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Elogios para Revolución desde adentro «El Espíritu Santo ha hecho de Bolivia su casa y de los esposos Salcedo sus ministros que, junto a otros hombres y mujeres de Dios, forman parte del avivamiento que ha impactado a toda América del Sur. Revolución desde adentro es un impresionante testimonio del poder del Señor y de su deseo de bendecir a las naciones». Cash Luna Fundador y pastor de Casa de Dios, Guatemala «Siempre me ha impresionado la sencillez, la espontaneidad y la for- taleza de la fe como de niño de los pastores Alberto y Silvia, así como su habilidad para impartírsela a los demás. Combinada con su sin- cera semejanza a un niño, yace la complejidad de sus habilidades de liderazgo. Tienen la experiencia madura, la sabiduría, la creatividad rhema, la habilidad interpersonal, la capacidad intelectual, la resisten- cia física y la fe para la toma de decisiones financieras, no solo para construir una megaiglesia con todos sus ministerios, sino también los muy exitosos ministerios de televisión y radio. Los pastores Alberto y Silvia son líderes nacionales e internacionales que viven para amar y servir a Dios y a la gente con corazones puros y con excelencia. Su historia inspirará e impartirá fe y visión a todo aquel que lea el libro». Jack Louman Pastor ejecutivo de City Bible Church «He tenido el privilegio de observar, admirar y participar en Ekklesía por muchos años. Tengo que decir que lo que Dios ha hecho en este país, con grandes desafíos económicos, es nada menos que milagroso. Considerando la oposición que Alberto y Silvia Salcedo han encon- trado de grupos religiosos, gobiernos y los que procuran destruirlos, su historia habla de que Dios es fiel y que su Reino no se puede dete- ner. Su historia es una caminata de milagros, avivamientos, reveces y

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Elogios para

Revolución desde adentro

«El Espíritu Santo ha hecho de Bolivia su casa y de los esposos Salcedo

sus ministros que, junto a otros hombres y mujeres de Dios, forman

parte del avivamiento que ha impactado a toda América del Sur.

Revolución desde adentro es un impresionante testimonio del poder

del Señor y de su deseo de bendecir a las naciones».

Cash Luna

Fundador y pastor de Casa de Dios, Guatemala

«Siempre me ha impresionado la sencillez, la espontaneidad y la for-

taleza de la fe como de niño de los pastores Alberto y Silvia, así como

su habilidad para impartírsela a los demás. Combinada con su sin-

cera semejanza a un niño, yace la complejidad de sus habilidades de

liderazgo. Tienen la experiencia madura, la sabiduría, la creatividad

rhema, la habilidad interpersonal, la capacidad intelectual, la resisten-

cia física y la fe para la toma de decisiones financieras, no solo para

construir una megaiglesia con todos sus ministerios, sino también los

muy exitosos ministerios de televisión y radio. Los pastores Alberto

y Silvia son líderes nacionales e internacionales que viven para amar

y servir a Dios y a la gente con corazones puros y con excelencia. Su

historia inspirará e impartirá fe y visión a todo aquel que lea el libro».

Jack Louman

Pastor ejecutivo de City Bible Church

«He tenido el privilegio de observar, admirar y participar en Ekklesía

por muchos años. Tengo que decir que lo que Dios ha hecho en este

país, con grandes desafíos económicos, es nada menos que milagroso.

Considerando la oposición que Alberto y Silvia Salcedo han encon-

trado de grupos religiosos, gobiernos y los que procuran destruirlos,

su historia habla de que Dios es fiel y que su Reino no se puede dete-

ner. Su historia es una caminata de milagros, avivamientos, reveces y

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Revolución desde adentro

victorias. Es una impresionante historia que te inspirará a creer más

en el poder de Dios para moverse de poderosas maneras a través de

aquellos cuyas vidas se rinden a Él».

