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  • ESTUDIOS. Revista de Investigaciones Literarias y Culturales. Ao 9, N" 17. Caracas, ene-jun, 2001, pp. 65 - 83

    EN BUSCA DEL LECTOR ENLA LITERATURA LATINOAMERICANA

    Mana Hnr,nNl RunnStanford University

    Este texto reflexiona sobre quines h.rn sido los lectores de la literatura latinoanrericana y hasta qupunto sus expectativas han marcaclo la temtica y las catactersticas de las obras literarias en laregin. Se concentra principalmente en los aos que rodearon al llamado btom hlerarto latinoame-ricano, analizando el papel que en este fenmeno jug la confbrmacin en ese perodo de un pblicolector con caractersticas particulares. en cuanto a su extensin, intereses y formacin; as como lafuncin que en este proceso habran cumplido tanto 1as reformas al sistema educativo que se llevarona eabo durante Ia primera mitad del siglo XX, como la crtica literaria, los medios de comurricacin yla expansin de la sociedad de consumo. Se reflere tambin al influjo que estos pl'ocesos tulieron enla figura del autor y en su relacin con los lectores.Palabras clave: lector, bor latinoarnericano, Iiteratura latinoamericana siglo XX, procesos cultu-raies, pblico literario.

    IN SEARCH OF THE READER IN LATIN AMERICAN LITN,RATUREThis article reflects on who have been the readers of Latin Arnericrn literature and to what extenttl.reir expectations have shaped the topics and characteristics of literar'1,u,orks in the region. Itconcentrates mainly on the Vears that surrounded what is known as the Latin American literaryboom, analyzing the role played in this phenomenon by the conformation of a reading public withparticular characteristics, in rvhat pertains to is extension, interests and formation. I studies thefunctions lirlfilled in the process by educational reforms developed in the first half of the 20thCentury, literary critics, mass media and the expansion of a consumer society. It also makes referenceto the inflLrence of the author figure in these processes and to his relationship to the readers.Key Words: reader, Latin American literary boom, Latin American literature 20th Century, culturalprocesses, literary public.

    Hipocrite lecteu4 ntott senlable, non frre!Baudelaire

    Quines han sido los lectores de la literatura latinoamericana? Cmo han llegadoa ella'? De qu manera su lectura ha marcado sus vidas? Hasta qu punto sus opinio-nes y sus gustos han determinado el curso de la creacin literaria? Son preguntas que

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  • han sido planteadas en varias oportunidades por la crticl litt'r;rrr. Muchos autoresque han estudiado la literatura de estos pases desde una pelsrt't lir':r sociocultural sehan referido a la importancia que tuvo el surgimiento de rrrr "rulrlit'o lcctor" en laconsolidacin del campo literario de Amrica Latina. Pero p()c:rs \,('('r's se indaga sobrelos procesos de formacin de ese pblico, sus caractersticas y cl :rlr'rrcc de su influen-cia en los circuitos de produccin y legitimacin de la literaturir. Los cslrrdios que tocanestos temas

    -por lo general en forma indirecta, es decir conr() l)iut('tlc anlisis msamplios sobre los procesos literarios de la regin- estn nrarcrrrl()s l)or una ceftezaprevia que seala el curso de la reflexin, pero que en s misnrl lro es cucstionada. Seasume que los lectores de la literatura latinoamericana han pertcnccirlo l scctores mino-ritarios de la poblacin y se seala que la importancia relativil rlc csls minoras, suextensin y su conformacin social presentan variaciones en la historia y la geografade Amrica Latina. La pobrezay el alto nivel de analfabetismo funcional que existen enla mayora de estos pases son sealados como los principales resl.ronsables de estehecho, cuya importancia y veracidad resultan evidentes. Sabemos quc cl pblico de laliteratura latinoamericana, en general, ha estado conformado por lcctores que pertene-cen a grupos muy reducidos de las clases altas o medias del contincntc.

    Sin embargo, existen algunas excepciones a esta regla, las cuales modifican el rum-bo de la reflexin sobre el papel del pblico en los procesos literarios. Una de ellas sonlas obras literarias cuya lectura se incluye en el currculum de la escuela bsica yquedan en la memoria de la poblacin, aunque con frecuencia la gente slo acceda aellas a travs de resmenes. En esta categora entraran las novelas llamadas "naciona-les", cuyo conocimiento ha sido considerado por los gobiernos como elemento formadordel sentimiento patritico y por eso se ha difundido a travs del sistema escolar. La otraexcepcin son los autores ms conocidos del llamado boomlafinoamericano, quienesdesde su apabullante entrada en la arena intelectual y en el mercado cultural han vendi-do miles de ejemplares de sus obras. Pero en este caso el carcter excepcional no residetanto en que sus libros hayan sido y sigan siendo sl-sellers, sino en que fueronsimultneamente clasificados por la crtica como obras literarias de "alta calidad artsti-ca", un hecho que hasta ese momento era incompatible con el de vender muchos libros.Antes de la dcada de los sesenta eran pocos los autores de libros vendidos en gran-des cantidades que entraban en las historias de la literatura latinoamericana, pero du-rante esa dcada las grandes figuras literarias del continente fueron alavez autores deobras que se venden. Las razones de ese cambio constituirn una de las lneas deindagacin de este trabajo.

    Volver a repasar las trajinadas pginas deI boom latinoamericano resulta conflictivoen un momento en el que parece ms urgente rescatar lo que ste dej por fuera: toda lanarrativa anterior, la literatura femenina, las expresiones de los sectores marginados enlas sociedades latinoamericanas. Pero si de rescatar voces silenciadas se trata, quizsninguna necesite de este esfuerzo con tanta urgencia como la del lector. Ignorada por la

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  • mayor parte de la crtica y aparentemente desdeada por los escritores, la voz de loslectores latinoamericanos pennarlece en la sombra. Si acaso los lectores de la reginhan sido un sobreentendido, un extremo otro en la cadena de la comunicacin, en cuyopolo principal (con un protagonismo pocas veces cuestionado) se encuentra el escritor.Tanto es as que por lo general la crtica slo valida la perspectiva del "lector" en elcircuito literario cuando los escritores se sitan momentnearnente en esa posicin,comentando libros que han ledo. Pero an en esos casos es la situacin social de"escritor" (no la de "lector") la que aparece revestida de importancia, otorgando auto-ridad para emitir juicios.

