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Prólogo Salvador Dellutri

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Elementos de Ética pastoral, Roberto Azzati

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Page 1: Elementos de Ética Pastoral - Roberto Azzati

Prólogo Salvador Dellutri

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Elementos de Efica Pasfoial

"Elementos de Ética Pastoral" viene a ocupar un lugar vacante en nuestra biblioteca. Esta certeramente dirigido a Cfuienes tenemos que dar ejemplos de ética: los pastores. Esperamos que este libro sea apreciado como merece y sirva de punto de partida para la reflexión y la práctica.

En este libro "Elementos de Ética Pastoral" el autor da una mirada profunda a la esencia de este tema para que así podamos ver más de cerca estos principios. Se trata de clarificar los conceptos por los cuales el pastor lleva a cabo su tarea divina de cuidar de su rebaño: la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual se nos l)a confiado en nuestras manos como ministros.

Pastor Dnw Paulfi, Ifllem "Cbafwl Hiíí HanmU'v”.

Sobre el AufoiEÍ Dr. Rotarto Azzati, nacido en Buenos Ai res, Argentina, es pastor ordenado en la Provincia de Entre Ríos, abogado recibido en la Universidad de su ciudad natal, Máster en Estudios Religiosos del Seminario Internacional Bautista y Doctor en Teología de la Internacional dbristian University con sede en Miami $ México. Ejerce como profesor de Ética Periodística en el Instituto Cristiano Internacional!. Evangelistai, asesor del periódico "Tiempo Latino" que se edita en Argentina. Autor de varios libros, ex director del Seminario Pastoral Timoteo $ ex profesor de Sociología Aplicada en la misma casa de estudios. Ha sido también

predicador asociado del evangelista internacional Luis Paíau y profesor de Relaciones Laborales en una universidad p r i v a d a de B u e n o s A i r e s . En la actualidad se desempeña como conferencista y predicador países.

iiDAD í S T R l B ü t D 0 R A A LIA N Z A

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E l e m e n t o s d es

Etica Pastoral

Dr. Roberto Azzati

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Azzati, RobertoElementos de ética pastoral. - 1o ed - Buenos Aires :

Distribuidora Alianza, 2004.144 p. ; 20x14 cm.

ISBN 987-21480-0-7

1. Etica Pastoral. I. Título CDD 253.7

Todos los derechos reservados.Esta publicación no podrá ser reproducida por ningún sistema gráfico, mecánico, electrónico, magnetofónico u otro, ni transmitido en alguna forma o medio sin el permiso previo y escrito de los editores.Buenos Aires 2004.

© Copyright 2004 por Distribuidora Alianza Av. Rivadavia 3474 1203 Buenos Aires, Argentina [email protected]

Servicio Editoiral de Distribuidora Alianza (S E D A.) Tirada: 1000 ejemplares

Impreso en julio de 2004, por Roberto Grancharoff e hijos.Tapalqué 5868 - Buenos Aires - Tel. 4683-1405

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Gracias a mi esposa Beatriz por su apoyo para que este

libro fu era una realidad.

Gracias a D avid y H aydeé Dutra por su ayuda editorial.

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Prólogo

Jorge Luis Borges situó un cuento, que plantea­ba ético, en el mundo anglosajón. Consultado sobre el particular indicó que un planteo ético era

poco creíble si se ubicaba en Latinoamérica."Hijos de la Contrareforma y los tribunales In­

quisitoriales", como bien nos definiera Octavio Paz al recibir el Premio Nobel, nuestro continente se gestó al margen de toda ética, cristiana o paga­na. No podían los Conquistadores, ávidos de ri­quezas y dedicados a saquear, destruir y violar, enseñar paralelamente una ética que no practica­ban.

Por eso, lo que llamamos "cristianismo latinoa­mericano" es sólo una religiosidad ambigua, em i­nentemente sacramental y ritual. Así fue enseña­

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do y así también fue entendido por las víctimas, que debieron abandonar su ética, pagana e im per­fecta pero siempre superior a la practicada por la conquista. Esta carencia y deformación espiritual es la raíz en la que deben buscarse las razones de los muchos males que nos aquejan en lo social, político y económico.

Tardíamente el Evangelio de Jesucristo llega a estas tierras nuestras para sanear con el mensaje del Reino de Dios a pueblos aún jóvenes y ya con­taminados por la decadencia. Pocos han com­prendido fuera de nuestros límites, la ciclópea ta­rea que significa evangelizar en nuestro continen­te.

El campo de batalla más duro es el de la moral. Todos somos conscientes que un evangelio sin de­mandas arraiga rápidamente, pero el Reino de Dios tiene condiciones ineludibles de conducta reñidas con las prácticas y prédicas seculares coti­dianas.

Es lamentable que ese modo de vida, donde el fin justifica los medios y los antivalores se confun­den peligrosamente con los valores, muchas veces trascienda a la Iglesia del Señor.

Conscientes de esta realidad que nos aqueja, y que necesita pronto remedio, se levantan voces orientadoras que van señalando los rumbos a se­guir

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Me alegré mucho al saber que el Dr. Roberto Az- zati trabajaba sobre un tema tan importante, antes de poder acceder al manuscrito. Y esta alegría "a, priori" tenía dos motivos: la rigurosa seriedad con que el Dr. Azzati realiza sus trabajos y que el tema de la ética fuera encarado desde y para Latinoa­mérica. Nadie mejor que quien vive inmerso y ba­tallando con nuestra realidad para señalar males y sugerir remedios.

"Elementos de Etica Pastoral" viene a ocupar un lugar vacante en nuestra biblioteca. Está certera­mente dirigido a quienes tenemos que dar ejem ­plos de ética: los pastores.

Rigurosamente basado en las Sagradas Escritu­ras, enriquecido por abundantes citas, convenien­temente ilustrado y acogiéndose a los beneficios de la brevedad, este libro tiene la sencillez y pro­fundidad que necesitamos para evaluar nuestra ética.

Quien recorra los títulos de los capítulos verá que, lejos de ser un tratado abstracto, es una obra práctica, directamente emparentada con nuestra realidad.

Esperamos que este libro sea apreciado como merece y sirva de punto de partida para la refle­xión y la práctica.

Es verdad que, como señala el autor en el último capítulo, "queda mucho por recorrer". Pero tam­bién es verdad que debemos agradecer a Dios por

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obras como ésta que nos ayudan a recorrer lo que falta.

Pastor Salvador DellutriIglesia de la Esperanzaban Miguel,

Buenos Aires, Argentina

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Prefacio del autor

El bien suprem o de todo ser hum ano, es po­der conocer a Dios en toda su plenitud, y es­

te conocim iento se m anifiesta cuando el hom ­bre reconoce a Cristo com o el Rey y Señor de su vida. A llí, la relación con Dios, llega a su punto m áxim o, y es entonces cuando la vida cam bia y el individuo encuentra una serie de norm as, no dogm áticas, sino ético-espirituales, que serán patrones de su conducta para con D ios, para con los dem ás seres y para consigo m ism o.

De allí la im portancia de la ética cristiana, pues esta es la dem ostración de que estam os frente a la presencia de un D ios am oroso pero exigente. Él m ism o fija esas norm as en su Pala­bra' la Biblia; y las cum ple, en un claro ejem plo de autolim itación, y tam bién exige su cum pli­m iento, pues se m ueve a través de pactos esta­

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blecidos con sus criaturas.Esta pequeña obra, se propone aclarar algu ­

nos conceptos sobre la conducta de los que sir­ven a Dios en calidad de pastores y m inistros en general.

Se basa en la ética cristiana, pero trata de espe­cificar los m odos de actuación que Dios quiere de sus obreros.

No hem os descubierto nada, sino que sólo de­seam os exaltar la calidad de Rey que tiene D ios y en especial m anera, su relación de Señor Sobe­rano con sus súbditos y entre éstos, están los pastores.

Toda la hum anidad no cristiana, espera de los m inistros de Dios, una conducta determ inada y claram ente exhibida en todas las circunstancias de la vida; y las iglesias, anhelan siem pre de quienes las conducen, actitudes acordes con las pautas norm ativas cristianas de convivencia.

La ética pastoral, se destaca claram ente en la Biblia, a través de las relaciones de Dios para con sus siervos. Por eso la conveniencia del es­tudio de esas norm as, basadas en los principios del Reino de Dios.

Mi deseo es que estas páginas puedan ser de ayuda en la com pleja y m uchas veces desgas­tante labor m inisterial.

R. A.

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A modo de introducción

Un nuevo día está naciendo sobre la Iglesia. Principios eternos muy adentrados en el co­

razón de Dios y esenciales a su carácter están siendo entendidos a plenitud por la Iglesia y por quienes Dios ha llamado y ordenado a dirigir su curso y a que traigan a ésta a un lugar de m adu­rez.

En este libro "Etica Pastoral", el Dr. Roberto Az- zati le da una mirada profunda a la esencia de es­te tema para que así podamos ver más de cerca es­tos principios. Se trata de clarificar los conceptos por los cuales el pastor lleva a cabo su tarea divi­na de cuidar de su rebaño, la Iglesia del Señor Je­sucristo, la cual se nos ha confiado en nuestras manos como ministros.

Aunque las premisas que se encuentran en este libro reflejan principios éticos básicos del cristia­nismo, el autor está consciente de que hay una gran necesidad de ser específico y exacto al esta­

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blecer normas de conducta pastoral. Estas normas están representadas claramente en la Biblia por el ejemplo de la relación de Dios con su pueblo.

El corazón puro del pastor busca establecer pa­rámetros consistentes para su comportamiento ético, son parámetros reales, pero a la misma vez

. que estén de acuerdo con el carácter de Dios. Ob­viamente, primero vamos a la palabra de Dios pa­ra encontrar una descripción precisa del com por­tamiento ético. En Miqueas 6,8, encontramos un fundamento precioso para nuestra conducta, dice así: "Oh hombre, él te ha declarado lo que es bue­no, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justi­cia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios".

El capítulo 1 de este libro, trata sobre la im por­tancia de la ética. Nosotros, como pastores y obre­ros cristianos debemos establecer relaciones de pacto tanto verticales dirigidas hacia el Señor, co­mo horizontales donde nuestro prójimo es el foco. El deseo de agradar al Señor y a nuestro prójimo se convierte en la fuerza impulsora para cada una de nuestras acciones.

En esta era de la Iglesia tan significativa, es im­perativo que ella, quien es la manifestación del Reino de Dios en la tierra, esté dirigida por hom ­bres que mantengan la ética divina. La Iglesia de­be establecer el ritmo del mundo. La Iglesia ha es­tado rezagada por demasiado tiempo, dejando

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que el mundo establezca las normas. Parte de la demostración que Dios desea de su Iglesia es de­cirle al mundo lo que es el verdadero cristianis­mo. Es algo más que simples reglamentos. A me­nos que la ética por la cual un hombre rige su vi­da, escriba esos reglamentos en las tablas de su corazón, y él entienda su propósito y significado, este hombre no será más que un legalista, guar­dando la letra de la ley sin entender el propósito, la protección y la libertad que da la ley

Aunque hay leyes y reglamentos que gobiernan nuestras acciones, estos no tienen emociones y tie­nen que ser administrados con amor y m isericor­dia y también con justicia. Tenemos que recordar que es la bondad de Dios y no su severidad, lo que hace que el hombre se arrepienta.

La ética cristiana abarca la ética pastoral, pero debido a que el papel y las demandas sobre el pastor son únicas, este libro trata de esas deman­das especiales sobre él. Estas éticas están basadas en principios derivados del mismo gobierno y so­beranía de Dios sobre el universo.

El capítulo 3 hace la pregunta: "¿Qué es la ética pastoral?", el autor trata con el efecto de la obra del pastor en los lugares celestiales, la necesidad de que la Iglesia madure, el testimonio del seño­río de Jesucristo delante de los hombres y los principados y potestades, la cobertura espiritual, el estilo de vida de pacto, la autoridad, la ley de

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sembrar y cosechar, y la sumisión en el Cuerpo de Cristo.

En el capítulo 4 se explora la importancia de la ética pastoral dentro del hogar. Aquí es donde el pastor desarrolla su verdadera conducta moral. Es eñ el hogar donde los principios son sacados del papel y se ponen en acción en la vida diaria.

En el capítulo 5 se discute la importancia y el uso del discernimiento espiritual. El discerni­miento juega un papel clave no sólo para determi­nar la sana doctrina sino también para mantener las relaciones productivas y positivas que rodean- ai pastor. El pastor que no entiende y no utiliza el discernimiento espiritual en su ministerio se pone en un lugar de gran riesgo y vulnerabilidad para que Satanás lo ataque.

Uno de los grandes errores de la Iglesia hoy en día es el permitirle al mundo que vea las diferen­cias dentro de la Iglesia. La Escritura nos am ones­ta, ¿cómo nos atrevemos a dejar que el mundo vea nuestras diferencias para que sea nuestro juez en vez del Señor?. La ética pastoral y las controver­sias teológicas son discutidas en el capítulo 6.

Hay muchas áreas del cuidado pastoral que el autor discute. Un área de gran valor práctico es cubierta en el capítulo 7. Allí él trata con la ética pastoral y el "robo de ovejas". En nuestro deseo de ver que el Reino de Dios crezca, ¿cuáles son los parámetros al tratar con los hermanos que pue-

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den ser de otra congregación?, ¿racionalizamos que ellos vienen a nuestro pasto porque la hierba es más fresca y les provee comida, o los atraemos a nuestro rebaño con premeditación?.

El capítulo 8 explora la ética pastoral y la vida en la congregación. El pastor siempre debe estar consciente que él es un representante del jefe Su­premo, el Señor Jesucristo. El trabaja en su lugar, en su nombre y en su Espíritu. El pastor debe pro­veer todos los ingredientes necesarios para el cui­dado de sus ovejas, alimento, protección, sanidad, corrección y todo esto administrado con amor y compasión.

En el capítulo 9, el Dr. Azzati trata sobre la ética pastoral y los pactos. El Señor siempre se ha rela­cionado con el hombre a través de pactos que El ha establecido. El pastor debe ser un reflejo del pacto de Dios.

Definitivamente el Señor está llamando a una nueva dedicación y compromiso de sus pastores, a quienes ha llamado a hacer su obra. Ya no pode­mos ser dirigidos sólo por tradiciones. Tenemos que ser dirigidos y guiados por el Espíritu de Dios. La Iglesia ha sufrido grandemente en los úl­timos años debido a los que son ignorantes de la ética divina o los que escogen ignorarla.

Aunque Dios es un Dios de amor y m isericor­dia, él también es un Dios de justicia y santidad. Debemos recordar que nuestra virtud viene sólo a

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través de Jesucristo. Sin embargo, aunque El fue perfecto, nos esforzamos por vivir como vivió Je­sús.

Hay que elogiar al Dr. Roberto Azzati por su obra y esfuerzo de traer entendimiento e ilum ina­ción sobre estas reglas a mis colegas en el m iniste­rio.

Que el Señor saque los principios expuestos en este libro de la página escrita y los escriba en las tablas de los corazones para que así podamos m i­nistrar en el espíritu del Buen Pastor.

PASTOR DON PAULKCatedral del Espíritu Santo Atlanta, Georgia, 1985.

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Capítulo 1 La importancia de la ética

La decadente moralidad del mundo moderno, tiene en gran peligro el mayor tesoro del hombre. Hemos de procurar por todos los medios legítimos a nuestro alcance, salvar ese precioso tesoro.

Salvador Iserte

Para comprender la importancia de esta ciencia debemos primeramente ayudar al lector en la

definición de ella y apelar al auxilio de algunos eruditos en la materia. William Barclay, la define como "La ciencia de la conducta", Pablo Deiros co­mo "La ciencia que pregunta el por qué de la con­ducta humana", Francisco Lacueva dice que es "La ciencia de la conducta y entendemos por con­ducta, una actitud constante dirigida hacia un fin"

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y Jacques Maritain entiende que la ética es la cien­cia del obrar humano.

Angel Furlan define a la ética como "la ciencia que expone el fundamento de la moralidad en las acciones humanas y que determina el principio y reglas de la conducta de la vida". ("La brújula pa­ra el ministerio evangélico", pág. 145, Ed. Vida").

Por nuestra parte, pensamos que es interesante saber que la ética (del griego ethiké = costumbre), es la parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones de los hombres. Decimos que es interesante el saberlo, pues vivimos en una época de neto corte permisivo, donde las obligaciones humanas son casi desconocidas en forma delibe­rada y solamente se exaltan los derechos de cual­quier tipo y naturaleza.

La ética estudia los móviles de la conducta hu­mana, es decir el motor que mueve la forma de vi­vir y de convivir del ser humano y el porqué se conduce de determinada manera.

La ética no es sólo un código de normas, sino que, como dice Lacueva "... busca los principios básicos según los cuales cada individuo procura determinár como debe actuar en cualquier situa­ción que se le presenta en la vida" (Ética cristiana, CLIE, pág. 22).

Es importante enfatizar que los principios éticos son internos, es decir que se ubican en lo íntimo del hombre y lo motivan a actuar con una orientá­

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ción definida, mientras que la moral es de carác­ter externo y refleja en la conducta la estructura ética que cada uno posee.

El lector podrá comprobar, que a lo largo de es­ta pequeña obra, tanto la ética como la moral ro­zarán sus conceptos y hasta quizá confundirán sus campos de actividad. Pero esto es inevitable cuando se trata del estudio de la conducta hum a­na, cuya compleja esencia aún no se ha podido ex­plorar en su totalidad.

• Fundam entos y finalidad ética

La ética está también íntimamente relacionada con la filosofía, dado que es parte de ella, pues el pensamiento filosófico busca el porqué de las co­sas, y la razón de ser de la ética es buscar las mo­tivaciones que impulsan a los hombres a actuar de determinada manera en el ámbito tripartito: El "yo" con Dios, el "yo" con el "tú" y el "yo" consigo mismo.