Bill Scheidler

Pastor y maestro

«Este libro cuenta la historia de un gran mover de Dios que continúa

hasta estos días. Mi recorrido con la obra en Bolivia se remonta a los

años de 1970 cuando Julio Ruibal llegó a nuestra iglesia en Portland,

Oregón. A través de una serie de encuentros ordenados por Dios,

conocí a los Salcedo y he tenido el privilegio de ser amigo de su gran

iglesia por muchos años. La obra que Dios ha alcanzado por medio

de ellos está registrada en este libro y es asombrosa. A través de su

ministerio, miles de personas se han salvado, sanado y llenado con el

Espíritu Santo. Este libro solo toca de manera superficial lo que Dios

ha hecho y estoy convencido que las futuras hazañas de fe serán aun

mayores».

Dick Iverson

Fundador de Ministers Fellowship International

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ALBERTO SALCEDO PENALOZA

SILVIA CAMACHO DE SALCEDO En colaboración con Scott Mclndoo

desde aden ro

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Publicado por

Unilit

Miami, FL 33172

Derechos reservados

Primera edición 2012

Revolución desde adentro

© 2012 por Alberto Salcedo Peñaloza

Reservados todos los derechos. Ninguna porción ni parte de esta obra se puede

reproducir, ni guardar en un sistema de almacenamiento de información, ni

transmitir en ninguna forma por ningún medio (electrónico, mecánico, de

fotocopias, grabación, etc.) sin el permiso previo de los editores, excepto en el caso

de breves citas contenidas en artículos importantes o reseñas.

Edición: Nancy Pineda

Traducción: Karen Galeb

Director del Proyecto: Juan Carlos Salcedo

Diseño de la cubierta e interior: Ximena Urra

Ilustración: © 2012 High Leg Studio. Usada con permiso de Shutterstock.com.

A menos que se indique lo contrario, el texto bíblico ha sido tomado de la versión

Reina Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988

Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society, y puede

ser usada solamente bajo licencia.

Las citas bíblicas señaladas con nvi se tomaron de la Santa Biblia, Nueva Versión

Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.

El texto bíblico indicado con «ntv» ha sido tomado de la Santa Biblia, Nueva

Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation 2008, 2009, 2010. Usado con

permiso de Tyndale House Publishers, Inc., 351 Executive Dr., Carol Stream, IL

60188, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados.

Usadas con permiso.

Producto 495801

ISBN 0-7899-2050-6

ISBN 978-0-7899-2050-8

Impreso en Colombia

Printed in Colombia

Categoría: Iglesia y ministerio /Vida de la iglesia /Iglecrecimiento

Category: Church & Ministry /Church Life /Church Growth

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A

Dedicatoria

nuestro Padre que nos conquisto con su amor, a Jesucristo que con

su gracia nos dio la dimensión de su obra en la cruz, al Espíritu

Santo, que nos acompaña con una dulzura indescriptible.

A nuestros hijos Silvia Alejandra y Mauricio Alberto, que recorrieron

desde pequeños todos los caminos por los que nos guiaban, sin quejarse y

solo ayudándonos a creer.

A nuestros padres, los que viven y los que partieron que se alegraron

y lloraron junto a nosotros.

A Pocho Salcedo, su tenacidad fue clave.

A los esposos Aguayo, por animarnos y conectarnos para dar este paso

de escribir lo que vivimos.

Un agradecimiento especial para Scott y Laura McIndoo por su ta-

lento y las largas horas invertidas en la investigación, la redacción y los

aportes muy especiales para que se pudiera escribir este libro, así como

para la congregación de City Church en Albuquerque, Nuevo México.

A Ekklesía, la iglesia que conocimos antes de nacer y que ahora es

nuestra casa de retos y sueños.

A los fieles pastores y líderes en más de noventa lugares en Bolivia y el

mundo, por su amor y oraciones. También a los hombres y las mujeres que

citamos en estas páginas que marcaron, confirmaron y alentaron nuestro

camino.

