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Elogios para
Revolución desde adentro
«El Espíritu Santo ha hecho de Bolivia su casa y de los esposos Salcedo
sus ministros que, junto a otros hombres y mujeres de Dios, forman
parte del avivamiento que ha impactado a toda América del Sur.
Revolución desde adentro es un impresionante testimonio del poder
del Señor y de su deseo de bendecir a las naciones».
Cash Luna
Fundador y pastor de Casa de Dios, Guatemala
«Siempre me ha impresionado la sencillez, la espontaneidad y la for-
taleza de la fe como de niño de los pastores Alberto y Silvia, así como
su habilidad para impartírsela a los demás. Combinada con su sin-
cera semejanza a un niño, yace la complejidad de sus habilidades de
liderazgo. Tienen la experiencia madura, la sabiduría, la creatividad
rhema, la habilidad interpersonal, la capacidad intelectual, la resisten-
cia física y la fe para la toma de decisiones financieras, no solo para
construir una megaiglesia con todos sus ministerios, sino también los
muy exitosos ministerios de televisión y radio. Los pastores Alberto
y Silvia son líderes nacionales e internacionales que viven para amar
y servir a Dios y a la gente con corazones puros y con excelencia. Su
historia inspirará e impartirá fe y visión a todo aquel que lea el libro».
Jack Louman
Pastor ejecutivo de City Bible Church
«He tenido el privilegio de observar, admirar y participar en Ekklesía
por muchos años. Tengo que decir que lo que Dios ha hecho en este
país, con grandes desafíos económicos, es nada menos que milagroso.
Considerando la oposición que Alberto y Silvia Salcedo han encon-
trado de grupos religiosos, gobiernos y los que procuran destruirlos,
su historia habla de que Dios es fiel y que su Reino no se puede dete-
ner. Su historia es una caminata de milagros, avivamientos, reveces y
Revolución desde adentro
victorias. Es una impresionante historia que te inspirará a creer más
en el poder de Dios para moverse de poderosas maneras a través de
aquellos cuyas vidas se rinden a Él».
Bill Scheidler
Pastor y maestro
«Este libro cuenta la historia de un gran mover de Dios que continúa
hasta estos días. Mi recorrido con la obra en Bolivia se remonta a los
años de 1970 cuando Julio Ruibal llegó a nuestra iglesia en Portland,
Oregón. A través de una serie de encuentros ordenados por Dios,
conocí a los Salcedo y he tenido el privilegio de ser amigo de su gran
iglesia por muchos años. La obra que Dios ha alcanzado por medio
de ellos está registrada en este libro y es asombrosa. A través de su
ministerio, miles de personas se han salvado, sanado y llenado con el
Espíritu Santo. Este libro solo toca de manera superficial lo que Dios
ha hecho y estoy convencido que las futuras hazañas de fe serán aun
mayores».
Dick Iverson
Fundador de Ministers Fellowship International
2
ALBERTO SALCEDO PENALOZA
SILVIA CAMACHO DE SALCEDO En colaboración con Scott Mclndoo
desde aden ro
Publicado por
Unilit
Miami, FL 33172
Derechos reservados
Primera edición 2012
Revolución desde adentro
© 2012 por Alberto Salcedo Peñaloza
Reservados todos los derechos. Ninguna porción ni parte de esta obra se puede
reproducir, ni guardar en un sistema de almacenamiento de información, ni
transmitir en ninguna forma por ningún medio (electrónico, mecánico, de
fotocopias, grabación, etc.) sin el permiso previo de los editores, excepto en el caso
de breves citas contenidas en artículos importantes o reseñas.
Edición: Nancy Pineda
Traducción: Karen Galeb
Director del Proyecto: Juan Carlos Salcedo
Diseño de la cubierta e interior: Ximena Urra
Ilustración: © 2012 High Leg Studio. Usada con permiso de Shutterstock.com.
A menos que se indique lo contrario, el texto bíblico ha sido tomado de la versión
Reina Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988
Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society, y puede
ser usada solamente bajo licencia.
Las citas bíblicas señaladas con nvi se tomaron de la Santa Biblia, Nueva Versión
Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.