Aunque hay algo muy particular en esta ciencia que estudiamos y es que siempre va en busca del bien supremo (summum-bonum). Pero mientras algunos autores afirman que el sumo bien es el in­dividuo en sí mismo, el deber, el placer o el cono­cimiento científico, otros pensamos que el bien supremo es Dios y hacia Él encara sus afirmacio­nes la ética.

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Por eso adherimos al concepto que enuncia Wi- lliam Lillie (citado por Pablo Deiros en su libro "El cristiano y los problemas éticos". Casa Bautista de Publicaciones, pág. 57), en el sentido de que la éti­ca es la ciencia normativa de la conducta de los se­res humanos que viven en sociedad; una ciencia que juzga esta conducta en términos de ser buenao mala, correcta o incorrecta.

• El hom bre es un ser ético

Por ser creado por Dios, Rey y Señor Soberano de los cielos y la tierra, el ser humano no posee, dentro de sí mismo un centro generador de accio­nes que lo lleven a una conducta que lo acerque al supremo bien, y por consiguiente, debe depender para su felicidad y total realización, de las normas que le fija su Creador. Eso lo convierte en un ser dependiente de Dios. Si rechaza las normas dadas por el Rey, entonces debe aceptar las pautas que le fijen los otros hombres, o su propio e inseguro ego. Como resultado de esto, aparece la inclina­ción de tantos seres humanos a no querer sujetar­se a las leyes, sean jurídicas o éticas. De ahí enton­ces que aparece la anomia, es decir, un com porta­miento desviado que produce el rechazo a todo lo normativo, cayendo en consecuencia en la anar­quía moral y social.

Las raíces de la anomia se encuentran en la acti­

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tud de Adán al desconocer las reglas de juego que Dios le había propuesto en su estadía edénica, pe­ro luego, esa actitud humana de rechazo al cum ­plimiento de la ley, se exterioriza en el grupo so­cial, en la forma que el gran sociólogo francés Durkheim dio en llamar "ruptura de la solidari­dad". La anomia es también la enfermedad de la desmesura como también se ha dicho; y es una gran verdad, pues cuando el hombre se resiste a vivir y a convivir dentro de los límites de lo regla­do por Dios y las instituciones humanas, pierde dominio propio y se descontrola.

Pero la pregunta que resalta ahora, es si existe una ética cristiana, es decir, una disciplina que es­tudie los comportamientos humanos dentro de las reglas del cristianismo, o para entenderlo con más amplitud, dentro de toda la Palabra de Dios.

William Barclay, arranca en esta materia con un concepto contundente al decir: "... para el Antiguo Testamento, ética es la conformidad de la conduc­ta humana a los deseos de Dios. Ética para el An­tiguo Testamento no es lo que la Convención me dice que haga, sino lo que Dios me ordena debo hacer”. (La Sociedad Permisiva. Escatio, pág.11).

Este pensamiento es realmente extraordinario y sublime, pues resalta los principios básicos del Reino de Dios, que son principios eternos y clara­mente establecidos en la Biblia. Dios es Rey, aho­ra y aquí y por lo tanto tiene todo el derecho a fi­

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jar pautas normativas, que regirán la conducta de los hombres que son creados por Él a su imagen y semejanza. Por supuesto quienes creen en la labor salvífica de Cristo y experimentan un encuentro personal con Él, son sus verdaderos súbditos, pues al arrepentirse y creer que Jesús es el Hijo de Dios, someten sus voluntades a los soberanos de­signios de Él, que es lo que le corresponde hacer a todo súbdito frente a su Soberano.

Cuando el profeta Isaías llegó a conocer a Dios en profundidad, le reconoció como Rey, a la vez que vio en visión al Señor sentado sobre un trono alto y sublime y oyó las voces de los seres celestia­les diciendo "Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria" (Cap. 6,3). Otra cosa digna de destacar es que la ética antiguotestamentaria estaba fuertemente li­gada a la relación del israelita con Dios, de mane­ra tal, que los principios espirituales que Dios es­tableció eran, y siguen siendo, de una notable ca­racterística ética y el hombre debía observar esos principios de la misma manera que la ley.

Ya en el campo del Nuevo Pacto, la ética se revi- taliza en los dichos y la conducta de Jesús y sus seguidores. Como dice W. Barclay: "Toda la ética cristiana versa sobre las relaciones personales, de los hombres entre sí, de los hombres y las mujeres, de los hombres, las mujeres y Dios" (Obra cit. pág. 29). Y estamos totalmente de acuerdo con este au­

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tor cuando agrega que el fundamento de la ética cristiana es el compromiso, tanto con Dios como con el prójimo.

En Mateo 22,34-40, está condensada toda la éti­ca cristiana, pues la norma dictada por Jesús invo­lucra una relación del hombre para con Dios y pa­ra sus semejantes.

El apóstol Pablo continúa en forma coherente la línea ética de Jesús y enseña en forma inequívoca la manera en que debe comportarse el cristiano, en su triple relación, para con Dios, los demás hombres y consigo mismo. Así se declara en estas palabras: "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios." ( Ia Cor. 10,31).

Aquí vemos que el motor ético que mueve la conducta humana (o al menos debe mover la con­ducta del creyente), es la glorificación de Dios.

Y luego encontramos la ética paulina referente al prójimo al decirnos: "Someteos unos a otros en el temor de Dios". (Ef. 5,21).

En lo que respecta a la relación intrínseca, Pablo dice: "Por lo demás, hermanos, todo lo que es ver­dadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo pu­ro, todo lo amable, todo lo que es de buen nom ­bre; si hay virtud alguna, si algo digno de alaban­za, en esto pensad." (Fil. 4,8).

Estas preciosas normas a la vez que benefician la convivencia, subliman el gobierno propio de

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cada ser humano y lo encarrilan, además, en la re­lación de alabanza para con Dios.

Cuando Moisés le pide a Dios conocer la gloria del Altísimo, el Señor le promete mostrarle su propio bien, es decir, su belleza moral, como dice el diccionario de teología de Everett Harrison. La gloria del Señor, debe ser tenida en cuenta en ca­da uno de nuestros pasos de conducta, porque El mismo enfatiza el carácter moral de su gloria. Cuando el hombre deja el pecado y comienza una nueva vida en Cristo, su conducta cambia diame­tralmente, pues ya no debe buscar vanagloria, si­no vivir de acuerdo con la belleza moral de Dios que es la gloria de El.

• La autoridad de la ética

Una enorme dificultad que enfrenta la sociedad moderna es la autoridad de la ética sobre el ser humano.

El Dr. James Griffim, profesor de la Universidad de Oxford, en una entrevista que le hiciera Maria­no De Vedia en el Diario La Nación de Buenos Ai­res, Argentina, dijo: "En tiempos en que la ética estaba unida con la religión, la autoridad era Dios. Pero en sociedades recientem ente secularizadas la autoridad de Dios no puede ser invocada como elemento de autoridad de la ética. Hay que buscar cual es ese elemento de autoridad".

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Creemos que está equivocado. El hecho de que la sociedad moderna rechace a Dios como base de autoridad ética no significa que deba ser así. Dios sigue siendo un Dios ético que fijó normas de con­ducta en su palabra, la Biblia.

El actuar del cristiano, penetra en la esfera de una nueva ética, la cual le marca el camino de la constante glorificación de Dios. Esto implica m a­nifestar en cada acto de la actividad humana, no sólo la grandeza de un Rey soberano, sino tam­bién la exteriorización de la belleza moral de Dios, ahora reflejada en aquel que ha nacido nue­vamente.

La conducta del creyente en Cristo no puede te­ner otra motivación, que no sea glorificar a Dios en todo lo que piense, diga o haga. Nyenhuis, un gran escritor y pensador cristiano, dice que un creciente número de serios problemas morales, característicos de la sociedad moderna, exigen so­luciones. Sólo los principios de Cristo ofrecen so­lución a esos problemas. Todo mejoramiento so­cial, todos los planes para aliviar las condiciones intolerables de vida y cada programa de reforma moral, deben arraigarse en un concepto sano de la base, del motivo, del ideal y de la meta máxima de la moral cristiana, vistos a la luz de la revela­ción de Dios.

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• La ética en el reino de Dios

No podemos continuar con estos temas, sin de­dicarnos ahora a exaltar la tremenda ligazón exis­tente entre la ética y el Reino de Dios, más aún, quisiéramos hablar de la ética del Reino de Dios, entendiéndose a éste como el gobierno soberano de Dios sobre todo lo creado, tanto en los cielos como en la tierra y en todo el universo. Este reina­do que se manifiesta en los cristianos en forma es­pecial (Rom. 14,17 y I a Cor. 4,20), tiene pautas éti­co-normativas, que son las que fijan la conducta del creyente. Por lo tanto, creemos que la ética cristiana es la ética del Reino de Dios, pues éste posee una estructura legal que compromete a Dios consigo mismo y a los hombres en su rela­ción con Él y entre ellos (Le. 9,62; 10,9; 12,31; 12,32; 17,21; Col. 1,13; 2a Pedro 1,3-11 entre otros muchos).

L. H. Marshall, citado por T. B. Maston en su li­bro "Ética de la vida cristiana" dice que toda la en­señanza ética de Jesús es simplemente una expo­sición de la ética del Reino de Dios, de la forma en la cual, los hombres inevitablemente se com por­tan cuando en verdad se colocan bajo el gobierno de Dios.

Pienso que el Reino de Dios, es un valor supre­mo, de tal naturaleza, que debe impregnar toda la conducta de aquellos que han entrado en él.

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Si lo que predicamos ha cambiado nuestras vi­das, y lo que predicamos es el Reino de Dios, en­tonces este valor absoluto nos ha dado normas que conducen nuestro accionar.

También es muy significativo que todas las en­señanzas bíblicas al respecto de la pronta y defini­tiva instauración del Reino, se complementan con exhortaciones de carácter ético (Hch. 1, 6-8); esto hace que lo escatológico esté estrechamente vin­culado con lo ético, en la formación bíblica del Reino de Dios.

Pero no sólo lo escatológico se une de manera estrecha con lo ético en lo referente al Reino, pues teniendo en cuenta que por definición éste es el gobierno soberano de Dios sobre todo lo creado, es lógico que esa dirección divina esté asentada sobre leyes; y son éstas, precisamente, la columna vertebral de todo sistema ético-moral.

• La Iglesia

Ahora bien, el Reino de Dios se manifiesta a tra­vés de la Iglesia para, de esta manera, permear el mundo con la influencia que sobre todos tiene el Soberano Rey. Y la Iglesia debe estar gobernada por ministros que Dios ha colocado con gran sabi­duría, siendo esos hombres especialmente m en­cionados en Ef. 4,11-12 y Hch. 6,1-6.

De ahí entonces, que resaltamos las connotacio-

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nes éticas que tienen los ministerios eclesiásticos en el desenvolvimiento orgánico del cuerpo de ' Cristo.

Pero antes de desarrollar el tema de la ética mi­nisterial, cosa que comenzaremos a hacer en el ca­pítulo 3, desearíamos analizar brevemente la ética de la Iglesia.

No hay ninguna duda que ésta es una com uni­dad de creyentes que tiene a su vez una unión mística con Dios. Por lo tanto, es imprescindible que exista un esqueleto normativo que regule esas relaciones interhumanas y las que son con el Se­ñor. Ya la Palabra de Dios se encarga, perfecta­mente, de señalar esas normas a través de las cua­les, el cuerpo de Cristo adquiere coherencia. La Biblia no deja librada al azar la forma en que de­ben relacionarse los creyentes entre sí, como ser los esposos, los padres, los obreros, los patrones, etc. Pero también indica una conducta especial que debe observar todo aquel que entra en comu­nión con Dios.

Dice Berkhof que: "el Reino de Cristo no es en todo sentido parecido al de los reyes de la tierra.El no gobierna a la Iglesia por la fuerza, sino sub­jetivamente, mediante su Espíritu que opera en la Iglesia y objetivamente por la Palabra de Dios co­mo la regla de autoridad" (Teología Sistemática. Edit. Cop. Fraternidad Calvinista Americana, pág. 696).

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Es este último concepto de "regla de autoridad" el que nos interesa, pues nos muestra que los pre­ceptos divinos, si bien nacen del amor del Señor, no carecen de obligatoriedad, esto último es con­dición imprescindible de toda norma ética.

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Capítulo 2 La ética bíblica es la

ética de CristoLa vida misma de Jesús era algo ra­dicalmente diferente a lo que el mundo había conocido: una revo­lución.

Esteban Syivulka

La ética extraída de las páginas de las Sagradas Escrituras es muy diferente de las demás éti­

cas que provienen de pensamientos filosóficos humanistas. Así es con referencia a la enseñanza platónica donde los valores morales tienden a ser una resultante del esfuerzo humano y el llamado "bien" debe ser buscado en la realidad de las cosas y extraído como una virtud humana que se con­trapone al "mal".

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La ética bíblica está íntimamente ligada a la obe­diencia de los mandamientos de Dios, ya sea en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

Las normas anteriores a la aparición de Abra­ham, como los preceptos mosaicos y el pensa­miento profético fueron al igual que los m anda­mientos provenientes de Jesús, reglas impregna­das de espiritualidad que relacionaban a Dios con las criaturas. La ética bíblica fija el comportamien­to tanto de creyentes como de no creyentes en su relación con Dios y establece la autoría divina de las mismas.

En este sentido, queremos resaltar unos brillan­tes conceptos dados por la Dra. Elsie Romaneng- hi de Powell en un trabajo expuesto en una confe­rencia sobre la iglesia ante el nüevo siglo, titulado "Notas para una ética evangélica". En una parte de su disertación, ella dijo:

"...Terminaré mencionando aquellos puntos que me parecen decisivos para una ética evangélica: El vínculo con la vida de Jesucristo es manifesta­do concretamente en su encarnación. Su ejemplo de justicia, de compasión, de ternura, de humor, de honestidad, de valentía, de firmeza; su forma de disfrutar de los niños, de la amistad, de las ce­lebraciones sociales, su pureza sin solemnidades, su sencillez, su firmeza en las convicciones. En medio de la confusión de teorías y explicaciones de la conducta humana, "tenemos a Jesús", como

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dice el autor de la carta a los Hebreos.El segundo vínculo de la ética es con la muerte

de Jesús. Si Jesús no hubiera muerto por nosotros, si nuestra justicia no fuese el don gratuito de su gracia, si no hubiera quedado marcada a fuego en nuestra conciencia que fuimos rescatados y redi­midos sin mérito alguno, nuestras obras de bien muy pronto nos harían sentir merecedores del fa­vor de Dios. Una ética cristiana no puede olvidar que todo viene de Dios, incluso la misma posibilidad de amarlo y de servirlo.

Finalmente, el vínculo con su resurrección, por­que ella nos recuerda que nuestros esfuerzos por obrar con rectitud son sólo los balbuceos de una nueva criatura que Dios está forjando en nosotros. Si hemos de ser algún día como su Hijo, sólo nos cabe esperar que él termine su obra en nosotros y también en otros. La esperanza de cambio es uno de los consuelos más hermosos para los que lu­chan con sus debilidades, o tienen hijos rebeldes o seres queridos extraviados. Ese cambio tiene que ver con el poder que obró en la resurrección y también obra ahora en nuestra santificación. Olvi­dar este significado dentro del plan de Dios sería como detenernos en un "éxodo simbólico de libe­ración", y olvidar que fuimos salvados con un propósito que trasciende por lejos nuestro "cruce del Mar Rojo". Casi me atrevo a decir que el ver­dadero mensaje del evangelio no puede terminar

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en la buena nueva de la cruz que nos salva, sino en la gracia que hará de nosotros aquello que en primer lugar llevó a Jesucristo a la cruz: El hacer nuevas todas las cosas, y a nosotros parte de su nueva creación" (Ef.l).

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Capítulo 3 ¿Qué es la ética pastoral?

Puedo mantenerme íntegro, sólo si mantengo el temor de Dios en mi alma.

A. W Tozer

Hemos llegado a una situación en nuestro es­tudio, que hace que nos refiramos ahora, es­

pecialmente, a la ética pastoral. Entendemos que ésta es una rama de la ética cristiana, y habiendo definido a la misma, como la ética del Reino de Dios, hablaremos ahora sobre cuáles son las bases donde se asienta la ética pastoral. Estas bases son los principios fundamentales del Reino. Nosotros trataremos de analizar esas normas, adelantando desde ya nuestra opinión de que la ética pastoral estudia los principios del Reino de Dios que de-

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b en fu n d a m e n ta r n u e stra c o n d u c ta m o ral.

• El Reino de Dios tiene estos principios:

1 - Dios interacciona constantemente con su pueblo en la tierra. El desea estar representado en el mundo, pero también que el hombre esté representado en el cielo. (Jn. 20,23).

Este interaccionar de Dios con sus hijos, nos muestra que debe haber una ética recíproca. Dios se autolimita y se aviene a regirse por reglas por Él creadas para relacionarse con sus criaturas y en mayor medida con los hijos del Reino. Por lo tan­to, los ministros deben basar sus conductas, pen­sando que el Señor no los excluye de su obra, sino que los hace participantes de ella. El pastor debe actuar consciente de que está representado en los cielos por el mismo Jesucristo. Su conducta reper­cute en las esferas celestes y si bien esto no debe crear un sentimiento obsesivo, tampoco debe de­jarse de lado el hecho de que la conducta pastoral en la tierra tiene su correlato en la misma presen­cia del Señor.

2 - El tiempo de la venida de Cristo está rela­cionado a la madurez de la Iglesia. ( I a Ts. 5,23; Heb. 5,14).

