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El valor de las exportaciones netas mexicanas de cocaína, 2006-2010 Carlos Resa Nestares RESUMEN Los ingresos netos de México por exporta- ciones netas de ma- rihuana disminuye- ron de 4,2 mil millo- nes de dólares en 2006 a 2,9 millones de dólares en 2010. En términos de PIB pasó del 0,44% en 2006 al 0,27% en 2010.

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El valor de las exportaciones netas mexicanas de cocaína,

2006-2010 Carlos Resa Nestares

RESUMEN Los ingresos netos de

México por exporta-

ciones netas de ma-

rihuana disminuye-

ron de 4,2 mil millo-

nes de dólares en

2006 a 2,9 millones

de dólares en 2010.

En términos de PIB

pasó del 0,44% en

2006 al 0,27% en

2010.

Introducción ¿Cuál es la contribución de la industria de drogas ilegales a la economía de México? Por la inflación de datos que se presentan en los medios de comunicación de masas, parece que no es difícil su estimación. Una revisión superficial de los medios de co-municación y artículos científicos de los veinte últimos años permite extraer varios centenares de estimaciones, cuyas diferencias no se pueden explicar ni en términos de las transformaciones temporales propias del mercado de las drogas ni por los diferentes conceptos utilizados ni tampoco por la oscilación de las metodologías uti-lizadas. Y ello sin contar los millares de referencias obtusas del calibre “miles de mi-llones”, “decenas de miles de millones” o incluso “billones”.

La introducción de algún tipo de guarismo, cualquiera que sea la fiabilidad del mismo, parece querer contrarrestar, con el prurito mágico de cientificidad que apor-tan los números, el aspecto mítico-teológico que tantas veces se ha señalado en la información sobre el crimen organizado que reproducen los medios de comunica-ción de masas y, de manera subsidiaria, la academia (Albanese 1996:91-130; Bell 1962; Hall 1996:76-108; Hawkins 1969; Smith 1975). Con contadas excepciones, las estimaciones no refieren la metodología utilizada y a menudo las fuentes se escon-den detrás de frases indeterminadas o de ninguna fuente en absoluto. Steiner (1997:18) denomina a este tipo de cifras, no por más reiteradas menos insustancia-les, como “estimaciones folclóricas”. Reuter (1984) opta por otro calificativo más inocuo: “números míticos”. Y uno de los más acendrados críticos, Naylor (2003:302), citando como origen último a Francisco Thoumi, las denigra como “pornografía es-tadística”.

Pero, más allá de la fiabilidad de las mismas, las cifras nacen por su propio cauce. En este caso sí, la demanda de numerología crea su propia oferta. “Si conseguir una aproximación a la renta total del contrabando de seres humanos (por ejemplo, los inmigrantes ilegales) es útil para una comisión de investigación en el Congreso o para un procedimiento regulatorio, entonces es seguro que aparecerá un organismo que produzca dicho número” (Reuter y Truman 2004:22). Las drogas ilegales entran dentro del mismo saco de comportamientos. Existe escasa información fiable y gran-diosas rentas de aparatos burocráticos concretos en la consecución de su objetivo intermedio de acalambrar a la opinión pública con el espantajo de los peligros del comercio de sustancias ilegales. Los números son importantes dentro de esa estra-tegia. Son una pata de una estrategia más amplia en la que los medios de comunica-ción son actores principales, por acción o por omisión.

Metodología Para superar la precariedad metodológica que muestran los guarismos existentes con la excepción de Kilmer et al (2010), se trata en este ensayo de aumentar la serie histórica que ya recreé para los años que van de 1961 a 2000 (Resa Nestares 2005:123-403) mediante un experimento más sofisticado que trata de estimar el tamaño del mercado de drogas en México teniendo en cuenta tan sólo su principal vector: el de las exportaciones.

Se deja al margen la cuantificación del mercado interno por dos motivos. Primero, su cuantía económica sigue siendo mucho menor, aunque, a tenor de las cifras pro-porcionadas por las encuestas de consumo (Villatoro Velázquez et al 2012), haya experimentado una tendencia ascendente desde que Resa Nestares (2002) estimó que en 1998 el mercado interno apenas acumulaba trescientos millones de dólares en ventas minoristas. Segundo, y principal, existe una restricción de datos. Muchos de los instrumentos que permiten valorar la demanda externa no existen para la demanda interna en México. No se dispone ni de las cifras de consumo por persona ni, sobre todo, de series que verifiquen la evolución de los precios de la droga ven-dida al por menor.

Una segunda restricción del presente estudio, más residual desde una perspectiva cuantitativa, se refiere a las sustancias que se incluyen en el análisis. Este trabajo se limita a estimar la aportación de las exportaciones de cocaína, heroína, marihuana y metanfetamina, dejando así al margen otras drogas, como el peyote o el éxtasis, cuya importancia cuantitativa es mucho más reducida.

