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www.cristoraul.org “El Vencedor Ediciones” EL LIBRO DE LAS INTRODUCCIONES A LA BIBLIA EL PARAISO TERRENAL PRIMERA PARTE LA CUESTIÓN DEL ORIGEN DEL HOMBRE I A nadie debiera culpársele por ser un ignorante. La ignorancia es el lote de todos los hombres. Es más, la lucha por salir de la Ignorancia es el motor de la civilización. Aún estamos en ello. Lo que sabemos es sólo una pequeña parte de lo que sabrán las próximas generaciones. La cuestión está en sacar consciencia de este hecho universal y desde la humildad avanzar hacia el conocimiento de todas las cosas. El Camino está abierto; Dios nos ha abierto la Puerta que nos da acceso a su Omnisciencia. Querer entrar o permanecer fuera intentando hacer por nosotros mismos lo que sin su Espíritu no podemos, esto es asunto de la libertad de cada cual. Sin ir más lejos tenemos delante de nosotros la Rebelión de una parte de la Casa de los hijos de

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“El Vencedor Ediciones”

EL LIBRO DE LAS INTRODUCCIONES A LA BIBLIA

EL PARAISO TERRENAL

PRIMERA PARTE

LA CUESTIÓN DEL ORIGEN DEL HOMBRE

I

A nadie debiera culpársele por ser un ignorante. La

ignorancia es el lote de todos los hombres. Es más, la lucha

por salir de la Ignorancia es el motor de la civilización. Aún

estamos en ello. Lo que sabemos es sólo una pequeña parte

de lo que sabrán las próximas generaciones. La cuestión

está en sacar consciencia de este hecho universal y desde la

humildad avanzar hacia el conocimiento de todas las cosas.

El Camino está abierto; Dios nos ha abierto la Puerta que

nos da acceso a su Omnisciencia. Querer entrar o

permanecer fuera intentando hacer por nosotros mismos lo

que sin su Espíritu no podemos, esto es asunto de la

libertad de cada cual. Sin ir más lejos tenemos delante de

nosotros la Rebelión de una parte de la Casa de los hijos de

Dios contra el crecimiento del Ser de la Creación en el Ser

del Creador. Cristianos de nacimiento nosotros hemos

superado este dilema; por vocación natural tendemos hacia

el Ser de nuestro Creador, en el que tenemos el Tesoro de

esa Inteligencia sin límites a la que aspiramos por Herencia

Divina.

Cuando, pues, volvemos nuestro pensamiento al Pasado

por lógica dirigimos nuestro espíritu al Origen de nuestra

Civilización. Un Origen atrapado en aquel campo de batalla

donde la Fe y la Razón se enfrentaron delante de todo el

mundo, y en el que persisten en permanecer sin atreverse a

acercarse la una a la otra y abrazarse en la Paz que procede

del reconocimiento de los errores cometidos por ambas

partes.

El desplazamiento de la Fe por la Teología, relegada a

los Sacramentos, y de la Razón, secuestrada por la

Tecnología, en lugar de proponer un acercamiento entre

Iglesia y Universidad lo que hizo fue profundizar en la

brecha, hasta hacer imposible la reconciliación entre la

Razón material y la Fe espiritual.

Desde aquella declaración de enemistad entre Razón y

Fe allá por el siglo XIX ha llovido mucha agua. La

Revolución Francesa le abrió la puerta a una revolución

arqueológica a partir de la cual se ha amontonado sobre la

mesa una Data de valor incalculable a la hora de

plantearnos una recreación del Neolítico predecesor de las

primeras Ciudades Estados Mesopotámicas, allá donde el

Autor Divino emplazó el Edén de Adán y Eva.

Nuestra posición en el Tiempo y el Espacio han

experimentado una revolución gigante. Si mirar el Universo

con los ojos del Siglo XX es un ejercicio de ignorancia

descomunal, ¡cuánto más lo es mirar la Historia Universal

Antigua con los ojos del siglo XIX! Y aún así las miradas de

los historiadores del Mundo Antiguo entre los milenios 7º y

4º antes de Cristo permanecen ancladas en la playa de los

prejuicios creados antes de la Revolución Arqueológica de

finales del XIX y principios del XX.

¡Quién no recuerda aquellas sentencias lapidatorias de

los historiadores del XVIII y primera mitad del XIX

afirmando ser las ciudades de Nínive, Ur, Aran y demás

mencionadas en la Biblia mitos creados por una

imaginación religiosa divagante y divagadora creando

leyendas de ciudades, hombres y reyes que jamás

existieron!

¿El mismísimo Tiglat-Pileser III no fue considerado una

fábula bíblica sin fundamento histórico alguno? Sin

embargo, y no obstante los hechos, lo que caracteriza al

ignorante es su desprecio, su negación rotunda a reconocer

sus errores, sus fallos. El ignorante siempre tiene la razón,

aunque se equivoque, el ignorante siempre dice la verdad.