Este último versículo nos advierte sobre la nece­sidad de una reflexión en la Iglesia, y por ende, en

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cada uno de los miembros y en especial manera en sus ministros. Un ministro maduro es aquel que sabe lo que quiere y a donde va, y que a su vez, hace las cosas bien. Es una condición im pres­cindible en el pastor la madurez, tanto sea em o­cional como espiritual. No le es lícito a un siervo de Dios tener, en forma sistemática, estados de­presivos o angustiosos, porque ello denotaría fal­ta de consistencia en los principios fundamentales que envuelven la confianza en un Dios poderoso.

La inmadurez produce desconcierto en la con­gregación y la pérdida de cobertura espiritual que debe brindar el ministro.^Pero ahora queremos hacer un alto en este cami­

no, en el cual tratamos sobre la madurez, para de­cir que el pastor es el blanco de las miradas de to­dos y de allí la importancia que tiene la conducta del siervo del Señor. La conducta inmadura o in­consistente produce una especie de inestabilidad congregacional y una sensación de desprotección invade a la Iglesia, lo cual se traducirá luego en el éxodo de muchos miembros.

El autor recuerda que durante su pastorado en la Iglesia Nazaret de la ciudad de San Salvador, en Centro América, fue visitado por una pareja formada por un pastor y su esposa. Ambos llega­ron a la oficina pastoral muy enojados entre sí y manifestaron su deseo de divorciarse, pues ya no se toleraban. El esposo exhibió una total inmadu­

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rez en el ejercicio de su autoridad marital, sopor­tando estoicamente en nuestra presencia los em­bates llenos de iracundia de su consorte.

Pensemos en la gran desprotección en que se en­contraría la congregación m inistrada por ese hombre, que ignoraba hacia dónde desembocaría su matrimonio.

Cuando el ministro cristiano no tiene la suficien­te certeza sobre cuales habrán de ser las solucio­nes ante determinados problemas personales o va en busca de desenlaces extremos (como el caso que comentábamos más arriba), produce inestabi­lidad dentro de la congregación.

No dudamos que el concepto de que Cristo re­tarda su venida ante la falta de madurez de la Iglesia es muy duro. Pero esto nos hace reflexio­nar sabiendo que formamos parte de una de las causas por las cuales el Señor no viene a despo­sarse con su novia, la Iglesia.

Y hay algo más importante aún, y es que m u­chos creyentes (ministros entre ellos), confunden el ser llenos del Espíritu Santo con la madurez es­piritual. Creemos que la madurez va más allá aún que el estar controlados por el Espíritu, y alcanza a la profundidad de la enseñanza bíblica y sobre todo al ejercicio de discernir entre el bien y el mal (Heb. 5,14 ya citado anteriormente). Por lo tanto, ser maduro espiritualmente, significa un constan­te discernimiento de espíritus y de hechos buenos

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o malos, cualidad imprescindible para gobernar con eficacia una congregación. Un pastor maduro transita con discernimiento por el campo de la éti­ca ministerial, produciendo un vasto beneficio a su congregación pues se siente protegida por al­guien que no sólo les predica, sino que también vela por ellos en la aplicación de su discernim ien­to para detectar posibles hechos que estén fuera del contexto bíblico.

Pero la inmadurez espiritual denota también otros nocivos elementos. Por ejemplo, un pastor inmaduro demuestra falta de confianza en sus convicciones y en su preparación, también en la calidad de su vida espiritual y lo que es peor, fal­ta de fe en un Rey Soberano que tiene tremendo poder en la lucha contra los enemigos espiritua­les.

Abraham demostró inmadurez cuando pidió a su esposa negar el hecho de ser tal ante el Faraón, por miedo a ser muerto por éste para sacarle a Sa­ra. Abraham, un gigante de la fe, vaciló sin em ­bargo y no creyó en el poder de Dios que iba a protegerlo.

De esto deducimos que la falta de madurez lle­va a la incredulidad y esto es grave en la vida del creyente (Mr. 16,14).

3 - El evangelio del Reino en toda su plenitud deberá ser manifestado como testimonio a todas

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las naciones y sistemas del mundo, pero tam­bién ante Satán y los principados y potestades. (Ef. 3,10; Mt. 24,14).

Este es otro de los principios del Reino de Dios, que nos sirve para analizar las cuestiones de la ética pastoral según nuestra óptica.

El pastor es un testigo de que Dios es Rey y Se­ñor, y ese testimonio debe tenerlo ante los hom ­bres (Le. 21,13), y ante el mismo Satanás y sus do­minios (Ef. 3,10).

En efecto, la ética pastoral está también asenta­da sobre el testimonio que a diario debe tener el ministro y ese testimonio involucra su vida perso­nal, su vida familiar, su vida en la congregación y sus actitudes para con sus consiervos, los demás pastores. Al dar testimonio ante "tan grande nube de testigos", el pastor debe mostrar, constante­mente, que está inmerso en el "poder y sabiduría de Dios", que son el mismo Cristo, según lo m ani­fiesta San Pablo en su primera carta a los Corin­tios, capitulo 1, vs.24.

Por lo tanto, la ética pastoral muestra claram en­te que dar testimonio de Cristo es hacerlo también de su poder y sabiduría. Cada acto de la vida del pastor compromete la misma sabiduría y poder de Dios y también la labor de los consiervos que se ven arrastrados por esa acción. ¡Qué poco se piensa en las consecuencias de un testimonio dé­bil sobre el cuerpo de Cristo en general, y sobre

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los demás pastores en particular!.Francisco Lacueva en su excelente libro sobre

"Etica cristiana" dice que "En la enseñanza de Pa­blo es muy importante el concepto de que la vida del cristiano sea un testimonio fehaciente de su experiencia espiritual, demostrando así una con­ducta consecuente con la profesión de la fe cristia­na (Gál. 5,25 entre muchos más. "Ética Cristiana", CLIE, pág.99).

¿Será un testimonio éticamente cristiano, una vida moral pobre, una crítica constante hacia las demás denominaciones o a sus ministros?. ¿Será un testimonio deseado por el Señor la ambición de cargos, los deseos de popularidad o de una prosperidad económica más de la debida?. ¿Será ético para un pastor dar un testimonio ante el mundo, los creyentes y ante el mismo infierno, si vive poblado de inconsecuencias doctrinales, acti­tudes competitivas o de desdén hacia sus com pa­ñeros en el trabajo cristiano?. ¿Podrá glorificarse el Rey en testimonios vacíos de experiencias per­sonales y sólo compuesto de palabrerío y obras inexistentes?.

La ética pastoral marca el sendero de la im por­tancia del testimonio en la vida ministerial y ese testimonio debe estar preñado de la vida de Cris­to en el ministro, es decir, cuando el pastor m ues­tra a diestra y siniestra con pocas palabras, que su vida está sumergida en la de Jesús y su yo está

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desplazado por la voluntad de quien es su Rey y Señor.

El gran hombre de Dios que fue el Dr. Federico Huegel, dice en uno de sus libros: "Nunca predi­caremos verdaderamente a Cristo hasta que aquel que lleva el mensaje esté de tal manera escondido con El en Dios que ya no es el mensajero quien ha­bla, sino Cristo hablando a través de él. El mensa­jero debe aprender a ocultarse a sí mismo, en las heridas del Salvador, por así decirlo y morir a su propia vida, si ha de presentar a Cristo a las almas que perecen(...) el que escucha debe ser inundado con la vida divina, si es que ha de dársele la opor­tunidad de ver al Cristo de Dios en su verdadera gloria". ("Hueso de sus huesos", CLIE, p á g .lll) .

Si la vida de un ministro no acompaña su labor y sólo muestra profesionalismo, lo único que se produce es descreimiento en los que escuchan.

Esa vida que debe impregnar la actividad minis­terial debe estar sumergida en la vida misma de Cristo y mostrar una conducta ética que se ade­lante a las palabras de la predicación.

Para concluir con este tema, queremos agregar cuánto necesitamos de poderosos testimonios de vida ministerial en el cuerpo de Cristo para que el mundo crea.

4 - Dios es Dios en el ahora y El desea revelar­se al hombre constantemente. Esto no descarta el

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advenimiento del Reino donde Cristo estará presente, sino que es un proceso que nos enlaza con ese Reino desde ahora. (Le. 22,29).

Tenemos pues para investigar otro principio del Reino de Dios que sirve para el estudio de la ética pastoral:

Creemos firm em ente que el Reino de Dios existe aquí y ahora. Las pruebas bíblicas de esta aseveración son muchas y concluyentes, a saber: "En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desier­to de Judea, y diciendo: "Arrepentios, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mt. 3,1-2); "Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a de­cir: arrepentios, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mt. 4.17'): "Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6,33); "Pero si yo por el Espí­ritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios" (Mt. 12,28). Todo esto indica que el Reino de Dios está presente aquí y ahora, siendo la definición de ese Reino, a riesgo de ser reiterativos, el gobierno de Dios soberano sobre todo lo creado, en los cielos y en la tierra, como ya dijimos.

Sería absurdo que Jesús que reina desde la eter­nidad y por la eternidad (Sal. 145,13), haya lleva­do su reino consigo en la resurrección para volver a traerlo en su posterior venida. No se produce en el gobierno de Dios sobre la tierra un interregno,

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pues su reinado es eterno y carece de interrupcio­nes. San Pablo corrobora lo dicho cuando exclama en Romanos 14,17: "Porque el Reino de Dios no es (no dice será) comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" y luego en I a Corin­tios 4,20 hace una extraordinaria definición del Reino al decir: "Porque el reino de Dios no consis­te (no dice consistirá) en palabras, sino en poder". Todo esto nos muestra, sin lugar a dudas, la exis­tencia de un reino presente, con un trono en el cie­lo, pero con territorio en este planeta y en el cora­zón de cada uno de sus hijos (Le. 12,32).

Pero esto no significa que el Reino de Dios esté ya establecido en su plenitud, sino que dicha ple­nitud se verificará en su totalidad con la llegada del Hijo y la instalación del trono en Jerusalén (Apoc. 22,3).

En virtud de este principio de la acción presen­te de Dios en su Reino, el pastor debe basar su conducta en una vigencia actual de los valores cristianos, y por consecuencia, se abstendrá de dar remedios fáciles a los que vienen en procura de ayuda diciéndoles que cuando Cristo venga todo se solucionará. Este concepto equivocado de la realidad del Espíritu Santo en la vida actual de todo creyente y porqué no también del no creyen­te, coloca al ministro en un sendero antiético, pues se desnaturaliza la esencia misma del poder ac­tual de Dios y pospone la solución y el consuelo

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que son necesarios para toda alma angustiada o necesitada de consejo.

La Iglesia triunfante es una Iglesia que sabe que constituye una comunidad terapéutica y brinda consuelo y aliento para la vida de ahora a los miembros del cuerpo. Evitemos el facilísimo y también el barato recurso del evangelio superes- piritualizado que sólo ofrece al individuo deter­minadas situaciones allá en el cielo y olvida que Cristo vino a morir en una cruz para salvar tam­bién el cuerpo y no solamente el alma. Lamenta­blemente en muchos países ya se produjo la reac­ción contraria y se predica únicamente la curación de enfermedades, la prosperidad económica o la liberación de demonios, y se olvida que el evan­gelio es totalizante y que involucra fundamental­mente una buena relación para con Dios y no una mera especulación de sanidad, financiera o liber­tadora de demonios.

¿Qué evangelio predicar entonces?, pues el que predicaba Jesús. Así lo dicen Mt. 4,23 y 9,35, que "Jesús pasaba por las aldeas y por las ciudades, enseñando en las sinagogas, predicando el evan­gelio del reino y sanando toda enfermedad y do­lencia." Como vemos, el orden prioritario del Se­ñor en su vida aquí era:

1 - La enseñanza de la doctrina.2 - La predicación de un evangelio de poder, co­

mo es el evangelio del Reino de Dios.

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3 - El servicio a la comunidad, sanando.Esto muestra que de ninguna manera Jesús mu­

tiló el mensaje, haciéndolo hiperespiritual, ni de raras revelaciones extrabíblicas.

Queremos resaltar el hecho de que en la Palabra de Dios, no se enfatizan los milagros, sino a quien los hace, es decir, Dios.

En Hechos 4,24 notamos claramente que habien­do oído los apóstoles y demás creyentes, el mila­gro que el Señor hizo por medio de Pedro en un hombre cojo, "...alzaron unánimes la voz a Dios y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hicis­te el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay...". Por lo tanto, la gloria fue para el Señor, ha­cedor de los milagros y no para éstos en sí mis­mos.

Cuando se hace un énfasis desmedido en todo tipo de milagros, sobre todo en los de sanidad, se pierde de vista el Cristocentrismo en los cultos y se olvida que nunca debemos adorar lo creado, si­no al Creador.

El mismo Señor Jesús evitó todo tipo de especta- cularidad en sus hechos sobrenaturales y cuando sus discípulos regresaron de la misión que El les había encomendado, (predicar el evangelio del Reino), les pidió que no se regocijasen por la suje­ción de los espíritus inmundos, sino porque sus nombres estaban escritos en los cielos (Le. 10,20).

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5 - La obediencia es el antídoto de la rebelión "la cual es el pecado del mundo". ( I a Sam. 15,22; Ro. 5,19; 6,16).

La obediencia es una de las bases principales del Reino de Dios. Todo su Reino está sustentado en la obediencia a Dios y a los ministros que El ha co­locado en el gobierno de la Iglesia. Esto da entra­da a la importancia ética que tiene la sujeción de un pastor a aquellos que son su cobertura espiri­tual, ya sea un presbiterio, un grupo de conseje­ros, una junta de ancianos o un obispo.

La falta de sujeción produce caos en las denomi­naciones y una ligereza poco edificante en las de­cisiones de muchos pastores. Dios ha establecido la obediencia a sus leyes y mandatos, como un pi­lar fundamental en la estructura del Reino.

Pero no sólo obediencia a los que constituyen una cobertura espiritual, sino la que es dada en primer lugar a las normas divinas. Resulta absur­do entrar en desobediencia a las leyes bíblicas argumentando sentimientos o pareceres. Dios ha hablado en su Palabra y no habrá de desdecirse en algún caso particular por mas justo que éste pa­rezca.

Lamentablemente se han encontrado casos de ministros que han caído en adulterio argumen­tando que su esposa no lo comprendía o que ha­bían "sentido" la voz del Espíritu Santo que le en­viaba a seducir a otra mujer. Esta falacia es desca­

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lificadora, a nuestro entender, para que el minis­tro continúe en su función; y que no se argumen­te el caso de David que continuó en sus labores reales luego de adulterar con Betsabé, puesto que él ejercía un reinado, pero no un sacerdocio.

La desobediencia es pecado similar a la adivina­ción, según le establece Samuel en su primer libro, capitulo 15, vs.22.

Dios ama la actitud de obediencia de sus minis­tros y la base de esa conducta, sujeta a los princi­pios establecidos por el Señor, es la Biblia. En ella están todos los preceptos que se nos manda cum­plir y no confiar en nuestros sentimientos. La su­jeción total de un pastor a los mandamientos b í­blicos produce una actitud moral certera y positi­va, a la vez que produce descanso anímico, pues el siervo de Dios se apoya en los estatutos divinos y no en su pretendida fortaleza anímica.

El pecado que cometió la raza humana en las personas de Adán y Eva, fue la rebelión, es decir, la desobediencia. Todo individuo tiende a hacer lo que quiere. Hay una propensión al desconoció miento de toda norma legal, que está hecha, pre­cisamente, para ponerle límites a la autonomía de la voluntad humana. No hay que ser un teólogo para comprender que la consecuencia de la deso­bediencia fue la destitución de la primer pareja humana de la presencia de Dios y el mismo prin­cipio persevera hasta nuestros días: la desobe­

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diencia del hombre apareja ausencia manifiesta de Dios en su vida (Deut. 28).

Estamos convencidos que cuando obedecemos las normas éticas que el Señor ha establecido en todo su Reino, al mirar hacia atrás en nuestra ca­rrera diaria por el camino establecido por el Crea­dor, divisamos que nos persiguen las bendiciones, hasta alcanzarnos y envolverse en nuestra vida ministerial (Deut. 28,2).

La ética pastoral, nos dirige a la necesidad de in­volucrar nuestra conducta ministerial en los tér­minos de la obediencia a los mandatos divinos. Ejercemos, por supuesto, la libertad de la autode­terminación de nuestro proceder, pero siempre dentro del marco de la propia responsabilidad.

6 - El Reino de Dios se manifiesta entre noso­tros cuando existen relaciones de compromiso entre los creyentes (Ester 2,7; I a Tim. 1,2; l aJn. 4,20).

El compromiso cristiano es el factor principal en la vida del creyente. Es decir, una vida solidaria con Dios y con la comunidad, principalm ente la Iglesia.

Pablo nos pide comprorñiso con Dios en Roma­nos 12,1 y 2, pero también nos demanda una en­trega a la humanidad, así como lo hizo Jesús. El pastor que protesta cuando alguien viene a pedir­le consejo, interrumpiéndolo mientras está prepa­

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rando un mensaje, es porque no ha comprendido lo que significa la total entrega de la vida a sus se­mejantes. Por supuesto que nos estamos refirien­do a un pacto de amor, a una entrega voluntaria y total. Pablo Deiros, en su excelente trabajo citado anteriormente, dice con claridad que "la síntesis de toda demanda ética, desde la perspectiva bíbli­ca es la ley del amor" (op. cit. pág. 66), y enfatiza además, que "el amor se expresará en la armonía con la ética bíblica cuando en forma devota pro­cure obedecer, plenamente, los mandamientos da­dos por Dios" (op. cit. pág. 67).