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Contenido

Bienvenida .....................................................................................9

Introducción: Sobre la cornisa del estadio (Alberto) ........................11

Primera parte: El bautismo de fuego (1972-1977)

1. Una reunión improbable: 17 de octubre de

1972 (Alberto) ................................................................17

2. El comienzo: 19 de octubre de 1972 (Alberto) ................29

3. Un viento recio y poderoso: 20 de octubre

de 1972 (Silvia) ...............................................................37

4. San Miguel Arcángel: 21 al 31 de octubre de 1972

(Alberto) .........................................................................47

5. «Sígueme»: De noviembre a diciembre de

1972 (Alberto) ................................................................57

6. «Todo el que pide, recibe»: 1 al 12 de enero

de 1973 (Alberto)............................................................67

7. El clamor de la gente: 14 al 21 de enero

de 1973 (Alberto)............................................................73

8. La expansión del avivamiento: 27 de enero a

marzo de 1973 (Alberto) .................................................93

9. El precio de la entrega: De abril a octubre

de 1973 (Alberto)..........................................................105

10. El difícil camino hacia el primer amor:

De noviembre de 1973 a 1977 (Alberto) .......................117

Segunda parte: La obediencia (1982-1986)

11. Nuestra unión a Ekklesía: 1982 (Silvia) .........................129

12. «La Nueva Jerusalén»: 1983 a 1986 (Alberto) ................141

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Revolución desde adentro

13. El reconocimiento de la voluntad de Dios:

1982-1985 (Silvia) ........................................................151

14. Las posibilidades de un matrimonio lleno

del Espíritu: 1985 (Alberto) ..........................................163

15. La muerte de Silvia: 6 de junio de 1986 (Silvia).............169

16. La reaparición del avivamiento:

Verano de 1986 (Silvia) .................................................179

Tercera parte: El regreso del fuego (desde 1987 hasta el presente)

17. De vuelta a lo aprendido en el avivamiento:

1987-1994 (Silvia) ........................................................191

18. El crecimiento de la iglesia: Desde 1987 hasta

la fecha (Alberto)...........................................................203

19. Sistema Cristiano de Comunicaciones: Desde 1987

hasta la fecha (Alberto) ..................................................215

20. Se abren las puertas para las mujeres en

el ministerio (Silvia) ......................................................227

21. Oposición espiritual (Alberto) .......................................237

22. Julio César Ruibal y Ekklesía: 1991-1995

(Alberto) .......................................................................249

23. El restablecimiento de la visión de Dios para

Bolivia y Ekklesía: Desde 1987 hasta

la fecha (Alberto)...........................................................257

Cuarta parte: El cierre (desde 1987 hasta el presente)

24. Una lección fundamental: Avivamiento es vivir en lo sobrenatural

(Alberto) ...................................................267

Notas ........................................................................................277

Acerca de los Autores..................................................................283

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B

8

Bienvenida

ienvenidos a esta Revolución desde adentro, una revolución que

anhelamos todos y de la que todos podemos ser protagonis-

tas. Los que hemos decidido caminar con Dios, conocer de su

amor, saber de la gracia de Jesucristo y vivir de manera intensa en co-

munión con su Espíritu Santo somos capaces de provocar y vivir este

cambio profundo: Una transformación que no necesitamos esperar que

venga de ningún otro lado.

Esa revolución se estableció y se selló dentro de nosotros mismos, y solo

tiene como condición que se afine en armonía con la voluntad de Dios,

para después soltarla y provocar así la extensión del Reino. Este es un

desafío desde el corazón de Suramérica para quienes aman y anhelan el

avance del Reino y que la gloria de Dios transforme con intensidad nuestras

vidas y la de nuestras naciones.

Atrevámonos a pasar de lo invisible a lo visible, de lo que creímos y

soñamos a lo que podemos palpar y disfrutar. ¡Él es todo lo que Él dice que

es!

