el vaso de leche 2.docx

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I. OPCIONES MLTIPLES. Encierra en un crculo la letra de la nica opcin correcta. 1 punto c/u.01. Qu tipo de personas vivan en el conventillo? (EL DELINCUENTE)a. Slo gente pobre.b. De toda condicin.c. Slo gente de dinero.d. Slo ladrones.02. El narrador ejerca el oficio de : (EL DELINCUENTE)a. zapatero.b. Mecnico.c. Chofer.d. Peluquero.03. El ladrn fue descubierto porque: (EL DELINCUENTE)a. Llevaba una ganza dentro del zapato.b. Portaba una llave en un bolsillo.c. Tena un anillo entre sus ropas.d. Todas las anteriores.04. El joven lleg al puerto en un vapor ingls procedente de: (EL VASO DE LECHE)a. Inglaterra.b. Brasil.c. Punta Arenas.d. Iquique.(EL VASO DE LECHE)05. :El protagonista llevaba tres das sin comer, pero no peda alimento porque:a. Tena orgullo.b. Se avergonzaba de su condicin.c. .No hablaba ingls.d. Le quedaba algo de dinero..06. El colocolo aparece descrito como: (EL COLOCOLO)a. Un pjaro negro con grandes alas.b. Un ratn con plumas y hocico puntiagudo.c. Un ratn con el lomo amarillo y hocico corto.d. Un murcilago de color oscuro.07. Lucas Ramrez nunca obtuvo respuesta a su pregunta porque: (UN MENDIGO)a. No se ubicaba en un lugar adecuado.b. La gente pasaba sin verlo.c. Lo insultaban antes de que hablara.d. Jams lo dejaron terminar la pregunta.08. La esperanza que tena Lucas Ramrez al salir del hospital era: (UN MENDIGO)a. Volver al norte junto a su familia.b. Ingresar a una casa de reposo.c. Encontrar a un antiguo amigo.d. Trabajar como lustrabotas.FILA A09. La seora ayuda al joven hambriento porque: (EL VASO DE LECHE)a. Pens...

El vaso de leche[Cuento. Texto completo]Manuel RojasAfirmado en la barandilla de estribor, el marinero pareca esperar a alguien. Tena en la mano izquierda un envoltorio de papel blanco, manchado de grasa en varias partes. Con la otra mano atenda la pipa.Entre unos vagones apareci un joven delgado; se detuvo un instante, mir hacia el mar y avanz despus, caminando por la orilla del muelle con las manos en los bolsillos, distrado o pensando.Cuando pas frente al barco, el marinero le grit en ingls:-I say; look here! (Oiga, mire!)El joven levant la cabeza y, sin detenerse, contest en el mismo idioma:-Hallow! What? (Hola! Qu?)-Are you hungry? (Tiene hambre?)Hubo un breve silencio, durante el cual el joven pareci reflexionar y hasta dio un paso ms corto que los dems, como para detenerse; pero al fin dijo, mientras diriga al marinero una sonrisa triste:-No, I am not hungry! Thank you, sailor. (No, no tengo hombre. Muchas gracias, marinero.)-Very well. (Muy bien.)Sacose la pipa de la boca el marinero, escupi y colocndosela de nuevo entre los labios, mir hacia otro lado. El joven, avergonzado de que su aspecto despertara sentimientos de caridad, pareci apresurar el paso, como temiendo arrepentirse de su negativa.Un instante despus un magnfico vagabundo, vestido inverosmilmente de harapos, grandes zapatos rotos, larga barba rubia y ojos azules, pas ante el marinero, y ste, sin llamarlo previamente, le grit:-Are you hungry?No haba terminado an su pregunta cuando el atorrante, mirando con ojos brillantes el paquete que el marinero tena en las manos, contest apresuradamente:-Yes, sir, I am very hungry! (S, seor, tengo harta hambre.)Sonri el marinero. El paquete vol en el aire y fue a caer entre las manos vidas del hambriento. Ni siquiera dio las gracias y abriendo el e...