El texto bíblico indicado con «ntv» ha sido tomado de la Santa Biblia, Nueva
Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation 2008, 2009, 2010. Usado con
permiso de Tyndale House Publishers, Inc., 351 Executive Dr., Carol Stream, IL
60188, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados.
Usadas con permiso.
Producto 495801
ISBN 0-7899-2050-6
ISBN 978-0-7899-2050-8
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
Categoría: Iglesia y ministerio /Vida de la iglesia /Iglecrecimiento
Category: Church & Ministry /Church Life /Church Growth
A
Dedicatoria
nuestro Padre que nos conquisto con su amor, a Jesucristo que con
su gracia nos dio la dimensión de su obra en la cruz, al Espíritu
Santo, que nos acompaña con una dulzura indescriptible.
A nuestros hijos Silvia Alejandra y Mauricio Alberto, que recorrieron
desde pequeños todos los caminos por los que nos guiaban, sin quejarse y
solo ayudándonos a creer.
A nuestros padres, los que viven y los que partieron que se alegraron
y lloraron junto a nosotros.
A Pocho Salcedo, su tenacidad fue clave.
A los esposos Aguayo, por animarnos y conectarnos para dar este paso
de escribir lo que vivimos.
Un agradecimiento especial para Scott y Laura McIndoo por su ta-
lento y las largas horas invertidas en la investigación, la redacción y los
aportes muy especiales para que se pudiera escribir este libro, así como
para la congregación de City Church en Albuquerque, Nuevo México.
A Ekklesía, la iglesia que conocimos antes de nacer y que ahora es
nuestra casa de retos y sueños.
A los fieles pastores y líderes en más de noventa lugares en Bolivia y el
mundo, por su amor y oraciones. También a los hombres y las mujeres que
citamos en estas páginas que marcaron, confirmaron y alentaron nuestro
camino.
Contenido
Bienvenida .....................................................................................9
Introducción: Sobre la cornisa del estadio (Alberto) ........................11
Primera parte: El bautismo de fuego (1972-1977)
1. Una reunión improbable: 17 de octubre de
1972 (Alberto) ................................................................17
2. El comienzo: 19 de octubre de 1972 (Alberto) ................29
3. Un viento recio y poderoso: 20 de octubre
de 1972 (Silvia) ...............................................................37
4. San Miguel Arcángel: 21 al 31 de octubre de 1972
(Alberto) .........................................................................47
5. «Sígueme»: De noviembre a diciembre de
1972 (Alberto) ................................................................57
6. «Todo el que pide, recibe»: 1 al 12 de enero
de 1973 (Alberto)............................................................67
7. El clamor de la gente: 14 al 21 de enero
de 1973 (Alberto)............................................................73
8. La expansión del avivamiento: 27 de enero a
marzo de 1973 (Alberto) .................................................93
9. El precio de la entrega: De abril a octubre
de 1973 (Alberto)..........................................................105
10. El difícil camino hacia el primer amor:
De noviembre de 1973 a 1977 (Alberto) .......................117
Segunda parte: La obediencia (1982-1986)
11. Nuestra unión a Ekklesía: 1982 (Silvia) .........................129
12. «La Nueva Jerusalén»: 1983 a 1986 (Alberto) ................141
Revolución desde adentro
13. El reconocimiento de la voluntad de Dios:
1982-1985 (Silvia) ........................................................151
14. Las posibilidades de un matrimonio lleno
del Espíritu: 1985 (Alberto) ..........................................163
15. La muerte de Silvia: 6 de junio de 1986 (Silvia).............169
16. La reaparición del avivamiento:
Verano de 1986 (Silvia) .................................................179
Tercera parte: El regreso del fuego (desde 1987 hasta el presente)
17. De vuelta a lo aprendido en el avivamiento:
1987-1994 (Silvia) ........................................................191
18. El crecimiento de la iglesia: Desde 1987 hasta
la fecha (Alberto)...........................................................203
19. Sistema Cristiano de Comunicaciones: Desde 1987
hasta la fecha (Alberto) ..................................................215
20. Se abren las puertas para las mujeres en
el ministerio (Silvia) ......................................................227
21. Oposición espiritual (Alberto) .......................................237
22. Julio César Ruibal y Ekklesía: 1991-1995
(Alberto) .......................................................................249
23. El restablecimiento de la visión de Dios para
Bolivia y Ekklesía: Desde 1987 hasta
la fecha (Alberto)...........................................................257
Cuarta parte: El cierre (desde 1987 hasta el presente)
24. Una lección fundamental: Avivamiento es vivir en lo sobrenatural
(Alberto) ...................................................267
Notas ........................................................................................277
Acerca de los Autores..................................................................283
B
8
Bienvenida
ienvenidos a esta Revolución desde adentro, una revolución que
anhelamos todos y de la que todos podemos ser protagonis-
tas. Los que hemos decidido caminar con Dios, conocer de su
amor, saber de la gracia de Jesucristo y vivir de manera intensa en co-
munión con su Espíritu Santo somos capaces de provocar y vivir este
cambio profundo: Una transformación que no necesitamos esperar que
venga de ningún otro lado.