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E

Introducción

Sobre la cornisa del estadio 21 de enero de 1973

(Alberto)

n el corazón de Suramérica, a lo largo de la cordillera Real de los

Andes, yace una gran ciudad, la capital más alta del mundo, a tres

mil seiscientos metros de altura sobre el nivel del mar: La Paz.

La Paz está situada en una antigua encrucijada que enlaza los

Andes con los valles andinos o Yungas, los cuales descienden con ra-

pidez hacia las tierras bajas y los bosques de uno de los países con

mayor diversificación geográfica en el planeta.

Bolivia es una nación de características definidas por grandes

espacios, como el lago Titicaca, el vacío de los desiertos y los gran-

des salares, las llanuras del Chaco y la impenetrable selva verde del

Amazonas. La Paz está aprisionada a los lados por profundas crestas

onduladas en las laderas de las montañas y esparciéndose a los pies

de profundas cañadas y casas que se levantan una encima de la otra

en barrios que ascienden y desaparecen en las laderas de los cañones.

Cada espacio utilizable está saturado por humanidad desbordante. Se

escucha el murmullo de las zonas comerciales a la sombra de viejos

árboles de eucalipto, extrañas columnas de piedra erosionadas y bri-

llantes acantilados. Áreas enteras de la ciudad están separadas unas

de otras, divididas por grandes colinas sobre una meseta, talladas por

enormes glaciares, hoy desaparecidos en las cumbres de algunas de las

más altas montañas del hemisferio occidental.

En una profunda cuenca, en el centro de la ciudad y entre dos

cordilleras circundantes, yace el barrio de Miraflores, y en su centro se

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Revolución desde adentro

mantiene en pie el monumento a la obsesión nacional de Bolivia: el

fútbol. Edificios de apartamentos, centros comerciales y hogares priva-

dos se alinean en las desbordantes calles en la plaza central continuan-

do hasta las paredes del Estadio Hernando Siles en la Plaza del Estadio,

también conocida como Plaza Tiahuanaco, donde los antiguos ídolos

tallados, de una civilización precolombina, permanecen con la mirada

fija desde su estática posición en las paredes y encima de monolitos. La

plaza es el centro de una gigante rueda, las avenidas que irradian desde

la rotonda, sus radios, cada uno es un camino diseñado para unir a la

gente en uno de los principales lugares públicos de Bolivia.

Desde un promontorio sobre el estadio, un observador podría

ver a la distancia, en un brillante día de verano, el macizo nevado del

Illimani, a seis mil cuatrocientos treinta y ocho metros. Ese domingo

21 de enero de 1973, también hubiera visto, y escuchado, debajo la

atronadora multitud de veintidós mil personas apiñadas en el estadio,

y más de ochenta mil que rebasaban los límites y se apiñaban abajo

en la Plaza del Estadio. El tránsito estaba detenido. A decir verdad,

ningún conductor podía llegar a ningún lugar cerca del estadio ese

domingo. Sin embargo, abandonando su automóvil, se sintieron

atraídos de manera inexplicable e involuntaria hacia lo que en su es-

píritu sabían que era la vida, la verdad y un asombroso poder.

Esta fue la atracción que muchos paceños sintieron ese día mien-

tras se dirigían expectantes hacia el estadio para escuchar a un joven,

de tan solo diecinueve años de edad, explorar el interior de su alma

con la verdad del evangelio.

A medida que se acercaban, el sonido que oían era algo nunca

antes escuchado en la capital del Altiplano. Era semejante al rugir de

un océano: «¡JESÚS! ¡JESÚS! ¡JESÚS!».

La multitud en todo el estadio hacía retumbar el nombre de su

Rey, mientras por sobre sus altas paredes este solitario hombre en un

traje blanco sostenía un micrófono y proclamaba a Dios con las ma-

nos en alto: Julio César Ruibal, de tan solo diecinueve años de edad,

había aprendido a obedecer a su Padre y llamaba a la Iglesia a regresar

a su Señor, su Esposo, Cristo. Él permanecía allá solo, equilibrándose

sobre la cornisa del estadio con vista a la plaza, y haciéndole señas a la

multitud para que guardara silencio.

