que lo averigüen.

ALEXIS: Gracias, sabíamos que usted no podía ser tan malo.

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OMNISCENCIO: Aún no canten victoria. Se los diré, pero como un acertijo, si logran

resolverlo, podrán llegar a La Luz. ¿Están de acuerdo?

PAMELA: De acuerdo.

OMNISCENCIO: Cantando olvido mis penas, mientras voy hacia la mar; las penas se van y

vuelven, pero yo no vuelvo jamás. Encuentren la respuesta y sabrán a dónde ir.

PAMELA: Creo que conozco ese acertijo.

OMNISCENCIO: Y… ¿conoces la respuesta?

Pamela se queda pensando.

PAMELA: La respuesta es… ¡el río! ¡Un río!

OMNISCENCIO: Brillante. Es la respuesta correcta. Ahora tendrían que averiguar exactamente

de qué río estamos hablando.

ALEXIS: Puede ser… ¡el río Oblitus! Pasa por la Tierra del Olvido y desemboca en el río de

Creápolis…

OMNISCENCIO: ¡Correcto! Podrán encontrar La Luz en los confines de la Tierra del Olvido.

PICASSO: Oiga, ¿y eso es muy lejos?

OMNISCENCIO: Depende, como puede estar muy lejos, puede estar muy cerca.

PICASSO: A ver, a ver, vámonos por partes...

OMNISCENCIO: Sólo puedo decirles que quizá no lleguen a La Luz, sino que ella sea la que

llegue a ustedes.

ALEXIS: ¿Podría explicarnos eso?

OMNISCENCIO: Lo siento. Es todo lo que puedo decirles.

PAMELA: Bueno, muchas gracias de todas maneras, señor sabio. Ha hecho un gran bien para

todo este mundo.

OMNISCENCIO: No, quienes lo hicieron fueron ustedes. Sigan adelante, lograrán salvar a

Creápolis.

ALEXIS: Bueno, vámonos ya.

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OMNISCENCIO: Recuerden: más allá de la Tierra del Olvido. Por cierto, eso del olvido me ha

recordado un poema. (Declamando con gran pasión). Donde habite el olvido, en los vastos

jardines sin aurora, donde yo sólo sea memoria de una piedra sepultada entre ortigas sobre la

cual el viento escapa a sus insomnios...

Salen de escena mientras el sabio declama. Oscuro.

Cambio de cuadro. Aparece un letrero que lleva escrito la ubicación del lugar:

“Tierra del Olvido”. Pamela y sus amigos entran a escena y se detienen justo frente al

letrero.

ALEXIS: Bueno, ya estamos en la Tierra del Olvido. Falta poco para llegar.

PICASSO: ¡Ya era hora! Mis patas me están matando.

PAMELA: Vamos a demostrarle a esa tal Ágatha que sí podemos salvar este mundo.

Se escucha de pronto un fuerte rugido de algún animal extraño. Los tres escuchan

atentos y atemorizados cómo el rugido se aproxima.

PAMELA: ¿Qué es eso?

ALEXIS: Parece ser... ¡el monstruo de la tierra del olvido!

PICASSO (nervioso): ¿Cómo? ¿Aquí vive un monstruo?

ALEXIS (calmándolos): Claro que no, son sólo leyendas para asustar a los niños cuando se

les olvida hacer algo que les encargaron. Ese monstruo no existe. (Se oye un rugido más

fuerte). ¿O sí?

PICASSO: Oigan, no quiero alarmarlos, pero parece que de allá viene algo. Y por cómo se ve

no es nada bonito.

PAMELA: ¿Qué es eso?

Aparece en escena un monstruo gigante, que son en realidad Pascual y Bonifacia con

un disfraz.

PAMELA: ¡Es el monstruo!

ALEXIS: ¡Éste es nuestro fin!

PICASSO: Señor monstruo, por favor, no nos coma. Le vamos a saber mal, estamos muy

resecos, sobre todo yo.

El monstruo se detiene ante las miradas atónitas de los chicos. Bonifacia, quien está

encima de Pascual, asoma la cabeza. Su amigo aún sigue cubierto y no puede ver nada.

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PASCUAL (en el disfraz): ¿Los ahuyentamos, Boni?

BONIFACIA: Creo que no.

PAMELA: Oigan, ése no es un monstruo.

BONIFACIA: Oh, oh. Creo que se nos cayó el teatrito.

Vuelve a entrar en el disfraz y ruge. Pierden equilibrio y caen al suelo. Pascual y

Bonifacia salen del disfraz, quedan al descubierto. Se hincan implorando clemencia.