Esa revolución se estableció y se selló dentro de nosotros mismos, y solo
tiene como condición que se afine en armonía con la voluntad de Dios,
para después soltarla y provocar así la extensión del Reino. Este es un
desafío desde el corazón de Suramérica para quienes aman y anhelan el
avance del Reino y que la gloria de Dios transforme con intensidad nuestras
vidas y la de nuestras naciones.
Atrevámonos a pasar de lo invisible a lo visible, de lo que creímos y
soñamos a lo que podemos palpar y disfrutar. ¡Él es todo lo que Él dice que
es!
E
Introducción
Sobre la cornisa del estadio 21 de enero de 1973
(Alberto)
n el corazón de Suramérica, a lo largo de la cordillera Real de los
Andes, yace una gran ciudad, la capital más alta del mundo, a tres
mil seiscientos metros de altura sobre el nivel del mar: La Paz.
La Paz está situada en una antigua encrucijada que enlaza los
Andes con los valles andinos o Yungas, los cuales descienden con ra-
pidez hacia las tierras bajas y los bosques de uno de los países con
mayor diversificación geográfica en el planeta.
Bolivia es una nación de características definidas por grandes
espacios, como el lago Titicaca, el vacío de los desiertos y los gran-
des salares, las llanuras del Chaco y la impenetrable selva verde del
Amazonas. La Paz está aprisionada a los lados por profundas crestas
onduladas en las laderas de las montañas y esparciéndose a los pies
de profundas cañadas y casas que se levantan una encima de la otra
en barrios que ascienden y desaparecen en las laderas de los cañones.
Cada espacio utilizable está saturado por humanidad desbordante. Se
escucha el murmullo de las zonas comerciales a la sombra de viejos
árboles de eucalipto, extrañas columnas de piedra erosionadas y bri-
llantes acantilados. Áreas enteras de la ciudad están separadas unas
de otras, divididas por grandes colinas sobre una meseta, talladas por
enormes glaciares, hoy desaparecidos en las cumbres de algunas de las
más altas montañas del hemisferio occidental.
En una profunda cuenca, en el centro de la ciudad y entre dos
cordilleras circundantes, yace el barrio de Miraflores, y en su centro se
Revolución desde adentro
mantiene en pie el monumento a la obsesión nacional de Bolivia: el
fútbol. Edificios de apartamentos, centros comerciales y hogares priva-
dos se alinean en las desbordantes calles en la plaza central continuan-
do hasta las paredes del Estadio Hernando Siles en la Plaza del Estadio,
también conocida como Plaza Tiahuanaco, donde los antiguos ídolos
tallados, de una civilización precolombina, permanecen con la mirada
fija desde su estática posición en las paredes y encima de monolitos. La
plaza es el centro de una gigante rueda, las avenidas que irradian desde
la rotonda, sus radios, cada uno es un camino diseñado para unir a la
gente en uno de los principales lugares públicos de Bolivia.
Desde un promontorio sobre el estadio, un observador podría
ver a la distancia, en un brillante día de verano, el macizo nevado del
Illimani, a seis mil cuatrocientos treinta y ocho metros. Ese domingo
21 de enero de 1973, también hubiera visto, y escuchado, debajo la
atronadora multitud de veintidós mil personas apiñadas en el estadio,
y más de ochenta mil que rebasaban los límites y se apiñaban abajo
en la Plaza del Estadio. El tránsito estaba detenido. A decir verdad,
ningún conductor podía llegar a ningún lugar cerca del estadio ese
domingo. Sin embargo, abandonando su automóvil, se sintieron
atraídos de manera inexplicable e involuntaria hacia lo que en su es-
píritu sabían que era la vida, la verdad y un asombroso poder.
