emya cameron unidad 1

15
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL: PERSPECTIVAS ACTUALES Santiago Rex Bliss compilador Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.

Upload: ivonezarate

Post on 28-Oct-2015

19 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

Page 1: EMyA Cameron Unidad 1

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL: PERSPECTIVAS ACTUALES

Santiago Rex Bliss compilador

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 2: EMyA Cameron Unidad 1

Editor Hugo Vargas Comsille

Comité editorial José Álvarez Junco (España), Antonio Annino (Italia), Linda Arnold, Silvia M. Arrom, Jaime E. Rodríguez O.

(Estados Unidos), María del Refugio González, Clara E. Lida, Andrés Lira, Guillermo de la Peña

(México), Ruggiero Romano (Francia)

Portada: Ana Rodríguez

Primera edición en español: 1997

© Derechos reservados conforme a la ley, 1997

Instituto de Investigaciones Dr. José María Luís Mora

Plaza Valentín Gómez Farías 12, San Juan Mixcoac, México, 03730, D.F.

ISBN 968-6914-55-2

Impreso en México Printed in Mexico

Introducción. Debates recientes sobre la revolución industrial 7 Primera parte Revolución industrial: nuevos enfoques conceptuales Una nueva visión de la industrialización europea Rondon Cameron 33 La revolución industrial y la revolución industriosa Jan de Vries 62 Rehabilitación de la revolución industrial Maxine Berg y Pat Hudson 84 Segunda parte Industrialización y sociedad “El capitalismo caballeresco” y la industria Británica 1820-1914 M. J. Daunton 119 Debate: “El capitalismo caballeresco” y la industria Británica 1820-1914 W. D. Rubinstein 161

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 3: EMyA Cameron Unidad 1

UNA NUEVA VISIÓN DE LA INDUSTRIALIZACIÓN EUROPEA*

Rondo Cameron

e acuerdo con la interpretación común o tradicional,

la industrialización de Europa y del mundo empezó con una “revolución industrial” en Inglaterra, imitada luego por otras naciones. Esta interpretación fue una versión largamente respetada. En realidad, puede ser trazada des- de Karl Marx quien, viendo más allá de la Inglaterra de la década de 1860, entonces en la cima de su supremacía industrial, escribió: “El país que está más desarrollado in- dustrialmente sólo muestra, a los menos desarrollados, la imagen de su propio futuro”.1 Característica también estándar de los manuales de historia económica euro- pea, esta interpretación ha sido consagrada en la presti- giosa Cambridge economic history of Europe y en la obra de David Landes, Unbound Prometheus, una versión amplia- da de su capítulo en la serie de Cambridge.2 Aunque es- presada en forma novedosa, Stages of economic growth, de Walt Whitman Rostow, representa, de hecho, un for- talecimiento de esta interpretación.3 Y recientemente fue reafirmada clara y concisamente por Sidney Pollard, quien escribió: “El proceso iniciado en Inglaterra y la industrialización de Europa tuvo lugar según el modelo británico; fue, en efecto, en lo que concierne al continen- te, pura y deliberadamente un proceso limitativo.”4

La interpretación tradicional es venerable, pero no está a salvo de la crítica. La mía es doble. Primero, el mis- mo concepto de “revolución industrial” es engañoso; ar- gumentaré por qué el término es erróneo.5 Segundo, la noción de que Inglaterra sirvió como “modelo”, y que otros países (¿gobiernos?) imitaron conscientemen- te el ejemplo inglés es muy simplificadora y seriamen- te engañosa. Elaboraré esa crítica en su momento. Pri- mero, algunas observaciones generales pueden ser de gran ayuda.

* A new view of european indus- trialization”, Economic History re- view, vol. XXXVIII, núm. 1, febrero 1985, PP. 1-25. Una primera versión de este artículo fue presentada en la first Research conference of Ja- panese and American Historian en Tokio y Kioto realizada del 28 de marzo al 3 de abril de 1983, en el Council for European Studies en Washington, D.C. en octubre 14 de 1985; en la Asociation of Ala- bama, en febrero de 1984; en el Washington Area Economic Histo- ry Seminar el 2 de marzo de 1984, y en el Seminar ... ... ... Solacialgeschachic of the Alben Lud- wings Universitat, Freiburgo, el 2 de abril de 1984. Se vio beneficiada con las críticas y sugerencias de muy numerosas personas para mencio- narlas a todas, algunas de ellas, sin embargo, fueron lo suficientemen- te generosas como para consignar sus comentarios por escrito. A. W. Costs, D. C. Coleman, François Crouzet, Charles E. Freedeman, Raineir Fretndling, Uda Heya, C. P. Kindleberyef, David Lander, John P. McKay, Franklin Mendeb, D. C. North, W. N. Parker, Sidney Pollard, Lary Sandberg, Jilrg Siegenulmder, y Gabriel Tonella. El hecho de que muchas de ellas coincidieran con algunas partes de mi argumenta- ción, mientras otros discreparan, aumentó mi interés por presentar una versión más ... ... (Traduc- ción de Marta Evangelina Avilés).

D

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 4: EMyA Cameron Unidad 1

El interés de este artículo es el proceso de industria- lización, esto es, los cambios económicos y otros (socia- les, políticos, etc.) que ocurrieron en las sociedades euro- peas cuando dejaron de ser primariamente agrarias en su estructura y consagraron proporcionalmente una parte cada vez mayor de sus recursos y de su trabajo a la producción de bienes y servicios no agrícolas. La indus- trialización no es similar ni al crecimiento ni al desarrollo económico, aunque esté íntimamente relacionada con ambos, especialmente en lo que Kuznets ha llamado “la era económica moderna”6 El proceso de crecimiento eco- nómico, incluyendo en la era moderna el caso especial de la industrialización, comprende la interacción de cuatro grandes clases o categorías de factores: población, recursos, tecnología e instituciones.7 El modo preciso en que esos factores interactúan, determinará el resultado del proceso; pero ya que los “factores” son, en realidad, un agregado de entidades diversas, la variedad de posi- bles resultados es virtualmente infinita.

En el proceso de la industrialización decimonónica, varios factores jugaron un papel determinante en diferen- tes tiempo y lugares. En este artículo elegiré dos espe- cialmente: el carbón, como recurso natural que creció en importancia con el aumento de la demanda de ener- gía para la mecanización y de combustible para las indus- trias metalúrgicas; y un capital humano, como el represen- tado por la educación y la alfabetización, demostró ser capaz, en muchos casos, de sustituir (o compensar) otros factores inexistentes o deficientes.