PASCUAL: Por favor, no nos hagan daño, somos unos seres indefensos e incapaces de lastimar

a alguien.

PICASSO: Ajá, se cambiaron los papeles. Nos pudieron haber matado de un susto, ¿lo sabían?

BONIFACIA: Perdónanos, perrito, no nos vayas a morder.

PICASSO: No, no los voy a morder.

Bonifacia y Pascual suspiran aliviados.

PICASSO: ¡Me los voy a comer!

Picasso les empieza a ladrar.

PASCUAL Y BONIFACIA: ¡No!

PAMELA: Picasso, déjalos en paz.

PICASSO: Sólo los asusto, Pamela.

PASCUAL Y BONIFACIA (sorprendidos): ¿Pamela?

PAMELA: Sí, soy Pamela.

Pascual y Bonifacia se desmayan.

PICASSO: A éstos ya les hace falta un cambio de aceite.

PAMELA: ¿Qué les pasó?

ALEXIS: Parece que les causó mucha sorpresa enterarse de quién eres, Pamela.

PICASSO: De seguro son tus admiradores.

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De repente, Pascual y Bonifacia vuelven en sí y se acercan a Pamela. Empiezan a

observarla detenidamente. Voltean su rostro para verificar si en verdad es ella.

PASCUAL: Es ella, no cabe duda.

BONIFACIA: Está un poco más vieja pero sus ojitos siguen igual de pispiretos.

Picasso les gruñe a Pascual y Bonifacia, ellos se alejan de Pamela.

PAMELA: Disculpen, ¿qué se supone que están haciendo?

PASCUAL: Ya no lleva el chonguito ese tan chistoso, ¿te acuerdas?

BONIFACIA: ¡Cómo no! Se veía bien tierna.

PAMELA: Oigan, actúan como si me conocieran. Podrían decirme quiénes son ustedes.

BONIFACIA (triste): Ésa era la prueba definitiva.

PASCUAL: Entonces, ¡es cierto!

Ambos amigos empiezan a llorar amarga y ruidosamente. Los muchachos los

observan completamente ofuscados.

PASCUAL: ¿Por qué la vida es tan injusta? ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué?

ALEXIS: Pamela, ¿qué les hiciste?

PAMELA: ¿Yo? Nada, ni siquiera los conozco.

PASCUAL: ¡Y encima nos niega!

PAMELA: Por favor, explíquenme qué pasa con ustedes. No entiendo nada de lo que dicen.

BONIFACIA: No puedo creer que nos hayas hecho esto, Pamela. No a nosotros que te dimos

lo mejor de nuestras vidas.

PAMELA: ¿Hacerles qué? ¿Qué les hice?

BONIFACIA: Nos olvidaste.

PAMELA: ¿Olvidarlos? ¿Cómo podría olvidarlos si ni siquiera los conozco?

BONIFACIA: Pamela, yo soy Bonifacia; y este oso es Plutarco. Somos, o más bien, fuimos tus

juguetes.

PAMELA: ¿Ustedes? ¿Mis juguetes? Pero no los recuerdo.

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PASCUAL: Eras muy pequeña entonces, apenas y hablabas. Nosotros éramos tus juguetes

preferidos, lo sabemos porque siempre nos llevabas en tus brazos de un lado a otro.

PAMELA: Por más que intento, no puedo recordarlos.

BONIFACIA: Pues sí, nos has olvidado. Es por eso que estamos condenados a permanecer por

siempre entre las paredes de este lugar.

PICASSO (extrañado): ¿Paredes? Oigan, creo que necesitan un buen psiquiatra.

PASCUAL: De ninguna manera. Observen.

Pascual y Bonifacia empiezan a correr, y al llegar a un punto, chocan contra una

pared invisible y caen al suelo.

PASCUAL: Es el límite de la Tierra del Olvido. ¿Lo ven? Estamos atrapados.

BONIFACIA: Es por eso que creamos la leyenda del monstruo: para defendernos de la gente

que quisiera hacernos daño y de la cual no podríamos huir por estar encerrados.

PAMELA: ¿Y ese encierro es por culpa mía?

PASCUAL: Pues, sí. Podremos salir de aquí hasta que nos recuerdes, pero por lo que veo, va

a estar un poco difícil que eso pase.

PAMELA: Lo siento. Les juro que si pudiera, los recordaría.

PASCUAL: No te preocupes, Pamela. Ya nos acostumbramos.

BONIFACIA: Nuestra vida se basa en la esperanza de que un día nos recuerdes. Lo que no

sabemos es si ese día llegará...