¿Cuando Tiglat-Pileser III y su Nínive salieron de la tumba

hubo uno solo, digo uno solo de entre todos aquellos

historiadores que negaron valor histórico alguno a la Biblia

que se rebajase para reconocerle a la Biblia su valor

histórico?

¡La Gaya Ciencia! dijo de ella uno de los pobres locos

más queridos por los pensadores del XX.

El tema sobre el que va a girar esta Introducción, como

se huele y se siente, tiene que ver con ese Mundo Antiguo

entre los Milenios VIII y IV antes de Cristo.

El texto en cuestión que nos va a servir de nave en este

Viaje por el Tiempo es tan conocido a nivel universal que

apenas si merece la pena citarlo, pero en honor a su Autor y

pensando en quienes por su posición en el espacio no han

tenido la oportunidad de leerlo, lo copio. Está escrito:

Al tiempo de hacer Yavé los Cielos y la Tierra, no

había aún arbusto alguno en el campo, ni

germinaba la tierra hierbas, por no haber todavía

llovido Yavé Dios sobre la tierra ni haber todavía

hombre que la labrase, y sacase agua de la tierra

para regar toda la superficie del suelo. Formó Yavé

Dios al hombre del polvo de la tierra y le inspiró en

el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser

animado. Plantó luego Yavé Dios un jardín en Edén,

al oriente, y allí puso al hombre a quien formara.

Hizo Yavé Dios brotar en él de la tierra toda clase de

árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y

en el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol

de la ciencia del bien y del mal. Salía del Edén un

río que regaba el jardín, y de allí se partía en cuatro

brazos. El primero se llamaba Pisón, y es el que

rodea toda la tierra de Evila, donde abunda el oro,

un oro muy fino, y a más también bedelio y ágata; y

el segundo se llama Guijón, y es el que rodea toda la

tierra de Cus; el tercero se llama Tigris, y corre al

oriente de Asiria; el cuarto es el Eufrates. Tomó,

pues, Yavé Dios al hombre y le puso en el jardín del

Edén para que lo cultivase y guardase, y le dio este

mandato: “De todos los árboles del paraíso puedes

comer, pero del árbol de la ciencia del bien y del mal

no comas, porque el día que de él comieres,

ciertamente morirás.”

La interpretación clásica de esta Historia Natural sobre

el Origen de nuestro Mundo (“de Adán y Eva nacieron todas

las razas humanas del mundo!”) enraíza su planta en el

judaísmo ortodoxo, que, recogida más tarde por el

Cristianismo Primitivo (Católico y Ortodoxo), se ha

mantenido en los medios Evangélicos más ultras. La voz de

la Sabiduría en boca de las ciencias de la Historia:

Antropología, Geología, etcétera, no ha sido escuchada en

razón del cuello al que la boca de la que salía la Voz venía

unida. Nosotros, a estas alturas de la Historia, no podemos

permitirnos el lujo de perder nuestro tiempo en análisis,

críticas, ataques, defensas, contraataques, réplicas, y así

hasta el infinito. La unificación de Historia Universal y

Biblia es un acontecimiento que pide paso. No se puede

seguir siendo un asno.

Durante los tiempos en que nuestro Conocimiento

sobre la Historia de la Vida en la Tierra estuvo reducido a

escasas generaciones atrás, con raíces en las mitologías y

leyendas de los ancestros, la interpretación del Génesis en

verdad debía mantenerse dentro del contexto de un dogma,

a fin de que la ignorancia no quisiese sustituir el Hecho en

función de la incapacidad humana para abrirse camino en el

Tiempo. Pero en nuestros días, cuando Nuestro

Conocimiento nos permite viajar por los Milenios,

mantener tal actitud dogmática no viene a cuento.

Hasta el ignorante más burro comprende que habiendo

Adán y Eva tenido únicamente hijos varones, ahí hubiese

debido acabarse la historia de la Primera Pareja, y que, si no

fue así, es porque cuando se habla de la Primera Pareja

bíblica no se hace referencia a la carne, sino al espíritu.

Nos toca a nosotros recrear el Acontecimiento de la

existencia de Adán y Eva dentro del Contexto de la Historia

Universal. Y para hacerlo debemos comenzar por el Origen

de la Vida en la Tierra.

Tampoco podemos seguir manteniendo aquella actitud

ultraortodoxa de encarar la letra del Texto Divino desde la

carne; desde la carne no podemos tomar al pie de la Letra el

Texto de la Biblia. Dios es Espíritu, escribe para una

inteligencia espiritual y es desde el espíritu de Inteligencia

a su Imagen y Semejanza que debemos leer e interpretar su

Palabra. En este orden, la formación del hombre del polvo

de la tierra hace referencia a una Creación Ascendente, en

términos científicos “Evolución”. La propia estructura de la

Creación del Universo que precede a esta Historia de Adán y

Eva nos pone delante una sucesión “evolutiva” que

comienza en las aguas, sigue en el aire, y pasa a tierra firme.