Para llevar a cabo esta investigación científica se utiliza un método de demanda. Es decir, a partir de la demanda de los mercados a los que se exportan drogas desde México se trata de inferir la cuantía de las exportaciones a partir de la fórmula básica de:

n

i

ijijijijijij

n

j

PLPEDCPVEDI

1 1

, donde

— VEDI es el valor de las exportaciones de drogas desde México;

— i es cada sustancia que se exporta desde México y que, a efectos de este estudio, se limita a la cocaína, la heroína, la marihuana y la metanfetamina;

— j son los países hacia donde se dirigen las exportaciones mexicanas de cada droga;

— ijP es el precio medio estimado de importación de la droga i en el país j;

— μij es la penetración de las importaciones mexicanas sobre el total de impor-taciones de la droga i en el país j (0≤μ≤1);

— Cij es la demanda final de la droga i en el país j, que se calcula a través de la fórmula:

ijijij NC , donde

— Nij es el número de consumidores de la droga i en el país j; y

— ij es la cantidad media de droga i consumida por usuario promedio en

el país j;

— Dij es la cantidad de droga i decomisada por las autoridades estatales en el país j;

— PEij es la cantidad de droga i perdida por otras causas en el país j; y

— PLij es la producción local de droga i en peso en el país j que se dedica al con-sumo local.

No se ignoran las debilidades de este enfoque y de las cifras elegidas para hacer los cálculos, que se desgranan a lo largo del texto. Las dificultades para obtener valores con un mínimo de fiabilidad estadística en cada apartado son enormes. Puede que, como señala Naylor (2003:8) con ironía, en última instancia haya que rogar a “la vana esperanza de que todos los errores sean aleatorios y que de algún modo se eliminen entre sí”.

No obstante, y con todos sus obstáculos, se prefiere esta receta a partir de la de-manda externa en un sector volcado a la exportación a los métodos basados en el flujo de mercancías o capitales, que dependen en exceso de supuestos arbitrarios con escasa base empírica, o a los que se basan en las cifras de producción. Estos úl-timos, cuyos datos proceden en teoría de las fotografías por satélite realizadas al efecto por el gobierno de Estados Unidos en territorios fuera de su jurisdicción, un método en apariencia sofisticado, tienen múltiples problemas para interpretar la realidad sobre la superficie de un modo apropiado (Thoumi 2003:143-4).

Por si fuera poco, con demasiada frecuencia a lo largo de su breve historia de tres décadas han estado sometidos a criterios políticos más allá del supuesto rigor cien-tífico y han tendido a castigar a los países antagónicos con cifras altas y premiar a los gobiernos amistosos con guarismos más reducidos (Reuter 1984, 1994, 1996). Lo elevado de la mayor parte de las estimaciones de producción de drogas realizadas por este método, una práctica reiterada y que no permite conciliar sus cifras con las de consumo en Estados Unidos, se ha señalado como una estrategia para externali-zar los problemas que conlleva el comercio de drogas.

Y, por si estos inconvenientes fuesen menores, las revisiones anuales de estas cifras han tendido a ser de naturaleza magnífica, lo cual impide la realización de una apro-ximación histórica apropiada. A falta de estudios independientes que rectifiquen esta percepción, y que no se han permitido hasta la fecha, la credibilidad o, con más propiedad, su falta de credibilidad no permite tomarlos como base para una inves-tigación académica.

Cocaína La industria mexicana de drogas vende cocaína, que no produce y que importa casi siempre desde Colombia, a los mercados de dos países: Canadá y Estados Unidos. Aunque no se ignoran episodios esporádicos de exportaciones a otros países, sobre todo en Europa, las cantidades aparentes, es decir, aquellas que pueden inferirse a partir de las expropiaciones del sector público, son muy pequeñas.

Se han registrado tanto casos de cocaína que llega a Europa tras ser transbordada en algún puerto de México como detenciones de mexicanos en Europa y otros países del mundo cuando trataban de introducir pequeñas cantidades de cocaína, pero su número y su volumen son muchísimo menores como para que esta segunda ruta de exportación varíe con intensidad los resultados de la industria mexicana de drogas. En España, por ejemplo, del total de nueve mil ochocientos sesenta correos juzgados por importación de cocaína entre 2000 y 2014, cuatrocientos doce, el 4,2 por ciento del total, procedían de México (Resa Nestares 2015).

A partir de esta evidencia, el estudio se concentra en el consumo de cocaína en los dos países norteamericanos. La estimación de la cocaína consumida, que toma como

punto de partida los datos ofrecidos por Kilmer et al (2002a), aunque sometidos a cuidadosa revisión, sigue la fórmula:

i

iiiiii

PMGC

GEGMUONUOGMUCNUCCCCUSA

, donde

— CCUSAi es la cantidad de cocaína pura consumida en Estados Unidos en el año i;

— NUCi es el número de usuarios compulsivos de cocaína durante el año i;

— GMUCi es el gasto medio en cocaína realizado por los consumidores compulsi-vos de cocaína en el año i;

— NUOi es el número de usuarios ocasionales de cocaína durante el año i;

— GMUOi es el gasto medio en cocaína realizado por los consumidores ocasiona-les de cocaína en el año i;

— GEi es el gasto en especie que realizan los consumidores estadounidenses de cocaína durante el año i;

— PMGCi es el precio medio del gramo de cocaína pura en la venta al por menor en el año i.