    Paradjicamente, durante los aos del boom latinoamericano, cuando el "pblicolector" adquiri una irnpoftancia sin precedentes en la regin como instancia legitinadorade la "calidad artstica" de una obra literaria, esto no se tradujo en un mayor inters porindagar cul es el papel que le cabe a ste en el proceso de produccin de la literatura.Sobrevino en cambio una acentuacin del protagonismo asignado al autor, aunque steadquiri caractersticas difererrtes a las que haba tenido durante las generacionesprecedentes

    -cuando la relevancia social de un escritor se basaba en su manejo de laletra, el cual era validado por una lite igualmente ilustrrda. Tal como lo ha analizadoJean Franco, impulsado por su nuevo rol de "superestrella", es decir, por esa nuevafomra de legitimacin artstica que era otorgada por el reconocimiento del "gran pbli-co", el escritor asumi como antes nunca un papel de autoridad, definindose comoautor/fundador de la realidad desde la literatura. Aunque el pblico lector adquiraprotagonismo en el universo literario, como instancia de certificacin de la irnportanciasocial de los escritores. stos se encargaban de despojarlo metafricamente de todarelevancia en el proceso. En este rnovimiento se vean respaldados por la mayor partede la crtica del momento; la valoracin de las obras se haca por lo general con base enelementos "intrnsecos" a ellas, o "puramente estticos", es decir sin otorgarle mayorimportancia al hecho de que fueran aceptadas por un pblico amplio. A pesar de todo,era irnposible negar que este pblico haba comenzado ajugar un papel principal en elescenario cultural de los pases latinoamericanos.

    De dnde venan los lectores?

    Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo cornienzan el captulo sobre el lector del libroLiferaturtt y sociedad diciendo: "[,r cxistencia de lectores es un hecho social, caracte-rizado por relaciones especficas cntrc cll

  • llegitimadora de la calidad "literaria" de una obra, rompiendo con la exclusividad queen el desempeo de esta funcin haban cumplido hasta entonces los crculos inte-lectuales cerrados. Quines eran esos lectores del "gran pblico" que se lanzaron aleer autores "literarios"? Qu cambios se haban producido en los circuitos de con-sagracin para que los autores "literarios" no fueran acusados de hacerle concesio-nes al "gran pblico" por el solo hecho de vender sus libros? Quizs se rraraba de uncambio en las nociones de "pblico" (o "pueblo") y de "literatura", por el cual la unaya no sera incompatible con la otra sino que por el contrario deban buscarse mutua-mente. Este cambio ideolgico pudo servir para modificar algunos de los criteriosde seleccin utilizados para definir la calidad literaria de una obra. pero no bastarapara que se hubiera dado un giro tan dramtico.

    Para tratar de entender lo que ocurri en esos aos quizs haya que remontarse a lasprimeras dcadas del siglo XX, cuando se comenz a confbrmar lo que podramosllamar un "pblico lector" en Amrica Latina, como resultado de varios factores. Elprincipal dc ellos es la promulgacin de leyes sobre el carcter obligatorio de la ense-anza primaria y la expansin de la enseanza secundaria que tuvo lugar entre 1878 y1914 (Carlos Rama, 1978;242). A esto se sumaron la industrializacin y la progresivaemigracin a las ciudades, donde se conformaron grupos sociales con capacidad delectura, inscritos en comunidades en las que se comenzaba a fbrjar un inters por lostextos de ficcin. Para atraer a ese pblico naciente se crearon editoriales que publica-ban tiradas masivas de novelas cortas y de fcil lectura, las cuales fueron consumidasampliamente por lectores de una emergente clase media. El libro de Beatriz Sarlo, E/imperio de los sentimientos, analiza la fbrma como se produjeron, circularon y se leye-ron estos "novelines" en Argentina entre 1917 y 1927 . AI ubicar temporal y culturalmenteeste tipo de textos, Sarlo se refiere a su coexistencia con la Iiteratura de la vanguardiaargentina, cuyos autores han sido tradicionalmente reunidos en torno a los dos gruposde Florida y Boedo. Contrasta la amplia circulacin de los tblletines, los cuales llegabana publicarse en tiradas de 200.000 ejemplares y eran vendidos en espacios frecuentadospor las nacientes clases trabajadoras urbanas de Buenos Aires, con la limitada difusinde los autores de "alta literatura" (entre quienes se encontraba Jorge Luis Borges),cuyas obras se publicaban en ediciones limitadas a quinientos o mximo mil ejemplaresy eran exhibidas en los anaqueles de apenas una o dos libreras, a las cuales sloentraban lectores provenientes de los crculos intelectuales elitistas, a los que pertene-can los propios escritores.

    Las diferencias entre los dos tipos de obras pueden justificarse cn aspectos tandiversos como el tiempo de elaboracin de cada una de ellas, la comple.jidad de suconstruccin literaria o el nivel de instruccin necesaria para acceder a su lcctura, peroen su momento las revistas de las lites intelectuales (como Martn Fitrnt) cstablecansu distancia frente a los folletines describindolos con adjetivos rclrtil'os a la clasesocial de sus lectores y los circuitos por los cuales se movan. Tal cclnlo lo scala Sarlo,

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  • desde las pginas de dichas revistas se les calific como "literatura de barrio, depizzeray de milonguitas" (1985:10), situndolas as en un ms all geogrfico den-tro del espacio mltiple de la ciudad que se estaba construyendo, el cual era tambinun ms all social, un extramuros con respecto a la fortaleza intelectual donde seelaboraban obras destinadas a inscribirse en los anales del patrimonio esttico de lahumanidad, o al menos de la nacin.

    Buenos Aires es ia primera capital latinoamericana donde se conforma una clasetrabajadora alfabetizada con las condiciones apropiadas para el consumo amplio deestos textos, pero sabemos que en otras ciudades de la regin tambin circularonfolletines de este tipo, aunque en menor escalal. Son pocos los testimonios que tene-mos con respecto a la valoracin otorgada a estos "novelines" en los crculos literariose intelectuales, pero la ausencia de cualquier referencia a ellos en las historias de laliteratura es buen indicador de la opinin que tenan al respecto dichas lites. No es mipropsito cuestionar la validez de esos juicios, ni abogar por una revisin de las histo-rias literarias para incluir en ellas textos que nunca fueron escritos con el objeto defigurar all. Me interesa mostrar cmo para los intelectuales latinoamericanos de laprimera mitad del siglo XX el nmero de ejemplares vendidos no era un factor quecontara como elemento de valoracin sobre la calidad literaria de un escritor. En realidadse daba el fenmcno contrario: un autor que vendiera demasiado despertaba sospe-chas entre sus colegas intelectuales.

    Esta tendencia cambia radicalmente a partir de los aos sesenta cuando, como 1o hasealado Angel Rama en su texto cannico sobre el tema: "El boom en perspectiva", seestablece un circuito de valoracin desde un nuevo tipo de revistas que podran llamar-se "de variedades", pensadas para un pblico amplio y heterogneo. Estas revistas,modeladas segn los patrones de los magazines europeos y norteamericanos, se diri-gan a pblicos extensos e incluan notas sobre temas diversos, pero otorgaban espe-cial atencin a lo literario por contar en sus equipos periodsticos con numerososescritores jvenes. Lentamente estas revistas fueron asumiendo funciones de crticaliteraria que antes les correspondan en forma exclusiva a las publicaciones especializa-das, destinadas a un pblico culto. De esta manera se fueron convirtiendo alavezenespacios alternos de legitimacin y difusin dc obras literarias, pues en los artculosque all aparecan se manejaban criterios de validacin, los cuales eran posteriormenteutilizados por los lectores de dichas revistas como gua para la adquisicin de libros.Pero quines eran esos lectores? Por qu necesitaban esas guas? Por qu las bus-caron en esas vitrinas pblicas no elitistas en lugar de acudir a las revistas literarias?