Una vez las especies mamíferas han “brotado” de tierra

firme viene el ser humano, cuyo Principio, ciertamente, se

halla en el polvo que llenara el planeta antes de su Fusión,

cual ya se ha visto en la Introducción a la CSXXI (Creación

del Universo según el Génesis).

Concluyendo este primer Punto:

El Muro que separara y sigue separando Ciencia de

Biblia fue la actitud ultraortodoxa de la Teología frente a la

voz de la Sabiduría en boca de la Ciencia. Esta sordera había

de conducir y condujo a la Ciencia a declararse enemiga de

cualquier intento de integración del Episodio de la

Formación de la primera pareja espiritual que conoció la

Creación de la Vida en la Tierra dentro del esquema general

de la Evolución del árbol de las especies.

Ambas, Fe y Razón, sufrieron las consecuencias de una

enemistad que elevó aquella irracionalidad hasta los límites

de jugarse el mundo el todo por el todo en dos guerras

mundiales, de las cuales la conclusión a sacar es una sola y

única: Si la Interpretación de los primeros Capítulos del

Libro Divino por quienes lo tuvieron en custodia acabó en

una demencia irracional insostenible desde la inteligencia;

no menos irracional fue la Interpretación de las ciencias

sobre una Evolución sin Dios, y que, por efecto, tenía que

pasar al mundo una información TOTALMENTE FALSA

SOBRE LA NATURALEZA de la Historia, del Universo, y

del mundo en su globalidad, información falsa que había de

conducir el pensamiento de las naciones a la demencia de la

guerra como instrumento de evolución y en cuyo campo

había de dirimirse la identidad de la Raza Fuerte, Superior,

llamada a dirigir la evolución de la Humanidad sobre la

Tierra.

La una como la otra son interpretaciones a desechar por

irracionales, y conducentes ambas a la demencia.

II

Dijo luego Dios: “Júntense en un lugar las aguas de

debajo de los cielos y aparezca lo seco.” Así se hizo, y

se juntaron las aguas de debajo de los cielos en sus

lugares y apareció lo seco; y a lo seco llamó Dios

tierra, y a la reunión de las aguas, mares. Y vio Dios

ser bueno. Dijo luego: “Haga brotar la tierra hierba

verde, hierba con semilla y árboles frutales, cada uno

con su fruto según su especie y con su simiente,

sobre la tierra.” Y así fue. Y produjo la tierra hierba

verde, hierba con semilla, y árboles frutales, con su

semilla cada uno. Vio Dios ser bueno y hubo tarde y

mañana, día tercero

Vemos y observamos que el Origen de la Vida se

encuentra bajo las aguas del Primer Océano, u Océano

Madre, que cubriera en su día las superficies de los

continentes. Fue en los suelos del Océano Primigenio que

Dios plantó la Semilla del Árbol de la Vida en la Tierra. Fue

allí que el primero de los reinos, el Vegetal, este inició su

desarrollo y saltó a tierra firme, colonizando las tierras que

al retirarse los dos Grandes Bloques de Hielo, Origen de los

actuales Casquetes Polares.

Recapitulando la Información ofrecida en la

Introducción a la CSXXI, diré que una vez reactivado el

Transformador Astrofísico que la Tierra contiene en su

Centro como Núcleo, la expansión de su Manto produjo el

efecto de elevación de las plataformas continentales, del que

se derivó la ruptura del Anillo de Hielo que al Principio

envolvió en su interior a la Corteza Primaria, con la

consiguiente retirada de los dos Bloques hacia los Polos

Geográficos y la natural Descongelación de la Masa

Ecuatorial sujeta a la elevación de las Grandes Cordilleras.

Así fue creado el Océano Madre bajo cuyas Aguas Dios

sembró la Semilla del Árbol de las especies.

Siguiendo la Información Divina sobre la actividad

Creadora durante el Tercer Día se deduce que el

levantamiento de las Plataformas Continentales y la

multiplicación del Océano Madre fueron las dos caras de un

mismo acontecimiento. También es de deducir que esta

multiplicación y el levantamiento de las tierras tuvo su raíz

en una actividad geofísica de extrema intensidad

vulcanológica, natural al calentamiento que experimentó el

Manto a consecuencia de la reactivación del Núcleo de la

Tierra.

Se sigue entonces, siguiendo siempre la hoja de ruta

trazada por nuestro Creador, que la primera forma de vida

que parió la Tierra fue el reino Vegetal. Y un Reino Vegetal

que, tras haberle abierto las puertas de la vida a las más

primitivas especies marinas, a medida que fueron subiendo

los continentes y bajando las aguas, dando lugar a océanos y

mares, sus Bosques Prehistóricos Marinos fueron

colonizando las tierras firmes que en su ascensión las

plataformas continentales trajeron bajo el sol de todos los

días. Este proceso no requiere de mucha imaginación

científica para ser recreado. El nivel del Océano Madre

desciende, los bosques marinos haciendo de frontera con

tierra firme se adaptan a la vida atmosférica y comienzan su

movimiento de colonización de todas las tierras bajo el sol.