Las encuestas acerca del uso de drogas presentan dos debilidades que han sido re-petidas hasta la saciedad. Por una parte, y pese a todas las inferencias que se puedan realizar para superar esta traba, dependen en exclusiva de la buena voluntad de los individuos para responder de un modo que se asemeje a su comportamiento real. Se sabe que en asuntos de gran sensibilidad social como es el consumo de drogas, que está penalizado con severidad por la legislación y por la moral pública, el grado de fiabilidad de las respuestas es bajo (Edwards 1953; Falck et al 1992; Fendrich et al 1999a, 1999b; Harrell 1985; Harrison 1995; Harrison y Hughes 1997; Johnson, Gerstein y Rasinski 1998; Katz et al 1997; Kim, Fendrich y Wislar 2000; Manski, Pep-per y Petrie 2001:75-135; McElrath, Dunham y Cromwell 1995; McNagny y Parker 1992; Mieczkowski 1990; Robbins y Clayton 1989; Rosenfeld y Decker 1993; Sloan, Bodapati y Tucker 2004; Swadi 1990; Thornberry y Krohn 2000; United States Ge-neral Accounting Office 1993).

En el caso del alcohol, por ejemplo, cuyo consumo está censurado por la sociedad pero que la legislación no penaliza, las inferencias a partir de encuestas sólo explican dos tercios de los gastos que se pueden observarse a partir de los mucho más rea-listas registros fiscales. Para el tabaco la infravaloración que se obtiene a partir de encuestas alcanza el treinta por ciento del consumo total (Chalsma y Boyum 1994:27). Manning et al (1991), por ejemplo, estimaron que la Encuesta Nacional de Hogares sobre Abuso de Drogas en Estados Unidos sólo da cuenta del cincuenta por ciento del total consumido.

Por otra parte, esa misma encuesta excluye algunos colectivos que presentan un grado importante de consumo crónico: el personal militar, los presos y quienes que viven en centros de desintoxicación de drogas (Taylor et al 2001). Además, la En-cuesta Nacional de Hogares sobre Abuso de Drogas tiene un alto nivel de fracasos en el muestreo. Tasas superiores al veinte por ciento en las viviendas que se niegan a responder no son infrecuentes en las encuestas, pero cuando se trata de cifras de sólo un dígito, los márgenes de errores son muy altos (Kleiman 2002). Como señalan

Reuter y Truman (2004:22), “estimar la prevalencia de comportamientos raros, so-bre todo si le llevan al protagonista a estilos de vida erráticos, es difícil, lo cual da como resultado amplios grados de incertidumbre”.

La cantidad de droga consumida por usuario se extrapola a través de un tratamiento de los datos procedentes de la encuesta entre los presos que consumen esta sustan-cia y de las cifras proporcionadas por la encuesta en hogares. Estas estimaciones están sometidas al mismo tipo de errores señalados al respecto del número de con-sumidores. Morral, McCaffrey y Iguchi (2000) observaron que, para una muestra de pacientes en tratamiento, más del cincuenta por ciento de los que respondían tener un uso ocasional de heroína en realidad la utilizaban de manera compulsiva. Por añadidura, el gasto promedio en dólares de ambos tipos de consumidores está tam-bién sujeto a los problemas propias de las encuestas y a la tendencia a tratar de re-ducir las cantidades en un consumido condenado por la sociedad y por la legislación con un debe adicional: la incapacidad para recordar operaciones matemáticas com-plejas a lo largo del tiempo y que están sujetos a muchos tipos de variaciones (Me-non 1993). Estudios previos llegan a la conclusión de que tan sólo la mitad de los encuestados recuerda con fiabilidad sus gastos en drogas (Golub et al 2002; Harri-son y Hughes 1997). Por si fuera poco, un estudio realizado con otras preguntas in-cluidas en el cuestionario para un pequeño número de encuestados encontró que el gasto mediano obtenido a partir de estas fuentes puede estar subestimado en casi un cincuenta por ciento (Golub y Johnson 2004).

Los resultados de esta medición, aun sometidos a amplios grados de incertidumbre, reflejan un notable descenso del consumo de cocaína en el quinquenio que va de 2006 a 2010. Medida en cocaína pura, el consumo se desplomó desde las trescientas veintidós toneladas métricas en 2006 hasta menos de la mitad en 2010: ciento cua-renta y dos toneladas métricas. El resultado que estima Kilmer B. et al (2014) para el consumo de cocaína en Estados Unidos en 2009, de ciento sesenta y un toneladas métrica, se ajustan casi perfectamente a lo estimado por United Nations Office on Drugs and Crime (2010a:65-94) para el año anterior, de ciento sesenta y cinco tone-ladas métricas utilizando una combinación de datos de producción y consumo.

En ese mismo documento de United Nations on Drugs and Crime (2010a) se refleja que el consumo de cocaína en Canadá en 2008 era de catorce toneladas métricas, ligeramente por encima de las doce toneladas métricas estimadas en 1998 (United Nations on Drugs and Crime 2010b:81-108), pero que muestran un patrón de con-sumo relativamente estable. En el mismo sentido, Royal Canadian Mounted Police (2002) estimó, sin proporcionar metodología que apoye sus conclusiones, que en 2000 llegaron a Canadá quince toneladas métricas de droga al país. Una vez restadas las 1,9 toneladas métricas que se incautaron resulta que en Canadá durante ese año se consumieron algo más de trece toneladas métricas de cocaína.