El trampoln - Manuel Rojas

HAY MUCHA gente que no cree en la suerte. Dicen que todo est determinado y que no sucede nada que no obedezca a leyes fijas, invariables, que provocan tales o cuales hechos, y que el hombre no puede escapar a lo que el destino le tiene reservado. Pero es indudable que hay un ancho margen para los acontecimientos imprevistos, una especie de puerta de escape de lo determinado y de lo prescrito, un burladero para lo fatal, un trampoln para los saltos de la suerte. Puede ser esto la casualidad, la eventualidad, puede ser lo que ustedes quieran, pero existe, y yo quiero demostrarlo contndoles un caso. Resignacin.Yo tengo un delito sobre mi conciencia. Legalmente, es un delito. Moralmente, no. Un tribunal me condenara; un hombre, a solas con su conciencia, sin investidura legal, me perdonara, encontrando en el fondo de mi acto un sentimiento noble; Yo no s ni conozco las proyecciones que mi conducta trajo consigo. Me conform con el hecho mismo, sin importarme lo dems;El caso es el siguiente:Hace ya bastantes aos, siendo yo un muchacho de veinte, estudiante de segundo ao de medicina, vena de Valparaso a Santiago, de vuelta de vacaciones, acompaado de un amigo que tena ms o menos la misma edad ma.Subimos al tren en la estacin del Puerto. Viajbamos en tercera clase. Mi familia era pobre y la de mi amigo tambin. Al llegar el tren a Bellavista vimos que suba un hombre con esposas, pobremente vestido, acompaado de un guardin armado con carabina y de un seor con aspecto de agente de polica. Dio la casualidad de que el nico asiento desocupado para dos personas estaba frente a nosotros y en l se ubicaron el reo y el agente. El guardin; despus de despedirse, descendi.Nosotros, jvenes, llenos an de piedad para la desgracia ajena, nos sentimos impresionados ante aquel hombre, joven tambin, esposado, expuesto a la curiosidad de todos. Una vez sentado se arrim bien a la ventanilla y mir por ella insistentemente, evitando ver nuestras miradas, que lo recorran de arriba abajo.Como he dicho, era joven, treinta aos a lo sumo, moreno tostado, con reflejos cobrizos en los pmulos; los rasgos de su rostro eran regulares. normales. Vesta un traje de mezclilla, muy arrugado, camisa sin cuello y calzaba gruesos zapatones, bototos que llaman. Todo l daba la impresin de un trabajador del norte, un minero, un calichero o un carrilano. Sentamos deseos de hablar con ellos y saber los motivos de la desgracia de aquel hombre, las circunstancias de la misma y tal vez el lugar donde se haba originado.Empezamos a hablar con el agente, charlando de asuntos sin inters, hasta que no pudiendo reprimir su curiosidad, uno de nosotros pregunt:- De dnde vienen?De Antofagasta.Y. por qu lo trae?El preso dio vuelta la cabeza y nos mir con aire de cansancio. Sin duda habran sido muchas las personas que hicieran La misma pregunta durante el largo viaje.Por homicidio respondi el agente. Homicidio?