I

El término révolution industríelle fue usado originalmen- te por los franceses en los primeros años del siglo XIX para resaltar la importancia de la mecanización de su in- dustria, y equipararla con su revolución de 1789.8 Karl Marx usó el término eventualmente en El Capital (aun. que no en el Manifiesto Comunista), pero se hizo usual en Inglaterra después de la publicación, en 1884, de la obra de Arnold Toynbee, Lectures on the industrial revolution in England. Toynbee fue un reformador social, no un aca- démico. Su interés principal fue remediar lo que él consideraba una degradación moral de las clases obreras inglesas.9 Invitado a dictar conferencias en Oxford, de- dicó éstas a la interrelación de los hechos económicos y la política económica, especialmente con el surgimiento de las políticas del lasissez-faire, a las que consideraba de-

sastrosas para los trabajadores. A pesar de las objeciones académicas, la expresión captó la simpatía del público y con el tiempo fue incorporada en la terminología histó- rica.10 Las primeras descripciones del fenómeno desta- caban las “grandes invenciones” y la naturaleza cataclís- mica de los cambios. También señalaban lo que se daba por supuesto, que serían las consecuencias nocivas del nuevo modo de producción. No obstante que el incre- mento de la productividad como resultado del uso de la fuerza mecánica y de la maquinaria fue admitido, en los análisis más tempranos fue puesto en relieve el uso labo- ral de niños y mujeres, el desplazamiento de los oficios tradicionales por la maquinaria, y las nocivas condiciones de los nuevos centros fabriles. Durante gran parte de su historia y para la mayoría de la gente, el término revolu- ción industrial ha tenido una connotación peyorativa.

Muchos de los debates fueron dedicados a tratar de determinar las fechas en que se dio esa “revolución”. Las fechas implícitas en las conferencias de Toynbee, de 1760 a 1820, fueron determinadas arbitrariamente por el reinado de Jorge III, tema sobre el que Toynbee había sido invitado a exponer. Académicos como H. L. Beales, estaban conscientes de que la rapidez del cambio había sido exagerada en los tratamientos convencionales, pro- puso un período más largo, como de 1750 a 1850, e incluso sin fijar una fecha terminal.11 Por otro lado, John U. Nef, quien despreció la idea de una revolución in- dustrial por considerarla como “esencialmente falsa”, encontró, sin embargo, que una “aceleración sin prece- dentes del progreso industrial empezó, no en 1750 o 1760, sino en la década de 1780”.12 La conclusión de Nef fue retomada por Rostow, quien le brindó aún más pre- cisión al asignar las fechas de 1783-1802 para el “despe- gue” de Inglaterra.13 a pesar de que R. M. Hartwell, uno de los más prolíficos y fervientes partidarios del término, admite que aunque “(...) la revolución industrial fue una gran discontinuidad, no fue un proceso cuyo punto de partida o despegue pueda ser identificado mediante fe- chas claramente definidas como las que miden los índi- ces macroeconómicos”.14

Pese a los esfuerzos por alargar o acortar el lapso de la “revolución”, la fecha convencional recibió el impri- matur nada menos que de T. S. Ashtohn, en su influyente libro The industrial revolution 1760-1830.15 Esto es doble- mente irónico porque Ashton, a diferencia de la mayoría de sus predecesores, veía el resultado del período como un “logro” más que como una “catástrofe”, y porque él no tenía especial apego por el término.16 (Las fechas se

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 5: EMyA Cameron Unidad 1

relacionan con el hecho de que el libro formaba parte de una serie cronológica.)

Los cambios no fueron meramente “industriales”, sino también sociales e intelectuales. La palabra “revolución” implica brusquedad en el cambio, la que no es, de hecho, característico de los procesos económicos. El sistema de relaciones humanas que es llamado algunas veces capita- lismo, tuvo sus orígenes mucho antes de 1760 y alcanzó su pleno desarrollo bastante después de 1830 es peligro- so pasar por alto el hecho esencial de la continuidad.17

Pero la mayoría de los partidarios del término resalta la discontinuidad. “Quien dice revolución industrial ha- bla de algodón”, de acuerdo con Eric Hobsbawm.18 En cuanto a si la afirmación es precisa, también revela lo ina- decuado y pretencioso del término. Es verdad que la ma- yoría de los inventos para el proceso del hilado del algo- dón –la water frame de Arkwright, la máquina candadora, así como la combinada de Crompton– fueron hechos en un tiempo relativamente breve y adaptados con rapidez por otros fabricantes. Por 1802, los tejidos de fibras de algodón desplazaron a las lanas del primer lugar en las exportaciones británicas. Pese a ello, la industria seguía siendo relativamente pequeña y altamente concentrada. Todavía en 1841, los trabajadores de la industria del al- godón constituían menos del 5% de la fuerza de trabajo no agrícola, y esa rama industrial contribuía con sólo 10% de la producción industrial total de Inglaterra.19 Esto es un importante logro para una sola industria, pe- ro está lejos de constituir una revolución industrial en ninguno de los dos amplios sentidos establecidos por Coleman.20

Mucho más importante en el largo plazo, que el cre- cimiento como hongos de la industria del algodón, fue- ron los desarrollos de la industria del carbón, del hierro y de la maquinaria, que fueron en sí mismos desarrolla- dos a largo plazo. Aunque la innovación técnica en las minas de carbón fue particularmente limitada, casi in- existente, dos de las más importantes innovaciones de la era industrial están íntimamente relacionadas con el crecimiento de la industria del carbón ocurrido alrede- dor del comienzo del siglo XVIII. Por el lado de la oferta, la bomba de vapor de Newcomen, la primera de las cua- les fue instalada en 1712, hizo posible descender más profundamente y obtener más carbón. Por el lado de la demanda, la introducción del coque en la fundición del mineral de hierro llevada a cabo por Abraham Darby en

1709, liberó a la industria de su dependencia del carbón de leña obtenido de la cada vez más cara y escasa madera.

No obstante haber sido introducida en 1709, la fundi- ción por medio del coque se difundió con lentitud incluso en Inglaterra, y en el extranjero no sería acepta- da sino hasta el final del siglo. La decisión de adoptar el nuevo proceso dependía de la estimación entre costo y ganancia, y en las regiones donde la madera era abun- dante y el carbón escaso, difícilmente se verían estimu- lados para adoptar el nuevo proceso. Después de 1750, en Inglaterra, el aumento del precio del carbón de leña, así como algunas innovaciones técnicas (sobre todo la introducción, en la década de 1780, del proceso de fun- dición y “amasado” del mineral de hierro ideado por Henry Cort, el que extendió el uso de combustible mi- neral a la fase de refinación), aceleró notablemente tan- to la producción de hierro como la proporción del mis- mo procesada con combustible mineral. Al iniciar el siglo XIX, la producción de hierro había sobrepasado las 200.000 toneladas, casi todas fundidas con coque, en In- glaterra se habían convertido en un exportador neto de hierro y sus derivados. Inglaterra llegaría a la cima de la supremacía en la industria del hierro alrededor de 1870 cuando la producción total de mineral de hierro fue de casi 6,000.000 de toneladas, un poco más de la mitad de la producción mundial.