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Sobre la cornisa del estadio

«¡JESÚS!», rugió la multitud una vez más y por fin se calmó.

Las cientos de miles de almas reunidas en la plaza y en el estadio esa

mañana inclinaron sus cabezas ante el Señor, expectantes de su pre-

sencia y en reconocimiento de su soberanía. Hasta la policía, con su

equipo antidisturbios, levantaba sus manos sobre sus cabezas, soste-

niendo sus bastones policiales en una actitud de rendición, mientras

sus sabuesos pastores alemanes se sentaban a su lado con atención, en

silencio y esperando.

«Jesús está entre nosotros y Él hará como lo ha prometido», de-

claró Julio. «Sé que ahora muchos están sanos. Jesús dijo: “Yo soy la

resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y

todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” [Juan 11:25-

26]1. ¡Dios está aquí de nuevo! Él es el mismo ayer, hoy y por siempre.

Tenemos la confianza y seguridad de que Él está con nosotros»2.

Una vez más, la multitud gritó el nombre de Jesús, pero yo solo

podía escucharlos, no verlos, pues en ese momento mi rostro esta-

ba presionado contra la pared, debajo de donde Julio estaba parado

sobre la cornisa del estadio. Con mis manos sostenía sus tobillos,

sujetando sus pies, de modo que no cayera de la pared a la plaza. Mis

amigos, sus discípulos, estaban a lo largo de la pared también. Desde

abajo, mi novia, Silvia, observaba asombrada el espectáculo. Julio es-

taba parado sobre la cornisa para llegar a la multitud, pues en realidad

se preocupaba de que recibieran al Señor y al Espíritu Santo.

Cuando muchas de esas personas llegaron a tiempo para escu-

charle predicar, se encontraron con que no solo las puertas se cerraron

en cuanto el estadio se llenó a su capacidad, sino que miles durmie-

ron afuera del estadio desde la noche anterior solo para lograr entrar.

También descubrieron a miles de almas que ya estaban dispuestas a

testificar acerca de cómo el Señor había obrado milagros entre ellas,

incluso desde el momento en que la gente comenzó a esperar, acam-

pando afuera, en la acera, solo por su fe y su expectación. Allí estaban

los necesitados, los enfermos, los cojos, los que tenían sus corazones

rotos, los desahuciados y los cansados, las desilusionadas almas que

anhelaban un encuentro fresco con su Dios.

Este domingo debía ser el último de una serie de servicios de una

campaña evangelística que comenzó en las casas y las calles y que,

con la fuerza del Espíritu Santo, fue in crescendo en tan solo el corto

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tiempo de unos pocos meses. Dentro del estadio, la gente experimen-

taba sanidades, no solo mientras Julio predicaba y él y sus discípulos

oraban y les imponían las manos, sino también mientras cantaban y

respondían a la alabanza con sabor boliviano y la música de adoración

compuesta por los jóvenes creyentes tan solo días antes.

Sobre el campo, una gran cantidad de los asistentes, los más

severamente incapacitados, gritaban con gozo. Los paralíticos se le-

vantaban y caminaban. Los niños y los adultos sordos escuchaban.

La vista se les restauraba a los ciegos y los lisiados dejaban caer sus

muletas para danzar. En ese momento, se pusieron a disposición ca-

miones para llenarlos de sillas de ruedas vacías, muletas innecesarias,

bastones, aparatos ortopédicos... Mientras salían del estadio frente a

la multitud que se apiñaba, se avivaba aun más la fe en los corazones

de los que eran testigos de su testimonio silencioso.

Más adelante, durante esa semana, Julio iba a partir a otra de las

importantes ciudades del país para esparcir el avivamiento entre la

nación. Sin embargo, todos en La Paz anhelaban escucharle predicar

y recibir este poder del Señor que fluía con tanta facilidad a través

de él. Aun después que Julio esparciera el avivamiento a todas las

ciudades importantes de Bolivia, este fue llevado a otras naciones en

Suramérica, y su impacto todavía se siente entre los creyentes alre-

dedor del mundo. A lo largo de toda la mañana, fueron testigos de

incontables milagros.