-S, mat a un amigo y compaero de trabajo.Nos callamos, sintiendo que nuestra simpata disminua antela desnudez del hecho. Pero el preso pareci darse cuenta de ello y dijo:-Si, as dicen, que yo lo mat; pero Dios sabe que no supe lo que haca y que nunca tuve esa intencin. Empez a hablar, y escuchamos, atnitos, el ms original de los relatos. Cmo lo iba a querer matar, patroncito, cuando lo quera tanto? Durante muchos aos anduvimos juntos y nos aprecibamos ms que si furamos hermanos. Nos conocimos yendo los dos en un enganche para las salitreras, y desde el primer momento nos hicimos amigos. Recorrimos casi todo el norte, sin separarnos, corriendo la suerte da tras da, por las salitreras, por las minas, por los puertos, por todas partes. Nos emborrachbamos juntos, y juntos caamos presos; salamos juntos tambin de la capacha. Con uno que trabajara, comamos los dos. Cuando uno se enfermaba, el otro lo cuidaba mejor que si fuera un pariente. Tenamos confianza ciega el uno en el otro y nunca hubo entre nosotros un s ni un no. En fin, para qu le cuento ms; nos queramos como caballo. Martn era muy juguetn y muy travieso y le gustaba payasear conmigo; a m tambin me gustaba. Eso fue lo que nos perdi. Era muy pesado de mano y me daba unas guantadas, muy fuertazas, que me dejaban atontado. Yo le atracaba tambin con todas mis fuerzas, pero l era mucho ms macizo y cuando pegaba, pareca que lo haca con una piedra. El me daba un puetazo y yo le daba otro; l me pegaba una cachetada y yo le plantaba otra; si me pellizcaba lo pellizcaba, y todo esto rindonos, sin pizca de rabia ni de mala intencin, como dos chiquillos. Hasta que una noche, patrn, en que estbamos borrachos en la oficina Baquedano, empezamos con la payasada: me estaba preparando para acostarme y me haba sacado ya la chaqueta, cuando viene por detrs y me da un coscacho que casi me aturde.Me doli muchsimo. Las manitos que tena Martn! Me dio rabia, y como tena el cuchillo en la mano, para ponerlo debajo de la almohada, me di vuelta y le hice as no ms, como para asustarlo, y no se fue a morir este.... tonto leso? Se muri, patrn, y yo sal corriendo, llorando a mares, gritando que haba muerto a mi compaero. Me llevaron preso, y aunque cont la verdad, nadie me crey. Dijeron que lo haba muerto peleando y me condenaron a cinco aos y un da. Nadie ha llorado ms que yo, patrn, porque yo era el nico que poda llorarlo con razn: l era mi amigo, mi compaero, mi hermano, y yo lo haba muerto sin querer, payaseando. Y no crean ustedes que tenga vergenza de mi condicin ni que me importe la condena. Lo nico que siento es que se haya muerto, y as, sin motivo, de una manera tan tonta. Qu desgracia, patroncito, qu desgracia!Call el hombre y volvi de nuevo a su actitud de aislamiento. El agente sonrea, mostrando debajo del largo bigote negro una hilera de dientes blancos. Sin duda que el asunto, contado as, resultaba un poco divertido; pero ni yo ni mi amigo sentamos deseos de sonremos. No habamos visto en el relato sino aquella ternura por el amigo muerto y aquella ingenuidad admirable, que se detena justamente en el lmite de la estupidez.No caba duda respecto de la veracidad de su relato y era indudable que en el fondo de su conciencia se consideraba inocente. Y en cierto modo, casi estoy por decir que absolutamente lo era, o que por lo menos no mereca ser condenado, ya que bastante pena y bastante angustia eran para l haber asesinado a la persona que ms quera, a su compaero, a su amigo, a aquel Martn que yo me imagin grande, colorado, gordo, con bigote color castao, risueo, despreocupado, vestido con camiseta, faja y pantaln negro.Les ofrec cigarrillos al agente y al preso. Aceptaron. El preso fumaba penosamente, levantando las dos manos para llevar y retirar el cigarrillo de