PAMELA: Me siento muy mal por ustedes. Si tan sólo hubiera una forma de recordarlos.

PASCUAL: No te preocupes, Pamela. La vida de los juguetes como nosotros es así. (Empieza

a cantar de forma no muy agradable). No puedo soportar pensar que me ha olvidado, que

esos momentos de gran felicidad se han borrado como huellas en la playa...

BONIFACIA: Pascual, debemos dejar ese cuento del monstruo.

PASCUAL: ¿Tú crees? ¿Y cómo ahuyentaremos a los extraños?

BONIFACIA: Te pones a cantar y listo.

PAMELA: Esa canción… Me suena la melodía… ¿Dónde la escucharon?

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PICASSO: Te diré dónde no… En el radio.

PAMELA: Esa melodía es la que me cantaba mi mamá siempre que me iba a dormir. Creo que

empiezo a recordarlos. A ti, Pascual, te hace falta un moñito que llevabas en el cuello.

PASCUAL: Me lo quité porque se veía muy ridículo. ¿Desde cuándo combinan el verde menta

y el rosa?

PAMELA: Tú, Bonifacia, llevabas un delantal azul.

BONIFACIA: Sí, pero hace siglos que pasó de moda.

PAMELA (los abraza): Mis queridos juguetes. ¿Cómo pude haberlos olvidado? La pasaba

muy bien con ustedes.

PASCUAL: Llegó el día, Boni.

BONIFACIA: ¿Ves? Te dije que no perdiéramos la esperanza.

Empiezan a correr libremente por todo el escenario haciendo mucho escándalo.

Ahora no se han topado con ninguna pared invisible.

BONIFACIA: Las paredes desaparecieron, ¡somos libres! Gracias, Pamela.

PAMELA: No, gracias a ustedes. Estos momentos serán inolvidables de hoy en adelante. Igual

que esa canción que me cantaba mi mamá.

PASCUAL: ¡Vamos a festejar! ¿Quieren un poco de agua?

PAMELA: ¡No! El agua está contaminada.

BONIFACIA: No se preocupen, nosotros tenemos agua fresca ¡y pura!

ALEXIS: Bueno, la verdad es que yo sí tengo sed (mira a Picasso, que está jadeando con la

lengua de fuera). Por lo que veo, tú también.

PAMELA: Bueno, tomaremos un poco de agua y seguiremos nuestro camino.

Bonifacia les sirve agua en pequeños recipientes de barro. Alexis y Picasso beben.

Pamela está a punto de hacerlo, pero se detiene.

PAMELA: ¿Y ustedes cómo sabían que el agua estaba contaminada si estuvieron aquí

encerrados?

Bonifacia y Pascual se ponen tensos.

PASCUAL: Pues… Nos llegó el rumor…

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ALEXIS (se lleva las manos a la cabeza): Ay, mi cabeza, ¡me duele!

PICASSO: Oye, creo que se pega, a mí también me duele, y mucho.

PAMELA (a Bonifacia y Pascual): Esto no era agua, ¿verdad? Contéstenme.

Entra Ágatha.

ÁGATHA: Yo te contestaré por ellos, querida: no, no era agua. Era un súper concentrado de

mi poción.

Bonifacia y Pascual se deshacen de parte de su atuendo y revelan que en realidad

son Pena y Lastre.

PENA: ¿A nosotros también nos recuerdas, Pamela?

ÁGATHA: Como verás, tengo acceso a tus recuerdos más profundos. Fue fácil engañarte,

Pamela. ¿De verdad creíste que eran tus juguetes? Se supone que tú también beberías la

poción, pero me conformo con que dos lo hayan hecho; al fin y al cabo ya no les queda

tiempo para que logren encontrar La Luz.

ALEXIS: ¡No, por favor! ¡No quiero! Tengo miedo.

PAMELA: Alexis, ¿qué tienes?

ÁGATHA: La poción ya está surtiendo efecto en él. Sus malos recuerdos se apoderan de su

mente.

PICASSO (delirando): Pamela, Pamela, ¿en dónde estás? ¡Estoy perdido! No sé cómo regresar

a casa.

PAMELA: Picasso, ¡tú también!

ALEXIS: Pamela, solamente tú puedes acabar con esto. ¡Ayúdanos! Antes de que nuestros

malos recuerdos nos… (Grita de dolor).

PAMELA: No sé qué hacer.

ÁGATHA: Eso es, pequeña Pamela, da tu brazo a torcer. ¿De qué te sirve luchar? Sabes

perfectamente que tu vida está llena de recuerdos tristes... Estás condenada a llevar contigo

toda la amargura que has estado guardando en tu interior.