La historia de la aplicación del vapor a la mecaniza- ción nos revela aún más claramente el lento desarrollo del proceso de industrialización. En sus primeros años, la bomba de vapor de Newcomen, o máquina de aire, era utilizada exclusivamente para bombear el agua de las minas de carbón, para lo que había sido diseñada. Más tarde se fue extendido a otras operaciones mineras, sobre todo en las minas de estaño de Cornualles, para elevar el agua para mover las norias y proveerla para las necesidades públicas. Tuvo refinamientos grandes hasta llegar las mejoras sustanciales de James Watt, en el últi- mo cuarto del siglo, que hicieron a la energía del vapor más ampliamente aplicaba. En opinión de una autori- dad, “la máquina de Newcomen (...) fue el principal factor para la exploración de la riqueza mineral de Ingla- terra, con él se colocaron los fundamentos del desarrollo industrial del país.”21

Aún así, e incluso con los inventos de Watt y otros, co- mo una gran energía directamente aplicada a mover má- quinas, el “triunfo” de la fuerza de vapor fue un proceso lento. Tal es la conclusión de Von Tunzelman en su im- portante estudio.22 En 1800, cuando expiró la patente

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 6: EMyA Cameron Unidad 1

básica de Watt, el total de la producción de las instalacio- nes hidráulicas era casi cuatro veces mayor que la de las máquinas de vapor.23 Es más, el uso de la fuerza hidráu- lica continuó creciendo en competencia directa con la del vapor en la primera mitad del siglo XIX. De acuerdo con Arthur Raistrick, “Las norias de agua, en números totales y en una diversidad de usos mantuvieron su do- minio completamente de 1755 a 1830”.24 No es amplia- mente conocido que las norias de agua como los barcos de vela alcanzaran su máxima eficiencia técnica después de 1850, mientras que las turbinas hidráulicas y las máqui- nas hidráulicas verticales fueron invenciones decimonó- nicas. En una fecha tan tardía como 1870, la utilización industrial de las máquinas de vapor, incluso en Gran Bre- taña, estaba limitada principalmente a la minería, los tex- tiles y la metalurgia; algunas industrias utilizaban tanto, o más, la fuerza hidráulica. El gran incremento en el uso de la fuerza de vapor, en casi diez veces, sobrevino entre 1870 y el final de ese siglo.25 Sin embargo, el primer cen- so de producción de 1907 registra cantidades importan- tes de máquinas hidráulicas aún en uso.

Las más recientes investigaciones y análisis apoyan la idea, derivada de estas evidencias, de que la industrializa- ción en Inglaterra fue gradual durante el período “clási- co” de la revolución industrial. Después de meticulo- sos y profundos reexámenes y reestimaciones de los in- dices de producción industrial, basados en las evidencias cuantitativas disponibles, C. Knick, Harley llega a “la con- clusión básica” de que el “crecimiento de la producción industrial fue mucho más lento entre 1770 y 1815 de lo que habían sugerido la mayoría de los recuentos o in- vestigaciones (previas) cuantitativas”.26 En tono similar, N. F. R. Crafts, en una igualmente detallada “revisión de la evidencia”, concluye que “el crecimiento fue sustan- cialmente más lento durante los años 11780-1831 de lo que afirman los supuestos convencionales... La econo- mía no experimentó un “despegue” en las últimas dos dé- cadas del siglo XIX. El rimo de crecimiento se aceleró en ese tiempo, pero no de forma dramática”.27

El censo de 1851 revela claramente el alcance de esa ”revolución” en la economía británica, de mediados del siglo XIX. La agricultura fue con mucho la que ofreció mayor ocupación, seguida por los servicios domésticos. Los trabajadores de la construcción superaban a los del algodón de cualquier tipo. Los zapateros eran más nu- merosos que los mineros del carbón, los herreros que los trabajadores de la industria del hierro. Hace más de me- dio siglo, Clapham –quien por cierto no empleó el tér-

mino de revolución industrial– dedujo de ese censo que "El camino llevaba hacia un 'estado industrial', pero el viaje no habla terminado.28

II

Por analogía con la Gran Bretaña, el término revolución industrial también ha sido aplicado al arranque de la in- dustrialización en otros países, aunque sin un acuerdo general en las fechas.29 Por ejemplo, el historiador esta- dunidense A L. Dunham. menciona 1815 y 1848 como las fechas para encerrar el estudio de la “revolución in dustrial” en Francia; pero admite que el periodo contie ne "la infancia y el principio de la adolescencia de la revolución industrial, pero no su madurez, la cual no lle gará sino hasta después de 1860".30 En una critica de este trabajo, el historiador francés Claude Fohlen destacaba "La revolución Industrial en Francia (...) cubre un perio do de aproximadamente un siglo, de 1750 o 1770 a 1870 (...) El término revolución es inadecuado para un fenó meno que se dio a lo largo de un periodo prolongado".31

Al asignar fechas especificas al "despegue" en varios países (como, por ejemplo, 1830-60 para Francia y 1833- 60 para Bélgica), Rostow otorga una aparente precisión en su análisis, pero en casi todos los casos, esas fechas han sido cuestionadas —aun cuando su terminología fuera aceptada— por los académicos familiarizados con los de- talles de la historia de sus países. El economista Jean Marczewski escribió:

Si esta fase precisa del desarrollo económico es llamada despegue, entonces tal despegue ocurrió en Francia a mediados del siglo XVIII. o a más tardar hacia 1799. Me inclino por elegir la primera fecha porque la participa ción de la industria en la producción empezó a crece- constantemente desde 1715 hasta avanzada la década, siguiente.32

Marczewski, se une así, a Fohlen. Sus opiniones tam-

bién son compartidas por François Crouzet quien, com- parando el crecimiento económico de Francia e Inglate- rra en el siglo XVIII, observó que “el crecimiento real promedio de la producción y del ingreso per cápita po- drían, por lo tanto, haber sido más o menos del mismo orden en ambos países”.33 opinión compartida también por el historiador estadounidense Richard Roehl, quien fue categórico: “quisiera, en cambio, sostener la propo- sición de que (...) el crecimiento económico moderno en Francia tuvo sus inicios (en el siglo XVIII)”.34

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 7: EMyA Cameron Unidad 1

Natalis Briavoinne, un especialista en estadísticas del siglo XIX (y uno de los primeros en utilizar el término re- volución industrial) escribió en 1838 que los belgas “mar- chan inmediatamente después de Inglaterra en el cami- no de los descubrimientos y el progreso; por mucho tiempo, ellos han ocupado el primer lugar en cuanto a industria en el continente”.35 El historiador Jan Craey- bechs, cree que “son los treinta años que precedieron a la independencia (de 1830) los que sirven para marcar el punto de partida de la industrialización de Bélgica”;36 opinión generalmente compartida por los historiadores belgas, aunque algunos datarían el comienzo del moder- no crecimiento económico de Bélgica, como el de Fran- cia, en la mitad del siglo XVIII.37

Para fechar el “inicio” de la revolución industrial ale- mana disponemos de un amplio espacio de tiempo que va, de finales del siglo XVIII a finales del siglo siguiente. La mayoría de las opiniones están a favor de las décadas intermedias del siglo XIX; pese a ello, no hay un acuerdo general en cuanto a si fue en las de 1830, 1840 o 1850 Richard Tilly señalaba las tendencias académicas a “re- chazar la noción divisoria del desarrollo vinculada a con- ceptos como ‘revolución industrial’ i ‘despegue’. Quizá también las interpretaciones agregadas de la industriali- zación en Alemania que destacan la discontinuidad requieran de revisión”.38 De manera similar para los do- minios de los Habsburgo, y por lo menos en la mitad austríaca (Cisleithania) de la monarquía dual (Austria- Hungría), el mayor salto en la economía en la segunda parte del siglo XIX –1850-1857, 1867-1873, 1896-1903– tiene sus defensores, pero cada vez es más evidente que no ocurrió un “gran brote”, y que las raíces del crecimien- to industrial, tanto de Austria como de Francia y Bélgica, se hallan en el siglo XVIII.39