la boca. El espectculo me impresion demasiado y sal hacia el exterior del coche, parndome a fumar en la plataforma.El tren corra a travs de los cerros que rodean Quilpue y Villa Alemana. Calles llenas de rosales; caminos que se prolongan desde los pueblitos hacia el campo, subiendo perezosamente los cerros; terrenos cultivados, alfalfares, campos de juego, jardines. Daba gusto mirar! Y daba pena acordarse de aquel que iba en el interior del coche y que durante tantos aos no podra echar a andar por un camino que le gustara, libremente, sin pedirle permiso a nadie.En fin, era ridculo que me dejara llevar por un sentimiento intil de piedad y conmiseracin. Lo que aquel hombre necesitaba era su libertad y nada ms. Ni la piedad ni la conmiseracin nuestra lograran amenguar una gota su amargura ni aliviar su desgracia:Cinco aos y un da! Estaba agarrado firmemente por las manos duras del presidio, que lo absorbera con su ancha boca oscura y lo devolvera a la calle cuando el ltimo da de su condena hubiera transcurrido. Ya no habra escapatoria para l. Desde la estacin ira al presidio, derecho, recto, fatalmente.Para olvidar el asunto y distraerme, empec a silbar y a cantar. Aprovechando el ruido de la marcha del tren, cantaba a grito pelado en la plataforma, fumando y mirando el paisaje. De pronto, el tren pite; iba llegando a La Calera. Entr a la estacin y par. Los vendedores de frutas y fiambres, de dulces, atronaron el aire con el reclamo de su mercadera y los pasajeros descendan a comprar. Otros se acercaban a las ventanillas. Entre la gente que bajaba, vi pasar al agente encargado de la custodia del preso. Me mir al pasar y me dijo:Voy a comprar algo de comer.- Y el preso? le pregunt.Se estar quieto; es muy tranquilo.Al bajar, la muerte lo sorprendi brutalmente. En lugar de descender hacia el andn de la derecha, junto al cual estaba detenido el tren, descendi hacia el de la izquierda, atravesando la va de los trenes de regreso. No alcanz a llegar, pues una locomotora lo tom de costado, echndolo sobre los rieles y pasndole despus por encima. Lo tritur horriblemente. Yo no pude gritar, tan grande fue mi impresin; pero en medio de ella me acord del preso y durante varios segundos pens infinidad de cosas.La muerte haba abierto para aquel hombre la pueda de escape de lo prescrito y lo determinado, y era yo el nico que poda sacarlo por ella o volverla a cerrar, pues nadie ms que yo, espectador casual del accidente, poda reconocer en aquel montn informe de carne al agente de polica y contar lo que pasaba. Mereca aquel hombre que se le diera una oportunidad para librarse de su condena? Yo creo que s y lo haba pensado ya as al considerar que era inocente, por lo menos en principio. Su remordimiento y su pena eran ya bastante carga para su alma. Por otra parte, el nico interesado, por obligacin del oficio, en que se cumpliera la condena de aquel hombre, era el agente y el agente haba muerto. La justicia, persona abstracta, habla perdido su representante, y mientras apareciera otro, aquel hombre estaba libre. Claro es que yoPero no quise pensar ms y entr al vagn decidido a facilitar el salto de aquel hombre en el trampoln de la suerte.Que cayera donde pudiera. Una vez dentro vi que mi amigo estaba muy plido y miraba fijamente por la ventanilla. Haba presencia do tambin el accidente, pues nuestro asiento era el ms cercano a la plataforma y daba hacia el lado izquierdo. Al yerme pareci interrogarme con la mirada. Sin duda tena en su cabeza idnticos pensamientos.