Esta fue la atracción que muchos paceños sintieron ese día mien-
tras se dirigían expectantes hacia el estadio para escuchar a un joven,
de tan solo diecinueve años de edad, explorar el interior de su alma
con la verdad del evangelio.
A medida que se acercaban, el sonido que oían era algo nunca
antes escuchado en la capital del Altiplano. Era semejante al rugir de
un océano: «¡JESÚS! ¡JESÚS! ¡JESÚS!».
La multitud en todo el estadio hacía retumbar el nombre de su
Rey, mientras por sobre sus altas paredes este solitario hombre en un
traje blanco sostenía un micrófono y proclamaba a Dios con las ma-
nos en alto: Julio César Ruibal, de tan solo diecinueve años de edad,
había aprendido a obedecer a su Padre y llamaba a la Iglesia a regresar
a su Señor, su Esposo, Cristo. Él permanecía allá solo, equilibrándose
sobre la cornisa del estadio con vista a la plaza, y haciéndole señas a la
multitud para que guardara silencio.
12
Sobre la cornisa del estadio
«¡JESÚS!», rugió la multitud una vez más y por fin se calmó.
Las cientos de miles de almas reunidas en la plaza y en el estadio esa
mañana inclinaron sus cabezas ante el Señor, expectantes de su pre-
sencia y en reconocimiento de su soberanía. Hasta la policía, con su
equipo antidisturbios, levantaba sus manos sobre sus cabezas, soste-
niendo sus bastones policiales en una actitud de rendición, mientras
sus sabuesos pastores alemanes se sentaban a su lado con atención, en
silencio y esperando.
«Jesús está entre nosotros y Él hará como lo ha prometido», de-
claró Julio. «Sé que ahora muchos están sanos. Jesús dijo: “Yo soy la
resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y
todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” [Juan 11:25-
26]1. ¡Dios está aquí de nuevo! Él es el mismo ayer, hoy y por siempre.
Tenemos la confianza y seguridad de que Él está con nosotros»2.
Una vez más, la multitud gritó el nombre de Jesús, pero yo solo
podía escucharlos, no verlos, pues en ese momento mi rostro esta-
ba presionado contra la pared, debajo de donde Julio estaba parado
sobre la cornisa del estadio. Con mis manos sostenía sus tobillos,
sujetando sus pies, de modo que no cayera de la pared a la plaza. Mis
amigos, sus discípulos, estaban a lo largo de la pared también. Desde
abajo, mi novia, Silvia, observaba asombrada el espectáculo. Julio es-
taba parado sobre la cornisa para llegar a la multitud, pues en realidad
se preocupaba de que recibieran al Señor y al Espíritu Santo.
Cuando muchas de esas personas llegaron a tiempo para escu-
charle predicar, se encontraron con que no solo las puertas se cerraron
en cuanto el estadio se llenó a su capacidad, sino que miles durmie-
ron afuera del estadio desde la noche anterior solo para lograr entrar.
También descubrieron a miles de almas que ya estaban dispuestas a
testificar acerca de cómo el Señor había obrado milagros entre ellas,
incluso desde el momento en que la gente comenzó a esperar, acam-
pando afuera, en la acera, solo por su fe y su expectación. Allí estaban
los necesitados, los enfermos, los cojos, los que tenían sus corazones
rotos, los desahuciados y los cansados, las desilusionadas almas que
anhelaban un encuentro fresco con su Dios.
Este domingo debía ser el último de una serie de servicios de una
campaña evangelística que comenzó en las casas y las calles y que,
con la fuerza del Espíritu Santo, fue in crescendo en tan solo el corto
13
Revolución desde adentro
tiempo de unos pocos meses. Dentro del estadio, la gente experimen-
taba sanidades, no solo mientras Julio predicaba y él y sus discípulos
oraban y les imponían las manos, sino también mientras cantaban y
respondían a la alabanza con sabor boliviano y la música de adoración
compuesta por los jóvenes creyentes tan solo días antes.