En Escandinavia encontramos contradicciones y con- fusiones similares. En cada uno de los países los despe- gues de las décadas de 1850, 1870 y 1890 tienen sus pro- ponentes, pero en cada uno de ellos, el resultado de las más recientes investigaciones nos lleva a ubicar el inicio de la industrialización más atrás en el tiempo y a reducir los efectos disruptivos. Para Suecia, por ejemplo, Lennart Jörberg señala la década de 1870 como el principio de la ”verdadera” revolución industrial, pero hubo un signifi- cativo crecimiento industrial hacia finales de la década de 1830.40 Para Noruega, Sima Lieberman reporta que: ”La información disponible nos impide demostrar un ’despegue’ industrial como el propuesto por Rostow, o ’un brote’ económico como el de Gerschenkron en el

siglo XIX noruego”.41 Finalmente, después de una ex- haustiva búsqueda en la literatura histórica de dinamar. ca, Svend Aage Hanse llegó a la conclusión de que

el hecho de que la industria danesa en su conjunto pa- rezca haber experimentado una tranquila y cuidada evo- lución, no nos permite hablar ni por asomo de algo que pudiera ser llamado una revolución (...) La industrializa. ción danesa se llevó a cabo de manera relativamente sua- ve y dentro de un proceso evolutivo de desarrollo.42

Como un asunto que pertenece a la historia intelec- tual, no es fácil estimar la persistencia con que aparecen en el discurso académico los términos revolución indus- trial y despegue, sobre todo fuera de Inglaterra. En par- te, esto es simplemente un hábito; los académicos que en su juventud se acostumbran a creer en una realidad de repentinos y discontinuos cambios económicos, encuen- tran difícil ajustar su vocabulario al nuevo conocimien- to. En parte, y especialmente para los académicos de los países “seguidores”, puede ser una cuestión de orgullo nacional alentar asimismo la identificación de la revolu- ción industrial en otros países. O, más generosamente, los académicos formados para creer en la existencia de una revolución industrial en Inglaterra podrían lógicamente asumir que, siempre y en cualquier lugar, la industriali- zación tomó la forma de un desarrollo discontinuo. Pero ésta es la clave del asunto: la creencia en un repentino y discontinuo cambio económico como un prerrequisito necesario para el desarrollo de una economía industriali- zada moderna. Creencia que es, por supuesto, un canon en la historiografía marxista, y de la que es sorprendente y curioso ver adictos no marxistas (o anti-marxistas) co- mo Walt Whitman Rostow y Alexander Gerchenkron. La industrialización gradual fue la norma y el crecimien- to explosivo la excepción.

III

La cuestión de si la industrialización del continente si- guió el “modelo británico” ha recibido refutaciones cate- góricas de dos historiadores. En un perspicaz estudio del crecimiento económico sueco, Lennart Jorberg escri- bió: “Ni en Suecia, ni en el continente europeo encon- tramos un patrón derivado del de Inglaterra”.43 De igual manera, en un brillante y estimulante artículo. Sidney Pollard aseguró que “la industrialización europea no de- be verse como la repetición de un modelo, sino como un solo y complejo proceso”.44

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 8: EMyA Cameron Unidad 1

¿Cómo fue el modelo británico? Los principales ras- gos son muy claros: primacía, entre los bienes de consu- mo, de textiles de algodón; entre los bienes de produc- ción, de hierro, acero y maquinaria, y sobre todo, entre los bienes intermedios, del carbón. Debemos definir también el significado del término “emulación continen- tal”, usado por David Landes.45 Aparentemente puede significar una, otra, o ambas cosas: 1) Los gobiernos de los países continentales deseaban alcanzar y, eventual- mente sobrepasar, el poderío industrial y comercial bri- tánico, y establecieron políticas para lograr ese fin: como espías industriales, tarifas protectoras y construcción gubernamental (o subsidios para hacerlo) de plantas industriales y ferrocarriles, 2) los empresarios continen- tales reconocían la superioridad de la tecnología británi- ca, y deseaban beneficiarse con su introducción en sus limitados, y a menudo protegidos, mercados.

Como respuestas son, por supuesto, perfectamente naturales, y no se limitan a la Europa de finales del siglo XVIII XIX. ellas se dieron cuando y donde aparecieron cambios tecnológicos; los intentos de Francisco I de in- corporar las técnicas venecianas de trabajo del vidrio en- tonces, y las de los fabricantes japoneses de computadoras, hoy, para obtener los planes de desarrollo de la ... ..., son algunos ejemplos. Más aún, tales esfuerzos operan en ambas direcciones. Al mismo tiempo que los gobiernos y los industriales del continente estaban empeñados en aprender las técnicas inglesas del hilado del algodón, la producción de hierro y otras, los industriales ingleses se esforzaban por incorporar las nuevas técnicas aplicadas en el continente, como la de Leblanc para el procesamien- to de la sosa. Es necesario, por tanto, distinguir entre la mera difusión de tecnología y los patrones característi- cos de industrialización que surgieron en el continente como resultado de dicha difusión.

Con respecto a la interpretación tradicional, sólo aque- llas regiones y naciones que tuvieron recursos similares a Gran Bretaña –principalmente carbón en abundan- cia– siguieron el modelo inglés.46 Todas las otras regio- nes y naciones siguieron caminos diferentes, o fallaron por mucho en la industrialización.

Hubo, en efecto, varios patrones identificables, cada uno con variaciones individuales según el país o la región, que dependían, entre otros factores, de la existen- cia o no de recursos: del capital humano (según niveles de educación e instituciones educativas formales); del grado de orientación del mercado y de los obstáculos pa- ra la comercialización, sobre todo en el sector agrario; el

ritmo y tipo de desarrollo agrícola; comportamiento de- mográfico, y políticas gubernamentales.

El caso de Bélgica es el ejemplo más cercado de una zona seguidora del modelo inglés. Una mina de carbón cercana a Lieja obtuvo la primera bomba Newcomen en el continente, en 1720, sólo ocho años después de que fuera introducida en Inglaterra.47 El crecimiento indus- trial en el siglo XVIII fue gradual pero firme, encabezado por la industria del carbón y las ramas metalúrgicas aso- ciadas del valle de Sambre-Meuse.48 Una industria de la lana, muy refinada, que utilizaba maquinaria hidráulica, se desarrolló en la parte este del país alrededor de Ver- vier, y la industria rural del lino creció vigorosamente en Flandes49 El ritmo se aceleró sustancialmente después de su anexión por Francia, con la apertura del Scheldt y, algo más importante, por el mercado francés. Este últi- mo tuvo una notable importancia para el establecimien- to de la industria del hilado del algodón que utilizaba tecnología inglesa, y para la expansión de las industrias de la lana y metalúrgica, especialmente la del carbón. Una industria de maquinaria también echó raíces en las cercanías de Lieja. Durante el régimen alemán (1815- 1830), tanto los empresarios extranjeros como los nacio- nales, tomaron la iniciativa de introducir el proceso de ”amasado” y la fundición del mineral de hierro por medio del coque, así como la de establecer industrias de plomo, zinc y vidrio.50 Subsecuentemente, en las déca- das de 1830 y 1840 más firmas en esas industrias, así co- mo otras en la industria del carbón, adoptaron la socie- dad anónima como forma de organización; esto ocurrió con la colaboración de la Societé Générale de Belgique y el Banque de Belgique (ambos propiedad de socieda- des anónimas privadas), la cual fue acompañada por una sensible ola de expansión.51

