el trhiller legal

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Presentación de charla sobre las novelas de juicios.

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Presentacin de PowerPoint

He aqu una tarde en que unos veinte individuos del Tribunal Supremo de la Cancillera, metidos en una de las diez mil instancias de un pleito sin fin, tropezndose con los resbaladizos precedentes, empantanados hasta las cejas en sus tecnicismos, se dan de cabezazos empelucados de cabrito y caballo- contra paredes de palabras y hablan de justicia con las mscara ms eminente con que pudiera cubrirse un histrin. He aqu una tarde en que los diversos procuradores encargados del pleito, dos o tres de los cuales lo recibieron en herencia de sus padres, que ya con l se enloquecieron, estn en fila (cmo si no) en un estrado de tapizado (buscar la verdad all sera en vano) situado entre el de las togas de seda y la mesa prpura del escribano. Ante ellos hay un cmulo de absurdos expedientes, fallos contradictorios, splicas, citaciones, impugnaciones, defensas, declaraciones, memorias y consultas de procuradores apilados. ()

Este es el Tribunal Supremo de la Cancillera, el que en cada condado tiene sus casas ruinosas y sus tierras asoladas, el que en cada manicomio tiene su luntico derrotado y en cada cementerio su muerto, el que tiene a tantos litigantes reducidos a la miseria con sus suelas gastadas y sus harapos pidiendo y mendigando alrededor de sus conocidos; el que concede al dinero el poder de aniquilar el derecho a base de aburrimiento; el que agota, en fin, el bolsillo, la paciencia, el valor y la esperanza, pues embota la inteligencia y destruye todo humano sentimiento hasta el punto de que no hay hombre honrado entre los subalternos que no os diese que no d a menudo- este concejo: Sufrid cuantos agravios puedan haceros antes que entrar aqu a pedir justicia!.

La preocupacin de Nejludov consista, pues, en estudiar las causas del encarcelamiento de estas diversas categoras de individuos, comparados con otros hombres, semejantes en todos los aspectos, que se pasean libremente y que llegan incluso a juzgar a los primeros. Nejludov haba tenido primeramente la esperanza de encontrar en los libros respuesta a estas preguntas, y haba comprado todas las obras sobre la materia. Haba ledo con la mayor atencin a Lombroso, Garofalo, Ferri, List, Maudsley, Tarde; pero, cuanto ms los lea, mayor era su decepcin. Le pasaba lo que le ocurre a cualquier hombre que estudia una ciencia no para figurar entre los sabios ni para escribir, discutir o ensear, sino para encontrar una respuesta a preguntas simples, prcticas y vitales: esta ciencia que l estudiaba resolva numerosos problemas de los ms sutiles relacionados con las leyes de la criminalidad, pero no proporcionaba ninguna respuesta al asunto que lo traa preocupado. Esta pregunta, sin embargo, era bien simple: por qu algunos hombres se arrogaban el derecho de encerrar, de torturar, de deportar, de golpear, de matar a otros hombres, siendo as que ellos mismos eran semejantes a esos hombres a los que torturaban, golpeaban y mataban? Pero, en lugar de contestar a esta pregunta, los sabios cuyas obras consultaba se preguntaban si la voluntad humana es libre o no, si la forma del crneo puede hacer catalogar a un hombre como criminal, qu papel desempea la herencia en el crimen y si el instinto de imitacin no desempea en l igualmente un papel. Hay una inmoralidad atvica? Qu es la moralidad? Qu es la locura? Qu es la degeneracin? Qu es el temperamento? Qu accin ejercen sobre el crimen el clima, la alimentacin, la ignorancia, la imitacin, el hipnotismo, la pasin? Qu es la sociedad? Cules son sus deberes?, etctera, etctera.Todas estas consideraciones recordaban a Nejludov la respuesta que en otros tiempos le haba dado un nio que volva de la escuela y al que haba preguntado si saba ortografa. Perfectamente, haba respondido el nio. Pues bien, deletrame la palabra hoja. Pero, qu clase de hoja? Una hoja de rbol?, haba preguntado el nio con aire malicioso. En forma de pregunta, era la misma respuesta a su nica y primordial interrogacin, lo que Nejludov encontraba en las obras de los sabios.Encontraba en ellas muchas reflexiones sutiles, profundas, interesantes, pero ninguna respuesta a esta pregunta fundamental: con qu derecho castigan unos a otros? Lejos de responder, aquellas reflexiones tendan, por el contrario, a explicar y justificar el castigo, cuya necesidad no poda ser puesta en duda.

Cul es la mejor manera de esconder, alojar y dar de comer a dicho cliente, siendo otro precepto del foro familiar que el hecho de no poder hacer gran cosa no es pretexto para no hacer nada?

Nosotros los abogados no estamos en el mundo para ser icebergs, Annabel se complaca en predicar su padre, y mira quin fue a hablar!. Nuestro cometido es tomar conciencia de nuestros sentimientos y controlarlos. S, querido padre. Pero no se te ha pasado nunca por la cabeza que, al controlarlos, los destruyes? Cuntas veces podemos decir lo lamento hasta que ya no seamos capaces de lamentar nada?Y perdona, pero qu quieres decir exactamente con eso de controlar? Te refieres a encontrar las razones jurdicas correctas para hacer lo que uno no debe? Y si es as, no es eso lo que hicieron nuestros brillantes abogados alemanes durante el Gran Vaco Histrico, conocido tambin como la poca nazi sus doce aos, del primero al ltimo, que por alguna razn se menciona tan poco en las deliberaciones de nuestro foro? Pues bien, a partir de este instante, yo controlo mis sentimientos.