En cuanto al árbol de la vida marina el número de las

especies se fue multiplicando y diversificando siguiendo el

principio clásico de la Ingeniería: Correspondencia entre

nivel de inteligencia y masa física. A menor desarrollo de

cerebro, mayor la masa corporal. Ley que hemos observado

en activo en el desarrollo de la tecnología moderna. Y de

aquí que Dios hablase de “grandes monstruos marinos”.

En cuanto a nosotros, una vez superada a todos los

niveles la ortodoxia religiosa, aquí hablamos de edades

geológicas.

Obvio decirlo, en lo que se refiere a la Creación del

Universo la Ciencia es la boca de la Sabiduría. Lo cual no

quiere decir que su palabra vaya a Misa, máxime cuando

ella se negó a entrar en el Templo de Dios a darle a su

Creador la verdadera Adoración que se merece el Creador

de todas las cosas, las de los Cielos como las de la Tierra.

Una enemistad que creemos superada en esta Introducción

y en base a ella decimos que la Sucesión de la Evolución de

la Vida en la Tierra siguió el curso de la lógica. Primero es el

Alimento y luego el Estómago. Primero el Reino Vegetal,

después las especies que habían de alimentarse del fruto de

ese Reino.

Así pues, el Reino Vegetal fue siempre un paso por

delante de las especies vivas. De manera que cuando las

Aguas bajaron y los Continentes subieron el Reino Vegetal

había ya colonizado la tierra firme y había comenzado a

transformar la Atmósfera Primaria, Fotosíntesis mediante.

Debemos entender que la Atmósfera Primaria con la

que Dios vistió la Biosfera, hablando siempre para este

Período de la Historia de la Ecosfera, estuvo enrarecida

hasta niveles tóxicos que hacían inviable cualquier vida,

toxicidad producto del vulcanismo en la base del

levantamiento de las plataformas continentales por la

reactivación del Núcleo de la Tierra durante su ocupación

de la órbita que le corresponde en el Sistema Solar, puntos

ya desarrollados en la Introducción a la CSXXI.

En este orden la Colonización del Reino Vegetal de

tierra firme, según las Aguas fueron bajando, fue de

necesidad; la activación de la función de fotosíntesis

comenzó directamente a transformar una Atmósfera

Primaria enrarecida que andando las edades biológicas la

conduciría a la Atmósfera Biosférica actual. Los Bosques

Prehistóricos, en efecto, hicieron su trabajo, y a medida que

fueron transformando la Atmósfera ellos mismos se fueron

adaptando a las nuevas condiciones químicas del aire, hasta

producir los actuales bosque y plantas que visten la Tierra.

Cuando se produce el salto de las aguas al aire y a tierra

firme de las especies que habían tenido por cuna el Océano,

la Atmósfera estaba preparada para recibirlas, y los Bosques

se habían transformado, como lo fueron bajo las aguas, en

la fuente de su alimentación.

El Camino hacia el Hombre estaba en marcha, pero aun

habían de pasar edades biológicas diferenciadas hasta ser

alcanzada la Vida del Primer Hombre.

Las transformaciones de la Atmósfera por el Reino

Vegetal, siempre a la vanguardia de la Evolución del Árbol

de las especies, determinó que los grandes monstruos de

tierra no pudieran adaptarse a la siguiente transformación

química, que, dejando de lado el Carbono como elemento

primordial atmosférico, trajo a primer plano el Oxígeno, el

Veneno que condujo a su extinción al Mundo de los

Dinosaurios y le abrió la puerta al Mundo de los Mamíferos.

Fue de esta Gran Rama Mamífera que nacería el

Hombre.

En este orden, si antes vimos al Reino Vegetal

colonizando tierra firme y desplegando sus Pulmones

Prehistóricos como Transformador Global de la Química de

la Atmósfera Primaria, en esta nueva Etapa podemos ver el

Mundo de los Dinosaurios como el Gran Leñador que

alimentándose directamente de la materia vegetal

arborícola, fue talando aquellos impenetrables Grandes

Bosques Prehistóricos, creando a su paso los valles que

pasarían a ser el hábitat natural del mundo de los

Mamíferos una vez que, por incapacidad de adaptación al

Oxígeno y la Nueva Fibra Vegetal, los Dinosaurios pasaron a

la Historia.

III

Dijo luego Dios: “Hiervan de animales las aguas y

vuelen sobre la tierra las aves bajo el Firmamento

de los Cielos.” Y así fue. Y creó Dios los grandes

monstruos del agua y todos los animales que bullen

en ella, según su especie, y todas las aves aladas,

según su especie. Y vio Dios ser bueno, y los bendijo

diciendo: “Procread y multiplicaos, y henchid las

aguas del mar, y multiplíquense sobre la tierra las

aves”. Y hubo tarde y mañana, día quinto

Grosso modo estas son las grandes líneas maestras

sobre las que ha hecho su marcha la Vida en la Tierra. Los

versículos del Génesis sobre la creación de la misma marcan

las grandes columnas entre las que se desarrollaron las

escenas biológicas que nuestro Creador produjo y dirigió

desde la creación misma de los Cielos y de la Tierra. El Plan

universal estaba delineado desde antes del Principio; el

Principio marca el Origen de la acción, el inicio del

movimiento que partiendo del polvo había de dar a luz

“Vida Inteligente a imagen y semejanza de Dios”, es decir,

vida llamada a tener una relación directa y familiar con el

Creador del Universo, en especial, y del Cosmos, en general.