Las encuestas anuales de consumo de drogas en Canadá (Health Canada 2013)

muestran un drástico descenso del uso de cocaína. La prevalencia anual pasó del 1,9

por ciento en 2004 al 0,7 por ciento en 2010. Asumiendo, a falta de mejores estima-

ciones y aún con todas las salvedades existentes, una relación directamente propor-

cional entre el número de usuarios de cocaína y la cifra estimada por United Nations on Drugs and Crime (2010a) de consumo total para Canadá, el resultado es que la

cantidad de cocaína consumida en Canadá habría sufrido un declive sustancial en

Canadá aún más abrupto que el registrado en Estados Unidos para pasar de 15 to-

neladas métricas en 2006 a 6 toneladas métricas en 2010.

Sumando las cifras de demanda final de los dos mercados de exportación de cocaína desde México, Estados Unidos y Canadá, se obtiene que en 2010 se consumieron poco más de ciento cincuenta toneladas métricas de cocaína pura. Este nivel de de-manda supone una notable reducción con respecto a la observada en 2006, donde se consumían en ambos mercados más de trescientas toneladas métricas de cocaína pura.

Tabla 1. Consumo de cocaína en Estados Unidos y Canadá, 2006-2010 (en toneladas mé-tricas de cocaína pura)

Año Estados Unidos Canadá Total

2006 322 15 337 2007 282 14 296 2008 200 14 214 2009 161 11 172 2010 145 6 151

Para calcular el total de cocaína pura que accede a ambos mercados se añade la can-tidad de droga perdida por los distribuidores y la que expropian las autoridades pú-

blicas de los países de recepción. Los datos acerca de los decomisos proceden de las

fuentes oficiales (Office of the National Drug Control Policy 2014; United Nations on Drugs and Crime 2012). Para Estados Unidos los datos proceden del National

Seizure System, que contiene información sobre decomisos de droga realizados den-

tro de la jurisdicción de Estados Unidos por Drug Enforcement Administration, Fe-

deral Bureau of Investigation, Customs Service y Border Patrol, así como capturas marítimas realizadas por Guard Coast de Estados Unidos y las expropiaciones reali-

zadas por otras agencias locales, estatales y federales cuando la custodia de la evi-

dencia se transfiere a alguno de los cinco organismos participantes en el sistema.

Las cifras de expropiaciones se consignan en términos brutos. Para convertirlas a cocaína pura se aplican las mediciones de pureza media proporcionadas por las au-toridades estadounidenses para alijos de más de cien gramos (Office of the National

Drug Control Policy 2014). Los datos de pureza se aplican igualmente a los datos de

Canadá donde no existen evaluaciones sistemáticas obre la calidad de la cocaína

confiscada.

Cualquiera que sea la fuente, los decomisos de drogas en Estados Unidos, mucho

más que en Canadá, la veracidad de los datos finales debe someterse al cuestiona-

miento de los problemas burocráticos a partir de los cuales se organizan: “Cada or-

ganismo [público encargado de la represión del comercio y consumo de drogas ile-gales] mantiene sus propios registros de tales actividades [de expropiación], lo cual

se superpone al contenido de registros similares de otras agencias; por lo tanto, la actividad federal de expropiación de drogas está sobredimensionada de manera sig-

nificativa” (Office of National Drug Control Policy 1999:86). Esta exuberancia deri-vada de la doble contabilidad de algunas expropiaciones realizadas en cooperación

entre varios organismos burocráticos que no se purgan en la base conjunta puede

compensar el defecto de que no se incorporan la mayor parte de los decomisos rea-

lizados por las fuerzas de seguridad locales y estatales en Estados Unidos.

La importancia de las capturas por autoridades no federales no puede menospre-

ciarse. En el último recuento existente Godshaw, Koppel y Pancoast (1987:126) es-

timaron que en 1986 los decomisos de drogas realizados por las fuerzas de seguri-dad estatales, condales y municipales fueron, en peso bruto, la mitad que las ejecu-

tadas por las autoridades federales. Caulkins y Reuter (1998:613), extrapolando los datos de las capturas realizadas en la capital estadounidense, Washington, en 1991

llegaron a la conclusión de que los decomisos de los servicios de seguridad estatales y locales añadían a la cifra conjunta un quince por ciento de la expropiación bruta.

En conjunto la cantidad de cocaína decomisada en Estados Unidos se ha reducido a la mitad a lo largo del quinquenio que va de 2006 a 2010 mientras se ha mantenido

relativamente estable en Canadá. Dado que a lo largo del periodo también ha dismi-

nuido el grado de pureza, que ha pasado del ochenta y cuatro por ciento al setenta por ciento, la cantidad confiscada en términos de cocaína pura se ha desplomado

desde los cincuenta cuarenta toneladas métricas de 2006 hasta las sesenta y cuatro toneladas métricas en 2010.

Tabla 2. Confiscaciones públicas de cocaína en Estados Unidos y Canadá, 2006-2010 (en toneladas métricas)

Año Estados Unidos

(impura) Canadá

(impura) Grado de pu-

reza (%) Total (pura)

2006 165 3 84 141 2007 111 3 82 93 2008 135 2 76 104 2009 122 2 72 89 2010 89 3 70 64

A lo largo de las operaciones que se van a realizar en el presente análisis existe un

obstáculo de peso desde el punto de vista metodológico que es difícil de solucionar a efectos del modelo: el instante de consumo no coincide de manera exacta con el de

importación ni tampoco con el de expropiación. Existe un retraso temporal entre la

fecha en la que se introduce la mercancía en el mercado de consumo y el momento

en el que un usuario concreto utiliza esa mercancía, lo cual es relevante a efectos del estudio por dos motivos. Primero, la droga expropiada pudo ser introducida en el

país de destino el año anterior al que se computa aquí como de introducción al ba-

sarse en cifras de expropiación de un determinado año. Segundo, la droga consu-

mida en un año en concreto, que es lo que sirve para extrapolar las necesidades de

droga en ese año, puede haber sido introducida en el mercado de destino en ese

mismo periodo natural, pero también durante el año previo.