    Aparte de algunos estudios dedicados a la literatura de cordel en el Brasil, no he encontrado otras obras(a excepcin ctel libro de Beatriz Sarlo) que estudien la circulacin de folletines en otros pases deAmrica Latina. Sin embargo, una revisin de las librer'as dedicadas a la venta de libros usados, endiversas ciudaclcs latinoamericanas. podra dar testimonio cle la existencia y circulacin de stos ms allde la Argentina.

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  • Nuevamente es preciso ir hacia atrs. Antes de la dcada de los cincuenta, el p-blico lector en Amrica Latina se encontraba dividido entre las minoras cultas, quelean obras gestadas en los crculos de la intelectualidad elitista, y las clases trabaja-doras recin alfabetizadas y urbanizadas, que consuman folletines. Pero en los aoscincuenta el panorama social se haba modificado radicalmente y haba surgido.unnuevo grupo de lectores que no caba en ninguna de esas dos categoras. Muchos deellos eran hijos de aquellos consumidores de folletn, quienes haban nacido y creci-do en la ciudad, alcanzando un nivel de formacin que sobrepasaba la alfabetizacinelemental de sus padres. Las expectativas de estos jvenes eran muy diferentes a lasde las generaciones anteriores, por haber sido moldeadas en contacto con la vidaurbana y los medios de comunicacin masiva (radio y cine), en sociedades que vivanuna relativa prosperidad a causa de la expansin comercial e industrial que tuvo lugar enla mayora de los pases latinoamericanos durante las primeras dcadas del siglo XX.

    En lo referente a la educacin, entre 1900 y 1950 no slo disminuysignificativamente el nivel de analfabetismo en prcticamente todos los pases de laregin sino que adems se increment considerablemente el nmero de jvenes queingresaban a la universidad. Inicialmente estos jvenes procedan en su mayora de lasclases altas, pero como resultado de la gran movilidad social que tena lugar duranteaquellos aos, sectores cadavez ms amplios de las clases medias pudieron tener acce-so a la educacin universitaria y los recintos comenzaron a crecer para acomodarlos.Las reformas que en dicho sector se realizaron en todos los pases facilitaron el proce-so, pues a raz de ellas los centros universitarios se convirtieron en espacios democr-ticos y autnomos. A partir de dichas reformas se instauraron sistemas universitariosen los cuales la enseanza reflejaba por un lado una influencia de las ideas socialistas,las cuales haban cobrado fuerza en cieftos sectores de la intelectualidad latinoameri-cana desde la dcada de los diez, y por otro una orientacin de tipo humanista, basada enlos escritos de intelectuales como Jos Enrique Rodo y Jos Vasconcelos. Los centrosuniversitarios latinoamericanos se convcr-tiran en espacios relativamente independientesde debate y renovacin ideolgica, segn los modelos establecidos por la UniversidadNacional Autnoma de Mxico, fundada en 1910, y por el movimiento conocido comoReforma Universitaria, que fue impulsado por estudiantes de la Universidad de Crdo-ba en 1918 y tuvo repercusin continental.

    Estos cambios en la universidad resultan determinantes en el proceso de forma-cin de ese pblico lector que cobrara importancia despus de los aos eincuenta.Aunque el porcentaje de la poblacin que se incorporaba a la universidad era todavabastante bajo, haba aumentado considerablemente con respecto a las primeras dca-das del siglo. Prueba de ello es que alrededor de esa poca varias universidades sevieron forzadas a aumentar su espacio fsico y en algunos pases se fundaron nuevasuniversidades con capacidad para acoger numerosos estudiantes. Tanto la Llniversidad

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  • Nacional Autnoma de Mxico2, como la de San Marcos en Lima y la Central deVenezuela construyeron durante la dcada de los cincuenta sus actuales sedes, llama-das Ciudades Universitarias. Con ese mismo nombre se inaugur en esos aos lasede de la recin creada Universidad Nacional de Colombia, en Bogot. Por su parte,la Universidad de Chile. la de Buenos Aires y la de la Repblica de Montevideo mul-tiplicaron desde 1940 el nmero de facultades y desde 1945 conenzaron a construiredificios para acomodar ms estudiantes. Este incremento generalizado en el ingre-so universitario lue en gran parte el resultado de un afn por lbrmar prof'esionalesque suplieran las demandas laborales de la industrializacin. Se produjo as un au-mento dramtico en el nmero de estudiantes y profesionales jvenes que existan enlos pases a finales de la dcada de los cincuenta y toda la de los sesenta.

    Todas las reformas y modificaciones que tuvieron lugar en el campo de la educa-cin universitaria fueron alavez una consecuencia de los cambios en la conforma-cin social que se haban producido en las ciudades latinoamericanas y un factordeterminante de los mismos. De este proceso surgi un grupo de lectores con carac-tersticas que nunca antes se haban dado entre los receptores del texto escrito enAmrica Latina. Estaba compuesto por jvenes de clase media con niveles relativa-mente altos de instruccin, que se vean excluidos de los crculos sociales elitistas atravs de los cuales se difunda anteriormente la alta literatura, pero buscaban obrascon planteamientos dif'erentes a los de los libros que lean sus padresl. La difusinde las teoras socialistas en las universidades habra sembrado en estos estudiantesuna inquietud por las ideas de renovacin, la cual se vera alimentada por una percep-cin del proceso de cambio social que se estaba produciendo a su alrededor y de loinadecuados que resultaban en ese contexto los esquemas ideolgicos heredados dela generacin anterior. El humanismo, por otra parte, haba generado en ellos unaconfianza en la capacidad de las artes y las letras para promover cambios que condu-ciran al mejoramicnto cle la sociedad. Entre estos jvenes se encontraban tambinalgunos de los escritr)res que publicaran su obra durante los aos sesenta.

    Entre autores y lectores

    La comunicacin con sus compaeros de generacin se convirti para estos auto-res en objetivo importultc, aunqlre no siempre declarado, de la creacin literaria. Los

    La UNAM inaugurl su sctlc rlt'l:r ('iudad Universitaria en 1954, aumentando su capacidad deacogida en forrna signilicativl. l)usri cle tener 22.000 estudiantes en 1949 a 36.165 en 1955 y6.879 en I 96 I .No es posible hacer generalizlciones corr respecto al tipo de obr:rs que consuma esta generacinanterior. Los folletines de liicil ltclrrrr convivan con las novelas nacionales y con las obrasclsicas del siglo XIX, considcllrtl:rs r'oluo lrrndamentales en la fbrmacin moral y social de lasclases medias que empezaron a srrrgir tlrrr:rrrle las primeras dcadas del siglo XX.