El nacimiento de un hijo de Dios, hijo de la Tierra,

marcaría el Fin del recorrido, y fue dentro de este Orden

Teleológico sobre el que el Principio fue puesto en marcha.

En lo tocante a la sucesión y trasformaciones del árbol

de las especies y de la Biosfera la irrupción en estas áreas

debe ser llevada por aquellos que tienen su talento en la

especialización. Sin entrar por esta Puerta, sin embargo, no

se llega a ninguna parte. A alguna se llega, por supuesto, sin

duda alguna a la creación de un mundo ficticio que existe

únicamente en la cabeza de sus creadores, y cuyo fruto

envenenado al ser comido por las naciones conduce al

campo de la guerra mundial.

Ya hemos visto su veneno en el espacio del siglo XX. Es

Hora de cortar ese árbol, quemar sus raíces, tronco y ramas

y mantener el acceso a esa sementera de veneno lejos del

alcance de la inteligencia de los siglos venideros. No

debemos volver a mirar atrás. Lo pasado, pasado está.

Recrear el Pasado desde el Futuro es nuestra mejor opción.

Debemos tener en cuenta que el Autor Divino centra sus

líneas en la Historia del Género Humano. Aunque el Autor

abra su Libro hablando de la Creación del Universo

inmediatamente concentra nuestra atención en la Creación

del Árbol de la Vida en la Tierra, o árbol de las especies, y

esta Creación referida al Género Humano.

Las líneas capitulares nos hacen viajar al fondo del

Océano Madre del que nacieron todos los océanos y mares

que llenan la Biosfera en nuestros tiempos. Es en el suelo de

ese Océano Madre que Dios hizo germinar la Semilla del

Árbol de la vida en la Tierra. Naturalmente estamos

hablando de un Proceso cerrado a toda inteligencia y

exclusivamente abierto al Espíritu Creador del Cosmos.

Aquí el dogma entra. Aquí nuestra inteligencia tiene su

límite. Aquí la Ciencia debe recular y abandonar la

demencia de soñar con la creación de vida inteligente a

imagen del hombre. A la manera que la Encarnación es un

Acontecimiento que supera toda inteligencia, y de aquí el

Dogma, asimismo la creación de la Semilla Germinal del

Árbol de la vida es un territorio inaccesible para toda

criatura: insistir en abrir esa puerta no conduce sino a la

demencia, y esperar de una ciencia que se abandona a la

demencia un fruto de Futuro es un acto suicida tan

irracional como para ni siquiera pararse a pensar en su

posibilidad. Si la Sabiduría es la Madre del la Ciencia, que lo

es, la Ignorancia fue la madre de aquella Demencia que

arrastró al siglo XX al Campo de la Guerra Mundial.

Dicho esto, de regreso al tiempo del levantamiento

sincronizado de las plataformas continentales y el

consiguiente descenso del nivel del Océano Madre, durante

este espacio de tiempo biológico nos encaramos a un

despliegue de ramas marinas de masa tal, cada más más

creciente, lo suficientemente poderosa para ejercer una

presión desde el interior hacia el exterior, deviniendo la

causa del Gran Salto de la vida marina a la vida aérea. Esta

será la línea de la que, andando el tiempo, nacerá la Gran

Rama de los Mamíferos.

Por el lado del Salto del Agua a Tierra Firme el Autor

Divino deja de lado el nacimiento de la Gran Rama Anfibia

Madre del Mundo de los Dinosaurios. Ya vemos que el

Autor salta del Tercer Día al Quinto, salto que hemos

seguido en el Punto anterior deduciendo de la Lógica el

movimiento de la Realidad. Un Salto hecho a consciencia

que nos permite comprender que durante el tiempo de

Transformación de la Atmósfera Primigenia por el primer

reino de los árboles y hasta que la presión de la masa

biológica marina produjo la Evolución de los peces en las

Primeras Aves, durante este entreacto tuvo lugar el

Acontecimiento de la Expansión del diámetro de los Cielos y

su Reorganización estelar en Constelaciones Fijas en el seno

de la Estructura Astrofísica Celeste Global. Es decir, la

energía alrededor del Sistema Solar y dentro de la propia

Tierra experimentó una transformación ecuacional; de

donde podemos decir que la Creación de la Vida se produce

en condiciones de energía superior al nivel de energía

requerido por la Evolución una vez el Árbol de la vida ya se

independiza en el seno de su Naturaleza específica.