ALEXIS: Pamela, no la escuches, quiere que te rindas

PAMELA: ¿Por qué me hace esto?

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ÁGATHA: Porque quiero apoderarme de ti. Quiero que tu mente sea un laberinto de miedos y

de amarguras. Un lugar bonito en el cual pueda vivir plácidamente.

Alexis cae al suelo. Instantes después le sigue Picasso.

PAMELA: Alexis, ¿qué te pasa?

ÁGATHA: Empieza a perder fuerza. Es un indicio de que tu mente comienza a cambiar de

propietario. ¿No sientes como todas esas penas florecen nuevamente? Ríndete, querida.

ALEXIS: No, Pamela, no te rindas.

PAMELA: Perdóname, Alexis, pero ella tiene razón. No puedo vencerla… Mi mente es suya.

ALEXIS: No, no lo hagas, Pamela. No cedas a sus engaños, tú tienes más poder que ella, tú la

creaste, también la puedes acabar.

PAMELA: Pero ya lo intenté y viste que no pude. Ella es mucho más fuerte que yo.

ÁGATHA: Ni que lo digas.

ALEXIS: Aún hay una oportunidad. Recuerda lo que dijo el sabio, quizá La Luz llegué a

nosotros y no nosotros a ella. Tú puedes hacer que La Luz llegué a nosotros. ¡Inténtalo! La

Luz acabará con Ágatha...

PAMELA: Pero, ¿cómo?

ALEXIS: Recuerda, recuerda... (Pierde el conocimiento).

PAMELA: Alexis, despierta.

ÁGATHA: Ah, empiezo a sentir cómo todo a mi alrededor se vuelve oscuro y tenebroso. Tu

mente está cediendo, Pamelita. ¡Bien hecho! Sólo basta que me entregues esa caja para que

tu mente sea completamente mía.

PAMELA: No, aquí están mis mejores recuerdos.

ÁGATHA: ¿Tus mejores recuerdos? ¿Cuáles? No tienes uno sólo. Dame la caja, no hagas esto

más difícil.

PAMELA (se arma de valor): Claro que tengo buenos recuerdos. Mi vida no ha sido siempre

tristeza, hubo una época en la que fui muy feliz.

ÁGATHA (empieza a perder el control): ¿De qué hablas? Debes estar confundiéndote.

PAMELA: No, no estoy confundida. Sé que esa época existió, pero no puedo recordarla.

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ÁGATHA: No puedes recordarla porque jamás existió, ¡jamás!

PAMELA: Sí existió, estoy segura de eso. Sólo tengo que recordarla...

ÁGATHA (cada vez menos dueña de la situación): Pamela, dame esa caja. ¡Está vacía!

PAMELA: No, no está vacía, está llena de recuerdos... de mis mejores recuerdos...

ÁGATHA (fuera de sí): ¡Dame la caja!

Empieza a escucharse una voz muy dulce tarareando la canción de arrullo de la

madre de Pamela, la niña entra en un trance mágico. Ágatha se tapa los oídos al

escucharla.

ÁGATHA (desesperada): ¡Esa melodía! ¡Esa melodía! Está llena de felicidad, no puedo

soportar escucharla.

PAMELA: Casi... casi puedo recordarlo...

ÁGATHA: ¡Mis oídos! ¡Me duelen!

La tonada de la canción se escucha cada vez más fuerte.

PAMELA: Ya lo recuerdo... La Luz está aquí (señala su corazón), dentro de mí. La Luz es el

mejor recuerdo de mi vida. (Abre la caja). Es el recuerdo de mi madre.

ÁGATHA (grita y cae al suelo): ¡No!

Un gran destello de luz se hace presente en el escenario. Lucía, la madre de

Pamela, sale de entre la luz, va vestida de blanco. Pamela la observa con lágrimas en los

ojos y la reconoce.

PAMELA: Mamá... ¡Eres tú!

Lucía besa a su hija en la frente y luego la mira fijamente.

LUCÍA (entre la música): Siempre estaré contigo, Pamela. No lo olvides.

Lucía y Pamela se dan un fuerte abrazo. La madre va alejándose lentamente de su

hija hasta salir de escena. Ágatha ya no está; en su lugar, sólo está su capa.

PAMELA: Mamá, nunca volveré a olvidarte, nunca.

Alexis y Picasso despiertan tras haberse desmayado.

ALEXIS: ¿Qué pasó?

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PAMELA: Alexis, ¿estás bien? ¿Ya no tienes esos malos recuerdos?

ALEXIS: ¿Malos recuerdos? ¿De qué hablas?