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  • textos de ficcin con frecuencia interpelaban a estos "nucv()s lectores" incorporan-do personajes que aparecan como alter ego del autor y sc identificaban con losjvenes de las nacientes clases medias urbanas, quienes

    -por las razones antes pla-teadas- constituan un grupo bastante amplio y relativarncntc homogneo en susintereses, formacin y experiencias vitales. En Cien aos da soledad (1967), porejemplo, Gabriel Garca Mrquez se incluye a s mismo y a sus compaeros del co-nocido Grupo de Baranquilla como amigos del ltimo Aureliano Buenda, descri-biendo sus actividades y gustos con detalles que les seran familiares a los lectoreslatinoamericanos de la novela en su momento. Con ello no slo apela al recurso

    -tantas veces usado en la literatura- de incluir en la ficcin a un personaje que serael cronista de los hechos narrados; adems les enva seales a sus compaeros degeneracin, las cuales serviran de claves identificatorias para quienes se acercaban ala novela buscando un "nuevo" lenguaje que le hablara a aquella generacin formadaen los aos del crecimiento de las ciudades, la expansin de la educacin universita-ria y el auge de los medios audiovisuales (en especial el cine).

    La bsqueda de elementos identificatorios para la "nueva" generacin no siempreconstitua el centro de la narracin4, pero serva de vehculo importante de comunica-cin entre el autor y los lectores pertenecientes a ese grupo, describiendo los proble-mas y dudas a los que se enfrentaba. Con frecuencia esto se traduca en un afn por"encontrar un lenguaje propio", problema que durante aquellos aos se convirti encentral para la literatura. As sucede. por ejemplo , en La ta Julia y el escribidor (1977')de Mario Vargas Llosa, recreacin de la vida de un joven limeo aspirante a escritor queen los aos cincuenta vive su etapa de formacin. Procedente de una familia de clasemedia acomodada y estudiante de derecho en la Universidad de San Marcos, estepersonaje parece encarnar a uno de esos jvenes actores del nuevo escenario culturallatinoamericano. Su proceso de entrada en el campo literario y su aprendizaje del oficiode escribir

    -la modalidad particular que en este caso asume su "bsqueda de unlenguaje propio"- se ven determinados por su contacto con el mundo de la radio,donde percibe una escisin entre los gustos elitistas de las clases acomodadas y losgustos folletinescos de la mayor parte de la poblacin. Al comenzar la novela el perso-naje contrapone dos emisoras de radio vecinas, las cuales representan los dos polosdel panorama esttico a los que se veran enfrentados todos los jvenes de su pocacon cierto nivel educativo. La primera de ellas "tena, en su personal, sus ambiciones ysu programacin, cierto aire extranjerizante y snob, nfulas de modernidad, de aristocra-

    4 Un caso en el que la indagacin sobre las caractersticas y el nuevo lenguaje de esa getteracins e stn en el centro de la narracin es Ra ,-ue la ( 1 967) de Cortzar, donde se puede decir que losdilemas, los conocimientos y las actividades de Oliveira son el eje de la trama. Algo similar sepuede decir sobre Cambio de piel (1967) de Carlos Fuentes y Tres tristes tigres (196'7) deGuillermo Cabrera Infante, para nombrar slo algunas de las novelas ms emblemticas de estatendencia.

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  • cia"; la segunda en cambio mostraba una "vocacin multitudinaria, plebeya, criollsima".(12) El personaje principal trabaja en la primera pero no se encuentra cmodo all; pasabastante tiempo en la segunda, pero establece una distancia con respecto a quienes enella trabajan.

    Las dos emisoras representan esquemticamente los dos extremos del gusto cultu-ral del momento. En uno de ellos se encuentran las expresiones aftsticas preferidas porlas lites, que se organizan en torno a la exclusin de quienes no tienen los recursospara estar al tanto de las ltimas novedades surgidas en el extranjero. En el otro selocalizan los gustos del "pueblo", mltiples, indiferenciados, abiertos a todo lo quelogre capturar la atencin. Entre estos dos extremos se encuentra Mario, el aspirante aescritor, incmodo en el ambiente elitista de la emisora donde trabaja, pero con unaevidente actitud de alejamiento estratgico ante la emisora plebeya, a la cual siempre leest sealando insuficiencias. Esa mezcla de fascinacin y actitud de superioridad porparte del narador frente a la cultura "que le gusta al pueblo" se resume en la caracteri-zacin de Pedro Camacho. Sus radioteatros, cargados de drama y de perversiones,estn concebidos para que los receptores olviden la monotona de sus propias vidas yproyecten los demonios de su inconsciente

    -colectivo?- en esos personajes imagi-

    nados por un creador que transita entre la genialidad y la locura, como los artistasrornnticos. El narrador parece saber todo el tiempo que dicha cultura lleva en s elernbrin de su propia destruccin, de ese tememoto final al que el escribidor tiene queacudir como nica salida posible al nudo de pasiones y perversiones cada vez msdramticas y chocantes que ha estado construyendo para mantener la atencin de surudiencia. El Mario de la novela es un personaje literario, por ms que Vargas Llosalraya proyectado en l muchas de sus percepciones y tambin algunos datos biogrfi-cos, pero esa percepcin sobre lo inadecuado de la cultura populista y esa incomodi-tlad frente a la cultura de lites probablemente estaran presentes, aunque fuera slo anivel inconsciente, en muchos jvenes latinoamericanos que eran en la realidad lo quecl protagonista de La tct Julia y el escribidor en la ficcin.

    Estos jvenes fueron quizs los primeros destinatarios de las pginas dedicadas ala literatura en las revistas "de variedrdes" que describe Angel Rama. Quienes redacta-bn dichas pginas se relacionaban con ellos por su edad y nivel educativo, de talnranera que probablemente habran pasado por procesos similares de formacin delgusto. Es evidente que la atenci(rn por la literatura que desarrollaron esos jvenespcriodistas no haba servido como factor de promocin de las ventas de libros si nollubiera sido porque las obras que comentaban hablaban en un lenguaje que apelaba al!.usto de esa generacin. Algo parecido se puede decir con respecto a los editores, aIos cuales Rama otorga un papel protagnico por haber propiciado la publicacin derrlrras innovadoras y estticamente elabclradas. Su trabajo no habra tenido ningnt'lccto de difusin de la literatura si no hubiera sido porque exista un sector amplio dclrr poblacin interesado en acceder a esas obras. Lo que sucedi en aquellos aos cn cl

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  • mbito literario latinoamericano fue una confluencia entre un pblico, unos circui-tos de difusin de la literatura y unos autores que escriban lo que ese pblico recla-maba. Pero esto no se produjo segn un esquema capitalista espontneo en el cualunos productores (escritores y editores) habran descubierto unas necesidades nosatisfechas por el mercado y elaborado unos productos innovadores (libros) destina-dos a satisfacerlas, promocionndolos de manera eficiente a travs de una red ms omenos informal de publicidad ("magazines"). Tanto la produccin como la difusin yel consumo de la literatura tienen unas caractersticas peculiares que las convieftenen fenmenos singulares dentro del mercado de circulacin de bienes.