Sobre el campo, una gran cantidad de los asistentes, los más
severamente incapacitados, gritaban con gozo. Los paralíticos se le-
vantaban y caminaban. Los niños y los adultos sordos escuchaban.
La vista se les restauraba a los ciegos y los lisiados dejaban caer sus
muletas para danzar. En ese momento, se pusieron a disposición ca-
miones para llenarlos de sillas de ruedas vacías, muletas innecesarias,
bastones, aparatos ortopédicos... Mientras salían del estadio frente a
la multitud que se apiñaba, se avivaba aun más la fe en los corazones
de los que eran testigos de su testimonio silencioso.
Más adelante, durante esa semana, Julio iba a partir a otra de las
importantes ciudades del país para esparcir el avivamiento entre la
nación. Sin embargo, todos en La Paz anhelaban escucharle predicar
y recibir este poder del Señor que fluía con tanta facilidad a través
de él. Aun después que Julio esparciera el avivamiento a todas las
ciudades importantes de Bolivia, este fue llevado a otras naciones en
Suramérica, y su impacto todavía se siente entre los creyentes alre-
dedor del mundo. A lo largo de toda la mañana, fueron testigos de
incontables milagros.
Julio predicó por toda una reunión dentro del estadio, presen-
tándole el evangelio a la gente sedienta de Dios. Desde afuera del
estadio, podíamos escuchar el rugido entremezclado de la multitud
que rogaba que se le permitiera entrar. Así que, él tomó el micrófono,
mientras la gente debajo escuchaba por el sistema de amplificación
y de las radios portátiles que estaban sintonizadas a la transmisión
nacional en directo, llevando su voz y la Palabra de Dios a la nación
a través de sus receptores.
¿De qué manera un hombre tan joven se levantó a esta notable
posición en tan corto tiempo, sin ninguna aparente preparación teo-
lógica, aun sin un pasado que pudiera sugerir el papel que representa-
ría como un comandante en el ejército del Señor? En pocas palabras,
fue su obediencia a la dirección del Espíritu Santo sin ningún tipo de
duda ni cuestionamiento.
14
C a p í t u l o 1
1 C a p í t u l o 1
P R I M E R A P A R T E
E L B A U T I S M O
D E F U E G O
( 1 9 7 2 - 1 9 7 7 )
I•
E
Una reunión improbable 17 de octubre de 1972
(Alberto)
C a p í t u l o 1
l día en el que mi vida tomaría un dramático giro, y cuando
mi camino por fin se fusionaba con el sendero que Dios había
extendido para mí, comenzó como muchos otros días en la pri-
mavera de 1972 en mi casa en la ciudad de La Paz, Bolivia.
La mañana del 17 de octubre estaba afuera de nuestra casa, en la
Zona Sur, apoyado sobre nuestro automóvil y esperando a que saliera
mi papá. Había acabado de sacar el auto de la entrada al patio y ase-
guré la puerta. Así que, mientras se calentaba el motor, hojeaba los
titulares del periódico.
Tiempos de revueltas
Cada día, mi papá y yo íbamos hasta el centro de la ciudad para ir a
trabajar. En ese entonces, tenía veintidós años de edad y estaba en una
especie de limbo en cuanto a mi educación y carrera. Bajo circunstan-
cias normales, estaría listo para asistir a mis clases en la Universidad
Mayor de San Andrés, pero la historia cambió eso. En 1968, entré a
la universidad. Sin embargo, en todos los años desde entonces (1969,
1970 y 1971), hubo golpes militares que interrumpieron los años
académicos. Como casi todos los estudiantes en La Paz, estaba a la
expectativa. Así que hacía trabajos por aquí y por allá, sobre todo a la
espera de que mi vida pudiera volver a encaminarse.
Dejando atrás la pequeña calle de adoquines de nuestro vecinda-
rio, entramos a la principal arteria de tránsito, la avenida Ballivian, y
comenzamos el largo y sinuoso camino que dividía una tercera parte
de la zona sur de la ciudad, del gran centro. Subimos hasta la parte
Revolución desde adentro
vieja de la ciudad. Un promontorio a lo largo del camino, el macizo
del Illimani, de seis mil cuatrocientos treinta y ocho metros, se hizo
visible sobre el horizonte iluminado de manera deslumbrante por el
sol del este y sobresaliendo sobre los picos más bajos en primer plano.