Igualmente, que el tiempo geológico transcurrido entre la

Creación y la multiplicación de la masa viva necesaria para

producir una presión biológica creadora del Salto de un

sistema marino a un sistema atmosférico: debemos contarlo

desde una medida geológica activa. Los especialistas están

ahí para, partiendo de los datos sueltos existentes, recrear,

una vez abandonadas las imágenes para ignorantes

desarrolladas durante el siglo XX, el escenario global sobre

cuyas tablas se produjo el movimiento.

En el orden de la Información bíblica tenemos en

primer lugar: la Creación del reino vegetal y su colonización

de tierra firme; y, en segundo lugar: el aumento de la vida

marina hasta formar esa presión de masa que produciría el

Salto de la vida marina a la aérea, de la que por lógica de su

adaptación a la vida arborícola habría de proceder el reino

de los Antropoides.

El punto en cuestión que siempre nos quedará en el aire

será conocer a ciencia cierta en qué instante de la historia

del Mundo de los Dinosaurios se produjo este Salto de la

vida marina a la aérea. No obstante la incertidumbre el

Texto nos dirige. En el Día Quinto dijo Dios “…y

multiplíquense sobre la tierra las aves”. Para en el Día Sexto

decir enseguida: “Brote la tierra seres animados según su

especie, ganados, reptiles, bestias de la tierra según su

especie”. De aquí se puede deducir que el Gran Salto

predecesor del Reino de los Mamíferos tuvo lugar en alguna

parte al extremo de la Historia Final del Mundo

Prehistórico directamente surgido del Océano Madre. El

reino de los Monstruos Leñadores había cumplido su

objetivo; los Bosques Prehistóricos fueron talados, dejando

bajo la luz del sol grandes valles. La Transformación

Química de la Atmósfera Primigenia había igualmente

alcanzado su punto final. El Oxígeno le puso Fin a la

Historia del reino de los Monstruos Leñadores.

De todos modos no debemos ver el Salto de la vida

marina a la aérea bajo la luz de un prisma exclusivo. Quiero

decir, la Evolución tiene sus etapas, cada ola le abre camino

a la siguiente; de manera que al producirse el salto de la

rama biológica de la que saldría el mundo de los simios

antropoides podemos situar este momentum en alguna

parte del proceso de intersección entre el Fin de una Era y el

Principio de otra.

Que la Vida se posara en tierra nos descubre la

desaparición de los dinosaurios. Que la Vida evolucionase

en la dirección de las especies paternas de todas las

existentes al Presente nos descubre igualmente el Fin de la

Era de los Monstruos como Pasado, y el Principio del reino

de los Mamíferos como el Acontecimiento del Futuro.

Nos queda entrar en el nacimiento del Antropos, padre

del Homo Sapiens. Punto sobre el cual la Ciencia ya ha

marcado las líneas, pero sobre el cual, sin embargo,

arrastrada por su prejuicio anticreacionista, nos ha dejado

sobre un escenario irreal, absurdo.

Parece evidente que la rama Antropoide tuvo su

nacimiento en el Bosque Prehistórico de finales del Mundo

de los Dinosaurios. Y que en el corazón de aquellas familias

de Simios Antropoides el que más tarde sería el padre del

Homo Sapiens desarrolló su inteligencia y formó su

estructura aerodinámica. No parece difícil comprender que

definiéndose la rama antropoide en su relación con el

mundo salvaje dentro de un contexto físico, el desarrollo de

un lenguaje primario de comunicación entre las familias del

bosque, alertando del peligro de acercamiento a sus lugares

de las grandes bestias de finales del Mundo Dinohistórico,

elevase a la familia dotada de semejante poder de

comunicación primaria a la jefatura interfamiliar. Este sería

el Antropos. Del cual nacería, andando el tiempo, el Homo

Sapiens, padre del Primer Hombre.

IV

Díjose entonces Dios: “Hagamos al hombre a

nuestra imagen y semejanza, para que domine

sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo,

sobre los ganados y sobre las bestias de la tierra, y

sobre cuantos animales se mueven sobre ella”.

El Movimiento en el Tiempo de la Creación de la Vida a

Imagen y semejanza de la Divina nos abre la Inteligencia a

un universo de conocimiento de tal magnificencia y

grandeza como nunca generación alguna pudo imaginar.

Esta obertura nos exige desprendernos del universo ficticio

en el que la Ciencia se internó en represalia contra la actitud

de la Teología Oficial de las iglesias, para acabar creando

ese castillo en el aire que es la CSXX, y que, por lógica, no

resistirá EL EMBITE DE LA TORMENTA que se acerca.

Mientras antes se desaloje ese castillo y sus herederos lo

dejen desintegrarse en el aire menor será el daño; pues de

insistirse en su defensa su caída a tierra puede poner en

peligro la Paz Mundial.