    Pierre Bourdieu es quizs quien ms extensamente ha analizado la manera en quecirculan los bienes culturales (entre los cuales se contaran las obras literarias), cuyoxito en el mercado depende tanto de factores derivados del aumento de la demanda pordeterminado tipo de bienes simblicos en un momento dado, a causa de circunstanciassociales especficas, como de las categoras de valoracin esttica que se manejan en elinterior del campo. un estudio realizado por Danny Anderson sobre Joaqun Mortiz,una de las editoriales legendarias de los sesenta, desde la perspectiva de las teoras deBourdieu, muestra de qu manera esta empresa logr convertir su firma en una marca deprestigio que se convirti alavez en sello de calidad literaria y de valor simblicotraducible en valor econmico. Segn lo muestra Anderson, Joaqun Mortiz combinestrategias de afiliacin (por las cuales adquiri prestigio publicando inicialmente s1oautores ya consagrados), con estrategias de visibilidad (basadas en la cuidadosa clasi-ficacin de los autores en colecciones especficas y en la explotacin de formas veladasde publicidad), y de distincin (consistentes en publicar slo obras cuya calidad litera-ria estuviera garantizadapor el nombre de su autor o por un delicado proceso de lecturaprevia) para lograr situarse dentro del mercado de los bienes culturales asegurando unaretribucin de capital simblico a quien invirtiera en sus libros.

    Gran parte de la discusin sobre el papel de las editoriales en el boom que se lleva cabo en la dcada de los setenta gir en torno a definir si publicaron la nueva literaturamovidas por intereses econmicos (es decir intuyendo las exigencias del pblico nue-vo y buscando complacerlas) o si lo hicieron movidas nicamente por criterios de"responsabilidad cultural" (trmino utilizado por Rama), es decir cindose nicamentea criterios de calidad literaria en la seleccin de las obras que publicaran. Los partida-rios de la primera opcin llegaran a decir que fueron los editores quienes provocaron elboom, mediante eficaces maniobras mercantilistas. Al observar el tema desde la pers-pectiva de Bourdieu, en la cual las obras literarias forman parte de los bienes culturales,cuyo valor en el mercado depende del valor simblico acumulado en el interior delcampo al que pertenecen, resulta ms fcil entender cmo la labor del editor se encuen-tra a medio camino entre los criterios estticos y los del mercado. Pero an los editoresque mejor logran realizar este balance ejercen slo un control relativo sobre los cambiosen el gusto literario, pues ste es producto de circunstancias situadas en el marco social

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  • ampliado. Si acaso su intuicin les llevar a detectar a tiempo esos cambio y a res-ponder a ellos seleccionando para publicacin las obras de autores nuevos que seadecen a los mismos.

    En un artculo titulado "La metamorfosis de los gustos", Pierre Bourdieu define losgustos que se desarrollan en el campo cultural de esta manera: "(En cuanto) conjuntode las elecciones que reliz.a una persona detertninada, son producto de una confluen-cia entre el gusto objetivado del artista y el gusto del consumidor" (1990: I 83). Desdeesta perspectiva, podramos decir que durante e\ boom latinoamericano el gustoobjetivado de los escritores (que toma forma en sus obras) confluy con el gusto de loslectores del momento. Esto no implicaba que hubiera una coincidencia de edades entrelos autores y los lectores, pues tanto los ms jvenes como los lectores ms madurospueden participar en un rnomento dado de bsquedas expresivas similares. Es particu-larmente importante resaltar esto para el caso de las obras literarias que se difundierondurante los aos sesenta, pues aunque el pblico de las mismas abarcaba toda laregin, los cambios en la educacin universitaria y en la conformacin social de lapoblacin se dieron en diferentes momentos en los distintos pases. Aunque en esadcada el panorama era bastante homogneo en la mayor parte de las capitales latinoa-mericanas, el proceso hrba comenzado mucho antes en ciudades como Buenos Aires,Mxico y Mntevideo, las cuales fueron por eso mismo centros de produccin literariay difusin cditorial. Es iguahnente importante tener en cuenta que la extensin de laeducacin supcrior sc produjo en forma gradual, de tal manera que el afn de leer obrasliterarias renovackrras sc encontraba distribuido entre distintos segmentos de edad enla poblacin de la rcgirin.

    De "lo propio" a kr "alrr4liatdri'

    La identiflcacirin rlc lts rlrlorcs "nuevos" por parte de la crtica y de los editores sereahz a partir de critcrios tlc irrrovlcin esttica que no necesariamente iban acompa-ados de coincidcncirrs gcrrcllrcionales entre los escritores seleccionados, como loseal Angel Rama ( l9lJ5: l() I . 1)or parte del pblico, sin embargo, el cambio en lasexpectativas s era dc tixr gt'rrt'rrrcirrral, puesto que derivaba de una serie de cambiosen el contexto socio-cullrrnrl. l )e rrh cuc hayan sido necesarias aclaraciones "tericas"para dif'erenciar a los "nucv()\" lrut()r'cs con respecto a aquellos que quedaban en unapoca que deba considcrllsc srrrt'lrtlir, por simbolizar los gustos de la generacinanterior. Esta teorizacirin lu llt'r'rrnrr rr crrbo trnto Ia crtica especializada corno ios escri-tores, pero fueron las opiniorrcs tlt'r'slos rilirnos las que ms llegaron al pblico amplio,por el protagonismo que ltftririe rrrr t'rr lu segunda mitad de la dcada de los aossesenta. a travs de los nreclios tle t orrrunicrrcitin. En el grupo de los autores que fueronrelegados al pasado por las tlet'lrrr:rtiorrt's tlc los escritores, en entrevistas, conferen-cias o artculos de prensa, cnlriu ()lr lrxlos rrtlrrcllrrs que se clasificaban con el apelativo

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  • de "regionalistas", simbolizando una etapa en la cual la literatura diriga su alencin alo que ocurra en las "regiones", territorios incluidos en el mapa geogrfico de lospases, pero alejados de las capitales y sus sistemas de gobierno. Ya en su introduc-cin al libro Foundational Fictions. Doris Sommer llam la atencin sobre cmolos autores del boom impulsaron una percepcin negativa de aquellas novelas quhaban sido exaltadas por las generaciones anteriores con un inters nacionalista. Enel contexto de los cambios en las expectativas del pblico que se estaba produciendoen esta poca, podemos entender este hecho como una manera de relegar hacia elpasado aquello que ya no apelaba a las necesidades estticas de esta nueva genera-cin, la cual relacionaba dichas obras con el gusto de sus padres.