Julio predicó por toda una reunión dentro del estadio, presen-

tándole el evangelio a la gente sedienta de Dios. Desde afuera del

estadio, podíamos escuchar el rugido entremezclado de la multitud

que rogaba que se le permitiera entrar. Así que, él tomó el micrófono,

mientras la gente debajo escuchaba por el sistema de amplificación

y de las radios portátiles que estaban sintonizadas a la transmisión

nacional en directo, llevando su voz y la Palabra de Dios a la nación

a través de sus receptores.

¿De qué manera un hombre tan joven se levantó a esta notable

posición en tan corto tiempo, sin ninguna aparente preparación teo-

lógica, aun sin un pasado que pudiera sugerir el papel que representa-

ría como un comandante en el ejército del Señor? En pocas palabras,

fue su obediencia a la dirección del Espíritu Santo sin ningún tipo de

duda ni cuestionamiento.

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C a p í t u l o 1

1 C a p í t u l o 1

P R I M E R A P A R T E

E L B A U T I S M O

D E F U E G O

( 1 9 7 2 - 1 9 7 7 )

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E

Una reunión improbable 17 de octubre de 1972

(Alberto)

C a p í t u l o 1

l día en el que mi vida tomaría un dramático giro, y cuando

mi camino por fin se fusionaba con el sendero que Dios había

extendido para mí, comenzó como muchos otros días en la pri-

mavera de 1972 en mi casa en la ciudad de La Paz, Bolivia.

La mañana del 17 de octubre estaba afuera de nuestra casa, en la

Zona Sur, apoyado sobre nuestro automóvil y esperando a que saliera

mi papá. Había acabado de sacar el auto de la entrada al patio y ase-

guré la puerta. Así que, mientras se calentaba el motor, hojeaba los

titulares del periódico.

Tiempos de revueltas

Cada día, mi papá y yo íbamos hasta el centro de la ciudad para ir a

trabajar. En ese entonces, tenía veintidós años de edad y estaba en una

especie de limbo en cuanto a mi educación y carrera. Bajo circunstan-

cias normales, estaría listo para asistir a mis clases en la Universidad

Mayor de San Andrés, pero la historia cambió eso. En 1968, entré a

la universidad. Sin embargo, en todos los años desde entonces (1969,

1970 y 1971), hubo golpes militares que interrumpieron los años

académicos. Como casi todos los estudiantes en La Paz, estaba a la

expectativa. Así que hacía trabajos por aquí y por allá, sobre todo a la

espera de que mi vida pudiera volver a encaminarse.

Dejando atrás la pequeña calle de adoquines de nuestro vecinda-

rio, entramos a la principal arteria de tránsito, la avenida Ballivian, y

comenzamos el largo y sinuoso camino que dividía una tercera parte

de la zona sur de la ciudad, del gran centro. Subimos hasta la parte

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Revolución desde adentro

vieja de la ciudad. Un promontorio a lo largo del camino, el macizo

del Illimani, de seis mil cuatrocientos treinta y ocho metros, se hizo

visible sobre el horizonte iluminado de manera deslumbrante por el

sol del este y sobresaliendo sobre los picos más bajos en primer plano.

Quería ver la montaña antes de llegar al centro de la ciudad, donde

pasaría el resto del día dentro de una oficina que teníamos alquilada

unos amigos y yo. Hoy no era la excepción, pues la vista de los impre-

sionantes picos me levantó el ánimo.