Los estudios acerca de esta distancia temporal entre producción, exportación y con-

sumo son escasos y no puede encontrarse por el momento ninguno referido al caso

específico de la demora desde que la droga se introdujo a través de la frontera y el

consumo final. Institute for Defense Analysis (2000) encontró que pasan entre cua-tro y cinco meses desde que se producen oscilaciones en la intensidad de los esfuer-

zos públicos en la erradicación de hoja de coca en Perú y Colombia hasta que éstas se visualizaban en una variación de precios en la venta de cocaína al por menor en Estados Unidos.

Layne et al. (2001) hallaron, para el caso del transporte internacional de cocaína, el

mismo retraso temporal de entre cuatro a seis meses entre sucesos policiales de re-levancia ocurridos en las zonas de producción y las subsecuentes transformaciones

en el mercado minorista de cocaína de Estados Unidos. Pero esta distancia se redu-

cía a entre cero y dos meses cuando la actividad policial se produce en las zonas de llegada o de tránsito, entre las que se encuentra México, o afectaba a la detención de

grandes empresarios de cocaína.

Con estos datos en mente, que muestran que la distancia temporal entre la entrada

en Estados Unidos y su consumo final es bastante breve, lo cual es coherente con la idea que los comerciantes de drogas tienden a limitar el tiempo de almacenamiento

para evitar los riesgos concurrentes y que la cocaína se degrada con bastante rapi-

dez en sus cualidades psicoactivas, en el modelo se asume que el retardo temporal

entre importación y consumo final es cero.

Para el caso de las pérdidas no registradas, que pueden abarcar desde la degrada-

ción de la sustancia al punto de inhabilitarla para su venta y consumo, el abandono negligente o la necesidad de deshacerse de la mercancía a efecto de minimizar los

problemas legales de su propietario, se aplica un porcentaje del 0,1 por ciento sobre

la cantidad de droga disponible. Esta estimación tiene un escaso sustento empírico

y se obtiene de dividir por cinco las pérdidas estimadas de cocaína en la etapa de

producción y transformación, un periodo con riesgos más altos y pérdidas más re-

ducidas (Rocha 2000).

Sumando las estimaciones agregadas de consumo, expropiaciones y pérdidas no in-

tencionadas, las necesidades de la demanda interna de cocaína en Estados Unidos y

Canadá fueron de doscientos diez toneladas métricas de cocaína pura en 2000. Toda esta cocaína debe proceder del exterior dado que no existe producción interna en

América del Norte de hoja de coca y que la transformación en cocaína se produce de

manera sistemática en zonas cercanas a los lugares de cultivo.

En todo caso, una cifra ligeramente por encima de las doscientas toneladas métricas

de demanda como la registrada en 2000 supone una fuerte reducción con respecto

a las casi quinientas toneladas métricas que se demandaron en 2006. Desde enton-ces se ha registrado un descenso abrupto y constante de la cocaína demanda en Es-

tados Unidos y Canadá.

Tabla 3. Demanda interna de cocaína en Estados Unidos y Canadá, 2006-2010 (en tonela-das métricas de cocaína pura)

Año Total

2006 478 2007 390 2008 319 2009 261 2010 216

A esta demanda total se le aplican las estimaciones sobre penetración en el mercado

norteamericano de las diversas regiones exportadoras que ofrece Office of National

Drug Control Policy (2006, 2007, 2008, 2010, 2012), que agrupa las opiniones de

diferentes organismos de seguridad y que, en teoría, porque no existen controles externos, extrae sus conclusiones a partir de las operaciones sospechosas registra-

das en las zonas de tránsito.

Estas estimaciones, las únicas disponibles, han presentado en el pasado oscilaciones

de carácter dudoso y se ha mostrado a lo largo de la historia proclives a hacer coin-

cidir sus estimaciones con variaciones en la política interior y exterior del gobierno de Estados Unidos. A título de ejemplo, el informe de Joint Inter-Agency Task Force

de 1996 estimaba que ciento noventa toneladas de cocaína se dirigían hacia el con-

tinente europeo. Al año siguiente, dicha cantidad se redujo a noventa toneladas sin

ninguna aclaración metodológica y, sobre todo, sin ningún descenso del consumo en Europa que justificase dicha variación en lo que parece a simple vista un movimiento

por justificar de manera simultánea una disminución de la producción en los países

andinos y un crecimiento del consumo en Estados Unidos (Resa Nestares y La-

brousse 2000).

En todo caso, las cifras consignadas están referidas a cantidades brutas. Para homo-

geneizarlas con el presente modelo se asume que la cocaína de cualquier proceden-

cia muestra iguales grados de pureza en el momento de introducirse en América del

Norte, lo cual es coherente con las estrategias de los importadores, que no suele al-terar la calidad del producto en fases intermedias del transporte desde las zonas de producción.