En este orden que las escamas se transformasen en

plumas y las plumas en pelos; las aletas en alas y patas, y las

alas en brazos, la sucesión evolutiva nos parece,

filogenéticamente hablando, elementalmente natural. Los

tiempos será de otro orden. Lo que aquí nos preocupa, en

definitiva, es romper esas imágenes artificiales creadas para

consumo de masas y presentan el mundo de los dinosaurios

en el seno de las condiciones globales típicas de nuestro

propio mundo. Otro tanto pasa a la hora de la recreación del

origen de las familias de simios antropoides que ejercieron

de especies de acompañamiento al tronco del que nacería el

Antropos, padre del Homo Sapiens.

Así pues, situado el nacimiento del Antropos en el

Bosque Prehistórico, nos toca situar el Origen del Homo

Sapiens, su hijo, en el Valle. Esta Revolución filogenética

debemos emparentarla con un Hecho Cósmico de

importancia vital: La Tierra como Paraíso de especies de

toda suerte, de donde tomar parejas sin número con las que

vestir el Mundo de Origen de los hijos de Dios a los que la

Palabra se refiere cuando dice: “Hagamos al hombre a

nuestra imagen y semejanza”.

Esta cuestión de la Tierra como mundo de exploración

por parte de civilizaciones de otros mundos es un asunto

dejado de la mano de Dios y recogido por las manos de la

ciencia-ficción, con el consiguiente deterioro de la visión

que le corresponde a su recreación por parte de nuestra

inteligencia. El Hecho le pertenece a la Historia de la Tierra,

en especial, y a la Historia de la Creación del Universo, en lo

general. A nosotros nos cabe comprender que siendo los

Cielos y la Tierra de la Propiedad exclusiva de su Creador es

a Él y únicamente a Él a quien le tocaba escribir dentro del

libro de la Historia de la Tierra los capítulos que habrían de

escribirse. Las argumentaciones de la ciencia-ficción sobre

si era improcedente o procedente una interrelación entre

nuestro Mundo y el Mundo de esos hijos de Dios a los que

Dios se dirige en su Decreto de Formación del Hombre a la

Imagen y Semejanza de todos ellos, estas argumentaciones

no tienen ni cuerpo, ni materia en el terreno de la realidad.

El Creador del Universo y de la Vida es quien escribe el

Principio y el Futuro de su Obra.

En este orden, entonces, la creación del Árbol de las

especies en la Tierra puso en vivo una rama del Árbol de la

Vida Cósmica, rama sui generis cuyo paso por la Creación

había de concluir su movimiento con su traslado al Mundo

del propio Señor Dios, Creador de los Mundos, pasados,

presentes y futuros. Todo Mundo en su Infancia es un

Paraíso con el que Dios viste el suyo; el acceso al cual es

libre para todos los hijos de Dios. Y sería esta Libertad de

movimiento la que observada por el Antropos desde las

fronteras de su reino arborícola generó en su Ser la segunda

de las propiedades de la Inteligencia: La Imitación. Este

Imitación del movimiento a dos piernas sería el Principio

del Homo Sapiens y sus familias.

Cuánto tiempo duró esta evolución antropológica de la

vida arborícola a la vida en el valle, desplazándose el Homo

Sapiens entre las familias salvajes de aquellos tiempos

siguiendo la Imitación de los dioses: Movimiento sobre dos

piernas; esta cantidad de tiempo pertenece a la esfera de la

Concepción de la Actividad Creadora por un Ser Divino que

tiene en la Eternidad su tiempo natural y produce y dirige

su Actividad Creacional en razón de Su naturaleza eterna.

Pararnos a establecer un número es un ejercicio de vanidad

tan absurdo que por absurdo no merece la pena ni pararse.

Los hechos son los hechos y a ellos nos remitimos.

Las aventuras del Homo Sapiens en las edades del

Paleolítico, desde que se pone sobre sus piernas en el Valle y

se mueve entre las grandes bestias salvajes de las que

descienden la Fauna actual, esta Aventura está por ser

escrita. Pero que el Homo Sapiens, físicamente hablando, se

impuso entre las familias de las bestias del valle paleolítico

en razón de su fuerza física es una conclusión que se nos

descubre en las grandes construcciones megalíticas que nos

ha dejado en legado su paso sobre la Península Ibérica. Que

además de la Fuerza física, el Homo Sapiens tuvo en su

inteligencia su arma más poderosa lo tenemos igualmente

reflejado en sus museos murales ibéricos y galos, Altamira

Lascaux, etcétera. Desafortunadamente para todos la

ignorancia prejuiciosa de la cosmología del XX contagió con

su virus malicioso a todas las ramas del árbol de las

ciencias, legándole al XXI una historieta de las familias

humanas del Paleolítico tan intelectualmente pobre y

deprimente como para diagnosticarle a la inteligencia de las

ciencias de la Historia de la vida en la Tierra una patología

severa, contagiosa, víricamente maligna, promotora de las

guerras mundiales mediante su defensa de la naturaleza

dual del hombre. Si en las edades clásicas del mundo

antiguo el ser humano fue dividido en esclavos y libres; con

la llegada del mundo moderno la división pasó a ser entre

fuertes y débiles. Para finalmente en la edad atómica la

división mantenerse entre pobres y ricos. Tres fases de una

misma esquizofrenia maligna que, como hemos visto en el

siglo XX, de sus efectos demoledores debemos concluir que

el momentum final de este movimiento debe conducir a la

vida en la Tierra a una orgía apocalíptica global de las

civilizaciones presentes, alienación de lo espiritual en lo

humano mediante.