Cuando entramos a la parte inferior del centro de la ciudad,

conduje con lentitud a través de la zona universitaria. Mientras me

aproximaba al edificio de gran altura del «Monoblock», el núcleo del

campus, el recuerdo del golpe de Estado y la protesta armada de los

estudiantes vinieron a mí. Esos hechos lo habían cambiado todo: la

política, la educación... y mi vida. El golpe de Banzer comenzó el 18

de agosto de 1971, y después de tres días, se sentó en el poder, de-

rribando al gobierno de izquierda de su predecesor, Juan José Torres.

–En realidad, un grupo de estudiantes fue el último en rendirse al

dictador y, como es sabido, se encerraron en la universidad y se

enfrentaron a la policía en una violenta pelea. El gobierno respondió

con un espectáculo aterrador de poder, ordenando a la fuerza aérea

boliviana que atacara el campus desde el cielo. Arrestaron a docenas y

docenas de estudiantes. Desde esos acontecimientos, nadie había ido

a las universidades.

A través de la zona central del comercio, continuamos hacia El

Prado para llegar por fin hasta el corazón de la ciudad. Cada día de mi

vida, al parecer, iba a esta área con mi papá, donde mi hermano Juan

Carlos y yo pasamos los doce años de la escuela en el Colegio La Salle,

en la esquina de las calles Potosí y Loayza. Conocía bien el centro, y

mientras todos parecían esperar que un día siguiera los pasos de mi

papá, en ese tiempo estaba mucho más interesado en otras cosas.

La Galería Luz y mis ocupaciones

Dándole un caluroso abrazo de despedida a papá, crucé en segui-

da la calle para echarle un vistazo a cómo iba uno de mis pequeños

proyectos paralelos en el puesto de periódicos. Mis amigos y yo pu-

blicábamos una revista mensual musical, que abarcaba algo de la me-

jor música de rock and roll americana y británica. Tenía un poco de

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Una reunión improbable

experiencia como DJ de un programa de música rock, y mantuve ese

interés yendo hacia las publicaciones impresas. ¡Era tan solo uno de los

proyectos que llevaba adelante para mantenerme ocupado! La edición

existente de la revista comprendía mucho de la gran música de The

Doors, Black Sabbath, Cream, The Stones, Deep Purple y Led Zeppelin.

Teníamos muchas de las grabaciones, pues las intercambiábamos por

espacios publicitarios para una tienda de discos. En el quiosco de re-

vistas parecían tener las suficientes copias, así que continué mi camino

hacia nuestra oficina en la nueva Galería Luz.

Nuestra oficina, la número 9-A, estaba escondida en la esqui-

na de la planta superior de la construcción con el atrio al aire libre.

Unos cuantos estudiantes y yo, todos amigos de colegio, alquilamos

esa oficina para operar un pequeño negocio que llamamos «PB-Pro-

ducciones Beats». Era un gran lugar para reunirnos y donde surgían

toda clase de emociones, mientras esperábamos continuar nuestras

carreras. No obstante, hacíamos casi todo lo que se nos cruzaba en

el camino: Diseñábamos etiquetas para mercancías, imprimíamos

logotipos sobre las vestimentas, cualquier negocio que pudiéramos

obtener. Queríamos ganar dinero, pero en realidad era más diversión

y camaradería. Algunos de nosotros solo deseábamos sentirnos como

verdaderos hombres de negocio, pero carecíamos de experiencia. De

toda la gente que pasaba tiempo en esa oficina, casi ninguno cobraba.

Nosotros solo queríamos estar en la oficina en lugar de quedarnos en

casa sin hacer nada todo el día.