    Entre otras cosas, se evidenciaba en ese nuevo pblico una actitud ambigua frenteal nacionalismo, la cual era caracterstica de los jvenes que recibieron su educacinuniversitaria alrededor de la dcada de los cincuenta. Desde principios de siglo losgobiernos haban impulsado en las escuelas la realizacin de prcticas dirigidas a exal-tar el sentimiento patritico

    -el apego a "lo propio"-, en un afn de los gobiernos porfomentar la cohesin nacional y tambin respondiendo a una necesidad por parte de loshabitantes del pas de encontrar elementos de identificacin en medio de lasinestabilidades producidas por los procesos de modernizacin e industrializacin. Losdesfiles patriticos que se llevaban a cabo en la celebracin de las fechas nacionalesiban de la mano con el rescate folclrico de las manifestaciones artsticas "populares"y con la inclusin en el currculum escolar de la lectura de las novelas nacionalesconsagradas por los crculos literarios de los diferentes pases. Pero aunque para losprimeros campesinos que emigraron a las ciudades (y tambin para los hijos de losemigrantes europeos en el caso de los pases del cono sur) estas prcticas pudieroncumplir un papel importante en la definicin de una identidad que les permita sentirseparte de una comunidad que trabajaba guiada por propsitos patriticos comunes, parasus descendientes el deseo de sentirse miembros de una comunidad se estaba verifi-cando por otros carninos.

    Los jvenes que habitaban en las ciudades recin consolidadas como tales du-rante los aos cincuenta no se preciaban, como sus padres, de unos valores comuni-tarios recibidos de la tradicin, los cuales sera posible mantener en el nuevo mediourbano mediante la celebracin de prcticas patriticas, que ligaran la realidad pre-sente con la herencia de los antepasados que forjaron la nacin. Para estos nacientesciudadanos urbanos, la formacin de la identidad se haba realizado tambin por loscaminos de la calle, por el desarrollo de vnculos con personas ajenas a los crculosfamiliares, por el contacto con el cine, la radio y la naciente televisin, por la lectura deperidicos que gracias a los avances en las comunicaciones traan cada vez msrpidamente noticias procedentes de muchas latitudes. Por muchos caminos se ex-tenda a amplios sectores de la poblacin una conciencia de ser ciudadanos delmundo, partcipes de las bsquedas artsticas que tenan lugar ms all de las fionte-

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  • ras patrias, en el resto de Amrica Latina y tambin (quizs sobre todo) en Europay en los Estados Unidos. En lo referente a la literatura nacional, adems, las obrascuya lectura era impuesta en la escuela primaria y secundaria eran percibidas comoparte de sistemas educativos escolares considerados caducos por el sector jovencle la poblacin, que reciba la parte ms significativa de su educacin en la univer-sidad, donde predominaban ideas cosmopolitas y renovadoras.

    El afn por encontrar formas de expresin de lo nacional segua latente en medio deestos cambios, pero requera de fuertes redefiniciones para adecuarse a la nueva sensi-bilidad. Una de las salidas sera la ampliacin gradual y relativa de los lmites quedefinan la comunidad imaginaria5 a la cual dirigan su sentimiento de pertenencia loshabitantes de los distintos pases; se pas de situarlos en las fronteras de cada nacina concebirlos en un mbito continental, es decir se produjo un cambio del nacionalismoal latinoamericanismo. Esto pudo ser en pafte el resultado de una homogeneizacinrelativa en las condiciones de vida existentes en los dif'erentes pases (al menos en lasciudades), pero muchos factores pudieron intervenir en el proceso. El cine pudo cum-plir tambin un papel importante, pues desde los aos treinta se haba constituido unmercado continental de pelculas en espaol, cuyas necesidades eran suplidas desdelos centros productores en Mxico y Argentina, difundiendo comportamientos, formascle hablar e imgenes cuya popularidad traspasaba las fionteras nacionales, sealandoy ala vez promoviendo rasgos de identidad comunes a todos los pases de la regin.Desde otro mbito, el sentimiento de solidaridad y la ilusin de cambio social despertadospor la Revolucin Cubana serviran como rasgo unificador de los intelectuales y de losjvenes formados en las universidades de toda Amrica Latina, planteando el estable-cimiento del socialimo como un ideal alrededor del cual se unan fuerzas procedentes detodos los espacios del continente.

    En estos procesos de redefinicin de la nacionalidad, tambin era preciso redefinirla literatura nacional. Los escritores lo haran a travs de entrevistas y artculos en losque invalidaban los procedirnientos utilizados por sus predecesores para buscar unaexpresin nacional, aunque sin descartar la legitimidad de este propsito. Comentandoel contraste entre los autores exitosos de los aos sesenta con los anteriormente con-sagradas por las entidades oficiales en Amrica Latina, Julio Cortzar dice que han"desperlado a la realidad del drama latinoamericano de una manera mucho ms revolu-cionaria que los escritores de generaciones anteriores y sobre todo de los que seobstinaban en las vas de un realismo parroquial" (1994 124). Los anteriores sondescalificados por parroquianos, es decir por su incapacidad para ver ms all de loslmites restringidos de la nacin construida en el siglo XIX, mientras que los "nuevos"

    5. Utilizo este trmino en el sentido desarrollado por Benedict Anderson en la obra que lleva ese ttulo(lmaginetl Contunlties), la cual es va punto de ref'erencia obligado en las rctlexiones sobre los procesosde formacin de la nacin y la nacionalidad.

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  • son certificados por su acercamiento revolucionario a la realidad de esa nacin am-pliada que es Latinoamrica. En otro contexto, Mario Vargas Llosa subraya lo inade-cuado de esos caminos "superados" describiendo las tcticas de los autoresregionalistas en estos trminos: "Estilos frondosos e impresionistas..., oscurecidosde provincialismos en los dilogos..., logran lo contrario que ambicionaban sus auto-res: no plasmar en la ficcin lo real en su "estado bruto", sino la artificialidad, lairrealidad" (1991:362). Nuevamente no es la temtica americana lo que se definecomo errneo y superado, es el camino de acercamiento a ella, marcado por el "pro-vincialismo" y la pertenencia de sus autores a una tradicin literaria anterior. Tam-bin Carlos Fuentes, quizs el escritor ms enftico en su descalificacin de las obrasde esos escritores, despoja de cualquier validez propia a toda la narrativa realizada enel continente antes del surgimiento de la "nueva" novela: ""Se los trag la selva" dicela frase final de Ln vorgine de Jos Eustasio Rivera... Podra ser el comentario a unlargo siglo de novelas latinoamericanas: se los trag la pampa, se los trag la mina, selos trag el ro" (163). En su opinin, el nico mrito de la narrativa anterior es habersido antecedentes de la "nueva" novela, su falla principal el haber dejado que la natu-raleza americana se los tragara en lugar de apropirsela. Nuevamente se trata de inva-lidar el camino por el que los autores anteriores buscaron expresar lo "nacional" ensus novelas, pero no este propsito.