Las industrias metalúrgicas de Bélgica, las de zinc, el plomo y el hierro, fueron, en relación con el tamaño del país, más grandes que las inglesas, y adquirieron un ma- yor sesgo hacia la industria pesada con el correr del tiem- po. Las industrias textiles fueron, sin embargo, algo más pequeñas. La industrialización en Bélgica realmente si- guió, hasta cierto grado, el “modelo británico”, y lo con- virtió en el primer país industrial del contienente. Las razones no son difíciles de descubrir. Su cercanía con Inglaterra fue una de ellas (así como su proximidad a los mercados francés y alemán). Su pequeño tamaño, junto con las facilidades de transporte (ríos, canales, ferroca- rriles convenientes) facilitaron el proceso. Más impor- tante aún, Bélgica tenía abundantes depósitos de carbón

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 9: EMyA Cameron Unidad 1

y de fácil acceso. Como se muestra en la gráfica 1ª. Bélgica tuvo la más grande producción per cápita en el continen- te hasta después de 1910. esta relativa abundancia surtía a otras industrias belgas, casi todas ellas fuertes consumi- doras de combustible, con un energético barato e inclu- so aportaba un excedente par la exportación, como en el caso de Inglaterra.

Más allá del caso de Bélgica, vemos, en palabras de Gerschenkron, “no (...) una serie de meras repeticiones de la ‘primera’ industrialización, sino un (...) sistema de graduales desviaciones de esa industrialización”, no ne- cesariamente relacionado con el “grado de atraso” de las economías, como él había considerado.52 A primera vis. ta, Alemania parece haber seguido el modelo inglés, pe- ro esta percepción es distorsionada por el gran peso de los complejos del Rhin-Ruhr y de Silesia en los índices de la industrialización alemana.53 Las áreas con abundan- te carbón se convirtieron en centros de la industria pe- sada, y su coincidencia con el advenimiento del ferroca- rril dio por resultado el reforzamiento mutuo de ambos sectores.54 Cuando las diferencias regionales de Alema- nia son tomadas en cuenta, el panorama es muy diferen- te; más variado, menos uniforme. Aunque es general- mente conocido que este agrícola se atrasó frente al oeste en la industrialización, no es suficientemente reco- nocido que varias partes del centro y del sur de alemania no participaron significativamente en el proceso de industrialización del siglo XIX, o lo hicieron de acuerdo a patrones diferentes. En bavaria, por ejemplo, “la ma- yoría de la población, hasta el final del siglo XIX, qún estaba empleada en el sector primario. El hecho de que la agricultura continuara funcionando sobre la base de una gran subsistencia es de importancia crucial (...)”55

Más todavía, hacia la década de 1840, 60% de la pobla- ción adulta de Bavaria era analfabeta, en agudo contras- te con los altos porcentaje de alfabetización en Prusia y algunos otros estados.56 Otros estados del centro y sur de Alemania como Sajonia y Würuemberg, aunque se in- dustrializaron más rápidamente que Bavaria, lo hicieron utilizando principalmente agua como fuente de energía. Por ejemplo, Sajonia, el estado alemán más industrializado en 1840, con una importante industria del algodón, tenía no más de 50 máquinas de vapor, en contraste con la provincia prusiana del Rhin, que utilizaba 200 máqui- nas.57 La persistente industria artesanal, que empleaba apenas maquinaria, aún existía dispersa en varias partes de Alemania.

Entre los primeros países industrializados, Francia es

el caso más aberrante. Este caso ha suscitado mucha lite- ratura, tanto en el siglo pasado como más recientemen- te, dedicada a explicar el supuesto “atraso” o “retardo” en la economía francesa. Sin embargo, nuevas investiga- ciones empíricas y nuevos enfoque teóricos, han mos- trado que los primeros debates estaban basados en una premisa falsa.58 aunque el patrón de industrialización di- firió de hecho del de Inglaterra y del de otros países tempranamente industrializados, el resultado no fue me- nos eficiente y, en términos de bienestar social, pudo haber sido más humano. Es más, cuando un o ve los pos- teriores patrones de crecimiento industrial exitoso, pa- reciera que el patrón francés es más “ejemplar” que el inglés.

En gran medida, dos factores se unieron para suscitar esta injustificada reputación de “retraso” de la situación francesa: la caída dramática de la fertilidad demográfica, que redujo el crecimiento de la tasa de población a me- nos de la mitad de la de otras naciones, y la escasez y el alto costo del carbón, lo cual provocó una baja produc- ción de la industria pesada (hierro y acero, principal- mente) en comparación con países como Inglaterra y Alemania. Además, estos dos factores combinados se su- maron a otras características del patrón francés de indus- trialización, tales como la baja tasa de urbanización, la escala y la estructura de las empresas, y las fuentes de energía industrial

Como se aprecia en la gráfica 1a, al iniciarse el siglo XX la producción de carbón per cápita en Francia fue de un tercio de la de Bélgica y Alemania, y cerca de una sép- tima parte de la de Inglaterra, aunque Francia estaba ex- plotando sus reservas conocidas a una tasa mayor (y a ma- yor costo) que las de otros países. El consumo per cápita (gráfica 1b) fue algo más alto gracias a las importaciones, Francia importó, en promedio, una tercera parte de su consumo total de carbón en el siglo XIX, lo que la llevó a imponer restricciones a su uso. Por ello se apoyó mu- cho más en la fuerza hidráulica que sus vecinos ricos en carbón. Los científicos e ingenieros franceses (por ejem- plo Burdin, Fouaeyron, Poncelet) hicieron contribu- ciones importantes a la tecnología hidráulica, incluyen- do la invención de la turbina más eficiente. Gracias, en parte, a las mejoras en la tecnología, el uso de la energía hidráulica compitió con el vapor hasta mediados del si- glo, incluso en Gran Bretaña.59 en el continente mantu- vo su importancia por mucho más tiempo. En Francia, al terminar 1899, 56% de los caballos de fuerza de la in- dustria recién instalados se movían con motores hidráu-

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 10: EMyA Cameron Unidad 1

Fuente: Bélgica, L’Annuaire statistique de la Belgique, 1871 y 1914 ; Francia, Aunuaire Statistique de la France, 1965, Alemania, Walter G. Hoffman, Das Wachistum der drutsechem wirtechaft seit der mitte des 19 Johrhunderts, Nueva York, 1961; Reino Unido, B. R. Mitchell and Phyllis Seane, Abstrac of british historical sta- tistics, Cambridge, 1962.

licos.60 Por las características del agua como fuente de energía se impusieron restricciones a su uso. Los mejo- res sitios estaban generalmente alejados de los centros de población; el número de usuarios en un sitio dado fue limitado a uno o a muy pocos; el tamaño de las instala- ciones fue igualmente limitado. Así, pese a la importan- cia de la fuerza hidráulica para la industrialización fran- cesa, el patrón resultante incluye empresas pequeñas, dispersión geográfica de la industria, una urbanización lenta, y otras características también presentes en otras naciones industriales pobre en carbón.