PICASSO (quejándose): Ay, ¡mi columna! ¿Alguien tiene una aspirina? Ya me volvió la

migraña.

PAMELA: Muchachos, ¡qué bueno que están bien! Ya todo terminó. Encontré La Luz.

ALEXIS: ¿En dónde está?

PAMELA: Dentro de mí. La Luz era el recuerdo de mi madre.

PICASSO: ¿Y Ágatha?

Pena y Lastre ya se han levantado y se han hincado ante la capa de su jefa. Al

hacer Picasso la pregunta, los dos súbditos sueltan el llanto.

PENA: (Llorando) Jefa, jefísima, ¿por qué se nos fue? Era tan joven.

LASTRE: Ay, Pena, ¡qué pena! ¡No somos nada! ¡No somos nada!

Pena y Lastre salen corriendo de escena.

ALEXIS: Pamela, finalmente sacaste a Ágatha de tu mente. ¡Lo lograste!

PAMELA: Y a ustedes ya no los atacan sus malos recuerdos. Seguramente tampoco a la gente

de Creápolis.

PICASSO: ¡Creápolis está a salvo!

ALEXIS: Ahora hay que regresar. Todos te recibirán como lo que eres: nuestra salvadora.

PAMELA: Sí, es hora de regresar.

PICASSO: ¡Qué lástima, Alexis! Nos perdimos de toda la acción.

Alexis y Picasso emprenden la salida de escena, pero se detienen al ver que Pamela

se queda inmóvil. Alexis se acerca a ella mientras que Picasso sale totalmente de escena.

ALEXIS: ¿Qué esperas, Pamela?

PAMELA: No puedo ir con ustedes.

ALEXIS: ¿Por qué no?

PAMELA: Ya salvé Creápolis. Ahora debo regresar a mi mundo.

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ALEXIS: Pero este mundo es tuyo, tú lo inventaste.

PAMELA: Es mío, pero no puedo vivir en él.

ALEXIS: ¿Estás segura? Todos en este mundo te quieren. Aquí ya no existen los malos

recuerdos.

PAMELA: No, pero yo ya sé qué hacer con mis malos recuerdos en el otro mundo, Alexis.

ALEXIS: Lo entiendo.

PAMELA: Gracias, Alexis.

PAMELA: Gracias a ti, Pamela, por darme la oportunidad de existir.

Se dan un abrazo. Alexis comienza a salir de escena. Un cambio de luces marca el

regreso a la casa de Marco y Lupita. Pamela regresa a la jardinera, donde toma su cuaderno

de dibujos. Desde afuera se escucha la voz de Lupita.

LUPITA: Sí, mi amor, gracias. Ahorita le digo, se va a poner muy contenta.

Entra Lupita con un libro de la pintora Remedios Varo. Acaba de colgar de una

llamada.

LUPITA: Pamela, te tengo una buena noticia. Marco pasó a tu casa a buscar a Picasso. ¡Y lo

encontró! Va a traerlo para acá.

PAMELA (feliz): ¿En serio? Gracias. Tenía miedo de que se perdiera.

LUPITA: ¿Lo ves? No había de qué preocuparse. Y mira, aquí está el libro. Vas a ver qué

pinturas más bellas. Son como sacadas de sueños.

Pamela empieza a hojear el libro.

PAMELA: ¡Me encantan!

LUPITA: Son parecidas a las tuyas. Claro, tú tienes tu propio estilo.

Pamela encuentra una foto.

PAMELA: Mira, una foto. (La observa). ¿Quiénes son?

Lupita mira la foto. Suspira de nostalgia.

LUPITA: Mi amor, aquí estamos Marco y yo. Y aquí está tu papá y… tu mamá.

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PAMELA: ¿Es mi mamá?

LUPITA: Es de antes de que tú nacieras.

PAMELA: Es muy bonita.

LUPITA: No sabes lo mucho que te quería, linda.

PAMELA: Sí lo sé, tía. ¿Me regalas esta foto?

LUPITA: Claro, es tuya.

PAMELA: ¿Te acuerdas que ahorita me dijiste que cuando quisiera hablar de algo, tú podías

hablar conmigo?

LUPITA: Sí, ¿quieres hablar de alguna cosa?

PAMELA: ¿Me puedes platicar cosas de mi mamá?

Lupita abraza a Pamela.

LUPITA: Todo lo que quieras.

Lupita comienza a contarle cosas a Pamela. Poco a poco las luces comienzan a

descender hasta llegar al oscuro. Sólo queda iluminado el fondo donde aparece Creápolis.

Telón.