    No pretendo extenderme aqu sobre los problemas inherentes al nuevo lenguajeadoptado por los autores de esta generacin para expresar lo nacional

    -en el cual el

    escritor asuma un papel de autoridad casi divina. Me interesa ahora volver sobre losargumentos utilizados, para mostrar en ellos un elemento presente en casi toda la narra-tiva de esos aos, el cual serva para inscribirse en y comunicarse con el amplio grupode los "nuevos" lectores. Me refiero al deseo de convertir a la literatura en instrumentode apropiacin de la realidad latinoamericana, un afn que estos autores relacionabancon los propsitos buscados por las generaciones anteriores, pero destacando siemprelo inadecuado de los mtodos utilizados por ellos. En esta descalificacin estaba laten-te la idea de que los autores "nuevos" haban logrado un propsito largamente busca-do por Ia literatura del continente, el de referir en la narrativa la realidad latinoamericana,convirtindose en culminadores de un proceso al cual se le dio con frecuencia el nom-bre de "bsqueda de la identidad". La respuesta positiva del pblico hacia la nuevanarrativa, evidenciada en las ventas masivas, aparcca no como el resultado de unproceso de formacin de lectores sino como testimonio de que los escritores por finhaban logrado representar una perseguida identidad del pueblo latinoamericano. Elpolo autorial era nuevamente el privilegiado por la crtica

    -y por los propios autores-en el eje de la comunicacin literaria.

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  • El lector en los lmites de la identidad

    "Qu es el boom sino la ms extraordinaria toma de conciencia por parte del pueblolatinoamericano de una parte de su propia identidad?" (Rama, 1985:273). Para ngelRama, quien en"Elboom en perspectiva" cita esta afirmacin de Julio Cortzar, comoparte de otras definiciones del fenmeno emitidas por los escritores que fueron susprotagonistas, el autor argentino estara apuntando hacia el camino correcto para expli-car lo ocurrido en la literatura latinoamericana durante aquellos aos, al decir que "elboom no lo hicieron los editores sino los lectores" (273). Sin embargo, en ese mismotexto Rama parece darle un papel preferencial a los editores y a los periodistas de losnuevos "magazines", unos por haberse arriesgado a publicar la nueva literatura y losotros por haberla difundido. Comentando las afirmaciones de Cortzar, Rama se refieretangencialmente al pblico que se desarroll desde los aos cincuenta, a raz de laexpansin universitaria, pero le resta importancia afirmando que este sector "no cons-tituy todo el nuevo pblico, ni siquiera la mayora de 1" (213). No se extiende, sinembargo, sobre cul habra sido entonces esa mayora, evidenciando quizs con estaomisin las dificultades que implica para la crtica latinoamericana el acercamiento altema del lector. En un ensayo anterior, el propio Rama se haba referido a este asunto,incluyendo la relacin entre el narrador y su pblico en los "Diez problemas para elnovelista latinoamericano", un texto que con ese ttulo fue editado por primera vez en larevista Casa de las Amricas en 1964, apareci en otras publicaciones peridicas lati-noamericanas de la poca y luego fue reimpreso en forma de libro en Caracas en 1972.

    En aquel texto, publicado antes del xito de Cien aos de soledad, Rama planteabaque la vocacin universalista cle la novela se estrella en Amrica Latina con el limitadoalcance de la literatura en la regin. Comentando el nacimiento de nuevos pblicos araz de la expansin de la educacin entre las dcadas de los cuarenta y cincuenta, dice:"El novelista podr engaarse sobre la ilusoria universalidad de esta situacin, peroello no altera la verdad: escribe para su grado social, algo ampliado" (1972:21)' Cuandomiramos esta afirmacin en el contexto de lo que sucedi en los aos sesenta, se haceevidente que dicha ampliacin del publico no fue slo numrica, tambin cambiaron losgustos y con ellos las expectativas estticas, tanto en lo temtico como en lo formal.Quizs el escritor segua escribiendo para su grupo social, pero ese grupo social noslo se haba ampliado sino que tambin se haba diversificado, estaba compuesto porgentes cuya sensiblidad se formaba en la diversidad urbana, cambiando al ritmo acele-rado que impusieron el desarrollismo y los avances en los medios de comunicacin. Enel siglo XIX los lectores no slo haban pertenecido al mismo sector que los autores,tambin haban cornpartido sus gustos y creencias, sus valores y conocimientos. por-que eran prcticamente miembros de una misma familia. La situacin en los aos cin-cuenta haba cambiado radicalmente, por eso aunque el autor escribiera para un pblicocon una posicin de clase similar a la suya, perciba que su pblico estaba compuesto

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    por desconocidos, gente cuyas tradiciones, valores y creencias lc cran ajenos. Elmismo senta la tradicin y los valores que haba heredado de sus antcpasados comoalgo ajeno e inadecuado a su situacin actual, por eso postulaba que era necesarioconstruir una nueva tradicin, a travs de una escritura que (dadas las circunstancias)slo poda ser experimental. Si haba reconocimiento entre autores y lectores eraporque tanto unos como otros estaban en esa situacin, conscientes de la necesidadde olvidar los esquemas culturales y sociales en los que haban crecido y construirunos nuevos a travs de la literatura. Este reconocimiento del pblico en la literaturahabra sido lo que llev a Cortzar a relacionar las ventas de libros con una toma deconciencia sobre su identidad por parte del pueblo latinoamericano. Pero aunque eltrmino identidad hubiera sido adoptado casi unanimemente por los escritores y lacrtica para describir aquello que la literatura estaba persiguiendo y que se adivinabacercano

    -o ya alcanzado-, podemos decir que en Latinoamrica en realidad seestaba dando un quiebre de los elementos identificatorios nacionales, un descubri-miento de los lmites y las limitaciones de la identidad, quizs en el mismo movi-miento por el que se descubran su necesidad y su importancia poltica.