- Qu hacemos?Los dems pasajeros estaban distrados, efectuando apresuradamente sus compras, y aquellos que ya tenan noticias del accidente, no sospechaban quin era el atropellado por la locomotora.ndate le dije al preso en voz baja, rpidamente. Y cmo, patrn? No ve cmo estoy? -me pregunt, mostrndome sus manos esposadas. Entrgueme a la polica, mejor. Despus, si me pillan, es peor. Yo vacil. El asunto sala ya de la simple simpata y de la aquiescencia piadosa y entraba en la franca complicidad. Pero mi amigo result ms atrevido que yo. Tom el sombrero del preso y ponindolo sobre las esposas, le dijo:Sujtalo ah.El hombre tom el sombrero con una mano y lo coloc de modo que le tapara las esposas.Vamos.El preso se levant. Estaba muy plido y tiritaba, no s s de alegra o de miedo, hasta el punto de castaetearle los dientes. Yo estaba tambin muy nervioso y me temblaban las piernas. Bajamos del tren hacia la derecha y salimos de la estacin tomando despus una calle cualquiera. Caminamos en silencio, sin mirarnos, entregado cada uno a sus reflexiones o a su angustia.Llegamos a las afueras del pueblo y buscamos un sitio solitario donde ocultarnos. Digo buscamos, y no es cierto; mi amigo era el que nos llevaba. Habla tomado la aventura por su cuenta y nos diriga con una audacia que nunca sospech en l. Nos dejbamos llevar, dcilmente, obedeciendo a su voluntad y, en cierto modo, descansando en ella. Nos escondimos detrs de un rbol.Busca dos piedras grandes, pronto.Encontr lo que me peda, y l, colocando una en el suelo, hizo poner al hombre una mano sobre ella y con la otra empez a golpear la argolla de hierro de la esposa. A m me pareca que los golpes se escuchaban desde la estacin. Vigilaba anhelante. De pronto o un grito. Ayayay, patrn!En lugar de pegar en la argolla, mi amigo, en su precipitacin, haba dado en la mano del hombre.Te estoy dando la libertad y todava te quejas dijo mi amigo.Pero pegue en la argolla, pues, patrn replic el preso.Por fin la esposa se parti en dos y el preso levant en el aire su mano magullada. Empezaba a saborear la libertad.Vamos, a la otra. Golpea t; yo me cans.Tom la piedra, y mientras mi amigo vigilaba empec a golpear la argolla de la otra mano. No resisti mucho tiempo, pues yo pegaba con precisin y firmeza. Una vez rota, mi amigo la cogi y la arroj entre las ramas del rbol. Ah qued enganchada.- Despus, nos encontramos los tres mirndonos de frente, sorprendidos. Haban pasado el entusiasmo y la angustia de la aventura. El preso, inmvil, pareca esperar nuestro consejo o nuestra palabra de liberacin. Tmido, a pesar de todo lo sucedido, no se consideraba an libre; se senta atado a nosotros y no se atreva a marcharse sin que se lo indicramos. Qu esperas? ndate le dije. Y procura no jugar con nadie teniendo un cuchillo en la mano y estando borracho.Si, patrn; para otra vez tendr ms cuidado.Empez a andar, despacio, sin mirar para atrs, en direccin al campo, a los cerros. Pero, sin duda, por vergenza o por otro sentimiento anlogo, nuestra presencia le molestaba y le impeda sentirse verdaderamente en libertad, porque de pronto ech a correr, a correr, cada vez ms ligero, hasta desaparecer en medio de un grupo de rboles.