Estas estimaciones resuelven que el punto de máxima penetración de las exporta-

ciones mexicanas en la demanda total de América del Norte se alcanzó en 2010. En-

tonces el noventa y cinco por ciento de la cocaína que entraba a los mercados de consumo procedía de México. La participación mexicana en la demanda total ha au-

mentado de manera paulatina desde el noventa por ciento que se registraba en

2006.

Multiplicando la cuota de mercado de las exportaciones mexicanas por la demanda

final en Estados Unidos y Canadá se obtiene el volumen de cocaína exportada desde

México durante el quinquenio analizado se ha reducido a la mitad. Desde valores superiores a las cuatrocientas toneladas métricas de cocaína pura registradas en

2006 se ha pasado a cifras ligeramente por encima de las doscientas toneladas mé-

tricas en 2010.

Tabla 4. Exportaciones mexicanas de cocaína a Estados Unidos y Canadá, 2006-2010 (en toneladas métricas de cocaína pura)

Año

Demanda en Ca-nadá y Estados

Unidos

Cuota de mercado de las exportacio-

nes mexicanas (%) Exportaciones to-

tales

2006 478 90 430 2007 390 90 351 2008 319 91 290 2009 261 93 243 2010 216 95 205

Una vez obtenida la cantidad de cocaína exportada por México, el último paso con-siste en multiplicar dicha cifra por el precio de las exportaciones para obtener el

valor total de las exportaciones. Dado que la ilegalidad impide o previene la utiliza-

ción de los instrumentos habituales de medición para dicho precio, se utiliza como aproximación la medida de los precios registrados por las agencias de seguridad es-

tadounidenses (National Drug Intelligence Center 2007a, 2007b, 2008a, 2008b,

2008c, 2009a, 2009b, 2010a, 2010b, 2011a, 2011b, 2011c, 2011d; United States De-

partament of Justice 2007, 2008, 2011).

El subconjunto de casos que se considera de importación se segmenta conforme a

dos características: por una parte, que se registre en un arco de doscientas millas de distancia por carretera desde la frontera con México y, por otra, que figure como el

precio más bajo registrado en la zona para transacciones en kilogramos y a nivel

mayorista según las definiciones realizadas por esos organismos.

Se toman estas cifras frente a otras medias de más amplia extensión territorial por-

que el pago por las exportaciones tiende a realizarse en la zona fronteriza, donde la

mercancía cambia de manos y es a partir de ese momento cuando el comprador, ya sin ninguna ligazón formal como su proveedor en México, se encarga del transporte

interior en Estados Unidos. La imbricación de las redes de contrabando mexicanas con las de distribución en el interior de Estados Unidos es bastante menor de lo que

a menudo presentan las agencias de seguridad de ese país (Adler 1993).

Esta medición de precios está sometida fuertes críticas. El principal es que los casos

registrados no son representativos en términos estadísticos de la distribución de precios porque la recolección de datos tiene propósitos administrativos y no esta-

dísticos (Horowitz 2001; Manski, Pepper y Petrie 2001:282-95; Rhodes y Kling

2001). Los policías, por su carácter de novatos en un mercado en el que la confianza se traduce en descuentos por fidelización y porque su objetivo es el arresto del ven-

dedor y no la maximización de su renta en términos de precios de la sustancia ad-quirida, suelen pagar precios bastante superiores a los desembolsos en transaccio-

nes frecuentes.

Cuando el policía utiliza para la compra final a un informante son altas las probabi-

lidades de que el colaborador se quede con parte de los fondos públicos. Y será la cifra solicitada al presupuesto, y no el precio real pagado, bastante menor, el que

pase a formar parte del registro. Sin embargo, estos datos acerca de los precios son

los únicos disponibles por el momento de parte de personal que conoce el mercado

al menos de manera cercana.

En términos de cocaína impura, los precios de la cocaína a nivel mayorista en las

zonas de Estados Unidos fronterizas con Texas registraron movimientos leves y de

distinto sentido por áreas, aunque con una abrupta subida común en 2010 que no se dejó sentir en el sur de California. En conjunto los precios de importación se mo-

vieron entre los once mil y los trece mil dólares en 2006 y entre los trece mil y los veinte mil dólares en 2010.

Para estimar el precio medio de exportación, los precios de cada zona se ponderan

por la cantidad estimada de destino de cada zona fronteriza, que a falta de mejores

datos se considera el porcentaje de cocaína confiscado en cada región según los da-tos de United States Customs and Border Protection (2010) para cada uno de los

años de análisis. Finalmente, al precio ponderado se le aplica el grado de pureza para

estimar el precio por kilogramo de cocaína pura conforme a los datos de las confis-caciones (Office of the National Drug Control Policy 2014).

En total, el precio por gramo de cocaína pura exportado desde México presentó un

precio creciente a lo largo del quinquenio que va de 2006 a 2010, siendo mucho más

drástico el aumento de precios en el último año del periodo. El precio de la cocaína pura se elevó de los trece mil quinientos dólares por kilogramo en 2006 hasta los

quince mil quinientos dólares en 2009. En 2010 registró el máximo de esta serie con un precio superior a los dieciocho mil dólares.