Quería ver la montaña antes de llegar al centro de la ciudad, donde
pasaría el resto del día dentro de una oficina que teníamos alquilada
unos amigos y yo. Hoy no era la excepción, pues la vista de los impre-
sionantes picos me levantó el ánimo.
Cuando entramos a la parte inferior del centro de la ciudad,
conduje con lentitud a través de la zona universitaria. Mientras me
aproximaba al edificio de gran altura del «Monoblock», el núcleo del
campus, el recuerdo del golpe de Estado y la protesta armada de los
estudiantes vinieron a mí. Esos hechos lo habían cambiado todo: la
política, la educación... y mi vida. El golpe de Banzer comenzó el 18
de agosto de 1971, y después de tres días, se sentó en el poder, de-
rribando al gobierno de izquierda de su predecesor, Juan José Torres.
–En realidad, un grupo de estudiantes fue el último en rendirse al
dictador y, como es sabido, se encerraron en la universidad y se
enfrentaron a la policía en una violenta pelea. El gobierno respondió
con un espectáculo aterrador de poder, ordenando a la fuerza aérea
boliviana que atacara el campus desde el cielo. Arrestaron a docenas y
docenas de estudiantes. Desde esos acontecimientos, nadie había ido
a las universidades.
A través de la zona central del comercio, continuamos hacia El
Prado para llegar por fin hasta el corazón de la ciudad. Cada día de mi
vida, al parecer, iba a esta área con mi papá, donde mi hermano Juan
Carlos y yo pasamos los doce años de la escuela en el Colegio La Salle,
en la esquina de las calles Potosí y Loayza. Conocía bien el centro, y
mientras todos parecían esperar que un día siguiera los pasos de mi
papá, en ese tiempo estaba mucho más interesado en otras cosas.
La Galería Luz y mis ocupaciones
Dándole un caluroso abrazo de despedida a papá, crucé en segui-
da la calle para echarle un vistazo a cómo iba uno de mis pequeños
proyectos paralelos en el puesto de periódicos. Mis amigos y yo pu-
blicábamos una revista mensual musical, que abarcaba algo de la me-
jor música de rock and roll americana y británica. Tenía un poco de
18
Una reunión improbable
experiencia como DJ de un programa de música rock, y mantuve ese
interés yendo hacia las publicaciones impresas. ¡Era tan solo uno de los
proyectos que llevaba adelante para mantenerme ocupado! La edición
existente de la revista comprendía mucho de la gran música de The
Doors, Black Sabbath, Cream, The Stones, Deep Purple y Led Zeppelin.
Teníamos muchas de las grabaciones, pues las intercambiábamos por
espacios publicitarios para una tienda de discos. En el quiosco de re-
vistas parecían tener las suficientes copias, así que continué mi camino
hacia nuestra oficina en la nueva Galería Luz.
Nuestra oficina, la número 9-A, estaba escondida en la esqui-
na de la planta superior de la construcción con el atrio al aire libre.
Unos cuantos estudiantes y yo, todos amigos de colegio, alquilamos
esa oficina para operar un pequeño negocio que llamamos «PB-Pro-
ducciones Beats». Era un gran lugar para reunirnos y donde surgían
toda clase de emociones, mientras esperábamos continuar nuestras
carreras. No obstante, hacíamos casi todo lo que se nos cruzaba en
el camino: Diseñábamos etiquetas para mercancías, imprimíamos
logotipos sobre las vestimentas, cualquier negocio que pudiéramos
obtener. Queríamos ganar dinero, pero en realidad era más diversión
y camaradería. Algunos de nosotros solo deseábamos sentirnos como
verdaderos hombres de negocio, pero carecíamos de experiencia. De
toda la gente que pasaba tiempo en esa oficina, casi ninguno cobraba.
Nosotros solo queríamos estar en la oficina en lugar de quedarnos en
casa sin hacer nada todo el día.