Pero no es tiempo de crítica, sino de reconstrucción de

una Memoria perdida en los milenios, sujeta a

interpretaciones esquizoides, las unas por una razón las

otras por otras razones, pero todas conducentes a mantener

la Creación del Hombre a la Imagen y Semejante de su

Creador en la condición de las bestias, atómicamente

vestidas, pero bestias predispuestas a mantener esa división

ancestral a cuyo abismo fue la Vida Humana en la Tierra

arrastrada por la Caída del primer reino historizado, Caída

provocada cuando el primer rey cuya cabeza ciñó corona

entre los pueblos del mundo cayó en el error de creer que la

Imagen y Semejanza a la que había sido el Hombre llamado

tenía por objetivo alzarse como Dios en la Tierra. El objetivo

original revelado en la Persona de Cristo Jesús, “el Hombre

fue creado para realizar en su ser la condición de los hijos

de Dios”, no creo necesario insistir en un Punto sobre el que

volveremos hablando de la Caída. Sobre lo que sòi creo

necesario insistir es en la pobreza intelectual de la ciencia

del XIX y del XX cuando proyectó la Ecosfera tal cual existe

miles de años después a las Edades de un Paleolítico cuya

Ecosfera se caracterizó por la exuberancia de sus reinos,

tanto vegetal como animal. Es deprimente, hasta el punto

de aconsejarles a los biólogos y antropólogos una visita al

psiquiatra, ver sus pinturas sobre las propiedades de la

Ecosfera en cuyo seno hizo el Homo Sapiens su Camino

desde el Paleolítico hacia el Neolítico. Es verdad, saltar de la

incredulidad religiosa a este estadio de afirmación de la

Evolución como instrumento al servicio del Creador del

Árbol de las especies, puede parecer a saltar de un extremo

al otro. Ahora bien, nuestra generación no hereda de la

Teología y de la Ciencia sino aquellas palabras que vienen

de la Sabiduría, aquellas que han tenido en el orgullo de los

hombres su cuna las rechazamos por espúreas, portadoras

de virus maligno, semilla de patología intelectual y

enfrentamiento entre las criaturas de Dios.

Al igual que contra las imágenes ficticias para consumo

de las masas tocante al mundo de los dinosaurios y su

desaparición artificial por ese meteorito, respuesta de

ignorantes para ignorantes, papilla para chiquillos

intelectuales, debemos rechazar esas imágenes de un Homo

Sapiens enclenque y raquítico, carnívoro y caníbal; son

imágenes para consumo de idiotas intelectuales, forjadas

por idiotas intelectuales de peor calaña por en cuanto

teniendo delante las construcciones megalíticas del Homo

Sapiens y sus Altamiranas Obras de Arte en su maldad

prejuiciosa persisten en mantener esa imagen de un

Hombre Paleolítico escuálido y miserable en medio de un

Mundo Animal Salvaje infinitamente más poderoso que el

heredado por sus lejanos parientes de nuestros días.

En este orden y ya puestos es justo observar que la

Creación ha seguido dirigiendo el ritmo de la Vida en

oleadas. Esta sucesión es la que ha confundido a los

antropólogos y sigue confundiéndolos cada vez que

descubren la existencia del Homo Sapiens un tercio más

adentro hacia los principios del Paleolítico. La

sincronización entre los Sapiens pobladores de los

diferentes continentes se produjo acorde a las propiedades

naturales a las estructuras de esos continentes. Las Razas

vinieron igualmente pautadas por esas propiedades. De

donde se deduce que tan absurda es la interpretación

religiosa del origen de la humanidad desde una única pareja

humana, como absurda es la interpretación científica de

haber tenido su origen todas las razas humanas en algún

punto de África.

Poca duda cabe, en su desprecio por la Fe, la Ciencia se

fue al extremo opuesto, para acabar cayendo en la misma

trampa donde la Teología se cogió las piernas. Mantener

que el Hombre nació en África Negra y que del Primer Tipo

Homínido Negro surgió el Blanco, el Amarillo, el Rojo, y el

Oliva, tan demente es lo último como lo primero: Que el

Blanco fue el padre del Negro, del Amarillo, del Rojo y del

Oliva. La verdad incontestable es que el Árbol de la vida en

la Tierra echó sus Raíces bajo las aguas del Océano Madre,

sacó su Tronco fuera de las Aguas y expandió su Ramas por

todas los Contingentes, sobre cuyas tierras las diferentes

Ramas del Gran Árbol de las especies extendió sus Brazos,

depositando en el Tiempo las semillas de las que vinieron a

Luz las distintas Familias Humanas sobre las que Dios

llovió su Palabra : “Hagamos al Hombre a nuestra Imagen y

a nuestra Semejanza”.