Un ejemplo notable es el del imperio austrohúngaro. Aunque comparable con los grandes países en cuanto a territorio y población, la monarquía de los Habsburgo estaba atrasada, con respecto a la demanda, en la industriali- zación en general, y, en particular, en lo que se refiere a la industria pesada. La gráfica 2, donde se muestra la pro- ducción y el consumo de carbón per cápita en Alemania, Francia, Austria (sólo Cisleithania) y Rusia, describe vívi- damente la situación. La producción per cápita de Fran- cia y Austria fue virtualmente igual, especialmente desde la década de 1880 en adelante, aun cuando el consumo francés fue ligeramente más alto, y la producción austriaca incluía una gran parte de lignito, carbón de calidad in- ferior.61 La producción de ambos países fue muy baja con respecto a Alemania (y por supuesto a Inglaterra), pero sustancialmente más alta que la de Rusia.

Hasta hace muy poco, la monarquía de los Habsburgo sufrió la negligencia y la desaprobación de los historia- dores económicos. El imperio que fracaso políticamen- te, como fue evidente en su disolución inmediatamente después del fin de la primera guerra mundial, fue tam- bién acusado de haber fracasado económicamente. Sin embargo, en la última década la investigación ha condu- cido a una considerable revisión histórica. Ahora resulta que en el país checo y en Austria el crecimiento econó- mico propiamente moderno comenzó, como en Francia y en Bélgica, en las últimas dos décadas del siglo XVIII, y posiblemente antes.62 Es indudable que un muy respeta- do crecimiento se dio en la primera mitad del siglo pasado. Las estimaciones del crecimiento de la produc- ción industrial per cápita en Austria oscilaron entre el 1.7 y el 3.6% anual, y dichas tasas se aceleraron algo en la segunda mitad del siglo.63 Pero pese a que el panorama general no es desolador como se describía, no hay duda de que la industria moderna en el imperio austrohúngaro estaba retrasada respecto a las demás naciones, especial- mente respecto a Alemania.64

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 11: EMyA Cameron Unidad 1

La disparidad regional que existía en el imperio, in- cluso en mayor medida que en Francia y Alemania, tam- bién sirvió para crear una exagerada impresión de atraso. Hubo una importante diferencia entre la mitad occiden- tal o austríaca (Cisleithamia), y la mitad oriental o húnga- ra (Transleithania), del imperio. La gráfica 3 muestra la producción de carbón per cápita de cada lugar, así como las importaciones y exportaciones de ambos que lo acla- ra. Austria aventajó por mucho a Hungría. La disparidad regional también era considerable dentro de cada una de las partes constituyentes del imperio. En Cisleithania, justo antes de la primera guerra mundial, Bohemia y Mo- ravia reunían el 56% de la producción industrial “austia- ca”, Austria, propiamente, 30; Galicia y bukovina, 9%, y Dalmacia menos de 5%, no obstante que las tres últi- mas reunían 40% de la población.65 Aunque en Translei- thania las disparidades no eran menos marcadas, con la propia Hungría (especialmente con la región de buda- pest), aventajaban seriamente a las demás regiones.

Sin duda hay varias razones para este retraso, Las difi- cultades y el costo de transportación a causa del terreno, el acceso limitado al mar, y la baja tasa de urbanización, son citadas con frecuencia como obstáculos para la in- dustrialización. No se puede negar su importancia, aun- que la baja tasa de urbanización es, como en Francia, un reflejo del lento ritmo de la industrialización y de la ubicación rural de varias industrias. El crecimiento de la población fue también más bajo que el promedio euro- peo, pero no tanto como el de Francia. Sin embargo, el único factor que podemos comparar con la escasez de carbón es el bajo nivel del capital humano, por sus bajos niveles de alfabetización. Estos índices estaban distribui- dos, en el imperio en general, en las mismas proporcio- nes que la industria misma, lo que agrega fuerza a la co- rrelación. El cuadro 3 indica que la tasa de alfabetización en toda cislethania es bastante similar a la de Francia y Bélgica. Sin embargo, en ella las variaciones regionales eran enormes, oscilando, en 1900, de 99% de alfabetos en Vorarlberg a 27% en Dalmacia.66 Desafortunadamen- te, no disponemos de datos comparativos para Translei- thania, pero se sabe que la tasa de alfabetización era sus- tancialmente más baja que en el oeste del imperio.67

IV

En contraste con las más importantes naciones indus- triales ricas o pobres en carbón, los países tardiamente

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 12: EMyA Cameron Unidad 1

CUADRO I. EUROPA 1915. PRODUCCIÓN MANUFACTURERA PER

CÁPITA. LOS DIEZ PRINCIPALES PAÍSES EN ORDEN DECRECIENTE

Lewis Bairoch 1. Reino Unido Reino Unido 2. Bélgica Bélgica 3. Alemania Suiza 4. Suiza Alemania 5. Suecia Suecia 6. Francia Francia 7. Dinamarca Dinamarca 8. Países Bajos Austria-Hungría 9. Noruega Noruega 10. Austria* Países Bajos

*Lewis enlista a Austria por separado (y a la cabeza de ellas) tanto

de Checoslovaquia como de Hungría, Incluso en 1915. Fuente: W. A. Lewis, Growth and Structurations, 1870-1913-

1978, p. 163, tabla 7.1: P. Bairoch, “International industria- lization levels form 1750-1980”, Journal of European Economic History, núm. n. 1982, p. 281, tabla 4 y p. 330, tabla 15.

CUADRO 2 NIVELES DE INDUSTRIALIZACIÓN PER CÁPITA,

1800 Y 1860 (referido al porcentaje del Reino Unido

en 1900)

1800 1860

1. Reino Unido 16 1. Reino Unido 64 2. Bélgica 10 2. Bélgica 28 3. Suiza 10 3, Suiza 26 4. Francia 9 4. Francia 20 5. Países Bajos 9 5. Alemania 15 6. Noruega 9 6. Suecia 15 7. Alemania 8 7. Noruega 11 8. Suecia 8 8. Países Bajos 11 9. Dinamarca 8 9. Austria-Hungría 11 10. Austria-Hungría 7 10. Dinamarca 10

Fuente: Bairoch, “International Industrialization”, p. 231, cuadro 4 y p. 330, cuadro 15.

industrializados con éxito, incluyen algunas pequeñas naciones prácticamente sin carbón: Holanda, Suiza, Di- namarca, Noruega y Suecia. La justificación para descri- bir estos países como de industrialización exitosa es presentada en el cuadro 1: dos listas separadas de otros tantos autores que consignan los diez países más in- dustrializados (sobre una base per cápita) en europa en 1913. Pese a que los métodos para elaborar las listas no están libres de crítica, son independientes una de la otra, e incluyen los mismos diez países aproximadamente en el mismo orden. Ambas listas contienen los nombres de los cinco pequeños países ya mencionados, así como los cinco previamente discutidos.68

Sería útil tener información similar para fechas más tempranas. Sólo Bairoch la proporciona, y es muy cuida- doso en advertir el probable gran margen de error.69 Sin embargo, para su mérito, el cuadro 2 presenta sus esti- mados de las diez naciones más industrializadas entre 1800-1860.