El delincuente:la historia comienza en unconventillo, en la cual elprotagonistade esta, elmaestro Garrido, relata vivir en la primera habitacin del lugar justo al lado de la entrada y observar despus de su jornada laboral a la gente que ingresaba y sala, dndose cuenta de como les ha ido, y entre otros detalles ms, de acuerdo a Garrido.Un dasbadopor lamedianoche, el maestro detecta a dos sospechosos a la entrada del conventillo: un sujeto en estado deebriedady otro con apariencia de pillo, por lo que decide llevarlos a lacomisarajunto con su vecino elmaestro Snchez, ya que necesitara ayuda por el largo trayecto del viaje, tomando en cuenta que el lugar queda a ochocuadrasa pie y no tenanmedio de transporte. Sin embargo, Garrido y compaa de una manera muy curiosa ren y conversan, por lo que se dio cuenta de lo absurdo la situacin, despus de que su vecino el maestro Snchez dijera de forma bastante dura alborracho:"Camina animal". Finalmente al momento de dejar a los sospechosos en el lugar de justicia, ambos maestros marcharon tristes a sushogares.El vaso de leche:un joven desertor de unvaporde origeninglsprocedente dePunta Arenas, qued a su suerte en un lugar desconocido, en el que llevaba mendigando durante seis das enmuellesypuertos. En su antiguatripulacin, estuvo slo un mes all, en donde ayudaba a unaustracopescador decentollasy posteriormente se embarc ocultamente en unbarcoque iba haca el norte, pudiendo comer y vivir bien, en donde por desgracia para l, lo delataron y desembarcaron, pensando que era un infiltrado.Tras otro pequeo tiempo deambulando por las calles de lalocalizacin"desconocida" mencionada, el joven entr en unacafeteravaca en donde solo atenda ladueadel lugar y con xito logr que ella se compadeciese de l, dndole una porcin devainillasy un tazn deleche; despus de la accin, este se hech allorarcon desesperacin, recibiendo ms de una caricia de parte de la duea, quien lo consuela con la dulzura de unamor maternaly le deja servida la misma porcin anterior. Finalmente el hombre se despide agradecido de la mujer y se retira del recinto.Un mendigo:durante un soleado da deInviernocolortafetn, un tipo llamadoLucas Ramrezfue dado de alta delhospital. Aquel sujeto solo en laciudad, sin familia, trabajo y hogar, comienza a vagar por las calles solo con la "compaa" de sus muletas, las cuales hacan posible que estuviera en pie. Tras meses realizando esta actividad, se decidi buscar unalberguepara pasar la noche, acordndose de un viejo conocido suyo llamadoEsteban, quien podra ayudarle en su situacin, pero al no dar con la numeracin de la casa, recurri a unrestaurante, en donde fortuitamente, recibi muchodinero, despus de ser interrumpido al consultar. Sin embargo, Ramrez qued en una profunda perplejidad al no querer aceptar su condicin demendigo; revirtiendo su pensamiento, despus de que acudiera al lugar repitindose la situacin, de esta forma eligiendo su destino.El trampoln:en este cuento, el autor del libroManuel Rojas, relata su experiencia cuando era un estudiante demedicinae iba de vuelta de sus vacaciones realizadas enValparasohaca la capital,Santiagojunto con un amigo suyo entren. Rojas luego relata que al llegar el tren aBellavista, al frente de su posicin se situaron un oficial y un detenido. Rojas y su amigo le preguntan al oficial que crimen cometi el hombre, el cual respondihomicidio, teniendo l como antecedente que mat a un amigo y a un compaero de trabajo. Sin embargo, la versin del detenido fue la conmovi a Rojas y su acompaante, ya que estos percibieroninocenciaen los relatos vertidos del supuesto culpable.

Cuando eloficial de policase ausenta un par de minutos, cuando el tren es chocado por otra mquina que arribaba en laestacin de tren, los protagonistas no dudan en que el prisionero debe huir, pues lo consideran inocente. Es as como un "trampolnde la suerte" le ayuda a aquel sujeto evitar lacrcel, su ms inminente destino.El Colo-Colo:tres amigos durante una glida noche en el rancho deJos Mara Pincheirasituado en elfundo Los Perales, entre conversaciones yvino calientealrededor de una fogata, "naci" posteriormente el tema defantasmasy criaturas anormales, por lo cualVicente Montero, uno de los personajes presentes en el momento, afirma que su padre fue asesinado por elColo-Colo, una especie de roedor cubierto de plumas, con lengua deserpientey llanto de beb, acusado de matar a los hombres tragndoles saliva.Al terminar la historia, Vicente se retira de la reunin algoborracho, y se sube a sucaballopara emprender rumbo a suhogar. Durante el camino, entre sueos el hombre logra ver a unratnhorrible que le persigue, cayendo bruscamente por el susto, despus de que salta en la barba de Montero. Al recuperarse raudamente, este toma una piedra dispuesto a atacar al engendro. Luego, acercndose al cadver, encontr sureloj Walthamhecho trizas.