Esa mañana tenía algo que leer, aparte de los asuntos que deseaba seguir atendiendo. Todos en la oficina tenían algunos contactos en el

mundo de los negocios. Así que, a través de ellos, escuchábamos los

rumores acerca de los diferentes proyectos que podríamos conseguir

para nuestra empresa. Con tantos jóvenes en un lugar, sin embargo,

era difícil mantener la atmósfera profesional intacta. Uno de los mu-

chachos que estudiaba arquitectura pidió a la cafetería de la planta

baja un paquete de salteñas1 y algunas botellas de refresco. Las salte-

ñas son un alimento básico en La Paz: Una pasta caliente, que casi

siempre se come con la mano y está disponible en cualquier lugar de

la ciudad. En pocos minutos, todos estaban sentados alrededor y co-

miendo, como si fuera una fiesta. Eran casi las nueve de la mañana y

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Revolución desde adentro

la atmósfera era festiva. Pusieron música, y cuando comenzó el coro,

algunos de los muchachos saltaron y cantaron una pequeña línea del

coro. Juntos danzábamos y cantábamos, mermando aun más nuestro

profesionalismo.

En ocasiones, me preguntaba cómo estaría mi novia, Silvia, en

su trabajo. En realidad, también estaba impedida de ir a la univer-

sidad, después de terminar la secundaria en un colegio católico para

mujeres. Hablábamos todos los días, pero siempre tenía que esperar

hasta la noche para llamarla, pues no deseaba ocupar el teléfono en la

oficina con tanta gente trabajando allí. Además, era muy difícil tener

una verdadera conversación con tu novia, debido a tantos oídos que

escuchaban. Algunas veces nos quedábamos dormidos en el teléfono.

Su papá, un excoronel de la policía, era muy tradicional. Así que ha-

blar por teléfono, y verla durante nuestros encuentros con su familia,

representaba todo el tiempo que teníamos juntos.

Por las siguientes dos horas, leí algo, tomé algunas notas y con-

tinúe con mis llamadas de trabajo. La Galería Luz está en el centro

de la vida comercial, religiosa y gubernamental, en la ciudad capital.

Las calles a la hora del almuerzo son testigos de toda expresión de hu-

manidad, desde los más pobres miembros de la sociedad que luchan

trabajando en las calles para sobrevivir, hasta los más acaudalados y

los más poderosos que trabajan en las modernas oficinas mirando

hacia abajo al gentío. Alrededor de todo, se impregnaba la atmósfera

de un país en guerra consigo mismo, después de haber sufrido mu-

chos años consecutivos de cambios bruscos provocados por el trajín

de un gobierno militar tras otro, con la represión y la violencia que le

acompañaban. No obstante, me concentré en lo que tenía que hacer

ese día.

Las noticias sobre Julio

Al cabo de unos pocos minutos de haberme sentado para trabajar otra

vez, levanté la vista de mi escritorio para ver a mi primo Juani que

entraba corriendo por la puerta.

—¡Alberto! —gritó—. ¡Necesito hablar contigo!

—¿Qué está pasando? —le pregunté.

—¡Nunca vas a adivinar con la persona que me encontré hace,

quizá, dos minutos atrás!

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Una reunión improbable

—¿Con quién? Vamos, dime.

—Me encontré abajo con Julio —me dijo—, y le

conté que tú estabas trabajando en este edificio.

—¿Julio César Ruibal?

—¡Sí, hombre! ¡Julio! —Juani parecía emocionado—.

Regresó de los Estados Unidos. Quiere discutir algún

asunto contigo.

—¿Qué? —exclamé.

A decir verdad, no estaba del todo emocionado al

escuchar que Julio César Ruibal sabía dónde trabajaba

yo y que deseaba verme por algo. Mi recuerdo de Julio

no era del todo grandioso. Lo conocí cuando éramos

niños, pero él era unos pocos años menor que yo, tenía

más o menos la misma edad de Silvia y de mi hermano. Su

papá y mi papá trabajaron juntos alguna vez en el

Banco Central, y nos habíamos visto cuando las familias

de los empleados se reunían para socializar. Desde que

me gradué de la secundaria, no lo había visto mucho.

Durante el tiempo que lo conocí, Julio había hecho

hasta lo im- posible para convertirse en un fastidio. Se

parecía mucho a Daniel el Travieso, el de las caricaturas.

Sin embargo, durante su adolescencia las cosas

empeoraron mucho más. En una ocasión, cuando era

apenas

primavera……………………..

I