Los países enlistados son los mismos que en 1913, pero el orden es ligeramente distinto, lo que subraya la cuestión del grado de atraso de los pequeños países antes del arranque de la industrialización. Lara Sandberg ha descrito a Suecia como de un “empobrecimiento so- fisticado”, advirtiendo que fue “uno de los países más pobres de Europa hacia la mitad del siglo XIX.”70 Esta opinión puede cambiar, pero pocos podrían negar que ”Suecia tuvo la tasa más alta de crecimiento per cápita del PNB (...) entre 1860 (...) y 1913.”71 Los otros países escandinavos, Suiza y los Países Bajos, tuvieron experien- cias similares ¿cómo lo hicieron?

La gráfica 4 muestra el consumo per cápita de carbón (todo virtualmente importado) y presenta algunos he- chos de interés. Primero, aun en los momentos pico de 1900 o 1910, su consumo fue apenas de casi un quinto del inglés, casi un tercio del de Bélgica y Alemania, y cercano al consumo de Francia. Obviamente el carbón debía ser economizado, principalmente en la primera conversión de mineral de hierro en hierro en bruto. No obstante haber desarrollado sofisticadas industrias me- tálicas y de maquinaria, ellos operaron (excepto Suecia con abundante carbón de leña y mineral de alto conte- nido) sobre la base de importar hierro en bruto y acero, principalmente de Inglaterra y Alemania. El otro uso importante del carbón fue como combustible para loco- motoras, barcos de vapor, y máquinas de vapor fijas. No- ruega, Suecia y Suiza tuvieron abundante fuerza hidráu- lica, de la que hicieron buen uso aun antes del adveni-

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 13: EMyA Cameron Unidad 1

miento de la hidroelectricidad en los años 1880 y 1890. (El ligero declive en el consumo per cápita de carbón en Suiza después de 1900 refleja la electrificación de los ferrocarriles suizos, que empezó por aquella época). El consumo más alto de Alemania durante el período, y de Dinamarca hasta alrededor de 1890, refleja la facilidad con que esos países podían obtener carbón de los cam- pos del noreste de Inglaterra (y de la rivera alemana del Ruhr): los Países Bajos podían importar carbón de Tyne- side casi tan barato como Londres.

Segundo, en comparación con Italia, España y Rusia (los dos últimos con recursos internos propios), el pronun- ciado aumento del consumo de carbón de los otros cua- tro países donde alrededor de 1870, es una razonable indi- cador de su ritmo de industrialización. Los cinco países más pequeños dependían en grado sumo de los merca- dos internacionales, tanto para exportar como para im- portar, y todos habían desarrollado industrias de expor- tación especializadas.72 De los cinco, Suecia fue el menos dependiente de los mercados internacionales. En 1870 exportó alrededor de 18% del ingreso nacional, en 1913, 22% de un mucho mayor ingreso nacional. Al inicio de su rápida industrialización, las exportaciones suecas se componían casi exclusivamente de productos prima-

rios, sobre todo madera, avena y algo de mineral de hie- rro y hierro en bruto. Como la industrialización seguía adelante, los productos intermedios y terminados empe- zaron a cobrar importancia: especialmente papel, pulpa de papel, maquinaria eléctrica y baleros.

A principios de la década de 1870 las exportaciones noruegas de madera, pescado y servicios de embarque, llegaron al 90% de las exportaciones totales –cerca de 25% del ingreso nacional–; al iniciarse el siglo XX esas ex- portaciones alcanzaban más de 30% del ingreso nacio- nal, con los servicios de navegación al frente con el 40% de las ganancias externas. Dinamarca, especializada aún en un grado mayor en la exportación de lácteos procesa- dos y productos animales, importaba granos bastos para consumo animal. al inicio del siglo XX exportaba el 63% de su producción agrícola total, sobre todo mantequilla, productos porcinos y huevos. Los Países Bajos se espe- cializaron en procesar materias primas importadas –ha- rina de trigo, trabajo, chocolate y azúcar– para reexpor- tarlas al continente. Alemania también dependía en mucho de los servicios relacionados con el intercambio exterior. En 1909, 11% de la fuerza de trabajo estaba em- pleada en el comercio y 7% en el transporte; el sector de los servicios en conjunto empleó a 38% de la fuerza de trabajo y produjo 57% del ingreso nacional.75 Suiza, sin recursos naturales de consideración (a diferencia de Suecia), con pocas tierras arables, de acuerdo con su área y su población (a diferencia de Dinamarca y los Paí- ses Bajos), y sin o9portunidades comparables para el transporte con las que disfrutaban los Países Bajos, logró incluso mucho más que otros gracias al ingreso de sus empresarios y a la habilidad de su fuerza de trabajo. Las exportaciones suizas consistieron principalmente en una intrincada y especializada maquinaria y en produc- tos metálicos, textiles finos (bordados de algodón y se- da), relojes, productos químicos y farmacéuticos y alimen- tos y bebidas procesados. Pese a su pequeño tamaño, Suiza era el segundo productor mundial en industrias de química orgánica a principios del siglo XX, producía ola quinta parte que Alemani9a, pero su producción era equivalente a la del resto del mundo combinada, y se ex- portaba en un 90%.

Sandberg ha elaborado una tesis convincente sobre la importancia del capital humano en el crecimiento eco- nómico sueco, aunque probablemente exagera el grado de pobreza en la Suecia anterior a 1850.74 Se pueden ar- gumentar cosas parecidas para los demás países. Sería deseable, como ha sugerido W. N. Parker, desglosar el

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 14: EMyA Cameron Unidad 1

capital humano en sus componentes, del cual la educa- ción (o alfabetización) es sólo uno, aunque importante. Tal tarea está muy lejos de los alcances de este artículo, en el cual las tasas de alfabetización y los logros educati- vos sólo servirían como enlaces de esa provechosa e importante metáfora.

En gran parte por razones no económicas (religiosas y culturales), todos los países considerados en esta sec- ción tenían altos niveles de alfabetización adulta antes del arranque de la industrialización. Poseían, o adquirie- ron con rapidez, sistemas educativos comprensivos, dis- tribuyéndolos gradualmente desde las escuelas básicas y elementales hasta las viejas universidades establecidas, así como en los recientemente creados institutos técni- cos especializados. El capital humano, a diferencia del capital físico, es difícil de cuantificar, y más difícil aún de adaptar a una función de producción, ello afecta el proceso económico en una mirada de formas influyen- do en las decisiones de los consumidores y de los pro- ductores, afectando la productividad laboral y la gestión de las empresas, e informando (o malinformando) las decisiones de quienes manejaban las políticas económicas. La sobresaliente producción industrial de los cinco países considerados aquí, no puede ser entendida ni es- plicada sin tomar en cuenta el muy grande y correspon- diente respaldo del capital humano.

V

El resto de los países europeos –los del Mediterráneo, sureste de Europa y Rusia imperial– pueden ser ordena- dos más brevemente para los propósitos de este artículo. Una de sus características comunes es que hubo una in- dustrialización fallida, sobre todo antes de 1914, que produjo niveles bajos de ingreso per cápita y una alta incidencia de la pobreza.