• El com prom iso cristiano

Pensamos que Dios siente un gran dolor al con­templar la falta de entrega total que existe en la mayoría de los creyentes. Nos referimos a la en­trega que menciona Pablo en Romanos 12,1 y 2. Vivimos una época donde la vida cristiana se ha hecho dual, donde se tienen dos vidas y donde existe un gran divorcio entre el desenvolvimiento cotidiano y el manifestado durante las reuniones congregacionales. Existe un principio bíblico fun­damental, que especifica con claridad que esta­mos crucificados juntamente con Cristo y esa identificación es permanente, tanto como nuestra existencia. Un pastor no comprometido con Dios y con la Iglesia, es muy peligroso para la socie­

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dad, pues demuestra inmadurez en sus conviccio­nes y un tipo de pensamiento adecuado a las cir- tunstancias puramente formales.

El compromiso del obrero de Dios, involucra to­dos los aspectos de su vida, desde su trato fami­liar hasta su conducta con los miembros de su Iglesia, de otras congregaciones y también los no cristianos.

El compromiso envuelve la vida del pastor y lo obliga a vivir lleno del Espíritu Santo (que nada tiene que ver con las emociones). Todo siervo de Dios está obligado a vivir de acuerdo con el pacto establecido por medio de Cristo y no debe olvidar que la Palabra dice: "De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo llevo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús" (Gál. 6, 17).

Estas marcas suponen la total identificación con el Rey e indican al mundo exterior que está frente a alguien que tiene su vida comprometida con una gran causa: la de Cristo.

Además el compromiso cristiano supone un pacto con la sociedad. El ministro cristiano debe respetar a la comunidad y no agredirla. Vamos a explicar esto. Muchos ministros creen que la co­munidad está obligada a aceptar no solamente el evangelio, sino la forma en que es predicado. Por eso encontramos abusos en campañas de evange- lización, donde se agrede al vecindario con par­lantes que emiten sonidos con decibeles imposi­

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bles de aceptar por el oído humano. Tengamos en cuenta que Dios puso a sus hijos para llegar a la comunidad de una manera amatoria y convincen­te en el poder del Espíritu, pero no con el poder de los ruidos insoportables. Tenemos un compro­miso con la sociedad, que es el de amar a los seres humanos en el estado pecaminoso en el que se en­cuentran, y presentarles el camino de la salvación, aceptándolos tal como son, así como el Señor nos aceptó a nosotros.

No podemos decir que estamos comprometidos con Dios en la tarea de evangelizar, sin obligarnos a amar y aceptar a la comunidad social de la cual formamos parte. No olvidemos que a lo largo de la historia, el derrumbe de las grandes religiones se produjo cuando éstas le dieron la espalda a la gente sufriente y optaron por entronizarse en el poder secular, despreciando las necesidades hu­manas y viendo sólo en los hombres un medio pa­ra alcanzar grandezas.

Un ejemplo de conducta pastoral lo encontra­mos en ese gran hombre de Dios que fue Martin Luther King, él estaba comprometido con su Se­ñor y con la sociedad a la cual pertenecía, y dió su vida por cumplir con ese compromiso.

Toda la sociedad tanto nacional como interna­cional se desarrolla por medio de pactos o con­venciones que son de cumplimiento obligatorio. ¿Por qué entonces hay liviandad en la vida de al­

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gunos obreros cristianos y piensan que, con sólo dirigir algún culto, ya están "cumpliendo" con Aquél que además de ser Salvador, es Señor Sobe­rano y Rey de la historia y de nuestras historias individuales? (Sal. 10,16; 47,7; Apoc. 15,3).

En especial manera queremos resaltar lo dicho en Malaquías 1,14: "Maldito el que engaña, el que teniendo machos en su rebaño, promete, y sacrifi­ca a Jehová lo dañado. Porque yo soy Gran Rey, dice Jehová de los ejércitos, y mi nombre es temi­ble entre las naciones".

La ética pastoral demanda una conducta inta­chable, totalmente entregada a la voluntad de Dios, sin excepción y sin argumentación valedera para salirse del pacto de amor y santidad firmado con quien es poderoso y fiel a las cláusulas de la convención estipulada con sus hijos, y en especial manera con sus ministros.

"Porque el obispo debe ser intachable, como ad­ministrador de Dios, no obstinado, no iracundo, no dado a la bebida, no pendenciero, no amante de sórdidas ganancias, sino hospitalario, amante de lo bueno, sensato, justo, santo, dueño de sí mismo" (Ep. de Pablo a Tito, versión de las Amé- ricas. Cap. 1,7-8).

Esta última expresión "dueño de sí mismo", se encuentra corroborada también en 2a Tim. 1,7 cuando dice que "...Dios nos ha dado dominio propio". Este claro concepto ético cristiano, fija la

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realidad que debe primar en un siervo de Dios y es que su compromiso o pacto entablado con el Señor debe desarrollarse sobre la base im portantí­sima de un control preciso sobre las emociones, para no dejarse arrebatar por la carnalidad y el poder del yo sobre la vida.

El compromiso con el Rey supone una total su­bordinación a sus normas éticas y por lo tanto la conducta del obrero cristiano se desarrolla en un marco específico de cumplimiento moral en la vi­da de relación, moral que alcanza a todos los as­pectos de la vida. Pero moral cristiana no es m oji­gatería como diría don Miguel de Unamuno refi­riéndose a los hipócritas. La ética de un pastor consiste en su total identificación con Cristo y so­bre todo en su relación con los demás; debe pre­valecer un pensar más en otro que en sí mismo.

Un famoso pensador español, José Camón y Az- nar, dijo que "vivir es convivir" lo que hace dedu­cir que nuestra vida es dada en función de los de­más y en el compromiso que tácitamente o no, suscribimos con Dios, para vivir de acuerdo con normas morales de altísimo nivel. Y decimos que es el Señor el que fija esas normas en las concien­cias de los seres humanos que deben vivir guar­dando esas pautas normativas.

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• Identidad Pastoral

Por otra parte, es importante pensar que el pas­tor debe mantener una definida identidad como siervo de Dios. Esa identidad está marcada y deli­neada por un compromiso con el Señor, una en­trega total y absoluta a la vida de oración, un co­nocimiento amplio de todos los derechos celestia­les que el ministro posee, como ser, el poder sumi­nistrar los símbolos de la cena del Señor, impartir la bendición de una pareja en el acto del matrimo­nio, los bautism os que realiza, el solemne y sagra­do hecho de ponerse frente a un púlpito, la conse­jería, etc..

La identidad de un pastor debe mantenerse pu­ra, pues en esa identidad se encuentra inmersa la propia imagen de Dios, que es quien le ha dado esos derechos ganados por Jesús en la cruz del Calvario.

La identidad pastoral supone saber dónde se es­tá doctrinalmente parado y cuáles son las normas éticas y espirituales que mueven la conducta del siervo de Dios. La identidad pastoral produce cer­teza y convicción en los cristianos y no cristianos que rodean al ministro y establece una clara dife­rencia con los líderes de las sectas falsas y aleja la confusión.

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Jesús se identificó diciendo que Él era el Hijo de Dios y que el Padre y Él eran de una misma esen­cia.

Pablo proclamó también su identidad diciendo que era un siervo de Jesús y que estaba crucifica­do juntam ente con Él.

7 - La Iglesia debe ejercer dominio sobre Sata­nás y sus huestes como señal de que el Reino de Dios está entre nosotros. (Mt. 12,28; Mt. 16,18; Apoc. 20,2; entre otros).

¡Qué poco dominio practicamos los cristianos sobre el diablo!. No porque carezcamos del poder de Dios, sino porque no lo ejercemos y en conse­cuencia, perdemos multitud de bendiciones.

El pastor debe ser un ejemplo en el ejercicio del poder de su Rey y Señor. No olvidemos que poder significa en griego "dominio, imperio, explosión, expansión, autoridad y potestad". Por lo tanto, to­da conducta pastoral lleva implícita la m anifesta­ción del poder de Dios en el cristiano espiritual. Además, no debemos olvidar que al ser testigos de ese poder ante el mundo y ante las potestades de las tinieblas (Hch. 1,8 y Ef. 3, 10), el ministro cristiano expresa con su comportamiento que, quien vive en Él, es dueño absoluto de toda m a­jestad e imperio. Toda sonrisa de un pastor, todo ges­to, toda palabra, todo pensamiento, toda actitud, deben estar impregnados del poder que emana de la cruz. La

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derrota del diablo debe expresarse en la conducta victo­riosa del ministro.

La potestad de Dios morando en el creyente es uno de los regalos más grandes que El ha hecho a sus hijos. Esa potestad es la misma que creó al universo, al hombre y a toda especie animal y ve­getal; es la misma que partió el Mar Rojo en dos, que dividió el Jordán, que hizo caer los muros de Jericó, que venció a los enemigos de Israel, que envió fuego sobre los empapados leños que Elias puso debajo del buey, que hizo flotar el hacha de Eliseo, que curó a Ezequías, que llevó a pastores y a reyes a adorar al niño nacido en Belén, que curó enfermos, que sacó demonios, que detuvo tor­mentas, que conocía el pensamiento del corazón del hombre y levanto a Jesús de entre los muertos, entre otras muchas cosas. Ese mismo poder mora en el cristiano, dado que al recibir a Cristo como Salvador y Señor, el creyente entra en posesión de ese dominio, ya que Cristo es PODER de Dios y SABIDURIA de Dios ( Ia Cor. 1,24).

Tengo una pequeña anécdota a este respecto. En una oportunidad llegaron a mi casa dos m isione­ras alemanas que residen en el sur argentino y de­sarrollan allí una notable tarea. Ellas son amigas de mi familia y las apreciamos mucho. Debían realizar un tramite en la Aduana de Buenos Aires, para retirar una encomienda postal aérea que les habían enviado desde Sudáfrica y contenía ele­

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mentos necesarios para la obra que ellas realizan. Las acompañé a pedido de ellas. Cuando llega­mos a las oficinas de la Aduana, antes de descen­der del automóvil les dije: "Vamos a tomar domi­nio de esta repartición pública en el nombre de je ­sús. Somos hijos de un Gran Rey y no vamos a su­plicar por la entrega de esa encomienda ni a tole­rar que nos insinúen tener que dar cohecho”. Les dije esto porque como abogado conocía el am­biente. Oramos y tomamos dominio de la Aduana y le recordamos a Satanás que él es un enemigo vencido y que penetrábamos en sus territorios en el nombre de quien lo venció en la cruz.

Entramos a la Aduana. Todo iba muy bien en ese largo camino burocrático hasta que llegamos a la última oficina. Allí un empleado con ínfulas de todopoderoso funcionario nos dijo: "No se les da­rá la encomienda, pues estas personas son religio­sas y deben acudir al Ministerio de Culto". Tomó un gran sello que seguramente diría "NO", y lo al­zó; cuando su mano con el sello iba a caer sobre la hoja, lo mire fijamente y dije al Señor: "No se lo permitas. Sujétale el brazo".

El aduanero intentó varias veces colocar la lapi­daria marca, movía su brazo en el aire y nos pare­cía ver una mano que le sujetaba y evitaba que el sello se imprimiera. Al cabo de unos segundos, es­te hombre nos miró y dijo: "Bueno.... por esta úni­ca vez lo vamos a dejar"; tomó otro sello y lo colo­

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có en el mismo lugar donde iba a poner el "NO" y las misioneras se fueron muy contentas con su pa­quete.

No estaba muy seguro de las intenciones co­rruptas del empleado, pero al decir que ese trámi­te debía realizarse en el Ministerio de Culto, pues­to que las peticionantes eran religiosas, indicaba la falacia del argumento. Eran, simplemente, dos habitantes del país que iban a ejercer sus dere­chos.

Se pudo ver como la tremenda maquinaria del poder de Dios se ponía en funcionamiento. No es teoría; es que el Rey pone a nuestra disposición toda la autoridad del cielo.

Nada hay en la actividad de la obra de Dios que esté por encima de la ética de sus mandamientos. Pretender obtener algo de las autoridades ponien­do en funcionamiento el cohecho, aún cuando la beneficiaría sea la obra del Señor, es altamente in­moral y deteriora la imagen del Evangelio. Aquí más que nunca debemos decir que el fin no justi­fica los medios.

Las normas ético-cristianas presuponen la vi­gencia de ese dominio en toda expresión de con­vivencia, pues si bien el diablo enturbia las rela­ciones humanas, también el poder de quien lo venció en la cruz puede y quiere intervenir en esas relaciones. Y cuando el ministro cristiano vi­ve de acuerdo con el dominio y autoridad divina

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de trastocar toda maquinación diabólica para im­poner sus propios designios, obtiene la victoria.

La manera de comportarse del pastor siempre deberá estar impregnada del poder del cielo, pues los integrantes de su congregación saben de las tensiones y derrotas producidas por el enemigo y van en busca de un hombre que los proteja con autoridad en los trances difíciles en que se en­cuentren.

Un ministro que vacila ante la lucha espiritual, que emplea armas humanas o ardides carnales, pierde ascendiente y produce desazón entre los fieles.

Todo cristiano quiere pertenecer a una congre­gación donde su pastor sea un ser humano triun­fante en Cristo, y que ejerza ese tremendo poder que el Resucitado le dió.

8 - La ley de sembrar y cosechar. (2a Cor. 9,6; Gál. 6,7-9).

La conducta pastoral debe estar signada ética­mente por una visión constante de que estamos viviendo una época trascendental de siembra y cosecha. Nunca como hasta ahora el Espíritu San­to ha estado sembrando la Palabra de Dios por el mundo entero. Pero no sólo para que las almas se salven, sino para que se forme una Iglesia fuerte y consistente, que sea heredera de los bienes del Reino de Dios y que produzca una alteración de

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los principios satánicos que rigen este mundo.Dios está empezando a moverse en estos últi­

mos días. Éste es el tiempo de la siega. El m omen­to ha llegado para que la hoz sea echada en el sembrado. El Señor dice: "¡Toquen sus trompetas, profetas! Examinen la verdad dada por los padres de la Iglesia. Consideren la verdad del período de la Reforma, los avivamientos de Whitefield y los Wesleyanos, el movimiento tradicional pentecos- tal, los grupos fundamentalistas bautistas y los presbiterianos calvinistas... Dios está proclaman­do como nunca antes, que su Reino está pronto a ser manifestado".

Tenemos que recibir toda la verdad. En vez de tener una actitud de crítica hacia el vaso que nos trae la verdad, tenemos que decir: "Señor, permi­te que las trompetas de la verdad suenen como una voz en la tierra...". La única cosa que no fue sacudida en Jericó fue la gente que caminaba uni­da con el Señor. La unidad de propósito en el pue­blo de Dios no será sacudida.

La ética pastoral, basada en los principios del Reino de Dios, establece que la conducta de un ministro estará impregnada de una entrega total a la cosecha de lo sembrado por el Espíritu Santo; y lo sembrado es el evangelio totalizante del Reino, que involucra la enseñanza de la doctrina de Cris­to, la predicación de una salvación completa y una preocupación por los aspectos sociales (Mt.

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4,23 y 9,35).No caben posiciones contemplativas ni comodi­

dades metidas en moldes denominacionales o dogmáticos, que alejan a los pastores de la reali­dad espiritual, social y cultural. Toda actitud, pensamiento, motivación y sentimientos deben estar encausados a cosechar, por un lado, gente transformada y por otro, aportar el peso, que den­tro de la sociedad, debe tener la Iglesia de.Cristo.

Basta ya de protegernos en pequeños ghettos, proclamando que somos un pequeño pueblo muy feliz. Exaltemos la realeza de Cristo y su gloria ab­soluta que envuelve los cielos, la tierra y la histo­ria de la humanidad.

¿Estamos cosechando drogadictos transforma­dos por el poder de Cristo, prostitutas, madres solteras, alcohólicos, suicidas en cierne, delin­cuentes y otras mil llamadas lacras sociales; que vivan nuevas vidas por medio de la acción de la sangre de Cristo?. ¿Cosechamos hombres de ne­gocios cuyos objetivos vayan más allá de ocupar posiciones respetables y hacer dinero desmesura­damente?. ¿Cosechamos deportistas, artistas, go­bernantes, políticos, científicos, profesores, indus­triales, profesionales?. Nuestra conducta pastoral debe estar orientada hacia los grandes objetivos y hacer acopio de todo aquello que glorifica al Se­ñor Jesús.

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•9 - La autoridad espiritual debe ser definida y desarrollada dentro del cuerpo de Cristo. Auto­ridad espiritual es la influencia de Dios sobre Satanás; pero no se puede tener aquella sin estar bajo la misma.

' N

Esta es una norma esencial en la ética pastoral. La sujeción del ministro a alguien que podrá ser un líder denominacional, un consejo de ancianos o, sim plemente, una junta de asesores. Cuando el ministro se desenvuelve en forma independiente, sin rendir cuenta a nadie de sus actos, sin tener sobre sí la autoridad de otros, seguramente caerá primero en la soberbia y luego en cualquier tipo de pecado.

La fe más grande que encontró Jesús en la tierra fue la del centurión porque éste entendía el con­cepto de autoridad (Le. 7,1-10).

N a¿ie, ni aun los más brillantes pastores y evan­gelistas, deben estar fuera de cobertura espiritual. Esta es una protección que Dios establece en su Palabra y lo notamos perfectamente en Efesios 5,21 cuando dice: "Someteos unos a otros en el te­mor de Dios".

La palabra "autoridad" (exousia) tiene variadas acepciones en la Biblia, pero aquí queremos refe­rirnos a cierto derecho que tiene la Iglesia local, es decir a tomar el control u orden, ya sea en la for­

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ma de culto, en el ejercicio de la disciplina o en el desenvolvimiento de los ministros.

Si nos resistimos a la autoridad que otros miem­bros del cuerpo de Cristo tienen, estamos resis­tiendo a la autoridad de la Cabeza,

Cada denominación o agencia de servicio, ten­drá un sistema para el ejercicio de la autoridad en su seno lo que no significa la entronización de una dictadura, sino una supervisión amplia de las ac­tividades de los obreros cristianos.