Tabla 5. Precios de la cocaína a nivel mayorista en la frontera de Estados Unidos con Mé-xico, 2006-2010 (dólares corrientes)

Año

Sur de Ca-lifornia

(Los Ánge-les y San

Diego)

Arizona (Phoenix y

Tucson)

Oeste de Texas (El

Paso y Midland)

Sur de Te-xas (San Antonio)

Precio medio ponde-

rado (im-pura)

Precio medio ponde-

rado (pura)

2006 12.000 13.000 11.000 12.000 12.066 13.407 2007 15.000 13.500 13.000 11.500 12.604 14.005 2008 15.000 15.000 11.000 14.000 14.224 15.630 2009 14.000 15.000 14.000 14.000 14.488 15.579 2010 13.000 19.000 18.000 19.500 17.414 18.331

Multiplicado la cantidad de cocaína exportada por el precio medio de la cocaína, el

resultado es que el valor de las exportaciones mexicanas de cocaína ha experimen-

tado un declive constante a lo largo del quinquenio en el cual la disminución de las

exportaciones provocada por la disminución del consumo final y de las confiscacio-

nes públicas no ha podido compensarse con la constante elevación del precio de ex-portación.

En 2006 el valor de las exportaciones mexicanas de cocaína se situaba ligeramente

por debajo de los seis mil millones de dólares. Dos años después había caído por

debajo los cinco mil millones de dólares. En 2009 y 2010 se situó por debajo de los

cuatro mil millones de dólares para acabar el periodo estudiado en tres mil setecien-tos millones de dólares de ingresos por exportaciones de cocaína.

Tabla 6. Valor de las exportaciones mexicanas de cocaína a Estados Unidos y Canadá (mi-llones de dólares corrientes)

Año

Exportaciones mexica-nas de cocaína (tonela-

das métricas puras)

Precio medio ponde-rado (dólares corrientes

por kilogramo de co-caína pura)

Valor total de las ex-portaciones de cocaína

(millones de dólares)

2006 430 13.407 5.770 2007 351 14.005 4.912 2008 290 15.630 4.530 2009 243 15.579 3.786 2010 205 18.331 3.760

Los ingresos netos para México por la exportación de cocaína estarían, en todo caso,

por debajo de esta cifra dado que habría que descontar los pagos por las importa-

ciones de cocaína, sobre todo a Colombia. En México no crece arbusto de coca, pese

a que las condiciones climáticas en algunas zonas serían en principio favorables para su cultivo. La totalidad de las importaciones de cocaína tienen lugar ya con el pro-

ducto terminado y preparado para el consumo, más allá de posibles adulteraciones posteriores. Para la estimación del valor de las exportaciones netas de droga se sigue

la fórmula:

iiiiii PCFPCICCDCCEVEDVEND , donde

— VENDi es el valor total de las exportaciones netas de cocaína en el año i;

— VEDi es el valor total de las exportaciones de todas las drogas en el año i;

— CCEi es el peso de la cocaína pura exportada en el año i;

— CCDi es el peso de la cocaína pura decomisada por las autoridades públicas en México en el año i;

— PCIi es el precio de importación de la unidad de cocaína en el año i; y

— PCFi es el precio del flete desde el punto de origen hasta México por unidad de

cocaína en el año i.

En teoría, a la cantidad de cocaína exportada y expropiada debería añadirse el volu-

men de cocaína importada que se queda en México para el consumo interno. Sin em-

bargo, este último ejercicio es complejo dada la ausencia de datos. Una investigación

a partir de las cifras de demanda disponibles estimó que entre 1991 y 2000 el con-

sumo total de cocaína pura por parte de los residentes en México pasó de 1,5 tone-ladas en el primer año hasta más de seis toneladas métricas en 2000 (Resa Nestares

2002). Esas cifras apenas representaban, en el punto culminante al final del periodo

de cálculo, el cuatro por ciento del total de las exportaciones.

Sin considerar el mercado interno, por tanto, por su raquítica importancia y por las dificultades de acceso a fuentes, los exportadores mexicanos de las drogas deben

realizar pagos por la cocaína exportada, además de la que pierden a manos de las

expropiaciones del sector público. La cantidad de cocaína importada se remite a la suma de la que se exporta tal y como se ha calculado por el método de la demanda y

el volumen decomisado por las autoridades públicas en territorio mexicano.

Aunque existen múltiples evidencias de cocaína que, después de ser expropiada, ha

sido privatizada de nuevo a otros empresarios de droga para su posterior re-expor-

tación y de amplias posibilidades de manipulación de estas cifras en su modo agre-

gado, se considera a efectos del cálculo que esta serie estadística son ciertas al ser las únicas disponibles y la imposibilidad de realizar una estimación acerca de estas

expropiaciones temporales que vuelven al mercado para la re-exportación. Además,

este desfase puede compensarse al no incluirse una estimación de pérdidas no in-tencionadas de cocaína a su paso por México.

Las cifras de expropiaciones públicas de cocaína en México cayeron vertiginosa-

mente entre 2006 y 2010. Si en 2007 se decomisaron cuarenta y ocho toneladas mé-

tricas de cocaína, en 2010 apenas llegaron a diez toneladas métricas (Presidencia de la República 2014:51). Estas cifras proporcionadas por el gobierno mexicano hacen

referencia a la cocaína en bruto.