    El tema de la bsqueda de aquello que identifica a Latinoamrica no era nuevo paralos escritores y la crtica literaria del continente, aunque nunca conro en los aos sesen-ta se utilizara el trmino identidad asocindolo a un movimiento de revolucin social.Sera tambin la primera vez que se hablara de la bsqueda de la identidad como unproceso acabado, es decir de la identidad latinoamericana como algo que ya se habaconseguido (o que se estaba a punto de conseguir). El autor que ms reflexion sobreel tema fue Roberlo Fernndez Retama::, sealando la importancia estratgica de definirla identidad, para que se llevaran a trmino los procesos de liberacin y cambio quetendran que producirse en todos los pases del continente. En el ensayo "Intercomuni-cacin y nueva literatura", escrito en 1969, reflexiona sobre diferentes momentos hist-ricos en los cuales la literatura latinoamericana se ha desarrollado como una unidad,procurando mostrar que esa nocin de unidad literaria no basta para hablar de identi-dad. All seala el romanticismo, el modernismo y el vanguardismo como primerosmomentos unificadores, por la intercomunicacin que habra existido entonces entrelos autores, pero los presenta como momentos intermedios en el proceso de madura-cin de la literatura latinoamericana, que slo habra llegado a su mayora de edad en lapoca del boom. Como prueba de esta maduracin seala

    -al igual que Cortzar-laratificacin otorgada por el pblico latinoamericano a la literatura producida en la re-gin, muestra de que los lectores por fin habran reconocido en las obras un lenguajeque da fbrma a sus propias bsquedas expresivas. Tampoco aqu se habla de los cam-bios que se han producido entre los lectores.

    Los puntos que desarrolla Fernndez Retamar en ese ensayo -entre

    ellos la idea dela finalizacin de un proceso- tienen que verse contextualizados en el momento deescritura del mismo, cuando se buscaba construir desde Cuba un camino para la revo-

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  • Iucin socialista en Amrica Latina, la cual se perciba como algo inminente. Esto nornvalida los planteamientos del texto6. Me interesa destacar sobre todo la importanciaotorg?da por Femndez Retamar a los lectores en el proceso de consolidacin de lanueva novela latinoamericana. La principalrazn de este acercamiento del pblico a laliteratura sea, para 1, haber encontrado en ella un lenguaje capaz de referir la identi-dad latinoamericana. Pero antes de llegar a esta conclusin, menciona otros factorestue desde la perspectiva actual resultan dicientes. Se pregunta por ejemplo hasta qurunto influy en el comportamiento de los lectores el que la literatura de la reginhubiera suscitado los elogios de la ctica en las metrpolis europeas. El conflicto quecxistira en el pblico de los aos sesenta, entre el inters por lo nacional y el afn porparticipar en expresiones globales, haba podido verse resuelto en esta literatura, cuyaaprobacin metropolitana apelara a la mentalidad cosmopolita que percibe en esasrnetrpolis el centro de la cultura y cuyos temas latinoamericanos apelaran a la menta-lidad nacionalista. Sin embargo este hecho, dice Retamar, que quizs atrajo la atencinde ciertos cticos y periodistas literarios hacia la nueva literatura. no habra bastadopor s solo para llevar al pblico hacia ella. Aunque para l este hecho se explica por laculminacin de un proceso de bsqueda de identidad, se puede decir que intuye el sur-gimiento de un nuevo pblico, cosmopolita y nacionalista a la vez, diverso. inquieto,extenso, deseoso de sentirse ya no ajeno sino inmerso en los procesos de la literatura.

    Su inters por las nuevas obras se gestaba en los lugares casi siempre annimosdonde los lectores deciden qu libros van a coilrprar, en los recintos universitarios y enlos cafs, en las conversaciones de sobremesa y en las revistas, ante los estantes de laslibreras y liente a la televisin o el cine. La conformacin especfica del pblico latino-americano durrnte los aos del boom hizo que se fbmentara desde esos circuitos lacuriosidad por la leclura de obras complejas, literarias en la versin restringida deltrmino. Pero el li'nt'rrneno dur poco. aunque sus protagonistas siguieron y siguenvendiendo tiradas generosas de sus obras ms importantes y de las que continanIanzando al mercado. Nuevos escritores cuya calidad esttica puede estar validada porciertos crticos y por sus colegas no llegan al pblico. Hemos regresado a las edicionesde mil ejemplares (cinco rnil a lo sumo), a los escritores que producen para mercadoslocales, a la incomunicacirn entre los crculos intelectuales y el pblico amplio, a lasospecha de muchos sectores de la crtica ante las obras que se venden. Qu sucedi?A dnde se fueron los lectore s del boom?

    Para responder a estas prcguntas sera necesario observar lo que ha ocurrido des-de los aos setenta en las editorirles, en las libreas, en las revistas, en las universidades,

    6 Este sentimiento sera compartido por cl propio Fernndez Retamar, quien volvi a publicarlo (sin cam-bios) en un volumen de 1995, cl cuirl en otros captulos presenta la huella del post-modernismo y laruptura con una visin de la historiir crr Iu tuc cada poca percibe sus planteamientos como la culmina-cin de un proceso que lleva hacia cllos.

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  • en las escuelas. No basta con refugiarse en la idea de que la lclcvisrorr rrt irlrti con loshbitos de lectura. Una mirada cuidadosa quizs nos mostrara crrc los lt'r'torcs estntodava atentos a las ltimas novedades que se exhiben en las vitrinus tle lrrs libreras.Pero quizs tambin descubriramos que ni la crtica ni los editorcs ni hrs cseritoresse sitan en el otro lado del vidrio, como el Axolotl de Cortzar, paril trirtul cle com-prender sus gustos y expectativas. Hasta qu punto esto sucedi en los sesentt, hastaqu punto las ventas de libros fueron sirnplemente el producto de una coincidenciade circunstancias histricas aisladas y no el resultado de un acercaniento real entreescritores, intelectuales, editores y pblico, es una pregunta que puede quedar abier-ta. Vvimos sin embargo todava bajo la sombra de lo que ocuffi en aquellos aos,con la incomodidad de que quizs s se lleg al punto culminante de un proceso, perolo que se creyera haber conseguido se perdi. Los nuevos caminos abiertos por esaprdida, que estn comenzando a ser explorados, pueden seguir tratando de trazarsesin voltear la mirada hacia los lectores, o pueden tratar de observarlos de vez encuando, para mirarse en ellos como en un espejo, alimentarse de sus bsquedas yproblemas, sin temor a que ello implique hacer concesiones, ms bien pensando quela mirada de esos otros puede ser el eslabn que necesita la literatura para completarsus metforas. Tanto la crtica literaria como los autores pueden intentar volver adescubrir en el pblico algo ms que esa multitud que reclama pan y circo, ver tam-bin en l al hipcrita lector que Baudelaire descubri en las tabernas de Pars, comolo dijera Walter Benjamin, dedicado al spleen y a los placeres sensibles. mientras lodespreciaba por parecerse tanto a s mismoT.

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    7 Agradezco al profesor Richard Rossa sus sugerencias para la investigacin que condujo a este 1ex1o ysus valiosos comentarios de lectura en una primera versin del nrisrno.

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