Es notable el ejemplo del Dr. Billy Graham, quien tiene una junta consultiva que lo aconseja y controla en sus actividades de ministro del evan­gelio. Nada hace este destacado evangelista, que esté desaconsejado por los integrantes de ese co­mité. Este respeto a la autoridad del Señor que descansa en personas sabias, le da un marco ético a su labor ministerial.

Watchman Nee, en su f-amoso libro "Autoridad Espiritual" (Vida, pág 23), nos dice con su gran sencillez y profundidad: "Estamos bajo la autori­dad de los hombres, así como tenemos hombres bajo nuestra autoridad... hasta el Señor Jesucristo cuando estaba en la tierra se sometió no sólo a Dios sino también a la autoridad de otras perso­nas,... Un obrero cristiano debe saber quién está por sobre él... una vez que sabemos a quién debe sujetarse, y descubre naturalmente su lugar en el cuerpo de Cristo".

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Y más adelante dice en la misma obra: "Tenga­mos un espíritu de obediencia y practiquemos la obediencia. Algunas personas son como los salva­jes que no pueden obedecer, pero los que se han ejercitado en la obediencia... con toda naturalidad pueden vivir una vida obediente (Op. cit. pág.25).

T. B. Maston dice que "Dios ha creado al hombre como persona, respeta la libertad que le ha confe­rido, pero también hace al hombre responsable por lo que hace con su libertad. Éste no es princi­palmente un derecho, sino un deber del hombre ante Dios. Esto significa que cuando el hombre hace valer su independencia ante Dios pierde su real libertad. Usa su libertad para perder la liber­tad...".

En otras palabras, "la libertad más verdadera y más completa del hombre se encuentra en la rela­ción con Dios y su obediencia a Dios" (T.B. Mas­ton, "Ética de la vida cristiana". Casa Bautista de Publicaciones, edición 1981, pág. 49).

Nosotros agregamos a esto que el cristiano está sujeto á obediencia para con Dios, también me­diante otros hombres que el Señor le ha puesto, sea esposo, padre, gobernante, líder denomina­cional, consejo de ancianos, etc. El apóstol Pablo dice: "Sométase toda persona a las autoridades superiores, porque no hay autoridad sino de par­te de Dios, y las que hay, por Dios han sido esta­blecidas" (Rom. 13, 1).

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• Los pastores independientes

Entendemos por pastores de iglesias indepen­dientes a aquellos ministros que pastorean con­gregaciones que no dependen de una denomina­ción y que realizan sus actividades de manera au­tónoma sin estar ligados a Convención o Confe­rencia alguna.

Los ministros no denominacionales que pasto­rean iglesias independientes, deben someterse a una Junta de Consejeros que tengan la prerrogati­va de exhortarlo y ministrar su vida en todo sen­tido. Pero estos no deben ser los discípulos que Dios le ha dado, ni tampoco hombres que estén dentro del marco de su influencia ministerial, si­no, preferentemente, hombres amigos suyos m a­duros y sabios en las cosas del Señor, que desarro­llen otros ministerios o simplemente sean creyen­tes que no dependan de la autoridad ejercida por él, que debe ser cubierto espiritualmente.

En la Iglesia neotestamentaria no existían las de­nominaciones, pero no cabe duda alguna de la su­pervisión que ejercía el apóstol Pablo sobre las congregaciones nacidas a raíz de su tarea. Y el mismo apóstol reconoció la autoridad del grupo de profetas y maestros que lo enviaron a su pri­mer viaje misionero (Hch. 13,1-3), pues obedeció la voz del Señor a través de esos hombres y acep­tó que le impusieran las manos.

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• ¿Q ué produce la cobertura espiritual?

La cobertura espiritual en el ministerio, produce orden y eficacia en la Iglesia. Dios ha dado al cuerpo de Cristo dones y talentos, y estos regalos del Señor a la Iglesia local son de dos clases:

a) Los dones del Espíritu Santo (Rom. 12,4-8 y I a ‘ Cor. 12,28).

b) Los dones de sostén (Ef. 4, 11-12 y Hch. 6, 1- 7). Los primeros son facultades sobrenaturales que el Espíritu Santo reparte como Él quiere para la edificación de la Iglesia, y los segundos son hombres y mujeres con ministerios dados por Je­sús para ser desarrollados en las iglesias.

Ahora bien, todos tienen que entender bajo qué cobertura están en el desenvolvimiento de sus do­nes y de quiénes son, a su vez, protectores espiri­tuales.

De esta forma, al ponerse todo creyente bajo au­toridad o cobertura espiritual, se desarrolla en mejor manera una ética que se fundamenta en el respeto a soberanía de Dios, manifestada a tra­vés de los diversos ministros colocados por el Se­ñor. La conducta del pastor debe estar condicio­nada a la sujeción al Rey y a los hombres que El ha dispuesto poner en autoridad. Toda conducta ministerial no puede ser arbitraria ni caprichosa, sino sujeta a la majestad de Dios y a la posición de

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otros hermanos.Esto hace que la conducta ético-ministerial deba

definir posturas ejercidas por los obreros de Dios con relación a la obediencia al Señor y a la acepta­ción de una cobertura espiritual que no puede de­jar de tener el ministro.

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Capítulo 4 La ética pastoral en el hogar

Siempre lastimas al que amas, al que nunca debieras lastimar.

Balada popular

Todo pastor, diácono, maestro, evangelista, etc., debe tener un comportamiento ético acor­

de con su condición de ser humano y por lo tanto de individuo social y agente moral.

La familia es el ámbito fundamental donde el siervo de Dios desarrolla su conducta, que debe estar impregnada con la ética cristiana.

La habilidad del ministro para ejercer mayordo- mía sobre lo que Dios le ha dado por gracia den­tro de la congregación, comienza en el pequeño mundo familiar.

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Allí, en el hogar, el Señor pone a prueba la habi­lidad del ministro para luego demostrar en la con­gregación su apego a normas ético-cristianas que aplicará en su trato con los miembros de la iglesia. Cuando la Palabra de Dios prevalece en las rela­ciones matrim oniales y paternofiliales, no le será difícil al pastor aplicar esas mismas normas en su rebaño.

De allí lo esencial de la fidelidad entre los espo­sos que son siervos del Señor; fidelidad que va más allá de omisión de adulterio y penetra en el campo de lo mental. Es lastimoso observar en m u­chos matrimonios cristianos la infidelidad emo­cional, es decir una especie de convivencia obliga­da pero con el pensamiento puesto en un tercero.

La ética cristiana familiar posee una serie de normas que se encuentran en la Biblia y van des­de el amor recíproco que produce conductas sa­nas, hasta el papel que desempeña cada integran­te del grupo familiar. Muchas veces los pastores, nos preocupamos en seguir determinados pará­metros éticos en nuestra relación con los miem­bros de la iglesia, pero descuidamos nuestra con­ducta con aquellos a quienes Dios puso priorita­riamente bajo nuestra cobertura espiritual y m ate­rial.

Cuando el apóstol Pablo le recomienda a Timo­teo las normas éticas de comunicación familiar para ser enseñadas, incluye una advertencia que

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es muy fuerte: "Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo". ( Ia Tim. 5,8). Pero es necesario entender que no es sola­mente la provisión material la que se exige, sino también la espiritual y moral.

•El ministro esta obligado a invertir mucho tiem­po en su esposa e hijos, de lo contrario comienza a perder ascendiente sobre los miembros de su

\ iglesia y de su familia.La ética pastoral supone una relación santa en­

tre ambos cónyuges y entre estos y sus hijos, pues, de no ser así, el ministro queda descalificado para la consejería cristiana entre los miembros de su congregación.

El Creador ha fijado las normas ético-matrimo- niales, es decir que son normas de conducta que hacen a la esencia misma de la relación conyugal.

Creemos que los principios básicos conyugales descansan en las pautas normativas que el Espíri­tu Santo fijó en la Biblia, y esas pautas son al en­tender del autor Gene A. Getz: "Que los maridos puedan amar a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia, lo cual incluye el sometimiento (Ef. 5, 21- 25); y las esposas deben sujetarse a sus esposos, como la Iglesia está sujeta a Cristo, lo cual incluye amarlo". En efecto, el amor de Cristo es la base de la sujeción mutua y ésta es posible sin eliminar la condición de cabeza de la m ujer que el esposo tie­

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ne. (Dimensiones del matrimonio, Edit. Vida. pág. 83).

El acatamiento a estos principios que, además de ser espirituales son estrictamente éticos, for­man parte de las conductas enunciadas en la Bi­blia y son la base de una funcionalidad igualitaria en el matrimonio y un ejercicio sano de los roles maritales.

Esto nos hace pensar en que forma el mismo Se­ñor Jesús guardó estos principios, al trabajar en el oficio de su padre, ayudando al sostenimiento del hogar y luego, muy probablemente, haya pasado a ser el responsable de esa mantención ante la pre­sunta y prematura muerte de José. Todo esto nos indica el despropósito que se produce al subesti­mar las obligaciones familiares y colocarlas en una posición subalterna con respecto a la obra de Dios. Es que ella involucra primeramente la fami­lia.

Una actitud ético-pastoral relevante en lo que se refiere a la conducta del ministro con su esposa, significa que éste trata a su cónyuge como un va­so más frágil (Ef. 5,25-27 y I a Ped. 3,7).

También el cuidado de sus hijos requiere del pastor una actitud de afecto constante, y atención a las necesidades de ellos, evitando poner la obra por encima de sus descendientes, lo que originará en caso contrario la aparición de enemigos de su ministerio, dentro de su propio hogar.

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Capítulo 5 La ética pastoral y el discernimiento

...pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discerni­miento del bien y del mal.

Hebreos 5,14

El camino de los ministros cristianos está plaga­do de peligros, por lo tanto, no debemos pen­

sar que la vida pastoral es un dulce descanso. Por ello, el discernimiento espiritual debe ser una constante en aquel que dedica su vida a servir al Rey. Con cuanta razón dice Pablo Deiros: "Cuan­do hablamos de ética cristiana nos referimos al es­fuerzo para relacionar los principios bíblicos a

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nuestra vida como creyentes y a la sociedad con­temporánea. Esto es sin duda lo más difícil. Pero si como creyentes y como comunidad de fe valo­ramos nuestra libertad delante de Dios, sabremos encontrar bajo la dirección de su Espíritu, la res­puesta que necesitamos" (Op. cit. pág. 71). Es bue­no destacar que hay tres elementos que confor­man la personalidad: la emoción, el intelecto y la voluntad. Junto a éstos se encuentra la ley de Dios, ya sea escrita en el corazón o en las tablas de piedra del Monte Sinaí y por sobre todo las Escri­turas. Todos ellos constituyen la conciencia. Ella es la que nos capacita para saber qué es lo correc­to y qué es lo erróneo. Pero la elección no es siem ­pre entre ambas cosas solamente, sino entre lo que es bíblico y lo que es meramente conveniente.

Es el Espíritu Santo quien le da discernimiento al pastor o a cualquier otro ministro para relacio­narse con los otros seres humanos y también para reconocer la verdadera doctrina cristiana. Y esa doctrina es nada menos que la estructura de los fundamentos del Reino de Dios. Pero vayamos por parte y analicemos primeramente el discerni­miento en el trato con los otros que debe tener to­do pastor, para luego entrar en el ámbito de la doctrina.

Discernimiento significa según los diccionarios: "Juicio por cuyo medio se percibe y establece la diferencia que existe entre varias cosas". Esta es

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una muy buena definición, nos habla de "juicio", es decir de una valoración que hacem os respecto de algo o de alguien (según el concepto bíblico). ¿Por qué destacamos la importancia que tiene pa­ra el siervo de Dios saber hacer una diferencia en­tre las normas éticas que motivan la vida de una persona?. Es imprescindible discernir en estos tiempos peligrosos, cómo se mueve éticamente un individuo, sea éste cristiano o no. Son las normas éticas de comportamiento las que demuestran las verdaderas intenciones de un ser humano y des­nudan también su interior.

Muchas falsas ovejas penetran en las iglesias por falta de discernimiento de los ministros hacia sus actitudes éticas. Los pastores son engañados con facilidad por no ponér en ejercicio el discerni­miento espiritual que, iluminado por el Espíritu Santo, sacará a la superficie lo escondido en un corazón. Ya Jesús advirtió que "por sus frutos los conoceréis" (Mt. 7,16). Cuando se discierne espiri­tualmente es porque se está lleno del Espíritu y agrada a Dios el ejercicio de esa actividad espiri­tual, pues de esa manera libramos a la congrega­ción de falsos hermanos.

¿Qué se entiende por falsas ovejas? Si damos una ojeada al libro de Ezequiel en el capitulo 34, vs.31, vemos que el Señor dice: "Y vosotras, ove­jas mías, ovejas de mi pasto, hombres sois, y yo vuestro Dios, dice Jehová el Señor". Analizando

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este versículo encontramos que las ovejas del Se­ñor son aquellas que se alimentan espiritualmen­te de la Palabra de Dios. Él tiene un pasto espiri­tual y lo da de comer a los que son suyos, no a los que no lo son. Por lo tanto, las ovejas que se ali­mentan de otros pastos, aunque parezcan espiri­tuales, carecerán de la sustancia que produce lo­zanía y crecimiento en las cosas del Rey de la eter­nidad. Una falsa oveja no se alimenta de lo que Dios le brinda, sino que busca el alimento en su propio sustento o en lo que le ofrece el mundo y Satanás.

¡Cuánto se preocupó Jesús, luego de resucitado, de que Pedro diera de comer a sus ovejas!.

Por ello discernimos que una oveja no es de las verdaderas, cuando es una famélica espiritual que engorda su ego procurando solamente su bien.

La falsa oveja se destaca porque está sobreali­mentada no precisamente por el Señor y trata por todos los medios de influir entre los demás cre­yentes produciendo divisiones y altercados.

Podemos afirmar que cuando se producen casos de pecado en la iglesia ya sea por parte de un miembro o lo que es peor, por parte de algún mi­nistro, es por no haberse ejercido el discernimien­to como don del Espíritu Santo, o simplemente como facultad que todo creyente que viviendo en el Espíritu debe tener.

Y en lo que se relaciona a la doctrina sucede lo

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mismo. El cuidado de los principios básicos del •Reino de Dios, debe ser una preocupación cons­tante de los pastores de una congregación.

Generalmente, la propagación de normas falsa­mente llamadas bíblicas dentro de la congrega­ción se debe a la falta de discernimiento por parte de los miembros, acerca de la conducta que posee el que trae la falsa doctrina.

Toda tergiversación de la pura doctrina bíblica de la salvación por la fe, la santidad, la plenitud del Espíritu Santo, la divinidad de Cristo, su se­gunda venida, la retribución de los justos y los in­justos,'el arrepentimiento como actitud previa al pedido de perdón por parte del pecador y otras muchas verdades que son patrimonio de la reve­lación bíblica, son propagadas por personas que luego mostrarán una actitud ética que está fuera de las normas escritúrales.

Quífen se aparta de la Biblia para sostener prin- cipios'religiosos que parten siempre de las mentes calenturientas de los muchos "Mesías" que hay, también se apartará de los elementos éticos que la Escritura revela.

El Apóstol Juan dice claramente en su primera carta, capitulo 4, vs, 1 al 3, "Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha

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venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo".

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Capítulo 6 La ética pastoral y las

controversias teológicas

Los prejuicios de grupo o de deno­minación, llegan a oscurecer la verdad divina y ponerse en contra de las bendiciones obradas por Dios en otros medios y lugares.

Francisco Lacueva

Este es un punto de los más descuidados por los siervos de Dios: dirimir cuestiones teológi­

cas o doctrinales ante la presencia de los no cre­yentes. Entendemos que eso es una falta de ética pastoral.

¡Cómo nos atrevemos a airear nuestras disputas delante del mundo, para que éste sea nuestro juez en vez de Dios!.

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Las diferencias que existan entre cristianos, no pueden ser divulgadas ante el mundo, pues éste habrá de convertirse en tribunal de justicia, atri­bución que de ninguna manera le pertenece.

Cuando se reunió el Concilio de Jerusalén tal co­mo se relata en el libro de Hechos cap. 15, la dis­puta era sobre si los nuevos cristianos gentiles de­bían ser circuncidados, pero los versículos 7 y 8 dicen: "Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sa­béis como ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los cora­zones, les dió testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros...". ¿Sabemos cómo fue el debate?. ¿Dice la Palabra de Dios cuáles fue­ron los argumentos que se intercambiaron entre los presentes?. ¿Su disputa fue llevada ante el co­nocimiento de los no cristianos?. De ninguna ma­nera. Esos varones de Dios de la Iglesia primitiva supieron elevar sus disidencias a un nivel muy superior y no desprestigiaron el evangelio trans­formando en espectadores y jueces a los que no son seguidores de Cristo.

De todo esto deducimos que la ética pastoral impone discreción en las diferencias interministe­riales. El mundo está ávido de noticias que venti­len desinteligencias entre los ministros del evan­gelio. Los que atacan y se burlan de la Palabra de

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Dios se gozan en presenciar toda discrepancia en­tre los pastores y entonces sí, los diarios y los in­formativos radiales y de televisión consideran que el evangelio es noticia.

El Señor oró por la unidad de la Iglesia (San Juan 17,21), y esa unidad se consigue también en la discreción pastoral.

Consideramos poco ético tomar el pulpito para atacar a otros siervos de Dios o aprovechar asam­bleas y congresos para descargar las iras confesio­nales o denominacionales. La necesidad de predi­car el evangelio del Reino de Dios torna improce­dente e inoportuno toda controversia que se ven­tile a nivel general y no íntimo o particular.

Todo pastor le/debe respeto a otro, y si tiene al­guna diferencia deberá expresarla a solas con su consiervo y evitar la publicidad.

Esto de ninguna manera significa que debamos guardar silencio ante el pecado, ni tener una acti­tud displicente o cómplice, sino recorrer los cami­nos bíblicos para exhortar al pecador o cuando di­sentimos teológicamente con otro ministro.