Para asegurarnos, si uno mira no los conglomerados nacionales sino los de cada zona, pueden apreciarse las variaciones regionales como las de Alemania, Francia, la monarquía de los Habsburgo e incluso las de Inglaterra. Por ejemplo, las visibles diferencias entre el norte y el sur de Italia existían mucho antes de la llegada del siglo XX.75

Si hubiese existido aún el reino de Cerdeña (sin la isla de Cerdeña, esto es, el Piamonte y Liguria) todavía en 1900 o 1913, estaría ubicado sin duda cerca de Francia y Suiza en su ingreso per cápita y en los índices de industrializa- ción. si la Lombardía Venecia todavía hubiera pertene-

cido al imperio de los Habsburgo, estaría entre las ca- tegorías más altas. España, pese a su atraso general, tenía algunas áreas progresivas en la economía, como Catalu- ña y Vizcaya. En la Rusia imperial, el gran ducado de Finlandia estaba más cercano a sus vecinos nórdicos que a sus provincias eslavas o asiáticas.76 La región de Moscú alardeó de una importante industria textil y alrededor de la última década del siglo XIX un centro importante de industria pesada se desarrollo en Ucrania, basado en los depósitos de carbón de la cuenca del Donetz y en el mi- neral de hierro de Krivoi Rog, con capital, tecnología y asesoría extranjeros.77 Se podría, en efecto, estudiar el caso del Donbas como seguidor del modelo inglés y ba- sado en la abundancia de carbón y en el capital humano importado.

Sin embargo, esas “islas de modernidad” permaneecie- ron rodeadas por mares de atraso. Una de las razones que lo explican en parte, es una segunda característica: nivles abismalmente bajos de capital humano.78 Los cuadros 3 y 4 presentan los índices latos de capital hu- mano de varias naciones: las tasas de alfabetización adul- ta entre 1850-1900, y de inscripción a la escuela primaria entre 1830 y 1900. Bajo los dos criterios, Italia, España y Rusia se ubican por debajo de las grandes naciones, y a no dudar, el nivel de los países balcánicos no era más alto. En inscripción a la escuela primaria, Rumania y Ser- bia están por encima de Rusia, pero más abajo que Es- paña e Italia.

Los países rezagados comparten una tercera caracterís- tica que afectó seriamente sus posibilidades de desarro- llo económico: la ausencia de cualquier tipo de reforma agraria, con consecuentes bajos niveles de la productivi- dad agrícola. El análisis de los industrializados exitosos, no incluye una referencia al sector agrario (excepto en el caso de Dinamarca), pues todos habían logrado niveles relativamente altos de productividad agrícola. Pero, por supuesto, que cualquier análisis de la razón del éxito de los últimos y del fracaso de los primeros, debe incluir una investigación de la productividad agrícola.79

VI

Un artículo corto no puede hacer justicia a todas las de- terminantes de un proceso social tan complejo como la industrialización; esto explica por qué se puso el foco en las que considero las más importantes; el carbón y el ca- pital humano, con menciones incidentales a la reforma

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.

Page 15: EMyA Cameron Unidad 1

CUADRO 3. ALFABETIZACIÓN DE ADULTOS, PAÍSES

CON TASAS MÁS ALTAS (porcentajes)

Alrededor Alrededor de 1850 de 1900

Suecia 90 (99) Estados Unidos (blancos solamente) 85-90 94 Escocia 80 (97) Prusia 89 88 Inglaterra y Gales 67-70 (96) Francia 55-60 83 Austria (sólo Hungría) 55-60 77 Bélgica 50-55 81 Italia 20-25 52 España 25 44 Rusia 5-10 28

Fuente: Cálculos de Carlo M. Cipolla, Literary and Deve- lopment in the West, Harmondsworth, 1969, cuadros 21, 24 y 30; las cifras entre paréntesis, tomadas de Michael G. Muthall, Dic- tionary of Statistics, 1899 (reimp. en 1969), p. 693, están casi con seguridad, exageradas.

CUADRO 4 TASAS DE INSCRIPCIÓN EN LA ESCUELA PRIMARIA, PAÍSES

CON LAS MÁS ELEVADAS (cada 10.000 habitantes)

1830 1850 1900

Estados Unidos 1500 1800 1909 Alemania 1700 1600 1576 Reino Unido 900 1045 1407 Francia 700 930 1412 España 400 537 1038 Italia 300 463 (1860) 881 Rumania – 214 (1870) 617 Serbia – 303 (1882) 420 Rusia – 98 (1870) 348

Fuente: Richard A. Easterhin, “Why isn’t the whole world developed?”, Journal of Economic History, núm. 41, 1981, p. 18

agraria. Otras han sido deliberadamente omitidas, inver- siones internacionales y el papel de las instituciones fi- nancieras, por ejemplo, que he investigado en otra par- te.80 Ambas fueron importantes, pero ni su imperiosidad es indispensable, ni su papel es unidireccional en compa- ración con el del carbón y de capital rusas fueron las más grandes en Europa hasta 1914, aunque Rusia no era un poder industrial mayor. Por otra parte, los países escan- dinavos, con totales menores, registraron la más grande importación de capital per cápita, lo que efectivamente facilitó la suave transición al estatus de naciones indus- triales. Bélgica antes de 1850, y Alemania en las décadas 1840-1860, recibieron importantes aportaciones de ca- pital externo en la minería estratégica y en la industria metalúrgica. El capital externo financió una gran parte de los ferrocarriles de Bélgica, España, Portugal, Italia, Suiza, Austria-Hungría, los Balcanes y Rusia, con resul- tados muy variados. Algo muy parecido se puede decir de las instituciones financieras; algunas funcionaron admirablemente en la transición a la sociedad industrial; otras –cualquiera que haya sido la rentabilidad para sus propietarios– contribuyeron poco o nada.81

VII

En conclusión: no hubo un modelo de industrialización en el siglo XIX –el inglés– sino varios. Carbón y capital humano fueron los dos ingredientes básicos, pero en combinación con otros elementos se produjo una varie- dad –un espectro, de hecho– de patrones de industria- lización. Para mencionar un importante ejemplo fuera de la experiencia europea, la industrialización en Esta- dos Unidos anterior a 1870, dependió más del capital humano y de la abundancia de recursos que del carbón (incluyendo la fuerza hidráulica); después de esa fecha, el carbón se sumó a ellos dando por resultado el espec- tacular paso de Estados Unidos a la vanguardia de los países industriales.

La descripción acostumbrada de una “revolución in- dustrial” en Gran Bretaña y su repetición en Europa con- tinental y otros lugares, ha distorsionado el registro his- tórico. También esconde las variedades distintivas de la industrialización, e ignora el ingenio y los logros de los hombres y las mujeres que contribuyeron a realizarla.

Est

e m

ate

rial es

para

uso

de los

est

ud

ian

tes

de la U

niv

ers

idad

Naci

on

al d

e Q

uilm

es,

su

s fi

nes

so

n e

xcl

usi

vam

en

te d

idáct

ico

s. P

roh

ibid

a s

u r

ep

rod

ucc

ión

parc

ial o

to

tal si

n p

erm

iso

esc

rito

de la e

dit

ori

al co

rresp

on

die

nte

.