Esa mañana tenía algo que leer, aparte de los asuntos que deseaba seguir atendiendo. Todos en la oficina tenían algunos contactos en el
mundo de los negocios. Así que, a través de ellos, escuchábamos los
rumores acerca de los diferentes proyectos que podríamos conseguir
para nuestra empresa. Con tantos jóvenes en un lugar, sin embargo,
era difícil mantener la atmósfera profesional intacta. Uno de los mu-
chachos que estudiaba arquitectura pidió a la cafetería de la planta
baja un paquete de salteñas1 y algunas botellas de refresco. Las salte-
ñas son un alimento básico en La Paz: Una pasta caliente, que casi
siempre se come con la mano y está disponible en cualquier lugar de
la ciudad. En pocos minutos, todos estaban sentados alrededor y co-
miendo, como si fuera una fiesta. Eran casi las nueve de la mañana y
19
Revolución desde adentro
la atmósfera era festiva. Pusieron música, y cuando comenzó el coro,
algunos de los muchachos saltaron y cantaron una pequeña línea del
coro. Juntos danzábamos y cantábamos, mermando aun más nuestro
profesionalismo.
En ocasiones, me preguntaba cómo estaría mi novia, Silvia, en
su trabajo. En realidad, también estaba impedida de ir a la univer-
sidad, después de terminar la secundaria en un colegio católico para
mujeres. Hablábamos todos los días, pero siempre tenía que esperar
hasta la noche para llamarla, pues no deseaba ocupar el teléfono en la
oficina con tanta gente trabajando allí. Además, era muy difícil tener
una verdadera conversación con tu novia, debido a tantos oídos que
escuchaban. Algunas veces nos quedábamos dormidos en el teléfono.
Su papá, un excoronel de la policía, era muy tradicional. Así que ha-
blar por teléfono, y verla durante nuestros encuentros con su familia,
representaba todo el tiempo que teníamos juntos.
Por las siguientes dos horas, leí algo, tomé algunas notas y con-
tinúe con mis llamadas de trabajo. La Galería Luz está en el centro
de la vida comercial, religiosa y gubernamental, en la ciudad capital.
Las calles a la hora del almuerzo son testigos de toda expresión de hu-
manidad, desde los más pobres miembros de la sociedad que luchan
trabajando en las calles para sobrevivir, hasta los más acaudalados y
los más poderosos que trabajan en las modernas oficinas mirando
hacia abajo al gentío. Alrededor de todo, se impregnaba la atmósfera
de un país en guerra consigo mismo, después de haber sufrido mu-
chos años consecutivos de cambios bruscos provocados por el trajín
de un gobierno militar tras otro, con la represión y la violencia que le
acompañaban. No obstante, me concentré en lo que tenía que hacer
ese día.
Las noticias sobre Julio
Al cabo de unos pocos minutos de haberme sentado para trabajar otra
vez, levanté la vista de mi escritorio para ver a mi primo Juani que
entraba corriendo por la puerta.
—¡Alberto! —gritó—. ¡Necesito hablar contigo!
—¿Qué está pasando? —le pregunté.
—¡Nunca vas a adivinar con la persona que me encontré hace,
quizá, dos minutos atrás!
20
Una reunión improbable
—¿Con quién? Vamos, dime.
—Me encontré abajo con Julio —me dijo—, y le
conté que tú estabas trabajando en este edificio.
—¿Julio César Ruibal?
—¡Sí, hombre! ¡Julio! —Juani parecía emocionado—.
Regresó de los Estados Unidos. Quiere discutir algún
asunto contigo.
—¿Qué? —exclamé.
A decir verdad, no estaba del todo emocionado al
escuchar que Julio César Ruibal sabía dónde trabajaba
yo y que deseaba verme por algo. Mi recuerdo de Julio
no era del todo grandioso. Lo conocí cuando éramos
niños, pero él era unos pocos años menor que yo, tenía
más o menos la misma edad de Silvia y de mi hermano. Su
papá y mi papá trabajaron juntos alguna vez en el
Banco Central, y nos habíamos visto cuando las familias
de los empleados se reunían para socializar. Desde que
me gradué de la secundaria, no lo había visto mucho.
Durante el tiempo que lo conocí, Julio había hecho
hasta lo im- posible para convertirse en un fastidio. Se
parecía mucho a Daniel el Travieso, el de las caricaturas.
Sin embargo, durante su adolescencia las cosas
empeoraron mucho más. En una ocasión, cuando era
apenas
primavera……………………..
I