El evangelio es un valor muy preciado como pa­ra desprestigiarlo con luchas intestinas y lo que es peor, ponerlo en la picota pública.

Pero cosa muy distinta es cuando los sistemas del mundo nos atacan. Entonces sí, no debemos vacilar en luchar públicamente en defensa de nuestros principios. Nunca hay que dejar pasar

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los infundios y ofensas que se le hagan al evange­lio y al Señor de la vida. Salgamos de nuestros re­ductos eclesiásticos y digámosle a los adversarios d d Rey que ellos ya están condenados por Su Pa­labra.

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Capítulo 7 La ética pastoral y

el robo de ovejas

En el plano de la construcción del cuerpo de Cristo en su form a más amplia, el pastor debe ser un ele­mento de unión, de respeto, apre­cio y cooperación.

Alberto Barrientos

El pastor Ángel Furlan dice en el libro citado anteriorm ente que "A lgunos pastores han

edificado sus iglesias no con las almas ganadas al mundo, sino con miembros ganados a otras iglesi­as, de otras y de su propia denominación... Esas iglesias han terminado dividiéndose por el senci­llo hecho de que el fundamento fue mal puesto.... Unásactitud tal demuestra no un amor por la obra

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del Señor, sino un interés muy marcado en el éxi­to personal basado en el egoísmo y la ambición. (Op. cit., pág. 147).

El apóstol Pablo dice en Romanos 15,20: "Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno,..." Pese a esto, son muchos los pastores que alimentan sus Igle­sias con miembros de otras. Aceptan críticas a otros pastores para luego abrir las puertas de sus templos a los disconformes de otras congregacio­nes.

Entendemos que, excepto en caso de pecado trascendido y evidente de algún siervo de Dios, ningún otro puede prestar oído a las quejas de los miembros de una Iglesia hacia su pastor. Pero, la­m entablemente, sucede que muchos escuchan esas quejas y aprovechan la situación para invitar a esos miembros disconformes a integrar su reba­ño.

Esta es una falta de ética total y es peor aún cuando los miembros de una iglesia son visitados "solícitamente" por "bandas doctrinales especiali­zadas en robos de ovejas". Estas bandas están magníficamente adiestradas para visitar a las ove- jitas incautas que, ¡pobrecitas ellas!, el pastor no las visita.

Lo recomendable es que si un miembro desea cambiar de Iglesia, hable con los dos pastores y

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lleguen a un acuerdo.Si estamos aferrados a los principios del Reino

de Dios, debemos saber que la obra no es una competencia y menos aun desleal y que las ovejas se ganan predicando el evangelio y viviendo una vida congregacional estrictamente bíblica, todos unánimes en la alabanza y la oración; entonces "Dios añadirá cada día a la Iglesia los que habrán de ser salvados" Hch. 2,47.

Es un hecho altamente positivo el que en mu­chas ciudadeát existan asociaciones de pastores que representan a varias denominaciones o que son independientes.

Generalmente como fruto de esta amistad pas­toral se suceden acontecimientos de resonancia como por ejemplo campañas unidas, exposiciones bíblicas, recitales de música y cantos cristianos y aprovechamiento en común de los medios m asi­vos de comunicación.

Sabemos también de lugares donde los pastores se han unido para evitar las "peregrinaciones" de iglesia en iglesia que realizan muchos creyentes inmaduros en busca de la iglesia "perfecta" que se acomode a sus intereses.

Creemos que es una actitud perfectamente ética impedir que algunos descontentos difamen a sus pastores y lo que es peor, sean cobijados por otros ministros que desean capitalizar esa insatisfac­ción.

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Muchas veces son éstos los que posteriormente son defraudados por esos peregrinos.

El remedio para evitar la huida de los miembros de una iglesia, es alimentarlos bien en la Palabra de Dios y no solamente con sentimentalismos. Se dijo en una oportunidad, que la oveja gorda no puede saltar el cerco del corral... ¿interesante no?.

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Capítulo 8 La ética pastoral en la vida

congregacional

Vino a mí Palabra de Jehová, di­ciendo; Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profe­tiza y di a los pastores: Así ha di­cho jehová el Señor: ¡Ay de los pas­tores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿No apacientan los pastores a los rebaños? Coméis la grosura, y os vestís de la lana, la engordada degolláis, mas no apa­centáis a las ovejas. No fortalecis­teis las débiles, ni curasteis la en­ferm a; no vendasteis la pernique­brada, ni volvisteis al redil la des­carriada, ni buscasteis la perdida, s in o que os habéis enseñoreado de ellas con dureza y con violencia Y andan errantes por falta de pastor, y son presa de todas las fieras del campo, y se han dispersado.

Ezequiel 34,1 al 5

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Un ministerio sólido se basa en una conducta sólida, y por tal entendemos un principio de

la vida que se caracterice por su cohesión ideoló­gica y espiritual en el trato con los miembros de la congregación. En San Juan 10, 1 al 5, se establece claramente la función del pastor. Conoce las ove­jas, las ama, participa de sus vidas, las llama por su nombre y les inspira confianza para que le si­gan.

Todo ministro éticamente bien basamentado se encuentra sirviendo tanto a Dios como a los hom ­bres y esto implica un comportamiénto moral es­trictamente estructurado sobre normas éticas que regulan la relación del Señor con sus servidores.

Por eso entendemos que el conocimiento de Dios por parte de su siervo se encuentra íntima­mente relacionado con el conocimiento de los hombres y mujeres que forman la iglesia local. To­do buen pastor conoce bien a sus ovejas, como de­be conocer bien a su Señor.

Es notable cómo el apóstol Pablo conocía a su discípulo Timoteo, pues le recomienda que, debi­do a sus frecuentes enfermedades, debía tomar un poco de vino en vez de agua ( Ia Tim. 5,23). Pero es posible que algún lector esté pensando que es im­posible conocer con detalles a toda una congrega­ción. Estamos de acuerdo, por eso enfatizamos el discipulado, para que el pastor pueda estar cerca

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de la vida de unos pocos que a su vez discipula- rán a otros a quienes conocerán más íntimamente e instarán al discipulado de los demás (2a Tim. 2,2 ).

Ambos conocimientos por parte del ministro: el del Señor y el de los creyentes de su congregación, son indispensables para desarrollar un ministerio fructífero. Dios quiere ser conocido por los suyos y bendice a quienes estudian su personalidad.

En 2a Cor. 1,4 Pablo dice que Dios nos consuela en toda>iribulación para "que nosotros podamos consolara los que están en cualquier aflicción, con el consuelo con que nosotros mismos somos con­solados por Dios". Esto demuestra la relación que existe entre la comunicación con Dios y la que te­nemos con los hombres.

J. I. Packer dice en su hermoso libro "Hacia el co­nocimiento de Dios" que "conocer a Dios com ­prende: primero escuchar la Palabra de Dios y aceptarla en la forma en que es interpretada por el Espíritu Santo para aplicarla a uno mismo; segun­do, tomar nota de la naturaleza y el carácter de Dios, como nos lo revela su Palabra y sus obras; tercero, aceptar sus invitaciones y hacer lo que El manda...". (Ed. LOGOI, pág. 37).

El conocimiento de Dios, es decir, de sus atribu­tos, su carácter, su poder, su amor, su misericordia y sobre todo su condición de Rey soberano, pro­duce en el pastor una seguridad que lo obligará

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inconscientem ente a seguir una conducta de amor, misericordia y ejercicio del poder del Señor para con sus semejantes y en especial manera con los miembros de su congregación.

• La restauración

Este es un importantísimo elemento que vincu­la al ministro con sus ovejas, pues el pastor está obligado a restaurar más que a juzgar. Por eso, cuando hablamos de restauración no podemos menos que pensar que una de las finalidades de toda congregación, es la de ser una comunidad te­rapéutica, donde deben tratarse a muchos enfer­mos espirituales con amor y paciencia.

También hay un elemento importante en la tarea de restauración que toda iglesia debe hacer y es la discreción. Es algo muy negativo que los proble­mas de un miembro de la iglesia estén en boca de todos. Tanto las consejeros espirituales como el mismo pastor deben guardar la mayor prudencia y sensatez cuando se tiene conocimiento de pro­blemas que interesen profundamente la morali­dad y la calidad espiritual de un creyente.

Estamos seguros que tanto el consejo espiritual como la total restauración de un cristiano, es una de las labores más hermosas de la iglesia local, pues significa el desarrollo de la función moral y espiritualmente sanadora que debe envolver, no

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sólo a los ministros, sino a la membresía toda.Es obvia la magnitud de la confianza que los

miembros de una congregación depositan sobre el pastor y los otros ministros; por lo tanto nunca de­fraudemos esa actitud y desarrollemos una tarea de curación de heridas espirituales y morales no sólo en forma eficiente sino también callada.

Al hablar de restauración, debemos pensar en ese gran hombl'e de Dios que fue Nehemías. Ana­licemos brevemente su vida y encontraremos que la restauración de los muros de Jerusalén le obli­garon a guardar una conducta ética ejemplar, aún en los momentos más difíciles cuando debió en­frentarse a los enemigos externos e internos. Con los de afuera mantuvo una conducta férrea y sin claudicaciones (Nehemías 4,14 y 20), y con los de adentro no vaciló en reprender sus hábitos de usura y aprovechamiento de la difícil situación por la que atravesaba el pueblo y los obligó a guardar leyes humanitarias (Cap.5, 1-13). Este es un hermoso ejemplo de cómo un creyente puede confiar en un Dios tan poderoso como es Jehová, debe mantener una conducta ética sin dobleces en medió de situaciones comprometidas.

Todo ministro de Dios atraviesa a menudo por situaciones congregacionales sumamente difíciles y no por eso debe medrar su condición de ser hu­mano ético, manteniendo una conducta estricta­mente bíblica; y cuando debe restaurar vidas can­

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sadas y agobiadas por el pecado tomará las herra­mientas que la palabra de Dios le pone a su alcan­ce, sin desanimarse ni perder el control.

En Nehemías encontramos que Dios nos llama a la restauración tanto de personas como de doctri­nas olvidadas o cubiertas por el denominaciona- lismo extremo, como ser el gobierno de la iglesia, las relaciones familiares o los métodos de reconci­liación entre hermanos.

Todo debe ser restaurado para Dios y es contra esto que el Diablo lucha. La gente de Nehemías reconstruía, y al mismo tiempo, tenía un arma en la mano (cap. 4,17); luego los santos se reunieron y perdieron la visión (4,23). La iglesia no debe es­conderse, sino que tiene que trabajar y vigilar. Pa­ra eso se deben encontrar los que tienen discerni­miento, (10,28), y ellos no se irán con los incrédu­los.

Por eso, Nehemías hizo todo esto:

1) Puso orden en la casa.

2) Llevó a la gente a cumplir un pacto.

3) Les dió ocupación.

4) Puso guardias.

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5) Les dió comunidades.

6) Terminó con la rebelión.

7) Fue testigo a las naciones.

8) No confió en sus fuerzas sino en las de Dios.

9) Restauré gente y cosas.

10) Mantuvo normas de conducta ética que go­bernaban su vida.

¿No es ésta una descripción ideal para el funcio­namiento de una congregación ejemplar?.

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Capítulo 9 La ética pastoral y los pactos de Dios

En los pactos de Dios, aunque a primera vista tanto lo ritual como lo moral parecen extrañamente aislados, de hecho coinciden en la santidad de Dios. Un Dios santo exige que su pueblo refleje su ca­rácter tanto en el culto como en la conducta.

John Taylor

Dios siempre se ha relacionado con los hom ­bres a través de pactos. El ha querido rodear

de solemnidad todo contacto con sus criaturas y en especial manera con los que son sus hijos, es decir, los creyentes en Cristo.

Es notable el gran contenido ético que poseen los pactos que el Señor ha establecido con los hombres. Es que todo pacto supone comporta­mientos, por lo tanto, Dios ha querido dejar bien

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establecidos los patrones de conducta que involu­cran esas solemnidades.

Trataremos de hacer un breve análisis de esos pactos y veremos el énfasis que pone el Señor en las normas de conducta. Pero primeramente diga­mos que el pueblo de Israel tenía un especial cui­dado de los pactos mencionados. "La estructura sociológica del pueblo israelita está totalmente dominada por la idea'del "berit", es decir, pacto. Tanto la vida privada como la religiosa y comer­cial, están penetradas de ella. Todo convenio es una clase de berit y es virtualmente una imagen del gran berit entre YHWH e Israel (Palabras Bí­blicas y sus significados", F. j. Pop, E. Escatón, Buenos Aires, Pág. 249).

• Pacto A dám ico

Este es el primer pacto que hallamos en la Biblia entre Dios y el hombre. En Génesis 2,16 y 17 en­contramos ya las primeras pautas de comporta­miento que fija el creador. "D e todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás".

No hay duda que encontramos aquí una fuerte norma de carácter ético que no solamente atañe al comportamiento del hombre sino también al de Dios. El Señor le regala a Adán todo el Edén, pero

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se reserva el derecho a prohibir una actitud que pueda partir de él y de su esposa.

• Pacto N oéico

jy segundo pacto que encontramos en la Biblia es el- Noéico. En Génesis 9,9 el Señor dice: "He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de voso­tros...", y luego continua diciendo en el v s .ll "Es­tableceré mi pacto con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvios, ni habrá más diluvio para destruir la tierra"... más adelan­te en el vs.17: "Dijo, pues, Dios a Noé: Esta es la señal del pacto que he establecido entre mí y toda carne que está sobre la tierra".

De allí en adelante los hombres deben aceptar la presencia de Dios en sus vidas, quieran o no, pues ya hay un pacto establecido entre el Creador y las criaturas. Este pacto denota un "convenio o acuer­do entre dos partes que se comprometen mutua­mente a respetar lo estipulado". Teológicamente, "Usado para las relaciones entre Dios y el hombre, denota una gracia y fidelidad de Dios para bene­ficio y bendición del hombre y específicamente de aquellos que por fe reciben las promesas y se obli­gan a sí mismos a las responsabilidades que este compromiso encierra" (G. L. Archer Jr. Dicc. de Teológ. Ed. Tell. pág. 386).

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De esto inferimos que Dios se autolimita para cumplir todo pacto con los hombres y Él los cum ­ple estrictamente.

Esta es la conducta divina, estrictamente ética. Dios cumple las normas por Él mismo estableci­das.

• Pacto A brahám ico

Esta maravillosa convención celebrada entre Dios y Abraham, nos revela la importancia de la fe en el aspecto de toda relación con Dios por par­te del ser humano. Dicen las Escrituras en Génesis 17 ,1 al 4: "Era Abram de edad de noventa y nue­ve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro y Dios habló con él, dicien­do: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes”... "Y estableceré mi pac­to entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti" (Gen. 17,7) .

Este notable contrato de Dios con Abraham fue un pacto de fe que se perpetúa a través de los si­glos y nos llega a nosotros que somos hijos de Abraham por haber creído a Dios como el creyó.

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La conducta de Abraham fue, después, de gran consistencia espiritual, dado que Dios también mantuvo su juramento y le dió a ese hombre ex­traordinario, todo lo que le había prometido.

Hoy este pacto de fe se continúa con el de la cruzTE.1 nuevo pacto a través de la sangre de Cris­to es la continuación del testamento Abrahámico. El pacto Mosaico es sólo un paréntesis entre am ­bos, necesario para mostrar el pecado del ser hu­mano, pero que envejece y desaparecerá definiti­vamente cuando sea la consumación de los siglos.

De esto deducimos que la conducta pastoral de­be manifestarse en concordancia con los pactos establecidos por Dios, lo que hace muy responsa­ble toda actividad ministerial, pues el siervo de Dios deberá ajustar su modo de vida al continuo mover de Dios a través de los pactos, mayormen- J e los de fe, que comprometen tanto al Creador, como a sus hijos.

Todo lo que piensa, dice y realiza un siervo de Dios, tiene que estar en concordancia ética con los compromisos contraídos con el Rey, que ha fijado las normas morales en su relación con El y entre los hombres.

Dios queda comprometido en la conducta de sus ministros, y exige compromiso con su propia conducta ética.

En los días anteriores a Abraham el ejercicio de la relación de Dios con los hombres se desarrolla­

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ba en los hogares. No existía lo que podría llam ar­se la iglesia institucionalizada, según afirma Berk- hof. Pero con Abraham nace una patente diferen­ciación entre los que eran de Dios y los que no lo eran: la circuncisión. Esta era un sello, una im­pronta que tenía su base en la convención que se produjo entre Dios y este hombre de fe que fue Abraham.

Ya nada fue igual a partir de ese momento pues del pacto de obras se pasó al pacto de redención y esto se tradujo en una conducta mucho más espi­ritualizada por parte del hombre. El ser humano debe responder con la fe a las promesas de Dios; y la fe supone una ética especial, pues ahora, la vi­da toda del hombre queda comprometida con el Creador, incluyendo el comportamiento moral.

La conducta humana queda impregnada con una dependencia total del Señor que va más allá del simple cumplimiento de ritos, ceremonias y obras de cualquier naturaleza.

Lo que se entrega es la vida toda, y esta posición moral conduce inevitablemente a un com porta­miento ético basado en la obediencia y en una en­trega total a la voluntad divina.

Esta es también la ética del nuevo pacto que tie­ne iguales ribetes que el Abrahámico.

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• Pacto M osaico

Aquí vemos en todo su explendor la relación tri­partita existente entre el ser humano con Dios, coTk I prójimo y consigo mismo.

Este es un pacto de altísimo valor ético; allí el Señor fija normas de conducta que el hombre de­berá observar con respecto a su creador, sus seme­jantes y su propia vida.