El vaso de leche y otros cuentos (Anlisis) De Manuel rojasEl delincuente:en medio de la noche el maestro Garrido se encuentra con dos hombres sospechosos a la entrada del conventillo: uno borracho, el otro con apariencia de pillo. Junto con su vecino, el maestro Snchez, llevan a los hombres desconocidos a la comisara. En el camino hacia el lugar de justicia, ren, conversan, el maestro Garrido descubre lo absurdo de la situacin. Cuando llegan al destino el ladrn y el borracho quedan detenidos. Los dos hombres honestos vuelven a sus hogares con una profunda tristeza.El vaso de leche:un joven desertor de un vapor ha quedado a su suerte en un puerto desconocido, en el que fue dejado al ser descubierto de polizonte en otro barco que navegaba al norte. No tiene con qu sustentarse y su orgullo le ha impedido mendigar comida. Ha llegado al lmite del hambre, decide entonces entrar a una lechera y comer sin pagar, dispuesto a cualquier consecuencia. En el lugar pide un vaso de leche y vainillas, luego de comer el joven siente como el llanto sube desde su pecho hasta sus ojos: llora desconsoladamente. En medio de su llanto la duea de la lechera acaricia su cabeza, lo consuela con la dulzura de una madre, le deja sobre la mesa otra porcin de vainillas y otro vaso de leche. Finalmente el hombre se despide agradecido de la mujer y se retira del lugarUn mendigo:Lucas Ramrez fue dado de alta del hospital. Est solo en la ciudad, sin familia ni casa. Comienza a vagar por las calles afirmado por sus muletas hasta que la noche cubre el cielo y la temperatura desciende. Tiene que buscar un sitio donde pasar la noche. Recuerda la direccin de un viejo amigo que por casualidad se encontraron en el hospital, decide visitarlo para pedir albergue. Lamentablemente no da con la numeracin de la casa. Se acerca a un hombre que momentos antes haba salido de un restaurante, para consultar por la direccin, el sujeto no lo deja terminar su consulta y al verlo tan pobre le da varias monedas. El protagonista an no quera aceptar su condicin de mendigo, quedo en una profunda perplejidad. La situacin se repiti de nuevo y se sigui repitiendo las noches siguientes. Lucas Ramrez entonces decidi su destino: cada noche mendigaba a la salida del restaurante.El trampoln:dos estudiantes de medicina viajan en un tren, al frente de su posicin se instalan dos hombres: un oficial y un prisionero. Los jvenes preguntan qu crimen haba hecho el reo, el mismo aludido es quien les cuenta que mato a su mejor amigo por error. La historia conmueve a los estudiantes ya que perciben la inocencia y verdad en sus palabras. El destino del hombre da un giro cuando el oficial se ausenta unos minutos y al salir del tren es atropellado por la otra mquina que llegaba a la estacin. Los protagonistas no dudan en que el prisionero debe huir, pues lo consideran inocente. Es as como un trampoln de la suerte ayuda al reo a esquivar su destinoEl colocolo:tres amigos comparten alrededor de una fogata. Entre conversaciones y vino caliente, comienzan a hablar sobre las apariciones de fantasmas y criaturas mgicas del campo. Uno de los personajes cuenta la historia del colocolo, una especie de roedor cubierto de plumas y lengua de serpiente, acusado de matar a los hombres tragndoles la saliva. Al terminar la historia uno de los tres amigos se retira de la reunin, algo borracho sube a su caballo y emprende rumbo a su hogar. En el camino, el hombre ve entre sueos que un ratn horrible le persigue y salta a su barba, asustado cae del caballo. Al recuperarse observa que a unos metros un par de ojillos brillantes le observan. Est seguro que es el colocolo y no duda en tomar una piedra y a atacar al engendro. Se acerc a recoger el cadver pero en su lugar encontr hecho trizas su reloj recin comprado (71-88).