No hay datos oficiales acerca de la pureza de la cocaína confiscada. Pero, conside-rando que la inmensa mayoría de las capturas en México son de cocaína para la re-exportación hacia Estados Unidos y que los empresarios mexicanos de droga no sue-

len variar la pureza de la droga en México, se toma esa cifra como la pureza de la cocaína confiscada en Colombia, el principal exportador de cocaína hacia México.

Allí la pureza de la cocaína ha permanecido estable en el noventa y uno por ciento a

lo largo del quinquenio de estudio según los datos proporcionados por el gobierno

colombiano a United Nations on Drugs and Crime (2012).

En total, la cantidad de cocaína importada por México ha disminuido en concordan-

cia con las exportaciones y sumándole la notoria reducción de los decomisos públi-cos, pasando de cuatrocientas cincuenta toneladas métricas de 2006 a doscientas

catorce toneladas métricas en 2010.

Tabla 7. Cocaína exportada, decomisada e importada en México, 2006-2010 (en tonela-das métricas de cocaína pura)

Año Exportaciones Expropiaciones Importaciones

2006 430 19 450 2007 351 44 395 2008 290 18 307 2009 243 20 263 2010 205 9 214

Esta cantidad de cocaína importada se multiplica por el precio de importación para

estimar la salida de divisas de México por pago de cocaína. En 2006, según la infor-

mación proporcionada por el gobierno colombiano, el precio medio de la cocaína

vendida al por mayor en Colombia, que puede asimilarse al precio de exportación, era de mil setecientos dólares por kilogramo de cocaína impura. Para 2010 el precio

del mismo producto se había elevado a casi los dos mil quinientos dólares (United Nations on Drugs and Crime 2012). Aplicando el grado de pureza a esos precios, el precio medio de cocaína para la exportación en Colombia se elevó desde casi los dos

mil dólares en 2006 hasta estar rondando los dos mil setecientos dólares al final de la década.

Al coste de la mercancía habrá que sumar el pago a los servicios de transporte para

obtener el valor total de los pagos por concepto de cocaína importada en México.

Bruen et al. (2002:E-3) estiman, con base en informaciones de Drug Enforcement Administration, que el coste del transporte entre México y Colombia era en 1999 de

mil cuatrocientos dólares por kilogramo de cocaína. En declaraciones judiciales, un

piloto colombiano testificó que, tras tres años en el negocio de trasladar cocaína

desde Colombia a México, en 1994 un importador mexicano de cocaína “le manifestó

que deseaba traer un cargamento de cocaína, proponiéndole al declarante iniciara

el flete por el cual les cobraría la cantidad de mil quinientos dólares americanos [el precio habitual] por cada kilogramo, a lo cual el [importador] manifestó que estaba muy alto el precio. […] Ante esto, el declarante decidió que por cada kilogramo de

cocaína pediría un flete de novecientos dólares americanos” (Proceso, 19 de junio de 1998).

Estos niveles de precios están en concordancia con los datos extraídos por Layne, Rhodes y Chester (2000), que, con base en datos de empresarios de drogas, estiman

que el traslado entre Colombia y la frontera estadounidense supone entre el ocho y

el catorce por ciento del precio de la cocaína en frontera. En consecuencia, se asume

el precio de mil cuatrocientos dólares para el transporte por kilogramo de cocaína impura como el apropiado. El precio total de importación, por tanto, incluyendo el

flete, se habría elevado de tres mil quinientos dólares en 2006 hasta superar los cua-tro mil dólares en 2010.

Multiplicando el precio medio por kilogramo de cocaína importada al total de im-

portaciones se obtiene que el valor de las importaciones se ha reducido en un tercio

a lo largo del quinquenio, con lo cual el aumento del precio de importación ha fre-nado el drástico descenso de las importaciones. Si en 2006 y 2007 el valor de las

importaciones mexicanas de cocaína estaba por encima de los mil quinientos millo-

nes de dólares, en 2010 esa cifra se había reducido hasta por debajo de los mil mi-llones.

Tabla 8. Valor de las importaciones mexicanas de cocaína de Sudamérica (millones de dó-lares corrientes)

Año

Importaciones mexica-nas de cocaína (tonela-

das métricas puras)

Precio medio (dólares corrientes por kilogramo

de cocaína pura)

Valor total de las im-portaciones de cocaína

(millones de dólares)

2006 450 3.475 1.563 2007 395 3.954 1.560 2008 307 4.119 1.266 2009 263 4.169 1.095 2010 214 4.218 903

Restando el valor de las exportaciones mexicanas de cocaína al de sus importaciones

el resultado es un descenso más atemperado de las exportaciones netas de cocaína,

que pasaron de superar los cuatro mil millones de dólares en 2006 a estar por de-bajo de los tres mil millones en 2009 y 2010. No obstante, en el último año del quin-

quenio las exportaciones netas observaron una recuperación.

Tabla 9. Valor de las exportaciones netas mexicanas de cocaína (millones de dólares co-rrientes)

Año Exportaciones Importaciones Importaciones netas

2006 5.770 1.563 4.207 2007 4.912 1.560 3.352 2008 4.530 1.266 3.264 2009 3.786 1.095 2.691 2010 3.760 903 2.857

4.207

3.352 3.2642.691 2.857

2006 2007 2008 2009 2010

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