Con cuanta razón se ha dicho que si los hombres cumplieran solamente con lo establecido en este pacto y con el Sermón del Monte, la historia del mundo sería completamente distinta. Es que las características éticas de esta convención son de tan alto nivel que junto con las enseñanzas de Cristo, podemos decir que el Pacto Mosaico con­lleva en su cumplimiento la excelencia del com-

/portamiento humano.

• Pacto Palestino

Este pacto, es una serie de normas de com porta­miento humano que el Señor fijó como condición para Israel antes de la entrada en la tierra prome­tida. Es una serie de bendiciones y maldiciones según la conducta a guardar por parte de cada Is­raelita.

No hay duda que si bien este pacto está perimi- do, guarda un profunda enseñanza con respecto a

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la vida fructífera y que redunda en bendiciones por parte de Dios, o no.

"A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y pro­longación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar" (Deut. 30,19- 20).

• Pacto D avíd ico

En este pacto celebrado con su amado siervo Da­vid, Dios muestra su amplia fidelidad con el se­gundo rey de Israel y lo convierte en símbolo de su Hijo, pues Cristo será el descendiente de la casa de David y el que ocupará su trono eternamente.

Podemos visualizar en esta divina convención celebrada con un hombre fiel y abnegado, la can­tidad de normas éticas por Él establecidas y que lo obligan a sí mismo (2a Sam. 7,10-17).

El comportamiento de David fue el detonante de una serie de bendiciones de Dios no solam en­te para el pueblo de Israel sino también para su propia dinastía que perdura a través de los siglos encarnada en la persona del Redentor.

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• El N uevo Pacto

Es imposible desconocer el carácter ético del í^uevo Pacto basado en la sangre de Jesucristo. Es u n modelo de conducta. Jesús entregándose para satisfacer la justicia de Dios. Las promesas del Creador tienen en este pacto una enorme vigencia y una notable importancia. Es el pacto que desta­ca todo el trabajo soberano del Señor en favor de sus criaturas. En el Pacto mosaico la conducta del hombre tiene su importancia, no es así en el nue­vo pacto donde Dios dice: Por lo cual este es el pacto que haré con la casa de Israel... y seré a ellos por Dios.... Esto demuestra que el eje de argumen­tación de este pacto es la soberanía de Dios y no el comportamiento del hombre., La actitud del Señor es extremadamente am ato­

ria y tiene en cuenta su ilimitada misericordia y no la acción del ser humano.

Entendemos que esto es un ejemplo para todo ministro del evangelio; su obligación es amar a sus ovejas sin esperar de ellas correspondencia al­guna. Su vida debe ser una entrega total al minis­terio que Dios le ha conferido y, por ende, debe cuidar ese don con temor y temblor. De ninguna manera debe descuidarlo y no se dejará tentar por las comodidades de este mundo sino que pondrá en práctica lo que dice el Apóstol Pablo en Roma­nos 12 ,1 y 2.

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Este pacto es el último y más completo compro­miso que Dios haya establecido porque se en­cuentra comprometido nada menos que su Hijo. En lo que respecta a los diversos ministerios, Je­sús también está obligado pues el es dador de ellos (Ef. 4,8) y por lo tanto, cuando el ministro ejerce este don concedido por lo Alto, debe m ani­festar una conducta ética que no comprometa pa­ra nada a su Señor.

Nuestra fe y obediencia absoluta al Señor Jesús produce en nosotros tanto el querer como el hacer por su buena voluntad.

El nuevo pacto comprometió la entrega no sólo de la sangre del Hijo, en esta convención pactada con el Padre, sino también su conducta, que lo lle­vó a mantener la santidad de su vida y cumplir así con el camino trazado; en lo que Spurgeon lla­mó el gran Pacto Eterno hecho entre las tres per­sonas de la Trinidad. La conducta de Jesús no se desvió ni un milímetro en el cumplimiento de la voluntad de ese gran contratante que era su Pa­dre.

No debemos tomar ligeramente, el cum plim ien­to de los pactos de Dios, pues para Él son muy so­lemnes y jamás deja de cumplirlos con nosotros. El nuevo pacto fué firmado con la sangre de Cris­to y, por ende, el compromiso adquirido es sum a­mente importante.

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Capítulo 10 El pastor con un trabajo secular

Un trabajo secular nunca podrá reemplazar la vocación ministe­rial. Pero no es antiescritural que un siervo de Dios pueda, al igual que el Apóstol San Pablo, tener ayuda económica de parte de una fuente que está fuera de la congre­gación. Lo ético estriba en que no perjudique su ministerio.

Juan C. Carrasco.

Nos queda por último examinar la conducta que debe guardar un ministro que tiene,

además, un trabajo secular.Entendemos que en este campo debemos dife­

renciar dos aspectos:

1) El ministro que trabaja en una actividad secu­lar ya sea como profesional, empleado, comer­

los

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ciante o industrial y entiende que debe desarrollar esa actividad como un testimonio cristiano.

2) El pastor que se ve obligado a desarrollar una tarea en la vida secular, debido a lo insuficiente de sus recursos que provienen de la iglesia o deno­minación a la que pertenece.

En el primer caso no existe ninguna diferencia con cualquier creyente que desarrolla una activi­dad en el medio social al cual pertenece.

Esa tarea debe ser realizada como para el Señor, haciendo de ella un ministerio (Col. 3,23). Si este ministro ejerce esa labor simultáneamente con su pastorado, entonces deberá administrar perfecta­mente su tiempo, de tal manera, que no perjudi­que la obra de Dios.

Esto no es una cosa fácil. El autor lo experim en­tó cuando pastoreaba una iglesia en la provincia de Entre Ríos (Argentina) y ejerciendo, además, la profesión de abogado. En muchas ocasiones tuvo dificultades pues la gente de la iglesia, pretendía verlo como un abogado y los que no eran creyen­tes, querían-verlo como un pastor en los asuntos jurídicos que le encomendaban.

Requirió mucha oración y hubo que sortear m u­chas dificultades, como ser la lucha contra aboga­dos deshonestos.

Recuerdo entre otras muchas anécdotas intere­

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santes, la vez en que vinieron a verlo los represen­tantes sindicales de los obreros y empleados de una empresa comercial que había caído en cesa­ción de pago, y a la cual le tramitaba un concorda­to de acreedores. Pidieron dinero para desapare­cer de la escena del juicio (traicionando de esa manera a sus representados); en caso contrario le harían la vida imposible.

Oró a Dios mientras solicitaban esa infamia y los despidió con cajas destempladas. Nada pudie­ron hacer. Los trabajadores cobraron lo que les co­rrespondía por ley y esos malos sindicalistas de­saparecieron. En éste, como en cualquier otro ca­so, la conducta ético-cristiana debe ser igual, ya sea en la iglesia como en el mundo de los negocios o^del trabajo en general.

Conocemos industriales de muchos países que son pastores o evangelistas y que desarrollan sus actividades seculares con limpieza e integridad espiritual. El siervo de Dios lo es en todas partes.

En lo que respecta al pastor que se ve obligado a trabajar fuera de la obra de Dios debido a la in­suficiencia de sus retribuciones dentro de la igle­sia o denominación, quisiéramos hacer esta refle­xión: Muchos pastores y líderes se encuentran en una posición de obligada humildad, dado que en vez de recibir doble honra, reciben salarios indig­nos. Muchas congregaciones creen que cuanto más humilde (o miserable) sea el pastor, más espi­

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ritual es. Sin embargo la Biblia enseña que la hu­mildad comienza en el corazón y no en las cir­cunstancias, y los que predican la Palabra de Dios deben ser considerados por la congregación.

El pastor no puede ser ni un triste asalariado ni un amante de las riquezas. No debe tener apuros económicos para que su mente esté totalmente puesta en el servicio al Señor, y no en como satis­facer las urgentes necesidades propias y de su fa­milia. Dice Samuel Escobar en un articulo publi­cado en la revista "Continente Nuevo" del primer trimestre de 1990, que "El pastor no es un asalaria­do a quien se lo trata como a un empleado... y en­contramos pastores que viven atemorizados e in­timidados por una junta de diáconos o comisión pastoral, porque quienes forman esos cuerpos creen que su función es vigilar y aún coartar al pastor". Es necesario evitar que el ministro de una iglesia deba recurrir a trabajos seculares para sol­ventar sus gastos personales. Aquí nos encontra­mos con un asunto ético no ya concerniente al mi­nisterio sino a las congregaciones. Muchas de ellas no saben reconocer la enorme tarea y respon­sabilidad que tiene todo ministro, ya sea pastor, evangelista, o misionero.

Pero por círa parte, entendemos que es indigno de un obrero de Dios que adopte la actitud de de­sarrollar el ministerio en forma deficiente, tenien­do en cuenta el escaso sostén económico.

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Es preferible renunciar y quedar en la congrega­c ió n , simplemente, como un miembro más de ella.

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Capítulo 11 El autoritarismo pastoral

La autoridad proviene del ministe­rio: llega al corazón de la gente y la hace tener conciencia de Dios. Cuando un ministro representa mal la autoridad de Dios, cesa su ministerio, como cesó el de Aarón y el de Moisés.

Watchamn Nee

Este vicio de autoridad que no solamente dete­riora la figura de un pastor sino, que, además

corrompe las normas bíblicas sobre gobierno de la iglesia, tiene su correlato socio-político en el terre­no de la ciencia de gobernar los pueblos.

En efecto, si el lector es suspicaz, podrá com ­prender sin explicación alguna lo que dice la "en­ciclopedia ASURI", en su tomo de Política, en la página 49 al respecto del "autoritarismo":

"Sistema político con un marcado predominio

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del poder ejecutivo, sin suficiente control por par­te de la sociedad. Normalmente el autoritarismo se da en regímenes en que el poder es detentado por una sola persona, o un grupo minoritario, que elaboran una constitución a su medida, en que si bien existen órganos constitucionales, éstos están controlados por el detentador del poder. En caso de conflicto es éste quien siempre prevalece..."

Si estudiamos detenidamente lo que se m encio­na anteriormente, encontramos que dentro del campo pastoral, es generalmente autoritarismo el predominio del pastor, sin suficiente control de la congregación.

Ese poder cuasi omnímodo es detentado en m a­nera antiescritural, por un solo ministro del evan­gelio sobre las personas que forman parte de la iglesia local, u ocasionalmente existe alguna que otra comisión o comité adicto al pastor y también fuera de todo contexto bíblico.

Se ignora de esta manera la sabia determinación de la Biblia de enseñar que el gobierno de la igle­sia, es compartido y equilibrado entre diversos ministros (Efesios 4,11 y 12), lo que hace que es inútil y pecaminoso, introducir en la congrega­ción un gobierno que no sea el específicamente es- critural.

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¿Por qué hay pastores que han caído en este vi­cio de liderazgo?. Nos tomamos el trabajo de exa­minar un libro de Claudio Miner (Ed. Ciudad Nueva, Pág. 137, año 1974), donde se nos dice que: "hay individuos que se sienten particular­mente ofendidos cada vez que alguien se atreve a contradecirlos. Sin embargo, ellos contradicen constantemente a todos y no les disgustan las crí­ticas que se hacen otras personas entre sí. Estas personas entienden que todos les deben compren­sión, pero no creen en ningún modo que ellos de­ben comprender a los dem ás... Desconocen siste­máticamente la realidad objetiva, se sienten ex­cluidos de ella, no se ponen bajo sus leyes y pre- tepíden que sea la realidad la que se adapte a ellos. Quieren convertirse en grandes hombres, capaces de influir sobre la sociedad, pero descuidan el len­to trabajo de asim ilación de los valores humanos" nosotros agregaríamos también los valores bíbli­cos que son avasallados por caudillos, que no son ministros de amor y paciencia hacia los demás.

De esto deducimos que muchas veces el naci­miento de un ególatra se debe a causas psicológi­cas, pero se subsana cuando esa persona es llena del Espíritu Santo y ha puesto el control de su ca­rácter y temperamente bajo El.

• Causas del autoritarismo

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• El autoritarismo en la Palabra de Dios:

Por supuesto que encontramos en la Biblia ejem­plos de personajes que fueron autoritarios, aún entre creyentes; pero eso no significa que hayan sido aprobados por Dios. Para entender éstos, es menester hacer una distinción entre tener autori­dad (Jesús) y poseer autoritarismo (Jefté). La au­toridad siempre deviene de un poder externo, en nuestro caso el poder de Dios, en cambio el auto­ritarismo es fruto de una sujeción a caprichos o determinaciones estrictamente personales y de conveniencia humana.

Nuestra autoridad como hijos de Dios, tiene su sustento en el poder del Altísimo que nos indica lo que debemos hacer; el autoritarismo es conse­cuencia de un amor desmedido hacia sí mismo y que no reconoce barreras divinas ni humanas.

Que cosa hermosa es cuando el ministro acepta el consejo de un amigo, o de otros pastores, o de los miembros de la congregación que estén llenos del poder del Espíritu Santo. Eso denota sabidu­ría y ubicación espiritual y social (2a Cor. 8,8).

Es triste ver el fracaso de muchos ministerios debido a que fueron ejercidos con falta de hum il­dad y transformados en excusas para expresar una supuesta superioridad apoyada en bases "es­pirituales" y "denominacionales".

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El ejem plo está en Jesús mismo que fue manso y hum ilde de corazón.

• El au toritarism o es en desm edro siem p re de la persona hum ana

Una de las cosas más abyectas que existen en el liderazgo autoritativo es el menoscabo por la per­sonalidad de otro que queda herida, a veces, defi­nitivamente. En efecto, uno de mis recuerdos en mis largos años en la obra del Señor, ha sido lo que en una oportunidad me contó un padre atri­bulado. Yo era el orador en un campamento que había organizado una congregación de Buenos Aires. Un hermano quiso hablar conmigo y me contó una extraña y triste historia. Su hija, que per^necía a un grupo juvenil cristiano caracteri­zado por su conservadurismo a ultranza, fue siempre ayudada económicamente por mi interlo­cutor y su esposa para que pudiera estudiar en la Escuela Bíblica de esa organización. Pero luego de varios años, la ayuda debió llegar a su fin pues es­te hombre que hablaba conmigo enfermó y quedó económicamente muy mal. En esas circunstancias le pidió a su hija que dejara por algún tiempo esa Escuela Bíblica y ayudara a su padres que no po­dían trabajar. La contestación fue extrem adamen­te bíblica, pero desubicada completamente: "La palabra de Dios dice que el que ama a padre o m a­

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dre más que a mí, no es digno de mí". No los ayu­dó y el padre lloraba a mi lado pensando en la triste respuesta y en la actitud descomedida de esa hija desagradecida.

¿Quién la había impulsado a esa señorita a tener un trato tan desamorado con sus padres? Su líder máximo y director de esa escuela donde se ense­ñaba la Palabra. Era el autoritarismo de ese hom ­bre que no vacilaba en ser duro con sus alumnos, bajo pretexto de estar apegado a las normas bíbli­cas que pretendía entender en esa forma carente de amor las verdades de la Palabra. De ninguna manera podemos pensar que Dios agrede a la per­sonalidad humana inculcando a sus seguidores el desprecio por los padres.

El director de esa escuela basaba su fanatismo en sus propios y egoístas conceptos y no en la Bi­blia, que es un libro donde el amor es exaltado.

• El "aire m inisterial":

No puedo resistir la tentación de comentar unos párrafos escritos por Spurgeon, el Príncipe de los predicadores", en su libro "Discurso a mis estu­diantes" (Imprenta Presbiteriana de México - 1894). Estos párrafos son de tremenda actualidad aunque fueron escritos a fines del siglo XIX.

Dice Spurgeon: "A todo ministro no le conviene darse un aire ministerial, sino evitar todo lo ad-

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monitorio y pretencioso. El Hijo del hombre es un noble título que le fue dado al profeta Ezequiel y h alguien que fue mayor que él... No caminemos en la vida como los flamencos, con pasos majes­tuosos. Ciertos hermanos ministros alardean de una superioridad que conceptúan imponente, pe­ro que lejos de ahí, es ridicula y ofensiva, total­mente opuesta a sus pretensiones de adeptos al humilde Jesús.

¡Arrojad vuestros zancos hermanos, y andad con vuestros propios pies, desnudados de todo eclesiasticismo y no os revistáis de otro ropaje que no sea el de la verdad!!”

Estas sabias palabras escritas por este gran hombre de Dios, son especiales para los ministros autoritarios que creen estar dos o tres escalones más arriba que los hombres y mujeres de su con­gregación y de otras congregaciones.

Otro gran ministro del evangelio fue T. S. Nee quien dijo en su libro "El obrero cristiano normal, Ed. Hebron , 1968, pág. 26), que " ...e l amor por los hermanos es una base esencial en la vida de todo obrero cristiano, pero no menos esencial es el amor para todos los hom bre." Salomón dijo: "el que escarnece al pobre, afrente a su Hacedor" (Prov. 17,5)... "El hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir" (Mr. 10,45).

Una falta seria en muchos que están ocupados en las tareas cristianas es la ausencia de amor al

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prójimo, continúa diciendo Nee, su falta de com ­prensión del valor que tiene el ser humano a los ojos de Dios".

Pero Dios no quiere condescendencia hacia los demás, que no es sino falsificar la humildad y es­pera de nosotros, los ministros del evangelio, que amemos a los demás, que no les impongamos nuestros gustos, que no creamos que siempre te­nemos la última palabra y no fabriquemos dog­mas ni sistemas de gobierno eclesiásticos. Dios ya habla bastante de eso en su Palabra. El Señor no dejó librado al azar o al capricho de los creyentes en Cristo, la forma de gobernar su iglesia. No existe un sistema unipersonal ni mucho menos dictatorial, sino que hay diversidad de dones y cada ministro ocupa su lugar ejerciendo lo que Dios les ha encomendado dentro de la congrega­ción o fuera de ella.

Efesios 4,11 y 12, nos indica claramente la m ulti­plicidad de ministerios y todos ellos van en direc­ción hacia algo muy sublime, la edificación de los miembros, jamás la exaltación personal.

No hay cabida para el autoritarismo pastoral. Je­sús no ejerció su ministerio en contra de sus discí­pulos ni abusando de ellos, los sirvió constante­mente y en ello nos dejó un gran ejemplo.

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Capítulo 12 El pastor y la

mayordomía cristiana

Como principio principal de la ad­ministración pastoral, lo mejor es que el pastor mismo no maneje di­neros de la congregación. Esto le permitirá mantenerse libre de un área que es muy sensible y peligro­sa.

Alberto Barrientos

La experiencia me ha demostrado que hay va­rios vicios de interpretación de la m ayordo­

mía cristiana en muchos pastores. Ellos son: a) To­mar al ministerio como fuente de fácil ganancia, b) Presionar a la congregación para que diezm e y ofrende; c) No dar cuenta de los ingresos y d) Ilu­

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sionar a los miembros de la iglesia con la falsa teo­ría de la prosperidad. Tratemos de explicar estos vicios.

Tomar al ministerio como fuente de fácil ga­nancia: Esto es muy grave pues supone una total falta de llamamiento pastoral y un tomar a esto último con liviandad. Muchos creen que Dios se revela al ministro diciéndole lo que tiene que ga­nar. Esto es mentira. Dios se revela a la congrega­ción y le muestra su voluntad con respecto al sos­tén del obrero cristiano ( Ia Cor. 16, 1 y 2).

Juan Kessler, un ex misionero en Perú, dice al respecto de ello en la revista "Apuntes Pastorales" "Que alguien que da una ofrenda con la esperan­za de recibir más, no está dejando nada sino, que está invirtiendo" (Vol. 16, número 2).

Presionar a la congregación para que diezme y ofrende: La obra es de Dios y no de los hombres. Si los miembros de una iglesia están llenos del Es­píritu y por ende, el área económica está bajo el control del Espíritu de Dios, éste mismo Espíritu lleva a los creyentes a ofrendar de acuerdo a las necesidades que tiene esa congregación. Presio­nar a los cristianos a diezmar y ofrendar, es tener falta de fe.

El pastor no es un levita ni un sacerdote a la imagen del Antiguo Testamento, que recibía el diezmo como un derecho adquirido. No era así en

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el Nuevo Testamento. En muchas iglesias el diez­mo conlleva a una obligación, pero lo que es es­trictamente bíblico es el respeto que Pablo tenía por la libertad de los hermanos en el manejo eco­nómico (Filemón 8-14). Cada cual debe dar de acuerdo con lo que recibió.

Tampoco recurramos a medios carnales para re­caudar fondos, éstos deben salir de un bolsillo que pertenece a alguien que está entregado a la voluntad divina (2a Cor. 8 ,1-5).

No dar cuenta a la iglesia de los ingresos: Pri­m eramente digamos que el anciano o pastor, no debe estar en absoluto involucrado en las finan­zas de la congregación. Para eso Dios pone entre los dones del Espíritu Santo el de la repartición de bienes (Rom. 12.8), un hermoso don que recae prefepéntemente en algún diácono, ya que este ministerio es para el gobierno de la parte edilicia y administrativa de la iglesia.

El pastor tiene el gobierno y la guía espiritual de la congregación. No es bueno que su preocupa­ción llegue al cuidado de las finanzas eclesiásti­cas. Pero como responsable máximo de su iglesia, tiene el deber de pedirle al tesorero que publique las entradas y las salidas de las ofrendas y diez­mos. Eso es claridad en la función y transparen­cia en la administración, lo que da al ministerio una confianza que lo engrandece. Ocultar el m o­

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vimiento contable, es perverso y llama a la des­confianza de los miembros.

Ilusionar a la congregación con la falsa teoría de la prosperidad: Esta triste "doctrina” antibíbli­ca que basa su pretendida autenticidad en la afir­mación escritural de Marcos 10, 29 y 30, sorpren­de por su falacia dado que la promesa se aplica solamente a obreros del Señor que han dejado a sus familias o a sus bienes personales para servir­le a El. Además no podemos convertir a Dios en un comerciante acostumbrado al regateo, es decir, que si le doy al Señor, El me tiene que devolver lo ofrendado multiplicado por cien. Esto es una arrogancia incalificable que solamente puede ani­dar en aquellos que han preferido gobernar sus vidas y tratar al Creador de igual a igual.

El Hacedor nos bendice como quiere su santa voluntad y no podemos negociar las ofrendas y los diezmos. Jamás nos dejará morir de hambre ni a nosotros ni a nuestros hijos y siempre tendre­mos un techo por sobre nuestras cabezas y un abrigo al alcance de nuestras manos para cubrir nuestros cuerpos.

Dios no es deudor de nadie.

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Capítulo 13 El pastor y la predicación

ético-escatológica

La vida es escatológica cuando se abre hacia el futuro, cuando es vi­vida en la gracia gratuita de Dios, cundo es amor en obediencia a la Palabra concreta de Dios.

Bernard Ramm

Dice un comentario sobre el libro de Cari E. Braaten "Escatología y Ética", que "Bajo los

embates del racionalismo y del liberalismo, la iglesia ha perdido en muchos de sus sectores, una visión clara de la dimensión escatológica del Evangelio... para Braaten escatología es sinónimo de esperanza. Hablar de escatología equivale a

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proponer el futuro que anhelam os... y es cons­truir el mejor mundo posible". (Ed. La Aurora, 1974, contratapa).

Este autor entiende la presencia del reino futuro de Dios como una presencia previa, es decir, como un anticipo que el Señor nos ofrece sobre los últi­mos acontecimientos. Para el Nuevo Testamento, la gloria de Dios y del hombre pertenecen al futu­ro, a pesar de haber aparecido ya en la historia, vislumbres de Dios anticipados.

La ética cristiana debe moldearse según la for­ma de la cristología escatológica, porque así como el mandato escatológico de Jesús estuvo presente en sus hechos y en sus palabras, también la m is­ma realidad escatológica — continúa diciendo Braaten— , tiene que ser predicada por los cristia­nos. El orden justo es: viene tu reino, luego, será hecha tu voluntad.

Entendemos que todo pastor debe apelar a la es- catología en sus mensajes, pues estará advirtien­do que la profecía de Daniel se está cumpliendo:

"Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio

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es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.Daniel 7 ,1 3 y 14.

Pensamos que es sumamente ético-pastoral, que los ministros adviertan a la gente que la venida del Señor Jesús, con el previo arrebatamiento de la Iglesia, es uno de los principales temas priorita­rios a conocer. La predicación del evangelio, más que la oferta de diversas prebendas, debe ser la advertencia que la venida del Señor se acerca y ¡pobre de aquellos que se queden en la tierra!.

El ministro honesto, no debe ocultar esta gran verdad de que estaremos frente a un Juez, dando cuenta de nuestros actos y no se dedique a predi­car solamente la sanidad, la prosperidad y la libe­ración.

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Capítulo 14 El pastor y los códigos éticos

de la Palabra de Dios

Antes, Pablo había supuesto que debía ser bueno para gozar de la comunión con Dios. Después des­cubrió que sólo por la comunión con Dios podía llegar a ser bueno.

L. H. Marshall

Si entendemos como código, todo cuerpo de le­yes ordenadas metódica y sistemáticamente,

encontramos que en la Palabra de Dios tenemos varios códigos, pero en lo referente a la conducta hum ana, hay tres que sobresalen y que se alinean como en una escalera ascendente de acuerdo con su calidad divina:

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• Los diez mandamientos• Job 31• Las bienaventuranzasTrataremos de analizarlas brevemente como có­

digos de conducta.

• Los diez m andam ientos o el decálogo:Estos son testimonios que Dios ha dado a su

pueblo de Israel, de carácter ético-morales y civi­les que fijaron al israelita la manera de conducir­se para con Dios y para con el prójimo. Sobre el decálogo se ha escrito mucho y también sobre las bienaventuranzas, pero no hay mucho material sobre el extraordinario manual de conducta que se configura en Job 31. Digamos algo sobre los Diez Mandamientos, cuyas normas rigen aún en el nuevo pacto, excepto alguna que otra.

Estos mandamientos eran la ley de Dios para la mejor convivencia entre los israelitas entre sí y pa­ra con el Creador. Para Israel, esas normas eran obligatorias tanto para la conducta humana, co­mo para el culto, como las relaciones socio-jurídi­cas. Eran la voluntad de Dios para con su pueblo elegido y de tanta importancia, que una vez al año el Sumo Sacerdote celebraba la expiación por los pecados cometidos contra los Diez M anda­mientos (Lev. 16,34 y siguientes). Jesús habló de ellos y convalidó su vigencia y también figura su presencia en los catecismos de Heidelberg y de

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Westminster. Lo maravilloso de estos términos le­gales y éticos, es que para el cristiano se reducen al amor como cumplimiento total de la ley (Rom. 13,10 y Gál. 5, 22-26).

•Job 31:Esta porción de la Palabra de Dios es una verda­

dera perla, que no ha sido convenientemente es­tudiada y menos aún meditada en toda su pro­fundidad. En efecto, la protesta de Job es todo un alegato ético-moral de tal envergadura que sobre­pasa - en cierta manera- los conceptos del Decálo­

go-Tratemos de analizar por orden estos elementos

que conforman una conducta ética de primer ni­vel:

Relaciones del hom bre para con el H acedor:-¿Qué galardón me daría el Señor si hubiera im­

pureza sexual en mi vida? (versículos 1 y 2).- Hay extrañamiento y quebrantamiento para

los impíos (versículo 3).-Afirmación que Dios ve todos nuestros pasos

(versículo 4).-La justicia de Dios se manifiesta (versículos 5 al

8).- Impotencia del hombre ante la justicia divina

(versículo 23).- Negar al Dios soberano es maldad (versículo 28).

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- Dios testificará a favor del hombre cuando és­te confía en el Altísimo (versículo 35).

- Aborrecer la idolatría (versículo 26).-El ocultamiento del pecado es una afrenta al Se­

ñor (versículos 33 y 34).

Relaciones del hom bre para con su prójim o:-Pureza sexual. Algunas traducciones de la Bi­

blia hacen extensiva esta norma*a toda mujer ca­sada (versículos 1 y 9).

- Respetar el derecho de los empleados (versícu­lo 13).

- Ayudar a los pobres (versículos 16 y 19).- Pensar en las viudas y en los huérfanos (versí­

culos 16, 17, 18 y 21).- La hospitalidad, una gran virtud (versículos 31

y 32).La maldad de gozarse en la desgracia ajena (ver­

sículos 29 y 30).

Relaciones del hom bre consigo m ism o:-La insensatez de confiar en las riquezas (versí­

culos 24 y 25).- El autoengaño del corazón del hombre (versí­

culo 27).

Como podemos ver, Job 31 es todo un tratado en miniatura de la ética bíblica y posee preciosas re­glas de convivencia y de relación con Dios. Todo

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pastor que se aprecie de cumplir con los manda­tos divinos, debe estudiar y adaptar estas normas para su vida y enseñarlas a los miembros de su iglesia.

•Las bienaventuranzas:Con estos preceptos dictados por Jesús, llega­

mos a la cúspide de la ética cristiana, que es la éti­ca del Reino de Dios, y como han sido ya muy es­tudiadas y analizadas por diversos autores, nos li­mitaremos solamente a comentar que estos pre­ceptos han sido tomados del Antiguo Testamento, para demostrar que el Reino de Dios tiene normas eternas.

Además, cada una de las bienaventuranzas tie­ne un presente y un futuro, el primero es casi per­fecto, el segundo es totalmente perfecto lo que nos indica que estas normas nos continuarán en la vi­da eterna.

Así es el pensamiento de Jamiesson, Fausset y Brown en su "Comentario exegético de la Biblia", (Editorial de la Junta Bautista de Publicaciones, Tomo II, pág. 26).

Como un corolario brillante de estas enseñanzas tan éticas como espirituales, queremos tomarnos una vez más de estos autores ya mencionados, y decir con ellos, que "...L a convicción de su autori­dad divina (la de Jesús), como Legislador y Juez, brilló tanto en su enseñanza que la de los escribas

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no les parecía a la gente sino sandeces en semejan­te luz". (Op. cit. Pag. 45).

¡Qué distinto sería el mundo si los hombres se rigieran por estos tres códigos mencionados!

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Capítulo 15 El pastor y las profecías

Como la profecía es de modo esen­cial y principal, una revelación de la mente y voluntad de Dios a su iglesia... podemos inferir confia­damente que el elemento ético y moral, no el simplemente natural, debe predominar en sus anuncios respecto al futuro.

Patrick Fairbam

Cuánto cuidado se debe tener en este tema, cu­yo descuido o tratamiento liviano pueden

acarrear graves disgustos a la iglesia local. En efecto, muchas congregaciones sufrieron divisio­nes y hasta su desaparición, por no haber tomado las prevenciones bíblicas del caso, ante la apari­ción de hermanos que suelen expresar pública-

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rrtente: "me ha dicho el Señor" o "Dios me habló d iciéndom e...".

Para esto, quisiera citar las palabras de Alberto Barrientos en su libro: "Principios y alternativas de Trabajo Pastoral", cuando dice: "las profecías, los sueños, las revelaciones y las visiones, pueden provenir ciertamente de Dios, pero también pue­den provenir del inconsciente o de las intenciones escondidas de alguien. Y también pueden prove­nir de Satanás.

El que una persona en la congregación pueda expresar: "Así dice el Señor...", en si no constituye una razón para aceptar su validez y decirle "amén" a ojos cerrados (Op. cit. Ed. Caribe, págs. 205/206).

La misma Palabra de Dios establece los métodos para aceptar las profecías sin caer en errores que pueden llegar a ser catastróficos. Aquí se m ani­fiesta la importancia del discernimiento de espíri­tu que es un don del Espíritu Santo ( Ia Cor. 12,10). Todo pastor que desea tener a su iglesia libre de cosas extrañas, debe procurar buscar entre sus miembros - s i él no lo posee-, a quien tenga ese don para que lo ayude en cada oportunidad que se presente.

También dice la Biblia que hay que examinar los espíritus y las profecías ( Ia Juan 4,1). Estos nos de­muestra que es obligación del pastor vigilar cons­tantemente a sus ovejas y detectar cuando es vul­

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nerada la sana doctrina.Toda profecía que no esté de acuerdo con las Es­

crituras debe ser inmediatamente desechada y también es necesario observar la oportunidad de la misma; si se interrumpe una predicación o un testimonio o una canción en el culto, no creo que sea de Dios lo que diga el hermano o hermana.

En una oportunidad, vino a consultarme un pastor que tenía una congregación muy grande. Estaba deshecho. Me contó que en medio de una predicación suya, se levantó una herm ana y pro­nunció más o menos estas palabras a viva voz: "¡Pastor: deje de predicar, usted sabe que duerme conm igo!" Fue un bombazo, se produjo toda una conmoción. La iglesia quedó sin miembros y el pastor renunció. Dios me dio palabras para conso­larlo en esa entrevista. Lo dicho por esa "herma­na" era una gran mentira y gl tiempo, ella misma se rectificó y pidió perdón al pastor... pero ya era tarde, el mal que produjeron sus palabras no fue borrado y la congregación sufrió durante años. (Apoc. 2,20).

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Capítulo 16 Queda mucho por recorrer

He aquí sobre las montañas los pies de aquel que trae buenas nue­vas, que publica la paz. Guarda oh Judá tus fiestas solemnes, cumple tus votos...

Nahúm 1,15 a

Creemos que apenas si hemos mostrado un po­co de los más elementales factores que pue­

den desarrollarse en materia de ética pastoral. Só­lo nos introdujimos en las primeras páginas de lo que podría ser el libro que trata sobre la ética de los siervos de Dios, libro que aún no está escrito en sus más grandes profundidades. Pero estamos seguros de haber conseguido exaltar la relación existente entre el Reino de Dios, sus pactos y la

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Page 134: Elementos de Ética Pastoral - Roberto Azzati

conducta de los ministros cristianos.Toda vida pastoral lleva implícita la responsabi­

lidad de exhibir la grandezas del Reino. Todo de­be ser hecho para la gloria de aquel que es Sobe­rano y hasta las pequeñas actitudes y pensam ien­to de los siervos de Dios, deben estar impregna­das de un sentimiento de nobleza y lealtad para con su Señor y Rey.

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ÍNDICE

Prólogo..................................................................... Pág. 5

Prefacio del autor ..................................................Pág. 9

A modo de introducción......................................Pág. 11

C a p í t u l o 1 :La importancia de la ética................................. Pág. 17

C a p í t u l o 2 :La ética Bíblica es la ética de Cristo................. Pág. 31

C a p í t u l o 3 :¿Qué es la ética pastoral?......................................Pág. 35C a p í t u l o 4 :La ética pastoral en el hogar..............................Pág. 69

C a p í t u l o 5 :La ética pastoral y el discernimiento................Pág. 73

C a p í t u l o 6:La ética pastoral y las controversiasteológicas...................................................................Pág. 79

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C a p í t u l o 7 :La ética pastoral y el robo de ovejas............. Pág. 83

C a p í t u l o 8:La ética pastoral en la vida congregacional.. Pág. 87

Capítulo 9:La ética pastoral y los pactos de Dios...........Pág. 95

C a p í t u l o 1 0 :El pastor con un trabajo secular........................Pág. 105

C a p í t u l o 1 1 :El autoritarismo pastoral Pág. 111

Capítulo 12:El pastor y la mayordomía cristiana............... Pág. 119

C a p í t u l o 1 3 :El pastor y la predicaciónético-escatológica.................................................. Pág. 123

C a p í t u l o 1 4 :El pastor y los códigos éticos dela Palabra de D ios................................................ Pág. 127

C a p í t u l o 1 5 :El pastor y la profecía.......................................... Pág. 133

C a p í t u l o 1 6 :Queda mucho por recorrer.................................Pág. 137

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